Colegas Clérigos Del Joven Darwin

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    Anuario IEHS 25 (2010), pp. 259-280

    Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas de Argentina1

    (CONICET), Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Universidad de Buenos Aires.Correo electrnico: [email protected].

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    COLEGAS CLRIGOS DEL JOVEN DARWIN

    Roberto Di Stefano1

    Resumen:

    En el ltimo tercio del siglo XVIII y el primero del XIX, en el Ro de la Plata los estudios de botnica e historianatural fueron desarrollados principalmente por clrigos. Una generacin de sacerdotes formada en las ltimasdcadas de la era borbnica asumi la tarea de investigar la naturaleza como parte de su ministerio pastoral.Aqu se explican las condiciones histricas que favorecieron esa orientacin y las que le pusieron fin amediados del siglo XIX. A travs del estudio de una amplia variedad de fuentes ordenanzas regias,correspondencia privada, inventarios de bibliotecas, prensa peridica-, se ofrece al lector una visin del tipode motivaciones y concepciones que guiaban el trabajo cientfico de los colegas clrigos de Darwin.

    Palabras clave: Clero, Historia natural, Ro de la Plata, Ilustracin, Siglo XIX.

    Abstract:In the last third of the Eighteenth century and the first one of the Nineteenth, the studies of Botany and Natural

    History in the Rio de la Plata region were developed mainly by clergymen. A generation of priests, educatedin the last decades of the Bourbon era, undertook the task of investigating nature as part of their pastoralministry. This article explains the historical conditions which nourished such orientation and those whichended it in the mid-Nineteenth century. By studying a wide variety of sources -royal orders, correspondence,inventories of libraries, periodical press-, we have been able to give the reader an insight into the kinds ofmotivations and conceptions that guided the scientific work of Darwins fellow colleagues among the clergy.

    Key words: Clergy, Natural History, Rio de la Plata, Enlightenment, Nineteenth Century.

    La presencia de clrigos entre los ms o menos improvisados estudiosos de lo quehoy llamamos ciencias naturales fue bastante habitual en el Ro de la Plata en el ltimotercio del siglo XVIII y el primero del XIX. Los historiadores de la segunda mitad delOchocientos, iniciando una huella que seguira siendo transitada a lo largo de la siguiente,

    vieron en ellos casos excepcionales: eclesisticos sabios que poco tenan que hablar sobrelos temas que los apasionaban con el resto de sus hermanos en el sacerdocio. En torno alprimer Centenario de la revolucin de 1810 comenz a forjarse otra mirada, de cuocatlico, que vea en ellos una prueba entre otras de que la Iglesia, y ms en general elmundo hispano de antiguo rgimen que reconoca en la religin la piedra angular de sucomplicado edificio, haban estado a la altura de los conocimientos cientficos que seestaban desarrollando en las que en el siglo XIX se denominaron naciones cultas delplaneta. Esas dos miradas reflejan dos momentos distintos no slo de la nacientehistoriografa argentina, sino de la historia poltica y cultural del pas: una lleva la marcacientificista del ltimo tercio del ochocientos, con su contraposicin entre ciencia y

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    Sobre el auge y crisis del positivismo en Argentina puede verse C. Barb y M. Olivieri, Sociologia, storia2

    sociale e scienza politica in Argentina sino alla crisi del positivismo, en F. Barbano, C. Barb, M. Berra, M.Olivieri, E. Koch-Weser Ammassari, Sociologa, storia, positivismo. Mxico, Brasile, Argentina e lItalia,Milano, Franco Angeli, 1992. Sobre el surgimiento de una historiografa confesional vinculada al renacimientocatlico, cfr. R. Di Stefano, De la teologa a la historia: un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismoargentino, Prohistoria, N 6, 2003, pp. 173-201.

    T. Halpern Donghi, Historia contempornea de Amrica Latina, Buenos Aires/Madrid, Alianza, 1999 [13ed. de 1967], p. 65.

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    religin y sus embestidas secularizadoras; la segunda es reflejo de un precario y ambiguorenacimiento catlico que comenz a esbozarse entonces, en concomitancia con eldebilitamiento de esas firmes convicciones decimonnicas, y que la crisis ideolgica einstitucional del perodo de entreguerras iba a conducir a su clmax.2

    Ms all de los avatares histricos que las condicionaron, ambas lecturas llevansu parte de razn. Como intentar mostrar en este artculo, aunque la dedicacin que esos

    sacerdotes invirtieron en el estudio de las ciencias era realmente excepcional, no lo era,en cambio, el atractivo que ellas despertaban en el clero. Ese inters, en efecto, serelacionaba con un particular modelo de formacin e identidad sacerdotal que cosechadhesiones y crticas pero ms adhesiones que crticas en los decenios precedentes a lallegada de Darwin a estas latitudes. Ese fenmeno no pas desapercibido a Tulio HalpernDonghi, quien a fines de los aos 60, refirindose al clero secular iberoamericano delsiglo XVIII, seal su colaboracin,

    en algunos casos con entusiasmo, en otros casos con slo el celo que corresponde a

    sbditos fieles, con la obra re forma do ra de la corona: u na forma de ilustracin cristiana,

    que encuentra su mod elo en el prroco de aldea, que es a la vez pastor de almas y vocero

    de las nuevas ciencias y tcnicas, se traduce, por ejemplo, en esas lm inas diseminadas

    desde Guatema la a Buenos Aires, que muestran a un sacerdote llevando solemnemente en

    sus manos ese nuevo in strum ento d e sa lva cin te rrena , qu e es la lan ceta d e la vacuna.3

    Pero la vigencia de ese modelo fue fugaz; la simpata clerical hacia las cienciasy los casos excepcionales de sacerdotes que se dedicaron a ellas con afn y sistematicidadsuficientes como para ser tenidos en cuenta en los gabinetes y museos europeos fuerondesapareciendo a lo largo del siglo XIX. En las pginas que siguen tratar de explicar porqu esos clrigos, que en las alforjas de sus caballos reservaron un lugar para Linneo juntoal breviario y al ritual, florecieron para luego desaparecer del escenario rioplatense.

    Ilustracin catlica y secularizacin

    No es ninguna novedad que el inters por las ciencias de la naturaleza, bastantegeneralizado en las elites culturales del mundo euroatlntico desde las dcadas centrales

    del siglo XVIII, se apoder tambin de las de los reinos de Espaa. Ese inters ganterreno tambin en la misma administracin regia, convencida de que un modo derecuperar en parte el espacio perdido frente a las grandes potencias europeas era elfomento de las ciencias, en particular las denominadas tiles. A pesar de que esteadjetivo se aplicaba a aquellas disciplinas capaces de tener una incidencia ms o menosdirecta en la economa, como la agricultura o la mineraloga, tambin otras ciencias que

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    G. Furlong, Historia social y cultural del Ro de la Plata, Buenos Aires, Tipogrfica Editora Argentina, 1969,4

    T. 2: El trasplante cultural: ciencia, p. 419.

    Bompland a Larraaga, Buenos Aires, 13 de febrero de 1818, en Escritos de Don Dmaso Antonio5

    Larraaga. Los publica el Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay, Tomo III, Montevideo, ImprentaNacional, 1924, p. 257.

    B. Plongeron, Recherches sur lAufklrung catholique en Europe occidentale (1770-1830), Revue6dhistoire moderne et contemporaine, XVI, 1969, pp. 555-605.

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    no la tenan, como la historia natural o la incipiente arqueologa, lograron apasionar acoleccionistas y estudiosos y merecieron la proteccin regia. Testimonio de ello es el queAlexander von Humboldt haya observado y anotado, durante su visita a las coloniashispanas en Amrica, que desde fines del reinado de Carlos III y durante el de Carlos IVel estudio de las ciencias naturales ha hecho grande progresos no slo en Mxico, sino entodas las colonias espaolas. Ningn gobierno europeo ha sacrificado sumas tan

    considerables como las que ha gastado Espaa para adelantar el conocimiento de losvegetales.4

    El hecho de que ese inters haya atrado tanto a clrigos como a laicos a caballode los siglos XVIII y XIX merece una observacin: en una sociedad como la hispana deaquellos decenios, en esa cristiandad bastante poco trabajada an por el proceso desecularizacin, no exista una neta diferenciacin entre cultura eclesistica y cultura laica.As lo testimonian las libreras de laicos y clrigos, en las que encontramos prctica-mente los mismos volmenes, si dejamos de lado los necesarios para el especficodesempeo profesional de sus propietarios. Lo revela tambin el hecho de que lasreflexiones teolgicas apasionaran a laicos rioplatenses como Francisco Bruno deRivarola, Ambrosio Funes, Toms Manuel de Anchorena o Felipe Arana, reconocidostodos como autoridades en materia religiosa. Clrigos como los que conoceremos en brevey laicos como Martn Jos de Altolaguirre, Hiplito Vieytes, Gabriel Antonio de Hevia y

    Pando, Felipe Haedo, Toms OGorman o Vicente Lpez y Planes eran parejamenteaficionados a la botnica y a la agricultura experimental. Por eso Bompland dir al clrigoDmaso Antonio Larraaga que la historia natural era en su tiempo aussi aimable et signralement cultive par toutes les classes de la socit.5

    Como esas inclinaciones han sido consideradas manifestaciones de la llamadaIlustracin catlica, conviene decir dos palabras sobre ella. Ante todo que no se trata deuna construccin doctrinal, sino ms bien, como deca Bernard Plongeron, de unmoment de la conscience religieuse en Europe. Esa caracterstica puede adjudicarse,6

    por otra parte, a la Ilustracin en general, que en un clebre escrito de Immanuel Kantaparece definida ms bien como una actitud ante el mundo:

    La ilustracin es la salida del hombre de su minora de edad . El mismo es culpable de

    ella. La minora de edad estriba en la incap acidad de servirse del propio entendimiento,

    sin la d ireccin de o tro . Un o mism o es culpable de es ta m inora d e edad cuan do la causa

    de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisin y nimo para

    servirse con in dependencia de l, s in la condu ccin de otro. Sapere aude!Ten valor deservirte de tu propio enten dim ien to! He aqu la div isa de la ilustrac in .

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    Jos Carlos Chiaramonte, Prlogo a esta segunda edicin, en La Ilustracin en el Ro de la Plata. Cultura7

    eclesistica y cultura laica durante el virreinato, Buenos Aires, Sudamericana, 2007 [1 ed. Puntosur, 1989].

    Entiendo por secularizacin la adaptacin de la religin a contextos de modernidad en el sentido que le8

    confieren socilogos como Danile Hervieu-Lger, por ejemplo en su El peregrino y el convertido. La religin

    en movimiento, Mxico, Ediciones del Helnico, 2004, p. 37. De la misma autora puede verse Catholicisme,la fin dun monde, Paris, Bayard, 2003.

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    De all que las ambigedades que se han endilgado a la Ilustracin catlica nosean de su exclusivo patrimonio. Jos Carlos Chiaramonte, autor de una obra de referenciapara el caso rioplatense aparecida en 1989, descubri en los aos sucesivos que elconcepto de Ilustracin que manejaban muchos historiadores entre los que muyhonestamente se confes incluido en el momento de escribirla estaba excesivamenteanclado a una definicin de la misma como una etapa provista de rasgos propios dentro

    de un esquema de periodizacin, lo que conduca a una lectura esquemtica y monolticadel fenmeno. La Ilustracin catlica se poda definir mejor, en palabras que usa elmismo Chiaramonte en el prlogo a la segunda edicin, como un conjunto de tendenciasreformistas que, segn la particular versin del iusnaturalismo en juego, podan abrevaren fuentes tan dispares como la tradicin conciliar del catolicismo, el episcopalismocatlico, el jansenismo, adems de algunas de las corrientes ilustradas europeas.7

    Esa puntualizacin nos libera de una discusin cuyas directrices acusan fuertesconnotaciones teleolgicas la Ilustracin como antecedente de desarrollos intelectualese ideolgicos posteriores para observar e interpretar la especificidad histrica de unmomento de la conciencia cristiana no slo catlica y sus vnculos con otros procesosculturales y polticos ms generales.

    El desarrollo de las ciencias fue alentado por varias monarquas catlicas, queapelaron a ciertas ideas fuerza de la Ilustracin para reducir la distancia que las separaba

    de las potencias hegemnicas, sin por ello manifestar la menor intencin de renunciar asu identidad religiosa. Entre ellas la espaola, donde los Borbones advirtieron que uno delos canales ms eficaces para implementar las reformas tendientes a tal objetivo era elclero, en particular el que desarrollaba el ministerio pastoral de base parroquial. Es decir,bsicamente le clero secular, que gozaba de las preferencias de la monarqua, a diferenciade los regulares. As, un intento de reformulacin de la formacin del clero secular se pusoen marcha en el ltimo tercio del siglo XVIII como parte del conjunto de medidas que, trasla expulsin de los jesuitas, busc reformar las instituciones eclesisticas y subordinarlasa la poltica reformista impulsada por la monarqua. Desde el momento en que esasreformas procuraban un nuevo lugar para la religin y para el clero, adecundolos a uncontexto signado por las importantes transformaciones que se encuentran en el origen dela modernidad madura, puede calificrselas como secularizadoras. Esa secularizacin

    dieciochesca no constituye un ataque a la Iglesia y mucho menos a la religin, nitampoco lo que es menos obvio una actitud prescindente hacia ellas, sino unareformulacin de sus funciones y modalidades que permitiera adecuarlas al proyecto dereforma.8

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    Como explica con su claridad caracterstica M. Guasco en su Storia del clero in Italia dallOttocento a oggi,9

    Roma-Bari, Laterza, 1997, p. 24: Il presbitero, il responsabile della comunit, si era lentamente trasformatonelluomo del sacro, nelsacerdos, che confinava nellombra laspetto apostolico e missionario per mettere in

    primo piano quello liturgico: separato da tutto ci che era considerato profano, ilsacerdosera diventato luomodel culto, del rito. Cfr. del mismo autor La formazione del clero: i seminari, in Storia dItalia, Annali 9: LaChiesa e il potere politico dal medioevo allet contemporanea, Torino, Einaudi, 1986, en cuya pgina 646explica que se dal Concilio doveva scaturire unimmagine del sacerdote, sarebbe stata quella di uomo che

    presiede lEucarestia, luomo dellEucarestia. O forse meglio, luomo del sacrificio eucaristico. Sobre estepunto vase tambin S. Dianich, La teologia del presbiterato al Concilio di Trento, La Scuola Catlica, N99, 1971, pp. 331-358; P. Telch, La teologia del presbiterato e la formazione dei preti al Concilio di Trento enellepoca post-tridentina, Studia Patavina, N 2 (1971), pgs. 343-389. Utilsimo es el volumen colectivo M.Rosa (a cura di), Clero e societ nellItalia moderna, Roma-Bari, Laterza, 1995.

    William Taylor ha sealado la tendencia borbnica a espiritualizar la vida sacerdotal novohispana, limitando10

    de tal modo el lugar del sacerdocio y de la religin en la vida pblica, cfr. W. Taylor, Ministros de losagrado: sacerdotes y feligreses en el Mxico del siglo XVIII, Zamora, Colegio de Michoacn/Secretara deGobernacin/Colegio de Mxico, 1999 [1 ed. 1996], p. 665. En el Ro de la Plata, tal vez a causa de la

    marginalidad de la regin, se advierte en cambio una reformulacin de sus funciones, pero en trminosclaramente seculares.

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    Distintas maneras de ser clrigo: del modelo tridentino al ilustrado

    Esa tarea implicaba modificar el modelo de sacerdote que la reforma catlicatridentina haba intentado imponer al clero catlico. Para la monarqua el clero, lejos deser concebido como un estamento que la modernizacin poco a poco privara de sentido,

    deba ms bien encontrar uno diferente al que haba propuesto la tradicin tridentina ycontrarreformista. Para entender el cambio de perspectiva es necesario advertir lasdiferencias del nuevo modelo en relacin al precedente. ste haba trasladado el eje de lavida del sacerdote hacia el terreno litrgico, pensando al sacerdote en parte comorespuesta a la concepcin protestante del pastor, que implicaba la negacin del carctersacrificial de la Eucarista como hombre de lo sagrado abocado a la celebracin delmisterio eucarstico: el homo sacerdos, cuya funcin primordial se desenvolva de espaldasa sus feligresas y de cara al altar. Pero adems el prroco a imagen del obispo, en quien9

    el sacerdocio alcanzaba su mxima completitud y perfeccin haba sido definido por elConcilio como cura de almas, como pastor de ovejas. Ello permiti al reformismoborbnico, en sintona con otras monarquas ilustradas de la poca, desplazar el acentohacia sus funciones como tal, proponiendo para decirlo grficamente que el celebrantegirase sobre sus talones para dar la cara a sus feligresas y para predicarles sobre todo una

    moral evanglica que en el siglo XVIII se relacionaba estrechamente con la fidelidad alsoberano. Complementariamente, el sacerdote fue vindose desposedo de muchas de susfacultades tradicionales por ejemplo de las judiciales all donde ellas se superponan conlo que la monarqua estaba redefiniendo como mbito de accin propio de la jurisdiccinsecular.10

    Ese nuevo rol implicaba un giro en la formacin eclesistica que incluy cambiosen el estudio de la filosofa materia que comprenda entonces el del mundo natural,sobre la base de una crtica de la escolstica que reivindicaba la observacin como mtodo

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    Invito al lector interesado a consultar mi "Magistri clericorum. Estudios eclesisticos e identidades11

    sacerdotales en Buenos Aires a fines de la poca colonial", Anuario IEHS, N 12, 1997, pp. 177-195.

    Cfr. Documentos para la Historia Argentina, Tomo XVIII: "Cultura. La enseanza durante la poca colonial12

    (1771-1810)", Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Investigaciones Histricas, 1924, pp.

    486-513.Maziel al virrey, 24 de enero de 1785, Documentos para la Historia , op. cit., Tomo XVIII, pp. 71-75.13

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    para el estudio de los fenmenos naturales. No es el lugar aqu para detenernos en estepunto, desarrollado en otros trabajos.11

    Esos cambios en la formacin eclesistica fueron promovidos por sectores de laadministracin borbnica y del clero y resistidos por otros. As, el rector del seminarioporteo declar la guerra en 1784 a los autores modernos que a su juicio quierenusurparse la primaca en la enseanza, por emplear toda su vida [en] experimentos, vicios,

    e inventar mquinas para adelantar nuevos descubrimientos [y] caen en los ms horrorososdelirios, como es negar la existencia de un Dios, o su providencia sobre las criaturas. Elsacerdote, maestro de verdad, estaba llamado en su opinin al desempeo de tareasmucho ms elevadas. La primera era la de predicar, confesar y ensear a los pueblos laley de Dios y el camino de su salud eterna por la regla infalible de las SagradasEscrituras. Ese discurso tena claramente por objeto rechazar el modelo educativo12

    propugnado por Juan Baltasar Maziel en el Colegio Carolino, crtico de la tradicionalenseanza escolstica y favorable a dar cabida a los "autores modernos" en un abordajeeclctico de la disciplina. Para Maziel la enseanza de la fsica moderna redundaraen notable aprovechamiento de los alumnos y constituira la mejor herramienta para elestudio del dogma cristiano, perfectamente explicado en cualquiera de los sistemascontrarios a Aristteles.13

    Otro conflicto se dio en Crdoba a caballo del cambio de siglo al discutirse la

    conveniencia de instalar en la Universidad un gabinete de fsica experimental. Lapropuesta fue rechazada por parte de quienes observaban que el laboratorio nada tena quehacer en un establecimiento dedicado primordialmente, segn la voluntad de su fundador,a la formacin del clero. Pero el rector de la Universidad sali al cruce de esas crticasrecordando ...los extraordinarios adelantamientos que estos famosos y nuevos inventoshan producido en las ciencias, aun en las abstractas, reglando el hombre hacia Dios por losmayores conocimientos de las maravillosas obras de lo creado... y alegando laconveniencia de ...sustituir en lugar del silogismo la demostracin de la verdad, que esel mtodo mandado seguir tan justamente por el soberano, aboliendo la filosofa antigua,cuyo fruto de los que se educan con ella es llenarse la cabeza de trminos nadasignificantes, acostumbrarse a contradecir todo, a no apurar nunca la verdad, y en unapalabra a formarse unos hombres en la sociedad despreciable por mal criados... Frente

    a las objeciones del cabildo civil capitaneado por Ambrosio Funes, que argumentaba quela [fsica] experimental no es til a la posesin de la ciencia teolgica que se propuso elfundador, el rector franciscano sostuvo que semejante asercin equivala a decir que elconocimiento de Dios por las maravillas que admiramos de omnipotencia en la creacin,examinando sus obras prcticamente, debe despreciarse por ser ms til conocerlo con ladisputa de lo dudoso y aun falso en que jams puede formarse un concepto que seaproxime a formar idea en cuanto no[s] es permitido de la grandeza de su hacedor. El

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    Estos alegatos en J. C. Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orgenes de la Nacin Argentina14

    (1800-1846), Buenos Aires, Ariel, 1997, pp. 272-279.

    Sobre ellos se explaya largamente G. Furlong en su Historia social y cultural, op. cit.15

    J. S. Lara, Apuntes para la historia de las ciencias en el Ecuador, Quito, Instituto Panamericano de16Geografa e Historia, 1978, Tomo I, p. 99.

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    dictamen ms interesante para nosotros fue el del Fiscal de su Majestad el Marqus de laPlata, que declar su conviccin de que

    esos mismos telogos que se formasen en la Universidad de Crdoba para eclesis-

    ticos, labradores de la via del Seor, resultaran ms cabales preparados con los

    conocimientos fsicos. Seran ms capaces de instruir a los pueblos menos cultos y ms

    necesitados no slo del pasto doctrinal y espiritual, sino de desarraigar las preocupa-

    ciones, supersticiones, errores y otros vicios d irectos contra la filosofa, contra la mo ral,contra la poltica y contra la religin. Si se pudiera facilitar [] que todo s los prepsitos

    de las parroqu ias fuesen buenos y com pletos filsofos y telogos, unindoseles el amor y

    caridad que ejercitan para con sus parroquianos, se haran rpidos progresos en los

    pu eblos , porque n o hay d ud a que el medio m s seguro de instru irlo s generalmente es por

    los prrocos, y as [han sido] repetidos los encargos de su m ajestad stos por conductas

    de los reverendos prelados diocesanos a fin de que impon gan a sus feligreses de todo lo

    que les puede ser til al mejor servicio de Dios, del rey y de los mismos pueblos. La

    experiencia ha enseado que los que han tenido al frente eclesisticos aventajados en

    conocimientos naturales y econmicos, y han ejercitado la caridad, no slo han

    dispensado, con utilidad y provecho indecible, sino tambin han logrado ver estableci-

    mientos de importancia, debido a toda la instruccin popular, que hace mejores a los

    hombres buenos, aplicados al trabajo, emprendedores, investigadores, sociables,

    benefactores, amorosos, ho nestos, justos y religiosos.14

    Por cierto, esos estudios no eran nuevos en la formacin del clero. Son clebreslos sabios jesuitas de los siglos XVII y XVIII que trabajaron en Amrica e investigarony escribieron sobre botnica, geografa, costumbres y lenguas indgenas. Basta recordara Pedro Montenegro, a Jos Guevara, a Martn Dobrizhoffer, a Vicente Olcina, a JuanIgnacio Molina, a Toms Falkner, a Florian Paucke, a Jos Jols, a Jos Snchez Labrador,a Gaspar Jurez y a muchos otros. En otros rincones de la Amrica espaola otros15

    jesuitas se haban dedicado con parejo esmero a las ciencias: el P. Juan de Velasco, quetrabaj en Quito y es recordado por sus estudios de zoologa y botnica y como primerhistoriador de Ecuador, confesaba el haber dedicado gran tiempo en ms de un ao, conmi habitacin llena de mil especies de orugas observando y apuntando diariamente lanaturaleza y propiedades diversas de la formacin y propagacin de esta especie de

    vivientes. Pero median diferencias entre la mirada de estos sabios de la Compaa16

    y la de los ilustrados del perodo sucesivo a su expulsin. Una que me parece esencial esque stos crean que el trabajo de observacin en el campo y el de clasificacin y estudioen el gabinete se relacionaba directamente con la praxis pastoral, redefinida en lostrminos sealados ms arriba.

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    La bibliografa es interminable, por lo que me limito a citar slo algunos ejemplos significativos: G. Le Bras,17

    Lglise et le village, Paris, Flammarion, 1976; T. Tackett, Priest and Parish in Eighteenth-Century France.A Social and Political Study of the Curs in a Diocese of Dauphin, 1750-1791 , Princeton, PrincetonUniversity Press, 1977; M. Launay, Le bon prtre. Le clerg rural au XIXe sicle, Paris, Aubier, 1986; M.Vernus,Le presbytre et la chaumire. Curs et villageois dans lancienne France, XVIIe-XVIIIe sicles,Rioz, Editions Togirix, 1987; D. Julia, Il prete en M. Vovelle (Comp.), Luomo dellIlluminismo, Milano,Laterza, 1992, pp. 399-443.

    Citado por C. Garca Belsunce, Los clrigos como agentes de la administracin en el derecho indiano y18patrio, en Una ventana al pasado, Rosario, Instituto de Historia Poltica Argentina, 1994, p. 22.

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    Como por otra parte ocurra en otras reas del imperio y en otras monarquascatlicas ilustradas de la poca, como la austraca. En otras reas del imperio espaol se17

    verifica una tendencia similar. El Plan o Mtodo Provisional para la reforma de losestudios de Nueva Granada de 1774 consideraba que

    en la carrera m s comn de los Eclesisticos de este Reino, que es la de curatos, sern

    infinitas las utilidades que resultarn de esta instruccin en beneficio propio y comn de

    un Pa s cuya Geogra fa, su historia natural, las observaciones meteorolgicas, el ramo

    de agricultura y el conocimiento de sus preciosos minerales, estn clamando por la

    instruccin, que slo pueden lograr los Curas para dirigir a los dems hombres en sus

    Parro qu ias.18

    Veamos algunos ejemplos de otras regiones americanas. El caso del mdico JosCelestino Mutis (1732-1808) es interesante, porque abraza el sacerdocio en 1772 siendoya un mdico reconocido, tal vez, en buena medida, para poder dedicarse a la investiga-cin; una trayectoria inversa a la suya realiz el peruano Hiplito Unnue (1755-1833),que comenz sus estudios con la intencin de ordenarse sacerdote y termin abocado a lamedicina y a las ciencias de la naturaleza. Mutis lleg a Cartagena de Indias acompaandoal Virrey de Nueva Granada en 1760 en calidad de mdico y debi reprimir sus deseos de

    dedicarse a la historia natural a causa de las mltiples ocupaciones que le impona sutrabajo. Descubridor de la quina y del t de Bogot, as como de las propiedades delguaco como antdoto contra el veneno de las vboras, cultor de la filosofa newtoniana yestudioso de las matemticas y la astronoma, corresponsal de Linneo y organizador yprimer botnico en 1782 de la Expedicin Botnica del Nuevo Reino de Granada quecont con el apoyo entusiasta del arzobispo y virrey de Nueva Granada Antonio Caballeroy Gngora, apasionado de los libros de ciencias y de los instrumentos de medicin, Mutismereci ser bautizado por Rafael Euclides Silva como el Linneo de Amrica. Elpresbtero Francisco Martnez, respondiendo al pedido de informes de la corona sobre lostrabajos de la Expedicin, refiri el haber comprobado que la obra ser utilsima alpblico y har mucho honor a la nacin. Las lminas, no tengo duda en decir, que son lasmejores que se pueden dar a luz en este gnero, y las plantas que ha copiado llegan a unnmero bastante crecido, pues segn me asegur l mismo [Mutis] ha descubierto hasta

    el presente cuatro mil diferencias. El renombre de Mutis le mereci trabar amistad conHumboldt, que haba llegado a Cuman acompaado de Aim Bompland. Testimonio deesa relacin es el hecho de que ambos le hayan dedicado la obra Plantas Equinocciales,que encabezaron con su retrato. Mutis organiz adems la Sociedad Patritica de NuevaGranada para el fomento de la agricultura y cra de ganados, la industria, comercio y

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    C. E. Chardon, Los naturalistas en Amrica Latina, Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 1949, pp. 83-90;19

    I. Podgorny y M. M. Lopes, El desierto en una vitrina. Museos e historia natural en la Argentina, 1810-1890, Mxico, Limusa, 2008, p. 35.

    Ibidem, p. 125.20

    Ibidem, pp. 113-144.21

    Ibidem, Los naturalistas en Amrica Latina,, op. cit., pp. 172-173.22

    V. Peralta Ruiz, Las razones de la fe. La Iglesia y la Ilustracin en el Per, 1750-1800, en S. OPhelan23

    Godoy (Coord.), El Per en el siglo XVIII. La era borbnica, Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per,

    Instituto Riva-Agero, 1999, pp. 190-195.J. A. Nollet, Lecciones de Physica Experimental, Madrid, 1757, 6 vols.24

    26 7

    polica; las ciencias tiles y artes liberalesen 1802. El recibimiento que el arzobispo de19

    Bogot dispens a Humboldt y Bompland, a los que mand a recibir con su propiocarruaje y lacayos, da testimonio tambin de la popularidad que las ciencias habanlogrado en un sector del clero en Nueva Granada.20

    El novohispano Jos Antonio de Alzate (1737-1799) reuni una vasta bibliotecay colecciones de historia natural e instrumentos de astronoma y fsica. Su vasta erudicin

    en filosofa, derecho, teologa e historia conviva armnicamente con el estudio de lasmatemticas, fsica, qumica e historia natural. Alzate edit el peridico de ciencias y artesGacetas de Literaturaentre 1788 y 1795, que posea secciones dedicadas a las cienciasfsicas y matemticas y a la historia natural con el objetivo fijo en la ilustracin delpueblo. Su celebridad le mereci el que en la Ciudad de Mxico se fundara en 1884 unaAcademia Nacional de Ciencias que llevaba su nombre. Otro caso es el del religioso Luis21

    Nicolson o.p., que public en 1776 unEssai sur lHistoire Naturelle de St Domingue. Allhay una relacin poltica y comercial de la parte francesa de la isla, en la que residi slocuatro aos, y un glosario de trminos sobre historia natural, con la descripcin de unascuatrocientas especies de plantas con sus usos y nombres vernculos. En Per el obispo22

    de Trujillo Baltasar Jaime Martnez Compan mand pintar acuarelas de plantas de laregin que regal a Carlos III. Los sacerdotes naturalistas no faltaron tampoco, como se23

    sabe, en Europa. Probablemente los modelos de todos ellos hayan sido Antonio Jos

    Cavanilles (1745-1804), sacerdote, botnico y naturalista, y el abb Jean Antoine Nollet(1700?-1770), estudioso de la electricidad, cultor del mtodo experimental y precursor dela educacin tcnica, miembro de diversas academias de ciencias. El cannigo Mazielposea lasLecciones de Fisicade Nollet en dos tomos, probablemente parte de la edicinmadrilea de 1757.24

    En Amrica del norte y en el Reino Unido el inters por la historia natural de losclrigos pervivi, en algunos casos, hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando en lospases de mayora catlica prcticamente se haba extinguido. Son clebres los canadiensesLon Abel Provancher (1820-1892), autor de un Trait lmentaire de Botanique(Qubec,1858) y de la obra en varios tomosPetite faune entomologique du Canada(desde 1874),as como Victor-Alphonse Huard (1853-1929), entomlogo anti-evolucionista, fundadoresambos del peridicoLe Naturaliste Canadienen 1868. El irlands Coslett Herbert Waddell

    (1858-1919) fue botnico y contribuy ampliamente al desarrollo de la disciplina. EnInglaterra muchos clrigos anglicanos se sintieron tentados de explorar el libro de lanaturaleza, particularmente en el Christs Collegede Cambridge, institucin dedicada a

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    Sobre De Angelis y Muiz cfr. I. Podgorny y M. M. Lopes, El desierto en una vitrina, op. cit., captulo I.;25

    I. Podgorny, De ngeles, gigantes y megaterios. Saber, dinero y honor en el intercambio de fsiles de lasprovincias del Plata en la primera mitad del siglo XIX, en R. Salvatore (Comp.), Los lugares del saber.Contextos locales y redes transnacionales en la formacin del conocimiento moderno, Buenos Aires, BeatrizViterbo Editora, 2007, pp. 125-158; tambin F. Chvez,La cultura en la poca de Rosas. La descolonizacinmental, Buenos Aires, Theora, 1973, pp. 78-86. Sobre los naturalistas que trabajaban en Buenos Aires en ladcada de 1810 cfr. O. F. Urquiza Almandoz, La cultura de Buenos Aires a travs de su prensa peridica,Buenos Aires, Eudeba, 1972, pp. 302-309. Sobre el trabajo de F. Fellow en la Banda Oriental hay referencias

    en una carta de Larraaga a Auguste de Saint-Hilaire fechada en Montevideo el 8 de febrero de 1822 en Escritosde Don Dmaso Antonio Larraaga, op. cit, pp. 285-287.

    268

    la formacin del clero anglicano al que Darwin fue enviado por su padre con la idea de queobtuviera las rdenes sagradas. Entre ellos destaca William Samuel Symonds (1818-1887),que se dedic a la historia natural y a la geologa y fue uno de los fundadores delWoolhope Naturalists' Field Cluben 1851 y delMalvern Naturalists' Field Cluben 1853.Es conocido tambin William Darwin Fox (1815-1880), que adems de ser clrigo ynaturalista era primo de Darwin en segundo grado. Fue justamente en el Christs College

    donde Fox y Darwin se hicieron amigos y donde el primero inici al segundo en el estudiode la historia natural y la entomologa. Ambos, se cuenta, solan recorrer el campoacompaados de sus perros para observar plantas, animales e insectos. Fue Fox, adems,quien present a su primo y a John Stevens Henslow (1796-1861), tambin l clrigo,botnico y gelogo (en 1831 fund el Cambridge University Botanic Garden), que a suvez condujo al joven Darwin hasta el capitn Fitzroy. Dos ltimos ejemplos: tambin eraclrigo, e hijo de un clrigo, Adam Sedgwick (1785-1873), uno de los fundadores de lageologa moderna, antievolucionista y profesor de Darwin, con quien mantuvocorrespondencia mientras el joven naturalista viaj a bordo del Beagle. Como asimismolo era otro profesor de Darwin, William Whewell (1794-1866), cientfico, filsofo de laciencia, telogo, historiador y mstico.

    Los clrigos naturalistas del Ro de la Plata

    En Buenos Aires, con la excepcin del caso de Jos Manuel Prez Castellano, esla generacin de clrigos que se educa tras la expulsin de los jesuitas la que demuestramayor aficin por las ciencias de la naturaleza. Los casos son numerosos. De hecho, losnaturalistas rioplatenses que conoce o trata Darwin por correspondencia fueron casitodos clrigos, con la excepcin de Pedro de Angelis, que desenterr antiguas osamentase intent venderlas en Europa, y de Francisco Javier Muiz, mdico afecto a lapaleontologa.25

    Entre esos clrigos descuella Bartolom Doroteo Muoz, un peninsular arribadoal Ro de la Plata en 1776 que estudi en el Colegio San Carlos la filosofa con CarlosGarca Posse (1777-1779). Ordenado in sacrisen 1786, Muoz empez su vida pastoralen la parroquia de Monserrat en 1791 y posteriormente se radic en San Salvador del

    Espinillo, en la Banda Oriental. Muoz fue amigo de otro clrigo naturalista que alcanzmayor celebridad, el montevideano Dmaso Antonio Larraaga, al que encauz en los

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    Sobre Muoz puede verse, entre otras cosas, E. Beck, El Pbro. Bartolom Doroteo Muoz, Archivum,26

    Tomo III, Cuad. 1, enero-junio 1945, pp. 17-18 e I. Podgorny y M. M. Lopes, El desierto en una vitrina, op.cit..; J. M. Gutirrez, Noticias histricas sobre el origen y desarrollo de la enseanza pblica superior enBuenos Aires. 1868, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pp. 344-347.

    Sobre Larraaga vase G. Furlong, Naturalistas argentinos..., op. cit., pp. 385-393. Es interesante la biografa27

    de E. Favaro, Dmaso Antonio Larraaga. Su vida y su poca, Montevideo, 1950.

    J. M. Fernndez, Diccionario Uruguayo de Biografas, 1810-1940, Montevideo, Editorial Amerindia, 1945.28

    Ibidem; tambin G. Furlong, Naturalistas argentinos..., op. cit., pp. 415-416.29

    La ms completa biografa de Segurola es la de L. Garca de Loydi, Cannigo Doctor Saturnino Segurola,30

    Buenos Aires, Ed. Braga-Junta de Historia Eclesistica Argentina, 1994.

    Carta de T. J. de Gomensoro a D. A. Larraaga, Canelones, 23 de agosto de 1818, en Escritos de Don Dmaso31Antonio Larraaga..., op. cit., pp. 247-249.

    26 9

    estudios de botnica e historia natural. Larraaga (1771-1848) tambin fue alumno del26

    San Carlos, donde curs la filosofa con el presbtero Melchor Fernndez (1789-1791). Supasin por el estudio de la naturaleza lo llev a organizar un herbario de plantasamericanas, a clasificar un buen nmero de especies segn el sistema de Linneo y aentablar relacin epistolar con importantes estudiosos europeos entre ellos Bonpland,Agustn Saint-Hilaire, John Mawe, Friedrich Sellow y con el navegante Louis de

    Freycinet. Oriental era tambin Jos Prez Castellano (1743-1815), quien segn uno de27

    sus bigrafos no era propiamente un naturalista, ni un botnico, era simplemente unhombre inteligente dotado de grandes facultades de observacin y movido por un vivoentusiasmo por la naturaleza, cuyos secretos se propona descubrir en el campo del reinovegetal, sin ms conocimientos que los que pudo adquirir por el estudio directo de losfenmenos naturales. Lo que no le impidi realizar observaciones perfectamenteexactas, muy valiosas para el estudio cientfico de nuestra flora. Prez Castellano,28

    desprovisto casi completamente de libros sobre agricultura -a no ser que puedan llamarsetales las Gergicas de Virgilio pidi prestada a Larraaga la obra del abate Rozier paraescribir, sobre la base de estudios realizados en su chacra de Miguelete, sus Observacionessobre agricultura (editadas por primera vez en 1848 parcialmente, en la imprenta delejrcito durante el sitio, por orden de Oribe, y completas en 1914).29

    Como vemos, una suerte de constante es el haber cursado estudios en el Colegio

    Carolino. Este segundo rasgo se ve confirmado por la trayectoria de Ramn Vieytes(1827), alumno de filosofa de Pantalen Rivarola entre 1779 y 1781; por la de MelchorFernndez (1762-1821), discpulo del mismo profesor; por la de Feliciano Pueyrredn(1767-1826), que curs la asignatura con Luis Jos Chorroarn en 1783-1785; la deCasimiro de la Fuente (1770-1822), alumno de Melchor Fernndez en 1789-1791 yhombre de claras simpatas ilustradas, aunque inclinado ms bien hacia la economapoltica que hacia el estudio de la naturaleza. All fue compaero de curso de Larraagay Gregorio Gmez. Lo confirman tambin las biografas de Saturnino Segurola (1776-1854) y la de Toms Javier Gomensoro (1776-1841), ambos discpulos en el San Carlosde Mariano Medrano entre 1793 y 1795. Gomensoro fue un activo propagador de las30

    sociedades de amigos del pas y las cre en la Banda Oriental y en Rosario. Pocos aosms tarde, siendo prroco de Canelones, se preocup por establecer la localizacin exacta

    de la sede parroquial mediante observaciones astronmicas y topogrficas y de informarregularmente a Larraaga sobre las especies botnicas que descubra en su curato.31

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    AGN, IX 24-3-3, Guerra y Marina, expediente 8 Ao de 1798. Sobre abonar al Administrador de la Estancia32

    delas Huerfanas el importe de las Reses, y seis cueros, que franque al Sarg.to Ramirez comisionado por S.E.para recoger un Esqueleto. El sargento vuelve a Buenos Aires con una grande Calavra sin haver encontradoel Esqueleto que fu buscar por tenerlo sacado antes el Cura del Partido delas Viboras. Sobre este otro curamucho menos conocido, Vicente Montes Carballo, vase F. Avell Chfer, Diccionario biogrfico del CleroSecular de Buenos Aires, Arzobispado de Buenos Aires, 1983, voz correspondiente, y G. Furlong, Naturalistasargentinos..., op. cit., p. 350.

    E. Beck, El Pbro. Bartolom Doroteo Muoz, op. cit., pp. 7-8, donde se recuerda la amistad de Muoz33

    con Segurola, Larraaga y Gregorio Funes.

    Bompland a Larraaga, carta citada de 13 de febrero de 1818.34

    G. Furlong, Nacimiento y desarrollo de la filosofa en el Ro de la Plata , Buenos Aires, 1947, pp. 321 y35

    487-497.Furlong, Historia social y cultural, op. cit. sobre Larraaga pp. 413-415.36

    270

    Todos ellos, entonces, pasaron por las aulas de los Reales Estudios de BuenosAires. Sin embargo, esa inclinacin por los estudios naturales, ms que una marca de lasaulas carolinas lo es de una atmsfera de poca. Lo hemos podido comprobar con el casode Crdoba y as lo muestran tambin muchos otros ejemplos, como el de Pedro BlasNoreda, cura de San Ignacio Guaz, amigo de Flix de Azara y autor de unos Apunta-mientos sobre los pjaros del Paraguay. O como el del dominico Manuel de Torres,

    descubridor del primer megatherium americanumen Lujn en 1787 -al que siguieron otroshallazgos similares protagonizados por eclesisticos, como el que tuvo lugar en la isla deMartn Garca en 1797-. Esos sacerdotes, que se conocieron en las aulas del San Carlos32

    trabando tempranamente relaciones que en el futuro configuraran una suerte de red:Gomensoro, Segurola, Muoz y Larraaga, eran amigos y se intercambiaban informacin,personalmente o por va epistolar. En carta que Bompland escribe a Larraaga en 181833

    nos enteramos que se ha enterado de tous vos travaux utiles et de votre noble ardeur pourles sciencies [sic] par Monsieur Segurola et par Don Bartholo Muoz. Varios de ellos34

    fueron, adems, alumnos de Melchor Fernndez entre sus discpulos se cuentan DmasoLarraaga, Silverio Antonio Martnez (cura ilustrado de Santo Domingo Soriano y dePaisand, donde lo encuentra la revolucin), Casimiro de la Fuente y Gregorio Gmez,hermano del clebre Jos Valentn, sacerdote ilustrado y en su momento revolucionario.Fernndez mismo se jactaba de haber impartido desde su ctedra leccin de materias

    tiles y de buen gusto y de haber concedido amplio espacio al estudio de la fsica.35

    La relacin entre ciencia y religin

    Los sacerdotes naturalistas rioplatenses lo son en ese exacto orden deprioridades. Ante todo eclesisticos, dedican al estudio de la fauna, de la flora o de losfsiles el tiempo que las actividades litrgicas o pastorales les dejan libre. Larraaga dejconstancia de ello en ms de un documento. Por ejemplo, a un grupo de naturalistasespaoles a los que haba prometido el envo de semillas autctonas les asegura quecumplir su promesa cuando fuere tiempo y si mi ministerio me lo permitiere. En la36

    que escribe a Bompland en febrero de 1818, tras disculparse por la brevedad de la epstola,

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    Larraaga a Bompland, Montevideo, 26 de febrero de 1818, en Escritos de Don Dmaso Antonio Larraaga,37

    op. cit., p. 260.

    Ibidem, p. 261.38

    San Agustn, Confesiones, Libro X, 6,8: Folgorato al cuore da te mediante la tua parola, ti amai, e anche il39

    cielo e la terra e tutte le cose in essi contenute, ecco, da ogni parte mi dicono di amarti, come lo dicono senzaposa a tutti gli uomini, affinch non abbiano scuse(Rom. 1,20). Meister Eckart escribi: Se lanima potesseconoscere Dio senza il mondo, il mondo non sarebbe mai stato creato, citado por L. Boff, Ecologia,mondialit, mistica, Assisi, Cittadella Editrice, 1993, p. 61.

    Carta de Larraaga a Segurola de 2 de julio de 1804, en D. Larraaga, Seleccin de escritos, Montevideo,40Ministerio de Instruccin Pblica y Previsin Social, 1965, pp. 9-10.

    27 1

    le promete una ms extensa para cuando pasado el tiempo de la Quaresma, mi ministeriome permita extenderme algun tanto.37

    Por otra parte, en la correspondencia de Larraaga que es el que ms escribi detodos ellos se encuentran numerosos testimonios de que el estudio de la naturaleza no erapara l una mera contribucin a las ciencias, sino sobre todo una forma de alabanza deDios y hasta un mrito que podra coadyuvar a la salvacin de su alma: por ejemplo, en

    una carta se refiere a la tarea de dexar perfeccionado este suntuoso templo al autor de laNaturaleza como una que podra hacerlo acreedor de que me reciba ms benignamenteen sus eternos tabernculos. La idea de que el estudio del libro de la naturaleza ensea38

    al hombre sobre las maravillas de Dios no es nueva: est presente en numerosos escritosde telogos y msticos cristianos desde la ms remota antigedad. Lo novedoso es ms39

    bien la nueva confluencia que en el clima de la Ilustracin dieciochesca se produce entreel servicio de la Iglesia y el cultivo de las ciencias, dos mbitos concebidos comoclaramente distintos y sin embargo, en la mirada de estos clrigos, indisolublementeligados. As lo pensaba Larraaga, cuando al confesar no ser sino un apasionado de laciencia natural, expona sus razones:

    su libro [el de la naturaleza] abraza todo lo creado, nos d a las ideas ms grandes del

    Ser Supremo, y parece que nos sensibiliza y de algn mod o nos hace visible aquello que

    la fe nos propone como invisible. Yo hasta ahora slo conozco el alfabeto y combinoalgunas slabas, y apesar de esto, tengo ya nociones tan nobles de Dios, que he llegado

    a decir a mis solas que los hom bres no debamo s estudiar por otros libros que por los dos

    Divinos , el escrito y el na tural. Q u impo rta sa be r lo que los homb res ha n hecho si

    ignoro las obras de Dios? Vea U d. aqu lo que mil veces repito a m mismo para a lentarme

    en un estudio q ue emprend por distraccin y lo contino como reme dio de ciertas resultas

    de mi poltronera.40

    De manera similar se expresaba el rector de la Universidad de Crdoba en eldocumento citado ms arriba, al observar que ...los extraordinarios adelantamientos queestos famosos y nuevos inventos han producido en las ciencias, aun en las abstractastenan la virtud adicional de orientar al hombre hacia Dios, por los mayores conoci-mientos de las maravillosas obras de lo creado...

    Pero la distancia que la primera modernidad ha creado entre religin y ciencia,aunque no ha derivado an en la fisura que tendr lugar en la segunda mitad del siglo XIX,obliga a explicar sus eventuales intersecciones. Es significativo al respecto que en lasnotas de trabajo de Saturnino Segurola se reiteren las que tratan de la legitimidad del

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    Irregularidad enla Medicina. Aunque en el dro no se encuentra cosa que authorize la medicina enlos41

    Sacerdotes, aun siendo instruidos y experimentados no pecan si la exercen sin ava[ri]cia segn las reglas delarte,no aplicando los remedios alas enfermedades sino en caso deserles constantes su eficacia. Bien que la historianos refiere que muchos Santos Obpos han exercido gratuitam.te la Medicina conlos pobres, ypor cuyo serviciosehan hecho recomendables, como Fielbert, y Yves Obispos de Chartres, Lanfranc, Arzobpo de Cantorbery yotros muchos Obispos que Baronio refiere tomo 7 de sus Annales pag. 577 y 78: en el dia de hoy entre los Dresdela facultad deParis hay algunos que continuan este exercisio, Conferen.as de Angers sur les irregularites pag202 tomo sur lordre. AGN, Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Legajo 71.

    AGN, Manuscritos de la Biblioteca Nacional, Legajo 71: Memorias historicas, Dogmaticas, Criticas42

    Ecclesiasticas y Seculares, sin nmero de foja.

    Carta de Larraaga a Muoz de 6 de julio de 1808, en D. Larraaga, Seleccin de escritos, op. cit., p. 18.43

    Carta de Larraaga a Muoz de 6 de julio de 1808, en G. Furlong, Naturalistas argentinos, op. cit., pp. 374-44375.

    272

    ejercicio de la medicina por parte de los clrigos. Lo son, tambin, sus alusiones al hecho41

    de que en el pasado todos los letrados, aunque fueran laicos, eran denominados clercs.42

    Quiere decirnos con ello que la venerable antigedad de esa identificacin entre cienciay religin debera ser bastante para disipar eventuales difidencias acerca de su validez? Esprobable.

    Ese registro discursivo se acompaa de otro que distingue las tendencias destas

    de la falsa Ilustracin de las piadosas miras de la verdadera, respetuosa de la religiny de sus ministros e inspirada en los Evangelios. Los ms notables estudiosos de todos lostiempos, insiste en subrayar Segurola desarrollando esta lnea argumental, han sidoreligiosos no a pesar, sino a causa de la superioridad de su ciencia:

    Filosofos: tengo observado qu e despues de Jesu-Christo ningun Filosofo deprimera nota

    ha sido incredulo. Entre los Patriarchas dela impiedad los mas aventajados son Ho bbes,

    Spinosa, Bayle: y un solo D escartes, un Newton, un Leibnitz vale por millares de ellos. Por

    donde se entendera con qua nta razondijo el gran Verulamio que solam.te son llevados al

    Ateismo los qu e saben poca Filosofia na tural, y q ue el solido cono cim .to de ella inc lina

    los animos ala Religion.

    Por su parte Larraaga, lamentando la muerte de Antonio Jos Cavanilles (1745-

    1804), ejemplo emblemtico de la figura del clrigo naturalista, lo llama honor del cleroespaol porque a su condicin de eclesistico sumaba el haber sido uno de los mssobresalientes botnicos de Europa. El que con sus trabajos y escritos haba desmentidoy [...] hecho ver a la faz de todo el orbe literario que las ciencias en todos tiempos hanobtenido un lugar muy distinguido en medio de aquellos hombres que algunos libertinoshan querido llamar znganos de la repblica e ignorantes, cuando sin duda alguna han sidolos maestros de todos esos pretendidos sabios. De all tambin que instara a su colega43

    Muoz a no desmayar en el esfuerzo de los estudios de botnica para acrecentar elprestigio del estamento de comn pertenencia: Yo, pues, conjuro a Vmd, por el grandeamor que le profeso, que trate de hacerlo con formalidad, para aumentar la gloria denuestro clero y la felicidad de estas provincias. Yo, solo, poco puedo hacer, porque esadagio comn entre los botnicos que unus homo, nullus homo.44

    Pero, son slo esas marcas las que diferencian a estos sacerdotes de sus colegas

    laicos? Difcil encontrar respuesta a esta pregunta, en un perodo en que no existe una

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    J. M. Prez Castellano, Seleccin de escritos. Observaciones sobre agricultura, Montevideo, Ministerio de45

    Cultura, 1968, Tomo I, p. 291 (La frase final de la citacin -los caminos de Dios son impenetrables- tiene

    bastardillas en el original; la cita remite a Rom 11,33).J. M. Prez Castellano, Seleccin de escritos, Tomo I, pp. 12-13, del prlogo.46

    27 3

    delimitacin precisa entre cultura eclesistica y cultura laica. Entre los seglares que en lamisma poca escriben sobre la relacin entre religin y ciencia los argumentos suelen sermuy parecidos. Hay, sin embargo, algunos matices que vale la pena sealar. En el msanciano de los clrigos naturalistas, Jos Prez Castellano, persisten explicacionessobrenaturales de fenmenos que sus colegas laicos y tambin los ms jvenes de losclrigos conciben como plenamente terrenos. Por ejemplo, interrogndose acerca del

    origen del gorgojo sin hallar respuestas satisfactorias, Prez Castellano reflexiona:No nos pod ramos acomo dar con las molculas orgnicas del Conde de Buffon, y decir

    que el trigo abunda en las del gorgojo: que con el calor del trigo se ponen en movimiento:

    se enlazan y se unen hasta que de ella s sale el gorgojo repentinamente y como por

    milagro? Todo se pod ra decir; pero yo, aplicando tambin a las obras de la naturaleza,

    lo que San Pablo con admiracin dice de las de la gracia, slo digo que los caminos deDios son impenetrables.45

    En el mismo sentido pueden recordarse ciertas pginas suyas que deban resultarcuanto menos malsonantes para otros de sus colegas, laicos o sacerdotes, como aquella enla que, evocando la autoridad de San Pablo en su primera epstola a los corintios,recordaba a los labradores destinatarios de su manual de agricultura que el hombre es el

    que planta y el que riega, y [] segn el trabajo que impenda en su labor [el agricultor]recibir el incremento y la recompensa, pero slo Dios es el que la da, y puede darla.Por eso no trepidaba en prometer un futuro prspero a quienes se atuviesen a esos austerosversculos paulinos y a los que no se saliesen de los lmites de su noble ejercicio. Novala la pena complicarse la vida metindose en dibujos, en qumicas o en quimeras, quepara la labranza nada conducen; con ellas, deca, el labrador no sacar otro fruto quecalentarse los cascos, confundirse y perder miserablemente el tiempo, que slo debeemplear en su trabajo inocente, sencillo y nada complicado. Incluso Larraaga, que sin46

    dudas era ms cauteloso al establecer las posibles comunicaciones entre el ms ac y elms all, aconsejaba tener ms en cuenta los libros sagrados a la hora de buscarexplicaciones a los fenmenos de la naturaleza, seguro de que en ellos se hallara muchaluz para dilucidar algunos que para las ciencias de la poca parecan incomprensibles.

    Si para la mayor parte de los hombres que vivieron a caballo de los siglos XVIII

    y XIX las ciencias y la religin tenan entre s ms puntos de contacto que para nosotros,es fcil imaginar que para los eclesisticos esas intersecciones resultaran an msevidentes. Haba, por otra parte, un rasgo antropolgicamente pesimista en su predileccinpor el estudio de la naturaleza que aleja a esos sacerdotes del universo ilustrado, enparticular con su valorizacin positiva de las potencialidades de la razn humana. ParaLarraaga, por ejemplo, la investigacin de los fenmenos naturales, que segn vimos noera para l otra cosa que el estudio de las obras de Dios, revesta mayor importancia queel estudio de las cosas de los hombres. Con ello sugiere que stos, a causa de sus vicios

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    aun habr alguno que se escandalice al vernos perder el tiempo en el estudio de las obras de Dios, y no se47

    escandalizar al ver los otros muy entretenidos en estudiar la historia de los hechos y vicios de los hombres,en carta de Larraaga a Muoz de 22 de junio de 1808, en D. Larraaga, Seleccin de escritos, op. cit., pp.12-13.

    R. Di Stefano, Pastores de rsticos rebaos. Cura de almas y mundo rural en la cultura ilustrada rioplatense,48Boletn del Instituto Ravignani, 3 Serie, Nmero 22, 2do Semestre de 2000, pp. 7-32.

    274

    y su irreligin, valan menos la pena que las plantas o los moluscos. A un hombre que47

    en ese siglo se estaba situando a s mismo en alturas que la piedad, por ilustrada que fuera,deba juzgar un tanto impa, resultaba conveniente recordarle que el universo, como obramaestra de la providencia divina, estaba fuera de sus posibilidades de control.

    Las nuevas tareasHemos visto que el estudio de la naturaleza formaba parte de un espectro ms

    amplio de intereses cientficos que tena puntos de convergencia con el ministeriopastoral reformulado en clave ilustrada. Dentro de ese campo, un lugar privilegiado loocupaba la agricultura. El desarrollo agrcola era, por una parte, la clave de bveda deldiscurso de modernas corrientes de pensamiento econmico, como la fisiocracia y elneomercantilismo napolitano. Por otro, constitua un anhelo anclado en consideracionesmucho ms prcticas: las rentas de los prrocos, en los siglos XVIII y XIX, consistanfundamentalmente en los llamados emolumentos parroquiales y en las primicias. Losprimeros eran los ingresos por la administracin de servicios religiosos, como los derechospor casamientos y funerales, as como por la confeccin de certificados de bautismo o dematrimonio, entre otros tems. El producto de las primicias dependa de la costumbre del

    lugar, aunque en reglas generales representaban cerca de un uno por ciento de laproduccin agrcola. Los emolumentos, en cambio, se fijaban a escala diocesana pormedio de un arancel cuya actualizacin implicaba negociaciones siempre arduas. Lo queimporta es que ambos ingresos eran sustancialmente mayores en las zonas de especializa-cin agrcola. En el caso de los emolumentos, porque la densidad de la poblacin eramayor que en las zonas de predominio pecuario; en el de las primicias, porque las leyesde Indias, siguiendo el modelo hispano, que se ajustaba bien a las zonas nucleares de losdominios americanos, se cobraban slo sobre la produccin agrcola. La pecuaria slopagaba los diezmos llamados de cuatropea, que junto a los dems ingresos decimalesiban a engrosar las arcas catedralicias y en menor medida las de las iglesias matrices,cabeceras de jurisdiccin. As, el sueo de oro del cura rural era la designacin en unaparroquia de predominio agrcola. Ello explica por qu en el Ro de la Plata costaba tanto

    encontrar sacerdotes que se hicieran cargo de los curatos rurales: la tendencia de la regina especializarse en la produccin pecuaria volva imposible una relacin armnica entrela estructura econmica de la regin y las rentas de los curas.48

    De all, tambin, que las doctrinas fisiocrticas y neomercantilistas sonaran biena los odos de aquellos sacerdotes, a lo que debe agregarse el inters de la monarqua enestimular la agricultura en sus dominios, que la llev a fomentar de diferentes maneras laintervencin de los curas en la introduccin de ms modernas tcnicas de cultivo. Nopuede desligarse de ese contexto la aparicin, en el Ro de la Plata, de esos curas

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    C. Garca Belsunce, Los clrigos como agentes, op. cit., p. 22.49

    Francesco Griselini, Discurso sobre el problema de si corresponde a los Parrocos y Curas de las aldeas50

    el instruir a los labradores en los buenos elementos de la economa campestre..., Zaragoza, Blas Miedes,s/a, pp. 9-10.

    Carta del obispo Benito Lu y Riega a Miguel Cayetano Godoy, Mrtires, 5 de noviembre de 1805. AGI,51

    Audiencia de Buenos Aires, Leg. 149, Duplicados de Ministros y particulares, 1804-1810: lo qe executar

    con toda eficacia deca el obispo- fin de qe se difundan las luces, qe contiene obra tan interesante, y se logrenlas utilidades, y ventajas, qe pr ella se proporcionan la Agricultura.

    27 5

    botnicos que poseen sus propios herbarios, experimentan y clasifican plantas sobre labase del Species Plantarumde Linneo. Los ejemplos son numerosos, no slo en el mbitorioplatense, donde un Jos Prez Castellano se propone poner las mejoras en los cultivosque descubre -o simplemente ensaya- en su huerto experimental al alcance de loslabradores orientales. Pero por otro lado no se trata, tampoco en este caso, de un fenmenopropiamente rioplatense: toda una literatura sobre ese desdoblamiento del cura en

    consultor agrnomo florece en los reinos catlicos de la poca. As es que el CardenalLorenzana escribe que es tarea muy propia de los prrocos el difundir los progresos en lastcnicas agrcolas entre sus feligreses. As es, tambin, como Francesco Griselini produce49

    suDiscurso sobre el problema de si corresponde a los Parrocos y Curas de las aldeas elinstruir a los labradores en los buenos elementos de la economa campestre , donde notrepida en afirmar que

    los instrumentos, por mejor decir los organos mas naturales para instruir los

    Labradores en el mejor gobierno de la eco nomia rustica, son su s mismos Parro cos y

    Curas. A sus consejos, persuasiones y documentos cede la gente del campo por un

    po deroso respeto, y un a secreta confianza, que in spira ha sta en los an imos ma s d uros y

    grosero s la san tidad de l carcter que los ad orna , y el sagrado ministerio q ue exercen .50

    No llama la atencin entonces que el ministerio de hacienda del gobierno deGodoy haya comunicado al obispo de Buenos Aires una Real Orden en la que se ordenabaque los curas adquiriesen la traduccin de Juan lvarez Guerra del Diccionario deAgriculturadel Abate Rozier, encargandoles tomen dicho Diccionario desu cuenta, delos caudales delas Iglesias. Tampoco es extrao que un sacerdote ilustrado como51

    Saturnino Segurola discutiese la idea mercantilista de la primaca del comercio, sealandoque es

    entre los surcos y en las havitaciones delos labradores [don de] es necesario buscar el

    po der dela nacion, y el origen dela fue rza y riqu eza s. Todo pod er qe venga d e otra pte yno

    dela tierra es artificial yprecario, sea enloFisico, sea enlo moral. Un estado bien

    cultivado, bien desmontado produce hombres pr los frutos dela tierra y riquezas pr los

    hombres. [...] La agricultura es la qe cria y mantiene esquadras, es la que produce los

    exercitos. Enlos campos cubiertos de espigas germina la victoria. El que dijo que el

    tridente de Neptuno era elcetro del mundo ha hecho sin duda u n verso armonioso y puede

    ser un exce len te Poema , pero ciertam .te ign oraba los princ ipios de Econom ia Politica, que

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    AGN, MBN, Legajo 71, voz Agricultura. Cervio haba intitulado su discurso inaugural a la Academia de52

    Nutica, pronunciado el 25 de noviembre de 1799, El tridente de Neptuno es el cetro del mundo, en alusina la importancia del comercio y la navegacin. Fragmentos de su alocucin fueron publicadas por J. C.Chiaramonte en Ciudades, provincias, Estados: Orgenes de la Nacin Argentina (1800-1846), Buenos Aires,Ariel, 1997, pp. 303-307.

    C. Garca Belsunce, Los clrigos como agentes..., op. cit., p. 33. Sobre el problema de la viruela en Espaa53

    y Amrica, la introduccin de la vacuna a partir de la expedicin de Francisco J. Balmis y las iniciativas quegener en el plano institucional y literario en Nueva Granada, cfr. J. M. Pereiro-Otero, Conquistas vi(r)olentasy vacunas independentistas: Andrs Bello y Manuel Jos Quintana ante la enfermedad de la colonia, HispanicReview, spring 2008, pp. 109-133.

    Humanidad, nota firmada por C.M.M., en El Telgrafo Mercantil..., edicin del 15 de julio de 1801, p.54

    272.

    Semanario de Industria y Comercio, Tomo IV, N 156, tomo IV, 11 de setiembre de 1805, p. 369. Cfr. el55N 168 del 4 de diciembre del mismo ao, p. 371.

    276

    constituye la fuerza deun estado. El arado del labrador es el cetro del mundo , pr que roto

    este el tridente de Neptuno se destruye.52

    Otras de las tareas nuevas que los prrocos comenzaron a desempear pertenecenal mbito de la salud y de la higiene. Ya en 1785 llegaron a Buenos Aires directivas de lapennsula encargando a los curas la difusin de la vacuna, que el virrey Loreto transmitien oficio a Francisco de Paula Sanz. Las primeras publicaciones peridicas rioplatenses53

    son una buena fuente de informacin para advertir el tipo de responsabilidades que lasociedad estaba asignando a sus curas en ese terreno. En un artculo deEl TelgrafoMercantil se explican las razones por las que deban asumir la de inocular la vacunaantivarilica. La principal era que, entre las causas de la desconfianza que despertaba elfluido entre los pobladores, se contaba

    una crasa ign orancia, que radicndo los en el fanatismo, les hace creer, como principio

    de Religion, la fatal ilusion de que no deben causar tal enfermedad, sino esperar que

    Dios la envie . Esto s ltim os no se d ese ngaarn , ni se les podr convencer , m ien tras no

    se les haga ver por Predica dores Apostl icos, que en am bos casos, sup uesto el rden

    natural, concurre Dios de un mismo mod o la produccion de la enfermedad: que vista la

    evidencia moral de, quando menos, siete siglos, de que todos, casi todos los hombres

    hayan de p adecer viruelas, es un acto de humanidad ca usarles este padecimiento del modo

    mas ventajoso; y qu e entre tanto no se halla otro medio para precaver los estragos, y el

    eminente peligro, que con tanta freqencia expone la viruela natural, encuentra la

    inoculacion su mayo r apoyo en la Religion Cristiana .54

    La misma opinin se advierte en el Semanario de Industria y Comercio, en el queen 1805 se publicaron varias notas al respecto. En una de ellas se lamenta que la existenciade falsas vacunas haya provocado el equvoco de que personas supuestamenteinmunizadas hayan cado luego vctimas del mal, lo que sin dudas ha de retardar losprogresos de este precioso hallazgo. A esa altura la nica solucin que se vislumbrabapara disipar las prevenciones era que los SS. Prrocos, a imitacin de lo que se observaen algunas capitales de la Europa, hagan entender a sus feligreses al tiempo del bautismode los prvulos, la estrecha necesidad de vacunar sus hijos a lo menos luego que hayan

    pasado los dos primeros meses. El peridico exhortaba a los venerables pastores de los

    55

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    Ibidem, p. 369.56

    AGN, IX 6-7-6. Obispado de Buenos Aires, 1800-1805. Documento sin nmero de foja.57

    AGN, Sucesiones, Testamentara del maestro Gregorio Rodrguez [1807].58

    Semanario de Industria y Comercio, 24 de julio de 1805, p. 372 de la edicin facsimilar: El parroco Doctor59

    Feliciano Pueyrredon acaba de comunicar al Superior Gobierno sobre el hallazgo de la vacuna en su curato, y

    el feliz resultado de algunas pruebas que con ella se han hecho en algunos feligreses. Cfr. tambin F. AvellChfer, Diccionario biogrfico..., op. cit.

    AGN, Sucesiones 5694: Testamentara de Feliciano Pueyrredn [1826]. La librera en ff. 33-34.60

    Sobre el tema de la vacuna en la biografa de Segurola cfr L. Garca de Loydi, Cannigo Doctor Saturnino61

    Segurola, op. cit., pp. 15-25. La prensa peridica se ocup abundantemente de las actividades paramdicasde Segurola: vase por ejemplo Los Amigos de la Patria y de la Juventud, Suplemento al N 1 del 18 denoviembre de 1815 y N 3 de 15 de enero de 1816; tambin El Independientede 28 de marzo de 1815 y LaGacetadel 12 de agosto del mismo ao. Segurola incluso renunci al cargo de bibliotecario de la BibliotecaPblica para dedicarse a esta actividad; cfr. J. Torre Revello, Bibliotecas en Buenos Aires antiguo desde 1729hasta la inauguracin de la Biblioteca Pblica en 1812, Revista de Historia de Amrica, N 59, 1965, p. 88,nota 166. La carta de renuncia, del 31 de diciembre de 1810, en Archivo General de la Repblica Argentina.Publicacin dirigida por Adolfo Carranza. Perodo de la Independencia. Ao 1810, Segunda Serie, TomoV, Buenos Aires, Kraft, 1896, p. 179. En el mismo volumen se reproduce una interesante carta a la Junta del 23de julio del mismo ao en la que Segurola se queja de la obstinacin de los padres que no hacen vacunar a sushijos y de los mdicos que se oponen a su labor. Cfr. pp. 173-175.

    Estos documentos en AGN, MBN, Leg. 356 salvo la carta de Larraaga, que est en AGN, MBN, Leg. 351,62m. 6.071 y la de Pueyrredn en el mismo legajo, m. 6.072.

    27 7

    pueblos a que invirtiesen todo su influjo para vencer el porfiado empeo con quealgunos hermanos se niegan a reconocer este beneficio singular, dado que vuestraexhortacin y vuestro celo harn ms en un instante, que las experiencias repetidas a susojos en millares de individuos". Fue en ese contexto que el virrey dispuso que la56

    vacunacin estuviera a cargo de los curas. Por otro lado, la documentacin sucesoria de57

    un prroco de campaa revela que el Dr. Roque Prez don a todos los curas un

    enigmtico Cuaderno de la vacuna.58

    La participacin de los prrocos en la difusin de la vacuna antivarilica fue, dehecho, bastante generalizada. No slo eso. Antes de que llegara a Buenos Aires el fluidotrado de Europa, el cura Feliciano Pueyrredn intent obtener uno en su parroquia de SanPedro apelando a mtodos precarios. No nos llama entonces la atencin que este59

    sacerdote dejara como parte de su herencia un microscopio y varios libros de medicina,entre ellos laIntroduccin a la Medicina de Cullen, con las ideas filosficas precisas parala inteligencia del sistema nervioso y del principio de la vida, obra del doctor Lafn(seguramente en la edicin espaola de Madrid, Imprenta de Don Blas Roman, 1793).60

    Pero el ms famoso en este campo fue el clrigo Segurola, designado responsable oficialde la inoculacin en Buenos Aires. En los aos sucesivos un grupo importante de61

    prrocos rurales se dedic a vacunar a sus propios feligreses, como prueban las cartas queenviaron a Segurola solicitndole muestras del fluido: Gregorio Gmez lo hace desde

    Areco en 1812; Santiago Figueredo lo pide desde Monte en 1816; Cayetano Escola lorequiere desde la Costa del Ro Lujn en 1817 y el mismo ao lo hace desde CrdobaPedro Ignacio de Castro Barros por encargo del cabildo de su ciudad; en 1819 DmasoLarraaga se lo pide desde Montevideo y Feliciano Pueyrredn desde su parroquia de SanPedro. Francisco de Paula Rivero, encargado por el gobierno en 1810-1811 de la62

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    C. Garca Belsunce, Los clrigos como agentes..., op. cit., p. 39.63

    AGN, Sucesiones 5699: Testamentara de Santiago Figueredo; La librera de Crespo, prroco de San Pedro64

    y Baradero despus de la revolucin, en N. Fasolino, Los presbteros Crespo de Santa Fe, Buenos Aires, 1968,pp. 38-39.

    AGN, Sucesiones 5699, Testamentara de Santiago Figueredo.65

    Vase por ejemplo los que se conservan en AGN, MBN, Leg. 351.66

    Una de las ms completas biografas de Muoz en G. Furlong, Naturalistas argentinos..., op. cit., pp. 373-385.67

    El inventario de libros y objetos donados en pp. 375-379.

    G. Furlong, Naturalistas argentinos..., op. cit., pp. 338-350. La carta de Antonio Porlier del 2 de setiembre de68

    1788 preguntando si en algn partido de Lujn, o en otro de ese Virreinato, se puede conseguir algn animalvivo, aunque sea pequeo, de la especie de dicho esqueleto, remitindolo vivo, si pudiese ser y, en su defecto,

    278

    inoculacin en el campo, recurre tambin a los prrocos para que allanen el camino, eincluso para que vacunen ellos mismos. Por ltimo: frente a la epidemia de 1818 elDirectorio tomar el mismo camino que haban abierto otrora los virreyes...63

    La vacuna es el ejemplo ms elocuente de las funciones mdicas o paramdicasque desarrollaron algunos de aquellos sacerdotes. Pero hay mucho otros. As, el monarcahizo distribuir entre los curas un Cuaderno de Instruccion de la operacion sesariapara que

    la efectuasen con xito en caso de necesidad. Parejamente elocuente es la frecuencia conque aparecen en los testamentos de los curas libros de temtica mdica. Hemos habladodel ejemplar del libro de Lafn que qued en herencia a la muerte de Pueyrredn. TantoSantiago Figueredo como Pedro Jos Crespo dejaron el famoso libro de GuillermoBuchau,Medicina domstica. Tratado completo de precaver y curar las enfermedades conel rgimen y medicina simples (Madrid, 1785). Pueyrredn tena adems el de Jean64

    Baptiste Pressavin,Arte de conservar la salud y prolongar la vida, y tratado de higiene(probablemente la edicin de Salamanca, D. Francisco de Txar, 1800). Crespo posea laobra del genovs Giovanni Spallarossa,Brjula esfgmico-mdica, o sea Directorio de lospulsos...(Madrid, 1787). Figueredo tena el Tratado de la conservacin de la salud de lospueblos y consideraciones sobre los terremotos, traducido por Benito Bails, obra delportugus Antonio Ribeiro Sanches(Madrid, 1781), unNuevo Diccionario de medicinay cirujia y la ya anticuadaAcademia Chyrurgica racional de irracionalesde Francisco

    Suares de Rivera (Madrid, 1739). Saturnino Segurola dedic decenas de entradas a temas65mdicos en sus apuntes de lectura, dejndonos evidencia de la asiduidad con quefrecuentaba ese tipo de obras.66

    El estudio de la historia natural tambin absorbi parte de las energas de esossacerdotes. En este caso el ejemplo ms elocuente es sin duda el de Muoz, que dedic tresdcadas a la bsqueda y clasificacin de fsiles, minerales e insectos y realizdescubrimientos relativamente importantes. Tras actuar polticamente en la Banda Orientalbajo el mando de Artigas y luego de desempearse como capelln del Ejrcito del AltoPer, Muoz regres a Buenos Aires en 1814 y don al gobierno una parte de su bibliotecay una coleccin de 6.000 piezas, halladas y clasificadas por l. Esa donacin constituyuna de las que dieron origen al actualMuseo de Ciencias Naturalesde Buenos Aires. No67

    es tampoco casual que se haya encargado a un padre dominico, fray Manuel de Torres, la

    tarea de desenterrar el primer megaterio de la historia en las fangosas barrancas del RoLujn, descubrimiento que despert tal inters en la corte que Antonio Porlier solicitoficialmente el envo de algn ejemplar vivo. Ni que fuera el prroco del curato de las68

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    desecado y relleno de paja, organizndolo y reducindolo al natural, en p. 348. Lo curioso es que el virreyLoreto haba explicado ya que en toda la Amrica meridional no se ha hallado noticia de algn animal desemejante configuracin, p. 347.

    AGN, IX 24-3-3, Guerra y Marina, expediente 8 Ao de 1798. Sobre abonar al Administrador de la Estancia69

    delas Huerfanas el importe de las Reses, y seis cueros, que franque al Sarg.to Ramirez comisionado por S.E.para recoger un Esqueleto. El sargento vuelve a Buenos Aires con una grande Calavra sin haver encontradoel Esqueleto que fu buscar por tenerlo sacado antes el Cura del Partido delas Viboras El cura, VicenteMontes Carballo, est en Lujn, seguramente porque acaba de ganar por concurso el curato. Sobre l vase F.Avell Chfer, Diccionario biogrfico..., op. cit., voz correspondiente. Cfr. tambin Furlong, Naturalistasargentinos..., op. cit., p. 350.

    AGN, Sucesiones 5694, Testamentaria de Feliciano Pueyrredn [1826]. Tambin tena la obra el cannigo70

    Juan Baltasar Maziel, como puede verse en J. Probst, Juan Baltasar Maciel. El maestro de la generacin demayo, Buenos Aires, 1946, pp. 351-388. La dej a sus herederos adems el presbtero Vctor Silva: cfr. AGN,Sucesiones 8226 [1869].

    Larraaga a Bompland, Montevideo, 25 de mayo de 1818, en Escritos de Don Dmaso Antonio Larraaga,71

    op. cit., Tomo III, p. 268.Bompland a Larraaga, Buenos Aires, 2 de abril de 1818, en Ibidem, p. 262.72

    27 9

    Vboras en la Banda Oriental quien desenterr otro esqueleto de dimensiones alarmantesen la isla de Martn Garca. De ese inters por la fauna de edades remotas es tambin69

    indicio la frecuencia relativamente alta con que aparece en las bibliotecas clericales laHistoria Naturalde Bufn.70

    El fin

    A lo largo de la primera mitad del siglo XIX los colegas clrigos del joven Darwinse fueron extinguiendo, como esas especies de edades remotas cuyas reliquias gustabanbuscar en las barrancas de los ros y exponer en los anaqueles de sus bibliotecas. Primerofueron la revolucin y la guerra las que, con sus urgencias y cataclismos, interrumpieronlas investigaciones. Muchos de los sacerdotes que hemos recordado en estas pginasocuparon diferentes cargos pblicos, a menudo sin abandonar totalmente el ministeriopastoral. En 1818 Larraaga lamentaba, en carta a Bompland, el que habiendo milveces principiado a hacer algo, otras tantas veces fui interrumpido por el deber ycumplimiento de mis serias obligaciones. Ciertamente ya no hago en un mes aquello paralo que me bastaba un solo dia en otro tiempo. Confirmaba de esa manera la observacin71

    de su correspondiente: je vois avec douleur que ltat de guerre continuant on est forcdoublier les sciences.72

    La revolucin y la guerra inauguraron una era nueva para esos clrigos. Aunquelos gobiernos patrios heredaron en sus lneas generales la forma en que el reformismoborbnico haba reformulado las funciones del sacerdote, el espacio para el estudio de lanaturaleza se redujo y otras preocupaciones invadieron sus nimos. Se lo advierte conclaridad en los apuntes de Segurola: mientras los del ltimo tramo de la era colonial estnplagados, como vimos, de referencias a temas cientficos, en los de las dcadas de 1820y 1830 prevalecen los que de alguna manera tratan problemas nuevos, como los cambiosque en el mbito clerical se diagnosticaban como avance de la impiedad, el tema de latolerancia religiosa de los protestantes, o los riesgos del faccionalismo y de la dictadurade los peores como forma de gobierno.

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    Ph. Boutry, El cura, captulo sexto de F. Furet y otros, El hombre romntico, Madrid, Alianza, 1997, p.73

    233.

    Cfr. sobre este punto J. Isern sj, La formacin del clero secular de Buenos Aires y la Compaa de Jess,74Buenos Aires, 1936, Captulos III y IV.

    280

    Otras transformaciones coadyuvaron a reducir el espacio que en el siglo XVIII sehaba abierto. Por un lado, la progresiva consolidacin de una elite letrada laica quereservaba a los mdicos y a los maestros de escuela muchas de las tareas civilizatorias quelos Borbones haban confiado al clero. Por otro, la resurreccin del poder pontificio, en elclima conservador de la Restauracin, lleg acompaada de una progresiva clausura de losmrgenes que el siglo XVIII haba previsto para el desarrollo de esas tareas. Comenzaba

    a esbozarse un nuevo modo de pensar el sacerdocio, centrado en sus tareas msestrictamente pastorales y espirituales, enemigo del compromiso poltico y difidente deeventuales inclinaciones hacia reas de actividad ahora ms claramente catalogadas comoprofanas. El influjo romntico har su aporte: el buen prroco del siglo XIX ser el buenpastor que protege a sus ovejas de los peligros de un mundo progresivamente hostil,materialista y apstata. Dentro del amplio marco que haba provisto el Concilio de Trento,el acento vuelve ahora a desplazarse hacia una nueva direccin. La religin se interiorizacomo religin del corazn, como una fe cuya vivencia excede inconmensurablementelas verdades de la razn. El siglo XIX es testigo del pasaje del modelo del curafuncionario que promueve el siglo XVIII, del prroco al servicio de la Iglesia y elEstado (de la comunidad religiosa como de la comunidad poltica), al del cura consagradoal tema intransigente de los derechos de la Iglesia frente a las desventuras de lostiempos. Por eso no llama la atencin que el modelo del prroco decimonnico sea el73

    Cura de Ars, que no se caracterizaba precisamente por su formacin y capacidadintelectual.

    La generacin que sigui a la de los Larraaga, Segurola, Gomensoro, Muoz oPueyrredn es la de los sacerdotes preocupados por salvaguardar los derechos de laIglesia frente a las debidas intromisiones del poder temporal y por la formacin de unclero capaz de defender los ltimos bastiones de la fe. Es ese nuevo clima el que permiteque se llame a los jesuitas en 1836 para que se hagan cargo de la formacin del clero y queen 1856 apagada la tormenta que se desatara entre Rosas y los ignacianos- se les confeel seminario porteo. Los jesuitas introducen en Buenos Aires un modelo de formacinclerical centrado en esos valores intransigentes, con la exclusin por principio de materiasprofanas que no consideran pertinente asociar de modo alguno a las ciencias eclesis-ticas. El modelo que instauran en 1836-1843, versin remozada de la antigua Ratio

    Studiorum, es el mismo que se impone tras la cada de Rosas: el acento est ahora puestoen el estudio de las humanidades y de la teologa; el de la fsica no apunta ms que aproveer al futuro clrigo de conocimientos bsicos de cultura general. Y los hombres de74

    levita sustituyen a los de sotana en la clasificacin de insectos y en la exhumacin dedescomunales osamentas.