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Teoría del parrisano NOTAS COMPLEMENTARIAS AL CONCEPTO DE LO POLÍTICO PREFACIO El presente ensayo es el resultado de dos conferencias que pronuncié en 1962. Exactamente el 15 de marzo en Pamplona, invitado p orelfím ' dio General de Navarra y el 17 de marzo en la Universidad de Zaragoza, en el marco del ciclo organizado por la Cátedra Palafox, invitado por el profesor Luis García Arias. El texto apareció a fines de 1962 en las publi- caciones de la Cátedra. El sübtítulo “Notas complementarias al concepto de lo político” re- sulta comprensible si se tiene en cuenta el momento particular en el cual se publicó el texto. La editorial hizo público el texto de un escrito de 1932, En los últimos tiempos hubo muchas intervenciones sobre e’ tema. El presente ensayo no quiere ser el enésimo corolario y se presenta en cam- bio como un trabajo concebido con plena autonomía que concluye plan- teándose, aunque sólo sea en forma alusivaj el pi'oblema de la distinción de amigo y enemigo. Quisera por esa razón presentar esta elaboración en fonna de notas complementarias y tornarla así accesible a todos los que hasta ahora siguieron con aterrción el debate, más bien complicado,sobre el concepto de “político”. Febrero de 1963 CARL SCHMITT 113

Carl Schmitt Teoria Del Partisano Notas Oomplementarias Al Concepto de Lo Politico Folios

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Teoría del partisano

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Teoría del parrisanoNOTAS COM PLEM ENTARIAS AL CONCEPTO D E LO POLÍTICO

PREFACIO

El presente ensayo es el resultado de dos conferencias que pronuncié en 19 6 2 . E xactam ente el 15 de m arzo en Pam plona, invitado p o r e l f í m ' d io G eneral d e N avarra y el 17 de m arzo en la Universidad de Zaragoza, en e l m arco del ciclo organizado por la Cátedra Palafox, invitado por el profesor Luis G arcía Arias. El te x to apareció a fines de 1962 en las publi­caciones de la Cátedra.

El sü b títu lo “N otas com plem entarias al con cep to de lo p o lít ic o ” re­sulta com prensib le si se tiene en cuenta el m om ento particular en e l cual se p u b licó el te x to . La editorial h izo pú b lico e l te x to de un escrito de 1932 , En los ú ltim os tiem pos hubo m uchas intervenciones sobre e ’ tem a. El presente ensayo n o quiere ser e l enésim o corolario y se presenta en cam ­b io com o un trabajo con ceb id o con plena au ton om ía que con clu ye p lan­teán dose, aunque sólo sea en form a alusivaj el pi'oblem a de la d istinción de amigo y en em igo . Quisera por esa razón presentar esta elaboración en fon n a de notas com plem entarias y tornarla así accesib le a to d o s los que hasta ahora siguieron con aterrción e l d ebate, m ás bien co m p lica d o ,so b re el con cep to de “p o lít ic o ” .

Febrero de 1963

C A R L SCHMITT

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Introducción

U m m irada a l p u n to d e p a rtid a : d e ¡ 8 0 8 a ¡8 1 3

El punto de partida de nuestras consideraciones sobre el problem a dei par­tisano es la guerra de guerrillas llevada a cabo por el pueb lo español en los años que van de 1808 a 1813 contra el ejército de un invasor extranjero. En esta guerra enfrentáronse por vez primera e l pueblo —un pueblo pre- burgués, preindustrial y p reco n v en c io n a l- y un ejército regular, m oderno, bien organizado, nacido de las experiencias adquiridas durante la revolu­c ión francesa. E sto abrió nuevas perspectivas en el arte de la guerra, dan­do inicio a una nueva manera de entender la estrategia y a nuevas teorías sobre ia guerra y sobre la p o lítica .

El partisano com bate com o irregular. El con cep to de com bate regular e irregular depende, no ob stan te , de una clara defin ición de “regular” y en­tra só lo en las m odernas form as de organización bélica, surgidas en las gue­rras que siguieron a la revolución francesa, su antítesis real y por eso m is­m o su verdadera defin ición . Siempre en la historia, hubo reglam entos de guerra y reglas de com bate y , consecuentem ente estos fueron tam bién d e­sobedecidos y violados.

Ejem plos de lo que p odem os definir com o guerra partisana se produje­ron en todos los p eríod os de gran crisis, en Alem ania durante la guerra de los treinta años {1 6 1 8 -1 6 4 8 ), en todas las guerras'civiles y en todas las gue­rras colon iales de la historia humana.

En la elaboración de una teoría del partisano en su conjunto no debe olvidarse que la im portancia y el significado de su “ irregularidad” depen­den de la im portancia y del significado que se le atribuyen al “regular” que la lucha partisana pone en discusión. Y es justam ente esta regularidad, tanto del estado com o del ejército , la que recibe de N apoleón una nueva,

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exacta , d efin ic ión , ya sea en el cam po de las fuerzas armadas francesas com o en el del estado, Las innum erables guerras indias de lo s invasores blancos contra los p ieles rojas norteam ericanos, realizadas desde ei siglo X V ll hasta el X IX , y tam bién lo s m étod os de los riflem en durante la g u e­rra de independencia norteam ericana contra el ejército regular inglés (1 7 7 4 -1 7 8 3 ) y la guerra civil en V andea entre chouans y jacob in os (1 7 9 3 - 1 7 96 ) deben colocarse todas en un estad io prenapoleónico.,^£l nuevo arte bélico de Jos ejércitos regulares nap o león icos era el resu ltado de un nuevo m odo de com batir, un m odo revolucionario. T oda ia cam paña napoleón ica de 18 0 6 contra Prusia le pareció a un oficia l prusiano de ja época sólo “ una guerrilla en grande” . ’

El partisano de la guerrilla espaiiola de 1808 fue el prim ero que osó com batir irregularmente contra un ejército regular n iod ern o . En el o to ñ o de 1808 N apoleón había derrotado al ejército regular español.

La primera guerrilla española com en zó sólo después d e esta derro­ta de las fuerzas regulares. Aún h oy n o poseem os una historia com p le­ta y docum entada de la guerra partisana esp añ ola .2 Tal historia parece

' L. Kessel, “D ie W andlung der Kriegskunst im Zeitalter der französischen R evo­lu tion" . en H istorische Z e itsch rift, vo l. 148, 1933 , pp. 248 y ss ;v o l. 1 91 . 1 9 6 0 , pp. 397 y SS-, resensión del libro de Q uim by. The B ackgrou n d o j N a p o leo n ic warfarc. W. HahKveg. “Preussische R eform zeit und revolutionärer Krieg", en W ehrwissens- ch aftlich e R undschau, suplem ento 18. septiem bre de 1962, pp. 49 -5 0 : "N apoleón extrajo del nuevo m odo de com batir del ejército revolucionario de masa un sistem a com p leto de manera ejem plar, sus operaciones m ilitares en gran estilo , su gran táctica y su gran estrategia” , K1 oficial prusiano y publicista Julius von V oss escri­bió que toda la cam paña napoleónica de 1806 podía "ser definida com o una guerri­lla en grande” (cfr. W, Hahlweg, op. c //,. p. 14).

2 Entre las publicaciones de la Cátedra General Palafox de la Universidad de Zara­goza véase el volum en La guerra m oderna de 1955 por F . de Salas L ópez. G u en illas y qu in tas colum nas, t. 111, pp, 1 81-211 . A dem ás el volum en Im guerra d e la in d e ­pen den cia española j ’ los d e Z aragoza de 1958 por J.M. Jover Zam ora, L a g u e r ra d e la in depen den cia española en e l m arco d e las guerras eu ropeas d e liberación (180S- 1 8 1 4 ), pp. 4 1 -1 6 5 ; F. Solano Costa. La resistencia p o p u la r en la guerra d e la in d e ­p en den cia: los guerrilleros, p p . 3 8 7 -4 2 3 : A . Serrano M ontalvo, E l p u e b lo en la g u e ­rra d e la in depen den cia: la resistencia en las ciudades, pp. 4 6 3 -5 3 0 , Los dos ensa­yos fundam entales de L. García Arias se encuentran en ím guerra m oderna , t. I (S obre la lic itu d d e la guerra m oderna) y en D efensa N acional, I9 6 0 ( “El nuevo c o n ­cepto de la defensa nacion al”). F. Solano Costa señala al final del ensayo citado cóm o hasta ahora no ex iste una historia docum entada del m ovim iento popular español c o n ­tra N apoleón . Sin em bargo, su ensayo junto al de Jover Zam ora, debe ser con sid e­rado com o uña sín tesis ex ce len te , y hay que recordar con gratitud que él ha sido para nosotros una im portante fu en te d e inform aciones. Las obras históricas españolas tra­tan a la guerra de guerrillas de distinta manera, pero en cada caso no ofrecen un tra-

[NTRODUCnON 1¡5

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necesaria —véase !o que afirma Fernando Solano Costa en su ensayo L o s guerrilleros c itado en n o t a - pero es una obra ardua, ya que la guerrilla es­pañola fue un conjunto de por lo m enos doscientas pequeñas guerrillas lo ­cales: en A sturias, A ragón, Cataluña, Navarra, Castilla, etcétera, guiada ca­da una por un je fe d iferente, cuyo nom bre ha quedado en la leyenda. Juan Martín D iez , convertido en e l terror de los franceses con el nom bre de E m ­pecin ado , fue uno de éstos, y volvió inseguro el cam ino que un ía a Madrid con Zaragoza.3 Esta guerra partisana fue conducida por los dos bandos con una crueldad inaudita y n o hay que maravillarse de que se haya dado más material de interés histórico a la prensa por parte de escritores cu ltos, ios únicos capaces de redactar libros y m em orias, que por parte de los guerri­lleros, Y estos in telectuales eran obviam ente afrancesados, filofranceses. De todas m aneras, entre m ito y leyenda de un lado e historia d ocum enta­da del o tro , las líneas directrices de la situación de la que partim os quedan claras. Según C lausew itz, en España estaba la m itad de los efectivos m ilita­res franceses y la mitad de é sto s, alrededor de 2 5 0 o 260 mil hom bres eran frecuentem ente m antenidos en jaque por los guerrilleros, cuyo número G óm ez de A rteche estim a en 5 0 mil y o tros en una cifra m uy inferior. La rituación del partisano español de 1808 se caracterizó sobre to d o por e l he­cho de que enfrentaba al enem igo sólo sobre su m ism o territorio, mientras que su rey y su fam ilia no sabían con certidum bre quién era el enem igo real. D esde este punto de vista, las autoridades legítim as no se com portaron

1) b T E O R IA D E L P A R T IS A N O

tainiento general adecuado al interés m oderno por este problem a (C. de T oreno. M. Lafuente. R. de S o lís, J. M, García R odríguez y . de manera basianie detallada, nueva­m ente J. G. de Arteche en los vois, 4 . 5 . 7. 9 . 1 1 y i4 de su H istoria d e la guerra d e la indepen den cia). Ki exam en de las publicaciones francesas, inglesas y alemanas nos lle­varía dem asiado lejos (cfr. tín excelen te panorama de éstas en ia conuinicación £1 gue- n illero y su trascendencia de V . Solano Costa en las publicaciones del Congreso Inter­nacional de la Guerra de la Independencia y su época. Zaragoza. Institución Fernando el C atólico, marzo-abril de 1959 . Véase también a llí mismo A spectn s m ilnares d é la guerra d e la in dependencia de S. Amado Loriga y La organización odn iin istra iiva fran­cesa en España de ,!. Mercader.

3 Sobre el toma cfr. F. Solano Costa, op. c it., pp. 387 . 402 y 4 0 5 . G. Marañón pti- blicó una traducción española de la parte correspondiente a E m pecinado dci libro de Hardman. Peninsular scenes an d sketch es, Ldimburgo y Londres. 1847. .1. de Arteche publica en el volum en 14 com o apéndice una conferencia sobre Fm pecinado. Junto a I m pecinado se debería citar tam bién ai párroco Merino al cual está dedicado el ú lti­mo velvUü en el E m pecin ado arriba citado de Marañón. F.mpecinado y el párroco Me- riití' so encontraron en, dos barricadas distintas cuando en 1823 los franceses invadie­ron l spaña por cuenta de la Santa Alianza (los fum osos “cien mil hijos de San Luis“ ): l:.mpecinado junto a los constirucionalistas y el párroco Merino junto a la restaura­ción absolutista v los franceses.

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en España de un m od o d istin to de cu an to ocurrió en A lem ania. A dem ás es característico de la situación española que los estratos cu ltos de la n o ­bleza y del a lto clero, e incluso de la b u igu esía , eran profundam ente afrancesados, y por lo tan to sim patizaban con e l invasor extranjero. T am ­bién por esta razón surgen paralelism os con A lem ania dond e el gran p oeta G oethe com puso hirrmos que glorificaban a N ap o león , y la in teiligen tsia alemana nunca consiguió form arse una idea clara acerca de cuál d eb ía ser su posición p o lítica . En España fue el “ guerrillero” quien corrió el riesgo de una batalla sin esperaitzas; un pobre d iab lo , un primer ejem plar t íp ic o de aquella carne de cañón que utilizan las grandes p oten cias para sus c o n ­flic to s arm ados. T odo esto entra , casi com o una ou verture, en una teoría del com b atien te partisano.

Una chispa partió en ton ces desde España hacia el norte de E uropa, p e­ro a llí n o provocó ese fuego que confiere en cam bio a la guerrilla esp añ o­la su im portancia histórica, P rovocó, sin em bargo, una serie de reacciones cuya eficacia alcanza a nuestros d ías, esta segunda m itad del siglo X X , para transform ar la faz de la tierra y de sus habitantes.

U na tentativa orgánica de im itar e l m od elo español se e fec tu ó prim ero en 1809 durante la breve guerra conducida por Austria contra N ap o león . Con la ayuda de escritores fam osos el gobierno austríaco organizó una campaña nacional an tinapoleón ica . Entre ellos recordarem os los nom bres de Friedrich G entz y de Friedrich Schlegel. Se d ifundieron op ú scu los espa­ñoles traducidos al alemán.^ H einrich von K leist estuvo entre los prim eros que acudieron, y luego de esta guerra austríaca de 1809 con tin u ó la propa­ganda antifrancesa en B erlín . En esos años, y hasta su m uerte en 1 8 1 1 , se convirtió en el cantor de la resistencia alem ana al invasor extranjero. Su drama D ie H erm annsschlacht [La batalla de Herm ann] sigue siendo la m ás grande obra poética de inspiración partisana de to d o s los tiem p os. C om pu­so tam bién una p oesía . A n Palafox, en la cual coloca al defensor de Zara­goza en el m ism o plano que L eónidas, Hermann y G uillerm o Tell,:^ El he-

P, Rüssow. "Die tVirkimu dci l.rhebung Spainens auT d ie r.rlielning gegen N apo­león 1", H isiariscfu' Z e ilsc h rif i. 167, 1 9 4 3 . pp. 3 10-335. eNaiiinui la oeiaviUa del nii- nisUü español Ceballos. I'.. .M. Arndi y el K aicchisin us dei D eiu sch en de K leisi. Sobre el m isino asunto W, Hahlw eg, o p . c ii., p. 9 notas 9 a 13 (sobre la rebelión en /Mema- nia dcl 1 807 al 1 8 1 3 ), Tam bién e! coronel von Schepelcr. con o c id o luego com o liisto- riadoi de la guerra de independencia española , colaboró desde e! norte cu losp lanc^ austríacos de siiblevación armada contra los franceses. Cfr. C . Jureschke, " i ' l coronel von Schepole. Carácter y valor inform ativo de su obra liistoriográfica sobre el reina­do de I erliando VII", en Revisro du E stu d io s Po!¡neos. 136 (núm ero especial sobre la C on siiu ie ión de Cádiz de 181 2). p. 230-

R, Boychardi insertó en su veeopilaeión de! 1926 Ewigvy \ ’n n a d c u n c h a Poesie

IN T R O D U C C IO N 117

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cho de que los reform adores presentes en e l estado m ayor prusiano, sobre to d o G neisenau y Scharnhorst, fueran im presionados y vivam ente influidos por el ejem plo español es cosa ya sabida, y m ás adelante volverem os sobre el tem a. Tam bién los or ígen es del libro Von K riege [D e la guerra], para el cual el nom bre de C lausew itz tiene una resonancia casi m ítica , hay que buscarlos en e l patrim onio de ideas de esos oficia les del estado m ayor pru­siano de los años 1 8 0 8 -1 8 1 3 . Su fórm ula de la guerra co m o con tin u ación de la p o lí tic a con tien e ya en em brión una teoría del partisano, cuya lógica fue luego seguida hasta sus últim as consecuencias por Lenin y por Mao Z edong, com o dem ostrarem os más ad elan te .

A una verdadera guerrilla popular, que se debería m encionar tam bién en el co n tex to de nuestro problem a del partisano, se llegó sólo en Tirol, donde actuaron Andreas H ofer, Speckbacher y el padre capuchino Has- pinger. Los tiroleses representaron u m p o d ero sa an torcha, para utilizar las palabras de Clausewitz.'^ Este ep isod io de 1809 ,tuvo tam bién una rápida conclu sión . En el resto de A lem ania n o se llegó , sin em bargo, a una guerra partisana contra los franceses. El fuerte sentim iento nacional, presente en revueltas aisladas y en la con stitución de pequeñas bandas, desem bocó rá­p idam ente, y sjn dejar huellas, en el gran río de la guerra regular. Los co m ­bates de la primavera y del verano de 1813 se desarrollaron en el cam po de batalla y e l encuentro decisivo sobrevino en una batalla cam pal, la de o c tu ­bre de 1813 en las proxim idades de Leipzig,

El congreso de V iena de 1814-1815 restableció tam bién , en e l m arco de una restauración general, los principios del derecho de guerra europeo."’

1 18 t e o r ì a d e l P A R T IS A N O

Ia poesía de Kleist A n Palafox. El defensor de Zaragoza, el general Palafox preei.sa- m ente. no era por lo dem ás un partisano sino un oficial regular y la heroica defensa de ia ciudad por parte de la población entera no con stitu ía una iuciia partisana. co ­mo recalca tam bién II. Schom erus (cfr. nota 19). sino una resistencia regular contra un sitio regular.

C. von Clausewitz.. P vlith ch e Sehriftcn u n d B rieíc, a cargo de H. R othfcls. Mu­nich. 1 9 2 2 , p. 21 7. ' '

Toda una serie de restauraciones efectuadas por el Congreso de Viena fueron reco­nocidas com o tales por la conciencia general, por ejem plo, el principio de la legitim i­dad dinástica y la m onarquía legítim a, y adem ás la alta nobleza en Alemania y el e s ­tado de la Iglesia en Italia, y tam bién, además dcl papado, la urden de los jesuitas. Menos conciencia se tiene de la gran obra de restauracióti respecto dc\ ju s puhlicuni Furopacum y de sus lim itaciones a la guerra terrestre entre dos estados soberanos e u ­ropeos. una restauración qu e. a! m enos en los m anuales de derecho internacional, se ha m antenido hasta hoy com o fachada “clásica". T.n mi libro D er N on ios d er Frde iin ¡US pu blieu m F uropaeum no lic tratado de tnaiicra suficientem ente detallada ia ccnsu'

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Fue u no de los procesos de restauración m ás sorpendente de la historia universal. E l é x ito logrado fu e ta n grande que este derecho de guerra, de la guerra terrestre con tinenta l circunscrita, dom inaba )a práctica europea de las operaciones m ilitares de la guerra terrestre tod av ía durante la primera gu en a m undial de 1 9 1 4 -1 9 1 8 . E ste derecho se llam a aún h o y derecho de guerra clásico , y ciertam ente se m erece ese nom bre. E ctablece, en e fec to , claras d istinciones, prim ero entre estado de guerra y estado de p az, entre

/ com batientes y n o com b atien tes, entre enem igo y d elin cu en te com ú n . La / F guerra se con duce de estado a estado com o una guerra de ejércitos regula-

) res, estatales, entre dos depositarios soberanos de un fu s belli, que se respe- / tan incluso durante una guerra en cuanto que en em igos sin discriminarse

m utuam ente com o crim inales, de m anera ta l que una con clu sión pacífica es p osib le , m ejor aún , perm anece com o la norm al con clu sión , casi obvia, de la guerra. F rente a una regularidad tan clásica —por lo m en os m ientras

X ésta conserva la fuerza para im p o n e r se - el partisano n o p o d ía sino ser una ^ figura periférica, com o lo h a sido en e l curso de tod a la prim era guerra

m undial.

IN T R O D U C C IO N 119

H o rizo n tes d e nuestras observacion es

Cuando hablo ocasionalm ente de teo r ía s m odernas del partisano debo sub­rayar, para n o crear am bigüedades, que en verdad no ex isten absolutam en­te teo r ía s antiguas d e l m ism o. E l derecho de guerra clásico en e l derecho internacional eu ropeo n o prevé, entre las norm as que atañen a la guerra, ai m enos hasta ahora, la figura d el p an isan o entendida en sen tid o m oderno. L os partisanos son v istos, en to d o caso, com o una especie de tru ppe leggere sum am ente m óviles, pero siem pre regulares, com o en las guerras d el siglo X V II, o b ien están sim plem ente fuera de ia ley , considerados com o crim i­nales particularm ente execrables; para en tendernos, están/iors-/fl-/oí. Mien-

ra representada por la g u en a de la revolución irancesa y del p er ío d o n ap oleón ico . H. W ehberg señala con justic ia esta ausencia en su recensión en Frie,denswarte, vol. 50 , 1 9 (1 , pp . 3 0 5 -3 1 4 ), C om o integración parcial p uedo ahora rem itir a las investigacio­nes d e R . Schnur sobre las ideas y la práctica de derecho internacional ex isten tes en Francia desde 1 7 8 9 hasta 1 8 1 5 , d e las cuales ha aparecido hasta ahora un ensayo con el t ítu lo de “Land und Meer” , Z eitschrift fü r P olitik, 1 9 6 1 , pp . 11 y ss. Tam bién la ininterrum pida neutralidad de la S u k a entra, ju n to a su situation unique, en el cuadro de la obra de, restauración de la guerra europea circunscrita (cfr, Der N o m o s der Erde, p. 2 2 2 ).

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tras la guerra seguía siendo una especie de duelo leal basado sobre la caba­llerosidad y sobre reglas ciertas n o p od ía ser de otra manera.

Con la in troducción del servicio m ilitar obligatorio y generalizado, sin em bargo, todas las guerras se convierten lógicam ente en guerras de pueblos y con rapidez se llega a situaciones com plejas, y con m ucha frecuencia irresolubles sobre la base del derecho de guerra clásico , com o podrían ser aquellas de una levée en m asse, más o m enos im provisada, o b ien aquella de grupos voluntarios de francotiradores, Pero de esto hablarem os nueva­m ente. En líneas,generales, la guerra queda circunscrita y e l partisano re­sulta exc lu id o . Más aún, es justam ente de este h echo que nace su natura­leza de m arginado. El partisano m oderno no espera del enem igo ni dere­cho ni p iedad, El se ha co locad o fuera de la enem istad convencional de la guerra controlada y circunscrita, transfiriéndose a otra d im ensión: la de la enem istad real que, m ediante e l terror y las m edidas antiterroristas, crece continuam ente hasta la destrucción recíproca.

Hay dos tipos de guerra particularm ente im portantes en relación con el partisano y , en cierto sen tido , casi em parentadas con éste: la guerra civil y la guerra co lon ia l. En e l partisano contem poráneo esta relación se ha vuel­to incluso esp ecífica . El derecho internacional europeo clásico hab ía o lv i­dado estas dos peligrosas subclases de la guerra y de la enem istad , hasta marginarlas. La guerra del ju s p u b licu m europaeum era una guerra interes- tatal, conducida por un ejército estatal regular contra otro ejército estatal regular. La guerra civil abierta se consideraba com o una rebelión armada, que se sofocaba m ediante el estado de sitio y con la intervención de la p o ­licía y del ejército , a m enos que no se llegase al reconocim iento de lo s re­vo lto sos com o parte beligerante, La ciencia m ilitar de naciones europeas corr'~‘ Inglaterra, Francia y España no ha olvidado por entero la guerra c o ­lon ia l, pero tod o esto no ha puesto nunca en discusión e l m odelo clásico de la guerra regular entre estados.^

A q u í, Rusia m erece una particular m ención . D urante to d o el siglo X IX el ejército ruso realizó m uchas guerras contra poblaciones asiáticas de m on ­tañeses y jam ás se lim itó exclusivam ente a conducir una guerra regular, com o h izo el prusiano-alem án. A dem ás, la historia rusa con oció la lucha partisana autóctona contra e l ejército napoleón ico. En el verano de 1812 partisanos rusos guiados por m ilitares obstaculizaron, con acciones diver- sivas, el avance del ejército francés hacia M oscú; en el o to ñ o y en el invier-

® Cfr. en é l índice de materias de m i libro D er N o m o s der Erde, C olonia, 1959 y B erlín , 1 9 6 0 , las palabras “BürgerJcrieg", “F ein d" , "justa causa" y "justus h o stis" con las indicaciones de páginas.

120 T E O R IA D E L P A R T IS A N O

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no del m ism o año , los cam pesinos rusos diezm aron a los franceses en fuga , sem icongelados, ham brientos, d eb ilitad os. Su acción no duró m ás de seis m eses pero fue suficiente para transform arse en un éx ito h istórico de gran eficacia , aunque, en realidad, m ás gracias al m ito p o lít ic o en que se convir­tió que a su real significado paradigm ático en ia historia de la ciencia m ili­tar, N os vem os ob ligados a citar a q u í d istin tas e incluso contrapuestas in ­terpretaciones de esta guerra partisana rusa de 1 8 12 : la anarquista, elabora­da por Bakunin y K ropotkin que se torn ó fam osa por la descripción hecha por T olsto i en L a guerra y la p a z , y la staliniana, puesta en práctica por los bolcheviques en su táctica y estrategia de la guerra revolucionaria.

T olsto i no era un anarquista del lip o de Bakunin o K ropotk in pero el e fecto provocado por sus obras literarias fue aún m ás am plio . Su novela épica La guerra y ¡a p a z desencadenó más m itos que cualquier doctrina p o lítica , que cualquier historia docum entada. T o lsto i atribuye al partisa­no ruso de 1812 el papel de portador de las fuerzas prim ordiales desatadas de la tierra rusa que se saca de encim a al ilustre em perador N apoleón con lo d o su refulgente ejército com o si se tratara de un in secto repelente. El mujik incu lto y analfabeto de T o lsto i e s no sólo m ás vigoroso sino ta m ­bién más inteligente que to d o s ios grandes tácticos y estrategas, sobre t o ­do m ás inteligente que el m ism o caudillo N ap o león , que se convierte en una m arioneta en m anos de la h istoria . Stalin reavivó este m ito del partisa­no nacional a u tócton o durante la segunda guerra m undial contra A lem a­nia, para u tilizarlo , de manera sum am ente provechosa, en b en efic io de la p o lítica com unista en el m undo. E sto abriría una era com pletam en te n u e­va en la historia del partisano, signada por el nom bre de Mao Z edong.

Ya hace treinta años que en vastas zonas de la tierra hay en curso duras luchas partisanas. Estas com enzaron en China antes de la segunda guerra m undial, y a en 1 9 2 7 , para luego extenderse a o tros países asiáticos, lo s m ism os que más larde se opusieron con las armas a la invasión japonesa desde 1932 hasta 19 4 5 . D urante el segundo co n flic to m undial R usia, P o­lon ia , lo s B alcanes, Francia y A lbania, Grecia y otras naciones se convir- tieron en teatro de este tipo de guerra. D espués de la .segunda guerra m u n ­dial la lucha partisana con tin u ó en Indochina, donde fue organizada de m odo particularm ente eficaz por el je fe vietnam ita com unista Ho-Chi-minh y por e l vencedor de D ien B ien P hu , e l general V o N guyen G iap, contra el ejército colonial francés. Se la ha visto en acción tam bién en las F ilipinas y en Argelia, en Chipre bajo el coronel Grivas y en Cuba guiada por Castro y por el Che Guevara. .Actualm ente, en e l año 1 9 6 2 , lo s territorios in d och i­nos de Laos y de V ietnam son teatro de una guerra partisana que invenía ciiiid ian am en le nuevos m étod os para superar ai enem igo o p a u enean.ii k,

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j La técnica m oderna sum inistra instrum entos de m uerte y armas cada vez m ás p o ten tes, m ed ios de transporte y de radiocom unicación cada vez más so fisticad os, no sólo al partisano sino tam bién al ejército regular que lo com b ate . En este ciclo infernal del terror y de las m edidas an tilen oristas, frecuentem ente la caza al partisano se convierte en una imagen especular de la lucha partisana m ism a y reafirma la justeza de aquella antigua senten­cia, recordada con frecuencia com o una orden de N apoleón al general Le- févre del 12 de septiem bre de 1813: “11 fa u t opérer en p a r tisa n p a r to u t oü il y a d e s partisan s ” [D onde hay partisanos se actúa com o partisanos].

Exam inarem os más adelante algunas cuestiones de la norm ativa del de­recho internacional. La problem ática fundam ental sigue siendo de tod os m odos evidente; lo que está en discusión es su aplicación a las situaciones concretas provocadas por un rapidísim o desarrollo. Pero e sto s ú ltim os años años nos han dado un d ocu m en to de particular interés, que expresa la v o ­luntad de una resistencia tota l y más aún, no sólo la voluntad, acom paña­do com o está de norm as precisas y de disposición sobre su realización co n ­creta, Se trata del A d ie s tra m ien to guerrillero para to d o s publicado por la A sociación de Suboficia les suizos con el t ítu lo L a resistencia to ta l, y redac­tado por el capitán H. von Dach (B iel, 195 8 ).

En p oco más de 180 páginas e l volum en suministra recom endaciones para una resistencia activa y pasiva frente a una invasión extranjera, con precisas indicaciones sobre e l m odo de ejecutar actos de sabotaje, las m e­didas de m im elización , cóm o esconder las armas y organizar golpes de sor­presa. cóm o desenmascarar a los esp ías, y a sí por e l e stilo . D em uestra ha­ber sabido utilizar sabiam ente las experiencias de los ú ltim os decen ios. Es­ta m oderna introducción a la guerra generalizada lleva en el com ienzo la indicación de que su “ resistencia hasta el ex trem o” debe corresponder al tratado de La Haya sobre las leyes y los usos de la guerra terrestre y a los cuatro tratados de Ginebra de 1949 . E sto es m ás que o b v io . N o es d ifíc il imaginarse cóm o reaccionaría un ejército regular frente a una guerrilla co n ­ducida basándose en d isposiciones com o éstas (por ejem plo, la de la página 4 3 ' elim inación sin ruidos de los centinelas m ediante un golpe de hacha) por lo m enos mientras no se sintiera derrotado.

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T erm ino y co n cep to d e partisano

La breve lista de algunos nom bres y sucesos con ocid os, con la cual hem os tratado de circunscribir e l ám bito de nuestras observaciones, perm ite ya entrever la inm ensurable com plejidad de la materia y de su problem ática,

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Resulta por lo tan to recom endable precisar algunos criterios y caracterís­ticas d istintivas para evitar que la discusión se convierta en abstracta y se am plíe in fin itam ente. La primera característica destacada la hem os ya recordado al com ien zo de nuestra exp osic ión aJ afirmar que el partisano es un com batiente irregular. El carácter “ regular” se m anifiesta con e l uni­form e que el soldado lleva, que es algo más que un vestido profesional p or­que confiere seguridad en público y es é l sím b olo de una autoridad que la presencia visible de las armas aum enta. El soldado enem igo uniform ado es el verdadero b lanco del partisano m od elo .

En la actualidad se im pone un carácter d istintivo ulterior que consiste en e l in tenso com prom iso p o lít ico que distingue a un partisano de los de­más com batien tes. Este carácter p o lít ico intenso del partisano debe ser ten id o m uy en cuenta , justam ente porque perm ite distinguirlo dei d e ­lincuente com ún y del ladrón, a lo s que im pulsa e l único fin d el lucro per­sonal. Este criterio concep tual, e l carácter p o lític o , tiene (en su preciso contrario) la misma estructura para el pirata del derecho m arítim o de guerra, cu yo con cep to incluye e l carácter no p o lí t ic o de sus acciones, ya que tienden al b o tín y a la ganancia privada. El pirata, según la expresión de los juristas, tiene el anim us furandi. El partisano com bate dentro de una form ación p o lítica y justam ente el carácter p o lít ico de sus acciones valoriza el significado originario de la palabra partisano. En e fe c to , este térm ino deriva de partido y rem ite al v ín cu lo con una parte o con un gru­po de algún m odo com batien te, ya sea en guerra, ya en p o lítica activa. Los v ín cu los con un partido de esta naturaleza se vuelven particularm ente fuertes en las épocas revolucionarias,

En la guerra revolucionaria la pertenencia a un partido revolucionario representa un v íncu lo to ta l. O tros reagrupam ientos o asociaciones, y más en particular el estado contem poráneo, no son ya capaces de vincular a sus propios m iem bros de un m odo tan defin itivo com o consigue hacerlo con sus com b atien tes un partido com prom etido en una lucha revolucionaria. D u­rante el curso del largo debate sobre el llam ado estado tota l no se con si­guió aún ver claram ente el hecho de que h o y , m ás que ei estado com o tal, es e l p a rtid o revolucionario com o tal el que representa la verdadera y sus­tancial organización totalitaria única.^ D esde el punto de vista puram ente organizativo, o sea, del rígido funcionam iento de la relación m ando-obe­diencia. se debería decir que algunas organizaciones revolucionarias son , en

CTr, al respecto la 'nota explicativa núm . 3 dcl ensayo ■‘W eitcrrentwickluny des totalen .Staates in D eutsch land” (1 9 3 3 ). reim preso en la recopilación l'erfassungs- rc ch irik h e A u fsä tze . Berlín, 1958. p, 366 .

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este sen tido , incluso superiores a todas las tropas regulares, y que en el d e ­recho internacional de guerra debe haber una cierta confusión si la organi­zación en cuanto tal es considerada com o el criterio para establecer la “re­gularidad” . com o sucedió en la C onvención de Ginebra del 12 de agostode 1949.

Partisano, en alem án, quiere decir “ adepto a un partido” , aquel que se mueve siguiendo la línea de un partido, y lo que esto significa concreta­m ente asum e valores diferentes según el m om en to h istórico , ya sea en rela­ción con el partido o con la form ación con los cuales se alinea, ya sea con respecto a la manera de “ tom ar partido” , de com prom eterse, que puede ser incluso la de com batir y caer prisionero. Existen partidos beligerantes, pero tam bién partidos que se form an durante un proceso, partidos de la dem ocracia parlam entaria, partidos de op in ión y aquellos que se form an persiguiendo un fin preciso . En las lenguas rom ance la palabra puede u tili­zarse com o sustantivo o com o adjetivo: en francés se habla incluso de par- tisan de alguna op in ión determ inada; en sustancia, una palabra absoluta­m ente genérica y con m uchos m atices puede convertirse de im proviso en una palabra profundam ente p o lítica , El paralelo lingüístico con un vocablo genérico com o sta tus, que de pron to puede significar estado , es evidente. En los p eríod os de disgregación social, com o en el siglo XVII durante la guerra de los treinta años, el soldado irregular term ina por confundirse con los bandidos y los vagabundos: hace la guerra por cuenta propia y se co n ­vierte en una figura central de la novela picaresca, com o e l p icaro español E stebanillo G onzález, que se encon tró involucrado en la batalla de Nord- lingen de 1635 e h izo un relato de ésta en el estilo del soldado S ch w ik , o com o p odem os encontrar en e l Sim plicius Sim plicisim us de G rim m elshau­sen u observar en los grabados y aguafuertes de Jacques Callot. En el siglo XVIII el Parteigänger form aba parte de los húsares o de otras tropas ligeras de este tipo que, a causa de su gran m ovilidad, “ com baten singularm ente” y cond ucen la Llamada “ pequeña guerra” , en op osic ión a la “guerra gran­d e” de las tropas de línea más lentas. A q u í la d istinción entre regular e irregular se basa en un hecho puram ente técnico-m ilitar y no es de ningu­na manera com parable con una oposición legal-ilegal, en el significado ju r í­d ico del derecho internacional o constitucion al. En el partisano m oderno las dos op osic ion es, regular-irregular y legal-ilegal, pierden sus con tornos y se funden en una sola.

M ovilidad, celeridad, ataques y retiradas sorpresivas, en una palabra la m áxim a agilidad, perm anecen todavía h o y com o los signos distintivos del partisano y esta característica se increm enta aún más con el progreso de la técn ica y e l aum ento de la m otorización . Sin em bargo, sucede que la

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guerra revolucionaria elim ina las dos op o sic io n es, en cuanto surgen num e­rosos grupos sem i o pararregulares. El partisano que com bate con las ar­mas en la m ano queda siempre vinculado a una organización regular. Es justam ente el com pañero 'de lucha de F idel Castro en Cuba, Ernesto Che Guevara, quien subraya enérgicam ente este a s p e c t o . E n consecuencia se hacen m ás evidentes algunos grados interm edios, y justam ente a causa de esta cooperación entre regulares e irregulares, incluso cuando un gobier­no para nada revolucionario llama a la defensa del suelo nacional contra el invasor extranjero. Guerra popular y pequeña guerra, en este ca so , se fu ­sionan. En los reglam entos que atañen a este tip o de form aciones se en ­cuentra el térm ino partisan a partir del siglo X V I .E n c o n tr a r e m o s tod a­vía d os im portantes ejem plos de una reglam entación form al de la guerra popular y de la m ilicia territorial, prim eros in ten tos de dar norm as a la guerrilla. Por otra parte tam bién el invasor extranjero crea d isposiciones, con el fin de contrarrestar a lo s partisanos enem igos. T odas las norm ativas de este tip o chocan con e l d ifíc il problem a de una regularización del irre­gular basada en el derecho internacional, es decir que sea aceptada por am ­bas partes. Se trata de reconocer al partisano com o com batiente y de tra­tarlo com o prisionero de guerra, adem ás de respetar los derechos que posee la fuerza m ilitar de ocupación .

H em os y a señalado e l h ech o de que en este pun to surgen controversias juríd icas. T endrem os ocasión de hablar de esto nuevam ente a propósito de la cuestión de los franc-tireurs en la guerra franco-prusiana de 1 8 7 0 -1 8 7 1 , luego de haber dado una mirada a la situación desde el pu nto de vista del derecho internacional.

La tendencia a cambiar e incluso a abandonar los con cep tos tradiciona-

**3 E, Che Guevara, On guerriUa w arfare, con una introducción del m ayor Haries- Q in ch y Peterson-, Nueva York, 1 9 6 1 , p , 9 : “h is o b v io u s rhai guerrilla w arfare is a p re lim im r y ste p , unable ¡o w in a w ar a ll by irse lf ." Cito de esta ed ic ión , pues só ­lo más tarde tuve acceso ta n to aJ original en español com o a otras traducciones. [Schm itt se refiere sin duda al siguiente párrafo del libro d e Guevara: “Q ueda bien establecido que la guerra de guerrillas es una fase de la guerra que no tiene d e por sí oportunidades de lograr el triunfo , es además una de las fases primarias de ia guerra y se irá desenvolviendo y desarrollando hasta que el Ejército G uerrillero, en su cre­cim iento con stan te, adquiera las características de un Ejército Regular” (&n E scrito s y d iscursos, vol. 1, La Habana, Editorial de Ciencias P olíticas, 1 9 7 7 , p, 3 9 ) .]

*3 M. Fraga Iribarne, en su ensayo Guerra y p o lític a en e l siglo X X , recuerda que existen ordenanzas francesas sobre la resistencia en caso de invasión enem iga y a ? par­tir de 1959 . Estas usan las palabras partisan y p a r ti d e g u e r re (cfr. la recopilación Las relaciones in ternacionales d e la era d e la guerra fría , Madrid, 1 9 6 2 , a cargo del Insti­tuto de E stud ios P o líticos).

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les - l o s con cep tos clásicos, com o se suele llam arlos h o y - es general y su ­m am ente com prensible sí se tiene en cuenta la rápida m utación d el m un­d o . T o d o esto afecta tam bién al co n cep to , si p od em os llam arlo “clási­c o ” , de partisano. En un libro aparecido en 1 9 6 1 , y m u y im portante para nuestra consideración , D e r Partisan de R o lf Schroers, el com batien te de la resistencia que actúa fuera de la legalidad y e l activista que se m ueve en la clandestinidad son co locados com o m odelo típ ico de p a r t i s a n o .E s t a ­m os frente a una transform ación conceptual que tom a com o punto de re­ferencia determ inadas situaciones internas de la A lem ania hitleriana, y com o tales m erecedoras de aten ción . La irregularidad se sustituye con la ilegalidad, la lucha armada con la resistencia. T od o esto im plica , en m i op in ión , una notab le alteración del significado de partisano visto en las guerras nacionales de independencia y d escon oce cóm o la revolucionari- zación de la guerra n o perdió de vista la relación ex isten te entre ejército regular y com b atien te irregular.

E n algunos casos esta alteración del significado se agota en una sim b olo ­gia indefinida que term ina por disolver e l con cep to prim itivo. E l resultado es que to d o individuo anticonform ista que actúe por cuenta propia podría ser llam ado partisano, aun si n o pensara m ín im am ente en em puñar un ar­ma C om o m etáfora tod o e sto e s perfectam ente adm isible y y o m ism o la he utilizado para caracterizar figuras y situaciones de la historia de las i d e a s . E n sentido translaticio puede afirmarse inclusive que “ser hom bre

Cfr, m i conferencia “El orden del m undo después de la segunda guerra m un d ia l” , en R evista d e E stu d io s P o líticos. 1962. núm , 122, p. 12 y en Verfassunit rech tlich e aufsá’tze , 1958 , c it ,, ia palabra "K lassich ''en la p. 5 12 del índice de materias.

R. Scluoers. D er Partisan. Ein Beitrag zu r poU tischen A n th ro p o lo g ie . C olonia.1961 . V olverem os con frecuencia a esta obra, particularm ente im portante para nues­tra tesis, en el curso del análisis (véase notas 16 y 4 7 ) .

H. J. Sell, Partisan, D usseldorf. 1 9 6 2 , novela que trata de manera ex ce len te , p sico ­lógica y socio lógicam ente interesante, figuras de nobles y de burgueses en la R epúbli­ca Tederai de Alem ania hacía 1950.

Por ejem plo, he llamado a Bruno Bauer y a Max Stirner Panisanen dos Wcltgeis- (es en un ensayo sobre Lorenz von Stein del año 1940 (B ibliografía T onim issen . m'im. 202 y 3 0 3 ) y en una conferencia sobre D onoso Cortés de 1944 (B ibliografía núm . 49 . 283 y 287). En un ensayo sobre el 250 aniversario de la m uerte de J. J. Rousseau \ZU rcher W oche. núm. 26 del 29 de junio de 1962). refiriéndom e a R. Schroers y aH. J. Sell, me serví de la figura del partisano para esclarecer la discutida imagen de Rousseau, E ntretanto pude tomar con ocim ien to de un ensayo de H, G uillcm in. J. R ousseau, trou b le-fê te , que parece confirmar esta interpretación, G uilicm in estuvo a cargo de la ed ición do las l.e ttros écrites de ¡a M ontagne de R ousseau, N euchatel.1962 . agregándole una im portante introducción.

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quiere decir ser com b atien te” y que por lo tan to e l individualista coheren­te es uno que lucha por s í y , si tiene coraje, inclusive por su cuenta y ries­go. Y se transform a, en ton ces , en e l partisano de s í m ism o. D iso lu cion es de con cep tos similares representan un signo de los tiem p os que n o h ay que descuidar y que exigirían una investigación esp ecífica , is Para una teoría del partisano, com o nosotros la en ten d em os a q u í, es necesario sin em bar­go m antener algunos criterios a fin de evitar que el argum ento se pierda en generalizaciones abstractas. Y esto s criterios son; la irregularidad, la acre­centada m ovilidad de la lucha activa y la aum entada intensidad d e l co m ­prom iso p o lít ico .

Quisiera tam bién m antenerm e fiel a un cuarto e lem en to d istin tivo del auténtico partisano, aquel que Jover Zam ora ha llam ado e l carácter te lú ­rico. Esta característica es im portante para defin ir la posic ión d el partisa­no, la que, con prescindencia de tod a la m ovilidad táctica , se m antiene fu n ­dam entalm ente defensiva; y ella deform a su naturaleza cuando se apropia de una id eo log ía de agresividad absoluta y tecn ificada o anhela una revolu­ción m undial. E stán perfectam ente de acuerdo con este criterio dos tratados, m uy interesantes, que encaran e l m ism o tem a; el libro de R o lf

Mientras Schroers (véase nota 13) encuentra en e l partisano la ú ltim a resistencia contra el n ih ilism o de un m undo supertecnicizado, e l ú ltim o defensor de un cierto ti­po de vida y de su tierra, casi com o si fuera e l ú ltim o hom bre sin a tributos, G . N ebel {V n ter Partisanen u n d K reuzfahren , Stuttgart, 1 9 5 0 ) ofrece de él una im agen to ta lm en te contraria una figura del n ihilism o m oderno, el cual, com o si fuera un h e ­cho de nuestro siglo invade a todas las capas y profesiones, al cura, al cam pesino, al in telectual y tam bién ni soldado, El libro d e N ebel es e l diario d e guerra de un solda­do alemán en Italia y A lem ania en los años 1 9 4 4 -1 9 4 5 y valdría la pena confrontar su descripción del “partisano” en la Italia de en ton ces con la in terpretación de Schroers (op. c it., p, 2 4 3 ). El relato de N ebel capta sobre to d o , y de m anera espléndida, e l m o ­m ento en el qu e un ejército r ^ u la i se disuelve y , transform ándose en óanalla, o es asesinado por la p ob lación o bien se entrega él m ism o al asesinato y al saqueo, pu­diéndose llamar partisanos am bas partes. Sin em bargo cuando N egel, m ás allá de las bellas descripciones, califica a esos pobres diablos y ladrones co m o o tro s tantos ‘'n ihilistas” , nos parece que se sirve de un cond im ento m eta fis ico , h o y de m oda, no de un m odo d istin to de com o, para representar ¡d p ica ro del siglo X V ir era necesaria un poco d e teo lo g ía escolástica . Ernst Jünger, co n su D er W aldgang (Francfort, 1 9 5 1 ) construye e l personaje d e un hom bre que se fu e al m o n te (W aldgdnger), y al que llama partisano, una “form a” (Cesffl/r) sim üar a su otra figura de “ trabajador” de 19 3 2 . El individuo, cercado por el aparato, no se da por ven cid o , contra to d a eviden­cia, y quiere continuar la lucha por una fuerza interior propia; “d ecid e así irse al m onte. Por lo que h ace al lugar, hay b osq u es por todas partes” (véase p . 1 1 ) . E l G et­sem ani, por ejem plo , e l M onte d e lo s O livos, co n o c id o s por el ep isod io de la Pasión de Nuestro Señor, son “bosques” e n e l sentido d e Ernst Jünger (véase p . 7 3 ) , com o tam bién el D aim anion de Sócrates (véase p . 95).

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Schm ers y la tesis de doctorado de Jürgen H. Schm id sobre el estatuto del partisano según el derecho internacional. En m i op in ión es indispensable basarlo sobre el carácter telú rico , para hacer m ás evidente en el espacio !a defensiva, vale decir la lim itación de la hostilidad , y preservarla de las pre­tensiones absolutas de una justicia abstracta.

Para los partisanos que desde 1808 hasta 1813 com batieron en España, en Tirol y en Rusia esto es absolutam ente ev idente. Pero tam bién las lu ­chas partisanas de la segunda guerra m undial y de los años sucesivos, en Indochina y en o tro s p a íses, las que para entenderse pueden resumirse en los nom bres de Mao Z edong, Ho Chi-minh y F idel Castro, son una dem os­tración clara de que el v íncu lo con la tierra, con la población au tóctona y con la particular naturaleza del país -m o n ta ñ a s , bosques, junglas o desier­t o s - no ha perdido nada de su actualidad. Por esto el partisano es, y sigue siendo, netam ente d istin to no sólo del pirata sino tam bién del corsario, por lo m enos en cuantó la tierra y el mar perm anecen d istü itos com o e lem en­tales esp acios de la actividad hum ana y com o cam pos de batalla entre n a­ciones. La tierra y el mar produjeron no sólo m edios estratégicos d iferen­tes, n o sólo teatros de guerra diversos, sino tam bién con ceptos diferentes de guerra, enem igo y b o tín T '' El partisano representará en consecuencia un tipo de com batiente activo sólo en tierra firm e, al m enos m ientras en nuestro planeta existan guerras a n t i c o lo n ia le s .U n a com paración con al­gunas figuras típ icas del derecho m arítim o y una discusión del aspecto es­pacial darán dentro de p o co una contribución ulterior a la aclaración del carácter “telúrico” del partisano.

C. Schm itt, Land u n d M eer, Reciam U niversalbibliothek, núm . 7 5 3 6 , 1942 y 1954; D er N o m o s d er E rde, Berlin, 1950 , pp. 143 y 286-,D iegesch ich rü ch e S tru k tu r des heutigen W eltgegensatzes von O st u n d West, B ibliografía T om m issen, m im . 239 y 29 4 , 1955 . F.n este últim o en sayo , aparecido al m ism o tiem po en la R evista d e E s tu ­d io s P o lítico s , m im . 8 U Madrid, 1 9 5 5 , anuncié el propósito de llevar a su m áxim o desarrollo herm enêutico los parágrafos 247-248 de la F ilosofía d e l derech o de Hegel interpretándolos com o germen en la historia de las ideas para la com prensión ,del m oderno m undo técnico-industrial, siguiendo en esto el ejem plo de la interpretación m a íx is ij de los parágrafos precedentes, 2 4 3 -2 4 6 , con respecto a la sociedad burguesa.

En su recensión del libro de R . Schroers (véase supra, notas 13 y 16) Margret Bo- veri (M erkur, fase. 1 6 8 , febrero de 1962) elogia el libro de Czeslaw M ilosz, West- u n d Ö stliches (leiänd, C olonia, 1961 . El autor nos ofrece un cuadro vivaz y sim páti­co de su vida en Lituania, Polonia y Europa O ccidental, particularm ente París, y cuenta su vida clandestina en la Vaisovia ocupada por los alem anes, cuando d is­tribuía octavillas contra ellos. Milosz d ice exp lícitam en te que él no era un partisa­no ni tam poco quería serlo (véase p . 2 7 6 ). Su amor por la patria lituana y sus b o s­ques sin em bargo, no puede sino confirm arlo en la idea de no repudiar e! carácter telúrico del partisano auténtico .

i : k T F O R IA D FL p a r t i s a n o

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v Tam bién e] partisano au tó cto n o de origen agrario, sin em bargo, es ab ­sorbido fácilm ente por el cam po de fuerzas del progreso técnico-industria l. Con el auxilio de la m otorización su m ovilidad se hace tan grande que co ­rre el peligro de desarraigarse por com p leto de su am bien te. En las s itu ac io ­nes provocadas por la guerra fría se convierte en un técn ico del com bate clandestino, un saboteador y un e'spía. Ya durante la segunda guerra m u n ­dial h u b o form aciones de saboteadores con el adiestram iento t íp ic o del partisano. La m otorización hace perder al partisano, por lo tan to , su c o n ­notación p o lítica y term ina por convertirse en un engranaje de la m áquina m astodòntica que opera p o líticam en te en un p lano m undial y que lo usa, ya sea com o com batiente de primera línea o com o guerrillero cland estin o , según las necesidades generales, o b ien lo p on e incluso a descansar si e l ca­so lo ex ige. Tam bién esta posibilidad form a parte h o y de su m od o de ser,

^ y una teoría d el partisano no puede desinteresarse de este asp ecto .Con esto s cuatro criterios -irregu laridad , acrecentada m ovilidad , inten-

sidad del com prom iso p o lít ico y carácter te lú r ico — y sin olvidar las p osi­b les consecuencias de una ulterior tecn ificación , industrialización y dism i-

?6v \ a. nución de su carácter “ agrario” , pensam os haber d elim itado en el plano conceptual el h orizon te de nuestras observaciones. Estas parlen del exa-

icl^j^en del guerrillero nap o león ico y llegan al partisano b ien equipado de nuestros tiem p os, van de E m pecinado a Mao Zedong y de H o C hi-m inh a Fidel Castro. C om o se ve, es un cam po sum am ente am p lio , en el cual la historiografía y e l pensam iento m ilitar han acum ulado un m aterial enorm e y siem pre en au m en to . Lo utilizarem os tam bién nosotros, en la m edida en que hayam os p od id o consu ltarlo , y tratarem os de extraer lo s co n o c im ien ­to s id óneos para la form ulación de una teo r ía del partisano.

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Panoram a d e ia situación d e sd e e l p u n to d e vista d e l derech o in ternacion al

El partisano com bate com o irregular. Sin em bargo, algunas categorías de com batien tes irregulares son colocadas en e l m ism o plano que las fuerzas armadas regulares y gozan de lo s derechos y las prerrogativas de to d o co m ­batiente regular. E sto quiere decir: sus acciones n o son ilegales, y en e l ca ­so de que caigan en m anos del enem igo tien en derecho al tratam iento par­ticular reservado a los prisioneros de guerra y a lo s heridos. Esta situación juríd ica ha sido codificada en R eg lam en to p a ta la guerra terrestre de La Haya del 18 de octubre de 1 9 0 7 , que h o y es recon ocido com o um versal­m ente válido. Luego de la segunda guerra m undial ha sido desarrollado u l-

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teriorm ente m ediante los cuatro tratados de Ginebra del 12 de agosto de 19 4 9 , dos de los cuales regulan la suerte de lo s heridos y de los enferm os en la guerra de tierra y en e l m ar, un tercero e l tratam iento de lo s prisio­neros de guerra y e l ú ltim o la protección de la pob lación civil en tiem p o de guerra. N um erosos estad os, tan to del m undo occidental com o del bloque del E ste , los han ratificado inm ediatam ftite. T am bién el nuevo m anual m i­litar norteam ericano de derecho de guerra terrestre (18 de ju lio de 1 9 5 6 ) se ha adecuado a esto s tratados.

E l reglam ento de La H aya sobre la guerra terrestre del 18 de octubre de 1907 hab ía co locad o en e l m ism o plano que las fuerzas armadas regulares, co n ciertas con d ic ion es, a las m ilicias, lo s cuerpos voluntarios y to d o s los que se un ían en sublevaciones populares de masa. Más adelante, cuando tratem os la in fe liz relación que los prusianos tuvieron con los partisanos, nos referirem os a algunos pasajes p o co claros de este reglam ento. Los tra­bajos prelim inares que desem bocaron en las convencion es ginebrinas de 1949 están caracterizados por la aceptación de m odificaciones de notable alcance al derecho internacional eu ropeo , hasta en ton ces puram ente in te­restatal. Un núm ero cada vez m ayor de participantes en la guerra ob tien e la calificación de com batien te. Tam bién la pob lación civil de las zonas o c u ­padas m ilitarm ente por e l enem igo - e n consecuencia , e l cam po de batalla característico del partisano, que com bate a espaldas del ejército e n e m ig o - goza , desde ese m om en to , de un derecho de p rotección m ayor que el fija­do en los acuerdos sobre la guerra en tierra firm e de 1907 . M uchos de los participantes de los com bates, que hasta ese m om ento habían sido co n si­derados partisanos, son equiparados a lo s com batien tes regulares y tienen sus m ism os derechos y prerrogativas. En realidad n o deberían ser llam ados más partisanos. A pesar de e sto , lo s con cep tos todavía son p o co claros e inciertos.

Las form ulaciones de las convenciones ginebrinas tienen presentes las experiencias europeas y ciertam ente no las guerras partisanas de Mao Z e­dong ni lo s ulteriores desarrollos de la guerra partisana m oderna. En los prim eros años después de 1945 no se ten ía todavía conciencia clara de lo que un conoced or de la materia com o Hermann Hertsch vio con lucidez cuando afirmaba que las operaciones bélicas después de 1945 tom aron el carácter de guerrilla partisana por e l hecho de que los detentadores de bom bas.atóm icas evitaban utilizarlas por razones hum anitarias, y aquellos que no las p oseían tuvieron en cuenta esta situación (consecuencia verda­deram ente inesperada tanto de la bom ba atóm ica com o de las razones hu­manitarias). Los puntos fundam entales respecto al problem a del partisano que estaban presentes en las convenciones de Ginebra derivan de situ acio ­

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nes b ien precisas. Estas hacen referencia (une referen ce préc ise , com o d i­ría Jean S. P icte t, que ha coordinado e l com entario de la Cruit R oja Inter­nacional, volum en III, 1 9 5 8 , p . 6 5 ) a lo s m ovim ien tos de resistencia de la segunda guerra m undial de 1 9 3 9 -1 9 4 5 .

Las convenciones n o tien den a un cam bio p rofund o del reglam ento de La H aya de 1 9 0 7 . Se m antienen tam bién las cuatro con d ic ion es para poder ser considerados tropas regulares (superiores responsables, señales de reco­n ocim ien to fijas y visib les, arm am ento v isib le, respeto de los u sos y reglas del derecho de guerra). La con ven ción sobre la p rotección de la p ob la ­c ión civil, a decir verdad, se ex tien d e n o só lo a las guerras interestatales sino tam bién a to d o s lo s con flicto s internacionales arm ados y por lo tanto tam bién a las sublevaciones, a las guerras civiles, etcétera . E s tam bién cier­to que con e s to se ten d ía a crear las bases de derecho para las in tervencio­nes hum anitarias del C om ité Internacional de la Cruz R oja (u otras orga­nizaciones por encim a de las partes). In te r arm a caritas. En e l artícu lo 3 , párrafo cuarto, se indica expresam ente que el estado ju r íd ico , le s ta tu t ju rid iqu e, de las partes en co n flic to n o es m od ificad o (cfr . P icte t, op . c it., vol. III, 1 9 5 5 , p p . 3 9 4 0 ) . E n una guerra entre estados la p oten cia ocu p an ­te en una región m ilitarm ente ocupada conserva antes que nada e l d ere­cho a establecer d isposiciones a la p o lic ía loca l para e l m anten im iento del orden y para la represión de acciones m ilitares irregulares y en con secu en ­cia tam bién para la lucha contra lo s partisanos, “ independ ien tem ente de las ideas en las que éstos puedan haberse inspirado” (P ic te t, op . c it . , vol. IV , 1 9 5 6 , p . 3 3 0 ) . Se deduce que la discrim inación de lo s partisanos - e n el sentido de com batien tes irregulares, n o considerados en e l m ism o nivel que que las tropas regulares— es fundam entalm ente m antenida. E l partisano en este sen tido n o goza de lo s derechos del com batiente; es un crim inal c o ­m ún y se lo puede sojuzgar con p roced im ientos sum arios y m edidas repre­sivas. E sto ha sido sustancialm ente aceptado incluso en los procesos de los crim inales de guerra después de la segunda g u en a m undial, por ejem plo en las sentencias de Nurem berg contra los generales alem anes (Jod l, Leeb y L ist) de lo que se deriva que eventuales atrocidades n o necesarias - m e d i­das terroristas, castigos co lectivos e inclusive la participación en ex term i­nio de m a s a - siguen siendo crím enes de guerra.

Las convenciones ginebrinas am pliaron e l núm ero de aquellos que son equiparados a lo s com batientes regulares sobre to d o por e l h ech o de que co locan en un m ism o plano a lo s m iem bros de un “ m ovim iento organiza­do de resistencia” y a lo s cuerpos voluntarios o m ilicias, y les confieren de este m od o los derechos y las prerrogativas de los com batien tes regulares. Para gozar de aquéllos n o es ni siquiera expresam ente ex p id a la pertenen-

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eia a una organización m ilitar (art. 13 de la convención que se refiere a lo s heridos y art. 4 sobre lo s prisioneros de guerra). La convención sobre la protección de la p ob lación civil considera d el m ism o m o d o lo s “ con flictos internacionales” conducidos con la v iolencia de las armas y las guerras in- tereslatales del derecho internacional europeo clásico y afirma de ese m o ­do e lo u n t o central de un t íp ic o institu to juríd ico del derecho de guerra con ocid o hasta ahora: la o ccu p a tio bellica. A esta am pliación y aflojam ien­to , citados aq u í só lo com o ejem plo , se agregan las grandes transform acio­nes y m odificaciones que surgen de la evolución de la m oderna técn ica b é ­lica y esto repercute aún m ás intensam ente en relación con e i com bate de lo s partisanos, ¿Qué significa, por ejem plo, la d isposición de que e l arma­m ento debe ser visible para un com batiente de la resistencia a quien el recordado m anual sobre la guen illa de los suboficiales suizos da las si­guientes instrucciones; “Traslados só lo de noche y durante e l d ía repo­so en los bosques ” (p . 33)? ¿Y qué significado tiene la exigencia de una contraseña visible incluso a distancia durante un encuentro n octu rn o , o bien frente - ^ alcance de las armas sum inistradas por la m oderna técnica bélica? Estas son algunas de las preguntas que nos planteam os cuando exa ­m inam os el problem a del partisano, ten iendo en cuenta sobre lo d o los cam bios am bientales y e l desarrollo tecn o lóg ico que exam inarem os m ás adelante.

La protección de la p ob lación civil en un p aís ocupado m ilitarm ente presenta d istin tos asp ectos. La potencia ocupante tiene to d o el interés de que en la zon a ocupada reinen la tranquilidad y e l orden. Se sostiene que la pob lación de la zon a ocupada tiene la ob ligación ciertam ente no de la fidelidad, p ero s í de adecuarse a las d isposiciones d el ocupante que res­p eten el derecho de guerra. Inclusive los funcionarios estatales —la propia p o l ic ía - deben continuar su trabajo con corrección y deben ser tratados de la m ism a manera por e l ocupante. T odo e l conjunto aparece com o un difíc il com prom iso m antenido en equilibrio, con m ucha fatiga, entre los intereses de la potencia ocupante y lo s de sus adversarios de guerra. E l par­tisano perturba peligrosam ente este equilibrio ya de por s í tan precario en un territorio ocup ado. N o sólo porque actúa a espaldas del enem igo y en una zona sim ilar, obstacu lizándole lo s sum inistros, sino tam bién porque es más o m enos ayudado por la pob lación loca l. “ La población es tu m ejor am igo” se lee en la página 28 del libro y a citado de los suboficiales su izos sobre la guerrilla. Pero proteger a la pob lación en este caso significa una protección potencial inclusive de los partisanos. Se exp lica de este m od o e l hecho de que en el curso del desarrollo del derecho de guerra, en La H aya y aun después, se asista a la form ación de dos frentes característicos: las

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grandes potencias m ilitares, ocupantes p oten cia les, ex igen que e l orden en las regiones m ilitarm ente ocupadas sea garantizado en form a rígida, mientras que los estados m ás p equ eñ os -B é lg ic a , L uxem burgo, S u iz a - te ­m iendo la invasión tratan de im poner la m ayor p ro tecc ión posib le de la p o ­blación civil y de los com batien tes de la resistencia. T am bién desde este punto de vista la evolu ción registrada después de la segunda guerra m undial condujo a nuevas adquisiciones y e l aspecto , que exam inarem os a co n ti­nuación , de la disgregación de las estructuras socia les, hace surgir la cu es­tión acerca de la posibilidad de que se den casos en lo s cuales la pob lación tenga necesidad de ser protegida de las actividades de los partisanos.

Con los tratados de Ginebra de 19 4 9 se introdujeron m od ificacion es en el interior del in stitu to juríd ico clásico de la o ccu p a tio bellica , que e l regla­m ento para la guerra terrestre de La H aya h ab ía regulado con gran preci­sión. Los e fec to s ú ltim os de estas m odificaciones son tod av ía , por m uchas razones, im previsibles. C om batientes de la resistencia que antes hab ían si­do clasificados com o partisanos, se equiparan ahora a com batien tes regula­res apenas resultan organizados. L os in tereses de las pob laciones de las z o ­nas ocupadas son enfatizados con tal decisión respecto a lo s de la poten cia ocupante que, por lo m enos en teo r ía , se hace posib le to d o tip o de resis­tencia contra la fuerza ocu p an te , incluso la partisana, siem pre que ésta sur­ja de m otivaciones respetables, por lo m enos en la m edida suficien te para hacerla aparecer no ilegal. Por otra parte, la potencia ocupante debe co n ­servar la facultad de recurrir a m edidas represivas. E n un co n tex to sem e­jan te , el partisano se encontraría ante la situación de actuar de m anera no precisam ente legal pero tam p oco en form a dem asiado ilegal, sino m ás b ien por su cuenta y riesgo y , en este sen tido , actuaría de m anera arriesgada en sentido genérico y n o preciso , debe aclararse de inm ediato que en una zona ocupada m ilitarm ente por el enem igo y frecuentada por partisanos no son só lo éstos lo s que viven peligrosam ente. En e l sentido general de inseguri­dad y peligro, tod a la pob lación de la zona resulta involucrada en una si­tuación de gran riesgo. A quellos funcionarios que de conform idad co n el reglam ento de La H aya quieran continuar correctam ente su trabajo, en ­contrarán riesgos suplem entarios tan to por sus iniciativas com o por sus fa l­tas; el funcionario de p o lic ía , en particular, term ina por encontrarse entre la espada y la pared: la poten cia ocupante pretende que se m antengan la seguridad y la tranquilidad, y éstas son sistem áticam ente violadas por los partisanos, m ientras que su estado nacional espera su lealtad y al finalizar la guerra le pedirá cuentas de su actuación . La p ob lación ’a la cual perte­n ece , ju n to con el funcionario, espera su solidaridad que, si es practicada realm ente, im pulsa a com portarse de manera por entero contradictoria,

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a m enos que se decidan tam bién e llos a convertirse en partisanos. Es un h ech o que tanto el partisano com o su adversario los arrastrarán rápida­m ente en su lógica de represalia y contrarrepresalia. H ablando en térm inos generales, sin em bargo, iniciativas y om ision es de actos públicos n o repre­sentan una característica del com portam iento de un com batiente partisano.

La palabra arriesgado adquiere un significado m ás preciso cuando e l que actúa de manera arriesgada se exp on e personalm ente al peligro y , con s­cien tem ente, tiene en cuenta tam bién eventuales consecuencias negativas de sus acciones, o de sus om ision es, de m anera ta l de no poder hablar de injusticia cuando esas consecuencias lo hieren . Por otra parte, si se m antie­ne dentro de los lím ites de la legalidad, conserva la posibilidad de co m ­pensar el riesgo estipu lando un contrato de seguro. La patria juríd ica del concep to de riesgo, su ropos ju r íd ico -c ien tífíco , sigue siendo e l derecho de los seguros. El hom bre vive en m ed io de peligros e inseguridades de tod o ti­po y asignar con conciencia jurídica el térm ino riesgo a un peligro o a una condición de escasa seguridad, significa volver asegurables a lo s m ism os y al afectado . En e l caso d el partisano esto probablem ente fracasaría, frente a la irregularidad y a la ilegalidad de su acción , aunque por lo dem ás ex istie ­se una disponibilidad para protegerlo de un riesgo dem asiado grande m e­diante su ub icación , desde e l punto de vista de la técnica de seguros, en el Ítem con riesgos m ás elevados.

Las situaciones creadas por la guerra y por el desarrollo de las h ostilid a­des hacen necesaria una reñ ex ión sobre el con cep to de riesgo. Entre n oso ­tros la palabra fue introducida en la teoría del derecho internacional de guerra por el libro de J o se f L. K unz D erech o d e guerra y derecho d e neu­tra lidad de 1 9 3 5 , del que pueden verse las págmas 146 y 2 7 4 . El pasaje sin em bargo no se refiere a la guerra terrestre y m ucho m enos al partisa­no. Más aún, no le atañe absolutam ente. Si prescindim os del derecho de los seguros com o patria juríd ica del con cep to de riesgo y apartam os los usos no precisos de la palabra -p o r ejem plo e l parangón con el prisionero prófugo que se “arriesga” al fu s ila m ien to - queda dem ostrado que el co n ­cep to de “ arriesgado” en K unz se refiere sobre to d o , desde el punto de v is­ta más específicam ente Jurídico-m ilitar, a la guerra m arítim a y a sus nor­m as, a figuras y situaciones que son típ icas de ella. En la m ayor parte de los casos la guerra m arítim a es una guerra com ercial; p osee , respecto a la guerra terrestre, un espacio propio y con cep tos que son específicam ente suyos sobre e l enem igo y el b o tín . Inclusive e l m ejoram iento de la situa­ción de los heridos ha ex ig id o , en el reglam ento ginebrino de 1949 , dos convenciones separadas, una para la tierra firme y una para el mar.

De m odo peligroso, en este sentido esp ec ífico , actúan dos participantes

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de la guerra m arítim a: quien fuerza un b loq u eo naval có m o neutra], y quien practica, com o neutral, el contrabando. En relación con e llos el té r ­m ino arriesgado tiene su sen tido preciso . T anto u n o com o el o tro se aven­turan en una “ actividad com ercial m uy provechosa pero tam bién m uy arriesgada” (cfr . K u nz, o p . c it., p . 127): vale decir que e llos arriesgan la nave y la carga en el caso de que sean id en tificad os. Pero en estas ac­ciones n o tien en frente a s í a un en em igo , y sin em bargo el derecho de guerra m arítim a los considera com o enem igos. Su ideal social son los b uenos negocios. Su cam po de actividad es el mar ab ierto . N o piensan en lo m ás m ín im o en la defensa de la patria y del hogar frente a un intruso extranjero, com o pertenece a la prim era im agen del partisano au tó cto n o . E stipulan incluso los contratos de seguros para contrabalancear los riesgos que corren y , en e sto s casos, las tarifas son correspondientem ente altas, adecuándose a lo s cam biantes factores de riesgo, por e jem p lo , h u n d im ien ­to por parte de subm arinos: m uy arriesgado pero fuertem ente asegurado.

Una palabra tan centrada com o arriesgado no debería ser extrapolada del ám bito conceptual del derecho de guerra m arítim a para disolverla en un con cep to general que haga desvanecer los con torn os. Para nosotros, que seguim os tod avía conven cidos del carácter telúrico del partisano, esto es m uy im portante. Y si incluso y o he llam ado an tes “ partisanos del mar" (en D er N o m o s d e rE rd e , p. 1 45 ) a lo s piratas y bucaneros del primer cap i­ta lism o, quisiera ahora corregir esa afirm ación com o error de term inolog ía . El partisano con oce a un enem igo y “ arriesga” , que es algo m u y< i's lü ilo de lo que hace quien fuerza un b loq u eo o practica e l contrabando. El arriesga n o só lo su vida, com o to d o com batien te regular; sabe, y io d o para él depende de este h ech o , que el enem igo lo considera fuera de lo d o d ere­ch o , honor y legalidad.

Tam bién e l com batiente revolucionario, por otra parte, hace la misma cosa, y declara al enem igo un criminal y considera un engaño ideo lógico todas las convicciones del enem igo acerca de] derecho , la ley y el honoi . A pesar de to d o s los v ín cu los y las com binaciones entre los d os’ iip o s de partisano, peculiares del p eríod o que va desde el fin de la segunda guerra m undial a nuestros d ías -v a le decir, el tipo de defensor au tó cto n o del suelo nacional y del activista revolucionario que tiene por cam po de a c ­c ión el m undo en tero —, la antítesis perm anece. Se basa, com o verem os, en un con cep to fundam entalm ente diferente de guerra y de enem istad , que encuentra su realización en d istin tos tip os de partisano. D onde la gue­rra se realiza, por ambas partes, com o un choque no discrim inatorio de un estado contra o tro , el partisano es una figura de contorno que sin em bar­go no escapa del cuadro de la guerra y que no cam bia la estructura general

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del fen óm en o p o lít ic o . Pero cuando se pasa a considerar al enem igo que se 'combate com o a un verdadero crim inal, cuando la guerra, por ejem plo ia guerra civil, se libra entre enem igos de clase y su objetivo prim ordial se convierte en la elim inación del gobierno del estado enem igo, en ese caso la explosiva eficacia revolucionaria de la crim inalización del enem igo trans­form a al partisano en el verdadero héroe de la guerra. Este ejecuta sen ten ­cias de m uerte contra crim inales y se arriesga, por su parte, a ser tratado com o un crim inal o un vándalo. Esta es la lógica de una guerra de justa causa que no reconoce un ju s tu s hostis. Gracias a ella el partisano se e le­va a figura central del con flicto .

La problem ática del partisano se convierte sin em bargo en el mejor punto de com paración. Los diversos tip os de guerra partisana b ien pueden mezclarse y asemejarse en la práctica concreta , pero a pesar de to d o en el fon d o continúan diferenciándose tan profundam ente que se transform an en el criterio según el cual se form an ciertos alineam ientos p o lítico s. Más arriba hem os recordado la típ ica división que se produjo durante la prepa­ración del reglam ento de la guerra terrestre de La Haya: las grandes p o te n ­cias m ilitares frente a los pequeños países neutrales. Durante las consultas para los tratados ginebrinos d e '1949 se logró, con m ucho esfuerzo, una fórm ula de com prom iso que co locó en e l m ism o plano el m ovim iento de resistencia organizado y las form aciones voluntarias. A q u í se renovó asi­m ism o la alienación típ ica cuando se trató de recoger dentro de las norm as precisas de derecho internacional las experiencias de la segunda guerra m undial. Tam bién esta vez las grandes potencias m ilitares, ocupantes p o ­tencia les, se encontraron frente a los pequeños estad os, tem erosos de una posible ocupación de su territorio. Pero en esta circunstancia con una va­riante sin tom ática y llamativa: la más grande poten cia terrestre del m un ­d o , e l ocupante potencial indudablem ente más fuerte, la U nión Soviética, estaba ahora junto a lo s p eq ueños estados.

El trabajo, m uy bien docum entado, de Jürgen H. Schm id, “D ie vol- k en ech tlich e S telluag der Partisanen ira Kriege” en la revista Z urcher S tu d ien zu m In tern a zio m len R ech t, núm . 2 3 , 1 9 5 6 , quiere colocar “la conducción de la guerrilla por los civiles” - y en este caso se piensa co n ­cretam ente en los partisanos de Stalin (véase las pp . 9 7 y 1 5 7 ) - “bajo la protección de la le y ” . El autor ve en esto “la quintaescencia del p rob le­ma del partisano” y e l m ayor m érito , juríd icam ente creativo, de las co n ­venciones ginebrinas. Schm id quisiera “ eliminar ciertos obstácu los respec­to al d^erecho de ocupación” , residuos de la con cep ción y a superada de la fuerza de ocu pación , y entre éstos, sobre to d o , com o se expresa, “ el deber de ob ed iencia , tan alabado” . Con este fin se sirve de la tesis de acciones b é ­

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licas legales pero peligrosas, trasladando e l acento sobre e l h ech o de que sean aniesgadas pero no-ilegales. D e este m od o dism inuye e l riesgo del par­tisano, al cual atribuye la m ayor cantidad p osib le de derechos a costa de la potencia ocupante. N o logro ver cóm o pueda sin em bargo escapar a la ló g i­ca del terror y del antiterrorism o, aun aceptando tratar com o crim inal al enem igo que e l partisano com bate. T odo esto m e parece una unión sum a­m ente interesante de d os diferentes sta tu s ju h d iq u es , el de com batiente y el de civil, con dos diversos tipos de guerra m oderna, en particular la guerra de guerrillas y la guerra fr ía , entre p ob lación y fuerza de o cu p a ció n , en las que el partisano de Schm id interviene (sigu iendo las huellas de M zo) a d eu x mains. Sorprende só lo , y esto representa un verdadero salto lóg ico , que e s ­ta des-ilegalización del partisano de Stalin a expensas del derecho interna­cional clásico se vincule contem poráneam ente con un retorno a la simple guerra in terestala l de la doctrina apreciada por R ousseau y por Portalis, de la cual Schm id afirma que habría prohibido a los civiles com eter actos hostiles só lo “en su co m ien zo ” . D e esta manera e l partisano se torna asegu- rable.

L os cuatro tratados de Ginebra del 12 de agosto de 1949 son e l resulta­do de una actitud hum ana y d el desarrollo de princip ios hum anitarios que m erecen adm iración. A l garantizar al enem igo n o sólo e l hech o de ser reco­n ocid o com o hom bre, sino tam bién la justicia en e l sentido del recon oci­m iento de sus derechos, lo s m ism os continúan m oviéndose dentro d el d e ­recho internacional clásico y desde e l interior de su trad ición , sin la cual sem ejante operación hum anitaria resultaría im pensable. Su fundam ento si­gue siendo la estatalidad de la con d ucción de la guerra y en consecuencia su d elim itación , obten idas con sus claras d istin ciones entre guerra y paz, m ilitares y civiles, enem igo y crim inal, guerra de estados y guerra civil. Cuando desdibujan estas d istinciones esenciales y aun las p on en en d iscu ­sión , crean las prem isas para un tip o de guerra que deliberadam ente des­truye esas claras d istincion es. E s-en tonces cuando alguna norm a de co m ­prom iso , estilizada cautam ente, aparece sólo com o un d éb il puentecillo tend ido sobre un abism o que ocu lta m utacion es de los con cep tos de ene­m igo y de partisano, cam bios cargados de consecuencias.

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El desarrollo de la teoría

La in fortunada relación d e los prusianos con e l partisano

En Prusia, potencia militar gu ía de A lem ania, la sublevación an tinapoleón i­ca de la primavera de 1813 tuvo com o punto de partida un fuerte senti­m iento nacional. El gran m om ento pasó rápidam ente pero dejó una refe­rencia firme en la historia del partisano, de la que nos ocuparem os en el próxim o apartado.

En primer lugar debem os tener en cuenta el hecho liistórico incon tes­table de que el ejército prusiano - y el alemán guiado por P ru sia - , a partir de 1 813 , y hasta casi la finalización de la segunda guerra m undial, sum inis­tró e l ejem plo clásico de una organización de las fuerzas armadas que elim i­n ó radicalm ente la idea del partisano.

Los treinta años de dom inio colonial alemán en Africa, desde 1885 has­ta 1915 , no fueron tan im portantes m ilitarm ente com o para interesar en el problem a a los excelen tes teóricos del estado m ayor prusiano. El ejército austrohúngaro con ocía la guerra partisana de los Balcanes y ten ía ya un re­glam ento para enfrentar a la guerrilla. El ejército prusiano-alem án, en cam ­b io , invadió Rusia e l 22 de jun io de 1941 , durante la segunda guerra m un­dial, sin siquiera pensar en la eventualidad de una guerra partisana. La cam ­paña que realizó contra Stalin se inició con la consigna; la tropa com bate al en em igo , a lo s dispersos los vuelve inofensivos la p o lic ía . S ó lo en o c tu ­bre de 1941 se tuvieron las primeras d isposiciones específicas para la lucha contra los partisanos. En m ayo de 1 9 4 4 , a m enos de un año de la finaliza­ción de aquellos cuatro años de guerra, se publicó el primer reglam ento por parte del C om ando Suprem o de la W ehrm acht.i^

H, Schom erus, “Partisanen” , Chris und W elt, núm . 26 , 1949 . En particular, el ca-

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El ejército prusiano-alem án se transform ó en el siglo XIX en la m ás fa ­m osa y ejem plar organización m ilitar del m undo eurocentrico de la ép oca . D ebía esta fam a, sin em bargo, exclusivam ente a las victorias m ilitares o b te ­nidas contra ejércitos eu rop eos, en especial franceses y austríacos. H abíase enfrentado a com batien tes irregulares só lo durante la guerra franco-prusia­na de 1870-1871 : lo s llam ados fran c tireu rs ~ en alem án H ecken sch ü rzen -- que del m ism o m odo que habría hecho cualquier ejército regular de e n to n ­ces fueron tratados según la ley marcial.

Un ejército rígidam ente d isciplinado está hab ituado a distinguir con e x ­trema corrección , en situaciones norm ales, a lo s m ilitares de los civ iles, y considera enem igo sólo a quien viste un iform e. C uando se encuentra a t o ­da una pob lación civil que participa en los com bates sin un iform e, este ejército se pone m uy nervioso y pierde el au tocon tro l. L os m ilitares reac­cionan en ton ces con duras represalias, recurren a fusilam ientos y al arres­to de rehenes, destruyen centros hab itados, y consideran a to d o s estos actos com o un castigo ju sto por un com portam ien to engañoso y p érfid o . En consecu en cia , cuanta m ás d isposición hay a respetar al en em igo en u n i­form e, incluso en los encu en tros más cruentos, tan to m ás propensión ex is ­te a considerar com o verdaderos crim inales a lo s com batien tes irregulares, Una actitud de este tipo es la consecuencia natural del derecho de guerra europeo clásico , que d istingu ía a lo s m ilitares de lo s civiles y a lo s com ba­tien tes de los no com batien tes, y ten ía el gran m érito de no considerar al enem igo de por s í un crim inal.

El soldado alem án co n o c ió a! fran c tireu r en Francia en el o to ñ o de 1870 y el siguiente invierno de 1 8 7 0 -1 8 7 1 , después de la gran victoria o b ­tenida en Sedán el 2 de septiem bre contra e l ejército regular del em perador N ap oleón III. Según las reglas clásicas de la guerra entre ejércitos regulares, una victoria de ese tipo habría deb id o signar el fin del con flicto y el in icio de las tratativas de paz. En cam bio e l derrotado gobierno im perial fue d e ­p u esto y e l nuevo gobierno republicano, guiado por León G am betta, p ro ­clam ó la resistencia nacional contra el invasor extranjero, la "guerra á o u - tra n c e ”. Organizó apresuradam ente nuevos ejércitos y lanzó a lo s cam pos de batalla un núm ero siem pre en aum ento de soldados n o adiestrados. En noviem bre de 1 8 7 0 logró incluso un éx ito m ilitar a su favor, sobre el Loira. La situación de los ejércitos alem anes se h ab ía vuelto d if íc il, incluso p or­que A lem ania n o tuvo en cuenta to d o s lo s aspectos d ip lom áticos y con fia ­ba en un co n flic to de rápida solución .

p ítu lo “Der Wall der T radition” , Tam bién lo s en sayos sucesivos de Schom erus en el m ism o año de este semanario tienen una gran im portancia para la problem ática del partisano.

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La población francesa se encendió de entusiasm o patriótico y participó de diversas form as en la lucha contra los alem anes. E stos ú ltim os tom aron com o rehenes entre los personajes m ás visibles, lo s llam ados notab les, fu si­laron a franctireurs arrestados con las armas en la m ano, hicieron presión sobre los franceses con represalias de to d o tip o . A partir de esta situación se generó entre juristas de derecho internacional y propagandistas o fic ia ­les una controversia sobre los pro y los contra de \os fran ctireu rs que duró m ás de cincuenta años. La d iscusión se reanudó, esta vez entre alem anes y belgas en el curso de la primera guerra m undial. Sobre el argum ento se han escrito b ib lio tecas enteras y todavía en los ú ltim os años, entre 19 5 8 y 1 9 6 0 ,-^ma com isión de historiadores alem anes y belgas de clara fam a in ten ­tó establecer un p u n to firm e, al m enos sobre algunos aspectos del com p le­jo problem a en torno al/»-ízm /rew /-belga de 1914.20

T odo esto enseña que una reglam entación norm ativa del problem a par­tisano es juríd icam ente im posib le a m enos que se quiera correr el riesgo de form ulaciones jurídicas que n o se refieran al caso concreto y estén invali­dadas por ju icios de valor genéricos y aleatorios. La tradicional delim ita­ción europea de la guerra interestatal se rem ite a con cep tos bien precisos ya desde e l siglo X V III, que si b ien fueron dejados de lado por la revolu­ción francesa fueron nuevam ente revalorizados, y con m ayor eficacia , por la obra restauradora del Congreso de V iena. Estos con cep tos, nacidos en el tiem po de las m onarquías absolutas, atinentes principalm ente a la delim ita­ción de la guerra y a la individualización del enem igo, tienen el valor de una norma en las relaciones entre los estados cuando las partes beligerantes les atribuyen iguales con ten id os. Vale decir, es necesario que el concepto de regularidad y de irregularidad, de legalidad y de ilegalidad, sea el m ism o tanto en las relaciones interestatales com o en el interior de los m ism os e s ­tados. En caso contrario, la norm ativa interestatal, en vez de prom over la paz, obtendrá el único resultado de suministrar p retex tos para acusaciones recíprocas. Esta sim ple verdad se ha abierto cam ino m uy lentam ente en la conciencia general europea y sólo después de la primera guerra m undial. Es cierto que la fachada ideológica del tradicional arm am ento conceptual es todavía muy fuerte, Por razones de carácter práctico, los estados tienen con frecuencia interés en valorizar los llamados con cep tos clásicos, aun­que, en otroS'casos, los habían abandonado com o ideas superadas y reac­cionarias, Agregúese a esto el hecho de que los juristas europeos han elim i-

2^ L, Kessol. Hisrorische Z cirsch rift. vu l. 1 9 1 ; octubre de 19 6 0 , pp. 385-393; F. Pc- tri, P. SclibÜer, “Zur Bereiitigung des Franktireiirprobíein vom Aiigii.st 1 9 1 4 “ , 17c/- ¡el/ahreshejie fü r Zaitsgesc/üchrc. año VIII. 1 9 6 1 . p p . 23 4-248 .

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nado obstinadam ente de su conciencia la im agen, ya recon ocib le a partir de 1 9 0 0 , de la nueva realidad que se ven ía form an d o .21

Si lo que h em os d icho resulta su ficien te para distinguir una guerra in ter­estatal europea de v iejo tipo de una guerra dem ocrática del p u eb lo , es m u ­cho m ás aplicable a una guerra del pu eb lo im provisada y á o u tr a n c e com o la proclam ada por G am betta en septiem bre de 1 8 7 0 . El reglam ento de gue­rra d ictado en La H aya ep 1907 in ten tó -s ig u ie n d o e l ejem plo de casi t o ­dos los precedentes d el siglo X IX — resolver co n un com prom iso e l p rob le­ma del fran c tireu r. Se exigen por lo tan to ciertas con d ic ion es para que el com batien te im provisado, vestido con un un iform e igualm ente im provisa­d o , pueda ser reconocido com o ta l según el derecho internacional: superio­res responsables, señales de recon ocim ien to fijas y claram ente identifica- bles y sobre to d o las armas llevadas de manera v isib le. La escasa claridad conceptual de la reglam entación de La Haya y de las con ven cion es ginebri­nas es grande y confund e ulteriorm ente los térm inos del prob lem a .22 Parti­sano, en e fe c to , es justam ente aquel que evita ser v isto arm ado, que para com batir utiliza las em boscadas, que se m im etiza de mil m aneras, ya sea con el un iform e robado al en em igo , ya utilizando vestim entas civiles; es aquel que usa las contraseñas m ás diversas según las circunstancias. La c lan ­destinidad y la oscuridad-son sus armas más poderosas, a las cuales hones-

21 “Sin ninguna sensibilidad crítica y revelando total ingenuidad lo s estu d iosos eu ro­peos de derecho internacional perdieron, hacia finales del siglo X IX , el sentido de la estructura espacial presente en el ordeitam iento v igente, y consideraron en form a sim ­plista com o una victoria del derecho internacional europeo ese proceso de universali­zación , que se liacía cada vez más vasto, más exterior y siem pre.m ás superficial. Cre­yeron que rem over a Europa de su cond ición de centro del nu indo significaba, en el plano del d erecho internacional, procurarle precisam ente aquella p osic ión central" U'ír. D e r N o m o s der t>de, B erlín, 1 9 5 9 . p. 206),

22 La con fusión se vuelve total y esto no sólo en e! cam po de la propaganda p o lít i­ca y de la contrapropaganda (que ocuparon su lugar) ni tam poco en el m om en to de la d iscusión de sutiles controversias (com o la del ciudadano yugoslavo Lazar Vráca- ric que. en noviem bre de 1961 . había sido arrestado en Munich )ior las autoridades alem anas), sino tam bién en las publicaciones especializadas, apenas oslas pierden el sentido de los co n cep tos concretos riel derecho internaciQna! eu rop eo . Tal es lo que so observa en la tesis ya citada de .1. H. Schm id. D ie V o lk e rrecliilich e S íd lu u g der Partisanen im Krjege, H. R cntsch , en su P ariisan em kam pf Ffn iin /n g en iin d ¡.chren. l'rankfort. 1 9 6 ] . se ha dejado desviar en algunos puntos y quisiera m eter a los paiti- sanos “bajo la som brilla protectora del derecho internacional’’ (véase p, 2 0 4 . nota 9). cosa que el au téntico partisano aceptaría gustoso com o un arma suplem entaria. T od o esto deriva de la destrucción del ju s p u b lia n n Fu ru paeum \ de sus con cep tos racionalm ente hum anos de guerra y de enem igo. La rcbarbarización del derecho de guerra ]iodría representar un óptim o cap ítu lo suplem entario al estupendo libro de I-, J, P, V eale. /IJi'o/íí'e’ 10 barbarism. A ppleton . W isc.. 195.V

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tam eníe no puede renunciar sin perder ese espacio de irregularidad para él esencial y sin dejar de ser, en e l fon d o , un partisano.

E l pensam iento teórico de los m ilitares prusianos no subestim aba de n in ­guna manera la im portancia de la guerrilla y la había com prendido perfec­tam ente. Lo prueba un interesante libro, escrito por el típ ico ofic ia l de e s ­tado m ayor prusiano que h ab ía conocido e l m od o de com batir de los franctireurs en 1870-1871 y que hizo público su punto de vista en 1877 , titu lado Léon G a m b etta u n d seine A rm een . El autor, e l barón Colmar von der G oltz , m urió en e l frente durante la primera guerra m undial, m ientras con el nom bre de Pascha G oltz com andaba un ejército turco. Con absolu­ta objetividad y con gran precisión el joven oficia l prusiano reconoce el error garrafal com etid o por los je fes republicanos en la con ducción de la guerra y observa: “G am betta quería conducir una verdadera guerra y , para su desgracia, lo h izo ; porque, en la Francia de en tonces, una pequeña gue­rra, una guerra de guerrillas, habría sido m ucho más peligrosa para los ejér­c itos a lem anes.’” ^

Los com andantes alem anes lograron entender, al fin , la naturaleza de la guerra partisana, pero ya era tarde. El C om ando Suprem o de la Wehr- m acht prom ulgó, com o hem os recordado, el d ía 6 de m ayo de 1 9 4 4 , las primeras líneas directivas generales para la lucha contra lo s partisanos. De ese m od o , el ejército alem án recon oció antes de su fin , la figura del parti­sano. Esas directivas de m ayo de 1944 fueron reconocidas com o válidas incluso por un enem igo de A lem ania. El general de brigada inglés D ixon , que ju n to a O tto H eilbnm n pub licó después de la guerra un libro denso de con ten id o sobre los partisanos, reproduce in ex ten so el tex to de las d irec­tivas alem anas, citándolas com o m odelo ejem plar de una lucha eficaz c o n ­tra los partisanos, Tam bién e l general inglés sir Reginald F .S . D enning, en su prefacio al libro de D ixon y H eilbrunn, observa que las directivas a le­manas para la lucha contra el partisano de 1944 no son de validez inferior

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C. von der G oltz . L éon G am betta u n d seine A rm en . Berlín. 1 8 7 7 , p. 36: “ Al continuar avanzando el ejército de invasión tod os los cuadros se tornan más débi­

les y los sum inistros más pesados Todo es to favorece a los com batientes irregu­lares del enem igo d otados de iniciativa. G am betta en canibio quería una guerra en grande. La gesta guerrera d e sus ejércitos debía ser im ponente com o su fuerza nu­mérica. para justificarlo ante el p a ís ,” El doctor J, Hadrich de B erlín, del que soy deudor del libro de von der G oltz . me recuerda que los abisinios. durante su resis­tencia contra el ejército italiano de Mussolini en 1 935-1936 . fueron igualmente d e­rrotados precisam ente porque querían llevar adelante una. campaña regular en lugar de una guerra partisana.

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por el h ech o de que se trate de la lucha de un ejército alem án contra parti­sanos rusos.2*

Hacia fines de la guerra, en 1 9 4 4 -1 9 4 5 , aparecieron en A lem ania dos form aciones com batien tes que n o deben considerarse co m o integrantes de la W ehrm ach, sin o que m ás b ien pueden ser en tend idas com o su antítesis: los V olkssturm y e l llam ado W erwolf. El V olksturm se creó por un decre­to del 2 5 de septiem bre de 19 4 4 y se en ten d ía com o una m ilicia territorial cuyos integrantes eran considerados soldados de conform idad con el d ere­cho de guerra y com batien tes según e l reglam ento de La H aya sobre la gue­rra terrestre. D e su organización , de su arm am ento, em pleo y esp íritu c o m ­bativo y de sus pérdidas n os in form a un escrito aparecido recien tem ente del com andante general Hans K issel, que fue je fe del estadtí m ayor dei V olkssturm alem án a partir de noviem bre de 1 9 4 4 . K issel revela que los aliados occidenta les lo habían recon ocid o com o tropa com b atien te , m ien ­tras que los rusos lo consideraban una organización partisana y fusilaban a sus prisioneros. En form a diferente de esta m ilicia territorial, el W erw olf se con ceb ía com o una organización partisana de jóven es. Sobré sus resul­tados, D ixon y Heilbrunn se expresan así: “ A lgunos aspirantes al W erw olf, p ocos en realidad, fueron tom ad os prisioneros por los aliados y la cuestión term inó ah í m ism o .” Se ha in ten tado presentar al W erw olf com o “ la ten ta­tiva de desencadenar una guerra de m uchacos-franco tiradores.”25 En tod o caso, no es este e l lugar para profundizar el tem a.

D espués de la primera guerra m undial, sus vencedores disolvieron el e s ­tado m ayor alem án y prohibieron su recon stitu ción , bajo cualquier form a, m ediante e l artícu lo 160 del tratado de V ersalles del 28 de jun io de 1919 N o es carente de lógica histórica y de derecho internacional el h ech o de que los vencedores de la segunda guerra m undial, y en primer lugar los E s­tad os U nidos y la U nión Soviética, luego de haber proscrito la guerra-due­lo del derecho internacional europeo clásico , prohibiesen y destruyeran tam bién el estado prusiano después de la victoria en com ún sobre Alem a-

2“* R etom o la eita de la ed ición italiana de 1 9 5 6 : Brigadier C. A. D \ o n . O. B. i:..O. Heilbrunn. Partisaneni S tra ieg ie u n d Takn'k des G ueirillakncgcs. I ranfort \- B e r lín .1 9 5 6 .p . X I V y p p . 213-240 .

25 H. Kissel. D er deu isch e V olkstuníi ¡9 4 4 -4 5 . e ine terriio ria le M iliz der la u d e s- verreifung, F raiick lori. 1962 . La indicación respecto a! diverso tratam iento reservado en O ccidente y en O riente se encuentra en la p. 4 6 . La expresión “guerra de n iños c ie ­gos" es usada por F. I-', Priick en su reseña a) libro de Kissel l /e i is c h r i j! fiir Polirik, NF 9. 1 9 6 2 . pp. 2 9 8 -2 9 9 ). Pnick observa con razón cóm o "la linea de dem arcación entre lucha armada (en el sentido de la reglam entación de la guerra de La H ayal \ 'partisano' no es mu\' neta". Dixon-H eilbrum (cfr. nota 24). p. 3.

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nia. La ley núm . 4 6 del C onsejo A liado de C ontrol del 25 de febrero de 1947 disponía: “ El'.estado prusiano, portador desde siempre del m ilita­rismo y de h reacción en A lem ania, ha cesado d e [a c to de existir. Im pul­sado por la voluntad de asegurar la paz y la seguridad de los pueb los y por el deseo de garantizar el ulterior crecim iento de la vida po lítica alemana sobre bases dem ocráticas, el Consejo de C ontrol ordena lo siguiente:■ “ A rtícu lo 1: El estado prusiano es d isuelto con todo su gobierno y sus

estructuras adm inistrativas.”

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E l partisan o co m o idea l prusiano d e 1 8 1 3 y e l replegam ien to en la teo r ía

N o fue un soldado prusiano, n i tam poco un oficia l de carrera del estado m ayor con ideas reform istas, sino nada m enos que el canciller Bismarck quien en 1866 , para oponerse a la m onarquía de los Habsburgo y a la Francia bonapartista, “quería aferrar todas las armas que la irrupción del m ovim iento nacionalista p od ía ofrecernos, n o sólo en Alem ania sino tam bién en B ohem ia y en Hungría” . Para n o sucum bir, Bismarck estaba decid ido a hacer estallar e l in fierno. Citaba con frecuencia la expresión clásica A ch ero n ta m overe, adjudicándole e l origen a sus adversarios p o ­lítico s internos. Pero tan to el rey de Prusia G uillerm o I, com o el jefe del estado m ayor prusiano M oltke, no organizaban en absoluto planes “ infer­nales” . Una-jugada de ese tip o les habría parecido sum am ente inquietan­te e incluso p o co prusiana. Y la palabra “aqueróntico” sería sin duda de­m asiado vio lenta si quisiéram os referirla a lo s tím id os in ten tos revoluciona­rios del gobierno alerhán y de su estado m ayor durante la primera guerra m undial. Por otra parte, hasta el viaje de Lenin de Suiza a Rusia en 1917 entra en este co n tex to . A l margen de tod o aquello que los alem anes pudie­ron haber pensado y proyectado en su m om ento en la organización de ese viaje, el hecho debe ser visto bajo su luz verdadera; dicho de otro m odo, las consecuencias superaron en form a tal las intepciones que el hecho co n ­firma ulteriorm ente nuestra tesis de que la relación de Prusia con e l parti­sano ha sido de las m ás in felices.2^

2^ O. von Bismarck, Cedanken und Erimerungen, vol. I cap. 20; vol. III, ca p ítu ­los 1 y 10 , donde la cita Acheronta Movebo sirve para pintar al diablo m ás feo de lo que es. Bismarck exageraba por razones evidentes. En realidad, com o lo ha d e­mostrado un historiador m oderno, Egm ont Z echlin, él se había rodeado de “ tro­pas de élites húngaras de rápido em p leo , de generales com o Klapka y Türr. El cuerpo de oficia les de la legión húngara estaba form ado por la crem a de la nobleza m agiar.”

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Y sin em bargo e l m iiitarista estad o prusiano tu vo una vez en su historia un m om en to verdaderam ente aqueróntico , F ue en el invierno y en la pri­mavera de 1 8 1 2 - 1 81 3 , cuando una é lite de o fic ia les in ten tó desencadenar las hostilidades populares contra N ap oleón y colocarse a la cabeza de ellas. La guerra alem ana contra N apoleón n o fue una guerra partisana e incluso es d if íc il definirla com o guerra popular, F ue, m ás b ien , utilizando las pre­cisas palabras de Ernst F o rsth o ff, “una leyend a creada por intereses p o lí­t i cos” . F u e fácil reubicar rápidam ente esas fuerzas elem enta les dentro de los robustos eslabones del orden estatal y del com bate regular contra el ejército francés. Sin em bargo ese breve m om en to revolucionario conserva para la teoría del partisano una im portancia extraordinaria.

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“Bismarck no vaciló siquiera en acoger en el cuartel general al revolucionario ch eco radical-socialista y am igo de Bakunin, Joseph Fric. Con el coron el O reskovic d e B el­grado y el m inistro Garasanin había com prom etido a los p o lític o s m as in ílu ycn tes del m ovim iento eslavo m eridional y a través de V íctor M anuel, Kapla y Türr ten ía co n ­tactos con el héroe revolucionario europeo G aribaldi.” A ese reaccionario y conser­vador general que era el zar, con quien estaba en tratativas, le telegrafió que prefería hacer una revolución antes que sucum bir. En com paración con esta línea nacional- revolucionaria de la p o lítica de Bismarck los in ten tos revolucionarios dei gobierno alem án y del estad o m ayor durante la primera guerra m undial en Rusia, en e l m un­do islam ico-israelita y en Am érica aparecen com o débiles e “ im provisados” . Véase ¡a. Zechlin en la serie de artícu los “Friedensbestrebungen und R evolutionierungs- versuche” en el semanario Das Parlam ent, suplem ento núm . 2 0 , 24 y 25, m ayo-junio de 1 9 6 1 . G, A. R eim , en su te x to cuidadosam ente docu m entad o D ie R e vo lu tio n in d er P o litik S ism arcks, G oiínga, 1 9 5 7 , llega a la siguiente conclusión: “Bismarck ha proyectado una vivida luz sobre el rostro de la revolución con la finalidad de reve­larnos su debilidad interna, proced iendo luego a inyectar una nueva vida a la vieja m onarquía” (cfr, p . 1 3 1 ). Es una lástim a que la real situación de! año 1 8 6 6 n o sea tratada en el libro de Reim del m odo concreto que tal argum ento habría m erecido.

2' E. F orsth off, D eu tsch e V erfassungsgeschichte der N e u ze ii, Stuttgart, 1 9 6 1 , p. 84 . Aun la op in ión de que la m ilicia territorial prusiana - e l tipo de tropa que se aproxim aba más al ideal burgués de una m ilic ia - había ten ido parte decisiva en la victoria final le parece a F orsth off una pura leyenda. “En lealidad , un em pleo e f i­caz de la m ilicia territorial estaba, al com ienzo de la guerra, afectado por serios lí­m ites. N o p od ía arriesgarse un ataque; su fuerza moral y capacidad de acción m ili­tar eran dem asiado insignificantes para una operación de tal género. La m ilicia , en efec to , no ofrecía ninguna garantía contra con fusion es y accesos de p án ico . Sólo con la p io lon gación de la guerra, y la am pliación del p eríod o de servicio, su im portancia m ilitar crece. En estas con d icion es, afirmar que la m ilicia territorial d io una con trib u ­ción decisiva a la victoria sólo significa vivir en un m undo de fábula." En su historia con stitucional [V erfassungsgesch ich te), voL 1, 1 9 5 7 , par, 7 , p. 2 1 3 , E . R. Huber se ocupa d e la primavera de 1 8 1 3 , y particularm ente del ed icto sobre el Landsturm . Véase adem ás H eer u n d S ta a t in d er d eu tsch en G eschichte, H am burgo, 1 9 3 8 , pp. 144 y ss.

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En este punto el pensam iento se desplazará rápidam ente a una fam osa obra maestra de la ciencia m ilitar, el libro Vont K rieg e del general prusiano von C lausew itz. Y con razón. En esa época é l era sólo un d iscípu lo de m aestros com o Scharnhorst y G neisenau y su libro se publicó p ostu m a­m ente después de 1 8 3 2 . E xiste en cam bio otro m anifiesto de la hostilidad contra N ap o león , fechado en 1 8 1 3 , y que puede incluirse entre los más sorprendentes docu m en tos de toda la historia del partisano: el ed icto pru­siano sobre la m ilicia territorial [L andsturm ] del 21 de abril de 1813. Se trata justam ente de un ed ic to firm ado por e l rey de Prusia, publicado se­gún to d o s los reglam entos en la co lección de las leyes pm sianas. El m od e­lo que le sirve de inspiración es sin ninguna duda e l R eg la m en to d e p a r ti­das y cuadrillas español del 2 8 de diciem bre de 1808 y el decreto co n o c i­do com o C orso terrestre del 17 de abril de 1809 . Pero estos ú ltim os no es­tán firm ados personalm ente por e l s o b e r a n o .28 R esulta m uy sorprendente la lectura del nom bre de un rey leg ítim o al p ie de sem ejante Llamado a la guerra partisana. Estas diez páginas de la co lección de leyes pm sianas de 1 8 1 3 se cuentan, sin duda, entre las más excepcionales contenidas en las recopilaciones legislativas del m undo entero.

Cada ciudadano del estado , según afirma, tiene e l deber de oponerse al enem igo invasor con armas de to d o tip o . H achas, horcones, guadañas y es­copetas se recom iendan expresam ente en e l párrafo 4 3 . Cada prusiano tie ­ne el deber de no obedecer ninguna orden del enem igo y en cam bio s í de perjudicarlo por tod os los m edios posib les. Aun si el enem igo quisiera res­tablecer e l orden , nadie está autorizado a obedecerlo porque de esa m ane­ra se term inaría por facilitarle las operaciones m ilitares. Se afirma expresa­m ente que los “excesos de una chusm a desenfrenada” provocan un perjui­cio m enor del que provocaría el hecho de permitir al enem igo la libre d is­p osic ión de sus tropas. Se prom eten adem ás m edidas de represalia en e l ca­so de que el enem igo se opusiera a las iniciativas de los partisanos. De h e ­ch o , estam os frente a una especie de Magna charra del partisano. Tres pa­sajes - e n la introducción y en los párrafos 8 y 5 2 - hacen una clara refe­rencia a España y a su guerrilla com o un “ ejem plo m odelo" . La lucha es

28 Emanaron com o d ecretos de una Junta Suprema, al no existir aun el soberano leg ítim o; véase F. Solano Costa, op. c it., pp, 415-416'. La K lcinkriegsanleiuing für iederm ann del 1958 . recordada antes por nosotros, no es una reglam entación oficial sino un trabajo publicado por la Presidencia Central de la A sociación de Suboficiales Suizos. Sería instructivo confrontar sus instrucciones (por ejem plo, negativa a seguir las ordenanzas de la potencia enem iga) con las correspondientes prescripciones del edicto prusiano de 1813. para com prender por un lado la identidad fundam ental de la situación y por otro el progreso técn ico y psicológico.

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adm itida com o un caso de leg ítim a defensa que “torna válidos to d o s los m edios” (párrafo 7 ), incluso el desencadenam iento del caos to ta l.

Ya dije que no se llegó a una verdadera guerra partisana contra N ap oleón . Ese m ism o ed icto sobre la m ilicia territorial se m o d ificó tres m eses rriás tar­de, el 17 de ju lio de 1813 , apagando los reflejos aq uerón ticos y retratando com o pusilánim e la figura del partisano, L os a con tec im ien tos sucesivos se decidieron tod os por e l choque de ejércitos regulares, si b ien la chispa del sentim ien to nacional con tagió a las tropas. N ap o león , de to d o s m od os, pu­do vanagloriarse de que durante los m uchos años de ¡a ocupación francesa ningún civil alem án disparó un solo tiro contra un un iform e francés.

¿En qué con siste , en ton ces , la im portancia especial de aquel e fím ero ed icto prusiano de 1813? En e l h ech o de que representa la legitim ación del partisano com o defensor de la n ación , y es sobre to d o una leg itim a­ción especial porque se basa en una m entalidad y en una filo so fía que dom inaban en la capital prusiana de en ton ces , B erlín . La guerrilla españo-

w la contra N ap o león , la insurrección tirolesa de 1809 y la guerrilla partisa- na rusa de 1812 eran m ovim ientos esp on tán eos, a u tócton os, de una pobla- ción devota , católica u orto d o x a , cuya tradición religiosa no había sido

¿í- /..-tacada por el esp íritu filo só fico de ia revolución francesa y , en este sen- tid o era una población subdesarrollada. En una furibunda carta dirigida a D avout, su gobernador general en H am burgo, con fecha 2 de diciem bre de 1811 , N apoleón defin ió a ios españoles com o un pueblo de traidores asesinos, supersticioso y descarriado por trescien tos mil m onjes un p u e­blo que de ninguna manera p od ía parangonarse a los trabajadores, dil i­gentes y ju ic iosos alem anes, En cam bio el Berlín de los años que van de 1808 a 1813 estaba perm eado por un espíritu al cual le resultaba por e n ­tero fam iliar la filo so fía del ilum inism o francés, tan to que pod ía p erfec­tam ente sentirse a su misma altura, e incluso a un nivel superior.

Johann G. F ich te , un gran filó so fo : m ilitares de genio y de profunda cultura com o Scharhorst, Gneisenau^y C lausew itz; un p oeta , m uerto en noviem bre de 1811 , de la estatura de Heinrich von Kleist , caracterizan e! extraordinario potencial intelectual de la im elligcnrsiu prusiana siem pre

- pronta, en ton ces, a moverse en el m om ento op ortu n o . El nacionalism o de esta dase intelectual berlinés era el patrim onio de una dase culta y no de un pueblo simple y quizás analfabeto . En una atm ósfera de este tip o , en la cual un sentim iento nacional exacerbado se fundía con una cultura filo só f i­ca, el partisano fue descubierto por la filo so fía y de ese m od o resultó h is­tóricam ente posible su teorización . El hecho de que tam bién una teoría de la guerra perteneciese a esa particular unión lo revela una carta que Ciause- w itz envió en 1809 a F ichte, escribiendo desde Königsberg. Firmaba “ un

D E S A R R O L L O D E LA T E O R IA 147

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militar d escon ocid o” y se d irigía “al autor de un ensayo sobre Maquiave- lo ” . En esta carta el oficia l prusiano da respetuosam ente una lección al fa­m oso filó so fo sosten iendo que la teoría de la guerra de M aquiavelo es ex ce ­sivam ente tributaria de la antigüedad, m ientras que h oy “ anim ando fuerzas individuales se obtiene infin itam ente más que confiando en m od elos artifi­c iosos” . Las nuevas armas y las masas, prosigue C lausew itz, responden exactam ente a este principio y , a fin de cuentas, sigue siendo decisivo el coraje de cada uno en el m om ento de enfrentar e l cuerpo a cuerpo, “ parti­cularm ente en la más nob le de todas las guerras, la que un pueblo com bate en tierra propia por la libertad y la independencia” .

El joven C lausewitz co n o cía al partisano im aginado por los planes insu­rreccionales prusianos de los años 1808 -1 8 1 3 . Entre 18 1 0 y 1811 dio cla­ses sobre la guerrilla en la Escuela General de Guerra de Berlín. N o sólo era u no de los más im portantes expertos m ilitares de la guerrOla en el sentido técn ico del em pleo de tropas ligeras por su gran m ovilidad, sino que creía, jun to con los otros oficiales reform adores de su grupo, que ésta era “ una cuestió?’ em inentem ente p o lítica , con características incluso revoluciona­rias. Declararse a favor del pueb lo en armas y de la insurrección armada, de la resistencia y de la rebelión contra e l orden con stitu id o , aunque fuera re­presentado por un régim en extranjero de ocup ación , to d o esto resulta n o ­vedoso en Prusia, representa algo ‘peligroso’ , algo que contem poránea­m ente se co loca fuera del estad o legal.” A nuestro parecer Werner Hahl- w eg ubica con estas palabras el nudo de la cuestión . Pero agrega inm edia­tam ente después: “ La guerra revolucionaria contra N ap oleón , com o la so ­ñaban con los ojos abiertos io s reform adores prusianos, en realidad jam ás se com b atió” . Se Uegó apenas a una “guerra sem insurreccional” para usar la d efin ición de Friedrich E ngels. El fam oso m em orandum de febrero de 1812 sigue siendo m uy im portante para com prender “los m ás profundos im pulsos” de los reform adores (H . R oth fe ls). C lausewitz lo redactó ju nto con G neisenau y B oyen antes de pasar al servicio de lo s rusos. Es “ d o c u ­m ento de un análisis imparcial y p olitizado , verdaderamente digno de un estado m ayor” ; rem ite a las experiencias de la guerra del pueblo español y se orienta tranquilam ente a “responder a la ferocidad con ferocidad, a la violencia con la v iolencia” . En él puede ya entreverse e l ed icto prusiano sobre la m ilicia territorial de abril de 1 8 1 3 .2^

s

2^ W. Hahlweg, “P ieussische R eform zeit und revolutionaerer Krieg” , suplem ento 18 de la W ehnvissenschüftliche R undschau, septiem bre d e 1 9 6 2 , pp. 54 -56 . La carta de Clausewitz a F ich te fue reim presa en los escritos de f ilo so fía del estado d e F ichte, vo i. l , en apéndice, p p . 5 9 -6 5 , y a ca ig o d e H. Schulz y R. Strecker, Leipzig, 1 9 2 5 . 9obre las “d re i B eken ntisse ” véase E. Engelberg en la in troducción a Vom K riege, Ber-

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Debe haber representado una gran desilusión para C lausew itz el h ed u ' de que to d o lo que había esperado de la in su rrecdón “no sucediera“ .- " La guerra del pueb lo y lo s partisanos -P arte igàn ger, corno los llama C lausew itz— habían sido v istos por él com o los e lem en tos esenciales de las fuerzas “ que estallan en una guerra” y ios había ub icado en sus siste­m a, exp u esto en la teoría de la guerra. De m anera particular en e l libro sex to de su Vom K rieg e —alcance de los m ed ios de d e fe n s a - y en el fa m o ­so cap ítu lo 6 B del libro octavo —la guerra com o instrum ento de la p o lí­t i c a - recon oció la nueva “ p oten cia” . Pero en su escrito encon tram os tam bién sorprendentes afirm aciones y observaciones aisladas aunque llenas de sobreentend idos, com o este pasaje sobre la guerra civil en la V andea en el que afirma que p o co s partisanos au tón om os pueden a veces “ pretender ser considerados com o un ejérci to” . £ g ¿laro que C lausew itz sigue sien­do el o fic ia l de carrera, con to d o s los sen tim ien tos reform adores que se quiera de un ejército regular de su ép oca , por lo tan to absolutam ente in­capaz de llevar a sus consecuencias extrem as estas sagaces in tu iciones su ­yas. E sto sucedió só lo m ás tarde, com o verem os, y para que se llegase a ese punto fue necesario un activo revolucionario de p rofesión .

C om o es natural, C lausew itz seguía pensando m ediante categorías clási­cas, com o cuando en la “ m aravillosa trinidad de la guerra” asignaba ai p u e­blo e l “ ciego in stin to natural” del o d io y de la h ostilidad , al je fe y a su ejército el “ coraje y e l ta len to ” , en ten d id os com o libres actividades del ánim o, y al gobierno la conducta puram ente racional de la guerra en su p a ­pel de instrum ento de la p o lítica .

En el varias veces citado ed ic to prusiano de abril de 1 8 1 3 está d ocu m en-

D E S A R R O L L O D E LA T E O R IA 14 ^

lín , 1 9 5 7 , pp . XLV II [en esp ., Ernst Engelberg, “Cari von Q au sew itz en su ép o ca ” , en C lau sew itz en e l pen sa m ien to m arxista . Cuadernos de Pasado y Presente, núm 7 5 , M éxico, 1 9 7 9 . pp . I 0 7 -1 6 4 ; la referencia de Schm itt figura en las páginas 1 6 2 -1 6 3 ].

Carta a Marie von Q au sew itz del 28 de m ayo de 18 1 3 : "[...] por el contrario pare­ce que viene a faltar lo que se esperaba del apoyo del pueb lo a las espaldas del enem i­go. E sto es lo único que hasta ahora no ha correspondido a m is esperanzas y d eb o ad­m itir que al reconocerlo he vivido algunos m om en tos tr istes.” Cfr, K, Linnebach, K arl u n d M arie von C lau sew itz: ein L eben in B ríefen u n d T agebu ch bld ttern , B erlín , 1 9 1 6 ,p . 3 3 6 .

E jército es “una masa armada que se encuentra sobre un teatro d e guerra y sobre uno so lo ” . “Sería, a decir verdad, una to n ter ía pretender dar el nom bre de ejército a cada partisano \P anegánger\ estacionado por su cuenta en la m ás rem ota provincia; no es líc ito sin em bargo silenciar, o dejar de destacar, e l ejército d e los V andeanos en guerra durante ia revolución francesa, aun cuando éste en m uchas ocasiones no haya sido dem asiado fu erte .” (V éase infra la n ota 4 4 , que se refiere al ejem plo de Argelia.)

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tado e l m om ento en e l cual e l partisano aparece por primera vez en un p a­pel nuevo y decisivo , com o una figura hasta en ton ces no individualizada del esp íritu universal. N o fu e la voluntad de resistencia de un pueblo va­liente y b e lico so la que abrió ai partisano este cam ino, sino que fueron la cultura y la inteligencia las que otorgaron una legitim ación filo só ficam en ­te fundada. El partisano recibió a llí, si se m e perm ite la expresión , sus cre­denciales filosóficas y fue adm itido, para decirlo de algún m od o , en socie­dad. Hasta en ton ces había sido exclu id o de la m ism a. En el siglo XVII de­cayó a figura de la novela picaresca; en e l siglo X V III, en la época de F ede­rico el Grande, era un húsar. A hora, en cam bio, en e l Berlín de los años 1 8 0 8 -1 8 1 3 , su descubrim iento y su valor fueron reconocidos no só lo en el plano técnico-m ilitar, sino tam bién en e l filo só fico . Al m enos por un ins­tante asum ió el rango de los grandes personajes h istóricos, recibiendo in­cluso el bautism o cultural, ep isod io que no o lvidó jam ás. Y es el hecho d e­cisivo para nuestro argum ento. N osotros hablam os de la teoría del partisa­no y de una teo r ía po lítica de este partisano que vaya m ás allá de las clasi­ficaciones técnico-m ilitares, la cual se lúzo posible sólo después de estas cre­denciales presentadas en B erlín . La chispa que voló desde España al norte de Europa en 1808 recibió su form ulación teórica en Berlín donde su lla­ma se reavivó y pasó a otras m anos.

Esta especie de triunfo del partisano no fisuró sin em bargo la trad icio­nal d evoción del pueblo por e l soberano; la unidad p o lítica de am bos fue incluso reforzada: el aqueronte que había roto los d iques por un m om en to entró nuevam ente en el cauce del orden estatal. Luego de las guerras de li­beración la f ilo so fía d om inante en Prusia fue la de Hegel, que in ten tó una sistem ática m ediación entre revolución y t r a d i c i ó n . F u e considerada una filosofía conservadora y sin duda lo era. Pero sin em bargo logró conservar la chispa revolucionaria y sum inistró, con su interpretación de la historia, una peligrosa arma ideológica , m ucho más peligrosa que la filo so fía rou- sseauniana en las m anos de los jacob inos. Esta arma h istórico-filosófica term inó en las m anos de Karl Marx y Friedrich Engels, si bien ios dos es­tudiosos alem anes eran más teóricos de la revolución que activistas de la misma. Solo con un revolucionario de profesión ruso, sólo con Lenin, el

’2 .1, R iclncr, Hegel u n d d ie fran zosisch e R evo lu tion . Colonia y O pladcn. 15?, Muy instructiva desde el punto de vista de nuestro tem a es la afirmación de R. Kosolleck en “Slaai und G esalischaft in Prensen 1815 bis 1 848" . Schrifienreihe indiistriclle U'i’/f, núm, l . a cargo de W, C onze. Stuttgart. 1962 . p. 90: "TI dato de lieclio so c io ­lógico de reunir la inteligencia burguesa y la conciencia histórica do los funcionarios lirusianos y de encon trar la esto ta lidad d e l p ro p io estado en e l e sp íritu constituyen el m isnto íenónicnu ."

150 T E O R IA D E L P A R T IS A N O

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m arxism o se con v irtió , com o doctrina, en la p o ten cia h istórica m undial que h o y representa.

D E SA R R O L L O D E LA T E O R IA 151

D e C lau sew itz a Lenin

Hans Schom erus, ya recordado com o exp erto del partisano, titu la un ca­p ítu lo de sus consideraciones (a las que tuve acceso cuando aún estaban m anuscritas) D esd e E m p ec in a d o hasta B u d ion n y . V ale decir desde el par­tisano de la guerrilla española antinapoleónica al organizador de la caballe­ría soviética , el jefe de las tropas m ontadas durante la guerra bolchevique de 1 9 2 0 . Un títu lo de este tipo nos revela una interesante lín ea de desarro­llo , sobre tod o desde ei p u n to de vista c ien tífico -m ilitar . Para los que nos in teresam os por una teoría del partisano esta p osic ión parece desplazar d e ­m asiado e l acento sobre cu estion es técn ico-m ilitares, de la táctica o de la estrategia de una guerra de m ovim ien to . Es correcto en cam bio estar siem ­pre aten tos a la evolución del con cep to de “ p o lít ic o ” que justam ente en este pu nto realiza una conversión revolucionaria. E l con cep to clásico de “ p o lít ic o ” estab lecido en los siglos XVIII y X IX se basaba en e l estado en ten d id o según el derecho internacional europ eo y hab ía convertido a la guerra contem plada por el derecho internacional clásico en un con flicto conducid o en un m arco bien d efin id o , es decir, en un puro co n flic to in­terestatal. A partir del siglo X X esta guerra entre estad os, con sus reglas precisas, es dejada de lado y sustituida por una guerra revolucionaria entre “partidos” . Por esta razón h em os dado a las consideraciones que siguen el t ítu lo D e C lausew itz a Lenin. Frente al peligro de una reducción especia lis­ta técnico-m ilitar, esta perspectiva de análisis corre e l riesgo de exagerar en la d irección op u esta , de perderse en ram ificaciones y árboles genalógicos de tip o h istórico -filosó fico .

A esta altura es precisam ente el partisano nuestra referencia segur:,;, el que nos libra de las genealogías generales de la filo so fía de la historia y nos lleva nuevam ente a la realidad del desarrollo revolucionario. Karí Marx y Friedrich Engels ya habían advertido que en la actualidad la guerra revolu­cionaria no se realiza más con las barricadas de antaño. Engels. en particu­lar, autor de num erosos ensayos técnico-m ilitares, lo ha recalcado n u m ero­sas veces. Engels estaba con vencid o , adem ás, de que la dem ocracia burgue­sa habría regalado al proletariado la m ayoría parlam entaria a través dci su ­fragio universal y que esto podría ser capaz de transformar el orden social burgués en una sociedad sin ciases. En consecuencia un cierto revisionism o, absolutam ente ajeno al partisano, podría remontarse a Marx y a Engels.

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Fue Lenin, en cam bio, quien consideró inevitable el recurso a la v io len ­cia y a guerras revolucionarias cruentas, tanto civiles com o interestatales, y por !o tanto aprobó incluso a la guerra partisana com o un m om ento n ece ­sario de to d o el proceso revolucionario. Lenin fue el primero que se co n ­venció plenam ente de que e l partisano era una figura decisiva de la guerra civil, nacional e internacional, y que trató de transformarlo en un instru­m ento eficaz de las ■ órdenes de la d irección central del partido com unista. Esta idea se expresó por primera vez por lo m enos según m e con sta , en un artícu lo aparecido el 3 0 de septiem bre y el 13 de octubre de 1906 en la re­vista rusa Proletari, y titu lado “La guerra de g u e r r i l la s ” ,

Se trata de una nueva defin ición del concepto de “en em igo” y de “en e­m istad” , ya exam inado en el escrito ¿Q ué hacer? de 1902 dirigido princi­palm ente contra e l ob je tiv ism o propugnado por Struve. El “ revolucionario profesional 'comienza coherentem ente desde ahora” .2“*

El escrito de Lenin sobre el partisano enfrenta e l tem a de la táctica por adoptar en la guerra civil por el socialism o y rebate sobre to d o la idea, en ­ton ces m uy difundida entre los socialdem ócratas, de que la revolución pro­letaria, en cuanto m ovim iento de masa, habría alcanzado su objetivo por fuerza propia en los p a íses de dem ocracia parlam entaria, y que en conse­cuencia el m étod o del recurso a ia violencia era ya superado. Según Lenin en cam bio la guerra partisana es inseparable de la guerra civ il, y só lo una cuestión de adaptación táctica a las distintas situaciones concretas. La gue­rra partisana —es Lenin quien habla— “representa una form a de lucha in e­vitab le” , de la cual hay que servirse sin dogm atism os y sin prejuicios, de la misma form a que se utilizan otros m edios, legales o ilegales, p ac ífico s o v io len tos, regulares o irregulares según el m om en to . El objetivo sigue sien­do la revolución com unista en tod os los países del m undo. Cualquier ac­ción útil a este fin es justa y correcta. T am bién el problem a del partisano es por lo tanto de fácil so lución: los partisanos guiados por la central co-

32 V, I. Lenin, S äm tliche Werke, vol. 10, V iena, 1 9 3 0 , 2 , pp . 1 2 0-121 . Cito a q u í la edición alemana de Ips escritos m ilitares de Lenin, publicados por la editorial militar alemana de Berlín (E ste), 1 9 6 1 : Von Krieg, A rm ee u n d M ilitärw issenschaft, vol. 1, pp. 2 9 4 -3 0 4 . Se trata de una coincidencia digna de m ención que las R éfiex io n s sur la vio lence de G. Sorel sean publicadas en el m ism o año 1 9 0 6 , y precisam ente en la re­vista M ou vem en t Socialiste. D ebo a una nota de H. R entsch (cfr. o p . c it., p. 2 0 3 , n o ­ta 3) la referencia a un libro de M. Vxavin.Netschajew^ von M oskau verschw iegen (Franc- fort-Bonn, 1 9 6 1 , p . ITG) según el cual Lenin habría hablado ya en e l año 1905 de la n e­cesidad de la guerrilla. Es exacto tenor del tex to debería ser verificado, [v éa se en esp. V.I. Lenin, Obras com pletas, Madrid, Akal E ditor, 1 9 7 6 . t. XI, p. 2 2 0 .]

3 P. Scheibert, “Uber Lenins A nfänge” , en H istorische Z eitsch rift, núm . 1 8 2 ,1 9 5 6 , p. 5 6 4 .

152 T E O R IA D EL PA R T ISA N O

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t -

m unista son com batien tes por la paz y héroes g loriosos, aquellos que no obedecen sus directivas son canallas anarquistas y enem igos de la h u ­m anidad.

Lenin era un gran con oced or y admirador de C lausew itz y había e stu ­diado a fon d o su libro Von K riege en los años de la primera guerra m u n ­dial, cop iando ex tractos en lengua alem ana desde 1915 en su cuaderno de apuntes [T crradka], con las correspondientes n otas al margen en ruso, sub- rayados y signos de exclam ación . Trabajando de ese m od o redactó u no de los docu m en tos más grandiosos de la historia universal y de la historia de las ideas, Si exam inam os con atención esos ex tractos, esas glosas, esos su b ­rayados y esos signos de exclam ación p od em os captar to d o e l desarrollo de la nueva teoría alrededor de la guerra absoluta y a la enem istad absoluta que signa la época de las guerras revolucionarias y los m étod os de la guerra fría m od ern a .35 Lo que Lenin pod ía aprender de C lausew itz, y aprendió a fon d o , n o es só lo la fam osa fórm ula de la guerra com o continuación de la

ítica . Es tam bién la otra noción acerca del m od o de distinguir al am igo del en em igo , que es lo más im portante porque define no sólo el tipo de guerra sino tam bién el tip o de p o lítica . Sólo la guerra revolucionaria es, pa- ra L enin, la guerra verdadera, porque se basa sobre la enem istad absoluta. T odo el resto es juego convencional.

La diferencia entre guerra (w o in a ) y ju ego (igra) está subrayada con par-

j e V 35 Una ed ición alemana del Tetradka [E xtracto] de Lenin sobre el Vom K riege de// Q au sew itz fue publicada en 1957 por el Institu to de M arxism o-Leninism o del C om ité

Central de la SED. [véase en español los apuntes de Lenin y o tros trabajos referidos tem a en C lausew itz en e l p en sa m ien to m arx ista . Cuadernos d e Pasado y Presente,

núm . 7 5 , M éxico, 1 9 7 9 .] El análisis m ás im portante del T etradka e s e l ofrecido por W, Hahlweg y precisam ente en su en sayo “ Lenin und Q a u sew itz” . en A r c h iffü r K ul- tu rgesch ich ie, X X X V I, 1 9 5 4 , pp, 30-39 y 3 5 7 -3 8 7 . Hahlweg es tam bién el encargado de la últim a ed ición del Vom K riege, B onn. 1 9 5 2 . La contribución original de Lenin, según H ahlweg, consiste en haber trasladado a C lausew itz, firm e en el estad io inicial- m ente burgués de la revolución de 1 7 8 9 , hasta el interior de la revolución proletaria de 1917 y en haber en ten d id o que la guerra, transform ándose d e co n flic to de estados y de naciones en co n flic to d e clase, habría ocupado el p u esto de aquella crisis e c o n ó ­m ica esperada por Marx y E ngels. Con la ayuda de la fórm ula “ la guerra es la p rosecu ­ción de la p o lític a ” Lenin esclarece “p oco a p o co todas las cu estion es fundam entales de la revolución en su hacerse: recon ocim ien to de la naturaleza d e la guerra m undial (análisis de clase) y problem as a ella v inculados com o el oportun ism o, la defensa pa­triótica , la lucha de liberación nacional, d iferencia entre guerras justas e injustas, re­lación entre paz y guerra, revolución y guerra, conclusión de la guerra im perialista m ediante una rebelión interna encabezada por la clase obrera, revisión del programa del partido b o lch ev iq u e” (cfr. Hahlweg, op . c it., p. 3 7 4 ). En m i op in ión , cada.uno de los p u n tos con razón citados por Hahlweg representa un elem en to de com paración para el con cep to de enem igo,

D E SA R R O L L O DE LA T E O R IA 153

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ticiilar decisión por Lenin m ism o en una n ota ai margen de un pasaje e x ­tra íd o del cap ítu lo 2 3 del tom o II: “ La llave del p a ís” . Es ésta la lógica que rige el pasaje decisivo , e l que elim ina todas las d istinciones inventadas con é x ito por el derecho internacional europeo del siglo X V Ill, restableci­das por el Congreso de V iena en 1814-1815 y que habían resistido,brillan­tem en te hasta fines de la primera guerra m undial, norm as en cuya elim ina­ción ni siquiera C lausewitz habia ciertam ente pensado. En com paración con una guerra donde la enem istad es to ta l, la guerra circunscrita por el derecho internacional eu ropeo , que corría dentro de los lím ites b ien d efi­n idos y siguiendo reglas conocidas, n o es m ucho m ás que un duelo entre dos caballeros capaces de darse satisfacción . A un com unista com o L enin, lleno de un sentim ien to de enem istad to ta l, tal tip o de guerra deb ía pare- cerle un sim ple ju ego , en el cual participó adaptándose en cada m om en to a las situaciones objetivas para engañar al adversario, pero un juego que él despreciaba profundam ente y encontraba r id ícu lo .3*5

La guerra de la enem istad absoluta n o con oce ninguna lim itación . En­cuentra su justificación y su sentido propio en esta voluntad de llegar a las últim as consecuencias. La única cuestión que resta es la siguiente : ¿existe un enem igo abso lu to , y quién es en con cre to? Para Lenin la respuesta era inm ediata, y su superioridad sobre tod os los dem ás socialistas y marxistas deriva justam ente de haber tom ado en serio e l con cep to de enenústad to - ^tal. Su enem igo absoluto verdadero era el adversario de clase, el burgués, ^el capitalista occidental y su orden social en cada país donde el m ism o ocupara e l poder.

Saber quién era e l propio enem igo fue el secreto de la excepcional fuer­za de choque de Lenin. Por eso Uegó a entender tan b ien al partisano. E ste, en e l m undo m odern o, se h ab ía convertido en e l verdadero irregular y por esa m ism a razón en la m ás fuerte negación del orden capitalista existente: era llam ado para realizar la enem istad real.

La actual irregularidad del partisano se refiere n o sólo a una “ lín ea” m i­litar, com o en el siglo X V III, cuando el partisano n o era m ás que una “tro ­pa ligera” , y n i siquiera se refiere al orguUo de vestir un un iform e tradicio­nal de las tropas regulares. La irregularidad de la lucha de clases pone en ^ discusión n o só lo una línea sino toda la construcción del ordenam iento p o lítico y socia l. En e l ánim o del revolucionario ruso de p rofesión , L enin, esta nueva realidad se convierte en conciencia filo só fica . Esta alianza de la

154 T E O R IA D E L P A R T IS A N O

36 W. G rottian, Lenins A ntei'tung zu m Handeln: Theorie un d Praxis sowjetischer A ussenpolitik , Colonia y O pladen, 1 9 6 2 , con una buena bibliografía e ín d ice d e materias: ,

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filo so fía con e l partisano, cum plida por L enin , liberó nuevas fuerzas ex p lo ­sivas. Provocó nada m enos que e l derrumbe del v iejo m undo eu rocèntrico , que N apoleón había esperado salvar y el Congreso de V iena restaurar.

1.a lim itación de la guerra regular interestatal y la reducción de la guerra civil dentro de los lím ites de un estad o eran con cep tos tan p a c ífico s en la Europa del siglo XVIII que aun sagaces personalidades del a n d e n rég im e n o p od ían suponer la desaparición de este tip o de regularidad, ni siquiera después de to d o lo que se había v isto durante la revolución francesa en 1789 y 17 9 3 . Se u só e l lenguaje de un genérico horror, tratando de en co n ­trar parangones sustancialm ente in fantiles. U n valiente y gran pensador del a n d en régim e, Joseph de M aistre, previó de manera casi clarividente hasta dónde se habría llegado. En una carta del verano de 1811,3"^ declaró que Rusia estaba madura para una revolu ción , y sin em bargo él esperaba que fuera una revolución natural —a sí se e x p r e s ó - y no una de tip o europeo- ilum inista com o la francesa. Lo que m ás tem ía era un Pugachov académ i­co. Q uiso de esta m anera indicar lo que sin duda h abía'v isto com o la cosa más peligrosa: una alianza del pensam iento filo só fico con las fuerzas e le ­m entales de toda insurrección. ¿Quién era Pugachov? E l jefe de una rebe­lión de cosacos y cam pesinos contra la zarina Catalina II. F ue ajusticiado en M oscú en 1 7 J 5 , después de haberse hech o pasar por e l consorte desa­parecido de la em peratriz. U n Pugachov académ ico era aquel ruso que “iniciara una revolución a la m anera europea” . E sto , según M aistre, habría provocado una sucesión de guerras espantosas y si se-hubiera llegado a ese pun to “m e faltan las palabras para decirle a U sted qué cosas tem er en to n ­ces se deberían” .

La visión del inteligente aristócrata es de una claridad sorprendente, ya sea porque in tuye la clara posibilidad y el peligro de una vinculación entre cultura occidenta l y rebelión rusa, y a incluso por aquello que no ve. Dada su co locac ión tem poral y geográfica -S a n Petersburgo en el verano de 1811 - esta in tu ición se vincula estrecham ente con las ideas de los reform a­dores m ilitares-prusianos. D e esta sem ejanza sin em bargo Maistre no, tiene ninguna in tu ición , a pesar de que las relaciones del estado m ayor prusiano con la corte im perial eran intensas. N o sabe nada de Scharnhorst, Gnei-

3 ’ Europa u n d Russland. T ex te zu m Problem des w esteuropäischen un d russischen Selbsverständnissess, a caigo de D . Chisevskii y D. Groh, D arm stadt, 1 9 5 9 , p . 6 1 , car­ta a D e R ossi del 15 (2 7 ) de agosto de 1 8 1 1 . Para la crítica y las previsiones d e D e Maistre sobre Rusia véase D . Groh, Russland un d des Selbsverständnis Europas, ein Beitrag zu r europäischen Ceistesgeschichte, N euw ied , 1 9 6 1 , particularm ente pp . 105 y SS. E l libro es de gran im portancia para nuestro tem a pues con tien e otras in form aciones y descripciones de acontecim ientos.

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senau y C lausew itz, nom bres que si se vincularan al de Pugachov lo lleva­rían fuera del argum ento. Por lo tan to , el sentido profundo de una gran in tu ición se pierde. N o nos queda m ás que un b o n m o t en el estilo de V o l­taire o , si queremo^, de R ivarol. Si luego pensam os en la alianza entre f i­lo so fía hegeliana de la historia y fuerza desencadenada de las m asas, con s­cientem ente realizada por L enin , revolucionario m arxista de profesión , la form aulación genial que h izo de Maistre desaparecer, transform ándose en un b uen com entario para ser pronunciado durante una conversación en los salones del a n d en régim e. E l lenguaje y el m undo conceptual t íp ico s de la guerra circunscripta y de la enem istad m oderada no eran capaces de en ­frentar la irrupción en la historia de la enem istad absoluta.

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D e L enin a M ao Z ed o n g

Durante la segunda guerra m undial los partisanos rusos lograron com p ro­m eter, según las estim aciones de los exp ertos, a casi veinte divisiones a le­m anas, dando de ese m odo una contribución decisiva a la victoria final. La historiografía oficia l soviética -v é a se e l volum en de Boris Sem enovich T elpuchovski sobre la “gran guerra patriótica” de 1 9 4 1 -1 9 4 5 - representa sólo al partisano glorioso que devasta las últim as líneas del enem igo. En lo s grandes espacios de R usia con u n frente de centenares de k ilóm etros de am plitud, la conducción alem ana de la guerra no p o d ía renunciar al em ­pleo de ninguna división. La concepción profunda que Stalin ten ía del par­tisano preveía que éste d eb ía siem pre com batir a las espaldas del enem igo, según la conocida m áxim a: a las espaldas los partisanos, al frente la frater­nización.

Stalin logró fundir e l fuerte potencial de la resistencia nacional y patrió­tica —vale decir, la fuerza telúrica , esencialm ente defensiva de la lucha c o n ­tra e l invasor extranjero— con la agresividad de la revolución com unista m undial. La un ión de estas dos fuerzas, en s í tan heterogéneas, form a parte h oy de la base de toda lucha partisana en e l m undo. En esto el elem ento com unista se ha beneficiado en general del apoyo ob ten id o en M oscú o en Pekín y a causa tam bién de la tenacidad de sus propósitos. L os partisanos polacos que com batieron contra los alem anes durante la segunda guerra m undial fueron cruelm ente sacrificados por Stalin . La lucha partisana en Yugoslavia de 1941 a 1945 n o ha sido sólo una lucha com ún contra el in ­vasor extranjero sino tam bién un choque fratricida, igualm ente brutal, e n ­tre partisanos m onárquicos y partisanos com unistas. En e l curso de esta lucha el jefe de los 'com unistas, T ito , derrotó y destruyó , ayudado por Sta*

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lin , a su adversario yugoslavo, el general M ihailovitch , apoyad o por los ingleses.

E l m ás grande je fe [P raktiker] de la guerra revolucionaria con tem p orá­nea se ha convertido tam bién en su m ás fam oso teór ico : Mao Z edong. A lgunos escritos suyos son h o y “ lectura obligatoria en las escuelas de guerra occidenta les” com o recuerda Hans H enle.

Mao com en zó a tener experiencias valiosas ya desde 19 2 7 en e l m ovi­m ien to com unista y se sirvió luego de la invasión japonesa de 1932 para desarrollar sistem áticam ente to d o s lo s m odernos m étod os de la guerra civil nacional e internacional. La “larga m archa” en e l interior de China hasta la frontera m ongola iniciada en 1 9 3 4 , continuada por m ás de 12 m il k ilóm etros, en m edio de d ificu ltades casi insuperables y con enorm es pérdidas estab leció tod a una serie de prioridades y recogió insustitu i­bles experiencias de lucha partisana. El resultado es el Partido C om u­nista C hino, partido de cam pesinos y de soldados, en cu yo centro está el partisano. Es una coincidencia significativa e l hecho de que Mao Zedong haya com puesto todas sus obras más im portantes en los años 1 9 3 6 -1 9 3 8 , vale decir en los años en los que España supo d efenderse, con una guerra de liberación nacional, del peligro de ser encerrada en las tenazas d el c o ­m unism o internacional. En esta guerra civil española e l partisano n o ha d e ­sem peñado un papel de primer p lano. Mao Z ed ong, en cam bio, debe su v ic ­toria contra e l adversario in terno, e l K uom intang y e l general Chiang Kai- Shek, exclusivam ente a su experiencia partisana contra lo s japoneses y el K uom intang.

Las afirm aciones teóricas m ás im portantes de Z edong, al m en os para nuestro argum ento, se encuentran en un escrito de 1936 titu lado P roblem as estra tég icos d e la guerra revolucionaria china. Pero resulta cla­ro que se deben tener en cuenta otros escritos para poder com prender plenam ente las con cep cion es m ilitares de este nuevo C lausew itz.3»

Sustancialm ente se trata del desarrollo, con convicción y sistem atici- dad, de to d o lo que había sido elaborado conceptualm ente por e l o fic ia l prusiano. S ó lo que C lausew itz, contem poráneo de N apoleón I, no p od ía prever e l grado de totalidad alcanzado por la guerra revolucionaria con d u ­cida por e l je fe com unista ch ino . La figura característica de Mao Z edong está com pletam ente conten ida en e l parangón siguiente: “En nuestra gue-

3® Mao Z edong, Obras escogidas, P ek ín , 1968; T . A rnold, “Der revolutionäre K rieg” , Zebra Schriftenreihe, núm . 7 , IT affenhof a. d. Ilm , 1 9 6 1 , pp . 22 y ss., 97 y ss.; H. R entasch , Partisanenkampf, Erfahrungen u n d Lehren, F rancfort, 1 9 6 1 , en particular pp, 1 5 0 -201 (ejerhplo de China); K. U ehnQ it, Peking und.M oskau, Stuttgart, 1 9 6 2 , p . 5 6 7 ; H. H enle, MflO, China u n d die W elt von heute, Stuttgart, 1961 .

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rra la pob lación annada por un lado y ,e l Ejército R ojo por e l o tro pueden parangonarse a lo s dos brazos de un hom bre; e incluso , intentando exp re­sarlo más concretam ente: la m oral de la p ob lación e s aquella de la nación en armas, Y de esto tien e m iedo e l en em igo .”

La “nación en armas” era notoriam ente tam bién la palabra clave de los oficiales del estado m ayor prusiano que organizaron la guerra contra N a­p o león . C lausew itz era u no de ello s. H em os visto que en esa época el v igo­roso em puje nacional de una clase intelectual b ien precisa es acogido por el ejército regular. Tam bién los pensadores m ilitares m ás radicales de en­ton ces distinguen sin em bargo entre la guerra y la paz y consideran a la guerra una situación dé em ergencia, claram ente diferenciable de la paz. Incluso C lausew itz, que vivió siem pre com o oficia l de profesión de un ejér­c ito regular, n o habría pod ido desarrollar com pletam ente la lógica iríhe- rente al partisano com o en cam bio eran capaces de hacer Lenin y M ao, cuya existencia fue siem pre la del revolucionario de p rofesión . P o r lo que respecta a M ao, se debe tener en cuenta o tro hecho concreto que le per­m itió acercarse aún más que Lenin al corazón de la problem ática parti­sana, defin iéndola de manera m ás com pleta tod avía . S intéticam ente: la revolución de Mao tiene una base m ás “telúrica” que la de L enin, La van­guardia bolchevique que to m ó el poder en R usia en 1917 bajo la guía de Lenin m uestra grandes diferencias respecto de los, cpm unistas ch inos que alcanzaron finalm ente el poder en 1949 después de una guerra de m ás de veinte años. D iferencias tan to en la estructura interna de los grupos com o en las relaciones con e l p a ís y con el p ueb lo del que se adueñaron. La c o n ­troversia ideo lóg ica alrededor d el problem a de cuál es el m arxism o al que Mao se rem ite, o de si practica un verdadero len in ism o, desaparece frente al hecho inaudito de u n partisano telúrico de estas d im ensiones y se vuelve casi tan secundaria com o aquella que se preguntaba si lo s viejos filó so fos ch inos habrían ya expresado, de algún m o d o , con cep tos similares a lo s que ahora sustenta M ao. Se trata de una “elite roja” real, forjada por la lucha partisana. R uth Fischer aclaró e l aspecto esencial de la m ism o rem itiéndose al h ech o de que los bolcheviques rusos de 1 9 1 7 , desde e l pu nto de vista nacional, eran una m inoría “guiada por un grupo de teóricos” y entre e sto s “la m ayoría estaba form ada por antiguos ex iliad os” . En 1949 los com unis­tas ch inos, bajo la guía de M ao, ten ían a sus espaldas dos decen ios de lu d ia en el propio suelo nacional, contra un adversario in terno, el K uom intang, conducidas sobre la base de una gigantesca lucha partisana. Q ueriéndolos clasificar según la extracción social es posib le concluir que form aban par­te d el proletariado urbano, del m ism o m od o que los bolcheviques, origina­rios de M oscú o de retrogrado, pero cuando llegaron al poder Üevaron c o n ­

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sigo la experiencia acum ulada incluso a través de las m ás duras derrotas, y la capacidad organizativa necesaria para “transplantar” sus princip ios fu n ­dam entales “ en un am biente cam pesino , y hacerlos crecer u lteriorm ente, de m od o nuevo e im previsto” . E s aquí donde hay que encontrar e l ger­m en de las diíerencias “ ideo lógicas” entre com u nism o ch in o y com unism o ruso. Y tam bién una con trad icción , interna de lo s m aoístas, que id en tifi­can un enem igo universal, g lobal, abso lu to y sin espacio fq o - e l enem igo de clase m a r x is ta - con un en em igo real, de u n territorio lim itable, contra el cual lucha la defensa chino-asiática y que es e l co lon ia lism o capitalista.

En e l contraste entre un O n e w orld , unidad p o lítica de la tierra y de sus habitantes, y una pluralidad de grandes regiones, que se contrabalancean unas con otras. La im agen pluralista de un nuevo N o m o s de la tierra ha si­do expresada por Mao en una p o esía , titu lada K unlun , en la cual se dice:

S i e l c ie lo m e fu ese una p a tr ia desenvainaría m i espaday te p a rtir ía en tres p ed a zo s:u n o para E u ropa, d e regalo,o tr o para A m érica ,p e ro u no lo dejaría para China,y sería la p a z qu ien dom in ase e l m undo.

En la situación concreta de Mao con flu yen diversos tipos de enem istad que se vuelven cada vez más fuertes hasta alcanzar la enem istad absoluta. Las hostilidades raciales contra lo s co lon os b lancos exp lotadores; las h o st i­lidades de clase hacia la burguesía capitalista; e l od io nacional coi-Rra los

39 R. Fischer, Von Lenin zu Mao, K om m unism us in der Bandung Aera, D usseldorf y C olonia, 1 9 5 6 . p. 155; véase tam bién H, R entsch , op. c i t , pp. 154 y ss. (el ejem plo de China; el problem a cam pesino); K . M ehnert, Peking un d M oskau, cit., pp. 179 y ss. (el proletariado y e l cam pesinado); H. H enle. Mao, China u n d die Welt von heute, p. 1 0 2 (im portancia de la guerra partisana), pp . 150 y ss. (la élite roja), pp. 161 y ss. (la particular lín ea china hacia e l socialism o y e l com unism o); W, W. R o sto w , TTie prospects o f C om m unist China, en colaboración con el Center o f International Stu­dies del M assachusetts Institute o f T ech no logy , N ueva Y ork y Londres, 1 9 5 4 , no e n ­cara el tem a, para nosotros d ecisivo , d el partisano ch ino, aun cuando revela el carác- ter m arcadam ente tradicional d e las élites chinas (cfr. pp . 10-11 , 19-21 y 13 6 ): “E l líd er de Pekín tien e un robusto sentido de la h istoria” , p . 3 1 2 . E l autor destaca que el m odo de pensar del com unism o chino está ya caracterizado, a partir del ascenso d e M ao, de m ixed political terms. Sí esta expresión contuviera algún signo d e desprecio - c o s a p osib le, que no e sto y e n con d ic ion es de ev a lu a r- e l autor se habría cerrado el cam ino para Uegai al núcleo del problem a, que consiste en saber qué es el partisano y cuál es e l en em igo real. Sobre la controversia e n torno a la leyenda de Mao (B, Schwarz y K. A, W ittfogel) véase la b ib liografía en K. M ehnert, op. cit., p. 5 6 6 , núm 12.

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invasores japoneses, pertenecientes a la m ism a raza; la aversión en aum ento contra los propios connacionales, alim entada durante las largas y feroces guerras civiles... to d o esto no es anulado o relativizado, com o podría p en ­sarse, sino que se reforzó e in ten sificó en aquella situación concreta. Sta­lin consiguió , durante la segunda guerra m undial, vincular al partisano te ­lúrico del suelo patrio con e l choque de clases del com unism o internacio­nal. En esto Mao lo h ab ía precedido en m uchos años. D esarrolló, incluso a nivel de conciencia teórica , la fórm ula de la guerra com o continuación de la p o lítica superando aun al m ism o Lenin. La operación m ental que sir­ve de fundam ento à to d o esto es tan sim ple com o arrolladora. La guerra encuentra su sentido en la enem istad . Siendo ésta una continuación de la p o lítica , tam bién esta últim a contiene en s í ,p o r lo m enos en potencia , un elem en to de enem istad . Si la paz lleva en s í la guerra (y , sobre la base de la experiencia , p od em os decir que las cosas están realm ente a sí) del m is­m o m odo contiene tam bién un m om en to de p otencial enem istad. La cu es­tión en ton ces es sólo si la enem istad puede ser circunscrita y controlada, vale decir si es una enem istad relativa o absoluta. Y esto puede decidirlo só lo quien está com batiendo una guerra por su cuenta y riesgo. Según / M ao, quien,piensa com o partisano, la paz de h oy es só lo el aspecto exterior J de una enem istad real, la cual no se interrum pe ni siquiera en la llamada “guerra fr ía” . Y esta ú ltim a, a su vez , no es de ese m odo m edio guerra y m edio p az, sin o una manera idónea a la situación contingente de p ilotear una enem istad real con m edios d istintos de aquellos abiertam ente violen-"^ to s . S ó lo los débiles y lo s ilusos pueden engañarse respecto a este p u nto .

La consecuencia práctica de tod o esto consiste en establecer, a partir de estas consideraciones, en qué relación 'cuantitativa deban encontrarse las acciones del ejército regular y lo s otros m étod os de la lucha de clases no declaradam ente m ilitares. En este sentido Mao sum inistra cifras precisas: la guerra revolucionaria n o es guerra abierta sino irregular en sus nueve décim os, es guerra abierta en una décim a parte. U n general alem án, H elm ut Staedke ha tom ado de aq u í su defin ición de partisano; el com ba­tiente que asum e la responsabilidad de los nueve décim os de las operacio­nes bélicas asignadas por e l décim o restante a las fuerzas regulares.Mao Zedong ve claram ente cóm o este ú ltim o décim o sigue siendo decisivo para una positiva conclusión de la guerra. Pero aq u í es necesario , com o eu-

H. Staedtke, en el curso de una conferencia dictada e l 10 de octubre de 1956 para ia A ibeitsgem einschafí fiir W ehrforschung. En Alem ania es particularm ente con ocid o J. Hogard, " T heoiie des A ufstandskrieges” , Wehrkunde, vol. 4 , octubre d e 1 9 5 7 , pp. 5 3 3 -5 3 8 . Véase además al coron el C. Lacherdy, La compagne d 'Indochine ou une leçon de guerre révolutionnaire, 1 9 3 4 , cfr. T . A rnold, op. c it.. p. 88 .

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ropeos de vieja tradición , evitar pensar según los con cep tos tradicionales de guerra y de paz. que se refieren, en torno a este tem a, siem pre a la guerra circunscrita del siglo X IX y no a una enem istad absoluta sino a una de t i ­po relativo y deiim itable.

El E jército R ojo regular hace su aparición sólo cuando la situación ya está madura para la form ación de un régim en com unista . Solo en ton ces el país fue ocupado de manera franca. Lo que n o tien d e, es evidente, a la e s ­tipu lación de una paz en e í sen tido del derecho internacional c lásico . La im portancia práctica de una doctrina de este tip o se hará evidente a to d o el m undo después de 1945 por la ejem plar división de la A lem ania derro­tada. Las operaciones m ilitares cesaron el 8 de m ayo de 19 4 5 . A lem ania, derrotada, capitu ló sin con d icion es. Hasta h o y , 1 9 6 3 , lo s aliados ven ce­dores no lograron alcanzar la paz. Pero todavía h oy la frontera entre el este y el oeste corre exactam ente a lo largo de la línea que hace d ieciocho años delirnitó las zonas de ocup ación norteam ericana y soviética . T anto la relación, indicada com o 9 a 1, entre guerra fría y guerra m ilitar abierta, c o ­m o e l sín tom a de la división de A lem ania después de 1 9 4 5 , im portante pa- ra la p o lítica m undial, son para nosotros sólo ejem plos id ón eos para acla­rar la teo r ía p o lítica de M arx. Su núcleo esencial se co loca en el partisano, su signo d istin tivo es la enem istad real. La teoría bolchevique de Lenin in ­dividualizó y recon oció al partisano. Pero en com paración con la realidad telúrica y concreta del partisano ch ino , el de L enin es tod avía un p oco abs­tracto e intelectual en la defin ición del enem igo. E l co n flic to id eo lóg ico entre M oscú y P ek ín , que em erge con evidencia cada vez m ayor desde 1 9 6 2 , tiene sus raíces profundas en esta realidad, concreta pero diversa, de un au tén tico partisano. La teo r ía del partisano se revela tam bién aq u í co ­m o la clave para com prender una realidad p o lítica .

D E S A R R O L L O DE LA T E O R IA 161

D e M ao Z ed o n g a R a o u l Salan

F ueron los o ficia les de carrera franceses que volvieron de A sia quienes lle ­varon a Europa la fam a de Mao Z edong y lo hicieron considerar el m aes­tro m ás m oderno en la con d u cción de la guerra. En Indochina la guerra colon ial de viejo estilo se en contró con la guerra revolucionaria m ás m o ­derna. AUi e llos experim entaron en s í m ism os la eficacia de lo s m étod os m inuciosam ente estudiados para conducir una guerra subversiva, para usar el terror de masa y aplicarlo a la guerra partisana. Sus experiencias perm i­

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tieron a esto s o ficia les desarrollar una teoría de la guerra psicológica , sub­versiva e insurreccional sobre la cual ex iste ya una considerable litera- tura.^ i

Esta teoría ha sido considerada com o e l p roducto típ ico de la m entali­dad de los o ficia les de carrera, m ás aún de los coroneles. N o es éste el lugar para discutir tal categoría de “ coron el” , aunque podría resultar interesante ver si una figura com o C lausew itz no se acerca m ás al m od o de pensar de un “ coronel” que al de un general. Lo que en cam bio resulta interesante es esta teoría del partisano y su desarrollo lógico que llega a ser personifica­d o , en estos ú ltim os años, por un general más que por un coronel: estam os hablando del general R aoul Salan. Es él -m á s que los o tros generales, Jouhaud, Challe y Z e lle r - la figura para n osotros m ás im portante en este co n tex to . En su figura pública salió a la luz un co n flic to ex isten cia l, es de­cir aquel -d e c is iv o para la com prensión de la problem ática p artisan a - que estalla necesariam ente cuando el soldado que com bate de un m odo regular debe enfrentarse, n o sólo de vez en cuando sino en form a continua, en una guerra planteada de manera tradicional, a un enem igo fundam entalm ente revolucionario y que com bate com o irregular.

Cuando era un joven o fic ia l, Salan ya había con ocid o la guerra colonial en Indochina. Durante la segunda guerra m undial fue asignado al estado m ayor de las colonias y en este papel había sido transferido de Africa. L le­gó a Indoclüna en 1948 com o com andante de las tropas francesas. En 1951 fue nom brado alto com isario de la república francesa para el V ie t­nam septentrional y en 1 9 5 4 dirigió la investigación sobre la derrota de Dien-Bien*Phu. En noviem bre de 1958 fue nom brado com andante supre­mo de las fuerzas armadas francesas en Argelia. Hasta ese m om ento podía ser considerado po líticam en te de izquierda y todavía en enero de 1957 una oscura organización, casi una secta secreta, realizó un atentado en su contra que casi le cuesta la vida. Y sin em bargo tod o io que había apren­dido en Indocliina y ia guerra partisana argelina consiguieron plegarlo a la lógica despiadada de la guerra partisana. El jefe del gobierno francés de e n ­tonces. Pflim lin, le había conced ido p lenos poderes. Pero e l 15 de m ayo de

R em ito svimariamentc a las referencias bibliográficas contenidas en los libros cita­dos d e T , Arnold y H. R entsch; a R. ,Aion. Paix e t guerre en tre les /ta lions, París. 1962; al volum en m iscciánico com pilado por L. García Arias. La guerra m oderna r la organización in ternacional. Instituto de Estudios P olíticos. Madrid. 1962. Vcasc además Les é tu des d es p h én om èn es de la guerre p sy ch o lo g iq u e de ia Escuela Militar de Adm inistración de M ontpellier. 1959. en particular el cuaderno 2; L. G arcía Arias. Les fo rm e s nouvelles d e la guerre: además los volínncncs de J. Eauvct y de J. Pían- ciiais. Im fro n d e d es gé/ieraux, París. 1 9 6 1 ;C . Paúlát. D ossier secret d e l'A lgcrie, Pa­rís. 1962; P. Parer y J. Sliy, Guerrillas i/t th c I9 ú 0 's, Nueva York. 1962. p. 88.

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1958 sostu vo , en e l m om en to decisivo , al general D e G aulle, gu iando una m anifestación pública en e l Forum de A rgelia al grito de Vive D e G aulle!

Q uedó rápidam ente desilusionado en sus esperanzas de ver al general d e ­fender a ultranza la soberanía francesa en e l territorio argelino, garantizada por la con stitu ción . En enero de 1960 su hostilidad hacia D e G aulle se transform ó en abierta. En enero de 1961 algunos am igos su yos fundaron la O A S (O rganizaron d ’A n n ée Secréte) de la cual fue su je fe recon ocido cuando, el 23 de abril, se trasladó a Argelia para unirse al pu tsch de lo s o f i­ciales. Cuando este in ten to term inó en la nada, d os d ías después, la OAS pasó a programar acciones terroristas tanto contra el enem igo argelino c o ­m o contra ia pob lación civil de Argelia y contra los m ism os franceses sobre el territorio m etropolitan o . Esas acciones utilizaban cu idadosam ente las experiencias de guerra p sicológica y del m oderno terrorism o de m asas. Una em presa terrorista de este alcance recibió el go lp e de gracia en abril de 1962 con e l arresto de Salan por la p o lic ía francesa. El proceso ante el Tribunal Militar Superior de París com en zó el 15 de m ayo y term inó el 23 de m ayo de 1 9 6 2 . Él fiscal hab ló de tentativas de derribar v io len tam ente el régim en legal y de haber organizado lo s a ten tados de la OAS refiriéndose en sustancia al p eríod o abril 1961-abril 1962 , La sentencia n o fue co n d e ­na a m uerte sino a prisión perpetua { “d e te n tio n cn m in e lle a p e r p é tu i t é ”) sólo porque la corte le reconoció al im putado circunstancias atenuantes.

He querido refrescar brevem ente la m em oria del lector alemán sobre a l­gunas fechas. N o ex iste tod av ía ninguna historia de la O A S y de Salan, n¡ querem os interferir con tom as de posición o con ju ic io s en un co n flic to interior tan profundo de la nación francesa. N os lim itarem os a hacer a lgu­nas reflex iones sirviéndonos del m aterial ya publicado para aclarar algunas lineas de nuestro p r o b le m a ,E s t a historia revela varios ep isod ios que p o ­drían referirse al partisano; nosotros harem os m ención sólo de uno de é s ­to s , por razones puram ente heurísticas y con la debida cautela. La an a lo ­gía entre ios o ficia les del estado m ayor prusiano de 1 8 0 8 -1 8 1 3 .que queda­ron im presionados por la guerrilla española y lo s del estado m ayor fran­cés de los años 1 9 5 0 -1 9 6 0 , que tuvieron la experiencia de la guerra parli- sana en Indochina y en Argelia, es sorprendente. Subsisten incibso grandes diversidades que sin em bargo n o exigen ulteriores d ilucidaciones. Existe tam bién un v ín cu lo estrecho entre el problem a central y m uchos destinos individuales. Sin em bargo, no se debe caer en la exageración de atribuir a todas las derrotas de las teorías y construcciones m ilitares de la historia

**2 i i ‘ p to c é s d e R aou l Salan, co in p ie-rcn du su ’nograpiv'cpic, en Les groiids procés eon ien ipora in s, a cargo de M. G arcon. París. 19 6 2 .

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universal una m ism a causa. Eso sería insensato. Incluso la suerte del gene­ral prusiano L udendorff es sustancialm ente m uy distinta de la del republi­cano de izquierda Salan. Para nosotros se trata sólo de llegar a aclarar la teoría del partisano.

Durante el debate ante el Tribunal Militar Superior, Salan calló . S ó lo al com ien zo de sesiones h izo una declaración bastante extensa cuyas primeras palabras eran; "Je suís le c h e f d e / O A S. Ma respon sabilité e st don e e n iién ” En la declaración protesta contra el hecho de que testigos indicados por él - y entre éstos el propio jefe del estad o , D e G a u lle - no hubieran sido ni siquiera interrogados, que e l m aterial procesal abarcase sólo el período abril 1961-abrii 1 9 6 2 , es decir el com prendido entre el pu tsch de Argelia y su arresto, descuidando de este m odo las verdaderas m otivaciones del m o ­vim iento y olvidando grandes acontecim ientos h istóricos, con la finalidad de reducir tod o a la problem ática de un proceso penal, L os actos terroris­tas de la O A S se reducían a la única respuesta natural hacia el execrable in ­ten to de separar de la madre patria una tierra que otros ten ían in tenciones de defender. La declaración term inaba con las palabras: “D eb o dar cuenta sólo a aquellos que sufren y m ueren por el hech o de haber creído en una palabra dada que nc fue m antenida, en un deber que fue traicionado. De ahora en adelante callaré” .

Salan m antuvo verdaderamente esta prom esa durante to d o e l tiem po del debate, incluso frente a las num erosas e insistentes preguntas del fiscal, que consideró su actitud sólo com o una táctica. El presidente del Tribunal Militar Superior, después de una breve alusión a la “ilogicicidad” de un si­lencio tan obstinado'term inó , si n o por respetar, al m enos por tolerar un com portam iento de este tipo sin considerarlo " co n tem p t o f c o u r t”. En la conclusión del debate Salan respondió al presidente del tribuna], que le preguptó si ten ía algo que agregar en su defensa: “Abriré la b oca sólo para gritar Vive la F rance! y al fiscal digo sim plem ente que D ieu m e garde! “*3

La primera parle de esta respuesta conclusiva de Salan dirigida al pre­sidente del Tribunal Militar Superior preveía una condena a m uerte. En esa situación , d ice que en e l m om ento de ser ajusticiado habría gritado

* 3 E l'representante de la acusación señala en cinco ocasiones el “gran silen cio” dei acusado cuando se le dirigen preguntas (cfr, pp. 108 y 157 de las citadas actas del proceso). El hecho de que Salan repita que no hablará no se puede considerar in te­rrupción de su silencio (cfr. op. c it ., pp. 89 , 152 , 1 5 7 ). Véase tam bién su agradeci­m iento al ex-jefe d e l estado Cbty después de su deposición (p. 1 7 2 ). Las frases, no usuales en las arengas de lo s representantes de la acusación y sin las cuales la inter­vención conclusiva de Salan resulta incom prensible, se encuentran en la página 4 8 0 de las m ism as’actas.

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Vive la F rance! La segunda se dirige en cam bio a) fiscal púb lico y quiere tener ton os oraculares. R esulta de to d o s m od os com prensib le por qué el fiscal púb lico - y n o es cosa de to d o s los d ía s para el fiscal de un estado hasta ahora la ic o - había tocado de im proviso el argum ento relig ioso . C on­sideró al silencio de Salan com o un acto de soberbia sin ninguna huella de arrepentim iento, p id iendo que no se concedieran circunstancias a tenuan­tes . Se dirigió al general Salan, hablando, com o dijo en form a expresa, “de cristiano a cristiano” “un chrérien q u i s'adresse a un c h ré tie n ’’ y lo acusó de haber invocado en vano, con su falta de arrepentim iento, la gra­cia que el benévolo D ios de los cristianos con ced e siem pre; m ás aún . de haber atraído sobre s í m ism o la condenación eterna. A esto fue que Sa­lan respondió con su “Q ue D ieu m e g a rd e !”. Este proceso es un buen e jem ­plo de cuánta sagacidad y cuánta retórica se derraman en el curso de un proceso p o lít ic o . Pero nosotros aquí no querem os hablar del problem a de la justicia política.'*'* N os interesa aclarar só lo un conjunto de cuestiones que term inaron por ser confundidas a fuerza de usar conrignas del tipo guerra to ta l, guerra psico lóg ica , guerra subversiva, guerra insurreccional, acabando por deform ar de tal m odo el problem a del partisano m od ern o .

La guerra indochina de 1 9 4 5 -1 9 5 4 fue “el ejem p lo paradigm ático de la guerra revolucionaria m oderna p lenam ente desarrollada” (cfr. T . A rnold, op . c it ., p . 1 86 ). Salan co n o c ió lo que es una guerra partisana m oderna en los b osq u es , en las junglas y en los arrozales in d och in os. Vivió, ep isod ios en lo s cuales cam pesinos de los arrozales indoch in os p o n ía n en fuga a un b ata­llón de soldados franceses m uy experim entados. V io el sufrim iento de los prófugos y con oció la organización clandestina creada por H o-Chi-m inh, perfectam ente capacitada para poner en crisis a la adm inistración colonial francesa y sustituirla. Con la precisión y la exactitu d características de un oficia l de estado mayor,- Salan se ap licó al estud io del nuevo m od o de co n ­ducir una guerra, incluso en sus aspectos m ás o m enos terroristas. H acien­do esto se en contró con lo que sus com pañeros de armas y él m ism o llam a­ron “con d ucción psico lóg ica” de la guerra que, ju n to a las acciones m ás t í ­p icam ente técnico-m ilitares, es característica de la guerra m oderna. Es aq u í donde seguram ente Salan pudo com prender el m od o de pensar de Mao Z edong. Es sabido tam bién que él se d ed icó a estudiar to d o lo que se había escrito sobre la guerrilla española antinapoleón ica. En Argelia se encontró con una situación en la cual 4 0 0 mil soldados franceses, b ien arm ados, com batieron contra 2 0 m il argelinos, con e l resultado de que Francia se vio

C. Schinitt, Verfassungrechtliche Aufsätze, 1958, nota 5 en p. 109; Uber die Veränderung der Wirklichkeit durch den gerichtlichen Prozess.

D E S A R R O L L O D E LA T E O R IA . 165

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obligada a renunciar a su soberanía sobre d icho p aís . Las pérdidas en vidas hum anas entre la pob lación argelina fueron alrededor de veinte veces m a­yores que las francesas, pero el em pleo de material por parte de los france­ses fue casi veinte veces m ayor que el de los argelinos. En resumen Salan, en el curso de toda una vida de francés y de soldado, debió aceptar co n ti­nuam ente la etrange paradoxe, esta lógica d em en te , que term inó por amar­gar a un hom bre valiente e inteligente hasta el punto de em pujarlo al inten­to de contraatacar. *5

**5 De una étrange parad o x e liabla R. Aron, quien en su gran obra Paix e t guerre en tre les na tion s’ se refiere a la situación argelina en e l cap ítu lo “D éterm inants et nom bre” . La expresión ‘Tirsinslogik’’ de H. Schom erus ya fue citada por nosotros. Se encuentra en su relato partisano D er W ächter an d er G renze, 1948 .

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Aspectos y conceptos de la última etapa

Intentarem os ahora distinguir, en esta situación lab erín tica , típ ica de la guerra partisana m oderna, cuatro aspectos d iferentes, con el ob jetivo de llegar a con cep tos su ficien tem ente claros: el asp ecto espacial, la disgrega­ción de las estructuras sociales, lo s v ín cu los con la situación p o lítica m u n ­dial y finalm ente e l aspecto técnico-industrial. Este orden puede tam bién ser o tro . Se entien de por s í m ism o que, en la realidad concreta , ex is ­ten cuatro aspectos aislados e indepen d ien tes entre s í , sino que son sola­m ente sus correspondientes relaciones y sus dependencias funcionales las que producen e l cuadro general, a s í que la discusión de cada aspecto par­ticular contiene siem pre, al m ism o tiem p o , referencias e im plicaciones con los dem ás. En conclu sión , to d o s term inan por entrar en el cam po de fuer­zas del desarrollo técnico-industrial.

E l a sp ec to espacial

D e m anera absolutam ente independiente de la buena o de la mala voluntad hum ana, de los objetivos p acífico s o b é lico s, no se discute el h ech o de que cada nuevo crecim iento de la técn ica hum ana abre nuevos espacios y a lte ­raciones im previsibles de las estructuras espaciales tradicionales. E sto es vá­lido n o sólo en e l sentido de una am pliación exterior , visible, del esp acio , provocada por la exp loración espacial, sino tam bién para nuestros viejos am bientes terrestres destinados a la hab itación , al trabajo, ai cu lto y a la diversión, La proposición “la vivienda es inv io lab le” establece h o y , en la era de la ilum inación eléctrica , del sum inistro de gas a d istancia, del telé-

[ l 6 7 l

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fo n o , "de la radio y de la televisión , una lim itación sum am ente diferente respecto a lo s tiem pos del rey Juan de M agn ach arta en 1 2 1 5 , cuando el castellano ten ía la posibilidad de levantar e l pu ente levad izo . Frente al au­m ento de la eficiencia técn ica hum ana se hacen astillas sistem as norm ati­vos com p letos, com o es e l caso del derecho m arítim o del siglo X IX . Desde el fon d o m arino, que no con oce patrones, surge la llamada plataform a con tin en ta l, el espacio que se encuentra delante de la costa , com o nuevo cam po de acción del hom b re. En las libres profundidades del O céano Pa­c ífico surgen cámaras blindadas para los desechos de la fisión nuclear. El progreso técnico-industrial transform a, ju n to con las estructuras espacia­les, tam bién los ordenam ientos del espacio . Porque e l derecho es la unidad de ordenam iento y de orientación y el problem a del partisano es el proble­ma de la relación entre com bate regular y com bate irregular.

Un soldado m oderno puede tener una actitud , por lo que a é l se refiere, progresista-optim ista,o progresista-pesim ista. Para nuestro problem a eso podría ser incluso irrelevante. Pero desde el punto de vista de la técnica de ios arm am entos, cada o fic ia l de estado m ayor piensa en térm inos inm e­diatam ente prácticos, y racionalm ente finalistas. El aspecto espacial, ju sta ­m ente por su experiencia de guerra, le es cercano aun en el p lano teórico . La divers¡c>ad estructural del llam ado teatro de la guerra, el terrestre y el m arítim o es un viejo tem a. El espacio aéreo ha alcanzado una nueva d i­m ensión a partir de la primera guerra m undial, m odificando por eso m is­mo tam bién a los tea tros d e la guerra terrestre y m arítim a, en el m odo en

■que se con ceb ían hasta en ton ces , en su estructura espacial.'*^ Con la lucha partisana surge un nuevo espacio de acción com pletam ente estructurado, dado que el partisano no com bate en cam po abierto y no se encuentra en el m ism o plano de la guerra regular, con sus frentes, Obliga en cam bio al adversario a entrar en un espacio d iferente. De este m odo agrega a la su­perficie del regular teatro de guerra tradicional otra d im ensión , más oscura, una dim ensión de la p r o f u n d id a d ,e n la que quien viste un uniform e es­tá condenado. De esta manera, el partisano sum inistra en el cam po terres-

Sobre este lem a véanse los cap ítu los “Das Raum bild des nacli Land und Meer getrennteii Kriegsschauplatzes" y “Wandel des Raunibüdes der K riegsschauplatzes”, en nii volum en D er N o m o s der'E rde , pp. 285 y ss.; véase también la tesis doctoral de F, Friedensburg, D er K riegsschauplatz, Berlín, 1944,

En el libro de D ixoivH eilbrunn, Partisanen. cit.,.p . 199, aparece el pundo de vista de que la lucha partisana'es una lucha “en la profundidad del frente en em igo" , pero en relación con problema^'èspaciaìes de guerra terrestre y guerra m arítim a en general, E! problema espacial se tfsta am pliam ente en mis libros Land u n d M eer, cit. y D er N om os d er E rde, cit.. p. 143 y ss.

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tre una inesperada pero n o por eso m enos efectiva analogía con el subm a­rino, que tam bién agregó una inesperada d im en sión de la profundidad a la de la superficie del mar en la que se desarrollaba la guerra m arítim a de vie­jo tip o . A pareciendo desde la clandestin idad, é l perturba el drama conven- cional que se desarrolla sobre e l escenario , según todas las reglas. M odifica , justam ente por su irregularidad, las d im ensiones n o só lo de las operaciones tácticas, sino incluso las estratégicas de los ejércitos regulares. P equeños grupos de partisanos spn capaces, exp lo tan d o la naturaleza del terreno, de b loquear masas relativam ente grandes de tropas regulares. H em os recor­dado más arriba la “paradoja” que representa e l caso argelino. C lausew itz se había dado cuenta con sum a claridad defin ién d olo perfectam ente en un pasaje ya citado (véase nota 3 0 ) , a h í donde afirmaba que p o co s partisa­n os, dueños de un esp acio , pueden pretender “el nom bre de ejército” .

Para aclarar e i con cep to en form a concreta es ú til analizar aún e l carác­ter telúrico-terrestre del partisano, sin querer defin irlo com o un corsario de tierra. A la irregularidad del pirata le fa lta , en to d o s los sentidos, una relación con la regularidad. El corsario, en cam b io , consigue el b o tín de guerra en los mares y p osee una “ carta” por parte de un gobierno estatal; a su carácter de irregularidad n o le falta cierto v ín cu lo con la regularidad y por lo tan to puede representar una figura juríd icam ente reconocida por e l derecho internacional eu ropeo hasta la paz de París de 18 5 6 . En este sen tid o , am bos - e l corsario de la guerra m arítim a y el partisano de la te ­rrestre - pueden parangonarse entre s í . Una sem ejanza notable e incluso

^ la identidad se im ponen sobre tod o por el hecho de que la frase “ donde loay partisanos se actúa com o partisanos” y la otra frase à corsaire, cor- saire e t d em i, d icen en sustancia la m ism a cosa. Pero es tam bién cierto que ei partisano m oderno es algo m uy diferente de un corsario de la g u e­rra terrestre. La contraposición elem ental de mar y tierra sigue siendo d e­m asiado grande. Puede ser que las d iferenciaciones que nos han llegado entre guerra, enem igo y b o tín , que dieron hasta ahora fundam ento a la contraposición del derecho internacional entre tierra y mar, un día lle ­guen sim plem ente a fundirse en el crisol del progreso técn ico-industria l. Por el m om ento., el partisano evoca todavía un trozo concreto de terre­no , es u n o de los ú ltim os centinelas de la tierra, este e lem en to de la h is­toria universal todavía n o com pletam ente destruido,

La m ism a guerra de guerrillas españolas contra N apoleón se evidencia com p letam ente sólo si se inserta en el gran aspecto espacial de esta con tra­posic ión entre Tierra y mar. Inglaterra sostuvo a lo s partisanos españoles. Una poten cia m arítim a u tilizó para sus grandes em presas b élicas com b a­tien tes irregulares de la guerra terrestre, a fin de derrotar al enem igo del

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con tin en te . En el fo n d o , N apoleón no fu e elim inado por Inglaterra sino por p otencias terrestres com o España, Rusia, Prusia y Austria. El m odo de com batir irregular, típ icam en te telúrico del partisano, se puso al servi­cio de una potencia m undial típ icam ente m arítim a, la que por su parte descalificaba y crim inalizaba en form a inexorable en e l cam po del derecho de la guerra m arítim a toda irregularidad que sucediese en el m ar. En la contraposición de tierra y mar se concretan d istin tos tipos de irregulari­dades y sólo observando atentam ente la particularidad de los aspectos espaciales caracterizados com o tierra y mar, ciertas analogías son posibles y fructíferas. Esto es válido en primer lugar para la analogía que nos in te­rese aq u í a fin de com prender el aspecto espacial. En sustancia, del mismo* m odo que la potencia m arítim a Inglaterra, en su guerra contra la potencia terrestre Francia, u tilizó al partisano español radicado en su tierra, quien m od ificó el teatro de la guerra terrestre con un espacio irregular, m ás tar­de, durante el curso de la primera guerra m undial, la potencia con tin en ­tal A lem ania u tilizó el subm arino contra la potencia m arítim a Inglaterra, cóm o un arma que agregó el espacio tradicional reservado a la con d u c­ción de una guerra m arítim a un ám bito inesperado y diverso. A quellos que en ton ces eran dueños de la superficie del mar intentaron inm ediata­m ente descrim inar el nuevo m odo de com batir com o irregular, más aún, com o crim inal y piratesco. H oy, en la era de ios sum ergibles equipados con Polaris, cualquiera puede darse cuenta de que ambas conductas (la indignación de N apoleón respecto del guerrillero español y la de Ingla­terra contra la guerra submarina alem ana) se m ovían en el m ism o plano con ceptual, e l de la indignación y juicios de desvalor, frente a cam bios del espacio no previstos precedentem ente.

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La disgregación d e las estn ic tu ras sociales

Un ejem plo poco com ún de disgregación de las estructuras sociales Jo ex p e­rim entaron los franccjus en Indochina desde 1946 a 19 5 6 , cuando su pre­sencia co lon ial en esos lugares se acercó a su fin . H em os ya recordado la or­ganización de la lucha partisana por parte de Ho-Chi-minh en V ietnam y en Laos. A llí los com unistas pusieron a su servicio incluso a la población no ^ politizada. Daban órdenes hasta a los sirvientes de los o ficia les y funciona­rios franceses, y a los obreros de los servicios de subsistencia del ejército francés, Percibían im puestos de la población y com etían acciones terroris­tas de tod o tip o , para provocar a los franceses a replicar con represalias aíi- titerroristas sobre la población civil au tócton a, de manera que ei od io de

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ésta hacia los franceses aum entase aún m ás. En resum en, la form a m oderna de la guerra revolucionaria recurre a m uchos m éto d o s y a m ed ios nuevos y no convencionales, cuya am plia descripción sobrepasará lo s lím ites de nuestro trabajo. Una vida asociada ex iste com o res pi<blica, com o p u b lic i­dad, y se pone en discusión cada vez que en ella se crea un espacio de no- publicidad, que no cuida de m anera eficaz la prim era. Q uizá sea suficiente esta alusión para hacer en tender cóm o el partisano, desalojado de la c o n ­ciencia de los exp ertos m ilitares del siglo X IX , surgió de im proviso com o el centro de un nuevo m odo de con d ucción de la guerra, cuyo sentido y objetivo era el de destruir el orden social ex isten te .

E sto se torna claro cuando se exam ina el cam bio de proced im iento en lo que se refiere a los rehenes. En el co n flic to franco-alem án de 1870- 1871 las tropas alem anas, con el fin de protegerse de \o s franc-tircurs, tom aban com o rehenes a lo s notab les de un lugar: alcaides, párrocos, doctores y notarios. El respeto hacia los notab les de este tipo podía utilizarse para m antener bajo presión a toda la pob lación , dado que el prestigio social de esos personajes, típ icam en te burgueses, estaba fuera de toda duda. Y justam ente esta clase burguesa se con vierte, en la guerra civil revolucionaria com unista , en el enem igo propiam ente d ich o . Quien utiliza notables de ese tip o com o rehenes trabaja, según la situación , para la parte com unista. Al com unista este tipo de rehenes le pueden ser tan útiles para sus fines que, en caso de necesidad, los provoca, ya sea para exterm inar un determ inado estrato social, ya para atraerlo de su parte. En un libro sobre el partisano, ya c itado , esta nueva realidad está e n fo ­cada perfectam ente. En la guerra partisana. se lee en un pasaje que tom ar rehenes de manera eficaz só lo puede suceder entre los m ism os partisa­nos ü entre sus más cercanos com pañeros de lucha. De otra manera no se hace sino crear nuevos partisanos. Y respectivam ente, cada soldado dei ejército regular y quienquiera vista un uniform e es. para e! partisano, un rehén. "Todo un iform e” , d ice R o lf Schroers. "debe sentirse am enazado > por eso m ism o tam bién to d o lo que éste r e p r e s e n t a . ” ‘* 8

Es suficiente pensar durante un m om ento en las im plicaciones de esta lógica terrorista y contraterrorista y aplicarla a tod o tipo de guerra civil, para ver con claridad la disgregación de las estructuras sociales que operan en la actualidad. Bastan p ocos terroristas para colocar bajo presión a m a­sas num erosas. A! espacio estrecho que es propio del terrorism o declarado

**8 R, Sciíovrs, D er Fariisan. c it .. pp. 33 ss, Las pniliibiciotK's rcuniak"' cic toniur represalias (com o, la del arlíc iilo 4 del tratado de G inebra) no tiene eficacia frente a los m étod os más recientes que. en ta realidad, som eten a repicsalias a ernix):, en teros de personas.

A SPEC TO S D E LA U L TIM A E T A P A 171

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se deben agregar aquellos más am plios de la inseguridad, del m iedo y de la desconfianza general, un “ paisaje de traición” com o lo ha descrito Margrei Büveri en una serie de cuatro volúm enes sum am ente estim u lantes.-*9 T od os los pueb los del con tinente eu ropeo -s a lv o p ocas excep ciones ivrelevantes- han experim entado sobre s í, en el curso de las d os guerras m undiales y de dos p eríodos p osbélicos, que lo que decim os corresponde a la realidad.

172 T E O R IA D E L PA R T ISA N O

E l c o n te x to p o lí t ic o m u ndia l

También nuestro tercer aspecto , el de entrecruzam iento de d istin tos alinea­m ientos p o lítico s m undiales y sus respectivas interdependencias, pertenece ya al patrim onio de la conciencia general. Los defensores au tóctonos del suelo patrio, que m orían pro aris e t fo c is , los héroes nacionales y p atrióti­cos, que desaparecían en el bosqu e, lo d o aquello que frente a una invasión extranjera era la reacción de una fuerza elem ental, telúrica, acabó fina l­m ente en m anos de úna d irección centralizada, internacional y supranacio­nal, que sum inistra ayuda y sostén sólo contem plando sus propios fines, muy d istintam ente caracterizados; al servicio de una agresividad planetaria que, de acuerdo con las circunstancias, estim ula o abandona. De este m odo el partisano deja de ser una figura esencialm ente defensiva para convertirse en un instrum ento, m anipulado por un esp íritu de agresividad que tiende a la revolución m undial. Es sim plem ente quem ado y privado a través del

M. Boveri, “Der Verrat im X X Jahrhndert", R o w o h lts deu tsch e E n zyk lopäd ie . 19 5 6 -1 9 6 0 . Las figuras de este libro no son sólo de partisanos. Pero Ia “ abismal co n ­fusión" de un panoram a d e la traición torna “ irreparablem ente confusas” todas las distinciones entre legalidad y legitim idad; la caracterización del partisano com o figu­ra general resulta por esto obvia. Ya lo he dem ostrado tom ando com o ejem plo a J. J. Rousseau en el artícu lo “Dem wahrén Johann Jakob R ousseau” , en Zwrc/ter Woche, 26 y 29 d e junio d e 1962 (véase supra notas 13 , 15 y 16). D e aquella “abismal co n ­fusión ” A, Mohler deduce com o historiador la tesis de que “podem os por ahora aproxim arnos a la figura m ultifacética del partisano sólo a través d e una descripción histórica. Puede ocurrir que, luego, alcanzada una m ayor distancia, to d o sea d iferen ­te. Dudante m ucho tiem po todavía cada intento de dom inar, intelectual y p oética ­m ente, un panoram a sem ejante [..,] producirá sólo fragm entos enigm áticos, altam en­te significativos para la com prensión de su ép oca” (en su reseña del libro d e Schroers, Das H ísrorisch-fo lihsche Buch, G otinga, 1 9 6 2 , fascícu lo núm . 8 ) . Esta tesis de Mohler, y el ju icio en ella im plíc ito , com prom ete com o es natural tam bién a nuestro in tento de una teoría del partisano, N os dam os perfecta cuenta de ello . N uestro in­tento resultaría así verdaderam ente fallido y dejado de lado si nuestras categorías y nuestros conceptos fuesen tan p o c o pensados com o tod os los hasta ahora expresados para rechazar o eliminar nuestro con cep to de lo p o lítico .

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A SPEC TO S DE LA U L TIM A E TA PA 173

engaño de lo d o lo que representaba el m otivo por el que había tom ad o las armas, y en el que se basaba el carácter te lú rico , ¡a legitim idad de su irregu­laridad partisana.

^ \ De alguna manera e]:partisano, com o com batiente irregular, debió siem-pre apoyarse en un com batiente regular más p o ten te que él. Este aspecto de su situación se ha visto siem pre con claridad. El guerrillero español en ­contró su legitim idad en el h ech o de actuar de acuerdo y en defensa de la m onarquía y de la nación . D efend ía el suelo nacional contra un invasor extranjero. Pero tam bién W ellington form a parte de la guerrilla española, y la lucha contra N apoleón se h izo con la ayuda inglesa. N apoleón recor­daba a m enudo, lleno de rencor, que Inglaterra era el instigador verdadero y tam bién quien se había verdaderam ente beneficiado con la guerra parti­sana española. H oy som os aún m ás conscientes de estas v incu laciones, p or­que la ininierrurapida p o ten ciación de los m ed ios técn ico s de com bate convierte al partisano en dependiente de la ayuda continua de un aliado capaz técnica e industrialm ente de abastecerlo de armas y de m áquinas m ás m odernas, si n o de realizarlas.

^ C uando varios t ^ e t p _ ^ n l ^ s ados com piten en tre s í , e l partisano c o n ­serva un cierto espacio para su propia p o lítica . Esta era la situación de T ito en los ú ltim os años de la segunda guerra m undial. En las luchas partisanas conducidas actualm ente en Indochina (V ietnam , L aos) la situación se ha com plicado por el hecho de que en e l interior d el prop io m ovim iento c o ­m unista el antagonism o entre la p o lítica rusa y la china se ha vuelto agudo. Con e l ap oyo de P ek ín podrían introducirse m ás partisanos en V ietnam del N orte a través de L aos, y esto representaría para e l com unism o v ietn a­m ita, en el plano co n cre to ,u n a m ayor ayuda que el ap oyo de M oscú. E lje - fe de la guerra de liberación contra Francia, H o Chi-m inh, era un partidario de M oscú. A hora es la m ayor ayuda lo que dará el im pulso decisivo , tanto para la e lecc ión entre M oscú y P ek ín , com o para tod as las dem ás a lternati­vas que la situación contiene potencia lm ente.

Para indicar estas vinculaciones con la p o lítica m undial'el volum en ya citado de R o lf Schroers tiene una form ulación m uy acertada, El autor h a­bla de tercero in teresado. Es una expresión clara, Este tercero interesado, en e fe c to , no es aqu í una figura banal, com o el proverbial tercero que g o ­za. Es característico dei la situación del partisano y por lo tanto form a par-

: te de su teo r ía . E lj)o d ero so tercero n o solam ente sum inistra armas y m u­n ic ion es, m edicinas ^ ayudas m ateriales, d inero, sino que procura el reco ­nocim ien to p o lít ic o , d el cual e l partisano que com bate irregularm ente t ie ­ne necesidad para n o hundirse com o el bandido o e l pirata, en lo n o-polí- tico que aq u í significaría crim inal. E l irregular,en perspectiva, debe legiti-

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marse frente al regular y para esto se le ofrecen só lo dos posibilidades; o el reconocim iento por parte de un regular ya ex isten te o la im posición de una nueva regularidad confiando sólo en sus fuerzas. Es una alternativa m uy dura.

En la m edida en que el partisano se m otoriza pierde su terreno natural y aum enta su dependencia de los m edios técnico-industriales que debe u tili­zar en su lucha. De ese m odo aum enta tam bién el poder del tercero intere­sado que, en con clu sión , alcanza una dim ensión m undial. T odos estos as­p ectos desde los cuales h em os exam inado al partisano m oderno hasta aho­ra parecen confluir en el ún ico aspecto técn ico , que los dom ina a todos.

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E l a spec to técn ico i

También el partisano participa del desarrollo, del avance de la técnica m o­derna y de la ciencia m oderna. El viejo partisano,,al que el ya recordado ed icto prusiano de 1813 quería armar con un horcón , provoca hoy un efecto rid ícu lo . El partisano m oderno com bate con fusiles am etralladora, bom bas de m ano, bom bas de plástico y pronto quizá tam bién armas a tó ­micas tácticas. Está m otorizado y vinculado a una red inform ativa equipa­da con trasmisores clandestinos y radares. R ecibe sum inistro de armas y de alim entos desde aviones en vuelo. Es tam bién cierto que las actuales circunstancias, año de gracia de 1962 , en V ietnam se lo com bate con heli­cópteros y d ificultando sus posibilidades de reaprovisionam iento. T anto él com o los que lo com baten se m antienen a la altura de! rápido desarrollo técn ico m oderno y de tas ciencias tecnológicas.

Un exp erto naval inglés llam ó a la piratería “el estado p rec ie n tíf ico ”de la guerra naval. Partiendo del m ism o concepto debem os d efin ira i partisano com o el estadio p recientífico de la guerra terrestre y declarar que ésta es su única defin ición c ien tífica . En realidad esta defin ición es superada inm e­diatam ente por el punto de vista c ien tífico porque la diversidad de la gue­rra terrestre, respecto de la guerra en el mar, es reabsorbida rápidam ente en la vorágine del progreso técn ico y a m uchos expertos se les aparece en la actualidad com o perteneciente a un estadio precien tífico . y en con secu en ­cia superado. Los m uertos cabalgan veloces y si están m otorizados van aún más rápido. El partisano, a cuyo carácter telúrico nos m antenem os fie­les, se convierte de todos m odos en m otivo de escándalo para toda persona racional que crea en ciertos objetivos y en una cierta escala de valores. Pro­voca incluso una pasión tecnocràtica. Lo paradójico de su presencia desen ­mascara una desproporción: la perfección técnico-industrial de las armas

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de un ejército regular m oderno frente al prim itivism o preindustrial agrario de partisanos que, sin em bargo, com baten e fic ien tem en te . Es esto lo que provocó las crisis de ira de N a p o león contra e l guerrillero español, y que aún deb ía aum entar en correspondencia con e l avance y desarrollo de la técnica.

Mientras e l partisano fue sólo “tropa ligera” , un húsar o un cazador, tácticam ente m uy m óvil, su teorización quedaba dentro d el exclu sivo cam ­po de la ciencia m ilitar. S ó lo la guerra revolucionaria lo convirtió en una figura clave de la historia universal.

¿Pero qué sucederá co n él en la ép oca de los m edios de destrucción atóm icos? En un m un d o organizado por com p leto sobre bases técn icas desaparecen las viejas con cep cion es y las form as agrícolas-feudales de com bate, de guerra, lo s m od os de en tender la enem istad . E sto es,.eviden­te . ¿Desaparecen com pletam ente por lo tan to tam bién e l com b ate , la guerra, la en em istad , y se reducen a con flic to s sociales insignificantes? Según una cierta convicción op tim ista cuando la regularidad y la raciona­lidad, inm anentes en un m undo organizado hasta en sus m ín im os detalles sobre bases técn icas, se hayan im puesto sin residuos, quizás el partisano no será más un perturbador. E nton ces sim plem ente desaparecerá por s í m ism o, en m edio de procesos técn ico-fu ncionales que se desarrollan sin antagonism os, del m ism o m o d o que desaparece e l perro de las a u to ­pistas. Para una m ente que pensara sólo en térm inos técn icos, se trataría en ton ces sólo de una cuestión de p o lic ía caminera y no ciertam ente de un problem a filo só fico , ni moral ni ju ríd ico .

Este sería ei primer aspecto —el técn ico-optim ista paia decirlo con e x a c ­t i t u d - de un pu nto de vista exclusivam ente técn ico que co n fía en un m un­do nuevo con un hom bre n uevo. C on esperanzas similares había aparecido en la escena e l antiguo cristianism o y dos m ilen ios desp u és,en el siglo XDC, el socia lism o com o un nuevo cristianism o. N inguno de los d os d isp on ía de la effic ien cy de los m edios técn icos m odernos, capaces de destruir de m a­nera to ta l. Pero de la técn ica pura n o nace n in gu na'teoría del partisano —com o sucede siem pre que se hacen reflex ion es únicam ente técn icas— sino sólo una serie, optim ista y pesim ista , de polivalentes ju ic io s de valor o de desvalor. E l valor tien e , com o m uy b ien afirma Ernst F orsth off, “ su propia lóg ica” ,50 que es exactam ente la lógica del desvalor y del aniquilam iento de quien se hace portador de este desvalor.

50 E, F o rsth o ff en su fam oso ensayo D ie U m b ild u n g d es Verfassungsgesetzes, 1959. Q uien determ ina el valor fija siempre, eo ipso , un no-va lo i. Ei sentido de esta d eter­m inación de no valor- es e l aniquilam iento del no-valor. Esta sim ple realidad em erge

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Mt , T E O R IA D EL PA R T ISA N O

En lo que respecta a las previsiones de! op tim ism o técn ico , tan am plia­m ente d ifu n d id o , éste tiene siempre lista ia respuesta en tod o lo que se refiere a su evidente ju ic io de valores y de desvalores. Cree que un irresis­tible desarrollo técnico-industrial de la hum anidad transferirá todas las cuestiones y las respuestas, to d o s los tipos y las situaciones hacia un plano absolutam ente nuevo , en el cual las viejas preguntas, los viejos tipos y si­tuaciones se convertirán en prácticas tan p o co im portantes com o aquella de la edad de la piedra, luego que se pasó a un estad io cultural superior. E ntonces lo s partisanos desaparecerán, com o desaparecieron los cazadores de la edad de piedra, a m enos que logren sobrevivir asim ilándose a la nueva realidad. En to d o caso, no tendrán ninguna im portancia y serán in o fen ­sivos,

¿Pero qué sucedería en el caso de que ese tipo hum ano que hasta ahora dio vida al partisano lograra adaptarse al am biente técnico-industrial, ser­virse de los nuevos m edios, desarrollar un nuevo tipo de com batiente, una figura que se ha adecuado: el partisano de la era industrial? ¿Existen ga­rantías de que los m edios de destrucción m odernos vayan a parar en las m anos ju s la ’á, y de que una lucha irregular sea de veras im pensable“’ Fren­te al op tim ism o del progreso, le queda al pesim ism o del progreso y a sus fantasm as teóricos un cam po m ucho más am plio de lo que h o y en general se piensa. A la sombra d el actual equilibrio atóm ico de las potencias m u n - * /

C diales, vale decir bajo la campana de vidrio de sus gigantescos arsenales des- )tr u c tiv o s . se podría recortar un espacio de m aniobra, destinado a la guerra j C I lim itada y circunscrita, conducida con armas v m edios de destrucción tra­

dicionales, y las grándes p otencias podrían llegar a acuerdos, abiertos o se ­cretos, para su dosificación . E sto provocaría una guerra controlada por es-

\no só lo de 1¿ práctica que se puede verificar sobre la base del escrito aparecido en 1920 D ie V ernichtung d es leben sun w erten Lebens (por cuanto este ejem plo debería ser por s í m ism o suficiente): ya se anuncia contem poráneam ente, y con el m ism o candor, en e l p u n to de partida teórico de H. R ickert, S ystem d er P hilosophie, vol. I, 1921 , p, 117 . ADÌ se sostiene que no hay ninguna existencia negativa, sino valores n e­gativos; que la relación con la negación es e l criterio para establecer qué cosa p erten e­ce al ám bito de los valores; que la negación es el verdadero acto de evaluación. Para los dem ás rem ito a mi escrito “D ie Tyranei der W erte” , R evista d e E stu d ios P o lí t i ­cos, núm 115, Madrid, 1 9 6 1 , pp, 65-81 y el ensayo D er G egensatz von G esellschaft und G em einschaft als B eisp iel einer Zweigliedrigen U nterscheidung B etrachtungen zu r S tru k tu r u n d zu m Sch icksal so lcher A n tith esen , incluido en H om enaje a Luis Legaz y la ca m b ra . Santiago de C om postela, 1 9 6 0 , voi I, pp. 174 y ss.

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las potencias y sería más o m enos un clogfíghrA ' Se trataría de un juego aparentem ente in ocu o entre una irregularidad exactam ente calculada y un “desorden ideal” ; ideal porque podría ser m anejado por las grandes p o ­tencias.

Pero junto a esta solución hay otra radicalm ente pesim ista , una so lu ción del tipo tabu la rasa, planteada por la im aginación técn ica . En una región atacada con los m odernos m ed ios de destrucción to d o serta naturalm ente destru ido, am igo y en em igo , regular e irregular. Sin em bargo, es té cn ica ­m ente posib le que algunos hom bres sobrevivan al infierno de las bom bas y de los m isiles. Frente a esta eventualidad sería m uy práctico , y aun racio­nalm ente e ficaz , programar incluso lo que p od ría suceder después de las bom bas y adiestrar desde ahora a hom bres que ocupen inm ediatam ente los cráteres abiertos por ios p royectiles y se adueñen de la región devastada.Un nuevo tip o de partisano agregaría en ton ces a la historia universal un nuevo ca p ítu lo , con un nuevo tip o de ocu pación del territorio.

De esta m anera nuestro tem a se am plía alcanzando d im en siones pía- netarias. Más aún, im plica tam bién regiones interplanetarias. El progreso

- , técn ico hace posib les tam bién los viajes en los espacios estelares y en con- y 1 \e c u e n c ia se van abriendo nuevas d im ensiones para las conquistas p o líti-

^ ' / cas. En e fe c to , los nuevos espacios pueden y deben ser conquistados por lo s hom bres. Las ocu paciones de tierras y de espacios en e l viejo estilo que la historia hum ana co n o ció hasta la actualidad tendrían una continuación; ^ ocupaciones territoriales de n uevo tip o . Pero a la apropiación le sigue la di- í visión y luego la producción . En este sen tid o , y a pesar de cualquier pro- \ greso, to d o queda com o antes. El progreso técn ico creará la m anía de una

3 2 “Al fina l, ju n io con la totalidad d e la guerra, se desarrollan siempre, al m ism o tiem p o , tam bién m étod os particulares, de en frentam iento y confrontación de fuer­zas, n o to ta les. Y esto porque, en un primer m o m en to , cada uno busca evitar la gu e­rra to ta l que, por su naturaleza, conlleva un riesgo to ta l. A sí en el p eríod o entre las dos guerras, las llamadas represalias m ilitares (el con flic to por Corfú en 1 9 2 3 y el ch i­no-japonés en 1 9 3 2 ) , luego las tentativas d e m edidas econ óm icas en lugar de in icia ti­vas m ilitares sobre la base del artícu lo 16 del Estatuto de la Liga de las N aciones (en o to ñ o de 1935 contra Italia), y finalm ente tam bién ciertos m étod os d e prueba de fuerzas en territorio extranjero (España en 1 9 3 6 -1 9 3 7 ) se han desarrollado d e m odo tal de encontrar su exacta exp licación sólo p o n ién d o los en relación estrecha con el ca­rácter to ta l de la guerra m oderna. Se trata de form as d e pasaje e interm edias entre una guerra abierta y una paz real. Adquieren su sentido de) h ech o d e qu e la guerra to ta l, com o posibilidad, está en el fo n d o , y una com prensible cautela recom ienda fi­jar precisas zonas interm edias. Sólo desde este p u n to de vista pueden ser com prend i­das tam bién c ien tíficam en te por el derecho internacional” (véase m i en sayo de 1937 “T ota le i F eind , to ta le i Krieg, to ta ler Staat” , en P osh ion en u n d B egriffe, 1 9 4 0 , pági­na 2 3 6 ).

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nueva form a de lom ar, de una nueva form a de dividir y no hará m ás que agudizar las viejas cu estiones. En e l actual choque entre Oriente y O cci­dente, y en particular en la carrera gigantesca por los nuevos espacios in­conm ensurablem ente grandes, está en juego sobre to d o el poder p o lítico de nuestro planeta, aunque pueda parecer m uy pequeño. En consecuencia tam bién los nuevos espacios sin con fin es no son más que potenciales cam ­pos de batalla y lo son en una lucha por el predom inio sobre esta tierra. Los fam osos astronautas y cosm onautas, hasta ahora em pleados com o es­trellas de propaganda en los mass m edia , en radio, televisión y en la prensa, podrían tener la ocasión de transformarse en cosniopiratas y quizás tajn- bién en cosm opartisanos.

178 T E O R IA D E L P A R T IS A N O

L egalidad y Icgirim idad

Siguiendo el desarrollo del partisano nos hem os encontrado con la figura del general Salan, rica en enseñanzas y figura característica del últim o estadio de desarrollo. En ella se unen y se entrecruzan los efecto s y las experiencias de las guerras hechas por ejércitos regulares, de la guerra c o lo ­nial. de la guerra civil y de la lucha partisana. Salan extrajo las con clu sio ­nes extrem as de todas estas experiencias, según la lógica ineluctable del antiguo principio de que a los partisanos se los puede com batir solo a la manera de los partisanos. Y en esto fue consecu en te , no sólo con e! cora­je del so ldado sino tam bién con la precisión de estado m ayor, con la exac­titud del tecnócrata, El resultado fue que él m ism o se transform ó en parti­sano. y term inó declarando la guerra a sus superiores, a su propio gobierno.

¿Cuál es la esencia más profunda de uji destino de este lipo? El princi­pal defensor de Salan. maiTre T ixier-V ignancourt. encontró en su arenga final del 23 de m ayo de 1962 una form ulación que da la respuesta a nues­tra pregunta. ,A propósito de la actividad de Salan com o jefe de la O A S. observa: “ D ebo constatar que si e í Jefe de la organización hubiera sido un viC)o m ilitante com unista en vez de un gran jefe m ilitar, habría actuado de manera absolutam ente diferente dcl general Salan" (p, 530 de las actas del proceso). Este es en ton ces eí punto decisivo: un revolucionario de pro­fesión lo habría hecho de otro m odo. Habría asum ido una posición diversa a la de Salan, y no solo respecto de! tercero interesado,

El desarrollo de la teoría del partisano, desde C lausew itz, pasando por Lenin. hasta Mao, ha progresado m ediante la dialéctica de regular e irre­gular. entre oficial de carrera y revolucionario profesional. Con la doctri­na de la guerra psicológica, que los oficiales franceses de la guerra de Indo-

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china habían retom ado de M ao, no es m ás que este desarrollo , que en una especie de ricorso volvió a su punto inicial. En estas cosas no ex iste ningún retorno al punto de partida. El partisano puede vestir el uniform e y c o n ­vertirse en un buen com b atien te regular, in clu so en un com batien te parti­cularm ente valiente, asi com o se dice del cazador furtivo que sería capaz de convertirse en el m ejor guardabosques. Pero to d o e sto es y sigue siendo abstracto. La elaboración de las enseñanzas de Mao por parte de lo s o fic ia ­les de carrera franceses tiene en s í algo de abstracto y , com o se dijo tani- bién durante el proceso Salan, algo del e s p r i tg éo m etr iq u e .

El partisano puede convertirse con facilidad en un buen com batien te uniform ado. Para el buen o fic ia l, en cam b io , el un iform e es algo m ás que una vestim enta. Lo regular puede convertirse en una profesión in stitu c io ­nalizada, lo irregular n o . El oficia l de carrera puede transform arse en un gran fundador de órdenes religiosas, com o San Ignacio de L oyola . La m e­tam orfosis tiene algo de pre o subconvencional y aun o tro sign ificado. Se puede desaparecer en ia oscuridad y transform arla en un cam po de b ata ­lla, a partir del cual se destruye el tradicional teatro de operacion es de> poder y el gran escenario de la op in ión pública oficia l es arrancado de sus goznes: to d o e sto no es organizable cuando se posee una inteligencia te c ­nocràtica. El aqueronte no se puede programar con anticipación y no apa­rece después de cada invocación , ind ependientem ente de cuán sagaz sea la m ente que la realiza y cuán desesperada la situación en la que se e n ­cuentra.

N o es nuestra tarea valorar a posteriori lo que habían im aginado los in­teligentes y exp ertos o fic ia les que intentaron el pu tsch en Argelia en abril de 1961 y los organizadores de la O A S acerca de los e fe c to s que habrían conseguido las acciones terroristas sobre una población civil europea o s o ­bre el tercero interesado del cual hem os hablado. Este últim o problem a es de por s í muy significativo. H em os aludido ya al h echo de qu.e el partisano tiene absoluta necesidad de una legitim idad si quiere perm anecer en la e s ­fera de lo p o lít ico , y no hundirse sim plem ente en la del criminal com ú n . La cuestión no puede resolverse con algunas a n títesis fáciles com o legali­dad e ilegalidad que h oy se lian vuelto usuales: ia legalidad aparece, en e fec to , y precisam ente en este caso, com o el valor en gran m edida más fuerte, lo que ella representaba originariam ente para, un republicano: la form a raciona!, progresiva, la única moderna y en sustancia la form a más alta de la misma legitim idad.

N o quisiera repetir lo que estoy d iciendo desde hace treinta años sobre este tema todavía hoy actual. Sólo una alusión , com o para com prender la sitiuición del general Salan, republicano, en los años 1 9 5 8 -1 9 6 1 . La repú­

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blica francesa es un régimen basado sobre el im perio de la ley, Este es su fundam ento, y n o le es perm itido dejarlo destruir por la antítesis de de- '■'echo y ley o por la d istinción entre estos dos con cep tos, considerando al derecho com o ia instancia superior. N i el ejército ni la magistratura están por sobre la ley . Existe una legalidad republicana y es justam ente ésta la vmica form a de legitim idad en el interior de la república, T odo lo dem ás puede resultarle al buen republicano sólo una serie de sofism as hostiles a la república. Por esta razón el fiscal público en e l proceso Salan adoptó la siguiente posición , sim ple y clara: se rem itió siempre a la “soberanía de la ley" que es superior a cualquier otra norm a o instancia pensable. Frente a la misma no ex iste ninguna soberanía del derecho. Ella transform a la irre­gularidad del partisano en una m ortal ilegalidad.

Salan, frente a esta posic ión , no tuvo más argum ento que recordar c ó ­m o él m ism o, el 15 de m ayo de 1 9 5 8 , había ayudado al general De C aulle a reconquistar el poder legal contra lo que en ton ces era el gobierno legal; cóm o se había com prom etido, frente a su conciencia y a sus pairs, a su pa­tria y delante de Dios; cóm o él ahora, en 1962 , se veía engañado y estafa­do de to d o lo que en m ayo de 1958 se hab ía presentado com o sagrado. (A ctas procesales, p, 8 5 ) . A peló a la nación contra el estado , a un lip o de legitim idad contra la legalidad. Incluso el general De Gaulle había habla­do anteriorm ente con mucha frecuencia de legitim idad tradicional y na­cional opon iénd ola á la legalidad republicana. Pero esto en m ayo de 1 9 5 8 . Ni siquiera e] hecho de que su m ism a legalidad se había afirmado con el pleb iscito de septiem bre de 1 9 5 8 , y que por lo tanto él ten ía la legalidad republicana de su parte só lo después de septiem bre, cam bió m ucho la si­tuación de Salan quien se v io obligado a ocupar la desesperada posición -d esesp erad a para un so ld a d o - de remitirse a la irregularidad contra la re­gularidad y a transformar un ejército regular en una organización partisana.

Pero la irregularidad por s í misma no crea nada. Se vuelve sim plem ente ilegalidad. Es cierto que la crisis de la ley y por lo tan to de la legalidad es en la actualidad irrefutable. El con cepto clásico de ley cu yo solo m anten i­m iento es capaz de sostener la legalidad republicana, es cuestionado desde el punto de vista tanto del programa com o de las m edidas contenidas. En Alem ania remitirse al derecho contra la le y , inclusive por parte de juristas, se ha transform ado en un h echo norm alm ente aceptado que no llama más la atención . Incluso los no juristas en la actualidad d icen “ leg ítim o” (y no “ legal” ) cuando quieren decir que ellos están en lo ju sto . El caso Salan d e­muestra sin em bargó que incluso una legalidad puesta en discusión sigue siendOsinás fuerte, en un estado m oderno, que cualquier otro derecho. E s­to depende de la fuerza de decisión del estado y de su capacidad de trans­

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form ar el derecho en ley , A q u í no es necesario profundizar u lteriorm ente esta cu estió n .52 Quizá cambiarán com pletam ente el día en que “ m uera” el estado . Por el m om en to la legalidad es el inevitable m od o de fu n cion a ­m iento de to d o ejercicio estatal m oderno. El gob ierno legal decide quién es el enem igo contra el cual el ejército debe com batir. Quien se arroga la pretensión de fijar por s í m ism o quién es el en em igo afirma una legalidad propia, precisam ente al n o querer adaptarse a la e lecc ión del enem igo rea­lizada por el gobierno en fu n cion es.

A SPEC TO S D r LA U L TIM A FTA PA 181

E i enem igo rea!

Una declaración de guerra es siem pre la individualización de un en em igo . Esto es algo obvio y en los in icios de una guerra civil lo es aún más. C uan­do Salan la declaró se dirigió en realidad a dos enem igos diferentes: al fren­te argelino, anunciando la con tinuación de la guerra regular e irregular; al gobierno francés, in iciando una guerra ilegal e irregular.

Nada aclara m ejor el callejón sin salida en el que se h ab ía m etid o Sa­lan que el exam en d e 'es ta dob le declaración de hostilidades. T oda g u e­rra sobre dos frentes provoca siem pre ei interrogante acerca de cuál debe ser considerado e l enem igo real. ¿N o es acaso un signo de desgarram iento interior tener m ás de un enem igo real? El en em igo significa el cuesliona- m iento de nosotros com o figuras. Si la propia figura es fijada sin incerti- dum bres, ¿cóm o se produce esta duplicidad del enem igo? El enem igo no es algo que se puede dejar de lado por cualquier razón o que se deba e li­minar por su absoluta falta de valor. El enem igo se ubica en m i m ism o plano. Por esta razón debo contender con él durante una lucha para co n ­quistar la m edida de m í m ism o, m i prop io lím ite , m i figura.

Salan consideraba al partisano argelino com o al enem igo ab so lu to . D e im proviso apareció a sus espaldas un enem igo m ucho peor que el prim ero

32 Los jacob in os de la revolución francesa eran todavía con sc ien tes de la santidad de su con cep to del derecho. T enían bastante inteligencia p o lítica y suficien te coraje para separar en form a nítida loi y mesure, derecho y medida, para definir abiertam ente la m edida com o revolucionaria y para desdeñar m ezclas alcanzadas m ed iante com b in a­cion es de con cep tos co m o en el decreto ley. Este origen del con cep to republicano del derecho no es sin em bargo, recon ocid o por K. ZeidieT,M assnachmegesetz u n d Klassis­ches Gesetz, 1 9 6 1 , y por esto ni siquiera se alcanza a vislum brar el verdadero prob le­ma. Cfr. al respecto Verfassungsrechtliche A u fsä tze , 1958 , n ota 3 , p . 3 4 7 y las voces Legalität y Legitim itä t en el ín d ice d e m aterias de pp. 5 1 2 -5 1 3 . D e R. Schnur se e sp e­ra un trabajo más am plio con el t ítu lo de S tudien zu m B eg riff des Gesetzes.

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para é l, y con m ucha más saña: su propio gob ierno , sus prop ios superiores, / ^ sus prop ios herm anos. En e llos vio a un nuevo enem igo. Este es e l punto central del caso Salan. El herm ano de ayer se reveló com o el enem igo m ás peligroso.

D ebe haber una cierta con fu sión incluso dentro d el con cep to de enem i­go y debe depender de la teo r ía de la guerra. C om o conclusión de nuestra exp osic ión tratam os ahora de aclararlo.

Un historiador podrá siem pre encontrar, para cada situación paiticu lar, ejem plos y paralelism os en la historia universal. A lgunas sim ilitudes con la situación prusiana de 1812 -1 8 1 3 ya las h em os ind icado. H em os evidencia­do incluso que e l partisano recibió su legitim ación cultural por las ideas y los planes reform adores prusianos de 1 8 0 8 -1 8 1 3 , y sus credenciales h is tó ­ricas por e l ed ic to prusiano sobre la Landsturm de abril de 1813 . Ya n o re­sultará tan ex trañ o , por lo tan to , com o se pudo haber sospechado en un primer exam en , que para dilucidar m ejor la cuestión central u tilicem os ahora la situ ación en la que se encontraba e l general prusiano Y ork en el invierno de 1 8 1 2 -1 8 1 3 com o un ejem plo por la negativa. N o hay dudas de las obvias y enorm es diferencias; Salan, un francés de form ación republica­na de izquierda y m oderno tecnócrata , frente a un general de ejército real prusiano del año 1 8 1 2 , al cual seguram ente no se le habría nunca ocurrido declarar la guerra a su rey y a sus superiores m ilitares. Frente a estas d ife ­rencias de tiem po y de personalidad resulta secundario e incluso casual que tam bién Y ork haya com batido com o oficia l en las colon ias de las Indias O rientales. Por otra parte, justam ente las diferencias m ás llam ativas acla­ran m ejor que la cuestión central es la m ism a. Porque en am bos casos se trata de decid ir cuál es e l enem igo real.

La precisión decisionista dom ina e l funcionam iento de toda organiza­ción m oderna, y esto es válido sobre to d o para un ejército regular y estatal m oderno. En esta situación , para un general contem poráneo la cuestión se presenta de manera m uy clara, com o un s í o un n o ab solutos. La alternati­va dram ática entre legalidad y legitim idad es sólo una consecuencia de la revolución francesa y de sus enfrentam ientos con la m onarquía legítim a, luego restaurada en 18 1 5 . En una m onarquía prerrevolucionaria legítim a, com o era en ton ces el reino de Prusia, se habían conservado m uch os e le ­m entos feudales en las relaciones entre superiores y subordinados. La f i­delidad no se había convertido todavía en algo “irracional” ni se había aún disuelto en una grosera y previsible funcionalidad. La Prusia de en tonces era ya un estado , en un sentido bastante desarrollado; su ejército n o o c u l­taba las fuertes influencias de Federico II; los reform adores m ilitares que­rían m odernizar y n o por cierto retornar a alguna form a feudal. Sin embar-

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go al observador actual e l am biente de la m onarquía prusiana de entonces le podría parecer, aun en caso de co n flic to , no tan duro y decid ido , no tan estadolátrico-decisionista. N o es necesario aq u í decir m ás. Es im portante sobre to d o no dejarse desviar por la atm ósfera de las d istintas épocas y no perder de vista la cuestión básica, vale decir, quién es el enem igo real.

Y ork mandaba en 1812 la d ivisión prusiana que, aliada de N apoleón , form aba parte del ejército francés del general M acdonald. En diciem bre de 1812 Y ork se pasó al en em igo , a los rusos, concluyend o con e l gen e­ral ruso von D ieb itsch la convención de Tauroggen. Participó en las trata­tivas y en la conclusión , com o negociador por la parte rusa, e l ten iente c o ­rone] von C lausew itz. La com unicación dirigida por York a su rey y c o ­m andante suprem o el 3 de enero de 1813 se ha convetido en un fam oso d ocum ento h istórico . Con buena razón, porque e l general prusiano escribe diciendo que espera con sum a reverencia por parte del rey la sentencia de avanzar “ contra e l enem igo real” , o b ien la condena por parte del rey de la acción de su general. M ientras tan to perm anecía a la espera con la m ism a fidelidad, listo , en caso de con den a, “ a esperar la bala m ortal contra bolsas de arena o en el cam po de batalla” ,

La expresión “ enem igo real” es digna de C lausew itz y da en el b lanco. En la carta de Y ork a su rey está escrito literalm ente de ese m odo. E l h e ­cho que e l general esté listo “para esperar la bala m o n a l contra bolsas de arena” es típ ico del so ldado que asume la responsabilidad de sus acciones, de la m ism a manera en que e l general Salan estaba d ispuesto a gritar Vtve la F rance! ante el p e lo tón de fusilam iento en el p o líg o n o de V incennes. Pe­ro el hecho de que Y ork, aunque declarando una absoluta subordinación al rey, se reserve Ja decisión acerca de quién era “ el epem igo real” , confiere a su escrito ese peculiar sentido de rebelión t r o ic a . York no era un parti­sano y ciertam ente no ten ía las características que le permitieran llegar a serlo. Pero sobre la base del concepto de enem igo real y su significado, e n ­tregarse al partisanado n o habría sido una acción ni incoherente ni in ­sensata.

R azonando sinceram ente, to d o e sto es un m ero artificio h eu rístico , que se puede adm itir só lo para ese breve m om ento en el que algunos o ficia les prusianos habían elevado al partisano a in tu ición ideal y por lo tanto ú n i­cam ente para ese lapso que llevó al ed ic to sobre la Landsturm del 13 de abril de 1 8 1 3 . A penas algunos m eses m ás tarde la idea de que un general prusiano pudiese convertirse en un partisano habría parecido absurda in ­cluso com o artificio h eu rístico , y lo siguió pareciendo en adelante, por lo m enos m ientras ex istió un ejército prusiano. ¿Cómo fue posib le que el partisano, degradado a p ica ro en e l siglo X VII y a tropa ligera en el

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resultara por un m om en to entre 1812 y 1813 una figura heroica, y se con ­virtiera luego en los años siguientes, incluso en nuestra época, en una figu ­ra clave de la historia mundial?

La respuesta reside en e l hecho de que la inegularidad del p artisan o , continúa dependiendo del significado y del con ten id o presentes en un sis­tema regular y con creto . D espués de la d iso lución social que caracterizó al siglo X VII alem án, en e l siglo XVIII se desarrolló una fuerte regularidad, representada por las guerras de los príncipes [K ab in ettskriege]\ la cual con ­cedía lím ites tan reducidos a las guerras que p od ían ser consideradas com o un juego en e l que las tropas ligeras y m óviles participaban irregularmen­te y donde e l enem igo term inaba siéndolo de ¡am anera más convencional, un adversario en e l juego de la guerra [K riegspiel]. La guerrilla española com en zó cuando N apoleón en e l o to ñ o de 1 8 0 8 venció al ejército regular español. En esto consiste la d iferencia con la Prusia de 1 8 0 6 -1 8 0 7 , que después de la derrota de sus tropas regulares con clu yó inm ediatam ente una paz hum illante. E l partisano español restableció la seriedad de la guerra, en particular frente a N apoleón prim ero y luego con respecto al lado d efen si­vo de los viejos estados continenta les europeos, cuya vieja regularidad, re­ducida en adelante a juego con vencional, n o estaba m ás a la altura de la nueva regularidad napoleónica y de su p otencia l revolucionario. E l en em i­go volvió a ser de ese m odo un enem igo real, y la guerra real. E l partisano que defiende e l suelo nacional contra e l invasor extranjero se convirtió en el héroe que com bate realm ente a un enem igo real. C lausewitz vio en esto lo nuevo que lo llevó a escribir su teoría y su L eh re vom K riege. Cuan­do cien años m ás tarde la teoría militar de un revolucionario profesional com o L enin destruyó todas las delim itaciones tradicionales de la guerra, ésta se convirtió en guerra absoluta y e l partisano se transform ó en porta­dor de la enem istad absoluta contra un enem igo absoluto .

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D e l enem igo real a l enem igo abso lu toV

En la teoría de la guerra se trata siempre de definir exactam ente la enem is- ^ tad, que confiere a la guerra su carácter y su sentido. Cada tentativa para limitar o circunscribir a la guerra debe estar sostenida por la convicción de ■que —con relación al con cep to de g u erra - la enem istad es e l con cep to pri­m ario, y que la d istinción entre diversos tipos de guerra es posterior a aque- ^ Ha entre d istin tos tipos de enem istad . En otro caso to d o s ios esfuerzos pa­ra una lim itación de la m ism a son sólo un juego que se derrumba cuando a- parece por primera vez una enem istad real. D espués de las guerras napoleó-

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nicas la guerra irregular fue extirpada de la con cien cia general de los te ó lo ­gos, filó so fo s y juristas europeos. H ubo algunos sinceros am antes de la paz que en la abolición y en la proscripción de la guerra con ven cion a l, presen­tes en el reglam ento de La H aya sobre la guerra terrestre, vieron verdade­ram ente e l fin de la guerra. H ubo juristas q ue consideraron a to d a teo r ía de la guerra justa com o algo ju s to eo ip so , dado que precisam ente Santo T o ­m ás de A quino hab ía enseñado algo similar. N adie tuvo la in tu ic ión de lo que p o d ía significar la ex p lo sió n de la guerra irregular. N adie reflex ion ó correctam ente sobre las posib les consecuencias de la prevalencia de lo civil sobre lo m ilitar, si un d ía el ciudadano deb ía vestir e l un iform e m ientras que el partisano se lo quita para com batir sin él.

F ue esta falta de un pensam iento que tuviese en cuenta la realidad lo que com pletó la obra destructiva de los revolucionarios profesionales. Fue una gran desgracia, porque con esas lim itacion es im puestas a la g u e­rra la huntanidad europea habría alcanzado una cosa rara: la renuncia a la crim inalización del adversario en guerra y esto habría relativizado la enem istad , negando la ex isten cia de una enem istad absoluta.

Es realm ente algo raro, algo increíb lem ente h u m an o , el h ech o de llevar a los hom bres al punto de renunciar a la discrim inación y a la difam ación de sus enem igos.

Y es justam ente esto lo que h o y aparece una vez m ás puesto en d iscu- ' sión p or la figura del partisano. Entre sus criterios, com o vim os, está e l de

la extrem a intensidad del com prom iso p o lít ic o . Cuando Guevara afirma: “ e l guerrillero es e l jesu íta de la guerra” , piensa en lo absoluto d el com p ro­m iso p o lít ic o . La b iografía de to d o partisano fa m o so , com enzando por E m pecinado, lo confirm a. En la enem istad aquel que ha sido privado de to d o derecho busca su derecho. En e lla encuentra e l sentido de su actuar y e l sen tido del derecho después de haber abandonado el ed ific io de pro- tecc ió n y de obediencia que hasta p oco antes habitaba, luego que se ha

( desgarrado e l tejido norm ativo de la legalidad por e l cual p o d ía esperar la p rotección de la ley . E s en ton ces cuando to d o ju ego conven cion al term i­na. D e to d o s m od os esta cesación d e la p ro tecc ión garantizada n o hace

/ de por s í al partisano, M ichael K ohlhaas, a quien e l sentim ien to d el d ere­cho transform ó en salteador y asesino, n o era un partisano porque n o lle ­gó a lo p o lít ic o , ya que é l com b atía exclusivam ente p or u n derecho priva­do su yo , n o contra e l invasor extranjero y por una causa revolucionaria. En esos casos, la irregularidad es n o-p o lítica y se vuelve puram ente crim inal porque pierde un v ín cu lo positivo con una regularidad, presente y activa en algún lugar. Por esto e l partisano se d istingue d el je fe de b andidos, haya o n o en éste sentim ientos nob les.

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H ablando de las relaciones con e l con tex to m undial m ás arriba hem os subrayado el hecho de que e l tercero in teresado asume una función esen ­cial cuando sum inistra esa referencia a lo regular de la cual la irregularidad del partisano tiene necesidad para perm anecer en e l ám bito de lo p o lítico , Sin em bargo, la sustancia de lo p o lít ico no es la enem istad pura y sim ple si­no la posibilidad de distinguir entre e l am igo y el enem igo y eí poder presu­poner ta n to al am igo co m o el enem igo. El poten te tercero interesado en la acción del partisano puede pensar o actuar todo lo egoístam ente que d e ­sea, su interés lo ubica po líticam en te ju nto al partisano. Esto produce el efecto de hacer nacer una amistad p o lítica , lo que es ya una form a de reco­nocim iento p o lít ic o , inclusive en los casos en los cuales no se llega a un re­con ocim ien to público y form al, com o parte com batiente o com o gobierno. E m pecinado ten ía una estatura p o lítica para su pu eb lo , para el ejército re­gular y para la potencia m undial inglesa. N o era com parable a Michael Kohlhaas o a Schínderhannes, cuyos terceros interesados eran bandas de delincuentes. La posición p o lítica de Salan naufragó, en cam bio, trágica­m ente, porque se transform ó en ilegal, a nivel de po lítica interior en su misma patria adem ás de fuera de ella , en el m arem agnum de la política m undial, don de no encontró ningún tercero interesado sino que, por el contrario, ch ocó contra e l frente com pacto del anticolonialism o.

El partisano por lo tanto tiene un enem igo real pero no un enem igo absoluto. Este es el resultado de su carácter p o lítico . Otro lím ite de la enem istad es consecuencia tam bién del carácter telúrico del partisano; él defiende un territorio con e l cual tiene una relación originaria. Su co lo ­cación fundam ental sigue siendo defensiva, a pesar de la m ovilidad aum en­tada de su táctica. Se com porta de ia misma manera que Juana de Arco frente al tribunal eclesiástico . Juana no era en absoluto una partisana y com batía contra los ingleses com o un soldado regular. Cuando el juez eclesiástico le preguntó —una verdadera trajnpa teológica - si ella so ste­nía que D ios odiaba a los ingleses, respondió: “ Si D ios ama o no a los ingleses, no lo sé. Y o sé que ios ingleses deben ser expulsados de Fran­cia.” Una respuesta similar la habría dado cualquier partisano normal ocupado en defender e l suelo nacional. Una posición fundam entalm en-'' te defensiva com o ésta determ ina incluso una fundam ental lim itación de la enem istad. El enem igo real no se considera un enem igo absoluto y ni siquiera un Ci'emigo de la humanidad en g e n e r a l . 5 3

í '‘Tales .suerras [ que se presentan en cada oportunidad com o las guerras definitiva­m ente últim as de la Inimanidad ] son necesariam ente de una particular intensidad e inluim anidad. puesto que superando lo ' p o l í t i c o descalifican al enem igo inclusive ba-

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L enin transfirió al p lano p o lit ic o e l ep icen tro con cep tu al de la gu e­rra, vale decir la d istinción entre am igo y en em igo . Era un hecho lógi­co y , según C lausew itz, un desarrollo coherente de la idea de la guerra com o prosecución de la p o lít ica . S ó lo que L enin , siend o un revo lu cio ­nario profesional ocu p ad o en una guerra civil, y m undial, fue m ás allá y transform ó al enem igo real en enem igo absolu to . C lausew itz había hablado de guerra absoluta pero presuponiendo siem pre la regularidad de una estructura estatal tod av ía presente, N o p od ía lógicam ente im a­ginar al estado com o instrum ento de un partido y un partido que im ­pone directivas a un estado, A bsolutizando al partido, taníbién el par­tisano se transform aba en algo ab so lu to , se co n stitu ía en portador de una enem istad que era asim ism o absoluta. En la actualidad n o es d if í­cil individualizar e l artific io con cep tu al que ha provocado este cam bio en e l con cep to de en em igo . Por el contrario, resulta h oy m ucho m ás d i­fícil refutar ese otro tip o de absolutización dej enen iigp , dado que pa­rece ser inm anente a la realidad huciear.

El desarrollo técn ico industrial p o ten ció los arm am entos hasta con- vertirios en instrum entos de destrucción to ta l. E sto crea una p rovoca­tiva disparidad entre p rotección y ob ed iencia . La m itad de la hu m ani­dad se convierte en rehén para quien tiene poder sobre la otra mitad y posee los m edios de destrucción nuclear. E sos m edios de d ts truc- ción al^solutqs__exigen un_enem igo....absoluto, justam ente para__no pare- ceT lh h u m an os. O bviam ente no ,sp n ..b s rnedips de__destrucción íos*~q"ue devastan, son los hom bresJo_s_que_ destruyen , por aotros hom bres. Él filó so fo inglés T hom as H obbes había en tend ido el punto central de la cuestión ya en el siglo XVIII [D e h om ine, IX. 3 ) y lo expresó con absoluta precisión a pesar de que por ese en ton ces -e s ta m o s en 1 6 5 9 - las armas eran en com paración prácticam ente inofensivas. H obbes dice: ei hom bre es para los otros hom bres, por los cuales se siente am enazado, más peligroso que cualquier anim a!, del m ism o m od o que las armas del hom bre son más peligrosas que las armas llamadas naturales de las fieras com o por ejem plo co lm illos, garras, cuernos y veneno. Y el filó so fo a le­mán Hegel agregó: las armas son la esencia m ism a de los com batien tes.

A SPEC TO S D E LA U L TIM A E T A P A 187

jo el perfil m oral, así com o bajo tod os los dem ás asp ectos, y lo transforman cii un m onstruo feroz que no puede ser sólo derrotado sino que debe ser defin itivam ente d estru ido , es dec ir qu e no d e b e ser y a so la m en te un en em igo a encerrar en sus lím ites. De la posibilidad de tales guerras aparece del to d o claro que la guerra com o posib ili­dad real subsiste aúr. h o y , lo cual es im portante para la d istinción de am igo y enem igo y para la com prensión de lo ‘p o lít ic o ’ " (cfr. D er B eg riff des P o litisch en . p. 37 [ p. 33 del presente volum en ] ) .

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Eslo significa sustanciaJm ente que las armas extraconvencionales exi- gen hom bres extraconvencionales. Ellas los presuponen, no por cierto c o ­mo postu lado de uri futuro lejano, más b ien sugieren que en realidad ellos están ya entre nosotros. El extrem o peligro no está ubicado por lo tam o ni siquiera en la existencia de m edios destructivos totales o en una inten­cional perversidad humana Está en la ineluctabilidad de una o b l ig a c ió n ^ moral. A quellos hom bres que usan esos m edios contra o tros hom bres se ven obligados a destruir a esos otros hom bres, es decir, a sus víctim as, incluso m oralm ente; deben esngm atiz^r a j a parte^adversariajomo__^m- minal e inhum ana, co rn o 'u n no^ aíór absoluto .''porque de otra manera ellos m ism os J e n ^ crim in^ 'éry m onstruos. ITá lógica de! valor y d’él no- valor extiehdrT oda"'su'’devásTadÓlT'consecuenciaIidad y obliga a la crea­ción contin ua de nuevas y m ás intensas d iscrim inaciones, crim inalizacio- nes y desvalorizaciones, hasta llegar a la destrucción com pleta de toda vi­da indigna de existir.

En un m undo en el que sus contrincantes se em pujen respectivam ente a! abism o de esta manera, en el abism o de la total privación de cualquier va­lor, prem isa para destruirse físicam en te, deben nacer nuevos tipos de ene­mistad absoluta. La enem istad se hará tan terrible que quizá no será ya l í ­cito ni siquiera hablar de enem igo y de enem istad; am bos conceptos serán proscritos form alm ente incluso antes de com enzar la obra de destrucción. Esta se vuelve por lo tan to com pletam ente abstracta y absoluta. Ya no se dirige contra un e nem igo sino que sirve únicam ente para una presunta im ­posición o b j e t iv a d n o s valores m ás altos por los cuales, com o resulta evi- d e n te jm h guj j t i e c i o e s dem asiado a lto . El desconocim iento de la enem is­tad real abre el cam ino a la obra de destrucción de la enem istad absoluta.

En 191.4 los pueblos y los gobiernos europeos entraron tam baleándose en la primera guerra .'mundial sin tener una enem istad real. La enem istad real surgió sólo por la guerra m ism a, iniciada com o una guerra con ven cio ­nal intereslatal basada en e l derecho internacional europeo y concluida com o gu en a civil m undial de la enem istad revolucionaria de clase.

¿Quién podrá im pedir que de manera similar, pero en una m edida in fi­n itam ente m ayor, suijan nuevos e inesperados tipos de enem istad cuya rea­lización evocará inesperadas form as de un nuevo partisano?

El teórico no puede hacer m ás que conservar los con cep tos y llamar a las cosas con su nom bre real. La teoría del partisano desem boca en el con ­cepto de lo p o lít ic o , en la pregunta sobre quién es e l enem igo real y en un nuevo N o m o s de la tierra.

188 TEORIA DEL PARTISANO

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ESTE L IBRO SE ACABÓ DE IM P R IM IR EL D ÍA

29 DE JULIO DE 1985, EN LOS TALLERES DE

F U E N T E S I M P R E S O R E S , S. A .

Cent eno, 109, 09810, M é x i c o , D. F.

LA ED IC IÓN CONSTA DE 2,000 EJEMPLARES

MAS SOBRANTES PARA REPOSICIÓN