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Teórico 12 Bibliografía: GRAZIANO, MARGARITA, ¨Para una definición alternativa de la comunicación¨ SIMPSON GRINBERG, M: "Comunicación alternativa: tendencias de la investigación en América Latina", en Simpson Grinberg, M. (comp.), Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia Editora, 1986. CASSIGOLI PEREA, A., "Sobre la contrainformación y los así llamados medios alternativos", en Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia, 1989, págs. 63-71.

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Teórico 12Bibliografía:

GRAZIANO, MARGARITA, ¨Para una definición alternativa de la comunicación¨SIMPSON GRINBERG, M: "Comunicación alternativa: tendencias de la investigación en América Latina", en Simpson Grinberg, M. (comp.), Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia Editora, 1986.CASSIGOLI PEREA, A., "Sobre la contrainformación y los así llamados medios alternativos", en Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia, 1989, págs. 63-71.

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GRAZIANO, MARGARITA, ¨Para una definición alternativa de la comunicación¨

Este trabajo tiene por objeto el esbozo de una serie de planteos referidos a una específica forma de resolver la relación entre sociedad y comunicación que de manera diferente, y aún con ópticas conceptuales distintas y a veces contradictorias, ha venido formulándose en los últimos años. Y decimos “en los últimos años” pues partimos aquí de la premisa de que aún cuando la preocupación por el problema de la búsqueda de vías alternas de comunicación puede remontarse al siglo pasado, es recién en la década que ahora culmina cuando dicha preocupación se plasma a nivel de elaboración teórica sistemática. Cabe la acotación pues de otra forma estaríamos buscando una originalidad no pertinente, ya que pocos han sido por ejemplo los proyectos revolucionarios que históricamente no se hayan planteado la necesidad de análisis de sus posibilidades propagandísticas o de desarrollo de una prensa propia1.

Toda una gama de la literatura sobre el tema, proveniente fundamentalmente de organismos nacionales e internacionales relacionados con proyectos de desarrollo rural en América Latina ha utilizado indistintamente expresiones tales como “comunicación participatoria”, “comunicación alternativa”, “comunicación horizontal”, entre otros, para denominar experiencias particulares de uso de medios o de producción de mensajes. Es nuestro propósito delimitar aquí conceptualmente cada una de dichas expresiones, ver sus mutuas implicaciones posibles y llegar a la formulación de lo que a nuestro juicio debe entenderse por “comunicación alternativa” y de cuál ha de ser su verdadera inserción y su rol fundamental en el seno de nuestra sociedad.

Decíamos anteriormente que el interés sistemático por el tema por parte de los investigadores de la comunicación es de data reciente. Aunque arriesgado, quizás no sea ocioso señalar aquí que dicho interés viene a surgir en el marco de la investigación a continuación de un proceso caracterizado en primer término, o en su primera fase, por una toma de conciencia de la estructura del aparato massmediático, en términos de propiedad, control y contenidos, y en su segunda fase, por una también conciencia de las limitaciones de una posible incidencia del sector investigación en los niveles de toma de decisiones en el plano nacional. En otras palabras, el interés por el estudio de los problemas relacionados con las que por ahora genéricamente denominan “alternativas comunicacionales”, podría ser calificado en la práctica como el estadio inmediato posterior a la etapa de auge de las investigaciones destinadas a servir de base a formulaciones en el marco de “políticas nacionales de comunicación”. Tal periodización no propone en absoluto el que se considere que el nuevo interés haya hecho dejar de lado la preocupación por el marco de las políticas nacionales en el área. Sin embargo, nuestra propuesta podría jugar el papel de hipótesis explicativa del fenómeno.

No renunciamos con esto al valioso aporte proporcionado por otros intentos de periodización, tales como el propuesto por José Vidal Beneyto2, quien desde una perspectiva más globalizadora e internacional, y después de hablar de dos fases iniciales caracterizadas por una neta influencia de los estudios en Estados Unidos, coincide con Nordenstreng en afirmar que la tercera fase se caracteriza a su vez por “una tendencia a una consideración totalizadora y globalizadora del proceso comunicacional” y por el hecho de que “las consecuencias que puedan derivarse para la política de la comunicación de la práctica investigativa de sus procesos reales, implican el análisis e interpretación dentro del contexto social en el cual dicha comunicación se produce”.

Algunas delimitaciones conceptuales

1 Baste recordar a modo de ejemplo los trabajos de Lenin (la información de clase, La última palabra en la táctica del Iskra, etc.)

2 José Vidal Beneyto (ed.) Alternativas populares a las comunicaciones de masas. Centro de Investigaciones Sociológicas, Colección Monografías, Madrid, 1979.

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Señalábamos anteriormente que en un sondeo amplio de los trabajos y experiencias relacionados con el tema3, encontrábamos en muchos casos el uso indistinto de expresiones tales como “comunicación horizontal”, “uso alternativo de medios”, “comunicación participatoria” y “comunicación alternativa”. Intentemos pues ver qué uso han tenido dichas expresiones.

En primer término, cabe señalar que en tanto propuestas, aun de diferente nivel de aplicación, todas ellas han partido de la inclusión del término “comunicación”, que implica una relación dialógica distinta a la óptica verticalista que a las relaciones –si es que puede hablarse en este caso de relaciones- unidireccionales establecidas en los procesos de difusión-información.

En segundo lugar, si un hecho ha caracterizado dichas propuestas en términos generales ha sido su ligazón en gran parte de los casos con campañas educativas sectoriales realizadas en diversos países de América Latina. Entrarían en este rubro los trabajos en el área de extensión y desarrollo agrícola, los que a partir de una concepción de desarrollo basada en la idea de modernización parten de la propuesta de una “comunicación” transmisora de contenidos fundamentales educativos y de un primer intento por establecer relaciones con el receptor, relaciones que apuntaban primordialmente al nivel de una comunicación de retorno para la “evaluación” del programa.

A esta línea de trabajo responden en gran parte los estudios desarrollados por autores como Díaz Bordenave o Falz Borda en términos de experiencias de educación agrícola. Otro tanto puede decirse de las experiencias a través de la educación radiofónica que aún cuando en algunos casos coinciden temáticamente con las anteriores, han puesto mayormente el acento en la validez del medio en el proceso de generación de relaciones de comunicación con fines diversos.

A menos que se atribuya al anterior tipo de trabajo el carácter de experiencias en el sentido más amplio, o sea que se haga residir su valor en su posibilidad de puesta a prueba de mecanismos distintos de comunicación a los del sistema global de medios, las mismas tienden a convertirse en estudios aislados de casos seguidos de evaluaciones, estudios que, salvo en muy contadas oportunidades, pierden la visión totalizadora que debe estar presente y servir de base a todo trabajo de este tipo.

Aunque parciales en sus ópticas, subyace en ellos, con mayor o menor grado de explicitud, una crítica al sistema de medios imperante (o sistema institucional de medios). Crítica a la verticalidad de sus emisiones, a la imposibilidad de un camino de retorno, a su también imposibilidad para servir de canal para la transmisión de mensajes distintos a los habituales en sus programaciones. Conciencia, en última instancia, de un régimen de eso y de una estructura de propiedad que por definición impiden el acceso a cualquier intento de gestar a través de ellos otro tipo de relación con el receptor.

Pasemos pues a intentar definiciones. En el informe acerca de los medios para permitir una activa participación en el proceso de comunicación y análisis del derecho a comunicar, presentado en el decimonoveno período de sesiones de la Conferencia General de la UNESCO en Nairobi en 1976, se señala:

“Actualmente se está proponiendo que la comunicación sea entendida como un proceso de interacción social, a través de un intercambio equilibrado de información y experiencia (...) El objetivo es el de alcanzar un sistema de comunicación horizontal, basado en una distribución equitativa de los recursos y de las facilidades, que permita a todas las personas enviar y recibir mensajes”.

El sentido positivo que aún dentro de su ambigüedad pueda tener una definición de este tipo en boca de la UNESCO, se pierde en parte cuando la misma es ampliada en la “Reunión sobre autogestión, alcances y participación en la comunicación” realizada por esa misma organización en Yugoeslavia en 1977. En el informe final se señala como factor fundamental de “este cambio en el énfasis de la comunicación que va del emisor al receptor” a los progresos tecnológicos:

3 Desgraciadamente, se hace imposible enunciar los principales trabajos en esta área. Baste decir a guisa de ejemplo los realizados por Mario Kaplún, Juan Díaz Bordenave, A. Falz Borda, entre otros autores y los múltiples aportes de centros como el CIID en Colombia, INTA en Argentina, etc.

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“desde los satélites a los pequeños medios de comunicación como los audio-cassettes y VTR’s”. Este nuevo tipo de elemento ha introducido una mayor confusión en el ámbito ya de por si bastante contradictorio que estamos tratando de delinear, confusión que reside en situar las posibilidades de un cambio en el carácter de la comunicación en el campo del acceso a nuevas tecnologías, campo eminentemente instrumental y que aún cuando coadyuva no hace a la esencia de la definición del verdadero contexto en que esa comunicación se debe insertar.

No muy lejos de lo expuesto para la “comunicación horizontal” se hallan las definiciones analizadas en términos de “comunicación participatoria” o “participativa”. En un trabajo reciente, Mario Kaplún señala que “hablar de comunicación participativa es una redundancia impuesta por la apropiación indebida que los medios masivos han hecho del término comunicación”4, basándose en lo que anteriormente señalábamos respecto al carácter dialógico de la comunicación por oposición a los procesos de difusión e información.

En un trabajo colectivo de 1975, publicado en el Nº 13 de la Revista Cuaderno de Educación, bajo el título “la búsqueda de alternativas en Latinoamérica”, los autores señalan:

“El objetivo de los métodos de la comunicación horizontal es la educación liberadora: formar un hombre comprometido con su propia acción crítica, creadora y socializante en la permanente reestructuración de la sociedad”.

Podemos señalar a esta altura que ambas expresiones –comunicación horizontal y comunicación participatoria- son equiparables en su intento de buscar una suerte de inversión de la relación emisor-receptor y en su preocupación por instrumentalizar la nueva relación así surgida en procesos comunicacionales con fines distintos a los propuestos por los medios masivos.

Frente a propuestas como las anteriores han aparecido también en América Latina una serie de experiencias provenientes fundamentalmente del campo de la izquierda, experiencias contestatarias cuya mención se hace necesaria aquí. Casos como los de Reventón y Cine Urgente en Venezuela, el teatro obrero y el Cine de Base en Argentina, el teatro del conflicto en la propuesta de Augusto Boal que desde Brasil circuló por gran parte de América Latina y dio lugar a experiencias particulares en cada país, los múltiples intentos de periódicos partidarios, boletines barriales y hojas de fábrica hasta algunos casos de prensa sindical, son ejemplos de esta corriente.

Sería absurdo no reconocer a dichas experiencias su extraordinaria validez. Sin embargo, de poco contribuiría el dejar de marcar el carácter fundamentalmente voluntarista que guió tales prácticas, o el negar que en muchos casos las mismas obedecieron a más necesidades coyunturales a nivel de cuadros que a un proyecto concreto de participación de masas.

Tratemos de sintetizar lo hasta aquí expuesto:1) Expresiones tales como “comunicación participativa” y “comunicación

horizontal” aluden en esencia a una misma propuesta de cambio en las relaciones emisor-receptor en términos de:

a.Posibilidad de una comunicación de retorno vehiculizada porb.la participación en la producción de mensajesc.distintos de los mensajes del sistema institucional de medios en el

sentido de responder a necesidades que se supone tiene y debe cumplir el viejo o tradicional receptor de aquel, convertido en este esquema en emisor.

2) Ambas expresiones suponen también un reconocimiento de la imposibilidad o escasa factibilidad de uso del sistema institucional de medios a los fines propuestos en el punto 1.

3) Descartamos deliberadamente en nuestra exposición dos tipos de supuestas opiniones que también se han manejado en este campo, a saber:

4 Mario Kaplún. La comunicación participativa como praxis y como problema. Ponencia al VII Seminario Latinoamericano de Teleducación Universitaria. El Salvador, 1979.

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a.La que identifica “participación” en términos de comunicación con acceso a tecnologías comúnmente individualistas (como por ejemplo el videocasete que por lo general ha servido más a la reproducción de signos a través de nuevos canales que a la creación de alternativas).

b.Las escasas experiencias de uso del sistema institucional para la transmisión de mensajes supuestamente alternativos (en la mayor parte de los casos dedicados a áreas como la de teleducación) dado que aún suponiendo un carácter de alguna forma válido para tal alternatividad, al insertarse en el sistema de medios niega toda posible participación a la par que parte del supuesto del ajuste entre las necesidades de la audiencia y los criterios de una producción y transmisión unidireccional.

El problema en el ámbito del “acceso” y la “participación”

Hasta el momento hemos citado los términos acceso y participación en relación con las propuestas esbozadas sin llegar a una definición de los mismos, a pesar de estar dichos conceptos en la base misma de tales propuestas.

En el documento emanado de la Conferencia de Nairobi de 1976 se definen ambos términos. Intentaremos aquí resumir dichos conceptos, los que a nuestro juicio, como muchas veces sucede, son recogidos por UNESCO después de que una amplia experiencia en el campo los ha esbozado tácitamente.

“Por definición, acceso implica la posibilidad de que el público se acerque a los sistemas de comunicación, y en términos concretos esto puede ser relacionado a dos niveles distintos: al de la elección y el de la comunicación de retorno”.

En este último sentido, la elección es esbozada como un derecho individual a ver u oir lo que se quiera, cuando y donde se quiera, lo cual supone, también según UNESCO, una gama de materiales más amplia entre la que el público pueda elegir. En el plano de la “comunicación de retorno” se incluyen desde la “interacción entre productores y receptores” hasta “el derecho a comentar y criticar”.

Por su parte, la participación implica “el envolvimiento del público en la producción y el manejo de los sistemas de comunicación y también opera en distintos niveles de producción, de toma de decisiones y de planeamiento”. Incluso en el mismo trabajo se define a la auto-gestión considerándola como la forma más avanzada de la participación, forma en la cual público ejerce el poder de tomar decisiones dentro de las empresas de comunicación, encontrándose al mismo tiempo capacitado e involucrado en la formulación de planes y políticas de comunicación.

Sería impropio no reconocer en estas definiciones de UNESCO la importancia de haber marcado un hito en la lucha que en algunos países se comienza a sostener por esa misma época en términos de la necesidad de formulación de políticas nacionales de comunicación. Sin embargo, también lo sería el aceptar sin más tales definiciones pues, de hacerlo, incurriríamos en el error de descontextualizar fenómenos históricamente signados y políticamente significativos que no pueden ser abandonados en el plano de la propuesta teórico-conceptual.

Tal como señalábamos, dichas definiciones se encuadran en el marco de la lucha por el establecimiento de políticas nacionales de comunicación y es únicamente a la luz de ese hecho que tiene sentido el acceso a un sistema ya establecido de medios entendido como un derecho a elegir entre programas o a la auto-gestión reducida a una participación en las directivas de las empresas comerciales. Suponerle otro carácter que el de desiderata a la perspectiva de la UNESCO sería suponer al mismo tiempo o un sistema de medios dispuesto a abrirse después de más de treinta años de asumir la “comunicación” como “negocio” privado o un Estado en el que los conflictos internos entre sectores de clase logren la aparición de una brecha que permita el favorecimiento de propuestas de este tipo.

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Sin embargo, incluso en el caso de que la propuesta y las definiciones de UNESCO fueran viables, creemos necesario redefinir los mecanismos de acceso y participación a la luz de un proyecto distinto, aún cuando no contradictorio con el de las políticas de comunicación, como el de la comunicación alternativa.

Elementos para una definición de comunicación alternativa

En el aparte asignado a la vía de acceso “teórica” de su obra Curiepe 5 Alfredo Chacón señala que “...en el proceso histórico constituyente de lo real, la estructura y la praxis se interpretan y se resuelven finalmente a favor de una de las dos alternativas esenciales de la existencia social: es decir, o la reproducción o la transformación de las condiciones estructurales con respecto a las cuales ésta se realiza como una totalidad abierta, compleja y contradictoria”.

Es en ese marco de “alternativas” y “opciones” y entre esos dos polos, “el reproductor y el transformador”, que trataremos de delimitar nuestra posición respecto al tema que hemos propuesto para este trabajo. Cabe quizás señalar que nuestro concepto de “alternativa” responda quizás mejor al de “opción” del lenguaje de Chacón. Para los fines que aquí perseguimos basta con establecer que entre las “alternativas” posibles hemos asumido la “opción” transformadora de una “comunicación alternativa”.

Cabría preguntarse en primer término qué diferencia y qué apareja esa comunicación alternativa con las propuestas mencionadas anteriormente. A nuestro juicio, lo alternativo, en tanto tal, se levanta frente a otra concepción no sólo de la comunicación sino de las relaciones de poder y de la transmisión de signos e imposición de códigos que esas relaciones permiten vehicular.

Señalábamos antes la imposibilidad de hallar en forma explícita o en la implicitud de un discurso coherente, una visión totalizadora en la cual se enraizara y resolviera como propuesta lo participatorio o lo horizontal de la comunicación. Rescatamos aquí los conceptos de participación y horizontalidad pero no como propuestas per se sino como requisitos que debe cumplir toda comunicación que se proponga como alternativa.

Aún cuando pudiera parecer un juego de palabras, cabe señalar a modo de síntesis que toda comunicación alternativa es necesariamente horizontal y participativa pero que no toda comunicación horizontal o participativa puede ser considerada como alternativa.

Lo alternativo está dado por una conciencia de las relaciones que rigen la transmisión del sentido, pero también está dado por una praxis que entre los polos posibles de resolución opta por el de la transformación. Mientras las primeras propuestas analizadas escuetamente en este trabajo se imponen como tácticas parciales y sectorializadas, la idea de una comunicación alternativa remite a una estrategia totalizadora.

“Uno no puede argüir que existen tácticas que fijan prioridades frente a la necesidad de vulnerar los medios de comunicación de masas en poder de la clase dominante. Pero parece indiscutible la necesidad de fijar una estrategia que corporice la idea de poder popular y la haga participar expresándose en la lucha ideológica”6

Y en tanto asumimos que la idea de una comunicación alternativa remite a una estrategia totalizadora, consideramos que la misma no puede ser asumida ni como experiencia parcial ni como objeto de formulación por parte de investigadores aislados, sino como uno de los más importantes aspectos a desarrollar en el seno de una organización política.

Porque a nuestro juicio, al plantearnos el problema de una comunicación alternativa estamos apuntando al mismo tiempo a dos instancia temporales distintas en que dicho problema se resuelve: en primer término, una óptica de la oposición que implica el desarrollo de

5 Alfredo Chacón, Curiepe. Ensayo sobre la realización del sentido en la actividad mágica-religiosa de un pueblo venezolano, Ed. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, UCV, Caracas, 1979.

6 A. Mattelart, P. Biedma y S. Funes. Comunicación masiva y revolución socialista, Ed. Diógenes, México, 1972.

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modalidades alternativas de comunicación con las bases, de transmisión de ideología, de elección de medios y de generación de mensajes; y en segundo término, una óptica del poder plasmada en un proyecto coherente y sistemático de uso de los medios en un proceso revolucionario, proyecto que no debe esperar el inicio del proceso para recién entonces comenzar a ser elaborado.

Proponemos por tanto el uso de la expresión COMUNICACIÓN ALTERNATIVA PARA AQUELLAS RELACIONES DIALOGICAS DE TRANSMISIÓN DE IMÁGENES Y SIGNOS QUE ESTEN INSERTAS EN UNA PRAXIS TRANSFORMADORA DE LA ESTRUCTURA SOCIAL EN TANTO TOTALIDAD.

Creemos que así entendida, la propuesta de delinear más en profundidad sus bases y mecanismos se torna en un reto a asumir por los cuadros políticos y los grupos de investigadores ligados a organizaciones de militancia. Es más, cabría preguntarse si en este sentido la comunicación alternativa no se convierte en un requisito básico de toda forma de comunicación política que dichas organizaciones deban asumir.

SIMPSON GRINBERG, M: "Comunicación alternativa: tendencias de la investigación en América Latina", en Simpson Grinberg, M.

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(comp.), Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia Editora, 1986.

Introducción

La exposición y análisis de las tendencias predominantes en materia de comunicación alternativa suscita muy variadas dificultades. En primer término, es necesario insertar este análisis en el contexto global de las estructuras informativo-comunicacionales, contexto en el que destaca su carácter fundamentalmente monopólico – en distintos sistemas político-sociales- a nivel nacional y trasnacional; ello excede nuestros propósitos y posibilidades inmediatos y, por otra parte, damos por descontado su conocimiento en los ámbitos interesados en este tipo de problemas; en segundo lugar, si bien una exposición exhaustiva también rebasaría los objetivos de nuestro trabajo, no podemos dejar de referirnos, aunque sólo fuera sucintamente, a las principales líneas de investigación y a las concepciones que sobre la relación entre comunicación y sociedad y comunicación y democracia prevalecen entre los investigadores críticos. Esto parece insoslayable, dado que las propuestas de comunicación alternativa constituyen una expresión específica de esta problemática.

En términos generales, podemos decir que las grandes líneas de investigación se vinculan actualmente con la llamada industria cultural o industria de la conciencia; con el carácter trasnacional de las estructuras informativo-comunicacionales; con las nuevas tecnologías, tanto las denominadas livianas como las que tendencialmente facilitan el incremento del control social por parte de las clases dominantes; con el desequilibrio informativo Norte-Sur y, consecuentemente, con los problemas derivados del llamado imperialismo cultural. Otros temas que han atraído el interés de los investigadores en los últimos años – algunos de los cuales se originan en gran medida en los aspectos mencionados más arriba- son, por ejemplo, el “libre flujo” de la información, la manipulación de las noticias y sus connotaciones político-ideológicas, así como el problema de las soberanías nacionales, vulneradas por el desarrollo de la telemática en general y, específicamente, de la comunicación por satélites. A lo anterior hay que agregar la revisión y estudio de los aspectos jurídicos de la comunicación internacional y las investigaciones – sin duda de gran importancia- acerca de las estructuras de propiedad y control y de la función económica de los medios masivos en los procesos de circulación y reproducción del capital.

A partir de este resumen, breve y obviamente incompleto, nos hallamos ante dos interrogantes, que no es posible dejar de lado si en verdad queremos aprehender los lineamientos definitorios de las diversas concepciones acerca de la problemática que nos ocupa: primero, desde qué posiciones políticas e ideológicas se cuestiona el statu-quo social-comunicacional; y luego, qué se entiende por democratización. La gama de posiciones es muy amplia, y las trataremos de resumir aquí. Ante el diagnóstico que se desprendería de los propios temas, la propuesta de una parte de los investigadores puede sintetizarse en pocas líneas: plantean la necesidad de promover políticas nacionales de comunicación que implican, en apreciable medida, la descentralización del poder comunicacional a nivel mundial y su reconcentración directa o indirecta al interior de cada país.; otros estudiosos, sin embargo, ponen también el énfasis en la democratización interna como objetivo de esas políticas nacionales: “Más allá de la definición de de las comunicaciones existe una política social general. Y en este sentido la alternativa central es: autoritarismo o democracia”, dicen Rafael Roncagliolo y Lourdes Avila, quienes agregan: “Por eso, quizá sea hora de dejar de proponer políticas nacionales de comunicación, a secas, para empezar a diseñar políticas de democratización de las comunicaciones, con objetivo y con finalidad explícita”. En una línea semejante, Juan Somovía señala que propugnar la vigencia de una verdadera libertad en el flujo de la información implica “sustituir el oligopolio vigente por la pluralidad de fuentes de comunicación”, lo cual supone: “… plantear que en el Tercer Mundo los Estados tienen la responsabilidad básica de estimular y promover estructuras y estilos alternativos de información en el marco de políticas nacionales de comunicación, sin que la

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información se transforme en un instrumento de dominio del gobierno sobre el resto de la sociedad”.

Para exponer de otro modo las posiciones contrapuestas: el espectro abarca, por una parte, desde las ideologías tecnocrático-autoritarias centradas en consideraciones de soberanía nacional informativa y modernización de estructuras, hasta posiciones que podríamos denominar como tecnocrático-populistas, con acentuada tendencia a fortalecer el poder comunicacional de los Estados nacionales y su control sobre el conjunto de la comunicación social; y, por la otra, a sectores que enfatizan conceptos tales como pluralismo, acceso y participación. Partiendo de criterios en cierto modo semejantes, otros hablan de derecho a la información7, a la que definen como un bien social, a la vez que subrayan los derechos del receptor en los procesos comunicacionales. Por su parte, algunos estudiosos, al mismo tiempo que confieren una importancia central a la democratización de los sistemas de de propiedad, señalan la urgencia de trascender la vieja distinción entre lo público y lo privado para avanzar hacia la incorporación del derecho social: “Las comunicaciones, el derecho a la comunicación, pertenecen a la misma categoría. La actividad comunicativa debe corresponder a instancias sociales democráticas, en las que el control real de la información provenga de los receptores organizados y de los productores sociales de los mensajes”.

Es pertinente señalar, por otra parte, que dentro de lo que ambigua y genéricamente se conoce como la izquierda latinoamericana, las posiciones fundamentales están claramente enfrentadas: aquí incluimos tanto a quienes confunden términos tales como “nacionalización”, “estatización” y “socialización” en un solo haz conceptual8, promoviendo de hecho el control estatal de los medios, como a los que se colocan precisamente en el polo opuesto; es decir, a quienes plantean la necesidad de una radical descentralización del poder comunicacional entre los sectores mayoritarios de la población.

Entre los investigadores “críticos” que promueven la estatización “socialista” de las estructuras comunicacionales, suele hallarse una conjunción de presupuestos científicos e ideológicos sobre la que no se ha reflexionado suficientemente: no me refiero a la síntesis de leninismo, neoconductismo y cibernetismo, sustentada en extrapolaciones categoriales –propias de la escuela norteamericana- desde el campo del reduccionismo conductista y de la cibernética al ámbito histórico-social. Un ejemplo extremo, por su carácter explícito, es el de Camilo Taufie, cuyo libro Periodismo y lucha de clase ha tenido gran aceptación en diversas escuelas de nuestro continente. Para este autor, que se inspira conjuntamente en Lenin, Norbert Wiener y David Berlo,

a) la cibernética, la ciencia de las computadoras, ha demostrado que comunicar e informar son sinónimos y, además, que “informar” equivale a “dirigir” dentro de una misma organización social,

7 Cabe señalar que el gran debate nacional llevado a cabo en México sobre la reglamentación del derecho a la información – fundamentalmente entre los años 1977 y 1980-, con la participación de investigadores, periodistas, parlamentarios, funcionarios públicos y representantes de organizaciones sociales, políticas y culturales, constituye un acontecimiento de enorme relevancia que no tiene precedentes en América Latina, si exceptuamos la discusión suscitada en el Perú a raíz de la Reforma de la Prensa peruana promovida por el gobierno del general Velazco Alvarado en 1974.8 Para decirlo con palabras de Sweezy: “Esto es confundir las categorías jurídicas con las relaciones de producción “ (…) “Tanto en Italia como en Francia, por ejemplo, el estado, directamente o por medio de corporaciones estatales, posee una gran proporción de los medios de producción (evidentemente no se trata de propiedad privada, pero con la misma certeza se trata de una forma de una forma capitalista de propiedad)”. (Paul Sweezy, “Checoslovaquia, capitalismo y socialismo”, en La transición al socialismo, varios autores, Edit. Zeta Limitada, Medellín, Colombia, 1971, pp.9-10). A su vez, Castoriadis, refutando las aserciones de Lenin y Trostsky, para quienes lo que determina el carácter socialista de la propiedad estatal (o nacionalizada) es el carácter del poder político, sostiene: “Lo que confiere un carácter socialista o no a la propiedad “nacionalizada” es la estructura de las relaciones de producción”. A lo que agrega líneas más abajo: “El poder soviético, como poder de la clase obrera, no vive por sí mismo; por sí mismo tiende a degenerar, como todo poder estatal. Sólo puede vivir y consolidarse en un sentido socialista tomando como base la modificación fundamental de las relaciones de producción, o sea el acceso de la masa de los productores a la dirección de la economía. Es precisamente lo que no ocurrió en Rusia”. (Ver Cornelius Castoriadis, La sociedad burocrática I, Barcelona, Tusquets Editores, 1976, p. 168).

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b) la sociedad contemporánea dio origen a un descubrimiento científico trascendental: el de que información y dirección son equivalentes dentro de un mismo sistema dinámico complejo, ya se trate de una máquina, de un ser vivo o de una organización social;

c) esta verdad arranca de la cibernética, y su empleo permite demostrar que en un ámbito humano delimitado, un país, por ejemplo, comunicación y dirección social son homólogos; actúan como dos procesos paralelos y, además, inseparables, es decir, se manifiestan como dos aspectos de una misma acción ordenadora que se ejerce en el seno de una agrupación social; concretamente, que son dos formas –complementarias- de expresión del poder.

Entendiendo la noticia como “mandato” (p.25) y citando a Aristóteles y a David Berlo para afirmar que “el objeto principal de la comunicación es la persuasión”, incorpora paradójicamente la categoría funcionalista de influencia al pensamiento “crítico” e, ignorando los derechos de los receptores, afirma el papel hegemónico del Emisor:

Nuestro objetivo básico en la comunicación es convertirnos en agentes efectivos, es decir, influir en los demás, en el mundo físico que nos rodea y en nosotros mismos, de tal modo que podamos convertirnos en agentes determinantes y decidir de alguna manera sobre el curso que seguirán los hechos. En resumen, nos comunicamos para influir y afectar intencionalmente.

A partir de tales concepciones, no se hace hincapié en un cambio radical de las estructuras de propiedad y control y de los propios mecanismos de generación de mensajes en una línea democratizadora, que hago posible implementar flujos multidireccionales de comunicación, sino en un mero cambio de los contenidos, en la suposición de un receptor pasivo que debe ser preparado para recibirlos. Y este cambio de contenidos se visualiza a partir de una estatización directa o indirecta de los medios, a los que se adjudica una función determinante como fuentes generadoras de la conciencia social.

Este es, en apretadísima síntesis, y excluyendo muchos matices, afinidades y contradicciones, el panorama de las posiciones básicas desde las cuales se impugnan las actuales estructuras informativo-comunicacionales.

Ahora bien: en cuanto al concepto de democratización en el área comunicacional, es oportuno externar algunas pocas consideraciones. Para la derecha y para la izquierda autoritaria –impregnadas implícita o explícitamente de concepciones neoconductistas-, la democratización de las estructuras comunicacionales suele ser sinónimo de acceso universal al discurso del poder. En el primer caso, mediante la promoción de nuevas tecnologías y la multiplicación de opciones que provienen de las mismas clases sociales que usufructúan la propiedad y el control de los medios y son, por consiguiente, los emisores orgánicos del discurso social predominante; y en el segundo, mediante la articulación de seudodescentralizaciones de inspiración leninista, uno de cuyos ejemplos es la formación de “corresponsales populares” para una prensa altamente centralizada y bajo el estricto control de los aparatos político-estatales; otro ejemplo es la concesión formal de los medios a organizaciones sociales que funcionan como entidades paraestatales y que, en la teoría y/o en la práctica no son otra cosa que meras “correas de transmisión” del aparato del poder.

Tal fue, por citar un caso histórico, la posición de Armand Mattelart y de la Primera Asamblea Nacional de Periodistas de Izquierda durante el gobierno de la Unidad Popular chilena. Por lo que se desprende de los documentos accesibles, aunque se habla de “devolverle la palabra al pueblo”, se promueven esquemas unidireccionales basados en la concentración del poder comunicacional en manos del Estado; y, por otra parte, la lucha para lograr el control de los medios por sus trabajadores tendría en el contexto de ese discurso un carácter meramente transitorio y coyuntural. Dice Mattelart:

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De ningún modo la consigna del control de los diversos medios, por sus trabajadores, puede constituirse en la meta exclusiva de la revolución en la comunicación masiva. Sentado esto, puntualicemos algunas reflexiones.Si bien es cierto que la meta final es que el Estado de los obreros y de los campesinos controle los medios de producción ideológica y cultural, no lo es menos que una estatificación drástica no puede darse en las condiciones del momento actual chileno. Justamente, en virtud de éstas, el control sobre los medios está llamado a tomar varias formas que permitirán a los trabajadores fiscalizar efectivamente la actividad comunicativa.

Para reforzar su punto de vista, el autor citado recoge la posición que surge de un significativo documento: la declaración que, sobre política comunicacional, formuló la Primera Asamblea Nacional de Periodistas de Izquierda:

Nos parece entonces que puede ser adecuado levantar el objetivo de transición del “control de los medios de comunicación de masas por parte de sus trabajadores”. Advertimos que este objetivo se concibe como válido siempre que cumpla un papel progresivo movilizador de todos los trabajadores de estos medios.Pero si en ellos existiese un apoyo mayoritario para la forma superior de control, que es la estatización, y si la relación de fuerzas con la burguesía se revelara favorable, entonces el objetivo de transición adquirirá de inmediato su forma superior: la estatización lisa y llana (Las cursivas son nuestras. MS)

Una posición diferente puede ser ejemplificada por la reflexión de un investigador ya citado:

Todo ello conduce al problema de los sujetos de la política. La característica orgánica de una política de democratización consiste precisamente en que el aparato estatal deja de ser el único sujeto de la política.

Por nuestra parte, entendemos que la problemática comunicacional debe ser abordada en relación con los procesos de democratización y con el carácter de la sociedad global. Y esto, a su vez implica partir de varios principios metodológicos, a saber:

a) El carácter real de las estructuras predominantes de la comunicación de masas sólo puede aprehenderse si se lo analiza en el contexto de la sociedad global, entendida como una macroestructura comunicacional:

b) La sociedad en su conjunto, con sus estructuras de producción, sus organizaciones sociales, políticas y culturales y su aparato estatal, constituye una macroestructura comunicacional; en esa macroestructura comunicacional se reproducen –a través de la polaridad emisor-receptor- las modalidades de la división del trabajo predominantes en el aparato productivo material y simbólico, como consecuencia de los sistemas de propiedad y control imperantes; y, al mismo tiempo, las relaciones comunicacionales en la sociedad global constituyen un reflejo de las relaciones de poder, de los procedimientos para la toma de decisiones que derivan del sistema político, de las articulaciones entre el Estado y la sociedad civil;

c) Las estructuras de propiedad y control de los medios determinan el carácter de los procesos de generación de mensajes y el tipo de relación comunicacional entre emisores y receptores;

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d) Así como es el modo de producción material predominante en una formación social dada, así es el modo de producción simbólica predominante, y sus correspondientes relaciones de producción;

e) Del carácter de la relación emisor-receptor en los distintos procesos productivos, tanto materiales como simbólicos, pueden inferirse –más allá de las ficciones jurídicas sobre el tipo de propiedad- los rasgos definitorios del sistema político y económico de la sociedad global;

f) El carácter del sistema comunicacional predominante en una formación social dada está determinado por la interacción de dos instancias que gravitan decisivamente en su conformación: por un lado, el modo de producción9 material predominante; y por el otro, el tipo de sistema político, con la articulación específica que establece entre el Estado y la sociedad civil; a nuestro juicio, del tipo de interacción de estos elementos derivan los rasgos básicos del sistema comunicacional predominante y los márgenes posibles de alternatividad.

Todo lo anterior nos lleva a interrogarnos acerca del perfil que asumen, en los modelos de sociedad y en las opciones que nos proponen los investigadores y los dirigentes políticos: a) el carácter real del modo de producción al que se tiende; b) las articulaciones entre el modo de producción material y el modo de producción simbólica, con sus correspondientes relaciones de producción; y c) las características de las articulaciones entre el Estado, la sociedad política y la sociedad civil, lo que supone subrayar-u omitir- la distinción, esencial en cualquier sistema, entre comunicación social a secas y comunicación social del Estado.

Esto significa que la investigación no puede limitarse al análisis y la impugnación de las estructuras comunicacionales correspondientes, grosso modo, a un solo sistema económico y político-social, excluyendo otros contextos y experiencias que deben analizarse objetivamente. Cabe afirmar, al respecto, que no es posible el diseño de modelos alternativos de comunicación si se trueca el estudio científico por la mera apología o sí, de plano, se soslaya el análisis una vasta y conflictiva zona de la realidad.

Sin que exista un correlato mecánico entre los enfoques arriba esbozados y los conceptos acerca de la validez, función y carácter de la llamada comunicación alternativa, es posible advertir sin embargo que en el abanico de aproximaciones al fenómeno –de tanta relevancia en el contexto latinoamericano- se oyen claramente los ecos de aquellas posiciones encontradas. Y no podía ser de otra manera, pues el punto de partida para la formulación de opciones radica precisamente en la concepción que se tenga acerca de un aspecto central al que nos hemos referido brevemente en esta introducción: la relación entre comunicación y sociedad global.

II. CONCEPTUALIZACIONES: DOS TENDENCIAS PREDOMINANTES

La gama de enfoques y los puntos de vista desde los cuales se aborda el fenómeno de la comunicación alternativa –cuyos orígenes se remontan a la década de los 60-, son de gran amplitud y variedad. En primer lugar, suelen usarse expresiones diversas como comunicación popular, participativa, autóctona, autogestionaria, emancipadora, etc., expresiones que enfatizan algún aspecto de lo que globalmente constituye un fenómeno complejo cuyo denominador común radica, a nuestro juicio, en el hecho de constituir en todos los casos una opción frente al discurso del poder en sus diversos niveles. Mientras que en algunos casos se define la comunicación alternativa –concepto que nosotros utilizamos de manera genérica y no excluyente- en oposición a los medios masivos- confiriéndole un carácter eminentemente artesanal y autogestionario –de ahí la expresión de comunicación participatoria-, en otros la 9 Creemos, con Castoriadis, que el elemento clave para juzgar qué modo de producción es el predominante en una formación social dada es el análisis de las relaciones reales de producción, lo que incluye los procedimientos para la toma de decisiones respecto a las metas y organización del trabajo y al destino final del excedente económico.

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expresión se refiere a todo fenómeno comunicacional que, independientemente de que se verifique promedios artesanales o industriales, implique una opción frente al discurso dominante. Y mientras en la mayoría de los casos se visualiza a la comunicación alternativa como respuesta a la comunicación de masas, en otros se señala que no siempre se trata de una acción tendiente a un cambio, de una respuesta de una situación de dominación ideológica y cultural, sino simplemente de la persistencia de formas comunicacionales, de carácter generalmente participativo y preexistentes a la comunicación de masas, por derivar de culturas en las que existían formas comunitarias de relación social. Se trataría, en este y otros casos, de un fenómeno de resistencia cultural.

Temas como la relación, enfatizada por muchos autores, entre comunicación alternativa y la llamada educación concientizadora, la insistencia de algunos expertos en la autogeneración de mensajes como signo distintivo de la alternatividad, la decodificación grupal crítica y el análisis del papel del Estado en la promoción de opciones, así como lo referente a la comunicación intermedia como manifestación de lo alternativo, tampoco pueden ser abordados con la debida extensión en este trabajo, en el que omitimos también la contraposición, grata a algunos estudiosos, entre comunicación alternativa y contrainformación. Por otra parte, los diversos análisis de carácter epistemológicos merecían una detenida atención en un panorama sobre las conceptualizaciones prevalecientes en la materia.

Aunque a algunos de estos aspectos nos referimos más adelante, creemos, sin embargo, que las muy diversas aproximaciones esbozadas arriba, remiten, directa o indirectamente, a las dos corrientes fundamentales que analizaremos en esta parte del trabajo, y a las nuevas tendencias delineadas en el apartado IV; a la vez, su análisis se torna imprescindible para una comprensión global del carácter y significación de la comunicación alternativa en nuestras sociedades latinoamericanas; nos referimos, en primer lugar, a la conceptualización de la comunicación alternativa que visualiza a ésta, implícita o explícitamente, como un antídoto exclusivo respecto a las estructuras trasnacionales; y luego, a las definiciones que supeditan el carácter alternativo de ciertas experiencias a su inserción dentro de estrategias de cambio social estructural elaboradas por las autodenominadas “vanguardias” político-ideológicas. Cabe aclarar, sin embargo, que no se trata de dos líneas de pensamiento netamente diferenciadas, pues en algunos casos puede observarse que los partidarios de las teorías de la “vanguardia” asumen también los presupuestos teóricos y políticos de quienes sustentan fundamentalmente la posición mencionada en primer término. En éstas, como en otras áreas de conocimiento, las líneas están entrecruzadas, y no pueden establecerse delimitaciones que por su rigidez resultarían arbitrarias. Sin embargo, es posible y necesario exponer el núcleo conceptual de estas dos corrientes, por su enorme gravitación en los enfoques de que han partido la mayoría de los estudios sobre comunicación alternativa en nuestro continente.

A. La comunicación alternativa como respuesta a la estructura trasnacional

Dentro de esta corriente de pensamiento, las investigaciones sobre comunicación alternativa se sustentan en un diagnóstico previo que subraya el carácter fundamentalmente trasnacional de las estructuras comunicacionales. Se trata de un denominador común, como ya se ha dicho, de la mayor parte de las investigaciones, y existe en esta línea de análisis una enorme producción hemero-bibliográfica, testimonio de la importancia que se le adjudica en las esferas especializadas. Tanto investigadores independientes como integrados a centros de estudios privados y universitarios, a movimientos políticos y sociales y a organizaciones intergubernamentales y de carácter profesional como la UNESCO y la FELAP (Federación Latinoamericana de Periodistas) se han ocupado durantes años del perfil trasnacional de las estructuras comunicacionales. Así, hay un abundante acervo de información acerca de los diferentes aspectos involucrados en esta problemática, que van desde la denuncia sobre la manipulación de las noticias hasta los estudios pormenorizados acerca del dominio que las empresas trasnacionales ejercen sobre el conjunto de la comunicación social en América Latina, tanto desde el ángulo tecno-económico como político-ideológico.

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Desde este marco de referencia histórico-conceptual, se considera que la comunicación alternativa surge como respuesta a la mencionada modalidad trasnacional y al carácter intrínsecamente unidireccional y autoritario de los medios masivos, cuya propia estructura tecnológica constituiría –según las posiciones más extremas- un obstáculo insoslayable parea su incorporación a procesos democráticos y participativos. En otros casos, se supone que este carácter antidemocrático no es inherente al factor tecnológico sino que deriva de su posesión monopólica por parte de las clases dominantes y de su racionalidad mercantil: es decir, del modelo comunicacional mismo, modelo trasnacional exportado por los países centrales a las áreas periféricas. Desde esta óptica, afirma Diego Portales:

La comunicación alternativa es un proyecto que se opone al predominio sin contrapeso de la modalidad de comunicación trasnacional. Éste es, por decirlo de alguna manera, su impulso genético.

Por su parte, Fernando Reyes Matta, al interrogarse sobre qué es la comunicación alternativa, y frente a qué se la considera como tal, responde:

Dentro de este concepto se ubica a todas las formas de comunicación que emergen como respuesta al sistema dominante, cuyos centros de poder se asientan en los países capitalistas occidentales y cuya expresión es una permanente expansión de tipo trasnacional. (Las cursivas son nuestras).

En una línea de reflexión que enriquece y complementa los planteamientos anteriores, la comunicación de masas es vista, no como antítesis irreductible, sino como factor de apoyo a la comunicación alternativa, dentro de procesos globales de democratización. Y si bien se define a esta última en términos obviamente opuestos a la comunicación industrial10, se asienta la siguiente reflexión:

Sin embargo, este conjunto, daría por resultado un sistema de comunicación estrictamente marginal a la sociedad. Quizás sería viable para algunas sociedades tradicionales no penetradas significativamente por la ideología, la técnica y la comunicación trasnacional; puede ser éste el caso de sociedades tribales que intentan un fenómeno de modernización o transformación radicalmente distinto al modelo que ofrece el capitalismo moderno. Pero no sucede lo mismo con aquellas sociedades cuyas estructuras tradicionales fueron destruidas por la penetración trasnacional y en su reemplazo emergieron estructuras modernas y subdesarrolladas a la vez.El caso latinoamericano exige una conceptualización diferente de la comunicación alternativa donde se asuma el avance tecnológico de la comunicación moderna, pero en función de objetivos radicalmente diferentes de aquellos que persigue la comunicación trasnacional.

Luego de lo anterior, se remata con una sugestiva propuesta cuyas vastas implicaciones no es necesario subrayar:

Nuestra hipótesis es que la comunicación alternativa es capaz de superar el cerco ideológico que le impone el predominio trasnacional a condición que cumpla los siguientes requisitos: primero, que sea capaz de articular los flujos de comunicación horizontal y vertical; y segundo, que logre articular las formas de producción artesanal e industrial.

10 Los rasgos distintivos de la comunicación alternativa, definidos positivamente, serían según Portales: propiedad de organizaciones sociales, producción artesanal de mensajes, flujos horizontales, multidireccionales de comunicación, acceso amplio de sectores sociales a la emisión y transmisión de contenidos favorables al cambio.

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Un modelo alternativo de comunicación, dice un autor, si parte del aquí y ahora de la existencia social, no puede ignorar las grandes estructuras institucionales-industriales, con todo lo que ello implica desde el punto de vista de las relaciones verticales-unidireccionales y su carácter predominantemente burocrático. Coincidentemente con tal reflexión, otro autor ya citado postula una alianza activa entre periodistas, grupos políticos y sindicales, vecinos de barrios populares y organizaciones de intelectuales para salir al paso de la influencia del mensaje trasnacional. Para ello se contemplan acciones dentro del sistema y fuera del mismo, y se formula una hipótesis de trabajo que goza de creciente aceptación dentro de los investigadores: “La posición justa es hacer avanzar no en líneas paralelas, sino al encuentro en el cual la comunicación alternativa se incorpore plenamente a la comunicación masiva y, a través de ésta, alance a amplios sectores sociales, entregando la riqueza de un mensaje cuyo origen está en las inquietudes, en los debates y luchas populares”.

B. Hegemonía de las vanguardias político-intelectuales

En una posición que se fundamenta explícita o implícitamente en la llamada “teoría de la vanguardia”, cuyo núcleo conceptual definitorio es el papel dirigente que se adjudica a las élites político-intelectuales como depositarias del saber teórico e histórico –que deben transmitir a las masas para que éstas puedan cumplir con su misión revolucionaria– parece ubicarse, aunque con muy variados matices, en apreciable número de investigadores.

Según esta línea de pensamiento, la validez de las experiencias comunicacionales no encuadradas en las estructuras del poder trasnacional depende de su inserción en una estrategia totalizadora. Así, no debería ser calificada de alternativa ninguna “experiencia parcial”, ya que tal fenómeno sólo puede ser asumido “como uno de los más importantes aspectos a desarrollar en el seno de una organización política”, organización que debe constituir, desde luego, la vanguardia de un amplio proceso político-social. De acuerdo con tal tesitura, la promoción de praxis alternativas involucra “un reto para los cuadros políticos y los grupos de investigadores de organizaciones de militancia”. De esto se desprende que:

Al plantearnos el problema de una comunicación alternativa estamos apuntando al mismo tiempo a dos instancias distintas en que dicho problema se resuelve: en primer término, una óptica de la oposición que implica el desarrollo de modalidades alternativas de comunicación con las bases, de transmisión de ideología, de elección de medios y de generación de mensajes; y en segundo término, una óptica del poder plasmada en un proyecto coherente y sistemático de uso de medios en un proceso revolucionario.

Y seguidamente, se propone una definición del concepto de comunicación alternativa que nos intensa señalar por las exigencias y limitaciones que implica: se sugiere que la expresión se use

Para aquellas relaciones dialógicas de transmisión de imágenes y signos que estén insertas en una praxis transformadora de la estructura social en tanto totalidad. (Las cursivas son nuestras).

Más allá de la contradictoria mención de las “relaciones dialógicas” desde una óptica vertical, es oportuno señalar que este enfoque desestima, como hemos visto, toda praxis de carácter espontáneo que no tienda concientemente a un cambio radical bajo la égida de una organización política encargada diseñar y llevar a cabo la mencionada “Estrategia totalizadora”. Precisamente por ello hemos subrayado en las citas correspondientes la preposición con y la expresión transmisión de ideología, puesto que se trata de una postura que aborda el proceso comunicacional desde una perspectiva instrumentalista: se trataría, por una parte, de crear canales de comunicación con las masas, pero no de promover una comunicación de masas y

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para las masas, al margen de todo aparato político y de todo control por parte del poder que se intenta construir desde la cúpula vanguardista; y, por otra, de una concepción neoconductista según la cual el núcleo de toda comunicación lo constituye una transmisión unidireccional de mensajes –en este caso “liberadores”-, con el fin de introyectar a las masas el nivel adecuado de conciencia.

Hay en todo esto un eco de las ideas de Kautsky y Lenin acerca de la imposibilidad de que el proletariado (y por extensión las mayorías explotadas y oprimidas en general) adquiera por sí misma conciencia socialista, sin la intervención de una elite esclarecida. Es oportuno transcribir, al respecto, unas pocas líneas de Lenin, quien respalda sus posiciones en un conocido texto de Kautsky:

Pero el portador de la ciencia no es proletariado, sino la inteligencia burguesa (subrayada por CK): es del cerebro de algunos miembros de esta capa de donde ha surgido el socialismo moderno (…). De acuerdo con esto, ya el viejo programa de Einfeld decía, con todo fundamento, que es tarea de la socialdemocracia el llevar al proletariado la conciencia de su situación (literalmente: llenar al proletariado de ella) y de su misión.

Para decirlo con la aguda ironía estampada en una célebre “Carta circular” de Marx y Engels, quienes estigmatizaban así a los vanguardistas avant la létre de aquella época: “En una palabra, la clase obrera no es capaz de lograr por sí misma su emancipación. Para ello necesita someterse a la dirección de burgueses “cultivados y poseedores”, pues sólo ellos tienen “tiempo y posibilidades” de llegar a conocer lo que puede ser útil a los obreros”.

Desde perspectivas similares a las esbozadas más arriba respecto al papel protagónico de los intelectuales y de su función dirigente, se promueve –a partir de formulaciones gramscianas- la interacción dialéctica entre el elemento intelectual, siempre en función dirigente, y el elemento popular, como eje de un nuevo bloque histórico revolucionario que hallaría su vertebración en un partido leninista convertido en el “príncipe moderno”. La fuente de esta concepción hay que buscarla en diversos escritos de Gramsci, y muy especialmente en las Notas sobre Maquiavelo, texto en el que se hace un parangón entre la función histórica del maquiavelismo y la teoría de la praxis, expresión con la que Gramsci se refiere elípticamente al marxismo.

Ante el interrogante básico acerca de para quién escribe Maquiavelo, Gramsci reflexiona que el pensador florentino se propone educar políticamente a quien no sabe, a la clase revolucionaria de su tiempo, el “pueblo” y la “nación” italianas. Y corono su reflexión con este aserto:

Maquiavelo quiere persuadir a estas fuerzas de la necesidad de tener un “jefe”, que sepa lo que quiere y cómo obtener lo que quiere y de aceptarlo con entusiasmo …

A lo cual agrega seguidamente, refiriéndose al aspecto que nos interesa:

Esta posición de la política de Maquiavelo se repite en el caso ed la filosofía de la praxis

Pero esta filosofía de la praxis no encarna en un individuo providencial sino en el partido, según se desprende del contexto de su discurso:

El moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se

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resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales.

Y en cuanto a la tarea histórica de ese partido-príncipe, señala nuestro autor, en un párrafo muchas veces citado, que

Debe ser, y no puede dejar de ser, el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna.

Se trata de una posición semejante a la anterior pero más finamente elaborada, en la misma medida en que las reflexiones de Gramsci constituyen un enriquecimiento y una matización de las tesis leninistas acerca de la relación elite intelectual-partido de vanguardia-proletariado. A partir de este enfoque, y de la concepción gramsciana del intelectual orgánico, algunos investigadores consideran que la comunicación popular emancipadora implica una labor activa de los intelectuales, previa conversión política que los identifique con los intereses populares, a fin de “situarse en el lugar social y dentro de la perspectiva cultural de las clases subalternas”. De tal modo, sin embargo, el intelectual “no abjura de su condición ni abdica de su función dirigente en su contacto con el pueblo”, así, se establece que la función del intelectual

No se agota en la tarea de “prestar voz a los que no tienen voz”. Implica sobre todo y principalmente su intervención educadora y dirigente en el seno del mismo pueblo, contribuyendo activamente a que las clases subalternas tomen conciencia crítica de sus propios horizontes culturales (…). Su eficacia característica es la promoción de las clases populares hacia la libertad política y social, respetando profundamente su sistema de autoidentificación, “su iniciativa cultural y su derecho a ser diferentes”.

III. ALGUNAS OBSERVACIONES CRÍTICAS

Cabe señalar, en primer término, que desde la perspectiva resumida en el apartado A) se han hecho aportes muy significativos para la comprensión del problema comunicacional y para la conceptualización del fenómeno alternativo. La prevalencia de este enfoque, que se centra la crítica a un solo modelo, el denominado trasnacional, se explica históricamente por su enorme gravitación en América Latina y en otros países del Tercer Mundo, en los que el poder trasnacional de las comunicaciones se inserta en un contexto global de dominación política y económica. Sin embargo, ello no obsta para externar algunos señalamientos acerca de sus limitaciones para la aprehensión de la cambiante realidad latinoamericana y de la amplitud y riqueza de la comunicación alternativa.

En efecto, y tal como se podrá apreciar a lo largo de este trabajo, el carácter exclusivo y excluyente con que se ha manejado este enfoque por parte de muchos investigadores, ha derivado en un empobrecimiento de las aproximaciones al fenómeno; y ello se refiere, específicamente, a los límites de aplicabilidad del concepto de comunicación alternativa, inherentes a su propia definición en torno a un único modelo. A partir de tal tesitura, se emiten del análisis otros contextos político-sociales en los que las vías alternativas han surgido como respuesta a relaciones autoritarias de comunicación no necesaria o únicamente trasnacionales. Así, por razones ideológicas explícitas o implícitas, y por motivos políticos frecuentemente coyunturales, se ha desechado el estudio crítico –salvo raras excepciones- de las experiencias alternativas en los llamados regímenes de transición al socialismo (por ejemplo, durante el gobierno de la Unidad Popular chilena); a esta emisión se añade la ausencia de trabajos serios sobre el carácter y la estructura de la comunicación social en Cuba, así como las opciones posibles en ese contexto, caracterizado por el sistema de partido único y el monopolio

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partidario-estatal de los medios masivos, sobre los que se ejerce un absoluto control económico, político e ideológico11.

Todo ello tiene consecuencias teóricas y prácticas para la formulación de opciones de vistas a procesos de cambio que no sean una mera transferencia de monopolio de una clase social dominante a una nueva elite de poder, y que deje intacta las relaciones asimétricas entre emisor y receptor. Cabe insistir en que se trata precisamente de lo contrario: de promover un cambio radical de las relaciones comunicacionales, con todo lo que ello representa desde el punto de vista de los sistemas de propiedad, control, elaboración y difusión de mensajes.

Respecto a lo anterior, es pertinente señalar que las definiciones negativas en oposición al modelo trasnacional suelen complementarse con definiciones positivas, cuyos elementos constitutivos configuran a la comunicación alternativa como el paradigma de la democracia comunicacional. Dice un autor: “Sería la conditio sine qua non de todas las democracias posibles; el diálogo permanente, la participación a la vez espontánea y pertinente, nunca arbitraria ni condicionada, generadora de decisiones colectivas y de socialización de la producción y sus frutos. Sin embargo, en muchos casos tales afirmaciones no se confrontan con la realidad social-comunicacional de procesos que, por un vasto acuerdo que suponemos implícito, han sido excluidos a priori del análisis o se abordan con un lenguaje casuístico que no condice con tal tipo de planteamientos.

Pero a medida que los investigadores advierten la incongruencia de promover nominalmente procesos de democratización a la vez que se avalan –por acción u omisión- modelos autoritarios, van surgiendo reflexiones e investigaciones que implican una redefinición del compromiso de los trabajadores de la comunicación; y tal redefinición exige un análisis de la realidad que nos permita, sobre la base de un conocimiento más profundo y asumiendo las contradicciones y sorpresas que deparan los acontecimientos históricos, elaborar fórmulas alternativas coincidentes con la visión democrática y pluralista de las estructuras sociales y comunicacionales.

Desde este perspectiva, la comunicación alternativa no constituye solamente un antídoto frente a las estructuras trasnacionales, sino una propuesta y un proyecto que cuestiona la concentración del poder comunicacional independientemente de las razones que aduzcan para legitimarlo; y todo ello, en la inteligencia de que las estructuras comunicacionales –simétricas o asimétricas- constituyen en gran medida una expresión de las relaciones de poder y un espejo en el que puede mirarse la sociedad en su conjunto, entendida como una macroestructura comunicacional.

En un trabajo anterior, al describir los fenómenos que a nuestro juicio constituían las diversas dimensiones de lo alternativo, intentamos tipificar algunas coyunturas y contextos en que emergen determinadas opciones: Decíamos al respecto:

11 En el punto 7 de la Resolución adoptada por el Primer Congreso del Partido Comunista en Cuba sobre los medios de difusión masiva, se establece claramente: “Para que los órganos de difusión masiva cumplan a plenitud su papel en la educación político-ideológica, moral y estética de la población, para que sean capaces de realizar con eficacia su función movilizadota en interés de las grandes tareas de la construcción socialista, resulta imprescindible que actúen como vehículos del Partido, de la Unión de Jóvenes Comunistas, de las organizaciones de masas y sociales, del Estado y de los trabajadores individualmente considerados; para el ejercicio de la crítica como instrumento fundamental sin el cual no es posible concebir el desarrollo de nuestra sociedad”. El significado real de estos conceptos acerca de la función de los medios masivos se podrá advertir cabalmente si se tiene en cuenta que “las organizaciones de masas y sociales” a las que se alude en el documento –aparte de las referencias al Partido (…)- operan como “correas de transmisión” del Partido y del aparato estatal para, por lo cual no están en condiciones de generar mensajes autónomos, que difieran en algún sentido del discurso oficial. LA pobreza informativa y la grisura de la prensa cubana, reconocida por las propias autoridades de ese país, constituyen un claro testimonio de tales limitaciones. Para una lectura completa del documento citado, ver: Ana Gontman B., “Los medios de comunicación en Cuba”, en Argentina, Cuba, Chile: realidad política y medios masivos”, varios autores, Cuadernos del Centro de Estudios de Comunicación, Nro. 4, FCPyS, UNAM, México, 1979, pp.52 y ss. (Las cursivas son nuestras, MS).

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En un determinado momento, la opción se presenta frente al Estado, como monopolizador directo o indirecto de los medios; en otro, frente a los canales privados y estatales a la vez; en otros aún, particularmente frente a los intereses privados, nacionales y/o trasnacionales, de manera totalmente autónoma o alentada por organismos estatales o paraestatales, cuando en el propio seno del Estado se mantienen, con todas las precariedades del caso, bastiones aislados del interés mayoritario; a veces es el Estado el que asumen, directamente, la propiedad y el control de un medio, como opción, también, ante los intereses privados nacionales y/o trasnacionales; finalmente, como ha ocurrido en España y en Chile, la alternativa surge tanto ante el monopolio capitalista como respecto a la prensa izquierdista y popular.

Coherentemente con esta historización y relativización del concepto, lo que le confiere a la vez una necesaria universalidad, arriesgamos una definición provisional que tuviera en cuenta esos diferentes contextos en que surge la opción:

Diremos que es alternativo todo medio que, en un contexto caracterizado por la existencia de sectores privilegiados que detentan el poder político, económico y cultural –el las distintas situaciones posibles desde el sistema de partido único y economía estatizada (Cuba) hasta los regímenes capitalistas de democracia parlamentaria y las dictaduras militares- implica una opción frente al discurso dominante.

En cuanto al apartado B), dedicado a las definiciones de la comunicación alternativa que giran en torno a la hegemonía de las elites político-intelectuales, intentaremos unas pocas reflexiones; en primer lugar, acerca del problema teórico y de los interrogantes que suscita.

La concepción de Lenin sobre los procesos de formación de la conciencia, concepción iluminista de raíz jacobina, y cuyos antecedentes pueden hallarse tanto en la corriente mesiánica y redentorista del populismo ruso como en Lassalle y Kautsky- pone de manifiesto una incongruencia que, paradójicamente, una autora ha señalado al plantear esta pregunta: “cómo es posible decirse marxista y afirmar que la conciencia tiene un origen diferente que el ser social”. Por otra parte, la experiencia histórica ofrece muchos y muy variados ejemplos de autoemancipación de las clases explotadas como el papel relevante de una élite portadora de ideas y conceptos fecundos que, en interacción con la praxis cotidiana y las “ideas inherentes” de las clases populares, dan por resultado un nivel de conciencia que funciona como motor del los procesos político-sociales. Es posible mencionar movimientos de carácter espontáneo que han trascendido del mero economicismo y de los objetivos inmediatos, tanto en las sociedades capitalistas como en las denominadas preindustriales. Para dar un ejemplo dramático, que toca muy de cerca de los latinoamericanos, podemos mencionar el caso de la revolución española de 1936/137, en que la denominada “vanguardia” ha ahogado en sangre, implacablemente, las iniciativas radicales de las bases obreras y campesinas, por contravenir los intereses y las estrategias diseñadas desde la cúpula dirigente.

Quien revise la rica bibliografía sobre las relaciones vanguardia-masa, sobre el papel de los intelectuales en los procesos revolucionarios-empezando por Marx y Engels- advertirá que cada autor, frecuentemente según la particular circunstancia en que se produce su reflexión, enfatiza las posibilidades de autoemancipación o la necesidad imperiosa de una vanguardia esclarecida que conduzca a las mayorías sociales hacia su liberación, auque hay que señalar que de Marx y Engels a Lenin se opera un claro desplazamiento a favor de la élite intelectual.

En esta tensión teórico-política entre los polos extremos en que suele verificarse la polémica, nos interesa subrayar, muy especialmente, las consecuencias de la teoría de la vanguardia y su uso para la legitimación del poder y la supresión de la autonomía popular en el curso de los procesos político-sociales. En la conjunción de estos fundamentos teóricos y las relaciones de dominación que la vanguardia establece con las mayorías sociales una vez tomado el poder del Estado –relaciones de dominación que tienden a reproducirse más allá de la voluntad subjetiva de los dirigentes-radica tal vez una de las clases de la mencionada supresión

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de la autonomía popular en tales procesos, una de cuyas manifestaciones son las estructuras comunicacionales autoritarias. La dualidad teórica involucrada en las formulaciones sobre la misión histórica ineluctable del proletariado y la legitimación de una vanguardia que lo representa y actúa como una superconciencia del mismo, tiene su correlato en el plano específicamente comunicacional: tantotas organizaciones sociales y culturales como los medios masivos constituyen, desde esta óptica meras “correas de transmisión”de la vanguardia, independientemente de que ésta se halle en la posición o en el poder. Se trata en la mayoría de los casos, como lo demuestra la experiencia histórica, de una concepción instrumentalista de la comunicación alternativa, cuya meta final es el control estratégico de los movimientos populares. Cabe decir, al respecto, que en la medida en que la comunicación alternativa, en su expresión más plena, implica el ejercicio de la democracia comunicacional directa, al margen de todo control y sin necesidad de intérpretes privilegiados del sentir colectivo, entraría en contradicción con la hegemonía de la vanguardia.

Jeremiah O`Sullivan y Mario Kaplún, cuya reflexión tiende a preservar la autonomía de la comunicación popular, dicen al respecto:

Es también posible citar otras experiencias en las cuales los mensajes elaborados presentan un contenido político radical mientras al mismo tiempo son manejados por intereses que los controlan y que adoptan formas paternalistas muy sutiles y ocultas. Los mensajes políticos radicales son producidos generalmente por grupos externos a las clases populares (profesionales universitarios, jóvenes estudiantes de izquierda, en otras palabras, élites intelectuales). Este núcleo altamente politizado introduce, desde el comienzo, un discurso cargado de términos esloganizados, tales como “sistema”, “estructuras políticas”, “lucha de clases”, “materialismo histórico”, “neocolonialismo”, “dependencia”, etc., términos que están vacíos de claros significados para los interlocutores populares, los que no tienen en sus ambientes inmediatos experiencia directa y específica con los referentes de aquellos términos”.

Esta reserva se relaciona también con otro tipo de consideraciones, vinculadas con el significado real de las experiencias de comunicación alternativa Si bien se acepta, desde esta óptica, que cierta orientación política “y no solamente pragmática y casuística”, tal vez implique, con todos los riesgos del caso, un proceso de concientización más profundo, si embargo se subraya:

Esto no quiere decir, claro está, que sea desaconsejable llevar a cabo experiencias (…) que tengan como objetivo simplemente resolver problemas específicos de la población o apenas reflexionar colectivamente sobre los mismos, sin una dimensión de lucha concreta por la transformación de las estructuras sociales…

Y un párrafo más abajo:

En el fondo, lo que está en juego es el aprendizaje y la práctica de un nuevo tipo de relación entre las personas y entre las clases sociales, entre el pueblo y el gobierno como corporización del Estado.

En otros términos, lo que está en juego es el aprendizaje de nuevas relaciones de poder que, surgidas de la base misma de la vida social, impliquen a la vez la desmitificación del poder comunicacional, simbolizando en nuestras sociedades por los medios masivos. Y para ello hay que partir de otra perspectiva, teórica y política, que va más allá de las estrategias elaboradas por sectores o grupos que se asumen como los agentes privilegiados del acaecer histórico. Todo ello supone visualizar los procesos de cambio en una dimensión que excede holgadamente del mero punto de vista partidario, para avanzar latente y manifiesto, en toda la trama de la vida

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social, dentro y fuera de los aparatos del Estado. En esta perspectiva, las experiencias de comunicación alternativa adquirirían, a nuestro juicio, una relevancia que no depende de su inserción formal en movimientos de carácter político con metas definidas de cambio global. Y ello es así, en la medida en que constituyen avanzadas de nuevas relaciones sociales y, específicamente, prácticas constitutivas de las mismas, dentro de vastos procesos que en muchos casos escapan –por sus características heterodoxas, no previstas en los manuales- a la percepción de los teóricos.

Finalmente algunas reflexiones acerca de Gramsci, cuyos textos, en los que suele advertirse una gran agudeza intelectual, ha servido para fundamentar las más encontradas posiciones, debido a su fragmentariedad y a su carácter frecuentemente ambiguo. Sosteniendo equilibrio entre la coerción y el consenso, la obra gramsciana puede dar lugar a las más variadas interpretaciones. Rossana Rossanda señala, al respecto, lo que denomina las dos etapas de Gramsci: las que cubren el itinerario ideológico que va del Gramsci de los consejos, sovietista y antijacobino, al Gramsci que, una década después, en las notas sobre Maquiavelo, pone el énfasis “sobre la vanguardia, el príncipe, el único que está en condiciones de interpretar la realidad liberando sus potencialidades aún informes”. Así, dice “cierra en sentido opuesto al de la `democracia directa` la dialéctica entre clase y conciencia”.

Sin embargo, es pertinente traer a colación unas breves meditaciones de Gramsci que, a nuestro juicio, calan hondo en la esencia de esta controversia. En primer lugar, un interrogante vinculado con la formación de dirigentes:

¿Se quiere que existan siempre gobernados y gobernantes, o por el contrario, se desean crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de la existencia de esta división es sólo un hecho histórico, que responde a determinadas condiciones?

Esta pregunta, que hace referencia indirectamente a la división del trabajo en las sociedades clasistas y a la probabilidad de su superación en lo futuro, puede extenderse al campo de su superación en lo futuro, puede extenderse al campo de la comunicación, puesto que históricamente, la división tajante ent4e emisores y receptores es expresión de esa misma división clasista del trabajo. Pero las vanguardias, que no establecen límites para su dominio, pretenden seguir ejerciendo el papel de únicos emisores del discurso social históricamente válido.

Para finalizar, otra cita de Gramsci; aunque éste cuestiona con agudos argumentos la existencia de una espontaneidad “pura”, pues ésta, dice, coincidiría con la mecanicidad también “pura”, y señala que la unidad entre “espontaneidad” y “dirección consciente” constituye “la acción política real de las clases dominadas”, estampa en seguida una reflexión crítica que vale la pena transcribir:

Para la concepción histórico-política escolástica y académica, sólo es real y digno aquel movimiento absolutamente consciente, determinado incluso por un plan minuciosamente trazado anteriormente y correspondiente con la teoría abstracta. Pero la realidad es rica en las combinaciones más extrañas, y el teórico debiera rastrear en ellas la comprobación de su teoría, “traducir” al lenguaje teórico los elementos de la vida histórica, y no, por el contrario, presentar la realidad de acuerdo al esquema abstracto.

IV. NUEVAS INDAGACIONES TEORICAS

Estamos ahora ante corrientes de pensamiento que, desde muy diversos ángulos y muy variadas preocupaciones, exhiben un denominador común: el intento de trascender los estereotipos y los tabúes que durante muchos años han constituido gravísimos obstáculos para la intelección más profunda de nuestra realidad y para la formulación de opciones. Todo ello implica repensar categorías que aún constituyen las herramientas fundamentales de la investigación, teñida por las concepciones mecanicistas, por el fácil denuncismo y la visión apocalíptica de algunos exponentes de la Escuela de Frankfurt (vg., Horkheimer y Adorno).

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A nuestro juicio, se trata en primer lugar de aprehender la realidad social-comunicacional de un continente indígena, campesino y pluricultural, que ha sido pensado por la izquierda, primordialmente desde las perspectivas que aportan las teorías sobre la misión histórica del proletariado como única clase universal, con un destino histórico claramente definido. Y ello, desestimando explícita o implícitamente a las grandes masas latinoamericanas, cuyo único destino cierto parecía radicar en la subordinación a las minorías obreras y a las élites vanguardistas que decían –y dicen- representarlas. En segundo lugar, es necesario abandonar –sin negar su enorme importancia- la fascinación por los medios masivos y las ideas acríticas acerca de su aparente omnipotencia en la formación de la conciencia colectiva, para mirar hacia adentro, hacia nuestras comunidades rurales y centros urbanos, a fin de estudiar el carácter de las experiencias populares de diverso tipo y saber cómo son y cómo funcionan sus canales y redes autónomas de comunicación. Y, por otra parte, es pertinente indagar qué relación se establece entre el discurso de los sistemas dominantes y los perceptores, de qué manera y en qué medida gravitan en las concepciones y actitudes de individuos y grupos y en qué niveles se verifican los procesos de decodificación crítica.

Todo esto, que parece muy poco, tiene sin embargo muy dilatadas implicaciones, pues nos muestra los cambios significativos que se están operando en las tendencias de la investigación.

Cabe señalar, en primer término, las reflexiones acerca de las redes de comunicación participativa preexistentes a los medios masivos, lo que no sólo hacen referencia a culturas con formas de actividad comunitaria, sino también al problema de la multigénesis y del significado real de la comunicación alternativa: desde tal perspectiva, éste ya no puede verse únicamente como respuesta a las estructuras transnacionales, sino también como manifestación de la persistencia de ciertas expresiones opuestas al modelo industrial-desarrollistas de las burguesías nacionales (y de la mayor parte de los proyectos marxistas o neo-marxistas), así como los grandes movimientos políticos-sociales, ponen de relieve los límites de una concepción mitificadota del poder persuasivo de los medios masivos, concepción que soslaya, además del grado de autonomía de las culturas populares, la importancia de la praxis como fuente de la conciencia colectiva. Al respecto, señala Luiz Gonzaga Motta que hasta ahora, en la mayoría de los estudios se acepta “el axioma marxista de que las ideas de las clases dominantes son, en cualquier época, las ideas dominantes”. A lo que agrega: “Las clases populares viven también sus contradicciones al nivel de la experiencia cotidiana y responden dialécticamente a las tentativas de manipulación”. Lo que no significa, desde luego, idealizar a los sectores populares sino subrayar su creatividad y su capacidad de resistencia a loa imposición de pautas sociales y culturales.

A partir de preocupaciones similares, Alcira Argumedo apunta a la revisión del concepto marxista de conciencia enajenada, que es en gran medida la matriz teórica, el núcleo conceptual en que se fundamentan las posiciones paternalistas que impugna. Con ello, promueve un área de investigación teórica hasta el momento cristalizada en la repetición del estereotipo, y cuya importancia para la conceptualización y evaluación de los fenómenos alternativos no es necesario enfatizar. Reflexiona esta investigadora:

Hablamos de “conciencia enajenada” en el sentido de aceptar como propios y válidos la visión del mundo y las formas de dominio establecidas por los imperios por los imperios en las sucesivas etapas históricas (…) Pero la historia de la dominación colonial o neocolonial en los tres continentes, a lo largo de cuatrocientos años, demuestra que las épocas de “paz”, de aparente aceptación de un disenso latente, han sido la excepción y no la regla de los pueblos dominados. Y esta distorsión histórica de la información –el fenómeno no es nuevo- ha llevado, aún a ciertos sectores progresistas, a concebir la historia del dominio como asentada en un consenso “enajenado” de los dominados.

Y mientras algunos comienzan ya a interrogarse en voz alta acerca del carácter real de los sistemas que se asumen como socialistas y de sus estructuras comunicacionales, que se nos han venido proponiendo como alternativa, otros subrayan la imperiosa necesidad de buscar una

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tercera opción entre lo que Alcira Argumedo denomina “los dos modelos paradigmáticos”, el modelo capitalista transnacional y el modelo soviético. En una línea semejante se ubican investigadores como Ana María Ntho y Juan Díaz Bordenave. Al impugnar los modelos liberales adoptados en gran parte de América Latina, la primera señala simultáneamente que “el modelo comunista fue y es autoritario en su teoría y en su práctica política”; y el segundo enfatiza la necesidad de formular “un modo de desarrollo diferente del emanado del capitalismo liberal y del comunismo estatal y proponer a nuestros pueblos un socialismo democrático de bases comunitarias, autogestionarias y participativas”. A nadie escapará la relevancia de tales planteamientos, sobre todo si se tiene en cuenta que el doble discurso, liberador-autoritario, de gran parte de nuestra comunicología crítica no es más que el eco de la falsa polaridad que estos autores objetan.

Desde tal perspectiva, es natural que se plantee una redefinición del compromiso político y profesional de los comunicólogos, compromiso tantas veces confundido con una adhesión incondiciononal a los aparatos de poder, real o supuestamente populares. En un análisis crítico de las políticas nacionales de comunicación promovidas por la UNESCO y su incidencia en la realidad brasileña, reflexionan Ubirajara da Silva y Gonzaga Motta:

El compromiso de los profesionales y estudiosos de la comunicación debe ser con la cultura brasileña, especialmente en sus expresiones populares que han estado históricamente marginadas. La resistencia a la dominación, presente en estas expresiones populares, no puede ser eliminada porque está dentro de las personas. Y el compromiso, así definido, no es coyuntural porque atraviesa regímenes. (Las cursivas son nuestras).

A partir de tales planteamientos, que son aplicables al conjunto de América Latina,

parece lógico que se manifieste cada vez más claramente la tendencia a la observación, sin anteojeras categoriales, de la realidad socio-comunicacional de las mayorías, a fin de hallar algunas claves para su comprensión. Con ello se produce una significativa inversión en el carácter de las investigaciones, que hasta ahora se han dedicado predominantemente, como señala José Marquez de Melo, a los modos de comunicación de las clases dominantes. Precisamente por ello, es alentador observar que se promueve el estudio de los canales informales y de las lecturas obreras, es decir, de los procesos de decodificación crítica que implican, y también el análisis de las estructuras de parentesco e intercambios de informaciones, tanto en las áreas rurales como en las citadinas; a ello hay que agregar el interés por las formas de comunicación popular que surgen de los movimientos obreros y de los llamados movimientos urbanos, con todo lo que de ellos deriva en cuanto a una relación comunicacional directa, cutos polos están constituidos por emisores y receptores específicos.

Coherentemente con tal tipo de preocupaciones, Gustavo Esteva ha llamado la atención sobre la necesidad de indagar acerca del estatuto teórico y del valor político de las organizaciones y movimientos ciudadanos, entre cuyos rasgos comunes cabría señalar la práctica de sistemas de autogestión y la propensión a la acción directa, con lo que se contribuye a gestar “una racionalidad alternativa, que no es simple producto lógico sino praxis social concreta”. Sobre las dimensiones reales de tales movimientos dice un autor: “Un nuevo espectro ronda por el mundo en crisis (…): asociaciones de vecinos, comités de barrio, organizaciones de usuarios, asociaciones de padres de alumnos, sindicatos de consumidores, organismos de participación, clubes culturales, centros sociales, todo un sinfín de expresiones ciudadanas que luchan, se organizan y toman conciencia, en un intento de transformar la base material y la forma social de la vida cotidiana”.

Dentro de esta voluntad de inmersión en nuestra realidad, es interesante insistir en la tendencia al análisis de la prensa obrera y sindical y de las clases subalternas en general. Aunque se trata de un movimiento incipiente, se pueden detectar tres líneas fundamentales de investigación: los panoramas de actualidad, los análisis de casos y los estudios históricos, que abarcan diversos períodos. Respecto a los dos primeros aspectos (estudios generales de actualidad y de casos específicos) Eduardo Lins da Silva ha sugerido una rica gama de posibilidades en cuanto al campo de estudio. Y en lo referente a las investigaciones históricas,

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de enorme significación a mi juicio, deseo señalar simplemente, como ilustración de un tipo de inquietud que va ensanchando el campo de la historiografía crítica en un área ignorada hasta hace poco tiempo, un ejemplo brasileño y otro mexicano: el trabajo de Albino Rubim Sobre la prensa de las clases subalternas (1880-1922) y la investigación de Guillermina Bringas y David Mascareno La prensa de los obreros mexicanos (1870-1970). Pero los estudios históricos no se limitan a las expresiones impresas y abarcan otros aspectos de la comunicación popular, tal como lo muestra la investigación de Luiz Roberto Alves sobre comunicación y resistencia en la cultura colonial brasileña, específicamente en vinculación con los procesos inquisitoriales.

Todo ello confluye en una preocupación a la que ya nos hemos referido de manera sucinta: el estudio de las estructuras comunicacionales autóctonas, preexistente a la aparición de los medios masivos y cuya vigencia y amplitud actuales no han sido analizadas suficientemente:

De hecho, en todas las culturas históricas, desde las indígenas hasta las campesinas y las del sector pobre de las zonas urbanas, se dieron formas participatorias de comunicación simplemente porque en dichas culturas funcionaban formas de actividad participatoria, como por ejemplo la minka de los quechuas, el mutirao brasileño, el convite haitiano y otras formas de cooperación.

Cabe señalar, en lo que se refiere a la relación entre comunicación alternativa y cambio social, que no se trata de la mera convivencia de formas de comunicación que han sido desplazadas por el liberalismo y la sociedad industrial capitalista, sino de algo cuya vigencia apunta hacia el futuro: junto con las asociaciones campesinas, el movimiento cooperativo, las asociaciones de barrio, los sindicatos y las asociaciones eclesiales de base, “estos grupos y otros semejantes, son los que verdaderamente practican la democracia en nuestra sociedad y constituyen reductos de la comunicación democrática”.

En este contexto, hay que anotar las incipientes investigaciones sobre la experiencia autogestionaria de las radios mineras bolivianas, fenómeno realmente único, por su dimensión político-cultural, social e histórica, no sólo en América Latina sino tal vez en el mundo entero. En esta línea, que se vincula directa o indirectamente con las controversias acerca de la autonomía de la comunicación obrera y popular con respecto a las llamadas “vanguardias”, los trabajos iniciales indican un camino que puede ser fecundo. Otra área importante es la constituida por las investigaciones sobre la comunicación alternativa de la mujer, fenómeno al que se le había prestado hasta el momento muy escasa atención.

En el caso de México, cabe mencionar algunas indagaciones que apuntan hacia diversos objetivos. En lo que se refiere a la prensa obrera y sindical, un ejemplo es el trabajo de José Luis Gutiérrez Espíndola sobre la revista Solidaridad, a ello hay que añadir las investigaciones sobre las radios indígenas y campesinas, algunas de ellas dependientes del INI, y el análisis del discurso de diversos medios alternativos y de la prensa obrera en particular, así como los trabajos acerca del rescate de la memoria colectiva a través de historiodrama y otras formas de expresión, y los estudios vinculados a los procesos de revalorización cultural en poblaciones indígenas. Otro aspecto de interés es el centrado en la relación entre los procesos de educación popular y los movimientos reivindicatorios urbanos, problemática acerca de la cual se han realizado diversas investigaciones. Finalmente, es oportuno mencionar los estudios vinculados con el acceso popular a la tecnología comunicacional. El interés de este tipo de actividad y de las investigaciones correspondientes no puede desestimarse, sobre todo si se tiene en cuenta que el meollo de la comunicación alternativa es la descentralización del poder comunicacional, lo que implica descentralizar también el saber tecnológico.

Un área de investigación importante, que ex profeso hemos dejado para el final, es la que se refiere a la comunicación alternativa en los regímenes de transición. Se trata a nuestro juicio de una línea incipiente pero de enorme relevancia teórica y política, a pesar de configurar, en algunos casos, aproximaciones tímidas y fragmentarias, y en otros, meras alusiones laterales que soslayan el problema central: los modelos teóricos de sociedad –explícitos e implícitos- y las prácticas político-comunicacionales que de ellos derivan. Señalaremos, al respecto, algunas reflexiones sobre la política comunicacional y las expresiones alternativas en dos momentos

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históricos fundamentales: durante el gobierno de la Unidad Popular en Chile (1970-1973) y durante el régimen revolucionario de Velasco Alvarado en el Perú (1968-1975).

Respecto al primer caso, es conveniente señalar que algunos autores, por partir de un funcionalismo y neoconductismo en su versión leninista, no pueden extraer de los hechos las conclusiones pertinentes. Es, sobre todo, el caso de Armand Mattelart, en su ilustrativo trabajo –realmente pionero- sobre la prensa alternativa de los cordones industriales de Santiago de Chile.

Aunque el enfoque es básicamente anecdótico, los diálogos de Mattelart con los trabajadores de los cordones industriales contienen una enorme riqueza por sus implicaciones político-ideológicas. Está de más decir que la importancia de esta apertura temática radica en los hechos que se relatan, independientemente –como en otros casos- de la evaluación e interpretación que de los mismos ofrezca el autor. No deja de ser paradójico que u defensor del monopolio estatal “socialista” de los medios haga hincapié en problemas y situaciones de los que surgen alternativas no sólo respecto a la derecha sino también frente a la prensa oficial o semioficial del régimen allendista. Claro que sin llegar a comprender el verdadero carácter de los problemas que estaba sacando a la luz: la contradicción radical entre el poder ejercido por ciertas vanguardias paternalistas y la autonomía cultural y socio-comunicacional de las masas trabajadoras.

Otro investigador, Claudio Aguirre Bianchi aborda también el tema de la prensa alternativa durante el gobierno de la Unidad Popular. En su trabajo, de mayor enjundia, el análisis se centra en la crítica de las teorías funcionalistas-conductistas y en la formulación de lo que llama “Borrador de una teoría subversiva” de la comunicación social. Por la agudeza de su reflexión, por el particular contexto que la suscita y por la información que incluye, el trabajo de Aguirre Bianchi constituye sin duda un valioso aporte. Puntualiza iniciativas que surgieron, dice, “como una reacción a cierto grado de burocratización en algunos niveles gubernamentales, cuadros medios administrativos y responsables políticos de las empresas incorporadas al Área de Propiedad Social”, y complementa:

Como respuesta a una burocratización de la élite, una suerte de populismo obrerista emergió. En confrontación con estas tendencias surgían algunas situaciones nuevas. Mientras ningún sector realmente controlaba el aparato estatal, desde la base popular un nuevo estado de cosas surgía, nacían nuevas organizaciones y se comenzaba a pensar en nuevas políticas.

En este contexto, interesa la supresión de fenómenos comunicacionales de carácter popular por decisión ajena a los propios protagonistas puesto que representaban de hecho –como señala Aguirre Bianchi- una dualidad de poderes, un estorbo a las tendencias centralizadoras. Dice refiriéndose al caso de la revista juvenil obrera Compañero, publicada por la editora Nacional Quimantú y cuyo equipo impartía conocimientos de periodismo a muchos jóvenes trabajadores:

Era un objetivo de esta publicación el contribuir a la movilización y la participación juvenil, mediante un proceso de permanente cuestionamiento de la vida cotidiana de la juventud trabajadora. Cuando la experiencia de Compañero comenzaba a materializarse dando frutos, fue interrumpida debido a diferencias políticas en el marco de la Unidad Popular en cuanto a la cuestión central planteada: el proceso de movilización y su sentido.

Tenemos aquí, pues, un tema de investigación que es necesario profundizar la comunicación alternativa como expresión de la dualidad de poderes en procesos de transición; es decir, como emergente del conflicto, latente o manifiesto, entre centralización y democratización del poder comunicacional.

En el caso del Perú nos encontramos, a raíz de la Reforma de la Prensa, con un tipo de contradicciones que apuntan básicamente en la misma dirección: el conflicto entre democratización y centralización, entre el aparato burocrático-estatal y la participación popular. Sin entrar en detalles acerca de una experiencia histórica muy conocida y de gran importancia

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como la que nos ocupa, cabe señalar que este fenómeno ha llevado a meditar sobre dos puntos esenciales: el concepto de socialización (versus simple estatización directa o indirecta) y el carácter de las relaciones entre emisor y receptor, como factor determinante en todo proyecto auténticamente democratizador de las estructuras comunicacionales. Dicen al respecto los autores de una extensa investigación:

El proceso mismo de la comunicación no se vio mayormente alterado a pesar de la expropiación. Si partimos del esquema más simple de comunicación, aquel que considera la existencia de un emisor, un mensaje y un receptor, podemos observar que el emisor fue, de alguna manera, el gobierno con sus respectivos matices.

A lo cual agregan más adelante:

Desde esta perspectiva, los mensajes recibidos por el receptor de la prensa reformada, eran productos de apariencia acabada que planteaban dilemas del tipo revolución-contrarrevolución, orden-desorden, como única forma de presentar una dialéctica que superase un lenguaje unívoco de control. Al imponer un orden particular al conjunto de receptores, basado en acuerdos mínimos del sobre la necesidad de mantenimiento del programa del gobierno, aparecían al receptor dictaminando sobre sus intereses.

Lo importante para nosotros es que dentro de este marco los autores hacen referencia, aunque muy brevemente, a un fenómeno que otro investigador denominó “la alternativa dentro de la alternativa”: el desarrollo de un periodismo paralelo, “al interior de la prensa reformada”. Ello dio lugar, observan, a la conjunción de dos proyectos antagónicos, el del gobierno y el de sectores de la pequeña burguesía radicalizada “que asume intereses estrictamente populares”

Casi está de más decir que la referencia a tal tipo de fenómenos es de extraordinaria relevancia, por cuanto implica abordar un área de investigación ignorada –como ya hemos subrayado- por la mayoría de los estudiosos: los fenómenos de comunicación alternativa que surgen dentro de procesos de transformación económica y político-social. Aunque los autores del trabajo sobre el caso peruano parecen rechazar el llamado “tercerismo”, de hecho la ilógica de sus observaciones, al hacer hincapié en la falsa socialización y en el monopolio del discurso social por parte del Estado, apunta implícitamente a un aspecto básico: a una crítica global de los dos sistemas paradigmáticos y a la ampliación de concepto de comunicación alternativa, cuyos límites de aplicabilidad van más allá de los fenómenos inscritos en la sola oposición a las estructuras del capitalismo transnacional.

Lo anterior cierra el círculo de nuestros planteamientos, al confluir en primer lugar con nuestras preocupaciones iniciales acerca del concepto mismo y de los límites impuestos al estudio de la comunicación alternativa; y luego, al aludir de hecho a la relación entre ésta y los procesos globales de democratización, lo que nos lleva a interrogarnos una vez más acerca de la interrelación entre los modelos comunicacionales y los modelos de sociedad. En términos generales, la conjunción del interés por las muy variadas expresiones de comunicación popular –a las que hemos hecho referencia en este capítulo- y por los fenómenos alternativos dentro de procesos de cambio, marca un claro viraje en la conceptualización y en la propia orientación de las investigaciones.CASSIGOLI PEREA, A., "Sobre la contrainformación y los así llamados medios alternativos", en Comunicación alternativa y cambio social, México, Premia, 1989, págs. 63-71.

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El plantear la comunicación política interesada principalmente en la influencia de variables

como la fuente, el mensaje el canal y el receptor en actitudes, valores y comportamientos

políticos y en la difusión de información política, incluso acerca de la retórica de la

conducción de campañas, nos parece, sobre todo en el ámbitos de los países dominados o

dependientes, una posición restringida; y ello es así por cuanto no privilegia situaciones

fuera de la normal vinculación entre un sistema que envía mensajes y otro que los capta.

Si en verdad pertenecemos al sistema dependiente, podría ser que nuestro interés sea desalienar esta relación y plantearla en una nueva conformidad más amplia en la cual, por ejemplo, se respete, se amplíe y se dignifique esa vinculación del hombre libre con el hombre libre, única base de la comunicación, como veremos más adelante.

Por otro lado, hay quienes pretenden que los llamados medios alternativos contrainformativos son realmente los medios de comunicación. Veamos, pues, qué obtenemos de estos principios.

Tanto desde e interior de las izquierdas oficiales como desde los grupos contestatarios en los países de Europa denominados socialistas, se ha venido gestando un término impreciso: medios alternativos. Bajo este rubro se ha agrupado a los medios de información o difusión: a) distintos a los de la política oficial; b) proletarios, sindicales y obreros; c) pertenecientes a los partidos de izquierda o latamente a los de oposición; d) artesanales y políticamente críticos del sistema capitalista y la sociedad burguesa; e) clandestinos o subterráneos; y f) todo aquello que en un tiempo constituyó lo que los comunistas del treinta llamaron la agitprop, pero modernizada.

El término “alternativo” implica opción entre una cosa y otra. De esta suerte, se trataría de algo distinto del “común”, “del sistema”, “oficial”, “normal”, “de la clase dominante”, “del gobierno”, “del Estado”, es decir, opuesto (en el mensaje; se comprende, y no meramente en su estructura técnica) a lo que marxistamente entendemos por ideología, lo que en esencia expresaría formas en el plano de la difusión, de la lucha de clases.

Sin embargo, la toma de posición con respecto a lo anteriormente dicho es un tanto riesgosa y ambigua. Así, por ejemplo, Oposición, periódico del Partido Comunista Mexicano (PCM), sería alternativo en relación con El Heraldo de México, por cuanto explicita una línea política alternativa a la manifestada por este ultimo. Desde otro punto de vista, Oposición no podría ser una edición alternativa precisamente por su carácter legal, constituyendo un publicación autorizada, de una corriente de opinión que concurre a la instancias constitucionales que operan en México.

De igual manera, los dadzebaos escritos en el Muro de la Democracia, en Pekín, serían alternativos según un criterio y no alternativos según otro, ya que, al parecer, siguen siendo permitidos, por lo menos hasta ahora, por el gobierno chino.

Con los mismos criterios ambivalentes se podría discutir si los canales televisivos 11 y 13 de nuestro país son o no alternativos al consorcio Televisa.

No obstante, los medios alternativos, constituyen casi una suerte de mito de las izquierdas, sobre todo frente a las transnacionales de la comunicación-información y al efecto recuperación con que las clases hegemónicas ponen a su servicio los mensajes que las cuestionan. Tal como el débil cristiano satisface su conciencia al dar una limosna a la salida de la iglesia, el débil izquierdista piensa que comprar una revistilla que nadie lee es hacer efectivamente la revolución. En otros términos, las limitaciones del arma de la critica frente a la gran limitación de la crítica de las armas.

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Salvo en situaciones de férrea dictadura militar, en las democracias burguesas las instituciones sindicales, por ejemplo, tienen el poder y la solvencia como para vehicular realmente mensajes distintos a los del poder burgués. Sin embargo, salvo rarísimas excepciones, no lo hacen al gran nivel en que lo podrían hacer y con todos los adelantos de los medios permitidos: imprenta moderna, sistema cerrado de radiofónico, casetes, filminas, videocasetes, etcétera. Si a lo anterior se arguye que la clase obrera no tiene especialistas, se puede replicar que sí tiene suficiente cantidad de intelectuales que apoyan sus intereses o las solvencia económica, sobre todo en las granes federaciones obreras, como para contratarlos.

Es posible que el problema anterior esté enraizado por falsas nociones como lo son la “cultura proletaria” o “la ideología de la clase obrera”. El proletario se define por la existencia del burgués. Donde no hay burgueses no puede haber proletarios ni por lo tanto una alternativa “cultura proletaria”. Marx ha enseñado que la cultura, las ideas de unas sociedad son la ideas de su clase dominante. Educar a una masa de obreros puede hacerse simplemente a través de un periódico bien impreso.

En los países donde se dieron o están dando estructuras de poder paralelo (Chile 1970-1973) se han verificado formas de información no alternativas sino contrarias y antagónicas, expresando puntos de vista de clases diferentes. Los festivales, por ejemplo, de l’Unitá en Italia y de l’Humanite, en Francia, alcanzan el nivel de fiestas nacionales de primera envergadura sin ser alternativas estrictamente a otros festivales de la prensa derechista. Radio Sandino, por último, en Nicaragua, antes de la caída de Somoza, tuvo la característica de ser una radio enemiga del régimen, en circunstancias de guerra civil, más que radio alternativa.

La noción, como hemos dicho, de medio alternativo es poco feliz y simplemente explicaría la necesidad de las izquierdas oficiales y de las clandestinas, de poseer elementos de información en su lucha contra lo establecido y abrigaría la esperanza de llegar a situaciones de poder paralelo en que se produjera el equilibrio de tantos periódicos, revistas, radios, y canales frente otra cantidad parecida de canales, radios, revistas y periódicos, lo que ninguna manera daría paso a situaciones revolucionarias e inclusive prerrevolucionarias, como sucede, por ejemplo, en lo países del comunismo eurolatino.

A pesar de lo ya dicho, la discusión sobre los llamados medios alternativos y la contrainformación, requiere tres aclaraciones previas: 1) cuál es el concepto de ruido; 2) la diferencia entre información y comunicación; y 3) la situación histórico política en la que surgen los medios llamados alternativos y la contrainformación.

1)El concepto de ruido proviene de teorías sobre el control como son la “Teoría Matemática de la comunicación”, de Claude Shannnon, la “Cibernética” de Norbert Wiener y la “Teoría de la Información”, de León Brillouin, y se relaciona con la Segunda Ley de la Termodinámica, o Ley de Entropía. Según esta ley, todo cuerpo cede a otro de menor temperatura un tipo de energía llamado calor. No se cumpliría esta ley si todo el universo fuese un isótopo cristalino perfecto a la temperatura de -273 grados centígrados (es decir, el cero absoluto). Esta última observación, que correspondería a la tercera ley de la termodinámica, implica que en todo proceso está siempre presente la entropía como factor desorganizativo. Lo contrario a la entropía sería el factor organizativo denominado entropía negativa o neguentropía. Ahora bien, para que los sistemas neguentrópicos funcionen es preciso que dispongan de una buena información. La vida, por ejemplo, organismo neguentrópico, se mantienen y reproduce mediante una buena información de sus relaciones ecológicas. A pesar de los organismo vivos, sociales o mecánicos, de todas esta islas negentrópicas, la entropía sigue y se verifica en todos los procesos.

De esta suerte, en un esquema elemental de transmisión de información, de un transmisor a

un receptor (prensa, televisión, radio) no toda la energía envidada por el transmisor llega al

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receptor. Existe una leve pérdida, un leve caos, un leve desorden que perturba la óptima

relación de información. Este factor entrópico, esta pérdida, este desorden se denomina

“ruido”.

Transmisor_____________________________________________Receptor

Ruido

Este factor entrópico no se refiere a sonidos o defectos acústicos sino a cualquier interferencia, como podría ser una hoja mal impresa o a disminución de energía eléctrica en un cine o el “chicharreo” en una radio.

Tal concepto es muy importante para darles la justa valoración a los llamados medios alternativos, que muchas veces no son otra cosa que un simple ruido entre el Transmisor de los grupos dominantes y el Receptor constituido por los dominados.

2) La diferencia entre comunicación e información, establecida primeramente por el investigador venezolano Antonio Pasquali y más tarde por otros, entre ello el francés Baudrillard, es importante para entender que la contrainformación es una información contraria a la emitida por el sistema. Implica además que lo que el sistema vehicula a través de la radio, el cine, la televisión, la música gráfica y la prensa es mera información y no comunicación, como muchos creen. Implica por último que la información controla, domina, manipula, informa, conforma y deforma al receptor a quien obliga a recibir el mensaje dominante como el verdadero y el único, eliminando la posibilidad de otros mensajes contrarios que cuestionan los valores de la clase en el poder.

Pasquali define así a la comunicación:12

Por comunicación o relación comunicacional entendemos aquella que produce (y supone a la vez) una interacción biunívoca del tipo del consaber, lo cual es posible sólo cuando entre los dos polos de la estructura relacional (Transmisor- Receptor), rige una ley de bivalencia: todo transmisor puede ser receptor, todo receptor puede ser transmisor.

Más adelante agrega:

... los únicos entes capaces de suscitar tipos de comportamiento auténticamente comunicacionales y sociales, que no intercambio mecánico de informaciones-estímulo, son los seres racionales depositarios de un consaber y capacitados para la transmisión-recepción en los nivel sensorial e intelectual, es decir, el hombre.

Finalmente nos dice que:

... comunicación es, pues, término privativo de las relaciones dialógicas interhumanas.

12 Antonio Pasquali, comunicación y cultura de masad, caracas. Monte Avila, 1972.

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De esta suerte, toda relación que no cumpla con los postulados anteriores, por ejemplo la relación establecida por los llamados medios de difusión, no son relaciones de carácter comunicacional. De ahí el error de llamar medios de comunicación a los mencionados medios de información o difusión, entre los cuales figuraría el eventual medio alternativo.

El término información también proviene de las teorías del control, y señala la vehiculización de un mensaje en una sola dirección, manifestación de sistemas ingenieriles, de flujos energéticos expresados matemáticamente. En esta relación informativa, en el sentido acomunicativo, es decir, de trasmisor a receptor, no tiene importancia el contenido del mensaje emitido, así como a los ingenieros de radio no les interesa si los mensajes son de publicidad o de folclor; les interesa, sí que sean claros y que gasten la menor energía posible.

Pasquali define poco más delante en el mismo libro la información en los siguiente términos:

Información, envío de mensajes sin posibilidades de retorno no mecánico entre un polo T y un polo R periférico y puramente aferente – de manera que, prosigue nuestro autor- proponemos reservar el término información tanto al proceso de vehiculización unilateral del saber entre un transmisor institucionalizado – el subrayado es nuestro- y un receptor –masa, como a sus contenidos, sea cualquiera el medio empleado.

Para Pasquali el transmisor de la relación informativa (los llamados medios masivos) siempre es institucional, pues en general sólo las instituciones del sistema tienen la solvencia económica y el aval político para poder operar. De esta suerte, la contrainformación se relacionará siempre con este concepto de información, que implica un transmisor institucionalizado.

3) La teorización de la cultura alternativa o de un sistema de información alternativa al sistema oficial, emana de las situaciones que precisamente se produjeron durante 1968 en caso Europa, EUA, Asia y América Latina, así como de los procesos de crítica y hasta de escisiones en muchos partidos comunistas.

La primera tentativa de definición de la “contrainformación” apareció en IL Manifesto el día 23 de Mayo de 1971. Según ella, “la contrainformación sería una información que, tomada en sentido contrario a la ‘normal’ información, le chupa la sangre.13 O en otros términos, “la contrainformación se realiza (...) a espaldas de la información normal”.14

De esta suerte la contrainformación no se refiere a los medios alternativos simplemente, de los que los comunistas italianos fueron maestros en su uso (filminas, sit-in, volantes, silk-screen, mimeógrafos, teatro en la calle, conciertos folclóricos y de rock, rayados murales, etcétera) sino a una interpretación política del mensaje oficial. Estas experiencias de los comunistas italianos de la época de los cincuenta han sido recuperadas por tendencias políticas tales como IL Manifiesto (dirigido entre otros por Rossana Rossanda) y Lotta Continua (organización formada a fines de 1969). Amabas tendencias comunistas se platearon desde un primer instante una contrainformación sistemática.

Lotta Continua, por ejemplo, plantea que el nivel prioritario de su lucha es el nivel del análisis político general, articulado en los términos de un análisis de clase. Y luego un segundo nivel (subordinado al precedente, pero esencial para su verificación y articulación puntual y concreta), el de la contrainformación sistemática, políticamente

13 Pío Baldelli, Informazione e Contrainformazione, Milano, Mazzotta, 1972.14 Comunicación di massa, Milano, Enciclopedia Feltrinelli- Fischer, Nº 34, 1974.

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orientada y estrechamente vinculada a la dirección y al desarrollo del movimiento de clase, es decir, nunca entregada al capricho del frenesí periodístico, sino más bien siempre anclada a puntos de referencia generales, a los principios políticos...15

En la ya citada enciclopedia se plantea que los circuitos de contrainformación han sido manipulados en gran parte por los estratos medios de la población tales como los estudiantes y los llamados grupos de la nueva izquierda europea. Estos grupos de raíz pequeño–burguesa se han manifestado en contra del Estado-guía, de la Iglesia guía, la Familia- guía, la Patria-guía, los Héroes nacionales, la autarquía de la cultura, etcétera, y dieron un sello muy característico a la generación que hizo sus primeras políticas en el simbólico 1968, frente a las revoluciones cubana y argelina, “a pesar de” los partidos comunistas de la época. Sin embargo, la contrainformación ha mezclado nuevas iniciativas con formas tradicionales de los viejos partidos comunistas.

Por su origen histórico, la moderna contrainformación peca a veces de cierta falsa conciencia revolucionaria, en otras palabras de una ideología. Muchos de los participantes de esas jornadas de 1968 creyeron estar haciendo la revolución en la medida en que “contestaban”, presentando formas contrainformativas carentes de rigor, de encuestas y documentos serios, quedándose sólo en el triunfalismo o en las declaraciones de principios muy generales como los de la “sociedad represiva” marcusiana.

A pesar de lo anterior, es preciso recuperar las mejores iniciativas contrainformativas y aplicarlas dentro de la política de masas que asuma la información oficial, la información del sistema, y le dé vuelta.

Esto es lo que diferencia a la contrainformación de los llamados medios alternativos. Un medio alternativo, como por ejemplo un periódico o una revista de un pequeño grupo político, constituye lo que hemos llamado “ruido” en cibernética, ya que simplemente ensucia el mensaje normal que recibimos a través de los aparatos ideológicos del Estado. Algunas veces estos medios alternativos, que muy poco se leen, satisfacen apenas un sentimiento del deber cumplido de sus propagadores y apenas constituyen un factor entrópico frente al mundo de los circuitos informativos de los grupos dominantes.

Privilegiar el medio alternativo, en detrimento del arma contrainformativa, constituye uno de los vicios que la izquierda debe superar en su praxis política. De ahí que en algunas partes, el sistema hostigue la formación de organizaciones obreras independientes del Estado y sin embargo permita toda una avalancha de medio “alternativos”, precisamente por el pobre alcance de éstos.

Esta mitología del medio alternativo, por su altísimo alcance semántico, se parece a la teoría del cambio social. Desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda políticas se habla del cambio, lo que en el fondo es precisar que la historia es un proceso dinámico y que el término revolución debe eliminarse o cubrirse con la nueva piel de oveja. Para algunos la cultura (y el medio) alternativa se expresaría en la proliferación de poderes (joven, de minorías étnicas. Homosexual, hippie), de manifestaciones anti (psiquiatría, novela, consumo) o de conciertos de música e intoxicación colectivas.

El papel y el poder del medio alternativo se ha exagerado mucho; se le atribuyen fuerzas de penetración que no tiene y una influencia casi mágica. El peor contacto comunicacional en un organización participativa y democrática, entre y con campesinos y obreros, jamás podrá ser suplantado por el mejor de los medios informativos de carácter alternativo.

La contrainformación no es el mundo de los medios alternativos aunque pueda echar mano

de ellos. La contrainformación usa el sistema y lo da vuelta, lo mira desde la perspectiva de 15 Luigi Allegri, Cultura, comunicación de masas y lucha de clases, México, Nueva Imagen, 1978.

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los trabajadores, de los pueblos dominados. No hace un cine alternativo (aunque

eventualmente podría hacerlo) sino que analiza con un criterio de clase el cine oficial.

Analiza los noticiarios televisivos dándolos vuelta, variando el punto de vista, la óptica de

análisis y las contradicciones.

En algunos países, Italia, por ejemplo, se han creado cinecírculos, cineclubes, y cineforos, colocados fuera del circuito de difusión del mercado cinematográfico. Católicos de izquierda han creado la Federación italiana de cineforo¸ los comunistas, por su parte, han formado los Círculos de cine, como formas alternativas de educación política, lo que no impide que el italiano medio (católico de izquierda o comunista) vea cine comercial o televisión vehiculada por la RAI, que es el ente estatal televisivo. Por último, lo aprovechable en estos círculos o foros no es la presencia informativa del medio alternativo, sino la relación comunicativa, que se realiza en la organizaciones donde se ve, se discute, se analiza y se comenta el cine.

Lo importante de la contrainformación es que debe ir tan lejos como pueda para lograr índices cada vez más comunicativos y menos informativos. Por otra parte, el ámbito de la contrainformación abarca campos tan diversos como los de la educación, los medios, la investigación científica, la justicia misma y la psiquiatría (la antipsiquiatría). En todos estos ámbitos de la perspectiva contraria, usando cualquier medio que incite a la comunicación en un ambiente masivo, y luchando por la posibilidad de que la información correcta sea “gestionada directamente por los protagonistas de los hechos,16 para “dar al ciudadano la posibilidad de reflexionar sobre los hechos con nuevos instrumentos informativos”, o de crear la información donde ésta no exista. Por último, la contrainformación no es otra cosa que el mecanismo para estimular la conciencia crítica de los ciudadanos con el fin de empujar, a la vez, su participación en el proceso histórico que viven.

El sistema vehicula información. La contrainformación, por ser herramienta participativa, incita formas de relación comunicacionales; esta última es su mayor aportación.

Por esto bien podríamos hacer nuestra la siguiente definición de contrainformación: “parece ser aquello que los órganos oficiales no dicen. Son las noticias oficiales y nosotros en ellas mismas para decir lo que realmente ocurre”.17

Sin embargo, la contrainformación tiene también sus detractores:18 “Estamos contra la contrainformación –nos dice el redactor de una casa editorial milanesa- porque ella es la típica expresión de quien se coloca en posiciones subalternas, todavía en fase de ‘negación’ y que no ha llegado por sí mismo a la toma de conciencia”. Los sindicatos no son entidades underground, con su lucha y sus alianzas (periodísticas, intelectuales); deben luchar por su derecho a la información, su derecho a la cuota de papel,. Ya que “el problema de la libertad de prensa es el de la posibilidad real de imprimir. Y que el problema de una verdadera y real democracia de la información reside en otro terreno que no es el de aquel de hacer diaritos”.

La guerrilla contrainformativa es interesante en cierta parte de la lucha política, pero cuando la clase obrera madura, debe luchar abiertamente por expresar su propia voz como un derecho de la democracia sin el cual ésta no tendría sentido, implicando, como lo hemos dicho, cuotas de papel y facilidades para importar o comprar maquinarias nacional sin impuestos.

Resumiendo:

16 Giancarlo Tosi, Interventi Guida ai problemi dell’informazioni, Venecia, Marsilio Editore, 1976.17 Ruboconi Ciampiero, Interventi, Ibidem.18 Paolo Roversi, Interventi, Ibidem.

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1) La gran mayoría de la prensa y los demás medios contestatario ajenos al sistema (que de ninguna manera debían suprimirse y que por el contrario habría que incrementar) no pasan de ser elementos entrópicos (“ruido”) en medio de la información sistemática del poder. De esta suerte, los medios alternativos tienen muy poca eficacia frente al discurso dominante.

2) La contrainformación tiende a criticar y dar vuelta la información oficial y, con la óptica de la clase trabajadora, ponerla a su servicio, sin necesidad de crear otros medios paralelos o alternativos.

3) Lo que vehicula el sistema (y los eventuales medios alternativos) no es comunicación sino información. El discurso informativo y manipulativo del sistema es ideológico y represivo.

4) La contrainformación (análisis crítico del discurso dominante) tiende a provocar relaciones y formas comunicativas.

5) Lo anterior implica que en teas avanzadas de la lucha popular, la contrainformación debe pasar a la fase de la creación de medios que en vez de alternativos serán antagónicos y contrarios a los oficiales, etapa que supone el haber alcanzado ya facilidades técnicas e infraestructurales (máquinas, cuotas de papel, recursos humanos, etcétera), como sucedió durante los mil días de Salvador Allende en Chile19.

6) La mejor y mayor contrainformación es el proceso revolucionario mundial que en forma ininterrumpida seguirá operando en la historia. La gran crítica permanente. El viejo topo al que aludía Karl Marx.

EL SINDICALISMO DE BASE Y LA PRENSA SINDICAL ANTIBUROCRÁTICA

Por María Bruni y Paula Ferreyra

El presente artículo intenta arrojar algunas reflexiones sobre los rasgos alternativos de

ciertas experiencias de la prensa sindical antiburocrática en nuestro país, tomando como

ejemplo puntual lo acontecido durante nuestro período de análisis en el presente

19 El arma de los medios alternativos y contrainformativos demostró en Chile que no pueden suplantar la alternativa de las armas como ha ocurrido, por ejemplo, últimamente en Nicaragua.

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proyecto (2001-2007) en los trabajadores de base de Subterráneos y de Telefónicos en

la Ciudad Autónoma de Bs. As. Durante este período podemos observar que, en el

marco de direcciones sindicales totalmente burocratizadas con el devenir de los años,

comienza a resurgir un sindicalismo de base claramente diferenciado de dichas

direcciones verticalistas, tanto por los pliegos de reivindicaciones que comienzan a

llevar adelante como por el tipo de método propuesto e implementado. Si bien hay

varios ejemplos para ilustrar este tipo de organizaciones(1), en este artículo haremos

referencia a los boletines de Subterráneos “El túnel” y “Trabajadores de Metrovías”; y

al Boletín de Telefónicos “Desde Abajo”.

El resurgimiento del sindicalismo de base

A modo de contexto previo, cabe mencionar que durante los años 90 y más aún una vez

ya privatizados la mayoría de los servicios públicos durante el gobierno menemista por

la implementación de sus políticas neoliberales, se inicia desde el área empresarial una

política claramente antisindical, de la mano de despidos masivos que recaían sobre los

trabajadores más politizados y más combativos en la mayoría de las empresas, sumados

a las “ofertas” de los llamados retiros voluntarios, que en definitiva no eran otra cosa

que despidos encubiertos. Ante la falta de una iniciativa gremial generalizada que

defendiera

1)Entre otros, el caso de la fábrica de neumáticos FATE. Para más información ver Ver P. Varela: «Sindicalismo de base y

dirigencia sindical. El conflicto de fate», ponencia presentada en el Congreso Internacional de Relaciones del Trabajo, Buenos

Aires, 2007.

los derechos laborales y sindicales de los trabajadores, las empresas avanzaron con esta

depuración de activistas y comenzaron a incorporar jóvenes sin experiencia laboral para

dichos cargos. Bajo el régimen fraudulento de las llamadas “pasantías”, por ejemplo,

insertaban estudiantes en diversos puestos de trabajo, privándolos de cualquier beneficio

o garantía con las que debe contar todo trabajador (aportes jubilatorios, obra social,

vacaciones, aguinaldo, derecho a la actividad sindical, etc.). De esta manera, el

concepto de “trabajador” con todo lo que ello implica sufría un borramiento intencional

por parte de las empresas, para terminar entonces utilizando la ley de “pasantías” como

un instrumento que les permitiera incorporar mano de obra barata que no se

reconociera como planta trabajadora de la compañía (con el sueldo de un efectivo, se

pagaban los “incentivos” de 4 pasantes, que cumplían exactamente la misma carga

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horaria y con las mismas obligaciones laborales). Las políticas empresariales durante

los años 90 y comienzos de los 2000 no hicieron más que imponer una lógica

antisindical donde los derechos gremiales estaban ausentes y se fragmentó a los

trabajadores en diversas categorías inexistentes en la realidad de sus tareas cotidianas:

los viejos efectivos, los nuevos “contratados” sin efectivizar, los “pasantes” sin ningún

tipo de derecho como trabajador, y los contratos fraudulentos directamente derivados a

empresas tercerizadas que flexibilizaban aún más al trabajador en sus condiciones

laborales y derechos.

Es justamente de estos nuevos trabajadores (muchas veces sin experiencias previas en lo

político) sin derechos ni formación gremial y sindical que comienza a surgir un inédito

activismo en diversas ramas del trabajo y que, dadas las condiciones del momento, se

comenzaban a organizar de manera clandestina, por fuera de sus lugares de trabajo, con

actividades de agitación que no los dejara directamente expuestos ante la jefatura ya que

ponían en riesgo sus fuentes laborales: si los despidos y retiros voluntarios eran

prácticamente comunes entre los trabajadores efectivos, mucho más aún las patronales

utilizarían este tipo de mecanismos sobre trabajadores precarizados como los “pasantes”

o “tercerizados”. Estas nuevas formas de organización desde la base se constituían

entonces no sólo en una amenaza para las patronales, sino también para la cúpula

burocrática sindical.

Estas prácticas alternativas que apuntaban a otro tipo de modelo organizativo por fuera

de los lugares de trabajo contaban con algunos trabajadores que tenían experiencia

previa en partidos políticos de izquierda, organizaciones sociales o asambleas populares,

pero lo mas llamativo es que una gran mayoría NO tenía antecedentes en prácticas

políticas anteriores (como el caso de “Desde Abajo” en Telefónicos) sino que

justamente fueron los bajos salarios, la precarización de sus contratos de trabajo, la

explotación laboral y la ausencia de una dirección gremial que se pusiera a la cabeza de

estas luchas las que incentivaron a estos trabajadores a pensar en prácticas alternativas

que pudieran poner fin a dichas condiciones laborales.

De esta forma, para enfrentar el avance patronal que atacaba con despidos, retiros

voluntarios y con el avasallamiento de los derechos laborales, y frente a direcciones

sindicales enquistadas en el verticalismo, la burocracia y muchas veces hasta en

connivencia con las empresas y con el gobierno de turno; los trabajadores buscaron

“otra forma” de organizarse, publicando incluso sus propios boletines de denuncia,

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como “El Túnel” o “Trabajadores de Metrovías” en Subterráneos, o “Desde Abajo” en

Telefónicos.

“El túnel” y “Trabajadores de Metrovías”: la organización en Subterráneos

Hacia fines de los años 90, según declaraciones del delegado Roberto Pianelli, existían

en Subtes fundamentalmente dos organizaciones clandestinas. Una estaba centralmente

en los talleres y la otra en el área de boleterías. En la de los talleres había trabajadores

activistas del Partido Obrero y también gente que había militado en el MAS. El boletín

que sacaban se llamaba “Trabajadores de Metrovías” y el representante mas importante

era Charly Pérez. En la otra, la de boletería, casi todos eran activistas del MAS. El

boletín se llamaba “El Túnel”: “Ahí empezamos a armar la organización. Nosotros

publicamos un boletín que se llamó el Túnel y empezamos a elegir Delegados no

reconocidos gremialmente porque no existía eso, pero reconocidos por la UTA.

Nosotros teníamos una organización a dos niveles. Una de superficie que aparecía

ligada al sindicato y una organización clandestina que publicaba el boletín. Hicimos

tres números. Esta fue una tarea dura. Nos empezamos a reunir en los túneles. De ahí

el nombre. Con otros militantes del PST de otras líneas le fuimos dando forma a la

organización, que llegó a ser muy importante en la línea B. Era medianamente

importante en la línea D y en la C”(2)

Después de más de 3 años de militancia clandestina, en Septiembre de 2000 se llevan

adelante las elecciones que conforman el nuevo Consejo de Delegados, y estos son los

que obtienen la mayoría: los que llevaban adelante este activismo desde las bases y que

NO correspondían a la dirección de la UTA. Justamente son los militantes

independientes de la burocracia y de la patronal los que consiguen el triunfo.

Pero es en abril de 2004 donde podemos identificar un momento bisagra en la tensión

que se dio entre el sindicato de Transportistas y el Cuerpo de Delegados de los

trabajadores del subterráneo de la Ciudad de Bs. As. La dirección del gremio había

firmado un acuerdo con la patronal en desmedro de los trabajadores, mediante el cual

básicamente se le permitiría a la empresa: establecer una diferencia contractual que

perjudicaba seriamente la necesidad de los trabajadores de Subte de unificar o

emparejar sus condiciones laborales; la incorporación de máquinas expendedoras de

boletos que suplantaría la actividad de muchos trabajadores y daría lugar a futuros

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despidos; y el rechazo indirecto al reclamo de la reducción de la jornada laboral a 6 hs

diarias, por considerarla tarea insalubre.

Ante el asombro del gobierno, la patronal y la propia dirección del gremio de transporte,

los trabajadores con el Consejo de Delegados a la cabeza llevaron adelante una medida

de fuerza que paralizó los subtes durante 4 días. Frente a una dirección sindical que NO

dio respuesta a los reclamos de las bases, el Cuerpo de Delegados supo ganar la

erradicación de las amenazas de despidos por parte de la empresa, la homogeneización

de las condiciones de trabajo para todos los empleados, la estabilidad laboral e incluso

un aumento salarial superador en relación al de cualquier otra rama. La capacidad

organizativa y la clara separación que marcaron de la cúpula del gremio los llevó

incluso a recuperar lo que las privatizaciones menemistas de los años 90 les había

robado: la jornada de trabajo de 6 horas por tarea insalubre.

Al día de hoy, siguen siendo tomados como modelo ilustrativo de la posibilidad de un

método de organización sindical alternativo al planteado por la burocracia sindical

vigente.

2) Compañez M. y Ledesma F. (2006), entrevista a Germán Valdivieso en “Cuando el Terror no paraliza de 1974 a 1982”,

Buenos Aires, Ediciones desde el Subte, Página 110.

De hecho, ilustró cómo el activismo de base llegó incluso sin herramientas de tipo

legales a cumplir funciones, asumir responsabilidades y negociaciones que le eran

propias a la dirección del gremio.

La tensión alcanzó su punto máximo cuando, además de dar la pelea contra la patronal,

son las cúpulas de las direcciones gremiales burocráticas las que identifican estos tipos

de procesos y de organizaciones desde las bases como una amenaza a su poder

institucional. El enemigo parece entonces adquirir una doble cara (patrón-dirección

gremial), por eso el sindicalismo de base habla de la necesidad de una alternativa

antipatronal y antiburocrática en estos procesos. En este sentido, el Consejo de

Delegados es uno de los pocos movimientos que con claro perfil contrahegemónico

logró resistir y muchas veces también CAMBIAR radicalmente las condiciones de

trabajo a las que eran sometidos; dando la pelea no sólo contra la empresa, sino también

contra la burocracia de la UTA y contra el poder político que había permitido este

avance de las políticas fexibilizadoras del menemismo.

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Sin dudas esta experiencia logró demostrar otras maneras de intervención, en la cual la

prensa sindical antiburocrática cumplió un importante rol: el Cuerpo de Delegados no

sólo consultaba y discutía junto a los trabajadores los reclamos y las medidas a tomar en

asambleas; también incentivó la participación de los trabajadores en diferentes espacios

políticos o sociales (comisión de cultura, de la mujer, de prensa) y sociabilizó la

información a través de folletos, boletines, blogspot, páginas webs, etc.

Cabe destacar que a pesar de haber sido perseguidos, agredidos tanto física como

psicológicamente e intimidados por múltiples vías que puso en funcionamiento la

burocracia de la UTA (claro ejemplo el caso del delegado Segovia, a quien incluso se lo

sometió a procesos judiciales) el Consejo de Delegados decidió dar la pelea por crear su

propio sindicato por fuera de la UTA. El plebiscito realizado para que los trabajadores

mismos fueran los que opinaban fue categórico: el 98,8% de los votantes se

manifestaron a favor del Consejo de Delegados y en contra de la UTA.

“Hemos optado por un sindicalismo clasista, una defensa incondicional de los intereses

colectivos e individuales de la clase obrera, y una organización independiente de todos

los partidos, el poder político y del Estado”(3)

“Desde Abajo”: el boletín de los trabajadores telefónicos de base

A diferencia de lo visto en el caso de Subtes, en Telefónicos este tipo de organización

clandestina de los trabajadores de base realmente contó con un alto porcentaje de

empleados que hasta el momento no habían militado en partidos políticos, ni habían

realizado experiencias similares en ningún otro trabajo u organización social. El

Boletín lanzado por los trabajadores telefónicos en el año 2004, “Desde Abajo”, era

prácticamente hecho a pulmón por trabajadores de base independientes, sin vinculación

a ningún partido político, y sólo una minoría muy reducida de trabajadores vinculados a

alguna agrupación de Izquierda opositora a la dirección sindical de FOETRA BS AS

colaboraba en su publicación. El marco mencionado en páginas anteriores sobre la

contratación de “pasantes” explica en parte el porqué de esta característica: una vez

privatizado el servicio telefónico de ENTEL durante el gobierno de Carlos Menem,

tanto Telecom como Telefónica incorporaron durante fines de los años 90 y comienzos

de los 2000 una inmensa cantidad de trabajadores bajo esta modalidad de pasantías. De

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hecho, estas empresas NO tomaban ya personal contratado o efectivo, sino que

directamente la incorporación de dotación era mediante la ley de “pasantías”. Los

diversos sectores (mucho más aún los call centers de atención telefónica al cliente) se

poblaron así de cantidad de jóvenes estudiantes de diversas carreras, generalmente con

poca o nula experiencia laboral previa, y mucho menos aún con experiencia en el

activismo o la militancia sindical o política.

La conformación política de su gremio, FOETRA, también era diferente: la conducción

del mismo, denominada “Azul y Blanca” (frente conformado por la CGT Moyanista, la

CTA Yaskista y algunos sectores de la izquierda) venían de dar una gran batalla que

logró derrocar a la dirección burocrática anterior, “la Marrón”. Si bien en Telefónicos

algunas

3)Palabras del delegado de la línea E Roberto Pianelli, en Prólogo a “Un Fantasma recorre el subte”, Bouvet Virginia, Ediciones

Desde el subte, pág 13.

luchas claves no se habían logrado (la lucha por impedir la privatización no pudo

concretarse) el Frente conformado por la Azul y Blanca era de raíces combativas,

habían terminado con la burocracia nefasta de la Marrón y tenían un gran apoyo de los

trabajadores telefónicos en sus inicios. La historia de dicha conducción y sus

posicionamientos comienzan a cambiar con el ascenso de Néstor Kirchner al poder, y

aquella que había sido una dirección claramente con raíces de lucha, comenzó a

burocratizarse lentamente cerrando acuerdos salariales con los techos impuestos y

acordados entre la CGT y el gobierno de turno; abandonando algunas luchas históricas

como la estabilidad laboral, avalando desde la pasividad absoluta la tercerización de las

tareas sin dar la batalla por incorporar a Planta Permanente a todos los trabajadores

tercerizados que tanto Telecom como Telefónica comenzaban a subcontratar para hacer

los diversos trabajos (fundamentalmente los de tipo técnico), etc.

De esta manera, la dirección de Foetra empieza a olvidar sus raíces y sus

reivindicaciones para comenzar a tener un perfil de “sindicalismo comercial”: quien

antes organizaba y guiaba a los trabajadores en la defensa de sus derechos elementales,

ahora se convertía en una especie de gestor administrativo que sólo se aboca a manejar

los ingresos de los fondos sindicales, aumentar sus ganancias manejando de manera

dudosa y sin beneficios para sus afiliados una Obra Social propia para los trabajadores

telefónicos (Ospetelco), y a brindar posibilidades de préstamos económicos para los

empleados afiliados cobrando una comisión por hacerlo (lo que significaba que en lugar

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de pelear por mejorar los ingresos devaluados de sus trabajadores, se dedicaba a ser

prestamista para luego cobrar intereses). De esta forma, la ya devenida en burocracia de

la Azul y Blanca de Foetra se dedicó a devolverle favores al gobierno que apoyaba,

negociando moderadamente recomposiciones salariales a un año de vigencia (sin tener

en cuenta ningún proceso inflacionario), respetando los “techos” salariales impuestos

por el gobierno y anulando, a puertas cerradas y mediante “paritarias” burocráticas

entre Gremio y Empresa, cualquier tipo de conflicto o posibilidad de lucha para

conseguir reales mejoras y reivindicaciones laborales para los trabajadores que

representaba.

En este contexto es que trabajadores de base y algunos activistas de partidos de

izquierda opositores a la dirección sindical, comienzan a reunirse clandestinamente en

bares y hogares para organizarse de una manera alternativa. Muchos de ellos eran

“pasantes”, los cuales no podían por contrato “realizar ningún tipo de tarea sindical o

política dentro de la Empresa”. Los “pasantes” de hecho no podían participar de las

asambleas que los delegados de Foetra hacían en las oficinas, así que por ello también

comenzaron a reunirse por fuera del ámbito de trabajo. Luego de algunos años, si bien

el 7 de Marzo de 2003 se logró, luego de un paro contundente que duró días, que la

pasantía fuera considerada un “fraude laboral” y que tanto Telecom como Telefónica

tuvieran que volcar a contrato y luego a efectivización a los pasantes, aquellos ex

pasantes siguieron gestando estas reuniones externas que dieron lugar, en el año 2004, a

la conformación del boletín de trabajadores telefónicos “Desde Abajo”. El boletín

mantenía informados a los trabajadores sobre los nuevos intentos de avances de la

patronal, los negociados de la ART que los aseguraba, y por sobre todas las cosas,

también denunciaba la inmovilidad total frente a estos ataques por parte de aquella

dirección sindical en la que la gente había confiado durante años. Fomentaban la

participación de cualquier trabajador que deseara publicar o sumarse a la elaboración

del boletín, construían una agenda propia de características “building” en términos más

periodísticos (4) y se financiaba con los aportes de los propios trabajadores telefónicos

para la divulgación y publicación del mismo. Comenzó en uno de los edificios de

Telecom. (Edificio “Costanera”) pero rápidamente llegó a otros edificios tanto de

Telecom como de Telefónica (Edificio “Vernet”, Edificio “Piedras”). Este tipo de

prensa sindical antiburocrática, que luego se amplió con el auge de la digitalización, las

cuentas grupales de e-mails y demás herramientas, fue la base fundamental para el

despertar político y organizativo de muchos jóvenes (sin experiencias políticas en

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muchos casos) que lograron con el paso de los años una serie de conquistas que la

dirección del gremio ni siquiera tomó ante el reclamo de las bases: los descansos

mínimos entre llamada y llamada en los call centers, que las trabajadoras telefónicas

embarazadas tengan adaptación de tareas durante su gestación para no estar sometidas a

la tarea estresante de atención al cliente en reclamos, el rechazo a la

polifuncionalidad(5) en sus tareas (aún cuando Foetra se lo ha permitido a las

empresas en aquellos lugares que lo deseen4) Ver mayor desarrollo en la definición de agendas building y setting en LAMAS, E. y LEWIN, H., "Aproximación a las radios de nuevo tipo: tradición y escenarios actuales", en Causas y azares, n°2. 5) La polifunción que quiso implementar la empresa (y de hecho lo logró en muchos sectores ante la usencia y el silencio de la dirección gremial) consistía en unificar tareas de diversos sectores en uno mismo. Esto es, aquel trabajador que antes atendía los reclamos de factura del 112, ahora debería brindar un número de teléfono (tarea del 110) o tomar reclamos técnicos (114) por el mismo salario. Polifunción se traduce entonces en: mas cargas de tareas y sistemas para los empleados, por el mismo pago.

implementar) y otras series logros en los cuales la empresa no ha avanzado por la

organización y la fuerza de estos trabajadores de base organizados, y NO porque su

dirección sindical tomara cartas en el asunto. De hecho, algunos de los pocos logros con

dicha dirección sindical de turno, fueron por la presión de la propia base organizada y

no un posicionamiento impulsado por la dirección gremial en sí (como la reducción de

la jornada de call center a 6.30 hs). Esto demuestra que este tipo de activismo

organizado desde las bases no sólo era una presión y una amenaza constante para las

empresas, sino también muchas veces para la propia cúpula sindical que se veía

“corrida por izquierda” y presionada a tomar y levantar determinadas banderas que no

le eran propias, o que no les interesaba levantar como reivindicación o reclamo.

Si bien la situación actual del gremio telefónico no estaría dentro de nuestro período de

análisis (2001-2007) y merecería un artículo propio por la complejidad de sus cambios

constantes, no podemos dejar de mencionar que con el tiempo aquellos jóvenes

pasantes organizados se convirtieron en delegados opositores en Foetra Bs. As en sus

edificios, votados y apoyados por las bases telefónicas que fueron sufriendo los

descontentos y las entregas de una dirección que ya directamente ni respetaba los

Estatutos, levantaba luchas y cerraba aumentos salariales sin convocar a Asamblea

General de Afiliados o maniobrando y cambiando los resultados reales de las pocas que

realizó. En otras palabras, aquel joven activismo sindical configuró finalmente a

reconocidos luchadores de base que disputaron espacios institucionales en el gremio,

pasaron a formar parte de Comisiones Internas y Plenarios de Delegados en las distintas

empresas (tanto en Telecom como en Telefónica) y de hecho hasta han conformado en

las últimas elecciones de Dirección de Foetra del año 2009 una lista opositora, clasista,

antiburocrática (6) que si bien no llegó a disputarle contundentemente la dirección a la

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todavía actual Azul y Blanca y su aparato, logró que varios de estos trabajadores hoy

sean incluso Congresales ante la FATEL (Federación Argentina de las

Telecomunicaciones ) por la oposición, llevando a los 6) La presentación de la Lista Multicolor en Foetra Bs. As fue conformada por muchos de estos activistas y trabajadores

telefónicos. El nombre, “Multicolor”, se lo dio precisamente el abanico de partidos y agrupaciones que lo conformaban, todos de

izquierda: Violeta (PTS), Roja (Izquierda Socialista), Dorada (independientes telefónicos activistas de izquierda no alineados a

ningún partido político específico), Naranja (Partido Obrero).

Congresos Nacionales los reclamos y reivindicaciones de los trabajadores de base que

su dirección de Foetra no lleva, y que intentan hacer de dichos Congresos sólo un

momento de dispersión turística para los directivos de los Gremios y hasta para sus

familias en los viajes.

Algunas reflexiones finalesOtro tipo de organización, de divulgación y de prensa sindical es realmente posible.

Ello implica por supuesto una doble pelea, ya que para las patronales el modelo sindical

vigente ratifica en definitiva la defensa o el sostenimiento de sus avances sobre los

trabajadores. Pero a su vez, la propia burocracia sindical reivindica el modelo actual

para perpetuarse en el poder y seguir sosteniendo sus privilegios, que lejos están de los

beneficios y conquistas para todos los trabajadores que representan. Lo cierto es que

sobran ejemplos en los que las cúpulas sindicales buscan conservar su poder a cualquier

precio (7), mientras las bases organizadas que apuestan a un modelo antiburocrático y

clasista las desafían constantemente.

Si estos movimientos y organizaciones desde las bases logran ver o llevar adelante la

necesidad de articularse con otras expresiones combativas del movimiento popular y del

movimiento obrero en general, se estará en condiciones de dar la pelea aunque siempre

sepamos que gobierno, patronal y burocracia sindical comparten en definitiva intereses

en común y seguirán haciendo lo imposible para que la realidad de los trabajadores

continúe siendo la misma que los perpetúa en sus lugares de privilegios, ganancias y

poder. De la articulación con el resto de las expresiones combativas dependerá el éxito

de este tipo de organizaciones (muchos autores que escriben sobre comunicación

alternativa lo podrían denominar “construcción en redes”). Caso contrario, si la unidad

y la acción no son conjuntas y a nivel de todo el movimiento obrero, aparatos tan

gigantescos de la vereda opuesta podrían aislarlas o erradicarlas fácilmente en el

intento.

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7) Un claro ejemplo es el del brutal asesinato del militante del Partido Obrero Mariano Ferreyra, en

Octubre de 2010, cuando se manifestaba en una protesta de trabajadores tercerizados de Ferroviarios, y

fue asesinado por un grupo de choque vinculado a la dirección burocrática del sindicato de la mencionada

rama.

Biografía consultada

*Compañez M. y Ledesma F., “Cuando el Terror no paraliza de 1974 a 1982”, Buenos Aires, Ediciones

desde el Subte, 2006

*Varela, Paula: «Sindicalismo de base y dirigencia sindical. El conflicto de fate», ponencia presentada en

el Congreso Internacional de Relaciones del Trabajo, Buenos Aires, 2007.

*Bouvet, Virginia; “Un fantasma recorre el subte”, Buenos Aires, Editoral Desde el Subte, 2008

*Lamas, E. y Lewin, H., "Aproximación a las radios de nuevo tipo: tradición y escenarios actuales", en

Causas y azares, n°2.

*Boletines “El túnel”, “Trabajadores de Metrovías” y “Desde Abajo”

*Lenguita, P. “Revitalización desde las bases del sindicalismo argentino”, Revista Nueva Sociedad, nro

232, Marzo-Abril de 2011

*Torme, M. “Viejas y nuevas prácticas político-sindicales ante la ofensiva del capital”, Revista del

Programa de Investigaciones sobre Conflicto Social, año 2, nro 2, Diciembre 2009

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Teórico 13

¨Qué hay de nuevo viejo, alternatividad y clases sociales¨ Carlos Mangone

I Expresar, Utilizar, TransformarLa primera cuestión es si históricamente la intervención alternativa debería limitarse a expresar

los nuevos escenarios sociales, advertir la dimensión de los cambios y en última instancia utilizarlos en su provecho, siempre y cuando estuviera claro el carácter estratégico. ¿No es parte de lo verdaderamente alternativo la tarea conjunta de dar cuenta de esos cambios pero también de colaborar en su transformación liberadora? Volver a la tradición del pensamiento crítico y de la praxis revolucionaria: denunciar, confrontar, organizar.

II Desigualdad y diferenciaLa alternatividad no pudo escapar al desplazamiento culturalista de los años ochenta, en el marco de derrotas políticas e ideológicas fue influido por flujos discursivos posmodernos que pusieron en el centro la diferencia cultural por sobre la desigualdad social. De esta manera se iba consolidando un piso de consenso y de visibilidad y se replegaba paulatinamente el objetivo de disputar el poder político y comunicacional. Se perdió de vista entonces que la comunicación alternativa nació por las desigualdades; entre flujos informativos, entre posibilidades de expresión, entre ideologías en pugna, por los derechos de sujetos sociales censurados.

III Clase, análisis de clase. Intervención de claseEntre las defunciones se ubicó la de clase social aunque se hablaba más en términos de clase

obrera y resulta lógico ya que la conciencia de la clase obrera organizó modernamente la politización de la burguesía. En realidad este desplazamiento de las clases sociales es el enmascaramiento del abandono de la ¨lucha de clases¨ que es lo que define la existencia de las clases sociales. Otra vez aparece la influencia del culturalismo y las diferencias y la juvenilización del sujeto social que protagoniza la comunicación alternativa en los ochenta y noventa a diferencia de los cuadros políticos y religiosos que le dieron forma en los sesenta y setenta. No hay mejor corolario para todo este proceso que la cobertura ¨sofisticada¨ (de sofisma y no de complejo) que le dan Virno, Negri y Hardt con el concepto de multitud y que informa a parte de las propuestas de comunicación alternativa en clave de ¨reticulación¨

IV Estado, autonomía y organizaciónPara la intervención alternativa la cuestión del Estado fue en cierta manera dilemática. En los

años sesenta y setenta la existencia de dictaduras por una parte y de proyectos nacionalistas con base estatal producían ambivalencias en torno a recostarse en el Estado para producir comunicación alternativa. En ese marco Simpson Grinberg sistematiza las dos grandes líneas de la comunicación alternativa en América latina, una enfrentada a lo trasnacional y otra , en oposición a las censuras ideológicas del Estado. El problema se planteaba cuando la transición democrática desorienta el rumbo de los proyectos alternativos. El estado empieza a ser percibido como una referencia no solo de protección legislativa sino de fomento de prácticas culturales que ya no tienen los públicos formados como en décadas anteriores. Ya en los ochenta con los ajustes neoliberales, la flexibilización social y la fragmentación, el Estado, atacado por el discurso dominante empieza a ser apremiado por los movimientos sociales y la llamada sociedad civil en la que se depositan grandes expectativas. Para cierta alternatividad, el fracaso de las políticas nacionales de comunicación en parte era su propio fracaso. El nuevo entusiasmo autonomista con respecto al Estado, todo un eterno retorno después del mayo francés, no logra consolidarse y solo se refuerza teóricamente con las posturas de Holloway, Negri, Hardt y Virno que, con matices, apuran el entierro del Estado Nación a partir de una peculiar lectura de la desterritorialización de los capitales y una más singular lectura de lo que significa actualmente el imperialismo.

Ayuda además a este proceso las políticas de descentralización de la gestión estatal en educación y la entrada en escena de las ONG´s y sobre todo de las fundaciones que resultan el nuevo paraguas para intentos que quieren pasar por alternativos. Si bien tanto Negri y Hardt como Virno tratan de mitigar o aligerar sus afirmaciones sobre la muerte del Estado Nación, no resulta casual que el éxito mediático que estas afirmaciones tienen se justifican en su perfecta articulación con lo que espera de las ¨mutitudes¨, la globalización y la dirección política de las industrias culturales.

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V Movimientos socialesEn los ochenta comienza a revalorizarse el aspecto cultural de las clases. Esto está muy relacionado con la teoría de los movimientos sociales. Históricamente las clases fuertes tuvieron que organizarse como estructuras: el partido, el sindicato, el estado. Esa noción burocrática estructurada del partido, el sindicato o el estado, es una organización rígida. Frente a esas estructuras, que aparentemente por su propia rigidez cayeron, apareció la noción de movimiento. Todo lo que no quería aparecer como rígido aparecía como movimiento. Y ese movimiento no era un movimiento histórico, sino que era un movimiento puntual, concreto que abandonaba las ambiciones de intervenir en una transformación totalizadora.

Se puede rastrear en la evolución de ciertos teóricos de la comunicación y la cultura en América latina los desplazamientos con respecto al tema de los movimientos sociales. Del optimismo inicial de Martín- Barbero en De los medios a las mediaciones sustentado en su crítica al concepto de masas y de clase del marxismo que se plasma de alguna manera en Cultura híbridas en donde García Canclini comienza un camino de revalorizar los movimientos sociales hasta llegar a Consumidores y ciudadanos en donde les da carta de ciudadanía mercantil, si bien en los últimos años apela a los Estados para la protección de los intereses de consumidores que no pueden obviamente organizarse de manera eficaz. La horizontalidad, la aparente mayor democratización, la integración voluntaria, etc son todos aspectos que se valoran junto con el espontaneísmo y la lucha por cuestiones inmediatas y no estratégicas.

VI Posmodernidad , totalidad y fragmentación En la antigua querella del alternativismo entre cambio radical y totalizador y reforma parcial, la

noción de alteratividad se articuló funcionalmente con el predominio posmoderno del fragmento absolutizado. De la pedagogía alternativa, corolario del programa moderno e iluminista , las prácticas-influencia juvenil mediante- se desplazan hacia una agenda y formas ya enmarcadas en las experiencias mediáticas dominantes. Relativismo ideológico y antintelectualismo militante sustituyen los aires existencialistas y comprometidos de las generaciones anteriores: la comunicación, entonces, quiere ser más comunicación que alternativa .

VII Anarquismo, su eterno retrono y los argumentos mediáticos anarquistasLas tensiones siempre vigentes entre verticalidad y horizontalidad, movimiento y estructura, base

y dirección, reponen cíclicamente el programa anarquista extrapolado para justificar puntualmente algunas definiciones. Ya había ocurrido con el postmayo francés. Con el nuevo auge de autónomos y neosituacionistas, el anarquismo- no el armado y sindical- sino el individualista y ¨artístico¨ parece una referencia inorgánica con gran tradición. El nuevo lugar de la expresividad artística por sobre las definiciones políticas en las prácticas alternativas actuales se relaciona cómodamente con el anarquismo individualista no confrontativo que difunden los medios de comunicación de masas.

VIII ¿Qué queda para la Alternatividad? ¿No sería función de la alternatividad la articulación (tarea histórica y política de la vanguardia,

del sindicato, del partido, de la teoría social y de la filosofía)? . Como plantea Daniel Bensaid : ¨Una consecuencia posible de la falta de articulación de los conflictos se puede ver en la reducción de la política a simples alianzas tácticas, coyunturales y puntuales, sin foco estratégico, de las diversas coaliciones multicolores. Es difícil evitar la tendencia hacia un grado cero de la estrategia cuando se rechaza la crítica sistémica del capitalismo en favor de una simple red de redes, una multitud de multitudes, un movimiento de movimientos. Si a pesar de todo la diversidad de las resistencias es capaz de converger en la experiencia de los foros sociales, se debe a que la lógica impersonal del propio capital y la penetración del despotismo mercantil en todos los poros de la vida social constituyen un poderoso factor de reagrupamiento¨.

También Virno lo advierte como un momento de apagón estratégico: "Después de Seattle, el movimiento global acumula sin cesar energía, sin saber cómo utilizarla. Está confrontado a una extraña acumulación sin salida adecuada"

IX AcademiaEs cierto que la explosión demográfica de las carreras de comunicación coincidió con su propia

institucionalización y con el apogeo de un culturalismo que ha hecho interesante todo objeto de análisis e investigación (menos el de la comunicación alternativa), pero resulta un efecto de todo este proceso,- en el cual la comunicación alternativa marcó a fuego a muchos de los constructores del campo en los sesenta y setenta,- el hecho de que no tenga un lugar destacado en las currículas, carreras y áreas de

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investigación. Los pocos trabajos que se realizan están más presente en el grado que en el posgrado, en el marco de una expectativa de llevar a cabo una vocación sin el realismo político de la actividad profesional. También, para el tema de lo alternativo, el funcionamiento autogestivo (en el peor sentido) de la universidad no permite intercambiar conclusiones con los sujetos sociales involucrados en las investigaciones.

Por otra parte, la actividad académica dista mucho ella misma de desarrollarse bajo el imperio de la comunicación alternativa, aunque su aparente (y elogiada) descentralización termina siempre en la limitación de recursos y en su sistema de selección.

X Resignación de la Vanguardia. De ¨Lo hacíamos en lugar de ellos¨(vanguardismo), pasando por ¨Lo hacemos para ellos¨(Estado populista), a ¨Lo hacemos con ellos¨(movimientismo), para terminar en ¨¿Por qué lo vamos a hacer si ellos no quieren?¨

Finalmente, el otro concepto que atraviesa toda la historia de la comunicación alternativa en América Latina es el de vanguardia. El propio Simpsom Grinberg,(1986), en la antología más ambiciosa sobre comunicación alternativa que se haya hecho desarrollaba una fuerte crítica a los intelectuales que se erigían como vanguardia alternativa. Bajo la influencia de derrotas recientes asimilaba a las vanguardias a una nueva y perniciosa forma de conductismo dejando abierta la puerta a lo que ocurrió después con la revisión de la tarea de la vanguardia en la clave de los movimientos sociales de los ochenta y de los autónomos de los noventa. En un contexto en el cual sobresalía también la crítica de Freire al extensionismo y al mismo tiempo en que las universidades se institucionalizaban en las disciplinas comunicacionales y periodísticas y crecían exponencialmente, estas definiciones se leyeron como un repliegue justificado. La aplicación mecánica y superficial del foquismo guevarista a las propuestas alternativas disimulaba en parte que los nuevos sujetos de la comunicación alternativa no eran ya los cuadros marxistas y cristianos formados al calor de las luchas de liberación de los sesenta sino jóvenes urbanos que tomaban más en cuenta algunas formas de la vanguardia artística en detrimento de los gestos históricos y tradicionales de la vanguardia política. En esta tensión entre vanguardia artística y vanguardia política, tensión sincrónica pero también inscripta en una evolución diacrónica, se instalan desplazamientos conceptuales como el de alternativo a alterativo y de éste a ciudadano o comunitario. Se acentúa el origen social pequeño burgués de los participantes en las propuestas alternativas así como el afán profesionalizador con el que se toma la iniciativa.

No está de más reiterar aquello de tirar el agua sucia de la bañera con el pobre bebé de la vanguardia adentro. Situacionistas, autónomos, autonómicos, movimientistas, asimilaban muchas de las iniciativas más orgánicas con los planteos vanguardistas clásicos, negándose a adoptar la autodefinición de vanguardia que partidos y sindicatos seguían esgrimiendo. Para la actividad académica resulta funcional un discurso ultrarradical que justificara (o racionalizara) la propia indiferencia de los académicos a toda organización permanente que buscará transformar la realidad. Las dos vanguardias sufrieron desgastes, una por su incorporación veloz y oportunista a la industria cultural, la otra por el desprestigio que la teoría política le imprimió a partir de los fundamentos que predominaron en la transición democrática en América Latina. El vanguardismo era igualado a la vanguardia, el foquismo a una violencia simbólica que se quería evitar, el brigadismo a una ¨orga¨ que limitaba la libertad crítica, y así siguiendo. ¨Ni un paso atrás, ni un paso adelante del pueblo¨, podía resumir la consigna, justamente en momentos en que el pueblo se parece cada vez más a una audiencia, un electorado manipulado y un consumidor hiperestimulado. Dando vuelta un conocido refrán popular, no es lo mismo haberse venido abajo que ser profundo.

ConclusionesLa intervención alternativa está atravesada actualmente por una serie de tensiones y

desplazamientos que podrían resumirse en la crisis del concepto de vanguardia, en su relación con el Estado y con todo tipo de organizaciones, en su inscripción en políticas culturales más abarcadoras y en la crisis de estrategia política de los sujetos sociales involucrados en las prácticas. Sin embargo, una definición más relacional de lo alternativo, más contextual y mirando un poco más lo que hace el enemigo, nos hace reflexionar sobre la necesidad de una tarea alternativa que suture y no fragmente, que articule y no absolutice, que vuelva al plano de lo social y de la lucha por la igualdad y que ponga en cuestión los fundamentos de la barbarie capitalista actual. Como señalaba Paul Volcker, al comentar la situación económica de los Estados Unidos y preocupado por que no se acentúan sus recetas reganianas, ante la pregunta sobre el principal logro de la política de Reagan reconocía, con una mezcla igual de candor y cinismo, que había sido la destrucción de los sindicatos (organización para nada alternativa para

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los nuevos movimientos). La claridad de objetivos de la vanguardia del Estado mayor del capitalismo mundial nos puede ayudar a reflexionar sobre la alternatividad actual.

Frente a un local de McDonald´s , distintos movimientos ejercen su derecho a la contrainformación y la contracultura. Unos gritan y concientizan sobre el emblema imperialista, el proceso de aculturación y su efecto alienador, los podemos imaginar realizando una perfomance cercana a la vanguardia artística , festiva, juvenil, eufórica. Otros, podrían desde una ecopolítica criticar la comida de McDonald´s , sus efectos nocivos sobre la salud de los niños y jóvenes. Su apariencia es un poco tradicional, pedagógica y argumentativa. Se dirigen a todos los potenciales consumidores de las comidas rápidas y promueven desobediencias mercantiles. Ambos, pero más el primero, cobrarían la forma de escraches.

Finalmente, cuadros políticos más tradicionales, con mayor o menor éxito, tratarán de sindicalizar a los trabajadores de McDonald´s, reclamando que les paguen más de 1 peso la hora y desaceleren los ritmos de producción. Pregúntemonos qué actividades van a ser más difundidas por los medios, ante qué cuestiones va a estar más preocupado el Estado y nos acercaremos juntos a una definición siempre parcial y coyuntural de qué es lo alternativo en cada momento.

(Ponencia leída en el marco del III Congreso Panamericano de la Comunicación, realizado en Buenos Aires, en julio de 2005)