Carrion Et Al 2015 - Boletin SCHA 45

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    SOCIEDAD CHILENA DE ARQUEOLOGA(Periodo 2014-2015)

    Directorio: Gloria Cabello, Roberto Campbell (Presidente), Flora Vilches, Simn Urbina, Mauricio Uribewww.scha.cl

    Editor: Roberto Campbell. Departamento de Antropologa, FACSO, Universidad de ChileAyudantes de Edicin: Antonia Escudero y Vctor Mndez.

    Comit Editorial:

    Carolina Agero, IIAM R.P. Gustavo le Paige, Universidad Catlica del Norte,San Pedro de Atacama, Chile.

    Jos Berenguer, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, Chile.Calogero Santoro, Instituto de Alta Investigacin, Universidad de Tarapac, Arica, Chile.

    Lorena Sanhueza, Departamento de Antropologa, FACSO, Universidad de Chile.Juan Carlos Skewes, Departamento de Antropologa, Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile.

    Robert Tykot, Department of Anthropology, University of South Florida, Florida, USA.

    Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa. Publicacin anual editada por la Sociedad Chilena de

    Arqueologa. Tiene como propsito la difusin de avances, resultados, reflexiones y discusiones relativosa la investigacin arqueolgica nacional y de zonas aledaas. Las opiniones vertidas en este Boletn sonde exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la

    Sociedad Chilena de Arqueologa.

    Toda correspondencia debe dirigirse a editor Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa, correoelectrnico: [email protected].

    Boletn de la Sociedad Chilena de ArqueologaISSN 0716-5730Diciembre 2015

    Impresinwww.EdicionesOnDemand.cl

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    SOCIEDAD CHILENA DE ARQUEOLOGA(Periodo 2014-2015)

    Directorio: Gloria Cabello, Roberto Campbell (Presidente), Flora Vilches, Simn Urbina, Mauricio Uribewww.scha.cl

    Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa. Publicacin anual editada por la Sociedad Chilena deArqueologa. Tiene como propsito la difusin de avances, resultados, reflexiones y discusiones relativosa la investigacin arqueolgica nacional y de zonas aledaas. Las opiniones vertidas en este Boletn son

    de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de laSociedad Chilena de Arqueologa.

    Toda correspondencia debe dirigirse a editor Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa, correoelectrnico: [email protected].

    ndice

    ANLISIS MORFOLGICO-EXPERIMENTAL Y POR FLUORESCENCIADE RAYOS X DE LAS PUNTAS DE PROYECTIL DE OBSIDIANA DE UNAJUAR DEL PERIODO AGROPECUARIO TARDO DEL NO DE MENDOZA,ARGENTINAHugo G. Nami, Vctor A. Durn, Valeria Cortegoso y Martn Giesso

    LAS AVES DEL SITIO ARQUEOLGICO EL SHINCAL DE QUIMIVIL,PROVINCIA DE CATAMARCA, ARGENTIONAAgustn M. Agnoln y Federico L. Agnoln

    REGISTRO Y CONTEXTUALIZACION DE LA COLECCIN DE VASIJASDEL LOF LLAGUEPULLI, PUERTO DOMNGUEZ (LAGO BUDI)Gabriela Palma, Sandra Rebolledo, Patricia Kelly

    REPRESENTACIONES QUE NAVEGAN MS ALL DE SUS AGUAS: UNAPINTURA ESTILO EL MEDANO A MS DE 250 KM DE SU SITIO HOMNIMOBenjamn Ballester, Francisco Gallardo y Patricio Aguilera

    EVALUACIN DE LA ARQUEOLOGA SOCIAL EN CHILE: DESARROLLOHISTRICO Y REVISIN CRTICA DEL PROYECTO DISCIPLINAR

    Hugo Carrin, Cristin Dvila, Ayeln Delgado, Nicole Fuenzalida, Patricia Kelly,Francisca Moya, Sandra Rebolledo, Simn Sier ralta, Jairo Seplveda y Cristin Gonzlez

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    Boletn de la Sociedad Chilena de ArqueologaNmero 45 2015, pginas 95-114

    Evaluacin de la Arqueologa Social en Chile: desarrollo histricoy revisin crtica del proyecto disciplinar

    Hugo Carrin

    1

    , Cristin Dvila

    2

    , Ayeln Delgado

    3

    , Nicole Fuenzalida

    4

    , Patricia Kelly

    5

    ,Francisca Moya6, Sandra Rebolledo7, Simn Sierralta8, Jairo Seplveda9y CristinGonzlez10

    Resumen

    En las ltimas tres dcadas, el desenvolvimiento de la Arqueologa Social en Latinoamrica (ASL) seha visto sujeto a numerosas revisiones, tanto en sus postulados como en su puesta en marcha. En estesentido, en el Chile actual, resulta necesario realizar una revisin del proceso histrico de la ASL.En este artculo se propone discutir la convergencia de las nuevas arqueologas sociales, iniciativas

    tericas diversas que tienen como eje el desarrollo de una praxis social, con los postulados de la ASLy desde la crtica contribuir a la valoracin de este proyecto disciplinar.

    Palabras Claves: Arqueologa Social Latinoamericana, Arqueologa Social, Marxismo, ComunidadesIndgenas, Difusin Patrimonial, Arqueologa Industrial, Arqueologa de la Represin y la ViolenciaPoltica Reciente.

    Abstract

    In the last three decades, the development of Social Latin American Archaeology (ASL) has beensubject to numerous revisions, his postulates as much as its application. Along this line, at Chiletoday, it is necessary to perform a review of the historical process of ASL. In this paper we proposeto discuss the convergence of new social archaeologies, diverse theoretical initiatives that have thedevelopment of a social praxis ancestral theme with the pr inciples of the ASL and from the critical,we contribute at delimit the possibilities of realization of this current disciplinary project.

    Key words: Social Latin-American Archaeology, Social Archaeology, Marxism, IndigenousCommunities, Patrimonial Diffusion, Industrial Archaeology, Archaeology of Repression andRecent Political Violence.

    1 Investigador independiente. [email protected] Investigador independiente. [email protected] Investigadora independiente. [email protected] Investigadora independiente. [email protected] Investigadora independiente. [email protected] Investigadora independiente. [email protected] Investigadora independiente. [email protected] Investigador independiente. [email protected] Grupo de Accin Ecolgica y Conservacin Aauca, Eleuter io Ramrez 1446, Santiago. [email protected]

    10 Investigador independiente,[email protected]: 5 de Febrero de 2015. Aceptado: 31 de Julio de 2015. Versin final: 24 de Agosto de 2015.

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    La Arqueologa Social Latinoamericana (en adelante ASL) se comenz a desarrollar hace pocoms de cuatro dcadas como un proyecto cientfico-poltico fundamentado en el materialismohistrico y en la praxis marxista, cuyo desarrollo concreto ha involucrado a diversas epistemologasy tradiciones culturales en los contextos de Mxico (Bate 1974, 1977, 1981, 1982, 1984, 1986,

    1993, 1998; Gndara 1980, 1981, 1993; Gndara et al.1985; Lorenzo 1961; Montan 1980), Per(Lumbreras 1974; Tantalen 2004, 2006) y Venezuela (Sanoja 1981; Sanoja y Vargas 1978; Vargas1985, 1986).

    Esta diversidad de planteamientos sin embargo, adhieren a una base comn, institucionalizada enciertos hitos como reuniones y otros espacios de produccin cientfica, fundada en el rechazo aotras formas de materialismo (cultural, estructural) y el regreso a los clsicos (Marx, Engels, Lenin), yprincipalmente en el entendimiento de la Arqueologa como ciencia social histrica, cuyo objetivoes el estudio de la sociedad como totalidad concreta (Bate 1977; Lorenzo et al. 1976). Ser laconviccin del carcter cientfico del materialismo histrico lo que implic en la ASL un discurso

    poltico abierto, que se propona no slo explicar la realidad, sino tambin transformarla (Bate1998). As se explicitan los efectos polticos de la labor, jugando un rol la toma de conciencia de laposicin desigual de las situaciones nacionales poscoloniales e imperialistas del continente (Lorenzo1976; Sanoja y Vargas 1994).

    A pesar de su desarrollo, el reconocimiento internacional de la ASL es reciente, siendo criticadosdiversos elementos de la propuesta como: el uso de metodologas mixtas empiristas, histrico-culturales y procesuales, la falta de una metodologa o trabajo del dato arqueolgico, la faltade generacin de escuelas, el peso que tuvo el contexto socio-histrico pasado, y el fracaso endeterminados proyectos como el Museo del Hombre Venezolano (1984-1987) (Benavides 2001;Gndara 1993; Gndara et al. 1985; Jackson et al. 2012; McGuire y Navarrete 1999; Navarrete

    2006, 2012; Oyuela-Caycedo 1994; Oyuela-Caycedo et al.1997; Patterson 1994, 1997; Politis 1995;Tantalan 2004; Troncoso et al.2006).

    No obstante lo anterior, en la actualidad, la ASL permanece como una propuesta arqueolgicaalternativa, en trminos de la geopoltica del conocimiento, genuinamente latinoamericanay consolidada epistemolgica y polticamente (Navarrete 2012). Junto a ello, las trayectoriasparticulares de sus exponentes siguen funcionando. Hoy en Mxico se reconoce un grado mayor derefinamiento terico, as como programas acadmicos y proyectos comunitarios (Acosta Ochoa etal.2012). Por otra parte, en Venezuela existe una crtica y activismo poltico vigente (Vargas y Sanoja2014). En medio de esto, quiz la cualidad ms sobresaliente del ltimo tiempo sea la reproduccindel proyecto en las revisiones de los preceptos a partir de reuniones y libros compilatorios quebuscan generar un carcter internacional del marxismo como praxis (Tantalen y Aguilar 2012) y lasposibilidades que emergen desde otros escenarios como en la arqueologa Marxista Espaola (Lull2005) y en el caso ecuatoriano (Benavides 2001).

    En nuestro pas, pese al papel relevante desplegado por los investigadores nacionales en eldesarrollo de la ASL, el golpe de Estado de 1973 y la consiguiente persecucin poltica, significaronel silenciamiento de la produccin marxista y cambios en el desarrollo acadmico de las cienciassociales en general. En las ltimas dos dcadas este panorama ha cambiado en ciertos aspectos yen la arqueologa chilena se ha asumido la existencia de arqueologas sociales. En este sentido, elobjetivo de este artculo es presentar una evaluacin crtica del desarrollo disciplinar actual chileno,

    enfocado en discutir las tendencias o arqueologas que al menos desde la discursividad, incluyan

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    alguno de los postulados principales de la ASL: tener una base terica materialista histrica y/oexplicitar un compromiso social y poltico de la disciplina en el presente. El anlisis consiste, entonces,en una revisin de la produccin bibliogrfica de los ltimos veinticinco aos, pues consideramosque, a partir del retorno a la democracia, se produjeron una serie de transformaciones que han

    determinado el surgimiento de nuevas prcticas que se enmarcan en lo definido anteriormente. Porello, se han seleccionado las siguientes lneas investigativas: la Arqueologa con base terica Marxista,la Arqueologa y comunidades indgenas, los trabajos en Difusin Patrimonial, la ArqueologaIndustrial y la Arqueologa de la Represin y violencia poltica reciente.

    Si bien este ejercicio no dar cuenta de la complejidad del tema en su totalidad, esperamosacercarnos a una reflexin crtica a partir de los principios establecidos como lineamientos dela ASL, que permita tanto calibrar en qu medida su influencia emerge hoy en los trabajos quehan pretendido darle contenido social a la arqueologa, como examinarlos en tanto perspectivasalternativas al cientificismo tradicional.

    Arqueologa Chilena durante el siglo XX: cmo entender elsurgimiento y ocaso de la ASL?

    Hacia mediados de siglo XX se presenta un momento relevante para la Arqueologa nacional,cuando se produce la institucionalizacin concreta de la disciplina en tanto ciencia a partir de lacreacin del Centro de Estudios Antropolgicos en 1958 (Orellana 1991; Troncoso et al.2008). Enaquellos aos, la intervencin estadounidense en Latinoamrica alcanz su punto mximo en laacademia, estimulando la produccin cientfica y humanista acorde a los valores del imperialismo.En la otra vereda, el avance de los movimientos de izquierdas intelectuales y/o populares, encauz

    un proceso culminado en la va democrtica al socialismo de la Unidad Popular. A fines de la dcadade 1960, la intelectualidad de izquierda intentaba desarrollar teoras sociales de base marxista, quepermitieran escapar a la dependencia del primer mundo y guiar la praxis revolucionaria.

    La reforma universitaria implic, para la arqueologa, la conformacin de la Licenciatura enFilosofa con mencin en Prehistoria y Arqueologa (1969) y del Departamento de CienciasAntropolgicas y Arqueolgicas en Universidad de Chile (1971), del Departamento de Antropologaen la Universidad de Concepcin (1970) y la fundacin de la carrera de Arqueologa en Antofagasta(1971). A esto se sum la promulgacin de la Ley de Monumentos Nacionales (1970), la creacin demuseos regionales, la conformacin de la Sociedad Chilena de Arqueologa (1963), la organizacinde reuniones especializadas peridicas y una progresiva sistematizacin de las publicaciones (Orellana1988, 1991, 1996; Troncoso et al.2008).

    Al interior de la academia, las discusiones sobre el rol que deban cumplir las disciplinasantropolgicas en la sociedad eran reflejo del contexto nacional durante el gobierno de la UnidadPopular (Orellana 1991). Mientras en la Universidad de Chile se giraba hacia una arqueologacientificista, en la Universidad de Concepcin se propona abiertamente el deber revolucionariode la disciplina, expresin de lo cual fueron las ctedras de Lumbreras que culminaron en unode los libros ms influyentes de la ASL (Lumbreras 1974). As, distintas posiciones tericas seexplicitaron en este perodo, por una parte, existan investigadores que rechazaban la politizacinde la academia, relevando el procesualismo norteamericano en instancias como el VI Congreso

    Nacional de Arqueologa Chilena de 1971 (Orellana 1996; Troncoso et al.2006, 2008), por otra, se

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    propona que el objetivo de la arqueologa era el estudio de las formaciones econmicas especficasde las sociedades del pasado (Montan 1972). Esta ltima, tesis que se pretendi materializar a nivelinternacional con la realizacin del Primer Congreso del Hombre Andino (1973) (Troncoso et al.2008).

    Tras el Golpe de Estado, las universidades fueron intervenidas y sus redes desarticuladas,con particular nfasis en las ciencias sociales y humanidades; las escuelas de antropologa de lasUniversidades de Concepcin y Antofagasta cerraron, y muchos investigadores, fueron encarcelados,perseguidos o exiliados. Julio Montan y Luis Felipe Bate representan casos paradigmticos de esteproceso (Bate 1974, 1977, 1982, 2006; Montan 1980). Por otro lado, existe consenso en que ladictadura implic un serio retroceso y detrimento para el desarrollo de la arqueologa en general(Arqueologa y Ciencia: primeras jornadas1983: 16-88; Orellana 1991, 1996; Troncoso et al.2006, 2008)y de la arqueologa socialmente comprometida en particular.

    La dictadura implic que en los aos 80 la disciplina en la universidad desmejorarasignificativamente, presentndose hoy ciertamente deprimida (...) [y la] relacin de la arqueologacon la sociedad, se ha restringido a un nivel exclusivamente turstico (Arqueologa y Ciencia: primerasjornadas1983: 42). Los museos asumieron parcialmente el rol de las universidades, y se potenciaron losmarcos tericos norteamericanos expresados en las Jornadas de Arqueologa y Ciencia (Arqueologay Ciencia: primeras jornadas1983). Esta ideologa tuvo un correlato en la institucionalidad cientfica,medidos lineamientos del capitalismo norteamericano (Troncoso et al.2008: 130).

    La arqueologa en la post-dictadura (1990-2011)

    El trmino de la dictadura y la transicin a la democracia implic la compleja conjuncin dedistintas tensiones y tuvo al menos tres caractersticas fundamentales: la continuidad del modeloeconmico hegemnicamente neoliberal; la mantencin de una democracia vigilada o de bajaintensidad; y la emergencia de una poltica social y cultural orientada esencialmente a evitar laaparicin y emergencia de conflictos sociales (Portales 2000).

    Bajo este marco, la academia qued despojada de cualquier posible sentido social. El carcter dela Comisin Nacional de Ciencia y Tecnologa (CONICYT), estructurado como un referente deproduccin cientfica despolitizada durante la dictadura, se mantuvo con modificaciones puntuales.La arqueologa encontr all, con el programa FONDECYT, un buen nicho de financiamientopara desarrollar investigaciones con un marcado carcter positivista (Troncoso et al.2008). Si bien elretorno de la democracia implic mayor libertad en la docencia e investigacin, primaron marcostericos fortalecidos en dictadura como la Nueva Arqueologa, con una incipiente importacin deotras perspectivas norteamericanas o europeas (Orellana 1996; Troncoso et al.2008).

    Por otra parte, durante los gobiernos de la Concertacin se tuvo que conformar unainstitucionalidad estatal que se hiciese cargo de aquellas necesidades culturales propias de la herenciade la dictadura, como la verdad histrica, y de las nuevas problemticas del contexto mundial postGuerra Fra, como la multiculturalidad y el patrimonio. Si bien se trat de casos excepcionales, laarqueologa tuvo que jugar un papel en instituciones como la Comisin de Verdad y Reconciliacin(1990) y la Comisin Nacional sobre Prisin Poltica y Tortura (2003).

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    Junto con el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), organismo encargado del resguardode la legalidad patrimonial, la institucionalidad del Estado ha mantenido el rol tradicional delos museos como entes de comunicacin con la sociedad, papel que se ha visto suplementadotambin por un creciente papel de fondos concursables orientados a la puesta en valor de los bienes

    arqueolgicos. No bien la existencia de esta esfera de prctica arqueolgica, la situacin de estasinstituciones se habra visto crecientemente afectada; la consolidacin del neoliberalismo y delEstado subsidiario, redundara en un progresivo detrimento y precarizacin de las institucionesvinculadas a educacin y patrimonio, como la DIBAM, el CMN y la U. de Chile (Troncoso et al.2008).

    Paralelamente, en 1994 fue promulgada la Ley General de Bases del Medioambiente, que establecela necesidad de someter las intervenciones de infraestructura a la evaluacin de su impacto ambiental.La entrada en vigencia de esta normativa y del Sistema de Evaluacin de Impacto Ambiental(SEIA), ha implicado grandes cambios en el desarrollo de la prctica de la arqueologa en el pas,

    destacando la apertura de un mercado laboral relevante y mayoritario para los arquelogos, como elpotenciamiento del estudio de nuevas reas (Cceres 1999, Cceres y Westfall 2004). Sin embargo,aunque la institucionalidad establece marcos de regulacin para diversos proyectos, se manifiestaineficacia prctica y desfase entre la dinmica del sistema y la realidad en que se desenvuelve lapraxis arqueolgica. Junto a esto, en la arqueologa de contrato, el proceso de transferencia deconocimiento no resulta relevante, y las labores de conservacin, almacenaje, y difusin, entre otras,se constituyen ms en un lastre que un beneficio (Uribe y Adn, 2003). En consecuencia, losresultados de esta arqueologa no han sido retornados a la sociedad en la construccin de historiasy/o prehistorias nacionales, ni tampoco se ha desarrollado experiencias de gestin comunitaria queimpliquen otorgarle valor cultural a los sitios o materiales arqueolgicos.

    Sumado a lo anterior, la patrimonializacin de los materiales y sitios arqueolgicos constituyeuna atmsfera creciente (Alegra 2013), donde frecuentemente se la utiliza como estrategia de accinpoltica tanto del empresariado como de ciertas colectividades. En la sociedad se va popularizandoun concepto de patrimonio arqueolgico que descentra la atencin y potestad del Estado, ascomo la legitimidad del discurso acadmico y con ello de la arqueologa (Ayala et al.2003). Unadisrupcin en este sentido la va a constituir la conformacin del Colegio de Arquelogos (2009) ysu rol en las manifestaciones contra la competencia Rally Dakar.

    Actualmente, podemos ver que la arqueologa del pas funciona desde la crisis del modelo derepresentacin estatal, el enfrentamiento con la mercantilizacin del patrimonio, que cada vez seinserta ms en una situacin conflictiva dada entre la gestin local y supranacional del patrimonio,los reclamos tnicos y la privatizacin del manejo de los bienes culturales. Evidentemente, en talcontexto no resulta fcil construir un planteamiento renovado, pensamos entonces que un primerpaso es reflexionar sobre el desarrollo disciplinario actual y las formas en que se ha resuelto elvnculo de la arqueologa con una praxis ms social.

    El marxismo en la arqueologa chilena

    An con el retorno formal a la democracia y el cese de la persecucin poltica en la academia,el silenciamiento del marxismo que implic la dictadura en la arqueologa slo ha sido tibiamente

    roto en los ltimos aos. Esto podra deberse al exilio de los investigadores que avanzaron en la

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    construccin de una base materialista histrica y dialctica para el desarrollo de la arqueologa, ascomo a la desmovilizacin y despolitizacin general de la sociedad, considerando que el impulsoa este tipo de teoras suele ir de la mano de la agitacin sociopoltica y/o solidez orgnica de laizquierda marxista (Tantalen 2006).

    No obstante, se pueden reconocer algunos intentos por generar reflexiones o interpretacionesarqueolgicas desde el materialismo histrico (Gallardo 1998, 1999, 2004; Uribe y Adn 2004; Reesy De Souza 2004; Ballester y Seplveda 2010; Cornejo 2012; Uribe 2012). Por una parte, existenrevisiones asociadas a lecturas neomarxistas que, desmarcndose de las posiciones clsicas, centran sureflexin en torno a la problemtica del poder (Uribe y Adn 2004) y de la ideologa (Gallardo 2004).Otros han apuntado a interpretar, con mayor o menor grado de coherencia, fenmenos econmicosde cambio social en torno a los conceptos que tradicionalmente ha utilizado el marxismo ensu anlisis (Rees y De Souza 2004; Cornejo 2012). Por ltimo, ejercicios tericos han buscadoaportar en la discusin de temticas especficas, ya desde la revisin bibliogrfica de propuestas de

    arqueologa marxista (Ballester y Seplveda 2010), ya desde la aplicacin de reflexiones generalesdel materialismo histrico a temticas especficas como el arte rupestre (Gallardo 1998, 1999).

    Sin embargo, la mayora del trabajo acadmico de estos autores no utiliza como cuerpo tericoel marxismo, ni profundiza en aplicaciones prcticas ni desarrollos metodolgicos o tericosposteriores. En este sentido, vemos han adoptado orientaciones ms cercanas al historicismocultural (Uribe et al.2004), al procesualismo (Cornejo y Sanhueza 2003; De Souza 2004; Adny Mera 2011; Ballester et al.2014) o al posmodernismo/posprocesualismo (Gallardo et al.1999;Gallardo 2001; Uribe 2004; Cornejo y Sanhueza 2011), sentndose solo brevemente en la mesa delmaterialismo histrico. Estos ensayos tampoco se refieren, en general, a la tradicin de arqueologamarxista ameroibrica que ha desarrollado el grueso de las discusiones al respecto en las ltimas

    dcadas, ni a los pensadores clsicos de otras latitudes. Se producen as trabajos de un marxismohurfano y sui generis, con menciones entremezcladas a autores tan dismiles tericamente comoBinford, Godelier, Adorno, Bourdieu y Giddens. En trminos polticos, no suelen mostrar unaintencionalidad evidente, salvo Uribe (2012) y Uribe y Adn (2004) que explicitan la necesidad dedesnaturalizar conceptos y modelos propios del evolucionismo norteamericano.

    Una excepcin puede encontrarse en los trabajos de Nez (1999, 2000, 2001, 2003, 2004,2005, 2012), que en forma sistemtica se han enmarcado en coordenadas conceptuales que integranreferentes clsicos del marxismo con aquellos de la arqueologa social amero-ibrica. Sus escritosplantean esfuerzos interpretativos del pasado del Norte Grande, explcitamente desde la arqueologasocial. Desde all se abordan temticas sociales contemporneas como las identidades histricas, elcambio social o el dilogo intercultural, esbozando incluso la necesidad de una arqueologa socialque integre el pensamiento feminista y una visin de gnero.

    De cualquier forma, es difcil hablar del desarrollo de una arqueologa marxista en la dcada de1990 en Chile. Ms bien, hasta la fecha el panorama general seala la existencia de declaracionesde voluntad y espordicos atisbos de praxis interpretativa marxista, que permanecen lejos de lapropuesta programtica de la ASL, y ms lejos an de la constitucin de una lnea terica ms slidao permanente.

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    Arqueologa y difusin patrimonial

    La necesidad de la disciplina de abrir espacios de comunicacin (Troncoso et al.2008: 132) conel propsito de aproximarse a la comunidad no especializada mediante la difusin de conocimientocientfico, se ha vinculado con la puesta en valor del patrimonio y la traduccin de los saberes a unlenguaje comn y accesible. Para ello, la difusin patrimonial ha tomado un papel relevante, ya quetiene por objeto transmitir el conocimiento producido desde la disciplina hacia la sociedad, paraas, vincular a esta ltima con el pasado a travs de la cultura material e inmaterial, reconociendo suvalor e imprimindole significacin en el presente (Guglielmino 2007). Parte de estos preceptos seasocian con la denominada arqueologa pblica, la que plantea un acercamiento al pblico generalmediante plataformas interactivas que estimulen la gestin del patrimonio y educacin en diversosespacios (Montenegro 2012; Salerno 2013).

    En el pas se han propuesto instancias de discusin que problematizan la vinculacin de la

    arqueologa con la sociedad, ejemplo de ello son los Talleres de Teora Arqueolgica (Troncoso etal.2006), los simposios Hacia una arqueologa pblica: nuevas estrategias de difusin del patrimonioarqueolgico en Chile, Ms all de las comunidades. Perspectivas en la arqueologa pblica deAmrica del Sur y Arqueologa y Educacin; el primero, parte del XIX Congreso Nacional deArqueologa Chilena (Arica, 2012) y los dos restantes realizados en el VII TAAS (San Felipe, 2014).Se suman tambin espacios institucionales como FONDART, plataforma destinada a la difusincultural y conservacin patrimonial; y la incorporacin en el ltimo tiempo en FONDECYTde tems de divulgacin y vinculacin con el pblico no especializado en sus formularios depostulacin.

    En Chile no existe un nmero significativo de trabajos escritos referidos a la difusin patrimonial,

    aunque en los ltimos aos se aprecia un mayor inters y desarrollo. En general, las publicacionesresultan ser trabajos particulares realizados por lo comn al alero de museos. Se plantea comoobjetivo acercar el patrimonio cultural local a la ciudadana aplicando diversas estrategias didcticascon el fin de generar nuevas experiencias educativas (Crdova-Gonzlez et al.2002, 2004; Romeroet al.2004; Aguilera et al.2006; Aguilera y Prado 2010), mientras que otros trabajos enmarcados enproyectos de investigacin, incluyen la difusin del conocimiento a travs de canales distintos a losutilizados en el rea cientfico-acadmica (Carrasco et al.2003a).

    Sin embargo, todas estas propuestas no cuentan con un programa comn, respondiendo a lacoyuntura relacionada con la demanda internacional de proteccin patrimonial. Los trabajos nopretenden formar parte de una corriente determinada, aunque existen algunos que se autodefinencomo parte de la arqueologa pblica utilizando definiciones ambiguas (Romero et al.2004). Talambigedad en el empleo de ciertos conceptos se observa en la mayor parte de los textos en eluso del trmino patrimonio, planteado como un principio incuestionado e impreciso. En otraspalabras, no se explicita una definicin clara respecto de qu es lo que se est entendiendo comopatrimonio, sino ms bien se impone como valor intrnseco. Lo anterior da cuenta de la perspectivaacrtica que tiene la mayora de los trabajos respecto del discurso hegemnico, y en consecuencia,la falta de posicionamiento terico y poltico por parte de los autores. Con todo, los trabajoselaborados en torno a la difusin patrimonial crean una idea ms bien difusa de la vinculacin realque debe tener la comunidad no especializada con la disciplina y del verdadero alcance y valor dela difusin.

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    Arqueologa y comunidades Indgenas

    Desde la implementacin de la Ley Indgena N 19.253 (Boccara y Ayala 2011), los pueblosindgenas han cobrado progresivamente relevancia como actores sociales con demandas propias enlas luchas de significacin y de poder que ataen a sus derechos culturales y a los recursos dentrode sus territorios. Teniendo como precedente lo ocurrido en otras regiones (Endere y Ayala 2012),han surgido una serie de exigencias por parte de los pueblos indgenas que han buscado, por unlado, la devolucin y restitucin de su patrimonio (custodia y manejo de los sitios arqueolgicos), ypor otro, poner atajo a distintas prcticas que, realizadas sin previo consentimiento, pudiesen atentarcontra su cultura (Ayala 2007, 2008). En este panorama, el actuar de los arquelogos es cuestionadopor las comunidades indgenas, poniendo en duda no slo la validez de sus prcticas, sino tambin lalegitimidad de sus discursos sobre el pasado (Jackson et al.2012). La arqueologa chilena se ha vistoentonces, en la necesidad de reflexionar respecto de su quehacer y reaccionar a las demandas ind-genas, cuestionando el rol y la finalidad del conocimiento arqueolgico, as como la responsabilidad

    social del arquelogo con las comunidades.

    A partir de una revisin histrica de los discursos arqueolgicos nacionales, se observa que pre-vio a la dcada de 1990, la disciplina no considera a los pueblos indgenas ni como receptores delconocimiento arqueolgico, ni como depositarios de una tradicin relevante para el proceso cien-tfico (Romero 2003). Quizs la nica excepcin a esta situacin la constituy el Grupo Toconce(Adn et al.2001; Ayala et al.2003). En el ambiente acadmico formal, las reflexiones se empeza-ron a manifestar hacia fines de la dcada de 1990, con la publicacin de artculos en el Boletn dela Sociedad Chilena de Arqueologa(Ayala 1999; Rivera 1999; Westfall 1998) y del libro PatrimonioArqueolgico Indgena en Chile: reflexiones y propuestas de gestin (Navarro 1998). La discusininiciada en esos aos result en una serie de instancias de dilogo entre comunidades indgenas,

    arquelogos y organismos estatales, entre las que destacan los encuentros de Cupo y Ollage, mesasde dilogo llevadas a cabo por el Museo de San Pedro de Atacama, y el programa de educacinpatrimonial Escuela Andina (Adn et al.2001; Ayala 2007).

    Si bien una parte de la arqueologa nacional ha intentado comprometerse con la demanda delos pueblos originarios, esta intencin no se manifiesta como una propuesta sistemtica, sino comouna reaccin ante conflictos eventuales, manteniendo una prudente distancia en territorios conpoblacin indgena o evadiendo las mismas, como ocurre en la zona sur de Chile (Uribe y Adn2003). En ese sentido, permanece como una prctica acadmica influenciada por las directrices gu-bernamentales (Uribe y Adn 2003) y centros hegemnicos de poder, posicionndose muchas vecescomo una herramienta de stos ltimos en el sentido de mediatizar discursivamente las relacionesconflictivas. Por otra parte, hay que tomar en cuenta que si bien ciertos proyectos pregonan el de-sarrollo de arqueologas participativas, stas continan reproduciendo antiguas relaciones de poder/saber, en las cuales los indgenas siguen participando como excepcionales informantes, excavadoreso ayudantes de terreno y laboratorio, pero no intervienen en los procesos de toma de decisionessobre su pasado y materialidad (Ayala 2008; Gnecco y Ayala 2010), generando una participacinsin participacin (Ayala 2014).

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    Arqueologa industrial

    La arqueologa industrial es uno de los temas de trabajo ms recientes en la disciplina y se enfocaa la comprensin de los espacios, mtodos y maquinarias dentro del proceso de industrializacinenmarcado en la revolucin industrial y la tecnologizacin posterior, tratando de comprender lasformas de comportamiento social derivadas de dicho proceso (Symonds y Casella 2006).

    El concepto fue acuado a mediados de la dcada de 1950 por Michael Rix (Symonds yCasella 2006), sin embargo, en nuestro pas ha suscitado inters solo recientemente, aunque existenantecedentes en trabajos de Alcaide (1981, 1983) y Bittmann y Alcaide (1984) sobre el ciclo delsalitre, y Brown y Craig (1994) durante la dcada de 1990 en Huantajaya. Esto podra explicarse porla relevancia preponderante que la academia y el financiamiento institucional le dan a la investigacinde la prehistoria, y que ha relegado las arqueologas de la modernidad a una posicin marginal.

    A partir del ao 2000, sin embargo, se observa un proceso de transformacin que posee trescausas posibles o conjuntas: por una parte, el desarrollo de la Arqueologa de Impacto Ambiental quehace necesaria la comprensin e inclusin dentro del registro arqueolgico de espacios industriales,por otra, la apertura de los espacios acadmicos tradicionales a este tipo de temticas, como losCongresos Nacionales de Arqueologa Chilena de 2006 y 2009, y por sobre todo, el inters particularde una serie de investigadores en aumentar la comprensin de un pasado reciente. En este ltimogrupo podemos encontrar, entre otros, trabajos en torno al ciclo salitrero en Antofagasta (Vilcheset al.2008; Rees et al.2010), a la reconstruccin de la cotidianeidad a partir de las ltimas oficinassalitreras en Taltal (San Francisco et al.2009), a la explotacin cuprfera en San Bartolo (Aldunate etal.2006) y en Capote (Garca-Albarido et al.2008; Rivera et al.2007; Rivera 2008).

    Estos dos pulsos diferenciados de investigacin mostraron, adems, claras diferencias conceptuales.Los trabajos publicados en las dcadas de 1980 y 1990 desplegaron esfuerzos orientados ms biena dar cuenta de la existencia y relevancia del patrimonio industrial, sin generar una reflexin ni undiscurso importante sobre el contenido del mismo. En el siglo XXI, en cambio, se ha intentadoestablecer e interpretar la relacin entre los restos materiales de la actividad industrial y los procesossociales del capitalismo inicial, poniendo de manifiesto las contradicciones propias de dicho sistemaeconmico-social. Los arquelogos industriales contemporneos ven en la investigacin una vaalternativa para conocer los nexos entre la materialidad y la vida social en contextos capitalistas,comprendiendo que este tipo de evidencia ofrece una perspectiva que no es evidente mediante elestudio de fuentes documentales orales o escritas (Fuentes y Rovano 2012), y basando gran partede su marco terico en torno a las dinmicas posibles de establecer entre la materialidad industrial,el espacio y la cultura (Vilches et al.2008; Rivera et al.2008; Garca-Albarido et al.2008).

    En ltimo trmino, la diferencia ms importante entre las investigaciones recientes y las defines del siglo XX, radica en que los nuevos investigadores orientan sus esfuerzos en una direccinpolticamente reflexiva, reivindicando la historia de los trabajadores o resaltando el carcter identitariode la industria en el lugar determinado. Esto no implica, en todo caso, la existencia de un slo eje detrabajo, puesto que mientras algunos se enfocan en la problemtica de la patr imonializacin (Riveraet al.2008), otros lo hacen en la reconstruccin de las historias de vida y el da a da de los sujetos(San Francisco et al.2009), y an otros en visibilizar prcticas y acontecimientos excluidos de losrelatos tradicionales (Cristino y Fuentes 2011).

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    Recientemente tambin podemos encontrar los trabajos desarrollados por Vilches y coautores(2014) cuya caracterizacin del periodo de industrializacin de San Pedro de Atacama apuntaa la visibilizacin de una poca de la historia oscurecida por el pasado prehispnico de la zonade estudio. Y, en ese sentido, el anlisis contiene orientaciones polticamente reflexivas desde la

    perspectiva del discurso nacional y regional.

    No obstante todo lo anterior, en trminos generales, los trabajos citados no muestran algn tipode convergencia o eje programtico hacia un planteamiento que refiera a la utilidad social de laarqueologa en el contexto de los procesos de industrializacin.

    Arqueologa de la represin y la violencia poltica reciente

    Considerando la historia reciente del pas, el problema de la violencia poltica, secuestro, tortura

    y desaparicin forzada de personas, resulta una cuestin fundamental para las ciencias sociales ehistricas nacionales. La arqueologa ha tenido algunas aproximaciones a esta temtica a partir deexperiencias puntuales desde la dcada de 1980. Durante la dcada sealada, algunos arquelogosfueron parte de la bsqueda e identificacin de detenidos desaparecidos en el marco de procesosjudiciales (Jensen y Cceres 1995; Cceres 2011: 8).

    Tras el final de la dictadura militar, en 1990 se cre la Comisin Nacional de Verdad yReconciliacin a partir de lo cual aumentaron los trabajos y sujetos involucrados en el tema,destacando la labor realizada entre 1989 y 1994 por el Grupo de Antropologa Forense (GAF),conformado mayormente por antroplogos sociales. Si bien otros investigadores participaron enparalelo, en muchos casos la colaboracin fue puntual, luego de lo cual cada uno de los especialistas

    retom sus labores acadmicas o laborales (Cceres 2011: 62), sin desarrollarse entonces una reflexininterna de la disciplina respecto al tema (Cceres 1992; Jensen y Cceres 1995).

    Un proceso de transformacin se ha esbozado durante el siglo XXI lo que se refleja en laincorporacin del tema en congresos nacionales de Antropologa y ms recientemente deArqueologa (Cceres 2004; Carrasco et al.2003b, 2004; Cceres y Jensen 2007), as como en larealizacin de las primeras investigaciones enfocadas en centros de detencin y tortura utilizados enla dictadura militar (Fuenzalida 2011; San Francisco et al.2010; Fuentes et al.2009). En el ltimocaso, se trata de ejercicios que llaman a pensar cmo herramientas terico-metodolgicas propiasde la arqueologa pueden aportar a la construccin de un discurso y/o una memoria al respecto.Asimismo, a diferencia de los trabajos enfocados en la identificacin de detenidos desaparecidos,estas investigaciones no necesariamente se vinculan al hacer justicia, sino ms bien a rescatary ayudar a mantener la memoria histrica en torno al tema, considerando que los recintos dedetencin y tortura son hitos arquitectnicos particularmente significativos para ello y que, an endemocracia, existe una poltica de invisibilizacin de la violencia ejercida por el Estado.

    Considerando lo anterior, la reflexin acerca de este tema en la arqueologa chilena se refleja enesfuerzos relevantes, pero poco sistemticos. En Chile a diferencia de otros pases como Argentina oUruguay (Bellelli y Tobin 1985; Funari y Zarankin 2006; Lpez Mass 2006; Zarankin y Salerno 2008;Gonzlez y Lema 2011), esta tendencia no constituye una propuesta inserta en el mbito disciplinary los escasos esfuerzos que desarrollan un trabajo en sta lnea no tienen sustento institucional.

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    Pese a ello y a diferencia de las otras temticas revisadas en este trabajo, en este campo se observams claramente la existencia de una voluntad poltica explcita de vincular la prctica arqueolgicacon la realidad del presente y el pasado reciente del pas, constituyendo un aporte social e histricoconcreto. Es que a diferencia de otras tendencias tericas, en esta arqueologa se conjuga la necesidad

    de construir y aportar en trminos de discursos a la memoria reciente vinculada al pasado dictatorialy traumtico de nuestro pas. La poltica aparece de forma explcita en los planteamientos, cuandose tiene en consideracin que la arqueologa puede servir de evidencia en casos judiciales abiertos(ver Cceres 1992; Carrasco et al.2003b; Cceres y Jensen 2007) o contribuir a visibilizar memoriasno historizadas en los discursos oficiales (Fuenzalida 2011, 2014; San Francisco et al.2010; Lizardi2015).

    Relevancia, limitaciones y proyecciones del proyecto disciplinar de laASL en Chile

    En este trabajo hemos evaluado diferentes iniciativas enmarcadas en lneas investigativas quese relacionan con la ASL ya sea porque poseen una base terica crtica y/o asumen una posturapoltica clara y explcita. Consideramos que estos aspectos son fundamentales cuando se entiende ala arqueologa como ciencia social, en cuanto a disciplina que forma parte de un sistema ante cuyosdebates, necesidades y problemticas debiera responder.

    La Arqueologa Social Latinoamericana, como desarrollo terico, fue una expresin del procesohistrico de lucha que transit el continente desde comienzos de la segunda mitad del siglo XX. Entanto tal, su entrelazamiento con el proceso revolucionario nacional, y la adopcin del materialismohistrico como enfoque predominante de su praxis cientfica, determinaron que en Chile fuese

    erradicada de forma eficiente, inmediatamente despus de la instalacin de los organismos militaresen el poder en 1973 (Bate 1984). Resulta complejo, por lo tanto, realizar una evaluacin de sudesarrollo en las dcadas siguientes, entendiendo que, junto con suprimir el cncer marxista yla reflexin y crtica social en general, la dictadura cvico-militar promovi perspectivas tericasalineadas con los modelos econmicos norteamericanos, enraizados en la concepcin liberal deindependencia poltica del conocimiento cientfico.

    Este desarrollo terico posee una relevancia intrnseca a su definicin como proyecto disciplinar,en tanto representa una perspectiva alternativa a los modelos imperantes, donde converge unaposicin filosfica, tica y poltica particular. Se trata de un proyecto disciplinario por y para nuestrocontinente, que responde a la historia y realidad particulares de Latinoamrica.

    Como hemos visto, sin embargo, las arqueologas chilenas que se proponen sociales carecende estos elementos. En el caso de los trabajos vinculados a las comunidades indgenas, por ejemplo,a pesar de un reconocimiento del conflicto entre la institucionalidad, los arquelogos y las propiascomunidades, se han adoptado aproximaciones poco reflexivas y unilaterales, que en nombre deidealizaciones de identidades en peligro ignoran las problemticas de fondo, lo que, sumado auna legislacin ambigua, difcilmente puede hacer sino legitimar desigualdades y asimilar al sistemanacional diversidades de un modo menos traumtico (Daz-Polanco 1978). Asimismo, podemosencontrar problemas similares cuando se trabaja desde la ptica del patr imonio: perspectivas ingenuasque privilegian la forma por sobre el contenido, por lo general naturalizando el valor de la cultura

    material sin introducir cuestionamientos a la lgica de consumo en que sta se desarrolla. En ambos

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    casos, se busca proteger lo indgena o lo patrimonial sin siquiera cuestionar los alcances y ladireccin de dicha proteccin.

    Esta misma visin poco reflexiva y cortoplacista se observa en los intentos de aplicar el

    materialismo histrico a la interpretacin arqueolgica; la ausencia de una praxis sistemtica alrespecto han dado como fruto, artculos cuya relevancia no trasciende la ancdota. Por su parte, lostrabajos vinculados a los asesinatos y desapariciones durante la dictadura, sin desmerecer el enormevalor que poseen en s mismos, se caracterizan justamente por tratarse de respuestas contingentesa demandas del poder judicial, y slo el ltimo tiempo aparecen las primeras iniciativas de ndolepropositiva. La arqueologa industrial, por ltimo, se encuentra an en un estado muy incipientepara emitir juicios al respecto, pero tampoco existen indicadores que muestren necesariamente elcomienzo de una tendencia diferente.

    Por ello, tal como Gndara y coautores (1985:9) son quienes diagnostican que la arqueologa

    marxista no existe en Mxico, y Tantalen (2004), para quien la arqueologa social peruana seencuentra en un panorama desolador sin mayor produccin o coherencia, consideramos que ennuestro pas no existen trabajos que hayan desarrollado una perspectiva consistente con la ArqueologaSocial Latinoamericana. Se hace evidente que se trata de iniciativas que, aunque puedan compartiralgunos de los postulados de la ASL, constituyen posiciones tericas eclcticas que carecen de unareflexin sistemtica sobre la problemtica social a nivel nacional y continental, y su propia praxisal respecto. Por el contrario, surgen como respuestas contingentes a manifestaciones especficas delos conflictos generales, y son alimentadas desde la necesidad de dar legitimidad social a la propiaprctica.

    Esto podra ser explicable considerando tres causas principales. La primera -y de la que se

    desprenden las siguientes- refiere al contexto poltico que condicion el abandono de estaperspectiva a nivel institucional a partir de la persecucin de la izquierda en general, y el ejerciciosistemtico de despolitizacin de la sociedad civil aplicado durante los ltimos cuarenta aos. Lasegunda, apunta a una prctica arqueolgica que se caracteriza por tendencias eclcticas, que en lamayora de los casos carece de explicitacin terica o mayor reflexin. En sta se observa ms bienla adopcin oportunista de marcos tericos -fundamentalmente norteamericanos y europeos- paraenfrentarse a situaciones especficas. La tercera, dice relacin con la idea, arraigada en la academia,de que la arqueologa como ciencia no tiene cabida para las mezclas con la poltica o la historia,sino que se trata de una esfera autnoma e independiente de la contingencia de la sociedad de laque forma parte. Por ltimo, cabe mencionar que la disciplina arqueolgica se caracteriza por unafuerte elitizacin, pues gran parte de sus miembros forman parte de los grupos ms favorecidos delpas, situacin que se reproduce institucionalmente, por ejemplo, en la Universidad de Chile a partirde los estndares de acceso a la misma.

    Luego de esta valoracin crtica, el proyecto permanece. Al igual que en el resto del continente,surge la necesidad de realizar reelaboraciones tericas y prcticas que se hagan cargo de lascondiciones polticas actuales, actualizando los postulados previos al apogeo neoliberal, y que, porlo tanto, permitan tambin discutir los paradigmas dominantes en la arqueologa local y mundial.Asimismo, es necesario evaluar las problemticas que emanan de las contradicciones generalesy especficas de esta sociedad capitalista, y que no han sido abordadas en este trabajo, como lapredominancia de la praxis mercantilizada de la arqueologa de impacto ambiental, frente a las

    iniciativas de investigacin, difusin e intervencin.

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    Con esto no proponemos desechar la experiencia acumulada en los ltimos treinta aos porlos trabajos revisados anteriormente, simplemente por carecer de la substancia terico-poltica quehemos propuesto. Por el contrario, pese a las crticas planteadas reconocemos en varios casos- suaporte desde una perspectiva de aprendizaje metodolgico y prctico, as como su carcter de

    puntos de partida que permiten problematizar ms incisivamente sus esferas de accin. Lo quepareciera urgente y necesario es, entonces, dinamizar las iniciativas que cada vez emergen con msfrecuencia en una propuesta poltica clara y un sentido de realidad que permitan, nuevamente,plantear la posibilidad de un proyecto disciplinar de escala amplia.

    Tampoco es la intencin de este artculo plantear una solucin programtica a la situacinexpuesta, pues pensamos que sta deber surgir de una reflexin que supera la mera evaluacin dela historia de la investigacin. S podemos, en cambio, plantear las direcciones fundamentales por lasque creemos que debe conducirse el proceso de construccin de una arqueologa social orgnica ypolticamente slida.

    En primer lugar, existe la necesidad de desarrollar una produccin terica propia, que sehaga cargo de las condiciones especficas de las sociedades del pasado y contemporneas a nivellocal, nacional y continental. Por lo mismo, es fundamental la creacin y apropiacin de espaciosde produccin y difusin locales y cotidianos, en el sentido de poseer un grado de insercincomunitaria relevante, as como la utilizacin y creacin de metodologas de difusin e integracinque permitan vincularse exitosamente con el resto del campo social. De la mano con lo anterior,se vuelve necesario el involucramiento de la arqueologa en el pasado reciente y la histor ia directade las comunidades actuales, indgenas o no, una prctica que si bien comienza a desarrollarse siguesiendo muy escasa. Por ltimo, pensamos que todos estos aspectos debiesen articularse en torno auna praxis social que marque una distincin y permita oponerse a la actual condicin mercantil

    de la disciplina, difundida como arqueologa de contrato, de la subordinacin de la produccinacadmica al sistema internacional de publicaciones cientficas, o del manejo del patrimonio comobien de consumo.

    Agradecimientos.Agradecemos a Daniel Delfino y Gustavo Pisani por la organizacin del simposioTodas las tierras. Crtica y reivindicacin de la Arqueologa Social Latinoamericana en el marcodel XVIII Congreso Nacional de Arqueologa Argentina, donde presentamos una primera versinde este trabajo. Al mismo tiempo agradecemos a los evaluadores de este manuscrito porque con suspertinentes comentarios aportaron enormemente a la calidad del contenido aqu planteado.

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    Instrucciones a los Autores | 115

    Boletin de la Sociedad Chilena de Arqueologa

    El Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa es una publicacin anual editada por la SociedadChilena de Arqueologa. Tiene como propsito la difusin de avances, resultados, reflexiones ydiscusiones relativos a la investigacin arqueolgica nacional y de zonas aledaas. Presenta as a lacomunidad arqueolgica contribuciones en la forma de artculos originales, referidos a los diversoscampos del quehacer arqueolgico.

    Instrucciones a los autores

    1. Las contribuciones de los autores deben ser originales. Su recepcin no garantiza supublicacin, ya que luego del proceso de evaluacin, el comit editorial podr solicitar cambios

    tanto de contenido como formales a sus autores, o bien rechazar la publicacin del mismo.

    2. Los manuscritos deben dirigirse al Editor del Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa:[email protected].

    3. El texto completo deber estar escrito en letra Times New Roman tamao 12, en formato.doc o .docx.

    4. La extensin mxima de los textos, en pgina tamao carta e incluyendo todas sus secciones,notas, tablas, figuras y referencias citadas ser de 25 pginas.

    5. El texto completo deber presentarse con interlineado simple y justificado.

    6. Los mrgenes izquierdo y derecho sern de 2,5 cm, mientras que los mrgenes inferior ysuperior sern de 3 cm.

    7. Los prrafos no debern tener sangra.

    8. El texto deber contener obligatoriamente las siguientes secciones en el orden mencionado:a) Ttulo principal.b) Nombre del o los autores.

    c) Resumen en espaol (5 a 10 lneas)d) Palabras clave en espaol (mximo 5).e)Abstracten ingls (5 a 10 lneas).f) Keywordsen ingls (mximo 5).g) Texto.h) Agradecimientos (opcional).i) Referencias citadas.j) Listado de Tablas y sus leyendas.k) Listado de Figuras y sus leyendas.

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    9. El ttulo principal se presentar centrado, escrito en minscula y negr ita. No podr contenernotas de ningn tipo.

    10. El nombre del o los autores ir en minsculas y centrado. En nota al pie de la primera pgina,

    deber presentarse en el siguiente orden: filiacin institucional y direccin electrnica.

    11. El Resumen se titular con minscula, centrado y en negrita. A continuacin se presentarnlas Palabras Clave en minscula y alineadas a la izquierda.

    12. ElAbstractse titular con minscula, centrado y en negrita. A continuacin se presentarn lasKeywordsen minscula y alineadas a la izquierda.

    13. El texto se iniciar sin la palabra Introduccin.

    14. A lo largo del texto los ttulos pr imarios debern ser escritos en minscula, negrita y centrados.Los ttulos secundarios debern ser escritos en minscula, normal y alineados a la izquierda. Losttulos terciarios debern ser escritos en minscula, cursiva y alineados a la izquierda.

    15. Los Agradecimientos se presentarn al finalizar el texto y antes de iniciar las ReferenciasCitadas. Se consignar el trmino Agradecimientos en minscula, cursiva y alineado a la izquierda.A continuacin y en la misma lnea, separados por un punto, se anotarn los reconocimientos que elautor estime. En esta seccin corresponde indicar los crditos a las fuentes de financiamientocorrespondientes.

    16. Se presentar como notas toda aquella informacin adicional relevante al texto y que

    no pueda ser incluida en el mismo. Las notas sern todas a pie de pgina y debern numerarsecorrelativamente con nmeros arbicos (1,2,3.). La nota 1 corresponder a la filiacin institucionaly direccin electrnica del primer autor.

    17. Las citas textuales de ms de tres lneas se indicarn entre comillas, separadas del texto y encursiva.

    18. Las tablas y figuras se indicarn en el texto entre parntesis, con letra minscula y normal,por ejemplo: (Tabla 1), (Figura 3). Debern ser numeradas en el orden en que aparecen en eltexto. Deber adjuntarse un listado de Tablas y Figuras en formato .doc o .docx con las respectivasleyendas.

    19. Las tablas podrn presentarse como archivos separados del texto en formato .doc, .docx, .xlso xlsx, o presentarse insertas en el texto mismo, en cuyo caso no deber ser como imagen.

    20. Las figuras comprenden fotografas, dibujos y mapas. Estas debern presentarse en archivosseparados del texto, en escala de grises, en formato JPG, TIF, BMP o PNG, con una calidad noinferior a 300 dpi y un tamao no mayor a 18 x 14 cm.

    21. Las citas en el texto se sealarn en parntesis, minscula y normal. El autor o autores y el aode publicacin no debern separarse con coma. En una cita que contenga ms de una referencia,

    stas se ordenarn alfabticamente y separadas con punto y coma. La expresin et al.(siempre en

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    Instrucciones a los Autores | 117

    cursiva) se utilizar para referencias que tengan ms de dos autores. Referencias que tengan elmismo autor o autores en el mismo ao se las distinguir con las letras a, b, c, etc. Los trabajos enprensa o manuscritos se indicaran en el texto slo refiriendo al ao y sin siglas como Ms.

    Por ejemplo: (Castro et al.2001; Hocquenghem y Pea 1994; Llagostera 1979, 1982; Mndez

    2012a, 2012b; Surez 1981).

    22. Los nmeros cardinales sern referidos con palabras si el valor es inferior a nueve, porejemplo: cuatro cuchillos. Si el valor es superior a nueve, se lo referir con nmeros, por ejemplo:58 vasijas; excepto al inicio de un enunciado, por ejemplo: Cincuenta y ocho vasijas .

    23. Los fechados radiocarbnicos que se publiquen por primera vez siempre se deben sealar enaos a.p. sin calibrar, indicando la fecha con un rango de error (sigma), el cdigo de laboratorio ynmero de muestra, el material fechado y el valor 13C de estar disponible. Por ejemplo: 195456a.p., UB 24523, semillas de Chenopodium quinoa, 13C = -27,9

    Para los fechados radiocarbnicos calibrados se debe indicar tal condicin, la cantidad de sigmas(1 o 2) empleados y el programa y curva de calibracin utilizados; se puede informar tambin laprobabilidad de los rangos de edad entregados. Por ejemplo: 48 cal. a.C-3 cal. d.C (p = 0.105) y10-222 d.C. (p = 0.895) (calibrado a 2 sigmas con el programa CALIB 7.1 [Stuiver et al.2005] y lacurva SHCal13 [Hogg et al.2013])

    24. Los fechados de termoluminiscencia que se publiquen por primera vez siempre se debensealar en aos calendricos (a.C., d.C.), indicando la fecha con un rango de error (sigma), el cdigode laboratorio y nmero de muestra, el material fechado y el ao base utilizado. Por ejemplo:430130 d.C., UCTL 1537, cermica, ao base 1990.

    25. La seccin de bibliografa se titular Referencias Citadas, en minscula, negrita y centrado.Las referencias sern ordenadas alfabticamente por apellido y en forma cronolgica ascendentepara cada autor. La informacin de cada referencia ser dispuesta en el siguiente orden: autor(es),ao, ttulo, imprenta, lugar de publicacin. Los autores debern ir en minscula. Se deber consignarsolamente las iniciales de los nombres de los autores; cuando haya ms de un autor, solamente parael primero deber aparecer el apellido antes que el nombre. A continuacin y en la misma lnea,separados por un punto, se indicar el ao, ttulo del trabajo y el resto de las referencias. Slo laprimera letra del ttulo deber ir en mayscula. El ttulo de la revista, libro o monografa deberaparecer en cursiva. Todos los artculos de revista o captulos de libro deben anotar los nmeros depgina correspondientes.

    Ejemplos:- Libro:Binford, L. 1981. Bones: ancient men and modern myths. Academic Press, New York.

    -Libro editado, compilado o coordinado:Se indicar al autor o autores como (ed.), (comp.) o (coord.), respectivamente y segn

    corresponda.Flannery, K. (ed.) 1976. The Early Mesoamerican Village. Academic Press, New York.

    - Artculo en revista:

    Legoupil, D., C. Lefvre, M. San Romn y J. Torres. 2011. Estrategias de subsistencia de cazadores

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    recolectores de Isla Dawson (Estrecho de Magallanes) durante la segunda mitad del Holoceno:primeras aproximaciones. Magallania39(2):153-164.

    - Captulo en libro:

    Schiappacasse, V., V. Castro y H. Niemeyer. 1989. Los Desarrollos Regionales en el Norte Grandede Chile (1000 a 1400 d.C.). Prehistoria. Desde sus orgenes hasta los albores de la conquista. Editado porJ. Hidalgo, V. Schiappacasse, H. Niemeyer, C. Aldunate e I. Solimano, pp. 181-220. Editorial AndrsBello, Santiago.

    - Actas de Congreso como volumen propio:Dillehay, T. y A. Gordon. 1979. El simbolismo en el ornitomorfismo mapuche: La mujer casada

    y el ketru metawe.Actas del VII Congreso Nacional de Arqueologa Chilena, Volumen I, pp. 303-316.Editorial Kultrn, Santiago.

    - Actas de Congreso como parte de una publicacin peridica:Nez, P. 2004. Arqueologa y cambio social: Una visin de gnero y materialismo histricopara el Norte de Chile.Actas del XV Congreso Nacional de Arqueologa Chilena / Chungara Revistade Antropologa Chilena36 Volumen Especial, Tomo I, pp. 441-451. Universidad de Tarapac, Arica.

    - Memorias, Tesis o Disertaciones de grado o ttulo:Artigas, D. 2002. El sueo esculpido: arte rupestre y memoria del mito en el valle de Canelillo, Provincia

    de Choapa. Memoria para optar al Ttulo de Arquelogo. Departamento de Antropologa, Facultadde Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago.

    - Manuscritos en prensa:

    Se indicar de acuerdo a la categora correspondiente (libro, artculo en revista, captulo en librou otro), para finalizar con el trmino En prensa.

    Sanhueza, J. 2005. Registro de un cementerio del periodo Formativo en el oasis de Pica (Desiertode Tarapac). Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa. En Prensa.

    - Manuscrito indito:Se indicar su institucin depositaria y su condicin de manuscrito.Gaete, N. 2000. Salvataje Sitio 10 PM 014 Monumento Nacional Conchal Piedra Azul. Informe

    Segunda Etapa. Volumen 3. Archivo Consejo de Monumentos Nacionales, Santiago. Manuscrito.

    - Sitios o Documentos WEB:Se indicar de acuerdo a la categora correspondiente (libro, artculo en revista, captulo en libro

    u otro), sealando la fecha de consulta ms reciente.Stuiver, M., P. Reimer y R. Reimer. 2005. CALIB 5.0. [WWW program and documentation].

    http://intcal.qub.ac.uk/calib/manual/index(1 agosto 2015).

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    SOCIEDAD CHILENA DE ARQUEOLOGA(Periodo 2014-2015)

    Directorio: Gloria Cabello, Roberto Campbell (Presidente), Flora Vilches, Simn Urbina, Mauricio Uribewww.scha.cl

    Boletn de la Sociedad Chilena de Arqueologa. Publicacin anual editada por la Sociedad Chilena deArqueologa. Tiene como propsito la difusin de avances, resultados, reflexiones y discusiones relativosa la investigacin arqueolgica nacional y de zonas aledaas. Las opiniones vertidas en este Boletn son

    de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de laSociedad Chilena de Arqueologa.

    ndice

    ANLISIS MORFOLGICO-EXPERIMENTAL Y POR FLUORESCENCIA DERAYOS X DE LAS PUNTAS DE PROYECTIL DE OBSIDIANA DE UN AJUARDEL PERIODO AGROPECUARIO TARDO DEL NO DE MENDOZA, ARGENTINAHugo G. Nami, Vctor A. Durn, Valeria Cortegoso y Martn Giesso 7

    LAS AVES DEL SITIO ARQUEOLGICO EL SHINCAL DE QUIMIVIL,PROVINCIA DE CATAMARCA, ARGENTIONAAgustn M. Agnoln y Federico L. Agnoln 39

    REGISTRO Y CONTEXTUALIZACION DE LA COLECCIN DE VASIJAS DELLOF LLAGUEPULLI, PUERTO DOMNGUEZ (LAGO BUDI)Gabriela Palma, Sandra Rebolledo, Patricia Kelly 59

    REPRESENTACIONES QUE NAVEGAN MS ALL DE SUS AGUAS: UNAPINTURA ESTILO EL MEDANO A MS DE 250 KM DE SU SITIO HOMNIMOBenjamn Ballester, Francisco Gallardo y Patricio Aguilera 81

    EVALUACIN DE LA ARQUEOLOGA SOCIAL EN CHILE: DESARROLLOHISTRICO Y REVISIN CRTICA DEL PROYECTO DISCIPLINARHugo Carrin, Cristin Dvila, Ayeln Delgado, Nicole Fuenzalida, Patricia Kelly,

    Francisca Moya, Sandra Rebolledo, Simn Sierralta, Jairo Seplveda y Cristin Gonzlez 95