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97 PRIMER DOMINGO DE PASCUA LITURGIA- CELEBRACIÓN CONTEMPLAMOS SU AMOR EN EL RESUCITADO. EL GRAN DÍA DE PASCUA. – Ciclo C-, 4 de Abril .- Un personaje: los primeros testigos de la resurrección de Jesús comenzaron a creer y a madurar su fe cuando vieron el sepulcro vacío: ahora el Señor es creído por todos los cristianos, que lo experimentamos vivo y caminando con nosotros en medio de su Iglesia. .- Un testimonio vocacional de experiencia de Resurrección. 1. MONICIONES A LAS LECTURAS Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 34ª. 37-43: el mensaje central de la predicación de los apóstoles se resume en la proclamación de la muerte y la resurrección de Jesús. Así la primera lectura de este día de Pascua anuncia el misterio pascual de Cristo, que vive para salvarnos a todos los redimidos por su sangre. Responderemos a esta lectura cantando el salmo pascual por excelencia, el 117: “Este es el día en que actuó el Señor”. Segunda lectura. Colosenses 3, 1-4: el misterio pascual no se reduce a la pasión y gloria de Jesucristo, sino que se aplica en el tiempo a los cristianos que participamos de Él por medio de los sacramentos. Nuestra vida gloriosa está ahora escondida con Cristo en Dios. (También se puede leer 1 Cor 5, 6b-8) Evangelio de Juan 20, 1-9: los primeros testigos de la resurrección de Jesús comenzaron a creer y a madurar su fe cuando vieron el sepulcro vacío. Ahora el Señor es creído por todos los cristianos vivo y presente en medio de su Iglesia. (También puede leerse el evangelio de la Vigilia: Lc 21, 1-12 o, en la misa vespertina, Lc 24, 13-35) 2. IDEAS PARA LA HOMILIA En este día concluye el Triduo pascual y comienza el santo Pentecostés, la Cincuentena pascual que no es sino un único día en el “Hoy” divino de la salvación. Como proclama el salmo pascual por excelencia, el 117, que fue cantado por Jesús y sus discípulos al acabar la última Cena: “¡ Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!” En este segundo año pre-jubilar debemos acentuar todavía más lo que es propio de todos los años: la presencia y la acción del Espíritu Santo en el misterio pascual de Jesucristo. La Pascua es, ante todo, el tiempo del Espíritu. La mirada de misericordia de Jesús es la misma que la del Padre, que levanta de la noche al Hijo hecho hombre hasta lo más profundo de la muerte, enviándolo de nuevo al mundo para infundir el espíritu de amor. Durante la Cuaresma, el Espíritu Santo iluminó nuestra fe cuando fuimos recorriendo

CAMPAÑA CUA-PASC 2010 15-2-2010 · las cinco primeras etapas de la historia de la salvación, conforme al Antiguo Testamento. Ahora comenzamos la sexta edad del mundo, la era de

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PRIMER DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR EN EL RESUCITADO.EL GRAN DÍA DE PASCUA.

– Ciclo C-, 4 de Abril

.- Un personaje: los primeros testigos de la resurrección de Jesús comenzaron a creer y a madurar su fe cuando vieron el sepulcro vacío: ahora el Señor es creído por todos los cristianos, que lo experimentamos vivo y caminando con nosotros en medio de su Iglesia.

.- Un testimonio vocacional de experiencia de Resurrección.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 34ª. 37-43: el mensaje central de la predicación de los apóstoles se resume en la proclamación de la muerte y la resurrección de Jesús. Así la primera lectura de este día de Pascua anuncia el misterio pascual de Cristo, que vive para salvarnos a todos los redimidos por su sangre. Responderemos a esta lectura cantando el salmo pascual por excelencia, el 117: “Este es el día en que actuó el Señor”.

Segunda lectura. Colosenses 3, 1-4: el misterio pascual no se reduce a la pasión y gloria de Jesucristo, sino que se aplica en el tiempo a los cristianos que participamos de Él por medio de los sacramentos. Nuestra vida gloriosa está ahora escondida con Cristo en Dios. (También se puede leer 1 Cor 5, 6b-8)

Evangelio de Juan 20, 1-9: los primeros testigos de la resurrección de Jesús comenzaron a creer y a madurar su fe cuando vieron el sepulcro vacío. Ahora el Señor es creído por todos los cristianos vivo y presente en medio de su Iglesia. (También puede leerse el evangelio de la Vigilia: Lc 21, 1-12 o, en la misa vespertina, Lc 24, 13-35) 2. IDEAS PARA LA HOMILIA

En este día concluye el Triduo pascual y comienza el santo Pentecostés, la Cincuentena pascual que no es sino un único día en el “Hoy” divino de la salvación. Como proclama el salmo pascual por excelencia, el 117, que fue cantado por Jesús y sus discípulos al acabar la última Cena: “¡Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo!” En este segundo año pre-jubilar debemos acentuar todavía más lo que es propio de todos los años: la presencia y la acción del Espíritu Santo en el misterio pascual de Jesucristo. La Pascua es, ante todo, el tiempo del Espíritu. La mirada de misericordia de Jesús es la misma que la del Padre, que levanta de la noche al Hijo hecho hombre hasta lo más profundo de la muerte, enviándolo de nuevo al mundo para infundir el espíritu de amor. Durante la Cuaresma, el Espíritu Santo iluminó nuestra fe cuando fuimos recorriendo

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las cinco primeras etapas de la historia de la salvación, conforme al Antiguo Testamento. Ahora comenzamos la sexta edad del mundo, la era de la Iglesia, y por ello en este tiempo se lee siempre como primera lectura el libro de los Hechos de los Apóstoles, como ya hemos dicho al explicar el ciclo –C-. Del mismo modo, la lectura en este año C del libro del Apocalipsis como segunda lectura dominical nos sitúa ante la séptima y última etapa en el reino de Dios.

Si la Cuaresma fue un tiempo de catecumenado, en vistas a la celebración de la Pascua, ahora comenzamos el tiempo de la mistagogia, para profundizan en el conocimiento y la vivencia de los santos misterios por los que fuimos incorporados a Cristo muerto y resucitado. En la Pascua, el mismo Espíritu que guía a la Iglesia desde que la hace nacer en las aguas primordiales del Bautismo, nos consagra con su unción en cada Eucaristía y nos guía como mistagogo y maestro interior para que avancemos en nuestra Confirmación, y para que demos en el mundo un testimonio valiente y eficaz, una vez que hemos sido unidos más plenamente a Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia.

En este día de Pascua, las oraciones insisten en pedir la participación plena en las gracias de Cristo que son la renovación por el Espíritu y la resurrección final. La primera lectura es el kerigma o solemne proclamación del anuncio de la resurrección de Jesús, hecho por Pedro ante los primeros gentiles convertidos al cristianismo, en casa del Romano Cornelio: en aquella ocasión el Espíritu Santo rompió las fronteras del antiguo pueblo de Dios y fue por delante de los apóstoles. Cada una de las segundas lecturas que se pueden elegir hoy se refieren al misterio de la Pascua, que ha de ser vivido en la Iglesia por medio de la iniciación cristiana y la novedad de conducta consiguiente. Finalmente, junto con María Magdalena, Pedro y Juan nos acercaremos al sepulcro vacío, y sintiendo el frescor de aquellas brumas matinales del día primero, veremos y creeremos, como el discípulo amado (Cf. Jn 20, 8), porque nos guía el mismo Espíritu de amor que a ellos les abrió los ojos.

Éste es el mismo Espíritu de amor creador y regenerador que glorificó la humanidad de Jesucristo y que ahora lo hace presente en su Iglesia por medio de los sacramentos. En esta Pascua hemos de contemplar de un modo especial la obra del Espíritu en la liturgia, porque Él convierte al celebrante en icono del resucitado, al lector en voz del Señor, al pan y al vino en su Cuerpo y Sangre, y a la asamblea reunida en su cuerpo místico que es consagrado y ofrecido como una ofrenda permanente (Cf. Plegaria eucarística III).

Volvamos una vez más la vista atrás, hacia esta Cuaresma que nos ha llevado a la celebración del perdón con el anuncio del Evangelio de la misericordia. Ahora se abre el tiempo de la vida nueva, para que aquel perdón que produjo la imposición de manos con el don del Espíritu se prolongue en una vida nueva, dejando atrás las obras de las tinieblas: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba... no los de la tierra (Col 3, 1; Segunda lectura).

3. TESTIMONIO VOCACIONAL: ESPERIENCIA DE RESURRECCIÓN Hablar de resurrección desde la experiencia cotidiana de la vida, desde la visión de los problemas que vive nuestro mundo, desde nuestros propios problemas, sería abrirse a

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la vida que cada día trae cosas nuevas y descubrir el gozo escondido del vivir desde lo no planeado, ni pensado, ni programado sólo desde mi … pues Otro de Quien puedo fiarme lleva el timón de mi vida.

Cuando acierte a escoger la vida con confianza, en abandono a lo que la vida me da y me quita llegaré a descubrir el camino de la paz y la felicidad.

Cuando sea capaz de descubrir la riqueza de ceder y despojarme de mis criterios de eficacia y fecundidad, válidos y no válidos, llegaré a saborear el valor del reino.

Cuando me reconcilie con verdad, mi verdad sin caretas ni añadidos, me descubriré amada de verdad.

Cuando la otra persona sea para mi misterio y asombro, novedad que se acoge, realidad que puedo morar y acoger, entonces podré contemplar el rostro de Dios.

Cuando en mi pobreza acoja con misericordia a la otra persona, entonces conoceré el gozo entrañable de la ternura de Dios.

Mª Dolores LasernaSuperiora general de las Operarias Catequistas

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SEGUNDO DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR EN EL DON DE LA PAZ Y DEL ESPÍRITUEL ESPÍRITU SANTO, GRACIA DEL RESUCITADO

– Ciclo C-, 11 de Abril

.- Un personaje: el apóstol Tomás, que dudó de la presencia viva del Señor que atestiguaban los apóstoles, se puso a caminar junto a ellos tras su encuentro con las manos y los pies traspasados del Resucitado.

.- Un don del Espíritu Santo: la sabiduría para valorar correctamente las cosas de este mundo, amando intensamente las del cielo. Don de amor consciente y lúcido, que se ha de enseñar y comunicar a todos.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 5,12-15: las primeras lecturas del tiempo pascual nos van anunciando la sexta y penúltima etapa de la historia de la salvación, la del Espíritu y la Iglesia, aquella en la que estamos y que se inauguró con Jesucristo. Hoy se nos describe el maravilloso crecimiento de la primitiva comunidad de los creyentes, con palabras que se han considerado siempre como un ideal de vida apostólica para la Iglesia de todos los tiempos.

Segunda lectura. Apocalipsis 1,9-11a,12-13,17-19: durante los domingos de Pascua de este año C leeremos el libro del Apocalipsis, que es una visión de la Iglesia desde la gloria. Hoy, en el “día del Señor”, Cristo resucitado se hace presente a los creyentes como el gran sacerdote del culto definitivo.

Evangelio de Juan 20,19-31: todos los años leemos en este domingo el mismo pasaje del Evangelio que nos muestra el significado del domingo cristiano, por el que el Resucitado establece el ritmo semanal del nuevo “día del Señor”, “a los ocho días”, para actualizar el misterio de su muerte y de su gloria, confirmar nuestra fe, y entregarnos su don más precioso que es el Espíritu Santo.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

Los tiempos de la cincuentena pascual Los ocho domingos de Pascua están organizados en varios grupos temáticos que conviene tener en cuenta; así el primero de estos es el “tiempo de las apariciones” (domingos 1º, 2º y 3º), luego sigue el “tiempo de Cristo Pastor de la Iglesia” (domingos 4º y 5º), para terminar en el “tiempo del don del Espíritu” (domingos 6º, 7º -Ascensión- y 8º - Pentecostés-). Esto en lo que se refiere a los evangelios, porque las otras dos lecturas

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LITURGIA- CELEBRACIÓN

siguen un orden independiente que ocasionalmente se enlaza con el Evangelio, como iremos precisando en cada caso.

El domingo de la Octava

La importancia de la lectura de las dos apariciones que vienen a fundar el nuevo “día del Señor” es tanta que este pasaje evangélico se lee todos los años. Reforzando esta idea, la lectura del Apocalipsis comienza con la visión del Rey de los tiempos: el Viviente que fue muerto - Jesucristo resucitado - se hace presente a los creyentes, como gran sacerdote para siempre del culto definitivo. Eso sucede en el “día del Señor”, el domingo. Es una estupenda forma de enseñarnos el significado de la asamblea dominical, tan amenazada actualmente entre nosotros por la costumbre del “fin de semana”, cuando éste se plantea como un espacio en el que cabe todo, hasta las compras en domingo, excepto el tiempo para formar la asamblea que convoca el Señor.

La sagrada liturgia, por obra del Espíritu Santo, es toda ella un misterio de presencia. Así como no hay ninguna aparición del Resucitado en que los discípulos lo hayan “buscado y encontrado”, sino que siempre es Él quien ha tomado la iniciativa, del mismo modo en la asamblea dominical Él sigue siendo el que convoca. Podemos descubrir ahora el sentido que tiene la norma litúrgica que pide que la reserva eucarística esté en una capilla diferente al lugar de la celebración solemne; la razón está en que no se debe comenzar adorando al Señor presente en la Eucaristía, porque Él se hace presente a su Iglesia de una manera dinámica y progresiva a lo largo de las diferentes etapas de la Misa. La celebración forma un todo coherente, animado por un dinamismo vivo que se desarrolla desde la entrada del celebrante hasta la despedida. Esta acción parte de la presencia de Cristo en medio de los reunidos en su nombre, se extiende a la Palabra de Dios mismo que sigue hablando a su Iglesia mediante la proclamación de las Escrituras, y culmina en la liturgia eucarística. La modalidad eucarística de esa misma y única presencia de Cristo a lo largo de la celebración, es como la concreción en la que viene a “tomar cuerpo” Cristo glorificado que preside la asamblea y la alimenta con su Palabra.

El domingo es también un día de fe. El Espíritu nos capacita para que podamos renovar cada semana la profesión de fe con la que entramos en la Iglesia. No somos ya como Tomás, que no podía creer ya que no estaba cuando fue exhalado el Espíritu. Con alegría escuchamos hoy la última bienaventuranza pronunciada por Cristo y dirigida a los cristianos de todos los tiempos: Dichosos los que crean sin haber visto (Juan 20,29).

El Espíritu de paz y amor, don del Resucitado

En su primera aparición a los discípulos, Jesús exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos (Jn 20, 22-23). Para eso murió el Hijo de Dios hecho hombre: para llegar junto al Padre y volver a traer a los hombres el Espíritu de la vida sobrenatural que perdieron los primeros padres en el comienza de la historia. Muchas veces parece que Jesús vino para arreglar las cosas del mundo, para que cesasen las

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penas y las injusticias en una nueva era paradisíaca; en otras ocasiones el Señor es imaginado como un maestro de virtud que tiene consejos y recetas para todo lo que lleva a la felicidad. Sin embargo todo ello no deja de ser consecuencias de la Gracia fundamental, que es el nuevo comienzo.

La regeneración por obra del Espíritu sólo fue posible cuando el sacrificio de Cristo restableció la alianza entre Dios y la humanidad. Nadie puede sentirse defraudado porque las primeras palabras del resucitado sean el saludo de paz y el don del Espíritu, pues sólo es posible gracias al Paráclito. Quien se siente en paz con Dios, la comunidad que se reúne reconciliada en la paz de Dios, quien se conoce a sí mismo amado de Dios porque aspira el aroma de la unción del Espíritu, no tiene temor a nada de este mundo, y será un apóstol activo o un mártir silencioso que difundirá el testimonio del Salvador, individualmente o en comunidad.

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TERCER DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR A PARTIR DEL PANEL TIEMPO DE LAS APARICIONES: EL BANQUETE DEL ESPÍRITU

– Ciclo C-, 18 de Abril

.- Un personaje: Pedro quien no recibe reproches por su cobardía y por haber negado a Jesús, sino que sólo escucha preguntas de amor, se sintió amado incondicionalmente, con un amor inmerecido, y siguió las huellas de su Maestro hasta la misma muerte de cruz.

.- Un don del Espíritu Santo: la inteligencia para entender las cosas de Dios, para comprender que su Hijo Jesucristo está siempre con nosotros, dando sentido a nuestra vida, compartiendo en su Cuerpo y sangre el dolor y la alegría.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 5,27b-32,40b-41: la predicación apostólica es la manifestación del Don del Espíritu Santo. Todo es fruto de la gracia de Cristo: los apóstoles fueron escogidos y enviados por el Señor, y el Espíritu ha sido otorgado por el Resucitado. Con esta doble acción - la de los apóstoles y la del Espíritu - se construye la Iglesia.

Segunda lectura. Apocalipsis 5,11-14: el Cordero pascual está en el centro de este himno de alabanza que constituye la liturgia de la gloria, centro de la liturgia de la Iglesia. En ella, los cánticos de alabanza, y sobre todo la plegaria eucarística, son el eco de la aclamación al Cordero inmolado, Cristo, que ha sufrido la muerte, pero que ahora está presente, victorioso, a la derecha del padre y en el altar de la Iglesia.

Evangelio de Juan 21,1-19: todavía este domingo se anuncia una última aparición del Resucitado, que invita a comer a los discípulos. Es una imagen magnífica de lo que es la Eucaristía, el banquete del Espíritu, preparado y ofrecido por el Resucitado en medio de las dificultades de la vida presente.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

En este tercer domingo termina la primera parte de la Cincuentena pascual, a la que llamamos el “tiempo de las apariciones”. Cada año leemos hoy una aparición de Jesús a los discípulos que termina siempre compartiendo una comida con el signo de partir el pan: en el camino de Emaús (año A), en el cenáculo (año B) y, este año C, en la orilla del lago de Galilea. Ahora estaremos ya ambientados en el programa de lecturas de este año, vamos siguiendo los primeros pasos de la etapa de la historia de la salvación - la de la Iglesia - en que nos ha sido dado vivir, y hemos podido admirar la valentía de los apóstoles, una vez que recibieron el Don pascual del Espíritu Santo: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” “Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo,

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TERCER DOMINGODE PASCUA

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que Dios da a los que le obedecen” (Hechos 5,29 y 32). Vamos también familiarizándonos con la proclamación del misterio pascual que se hace cada domingo según el libro del Apocalipsis, en esas maravillosas escenas de la liturgia del cielo que en realidad son como la realidad de nuestra liturgia terrena, velada por nuestra realidad carnal.

Pero es la lectura del Evangelio lo que da mayor personalidad a este Domingo. Es una larga página que comienza entre las brumas del amanecer, en las orillas del lago donde había comenzado todo. Allí Simón Pedro y los demás discípulos parecen despertar de un sueño, olvidar que dejó las barcas y las redes para seguir a Jesús y volver a lo de siempre, al trabajo normal: “Me voy a pescar.” Ellos contestaban: “Vamos también nosotros contigo”. Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada (Juan 21, 3). Pero allí estaba Jesús, para recordarles que sólo tendrían éxito si seguían sus instrucciones y volvía a ser pescadores de hombres y pastores de su rebaño. Junto al Señor no puede faltar el fuego, el ardor del Espíritu que prepara el convite del Resucitado.

Muchas cosas destacan en este evangelio: que Jesús es reconocido a través del amor, que su ayuda hace posible una pesca tan increíble como la respuesta de los pueblos a la predicación de los apóstoles, que es el Señor quien nos prepara su banquete pascual, la Eucaristía...tantas cosas que se refieren ahora a nosotros como creyentes relacionados personalmente con Jesús, como el discípulo amado. Grandísima importancia tiene asimismo la segunda parte de la lectura pues Jesús reclama por tres veces la confesión de aquel Pedro que lo había negado el mismo número de veces. Ahora seguimos siendo pastoreados por el sucesor de Pedro, Obispo de la Iglesia que preside a las demás en el amor, como llamaba San Ignacio de Antioquía a la comunidad romana en el siglo II. El mismo Espíritu de amor que movió entonces a Pedro es el que ahora asiste a su sucesor en la Sede romana para que confirme a sus hermanos en la integridad de la fe apostólica.

La Misa dominical nos lleva a experimentar cada día del Señor todo el proceso de la actuación de Cristo descrita en las lecturas, y nos impulsa a realizar lo que hacen aquellos que le rodean: es la descripción simbólica de lo que quiere decir “participar”. Le escuchamos, le reconocemos cuando se nos entrega al partir el pan, nos fortalecemos para dar testimonio con él con toda nuestra vida, incluso compartiendo los sufrimientos... le proclamamos Señor y Salvador, anunciamos su muerte y su resurrección haciendo su memorial, nos unimos a su ofrecimiento, y lo ofrecemos a él, uniéndonos a la alabanza celestial y de todas las creaturas (plegaria eucarística). Con fe y emoción nos acercamos a comer su pan, conscientes de que es el Señor a quien recibimos. Y cuando ha terminado este momento inefable de la asamblea dominical, volvemos otra vez a la “pesca”, al trabajo de cada día, procurando seguir las instrucciones de Jesús para que sea fructuosa.

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CUARTO DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR COMO BUEN PASTORJESUCRISTO, CORDERO Y PASTOR

– Ciclo C-, 25 de Abril

.- Un personaje: el apóstol Pablo, en un tiempo fuera de las seguidores de Cristo, pero buscado con amor, como oveja perdida, por el Buen Pastor. En adelante este amor le impulsará a llevar su testimonio a los pueblos gentiles, las ovejas perdidas de Israel, siguiendo el camino que había recorrido con él el Buen Pastor.

.- Un don del Espíritu Santo: el de consejo, para compartir la solicitud del Buen Pastor hacia todos los desorientados. Él nos da el don de poder aconsejar con prudencia y discernimiento, pensando siempre antes de hablar o actuar lo que diría o haría Jesús.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 13, 14. 43-52: este año la historia de los primeros tiempos de la Iglesia recoge preferentemente la misión de san Pablo, que dio un cambio radical a su apostolado, dirigiéndose en adelante a los gentiles, después de ser rechazado repetidamente por los israelitas. Con el Salmo responsorial 99 proclamamos que todos los pueblos reciben la revelación del Buen Pastor y le aclaman diciendo: “Somos su pueblo y ovejas de su rebaño”.

Segunda lectura. Apocalipsis 7,9.14b-17: los redimidos de todas las naciones aclaman a Jesucristo resucitado, víctima pascual y Pastor de los cristianos.

Evangelio de Juan 10, 27-30: en esta breve conclusión del discurso del Buen Pastor, Jesús proclama su misión salvadora universal dando su vida por la humanidad, sus ovejas, y su unidad con el Padre en el amor.

2. IDEAS PARA LA HOMILÍA

Los domingos 4º y 5º de Pascua forman lo que podríamos llamar el “Tiempo del Pastor”. Ha terminado el “tiempo de las apariciones”, y Jesucristo se presenta como el Buen Pastor y Maestro de la Iglesia, a la que guía con amor, por la que se entrega en sacrificio y a la que enseña con su doctrina. En este año C se destacan preferentemente tres mensajes:

La universalidad de la redención.

El Espíritu Santo reveló a los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento que la salvación del Cristo era igual para todos los hombres. Pero esa apertura no fue cosa de un día; así en la primera lectura escuchamos cómo san Pablo abandonó la misión

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CUARTO DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

evangelizadora dirigida hasta entonces en primer lugar a los israelitas, para dedicarse totalmente a los gentiles. En su discurso, el Apóstol cita el texto fundamental de Isaías 49,6: Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la tierra. Nosotros somos los descendientes de la Iglesia de los gentiles y, por ello, cantamos el salmo 39, enlazando con el tema del Evangelio: Aclama al Señor tierra entera. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Siguiendo la lectura del Apocalipsis llegamos a la liturgia celeste en honor del Cordero y Pastor que es Cristo resucitado, en la que todas las naciones, pueblos, razas y lenguas, purificados por la sangre del sacrificio pascual de Jesucristo alaban a su redentor. Del mismo modo Jesús dice en el Evangelio que su nuevo pueblo estará formado por los que escuchen su voz. Estos son los que han respondido a la gracia del Padre y por ello le han sido entregados para su custodia, para la vida eterna: es la Iglesia virgen y madre, fecundada por el Espíritu, que da a luz incesantemente los nuevos hijos del nuevo pueblo de Dios.

El amor sacrifi cado del Buen Pastor.

Como está en posesión del Espíritu de amor creador y vivificante, Jesucristo promete la vida eterna a los que creen en él. No se trata de una supervivencia del alma, debida a su naturaleza espiritual, como especula la filosofía, sino que es una acción salvadora de Dios Padre en la que coopera el Hijo de modo determinante: Yo doy la vida eterna a mis ovejas. No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie - la muerte, Satanás, las persecuciones - puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Entre las ovejas y el Pastor existe una relación de “conocimiento”. Se trata de la idea bíblica del conocer, que indica a la vez una experiencia compleja de amor que impregna toda la existencia, como en la relación matrimonial. Por ello los cristianos formamos en la Iglesia una comunidad de escucha de la voz de Jesús, que se vive en la obediencia a su palabra…tanto que lo seguimos a donde quiera que vaya, como proclama el Apocalipsis.

Jesús y el Padre son uno en el amor personal que es el Espíritu Santo.

Jesús fundamenta y garantiza la salvación eterna que Él dispensa a sus ovejas con una tremenda afirmación: Yo y el padre somos uno. Estamos ante uno de los textos fundamentales del Nuevo Testamento, junto con el versículo 38 de este mismo capítulo: El Padre está en mí y yo en el Padre. Esta declaración separó y sigue separando de modo irremediable a Jesucristo y a los creyentes del Antiguo Testamento. Ahí está la causa de la condena a muerte del Señor. Las otras religiones monoteístas no quieren aceptar a estas dos personas que son una única realidad, o sustancia o esencia. Se alude aquí al misterio supremo y adorable de la Trinidad que no es explicitado: Jesús deja esta tarea a los discípulos, y para esto, precisamente, le da el Espíritu del Padre y suyo, Espíritu de sabiduría y de revelación, que en la santa Cena será prometido como Maestro interior de la comunidad de los fieles, las amadas ovejas.

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QUINTO DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR EN EL MANDAMIENTO QUE NOS DIO.EL “MANDAMIENTO NUEVO” DEL BUEN PASTOR

– Ciclo C-, 2 de Mayo

.- Un personaje: Juan, el discípulo amado, recogió las palabras de Jesús en la última Cena y nos las transmitió en su evangelio y sus cartas: fue el más sensible al mandato de Jesús que nos invita a recorrer junto a Él el camino del amor.

.- Un don del Espíritu Santo: la fortaleza que nos da el sentirnos amados por Cristo y por toda la fraternidad cristiana; fortaleza para anunciar a Jesús en todos los ambientes y circunstancias como testigos de su amor.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 14,21b-27: continuamos la lectura de los “Hechos de Pablo”. Siguiendo los pasos de san Pablo en su primer viaje apostólico entre los gentiles, cuando era guiado por el Espíritu, conoceremos la esencia de su mensaje y el sentido eclesial de su misión.

Segunda lectura. Apocalipsis 21,1-5a: el cristianismo se desarrolla en el ámbito de la nueva creación que comenzó en la resurrección de Jesucristo y en el don del Espíritu. En la nueva Jerusalén el Señor enjugará las lágrimas de los suyos, quienes se lamentaban por su muerte y por los sufrimientos que acarrea el dar testimonio de Cristo.

Evangelio de Juan 13,31-33a.34-35: comenzamos la lectura del discurso de despedida de Jesús, al final de la última Cena. Hoy el Señor promulga el mandato nuevo del amor fraterno, como señal distintiva de los cristianos.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

El domingo siguiente al del Buen Pastor (4º domingo) forma una cierta unidad con él, pues cada año nos trae una enseñanza que Jesús, Maestro y Guía de la Iglesia, dirige a ésta a la manera de un mensaje fundamental, como un testamento espiritual que la deberá orientar en su porvenir.

El pasaje evangélico de hoy está situado al comienzo del discurso de despedida del Señor en la última Cena; es una acomodación que la liturgia hace para situar las palabras de Jesús dentro del marco pascual propio de san Lucas. De este modo, en los próximos domingos, escucharemos las palabras de adiós de Jesús como preparación a la Ascensión y a Pentecostés. En la liturgia evocamos esos días durante los cuales, según san Lucas, Jesús estuvo hablando con los discípulos acerca del reino de Dios (Hechos 1,3). Hoy Jesús comienza

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QUINTO DOMINGODE PASCUA

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anunciando su próxima glorificación; con ello trata de la crucifixión, que para san Juan señala la exaltación del Hijo del Hombre, su gloria final, formando un acontecimiento único con la resurrección, la marcha hacia el Padre y el don del Espíritu.

Cuando el Señor se despide deja a sus discípulos un “mandamiento nuevo” que resume toda su enseñanza: el precepto del amor mutuo, un amor de dilección y de amistad. Es la forma de amarse de los hermanos de modo desinteresado, amarse incluso- y sobre todo- si no lo merecen, si no tienen derecho a ese cariño. Este amor se fundamenta en el Espíritu que une al Hijo con el Padre y que vuelca a Jesús hacia sus discípulos: Yo doy mi vida por mis ovejas (Juan 10,15), por ello entrega este mandamiento al final de una Cena que está bajo el signo del amor hasta la muerte. Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo (Jn 13,1).

Pero el amor del Señor tiene una finalidad directa: que los discípulos se amen recíprocamente (cf. Jn 13,34), de tal modo que si fallase este fin fracasaría la misión de Jesús entre los hombres. Por eso el amor se convierte en el signo de la santidad del nuevo Israel, en la circuncisión espiritual: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros (Jn 13, 35); señal doblemente espiritual, porque es del Espíritu y porque se marca en nuestro espíritu. Este signo de reconocimiento contrasta con lo que se usa en las religiones y en los grupos sociales: cuando empieza un nuevo grupo, sus miembros desean identificarse entre ellos y diferenciarse de los demás por medio de algún signo al que se aferran totalmente; puede tratarse de alguna señal física, de alguna ceremonia exclusiva de los iniciados... pero Jesús no quiere nada de eso porque la religión espiritual (qq aquí hay algo que no funciona: hay que explicar esto ¿no?) tiene signos espirituales, carismáticos y personales, como el del amor, a imitación del de Cristo. Sería mucho más sencillo hacerse un tatuaje, o seguir un ritual o un código de alimentos propios; pero el nuevo Israel lo tiene más difícil porque se trata de ostentar un signo que hay que configurar en cada momento de la propia existencia. Para ello necesitamos del estímulo que nos viene del sacramento eucarístico, signo y portador del Espíritu del amor de Cristo.

Tal como proclama la segunda lectura, esta religión espiritual se desarrolla en una nueva edad del tiempo, la que se inauguró con la glorificación del Hijo. Estamos en la última de las etapas terrenas de la historia de la salvación, que se desarrolla a partir de la nueva Jerusalén, don de Dios, que es la Iglesia celeste y terrestre: ésta es la nueva morada de Dios con los hombres, como la proclama hoy el Apocalipsis. Por ello los cristianos somos parte de la novedad de la creación definitiva pues en ella hay una nueva ciudad y unas nuevas leyes, un “mandamiento nuevo” que es la norma y el distintivo del nuevo pueblo de Dios.

Llenos del Espíritu Santo, san Pablo y sus colaboradores fueron los mensajeros del nuevo Israel, una vez que se dedicaron totalmente a los gentiles. Ellos tampoco anunciaban una nueva religión como las demás: Exhortaban a los discípulos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios (Hechos 14,22).

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SEXTO DOMINGODE PASCUA

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR QUE NO NOS ABANDONAEL TIEMPO DEL ESPÍRITU

– Ciclo C-, 9 de Mayo

.- Un personaje: : el apóstol Santiago, pariente del Señor, cabeza de la Iglesia Madre de Jerusalén, que en el Concilio de Jerusalén, con generosidad, y comprendiendo el plan de Dios bajo la luz del Espíritu Santo, supo renunciar a los caminos de las tradiciones de la antigua Ley y abrir el nuevo camino de Cristo a todos los pueblos

.- Un don del Espíritu Santo: la ciencia para conocer el mundo como creación de Dios, para entrar en el misterio divino y conocer el plan de salvación revelado en Jesucristo, que es enviado para hacer de todos los pueblos una sola Iglesia.

Comenzamos la última etapa de la Cincuentena Pascual. Los próximos tres domingos están centrados temáticamente en el don o gracia pascual del Espíritu Santo, que Jesucristo envía desde el Padre, luego de ser exaltado en la gloria (Solemnidad de la Ascensión, en el próximo domingo).

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29: el Espíritu Santo inspiró a la Iglesia primitiva para que rompiera las seculares barreras del antiguo pueblo de Dios y se abriera a todas las naciones. Un momento decisivo para este cambio fue el llamado “Concilio de Jerusalén”.

Segunda lectura. Apocalipsis 21,10-14.22-23: la revelación del Nuevo Testamento nos habla de la gloria de la nueva Jerusalén, que es el reino de Dios y la Iglesia inaugurada por Jesucristo.

Evangelio de Juan 14,23-29: Jesús continúa el discurso de despedida, consolando a los discípulos y prometiéndoles el don del Espíritu Santo.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

El Concilio de Jerusalén.

La primera lectura de este domingo muestra cómo caían bajo la acción del Espíritu Santo, en esta sexta etapa de la historia de la salvación, las seculares fronteras del antiguo Pueblo de Dios. El Espíritu, en efecto, no sólo perfeccionó la iniciación cristiana de los samaritanos (año A), sino que incluso se adelanta al bautismo, cuando Pedro vacilaba en admitir a los paganos en la Iglesia (año B). Este año leemos como en la primera asamblea general de la Iglesia, en

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el llamado Concilio de Jerusalén, se rompió definitivamente con las normas rituales de la antigua Ley de Moisés, haciendo posible a los gentiles el libre acceso a la vida cristiana sin necesidad de convertirse antes en israelitas por medio de la circuncisión, como pedían algunos cristianos procedentes del judaísmo, que decían: Hay que circuncidar a los gentiles y obligarles a observar la ley de Moisés (Hechos 15,5). Aquella asamblea era bien consciente de actuar con la asistencia del Espíritu Santo, el cual garantiza a través de los tiempos la infalibilidad del magisterio solemne de la Iglesia: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables (Hechos 15,28). La Iglesia apostólica tomó entonces una decisión de enorme importancia, tanto para la propagación de la fe como para la cultura universal; pues, en el caso de una opción contraria, junto con la evangelización se hubiera tenido que difundir al mismo tiempo, y de modo exclusivista, la secular cultura hebrea. Una medida tan importante tuvo que contar, además, como lo sugiere el texto, con un “impulso” o inspiración del Espíritu santo, el cual se valió especialmente de la voz profética y de la práctica misionera de san Pablo para animar a la Iglesia primitiva en favor de este cambio.

La Jerusalén del cielo.

La nueva ciudad de Dios que muestra el Apocalipsis se está construyendo ya en la Iglesia, edificada sobre el fundamento de los apóstoles, siendo toda ella un templo iluminado por la gloria de Cristo sacrificado y resucitado, el Cordero de Dios (2ª lectura). Los primeros cristianos tuvieron durante los primeros años la referencia de la antigua Jerusalén como “Iglesia madre”, pero la destrucción de esta urbe les llevó a considerar a la Iglesia, presente en cualquier lugar del mundo, como la nueva Jerusalén espiritual, imagen de la Jerusalén celeste, que es nuestra madre, como dice el ritual de la dedicación de iglesias. El Señor no nos abandona.

En el Evangelio continuamos leyendo el discurso de despedida de Jesús en la última cena. En él Cristo se despide de los suyos antes de iniciar su Éxodo por medio de la Pasión y la Ascensión, pero es para volver con el don pascual del Espíritu y permanecer así en la Iglesia. Jesús continúa declarando en el Evangelio la realidad profunda de la Iglesia, la cual será una realidad divina y humana a la vez, cuya actividad estará animada por el Espíritu Paráclito. Este es un término griego que significa literalmente “llamado en auxilio” y, por ello mismo, abogado, defensor, intercesor y consolador. En un pasaje importantísimo Jesús promete la inspiración del Espíritu Santo a la comunidad apostólica, para que desarrolle la enseñanza del Maestro y consolide las instituciones de la Iglesia. Una vez acabada la etapa apostólica, el Espíritu Santo sigue asistiendo a la Iglesia para que no pueda caer en el error y enseñe siempre la verdad en las cosas que se refieren a la salvación.

La lectura evangélica concluye con otra idea sumamente importante: al seguir la ley del amor, que el Señor promulgaba el domingo pasado, se establece una relación personal con la santísima Trinidad y de amistad íntima con Cristo, que alcanza a ser una verdadera inhabitación de Dios en el cristiano. Podemos fijarnos también en la frase referente a la paz que Cristo nos da: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo (Jn 14, 27), la cual es repetida todos los días dentro de la celebración eucarística, en la oración del rito de la paz.

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3. PASCUA DEL ENFERMO

Material para que los párrocos y capellanes hospitalarios y de centros sociosanitarios puedan animar la Eucaristía dominical, con el fin de sensibilizar e implicar a la comunidad en el compromiso del ejercicio de la Pastoral de la Salud.

1. Monición de entrada:Bienvenidos a esta celebración que hoy animamos desde la Pastoral de la Salud. Estamos en el sexto domingo de Pascua. En este día, la Iglesia española conmemora el Día de los Enfermos, reclamando a cada uno de nosotros un compromiso concreto con los enfermos de nuestra parroquia (hospital, centrosociosanitario, etc.). Jesús pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los enfermos, mostrando que la misericordia al que sufre es parte esencial del evangelio y no un añadido a la misión de la Iglesia. Animados por su Espíritu, llenos el corazón de ese amor que acoge, conforta y restaura para la vida a los que sufre, vamos a celebrar esa Eucaristía. Que el compartir el Pan de Vida bajado del cielo nos mueva a dedicarnos más a fondo en la atención de los enfermos, preferido de Jesús, rostro sufriente de Jesús que nos pide auxilio y comprensión.

2. Monición al acto penitencial:Hermanos: a la vez que nos ponemos en la presencia del Señor, que se goza con cada gesto de cariño y misericordia hacia los enfermos, recordamos también a todos los que se entregaron y se entregan sin reservas al servicio de los enfermos. Tal entrega sólo es posible por caminar siempre junto al Señor. Nosotros, que queremos seguir su ejemplo, nos acercamos al altar pidiendo que Cristo sea para todos fuente de amor duradero. Pero antes de celebrar el misterio del amor, reconozcamos nuestras culpas, concretamente aquellas que nos han distanciado de nuestros hermanos enfermos:

Tú que cargaste con nuestras dolencias y venciste la enfermedad y la muerte: • SEÑOR, TEN PIEDAD.Tú que anunciaste el Reino de dios, curando a los enfermos y solidarizándote con • los más débiles: CRISTO, TEN PIEDAD.Por no haber estado atentos a las llamadas del Señor en sus miembros enfermos: • SEÑOR, TEN PIEDAD.

Oración colecta:Oh Dios, que enviaste al mundo a tu Hijo Unigénito no para ser servido, sino para servir a los demás y dar su vida por los hermanos, concédenos que seamos siempre fieles a su mandato de acoger a los necesitados y de sanar a los enfermos. Por nuestro Señor Jesucristo…

3. Moniciones a las lecturas:1ª lectura – Hch 15, 1-2.22-29:•

Durante el concilio de Jerusalén una controversia sirve para alimentar la concordia en las primera comunidad cristiana, mostrando que podemos superar todas las dificultades que se os ponen delante si actuamos con caridad y misericordia.

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2ª lectura – Ap 21, 10-14.22-23:• En la visión de la Jerusalén celestial, el autor sagrado nos muestra que después de las dificultades y a pesar del sufrimiento, los que creemos en las promesas del Hijo de Dios e intentamos vivir según sus mandatos, alcanzaremos la consolación por nuestros esfuerzos.

Evangelio – Jn 14, 23-29:• Al anunciar su muerte, Jesús nos consuela con la promesa del Espíritu Santo, que nos acompañará en nuestro día a día y nos dará la paz y la certeza de haber elegido el buen camino, hasta el día de su vuelta, cuando el Bien finalmente triunfará.

4. Oración de los fieles:Al celebrar el Día de los Enfermos, nos dirigimos a ti, Señor, para que acrecientes en nosotros la fe y la caridad, a fin de que reconozcamos en los enfermos la presencia de Cristo y estemos prestos a aliviar las necesidades de quienes sufren:

Por todos los cristianos: Para que sientan la cercanía del Salvador que da la fuerza • para servir a los que sufren: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por los enfermos y ancianos: Para que sean sostenidos y confortados en sus penas • y en su soledad: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por quienes sufren en sus cuerpos: Para que sepan unir sus sufrimientos a la Pasión • de Cristo: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por quienes se dedican al servicio de los enfermos: Para que la asistencia a los que • sufren tengan siempre presente el respeto a los derechos de la persona humanas: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por los agentes de pastoral de la salud: Para que cumplan su compromiso con • los enfermos y necesitados con espíritu de entrega y de servicio constantes: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por todos los aquí reunidos: Para que la confianza puesta en Dios nos ayude a • superar las pruebas de la vida: ROGUEMOS AL SEÑOR.

Oremos: Dios y Padre bueno, acoge con bondad nuestra oración y concédenos • vivir en el servicio y el amor a los enfermos, cumpliendo lo que te agrada. Por Jesucristo, nuestro Señor…

5. Oración sobre las ofrendas:Acepta, Señor, las ofrendas que te presentamos, dones de tu bondad, y que esta Eucaristía que celebramos sea para nosotros fuente de eterna caridad, en nuestro servicio para los enfermos. Por Jesucristo, nuestro Señor…

6. Oración después de la comunión:Desde este altar de vida derrama, Señor, sobre nosotros el don de tu caridad, para que podamos amarte sobre todas las cosas y servirte con amor fraterno en nuestros hermanos enfermos. Por Jesucristo, nuestro Señor…

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SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA: ASCENSIÓN DEL SEÑOR

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR CUANDO NOS MIRA DESDE EL CIELO.LA ASCENSION DEL SEÑOR

– Ciclo C-, 16 de Mayo

.- Un personaje María, la Madre de Jesús, que ve alejarse al Hijo, con quien no tardará en reunirse en el cielo. Después de la Ascensión del Señor, María comienza a ejercer como Madre de la Iglesia, reuniendo en torno suyo a los discípulos en la oración y la espera del don del Espíritu Santo. Ella es camino que nos conduce al corazón de su Hijo.

.- Un don del Espíritu Santo: la piedad religiosa que nos mueve a no dejar de tener el espíritu elevado hacia Dios, mediante la oración, y la piedad humana abierta hacia los necesitados del mismo amor con el que hubiéramos socorrido y acompañado a Jesús si le hubiésemos seguido en su vida terrena.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura y Evangelio: Hechos 1, 1-11 y Lucas 24, 46-53: la primera lectura y el Evangelio proclaman el mismo acontecimiento de la Ascensión del Señor a los cielos que se celebra en esta festividad.

Segunda lectura. Efesios 1,17-23 o Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23: la lectura apostólica nos anuncia el sentido profundo y actual que tiene la Ascensión del Señor para la Iglesia y para cada cristiano.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

El acontecimiento

En esta festividad y en este año C, tanto la primera lectura como el Evangelio pertenecen al mismo autor. En efecto, san Lucas compuso un Evangelio de Jesucristo, pero también un Evangelio-Historia de la Iglesia, es decir, los Hechos de una Iglesia que tiene como ejemplo a su Señor, nacido, bautizado, conducido por el Espíritu a predicar el Evangelio, a aceptar la cruz y a subir al Padre…a toda la misión comprendida en el plan divino de salvación. La Iglesia comenzó cuando Jesús comenzó a actuar y a enseñar, mediante las palabras del Señor a los apóstoles elegidos por Él. Entonces puede ya ser elevado, asunto, por el Padre. Entones el Resucitado, el Hijo del hombre glorioso (Daniel 7, 13-14) es como raptado por la nube de la gloria divina: el Espíritu Santo que lo generó bajo su sombra en la santísima Virgen, que lo había puesto bajo la protección divina en la transfiguración y que el mismo Señor había anunciado en su discurso despedida. Esta es la Gloria del Padre que asume para sí al Hijo.

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SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA: ASCENSIÓN DEL SEÑOR

LITURGIA- CELEBRACIÓN

Los discípulos quedaron asombrados, porque no entendían las Escrituras antes del don del Espíritu, y miran hacia lo alto. Intervienen dos hombres vestidos de blanco, en una teofanía, como la de los dos hombres que Lucas describe en el sepulcro (24,4). Las palabras de los dos mensajeros son fundamentales: Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse (Hechos 1,11). En un exceso de amor semejante al que le llevó al sacrificio, el Señor volverá para tomar a los suyos y para estar con ellos para siempre; entonces se mostrará como imagen perfecta de Dios, como icono transformante por obra del Espíritu, para volvernos semejantes a él, para contemplarlo tal como él es (1 Juan 3,1-12). Contemplando en la liturgia el icono del Señor - sobre todo en la Eucaristía - intuimos el rostro de Dios tal como es y como lo veremos eternamente. Y lo invocamos para que venga ahora y siempre.

El misterio

Las dos lecturas apostólicas que propone la Iglesia a nuestra elección (Efesios y Hebreos) interpretan perfectamente el acontecimiento de la Ascensión del Señor, adentrándonos en el misterio del ingreso del resucitado en el santuario celeste. Ahora podemos decir con el canto del Santo que los cielos y la tierra están llenos de la gloria de Dios (en Isaías 6,3 sólo se nombraba a la tierra). Con la asunción de la humanidad del Hijo de Dios, sobre la que reposa la gloria del Padre adorada por los ángeles, también nosotros ahora somos unidos por la gracia a esta alabanza eterna, en el cielo y en la tierra.

La vida cristiana

Las oraciones de esta solemnidad piden que permanezcamos fieles a la doble condición de la vida cristiana, orientada simultáneamente a las realidades temporales y a las eternas. Esta es la vida en la Iglesia: comprometida en la acción y constante en la contemplación.

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PENTECOSTÉS

LITURGIA- CELEBRACIÓN

CONTEMPLAMOS SU AMOR EN SU ESPÍRITU SEÑOR Y DADOR DE VIDA..EL DON PASCUAL DEL ESPÍRITU

– Ciclo C-, 23 de Mayo

.- Unos personajes: los extranjeros que escuchan la Palabra de Dios, superando las barreras de la raza, la lengua y las culturas, y son los primeros brotes de la Iglesia de los gentiles abriendo caminos de verdadera comunidad Católica, Una y Santa por la presencia de Cristo con la fuerza del Espíritu Santo.

.- Un don del Espíritu Santo: el temor de Dios, que es el principio de la sabiduría, el primero de los dones. No consiste en tener miedo a Dios, sino en saber que Él está siempre presente, reclamando nuestro amor que consiste en la fidelidad a la Alianza nueva y eterna sellada con la sangre de Cristo.

1. MONICIONES A LAS LECTURAS

Primera lectura. Hechos 2,1-11: esta lectura proclama el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, cuando se cumplió la Cincuentena Pascual o “Pentecostés”.

Segunda lectura: 1 Cor 12. 3b-7.12-13: el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia; Él hace posible la confesión de fe y nos une en un solo cuerpo.

O bien, en este año C. Romanos 8,8-17: el Espíritu que resucitó a Jesús nos hace hijos adoptivos de Dios; Él es también quien vivificará nuestros cuerpos en la Resurrección.

Evangelio de Juan 20,19-23: en el día de Pascua, Jesús envía a los apóstoles y les comunica su Espíritu. Toda la Cincuentena es un gran día de fiesta: el día que hizo el Señor.

O bien, en este año C. Juan 14, 15-16.23b-26: el Señor, en la última Cena, promete el don del Espíritu, que envió desde el Padre después de su Resurrección.

2. IDEAS PARA LA HOMILIA

El acontecimiento El día final de la cincuentena pascual, al llegar el día festivo de Pentecostés, cuando en el templo de Jerusalén aún subía el humo del sacrificio de la mañana, y las calles se iban llenando de fieles y peregrinos que celebraban la entrega de la Ley de Moisés en el Sinaí, los escasos seguidores del Maestro de Nazaret, el crucificado, estaban reunidos en oración junto con María, la Madre de Jesús. Y allí reciben el don prometido por el Resucitado: la nueva Ley y el alma de la nueva Iglesia, el Espíritu Santo. Con la

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PENTECOSTÉS

LITURGIA- CELEBRACIÓN

memoria y celebración de este evento salvador concluye la grande y única jornada del Pentecostés pascual: la cincuentena que se inició con la Resurrección del Señor.

Movido por un extremo de amor Jesús se dio en la Eucaristía en el Cenáculo y, en ese mismo lugar del sacramento del amor, un nuevo “exceso” de amor de Cristo lo convierte en el lugar del Espíritu. La comunidad reunida en oración constante es el objeto de la efusión divina: el Espíritu viene, como fuerza irresistible, que sopla donde quiere (Juan 3,8); se siente, pero no se sabe cómo actuará. Ahora viene del cielo, de Dios. Llena la casa, la convierte en un nuevo Sinaí, en su Templo. Es fuego único y se reparte, sin disminuir y sin dividirse. Motor de la alabanza del Dios Altísimo, el Único, el Viviente. Los apóstoles, cuando fueron bautizados con el Espíritu Santo, proclamaban las maravillas de Dios en varias lenguas. Fuego y Palabra irresistibles. A partir de aquí es creada la Iglesia Una, Santa y Católica. Aquí comienza el anuncio del Evangelio, junto con la celebración del Resucitado y las obras nuevas del Reino.

El misterio

Pentecostés manifiesta a Cristo Resucitado en el ejercicio pleno de su sacerdocio único, lo que es la finalidad de toda su vida a partir de la Encarnación histórica: obtener primero para sí, y después para los discípulos el Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo en la co-eternidad bienaventurada, alegría y amor divinos y transformantes.

El discurso de san Pedro en este mismo día nos da la clave para comprender el misterio, el designio divino contenido en el acontecimiento de Pentecostés: A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado a la diestra de Dios y recibida del Padre la promesa del Espíritu Santo, le derramó según vosotros veis y oís (Hechos 2,32-33).

No podemos separar a Cristo del Espíritu. Sólo el Espíritu, don del Padre, revela a Cristo resucitado - sólo Cristo revela al Padre - y sólo él con el Espíritu lleva al Padre. El centro de esta revelación es la Resurrección como obra del Espíritu (Rom 1,1-4 y 1 Cor 15,45). Y como Cristo, también nosotros (Rom 8,1-10).

La vida cristiana

Al recibir el aliento del Resucitado (Juan 20,22), los discípulos son creados de nuevo (Cf. Génesis 2,7). Son bautizados, confirmados, consagrados sacerdotalmente, iniciados pues en todo el Misterio divino. Son constituidos en portadores del Espíritu a los hombres, con la misión de difundir el fruto de la cruz: reunir la familia de Dios como morada de la Trinidad; conducirla hacia el banquete de la redención; hacer de los hombres pecadores y dispersos el Cuerpo de su Cabeza, el Resucitado. Y así hasta nosotros, que seguimos clamando: Ven, Señor Jesús (Ap 22.17)”.

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PENTECOSTÉS

LITURGIA- CELEBRACIÓN

3. BENDICIÓN DE LA MESA

Cada uno rodea su vaso con su servilletero; hemos adornados la jarra de agua. Explicamos a los niños que hoy, al servir el agua, recordamos y agradecemos el Bautismo que nos hace hijos de la gran familia que es la Iglesia.

“Bendice estos alimentos que calman nuestra hambre, y bendice este agua que sacia nuestra sed: son signos de la Eucaristía y del Bautismo que nos hacen hombres y mujeres nuevos. Gracias porque nunca nos dejas solos… hoy envías tu Espíritu Santo a la Iglesia, nuestra familia ¡nos dejas tu Amor vivo entre nosotros! Enséñanos a ver su Presencia actuando en nuestra vida, para ayudarnos a parecernos más a ti y a amar a los demás como Tú nos has amado.”

4. VIGILIA DE PENTECOSTÉS

MONICIÓN INICIALNos reunimos como los discípulos en el cenáculo, como y con María, la madre, como y en la Iglesia, para prepararnos a recibir el gran don de Dios, a Dios que se hace Don, la “promesa del Padre”. El Espíritu Santo es el Don y la capacidad de donar. Más que el amante o el amado es el Amor que capacita toda entrega y toda unión. Por eso la Humildad, porque “todo amor verdadero es humilde. Forma parte de su naturaleza inmolarse ante el amado; si es muy grande, es capaz de realizar un exceso de humildad. El Espíritu, amor infinito, es infinitamente humilde… en toda actividad se borra en favor del otro” ( F.X. Durrwell, El Espíritu en la Iglesia)

En un ambiente de fiesta y de esperanza, sean nuestras actitudes principales las de la pobreza, acogida y súplica intensa.

Pobreza, porque sin el reconocimiento de nuestro vacío no viene el Espíritu. Es el Padre de los pobres, no de los ricos.

Acogida, porque el Espíritu nos asiste y viene como huésped y amigo, y hay que abrirle la casa con toda la disponibilidad. El Espíritu Santo es ejemplo y maestro divino de humildad. Él está ahí, pero no se deja ver. Es como energía y perfume, se siente su presencia pero no se le ve. No quiere protagonismo: “No quiere ser visto, sino ser en nuestros ojos luz” (H.U. von Baltasar, Sal 36,10)

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Súplica, que es hija de la necesidad y del deseo, pidiendo con fuerza y con fe la venida del Espíritu a nosotros, a la comunidad, a la Iglesia.

Canto: Ven, Espíritu de Dios.

Ven, Espíritu de Dios, sobre mí,me abro a tu presencia,cambiarás mi corazón.

1.- Toca mi debilidad,toma todo lo que soy.Pongo mi vida en tus manos y mi fe.Poco a poco llegarása inundarme de tu luz.Tú cambiarás mi pasado. Cantaré.

2.- Quiero ser signo de paz,quiero compartir mi ser.Yo necesito tu fuerza, tu valor.Quiero proclamarte a Ti,ser testigo de tu amor.Entra y transforma mi vida. Ven a mí.:

MONICIÓN A LAS LECTURAS En Babel se inicia la dispersión, la falta de entendimiento, la rivalidad entre los hombres. Babel es el orgullo humano, que quiere llegar hasta Dios. La lengua de Babel es la del egoísmo y la ambición, por eso los hombres no se entienden. En Pentecostés se pone fin a la dispersión y se inicia el movimiento contrario de reunificación y entendimiento. Los hombres empiezan a hablar la misma lengua, la del Espíritu, la del amor. Todos se entienden.

Primera lectura.Lectura del libro del Génesis (11, 1 – 9) Toda la tierra hablaba una misma lengua y usaba las mismas palabras. Al emigrar los hombres desde oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: - Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego. Emplearon ladrillos en lugar de piedras y alquitrán en lugar de argamasa; y dijeron: - Vamos a edificar una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo; así nos haremos famosos y no nos dispersaremos sobre la faz de la tierra. Pero el Señor bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban edificando, y se dijo:”Todos forman un solo pueblo y hablan una misma lengua; y éste es sólo el principio de sus empresas; nada de lo que se proponga les resultará imposible. Voy a bajar a confundir su idioma para que no se entiendan más los unos a los otros”. De este modo, el Señor los dispersó de allí por toda la tierra y dejaron de construir la ciudad. Por eso se llamó Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de todos los habitantes de la tierra, y desde allí los dispersó por toda su superficie.Palabra de Dios

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Canto: Salmo 103

Danos, oh Señor, tu Espíritu y renovarás la faz de la tierra (Bis)

- Bendice, alma mía, al Señor; 1. Dios mío ¡qué grande eres!Cuantas son tus obras, Señor. La tierra llena está de tus criaturas.

- Mi vida es el testimonio 2. que doy de Ti ante los hombres.Dame fuerza y concédeme tus dones y yo te seguiré siempre, Señor.

Segunda lectura Lectura de los hechos de los apóstoles (2, 1-11)

Todos los discípulos estaban juntos el día de Pentecostés. De repente un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: -¿No son galileos todos estos que están hablando? Entonces ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua.Palabra de Dios

INVOCACIÓN:

Ven, Espíritu Santo – Amor,apaga en nosotros los fuegos del odio y al violencia,

quema con tu fuego egoísmos e impurezas,el fuego que purifica y transfigura,

enciéndenos.

Ven, Espíritu Santo – Comunión,derriba las barreras que dividen a los pueblos y a los hombres,

nuestras torres orgullosas,con la fuerza de tu viento,

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PENTECOSTÉS

LITURGIA- CELEBRACIÓN

multiplica los lazos solidarios,cose las rupturas con el hilo del perdón.

Ven, Espíritu Santo – Luz,pon entendimiento en las viejas discusiones y rencillas,

enséñanos la lengua común, humanitarias,la lengua de la tolerancia y del respeto,

que todos podamos valorarnos, comprendernos,dialogando.

Ven, Espíritu Santo – Maternal,ensancha nuestro pequeño corazón,

sácanos de nuestra parcela insolidaria,salir al encuentro de los otros,

valorar a los pequeñosy no volver a dar rodeo ante los pobres.

BENDICIÓN DEL AGUARecemos a Dios para que bendiga esta agua con la que vamos a hacer memoria de nuestro bautismo.

Dios, Padre de bondad, escucha nuestra oración y bendice esta agua. La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con el frescor y la limpieza. También quisiste que el agua fuera un signo de tu amor a los hombres a través de los tiempos. Tú abriste las aguas del mar para salvar a tu pueblo de la esclavitud de Egipto y apagaste su sed en el desierto. Los profetas anunciaron que Jesús, tu Hijo, sería el agua viva de la nueva alianza.

Que esta agua, Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo y nos haga participar en la alegría de los que han sido bautizados en la fiesta de Pascua. PJNS.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES (MEMORIA DE LA CONFIRMACIÓN)(En el lugar de la celebración de la Vigilia, junto al cirio pascual habrá una jofaina o pila con agua adornada para la ocasión)

Hermanos y hermanas, en la noche santa de Pascua renovamos las promesas bautismales. En esta Vigilia de Pentecostés, que nos hace descubrir la presencia y la acción del Espíritu que actúa en la Iglesia, recordamos el sacramento de la Confirmación, pidiendo que se nos renueve la unción espiritual del Paráclito, a fin de que se acreciente en nosotros el compromiso de la comunión y de la misión.

Todos rezan en silencio durante unos momentos. Después, el celebrante recita las invocaciones, a las que responde la asamblea con el canto de suplica al Espíritu Santo.

Espíritu increado, fuerza primordial del universo, potencia santificadora de la Iglesia, reaviva en nosotros los dones del Bautismo y de la Confirmación.

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R/. Ven, Espíritu Santo. (o un canto parecido)

Espíritu de vida, soplo de amor, energía que brotó de la cruz, fortalece en el corazón de tus fieles el compromiso de vivir como estirpe elegida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios.

R/. Ven, Espíritu santo.

Espíritu del Padre y del Hijo, que descendió sobre la Virgen María, y que fue dado a los Apóstoles, anima y fecunda a la Iglesia con el consuelo de tus siete santos dones.

R/. Ven, Espíritu santo.

Oración del sacerdote: Dios misericordioso, que has querido que celebráramos el misterio pascual durante cincuenta días, renueva entre nosotros los prodigios de Pentecostés, para que los pueblos, divididos por el odio y el pecado, se congreguen por medio de tu Espíritu y, reunidos, confiesen tu nombre en la diversidad de sus culturas. Envía, Señor, tu Espíritu para que seamos instrumentos de paz y reconciliación entre los hombres y testigos de tu amor.Padrenuestro

Canto: El Señor ha estado grande

El Señor ha estado grande, a Jesús resucitó,Con María sus hermanos entendieron qué pasó.Como el viento que da vida, el Espíritu sopló,Y aquella fe incierta en firmeza se cambió.

Gloria al Señor, es nuestra esperanza,Y con María se hace vida su palabra.Gloria al Señor, porque en el silencioGuardó la fe sencilla