Chomsky-Los Límites de La Globalización

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    Los límitesde laglobalización

    os límitesde laglobalización

    Ariel Practicum

    Noam Chomsky, José E. García-A Josep L. Gómez Mompart, Anton y D. Comas d’Argemir

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    L O S L Í M I T E S D EL A G L O B A L I Z A C I Ó N

    N O A MC H O M S K Y

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    Los límites

    de la globalización

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    N. Chomsky, J. E. García-Albea, J. L. Gómez Mom part, A. Domènech y D. Comas d’Argemir

    Los límitesde la globalizaciónCoordinadores: José García-Albea,

    Natalia Catalá y José A. Díez Calzada

    Ariel

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    © 2002, José E. García-Albea, Natalia Cataláy José A. Díez Calzada

    Derechos exclusivos de edición en españolreservados para todo el mundo:

    © 2002, primera edición impresa, Editorial Ariel

    © 2005, primera edición virtual, Editorial Ariel

    ISBN 1-4135-3576-3

    Ninguna par te de esta publicación, incluido el diseño de lacubierta, pude ser repreoducida, almacenada o transmitida enmanera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico,mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permisoprevio del editor.

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    AUTORES

    NOAM CHOMSKY , Massachusetts Institute of Tecnology.

    JOSÉ E. G ARCÍA-ALBEA, Universitat Rovira i Virtili.

    JOSEP L. GÓMEZ MOM PART, Universitat Autónoma deBarcelona.

    ANTONI DOMÈNECH, Universitat de Barcelona.

    DOLORS COMAS D’ARGEMIR, Universitat Rovira i Virgili.

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    ÍNDICE

    Autores ........................................................................ 5

    Presentación ............................................................... 8

    Introducción ............................................................... 11

    Capítulo 1 . Los mercados y la “sustancia de lasociedad” , NOAM CHOMSKY ....................................... 20

    Capítulo 2.El campo mediático y la sociedadde la información , JOSEP LLUÍS GÓMEZ MOMPART .... 50

    Pugna comunicativa en el espacio público ............. 50Tramas y estrategias de la globalización............... 53Más allá de la tecnofobia y la tecnofilia ................. 56Ilusiones y frustraciones de la nueva sociedad ...... 58El nuevo periodismo global .................................... 61Crisis de la información convencional ................... 63 Algunas consecuencias en el caso español ............. 66Referencias ............................................................. 68

    Capítulo 3. Algunos enigmas de la racionalidadeconómica , ANTONI DOMÈNECH................................. 70

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    Capítulo 4.La globalización, ¿unidad delsistema?: exclusión social, diversidady diferencia cultural en la aldea global ,DOLORS COMAS D’ANGEMIR........................................... 93

    La globalización: ¿unidad del sistema?.................. 93Desigualdades: la globalización ha incrementado

    la exclusión social ............................................... 101Diversidad: la globalización se presenta de

    múltiples formas................................................. 105Fragmentación: la globalización incrementa

    la reivindicación de la diferencia cultural .......... 110El papel de la política en los procesos de

    globalización ....................................................... 115Observaciones finales sobre globalización

    y política ............................................................. 119Referencias ............................................................. 123

    Capítulo 5.La responsabilidad social de launiversidad , NOAM CHOMSKY ................................... 126

    Capítulo 6.Dignidad intelectual y compromisopolítico: esbozo biográfico de Noam Chomsky ,JOSÉ E. G ARCÍA-ALBEA................................................. 140

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    PRESENTACIÓN

    A FINALES de octubre de 1998, el Profesor Noam Choms-ky era investido Doctor Honoris Causa de la Univer-sidad Rovira i Virgili (Tarragona). Con tal motivo, seorganizaron unas jornadas de carácter multidisciplinarque, bajo el título “Lenguaje, Ciencia y Sociedad”, pre-tendían sacar provecho de su presencia entre nosotros. Y sacar provecho por partida doble: por tener la opor-tunidad extraordinaria de contar con su participacióndirecta en las mismas, y por lo que su figura y su obrarepresentan en el desarrollo contemporáneo de los trescampos temáticos que se incluían en el título.

    El planteamiento de las jornadas quería ser fiel ala forma en que el propio Chomsky se ha movido poresos distintos campos, manteniendo la debida separa-ción entre ellos, como concierne a la especialidad de losproblemas tratados y de la metodología utilizada encada caso. Junto a Noam Chomsky, se contó con laparticipación de destacados especialistas en los ámbitos

    propuestos. De forma general, se trataba no tanto deconformarse con glosar las aportaciones de Chomskyen esos campos, sino de profundizar críticamente enlas mismas e intentar ir más allá en cuanto a sus posi-

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    bles aplicaciones. Asimismo, la presentación separadade los ámbitos temáticos no iba a ser un obstáculo para

    el planteamiento de cuestiones interdisciplinares deamplio alcance. En último término, es en la propia na-turaleza del ser humano, con sus capacidades y limita-ciones, donde convergen los principales focos de interésdel pensamiento chomskiano, en lo que respecta tantoa la lingüística como a la filosofía de la ciencia y de lamente o como a las disciplinas sociopolíticas.

    El impacto que tuvieron las jornadas fue muy no-table y en seguida se presentó la oportunidad de haceruna publicación a partir de sus contenidos. Éstos hanquedado recogidos en dos volúmenes, uno dedicado aaspectos de índole teórica sobre el lenguaje y la cogni-ción, y otro centrado en temas de carácter sociopolíticoy económico. Los títulos que encabezan estos dos volúme-nes son: (1)El lenguaje y la mente humana y (2)Loslímites de la globalización . Cada volumen por separa-do tiene su propia justificación y autonomía, concitandoel interés particular de unos u otros posibles lectores.Lo cual es perfectamente compatible con que los dosvolúmenes, en su conjunto, puedan atraer la atenciónde estos mismos y otros muchos lectores con intereses decarácter más general.

    En la hora de los agradecimientos, es preciso ha-cérselos llegar en primer lugar a los propios autores, yen especial al Profesor Noam Chomsky, cuya generosacontribución se ha sobrepuesto a los múltiples compro-misos y demandas a que se ve continuamente someti-do. Y también a la editorial Ariel por el interés y elapoyo ofrecidos en todo momento para preparar esta

    publicación. Por otra parte, es obligado reconocer elpapel institucional desempeñado por la UniversidadRovira i Virgili tanto en la organización de las jornadascomo en la materialización de este proyecto. De modo

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    muy especial, hay que agradecer al Servicio de Publi-caciones de laURV la autorización para incluir en Los

    límites de la globalización los discursos del acto de in-vestidura del doctorado Honoris Causa pronunciadospor el Profesor Noam Chomsky y por el Profesor JoséE. García Albea, que aparecen al final de dicho volumencon los títulos de “La responsabilidad social de la uni-versidad” y “Dignidad intelectual y compromiso político:esbozo biográfico de Noam Chomsky” respectivamente. Y por último, se debe reconocer y agradecer aquí la co-laboración prestada por Itziar Laka, como traductorade los capítulos de Chomsky “Indagaciones minimalistas”y “La mente y el resto de la naturaleza”, y de Sergio Vallhonrat y Sara Martí, que tradujeron los capítulosde Chomsky “Los mercados y ‘la sustancia de la socie-dad’ ” y “La responsabilidad social de la universidad”. ASergio y Sara hay que agradecer además toda la ayu-da prestada para la puesta a punto de los textos y co-rrección de las pruebas, y en todos aquellos detalles deúltima hora exigidos por el proceso editorial.

    LOS COORDINADORESTarragona, 30 de octubre de 2001

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    UNO DE los aspectos que ha intrigado más de la laborintelectual de Noam Chomsky, y sobre el que ha sidorequerido con más frecuencia a posicionarse, es el decómo compagina su faceta científica especializada enla investigación de la mente y el lenguaje con su face-ta de escritor y activista en el ámbito sociopolítico y eco-nómico. Chomsky ha insistido una y otra vez en que,aparte de la obviedad de que tanto en un caso como enotro está tratando de asuntos que conciernen al serhumano, y de que él, como cualquier otra persona, notiene por qué restringir monotemáticamente sus aspi-

    raciones e intereses, no hay razones especiales por lasque se deba encontrar una conexión lógica o nomológi-ca —si se quiere— entre las dos facetas. En principio,los problemas, el tipo de datos y la metodología de aná-lisis empleados en uno y otro ámbito son bien distintos.E incluso, en un nivel más profundo, cada ámbito re-presenta un desafío intelectual de naturaleza casi con-

    trapuesta con respecto al otro. Como ha señalado elpropio Chomsky en repetidas ocasiones, su interés porentender la naturaleza del lenguaje, como rasgo tancaracterístico que es de la mente humana, responde al

    INTRODUCCIÓN

    por José E. García-Albea

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    interrogante planteado desde los filósofos clásicos —éllo llama “el problema de Platón”— de cómo, con tan

    poca experiencia y unas condiciones tan pobres del en-torno estimular, somos capaces de adquirir algo tancomplejo y productivo como es la lengua materna (demanera tan fácil, rápida y sin instrucción formalizada).Mientras que por otro lado, su interés y preocupaciónpor los asuntos que afectan directamente a la convi-vencia humana responderían a lo que el propio Choms-ky denomina “el problema de Orwell” (por referencia ala conocida obra1984 de este autor), es decir, la cues-tión de cómo con tanta experiencia histórica, tantosintentos y fracasos (ensayo y error) de ordenar siste-máticamente la convivencia, con tanto sufrimiento y elprecio de tantas vidas, el ser humano ha sido tan pococapaz de aprender en este campo y de garantizar demanera efectiva el bienestar en libertad y la paz de sussemejantes. Ambos interrogantes plantean serias di-ficultades de cara a dar con respuestas satisfactoriasdesde un punto de vista explicativo. Pero hay una di-ferencia más entre ambos dominios, al menos en cuan-to a la forma de abordar los temas respectivos. En elprimer caso, predomina la perspectiva de las cienciasnaturales, en la medida en que estudiamos propieda-

    des o funciones, como la mente y el lenguaje, imple-mentadas en el organismo individual de cada ser hu-mano (especialmente, en su sistema nervioso central);en el segundo caso, los fenómenos de interés trascien-den con mucho las fronteras del individuo, el nivel decomplejidad es consiguientemente muy superior, y eltratamiento en términos estrictos de la ciencia natural

    parece, hoy por hoy, inviable. Ello no quiere decir queel desarrollo de las llamadas ciencias políticas y socia-les, y especialmente de la ciencia económica, no hayaproporcionado instrumentos útiles para el análisis y la

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    sistematización de los fenómenos de interés, sino sim-plemente que las posibilidades de contrastación empí-

    rica de las teorías, de proyección predictiva y de ade-cuación explicativa, son por ahora muy limitadas. Eneste sentido, parece que hay que seguir dando la razóna Max Weber cuando, al distinguir entre ciencias na-turales y ciencias sociales, proponía para estas últimasuna tarea dedicada más a la comprensión que a la expli-cación causal de los fenómenos. Y en este mismo sentidoes en el que Noam Chomsky considera que, tal comoestán las cosas, el progreso de la comprensión en estecampo no requiere mucho más que una buena dosis desentido común e imparcialidad, la aplicación coherentede la argumentación racional y el contar con la infor-mación relevante, disponible hoy día por múltiples vías,aun cuando se trate de vías alternativas en muchoscasos a las de los medios de comunicación habituales.

    Si el volumen que precede a éste se ocupa de te-mas relacionados con la problemática del lenguaje y lamente, de central importancia para las ciencias cog-nitivas, en el presente volumen se abordan de formadecidida temas de máxima actualidad en los asuntosmundanos (en el sentido orteguiano del término), deimportancia capital para entender y mejorar las condi-

    ciones de supervivencia del ser humano como tal. Eltítulo dado a este volumen no hace sino reflejar aquelloen lo que, sin instrucciones previas especialmente pre-cisas, han venido a converger, de una manera u otra,los distintos trabajos presentados. No es casual ni parti-cularmente sorprendente que el fenómeno (o conjuntode fenómenos) de la globalización ocupe un lugar tan

    destacado en este libro, dada la actualidad del mismo ysu penetración en los distintos ámbitos de las relacio-nes humanas, hasta constituir el entramado (¿global?)en el que interactúan economía, política, cultura, cien-

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    cia y tecnología, educación, medios de comunicación,etcétera. En este sentido, hablar de globalización pue-

    de ser un buen pretexto para acabar hablando de otrosmuchos temas de interés relacionados con cada uno deestos campos. Y así sucede en este libro. Ahora bien, enlos trabajos que siguen la referencia a la globalizaciónno se reduce a un mero recurso retórico, sino que setoma plenamente en serio como objeto directo de aná-lisis. Se profundiza así en el significado del término,sus antecedentes históricos y las connotaciones en eluso actual —y pretendidamente novedoso— del mismo;más allá de la cuestión semántica, y de su manipula-ción estratégica, se entra también a considerar el fenó-meno de sí mismo, como manifestación de un estadode cosas en el mundo real, fundamentado en dos pila-res básicos, a saber: el desarrollo de los medios y tecno-logías de la comunicación y la hegemonía de la econo-mía capitalista en su versión neoliberal. Además, seexaminan las consecuencias políticas, sobre todo en elorden internacional, socioeconómicas y culturales deri-vadas de dicho estado de cosas, bajo un prisma crítico yconstructivo a la vez, que deja constancia tanto del po-tencial de desarrollo como de los riesgos involutivos quepresenta la globalización. En la tensión dialéctica que se

    vive en el mundo actual entre los requisitos de la uni-versalidad y las demandas de la diferenciación, los lí-mites de la globalización no son otros que aquellos quevienen impuestos por los valores humanos fundamen-tales —valores supuestamente universales—, aplicadosdesde la circunscripción de cada ser humano indivi-dual y concreto, cuya libertad sólo termina donde em-

    pieza la de los demás.En “Los mercados y ‘la sustancia de la sociedad’ ”,Noam Chomsky adopta una perspectiva histórica deamplio alcance para analizar los principales conflictos

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    del mundo actual, derivados básicamente de la con-frontación entre los ideales democráticos más genuinos

    y la lógica conservadora del poder establecido. Así serepasan desde los antecedentes más lejanos de la In-glaterra de finales del sigloXVII, y sus revueltas cam-pesinas reivindicando las tierras comunales, hasta losantecedentes más próximos, con la finalización de laSegunda Guerra Mundial y la configuración del nue-vo orden mundial. Y ello sin olvidar los avatares expe-rimentados por la doctrina liberal, y su manipulaciónestratégica, en los dos últimos siglos, hasta llegar almomento neoliberal en que nos encontramos actual-mente. Chomsky se detiene especialmente a considerarlas contradicciones inherentes al funcionamiento mis-mo de los tres pilares institucionales sobre los que des-cansa el nuevo orden mundial: la Carta de las Nacio-nes Unidas, la Declaración Universal de los DerechosHumanos y el acuerdo entre Estados Unidos y Gran Bre-taña para establecer los principios del orden económicointernacional (el llamado sistema Bretton Woods). Enrelación con esto último, resalta hasta qué punto hasido tergiversada la doctrina liberal más ortodoxa porun sistema de política económica que no tiene reparosen intervenir para proteger a los más poderosos, dejan-

    do al pairo del mercado libre al resto de los mortales,para los que el concepto de libertad se viene a reduciral de libertad de consumo. Bajo el lema de la globaliza-ción, no parece que se esconda otra cosa, según Choms-ky, que no sea la aceptación sumisa de la ideologíadominante. A él le queda la esperanza, sin embargo,de que, como ha ocurrido en otros momentos históri-

    cos, el ser humano no se conforme tan fácilmente conese destino.Desde una perspectiva algo diferente, aun cuando

    resulte también enormemente crítica con respecto a la

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    globalización, Josep Lluís Gómez Mompart, en “El cam-po mediático y la sociedad de la información”, se va a

    ocupar de los medios de comunicación de masas, anali-zando por dentro y desde dentro sus condicionantes,sus tendencias y su contribución al establecimiento delo que, desde MacLuhan, conocemos ya como “la aldeaglobal”. El trabajo de Gómez Mompart destaca dos as-pectos principales en la caracterización del poder de “losmedios”. Por un lado, lo que constituye su poder instru-mental objetivo, dado fundamentalmente por el desa-rrollo tecnológico y las posibilidades que éste ofrecepara reducir drásticamente el tiempo y el espacio hu-manos y potenciar la comunicación; en este sentido,no hay duda de que estamos en una era nueva, en laque se dan unas condiciones nuevas de interconexiónsocial con repercusiones en todos los ámbitos de la vidahumana. Pero, por otro lado, hay que hablar —y es alo que Gómez Mompart dedica buena parte de su ex-posición— del poder al que están sometidos “los me-dios” y que se ejerce y proyecta a través de ellos. Aquíes donde, una vez más, los intereses socioeconómicos ypolíticos imponen su lógica de la uniformidad, caracte-rizada por el denominado “pensamiento único”, bajo elropaje de la mal llamada “sociedad de la información”

    (en singular) y la promesa ilusoria de un futuro ciber-nético vacío de contenido. También a Gómez Mompartle queda la esperanza de que “los medios” pueden serobjeto de un uso alternativo de carácter “radicalmentedemocrático”, más atentos a la universalidad (que in-cluye la diferenciación) que a la homogeneidad global.

    La preponderancia del factor económico en el mun-

    do actual es analizada en profundidad por Antoni Do-mènech en “Algunos enigmas de la racionalidad eco-nómica”, donde hace una revisión crítica del estatutoepistemológico de la propia ciencia económica. El pun-

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    to de partida es la constatación de que, a pesar del de-sarrollo metodológico alcanzado por esta disciplina en

    cuanto al tratamiento de datos y la parametrización ymodelización de teorías, los niveles de contrastación em-pírica, valor predictivo y adecuación explicativa son, engeneral, bastante bajos. Lo curioso y paradójico de estasituación es, según Domènech, que tal debilidad epis-témica no es óbice, sino todo lo contrario, para que elimpacto de la Economía en todas las facetas del arma-zón social y de la existencia cotidiana sea muy superioral de cualquier otra disciplina científica mucho másconsolidada; y pueda compaginarse además con unaactitud general de autocomplacencia de los supuesta-mente “expertos” del orden económico, actitud que sepropaga a los medios de comunicación en formas acrí-ticas que resultan especialmente preocupantes. Comoconsecuencia de ello, la teoría económica se va aislandocada vez más —y distanciando— de la corriente gene-ral de las demás ciencias. Asunto que es particular-mente grave cuando dicho distanciamiento se producecon respecto a la psicología y, más en general, respec-to a las ciencias cognitivas. Es grave y muy llamativoa la vez, pues, como muestra Antoni Domènech, unode los supuestos básicos de la teoría económica es, pre-

    cisamente, el de la racionalidad de los agentes econó-micos, cuya explicitación no suele ir más allá de la quepuede ofrecer la psicología popular, a todas luces insu-ficiente para dotar de una base empírica adecuada adicha teoría. A falta de validación empírica, el “poder”de la Economía como ciencia, aun cuando revestido deun gran aparato formal y matemático, queda fácilmen-

    te sometido a los intereses de los que más poder tienenen el mundo real.Por su parte, Dolors Comas d’Argemir, en “La globa-

    lización, ¿unidad del sistema?; exclusión social, diversi-

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    Honoris Causa otorgado al Profesor Noam Chomsky.El discurso de Noam Chomsky, que aparece aquí con

    el título “La responsabilidad social de la universidad”,conecta de forma bastante directa con los temas trata-dos en los capítulos anteriores, en cuanto que abordalos retos que se le presentan a la institución universita-ria —en especial, a las universidades públicas— en elmarco de la globalización, es decir, en el marco de lasociedad de la información y del neoliberalismo econó-mico. Chomsky plantea cuál es el dilema básico con elque se enfrenta la universidad pública —fidelidad enla legitimación del orden establecido que la mantieneversus confrontación crítica para el desarrollo social,con el riesgo consiguiente de perder su sustento— yapela a la racionalidad de los planteamientos, como espropio de la labor intelectual científica, y a la responsa-bilidad de todos los integrantes de la comunidad uni-versitaria, para optar de forma decidida y libre de pre-siones externas por la segunda de las alternativas. Eslo que, según él, cabe esperar en una sociedad saluda-ble de la función intelectual y social de la universidad.

    Por último, y para completar este volumen, ha pa-recido oportuno incluir también el discurso de “elogiodel candidato”, que forma parte del mismo acto de in-

    vestidura. Y ello, precisamente, por considerar que, másallá del ritual que acompaña a dicho acto, el propiorelato de la trayectoria de Noam Chomsky podía to-marse como una ilustración, bien cercana a este caso,de cómo son compatibles el trabajo intelectual al máxi-mo nivel de excelencia y el compromiso político a favorde una sociedad más libre y más justa.

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    H AY momentos ocasionales en los asuntos humanos enlos que las relaciones de poder hacen posible establecerarreglos sociopolíticos de tan amplio alcance como paramerecer el término “orden mundial” —un término nosiempre con connotaciones positivas, como la historiarevela—. Uno de los más espectaculares y claros ejem-plos, y de más fácil datación, tuvo lugar hace medio si-glo a raíz de las secuelas de la más devastadora catás-trofe de la civilización occidental. Al final de la guerra,Estados Unidos tuvo una aplastante participación en elpoder y la riqueza globales —algo sin precedentes his-

    tóricos— y, naturalmente, los elementos dominantesdentro de los EE.UU., en conexión con el poder del Es-tado capitalista, planearon utilizar su poder abruma-dor en el mundo para organizarlo de acuerdo con supropio interés. Hubo, por supuesto, visiones opuestasen los mismos EE.UU. y en todo el mundo, y tuvieronque ser contenidas o —mejor aun incluso— “replega-

    das” (rolled back ), por hacer uso de la retórica conven-

    Capítulo 1

    LOS MERCADOS Y LA “SUSTANCIA DE LA SOCIEDAD”*

    por Noam Chomsky

    * La traducción del presente capítulo ha sido realizada por Sergio Vallhonrat y Sara Martí.

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    cional de la guerra fría. Esto se consiguió con diversosgrados de éxito, aunque los conflictos básicos persisten

    y la razón por la que persisten y por la que continua-rán persistiendo es porque tienen que ver con valoresfundamentales —la libertad, la justicia, los derechoshumanos—. En un mundo con gran desigualdad y granconcentración de poder —esto es, el mundo real— estosvalores constituyen generalmente un terreno de con-flicto entre los centros de poder y el resto. Gran partede la historia gira en torno a estos conflictos y la últi-ma mitad del sigloXX no es una excepción.

    Al principio de la era actual, hace medio siglo, loscreadores del nuevo orden mundial de esa época tuvie-ron que afrontar estos desafíos por todas partes. Den-tro de los Estados Unidos, se tuvieron que contener, o“replegar”, los fuertes compromisos de una gran mayo-ría de la población, de ideales generalmente socialde-mocráticos, que el mundo empresarial percibió comouna grave amenaza para su tradicional dominio de lasociedad. Citando sus propias palabras, la AsociaciónNacional de Fabricantes advirtió del “peligro al que seenfrentan los industriales ante el creciente poder polí-tico de las masas”. Hace treinta años, esto se llamó “lacrisis de la democracia”, cuando una asustada élite de

    todo el mundo industrial tuvo que hacer frente a lapeligrosa perspectiva de que la población general, quees habitualmente apática y obediente, intentara in-troducirse en el ámbito político para insistir en sus de-mandas, planteando una crisis de la democracia quetenía que ser contenida de algún modo. Hace cincuentaaños, surgieron problemas similares en el mundo in-

    dustrial; éstos se intensificaron por el prestigio y elatractivo de la resistencia antifascista, que a menudotuvo un empuje democrático radical, y por el descrédi-to del orden conservador tradicional que había estado

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    vinculado al sistema fascista, como ustedes saben muybien.

    Restituir la esencia del orden tradicional fue la ta-rea primordial de los vencedores en los primeros añosde la posguerra y se consiguió en muy alto grado enEuropa y Asia, a menudo con medios particularmentepoco atractivos —de hecho dejando muchos cientos demiles de cadáveres en el camino—. Por lo que respectaa los Estados Unidos, durante los últimos 25 años elproyecto ha tomado nuevas formas bajo el disfraz deneoliberalismo o racionalismo económico de doctrinasde libre mercado —doctrinas que están impregnadas deun gran componente de fraude e hipocresía. Volverésobre esto más adelante.

    En el Tercer Mundo hubo problemas similares, quese agravaron por las presiones de todo el mundo paraderrocar los sistemas imperialistas y sus legados de de-pendencia y subordinación. Los problemas básicos fue-ron más o menos los mismos en todas partes, pero po-demos percibirlos con particular claridad en AméricaLatina. La razón de ello es que, en Latinoamérica, losEstados Unidos no encontraron, esencialmente, nin-guna oposición a excepción de la población local, asíque los problemas son, por tanto, claros y puros. La po-

    blación local de Latinoamérica era vista, en efecto, co-mo una amenaza muy peligrosa. Citaré documentosde Estado, documentos internos que han sido divulga-dos desde entonces. El gobierno de los Estados Unidosestaba profundamente preocupado por lo que llamaron“la filosofía del nuevo nacionalismo” que estaba exten-diéndose por toda Latinoamérica, “abarcando políticas

    diseñadas para provocar una más amplia distribuciónde los bienes y para elevar el nivel de vida de las ma-sas [sobre el principio de que] los primeros beneficiariosde los recursos de un país deben ser la gente de ese

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    país”. Esto es lo que se conoce como nacionalismo radi-cal o nacionalismo económico en los documentos del

    Estado y, por supuesto, era considerado inaceptable.Los principales beneficiarios de los recursos de un paísse supone que han de ser los inversores de los EstadosUnidos, sus homólogos de cualquier otro sitio y los so-cios locales que trabajan en su propia tierra para ase-gurar que todo funciona bien.

    Pues bien, las relaciones de poder prevalecieron.Los Estados Unidos impusieron lo que se llamó unacarta económica para las Américas, cuya principal tesisfue que era necesario acabar con los nacionalismos eco-nómicos “en todas sus formas”. En la cruel y sangrientahistoria del siguiente medio siglo, esta tesis permaneciócomo uno de los temas centrales, reiterada constante-mente en los documentos internos de planificación ydemostrada sobre el terreno de maneras que no es ne-cesario comentar. Estos conflictos continúan —hoy endía están muy vivos— pero en el marco de una formade “globalización”, como se le llama, una forma especí-fica que está creada principalmente para servir a losintereses de los primeros beneficiarios: las corporacio-nes trasnacionales, las instituciones financieras —pe-ro no a la gente de la región, por supuesto.

    En aquella época, la zona más crítica del TercerMundo era —y de hecho sigue siendo— Oriente Me-dio. La razón de ello es porque se trata del lugar delmundo con mayores recursos energéticos y así serádurante un futuro previsible. Aquí es de particular im-portancia el hecho de que los primeros beneficiarios noson la gente de la región. Los recursos deben estar bajo

    el control efectivo de los Estados Unidos y deben ser ac-cesibles en términos que los EE.UU. consideren apro-piados. Además, y más esencialmente, los enormes be-neficios generados por la producción energética deben

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    manar en primer lugar hacia los Estados Unidos y, ensegundo lugar, hacia su “joven socio” británico. Ése

    fue el término empleado por el Ministerio de AsuntosExteriores Británico en 1945, de forma poco afortuna-da pero precisa, para describir su papel en el nuevoorden mundial —el de joven asociado de los EstadosUnidos— y esto sigue siendo así. Los administradoreslocales, las dictaduras familiares que controlan el siste-ma petrolífero —que en su día los británicos llamaronla “fachada árabe” tras la cual ellos gobiernan— tienencomo trabajo reciclar las ganancias para los beneficia-rios apropiados: las corporaciones energéticas, en pri-mer lugar, las de los EE.UU. y Gran Bretaña, el De-partamento del Tesoro. Hay muchos otros mecanismos.La venta de armas, por ejemplo, es una de las mejoresmaneras de reciclar los petrodólares, los beneficios delpetróleo, para aquellos a quienes corresponden, y asíotros mecanismos de ese estilo.

    Naturalmente, estos arreglos generan conflictos deuna forma continuada. Las poblaciones locales, de unmodo u otro, no acaban de comprenderlo, pero eso con-tinúa y es probable que se agrave mucho más en lospróximos años. Hay una sencilla razón para que estosea así, y es que existe consenso entre los geólogos de

    que, a pesar del bajo precio del petróleo en 1998, hay unproblema que se avecina —quizás un grave problema.Un análisis de esta cuestión apareció hace unos me-

    ses en la revista Science —una destacada revista deciencia general— con el título “La próxima crisis delpetróleo se presenta grave y quizás está muy cercana”.1La crisis consiste en que la proporción de petróleo des-

    cubierto ha descendido en los últimos treinta años a1 Título original: “The next oil crisis looms large and perhaps

    close”. (N. de los t. )

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    pesar de las nuevas tecnologías y demás. La zona delGolfo es, en gran medida, la mayor fuente de reservas

    del petróleo conocida, habiendo ahora recuperado lacuota de producción de petróleo que tuvo a principiosde los ’70. Conviene recordar que esto fue suficientepara acabar con la era de la energía superbarata. Fueun final transitorio —bajaron los precios de nuevo y enrealidad ahora son tan baratos como nunca lo habíansido—.2 Pero esto puede ser una ilusión. Ahora existela misma cuota y va a incrementarse. Las previsionesson que dentro de un período corto —quizás una o dosdécadas— habremos consumido alrededor de un 50%de las capacidades explotables de la energía de hidro-carburos. Su utilización está aumentando muy depri-sa. Lo que quedará será, principalmente, el OrienteMedio y esto significa que es de importancia capital ase-gurarse de que el control y los beneficios regresan a losEstados Unidos y a su joven socio, cosa que irá aumen-tando y aumentando, lo cual garantiza más y más con-flictos. En los documentos internos, a esto se le llama elconflicto con el nacionalismo radical, pero para el públicohay otros nombres: terrorismo internacional o el choquede civilizaciones o algo similar. Pero de lo que realmen-te se trata es de quién controla los recursos de la ener-

    gía mundial y quién se aprovecha de ellos, y esto va acontinuar.Se pueden decir muchísimas cosas sobre todos es-

    tos temas y sobre aspectos relacionados con el sistemaglobal de la posguerra (II Guerra Mundial), que ni si-quiera he mencionado, pero permítanme que me ocupede un asunto diferente. Se trata de plantearnos el mar-

    co institucional que se diseñó para el orden mundial2 Debe tenerse en cuenta que esta conferencia se dio en 1998, un

    momento de gran estabilidad de los precios del petróleo. (N. de los t. )

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    hace cincuenta años, y de preguntarnos en qué situa-ción se encuentra hoy en día. Dicho orden mundial se

    basó en tres instituciones fundamentales. Por un lado,existía un orden político internacional que estaba ex-presado en la Carta de las Naciones Unidas; por otro,un orden de los derechos humanos, que se refería prin-cipalmente a las formas en que se supone que los go-biernos deben comportarse con sus ciudadanos, y queestá articulado en la Declaración Universal de los Dere-chos Humanos (cuyo 50 aniversario celebraremos —oquizá lamentaremos— dentro de unas semanas, en di-ciembre); y por último, un orden económico internacio-nal, el llamado sistema Bretton Woods, que fue diseña-do por los EE.UU. y por su joven asociado, solos en estecaso. Así, éstos son los tres pilares institucionales delorden mundial de la posguerra.

    Hablaré principalmente del tercero, pero déjenmehacer algún comentario sobre los dos primeros. Empe-zaré con el orden político internacional, la Carta de lasNaciones Unidas. Ésta tiene una tesis básica que escentral: prohibir la amenaza o el uso de la fuerza enasuntos internacionales, con dos excepciones muy res-tringidas. Una es que se autorice específicamente porel Consejo de Seguridad, después de determinar éste

    que los medios pacíficos han fracasado; bien, esto nun-ca ha ocurrido, así que podemos obviarlo. La segunda,y la única otra alternativa, es el artículo 51 de la Car-ta, el cual permite la autodefensa contra un ataquearmado hasta que el Consejo de Seguridad actúe. Así,por ejemplo, si la armada cubana invadiese los Esta-dos Unidos, éstos tienen permiso —tras notificarlo al

    Consejo de Seguridad— de defenderse hasta que el Con-sejo haga algo para detener el ataque.El ejemplo debería ser hipotético, aunque no estoy

    seguro. Recientemente, el Pentágono restó importancia

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    a la amenaza cubana, de modo que ya no es tan gravecomo lo fue los últimos 30 o 40 años. Esto enfureció al

    Congreso y la Casa Blanca rechazó la conclusión delPentágono diciendo que la amenaza de la seguridadinternacional era real. Ésta fue la base por la que Es-tados Unidos rechazó la jurisdicción de la Organiza-ción Mundial de Comercio cuando la Unión Europeaprotestó contra la grave violación de los Estados Uni-dos de los tratados comerciales internacionales y de de-recho internacional, pero los Estados Unidos alegaronuna exención de seguridad nacional a causa de la ame-naza militar de Cuba. Así, si la invasión se produce, elartículo 51 permite que los Estados Unidos se defien-dan hasta que el Consejo de Seguridad actúe. Ésta esla única excepción en el orden político internacional.

    Por supuesto, no hay ningún mecanismo para ha-cer cumplir todo esto aparte de las Grandes Potencias,y en el mundo real esto significa los Estados Unidos.Pero Washington rechaza los principios de la Carta delas Naciones Unidas tanto en la práctica como inclusoen la doctrina oficial. No ha habido necesidad de perdertiempo en la práctica en estos últimos cincuenta años.Un ejemplo reciente es el bombardeo de una planta far-macéutica en Sudán, que es trivial —si bien es un cri-

    men de guerra— pero es trivial en un contexto histórico,aunque supongo que si hubiese habido un bombardeoterrorista que hubiese destruido la mitad de las reser-vas médicas y de fertilizantes de los Estados Unidosquizá se habría tomado más en serio. De cualquier modo,éste es un ejemplo trivial, pero lo menciono porque esuno de los más recientes aunque no es de los que más

    sobresalen. Es más interesante, quizás, observar quela doctrina oficial también rechaza abiertamente los prin-cipios de la Carta de las Naciones Unidas y de formabastante explícita. Me refiero al hecho de que dichos

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    principios se proclamen cuando pueden utilizarse con-tra algún enemigo apropiado aunque oficialmente hayan

    sido rechazados. Esto fue cierto especialmente duran-te la época Reagan cuando el Departamento de Estadoproclamó que el artículo 51, mencionado anteriormen-te, autoriza la “autodefensa contra futuros ataques”.Ésta fue la justificación para bombardear Libia y tam-bién, de acuerdo con el Departamento de Estado, el ar-tículo 5 justifica el uso de la fuerza por parte de losEE.UU. “para defender sus intereses”. Ésta fue la jus-tificación oficial para la invasión de Panamá. Y así secontinúa bajo la administración Clinton, incluso conejemplos todavía más ridículos. En todo ello están sien-do bastante sinceros. La embajadora del gobierno deClinton en las Naciones Unidas, que ahora es la Secre-taria de Estado, la Sra. Albright, comunicó al Consejode Seguridad cuando éste se negó a apoyar algunasactuaciones de los Estados Unidos, que —y cito literal-mente— “los Estados Unidos actuarán multilateralmen-te cuando puedan y unilateralmente cuando deban”para defender sus intereses.

    Esto por lo que se refiere a la Carta de las NacionesUnidas, así que podemos dejarla ya a un lado. Tiene elmismo estatus que el Tribunal Internacional, que la

    Organización Mundial de Comercio y que otras orga-nizaciones de orden internacional. Es irrelevante en lapráctica a no ser que se use en contra de algún enemi-go débil e indefenso. A veces de usa correctamente pe-ro eso es otra cuestión.

    Habrán notado que en los últimos meses ha habi-do muchas discusiones para establecer un Tribunal

    Criminal Internacional en materia de crímenes de gue-rra, el cual ha sido aceptado virtualmente por el mun-do entero. El único país importante que lo rechazó fueEstados Unidos; la razón oficial fue que si hubiera un

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    Pasemos a considerar el segundo pilar del ordenmundial: la Declaración Universal de los Derechos Hu-

    manos. En las próximas semanas, escucharemos sinduda mucha retórica acerca de la universalidad de suselevados principios y del cuestionamiento relativista delos mismos, planteado por cierta mala gente que apelaa los valores asiáticos o a algún otro interés especial. Y estas acusaciones serán acertadas pero parciales. Espoco probable que escuchemos alguna cosa sobre laadhesión de los países poderosos a la Declaración Univer-sal; por ejemplo, de los EE.UU., tanto en acción comoen doctrina. Manteniéndome en el tema de la doctrina,EE.UU. resulta ser un líder en el terreno del relativis-mo. Una categoría de derechos que está claramenteexpresada en la Declaración Universal y que EE.UU.rechaza abiertamente como si no tuviera ningún esta-tus es la categoría de los derechos socioeconómicos; yrecuérdese que estamos hablando de la DeclaraciónUniversal de los Derechos Humanos, donde cada dis-posición se supone que debe ser igualitaria, ése es suprincipio. Hay disposiciones socioeconómicas que losEE.UU. han rechazado como si no tuvieran ningúnestatus. En palabras de Jeane Kirkpatrick, embajado-ra en las Naciones Unidas del gobierno de Reagan, las

    disposiciones socioeconómicas son “una carta a SantaClaus”; son “absurdas” y “una instigación peligrosa”,dijo el embajador de Clinton hace un par de años, diri-giéndose a la comisión de los derechos humanos de lasNaciones Unidas, la cual estaba considerando, a suvez, a qué se le llamaba oficialmente la Declaración delos Derechos de Desarrollo. Si se analiza su formula-

    ción, se observa que es una paráfrasis muy próxima alartículo 25 de la Declaración Universal —que es ab-surdo y una instigación peligrosa— y así, los EE.UU.vetaron la Declaración de los Derechos de Desarrollo.

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    De nuevo, hay muchas más cosas que decir acercade todo esto, pero déjenme añadir sólo un comentario

    que nos puede dar una visión más profunda al respec-to. Aquellos que siguen las cuestiones del derecho in-ternacional estarán más familiarizados con este tema;en derecho internacional existe algo llamado la fórmulade Hull, atribuida al Secretario de Estado de los EE.UU.de la administración de Franklin D. Roosevelt, CordellHull. Esta fórmula plantea lo que se conoce como “elestándar internacional mínimo de civilización”. Ésteno implica hechos como el genocidio, la tortura u otrosproblemas marginales: más bien es —y cito— “el dere-cho a la compensación adecuada, efectiva e inmediata”por las propiedades expropiadas, donde la compensa-ción completa debe ser de un “valor de mercado justo”,determinado por los propietarios que son expropiados.Éste es el estándar mínimo de civilización. En nuestrosdías, dicha fórmula se aplica realmente de manera bas-tante sutil. Es la base —la base oficial— para los em-bargos económicos americanos y para la guerra terroris-ta contra Cuba de los últimos 40 años, llevada a caboa causa del fracaso cubano para alcanzar este mínimoestándar de civilización: es decir, por no poder ofrecerlo que Washington unilateralmente decidió que debía

    ser la compensación justa para la propiedad naciona-lizada. Por otro lado, el principio no se aplica ni a losinversores ni al gobierno americanos que robaron laspropiedades cubanas a finales de siglo, cuando Cubase encontraba bajo la ocupación militar americana yconsintió… bajo una ocupación militar, esto es, bajo lafuerza. Por tanto, allí la doctrina no se aplicó. Tampoco

    se aplicó al gobierno y los poderes privados americanosque robaron las posesiones británicas y españolas enCuba y en Filipinas. Por ejemplo, la Compañía Ferro-viaria de Manila, que pertenecía a España. Tras la san-

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    grienta conquista de las Filipinas, los Estados Unidoseliminaron la concesión española, argumentando que

    estaba inspirada en motivos imperialistas españoles y,en consecuencia, era nula y vacía, por lo cual era bas-tante justo. Pero este caso es distinto del de las pose-siones que Estados Unidos robó a Cuba y que ahorahan sido nacionalizadas, esgrimiendo el fracaso cuba-no por alcanzar el estándar mínimo internacional decivilización. Estos principios esencialmente inamovibles,nos indican lo que realmente son los derechos huma-nos, lo que realmente son en el mundo real. Dejemosesto, pues, a un lado.

    Pasemos al tercer elemento institucional del ordeninternacional y con ello acabaré: el orden económicointernacional —el sistema Bretton Woods—. En reali-dad, es un tema que es primera página de la actualidad.El motivo es que los temores de una fusión global eco-nómica que afectaría a los privilegiados están crecien-do. No que afectaría a las víctimas habituales —ésasno importan—, sino que ahora las tornas han cambia-do y los ricos y privilegiados se ven amenazados, de ahíque exista un buen motivo para hablar de ello. Se dis-cute en las reuniones de G7 —los siete países podero-sos y ricos— y en las instituciones económicas. Están

    preocupados porque ahora se ven amenazadas las víc-timas no habituales. ¡Y éste sí que es un temor real! Nohay duda de que existe una preocupación.

    Volviendo al sistema Bretton Woods, éste tenía dosprincipios básicos: el primer principio se basaba en elhecho de que debería haber un esfuerzo para liberali-zar el comercio, y el segundo principio, en que debería

    existir una regulación del flujo de capital. Así, el comer-cio debería liberalizarse pero los movimientos de capitaldeberían ser controlados y regulados. Y además, el tipode cambio debería estar fijado. Éstos eran los principios

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    básicos del Bretton Woods y, de hecho, también se con-templan en las normas del Fondo Monetario Interna-

    cional (FMI). Están intentando cambiarlas, pero siguenahí. Por supuesto, nunca han aplicado estas reglas —por lo menos en los últimos 25 años— pero siguen es-tando ahí. De acuerdo con las normas delFMI, los paí-ses tienen permiso para regular el flujo de capital si loconsideran necesario y, de hecho, estas normas prohí-ben al FMI conceder créditos para cubrir la evasión decapital. Me parece innecesario comentar de qué modose cumplen estas normas. Ése era el sistema BrettonWoods.

    Existían razones para la regulación del flujo decapital, parte de las cuales eran de tipo teórico. Habíauna asunción generalizada por parte de los economis-tas de que la evasión de capital, los flujos especulativosa corto plazo y las fluctuaciones del tipo de cambio ten-derían a socavar la libertad de mercado. Así, que si estose permitía no se podría alcanzar apropiadamente elprimer principio de la liberalización del mercado. Estoera una teoría, pero la experiencia reciente es conse-cuente con ella. La segunda razón no era teórica, erauna perogrullada: el libre flujo de capital socava la de-mocracia y el Estado del bienestar, que era demasiado

    popular en la época como para ignorarlo; no se podíadecir: “De acuerdo, nos desharemos de él” y volver a1900, no se podía hacer algo así en ese momento. Y larazón es clara y bien comprensible. La habilidad de unpaís de controlar si el capital se mueve hacia dentro ohacia fuera permite a su gobierno llevar a cabo políti-cas monetarias y tributarias para sustentar el empleo,

    los ingresos y los programas sociales sin temor de quela evasión de capital mine estos programas. El libre flujode capital crea lo que algunos economistas interna-cionales han llamado un “senado virtual” —un tipo

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    de gobierno que no está definido en una estructura gu-bernamental formal— de instituciones financieras que

    pueden imponer su propia política social mediante laamenaza de la evasión de capital, que desembocará entipos de interés más altos, ralentización económica, re-cortes presupuestarios de la sanidad y la educación,etc., o tal vez una recesión o un colapso total. De estemodo, si hay un libre flujo de capital, existe un senadovirtual que es el que gobierna de hecho y los gobiernosformales no pueden ejecutar sus políticas. En tantoque los gobiernos son democráticos, la población sólotiene un papel reducido en el control de sus propias vi-das; éste es el efecto del libre flujo de capital. De hecho,he estado citando virtualmente a los creadores del Bret-ton Woods: el representante de Gran Bretaña era JohnMaynard Keynes y el de los Estados Unidos era HarryDexter White.

    Bien, esta parte no es especialmente controvertidacomo hemos podido observar a lo largo de los últimos25 años; es lo que se ha llamado globalización —volve-ré sobre ello— y es muy importante tenerlo en cuentaal revisar la época actual.

    El sistema Bretton Woods, tal como se diseñó real-mente, fue más o menos adecuado durante 25 años

    —hasta principios de los ’70—. A este período se le sue-le llamar la época dorada del capitalismo de Estado dela posguerra, caracterizado por un ritmo muy elevado —según los estándares históricos— de crecimiento de laeconomía y de la productividad, y la expansión del con-trato social; esto ocurrió aproximadamente en los añoscincuenta y en los sesenta. El sistema fue desmantelado

    hacia principios de los ’70 —primero cuando RichardNixon abrogó unilateralmente el principio básico y des-pués con la participación de otros centros financierosimportantes—. Por los años ’80, los controles del capital

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    habían desaparecido prácticamente de los países ricos;las pequeñas economías, como Corea del Sur, fueron

    simplemente obligadas —más o menos por la fuerza— a abandonarlos. Esto sucedió hace sólo unos años, y hasido ampliamente reconocido como uno de los principa-les factores —quizás el más importante— en el recientecolapso de Corea del Sur y de otras economías asiáticas.

    Debería añadir, a la luz de la reciente crisis asiáti-ca, que los analistas más serios reconocen que hay unnotable milagro económico, particularmente en el estede Asia —el sudeste asiático es otra historia—. Déjen-me citar al principal economista del Banco Mundial,un reconocido y respetado profesional de la economía,Joseph Stiglitz. Recientemente ha subrayado que elmilagro económico del este asiático fue real; en sus pala-bras, “un logro asombroso sin precedentes históricos”, ytambién que éste se basó en una desviación muy sig-nificativa de la doctrina oficial —el consenso neolibe-ral—. También afirmó que los asombrosos logros debe-rían haber continuado a no ser que fueran destruidospor los irracionales mercados financieros que, como essabido, son muy irracionales. Citando de nuevo a Sti-glitz —recuerden que es el mayor economista del BancoMundial—, en el este asiático los gobiernos asumieron

    la responsabilidad principal de promocionar el creci-miento de la economía, abandonando la “religión” quebien conocen los mercados e interviniendo para intensi-ficar la transferencia tecnológica, la igualdad relati-va, la educación, la salud, junto con la coordinaciónde la política industrial y los estrictos controles del ca-pital. Y de hecho, comenta que el reciente colapso es

    fácilmente atribuible al abandono de estas estrategias —no por propia elección, sino porque se vieron obli-gados a abandonarlas—. También menciona que lasmismas sociedades ricas han seguido una línea simi-

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    lar —en realidad más de lo que el Banco Mundial hareconocido en sus breves intentos por entrar en la his-

    toria económica.Bien. ¿Qué ha ocurrido desde que fracasó el siste-ma Bretton Woods a principios de los setenta? Una delas cosas que ha ocurrido es que el crecimiento de laeconomía y de la productividad se ralentizó notable-mente. Comúnmente, se dice que el comercio se incre-mentó, pero esta afirmación es sólo parcialmente cierta.El crecimiento del comercio se incrementó con respectoal crecimiento de la economía, pero la principal razónes que el crecimiento económico se ralentizó y del mis-mo modo la razón del crecimiento del comercio respectoal económico. De cualquier modo, hubo una ralentiza-ción general desde principios de los años ’70. Los econo-mistas discuten sobre el porqué pero no sobre el hechoen sí. Una segunda consecuencia es que los ingresos seestancaron o disminuyeron para la gran mayoría mien-tras que las condiciones laborales se deterioraron, detal modo que los servicios sociales se han ido deterio-rando, las infraestructuras se han ido colapsando, etc.Esto es dramáticamente cierto en Estados Unidos perotambién en otros países industriales. También ha habi-do un rápido aumento de la encarcelación desde 1980,

    añadiendo alrededor de un 8% al porcentaje oficial dedesempleo. Hay una razón para ello, según creo. Loscriminalistas profesionales lo comentan. Los EstadosUnidos tienen una población sobrante; si estuviésemosen un país del Tercer Mundo —digamos Colombia— enviaríamos a un escuadrón de la muerte a asesinar-los. Es lo que se ha denominadolimpieza social , una

    bonita expresión latinoamericana. Pero en Estados Uni-dos somos más civilizados, no tenemos escuadrones dela muerte; los mandamos a la cárcel —entre otros mo-dos de deshacernos de ellos—. Esto es un reflejo de los

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    cambios sociales generales. En realidad hay mucho másque decir sobre el tema, pero seguiré adelante.

    Otro efecto, particularmente en los últimos años, esque los beneficios se han elevado, son enormes, espe-cialmente en los años ’90. Aquellos que lean la prensafinanciera habrán notado que se les han acabado losadjetivos; un año es “deslumbrante”, al siguiente añoes “estupendo”, al siguiente algo más; ya no saben có-mo llamarlo. También ha habido un incremento astro-nómico del flujo de capital. Además, éste ha cambiadoradicalmente en naturaleza. Principalmente, es un flu- jo de capital a muy corto plazo —especulativo, en otraspalabras—. Ahora se estima en cerca de un billón ymedio de dólares diarios,3 lo cual sobrepasa totalmentelos recursos de cualquier país industrial o de la UniónEuropea; y alrededor de un 80% de ello tiene un tiem-po de retorno de una semana o menos; muchas vecesde un día o de pocas horas, por tanto, es una especula-ción a muy corto plazo. Esto significa que no está re-lacionada con la economía real —de hecho, es dañinapara la economía real—. Ha supuesto un gran cambioen los 25 últimos años; por un lado, es un enorme cam-bio en escala pero también en carácter. Si regresamosa los años ’70, alrededor de un 90% del flujo de capital

    estaba relacionado con la economía; había inversionesa largo plazo o comercio o algo similar. Ahora se estimatan sólo en un 5%; el resto es especulación y extrema-damente a corto plazo.

    Es bien sabido, y así ha sido durante mucho tiem-po, que los mercados financieros son muy irracionales.No hay una buena teoría sobre ellos: es principalmente

    una cuestión de psicología amateur, y no muy profunda.3 Se ha optado por traducir los valores económicos del original al

    sistema decimal español, de este modo un billón español equivale aun trillón americano. (N. de los t. )

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    Recurriendo a la terminología común de los economis-tas internacionales, están sujetos a “pánicos, manías y

    depresiones”. Así es como son los mercados financieros;hay una especie de irracionalidad de “rebaño” que lessupera y que tiene muy poco que ver con lo que se co-noce por fundamentos económicos. Para agravar lasituación, las transacciones financieras especulativasactuales se basan en gran medida en préstamos. Sonlo que se conoce como “altamente apalancadas” (highlyleveraged ) en la bibliografía técnica. De este modo, setiene una pequeñísima suma de dinero real y el restoes todo imaginación. Esto se observa espectacularmen-te en los fondos de cobertura. En los periódicos de estamañana se puede leer que George Soros, el gran maes-tro de los fondos de cobertura, ha cancelado uno de sustres fondos, porque ha perdido recientemente alrede-dor de quinientos millones de dólares o una cifra simi-lar. Y uno de los mayores fondos de cobertura tuvo queser avalado por la Reserva Federal, que forzó a los ban-cos a avalarlo, sólo hace unas semanas. Este caso fueparticularmente llamativo porque estaba encabezadopor dos Premios Nobel de Economía, que habían gana-do el Premio Nobel por su teoría de cómo realizar in-versiones a corto plazo en los mercados financieros.

    Pues bien, esto ha supuesto un problema para los con-tribuyentes en cuanto a sus impuestos, aproximada-mente tres mil quinientos millones de dólares; por cierto,esto es el capitalismo de libre mercado. El Fondo Mone-tario Internacional está formado por unos 180 miem-bros. Realizó un estudio hace aproximadamente unaño y descubrió que más o menos un 80% de sus miem-

    bros había tenido al menos una crisis bancaria entre1980 y 1995. Y nadie sabe cuándo será la próxima nicuán severa será; son impredecibles, son rápidas. Hahabido fluctuaciones de los tipos de cambio muy rápi-

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    das, exactamente lo contrario de las predicciones deeconomistas de mercado libre como Milton Friedman y

    otros. Y se está descontrolando. Me refiero a lo que loseconomistas internacionales sensatos dicen: “¡No lo en-tendemos!”. En un informe reciente del Banco Interna-cional de Depósitos —ya saben, el banco de los ban-queros, la institución más conservadora que existe— se puede leer: “Miren, no entendemos lo que ocurre. Nohay manera de entender los mercados internacionalesexcepto que están sujetos al pánico, las manías y lasdepresiones”. Y aconsejan “humildad”.

    Ahora bien, esto está llegando a las primeras pági-nas de la actualidad porque perjudica a la gente rica —y no porque perjudique a los demás—. Por tanto esuna crisis, en un sentido técnico. Durante estos últimos25 años, también ha habido un “asalto ininterrumpidoal principio del [comercio libre]”, y estoy citando al jefede investigación económica de la Organización Mun-dial de Comercio que, en una monografía de caráctertécnico, describe el asalto ininterrumpido a los mercadoslibres desde el comienzo de los años ’70, principalmen-te debido al incremento de la interferencia de mercado —proteccionismo de algún tipo u otro— en los paísesricos, con los Estados Unidos destacando en la cabeza.

    De hecho, atribuye a la administración Reagan, al pro-teccionismo de Reagan, un efecto tres veces superior alde otros países industrializados. Aunque esto no es exac-tamente lo que se lee en los titulares, es bastante acer-tado. Durante los años de Reagan la protección vino adoblarse en los Estados Unidos, mucho más que en otrasadministraciones de posguerra. De hecho, alardearon

    de esto públicamente ante la comunidad empresarial,aunque no ante la gente pobre. La gente pobre se su-pone que debe seguir la disciplina de mercado, pero nolos ricos: éstos deben ser protegidos. Del mismo modo,

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    los subsidios se incrementaron sustancialmente y tam-bién las fianzas directas —el gobierno saldaba las cuen-

    tas de las corporaciones y bancos que estaban a puntode quebrar—. Esto también se incrementó.El objetivo de este asalto ininterrumpido al comercio

    libre fue el de superar serios fracasos —fracasos de ges-tión— en la economía estadounidense que conducíanal declive de la industria americana. Alrededor de 1980había una preocupación por ese declive; hubo una espe-cie de llamamiento para lo que se denominó la “reindus-trialización de América”. Y lo consiguieron con el estilohabitual: en parte a través de la protección, que es elestilo histórico, y también llamando al Pentágono, tam-bién otro estilo histórico. Así, los gastos del Estado bajola administración Reagan aumentaron de modo consi-derable, principalmente los subsidios del Estado a laindustria de alta tecnología, también llamada de auto-defensa o algo parecido. El Pentágono —el llamado De-partamento de Defensa— jugó su papel tradicional alintentar hacer frente a los fracasos de gestión. Inicia-ron un programa llamado “Fabricando Tecnología” —laexpresión esMANTECH, contracción deManufacturing Technology —, un panorama que creció muy rápida-mente bajo la administración Reagan dentro del Pentá-

    gono. El propósito era diseñar lo que se llamó la “fábri-ca del futuro”, lo cual significa desarrollar sistemas defabricación automatizada, adoptando los rápidos siste-mas de producción japoneses que los empresarios ame-ricanos todavía no habían comprendido ni utilizado.Gran parte de estos sistemas fueron mejorados y desa-rrollados con dinero público en el Pentágono y después

    entregados a los empresarios americanos, abiertamente,sin secretos. Los documentos del Pentágono señalan queesto es lo que hacen y, de hecho, lo que se ha estadohaciendo desde el sigloXIX, pero ahora a mayor escala.

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    Como resultado de todo esto se consiguió salvar loscomponentes de la economía americana de sus compe-

    tidores extranjeros, principalmente de los japoneses yotros competidores del este asiático, y colocar a las corpo-raciones estadounidenses en una buena posición paradominar las tecnologías y los mercados emergentes. Hayejemplos espectaculares, quizás el más claro es el casode Internet. Internet está considerada actualmente co-mo un gran triunfo del fuerte individualismo americano,de la libre empresa y de todas esas cosas maravillosas,y se espera que se erija en fuente de enormes benefi-cios en los próximos años. En realidad, Internet —comotodo el mundo sabe— se diseñó y desarrolló por prime-ra vez en el Pentágono; después, a través de la Fun-dación Nacional de Ciencia, parcialmente en elCERN,el Centro Internacional de Investigación de Ginebra,que es de donde procede la idea de laworldwide web ,y al cabo de unos treinta años de desarrollo con dineropúblico fue entregado a empresarios como Bill Gates,hace aproximadamente tres años. Gates por lo menoses sincero; atribuye su éxito, en sus propias palabras, auna habilidad para “aprovechar y potenciar las ideasde otros” —normalmente aquellas que provienen delsector público y han sido financiadas con dinero públi-

    co—. Internet es un ejemplo bien llamativo, pero lahistoria se repite en muchos otros casos: en el mundoinformático y de la electrónica, en la industria aero-náutica —no merece la pena hablar de ello—, en la bio-tecnología y, de hecho, en casi cualquier lugar al que senos ocurra mirar. Y por este motivo observamos que losllamados conservadores —ya saben, gente como Newt

    Gingrich o Trent Lott, los líderes de la revolución con-servadora en el Congreso y en el Senado— cada añoganan el premio de conseguir mayores subsidios fede-rales para sus ricos integrantes. También están a favor

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    del incremento del presupuesto para el Instituto Nacio-nal de Salud —y del presupuesto militar, claro está—,

    porque es el modo de analizar nuevamente los fondospúblicos hacia los beneficiarios adecuados.Ésta es, pues, la teoría real del libre mercado. Otro

    de sus aspectos es el proteccionismo directo mediante“barreras no arancelarias”, que ha continuado bajo laadministración Clinton: la intervención radical, en to-das sus variedades, del libre comercio cuando ello esconveniente. Hace aproximadamente un año, los to-mates mejicanos fueron básicamente prohibidos, lo quesupuso unas pérdidas de cerca de mil millones de dóla-res para los productores mejicanos, y se ha confirmadoque la razón es que los consumidores americanos pre-ferían los tomates mejicanos y los empresarios agrícolasde Florida se veían afectados. Muy poco tiempo des-pués, la administración Clinton impuso aranceles ex-tremadamente altos a los superordenadores japoneses —el otro polo de la economía—. La razón era la misma:los ordenadores japoneses eran mucho mejores, de mo-do que hubo que imponerles aranceles muy altos. Enestos momentos se están tratando de prohibir las im-portaciones de acero porque están vendiendo más ba-rato que los productores de acero americanos. Y esto

    no sucede solamente en los Estados Unidos, sino queocurre en todo país industrial. De este modo, los paísesindustriales en su conjunto crearon una especie de cár-tel del aluminio para mantener los precios en un niveladecuado. La Unión Europea lo ha hecho siempre, Ja-pón y otros también y así se repite la historia. La doctri-na del libre mercado es buena para los niños pobres y

    para la gente del Tercer Mundo, pues deben aprendercómo terminar con el “ciclo de dependencia” y este tipode cosas, pero no para la gente rica y poderosa. Eso esdistinto.

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    Hay algo que decir acerca de lo que se ha deno-minado el cuento de hadas de la economía americana,

    que se supone que es maravillosa y todo eso —no en-traré en detalles—. Este cuento es principalmente unfraude —y se sabe que lo es, incluyendo la actual re-cuperación de la economía—. El mejor ejemplo que seda de la economía de cuento de hadas es el mercado dela bolsa; y en efecto, es un cuento de hadas para eluno por ciento más alto de la población que posee lamitad de la bolsa, y también lo es para el diez por cien-to superior de la población, de clase alta, que posee lagran mayoría del resto. Si bajamos al siguiente 10% —es decir, entre el percentil 90 y el 80— éstos han per-dido liquidez, activos menos pasivos. Ésta ha disminui-do en los últimos 20 años porque sus deudas han subidomás rápido que sus activos. Y cuando se va más abajoes mucho peor. Alrededor del 75% de las familias en laeconomía de cuento de hadas deben trabajar muchasmás horas para evitar perder más terreno; ni siquierahan recuperado el nivel de 1989. Esto no tiene prece-dentes en la historia americana durante una época derecuperación económica. El crecimiento se mide percápita, que es lo que importa —los Estados Unidos tie-nen una población creciente, así que, ya se supone que

    habrá un crecimiento económico—, pero si se tiene encuenta el crecimiento de la renta per cápita, éste estáaproximadamente al nivel de los países de laOCDE —lospaíses ricos—. Bastante similar es la situación del em-pleo cuando se observa detenidamente.

    Así que es una economía de cuento de hadas paraalgunos —no hay duda alguna—: es decir, para aque-

    llos que nos hablan de ella, como los periodistas queescriben los artículos sobre mí en elNew York Timespor ejemplo. Para gente como nosotros es una econo-mía de cuento de hadas, pero no para el 80% o más de

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    la población. Pero aquéllos son los que cuentan histo-rias y hablan entre ellos, se reúnen en buenos restau-

    rantes, etc., a ellos les ha ido muy bien hasta este ve-rano. Ahora no hablan de la economía de cuento dehadas de un modo tan entusiasta.

    Las razones de esta economía de cuento de hadasse han explicado de una forma sincera. Quizá la perso-na más influyente en los Estados Unidos y la más res-petada, supongo, es Alan Greenspan, el jefe de la Re-serva Federal, el zar de la economía. Alan Greenspantestificó en el Congreso que una de las razones paraque se diera esta economía de cuento de hadas, de la queél se enorgullecía tanto, era, en sus propias palabras,la de que se daba “un significativo freno en los salariosmotivado por la inseguridad de los trabajadores”. ¿Locomprenden? Los trabajadores se sienten intimidadospara pedir aumentos salariales: ésa es una de las co-sas maravillosas que tiene la “globalización”. Y cuandolos trabajadores tienen miedo —el que se vayan a dor-mir sin saber si tendrán trabajo al día siguiente—, esomejora mucho la salud de la economía. La salud de laeconomía es una expresión técnica, que tiene poco quever con la salud de la gente —en ningún sentido, in-cluyendo su salud médica—. Pero tiene que ver con una

    cosa: el nivel de beneficios y cosas por el estilo, cosasque realmente importan. El Business Week , una revistade negocios muy importante, realizó una encuesta en-tre los trabajadores en la que se concluyó que el 90%de ellos estaban preocupados por su empleo; y bajo es-tas condiciones, no se puede tener una economía decuento de hadas. Existen muchas razones para ello,

    incluyendo los tan nombrados “convenios comerciales”,que en realidad no son convenios comerciales, sino quese trata básicamente de convenios de derechos de losinversores.

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    Hay mucho más que decir sobre este tema, pero qui-siera abordar una última cuestión. Se reconoce que la

    economía internacional está mal entendida pero, porotra parte, también está bastante claro quiénes son losque se han aprovechado de las contribuciones doctri-nales de los últimos años y de la fe en esta “religión”,que ha sido ridiculizada por el principal economista delBanco Mundial pero vendida a través de los periódicosy de otros medios que intentan llegar a la población.Está claro quién ha sacado provecho y quién ha sufri-do las consecuencias. Está mucho menos claro qué hayque hacer para controlar las fuerzas destructivas quese han desencadenado. En realidad, se han presenta-do propuestas durante muchos años, pero nunca hanestado en la agenda de los poderosos, porque ha sidoun cuento de hadas para la gente que importa, paralos principales beneficiarios de la economía.

    Para finalizar, considero útil —e instructivo— pre-sentar una perspectiva de más largo alcance sobre eltema. Estamos viviendo en una fase de lucha que seha prolongado durante siglos, que alcanzó el clímax enla primera revolución moderna, en el sigloXVII en In-glaterra. Se trató de un asunto complejo, pero un as-pecto central del mismo —uno de sus componentes—

    fue un conflicto sobre el significado del término Liber-tad. Una línea de pensamiento —que fue la que ganó— definió Libertad —y cito— como la libertad para poseery adquirir; esto era la Libertad.4 Y así se entendió laley común de Inglaterra como una ley de la propiedad,que protegía a los terratenientes. Sin embargo, granparte de la población entendió la ley de los terratenien-

    4 En el texto original N. Chomsky emplea los términosliberty y freedom ; para respetar la distinción que quiere establecer el autor, seha optado por traducir liberty por Libertad y freedom por libertad. (N. delos t. )

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    tes como el enemigo de la libertad —así hubo una ba-talla entre la ley y la Libertad en un sentido popular, y

    una batalla bastante enérgica—. Recordemos que éstaera la época de los “cercamientos de las tierras comuna-les”, un período de transformación dura y a menudobastante violenta de la sociedad inglesa que, con elpaso del tiempo, convirtió la población rural en un pro-letariado dominado carente de sus derechos comunalestradicionales —a la tierra, a los bosques, a la solidari-dad popular, a las tradiciones artesanales, etc.—. Tam-poco tenían derechos políticos y estuvieron así hastaprincipios del sigloXX. En la Inglaterra del siglo XVII,una buena parte de la población se opuso a los dos ban-dos de la guerra civil. En realidad, esto no es muy ex-traño; lo mismo ocurrió en la Revolución Americana ytambién en la Guerra Civil Española de hace 60 años,tras la aniquilación de la revolución anarquista de 1937.Después de esto, gran parte de la población optó por notomar parte —no querían a nadie, por buenas razo-nes—. En el sigloXVII, la gente común —ahora cito desus panfletos— quería estar representada por “campesi-nos como nosotros que conocen nuestros males, y no pornobles y caballeros que sólo saben cómo oprimirnos”.

    Se perdió la batalla, pero la lucha fue más allá. La

    lucha continuó a medida que el sistema industrial seimpuso. Se debía enseñar a la gente disciplina y obe-diencia; sus vidas laborales no tenían valor. Los fun-dadores de la economía moderna dieron una base su-puestamente científica al mensaje —no Adam Smith,que era precapitalista y, en mi opinión, esencialmenteanticapitalista— sino más bien Ricardo y Malthus y

    otras figuras punteras de principios del sigloXIX. Sedebía enseñar a la gente que no tenían ningún dere-cho aparte de los que podían adquirir en el mercadolaboral. Si no podían sobrevivir, se les daba la opción

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    de acudir al asilo de pobres o bien de ir a las nuevascolonias cuya población nativa había sido eliminada y

    en donde a menudo se convertían en esclavos virtua-les. Hay un estudio clásico de este período que tienemuy buena reputación en el espectro del pensamientoserio: me refiero al libroLa gran transformación 5 deKarl Polany, en el que encontramos que “la humani-dad se vio forzada a seguir los caminos de un experimen-to utópico”, es decir, la subordinación a los principiosdel mercado. “Quizá nunca en toda la historia moder-na se ha perpetrado un acto de reforma social más des-piadado, aniquilando multitud de vidas”. Pero va másallá: “Casi de inmediato, la autoprotección de la socie-dad se afianzó: las leyes empresariales, la legislaciónsocial y los movimientos políticos e industriales de laclase trabajadora emergieron para rechazar los peli-gros enteramente nuevos del mecanismo mercantil”.La desesperación generalizada y el sufrimiento con-dujeron al desorden y la protesta: primero disturbios,después el surgimiento de movimientos sociales orga-nizados que empezaron a desafiar los principios quehabían elevado la acumulación de capital a la catego-ría de valor humano supremo. Y de manera amena-zante para los patrones, también desafiaron su dere-

    cho a gobernar. La clase empresaria también reconocióque el experimento dellaissez-faire destruiría sus pro-pios intereses. Como apunta Polany, reconocieron queel mercado libre “no podría existir por mucho tiemposin aniquilar la sustancia natural y humana de la so-ciedad; habría destruido físicamente al hombre y ha-bría transformado su entorno en un desierto”.

    Mientras tanto, las luchas populares adquirieronnuevas formas. A principios de este siglo se iba a ga-

    5 Título original: The Great Transformation . (N. de los t .)

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    rantizar el derecho al voto a la población en general.La reacción de la élite fue similar en las dos democra-

    cias parlamentarias más importantes: en Inglaterra, elPartido Conservador advirtió de que —y cito sus docu-mentos— si se mantenían las reglas tradicionales seríanecesario “aplicar las lecciones [de los sistemas de pro-paganda con más éxito de la Primera Guerra Mundial]a la organización de la guerra política”. Se realizó conmucho éxito. Los liberales wilsonianos de los EstadosUnidos extrajeron las mismas conclusiones por aquellaépoca, incluidos los intelectuales públicos y las figurasdestacadas en la profesión creciente de las ciencias polí-ticas y, más significativamente, en la industria en rá-pido desarrollo de las relaciones públicas.

    Los líderes de los negocios comprendieron clara-mente que el sistema industrial estaba forzando a lagente a llevar una vida sin sentido y que podría aca-bar rebelándose y esforzándose por tomar el control desus vidas y de su trabajo. Para evitar tal desastre seríanecesario extender el concepto de Libertad a la mayo-ría de la población de forma restringida. Se vio ense-guida que la mejor manera para conseguirlo era dar alconcepto de Libertad el significado de libertad de con-sumo. Se debía enseñar a la gente a que percibiera sus

    necesidades en términos de consumo de bienes y notanto de calidad de vida y trabajo —tal como explica-ban los líderes de la industria publicitaria—, y así, laidea de que la gente pudiera controlar su propio traba- jo había que quitársela de la cabeza; esto es, la idea deque —y sigo citando— “aquellos que trabajan en lasfábricas deberían ser propietarios de ellas” y que el tra-

    bajo remunerado era apenas diferente de la esclavi-tud. Aunque sea difícil de recordar, éstos eran los idea-les destacados en la América de mediados del sigloXIXentre los movimientos de la clase trabajadora inde-

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    pendiente e incluso entre círculos elitistas: por ejem-plo, Abraham Lincoln y el Partido Republicado, incluso

    también en las editoriales del The New York Times —locrean o no y, por supuesto, también en Europa.Pues bien, todo esto tenía que desaparecer. Era

    necesario “anular las costumbres de la época”, comoexplicaron los líderes empresariales hace setenta años,del mismo modo que las medidas de cercamiento de si-glos precedentes habían anulado las costumbres de laépoca y, posteriormente, el experimento radical de in-dustrialización y el incluso más radical dellaissez-faire ,que fue rápidamente interrumpido.

    Los programas neoliberales de la última genera-ción son otra etapa del mismo largo experimento, quedura ya varios siglos, para transformar no sólo los há-bitos y la conducta sino también las mentes y actitudesde modo que la gente acepte la subordinación, la disci-plina y el aislamiento y restrinja sus aspiraciones a ne-cesidades artificiales creadas por la industria de la pu-blicidad y el entretenimiento. Mientras, sus creencias ypensamientos deben ser “gobernados” —y cito, de nue-vo— por instituciones ideológicas donde se supone queintelectuales responsables juegan un papel central.

    Es completamente comprensible que la concentra-

    ción de poder persiga tales fines. Ahora bien, el enten-dimiento puede liberar a la gente para diseñar y seguircaminos muy diferentes que les permitan superar lainjusticia y el sufrimiento innecesario que desfigura la ci-vilización contemporánea, así como para defender yenriquecer “la sustancia de la sociedad” para ellos mis-mos y para otros, y mostrar así que los seres humanos

    son algo mejor que las criaturas ridículas que son mo-deladas por la ideología contemporánea y por los inte-reses de poder a los que ésta sirve.

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    Y A HACE bastante tiempo que se hace muy difícil en-tender social y culturalmente el mundo sin analizar lacentralidad que ocupa la comunicación en el desarrollode múltiples actividades preferentes. Así, por ejemplo,para comprender las diversas esferas de la produccióncultural (el arte, la literatura, la ciencia, la filosofía,etc.) conviene entender cómo éstas se relacionan con latelevisión y cómo este medio de referencia dominantelas condiciona. Más aún, puede decirse cómo, en losúltimos lustros, la lógica televisiva ha impuesto unosmodos a la política formal e, incluso, al funcionamiento

    de la democracia. Decir, pues, que el llamado “campomediático” es uno de los más importantes y, estratégi-camente, decisivos, no es ninguna exageración.

    PUGNA COMUNICATIVA EN EL ESPACIO PÚBLICO

    Un campo es un espacio social estructurado y sucondición para que pueda existir es que tenga una cier-ta autonomía de otros campos, o sea, que presente unas

    Capítulo 2

    EL CAMPO MEDIÁTICO Y LA SOCIEDADDE LA INFORMACIÓN

    por Josep Lluís Gómez Mompart

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    reglas particulares. Pero como cualquier otro ámbitosocial organizado, un campo es un espacio donde las

    fuerzas en presencia compiten entre ellas. El “campomediático” hace referencia al de la comunicación, en elcual se inscriben los medios de comunicación —unosdominantes y otros dominados que luchan por conser-var o transformar su situación—, pero también hay quesituar a los sujetos sociales y a las prácticas comunica-tivas que éstos desarrollan con o sin los medios de co-municación. Y, entre otras razones, hay que hacerloasí porque los estudios más solventes ya hace tiempoque interpretan los nuevos fenómenos comunicativoscomo prácticas culturales complejas.

    Desde esta perspectiva, el “campo periodístico” —se-gún Pierre Bourdieu (1997:45)— “es un microcosmoscon leyes propias y que se define por la posición queocupa en el mundo global y por las tracciones y las re-pulsiones que recibe por parte de otros microcosmos”.En este sentido, para entender qué hace un determi-nado medio, por qué trata o no un tema y cómo lo abor-da, no sólo hay que saber quién es su propietario, sinoque hay que conocer la posición que ocupa en ese me-dio en el campo —un índice que se mide por su pesoeconómico, por su cuota de mercado, por su singulari-

    dad (modelo o formato, impronta tecnológica, forma/fondo, talante) entre otros parámetros—, pero tambiénhay que considerar su peso simbólico, más difícil de eva-luar; o sea, qué representa y si tiene o no influenciasobre los demás medios: por ejemplo, si impone o copiauna modalidad periodística.

    Así, del mismo modo que la radio BBC fue durante

    muchos años modelo de referencia para muchas emiso-ras de radio de todo el mundo, o el diarioLe Monde , es-pecialmente entre los años sesenta y setenta, guía detantos periódicos de los denominados de calidad —de

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    manera parecida a El País , en España y en Latinoamé-rica, en los últimos veinte años—, en la década de los

    noventa de este fin de siglo, el faro televisivo es la ca-dena “todo noticias” norteamericana CNN. Su modelotelevisivo encarna los trazos característicos del mediode comunicación “urbi et orbi ”, paradigma de la inci-piente sociedad de la información.

    Asimismo, Bourdieu (1997:53) ha dicho que “el cam-po periodístico debe su importancia en el mundo socialal hecho de que ejerce un monopolio efectivo sobre losinstrumentos de producción y difusión a gran escalade la información y, a través de estos instrumentos,sobre el acceso de los ciudadanos corrientes pero tam-bién del resto de productores culturales —como seanexpertos, artistas, escritores— a lo que a veces se deno-mina ‘el espacio público’, es decir, a la gran difusión”.

    Esta lógica refuerza la uniformidad mediática envez de la diversidad, hasta el extremo de imponer alconjunto del campo unos criterios comunes de selección, jerarquía e, incluso, de propuestas de interpretación.Dicha lógica se debe, en buena medida, a que los perio-distas interiorizan reglas y estrategias, mediante pro-cesos de asimilación que se expresan como esquemasde percepción de la realidad y que les lleva a actuar de

    manera similar a todos ellos. Esas regularidades aso-ciadas producen lo que Bourdieu denomina “habitus”,o sea, un “sistema de disposiciones durables, estructu-ras estructurantes predispuestas a funcionar como es-tructuras estructuradas” (1993:72).

    De aquí la importancia de controlar el discurso perio-dístico contemporáneo o de masas, dado que mediante

    el mismo, la prensa, la radio y la televisión elaboranun universo de representaciones simbólicas con propues-tas de cosmovisiones, a la vez que construyen una rea-lidad propia con pretensiones de ser reflejo de la reali-

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    dad social. El hecho de que los medios de comunicacióndestaquen algunos acontecimientos y que fabriquen

    otros con el fin de fijarlos públicamente es una cuestiónprimordial, y de ahí la importancia de la pugna de losmedios y de las fuentes por el control social de los proce-sos de codificar e interpretar la realidad, puesto que todasociedad instauradora de un orden económico, social,político… también lo es de un orden simbólico y cultural.

    TRAMAS Y ESTRATEGIASDE LA GLOBALIZACIÓN

    La potencia del “campo mediático” alcanza su ceniten los procesos semánticos de globalización, es decir, enlas tramas de instauración de conceptos tácticos queesconden geoestrategias económicas, políticas, milita-res… y cuyos significantes quedan acuñados como ex-presiones técnicas exentas de ideología. Dicho de otromodo, se trata de la purificación de voces y nociones, alas cuales se les desprovee de su carga de sentido, desu significado político-económico y sociocultural, pararellenarlas de otra significación y así rebautizarlas contérminos tecnológicos o científicos, en algunos casos de

    manera grosera como, por ejemplo, “ingeniería finan-ciera” en vez de “especulación financiera”. En otros, porsupuesto, la maniobra no es tan burda, es mucho mássutil y se inscribe en la construcción y renovación deldiscurso histórico, o sea, en el corolario que el Big Bro-ther de Orwell señalaba en la obra 1984 : “quien domi-na el presente, controla el pasado; quien controla el

    pasado, es el amo del futuro”.Esa manera de proceder, en los casos aparente-mente más neutros, responde a la lógica cibernética y ala eficacia del aprovechamiento de sinergías: lisa y lla-

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    namente, está orientada a lo que los mismos impulsorescalifican del “arte de hacer propaganda del futuro”. Un

    par de conocidos representantes serían Nicholas Ne-groponte y Bill Gates,