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Bloque 1: Alfabetización emocional
¿de qué estamos hablando? “El lenguaje de las emociones es en sí mismo y sin duda,
importante para el bienestar del género humano.” Charles Darwin
No cabe duda de que las emociones, la inteligencia emocional y la gestión emocional están de
moda. En cualquier ámbito de la vida, personal o laboral, surgen cada día más y más voces que
reclaman una adecuada educación emocional que hasta ahora no ha ocupado lugar en nuestros
planes educativos ni en nuestras vidas. Todo el mundo parece hablar de emociones, pero pocos son
los que acotan y concretan.
¿Qué y cuáles son las emociones? ¿Para qué las sentimos? ¿De qué nos informan? ¿Cómo las
identificamos? ¿Qué hacemos con ellas? ¿Cómo las gestionamos? ¿Qué es la inteligencia emocional?
¿Se puede desarrollar y entrenar? ¿Cómo? Estas son algunas de las primeras preguntas que nos
asaltan sobre el tema en cuestión. Pretendemos en este bloque darles respuesta.
¿Qué es una emoción? La RAE nos da dos acepciones:
— Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta
conmoción somática.
— Interés, generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo.
Si nos vamos a la etimología de la palabra vemos que viene del latín emotĭo, que significa
"movimiento o impulso", "aquello que te mueve hacia".
Podemos encontrar diferentes definiciones de “emoción” en la literatura específica, pero en todas
subyacen elementos comunes que podrían articularse en algo así:
Una emoción es algo que sientes en el cuerpo, como una descarga que puede ser grande o pequeña.
Los ojos se te humedecen cuando ves algo triste, se te calienta la cara cuando te entra vergüenza
o se te tensan los músculos cuando tienes miedo. Todo eso lo notas en tu cuerpo, lo puedes sentir.
Es como si tu cuerpo tratara de informarte de lo que te está pasando. Lo que ocurre es que en
ocasiones no sabemos leer eso que nuestro cuerpo nos dice. Esa información es preciosa y bien
interpretada nos ayuda a vivir.
La emoción tiene su función adaptativa, para ayudarnos a vivir, porque nos marca una dirección en
la que actuar. Pero si no sabemos leer en nuestro cuerpo, si la emoción no llega cuando tiene que
llegar o si llega de forma explosiva como una bomba, si nos pegamos a ella como lapas, entonces
en lugar de ayudarnos a vivir nos mete en severos problemas.
Desde que en 1872 Darwin escribiera “La expresión de las emociones en el hombre y los animales”
(libro olvidado durante décadas) definiendo el concepto de emoción básica1, decenas de autores
han hecho sus distintas clasificaciones para acabar, a finales del XX y principios del XXI, en un
consenso bastante general en enumerar seis emociones básicas: cuatro con connotaciones
negativas, una neutra y una positiva. Estas serían miedo, rabia, asco, tristeza, sorpresa y alegría.
De las cuales, es evidente que sólo una de ellas es agradable y deseable. Es por eso que no nos
extraña lo muy denostadas que han estado las emociones hasta muy a finales del siglo XX. Si el 67%
de ellas son desagradables y por tanto tendemos a evitarlas y sólo el 17% son agradables y por ello
deseadas, ¿cómo no pensar que para ser feliz y desarrollarse, para aprender, trabajar y vivir, hay
que ahogar la emoción, o al menos la mayor parte de ellas?
La respuesta, el cambio de punto de vista, nos lo dio Roberto Aguado Romo con su nueva
clasificación de las emociones (2014)2, con la justificación que hace de las mismas y que hacemos
nuestra.
Propone lo que él llama diez universos emocionales básicos dentro de cada uno de los cuales habría
una emoción identificadora a la que se podrían añadir matices hasta completar ese universo. Añade
la culpa y otras tres que nos parecen fundamentales para lo que trabajaremos en este curso:
curiosidad, admiración y seguridad. Este autor y su equipo han realizado numerosas investigaciones,
en las que siguiendo las pautas que deben cumplir las emociones básicas para ser consideradas
como tales, identifica los neurotransmisores asociados, los patrones de acción y la expresión facial
y corporal de sus 10 emociones básicas.
Para Aguado ya no existe ese desequilibrio tan marcado entre las “emociones positivas” y las
“emociones negativas”. Él identifica cinco que podríamos calificar como desagradables, una neutra
o mixta y cuatro agradables o favorables.
Insistimos en el hecho de que no existen emociones positivas y negativas, que todas son necesarias
para la subsistencia y que por ello “vienen” en nuestro paquete genético básico al nacer. Cierto es
que unas son más deseables que otras y que tendemos a huir de unas cuantas de ellas, convirtiendo
esta huida, en muchos casos, en el principal problema o fuente de sufrimiento. Si son adaptadas y
están ajustadas todas nos ayudan a vivir, crecer y desarrollarnos. Si por el contrario son
desadaptados y/o estás desajustadas, si nos pegamos a ellas y les damos el control de nuestros
actos, entonces se convierten en un severo problema.
Veamos una por una esas emociones e intentemos responder a las preguntas arriba planteadas.
1 Para que una emoción sea considerada básica ha de ser universal en su expresión y reconocimiento, se ha de producir sin necesidad de aprendizaje y cumplir los siguientes requisitos: tener un sustrato neural específico y distintivo, tener una expresión o configuración facial concreta y universal, poseer una bioquímica asociada, derivar de procesos biológicos evolutivos y tener propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas. (Chóliz Montañés, 1995) 2 “Es emocionante saber emocionarse” EOS 2014
miedo
Universo emocional (plataforma de acción: HUIDA)
Respuesta psicofisiológica
Comunicación corporal y facial
Temor, timidez, tensión, ansiedad, angustia, desesperación, miedo, horror, pánico, terror, pavor
- Sangre hacia brazos y piernas, musculatura esquelética, en profundidad - Activación simpática ↑ritmo respiratorio ↑ritmo cardiaco ↓digestión
- Palidez - Huida, escape - Parálisis - Petición de ayuda - Sensación de frio
Sentir miedo es adaptativo, necesario en multitud de ocasiones, nos
salva la vida, nos ha permitido llegar hasta aquí como especie y como
individuos, pero también es una de las emociones que más
irracionalmente se graba a nivel cerebral. Es una señal desagradable
que nos informa de la presencia de una amenaza, de un peligro, que
lo puede ser para nuestra integridad física, psíquica, afectiva o social.
A veces sentimos miedo en el aquí y ahora ante un suceso que nos
desborda, pero otras tantas veces tenemos miedo de ese mismo
suceso simplemente imaginándolo. Es una de las emociones que,
desadaptada y/o desajustada más nos paraliza, más nos impide hacer
eso que queremos hacer para ser quienes queremos ser. Heredamos y
copiamos miedos y eso sí que no es adaptativo.
¿Cómo funciona el miedo en nuestro cuerpo? Cuando sentimos miedo nuestra sangre se dirige hacia
brazos y piernas, para poder escapar o huir, en estos lugares es donde más la vamos a necesitar
para liberar energía y poder correr, saltar, o subirnos a un árbol. Esta sangre disminuye sobre todo
en la cabeza y vísceras del tubo digestivo, ya que en estos momentos no es muy propicio pensar o
hacer la digestión; por este motivo en momentos de miedo podemos sentir nauseas o sensación de
mareo. Además, la sangre se instala en la profundidad de nuestros músculos, para que no tengamos
mucha hemorragia si somos atacados. Por todo ello la piel del miedo es pálida.
Las investigaciones más recientes han puesto de manifiesto la existencia de tres diferencias en el
miedo según se responda a una amenaza presente o imaginada:
1. Una amenaza presente normalmente conduce a una acción, quedarse petrificado o huir,
para resolverla, mientras que permanecer preocupado por una amenaza próxima conduce a
una vigilancia extrema y tensión muscular.
2. La respuesta ante una amenaza presente suele ser analgésica, reduciendo las sensaciones
de dolor, mientras que preocuparse por una amenaza próxima incrementa el dolor.
3. Hay pruebas que sugieren que una amenaza presente y otra próxima se relacionan con zonas
distintas de actividad cerebral. En la primera estamos ante una respuesta puramente
emocional (límbica), en la segunda hay todo un bagaje cognitivo (cortex prefrontal).
La expresión facial de miedo se concreta en:
— frente estirada — cejas arqueadas y fruncidas — párpados superiores elevados en bóveda — ojos abiertos y mirada fija — párpados inferiores tensos — nariz en punta, alargada
— fosas nasales abiertas en aleteo — pómulos elevados y tensos — boca ligeramente abierta — labios estirados, comisura en mueca — mandíbula tensa — barbilla arrugada y hacia dentro — orejas hacia atrás
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en pecho, corazón y pulmón;
alta en cabeza, pecho, abdomen, manos y pies; baja en antebrazos, cadera y muslos
rabia
Universo emocional (plataforma de acción: ATAQUE)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Enfado, animadversión, resentimiento, enojo, irritabilidad, hostilidad, rencor, vergüenza, rabia, furia, envidia, celos, ira, odio, cólera, violencia
- Sangre sube a la cabeza - Sangre en la periferia muscular - ↑simpática - ↑tensión muscular - ↑mandíbulas - ↑Respiración torácica y agitada
- Labios afinados - Elevación párpados superiores - Baja cejas - Voz gutural, tono de la voz - Suspiros, agitación respiración - Sensación de calor
Es una señal desagradable que nos informa de que algo ha sido injusto, nos ha ninguneado, se han
vulnerado nuestros derechos, se nos ha dañado a nosotros o a los nuestros, o ha dañado nuestros
valores o expectativas creadas. Esta emoción predispone nuestro organismo a evitarlo o superarlo
desde el ataque. Sirve para enfrentar obstáculos, para ir contra aquello que nos impide alcanzar la
meta que nos hemos propuesto. Podemos sentir rabia contra hechos, sucesos, personas, cosas, etc.,
que nos obstaculicen la consecución de un fin concreto, nos dañen o nos pisoteen.
Es la más energética de las emociones, nos carga. A la vez es la más peligrosa porque su esencia es
dañar, atacar aquello que nos la produce. Quizá sólo sean palabras dichas con toda la intención,
pero el motivo es el mismo: causarle daño al objeto de nuestra rabia. Es adaptativa cuando es
protectora de nuestros derechos y nuestra integridad, pero el peligro está en que es demasiado
“cómoda” en un primer momento y nos descarga. Decía Aldous Huxley que “es más fácil sentir ira
que tristeza y es menos doloroso”. Desajustada, en una intensidad inadecuada, excesiva, y desde
luego cuando ese ataque se convierte en violencia, física o verbal, puede ser muy mala consejera.
La rabia controla, pero habitualmente castiga y toma represalias. Uno de los rasgos más
característicos y peligrosos de la rabia es que provoca más rabia.
Como podemos observar los mecanismos de acción tanto
bioquímicos como estructurales de la rabia y del miedo
con frecuencia se dan en las mismas situaciones, en
respuesta a las mismas amenazas. La rabia puede resultar
útil para reducir el miedo y aportar la energía que mueve
a la acción para enfrenarse a la amenaza y por lo tanto no
huir de ella. El miedo tiene muchas posibilidades de
transformarse en rabia, pero cuando lo hace ya no es
miedo, ya es rabia. Es decir, la posibilidad de que un
mamífero pueda atacar cuando siente miedo es mucha,
pero cuando ataca ya no está sintiendo miedo, ya siente
rabia. Esta asociación de conexiones y esta flexibilidad es
muy importante para la subsistencia, si el animal
mamífero determina que no tiene salida para escapar,
quedarse petrificado o atacar de forma desesperada
(rabia) son dos planes de solución adecuados.
La expresión facial de la rabia se concreta en:
— frente constreñida hacia la nariz — cejas estiradas hacia orejas desde nariz — antifaz en ojos — ceño con pliegue en nariz — párpados superiores estirados hacia orejas — ojos achinados o cerrados — párpados inferiores impulsados hacia arriba — nariz en punta, alargada, puntiaguda
— fosas nasales abiertas en forma de flecha — pómulos tensos bordeando la boca — boca muy abierta en forma de cueva — labios tensos y apertura — dentadura a la vista — mandíbula apretada y abierta — barbilla en forma de flecha y hacia fuera — orejas hacia atrás
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en ojos, mandíbula, pecho,
brazos y manos; alta en cabeza, hombros, abdomen y pies; baja en piernas.
culpa
Universo emocional (plataforma de acción: REPARAR)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Falta, error, menoscabo, imperfección, tropiezo, culpa, bochorno, pudor, rubor, autopunición
- ↑Simpática - Sangre cabeza - Ruborización - Enlentecimiento del movimiento - Movimientos laterales de la cara
- Mirada hacia abajo - Ojos cerrados - Labio inferior apretado al superior - Triangulo barbilla-nariz arrugado - Sensación de calor
La culpa tiene muy mala prensa y es
considerada una de las emociones más
dañinas. Desadaptada o desajustada lo es,
daña nuestra identidad y es demoledora. Pero
adaptada y ajustada nos es necesaria. Nos
informa de que hemos hecho algo que va en
contra de nuestra identidad y nos pone en la
plataforma de acción de reparar. Este es justo
el punto en el que esta emoción se diferencia
de las demás. Cumpliendo todos los requisitos
de emoción básica o primaria, tiene un
elemento singular y es que necesita de una
estructura yoica madura para poder ser
consciente de ella, una mínima conciencia de
identidad.
El miedo, la rabia, el asco, el bebé enseguida las hace conscientes, ya que no necesitan del
procesamiento cognitivo para su consciencia, mientras que la culpa sí necesita de esta maduración.
Se manifiesta más tarde que las demás emociones básicas, pero antes que muchas otras como la
vergüenza o el orgullo que son más complejas y se vinculan con algunas habilidades cognitivas y
sociales más desarrolladas. El peligro de la culpa está en su desajuste. Una adolescente anoréxica
se tortura con la culpa de pesar 40 kilos. En muchas culturas familiares la culpa es heredada, se
proyecta de generación en generación y se infiltra en la identidad de los nuevos miembros. Esa
culpa es inhabilitante, nos impide desarrollarnos, crecer, demuele nuestra identidad o cualquier
intento de ella. Se hace necesaria entonces una adecuada asertividad, que nos ayude a no cargar
con culpas que no son nuestras, que lejos de ser señales que nos ayudan a mejorar y a subsanar
nuestros lógicos errores nos torturan estérilmente y nos capan como personas.
La expresión facial de la culpa se concreta en:
— frente lisa por su tensión — cejas salientes, nítidas y bordeando todo el ojo — ceño ceñido con cavidad ocular saliente — párpados superiores cerrados o arqueados
hacia arriba — ojos cerrados, mirada hacia el suelo y perdida — párpados inferiores apretados y hundidos — nariz afilada, aguileña, puntiaguda
— pómulos tensos y metidos hacia dentro — boca cerrada, apretada con labios
tapados — labio inferior horizontal tapado, apretado — dentadura apretada, retraída — mandíbula hundida, hacia dentro, abierta — barbilla arrugada, muy retraída, achatada — orejas hacia arriba
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en ojos y mandíbulas; alta en
garganta y manos; baja en hombros, brazos, pecho, abdomen, piernas y pies; muy baja en
región genital.
asco
Universo emocional (plataforma de acción: AVERSIÓN)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Desagrado, desprecio, rechazo, animosidad, aversión, asco, repudio, aborrecimiento, repulsión, tirria
- Sangre al estómago y garganta - Arcada - Disminuye el umbral del olor - Aumento de la capacidad visual - Dejar de respirar
- Expresión vocal de arcada - Aprieta la nariz - Contrae cejas - Comisura de labios tensa - Cierra dientes - Retirada de la cabeza y mirada - Manos en los ojos
El asco es una emoción muy primitiva que nos protege de los alimentos o sustancias envenenadas.
Es una de las emociones más antiguas y enraizadas en el mamífero y está unida a los seres vivos en
miles de años de evolución. El asco nos aparta del objeto que lo produce, nos invita a separarnos
del hecho contaminante. El asco, tiene una evolución ontogenética similar a la de la culpa,
necesitando una estructura yoica establecida, ya que es una energía emocional que habitualmente
está muy vinculada con las creencias, la cultura y el desarrollo social, sucediendo sobre todo este
escalón evolutivo entre los 3 y los 8 años; sin embargo, la respuesta de asco sucede desde el propio
nacimiento.
Pero el asco tiene una peculiaridad añadida y es que como señala
Stanley Miller “en la intimidad bajamos el umbral de lo que
consideramos repulsivo”. La suspensión del asco crea intimidad
y es una marca de compromiso personal. El amor es el mejor
reductor del asco; cuando lo sentimos por alguien, y no solo a
nivel sexual, podemos mantener contacto con sus fluidos y
mucosas, realizar conductas que con personas no amadas nos
serían repulsivas.
La cara más destructiva y demoledora del asco está en su
ideologización, cuando no es una sustancia venenosa, dañina o
repulsiva la que nos lo produce sino una condición humana. Así
surge el asco social. Este puede ser protector, cuando nos da
asco alguien por sus actos execrables, por ejemplo, un pederasta
o un asesino, pero envenena las relaciones humanas cuando lo
extendemos a una condición sexual, política religiosa, incluso de
afiliación deportiva, etc.
La expresión facial del asco se concreta en:
— frente lisa con alguna tensión — cejas arqueadas y hacia la nariz — ceño con pliegue en nariz — párpados superiores tapando ojos — ojos achinados, cerrados o constreñidos hacia orejas — párpados inferiores arrugados o tapados — nariz achatada, tapando fosas nasales
— pómulos ondulados e hinchados — boca cerrada con labios juntos — en ocasiones lengua por fuera — dentadura apretada y tensa — mandíbula tensa y retraída — barbilla arrugada y constreñida — orejas hacia atrás
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en boca y garganta; alta en
cabeza, hombros, pecho, abdomen y manos; baja en piernas y antebrazos.
tristeza
Universo emocional (plataforma de acción: DESAPARECER)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Pesar, desgana, desaliento, aburrimiento, abatimiento, pesimismo, frustración, tristeza, aflicción, impotencia, indefensión dolor, desgarro
- Presión torácica y sangre a vísceras - Perdida del tono muscular - Necesidad de posición fetal - Incremento presión sanguínea - Cambios ritmos del sueño - Pérdida de apetito
- Angulamiento hacia arriba de los extremos internos de las cejas - Voz gutural, sollozo - Parpado superior plegado - Comisura de labios hacia abajo - Labio inferior dilatado - Sensación de frío -Ojos caídos
La tristeza es una emoción muy distinta a las demás. Se asocia a la disminución de la energía y el
entusiasmo por las actividades vitales y el enlentecimiento del metabolismo corporal. La tristeza
sucede cuando el sistema se apaga, no hay neurotransmisión. Nos informa de que hemos perdido
algo o que lo perdido era más importante para nosotros de lo inicialmente pensado. Nos pone en la
plataforma de acción de desaparecer.
La tristeza junto a la sorpresa, crean un parón en el sistema, la primera por agotamiento, la segunda
para recomponerse. Por esto es habitual que antes de sentir tristeza se sienta angustia (un híbrido
entre el miedo y la rabia); como si el sistema antes de apagarse intentara por todos los medios
conseguir el control que está perdiendo. Cuando ese control deja de existir de forma definitiva,
aparece el estado de indefensión, surgiendo la tristeza. En los momentos de angustia hay una queja,
en la tristeza hay más resignación y desesperanza. La angustia intenta relacionarse activamente
con la fuente de la pérdida. La tristeza es más pasiva.
La tristeza es como un parón necesario para aprender a
vivir sin lo perdido. Hay muchos tipos de pérdida que
provocan tristeza, el más paradigmático y doloroso es el
duelo por la pérdida de un ser querido, pero la tristeza se
dispara con pérdidas pequeñas, medianas y grandes de
cualquier otro tipo. Es una de las emociones de más larga
duración. Puede ser de ayuda en la curación de la pérdida.
La tristeza y la angustia reflejadas en la expresión facial y
en la voz conforman una llamada de auxilio lanzada a los
demás. Y ese apoyo social, la ayuda y el cariño de parientes
y amigos, resulta curativo.
La expresión facial de la tristeza se concreta en:
— frente arrugada con pliegues — cejas en rampa separándose de la nariz — ceño abierto muy presionado en el extremo — párpados superiores en pliegue hacia la oreja — ojos achinados, abiertos hacia la nariz — párpados inferiores inflados y tensionando lagrimal — nariz achatada, retraída, con orificios muy abiertos
— barbilla arrugada y retraída
— pómulos hacia abajo inflados, relajados
— boca curvada, irregular — comisura plegada — labio inferior agrietado, dilatado,
deshidratado — dentadura retraída y con espasmos — mandíbula abierta — orejas hacia adelante
Y la temperatura corporal cambia y se reparte alta en ojos, garganta y pecho; baja en
hombros, caderas, abdomen y manos; muy baja en brazos y piernas; bajísima en pies.
sorpresa
Universo emocional (plataforma de acción: DESCONEXIÓN)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
atención, asombro, extrañeza, desconcierto, sorpresa, inestabilidad, aturdimiento, susto, estupor
- ↑ Simpática - Sangre musculatura - Reflejo de orientación - Baja umbral oído y vista - Parálisis respiratoria y cardiaca y posterior aceleración
- Movimiento brusco hacia el estímulo - Toma momentánea de aire - Movimiento de cabeza o cuerpo hacia atrás - ojos muy abiertos - Boca abierta en O
La sorpresa es la más breve de todas las emociones; como
mucho dura escasos segundos. En un instante, es como un susto,
primero nos paraliza, ya que lo importante en ese momento es
enfocar hacia el estímulo que nos sorprende, una vez volvemos
a conectar, en cuanto entendemos lo que está ocurriendo, la
sorpresa desaparece y se funde con el miedo, la alegría, la
rabia, el asco, etc., según lo que nos haya sorprendido. Nos
ayuda a responder a los estímulos nuevos, inesperados e
inmediatos. Es una emoción que activa el organismo y los
sentidos para percibir de forma más intensa y poder responder
con mayor eficacia.
La sorpresa la pueden producir los estímulos positivos y negativos por igual.La sorpresa nos “ofusca”
por un momento, perdemos momentáneamente la capacidad de razonar y no podemos pensar con
claridad, porque en ese momento es más importante la interacción y la atención orientada hacia
el estímulo que lo que podamos pensar o planificar hacia él.
Para conseguir un comportamiento equilibrado necesitamos que estas dos formas de atención sean
coordinadas, de tal manera que en la sorpresa es como si rompiéramos con lo anterior, y es
posteriormente la emoción que sentimos después de la sorpresa la que da significado a lo
acontecido. Como dice Christopher Asplund, “cuando nos sorprendemos, estamos temporalmente
ciegos a los sucesos ulteriores”.
Pero la sorpresa es importante porque abre la puerta a otra emoción primordial, la curiosidad. Esto
es determinante en el desarrollo, el aprendizaje y el crecimiento. Lo nuevo, lo diferente, lo
inesperado nos sorprende y desde esa sorpresa podemos lanzarnos a investigar, a descubrir, a
conocer, desplegando toda nuestra curiosidad.
La expresión facial de la sorpresa se concreta en:
— frente lisa — cejas elevadas en bóveda — párpados superiores elevados — ojos muy abiertos y redondos, mirada perdida — párpados inferiores presionados por el globo ocular — nariz en punta, alargada — fosas nasales abiertas
— pómulos limpios y estirados — boca abierta, pequeña, comisuras
relajadas — labio inferior gordo — mandíbula relajada — barbilla hacia delante y redondeada — orejas hacia delante
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en ojos; alta en cabeza, pecho
y tripa; baja en brazos, tronco y pies; muy baja en piernas.
curiosidad
Universo emocional (plataforma de acción: INTERÉS)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Inclinación, atracción, voluntad, Expectación, curiosidad, interés, inclinación, atrevimiento, arranque
- Se activan los músculos de hombros, abdomen y glúteos - Motricidad sigilosa y silenciosa - Sangre a tronco y extremidades
- Ojos muy abiertos - Umbral auditivo desciende - Sudoración de manos - Labio superior en pico - Boca abierta - No se ven dientes - Sonrisa
“La ciencia del siglo XXI revela que la curiosidad tan insaciable que experimentamos en la infancia,
tan agobiante a veces para los padres, y la que sobrevive a la educación que recibimos en las
escuelas hoy en día, es muy valorada como habilidad/potencia básica. Se ha descubierto que la
curiosidad activa el cerebro y le guía hacia la innovación y la creatividad.” (Aguado Romo, 2014)
Todo aquel que haya convivido con un bebé de escasos meses de edad sabe cuál es la cara
indiscutible de la curiosidad, base y motor del aprendizaje. La curiosidad es el instinto natural que
nos hace capaces de crecer, evolucionar y aprender, incluso desde la frustración o el accidente.
Sin ella no podemos concebir un aprendizaje por descubrimiento, natural, que nazca desde uno
mismo. Es la base y el motor del aprendizaje, y como decía Dorothy Parker es “el remedio para el
aburrimiento”.
Al cerebro le gusta la curiosidad. Le gusta la estimulación, la variedad y lo nuevo. Nuestro cerebro
está en una permanente búsqueda de nueva información haciendo predicciones en base a lo que
conocemos. Este proceso de neuroplasticidad refuerza las rutas y conexiones neuronales, utilizando
la nueva información para planificar los pronósticos, y con ello que estos sean cada vez más
originales y precisos. El bebé tiene la curiosidad como una de sus emociones fundamentales, no
podemos imaginar la maduración de un mamífero si no dispone de esta emoción que es como un
motor para el descubrimiento y el aprendizaje.
De hecho, cuando un mamífero tiene dificultad para activar esta emoción es candidato a una
patología psicosocial. Para la empatía, la curiosidad es fundamental. La conciencia de uno mismo,
el autoconcepto con sus expectativas de autoeficacia, son aspectos que no podemos despegar de
la curiosidad. Es desde ella desde donde podemos producir un cierto alejamiento mental de las
dificultades para poder trabajar y crecer.
Hoy sabemos que la curiosidad es el motor energético
que sostiene el equilibrio emocional, por esto
también en la curiosidad encontramos un equilibrio
frente a otras emociones. Cuando por ejemplo
sentimos miedo, activar la curiosidad es muy
terapéutico, ya que nos ayuda a conocer y
profundizar en el hecho fóbico, y desde esta
información poder dar otra respuesta emocional al
estímulo. Lo mismo ocurre cuando tenemos rabia,
tristeza, asco o culpa, siendo la curiosidad la
emoción antídoto intermediaria para poder culminar una respuesta emotiva más adaptada.
Aunque esta emoción la encontramos en todos los mamíferos, en el ser humano la curiosidad tiene
una especial mención, ya que desde los primeros homínidos la curiosidad por comprender ha hecho
que hoy seamos lo que somos. Cuando estamos confusos, frustrados, activamos la curiosidad para
responder al reto de entender lo que nos pasa. Es una emoción particularmente útil cuando estamos
en un conflicto porque silencia nuestra mente el tiempo necesario para escucharle al otro.
La curiosidad es un picor inexplicable que nos motiva a encontrar la respuesta, que invita a la
empatía, silenciando nuestros enjuiciamientos y abriéndonos al otro. Lo más interesante de la
curiosidad es que la mente siendo investigadora se queda de alguna manera neutra. Eso implica
abrir nuestras perspectivas, abrir la puerta al entusiasmo, al optimismo, a la pasión. Una mente
curiosa es una mente ocupada, una mente sana.
La expresión facial de la curiosidad se concreta en:
— frente lisa y despejada — cejas elevadas — ceño estirado hacia arriba — párpados superiores estirados y subidos — ojos abiertos, mirada fija — párpados inferiores relajados — nariz saliente
— orejas hacia delante
— pómulos retraídos hacia orejas — boca semicerrada y estirada hacia
atrás — labio inferior estirado y relajado — dentadura relajada — mandíbula retraída y relajada — barbilla saliente, mentón muy
saliente
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en pecho; alta en hemisferio
izquierdo, hombros pecho y abdomen; baja en antebrazos y caderas; muy baja en manos
y piernas.
admiración
Universo emocional (plataforma de acción: IMITAR)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Tranquilidad, respeto, identificación, imitación, admiración, asombro, fascinación, estupefacción
↑Parasimpática - Vasodilatación - Bradicardia - Midriasis - Ritmo cardiaco basal
- Quietud - Mimetización de los gestos - Mirada fijada ensimismada - Sonrisa - Momentos de sorpresa
La RAE define admiración como “ver, contemplar o considerar con estima o agrado
especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como
extraordinarias”. Admirar es mirar sin juzgar. La calma, la paz, la meditación, la
relajación, lo trascendental, la mística, la espiritualidad necesita de la
admiración como emoción activada.
La admiración es el motor de la imitación, del aprendizaje vicario. Desde bebés
aprendemos por imitación del modelo que nos presentan nuestras figuras de
referencia. No podemos imitar si no es desde la admiración, desde la
contemplación con agrado de ese alguien a quien imitamos. Adquirimos nuevas
conductas por medio de la observación y la imitación de un modelo (modelado).
A partir de este aprendizaje básico vamos innovando, haciendo cosas que a quien
imitábamos no le hemos visto hacer (Bandura, 1987). Es así como se van ampliando
los horizontes de nuestro aprendizaje.
La expresión facial de la admiración se concreta en:
— frente ondulada — cejas elevadas — ceño estirado y limpio — párpados superiores estirados y relajados — ojos abiertos, mirada fijada y perdida — párpados inferiores relajados y hacia abajo — nariz hacia atrás
— pómulos retraídos hacia orejas — boca cerrada y relajada — labio inferior pequeño y relajado — dentadura relajada — mandíbula retraída y relajada — barbilla estirada hacia orejas — mentón liso y saliente — orejas hacia atrás
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en cabeza y pecho; alta en
hombros, brazos, tronco y abdomen; baja en caderas, codos, piernas y pies; muy baja
en codos y manos.
seguridad
Universo emocional (plataforma de acción: CONTROL)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Serenidad, comedimiento, corrección, quietud, templanza, calma, seguridad, ponderación, sosiego, paz, control, enraizamiento, satisfacción
- Sangre en cabeza, abdomen y pies (eje de control) - Musculatura relajada - Motricidad fina muy eficaz y flexible - ↑ Parasimpática
- Mirada empática - Lengua al borde dientes - Sonrisa no forzada - Expresión facial de calma - Afirmaciones con cabeza - Manos relajadas - Posición corporal de firmeza - Hombros elevados - Cabeza alta
Este es, a nuestro modo de ver, el universo emocional más necesario y el
que con más ahínco hemos de perseguir en nuestra labor de
acompañamiento. Es antídoto del estrés, la indefensión, la euforia, la rabia,
la culpa, el miedo. Es, por tanto, el caldo de cultivo en el que hemos de
procurar trabajar siempre. Ha ser la emoción que debemos colocar como
“emoción meta” (en lugar de la alegría o la felicidad que tan buena prensa
tienen) puesto que es desde ella desde donde podemos llegar a la
satisfacción, a la autonomía, al sentido común, el autocuidado, la
asertividad y la autorrealización. Si nos sentimos seguros podremos disparar
la curiosidad y la admiración para lanzarnos a nuevos aprendizajes alejados
de las emociones “negativas” que capan cualquier tipo de crecimiento y
sobre todo su disfrute.
Estar en la plataforma emocional de la seguridad no significa estar seguro de algo. Puedo acometer
una tarea desde la seguridad, la confianza, la serenidad, asumiendo el riesgo del error, del fallo,
del fracaso, y aceptando estos como parte inherente de la vida.
Si ejercemos nuestra orientación y acompañamiento desde la seguridad, ofreciendo ambientes
seguros, propiciaremos el clima para que el otro desarrolle la capacidad de darse segundas
oportunidades, a sí mismo y a los demás. Entenderá el error o el fracaso como una oportunidad de
aprendizaje y crecimiento. Comprenderá que el éxito es una consecuencia de las cosas bien hechas
y no un objetivo a perseguir en sí mismo. Aprenderá a hacer todo lo que puede y desde ahí exigirse
más para mejorar.
Todo ello entronca con la admiración de la que hablábamos. Aprendemos desde la admiración hacia
el que nos enseña. Los niños de muy corta edad sienten admirada veneración por sus figuras de
referencia, de las que aprenden a cada minuto, padres, profesores, hermanos, compañeros. Los
respetan no desde el miedo o el temor sino desde la admiración. Son capaces de criticar, analizar
y no parar hasta comprender y asimilar. Sin la seguridad, ello se hace imposible y se abren las
puertas de emociones indeseables que cortarían de raíz el desarrollo sano, el miedo, la rabia, el
asco. Aprender, avanzar, desde la seguridad es colocar el proceso dentro de uno mismo,
profundizando en el propio ser, en lo personal, en lo único.
La expresión facial de la seguridad se concreta en:
— frente limpia — cejas posición normal — ceño limpio — párpados superiores normales — ojos abiertos, mirada asertiva — párpados inferiores normales — nariz normal — pómulos posición normal
— boca marcando posición horizontal — labio superior marcado en horizontal — labio inferior grueso relajado — dentadura posicionada y relajada — mandíbula relajada — barbilla y mentón en posición normal — orejas posición normal
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en cabeza, pecho y manos; alta
en el resto del cuerpo; baja en ingles y periferia.
alegría
Universo emocional (plataforma de acción: PERMANECER)
Respuesta psicofisiológica Comunicación corporal y facial
Diversión, gratificación, estremecimiento, contento, excitación, alegría, deleite, placer, entusiasmo, euforia, éxtasis
- Deceleración cardiaca, carcajada aceleración - Activación músculo zigomático - Sangre por todo el cuerpo - Sensación de calor
- Sonrisa, elevación mejillas - Retrae y eleva comisuras de labios - Arrugas en la piel debajo párpado inferior y ángulo externo de los ojos (patas de gallo) -Manifestaciones vocales y corporales de júbilo
La alegría es un indicador que nos incita a que podemos permanecer y que nos encontramos en un
momento de excitación desde el contento y el entusiasmo. Es un estado en el que sentimos que
todo va bien. Aparece en las situaciones en las que no percibimos que hay peligro, aunque lo haya,
evaluando la situación como óptima e induciéndonos a mantenerla. La alegría es el reforzador
esencial del mamífero, cuando está activada es fuente de placer y en el momento que se siente,
es como vivir el instante ideal, es una señal agradable que nos informa del buen estado de bienestar
de nuestro organismo y que lo predispone a disfrutarlo y compartirlo con otros. Nos ayuda a estar
en contacto con la vida y está relacionada con la espontaneidad y lo lúdico. Es fundamental en
nuestras vidas, es la que nos ayuda a conectar con lo positivo y a mantenerlo, nos automotiva, nos
“engancha” a las cosas. Es la que nos da fuerzas para emprender y nos empuja a mantener lo
emprendido. También nos predispone a la afinidad y la agrupación.
Nadie duda de lo deseable y deseada que es la alegría. Sus parientes próximos, la felicidad, la
dicha, la diversión, la euforia, parecen ser los objetivos a perseguir en la vida. Todos queremos
estar alegres o en el peor de los casos aparentarlo. Esto es así culturalmente. Nosotros, los
mediterráneos, primamos esta emoción.
Pero estar permanentemente alegre no sólo es imposible, sino patológico y
no puede significar otra cosa que disfunción o intento de huida de la
realidad. Hay momentos en la vida, en el día, en los que lo sano es estar
triste, o preocupado, o enfadado, o frustrado, o rabioso. Además, si
buscamos la alegría como fin en sí misma, estamos abocados a lo efímero,
y en último término a la frustración. Alguien está radiante, alegre, feliz el
día de su boda con la persona que ama. Pero no podrá mantener esa
sensación cada día, todos los días, todos los minutos, hasta las bodas de
oro. Pretenderlo sólo arruinará el matrimonio. Vendrán problemas y
situaciones que tendrán que afrontar desde el miedo, o la rabia, o la
tristeza. Paradójicamente sólo así volverá la alegría, como consecuencia de
la superación sana y madura de estas dificultades.
Esa búsqueda desesperada de la sensación de alegría, de euforia, de diversión, es la que ha
empujado desde tiempos inmemoriales a muchas personas al consumo de sustancias nocivas, y más
modernamente a deportes de riesgo en los que algunos pierden la vida, en definitiva, a vidas
dependientes de factores externos. Por eso decíamos arriba que a pesar de su buena prensa la
alegría mal llevada puede ser mala consejera. Como dice el proverbio chino, no es aconsejable
tomar decisiones trascendentes cuando nuestro cerebro está secuestrado por esta emoción.
La alegría, la felicidad, hay que disfrutarla al máximo cuando nos llega, paladearla, pero seguir
viviendo y avanzando en los periodos en los que se nos hace más esquiva, sin tenerla como meta
primera y última, sabiendo, sin prisas, que llegará si la propiciamos. En lugar de la alegría nosotras
(seguidoras de Aguado) proponemos como emoción meta en nuestras aulas la seguridad, y tampoco
por sí misma, sino porque es la que con más probabilidad nos llevará a la autorrealización de la que
habla Maslow. En palabras del propio autor la autorrealización es “el impulso por convertirse en lo
que uno es capaz de ser. El crecimiento y el desarrollo potencial propio”. Es esta sensación, este
estado de autorrealización, el que consideramos que más perdurablemente nos hará sentir
satisfechos, a gusto con nosotros mismos, orgullosos de ser quienes queremos ser, sin impedir por
ello seguir creciendo y avanzando hasta el último día de nuestras vidas.
La expresión facial de la alegría se concreta en:
— frente limpia — cejas elevadas — ceño abierto tenso — párpados superiores elevados — ojos abiertos, mirada chispeante — párpados inferiores aplastados — nariz saliente
— pómulos tensos hacia orejas — boca abierta, enseña dientes — labio superior máximo apertura — labio inferior en forma de u — mandíbula tensa en apertura — barbilla y mentón estirado — orejas hacia delante
Y la temperatura corporal cambia y se reparte muy alta en cabeza, pecho y genitales;
alta en hombros, brazos, manos y caderas; baja en piernas.
Estos son los diez universos emocionales con los que vamos a trabajar, tanto en lo personal como
en el acompañamiento a otros. Trabajaremos desde la psicología positiva, pero no la de libro de
autoayuda barato sino la de Seligman, con los pies pegados al suelo, desde la realidad, y desde el
optimismo inteligente (ver vídeo).
Seligman nos plantea que se puede aprender a mejorar nuestra forma de ser y de estar en el mundo.
Él nos sugiere trabajar no desde las debilidades sino desde las fortalezas, tirando de estas para
superar, suplir o minimizar las debilidades. Nosotras además planteamos trabajar desde las
emociones C.A.S.A. (curiosidad, admiración, seguridad y alegría) como antídoto a esas otras,
desagradables, que nos paralizan, capan nuestro crecimiento, nos hacen sufrir, nos restan eficacia
o nos impiden hacer eso que queremos hacer para ser quienes queremos ser. Esto es de vital
importancia para nuestros egresados que han de desplegar toda una serie de acciones en la
persecución de sus objetivos de futuro.
Decíamos que Seligman propone trabajar desde
las fortalezas. Él enumera 24, agrupadas en 6
virtudes básicas. Algunas de las palabras que
aparecen en la imagen tienen un significado
distinto desde el mundo de la psicología al que
le damos en nuestra cultura judeocristiana,
como perdón y/o compasión (lo trataremos más
adelante).
Se trata entonces de saber tirar de las fortalezas
y de las emociones C.A.S.A. para poder crecer
nosotros mismos y ayudar a crecer a nuestros
acompañados. Si le decimos a alguien, por
ejemplo, “vamos a trabajar tus miedos”,
inmediatamente le estamos llevando a ellos,
estamos poniendo su cerebro en la química del miedo y desde ahí se nos hará muy difícil trabajar.
Si por el contrario le verbalizamos que “vamos a trabajar tus seguridades”, el resultado pretendido
es el mismo, pero esta vez podremos trabajar desde una química que nos permitirá avanzar.
Así, trabajar desde C.A.S.A. nos va a permitir lanzarnos desde la seguridad a la exploración curiosa
de nuestra propia vida, con autoadmiración, mirándonos sin juzgar, asumiendo nuestras debilidades
y errores, pero viéndolos como retos, oportunidades de mejora y crecimiento. La alegría devendrá
del proceso, es el postre del menú y la emoción que nos reforzará a seguir en el intento.
Para todo ello es vital el concepto de calibración. Este se define como
esa capacidad de saber leer en el lenguaje no verbal las emociones
propias y ajenas. Es esa habilidad de nuestros seres queridos de saber
que nos pasa algo por el simple hecho de echarnos la mirada encima.
Hemos de saber cómo y cuándo reacciona el cuerpo a cada una de las
emociones, dónde las sentimos, cómo las expresamos. Existe un patrón
estadístico que puede servirnos de guía y que ha sido expuesto arriba,
pero necesitamos un diccionario propio, idiosincrásico de cada quien,
que nos decodifique las emociones que sentimos. Las nuestras. A nuestra
manera. De forma personal e intransferible. La tarea UNO estará
dedicada a ello, a investigar en nuestras propias sensaciones corporales, a hacer ese mapa personal
de nuestras emociones.
En muchísimas ocasiones nuestra mente nos manipula, nos dejamos secuestrar por
alguna emoción y es ella la que nos gobierna al margen de la razón en no pocas
ocasiones. Lo que pretendemos con este ejercicio es situar en nuestro cuerpo las
emociones, todas, pero hacer un ancla corporal en las sensaciones de seguridad, en
general en las sensaciones C.A.S.A., a la que poder recurrir cuando sintamos que
está próximo el secuestro emocional de las otras, el miedo, la rabia, el asco, la
tristeza, la culpa, que con toda seguridad nos van a poner en una plataforma de
acción no siempre deseada. Tendremos que adiestrar ese ancla hasta conseguir,
desde la voluntad, replicar su repercusión en nuestro cuerpo. No podemos olvidar
lo básico de cómo funciona nuestro cerebro, que manda órdenes, de arriba abajo,
y recibe señales, de abajo arriba. En nuestra sociedad hemos silenciado esos canales que vienen de
nuestro cuerpo, no sabemos interpretarlos y muchas veces somos insensibles a ellos. Si logramos
identificar cómo respiro, cómo responde mi musculatura, dónde siento las sensaciones térmicas,
etc., de la seguridad, seré capaz de replicarlas a voluntad en los momentos en los que aparezcan
las señales de ira, de miedo, etc., que no me van a dejar actuar libremente. Este es el primer punto
de la gestión emocional.