Clientelizac de La Etnicidad

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    La clientelizacin de la etnicidad: hegemonapartidaria y subjetividades polticas indgenas

    Gastn GORDILLOUniversity of British Columbia, Canad

    [email protected]

    Recibido: 17 de octubre de 2008Aceptado: 21 de abril de 2009

    RESUMENEl objetivo de este trabajo es analizar cmo las demandas y subjetividades polticas de grupos indgenas de la

    provincia argentina de Formosa estn entrelazadas con aparatos poltico-partidarios. Examino en particularcmo la dimensin tnica de las movilizaciones de grupos tobas, wich y pilag est estrechamente configurada

    por las redes clientelares y pugnas internas tejidas entre diversas facciones del partido dominante en Formosa,el Partido Justicialista. Antes que implicar la supeditacin de identidades tnicas a factores de poder externosa ellas, estos procesos sacan a la luz la manera en que la etnicidad se constituye y reconstituye por relacionesde dominacin poltica. En este sentido, analizo cmo lo que podra denominarse la clientelizacin de la et-nicidad produce tanto espacios de control como espacios de resistencia y acomodamiento, desde los cualesactores aborgenes canalizan sus demandas dentro del faccionalismo del partido gobernante.

    Palabras claves: Etnicidad, hegemona, clientelismo, Peronismo, Partido Justicialista, Argentina, Formosa,Gran Chaco.

    The Clientelization of Ethnicity:Party Hegemony and Indigenous Political Subjectivities

    ABSTRACT

    In this article, I examine how the demands and political subjectivities of indigenous people in the Argentineanprovince of Formosa are intertwined with, and constituted by, party politics. In particular, I analyze how theethnic dimensions of the mobilizations and political demands by Toba, Pilag, and Wich groups are closelyconfigured by the webs of patron-client relations woven by factions of the provincial ruling party, the PartidoJusticialista. Rather that implying the subordination of ethnic identities to power relations external to them,this process brings to light the ways in which ethnicity is constituted and reshaped by relations of political do-mination. Further, I examine how what could be called the clientelization of ethnicity produces both politicalcontrol and practices of resistance and accommodation, from which indigenous people push for their demandsfrom within the factionalism of the ruling party

    Key words: Ethnicity, hegemony, clientelism, Peronism, Partido Justicialista, Argentina, Formosa, Gran Chaco.

    Sumario: 1 Introduccin. 2. Oficialistas y opositores en el Barrio Obrero. 3. Clientelismo, aboriginalidady estrategias electorales. 4. A modo de conclusin: etnicidades, hegemonas y contra-hegemonas. 5. Referencias

    bibliogrficas.

    1. Introduccin

    En tres oportunidades entre 2003 y 2007, el programa televisivo Telenoche Inves-tiga del Canal 13 de Buenos Aires emiti el resultado de investigaciones periodsticasfuertemente crticas del partido dominante en la provincia de Formosa, el Partido Jus-ticialista (PJ), que es tambin el partido gobernante a nivel nacional en Argentina yheredero del legado de Juan Domingo Pern en el pas1. Estos programas denunciaron

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    247 ISSN: 0556-6533

    1 Uno de los exponentes ms paradigmticos del populismo y nacionalismo de mediados del siglo XX en

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    las formas de intimidacin y manipulacin utilizadas por punteros (dirigentes debase) y candidatos del Justicialismo formoseo para garantizar el voto de personasaborgenes. Entre las prcticas aludidas, se destacaban el secuestro temporal de losdocumentos de identidad necesarios para votar (que eran devueltos momentos antesde la votacin junto con la boleta del candidato a apoyar), la compra de votos acambio de dinero y mercaderas y el encierro de personas en galpones antes de cadaeleccin (para asegurar su traslado a las mesas electorales el da de la votacin).

    Si bien algunas de estas acciones son comunes en muchos otros lugares de Argen-tina, el impacto pblico de dichos programas estuvo en buena medida basado en elhecho de que involucraban a quienes desde Buenos Aires se suelen ver como los su-

    jetos ms marginales y vulnerables del pas: los grupos aborgenes2. Esta percepcinse acentuaba por el hecho de que la mayora del pblico de clase media de BuenosAires se ve a s mismo como de ascendencia europea e imagina a Formosa, ubicadaen el norte del pas, en la regin del Gran Chaco, como una geografa atrasada, pobrey primitiva.

    La difusin de estas denuncias fue sin duda valiosa y ha contribuido a hacer conoceraspectos de la realidad poltica de una provincia que rara vez llega a los titulares delos medios de comunicacin a nivel nacional en Argentina. No obstante, lo que meinteresa examinar aqu es el tipo de representaciones sobre lo indgena que aparecencondensadas en programas como ste, para utilizarlo como punto de partida para hacerun anlisis ms amplio de las subjetividades polticas aborgenes en Formosa: esto es,de las identidades, lealtades, significados y valores que gente indgena crea y movilizaen sus reclamaciones polticas. Ms all de la cobertura de una situacin de explota-cin y manipulacin poltica, lo que predomin en los programas de Telenoche In-vestiga es la visin de los aborgenes como personas relativamente indefensas y sin

    poder, vctimas pasivas de fuerzas y relaciones que seran externas a ellas. La nocinde externalidad es particularmente importante en estos imaginarios. Los programastelevisivos aludidos, en este sentido, presentaron al aparato poltico del PJ como unaestructura que se impone, desde una supuesta distancia tanto espacial como social ycultural, sobre personas indgenas ajenas a ella. Y estas ltimas fueron presentadascomo un bloque homogneo de individuos igualados en su compartida opresin. Estavisin de separacin y homogenizacin, no obstante, responde a una mirada superficialy, en ltima instancia problemtica, que reproduce viejos discursos que ven a los abo-rgenes como supervivencias de un pasado arcaico, y que estaran desfasados de ac-tuales prcticas e identidades polticas.

    En este trabajo, mi objetivo es hacer una reflexin crtica sobre estas representa-ciones y sobre todo examinar algunas de las prcticas por las cuales los grupos ind-genas son actores que son copartcipes tanto en la produccin como en el

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    Amrica Latina, Juan Domingo Pern fue presidente de la Argentina entre 1946-1955 y 1973-1974, cuandofalleci mientras ocupaba el cargo.

    2 En varias partes de Argentina y sobre todo en Formosa, aborigen se ha convertido en el trmino principalpara referirse a personas autoidentificadas como indgenas. Por ello, aqu utilizo los conceptos aborigen eindgena como sinnimos. Ms delante, no obstante, analizo los significados ms especficos asociados al

    trmino aborigen en Formosa como marcador tanto de etnicidad como de clase y anclado espacialmente enel Gran Chaco.

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    cuestionamiento de las redes polticas hoy en da hegemnicas en Formosa. En parti-cular, me centrar en ejemplos del oeste de la provincia (la regin con la que estoyms familiarizado) pero que son representativos de otros casos dentro de la geografa

    provincial. Al enfatizar la iniciativa poltica de estos grupos no pretendo relativizar nilas relaciones de poder que colocan a la mayora de la poblacin aborigen en un lugarde subordinacin poltica ni a las prcticas denunciadas en Telenoche Investiga.Por el contrario, mi objetivo es analizar cmo estas relaciones de poder son constitu-tivas de las prcticas y subjetividades polticas indgenas y mostrar, a su vez, cmolos aborgenes son actores que participan activamente en la produccin, reproducciny crtica de redes clientelares: i.e. relaciones de dependencia basadas en el intercambiode votos por favores, bienes y recursos (ver Auyero 2001). Ello hace que accionescomo las presentadas en Telenoche Investiga, como la retencin de documentos deidentidad o el intercambio de mercaderas por votos, sean realizadas no slo por po-

    lticos no-indgenas sino tambin por punteros y candidatos aborgenes plenamentealineados en distintas facciones del PJ. En otras palabras, la dinmica del clientelismopoltico en Formosa est muy lejos de enfrentar, por un lado, a los aborgenes y,por el otro, a los criollos (o los blancos) y al Estado. Por el contrario, las rela-ciones clientelares en la provincia son tan fuertes y estn tan diseminadas que en al-gunos casos la oposicin aborgenes vs. criollos queda desdibujada frente a otrasdivisiones que se vuelven preponderantes en poca de elecciones, tales como oficia-lista y opositor con respecto a la lnea dominante del actual gobernador Gildo Ins-frn (como veremos ms adelante).

    Esta dinmica y en general la importancia del clientelismo poltico entre grupos in-

    dgenas ciertamente no son exclusivas de Formosa y son comunes en otros lugares deArgentina y Amrica Latina. Pero la mayora de los anlisis antropolgicos de lasprcticas polticas indgenas en el continente ha tendido a centrarse en organizacioneso movimientos indgenas que despliegan, fundamentalmente, una agenda definidasegn criterios tnicos (Turner 1991; Conklin 1997; Ramos 1998; Warren 1998; Wa-rren y Jackson 2002; Sawyer 2004). En este artculo, mi objetivo es examinar un as-

    pecto relativamente poco estudiado de las experiencias polticas indgenas en AmricaLatina: la inmersin de actores indgenas en partidos polticos nacionales, un fen-meno que es significativo en pases con fuertes estructuras partidarias como Argentinao Mxico. En particular, considero que hay algo especfico sobre el caso de Formosa

    en cuanto a lo que llamara la clientelizacin de la etnicidad: el relativo xito delJusticialismo en canalizar y aglutinar desde el retorno de la democracia en Argentinaen 1983 la mayor parte de las energas polticas indgenas en la provincia. Por xitono me refiero a la neutralizacin de formas de protesta o disenso, sino a la capacidaddel partido dominante para definir los campos dentro de los cuales se desarrollan estasformas de acomodamiento y resistencia. Ello requiere especificar mi uso del trminohegemona.

    Se ha escrito mucho sobre la falta de una definicin precisa de este concepto porparte de Antonio Gramsci (1971 [1929-35]), el autor que ms ha contribuido a popu-larizarlo. Pero lo que est claro es que para Gramsci hegemona no implicaba sim-

    plemente consenso; por el contrario, era algo por lo cual las clases subalternas debanlucharcon el objeto de crear una nueva hegemona que reemplazase a la hegemona

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    de los sectores dominantes. Un nmero creciente de autores ha retomado esta lneaargumental, centrada en el dinamismo de toda prctica poltica, para sealar que lahegemona nunca neutraliza formas de crtica y disenso (Comaroff y Comaroff 1991,1997; Williams 1977). Una de las contribuciones ms originales al respecto es la deWilliam Roseberry (1994), quien ha sostenido profundizando a Gramsci que el con-cepto de hegemona no debe ser utilizado para analizar el consenso sino por el con-trario las luchas polticas, esto es, cmo los smbolos, valores y prcticas que actoressubalternos usan para negociar y eventualmente resistir su opresin son moldeados

    por el propio proceso de dominacin.En el caso de Formosa, esto implica ver las prcticas de resistencia y acomoda-

    miento de grupos indgenas frente al partido dominante no como acciones externasa relaciones de poder sino como parte constitutiva de ellas (ver Moore 2005). Algodestacable de esta provincia es que estas relaciones hegemnicas han impedido du-

    rante mucho tiempo la conformacin de organizaciones indgenas que se enfrentasenabiertamente al estatus quo provincial. En otras provincias argentinas, s existen o hanexistido agrupaciones de este tipo. Ms all de las importantes diferencias que existenentre ellas, organizaciones como Lhaka Honhat (Nuestra Tierra) en Salta, el ConsejoAsesor Indgena (CAI) en Ro Negro, o la Asamblea del Pueblo Guaran (APG) enJujuy, por ejemplo, fueron originalmente creadas desde el exterior de aparatos parti-darios, en algunos casos por medio de lazos con ONGs u organizaciones religiosascomo la Iglesia Anglicana (en el caso de Lhaka Honhat) o ENDEPA (Equipo Nacionalde Pastoral Aborigen de la Iglesia Catlica, en el caso de la APG). Esta relativa auto-noma partidaria les permiti tomar posicin como fuerzas de relativa oposicin a los

    respectivos aparatos polticos provinciales, a pesar de que en la actualidad varios desus dirigentes no estn libres de influencias clientelares-partidarias y de que, a su vez,las ONGs mencionadas condicionan sus prcticas y estrategias. En Formosa, ms allde algunas instancias alternativas recientes que menciono en las conclusiones, no hansurgido hasta el momento organizaciones similares; no hay una organizacin intert-nica comparable a Lhaka Honhat (que aglutina a grupos wich, chorote, tapiete y tobas,si bien con una fuerte preponderancia wich) o una agrupacin que exprese el tipo deradicalismo poltico de los dirigentes y militantes mapuche del CAI. No obstante, yretomando mi previo hilo argumental sobre la hegemona, ello no significa que enFormosa las luchas indgenas tengan menos fuerza o poder, sino que stas se suelen

    canalizar a travs de las pugnas que existen en el interior del PJ. Ello tampoco implicaque en Formosa no existan organizaciones locales indgenas creadas por fuera del apa-rato del Justicialismo, como lo muestra la existencia de numerosas asociaciones civilesque han recibido ttulos de tierras. Sin embargo, estas asociaciones suelen estar cen-tradas en torno a problemticas de corte local y a la hora de plantear demandas msamplias, sus dirigentes suelen actuar polticamente en el campo del faccionalismo delJusticialismo formoseo.

    El anlisis y comprensin de este fenmeno requiere retrotraernos a la historia re-ciente de la provincia. Ubicada sobre la frontera noroeste de la Argentina con Paraguaya lo largo de los ros Paraguay y Pilcomayo, Formosa fue inicialmente un territorio

    federal que, aunque formalmente creado en 1884, estuvo hasta principios del siglo XXbajo el control de grupos indgenas polticamente autnomos, sobre todo tobas, pilag

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    y wich. Estos y otros grupos de la llanura chaquea haban resistido el avance estataldurante siglos. Pero esta resistencia fue vencida por las campaas militares realizadas

    por el ejrcito argentino en 1884 y 1911, que abrieron la regin a la colonizacin depobladores no-indgenas y a inversiones capitalistas y estatales. En el momento en queFormosa adquiri estatus de provincia, en 1955, los discursos oficiales resaltaban unaidentidad provincial basada en la idea de una sociedad fronteriza relativamente re-ciente, producto de las campaas militares civilizadoras contra los indios salvajes delChaco y forjada en buena medida por campesinos y colonos agrcola-ganaderos pro-venientes de Paraguay y el litoral (en el este), criollos ganaderos provenientes de Salta(en el oeste) e inmigrantes europeos. Desde un principio, no obstante, estos actoresdebieron interactuar en forma cotidiana con la numerosa poblacin indgena que habasido despojada total o parcialmente de sus tierras y que sigui sufriendo formas deviolencia estatal hasta mediados del siglo XX. Durante varias dcadas, estos gruposcarecieron de derechos de ciudadana y por ende de derechos polticos y en su mayor

    parte fueron excluidos de la vida poltica formosea (ver Gordillo 2006, captulo 9),en un contexto en el que las narrativas civilizadoras dominaban los discursos pblicos

    provinciales. El auge de la militancia de izquierdas en la dcada de 1960 y principiosde la de 1970, comenz a socavar este modelo, y para cuando la dictadura militar de1976-1983 lleg a su fin, los grupos indgenas formoseos comenzaron a participaren las disputas polticas de la provincia en forma creciente y masiva.

    Montados en su relativa visibilidad y sobre todo en su peso demogrfico-electoral,con el retorno democrtico de fines de 1983, diversos grupos indgenas de la provinciaorganizaron, con el apoyo de varias ONGs, una importante movilizacin demandandola propiedad de las tierras fiscales por ellos ocupadas. Debido al peso negociador queles daban su nmero en los padrones electorales y al populismo de corte indigenistadel gobierno justicialista de ese entonces, la movilizacin logr que se realizara unamasiva distribucin de ttulos colectivos de tierras en buena parte de la provincia. Laentrega de ttulos por parte de la administracin de Floro Bogado, el actual vice-go-

    bernador de Formosa, desactiv un importante foco de conflicto y tuvo un enorme im-pacto en la consolidacin de la hegemona justicialista entre buena parte de la poblacinaborigen. Hoy en da, mucha gente toba, wich o pilag explica su apoyo a las distintasfacciones del PJ en base a frases como el peronismo nos dio el ttulo de las tierras3.Y ello desarticul el factor que en Salta llev al surgimiento de Lhaka Honhat en 1992,que fue la demanda de la tierra de los lotes fiscales 55 y 14 junto al ro Pilcomayo, aninsatisfecha (Carrasco y Briones 1996; Gordillo y Leguizamn 2002).

    Como parte de este proceso poltico, sostenido en parte por la movilizacin masivadel voto aborigen, Formosa ha estado gobernada en forma ininterrumpida desde 1983

    por administraciones justicialistas, en un proceso en el que la fuerza de los partidos dela oposicin ha sido gradualmente reducida a una mnima expresin. El poder hege-mnico del PJ en Formosa se expresa, por ejemplo, en el hecho de que en las elecciones

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    3 Adems, muchos aborgenes recuerdan que fue sobre todo con los primeros gobiernos de Juan DomingoPern (1946-1955) que ellos fueron reconocidos como ciudadanos y recibieron los documentos de identidad que

    acreditaban dicho estatus. No obstante, en muchas partes de Formosa, recin a finales de la dcada de 1960 se hi-cieron campaas de documentacin ms masivas en comunidades aborgenes (ver Gordillo 2006, captulo 7).

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    de 2003 y 2007 Gildo Insfrn fue reelegido gobernador, en ambos casos, con ms del70 % de los votos. En los departamentos del oeste, donde el peso electoral indgena esel ms alto de la provincia, los porcentajes obtenidos por la frmula Insfrn-Bogadoen 2007 fueron particularmente abrumadores: 91,75% (Matacos), 88,75% (RamnLista) y 87,75% (Bermejo)4. Esta contundencia electoral es el resultado de ampliasredes clientelares que son movilizadas de manera particularmente efectiva en perodoselectorales, y que incluyen prcticas como las sealadas en Telenoche Investiga yque involucran tanto a la poblacin aborigen como criolla. No obstante, las relacionestejidas por el PJ en las comunidades aborgenes estn sometidas a permanentes pre-siones y deben ser reproducidas a travs de mltiples acciones y negociaciones, queincluyen un complejo entrecruzamiento de actores indgenas y no-indgenas.

    En este artculo, ilustrar cmo este fenmeno afecta y a su vez moviliza subjetivi-dades polticas aborgenes con dos ejemplos de mi experiencia de trabajo de campo enel oeste de Formosa. El primero se centra en la dinmica de una asamblea realizada en2003 para elegir las eventuales autoridades del Instituto de Comunidades Aborgenes(ICA), el organismo indigenista provincial. El segundo ejemplo envuelve la dinmicay disputas poltico-electorales que se dan en el interior de comunidades tobas. En laltima seccin del trabajo, analizar cmo, a pesar de la fuerza hegemnica del Justi-cialismo, la manipulacin de las redes clientelares por parte de actores aborgenes lesha permitido lograr importantes conquistas y cmo a su vez algunos grupos han abiertoespacios polticos alternativos a los del clientelismo. El caso de Formosa, en este sen-tido, sirve para problematizar y complejizar la difundida visin que asume que los gru-

    pos indgenas actan polticamente, sobre todo, a travs de una etnicidad imaginadacomo opuesta al Estado y a la poltica partidaria antes que entrelazada con ellos.

    2. Oficialistas y opositores en el Barrio Obrero

    En junio de 2003, tuvo lugar en Ingeniero Jurez (el pueblo ms importante deloeste provincial) una asamblea autoconvocada de representantes de ms de 60 co-munidades indgenas de Formosa, a la que asist junto con delegados tobas del oestede la provincia. Reunidos en un descampado en el Barrio Obrero (uno de los princi-

    pales barrios wich del pueblo), el objetivo de las ms de cien personas congregadasera elegir un candidato a presidente del ICA. El gobierno estaba a punto de reformarla Constitucin Provincial, y como parte de las promesas hechas a las comunidades acambio del apoyo a la reforma, el Gobernador Insfrn se haba comprometido verbal-mente a considerar el reemplazo del presidente no-indgena del ICA por un dirigenteaborigen. Hasta ese momento, el ICA slo inclua a dirigentes aborgenes bajo la figuramayormente decorativa de directores, uno por cada tnia de la provincia (toba, pi-lag y wich), que eran elegidos por sus respectivas comunidades cada dos aos peroque no pasaban de cumplir roles burocrticos sin mayor poder de decisin. Por ello,el que la presidencia del ICA quedara en manos de un dirigente aborigen era parte deuna antigua demanda en la provincia.

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    4 http://www.formosa.gov.ar/elecciones2007/resultados/index.php

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    La posibilidad de elegir por fin a un paisano al frente del ICA gener enormesexpectativas en las comunidades aborgenes pero tambin, inevitablemente, inmedia-tas pugnas de poder por ver quin accedera a dicha posicin. Y ello se expres clara-mente en la asamblea de Ingeniero Jurez. Organizado mayormente por dirigenteswich de dicha localidad, el encuentro concentr a numerosos delegados del oeste dela provincia en su mayora wich de la zona de Ingeniero Jurez, Pozo de Maza y delro Bermejo pero tambin tobas de la zona de La Rinconada un dirigente pilag y un

    puado de delegados tobas del este provincial. Y la dinmica del encuentro condensde manera clara las diversas formas en que se despliegan y fusionan identidades tni-cas y poltico-partidarias.

    Sentados en un gran crculo formado por decenas de sillas, los primeros dirigentesen tomar la palabra resaltaron la identidad comn de todos los presentes como abor-genes unidos para enfrentar su exclusin de la estructura de poder del ICA. Como se

    trataba de una asamblea autoconvocada sin apoyo financiero o logstico del gobierno,acto seguido algunos delegados mencionaron la ausencia de representantes de las co-munidades que no pudieron asistir por falta de recursos, y sugirieron que cualquier vo-tacin fuera postergada para otro encuentro ms grande, en aras de preservar la unidadde los aborgenes de toda la provincia. Esta mocin, sin embargo, fue rechazada porla mayora de los presentes, con el argumento de que sera muy difcil congregar a de-legados de toda la provincia y que aquellos que estaban presentes haban incurrido enconsiderables gastos para asistir. Tras largos debates, se decidi que la asamblea debaelegir ese mismo da al eventual presidente del ICA. Pero cuando se pas a debatircmo elegir a los candidatos, las declamaciones articuladas previamente en torno a una

    aboriginalidad compartida dieron paso a otro tipo de identificaciones polticas.En primer lugar, por detrs de la ronda de sillas, diversos ncleos de dirigentes im-provisaron reuniones acaloradas a partir de las cuales surgieron los dos candidatosque competiran por el puesto en cuestin: un dirigente wich de Ingeniero Jurez yun dirigente toba de la ciudad de Formosa. El acuerdo fue que slo delegados certifi-cados por sus comunidades podan votar, y que lo haran pblicamente dejando unamarca en un pizarrn junto al nombre del candidato elegido. Cuando los delegadosde las diversas comunidades pasaron al frente, uno cada vez, a expresar su voto, estuvoclaro que los tobas del oeste y del este apoyaron en forma unnime a su paisano qom(toba) y que la mayora (pero no la totalidad) de los delegados wich vot por el can-

    didato wich. Este ltimo termin ganando la votacin por un margen relativamenteestrecho. Superficialmente, pareca que el principal eje de disputa haba sido exclusi-vamente tnico, definido en la oposicin entre tobas y wich.

    Sin embargo, al final de la asamblea esta dinmica tnico-poltica se alter consi-derablemente. Apenas se declar ganador al candidato wich, el clima del encuentrose volvi tenso y emergi con claridad que faccionalismos de corte partidario habansido un componente importante de la votacin. En vez de dar discursos conciliadoressobre la unidad de los aborgenes (como yo tal vez ingenuamente esperaba), variosde los delegados del bando perdedor empezaron a cuestionar el resultado, argumen-tando que la votacin era invlida porque los wich de El Potrillo (la principal pobla-

    cin del extremo noroeste de la provincia), los pilag y los tobas del este provincialno estaban lo suficientemente representados. Como hemos visto, ello haba sido men-

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    cionado como un problema al comienzo de la asamblea, pero los principales dirigentespresentes (incluidos los del bando ahora perdedor) decidieron realizar la votacin detodos modos al calcular que podan ganarla. Mientras el encuentro se estaba disol-viendo y grupos reducidos de delegados discutan entre s las implicaciones de la vo-tacin, el candidato perdedor les dijo a sus seguidores, visiblemente frustrado, quehablara personalmente con Gildo (el Gobernador Gildo Insfrn) para que se des-conociera la validez de la asamblea (que l mismo haba legitimado con su presencia).Con una sonrisa irnica, resalt varias veces que Gildo nunca reconocera a aqueldirigente wich como presidente del ICA. El motivo era que aqul era un peronistaopositor y que por ende no era de confianza para el gobernador.

    Qu significa esto? En primer lugar, estas prcticas muestran que lo que en unprincipio pareca ser una disputa exclusivamente tnica entre tobas y wich porel posible control de la presidencia del ICA esconda divisiones y alineamientos ms

    complejos, que eran en buena medida producto de la oposicin entre las dos princi-pales facciones del Justicialismo formoseo. El candidato toba responda directamenteal oficialismo del Gobernador Insfrn y el apoyo que logr entre los tobas del oesteera sobre todo producto de un fino trabajo de clientelismo realizado por aqul a lolargo de varios aos, antes que de una lealtad tnica primordial. De hecho, los tobasdel este y el oeste de la provincia tienen pocos lazos culturales, lingsticos e histricosen comn, y en varias oportunidades dirigentes tobas del oeste han reclamado (sinxito) ser reconocidos en el ICA como un grupo tnico diferente a los tobas del este.El dirigente wich ganador de la votacin de la asamblea, por su parte, representaba ala oposicin dentro del PJ formoseo, contraria entonces a la reforma constitucional

    de Insfrn y a su intento de introducir la reeleccin indefinida de cargos electivos. Sinduda, el hecho de que en la asamblea de Barrio Obrero la mayora de los dirigenteswich y la totalidad de los tobas votase, respectivamente, por candidatos identificadoscon su marcador tnico ms inmediato era tambin producto de solidaridades ledasen clave tnica. Pero estos alineamientos estaban a su vez atravesados y condicionados

    por lealtades partidario-faccionalistas que son fundamentales a la hora de intentar in-fluir en el gobierno provincial.

    A los pocos das de realizado el encuentro en Ingeniero Jurez, el peso que estasfacciones partidarias haban tenido en l se hizo an ms claro. Al regresar a las co-munidades tobas y hablar con la gente sobre la asamblea, muchas personas crticas

    del oficialismo de Insfrn cuestionaron que sus dirigentes hubieran votado al candi-dato toba de la ciudad de Formosa y me dijeron que ellos hubieran votado al candi-dato wich por su carcter de opositor. De manera similar, al poco tiempo, llegaronnoticias de que dirigentes wich de El Potrillo, que haban estado sub-representadosen la asamblea, se oponan al resultado, por ms que el ganador haba sido un diri-gente wich. Era claro que para ellos la identificacin wich del candidato ganadorno era determinante en sus alineamientos polticos. Lo que pesaba en este caso, y loque guiaba su decisin, era que ellos eran mayormente oficialistas y vean conmalos ojos que un opositor quedara como posible presidente del ICA. A este factordeben sumrsele rivalidades localistas entre diversos subgrupos wich, como los del

    Bermejo (preponderantes en Ingeniero Jurez) y el Pilcomayo (en El Potrillo). Enaquellos das, el consenso en las comunidades tobas era que, de haber asistido a la

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    asamblea de Ingeniero Jurez, los dirigentes wich de El Potrillo hubieran apoyadomayoritariamente al candidato toba por su condicin de oficialista. Poco despus,el Gobernador Insfrn desconoci la votacin de la asamblea por su falta de repre-sentatividad y el conflicto en torno a la presidencia del ICA qued sin resolver. Elgobierno logr imponer la reforma de la Constitucin Provincial y hasta hoy en dael presidente del ICA sigue siendo una persona no-indgena que responde al PoderEjecutivo provincial.

    Lo que me interesa resaltar aqu es cmo identidades de tipo tnico aparecen in-exorablemente ligadas a identidades polticas faccionalistas creadas por redes clien-telares-partidarias, y cmo marcadores como wich y toba no necesariamenteimplican la lealtad poltica de miembros del mismo grupo. Estos marcadores tnicos,de hecho, estn entrelazados con identidades polticas de otro tipo. En momentos comoel creado en la asamblea de 2003, las afiliaciones de corte partidario-faccionalista de

    hecho se volvieron ineludibles en la produccin de lealtades polticas. Pero cmojuega entonces aqu lo tnico? Es la variable tnica entonces secundaria a otrasvariables identitarias? Mi respuesta es claramente negativa. Las adscripciones tnicasson de hecho centrales en estas pujas, pero se despliegan de manera que confirman elcarcter histrico-poltico, antes que primordial, de la etnicidad. Y para ilustrar este

    punto me referir ahora a mi segundo ejemplo.

    3. Clientelismo, aboriginalidad y estrategias electorales

    La dinmica poltica en el seno de las comunidades tobas del oeste de Formosacomplica an ms el panorama presentado en el caso anterior, y por ello es necesarioretomar la discusin previa sobre la relacin entre hegemona y etnicidad. Y aququiero analizar la importancia del marcador aborigen, el ms utilizado en Formosa,y sus diversos significados. Cualquier persona que pase un tiempo en comunidadesindgenas en Formosa, y sobre todo en el oeste provincial, notar que mucha gente serefiere ms comnmente a s misma como aborigen antes que como toba owich. Obviamente, ello no quiere decir que estos ltimos marcadores no sean im-

    portantes, sobre todo cuando miembros de estos dos grupos interactan entre s. Peroen sus conflictos con los pobladores criollos o con dirigentes del gobierno provincial,

    el trmino genrico aborigen es usado por la gente toba y wich con una fuerza quea menudo desplaza a marcadores tnicos ms especficos.Las razones de ello deben rastrearse en la historia de la produccin de etnicidades

    en esta regin de Formosa. Antes de la llegada de los criollos y el ejrcito a fines delsiglo XIX y principios del siglo XX, no exista en la zona una autoidentificacin tnicay genrica similar. Por el contrario, el Chaco centro-occidental era entonces un mo-saico de grupos con identidades poltico-culturales y lingsticas diferenciadas y amenudo en conflicto entre s, que inclua frecuentes enfrentamientos armados. Cuandodesde principios del siglo XX los grupos del oeste formoseo comenzaron a migrarregular y masivamente a los ingenios azucareros de Jujuy y luego Salta, esta situacin

    cambi. Como lo analizara en otros trabajos (Gordillo 2004, 2006), hombres y mujereswich, toba y pilag fueron insertados en una jerarqua laboral fuertemente etnicizada

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    y que los englobaba, junto con los dems grupos del Chaco (como los chorote, nivacly tapiete) bajo un mismo rtulo: indios o aborgenes. Sobre todo a partir de ladcada de 1930, cuando los cortadores de caa en los ingenios pasaron a ser campe-sinos de la zona andina argentino-boliviana, los aborgenes del Chaco pasaron aformar una masa laboral no-calificada (utilizada para hacer desmontes, plantar caao cavar zanjas) y sobre-explotada que comparta formas de pago y condiciones labo-rales similares, que los distinguan claramente del resto de los trabajadores. Al convivirdurante dcadas en los ingenios bajo condiciones similares, los chorote, wich, tobas,

    pilag y nivacl desarrollaron una identidad comn como aborgenes que antes noexista y que al ser producida por la experiencia laboral en los caaverales adquirifuertes componentes de clase. Esta experiencia continu hasta fines de la dcada de1960, cuando los ingenios se mecanizaron y dejaron de emplear mano de obra esta-cional de la regin chaquea. Moldeado por la memoria del ingenio, el trmino abo-rigen se transform en un marcador tnico anclado espacialmente en el Chaco perotambin en un marcador de clase que la gente wich, toba y pilag asocia, casi inexo-rablemente, a una situacin de pobreza (ver Gordillo 2004). A ello debe sumrsele laactividad de agencias estatales, ONGs y diversas iglesias que durante dcadas inter-

    pelaron tambin a estos grupos en tanto aborgenes marcados por una experienciacolectiva de subalternidad.

    Esta digresin histrica es importante porque la posicin de sujeto aborgenesjuega un rol preponderante en las disputas clientelares tejidas en el interior de las co-munidades tobas del oeste formoseo. En mis primeros trabajos de campo en estascomunidades, a fines de la dcada de 1980 y principios de la dcada de 1990, me sor-

    prenda ver cmo a la hora de organizarse frente a las elecciones municipales la gentenunca presentaba un candidato nico. Por ser mayora frente a los wich y los criollosde la zona que votan en la eleccin del intendente del poblado de Pozo de Maza, losvotantes tobas estaban en condiciones de colocar a uno de los suyos en la intendencia.Sin embargo, en la prctica nunca formaban un frente tnico comn y presentaban,

    por el contrario, varios candidatos enfrentados entre s y que respondan a diferentessublemas (facciones) justicialistas5. Debido a la debilidad regional del principal

    partido de la oposicin (UCR, Unin Cvica Radical), para estos lderes tena pocosentido poltico o estratgico participar como candidatos de un partido que no fuerael Justicialista6. Los diversos candidatos tobas, ciertamente, tejan sus redes de se-guidores ms inmediatos en torno a relaciones de parentesco ancladas en sus propiascomunidades. Pero por fuera de ellas, las divisiones canalizadas por los sublemas delPJ creaban lealtades polticas diversas y contrapuestas. Como resultado de esta din-mica, hasta ese momento los intendentes haban sido en su mayora dirigentes criollos

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    5 La llamada ley de lemas imperante en Formosa permite que, en cada eleccin, cada partido (lema)pueda presentar varios candidatos que representan sublemas que compiten entre s por cargos electivos comointendentes, concejales o diputados, aunque formalmente pertenezcan al mismo partido.

    6 La excepcin fueron breves momentos a fines de la dcada de 1980, cuando un prominente lder toba es-tuvo durate varios aos afiliado a la UCR, y en 1996, cuando con el objeto de protestar por los masivos despidosen la municipalidad, muchos hombres y mujeres tobas renunciaron al PJ y se afiliaron a la UCR. Poco despus,

    sin embargo, la gran mayora de estas personas termin realinendose con el Justicialismo debido al poco pesode la UCR en la provincia (ver Gordillo 2002).

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    o wich, quienes a su vez haban sido apoyados por un nmero muy considerable devotantes tobas. En esa poca, mi sentido comn daba por sentado que su identidadcomo tobas debera predominar casi naturalmente frente a cualquier otra identidaden la produccin de lealtades polticas y, por ende, esa fragmentacin me perturbabae intrigaba. Mi actitud inicial fue interpretar este fenmeno como resultado de unasuerte de falsa conciencia creada por el clientelismo y faccionalismo del PJ; estoes, vea al clientelismo como una fuerza que se impona a los tobas desde un mbitoexterior a ellos, los fragmentaba y les impeda ver que sus verdaderos intereses pa-saban por formar un frente tnico en cuanto tobas. Poco a poco, me fui dandocuenta de que, en realidad, esta interpretacin se basaba en una lectura engaosa, su-

    perficial y en ltima instancia paternalista, que pasaba por alto el peso de las expe-riencias histricas que han constituido, y siguen constituyendo, las subjetividadesaborgenes en la regin.

    Y esto me lleva a mi discusin anterior sobre la aboriginalidad en el oeste de For-mosa como una posicin de sujeto que es tanto tnica como de clase. En este sentido,las razones que muchos tobas daban para no apoyar a algunos dirigentes de su propiogrupo tnico era que stos se estaban haciendo ricos con la poltica, y que esa ri-queza de alguna forma traicionaba la moralidad pblica, las prcticas de reciprocidady la pobreza que los debera definir como aborgenes. Por ende, varias personas medecan que si a travs de favores clienterales (como la distribucin de mercaderas,

    pensiones, planes sociales o eventualmente un empleo pblico) obtenan ms recursosde un candidato wich o criollo, no tenan problemas en votarlos a ellos en vez de apo-yar a paisanos tobas ricos (Gordillo 2002, 2006). La posicin de sujeto que pesaba

    en esos momentos era, por ende, una identidad tnica: pero no una identidad en tantotobas sino en tanto aborgenes, que al estar asociada a la pobreza tiene compo-nentes de clase y define a lderes indgenas enriquecidos como personas alejadas desu aboriginalidad.

    Lo paradjico, entonces, es que esta identidad tnica con elementos de clase hacaque muchos tobas apoyaran a candidatos no-tobas, ya sea wich o criollos. A ello sele sumaban rivalidades locales entre distintas comunidades y entre dirigentes dentrode una misma comunidad. El conjunto de estas prcticas estaba, a su vez, manipulada

    por las redes de punteros y facciones del PJ, que hacan que tanto los candidatos tobascomo wich, antes que avanzar una agenda especficamente toba o wich, se iden-

    tificaran fundamentalmente como candidatos de la oposicin o el oficialismodentro del Justicialismo formoseo. Antes que estar cegada o engaada por una falsaconciencia, la gente tomaba sus decisiones polticas sobre a quin votar en tantoaborgenes que, en un contexto de extrema pobreza, trataban de sacar el mayor r-dito posible de las redes locales de poder. Como parte de estas prcticas, la retencinde documentos de identidad das antes de las elecciones y el intento de los distintoscandidatos (tobas, wich y criollos) de obtener votos a cambio de mercaderas o pro-mesas de pensiones o planes sociales eran moneda corriente. Las manipulaciones, fal-sas promesas y engaos asociados a estas prcticas hacan que la mayora de losvotantes tuviera una visin particularmente negativa y cnica de la poltica y del

    clientelismo creado por el aparato justicialista. Pero ello no les impeda, en cada elec-cin, intentar utilizar el poder relativo que les daba su voto para obtener algunos be-

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    neficios, al menos a corto plazo7. En otras palabras, la hegemona del PJ formoseodentro de estas comunidades era paralela a la produccin de formas locales de disensoy acomodamiento, a travs de los cuales la gente trataba de manipular las divisionesinternas del Justicialismo. Este rasgo del clientelismo es ciertamente comn en otrasregiones de Argentina (Auyero 2001; igo Carrera 2001). Pero lo que quiero resaltaraqu es que, en el caso de Formosa, estas experiencias son constitutivas de subjetivi-dades polticas, en un proceso en el que la etnicidad, la clase y el faccionalismo par-tidario convergen para producir un tipo histricamente especfico de indigeneidad.

    4. A modo de conclusin: etnicidades, hegemonas y contra-hegemonas

    Los ejemplos analizados en estas pginas confirman lo que ya numerosos antrop-logos han sealado desde hace un tiempo: que la etnicidad como marcador identitarioes un producto ineludible de relaciones de poder y dominacin (Bourgois 1988; Co-maroff y Comaroff 1992; de la Cadena y Starn 2007). Pero estos casos tambin mues-tran que, contradiciendo los estereotipos que an circulan sobre ellos en los mediosde comunicacin y en algunos discursos acadmicos, los grupos indgenas constituyen(al igual que cualquier otro actor social) actores polticos contradictorios y heterog-neos, que estn lejos de formar bloques homogneos articulados a nivel poltico ex-clusivamente por su etnicidad. Como lo muestran los ejemplos anteriores, muchosdirigentes y votantes aborgenes participan activamente en la reproduccin de la he-gemona del PJ en Formosa y despliegan identidades polticas definidas por las pujasentre diversas facciones del Justicialismo provincial, creando un entramado donde lo

    poltico-partidario y lo tnico aparecen estrechamente ligados.Por un lado, la fuerza de estas redes faccionales-clientelares ha dejado pocos espa-

    cios que permitan el surgimiento de organizaciones indgenas como las que existenen otras provincias argentinas, que tengan una cierta autonoma frente al aparato par-tidario dominante. Pero esta hegemona, antes que neutralizar el disenso, hace que lascrticas al gobierno y las resistencias a sus polticas se canalicen por lo general en elinterior de dicho partido. En otras palabras, retomando lo sostenido por Roseberry,un anlisis etnogrfico de la hegemona del PJ formoseo en estas comunidades nos

    permite comprender, antes que la existencia de un supuesto consenso, la particulardinmica tnico-poltica que adquieren los conflictos y disensiones articulados enellas. De hecho, el peso de estas presiones dentro de las facciones justicialistas haobligado a sucesivos gobiernos provinciales a adoptar discursos indigenistas que ce-lebran a nuestros hermanos aborgenes y a implementar polticas que permitan re-tribuir, al menos parcialmente, las lealtades electorales creadas en la geografa

    provincial. En este sentido, es de notar que algunas de las polticas indigenistas enFormosa, sobre todo con respecto a la tierra y a la educacin bilinge, han tenido un

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    7 A pesar de ello, las relaciones clientelares no se limitan a momentos electorales. A menudo, estas relacionestienen una relativamente larga continuidad y se traducen en prcticas cotidianas por las cuales los punterosdel PJ proporcionan toda una gama de favores (como, por ejemplo, trasladar gente en sus vehculos de un

    lugar a otro o llevar gente enferma al hospital regional) que luego son activados para reclamar lealtades polticasdurante una eleccin (ver Gordillo 2006, captulo 8; igo Carrera 2001).

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    tinte ms progresista que en provincias vecinas como Salta (por ejemplo en el Chacosalteo, donde siguen sin resolverse viejas demandas territoriales). Pero lejos de serel resultado de la generosidad oficial, estas polticas han sido en buena medida pro-ducto de las presiones y demandas que diversos actores indgenas imponen a travsde relaciones clientelares-partidarias.

    No obstante, y a modo de cierre, es importante resaltar que, siendo un campo per-manente de disputa, la hegemona del PJ en Formosa est moldeada por tensiones queen algunos momentos sacan a la luz, por un lado, las contradicciones en las prcticasoficiales as como sus componentes represivos, y por el otro, la creacin por parte deactores aborgenes de mayores espacios de autonoma frente a dicho partido.

    Un ejemplo de lo primero fue la violenta y masiva incursin que la polica provin-cial realiz en agosto de 2002 en el Barrio Namqom en las afueras de la ciudad deFormosa, con motivo de la muerte el da anterior de un polica en un campo privado

    a unos 20 kilmetros de la ciudad, supuestamente como resultado de un enfrenta-miento con cazadores tobas del barrio. En esta incursin, alrededor de cien oficialesde polica realizaron un rastrillaje en todo el barrio que incluy sacar de sus casasy golpear brutalmente a decenas de personas al grito de un indio tiene que pagar!La naturaleza indiscriminada de esta incursin, que apunt a todo un colectivo debidoa su indigeneidad, sac a la luz el racismo y la violencia constitutivos del poder delEstado en la provincia, as como la complicidad del poder poltico con el poder judicial

    provincial (que legitim la detencin y posterior condena de varios hombres) y losmedios de comunicacin (que en su gran mayora apoyaron la medida y resucitaronviejos imaginarios sobre el salvajismo indgena) (Vivaldi 2007). Otro ejemplo del

    doble discurso oficial fue el hecho de que la Constitucin Provincial reformada en2003 excluy varios de los puntos reclamados por dirigentes aborgenes, como la in-clusin del convenio 169 de la OIT (que fuera previamente adoptado por el gobiernonacional y reconoce importantes derechos poltico-culturales a los grupos indgenas).Ello en su momento gener abiertas crticas al gobierno de Insfrn entre dirigentesaborgenes por no cumplir con su supuesto compromiso con los derechos indgenas.

    Como contrapartida de estos procesos, me interesa mencionar aqu dos ejemplosque muestran cmo algunos lderes y militantes aborgenes formoseos han logradocrear espacios de relativa autonoma frente al PJ. El primero lo constituye la Comisinde los Pueblos Indgenas de la Cuenca del Pilcomayo, creada en 2001. El antecedente

    de esta entidad fue una comisin similar (la Comisin del Ro Pilcomayo) organizadaen el oeste de Formosa con motivo de la sequa del Pilcomayo en 1996, originada porla sedimentacin de los canales construidos por los gobiernos de Argentina y Paraguayen el extremo noroeste de la provincia para garantizar el flujo de agua a ambos pases.En aquel entonces, aquella comisin constituy un importante espacio de presin parademandar la realizacin de obras que permitieran que las aguas baaran la cuenca delPilcomayo en Formosa (Gordillo y Leguizamn 2002). En 2001, aquella comisin seexpandi significativamente a travs de nuevos encuentros con dirigentes aborgenesde toda la cuenca del Pilcomayo, no slo de Salta y Formosa sino tambin de Boliviay Paraguay. Rebautizada Comisin de los Pueblos Indgenas de la Cuenca del Pilco-

    mayo, esta entidad se transform en un espacio articulador de solidaridades intert-nicas, inter-provinciales e internacionales. Ello ha creado un mbito de debate y

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    difusin de los problemas que padecen los pobladores aborgenes de la cuenca, comolos canales, la contaminacin de las aguas y las demandas territoriales no resueltas. Yeste mbito fue creado, con el apoyo de varias ONGs, principalmente por fuera delcontrol directo del PJ formoseo.

    El segundo y ms reciente ejemplo lo constituye la apertura de una causa judicialpromovida por la Federacin de Comunidades del Pueblo Pilag, con el patrocinio deabogados de ENDEPA, sobre la masacre de Rincn Bomba ocurrida en octubre de1947 cerca de Las Lomitas. En aquel momento, tropas de Gendarmera Nacional ma-taron a varios centenares de hombres, mujeres y nios acusados de participar en unalzamiento (ver Vuoto y Wright 1991). Dicha causa paralela a una similar realizadaen la provincia del Chaco sobre la masacre de Napalp de 1924 logr que a principiosde 2007 un juez federal de Formosa fallara que los crmenes involucrados no son pres-criptibles y que por ende son susceptibles de generar compensaciones por parte del

    Estado nacional. Ms an, anteriormente, y respondiendo a una demanda de la Fede-racin, el juez haba ordenado estudios forenses en uno de los varios sitios conocidospor ancianos pilag por contener fosas colectivas producto de la masacre. Los peritosencontraron en esa fosa 27 restos humanos, lo que tuvo una cierta repercusin en losmedios a nivel provincial y nacional. El hecho de que la causa judicial involucre alEstado nacional antes que al provincial, hace que esta demanda no haya sido vistacomo un cuestionamiento directo al gobierno formoseo. Pero iniciativas de este tipono dejan de ser notables, pues implican una crtica abierta a la violencia estatal y auna institucin como Gendarmera Nacional (que en Formosa es celebrada a nivel ofi-cial como uno de los ejes de la identidad provincial) y crean el tipo de prcticas pol-

    ticas que el gobierno provincial ha intentado limitar y contener de mltiples maneras.Estos dos ejemplos, en definitiva, muestran la existencia de instancias donde diversosactores indgenas logran abrir espacios novedosos en los instersticios de la hegemona

    partidaria existente en Formosa.Retomando lo sealado al comienzo de este trabajo, los programas de Telenoche

    Investiga capturaron parte de la realidad poltica experimentada por muchos abor-genes formoseos pero de una manera que pasa por alto como suele ser el caso encoberturas mediticas de este tipo las complejidades tnico-polticas que existen den-tro de sus comunidades. Como espero haber mostrado hasta aqu, una lectura dinmicay etnogrfica del concepto de hegemona permite dar cuenta de algunas de estas com-

    plejidades, que incluyen la participacin de actores indgenas tanto en la recreacinde esas relaciones de poder como en su crtica. Los diversos procesos aqu analizadosmuestran, adems, que las prcticas contra-hegemnicas pueden adquirir muy diversasexpresiones. Algunas de ellas, como las recin examinadas, son producidas por actoresque tratan de limitar el control del partido dominante; pero muchas otras implican,antes que una ruptura frontal con las relaciones hegemnicas de las que son parte, unintento por reconfigurar los campos de fuerza que definen a toda hegemona y con-tra-hegemona.

    AGRADECIMIENTOS. Present una versin preliminar de este trabajo en el VIII Congreso Ar-

    gentino de Antropologa Social, realizado en Villa Giardino, Crdoba, en mayo de 2004. Lesagradezco a Mariana Gmez y Ana Vivaldi sus detallados comentarios crticos a un borrador

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    de este trabajo y a Lorena Cardin por insistirme en que aquella ponencia en Crdoba merecaser publicada. Shaylih Muehlmann ley y coment la versin final de este trabajo e inspir demltiples maneras algunas de las ideas aqu presentadas.

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    Nota de la REAA: Cuando este artculo se encontraba ya en proceso editorial, apareci publicada una versindel mismo en ingls, en el volumen 17 deJournal of Latin American Cultural Studies (2008). No obstante, el

    Consejo Editorial, de acuerdo con el autor y con los trminos de los derechos de copia y de autor de Taylor &Francis, decidi mantenerlo en el presente nmero.