Coffa Alberto J - La Tradicion Semantica - De Kant a Carnap - Vols I Y II

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    U n i v e r s i d a d A u t ó n o m a M e t r o p o l i ta n a

    Rector General Dr. Luis Miet y Terán Casanueva

    Secretario General 

    Dr. Rica rdo Solís R osales

    IMad ttipalapa ¡¡B 3É I3í ffflpO0 h i s ¡ 6 n d e C l s r a a s S o d a t e s y H u r na r e d ad e s

    O é p a r t a i n e n l o d s F l o s o l i á

    RectorDr. José L ema L abadie

    Secretario Mtro. Javier Melgoza Valdivia

     Jefe del Departamento 

    Dr. Luis F elipe Segura Martínez

    Consejo E ditorial 

    Biblioteca de Signos 

    Milagros Alfonso / Gustavo Leyva  

    Aralia López / Luz María U hthoff 

    Silvio Pinto/ L uis F elipe Segura/ Alejandro T ortolero

    UNIVERSIDAD

    A U T Ó N O M A

    M E T R O P O L I T A N A

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     J . A l b e r t o   C o f f a

    L a tr a d ic ió n s e m á n t ic a

    d e K a n t a C a r n a p

    vol , 1

    La  T radi c i ó n S emánt ica

     ja le c c ió n ; biblioteca de

    íásicos signos

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    Traducción de:

    Max Fernández de Castro 

     Jorge Issa G.

    Cuauhtemoc Lara 

    Dionisio Piña 

    Teresa Santiago  Juan Antonio Sánchez G.

    Luis Felipe Segura

    Primera edición en inglés Cam bridge University Press

    © 1991

    Primera edición en español, marzo de 2005

    © 2 0 0 5

    Universidad Antónoma Metropolitana

    Unidad Iztapalapa

    Derechos reservados conforme a la ley

    ISBN de la obra completa: 970-31-0175-X

    ISBN volumen 1: 970-31-0176-9

    ISBN volumen 2: 970-31-0394-4

    IMPRESO EN MÉXICO P R IN T B D IN ME X IC O

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    C   o n t e n i d o

    vl. 1)

    P r e f a c i o a l a e d i c i ó n e n e s p a ñ o l 7

    P r e f a c i o d e l e d i t o r 9

    A g r a d e c i m i e n to s 1 1

    I n t r o d u c c i ó n 1 3

    L a T r a d i c ió n S e m á n t i c a

    K a n t , e l a n á l is i s y l a i n tu i c i ó n p u r a 2 1

    B o l z a n o y e l n a c i m ie n t o d e l a s e m á n t i c a 4 7

    G e o m e t r ía , i n t u ic i ó n p u r a y e l a priori   77

    L a s e m á n t i c a d e F r e g e y l o a priori  e n a r i tm é t i c a 111

    S i g n i f ic a d o y o n t o l o g ía 1 4 5

    S o b r e l a d e n o t a c i ó n 1 71

    L a l ó g i c a e n t ra n s i c i ó n 195

    U n t r a t a d o l ó g ic o - f il o s ó f ic o 2 4 3

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    PREFACIO A LA EDICION EN ESPAÑOL 

    Í  a Tradición Semántica. De Kant a Carnap es el libro postumo—/de Alberto Coff a. La traducción que aquí presentamosconstituye un humilde homenaje a su autor por parte de nuestra

    institución y de quienes participamos en la traducción. Si bien Coffa

    dejó prácticamente concluido el libro, éste es impreciso en cuanto

    a citas y bibliografía, además de adolecer de ciertas fallas estilísticasque su autor no tuvo ya tiempo de corregir. A pesar de ello, cual

    quier lector atento podrá comprobar la viva y profunda visión queCo ffa tenía de una tradición de pensamiento en filoso fía que suele

    presentarse ante nosotros de manera fragmentaria y en la que lo

    histórico es, con frecuencia, desatendido. Hemos decidido conservar, en general, las características del texto original en lo que serefiere al modo de citar, versión citada, etcétera.

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    "PRÉmcíd d e   l a 'E d it o r a  

    n la víspera de la navidad de 1984 Alberto Coffa declaró que “un buen

    penúltimo borra dor” de su libro, podría estar terminado para Bn de año. Un. 

    día después de navidad cayó enfermo y en las primeras horas de la mañana del 30  

    de diciembre, murió. La trascripción que había dejado, estaba, de hecho casi com-

    pleta: La trasc ripción había sido terminada; los arg umentos y tesis estaban puestos  

    en su lugar; todo, con excepción de la introducción y el último capítulo, se encon-

    traba completamente escrito y las extensas notas de éstos habían sido bosqueja-

    das. Algunas partes de la trascripción habían sido ya cuidadosamente armadas, y  

    gran pa rte de la forma deseada del resto, estaba clara. E n muc hos lugares, de 

    principio a fin, se muestra el ingenio seco de Alberto uno puede casi ver detrás 

    de la prosa su sonrisa retorcida, su frente sobre el puño, el breve parpadeo de sus 

    ojos. Con la ayuda de muchas personas, la trascripción fue revisada para su publi-cación. Usa ndo las notas que Alberto dejó, c ompleté la introducc ión y el capítulo 

    final. Repeticiones, digresiones y errores menores han sido eliminados, los argu-

    mentos se delinearon con mayor claridad, se corrigió la gramática y se suavizó el 

    estilo. E spero no haber alterado el texto ni un ápice. E l resultado no es lo que él 

    hubiera hecho, sino tal vez, algo que hubiera enc ontrado ac eptable. É l se hubiera 

    interesado en escribir una conclusión, discutir algunas de las implicaciones de sus 

    estudios para la filosofía contemporánea. Yo, no he intentado escribir tal conc lusión.

    Alberto empezó a escribir este libro en la primavera y el verano de 1981  

    mientras era miembro del Centro de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de  

    Pittsburg. E staba especialmente agradecido con el Centro p or el tiempo que le 

    dieron para iniciar este proyecto, y con sus colegas del Departamento de Historia 

    y F ilosofía de la Ciencia de la Universidad de Indiana, po r el tiempo y el agradable y 

    solidario ambiente que le permitió continuar con su trabajo. Durante la escritura  

    de este libro, tuvo enriquecedoras discusiones con varias personas; muchas de  

    ellas le proporcionaron información sobre valiosas fuentes y materiales, le pro-

    porc ionaron también apoyo intelectual y espiritual. N o puedo hacer una lista c om-

    pleta de toda la gente que a él le hubiera gustado agradecer, pero ciertamente en

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    esa lista estarían aquellos con los que conversaba larga y regularmente sobre los  

    temas de filosofía que son centrales en este libro: Tomas M. Simpson, E duardo  

    García B elsunce, H éctor Castañeda, Simón Blackburn, y los estudiantes de Alber-

    to Franclc Peccioni y Tom Oberdam. No hay duda que él también hubiera querido 

    dar un reconocido agradecimiento al invaluable y constante estimulo y apoyo de  

    Ad o lf Grünbaum , su m aestro y amigo. Hay muchos otros cuya ayuda e influencia 

    debería ser agradecida, me disculpo por no incluir sus nombres y les agradezco la 

    ayuda que le prestaron a Alberto.

    Mis agradecimientos personales van primero para G ordo n Steinhoff, quien asumió la heroica tarea de averiguar las fuentes de las referencias en el texto escri-

    to a máquina, c otejando las mismas y la precisión de su traducción, com pletando 

    las citas y referencias y compilando la bibliografía. También agradezco muy en.  

    especial la asistencia de Michael Friedman, quien leyó en dos diferentes etapas de 

    mi trabajo la trascripción y me hizo numerosas e importantes sugerencias para 

    co rregirla y editarla. Agradezco , además a Nic holas Griffin y a un árbitro anónimo  

    sus sugerencias editoriales. A E duardo Garc ía Belsunce y Tom Oberdam el auxi-

    lio c on su experiencia cuando fue necesario. Finalmente, agradezco a joh n Winnie 

    por sus comentarios y ayuda en la trascripción y por la motivación y el apoyo que 

    me animaron durante el largo proceso de que llevó a esta publicación.

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    IA g r a d e c i m i e n t o s

    as referencias de material no publicado fueron tomadas de cuatro fuentes:  

    los Archivos de Filosofía de la Ciencia en el Siglo Veinte, las bibliotecas de la  

    Universidad de Pittsburg; los Archivos de Bertrand Russell, Universidad MacMaster;  

    el Archivo Círculo de Viena, Universidad de Amsterdam; microfilme de los 

    Wittgenstein Papper, distribuido por la biblioteca de la Universidad Cornell. Mi  

    agradecimiento especial al curador Gerald IIeverly y a Stephen Wagner, ayudante  

    de investigación de los Archivos de F ilosofía de la Ciencia, biblioteca de la Univer-

    sidad de Pittsburg, y a A. J. Kox, secretaria ejecutiva de la Fundación Círculo de 

    Viena, Universidad de Amsterdam, por su ayuda en la localización de los artículos 

    en los Archivos de Filosofía de la Ciencia y en el Archivo del Círculo de Viena, 

    respectivamente, y por cotejar la precisión de las referencias en los archivos; gra-

    cias también a Nicholas Griffin por averiguar detalles para mi en los Archivos  

    Bertrand Russell.

    Algunos pasajes de los artículos de los Archivos de Filosofía de la Ciencia en  

    el Siglo Veinte de Rudolf Carnap, Frank P. Ramsey y Hans Reichenbach, son  

    citados con el permiso de la Universidad de Pittsburg. La cita de la carta de Kurt  

    Godel es incluida co n el permiso del Instituto de E studios Avanzados, P rinceton,  

    N.J. Las citas de las cartas de Moritz Schlick son incluidas con el permiso de la 

    Fundación Círculo de Viena.

    Las citas de los artículos de los Archivos de Bertrand Russell son incluidos  

    con la autorización del Comité de Permisos de Derechos de Autor de los Archi-

    vos de Bertrand Russell.

    Los pasajes de los artículos en el Archivo del Círculo de Aliena que son 

    autoría de Moritz Schlick son citados con el permiso de la Fundación Círculo de  

    Aliena. La cita de la carta no publicada de Rudolf Carnap es incluida con el gentil  permiso de la señora Hanna Carnap Thost. L a cita de la carta de Alber t E instein 

    es incluida con el permiso de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Los pasajes de  

    la carta de Hans Reichenbach son citados con el permiso de Maria Reichenbach.

    Las citas de los trabajos postumos o no publicados de Wittgenstein fue 

    gracias al amable permiso de G.E .M. Ansco mbe y G.H . von Wriglit. .

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    In t r o d u c c i ó n *

    El tema principal de esta obra lo constituye una década en la

    vida filosófica de lo que, en un sentido amplio, podría lla

    marse V iena.  E ntre 192 5 y 1935 , en los alrededores de Viena, elpaso tradicionalmente cansino del espíritu experimentó de pronto

    una aceleración cuando algunas de las voces más ilustradas de laépoca empezaron a hablar entre sí. Probablemente Wittgenstein,

    Tarski, Carnap, Schlick, Popper o Reichenbach no eran más sabios

    que algunos de sus contemporáneos, pero las circunstancias hicie

    ron factible una interacción entre ellos a lo largo de una década y el

    resultado de ese diálogo merece nuestra atención.

    Cuando empecé a escribir este libro, me propuse explicar en

    el “Prefacio” que el tema del mismo érala historia de la epistemo

    logía desde K ant, tal y como Carnap la hubiera escrito de haber

    sido H egel^Con el tiempo he llegado a pensar que aunque quizá el

    E spíritu no sea malicioso , con seguridad sí es olvidadizo. E n Viena

    pudo dar pasos decisivos en lo que se refiere al problema de lo a   priori , pero tal movimiento no sólo fue hacia adelante, sino tam

     bién hacia los lados e inclusive en regresión acerca de ciertos asuntos

    cruciales. La mayor parte de sus actitudes erróneas podría haber

    sido evitada si hubiera tenido presentes algunos de los logros del

    siglo X I X . Pero esto tal vez podría perdonársele tomando en cuenta que,: en realidad, las mejores de sus intuiciones se debieron a la

    menos notable de sus voces.

    Tres corrientes principales de pensamiento pueden distinguirse

    dentro del ámbito de la epistemología durante el siglo X I X , el Posi-

    ' Traducción de Luis Felipe Segura (UAMI).

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    tivismo, el K antismo y lo que aquí propongo llamar la Tradición" '

    Semántica. Lo que distingue a los adeptos de estas corrientes es la

    actitud que cada una de ellas tiene hacia el a priori. Los positivistasniegan su existencia, mientras que los kan fíano slo explican en tér

    minos del giro copernicano. A su vez, quienes forman parte de la

    tradición semántica creen en el a priori, pero no en el poder c onstitutivo de la mente. Sospechan, igualmente, que el origen de toda la

    confusión idealista reside en una serie de equívocos relativos a pro

     blemas de significado [;meanin¿]. Los semánticos resultan fácilmenteidentificables: dedican una buena parte de su atención a los concep

    tos, las proposiciones, los sentidos de las palabras -al contenido y a

    la estructura de lo que decimos, en oposición a los representantes

    de las o tras orientaciones, que no ven las razones para invertir tan

    to tiempo en trivialidades semánticas.

    Sería difícil encontrar un problema epistemológico de mayor

    importancia que el del carácter del conocimiento a priori.  Una de

    las ideas básicas detrás de,, prácticamente, toda epistemología, des

    de Platón, es la de que existen dos tipos radicalmente diferentes de

    pretensiones epistemológicas: la concerniente a lo a priori y las de

    más. E n la filoso fía prekantiana, muchos habían dado tácitamentepor supuesto que la noción de analiticidad era la clave para la de loa priori.  K ant vio que era necesario dar una explicación diferente,

    puesto que no todo juicio a priori es analítico, por lo que presentó

    una nueva teoría basada en una de las ideas filosóficas más nota bles que jamás se hayan producido: el giro copernicano . Además

    de esto, K ant co locó en el centro de su explicación so bre el a priori 

    científico la idea de una intuición pura. Los positivistas no podían

    aceptar las co nsecuencias de tal concepción y no hallaron otra fo r

    ma de resolver el dilema que negando la existencia del apriori, aun’en el caso de la lógica.

    Al debatirse entre la E scila de afirmar que 2   + 2 —4  es unaverdad empírica y el Caribdis de explicarla en términos de opera

    ciones de la intuición pura, los semánticos optaron por un viraje ytrataron de encontrar una mejor ruta. Q ue hay un co nocimiento a 

     priori   -inclusive uno de tipo sintético estaba fuera de toda duda.Pero la mayoría de los semánticos consideraban el recurso a la

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    intuición pura como un obstáculo para el desarrollo de la ciencia.

    E n el primer volumen de esta obra se describen las etapas a través

    dé las cuales se fue reconociendo que la intuición pura debía serexcluida de las ciencias a priori y, en consecuencia, que la explica

    ción kantiana de las matemáticas y la geometría debía ser reempla

    zada por alguna otra.

    N uestra historia comienza con las ideas de K ant acerca, del

    análisis y algunas de sus razones para concluir que es necesario

    apelar a la intuición pura en relación con el a priori  (capítulo 1).Pasamos luego al examen de los episodios más sobresalientes

    que socavaron tal convicción. E l proyecto reduccionista de B olzano

    (capítulo 2), complementado por los proyectos logicistas de Frege

    y Russell (capítulos 4 y 6) pusieron en tela de juicio las concepcio

    nes kantianas en el campo de la aritmética. A Helmholtz (capítulo

    3), Poincaré y Hilbert (capítulo 8) se deben las contribuciones de

    cisivas que hicieron posibles desarrollos análogos en el campo de

    la geometría. A finales del siglo X I X resultaba ya evidente qu.e el

    conocimiento a priori  no podía ser lo que K ant había creído. Aprincipios del X X , las teorías especial y general de la relatividad

    plantearon lo que parecía ser una desafío adicional a la concepc iónkantiana, esta vez desde el campo de la física (capítulo 10).

    Los semánticos no estaban interesados primordialmente en

    mo strar que K ant no había resuelto el prob lema, sino en resolver

    lo ellos mismos. La suposición básica y común a .todos los repre

    sentantes de este movimiento era que la epistemología se encon

    traba en un estado donde imperaba el desorden y que éste se debía

    ante todo a una incuria semántica. Su primera filosofía  no era la me

    tafísica sino la semántica. E n particular, creían que la clave del a 

     prior i reside- en un reco nocimiento de la naturaleza y la func ión de

    los conceptos, las. proposiciones y los senticlos. Aunque, en reali

    dad, de sus escritos no se desprende ninguna doctrina defendible"acerca del a priori  (capítulo 7), una labor paciente de precisión deideas semánticas llevada a cabo en los escritos de Bolzano, Frege,Husserl, Russell y el primer Wittgenstein (capítulos 2, 4, 5, 6 y 8)sienta las bases para una teoría al respecto. E ste es el trasfo ndo dela formulación, a principios de la década de 1930, de la primera

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    alternativa real a la concepción kantiana del a priori  (capítulos 13,

    14, 15 y 17). Su idea de que el significado es el responsable del a  priori   constituye la contribución más importante de ese periodo a

    la filosofía.E l positivismo lógico comenzó co mo una rama del neokan-

    tismo que se distinguía de otras derivaciones de éste po r tomar a la

    ciencia como modelo epistemológico (capítulos 9, 10 y 11). D u

    rante la década de 1920, los primeros miembros y asociados de ese

    grupo fueron alejándose poco a poco de sus orígenes kantianos.

    Schlick y Reichenbach en el curso de sus esfuerzos por interpretar

    las lecciones de la reciente teoría de la relatividad (capítulo 10);

    Carnap buscando desarrollar sus ideas epistemológicas como una

    teoría de la constitución en general (capítulos 11 y 12). C o m o  resul

    tado de la alta estima que se profesa a la ciencia en esta corriente

    surge, como segunda gran contribución del grupo de Viena, unenfoque trascendental a la epistemología, una nueva filosofía de k  

    ciencia   (capítulos 10,17 y 18).E l giro copernicano que había inspirado el análisis kantiano

    del a priori había conducido también a una teoría de la experienciay a una comprensión de los lazos que existen entre el conocimien

    to y la realidad que desembo ca de manera natural en el idealismo. E n

    el siglo X I X eran muchos los que querían evitar el idealismo, pero

    poc os los que sabían cómo hacerlo, excepto rehusándose a reflexio

    nar sobre las consecuencias de sus convicciones. Los semánticos

    sospechab an que si concedían las suposiciones tácitas de K ant

    respecto de la semántica, ciertas ideas kantianas a propósito del

    papel de la [del proceso de] constitución en el conocimiento sólo

    podían interpretarse como algo que conduce al idealismo. Creían,

    de nueva cuenta, que la clave de una actitud razonable se encontra

     ba en una sem ántica no ambigua.Aunque tradicionalmente los empiristas han coqueteado con

    el significado, a final de cuentas han conservado también su hosti

    lidad hacia el mismo. Cuando el significado se convierte en algo

    más que un tema al que se alude oblicuamente, cuando se convier

    te en un sujeto explícito de investigación, parece presentarse, de

    igual modo, como una alternativa a las consideraciones empiricistas;

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    comienza a tener la apariencia de un dominio fáctico insensib le a lainvestigación c ientífica. Q uienes asociaban su nom bre al movimien

    to vienes eran, ante todo, empiristas y compartían el horror tradi

    cional de éstos al significado. Desprovistos del significado encontraron difícil evitar el idealismo (capítulos 9 y 10). Carnap estuvo

    más cerca que cualquier otro de hacer inteligible el realismo, pero

    su aversión a todo lo que tuviera que ver con la metafísica le impi

    dió llevar a buen término la incorporación del significado al

    empirismo (capítulos 12 y 17). Al final, el positivismo lógico se

    quedó sin significado. L a consecuencia natural fue el debate, a prin

    cipios de la década de 1930, acerca de “los fundamentos del cono

    cimiento ”, que, en realidad, no era en absoluto un debate acerca de

    los fundamentos, sino acerca del vínculo entre lo que sabemos y el

    mundo (capítulo 19).

    Nuestro panorama de los desarrollos vieneses en el segundo

    volumen del libro parecería desequilibrado si no tenemos presente

    tanto las verdades como las falsedades que sus protagonistas apren

    dieron de las tres grandes tradiciones decimonónicas y que, en su

    conjunto, dieron fo rma a sus perspectivas. Para ser justo, este estudio tendría que haber incluido, ademas de la Parte I, o tras dos sec

    ciones introducto rias, una dedicada al kantismo y o tra al positivis

    mo. La fínitud de mi vida, mi mente y la paciencia de mis lectores

    fueron factores a considerar. Pero estaba también el hecho de que

    el kantismo y el positivismo del siglo XIX son mucho más cono

    cidos que su menos célebre rival. Y, por último, -¿por qué no

    admitirlo?—el nivel de co mprensión pro funda de la co nfusión es

    mucho, mucho mayor entre los semánticos que entre sus más re

    putados y más respetados colegas de las otras corrientes.

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    VOL. 1

    La  T r a d ic ió n   S e má n t ic a

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    ’ - 1 — _ _ _ _

    K a n t  , e l   a n á l i s i s   y   l a   i n t u i c i ó n   p u r a *

    F u e f a t a l q u e K a n t [. .. ] c r e y e r a h a b e r d e s p a c h a d o l a e s f e r a l ó g i c a p u r a ,

    e n e l s e n t i d o m á s e s t r ic t o , c o n la o b s e r v a c i ó n d e q u e e s t á s o m e t i d a a l

    p r i n c i p i o d e c o n t r a d ic c i ó n . N o s ó l o n o v i o n u n c a c u á n p o c o p o s e e n l a s

    l e y e s l ó g i c a s e l c a r á c t e r d e p r o p o s i c i o n e s a n a l ít i c a s , e n e l s e n t i d o p o r

    é l m is m o d e f in i d o , s in o q u e t a m p o c o v i o c u á n e s c a s a g a n a n c i a s e

    o b t i e n e d e e s c l a r e c e r l a f u n c i ó n d e l p e n s a m i e n t o a n a l ít ic o s e ñ a l a n d o u n

    p r i n c i p i o e v i d e n t e d e l a s p r o p o s i c i o n e s a n a l í t i c a s .

    H u s s e r l , in v e s t ig a c io n e s   l ó g ic a s  ,  v o l . 2 , p a r t e 2

    ara bien y para mal, casi todos los desarrollos filosóficos

    e importancia a partir de 1800 han sido respuestas a Kant.

    E sto es especialmente cierto en el tema del conocimiento a priori. 

    E l prob lema central de la Critica  había sido lo a priori, y K ant lohabía tratado desde las perspectivas complementarias del juicio y

    la experiencia. Su revolución copernicana le dio una teoría de la experiencia y una visión no platónica de lo a priori.  Mas cuando estaba

    adelantada la redacció n de la Crítica, K ant descubrió la noc ión del

     juic io sintétic o a priori,  y vio en él una form a particularmente atrac

    tiva de formular su proyecto como consistiendo en explicar cómo

    son posibles los juicios de esa clase.

    La dimensión constitutiva de las teorías kantianas de la expe

    riencia y de lo a priori  tendrá un lugar prominente en desarrollos

    posteriores. Como veremos, uno de los puntos de inflexión en

    nuestro relato involucrará un giro copernicano, si bien en relacióncon un tema distinto del que ocupó a Kant. Más aún, las primeras

    etapas del pos itivismo lógico se podrían ver como un desarrollo de

    este aspecto de la idea original de K ant llevado hasta el agotam ien

    to. E n este capítulo, no obstante, nos concentraremo s exclusiva-

    ' Traducción de Jorge Issa G. (UAMI).

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    men te en el aspecto más superficial del tratamiento que K ant da a

    lo a priori, incluyendo los juicios sintéticos a priori. Porque, en efecto,la poca profundidad con que K ant trató este tema fue lo que lo

    condujo a las doctrinas que, a su vez, dieron lugar a la tradición

    semántica.

    Uno de los puntos centrales en que están de acuerdo los miem

     bros de la tradic ión semántica es la idea de que la fuente principal

    de error de la teoría kantiana del conocimiento (en especial de lo a 

     priori)  es su confusa doctrina del significado y que la clave paraelaborar una doctrina correcta de lo a priori reside en comprender

    la semántica. Nuestro propósito en este primer capítulo consiste

    en exam inar los aspectos relevantes de la epistemo logía kantiana y

    su trasfondo semántico. Nuestro primer problema será dejar al

    descubierto los puntos de vista semánticos de Kant.

    E n cierto sentido, desde luego, no tenía ninguno: efect iva

    mente, parte de la historia que nos proponemos contar es cómo

    nació la semántica. E n otro sentido, sí los tenía, por supuesto, pues

    no le quedaba más remedio que tener opiniones, así fueran tácitas

    y no bien reco noc idas, acerca de lo que implica transmitir info rma

    ción, cuándo podemos hacerlo en forma exitosa y cuándo nos vemos empujados al fracaso. Los filósofos han considerado frecuen

    temente que estos temas no merecen mucha atención. L a tradiciónanalítica que se extiende de Bolzano a Carnap coloca al significa

    do en el corazón de la filosofía; o, más bien, descubre que ha estado

    allí todo el tiempo, sin ser reconocido, y que el hecho de no haber

    pensado con más seriedad en él es la raíz de la reductio adabsurdum del

    racionalismo que se halla presente en la filosof ía de K ant y en su

    descendencia idealista. La pregunta es: ¿dónde hay que busc ar la. se

    mántica tácita de quienes no abordaron el tema en forma explícita?

    E n uno de los muchos aforismos que Quine dedicó a la tradi

    ción semántica, observaba que “los significados son aquello en loque las esencias se convierten [...] cuando se casan con la palabra”.Si esto fuera cierto, aquellos que quisieran saber qué pensó K ant

    acerca de los significados tendrían que consultar lo que escribiósobre las esencias. (Como no escribió casi nada en torno a ese

    tema, aquí term inaría la pesquisa.) E n realidad, los significados tie

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    nen un ancestro más honorable dentro del campo de la lógica tra

    dicional en la categoría de los conceptos o, más en general, de las

    representaciones. Para averiguar qué pensaba sobre los significa

    dos un filósofo poscartesiano, debemos echar un vistazo a los li

     bro s de lógica que esc rib ió1o citó , ya que es allí donde se tratan las

    nociones de concepto y juicio. Los significados son aquello en lo

    que los conceptos se convierten cuando se casan con la palabra.

    A n á lis is c o n c e p t u a l

    K ant estaba muy orgulloso de su distinción entre juicios analíticos

    y sintéticos: Reconocía que los filósofos que lo .antecedieron ha

     bían co mprendido la impo rtancia de la separación entre los juicio s

    a priori y a posteriori.  Pero cuando E berhard cuestionó su originali

    dad respecto a la analiticidad, K ant replicó, en un gesto de ironía,

    que, todo lo nuevo en ciencia,' a la larga se [“descubre que ya se

    sabía desde siempre” ] (Allisón, The Kant-E berhard Controversy,  p.

    154). D e haber leído á Borges, lo habría parafraseado:1“Las grandes ideas crean sus ancestros” (véase Borges, ‘N athanielH mvthorne”, 

    Obras completas,-p. 678).E n realidad, pocos motivos- tenía K ant para sentirse o rgulloso. Su tratamiento de la distinción analítico-sintético es original en

    algunos'aspeeto5,:como veremos; pero, á fin de cuentas, es una de

    las partes» :menos distinguidas de su filosofía. E n ella convergenalgunas confusiones delarga-data y surgen otras que son originales

    suyas, encontrándose éstas últimas destinadas a ejercer una influen

    cia amplia'y perjudicial engodo el siglo XIX .La visión del significado que dominó desde el surgimiento del

    racionalismo y el empirismo consideraba que los significados se

    encontraban asociados de manera inextricable con la experiencia.

    No está mal pensar que, para conocer el significado del dolor, elamor, la rivalidad,'el heroísmo, etcétera, se deban tener ciertas experiencias y que, mientras-más cuidadosamente uno analice talesexperiencias, mejor comprenderá eldolor, el amor, entre otras. A

    partir :de allí, no hay que dar más que un pequeño paso para con

    cluir que-el significado dé ‘dolor’, ‘amor’, etcétera, está constituido

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    precisamente por aquellos f enómenos psíquicos que son o bjeto de

    nuestro análisis. S e podría pensar que lo mismo vale para todas las

    expresiones: tendrán algún significado sólo en la medida —y justoen el grado—en que se relacionen con procesos mentales huma

    nos. Se podría pensar, por ejemplo, que las expresiones numéricas

    derivan su significado de los procesos mentales en que se veninvolucradas: los números naturales, al intervenir en procesos de

    conteo; los objetos geométricos, en actos de medición; etcétera.

    D esde esta perspectiva, la noc ión semántica básica es la de re presentaciones \Vorstellungen\ construidas como “modificaciones de la

    mente” que “pertenecen al sentido interno” (Kant, Crítica, A 98-

    99), como estados mentales destinados a representar algo. Unalarga tradición canonizada en la L ogique de Fort R ojal  ha declarado

    que las ideas o representaciones constituyen el tema más impor

    tante de la lógica ya que “sólo a través de la mediación de las ideas

    que hay en nosotros podemos tener conocimiento de lo que se

    halla afuera de nosotros” (Arnauld y Nicole, h a logique ou l ’art de 

     penser., p. 63). E n palabras de Leibn iz, el alma humana “perc ibe loque pasa al margen de ella gracias a lo que pasa dentro de ella”

    (Clarke, T heL eibni^Clark e Correspondence, p. 83); de hecho, “la natu

    raleza de la mó nada” es “representar” (Leibniz, “T he M oñadology”[1714], Philosophical Papers a nd L etters, pp. 648-649).

    L a palabra V orstellung’ se convirtió por vez primera en un tér

    mino técnico en la filosofía de Wolf; correspondía aproximada

    mente a lo que antes se llamaba ‘idea’ y se buscaba que abarcara

    procesos tanto intelectuales como psíquicos. Según Meier, autor

    del texto de lógica que K ant siguió en muchos de sus cursos so bre

    el tema, las representaciones eran “dibujos o imágenes [Ge?nalde oderBilder) de las cosas que nos representamos. (m r uní vorstellen)”

    (Meier,  A us^ug aus der V ernunftlehre, sec. 24). E n su acepciónprekantiana, en Wolf, Lambert y Meier, por ejemplo, ‘representa

    ción’ y ‘concepto ’ (Begnjff)  funcionaban como sinónimos. E l K antprecrítico respetó este uso en gran medida.' •

    1 Véase C. Knüfer, Gnmd^iige der Gesdiichte des Begrijfs 'V orstellung von W ólff bis 

    Kaiit. La visión de Kant ac erca de la representación difiere de las de sus predecesores

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    Uno de los muchos mo dos en que los filósofos han tratado de

    entender el significado se podría llamar “teoría química de la repre

    sentación”, para emplear una analogía que a veces se encuentra en

    los escritos de Locke, Lamb ert y aun de Kant. D e acuerdo con esta

    teoría, las representaciones, al igual que los compuestos químicos,

    habitualmente son complejos de elementos o “co nstituyentes” que,

    a su vez, pueden ser complejos. Por lo general, cuando se nos da

    úna representación, no somos conscientes de ello. E l análisis es el

    proceso a través del cual identificamos los constituyentes de unarepresentación compleja. Es un proceso que debe concluir, (aca

    so) después de una cantidad finita de etapas, con la identificación

    de los constituyentes simples. Más aún, la mejor manera de saber

    qué es una representación consiste en identificar sus constituyen

    tes (de preferencia sus constituyentes simples últimos) y el modo

    en algunos puntos importantes. Por ejemplo, en la época de su Dissertation de 1770  

    había trazado una clara distinción entre dos facultades de representación (la sensibi-

    lidad y el entendimiento) y pronto haría una separación igualmente nítida de las  

    representac iones que tales facultades generan. Más aún, asumiría, por razones jamás 

    reveladas, que las representaciones singulares (entre los seres humanos) son privile-

    gio de la sensibilidad, en tanto que las generales surgen únicamente del entendi-

    miento. Wolff habíadicho que las representaciones eran “ya sea de cosas singulares

    o individuales, o bien de universales” (L ogic, p. bod);y dado que él, al igual que Lam bert 

    y Meier, identificaba representación con concepto, admitía por consiguiente con-

    ceptos individuales. (Sobre la identificación de representación con concepto, véase 

    G. F. Meier, A ussgtg aus der V srmmfilehre,  sec. 249; C. Wolff, V ermmflige Gedank en von 

    den Kra ften des menschlichen V erstandes, sec 4;J. R. Lambert,N enes Organon, sec 6.) Kant 

    rechazó enfáticamente tal identificación: “Un c oncepto singular no es un conc epto en 

    absoluto” (“Conceptus singularis istgar kein Conceptas” ,PhilosophischcE nyk lapadie, 

    p. 18). Una vez que confinó toda representación individual al dominio de la sensibi-lidad y toda representación general al del entendimiento, llamó ‘intuiciones’ a las  

    primeras y reservó la palabra ‘concepto’ para las últimas. De esta guisa, Kant conclu-

    yó que la idea de un concepto individual es una contradictio in adjecti. L. W Beck ha 

    sostenido que la introducción de lasdos clases de representaciones y de las capaci-

    dades representacionales correspondientes es el rasgo más prominente y original de  

    la estrategia que llevó a Ka nt a formular su filosofía critica (Bec k, “Ka nt’s Strategy”).

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    en que se unieron o combinaron para formar la representación en

    cuestión. Cono cer, un concepto plenamente, por ejemplo, es defi

    nirlo; y la definición (E rk laerat!¿) no es más ni menos que el análisisexhaustivo y completo.

    La doctrina de las ideas elaborada por Descartes' había pro

    movido las nociones de claridad y distinción al estatus de celebri

    dades filosóficas. Bajo la influencia del nuevo racionalismo, pron

    to se llegó a considerar a estas dos nociones heterológicas como

    las más altas virtudes en la ética de los conceptos y figuraron demanera pro minente en los c apítulos de la mayoría de los textos de

    lógica. E n la tradición filosóf ica alemana tomaron una fo rma másprecisa.

    Aun cuando las representaciones se hallan destinadas básica

    mente a representar otras cosas, en ocasiones podemos dirigir ha

    cia ellas la flecha de la referenc ia (K ant, Crítica, A 108). Cuando lohacemos, cuando cobramos conciencia de la representación, en

    tonces, según Kant, es clara (k lar,  ei., Logik, p. 33). La virtud más

    importante de la distinción (Deutlichk eit) depende por completo de-nuestra relación mental con lo que K ant llamó la “multiplicidad”

    dada en la representación. Considérense, para empezar, las representaciones intuitivas. Si nos representamos intuitivamente una casa

    a la distancia (e.i.  al verla), quizá no nos percatemos conscientemente de las ventanas, las puertas y demás partes de ella. No obs

    tante afirmab a K ant, es seguro que las vimos, de alguna manera,

    puesto que sabemos “que el objeto intuido es una casa”; por lo

    tanto, “necesariamente debemos tener una representación de las

    distintas partes de esta casa”. E n efecto, si no hubiésemo s visto

    sus partes, tampoco habríamos visto la casa. Sólo que no estamos

    conscientes de esta presentación de la multiplicidad de sus partes

    (L ogik , p. 34; también L ogik P ol i t pp. 510-5 11; Reflex ionen ̂ ur Logik , 

    refl. 1676, p. 78; W iener L ogik ,  p. 841; Borges, “ArgumentumO rnithologicum”, en Obras completas,  p. 787 ). E l venerable Wolfhabía elogiado “el gran uso de lentes de aumento para obtener

    nociones distintas” (L ogic,  pp. 27-28). Siguiendo esta indicación,K ant notó que cuando nos fijamos en la V ía Láctea con el ojo

    desnudo tenemos una representación clara pero no distinta de ella,

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    ya que no vemos un conglomerado discontinuo de estrellas, sino,

    antes bien, un haz continúo de luz. Cuando la miramos a través del

    telescopio, empero, nuestra representación es (más) distinta (Logik, 

    p. 35; también L ogik Polit% p. 511). Haciéndose eco de uno de los

    ejemplos que da Leibniz en sus N ouveaux essais  (Ib. 2, cap. 2, sec. 1

    y Ib. 4, cap. 6, sec. 7), K ant ilustró la naturaleza de una represen ta

    ción clara pero no distinta-. “Azul y amarillo hacen verde, pero no

    siempre nós percatamos de la presencia de estas partes del verde”

    (W ienerL ogik ,  p. 841).2 Mutatis mutandis, se supone que ocurre otro tanto con las re

    presentaciones conceptuales. Podríamos, por ejemplo, contar con

    un concepto claro de la virtud y, asimismo, reconocer algunos de

    los rasgos que la constituyen sin tener total claridad acerca de cuá

    les son todos o siquiera la mayor parte de ellos. E l proceso a travésdel cual logramos distinción en esta materia es justamente lo que

    K ant llamó análisis; “Analizar un concepto [es] volverse conscien

    te de la multiplicidad que siempre pienso en él” (Crítica, B 11/A7).

    Es un elemento esencial de la doctrina kantiana del anáEsis el

    señalamiento de que nuestra intelección del concepto analizado

    cambia (en realidad mejora) durante el proceso, mientras que elconcepto no:

    Cuando separamos al concepto de virtud en sus constituyentes,  

    hac em os que se tom e distinto a través del análisis. Al volverlo  

    distinto de esta manera, sin embargo, no añadimos nada al con-

    cepto: sencillamente lo clarificamos. (L ogik ,  p. 35)

    Cuando logro que un concepto se haga distinto, el mero análisis  

    no incrementa en lo más mínimo el contenido de mi cognición

    2 Otros pasajes que vale la pena revisar se encuentran en Kant, L ogik Blomberg, p..41; L ogik Philippi, p. 410; y V orlestmgen itber die Metaphysik ,  pp.!135137. En esta 

    última, por ejemplo, encontramos lo siguiente: “Si Dios alumbrara directamente  

    nuestra alma de mo do que pudiéramos c obrar:Conciencia de todas nuestras repre-

    sentaciones, entonces veríamos clara y distintamente todos los cuerpos del mun-

    do tal cual si los tuviéramos justo ante nuestros ojos” (p. 136).

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    [...a través del análisis] aprendo a distinguir mejor o con mayor 

    claridad de conciencia lo que ya estaba contenido en el concepto  

    dado. Así com o nada se añade a un mapa cuando simplemente se 

    le ha iluminado, la mera elucidación de determinado concepto  

    po r me dió del análisis de sus ca racterísticas no le adiciona nada al 

    co ncep to en lo más mínimo. (L ogik ,  p. 64)

    E n cuanto a la definición, él había dicho en la W iener L ogik  

    que es " el capítulo más impo rtante de la lógica” (p. 912) y procedió

    a explicarlo:

    T odos nue stros co nceptos, en la medida en que están dados ya sea 

    a priori o a posteriori,  se pueden definir únicamente por medio del 

    análisis d isectivo (Zergliedenin¿¡. E n efecto, cuando está dado, sólo  

    puedo lograr que el concepto se torne distinto haciendo que sean  

    claras las características (Merk male)  que contiene. E so es lo que 

    hace el análisis. Si tal análisis es completo [...y], además, las carac-

    terísticas n o son m uchas, entonc es es prec iso y constituye, así, una  

    definición, (p. 914; véase también L ogik P hilippi,  p. 455)3

    So pena de redundar en falta de distinción, el análisis debe

    co ncluir después de una cantidad finita de pasos; en co nsecuencia,

    uno debe encontrar conceptos simples, indefinibles e inanalizables

    al final del proceso.4 Sospechosamente, K ant tenía poco que decir

    acerca de estos indefinibles que obviamente son de importancia

    crucial, si bien observó, demanera explícita que, además de ser

    indefinibles e inanalizables, estas características también carecen

    3 Cuando se trata de conceptos no dados, es decir, construidos, el análisis es 

    una trivialidad, pues en ese caso, para empezar, nosotros hemos dec idido cuáles son los constituyentes del concepto. Sin embargo, si los co ncepto s están dados, lejos de 

    ser una trivialidad, el análisis constituye la esencia misma de la genuina actividad  

    filosófica.

     AVéase, por ejemplo, Waismann, W iener L ogik ,  p. 841: “Al final siempre se 

    llega a la parte conceptos, que son simples y que sólo pueden ser claros para  

    nosotros”. Véase también Kant, L ogik Philippi,  p. 342.

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    de distinción { L ogik , pp. 34 -35; L ogik Philippi, p. 342). L a distinción

    total, por consiguiente, se logra cüando se reduce un concepto

    complejo a aquellos constituyentes suyos que no son distintos. E sta

    peculiaridad quizá provenga de una mera excentricidad

    terminológica. Resulta más difícil aún entender la insistencia de

    K ant en que la claridad única virtud lógica de los conceptos sim

    ples no es un tema para los lógicos, ni siquiera para los filósofos,

    pues sólo le concierne al psicólogo (véase, e. i., Critica, B 414 nota;

     A nthropologie,  p. 137; Untersuchung über natürlichen Theologie,  pp. 284,2 8 6 ,290 ).5 N o sería ésta la última vez que un f ilósof o remitiera a la

    psicología aquellas partes de la epistemología que amenacen con

    hacer que se embarranque su filosofía.

    Las citas anteriores proporcionan bastantes pruebas del com

    promiso contraído por K ant con la doctrina química del concepto.

    Pero dejan ver también otro aspecto importante de su concepción

    del análisis, un aspecto que sus sucesores idealistas eliminaron y en

    el que haría hincapié una tradición filosófica diferente durante el

    siglo X I X . A menos que estemos dispuestos a considerar las expli

    caciones kantianas del análisis conceptual como intentos comple

    tamente fallidos de expresar su significado, no hay manera deevitar la conclusión de que estaba adoptando tácitamente una dis

    tinción entre los actos mentales en que se hallan involucrados los

    conceptos y los conceptos mismos. S i nuestra comprensión del con

    cepto de virtud puede ser mala en un momento y buena en otro,

    estos dos diferentes actos o estados de intelección deben, de algu

    na forma, tocar o involucrar al mismo concepto. Por lo tanto, en

    algún sentido de haber, debe haber un concepto de virtud que sea

    objeto de los episodios mentales y a la vez distinto de ellos. Talconcepto no tiene que ser extrasubjetivo; pero al menos debe ser

     , 5 Le ibniz tam bién había advertido la existencia de una dificultad en esta cues-

    tión: “Al parecer no cabe en las capacidades humanas analizar conceptos hasta el  

    punto de arribar a conceptos primitivos o a otros que estén compuestos de éstos. 

    E mpero, el análisis de las verdades cae más dentro de los poderes humanos” (Opuscules 

    étfragmente inédits de heibni £ p. 514). E l “problema de los indefinibles” ta l co mo  

    Russell lo denominó aparecerá en forma prominente en capítulos posteriores.

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    intersubjetivo, pues la misma representación conceptual se halla

    involucrada en diferentes instancias o actos psíquicos de represen

    tación en una sola o en diversas personas. Seguramente, al igual

    que sus maestros y seguidores, K ant no se atuvo a esta distinción

    de manera consistente; empero, sin ella sería muy difícil dar senti

    do a lo que dijo sobre el análisis de los conceptos y acerca del cono

    cimiento analítico. E n cuanto al primero, por ejemplo, norm almente

    afirmaba: ‘TPor medio de la distinción analítica reconocemos enalgo n ada más que lo que originalmente habíamos pensado, y no es

    que reconozcamos mejor, es decir, con más distinción y claridad y

    mayor conciencia, lo que ya sabíamos” (L ogik Blomberg, p. 131; véase también Crítica,  A 5-6/B 9). Tampoco sería posible dotar desentido a las incontables referencias al descubrimiento del conoci

    miento tácito a través del análisis. D e hecho, uno de los po cos

    temas persistentes que atraviesan toda la filosof ía de K ant, desde

    la juvenil Untersuchung über natürlichen Theologie  (1764) hasta los escritos críticos, fue que la filosofía se distinguía de las demás cien

    cias en que el método que le es propio consiste en el'análisis de los

    conceptos, en traer a la luz o a la superficie el conocimiento que se

    hallaba oculto más que en construir nuevo conocimiento. Comosucedía en el modelo socrático, la tarea del filósofo es ayudar a la

    gente a que cob re co nciencia de lo que ya sabía desde el principio:

    “Con que sólo tuviésemos conocimiento de lo que sabemos [...]

    nos asombrarían los tesoros que contiene nuestro conocimiento”{ Wiener L ogik , p. 843).

    E n alguna ocasión K ant llegó a plantear explícitamente lo que

    ahora llamamos el “problema del análisis”, la cuestión de la identi

    dad del analysandum y el analjsans, y su reveladora respuesta co nsti

    tuye una prueba de la inseguridad con que captaba la situación:

    ¿E s totalmente idéntico el con cepto que aparece en la definición a  lo definido [por medio del análisis]? [...] debemos tener presente:  

    materialiter , es de cir, quoad objecttm , es tos c on c ep to s sie m pre so n 

    completamente idénticos; sólo con respecto a la forma'no lo son,  

    en realidad, no deberían ser del todo idénticos; con respecto a la  

    materia, siempre pienso el mismo objeto, sólo que no del mismo

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    modo,'sino de diferente manera; lo que me representaba confusa-

    me nte antes de la definición, ahora m e lo represen to c on c laridad. 

    (L ogik Blomberg,  p. 265)

    E n la L ogik Philippi st  “explica” como sigue la distinción entremateria y form a —esa raíz de tanta co nfusión f ilosófica—: “Cuando

    observo un gusano a través del microscopio, la forma del gusano

    cambia pero-el objeto sigue siendo el mismo [...] Toda la filosofía

    se ocupa sólo de la forma, puesto que, al considerar un objeto por

    partes, nos percatamos con mayor claridad de la materia que contiene” (p. 34 1). E sto parecería implicar que, en el análisis, los c on

    ceptos de los que nos ocupamos antes y después del análisis son

    los mismos, pero es diferente el modo del conocimiento que tenemos de ellos (pese a que también se podría pensar que este pasaje

    y otros semejantes confunden un concepto y sus objetos).

    Aun cuando los puntos de vista de K ant sobre la naturaleza

    del significado oculto y el conocimiento tácito invocaban una dis

    tinción entre acto y contenido en las representaciones, también es

    cierto que co n frecuencia él parecía desestimar tal distinción y que,ante la demanda de especificidad, prefería inclinarse hacia el lado

    puramente subjetivo de la dicotomía. D e haber sido más sensib le aesa distinción y a su abrumadora importancia, K ant habría notado

    que el vínculo entre los conceptos y el análisis era mucho más

    débil de lo que había pensado. Veremos que, al hacer extensivas las

    ideas de análisis y síntesis de los conceptos a los juicios, el énfasis

    de K ant en el elemento subjetivo de la representación, que apare

     jab a la desatenc ión a su co ntraparte ob jetiva, sé co mb inó con la

    imagen química de los conceptos para producir una confusión

    peculiarmente kantiana.

    J u i c i o s a n a l í t i c o s

    Para K ant, el vínculo entre la analiticidad de los juic ios y el análisisconceptual era inmediato. Para empezar, “en un juicio, están en

    relación dos conceptos” (Philosophische E nsyk lopádie, p. 19), y en los juic ios categóricos el vínculo es la relac ión sujeto -predicado . Los

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     juicios categóricos son “la materia de todos los-demás” (Reflexionen 

    %ur L ogik , refl. 304 6, p. 631). D e este modo, todos los juicios tienencomo “materia” ya sea conceptos o bien otros juicios (refl. 3046 ).

    U n juicio categó rico es analítico —afirmó K ant—cuando el co ncepto predicado es pensado de manera implícita—o está contenido en

    el concepto sujeto; todos los demás juicios categóricos son sintéti

    cos (el ., L ogic, p.  117; Prolegomena to any Fiit-ure Metaphysics,  p. 14).6

    Así, pues, un juicio analítico es la expresión del resultado del análi

    sis conceptual.E n vista de cuáles son las fuentes de esta idea del análisis con

    ceptual, apenas sorprende que la definición de K ant se aplique a

     juic ios de la fo rma sujeto -predicado . (E n ellos, el 'sujeto ’ es co ns

    truido a la manera tradicional prefregeana, de modo que el sujeto

    de ‘T odos los A son B ’ es ‘T odos los A’ o ‘A’.) N o nos conciernen

    aquí los problemas comunes surgidos de la estrechez de esta defi-

    6 La advertencia 'pensado en’ es esencial para Kant, pues, al igual que Leibniz,  

    Rtipke y Putaam , c onsideraba que el modo de c onstituirse los conceptos dados no 

    depende de lo que sabemos sino de cuáles son los hechos que están en juego. Leibniz, 

    por ejemplo, había escrito que ‘la palabra ‘oro ’ no significa únicamente lo que sabe 

    del oro la persona que la pronuncia por ejemplo, que es algo amarillo y muy  

    pesado, sirio también lo que esa persona ignora y que podría saber otra persona, es  

    decir, que se trata de un cuerpo que tiene una constitución interna de la que proce-

    den su c olor y su peso y de la cual surgen otras propiedades que él admite que ya han 

    sido identificadas por los expertos (Nonvea/ / x essais, Ib. 3, cap. II, sec 24; véase tam-

    bién Ib. 4, cap. 6, secs. 811). Kant se hizo eco de esta opinión en la Crítica, A  727 

    728/ B 755 75 6. E stos pasajes atípicos no reflejan, en mi opinión, una anticipación 

    pasmosa de la teoría causal de las clases naturales, sino una consecuencia más de la  

    ' confusión entre co ncepto y objeto un a co nfusión cuya presencia en otros escritos 

    de estos filósofos se puede establecer sin sombra de duda . E n cualquier caso, si se 

    pueden revelar los constituyentes de un concepto A como resultado de una investi-

    gación empírica, entonces no podemos definir la analiticidad sin recurrir a lo que  

    “está pensado” en el conc epto, pues ‘A es B ’ poda'a ser a posteriori aun cuando B esté 

    contenido en el concepto A. Para que ‘A es B’ sea analítico, no basta con que B sea  

    parte de A; también debemos estar conscientes (si bien, de preferencia, oscuramen-

    te) de que B es parte de A.

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    ilición, puesto que no revelan ninguna falla seria en la visión de

    Kant. Lo que sí nos interesa es el asunto (de crucial importancia)del vínculo entre el análisis conceptual y los juicios analíticos. Se

    gún K ant, estos juicios se derivan “por disección del [concepto]

    sujeto” (Prolegomena toA .ny F uture Metaphysics, p. 17); “simplemente

    dividen el [concepto sujeto] en aquellos conceptos constituyentes

    que se han pensado en él desde el principio” (Crítica , B 11). Un

    ejemplo'paradigmático de juicio analítico es “Todo xque concuer-

    de con el concepto (a + b) de cuerpo también concordará con (b) el de extensión” { Logik , p. 11 1). “E n el caso del juicio analítico no

    salimos del concepto dado y tratamos de obtener algo de él” [Crítica, A 154/B 193).

    Superficialmente, podría parecer que K ant no estaba diciendo

    mucho más que tantos otros antes de él que también se ocuparonde la cuestión del análisis co nceptual. E berhard, por ejemplo, pen

    saba que la noción de juicio analítico claramente se encuentra enlos escritos de Leibniz. Tal evaluación pierde de vista por completo

    el elemento de novedad que K ant había incorporado a la doctrina

    química del concepto. La diferencia en este punto entre la posición

    de K ant y las de sus predecesores se pone de manifiesto c uandoexaminamos la respuesta que dan a la pregunta ¿cómo determina

    mos el modo en que está constituido un concepto?, ¿qué criterios

    determinan si un concepto B está “en” el concepto A?

    Cuando K ant comenzó a pensar en esta cuestión, hab ía dos

    respuestas corrientes, una de ellas surgida de una larga y venerable

    tradición, la otra formulada por Leibniz antes que nadie. La co

    rrespondencia Leibniz-Arnauld plantea claramente el conf licto entre

    ambos puntos de vista. Con su mezcla característica de genio y

    locura, Leibniz había concebido un proyecto en el cual los constitu

    yentes simples de los conceptos estarían representados por núme

    ros primos y su composición por la multiplicación correspondiente.

    D el teorema numérico chino (además de ciertas suposiciones acerca

    de la naturaleza de la verdad), infirió que, si contábamos con este

    “lenguaje perfecto”, todo lo que tuviese que ver con la verdad po

    dría resolverse recurriendo al algoritmo de la división. “Por ejem

    plo ” —explicaba—:

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    Si suponemos que el número que simboliza al hombre es el 6 y 

    que el del mono es 10, resulta evidente que el concepto de mono  

    no co ntiene al co nce pto de hom bre ni a la inversa. [...] Po r consi-

    guiente, cuando se inquiere si el concepto de hombre sabio se  

    halla con tenido en el con cepto de hom bre justo [...] sólo tenemos  

    que a veriguar si el núm ero que simboliza al hom bre justo se puede  

    dividir exac tamente entre el núm ero que simboliza al hom bre sa-

    bio. (lj>ghal Papers,  p. 22)

    E ste procedimiento nos permite resolver toda cuestión concerniente al valor de verdad de las proposiciones afirmativas uni

    versales, a condición de que asumamos -con Leibniz—que en los

    casos verdaderos “el concepto del sujeto, tomado dé mo do abso

    luto e indefinido y considerado en general en sí mismo, siempre

    contiene el concepto del predicado” (L qgicalPapers, p. 22).Como respuesta a la sorprendente aseveración de Leibniz de

    que.en toda proposición verdadera, sea necesaria o contingente, el

    predicado se halla contenido en el sujeto, Arnauld defendía la vi

    sión histórica de la cuestión: para que el predicado B esté en A, no

    sólo se requiere que sea verdadero sino asimismo necesario que

    ‘Todo A es B’.E n algún mom ento de la década de 1770, K ant llegó a la con

    clusión de que la analiticidad ni es la verdad (como pensab a Leibniz)

    ni la necesidad (como creía Arnauld), sino algo más fuerte que

    ambas: lo que se halla contenido en un concepto es menos que lo

    que se puede decir con verdad de él e incluso que lo que es necesa

    riamente cierto acerca de sus objetos; en otras palabras, la

    analiticidad es una cosa y la aprioridad  otra. Fue entonces cuandovio que existen verdades a priori  que no se fundan en el análisis

    conc eptual, que hay -c o m o él eligió denom inarlas- juicios sintéti

    cos a priori. D espués de advertir esto, su concepción de la filosof ía

    se transformó de manera radical. Antes pensaba que el método dela filosofía era el análisis y que el análisis sólo podía dar base a

    afirmaciones analíticas. Ahora decidía que la filosofía también se

    dedica (y acaso inclusive de modo predominante) a examinar los

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    fundamentos de juicios de muy diversa clase: los que son a priori, 

    pero no analíticos.Sería difícil exagerar la importancia que K ant le atribuyó a

    este descubrimiento. L a introducción de la Crítica anuncia una nueva ciencia (sec. 3) orientada a responder esta pregunta antes inad

    vertida: ¿cómo podemos tener conocimiento a priori de proposiciones en las que el concepto predicado no es parte del concepto

    sujeto? “Yace aquí oculto un cierto misterio; si a alguno de losantiguos se le hubiese o currido siquiera plantear esta pregunta, ello

    por sí mismo [...] habría bastado para oponerse a todos los sistemas de la razón pura” (Crítica, A 10). Empero, la existencia de tan

    notables juicios —pensaba K ant—había sido pasada enteramente

    por alto. E l hecho de que los juicios matemático s no fuesen analí

    ticos, por ejemplo, “hasta ahora ha pasado inadvertido para quie

    nes se empeñan en el análisis de la razón humana y, de hecho, se

    opone directamente a todas sus conjeturas” (Crítica, B 14).

    Aunque gran parte de la Crítica  debe haber sido escrita, o al

    menos concebida, en la época en que se formó esta nueva visión

    del análisis c onceptual, K ant prefirió exponer las consec uencias de

    esta visión al principio de la Crítica y de los Prolegómenos.   CuandoE berhard cuestionó la originalidad de K ant en relación con el temadel análisis y la síntesis, K ant se puso furioso y dejó ver sus sen ti

    mientos en un celebrado estallido polémico. Y en 179 1, en el bo

    rrador de una respuesta a una pregunta formulada por la Acade

    mia en torno a qué progresos había hecho la filosofía alemana

    desde Leibniz y Wolff, K ant observó que “el primer paso” de la

    nueva filosof ía crítica había consistido en trazar la distinción analí-

    tico-sintética. Y añadía: “D e haberse sabido esto co n claridad en la

    época de Leibniz o Wolff, no sólo se nos habría comunicado sino

    también enfatizado su importancia en los tratados de lógica y me

    tafísica” (Preisschrift über die Fortschritte der Metaphysik   [1804]; véasetambién Crítica, B 19).

    Aun así, queda pendiente una pregunta importante. ¿Por. qué

    K ant no pensó que su distinción era una consecuencia absolutamente trivial de la noción de análisis conceptual? La respuesta que

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    y propondría es ésta: al conjugarse esta distinción con la com

    prensió n info rmal que K ant tenía de las cuestiones semánticas,

    parecía implicar nada menos que el giro copernicano. Una vez quenos percatamos de que conocemos a priori  algunas afirmacionesque no pueden estar fundadas en una pura comprensión de su

    contenido, se pone de manifiesto que las cosas acerca de las cuales

    tenemos tal conocimiento no pueden ser tan independientes de la

    mente como se creía.E l núcleo ’del problema se halla en la suposición aparente

    mente inoc ua que hizo K ant en el sentido de que la distinciónanalítico-sintética es una explicación correcta de otra distinción, la

    que hay entre juicios clarificadores (E rlamtmmgsurtúk ) y juiciosampliadores (E nveiterungsurteile). M uy probablemente, K ant jamásse dio cuenta de que estaba lidiando con dos dicotomías distintas.D e esta guisa, algunas de sus “definiciones” de los juicios analíticoy sintético nos dicen que el último “extiende mi conocimiento más

    allá de lo que se encuentra contenido en el concepto [sujeto]”

    (Allison, The Ka nt-E berhard C ontroversy,^.  141; véase también L ogik,  

    p. 111; C rítica,KfyProlegofíienatoA nyF utureM etaphjsics, sec. 2a). Sinembargo, es esencial notar que estamos hablando aquí de una se

    gunda partición de la clase de todos los juicios (verdaderos.y de la

    forma sujeto-predicado) en aquellos que podemos fundamentar o

    identificar como verdaderos simplemente con base en el hecho de

    que tenemos claridad acerca de los conceptos involucrados en el

     juicio , y, por o tro lado, aquellos juicios en los que se apela a f uentes

    extraconceptuales de conocimiento. D icho gruesamente, mientras

    que la primera definición de Kant, la nominal, caracteriza a lo ‘ana

    lítico’ com o verdadero en virtud de definiciones (análisis) y lógica,

    la segunda lo define como verdadero en virtud del significado.

    La idea de que su definición nominal coincide con la segundaversión de lo ‘analítico’ se basa en una suposición que aparente

    mente a K ant le parecía tan evidente que no merecía ni la menor

    argumentación: los conceptos sólo pueden proporcionar una base para el  conoámiento a través de un proceso de análisis.  Así, afirmaba que en un

     juic io sintét ico :

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    yo deb o ir más allá del conc epto [sujeto] dado para con siderar, en 

    relación co n él, algo, po r com pleto, distinto de lo que estaba pen-

    sado en él. E sta relación [ entre el co nc epto sujeto y el co nc epto  

    predicado], por consiguiente, nunca es una relación de identidad  

    ni de c ontradicción: y nunca se puede descub rir la verdad o false-

    dad de la relación en eljuicio considerado en y p or sí mismo.  (Crítica , A  

    154/ 193-194; las cursivas son mías)

    E n otra parte lo dice de manera más concisa: “E s evidenteque a partir de meros conceptos sólo conocimiento analítico [...]

    puede o btenerse” [Critica, A 47/B 64-65).7 Luego nos ocuparemos

    de examinar el inmenso daño que esta confusión provocó. Por

    ahora, seguiremo s el curso del razonamiento de K ant. U na vez

    que se confunden los juicios sintéticos verdaderos de la definición

    nominal kantiana con juicios que no se fundan en conocimientopuramente conceptual, la pregunta obvia es: ¿en qué se apoyan?

    -•: K ant hab ía explicado que todos los juicios analíticos se basan

    en un solo principio -que él en ocasiones denominó “principio de

    los juicios analíticos” [e.i, Crítica, A149 -15 0/B 18 9)-, el principio de

    identidad o contradicción. Presumiblemente, lo que él tenía en mente era un principio que le permite a uno predicar de un conceptodado aqueEos otros conceptos que “pensamos” en él como sus cons

    tituyentes. Aun cuando en esto no hubiese problemas, el punto inte

    resante es que K ant asumía que su distinción analítico -sintética ca

    racterizaba, por decirlo así, clases naturales epistémicas, de modoque se sentía justificado en concluir que tenía que haber otro princi

    pio involucrado en la fundamentadón de todos los juicios analíticos.

    Lo llamó, desde luego, el “principio supremo de todos los juicios

    sintéticos” (véase, e. i., Crítica, A 154/B 193; A 158/B 197). ,

    7 La única “razón” para esta afirmac ión que he podido hallar en los escritos 

    de Kant aparece en “Lose Blatter zu den Fortschritten der Metaphysik”, Kants 

     gesammelte Schriften, voi. 23, p. 340. La observación de Kant, desde luego, constitu-

    ye una absoluta trivialidad si con ‘analítico’ se refiere a ‘no ampliativo’; en cuyo  

    caso, empero, aún nos debería un argumento a favor del aserto de que algunos  

    juicios necesarios son, en ese sentido, no analíticos.

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    E n los juicios sintéticos-deiotma-sujeto-predieador juntamos-

    dos conceptos que no se relacionan como la parte con el todo.

    Habiendo confinado de manera casual e inconsciente todo funda

    mento semántico del conocimiento a la categoría de análisis con

    ceptual y, por tanto, a la analiticidad nominal, K ant ni siquiera con

    sideró la posibilidad de que los juicios sintéticos, construidos no

    minalmente* pudieran tener también una base semántica. “E n los

     juic ios sintéticos —pensaba K an t- debo tener, además del co ncep

    to de sujeto [y del de predicado], alguna otra cosa (X )  en la cual

    pueda apoyarse el entendimiento si ha de reconocer que un predi

    cado, no contenido en tal concepto, pese a ello le pertenece” (Crí

    tica,  A 8). D e esta forma, co ncluía que la síntesis de conceptos

    disjuntos nunca podría deberse a un vínculo proporcionado por

    los constituyentes conceptuales del juicio, sino que siempre debe

    ría estar mediada por un tercer elemento, un X ,  como a veces lo

    llamó (e.L, Crítica,  A 9/B 13), que no se encuentra directamente

    presente en el juicio. Tal X  -pensab a K ant- no podría ser un con

    cepto pues entonces tendríamos, además del concepto sujeto y el.

    co ncepto predicado, un tercer co ncepto, y “a partir de meros con

    ceptos sólo conocimiento analítico ... puede obtenerse”. Puestoque K ant no reco noc ía ningún ladrillo semántico aparte de los

    conceptos y las intuiciones, se seguía que el fundamento de todo

    con ocimiento sintético, el pegamento que une a los conc eptos en

    un juicio sintético, siempre'debe involucrar a la intuición. E ste es el

    contenido del principio de los juicios sintéticos. Los juicios sintéti

    cos “sólo son posibles bajo la condición de que se halle una intui

    ción subyacente en el concepto de su sujeto” (Allison, The Kant 

    E berhard Controvmy, p. 152 ; véase también la carta a Reinhold, ibid., 

    p. 164). Por ejemplo, después de sostener que 7+ 5= 12 no es ana

    lítico, K ant agregaba que, para fundar este juicio, “tenemo s que

    salir de estos conceptos y acudir a la intuición que le correspondea uno de ellos, a los cinco dedos de nuestra mano, por ejemplo”

    (Crítica, B 15). E n todos los juicios matemáticos, “aunque el predicado de hecho se adscribe necesariamente al concepto , esto se hace

    en virtud de una intuición que. ha de añadirse al concepto ” (Crítica, B 17).

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    K ant no fue particularmente modesto a propó sito de su descu

     brimiento de este “principio supremo de todos los juic ios sintéti

    cos”, destinado a resolver “la más importante de todas las pre

    guntas” de la lógica trascendental (en realidad, quizá, “la única

    pregunta de que se ocupa”): ¿cómo son posibles los juicios sinté

    ticos a priori?  (Crítica, A 154/B 193). Como le escribió a E berhard

    con actitud de acre desafío:

    N o fue, poi consiguiente, una mera sutileza verbal, sino un paso en el 

    avance del conocimiento, que la Crítica diera a cono cer po r vez prime-

    ra la distinción entre los juicios que depen den ente ram ente del princi-

    pio de identidad o contradicción y aquellos que, con el marbete de  

    ‘analíticos’, requieren o tro principio en opos ición a los juicios ‘sintéti-

    cos’. E n efecto, la noción de síntesis c laramente indica que, aparte del 

    co nce pto dado, debe añadirse algo c om o sustrato que hace posible ir 

    más allá del conc epto c on mi predicado. D e este modo, la investiga-

    ción se dirige a la posibilidad de una síntesis de representaciones con  

    respecto al conoc imiento en general, lo cual pronto debe con ducir al 

    reconoc imiento de la intuición c om o c ondición indispensable para el 

    conocimiento, y a la intuición pura para el conocimiento a priori. 

    (AUison, The Kant-E berhard Controversy , p. 155 ) 6

    L a doc trina kantiana de la intuición pura tuvo múltiples o ríge

    nes. Nosotros hemos identificado dos: el principio de los juicios

    sintéticos y la tesis del conocimiento sintético a priori.9  He aquí el

    8 E l principio de Kant podría considerarse como una respuesta al problema  

    de L ambert al admitir él que no se ha descubierto del todo la ‘fonspassibili tatis Anos 

    ideas combinandi’’(ÜberdieMethode die Metaphysik, Theologe imdM oral richtigerqt beimsen, 

    p. 9;  citado en Beck, E arly Germán Pbilosophy , p. 407). Quizá también haya un 

    vínculo con Leibniz. En un borrador de su respuesta a Eberhard, Kan t conjetura-ba que el principio leibniziano de razón suficiente era un esfuerzo para formular 

    el principio de los juicios sintéticos (“Vorarbeiten zur Schrift gegen E berhard” , 

    Kantsgesammelte Schriften,  vol. 20, p. 376).

    5 E n el caso del conocimiento trascendental, que, hablando co n propiedad, 

    no se expresa en juicios sintéticos, sino en GrunAsat^e sintéticos, la síntesis de los

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    razonam iento: E stá claro, para empezar, que en el sentido nom inal

    de ‘análisis’ hay muchísimos juicios sintéticos que muy pocas personas considerarían seriamente como aposteriori.  Podrían citarse,

    con K ant, ejemplos de la aritmética y la geometría, pero existen

    ejemplos más pedestres tales como ‘si esto es rojo, entonces no es

    azul’, ‘si esto mide un metro de longitud, entonces no mide dos

    metros’ y ‘si a es más alto que b y b es más alto que c, entonces a es

    más alto que E n ninguno de estos juicios el sujeto contiene al (alos) predicado(s). Y, no obstante, todos ellos son seguramente ne

    cesarios y por ello, de acuerdo co n K ant, a priori. Además, aplicando el criterio de K ant, todo juicio co n un concepto simple debe set-sintético, y seguramente algunos de tales juicios son necesarios.10Así, pues, echando mano de su definición nominal, K ant no tenía

    ninguna dificultad para identificar juicios sintéticos a priori. D e hecho, las únicas consideraciones que es posible hallar en los escritos

    de K ant y que pueden parecer argumentos a f avor de la existencia

    de los juicios sintéticos a priori invariablemente apelan a la versión

    nominal de la distinción kantiana: sostienen, en forma bastante

    creíble, que este o aquel concepto predicado “evidentemente” noes un constituyente o no está “pensado en” este o aquel conceptosujeto.

    H asta este punto, se le puede co nceder a K ant todo lo que

    quiere sin dificultades. Pero el siguiente paso en su razonamiento

    es, en realidad, la confusión de lo sintético en el sentido l

    con lo ampliativo, pues asume que no se puede dotar de un fúnda-

    conc eptos correspondientes se funda en la posibilidad de la experiencia (Crítica, A 

    783 / B 811). E l nexo cbn la intuición proc ede del hecho de que “las intuiciones en 

    general [...] constituyen el campo, todo el objeto, de la experiencia posible” ( Críti

    ca, A 95).Moore observó en Principia E tbica   que, dado que el bien  es indefinible 

    (inanalizable), todo lo que digamos sobre él debe ser sintético; y Russell había  

    expresado la misma opinión acerca de las ideas indefinibles en general en su Critical 

    E xpositiott o f the Philosophy o f L eibni%(sec. 11). No sorprende que encuentren mon-

    tones de enunciados sintéticos a priori en matemáticas, lógica, ética y varias otras  

    materias.

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    K a n t , e l a n á l is i s y l a i n t u i c i ó n p u r a* ü

    mentó puramente conceptual a los juicios sintéticos en el sentido

    nominal. Más tarde examinaremos las razones de esta equivocación, pero por el momento podemos echar un vistazo a la trayec

    toria de la montaña rusa crítica: en algo deben fundarse los juicios

    sintéticos, y no puede ser en conceptos; luego, tiene que ser en

    intuiciones, tales como las intuiciones empíricas de la clase que le

    gustaba a Hume. Sin embargo, ahora hemos descubierto que algu

    nos juicios sintéticos son a priori,  así que no pueden fundarse en

    una intuición empírica. Por consiguiente, debe haber un tipo de

    intuición empírica muy especial; llamémosla simplemente ‘intui

    ción pura’.11

    Ya dijimos que en la raíz de la apelación kantiana a la intuición

    pura había una semántica defectuosa. Habiendo examinado los

    motivos que podrían haberlo llevado a confundir los dos sentidos

    de lo analítico que postuló, es posible diagnosticar con algo más de

    precisión que el prob lema emerge de una concepc ión psicologista

    de la semántica. Considérese, por ejemplo, la cuestión acerca de si

    tenemos que entender el concepto de soltero  para dar sustento al

     juic io de que todos los solteros son no- casado s. U no po dría imaginar a K ant razonando del siguiente modo: Con seguridad es nece

    sario entender el concepto de soltero  para emprender su análisis;

    pero los juicios analíticos no son ni más ni menos que el resultadodel análisis. Por consiguiente, debe ser relevante la comprensión

    del conc epto —y no únicamente de sus rasgos estructurales o de su

    constitución lógica- para dar una base a los juicios analíticos. O

    "'quizás (también) habría argumentado así: Conocer o entender un

    concepto es conocer su definición; luego, el conocimiento con

    ceptual es cono cimiento en virtud de definiciones. D ado que el

    Fc onocimiento analítico es exactamente c ono cimiento en virtud de

    " Alternativamente, se podría aceptar el principio de los juicios sintéticos  

    como una consecuencia trivial de la segunda definición ( no nominal) de analiticidad; 

    pero en ese caso, en el sentido apropiado de ‘sintético’ (el segundo), Kant no nos  

    ha dado absolutamente ninguna razón para creer que existen los juicios sintéticos 

    a priori.

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    definiciones (parciales), todo conocimiento puramente conceptual

    debe ser analítico . .

    E stos atractivos pero falaces razonamiento s pierden todo su

    poder seductor una vez que se atiende a la distinción acto-conteni-

    do.12 Co nsidérese un vez más la oración:

    (*) Todos los solteros son no-casados.

    D e acuerdo con la distinción trazada en la sección anterior, a

    esta oración le corresponden dos actos judícativos radicalmente

    distintos. Que asociemos con (*) uno u otro de ellos depende de

    cuán distinta sea nuestra representación de soltero. S i nuestra representación es enteramente distinta (y si no-casado y varón y adulto cons

    tituyen el análisis completo de soltero), entonces, el juicio subjetivoque expresamos co n (*) podría hacerse también -inclusive de modo

    más explícito- con:

    (**) Todos los adultos varones no-casados son no-casados.

    E mpero, si nuestra representación de soltero  no es distinta,entonces el juicio que expresamos por medio de (*) será, en gene

    ral, bastante diferente del que expresamos con (**).13Podríamos

    12 E n tiempos de Kant era c omún trazar la distinción y nada com ún respetarla. 

    Wolff, por ejemplo, escribió en su Psycbologia E mpírica, (1738): “Si se representa algún 

    objeto en la mente, se debe distinguir el acto mental en el que se da esta representa-

    ción” ( sec 48). N o obstante, Knüfer observa que W olff no tom ó en serio tal distin-

    ción (Gnmdagige der Geschichte des Begriffs 'Vorsteílung’ von Wolf bis Kant, p. 15). Aunque 

    no fuese el primero en señalar esta distinción, Bolzano sería el primer filósofo  

    posmoderno en percatarse con claridad de las devastadoras consecuencias que aca-

    rreada el hecho de no respetarla (véase el cap. 2 de este volumen).13 Ka nt no llamó analítico a (**), sino “tautológico” (Logik ,  sec. 37, p. 111) y 

    “explícitamente idéntico”; “carece de consecuencias”, a diferencia de los juicios  

    “implícitamente idénticos” tales com o (*). E n ocasiones Ka nt excluía a los juicios 

    tautológicos de la categoría de los juicios analíticos (Preisschrift itber die Fortschritte 

    derMetaphjsik , p. 322).

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    decir, por lo tanto, que, si nuestra comprensión de soltero  no es

    distinta, los episodios mentales que se expresan con (*) y (**) son

     bastante diferentes y que uno de los propósito s del análisis es co n

    ducirnos del tipo de estados mentales asociados con (*) a los que

    se asocian con (**). Pero seda igualmente obvio que, dejando a un

    lado la psicología, los contenidos de (*) y de (**), de acuerdo con los

    propios criterios de Kant, son idénticos, puesto que en caso con

    trario no tendría sentido insistir —como hace K ant—en que en el

    proceso del análisis sólo ha cambiado nuestra comprensión del

    concepto, no lo que estábamos diciendo cuando lo usábamos.Ahora estamos listos para determinar hasta qué punto se. ve

    involucrado nuestro conoc imiento c onceptual de los c onstituyen

    tes del concepto sujeto de (*) en la fundamentación del juicio como

    analítico. Cuando se trata a (*) como una expresión de nuestro

     juic io que se ha producido en un estado de comprensión no distin

    ta de soltero, de hecho es razonable decir que nuestra más cabal

    comprensión del concepto, el que entendamos el significado de

    ‘soltero1, resulta esenc ial para fundamentar (* ), o sea, para arribar a

    la convicción de que (*) es verdadera. Ahora bien, trátese, .por el

    contrario, a (*) como si expresara nuestro juicio en un estado dedistinción con respecto a soltero, o bien considérese una vez más- elcontenido de (*). ¿Hasta qué punto nuestra comprensión de los

    conceptos involucrados desempeña algún papel en su 

    fundamentación? O, para poner la pregunta en otros términos,

    ¿podríamos dar fundamento al contenido de (*) —es decir, de (* *)—

    sin entender todos los conceptos involucrados? La respuesta es

    obvia cuando se trata de (**): ¡por supuesto! Todo lo que tenemos

    que entender realmente para fundamentar (**) es el significado de

    los conceptos conjunción  y predicación.  Así, pues, mientras que lafundamentación de (*) qua juicio subjetivo no distinto demanda en

    el análisis conceptual nuestra comprensión de todos los conceptosinvolucrados, no sucede lo mismo con la fundamentación de loque dice (*).14

    14 Leibniz había reconocido que “sabemos que las proposiciones idénticas'

    son proposiciones necesarias sin entender o analizar sus términos, pues yo sé que

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    Ya estamos en posición de ver de qué modo el descuido por

    parte de K arit de la dimensión no psicoló gica de la semántica pudo

    haberlo co nducido a conf undir lo analítico co n lo puramente con

    ceptual; porque, en efecto, él habría acertado al pensar que es esen

    cial para el análisis (en el sentido psicológico) comprender todos

    los conceptos y que los juicios analíticos son producto del análisis.

    E l desplazamiento de la psicología a la semántica es f atal para el

    razonamiento de K ant. E n realidad, el análisis de un co ncepto sí

    requiere que se entienda el concepto, pero la fundamentación deun juicio analítico qua   contenido sólo exige que se comprenda lo

    que antes llamamos su estructura.

    O tra manera de enunciar el problema de K ant co nsiste en

    decir que confundió el conocimiento conceptual con el conoci

    miento definicional, es decir, que confundió lo que se puede fundamentar con conceptos con la clase (mucho más pequeña) de lo

    que se puede fundar en definiciones. T al como K ant veía las cosas,

    el conocimiento analítico sólo es posible en presencia de la com

    plejidad conceptual, pero debería haberle quedado claro que los

    conceptos simples, aquellos en los que la intuición queda al mar

    gen, son tan aptos como sus contrapartes complejas para servir

    como fundamentos de un conocimiento a priori.

    Hemos detectado dos suposiciones tácitas detrás del tratamiento que K ant le da a lo analítico y a lo sintético. D e acuerdo

    con la primera de ellas, lo analítico coincide con lo verdadero en

    virtud de concepto s —o, como algunos dirían mucho tiempo des

    pués, en virtud de significado s—. D ada esta suposición , se vuelven

    pertinentes consideraciones de tipo semántico para establecer sólo

    aquellos juicios cuyo predicado es parte de su sujeto.'E sto implica

    que el fundamento de los juicios sintéticos no reside en la semán

    tica. La segunda suposición nos dice dónde sí reside. D ada la visión de K ant acerc a de la naturaleza de la representación, só lo se

    puede asumir que el fundamento del conocimiento sintético es laintuición (y en los casos interesantes, la intuición pura).

    A es A, no importa de tjué A se trate” (Philosopbical Papers and L eiters,  p. 187). 

    Presumiblemente habría dicho lo. mismo acerca de “Todos los A y B son A”.

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    lamente m erced a un proceso complejo y labo rioso que se

    prolongó durante la mayor parte del siglo X I X fue posible recono

    cer y neutralizar estas confusiones kantianas. E n lo que resta de la

    Parte I revisaremos las etapas centrales de este proceso . E n los

    término s más simples, se le puede caracterizar como la declinación

    y caída de la intuición pura. D ejando de lado la cuestión de qué tan

    profundos puedan haber sido sus desacuerdos en torno a cuestio

    nes específicas, los miembro s principales de la tradición antikantiana

    cuyas opiniones examinaremos compartían la convicción de que elsistema de K ant estaba construido en un pantano semántico. T am

     bién co ncordaban en que la única fo rma de evitar un destino semejante era co locar la teoría de los significados, esto es, la teoría de

    los conceptos, juicios y proposiciones, en el primerísimo lugar de

    su lista de preocupaciones filosóficas. La semántica nació en el

    intento de evitar la teoría kantiana de lo a priori. N adó  en los escri

    tos de Bolzano.

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    B o l z a n o   y   e l   N a c im i e n t o   d e   La -S e m á n t i c a *

    o d a s l a s v e r d a d e s m a t e m á t i c a s p u e d e n y d e b e r) s e r p r o b a d a s a p a r t i r

    d e n u e v o s c o n c e p t o s .

    B O L Z A N Ó , GROSSENLEHRE.

    K a n t e s t a b a e q u i v o c a d o c u a n d o t o m ó l a l ó gi c a c o m o a l g o t e rm i n a d o .

    B o l z a n o , g e s a mt a u s g a b e ,  s e r . 2 B , v o l . 2, p t , 2

    f ilosofía continental moderna había mantenido siempre

    ínculos cercanos con el desarrollo científico. E n K ant, la

    relación se volvió tan cercana que la doctrina completa de lo a 

     priori había sido motivada en gran medida por un dato que había

    surgido de las ciencias -u n rasgo supuestamente transparente de la

    geometría, la aritmética y el cálculo que demandaba explicación

    filosófica. Lo s suces