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Privada de los pinos No.2 San Buenaventura Atempan, Tlaxcala. Tel. (246) 462 6495 / 466 8294 [email protected] www.cuhm.com.mx Dr. Alejandro Di Grazia Rao Director del Colegio Humanista de México [email protected] ¡Cállate, cállate, QUE ME DESESPERAS! La comunicación en la pareja es, a menudo, fuente de malos entendido. Cada uno proyecta sobre el otro su propio modo de funcionamiento, su manera de expresarse. Echamos luz sobre las zonas de incomprensión y veamos las indicaciones de los especialistas para atravesarlas sin inconvenientes.

¡Cállate, cállate, QUE ME DESESPERAS! - cuhm.com.mx callate callate que me desesperas.pdf · Las diferencias son tan grandes que en el libro “Los hombres son de Marte, las mujeres,

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Dr. Alejandro Di Grazia RaoDirector del Colegio Humanista de

[email protected]

¡Cállate, cállate, QUE ME DESESPERAS!

La comunicación en la pareja es, a menudo, fuente de malos entendido. Cada uno proyecta sobre el otro su propio modo de funcionamiento, su manera de expresarse. Echamos luz sobre las zonas de incomprensión y veamos las indicaciones de los especialistas para atravesarlas sin inconvenientes.

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La neuropsicología, ciencia que estudia las relaciones entre la biología y el comportamiento, nos da cada vez más pruebas de que, aunque los dos pertenezcan a la especie humana, el hombre y la mujer son genética, hormonal, cerebral y psicológicamente diferentes.

Se sabe hoy que existen cuatro modos de percepción de la realidad: física, intelectual, emocio-nal y espiritual (en el sentido vincular del término). Y mientras que la mujer puede fácilmente navegar de uno a otro modo, el hombre se encuentra mucho más cómodo en los modos físico e intelectual. Para la mayoría de ellos, la emoción es sinónimo de problema. Su objetivo es hacer desaparecer el problema (y la emoción) a fin de reencontrar la paz en su espíritu.

Para la mujer, por el contrario, la emoción se convierte en el pretexto de la relación; quiere expresarla, compartirla y recibida de los demás. Cuando desea sentirse mejor, el hombre se aísla; la mujer habla por teléfono. El hombre ofrece un ramo de 24 rosas como muestra de su amor; la mujer prefiere recibir 24 veces una rosa y, si fuera posible, una diferente cada vez. El hombre compra la paz con el silencio, sin sospechar que así está iniciando una batalla a los ojos de la mujer. Ésta no advierte que forzarlo a hablar antes de que esté listo es una declaración de guerra que conduce a la retirada o al estallido del varón, si ella continúa forzando el diálogo a todo precio. Él necesita espacio; ella desea un abrazo. Para la mujer, las pequeñas cosas son la gran diferencia; en cuanto a él, concentra su energía en el asunto importante y no pierde tiempo en lo pequeño.

Pero lo llamativo del caso es que cuando se pregunta a los hombres y a las mujeres qué quer-rían cambiar en el otro sexo, los pedidos apuntan directamente a las diferencias: tanto un sexo como el otro se niega a aceptar al otro tal como es.

LOS HOMBRES QUERRÍAN QUE LAS MUJERES…

• Hablen menos• Sean menos emotivas• Gasten su energía físicamente• Sean menos románticas• Hagan el amor más seguido• Se ocupen menos de los otros• Sean más racionales• Estén más en la casa• Sean menos sensibles

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LAS MUJERES QUERRÍAN QUE LOS HOMBRES…

• Escuchen más• Sean más emotivos• Gasten menos su energía físicamente• Sean más románticos• Sean más sensuales y menos genitales• Se ocupen más de los otros• Sean más espontáneos• Salgan más a menudo• Muestren más compasión

Si comparamos uno a uno de los deseos de ambos, se tiene la impresión de que cada uno está tratando de demostrar al otro que debe cambiar. Cada uno presenta su percepción como la norma a seguir. Los dos creen, equivocadamente, que todo es cuestión de amor o de voluntad. La realidad es que existen diferencias en la naturaleza del hombre y de la mujer y que mientras esas diferencias no sean reconocidas como tales, no podrán ser utilizadas para enriquecerse mutuamente. Seguirán siendo conflictivas en lugar de ser complementarias.

LA DIFERENCIA LO ES TODO

Un hombre y una mujer no poseen la misa concepción del amor, ni el mismo código conductual o lingüístico para expresarlo. Las diferencias son tan grandes que en el libro “Los hombres son de Marte, las mujeres, de Venus”, el psicoterapeuta John Gray no dudaba en definirlos como seres desembarcados de dos planetas diferentes: Marte, para los hombres, por cuanto priman en la esfera afectiva los valores de la acción, el poder, la competencia; Venus, para las mujeres, porque privilegian la expresión de las emociones, la armonía en los intercambios, la creatividad. Por el momento, nada nuevo. Pero si este terapeuta se ha convertido en un best-seller en muchos países, se debe a que tuvo la brillante idea de explicar simplemente lo que nos parece tan complicado de aprehender en el otro.

ELLA HABLA TODO EL TIEMPO, ÉL SE CALLA.

Una mujer que habla está pensando, a menudo, en voz alta, y expresando las ideas que le van surgiendo en el momento, lo que da a su discurso una cierta fluidez, pero también un valor provisorio que desestabiliza a su compañero (¿Por qué cambia ella tan a menudo de opinión?). Él, la mayoría de las veces, calla. Silencio que es interpretado por la mujer como un signo de desinterés hacia ella.

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ÉL INFORMARA SOBRE HECHOS, ELLA HABLA DE SENTIMIENTOS.

Una mujer tiende a expresar su sentir frente a los acontecimientos de la vida; un hombre prefiere trans-mitir informaciones “objetivas” sobre los hechos. Ella usa y abusa de los superlativos, las metáforas, las generalizaciones e incluso poetiza con respecto a la realidad; él busca la palabra justa y toma literalmente lo que el otro le dice. Un ejemplo banal, susceptible de ser trasformado en pelea: “Nadie se preocupa por mí”, significa en lenguaje femenino: “Me siento sola”; pero él le responde: “No es cierro, estás rodeada de gente”.

La mayoría de las peleas en las parejas están, así, ligadas a malos entendidos semánticos. Para hacerse comprender, la mujer debe intentar utilizar un vocabulario más preciso y apropiado. Él, partir del principio de que leer entre líneas es lo más conveniente.

ELLA NECESITA SER ESCUCHADA; ÉL, DAR CONSEJOS.

Para no sentirse tan estresada, una mujer necesita una escucha atenta, y que se le reconozca la legitimidad de sus emociones. El hombre aspira a ser el héroe de su compañera, el que la salva de todos los problemas. En consecuencia, a menudo, la interrumpe con señalamientos que tienen por objetivo minimizar lo que ella siente (“No es grave”) o buscar soluciones milagrosas que muestren su aptitud para hacerla feliz.

Es así como antes de confiarse, la mujer suele decir –“¿puedes escuchar sin interrumpirme?”- especificando bien que no espera ninguna solución, que su escucha ya constituye una ayuda. Él debe aprender a escucha-rla hasta el final, sin aconsejarla y tratando de comprender lo que quiere expresar.

ÉL SÓLO RESPONDE A DEMANDAS CLARAMENTE FORMULADAS; A ELLA LE GUSTARÍA QUE ADIVINE SUS DESEOS.

Para una mujer, no tener que pedir es una de las definiciones del amor. Porque ella “conoce” intuitiva-mente cuáles son las necesidades de los otros y da todo lo que puede, cree equivocadamente que su pareja debe hacer lo mismo. Para un hombre, por el contrario, proponer una ayuda sin que se lo hayan pedido es humillante: significa que duda de sus competencias. Además, la mujer cree que está pidiendo, cuando en realidad sólo ha expuesto su problema (“Tengo mucho trabajo”) o describe un hecho (“Las compras están en el auto”).

Para que él responda a sus demandas debe formulárselas de modo claro. Por ejemplo: “¿Me ayudas a bajar las cosas del auto?”, sin rezongos, ni quejas, ni los “Siempre pasa lo mismo; tengo que hacer todo sola”.

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ELLA NECESITA BUCEAR DENTRO DE SÍ MISMA; ÉL QUIERE QUE SALGA ENSEGUIDA A LA SUPERFICIE.

La mujer es como una ola; sus estados de ánimo ascienden y descienden cíclicamente. Cuando está en lo alto de la cresta, desborda de amor; cuando está en las profundidades sólo necesita recibir. Es un fenómeno natural que nada tienen que ver con los sentimientos hacia su compañero, pero este lo atribuye a una falta de amor. Busca, entonces, “reparar” la situación, es decir, que no bucee más dentro de ella y vuelva a conectarse con él.

Sin embargo, la mujer no logra salir si antes no ha tocado fondo. En consecuencia, el hombre debería ayudarla a descender lo más rápido posible, simplemente escuchándola.

ÉL QUIERE SER ACEPTADO TAL CUAL ES, ELLA BUSCA CAMBIARLO O MEJORARLO.

Ella pretende a que su compañero o la pareja vayan mejorando con el transcurso del tiempo. Pero él sólo se siente amado cuando es aceptado tal cual es y considera que una pareja anda o no anda. Cuando ella dice: “Deberíamos salir más a menudo (es una llamada de atención); él traduce: “eres muy casero” (un cuestionamiento).

La solución: expresar el desacuerdo eventual acerca del comportamiento sin desaprobarlo en tanto persona, utilizando la primera persona del singular: “Me gustaría que…” y no “tienes que…”). Y considerarlo como un proveedor de soluciones más que una fuente de problemas. Por su lado, el hombre debería comprender que cuando a su pareja no le gusta algo que él hace, no significa que no lo quiera más.

ELLA LE DICE “TE AMO”, ÉL RESPONDE “YO TAMBIÉN”; ÉL DICE “TE AMO”; ELLA RESPONDE “¿POR QUÉ?”

Lo que fascina al hombre es el objeto del deseo; la mujer se interesa sobre todo por el deseo mismo. Ella necesita de ese deseo para sentirse existir. Dado que en el imaginario colectivo el hombre es considerado polígamo por naturaleza, la mujer se siente sumamente insegura y necesita preguntar una y otra vez los motivos de su amor.

En lugar de molestarse frente a esas dudas y ese cuestionamiento insaciable, el hombre puede tratar de reasegurarla mostrándose que es amada por su diferencia.

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UN ESPACIO PARA QUE QUEPA EL DESEO

Si bien disponemos de algunas llaves para comprender al otro, podríamos creer que basta con utilizar-las para abrir las puertas de la comunicación entre los sexos. Pero es desconocer la complejidad del alma humana, es decir, el papel que juega nuestro inconsciente. Ya que mostrarse abierto, conciliador, dispuesto a obrar por el bien de la pareja, para algunos hombres ¿no es acaso sinónimo de feminizarse? o ¿develarse completamente, no es, en la mujer, arriesgarse a perder parte de su encanto, de su miste-riosa feminidad?

Parecería, pues, que es tanto el hombre no se reconcilie con su parte femenina y la mujer con si parte masculina, uno y otro seguiremos siendo dominados por esas zonas de sombra que tienen también por función preservar la alteridad de los miembros de la pareja. Comprenderse totalmente se convertiría, entonces, en apropiarse de la diferencia y, de una cierta manera, en negarla.

Seamos realistas y partamos del principio que “aceptar no comprender todo de la pareja, de sus pensamientos íntimos, es ya, paradójicamente, dar un primer paso hacia ella”. Por otro lado, esa parte irreducible de incomprensión presenta asimismo la ventaja de mantener la dimensión de falta que nutre el deseo. Y las ansias de proseguir la relación para llegar, un día, a ese misterio del otro.

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