Ciclo de Perros

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CICLO DE PERROS

A Piki-Cholito,quien, al igual que el hombre,muri en manos de otro perro.

Los perros somos el alma gemela de los hombres,nuestras vidas se asemejan cual reflejo de un espejo.La nica diferencia es el tiempo, las patas adicionales y la cola.Al igual que el hombre, somos resultados del azar, una especie de bastardos para nuestros padres insensatos, quienes se desentienden ante el grave hecho.

Nuestra madre siempre termina igual, con nosotros dentro, postergada, recorriendo el sendero de la vida, triste por entregar su vida al seductor, que a fin de cuentas es un perro. No le queda otra que sobrellevar el peso del mundo sola.As el tiempo anda lento hasta nuestra llegada.

Ya fuera del vientre, el antiptico que funge de padre se aparece, olisqueando, resistindose al susodicho, a su propio hijo. Preocupado por su vida holgada. Solo cambia de postura ante los amos, que curiosos se acercan, entonces l se yergue orgulloso, moviendo la cola y ladrando de alegra, como diciendo: Es mi hijo. Somos lo ms hermoso del mundo.

Nuestra madre, destejiendo la pesadilla de los tiempos inmviles, nos malcra, nos alimenta y nos resguarda, somos su ms preciado tesoro, su soporte en tiempos difciles, su coraza ante el infame que ose humillarla.As nos convertimos en cachorros, siempre envueltos de ella, de su mirada vigilante. Nuestro mal llamado progenitor se acerca, con la cabeza gacha, no sabe si mimarnos o someternos su autoridad. Y nuestros amos, para ellos somos el juguete familiar.

A medida que nos hacemos jvenes, nuestro padre-perro se siente fastidiado, ladra, pelea con nuestra madre y hasta nos desafa. Nosotros aceptamos el desafo, pues no toleramos sus atropellos.Nuestros amos, poco a poco, nos van arrinconando, se irritan, nos castigan, y nos conminan a estar quietos, a callar, a mover la cola y nada ms.De cuando en cuando, olvidan sus ofensas y nos buscan porque se sienten solos. Pero luego nos alejan, retomando el ciclo de la indiferencia.

A veces, egostamente, abandonamos la casa en busca de nuestro destino, dejando atrs a nuestra madre y su dolor. As, nos convertimos en la imagen de nuestro antecesor, un perro ms.En el camino conocemos al otro sexo, la seducimos gracias a nuestra lozana y bravura juntas, la poseemos y nos olvidamos de ella. Tambin sucede que algn cazatalentos nos atrapa y nos destina a la tarea de guardin o al malabarismo en algn circo de mala muerte.

Con el tiempo, nos volvemos dbiles, deslucidos, enflaquecemos y perdemos nuestra dentadura. Nos menosprecian, caemos en la inutilidad. Algunos aguardan nuestra muerte inminente o nos arrojan a nuestra suerte. Otros, los ms osados, indagan por el mtodo ms efectivo para acabar con nuestra existencia.Lamentamos nuestra condicin. Hubiramos preferido vivir en un verde prado, libres, sin mordazas ni ataduras, sintiendo el aire fresco en nuestros hocicos, mientras disfrutamos del aroma de las flores, correteamos alguna mariposa arrogante, o bebemos del manantial que a borbotones nos ofrece el fresco lquido. Pero es tarde, falta poco para dejar este mundo, nuestra respiracin va in decrescendo.

Llegada nuestra hora, los nuevos amos cavan un pozo y tiran nuestro cuerpo, sin remordimiento alguno. Se olvidan de nuestro dolor, a fin de cuentas somos cadveres de un perro ms.Finalizada la ceremonia, que no dura ms que una engullida, olvidan nuestro paso por sus vidas y se dedican a lo suyo, a su egosta existencia.Nuestros padres?, hace mucho que perecieron, con la misma suerte, o en manos de otro perro que acabar igual.

Borrador del libro: "Ciudad gris"Jorge Breen (Per, 16/01/2014)