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Una serie de estudios históricos innovadores y provocadores marcaron el mundo intelectual peruano entre 1970 y 1990. La utopía andina, la nueva historia regional, la historia desde abajo, así como los debates sobre las Guerras de Independencia se hicieron presentes no solo en Perú sino en el extranjero, moldeando las discusiones que se llevaban a cabodentro del país y convocando el interés de los colegas de fuera.Publicado en Libros & Artes, 54-55 (agosto 2012): 20-23.
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Página 20LIBROS & ARTES
on figuras como
Franklin Pease, He-
raclio Bonilla y Alberto
Flores Galindo, la historia
se posicionó en el centro
de los debates públicos e
influyó notablemente en
disciplinas cercanas como
la antropología y la socio-
logía. Para la Generación
del 68, los cambios que se
venían produciendo en el
Perú equivalían a hacer lo
propio en la disciplina his-
tórica y desmantelar la vi-
sión limitada y conserva-
dora que hasta entonces
prevalecía para poner a los
de abajo en el centro de
la acción. Los historiado-
res han venido realizando
trabajos metodológica-
mente innovadores y po-
líticamente significativos
sobre esclavitud, la eco-
nomía del mundo andino,
así como sobre una serie
de temas que significaron
un desplazamiento –al
menos temporal– del en-
foque tradicional en la ciu-
dad capital (Lima), las éli-
tes y la historia institucio-
nal. Los bibliófilos lati-
noamericanistas dirigieron
su mirada hacia los diver-
sos centros de investiga-
ción como el Instituto de
Estudios Peruanos, el Cen-
tro Bartolomé de las Ca-
sas, el Instituto de Pasto-
ral Andina, el Instituto
Francés de Estudios Andi-
nos, y muchos otros que
promovían la publicación
de trabajos originales e
inspiradores, mientras que
las revistas Allpanchis y
Revista Andina –ambas
editadas en Cusco– man-
tenían un público lector
amplio e internacional.
En la actualidad, la his-
toria no tiene la presencia
que alguna vez tuvo entre
los círculos intelectuales
en el Perú. La antropolo-
gía ha resurgido, en parte
gracias a un gran intelec-
tual público, el desapare-
cido y entrañable Carlos
Iván Degregori; mientras
otras disciplinas como la
sociología y la literatura al
igual que otras disciplinas
más recientes, como los
Estudios Culturales, han
comenzado a captar un
mayor interés. Lo que per-
cibimos como la decaden-
cia del peso de la historia
en los debates públicos se
debe a la consolidación de
las disciplinas antes men-
cionadas pero también al
estancamiento ocurrido al
interior de la disciplina
histórica. Ninguna pers-
pectiva histórica novedo-
sa como la utopía andina
o la historia regional ha
surgido para impulsar de-
bates y discusiones tal
como lo hicieran dos dé-
cadas atrás además de que
la actual comunidad de
historiadores se encuentra
fragmentada. En realidad,
convendría más hablar en
plural: comunidades de
historiadores y no una sola
comunidad. No obstante,
en décadas recientes, se
han producido importan-
tes trabajos históricos,
muy respetados en el ex-
tranjero, que han orienta-
do los debates hacia temas
como el centralismo, el
caudillismo, la cultura po-
lítica y lo indígena.
Sin embargo, tengo la
impresión de que existe un
desfase entre esta influyen-
te y excitante producción
historiográfica y la «histo-
ria oficial», especialmen-
te la que es enseñada en
los colegios y aquella re-
producida en los medios
de comunicación. Pare-
ciera que tanto en la tele-
visión como en la radio y
los textos escolares, la que
persiste es la historia tra-
dicional, que se asemeja a
la historia patria de héroes
y grandes personajes antes
que de clases populares; de
visiones anticuadas de lo
andino; de una excesiva
romantización de los In-
cas; y un siempre insufi-
ciente cuestionamiento
del centralismo limeño. En
esta misma línea, los de-
bates se han vuelto hacia
un discurso nacionalista a
la defensiva y presentar al
Perú como un sólido blo-
que contra Chile, el impe-
rialismo u otras amenazas
externas. Los buenos his-
toriadores emplean el tér-
mino patria con cautela.
No es que sean antipatrio-
tas ni nada por el estilo
(aun cuando muchos de
ellos no han nacido en el
Perú, como yo), pero han
optado por aceptar que la
patria significa muchas
cosas para gente muy dis-
tinta, enfatizando así la
heterogeneidad del país.
Muchos debates televisi-
vos sobre historia, con ex-
cepciones a las que me re-
feriré después, apelan al
discurso de presentar al
Perú como una víctima o,
en un giro relativamente
nuevo, como una poten-
cia culinaria emergente en
la que el ceviche y la qui-
nua provocan la unión de
Una serie de estudios históricos innovadores y provocadores marcaronel mundo intelectual peruano entre 1970 y 1990. La utopía andina, la nueva historia regional,
la historia desde abajo, así como los debates sobre las Guerras de Independencia se hicieron presentesno solo en Perú sino en el extranjero, moldeando las discusiones que se llevaban a cabo
dentro del país y convocando el interés de los colegas de fuera.
Retos y posibilidades
Charles Walker
C
LA HISTORIA EN EL PERÚ ACTUAL
LIBROS & ARTESPágina 21
todos los peruanos y don-
de la comida está por en-
cima de cualquier des-
acuerdo o división. Mi
opinión personal –y per-
mítanme enfatizar que se
trata de una opinión– es
que la nueva historia so-
cial que caracteriza a mu-
cha de la reciente historio-
grafía aun no ha chorreadohacia abajo. A continua-
ción esbozo algunas expli-
caciones sobre este fenó-
meno –las barreras exis-
tentes entre una excelen-
te producción académica
y otras formas de entender
el pasado– y señalar algu-
nas razones de optimismo.1
Es posible que la histo-
ria crítica y la historia ofi-
cial deban ser antagonis-
tas necesariamente una de
otra. Sea que abordaran las
historias de grupos étni-
cos, la historia regional, la
mentalidad o algún aspec-
tos de la historia económi-
ca, lo cierto es que un hilo
común que los diversos
trabajos publicados en las
décadas de 1970 y 1980
tenían era que celebraban
la complejidad del país.
Así, los historiadores so-
ciales subrayaron la pre-
sencia de los descendien-
tes de origen africano y
asiático mientras los etno-
historiadores ponían énfa-
sis en la naturaleza multi-
cultural de la población
andina. El enfoque en la
política rural demostró
que los campesinos no solo
eran entusiastas actores
políticos sino que la polí-
tica local variaba amplia-
mente de un lugar a otro.
No todas las regiones son
iguales, no toda la pobla-
ción andina es homogé-
nea, no todos los peruanos
idénticos… y la política
varía también en el espa-
cio y el tiempo. Todos los
editores de libros escola-
res y profesores de histo-
ria, sean de educación pri-
maria, secundaria o supe-
rior, reconocen cuán difí-
cil es enseñar historia que
enfatice lo heterogéneo,
pues los estudiantes quie-
ren patrones que expli-
quen la continuidad antes
que los casos excepciona-
les y la heterogeneidad.
Paradójicamente, el éxito
de la historia social en dé-
cadas recientes (la repre-
sentación del Perú como
un país de «todas las san-
gres», el énfasis en la di-
versidad) ha impedido
que se traduzca en una sín-
tesis simple y concisa de
trabajos de difusión.
La generación de histo-
riadores posterior a 1968
fue, casi al unísono, abier-
tamente política. Ellos
consideraban sus investi-
gaciones como parte de un
esfuerzo mayor por descen-
tralizar al país y cambiar-
lo. Por supuesto, este va-
riopinto grupo humano
provenía de diversas es-
cuelas y tendencias, in-
cluía personajes particula-
res en sí mismos (Franklin
Pease. y Alberto Flores
Galindo se guardaban res-
peto mutuo pero no com-
partían los mismos refe-
rentes políticos) e iba mo-
dificándose a medida que
el tiempo transcurría. Por
ejemplo, en los tempranos
años 1970, muchos auto-
res querían contribuir de
manera metafórica a cla-
var el ataúd de la oligar-
quía, mientras que en los
años 1980 los conceptos
de identidad y subjetivi-
dad fueron incorporados a
los estudios históricos y ya
se comienza a percibir los
inicios del postestructura-
lismo. Sin embargo, los
historiadores de 1970 en
adelante enfatizaron la
manera en que los grupos
resistieron al poder y bus-
caron el cambio político.
Este es quizás el elemento
en común que todos com-
parten. Con estudios que
abordan desde los grupos
campa hasta el Valle del
Mantaro o los civilistas, se
logró derribar la noción de
un grupo que descendía
de la aristocracia colonial,
con poder absoluto para
imponerse de manera he-
gemónica al resto de la
sociedad. Los nuevos estu-
dios han demostrado la
evolución y las disputas al
interior de las elites al
igual que la forma en que
los diversos «subalternos»
han cuestionado el poder
y buscado derribar a los de
arriba. En realidad, hemos
ido muy lejos en nuestras
interpretaciones. Algunos
críticos de los estudios sub-
alternos y de la noción de
resistencia, conceptos
muy influyentes en el Perú
y el extranjero, han seña-
lado que pese a la existen-
cia de la agencia subalter-
na y una extendida resis-
tencia, el poder ha perma-
necido en manos de un
pequeño grupo radicado
en Lima por varios siglos.
Puede que los apellidos
hayan cambiado así como
las formas de poder (hoy
en dia los medios de co-
municación son funda-
mentales), pero también
es cierto que el Perú no ha
sido el lugar donde haya
ocurrido una revolución
popular exitosa y donde
los logros de los gobiernos
populistas han sido más
bien limitados. Dicho de
otra forma, quizás al enfa-
tizar o romantizar algunas
estrategias de lucha, los
historiadores hemos ido
muy lejos y hemos dado la
impresión de la existencia
de relaciones políticas más
fluidas o de un régimen
más democrático del que
existió o existe en el Perú.
Si los historiadores he-
mos o no exagerado estra-
tegias locales de resolu-
ción de conflictos (y, con
algunas excepciones, si
hemos abandonado o sos-
layado a las elites nacio-
nales o políticas) es algo
que no puede ser respon-
dido en el presente ensa-
yo, o por una sola perso-
na. Lo que sí es claro, es
que las nuevas perspecti-
vas sobre política local y
regional y el interés en tor-
no al poder no se traslu-
cen en los textos escola-
res. Mientras que las lu-
chas campesinas del Valle
del Mantaro contra las tro-
pas chilenas permite pro-
fundizar en nuestra com-
prensión del periodo y cal-
za dentro de la narrativa
nacionalista, otros casos de
insurgencia y política lo-
cal no pueden ser captu-
radas en trabajos de sínte-
sis. Marcos Cueto y Car-
los Contreras han realiza-
do un trabajo admirable
de reflexión en torno a
esta nueva noción de la
política en su obra Histo-ria del Perú contemporáneo,
pero comprensiblemente
se trata de un libro que no
puede incorporar todas las
variantes desarrolladas por
generaciones de historia-
dores. Los lectores no es-
pecializados gustan de sín-
tesis panorámicas, no una
lista de casos excepciona-
les. Además, en gran par-
te de los trabajos que
abordan la política rural
predomina lo teórico,
cuando precisamente la
mayoría de lectores prefie-
re no tener que lidiar con
el lenguaje de los estudios
postcoloniales o de los es-
tudios subalternos. Así
como la heterogeneidad
1 Este ensayo se basa en un artí-culo más extenso: «La nueva historiay la historia de siempre: el impacto delas nuevas corrientes historiográficas enel Perú actual», En: Carlos Aguirre yCarmen Mc Evoy, eds., Intelectua-
les y poder: Ensayos en torno a la
república de las letras en el Perú e
Hispanoamérica (ss. XVI-XX)(Lima: IFEA, PUC Riva Agüero,2008), pp. 479-510, en el cual ellector puede encontrar las citas comple-tas. Una versión ligeramente revisadase encuentra en Charles Walker, Diá-
logos con el Perú: Ensayos de his-
toria (Lima: Fondo Editorial del Peda-gógico San Marcos, 2009).
Página 22LIBROS & ARTES
que los historiadores so-
ciales han enfatizado en los
últimos años no ha llega-
do a los textos escolares ni
a los medios, los escrito-
res de textos escolares aun
lidian con la visión de lu-
chas y promesas no cum-
plidas que caracteriza a la
reciente historia política.
Asimismo, la comuni-
dad de historiadores se
encuentra atomizada en el
Perú. Ninguna de las revis-
tas ni eventos logra reunir
a los historiadores de di-
versas universidades. Se
anuncia un Congreso Na-
cional de Historia para
agosto el cual aspira a re-
tomar el papel que estos
eventos tuvieron en el pa-
sado. Cada uno de los tres
departamentos de Historia
más importantes en Lima
(La Católica, San Marcos
y Villarreal), tiene sus pro-
pios eventos y revistas sin
que eso signifique inter-
cambio o circulación de
colegas. En comparación
con otros países, en el Perú
se escriben pocas reseñas
académicas y casi no se
fomenta el debate. Los
estudiantes de Ayacucho y
Cusco, dos lugares de los
que conozco un poco, de-
sarrollan sus investigacio-
nes de manera indepen-
diente respecto de sus pa-
res de Lima y de ellos mis-
mos inclusive. Estas barre-
ras merman considerable-
mente la calidad del traba-
jo académico. Más diálogo
podría –sin lugar a dudas–
mejorar la calidad de la
producción histórica en el
país. Los escritores necesi-
tan intercambiar ideas,
aprender de las fuentes y
debatir sobre metodología
tanto como sea posible. Los
estudiantes necesitan escu-
char perspectivas distintas
y acumular conocimiento
sobre trabajos desarrolla-
dos previamente. Por lo
general me siento desilu-
sionado cuando llego a co-
nocer estudiantes jóvenes
y brillantes que tienen pro-
yectos fascinantes y una
importante experiencia de
archivo, pero que descono-
cen trabajos claves en su
campo o de otros académi-
cos que se encuentran
abordando temas similares.
Un reciente recuento
de la investigación histó-
rica en San Marcos critica
a muchos escritores, inclu-
yendo a mí mismo, por
excluir las tesis de los ba-
lances historiográficos. Su
autor, Álex Loayza, seña-
la que: «un sector de la
academia peruana y, sobre
todo, extranjera peca de
autorreferencial.»2 Tiene
razón cuando señala que
pasamos revista de mane-
ra muy rápida a las univer-
sidades nacionales, pero
también hay que mencio-
nar que los autores cita-
dos, y que incluyen al des-
aparecido Alberto Flores
Galindo, Luis Miguel Gla-
ve, Paulo Drinot y yo mis-
mo, no tuvimos acceso
directo a las tesis, al me-
nos no con las facilidades
que existen hoy en día. El
libro en sí, Trabajos de his-toria: Religión, cultura ypolítica en el Perú, siglosXVII-XX (Lima: Fondo
Editorial UNMSM, 2011),
hace una importante con-
tribución al publicar una
compilación de artículos
que tienen como origen
tesis presentadas en San
Marcos. Libros como estos
son importantes y necesa-
rios para entablar diálogo
con otros historiadores,
peruanos o extranjeros.
Muy rara vez las revistas
publicadas en San Marcos,
Villarreal o la Universidad
Nacional San Antonio de
Abad tienen impacto fue-
ra de sus respectivos cam-
pus. Se puede discutir si la
responsabilidad es de quie-
nes las producen (autores
y editores) o de quienes las
consumen; pero de lo que
no hay duda es que se tra-
ta de un ejemplo más de
la atomización de la co-
munidad de historiadores.
Esta atomización no
solo reduce la calidad del
trabajo histórico sino tam-
bién de su impacto. Para
el lector especializado, no
existe una revista de his-
toria a la cual acudir (His-tórica, editada por la
PUCP, tal vez sea la ex-
cepción) y en cuanto a
eventos, existen muchos,
pequeños en su mayoría,
que se llevan a cabo en
alguna de estas universida-
des. Para aquellos que to-
man la historia como un
hobby (y en el Perú hay
muchos historiadores ama-
teurs apasionados) es difí-
cil tener acceso a eventos
y publicaciones académi-
cas. Las presentaciones de
libros sirven como un foro
público, y añaden las Ong
como el Instituto de Estu-
dios Peruanos a nuestra lis-
ta, aunque estas presenta-
ciones no son los mejores
espacios para el debate y
la discusión. Cualquiera
que haya aceptado presen-
tar un libro sabe que a
menos que el/la autor/a
quiera aplausos o una crí-
tica soporífera, debe tratar
de mantener un balance
entre una respetuosa con-
textualización del libro y
una crítica amable hacia
este. Las presentaciones
terminan siendo entonces
una celebración antes que
un encuentro crítico. Una
discusión de alcance na-
cional que integre diferen-
tes generaciones de escue-
las podría mejorar la cali-
dad y alcance del trabajo
histórico.
El precio de los libros
es otro problema, pero
también una posibilidad.
Los libros son relativamen-
te caros en el Perú, un país
con bajos salarios pero con
comida a bajo precio y de
buena calidad. Quizás al-
gún economista podría
crear un índice de cuán-
tos deliciosos almuerzos se
podrían comprar con el
precio de un solo libro.
Los editores hacen acroba-
cias para hallar el precio
correcto: si muy alto, no
pueden vender demasia-
dos ejemplares; si muy
bajo, no alcanzan a cubrir
los costos. Esto se aplica
para todos los productos
pero la demanda se redu-
ce a quienes pueden cos-
tear su precio, como aque-
llos de clases acomodadas
o extranjeros que conside-
ran un libro de 35 soles
como baratos, mientras
que para alguien con me-
nos recursos le parecerá
caro. Además, el pirateo
cambia la ecuación. Cual-
quier libro exitoso, sea
este un best-seller o uno de
los que se leen en la uni-
versidad, será pirateado.
La falta de librerías fuera
del corredor de Miraflores
y San Isidro y de las uni-
versidades es algo que la-
mentar.
Perú me sorprende
como un caso de líder re-
gional en ediciones. Y edi-
ciones que son no solo
atractivas sino que están
bien hechas. Conozco co-
legas de otras partes de
América Latina que cons-
tantemente me dicen lo
impresionados que están
por la calidad de las pu-
blicaciones peruanas y sus
relativamente bajos pre-
cios. Todo colega extran-
jero que conozco deja el
Perú con exceso de equi-
paje por las maletas con
libros que compran, sean
estos nuevos o viejos.
¿Qué impide entonces
que se exporten más li-
bros? Esta es otra interro-
gante que valdría la pena
explorar. Libros bien es-
critos de historia podrían
aprovechar esta oportuni-
dad.
De un lado, los histo-
riadores han producido
trabajos innovadores que
han ayudado a una mejor
comprensión del país y
que han ayudado a cues-
tionar a quienes manejan
el poder. Todo ello es
bienvenido, pero estos
enfoques han demostrado
la dificultad a la hora de
hacerlas más accesibles al
público. Además, las divi-
siones y el aislamiento que
caracterizan a los historia-
dores, así como el relati-
vamente alto costo de los
libros impide la discusión,
2Álex Loayza Pérez, «Notas so-bre la historiografía en la UniversidadSan Marcos después de la «nueva his-toria», En: Dino León Fernández, ÁlexLoayza Pérez, Marcos Garfias Dávi-la, eds., Trabajos de historia: Reli-
gión, cultura y política, siglos XVII-
XX (Lima: UNMSM, 2011, 2011)13-33, cita en 13.
LIBROS & ARTESPágina 23
el debate y la circulación
de ideas. De otro, quienes
producen y compran tex-
tos escolares y, en general,
los medios de comunica-
ción no siempre son abier-
tos a recibir una perspec-
tiva crítica, por lo general
–aunque no siempre– aso-
ciada a la izquierda. No se
trata de un fenómeno ex-
clusivamente peruano.
Los cursos de historia en
muchas escuelas de Esta-
dos Unidos tienden a pri-
vilegiar la historia patria,
ensalzando a los héroes
nacionales, minimizando
los conflictos locales y po-
niendo por encima de
todo la unidad de la na-
ción. En los Estados Uni-
dos, esta batalla ha alcan-
zado nuevos niveles en los
últimos años, con conser-
vadores tratando de con-
trolar la forma de narrar,
por ejemplo, la esclavitud,
la Guerra Civil o la Gue-
rra de Vietnam. Entender
la producción y consumo
de textos escolares requie-
re un estudio aparte pero
se puede afirmar que los
recientes Ministros de
Educación y los propieta-
rios de colegios privados
no están interesados, en lo
absoluto, en la historia crí-
tica. No es solo que estas
ideas sean difíciles de pre-
sentar en un formato ami-
gable sino que la crítica
misma hacia el poder y el
enfoque en los problemas
estructurales del país no es
algo que sea del agrado de
quienes tienen el poder.
Además, los estudios so-
bre género y sexualidad
han introducido nuevos
análisis sobre el cuerpo y
la reproducción, temas
que los directores de co-
legio, particularmente los
de centros de formación
católica, no estarían de
acuerdo en impartir. No
estoy diciendo que exista
censura o algo similar, y
reconozco que mi análisis
sobre los textos escolares,
basado en entrevistas con
varios editores, fue hecho
años atrás y necesita ser
actualizado. Sin embargo,
creo que es evidente que
tanto productores como
consumidores de estos
textos no acogen del todo
el tono hipercrítico de la
mayoría de los trabajos
publicados en los últimos
años.
De las entrevistas con
los editores se deduce que
los profesores también se
resisten al cambio. Según
su experiencia presentan-
do libros de texto en ta-
lleres para profesores, un
editor me comentó que
muchos maestros se que-
jaban de tener que reha-
cer sus clases sin ningún
tipo de compensación.
Como ocurre con todos
los profesores, desde la pri-
maria hasta los de educa-
ción superior, siempre es
más fácil usar el programa
del año anterior. Esta es
una actitud entendible si
consideramos el escaso
apoyo, ya sea en tiempo o
recursos, que reciben los
profesores de colegios pú-
blicos y privados para de-
dicar tiempo al desarrollo
curricular. La innovación
requiere trabajo adicional,
el cual no es reconocido
ni recompensado. Asimis-
mo, otras personas men-
cionan que muchos profe-
sores se sienten incómodos
utilizando métodos peda-
gógicos más «interacti-
vos», en los que los estu-
diantes participan y apren-
den a cuestionar en vez de
memorizar y repetir. A
estos profesores no les gus-
ta este estilo más «demo-
crático» y, dentro de lo
posible, prefieren conti-
nuar dentro de la tradición
más escolástica que privi-
legia el aprendizaje desde
arriba. Por supuesto que
existen innumerables ejem-
plos opuestos de profeso-
res con extraordinaria de-
dicación. Hace pocos
meses, varios profesores en
Cusco me comentaron
que mientras sus centros
educativos compraban
computadoras, no tenían
recursos para el manteni-
miento de las aulas ni para
capacitarlos a ellos en los
nuevos programas infor-
máticos.
Pero también hay espa-
cio para el optimismo. Me
impresiona la cantidad de
páginas web y blogs que
abordan temas de historia
y conectan a personas,
opiniones y publicaciones
que de otra manera no se
encontrarían entre sí. Exis-
te alrededor de medio
centenar de blogs a nivel
nacional, algunos dirigidos
por historiadores profesio-
nales, otros por amateurs,
pero cuya acogida es im-
presionante y logran llegar
a un público al cual los li-
bros no acceden de mane-
ra tan sencilla. Blogs
como El Reportero de laHistoria o Amautacuna deHistoria tiene sus «nichos»
entre periodistas y medios
de comunicación y educa-
dores, respectivamente.
Las redes sociales como
Facebook y Twitter han
contribuido también a
acortar el espacio entre
historiadores. Esto es cier-
to si nos referimos a co-
nectar Lima y las demás
regiones, pero también se
aplica al interior de Lima.
El tráfico se ha incremen-
tado a tal punto que to-
dos se quejan de lo difícil
que es llegar puntual a la
presentación de algún li-
bro ya sea en San Marcos,
el IEP o la Biblioteca Na-
cional. Las revistas en lí-
nea ayudan mucho a redu-
cir costos y evitar largos
meses de espera hasta que
llegue una revista del ex-
tranjero. Por otro lado, los
cursos de capacitación
que realizan instituciones
como el IEP y el Instituto
Riva-Agüero permiten
conectar el conocimiento
profesional con profesores
de colegio y el público en
general.
Quienes hayan llegado
hasta aquí podrán decir
que me concentro en la
historia académica y que
son más bien las narrativas
desde abajo las que cam-
bian la forma de ver el
mundo y modifican la his-
toria oficial. Para los escri-
tores que no pueden cos-
tear el producir su propia
obra, o que no pretenden
hacerlo, los blogs pueden
ser una opción interesan-
te. La televisión es tam-
bién importante. En gene-
ral, no me impresiona el
discurso histórico que pre-
sentan los noticieros, por
las razones ya menciona-
das líneas atrás: muy pa-
triotero, los Incas son ma-
ravillosos, etc. Sin embar-
go, programas como el re-
cordado «Sucedió en el
Perú», conducido por
Toni Zapata, llegan a una
gran audiencia, mucho
más que cualquier libro.
En estos sí se nota la pre-
sencia de nuevas corrien-
tes de historiadores. En
otros países latinoamerica-
nos, las telenovelas y las
series han tenido una sor-
prendente seriedad y una
producción realista en
cuanto a la historia. ¿Será
así en el Perú si sigue cre-
ciendo la industria de la
televisión, con más pro-
gramas serios?
Pertenezco a la vieja
guardia, por lo que creo en
los libros. Hay un esfuerzo
en el Perú para producir
más libros de difusión, so-
bre todo debido al éxito
que han tenido reciente-
mente. La serie de El Co-mercio, «Biblioteca Im-
prescindibles Peruanos» ha
puesto en el mercado li-
bros importantes, muy
bien editados, y con un
excelente precio, permi-
tiendo conocer los traba-
jos de autores como Gar-
cilaso de la Vega, Guamán
Poma, José Carlos Mariá-
tegui y Porras Barrene-
chea, por mencionar algu-
nos. En la última Feria In-
ternacional del Libro en
Lima observé a mucha
gente revisándolos y com-
prando los que quedaban.
Instituciones como el Con-
greso de la República y la
Biblioteca Nacional reali-
zan también un valioso
aporte a masificar el cono-
cimiento histórico por
medio de publicaciones.
Editoriales independientes
también han aparecido
ante un mercado en ex-
pansión por obras históri-
cas.
Más que pesimismo, lo
que intento expresar es
frustración. Y la frustra-
ción nunca está tan lejos
del cambio y el optimis-
mo. En el Perú (en Lima y
Cusco, las ciudades don-
de me muevo con más fre-
cuencia) hay un gran in-
terés por la historia. Los
estudiantes quieren deba-
tir, escuchar nuevas pers-
pectivas e investigar. Los
debates sociales y políti-
cos todavía se insertan en
términos históricos, como
cuando se hace referencia
a la fascinación con los
Incas, se repudia o mues-
tra cautela ante la colo-
nia, se manifiesta incerti-
dumbre sobre los logros
de la república, etc. De
igual manera, quienes no
son historiadores profesio-
nales también piensan el
país en términos históri-
cos. Como ya lo hemos
señalado, en los últimos
años se ha desarrollado un
trabajo histórico muy in-
novador. Entre las tareas
pendientes están las de
fomentar el diálogo y la
colaboración entre los his-
toriadores, dada la frag-
mentación existente, de
modo que permita produ-
cir obras y espacios que
transmitan estas nuevas
corrientes e inquietudes.
Los trabajos históricos de
calidad existen y ya ve-
mos importantes esfuerzos
de ir más allá del mundo
académico. Falta mucho
por hacer pero veo una
prometedora superación
de las barreras entre la
historia profesional y la
que se discute en los co-
legios, en los medios de
comunicación, y –¿por
qué no?– las calles.
Universidad de
California,
13 de junio del 2012
“Más que pesimismo, lo que intento expresar esfrustración. Y la frustración nunca está tan lejos del cambioy el optimismo. En el Perú (en Lima y Cusco, las ciudadesdonde me muevo con más frecuencia) hay un gran interéspor la historia. Los estudiantes quieren debatir, escuchar
nuevas perspectivas e investigar”.