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Cartilla Navidad Distinta Queridos amigos, ¿Cómo están? Luego de haber vivido un año intenso, haber vivido muchas actividades juntos, haber crecido como comunidad pa- rroquial, decanal y diocesano, y poder tener la alegría de seguir compartiendo un nuevo nacimiento de Jesús viviéndolo desde un corazón renovado y lleno de misericordia. Esta cartilla no deja de ser una herramienta para que como verdadera comunidad juvenil, parroquial o decanal, podamos seguir creciendo juntos en nuestra fe y podamos celebrar la vida nueva en nuestra vida, en la iglesia joven que queremos! [email protected] P Juventud Mendoza

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Cartilla Navidad DistintaQueridos amigos, ¿Cómo están? Luego de haber vivido un año intenso, haber vivido muchas actividades juntos, haber crecido como comunidad pa-rroquial, decanal y diocesano, y poder tener la alegría de seguir compartiendo un nuevo nacimiento de Jesús viviéndolo desde un corazón renovado y lleno de misericordia.

Esta cartilla no deja de ser una herramienta para que como verdadera comunidad juvenil, parroquial o decanal, podamos seguir creciendo juntos en nuestra fe y podamos celebrar la vida nueva en nuestra vida, en la iglesia joven que queremos!

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Sabías qué?...Unidos al Papa Francisco en su deseo de renovar el anun-cio al mundo d hoy de las Misericordias de Dios procla-mando el Año Santo de la Misericordia para le 2015-2016. Poniendo la mirada y el corazón en la Misericordia de Dios, fuente de alegría, de serenidad y de paz.Misericordia: es la ley fundamental que había en el cora-zón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al her-mano que encuentre en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une dios y el hombre, porque abre el cora-zón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado. (BMV, 2)

¿Qué es un Año Santo?El Papa Francisco ha anunciado la celebración de un Ju-bileo de la Misericordia, un Año santo de la Misericordia que comenzara el 8 de diciembre de 2015 y terminara el 20 de Noviembre de 2016, que comenzará con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción. La celebración del Jubileo se origina en el judaísmo. Con-sistía en una conmemoración de un año sabático que te-nia un significado particular. Esta fiesta se realizaba cada 50 años.Durante un año se ponían a los esclavos en libertad, se restituían las propiedades a quienes las habían perdido, se perdonaban las deudas, las tierras debían permanecer sin cultivar y se descansaba.En la tradición católica, el Jubileo consiste en que durante un año se conceden indulgencias a os fieles que cumplen con ciertas disposiciones eclesiales establecidas por el Vaticano. en este año se da un perdón general, indulgen-cias y se hace un llamado a profundizar la relación con Dios y con el prójimo.Cada Año Santo es una oportunidad para alimentar la fe y renovar el compromiso de ser un testimonio de Cristo. Es una invitación a la conversión.El Jubileo proclamado por el Papa es un Año Santo Extraordinario.

Oración por el año de la Misericordia

Señor Jesucristo,tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo,y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero;a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura;hizo llorar a Pedro luego de la traición,y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible,del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia:haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidadpara que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error:haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unciónpara que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señory tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobresproclamar la libertad a los prisioneros y oprimidosy restituir la vista a los ciegos.Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia,a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.Amén.

Iniciemos el encuentro poniéndonos en presencia del Dios y pidiéndole al Espíritu Santo que descienda sobre nosotros y nos ayude a trabajar en comunidad, como también invocamos a nuestra Santísima Madre para que nos enseñe a ser dóciles a su amor y así para preparar nuestro corazón para la llegada del Redentor, rostro de la misericordia del Padre.

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Se comienza este Jubileo con la Apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, que solo se abre duran-te un año Santo. La apertura de la puerta significa que se abre un camino extraordinario hacia la salvación.

Año Santo de la MisericordiaSiempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia, es la fuente de alegría, de serenidad de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericor-dia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que había en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentre en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une dios y el hombre, porque abre el corazón a la es-peranza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado. (BMV, 2)

Hay momentos en los que de un modo mucho más in-tenso estamos llamados a tener la mirada fija en la mise-ricordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que ha anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiem-po propicio para la Iglesia, para que se haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes. (BMV, 2-3)

Objetivos del Año SantoQueremos vivir este Año Jubilar a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre.Sed misericordiosos como el padre vuestro es misericor-dioso (Lc 6, 36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz.

Motivación / Descripción de la Experiencia

Ya en presencia del Señor nos disponemos a trabajar, haremos memoria de lo reflexionado en fiesta Diocesana para así poder reflexionar más provechosamente la cartilla.

María con su Sí al Padre en la Anunciación trajo al mundo al Amor, gracias a esa respuesta llego para nosotros y todos los hombres la salvación y la infinita misericordia del Padre. Nuestra Madre nos regalo la misericordia hecha carne, y como hijos agradecidos en nuestra fiesta patronal diocesana decidimos ser como ella verdaderos portadores e islas de Misericordia para el hermano.

Haciendo eco y en sintonía con la apertura del Año San-to de la Misericordia y el congreso Eucarístico 2016 y en camino a la preparación de la natividad de nuestro Señor Jesucristo leemos la lectura de Lc 2,4-6;11:

“José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para ins-cribirse con María, su espo-sa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo en-volvió en pañales y lo acos-tó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue (…) Hoy, en la ciu-dad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Me-sías, el Señor”.

Después de la anunciación, después del Sí de María, la Sa-grada familia se enfrentaba a una dura realidad. No había lugar para ellos, no había lugar para el Mesías que llegaba.

Como en aquellos días, nuestra realidad se asemeja mu-cho a aquella noche. La Misericordia de Dios se acerca a nuestras vidas en la Navidad y no encuentra albergue. El acontecer diario nos acelera. Cierra puertas y corazones, como le fueron cerrados al Cristo naciente aquella noche y no permite que el amor de Dios se manifieste más allá de las simples tradiciones comerciales de este momento del año.

*“le llegó el tiempo de ser madre” expresa la lectura, por-que la vida Nueva no se hacía esperar. La misericordia de Dios no reparaba en las comodidades humanas, o en los detalles, y en la humildad de un pequeño pesebre irrumpió la Vida de Dios sin lujos ni excesos. De la misma manera, llega el momento de la Navidad, y sin reparar en los mate-riales preparativos de cenas y festejos, el Cristo no se hace esperar. No necesita luces y adornos para hacerse presen-te en nuestros hogares.

*Sin embargo, ¿Encuentra en nosotros esa misma predis-posición con la que María lo preparó todo en la humildad del pesebre? Acogemos con el mismo amor y ternura en nuestro corazón al bebe pequeño tal como María que (…) “lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre” (…) y podríamos preguntarnos entonces: ¿Qué listado de prepa-rativos y quehaceres nos desvelan los días previos al 24? ¿Cuál es nuestro plan familiar para celebrar el Nacimiento

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de Jesús, encarnación de la Misericordia de Dios?

*Seguramente cada uno de nosotros tiene múltiples ac-tividades parroquiales en esta Navidad, pero, sin descui-darlas, los invitamos a poner atención en un punto funda-mental.

Como dice en su catequesis del 17 de diciembre de 2014 nuestro Santo Padre (…)”La Encarnación del Hijo de Dios abre un nuevo inicio en la historia universal del hombre y la mujer.

Y este nuevo inicio tiene lugar en el seno de una familia, en Nazaret. Jesús nació en una familia. Él podía llegar de ma-nera espectacular, o como un guerrero, un emperador... No, no: viene como un hijo de familia. (…)Dios eligió nacer en una familia humana, que Él mismo formó. La formó en un poblado perdido de la periferia del Imperio Romano. No en Roma, que era la capital del Imperio, no en una gran ciudad, sino en una periferia casi invisible, sino más bien con mala fama. Lo recuerdan también los Evangelios, casi como un modo de decir: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jn 1, 46). Tal vez, en muchas partes del mundo, nosotros mismos aún hablamos así, cuando oímos el nom-bre de algún sitio periférico de una gran ciudad. Sin em-bargo, precisamente allí, en esa periferia del gran Imperio, inició la historia más santa y más buena, la de Jesús entre los hombres. Y allí se encontraba esta familia”.(…)

Nuestro peregrinar hacia el Cielo comienza en el seno de nuestras familias, y es allí donde entonces primero que en cualquier otro lugar debemos empezar a manifestar la misericordia de Dios, el amor que nos empapa e impulsa. Así podemos ver que la plenitud de la Salvación acontece entre el sencillo abrazo de José, María y Jesús. De igual forma, nuestra vivencia de Iglesia para esta Navidad debe empezar en el sencillo abrazo de nuestra familia y prepa-rar el pesebre familiar de tal manera que la Adoración del 24 a la noche nos permita sentir el nacimiento de Dios Vivo en nuestro hogar, para poder entonces afirmar llenos de júbilo que “ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Se-ñor”

María Siempre es el modelo de todo cristiano, en fe, en entrega, en amor.

En esta Navidad, es protagonista desde el momento del Si hasta el pesebre. En el momento del Si, el Espíritu San-to obra. Su SI abre la puerta de la Misericordia para ella primero, y para todos nosotros después. Cuando la Miseri-cordia de Dios se encarno en María, su respuesta inmedia-ta al milagro fue la salida al mundo. Se encamino a casa de Isabel, y con el niño en su vientre inmediatamente se puso al servicio de su prima. De la misma manera en nosotros, la mirada fascinada ante el milagro de la encarnación es adoración al Cristo vivo.

La comunión, es viatico para emprender el viaje, y la mi-sericordia que entonces se encarna en cada uno de noso-tros, es motor del servicio y la salida hacia los demás a las que nos llama esta experiencia de adoración, reflexione-mos a través de las siguientes lecturas.

Adorarle... Se propone para este momento realizar una adoración eucarística también aprovechando la entrega de las custo-dias entregadas en el encuentro de referentes, si el espa-cio es de instancia decanal o realizar una parroquia.

Los pastores Lc 2, 8-12, 16-20En esa misma región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, turnándose para cuidar sus rebaños. Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor. Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que

serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

Así que fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él, y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas. Los pastores re-gresaron glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído, pues todo sucedió tal como se les había dicho.Los pastores de Belén no eran poderosos dueños de gran-des rebaños, sino empleados que guardan las ovejas de otros. El suyo es lo que se suele llamar un trabajo humilde. Como si todos los trabajos no debiesen tener esa caracte-rística. Pero cuando la sociedad avanza en desarrollo los trabajos más duros se dejan para los que no tienen medios económicos. Debían ser toscos, nada refinados, vestidos con pellizas, armados con cayados, vigilantes algo descon-fiados.

Estos fueron los primeros en enterarse del nacimiento del Dios hecho hombre, los primeros en ver a DiosPodían haber sido otros los primeros testigos del Naci-miento, pero como no había lugar para María y José en todo Belén nadie les hacía compañía. Los habitantes de Belén aquella noche fueron egoístas y se perdieron el gran

espectáculo. El egoísmo tiene estas cosas. Los pastores, en cambio, contemplan todo un fastuoso ellos tuvieron priori-dad absoluta.

El relato asombra por su sen-cillez y grandeza. No preten-demos extraer todas las con-secuencias de estas palabras de la Escritura pero tres consi-deraciones pueden servir para

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nuestra meditación: el hecho de que fuesen pastores, la prisa con que acudieron a ver el niño recién nacido, y la fe que les permite ver más allá de las apariencias.

Comencemos por el hecho de ser pastores. El pueblo de Israel surgió de un pastor nómada: Abraham. Se consoli-dó cuando Moisés vivía como pastor en las cercanías del Sinaí. Se forjó en los cuarenta años de vida nómada en el éxodo del desierto superando la mentalidad de esclavos por la de hombres libres. El rey David es ungido cuando era pastor. En las profecías se insiste que el Mesías será pastor suscitaré para ellas un pastor único, que las apacen-tará. Mi siervo David, él las apacentará, él será su pastor, Dios mismo llama a su pueblo su rebaño. Jesús se llamará el Buen Pastor. En tiempos de Nuestro Señor era uno de los oficios principales.

La enseñanza de la elección de los pastores como los pri-meros que fueron avisados del nacimiento del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nos habla de la cone-xión con las raíces del Pueblo de Dios. Va a surgir un nuevo rebaño espiritual guiado por el mismo Dios. Los pastores anunciarán al Pastor del nuevo Pueblo de Dios que acaba de nacer.

¿Qué tan humilde son en mi propio rebaño... en mi familia?

La rapidez por acudir al pesebre también es tema de medi-tación. La prisa de los pastores es fruto de su alegría y de su afán por ve al Salvador comenta San Ambrosio Nadie busca a Cristo perezosamente. El evangelista ya ha obser-vado que Nuestra Señora, después de la Anunciación, fué de prisa a visitar a Santa Isabel. El alma que ha dado entra-da a Dios en su corazón vive con alegría la visita del Señor y esta alegría da alas a su vida.

Hay prisas que son fruto del alocamiento y de la precipi-tación. Los que así actúan van con rapidez, pero sin saber bien adonde van, piensan poco, aunque vayan deprisa a ningún sitio. No es esa la prisa la de los pastores, ni la de la Virgen Santísima, pues les mueve el amor y la fe. Los

pastores debieron sentir una luz y un entusiasmo difíciles de explicar, pero fácilmente comprensibles. Asombro, sor-presa, emoción, sentirse iluminados, alegría. Dios ilumina-ría a los pastores en su interior y los ángeles, además de las palabras, les comunicarían su alegría. Este es el motivo de sus prisas.

¿Tengo entusiasmo por anunciarlo? ¿qué es lo que me mueve a acudir a él?

En tercer lugar podemos contemplar la fe de los pastores. Todos los encuentros con Cristo concluyen igual: creer o no creer. Cuando la respuesta es de fe todo se ve de una manera nueva.

Pero ¿qué habían visto y oído?: un establo, un niño precio-so, pero muy semejante a cualquier otro recién nacido y una madre joven que les sonreiría con agrado junto a su esposo. Ciertamente este espectáculo no basta para con-firmar en la fe. Sus ojos veían algo que la mirada terrena no acierta a descubrir. Ven que es cierto lo que los ánge-les anunciaron con entusiasmo. Ya es bastante motivo. Pero es muy fácil que hubiese algo más. Sí, ciertamente hubo algo más. La gracia de Dios es la luz y la fuerza que hace que vean más allá de las apariencias.

La gracia ilumina la inteligencia. Los pasto-res vieron al Rey, hijo de David, en un trono sorprendente y humilde. Vieron a la Virgen profetizada por Isaías que concibe y da a luz un hijo que es el Maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz. Ven al Mesías, al deseado de las naciones. No es obstáculo a su mirada la pobreza del lugar, ni la sencillez de los que están allí, su men-te tiene una luz nueva, la luz de Dios. En su extremada tosquedad los pastores de Belén no dudan del anuncio del ángel, entienden el sentido de los cánticos celestiales y acuden con prisa a adorar a un Dios hecho Niño.

La gracia mueve la voluntad, por eso están contentos, fe-lices y llenos de entusiasmo. La gracia les llenó de regocijo nada disimulado. Y luego, con el corazón lleno de alegría, volvieron a sus ovejas.

¿Cuan misericordioso, lleno de esa gracia, al escuchar la venida del Salvador soy?

Todo cristiano debe tener la ambición de experimentar lo que sintieron los pastores en la primera Navidad. Los pas-tores eran humildes, por eso fueron elegidos para el pri-mer anuncio de la venida humilde del Salvador. Pidamos a Dios que encuentre muchas almas humildes capaces de reconocer la Salvación de Dios.El Niño puede recibir todo, resistir todo. Así, la ofrenda es libertad, aligerado despojo.

Adorar es dejar que Dios se haga responsable.

La visita de los magos Mateo 2, 1-2, 10-12Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Hero-des, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su

estrella hemos visto en el orien-te, y venimos a adorarle. Y al ver la estrella, se regocija-ron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrán-dose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron pre-sentes: oro, incienso y mirra.Pero siendo avisados por reve-lación en sueños que no volvie-sen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

“Hombres sabios”, más pro-piamente, “Magos de Oriente llegaron a Jerusalén”, buscan-do al Rey de los Judíos (Mateo 2:1-2).

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Estos hombres sabios hicieron su viaje “para adorarle”.Ellos trajeron regalos y “presentaron como regalos oro, incienso y mirra”. Ellos trajeron de sus “tesoros” regalos adecuados para el recién nacido “Rey de los Judíos”.

“El oro es el metal de los reyes.” Su oro a los pies de Jesús fue un reconocimiento humilde de su parte de su derecho para gobernar sus vidas. Ellos reconocieron su soberanía.

¿Eres lo suficientemente sabio para inclinarte y adorar a Jesucristo como tu Señor y Salvador?

Jesús era un rey, y estos hombres sabios de Persia lo sa-bían, lo reconocieron y lo adoraron.

¿Has confesado su reinado sobre tu vida?

No sólo los magos traen oro para confesar su sumisión al Rey, sino que ellos también trajeron incienso para adorar-lo.

El incienso fue utilizado en la adoración en el templo de Jerusalén. Fue utilizado en acción de gracias y regalos de alabanza a Dios. El incienso dio su aroma agradable a las ofrendas de comida.

Nuestras vidas como creyentes deben ser “una ofrenda fragante, un sacrificio aceptable, agradable a Dios” (Fili-penses 4:18).

Los sabios pusieron otro regalo a los pies de Jesús. Fue un regalo que nos recuerda la muerte del sacrificio perfecto por el pecado.

La mirra era otra fragancia aromática. Nicodemo llevó cien libras de mirra y aloe para preparar el cuerpo de Jesús para la sepultura después de que lo bajaron de la cruz.

¿Qué podemos nosotros aprender de los ma-gos?¿Qué podemos ofrecer a Jesús? Cada uno podríamos ofrecer un pequeño símbolo y ex-plicar lo que significa.

LAS ENSEÑANZAS DE LOS REYES MAGOSPodemos aprovechar esta fiesta de la Iglesia para reflexionar y vivir las enseñanzas que nos da este pasaje evan-gélico:

- Los magos representan a todos aquellos que buscan, sin cansarse, la luz de Dios, siguen sus señales y, cuando encuentran a Jesucristo, luz de los hombres, le ofrecen con alegría todo lo que tienen.

- La estrella anunció la venida de Jesús a todos los pueblos. Hoy en día, el Evangelio es lo que anuncia a todos los pueblos el mensaje de Jesús.

- Los Reyes Magos no eran judíos como José y María. Venían de otras tierras lejanas (de Oriente: Persia y Babilonia), siguiendo a la estrella que les llevaría a encontrar al Salvador del Mundo. Representan a todos los pueblos de la tierra que desde el paganismo han llegado al conocimiento del Evangelio.

- Los Reyes Magos dejaron su patria, casa, comodidades, familia, para adorar al Niño Dios. Perseveraron a pesar de las dificultades que se les presentaron. Era un camino largo, difícil, incómodo, cansado. El seguir a Dios implica sacrificio, pero cuando se trata de Dios cualquier esfuerzo y trabajo vale la pena.

- Los Reyes Magos tuvieron fe en Dios. Creyeron aunque no veían, aunque no entendían. Quizá ellos pensaban en-contrar a Dios en un palacio, lleno de riquezas y no fue así, sino que lo encontraron en un pesebre y así lo adoraron y le entregaron sus regalos. Nos enseñan la importancia de estar siempre pendientes de los signos de Dios para reconocerlos.

En Navidad celebramos la cercanía de Dios que se nos manifestó en su Hijo. Descubrirnos desde esta presencia que es Amor y vivir bajo la mirada de su Misericordia, es introducirnos en un camino de conocimiento y de confianza en Dios que nos enriquece.

Amor y misericordia no debilitan en Dios la exigencia de la verdad y la justicia, sino que en él se identifican y forman una unidad ejemplar. En nosotros, en cambio, es un camino progresivo de participación en su vida. Qué triste imagen la de una fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo, cuando justifica su agresividad porque lo hace en defensa de la verdad, no comprende que su plenitud está en el amor. Igualmente, cuando por un sentido reivindicativo de la justicia se olvida el significado de la misericordia. Una verdad que no nos abra al amor, no pertenece al evangelio de Jesucristo. Asimismo, una justicia que nos exima de la misericordia, tampoco pertenece al proyecto de Dios manifestado en su Hijo.

Navidad es el inicio de algo nuevo, de Alguien que ha venido a comunicar al hombre la posibilidad de una Vida Nueva. El Concilio Vaticano II expresa este sentido de la venida de Jesucristo, diciendo que: “Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (G. S. 22). Navidad es la presencia de Dios que ha venido a iluminar nuestra vida, y a enseñarnos a ser sus hijos y hermanos entre nosotros. Considero oportuno, en el marco de esta Navidad, ver nuestras relaciones desde el amor y la misericordia. Ellas suponen, ciertamente, el valor y la exigencia de la verdad y la justicia. ¡Pero cuánta falta de caridad vemos invocando la defensa de la verdad! Me pregunto si esta verdad tiene su fuente en Dios, san Pablo nos exhorta a que: “viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo” (Ef. 4, 15). ¡Pero también cuánta insensibilidad cuando al invocar la justicia nos endurecemos ante el dolor o necesidad de un hermano! Esta justicia, me pregunto: ¿tiene su fuente en Dios, o sólo sirve para justificar mi dureza, mi ira o, tal vez, el deseo de venganza? La misericordia no niega la justicia, pero no se encierra en ella como en un absoluto.

Navidad nos muestra, decíamos, el amor y la misericordia de Dios hecho camino y vida en su Hijo. Su propuesta es siempre el ofreci-miento a mi libertad de una Vida Nueva. Hay rutinas que no nos ayudan a salir de esquemas que nos dan una aparente seguridad, pero nos detienen en ese camino hacia algo nuevo, nos acostumbramos a lo pequeño. Por ello, les sugiero que en esta Navidad revisemos nuestra vida y relaciones desde esa plenitud del amor y la misericordia, que es el centro del mensaje de Jesucristo. Esto requiere de una disposición interior que nos abra a un camino de renovación espiritual. El amor y la misericordia es ese “plus” que eleva a la verdad y a la justicia a su plenitud. Diría que en ellas se manifiesta el testimonio creativo de la presencia de Dios, que es fuente de alegría y de paz.

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CompromisoEste Año Santo lleva consigo la riqueza de la misión de Jesús que resuena en las palabras del Profeta: llevar una palabra y un gesto de consolación a los pobres, anunciar la libe-ración a cuantos están prisioneros de las nuevas esclavitudes de la sociedad moderna, restituir la vista a quien no puede ver más porque se ha replegado sobre sí mismo, y volver a dar dignidad a cuantos han sido privados de ella. La predicación de Jesús se hace de nuevo visible en las respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está llamado a ofrecer. Nos acompañen las palabras del Apóstol: « El que practica misericordia, que lo haga con alegría » (Rm 12,8).

Habiendo celebrado y reflexionado sobre la nueva vida que cada año se renueva en nues-tro corazón y teniendo una mirada misericordiosa es que te invitamos a poder compartir la buena nueva, la nueva vida de Jesús, la alegría de poder revivir en Jesús y que mejor manera de empezar por casa... Con nuestra familia armemos juntos el pesebre, bendiga-mos la mesa, vayamos juntos a la casa de nuestro Padre a recibir la venida del niño Dios, animémonos que esta navidad sea realmente diferente...

Siendo jóvenes comprometidos, jóvenes que queremos una Iglesia joven que quiere salir, hacer lío, encontrarse con el otro, sentirse comprometido con la realidad que nos rodea, esa realidad que se llama vida en un constante proceso de crecimiento y maduración de fe, realidad que es familia con quien vivimos el día a día, realidad que forma parte como el trabajo, el estudio, la parroquia, el decanato, mi diócesis, como jóvenes donde pongo la mirada, esa nueva mirada que hoy nace nuevamente en mi corazón y que late fuerte, como respondo a ese latido???

Es por ello que proponemos ese salir y compartir la alegría de un nuevo nacimiento... Entregando una imagen tipo estampita de una sagrada familia o de un niño Jesús a aquella persona o per-sonas que consideremos que necesita nuestra compañía en esta fecha tan especial... como por ejemplo llevarlas a un hos-pital, bomberos, policías, o simplemente en muestra pro-pia familia.

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Lector 1:Querido Padre, Dios del cielo y

de la tierra:En esta noche santa te queremos

dar gracias por tanto amor. Gracias por nuestra familia y por nuestro ho-

gar. Gracias por las personas que tra-bajan con nosotros.

Bendícenos en este día tan especial en el que esperamos el nacimiento de tu Hijo.

Ayúdanos a preparar nuestros corazones para recibir al Niño Jesús con amor, con alegría y es-

peranza. Estamos aquí reunidos para adorarlo y darle gracias por venir a nuestro mundo a llenar

nuestras vidas.

Hoy al contemplar el pesebre recordamos especialmen-te a las familias que no tienen techo, alimento y comodi-

dad. Te pedimos por ellas para que la Virgen y San José les ayuden a encontrar un cálido hogar.

Lector 2:Padre bueno, te pedimos que el Niño Jesús nazca también en

nuestros corazones para que podamos regalarle a otros el amor que Tu nos muestras día a día. Ayúdanos a reflejar con nuestra vida

tu abundante misericordia.Que junto con tus Ángeles y Arcángeles vivamos siempre alabándote y

glorificándote.

(En este momento alguien de la familia pone al Niño Jesús en el pesebre o si ya esta allí se coloca un pequeño cirio o velita delante de El).

Lector 3:Santísima Virgen María, gracias por aceptar ser la Madre de Jesús y Madre nuestra,

gracias por tu amor y protección. Sabemos que día a día intercedes por nosotros y por nuestras intenciones, gracias Madre.

Querido San José, gracias por ser padre y protector del Niño Jesús, te pedimos que rue-gues a Dios por nosotros para que seamos una familia unida en el amor y podamos ser

ejemplo de paz y reconciliación para los demás.Amén

Rezar: 1 Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria