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Comentario a la "Teoría de la tradición"
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TEORA DE LA TRADICIN Dr. Carlos Herrejn Peredo
Comentarios de textos Alejandro Mendoza
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Comentario del texto Teora de la tradicin.
Ha sido a partir de este escrito desde donde hemos obtenido la panormica general de la
incursin inicial en torno a la cuestin de la Tradicin como un fenmeno sobre el cual
hay que dar una teora desde el ngulo de la filosofa. Como principio sealamos que no
se trata de una teora de esta o aquella tradicin sino de la tradicin en general, lo que nos
ha remitido necesariamente a proponer la teora de la tradicin hacia la elaboracin de un
concepto primario de este fenmeno que nos d una definicin sustantiva de l. Es, por
tanto, en este sentido que hablamos de una teora de la tradicin en tanto que ontologa de
la tradicin, lo que significa, de manera sencilla, que se trata de teorizar el fenmeno de la
tradicin en atencin a lo que en general constituye su esencia, pues entendemos, segn
esto, el trmino ontologa como teora del ser en tanto que esencia del fenmeno, aquello
que responde la pregunta sobre qu es la tradicin, y esto, adems, como ontologa
categorial en la medida en que la manera en que pretendemos elucidar la esencia de la
tradicin en general es a partir de sus aspectos constitutivos fundamentales que ya podemos
encontrar consolidados.
Algo ya sealado, pero que precisa nfasis, es esta aproximacin general que
comporta la teora; ahora bien, no se trata de una mera abstraccin que aplane, por as
decirlo, la riqueza del fenmeno en unos cuantos trminos simples, sino que el carcter
generalizador de la teora de la tradicin, de la tradicin en general, justamente, se debe
entender en cuanto que la riqueza de las tradiciones sern tericamente fundamentadas en
su sentido esencial a partir del cual es posible la diversidad histrica y emprica de las
varias tradiciones existentes. De esta manera ganamos, por otra parte, algo fundamental
para nuestro estudio: no caer en la confusin que terminolgicamente se puede establecer
entre tradicin y tradicional, por una parte, y tradicionalismo, por otra parte. Aparece
la tentacin de abandonar el punto de vista filosfico para hacer un registro etnogrfico-
emprico del fenmeno de la tradicin reducindola a una sola de sus manifestaciones
concretas en una tradicin determinada. Por ello, es necesario partir de la previa orientacin
de que, por el concepto mismo, una ontologa de la tradicin supone la disposicin
reflexiva para verla de manera general.
Sin embargo, y no obstante que se privilegia la dimensin ontolgica de la teora,
tambin se prevn maneras diferentes de considerar el fenmeno de la tradicin a partir de
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las preguntas fundamentales que entorno a ella se suscitan normalmente, y es as que
adems de la ontologa de la tradicin, hay una epistemologa de la tradicin, una crtica
filosfica de la tradicin, una axiologa de la tradicin, una problematizacin de la
dimensin tica de la tradicin y una consideracin de la tradicin como concepto jurdico,
tomados estos caminos cuando se plantean problemas relativos a problemas del
conocimiento, condiciones de conocimiento, valores, validez y normatividad que se da a
partir de la tradicin. El conjunto de estas consideraciones conforman la teora de la
tradicin en su sentido integral como parte de la filosofa de la cultura.
Adems de los aspectos propios de la teora (de la tradicin), es preciso que sean indicadas
las vas de acceso al concepto de Tradicin, que llegan a ser los modos de acceso a su
esencia. Tenemos, as, primero, el camino de la induccin: partir de las tradiciones
concretas y abstraer de las formas genricas que se dan en todas ellas como constitutivas;
en segundo lugar tenemos el camino del anlisis de trminos y conceptos en los que se
expresa la tradicin. Finalmente, una tercera va es la doctrinal, que nos dar lo dicho y
ya conceptuado por autores sobre la tradicin.
Una forma privilegiada por directa de construir el acceso al concepto de tradicin es a
travs de un previo reconocimiento de aquello a lo que nombramos tradicin, de tal forma
que dicho concepto llegue a una posesin de sus categoras fundamentales no a partir de
una reduccin de trminos sino de una reduccin de fenmenos, lo que le dar contenido
real a dicho concepto. De esta manera hablamos de conjuntos de tradiciones y se trata de
los fenmenos en los que, si bien ordinariamente, identificamos el trmino tradicin en
sentido primario. Destacamos tres conjuntos de tradiciones que son los siguientes: 1)
aquellos que se caracterizan por su vinculacin estrecha en el espacio y en el tiempo: la
tradicin entendida como lo intergeneracional; 2) hablamos tambin de las tradiciones que
se constituyen como corrientes culturales y que tienen la caracterstica de trascender la
estrechez del vnculo espacio-temporal de la tradicin entre generaciones: tradiciones
literarias, jurdicas, artsticas, filosficas, etctera, son las que se comprenden bajo este
conjunto; 3) un ltimo conjunto de tradiciones son aquellas que estn consagradas como
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patrimonios culturales, ya sea que stos se consideren el origen de una tradicin o bien su
punto de llegada y confirmacin.
Estos tres conjuntos de tradiciones son los fenmenos a los que de manera habitual
nos referimos con el trmino tradicin y ser en ellos, por tanto, donde se podr tomar el
contenido fenomenolgico que permitir elaborar el concepto de tradicin en general.
Para continuar con el despliegue de la teora de la tradicin en el marco metodolgico
descrito en la lneas pasadas, me parece oportuno aqu indicar una consideracin
fundamental para que la estimacin reflexiva de la tradicin sea por lo menos pertinente
dado que, como se ver ms adelante y despus, con la obra de Shils, nos encontramos en
un momento posterior al enjuiciamiento negativo que de la tradicin hizo el pensamiento
moderno y buscamos dar base al presupuesto de que pensar la tradicin es un ejercicio no
slo legtimo sino incluso necesario. Con la finalidad de identificar la vigencia de la
tradicin despus de la crtica desde la modernidad, es preciso sealar que, con la
recuperacin terica de la tradicin, como tambin haciendo de ella un recuperacin vital
e histrica, nos encontramos con una concepcin dinmica de la tradicin y lo tradicional
superando el punto de vista romntico del tradicionalismo. En efecto, no hemos
considerado la tradicin slo en su dimensin pasiva de herencia y objeto del pasado,
sino que la perspectiva en la que nos colocamos ve la tradicin como algo que articula el
presente histrico de la existencia. Por esta razn, en lo siguiente veremos que esta
distincin de lo dinmico-presente en la tradicin tiene correlato con la diferenciacin entre
lo subjetivo y lo objetivo de ella, lo que nos permite establecer que uno de los prejuicios de
la modernidad contra la tradicin fue el no haber visto el sealado carcter dinmico que le
otorga a la tradicin una significacin histrica hacia el presente. De acuerdo a la distincin
terminolgica que establecimos con anterioridad, no nos encontramos en la confusin de
tradicin con tradicionalismo. Y partimos de la definicin de tradicin dada en clase
segn la cual, ella es el proceso histrico reiterado e identitario por el cual se transmiten
contenidos culturales que tienden a formar patrimonio.
Bajo la perspectiva de presente de la tradicin, podemos reconocer su constitucin
ntegra en la totalidad de sus elementos, toda vez que, previamente, notamos que el trmino
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tradicin lleva consigo una referencia fundamental a una accin: la transmisin. Cuando
hablamos de tradicin, ya desde su etimologa nos vemos ante algo dinmico-subjetivo, a la
traditio como el sustantivo en el que se ha objetivado el verbo tradere, la accin y el
efecto de transmitir. Es de suma importancia, de acuerdo a esto, mantener siempre presente
que la transmisin es la accin referente fundamental que define a la tradicin, pues sta se
da como acto de transmitir algo, pero de tal manera que tanto lo transmitido como el
transmitir constituyen a la tradicin. No hay tradicin sin la accin, voluntaria y consciente,
de transmitir y de recibir de manera reiterada ese algo que es el contenido de la tradicin.
Por s mismo, este contenido no se gestara como tradicin si no interviniese la transmisin.
De acuerdo a esta doble dimensin de la tradicin, subjetiva y objetiva, tenemos los
siguientes elementos que la componen:
1) El sujeto que transmite o entrega,
2) La accin de transmitir o entregar,
3) El contenido de la transmisin,
4) El sujeto que recibe y
5) La accin de recibir.
Sealamos que la riqueza de los elementos de la tradicin haba sido reducida, en la
consideracin que de ella hizo la modernidad, a su aspecto meramente objetivo, es decir, al
contenido de la tradicin, razn por la cual se vio la tradicin como mero tradicionalismo y
como acervo autoritario ante la inquietud liberadora de la razn hacia el presente. Por esto
mismo, igualmente, es que el significado presente de la tradicin nos queda oculto, pues
nunca observamos que la transmisin de contenidos culturales en general es un ejercicio
hasta cotidiano, motivo por el cual nos puede llegar a parecer incluso aberrante una
concepcin de la vida humana que no se localice en la tradicin, de la misma manera en
que sospechamos que algo queda oculto cuando lo histrico es reducido al pasado.
En nuestras consideraciones, contrastando la estimacin moderna de la tradicin,
hemos repuesto el dinamismo de la tradicin, es decir, eso que la hace una cuestin del
presente y no un objeto arqueolgico en el sentido de lo ya absolutamente pasado. Pero es
cierto, tambin, que habr posturas que, legitimando la tradicin, slo lo hagan desde el
punto de vista objetivo tradicionalista, lo que termina por empobrecer el significado vital de
la tradicin.
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Al hacer nfasis en el aspecto subjetivo, dinmico y hasta creativo de la tradicin,
vemos ahora el Ciclo de la tradicin, que nos mostrar que la vigencia de la tradicin
radica en la reiteracin de la transmisin, con la crtica, ajustes y resignificacin que
implica su recepcin, pues la validez en virtud de la cual se da un sujeto que recibe
activamente lo transmitido como tradicin, seala de manera distinguida al reconocimiento
que se implica en una recepcin voluntaria y consciente, es decir, libre, de la tradicin. El
ciclo de la tradicin apunta a la reiteracin de la transmisin gracias a la cual es un acto y
un contenido significativo y vlido para la consciencia del presente.
Los momentos del ciclo de la tradicin son los siguientes:
1) Hay una accin inicial de transmisin del contenido de la tradicin. Esta accin se
da en circunstancias concretas y tiene diversos medios y dispositivos.
2) A esta accin le corresponde que lo transmitido sea efectivamente recibido
libremente
3) Dado que el contenido de la tradicin existe en sujetos, el momento en que la
recepcin es asumida como vlida consiste en una asimilacin de la tradicin. Aqu
hablamos de una apropiacin por la cual los sujetos de una comunidad histrica
actualizan la tradicin y se configura como el horizonte sobre el cual se abre el
presente. En este momento, que quiz sea el de mayor riqueza de creatividad, se dan
las posibilidades tanto de enriquecimiento como de empobrecimiento de la
tradicin, pues siempre se trata de una manera de encontrarse en el presente con un
contenido cuyo origen no es en modo alguno coetneo. Por esto, me parece que a
este momento del ciclo de la tradicin le corresponde la crtica filosfica de la
validez de la tradicin y el modo en que ella es comprendida.
4) Cuando se ha asimilado la tradicin, la dimensin del contenido se destaca frente a
la accin, y entonces aparece la normalizacin en la forma de acervo patrimonial y
acervo objetivo desde el cual una comunidad histrica encuentra positivamente una
fuente de identidad. Se puede hablar de una conquista de la tradicin en cuanto
que se hace de ella un bien al que se debe una dedicacin de cuidado. Sin embargo,
si esta fase de estabilidad y normalizacin de la tradicin se dio de manera tan
heterognea que lo conquistado como patrimonio ya exhibe una variacin muy
significativa en relacin a lo que tradicionalmente se haba estimado como el o los
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significados fundamentales del contenido, entonces, decimos, se trata de un
patrimonio que da lugar a una nueva tradicin.
5) El momento que cierra el ciclo para reabrirlo es el de la re-transmisin del
contenido de la tradicin. Si la tradicin terminara en su consolidacin como
Monumento, entonces no habra ms que tradicionalismos y arqueologa, pero no
tradicin e historia, en el sentido de un proceso activo de transmisin reiterada y
libre.
Vemos que la tradicin, a diferencia del tradicionalismo, se sustenta en la dimensin activa
y subjetiva, en la accin de transmitir y la correspondiente de recibir, y esto siempre bajo el
presupuesto de la recurrencia, lo que distingue a la tradicin de un fenmeno aparentemente
semejante como el de la comunicacin simple, que si bien, al igual que la tradicin, implica
un sujeto que transmite y otro que es el destinatario de lo transmitido, la mera
comunicacin no precisa de ser reiterada, por ello, a diferencia de la tradicin, que va
formando un contenido histrico que siempre es potencialmente creador para el presente, la
comunicacin se agota en el ahora de su acto sin pasar de la eventualidad de su accin. La
reiteracin de la tradicin es lo que la va conformando de alguna manera como el
fundamento finito de la vida histrica del ser humano, razn por la cual no puede concluirse
ni en un acto comunicativo simple como tampoco en una forma arqueolgica que slo
estima en la tradicin aquello que constituye su contenido, necesariamente pasado por su
principio de constitucin.
En la mencin a lo histrico de la tradicin, as como a su significatividad presente, se
puede observar fcilmente que subyace una relacin de la tradicin hacia el tiempo: en
efecto, la tradicin es algo que se da en el tiempo porque con ella se trata de un modo de ser
del hombre, cuya existencia es originalmente temporal. Por esto es que la tradicin signa
pocas en el devenir temporal del hombre como historia y es por ello tambin que la
tradicin progresa, no en el sentido moderno-ilustrado del progreso racional
tecnocientfico, sino en el sentido sencillo de ser un proceso que cambia en el tiempo, si
bien se seala que algo necesario en la tradicin es que en esa progresin propia del
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proceso de la tradicin, haya una identidad fundamental que vaya permaneciendo, caso en
el que no sea as ya no podemos hablar de tradicin sino de mero devenir.
Pero la tradicin se encuentra en la base de la constitucin antropolgica del tiempo
como historia, y la historia supone que lo que ha sido en el tiempo se recupera en el
presente como fuente de identidad, al mismo tiempo que concebimos la tradicin como
algo que, en cuanto histrico, es presente, por lo que se puede afirmar que es la tradicin
accin la que hace posible la tradicin contenido.
Adems del cmo de la accin de la transmisin que caracteriza a la tradicin de manera
presente, tambin nos debemos interrogar por el quin de esta accin, y este sujeto de la
tradicin, su agente, es quien a final de cuentas lleva la realizacin histrica efectiva de la
tradicin. A esta pregunta sobre el agente de la tradicin, respondemos que se trata del ser
humano pero en cuanto que social y siempre encontrndose en un contexto cultural
determinado desde el cual el contenido de la tradicin tiene valor de significatividad. En
efecto, la tradicin slo es tal cuando la accin es social o comunitariamente significativa.
Podemos pensar en la asimilacin de la lengua materna: si no existe el contexto en el cual
ella es tenida como significativa, entonces se convierte en la expresin abstracta de sujetos
aislados.
Result interesante contrastar la concepcin antropolgica del hombre como ente
social desde su esencia a diferencia de la antropologa que se encuentra en el
contractualismo de la teora poltica de Hobbes, Rousseau y Locke, para quienes el ser
humano es originalmente un ente-individuo, es decir, sin referencia inherente a lo social, y
que esta dimensin, es decir, la de lo social, slo se alcance y se sostenga de manera
emprica por un pacto o contrato, pero que pueda suspenderse por un acto voluntario
en el que la comunidad humana deje de observar la conveniencia del pacto.
La teora de la tradicin que hemos estado revisando supone una antropologa en la
que lo social no radica ltimamente en algo tan emprico como un contrato, sino en la
constitucin ontolgica del ser humano: lo social es inherente a lo humano, no hay hombre
sin sociedad. Y este marco de lo social es el que le da a la transmisin su valor, aun ah
donde pudiera verse una transmisin en el medio de lo privado: la familia, por ejemplo,
transmite como tradicin lo que es reconocido desde el horizonte amplio de lo social. En
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este sentido, podemos sostener que lo privado nunca es tan agudo que deje de tener una
referencia ltima a lo social, de manera que lo privado sera, en realidad, una posibilidad de
lo pblico.
Pero no todos los agentes de la tradicin participan en ella de manera unvoca e
igualitaria. Por esto decimos que hay agentes especiales de la tradicin que se distinguen
por la eminencia con la que intervienen en la accin de la transmisin: hay quienes tienen
una posicin no slo de receptores, sino que su relacin con la tradicin es la de hacerla
consciente, formularla, conceptuarla, descifrarla y cuidarla, funciones estas que no
comparten otros agentes, no eminentes, de la tradicin. As podemos distinguir entre la
transmisin turstica, por ejemplo, de la tradicin respecto a la transmisin nuclear de
ella. De aqu se da, en consecuencia, la formacin de la auctoritas en la consolidacin
patrimonial de la tradicin, ante la cual se precisa de una eminencia en la participacin de
la tradicin que, como se indica en el texto, llega a hacer de la tradicin una fuente
histrica-presente de legitimacin. Esta eminencia de los agentes especiales se puede
observar de manera destacada en la formacin de instituciones colegiadas para el cuidado
del patrimonio. Siempre que se resalta la eminencia del agente especial, hay que pensar en
la connotacin de autoridad que se tiene tanto en la conservacin como en la
interpretacin adecuada y relevante de la tradicin.
Finalmente, la accin de la tradicin sealada en la transmisin nos remite a una analoga
con el mundo meramente fsico, a la traditio biolgica, mbito de lo real en el que se
tambin se observa dicho proceso de transmisin y recepcin de la herencia biolgica. Bajo
la transmisin no tenemos, pues, un trmino unvoco sino anlogo.
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Comentario al texto de Shils, Tradicin.
Shils comienza con un reconocimiento histrico bsico: hay una necesidad de la tradicin.
El por qu y para qu sern lo que este autor nos procurar mostrar.
La primera parte de la Introduccin a esta obra consiste principalmente en explicitar
cules son los factores culturales a partir de los cuales la tradicin ha sido desestimada,
desvalorada y, en el punto ms alto de la crtica racionalizadora, negada como fuente
legtima de articulacin de la vida histrica, siendo el pensamiento moderno el momento de
la historia de las ideas en Occidente donde se dio este cuestionamiento de rechazo a la
tradicin.
La primera indicacin de Shils sobre la polmica entre tradicin y modernidad nos
habla de la desacreditacin de la tradicin desde el punto de vista de la idea moderna de
la historia como proceso progresista; es el prejuicio moderno del progreso el que ha visto
en la tradicin un obstculo para la apertura del presente hacia una libre apropiacin
proyectiva del futuro. En esta perspectiva, la idea del progreso va asociada con la nocin de
ruptura, principalmente con los patrones legados en virtud de una afirmacin puramente
racionalista de la apropiacin del presente. En efecto, el progresismo histrico no tendra,
de acuerdo a nuestra observacin de la obra de Shils, un sentido histrico lo
suficientemente comprensivo para poder concebir el legado de la tradicin como algo
significativo y vlido para el presente; por el contrario, el sentido histrico de la
modernidad y su idea del progreso piensa ms bien en la necesidad de destituir todos los
poderes normativos que no provengan de la razn y la crtica, y la tradicin se presenta
justamente como una cosa con intencin normativa pero que no pasara por el filtro de la
racionalizacin del presente.
Pero podemos observar que la modernidad se ha impuesto un imperativo en su
manera de orientarse histricamente: a partir de un concepto simplificador del tiempo
histrico como trnsito hacia el futuro, entiende que la tarea histrica de la humanidad es el
mejoramiento de la civilizacin, de donde aparece la cuestin de ser moderno ante la
tradicin como un ejercicio, aparentemente obvio, de suspensin del carcter normativo de
la accin y de las creencias de la tradicin. En este momento ya nos encontramos dentro del
proyecto de la Ilustracin.
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La actitud ilustrada hacia la cultura, como es sabido, es el de la crtica de la
autoridad; la crtica consiste en la liberacin del presente a partir de la autonoma de la
razn ante la atadura del pasado que supondra la heteronoma de la tradicin en tanto que
autoridad no legitimada en aquella figura que Kant llam el tribunal de la razn. El
carcter autoritario de la tradicin se presenta a la Ilustracin en la relacin que sta hace de
aqulla con figuras sociales como dogmatismo, costumbrismo y supersticin, que
representan, para los ilustrados, las formas en que se busca imponer el principio de la
autoridad. Por otro lado, la relacin ms representativa que la Ilustracin encuentra con la
tradicin es la que se da con el Ancin Regime, todo el conjunto de instituciones y
ordenamientos sociopolticos que no tenan, a decir de la ptica ilustrada, ms fundamento
que el tradicionalismo. Con base en esto, la tarea liberadora que se da a s misma la
Ilustracin es la de acabar con el tradicionalismo para que pueda aparecer la libertad,
siempre entendida como dada al presente, de la razn.
Observamos, sin embargo, que si bien el trmino Ilustracin puede identificarse
en trminos generales hacia una misma actitud, no remite a un concepto unvoco, sino que
hay, ms bien, una aplicacin anloga de la Ilustracin. No se trata de manera inequvoca
de un movimiento cultural de erradicacin de la religiosidad y de la monarqua, sino que
hay un sentido ilustrado dentro de las tradiciones, que les permite resignificarse y, a veces,
incluso retomar su sentido original. La analoga del concepto de Ilustracin nos hace
considerar que se trata, ms bien que de una crtica absoluta a todo lo no presente desde la
pura razn, de un movimiento que tambin busca la reforma en el interior de las
tradiciones, precisamente buscando recuperar el sentido nuclear de ellas. En la filosofa es
significativo que, por ejemplo, Kant haya cuestionado la posibilidad de la metafsica de la
naturaleza pero no haya cuestionado la idea misma de metafsica que hered enteramente
para la realizacin de su Crtica de la Razn pura, donde an est presente la idea
tradicional de que el saber metafsico consiste en el conocimiento de lo trascendente-
suprasensible en las ideas de Dios, Alma y Mundo, conceptos que pertenecen a la tradicin
filosfica del pensamiento cristiano medieval, mismo que se puede remontar, como despus
lo hicieron efectivamente Schopenhauer y Nietzsche, hasta el platonismo.
Por otro lado, en la idea moderna del progreso se encuentran dos formas de
comprender la manera en que el ser humano puede apropiarse de su tiempo: el empirismo
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de la explicacin de la experiencia y el racionalismo que comporta el cientificismo
moderno. Si bien, en trminos epistemolgicos, racionalismo y empirismo aparecieron
como rivales, en su expresin cultural efectiva se vinculan para formar la tradicin moderna
del mencionado cientificismo, que supone una manera, o ms bien, la manera legtima de
explicar la realidad, no desde la autoridad sino desde la apropiacin metodolgica de la
naturaleza.
Me parece que es importante destacar que en todos los momentos
antitradicionales de la modernidad se encuentra subyacente una concepcin presentista
del tiempo que interpreta el movimiento de la historia como una apropiacin del presente
sin referencia a las otras dimensiones de la temporalidad. Por esto es que, en sentido
estricto, podemos decir que el pensamiento moderno carece de un sentido histrico integral
de la existencia humana, pues slo concibe el presente aislado del tiempo como lo vlido.
Otro aspecto que Shils destaca en la negacin moderna de la tradicin se trata de la
manera en que las ciencias sociales han descuidado y olvidado la relevancia de la tradicin
en la conformacin de la realidad. Shils observa que las ciencias sociales no recurren a la
tradicin para comprender los fenmenos de su estudio sino que, en lugar de ello, invocan
conceptos atemporales tales como factores histricos o fuerzas sociales, de tal
manera que sobre todo en el funcionalismo estas ciencias parecieran ellas mismas
asimiladas por la tradicin racionalista, incluso en Max Weber (en la sociologa
comprensiva), quien piensa la tradicin en el espacio de la distincin entre sociedades
racionalistas, por un lado, y tradicionalistas, por otro. En el fondo, las ciencias sociales
estn orientadas por la direccionalidad del pensamiento racionalista moderno sobre la tarea
de un conocimiento liberador que estara en el fundamento de las tradiciones
emancipatorias que son un producto, bien que distante y diferenciado, de la misma
Ilustracin, pues en estas tradiciones que alientan al conocimiento cientfico social se
guarda el principio de que la razn debe ser la orientadora de la marcha histrica, no la
tradicin.
Dentro de las formas actuales en que se expresa el rechazo de la tradicin, Shils
enuncia el aprecio del individualismo y la experiencia actual, punto de vista bajo el cual
la tradicin es considerada como una forma en que los individuos son alienados de su
propia persona. Aqu tambin se evoca el hedonismo de las sociedades racionalizadas que
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se distinguen por el sobreestimacin del inters por lo actual, es decir, y de manera
definitiva, por una clausura de la amplitud de la temporalidad del ser histrico del hombre
al mero ahora. Pero aqu es donde se puede recuperar la cuestin de la tradicin a propsito
de la formacin de los sujetos, lo que no se concibe como algo pertinente cuando el
principio de la accin es la mera individualidad.
La segunda parte de la Introduccin est dedicada a exponer el concepto de tradicin y de
las tradiciones, comenzando por la pregunta sobre el significado de la tradicin, que Shils
responde diciendo que la tradicin es algo que del pasado se leg al presente. Podemos ver
que en esta definicin primaria de Shils se acenta y prcticamente slo se ve lo objetivo y
pasivo de la tradicin, dejando de ver la otra dimensin, dinmica y subjetiva. Por esta
perspectiva de Shils es que parece necesario cuestionar acerca de la validez de la recepcin
de la tradicin, pues segn vimos en el texto previamente comentado, la transmisin, en la
medida en que es un accin, no puede ser slo reducida a su contenido sino que se debe
destacar tanto como la transmisin, la recepcin del contenido de la tradicin. Por lo
pronto, sin embargo, el concepto de Shils no nos permite ver una respuesta sino que parece
que se trata de un reconocimiento implcito e irreflexivo el que se hace de la tradicin (lo
que, por otro lado, vuelve a la peligrosa confusin de la tradicin con el tradicionalismo).
A la consideracin de los objetos de la tradicin, Shils seala que se trata tanto de
creencias, objetos materiales e imgenes de personas y eventos, es decir, el contenido en un
sentido muy cercano a la nocin de patrimonio, de donde es recuperada la tesis normativa
de la tradicin como argumento de su validez: Lo tradicional es lo nico que
razonablemente debe hacerse o creerse, tesis que se especifica cuando Shils seala que lo
fundamentalmente legado como tradicin son los patrones, es decir, los modos en que
la accin recibe una norma.
Pero para que haya un continuo que constituya algo legado en una tradicin, debe
haber una identidad de las cosas transmitidas, punto en el cual Shils apunta la necesidad
de variantes en la recepcin en tres aspectos: 1) en el proceso de la recepcin, 2) en la
interpretacin de la tradicin y 3) las modificaciones que se dan en el contenido de la
tradicin durante su posesin. Lo fundamental para que se sostenga el sentido de la
identidad es, para Shils, la permanencia de los elementos esenciales de una tradicin, es
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decir, que, a pesar de las variantes ocasionales, stas no modifican los elementos
substantivos que identifican una tradicin, piensa Shils, en relacin a un observador
externo. Hay, sin embargo, otra manera de sostener lo transmitido dentro de una tradicin:
un sentido de filiacin entre generaciones que, experimentando variaciones significativas
en el ncleo sustantivo de la tradicin, interiormente se considera que permanece lo mismo
por tratarse de una misma comunidad de transmisin y recepcin. En este sentido de
filiacin, la continuidad de la tradicin no apela a un observador externo sino a algo que se
podra considerar como el sentimiento interno del grupo que sostiene su vinculacin.
No hay tradicin sin una considerable extensin temporal de lo legado; como hemos
visto, hay actos de transmisin de contenidos culturales que no necesariamente significan la
formacin de una tradicin. As, a la cuestin de la duracin de la tradicin, Shils sostiene
que, sobre todo, se trata de una cuestin de Generaciones y que, para distinguir una
tradicin de una moda, se debe hablar por lo menos de dos transmisiones en tres
generaciones. Podemos decir que es lcito hablar de tradicin, de acuerdo a Shils, cuando la
transmisin trasciende el momento y la circunstancia en que se cre el objeto y la pauta.
La consideracin de Shils sobre la tradicin llega a una cuestin en la que resulta
interesante e importante ver hasta qu punto trata de diferenciar lo propiamente tradicional
que tiene la vigencia de ser presentable y transmisible de lo que sera tradicin en sentido
pasado: se distingue entre tradiciones substantivas, que son las formas en que lo tradicional
se va constituyendo como acervo de un contenido substantivo que debe ser el significado
inconmovible de una tradicin, pero que, por ello mismo, terminaran por ser consideradas
como manifestaciones pasadas, se distingue esto, decimos, de la tradicin en el sentido de
que toda manifestacin cultural con la duracin sealada va haciendo su tradicin, no
obstante que ponga su nfasis en el presente. A partir de esta consideracin, Shils nos dar
un concepto de tradicin segn el cual hay tradiciones primarias, originarias podramos
decir, y hay tradiciones subsidiarias, las que dependen de aqullas para constituirse.
Shils entiende como tradiciones genuinas aquellas cuyo contenido substantivo es
respetuoso del tradicionalismo, y con este marco es posible, entonces, recuperar la nocin
de tradicin de la reduccin que de ella han hecho interpretaciones ms contemporneas
situndolas en los tradicionalismos del tipo de lo folclrico, lo memorizado, el mero
costumbrismo, es decir, todas esas manifestaciones en que la tradicin es comprendida en
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el sentido que ya la ilustracin haba criticado: una presentacin dogmtica (y autoritaria,
por supuesto) de la tradicin, a la que le corresponde una recepcin sumisa. Las tradiciones
substantivas, en la medida en que privilegian el valor de lo pasado, se exponen a esta
nocin reducida de la tradicin. Y con base en esto, Shils presenta las sociedades
tradicionalistas que, en principio, son aquellas que aparentemente an ofrecen un sustento
histrico en medio del desarraigo que se ha supuesto en las sociedades burguesas,
conformadas desde le proyecto racionalizador de la modernidad. Pero son estas visiones de
lo tradicional las que terminan por acordar con el racionalismo moderno en que la tradicin
es slo un espacio del presente en que lo pasado se ha sostenido vigente sin ninguna
fundamentacin ni crtica.
Por otro lado, y precisamente porque la tradicin no es slo el substantivismo del
tradicionalismo, es que Shils ampla la nocin de la tradicin hasta adjudicarle a la Razn
una tradicin. Aqu es enunciado el principio fundamental de la tradicin, en mi parecer,
que aporta Shils: que la tradicin es el medio de formacin presente por ser el mbito de
apropiacin de lo gestado en el ser histrico del hombre. Hay tradicin de la Razn en la
medida en que ella comporta un acervo de prcticas y contenidos en los cuales hay que ser
formado para participar en su espacio. De esta manera, a lo que se enfrenta el racionalismo
moderno no es tanto a la tradicin cuanto ms bien al tradicionalismo substantivo, a esa
idea de que la tradicin es slo la autoridad del pasado enajenando las posibilidades del
presente. Pero tanto la Ilustracin como la ciencia y el racionalismo son contenidos de
cultura que deben ser adquiridos por medio de dispositivos de formacin y que son, en
ltima instancia, una tradicin, si bien sta se podra adjudicar la distincin de ser una
tradicin que se preocupa por el presente.
En cuanto que formacin, la tradicin implicar por necesidad el elemento
normativo. De esta manera, Shils habla de tradiciones de creencias que norman la conducta,
adems de que, observa Shils, la tradicin es un mbito socorrido en momentos en que el
presente se vive en crisis: es precisamente la capacidad normativa de la tradicin la que
permite tener un sentido de ordenamiento de la experiencia, pues la tradicin se presenta
como una fuerza de inercia que mantiene una determinada forma.
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La introduccin de Shils termina con una observacin en torno al entrelazamiento de lo
tradicional y lo no tradicional. Se debe considerar que hay un lmite real de la tradicin
en las sociedades modernas, el cual se afianza desde las perspectivas educativas,
preocupadas por las pedagogas de la liberalidad del infante; el por Shils llamado dolo de
la creatividad y la innovacin en las formas religiosas. En todos los mbitos de la cultura,
el imperativo de la modernidad se presenta, en efecto, como limitacin de la tradicin para
liberar las virtualidades y potencialidades de lo que se debe ver como proyecto. En este
sentido, podemos ver que la modernidad se traslada del nfasis del presente al del futuro
siempre en elaboracin. Si la crtica a la tradicin implicaba la alienacin en la autoridad
del pasado, podemos decir que en la fase desarrollista del racionalismo hay una
alienacin del presente por el futuro.
Shils anota que, a pesar de que el proyecto racionalizador no ha cumplido de manera
satisfactoria con la liberacin de la humanidad, y que de hecho se pueden encontrar formas
de insatisfaccin y escepticismo de las que se puede derivar la recuperacin de la
tradicin, el racionalismo no ha sido cuestionado tan hondamente como s lo fue el
tradicionalismo. Algo que caracteriza a la tradicin racional es su capacidad de reorientarse
a s misma, proponiendo nuevos fines, nuevos medios y, evidentemente, nuevos patrones.
El racionalismo se presenta como una tradicin que se adecua al presente y que se corrige a
s misma. De aqu su fuerza de permanencia, ms que sus resultados reales.
Shils dedica los captulos finales de su obra para hablarnos de las prospectivas as como de
las tareas por hacer. La prospectiva de la tradicin se plantea de manera agnica:
sobrevivir la tradicin? La prospectiva del racionalismo, por su parte, se plantea en
cuanto a sus resultados. Me parece que de manera sinttica, se puede concluir sobre estos
puntos que el racionalismo ha llegado a un punto en el que su fracaso es ms evidente que
su xito, es decir, que la empresa de la racionalizacin total del mundo no se ha realizado
plenamente y, de hecho, el racionalismo es un proceso que l mismo va abriendo ms
espacios de cuestionamiento a su propio proyecto desde los momentos de sus fracasos,
sealadamente, me parece en lo que menciona Shils, el derrumbe de los gobiernos centrales
que ya visto a distancia confirma que el mero racionalismo moderno termina por ser una
forma de administracin de la escasez, con necesidades emergentes continuamente, a las
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que no puede darles solucin ni de manera inmediata ni absolutamente abarcadora. Por otro
lado, hay muchos presupuestos prejuicios con los que el movimiento racionalizador
debe contar para poder gestionar el mundo: valores, principios de organizacin, etctera,
que no ha inventado el racionalismo y que, sin embargo, debe contar con ellos.
As vistas las cosas, se puede concluir que la tradicin podr sobrevivir en la medida
en que el racionalismo de hecho la presupone, siendo la Razn, como hemos visto, una
tradicin tambin. Cierto que cuando se est muy dentro de la tradicin de la Razn no es
posible ver hasta qu punto el proyecto general de racionalizacin ha terminado en un
reformismo continuo de las circunstancias sociales y, por ello, se sigue apelando a la
distincin entre razn y tradicin, pero lo cierto es, segn Shils, que el racionalismo ha
encontrado sus propios lmites en sus fracasos, no obstante que haya un lugar privilegiado
como la educacin en que se mantiene la polmica contra la tradicin. La consideracin de
Shils es, sin embargo, que la tradicin podr por lo menos subsistir en tanto que el
racionalismo se mostrar incapaz de dar un sentido de principios a la vida histrica del ser
humano: el mundo y la vida siempre sern algo ms significativo y enigmtico de lo que la
razn puede explicar de l.
La tarea permanente es, entonces, segn me parece, la conciliacin adecuada de
tradicin y racionalismo. Shils seala que, paradjicamente, una condicin del xito de la
Ilustracin es que ella se haya encontrado con tradiciones y con ella misma como tradicin.
Aqu me parece que Shils evoca, en la necesidad de articular tradicin y razn, el peligro
nihilista: ante el despliegue de ruptura permanente que supone la Razn y su crtica, la
experiencia histrica queda expuesta al peligro de la prdida de sentido, y es aqu donde es
necesaria y pertinente la presencia de la tradicin, efectivamente no como retraimiento al
pasado, pero s como horizonte de fundamento finito para que la experiencia histrica de la
vida humana tenga sentido primario y una direccionalidad bsica que otorgue un sentido de
orientacin de valor para la accin.
Podramos decir, tal vez, que la tarea permanente ser la de un cultivo ilustrado de
la tradicin.