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A menudo pensamos en el siglo XVIII co- mo el Siglo de las Luces: la Edad de la Ra- zón que iluminaron Voltaire, Rousseau, Hume, Adam Smith o Diderot, una edad racional y perfectamente bajo control, sal- vo, claro está, por el estallido de la Revolu- ción Francesa. Se nos suele olvidar que en todas las épocas existen fuerzas y persona- jes irracionales que pasan por charlatanes o por locos, por revolucionarios, ilumina- dos o santos. Tal es el caso de Giusseppe Balsamo (1743-1795), mejor conocido co- mo el Conde de Cagliostro. El llamado “último alquimista” culmi- na una tradición que arranca con la co- munidad de los Ro s a c ruces en Alemania e Inglaterra, también llamados los In v i s i- bles y que de alguna manera influyen en la fundación de la masonería y otras sectas del estilo. Como lo ha apuntado Frances A. Yates en su libro El iluminismo Rosa - cruz, la comunidad de la Rosa-Cruz era una suerte de juego literario-filosófico que proponía la aparición de un grupo de co- nocedores de un saber secreto que llevaría a los reinos a la felicidad y que se dio entre ciertos grupos intelectuales alemanes e i s abelinos. Pero Cagliostro es también conocido por un famoso escándalo político: se vio envuelto en la venta de un collar de dia- mantes de María Antonieta y a menudo se le relaciona en los círculos esotéricos —más que nada gracias a la novela de Alejandro Dumas titulada simplemente Giusseppe Balsamo— con el arranque de la Revolu- ción Francesa. Si con Cagliostro culmina la edad de oro de la alquimia, también con él comienza algo mucho más perturbador: la teoría del complot. Pero vamos por partes. La pro- pia vida de Giusseppe Balsamo, a quien en adelante llamaremos Cagliostro por como- didad, es en sí misma un verdadero festín de la picaresca tardía. Este médico, curandero y chamán de las clases aristocráticas de la Eu ropa die- ciochesca, conocido y envidiado por un Casanova en retirada con quien se encuen- tra en múltiples ocasiones, nació en un hu- milde pueblo de Sicilia y gracias a su inge- nio logró abrirse paso como arribista social hasta conve rtirse en un ve rd a d e ro mons- truo de su tiempo. Después de pasar algún tiempo como novicio en Malta y de un tur- bio negocio que culminó con un robo del supuesto tesoro de los Templarios, pasó a Roma donde se encontró con su alma ge- mela: una ardiente y hermosa romana lla- mada Lorenza Feliciani, quien en adelante sería conocida como Serafina. Como en las m e j o res novelas del siglo XVIII, este sicilia- no hizo uso y abuso de la belleza de su mu- jer. Gracias a sus encantos logró abrirse paso en una sociedad libertina pero cerrada e in- tolerante. Al cambiar de nombre y conve r- tirse en una suerte de iluminado, Cagliostro se franqueó las puertas de las cortes más ricas de Eu ropa, desde la Rusia zarista de Catalina hasta la Corte francesa de Ma r í a Antonieta, cuyo escándalo del collar de dia- mantes fue una especie de anticipación Cagliostro Mauricio Molina 106 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO W. Blake, Las puertas del paraíso, 1793 W. Blake, Sueño de peregrino, 1793 W. Blake, La puerta de la muerte, 1793

C a g l i o s t ro - Revista de la Universidad de México · A menudo pensamos en el siglo XVIIIco-mo el Siglo de las Luces: la Edad de la Ra-zón que iluminaron Voltaire, Rousseau,

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A menudo pensamos en el siglo XVIII co-mo el Siglo de las Luces: la Edad de la Ra-zón que iluminaron Voltaire, Rousseau,Hume, Adam Smith o Diderot, una edadracional y perfectamente bajo control, sal-vo, claro está, por el estallido de la Revolu-ción Francesa. Se nos suele olvidar que entodas las épocas existen fuerzas y persona-jes irracionales que pasan por charlataneso por locos, por revolucionarios, ilumina-dos o santos. Tal es el caso de GiusseppeBalsamo (1743-1795), mejor conocido co-m o el Conde de Cagliostro.

El llamado “último alquimista” culmi-na una tradición que arranca con la co-munidad de los Ro s a c ruces en Alemaniae Inglaterra, también llamados los In v i s i-bles y que de alguna manera influyen en lafundación de la masonería y otras sectasdel estilo. Como lo ha apuntado FrancesA. Yates en su libro El iluminismo Rosa -cruz, la comunidad de la Rosa-Cruz erauna suerte de juego literario-filosófico queproponía la aparición de un grupo de co-

nocedores de un saber secreto que llevaríaa los reinos a la felicidad y que se dio entrec i e rtos grupos intelectuales alemanes ei s abelinos.

Pero Cagliostro es también conocidopor un famoso escándalo político: se vioenvuelto en la venta de un collar de dia-mantes de María Antonieta y a menudo sele relaciona en los círculos esotéricos —másque nada gracias a la novela de AlejandroDumas titulada simplemente Gi u s s e p p eBalsamo— con el arranque de la Revolu-ción Francesa.

Si con Cagliostro culmina la edad de orode la alquimia, también con él comienzaalgo mucho más perturbador: la teoría delcomplot. Pero vamos por partes. La pro-pia vida de Giusseppe Balsamo, a quien enadelante llamaremos Cagliostro por como-didad, es en sí misma un verdadero festínde la picaresca tardía.

Este médico, curandero y chamán delas clases aristocráticas de la Eu ropa die-ciochesca, conocido y envidiado por un

C a s a n ova en retirada con quien se encuen-tra en múltiples ocasiones, nació en un hu-milde pueblo de Sicilia y gracias a su inge-nio logró abrirse paso como arribista socialhasta conve rtirse en un ve rd a d e ro mons-truo de su tiempo. Después de pasar algúntiempo como novicio en Malta y de un tur-bio negocio que culminó con un robo delsupuesto tesoro de los Templarios, pasó aRoma donde se encontró con su alma ge-mela: una ardiente y hermosa romana lla-mada Lorenza Feliciani, quien en adelantesería conocida como Serafina. Como en lasm e j o res novelas del siglo X V I I I, este sicilia-no hizo uso y abuso de la belleza de su mu-j e r. Gracias a sus encantos logró abrirse pasoen una sociedad libertina pero cerrada e in-tolerante. Al cambiar de nombre y conve r-tirse en una suerte de iluminado, Cagliostrose franqueó las puertas de las cortes másricas de Eu ropa, desde la Rusia zarista deCatalina hasta la Corte francesa de Ma r í aAntonieta, cuyo escándalo del collar de dia-mantes fue una especie de anticipación

C a g l i o s t roMauricio Molina

106 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

W. Blake, Las puertas del paraíso, 1793 W. Blake, Sueño de peregrino, 1793 W. Blake, La puerta de la muerte, 1793

SOBRE CAGLIOSTRO

e xquisitamente macabra a su encuentro conla guillotina…

Esta mezcla de proxeneta y mago hacíapociones para re j u ve n e c e r, restándole, claroestá, algunos años a la edad de su esposa aquien intercambiaba, de cuando en cuando,a la manera de los s w i n g e r s actuales. Pro m e-tía la conversión del mercurio en plata, lacreación de la piedra filosofal poniendo ald e s c u b i e rto las supersticiones tard o m e d i e-vales de su tiempo.

Al leer la espléndida biografía deC agliostro escrita por el historiador IainMcAlman (Ares y Ma res, Madrid, 2004) nopodemos sino pensar en nuestra propiaépoca, sobre todo cuando entran en juegootras fuerzas mucho más complejas, comola política, los movimientos sociales y las in-trigas religiosas. En cierta forma Cagliostrore c u e rda a algunos charlatanes y curan-d eros del New Age, a los chamanes del eso-terismo del caldo cuántico o a cultos com ola reciente moda de la cábala impulsadapor Madonna, la cienciología pro m ov i-da por Tom Cruise y todo ese menú de su-persticiones posmodernas que conformanel lamentable universo espiritual que ha-bitamos. A pesar de esto Cagliostro es unhombre de su tiempo: un romántico y uncínico, algo de lo que carecen los mov i m i e n-tos actuales de este tipo.

Bien mirado la vida de Cagliostro noes más que una especie de fábula en tornoa la impostura. Pe ro este simulador de ge-nio innegable supo hacer de las suyas yc o n ve rtirse en un héroe para muchos ypara otros, por supuesto, en un villano.Su caída comenzó en el momento en quese inventó un origen árabe, que poseía loss e c retos de los Templarios, que era elm a e s t ro de la secta de los Invisibles (co-mo hemos dicho, un juego literario an-gloalemán —los Ro s a c ruces— conve rt i-do en un ve rd a d e ro mito que aún hoys o b re v i ve en novelas segundonas comoEl código Da Vi n c i) y que poseía el secre-to de la p i e d ra filosofal.

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 107

El llamado “último alquimista” culmina una tradición que arranca con la comunidad

de los Rosacruces...

J.J. Becher, Physica subterranea, 1703

Su popularidad como sanador era bienconocida. In ventaba pociones, la mayo rp a rte de ellas placebos inocuos, como lo de-m o s t r a ron químicos curiosos que siguiero nsus recetas a mediados del siglo X X, cre a b afundaciones para atender a los pobres, eratenido como mago y como benefactor. Máso menos al mismo tiempo habían apare c i-do las primeras sectas masónicas, a las cua-les fue asociado inmediatamente, muchasde las cuales lo aceptaron como una suert ede mesías mientras que otras, como sucedecon la lógica sectaria, lo re c h a z a ron. Pa r amuchos Cagliostro es simplemente uncharlatán, pero para otros es una suerte deh é roe. Para Walter Benjamin por ejemploC a g l i o s t ro es el último mago, el último In-visible (si es que alguna vez existió alguno),el último alquimista rebelde que creía en lamagia en una era que f e t i c h i z a b a la Razón yque a todas luces no tenía ninguna.

El destino de Cagliostro fue terrible:acusado de instigador al regicidio y aso-ciado a la Revolución Francesa pero, sobretodo, perseguido por sus acre e d o res y,peor aún, traicionado por Serafina, quienmoriría loca en un convento. En 1791 re-gresó a Italia donde fue capturado y pro-cesado por lo que quedaba de la Santa In-quisición. El Papa Pío VI, instigado por eltemor, lo envió a la prisión de San Leo enPe s a ro, una lejana fort a l eza donde el maes-t ro fue encadenado y donde paulatina-mente fue enloqueciendo, pintando signoscabalísticos con sus propios exc rementos yhaciendo peticiones extrava g a n t e s .

La paranoia del propio Vaticano entorno a la expansión de la Revolución lle-gó a tal grado que se pensó que una flotade globos aerostáticos procedente de laFrancia revolucionaria llegaría a rescatar aCagliostro, por lo que fue destacada unatropa de soldados para custodiarlo. Estehumilde y grandioso pícaro siciliano ter-minó su vida de esta manera extraordina-ria. Murió en 1795 a los cincuenta y dosaños de edad.

Si con Cagliostro culmina la edad de orode la alquimia, también con él comienza algo

mucho más perturbador: la teoría del complot.

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Isaac Hollandus, Mano de los filósofos, 1667