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Manifestaciones de la cultura argentina contemporánea Clase 3 Manifestaciones culturales de la Década Infame: la problemática social en la pintura de Antonio Berni y en el tango de la época. La llegada de Perón al poder: la gestión cultural durante los gobiernos peronistas. La cultura popular argentina en el cine, el teatro y la pintura: Benito Quinquela Martín, el “pintor obrero”. La reacción antiperonista en la escena intelectual argentina: Victoria Ocampo y la revista Sur. 1. La Década Infame (1930-1943) En 1930, un Golpe de estado comandado por el general Uriburu derroca el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Simpatizante del fascismo italiano, Uriburu se hace cargo del gobierno de facto y pretende establecer un Estado de tipo corporativo, que contemplaba, por ej., la disolución del Congreso y su reemplazo por un Poder Legislativo que representara a distintas corporaciones e instituciones (empresarios, FFAA, Iglesia, etc.). El gobierno de Uriburu fue profundamente autoritario y represivo. La violencia política recayó principalmente sobre el movimiento obrero, sobre todo sobre anarquistas y comunistas. Esta situación, sumada a los elevados niveles de miseria y desocupación desencadenados como consecuencia de la crisis mundial, desembocó en la unificación del movimiento obrero argentino en una central, la Confederación General del Trabajo (CGT). En el plano económico, la crisis internacional del ’30 produjo el agotamiento del modelo agroexportador. Frente a esta situación, el Estado promovió la producción interna de bienes que antes se importaban, con lo que adquirieron gran impulso diversos sectores de 1

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Manifestaciones de la cultura argentina contemporáneaClase 3

Manifestaciones culturales de la Década Infame: la problemática social en la pintura de Antonio Berni y en el tango de la época. La llegada de Perón al poder: la gestión cultural durante los gobiernos peronistas. La cultura popular argentina en el cine, el teatro y la pintura: Benito Quinquela Martín, el “pintor obrero”. La reacción antiperonista en la escena intelectual argentina: Victoria Ocampo y la revista Sur.

1. La Década Infame (1930-1943)

En 1930, un Golpe de estado comandado por el general Uriburu derroca el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Simpatizante del fascismo italiano, Uriburu se hace cargo del gobierno de facto y pretende establecer un Estado de tipo corporativo, que contemplaba, por ej., la disolución del Congreso y su reemplazo por un Poder Legislativo que representara a distintas corporaciones e instituciones (empresarios, FFAA, Iglesia, etc.).

El gobierno de Uriburu fue profundamente autoritario y represivo. La violencia política recayó principalmente sobre el movimiento obrero, sobre todo sobre anarquistas y comunistas. Esta situación, sumada a los elevados niveles de miseria y desocupación desencadenados como consecuencia de la crisis mundial, desembocó en la unificación del movimiento obrero argentino en una central, la Confederación General del Trabajo (CGT).

En el plano económico, la crisis internacional del ’30 produjo el agotamiento del modelo agroexportador. Frente a esta situación, el Estado promovió la producción interna de bienes que antes se importaban, con lo que adquirieron gran impulso diversos sectores de la industria, fundamentalmente la textil y la alimenticia. Como consecuencia, se produjeron grandes oleadas migratorias internas, de los sectores rurales a los grandes centros urbanos, que concentraban la actividad industrial.

Gran parte de estos migrantes que llegaron a la ciudad de Buenos Aires no pudieron acceder a viviendas dignas. Sin ayuda del Estado, muchos se instalaron en terrenos cercanos a las fábricas, estaciones ferroviarias y puertos

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y levantaron viviendas precarias hechas de cartón y chapas. Así surgieron los barrios conocidos como “villas miseria” o villas de emergencia.

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Esta situación queda profundamente plasmada en la obra de un pintor santafesino de la época, Antonio Berni. Berni nació en un pueblo de la pcia. de Santa Fe en 1905. Entre 1925 y 1930 se radica en Europa, donde entra en contacto con los principales representantes del movimiento dadaísta y surrealista: Tristán Tzara, Giorgio de Chirico, Rene Magritte. Por entonces, después del golpe de Estado de 1930, ya casado y con una hija decidió volver a Argentina. Al regresar, vivió por unos meses en una chacra de la provincia de Santa Fe, para luego instalarse en Rosario y trabajar como empleado municipal. Rosario era un lugar muy especial en esos años. Ahí se asentó la mafia, la de Chicho Grande y la de Chicho Chico, y la prostitución que tuvo su imperio en el barrio de Pichincha. En 1932, Berni se internó en ese universo para colaborar como fotógrafo en una nota periodística encargada a Rodolfo Puiggrós, futuro dirigente comunista. Y fuera de esta miseria humana que observó Berni estaba la otra, la del hombre que vivía en las zonas rurales entre los chacareros. Este mundo era totalmente distinto al de París de los años 20 y de los artistas surrealista. No pudo dejar de sentir una gran conmoción interior. De alguna manera dejó en parte el surrealismo ya que sufría la desazón, la desesperanza de la gente. Decidió asumir un compromiso con su país.

"El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y en ese momento (década del 30) la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares crean una tremenda realidad que rompían los ojos", diría en 1976. Así comenzó la etapa del "realismo social". En 1934, comenzó a mostrar la problemática social de la década del 30 con sus obras "Desocupados" y "Manifestación". “Orquesta típica” hace referencia a otro gran actor cultural de la época, igualmente atravesado por la preocupación social: el tango.

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En noviembre de 1931, Uriburu convoca a elecciones, luego de prohibir la candidatura del radicalismo y organizar un sistema claramente fraudulento. En estas condiciones, resultó electo presidente el general Agustín P. Justo (1932-1938). Su gobierno representó el regreso al poder de los sectores más tradicionales y conservadores: terratenientes, grupos empresarios, sectores de la Iglesia y el Ejército. Un capítulo importante es el del Pacto Roca-Runciman. En 1932 Gran Bretaña decide dejar de importar carnes argentinas. Con el fin de contrarrestar los efectos negativos de esta política comercial británica en la economía argentina, el gobierno de Justo envió una delegación a Londres, donde se estableció un polémico acuerdo que dejaba a Argentina en una situación ampliamente desfavorable. Este acuerdo fue firmado en 1933 y se lo conoce como Pacto Roca- Runciman.

Otro aspecto a destacar del gobierno de Justo fue la “modernización” de Buenos Aires a través de diversas reformas urbanas inspiradas en la arquitectura de Europa y EEUU, profundamente admiradas por los miembros de la élite. En cambio, los grupos nacionalitas consideraron que esta modernización era una adaptación artificial de la realidad argentina a las tendencias originadas en el exterior. Algunas de las obras de este período fueron la inauguración del Obelisco, el ensanchamiento de la calle Corrientes y la extensión de la red de subterráneos. IMÁGENES.

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Como señalábamos anteriormente, otro factor cultural importante de la época fueron el tango y sus letras. Estas abordaron distintas problemáticas sociales y políticas, a veces de forma explícita, otras de maneras algo más metafóricas. Un ejemplo es el tango Pan, de Celedonio Flores (v. video).

Ver video Feinmann

2. La llegada de Perón al poder: rasgos generales

En 1943, el gobierno había perdido legitimidad y había generado el descontento de ciertos sectores del ejército, que contaban con el apoyo de fuerzas políticas heterogéneas. El 4 de junio, el general Arturo Rawson condujo un golpe de estado que se conoció como la “Revolución de junio”. Es a través de este accionar que entra en la escena política Juan Domingo Perón, en ese momento

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coronel del Ejército. Perón se destacaba por adherir a las premisas del nacionalismo popular, a favor de la industrialización y la participación política de los trabajadores. Perón disentía con los demás militares, que creían que la única forma de hacer frente a la “amenaza comunista” era reprimiendo el movimiento obrero. Para Perón, la solución era una política a favor de los trabajadores.

Durante el gobierno de facto, Perón quedó a cargo del Departamento Nacional de Trabajo. Posteriormente, quedaría al frente de la recién creada Secretaría de Trabajo y Previsión, lo que permitió que llevara a cabo una política de acercamiento al movimiento obrero: por primera vez en la historia argentina, los reclamos de los trabajadores son tenidos en cuenta. Algunas de las políticas sociales implementadas por Perón a través de la Secretaría de Trabajo fueron las siguientes: negociaciones colectivas entre patrones y obreros, extensión del régimen jubilatorio, vacaciones pagas, creación del aguinaldo, etc.

Estas políticas comenzaron a generar resquemor y preocupación entre los sectores más poderosos, como el de los terratenientes y empresarios, que veían comprometidos sus intereses. El propio ejército, por su parte, veía con desconfianza la figura ascendente de Perón, y veía con malos ojos la oficialización de su relación con Eva Duarte, por su condición de actriz, profesión que no era bien considerada en la época. Al mismo tiempo, las clases medias urbanas (jóvenes universitarios) le criticaban a Perón su autoritarismo.

Todas estas presiones llevaron a que en octubre de 1945 Perón fuera encarcelado en la Isla Martín García. La CGT reaccionó a esta situación convocando a una huelga general para el 18 de octubre. Sin embargo, el 17 columnas de obreros autoconvocados espontáneamente se desplazaron hasta Plaza de Mayo para exigir la libertad de Perón, en lo que fue el primer reclamo masivo frente a Casa de Gobierno de la historia argentina. Esa noche Perón fue liberado, y dio un mensaje desde el balcón de la Casa Rosada.

Después de la movilización del 17 de octubre, el gobierno llamó a elecciones. De esta manera, el 24 de febrero de 1946, Perón se convertía en Presidente por primera vez. Perón recibe su gobierno con un contexto económico favorable, lo que le permite acentuar la figura intervencionista del Estado. En 1947, presenta el Primer Plan Quinquenal, que involucra, entre otros, los siguientes factores:

-Control de la producción y de las exportaciones

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-Incremento de la actividad industrial a través de la promoción de créditos

-Fomento del consumo, a través de medidas a favor de los trabajadores (mayores salarios, pleno empleo, control de precios de la canasta básica y de los alquileres)

-Mayor obra pública, estatización de servicios, puertos, ferrocarriles, etc.

Al mismo tiempo, durante el gobierno peronista se consolidaron las políticas sociales que Perón había promovido durante su período a cargo de la Secretaría de Trabajo. Se convirtieron en leyes los decretos de ese período, y se ampliaron estos derechos con la creación de figuras como el salario mínimo, el Ministerio de Trabajo y el otorgamiento de créditos para la vivienda. La figura de Eva Perón fue central en las políticas sociales del peronismo. Otras acciones incluyeron la implementación de la enseñanza universitaria gratuita, la creación de la UTN y el incremento del turismo social, favorecido por la existencia del aguinaldo.

3. La gestión cultural durante los gobiernos peronistas

En el plano cultural, el peronismo siempre se vio asociado a una imagen “plebeya” y “antiintelectual”, promovida por la imagen de la movilización popular del 17 de octubre. Sin embargo, esta imagen no coincide con las políticas implementadas por el primer gobierno peronista, que buscaba lograr la adherencia de los sectores intelectuales, que se le manifestaban hostiles. Perón promovió la creación de una Subsecretaría de Cultura, incrementando notablemente el presupuesto destinado a estas actividades. Fundó además una Junta Nacional de Intelectuales, tendiente a organizar y patrocinar las actividades de la intelectualidad.

La Subsecretaría de Cultura, dependiente del recién creado Ministerio de Educación, tenía como finalidad “el fomento de la cultura y el fortalecimiento de sus insitituciones representativas”, a la vez que el peronismo buscaba “dar su propia orientación a la cultura, fijar sus objetivos y controlar su ejecución”. La Subsecretaría buscaba orientar sus iniciativas tanto a los productores como a los consumidores de cultura, poniendo el acento en la democratización y la federalización del consumo cultural. La planificación en materia cultural tenía por objeto alcanzar la “homogeneización de la cultura” a partir del uso de distintos medios como la educación, el cine, el teatro, el deporte y la radio, con

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el fin de “conformar una cultura nacional de un contenido popular, humanista y cristiano, inspirada en las expresiones universales de las culturas clásicas y modernas y de la cultura tradicional argentina, en cuanto concuerden con los principios de la doctrina nacional” (Cultura para el Pueblo: 19).

En este sentido, se generaron programas y actividades diversas: por ejemplo, un “Tren cultural”, una especie de centro cultural itinerante que tenía como misión recorrer el país llevando “la cultura” a las poblaciones alejadas. Debía trasladar al interior conjuntos teatrales y artísticos, orquestas, exposiciones pictóricas, escritores y libros.

También se organizó un programa de conferencias y audiciones teatrales, un programa de teatro para niños de los hogares obreros, se creó un Instituto del Folklore y una Orquesta de Música Popular y se incrementó la actividad y el presupuesto de las Bibliotecas Populares. También se implementó un Gran Certamen Nacional de Teatro Vocacional, que se inspiraba en el intento de fomentar la labor de los grupos teatrales en el interior del país.

El teatro y el cine fueron promovidos también como herramientas de propaganda política. Esta “dramaturgia peronista” estuvo integrada por títulos como Tierra extraña (1945) y Camino bueno (1947), de Roberto Alejandro Vagni, Clase media (1949), de Jorge Newton, El hombre y su pueblo (1948) y Octubre Heroico (1949), de César Jaimes4 , El patio de la Morocha (1953), de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo.

La participación activa de los sectores populares en las puestas oficiales, experimentó un desplazamiento hacia otros circuitos teatrales como el comercial de la “calle Corrientes”, donde la presencia habitual de este nuevo actor social se tornó notable y masiva. A partir de las modificaciones económicas que afectaron a los sectores populares, estos se constituyeron en consumidores habituales de productos culturales preexistentes al peronismo, tales como el teatro perteneciente al circuito profesional-popular, entre otros. Es así como, estas masas populares, entre fines de la década del ’40 y comienzos de la del ’50, practicaron una apropiación del ámbito paradigmático del espectáculo porteño, simbolizado en el centro de la ciudad y en la calle Corrientes.

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Sin embargo, durante todo el período el estado siguió abonando la idea de que había una “cultura superior” que era la que había que llevar del centro a la periferia, de las élites a las masas. Para el peronismo, el pueblo aparece como un sujeto a ser renovado donde las prácticas de la cultura popular no tienen valor artístico o estético. Cuando Perón decía que “la cultura si no es popular no es cultura”, no proponía un rescate de las tradiciones populares, sino que consideraba necesario capacitar a las masas para que se ilustraran todo lo posible, poniendo a su alcance los medios para alcanzar su elevación cultural.

Sin embargo, durante este período se gestaron también expresiones culturales genuinamente obreras, eminentemente en la pintura de la época. La cuestión obrera quedó plasmada en las obras de pintores como Eugenio Daneri, Miguel Carlos Victorica y Benito Quinquela Martín.

IMÁGENES:

-Eugenio Daneri, Viviendas Obreras (1946) Esta obra es un paisaje sin figuras humanas. Sin embargo, el título señala de qué se trata y alude a la presencia de los obreros. La sencillez de las viviendas, los colores terrosos y la cercanía del agua alude a la condición de vida de sus moradores.

-Miguel Carlos Victorica, Navidad (1941). El género de la naturaleza muerta fue popular entre estos artistas. Pero en lugar de pintar sofisticadas mesas o abundancia de alimentos, representaron la austeridad de la mesa familiar obrera. En este cuadro, sobre una humilde mesa, un pan dulce, una sidra y unas confituras invitan a compartir la navidad de una familia obrera.

Ver video Quinquela

4. La reacción antiperonista. El antiperonismo en el ambiente intelectual argentino: el caso de la revista Sur

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Las políticas llevadas a cabo por el gobierno peronista provocó la polarización de la escena política en dos facciones: peronistas y antiperonistas. Esta polarización, que había surgido durante el primer gobierno de Perón, se intensifica durante el segundo (1951-55). Los principales opositores eran los sectores dominantes, representados por asociaciones como la Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina.

El gobierno llevó adelante políticas de persecución y encarcelamiento de los opositores. Medidas como el uso de distintivos partidarios y la afiliación compulsiva al partido peronista generaron malestar también en la clase media. A pesar de que estos sectores se habían beneficiado con la movilidad ascendente del período, rechazaron las prácticas políticas del peronismo. Argumentaban que su posición socioeconómica se debía al esfuerzo personal o al de sus padres, mientras que la obtenida por los obreros eran producto de la “demagogia” y el “despilfarro” del gobierno.

El gobierno reaccionó a estas críticas intentando “peronizar” la sociedad. Por ejemplo, La razón de mi vida, el libro de Eva Perón, comenzó a ser usado como texto escolar a partir de 1952. A esto se suma la presencia de Perón y Eva en otros libros de texto obligatorios. El gobierno obligaba también a empleados estatales y estudiantes universitarios a participar en cursos de “formación política”, de orientación decididamente peronista. Por último, la censura y el control estatal de los medios de comunicación terminó de preparar el caldo de cultivo de la disconformidad generalizada, que habilitó el golpe de estado conocido como “Revolución libertadora” que, en 1955, daría fin a los dos primeros gobiernos peronistas.

Entre las voces que festejaron el golpe se encuentran la de un conjunto de intelectuales prominentes de la literatura argentina, congregados en torno a la revista Sur, cuya dirección estaba a cargo de Victoria Ocampo.

Victoria Ocampo, nacida en el seno de una familia aristocrática,3 fue educada con institutrices y su primer idioma fue el francés. Participó desde su juventud en las primeras manifestaciones de los movimientos feministas, intelectuales y antifascistas argentinos.

Sus viajes a lo largo del mundo le permitieron entrar en contacto con los principales exponentes de la literatura y el ámbito intelectual; de esa forma, alentada por Waldo Frank y Eduardo Mallea, fundó la revista y editorial Sur en 1931, que promovió las obras literarias de importantes autores nacionales e

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internacionales como Federico García Lorca o Virginia Woolf .  Militó activamente en la oposición al peronismo, motivo por el cual fue arrestada durante 26 días en 1953.

A Ocampo se sumaban, en el ambiente antiperonista, las voces de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Los tres fueron fervorosos críticos del gobierno peronista, al que consideraban una “dictadura” identificable con el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Leer p. 46 del artículo.

Criticaban del peronismo el atropello de las libertades individuales y la banalización y masificación de la cultura. Justamente, Sur predicaba una visión elitista, europeizante de la cultura; considera que el centro rector de la actividad cultural es el norte, influencia que considera insoslayable para la escena local. Esto se puede ver en el propio logotipo de la portada de la revista.

El número de Sur posterior al golpe de la revolución libertadora manifiesta por primera vez, de forma explícita, la opinión de la revista sobre la política nacional. Durante la década peronista las críticas al gobierno habían sido siempre alusivas, laterales, y se habían concentrado en temas culturales. El derrocamiento del peronismo reanimaba las expectativas de los miembros de Sur de ejercer el magisterio intelectual y espiritual del país. Consideraban que la Rev. Libertadora era un acontecimiento histórico de alcances morales trascendentes- paradojicamente, Sur y la oposición en general apoyaban un gobierno de facto en nombre de principios democráticos y republicanos. La revista invitaba a reconstruir la nación, a reencauzarla en el orden democrático de libertad y justicia, interrumpido por la “tiranía”. Había que “educar a las masas para el civismo”, desperonizarlas, desmasificarlas. La revista reclamaba la pertinencia de los intelectuales para esa tarea, a los que les reclama incursionarse en la arena política, alejándose de la “torre de marfil”.

Un ejemplo de cuento antiperonista: “Casa tomada”, de Cortazar.

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