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Las Cacerolas en busca de un orden conservador por Diego Burd

Cacerolas en busca de un orden conservador

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Un analisis sobre el movimiento de protesta de las cacerolas en la Argentina

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Las Cacerolas en busca de un orden conservador

por Diego Burd

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Introducción“La prosperidad de los de abajo molesta al escalon inmediatamente superior, a esa clase del quiero y no puedo, a

quien parece disminuir socialmente el ascenso de los que estaban un poco mas abajo porque alteran sus jerarquias

rutinarias de la importancia de lo social”

Arturo Jauretche

A mediados del año 2012 comenzó a observarse la movilización de amplios sectores de ciertas

fracciones de las clases medias altas contra la politica de la gestion actual de gobierno, la derrota

electoral del 2011, y la no ubicación de un partido con capacidad de disputar en ese campo, puede

ser considerado como un antecedente de sectores sociales que no encuentran en el sistema político

un espacio donde canalizar la heterogeneidad de sus reclamos.

Si bien, las mismas pretenden ser presentadas como “espontaneas”, se conoce que hay un

entramado político movilizador, pero que se presenta incapaz de ser un representante de las mismas,

el paradigma de la politica sin políticos, ejercida desde los espacios de poder factico de la Argentina

durante la decada de los noventas, transformado en un “sentido comun” de estos sectores sociales

movilizados, se transforma en limite de las posibles canalizaciones políticas, es mas, puede jugar

contra los intereses del entramado de derecha sistemica en la Argentina, un caso es el cacerolazo

contra la gestion Macrista en el barrio de Belgrano como consecuencia del temporal.

Los “caceroleros” reconstruyen un imaginario de poder civil capaz de poner en jaque un

gobierno, un espacio de la sociedad civil heredera del “que se vayan todos”, que se considera no

atravesada por lo político, pero a su vez, son muestra de los efectos anti-igualitarios de la movilidad

ascendente de las políticas implementadas por las gestiones kirchneristas, sienten que los status

sociales imaginarios de la sociedad se encuentran puestos en tela de juicio, espacios de construcción

de un imaginario social que se presentaba como muro de contención contra la irrupción politica de

las mayorias populares.

Este conjunto de pequeños articulos pretende indagar sobre determinadas zonas imaginarias de las

cacerolas sonantes, aproximaciones a su conjunto de vision del mundo y la lectura de los procesos

iniciados en el 2003.

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¿Por quien suenan las cacerolas? El ideal democrático del cacerolero

Estamos ante la presencia de una resignificación en el uso de las palabras, en la construcción de un

nuevo diccionario para dar cabida a los nuevos significados, representante de este cambio de época,

que se materializa en un cambio de paradigma en nuestras sociedades, dentro de este contexto,

debemos pensar que todo ese conjunto simbolico, interpretativo, de lectura sobre lo real es parte de

la batalla cultural.

Desde los de los analistas del pensamiento neoliberal que recorren las columnas de los diarios

hegemónicos, parte una lectura que el gobierno nacional entablo una forma de pensar lo político en

clave de conflicto, que va generando una construcción de un nosotros y un otro enfrentados en una

guerra permanente.

Frente a esa clave de lectura, los sectores neoliberales plantean una noción de política consensual,

mantenida en la construcción de espacios de consensos entre sujetos racionales que se enfrentan

argumentativamente en la arena política.

De esta manera, la clave discursiva de los medios concentrados es intentar presentar a quienes son

adherentes del kirchnerismo como una subjetividad politica portadora de un grado de irracionalidad

la cual, la transforma como un interlocutor no valido para la practica democratico, a partir de ese

postulado central se estructura gran parte del discurso opositor para realizar una caracterización del

accionar del presente gobierno.

Por otro lado, se realiza una construcción subjetiva de un “nosotros”, racional, democrática, que

comprende las reglas del accionar político, de ocupación racional del espacio público, el hecho

kirchnerista, la recuperación del sujeto popular, es presentado en clave de disrupción de la

racionalidad abierta con la llegada de la democracia, sin dar cuenta que la entrada del sujeto

movilizante kirchnerista da cuenta de los conflictos no resueltos por la democracia formal, es decir,

la irrupción nuevamente de los sectores populares es la irrupción de la pregunta sobre la

distribución de la riqueza, de la igualdad social.

Si bien el kirchnerismo, no se presenta como ruptura del orden capitalista, produce una re-

ubicación del horizonte de expectativas del accionar político, abre un conjunto interrogativo sobre

los posibles de lo político.

Dentro de este contexto las claves de lecturas que nos ofrecen los intelectuales orgánicos de las

clases dominantes sobre la política deben ser entendidas en su forma conservadora, tanto del orden

económico como del social.

Por lo cual su apelación republicana y su ubicación dentro del espacio auto-construido como

democrático, es un intento de ubicar a los sectores populares en un espacio montado por un

gobierno no democrático, con caracteres “autoritarios” “fascistas”, sujeto populares subjetividades

suceptibles de manipulación, retomando imágenes de masas amorfas, sin capacidad de construcción

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de un pensamiento autónomo.

Manejado por los medios concentrados, este discurso, ha logrado consolidarse en la comunidad de

lectores que consumen los grandes medios, ellos levantando las cacerolas se convierten en

guardianes de la moralidad republicana y democrática, que sienten amenazadas por las “hordas” del

pueblo.

Detrás de las cacerolas de los barrios más paquetes de la ciudad capital de nuestro país esta

presente la idea de una democracia excluyente, casi una lectura decimonónica basada en un ideal

republicano donde el poder era ejercido por ciertas fracciones de las clases dominantes, mientras los

sectores populares lentamente se convertían en sujetos de ejercicio de derechos políticos y civiles.

La noción de cierto periodismo, como guardián de las instituciones, refleja la visión de clase de

pensar a las mismas, como la fuente donde los humildes ponen sus pies para refrescar ese largo

andar desde la periferia, no solo industrial, sino social, ocupando un lugar que no les corresponde

por origen.

Las cacerolas vestidas de democracia conservadora son eco de esa clave de lectura de la sociedad,

impuesta por los intelectuales orgánicos de las clases dominantes.

Lectura de una igualdad, donde los que mas tienen el derecho a levantarse contra medidas

impositivas votadas por las instituciones democráticas, por considerase desiguales, en una noción

vinculada a pensarse como clase, nación, por afuera de las instituciones, ya que son mecanismos de

carácter temporal que pueden ser dejadas de lado.

Las cacerolas gritan, golpean por un ideal republicano anti-popular, anti-democrático, pensando en

el teorema borgeano de la democracia como un abuso de la estadística, porque no importa la

legitimidad del voto popular, sino, como diría un ex candidato a presidente, en la calidad del

votante.

Mientras golpean las cacerolas, se convierte en metáfora del ideal destituyente a-político, de esa

derecha que sueña con volver al poder, si es posible eludiendo las urnas.

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Cacerolas y la idea de Republica Conservadora

Las cacerolas no representan un sector homogéneo, si bien podemos decir que su núcleo duro

proveniente de los sectores medios altos y altos urbanos, interrogarse sobre esos sectores es

interrogarse sobre los posibles lineamientos ideológicos que sustentan su propuesta.

Podemos observar que luego de la derrota y mala perfomance de los partidos políticos, vinculados

al espectro político de las derechas, son sectores que intentan canalizar su proyecto político sobre un

posible candidato, por ahora el que aparece como central es el Jefe de Gobierno de la Ciudad de

Buenos Aires, Mauricio Macri, quien ideológicamente puede generar algunos espacios de

acercamiento hacia el descontento social de los sectores mas favorecidos de la sociedad: una

política de apertura económica, de relaciones de subordinación con los Estados Unidos, una política

restrictiva con la inmigración, la configuración de un Estado Mínimo.

Los caceroleros pretenden configurar un “yo” que supere su ámbito de clase para hablar en

nombre de un “nosotros” colectivo, es decir, intentan configurar sus intereses particulares como

intereses colectivos, aunque, como mostraron las imágenes del programa 6-7-8, rápidamente

trasfiguran lo político como excluyente de los sectores populares, negando accionar autónomo

respecto al Estado, es decir, ese “yo” particular se muestra como movilizado como autónomo de los

poderes políticos y facticos, mientras que los sectores subalternos son entes movilizados, no por

intereses propios sino por una serie de beneficios, que son garantizados por la Constitución,

negando que la política de restitución de derechos sociales ha generado una recuperación de las

practicas de los derechos políticos y civiles.

En su forma discursiva se plantea una especie de “educar al soberano” propio de la ideología

conservadora, ya que conocen que existe la posibilidad de la existencia de Republica con derechos

democráticos recortados.

Su búsqueda se plantea en torno a una recuperación de un Orden Conservador para el siglo XXI,

es recuperar la forma prescriptiva de Alberdi sobre los mecanismos institucionales que hagan

funcionar las instituciones republicanas, es decir, la reconstrucción de un proyecto político que

incorpore a la Argentina dentro del orden internacional, como diría Botana, un programa que

“constituye un conjunto de metas al que debe dar alcance una nación abierta al futuro”1 pero para

lograr esas metas es necesario el transplante cultural de manera deliberada, ya que la cultura

nacional se constituye un impedimento para el cambio y la innovación, esta modificación cultural

solo debe producirse con una fuerte inyección, para que los habitantes de la nación sean portadores

de estos nuevos valores.

Para lograr estos cambios es necesario pensarlos desde el régimen político, como afirma este autor,

“la figura del legislador va delineando una concepción acerca de la organización y distribución del

1BOTANA, Natalio El Orden Conservador, Hyspamerica, Buenos Aires, 1985, p 45

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poder, del modo de elección de los gobernantes y de las garantías otorgadas a los gobernados que

procura conciliar los valores igualitarios de una republica abierta para todos, con los valores

jerárquicos de una república restrictiva, circunscripta para pocos. La piedra de toque de esta

formula tiene un sencillo diseño: funda una capacidad de decisión dominante en el poder político

central; otorga el ejercicio de un gobierno a una minoría privilegiada; limita la participación

política del resto de la población; y asegura a todos los habitantes, sin distinción de nacionalidad,

el máximo de garantías en orden a su actividad civil”.2

Si bien el análisis de Natalio Botana esta pensada para el periodo 1880-1916, podemos encontrar

ciertos parentescos con lo que encontramos funcionando tanto a nivel ideológico como discursivo

en los grupos de los caceroleros.

La idea de una democracia directa, en su discurso, no tomo el carácter de no mediación entre

representación, ciudadanía e instituciones, sino como configurarse como sujeto legislador, es decir,

estas minorías, se convierten en acérrimos críticos de las relaciones de representación política, ya

que presienten que la lógica de las estadísticas, según el aforismo borgeano, se constituye como un

creador de desorden societal, por lo cual, detrás del reclamo de democracia directa, en boca de estos

sectores, es la configuración de Locke de romper el pacto social fundante y un retorno a los sujetos

políticos del poder de construir uno nuevo, de esta manera, se retoma la idea de ciudadano-

legislador, quien puede reformular el entramado institucional desde una posición de minorías

privilegiadas, que buscan limitar la participación política de las mayorías, ya que consideran a estas

ultimas, como un sujeto intrusivo en la arena política.

Esta posición política conservadora, implica reconstruir la idea anti-democrática, ya que produce

la negación a la mayoría de la defensa de un conjunto de derechos políticos, sociales y civiles, que

constituyen un nosotros colectivo que da cuenta de la diversidad constitutiva de las sociedades,

aunque detrás de su reclamo si se presenta la idea, vinculada a la institucionalidad conservadora, de

una democracia como un conjunto de reglas y procedimientos, que no se transforme en proceso que

se derrame sobre el conjunto de la sociedad, que la penetre, porque superar la visión formal de la

democracia, implica la negación del cuestionar y pensar el régimen democrático, como un conjunto

de instituciones y poderes en pugna.

Si bien, volvemos a decir, son un conjunto minoritario, y recortado geográficamente a ciertas

clases urbanas de la principal ciudad del país, las cacerolas nos tienen que obligar a pensar y poner

en debate un conjunto de categorías para re-pensar el proyecto político, el modelo societal, ya

sabemos que frente nuestro esta la opción conservadora latente de las minorías argentinas.

2 BOTANA; Natalio, ídem, p. 46. El resaltado se encuentra en el original

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La noción de democracia en disputa

La batalla cultural implica un proceso por el cual, los marcos conceptuales que utilizamos para

interpretar el mundo social sean puestos en tensión, y adquieran en algunos casos ciertas re-

significaciones.

Así mismo, es necesario pensar cuales son los significantes de ciertos términos usados por quienes

desde los ámbitos de opinión intentan configurar marcos de imposición de los mismos, como

herramientas discursivas de quienes conforman las comunidades de recepción del mismo. La batalla

cultural es la batalla por el diccionario y la enciclopedia.

En los últimos días, en el marco de la protesta de los sectores urbanos vinculados a los grupos con

un alto poder adquisitivo se ha escuchado que el gobierno actual es una dictadura, un forma extraña

de fascismo regional, por lo cual, apropiados estos conceptos, quienes emiten el discurso apropiado

se sienten identificados como sujetos democráticos que se sienten en la obligación de defender los

marcos institucionales republicanos, si bien en los grupos de protesta encontramos núcleos duros de

una derecha anti-democrático, ciertos sectores se sienten identificados con esa propuesta liberal,

emitida desde las columnas de los medios hegemónicos, de la posibilidad de “rebelión”, de un

carácter devenido de la doctrina de Locke, ante el incumplimiento del pacto social, aunque en vez

de recuperarlo en clave de una vuelta a la sociedad civil pre-estatal, lo aggiornan con la idea de una

vuelta al Estado de Naturaleza hobbesiano, donde la disolución del pacto fundador implica un

retorno a la anarquía pre-estatal.

Denominarse en ese conjunto heterogéneo de reclamos, quienes sacan las cacerolas, se construyen

en un “nosotros” excluyente incapaz de interpelar un proceso que dialogice con ese “otro”, ese

“nosotros” re-construido se siente coparticipe del enunciado emitido por el periodista de TN, Adrián

Ventura, cuando hablando a las cámaras al recibir su premio, dice que la función del periodismo es

una especie de cuarto poder, destinado a ser custodio de los valores institucionales de la republica,

que sumado a la imagen de fiscal, se arrogan un conjunto de responsabilidades que corresponden al

funcionamiento institucional de los poderes reconocidos por la Constitución, es decir, se presentan

ante la sociedad como guardianes de la Republica y de la Nación.

Igualmente, desde las columnas de los diarios, periodistas de opinión y académicos, que analizan

al gobierno, lo caracterizan como un régimen político deviniendo en un proceso “autoritario”,

afirmando que la puesta en tensión de los “relatos” que conforman los imaginarios sobre los cuales

se identifican los miembros de una sociedad son intentados en convertirse en una “épica

mitológica” en busca de creación de héroes para que re-legitimen ideológicamente al gobierno

nacional, los académicos que se convierten en las voces legitimadas por su ubicación en la

academia, juegan con conceptos que en ese espacio los relativizarían o directamente no los

enunciarían, por ejemplo el uso del concepto Fascismo para caracterizar a un régimen democrático.

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Momentos antes de la agresión a los periodistas de canal 7, muchos de las voces repetían ese

conjunto de palabras, gestos y lógicas impuestos desde esos medios.

¿De que hablamos cuando pronunciamos democracia? La palabra democracia, si bien proviene del

griego para denominar el régimen político donde el gobierno se encuentra en manos del pueblo, y

cuyo ejercicio se realizaba en el ágora, un espacio que idealmente los ciudadanos debatían, se

apropiaban de una manera igual de la palabra y del ejercicio del gobierno en común.

Como afirma Jorge Saborido: “En el mundo clásico griego, la palabra democracia se empleó para designar una forma de gobierno en el que el poder

residía en todos los ciudadanos de la comunidad. Desde una visión cuantitativa de la soberanía, en oposición a la

soberanía de un solo hombre (la monarquía, y a la de unos pocos (la aristocracia), la democracia implicaba la soberanía

de todos los miembros de la comunidad.”3

Este régimen primario se caracterizaba por ser participativo, así mismo, realizaba referencias a

dos principios que van a organizar la idea de la democracia en su devenir en el tiempo: a) la

soberanía del pueblo y b) la noción de igualdad.

El proceso comenzado de reapropiación de la palabra democracia en la lucha ideológica contra el

antiguo régimen, va configurando la idea de la construcción de una democracia conteniente a su

realización con el Estado liberal, que actúa como garante de una serie de derechos políticos y

civiles.

Durante mediados del siglo XIX y mediados del siglo XX, se produce una ampliación del ejercicio

de los derechos políticos a un conjunto de mas amplio de ciudadanos, contra los criterios previos

del ejercicio de poder basado en el poder de la renta, poseer un determinado nivel educativo, o ser

varón.

Los gobiernos populistas de América Latina, del mismo periodo, ponen en tensión la idea

cuantitativa, al incorporar como parte central de sus programas de gobierno la incorporación de los

derechos sociales, que beneficiaban a las clases subalternas, desde esa mirada cualitativa, la

democracia comienza a pensarse no solo como el ejercicio de derechos políticos y civiles, sino que

para un ejercicio igualitario de los mismos, los sujetos intervinientes debían poseer y ejercer un

conjunto de derechos sociales, es decir, pone el énfasis de la necesidad de construir un espacio

igualitario social previo para el ejercicio igualitario de lo político y civil.

Las tensiones que pusieron sobre el ágora es la naturaleza de desigualdad entre los participantes

democráticos, poniendo a la vista, el conflicto entre el interés común y los intereses de las clases

dominantes locales.

El proceso de neoliberalismo que recorrió nuestro país, puso en tensión la noción de una

democracia cualitativa, volviendo a colocar el velo sobre ese conflicto constitutivo de intereses, la

noción de democracia no solo como un ejercicio de formalidades sino también de una serie de

3 SABORIDO; Jorge, Sociedad, Estado, Nación: una aproximación conceptual, EUDEBA, Buenos Aires, 2006, p.88

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derechos sociales fue rápidamente dejada de lado, lo formal permitía que se mantuviera una

institucionalidad mientras se desgarraba el tejido social, con una magnifica re-distribución regresiva

de la riqueza hacia las clases dominantes.

El actual gobierno, estamos pensando el periodo 2003-2011, vuelve a poner nuevamente la noción

de democracia cualitativa, unificando el conjunto de reglas institucionales con el desarrollo de una

política de ejercicio de derechos sociales, políticos y civiles, que generaron una noción de

ciudadanía ampliada, una idea de democracia de autonomía de lo político respecto al conjunto de

intereses económicos, redefiniendo nuevamente la relación entre participación en lo político y el

espacio de igualdad en el ágora, frente a este proceso de ciudadanía ampliada se levantan las voces

de los sectores anti-kirchneristas, que sienten lo plebeyo irrumpiendo en lo institucional como un

ataque a los privilegios de clase.

Quienes con sus cacerolas, sus tractores no defienden la institución de la democracia, sino un

conjunto de derechos civiles, principalmente, el derecho a la propiedad, vinculado a un derecho de

libertades, que se asumen como destituyentes, es decir, frente a un gobierno elegido por el 54 % de

la población, que le saca mas de 20 puntos al segundo, es decir, un gobierno con un alto grado de

legitimidad, ellos levantan la bandera de la posibilidad de reconstruir la Republica pre-1912, una

democracia cerrada a ciertas minorías nacionales, la del privilegio, de la desigualdad… si eso no

alcanza… se encontraran otros mecanismo, total siempre que hubo democracias restringidas los

beneficiarios fueron los mismos.

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Cacerolas en busca del Orden Conservador “ “ellos” son el país; nosotros somos lo que sobra, el residuo, la chusma marginal, no sana” J.W. Cooke

Nuevamente sonaron las cacerolas, nuevamente un reclamo heterogéneo, esas voces que reclaman

como portadores del valor “republicano”, pero no del valor democrático, las voces que desde su

punto de vista clasista, encuentran en este ultimo valor, un ideal igualitario que no los interpela,

detrás resuenan las palabras de la Republica Conservadora, un ideal que recorre gran parte de la

tradición política de los sectores identificados con el pensamiento de derecha.

La irrupción de los movimientos populares en 1916 con la llegada del Yrigoyenismo, la llegada al

poder en 1946 del peronismo, produciendo una ampliación de derechos políticos, civiles y sociales,

han sido interpretados por las clases dominantes nacionales como la llegada de la chusma al poder,

un sujeto incapaz de un ejercicio autónomo de la practica política, sino actuantes a través de la

capacidad del Estado de generar mecanismos de distribución de bienes hacia los sectores

subalternos de la sociedad, no como reparación histórica sino como un proceso que permitiera

generar, lo que se denomino, redes clientelares.

Esta visión conservadora y clasista de la sociedad, convierte a las clases subalternas en sujetos sin

capacidad de decisión autónoma, el cual debe ser educado para ser un participe racional de la arena

política liberal, hasta que esto ocurra, es decir la dominación de las pasiones populares, se ha de

retomar el valor de la “Republica Real” frente a la “Republica Posible”, tomando la metáfora

alberdiana que Natalio Botana despliega en su clásico El orden Conservador .

El golpe de 1930, la década infame, la proscripción del peronismo, las dictaduras de 1966 y 1976,

pretenden rearticular un re-ordenamiento de la sociedad, en un intento de volver a un estado de

cosas pre-1912, generando una alianza entre clases dominante, sectores de la clases medias altas

urbanas y ejercito, como guardianes morales de la noción de Patria, Republica, mas no así de la

noción de democracia, la cual puede ser un comodín móvil, y como hemos señalado, retirado del

uso del vocabulario del lenguaje y la practica política en caso de encontrarse frente a los intereses

políticos y económicos que las oligarquías nacionales defienden a capa y espada… muchas veces

prefiriendo la espada sobre la capa.

Mientras tanto, los intelectuales orgánicos de las clases dominantes utilizan las columnas de los

medios para generar un discurso donde se presentan como la voz defensiva de un conjunto de

valores institucionales, que ellos históricamente han despreciado.

Las clases altas y medias altas urbanas, en este caso muy cerrado por este momento al espacio de

ciertos lugares de la Ciudad de Buenos Aires, se han configurado en un “nosotros”, con una

ideología oscilante entre grupos netamente destituyentes y defensores de la aplicación de políticas

neoliberales, asumiéndose como un nuevo “yo nacional” que se enfrentan a una “dictadura”.

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Entre ellas, desconocen el valor de la democracia, aquí pensándola solamente como un mecanismo

formal de régimen especifico, ya que sienten que ella solo es una manipulación donde los sectores

subalternos de la sociedad son utilizados, comprados, arriados como ganado a las manifestaciones

de apoyo al gobierno nacional.

Ayer, en medio del cacerolazo, en las redes sociales: leí nos movilizamos sin que nadie nos pague,

no vamos por chori, la coca, es la primera vez que veo una manifestación sin colectivos que trae

gente.

Todos estos ejemplos, demuestran un claro desprecio clasista hacia los sectores subalternos, es la

negación de su capacidad de construcción autónoma de un proyecto político, una incapacidad de

que el apoyo de los sectores subalternos es el resultado de la aplicación de una política de

recuperaciones de derechos y dignidades, que la política de no neutralidad del gobierno configuro

una subjetividad nueva, que permitió una re-apropiación del proyecto político. El kirchnerismo,

volvió a poner en tensión el conflicto social determinante de una sociedad desigual, volvió poner en

centro de la escena política la relación Estado como regulador y promotor de políticas nacionales

para la reducción de las desigualdades económicas, sociales y simbólicas.

El orden conservador defendido por los sujetos sociales que golpean las cacerolas, va mas allá del

mero reclamo sobre las formas comunicativas del gobierno, sobre una noción de justicia, sino es un

reclamo que pretende construir una sociedad donde ese “nosotros” identificados con la patria y la

republica se convierta en baluarte de la defensa contra un “otro” intrusivo, sin posibilidad de

participación política, ese núcleo de cacerolas no defienden la democracia, defienden la idea de una

Republica Conservadora, con una democracia restringida, un núcleo duro, que si bien se presenta,

como defensores de libertades, en su accionar se presentan como defensores de libertades de pocos,

frente a las libertades de muchos, ese núcleo no quiere debatir, ya que clausuran cualquier

posibilidad del mismo, si no se aceptan las reglas que ellos intentan imponer… construir un

consenso, donde la única voz es la de los “ilustrados” miembros de la Argentina oligárquica.

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Locke llenando el vació de las cacerolas

Locke resolvió el problema dejado abierto por Hobbes respecto a la posibilidad de la disoluci{on

de la comunidad política, cuando el pensador del Leviathan estable la construcción del mismo, se

corre el riesgo que la desparición del orden construido puede ser un retorno al estado de naturaleza,

caracterizado por el hombre lobo del hombre, Locke permite construir un nuevo salto, es posible la

disolución de la comunidad política, sin el retorno al estado de naturaleza, ya que previamente se

había instituido la “sociedad civil”, por lo cual, si un gobierno ponía en tensión los lazos del pacto

fundante, era posible solicitar la disolución del mismo, pero con un retorno a la sociedad civil que

podría instaurar un nuevo pacto social. Sin saber muchos de los reclamos de la cacerolas, del que se

vayan todos, tienen como soporte esta logica de la disolucion de la sociedad politica de Locke.

Uno observando las diferentes coberturas de las manifestaciones de los sectores medios altos

urbanos de CABA, hay una serie de conceptos que unifican al conjunto heterogéneo que se

manifiesta que puede resumirse en la caracterización del actual gobierno como una “dictadura” o

una “tiranía”, si bien, ante las preguntas realizadas por los cronistas, los manifestantes sobre el

porque de esta caracterización, ellos responden en variopinto cúmulo de respuestas, que van desde

la idea de avance sobre las libertades individuales acompañada con una extraña lectura de los

derechos civiles, marcadas por un sesgo netamente clasista, estas consignas o líneas argumentativas

podrían resumirse en lo siguiente: La tiranía de un gobierno que avanza sobre un conjunto de

derechos naturales propios del ciudadano pactista, principalmente sobre su derecho a la propiedad.

De manera cruda, casi sin anestesia, vemos que desde el golpe de las ollas, no hay un vació a ser

llenado, sino que las mismas tienen un alto contenido de un pensamiento liberal, que si bien influyo

vía indirecta en la primer constitución nacional, no es propio de la tradición liberal argentina,

observamos como Locke comienza a llenar las cacerolas ideologicas.

Al definir al gobierno como una “tiranía” o una “dictadura”, los manifestantes no se proyectan en

un proyecto destituyente, sino se presentan como recuperantes del pacto primigenio, quien se siente

con la capacidad de disolver el mismo, para reconfigurar un nuevo pacto social re-fundador de una

nueva sociedad civil.

Si un sujeto habla de “tiranía” o “dictadura”, pone en juego en su discurso que ese gobierno es

régimen que se instala sobre las leyes emanadas por las instituciones representativas, por lo cual, el

incumplimiento del pacto, es una afección a la libertad del sujeto político.

Según el pensador británico, el poder legislativo, que puede ser ejercido por una multiplicidad de

legisladores o uno solo, tiene por finalidad que los hombres al entrar en sociedad el disfrute de sus

propiedades, y las leyes son el mecanismo para lograr esto, pero este conjunto normativo debe tener

un consenso de la sociedad, puesto que nadie esta por encima de ella.

Si bien el poder tiene altos grados de maniobra se configura en un conjunto de limitaciones, que

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buscan la construcción de un control por parte de la sociedad, buscando frenar mediante diferentes

mecanismos la posibilidad de construir de un poder arbitrario.

En Locke se define a la tiranía como el ejercicio del poder por fuera del Derecho, quien ejerce el

poder, el ejercicio del mismo no es para el beneficio de la colectividad sino en el beneficio

particular, es un poder guiado por la ley, sino por la voluntad4, que por lo tanto, los actos de

gobierno están dirigidos a un conjunto de acciones que orientan la satisfacción sus ambiciones y

sus pasiones desordenadas.

En este punto, Locke plante la posibilidad de que los súbditos ofrezcan resistencia a la fuerza

ilegal que se emplea contra ellos, lo cual permite la disolución del gobierno y la constitución de uno

nuevo.

Siguiendo la lógica expuesta en los párrafos anteriores, quienes protestan desde las cacerolas, lo

hacen desde un Locke del sentido básico, aunque presente en varios de sus referentes políticos,

medios de comunicación del cual son comunidad de lectores, se presentan como guardianes del

“buen gobierno”, construyen ese “nosotros” heterogéneo, que no se sienten como “destituyentes”

sino como guardianes de las instituciones democráticas, como esos medios que ellos consumen….

Aunque luego de escucharlos en su discurso nace la pregunta ¿Qué régimen proponen? ¿Qué

entienden por democracia?... respuestas que quizás no tengan una respuesta en el Segundo tratado

sobre el gobierno.

4 Dentro de este contexto, es interesante pensar el articulo de Beatriz Sarlo, El imperio del Yo, en http://www.lanacion.com.ar/1481917-el-imperio-del-yo , por ejemplo la siguiente cita:“Cristina Kirchner ha fusionado su vida y el poder. Esta es la explicación menos psicológica, y más política, de las intercalaciones autobiográficas con que acostumbra poner notas de color en sus discursos presidenciales, transmitidos por cadena nacional. Está convencida de que todo lo que le concierne es materia de Estado.” (El resaltado lo he realizado yo)

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Bibliografía

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