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Biblia y Magisterio de la Iglesia La relación entre Biblia y Magisterio es fundamental tanto para la correcta interpretación bíblica como para la fundamentación teológica de lo que el Magisterio enseña y del misma Magisterio en sí, en cuanto a su capacidad de enseñar con autoridad. El “sólo Escritura” de Lucero encierra, en el fondo, una contradicción: la misma Escritura remite al Magisterio para ser interpretada. En realidad, las relaciones entre la Biblia y el Magisterio de la Iglesia no dan lugar a un principio autónomo de interpretación bíblica, sino que son como un resumen o conclusión de lo que se ha dicho hasta ahora sobre los criterios correctos de interpretación bíblica. Del principio básico acerca de la doble naturaleza divina y humana de la Sagrada Escritura, hemos deducido el principio de la unidad interpretativa de la Biblia por el intérprete católico: interpretar la Escritura lleva consigo aceptar esta específica cualidad de la Escritura – la de ser humana y divina a la vez-, lo cual le obliga, por ser humana, a tomar en serio todos los métodos de investigación exegética científica; pero también le exige la lectura de la Biblia “en el Espíritu”, lo cual en el fondo supone leerla en el ámbito en que tenemos garantía de la actuación del Espíritu, es decir, en la Iglesia. Teniendo en cuenta esto, podemos precisar cuáles son las relaciones entre Biblia y Magisterio. Nos orienta en esta tarea el mismo Concilio Vaticano II: “La Tradición y la Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, en pueblo cristiano entero en comunión con sus pastores persevera siempre en la enseñanza de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la oración (Hch 2,42), y así se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido , pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente , lo explica fielmente; y de este único depósito de fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído. Así pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados entre sí, de manera que ninguno puede subsistir sin los otros; y así los tres conjuntamente, si bien cada uno según su modo específico, contribuyen eficazmente bajo la acción del único Espíritu a la salvación de las almas”

Biblia y Magisterio de La Iglesia

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Describe lo contenido en las Sagradas Escrituras y el Magisterio de la Iglesia que fundó Cristo

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Biblia y Magisterio de la Iglesia

La relacin entre Biblia y Magisterio es fundamental tanto para la correcta interpretacin bblica como para la fundamentacin teolgica de lo que el Magisterio enseay del misma Magisterio en s, en cuanto a su capacidad de ensear con autoridad. El slo Escritura de Lucero encierra, en el fondo, una contradiccin: la misma Escritura remite al Magisterio para ser interpretada.

En realidad, las relaciones entre la Biblia y el Magisterio de la Iglesia no dan lugar a un principio autnomo de interpretacin bblica, sino que son como un resumen o conclusin de lo que se ha dicho hasta ahora sobre los criterios correctos de interpretacin bblica. Del principio bsico acerca de la doble naturaleza divina y humana de la Sagrada Escritura, hemos deducido el principio de la unidad interpretativa de la Biblia por el intrprete catlico: interpretar la Escritura lleva consigo aceptar esta especfica cualidad de la Escritura la de ser humana y divina a la vez-, lo cual le obliga, por ser humana, a tomar en serio todos los mtodos de investigacin exegtica cientfica; pero tambin le exige la lectura de la Biblia en el Espritu, lo cual en el fondo supone leerla en el mbito en que tenemos garanta de la actuacin del Espritu, es decir, en la Iglesia. Teniendo en cuenta esto, podemos precisar cules son las relaciones entre Biblia y Magisterio. Nos orienta en esta tarea el mismo Concilio Vaticano II: La Tradicin y la Escritura constituyen un solo depsito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depsito, en pueblo cristiano entero en comunin con sus pastores persevera siempre en la enseanza de los Apstoles y en la comunin, en la fraccin del pan y en la oracin (Hch 2,42), y as se realiza una maravillosa concordia de pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la fe recibida. El oficio de interpretar autnticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado nicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no est por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para ensear puramente lo transmitido , pues por mandato divino y con la asistencia del Espritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente , lo explica fielmente; y de este nico depsito de fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser credo. As pues, la Tradicin, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, segn el plan prudente de Dios, estn unidos y ligados entre s, de manera que ninguno puede subsistir sin los otros; y as los tres conjuntamente, si bien cada uno segn su modo especfico, contribuyen eficazmente bajo la accin del nico Espritu a la salvacin de las almas (Dei Verbum 10). La primera novedad de este texto es la afirmacin neta de que la Escritura ha sido entregada a toda la Iglesia, a todo el pueblo de Dios (por tanto, sin excluir a la jerarqua). Se trata, pues, de una formulacin de lo que ya se ha expresado con otras palabras: la Iglesia es el lugar por excelencia de la acogida y comprensin de la Escritura y de la Tradicin. El oficio del Magisterio de la Iglesia viene exigido por la naturaleza jerrquica de sta, pues para que el Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apstoles nombraron como sucesores a los obispos, entregndoles su propio cargo de Magisterio (Dei Verbum 7b). Se expresa aqu el principio de la sucesin apostlica, unido al de la tradicin apostlica desde los comienzos de la Iglesia. Su tarea no consiste en sustituir a la Escritura, ni en colocarse sobre ella, sino en interpretarla autnticamente. En realidad, el Magisterio de la Iglesia est sujeto a la Palabra de Dios manifestada en la Escritura, la cual es su norma definitiva, norma normans non normata (norma de las normas, no normada). Por eso debe ponerse a la escucha de la Palabra, custodiarla celosamente y explicarla con fidelidad, todo lo cual hace con la asistencia del Espritu Santo. Este es el servicio bsico del Magisterio a la Palabra de Dios, un servicio que le compete exclusivamente por participar como sucesores de los apstoles de la autoridad de Cristo y, por ello mismo, del poder de ensear en nombre de Cristo. Este ensear en nombre de Cristo es lo que hace que la interpretacin que el Magisterio de la Iglesia realiza de la Escritura sea autntica, y que su interpretacin sea norma prxima obligatoria para toda la comunidad eclesial, incluidos, por supuesto, los exegetas. El Magisterio de la Iglesia ejerce su servicio de interpretacin autntica de la Escritura de muy diversas formas. La ms genrica es cuando propone dogmticamente la verdad de fe, aunque no cite explcitamente la Escritura. En este caso, el exegeta debe tener en cuenta la fe de la Iglesia, autnticamente expuesta, en el sentido en que debe tener en cuenta la analoga de la fe. A veces, muy pocas, el Magisterio incluye la interpretacin de un texto bblico en una definicin dogmtica. En este caso, esa interpretacin, que siempre se refiere al sentido del texto bblico y no necesariamente a la intencin del autor, no agota el sentido del texto, que puede seguir siendo estudiado por el exegeta. En otros casos, el Magisterio solemne hace referencia explcitas a textos bblicos, si bien stos no quedan incluidos en la definicin dogmtica. Sin definir el sentido preciso del texto bblico, se seala una orientacin de l que la mera interpretacin exegtica no podra descubrir. Finalmente, con mucha frecuencia, el Magisterio ordinario de la Iglesia recurre a los ms variados textos bblicos para fundamentar e ilustrar su exposicin. En este caso se trata de una orientacin interpretativa que debe juzgarse con mucha mayor sobriedad, pero que normalmente es punto de encuentro y confluencia de muchos y diversos esfuerzos interpretativos que se hacen en la Iglesia. En todos los casos anteriormente expuestos, el intrprete catlico de la Escritura acoge las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, cada una segn su peculiar cualidad, no como una imposicin externa y contraria al trabajo cientfico, sino como quien sabe que la Escritura ha sido encomendada a la Iglesia, de la que forma parte y en la que trabaja como una misin y un carisma especficos. Pero no solamente escucha al Magisterio de la Iglesia, sino que debe ponerse tambin a la escucha de todo el pueblo de Dios, que es el depositario de la Palabra revelada, segn hemos dicho. En este sentido, el exegeta debe tambin estar atento a las reacciones de la comunidad ante su trabajo, lo cual se realiza de un modo concreto cuando el exegeta escribe o habla en tono de alta divulgacin, tarea sta de la que parece no debe prescindirse, en cuanto que supone un sometimiento directo del trabajo exegtico a la verificacin de la comunidad y al juicio de la Iglesia. Adems, el exegeta contribuye positivamente al crecimiento de la comprensin de la Escritura por medio de su estudio y contemplacin, ayuda a madurar el juicio de la Iglesia y a porta a sta una ayuda inestimable para conocer la Palabra de Dios.

Interpretacin bblica

Cules deben ser los criterios a seguir para interpretar la Biblia? La hermenutica, o la labor exegtica, necesita unos criterios tcnicos, pero tambin debe atender a otros espirituales. Los tcnicos vienen dados por las ciencias lingsticas y los espirituales por el hecho de que la Biblia es la Palabra de Dios suscitada por el Espritu y leda siempre a la luz de ese Espritu.

Al acercarse a la Biblia para entenderla e interpretarla, hay que tener en cuenta una serie de principios, si se quiere efectuar dicha interpretacin dentro de los planteamientos catlicos. 1.- El punto de partida tiene que estar en la aceptacin de la Biblia como palabra humana y a la vez como Palabra de Dios. Se trata de un libro humana en el sentido de que ha sido escrito por hombres- a travs del cual Dios nos ha comunicado su Palabra y que se ha convertido por eso en autntica Palabra de Dios. 2.- Tomar en serio la naturaleza humano-divina de la Escritura, derivada del hecho dogmtico de su inspiracin divina, lleva consigo tomar en serio la humanidad de la Escritura. 3.- Para llevar esto a cabo es preciso, como indica la Constitucin Dei Verbum, investigar cul era la intencin del autor o autores humanos de la Biblia. Pero no basta con esto; siempre segn la Constitucin Deui Verbum, hay que estudiar adems lo que Dios quera dar a conocer con las palabras de ellos. En definitiva, para conocer lo que Dios quiere decir y dice en la Sagrada Escritura, es necesario conocer tanto los condicionamientos e intencin de su autor o autores humanos, como los de su lenguaje, que no siempre dependen de la intencin de los autores humanos. 4.- Un texto decisivo en la Constitucin Dei Verbum del Vaticano II, el 12bc, dice lo siguiente: Para descubrir la intencin del autor hay que tener en cuenta entre otras cosas los gneros literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa ndole histrica, en libros profticos o poticos, o en otros gneros literarios. El intrprete indagar lo que el autor sagrado intenta decir y dice, segn su tiempo y cultura, por medio de los gneros literarios propios de su poca. Para comprender exactamente lo que el autor quiere afirmar en sus escritos, hay que tener muy en cuenta los modos de pensar , de expresarse, de narrar que se usaban en tiempos del escritor, y tambin las expresiones de que entonces se valan en la conversacin ordinaria. Con esta afirmacin el Concilio Vaticano II no haba hecho otra cosa ms que actualizar las palabras de Po XII en la Divino afflante Spiritu, segn las cuales Es absolutamente necesario que el intrprete se traslade a aquellos remotos siglos de Oriente, para que, ayudado convenientemente con los recursos de la historia, arqueologa, etnologa y otras disciplinas, discierna y vea con distincin qu gneros literarios, como dicen, quisieron emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella antigua edad. Junto al estudio de los gneros literarios en que est escrita la Biblia, para poder entenderla e interpretarla correctamente, est el uso de los mtodos histrico-crticos, aceptados tambin por el Magisterio de la Iglesia. Uno de estos mtodos es el de la Historia de las Formas, otros es el del Anlisis de las tradiciones y otro es el de la Historia de la redaccin. Pero el Magisterio de la Iglesia, junto a la aceptacin de estos mtodos, advierte al estudioso de la Biblia de que no caiga en uno de los errores en que incurrieron los exegetas racionalistas del siglo XIX, el de no reconocer la existencia de lo sobrenatural y negar la intervencin personal de Dios en el mundo, as como rechazar el valor de la autoridad apostlica. 5.- El Espritu de Dios, que actu en las etapas del Antiguo y del Nuevo Testamento, que dio a conocer al pueblo del Israel la revelacin de Dios mediante hechos y palabras, bajo cuya accin sta se puso por escrito y fue reconocida como Escritura inspirada y normativa, es el mismo Espritu que hace posible la encarnacin del Verbo de Dios, el mismo que Jesucristo deja a su Iglesia para que reconozca en su palabra y en sus obras la plenitud de la revelacin de Dios, el mismo bajo cuya accin estos hechos y palabras se ponen por escrito, el mismo que lleva a la Iglesia a reconocer en esos escritos la definitiva revelacin de Dios y a someterse a ellos sealndolos como normativos y cannicos. En consecuencia, es el mismo Espritu que habita y vive en la Iglesia como palabra interna a ella, el que sigue dndole a conocer la palabra externa, que es la Escritura, haciendo posible su interpretacin autntica, convirtindola en palabra eficaz hoy y en cada tiempo. De este modo, la frmula empleada en la Dei Verbum que habla del Espritu en que ha sido compuesta la Escritura nos conduce al corazn mismo de la Iglesia. Es verdad que no existira Iglesia sin Sagrada Escritura, como no existira Iglesia sin sacramentos. Pero tampoco existira Sagrada Escritura sin Iglesia. Adems, este planteamiento nos ayuda a comprender que no es la Biblia la ltima norma de la Iglesia, sino Jesucristo resucitado, que se hace presente en la proclamacin de la Escritura por la fuerza del Espritu, que el Seor dej a su Iglesia. Por todo ello, la Escritura es ante todo el libro de la Iglesia y, por eso, slo en la Iglesia puede leerse e interpretarse de modo autntico, pues slo en ella tenemos la garanta de que sigue vivo el Espritu que la hizo nacer (inspiracin) y que se la dio a conocer (canon). 6.- Leer e interpretar la Escritura en el mismo Espritu en que fue compuesta lleva consigo atender al contenido y unidad de toda la Escritura. Esto se lleva a cabo no por mera yuxtaposicin de textos, ni eliminando las diferencias existentes entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino tratando de descubrir cmo esos libros y textos expresan dinmicamente distintas etapas y perspectivas de la nica historia de la salvacin, y por tanto todos ellos estn orientados hacia lo que constituye su plenitud, Cristo y su evangelio. Todo esto se puede conseguir cuando se interpreta la Escritura en el contexto de la Iglesia, mbito en el que hoy est garantizada la accin del mismo Espritu. 7.- Leer e interpretar la Escritura en el mismo Espritu en que fue compuesta exige tambin atender a la tradicin viva de toda la Iglesia, la cual no se identifica sin ms con el conjunto de tradiciones acumuladas a lo largo de su historia, sino que es la manifestacin en ella de la accin del Espritu, la cual hace viva y actual en cada momento la letra muerta de la Escritura. Esto exige, objetivamente, interpretar la Escritura en el contexto de la tradicin apostlica tal y como es transmitida y vivida en el interior de la Iglesia, es decir, teniendo en cuenta el testimonio de los Padres y de la liturgia, el consentimiento universal del pueblo de Dios en las cosas de fe y costumbres y las orientaciones concretas del Magisterio. En este sentido, la tradicin viva de la Iglesia puede actuar como norma orientativa y negativa de exgesis para aquel que se acerca a la Biblia sin prejuicios previos.

La verdad de la Biblia (I)

El tema de la verdad contenida en la Biblia ha tenido una singular importancia en la historia del cristianismo por la particular sensibilidad que posee el rea cultural influida por la mentalidad griega. Por esto puede decirse que, desde los orgenes del cristianismo, en la cultura occidental la cuestin bblica por excelencia ha sido la verdad de la Escritura.

A la hora de afrontar la cuestin de la verdad que contiene la Biblia hay que partir de un anlisis del concepto mismo de verdad. Hay diversos modelos de verdad. En Grecia, la verdad era la realidad oculta, permanente y fija que daba razn de todos los cambios; lo contrario era la ilusin, el engao; La verdad de las cosas se esconde tras las apariencias que engaan los sentidos. Esa verdad no es otra cosa que el ser verdadero, la esencia o la naturaleza. La filosofa era la actividad que la descubra. El modelo de verdad era la realidad. Para los hebreos era diferente. Ellos se situaban ante la realidad partiendo no de su existencia individual sino de su existencia en el seno de una comunidad tribal. Por eso la verdad era, ante todo, la fidelidad a los dems, el mantenimiento de la palabra dada y, en general, todo aquello que da cohesin a la vida tribal. Por eso el concepto de verdad se confunde con el de fidelidad, con el de firmeza. En el modelo griego, la realidad verdadera era la naturaleza en su totalidad, fija e inalterable. Y esa inmutabilidad era lo divino que exista en la naturaleza. Para el judo, la consistencia de todas las fidelidades era un ser personal (Dios) y no la naturaleza. De ah que para el hebreo la verdad primordial sea Yahv quien, con su fidelidad perpetua, garantiza y fundamenta todas las dems fidelidades. La verdad hebrea es religiosa y como su religin es fundamentalmente histrica, su verdad se realiza en los acontecimientos. La mentalidad cristiana, mantenindose dentro del marco hebreo, introduce elementos nuevos. El primero de ellos es que la manifestacin, justificacin y ratificacin de la verdad ya ha tenido lugar en Cristo. En l la verdad se ha manifestado plenamente. Cristo es la verdad, como l mismo afirm. La verdad, adems, nos hace libres porque es Cristo quien nos hace libres. La contestacin primera y ms radical contra la verdad cristiana procedi del judasmo. Para la sinagoga, el cristianismo es un sistema errneo, porque Jess era un falso mesas. Los Padres de la Iglesia, los primeros grandes telogos catlicos, van a reaccionar contra esta acusacin demostrando, por un lado, la coherencia de la pretensin cristiana con lo anunciado en el Antiguo Testamento y, por otro, defendiendo a la vez el valor del Antiguo Testamento como manifestacin divina frente a los que queran suprimirlo y quedarse slo con el Nuevo (gnsticos). Pero el concepto cristiano de verdad tambin sufri los ataques del mundo pagano helenstico. Cuando el cristianismo surge, el helenismo estaba atravesando una crisis; habiendo buscado la verdad del hombre como una parte de la naturaleza, se vea arrojado a un amargo escepticismo. El mensaje cristiano, que pona la verdad en el hombre, suscit un renacer filosfico de gran envergadura. Los filsofos cristianos llevaron a cabo una sntesis creativa entre la verdad cristiana y la verdad griega; en principio no dudaron en aceptar que la verdad bblica no poda estar en contradiccin con la mentalidad griega, para la cual la verdad era sencillamente la realidad natural e histrica. De esta manera, se pas a comprender la verdad bblica al modo griego. En la pugna contra los filsofos paganos que atacaban la verdad contenida en el cristianismo sobre todo Celso y Porfirio-, los apologistas cristianos elaboraron la llamada demostratio christiana, que luego dara paso a la Teologa fundamental. Como los ataques iban dirigidos a demostrar que en la Biblia no estaba contenida toda la verdad, la defensa se convirti en la demostracin de que en la Biblia estaba excluido todo error. Esto, a la larga, llev a situaciones de trgica gravedad, como las polmicas con Galileo o con Darwin, debidas precisamente a estar interpretando la verdad bblica segn el concepto de verdad griego, en lugar de interpretarlo segn el concepto de verdad hebreo, que es con el que fue escrita la Biblia. La interpretacin de la Biblia como si fuera un libro de historia o de ciencias fsicas cosa que nunca fue- trajo consigo una crisis de gran envergadura en los siglos XIX y XX. En el siglo VI, San Agustn tuvo que enfrentarse con problemas parecidos. Su mrito consisti en insistir en que la verdad bblica era de orden formalmente religioso. Fue l quien declar que el Seor pretenda, mediante la enseanza bblica, no hacer cientficos sino cristianos. En ningn momento San Agustn identific la verdad bblica con el concepto de una universal verdad griega que excluya todo error de ciencia. Tras el triunfo del cristianismo, el emperador Justiniano proscribi las obras de Celso y Porfirio. La Biblia fue entonces considerada como el libro por excelencia de todas las verdades: histricas, cientficas, filosficas, religiosas y escatolgicas. Con la Escolstica medieval se volvi a la Biblia como fuente del saber teolgico, pero a la vez se aplicaba a la verdad bblica el discurso racional que se haba prendido de Aristteles. De ah se dedujo que todas las proposiciones bblicas contienen verdades del mismo rigor, tanto si se refieren a ciencias naturales, a historia, a religin o a filosofa. As se lleg poco a poco a la tesis de una indiferenciada exclusin de error en la Escritura. Esta situacin se empez a resquebrajar a partir del siglo XVII, con el advenimiento de la ciencia emprica. Por ejemplo, la observacin astronmica fue descubriendo unas leyes que no estaban en conformidad con los enunciados de la Biblia. El punto culminante del conflicto lo seal la condenacin de la teora de la traslacin de la tierra en torno al sol sostenida por Galileo. Posteriormente surgieron conflictos ms peligrosos. En el siglo XIX apareci la historia como ciencia, que buscaba una vinculacin rigurosa entre el documento y la verdad histrica. Se sometieron a la crtica los enunciados bblicos de tipo histrico y la crisis no tard en aparecer. El telogo alemn Rohling crey haber encontrado la solucin al afirmar que la Biblia contiene verdad nicamente en lo tocante a las cuestiones doctrinales de dogma y moral, que son por otro lado los temas sobre los cuales se puede aplicar la infalibilidad pontificia. El cardenal Newman se apunt, matizadamente, a esta idea al excluir de la verdad las cosas sin importancia afirmadas de paso por los autores sagrados. Ante estas opiniones intervino Len XIII con la encclica Providentissimus Deus (1893), dejando claro que el sujeto de la verdad bblica no son todos los enunciados de la Escritura, sino su intencin de ensear doctrinas conducentes a la salvacin.

La verdad de la Biblia (II)

En el captulo anterior sobre la naturaleza de la verdad contenida en la Biblia, llegamos hasta la definicin de Len XIII en la Providentissimus Deus, que dej claro que el sujeto de la verdad bblica no son todos los enunciados de la Escritura, sino su intencin de ensear doctrinas conducentes a la salvacin. Ahora concluimos este tema, llegando hasta nuestros das.

La gran aportacin del Papa Len XIII al debate sobre la verdad contenida en la Biblia fue la de sealar claramente que la dimensin de la Escritura en que se sita formalmente la verdad es en la enseanza, una enseanza ordenada a facilitar a los hombres la salvacin. Esta enseanza de las verdades reveladas es el elemento formal, mientras que el resto es el elemento material. Se evitaba as la peligrosa distincin de Rohling entre las materias doctrinales y las que no lo eran, pero se admita una diferencia intrnseca entre lo que la Biblia ensea y lo que no entra en su finalidad salvfica y docente. Si estos criterios los aplicamos al caso Galileo vemos claramente que aquel problema se poda haber evitado si se hubiera tenido en cuenta que la verdad de la Biblia est en afirmar que Dios interviene en la historia del hombre para ayudarle, pero no en que el sol gira alrededor de la tierra, como afirma la Sagrada Escritura y como rechaz el sabio italiano. Sin embargo, la intervencin magisterial y magistral de Len XIII con la Providentissimus Deus no sirvi para solucionar los problemas, pues los extremistas estaban ya lanzados al ataque contra la verdad bblica. El profesor del Instituto Catlico de Pars, Loisy, sostuvo que la verdad de la Biblia era una mera verdad relativa, condicionada en todo a las circunstancias culturales del autor sagrado. En el fondo, es la misma tesis que sostienen los que actualmente dicen que Jess hizo determinadas cosas (como no admitir a las mujeres al sacerdocio) porque estaba condicionado por su cultura. Esta introduccin al relativismo en la interpretacin bblica haca que se desmoronase absolutamente todo, pues cualquier afirmacin, tanto dogmtica como moral, poda interpretarse al gusto de cada uno, alegando que estaba impregnada de condicionantes culturales que ya no valan. San Po X vio el peligro que encerraba el relativismo de Loisy (uno de los fundadores del llamado modernismo) y emiti una enrgica condena. El ambiente se crisp enormemente y pareca que Magisterio y biblistas no iban a ponerse de acuerdo nunca. As las cosas, en plena Segunda Guerra Mundial, apareci la encclica de Po XII Divino afflante Spiritu (30-11-1943), que sirvi para poner paz en la contienda bblica. Aceptando la teora de los gneros literarios, lanzada aos antes por el P. Lagrange y el jesuita Hummelauer, se pudo valorar mejor la cuestin de la verdad bblica. Sin embargo, el desarrollo de los mtodos crticos sigui y no tardaron en surgir nuevos problemas. Pablo VI los afront en 1963 y a continuacin la Pontificia Comisin Bblica public una Instruccin sobre la verdad de los evangelios. Por fin, el Concilio Vaticano II, con la Constitucin Dei Verbum, super el modelo griego de la verdad lgica y situ la verdad de la Escritura en el mbito de la efectividad de la palabra y la declaraba sencillamente una verdad que procura la salvacin. En el fondo, algo muy parecido a lo que haba dicho muchos aos antes Len XIII: La Dei Verbum enmarca la doctrina de la verdad en el contexto de los designios de Dios, que tienen como objeto la comunicacin de su vida divina a los hombres. La verdad primordial es lo que la Constitucin conciliar llama: la verdad profunda de Dios (DV 2). Esta verdad se comunica en la revelacin de Dios y sus designios por medio de la palabra, la cual es verdadera por la correspondencia con la verdad profunda de Dios y sus designios. Esta verdad, orientada a la salvacin, es la que es enseada slidamente, fielmente y sin error (DV 11) en los libros de la Biblia. Poniendo un ejemplo, y utilizando el concepto de los gneros literarios, cuando Cristo narr la parbola del hijo prdigo, no estaba diciendo que en realidad hubiese existido alguna vez un padre y dos hermanos que se comportaran como los de la parbola; estaba narrando una verdad la del amor misericordioso de Dios para con sus hijos pecadores- y lo haca a travs de una historia que se estaba inventando. Todos los que lo oan entenda perfectamente que se trataba de una historia ficticia que contena una gran verdad. Ese es el gnero literario de las parbolas y el hecho de que fueran historias inventadas no significa que no contuvieran grandes verdades. Volviendo al trmino usado por Len XIII y por el Vaticano II, la verdad bblica es una verdad de salvacin. Significa eso que la verdad bblica no puede ser verificada?. Aunque la palabra de fe no responda al lenguaje cientfico, no hay duda de que los contenidos de la Escritura se prestan a la verificacin. Por ejemplo, los enunciados pertenecientes al gnero histrico estricto (los que narran las historias de los reyes del Antiguo Testamento, o el paso de Jss por determinadas ciudades de Galilea, o su muerte en Jerusaln bajo Poncio Pilato, etc), s son susceptibles de verificacin. La ms conocida es la comprobacin arqueolgica. Cuando las excavaciones descubren la existencia de una ciudad, de una civilizacin, unos restos de antigedad mencionados o descritos por la Biblia, la arqueologa realiza una comprobacin y un control de la verdad de las narraciones bblicas. En tal caso se da una autntica verificacin. Tambin ocurre lo mismo cuando se descubre un documento que controla la verdad de los textos bblicos, como sucedi cuando aparecieron los manuscritos de Qumrn, que sirvieron para verificar la historicidad, por ejemplo, de lo contenido en el libro del profeta Isaas. La comprobacin tambin puede llevarse a cabo mediante el control interior del documento por la crtica literaria o la crtica histrica. En realidad, se puede afirmar que ningn otro libro del mundo ha sido sometido a tan sistemtico trabajo de verificacin externa e interna. Se puede afirmar, por lo tanto, que hay distintos niveles de verdad en la Biblia. Hay un nivel de verdad real, cuando coinciden la realidad con lo que hay en la mente humana. Hay un nivel de verdad de conocimiento, en el cual la verdad consiste en la correspondencia entre lo percibido de la verdad real y lo mentalmente expuesto en conceptos y enunciados. Hay un tercer nivel de verdad, o verdad de expresin, que consiste en la conformidad entre el lenguaje utilizado y lo mentalmente elaborado en el plano del conocimiento, es decir, cuando se expresa correctamente lo que se tiene en la cabeza como percibido de la realidad. Hay un cuarto nivel de verdad, que es el de la verificacin, que otorga un motivo de certeza complementaria por el hecho de haberse comprobado. Por ltimo, est el plano de la verdad de salvacin, cuando los enunciados bblicos realizan la salvacin que ofrecen.

El dogma de la inspiracin

Qu cree la comunidad cristiana acerca de la Biblia? Ha credo siempre lo mismo o ha ido evolucionando?. En este captulo de la escuela de Teologa Bblica se muestra cmo, siendo siempre idntica, la fe en la inspiracin divina de las Sagradas Escrituras Antiguo y Nuevo Testamento- ha ido evolucionando ante la necesidad de defenderse de los errores de quienes la negaban.

El pueblo de Dios, que es la Iglesia, se ha pronunciado de forma autorizada sobre la naturaleza de la Sagrada Escritura. Este pronunciamiento ha dado origen al dogma de la inspiracin, por el cual la Iglesia considera y proclama que los textos bblicos, an escritos por hombres libres y no por autmatas, han sido inspirados por Dios y, ms all de los gneros literarios utilizados, reflejan la verdad revelada. Las primeras afirmaciones autorizadas sobre la inspiracin se encuentran en las confesiones de fe cristianas. En ellas se repite sin variaciones sustanciales la atribucin de la locucin proftica al Espritu Santo. A partir del ao 350, es decir, conseguida ya la libertad que otorg Constantino, empiezan las intervenciones magisteriales a favor del canon, o sea a favor de la determinacin de qu libros eran inspirados y cules no. El rechazo por parte de algunos grupos herticos del Antiguo Testamento como libro no inspirado, llev a la Iglesia a definir que fue el mismo y nico Dios quien inspir ambos Testamentos. As, por ejemplo, el Concilio I de Toledo (ao 400), en lucha contra los priscilianistas, afirm: Si alguno cree que se da un Dios de la antigua Ley y otro del Evangelio, sea anatema. En forma parecida se expresaba el Papa Len IX al Patriarca de Antioquia: Creo tambin que el mismo Dios y Seor Omnipotente es el Autor del Nuevo y del Antiguo Testamento, esto es, de la Ley, de los Profetas y de los Apstoles. El Concilio de Florencia vuelve a presentar la cuestin, pero citando ya explcitamente al Espritu Santo como inspirador de los dos Testamentos, lo cual apareca en las primeras confesiones de fe. Adems, recoge explcitamente los libros que componen ambos Testamentos, fijando as el Canon. El Concilio de Trento, celebrado en el marco de la polmica protestante, fija ms su atencin precisamente sobre le Canon, como haba ocurrido en los siglos IV y V, aunque tambin alude a la inspiracin denominando a los libros de los dos Testamentos con el apelativo de sagrados y cannicos. De este modo se llega al Concilio Vaticano I. En la sesin III del 24 de abril de 1870, se defini el origen divino de las Escrituras por inspiracin. El texto dice, aludiendo a los libros definidos por el Concilio de Trento como sagrados y cannicos, que la Iglesia los tiene por tales no porque, habiendo sido escritos por la sola industria humana, hayan sido despus aprobados por su autoridad, ni slo porque contengan la revelacin sin error, sino porque, habiendo sido escritos por inspiracin del Espritu Santo, tienen a Dios por autor y como tales han sido entregados a la misma Iglesia Si alguno no recibiere como sagrados y cannicos los libros de la Sagrada Escritura ntegros, con todas sus partes, como los describi el santo Snodo Tridentino, o negase que son divinamente inspirados, sea anatema. En este Concilio se oficializ dogmticamente la expresin inspiracin, utilizada por primera vez en el Concilio de Florencia, y se la puso en estrecha relacin con la frmula Dios Autor de la Escrituras. No hay que olvidar, por otro lado, que la intervencin del Vaticano I tena como contexto histrico la preocupacin por oponerse al racionalismo imperante, negador de todo lo sobrenatural. El Concilio reaccion con una enrgica profesin de fe en la sobrenaturalidad de la revelacin. Los aos posteriores al Vaticano I conocieron un gran desarrollo de las ciencias bblicas, pero no fue un tiempo pacfico. La polmica gir en torno a la verdad que poda contener la Escritura. Len XIII tuvo que intervenir con su encclica Providentissimus Deus. El Papa destaca en su encclica que para que Dios sea autor de un libro tienen que ser de l las ideas de ese libro, y para ello, es necesario que intervenga de modo especial en la inteligencia , en la voluntad y en las facultades ejecutivas del autor o autores humanos. Para Len XIII, nada importa que el Espritu Santo se haya servido de hombres como instrumentos para escribir, como si a estos escritores inspirados, ya que no al autor principal, se les pudiera haber deslizado algn error. Porque l de tal manera los excit y movi con su influjo sobrenatural para que escribieran, de tal manera los asisti mientras escriban, que ellos concibieron rectamente todo y slo lo que l quera, y lo consiguieron fielmente escribir , y lo expresaron aptamente con verdad infalible; de otra manera, l no sera el autor de toda la Escritura. Posteriormente, Po XII con la encclica Divino afflante Spiritu volva al tema para aclarar que los instrumentos humanos de que se sirvi Dios para la obra inspirada actuaban con plena libertad, como rganos vivos del Espritu Santo. El Concilio Vaticano II, mediante la Constitucin Dei Verbum, tuvo el mrito de llagar a una solucin satisfactoria en la cuestin de la verdad bblica. En cuanto a la inspiracin, se limit a insistir en los aspectos ya definidos en el Vaticano I, matizando el papel de los autores humanos, en la lnea en que haba hablado Po XII: Para componer los libros sagrados, Dios eligi a hombres, de cuyos medios se sirvi, de forma que actuando en ellos y por ellos, escribieran como verdaderos autores todo aquello y slo aquello que l quera (DV 11). La originalidad de la Dei Verbum estuvo en llevar a cabo una labor de discernimiento entre lo esencial de la inspiracin y lo que es de libre discusin en las escuelas teolgicas. Volvi a centrar el dogma de la inspiracin dentro del tema general de la revelacin. Son esenciales en la doctrina proclamada por el Vaticano II la providencial eleccin de los redactores inspirados y la plenitud de las cualidades humanas, que no quedan menoscabadas por la intervencin divina. Por eso llama a los escritores de los textos verdaderos autores, a la par que deja claro que Dios es el autor supremo que ha actuado en ellos y por ellos. Otro tema importante es el que se refiere a los efectos de la inspiracin. Es opinin general que el efecto primero y ms propio de la inspiracin es elevar la Escritura al rango de Palabra de Dios, con la necesaria consecuencia de su verdad total. La Dei Verbum insiste sobre ello en el n 24: La Sagrada Escritura contiene la Palabra de Dios y, al ser inspirada, es en verdad la Palabra de Dios. En resumen, como se ha podido comprobar en este recorrido histrico sobre la evolucin del dogma de la inspiracin, las intervenciones magisteriales han tenido lugar cuando la verdad de fe estaba en peligro, amenazada por los errores gnsticos -que niegan el origen divino del Antiguo Testamento- o racionalistas que rechazaban la sobrenaturalidad de la revelacin contenida en la Biblia-.

La Biblia como libro de fe

Es la Biblia un libro de fe o es un libro histrico? Lo escribieron unos autores por su cuenta o lo hicieron inspirados y movidos por Dios? Qu fue lo que se escribi primero, lo que da origen a toda la reflexin?. Las respuestas son sencillas: es un libro de fe que reflexiona sobre hechos histricos y que ve en ellos la intervencin de Dios. Sus autores son inspirados por el Espritu.

Al estudiar la fundamentacin del canon de las Escrituras, decamos que la razn ltima por la cual la Iglesia las ha aceptado como norma de su fe y de su vida es que ha descubierto en ellas la presencia y la autoridad del Espritu de Jesucristo y, en consecuencia, sus autores deben ser hombres profticos e inspirados. Surge as la cuestin de la inspiracin de la Sagrada Escritura, que manifiesta su origen divino y humano a la vez. El hecho de la inspiracin es una verdad de fe en la Iglesia; su posible y adecuada explicacin es una tarea propia de la Teologa, que debe mostrar cmo nuestra fe es razonable y coherente. Lo primero que debemos hacer es preguntarle a la Biblia qu dice de s misma. Despus veremos lo que la Iglesia dice de la Biblia. Para ver lo que la Biblia dice de s misma se puede hacer de dos maneras: seleccionando los textos en que ella habla explcitamente de su propia naturaleza o bien sometindola a la crtica literaria como a cualquier otro libro para descubrir cmo se form histricamente. Va a ser este segundo mtodo el que ponga de manifiesto su origen como libro de fe surgido en el seno de una comunidad creyente. Lo primero que hay que recordar es que antes de la palabra escrita estuvo la palabra hablada. Es decir, que la transmisin oral de las verdades reveladas precedi durante mucho tiempo a la transmisin escrita y, tambin durante mucho tiempo, convivi con ella. Segn los estudios lingsticos, los textos escritos ms antiguos son los que constituyen el libro del xodo, la salida de Israel de la opresin de Egipto. La palabra divina revela el sentido profundo de ese episodio, que no fue uno ms o uno normal, sino una intervencin explcita de Yahv a favor de su pueblo. En el origen est no un acto de fe sino un hecho histrico, que es experimentado por el pueblo de Israel como un acontecimiento de salvacin y es proclamado como una intervencin de Dios en la historia; esta proclamacin es el acto de fe. Este acto central, por el que el pueblo fue liberado de la esclavitud de Egipto gracias a una intervencin divina, culmina en el pacto sellado entre Dios y el pueblo; la alianza. Esta alianza lleva consigo una exigencias morales y de culto que el pueblo debe cumplir: la ley. Aparecen as los tres elementos histricos y de fe que son recogidos en primer lugar por la Biblia: Dios interviene para salvar a su pueblo, firma con l una alianza de proteccin a cambio de que l cumpla unos preceptos ticos (los diez mandamientos) y que no adore a otros dioses. Posteriormente la Biblia se ir ensanchando con otros relatos, los referidos a los orgenes del mundo por ejemplo; pero los primeros que se escribieron fueron los ya citado del xodo y esto porque en aquel acontecimiento histrico que fue la liberacin y salida de Egipto va a surgir una nueva realidad social que recibe el nombre de pueblo de Dios, del cual la Biblia es su libro sagrado, su libro de fe. Pero la intervencin de Dios en la historia del pueblo de Israel -desde la salida de Egipto ya pueblo de Dios-, no termina ah ni empieza ah. El pueblo va a reflexionar sobre lo de antes y lo de despus y Dios va a inspirar a escritores sagrados para que recojan las tradiciones que llevan la verdad revelada. As, el ciclo del xodo se completa con la prehistoria de la era patriarcal, remontndose a Adn y a la creacin del mundo, y se prolonga en la conquista de la tierra prometida y en los sucesos posteriores hasta llegar a los Macabeos y a su lucha por la independencia contra el pode griego. De este modo se origina una comprensin del curso histrico de Israel como una historia de la salvacin. Los profetas se van a encargar, posteriormente, de ayudar al pueblo a que entienda lo que le est sucediendo como intervencin de Dios en su historia y no como meros hechos sin ninguna significacin religiosa o providencial. Por lo tanto, en el origen de la Escritura est la accin reveladora de Dios, que recibe luego una respuesta de fe confesante por parte del pueblo. Las sucesivas intervenciones de Dios desarrollan la historia salvfica en continuidad con el acontecimiento del xodo. En resumen: la gnesis de la Biblia revela el despliegue de sucesivas intervenciones salvadoras de Dios en la historia del pueblo, comenzando por la salida de Egipto, confesadas en unidades literarias cada vez ms complejas. Todo ello es aceptado sin discusin como palabra de Dios por el pueblo. Israel, por otro lado, diferencia perfectamente la literatura que merece la categora de palabra de Dios de otro tipo de literatura meramente humana. La primera es una literatura que merece la fe y por eso se le llama literatura sagrada o santa, puesto que procede de Dios, est inspirada por l, y ensea a interpretar lo que Dios ha hecho en la historia del pueblo y a sacar las conclusiones morales pertinentes. Pero el pueblo de Israel no profundiz en las razones de su fe en la sacralizad de los textos bblicos. Esta fue una aportacin del cristianismo. La afirmacin ms explcita es la que se contienen en 2 Tim 3,16: Toda Escritura es inspirada por Dios y til para ensear, para argir, para corregir y para educar en la justicia. El pasaje es de gran importancia, pues en l no slo se menciona la palabra de Dios en su dimensin escrita (Escritura), sino que se pone esa condicin suya en relacin con la inspiracin. Es el nico lugar de la Biblia en que ambas realidades aparecen en semejante conexin, dejando claro y explcito por primera vez que si la Escritura la Biblia- es palabra de Dios se debe a que ha sido inspirada por el Espritu Santo, por Dios. Adems, muy posiblemente San Pablo no se estara refiriendo a la antigua Escritura (al Antiguo Testamento) solamente al hablar as, sino que estara incluyendo tambin la nueva produccin, los textos sagrados del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. Y estara dejando claro que esos textos, los antiguos y los nuevos, merecen ser llamados palabra de Dios precisamente porque han sido puestos por escrito bajo la accin del Espritu Santo. El Antiguo Testamento sera, pues, un libro de fe cuyo contenido es la palabra de Dios y cuya expresin procede de carismticos (escritores inspirados) que la ponen por escrito bajo la accin del Espritu. El Nuevo Testamento, en cambio, tiene una originalidad: en l se recoge la accin de la Palabra misma de Dios encarnada en el ser humano de Jess. Este fenmeno, esta palabra hecha carne, pone a la revelacin cristiana en unos niveles de sacralidad que ninguna religin precedente haba conocido. Con la encarnacin, todas las formas de literatura sagrada quedan superadas y se llega a la plenitud de la revelacin, pues es el mismo Dios quien la lleva a cabo.

El canon de la Biblia

Una vez presentada y definida la Biblia como Palabra de Dios surgen otras cuestiones. La primera es la que afecta a los propios libros que la constituyen. Por qu esos y no otros? Por qu ha habido libros que no se han considerado inspirados por Dios y que son calificados de apcrifos?. Los libros inspirados forman lo que se llama el canon.

La definicin exacta de canon, tal como la presenta la Iglesia, es sta: Los libros cannicos o canon de la Biblia pueden describirse como la coleccin de libros del Antiguo y Nuevo Testamento recogidos por la Santa Madre Iglesia, porque escritos bajo la inspiracin del Espritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia (DV 11). Se llaman libros protocannicos a aquellos que han sido aceptados por cannicos como inspirados- siempre y sin discusin. Se denominan libros deuterocannicos a aquellos libros que estn en el canon pero sobre los cuales se ha discutido alguna vez. Estos libros son aceptados como revelados por los catlicos, pero rechazados como tales por protestantes y ortodoxos, los cuales los denominan apcrifos. Los libros y pasajes discutidos o deuterocannicos son, en el Antiguo Testamento: Tobas, Judit, Baruc, Sabidura, Eclesistico, 1 y 2 Macabeos, Ester 10,4-16,24, y Daniel 3,24-)0; 13-14; as como la Carta de Jeremas, que la traduccin latina Vulgata sita en Baruc 6. En el Nuevo Testamento son: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro, 2 y 3 Juan, Apocalipsis y los pasajes Mc 16,9-20 y Jn 7,53-8.11. Con frecuencia se ha utilizado este concepto para poner en duda aquellos textos bblicos cuyo contenido no gusta o no convienepor, por ejemplo, reafirmar la autoridad del Papa. Basta con discutir su autenticidad para que una sombra de sospecha caiga sobre ellos y ya dejen de tener la misma importancia. Por eso la Iglesia insiste en que tan cannicos, tan inspirados, son unos como otros. En cuanto al concepto de apcrifo, tiene varias acepciones. Como ya se ha dicho, para protestantes y ortodoxos, son apcrifos todos los que ellos rechazan como cannicos. En realidad, la palabra significa escondido y designaba en un principio a aquellos libros que se destinaban al uso privado de los adeptos de una secta. Finalmente el trmino signific escrito sospechoso de hereja. Para la Iglesia, apcrifo es aquel libro que ha sido rechazado como cannico, aunque alguna vez pudieron haber sido considerados inspirados, o a aquellos otros que jams han sido aceptados como revelados pero que tiene una forma literaria semejante a la de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Por otro lado, la cuestin de la canonicidad o autenticidad de los libros sagrados es comn a todas las religiones. As en le budismo, el canon no se establece hasta el siglo III antes de Cristo, en el concilio de Pataliputra, un siglo y medio despus de la muerte de Buda. En el Islam, dado que Mahoma no haba dejado sistemticamente elaborado el Corn y algunas de sus revelaciones eran transmitidas oralmente y otras habanquedado escritas en hojas de palmera e incluso en huesos, no se lleg a una recopilacin oficial hasta 20 aos despus de su muerte, cuando la hizo hacer el califa Toman (644-656). Los estudiosos de la canonicidad de los libros sagrados de las religiones, a la vista de esta problemtica, han elaborado unos criterios, segn los cuales tiene mucha importancia el que la literatura que se presenta como cannica refleje el pensamiento del fundador religioso y de la tradicin primera. Adems, siempre existe una tradicin oral, ms o menos larga, previa a cualquier literatura cannica, por lo cual los libros no son la primera fuente donde se vierte la enseanza del fundador, sino que sta se transmite antes que nada por la palabra y slo despus esta palabra se pone por escrito. Por otro lado, en todas las religiones siempre se produce un proceso doloroso de exclusin de algunos libros y esta decisin procede de la comunidad a travs de la autoridad que la representa, que es diferente segn la religin (snodo, concilio, califa, emperador, expertos). El canon judo, o libros bblicos que ellos consideran inspirados por Dios, est compuesto por todo el Antiguo Testamento, excepto los libros que ya hemos enumerado como discutidos o deuterocannicos. Este compedio qued establecido por los rabinos fariseos a principios del siglo II. Los ortodoxos, debido a su estructura nacional que les impide tener un lder supremo y que otorga al patriarca de Constantinopla slo un papel honorfico, no tienen ninguna decisin oficial sobre la lista de los libros cannicos. En general, y con bastantes variaciones a lo largo de la historia, la mayora de las Iglesias acepta el Antiguo Testamento tal y como lo hacen los catlicos con los deuterocannicos- y lo mismo sucede con los libros del Nuevo Testamento. La principal excepcin es la Iglesia ortodoxa de Etiopa, que ha aadido al canon de los 27 libros del Nuevo Testamento otros 8. Los protestantes imitan a los judos en los que respecta al Antiguo Testamento, aunque actualmente tienden a introducir los libros que los catlicos aceptan al final de sus Biblias. En cuanto al Nuevo Testamento, tras no pocas discusiones, se acepta comnmente el mismo canon que en la Iglesia catlica, si bien no pocas veces se consideran como de segunda fila los deuterocannicos, en particular Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Para la Iglesia catlica, la decisin final que zanj toda discusin se produjo en el Concilio de Trento (1546), precisamente en el marco de la discusin con los protestantes, pues al negar stos algunos de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, la Iglesia se vio obligada a dictar una sentencia que recogiera de forma oficial lo que hasta el momento haba sido una tradicin indiscutida. Sin embargo, ya antes, en el Concilio de Florencia de 1441, en el marco de otra discusin contra herejes, los jacobitas, se haba establecido ya la lista de los libros cannicos, aunque sin darle un carcter dogmtico. El Concilio Vaticano I volvi sobre el asunto, reafirmando el dogmaaprobado en Trento e insistiendo en que la canonicidad no dependa de la decisin de la Iglesia, sino que estaba en los mismo libros, era inmanente a ellos, pues estaba contenida en la inspiracin con que haban sido escritos. Del mismo parecer fue el Concilio Vaticano II. Existe, pues, en la Iglesia una definicin dogmtica, que hay que aceptar por fe pero que viene avalada por la tradicin y por los estudios, que zanja toda duda y que establece qu libros han sido inspirados por Dios, de los cuales por tanto Dios es el autor aunque hayan sido escritos por hombres. Los dems, incluso aquellos que hayan sido escritos en la misma poca y que estn en sintona con la revelacin por ejemplo, la Didach-, no pueden ser considerados como Palabra de Dios. Muchos de ellos, sin embargo, pueden ser ledos por la profunda espiritualidad que contienen.

La actualizacin de la Escritura

La lectura del Antiguo Testamento en la Iglesia, siempre mantenida por ella, no deja de plantear sus problemas. Aparte dificultades normales, debido a su antigedad y diverso contexto cultural, la dificultad verdaderamente importante se formula en el terreno teolgico: por qu leer una parte de la Escritura que es antigua con respecto al nuevo Testamento? No sera mejor dejarla de lado o, todo lo ms, usarla nicamente como ilustracin para comprender las numerosas alusiones que a ella hacen los escritos neotestamentarios?.

Dejando aparte las posturas extremas de aquellos autores para quienes no hay ninguna relacin entre Antiguo y Nuevo Testamento y de aquellos otros para quienes esta relacin slo puede establecerse mediante una pura interpretacin alegrica, veamos las formulaciones de aquellos que aceptan, como acept siempre la Iglesia cristiana, el valor y la necesidad de la lectura del Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento ha sido constantemente ledo en la Iglesia y siempre al lado y en conexin con el Nuevo. Adems, la liturgia y la espiritualidad han ledo el Antiguo Testamento proponiendo siempre unos valores de actualidad, generalmente centrados en la profeca y en la historia de la salvacin: los libros del A.T. son anuncio, figura de la nueva alianza, narran una etapa de la historia de la salvacin que encuentra su cumplimiento en Cristo. Pero, sobre todo, la lectura del A.T. est atestiguada en los escritos del N.T., donde se nos presenta a Jess como aquel que lleva a cumplimiento lo anunciado por los profetas, aquel que es la definitiva Palabra de Dios tras las palabras de la Ley y los profetas (Hb 1,1-2). Por su parte, el Magisterio ha defendido, ya desde los tiempos del hereje Marcin, la legitimidad y la necesidad de leer el A.T.. La ltima expresin de ello la encontramos en la Constitucin del Vaticano II Dei Verbum (14-16), en la que se afirma que los libros del A.T., aunque contienen elementos imperfectos y pasajeros, nos ensean la pedagoga divina, por lo que contienen enseanzas sublimes sobre muchos puntos que afectan a Dios y a los hombres. Pero, sobre todo, provienen del mismo y nico Dios, que inspir toda la Escritura, por lo que esos libros alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento y, a su vez, lo iluminan y lo explican. Dicho esto, sigue estando abierta la cuestin de la actualizacin del Antiguo Testamento. Los autores que estudian el Antiguo Testamento, una vez aceptada como posible la lectura cristiana del mismo, opinan que se debe partir siempre del sentido literal, tal como lo entiendo la exgesis cientfica. Adems, es necesario buscar en los libros del Nuevo Testamento el sentido que da al Antiguo y conocer sus mtodos de lectura. Por ltimo, se aconseja ofrecer presentaciones del conjunto del Antiguo Testamento ms que quedarse en los detalles. Siguiendo a Santo Toms de Aquino en sus estudios sobre el Antiguo Testamento, se habla del sentido tpico del mismo, entendiendo por tal el sentido de las cosas en la Biblia, el cual se basa en la continuidad existente entre los dos Testamentos. Las realidades anunciadas en el Antiguo era tipo, sobra, figura de las que se presentan en el Nuevo, las cuales son realidad clara. Para descubrir este sentido es preciso, primero, la exgesis literal de cualquier pasaje veterotestamentario; despus, encontrar un fundamento en el N.T. o en la tradicin y en la vida de la Iglesia. As se puede decir que el man del desierto era tipo de la eucarista, Israel era tipo de la Iglesia, Isaac era tipo de Cristo, las doce tribus eran tipo de los doce apstoles. No faltan telogos como Alonso Schkel que consideran que el A.T. es un smbolo y una imagen que ser manifestada en Cristo y, por lo tanto, debe leerse simblicamente. En realidad, el punto de partida para toda la actualizacin de la Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, est hoy en la Constitucin conciliar Dei Verbum. La revelacin, segn la Dei Verbum, no es solamente el conjunto de verdades que Dios nos comunica para nuestra salvacin, sino que previamente es el dilogo que el Dios invisible, movido de amor, propone a los hombres de cada tiempo, tratndolos como amigos, para invitarlos y recibirlos en su compaa, dilogo que se realiza mediante obras y palabras intrnsecamente ligadas y que se concreta en la tradicin apostlica llegada hasta nosotros y puesta por escrito en los Libros Sagrados. Precisamente es la tradicin la que hace que se comprendan los Libros Sagrados cada vez mejor y que se mantengan activos, de manera que Dios, que habl en otros tiempos, sigue conversando siempre con la Esposa de su Hijo amado, y el Espritu, por quien la voz del Evangelio resuena en la Iglesia y en el mundo, va introduciendo a los fieles en la verdad plena, haciendo que habite en ellos intensamente la palabra de Cristo (DV 8c). En consecuencia, la lectura de la Escritura, hecha en las condiciones debidas, no es un mero recuerdo del pasado, sino que nos pone en contacto directo con Dios hoy y edifica nuestra vida, es viva y eficaz, una palabra poderosa de Dios que se actualiza continuamente en la vida del creyente. Tal profundizacin y actualizacin del texto es posible cuando la Escritura se lee en el Espritu en que sta se compuso. Es el Espritu enviado por Cristo a su Iglesia el que sigue dndole a conocer la Escritura y haciendo posible una interpretacin que la convierta en palabra viva y eficaz hoy y siempre. La actualizacin de la Palabra de Dios en la Escritura se va realizando mediante la accin del Espritu, que se manifiesta en la tradicin viva de la Iglesia. Aqu es oportuno recordar cmo la actual reflexin hermenutica se esfuerza por explicar este hecho: desde la perspectiva que da el tiempo presente sobre el pasado se descubre cmo los textos bblicos se han ido cargando de la eficacia y significatividad que la historia subsiguiente y la accin del Espritu han ido acumulando en los acontecimientos anteriores mediante nuevas y cambiantes situaciones histricas. Esta carga de nuevo significado, siempre dependiente del originario, as como los hechos del presente y la siempre viva accin del Espritu en la Iglesia, iluminan con nueva luz los antiguos textos, enriqueciendo su significado; y stos, a su vez, pueden iluminar los acontecimientos del presente. Por eso, la lectura e interpretacin de la Escritura siempre tiene actualidad y no se agota nunca.

Anlisis de los textos bblicos

La palabra texto deriva del participio del verbo latino texere, cuyo significado bsico es tejer. Un texto es un tejido de palabras, frases, significados, relaciones, que intentan comunicar una informacin o un estado de nimo. Esto vale tambin para los textos de la Biblia. La exgesis o interpretacin de la escritura ha elaborado unos mtodos para el estudio de los textos bblicos.

La interpretacin de los textos bblicos es un proceso muy complejo que slo puede ser afrontado con rigor cientfico por especialistas. Primero hay que estudiar la estructura del mismo y su historia. Luego hay que ir delimitando las percopas (se designa con este nombre una parte del texto que tenga cierta autonoma y sentido en s misma). Despus hay que fijarse en el contexto y en la articulacin del propio texto. Tambin es necesario fijarse en las traducciones, en el anlisis morfolgico-sintctico, as como en el estudio del vocabulario empleado, sin olvidar los anlisis semnticos, semiticos, discursivos y narrativos. Toda esta complicada operacin est dirigida a averiguar no slo la originalidad del texto y lo que quera decir el autor, sino tambin lo que puede ensearnos a nosotros ahora. De ah que, con razn, ya San Pedro dijera en su carta que la Biblia no ha sido escrita para la interpretacin privada, no porque no pueda darse esa interpretacin para uso personal, sino por el riesgo que se corre de que las lecturas personales de la Palabra de Dios sean elevadas a categora de dogma por cada uno, sin una base cientfica para hacerlo y slo por el hecho de que es lo que a uno mismo la parece. S se puede, desde luego, con algo de estudio y con humildad, intentar una aproximacin al contenido de la Sagrada Escritura, mediante lo que se llama crtica literaria. sta naci en el siglo XVII y estudia los textos tratando de descubrir algunas particularidades de su historia, en especial si se han usado algunas fuentes para su confeccin, se ha intervenido un autor o varios, quines son stos, o en qu tiempo fue compuesto el texto. En los trabajos cientficos actuales es fcil averiguar las fuentes de que el autor se sirve, porque es el mismo autor el que suele citarlas. Pero esto no se haca en la poca en que se escribi la Biblia. Y de averiguar eso, entre otras cosas, se encarga la crtica literaria. Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, encontramos que el libro de los Proverbios usa como fuente en alguna de sus partes pasajes de una obra egipcia conocida como Sabidura de Amenemope; la crtica literaria debe estudiar hasta qu punto depende de ella. Encontramos tambin una doble redaccin del Declogo en Ex 20, 1-17 y Dt 5, 6-21; la crtica literaria ha de preguntarse cul es anterior, si dependen una de otra o ambas de un modelo previo. En Is 6, 1 se pone la actividad del profeta en tiempos del rey Ozas (s. VIII a.C.), mientras que en Is 44, 28 se nombra a Ciro, rey de Persia (s. VI a.C.); la crtica literaria debe investigar a qu poca y autor pertenece cada pasaje y cmo han llegado ambos a formar parte del mismo libro de Isaas. El relato de la creacin de Gn 1-2, 4a es seguido por un nuevo relato de la creacin diferente (Gn 2, 4bss), es funcin de la crtica literaria situar cada relato en su contexto histrico aproximado, estudiando las ideas reflejadas en cada uno, sus expresiones literarias, vocabulario, etc. En el Nuevo Testamento, l crtica literaria ha estudiado sobre todo las fuentes de los evangelios sinpticos, desarrollando varias teoras; para ello se ha fijado en las repeticiones, supresiones y aadidos de los textos. Gracias a esto, se puede afirmar, siempre con prudencia, que Lucas y Mateo usan el evangelio de Marcos como referencia y que probablemente tambin utilizan otra fuente escrita que hoy ha desaparecido y que los tcnicos denominan fuente Q (del alemn Quelle, fuente). Una vez que la crtica literaria nos ha ayudado a describir la historia de un texto escrito y nos ha permitido delimitar fuentes primeras y aadidos posteriores, es el momento del anlisis crtico de los gneros literarios, lo cual es muy importante para entender el significado, pues no es lo mismo que un texto sea una parbola, por ejemplo, que la narracin de un hecho histrico. El anlisis de los gneros literarios se llama tambin historia de las formas literarias y nos va a permitir dar un paso ms, situando un determinado gnero en su situacin vital (en alemn sitz im leben). Pongamos un ejemplo de la vida ordinaria para entender lo que es un gnero literario: no es lo mismo escribir una crnica deportiva que una homila. Son gneros bien distintos. Cada uno tiene un tema peculiar, una estructura o forma interna (la crnica har el relato del partido, dir las alineaciones de los equipos, sealar los jugadores ms destacados, y todo con un lenguaje propio; la homila tratar de explicar el texto bblico, referirlo a la vida de los oyentes, exhortar al mantenimiento de la fe o a vivir segn el modelo presentado). Habr, incluso, en cada caso un repertorio de procedimientos frecuentes (la crnica deportiva hablar de jugadores, de jugadas, de pases, de goles y utilizar la alabanza o el vituperio con abundancia; la homila empezar con un queridos hermanos, tratar de ser cercana al oyente, har referencia a los textos bblicos y a los problemas de la comunidad). En cuanto a la situacin vital de la crnica, ser el peridico o la emisora de radio, que quiere comunicar a sus lectores u oyentes las incidencias del juego, sean stos seguidores de uno u otro equipo; en la homila, la situacin vital ser la celebracin litrgicay, dentro de sta, las caractersticas de la misma, pues no es igual una celebracin de eucarista diaria que una dominical, un funeral que una boda, una predicacin en un ambiente social de un tipo que de otro. Todos estos factores definen un gnero literario especfico y ninguno confundir una crnica deportiva con una homila, pues conocemos las reglas del juego. En la Biblia, que es literatura, encontraremos tambin gneros literarios. El problema es que nos son normalmente desconocidos, pues ya no estn en uso. De ah que necesitemos una serie de procedimientos para detectarlas. Una vez conocidas, ellas nos dan el tono del texto, tan importante para saber interpretarlo y conocer su sentido y significacin. Adems nos pueden dar un cierto conocimiento sobre las circunstancias histricas y sociales en que se escribe ese texto. Por ejemplo, sera una catstrofe interpretar el relato de la resurreccin de Cristo como si fuera una parbola, puesto que est narrando un hecho histrico; en cambio, cuando leemos la parbola del hijo prdigo no debemos pensar que en realidad hubo un padre y dos hermanos que se comportaron as al pie de la letra, sino que tenemos que sacar las conclusiones del relato sabiendo que es un ejemplo que estaba poniendo Jess a sus oyentes, al margen de la historicidad concreta de todos sus pormenores. Lo mismo podemos decir con respecto a otros gneros literarios fciles de identificar, como la profeca, los salmos o los textos de carcter apocalptico.

Valor histrico de la Biblia

En los captulos anteriores nos hemos acercado a la Biblia, siempre para ver su historicidad, desde la perspectiva meramente literaria. Pero llega un momento en que nos tenemos que plantear la conexin entre ese mundo literario y la realidad que l expresa. Estamos planteando la pregunta por la historicidad de lo referido en los textos bblicos.

La cuestin de la historicidad de lo referido en los textos bblicos es fundamental. La fe cristiana no se apoya en un libro, sino en una persona, Jesucristo, y en unos hechos determinados: su nacimiento, muerte y resurreccin, bsicamente. Fe e historia se hallan, por tanto, ligadas de manera inseparable. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la pregunta por la historia, tal y como se plantea, es relativamente moderna y no perteneci a las cuestiones que los autores bblicos se planteaban. Nada tiene, por tanto, de particular que los libros bblicos no sean libros de historia en el sentido en que damos a esta expresin, aunque eso no significa que lo que cuentan no sea histrico, real. Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, su inters primario fue siempre religioso. En cuanto al Nuevo Testamento, nos presenta los acontecimientos narrados desde una perspectiva que no es preferentemente histrica, por ms que se narren hechos en verdad histricos. As lo reconoci tanto Po XII (encclica Divino afflante Spiritu) como el Concilio Vaticano II, el cual afirma sin vacilar la historicidad de los evangelios, pero reconociendo que pertenecen no al gnero histrico propiamente dicho sino al especfico de la proclamacin. Los problemas que plantea la interpretacin histrica del Antiguo Testamento son en parte comunes a los de cualquier otro texto antiguo. Adems, dada la gran diferencia entre unos escritos y otros, tanto en el tiempo como en el ambiente cultural donde nacen, no se pueden dar unas normas generales para todos ellos. Pero s se pueden ofrecer algunas pautas generales. Lo primero que hay que hacer es usar los mtodos histrico-crticos ya descritos. Despus hay que contrastar las tradiciones bblicas con datos extrabblicos, como restos arqueolgicos, y documentos escritos de la poca. Gracias a esto, por ejemplo, se puede establecer la historicidad sustancial acerca de las figuras patriarcales del Gnesis (Abraham, Isaac, Jacob, Jos), pero es muy difcil comprobar la historicidad de todos los detalles. En cambio, se pueden controlar mucho mejor los hechos narrados en los dos libros de los Reyes, a partir de las crnicas asirias y babilnicas, o los referidos en el primer libro de los Macabeos, merced a los datos histricos extrabblicos contemporneos. Este tipo de comparacin exige una buena preparacin histrica y cultural acerca del entorno del libro bblico que se estudia. Para juzgar la historicidad de los textos del Nuevo Testamento, y en especial de los evangelios, se debe partir tambin de la peculiaridad de estos textos, que son propiamente testimonios de fe. Tambin aqu el estudio histrico-crtico previo es imprescindible. Adems, la investigacin histrica ha elaborado una serie de criterios que se han de tener en cuenta. Los enumeramos brevemente: 1.- Es preferible partir de las tradiciones evanglicas ms primitivas posibles, puesto que en ellas se encuentra menos elaboracin de posteriores redactores. 2.- Tienen ms probabilidad de ser autnticamente histricos aquellos datos que aparecen referidos en diferentes fuentes y estn expresados en distintos gneros literarios. Eso no significa que las cosas que cuenta slo uno de los evangelistas, lo cual sucede con frecuencia con San Juan, no sean histricas, puesto que el cuarto evangelio se escribi precisamente con la idea de completar lo que ya haban dicho los anteriores. 3.- Es muy importante el criterio de discontinuidad: una palabra o un hecho relatado es histricamente autntico, cuando no se puede referir a costumbres, enseanzas o intereses de la comunidad cristiana o del judasmo de su tiempo. As, por ejemplo, estamos seguros de que es cierto el pasaje en el cual Jess le dice a San Pedro: Aprtate de m, Satans, que me haces tropezar, pues jams se habra inventado la comunidad cristiana algo que fuera en desdoro del que era su lder tras la muerte de Cristo. Lo mismo hay que decir de la escena de la triple negacin antes del canto del gallo. Otro ejemplo es el de Jess curando en sbado o cuando se deja lavar los pies por la adltera, o cuando se narra la escena de su visita a casa del publicano. Pero, naturalmente, el que estemos seguros de que esto es verdad, merced a este criterio de discontinuidad, no significa que el resto de cosas no lo sea. Es como si considerramos que slo las cosas que cuentan malas del prjimo son verdaderas y las que cuentan buenas son inventadas. Por eso, si este criterio se empleara con exclusividad, nos encontraramos con que los datos que podemos considerar histricos seran mnimos. Debido a esto, este criterio debe ser complementado con los anteriores y con los siguientes. 4.- Pueden considerarse histricamente aceptables aquellas situaciones, palabras y hechos que corresponden al ambiente histrico y cultural de la poca narrada y se sitan armnicamente en el interior del proceso histrico vivido por los personajes de que se habla. A este criterio se le llama de continuidad y coherencia histrica y es complementario del anterior. Segn esto, no habra duda de la historicidad de que el Seor, en la ltima cena, cuando iba a instituir la Eucarista, se reuni slo con sus apstoles y no con las mujeres que le acompaaban. 5.- Finalmente, debe aceptarse como histrico aquel hecho que explica toda una serie de acontecimientos que sin l careceran de sentido. Esto se refiere, muy en particular, a los grandes acontecimientos de la vida de Jess: su nacimiento, su muerte y su resurreccin. Si el Seor no hubiera resucitado y no se hubiera aparecido a los suyos para dejar constancia de ello, no se explica cmo unos hombres acobardados y traidores tuvieron de repente la fuerza y el valor para echarse a la calle a dar la cara por Cristo, cuando das antes haban hecho justo lo contrario. La resurreccin de Cristo y la certeza que tuvieron sus discpulos de que eso haba sucedido, es la clave que va a dar sentido a todo el Nuevo Testamento y al nacimiento del cristianismo. Ninguna duda puede quedar, pues, sobre la historicidad de la misma. Los apstoles no mintieron para hacer negocio, porque decir que Cristo haba resucitado les supuso la persecucin y la muerte. Si dijeron lo que dijeron es porque de verdad haban visto, odo y tocado a Cristo resucitado. 6.- Todo lo que perjudica al que lo cuenta es cierto. Este poda ser, pues, el ltimo criterio, ya que nadie inventa algo para hacerse dao sino para beneficiarse. A la luz de estos criterios, podemos estar absolutamente seguros de la historicidad esencial del Nuevo Testamento.

El libro del Gnesis (I)

Tras haber estudiado una introduccin general a la Biblia, en el fascculo anterior de esta coleccin, es hora de introducirnos en ella libro a libro, desde el Antiguo al Nuevo Testamento. Comenzamos por el principio, el libro del Gnesis, y, dentro de l, por el primer bloque de captulos, los que van del 1 al 11, en los que se nos narra la creacin, el pecado original y la confusin de Babel.

Se conoce con el nombre de prehistoria bblica al conjunto de relatos incluidos en los once primeros captulos del Gnesis. En ellos se consigna cuanto ocurri desde que Dios cre el mundo hasta que entra en escena Abraham.Conviene saber, ante todo, a la luz de lo que ya hemos estudiado anteriormente en los numerosos captulos de introduccin a la Biblia, que esta parte del Antiguo Testamento no fue escrita en la poca a que se refieren los hechos que narran. Es decir, no se escribe el relato de la creacin o lo sucedido a Adn, Eva, Can y Abel en el momento en que estaban ocurriendo las cosas contadas. Se trata de una historia de los orgenes escrita con mucha posterioridad. Incluso se puede afirmar que estos captulos del Gnesis no son los primeros textos del Antiguo Testamento en ser puestos por escrito, aunque ahora los leamos al comienzo de todo debido a que se refieren a lo que ocurri en el principio. Es, pues, una interpretacin de los orgenes hecha desde una ptica de fe y, por lo tanto, se consigna la fe de la comunidad, no pudo redactarse hasta la formacin de esa comunidad, lo cual ocurri tras la conquista de la tierra prometida (siglos XII al XI antes de Cristo).Los israelitas, una vez instalados en Canan, comenzaron a organizarse y, al hacerlo, activaron a fondo los resortes de su fe, tanto para interpretar desde ella lo que les suceda a diario como para analizar su propio pasado. Esto ltimo fue llevado a cabo durante el reinado de Salomn (961-922 antes de Cristo). Esa es la poca, por lo tanto, en que se pusieron por escrito los relatos transmitidos oralmente de generacin en generacin sobre los orgenes del mundo, sobre el por qu exista el mal en el mundo y sobre el por qu haba tanta diversidad de razas y lenguas, es decir, los once primeros captulos del Gnesis.El objetivo de esta parte de la Biblia no era hacer historia, tal y como hoy la entendemos, sino transmitir una verdad de fe a travs de unos relatos inspirados por Dios. Por eso no nos crea ningn problema constatar que el origen del hombre es muy anterior a los 4.000 aos que segn la Biblia habra entre Adn y Abraham. Estas cifras deben ser interpretadas de forma simblica, como debe ser interpretado el nmero de das en que el Seor llev a cabo la creacin del mundo o el por qu los hombres emplean idiomas distintos. R. Koch lo describe as: Los once primeros captulos del Gnesis no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, dado que no pueden apoyarse en ningn testimonio ocular o auditivo. Ms no por ello han de verse como leyendas, consignando hechos que, ms all del espacio y del tiempo, se habran desarrollado tan slo en la fantasa del autor, cuyo inters se cifr en explicar el destino de la humanidad. Estos captulos se esfuerzan por explicar las distintas manifestaciones de la miseria humana. Y lo hacen a travs de historias que, lejos de ser pura invencin (leyendas), reflejan realidades vividas.Otro autor, J. Taylor, nos explica el contenido de fe que estos captulos pretenden transmitir: El libro del Gnesis es una epopeya y un drama a nivel mundial. Este se inicia ya en los orgenes: Dios ha creado el mundo, un mundo que era bueno; y ha creado al hombre, el culmen de toda la creacin. El prlogo (los once primeros captulos) nos ofrece una panormica general de la historia humana en el curso de algunos milenios. Vemos cmo la creacin de Dios se va deteriorando progresivamente a causa del pecado del hombre, el cual se enga al pretender hacerse igual a Dios. despus todo acaba destrozado por el diluvio para volver a comenzar de nuevo. Y el drama termina con la locura de Babel y la consiguiente dispersin de los pueblos.

Los temas tratados en estos captulos podemos estructurales del siguiente modo:Gn 1, 1-2, 4a: creacin del mundo en seis das, dedicando el sptimo al descanso. La enseanza catequtica de este fragmento consiste en que Dios es el autor de cuanto existe, que todo lo ha hecho bien y por lo tanto no es responsable del mal en el mundo, y que hay que agradecerle a Dios lo que ha hecho dedicndole un tiempo especial para ello, el sbado, el da dedicado a honrar al Seor y agradecerle la creacin.Gn 2, 4b-25: Origen de la primera pareja humana, con una intervencin explcita de Dios que les va a diferenciar del resto de los animales creados por l. El mensaje es que el hombre es el culmen de la creacin y que es voluntad divina la complementariedad de los sexos.Gn 3, 1-25: La prdida del paraso a causa del pecado de desobediencia de la primera pareja, un pecado que consisti en atribuirse la capacidad de decidir por s mismos qu es bueno y qu es malo. Este texto nos ensea dnde est el origen del mal y del dolor en el mundo, as como que perdemos la felicidad, el paraso, siempre que nos alejamos de Dios.Gn 4, 1-16: Can mata a su hermano Abel, primer fratricidio de la historia humana. Contina la enseanza anterior; si la separacin de Dios supone la prdida de la felicidad, ahora se ve cmo esa separacin se transforma no slo en perjuicio individual sino tambin en una desgracia para el prjimo, que termina siendo vctima de otro hombre ms fuerte que l.Gn 4, 17-6, 4: Los descendientes de Abel (Set) perpetan el bien, mientras que los descendientes de Can hacen lo mismo con el mal. Esta parte del Gnesis intenta explicarnos cmo llega el mal a nuestros das y la importancia de la educacin familiar.Gn 6, 5-9, 28: Dios castiga con un enorme cataclismo de la naturaleza el pecado de obcecacin de la humanidad, pero no la destruye y le da na nueva oportunidad, representada en No. El texto del diluvio contiene una catequesis sobre el cansancio de Dios, al que no podemos ofender impunemente, y sobre la paciencia y misericordia de Dios, que da nuevas oportunidades a los hombres.Gn 10, 1-11, 32: Tras el diluvio, los hombres no aprendieron la leccin y perseveraron en el pecado, aumentando su insolencia y su soberbia hasta el punto de pretender imitar a Dios en su grandeza, construyendo una gigantesca torre. La enseanza de este final de la prehistoria bblica es, de nuevo, que Dios es ms grande que los hombres y que en todo reto del hombre a Dios, aquel saldr perdiendo. Por otro lado, se explica la diferencia de lenguas como un castigo fruto del alejamiento de Dios y que conduce a la incomunicacin de los hombres entre s, mientras que los que estn cerca de Dios se entienden en lo esencial aunque hablen distintos idiomas.

El libro del Gnesis (II)

En los dos primeros captulos del Gnesis se afronta la cuestin del origen del mundo y del hombre. Teoras modernas, como la del big bang o la de la evolucin de las especies, no estn necesariamente reidas con la enseanza bblica, siempre y cuando se entienda sta como una enseanza de fe que, para hacerse comprensible, utiliza un lenguaje simblico.

El origen del mundo, como se dijo en la leccin anterior de este curso de Biblia, est narrado en el primer captulo del Gnesis y en parte del segundo. Concretamente, en Gn 1, 1-2, 4a. El resto del captulo segundo (Gen 2, 4b-25) est dedicado a la creacin del hombre. La enseanza catequtica de este fragmento -como tambin se dijo- consiste en que Dios es el autor de cuanto existe, que todo lo ha hecho bien y por lo tanto no es responsable del mal en el mundo, y que hay que agradecerle a Dios lo que ha hecho dedicndole un tiempo especial para ello, el sbado, el da dedicado a honrar al Seor y agradecerle la creacin. Adems, y con respecto al hombre, el autor del libro del Gnesis quiere dejar claro que el hombre es el culmen de la creacin y que es voluntad divina la complementariedad de los sexos.Ahora bien, con respecto al origen del mundo, el creyente de nuestra poca se encuentra asaltado por una gran variedad de teoras, ms o menos probadas por datos. Algunas de esas teoras estn en continua modificacin, en funcin de los nuevos descubrimientos, y otras se ven interpeladas de raz por nuevas hiptesis que las rechazan de plano. Desde la teora del big bang a la de la evolucin de las especies, muchas son las hiptesis con las que se pretende dar una explicacin cientfica a la existencia del mundo y a la existencia de la vida y del hombre en nuestro mundo particular, que es la tierra.Lo primero que hay que recordar es lo que ya se ha dicho repetidas veces sobre el lenguaje bblico y la interpretacin de sus afirmaciones. Sobre todo en esta parte del Antiguo Testamento, que narra lo ocurrido en la prehistoria, es fundamental distinguir entre la literalidad de lo que se dice y la verdad revelada que hay en lo que se dice. Por no haber entendido esto a tiempo, se produjo el famoso enfrentamiento entre los que defendan que la tierra era el centro del universo y los que sostenan que giraba alrededor del sol (caso Galileo). A nosotros, lo mismo que al autor bblico, lo que nos importa es esa verdad profunda, esa enseanza que nos aportan estos captulos bblicos, al margen de la forma en que nos la narran. Por eso, afirmamos y creemos que Dios es el creador del universo y que ha sacado eso de la nada, es decir, que no haba una materia preexistente que l utiliz. Afirmamos y creemos que intervino de forma directa para crear al hombre, el cual no fue el primer ser creado; tambin decimos que para crear al hombre y hacerle a su imagen y semejanza (con alma y no slo con cuerpo) utiliz una materia preexistente, simbolizada por el barro del que habla la Biblia. sobre esta materia infundi su espritu, gracias al cual el hombre es lo que es. Est esto reido con una concepcin evolucionista de la creacin. No, siempre y cuando ese evolucionismo se site en el campo estrictamente biolgico, pues no hay problema en afirmar que el barro bblico bien podra ser el primate evolucionado del cual, con un salto evolutivo que para nosotros es la intervencin directa de Dios, surge el primer homo sapiens con el que comienza nuestra especie.Hay quien dice que debemos demostrar que esa intervencin de Dios se produjo, tanto en el origen del mundo como en el origen del hombre. Es, ciertamente, una cuestin de fe, aunque no de una fe absurda, pues es bien posible. En todo caso, se les puede argir que son ellos los que deben demostrar que esa intervencin divina no se produjo, lo cual, al menos en lo referente al origen del mundo, es mucho ms difcil de conseguir.Esta forma de ver las cosas, adems, coincide con la que tenan no slo los autores inspirados de esos captulos del Gnesis, sino el mismo pueblo de Israel al cual iban dirigidos estos textos. El hombre antiguo pocas veces se interes por los temas tericos. Le preocupaba lo concreto y lo vivencial, las respuestas a las grandes preguntas que le ayudaran a vivir. Necesitaba esas respuestas porque no poda dejar de preguntarse de dnde proceda un mundo cuya grandiosidad le fascinaba y le aterraba a la vez. Esta cuestin la afrontaron todos los pueblos de la antigedad y todas coinciden en considerar obra de Dios -o de los dioses- el mundo de los hombres. Hoy no supone ningn problema admitir que algunas de esas cosmovisiones o interpretaciones del origen del mundo que haba en culturas anteriores a la israelita, influyeron en sta. Un ejemplo es el Poema de la creacin de la mitologa sumero-acadia. All se indica que, antes de ser hecho el mundo, todo era un inmenso caos; en un determinado momento, comenzaron a diferenciarse dos principios hmedos. el ocano de aguas dulces, personificado por el dios Apsu, y el ocano de aguas saladas, personificado por la diosa Tiamat. De la fusin de ambas divinidades surgi la tierra, inmenso disco plano bordeado de montes. El dios Apsu, su custodio, la humedeci con numerosos ros. Los dos primeros seres vivients habran sido Lahmu y Lahamu, serpientes monstruosas que engendraron a Akshar (fuerza masculina) y a Kishar (fuerza femenina). Ambas fuerzas pusieron en marcha el mundo celeste y el terrestre y de la fusin de estos (cielo y tierra) surgi una trada de dioses: Anu, Enlil y Ea. Anu pas a ser el seor de los cielos, por lo que deba venerrsele como padre de todos los dioses, pero se ocupaba poco de los humanos y fue suplantado en el inters de los hombres por Marduk, que s se preocupaba por lo que suceda en el mundo y que lleg a convertirse en el dios supremo.Por su parte, Enlil -seor del aire y de la tierra- era el consejero de todos los dioses y procuraba que los humanos se portasen bien, castigando a los malos. Fue l quien decret el gran diluvio que a punto estuvo de destruir a la humanidad. En cuanto a Ea, era la que custodiaba los ocanos y se convirti en la abogada defensora de los humanos.No cabe duda de que hay similitudes entre la interpretacin sumeria del origen del mundo y la bblica. Pero tambin hay grandsimas diferencias. Por ejemplo, la creacin para la Biblia no consiste en poner orden en el caos; Dios no es un ordenador, sino un creador, alguien que hace existir algo que antes no exista. Adems, no hay muchos dioses, sino uno solo y por ello ni hay rivalidad entre los dioses -como entre Anu y Marduk- ni tampoco hay posibilidades de apoyarse en uno para utilizarlo como aliado a fin de engaar o seducir al otro.Lo mismo podemos decir si nos fijamos en otras cosmologas, como la egipcia, con la que tambin estuvieron en contacto los autores bblicos. En todas ellas, sin embargo, el mundo y el hombre haban sido creados por la divinidad y esa creacin era un regalo a agradecer.

El libro del Gnesis (III)

Siguiendo con el anlisis de los dos primeros captulos del Gnesis, en los que se narra la creacin del mundo, descubrimos que en realidad en ellos se superponen dos relatos distintos -no contrapuestos- sobre esa creacin. Son el resultado de dos tradiciones diferentes que se haban transmitido oralmente y que el autor sagrado, muy respetuoso, decide trasladar a la posteridad.

En el libro del Gnesis hay dos formas de presentar la creacin del mundo por Dios. La primera (Gn 1, 1-2, 4a), aunque figure antes, fue escrita bastante despus. su redaccin se atribuye a algn sacerdote el siglo V antes de Cristo y en ella predomina un inters litrgico. Por eso se le llama relato sacerdotal o relato elohista, pues a Dios se le llama siempre con el trmino hebreo Elohim.La otra forma de describir el origen del mundo est en Gn 2, 4b-25. Se vincula con algn escriba del tiempo del rey Salomn, all en los albores del siglo X antes de Cristo. Este relato se denomina yahvista, porque cuando alude a Dios siempre lo llama Yahv. Ambos relatos circularon de forma independiente, oralmente y tambin por escrito, hasta que un recopilador -quiz en el siglo IV antes de Cristo- los fusion, incorporndolos al libro del Gnesis. Los ensambl de una manera muy sencilla y respetuosa con el contenido de ambos: colocndolos uno detrs del otro.Para entender el relato ms antiguo, el yahvista, no hay que olvidar que su autor era probablemente un beduino que se diriga a beduinos, y stos carecen de sentido de abstraccin. As se explica que, al cuestionarse por lo que pudo haber antes de iniciarse la creacin, el yahvista no recurra al concepto de la nada, porque ste es un concepto abstracto. Lo hace a su modo, sugiriendo que antes slo haba un inmenso desierto sin una gota de agua, pues para los beduinos, en un desierto as nada puede subsistir. En el desierto, Yahv hizo brotar un manantial del que surgieron cuatro ros, los cuales dieron vida a un jardn en el corazn mismo de aquel erial, con todo lo que el hombre poda necesitar para sobrevivir. As es como de la nada surge un todo y ese todo tiene un nombre: mundo. En cuanto a la creacin del hombre, Dios se nos muestra como un consumado artesano, que moldea la arcilla a la perfeccin y por eso hace al hombre a base de una figura de barro creada por l mismo, tal y como hara un alfarero.Por lo tanto, el yahvista presenta la creacin del mundo y del hombre con un estilo pintoresco e infantil, pero de una profunda observacin de la psicologa humana. Su relato es como una parbola oriental llena de ingenuidad y frescura. Para ello se vali de antiguos relatos sacados de los pueblos vecinos. En efecto, las antiguas civilizaciones asira, babilnico y egipcia haban compuesto sus propias narraciones sobre el principio del cosmos, que hoy podemos conocer gracias a las excavaciones arqueolgicas realizadas en Medio Oriente. Y resulta sorprendente la similitud entre estos relatos y el de la Biblia.El yahvista recogi estas tradiciones populares y concepciones cientficas de su tiempo, y las utiliz para insertar un mensaje religioso, que era lo nico que le interesaba: Dios es el creador de todo lo que existe, incluido el hombre, y de ah proceden sus derechos y los deberes del hombre para con l.Para entender el relato sacerdotal o elohista hay que saber algo sobre el momento en que se compuso. Cuatro siglos despus de haberse compuesto el primer relato, el yahvista, una catstrofe vino a alterar la vida y la fe del pueblo judo. Corra el ao 587 antes de Cristo y Nabucodonosor conquist Jerusaln y se llev cautivo al pueblo. Y all en Babilonia fue la gran sorpresa. Los primeros cautivos comenzaron a arribar a aquella capital y se dieron con una ciudad esplndida. Ellos, que se sentan orgullosos de ser la nacin bendecida y engrandecido por Yahv en Judea, no haban resultado ser sino un modesto pueblo de escasos recursos frente a Babilonia. El templo de Jerusaln, edificado a todo lujo por el gran rey Salomn, y gloria de Yahv que lo haba elegido por morada, no constitua sino un plido reflejo del impresionante complejo cultual del dios Marduk.La situacin no poda ser ms decepcionante. Los babilonios haban logrado un desarrollo mucho mayor que los israelitas. Para qu haban rezado tanto a Yahv durante siglos y se haban abandonado confiados en l, si el dios de Babilonia era capaz de dar ms podero, esplendor y riqueza a sus devotos? Se desmoronaron, entonces, las ilusiones en el Dios que pareca no haber podido cumplir sus promesas, y el pueblo en crisis comenz a pasarse en masa a la nueva religin de los conquistadores, con la esperanza de que un dios de tal envergadura mejorara su suerte y su futuro. Ante esta situacin que viva el decado pueblo judo durante el cautiverio babilnico, un grupo de sacerdotes, tambin cautivo, comienza a tomar conciencia de este abatimiento de la gente y reacciona. Era necesario volver a catequizar al pueblo.La religin babilnica que estaba deslumbrando a los hebreos era dualista, es decir, admita dos dioses en el origen del mundo: uno bueno, encargado de engendrar todo lo bello y positivo que el hombre observaba en la creacin; y otro malo, creador del mal y responsable de las imperfecciones y desgracias de este mundo y del hombre. Adems, all en la Mesopotamia pululaban las divinidades menores a las que se le rendan culto: el sol, la luna, las estrellas, el mar, la tierra. Aquellos sacerdotes comprendieron que el viejo relato de la creacin que tanto conoca la gente estaba superado. Haba perdido fuerza. Era necesario escribir uno nuevo donde se pudiera presentar una vigorosa idea del Dios de Israel, poderoso, que destellara supremaca, excelso entre sus criaturas. Comienza as a gestarse Gn 1.Por eso, lo primero que llama la atencin en este nuevo relato es la minuciosa descripcin de la creacin de cada ser del universo (plantas, animales, aguas, tierra, astros del cielo) a fin de dejar en claro que ninguna de stas eran dioses, sino simples criaturas, todas subordinadas al servicio del hombre (v. 17-18). Contra la idea de un dios bueno y otro malo en el cosmos, los sacerdotes repiten constantemente, de un modo casi obsesivo a medida que va apareciendo cada obra creada: "y vio Dios que era bueno", o sea, no existe ningn dios malo creador en el universo. Y cuando crea al ser humano dice que era "muy bueno" (v. 3 l), para no dejar as ningn espacio dentro del hombre que fuera jurisdiccin de una divinidad del mal. Finalmente, el Dios que trabaja seis das y descansa el sptimo slo quera ser ejemplo para volver a proponer a los hebreos la observancia del sbado. De esta manera la nueva descripcin de la creacin por parte de los sacerdotes era un renovado acto de fe en Yahv, el Dios de Israel. Por eso la necesidad de mostrarlo solemne y trascendente, tan distante de las criaturas, a las que no necesitaba ya moldear de barro, pues bastaba su palabra creadora.

El libro del Gnesis (IV)

Continuamos con el estudio de los primeros captulos del libro del Gnesis, en particular de lo referente a la creacin del mundo por Dios. En este artculo vamos a abordar la cuestin de la supuesta oposicin entre los datos que ofrece la Biblia con los que aportara la ciencia a travs de la teora de la evolucin. La clave est en entender la Biblia como lo que es, un libro de fe, lo cual no significa que no sea tambin un libro de historia.

Una vez estudiados los dos relatos de la creacin que aparecen en el libro del Gnesis, conviene detenerse para echar una mirad