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1. INTRODUCCIÓN C ualquier anÆlisis de los procesos exclusógenos, y de la desigualdad que afecta a nuestras sociedades, debe superar lo que podemos denominar el «espejismo individualista», que nos presenta la sociedad como una mera coexistencia de individuos con un grado total de libertad, y que por lo tanto oscurece la dimensión social y comunitaria de nuestra condición humana. Esta «imagen ficticia», sobre todo, hace muy difícil abordar los procesos de exclusión social, en gran medida determinados por fac- tores estructurales, como el lugar de naci- miento, la renta disponible, los servicios pœblicos o la ausencia de los mismos, que al nacer no elegimos, sino que nos vienen ya previamente determinados. La mitificación del individualismo que opera como motor ideo- lógico del neoliberalismo justifica el orden actual de las cosas, y sólo permite buscar res- ponsabilidades individuales para la trayecto- ria de cada persona. Sin embargo, diversas disciplinas, comenzando por la Economía (Stiglitz, 2002), la Sociología (Beck, 2005) o el Trabajo Social (FernÆndez y López, 2006a), han puesto de relieve la influencia decisiva que tiene la estructura de oportunidades y de constreæimientos a las que nos enfrentamos tanto personal como colectivamente. El punto de partida de cualquier acción que busque favorecer la igualdad es el siguiente: la ciudadanía democrÆtica. Iguales ante la ley, iguales como miembros de la sociedad, las personas demandamos unas condiciones estructurales que permitan, tan- to en el terreno jurídico como en el económico y el político, ejercer dichos derechos como tales, sin necesidad de reclamarlos. Deben estar ya ahí antes de empezar a vivir las con- diciones que permiten ejercer la ciudadanía en una sociedad democrÆtica. Es decir, la ciu- dadanía democrÆtica exige una determinada configuración de la sociedad. Y, por ello, hacer posible el ejercicio real de la ciudadanía es lo que alienta la prÆctica profesional de los trabajadores sociales. Ahora bien, no puede olvidarse el entorno en el que nos encontramos. Al hablar de ciu- dadanía democrÆtica, hay que precisar que se trata de una ciudadanía históricamente con- textualizada, inmersa en complejas socieda- des con sistemas económicos y estados del bienestar que presentan variaciones signifi- cativas dentro de un modelo general de capi- talismo informacional. Y que coexiste con la desigualdad, con los procesos de estratifica- ción social, con distribuciones asimØtricas del poder y la renta, y con procesos de exclusión e inclusión social que operan de forma comple- 251 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES * Profesor Titular de Sociología. Departamento de Sociología III (Tendencias Sociales). UNED. Ciudadanía, igualdad y servicios sociales: los límites del discurso neoliberal ANTONIO LÓPEZ PEL`EZ*

Ciudadanía, igualdad y servicios sociales: los límites ... · lógico del neoliberalismo justifica el orden actual de las cosas, y sólo permite buscar res- ... la dignidad de todos

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1. INTRODUCCIÓN

Cualquier análisis de los procesosexclusógenos, y de la desigualdadque afecta a nuestras sociedades,

debe superar lo que podemos denominar el«espejismo individualista», que nos presentala sociedad como una mera coexistencia deindividuos con un grado total de libertad, yque por lo tanto oscurece la dimensión socialy comunitaria de nuestra condición humana.Esta «imagen ficticia», sobre todo, hace muydifícil abordar los procesos de exclusiónsocial, en gran medida determinados por fac-tores estructurales, como el lugar de naci-miento, la renta disponible, los serviciospúblicos o la ausencia de los mismos, que alnacer no elegimos, sino que nos vienen yapreviamente determinados. La mitificacióndel individualismo que opera como motor ideo-lógico del neoliberalismo justifica el ordenactual de las cosas, y sólo permite buscar res-ponsabilidades individuales para la trayecto-ria de cada persona. Sin embargo, diversasdisciplinas, comenzando por la Economía(Stiglitz, 2002), la Sociología (Beck, 2005) o elTrabajo Social (Fernández y López, 2006a),han puesto de relieve la influencia decisivaque tiene la estructura de oportunidades y de

constreñimientos a las que nos enfrentamostanto personal como colectivamente.

El punto de partida de cualquier acciónque busque favorecer la igualdad es elsiguiente: la ciudadanía democrática. Igualesante la ley, iguales como miembros de lasociedad, las personas demandamos unascondiciones estructurales que permitan, tan-to en el terreno jurídico como en el económicoy el político, ejercer dichos derechos comotales, sin necesidad de reclamarlos. Debenestar ya ahí antes de empezar a vivir las con-diciones que permiten ejercer la ciudadaníaen una sociedad democrática. Es decir, la ciu-dadanía democrática exige una determinadaconfiguración de la sociedad. Y, por ello,hacer posible el ejercicio real de la ciudadaníaes lo que alienta la práctica profesional de lostrabajadores sociales.

Ahora bien, no puede olvidarse el entornoen el que nos encontramos. Al hablar de ciu-dadanía democrática, hay que precisar que setrata de una ciudadanía históricamente con-textualizada, inmersa en complejas socieda-des con sistemas económicos y estados delbienestar que presentan variaciones signifi-cativas dentro de un modelo general de capi-talismo informacional. Y que coexiste con ladesigualdad, con los procesos de estratifica-ción social, con distribuciones asimétricas delpoder y la renta, y con procesos de exclusión einclusión social que operan de forma comple-

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* Profesor Titular de Sociología. Departamento deSociología III (Tendencias Sociales). UNED.

Ciudadanía, igualdad y serviciossociales: los límites del discursoneoliberal

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ja y paradójica tanto en las sociedades occi-dentales opulentas, como en los países envías de desarrollo. En este punto, es impor-tante no generar expectativas infundadas oingenuas sobre el cambio social. Pero sí esnecesario poner de relieve el formidablepotencial de la acción social comunitariacomo motor de la extensión de los derechos deciudadanía, frente a la mitificación del indivi-dualismo inscrita en el neoliberalismo. Lapropia organización democrática de la socie-dad se basa en la capacidad de participar y enla capacidad de organizarse y ser representa-do tanto en el ámbito de la política (partidospolíticos) como en el ámbito de la condicionesde trabajo (sindicatos) como en el ámbito delas organizaciones económicas. En este con-texto, la capacidad de organizarse y defendercolectivamente derechos o el logro de deter-minados objetivos se convierte en una habili-dad necesaria para sobrevivir y para influiren sociedades democráticas. De ahí el papelque juegan las élites y los lobbies y grupos depresión en nuestro entorno, y de ahí la impor-tancia de capacitarnos para participar en lavida comunitaria, organizándonos comunita-riamente para perseguir objetivos.

2. CIUDADANÍA, ACCIÓN COMUNITARIAY ESTADO DEL BIENESTAR

Tanto la democracia como sistema de orga-nización y toma de decisiones de las socieda-des modernas, cuanto el Estado del Bienes-tar, como sistema de prestación de serviciosque permite el ejercicio práctico de la ciuda-danía, responden a este planteamiento ético.El reconocimiento de la dignidad de los sereshumanos se constituye en un criterio deacción, pero también de interpretación de larealidad. Desde la defensa de esta dignidad,la pobreza y las penosas condiciones de vidaque se generan en las primeras décadas de larevolución industrial se muestran como unaignominia, algo que debe ser corregido, y deahí la larga lucha por legislar en un primer

momento en la Gran Bretaña del XIX contrala explotación infantil, y a partir de ahí con-tra todos los excesos que convertían a las per-sonas en mercancía barata puesta a puntopara ser explotada. Pero la dignidad comoprincipio hermenéutico, tal y como se derivade la obra del renacentista Pico della Miran-dola, no solo pone de relieve, arroja nueva luz,sobre las injusticias o los desequilibrios denuestras sociedades. También pone de relie-ve que, más allá de solucionar dichos proble-mas de forma puntual, se debe configurarestructuralmente la sociedad para permitiruna libertad digna de tal nombre.

Por eso, la historia de los siglos XVIII, XIXy XX es también la historia por la lucha por laextensión de los derechos de ciudadanía nosolo a la denominada democracia política(derecho de voto) sino también a la democraciaeducativa (educación al alcance de todos, y elEstado como garante de que dicha posibilidadse pueda llevar a cabo por cualquier personaen cualquier lugar dentro de sus fronteras), yla democracia económica (lucha por la reduc-ción de la jornada de trabajo, por los derechosde los trabajadores, por la regulación de losflujos económicos en relación con la financia-ción del Estado del Bienestar�). Los sueñospor configurar una sociedad en la que sea posi-ble la felicidad, la realización personal, y elejercicio de la ciudadanía, se expresan en lasutopías renacentistas, en los movimientosdemocráticos, en la evolución en Occidente dela teología protestante y la teología católica,(que progresivamente van amparando el prin-cipio de libre interpretación, pero de formamás importante aún, van generando las con-diciones para que se constituyan comunidadesque buscan reordenar su entorno y establecerun nuevo medio social), y en la acción de parti-dos políticos y sindicatos, dando lugar a unamarea democratizadora que, tras un largoproceso de conflictos y luchas, incluidas dosguerras mundiales, da como resultado el Esta-do del Bienestar. Podemos definirlo como unarespuesta que busca el equilibrio entre la ciu-dadanía y el mercado, mediante una configu-

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ración estructural de nuestras sociedades quepermita un eficiente funcionamiento económi-co, y que permita también capacitarnos parael ejercicio de nuestros derechos y obligaciones(Fernández y López, 2006b: 15). De ahí la bús-queda de un sistema sanitario, educativo yeconómico que tome en consideración los dere-chos de los ciudadanos como fundamento de laorganización social.

Se trata de un equilibrio inestable, porquela tensión entre intereses particulares ycolectivos, entre la lógica del mercado y lalógica de la ciudadanía, y, más específica-mente, entre la lógica del egoísmo individua-lista y la lógica de la cooperación altruista,genera problemas, conflictos, y situaciones deconfrontación. La defensa de la organizaciónconcreta del poder en cada momento de la his-toria choca con la dinámica que imprime laciudadanía como «principio hermenéutico».Buscamos mejorar las condiciones de vida detoda persona, en todo lugar, y esto generaconflictos tanto con la estructura social y elpoder establecido, como con la dinámica delcapitalismo avanzado. Las aspiraciones poruna mayor democracia, que alientan en lalucha contra la pobreza a nivel mundial, con-lleva la búsqueda de un sistema económico ysocial compatible con el medio ambiente y conla dignidad de todos los habitantes del plane-ta. Y se ven reforzadas por la evolución de lasnuevas tecnologías (que permiten una mejorcomunicación y una mayor capacidad de inte-racción entre todas las zonas del globo terrá-queo) y el crecimiento exponencial de lariqueza disponible (tanto en términos mone-tarios, como en términos de nuevos objetos deconsumo disponibles: desde lavadoras arobots). Pero también las aspiraciones a unademocracia mejor que articule las diversasdimensiones de la vida social chocan con lastendencias exclusógenas que caracterizan alnuevo capitalismo informacional: generariqueza, pero también genera nuevas jerar-quizaciones, nuevas formas de desigualdad, yrefuerza en parte las viejas formas de desi-gualdad y de pobreza preexistentes.

Este no es un tema nuevo en la historia dela humanidad, ni es un tema nuevo en laexperiencia cotidiana de los profesionales quedesarrollan su actividad en el ámbito de laeducación, la sanidad o los servicios sociales.Si los orígenes de las Ciencias Sociales pue-den buscarse en la preocupación por hacerfrente con una metodología científica a losretos de la pobreza y la exclusión en la socie-dades industriales, también ahora, en los ini-cios de un nuevo período en la historia de lahumanidad, lo que se denomina las nuevassociedades informacionales, postindustrialeso del conocimiento, la lógica de la desigual-dad, basada en la naturaleza humana (egoís-mo y egocentrismo personal, grupal, comuni-tario, y social), también convive y se opone ylucha contra la lógica de la ciudadanía (basa-da en la naturaleza humana, en la dignidadde todos los seres humanos como fines en símismos). Dado el carácter dinámico, histori-co, creativo y social de la especie humana, nopodemos pensar que se ha llegado a un esta-dio final y definitivo. El futuro siempre esincierto, pero es resultado de nuestro esfuer-zo frente a circunstancias esperadas e inespe-radas. Tampoco podemos pensar que no hayposibilidad de una marcha atrás. Claramen-te, las sociedades pueden entrar en crisis,deteriorarse o destruirse a sí mismas, comomuestra el análisis de la lucha entre el capi-tal social civil e incivil en la historia deEspaña en la primera mitad del siglo XX: «laposibilidad de asociaciones civiles, sean par-tidos políticos, sindicatos, asociaciones socie-tales o movimientos sociales, iglesias oempresas, implica la posibilidad contraria: lade unas asociaciones inciviles, porque el con-tenido de sus discursos, sus reglas internas,sus estrategias y sus conductas de cara alexterior reflejen su hostilidad contra unasociedad semejante, o su incompatibilidadcon ella. Lo cierto es que las asociaciones pue-den ser civiles o inciviles, y tener diversosgrados de civilidad. Incluso puede ocurrir quelas civiles se transformen en inciviles o vice-versa, como ilustra el caso de los partidospolíticos, los sindicatos y la iglesia misma en

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España si se compara su actuación durante laguerra civil con su conducta durante la tran-sición democrática» (Pérez Díaz, 2003: 480-481).

Desde esta perspectiva, los desafíos vincu-lados con las tendencias de desvertebraciónsocial y exclusión que pueden detectarse en eldevenir complejo de las sociedades informa-cionales (Tezanos, Tortosa, Alaminos, 2003),demandan una revitalización de la interven-ción basada en la metodología de la accióncomunitaria. Si la naturaleza humana, comonaturaleza social, ha llevado a las páginas delos periódicos el debate sobre la denominada«inteligencia social», es porque en la trayecto-ria vital de cada persona su integraciónsocial, su vida inmersa en grupos y en comu-nidades es un factor decisivo que constriñe oposibilita su realización personal. En estesentido, el eje transversal que definimoscomo el «ejercicio de la ciudadanía democráti-ca» afecta a las dimensiones clave de cual-quier diseño de una acción social comunitaria(gráfico nº 1):

� Afecta al diagnóstico de los retos y pro-blemas que observamos (deben ser ana-lizados desde la óptica de la democracia,

de la igualdad de las personas en unentorno determinado, y por lo tanto des-de un acercamiento metodológico que secentra en investigar las limitaciones ylas oportunidades para vivir como ciu-dadanos que se dan en nuestro contextovital).

� Afecta al establecimiento de los objeti-vos en el nivel comunitario interno(empowerment hacia dentro de la comu-nidad), y en el nivel externo (objetivosque la comunidad como tal quiere alcan-zar como resultado de su acción colecti-va).

� Afecta al diseño de la acción colectivacomunitaria, y al diseño de la propiacomunidad: número de miembros,características, dinámicas de interac-ción y de comunicación, metodología deevaluación, etc.

� Afecta a la evaluación final de los resul-tados obtenidos, de la capacitación quehan adquirido las personas que hanparticipado, y de la propia labor profe-sional del trabajador social comunita-rio.

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GRÁFICO 1. DINÁMICA DEMOCRÁTICA, ACCIÓN COMUNITARIA Y LUCHAPOR LA IGUALDAD

Fuente: Fernández Garcia, T., López Pelaéz, A. (2007): Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíosdel siglo XXI, Madrid, Alianza Editorial.

3. LA LUCHA POR LA IGUALDADEN UN ENTORNO GLOBALIZADO

Existe una casi inabarcable bibliografíasobre los efectos de la globalización, la desi-gualdad a escala global y local, y las conse-cuencias tanto positivas como negativas de laevolución reciente de la economía de mercadoen los inicios del siglo XXI (Tortosa, 2002).Desde una perspectiva orientada por lanoción de ciudadanía, y la consecuente defen-sa de la democracia como el mejor sistema enel que los ciudadanos pueden decidir sobre supropio futuro político y económico, hay quereconocer que la identidad de las personas enlas sociedades modernas tiene que ver condos cuestiones clave. En primer lugar, la posi-bilidad de realizar sus deseos y sueños sinotra limitación que las derivadas de sus pro-pias capacidades, o de la libre competenciacon otras personas y otros sueños o deseos.En segundo lugar, la posibilidad real de con-figurar estructuralmente la sociedad paraque el campo de juego en el que desenvolve-mos nuestra vida permita un margen real delibertad en relación con nuestros propiosobjetivos. La esperanza colectiva en la posibi-lidad de realizar nuestro proyecto vital tienedos puntos de apoyo:

� La experiencia de la movilidad socialascendente, como personas y como paí-ses, que se ha podido experimentar ennumerosas sociedades europeas, asiáti-cas y americanas a lo largo del siglo XX;y la mejora de las condiciones básicas dela vida, ligadas a la expansión de siste-mas de salud, educación y alimentaciónen numerosos países. En los inicios delsiglo XXI, esta experiencia positiva liga-da a la consecución de derechos, alincremento de los recursos económicasde amplias capas de la población, y a lamejora de los niveles de salud y educa-ción, está sufriendo embates de conside-ración. Por ejemplo, la precaria sosteni-bilidad de nuestro modelo de consumo(ligado a un derroche energético y a una

distribución enormemente asimétrica aescala mundial de los recursos), la pre-cariedad del empleo y las dificultadespara independizarse que experimentanlos jóvenes en muchos países, la imposi-bilidad real de alcanzar el nivel de con-sumo y de vida de la generación previa,o el incremento de los flujos inmigrato-rios. La globalización pone de manifies-to que los recursos disponibles sonextraordinariamente diferentes segúnel país en el que se vive (pensemos en elsistema público de salud en cualquierpaís europeo, y las diferencias con el sis-tema sanitario de los países del TercerMundo). Las posibilidades de experi-mentar una movilidad social ascenden-te, de vivir mejor, ya no tienen tanto quever con lo que uno pueda hacer dentrode su país, sino con emigrar a países enlos que por el mero hecho de vivir allí yase disfruta de esos servicios.

� La capacidad para introducir mayoresniveles de democracia en nuestrassociedades, de tal forma que tanto eldesarrollo tecnológico como la evolucióneconómica respondan a criterios quetengan en cuenta la dignidad de las per-sonas y su condición de ciudadanos. Laextensión progresiva de la democraciadesde la dimensión política (derecho devoto) hasta la económica (regulación delmercado de trabajo y de las organizacio-nes empresariales de tal forma que seaseguren los derechos de los ciudada-nos, desde los derechos de los accionis-tas minoritarios en las empresas, hastala regulación del mercado de trabajopara proteger los derechos de los niños ode los propios trabajadores ante com-portamientos de acoso o maltrato) o ladimensión de la salud (extensión de lasprestaciones sanitarias a toda la pobla-ción) ha afianzado la confianza de losciudadanos en sus instituciones y en lademocracia como el sistema más efi-ciente para gestionar nuestros proble-

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mas a nivel local y a nivel global. Sinembargo, esta experiencia democráticaha sufrido también los embates de loscambios recientes en el mercado de tra-bajo, de los procesos de polarización ysegregación que pueden detectarse ennuestro entorno inmediato (deterioro delas condiciones de trabajo, individuali-zación de las trayectorias, expansióndel trabajo informal). Y, también, hasufrido la contradicción inscrita en ladinámica de la globalización: el bienes-tar local apenas soporta, cuanto tomaconciencia, el contraste con la desigual-dad creciente a nivel global, entre paí-ses, y a nivel local (entre excluidos eincluidos en cada entorno social concre-to). El Cuarto Mundo también está en elPrimer Mundo, y el Primer Mundo tam-bién está en el Cuarto Mundo. La desi-gualdad y la polarización social afectantransversalmente a todas las socieda-des, y reflejan, en este sentido, la diná-mica del poder y de la diferencia, lajerarquización y estratificación social,que afecta a toda sociedad en todo tiem-po. Quizás por ello, el progresivo aban-dono de la participación en las organiza-ciones tradicionales de las sociedadesindustriales, partidos políticos y sindi-catos, contrasta de forma muy relevan-te con el aumento de la participación enotro tipo de organizaciones y foros através de Internet: nuevos retos y viejosproblemas se abordan de forma distin-ta, a través de nuevos medios de inte-racción social basados en las nuevastecnologías.

En este entorno, las desigualdades a esca-la mundial y a escala global, la individualiza-ción de las trayectorias laborales, la fragmen-tación y degradación del mercado de trabajo,el incremento de las desigualdades y diferen-cias en los estilos de vida, deben analizarseen un contexto en el que las insuficienciasfinancieras reales o proyectadas en el tiempodel Estado del Bienestar coinciden con el

aumento de las tendencias hacia una mayorconcentración del poder económico y de losgrupos empresariales. En este complejo esce-nario, orientar la acción colectiva para lograruna mayor igualdad, y para botón de muestralas actividades organizadas con ocasión delAño Europeo de la Igualdad de Oportunida-des para Todos (2007), cobra una mayorvigencia, derivada de la propia forma deactuar de las democracias actuales: como sis-temas de representación, la acción colectivaorganizada, la creación de organizaciones concapacidad de representación, constituyen unmedio indispensable para poder influir en elcurso de los acontecimientos, para poderintervenir en la configuración de nuestrassociedades (más aún, cuando ya hemos toma-do conciencia clara de la dimensión sociopolí-tica del desarrollo no solo económico, sinotambién tecnológico: la tecnología refleja yreproduce la sociedad que la origina, y esapropiada por la misma sociedad reforzando,en muchos casos, la estructura de poder y dedesigualdad preexistente).

En definitiva, los desafíos de la vida no seplantean en términos exclusivamente indivi-duales. Hacemos frente a nuestra propia tra-yectoria, a formas de producción y consumoestructuradas, y nos encontramos inmersosen procesos de competencia, cooperación yconflicto que no son un producto de nuestrosdeseos individuales. Tenemos que aprenderlas reglas de juego, a través de un largo pro-ceso de socialización. Heredamos un códigogenético, pero también códigos sociales, y aveces códigos que refuerzan nuestro aisla-miento social, deteriorando nuestra capaci-dad de integración, como ocurre en barriosmarginales en los que los jóvenes internali-zan pautas de comportamiento y estrategiasde supervivencia que no les permiten superarsu punto de partida inicial. En este sentido,la igualdad no se puede analizar sin tomar enconsideración el papel que juega nuestra pro-pia condición como seres sociales:

� En primer lugar, el planteamiento quedescribe a las personas como sujetos

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aislados, en un entorno en el que luchanpara obtener bienes y servicios, en com-petencia con otros sujetos anónimos, enun mercado que se autorregula y en elque se participa en igualdad de condi-ciones, (y que constituye el código gené-tico del neoliberalismo actual), no resis-te el análisis empírico: «todos estamostrabados en una red de relaciones eintereses, y cada uno de nosotros es,ineludiblemente, un producto social»(Hamilton, 2006: 14). No existe un mer-cado neutral, ni una tecnología neutral,porque simplemente ambos, mercado ytecnología, son productos humanos, yya incorporan intereses, orientaciones yestrategias de los que los conforman.

� En segundo lugar, el propio individualis-mo no permite una gestión eficaz de lospropios recursos, incluso en el supuestode que existiese ese mercado neutralcompuesto de personas-átomo que seinterrelacionan sin más vínculos que supuro interés. Como muestran las diná-micas de equipo que se implantan en lasgrandes empresas, es necesario vincu-larse con los demás, establecer proyec-tos colectivos, experimentar la solidari-dad, el afecto y la cooperación altruista,más allá de una meta económica concre-ta. Y se trata de una «necesidad» tantopara desarrollar una personalidad equi-librada, y un dominio adecuado de unomismo, cuanto para poder colaborar conlos demás, y actuar colectivamente paraafrontar retos y oportunidades.

En un mundo globalizado, el fortaleci-miento de las identidades locales muestra lasuperficialidad de los discursos que reducenla realidad social a una simple competenciade individuos en el mercado global. No pode-mos evitar buscar la integración en estilos devida colectivos, y hasta en el consumo demasas encontramos un sucedáneo de expe-riencia comunitaria. Nos reconocemos en elrostro de los otros, y nos hacemos personas enla interacción y convivencia con los demás.

Además, en sociedades democráticas, experi-mentamos la necesidad de agruparnos paradefender intereses colectivos, que de otra for-ma no pueden ser resueltos.

4. UN NUEVO RETOPARA LA IGUALDADEN LAS SOCIEDADES AVANZADAS:EL ANALFABETISMO RELACIONAL

En un contexto cultural caracterizado porel elogio del individualismo, la exaltación dela capacidad de decisión de cada persona ais-ladamente considerada, y el consiguienterelativismo moral (en un mundo concebidocomo una mera yuxtaposición de sujetosautónomos e irreductibles entre sí, ¿cómoencontrar un punto de encuentro, si todo sereduce a un conflicto entre voluntades y de-seos diferentes e igualmente dignos en suracionalidad intrínseca?) la única cuestiónrelevante es garantizar la libertad de elecciónen un mercado aparentemente neutral, en elque todos participan sin condicionamientosprevios. Este es el supuesto último de lateoría económica actual, y quizás por ello lalibertad la entendemos como la libertad departicipar en la competencia por un puesto detrabajo o en la posibilidad de consumir enfunción de nuestra capacidad de compra. Sinembargo, hay tres cuestiones relevantes queponen de relieve que este planteamiento ocul-ta la realidad. Al analizarlas, podemos com-prender por qué desde esta perspectiva no sepuede contribuir a mejorar las situacionesproblemáticas en las que se encuentraninmersas personas y comunidades. Y ello, sinolvidar además que dichas situaciones pro-blemáticas se han generado precisamente pororganizar nuestra vida conforme al modeloindividualista neoliberal.

� En primer lugar, las situaciones demarginación, pobreza y exclusión socialno pueden ser explicadas exclusivamen-te en función del individuo que las pade-ce, tal y como se deduciría de una inter-

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pretación superficial del modelo darwi-nista de selección natural: el que seencuentra excluido es causante de susituación, «culpable» en definitiva, por-que no ha aprovechado sus oportunida-des (se «sobreentiende» que igualespara todos). Este planteamiento en suformulación más extrema es difícil desoportar (todos conocemos situacionesen las que los problemas no se derivande la persona, sino de su contexto), yentonces se flexibiliza apelando a lamala suerte, las dificultades de la vida,y desarrollamos como estrategia unavisión asistencialista de apoyo a aque-llos que, quizás porque no puede ser deotro modo, se encuentran en una malasituación. Sin embargo, tanto el asis-tencialismo como la posición teórica enla que se asienta, y que acabamos dedescribir, no resisten la contrastaciónempírica. El estudio del medio sociocul-tural en el que se desenvuelven loshabitantes de los guetos estadouniden-ses ya puso de relieve el papel crucialque juega el contexto en la reproducciónde la pobreza, como mostraron los estu-dios de la Escuela de Chicago desde ini-cios del siglo XX. En este sentido, auto-res como Lewis, Harrington y Moy-nihan desarrollaron el concepto «cultu-ra de la pobreza» para describir un esti-lo de vida, unos valores y unas expecta-tivas que conforman la vida de las per-sonas que integran dichos guetos, y quese transmiten de unas generaciones aotras. Socializados en este modelo cul-tural, tendremos muchas más dificulta-des para aprovechar oportunidades yafrontar problemas, y la posibilidad deabandonar el círculo vicioso de la exclu-sión se reducen cada vez más.

� En segundo lugar, y superando los plan-teamientos formulados por los teóricosde la «cultura de pobreza», (en la queésta aparece como una consecuencia dela forma de vida de la población en un

entorno determinado), las investigacio-nes sobre la dinámica de la desigualda-des, los procesos de estructuraciónsocial, y los procesos de exclusión social,han puesto de manifiesto que nos encon-tramos inmersos en un campo de juegoen el que existe estructuras económicasy políticas que refuerzan dichos procesosde exclusión, y también existen estrate-gias que permiten hacerles frente. Lareestructuración del capitalismo indus-trial, hasta dar lugar a lo que hoy en díase denomina capitalismo informacionalo capitalismo globalizado, genera y for-talece determinadas dinámicas exclusó-genas a nivel mundial. Pero tambiéngenera oportunidades, desigualmentedistribuidas entre personas, grupos,comunidades, naciones y continentes, loque favorece nuevos y viejos procesos dedistribución asimétrica de las posibili-dades y riquezas generadas por el creci-miento económico. La lógica del merca-do ni es neutral, ni es inocente, y el cre-cimiento de las desigualdades a nivelmundial no es el resultado de una lógicaintrínseca y necesaria del capitalismoactual. Nuestro modelo de desarrollo noes el único posible, y la variedad de res-puestas a los retos del capitalismo avan-zado, como puede verse en los diferentesmodelos de estado del bienestar en lospaíses europeos, o en la capacidad dealgunos países para romper con la orto-doxia económica (por ejemplo, desarro-llando esfuerzos para regular los flujosfinancieros, en el caso de México o Mala-sia, o haciendo caso omiso a las reco-mendaciones del denominado consensode Washington, como el caso de la Repú-blica Popular China), muestran doscosas: es posible establecer un modelosocioeconómico diferente; y, por ello, lasconsecuencias tanto positivas comonegativas de nuestra sociedad tienen suorigen en dicho modelo, y pueden serabordadas y solucionadas con una meto-dología adecuada.

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En definitiva, es la misma situación enla que se encontraron los primeroscientíficos sociales, en sus orígeneshistóricos. La «cuestión social», el pau-perismo, era la cara más visible de unnuevo modelo económico y social, yhundía sus raíces en la lógica de lo quese consideraba constituía el caminohacia el progreso. Por ello, porque obje-tivamente constituía un fenómenoestructural, no bastaba con auxiliar aalgunos damnificados. Era necesarioinvestigar la lógica de lo social, paraabordar con éxito los problemas queponían en peligro en parte superviven-cia física, pero sobre todo la dignidadmoral de un nuevo orden que se basadaen la noción de ciudadanía. Hoy en díaocurre lo mismo: ¿cómo pueden convivirla democracia y el subdesarrollo, lademocracia y los guetos, la democracia yla degradación de las condiciones devida que afectan a personas, comunida-des y países a lo largo de todo el plane-ta? La falta de capacidad crítica pararesponder a esta pregunta genera undoble efecto:

� Por un parte, la pérdida de interéspor la participación política dentrodel ámbito de las democracias con-temporáneas. El alejamiento entre lapoblación y el sistema democrático seencuentra en el origen de la pérdidade legitimidad de la democracia y lospartidos políticos, y constituye uncontexto en el que se desarrollanmovimientos políticos que se levan-tan sobre supuestos diferentes a losde la democracia basada en los dere-chos de los ciudadanos, tanto fueracomo dentro de los países occidenta-les (nuevos partidos ligados al racis-mo o la negación de la ciudadanía alos otros, a los extranjeros, a los inmi-grantes; o nuevos partidos donde lapersona «ciudadana» es sustituidapor la persona «creyente», y se postu-

la como la auténtica democracia unorden basado en las normas de unareligión).

� Por otra parte, al no satisfacer lademanda de cambio, se crean las con-diciones para que se desarrollen enlas sociedades movimientos alterna-tivos que buscan hacer frente a losretos que afronta la población, comoocurre con los movimientos antiglo-balización, o el auge del denominadoTercer Sector.

� En tercer lugar, nuestra identidad esrelacional. Por lo tanto, el modelo derelaciones en el que nos socializamosestablece las fronteras dentro de lascuales construimos nuestra identidad, ynos relacionamos con los demás. Para irmás allá de dichas fronteras, es necesa-rio cambiar el patrón que estructuranuestra interacción social. Desde esteplanteamiento, podemos analizar lasconsecuencias deletéreas para nuestraidentidad personal y la calidad de vidade nuestras comunidades de los rasgosmás característicos del orden �moral� deldarwinismo neoliberal. La exaltacióndel interés individual, la codicia, la com-petencia, la superación de los otros (des-critos como competidores sin alma, o almenos competidores que no tienen otraidentidad que la de estorbarnos en elcamino hacia el éxito), el dominio y elpoder sobre los demás�, son los rasgosdominantes de nuestro modelo de rela-ción con nosotros mismos, con losdemás, con la naturaleza, y con el mer-cado. Pero sus consecuencias son muynegativas para la interacción social,para la creación de lazos comunitarios,para la amistad entre ciudadanos, parala igualdad real que se basa en el reco-nocimiento de la identidad y del valorintrínseco del otro. Por eso, socializadosen el consumo como pauta de interac-ción, como modelo de participación, bus-camos satisfacer nuestra profunda

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necesidad de socialización, de identifi-cación con los otros, a través de losrituales de compra en las grandessuperficies comerciales. Y, paradójica-mente, la imposible realización en unentorno de consumo de objetos haceque, inmersos en una dinámica de con-sumo imparable, la ansiedad, el descon-tento y la insatisfacción no dejen de cre-cer, a menudo entre la población másjoven. Aquellos que tienen que esforzar-se para integrarse en el orden socialexistente, viendo el espectáculo queofrecemos, a menudo con su rechazo for-mulan claramente el vacío existencialde una sociedad del consumo, delespectáculo, y también de la depre-sión� «La pseudoindividualidad de lacultural consumista moderna crea ais-lamiento. (�) El espectacular incre-mento de la incidencia de la depresiónen las últimas décadas parece hallarsedirectamente asociado a la pérdida deredes sociales y contacto personal, pro-ducto a su vez de la movilidad y sustitu-ción de las actividades comunitarias porlas compras y pasatiempos comerciales»(Hamilton, 2006: 89).

En este sentido, podemos comprender elpotencial autorrealizador que tiene la inte-racción con los otros bajo un modelo teórico enel que se les concibe como sujetos: solo desdela mirada de otro sujeto podemos recuperarnuestra identidad como seres autónomos.Solo interaccionando con ciudadanos, basan-do nuestras redes sociales en códigos de ciu-dadanía (como la reciprocidad altruista, lahonestidad, el interés común, el respeto, lacapacidad de llegar a acuerdos basándonosen la racionalidad de los argumentos y en lacomprobación de nuestras hipótesis, la con-fianza, o el esfuerzo colectivo para hacer posi-ble estructuralmente que cada uno puedaejercer dicha ciudadanía, que cada personapueda emprender un camino de autorrealiza-ción de sus potencialidades como sujeto),podemos encontrar una mirada en la que se

nos reconozca como ciudadanos. No esextraño que, con una formulación paradójicadesde la perspectiva individualista, se hallapodido definir la solidaridad activa como uncamino de autorrealización, como una deci-sión que hay que tomar no solo por principioséticos, sino también (en la mejor tradiciónegoísta) por interés propio (Beck, 2000).

Dado que la interacción social nos permitedesarrollar nuestro propio �yo�, nuestra identi-dad, y alcanzar nuestros objetivos; dado que elconjunto de redes sociales en las que estamosinmersos nos aportan lo que denominamoscapital social, y nos permite relacionarnos enun modelo de interacción social en red; y dadoque nuestras propias actividades como miem-bros de diversas asociaciones y comunidadesson susceptibles de análisis científico paradeterminar cómo obtener mejores recursos ycómo alcanzar los objetivos propuestos,podríamos suponer que, como seres sociales,cultivamos nuestras capacidades relacionalescomo un activo estratégico de nuestra vida.Sin embargo, nos encontramos con el fenóme-no contrario: el individualismo extremo, el ais-lamiento, el cambio acelerado de las formas deproducción, conocimiento y relación, estánprovocando un fenómeno que está en la raíz dela pérdida de capital social, de la pérdida dehabilidades para interaccionar en red, y de lapérdida de capacidades para conocer y adap-tarnos a las exigencias de nuestras sociedadescosmopolitas: el analfabetismo relacional.

Podemos definirlo como la ausencia de lashabilidades sociales básicas que permitenuna interacción social adecuada, una integra-ción positiva con nuestro entorno, y afrontary resolver tanto oportunidades como proble-mas. Vivimos en sociedad, pero no sabemosrelacionarnos. No nos formamos para relacio-narnos, para resolver conflictos, para inte-grarnos y comunicarnos, para comprender ymanejar nuestras relaciones con los demás. Ycada vez más un número creciente de perso-nas no sabe cómo recuperar sus relaciones,cómo integrarse de nuevo, cómo estableceramistades, complicidades o cómo trabajar en

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equipo. No es extraño que el trabajo en grupo,el liderazgo, la empatía, y la capacidad decrear cohesión dentro del equipo de trabajo yde la empresa, se conviertan en un tema recu-rrente en la formación de nuestros directivos.

Se trata de una de las paradojas más visi-ble en nuestro entorno inmediato: se deman-dan más habilidades relacionales, paracomunicarnos, trabajar en equipo, afrontarretos y oportunidades...; pero cada vez más,las personas vivimos de forma aislada, volca-dos en chats o en juegos en red, incapaces desentarnos a dialogar y resolver problemas oafrontar oportunidades con nuestros familia-res, amigos o compañeros de trabajo. Por ello,es necesario analizar cómo recuperar estashabilidades, capacitándonos para saber rela-cionarnos y afrontar con éxito nuestra propiatrayectoria vital. ¿Cómo hacerlo? Medianteun adecuado conocimiento de la dinámica dela interacción social, y mediante una metodo-logía científica que permita utilizar la acciónsocial comunitaria como mecanismo de refor-zamiento y restauración de nuestras habili-dades sociales, tanto en el ámbito de laempresa, de la comunidad, del grupo, de lafamilia, como en el ámbito personal.

El analfabetismo relacional es la conse-cuencia final de la ideología que entroniza elindividualismo como eje de la vida social, yque se expresa en un modelo de consumo en elque sólo existe el mercado, individualizandolas prácticas, fragmentando y encerrando acada persona en el sueño de la autosuficien-cia. Sin embargo, este planteamiento escondeuna verdad amarga: el aumento de las desi-gualdades, derivado de la imposibilidad dehacer frente a los retos estructurales que nospueden conducir a la exclusión social, desdeuna perspectiva centrada exclusivamente enla acción individual. En este sentido, «unasociedad centrada sólo en el consumo mer-cantil corre el peligro de convertirse en simu-lacro, de degradar y desgastar sus formas desolidaridad hasta convertirse en un simpleagregado de egoísmos excluyentes» (Alonso,2004: 41). Además, tal y como hemos visto, la

incapacidad para la interacción social, lasdificultades relacionales, la pérdida de lacapacidad de integración en grupos y comuni-dades, y de mantenerse en ellos a lo largo deltiempo, no solo tiene efectos sobre la integra-ción dentro de la sociedad. También tieneconsecuencias deletéreas sobre nuestra pro-pia personalidad, sobre nuestra experienciavital: desde la amistad hasta la lealtad,pasando por la cooperación altruista o el tra-bajo en equipo, todas las experiencias básicasde la vida humana en torno a las cuales cons-truimos dialógicamente nuestra identidadpersonal, son experiencias que demandan lainteracción con los otros, con el resto de per-sonas que también son sujetos de la vidasocial. Al no relacionarnos adecuadamente,nos aislamos y nos incapacitamos para apro-vechar oportunidades y afrontar retos. Y per-demos la oportunidad de ser nosotros mis-mos, de experimentar nuestra propia identi-dad. Como muestran las investigacionessobre el capital social, la honradez o la con-fianza en los otros generan sociedades máseficientes económicamente, pero tambiénmás felices y con mejores niveles de saludfísica y psíquica. Como hemos indicado ante-riormente, la experiencia de la acción comu-nitaria no solo permite obtener objetivos quede otro modo serían inalcanzables para laspersonas en su acción individual. Una cues-tión esencial es la siguiente: al experimentarla dinámica del encuentro y la acción colecti-va, al experimentar la dinámica de la nego-ciación, participación, distribución del poder,y evaluación de resultados, experimentamosnuestra propia vida como proyecto personal ycomo proyecto en interacción con otros, y arti-culamos también nuestra propia identidadcomo seres humanos.

5. CULTURA, VALORES Y BIENESTAR:HACIA LA CIUDADANÍADEMOCRÁTICA

Si queremos profundizar en la noción deciudadanía basada en la igualdad, en el pro-

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yecto de bienestar propio de nuestras socie-dades democráticas, y en su dimensión comu-nitaria, es necesario analizar brevemente larelación que existe entre cultura, valores ybienestar, ya sea entendida la cultura comoun proceso progresivo de conquista del bie-nestar, basado en la idea del optimismo histó-rico propio de la Ilustración; o ya sea entendi-da como una adaptación a las necesidadesmateriales de la especie humana (el materia-lismo cultural); o bien se defienda una posi-ción relativista cultural que descarta la pre-sencia de necesidades constantes y comunesa lo largo del tiempo y del espacio en los sereshumanos.

5.1. Componentes de la cultura

Las comunidades humanas no son tandiferentes unas de otras. A pesar de una mar-cada predisposición por resaltar las diferen-cias, los antropólogos, al estudiar las diversasculturas desarrolladas a lo largo de tiempo,

han constatado elementos comunes entre lasdiversas sociedades. Cuando estos compo-nentes se encuentran en todas o casi todas lasculturas, se denominan «universales cultura-les». La compleja relación entre identidad ydiferencia en cada persona, y en cada cultura,no puede hacernos olvidar aquellas carac-terísticas que comparten, tal y como muestrala evidencia empírica. Sin embargo, la defini-ción, caracterización y análisis de estos posi-bles �universales culturales� ha provocado unintenso debate entre los antropólogos: lasgrandes variaciones que se dan pone en cues-tión cualquier tipo posible de clasificación. Elestablecimiento de una tipología general derasgos comunes a todas las culturas (porejemplo, la tipología propuesta por Murdock�cuadro nº 1�) nos puede servir como puntode partida para la investigación y la compa-ración entre culturas, pero debemos ser cons-cientes de las enormes variaciones que se danen la realidad, y de la consistencia solo relati-va de cualquier clasificación.

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CUADRO 1. TIPOLOGÍA DE UNIVERSALES CULTURALES SEGÚN G.P. MURDOCK

� La existencia de una lengua gramaticalmente compleja

� La existencia de un sistema familiar, en el que existe la institución del matrimonio, yuna serie de normas que determinan el cuidado de los hijos

� La existencia de rituales religiosos

� La prohibición del incesto (prohibición de relaciones sexuales entre parientes cercanos,como padre e hija o madre e hijo)

� Las reglas de higiene

� El arte, la danza y el adorno corporal

� Los juegos

� Los regalos

� Sistemas de producción y distribución de bienes y servicios

Fuente: G. P. Murdock (1969): Ethnographic Atlas, Pittsburg, University of Pittsburg Press.

A pesar de las dificultades para establecerla existencia de universales culturales clara-mente definibles, en cada cultura podemosdetectar pautas de comportamiento y de pen-samiento relacionadas con la supervivenciaen el medio ambiente, la reproducción, laorganización del trabajo y del reparto de losbienes y servicios que se producen, la organi-zación de la vida doméstica y de las relacionesentre las personas, las familias, los grupos ylas comunidades� Junto con otras dimensio-nes, como aspectos creativos, artísticos, lúdi-cos, o expresivos de la vida humana, en todacultura juegan un papel fundamental losvalores: aquellos principios que rigen el com-portamiento y permiten diferenciar lo buenode lo malo, lo aceptable de lo detestable en unentorno dado. Existe toda una fundamenta-ción ética de la vida común, que se expresa através de relatos, ejemplos, normas de com-portamiento y leyes. Esta urdimbre de valo-res permite la comunicación y la interacciónsobre la base de un proyecto común, unanoción de naturaleza humana ligada a dichosvalores. En este sentido, la ciudadanía, laigualdad y el derecho a encontrar una estruc-tura de oportunidades que permita ejercerdicha ciudadanía, conforman el suelo sobre elque se levantan los valores de nuestra socie-dad en los inicios del siglo XXI.

5.2. La igualdad en el siglo XXI:¿es posible superar el debateentre el optimismo, el relativismoy el materialismo cultural?

La existencia de culturas diversas, susmutuas interacciones, y la evolución a lo lar-go de la historia de las sociedades, suscitasiempre las mismas preguntas: ¿Evoluciona-mos hacia una única cultura global? ¿Es posi-ble generar una nueva cultura a partir delencuentro de culturas previas? ¿Estamoslimitados por nuestra cultura, y no podemossalir de su esquema de interpretación, hastael punto de afirmar que no es posible encon-trar un terreno común de reflexión y acción

entre diversas culturas? En la última década,hemos asistido a debates sobre el fin de la his-toria, el choque de civilizaciones, la justifica-ción teórica de la imposibilidad de encontrarpuntos de vista compartidos� A menudo,parece que la «convivencia» solo puede formu-larse como «coexistencia pacífica inestable»,hasta que se genere un nuevo conflicto deintereses, sin llegar a una simbiosis máspositiva entre las culturas y las personas�Para poder hacer frente a este debate, el pun-to de partida no puede ser otro que la defensade la racionalidad científica. Tenemos lacapacidad de superar nuestras barreras cul-turales e ideológicas, de transformar nues-tras organizaciones y la distribución delpoder en nuestras sociedades, y ademáspodemos demostrarlo empíricamente. Elcambio social, los procesos de transformacióny de crítica de nuestro modelo de vida, lacapacidad colectiva de modificar nuestraspautas de acción, muestran que efectivamen-te podemos, gracias a la razón y el análisiscientífico, encontrar un espacio común de diá-logo, análisis y encuentro entre culturas, per-sonas, y diferentes intereses.

Diversas teorías han intentado explicarlas variaciones culturales. A continuaciónvamos a analizar brevemente tres de ellas: lateoría del progreso indefinido, el relativismocultural y el materialismo cultural.

5.2.1. El optimismo histórico y la ideadel progreso indefinido

Durante el siglo XVIII, en el período histó-rico que denominamos Ilustración, se desa-rrollaron varios intentos sistemáticos deexplicación de las variaciones culturales. Laidea de progreso dominaba generalmente lasdistintas teorías, de tal manera que se expli-caban las diferencias entre unas culturas yotras en función de las supuestas fases en lasque se encontraban, dentro de un movimien-to común ascendente, ligado a la confianza enla razón científica y el progreso tecnológico.

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La formulación más radical de esta confianzase encuentra en el determinismo tecnológico,que postula una secuencia progresiva deinnovación y descubrimientos que de formanecesaria acabará resolviendo los problemasde la humanidad. La fe en el progreso, enten-dido como un movimiento ascendente de losconocimientos, del bienestar personal y de laorganización social, política y económica,caracteriza la obra de autores tan diferentescomo Augusto Comte, Denis Diderot o AdamSmith.

Para Comte, la historia de la humanidades la historia del progreso del conocimiento yde la sociabilidad. Esta evolución ascendentela expresó con su conocida ley de los tres esta-dios por los que pasan las sociedades huma-nas: el teológico, el metafísico y el positivo.Cada uno de ellos implica un progreso sobreel anterior, alcanzado un nivel superior derealización personal y colectiva. ¿Cuáles sonsus características fundamentales? En elestadio teológico, se explican los aconteci-mientos y los seres de la naturaleza en refe-rencia a seres y fuerzas sobrenaturales, queaparecen como la causa última de la realidad.En el estadio metafísico, las causas de losfenómenos no son ya las potencias sobrenatu-rales, sino las entidades o ideas abstractas.Se recurre a conceptos que, si bien permitenindependizar los razonamientos de lasinfluencias del pensamiento mítico y teológi-co, se caracterizan por buscar explicacionesabsolutas que abarcan toda la realidad. En elestadio positivo, las personas abandonamoslas pretensiones metafísicas y teológicas, ybuscamos dominar la realidad mediante laobservación, tratando de adquirir conoci-mientos empíricos que puedan ser comproba-dos mediante la experiencia. Por ello, estaetapa final se caracteriza por la búsqueda delas relaciones entre los hechos, a partir de laobservación y la medición, buscando las leyesque operan en dichas relaciones.

Dentro de las teorías que interpretan laevolución de las culturas en un sentido ascen-dente y determinado por una ley intrínseca a

los acontecimientos históricos, debe resaltar-se la teoría marxista. Para Karl Marx, lasculturas atraviesan una serie de etapas(comunismo primitivo, sociedad esclavista,feudalismo, capitalismo y comunismo), queculminan en el conflicto entre capital y traba-jo, entre burgueses y proletarios, en la socie-dad industrial, y que se resuelve en una nue-va y última fase, la sociedad comunista, en laque la lógica de la propiedad privada y de laoposición entre poseedores y poseidos, desa-parece. La evolución histórica no puede anali-zarse, frente a la postura comtiana, como unproceso lineal. Es un proceso dialéctico. Através de los conflictos y choques de la histo-ria se va a avanzando mediante transforma-ciones cualitativas de la realidad social ehistórica. La meta última de este proceso esla supresión de la alienación de los sereshumanos frente a la naturaleza, frente a símismos, frente a los demás, y frente a su pro-pia actividad, aboliendo toda forma de escla-vitud e injusticia.

La idea del progreso, de una evolución li-neal y gobernada por una lógica intrínseca aldesarrollo social y económico, ha sido dura-mente criticada, tanto por contemporáneosilustrados como Jean Jacques Rousseau,como por muchos otros pensadores en lossiglos XIX y XX. Podemos diferenciar dosgrandes líneas críticas. Aquellos que criticanel optimismo histórico basándose en las gran-des catástrofes producidas precisamente gra-cias al avance de la ciencia y la tecnología (porejemplo, la aplicación de los mejores recursosde la ciencia y la tecnología a la fabricación deartefactos para destruir la vida y la culturahumana, como la bomba atómica), evoluciónque muestra la descoordinación entre ladimensión moral y la dimensión tecnológica,hasta el punto de caracterizar el progresocomo un proceso que, en términos de Hork-heimer, es a la vez liberación y desventura. Yaquellos que critican el discurso optimistaporque, sin negar los grandes avances logra-dos en los últimos siglos, se basa en una abso-lutización del modelo de vida occidental, pro-

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yectando en todo el planeta una cosmovisiónque reduce a las personas a consumidores, yentroniza un modelo de relación con la natu-raleza basado en la objetivación de la misma,en su reducción a materia pasiva, sin identi-dad, lo que lleva a una colonización extremaen la que no se respeta su identidad propia.

En ambos casos, la crisis del proyecto opti-mista ilustrado ha dado lugar a lo que se hadenominado la posmodernidad. Su influenciaexplica el auge del relativismo y la exacerba-ción de un individualismo que, paradójica-mente, refuerza nuestra incapacidad paraintervenir en el gobierno de nuestro propiodestino. Podemos ver sus efectos en las lla-madas «guerras de la ciencia» (Blanco, 2001),en las que se debate el nivel de «verdad» quepuede alcanzarse mediante el razonamientocientífico. De forma opuesta a la visión tradi-cional sobre la relación entre la ciencia y laverdad, diversos autores vinculados con loque genéricamente se denomina la posmoder-nidad, analizan la innovación científica y eldesarrollo tecnológico como resultado de unsimple juego de intereses sociales en conflicto(Sokal y Bricmont, 1999).

Desde los planteamientos posmodernos, sehan formulado severas críticas a los grandesproyectos, o «meta-relatos», herederos delproyecto ilustrado. Se trata de aquellasteorías que intentan ofrecer una interpreta-ción de la totalidad de lo real: nos ofrecen uncamino de progreso, un sistema de interpre-tación, y un conjunto de valores que articulanla historia y la evolución de personas, gruposy comunidades. Pero la crítica de la Ilustra-ción y la Modernidad no disuelve la realidaden un flujo discontinuo en el que se muevenpersonas, grupos y organizaciones. No elimi-na los factores estructurales que favorecen lareproducción de las desigualdades. Enparadójico contraste con su discurso, queinsiste en la fragmentación, la individualiza-ción y la desintegración, las personas nosenfrentamos a un entorno extremadamenteestructurado. Se disuelva o no el sujeto enuna superposición de textos y sueños, la rea-

lidad externa sigue siendo muy poco dúctil oflexible. Desde nuestro punto de vista, losprocesos de exclusión social, y las consecuen-cias de las nuevas innovaciones científico-tec-nológicas, reclaman un nuevo consensosocial, un nuevo «metarelato», basado en lanoción de ciudadanía, la igualdad de todas laspersonas, y la configuración estructural denuestro entorno para hacer posible el ejerci-cio de nuestro proyecto personal, grupal ycomunitario.

5.2.2. El relativismo cultural

El particularismo histórico, desarrolladopor F. Boas y sus discípulos en las primerasdécadas del siglo XX, se opone a la concepciónde la historia de las culturas como un procesoevolutivo en el que se puede diferenciar entreculturas superiores, más evolucionadas, yculturas inferiores, menos evolucionadas.Para Boas, cada cultura tiene una historia yun conjunto de rasgos específicos que lahacen incomparable con cualquier otra. Porello, no puede haber una ciencia de la culturaque pretenda llegar a un conocimiento uni-versal y globalizador sobre todas las culturas.No existe un proceso único en el que todas laspoblaciones van evolucionando hacia una cul-tura y una lengua superior. Si cada cultura esúnica, y tiene una historia propia, no es posi-ble diferenciar entre culturas superiores einferiores. Cada una tiene su propia particu-laridad. Esta perspectiva teórica recibe elnombre de «relativismo cultural». Para losrelativistas culturales, es necesario estudiarla complejidad de las culturas primitivas, enlas que se observan rasgos propios y particu-lares, muchas veces subestimados desde elpunto de vista de los investigadores europeos.

La perspectiva relativista choca con la pos-tura etnocentrista que favoreció el colonialis-mo europeo por todo el mundo durante elsiglo XIX. El discurso sobre la superioridadde la cultura europea, e incluso de la razaeuropea (aunque dentro de la propia Europa

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existían conflictos culturales y étnicos, y asípuede explicarse el nacionalismo étnico yexpansivo del nazismo alemán, pero tambiénotros más recientes como nos muestran losconflictos relacionados con la «limpieza étni-ca» en los territorios que conformaban la anti-gua Yugoslavia), ocultaba algo mucho mássimple: la superioridad tecnológica y militarde los europeos, que permitió el colonialismoy la explotación de aquellas zonas del mundoincapaces de defenderse y competir antedicha superioridad militar. Hoy en día, laevolución de muchos de aquellos países, trasdesarrollar su potencial económico, militar ytecnológico, como China o la India, ponen derelieve el carácter arbitrario de dichasteorías. A la vez, puede volver a generarse unsentimiento de superioridad cultural y étnicaen estos nuevos actores en el concierto mun-dial de países, (que buscan alcanzar una posi-ción de dominio y ventaja competitiva sobrelos demás, y también sobre los Estados Uni-dos de América y la Unión Europea). En estesentido, las teorías racistas no tienen un apo-yo científico, ya que el concepto de raza nopermite explicar la diversidad y la evoluciónde la especie humana. Su papel se reduce aactuar como instancia de legitimación de lasuperioridad militar, económica o política deun determinado grupo en un determinadomomento de las historia.

Sin embargo, el potencial liberador de lasteorías relativistas en un contexto históricomarcado por la colonización, la emergencia demovimientos ligados a la mejora de la raza(los experimentos eugenésicos, fundamental-mente procesos de esterilización para impe-dir una transmisión de genes «defectuosos»,fueron utilizados en las primeras décadas delsiglo XX en Suecia, Estados Unidos de Améri-ca o Alemania, y en su nombre se cometieronauténticas aberraciones que causaron estra-gos en las poblaciones afectadas), y un nacio-nalismo étnico expansionista como el querepresentaba el nazismo hitleriano, no debemovernos a una aceptación acrítica de losprincipios relativistas. No se trata de discutir

el valor intrínseco que tiene la diversidad cul-tural, la diversidad lingüística y las diferen-tes formas de vida a lo largo de la historia. Alcontrario, se trata de afrontar la heterogenei-dad para construir un espacio común de con-vivencia democrática. Los flujos migratorios,la heterogeneidad y la mezcla de culturas ypersonas en nuestras sociedades han puestode relieve la necesidad de establecer mecanis-mos de interacción, encuentro e intercambiocultural para poder gestionar dicha diversi-dad.

¿Dónde encontrar un primer punto de apo-yo para establecer un análisis interculturalque desarrolle un concepto de ciudadaníaválido para nuestra sociedades heterogéne-as? Desde nuestro punto de vista, en el prin-cipio de la igualdad radical de todas laspersonas, y su consecuencia, la configuraciónestructural de la sociedad para que puedandesarrollarse como tales. La igualdad dehombres y mujeres, su capacidad de partici-pación, su derecho a la educación, la sanidado el voto, son principios básicos para articularun modelo de sociedad en el que, sobre la basede las tradiciones aportadas por cada colecti-vo, podemos conjuntamente establecer lasbases de un proyecto común, o de al menos unproyecto en el que la metodología para deci-dirlo (la participación democrática desde laigualdad de todos los ciudadanos ante la ley)sea común, (lo cual implica ya compartir unprincipio básico sobre nosotros mismos ysobre nuestro modelo relacional).

En este sentido, el proyecto de construc-ción de una identidad europea en la UniónEuropea es una de las experiencias civilizato-rias más interesantes que se han llevado acabo en los últimos siglos. Sobre la base delrespeto a las diferencias, el motor de la diná-mica comunitaria en la UE es la voluntad decompartir, más allá de ellas, un espaciocomún para la toma de decisiones basado enla igualdad, la ciudadanía y la democracia,mediante una dinámica denominada de «geo-metría variable», en la que pequeños avancesvan generando cambios muy relevantes. Esta

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dinámica nos permite establecer un espaciode racionalidad, de derechos y de oportunida-des, que se mantiene en un difícil equilibrioentre el optimismo ingenuo de las teorías quepostulan un progreso indefinido, y el pesimis-mo de las posturas relativistas extremas, quesolo conciben la realidad como un conjunto decompartimentos estancos que no puedeninteraccionar ni relacionarse más que en lalógica del conflicto o la lógica del olvido y coe-xistencia sin relación, puesto que son incon-mensurables entre sí. Para el profesional quetrabaja con colectivos que sufren cualquiertipo de discriminación, es muy relevante dis-poner de argumentos para hacer frente a lascríticas a la acción comunitaria derivadas delas posturas relativistas extremas, y de unindividualismo que no deja espacio para laacción colectiva. Si no es posible la comunica-ción, ni el análisis compartido, ni la defensade proyectos comunes, el ámbito para la inte-racción comunitaria se reduce enormemente.Y, además, este tipo de planteamiento nosincapacita para actuar ante retos que nosafectan a todos, como mejorar las condicioneseducativas de un barrio degradado, sea cualsea la procedencia y cultura originaria de susintegrantes.

5.2.3. El materialismo cultural

El materialismo cultural analiza las dife-rencias y semejanzas en el pensamiento y laconducta de los grupos humanos partiendodel siguiente principio: las explicaciones cau-sales de dichas semejanzas y diferencias seencuentran en las diferentes limitacionesmateriales a las que está sometida la expe-riencia humana. Por ello, hay que partir delestudio del entorno material para explicar ladiversidad. Los condicionamientos materia-les de todo tipo, las limitaciones establecidaspor la biología y el medio ambiente, generanun contexto ante el que las personas se adap-tan de formas muy diversas. ¿A qué necesida-des se refieren los materialistas culturales?Se trata de las necesidades derivadas de la

producción de alimentos, útiles, máquinas,abrigo y aseguramiento de la descendenciabiológica. El materialismo cultural pretende,en base a las condiciones materiales de laexistencia, explicar las variaciones en todoslos ámbitos de la cultura: en el ámbito de losvalores morales, las creencias religiosas, o lasexperiencias artísticas. Las variaciones enlas constricciones materiales que afectan a lamanera en que la gente afronta los problemasque se le presentan a la hora de resolver susnecesidades básicas en un hábitat dado, sonlas causas más probables de variación en losaspectos mentales o espirituales de la vidahumana. En la historia de nuestras socieda-des, la evolución cultural aparece, desde esteplanteamiento teórico, como un proceso deensayo y error, en el que se da una acumula-ción gradual de aciertos y tecnologías útilesque facilitan la satisfacción de las necesida-des básicas materiales.

El concepto de «necesidades básicas» utili-zado por el materialismo cultural ha suscita-do muchas críticas desde posturas teóricasmuy diversas. ¿Qué es una necesidad básica?¿Cómo definir de manera concreta necesida-des básicas universales que se puedan encon-trar en todas las culturas, y que se solucionende la misma manera? Margaret Mead mostróen múltiples investigaciones que hay unaenorme variedad de formas de solucionar lasmismas necesidades en diferentes culturas(adaptándose y transformando las mismascondiciones materiales, han surgido culturasmuy diferentes). Y, desde la perspectiva de laantropología simbólica, el concepto «necesi-dades básicas» es una construcción teóricaque no responde a la realidad: no hay necesi-dades básicas universales que estén estable-cidas por igual en todas las culturas. Al con-trario, el estudio de los símbolos de cada cul-tura muestra que las necesidades básicasdependen de dichos símbolos, y de la forma deinterpretar la realidad propia del cultura enla que se está inmerso. En el transcurso deltiempo, y mediante el lenguaje simbólico,cada sociedad ha ido adquiriendo y expresan-

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do aquellas formas de vida y aquellos siste-mas de interpretación que considera másrelevante. Esta estructuración simbólicadefine, por lo tanto, aquello que se consideranecesario y la forma de satisfacerlo. En nues-tra sociedad globalizada actual, junto con lossímbolos de cada cultura, podemos pregun-tarnos si está emergiendo una cultura global,ligada al capitalismo tecnológico avanzado, lainnovación tecnológica, y una estratificaciónsocial global, con nuevas �clases� o �estratos�globales que interaccionan entre sí, ya seandirectivos internacionales o personas valio-sas para el mercado a nivel global, nuevosconsumidores, o nuevos excluidos tambiénglobales, en un proceso de estructuración ydesestructuración de nivel planetario (Cas-tells, 1997).

6. INTERCULTURALISMOY CIUDADANÍA: ¿CÓMO CONSTRUIRLA IGUALDAD EN SOCIEDADESCOMPLEJAS?

Toda cultura ejerce una fuerte presiónsobre las personas, transmitiendo un conjun-to de pautas de pensamiento y de comporta-miento. El concepto «personalidad básica» esutilizado por los científicos sociales para ana-lizar el conjunto de rasgos sociales estereoti-pados que reproducen los miembros de unacultura determinada. En este sentido, pode-mos diferenciar tres conceptos: persona (quehace referencia a la individualidad radical decada uno de nosotros), personalidad (quehace referencia al conjunto de cualidades quenos distinguen, sobre la base de nuestro tem-peramento y nuestra evolución psicológica), ypersonalidad social (el conjunto de rasgostípicos de una cultura que son internalizadosen mayor o menor grado por cada uno de susmiembros). En este sentido, más allá de ras-gos genéricos como los denominados por Kar-diner y Linton «personalidades básicas tipo»,hay que resaltar que al desempeñar papelesdistintos, adoptamos pautas de comporta-miento específicas, o roles, como el de madre,

profesora o pianista, con comportamientosestablecidos y esperados por los demás, y quepermiten la mutua orientación al compartirlas expectativas sobre la acción de las perso-nas con las que interactuamos. Es importan-te analizar las culturas de procedencia decada persona, la emergencia o no de patronesde comportamiento colectivos en la comuni-dad o zona sobre la que se va a desarrollar elproyecto de intervención, y cómo cada uno denosotros proyecta en su interacción social losmodelos culturales en los que ha sido sociali-zado.

Gestionar la diversidad es clave paralograr movilizar a comunidades heterogéneasen la defensa de objetivos colectivos comunes.Además, la diversidad no se da solamenteentre las personas en función de la cultura deorigen. Dentro de cada cultura, se dan dife-rentes niveles de ajuste a las pautas cultura-les dominantes, y, en nuestras sociedades, laspersonas reciben influencias de culturas queentran en conflicto muchas veces. La existen-cia de retos colectivos nos obliga a adoptarpautas de acción comunitaria que implicandiálogo, comunicación, diagnósticos comparti-dos y estrategias comunes. Desde las conse-cuencias del cambio climático hasta los pro-blemas derivados de la degradación urbana,el analfabetismo y la violencia juvenil, losdesafíos nos llevan a autoorganizarnos, y eneste proceso experimentamos de hecho lo quese denomina �interculturalismo�: aquella pers-pectiva teórica que va más allá del multicul-turalismo como pura coexistencia de culturasinconmensurables entre sí, hasta establecermecanismos para un diálogo interculturalque permita generar nuevas y mejores pautasde comportamiento, y adoptar estrategiascomunes de adaptación a nuevos y viejos pro-blemas.

Desde este punto de vista, hay que progra-mar acciones concretas que favorezcan laigualdad de oportunidades partiendo de undoble principio: la heterogeneidad de perso-nas, grupos, pautas culturales y sistemas decreencias y valores que se dan en nuestro

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entorno; y el sistema de valores ligado a lanoción de ciudadanía democrática: la igual-dad de todas las personas ante la ley, la igual-dad de todas las personas a la hora de perse-guir sus objetivos legítimos, y la igualdad detodas las personas como sujetos de su propiavida, lo que implica la participación de cadauna de ellas en la toma de decisiones sobre lascuestiones que nos afectan colectivamente.La dignidad e igualdad de los seres humanoses el motor que dinamiza la democracia comosistema de solución de los problemas median-te la participación y la representación, tanto

en el ámbito político (a través de los partidospolíticos y las elecciones) como en la gestióninterna de cada comunidad (mediante eldebate público, y la participación en eldiagnóstico, el diseño, la intervención y laevaluación de cualquier proyecto o tarea quese quiere realizar). Por ello, en sociedades enlas que las personas somos sujetos y no obje-tos, en las que partimos de la igualdad, ladinámica democrática se caracteriza por per-seguir una mayor participación, una mayorcapacidad de ser �sujetos�, en todas las dimen-siones de la vida.

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Fuente: Fernández Garcia, T., López Pelaéz, A. (2007): Trabajo Social Comunitario: afrontando juntos los desafíosdel siglo XXI, Madrid, Alianza Editorial.

GRÁFICO 2. LA DINÁMICA DEMOCRÁTICA DE LA IGUALDAD: EXPANSIÓNEN ESFERAS CONCÉNTRICAS DE RADIO CRECIENTE

Dependencia

Bienestar

Economía

Salud

Educación

Igualdad jurídica y derecho al voto

Igualdad

Igualdad jurídica y derecho al voto

Educación

Salud

Economía

Bienestar

Dependencia

Es un efecto similar al que gobierna laexpansión del sonido, o de las ondas de aguacuando son golpeadas por una piedra. El soni-do se propaga en forma de esferas concéntri-cas de radio creciente, y también el principiode la igualdad y de la democracia como siste-ma de gestión de personas autónomas se pro-paga en esferas concéntricas de radio crecien-te (gráfico nº 2): lo que en principio se formulócomo igualdad jurídica (igualdad ante la ley yderecho de voto) se ha expandido al ámbitoeducativo (derecho universal a la educación),y ha alcanzado tanto el ámbito económico(igualdad ante el mercado, y transformacióndel mismo para que las personas puedan verreconocidos sus derechos) como el sanitario(sanidad para todos) como el relacionado conel bienestar y el apoyo en situaciones dedependencia (como muestra la reciente legis-lación sobre dependencia en España). De ahíla paradoja en la que vive el debate económi-co sobre la vigencia del denominado Estadodel Bienestar. Frente a los análisis neolibera-les que demandan su desmantelación y unamayor individualización de los recursos y lasprestaciones, la tendencia real es la contra-ria. Lo que nos encontramos es una demandade universalización de sus prestaciones, enlas que nuevos colectivos reclaman sus dere-chos, que implican crear las condicionesestructurales para poder vivir como ciudada-nos (López Peláez, 2006).

7. ¿QUÉ PUEDE APORTAR EL TRABAJOSOCIAL PARA LOGRARUNA IGUALDAD REALDE OPORTUNIDADES PARA TODOS?

Una de las principales conclusiones que sederiva de la crisis del modelo neoliberal es lasiguiente: es necesario afrontar las causasestructurales de la desigualdad, y para ello esnecesario actuar colectivamente. No bastauna estrategia basada en la habilidad y racio-nalidad del sujeto individualmente conside-rado. Las nuevas y viejas formas de desigual-dad y de exclusión social operan en un entor-

no caracterizado por la expansión de las nue-vas tecnologías y la reestructuración del sis-tema de producción capitalista. La nuevaestructura de oportunidades y riesgos puedeser aprovechada de mejor manera si se tienenfuertes lazos sociales, si el capital social deuna sociedad determinada es más intenso, ysi existe la capacidad de organizarse paraalcanzar objetivos comunes. Es necesariotambién crear nuevos lazos, fortalecer la inte-racción social, dirigir la acción colectiva haciaotros objetivos que finalmente redundan en elmayor valor añadido de invertir en la zona:mejora de los sistemas educativos, del entor-no medioambiental, de la capacidad de gene-rar y apoyar nuevas ideas y proyectos, decapacitar a las personas para abordar colecti-vamente las nuevas posibilidades y retos. Porotra parte, la globalización pone de relieve lavigencia de fortísimas desigualdades a nivelglobal, que también demandan accionescolectivas comunitarias para hacerles frente,tanto presentando experiencias de accióncolectiva comunitaria exitosas en otros luga-res, como favoreciendo el uso de las nuevastecnologías para crear comunidades que per-siguen objetivos definidos.

En este sentido, el Trabajo Social como dis-ciplina científica, con sus diversas especiali-dades, buscan enriquecer a cada persona,aumentar su poder, su capacidad de decisióny de integración, mediante la recuperación ofortalecimiento de sus habilidades relaciona-les básicas, y de su propio equilibrio personal.La condición previa para vivir una vida comociudadanos iguales es poder hacer frente adesafíos, problemas y oportunidades, y paraello tenemos que aumentar nuestro empower-ment personal y comunitario, siendo capacesde organizarnos colectivamente para afrontarretos estructurales que no pueden ser resuel-tos desde una perspectiva individual. Especí-ficamente, capacitarnos para la interaccióncomunitaria en un entorno caracterizado porla primacía teórica del individualismo neoli-beral, un mayor aislamiento en el entornosocial real, y una progresiva expansión de las

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interacciones sociales a través de la red, seconvierte en una cuestión clave para poderalcanzar una igualdad real en la Europa delsiglo XXI. Y es uno de los objetivos de una dis-ciplina, el Trabajo Social Comunitario, quecada vez es más demandada por los profesio-nales de los Servicios Sociales en España.

8. REFERENCIAS

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ANTONIO LÓPEZ PELÁEZ

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RESUMEN No se puede construir una sociedad de ciudadanos sin tener en cuenta los factores estruc-turales que generan la desigualdad real que experimentamos en nuestras sociedades avan-zadas. La herencia más visible de la posmodernidad y del neoliberalismo consiste en el elo-gio del individualismo extremo, que acaba justificando un cierto darwinismo social. Sinembargo, diversas perspectivas teóricas han puesto de relieve los factores estructuralesque no son elegidos individualmente, y que condicionan nuestra trayectoria vital. En esteartículo, desde la perspectiva metodológica del Trabajo Social, analizamos cómo afrontarcomunitariamente las causas estructurales de discriminación, para hacer frente a procesosde desigualdad que no pueden ser afrontados desde una perspectiva exclusivamente indi-vidual.