Buzzati Dino - Las Noches Dificiles

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Las noches difcilesDino Buzzati

El coco - Soledades - Equivalencia - El escolloUna carta aburrida - Contestacin global Accidentes de trfico - Boomerang - Delicadeza El mdico de las fiestas - La torre - El ermitao - En la consulta del mdico - Deseos falaces La albondiguilla - El sueo de la escalera - Crescendo La mariposita - Tic-tac - Cuento a dos voces Delicias modernas - Icaro - Inventos - La alienacin - Progresiones - Carta de amor - Los viejos clandestinos - La elefantiasis - Plenilunio - La mujer con alas

ARGOS VERGARA

Ttulo de la edicin original: LE NOTTI DIFFICILI Traduccin Carmen Artal Cubierta Terceto Copyright Arnoldo Mondadori. 1971 Edicin en lengua castellana, propiedad de Editorial Argos Vergara, S. A. Aragn, 390 - Barcelona-13 (Espaa) ISBN: 84-7178-610-9 Depsito Legal: B. 22.752-1983 Impreso en Espaa - Printed in Spain Impreso por MEGRAF, S. A. Ripollet (Barcelona)

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Las

El cocoEl ingeniero Roberto Paudi, miembro del consejo ejecutivo de la COMPRAX y asesor de urbanismo, se puso hecho una furia al sorprender una noche a la niera Ester que, para sofocar una rabieta del pequeo Franco, le deca: Si no te portas bien, esta noche vendr el Coco. Era intolerable, segn l, que para educar a los nios se siguiese recurriendo a estpidas supersticiones que podan crear en tan tierna psique deplorables complejos. Le ech un sermn a la chica, que se march llorando, y l mismo meti en la cama al nio, que en seguida se tranquiliz. Esa misma noche el Coco, levitando a media altura como era su costumbre, se present en la habitacin donde el ingeniero Paudi dorma solo, deparndole unos instantes de desasosiego. El Coco, como es sabido, adoptaba, segn los pases y costumbres locales, diferentes formas. En aquella ciudad, desde tiempo inmemorial haba asumido la apariencia de un gigantesco animal de color negruzco, cuya silueta estaba a medio camino entre el hipoptamo y el tapir. A primera vista horroroso. Pero si se le observaba detenidamente con mirada desapasionada, se descubra, por el rictus bondadoso de su boca y el destello casi afectuoso de sus pupilas, relativamente minsculas, una expresin que poda serlo todo menos malvada. Lgicamente, ante circunstancias de una cierta gravedad, poda infundir una ligera zozobra, e incluso miedo. Pero por lo general cumpla su cometido con discrecin. Cuando se acercaba a la camita del nio al que haba que reprender, ni tan siquiera le despertaba, limitndose a penetrar en sus sueos donde dejaba, eso s, huellas imperecederas. De hecho es de sobras conocido que incluso los sueos de las ms tiernas criaturitas tienen una capacidad ilimitada y acogen sin esfuerzo monstruos mastodnticos como el Coco, los cuales pueden deambular por ellos a su antojo y en plena libertad. Como es natural, al presentarse ante el ingeniero Paudi, la antigua criatura no puso una cara demasiado simptica, todo lo contrario, adopt la fisonoma, agigantada por supuesto, del profesor Gallurio, nombrado dos meses atrs interventor extraordinario de la COMPRAX, sociedad que estaba navegando por difciles aguas. Y este profesor Gallurio, hombre seversimo por no decir intratable, era precisamente la bestia negra de Paudi, cuya eminente posicin en la empresa, en semejante rgimen de excepcin, poda verse seriamente amenazada. 6

Dino Buzzati Las noches difciles Paudi, despertndose envuelto en un sudario de glida transpiracin, tuvo tiempo de distinguir al visitante que se escabulla a travs de la pared (la ventana no habra sido suficiente para semejante mole) mostrndole la monumental cpula de su trasero. A la maana siguiente, Paudi se guard muy bien de pedirle disculpas a la pobre Ester. El haber constatado personalmente que el Coco exista de verdad no haca ms que acrecentar, junto a su indignacin, la firme determinacin de hacer todo lo posible para sacar de en medio a aquel tipo. Durante los das siguientes, en tono de broma por supuesto, fue sondeando el terreno con su mujer, sus amigos y colaboradores. Y se qued muy sorprendido al descubrir que la existencia del Coco era algo que se daba generalmente por descontado, cual clsico fenmeno de la naturaleza, como la lluvia, el terremoto o el arco iris. Slo el doctor Gemonio, de la oficina jurdica, pareci aterrizar de las nubes: s, cuando era pequeo haba odo hablar vagamente del asunto, pero luego haba tenido sobradas pruebas de que era una necia fbula sin sustancia. Como si intuyese su acerba hostilidad, el Coco desde entonces empez a visitar con mayor frecuencia al ingeniero, siempre con la desagradable mscara del profesor Gallurio, hacindole muecas, tirndole de los pies, sacudindole la cama, y una noche lleg al extremo de acurrucarse sobre su pecho, de tal modo que casi le ahoga. No debe extraarnos por tanto que Paudi, en la siguiente reunin del Pleno municipal, hablase de ello con algn colega: acaso se poda tolerar, en una metrpolis que se vanagloriaba de estar en la vanguardia, la perpetuacin de semejante superchera, propia de la Edad Media? No haba llegado el momento de hacer algo de una vez por todas, con medios definitivos? Primero fueron fugaces pour-parler entre pasillos, intercambios informales de puntos de vista. En breve, el prestigio del que gozaba el ingeniero Paudi le dio va libre. No haban pasado todava ni dos semanas cuando el problema fue planteado en el Pleno municipal. Ni que decir tiene que, en previsin del ridculo, en el orden del da no se mencionaba al Coco sino que en el punto 5 se aluda nicamente a Un deplorable factor de turbacin del descanso nocturno de la ciudad. Contrariamente a lo que Paudi esperaba, no slo el tema fue tomado por todos en seria consideracin sino que su tesis, que poda parecer obvia, encontr una enconada oposicin. Se levantaron voces en defensa de una tradicin tan pintoresca como inofensiva que se perda en la noche de los tiempos, subrayando el carcter en definitiva inocuo del monstruo nocturno, por lo dems totalmente silencioso, destacando las ventajas educativas de aquella presencia. Hubo quien lleg a hablar de atentado al patrimonio cultural de la ciudad como si se hubiese recurrido a medidas represivas; y el 7

Dino Buzzati Las noches difciles orador cosech una salva de aplausos. Por otro lado, sobre el problema en s, prevalecieron finalmente los irrebatibles argumentos de los que demasiado a menudo se pertrecha el llamado progreso para desmantelar los ltimos bastiones del misterio. Se acus al Coco de dejar huellas malsanas en los espritus infantiles, de suscitar pesadillas contrarias a los principios de una correcta pedagoga. Tambin saltaron sobre el tapete motivos de higiene: s, de acuerdo, el mastodonte nocturno no ensuciaba la ciudad ni esparca excrementos de ninguna clase, pero quin poda asegurar que no era portador de grmenes o virus? Tampoco se saba nada a ciencia cierta sobre su credo poltico: cmo estar seguros de que sus sugestiones, aparentemente tan toscas y elementales, no ocultasen insidias subversivas? El debate, en el que no se haba admitido a los periodistas dada la delicadeza del tema, termin a las dos de la madrugada. La propuesta Paudi fue aprobada por una ligera mayora de cinco votos. En cuanto a su aplicacin prctica, fue creada una comisin especial de expertos, de la que Paudi fue nombrado presidente. Efectivamente: condenar al Coco al ostracismo era una cosa, y otra muy distinta conseguir eliminarlo. Estaba claro que no se poda confiar en su disciplina cvica, ms an cuando ni siquiera se tena la certeza de que entendiera la lengua. Como tampoco caba pensar en capturarlo y cederlo al zoo municipal: qu jaula podra contener un animal, si de animal se trataba, capaz de volar a travs de las paredes? Tambin haba que descartar el veneno: nunca se haba sorprendido al Coco en el acto de comer o beber. El lanzallamas entonces? Una pequea bomba de napalm? El riesgo para los ciudadanos era excesivo. La solucin, en resumidas cuentas, aunque no imposible, se perfilaba como bastante problemtica. Y ya Paudi crea ver cmo se le escurra de las manos el codiciado xito, cuando le asalt una duda: s, la composicin qumica y la estructura fsica del Coco eran desconocidas pero, como acontece con muchas criaturas inscritas en los archivos de las leyendas, no poda quiz ser mucho ms dbil y vulnerable de lo que se supona? Quin sabe, tal vez era suficiente un certero disparo en el lugar adecuado, y asunto concluido. Las fuerzas de orden pblico, tras la decisin del Pleno municipal refrendada por el alcalde, no podan por menos que colaborar. Fue creada una patrulla especial, dentro de la Brigada mvil, dotada de rpidos vehculos con radiotransmisores. Fue muy sencillo. La nica circunstancia extraa: una cierta reluctancia, por parte de suboficiales y agentes, a participar en la batida; era miedo? era el oscuro temor a violar una puerta prohibida? o simplemente un nostlgico apego a unos exacerbados recuerdos de infancia? El encuentro se produjo una noche helada de luna llena. La patrulla apostada en una oscura esquina de piazza Cinquecento, avist al vagabundo que navegaba plcidamente a unos treinta 8

Dino Buzzati Las noches difciles metros de altura, como un dirigible quinceaero. Los agentes, metralleta en ristre, avanzaron. No se vea ni un alma. La breve detonacin de las rfagas retumb, de eco en eco, hasta muy lejos. Fue una escena extraa. Lentamente el Coco gir sobre s mismo sin ningn estremecimiento y, patas en alto, se desplom hasta posarse sobre la nieve. Donde qued tendido bocarriba, inmvil para siempre. La luz de la luna se reflejaba sobre su vientre enorme y abultado, reluciente como la gutapercha. Algo que preferira no tener que presenciar por segunda vez, dijo ms tarde el remilgado Onofrio Cottafavi. Un manchurrn de sangre se extendi, increblemente, bajo la mole de la vctima, negra a la luz lunar. Inmediatamente fueron llamados por telfono los basureros para la evacuacin de los restos. No llegaron a tiempo. En aquellos escasos minutos la gigantesca presencia, como ocurre con los globos tras un pinchazo, empez a contraerse a ojos vista, se redujo a una pobre larva, ms tarde a un gusanito negro sobre la blancura de la nieve, hasta que por ltimo tambin el gusanito desapareci, disolvindose en la nada. Qued tan slo el infame manchurrn de sangre que antes del alba las mangueras de los barrenderos ya haban hecho desaparecer. Se dice que en el cielo, mientras la criatura expiraba, resplandecan no una luna, sino dos. Se cuenta que por toda la ciudad se oyeron lamentos de perros y aves nocturnas. Corri la voz de que muchas mujeres, viejas y nias, arrancadas del sueo por una oscura llamada, salieron de sus casas, arrodillndose y levantando preces en torno al desdichado. Nada de esto ha sido comprobado histricamente. De hecho, la luna prosigui suavemente su viaje prescrito por la astronoma, las horas se sucedieron regularmente una tras otra, y todos los nios del mundo siguieron durmiendo plcidamente, sin imaginarse siquiera que su extravagante amigo-enemigo se haba ido para siempre. Era mucho ms delicado y tierno de lo que se crea. Estaba hecho de aquella intangible sustancia que vulgarmente se llama fbula o ilusin: aunque era verdad. Galopa, huye, galopa, irreductible fantasa. Ansioso por exterminarte, el mundo civilizado te acosa por doquier, nunca ms tendrs reposo.

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Soledades

La paredTodava no era de da cuando salimos, el viejo Stratzinger, gua alpino y excelente amigo, mi hermano Adriano y yo, para escalar la pared sudeste de la Ota Muragl en los Alpes Onricos. Como es caracterstico de todo ese macizo, se trata de una gigantesca muralla de hielo, roca, arena, tierra, vegetacin e incrustaciones artificiales. Cuando salimos del refugio lloviznaba, y compactas hileras de nubes cubran por entero las montaas. Confieso que me alegr porque hasta el ms empecinado alpinista se alegra, en un primer momento, cuando el tiempo le impide desafiar el peligro, aunque luego llore lgrimas amargas por la ocasin perdida. Pero en cambio Stratzinger dijo: Tenemos suerte, hoy har un da esplndido. E inmediatamente las madejas de nubes se disolvieron, dando paso a un velo plateado de finsima nieve tras el cual quedaron abiertos de par en par el cielo violeta y la imponente pared de la Ota Muragl, ya inundada de sol. Nos atamos a la cuerda y emprendimos la ascensin de una empinada quebrada de puro hielo, en la que sin embargo los clavos penetraban como si fuese de mantequilla. A los lados, sobre los dos escarpados bastiones de roca que cerraban la quebrada, puertas y ventanas se abran y cerraban, mientras las amas de casa corran atareadas limpiando, dando brillo, ordenando. Pasbamos tan cerca, que por fuerza tenan que vernos, aunque eso pareca tenerles sin cuidado. Toda la pared, por otra parte, estaba poblada de gente que escriba en pequeos despachos, lea, trabajaba, pero la mayora llenaba con sus charlas los cafs situados en los aleros y en algunas cavernas. En un momento dado topamos con un peligrossimo muro hecho de pedruscos rejuntados con hierbajos y races. Todo se desmoronaba. Stratzinger propuso regresar. Como los dos hermanos insistimos en seguir, l dijo que entonces era mejor desatarse. Ya que, si uno caa, los otros dos al no poderse liberar de ninguna forma, le seguiran fatalmente en la catstrofe. Poco despus Stratzinger y mi hermano desaparecieron tras un arbotante. Yo me encontr agarrado a un matorral que, retenido 10

Dino Buzzati Las noches difciles nicamente por filamentos vegetales, se balanceaba de una forma horrorosa. A tres metros de distancia, en una concavidad de la pared, un concurrido grupo estaba tomando el aperitivo. Antes de que el matorral se desprendiese del todo arrastrndome con l al abismo, con un salto desesperado consegu asirme a un bastidor metlico que sobresala de las rocas como una mnsula, tal vez destinado a sostener un toldo. Muy gil para su edad! coment sonriendo un jovencito asomado a la abertura de la gruta. Aferrado con las manos al bastidor de hierro, el cuerpo oscilando en el vaco, haca un ltimo esfuerzo por izarme. El matorral, en su descenso, segua todava resonando en las profundas entraas de la vorgine. Sin embargo, a resultas del peso, el bastidor empez a doblarse, y a ceder. Estaba claro que iba a romperse. No les habra costado nada, a los del aperitivo, alargarme una mano y salvarme. Pero ya me hacan el menor caso. Mientras empezaba a caer, en el silencio sagrado de la montaa, pude orles claramente discutir del Vietnam, del campeonato de ftbol y del festival de la cancin.

La confesinLa seora Laurapaola se hallaba indispuesta en la cama, algo sin importancia, cuestin de tres o cuatro das, haba dicho el mdico. Haca tiempo que sufra estos molestos achaques, pero sus familiares no se lo tomaban muy en serio sosteniendo que era una manitica, e incluso el mdico deca que no haba motivos para preocuparse. Por la tarde, mientras estaba medio adormilada, la doncella le anunci al padre Quarzo, del vecino convento de los franciscanos, donde Laurapaola iba asiduamente a confesarse. Por qu habra venido? Buenos das, querida hija dijo el padre Quarzo al entrar. Pasaba por aqu, estaba haciendo un recorrido en favor de mis pobres nios jocomelticos, pensaba llamar a su puerta tambin. Y me dicen que usted... Pero eso no puede ser! Vamos, vamos, nimo, quiero verla sana y diligente como siempre. Una seora moderna y activa como usted! Pero, a propsito... Cmo es que ya no veo a aquella simptica viejecita que me abra siempre la puerta? Ay, no me hable, padre dijo Laurapaola. Demasiado vieja, ya no entenda nada, no haca nada a derechas, he tenido que despedirla. Cunto haca que estaba con usted? Quien sabe, desde que nac siempre la he visto en esta casa. Y 11

Dino Buzzati Las noches difciles creo que ya entonces llevaba aqu varios aos. La ha despedido? Y qu iba a hacer? Por fuerza, padre. Esta casa no es un asilo de ancianos... Entiendo, entiendo dijo el padre Quarzo. Pero cunteme, hija ma, qu ha hecho este verano? Entonces Laurapaola empez a referir los acontecimientos del verano, el viaje a Espaa, las corridas, la boda de su joven cuada en Arezzo, luego el crucero en barco, hasta Chipre y Anatolia. En agradable compaa, supongo... Desde luego, padre. ramos ocho, si le contase qu das, qu alegra, qu sol, nunca me he divertido tanto. O sea que su marido, por fin, se tom unos das de descanso, no es as? Ah, no. Mi marido no soporta el mar. Y adems tena un montn de cosas que hacer, no s qu congresos en Francia y en Suecia. Y los nios? Oh, mis hijos! Se quedaron en el colegio en Suiza, un verdadero paraso, sabe usted, para ellos aquello son vacaciones todo el ao. Hablaba y hablaba, la nueva casa en Porto Ercole, las clases de yoga (Hasta espiritualmente, padre, uno se siente transformado, sabe?), el prximo viaje a Saas Fee, la ltima subasta de cuadros, hablaba y hablaba, todo su rostro apareca encendido. El padre Quarzo escuchaba. Sentado, permaneca rgido como una estatua. Ya no sonrea. Hija ma dijo al fin ya ha hablado bastante, no querra que se fatigase se levant cuan largo era. Ahora le dar la absolucin. Cmo? No la quiere, hija ma? Oh, no, padre... Al contrario, gracias... Pero no comprendo... In nomine Patris et Filii empez el padre Quarzo, con expresin severa. Y tambin ella entrelaz sus manos. As Laurapaola supo que haba llegado su hora.

La autopistaViajaba solo, a eso de las dos de una tarde de julio, por la autopista del Sol, en el tramo comprendido entre Parma y Fidenza. Era esa hora embrutecedora y pesada de la somnolencia y de los espejismos. Apenas circulaban coches. De pronto observ distradamente, avanzando en sentido contrario por el otro carril, un enorme vehculo de color blanco, en cuyo interior no pareca haber nadie. Pens que no haba visto bien o que en aquel momento el 12

Dino Buzzati Las noches difciles conductor se habra agachado, resultando invisible. Pero un escalofro recorri mi espina dorsal: un coche deportivo gris metalizado y reconoc claramente la marca me adelant rozndome casi: dentro no haba ni un alma. Dos, tres, cinco coches ms, con los que me cruc poco despus, estaban igualmente vacos: automviles fantasmas que procedan regularmente y que en los adelantamientos encendan el intermitente, como es de rigor. La impresin me dej paralizado. Me haba dado un mareo? Sufra alucinaciones? Sobresaltado aminor la marcha, detenindome en el carril de la derecha, al borde de la carretera. Y descend, trastornado. En aquel momento pas una furgoneta con el techo rebosante de equipajes, incluido un cochecito de recin nacido. Toda una familia, probablemente, que se iba de vacaciones. Pero la familia, dentro, brillaba por su ausencia. Qu haba pasado? Qu encantamiento de soledad se haba producido para que, en la comarca, las personas, a pesar de existir, desapareciesen? En aquel momento alcanc a or desde un grupo de rboles, algo apartado, un canto persistente de cigarras. Mir en derredor. No se vea ni una sola casa. El campo dorma abotargado bajo el sol. Algo ms abajo, al otro lado de la valla metlica de separacin, un riachuelo seco, paralelo a la autopista. En la orilla opuesta, un pequeo claro de prado rodeado de matorrales. Mientras, confuso, consideraba la absurda situacin, algo se movi al otro lado del riachuelo. Mir. De los matorrales haba salido un perro negro, de mediana estatura, que, con paso inseguro, se diriga hacia el foso. Tuve una iluminacin. Pero se era Moro, mi perro, que haba dejado haca dos das en la casa de campo, viejo y achacoso! Era casi ridculo, y sin embargo le llam: Moro, Moro! Era evidente que no poda ser l, a ms de doscientos kilmetros de distancia a vuelo de pjaro. Sin embargo el perro durante unos instantes me mir y me pareci que mova la cola. Moro, Moro! Volv a llamarle. Pero ya no responda. Temblando, empez a dar vueltas sobre s mismo como hacen justamente los perros antes de acurrucarse. Se acurruc de hecho, derrumbndose, como si le hubiesen abandonado todas sus fuerzas. Pobre bicho, pens. Haba venido, como hacen los animales, a morir en solitario y yo le haba desbaratado ese ltimo consuelo. Se qued hecho un ovillo, luego con dos o tres neurticas contracciones se desplom sobre un costado, las patas tiesas. Todava intent levantar el morro con un tierno aullido, luego volvi a dejarlo caer y permaneci inmvil. A mis espaldas un run run de motos. Eran dos agentes de la polica de carreteras. No es conveniente detenerse aqu, seor dijo uno. Para eso estn las reas de descanso. O es que necesita algo? No, nada, gracias balbuce, recuperndome. 13

Dino Buzzati Las noches difciles Pas un cup, zumbando, al volante iba un tipo gordo y sanguneo en mangas de camisa. Pas un seiscientos, conducido por una seora mayor. Volva todo a ser normal? Entonces mir el prado, al otro lado del riachuelo. Apareca sosegado y desierto, del perro no quedaba ni rastro. (Ms tarde supe que a aquella misma hora Moro se haba ido a morir, solo solito, a la orilla del Piave, a ms de doscientos kilmetros de distancia).

El sepulcro de AtilaDespus de veinte aos, treinta aos, cuarenta aos de investigaciones, finalmente Giovanni Tassol ha descubierto, en el corazn de la Selva Norte, el legendario sepulcro de Atila, es la gran victoria de su vida. Haba odo hablar de l por primera vez, cuando era un nio, de labios del profesor de cuarto elemental, Giorgio Nicara (que ya no existe), y aquella misma noche haba manifestado a su padre (que ya no existe) su intencin de ser arquelogo explorador. Tambin su ms ntimo compaero de escuela Enrico Ermogene (que ya no existe) haba concebido idntica pasin y juntos haban ido a ver al famoso gegrafo Azzolina (que ya no existe) para preguntarle si por casualidad conservaba algn antiguo mapa geogrfico de la Selva Norte, y Azzolina (que ya no existe) les haba mostrado uno, pero estaba equivocado. Luego vinieron los aos de intensos estudios, hasta que el profesor Sullavita (que ya no existe) le nombr su ayudante, encomendndole, junto al otro joven licenciado Nicola De Merzi (que ya no existe) un primer recorrido a lo largo del presumible trazado de la Va Olobrona que antiguamente atravesaba de punta a punta la temible Selva septentrional. Eran los felices aos de la juventud, cuando los amigos se reunan cada sbado en el saln de la seora Mim Domnguez (que ya no existe), centro de la vida cultural y artstica. Y ah precisamente haba conocido a la deliciosa Annetta Fossadoro, que ms tarde sera su mujer (y que tampoco existe). La expedicin debera haberle abierto las puertas de la ctedra, de no haber sido porque su colega Sergio Basottoli, ya entonces gran amigo suyo, le puso la zancadilla (tampoco l existe), y en cierto sentido Tassol tuvo que volver a empezar desde cero. Un perodo difcil, ensombrecido tambin por un proceso contra Luca, su hijo primognito (que ya no existe) por ultrajes a Su Majestad. Las vicisitudes acadmicas, aliviadas por el constante y generoso apoyo del rector magnfico, profesor Tullio Brosada (que ya no existe), tocaron a su fin con la cada de la monarqua. Despus de lo cual, ya 14

Dino Buzzati Las noches difciles catedrtico, organiz la primera verdadera expedicin en busca del sepulcro de Atila, acompaado de dos valerosos jvenes estudiosos, Max Serantini y Gianfranco Sibili (que ya no existen). Simultneamente, otras expediciones fueron emprendidas por el peruano Salvador Lasa, por el marqus Alfred Sofregon y por el aptrida Giusto De Fonseca (que ya no existen). Una larga epopeya a costa de muchas lgrimas y sangre, pero ahora Giovanni Tassol ha plantado la bandera nacional sobre las ruinas del fabuloso monumento; hacia el que se dirige, a bordo de tres helicpteros, un equipo de la televisin con todo el material necesario. En el campamento junto a las ruinas, en lo ms profundo del corazn de la selva, ya se han encendido las fogatas nocturnas. Sentado sobre una piedra, Tassol pasea la mirada en derredor. Slo alcanza a distinguir abetos, abetos y ms abetos, espessimos, negros. Piensa en los que le han ayudado en su triunfo, en el querido Ennio De Tibertis, superintendente de la administracin forestal, tan comprensivo (ya no existe), en la infatigable secretaria de su Facultad Grazia Marasca (que ya no existe), en el devotsimo chfer Armando (que ya no existe), en el piloto Arduino Malinoschi que le hizo sobrevolar muchas veces la zona, y descubrir el sepulcro (tampoco l existe). El Jefe del Estado le ha hecho llegar un caluroso mensaje de congratulacin. Los jvenes ayudantes, los tcnicos, los operarios se disponen a homenajearlo all mismo, con medios improvisados. Se respira alegra. Sentado sobre una piedra, mira en derredor suyo. rboles, rboles y ms rboles. Nada ms. Est solo.

El magnetofnLe haba dicho (en voz bajsima) le haba suplicado cllate por favor, el magnetofn est grabando de la radio, no hagas ruido, sabes que me interesa, est grabando Rey Arturo de Purcell, hermossimo, puro. Pero ella, displicente, prfida, mala pcora, arriba y abajo con su terco taconeo por el mero placer de verle enfurecerse y luego carraspeaba y luego tosa (a propsito) y luego haca como que se rea sola y encenda la cerilla procurando hacer el mximo ruido y luego ms pasos resonando arriba y abajo con arrogancia, y mientras tanto Purcell, Mozart, Bach, Palestrina, los puros y divinos cantaban intilmente, ella miserable pulga, piojo, angustia de la vida, as no se poda seguir. Y ahora, despus de tanto tiempo, l hace funcionar la vieja atormentada cinta, vuelve el maestro, el divino, vuelven Purcell, Bach, Mozart, Palestrina. Ella ya no est, se fue, le abandon, prefiri abandonarle, l no 15

Dino Buzzati Las noches difciles sabe ni siquiera vagamente qu ha sido de ella. Ah estn Purcell, Mozart, Bach, Palestrina, suenan, suenan estupidsimos, malditos, nauseabundos. Aquel repiqueteo arriba y abajo, aquellos tacones, aquellas risitas (la segunda sobre todo), aquel aclararse la garganta, la tos. Eso s, msica divina. l escucha. Bajo la luz de la lmpara, sentado, escucha. Petrificado sobre el viejo desfondado silln, escucha. Sin mover en lo ms mnimo ninguno de sus miembros, escucha sentado: aquellos ruidos, aquellos versos, aquella tos, aquellos sonidos adorados, divinos. Que ya no existen, que nunca volvern a existir.

Los das perdidosA los pocos das de haber tomado posesin de la suntuosa villa, Ernst Kazirra, al volver a casa, pudo ver desde lejos a un hombre que con una caja sobre los hombros sala por una puertecita secundaria de la tapia del cercado, y cargaba la caja en un camin. Antes de poder llegar hasta l ya se haba marchado. Entonces le sigui en coche. Y el camin hizo un largo recorrido, hasta las afueras de la ciudad, detenindose al borde de un barranco. Kazirra se baj del coche y fue a inspeccionar. El desconocido descarg la caja del camin y, dando algunos pasos, la ech barranco abajo; que estaba abarrotado de miles y miles de cajas parecidas. Se acerc al hombre y le pregunt: Te he visto sacar esa caja de mi jardn. Qu haba dentro? Y qu significan todas esas cajas? El otro le mir y sonri: Todava tengo ms en el camin, para tirar. No lo sabes? Son los das. Qu das? Tus das. Mis das? Tus das perdidos. Los das que has perdido. Los esperabas, no es as? Han venido. Qu has hecho de ellos? Mralos, intactos, todava palpitantes. Y ahora... Kazirra mir. Formaban un enorme montn. Descendi por el terrapln y abri uno. Dentro haba una calle de otoo, y al fondo Graziella, su novia, que se iba para siempre. Y l ni siquiera la llamaba. Abri otro. Era una habitacin de hospital, y sobre la cama su hermano Giosu que estaba enfermo y le esperaba. Pero l se haba ido de viaje de negocios. Abri el tercero. Junto a la verja de la vieja y msera casa estaba Duk, el fiel mastn que le esperaba desde haca dos aos, puro pellejo 16

Dino Buzzati Las noches difciles y huesos. Y l ni siquiera pensaba en volver. Sinti que algo le atosigaba aqu, en la boca del estmago. El descargador permaneca erguido al borde del precipicio, inmvil como un justiciero. Seor! grit Kazirra. Esccheme. Deje que me lleve al menos estos tres das. Se lo ruego. Al menos estos tres. Soy rico. Le dar todo lo que quiera. El descargador hizo un gesto con la mano derecha, como sealando algo inalcanzable, como dando a entender que era demasiado tarde o que ya ningn remedio era posible. Luego se desvaneci en el aire, y en el mismo instante desapareci tambin el gigantesco montn de las misteriosas cajas. Y descendi la sombra de la noche.

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EquivalenciaEn un momento dado el famoso doctor, en la habitacin del enfermo, hizo una imperceptible seal a la mujer del enfermo y con una dulce sonrisa se encamin a la puerta. La seora intuy. Cuando se hallaron en el pasillo, el doctor adopt una expresin que haca al caso, profundamente humana y comprensiva. Carraspe: Seora dijo, es mi deber ineludible, muy a mi pesar, poner en su conocimiento... su marido... Es grave? Seora dijo l, desgraciadamente... la situacin es tal... Hay que darse cuenta de que... No, no me diga eso!... Usted quiere decir que... En absoluto, seora... No debemos, no debemos de ninguna manera precipitar las cosas... pero digamos... digamos... dentro de tres meses... s, s, podemos decir tres meses... Condenado? La providencia no tiene lmites, querida seora. Pero por lo que se refiere a nuestra humilde ciencia... le repito... tres meses como mximo... tres meses... Un violento estremecimiento la recorri de arriba a abajo. Pareci enroscarse sobre s misma. Ocult su cara entre las manos. Salvajes sollozos la sacudan. Dios mo, Dios mo, mi pobre Giulio! Entonces la eminencia, que estaba a la cabecera del enfermo, con un leve gesto invit a la mujer del internado a salir. Y ella comprendi. Una vez fuera, el mdico cerr lentamente la puerta de la habitacin. Despus se dirigi a la mujer con la voz aterciopelada de las grandes ocasiones: Seora dijo, para un mdico es ste un deber extraordinariamente ingrato. Sin embargo, debo serle franco... su marido... Est muy mal? Seora dijo el otro bajando ms todava el tono de su voz, me causa un profundo malestar... pero es sin embargo imprescindible que usted... Entonces, me parece comprender... Entendmonos: sera totalmente improcedente adelantar los acontecimientos... Nos queda, supongo, un cierto margen... eso... un ao... un ao por lo menos... Incurable, entonces? 18

Dino Buzzati Las noches difciles Nada es imposible, seora, ni siquiera los milagros. Pero por lo que la ciencia me permite entender... dira que un ao... A la pobrecilla le dio un vuelco el corazn, baj la cabeza, se tap los ojos con las manos y estall en un llanto desesperado: Oh, mi dulce prenda querida! Pero hubo un momento en que las miradas de la autoridad clnica y las de la mujer del enfermo se encontraron. Y ella entendi que el hombre la invitaba a salir. Dejaron as al enfermo solo. Ya fuera, despus de haber cerrado la puerta, el doctor, con acento grave y a la vez henchido de participacin afectiva, murmur: Es muy triste, crame, para un mdico desempear determinadas e indeseables obligaciones... Mire, seora, no tengo ms remedio que hacerle saber que... su marido... Corre peligro? Respondi el doctor terapeuta: Una mentira en estos casos, seora, no sera una buena accin... no puedo ocultarle que... Doctor, doctor, hbleme con el corazn en la mano, dgamelo todo... A ver si nos entendemos, seora... no pongamos el carro delante de los bueyes... No es inminente... tampoco puedo ser muy preciso... pero como mnimo... tenemos una tregua de tres aos... As, no hay esperanza? Sera una ligereza por mi parte ofrecerle intiles ilusiones... desgraciadamente la situacin es clara... dentro de tres aos... La desdichada no pudo dominarse. Lanz un lastimero gemido, y luego se deshizo en llanto gritando: Ah, mi marido... mi pobre marido! Pero en la habitacin del enfermo se hizo un silencio. Y entonces, casi por transmisin teleptica, la mujer supo que el clebre mdico deseaba salir de la habitacin junto con ella. Salieron en efecto. Y cuando estuvo seguro de que el enfermo no poda orle, el patlogo, inclinndose hacia la seora, le susurr al odo: Lo siento, seora, ste es para m un momento muy penoso... No puedo dejar de ponerla al corriente... su marido... Ya no hay esperanza? Seora dijo el hombre, sera tonto y deshonesto si con eufemismos intentase... Pobre de m... y yo que me haba hecho ilusiones... pobre de m! Cuidado, seora, justamente al igual que yo no pretendo ocultarle nada, tampoco quiero que sea usted la que dramatice prematuramente... Desde luego veo acercarse el trmino fatal... pero 19

Dino Buzzati Las noches difciles no antes... no antes de veinte aos... Condenado irremisiblemente? En cierto sentido s... No puedo disimularle, seora, la amarga verdad... veinte aos como mximo... ms de veinte aos no se los puedo asegurar... Fue ms fuerte que ella. Para no caer tuvo que apoyarse en una pared, sollozando. Y musitaba: No, no, no puedo creerlo, mi pobre Giulio! Con una tosecita diplomtica el doctor mir de una cierta forma a la mujer del cliente, que estaba ante l, al otro lado de la cama: era evidentemente una invitacin. Apenas en el vestbulo, la seora agarr por un brazo al famoso orculo, preguntndole, con aprensin: Doctor? A lo que l respondi con voz de juicio universal: Seora, es para m un deber serle franco... Su marido... Tengo que resignarme? Dijo el mdico: Tenga la seguridad de que si se vislumbrase siquiera una vaga posibilidad... Pero en cambio... Dios mo, es terrible... Dios mo! La comprendo, seora... y crame que comparto su dolor... Por otra parte no se trata de una forma galopante. Estimo que, para cumplirse, la funesta parbola emplear... emplear unos cincuenta aos. Cmo? No hay salvacin? No, seora, no... y se lo digo con el corazn encogido, crame... Hay un margen, pero no mayor de cincuenta aos... Hubo una pausa. Luego el grito lacerante de ella, como si un carbn encendido le hubiese penetrado en las entraas: Uhhhh! Uhhhh!... No, no!... mi marido! De pronto se reanim. Mir fijamente a los ojos a la eminencia. La cogi de la mueca: Doctor, disclpeme, pero entonces... Me ha dicho una cosa terrible. Pero, quiero decir, dentro de cincuenta aos, digo yo... medio siglo... dentro de cincuenta aos tambin yo... tambin usted.. En el fondo, entonces es una condena para todos, no? Exactamente, seora. Dentro de cincuenta aos todos nosotros estaremos bajo tierra, por lo menos eso es lo ms probable. Pero hay una diferencia, la diferencia que nos salva, a nosotros dos, y que en cambio condena a su marido... Para nosotros dos, que se sepa, no hay nada establecido todava... Nosotros podemos seguir viviendo, en una beatfica estulticia tal vez, como cuando tenamos diez o doce aos. Nosotros podramos morirnos dentro de una hora, dentro de diez das, dentro de un mes: no tiene importancia, es otra cosa. l no. Para l la sentencia ya existe. La muerte, en s misma, tal vez no sea algo tan horrible, a fin de cuentas. A todos nos llegar. Lo peor es 20

Dino Buzzati Las noches difciles saber, aunque sea dentro de un siglo, de dos siglos, el momento exacto en que se presentar.

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El escolloUn amigo siciliano me haba dicho que hace muchos aos, en la isla de Lpari, un viejo individuo se haba transformado en un escollo. El hecho no me haba asombrado exageradamente, dado el aspecto de aquellas rocas marinas. En pocas palabras, la historia que mi amigo me haba contado, de tercera o cuarta mano, era sta: Viva el siglo pasado, en Mesina, un individuo que posea una modesta flota de barquitas de pesca. A su nico hijo, siendo todava muy joven, le entr la pasin por el mar y a menudo sala con los aparejos de pesca del padre, lo que para el progenitor era a la vez motivo de orgullo y de preocupacin. Pero una noche, cerca de la isla de Lpari, a menos de cien metros de la costa occidental, un sbito oleaje arremeti contra el muchacho, del que nunca ms se volvi a saber. Desde aquel da el padre, enloquecido por el dolor, se traslad a Lpari y cada da, si el mar lo permita, se diriga con una barquita al lugar donde el hijo haba hallado la muerte, permaneciendo all largas horas. Y llamaba en voz alta al muchacho y le diriga interminables plticas. Pasaron as varios aos. El padre se qued viudo, era ya viejo, y slo los das de mucha bonanza poda satisfacer su insensato capricho. Hasta que una noche esperaron en vano su regreso. Se acudi al lugar, slo se hall la barquita vaca, mecindose en la suave placidez de las aguas. Pero, con gran estupor, precisamente en ese lugar los pescadores, que conocan aquella costa mejor que su propia casa, observaron que haba surgido de las aguas un escollo que antes no exista. Se crey en consecuencia que por fin el dolor sin remedio haba petrificado al viejo. Y desde entonces me contaba mi amigo por la noche ni siquiera los jvenes ms intrpidos osaban aventurarse por los alrededores y pasaban de largo. Pero desde lejos, especialmente los das de luna llena, se oyen las invocaciones, los sollozos, los gritos y los gemidos del desesperado padre. Me deca tambin mi amigo, que hacia el sur, aquel escollo tiene las facciones de un hombre viejo y descarnado. Y que a altas horas de la noche la boca se abre y se cierra al hablar, y que tambin los ojos se abren para derramar lgrimas. Pero ay de aquel que se aventure, con indiscretas miradas, a violar la solitaria afliccin. Un pescador que se atrevi a hacerlo perdi, en el espacio de pocos meses, a sus cuatro hijos.

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Dino Buzzati Las noches difciles El cuento, en cierto sentido, era muy hermoso. Y este ao, en que regres de vacaciones a las islas Eolias, solicit informaciones ms precisas. Las leyendas sin embargo florecen y se expanden cuanto ms lejos viajan por el mundo. Cuando se va a buscar su esencia al lugar de origen, en general slo se encuentran jirones de niebla. En Lpari algunos pescadores conocan, entre los muchos peascos, pequeos y grandes que asomaban al mar, el escollo denominado U vecchio signore, pero no supieron decirme nada ms. La lacrimgena historia del pescador enloquecido por la muerte del hijo nadie la conoca. Excepto un seor anciano, cuyo aspecto emanaba una gran dignidad, y al que intent acercarme en un caf. Tendra unos sesenta aos, de gran corpulencia, perfectamente afeitado, llevaba una camisa inmaculada de manga corta y me recordaba al actor que haca de jefe de la honorable sociedad en la pelcula El maoso con Alberto Sordi. Disclpeme le dije. Es usted de aqu, de Lpari? As es respondi con lentitud. Pero en invierno no vivo aqu. Puedo saber...? Mire, slo deseara pedirle una informacin, de carcter podramos decir folklrico. Diga, diga... Ha odo usted hablar alguna vez de la historia de un seor de Mesina que hace muchos aos se transform en un escollo? Omos, de pequeos omos fueron sus palabras textuales tantas cosas extraas... y aqu esboz una sonrisa entre diplomtica y recelosa. Pero pasan los aos... pasan los aos... Sabe usted por casualidad cmo se llamaba? Y cundo se produjo el hecho? El hecho, si se le puede llamar hecho, se remonta a 1870 por lo menos, pero tambin podra ser anterior, o hasta incluso no haber ocurrido nunca... Por qu? Usted no cree en ello? No me haga decir, se lo ruego, cosas que yo no... se mir el reloj de pulsera. Es tarde, lo siento... Y se fue riendo despedido con respeto por todos los parroquianos del caf. En el muelle de puertecito, al da siguiente, les pregunt a dos chiquillos dnde poda encontrar una barca con motor para poder acercarme a la isla. El mar yaca inmoto sin la menor ondulacin de sus aguas, no se requera una gran nave para semejante expedicin. Los chiquillos desaparecieron como una centella y apenas transcurridos cinco minutos estaban de vuelta con el barquero ms estrambtico que haba visto en mi vida. Era alto, esqueltico, intensamente plido y uno le habra echado sus buenos noventa aos o ms de no ser porque su rostro, afiladsimo, no presentaba ni una sola arruga. Por su singular 23

Dino Buzzati Las noches difciles sombrero de paja de ala horizontal anchsima recordaba algunas apariciones de los trpicos cargadas de fatalidad, como salidas de las pginas de Conrad. Pero lo que ms sorprenda era su total ausencia como en el caso de los fantasmas, que ignoran todo cuanto sucede a su alrededor. Pude observar que sus huesudos brazos terminaban en manos anormalmente nudosas que se movan con esfuerzo, revelando largos padecimientos de artrosis. Tambin su paso era cansino y algo tambaleante. Si el mar no hubiese estado tan sosegado, jams habra aceptado un acompaante tan problemtico. Sabes le pregunt antes de nada dnde est el escollo del Vecchio Signore? l baj levemente la cabeza tal vez en seal de asentimiento y sin volver a mirarme se dirigi a un cascarn miserable amarrado con un trozo de cuerda unos metros ms abajo. Para subir dio un desmaado saltito, que repercuti en todo su filiforme cuerpo con doloroso espasmo. Yo le segu. El hombre, que dijo llamarse Crescenzo, con soltura insospechada puso en marcha un destartalado motorcito del tamao de una mquina fotogrfica. Y nos fuimos, los dos, con rtmico borboteo. Yo me haba sentado enfrente de l. Inmvil, con una mano sobre la caa del timn, l contemplaba mi cara, pero no me vea, o al menos sa era mi desagradable sensacin. Mientras tanto habamos dejado atrs el muelle y la barquita haba enfilado la proa hacia el estrecho paso entre Lpari y Vulcano. Nada ms dejar el pueblo, la naturaleza se haba tornado salvaje y las orillas se erguan en rocosos acantilados de formas inslitas y siniestras. Qu distintos los perfiles de las Eolias de los solemnes, romnticos y tan humanos escenarios de la costa amalfitana, por ejemplo, o de Ischia, o de Capri. Tambin ah, acantilados, pinculos y precipicios. Pero conformes a la fantasa del hombre: profundidades de melodramas verdianos, grutas y acantilados coronados de verde, a la vez asprrimos y suaves, propicios a los vrtigos de amor. Mientras que all las murallas y los peascos se contorsionan, desnudos y abrasados, en pose de angustia y de delirio, siempre rememorando el infierno que bulle bajo sus pies. Muchos escultores de hoy haran bien en revitalizar su grcil inspiracin costeando las Eolias. Donde la naturaleza ha multiplicado inagotables invenciones de monstruos, gigantes, araas contorsionadas, ciclpeos rganos de tubos sesgados, retorcidas sirenas, ruinas tambaleantes, mascarones destrozados, abrasados altares, granticas saetas, nefandas llagas supurantes, gnomos y ogros expiando su culpa, desconsagradas catedrales. Creando as en brevsimos espacios soledades profundas, condensando a cada paso lo que representa su suprema belleza, o sea el misterio. Es se el Vecchio Signore? le pregunt a Crescenzo, cuando estuvimos a medio camino de la costa occidental de la isla. Lo haba reconocido en seguida. 24

Dino Buzzati Las noches difciles l se dio media vuelta para mirar, luego hizo un gesto de asentimiento. Adosado a una dramtica muralla, por lo que fcilmente puede pasar desapercibido, el escollo apenas alcanzaba los quince metros de altura. Su forma era tosca y redondeada, sin aristas ni espigones. Hacia el sur, es decir hacia nosotros que nos acercbamos, presentaba una ligera concavidad atormentada por un amasijo de horribles protuberancias amarillas y violceas que se arqueaban hacia abajo como cera a punto de derretirse. Como el sol la iluminaba casi verticalmente, las sombras dibujaban un rostro lejanamente humano, la cara de un encolerizado dspota que se disolva en la muerte. De las dos presumibles cavidades orbitales descendan, ya cristalizados, abyectos churretes de color purpreo. Y en la base, all donde las suaves olas, tropezando, marcaban una mnima franja de espuma, se abra una minscula caverna. Cuando estuvimos muy cerca, aunque el mar estuviese en reposo, se oy sin embargo all dentro, en el negro agujero, el retroceso de la ola, que emita un sonido de sollozo. Le ped a Crescenzo que apagase el motor. Con dificultad procedi a colocar los remos sobre los esclamos, para impedir que la barca derivase a sotavento. Ahora en el gran silencio, bajo el gran sol, el sollozo del agua en la gruta Hua ms doliente y cavernoso. Es verdad le pregunt que ste es un viejo seor de Mesina transformado en piedra? Eso dicen, eso dicen murmur l, casi sin voz. Es verdad que de noche llama a su hijo muerto y le habla? Eso dicen, eso dicen respondi. Es verdad que venir aqu de noche acarrea desgracia? Me mir inexpresivo, como si no hubiese entendido. Bajo la absurda ala del sombrero, el rostro sin edad tena la transparencia de las medusas muertas. Luego dijo: Tambin yo. Tambin yo soy de piedra. Desde hace veinticinco aos y me miraba fijamente, balanceando la cabeza con suavidad. T tambin, un hijo...? El fantasma hizo un gesto de asentimiento. Giovanni, se llamaba dijo. Suboficial de Marina. Matapan.

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Una carta aburridaNi yo misma s, querida Elena, cmo he podido estar tanto tiempo sin escribirte, sin dar seales de vida. Pero el tiempo pasa tan deprisa, y el invierno me pone siempre tan aptica! Al final le he matado. Bueno, ha hecho falta que pasasen cinco meses largos desde nuestro ltimo encuentro, y que llamase a la puerta, finalmente, la bendita primavera, aqu en el campo tan radiante, tan consoladora, para decidirme a coger la pluma y ponerme a charlar con mi querida Elenuccia. Te juro que no poda ms. Cmo me gustara que ahora estuvieses aqu a mi lado, t que tienes una sensibilidad tan parecida a la ma, que sabes escuchar las suaves voces de la naturaleza y de los viejos caserones, que sabes disfrutar como yo con los minsculos encantos de la vida domstica, para muchos otros montona y mezquina. Creme, desembarazarse de un marido semejante ha sido un gran alivio. Es casi de noche, los rboles y los prados se disponen a recogerse en el sueo. Ni yo misma s cmo he podido aguantar tantos aos. Una paz maravillosa se extiende en torno a mi casa (por suerte la carretera queda lejos) y un sentimiento de seguridad, de bondad, de satisfaccin, no s cmo expresarlo, de intimidad profunda apacigua mi nimo. Y adems el profesor ha dejado de atormentarme, ya no se queja, ya no da ms clases. En este momento no se ve, porque ya ha oscurecido, pero de da, aqu sentada, en mi escritorio, puedo ver los nuevos brotes de la enredadera que asoma por la ventana. Qu verde ms tierno, amoroso, conmovedor. Es la vida misma, es y no vayas a decirme que estoy loca la esperanza encarnada. Por la noche, mientras dorma, soltaba siempre un silbido por la nariz, era algo horrible. Y adems me engaaba. Sistemticamente. Sabes que la primavera hace chirriar los travesaos de los muebles antiguos, de los prehistricos palafitos? Hasta con la hija del casero, me engaaba, aqu abajo, a la salida del bosque, en la va del tren. Pero sabes que la primavera hace estallar tambin dentro de m, no s muy bien en qu parte de m, desde luego en lo ms profundo de los nervios y de los sentidos, hace estallar una especie de muelles, que han permanecido, quin sabe cmo, comprimidos durante largo tiempo? Zic, zic, tengo la sensacin de que infinitos saltamontes microscpicos escondidos en las partes ms recnditas de mi cuerpo salen disparados de pronto. Sensaciones mnimas, apenas perceptibles, y no obstante tan provocativas y suaves. Tambin t? Dime: tambin t, Elena querida? Ha sido fcil, sabes? Dorma con su acostumbrado silbidito. Haba encontrado un alfiler, quien sabe, tal vez de mi abuela, de esos que servan para 26

Dino Buzzati noches difciles sujetar los sombreros en la cabeza. Un bonito alfiler.

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stos son para m, quizs, los mejores das del ao. Haba calculado bien el lugar. l segua con su silbidito. Lo empuj hacia dentro con todas mis fuerzas. Como en la mantequilla. Esta maana, al salir al jardn, he tenido una deliciosa sorpresa: la guadina tropical, sabes, aquella que me haba trado de Zanzbar el doctor Genck, y que crea que se haba muerto, en el espacio de una noche haba echado una flor, pero cmo una flor? Una especie de llama, de antorcha, de erupcin incandescente. l todo lo que hizo fue abrir los ojos. No se movi. Susurr: Tendrs que ll... tal vez quera decir Tendrs que llamar al mdico. No se dio cuenta de que haba sido yo. Con aquella Ll... se desinfl como un globo con poco gas. Es una planta diminuta, la guadina, te acuerdas? Una cosita de nada, una frivolidad, y sin embargo llevaba oculta en su seno, en sus fibras ms recnditas, tanta carga de vida. Es algo maravilloso, la naturaleza. Yo no acabo de salir de mi asombro. Inagotable mina de belleza, de generosidad, de sabidura, de genio artstico. Y sabes lo ms extraordinario? Las mariposas valquirias, aquellas a rayas azul plido y lila, aquella obra maestra de la creacin, las ms hermosas, las ms delicadas, las ms liberty, las ms femeninas, que adems vuelan de aquella forma especial, te acuerdas?, casi contonendose, bueno, t a lo mejor no te lo creers, pero todas, fjate bien todas, estaban encima de la impetuosa flor, la cual pareca complacida. Menudo golpe cuando lo baj de la cama. Ni pensar en levantarlo, gordo y pesado como era. Y luego ms golpes mientras le llevaba a rastras por las escaleras. Cada escaln un golpe. Un buen trabajo. l en cambio cada vez ms feo, con aquellos bigotes que le colgaban. Ah, otra buena noticia. Mirandola, mi gata siamesa, ha dado a luz seis gatitos que son una preciosidad. El encuentro con el semental de los Soffiati ha dado sus frutos. Perfectos, puedes creerme. El veterinario que asisti al parto, aquel Scorlesi tan simptico, t tambin le conociste, no?, no sala de su asombro. Recin nacidos, deca, y ya con esas orejas. Podran ganar concursos ahora mismo!, deca. Le llev hasta el escotilln que va a parar a las cloacas. Chac, o, cuando lleg al fondo. En el tedio del invierno, que aqu en el campo es ms perceptible que ah en la ciudad donde tenis tantas luces, tanto movimiento, tantas buenas ocasiones, tantas (ay!) llamadas telefnicas, sabes que he ledo un montn de libros? Te vas a rer. Y pensars que me he vuelto chocha, gazmoa y santurrona. Rete, rete. Me he enamorado de los viejos Evangelios. Me haba explicado muchas veces que nuestra cloaca comunica con una corriente subterrnea que se pierde quien sabe dnde, la casa se levanta sobre un terreno calcreo, socavado por galeras y cavernas. Naturalmente, cuando era nia me haban hecho leer los Evangelios como libro de texto, por eso los odiaba. Ahora, en cambio: todas las noches, pero todas, antes 27

Dino Buzzati Las noches difciles de cerrar los ojos, abro al azar el pequeo librito. Qu pginas tan divinas! A la maana siguiente denunci su desaparicin a la polica. Dije que le haba visto por ltima vez la tarde precedente. Cada vez es una inyeccin de fe, de serenidad, de beatitud. Hasta el punto de que tengo intenciones de restaurar la iglesita de al lado, perteneciente a la casa, ms bien delabre. Y quien me dice que no se me tendr en cuenta algn da, cuando los ngeles (o los demonios?) me conduzcan a la presencia de Dios! Pero, a propsito, antes de despedirme quizs he estado un poco aburrida, verdad? quiero explicarte aquel poncho peruano que tanto te gustaba. Volvi a eso de la una de la madrugada, jurara que haba estado con la hija del casero. La polica lo est buscando por aquellos parajes, yo misma he dado a entender algo. Pues bien, escucha: se necesitan unos doscientos gramos de lana shetland gris (o beige), ms noventa gramos de la misma lana negra (o tabaco), ms cincuenta gramos de la misma lana blanca (o crema) y agujas del 3. Se trabaja en dos partes menguando un punto por cada lado en cada pasada del derecho. En cualquier caso, aqu debajo no le encontrarn nunca. Me haba explicado muy bien, el difunto profesor, las caractersticas de los terrenos calcreos. Para la primera parte: con la lana gris montar 262 puntos y hacer diez pasadas de canal, luego sin dejar la lana gris 16 pasadas de punto liso. En las novelas se habla del remordimiento, si vieses en cambio qu paz, qu tranquilidad, qu silencio. Pasada veintisiete: un punto con lana blanca, tres puntos con lana gris; repetir desde * a * hasta el final de la aguja terminando con un punto en lana blanca. Pasada veintiocho: tres puntos con lana blanca, un punto con lana gris, repetir desde * a * hasta el final de la aguja, terminando con tres puntos en lana blanca. Es imposible que le encuentren, absolutamente imposible. Pasadas veintinueve y treinta, en lana blanca. De la treinta y una a la treinta y cuatro, en lana gris. De la treinta y cinco a la treinta y ocho, en lana negra. Treinta y nueve y cuarenta, en lana gris. Cuarenta y una y cuarenta y dos, en lana blanca. Y espero que no se te ocurra contrselo a nadie, aunque seas la hija de un juez. De esta forma nos quedan 226 puntos en la aguja. Cuarenta y tres y cuarenta y cuatro, en lana negra. Cuarenta y cinco

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Contestacin globalEn la nutrida asamblea de jubilados, un viejo funcionario de seguros, llamado Modesto Svampa, pidi la palabra. Todos sabis, queridos amigos, lo que est sucediendo en el mundo. Es un fenmeno maravilloso y nuevo en la historia. Que puede, que debe servirnos de ejemplo tambin a nosotros, aunque nos encontremos en el ocaso de la vida, mejor dicho, precisamente por eso. Un murmullo interrogativo y perplejo se levant entre el auditorio, lo menos eran quince mil matusalenes. Qu clase de majadera iba a soltar ahora el viejo Svampa, especializado en animar las asambleas anuales con las propuestas ms extravagantes? Sin embargo nadie le interrumpi. El hecho nuevo en la historia, por lo que parece, es ste. Basta la accin decidida de unos cuantos miles de jvenes, todo lo animosos e impetuosos que se quiera, pero desarmados, para hacer entrar en crisis al gobierno de una nacin que tiene decenas y decenas de millones de habitantes. Todo consiste en la voluntad unnime, en la firmeza de las intenciones. Vosotros me diris: la polica, la autoridad administrativa, las fuerzas del orden. Ya habis visto para qu sirven. Los hombres de gobierno ms autoritarios y soberbios, frente a esa oleada de juventud que no obstante carece de tanques, de aviones, de bombas y hasta de cortaplumas, se han bajado los pantalones, y perdonadme la expresin algo cruda. Y qu quieren estos chicos?, prosigui Svampa, impetuoso, antes de que nadie tuviese tiempo de hacer objeciones. Qu es lo que quieren? Qu representan? Su bandera es a todas luces clara: contestacin global. Quieren desmantelar todo lo que actualmente constituye el armazn, probablemente podrido, de la sociedad, la divisin de clases, las injusticias, las mentiras, las inhumanas relaciones de trabajo, los privilegios, la esclavitud del hombre integrado como ellos dicen, en un mundo mecanizado, opresivo, uniformador, dominado por polvorientas caritides, ms viejas todava que nosotros. Y lo conseguirn, podis estar seguros de que lo conseguirn. Con qu medios, decidme, van a poder detenerlos? Hizo una pausa, se produjo un extrao silencio. Todos le miraban estupefactos. Pero son jvenes! prosigui. Por muy buenas que sean sus intenciones, no pueden saber lo que es la vida. Y nosotros, en cambio, lo sabemos, vaya si lo sabemos. Ellos combaten por un ideal, tal vez incluso insensato y confuso, y sin embargo fascinante. Pero, me pregunto, es realmente total su contestacin? Por qu, disponiendo de una fuerza de choque irresistible, no la dirigen contra la peor 29

Dino Buzzati Las noches difciles condena de todos los humanos? Qu clase de contestacin es, si olvida la injusticia ms horrenda? Por qu en el primersimo plano de esta totalidad contestataria no se considera la muerte? Me ro de las desigualdades sociales, de la esclavitud de las masas, de la reforma universitaria! La muerte, sta s que es la plaga que aflige, desde tiempos inmemoriales, a la historia de la humanidad! Hubo aqu y all, algunas visitas. Tambin se oy un silbido. Los dems se callaron. Estaban pendientes de los labios de Svampa. A lo que l, muy serio, dijo: Pero podemos pretender que estos imberbes, magnficos imberbes si queris, pero inevitablemente inexpertos e inconscientes, hagan suya esta suprema instancia? Podemos confiar en que sean ellos los que contesten, los que eliminen, la ms triste de las leyes que ha reinado hasta ahora implacablemente sobre el mundo? Oh, queridos amigos, os dais cuenta de qu maravillosa ocasin se presenta ante nosotros, abuelos, bisabuelos, pero todava vivos y dueos de nosotros mismos? Bastar un gesto de ejemplo y millones de criaturas en el ocaso de su vida se unirn a nosotros. Os dais cuenta de que est en nuestras manos cambiar radicalmente el curso de la historia? Ocupacin! Ocupacin! Ocupacin de los hospitales! De los cementerios! Impidamos, por vez primera, finalmente, el paso a la muerte! Fue un alarido inmenso, aunque algo ronco, de miles de viejos. La semilla de la revuelta ya estaba sembrada. La ordenada asamblea se convirti en un burbujeante caldero en ebullicin. Parecan posedos. Ocupacin! Ocupacin! gritaban. Del teatro Magnum, lugar de la asamblea, la manifestacin sali hacia las siete de la tarde. Ordenados, impasibles, pegados uno a otro, a pasos lentos pero seguros. Misteriosamente asomaron entre la multitud carteles y pancartas: Basta con la muerte! Viva la verdadera contestacin global! Abajo para siempre la maldita seora! Llegaron fotgrafos, reporteros, enviados especiales con furgonetas azules. La noticia se extendi por todo el pas, por todo el mundo. Por suerte ya haba llegado el buen tiempo. Los matusalenes haban formado un ininterrumpido cordn de piquetes en torno al hospital principal. No tenan cuchillos, ni pistolas, ni metralletas, slo alguno dispona de un bastn. Se encendieron las farolas. Un venerable compositor de revistas musicales de la poca de Ins Lidelba improvis un himno bellsimo. El estribillo deca: Cambiar, cambiar nuestra suerte, estamos requetehartos de la muerte! Un guitarrista que en sus buenos tiempos haba trabajado en la orquesta de Jack Hilton, lo adapt al ritmo del shake. Cay la noche sobre el frenes de los viejecitos que bailaban con increble transporte. Hacia las once y media lleg volando, desde Samarcanda, con la velocidad del pensamiento, la terrible seora. Tena que cobrarse, aquella noche, en el hospital, una veintena de vidas. Iba como es natural camuflada de doctora, vestida sobriamente, pero con cierta distincin. Quiso entrar por la puerta principal. Aqu, para su 30

Dino Buzzati Las noches difciles desgracia, estaba Svampa, que la reconoci nada ms verla. Se dio la alarma. La inoportuna fue rechazada bajo una lluvia de improperios. En los pasillos, los asistentes y las hermanas que esperaban de un momento a otro la defuncin del ultramoribundo para irse a dormir, vieron al internado incorporarse sobre los almohadones con un inverosmil retorno de vida y pedir un plato de fettuccini all'aglio. Pasos a mejor vida clnicamente ms que previstos de repente se resolvan en fulminantes curaciones. Por su parte, la muerte, cobijada a la sombra de una cantera prxima, hojeaba nerviosamente sus notes, controlando los innumerables compromisos de la noche. Qu hacer? Recurrir a la fuerza contra la barrera de los viejos? Saba que ya era bastante impopular, slo habra faltado esto para resultar exageradamente odiosa. Entre tanta execracin, la vida acabara hacindosele insoportable. Tras calcular los pros y los contras, se march para conseguir su botn nocturno en otros lugares, desde luego trabajo no era lo que le faltaba, nunca le haba faltado. Con el moderno desarrollo de las comunicaciones, en poco tiempo todo el pas estuvo al corriente. Personajes de elevada condicin, que no conviene citar ahora, pronunciaron inspiradas proclamas de congratulacin, procurando de alguna forma hacerse personalmente con una partcula de aquella estrepitosa victoria; la gente empez a calentarse la cabeza, as pues haba periclitado la eterna condena del hombre? Pero he aqu que, a raz de la noticia, fue convocada urgentemente en el aula magna de la universidad la asamblea de los estudiantes contestatarios. No eran celos profesionales lo que les animaba, era una preocupacin perfectamente justificable. Si esos condenados viejecitos bloqueaban la actividad de la muerte, ninguno de los viejecitos iba a dejar este mundo, la poblacin asumira dimensiones espantosas, alimentarla se convertira en algo imposible no ya con los actuales medios disponibles sino incluso con los que ellos, jvenes estudiantes, iban a proporcionar al mundo mediante la contestacin global. Haba que defenderse sin perder un minuto. Ya tenemos pues una manifestacin violentsima que sale de la universidad en direccin al hospital principal. Y aqu las dos formaciones se hicieron frente: los viejos, distribuidos en torno al nosocomio, los jvenes alineados enfrente, a unos cincuenta metros. Empezaron a volar speras invectivas: Chochos, a la fosa! Cmara ardiente! Putrefactos! Enemigos del pueblo trabajador! Svampa corra arriba y abajo, intentando reanimar a los compaeros desorientados. Pero tambin l estaba plido; de repente se sinti cansado y desanimado. Con angustiosa envidia, miraba los cuerpos que estaban enfrente, malvados, duros, desaliados, vidos, barbudos, despiadados, pero qu escandalosamente jvenes! Quin tena razn? En aquel momento, ms all del cordn de los estudiantes, repar en ella, la infame, que haba llegado volando de la Tierra del Fuego y 31

Dino Buzzati Las noches difciles merodeaba por los alrededores buscando un pasaje. Eh, eh, seora! le grit con toda la voz de la que fue capaz. Y la otra se dio media vuelta. Avanz, dejando a los suyos. Se abri paso entre los estudiantes, estupefactos, sigui avanzando, la alcanz. Vamos, condesa le dijo con una amarga y hermossima sonrisa, cogindola de la mano. Aqu estoy. Se lo suplico, llveme lejos de aqu.

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Accidentes de trficoDime, profesor, al otro lado de la verja, qu hay? Al otro lado de la verja hay algo que es mejor no saber. Y a la vuelta de la esquina, qu hay? A la vuelta de la esquina estn los disgustos. En fila, uno detrs de otro, esperan, alguien pasar. Quin de vosotros quiere pasar? Y detrs del seto, qu hay? Detrs del seto est la carretera, piedras y polvo, polvo y piedras o tambin alquitrn, asfalto, con toda la sealtica prescrita por la ley. Y a los lados los mojones que dicen al transente: mira, han pasado veinte metros, luego otros veinte metros, polvo, piedras y asfalto ardientes bajo el sol y nunca se termina, la carretera vuela, atraviesa montaas y bosques, hasta desaparecer en el horizonte. Dnde os llevar? S, s, profesor, cuntanos las historias de la larga carretera, quien sabe cuntas habr visto, quin sabe cuntos habrn caminado sobre el polvo, sobre las piedras y sobre el asfalto, y a lo mejor hasta corran, tanta era la prisa que llevaban, para llegar. A dnde? A dnde? Cuntanos las historias. Voy a contaros, chicos, la del adelantamiento infortunado. Pues bien, haba un seiscientos que quiso adelantar a un carro parado mientras por el otro lado vena un camin. Qu es lo que pas exactamente no se sabe. En el coche iban cinco, parece que todos andaban entre los treinta y los cuarenta aos, se habla de una rubia bellsima con una larga melena sobre los hombros. El hecho es que del camin salieron bien parados, pero justo en el ltimo momento, por la prisa en volver a la derecha, con el parachoques posterior tocan una rueda del carro, apenas la han rozado, slo un ligero toquecito pero ya sabis qu frgiles son esos coches, tal vez el asfalto estaba mojado, en fin empiezan a dar bandazos, a uno y otro lado, en el fondo nada irreparable porque, pasado el camin, no vena nadie ms y la carretera estaba completamente vaca. Un viraje brusco del volante? Un frenazo a destiempo? Quin sabe. El coche, sin ningn desperfecto, estaba a punto de detenerse, cuando debe haber topado con un socavn, con un saliente, vete a saber. Se ladea y cae de costado. Pero sin ninguna sacudida violenta, muy despacito, nadie poda hacerse mucho dao. Pero estas cosas nunca se sabe cmo van a acabar. Al tumbarse algo debe haber pasado porque el depsito de gasolina explota, el coche entero se convierte en una antorcha. Dentro los cinco se ponen a gritar, intentan abrir una puerta pero la puerta ha quedado bloqueada. Llegan los campesinos del carro, llegan los camioneros de un camin, llegan los camioneros de otro camin. Era invierno, se estaba haciendo de noche. Pero quin 33

Dino Buzzati Las noches difciles puede acercarse a las llamas? Un camionero lo intenta dos veces, ocultando su cara bajo una manta, pero lo nico que consigue es quemarse las manos. Y los cinco, all dentro, estn vivos, son jvenes, estn intactos y vivos, y se vuelven locos ante la idea de morir tan estpidamente, como ratas. Socorro! Socorro!, gritan, venid a abrirnos! Deprisa, deprisa, sacadnos de aqu!. Los campesinos del carro y los camioneros del camin lo intentan pero no pueden ni siquiera acercarse. Se ve cmo la ropa de los cinco se vuelve negra, se ve cmo la cabellera de la rubia arde como si fuera paja. Venid a abrirnos, canallas! gritan. Malditos, malditos, no nos dejis morir as!. Conoc a uno de aquellos camioneros; me dijo que haba hecho tres guerras, que las haba pasado de todos los colores, y que nunca haba visto algo tan horrible como aquel coche con aquellos cinco jvenes dentro que se retorcan en la muerte maldiciendo al mundo: Cochinos, malditos, asquerosos! gritaban, sobre todo la mujer. Ojal os d un cncer y vuestros hijos revienten. Luego las palabras se confundieron en un nico alarido que ms tarde fue ronquido y despus nada. Cuestin de segundos. Hasta los huesos se quemaron, hasta la matrcula, quines fueran los cinco infelices nunca se supo. Pero aquel camionero dice que al final aunque el coche segua envuelto en llamas al final vio llegar de los campos de los alrededores a seis o siete tipos negros que parecan bailarines, as me los describi, y llevaban largas colas. Pues bien, estos ltimos pasaron a travs de las llamas y sacaron de all a aquellos monstruos, porque se haban convertido en verdaderos monstruos y el camionero me dijo que eran las nimas. Y aquellos tipos negros eran los demonios que se los llevaban al infierno. Pero quin sabe si este ltimo particular es cierto. Profesor, qu bonito es orte contar historias de la carretera. Anda, s bueno, cuntanos otra. Bien, entonces os contar la de la juventud. Era en Amrica, una noche de mayo, del mayo pasado para ser exactos. Cinco estudiantes, tres chicos y dos chicas, y al volante un tal Danilo, los dems no s cmo se llamaban. Y este Danilo era hijo de unos ricos industriales, era un chico muy guapo, en la escuela siempre haba sido el primero de la clase, en los deportes ganaba todas las competiciones, era una especie de pequeo Dios y por eso los dems chicos le odiaban. Aquella noche iban en coche a gran velocidad porque eran jvenes, sencillamente. Probablemente habran ido a hacer el amor. Las dos chicas eran tipas salvajes y decididas a todo, y en un momento dado una de las dos le dice a Danilo: Oye, to, te atreves a lanzarte contra los coches que vienen en direccin contraria y luego desviarte en el ltimo momento? Nosotros lo llamamos el juego de las palomas, tambin las palomas por la calle parece que tengan que ser aplastadas y en cambio se escabullen en el ltimo momento. Te atreves, to? En primer lugar yo no me llamo to, responde l y luego ese juego que t dices lo conozco de sobras, slo que no me gusta, porque t sabes perfectamente lo que haces t, pero no sabes lo que pasa por la cabeza del otro que viene en 34

Dino Buzzati Las noches difciles direccin contraria y a lo mejor en el ltimo momento tambin l se aparta por el mismo lado y entonces nos hacemos papilla. Si uno se atreve pero luego no se fa es como si no se atreviese dice uno de los chicos. Desde luego hay que tener hgado dice el otro. En fin empiezan a pincharle, mejor dicho continan durante kilmetros y kilmetros hasta que l pierde la paciencia y dice: Muy bien, odme con atencin, mocosos. Veis esos dos faros que se acercan, de color azul?, debe ser un Continental ltimo modelo, un coche slido. Voy a lanzarme contra l y cuando est a punto de darle, odme bien, no me aparto ni un centmetro, me lanzo de lleno a toda velocidad, as vemos qu es lo que pasa. Me he explicado bien? T, to, eres el bocazas de turno, responde una de las chicas ye-y. T sencillamente me das risa, nunca te atrevers a nada parecido. Ah, no? Mientras tanto, a aquella velocidad vertiginosa, los dos faros azules se haban ido acercando, no faltaran ms de doscientos o trescientos metros. Ah, no? repiti Danilo. Slo en el ltimo momento, en el ultimsimo, los cuatro compaeros entienden la horrible broma y se ponen a chillar. En el coche de los faros azules hubo tres muertos; del coche de los estudiantes slo se salv uno: el que luego ha contado la historia. Ah, es magnfico, profesor, or cmo cuentas estas preciosas historias de la carretera. Anda, s bueno, todava es pronto, por qu no nos cuentas otra? Bien, entonces os contar la del amor materno. Pues bien, haba, mejor dicho hay, porque todava existe, una vieja madre que desde hace ms de veinte aos espera que su hijo vuelva de Rusia. El hijo haba desaparecido durante la gran retirada, alguien dijo que le haban hecho prisionero, pero no es seguro. Ahora bien, ya sabemos lo que es la esperanza de una madre. Un bulldozer, de esos que socavan las montaas, es una hormiga en comparacin. Bueno, al cabo de veinte aos esa vieja seora espera todava, y como vive en las afueras de la ciudad, junto a la carretera que viene del norte, se pasa todo el da en la ventana mirando los coches y los camiones que llegan del norte; en alguno de ellos podra estar su hijo. Y con cada coche que aparece en el horizonte y va acercndose, su corazn empieza a latir y como es un continuo desfile, ella est siempre sobresaltada, no tiene un minuto de sosiego y todo esto es tremendo, pero a la vez es lo nico que la mantiene viva. Pero precisamente debajo de su casa, que es un enorme edificio de diez pisos, justo debajo hay un cruce tristemente clebre por los terribles choques que se producen. Que se deba a indisciplina, o a que los semforos no estn bien sincronizados, o que sea uno de esos cruces embrujados donde seales, guardias y controles de nada sirven porque acta una misteriosa maldicin, el hecho es que no hay da en que no se produzca uno de esos atroces accidentes. La vieja seora est en la ventana y ve. Y si a bordo de uno de esos dos coches estaba su hijo que volva de Rusia? Con el corazn en la garganta, baja precipitadamente a la calle, corre a ver quines son los muertos y los heridos. Qu alivio, cada vez. En ese coche nunca est su hijo. Qu 35

Dino Buzzati Las noches difciles suerte! La vieja seora se santigua, lanza una mirada en derredor, radiante: Bendito sea Dios, demos gracias a Dios. Durante unos instantes es una mujer feliz. Una vez ms, casi por milagro, su hijo est a salvo. Naturalmente todos piensan que est loca. Gracias, profesor, sta tampoco ha estado mal. Pero no es tarde todava, sabes? Vamos, anda, s bueno, cuntanos todava otra breve historia de la carretera. Bien, chicos, entonces os narrar la de los lobos. Es as: hay un bosque negro por el que pasa la carretera y en el bosque viven los lobos, que estn eternamente hambrientos y sin hambre seran buenos y mansos, pero las ganas de comer son grandes y entonces los lobos, en la oscuridad, ocultos tras los troncos de los rboles, estn al acecho porque un da u otro el emperador tendr que pasar y ellos han decidido asaltarlo. El emperador viaja con caballos y estandartes, su carroza es de oro, los trompetistas, caracoleando, tocan las trombas y detrs vienen los carros con las provisiones, carne, jamn, faraona, mortadela de Mdena, ostras de Ostende, pasteles, dulces de todas clases...

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BoomerangDespus de varios das de tensin, el gobierno provisional de Ladogia, presidido por el general Gik, ha aceptado la propuesta americana de una comisin de encuesta internacional para establecer la responsabilidad de la matanza de Hemanga. Al trmino de la sesin del Consejo supremo militar reunido con carcter de urgencia, el presidente de los Estados Unidos de Amrica ha hecho una declaracin distensiva asegurando que, en aras de la paz, ningn contingente americano ser enviado a Ladogia. La atmsfera en el sudeste asitico parece de esta forma haberse apaciguado. Top secret. Para garantizar el control de ese enclave territorial, tras las decisiones del presidente, el Pentgono ha dispuesto un nuevo plan de inspecciones areas en profundidad denominado Ojo penetrante mediante aparatos U99 que pueden volar a una gran altura, los cuales, despegando de bases estadounidenses en Anatolia, sobrevolarn la Ladogia septentrional hasta adentrarse en territorio chino, todo ello con objeto de identificar las eventuales movilizaciones y concentraciones militares. Dada la importancia del plan Ojo penetrante, ha sido enviado a Turqua el general Fred G. Lenox Simmon, considerado como el mximo especialista en el reconocimiento estratgico. Ser l quien asuma la direccin de los vuelos de exploracin de largo alcance, participando tal vez personalmente. Se ha considerado oportuno que se traslade a Turqua de incgnito, como turista, acompaado de su esposa, bajo nombre falso: con objeto de evitar fciles ilaciones por parte de los observadores extranjeros. Antes de llegar a Turqua, el general Lenox Simmon, con pasaporte a nombre de Eduard L. Shalheim, har un viaje, se entiende turstico, por Persia, Pakistn, India y Japn. En el viaje de regreso, su estancia en Turqua podra pasar, al menos oficialmente, desapercibida. En el vestbulo del Hotel Intercontinental de Karachi, mientras espera al coche que debe llevarle al aeropuerto, desde donde despegar con destino a Estambul, el general Lenox Simmon ha sido reconocido, a pesar de haberse dejado crecer el bigote, por el coronel Getsiari, agregado militar de la embajada turca en Washington. Desaparecido el incgnito, sobre el que a decir verdad el general americano haba depositado una confianza muy relativa, a Lenox Simmon le ha resultado imposible, una vez llegado a Turqua, sustraerse en las invitaciones de rigor. Entre otras cosas el general Lenox Simmon ha sido invitado por el primer ministro turco a su residencia no muy lejos de Ankara. 37

Dino Buzzati Las noches difciles Se ha establecido entre los dos una relacin de simpata. Y el general americano lo ha aprovechado para solicitar del gobierno turco el permiso precedentemente negado con la excusa de una epidemia de viruela en la zona para realizar determinadas investigaciones arqueolgicas proyectadas por el profesor Alpha Lenox Simmon, hermano del general, profesor de la Universidad de Mirabilis, Wisconsin. El premier turco le ha asegurado el placet. Recibida la buena noticia, el arquelogo Alpha Lenox Simmon ha acelerado inmediatamente los preparativos de la expedicin, ya muy adelantados. Durante estos preparativos, una pesada caja de aparatos cientficos, a punto de ser cargada en el camin, ha resbalado por la escalera en el vestbulo del Instituto de arqueologa de la Universidad de Mirabilis, Wisconsin. Mientras intentaba retenerla, el profesor Stephy H. Drummond, brazo derecho del arquelogo Lenox Simmon, ha dado un resbaln, fracturndose la tibia. En lugar del profesor Drummond, imposibilitado para el viaje, ha sido designado el profesor Jonathan G. Descalzo, que ir acompaado de su esposa Lenore, ayudante en la misma Facultad. Aprovechando la larga ausencia de su hijo, la madre del profesor Descalzo, seora Mara Paturzi, ha decidido realizar finalmente un viaje a Italia para visitar, despus de tantos aos, a su hermano mayor Carmine, propietario de un hotelito en la costa de Calabria. Para celebrar la inesperada llegada de su hermana, Carmine Paturzi ha organizado, en su hotel, una comida, invitando a sus amigos y a los notables del lugar. Entre los invitados se encontraba el doctor Mario Lumani, mdico municipal de la comarca, persona culta y amable, aquejada no obstante del vicio de la bebida. Desde haca ms de seis meses el doctor Lumani haba conseguido imponerse una disciplina con frrea exclusin del alcohol. En casa de los Paturzi sin embargo no ha podido resistir la tentacin y hacia las dos de la madrugada se ha despedido de los contertulios completamente borracho. Al volante de su viejo 1.100 por la carretera de Amantea, el doctor Lumani, al tomar la breve desviacin que conduce a su casa a orillas del mar, ha vislumbrado a la luz de los faros un objeto blanquecino. Creyendo que se tratase de una hoja de papel, no ha movido el volante, pasando por encima. La ligera sacudida del coche le ha dado a entender sin embargo que no era un trozo de papel. Aunque inseguro en sus movimientos y en su pensamiento por el exceso de licores, el doctor Lumani ha detenido el coche y se ha bajado a inspeccionar. En el camino ha encontrado un pequeo perro bastardo que todava palpitaba en los estertores de la agona. Maldicindose a s mismo, el doctor Lumani ha vuelto a subirse al coche y ha llegado a su casa. El perro est muerto y yace extendido al lado derecho de la 38

Dino Buzzati Las noches difciles calzada no asfaltada, en la oscuridad de la noche. No ha pasado nadie, durante las sucesivas horas nocturnas, por aquel camino, nadie lo ha visto. Pero. Pero a las siete de la maana el pintor Peter Hobboch, hngaro, llamado el pintor Kon-Tiki por haber llevado a cabo varias difciles travesas, l solo, con un minsculo fueraborda, tomar tierra en aquella costa, amarrando su barca con un cabo a una roca de la orilla. Alcanzando a ver un riachuelo remontar la abrupta orilla en busca de agua. Al desembocar en la margen del camino que lleva a la casa del doctor Lumani se encontrar de bruces con el pequeo perro muerto. Cuya expresin cruelmente pattica le afectar profundamente, hasta el punto de que se detendr para retratar al animal con sus pinceles. Absorto en su apasionante trabajo, no se dar cuenta de que por poniente est avanzando un oscuro nubarrn de tormenta. Un sbito y violento vendaval barrer la costa occidental calabresa, empujando la barca del pintor Hobboch contra las rocas; y el fueraborda quedar malparado. Ante la imposibilidad de proseguir en barca, el pintor se refugiar en el hotel de Carmine Paturzi. All conocer a la todava atractiva seora Descalzo y, correspondido en su simpata, le har un retrato, considerando por primera vez en su vida la posibilidad de casarse. Solicitada en matrimonio, la seora Mara Descalzo Paturzi, viuda, se sentir halagada en extremo pero, antes de decidirse, escribir a su hijo Jonathan, an en Anatolia, pidindole consejo. El profesor Descalzo, conociendo el carcter fantasioso, impulsivo y voluble de su madre, le pedir a su jefe, el arquelogo Lenox Simmon, un breve permiso para ir a Italia. Tras el permiso de Lenox Simmon, Descalzo saldr por la noche de la zona de las excavaciones a bordo de un jeep, confiando en llegar a Ankara, distante unos 180 kilmetros, antes del amanecer. All dejar el jeep en el aeropuerto, para recogerlo a su regreso de Italia. Tras media hora escasa de viaje, cuando Descalzo apenas haba recorrido diecisiete kilmetros dado lo abrupto del camino, un avin U99, de regreso de una de aquellas inspecciones lejansimas sobre tierras prohibidas, descargar un depsito suplementario de gasolina. El depsito vaco, precipitado desde una altura de 23.000 metros, caer sobre el cap del jeep, agujereando la cubierta y rompiendo el carburador. Incapaz de reparar la avera, el profesor Descalzo abandonar el coche, encaminndose contrariado hacia el campamento de la expedicin, al no existir en los alrededores ningn centro habitado. Confa en que en tres o cuatro horas podr reunirse con sus compaeros. Apenas tres horas despus, Descalzo alcanzar a la expedicin. 39

Dino Buzzati Las noches difciles Dada la hora las dos menos cuarto le sorprender divisar una tienda todava iluminada. Con una vaga sospecha, en lugar de llamar, se aproximar en silencio. Y, llegado a la tienda iluminada, oir voces extraas. Alzando enrgicamente un borde de la tienda, el profesor descubrir al jefe de la expedicin Lenox Simmon y a su propia esposa Leonore tiernamente abrazados. Sacando del bolsillo la pistola, disparar, matando al arquelogo. La noticia del homicidio, difundida por las agencias, ser captada por radio por el hermano de la vctima, volando a 23.000 metros sobre territorio prohibido, durante uno de sus rutinarios vuelos de reconocimiento estratgico. Profundamente conmovido por la noticia, el general Fred G. Lenox Simmon decidir acortar la ruta de regreso, atravesando buena parte de China en lugar de seguir el habitual itinerario prudencial. Dos cazas Sakka de la aviacin china divisarn y atacarn al avin del general obligndole a aterrizar. El general ser hecho prisionero. El caso levantar ampollas y el gobierno de Pekn presentar una protesta formal. Instigados por agentes comunistas, los simpatizantes del partido Gikks, seguidores del general Gik, protagonizarn en la capital Kah violentas manifestaciones antiamericanas. La embajada de los Estados Unidos ser asediada por los manifestantes. Vctima del pnico, un radiotelegrafista de la embajada abrir fuego con un fusil ametrallador matando a seis hombres y una mujer. Exasperada, la multitud asaltar la embajada americana, invadindola y masacrando a cuantos all se encontraban. Al mismo tiempo otras turbas exaltadas perseguirn a los ciudadanos americanos residentes en Kah. Sesenta muertos americanos, trescientos heridos. El presidente de los Estados Unidos dar orden a las fuerzas destacadas en los enclaves estratgicos de intervenir en Ladogia para evitar ulteriores matanzas. A su vez, el gobierno chino anunciar el envo de un importante contingente de voluntarios. Una batalla tendr lugar en la zona fronteriza de Ladogia entre las fuerzas gubernamentales apoyadas por los americanos y los contingentes rebeldes apoyados por los chinos. Se anunciar que el presidente de los Estados Unidos est considerando la aplicacin o no del ejecutivo 9000; que implica la utilizacin de proyectiles nucleares. En la espera, un avin con distintivos del ejrcito rebelde pero de evidente ciudadana china, descargar sobre la base area de Hemer, en poder de los americanos, una bomba nuclear, la cual, a pesar de su defectuosa fabricacin, ocasionar ochenta y cinco muertos y ms de cuatrocientos heridos. Cinco artilugios termonucleares americanos, a ttulo de represalia, sern hechos explotar, en las localidades preestablecidas. 40

Dino Buzzati Las noches difciles As, con motivo de un pobre perro vagabundo, se habr desencadenado la primera guerra atmica universal.

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DelicadezaExiste un pas en que la pena de muerte es suministrada con extrema delicadeza. He aqu un ejemplo: Una vez que la sentencia ya se ha hecho ejecutiva, antes de que le sea comunicada la fecha de la ejecucin, el reo supongamos que se llame Ernesto Troll, tapicero, uxoricida con veneno es conducido, sin esposas, a la direccin de prisiones. Aqu se le invita a sentarse en el despacho del director, en una cmoda butaca. Se le ofrecen cigarrillos, caf, caramelos, despus de lo cual los sirvientes desaparecen, dejando solos al director y al condenado. El director empieza a hablar: Bien, seor Troll, usted ha sido condenado a muerte. No obstante es mi deber tranquilizarle. Es decir, advertirle de que, en cierto sentido, se trata de una condena sobre todo terica. Terica? S, terica. Porque la muerte en realidad no existe. Cmo que no existe? No existe, quiero decir, como pena, como castigo, como hecho trgico, motivo de miedo y de angustia. Sobre este tema, rigen en el mundo prejuicios insensatos. Dejemos aparte el sufrimiento fsico que, al menos en su caso, est fuera de discusin, dada la perfeccin de nuestras instalaciones y esboza una sonrisita diplomtica. Yo hablo del dolor moral, injustamente temido, como confo en llegar a demostrarle. Vayamos por pasos: por qu el hombre tiene miedo a morir? La respuesta es de lo ms sencilla. El hombre tiene miedo porque, despus de muerto, ya no podr vivir, es decir hacer, ver, escuchar, etc., todas las cosas que haca mientras estaba con vida. Y eso le disgustara sobremanera. Pero para poder experimentar dolor es necesario, conditio sine qua non, estar vivos. Por lo tanto quien est muerto ya no puede sufrir, como tampoco puede ser sujeto de arrepentimientos, nostalgias y aflicciones de ningn tipo. En pocas palabras, una vez producida la defuncin, el hombre no puede quejarse de estar muerto. Moraleja: el aspecto negativo de la muerte, que generalmente infunde tanto pnico, es una estlida ilusin. Responde el seor Troll: Todo eso que dice est muy bien, seor director. Pero lo malo de la muerte no es tan slo el no poder hacer nunca ms las cosas que se hacan estando vivo. Est tambin la pena de dejar para siempre a tantas personas queridas. Muy bien! Tampoco esta pena, hijo mo, va a poder sentirla, precisamente porque estar muerto. 42

Dino Buzzati Las noches difciles Y adems, seor director, quin nos asegura que despus de la muerte no hay nada? Esperaba esta objecin, seor Troll. Una objecin ms que razonable. Pasemos pues al meollo del problema. Le escucho, seor director. Bien. Es evidente que las posibilidades son dos: o despus de la muerte existe una segunda vida del tipo que sea, o despus de la muerte no hay nada. Evidente, me atrevera a decir, elemental. Ahora consideremos la hiptesis de que usted... Pero, realmente, yo... Es slo una hiptesis, repito, que no prejuzga en absoluto lo que puedan ser sus convicciones personales. Es decir, supongamos que usted, seor Troll, no cree en el ms all. En este caso, si usted encuentra una segunda vida, tendr una agradabilsima sorpresa, que redundar en beneficio suyo; y no tendr razones para lamentarse. Es evidente que el pesar por las personas queridas que habr tenido que abandonar se ver enormemente mitigado por la certeza de que tambin ellas, un da u otro, llegarn a donde usted est. Adems le queda el consuelo de reencontrar, en el otro mundo, parientes y amigos ya desaparecidos antes que usted. Bueno, lo de los parientes... Ah, perdneme... dice el director que por un momento ha olvidado que se las est viendo con un uxoricida. En cualquier caso, hasta aqu me parece que no puede haber objeciones. Ahora consideremos la otra eventualidad. Es decir, que del otro lado no haya nada. Pero precisamente porque no hay nada, y la nada implica que usted tampoco exista, usted no tiene la posibilidad de darse cuenta, como ya hemos visto. En resumidas cuentas, ningn pesar. Es evidente que la habitual desesperacin de los que no tienen fe carece de fundamento. Pero es que yo, seor director, no es que sea tan escptico. Es ms, tengo la sensacin de que... Perfectamente. Consideremos ahora al hombre que cree en el ms all. De entrada es lgico que, debido precisamente a dicha conviccin, se enfrente a la muerte con considerable serenidad. Pues bien, sigmosle en el acto de franquear el famoso umbral. Avanza, ya ha pasado, mira en derredor suyo, se da cuenta de existir todava, de forma completamente distinta quiz, pero existe. Su fe ha sido recompensada, se siente consolado y despojado de todo peso material, puede ocurrir incluso que encuentre la felicidad intilmente buscada sobre la tierra. Y henos por segunda vez frente a la hiptesis negativa. El hombre que cree en el ms all muere y al otro lado no hay nada. Pero no obstante las cuentas salen; no ha sido vctima, por decirlo de alguna manera, de ninguna estafa, no ha habido tiempo ni ocasin para la decepcin. Razn por la cual, estoy de acuerdo con usted, querido seor Troll: la fea, en cualquier caso, es un buen negocio. Una apuesta sobre seguro, no? Veo que ha ledo usted a Pascal. Me alegro. Pero para aclararle 43

Dino Buzzati Las noches difciles mejor las ideas, por qu no hacemos una prueba? Una prueba de qu clase? Una especie de representacin simblica, una ficcin casi teatral, una ejemplificacin plstica, una especie de juego. Y en qu consistira mi