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Página 20 LIBROS & ARTES on figuras como Franklin Pease, He- raclio Bonilla y Alberto Flores Galindo, la historia se posicionó en el centro de los debates públicos e influyó notablemente en disciplinas cercanas como la antropología y la socio- logía. Para la Generación del 68, los cambios que se venían produciendo en el Perú equivalían a hacer lo propio en la disciplina his- tórica y desmantelar la vi- sión limitada y conserva- dora que hasta entonces prevalecía para poner a los de abajo en el centro de la acción. Los historiado- res han venido realizando trabajos metodológica- mente innovadores y po- líticamente significativos sobre esclavitud, la eco- nomía del mundo andino, así como sobre una serie de temas que significaron un desplazamiento –al menos temporal– del en- foque tradicional en la ciu- dad capital (Lima), las éli- tes y la historia institucio- nal. Los bibliófilos lati- noamericanistas dirigieron su mirada hacia los diver- sos centros de investiga- ción como el Instituto de Estudios Peruanos, el Cen- tro Bartolomé de las Ca- sas, el Instituto de Pasto- ral Andina, el Instituto Francés de Estudios Andi- nos, y muchos otros que promovían la publicación de trabajos originales e inspiradores, mientras que las revistas Allpanchis y Revista Andina –ambas editadas en Cusco– man- tenían un público lector amplio e internacional. En la actualidad, la his- toria no tiene la presencia que alguna vez tuvo entre los círculos intelectuales en el Perú. La antropolo- gía ha resurgido, en parte gracias a un gran intelec- tual público, el desapare- cido y entrañable Carlos Iván Degregori; mientras otras disciplinas como la sociología y la literatura al igual que otras disciplinas más recientes, como los Estudios Culturales, han comenzado a captar un mayor interés. Lo que per- cibimos como la decaden- cia del peso de la historia en los debates públicos se debe a la consolidación de las disciplinas antes men- cionadas pero también al estancamiento ocurrido al interior de la disciplina histórica. Ninguna pers- pectiva histórica novedo- sa como la utopía andina o la historia regional ha surgido para impulsar de- bates y discusiones tal como lo hicieran dos dé- cadas atrás además de que la actual comunidad de historiadores se encuentra fragmentada. En realidad, convendría más hablar en plural: comunidades de historiadores y no una sola comunidad. No obstante, en décadas recientes, se han producido importan- tes trabajos históricos, muy respetados en el ex- tranjero, que han orienta- do los debates hacia temas como el centralismo, el caudillismo, la cultura po- lítica y lo indígena. Sin embargo, tengo la impresión de que existe un desfase entre esta influyen- te y excitante producción historiográfica y la «histo- ria oficial», especialmen- te la que es enseñada en los colegios y aquella re- producida en los medios de comunicación. Pare- ciera que tanto en la tele- visión como en la radio y los textos escolares, la que persiste es la historia tra- dicional, que se asemeja a la historia patria de héroes y grandes personajes antes que de clases populares; de visiones anticuadas de lo andino; de una excesiva romantización de los In- cas; y un siempre insufi- ciente cuestionamiento del centralismo limeño. En esta misma línea, los de- bates se han vuelto hacia un discurso nacionalista a la defensiva y presentar al Perú como un sólido blo- que contra Chile, el impe- rialismo u otras amenazas externas. Los buenos his- toriadores emplean el tér- mino patria con cautela. No es que sean antipatrio- tas ni nada por el estilo (aun cuando muchos de ellos no han nacido en el Perú, como yo), pero han optado por aceptar que la patria significa muchas cosas para gente muy dis- tinta, enfatizando así la heterogeneidad del país. Muchos debates televisi- vos sobre historia, con ex- cepciones a las que me re- feriré después, apelan al discurso de presentar al Perú como una víctima o, en un giro relativamente nuevo, como una poten- cia culinaria emergente en la que el ceviche y la qui- nua provocan la unión de Una serie de estudios históricos innovadores y provocadores marcaron el mundo intelectual peruano entre 1970 y 1990. La utopía andina, la nueva historia regional, la historia desde abajo, así como los debates sobre las Guerras de Independencia se hicieron presentes no solo en Perú sino en el extranjero, moldeando las discusiones que se llevaban a cabo dentro del país y convocando el interés de los colegas de fuera. Retos y posibilidades Charles Walker C LA HISTORIA EN EL PERÚ ACTUAL

Charles Walker - La historia en el Perú actual. Retos y posibilidades

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Una serie de estudios históricos innovadores y provocadores marcaron el mundo intelectual peruano entre 1970 y 1990. La utopía andina, la nueva historia regional, la historia desde abajo, así como los debates sobre las Guerras de Independencia se hicieron presentes no solo en Perú sino en el extranjero, moldeando las discusiones que se llevaban a cabodentro del país y convocando el interés de los colegas de fuera.Publicado en Libros & Artes, 54-55 (agosto 2012): 20-23.

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Page 1: Charles Walker - La historia en el Perú actual. Retos y posibilidades

Página 20LIBROS & ARTES

on figuras como

Franklin Pease, He-

raclio Bonilla y Alberto

Flores Galindo, la historia

se posicionó en el centro

de los debates públicos e

influyó notablemente en

disciplinas cercanas como

la antropología y la socio-

logía. Para la Generación

del 68, los cambios que se

venían produciendo en el

Perú equivalían a hacer lo

propio en la disciplina his-

tórica y desmantelar la vi-

sión limitada y conserva-

dora que hasta entonces

prevalecía para poner a los

de abajo en el centro de

la acción. Los historiado-

res han venido realizando

trabajos metodológica-

mente innovadores y po-

líticamente significativos

sobre esclavitud, la eco-

nomía del mundo andino,

así como sobre una serie

de temas que significaron

un desplazamiento –al

menos temporal– del en-

foque tradicional en la ciu-

dad capital (Lima), las éli-

tes y la historia institucio-

nal. Los bibliófilos lati-

noamericanistas dirigieron

su mirada hacia los diver-

sos centros de investiga-

ción como el Instituto de

Estudios Peruanos, el Cen-

tro Bartolomé de las Ca-

sas, el Instituto de Pasto-

ral Andina, el Instituto

Francés de Estudios Andi-

nos, y muchos otros que

promovían la publicación

de trabajos originales e

inspiradores, mientras que

las revistas Allpanchis y

Revista Andina –ambas

editadas en Cusco– man-

tenían un público lector

amplio e internacional.

En la actualidad, la his-

toria no tiene la presencia

que alguna vez tuvo entre

los círculos intelectuales

en el Perú. La antropolo-

gía ha resurgido, en parte

gracias a un gran intelec-

tual público, el desapare-

cido y entrañable Carlos

Iván Degregori; mientras

otras disciplinas como la

sociología y la literatura al

igual que otras disciplinas

más recientes, como los

Estudios Culturales, han

comenzado a captar un

mayor interés. Lo que per-

cibimos como la decaden-

cia del peso de la historia

en los debates públicos se

debe a la consolidación de

las disciplinas antes men-

cionadas pero también al

estancamiento ocurrido al

interior de la disciplina

histórica. Ninguna pers-

pectiva histórica novedo-

sa como la utopía andina

o la historia regional ha

surgido para impulsar de-

bates y discusiones tal

como lo hicieran dos dé-

cadas atrás además de que

la actual comunidad de

historiadores se encuentra

fragmentada. En realidad,

convendría más hablar en

plural: comunidades de

historiadores y no una sola

comunidad. No obstante,

en décadas recientes, se

han producido importan-

tes trabajos históricos,

muy respetados en el ex-

tranjero, que han orienta-

do los debates hacia temas

como el centralismo, el

caudillismo, la cultura po-

lítica y lo indígena.

Sin embargo, tengo la

impresión de que existe un

desfase entre esta influyen-

te y excitante producción

historiográfica y la «histo-

ria oficial», especialmen-

te la que es enseñada en

los colegios y aquella re-

producida en los medios

de comunicación. Pare-

ciera que tanto en la tele-

visión como en la radio y

los textos escolares, la que

persiste es la historia tra-

dicional, que se asemeja a

la historia patria de héroes

y grandes personajes antes

que de clases populares; de

visiones anticuadas de lo

andino; de una excesiva

romantización de los In-

cas; y un siempre insufi-

ciente cuestionamiento

del centralismo limeño. En

esta misma línea, los de-

bates se han vuelto hacia

un discurso nacionalista a

la defensiva y presentar al

Perú como un sólido blo-

que contra Chile, el impe-

rialismo u otras amenazas

externas. Los buenos his-

toriadores emplean el tér-

mino patria con cautela.

No es que sean antipatrio-

tas ni nada por el estilo

(aun cuando muchos de

ellos no han nacido en el

Perú, como yo), pero han

optado por aceptar que la

patria significa muchas

cosas para gente muy dis-

tinta, enfatizando así la

heterogeneidad del país.

Muchos debates televisi-

vos sobre historia, con ex-

cepciones a las que me re-

feriré después, apelan al

discurso de presentar al

Perú como una víctima o,

en un giro relativamente

nuevo, como una poten-

cia culinaria emergente en

la que el ceviche y la qui-

nua provocan la unión de

Una serie de estudios históricos innovadores y provocadores marcaronel mundo intelectual peruano entre 1970 y 1990. La utopía andina, la nueva historia regional,

la historia desde abajo, así como los debates sobre las Guerras de Independencia se hicieron presentesno solo en Perú sino en el extranjero, moldeando las discusiones que se llevaban a cabo

dentro del país y convocando el interés de los colegas de fuera.

Retos y posibilidades

Charles Walker

C

LA HISTORIA EN EL PERÚ ACTUAL

Page 2: Charles Walker - La historia en el Perú actual. Retos y posibilidades

LIBROS & ARTESPágina 21

todos los peruanos y don-

de la comida está por en-

cima de cualquier des-

acuerdo o división. Mi

opinión personal –y per-

mítanme enfatizar que se

trata de una opinión– es

que la nueva historia so-

cial que caracteriza a mu-

cha de la reciente historio-

grafía aun no ha chorreadohacia abajo. A continua-

ción esbozo algunas expli-

caciones sobre este fenó-

meno –las barreras exis-

tentes entre una excelen-

te producción académica

y otras formas de entender

el pasado– y señalar algu-

nas razones de optimismo.1

Es posible que la histo-

ria crítica y la historia ofi-

cial deban ser antagonis-

tas necesariamente una de

otra. Sea que abordaran las

historias de grupos étni-

cos, la historia regional, la

mentalidad o algún aspec-

tos de la historia económi-

ca, lo cierto es que un hilo

común que los diversos

trabajos publicados en las

décadas de 1970 y 1980

tenían era que celebraban

la complejidad del país.

Así, los historiadores so-

ciales subrayaron la pre-

sencia de los descendien-

tes de origen africano y

asiático mientras los etno-

historiadores ponían énfa-

sis en la naturaleza multi-

cultural de la población

andina. El enfoque en la

política rural demostró

que los campesinos no solo

eran entusiastas actores

políticos sino que la polí-

tica local variaba amplia-

mente de un lugar a otro.

No todas las regiones son

iguales, no toda la pobla-

ción andina es homogé-

nea, no todos los peruanos

idénticos… y la política

varía también en el espa-

cio y el tiempo. Todos los

editores de libros escola-

res y profesores de histo-

ria, sean de educación pri-

maria, secundaria o supe-

rior, reconocen cuán difí-

cil es enseñar historia que

enfatice lo heterogéneo,

pues los estudiantes quie-

ren patrones que expli-

quen la continuidad antes

que los casos excepciona-

les y la heterogeneidad.

Paradójicamente, el éxito

de la historia social en dé-

cadas recientes (la repre-

sentación del Perú como

un país de «todas las san-

gres», el énfasis en la di-

versidad) ha impedido

que se traduzca en una sín-

tesis simple y concisa de

trabajos de difusión.

La generación de histo-

riadores posterior a 1968

fue, casi al unísono, abier-

tamente política. Ellos

consideraban sus investi-

gaciones como parte de un

esfuerzo mayor por descen-

tralizar al país y cambiar-

lo. Por supuesto, este va-

riopinto grupo humano

provenía de diversas es-

cuelas y tendencias, in-

cluía personajes particula-

res en sí mismos (Franklin

Pease. y Alberto Flores

Galindo se guardaban res-

peto mutuo pero no com-

partían los mismos refe-

rentes políticos) e iba mo-

dificándose a medida que

el tiempo transcurría. Por

ejemplo, en los tempranos

años 1970, muchos auto-

res querían contribuir de

manera metafórica a cla-

var el ataúd de la oligar-

quía, mientras que en los

años 1980 los conceptos

de identidad y subjetivi-

dad fueron incorporados a

los estudios históricos y ya

se comienza a percibir los

inicios del postestructura-

lismo. Sin embargo, los

historiadores de 1970 en

adelante enfatizaron la

manera en que los grupos

resistieron al poder y bus-

caron el cambio político.

Este es quizás el elemento

en común que todos com-

parten. Con estudios que

abordan desde los grupos

campa hasta el Valle del

Mantaro o los civilistas, se

logró derribar la noción de

un grupo que descendía

de la aristocracia colonial,

con poder absoluto para

imponerse de manera he-

gemónica al resto de la

sociedad. Los nuevos estu-

dios han demostrado la

evolución y las disputas al

interior de las elites al

igual que la forma en que

los diversos «subalternos»

han cuestionado el poder

y buscado derribar a los de

arriba. En realidad, hemos

ido muy lejos en nuestras

interpretaciones. Algunos

críticos de los estudios sub-

alternos y de la noción de

resistencia, conceptos

muy influyentes en el Perú

y el extranjero, han seña-

lado que pese a la existen-

cia de la agencia subalter-

na y una extendida resis-

tencia, el poder ha perma-

necido en manos de un

pequeño grupo radicado

en Lima por varios siglos.

Puede que los apellidos

hayan cambiado así como

las formas de poder (hoy

en dia los medios de co-

municación son funda-

mentales), pero también

es cierto que el Perú no ha

sido el lugar donde haya

ocurrido una revolución

popular exitosa y donde

los logros de los gobiernos

populistas han sido más

bien limitados. Dicho de

otra forma, quizás al enfa-

tizar o romantizar algunas

estrategias de lucha, los

historiadores hemos ido

muy lejos y hemos dado la

impresión de la existencia

de relaciones políticas más

fluidas o de un régimen

más democrático del que

existió o existe en el Perú.

Si los historiadores he-

mos o no exagerado estra-

tegias locales de resolu-

ción de conflictos (y, con

algunas excepciones, si

hemos abandonado o sos-

layado a las elites nacio-

nales o políticas) es algo

que no puede ser respon-

dido en el presente ensa-

yo, o por una sola perso-

na. Lo que sí es claro, es

que las nuevas perspecti-

vas sobre política local y

regional y el interés en tor-

no al poder no se traslu-

cen en los textos escola-

res. Mientras que las lu-

chas campesinas del Valle

del Mantaro contra las tro-

pas chilenas permite pro-

fundizar en nuestra com-

prensión del periodo y cal-

za dentro de la narrativa

nacionalista, otros casos de

insurgencia y política lo-

cal no pueden ser captu-

radas en trabajos de sínte-

sis. Marcos Cueto y Car-

los Contreras han realiza-

do un trabajo admirable

de reflexión en torno a

esta nueva noción de la

política en su obra Histo-ria del Perú contemporáneo,

pero comprensiblemente

se trata de un libro que no

puede incorporar todas las

variantes desarrolladas por

generaciones de historia-

dores. Los lectores no es-

pecializados gustan de sín-

tesis panorámicas, no una

lista de casos excepciona-

les. Además, en gran par-

te de los trabajos que

abordan la política rural

predomina lo teórico,

cuando precisamente la

mayoría de lectores prefie-

re no tener que lidiar con

el lenguaje de los estudios

postcoloniales o de los es-

tudios subalternos. Así

como la heterogeneidad

1 Este ensayo se basa en un artí-culo más extenso: «La nueva historiay la historia de siempre: el impacto delas nuevas corrientes historiográficas enel Perú actual», En: Carlos Aguirre yCarmen Mc Evoy, eds., Intelectua-

les y poder: Ensayos en torno a la

república de las letras en el Perú e

Hispanoamérica (ss. XVI-XX)(Lima: IFEA, PUC Riva Agüero,2008), pp. 479-510, en el cual ellector puede encontrar las citas comple-tas. Una versión ligeramente revisadase encuentra en Charles Walker, Diá-

logos con el Perú: Ensayos de his-

toria (Lima: Fondo Editorial del Peda-gógico San Marcos, 2009).

Page 3: Charles Walker - La historia en el Perú actual. Retos y posibilidades

Página 22LIBROS & ARTES

que los historiadores so-

ciales han enfatizado en los

últimos años no ha llega-

do a los textos escolares ni

a los medios, los escrito-

res de textos escolares aun

lidian con la visión de lu-

chas y promesas no cum-

plidas que caracteriza a la

reciente historia política.

Asimismo, la comuni-

dad de historiadores se

encuentra atomizada en el

Perú. Ninguna de las revis-

tas ni eventos logra reunir

a los historiadores de di-

versas universidades. Se

anuncia un Congreso Na-

cional de Historia para

agosto el cual aspira a re-

tomar el papel que estos

eventos tuvieron en el pa-

sado. Cada uno de los tres

departamentos de Historia

más importantes en Lima

(La Católica, San Marcos

y Villarreal), tiene sus pro-

pios eventos y revistas sin

que eso signifique inter-

cambio o circulación de

colegas. En comparación

con otros países, en el Perú

se escriben pocas reseñas

académicas y casi no se

fomenta el debate. Los

estudiantes de Ayacucho y

Cusco, dos lugares de los

que conozco un poco, de-

sarrollan sus investigacio-

nes de manera indepen-

diente respecto de sus pa-

res de Lima y de ellos mis-

mos inclusive. Estas barre-

ras merman considerable-

mente la calidad del traba-

jo académico. Más diálogo

podría –sin lugar a dudas–

mejorar la calidad de la

producción histórica en el

país. Los escritores necesi-

tan intercambiar ideas,

aprender de las fuentes y

debatir sobre metodología

tanto como sea posible. Los

estudiantes necesitan escu-

char perspectivas distintas

y acumular conocimiento

sobre trabajos desarrolla-

dos previamente. Por lo

general me siento desilu-

sionado cuando llego a co-

nocer estudiantes jóvenes

y brillantes que tienen pro-

yectos fascinantes y una

importante experiencia de

archivo, pero que descono-

cen trabajos claves en su

campo o de otros académi-

cos que se encuentran

abordando temas similares.

Un reciente recuento

de la investigación histó-

rica en San Marcos critica

a muchos escritores, inclu-

yendo a mí mismo, por

excluir las tesis de los ba-

lances historiográficos. Su

autor, Álex Loayza, seña-

la que: «un sector de la

academia peruana y, sobre

todo, extranjera peca de

autorreferencial.»2 Tiene

razón cuando señala que

pasamos revista de mane-

ra muy rápida a las univer-

sidades nacionales, pero

también hay que mencio-

nar que los autores cita-

dos, y que incluyen al des-

aparecido Alberto Flores

Galindo, Luis Miguel Gla-

ve, Paulo Drinot y yo mis-

mo, no tuvimos acceso

directo a las tesis, al me-

nos no con las facilidades

que existen hoy en día. El

libro en sí, Trabajos de his-toria: Religión, cultura ypolítica en el Perú, siglosXVII-XX (Lima: Fondo

Editorial UNMSM, 2011),

hace una importante con-

tribución al publicar una

compilación de artículos

que tienen como origen

tesis presentadas en San

Marcos. Libros como estos

son importantes y necesa-

rios para entablar diálogo

con otros historiadores,

peruanos o extranjeros.

Muy rara vez las revistas

publicadas en San Marcos,

Villarreal o la Universidad

Nacional San Antonio de

Abad tienen impacto fue-

ra de sus respectivos cam-

pus. Se puede discutir si la

responsabilidad es de quie-

nes las producen (autores

y editores) o de quienes las

consumen; pero de lo que

no hay duda es que se tra-

ta de un ejemplo más de

la atomización de la co-

munidad de historiadores.

Esta atomización no

solo reduce la calidad del

trabajo histórico sino tam-

bién de su impacto. Para

el lector especializado, no

existe una revista de his-

toria a la cual acudir (His-tórica, editada por la

PUCP, tal vez sea la ex-

cepción) y en cuanto a

eventos, existen muchos,

pequeños en su mayoría,

que se llevan a cabo en

alguna de estas universida-

des. Para aquellos que to-

man la historia como un

hobby (y en el Perú hay

muchos historiadores ama-

teurs apasionados) es difí-

cil tener acceso a eventos

y publicaciones académi-

cas. Las presentaciones de

libros sirven como un foro

público, y añaden las Ong

como el Instituto de Estu-

dios Peruanos a nuestra lis-

ta, aunque estas presenta-

ciones no son los mejores

espacios para el debate y

la discusión. Cualquiera

que haya aceptado presen-

tar un libro sabe que a

menos que el/la autor/a

quiera aplausos o una crí-

tica soporífera, debe tratar

de mantener un balance

entre una respetuosa con-

textualización del libro y

una crítica amable hacia

este. Las presentaciones

terminan siendo entonces

una celebración antes que

un encuentro crítico. Una

discusión de alcance na-

cional que integre diferen-

tes generaciones de escue-

las podría mejorar la cali-

dad y alcance del trabajo

histórico.

El precio de los libros

es otro problema, pero

también una posibilidad.

Los libros son relativamen-

te caros en el Perú, un país

con bajos salarios pero con

comida a bajo precio y de

buena calidad. Quizás al-

gún economista podría

crear un índice de cuán-

tos deliciosos almuerzos se

podrían comprar con el

precio de un solo libro.

Los editores hacen acroba-

cias para hallar el precio

correcto: si muy alto, no

pueden vender demasia-

dos ejemplares; si muy

bajo, no alcanzan a cubrir

los costos. Esto se aplica

para todos los productos

pero la demanda se redu-

ce a quienes pueden cos-

tear su precio, como aque-

llos de clases acomodadas

o extranjeros que conside-

ran un libro de 35 soles

como baratos, mientras

que para alguien con me-

nos recursos le parecerá

caro. Además, el pirateo

cambia la ecuación. Cual-

quier libro exitoso, sea

este un best-seller o uno de

los que se leen en la uni-

versidad, será pirateado.

La falta de librerías fuera

del corredor de Miraflores

y San Isidro y de las uni-

versidades es algo que la-

mentar.

Perú me sorprende

como un caso de líder re-

gional en ediciones. Y edi-

ciones que son no solo

atractivas sino que están

bien hechas. Conozco co-

legas de otras partes de

América Latina que cons-

tantemente me dicen lo

impresionados que están

por la calidad de las pu-

blicaciones peruanas y sus

relativamente bajos pre-

cios. Todo colega extran-

jero que conozco deja el

Perú con exceso de equi-

paje por las maletas con

libros que compran, sean

estos nuevos o viejos.

¿Qué impide entonces

que se exporten más li-

bros? Esta es otra interro-

gante que valdría la pena

explorar. Libros bien es-

critos de historia podrían

aprovechar esta oportuni-

dad.

De un lado, los histo-

riadores han producido

trabajos innovadores que

han ayudado a una mejor

comprensión del país y

que han ayudado a cues-

tionar a quienes manejan

el poder. Todo ello es

bienvenido, pero estos

enfoques han demostrado

la dificultad a la hora de

hacerlas más accesibles al

público. Además, las divi-

siones y el aislamiento que

caracterizan a los historia-

dores, así como el relati-

vamente alto costo de los

libros impide la discusión,

2Álex Loayza Pérez, «Notas so-bre la historiografía en la UniversidadSan Marcos después de la «nueva his-toria», En: Dino León Fernández, ÁlexLoayza Pérez, Marcos Garfias Dávi-la, eds., Trabajos de historia: Reli-

gión, cultura y política, siglos XVII-

XX (Lima: UNMSM, 2011, 2011)13-33, cita en 13.

Page 4: Charles Walker - La historia en el Perú actual. Retos y posibilidades

LIBROS & ARTESPágina 23

el debate y la circulación

de ideas. De otro, quienes

producen y compran tex-

tos escolares y, en general,

los medios de comunica-

ción no siempre son abier-

tos a recibir una perspec-

tiva crítica, por lo general

–aunque no siempre– aso-

ciada a la izquierda. No se

trata de un fenómeno ex-

clusivamente peruano.

Los cursos de historia en

muchas escuelas de Esta-

dos Unidos tienden a pri-

vilegiar la historia patria,

ensalzando a los héroes

nacionales, minimizando

los conflictos locales y po-

niendo por encima de

todo la unidad de la na-

ción. En los Estados Uni-

dos, esta batalla ha alcan-

zado nuevos niveles en los

últimos años, con conser-

vadores tratando de con-

trolar la forma de narrar,

por ejemplo, la esclavitud,

la Guerra Civil o la Gue-

rra de Vietnam. Entender

la producción y consumo

de textos escolares requie-

re un estudio aparte pero

se puede afirmar que los

recientes Ministros de

Educación y los propieta-

rios de colegios privados

no están interesados, en lo

absoluto, en la historia crí-

tica. No es solo que estas

ideas sean difíciles de pre-

sentar en un formato ami-

gable sino que la crítica

misma hacia el poder y el

enfoque en los problemas

estructurales del país no es

algo que sea del agrado de

quienes tienen el poder.

Además, los estudios so-

bre género y sexualidad

han introducido nuevos

análisis sobre el cuerpo y

la reproducción, temas

que los directores de co-

legio, particularmente los

de centros de formación

católica, no estarían de

acuerdo en impartir. No

estoy diciendo que exista

censura o algo similar, y

reconozco que mi análisis

sobre los textos escolares,

basado en entrevistas con

varios editores, fue hecho

años atrás y necesita ser

actualizado. Sin embargo,

creo que es evidente que

tanto productores como

consumidores de estos

textos no acogen del todo

el tono hipercrítico de la

mayoría de los trabajos

publicados en los últimos

años.

De las entrevistas con

los editores se deduce que

los profesores también se

resisten al cambio. Según

su experiencia presentan-

do libros de texto en ta-

lleres para profesores, un

editor me comentó que

muchos maestros se que-

jaban de tener que reha-

cer sus clases sin ningún

tipo de compensación.

Como ocurre con todos

los profesores, desde la pri-

maria hasta los de educa-

ción superior, siempre es

más fácil usar el programa

del año anterior. Esta es

una actitud entendible si

consideramos el escaso

apoyo, ya sea en tiempo o

recursos, que reciben los

profesores de colegios pú-

blicos y privados para de-

dicar tiempo al desarrollo

curricular. La innovación

requiere trabajo adicional,

el cual no es reconocido

ni recompensado. Asimis-

mo, otras personas men-

cionan que muchos profe-

sores se sienten incómodos

utilizando métodos peda-

gógicos más «interacti-

vos», en los que los estu-

diantes participan y apren-

den a cuestionar en vez de

memorizar y repetir. A

estos profesores no les gus-

ta este estilo más «demo-

crático» y, dentro de lo

posible, prefieren conti-

nuar dentro de la tradición

más escolástica que privi-

legia el aprendizaje desde

arriba. Por supuesto que

existen innumerables ejem-

plos opuestos de profeso-

res con extraordinaria de-

dicación. Hace pocos

meses, varios profesores en

Cusco me comentaron

que mientras sus centros

educativos compraban

computadoras, no tenían

recursos para el manteni-

miento de las aulas ni para

capacitarlos a ellos en los

nuevos programas infor-

máticos.

Pero también hay espa-

cio para el optimismo. Me

impresiona la cantidad de

páginas web y blogs que

abordan temas de historia

y conectan a personas,

opiniones y publicaciones

que de otra manera no se

encontrarían entre sí. Exis-

te alrededor de medio

centenar de blogs a nivel

nacional, algunos dirigidos

por historiadores profesio-

nales, otros por amateurs,

pero cuya acogida es im-

presionante y logran llegar

a un público al cual los li-

bros no acceden de mane-

ra tan sencilla. Blogs

como El Reportero de laHistoria o Amautacuna deHistoria tiene sus «nichos»

entre periodistas y medios

de comunicación y educa-

dores, respectivamente.

Las redes sociales como

Facebook y Twitter han

contribuido también a

acortar el espacio entre

historiadores. Esto es cier-

to si nos referimos a co-

nectar Lima y las demás

regiones, pero también se

aplica al interior de Lima.

El tráfico se ha incremen-

tado a tal punto que to-

dos se quejan de lo difícil

que es llegar puntual a la

presentación de algún li-

bro ya sea en San Marcos,

el IEP o la Biblioteca Na-

cional. Las revistas en lí-

nea ayudan mucho a redu-

cir costos y evitar largos

meses de espera hasta que

llegue una revista del ex-

tranjero. Por otro lado, los

cursos de capacitación

que realizan instituciones

como el IEP y el Instituto

Riva-Agüero permiten

conectar el conocimiento

profesional con profesores

de colegio y el público en

general.

Quienes hayan llegado

hasta aquí podrán decir

que me concentro en la

historia académica y que

son más bien las narrativas

desde abajo las que cam-

bian la forma de ver el

mundo y modifican la his-

toria oficial. Para los escri-

tores que no pueden cos-

tear el producir su propia

obra, o que no pretenden

hacerlo, los blogs pueden

ser una opción interesan-

te. La televisión es tam-

bién importante. En gene-

ral, no me impresiona el

discurso histórico que pre-

sentan los noticieros, por

las razones ya menciona-

das líneas atrás: muy pa-

triotero, los Incas son ma-

ravillosos, etc. Sin embar-

go, programas como el re-

cordado «Sucedió en el

Perú», conducido por

Toni Zapata, llegan a una

gran audiencia, mucho

más que cualquier libro.

En estos sí se nota la pre-

sencia de nuevas corrien-

tes de historiadores. En

otros países latinoamerica-

nos, las telenovelas y las

series han tenido una sor-

prendente seriedad y una

producción realista en

cuanto a la historia. ¿Será

así en el Perú si sigue cre-

ciendo la industria de la

televisión, con más pro-

gramas serios?

Pertenezco a la vieja

guardia, por lo que creo en

los libros. Hay un esfuerzo

en el Perú para producir

más libros de difusión, so-

bre todo debido al éxito

que han tenido reciente-

mente. La serie de El Co-mercio, «Biblioteca Im-

prescindibles Peruanos» ha

puesto en el mercado li-

bros importantes, muy

bien editados, y con un

excelente precio, permi-

tiendo conocer los traba-

jos de autores como Gar-

cilaso de la Vega, Guamán

Poma, José Carlos Mariá-

tegui y Porras Barrene-

chea, por mencionar algu-

nos. En la última Feria In-

ternacional del Libro en

Lima observé a mucha

gente revisándolos y com-

prando los que quedaban.

Instituciones como el Con-

greso de la República y la

Biblioteca Nacional reali-

zan también un valioso

aporte a masificar el cono-

cimiento histórico por

medio de publicaciones.

Editoriales independientes

también han aparecido

ante un mercado en ex-

pansión por obras históri-

cas.

Más que pesimismo, lo

que intento expresar es

frustración. Y la frustra-

ción nunca está tan lejos

del cambio y el optimis-

mo. En el Perú (en Lima y

Cusco, las ciudades don-

de me muevo con más fre-

cuencia) hay un gran in-

terés por la historia. Los

estudiantes quieren deba-

tir, escuchar nuevas pers-

pectivas e investigar. Los

debates sociales y políti-

cos todavía se insertan en

términos históricos, como

cuando se hace referencia

a la fascinación con los

Incas, se repudia o mues-

tra cautela ante la colo-

nia, se manifiesta incerti-

dumbre sobre los logros

de la república, etc. De

igual manera, quienes no

son historiadores profesio-

nales también piensan el

país en términos históri-

cos. Como ya lo hemos

señalado, en los últimos

años se ha desarrollado un

trabajo histórico muy in-

novador. Entre las tareas

pendientes están las de

fomentar el diálogo y la

colaboración entre los his-

toriadores, dada la frag-

mentación existente, de

modo que permita produ-

cir obras y espacios que

transmitan estas nuevas

corrientes e inquietudes.

Los trabajos históricos de

calidad existen y ya ve-

mos importantes esfuerzos

de ir más allá del mundo

académico. Falta mucho

por hacer pero veo una

prometedora superación

de las barreras entre la

historia profesional y la

que se discute en los co-

legios, en los medios de

comunicación, y –¿por

qué no?– las calles.

Universidad de

California,

13 de junio del 2012

“Más que pesimismo, lo que intento expresar esfrustración. Y la frustración nunca está tan lejos del cambioy el optimismo. En el Perú (en Lima y Cusco, las ciudadesdonde me muevo con más frecuencia) hay un gran interéspor la historia. Los estudiantes quieren debatir, escuchar

nuevas perspectivas e investigar”.