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CARACTERÍSTICAS DE LA CULTURA • Universalidad. Para que un rasgo se considere “cultural”, es necesario que sea compartido y aceptado por todos o por la mayoría de los miembros de una sociedad. Además cuando se afirma que la mayoría, pero no necesariamente todos los miembros de una sociedad, los comparten, debe señalarse que quienes no comparten determinados rasgos culturales por lo general no pueden expresarlos, con el riesgo de ser rechazados de manera abierta. • Naturalidad. La cultura es un tema acerca del cual no se discute y se acepta como natural. Generalmente las personas ni siguieren conocen las razones por las cuales siguen sus normas, reglas o costumbres. En general, la persona sólo se da cuenta de que su forma de actuar no es completamente “natural” cuando se encuentra frente a miembros de otra cultura y observa comportamientos distintos de los suyos. • Utilidad. Si bien el individuo no tiene una idea completamente clara de las razones de su comportamiento cultural, la cultura en sí es un medio para satisfacer mejor las necesidades de la sociedad. La razón más importante de la existencia de la cultura es la función que cumple como guía de comportamiento adecuado. • Dinámica. Como la cultura cumple una función estrictamente práctica, cambia conforme cambian las razones que condicionaron su aparición, y cuando dejan de ser necesarias, se convierten en un estorbo para la satisfacción de las necesidades de una parte de la sociedad. • Producto del aprendizaje. Como característica final de la cultura, cabe señalar que ésta no es innata, sino aprendida mediante la socialización, es decir, las personas no nacen con una cultura, sino que se culturizan en el medio donde se desarrollan. La cultura no es estática, sino que evoluciona constantemente, integrando las viejas ideas con las nuevas. Un sistema cultural está integrado por tres áreas funcionales . Ecología. Es la forma en la que un sistema se adapta a su hábitat. Esta área es definida por la tecnología utilizada para obtener y distribuir los recursos. Estructura social. Constituye la manera en que se mantiene el orden de la vida social. Esta área incluye a los grupos domésticos y políticos que dominan en la cultura. Ideología. Consiste en las características mentales de una población y su modo de relacionarse con su ambiente y grupos sociales. Esta área gira en torno a la creencia de que los integrantes de una sociedad poseen una perspectiva mundial común, es decir, comparten ciertas idas sobre los principios de orden y justicia. También comparten un ethos, el cual está integrado por una serie de principios estéticos y morales. Aunque cada cultura es diferente, cuatro aspectos parecen ser los responsables de gran parte de estas diferencias . Distancia del poder. Corresponde a la manera en que las relaciones interpersonales se forman cuando se perciben diferencias de poder. Evitación de la incertidumbre. Es el grado en el cual las personas se sienten amenazadas por situaciones ambiguas y tienen creencias e instituciones que las ayudan a evitar esta incertidumbre. Masculinidad/feminidad. Es el grado en el que los papeles sexuales están claramente definidos. Las sociedades tradicionales generalmente poseen reglas más estrictas sobre los comportamientos aceptables de hombres y mujeres, como quién es el responsable de ciertas tareas dentro de la unidad familiar.

Características de la cultura

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Page 1: Características de la cultura

CARACTERÍSTICAS DE LA CULTURA

• Universalidad. Para que un rasgo se considere “cultural”, es necesario que sea compartido y aceptado por todos o por la mayoría de los miembros de una sociedad. Además cuando se afirma que la mayoría, pero no necesariamente todos los miembros de una sociedad, los comparten, debe señalarse que quienes no comparten determinados rasgos culturales por lo general no pueden expresarlos, con el riesgo de ser rechazados de manera abierta.

• Naturalidad. La cultura es un tema acerca del cual no se discute y se acepta como natural. Generalmente las personas ni siguieren conocen las razones por las cuales siguen sus normas, reglas o costumbres. En general, la persona sólo se da cuenta de que su forma de actuar no es completamente “natural” cuando se encuentra frente a miembros de otra cultura y observa comportamientos distintos de los suyos.

• Utilidad. Si bien el individuo no tiene una idea completamente clara de las razones de su comportamiento cultural, la cultura en sí es un medio para satisfacer mejor las necesidades de la sociedad. La razón más importante de la existencia de la cultura es la función que cumple como guía de comportamiento adecuado.

• Dinámica. Como la cultura cumple una función estrictamente práctica, cambia conforme cambian las razones que condicionaron su aparición, y cuando dejan de ser necesarias, se convierten en un estorbo para la satisfacción de las necesidades de una parte de la sociedad.

• Producto del aprendizaje. Como característica final de la cultura, cabe señalar que ésta no es innata, sino aprendida mediante la socialización, es decir, las personas no nacen con una cultura, sino que se culturizan en el medio donde se desarrollan.

La cultura no es estática, sino que evoluciona constantemente, integrando las viejas ideas con las nuevas. Un sistema cultural está integrado por tres áreas funcionales .

Ecología. Es la forma en la que un sistema se adapta a su hábitat. Esta área es definida por la tecnología utilizada para obtener y distribuir los recursos.

Estructura social. Constituye la manera en que se mantiene el orden de la vida social. Esta área incluye a los grupos domésticos y políticos que dominan en la cultura.

Ideología. Consiste en las características mentales de una población y su modo de relacionarse con su ambiente y grupos sociales. Esta área gira en torno a la creencia de que los integrantes de una sociedad poseen una perspectiva mundial común, es decir, comparten ciertas idas sobre los principios de orden y justicia. También comparten un ethos, el cual está integrado por una serie de principios estéticos y morales.

Aunque cada cultura es diferente, cuatro aspectos parecen ser los responsables de gran parte de estas diferencias .

Distancia del poder. Corresponde a la manera en que las relaciones interpersonales se forman cuando se perciben diferencias de poder.

Evitación de la incertidumbre. Es el grado en el cual las personas se sienten amenazadas por situaciones ambiguas y tienen creencias e instituciones que las ayudan a evitar esta incertidumbre.

Masculinidad/feminidad. Es el grado en el que los papeles sexuales están claramente definidos. Las sociedades tradicionales generalmente poseen reglas más estrictas sobre los comportamientos aceptables de hombres y mujeres, como quién es el responsable de ciertas tareas dentro de la unidad familiar.

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Individualismo. Representa el grado en el que se valora el bienestar del individuo en contraposición a la conveniencia del grupo. Las culturas difieren en la importancia que otorgan al individualismo en comparación al colectivismo. En las culturas colectivistas, las personas subordinan sus metas personales a los objetivos de una comunidad. En contraste, los consumidores que pertenecen a culturas individualistas dan mayor importancia a las metas personales y los individuos cambian su pertenencia a un grupo cuando las exigencias de éste se vuelven demasiado costosas. Mientras que una sociedad colectivista destaca los valores como la autodisciplina y la aceptación de la posición en la vida, las personas que pertenecen a las culturas individualistas enfatizan el disfrute personal, la excitación, la igualdad y la

porque la cultura es rasgo distntivo del hombre

La cultura es el rasgo distintivo de lo humano. El hombre ha sido calificado como

animal constructor de cultura, la cultura, a su vez, se describe ... En primer

lugarporque no existe una cultura homogénea en nuestro tiempo hablándose de ...

Ejemplo

los hábitos alimentarios, las jerarquías ..

característica de lenguahe.

El origen del lenguaje humano: la capacidad de hombres y mujeres para comunicarse entre sí en inteligencia, lenguaje simbólico, a menudo abstracta y la escritura es un completo misterio para los evolucionistas.

Paleoantropólogos evolucionistas afirman que tienen ciertas evidencias débiles de la evolución humana física en los diversos fragmentos de las partes del esqueleto de homínido que se han excavado en África y en otros lugares. Pero no tienen prueba alguna sobre el origen del lenguaje, y el lenguaje es la entidad principal que separa al hombre de los monos y otros animales.

El Atlas de las Lenguas autoritario confirma este hecho y también el hecho de que los monos nunca se les puede enseñar a hablar.

El lenguaje es quizás la característica más importante que distingue a los seres humanos de otras especies animales. . . . Debido a la diferente estructura del aparato vocal en los seres humanos y los chimpancés, no es posible que los chimpancés a imitar los sonidos del lenguaje humano, por lo que se les ha enseñado a usar gestos o símbolos en lugar de los sonidos. . . pero nunca chimpancés alcanzar un nivel de complejidad lingüística más allá del nivel aproximado de un niño de dos años. 1

Del mismo modo, Lewis Thomas, el distinguido científico médico que fue director desde hace mucho tiempo y canciller de la SloanKetteringCancer Center de Manhattan ha afirmado que:

. . . lenguaje es tan incomprensible problema de que el lenguaje que usamos para discutir el asunto en sí es incomprensible devenir. 2

Un hombre reconocido universalmente como uno de los mejores lingüistas del mundo es el Dr. Noam Chomsky, profesor de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Él mismo es un evolucionista en profunda realidad, incluso un ateo y marxista. Sin embargo, también reconoce la

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imposibilidad actual de la contabilidad para el lenguaje de la evolución naturalista.

Defiicion del folclor ecuaoriano

Las creencias tradicionales, las prácticas, costumbres, historias, chistes, canciones (etc.) de un pueblo, transmitida

oralmente o de conducta de un individuo a otromás ...

Conocido como: vida popular, folklore

Ejemplos:

A diferencia de la literatura, el folklore de una sociedad rara vez está escrita o publicada,

excepto por los que recogen y estudiarlo.

Hispano americano

LA POLÍTICA COLONIAL HISPANA

GENERALIDADES. El proceso de conquista se vería proseguido por el de

una denominada «pacificación», que de hecho no era más que la sistemática

dominación de todo intento indígena por conservar sus formas de vida y

creencias originarias.

Ya desde los primeros tiempos de la conquista, la política española estuvo

encaminada a producir un cambio en las culturas autóctonas, sustituyendo

de sus normas por aquellos aspectos de la cultura española que la Iglesia y la

Corona consideraban como los modelos ideales a plasmar en aquellas tierras.

La ordenación colonial de la América española conocería un progresivo

desarrollo a lo largo de sus tres siglos de existencia formal, perfeccionando

unos sistemas dirigidos abiertamente a la obtención de beneficios para los

conquistadores, con el consiguiente detrimento para las poblaciones

sometidas. Los modos de dominación se manifestarán en todos los ámbitos,

desde el estrictamente político hasta el económico, pasando por el social, el

familiar, el religioso, etc.

Los intereses económicos españoles superarían cualquier otra motivación,

facilitando la tarea expoliadora, tanto de la fuerza de trabajo de los naturales

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como de sus riquezas materiales. En este sentido el ejemplo más evidente

sería el mostrado por la institución de las encomiendas, de las que

hablaremos en otros apartados.

Otro de los fenómenos que con frecuencia se produjo fue el del abandono,

por parte de los indios, de sus propias comunidades, de forma temporal o

definitiva. En esto influyó la imposición generalizada del pago del tributo

tanto en moneda como en especies, ya que los encomenderos, con el fin de

obtener mayores beneficios, obligaron a los indios a trasladarse desde sus

poblaciones hacia los centros de producción, lo que provocó un continuo

movimiento poblacional y un acrecentado desarraigo.

El fenómeno del mestizaje se presenta, por el contrario, como el más

destacado logro positivo de la presencia peninsular en suelo americano. El

amplísimo conjunto de combinaciones establecidas entre la multitud de

razas presentes constituyó un magno hecho, configurador de la actual

realidad iberoamericana.

Desde 1534 se va configurando en los territorios que comprenderá el

Virreinato del Perú (1542) una sociedad inconexa y muy pronto escindida en

soldados sin otro oficio, empujados hacia una constante guerra de ocupación

sobre los territorios andinos, y una densa trama de oficiantes y prestamistas,

administradores de rentas, clérigos de ocasión y testaferros. La historia de

todos ellos, hasta 1569/1570 puede sintetizarse en una sucesión de trágicas

acotaciones: guerras civiles, revueltas sociales, etc.

Al Virreinato, imbuido de la necesidad de imponer la autoridad del

Emperador, llegó Blasco Núñez de Vela en mayo de 1544. Antes de que

pasaran dos años había estallado la rebelión de Gonzalo Pizarro,

comenzando la llamada «Guerra de Quito». En uno de sus episodios, la

batalla de Iñaquito, D. Blasco pereció degollado, quedando el Virreinato

totalmente inoperante. La «Rebelión de los Encomenderos» ha triunfado, y

no será sino hasta 1548, con Pedro de Lagasca, quien en la batalla de

Jaquijaguana (cerca del Cuzco) derrota a Gonzalo Pizarro, en que se restaura

el control de la Corona.

Page 5: Características de la cultura

LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL. Las Indias quedaron ligadas a Castilla a

través de dos organismos peninsulares, el Consejo Real y Supremo de las

Indias y la Casa de la Contratación. Fundamentalmente pueden distinguirse

tres etapas dentro de la formación del sistema organizativo indiano: una

primera, que abarcaría desde el Descubrimiento hasta la creación de las

primeras instituciones centrales; una segunda, período en el cual emergen

todas las entidades gubernativas; y una tercera, que se desarrolla a partir del

siglo XVIII.

En la Casa de Contratación debían guardarse «todas las mercaderías e

mantenimientos e todos los otros aparejos que fueren menester para

proveer todas las cosas necesarias para la contratación de las Indias e para

las otras islas e partes que nos mandaremos, e para enviar allá todo lo que

convenga de enviar e para en que se reciban todas las mercaderías e otras

cosas que de allá se enviaren a estos nuestros reinos». Asimismo, uno de los

aspectos que más interesó y preocupó a la Casa de Contratación fueron los

científicos y náuticos de las navegaciones a Indias, interesada en conocer

todos los detalles de los viajes y descubrimientos de ultramar.

El cometido más conflictivo de la Casa, sin embargo, fue la intervención en

temas judiciales. Hasta la instauración de las Audiencias indianas ejerció

jurisdicción sobre las tierras americanas y dispuso en temas administrativos,

cuya competencia cedería con posterioridad al Consejo de Indias, creado en

1524. El Consejo de Indias con su nacimiento viene a reconocer la esencial

importancia del gobierno de los territorios de ultramar dentro del Imperio.

Este tenía funciones meramente consultivas, y los acuerdos adpotados sobre

cualquier asunto eran elevados al rey en un documento denominado

consulta, en el margen del cual el soberano escribía su decisión final, que no

tenía que coincidir con la del Consejo, aunque esto no era lo normal.

Las atribuciones de este organismo eran amplísimas, entendiendo en todas

las materias concernientes a gobierno, justicia, guerra y hacienda,

disponiendo de una abundante información acerca de la problemática

americana de cada momento. En uso de sus facultades gubernativas, el

Consejo proponía al monarca las personas elegidas para ocupar los cargos de

virreyes, presidentes de Audiencias, gobernadores, oidores, fiscales y, en

general, todos los puestos significativos en América. De igual manera, en el

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terreno eclesiástico, en virtud del Real Patronato otorgado por la Santa Sede

a los reyes de Castilla, presentaba ante el soberano a los individuos

designados para ocupar las distintas jerarquías eclesiásticas de Ultramar.

En el aspecto judicial, el Consejo era la última instancia que entendía en las

apelaciones contra las sentencias emitidas por las Audiencias indianas en

material civil, la Casa de Contratación y los consulados de mercaderes de

Indias; tenía plena competencia sobre los juicios de residencia, en la

organización de las visitas generales y en las causas de fuero eclesiástico.

En el terreno militar, intervenía en todos los temas relacionados con la

organización bélica y defensa de las colonias ultramarinas, expediciones de

conquista y cualquier aspecto relativo al plano castrense. De la misma

manera, hasta 1557 dispuso de jurisdicción en las cuestiones de la Hacienda

indiana, fiscalizando las distintas cajas reales y disponiendo de los recursos

generados por los nuevos territorios.

En el otro extremo de la organización administrativa se encontraban los

municipios, a través de los cuales los colonos españoles asentados en Indias

canalizaron sus deseos de participación en la organización y desarrollo de las

ciudades donde vivían. Junto a éstos existieron unos municipios indígenas,

cuyo origen hay que buscarlo en las pretensiones evangelizadoras y en el

intento de acostumbrar a los naturales al régimen de vida hispano ya que se

pensaba que la cristianización de los aborígenes, así como la divulgación de

las costumbres occidentales, podía ser más efectiva si se les concentraba en

unos lugares determinados.

Estos municipios estaban dirigidos por autoridades autóctonas que de esta

forma adquirían la experiencia necesaria para administrar a su propio pueblo

según el modo español, todo ello encuadrado dentro de la idea de la Corona

de establecer dos «repúblicas», la de los españoles y la de los indios.

El organismo administrativo/político que mejor representó el espíritu del

sistema español fue la Audiencia. Tuvo su origen en las Reales Audiencias y

Chancillerías de Valladolid y Granada, aunque con identidad propia, ya que

pese a su carácter de órgano colegiado de administración de justicia, no le

impidió ejercer también funciones de gobierno que en España nunca

ostentó.

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Podemos distinguir tres tipos de Audiencias: las virreinales, situadas en la

capital del virreinato, y cuyo presidente era el propio virrey; las pretoriales, al

frente de las cuales estaba un presidente gobernador con total autonomía,

que comunicaba con el rey directamente a través del Consejo de Indias; y las

subordinadas, con un presidente letrado, que dependían del virrey o

gobernador más próximo en materia de gobierno, hacienda y guerra,

manteniendo la independencia en la administración de justicia.

Una Audiencia estaba compuesta por su presidente, un número variable

de oidores (generalmente cuatro), que fue cambiando según la complejidad

de los asuntos sometidos a su jurisdicción, un fiscal y una serie de

funcionarios menores (alguaciles, relatores, escribanos, etc.). Las Audiencias

debían informar en todo momento a la Corona de la situación general de sus

circunscripciones con vistas a determinar qué disposiciones podían emitirse

para mejorarla, qué funcionarios hacían falta o cuáles no cumplían su

cometido.

Durante la primera mitad del siglo XVI, en el área que nos ocupa, se

crearon las Audiencias de Lima (1543) y Santa Fe de Bogotá (1548), mientras

que hemos de esperar hasta 1563 para asistir a la fundación de la Real

Audiencia de Quito. Jurídicamente Hispanoamérica estuvo dividida en

Audiencias, siendo la de Quito la que compete a la totalidad de lo que hoy es

territorio ecuatoriano y parte del Sur de Colombia. Militarmente se

reprodujeron las circunscripciones de las Audiencias, con Presidencia en la

autoridad virreinal superpuesta, creando conflictos administrativos: el

presidente de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá era capitán general en

Popayán, pero para levantar tropas en dicho territorio tenía que pedir

autorización a la Audiencia de Quito, la cual se la negaba a veces, teniendo

que mediar el Consejo de Indias.

El virreinato, al que nos hemos venido refiriendo, fue la institución indiana

de mayor rango, fundándose en 1535 para México y consolidado en 1542 al

fundarse el del Perú, marcando las dos grandes áreas de control de la

América hispana.

De esta manera, la organización institucional de la administración indiana

hispanoamericana sería la siguiente:

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CORONA - VIRREINATO - GOBERNACIÓN - AUDIENCIA - CABILDO

contando con cinco poderes que fueron: gubernamental, militar, judicial,

hacendístico y religioso, intentando, a fin de no multiplicar innecesariamente

el personal de la administración, que un mismo funcionario cubriese varios

cargos.

Tras las huellas de los conquistadores llegaron a Indias los burócratas, que

en poco tiempo se hicieron dueños de ellas y las administraron tanto para el

Rey de España como para su propio provecho. Estos «golillas» -nombre

despectivo por los que los conocían los hombres de armas- , extraídos de los

sectores humildes españoles y formados en letras gracias a la merced real,

fueron los leales defensores de la monarquía, junto con el estamento

nobiliario, al que se confió la alta administración indiana.

En orden descendente, la administración general o territorial conllevaría

los siguientes cargos: Virrey; Capitulante-Gobernador y Adelantado, figuras

que desaparecerán según vayan extinguiéndose las gestas de conquista;

Gobernador Real, máximo responsable de la Audiencia; Visitadores;

Tesoreros; etc.

En el siguiente nivel se halla la administración local o de los Cabildos, en

donde existe una mayor diversidad de cargos y, según la importancia del

Concejo, un número variable de funcionarios ocupados de actividades

específicas dentro de cada uno de ellos. Así encontramos: Alcaldes Mayores

o Jueces Municipales, Concejales o Regidores, Alcaldes Ordinarios,

Concejales Ordinarios, Alféreces Reales, Depositarios Generales, Fieles

Ejecutores, Receptores de Penas, Alguaciles Mayores, Alcaldes de

Hermandades, Procuradores Generales, Escribanos, etc.

Todo el aparato burocrático y administrativo de indias, creado en la

Península, dependía de los correos, que debían cubrir la enorme distancia

existente entre los países metropolitanos y los reinos y provincias

americanas. Resultas de este complejo entramado burocrático que

conllevaba una gran lentitud en la toma de decisiones, al anquilosamiento de

la política de la Corona y a las presiones, políticas o guerreras, de potencias

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extranjeras, la América colonial fue sufriendo un paulatino estrangulamiento

socio-económico.

Tras el Tratado de Utrech y el advenimiento de la dinastía borbónica a la

corona española (1713), el problema fundamental que se plantea es cómo

sacar tanto a la metrópoli (España) como a las colonias americanas de la

decadencia general en que había caído durante el reinado de los últimos

Austrias.

De acuerdo con lo expuesto en 1748 por Jorge Juan y Antonio de Ulloa en

su famosa obra Noticias Secretas de América, preparada durante la

expedición de La Condamine a Quito, el problema es la desconexión entre el

poder central y el de ultramar. Así, por ejemplo en Perú, centro tradicional

del poderío español en Sudamérica, todos los grupos e individuos situados en

puestos de autoridad -virreyes, oidores, corregidores, funcionarios del

tesoro, etc.- no acataban ninguna orden de Madrid si no les convenía.

La falta de respeto a la justicia y al orden, el abuso de poder, la apropiación

ilegal de bienes, el funcionamiento del soborno, la compra de cargos, la

corrupción generalizada en los distintos ámbitos del poder y la mala

administración fiscal, incluyendo la apropiación y cobro indebido de

impuestos, habían puesto estos territorios en una situación caótica.

Estos y otros problemas referentes a América se abordaron

fundamentalmente durante el reinado de Carlos III (1759-1788), quien

empezó por enviar visitadores a las colonias para proyectar toda una serie de

reformas estructurales destinadas a reforzar la autoridad de la Corona,

destacando entre ellas las referidas al comercio, que trataremos en otro

apartado.

Hasta cierto punto, la reforma comercial tenía también unos objetivos

estratégicos. En 1717, gran parte del virreinato del Perú se había separado de

éste para formar uno nuevo, el de Nueva Granada (Ecuador, Colombia y

Venezuela), gobernado desde Santa Fe de Bogotá. Al principio esta división

fue temporal, pero en 1739 se hizo permanente, encontrándose entre los

motivos del cambio la necesidad de tener más cerca del Caribe recursos

militares suficientes para defender al imperio de posibles ataques británicos.

Page 10: Características de la cultura

De esta manera se potenció la acción defensiva de los territorios

americanos. Nueva Granada, que era más vulnerable que Perú a los ataques

extranjeros, contaba con unos 3.000 soldados repartidos entre Cartagena y

Panamá, con pequeños destacamentos en Santa Fe y Quito.

En Bogotá la burocracia colonial compensó la influencia de los militares,

mientras que en Quito y Guayaquil, ciudades más aisladas, el militarismo

arraigó a finales del siglo XVIII y floreció después de la independencia.

La reforma de todos los campos de la administración fue otra de las

empresas acometidas en estos momentos por Carlos III quien, con ayuda del

conde de Floridablanca, aplicó muchas de las reformas efectuadas en la

Península por Felipe V y Fernando VI. Con ello se consiguió erradicar el

fraude y la corrupción, produciéndose un incremento considerable de los

ingresos de la Hacienda, y reforzar la autoridad de la Corona, mejorando la

honradez de los administradores ante la población criolla e indígena, base

ciudadana colonial.

España acabó el siglo XVIII del mismo modo que lo había comenzado:

envuelta en un importante conflicto internacional que paralizó el

intercambio comercial con las posesiones americanas debido a un largo

bloqueo naval impuesto a sus puertos por Inglaterra.

Los puertos americanos, y en general todas las colonias, pudieron seguir

funcionando económicamente gracias al acceso de barcos de otras

nacionalidades. España recuperó el control sobre este comercio, pero poco a

poco tuvo que ir cediendo parte de su monopolio, autorizando en 1805 el

comercio neutral, que llegó a suponer en 1808 el 95% del comercio de

exportación e importación.

En estos momentos se están empezando a vivir los primeros movimientos

de liberación en el territorio sudamericano, aún débiles y sin muchos apoyos

sociales y económicos, como es el caso de F. de Miranda en el territorio

Venezolano. Sin embargo, el germen libertario ya estaba sembrado.

Page 11: Características de la cultura

LA ADMINISTRACIÓN COLONIAL Y LA CIUDAD DE QUITO. Tras

sucesivas refundaciones, definitivamente la ciudad de Quito queda asentada,

en el territorio en el que hoy la conocemos, en el año 1534. Aquí comienza su

andadura, se ponen en funcionamiento los órganos administrativos (cabildo),

se lleva a cabo un primer trazado urbanístico y se reparten los solares.

El 14 de marzo de 1541, apenas siete años después de su fundación, en la

villa de Talavera (España), Carlos I concede a San Francisco de Quito el título

de Ciudad, gracias a sus méritos y a que ya reúne una serie de requisitos

formales y económicos para ser considerada como tal, ascendiendo en el

rango de las fundaciones españolas en Sudamérica.

Apenas había transcurrido un año de la concesión del título de Ciudad a

Quito, cuando un nuevo documento, fechado en Valladolid el 4 de marzo de

1542, determina que cada dos años se envíe al Rey, a través del Consejo de

Indias, una completa relación de personas idóneas para los distintos puestos

de la administración quiteña, dando como razón «que esa ciudad está

poblada de conquistadores y personas muy honradas e hijosdalgo que nos

han servido y sirven en todo lo que se ofrece».

Con la misma fecha se expide otro documento por el cual no se quite a

ningún encomendero, por razones de ausencia, los indios de su encomienda.

Se esgrime como razón Real los servicios de los conquistadores-

encomenderos a la Corona, motivo por el cual habían de abandonar la plaza

con cierta asiduidad. Se plantea que es mejor para los indígenas de una

encomienda que se mantengan en ella, aunque se ausente temporalmente el

encomendero, que anden cambiando continuamente de encomienda.

No menos trascendental para la vida quiteña fueron los Reales Despachos,

como la Real Cédula dada en Valladolid el 14 de agosto de 1543, que

facultaban a la administración para proveer a los monasterios de lo necesario

para el culto, así como el apoyo de la Corona para la construcción de

templos, como ocurriría en el caso del Monasterio-Templo de Santo

Domingo.

Producto de este favor Real es el famoso Convento de San Francisco de

Quito, en el que también intervino el hecho de que llegaran a la ciudad dos

franciscanos flamencos, amigos muy queridos del Emperador: Fray

Page 12: Características de la cultura

JodocoRicke y Fray Pedro Gosseal, que junto con el castellano Fray Pedro

Rodeñas, tomaron a su cargo la construcción de este famosísimo templo.

El 8 de enero de 1545, contando con el poder otorgado por la Santa Sede

gracias al Real Patronato de las Indias y a instancias del Papa Pablo III que

expidió la Bula SuperspeculamilitantisEcclesiae, la Corona crea el Obispado

de Quito, dando un especial apoyo a la obra evangélica en estos territorios.

Según la Bula papal, la nueva Catedral debía erigirse bajo la advocación de la

Santa Virgen María y los Prelados debían titularse Obispos de San Francisco

de Quito, y otorgaba a la Corona el patronato sobre la Catedral de Quito, por

lo que podrían presentar a los sacerdotes idóneos para el obispado.

El Padre Garci Díaz Arias, del que desconocemos su fecha de nacimiento,

sacerdote de la diócesis de Toledo y natural de Consuegra, fue el primer

Obispo de Quito. Recibió su consagración en el Cuzco por el Padre Fray Juan

Solano, segundo Obispo de esta ciudad. A finales del mes de abril de 1562

muere en Quito tras haber llevado a cabo una oscura pero intensa labor,

siendo sustituido por el hasta ese momento Arcediano Pedro Rodríguez

Aguayo.

Asimismo, en sendas Reales Cédulas fechadas en Valladolid el 14 de

febrero de 1556, se otorgaban a la ciudad dos grandes beneficios: la posesión

de un Estandarte Real y el título de Muy Noble y Muy Leal, resultado del

apoyo de la ciudad a la causa de la Corona en su lucha contra las diversas,

aunque ligeras, sublevaciones indígenas y por el apoyo de la Gobernación

quiteña a Pedro La Gasca en su enfrentamiento con el insurrecto Gonzalo

Pizarro.

Con 3 de las 22 naves que contaba su flota, La Gasca parte desde Panamá

hasta la Gobernación de Quito, haciéndola su base de operaciones para

abortar la rebelión. Se asienta en el puerto de Manta, desde donde dirige sus

famosos memoriales, y controla una red de «espías» que resultan decisivos

para su victoria final. Además, la gobernación quiteña le suministró

provisiones y otros elementos que escaseaban y, por medio del Cabildo de

Quito, le expresó su total sometimiento y apoyo.

Desde la ejecución de Gonzalo Pizarro un Corregidor y Justicia Mayor y su

Cabildo gobernaban el territorio hasta que por exigencias de la Asamblea,

Page 13: Características de la cultura

reunida en San Francisco de Quito, el rey Felipe II expidió una Real Cédula

por la cual se crea en la ciudad una Audiencia y Chancillería Real, lo que le

confería autonomía en los asuntos jurídicos, pero continuaba bajo la

administración general del virreinato del Perú. Actúa como primer presidente

de ella el Licenciado Hernando de Santillán, en un distrito que se extiende

hasta Paita, Piura, Cajamarca, Chachapoyas, Moyobamba y Motilones

exclusive por el Sur, y que comprende, por el Norte, Buenaventura, Pasto,

Popayán, Cali, Buga, Champanchica y Guarchicona.

Santillán inaugura, junto con la presidencia quiteña, los problemas

jurisdiccionales, así como la tendencia de estos cargos por conseguir la

autonomía para su región administrativa. Hubo casos verdaderamente

peregrinos como el nombramiento simultáneo de dos tenientes de

gobernador para pacificar y poblar la provincia de Esmeraldas, uno de ellos

nombrado por el presidente quiteño y otro por el limeño. Con todo, el Reino

fue saliendo adelante hasta que sobrevino la revolución de las alcabalas.

A comienzos del siglo XVII la presidencia quiteña estaba ya bien delimitada

y comprendía la provincia de Quito, gobernaciones de Esmeraldas, Quijos Y

Yagursongo y los cuatro corregimientos de Guayaquil, Jaén, Loja y Cuenca,

amén de la parte meridional de la gobernación de Popayán. La autonomía

quiteña fue en realidad reflejo de su desarrollo económico. El aumento de la

población indígena permitió una buena base agropecuaria y el desarrollo de

la hacienda, así como la elaboración de textiles que se intercambiaban con el

Nuevo Reino de Granada y el Perú por oro y plata.

Verdaderamente Quito tuvo una situación geográfica privilegiada entre

estos dos grandes polos mineros. Por Real Cédula de 20 de agosto de 1739,

promulgada en 1740, la Audiencia de Quito deja de pertenecer al virreinato

del Perú para incorporarse al recién creado de Nueva Granada.

REVUELTAS Y REBELIONES EN EL ECUADOR COLONIAL. La conquista

española inicia el proceso de transformación de la colectividad indígena

dentro de una situación colonial, definida por la dominación que una

sociedad -la española- impone sobre otra -la indígena- , tanto en el plano

social como político o económico. Sin embargo, también se produce una

Page 14: Características de la cultura

situación de choque de intereses entre distintos estamentos de la nueva

sociedad dirigente. Por un lado encontramos los intereses de la Corona y por

otra la de los conquistadores, posteriormente hacendados-encomenderos y

comerciantes, que defenderán tanto sus derechos adquiridos, como su

influencia social o posibilidades de crecimiento económico.

Desde el punto de vista geográfico, las sublevaciones indígenas de la

Audiencia de Quito jamás lograron alcanzar las enormes dimensiones que

consiguieron los movimientos subversivos en la zona meridional del Cuzco.

Las rebeliones quiteñas fueron levantamientos geográfica y temporalmente

limitados y, en su mayoría, abarcaron escasas comunidades. En ningún

momento lograron coordinar sus caudillos un movimiento subversivo que se

extendiera a lo largo del extenso territorio dependiente de la Audiencia.

La sublevación realizada en Otavalo, aunque fue la más extensa

geográficamente y varios de sus jefes tuvieron la consigna de avanzar hasta

Pasto para luego conquistar Quito y Guayaquil, no rebasó en la realidad los

límites de su corregimiento. Hacia el Norte alcanzaron la quebrada de Arcos,

considerada como frontera entre los partidos de Otavalo e Ibarra, y hacia el

Sur tomaron la población de Cayambe.

Algo semejante ocurre con las insurrecciones hispanas contra las

decisiones de la Corona, que se circunscriben a ámbitos reducidos aunque,

en este caso, están sirviendo de abono al germen independentista de una

sociedad indiana que empieza a ver la metrópoli peninsular, alejada tanto

física como mentalmente, como un impedimento para su desarrollo integral.

Tributos e impuestos son las principales motivaciones que encontramos en

los distintos movimientos insurgentes durante la colonia. En el caso de los

españoles por las sucesivas cargas económicas con las que la Corona intenta

obtener mayores beneficios que apoyasen la maltrecha economía del Estado.

En el caso de los indios hay que sumar la problemática del tributo no sólo

pecuniario, sino también el del trabajo personal, ya sea como encomendado

o como mitayo, lo que podía conllevar también desarraigo y aculturación.

Durante el siglo XVI encontramos sobre todo pequeños focos, bien de

resistencia o de insurgencia contra el nuevo poder establecido, como es el

caso, en 1550, de Quilca, Lita y Caguasqui, pueblos de la actual provincia de

Page 15: Características de la cultura

Imbabura, que intentaron sacudirse el yugo colonial y dieron muerte a varios

españoles, entre ellos a sus encomenderos. Su pacificación parece que duró

algunos años y en ella intervinieron tropas indígenas bajo el mando de D.

Francisco Atahualpa, uno de los hijos del Inca.

Un elemento anecdótico lo supone el levantamiento, contra algunos

caciques esmeraldeños, de un grupo de negros náufragos de un barco

esclavista y que habían caído en manos de los señores naturales. Resulta

curioso que muy prontamente tenemos noticias de caciques negros en

Esmeraldas.

Gran repercusión tuvieron, dentro del mundo hispano, primeramente las

guerras civiles entre Pizarristas y Almagristas y posteriormente la sublevación

de Gonzalo Pizarro contra el poder de la Corona.

En 1592 una Real Cédula de Felipe II impuso la tasa de alcabalas por la que

se producía un aumento en los impuestos sobre la venta de alimentos,

tejidos y demás mercaderías.

La Cédula fue publicada por la Real Audiencia encontrándose con la

oposición del Cabildo de Quito que difundió el rumor de una instigación para

la creación de la tasa por parte del Gobernador. Esto hizo que la población se

amotinase, haciendo refugiarse al Presidente de la Audiencia en un

monasterio, mientras que los Oidores lo hicieron en el convento de San

Francisco, que fue sitiado.

Mientras tanto, el Cabildo lanzó un bando en el que amenazaba con pena

de muerte a quienes intentasen darles alimento o cualquier ayuda. Es lo que

se conoce con el nombre de «revolución de las alcabalas».

El pueblo eligió como su rey a un caballero apellidado Carrera, quien se

negó a aceptar la corona aduciendo que ello era una falta de lealtad y

respeto al legítimo soberano.

Ante su negativa su casa fue arrasada y él despojado de sus vestidos y

golpeado hasta dejado por muerto.

Page 16: Características de la cultura

Tras diez meses de agitación y enfrentamientos con la autoridad se puso

fin a este levantamiento con la ejecución de 24 conspiradores y exponiendo

sus cabezas al público en jaulas de hierro.

A lo largo del XVII encontramos dos tipos de confrontaciones: las

numerosas que se desarrollaron en las zonas fronterizas de conquista

(regiones selváticas de la cuenca del Amazonas y del Litoral) y las protestas

de los indios del Altiplano contra las instituciones del régimen colonial, entre

las que destacan las encomiendas y la mita.

Es el siglo XVIII el que presenta el conjunto más numeroso y homogéneo

de movimientos subversivos indígenas, los que inaugurarán una tradición de

rebeldía, que rebasará hasta la era republicana. Especial significación tienen

los levantamientos provocados por las reformas administrativas llevadas a

cabo durante el reinado de Carlos III, rebeliones que estaban dirigidas contra

la aplicación del primer censo de la población y contra las modificaciones de

la política fiscal, las que en unión con las repercusiones del mercantilismo

agudizaron la decadencia económica en los territorios de la Audiencia de

Quito.

Así, entre otras, caben destacarse, como modelos de los distintos

problemas que se planteaban las siguientes:

- La rebelión de Pomallacta (1730), provocada por un intento de

usurpación de tierras, por parte española, ante un supuesto impago de

tributos.

- La del Asiento de Alausí (1760), que más que una sublevación formal

contra las instituciones coloniales se trata de un tumulto popular en defensa

de un indio frente al cura de Guasuntos.

- La de villa de Riobamba (1764) contra la mita de gañanía, tanto de los

indígenas de este territorio como de los que habían venido como forasteros.

Ésta parece ser una de las más organizadas ya que existía un plan

preconcebido, unos cabecillas de la rebelión e incluso unos supuestos

gobernantes que serían reconocidos tras la caída de los españoles.

Page 17: Características de la cultura

- En San Miguel de Molleambato (1766), provocado por un adelantamiento

del pago del tributo personal y por el abuso de exigir una serie de servicios

personales, así como el abuso de las mujeres de la población por parte de los

recaudadores a cambio de extenderles los recibos justIficantes del pago de

estos tributos.

- En el Obraje de San Ildefonso (1768), que siendo propiedad de la

Compañía de Jesús, tras su expulsión pasó a manos de la Corona. Esta delegó

en un administrador, que aumentó las tareas y obligaciones de todo tipo de

los que allí vivían, siendo los beneficios de este trabajo extra para el

administrador y no para la comunidad o la Corona.

- En el Corregimiento de Otavalo (1777), quizás una de las sublevaciones

más importantes de las sufridas en los territorios de la Audiencia en todo el

período colonial. Tiene su origen en la orden dada por el Obispo de Quito a

todas las parroquias para que hiciesen un censo anual de los habitantes de su

territorio, en el que hubiese una referencia completa de nacimientos,

defunciones, tareas realizadas, desplazamientos, así como de cualquier

movimiento migratorio, haciendo constar tanto el origen como el destino de

éstos. Los indios pensaron que se trataba, como habían propagado ciertos

infundados rumores, del establecimiento de la aduana y que entonces «no

habría indio a quien no se le pusiese la marca», ejerciéndose un férreo

control sobre ellos, su libertad y su fuerza de trabajo.

La sublevación tiene su origen en Cotacachi y sus alrededores, llegando la

noticia a la capital del corregimiento, desde donde se mandó a un grupo de

españoles que fueron rechazados, e incluso mataron a uno, cerca de la

población levantada. Al día siguiente se inició la rebelión en la propia

Otavalo, uniéndose a la causa del supuesto establecimiento de la aduana los

abusos sufridos por los indios de los corregimientos, obligados a trabajar en

condiciones casi de esclavitud.

Como ya ha quedado dicho, pronto cobró una gran fuerza, por lo que se

comenzó a plantearse su expansión por nuevos territorios, llegando incluso

hasta el intento de conquista de Quito y Guayaquil. Sin embargo, en su

momento más álgido conquistó la población del Cayambe y llegó hasta la

zona fronteriza con Ibarra, donde los alzados sufrieron un gran revés en la

zona de la Quebrada de Arcos, es el conocido «encuentro de Agualongo».

Page 18: Características de la cultura

Poco a poco se fueron controlando los distintos focos de insurrección y

para los ultimos días del año la rebelión había sido sofocada e incluso se

habían llevado a cabo los juicios por las acciones realizadas.

Muchos indígenas y mestizos murieron en esta revuelta y otros muchos

fueron castigados a penas de prisión o trabajos forzados. Todos los cabecillas

que fueron reconocidos, de cada una de las poblaciones levantadas, fueron

ejecutados.

Otros movimientos insurgentes representativos de la conflictividad del siglo

XVIII y que se irán sucediendo hasta ya entrado el XIX, desapareciendo con el

inicio de la lucha independentista, son: el levantamiento de Guano (1778),

por motivos similares a los de Otavalo; el de la Tenencia General de Ambato

(1780), motivado por las reformas económicas de Carlos III, con nuevos

impuestos de alcabalas, o sobre el monopolio de los Estancos; el de la

comarca de Alausí (1781), en donde entran en juego problemas de

competencias de los señores étnicos y la administración española; el del

pueblo de Chambo (1797), debido al incremento de la presión fiscal; y el de

Guamote y Columbe (1803), debido a problemas con la recaudación del

diezmo eclesiástico.

También durante el siglo XVIII se vivieron momentos de tensión entre la

Corona y los españoles de ultramar, reflejado tanto en pequeñas revueltas

como en grandes estallidos contra el poder central. Por un lado estaba el

problema de que la sociedad criolla reclamaba cada vez más su participación

en los asuntos de la alta administración de las Indias, cargos que

sistemáticamente eran ocupados por miembros de la nobleza venidos desde

España. Por otra parte estaba el del aumento de las distintas tasas tributarias

con el fin de sanear, a costa de las colonias, una maltrecha economía

herencia de los Austrias.

Entre las más conocidas de estas revueltas populares, debido al hecho de

que reunió en un mismo frente a españoles, criollos, mestizos, cholos e

indios, se encuentra la Revolución de los Estancos (1765). El virrey Pedro

Messía de la Cerda, viendo los posibles beneficios a obtener por el comercio

del aguardiente se decidió por controlarlo de una manera más exhaustiva,

poniéndolo en manos de funcionarios reales, en detrimento de la concesión

hecha hasta ese momento a particulares. De esta manera, al igual que había

Page 19: Características de la cultura

hecho con otras muchas mercaderías, creó el Real Estanco de Aguardiente,

fijando no sólo los precios del mismo, sino también unos impuestos tanto

sobre su consumo como sobre su fabricación y comercialización.

La respuesta de la población no se hizo esperar y se produjo un

enfrentamiento con los funcionarios reales, al principio pacífico. Este choque

fue creciendo en intensidad saliendo a la luz otra serie de problemas y

rencillas entre los distintos grupos y estamentos.

El sentimiento nacionalista, provocado por una nefasta política de la

Corona, estaba gestándose. Todo ello desembocó en un verdadero

movimiento revolucionario, sofocado con grandes problemas por los

realistas y reprimido con una inaudita crueldad.

LOS NUEVOS MODELOS SOCIALES

GENERALIDADES. Tras las fases iniciales de descubrimiento y conquista, la

Corona española aborda la cuestión quizá más interesante dentro del

fenómeno del encuentro del Viejo Mundo con el Nuevo: el de la

colonización. La seguridad de la pertenencia de los territorios americanos a

España se garantizaba, entre otras medidas, con el envío de pobladores

hispanos que fundaran ciudades y que trasladaran sus pautas de vida,

organización y comportamiento a los nuevos territorios.

Estos colonos que emigrarán a América encontrarán en ella una población

autóctona con la cual habrán de convivir y, en algunos casos, se mezclarán.

Asimismo, al poco tiempo, un nuevo elemento racial hará acto de presencia,

nos estamos refiriendo a los negros africanos, que aunque presentes desde

las primeras expediciones de conquista, se convierten ahora en una

insustituible mano de obra esclava.

De los tres grupos, el indígena es el que mayor impacto sufre con el

encuentro; le sigue el colectivo negro que aunque se adapta a su nuevo

hábitat no puede olvidar, al menos en las primeras generaciones, la práctica

imposibilidad del regreso a su tierra de origen. Sólo al blanco europeo le

Page 20: Características de la cultura

cabrá la posibilidad de elegir entre asentarse de una manera estable y

definitiva en Indias o retornar a la Península.

El deseo de la Corona de que pasasen a Indias personas capacitadas para

extraer los máximos recursos de los territorios descubiertos hizo que el

traslado de los colonos no fuera un movimiento espontáneo, sino fijado por

ley. Trataban los monarcas con ello de garantizar el paso a América de una

población de gran honradez, alejando a aventureros y buscadores de fortuna,

en la medida de lo posible.

La Casa de Contratación fue la encargada de vigilar y orientar la emigración

a ultramar, que precisaba de una licencia (expedida a partir de 1546 por el

Consejo de Indias) y la anotación en los libros correspondientes del nombre

de aquellos que decidían embarcarse rumbo al Nuevo Mundo. Aunque el

control no siempre funcionó con la misma severidad y los casos de fraude

sucedían con bastante frecuencia, el Estado mantuvo una preocupación

constante por la calidad de los viajeros que iban a integrar las nuevas villas y

ciudades americanas.

No existe un acuerdo general sobre los estratos sociales a los que

pertenecían los emigrantes a Indias. Hay quien afirma que la proporción de

gente hidalga fue bastante cuantiosa, mientras que otros plantean una

presencia de todos los estratos de la sociedad, aunque con claro predominio

de personas humildes, movidas por el íntimo deseo de mejorar de fortuna.

Las promesas de concesión de tierra, aperos de labranza, simientes y

animales, junto con la exoneración de tributos, ofrecidos por el Estado

impelieron a no pocos agricultores a emigrar. Igual podríamos apuntar para

artesanos, pequeños comerciantes, obreros y demás integrantes de

profesiones modestas.

Hemos obviado la presencia de los conquistadores por lo mucho que sobre

ellos se ha hablado. En este grupo encontramos también gentes de todos los

estratos de la sociedad, aunque es de destacar un grupo, el de los hijos no

primogénitos de miembros de la baja nobleza, que iban a buscar la fortuna

que la ley de herencia les había negado.

Bien pronto, la Corona comprendió que la estabilidad de los dominios

ultramarinos exigía la presencia allí de una población arraigada y sedentaria.

Page 21: Características de la cultura

Nada mejor para ello que favorecer la emigración de familias completas.

De ahí la evolución de la legislación respecto del paso de mujeres y la

obligatoriedad de pasar con su cónyuge a los casados, como ordena Carlos I

en 1536 para los territorios de lo que será años más tarde el virreinato del

Perú.

El otro grupo que iba penetrando en el entramado social de lo que será la

colonia es el de los esclavos negros. En el período entre 1500 y 1599 se

expidieron licencias para la introducción de un total de 119.377 esclavos,

aunque se duda de que fuesen utilizadas en su totalidad. De hecho, el

investigador F. Bowser señala para Perú la presencia, en 1586, de unos

cuatro mil africanos.

Durante la primera mitad del siglo XVI la mayor parte de los africanos

llegados a América procedían de la costa occidental de África, de la región

situada entre los ríos Níger y Senegal. A medida que este comercio fue en

aumento la búsqueda de nuevas fuentes de obtención de esclavos sufrió un

desplazamiento constante hacia el Sur, a los golfos de Benin y Biafra, hasta

llegar a Angola, que acapararía el protagonismo principal a partir de 1575.

El tercer grupo de este nuevo tejido social es el compuesto por la

población aborigen de los nuevos territorios. Estos grupos pasaron de ser los

orgullosos señores naturales de los territorios a encontrarse en un estado de

sometimiento, cuando no de esclavitud, al hombre blanco.

Mucho se ha hablado de las causas del significativo descenso demográfico de

la población indígena, siendo posiblemente no una sino varias las causas que

se coaligaron para llegar a este triste resultado.

Las muertes de los nativos a causa de los enfrentamientos bélicos con los

españoles no supusieron, en términos relativos, unas pérdidas cuantiosas en

exceso debido, sobre todo, a que la conquista fue rápida y tras ella no

sobrevinieron guerras de la misma intensidad. La encomienda, la mita y el

trabajo en las minas también resultaron de una influencia a contrastar en el

desastre demográfico. Una mayor incidencia tuvieron otros factores como el

requisamiento de alimentos a los poblados nativos, el impacto psicológico de

su derrota y dominación por un pueblo extraño -la tristeza ante una

conquista irreversible-, la pérdida de sus elementos socioculturales

Page 22: Características de la cultura

referenciales, la pérdida de interés por seguir viviendo, la abstinencia sexual,

etc., pudiendo describirse esta situación como de desgana vital.

Sin embargo, la causa principal del desplome poblacional fue la serie de

enfermedades y epidemias introducidas por los europeos en el Nuevo

Mundo, y para las cuales el organismo indígena carecía de las defensas

biológicas precisas. El cuasi aislamiento del continente americano había

dejado a sus naturales sin inmunidad frente a agentes patógenos externos

productores de la viruela, el sarampión o la gripe, cuya difusión en América

causó una pavorosa mortandad entre los aborígenes.

A la llegada de los españoles, el número de indígenas que habitaban el

ámbito del Imperio Inca (Bolivia, Ecuador y Perú) quedaría cifrado en unos

seis millones. Las fuentes historiográficas y etnohistóricas modernas han

calculado un descenso poblacional, para mediados del siglo XVII, entorno a

un valor de una cuarta parte, o lo que es lo mismo, de un millón y medio de

personas.

Hasta que se descubrió América, las sociedades habían tenido la piel de un

color, o a lo sumo de dos, figurando entonces uno de ellos como exótico. Lo

usual había sido que los grupos blancos o despigmentados por falta de

melanina vivieran en Europa, los negros o más pigmentados en Africa, y los

intermedios o mongólicos en Asia o en América.

Todo esto se alteró con la colonización de América, ya que su población de

origen mongólico hizo frente a una invasión de blancos mediterráneos que

trajeron esclavos negros para trabajar.

A mediados del siglo XVI América era ya un continente habitado por una

sociedad tricolor -la única que existía- y en la que además empezaban a

verse seres humanos de todos los colores posibles, ya que surgía una

generación mestiza (mezcla de blanco e indio) y otra mulata (blanco con

negro). No tardarían mucho en aparecer también los zambos (mezcla de

indio y negro). El Nuevo Mundo estaba ya poblado por la raza telúrica, como

diría Vasconcelos, porque en él se daban cita todas las variedades posibles de

la especie de los homo sapiens.

Page 23: Características de la cultura

El asunto habría carecido de toda importancia de no ser porque el color de

la piel se relacionó, desgraciadamente y con prontitud, con la condición

social de los que la portaban, como si heredar unos u otros genes fuera un

mérito personal. Ser blanco significaba pertenecer a la sociedad dominante o

de «arriba», mientras que ser negro equivalía a ser esclavo o de «abajo». Ser

indio era estar abajo, pero un escalón más alto que los negros.

La cosa se complicó más con el mes-tizaje, pues permitió toda una gama

de tonalidades discriminatorias, con peldaños intermedios que regulaban el

acceso a los derechos, a los bienes y hasta el uso de la mano de obra. Si a

todo ello unimos la diferenciación social de clase que regía para los blancos

en España y que se traspasó íntegra a América, entremezclándose con el

nuevo conjunto racial, el grado de complejidad del entramado social de las

colonias era en extremo complejo y por lo tanto fácilmente sometido a todo

tipo de tensiones.

Aunque volveremos a desarrollar esta idea, simplificando el problema

podemos decir que el blanco tenía todo, o por lo menos acceso a todo; el

negro no tenía nada y los indígenas sólo podían acceder a ser libres dentro

del férreo control blanco.

El estamento indígena no podía soñar con acceder a cargos públicos ni el

negro con obtener su libertad, salvo muy excepcionalmente. Y así cada

estamento empezó a ambicionar lo que no podía alcanzar. Los criollos

querían ser iguales que los españoles, los mestizos querían ser grandes

terratenientes como los criollos, los indios querían ser pequeños propietarios

como los mestizos y los negros querían la mínima libertad que se había dado

a los indios. Nadie hizo nada por cambiar aquello durante siglos, y cuando al

final se «destapó la olla» de aquel caldo de cultivo humano, los de arriba se

sorprendieron de que unos pidieran igualdad, otros tierra y los más libertad.

Todo menos fraternidad.

En la época colonial, como hemos dicho, se llamaba mestizo al hijo de una

unión entre español e india. Si tal unión estaba bendecida por la Iglesia el

hijo pasaba a ser español. La unión de una española como un indio era

inimaginable. El mulato era siempre considerado fruto de una unión

extramatrimonial con esclava y por tanto de un origen que se calificaba como

«infamante». Las indias bautizadas podían ser buenas amantes y excelentes

Page 24: Características de la cultura

esposas, pero sin agua bautismal ni lo uno ni lo otro. Los prejuicios religiosos,

y en realidad sociales, no tenían fundamento racial.

El fenómeno de la mezcla racial en Iberoamérica caracterizo a su sociedad

respecto de otras que fundaron los europeos en el Continente, ingleses y

holandeses principalmente, y se originó por el sistema de conquista y por la

falta de mujeres europeas. Este «mestizaje» fue extendiéndose rápidamente

durante el XVI, amparado siempre en el grupo blanco progenitor, llegando a

alcanzar a fines de siglo al 2 por ciento de la población.

La aparición de mestizos ilegítimos a mediados del XVI motivó la primera

legislación discriminatoria contra ellos. En 1549 se les prohibió tener indios

repartidos, disfrutar de encomiendas por sucesión y desempeñar oficios

públicos. En el siglo XVII los mestizos se despegaron totalmente de los

blancos y se configuraron como un grupo propio. Las razones que influyeron

en la nueva situación fueron, posiblemente, su aumento numérico y que las

uniones de españoles con indias fueran ya infrecuentes. La selectividad de la

mujer blanca para matrimoniar con varones de su propia etnia obligó a los

mestizos a buscar pareja dentro de su propio grupo, frecuentemente

mediante el matrimonio o a unirse con indias sin el menor vínculo legal.

Se les prohibió portar armas, ser caciques o protectores de indios,

escribanos, corregidores y alcaldes mayores, así como sentar plaza de

soldado, obtener grados universitarios y acceder a las órdenes sagradas,

salvo en el caso de ser hijos legítimos. El problema no habría sido grave de no

haber sido un grupo numeroso; de hecho se calcula que para 1650 los

mestizos en Iberoamérica sobrepasaban los 400.000, de los que 160.000 se

encontraban en Sudamérica.

Los conquistadores y sus hijos, la nobleza española, la alta nobleza

indígena, los altos funcionarios y el alto clero formaron la aristocracia

indiana. Como puede verse, el único sector exótico era la nobleza indígena,

que pronto quedó sin prestigio y con la única misión de mantener a sus

comunidades dentro del orden existente. Debajo de esta aristocracia venían

diversos estratos en los que se incluían los propietarios medios, los granjeros,

los oficiales mercaderes, los miembros de la administración provincial y local;

Page 25: Características de la cultura

en el siguiente estrato encontraríamos los jornaleros, artesanos y pobres y,

por último estarían los miserables, los vagos, maleantes, prostitutas y, fuera

de esta clasificación, y totalmente desclasados, los esclavos negros.

Como ya apuntamos, América se encontraba administrativamente en

manos de los golillas, de origen humilde, defensores a ultranza de la

monarquía junto con el estamento nobiliario. Esta situación de control se

mantuvo inalterable hasta el siglo XVII, cuando entró en la burocracia

americana un nuevo grupo, el de los criollos, que se habían formado en las

universidades indianas.

La burocracia criolla entró en conflicto con la burocracia peninsular de

origen llano, pero no se atrevió a enfrentarse con la nobleza administrativa, a

la que trataba de emular. Esto evitó que se produjeran problemas

independentistas durante el XVII. Sin embargo el siglo XVIII, sobre todo

desde su segunda mitad, fue escenario de un asalto al poder por parte de

estos grupos y un mantenimiento a ultranza de los enviados de la Corona, lo

que llevó a una situación insostenible que desembocaría en el proceso

independentista.

ASPECTOS DEMOGRÁFICOS DEL ECUADOR COLONIAL. Particularmente

interesante es la demografía quiteña, objeto de muchas controversias. En

términos referenciales se admite que a mediados del siglo XVII la población

del Reino ascendía a unos 580.000 habitantes, divididos en 450.000

indígenas, 40.000 blancos, 60.000 negros, 20.000 mestizos y 10.000 mulatos.

La mayor discusión se centra en torno a la población india que al parecer

estuvo al margen de la tendencia general de decrecimiento que existía en

todo América por estas fechas, manifestando por el contrario un aumento

constante que apenas se quiebra al final de la centuria. Esto permitirá

disponer de una mano de obra tributaria muy abundante que se canalizó

hacia los sectores industrial, agrícola y ganadero, ya que el minero acusaba la

crisis general del período.

El crecimiento demográfico revalorizó las tierras ya que los españoles la

deseaban en tanto que tuvieran brazos para su explotación, determinando la

configuración de la hacienda y rompiendo con la mita la unidad existente

Page 26: Características de la cultura

entre los distintos individuos que formaban las distintas comunidades,

organizadas sobre bases de parentesco.

LA ECONOMÍA COLONIAL

GENERALIDADES. El descubrimiento de América no sólo supuso el

conocimiento de unos nuevos territorios, sino que los recursos que de ellos

podían extraerse eran de capital importancia para sufragar al estado hispano.

Las necesidades económicas de la Corona, acuciantes dados los excesivos

gastos originados por la política internacional, la empresa americana y el

mantenimiento del aparato burocrático y militar, hicieron comprender

pronto a los reyes la necesidad de organizar convenientemente la Real

Hacienda Indiana.

Cada capital del virreinato y de provincia disponía de una oficina de

Hacienda y de una caja real, al frente de la cual estaban los funcionarios

llamados oficiales reales: un tesorero, un contador, un factor, un veedor y

también unos tenientes que sustituían a los titulares en caso de ausencia.

Cada oficial tenía su misión específica: el tesorero era el encargado de

recibir las cantidades pertinentes y de librar el dinero preciso para los gastos

por salarios u otros conceptos, enviando a España la parte correspondiente a

la Hacienda Real; el factor debía cuidar de los almacenes donde se

depositaban las mercancías, gestionando su venta o distribución más

conveniente para el erario; el contador llevaba los libros de contabilidad

donde especificaba las entradas y salidas de numerario; y el veedor tenía en

un primer momento la misión de controlar los recates, luego pasaría a

ocuparse de las fundiciones de oro y plata del mercado de los lingotes.

Entre los ingresos obtenidos por la Corona de sus posesiones ultramarinas

se encontraban los derivados de las regalías; éstas eran las minas, el oro

aluvial, las salinas, el palo brasil, las perlas, esmeraldas y otras piedras

preciosas, los tesoros indígenas, los bienes mostrencos (de dueño

desconocido) y vacantes (de personas fallecidas sin testar y sin herederos

Page 27: Características de la cultura

legítimos), las tierras, aguas, montes y pastos no concedidos a particulares,

las rentas estancadas (naipes, papel sellado, tabaco, etc.), la provisión de

oficios públicos y el regio patronato.

Asimismo encontramos otro tipo de ingresos que provenían de los

diferentes impuestos establecidos en Indias: almojarifazgo; Quinto Real, cuya

máxima expresión estuvo en el quinto de minas; entradas y rescates;

diezmos, sobretodo el eclesiástico, por cuya percepción la corona estaba

obligada a dotar a las iglesias y a enviar a los religiosos precisos para

extender el Evangelio en América; licencias para la importación de esclavos,

tributo indígena, bula de Cruzada, etc.

El período de tiempo comprendido entre fines del siglo XV y principios del

siglo XVI supuso una etapa crucial y quizás inigualable en la historia del

occidente europeo. Las transformaciones producidas por la explotación del

Nuevo Mundo afectaron tan de lleno a España como al resto de Europa que

ya nada sería igual a antes.

La economía española sufrió un vuelco y supuso un respiro para unas arcas

agotadas por unas guerras, primero de reconquista y luego de

mantenimiento de los territorios, y por una ya corrupta red de intereses

particulares. Sin embargo, no fue solamente en este sentido en el que los

modelos socioeconómicos se vieron modificados. La llegada de nuevos

productos de América a España y viceversa, la abundancia de materias

primas, el acomodo a las nuevas características, etc., dieron la pauta para el

desarrollo de unos nuevos modelos económicos en las Indias.

Así, una vez acabada la «fiebre de los tesoros» con el fin de la conquista,

los nuevos pobladores hispanos volvieron sus intereses económicos hacia la

agricultura, la ganadería, la minería, la industria manufacturera de ciertas

materias primas y el comercio.

La política poblacionista de la Corona, con la organización de expediciones

de colonos, introduce en América unos cambios sustantivos que influyen en

la ganadería, en la agricultura, en la minería y también en las relaciones

laborales con los indígenas: el ganado caballar, vacuno y porcino cruzan el

océano para difundirse por todo el continente, hasta tal punto que en

algunos lugares su alta producción será la auténtica riqueza de la región

Page 28: Características de la cultura

incluso hasta en nuestros días; se realizan verdaderos esfuerzos para adecuar

el trigo, el vino y el aceite a las nuevas tierras; se hacen nuevos

planteamientos en la extracción de minerales gracias a la superior tecnología

europea; y, sobre todo, se crea una serie de mecanismos para la organización

del trabajo indígena que marcarán no sólo la economía de este período, sino

también la posterior evolución sociocultural, política y económica de

Hispanoamérica. Nos estamos refiriendo a la encomienda y a la mita.

El sistema de encomienda significaba la distribución entre los

conquistadores de las fuerzas de trabajo de los indígenas de una serie

determinada de comunidades, aunque en la realidad se llegaba a estados de

explotación cercanos al de la esclavitud. Este repartimiento de indios, con la

obligación de servicios y tributos al hacendado/encomendero, aseguraba un

importante rendimiento económico. A cambio, el encomendero se

comprometía a dar a sus encomendados protección y un completo

adoctrinamiento moral y religioso.

Por la capitulación de Toledo se concedió a Pizarro, además de la autoridad

como Gobernador, la facultad de repartir solares y tierras, así como de

conceder encomiendas, porque sin ellas era pobre el aliciente que pudiera

ofrecerse a las huestes conquistadoras.

Según la vigencia de estas encomiendas podemos encontrar las de una

vida, dos vidas o de herencia. En el primer caso se están refiriendo a que una

vez fallecido el primer encomendero los indios serán vasallos libres de la

Corona y no tendrán que realizar trabajos más que para ellos y sus

comunidades (para poder pagar los muchos impuestos), se consideraba en la

teoría que era la más extendida; en el segundo se considera que este servicio

indígena se hará extensivo al encomendero y a su primera generación de

herederos quedando luego libres de este servicio, teóricamente se concedía

sólo en casos de grandes servicios a la Corona y en territorios de una gran

dificultad; y en tercer lugar, las de herencia, otorgadas muy restringidamente

por la Corona que marcaba número determinado de generaciones de

vigencia, que supuestamente no superaban las tres generaciones tras el

primer encomendero.

Page 29: Características de la cultura

En la realidad tenemos constancia de la existencia de encomiendas

durante el siglo XVIII e incluso, esporádicamente una serie de ellas durante

los inicios del siglo XIX.

En el territorio de Quito, las vicisitudes por las que pasó esta institución

fueron semejantes y estuvieron en estrecha conexión con las del Perú. A las

fundaciones de la ciudad de Santiago y de la villa de San Francisco, con la

distribución consiguiente de solares y tierras, pronto se asociaron los

repartimientos de indios en encomienda, concretándose en 1540.

Aunque después de promulgadas las Leyes Nuevas (1542) desaparece el

derecho de utilizar indios encomendados como mano de obra, y en su lugar

se permite sólo recaudar para sí los tributos ordenados según la tasa, se

siguieron empleando los indios así repartidos en diferentes labores, entre

ellas en las minas. En las de Santa Bárbara, por ejemplo, trabajaban seis

meses al año cuadrillas compuestas por indios pertenecientes a las

encomiendas y señalados por turnos por el corregidor y el cabildo de Quito.

En una relación anónima de 1573 aparecen los nombres de más de 30

encomenderos radicados en Quito, entre los que se contaban los vecinos

más ricos, comerciantes y propietarios de casas, estancias, ganados, etc. En

Guayaquil, para las mismas fechas, residían 15 encomenderos, en Cuenca 5 ó

6, mientras que en Loja contaba con 25 vecinos de repartimiento, atraídos

quizás por las conquistas de Juan Salinas.

No sólo encontramos españoles entre los encomenderos; la adhesión a la

Corona por parte de algunos caciques y otros miembros de la alta nobleza

indígena fue recompensada con repartimientos de indios en encomienda,

como es el caso de D. Sancho Hacho, cacique mayor de Latacunga y algunos

descendientes de Atahualpa.

En los territorios de la Audiencia de Quito subsistieron encomiendas hasta

la segunda mitad del siglo XVIII. Mientras los restantes indios pagaban sus

tributos directamente a los funcionarios reales o arrendatarios, los

ecomendados lo hacían a sus señores, algunos de los cuales residían en la

Península.

Page 30: Características de la cultura

Gran importancia tuvieron también los «yanacunas», institución incaica

adoptada por los españoles. En tiempos del incario estos yanacunas,

desvinculados de sus ayllus al ser forzados a desplazarse a otros territorios,

eran empleados en los servicios públicos o como domésticos del Inca o de los

altos miembros de la administración del imperio. Un considerable número de

ellos estaba destinado a la labranza tanto de los campos del Inca como de los

asignados a las divinidades. En lugar de alimentos y enseres necesarios para

la vida, se les adjudicaba un pedazo de tierra a fin de que su producto les

mantuviera.

En 1574 fue regulado por el virrey Toledo el yanacunaje, poniendo a

disposición de los colonizadores individuos dedicados al servicio doméstico y

como mano de obra para labores agrícolas.

Con la mengua del número de yanacunas, con la transformación de las

encomiendas de servicios personales en encomiendas de tributos y con el

desarrollo de los trabajos de minería, cobró mayor importancia la relación

servil que conocemos con el nombre de mita: trabajo forzado que

obligatoriamente debía prestar todo varón indígena comprendido entre los

18 y los 50 años de edad, por un período determinado y a cambio de un bajo

salario, en las minas, obras públicas, obrajes y al servicio de los

terratenientes que habían conseguido el privilegio de tener «mitayos» como

fuerza de trabajo para sus latifundios.

Con anterioridad a su definitiva organización en 1574, eran las autoridades

capitulares las encargadas de reglamentar los turnos y las labores en que

debían ser utilizados los mitayos. Parece que en Quito, con anterioridad a las

ordenanzas de Toledo, se les exigía especialmente la provisión de

combustible para los hogares españoles y pasto para sus caballos:

diariamente cada mitayo debía transportar a la ciudad una carga de leña y

otra de hierba. Duraban los turnos dos meses y acudían a ellos desde parajes

que distaban veinte leguas de la ciudad.

El modelo de trabajo con mitayos, puesto en funcionamiento en las minas

de Potosí, se intentó traspasar a Zaruma, convirtiéndola en un importante

foco minero. Para ello se trasladaron indígenas procedentes de las regiones

de Cuenca y Loja. Las posibilidades de las minas de Zaruma eran

incomparablemente menores a las de Potosí; de este modo la Audiencia de

Page 31: Características de la cultura

Quito se transformó en una región subordinada a la distribución del trabajo y

producción aplicada a escala del virreinato. Sobre la base de esta

dependencia surgió el aparente desarrollo económico de las provincias

quiteñas, cuya producción se orientó a los ramos textiles y agropecuarios.

A estas labores se destinaron los mitayos en la Audiencia quiteña. Las

innumerables reclamaciones sobre malos tratos sufridos por los indios de las

industrias textiles obligaron a la Corona, a finales del XVII, a decretar la

extinción de los obrajes de comunidad y, en 1704, a abolir las mitas en los

obrajes.

Las crisis mineras peruanas y neogranadinas, a las que acompañó un gran

descenso de la población indígena en ambos territorios permitió a Quito

asentarse cono un territorio económicamente independiente y próspero, ya

que su mano de obra tributaria siguió aumentando y los tejidos que

elaboraba se adueñaron de los mercados marginales, consiguiendo a cambio

de ellos plata y oro que cimentaron su prosperidad.

LA PRODUCCIÓN AGROPECUARIA. Durante la primera mitad del XVI la

atracción por el oro y la plata hizo que no hubiese una gran dedicación a las

labores agropecuarias. Los españoles adecuaron sus gustos a una serie de

productos agrícolas y ganaderos lejanos de sus gustos, pero no hicieron un

especial hincapié en introducir los cultivos de plantas peninsulares. Es a

partir de 1540 cuando empiezan a recibirse noticias de cultivos de trigo, olivo

y otras sementeras peninsulares en los territorios conquistados.

La infraestructura agrícola de Iberoamérica era bastante buena, aunque no

óptima: contaba con una gran gama de plantas alimenticias, unos suelos de

rendimientos diversos, una climatología muy variada, etc., lo que permitía

casi todos los cultivos; por otro lado nos encontramos con una pluviosidad

muy abundante y que periódicamente ocasionaba catástrofes naturales y

unas pésimas vías de comunicación que le impidió alcanzar los mercados

exteriores.

La gama de plantas alimenticias fue verdaderamente extraordinaria, ya

que Iberoamérica reunió en su territorio toda la experiencia humana en la

Page 32: Características de la cultura

domesticación de plantas alimenticias e industriales: las autóctonas y las

procedentes del mundo euro-asiático y africano.

Confluyeron así complejos sistemas alimenticios que se habían originado

en Mesoamérica y la zona Andina (17 por ciento de las especies que hoy se

cultivan en el mundo), con los creados en las cuencas de los ríos Nilo, Tigris,

Éufrates, Indo y Hoang-Ho. Las culturas del trigo, del arroz y del maíz se

encontraron en suelo americano y caminaron juntas desde entonces para

beneficio de toda la humanidad.

El proceso fue lento. Primero, los españoles fueron encontrando las

plantas alimenticias aborígenes, tales como la yuca, la calabaza, el frijol, el

maíz, el tomate, el cacao, la papa, la batata, las frutas (aguacate, piña,

papaya, curuba, guanábana, etc.); las estimulantes como el tabaco, la coca,

etc.; y las industriales como el maguey, el caucho, etc.

Luego trajeron las procedentes del Viejo Mundo, principalmente las

correspondientes a su dieta mediterránea como el trigo, la vid y el olivo, pero

también otras como la caña de azúcar, la cebada, el arroz, etc. Finalmente

iniciaron un proceso experimental de aclimatación extraordinariamente

laborioso. Trataron de averiguar no sólo si el trigo o la cebada se daban en

qué sitios, sino también si las mismas plantas americanas se podían traspasar

de unos a otros ecosistemas. Fue así como se introdujo la papa andina en

Norteamérica o el cacao mesoamericano en Sudamérica.

En las tierras calientes se cultivaron principalmente caña de azúcar, cacao,

yuca y banano; en las templadas, maíz y algodón; y en las frías, papa, trigo y

cebada. En zonas próximas a los Trópicos se cultivaron con éxito algunas

plantas mediterráneas, principalmente vid y olivo.

El trigo se aclimató bien en algunos territorios consiguiéndose hasta dos

cosechas anuales. En Sudamérica la producción más intensiva se consiguió en

los valles al Norte y Sur de Lima (hasta 500.000 fanegas), seguidos por el

altiplano de Cundinamarca, Quito y algunas regiones en Venezuela. Hay

datos de una primera cosecha de trigo en Quito muy tempranamente, en el

año 1534.

Page 33: Características de la cultura

Ingenios azucareros encontramos en el valle del Cauca (actual Colombia,

perteneciente a la Audiencia de Quito), y en algunos valles bajos del

piedemonte andino.

La gran producción cacaotera del Sur de América se localiza en Guayaquil y

en diversas zonas de Venezuela, donde se llegaron a cultivar en grandes

extensiones territoriales y contando con mano de obra esclava y mitaya.

La principal demanda procedía de México y de España. El cacao

guayaquileño tropezó con dificultades comerciales ya que se temió que

sirviera de pretexto para importar fraudulentamente productos asiáticos al

Perú.

Quito, Tucumán, Cochabamba y algunos territorios norteños del Nuevo

Reino de Granada se encuentran entre los grandes productores de algodón

en esta parte de Iberoamérica, constituyendo, junto con la lana, la materia

prima usual de la industria obrajera.

La ganadería, por su parte, fue la gran aportación del Viejo al Nuevo

Mundo, donde apenas existía una especie animal domesticada por el

hombre, la llama. Había otros animales domésticos como los pavos o

guajolotes mexicanos y los cuyes andinos, pero no se extendieron por toda la

geografía de Iberoamérica, ni tuvieron carácter de explotación ganadera, y

muy pronto quedaron relegados frente a los animales traídos por los

europeos. Entre éstos encontramos: ganado mayor, vacuno y caballar;

ganado menor, porcino, ovino y caprino; y un cierto número de especies

volátiles propias. Incluso los indios se dedicaron a criar gallinas, dado su gran

rendimiento y su posibilidad de utilizarlo en su pago de tributos.

Consta, en documentación colonial, que Belalcázar introdujo el ganado

porcino en los territorios del reino de Quito, procedente de los animales que

tenían para el consumo de la tropa y que se había ido procreando durante su

estancia en Piura y posteriormente en San Francisco de Quito. Del mismo

modo, la tradición nos dice que fray JodocoRicke introdujo en Quito el cultivo

del trigo, que traído por él de Alemania, plantó frente al convento en

construcción de San Francisco.

Page 34: Características de la cultura

La colonización desarrolló una modesta ganadería, que empezó a tener

verdadero interés económico a mediados del XVI, cuando se descubrieron las

minas de plata en sitios inhóspitos y creció el número de vecinos de los

centros urbanos.

El desarrollo de este mercado, y el espectacular crecimiento de las cabañas

en determinadas regiones, trajo consigo una gran abundancia de ganado

vacuno lo que provocó un abaratamiento del precio de la carne. Muchas

reses fueron sacrificadas tanto para subir el precio como para aprovechar

otras partes del animal: las pieles, que se enviaban a la Península; el sebo,

utilizado en usos industriales; y las astas. De esta manera, en muchas zonas,

los cueros del animal era el único bien negociable, lo que trajo consigo

grandes problemas a un desarrollo equilibrado de esta actividad.

Por otra parte, la dieta alimenticia de los indígenas cambió

sustancialmente, dado su tradicional componente agrario, con la

incorporación de las proteínas animales. Las condiciones de trabajo se vieron

también mejoradas con el empleo de las bestias de acarreo, en vez de usar

llamas, o su propia fuerza motriz, para el transporte de mercancías.

La mula se mostró como un elemento de gran importancia para el

transporte de mercaderías en muchos de los nuevos territorios. En la zona

andina grandes recuas de mulas transportaban mercancías entre los distintos

valles e incluso hacia la costa para su posterior traslado, vía marítima, a otros

territorios o incluso a España. De hecho, consta la utilización de este animal,

de una manera exhaustiva, en el difícil camino desde Guayaquil a Quito.

La región quiteña de Ambato se muestra como uno de los grandes centros

productores de ganadería ovina, calculándose que en el año 1696 había una

cabaña que rondaba las 60.000 cabezas de ganado, utilizado sobre todo para

la obtención de lana para los obrajes, aunque también nos consta su

utilización para abastecimiento cárnico.

Las unidades de producción agrícola representativas de la Colonia fueron

la hacienda y la plantación, con una producción mixta agrícola y ganadera,

orientada a suministrar alimentos para un centro urbano o minero próximo.

En el ya desaparecido reino de Quito se empleó el sistema de las deudas, en

el que el hacendado adelantaba los sueldos de varios meses a los peones, no

Page 35: Características de la cultura

en dinero sino en bienes materiales que necesitaban, y que obtenían de las

«tiendas de raya» que había en la hacienda y donde se obligaba a comprar a

los trabajadores. De esta manera éstos siempre estaban en deuda con el

señor, asegurándose éste una mano de obra constante y barata.

LA INDUSTRIA. El sector industrial fue la actividad menos desarrollada de

las actividades económicas americanas, resultando un elemento decisivo el

retraso que se estaba produciendo en España en este mismo campo.

Además, el llamado «pacto colonial» exigía la protección de la fábrica

metropolitana en detrimento de la colonia, a fin de evitar competencias. De

hecho, los territorios ultramarinos debían suministrar las materias primas

que, transformadas en la Península, quedarían convertidas en productos

manufacturados para su venta en Indias.

Según estos planteamientos, la metrópoli suministraría todos los artículos

necesarios, pero como ello era inviable, sobre todo por la escasa

rentabilidad, fue preciso el establecimiento de ciertas ocupaciones

artesanales generadoras de multitud de oficios. A esto hay que unir la

tradicional enseñanza de oficios, transmitida a través de las distintas órdenes

religiosas, como parte de la formación social cristiana de los nuevos

conversos.

La aparición de estas actividades permitió el traslado a Indias de los

gremios, que regularon el acceso a la profesión y fijaron las limitaciones

pertinentes a los integrantes de las razas distintas de la blanca. A negros,

mulatos, mestizos, indios y al conjunto de mezclas les estuvo vedada la

equiparación con los españoles en la mayoría de las profesiones y la apertura

de talleres. Dispusieron, sin embargo, de mayores facilidades en el ejercicio

de actividades del tipo de curtiduría, albañilería o carpintería, e incluso

tallistas.

La incapacidad metropolitana de abastecer de tejidos a las colonias

favoreció la aparición de una industria de artículos textiles cuya actividad

logró niveles óptimos. En este sentido Quito fue una de las zonas con mayor

profusión de obrajes y un producto final de acabado excelente.

Page 36: Características de la cultura

Por tanto, más que industria lo que existió realmente en Iberoamérica fue

un artesanado importante que, como en el caso de la agricultura y la

ganadería, fue favorecido por el Estado para proporcionar a los centros

urbanos aquellos artículos que Europa no podía suministrar fácilmente

debido a su bajo costo, que no amortizaba los fletes transatlánticos.

También existió un notable trabajo en relación con el procesado de

elementos agrícolas y ganaderos como es el caso de conservas azucaradas,

añiles, cigarros, bebidas alcohólicas, zapatos, bolsos de cuero, velas, cirios,

etc., así como una serie de obrajes de transformación industrial, que se limitó

a los citados obrajes, en donde se llevaban a cabo trabajos con lana y

algodón, manufacturándolo y fabricando telas y paños.

La región obrajera por excelencia, como ya hemos apuntado, fue Quito,

donde coincidieron la abundancia de materia prima -recordemos que ya

hemos apuntado que en Ambato pastaban unas 60.000 ovejas en 1696, a las

que habría que añadir otras considerables cabañas en Latacunga y

Riobamba- , con la mano de mano de obra, ya que la población de esta

Audiencia había ascendido desde los 80.000 habitantes en 1566 hasta los

425.000 en 1630. Sólo los ocho obrajes existentes en la provincia de Quito

producían 50.000 varas de paños y 2.000 de frazadas y otras telas en 1604.

Las telas quiteñas, que representaban un valor de 150.000 pesos anuales,

se llevaban al Perú, Chile, Nuevo Reino de Granada y hasta Centroamérica.

Gracias a éstas, Quito tuvo un circulante monetario notable, recordando al

que Venezuela obtenía por medio del cacao.

La industria naval fue otro de los sectores importantes de la economía

colonial. Ésta nació con la conquista, primero con la construcción de

pequeñas naves arte-sanales y, una vez conquistados los territorios

acometiendo empresas de mayor envergadura ante las necesidades de llevar

a cabo un gran número de expediciones de descubrimiento y conquista.

Desde mediados del siglo XVI se hicieron naves en casi todos los territorios,

destacando los astilleros de Panamá, La Habana, Nicoya, Realejo, Cartagena,

Maracaibo y Guayaquil. Se aprovechaban las excelentes maderas americanas

y se utilizaba buena técnica, si bien había que importar de Europa la jarcia y

algunos implementos.

Page 37: Características de la cultura

En el puerto de Guayaquil se concentraban todos los recursos adecuados

para la construcción naval: capital comercial, buenas maderas, minas de

brea, mano de obra abundante y la necesidad de enviar el cacao a los

mercados peruano y mexicano. De hecho, entre 30 y 40 embarcaciones

dedicadas al comercio entre los distintos territorios coloniales, y algunos

otros que se dedicaban al comercio interpacífico salieron de los astilleros de

Guayaquil.

EL COMERCIO. La razón de ser del mantenimiento de los territorios

ultramarinos residía en el establecimiento de un activo comercio entre

ambas partes del océano y así poder cumplirse todos los términos del «pacto

colonial». El modelo de intercambio favorecía claramente a la Península,

cuya producción podía encontrar un fácil y amplio mercado en los nuevos

territorios.

Los deseos de la Corona de ejercer directamente el comercio con América

estuvieron vigentes durante todo el siglo XV y los inicios del XVI, cuando

empezaron a constatar la imposibilidad de mantener esta empresa, lo que

condujo a una regulación de actividades, dando acceso a la intervención de

particulares en determinados productos o monopolios, reservándose ella

otros supuestamente rentables, a los que ya hemos hecho referencia, como

las licencias y asientos de negros, azogue, sal, maipes, papel sellado, pólvora,

etc.

Los productos de mayor aceptación en América fueron el trigo, el vino y el

aceite entre los comestibles, junto con tejidos y paños, que daban rango y

status a sus poseedores, ya que dada su escasez alcanzaban precios

elevados, que mantuvieron sobre todo en aquellos lugares donde nunca se

consiguió su propia obtención, forzando en muchos casos su adquisición

ilegal.

El comercio marítimo tuvo una gran importancia, a veces mayor que el

terrestre. Este se organizó al principio con buques viejos comprados a las

flotas, pero pronto surgió una buena industria naval, como la ya citada de

Guayaquil. En el Pacífico la totalidad de la flota mercante era americana, y en

gran parte construida en los astilleros mexicanos y ecuatorianos.

Page 38: Características de la cultura

De Guayaquil venía cacao y alquitrán, a cambio de clavazón, cordaje y

velas, necesarios para la industria naval de dicho puerto. Guayaquil distribuía

además madera y paños quiteños al Perú y trató de montar otro gran circuito

cacaotero con México, pero lo prohibió la Corona por temor a que

aumentara aún más la salida de plata peruana al oriente, vía Acapulco. Por su

parte El Callao, centro comercial del Pacífico Sur exportaba trigo, azúcar y

vino, entre otros productos, hacia el puerto de Guayaquil.

En el siglo XVIII aumentó considerablemente el comercio entre España y

América, y a partir de 1778, año de la proclamación del reglamento de

comercio libre, las exportaciones de España a América crecieron un 400 por

cien, mientras que las importaciones lo hacían en un 1.000 por cien,

disminuyendo la importancia relativa de los metales preciosos.

Los baluartes tradicionales de la estructura imperial, Nueva España y Perú,

y las zonas de importancia secundaria, tales como Quito y las provincias

interiores del Río de la Plata, pagaron su nueva prosperidad económica con

un ocaso relativo de sus industrias interiores a partir de 1778, aunque incluso

los sectores industrial y comercial se beneficiaron ligeramente de la

expansión económica general del último cuarto de siglo.

Aunque los hispanoamericanos estuvieron más o menos satisfechos con la

solución del comercio neutral, la Corona española pronto se dio cuenta de

que había cometido un gran error, en primer lugar, porque vio que los

norteamericanos no cumplían el requisito de llevar los productos coloniales a

puertos españoles; en segundo lugar, por la presión que ejercían sobre ella

los consulados de Cádiz y Barcelona para que retirase la concesión; por

último, porque también se estaba beneficiando del comercio «neutral»

Inglaterra, cuyos comerciantes traficaban con la América española desde sus

bases del Caribe, haciéndose pasar por norteamericanos o encubiertos por

expediciones balleneras que se dirigían al Atlántico Sur y al Pacífico.

La suspensión del comercio neutral en abril de 1799 fue aún más

perjudicial, ya que demostró claramente que España no sólo había perdido el

control comercial de sus posesiones americanas, sino que también tenía ya

poco poder político sobre ellas, ya que un gran número de puertos hicieron

caso omiso del decreto de suspensión. En 1801 tuvo que suavizar su postura,

Page 39: Características de la cultura

pero esto no era más que una postura cara a la galería, las Indias estaban ya

perdidas para España.

LA MINERÍA. Como ya hemos apuntado con anterioridad, durante la

primera mitad del siglo XVI, Hispanoamérica y su metrópoli tuvieron una

interdependencia escasa. De hecho, España no compensó gastos con los

botines logrados por los conquistadores y la evangelización parecía ser la

única razón que justificaba la inversión realizada. Téngase en cuenta que

todo el oro y la plata llegados a España durante el período comprendido

entre 1503 y 1540 sólo alcanzó un valor de 3.360.000 pesos de a 450

maravedíes, lo que no daba ni un promedio anual de 91.000 pesos.

Todo esto cambió de pronto a mediados del siglo XVI cuando la Divina

Providencia recompensó los esfuerzos hechos por los monarcas españoles

«en favor de la evangelización de los indios paganos» donándoles excelentes

minas de plata. Los centros manufactureros de Europa, en su mayor parte

propiedad de «herejes», se pusieron al servicio de la Corona para

suministrarle sus productos a cambio de aquellos metales preciosos que

necesitaban con avidez, puesto que el oro del Sudán llegaba ya con

cuentagotas, y la poca plata que había se marchaba hacia el Oriente. Resultó

así que la plata extraída por los indios paganos fue a parar a los bolsillos de

los europeos herejes después de haber bautizado cristianamente por los

católicos españoles, que se limitaron en realidad a transportarla.

Así comenzó la gran interdependencia euro - iberoamericana, ya que

Europa necesitaba la plata, y en menor medida el oro, de las Indias, así como

su mercado para colocar sus manufacturas. Iberoamérica, la urbana, se

entiende, necesitaba las manufacturas europeas, sus utensilios y

herramientas, sus hombres y sus técnicas. América llevaba la peor parte de

aquel negocio en el que el propietario era Europa y ella sólo el socio

capitalista. España, mientras tanto, se vio reducida al ridículo papel de

intermediario.

Resulta así que, durante un siglo y medio (1550-1699), Hispanoamérica

envió legalmente a España -no olvidemos nunca este calificativo, pues la

Page 40: Características de la cultura

entrada ilegal es imposible de cuantificar- un total aproximado de casi

doscientos mil millones de maravedíes.

Toda la explotación hispana de las Indias se realizaba a través del océano

Atlántico y dependía de algo tan frágil como unos navíos que transportaban

los metales preciosos en el viaje de ida, y rentabilizaban los fletes con viajes

de vuelta cargados de mercaderías tales como vino y aceite.

La excelencia del negocio, que no era tal, se volvió pronto contra España,

pues los riesgos del transporte, tales como tormentas y ataques de piratas,

aumentaron en proporción directa al número de navíos que transportaban el

metal. Se decidió entonces reagrupar los mercantes en objeto de auxiliarse

unos a otros, y finalmente, se les dio una escolta de buques de guerra para

que los protegiera del enemigo.

La gran riada de plata americana llegada a Europa provocó numerosos

fenómenos. El más conocido es el de la consolidación del capitalismo

comercial, que se encontraba en plena expansión desde comienzos del XVI y

necesitaba gran cantidad de circulante. Otro de ellos fue el desequilibrio en

el coeficiente bimetálico entre el oro y la plata. Durante la primera mitad del

XVI los europeos recibieron 58.430 kilos de oro y 86.518 de plata, quedando

fijada la proporción en 1:10; pero, al producirse los grandes envíos de plata

este nivel descendió hasta 1:17 en 1660, lo que supuso una caída del precio

de la plata en relación al patrón oro.

La Audiencia de Quito poseía, como su mayor centro productor minero, la

región de Zaruma, contando con grupos de mitayos de Cuenca y Loja,

aunque sin tener la importancia de las minas de Potosí, verdadero centro

neurálgico de la minería colonial en Sudamérica.

Dentro del modelo redistributivo ideado por la Corona para los distintos

territorios de sus colonias encontramos los Situados. Estos consistían en unos

envíos de dinero, más o menos periódicos, desde las regiones más ricas de

Hispanoamérica hacia las más pobres, sobre la consideración teórica de que

todos los territorios conformaban una estructura unitaria en la cual los reinos

prósperos debían ayudar a los pobres, pues éstos tenían funciones

específicas en la defensa del conjunto, por lo que debían recibir una

compensación económica. De esta forma los lugares donde no se producía

Page 41: Características de la cultura

plata ni oro tenían también un circulante monetario que podía subvenir a su

desarrollo económico.

La plaza de Cartagena (Cartagena de Indias, Colombia) recibió un situado,

pagado en un principio por Lima, valorado en 66.836 pesos, hasta que se

ordenó que éste fuera subvencionado a partes iguales por Santa Fe de

Bogotá y Quito.

Como siempre, el más afectado por esta situación de la locura de los

metales preciosos fue el indígena. La proletarización de éste para las labores

mineras originó muchas protestas de religiosos y funcionarios, quienes

argumentaban que los indios eran libres y no podían ser compelidos a

trabajar. En respuesta a éstos se les decía, invariablemente, que de no ser así

se produciría la ruina de los reinos indianos, por lo que el sistema siguió

adelante. Lo único que se hizo fue dar leyes para regularizar una explotación

menos inhumana, si es que existe alguna. En todo caso es sabido que la

legislación fue ampliamente violada en todo el ámbito iberoamericano, por

lo que poco pudo resolver.

LA IGLESIA. Una Real Cédula del año 1509 recogía la postura de la Corona

española respecto al interés evangelizador como el principal deseo de los

monarcas, plasmado en la inquietud por la conversión de los nativos, a fin de

que «sus ánimas no se pierdan, para lo cual es menester que sean

informados de las cosas de nuestra santa fe católica». Por esta razón, desde

1526, la legislación ordenaba que en las expediciones de penetración fuera

siempre un religioso con el objeto de difundir la palabra de Dios entre los

pueblos aborígenes que encontrasen.

Una vez conquistados los territorios se empezaba a tejer el denso

entramado religioso, con los distintos órganos y centros de poder claramente

diferenciados y constituidos. Así, en 1546, el Papa Pablo III concede a Quito

el ser Sede Episcopal.

La provincia metropolitana de la que todas las Sedes dependían era Sevilla,

donde se dirimían los problemas religiosos planteados. Los inconvenientes

Page 42: Características de la cultura

de la lejanía, la demora en el envío y resolución de pleitos, etc., aconsejaban

el establecimiento en América de Archidiócesis.

El mismo año en que Quito recibe su cargo de Sede (1546), se elegían a

Santo Domingo, México y Lima como las primeras Archidiócesis de

Hispanoamérica, quedando Quito, Cuzco, Popayán, Panamá y Nicaragua

inscritas bajo la jurisdicción de la de Lima.

El Regio Patronato creó 32 diócesis durante el siglo XVI en los lugares que

tenían mayor importancia política, de las que dos de ellas se localizaban en el

reino de Quito. Si bien en América coincidieron sacerdotes y frailes, la capital

misión evangelizadora encomendada a la Iglesia católica, y la abundancia de

indios a quienes cristianizar hizo que el número de curas fuera sensiblemente

inferior al de conventuales. Salvo contadas excepciones en las cuales

ejercieron actividad apostólica, los padres diocesanos emplearon su vocación

en el mantenimiento del culto entre los españoles emigrados a Indias.

La orden de San Francisco se expandió por todo América, penetrando en el

conquistado reino de Quito en 1538, mientras que los Dominicos se

asentaron en este territorio dos años después, en 1540. Los mercedarios, por

su parte, gracias a un privilegio de tiempos de Jaime I el Conquistador, que

les convertía en capellanes castrenses, están presentes en toda la gesta de la

Conquista, ya desde el segundo viaje de Colón. El Perú y Quito fueron

coetáneos de las expediciones dominadoras del incario.

Como norma general, y pese a la relación tan directa entre poder

eclesiástico y Corona, gran cantidad de frailes de las distintas órdenes se

mostraron muy críticos con la labor desarrollada en las relaciones entre los

conquistadores blancos y los conquistados indios, elevando gran cantidad de

protestas a sus respectivas jerarquías, quienes a su vez elevaban los

correspondientes informes a la Corona.

El deseo de potenciar la labor en defensa de los nativos hizo que se

levantasen verdaderas cruzadas en la corte. De resultas de ello se fueron

dando las distintas ordenanzas sobre el trato al indio. Sin embargo, las

incesantes protestas de las distintas órdenes, dados el nulo respeto a las

ordenanzas de los monarcas y los abusos perpetrados por los encomenderos,

condujeron a las Leyes Nuevas de 1542, de las que conviene destacar la

Page 43: Características de la cultura

abolición de la esclavitud indígena, de la servidumbre personal y de las

naborías. Como ya hemos reflejado, esto provocó el levantamiento de

Gonzalo Pizarro ante el poder representado por el Virrey. Del mismo modo

nos consta el inútil esfuerzo de esta legislación puesto que de una manera u

otra la ley fue burlada y los trabajos impuestos al indio se mantuvieron

cuando no se aumentaron, como sucedió con el servicio de mita en las minas

y labrantíos.

Durante largo tiempo se planteó la hipótesis de que religiosos indígenas se

encargasen de la evangelización de sus congéneres, apoyados por los frailes

europeos. Sin embargo ni la Corona ni las autoridades religiosas permitieron

esta situación, negando el acceso a cargos importantes del clero a los

mestizos no legítimos, como sucedió en otros campos de la administración

civil.

La Iglesia se configuró poco a poco como un enorme poder económico en

las Indias, convirtiéndola en el primer gran propietario, tanto por cantidad de

tierras como por ingresos, al disponer de tres fuentes de ingresos: los

diezmos, que le permitían tener numerario en una sociedad descapitalizada

por los envíos de metales preciosos a la Península; la explotación de una

mano de obra casi gratuita, la indígena; y las donaciones de los fieles, ya que

muchos conquistadores, sin herederos reales o reconocidos, donaban sus

tierras a la Iglesia a fin de hacerse perdonar todas las tropelías llevadas a

cabo durante su etapa de conquista.

Así, además de las tierras, la Iglesia se hizo con la posesión de inmuebles,

bien comprados o bien heredados, para cuyo mantenimiento y ornato

colaboró activamente la Corona con parte de su Hacienda, tal y como se

acordaba en los acuerdos sobre el Regio Patronato de Indias entre la

Monarquía española y la Santa Sede.

La Corona se alarmó por esta situación y dictó algunas disposiciones

prohibiendo que los eclesiásticos adquiriesen bienes raíces en operaciones

ordinarias de compraventa, pero esto apenas mitigó el problema. A fines del

siglo XVI la Iglesia poseía la tercera parte de las tierras productivas del Perú y

la mitad de México, además de un inmenso patrimonio de casas y templos.

Page 44: Características de la cultura

Hay que mencionar, no obstante, dos casos extraordinarios dentro de esta

dinámica de la Iglesia; los franciscanos y los jesuitas. Los primeros porque se

negaron a poseer tierras, ya que temían perder su condición de mendicantes.

Los segundos porque organizaron las suyas con verdadero espíritu de

empresa, de hecho sus haciendas tenían por lo común el máximo de

rentabilidad, y porque, además, crearon riqueza agrícola al establecerse a

menudo en territorios de frontera, donde había verdaderos baldíos que

transformaron en haciendas muy productivas.

Parte de los beneficios obtenidos en estas explotaciones revertía en las

mismas, otra parte era para la comunidad, aunque siempre bajo la tutoría

administrativa de los misioneros, y una tercera parte se dedicaba al ornato

de los templos de la Compañía. Así encontramos ejemplos de una

grandiosidad y prepotencia en sus templos, como es el caso de la iglesia de

los jesuitas en Quito, siendo desde fechas muy tempranas ampliamente

criticado e incluso utilizado como un argumento en su contra a la hora de

plantearse su expulsión.

Muchas de las técnicas empleadas por los religiosos en la catequesis de los

naturales corresponderían más al proceso cultural que al religioso. El

desconocimiento de las lenguas nativas obligó a los frailes a su aprendizaje

para una mejor exposición de los misterios de la fe; la confección de

catecismos y libros de doctrina impresos en los dialectos indígenas favoreció

no sólo la labor pastoral, sino la difusión de la imprenta.

La congregación de indios para impartir la instrucción religiosa se vio

complementada con las fundaciones de colegios y escuelas donde, además

de la enseñanza de las nuevas creencias, se les iniciaba en otras materias y se

les inculcaba un modo de comportamiento acorde con la civilización

occidental imperante.

LA CULTURA, LA ARQUITECTURA Y EL ARTE. La etapa de plenitud o

conformación cultural en Hispanoamérica no se inicia hasta la segunda mitad

del siglo XVI. El período precedente corresponde a unos años dominados, en

gran medida, por una serie de actividades entorpecedoras del desarrollo

cultural, como podían ser las expediciones de descubrimiento y conquista,

Page 45: Características de la cultura

los titubeos en la fijación de asentamientos, los problemas de colonización

sobre unos territorios inmensos, la escasa emigración, la fundación de un

corto número de centros urbanos, etc.

A medida que estos problemas fueron superándose, la civilización

occidental comenzó a extenderse por las Indias de manera imparable,

configurando una actuación humana cuyos efectos han quedado entre las

páginas más memorables de la historia de la Humanidad.

No existió una cultura iberoamericana en los siglos XVI y XVII, pese a que

se hable usualmente de ella. Lo que de verdad existió fue una proliferación

cultural, resultado de la mezcla de la cultura dominante traída por los

españoles (con sus consiguientes subculturas regionales) con las infinitas que

había en América.

La cultura española encontró una mayor resistencia a la penetración en

aquellos territorios en los que habitaban unos reinos nativos sobresalientes,

como es el caso del reino de Quito, tanto por el influjo de la cultura inca,

relativamente poco asentada en gran parte de sus tierras, como por la de los

distintos señoríos étnicos preincaicos, cuyo poso cultural aún vivía a la

llegada de los españoles.

En cuanto al idioma, en América confluyeron el habla popular importada

por conquistadores y colonos y el idioma culto de los religiosos, quienes

tuvieron confiada la educación de los naturales, los criollos y la población

emigrante.

Mientras en ciertas manifestaciones artísticas se produjo el mestizaje de

formas, en la lengua no hay constancia de la creación de un idioma

aglutinador de ambas corrientes, la española y la nativa. El lenguaje

predominante fue aquel que viajó en las naves salidas de las costas ibéricas

con las mutaciones ya señaladas de la incorporación a cada uno de los

territorios conquistados de entonaciones y voces procedentes de las tierras

anteriormente descubiertas y colonizadas.

Los esfuerzos de la Corona en favor de la expansión del castellano fueron

ímprobos, con el envío a ultramar de cartillas y catones para la enseñanza,

Page 46: Características de la cultura

ejemplares del Arte de la lengua, de Nebrija, y libros tendentes a alcanzar los

objetivos propuestos.

Una de las principales preocupaciones de los monarcas hispanos radicó en

el interés mostrado por la educación de los nativos, entendida ésta como el

vehículo ideal para su incorporación al modo de vida español y de

comprensión de las verdades de la fe cristiana. Al efecto autorizaron la

creación de escuelas y colegios de primera y segunda enseñanza, academias,

centros de Artes y Oficios y universidades.

A cada nueva fundación de una ciudad correspondía casi invariablemente

la erección de un centro escolar regido por religiosos; de igual manera, éstos

se encargaban de la enseñanza en tierras de misiones y en las comunidades

indígenas, compaginando su labor apostólica con la de instrucción de los

naturales.

Los franciscanos fundan en Quito, a imagen del Colegio Imperial de

Tlatelolco (México), un centro de enseñanza, básicamente para los hijos de

los señores naturales, en donde éstos se encontraban en régimen de

pensionado. No menor importancia tuvieron los centros de enseñanza

profesional, al comprobar los misioneros la gran habilidad de los indígenas

para determinadas actividades, especialmente las manuales detallistas y la

música. Por esta razón se funda, en 1552, el colegio de San Andrés, creado a

imagen del de San José de los Naturales (México). En San Andrés los nativos

aprendían técnicas de sastre, zapateros, pintores, bordadores, fundidores,

batihojas, etc.

Las enormes expectativas despertadas por el sistema educativo puesto en

marcha en América necesitaban de una continuidad en los estudios. En caso

contrario habría obligado a un desplazamiento a la Península, con los

consiguientes problemas económicos y personales, de aquellos que

pretendiesen proseguir la carrera estudiantil, de ahí que la inquietud en

torno a la creación de universidades en el Nuevo Mundo cuajó con prontitud.

Dos fueron los tipos de universidades que encontramos en ultramar, las

llamadas generales, oficiales o mayores y las conocidas como particulares,

privadas o menores.

Page 47: Características de la cultura

La universidad indiana estuvo abierta en el XVI a los nativos (con

preferencia a los hijos de los caciques), mestizos y mulatos libres, aparte de

los criollos y peninsulares. Más tarde, la desconfianza hacia determinadas

mezclas de razas propiciaron las restricciones y la exigencia de legitimidad y

limpieza de sangre.

La Universidad de San Fulgencio fue la primera de estas características

fundada en el extinto reino de Quito. Posteriormente verían la luz las de San

Gregorio y Santo Tomás, todas ellas a imagen de las españolas de Alcalá de

Henares, Salamanca y Valladolid.

Gracias al interés demostrado tanto por la Corona como por las distintas

Órdenes en la creación de Universidades, América dispuso pronto de

filósofos, teólogos o jurisconsultos formados en sus propios centros.

Con el asentamiento de los núcleos urbanos, la expansión de la

colonización y el surgimiento de escuelas, colegios y universidades, las

bibliotecas comenzaron a proliferar y el gusto por la lectura fomentó la

importación de libros.

La Corona emitió una serie de disposiciones tendentes a prohibir la

divulgación en América de obras consideradas como poco modélicas,

opuestas a la labor misional de los religiosos o susceptibles de alterar las

costumbres de españoles y nativos, entre las que se encuentran los libros de

romances, de caballerías e historias profanas. La prohibición abarcaba

también a aquellas obras escritas en contra de la monarquía hispana, cuya

divulgación estaba reprobada en la propia Península.

Sin embargo los fraudes no faltaron y muy prontamente circulaban por el

territorio americano un sinfín de obras prohibidas, sobre todo de caballería,

destacando de entre ellas el «Amadís de Gaula».

La implantación de la imprenta en América nació como un complemento

de la evangelización, en primer lugar, y posteriormente para la edición en los

nuevos territorios de los volúmenes de gran aceptación popular. De este

modo, la gran aportación española al Nuevo Mundo, su cultura, permitió el

nacimiento en América y el conocimiento, tanto dentro como fuera de sus

Page 48: Características de la cultura

fronteras, de una pléyade de literatos que ocupan un lugar destacadísimo en

los tratados al uso.

Perú, junto con el Ecuador, merecen un apartado especial en el

reconocimiento de la ingente relación de cronistas que glosaron su pasado,

su historia reciente, junto con su conquista y acomodo a los nuevos usos

españoles, dada la abundancia de escritos debido a autores como Cristóbal

de Mena, Pedro Pizarro, Diego Trujillo y Agustín de Zárate, entre otros. Es, sin

embargo, Pedro Cieza de León el escritor más afamado respecto a los

acontecimientos acaecidos en estos territorios.

El arte hispanoamericano refleja mejor que ninguna otra actividad la

influencia procedente de la Península. Los estilos artísticos gótico, plateresco

y mudéjar cruzaron el Atlántico y se instalaron en Indias con tal fuerza que el

primero de ellos prolongó su vida en ultramar años después de agotar su

existencia en Europa. De este modo, medievalismo y renacimiento se dieron

cita en América confiriendo a las creaciones arquitectónicas unas

características únicas.

Si a esto añadimos que la colaboración de los indígenas, buenos artífices,

en algunas de las obras otorgó a ciertos monumentos de una hibridización de

lo español con lo nativo, nos encontramos con una de las manifestaciones

más sorprendentes en la construcción y decoración de iglesias, conventos y

edificios civiles.

La tónica dominante en la primera mitad del XVI consistió en el envío a

ultramar de cuadrillas de alarifes que se desplazaron por los territorios

americanos contratados por distintas fábricas, dando como resultado una

cierta uniformidad, reflejada en construcciones situadas en sitios alejados

entre sí.

LAS EXPEDICIONES CIENTÍFICAS. Al inaugurarse el siglo XVIII se produjo

un cambio radical en todos los aspectos de la vida americana, pues los

Borbones abrieron su imperio a un número cada vez mayor de científicos,

exploradores y curiosos en general, tanto españoles como extranjeros,

siendo la mayoría de estos últimos franceses, que publicaron después los

Page 49: Características de la cultura

relatos de sus expediciones. Sin embargo, a medida que avanza el siglo

viajaron también muchos alemanes y escandinavos, a los que la Corona

empleaba como consejeros técnicos y, en el caso del prusiano Alexander von

Humboldt, como científicos imparciales. Así, el siglo XVIII fue testigo de una

larga serie de importantes expediciones científicas.

En contraste con la resistencia a los ataques de piratas como Drake,

Dampier o Bouchard, la Corona acogió con beneplácito estas expediciones,

muchas de las cuales tuvieron al territorio ecuatoriano como principal

protagonista. Una de ellas fue organizada por la Academia Francesa de

Ciencias en 1735 para medir un grado del meridiano cerca del ecuador y

determinar así con más precisión la forma y medida de la Tierra. Con

péndulos y plomadas Charles Marie de La Condamine y Pierre Bouguer

comprobaron las medidas del arco y además verificaron el fundamento de

nuestro sistema métrico decimal. Con menos acierto consideraron el

Chimborazo, con sus 6.310 m, como el más alto del mundo. Asimismo, aparte

de explorar las ruinas de Ingapirca, organizó la primera expedición científica

en la Amazonia, que partió de Cuenca por la vía de Zaruma hasta el Marañón.

En la confluencia de éste con el Pastaza se le unió el científico ecuatoriano

Pedro Vicente Maldonado y juntos navegaron por el gran río.

La Condamine cartografió su viaje hasta Cayena, y gran parte de la

información resultante de esta expedición fue empleada por Denis Diderot

en la «Encyclopédie».

Acompañaron a la misión los marinos españoles Antonio de Ulloa y Jorge

Juan, encargados no sólo de una discreta vigilancia de los franceses, sino con

objetivos propios. Sus «Noticias Secretas de América», dirigidas al Rey,

abarcaban una visión crítica en lo político, social y económico del país. Ulloa

llevó además a España especímenes botánicos, zoológicos y minerales del

Ecuador, base del Gabinete de Historia Natural de Madrid, promovido por él

desde el año 1752 hasta su apertura en 1775.

Humboldt llegó a tierras ecuatorianas en 1802 y estableció una serie de

principios científicos aplicables tanto a la geografía física como a la

meteorología. Midió el descenso de la temperatura en función de la altitud;

cartografió las líneas isotermas; explicó la relación entre las plantas y las

condiciones físicas; y estudió el descenso de la fuerza magnética terrestre

Page 50: Características de la cultura

desde los polos al ecuador. También demostró la conexión entre las fisuras

subterráneas de las rocas ígneas con la presencia de los volcanes en grupos

lineales. Su nombre lo llevan la corriente fría del Pacífico Sureste y una

especie de pingüinos.

Expediciones españolas notables se sucedieron durante la Ilustración, si

bien los primeros cronistas de Indias, además de historiadores, eran

etnógrafos, botánicos y zoólogos, al modo de la época.

Muy principal fue la del gaditano José Celestino Mutis, que trabajó en la

Nueva Granada, virreinato que comprendía al Reino de Quito en esos

momentos, realizando una importante serie de expediciones científicas

desde 1786 hasta un poco antes de la muerte de Mutis en 1808.

El aporte más directo de Mutis se relaciona con la chinchona o quina, único

remedio natural eficaz contra la mortal y extendida malaria, planta cuyas

diversas especies ecuatorianas estudió con la ayuda de fray Diego García.

El Arcano de la Quina es una de las obras fundamentales de Mutis, todavía

inédita. Aún se conserva en la antigua farmacia del Palacio Real de Madrid

paquetes con la corteza de quinas de la provincia de Loja.

No han perdido vigencia las investigaciones e ilustraciones de Ruiz y Pavón,

que describieron y bautizaron con el nombre de carludovicapalmata la

palmera de «paja toquilla». Dejaron para la posteridad una monumental

colección de láminas en la que colaboraron una serie de artistas

ecuatorianos, destacando Vicente Albán.

La expedición científica de Alejandro Malaspina (1789) tocó Guayaquil, de

cuyo puerto realizó una carta de navegación dentro del amplísimo estudio de

las rutas marítimas del Pacífico.

Malaspina juzgó críticamente la complejidad del Imperio Español y

recomendó, para evitar su desastre, formar cuatro reinos distintos, uno de

ellos el de Perú, con inclusión de lo que hoy es Ecuador, unidos por una

cabeza real, pero independientes económica y administrativamente. Su idea

no fue aceptada y estuvo en prisión algún tiempo.

Page 51: Características de la cultura

Todavía a mediados del siglo XIX la Comisión Científica del Pacífico, bajo el

reinado de Isabel II, llevó a cabo trabajos de investigación, con el objetivo

adicional del reconocimiento de los nuevos estados independizados de

España. La escuadra al mando del general Pinzón llegó al puerto de

Guayaquil y lo estudió dentro de sus amplios objetivos náuticos en el

Pacífico.

Sin embargo, de todos los científicos que pasaron por este territorio,

Charles Darwin es el más recordado, quien visitó las islas Galápagos durante

cinco semanas en 1835. En estas islas, anexionadas al Ecuador tres años

antes, realizó muchas de las observaciones en las que fundamentó su

revolucionaria teoría sobre la evolución y mutación de las especies.

En la constitución de 1998

Historia del Ecuador

En 1944, una insurrección popular derrocó a Arroyo del Río y llevó a la presidencia a José María Velasco Ibarra, el cual ya había gobernado el país entre 1934 y 1935. En este segundo mandato, Velasco integró a conservadores, comunistas y socialistas en la llamada Alianza Democrática. Durante la II Guerra Mundial (1939-1945), Ecuador apoyó a los aliados contra las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokio. En 1945, año en el que Ecuador se convirtió en uno de los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se promulgó una nueva Constitución, que estaría en vigor hasta 1967. Tras sus dos primeros mandatos (recuerda: 1934-1935 y 1944-1947), Velasco Ibarra ejerció nuevamente la presidencia en los periodos 1952-1956, 1960-1961 y 1968-1972. Durante este último, fue el primer presidente del país bajo la nueva Constitución, aprobada en 1967. En 1970, su gobierno pasó a ser dictatorial y, en 1972, fue derrocado. A continuación, tomó el poder el general Guillermo Rodríguez Lara, quien restauró la Constitución liberal de 1945. Nacionalizó el petróleo en 1974 (Ecuador era el segundo país exportador de petróleo de toda Sudamérica, solo superado por Venezuela). En 1976, un nuevo golpe militar llevó al poder a Alfredo Poveda Burbano, durante cuyo gobierno (1976-1979) se promulgó la Constitución de 1978.

Page 52: Características de la cultura

Jaime Roldós Aguilera fue el primer presidente elegido tras la aprobación del nuevo texto constitucional. Desde entonces hasta 1997, las elecciones se desarrollaron normalmente, y los presidentes se sucedieron sin problemas. En 1995, durante la presidencia del conservador Sixto Durán Ballén, se reanudó el conflicto fronterizo con Perú; todo quedó pronto resuelto por medio de un acuerdo ratificado entre ambos países en 1998 y en 1999. En 1996, Abdalá Bucaram resultó elegido presidente con el apoyo de las clases más desfavorecidas del país. Sin embargo, tanto su impopular política como sus actuaciones en público (impropias de tan alto cargo) provocaron que el Congreso Nacional lo apartara de la presidencia, en febrero de 1997, por “incapacidad mental”. Tres meses después, un referéndum respaldó la destitución de Bucaram. El socialcristiano Jamil Mahuad, del partido Democracia Popular, fue elegido presidente en 1998. La crisis del país era enorme, tanto en lo político como en lo económico. Los proyectos de liberalización de la economía de Mahuad chocaron con la casi totalidad de las fuerzas políticas y sindicales, y se sucedieron las huelgas generales. Mahuad intentó que Ecuador adoptara el dólar estadounidense como moneda oficial. Millares de indígenas llegaron a Quito para exigir la dimisión de Mahuad. El levantamiento, promovido por la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE) y apoyado por un sector del Ejército, obligó a dimitir a Mahuad. Los sublevados nombraron presidente al hasta entonces vicepresidente, el independiente Gustavo Noboa. Pero, finalmente, el Congreso aprobó que el dólar fuera la moneda oficial. En las elecciones de 2002, resultó vencedor uno de los militares que apoyó a los indígenas para derribar a Mahuad, el ex coronel Lucio Gutiérrez, al frente de una coalición de partidos de izquierdas e indigenistas. Sin embargo, durante su gobierno se produjeron nuevas crisis de gran importancia; Gutiérrez fue destituido por el Congreso en

2005, y la presidencia pasó a ser ejercida por el que era vicepresidente del país: Alfredo Palacio