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1 CAPÍTULO II DESARROLLO HISTÓRICO DEL ESTUDIO DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES II: PERIODO CLÁSICO, CRISIS Y RESURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES Angeles Sánchez-Elvira Paniagua y Margarita Olmedo Montes En esta guía de estudio se indica qué “EPÍGRAFES” y “CUADROS” NO SON MATERIA DE EXAMEN . En el apartado de COMENTARIOS” se hace referencia a tres aspectos: - los contenidos específicos que dentro de los epígrafes “eliminados” SÍ SON MATERIA DE EXAMEN. - la conveniencia de leer los contenidos que no serán incluidos como materia de examen; - y sugerencias concretas acerca de cómo abordar el estudio de algunos de los contenidos que sí son materia de estudio. Es importante señalar que aunque estos contenidos no vayan a ser objeto de preguntas en el examen, ES CONVENIENTE SU LECTURA DETENIDA para comprender mejor aquellos sobre los que sí se va a preguntar. CAPÍTULOS EPÍGRAFES COMENTARIOS 1. El periodo clásico de las diferencias individuales 1 Leer con detenimiento todo el punto 1 (con sus epígrafes) para poder comprender las características de la Psicología Diferencial clásica. Del epígrafe 2.3. se excluyen los siguientes subapartados: a) Investigación en Inteligencia b) Investigación en Personalidad y variables estilísticas Sólo leer estos puntos, dado que el alumno los encontrará ampliamente desarrollados en los temas correspondientes. Capítulo 2 2.7. La evolución de la polémica herencia-medio ambiente Leer la evolución de la polémica. Estudiar las 4 conclusiones del APA, y el resto del texto hasta el final, para conocer el estado actual de la cuestión. MAPA DE CUADROS DEL TEMA 2 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Como se puede ver, sólo hay que estudiar para el examen el cuadro 5. ______________________ 1 Cuando se elimina un epígrafe significa que no entra para examen todo lo que se incluye dentro de él (subepígrafes, cuadros, figuras, tablas, etc., salvo las excepciones que se especifican en la columna de comentarios y en el mapa de cuadros).

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CAPÍTULO II

DESARROLLO HISTÓRICO DEL ESTUDIO DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES II: PERIODO CLÁSICO, CRISIS Y RESURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

Angeles Sánchez-Elvira Paniagua y Margarita Olmedo Montes

En esta guía de estudio se indica qué “EPÍGRAFES” y “CUADROS” NO SON MATERIA DE EXAMEN. En el apartado de “COMENTARIOS” se hace referencia a tres aspectos:

- los contenidos específicos que dentro de los epígrafes “eliminados” SÍ SON MATERIA DE EXAMEN.

- la conveniencia de leer los contenidos que no serán incluidos como materia de examen; - y sugerencias concretas acerca de cómo abordar el estudio de algunos de los contenidos que sí son

materia de estudio. Es importante señalar que aunque estos contenidos no vayan a ser objeto de preguntas en el examen, ES CONVENIENTE SU LECTURA DETENIDA para comprender mejor aquellos sobre los que sí se va a preguntar. CCAAPPÍÍTTUULLOOSS EEPPÍÍGGRRAAFFEESS CCOOMMEENNTTAARRIIOOSS

1. El periodo clásico de las diferencias individuales1

Leer con detenimiento todo el punto 1 (con sus epígrafes) para poder comprender las características de la Psicología Diferencial clásica.

Del epígrafe 2.3. se excluyen los siguientes subapartados: a) Investigación en Inteligencia b) Investigación en Personalidad y

variables estilísticas

Sólo leer estos puntos, dado que el alumno los encontrará ampliamente desarrollados en los temas correspondientes.

Capítulo 2

2.7. La evolución de la polémica herencia-medio ambiente

Leer la evolución de la polémica. Estudiar las 4 conclusiones del APA, y el resto del texto hasta el final, para conocer el estado actual de la cuestión.

MAPA DE CUADROS DEL TEMA 2

1 2 3 4 5

6 7 8 9 10 Como se puede ver, sólo hay que estudiar para el examen el cuadro 5. ______________________ 1 Cuando se elimina un epígrafe significa que no entra para examen todo lo que se incluye dentro de él (subepígrafes, cuadros, figuras, tablas, etc., salvo las excepciones que se especifican en la columna de comentarios y en el mapa de cuadros).

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CAPÍTULO II

DESARROLLO HISTÓRICO DEL ESTUDIO DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES II: PERIODO CLÁSICO, CRISIS Y RESURGIMIENTO DE LA PSICOLOGÍA DE LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES

Angeles Sánchez-Elvira Paniagua y Margarita Olmedo Montes

ÍNDICE

I. Introducción II. Objetivos III. Contenidos específicos del tema

1.El periodo clásico de las diferencias individuales 1.1.Cuestiones metodológicas

1.1.1.Análisis de respuestas y desarrollo del paradigma R-R 1.1.2.“Censo psicológico” y principios cuantificables 1.1.3.El desarrollo y aplicación de las técnicas multivariadas

1.2.Cuestiones conceptuales y teóricas 1.2.1.Modelos factoriales de rasgos: dimensiones y estructuras 1.2.2.Carácter aplicado del estudio de las diferencias individuales 2.Crisis de la Psicología Diferencial clásica y nuevos planteamientos 2.1.Reduccionismo simplista de la Psicología Diferencial clásica 2.2.Críticas a las técnicas del Análisis Factorial 2.3.Estructuras estáticas vs. procesos dinámicos 2.4.Personalismo vs. Interaccionismo 2.5.Consistencia, estabilidad y coherencia de la conducta 2.6.Nivel de generalidad de los postulados diferencialistas 2.7.La evolución de la polémica herencia-medio ambiente 3.Perspectivas actuales en el estudio científico de las diferencias individuales

IV. Resumen V. Preguntas de autoevaluación

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PONER CUADRO POR AQUÍ A DOS COLUMNAS

I. INTRODUCCIÓN

El estudio de las diferencias individuales surge como planteamiento alternativo al enfoque generalista de la Psicología, centrado en la definición y el análisis funcional de la conducta humana en cuanto al hombre general o promedio se refiere . La existencia de diferencias individuales notables, y la posibilidad de detectar fuentes de variación conductual estables y relevantes, han conferido una entidad disciplinar propia a una forma distinta de abordar el estudio de la psicología humana bajo el prisma de lo particular, de aquello que permite distinguir a unos individuos de otros.

Como veremos a lo largo del capítulo, tras el establecimiento científico de la Psicología Diferencial, su consolidación tiene lugar a lo largo de la primera parte del siglo XX, dando lugar a desarrollos que presentan unas características claras, muy vinculadas a los desarrollos metodológicos derivados de la aplicación del paradigma correlacional y al análisis descriptivo y taxonómico de las diferencias individuales. Puede decirse que estas peculiaridades impregnaron su evolución como disciplina científica otorgándole unos atributos que, al tiempo de caracterizarla y ser el ámbito de desenvolvimiento de valiosas contribuciones, fueron, también, la causa principal de un encorsetamiento conceptual y científico progresivo nada positivo del que, afortunadamente, ha estado dispuesta a salir. A partir de los años 60, y durante dos décadas, la disciplina sufrió una profunda crisis obligando a un replanteamiento de los objetivos y métodos de la misma para superar las críticas y dificultades denunciadas, tanto intradisciplinares como desde otras esferas del conocimiento psicológico. Paralelamente, la propia dinámica de investigación, y los resultados obtenidos, han estado consistentemente asociados a algunas de las polémicas más agrias y persistentes suscitadas en torno a controversias tales como el origen de las diferencias individuales, o las diferencias en rendimiento intelectual existentes entre determinados grupos sociales o raciales. En consecuencia, para bien o para mal, la Psicología de las diferencias individuales ha sido tradicionalmente una disciplina tremendamente involucrada con la realidad social e histórica. Ya en las últimas décadas, la disciplina ha experimentado una notable revitalización. En buena medida, ello se debe a que el interés por describir aquellos aspectos psicológicos que diferencian a las personas ha dejado paso a una pretensión explicativa, centrada en dilucidar el cómo se producen tales diferencias, si bien todavía no se ha hallado un modelo capaz de integrar adecuadamente los datos provenientes de los distintos campos que confluyen en la explicación de la variabilidad conductual. A pesar de ello, actualmente existen una gran cantidad de modelos teóricos cuyo objetivo es convertir en unidad la multiplicidad, de esclarecer lo disperso dotándolo de un orden natural que tenga sentido, de traspasar los límites establecidos tradicionalmente entre las distintas disciplinas para llegar a un conocimiento más completo acerca de la diversidad psicológica. En definitiva, este sería un reto en el que nuestra disciplina debe trabajar y aunque, por el momento, sólo forme parte de lo deseable, podemos decir, de acuerdo con Sánchez-Elvira (1996), que hoy en día, la amplitud y actualidad de las temáticas a las que se aplica el enfoque

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diferencial justifican el interés que presentan sus contenidos en la formación de futuros profesionales de la psicología. Una presencia que se debe entender a modo de eslabón intermedio entre una psicología de los procesos generales y una psicología orientada al conocimiento del sujeto individual en la totalidad de sus facetas, empezando por aquellas que permiten diferenciarlo del resto de sus congéneres. Así pues, la Psicología Diferencial, se constituye en una ciencia interdisciplinaria cuyo objeto, es, en definitiva, el estudio de la variabilidad psicológica que presenta el ser humano. En el estudio de tal objeto confluyen, como decimos, ciencias tan diversas como la genética, la antropología, la sociología o la psicometría. Es sobre todo la complejidad que presenta el comportamiento humano, lo que nos remite al recurso de integrar en la explicación de la individualidad y las diferencias los conocimientos de diversas disciplinas. Además, como iremos viendo en los siguientes apartados, los objetivos de la Psicología Diferencial han tenido diferente peso en el trascurso de su historia.

PONER CUADRO POR AQUÍ

OBJETIVOS GENERALES OBJETIVOS ESPECÍFICOS Conocer las características metodológicas de este enfoque clásico

Conocer cuáles son las características principales de la Psicología Diferencial Clásica

Conocer las características conceptuales de dicho enfoque

Distinguir entre las razones intra y extradisciplinares que condujeron a la crisis de la disciplina

Analizar cuáles fueron las razones fundamentales que llevaron al cuestionamiento de la Psicología Diferencial clásica

Conocer las principales polémicas generadas en torno a las teorías y resultados de las investigaciones dela psicología Diferencial Conocer los principales hitos históricos acaecidos en la disciplina, especialmente en el campo de la inteligencia y la personalidad, que muestran la evolución experimentada

Conocer las nuevas tendencias en cuanto a los objetivos que la disciplina trata de alcanzar

Conocer los nuevos planteamientos metodológicos y conceptuales que han renovado el estudio de las diferencias individuales

Tener elementos de juicio suficientes para identificar el paradigma metodológico en el que una investigación cualquiera de nuestra disciplina se desarrolla

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Poder distinguir si los planteamientos metodológicos y los objetivos de una investigación se corresponden con los característicos del primer estadio de la Psicología Diferencial, de carácter descriptivo, o con los del segundo, de carácter explicativo

II. CONTENIDOS ESPECÍFICOS DEL TEMA

Los contenidos de este tema abordan la evolución experimentada por el estudio de las diferencias individuales desde su estructuración formal. De esta forma, se comentarán los desarrollos y principales logros de la Psicología Diferencial clásica a lo largo del siglo XX, analizando la profunda crisis experimentada entre los años 60 y 70 por la denominada psicología de los rasgos y su metodología basica, el análisis factorial, y planteando el resurgimiento de una nueva Psicología de las Diferencias individuales que, a lo largo de las últimas tres décadas, sin renegar de aquellos principios clásicos más válidos fundamentados en la descripción y predicción de la conducta diferencial, camina de la mano de los avances más actuales de la investigación en procesos psicológicos en aras de su explicación última.

1. El periodo clásico de la Psicología Diferencial

Sintetizar lo ocurrido a lo largo de las décadas posteriores al establecimiento de la disciplina, consideradas como las décadas de los desarrollos clásicos de la Psicología Diferencial (aproximadamente entre los años 20 y principios de los 60), no es tarea fácil, dado el ingente cúmulo de datos e investigaciones existentes en áreas muy diversas. Durante el denominado periodo clásico, la Psicología Diferencial se consolida como disciplina científica siendo sus objetivos perfectamente distinguibles de otras áreas de la Psicología. A continuación haremos un recorrido a través de las principales características de este periodo, lo que nos permitirá perfilar los objetivos y métodos tradicionales de la disciplina en este periodo, así como, de forma breve, los desarrollos alcanzados en distintas áreas.

1.1. Cuestiones metodológicas

1.1.1. Análisis de respuestas y desarrollo del paradigma R-R Como ya hemos visto, el estudio de las diferencias individuales estuvo profundamente vinculado, desde sus inicios, al estudio del comportamiento humano en función de sus ejecuciones, productos, o manifestaciones externas y no tanto, así, de sus procesos. En otras palabras, se constituyó, tradicionalmente, en una "psicología de los resultados" (Valverde, 1985).

Este interés por los resultados vino, a su vez, mediado y estimulado por las propias necesidades sociales de índole práctico, en muchos casos institucionales, relativas a la demanda de procedimientos de selección, detección, orientación, etc., de los individuos con respecto a su rendimiento en áreas psicológicas relevantes (Forteza, 1973).

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El paradigma experimental, E-R, no permitía abordar el objeto de estudio de la Psicología Diferencial, que se vio abocada al desarrollo de un paradigma completamente distinto basado en el análisis de la relación entre respuestas, o paradigma correlacional, R-R. En consecuencia, la Psicología se bifurcó en dos vías paradigmáticas diferentes cuya excesiva separación denunciara Cronbach en 1957:

1. el paradigma experimental, característico de una Psicología general de corte

experimental, regido por la estimación de relaciones funcionales entre estímulo y respuesta (E-R). En este paradigma se analiza en qué medida las variaciones producidas en el contexto, en situaciones artificiales de laboratorio, provocan cambios en las respuestas de los individuos. Por tanto, el interés está centrado en los cambios o variabilidad general en las respuestas ante estímulos o condiciones estimulares distintos y su principal objetivo es la explicación causal de los fenómenos.El estudio del efecto que tienen las condiciones ambientales en el aprendizaje de respuestas es un claro ejemplo de este paradigma.

2. el paradigma correlacional, característico de la Psicología Diferencial clásica, regido

por el análisis descriptivo de las diferencias individuales existentes en las respuestas ante una situación dada, en contextos naturales, así como por las relaciones existentes entre las respuestas observadas (R-R) La preocupación por la estabilidad del rango relativo de un sujeto, en comparación con un grupo, en una o varias dimensiones de respuesta, se vincula, así, al estudio de diferencias individuales a partir de una metodología correlacional, así como al ámbito de las aplicaciones de la psicología.

Ambos paradigmas, E-R y R-R, se desarrollaron durante gran parte del siglo XX

ignorándose, en buena medida, y mostrándose libres de discusiones interparadigmáticas. Esto puede deberse a que las características y peculiaridades de ambos y de sus ámbitos de aplicación no conducen a alternativas incompatibles o excluyentes al trabajar con niveles de conocimiento y áreas de intereses distintos.

En cualquier caso, el paradigma R-R no ha experimentado crisis reales, sino polémicas

internas y debates que han contribuido a revitalizar el ámbito de sus estudios y aplicaciones (Caparrós, 1980, 1982; Forteza y Prieto,1981). Quizás esta estabilidad, aparentemente al margen de las controversias entre escuelas y de las crisis paradigmáticas que han convulsionado la Psicología con frecuencia, se deba a que los desarrollos diferencialistas clásicos han estado más próximos a sus desarrollos metodológicos (de carácter marcadamente descriptivo), que a constituirse en auténticos modelos teóricos de carácter explicativo que dieran cuenta de la realidad objeto de estudio y que, sin duda, son más proclives a la polémica.

En suma, el estudio de las diferencias individuales en el seno de la Psicología Diferencial

clásica se limitó, en buena medida, a la búsqueda de relaciones de interdependencia o concomitancia entre las variables analizadas, alejándola de toda posibilidad de experimentación y del establecimiento de relaciones causales (Forteza, 1973).

1.1.2. “Censo psicológico” y principios cuantificables Cuando decimos que alguien es más inteligente que la media, o menos sociable que otra persona, le estamos comparando con lo que conocemos del conjunto de los individuos

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con los que tratamos, o del ser humano, en general. Si además queremos hacer afirmaciones de este tipo de carácter más riguroso y científico, necesitaremos tener datos suficientes acerca de cómo se distribuyen las variables consideradas en la población. Por tanto, el análisis de la distribución de las características psicológicas en la población forma parte del primer acercamiento al análisis de la variabilidad interindividual y está asociado a la utilización de lo que Danzinger (1990) denomina el "censo psicológico". ¿Por qué habla Danzinger de “censo”?. Porque, de la misma manera que la obtención de información sociológica fiable sobre el censo de votantes requiere recabar la mayor información posible del universo de personas que pueden votar en unas elecciones, la investigación sobre una característica psicológica dada implica “censar” dicha característica en una muestra representativa de la población objeto de estudio y ver cómo se distribuye. A partir de ahí, el estudio clásico de las diferencias individuales vendrá siempre dado por la referencia del individuo a su población de pertenencia presentando un carácter marcadamente normativo. Esto implica conocer aquellos parámetros centrales y de dispersión de la población (ej. media, desviación estándar, varianza, etc.), entre otros, necesarios para que los individuos sean clasificados y ordenados cuantitativamente en relación a las dimensiones consideradas. Esta información permite: 1) estimar la posición relativa de cualquier individuo en una característica psicológica determinada con respecto a su población de pertenencia, en general y 2) comparar a los individuos entre sí, en particular, analizando las diferencias individuales existentes entre ellos.

Insertar Fig.2.1 por aquí

En este sentido, la individualidad se concibe como una constelación de características personales definidas, siempre, en función de las características globales de la población y, desde este punto de vista, la Psicología de las diferencias individuales clásica presenta un acercamiento nomotético. Vinculado a este carácter normativo la Psicología Diferencial se nos muestra como una disciplina basada en principios marcadamente cuantitativos. En las ciencias naturales todo procedimiento comparativo se fundamenta en la medida de las diferencias existentes en las dimensiones objeto de estudio basándose en principios cuantificables. Bajo el influjo claro de este modelo, la Psicología Diferencial aspiró desde sus inicios a que las diferencias psicológicas entre los seres humanos fueran identificadas, igualmente, a partir de variables susceptibles de ser definidas mediante unidades cuantificables y operacionalizables. Este carácter cuantitativo marcó profundamente la investigación diferencialista, en la que los tratamientos cualitativos apenas si han tenido cabida.

PONER CUADRO 2.1. POR AQUÍ

BÚSQUEDA DE UNIDADES CUANTIFICABLES

Insertar Fig.2.2 por aquí al lado de Thorndike

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E.L.Thorndike (1874-1949) plasmó en su obra "Individuality" (cf. Danzinger (1990) el principio axiomático que regirá, en buena medida, los desarrollos diferencialistas hasta la actualidad: "Todas las diferencias inteligibles son, en última instancia, cuantitativas. La diferencia entre dos individuos cualesquiera, si es que puede ser descrita, puede especificarse comparando las cantidades que la persona A posee de varios rasgos, con las cantidades que B posee de esos mismos rasgos. En la inteligencia y el carácter, las diferencias de tipo entre un individuo y otro son definibles, si es que pueden definirse, como compuestas por diferencias de grado" (1911; pág.5).

1.1.3. El desarrollo y aplicación de las técnicas multivariadas

Para cumplir con sus objetivos, la Psicología Diferencial clásica creció de la mano de los desarrollos de una metodología multivariada, cada vez más potente y sofisticada, que pretendía ajustarse a los mismos, así como de la creación de un bagaje inagotable de técnicas psicométricas. Esto se hace evidente por tres razones fundamentales:

- Las necesidades generadas por el objeto y características de estudio de las diferencias

individuales impulsaron la psicología correlacional prestando el empuje necesario tanto a las técnicas psicométricas necesarias, como al desarrollo de numerosas pruebas psicométricas, o tests psicológicos, destinados a la medición cuantitativa de dichas diferencias.

- Las técnicas multivariadas permiten simplificar y sistematizar el ingente cúmulo de

datos obtenidos, así como determinar las unidades de diferenciación básicas cuya existencia se postula.

- La relevancia social y la proximidad a la vida real de las aportaciones de la Psicología

Diferencial han promovido, igualmente, los avances estadísticos de carácter correlacional aplicados al análisis de alguna cuestión psicológica de interés. Estos criterios son calificados de inaceptables por los experimentalistas clásicos, más centrados en el control científico y la manipulación de los fenómenos.

Sin duda alguna, tras las aportaciones iniciales de Ch.Spearman, el periodo clásico de la Psicología Diferencial coincide con la introducción de la técnica del Análisis Factorial en la historia de la disciplina, dado que el desarrollo de las técnicas de la correlación y el Análisis Factorial han configurado el eje en el que la Psicología Diferencial se ha articulado metodológicamente (Andrés Pueyo, 1996). Con el desarrollo de la técnica del Análisis Factorial, la Psicología Diferencial llega a consolidarse como una tradición con entidad propia de la psicología científica. Es más, la estrecha unión entre la Psicología Diferencial y el Análisis Factorial supone que las oscilaciones, en cuanto a prestigio se refiere, de estas dos materias, van a ir paralelas hasta casi los años setenta.

PONER CUADRO 2.2. POR AQUÍ EN DOS COLUMNAS

AVANCES EN LA METODOLOGÍA DEL ANÁLISIS FACTORIAL

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Los posteriores refinamientos metodológicos y modalidades de aplicación del Análisis Factorial en la década de los 30 corrieron a cargo de Thomson en Edimburgo, Burt en Londres y Thurstone en Chicago, siendo especialmente destacable el papel de este último.

Insertar Fig.2.3 por aquí al lado de Thurstone

Entre todos los psicólogos americanos interesados en estudiar la inteligencia a través del Análisis Factorial cobra especial importancia la figura de L.L.Thurstone (1887-1955). A Thurstone se debe la denominación de esta técnica ya que, si bien los británicos Spearman y Burt ya habían empleado el término factor, la designación de Análisis Factorial aparece por primera vez en la obra de Thurstone Múltiple Factor Análisis en donde, además de describir su concepción de inteligencia, propone el procedimiento estadístico conocido como Análisis Factorial Múltiple, mediante el cual es posible analizar matrices de correlaciones para dilucidar el número de factores independientes que las determinan. El modelo fundamental que subyace al Análisis Factorial, según Thurstone, es aquel que explica cualquier resultado en un test como la suma ponderada de las puntuaciones de una persona en una serie de entidades hipotéticas subyacentes llamadas factores o rasgos latentes (Carroll, 1982).

Entre las principales aportaciones de Thurstone al Análisis Factorial cabe destacar: la introducción del álgebra de matrices para el cálculo factorial, el desarrollo del método centroide, la estimación de las comunalidades, la rotación de los factores hasta la estructura simple y la computación de correlaciones entre factores (Andrés Pueyo, 1996).

Aunque en las décadas de los años 30 y 40 del siglo XX el Análisis Factorial era ya una técnica consolidada, en este periodo aparecen algunas innovaciones metodológicas como la realizada por Hotteling (1895-1973) con el método de Análisis de Componentes Principales, que resultaría de suma utilidad para el desarrollo de los tests y para la Psicología Diferencial en general en la décadas siguientes.

En definitiva, no resulta extraño que las aportaciones de la Psicología Diferencial clásica hayan estado impregnadas de lo que Forteza (1973) denomina "lenguaje estadístico", hablándose, indistintamente, de Psicología Diferencial, Correlacional o Psicométrica (Bindra y Scheier, 1950; Cronbach, 1957; Caparrós, 1980, 1984). Ello no contribuyó, en modo alguno, a liberar al estudio de las diferencias individuales de connotaciones y restricciones metodológicas claras (Burgaleta, 1987). No obstante, los diferencialistas clásicos no desearon ser identificados como meros psicómetras; por una parte, el análisis de dimensiones no respondía, únicamente, a necesidades lógicas o técnicas, sino a unas aspiraciones científicas legítimas en busca de una sistematización teórica (Reuchlin, 1985) y, por otra, el desarrollo de una metodología propia no pretendía limitarse al análisis de las relaciones existentes entre dos conjuntos de mediciones, sino que buscaba, en última instancia, inferir o, al menos, formular hipótesis acerca de lo que produce dichas correlaciones (Yela, 1982) de forma que se pudiera contribuir a construir un cuerpo útil de teorías y no, únicamente, a proporcionar una serie exhaustiva de correlatos descriptivos con una finalidad meramente aplicada. Sin embargo, estos objetivos no siempre se consiguieron, tal y como comentaremos a lo largo del presente capítulo. En cualquier caso, el impulso al desarrollo y perfeccionamiento progresivos de la metodología multivariada es una innegable y valiosa contribución del estudio de las diferencias individuales a la Psicología, en general. Existen multitud de cuestiones que necesitan ser abordadas, al menos inicialmente, no a partir de un tratamiento experimental,

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sino mediante una aproximación correlacional, multivariada, más cercana a la manifestación natural de los fenómenos y a su pluralidad, así como al estudio de relaciones de multidependencia y no, estrictamente, a un análisis causal de las mismas. 1.2. Cuestiones conceptuales y teóricas

1.2.1. Modelos factoriales de rasgos: dimensiones y estructuras

Al igual que toda disciplina científica busca sus elementos o unidades fundamentales (ej.la tabla periódica de los elementos en Química, o la relación de cuerpos celestes en Astronomía), el primer objetivo de la Psicología Diferencial clásica fue encontrar sus unidades básicas de análisis, aquellas que permitieran comparar a los individuos dando respuesta a preguntas tales como ¿cuáles y cuántas son las características fundamentales en las que las personas difieren?, ¿cómo se estructuran?, etc. Estas unidades debían ser representativas de toda la especie humana; este elevado grado de universalidad que estaría fundamentado en un origen genético y un sustrato biológico.

Para el logro de este objetivo los investigadores diferencialistas utilizaron básicamente el análisis factorial dando lugar a los denominados modelos psicométricos o estructurales, tanto de la inteligencia como de la personalidad. La finalidad de estos modelos es la de obtener, a partir de las correlaciones de las puntuaciones de los sujetos en los tests elaborados a tal efecto, habitualmente de lápiz y papel, información suficiente para: 1. Determinar cuántas y cuáles son las dimensiones o unidades básicas para el estudio de

las diferencias individuales. 2. Establecer el tipo de estructura, la forma y organización que las dimensiones o

factores constituyen. Estas estructuras pueden ser de diverso tipo; por ejemplo, las más frecuentes serán las estructuras de carácter jerárquico, en función del nivel de generalidad y abstracción de los factores obtenidos, pero también podremos encontrar estructuras de factores independientes de carácter más específico.

Insertar Fig.2.4 por aquí

Por tanto, una vez obtenidas las relaciones existentes entre las respuestas recogidas, técnicas como el análisis factorial permiten abordar la cuestión de si estas relaciones están producidas por una serie de factores latentes, no observables, que se corresponderían con sus unidades fundamentales, los rasgos. Pongamos un ejemplo: respuestas como hablar entrecortado, sudoración de las manos, pensamientos intrusivos, agitación, etc., presentan por lo general una correlación elevada entre sí. Un análisis oportuno de estas relaciones nos mostrará que probablemente todas ellas sean conductas representativas de una agrupación o característica común, de mayor rango de generalidad, que podríamos denominar rasgo de ansiedad (no observable como tal) y responsable, en última instancia, de la manifestación de los comportamientos concretos manifiestos.

De acuerdo con Colom (1998), la defensa del estudio científico de propiedades psicológicas que no son directamente observables (o constructos hipotéticos) responsables de la manifiestación consistente del comportamiento de las personas, es coherente también con la temprana oposición de Thurstone al predominio del modelo conductista estímulo-

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respuesta (E-R) (defendido hacia la misma época por Watson), al que el autor califica de excesivamente mecanicista. Thurstone abogó por la consideración de variables mediadoras en esta fórmula, como serían las correspondientes al individuo, dando lugar a las diferencias individuales, y que se formularía como E-O-R, o, incluso, como O-E-R en la medida en que el propio individuo puede generar y modificar las situaciones de forma activa.

Insertar Fig.2.5 por aquí

PONER CUADRO 2.3. POR AQUÍ A DOS COLUMNAS

PRINCIPALES REPRESENTANTES DE LOS MODELOS FACTORIALES DE RASGOS CLÁSICOS

Entre los años treinta y cincuenta la Psicología Diferencial estuvo mayoritariamente centrada en cuestiones relativas a la inteligencia, y en esta época se desarrollaron los principales modelos psicométricos de la inteligencia basados en la aplicación del modelo factorial (los modelos de Burt, Thurstone, Vernon, Cattell, Guilford, etc; ver capítulo 5). De igual forma, el área de la personalidad comienza a tomar auge y surgen los principales modelos de rasgos como los de R.B.Cattell, o H.J.Eysenck (ver capítulo 6). Todos estos modelos constituyen una buena parte del cuerpo teórico y de investigación desarrollado hasta el momento en la Psicología Diferencial, y sus postulados centrales han marcado el rumbo de esta disciplina y muchas de sus principales polémicas. En los años cincuenta y sesenta se desarrollaron también, siguiendo el mismo marco metodológico, modelos referentes a los estilos cognitivos y la creatividad (Guilford, 1950).

El prestigio de H.J.Eysenck (1916-1997) como psicólogo se extiende más allá del campo de la Psicología Diferencial, siendo uno de los autores más prolíficos e influyentes del siglo pasado. Defensor de la tradición diferencialista inglesa, y del empleo de las técnicas correlacionales y experimentales de forma simultanea, buscó el “lugar científico de las diferencias individuales”, y persiguió la integración de diferentes modelos explicativos del comportamiento para la comprensión de dichas diferencias, tanto en el ámbito de la inteligencia, como en de la personalidad e incluso, ya más recientemente, en el de las relaciones entre, ésta, y la salud.

R.B.Cattell (1905-1998) fue responsable del desarrollo de un conjunto de técnicas estadísticas multivariadas que aplicaría en diferentes campos de la psicología referentes, tanto a aspectos básicos como la personalidad, la inteligencia o la genética de la conducta, como a ámbitos más aplicados (p. ej. la psicología clínica y la psicología industrial). Son especialmente conocidos sus modelos referentes a la personalidad e inteligencia, modelos que, a su vez, han servido de base para la construcción de instrumentos diagnósticos de gran valor para la psicología aplicada.

Por último, destacaremos también la figura de J.P.Guilford (1897-1987). Aunque las aportaciones de J.P. Guilford a la Psicología Diferencial fueron más limitadas que las de los anteriores autores, también fue considerado un fiel seguidor del Análisis Factorial. Su formación, básicamente experimentalista, hizo que se especializara en procedimientos psicofísicos, si bien en su trabajo mostró siempre más interés por el estudio de las correlaciones y los tests mentales que por la psicofísica clásica. La colaboración que durante un tiempo mantuvo con Thurstone marcaría definitivamente su línea de investigación,

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especializándose en las técnicas del Análisis Factorial, a través de las cuales abordó cuestiones relativas a la inteligencia, la personalidad y la creatividad sin seguir, en ningún caso, un modelo teórico concreto.

1.2.2. Carácter aplicado del estudio de las diferencias individuales Desde el mismo origen del estudio de las diferencias individuales, los logros alcanzados han mostrado un enfoque muy lejano a las cuestiones analizadas en los laboratorios experimentales y muy próximo, sin embargo, a los intereses y necesidades sociales. A diferencia de los trabajos realizados en los laboratorios de corte wundtiana, las contribuciones de la Psicología Diferencial han ejercido, desde su sistematización científica, un fuerte impacto, no tanto científico como social, al abordar el estudio de las diferencias individuales de forma pragmática al objeto de que fuera útil para la resolución de problemas prácticos. Esta orientación ha sido común, tanto desde la vertiente experimental Galtoniana y su expansión americana a cargo de funcionalistas como J.Mc.Cattell, como desde los primeros triunfos obtenidos por psicólogos como Binet o Terman en el campo de la educación.

Varias razones históricas propiciaron este impacto a lo largo del siglo XX. Las profundas

transformaciones institucionales del sistema educativo, con la instauración de la enseñanza obligatoria, nuevas prácticas sociales como la exigencia de un currículum estándar, el potente desarrollo industrial y la progresiva especialización profesional, o una conceptualización creciente de la sociedad en términos estadísticos de poblaciones de individuos agrupados en torno a problemas humanos tales como la urbanización, la industrialización, la inmigración y la emigración, etc. impulsaron la vertiente aplicada del estudio de las diferencias individuales. Mediante el análisis de la distribución de las características psicológicas, los psicólogos podían realizar contribuciones importantes a la gestión de aquellos problemas sociales susceptibles de ser definidos en términos de la variación estadística de los rasgos psicológicos. Por tanto, la psicología amplió su horizonte hacia una ciencia nueva, socialmente relevante, que fue capaz de movilizar recursos institucionales para su investigación y aplicación.

En función de sus objetivos la psicología mostró, así, otra bifurcación clara: una

psicología académica de corte generalista y experimental, también denominada básica, y una psicología aplicada de desarrollo y fuerza inusitados, vinculada a una profesionalización creciente de la disciplina psicológica. En este sentido, Caparrós (1984) resalta que el impulso y la justificación definitivos para la profesionalización de la psicología surgieron del estudio de las diferencias individuales. En efecto, resulta impensable llevar a cabo cualquier labor de diagnóstico o de selección si no se puede contar con un marco diferencial. Así, una de las principales contribuciones de la Psicología de las diferencias individuales clásica a los profesionales de la Psicología será impulsar la construcción de una extensa gama de instrumentos de evaluación, o tests, desarrollados con la finalidad de discriminar y diferenciar a los seres humanos en cualquier área psicológica socialmente relevante.

Insertar Fig 2.6. y Fig.2.7. por aquí

En este sentido, las categorías en las que los individuos han sido tradicionalmente

diferenciados no son, por lo general, socialmente neutras, sino que comportan un componente de relevancia e interés social importante; por ejemplo, aquellos que tienen el control de las

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instituciones públicas buscarán técnicas que sean efectivas para la selección de individuos cuyas características personales sean idóneas para incrementar la eficiencia de las propias instituciones.

Esta peculiaridad de su objeto de estudio ha causado también no pocos quebraderos de cabeza a los teóricos de las diferencias individuales ante la siguiente cuestión: el estudio de las diferencias individuales, ¿tiene carácter científico o meramente tecnológico?: - lo científico se caracteriza por el interés prioritario y "per se" del incremento de los

conocimientos teóricos, la "aproximación a la verdad" o el establecimiento de leyes referidas a "modelos idealizados de la realidad".

- lo tecnológico pretende una optimización y mejora de los logros y posibilidades de las

actividades técnico-prácticas de los profesionales, y el establecimiento de teorías con una función instrumental que no es la de la ciencia pura.

PONER CUADRO 2.4. POR AQUÍ

LA POLÉMICA CIENTÍFICO vs. TECNOLÓGICO Valverde (1985) estima que la Psicología Diferencial es un modo de conocimiento científico que, por su idiosincrasia, incide en lo tecnológico. Pero, ¿debe identificarse plenamente con ello?. A juicio de Caparrós (1982), algunos de los criterios primordiales que conducirían a aseverar que la Psicología Diferencial representa una disciplina meramente tecnológica son los siguientes:

1.- Las áreas de la conducta humana donde han de incidir los resultados parecen elegidas

por instancias más sociales que científicas. La relevancia de los problemas responde, por tanto, a parámetros que, al menos, no se puede decir que sean totalmente internos a la dinámica de la ciencia, siendo su validez en buena parte social.

3.- Finalmente, la evaluación de las innovaciones y resultados de estas investigaciones y

sus técnicas se lleva a cabo según un criterio de eficiencia y eficacia predictiva en las áreas sociales correspondientes (educación, industria, ejército, clínica, etc.).

Sin embargo, aunque el desarrollo de la Psicología Diferencial, en su conjunto, ha estado orientado por el desenvolvimiento de sus aplicaciones, y sus perspectivas teóricas han evolucionado en función del estado y las necesidades de la sociedad, explicar de esta forma toda la evolución de las ideas en materia de diferencias individuales sería excesivo. En general, todos los problemas de índole empírica siempre están parcialmente determinados por contextos concretos e históricos de investigación, y la actividad científica progresa resolviendo problemas que, por otra parte, son enunciados desde teorías (Caparrós, 1984; Reuchlin, 1985).

Analizadas las características básicas de la disciplina, a nuestro entender el vínculo de la Psicología de las diferencias individuales con las necesidades sociales e históricas no sería el

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principal obstáculo para una consideración de esta disciplina como ciencia. No obstante, parece cierto que la sensibilidad a la realidad social y la cercanía a la ocurrencia de los fenómenos que han caracterizado a la historia de la Psicología Diferencial clásica, así como el relativo éxito social de los resultados técnicos obtenidos, pueden haber matizado, y a menudo limitado, sus desarrollos científicos al ceñirse y deberse, en buena medida, a las demandas sociales (Forteza y Prieto, 1981; Valverde, 1985) primando, en muchas ocasiones, sobre la elaboración científica necesaria para la creación de un auténtico cuerpo teórico. En cualquier caso, el objeto de estudio de la disciplina tiene suficiente entidad "per se" como para ser el objeto de estudio de una campo científico, independientemente de sus posibles aplicaciones prácticas y repercusiones sociales.

Para terminar con las características fundamentales de esta etapa considerada el periodo

clásico de la Psicología Diferencial, cabe destacar que en ella se produce la publicación de los primeros manuales clásicos de nuestra disciplina. En 1937 vio la luz la obra Differential psychology: Individual and group differences in behavior de Anne Anastasi, en la cual se refleja el interés que muestra la autora por dilucidar cuestiones como la construcción e interpretación de tests psicológicos y la relativa influencia del entorno en el desarrollo de las aptitudes y la organización mental. Diez años después, Leona Tyler publica The psychology of human differences, manual en el que la autora intenta sistematizar los desarrollos realizados hasta entonces en el estudio de las diferencias individuales.

PONER CUADRO 2.5. POR AQUÍ

ENFOQUE CLÁSICO DE LA INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA DE DIFERENCIAS INDIVIDUALES

El enfoque clásico del estudio de las diferencias individuales se caracteriza, básicamente, por los siguientes aspectos:

??Selección de muestras amplias y heterogéneas, representativas de la población objeto de estudio.

??Observación y evaluación de la variabilidad de respuestas que distintos individuos

dan ante unas mismas condiciones estimulares en contextos próximos a la ocurrencia real de las mismas.

??Uso de metodología multivariada, y más concretamente del análisis factorial, para la

simplificación y sistematización de los datos en diversos tipos o agrupaciones homogéneas denominados factores que presenten relevancia o significación psicológica determinando, así, las unidades o dimensiones significativas de diferenciación psicológica entre los individuos que en este contexto se denominan rasgos.

??Perspectiva internalista fundamentada en disposiciones personales consistentes de

carácter hereditario y base fisiológica a las que se les supone un carácter universal, estando presentes en toda la especia humana.

??Elaboración de los modelos psicométricos de rasgos que estudian la estructura de

constructos importantes como la inteligencia o la personalidad.

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??Claro potencial predictivo en áreas aplicadas de gran interés como el rendimiento académico o profesional de las personas.

Veamos, a continuación, la evolución seguida por la disciplina a lo largo del siglo XX, haciendo especial hincapié en las cuestiones que llegaron a poner en tela de juicio el estatus científico de la Psicología Diferencial clásica, y en los cambios experimentados que se tradujeron en una psicología de las diferencias individuales renovada.

2. Crisis de la Psicología Diferencial clásica y nuevos planteamientos

Las fuentes históricas en las que el estudio de las diferencias individuales se asentó permitían enmarcar con claridad el objeto conceptual clásico y las características definitorias de la Psicología Diferencial. Las bases conceptuales propuestas prevalecieron durante más de un siglo de investigación y aplicación de los conocimientos psicológicos en materia de variabilidad humana.

No obstante, el periodo clásico del estudio de las diferencias indivividuales presentaba determinados sesgos y deficiencias, y la suficiencia y fundamentación teórica derivada de la investigación diferencial clásica fue cuestionada desde distintos frentes.

Durante las décadas de los 60 y los 70, la Psicología Diferencial conocería una fase de reestructuración profunda debida fundamentalmente a dos factores (Andrés Pueyo, 1996):

1. el cuestionamiento que atravesó la metodología correlacional y factorialista; y 2. la separación definitiva y necesaria de otros ámbitos disciplinares relacionados,

como la psicometría y los tests mentales (que ampliarían su ámbito de acción a la evaluación psicológica más amplia) lo que obligó a una redefinición más precisa de los objetivos disciplinares propios.

PONER CUADRO 2.6. POR AQUÍ

PRINCIPALES CUESTIONAMIENTOS ACERCA DE LA PSICOLOGÍA DIFERENCIAL CLÁSICA

En el prólogo de la edición al castellano de uno de los manuales clásicos de la Psicología Diferencial, escrito por la autora americana L.Tyler (Tyler, 1965; ed.cast.1973), el profesor Forteza planteaba una serie de cuestiones básicas para dilucidar el futuro de la disciplina:

- ¿Tiene sentido que sigamos hablando de la Psicología Diferencial como una disciplina con un campo propio y bien delimitado?.

- ¿Tiene valor el ingente y disperso cúmulo de datos que se encuentran en las publicaciones de la materia?.

- ¿Pueden desarrollarse modelos explicativos en torno a tanto dato descriptivo?. - ¿Condiciona la metodología utilizada el tipo de sistematización realizada con los

datos, observándose, de este modo, modelos contradictorios y, a veces, opuestos?. - ¿Han quedado obsoletas algunas de las aseveraciones principales, gracias a la propia

evolución de la metodología?.

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- Y, finalmente, ¿estamos en condiciones de pasar a una etapa explicativa superando la meramente descriptiva y especulativa?.

Estas preguntas, buena muestra de la marea interna agitada por una insatisfacción generalizada, respondían a la necesidad acuciante de establecer nuevas pautas y depurar conceptual y metodológicamente esta disciplina psicológica. Afortunadamente, frente a los retos planteados, el estudio de las diferencias individuales experimentó cambios considerables a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, así como una evolución creciente que se ha hecho cada vez más patente en las últimas décadas. Estas transformaciones son fruto de una revisión en profundidad instigada por las críticas reiteradas desde otros ámbitos de la Psicología, así como por el descontento progresivo de los propios diferencialistas

Las crisis experimentadas por la disciplina han representado un auténtico desafío para los

psicólogos interesados en la variación individual, así como un estímulo para la búsqueda incesante por encontrar el "lugar de las diferencias individuales en la psicología científica" (Eysenck, 1989). A partir de cada uno de los puntos críticos, y en virtud de una sensibilidad progresiva de los investigadores de las diferencias individuales a los avances de las diversas disciplinas psicológicas, se han desarrollado nuevas inquietudes y vías de entendimiento y análisis en materia de diferencias humanas, vías que han renovando el concepto tradicional de la Psicología de las diferencias individuales. Gracias a ello, en la actualidad se puede presentar una visión renovada del estudio de las diferencias individuales, menos estática y más próxima a las importantes aportaciones de la Psicología en otros campos propiciando un enriquecimiento mutuo y alejando el riesgo de un aislamiento progresivo del devenir científico.

Veamos cuáles han sido las principales objeciones y críticas a la tradición diferencialista, y cuál la respuesta actual de una psicología de las diferencias individuales más actual.

2.1.Reduccionismo simplista de la Psicología Diferencial clásica

Dos aspectos de la Psicología Diferencial clásica fueron especialmente cuestionados. Algunas de las principales posturas críticas nacieron, precisamente, en el propio seno de la Psicología Diferencial, y estaban centradas en la escasez y simplicidad de miras con respecto a los objetivos y métodos utilizados:

a) Simplicidad de objetivos: los psicólogos diferencialistas mostraban una excesiva aceptación y conformidad con la evidencia relativa a un pequeño número de ideas simples sobre la realidad que pretendían analizar, así como con la posibilidad de su generalización a todo el conocimiento en materia de diferencias individuales. ¿Cuáles eran algunas de esas ideas?: interés por unas pocas dimensiones básicas que darían cuenta de todas las diferencias existentes, el carácter genético de dichas diferencias, la distribución normal de las características psicológicas, o la organización simple de las mismas en estructuras elementales a descubrir.

b) Reduccionismo metodológico: según Tyler (1965) los métodos tradicionales de la Psicología Diferencial pueden resumirse en los siguientes pasos, derivados de los fundamentos metodológicos establecidos por Galton y sus sucesores:

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1) medición de un rasgo, entendido como disposición estable de conducta en un momento determinado.

2) asignación a cada individuo de un número correspondiente a su situación dentro del grupo al que pertenece.

3) estudio de la significación de cada rasgo relacionando un conjunto de medidas con otro conjunto de medidas; y

4) búsqueda del origen de las diferencias aparecidas. Ya en 1959, L.Tyler se cuestionará: ¿son suficientes estos objetivos?; ¿se puede limitar el estudio de las diferencias individuales al uso exclusivo de estos procedimientos?. Para una diferencialista notable la respuesta era evidente: "es posible que nos estemos aproximando al límite de lo que podemos hacer dentro de este sistema particular" (cf.Tyler 1965; pág.490). En consecuencia, "la ciencia de las diferencias humanas ha llegado a un estado de transición" (Tyler, pág.489). Afortunadamente, la evolución de la Psicología de las diferencias individuales se decantó por la negación de esta simplicidad rígida, en busca de una mayor flexibilidad descriptiva y de un acercamiento más rico a la realidad de su objeto de estudio (Reuchlin, 1985); por ello, actualmente la disciplina está mejor adaptada a la pluralidad de los aspectos de la realidad y a lo específico de cada investigación, acercando progresivamente los intereses generalistas y diferencialistas con respecto al estudio del comportamiento humano. 2.2. Críticas a las técnicas del Análisis Factorial

El uso intensivo del análisis factorial derivó en la elaboración de una gran variedad de modelos teóricos, muy diferentes entre sí. Sin embargo, la falta de acuerdo sobre la naturaleza de los factores identificados en los distintos modelos trajo consigo una crisis en la investigación diferencialista que se manifestó, especialmente, en el área de la inteligencia.

Siguiendo a Andrés Pueyo (1996), habría dos aspectos a considerar con respecto a los problemas derivados de las técnicas factoriales: por un lado estarían los aspectos metodológicos críticos inherentes a las bases matemáticas y presuposiciones básicas de la aplicación del análisis factorial (Carroll, 1993; Kline, 1991) y por otro, la problemática, ya planteada por R.B. Cattell en 1971, referida a la separación entre los estudios factoriales sobre las capacidades cognitivas de los estudios experimentales sobre las mismas, más preocupados por el valor explicativo de los datos (punto que trataremos en el apartado siguiente).

En lo que respecta a las críticas metodológicas sobre las bases matemáticas y las presuposiciones de aplicación del Análisis Factorial, estas podrían quedar agrupadas en cinco observaciones principales: a) La utilización de muestras no siempre lo suficientemente amplias ni representativas de la

población objeto de estudio ni, en muchas ocasiones, lo suficientemente heterogéneas como para que la variabilidad real sea estimada (es el caso de cuando, por ejemplo, se pretende extrapolar los resultados de investigaciones basadas en un tipo de población muy específico, como los estudiantes universitarios, a la población general).

b) Su fundamentación en los modelos lineales. En este caso, si, como parece probable, dos

personas pueden resolver el mismo problema utilizando distintos procesos cognitivos,

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podríamos tener idénticas puntuaciones y, sin embargo, estas podrían estar basadas en la utilización de capacidades distintas. El Análisis Factorial, en este caso, carecería de significación para el estudio de las diferencias individuales puesto que no nos estaría proporcionando información fiable sobre la configuración de un factor dado. No obstante, a pesar de que esta crítica aboga por la utilización de otro tipo de metodologías adicionales, la experiencia de la propia investigación factorial muestra cómo la validez externa de los factores de las capacidades cognitivas se encuentra avalado por la utilidad práctica de los mismos (Kline, 1991). Además, si tal como propone R.B. Cattell, recurrimos al principio de parsimonia, la presuposición de un modelo de relaciones lineales no se podría descartar a partir de los estudios empíricos, ya que es el más simple.

c) El tercer tipo de críticas realizadas al Análisis Factorial gira alrededor de la subjetividad

con que esta técnica se impregna. La posibilidad de optar por distintas soluciones factoriales y el número de factores a aceptar para la rotación de los mismos, la dificultad a la hora de decidir qué pesos factoriales de las variables se aceptan como estadísticamente significativos, o los problemas derivados de la selección de las técnicas o procedimientos de rotación, serían las observaciones más relevantes respecto a esta subjetividad metodológica que se traduciría en enfrentamientos entre los distintos autores en defensa de sus propias estructuras factoriales, lo que ha sido especialmente evidente en el campo de la inteligencia (ver capítulos 5 y 6).

d) El concepto de circularidad al que, supuestamente, conduce el Análisis Factorial y que

hace referencia, por una parte, a que a la hora de explicar la naturaleza de los factores estos se definen a partir de las mismas características que los constituyen; los rasgos son meras etiquetas descriptivas de los que sólo podemos hacer un listado de conductas representativas, de forma que no aportan conocimientos sobre los procesos que causan las diferencias –decir, por ejemplo, que alguien es alegre porque es extrovertido responde a una frase de carácter circular que no va más allá de la descripción de lo que observamos.

e) Por último, el Análisis Factorial, al tener sólo utilidad exploratoria, no sirve para

verificar hipótesis causales.

A partir de los años cincuenta comenzó a generalizarse la utilización de los computadores, que aliviaban las tediosas tareas de cálculo que el Análisis Factorial requería, hasta llegar a la situación actual en la que el ordenador personal posibilita que cada investigador pueda llevar a cabo, con gran facilidad, infinidad de análisis, dando lugar, por ejemplo, al estudio de distintas alternativas o soluciones factoriales.

Entre las décadas cincuenta y sesenta se sustituyeron los procedimientos desarrollados por Thurstone por algoritmos matriciales que permitían la realización de una rotación, tanto ortogonal como oblicua, de mayor precisión y menor subjetividad. En este perfeccionamiento del Análisis Factorial Exploratorio, denominación que en la actualidad se emplea para designar las técnicas del Análisis Factorial clásico, destacaron los trabajos de R.B.Cattell, H.F.Kaiser y J.B.Carroll. Ya en los años sesenta, nuevos procedimientos incrementaron notablemente la utilidad de este tipo de técnica; K. Jöreskog y D. Sörbom desarrollaron el Análisis Factorial Confirmatorio derivado de los métodos de ajuste de máxima verosimilitud. Este tipo de análisis tiene mayor potencial explicativo en la medida en que permite comprobar si un conjunto de datos determinado se ajusta convenientemente a un modelo teórico previo postulado. Los modelos teóricos propuestos por un autor pueden tener distinta procedencia, pueden derivarse de un Análisis Factorial Exploratorio previo, o

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bien simplemente de una teoría psicológica anterior que el autor quiera probar (Nesselroade y R.B. Cattell, 1988). Con este método, el análisis factorial deja de explorar para adentrarse en el campo más sólido de la comprobación teórica acercándose, por tanto, a la explicación científica (ver capítulo 4).

2.3. Estructuras estáticas vs. procesos dinámicos

Dada su procedencia metodológica, las estructuras generadas a partir del análisis factorial en los modelos psicométricos de rasgos fueron también cuestionadas sucesivamente desde distintos frentes, intra y extradisciplinares (ej. Anastasi, 1983; Carroll y Horn, 1981; Mischel, 1968; Sternberg, 1977; Tyler, 1976), por su carácter marcadamente descriptivo, clasificatorio y escasamente explicativo de la conducta y de la naturaleza de las diferencias individuales. Las estructuras hacen referencia a aspectos estáticos y meramente descriptivos de la psicología humana, que no permiten acceder a un estudio y entendimiento funcional de la conducta individual en el contexto en el que, ésta, se produce, ni a los desarrollos ni procesos que anteceden a la conducta observable y que originan las diferencias individuales manifiestas. A partir de un modelo estructural se pueden describir las características o rasgos que definen a las personas y situarlas con referencia a su población, pero no se puede explicar el porqué de dichas características ni el cómo de su funcionamiento. Adicionalmente, en 1965 L.Tyler manifestaba otra clara preocupación relativa a los excesos del uso de las técnicas factoriales: "el sistema presenta signos de irse convirtiendo en algo inoperable, a causa de la proliferación de dimensiones. Durante algún tiempo parecía que el análisis factorial iba a permitir una simplificación; pero en la actualidad es tal el número de factores y las relaciones entre ellos son tan complejas, que la teoría factorial no ha facilitado tal simplificación... " (pág.490).

Estas críticas pusieron en evidencia una necesaria apertura de miras. Los nuevos desafíos planteados por los desarrollos de la psicología en otros ámbitos despertaron, asimismo, las conciencias de los diferencialistas que, poco a poco, replantearon sus objetivos abriéndose a las contribuciones de otras disciplinas. De esta forma surgieron nuevos planteamientos encaminados a demostrar que el estudio de las diferencias individuales no debía circunscribirse, necesariamente, al análisis de estructuras, sino que sus objetivos podían ampliarse al ámbito de estudio de las diferencias individuales en aquellos procesos psicológicos subyacentes a las estructuras. Estos procesos representarían, por tanto, la vertiente dinámica y funcional de las estructuras previamente analizadas.

Insertar Fig.2.8. por aquí

Esta necesaria apertura a una psicología de los procesos psicológicos seguía fielmente el curso histórico de la propia psicología. Un estudio de procesos podía centrarse, tanto en lo relativo a cuestiones tales como la dinámica interna del funcionamiento cognitivo, como en lo que se refiere al entramado biopsicosocial que "individualiza" al ser humano o, en otras palabras, es responsable de su carácter único e individual.

En consecuencia, si bien podríamos hablar de la incidencia inicialmente desestabilizante

de determinadas controversias para el ámbito de la investigación en diferencias individuales,

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finalmente aquellas contribuyeron al enriquecimiento y también a una complejidad progresiva de dicho ámbito. Los dos ejemplos más representativos de los cambios producidos, tal y como veremos en el presente manual, podemos encontrarlos en la investigación sobre la inteligencia y la personalidad.

a) Investigación en inteligencia

Un claro exponente de lo ocurrido podemos encontrarlo en las aportaciones y desafíos planteados por la psicología cognitiva y, de forma más específica, de los modelos del procesamiento de la información. En 1956 se había iniciado una revolución en el ámbito más general de la psicología, la del cognitivismo, que cambió el estudio directo de la conducta por el de los procesos mentales (Eysenck, 1984; Ingram, 1986). Como resultado surge el planteamiento original de lo que ya en los años setenta sería un enfoque consolidado en el que adquieren especial importancia las medidas de tipo cronométrico, los desarrollos de modelos y micromodelos de procesos cognitivos, los conceptos de operación/estadio mental, los métodos como el “Método Aditivo” de S.Stenberg, o el componencial de R.J.Stenberg, destinados al análisis de procesos, todos ellos procedimientos experimentales en los que prima la validez interna.

Este paradigma, originalmente circunscrito al ámbito experimental-cognitivo, expandió sus influencias a casi todos los ámbitos de la psicología a partir de los años 70. Concretamente, su impacto en la Psicología Diferencial ha tenido el efecto de revitalizar esta disciplina. De esta forma se comenzaba a hacer realidad la petición de Cronbach en 1957: la fusión de las dos disciplinas de la Psicología científica, la experimental y la correlacional.

Se estima de forma más o menos consensuada que el inicio de este nuevo enfoque de la Psicología Diferencial puede situarse en la conferencia de Pittsburg (1965) dedicada al “Aprendizaje y las diferencias individuales” cuyos resultados se publicaron en un volumen, editado por R.M. Gagne, bajo el título “Learning and individual differences”. En las publicaciones realizadas por Juan Espinosa y Colom (1989) y Colom y García (1998) podemos encontrar información documentada sobre los programas de investigación que se han llevado a cabo bajo este enfoque de la Psicología Diferencial cognitiva (o cognoscitiva, como prefieren estos autores llamarlo) que, desde los años ochenta, muestra un vigor que se refleja en fenómenos como la expansión de las investigaciones y publicaciones de carácter cognitivo y en el surgimiento de dos revistas que se hacen eco de este nuevo enfoque del estudio de las diferencias individuales (la revista Intelligence, aparecida en 1976, y la revista Learning and individual differences, aparecida en 1989).

Se puede afirmar que la aplicación de los modelos del procesamiento de información al campo de las diferencias individuales en inteligencia fue una consecuencia lógica del desarrollo y expansión de estos modelos, y ello por dos razones. La primera, de tipo conceptual, se remonta al hecho de que fueron precisamente psicólogos de corte diferencialista los que primero se interesaron por el estudio de la cognición (ej. Ch. Spearman). La segunda, de tipo metodológico, está relacionada con la posibilidad de adaptar al estudio de las diferencias individuales un conjunto de paradigmas experimentales que permitan evaluar el rendimiento cognitivo en situaciones de alto control experimental. En este tipo de investigaciones experimentales aparecen como elementos importantes las diferencias individuales en medidas de tiempo de reacción y en otros parámetros de precisión, hecho que sin duda era de esperar dada la sensibilidad que presentan las medidas cronométricas a las variables del sujeto.

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Así, tanto desde el campo de la Psicología Cognitiva, como del de la Psicología Diferencial, fueron surgiendo intentos de aproximación, especialmente en el ámbito de las capacidades humanas. Pellegrino y Glaser (1979) dividieron en dos categorías los estudios encargados de relacionar los procesos cognitivos identificados experimentalmente con las medidas psicométricas de las distintas capacidades cognitivas:

1) Por una parte, desde 1973, se ha venido desarrollando el “enfoque de los correlatos cognitivos”, en el cual se correlacionan las puntuaciones obtenidas en los tests psicométricos de capacidades desarrollados en el ámbito de la Psicología Diferencial con las puntuaciones obtenidas en diferentes parámetros de tareas experimentales relativamente simples. Este enfoque lo ejemplifican, básicamente, los trabajos de Hunt y sus colaboradores (1973).

2) Por otra parte, R.Sternberg (1977) desarrolla el “enfoque de los componentes cognitivos”,

interesado en descomponer las tareas cognitivas complejas en componentes elementales del procesamiento de la información y estudiar las diferencias individuales en el uso de dichos componentes.

Insertar Fig.2.9. por aquí

Al margen de los enfoques citados, cabe mencionar una tercera línea de investigación interesada por los correlatos psicofisiológicos de la inteligencia bajo el supuesto de que la inteligencia está basada en una actividad cerebral mas eficiente, y en procesos biológicos más ajustados que propician, entre otras cosas, una mayor rapidez de procesamiento y ejecución de las tareas, o un menor gasto energético. Estas líneas de investigación que relacionan, por ejemplo, la inteligencia con la velocidad de procesamiento (bien sea a través del tiempo de reacción o bien a través del tiempo de inspección), representan la continuación del desarrollo del paradigma científico sobre la naturaleza de la inteligencia que inició Galton, basado en el estudio de los procesos simples. Poco a poco, la posibilidad de entender la naturaleza de la inteligencia en términos de una propiedad funcional del SNC, relacionada con la velocidad y la capacidad del procesamiento de información, va consolidándose como un modelo científicamente consistente para sus propulsores (véanse los trabajos de H.J. Eysenck, Vernon o Jensen). Muchos otros trabajos se han venido realizando de forma paralela en las últimas décadas en los que se relacionan otras variables psicofisiológicas, como los potenciales evocados cerebrales con diferentes correlatos cognitivos apoyando esta hipótesis (Andrés Pueyo, 1996). Por otra parte, Sternberg y Kaufman (1998) señalan que los acercamientos cognitivos y los biológicos están comenzando a converger recientemente.

Finalmente, no podemos pasar por alto las contribuciones de los propios diferencialistas, como puede apreciarse en el esfuerzo de acercamiento y síntesis realizado por Carroll (1987).

b) Investigación en Personalidad y variables estilísticas

El impacto de la psicología cognitiva en la Psicología Diferencial y el giro hacia una vertiente procesual en la investigación, no quedó limitado al estudio de la inteligencia, sino que se generalizó a otros terrenos propios de esta disciplina, como son la personalidad o el estudio de variables estilísticas como los estilos cognitivos.

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En el área de la personalidad se han generado nuevas unidades de análisis bajo una perspectiva funcional o procesual que encajan perfectamente con un entendimiento dinámico de las disposiciones personales, o rasgos, desde una vertiente más contextualizada. Estos postulados tiene su raíz fundamental en el modelo interaccionista (Endler, 1983; Endler y Magnusson, 1974; Endler y Parker, 1992; Magnusson y Endler, 1977b;) propuesto, como veremos en el apartado siguiente, como resolución ante la polémica personalismo vs. situacionismo. Bajo esta óptica se orienta la investigación más actual en diferencias individuales, volcando sus miras y sus esfuerzos en aspectos relativos a la interpretación subjetiva y diferencial de las situaciones (situación psicológica o percibida). El concepto de interacción de la persona con la situación añade complejidad y dinamismo a la explicación de la conducta individual que, bajo esta perspectiva, depende no sólo de la situación sino también de la actividad constructiva del individuo al seleccionar, interpretar y moldear los contextos en los que se encuentra y actúa.

Así, desde esta perspectiva procesual, las características individuales se definen a partir de nuevas unidades de carácter cognitivo-conductual (ej.unidades cognitivo-sociales como las planteadas por Mischel 1973, 1990; expectativas generalizadas de control, Rotter, 1966, 1990, o estilos atribucionales, Weiner, 1974, 1986), vinculadas a la interpretación y construcción que cada persona hace de las situaciones, así como de otros constructos relativos a la activación del rasgo en situaciones concretas, como el estado frente al rasgo (Spielberger, 1966) (ver capítulo 9).

Por último, también se propondrá otro tipo de aproximaciones más cercano a un entendimiento más cualitativo de la individualidad (Tyler, 1965). Tal es el caso del análisis de las distintas estrategias que pueden caracterizar a las personas en el afrontamiento de las situaciones (de las que el estudio de estilos cognitivos representa un ejemplo temprano). Podemos decir que fue precisamente esta línea de investigación el área de la Psicología Diferencial que antes recibió el influjo de la psicología cognitiva, si bien no fue el paradigma del procesamiento de la información el que más le influyó, sino la denominada psicología de la New-look, una psicología de la percepción que emergió en los años cincuenta.

Las estrategias son definidas como variables personales internamente coherentes e impulsoras de una dirección específica y característica en la interacción del individuo con su entorno (Hettema, 1989). Así, tanto en el ámbito de las capacidades o habilidades, en lo que respecta al empleo de distintas estrategias alternativas, y no, siempre, excluyentes, en la resolución de problemas (ej. Juan Espinosa y Colom, 1989ab; Lohman y Kyllonen, 1983), como en el de la resolución de situaciones vitales para los individuos, mediante por ejemplo las estrategias de coping o afrontamiento del estrés (ej. Lazarus y Folkman, 1984, 1988), este tipo de constructos promete abrir nuevas vías de acceso al estudio de aquellas diferencias que permiten establecer los fundamentos de la individualidad.

En la última década, la investigación diferencial apunta, además, hacia una renovación y evolución que incluye modelos menos estáticos y cada vez más complejos en los que se intenta integrar aspectos de la personalidad y la inteligencia que antes se concebían de forma separada (ver capítulo 10). En este movimiento cobran especial importancia variables que anteriormente habían sido menospreciadas por un énfasis excesivo en los aspectos cognitivos, como son el temperamento, las emociones y la motivación.

En definitiva, y de acuerdo con lo ya expuesto por otros autores (Forteza y Prieto, 1981; Reuchlin, 1986; Rodriguez y Grossi, 1991; Sánchez- Cánovas 1984; Tyler, 1965;

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Valverde, 1985), no se postula el abandono de una de las áreas más fructíferas y controvertidas del análisis diferencial, como es el caso del estudio de las dimensiones o rasgos en los que las personas difieren y de las posibles estructuras psicológicas estables que configuran. Esta labor, que podríamos calificar de taxonómica, representa lo que Reuchlin (1986) califica de "primer estadio de la Psicología Diferencial" , abogándose por su complemento con un análisis posterior de los procesos subyacentes. Por ejemplo, podremos conocer la estructura de la inteligencia y saber que existe una capacidad específica denominada capacidad espacial, que podremos evaluar con el test correspondiente para establecer la puntuación de cada individuo en dicha capacidad; pero, seguidamente, el interés debe centrarse en cuáles son los procesos que sustentan la capacidad espacial, cuáles son diferentes entre las personas que muestran una capacidad espacial elevada y aquellos que la tienen deficitaria, o si existen estrategias distintas conducentes a resultados externamente similares, así como si podemos hablar de procesos biológicos específicos. De esta manera podremos acercarnos al entendimiento y explicación del constructo considerado y sabremos, además, como intervenir de una forma positiva para modificarlo o potenciarlo. 2.4. Personalismo vs. Interaccionismo

A esta dinamización del estudio de las diferencias individuales a través del estudio de procesos, impulsada por los modelos cognitivos, se sumó un acontecimiento que haría tambalear los cimientos de los modelos de rasgos. El periodo clásico de la investigación en diferencias individuales se caracterizaba por una concepción personalista e internalista de las mismas. Por tanto, la persona era más relevante que la situación en la manifestación de la conducta, tal y como se deriva de los postulados principales de los modelos de rasgos. En otras palabras, aquellas características que diferencian a los individuos, o rasgos, responden a cualidades personales preexistentes "ubicadas en el interior" que son determinantes potenciales de la conducta a lo largo del tiempo y de las distintas situaciones.

Las bases de esta concepción radican en la creencia implícita de que el estilo de comportamiento y las características de cada persona son consistentes y predecibles, fruto del carácter único e irrepetible del individuo. La sistematización inicial de esta creencia podemos encontrarla en la enunciación explícita, si bien aún precientífica, de patrones de comportamiento diferenciales tales como las tipologías hipocráticas o galénicas, o los caracteres de Teofrasto o Huarte de San Juan, a los que ya hemos hecho referencia. Estos primeros pasos tienen el valor innegable de haber propulsado el interés por la búsqueda de unidades psicológicas consistentes y significativas, que permiten clasificar y describir a las personas con respecto a fuentes de diferenciación individual relevantes. El paradigma R-R contribuyó decisivamente a la orientación particularmente personalista del estudio de las diferencias individuales, en la medida en que el rango de variables analizadas está en todo momento asociado a las respuestas del sujeto, sin referencia a la situación en la que éste pueda encontrarse, o a los procesos conducentes a las mismas. Sin embargo, el concepto clásico de rasgo atravesó por una profunda crisis que puso en serio peligro el valor adjudicado a estas concepciones personalistas. En esta crisis jugaron un gran papel los planteamientos y críticas del situacionismo, concretamente, la brecha de la polémica se encendió en 1968 con la obra de Walter Mischel “Personality and assessment”, a través de la cual el autor, basándose en los resultados de las investigaciones existentes hasta el momento, cuestionó 1) la importancia de los rasgos frente al valor de los estímulos situacionales como determinantes de la conducta, y 2) su pretendida consistencia y, por tanto,

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el valor predictivo de este tipo de constructos personales y su interés como objeto de estudio para la Psicología. Mischel acabó negando en aquel momento la utilidad del rasgo como constructo teórico para afirmar, en su lugar, que los principios del aprendizaje aportaban una explicación más potente del comportamiento. Dado que la psicología diferencial tomaba como unidad de análisis el rasgo, partiendo de la anterior premisa el estudio de diferencias individuales, desde el punto de vista situacionista, carecía de relevancia lo que, siguiendo la frase de la época, situó el estudio de la personalidad “en la encrucijada”. Los planteamientos y críticas de Mischel y del situacionismo en general no dejaron indiferente a nadie y, mucho menos, a los personólogos y a los psicólogos diferencialistas. Lo cierto es que, lejos de aniquilar la relevancia de las diferencias individuales para la Psicología, sirvieron para suscitar una profunda revisión de conceptos, formas de evaluación y métodos experimentales utilizados. Por otra parte, lo extremo de las conclusiones de Mischel fue también muy criticado, dando lugar a un debate apasionante que duró casi dos décadas y que concluyó con el desarrollo de un modelo integrador, el interaccionismo, ampliamente aceptado.

Ya en los años treinta, autores como Cantor (1924), Lewin (1936), Tolman (1935) o Murray (1938) conceptuaron la situación incluyendo a la persona como elemento dentro de la misma, argumentando sobre la contribución, más o menos importante, de la persona a la situación. Sin embargo, tales ideas no tuvieron excesiva repercusión, quizá por las dificultades de operacionalización y la carencia de correlato empírico que presentaban.

Sin embargo, ya en los años sesenta, la controversia desatada acerca de la consistencia

de la conducta sirvió como caldo de cultivo para la aparición del modelo interaccionista (Endler, 1983; Endler y Magnusson, 1974, 1976; Magnusson y Endler, 1977a). Este modelo plantea que la conducta está determinada:

- en parte por los factores personales o rasgos, - en parte por las características situacionales, - y, fundamentalmente, por la interacción entre las características que presenta el

individuo y las características de la situación en donde, éste, actúa.

Los modelos interaccionistas que, más o menos elaborados, desarrollan este nuevo enfoque, asumen, básicamente, que la interacción entre la persona y la situación es la unidad básica de análisis en la predicción de la conducta (véase el capítulo 9).

Insertar Fig.2.10. por aquí Los postulados interaccionistas, en alianza con el éxito que, por aquel entonces, obtenía el enfoque cognitivo, llevó a muchos autores a revisar y corregir los fundamentos conceptuales y metodológicos de los modelos situacionistas originales. Es el caso del propio Mischel (1973, 1977, 1979) quien, poco después de sus severas críticas a la psicología del rasgo, no sólo moderó su posición respecto al supuesto escaso porcentaje de varianza explicada por variables del organismo, frente a las situacionales, sino que incluso dirigió y sigue dirigiendo su esfuerzo a la investigación de nuevas unidades personales desde un marco interactivo y procesual (Mischel, 1990; Mischel y Schoda,1998) (ver capítulo 9). De esta forma, las características personales y las diferencias individuales siguen ocupando un lugar importante en los modelos explicativos de la conducta.

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2.5. Consistencia, estabilidad y coherencia de la conducta Íntimamente ligado al punto anterior se encuentra la problemática de la consistencia

del comportamiento individual como requisito imprescindible para la consideración de algo llamado personalidad.

La Psicología Diferencial asumió el reto de identificar dimensiones con un cierto grado de permanencia, definitorias del individuo, o rasgos, que permitieran identificar las características que distinguen a las personas entre sí y configuran su individualidad. La definición de rasgo ha contemplado, desde sus planteamientos iniciales, la noción de estabilidad del comportamiento seguida de la de consistencia de la conducta. Definamos, pues, los dos requisitos fundamentales para la definición de un rasgo cualquiera bajo la concepción más clásica:

- La estabilidad temporal de la conducta hace referencia a la regularidad de la misma a lo largo de un período significativo de tiempo. Así, solo diremos que una persona es hostil si manifiesta conductas hostiles, de forma habitual, a lo largo de los años. En este sentido, cabe distinguir lo que son variaciones temporales del comportamiento, producto de situaciones y momentos transitorios, de los rasgos habituales que definen a una persona.

Insertar Fig.2.11. por aquí

- La consistencia transituacional hace referencia al hecho de que comportamientos similares se produzcan, no sólo en una única situación específica, sino también en distinto tipo de situaciones. Por tanto, la persona anteriormente calificada de hostil deberá mostrar su irritación en situaciones y contextos diversos (familiar, laboral, etc.).

Insertar Fig.2.12. por aquí

PONER CUADRO 2.7. POR AQUÍ

IMPLICACIONES DE LA EVALUACIÓN DE LA CONSISTENCIA Y ESTABILIDAD DEL COMPORTAMIENTO

Podemos considerar que los conceptos de consistencia y estabilidad son centrales al estudio de las diferencias individuales y a la definición de rasgo; según Krahé (1992), esto implica que:

1. Para detectar aquellas características que distinguen al individuo de los demás, deben

buscarse diferencias que sean consistentes y estables entre los individuos. Es decir, dos personas que se diferencien en cuanto a su nivel de ansiedad habitual deben mostrar que dicha diferencia se mantiene, en general, en distintas situaciones y a lo largo del tiempo.

2. Para demostrar la estabilidad y permanencia se requiere, asimismo, evidencia de

consistencia y estabilidad intraindividual. Obviamente, las características de un

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individuo deben ser consistentes y estables para que puedan considerarse representativas de su personalidad, o de su competencia cognitiva.

3. Por último, para poder explicar la conducta de un individuo como fruto de la

manifestación de alguna disposición interna, es esencial probar que ésta modela la conducta de forma consistente y estable. Por tanto, para afirmar que una característica, o rasgo, de una persona es el origen de un determinado comportamiento (ej.la ansiedad social como causa de la evitación de hablar en público), habrá que investigar que los mecanismos funcionales por los que el rasgo predispone a dicho comportamiento son también consistentes y estables.

La crisis de la Psicología de los rasgos comenzó, precisamente, por las demoledoras

críticas de Mischel (1968) a la pretendida consistencia del comportamiento individual fundamentada en la existencia de dimensiones personales consistentes y estables desencadenantes del comportamiento manifiesto (ver cap.9). Sin embargo, superada la crisis y establecido el modelo interaccionista, en las últimas décadas el interaccionismo moderno, a partir del concepto de coherencia del comportamiento, ha dado un paso más en defensa de las variables individuales (Endler y Magnusson, 1976; Endler, 1983).

- La coherencia en el comportamiento supone que las personas presentan conductas

similares ante situaciones percibidas intraindividualmente como equivalentes. La similaridad conductual se entiende como la equivalencia funcional que el individuo establece entre sus respuestas para la obtención de sus propósitos, lo que no implica conductas idénticas. Esto permite entender por qué, a pesar de las variaciones aparentes del comportamiento de las personas, estas presentan, sin embargo, una coherencia conductual basada en la correspondencia que establecen entre la interpretación de las situaciones, y la utilidad que confieren a las conductas que ponen en marcha para afrontarlas.

El nuevo enfoque en el estudio de la consistencia permite abordar la variabilidad

intraindividual atendiendo a los aspectos dinámicos y procesuales que acaecen entre las personas y las situaciones donde desarrollan su conducta. Tal enfoque, en el que se reconoce la importancia de la situación subjetiva (es decir, basada en la percepción del individuo), ha supuesto una aportación clave al actual estudio de la personalidad y las diferencias individuales que ya había sido señalado por Allport (1937).

2.6. Nivel de generalidad de los postulados diferencialistas

Cuando nos referimos al nivel de generalidad de los presupuestos con los que los psicólogos diferencialistas trabajan, hacemos referencia al grado en que sus conclusiones son aplicables, en general, al grueso de las personas, o únicamente a un número reducido de individuos. Esto nos conduce a postular, asimismo, los dos grandes extremos del estudio psicológico, el eje que va de lo nomotético, o aproximación que comprende el conocimiento de las leyes generales, a lo idiográfico, referido al conocimiento de lo particular o individual. ¿En dónde situamos, pues, la investigación en diferencias individuales, en el marco de lo general, o en el marco de lo particular?.

En un principio, las características de la Psicología Diferencial establecieron una vía de conexión necesaria entre lo puramente nomotético, representado por las leyes postuladas

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por una Psicología General, y lo puramente idiográfico, es decir, el estudio de la personalidad única e irrepetible del individuo defendida por Allport (1937), quien alegaba que la pretensión de la Psicología de alcanzar el rango de disciplina nomotética, con leyes por tanto de carácter general, se contradice con la aspiración de construir una ciencia de la individualidad que ha de ser, necesariamente, idiográfica. No obstante, Allport defendió también la necesaria complementariedad de ambos enfoques metodológicos, suavizando sus argumentos al señalar que la investigación en Psicología Diferencial respondería a un acercamiento nomotético pero con pretensiones de generalización menores que la psicología general, dado que sus teorías tendrían un alcance más limitado y estarían restringidas a extensiones conceptuales concretas (Allport, 1961).

Bajo esta óptica, el estudio de las diferencias individuales se ha ido constituyendo en el complemento indispensable para una Psicología General cuyas leyes presentan, en muchos casos, un nivel de generalización demasiado ambicioso que ha tenido que irse moderando, poco a poco, para admitir la posible relevancia de las diferencias individuales en sus modelos. Sin embargo, curiosamente, la perspectiva diferencialista clásica ha sido igualmente criticada por forzar y presentar una excesiva "reificación" de las variables personales como determinantes casi absolutos de la conducta, estableciéndose, además, innumerables dimensiones de diferenciación individual con pretensiones universales en la especia humana y, en consecuencia, con un nivel de generalidad muchas veces excesivo.

La realidad es que, hasta el momento, muy pocas dimensiones parecen cumplir con

aquellos requisitos que les permitan ser consideradas categorías universalmente significativas, o lugares de clasificación compartidos por todos los seres humanos y presentes en todos los modelos de rasgos. Esto se hace especialmente evidente en el área de la personalidad; tan solo dos dimensiones de personalidad, Extraversión y Neuroticismo son comunes a prácticamente todas las taxonomías de rasgos clásicas (como la de R.B.Cattell, la de H.J.Eysenck, o la más reciente de los "cinco factores" , defendida por autores como W.T.Norman, L.R.Goldberg, P.Costa, Jr. o R.R McCrae). En el caso de otras dimensiones, aún está por demostrar.

Insertar Fig.2.13. por aquí

Dos criterios principales se esgrimen para defender un cierto grado de universalidad en

algunas de estas dimensiones, uno de carácter organicista y otro de carácter social:

1. el origen constitucional y genético defendido por los modelos factoriales biológicos del temperamento, como en el caso de las dimensiones Extraversión y Neuroticismo.

2. la afirmación de que para todo lo que existe hay una palabra que lo nomina, hipótesis que

ha dado lugar a los modelos factoriales-léxicos, fundamentalmente representados en la actualidad por el mencionado modelo de personalidad de los “cinco grandes”(ver capítulo 7). Así, los seres humanos han plasmado en palabras, en todas las lenguas, todas las características personales que son relevantes, fundamentalmente, por el valor informativo que presentan en el transcurso de las interacciones sociales.

La realidad es que los psicólogos diferencialistas clásicos mostraron un exceso de

generalización de sus principios, derivado de una atención excesiva a las variables personales en la descripción y predicción de la conducta, frente a las claves situacionales (Valverde, 1985). Sin embargo, el área de intereses de la Psicología Diferencial es, obviamente, mucho

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más amplio que tres o cinco dimensiones generales; el ser humano es mucho más complejo y, dicha complejidad, parece que no puede abarcarse a partir de un pequeño número de dimensiones generales, por lo que Tyler sugiere, en 1965, renunciar a este propósito a favor de conclusiones más limitadas, contingentes, y referentes a problemas específicos en situaciones concretas, mostrándose tremendamente crítica con respecto a los logros obtenidos en la época clásica.

Los nuevos planteamientos y posibilidades abiertos a partir de corrientes como el

interaccionismo y el inicio de la investigación en procesos, permiten una serie de cambios necesarios que Valverde (1985) señala:

"el paso de una psicología de los resultados a una psicología de los procesos exige una reducción del nivel de generalización y de abstracción de nuestras teorías lo cual, por otra parte, repercutirá en un aumento de la validez interna de nuestros diseños, pues nos permitirá un mayor control de las variables, y una mayor validez externa de población pues podremos delimitar más claramente a qué población pretendemos generalizar nuestros resultados" (pág.162).

No se pretende excluir el interés por la investigación en principios con un grado de

generalidad amplio como parte importante y característica de esta disciplina (siempre que dicha generalidad esté garantizada); no obstante, la Psicología de las diferencias individuales debe ser capaz “no de estudiar al individuo y a la situación, sino al "individuo en situación", y ello implicará, necesariamente, un menor nivel de generalización de los resultados de nuestros diseños" (Valverde, 1985; pág.161) pero, indudablemente, una mayor proximidad a la realidad en donde la conducta tiene lugar y un conocimiento más preciso del carácter funcional de las diferencias individuales.

En la actualidad, la investigación en diferencias individuales, referida tanto a la personalidad como al estudio de capacidades intelectuales, acepta una integración de diferentes niveles de generalidad entre lo nomotético, en la medida en que pretende establecer modelos teóricos que expliquen las diferencias individuales, en general, y lo puramente idiográfico, en la medida en que, en última instancia, los modelos nos deben posibilitar el conocimiento del individuo único.

PONER CUADRO 2.8 POR AQUÍ

ALGUNAS PROPUESTAS METODOLÓGICAS PARA LA INTEGRACIÓN ENTRE

LO NOMOTÉTICO Y LO IDIOGRÁFICO En el ámbito de la personalidad, ya desde los años setenta, algunos autores vienen defendiendo que, además de utilizar unidades con un nivel menor de generalidad, es necesaria una complementariedad de los enfoques nomotético e idiográfico en el avance de conocimientos de la disciplina, ya que una utilización combinada de métodos puede incrementar la calidad de las investigaciones frente a la adherencia a una estrategia exclusiva y única.

En este tipo de posturas se encuentran diversos autores. Epstein (1979) ha señalado que la combinación de métodos, en lo que él denominó “paradigma de investigación idiográfico-nomotético”, aporta información de más utilidad que la derivada del trabajo que utiliza ambos enfoques por separado. Por su parte, Lamiell (1981, 1982, 1986, 1987) ha propuesto la

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denominada “psicología idiotética”, proyecto híbrido que supone la superación de la polémica referida, ya que se fundamenta en una combinación de métodos idiográficos al abordar, en primer lugar, el análisis individual y longitudinal de lo que una persona hace, en comparación con lo que no hace pero podría haber hecho, antes que compararlo con lo que hacen otros individuos. De esta forma se identifican principios nomotéticos de la personalidad que pueden ser aplicables a los diferentes individuos.

Asimismo, en el ámbito de la psicología diferencial cognitiva, los estudios realizados bajo el enfoque del procesamiento de la información (PI) han hecho cada vez más evidente la necesidad de tomar en cuenta las diferencias individuales como un factor relevante que al inicio de tales investigaciones se trataba como fuente de error. Los modelos nomotéticos disponibles resultaban excesivamente generalistas y acababan diluyendo las posibles diferencias cualitativas existentes entre los individuos, por lo que también se han ido introduciendo aspectos idiográficos. La consideración de elementos de carácter más cualitativo, como los estilos en personalidad, con factores de capacidad o aptitudinales, puede servir como ejemplo representativo de la superación de la dicotomía nomotética-idiográfica.

En suma, la orientación más consolidada en la investigación de las diferencias

individuales es, siguiendo a Andrés Pueyo (1996), la de una disciplina que tiene como objetivo último, de carácter idiográfico, el conocimiento del individuo, valiéndose para alcanzarlo de medios nomotéticos que pretenden atrapar las leyes básicas de la diferenciación individual. No obstante, algunos autores, como es el caso de Colom (1994), defienden que la prioridad en toda investigación diferencial debe ser el individuo, subrayando el hecho que el estudio de “la persona” es la “gran asignatura pendiente” de la psicología de las diferencias individuales. En este sentido, aun reconociendo que el método nomotético ha abierto el camino en el estudio científico de las diferencias individuales, considera que en dicha apertura científica se ha olvidado frecuentemente el estudio del individuo como unidad.

2.7. La evolución de la polémica herencia-medio ambiente

Sin duda alguna, el origen de las diferencias individuales ha sido, con mucho, el tópico más controvertido de todos los planteamientos derivados del estudio de la variabilidad humana. De esta forma, la forzosa dicotomía "naturaleza vs. crianza", cuyo enunciado parece atribuirse por vez primera a Shakespeare (nature vs.nurture; cf.Plomin, Chipuer y Loehlin, 1990), y que Galton, al igual que en tantos otros aspectos, llevaría a la luz como objeto de investigación, ha sido considerado por muchos autores como "el problema de fondo teórico de más entidad" de la Psicología Diferencial (Caparrós, 1980; pág.97).

En esta área de conocimiento adquieren especial relevancia las nociones de heredabilidad y la de ambientalidad. La primera de ellas fue ya manejada a principios del siglo XX por Fisher (1918) y Holzinger (1929), y definida, en 1940, por Jay L. Lush, como “la fracción de la varianza observada que está causada por diferencias en la herencia”. La noción de ambientalidad, de menor uso que su complementaria, fue definida por Fuller y Thompson (1978) como “la fracción de la varianza fenotípica que está causada por diferencias ambientales”.

Durante el periodo clásico de la Psicología Diferencial, la cuestión de la polémica herencia-ambiente resultó nuclear en los estudios comparativos, tanto interindividuales

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como intergrupales. A partir de los años cuarenta, la necesidad de avanzar en el conocimiento de cómo se desarrollan las capacidades y su determinación, tanto genética como ambiental, era evidente. Sin embargo, el propio objeto de una disciplina centrada en el descubrimiento y análisis de las diferencias entre las personas es controvertido; en este sentido, las polémicas más airadas han surgido por las implicaciones sociales que la constatación científica de la existencia de diferencias individuales tiene (Burgaleta, 1987). Desde sus inicios, vinculados a las investigaciones de Galton (1869) acerca del carácter hereditario del genio, y gracias a las posturas sostenidas en determinados momentos históricos por algunos de los principales estudiosos de las diferencias individuales (ej.Terman, Burt, Eysenck, Jensen), la Psicología Diferencial clásica parece haberse asociado, de forma persistente, con la consideración del carácter mayoritariamente genético de las diferencias existentes entre los seres humanos.

La polémica ha tenido varios momentos críticos de exacerbación a lo largo del siglo XX. Un primer hito puede situarse a fines de los años 20, momento en el que la biología y la psicología proporcionaban explicaciones preferentemente hereditarias, frente a la antropología cultural, o la sociología, y años que son considerados como turbulentos, presididos por intentos infructuosos de cooperación y consenso entre las distintas ramas científicas, especialmente en lo concerniente al origen de las diferencias individuales en inteligencia. En torno a 1940, la controversia, lejos de solucionarse, fue avivada debido a las profundas disensiones existentes entre las escuelas americanas de Iowa (claramente ambientalista), y la de Stanford (marcadamente partidaria de la herencia). No obstante, el trabajo de revisión encargado a Woodworth (1941) sirvió, por su carácter ecuánime y conciliador, para aquietar en buena medida el debate durante los siguientes 25 años.

Reflexiones posteriores de algunos autores pusieron en evidencia que las diferencias

encontradas entre partidarios de una vertiente u otra de la dicotomía podían obedecer, en buena medida, a los métodos de investigación utilizados (Skodak y Skeels, 1949); así, aquellos estudios favorecedores de la herencia tendían a apoyarse en métodos correlacionales, como en el caso de las mayores relaciones encontradas entre padres e hijos biológicos (frente a la relación con los padres adoptivos), mientras que aquellos que abogaban por la influencia del ambiente solían basarse en los cambios experimentados en el cociente intelectual (CI) de los niños, por ejemplo el incremento positivo experimentado en condiciones ambientales favorables en niños adoptados. En otras palabras, el mismo cuerpo de datos podía arrojar interpretaciones opuestas; cuestión que sensibilizó en buena medida a los investigadores orientándoles hacia una apertura a posiciones menos rígidas. Planteada en estos términos, la controversia "naturaleza-crianza" iba perdiendo justificación científica, habiendo dado todo lo que podía dar de sí, a juicio de dos diferencialistas notables, Anastasi, 1958 y Tyler, 1965. La cuestión apropiada debería, por tanto, encaminarse al estudio del funcionamiento interactivo de la herencia y el entorno en situaciones específicas.

Entre los años sesenta y setenta, la demostración de la influencia que tiene la educación y la formación en el desarrollo intelectual y de la personalidad culminó en un estado de opinión que se mostraba favorable al ambientalismo. Sin embargo, en 1969, el controvertido artículo de A.Jensen a favor del carácter hereditario de las diferencias raciales entre blancos y negros, publicado en un momento político decididamente contrario a la segregación racial, y en el que se buscaba contribuir a la erradicación de las deprivaciones endémicas de las comunidades de color, desató violentos enfrentamientos dialécticos en direcciones contrarias (ej. Block y Dworkin, 1976; Hernnstein, 1973; Kamin, 1974;). La publicación del trabajo de Lindzey, Loehlin, y Spuhler (1975) con una revisión equilibrada de

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la cuestión, sirvió para poner en evidencia las tremendas dificultades existentes para poder asignar valores exactos a las contribuciones específicas de la herencia y el ambiente a la manifestación de diferencias individuales, especialmente en lo referente a los grupos étnicos y raciales.

La última gran polémica del pasado siglo, en estas cuestiones, ha sido la suscitada por la obra “The Bell Curve” (La campana en curva) de Herrnstein y Murray (1994), calificada como “el debate público más encarnizado derivado de una obra con contenidos psicológicos” (Andrés Pueyo y Colom, 1998). Basándose en análisis estadísticos de una extensa variedad de datos provenientes de distintas investigaciones, los autores llevan a cabo una serie de aseveraciones y conclusiones que incluyen un amplio rango de recomendaciones destinadas a los responsables de la elaboración de políticas sociales.

Insertar Fig.2.14. por aquí al lado de Herrnstein y Murray

Los datos estadísticos y evidencias presentadas por R.J.Herrnstein (1930-1994) y

Ch.Murray acerca de una estratificación de las clases sociales americanas basada en una gradación intelectual, fueron el punto de partida de un tremendo revuelo. Los autores perfilan un panorama de la sociedad americana caracterizado por una élite cognitiva con niveles elevados de CI que presenta una mayor eficacia profesional, gana más dinero, vive en áreas diferentes, envía a sus hijos a escuelas distintas, etc. mostrando una clara separación del resto de la sociedad y un afianzamiento progresivo en su estatus, lo que podría traducirse, finalmente, en una suerte de estado de “castas” sociales. Además, los datos sobre los grupos sociales en la parte más baja de la distribución del CI muestran un perfil caracterizado por comportamientos antisociales y una larga ristra de problemas relativos a abandono temprano de la escuela, problemas familiares, desempleo, pobreza, delincuencia, etc. Finalmente, Herrnstein y Murray hablan de diferencias raciales y étnicas en inteligencia, presentando los asiáticos las puntuaciones más altas en CI (especialmente en el área de la inteligencia verbal), seguidos de los Norteamericanos de “raza” blanca y, por último, de los americanos-africanos que presentarían las puntuaciones más bajas de CI en todos los niveles socioeconómicos. A juicio de los autores, al menos algunas de estas diferencias intergrupales tendrían un carácter genético.

Insertar Fig.2.15. por aquí

En suma, Herrnstein y Murray defienden que el CI es el mejor predictor de la

estratificación social americana, por encima de otros predictores como la clase social de origen o el estatus social, y que seguirá siéndolo en el futuro con el peligro de una sociedad cada vez más separada y dividida entre una élite intelectual y social, con control absoluto, y el resto de la sociedad. A partir de estos datos los autores proponen una serie de posibles intervenciones mediante el diseño de planes estratégicos en las políticas de asignación de presupuestos a programas sociales que, teniendo en consideración la estratificación cognitiva comentada, remediasen lo que ellos denominan un estado custodial.

El trabajo de Herrnstein y Murray (1994), especialmente en lo que a sus interpretaciones y

recomendaciones sobre política social se refiere, generó inmediatamente una polémica muy intensa, tanto científica como social, reflejada en diversas compilaciones (Fraser, 1995; Jacoby & Glauberman, 1995) así como en innumerables contribuciones individuales. A este respecto, el tremendo revuelo ocasionado por la publicación de esta obra, forzó la elaboración de dos informes científicos generales de gran valor por el consenso general mostrado por la

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comunidad científica (recomendamos consultar las traducciones completas de ambos informes en Andrés-Pueyo y Colom, 1998). El primero de ellos, elaborado por un total de 50 científicos de gran prestigio en el campo de la inteligencia (todos ellos profesores de Universidades americanas, canadienses y británicas), fue publicado en el Wall Street Journal en 1994 y posteriormente, en 1997, en la revista Intelligence. En el se defienden los datos objetivos obtenidos y la evidencia existente en la investigación general sobre la inteligencia y, en particular, acerca del CI, su evaluación y su capacidad predictiva, concluyendo no obstante con la siguiente aseveración: los hallazgos de las investigaciones no dictan ni concluyen sobre ninguna política social, porque no pueden determinar ese tipo de objetivos. Pueden, sin embargo, ayudarnos a valorar el éxito probable y los efectos laterales de perseguir determinados logros por vías diferentes.

Por su parte, la Sociedad Americana de Psicología (APA) estimó necesario realizar un

informe urgente, a cargo de autoridades en la materia, sobre lo que conocemos y desconocemos sobre la inteligencia a nivel científico (Neisser et al.1996). Este informe se muestra más crítico, en general, con el cariz que tomaron los acontecimientos cuestionando, precisamente, que a lo largo del debate se vertieran afirmaciones excesivamente extremas, de un bando y otro, que revelaban serios errores acerca de lo que realmente se ha llegado a demostrar (o por el contrario carece aún de demostración) a nivel científico sobre la inteligencia, así como con el exceso de confusión entre cuestiones científicas y políticas. Es probable que la participación en este segundo informe de una serie de autores de tendencia más sistémica y más crítica con la perspectiva psicométrica clásica, como Sternberg o Ceci, (no presentes en el anterior), haya dotado al mismo de matices distintos. En este sentido, quizás una de las principales críticas generales al trabajo de Herrnstein y Murray estriba en que las medidas de política social sugeridas no se derivan exactamente de los datos presentados, sino de una posición ideológica propia de los autores que propicia, por el contrario, un mayor aislamiento y paternalismo hacia los grupos más desaventajados.

Aunque el informe del APA es muy extenso y recoge una gran evidencia científica sobre

la inteligencia, en general, en lo que al tema que aquí nos ocupa nos referiremos a las siguientes conclusiones: ?? la inteligencia, como cualquier otro rasgo, es el producto conjunto de variables

genéticas y ambientales. La acción de los genes siempre implica un ambiente (bioquímico o social); por su parte, los ambientes siempre actúan a partir de estructuras sobre las que los genes han contribuido.

??La heredabilidad, tal y como se concibe, puede (y de hecho lo hace) variar de una

población a otra (por lo que no se pueden extrapolar conclusiones). ??En todo caso, en general, las vías por las que los genes contribuyen indudablementa a

las diferencias individuales en inteligencia, así como aquellas por las que el ambiente también influye sobre las mismas, son aún ampliamente desconocidas.

??En lo que a las diferencias étnicas en inteligencia se refiere, estas reflejan patrones

complejos, por lo que las generalizaciones globales no son apropiadas. En todo caso, cabe señalar que las diferencias encontradas en las puntuaciones en los tests académicos entre americanos blancos y negros parecen estarse reduciendo en los últimos años. Sin embargo, es necesario puntualizar que, a pesar de las distintas hipótesis barajadas, y siendo cierto que las diferencias observadas previamente no

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parecen deberse a posibles sesgos ocasionados por los tests utilizados, la verdad es que aun desconocemos las causas reales, tanto de las diferencias existentes, como de la reducción de las mismas. En este sentido, si bien algunas de las interpretaciones culturales (basadas fundamentalmente en factores socioeconómicos) son plausibles, no hay evidencia conclusiva de las mismas al respecto y, mucho menos, sobre las hipótesis de carácter genético.

PONER CUADRO 2.9 POR AQUÍ PRINCIPALES CRÍTICAS A LAS TESIS DE HERRNSTEIN Y MURRAY

Las críticas se han centrado en aspectos muy diversos de su trabajo; algunas de ellas hacen referencia a las siguientes cuestiones:

1) Los propios Herrnstein y Murray señalan que el CI sólo da cuenta de un 10% de la

varianza responsable del éxito académico, profesional y general, de los individuos, por lo que habría que explicar las causas del 90% restante.

2) Incluso este 10% puede estar inflado debido al uso extensivo de las pruebas de CI para la selección de personal, estratificación de estudiantes, etc. Sin embargo, la utilización de medidas globales de la inteligencia, y del CI en particular, es discutible cuando se conoce que este tipo de índices no siempre ha recibido respaldo en la literatura cuando se toma como referente único de las aptitudes y habilidades cognitivas de los individuos y se le asigna un carácter genético e inmutable. Según Sternberg (1995), la utilización exclusiva de este tipo de pruebas podría dificultar que las personas que no tengan una buena ejecución en los tests de CI (pero que podrían tener buenas puntuaciones en tests basados en otro tipo de evaluaciones), accedan con facilidad a las vías que posibilitan, por ejemplo, buenos trabajos y, consiguientemente, una buena remuneración.

3) En lo que concierne a las diferencias entre razas, la distinción actual entre las razas no es,

en absoluto, clara, habida cuenta que debido a fenómenos masivos como la inmigración, las mezclas raciales son numerosas en la actualidad en todas las culturas; por tanto, si no existe una clara definición de raza, hablar en términos de diferencias de razas no es muy acertado.

Insertar Fig.2.16. por aquí

4) Por otra parte, si bien las diferencias intergrupales suelen aparecer en las investigaciones,

el origen de las mismas es discutible. Si, como también es de sobra conocido, una de las mayores falacias en la interpretación del origen genético del CI consiste en extrapolar las causas de la alta heredabilidad intragrupo del CI (por ejemplo las diferencias individuales entre la población blanca), a la explicación del origen de las diferencias existentes entre grupos diferentes (por ejemplo, entre blancos y negros), la interpretación de los datos de Herrnstein y Murray es, cuando menos, equívoca y cuestionable. Sabemos que el origen de las diferencias intra e intergrupales pueden ser debidas a causas totalmente diferentes; así, mientras que las diferencias intragrupo pueden ser debidas a la herencia, las diferencias intergrupo pueden estar básicamente determinadas por diferencias en variables ambientales relevantes, por lo que, nuevamente, las aseveraciones acerca del origen hereditario de las diferencias encontradas entre razas distintas son, cuando menos, discutibles.

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5) Kamin (1995), por su parte, denuncia la confusión entre correlación (o relaciones halladas

entre los datos) y causación, es decir, interpretar una relación causal entre ellos, lo que es imposible desde una perspectiva correlacional.

6) Otra crítica importante es la escasa relevancia atribuida a la contribución del ambiente

sobre el desarrollo intelectual y la mejora de la inteligencia. Esto se hace evidente en las conclusiones acerca de la escasa eficacia de los programas de intervención social para la mejora de la inteligencia, lo que induce al lector a pensar que la estratificación social es inevitable y, por tanto, a un inmovilismo desalentador (Hunt, 1995; Scarr, 1994).

7) Por otra parte, tal y como refiere H.Gardner (1995), tener una elevada inteligencia y una

gran creatividad son cualidades muy deseables, pero a menos que no se vean acompañadas de otras cualidades tales como algún tipo de ética o moral, no se traducirán en comportamientos deseables para la sociedad.

8) Con respecto a las propuestas de intervención social de los autores, este es, quizás, el

punto que más haya enervado a científicos y demás instancias sociales. En este sentido, autores como H.J.Eysenck (1998) señalan que el papel del científico debe ser informar sobre los hechos y establecer teorías sobre los mismos, pero que la resolución de problemas como los planteados requiere de la participación de más expertos en otras áreas de conocimiento (economía, sociología, política, producción industrial, etc.). Esta postura es compartida por otros autores, como S.Scarr o T.Bouchard. En cualquier caso, en la actualidad, planteamientos tajantes tales como herencia vs.

medio han dejado de tener un peso específico para abrirse a cuestiones más relevantes o, al menos, a formas más ajustadas de cuestionarse una problemática indiscutiblemente tan importante como es el origen de las diferencias individuales. El zeigeist histórico hace tiempo que aboga, también en esta cuestión, por posturas interaccionistas que superen diatribas y posturas históricas encontradas. En referencia a esta dicotomía, Kimble (1993) recuerda que la Psicología, ya en la década de los 40, se planteaba esta problemática en los siguientes términos: "preguntarse si las diferencias individuales en la conducta están determinadas por la herencia o el ambiente es como preguntarse si el área de un rectángulo está determinada por su altura o su anchura" (págs.13-14).

En este sentido, la investigación en el campo del origen de las diferencias individuales

está enriqueciéndose progresivamente gracias a los avances científicos. En las últimas décadas, el pujante desarrollo de la genética conductual (cuyo objeto de estudio hace referencia tanto a los aspectos genéticos como a los ambientales) ha contribuido enormemente con sus importantes aportaciones conceptuales, teóricas y metodológicas, así como con sus investigaciones, a un entendimiento más profundo de un fenómeno tan complejo y rico como es el origen de la manifestación fenotípica de las diferencias individuales y, en definitiva, a propulsar el estudio de las interacciones entre la herencia y el ambiente (Chipuer, Loehlin y Plomin 1990; Schlesinger, 1985).

Por otra parte, en lo que a las cuestiones genéticas se refiere, desde los años ochenta se ha

observado un interés progresivo, sin el rechazo "a priori" que éstas pudieran ocasionar en virtud de antiguos prejuicios que parecen irse superando (Plomin, 1989); así, la genética conductual ha puesto en evidencia la influencia de factores hereditarios en numerosas áreas de la Psicología, incluyendo la inteligencia y sus componentes, los logros escolares, las demencias orgánicas, diversos trastornos mentales, rasgos de personalidad como la

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Extraversión o el Neuroticismo, actitudes, delincuencia o intereses vocacionales (Plomin, 1990).

Los resultados que las investigaciones en genética de la conducta han aportado con

relación a las principales áreas de interés dentro de la psicología diferencial tienden a mostrar un mayor grado de heredabilidad para las medidas cognitivas frente a las no cognitivas o de personalidad (Andrés Pueyo, 1993; Bouchard y McGue, 1981; Plomin, 1989; Plomin, Chipuer, Loehlin, 1990; Saudino y Plomin, 1996; Scarr y Carter-Saltzman, 1982); sin embargo, los valores más elevados en este índice lo presentan algunas psicopatologías como la esquizofrenia, el autismo o la hiperactividad (McGuffin, Riley y Plomin, 2001).

En suma, según Kimble (1993), la estimación actual de la magnitud de la influencia de la

herencia sugiere que ésta se encuentra en torno al 35% de la varianza con respecto a este amplio rango de rasgos y tendencias humanas, y de forma más patente para las habilidades cognitivas que para el ámbito de la personalidad. Ello implica, por una parte, que una influencia de esta magnitud no puede ser en modo alguno obviada y, por otra, que la influencia del ambiente es sin duda alguna decisiva.

En lo que a la investigación sobre el ambiente se refiere, algunas de las cuestiones más

interesantes en el momento presente hacen referencia al esclarecimiento de uno de los enigmas principales, ¿por qué los hermanos que conviven en el mismo ambiente familiar difieren tan notablemente en sus personalidades? (Daniels y Plomin, 1987; Hoffman, 1991). Para dar solución a este interrogante, uno de los objetivos más recientes en la investigación en materia de diferencias individuales intrafamiliares se dirige al análisis de las "influencias ambientales específicas" referidas, tanto a las diferencias ambientales objetivas (cuestiones tales como trato de los padres, lugar ocupado entre los hermanos, acontecimientos acaecidos, etc.), como, de forma especial, a lo que se viene denominando "ambiente no compartido" o "ambiente subjetivo" . En otras palabras, el ambiente no será el mismo para todos los niños de una misma familia y su impacto sobre la personalidad estará mediado por la interpretación y respuesta del niño al mismo; es decir, la importancia de los factores ambientales no compartidos sugiere la necesidad de reconceptualizar las influencias ambientales en función de las experiencias subjetivas diferenciales vividas por los niños de una misma familia (Plomin, 1990).

Desde posturas interactivas, Scarr y McCartney (1983) postulan, además, que los

genotipos, o dotaciones genéticas individuales, pueden evocar y seleccionar de forma activa una serie de respuestas diferentes de sus entornos, creando por consiguiente correlaciones genotipo-ambiente de gran importancia a lo largo del desarrollo. Esto puede implicar que el genotipo determine en buena medida el ambiente que el individuo va a experimentar; en otras palabras, el genotipo contribuiría a la elaboración de un entorno diferenciado. Esta postura será similar a la defendida desde algunos modelos temperamentales modernos (ej.Buss y Plomin, 1984).

En el capítulo 10, se abordarán de forma más extensa, además de estos aspectos, los

últimos avances relativos a técnicas como la genética molecular. Sin embargo, hay que reconocer que en el ámbito psicológico, los avances producidos a través de estas técnicas son limitados. No obstante, el futuro se presenta prometedor en este campo como se desprende del trabajo realizado en el Proyecto Genoma Humano. De esta forma, la posibilidad de realizar comparaciones a nivel intraindividual, interindividual e intergrupal, para poder llegar a identificar la implicación del ADN en manifestaciones de interés para la psicología ha dejado

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de ser un utopía para convertirse en una realidad cada vez más cercana (McGuffin, Riley y Plomin, 2001). En cualquier caso, se trate de investigaciones desde el marco de la genética de la conducta, o bien desde la genética molecular, los resultados indican la importancia de las diferencias experienciales entre individuos, faceta en la que existe una deficiencia de medidas adecuadas (Plomin, 1997). Precisamente, esta deficiencia limita la formulación de modelos o teorías que, de forma coherente y sistemática, puedan predecir las diferencias comportamentales. Existen algunos marcos conceptuales, como la sociobiología y su derivación más vinculada a la psicología, la teoría evolucionista, que pretenden dar con la clave que articule las influencias de la variabilidad biológica y ambiental, sin embargo tales teorías se desenvuelven en un grado de abstracción que hace difícil poder llegar a la verificación científica de sus argumentos.

Insertar Fig.2.17. por aquí

Para terminar; a raíz de la nueva conceptualización de las relaciones entre la herencia y el

ambiente, Angoff (1988) (y mucho antes la propia Tyler, 1965, entre tantos otros) concluirá que, en definitiva, una de las cuestiones fundamentales a dilucidar e investigar estriba en determinar en qué medida son modificables las características que originan las diferencias existentes, así como las vías para lograr los cambios deseados a fin de maximizar las posibilidades reales de éstos; especialmente en cuestiones tan relevantes como el desarrollo intelectual (teniendo en cuenta que las capacidades intelectuales parecen participar de una mayor influencia genética). 3. Perspectivas actuales en el estudio científico de las diferencias individuales El actual estudio científico de las diferencias individuales tiene muchas propuestas ambiciosas de renovación que no son exclusivas de su ámbito, sino del de las ciencias en general. Quizás, el término que mejor pueda definir y resumir la dirección a seguir sea el de integración. El interés por la integración vendrá a través de tres vías fundamentales: 1) la integración de objetivos y métodos de investigación, que se traduce en un estudio

descriptivo y explicativo de las diferencias individuales y sus dimensiones o unidades de análisis.

2) la integración de constructos con el objetivo de estudiar las diferencias individuales

desde una perspectiva holística; y 3) la integración disciplinar de la investigación en diferencias individuales bajo una

concepción más unificadora, tanto de la Psicología, como de la Psicología con otras ciencias relacionadas.

1.- La integración de objetivos y métodos de investigación. Probablemente, la crítica más importante al estudio clásico de las diferencias individuales resida en la imposibilidad de que el sólo recurso a las técnicas correlacionales, dentro de un paradigma metodológico R-R, posibilite el estudio de relaciones funcionales entre los fenómenos y, en consecuencia, el nivel explicativo que la ciencia persigue; "se ha llegado a afirmar que los psicómetras consideran que han cumplido con su tarea cuando descubren una correlación significativa, aunque en sí mismo no signifique nada" (Burgaleta, 1987; pág.7).

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Las consecuencias de una trayectoria bastante restringida a un estadio observacional, descriptivo y meramente clasificatorio de las diferencias individuales, estimulada por los logros inmediatos de unas contribuciones tecnológicas sometidas a una fuerte demanda social, incidió de forma evidente y negativa en lo que ya fue mencionado anteriormente, la "ausencia de una urdimbre teórica cabal y comprensiva" (Forteza y Prieto, 1981; pág.68).

Desde la nueva óptica del estudio de las diferencias individuales existe un

replanteamiento conceptual basado en la recuperación del objeto y objetivo principales de la disciplina, el estudio de las diferencias individuales, liberado del confinamiento a lo que se estima el primer paso, la descripción y clasificación del objeto de estudio. Acogiéndonos a lo expuesto por Caparrós (1984), los problemas no pueden ser afrontados por las comunidades científicas a través de teorías con una formalización explícita, hasta que el dominio de fenómenos a que se refieren no haya sido madurado, empíricamente explorado, y clasificado mediante la constatación de algunas regularidades y uniformidades. En otras palabras, es tarea fundamental de las teorías científicas el definir y caracterizar con precisión las entidades, procesos y leyes subyacentes que postulan, para la posterior explicación y predicción de los fenómenos considerados como observables. Por tanto, este primer paso es incuestionable y necesario para el establecimiento de los fundamentos esenciales del conocimiento en materia de variación individual pero, sin duda, tan sólo el primer paso.

Por este motivo, un investigador actual de las diferencias individuales en el

comportamiento humano debe dejar de ser calificado de psicómetra o psicólogo correlacional, en la medida en que estas dos últimas nominaciones se corresponden, estrictamente, con categorías de índole metodológico no equiparables y escasamente informativas, por sí mismas, de los objetivos últimos de una psicología de las diferencias individuales. Dicha equiparación restringe, y tergiversa al tiempo, el rango de fenómenos que estas técnicas metodológicas pueden ofrecer a la Psicología.

De acuerdo a estos principios, si establecemos un orden en el proceso de investigación

sobre diferencias individuales, podremos afirmar que el denominado por Reuchlin (1985) primer estadio corresponderá al desarrollo de una labor taxonómica indispensable, de carácter descriptivo y clasificatorio, que ordene el espacio de los fenómenos objeto de estudio; labor taxonómica reiteradamente defendida por autores como H.J.Eysenck (1983, 1985ab, 1989, 1990). En consecuencia, puede defenderse como útil y necesario el grueso de la investigación diferencialista, de carácter ampliamente descriptivo.

En este proceso taxonómico, las denominadas creencias implícitas de las personas

comunes, o legas, relativas a constructos tales como la inteligencia o la personalidad pueden orientar y guiar, sin duda, la observación del rango de fenómenos relevantes a estudiar (Goldberg, 1981, 1982; Hampson, 1982; Reuchlin, 1986; Sternberg 1985a, 1990). No obstante, esta fase corresponderá, aún, a un momento preoperacional. El carácter operacional de dimensiones relevantes, la definición explícita y la cuantificación de relaciones conferirán al discurso del psicólogo de propiedades que han de distinguirle del discurso "naïf" de las creencias implícitas; incluso aunque el psicólogo y el hombre de la calle utilicen los mismos términos (Reuchlin, 1986).

La labor taxonómica y estructural en el ámbito de las capacidades intelectuales parece

haber sido completada actualmente, como se deriva de revisiones tales como la de Carroll y Horn (1981), quienes sostienen una visión no excesivamente pesimista del área. En lo que respecta a la esfera de la personalidad, el campo presenta una revitalización considerable,

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desde hace ya más de una década (Wiggins y Pincus, 1992), especialmente a consecuencia de las nuevas aportaciones del acercamiento léxico al estudio de la personalidad capitalizado, básicamente, por el modelo de los "Cinco Grandes" , constituido por cinco factores con un carácter marcadamente comprehensivo.

Lo que podríamos calificar de segundo estadio corresponderá a una segunda etapa en la

que el estudio de los procesos y la elaboración de modelos explicativos serán el objetivo fundamental para el desarrollo de una auténtica ciencia de las diferencias individuales psicológicas.

Cabe recordar que "la química fue sólo una vez un catálogo descriptivo de sustancias y técnicas analíticas. Llegó a ser una ciencia sistemática cuando, al organizar estudios cuantitativos, proporcionó principios para explicar las diferencias entre las sustancias y predecir los resultados de las reacciones" (Cronbach, 1957; pág.99 trad.cast).

Hasta el momento, el estudio de disposiciones y procesos no ha ido muy de la mano, sino

que han sido, más bien, líneas de investigación independientes. Son escasos los ejemplos que pueden aportarse relativos a una sistematización teórica, con visos de representar modelos causales y explicativos de aquellas diferencias individuales postuladas a nivel taxonómico. Cabría resaltar, a este respecto, la labor de H.J.Eysenck quien representa, sin duda, el ejemplo más temprano, claro y tenaz de una defensa a ultranza de las diferencias individuales y de su sistematización científica en los dos estadios aquí defendidos, descriptivo y explicativo (Eysenck, 1983, 1985b, 1989). 2.- La integración de constructos bajo una perspectiva holística: Además de la integración entre objetivos descriptivos y explicativos, Lubinski (2000) señala en una reciente revisión que el amplio desarrollo de las áreas de interés de la investigación en diferencias individuales ha propiciado que dichas áreas se especialicen y disgreguen tanto que rara vez aparecen, ya, manuales comprehensivos que aporten un cuerpo unificado de conocimiento. Sin embargo, de acuerdo con este autor, la panorámica general de las diferencias individuales se amplía y enriquece enormemente cuando las variables consideradas son tenidas en cuenta bajo constelaciones o sistemas de diferencias individuales relevantes, abogando, por tanto, por una aproximación más holística al estudio de las diferencias individuales en el siglo XXI.

Insertar Fig.2.18. por aquí al lado de Bertalanffy A este cambio ha contribuido notablemente la Teoría General de Sistemas propuesta por L.von Bertalanffy (1901-1972) (1967, 1968). A juicio de Bertalanffy, los seres vivos pertenecen a un tipo de sistemas denominado sistemas abiertos que, a diferencia de los cerrados, comportan intercambios materiales y energéticos con su entorno. Este tipo de sistemas consta de cuatro elementos fundamentales: - Objetos: partes o elementos (subsistemas). - Atributos: los objetos presentan cualidades o propiedades, así como los sistemas

globalmente considerados. - Relaciones: los elementos provocan efectos mutuos. - Ambiente: los sistemas se encuentran afectados por sus entornos.

PONER CUADRO 2.9. POR AQUÍ

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ATRIBUTOS DE UN SISTEMA ABIERTO

(Bertalanffy, 1968; Littlejohn, 1983) CARÁCTER NO SUMATIVO El sistema responde a una entidad separada, mayor y diferente, que lo que constituiría la mera suma de sus partes. Más que reducir una entidad dada a las propiedades de sus partes o elementos, el sistema se centra en las relaciones de cada parte con las demás y en su conexión con el todo que constituyen (holismo). INTERDEPENDENCIA La interdependencia implica que cada parte del sistema tiene un efecto sobre cada una de las otras partes del sistema. Por tanto, cualquier cambio en una parte del sistema se traducirá en un cambio en otra parte del sistema. CARÁCTER JERÁRQUICO La cualidad de ser un ente jerárquico supone que cualquier sistema complejo es un sub-sistema de un sistema de orden superior. AUTO-REGULACIÓN Y CONTROL Los sistemas comportan mecanismos de regulación de sí mismos para lograr sus objetivos. Los sistemas están orientados hacia el logro de metas y entran en procesos de retroalimentación con el entorno para alcanzarlas. INTERCAMBIO CON EL AMBIENTE Los sistemas establecen transacciones con el entorno, de forma que afectan y son afectados por el. EQUILIBRIO Para poder sobrevivir, un sistema debe mantenerse en equilibrio. Para evitar la entropía (lo que conduce a la muerte de un sistema cerrado), el sistema debe establecer una serie de procesos de regulación y control, así como de manejo de su posición dentro del supra-sistema. Este es uno de los objetivos primordiales de muchos sistemas. CAMBIO Y ADAPTABILIDAD De cara a su supervivencia en entornos cambiantes, un sistema debe ser adaptable. A tenor de esta propuesta, la aplicación de la teoría de sistemas al estudio de la psicología humana y de las diferencias individuales es una alternativa muy sugerente. En el caso de la Psicología de las diferencias individuales, los objetos y atributos se corresponderían con las dimensiones y características asociadas a las mismas y a las estructuras o niveles que configuran, mientras que las relaciones entre ellos y con el ambiente nos hablarían del estudio de los procesos. Además, el concepto de integración entre los distintos subsistemas, y el tipo de procesos involucrados en las relaciones entre los mismos y en su intercambio con el ambiente, son cuestiones de gran interés para los nuevos planteamientos, que desde aquí se proponen, en los que el ser humano no se estudia fragmentado en áreas como la cognición, la emoción y demás elementos de su individualidad, sino que se pretende abordar bajo una perspectiva integradora.

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Algunos esfuerzos ambiciosos se han hecho en esta dirección; J.R.Royce y su equipo de

colaboradores trabajaron en los años ochenta en la elaboración de lo que algunos autores califican como un proyecto interesante de estructuración teórica de la individualidad y de las diferencias individuales, en donde aspectos dinámicos tales como el cambio o el desarrollo son contemplados (Forteza y Prieto, 1981; Rodriguez y Grossi, 1991; Sánchez-Cánovas, 1984). La "Teoría multifactorial-sistemática" (Royce y Powell, 1981, 1983) está fundamentada, por un lado, en la Teoría General de Sistemas de Bertalanffy (1967, 1968), estableciendo una interpretación dinámica de la naturaleza y, dentro de ella, del comportamiento humano bajo una organización de sistemas y subsistemas permanentemente interconectados en donde aspectos cognitivos, motivacionales y afectivos son contemplados; por otro lado, la teoría de Royce y Powell se asienta en los postulados derivados del procesamiento de la información. No obstante, la complejidad inherente a la teoría propuesta parece dificultar considerablemente una constatación empírica de sus postulados a corto plazo.

Otras concepciones sistémicas, de carácter menos global podemos encontrarlas, en el área

de la Inteligencia, en modelos como los propuestos por R.Sternberg con su teoría triárquica de la inteligencia (1985a, 1987, 1990) en la que el marco de las capacidades cognitivas no sólo se centra en el espacio de los procesos cognitivos internos del individuo, sino que se abre al mundo exterior y a las capacidades derivadas de la interacción del ser humano con su mundo. En el área de la personalidad, Mischel y Shoda (1995) proponen, por ejemplo, un marco unificador e integrador de dimensiones y procesos denominado “el sistema de procesamiento cognitivo-afectivo”.

En esta misma línea, en las últimas décadas, existe una tendencia, de carácter menos

ambicioso, a la integración de aspectos de la personalidad y la inteligencia que antes se concebían de forma separada en el estudio de la Psicología Diferencial, bajo la idea de que las formas integradas en las que el individuo se adapta y afronta las situaciones de su vida requieren de una perspectiva global con constructos en donde el manejo inteligente de las emociones (o inteligencia emocional), y de las relaciones sociales y los contextos en la vida cotidiana, o el papel de la motivación, nos permiten entender mejor las diferencias individuales en la vida real (ver capítulo 10).

3.- La integración disciplinar: En este impulso renovado que caracteriza actualmente a la disciplina se conjuga, además de los avances tecnológicos, un fenómeno contrario a la desintegración de áreas de conocimiento, referido con anterioridad al explicar su fase de crisis. La disciplina, en general, muestra un acercamiento a otras áreas o ramas de la psicología (p.ej., la psicología experimental, la psicobiología, la psicofisiología, la genética, etc.) con la intención de enriquecer su acervo de conocimientos.

Por su parte, la Psicología General también manifiesta su interés por atender a las diferencias individuales en aras de un complemento necesario y mutuo, bajo la siguiente asunción postulada por Underwood en 1975: un objetivo importante para un marco generalista será el "procurar traer las diferencias individuales a la corriente principal de la construcción teórica" (pág.129).

Más recientemente, encontramos posturas que abogan por una unificación de la Psicología, globalmente considerada, que resuelva lo que, a juicio de Sternberg (2001), son los tres malos hábitos de los psicólogos en general:

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1) el apoyo casi exclusivo en un solo tipo de metodología en las investigaciones, en vez del uso convergente de métodos para el estudio de los fenómenos psicológicos;

2) la excesiva división de subdisciplinas o áreas psicológicas, en vez de estudiar los fenómenos globalmente para tener una visión menos parcelada; y

3) la adherencia a un paradigma de investigación único, lo que empobrece la visión obtenida y dificulta la comunicación entre “escuelas”.

Para finalizar, yendo aún más lejos y con perspectivas, aún, futuras, Lubinski (2000) también hace referencia al concepto de unificación del conocimiento bajo el término Consilience utilizado por Wilson (1998); esta unificación puede extenderse, no sólo a las disciplinas Psicológicas, sino a la integración de éstas con otras ciencias en busca de una mayor comprensión de la realidad. Ello no implicaría, a nuestro juicio, la disolución de las áreas y disciplinas científicas, sino el desarrollo de la capacidad para trabajar de forma integrada en aras de una mejor comprensión del objeto de estudio bajo una perspectiva menos fragmentada y desintegrada. Desde esta disciplina, un buen ejemplo de acercamiento holístico de carácter multidisciplinar lo tenemos en el estudio de la contribución de las diferencias individuales a la comprensión de la etiología, desarrollo y curso de las enfermedades bajo el denominado modelo biopsicosocial de la salud, ya que, bajo este modelo, la salud es entendida como la interrelación recíproca de factores biológicos, psicológicos y sociales (Sánchez-Elvira, 2000).

IV RESUMEN En el presente capítulo se han analizado, tanto las características fundamentales que rigieron la consolidación y el periodo denominado clásico de la Psicología Diferencial, como aquellos cambios experimentados en la disciplina a lo largo del siglo XX que han configurado el nuevo perfil actual de la Psicología de las Diferencias Individuales. En este sentido, se han descrito las características metodológicas de la Psicología Diferencial clásica, estrechamente vinculadas al paradigma correlacional y al desarrollo de la metodología multivariada, y concretamente al uso del Análisis Factorial como herramienta fundamental en el desarrollo de las teorías clásicas. Estas teorías, denominadas modelos psicométricos o estructurales (tanto de la inteligencia como de la personalidad), han establecido cuáles son las principales dimensiones psicológicas en las que los individuos difieren. En segundo lugar, en el tema se han desarrollado los principales puntos críticos del acercamiento clásico, así como el intenso debate que provocó la profunda crisis que, desde fines de los 60 y durante toda la década de los 70, se produjo en el ámbito de investigación de las diferencias individuales. Algunas de estas críticas se centraron en la simplicidad de objetivos, las limitaciones del análisis factorial, o la escasa observación de los contextos en donde la conducta se produce al focalizarse exclusivamente en dimensiones de carácter excesivamente estático y poco explicativo. Afortunadamente, la profunda revisión de objetivos y métodos disciplinares desembocó en el desarrollo de una aproximación al estudio de los procesos subyacentes a las disposiciones personales, así como a la utilización de unidades de nivel medio, de carácter menos general que los rasgos, pero más próximas a las situaciones específicas en donde la conducta se manifiesta. Este cambio fue impulsado por las propuestas y aportaciones del modelo interaccionista, basado en unidades del tipo “individuo en situación”, y en perspectivas procesuales como las de los modelos cognitivos del procesamiento de la información.

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Adicionalmente, en el capítulo se ofrece también una panorámica general de cómo la polémica herencia-medio ambiente ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX para presentar, en la actualidad, perspectivas menos polarizadas y más integradoras en cuanto al papel conjunto de ambas fuentes de variabilidad. Finalmente, se presentan las aproximaciones más actuales al estudio de las diferencias individuales, en las que se aboga por posturas claramente integradoras, tanto en lo referente a los objetivos intradisciplinares (estudio de estructuras y procesos y de constructos de carácter holístico), como interdisciplinares (en el ámbito psicológico así como con otras ciencias), que puedan complementar los avances en materia de investigación sobre diferencias individuales.

V. PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN

1. ¿En qué consiste el paradigma correlacional R-R y por qué se dice que la Psicología Diferencial clásica presenta un carácter cuantitativo y multivariado?

2. ¿Cuál es el objetivo principal de los modelos factoriales de rasgo? 3. ¿Podemos considerar a la Psicología Diferencial como una ciencia, o como una disciplina

meramente aplicada? 4. ¿Cómo podríamos resumir las características fundamentales de la aproximación clásica al

estudio de las diferencias individuales? 5. ¿Cuáles fueron las principales críticas a los objetivos y técnicas estadísticas característicos

de la Psicología Diferencial clásica? 6. ¿De qué forma se produce la aproximación de la Psicología Diferencial a la consideración

de los contextos en donde se produce la conducta? 7. ¿Cuál es el nivel de generalidad en el que trabaja la Psicología de las diferencias

individuales en la actualidad? 8. ¿Cuáles han sido los principales hitos en la evolución de la polémica herencia-medio

ambiente a lo largo del siglo XX? 9. Describa las diferencias fundamentales entre la Psicología Diferencial clásica y las nuevas

aproximaciones al estudio de las diferencias individuales 10. ¿Cuáles son las principales vías de integración en la perspectiva más actual del estudio de

las diferencias individuales?