Barberena. Arqueología y biogeografía humana en Patagonia meridional. 2008

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    SOCIEDAD

    ARGENTINA DE

    ANTROPOLOGIACOLECCION TESIS DOCTORALES

    ISBN 978-

    Entre otros ttulos publicados por laSociedad Argentina de Antropologa:

    En la coleccin TeSiSDocToRAleS

    idtdads mpustas. Thuhs,auas y pampas rt d aPataga, de Lidia R. Nacuzzi.(agotado)

    cazadrs d guaas d a stpapataga, de Guillermo Mengoni G.

    Arquga d a dua. Txts,ds, mumts, de IrinaPodgorny.

    la fuda d vas Sa Jua(sg XViii), de Catalina TeresaMichieli.

    e sum grups azadrsrtrs. U jmpzarqug d patagamrda, de Mariana E. De Nigris.

    Trra, mda dtdad:omaguaa (1540-1638), de Carlos E.Zanolli

    Arquga d afarrs, azadrsy psadrs pampas, de MaraIsabel Gonzlez

    ls dgas d r ngr. U fquarqug, de Luciano Prates

    [email protected]

    Ramiro Barberena naci en la ciudad

    de Azul, provincia de Buenos Aires.

    Se gradu como arquelogo en el

    ao 2001 en la Facultad de Filosoa y

    Letras de la Universidad de Buenos

    Aires y obtuvo el ttulo de Doctor en

    Ciencias Antropolgicas en el ao 2008

    en esta misma acultad. Actualmente

    trabaja en el Departamento de

    Investigaciones Prehistricas y

    Arqueolgicas del IMHICIHU,

    dependiente de CONICET. Desde elao 1999 ha participado en trabajos

    de campo desarrollados en distintas

    regiones de Patagonia, incluyendo

    las provincias de Santa Cruz, Tierra

    del Fuego y Neuqun. Los trabajos

    realizados en la regin volcnica de

    Pali Aike, Santa Cruz, constituyeron

    la base para llevar a cabo la tesis

    doctoral que se presenta en este libro.

    En el mismo se presenta un estudio

    geogrfco de las poblaciones humanas

    que habitaron Patagonia meridional

    durante los ltimos 4000 aos, basado

    en la integracin de dierentes tipos de

    evidencia arqueolgica.

    [email protected]

    Ramiro Barberena

    Arqueologa y biogeografa

    humana en Patagonia Meridional

    Arqueologa y biogeografa

    humana en Patagonia Meridional

    Arqueologaybiogeografahumana

    enPatagoniaMeridional

    RamiroBarberena

    ArqueologaybiogeografahumanaenPatagoniaMeridional

    RamiroBarberena

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    Arqueologa y biogeografa humanaen Patagonia meridional

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    Arqueologa y biogeografa humanaen Patagonia meridional

    SOCIEDAD

    ARGENTINA

    DE ANTROPOLOGIA

    Ramiro Barberena

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    Coleccin Tesis Doctoralesdirigida por Victoria Horwitz

    Diseo de tapa y composicin de originalesBeatriz Bellelli.

    2008 by Ramiro Barberena

    Sociedad Argentina de AntropologaMoreno 350. (1091) Buenos Aires

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escritade los titulares del "copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccinparcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografa y eltratamiento informtico.

    Los mapas de la presente publicacin se ajustan a la cartografa oficial, establecida por elPoder Ejecutivo Nacional a travs del I.G.M. -Ley 22.963- y fueron aprobados porExpte. GG 08497/5, del 14 de marzo de 2008.

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

    La Tesis Doctoral Arqueologa y biogeografa humana en Patagonia meridionalestuvo dirigida por Luis A. Borrero y fueron sus jurados los doctores Jos Cocilovo,Adolfo F. Gil y Laura L. Miotti. Fue defendida el 5 de marzo de 2008 en la Facultadde Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

    Barberena, RamiroArqueologa y biogeografa humana en Patagonia Meridional. - 1a ed. - Bue-

    nos Aires : Sociedad Argentina de Antropologa, 2008.396 p. ; 21x15 cm. (Tesis doctorales de la SAA dirigida por Victoria Horwitz)

    ISBN 978-987-1280-10-0

    1. Arqueologa. I. TtuloCDD 930.1

    Fecha de catalogacin: 17/03/2008

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    NDICE

    AGRADECIMIENTOS 13

    PRLOGO 17

    CAPTULOS

    1. De qu se trata este libro? 19

    2. Aspectos tericos y escalas de anlisis 23Biogeografa 23Orgenes y desarrollo histrico 24Antecedentes en arqueologa 26

    Estudio del paisaje 27Perspectiva idealista 28Nuestra perspectiva 31

    Escalas de anlisis 33Espacio 33Tiempo 36

    3. Geografa de cazadores recolectores: lecciones desde el tiempoetnogrfico 39Organizacin espacial en cazadores recolectores etnogrficos 40

    Dimensiones de la organizacin espacial y unidades poblacionalesde anlisis 41Rangos de accin y territorios: Qu categora es ms adecuada paraun anlisis geogrfico? 42Factores condicionantes de los rangos de accin: consumo de recursosmarinos 44

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    Estructura de los rangos de accin: nodos demogrficos y reasmarginales 46

    Rocas y cuevas con ojos: Pali Aike en un contexto geogrfico 49El paisaje de cuevas Nunamiut 52Un contexto ms amplio para el anlisis de reparos rocosos 54

    El paisaje de cuevas y aleros en Pali Aike 57

    4. Patagonia Meridional y el campo volcnico Pali AikeGeologa, geomorfologa y ecologa: implicaciones biogeogrficas 61

    Geologa volcnica 62Aspectos cronolgicos 62Aspectos morfolgicos 63Ordenamiento geogrfico de los rasgos volcnicos 66

    Geomorfologa 68

    Hidrografa y disponibilidad de agua 68Ecologa y productividad de los ambientes terrestres 71Condiciones climticas generales 72Comunidades vegetales en Patagonia meridional 73Capacidad de carga: marco para una evaluacin arqueolgica 75

    Productividad primaria de los ecosistemas marinos 77Segmentacin del espacio: base para un anlisis biogeogrfico 78

    5. Nuestras preguntas: alcances y limitaciones 81

    Subsistencia y organizacin geogrfica 81Interaccin entre las costas marinas y el interior del continente 83Jerarquizacin del espacio 84reas marginales, nucleares y barreras biogeogrficas 85

    Estructura espacial de la muestra arqueolgica 88Orejas de Burro Estancia Monte Aymond 89Cndor Estancia 3 de Enero 90Cerro Norte Estancia Don Bosco 90Estancia La Carlota 90

    Limitaciones explcitas de nuestro anlisis 91

    6. Paisaje desde una perspectiva biogeogrfica 93Geoarqueologa en escalas Regional y Supra regional 94Geoarqueologa en escalas de Sitio y Localidad 95Lneas de evidencia 96

    Registro pedogentico y evidencias arqueolgicas a cielo abierto 97Historia sedimentaria de los depsitos estratificados: Pali Aike comoun laboratorio 98

    7. Evidencias arqueolgicas en un marco biogeogrfico 101

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    Distancias 102Transporte de objetos 102Movilidad de los individuos 103

    Intensidad de uso humano: de lo local a lo regional 104Indicadores sedimentolgicos 105

    Conjuntos faunsticos 108Conjuntos lticos 111Arqueologa de la muerte en un marco geogrfico 114Tendencias temporales y demografa 114

    8. Nuestras herramientas: mtodos y tcnicas 117Estudio del paisaje: suelos, sedimentos, excavacin y estratigrafa 117Tratamiento de las lneas arqueolgicas de evidencias 118

    Estudio de sedimentos 118

    Istopos estables en restos humanos 120Conjuntos faunsticos 122Informacin cronolgica 126

    9. Evolucin paleoclimtica y cambios en el paisaje 129Registros continuos: ncleos sedimentarios de fondos de lago 130Registros discontinuos: turberas, cuevas y suelos 132Historia paleoclimtica del CVPA 133

    Anomala Climtica Medieval y Pequea Edad de Hielo 137

    10. Localidad Orejas de Burro (OB)- Estancia Monte Aymond 139Geoarqueologa del paisaje: registro pedogentico 139

    Geomorfologa y registro pedogentico 142Cronologa 144

    Evidencias mortuorias y contactos con el mar: sitio Orejas de Burro 1 145Geoarqueologa y estratigrafa en reparos rocosos 145Prcticas mortuorias e implicaciones del estudio estratigrfico 149Istopos estables 152

    OB1 en contexto arqueolgico regional 155Conductas mortuorias 155

    Sitios Cerro Sota y Caadn Leona 5 156Causas de muerte y elementos para una discusin demogrfica 158

    Vinculacin con ambientes marinos 161

    11. Localidad Cndor - Estancia 3 de Enero 165Geoarqueologa del paisaje: registro pedogentico 166Cndor 1: intensidad de uso humano en el sector meridionalde Pali Aike 167

    Geoarqueologa y estratigrafa en reparos rocosos 168

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    Sector interno de la cueva: cuadrculas 4E y 4F 169Evidencias geoqumicas y estratigrafa 171Sector externo de la cueva: cuadrcula 12H 174Sntesis y correlacin estratigrfica 175

    Columna de sedimentos e intensidad de descarte 177

    Estudios zooarqueolgicos 178Sector interno de la cueva: cuadrcula 4E 179Sector externo de la cueva: cuadrcula 12H 182Indagaciones tafonmicas 185Fragmentacin de las difisis de huesos largos 188Densidad sea y anatoma econmica en guanaco 192Aspectos metodolgicos: comparacin de las medidas decuantificacin observacionales y derivadas 194

    Resumen de la informacin e insercin en un marco arqueolgicoregional 195

    Evaluacin tafonmica y zooarqueolgica integral de los conjuntos 195Integracin con evidencias sedimentarias y lticas 200Densidad de materiales a nivel vertical y cronologa 203Implicaciones regionales 208

    12. Estratigrafa y biogeografa: localidades Cerro Norte - EstanciaDon Bosco y Estancia La Carlota 211Localidad Cerro Norte - Estancia Don Bosco 211

    Estratigrafa en reparos rocosos 212Propiedades locacionales de los reparos 219Cronologa de las ocupaciones humanas 221Evidencias estratigrficas y pautas de ocupacin humana 222Interpretacin local y regional 223

    Localidad Estancia La Carlota 224Sitio cueva La Carlota 1 225Arqueologa en escalas de sitio y localidad 228

    13. Paisaje y formacin del registro: arqueologa en contextosa cielo abierto 231

    Registro pedogentico en Patagonia meridional y Tierra del Fuego 231Registro pedogentico en el CVPA 233

    Paisajes estables: depsitos glacifluviales, fluviales y coluviales 233Paisajes dinmicos: depsitos elicos 234

    Integracin del registro de suelos en Patagonia meridional 237Geomorfologa y registro pedogentico: un enfoque sedimentolgico 238

    Estado de los sistemas sedimentarios elicos en Patagoniameridional: aplicacin inicial 239

    Modelo regional de formacin del registro arqueolgico 242

    Cronologa y contexto paleoclimtico del suelo del Holoceno tardo 244

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    Cronologa 245Paleoclima 247Planteos alternativos 249

    14. El registro arqueolgico de reparos rocosos en Patagonia

    meridional 255Formacin del registro arqueolgico en reparos rocosos 256

    Evolucin morfolgica de los reparos rocosos en Pali Aike 257Historia sedimentaria: factores endgenos y exgenos 259Discordancias estratigrficas y humanos como agentes desedimentacin 262

    Geologa volcnica y disponibilidad de reparos: implicacionesarqueolgicas 266Aspectos conductuales 268

    Marco cronolgico de las ocupaciones en reparos 269Variacin conductual en las muestras de reparos 271Redundancia de uso y amplitud conductual 272Uso planificado o circunstancial de los reparos? 275

    Reparos rocosos y conductas mortuorias 277Integracin de localidades y pautas de circulacin humana 281

    Reparos y espacios abiertos: integracin arqueolgica 282Evidencias de superficie 283Evidencias estratificadas en espacios abiertos 285

    15. Arqueologa de Patagonia meridional en un marco biogeogrfico 291Distancias: indicadores distribucionales de transporte y movimiento 291

    Transporte de objetos: elementos marinos en el interior 292Movimiento de individuos: istopos y recursos marinos 297

    Arqueologa de costas marinas en Patagonia meridional 303Costa del ocano Atlntico 304Costa del estrecho de Magallanes 311Integracin de las evidencias costeras 314

    Intensidad de uso humano del CVPA: aporte del registro faunstico 316

    Tendencias geogrficas generales 322Registro bioarqueolgico y geografa humana 322Tendencias temporales y aspectos poblacionales 324

    Cronologa de las ocupaciones en la costa y el interior 328Cronologa de las ocupaciones en el interior: sectores meridional yseptentrional del CVPA 330Registro temporal, demografa y paleoclima 332

    Conclusiones: geografa humana en Patagonia meridional 338Interaccin entre la costa y el interior 339Intensidad de uso y jerarquizacin del espacio 340

    Indicadores de distancia e intensidad de uso: integracin en

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    un marco biogeogrfico 342Demografa y aspectos temporales 345Perspectivas 348

    16. REFERENCIASBIBLIOGRFICAS 349

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    Dedico este trabajo a las siguientes personas, paraquienes ninguna forma escrita de agradecimiento

    resulta suficiente:

    Luis A. Borrero, mi amigo, cuya generosidad hizoposible este trabajo.

    Ana M. De Benedictis, Juan A. Barberena yFederico A. Barberena, por la suerte de una familia

    maravillosa.Clara Otaola, por el orgullo y la alegra de

    compartir con ella mi vida.

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    AGRADECIMIENTOS

    Es innumerable la gente que contribuy para la realizacin de estetrabajo, que no habra sido posible sin su apoyo. Fabiana M. Martin yAdriana Blasi han brindado generosamente mucho de su tiempo y cono-cimiento, guiando distintos aspectos de mi trabajo. El apoyo de Lili Zahny Federico Rodrguez Zahn en Ro Gallegos ha sido fundamental y mu-cho de nuestro trabajo pudo realizarse por su ayuda y amistad a lo largo

    de los aos. Mara Curto y Hugo Laubscher forman parte de los amigosque nuestro trabajo nos permite tener a pesar de las distancias. LosMarcelos en Viedma fueron desde hace muchos aos una enorme ayu-da, as como un incentivo para nuestros viajes por la Ruta 3: MarcelaMartin, Marcelo Prez, Flori, Octavio, Paulina y Jernimo son personasexcepcionales que uno querra ver ms seguido. Victoria D. Horwitz fuemuy importante en la instancia de transformacin de mi tesis doctoral enun libro que ofrezca una lectura ms placentera. Le agradezco por su

    incentivo y por los consejos cruciales que me brind en este proceso. ALaura Miotti, Jos Cocilovo y Adolfo F. Gil, jurados de mi tesis, por susaportes.

    Soy muy afortunado al contar con la amistad de Tirso Bourlot, KarenBorrazzo y A. Francisco Zangrando, personas excepcionales con las cua-les discut numerosas partes de este trabajo y cuyas opiniones me benefi-ciaron en forma notable. Este proceso tambin fue compartido con MarciaBianchi Villelli, Marcelo Cardillo, Lorena Carrera, Javier Musali, VictoriaNuviala, Luciano Pafundi, Leticia Rafaelle, Anah Re, Augusto Tessone y

    Angie Tivoli. Con todos ellos hemos compartido nuestros estudios, tra-

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    bajos de campo, largas charlas y, en conclusin, todo un perodo de nues-tras vidas que considero muy feliz.

    Mis compaeros de trabajo han brindado un mbito humano y pro-fesional fantstico: con Judith Charlin fuimos compaeros en el procesode hacer la tesis, compartiendo las alegras y nervios asociados; su amis-tad, ayuda y conocimiento fueron fundamentales para mi trabajo. A CarolaCastieira le agradezco por su ayuda geoarqueolgica, que fue una guapara m en los momentos de duda; siempre estar agradecido por sto ypor su amistad surgida en los viajes a La Plata. Lorena LHeureux ha sidomuy generosa con la informacin producto de su trabajo, que fue un aportemuy importante para el desarrollo de mi trabajo. Patricia Campan es unaamiga excepcional que siempre me ha ayudado en muchas formas y esuna presencia que se extraa en Buenos Aires. Juntamente con Liliana

    Manzi y Flavia Carballo Marina me han ofrecido toda su ayuda para eltrabajo en Estancia La Carlota, respondiendo numerosas preguntas y fa-cilitando sus datos con generosidad. Los miembros del IMHICIHU con-forman un mbito donde se trabaja con gran libertad y con un apoyo quesiempre ha sido total; una gran parte de esto se debe a los notables valo-res humanos de Ariel Guiance. Daniel Here merece una mencin espe-cial por su constante disposicin para ayudar, sin la cual muchas de lastareas desarrolladas no hubieran sido posibles. Lo mismo quiero decirpara Marcia Bianchi Villelli, Silvana Buscaglia y Mara Marschoff, quie-

    nes adems me han ayudado con los -para m- desconcertantes materia-les histricos. A Cristian Favier Dubois le agradezco por sus investigacio-nes geoarqueolgicas pioneras que constituyeron una importante base ygua para mi trabajo. Numerosas charlas mantenidas con Juan B. Belardia travs del tiempo han servido para enriquecer esta investigacin; junta-mente con Silvana Espinosa han sido una ayuda y compaa muy impor-tante en Ro Gallegos. A Nora V. Franco le agradezco por los aos detrabajo compartidos y por las charlas que me han ayudado a comprender

    distintos aspectos de la arqueologa patagnica. A Virginia Mancini porsu ayuda en el campo y con la interpretacin de los datos paleoclimticosy a Mauro Graham por su colaboracin con el anlisis polnico. A MartnFugassa por el trabajo realizado conjuntamente, que me ha servido paraaprender sobre un campo novedoso. Adolfo F. Gil brind importantescomentarios isotpicos que dispararon lo que termin siendo una discu-sin ms interesante.

    Hay un conjunto de personas que me han influido y enseado sobredistintos aspectos del trabajo y la vida en arqueologa. Por esto y por su

    calidad humana considero a Julieta Gmez Otero, Mara Gutirrez, Adolfo

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    Gil, Ricardo Guichn, Gustavo Martnez y Gustavo Neme como mis ami-gos. A Flavia Morello y Manuel San Romn deseo agradecerles por mu-chas cosas, pero principalmente por su carcter de excelentes personas,siempre dispuestas a brindar su ayuda. A Torsten Haberzettl por su ge-nerosidad y por su conocimiento; haber contado con su excelente tesis

    doctoral en Pali Aike ha sido una circunstancia increblemente afortuna-da para m. Por todo esto deseo agradecer tambin a Bernd Zolitschka.

    La biblioteca del Museo Etnogrfico J.B. Ambrosetti ha sido unlugar importante a lo largo de toda mi carrera, lo que en gran parte sedebe a Mnica Kelly, quien tiene la capacidad de apreciar profundamen-te su trabajo, ayudndonos a m y a todos quienes all concurren. Lasclases sedimentolgicas de Oscar Limarino inspiraron aspectos impor-tantes de la discusin sobre dinmica del paisaje, as como tambin lo

    hicieron las charlas con Alfonsina Tripaldi. A Gabriel Oliva por compar-tir su conocimiento sobre ecologa de Patagonia. Hugo Corbella nos ayu-d a comprender distintos aspectos de la geologa de Pali Aike. Agradez-co a Nstor Landoni (Museo Argentino de Ciencias Naturales BernardinoRivadavia) por su asesoramiento con la determinacin taxonmica demoluscos y a M. Estela Mansur y Julieta Gmez Otero por la bibliografagentilmente facilitada. A Silvia Ametrano por su enorme disposicin ha-cia nuestro trabajo en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, ya quesu apoyo hizo posibles distintos aspectos de nuestro trabajo. Por la mis-

    ma razn agradezco a Anbal Figini. A Lenidas Carrasco-Letelier, IrinaCapdepont, Laura Del Puerto y Hugo Inda por su colaboracin desinte-resada en el anlisis de muestras de sedimentos.

    Hemos contado con el apoyo logstico de Compaa de Tierras delSud en las Estancias Cndor y Monte Aymond, por lo cual agradezco alDr. Esteban Perazzo y al Sr. Marcelino Daz. Anbal Cufr y el maestroHugo Zaldivar fueron muy importantes para nosotros all y tengo ungran recuerdo de ellos. Finalmente, deseo agradecer a las institucionesque han financiado la beca y los proyectos que permitieron el desarrollode la tesis que conforma este trabajo, dirigidos por Luis A. Borrero:CONICET (PIP 2390, PIP 5676), ANICyT (PICT 04-9498), NationalGeographic Society (Grant 7736-04) y Facultad de Filosofa y Letras, Uni-versidad de Buenos Aires (UBACyT F133).

    Buenos Aires, 27 de enero de 2008

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    PRLOGO

    Este libro -condensacin de la tesis doctoral de Ramiro- gira alrede-dor del tema central del proyecto PICT-04-9498 Modos de interaccin en-tre las poblaciones humanas de la Patagonia Meridional, que se focaliz en laarqueologa del Campo Volcnico Pali Aike. Este proyecto buscaba, entreotras cosas, entender la localizacin de los nodos poblacionales prehist-ricos, la circulacin humana dentro de un paisaje volcnico y el grado decomplementariedad entre el interior y la costa martima. Estos son temas

    que en distintas escalas espaciales -a travs de una rara combinacin deacercamientos geoarqueolgicos, arqueofaunsticos, isotpicos ydistribucionales (en el sentido de pensar distribucionalmente, no en elde realizar un estricto estudio distribucional para el que la visibilidad dela regin no es adecuada)-, tienen plena y muy satisfactoria discusin eneste libro. As es que Ramiro identifica las variaciones topogrficas rele-vantes para la instalacin humana, la intensidad y ritmos ocupacionalesde distintos sectores y, en fin, el papel de los aparatos volcnicos -aisla-

    dos, alineados, concentrados- dentro de la geografa cultural prehistricade la Patagonia meridional.Localizacin, circulacin y complementariedad adquieren una nue-

    va dimensin a partir de estos resultados, que en la planificacin del equi-po de trabajo se integran en una escala espacial ms amplia, que contem-pla las conexiones establecidas entre las poblaciones que habitaban lascostas Pacfica y Atlntica de la Patagonia meridional y, combinados conotros estudios realizados en ste y otros proyectos, prepararon el caminopara nuestro actual trabajo en la regin de los morros al oeste de Pali

    Aike y en el sector central del estrecho de Magallanes.

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    En suma, entiendo que los resultados presentados en este libroejemplifican la forma de definir y desarrollar objetivos regionales ymicroregionales no solo sin perder la perspectiva supra-regional, sinoaspirando a contribuir activamente a la misma.

    Luis Alberto Borrero

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    De qu se trata este libro?

    El entusiasmo contagioso de Lars Brundin se sita en un contextohistrico apasionante en trminos del desarrollo de una disciplina, vin-culado a la asimilacin de una nueva metodologa de anlisisbiogeogrfico que aport un poder explicativo previamente insospecha-do. Esta situacin de transicin metodolgica no es representativa delcontexto en que se desarrolla este trabajo; afortunadamente, podemosapoyarnos en un conjunto de excelentes investigaciones arqueolgicasque aportan interesantes preguntas y algunos de los mtodos necesariospara responderlas. En este contexto, nuestro objetivo general consiste enprofundizar el desarrollo de un esquema metodolgico que permita in-tegrar las diferentes lneas de evidencia arqueolgica en un marco dereferencia comn. No obstante estas diferentes circunstancias, comparti-mos con Brundin la actitud entusiasta de trabajar en funcin de pregun-

    tas que nos incitan a buscar nuevas formas de respuesta. El tema centralde este libro es el estudio arqueolgico de la organizacin geogrfica de socie-dades cazadoras recolectoras que habitaron ambientes de la costa y el interior dePatagonia meridional. A tal fin hemos realizado trabajos arqueolgicos in-tensivos en el interior del continente, particularmente en el campo vol-cnico Pali Aike (de aqu en ms denominado CVPA), conjuntamente contrabajos previos desarrollados en mbitos de costa marina (Figura 1).

    Los trabajos realizados en el marco del Proyecto Magallania en di-ferentes regiones de Patagonia meridional (Borrero 1998, Borrero y Franco

    2002) proveyeron los criterios geogrficos para la eleccin del CVPA como

    there is no way around, and we are short of time ...Let us do it, with enthusiasm and humbleness

    and freedom from preconceptionLars Z. Brundin (1966: 64)

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    Por su posicionamiento, adyacente a la costa septentrional del es-trecho de Magallanes y a la costa atlntica, el CVPA es relevante paraevaluar problemas geogrficos tales como las formas de interaccin es-tablecidas por las poblaciones humanas entre los ambientes marinos ydel interior del continente. A su vez, dado que este campo volcnico secaracteriza por una gran variabilidad geolgica, geomorfolgica yecolgica, cabe esperar que contenga un amplio espectro de variabilidad

    espacial en los indicadores arqueolgicos de ocupacin humana. Al in-

    una unidad de anlisis adecuada para un tratamiento arqueolgico in-tensivo. Los patrones arqueolgicos observados en la escala espacialmayor, que incluye al CVPA, guiaron la definicin de las preguntas quediscutimos aqu (Borrero 2002). En este sentido, proveen un contexto paralas discusiones desarrolladas en este trabajo.

    Figura 1. Patagonia meridional y CVPA.

    Referencias: CVPA. Campo Volcnico Pali Aike; RG. ro Gallegos inferior; CV. Cabo Vrgenes.

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    tegrar estos espacios del interior con las localidades costeras que los ro-dean, como Cabo Vrgenes, la desembocadura del ro Gallegos y la costanorte del Estrecho, se define una unidad de anlisis geogrfico de granamplitud. Consideramos que esta escala de anlisis es adecuada paraevaluar las propiedades de los rangos de accin y territorios de pobla-

    ciones de cazadores recolectores que pueden tener una dimensin espa-cial comparable (Foley 1981, Gamble 1986, Borrero 2002). El marco tem-poral de estas discusiones corresponde al Holoceno tardo, concretamentea los ltimos 5.000 aos 14C. No obstante, el desarrollo de algunas discu-siones implica considerar las variaciones en la distribucin de las pobla-ciones humanas en un lapso ms amplio, que abarca todo el Holoceno.

    La biogeografa constituye el marco de referencia que empleamospara la evaluacin de los problemas arqueolgicos de nuestro inters, ya

    que ofrece conceptos que permiten la integracin de todas las lneas deevidencia arqueolgica (Yellen 1977, Keegan y Diamond 1987, Borrero1989-90, Veth 1993). Este enfoque se basa en el anlisis de las pautas deconducta y distribucin espacial y temporal de poblaciones de organis-mos en relacin con las propiedades del paisaje que habitan, e implicaevaluar la influencia que el mismo ejerce en las caractersticas de pro-cesos histricos de largo plazo. Por lo tanto, el estudio de la configura-cin del paisaje habitado por los humanos y de los cambios ocurridosen el mismo a travs del tiempo constituye uno de los principales ejes de

    trabajo. Los temas a ser discutidos pueden ordenarse en tres grupos,cuya relevancia para un anlisis biogeogrfico ha sido sealada pordiferentes autores (Gamble 1993, Lahr y Foley 1998).

    El primero de ellos es el de los aspectos geogrficos que, como semencion, es el que enfatizamos aqu. Las discusiones geogrficas im-plican evaluar la distribucin espacial de las poblaciones humanas, eltamao y la configuracin de los rangos de accin o territorios y el tipode vinculaciones establecidas entre diferentes ambientes. Esto permite

    jerarquizar los espacios que componen una regin en funcin de la im-portancia que tuvieron para las poblaciones que la habitaron y construirla geografa cultural de una regin (Binford 1983a). La evaluacin arqueo-lgica de estos temas implica un trabajo en escalas espaciales de diferen-te amplitud, definidas por su relevancia para reflejar distintos niveles enla distribucin de las poblaciones humanas en el pasado (Ames 2004).En segundo lugar se consideran los aspectos temporales o histricos, queintroducen variacin en los patrones de organizacin espacial. Esto mar-cara la necesidad de segmentar el registro arqueolgico en subunidades

    cronolgicas significativas para la comprensin de los cambios.

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    Finalmente, estos datos son empleados para el tratamiento de as-pectos demogrficos del poblamiento humano, cuyo anlisis implica unmayor grado de abstraccin, pero que no obstante pueden ser adecua-damente evaluados en trminos cualitativos (Gamble 1986, Hiscock yWallis 2005, Veth 2005). El anlisis demogrfico provee un marco para la

    interpretacin de los cambios a nivel espacial y temporal en el registroarqueolgico (Beaton 1990). La delimitacin de estos tres ejes es arbitra-ria, dado que constituyen diferentes aspectos del proceso de poblamientohumano de una regin. No obstante, consideramos que un tratamientoindividual de los mismos es operativo a nivel metodolgico. El objetivofinal consiste en integrar los aspectos geogrficos, temporales y demo-grficos para la reconstruccin de la historia de las ocupaciones huma-nas en Patagonia meridional.

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    Aspectos tericos y escalas de anlisis

    La biogeografa es un mbito para los procesosR M. McDowall (2004)

    En este captulo presentamos los elementos tericos necesarios parael desarrollo de un enfoque biogeogrfico de la arqueologa de Patago-nia meridional. Este enfoque es apropiado para nuestros objetivos pordos simples motivos: las discusiones que presentamos son relativas aamplios espacios, lo cual nos ubica en el terreno propio de la biogeogra-

    fa, y nos interesa evaluar los condicionamientos establecidos por la es-tructura del paisaje sobre la organizacin geogrfica de las poblacioneshumanas. En el largo plazo, estos elementos pueden contribuir al estu-dio de la variabilidad biolgica y cultural existente en las sociedadeshumanas (Diamond 1997, Terrell 2006). El anlisis de la estructura y laevolucin del paisaje -que se canaliza principalmente por medio de lageoarqueologa- es un aspecto central de esta propuesta.

    Biogeografa

    Comenzamos con una aclaracin: nuestras discusiones arqueolgi-cas no contribuyen en forma directa al tratamiento de los temas clsica-mente estudiados desde una perspectiva biogeogrfica, ya que el regis-tro no se vincula a dichos temas. Entre ellos cabe mencionar procesos deespeciacin, identificacin de endemismos o establecimiento de filogenias(Scheinsohn y Szumik 2007). Desde una perspectiva estrecha podra

    cuestionarse, entonces, la pertinencia de este cuerpo terico para los pro-

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    blemas que estudiamos. Sin embargo, creemos que la biogeografa ofre-ce a la arqueologa, por sobre todo, un marco de referencia para el estu-dio de la historia de las poblaciones humanas desde una perspectiva es-pacial. Parafraseando a R. McDowall, constituye un lugar para los pro-cesos que nos interesa estudiar. En este trabajo se busca, entre otras co-sas, justificar esta afirmacin. La biogeografa ha sido empleada en rela-cin con otros marcos tericos complementarios, tales como la teora dela evolucin (Borrero 1989-90). En este trabajo hacemos uso de herra-mientas aportadas por ste u otros marcos en la medida en que los pro-cesos estudiados en el registro material se vinculen en forma tangiblecon los contemplados en dichos esquemas tericos. La amplitud tempo-ral de las evidencias tratadas y el tipo de cambio cultural o biolgico quese registra marcarn, entre otros temas, la eventual existencia de proce-

    sos de cambio evolutivo (Boone y Smith 1998, Bamforth 2002).

    Orgenes y desarrollo histrico

    Los orgenes de la biogeografa moderna pueden rastrearse hasta elRenacimiento en Europa, ya que en este momento comienzan a produ-cirse cambios graduales en la actitud existente frente a la explicacin quela Biblia otorga a la variabilidad biolgica (Briggs y Humphries 2004).

    Un paso central en la configuracin del pensamiento biogeogrfico sevincula a tres individuos estrechamente relacionados en vida por las dis-cusiones que establecieron y por vnculos de amistad: Sir J.D. Hooker[1817-1911], C.R. Darwin [1809-1882] y A.R. Wallace [1823-1913]. Los dosltimos han pasado a la historia de la ciencia como quienes disearon lateora de la evolucin, en gran parte sobre la base de observaciones decarcter biogeogrfico. La unin con la teora de la evolucin marca unelemento que demostr ser fundamental para el surgimiento de la

    biogeografa histrica, que busca explicar el cmo, cuando y porqu delas distribuciones actuales o fsiles de diferentes especies. Con posterio-ridad, las dos escuelas biogeogrficas principales de la primera parte delsiglo XX se articulan alrededor de diferentes mecanismos histricos dediferenciacin poblacional: dispersin y vicariancia (Myers y Giller 1988,Giller et al. 2004).

    Muchos de los defensores de la dispersin como explicacin de lavariacin geogrfica en los diferentes continentes descrean de la teorade la tectnica de placas, lo cual restaba peso a la vicariancia como meca-

    nismo alternativo. Este fue el caso de Darwin y Wallace, quienes defen-

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    dan la estabilidad de los continentes y favorecieron a la dispersin atravs de grandes distancias como el mecanismo que produjo los patro-nes actuales en la distribucin geogrfica de las especies (Briggs yHumphries 2004). Uno de los defensores ms destacados de la versinmoderna de la posicin dispersionista fue el paleontlogo G.G. Simpson,quien sugera que las especies se dispersaban a partir de centros geogr-ficos de origen, y la existencia de antiguos puentes terrestres que comu-nicaban regiones actualmente inconexas era una explicacin usualmen-te invocada. Simpson (1964) propuso otros mecanismos de dispersinde organismos, entre los que cabe mencionar a las sweepstake routes o ru-tas de azar, que se basan en procesos aleatorios y no predecibles, como eltransporte espordico de organismos terrestres a travs del agua. Comobalance de los aportes de Simpson a la biogeografa, sealamos que sus

    trabajos dieron lugar a conceptos de gran importancia como los de co-rredores, rutas de azar y filtros o barreras geogrficas. Los mismos ocu-pan un lugar central en el pensamiento biogeogrfico actual y permitenconectar los procesos geogrficos con la evolucin biolgica de los dife-rentes organismos. A su vez, han influido en diferentes campos actualesde trabajo, entre los que cabe mencionar a la ecologa del paisaje, queaplica estos conceptos para el diseo de reservas destinadas a la conser-vacin de la variabilidad biolgica (Meffe y Carroll 1997).

    La segunda escuela de pensamiento biogeogrfico se asocia al con-

    cepto de vicariancia e incluye diversos desarrollos. Uno de los mismosse denomina Panbiogeografa y se asocia al investigador venezolano L.Croizat, quien propone que muchas de las especies actualmente ubica-das en diferentes regiones o continentes tuvieron distribuciones conti-nuas en el pasado que fueron interrumpidas por procesos tectnicos uotros semejantes (Morrone y Crisci 1990). El anlisis de Gamble (1998)sobre la dispersin de los homininos tempranos fuera de frica utilizaen un modo muy interesante el concepto degeneralized tracks propuesto

    por Croizat, que se refiere a lneas geogrficas que unen espaciosbiolgicamente vinculados. Borrero (1989-90) retoma el debate entre lasalternativas de vicariancia o dispersin a travs de una barrera para laevaluacin arqueolgica de las implicaciones de la formacin del estre-cho de Magallanes en la historia de las poblaciones humanas dePatagonia. En relacin con esta misma situacin histrica, LHeureux(2005, 2007a) evalu la importancia de procesos micro evolutivos asocia-dos al aislamiento de poblaciones de guanacos en la isla de Tierra delFuego por medio de evidencias morfomtricas sobre restos seos.

    La teora de biogeografa de islas ocupa un lugar importante en

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    trabajos arqueolgicos recientes (Yesner 1996). Este cuerpo terico fueinicialmente aplicado a islas en el sentido tradicional del trmino, aun-que luego fue extendido para la comprensin de las denominadas islasclimticas o ecolgicas, que constituyen hbitats ecolgicamente homo-gneos rodeados por espacios diferentes, que funcionan como barrerasgeogrficas para la dispersin de determinadas especies. Este conceptoes una herramienta de gran valor para comprender procesosbiogeogrficos y evolutivos en territorios continentales, y se cuenta conexcelentes ejemplos a nivel paleoecolgico (Grayson 2005) y arqueolgi-co, en el cual se destaca el trabajo de P. Veth (1993) en Australia.

    Antecedentes en arqueologa

    A lo largo de las ltimas dos dcadas Borrero ha postulado y discu-tido un amplio nmero de hiptesis vinculadas a un marco biogeogrficode trabajo. El modelo de poblamiento propuesto por este autor es unbuen punto de partida (Borrero 1989-89, 1994-95), ya que se articula so-bre una base conceptual biogeogrfica. En el mismo se modela alpoblamiento humano de una regin como un proceso basado en unajerarquizacin de los espacios disponibles para ser ocupados. Estajerarquizacin condiciona las historias de ocupacin de diferentes am-

    bientes, tales como el bosque (Borrero 2004) o el desierto (Borrero 2005);a su vez, esto le otorga a este proceso un carcter discontinuo a nivelespacial (Borrero 2001a). La ocupacin de un espacio no es concebidacomo un proceso lineal y menos an irreversible. Borrero propone cua-tro instancias -exploracin, colonizacin, ocupacin efectiva y satura-cin del espacio- caracterizadas por diferentes modos de interaccin en-tre los humanos y el ambiente que ocupan, sobre la base de un conoci-miento variable de las propiedades del mismo. La jerarqua de cada es-

    pacio en relacin con las alternativas disponibles condiciona el eventualabandono de lugares explorados, lo cual abre la posibilidad de sucesivasexploraciones de una misma regin por parte de una o ms poblacioneshumanas. Esto otorga un carcter discontinuo en la dimensin temporalal proceso de poblamiento.

    El primero de los casos desarrollados se relaciona con la apertura delestrecho de Magallanes hace ca. 8.000 aos AP (McCulloch et al. 1997), enun momento en el cual ya haba poblaciones humanas instaladas al nortey al sur del mismo. Para discutir la historia poblacional de ambas regio-

    nes, Borrero (1989-90) considera las alternativas de dispersin y vicariancia.

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    Un concepto importante que se desprende de estos trabajos es el dejerarqua de espacios, que se asocia al concepto de ambientes margina-les, definidos del siguiente modo: la marginalidad no se conecta con se-gunda clase o con alguna otra forma de significado despreciativo, sino con posi-cionamiento espacial. Por ejemplo, puede preguntarse si la marginalidad impli-

    ca un ambiente ms pobre o costoso, y la respuesta es, No necesariamente. Lamarginalidad es el resultado de la distribucin y el funcionamiento delas poblaciones (Borrero 2004: 55, nuestra traduccin, resaltado agrega-do). El carcter marginal de un espacio est determinado por la distribu-cin de las poblaciones que lo ocupan a lo largo del tiempo. As comopodemos reconocer reas marginales en estos trminos, podemos defi-nir reas nucleares que se corresponden con las reas centrales de losrangos de accin de las poblaciones a lo largo del tiempo. La informa-

    cin sobre la intensidad de uso humano que presenta un espacio contri-buye al reconocimiento de reas nucleares y marginales en trminos delreposicionamiento de los sistemas humanos. Estas ideas son retomadasen nuestro anlisis biogeogrfico del CVPA y los espacios que lo rodean.

    Veth (1993) ha desarrollado una muy interesante discusinbiogeogrfica sobre el desierto de Australia que aporta conceptos y herra-mientas metodolgicas de gran utilidad. A nivel terico, Veth estratifica eldesierto en reas que se consideran barreras y espacios localizados queconstituiran refugios, denominados islas en el interior, algunos de los

    cuales se encontraran conectados entre s por corredores. El carcter debarrera geogrfica de un espacio puede establecerse por factores geolgicos-como una cadena montaosa- o por factores climticos -como la presen-cia de desiertos-, como en el caso de Australia. Diferentes propiedades lepermiten a Veth diferenciar entre distintos tipos de barreras: Patronesclimticos fluctuantes pueden hacer que grandes extensiones de territorio actencomo barreras temporarias (reas de uso intermitente) a las ocupaciones humanas,mientras que rasgos determinados del paisaje pueden representar barreras conti-

    nuas (Veth 1993: 106, nuestra traduccin).

    Estudio del paisaje

    El concepto de paisaje no tiene un significado unvoco en la biblio-grafa arqueolgica, y algunas de las aplicaciones desarrolladas bajo estertulo tienen pocos aspectos en comn, ms all de dicho rtulo. Dife-rentes autores enfatizan alternativamente aspectos naturales o cultura-

    les en la conformacin de un paisaje (Wandsnider y Dooley 2004). Estos

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    enfoques se asocian a diferentes concepciones tericas de la arqueologa,distinguindose esquemas materialistas (Belardi y Borrero 1999, Potts etal. 1999), idealistas (Ingold 1993, Bradley 2000) y tambin interesantescombinaciones de ambos (Gamble 1999). Para ilustrar la variedad deperspectivas terico-metodolgicas actualmente existentes mencionamosalgunas de las propuestas evaluadas por Wandsnider y Dooley (2004):paisajes como sistemas de asentamiento, paisajes geo-tafonmicos y pai-sajes de significado simblico. Empleando la metfora propuesta por losautores, podemos decir que el uso del concepto de paisaje en arqueologase asemeja a una casa con un gran nmero de habitaciones -los enfoquestericos-, usualmente poco conectados entre s.

    Existen dos posturas principales para lidiar con esta gran variabili-dad terica. Por un lado, se ha sugerido la necesidad de desarrollar un

    paradigma del paisaje que combine elementos de todos los esquemasmencionados (Anschuetz et al. 2001). Por otra parte, se ha planteado queesta tarea unificadora es poco operativa y que aspira a objetivos de in-vestigacin difciles de recortar (Wandsnider y Dooley 2004). Aunque laintegracin ltima de niveles materiales y simblicos en la investigacindebe ser un fin insoslayable para todo esquema de trabajo, coincidimoscon Wandsnider y Dooley en las limitaciones que presenta la integracinde enfoques radicalmente diferentes. El principal argumento consiste enque no se trata slo de objetivos diferentes, sino que stos se asocian a

    distintos paradigmas que no comparten una posicin sobre la existenciaobjetiva del mundo que nos rodea y, por ende, sobre la naturaleza de suinvestigacin (Ingold 1993, Potts et al. 1999). Consideramos que dentrode este espectro de arqueologas del paisaje hay, por lo tanto, extremosque no pueden interactuar entre s en forma productiva para alguna delas partes. Este contexto terico heterogneo marca la necesidad de plan-tear en forma explcita el uso que hacemos de estos conceptos en nuestrotrabajo, que tiene una orientacin materialista. A este fin, caracterizamos

    brevemente algunos enfoques alternativos que han experimentado unaamplia difusin en la actualidad y que se inscriben dentro de una pers-pectiva idealista de pensamiento (Criado Boado y Villoch Vzquez 1998,Bradley 2000).

    Perspectiva idealista

    No nos resulta posible, ni pretendemos, realizar una evaluacin

    exhaustiva de este campo de trabajo, que presenta una gran variabilidad

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    interna. Nos interesa discutir determinados desarrollos explcitamentevinculados al concepto de paisaje que han adquirido una cierta relevan-cia a nivel terico o metodolgico en nuestro pas y en Patagonia en par-ticular (Miotti 2006). En el marco de las perspectivas idealistas algunosinvestigadores buscan comprender diferentes niveles de significado queciertos rasgos del paisaje tuvieron para los grupos humanos que vivie-ron en asociacin con los mismos (Bradley 2000). Otros, orientados des-de una perspectiva ms cercana a lo etnogrfico que a lo arqueolgico,sugieren que el desenvolvimiento del cuerpo en el espacio construye si-multneamente al paisaje y al individuo (Ingold 1993). Este cuerpo te-rico tiene elementos tericos interesantes, aunque muchas de las afirma-ciones -desarrolladas en forma innecesariamente compleja- han sido tra-dicionalmente reconocidas en otros campos de trabajo. Esto sucede con

    la nocin de paisaje construido como oposicin a paisaje habitado, a lacual adherimos, que tiene una larga tradicin en estudios sobre nichosecolgicos (Odling-Smee et al. 2003).

    Un problema ms serio es que la evaluacin arqueolgica de lospostulados del cuerpo terico del embodiment requiere acceder a nivelessistmicos de conducta, de carcter etnogrfico. La aplicacin de estosconceptos desarrollada por C. Gamble al Paleoltico europeo nos mues-tra algunas de estas limitaciones, tales como la necesidad de basar lainterpretacin en casos arqueolgicos caracterizados por una preserva-

    cin excepcional (Gamble 1999: 153-173). La escala etnogrfica de las afir-maciones se enfrenta pobremente al carcter usualmente promediadodel registro arqueolgico. Con respecto al anlisis de Gamble debe sea-larse, sin embargo, que ha abierto una nueva perspectiva para el estudiode la construccin de las redes sociales en el Paleoltico.

    A diferencia de Ingold, quien no desarrolla un programa especficode trabajo en arqueologa, otros investigadores han enfatizado los as-pectos metodolgicos necesarios para la evaluacin de sus ideas por

    medio del registro arqueolgico. El primero de ellos es que la configura-cin geogrfica y topogrfica del paisaje constituye una va de entradapara el planteo de hiptesis. En segundo lugar, la asociacin de diferen-tes evidencias arqueolgicas con estos rasgos del paisaje constituye untema central. El trabajo de Bradley (2000) en relacin con el paisaje sim-blico de los Saami de Escandinavia es un buen ejemplo. Las investiga-ciones de F. Criado Boado sobre arqueologa del paisaje (Criado Boado1993, 2000, Criado Boado y Villoch Vzquez 1998) han recibido una cre-ciente atencin en nuestro pas en tiempos recientes (Miotti 2006, Recalde

    2006). Aunque no consideramos al esquema de trabajo de Criado Boado

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    particularmente atractivo, dada la atencin que ha recibido y la explcitaasociacin que tiene con el concepto de paisaje lo desarrollamos breve-mente. Este investigador postula una arqueologa de la percepcin delos paisajes, resaltando la existencia de paisajes naturales y construidos.A diferencia de los enfoques fenomenolgicos, en este esquema no sebusca acceder al nivel de percepcin y sentimiento del individuo, que esconsiderado fuertemente subjetivo, sino a niveles de percepcin social-mente pautados (Criado Boado y Villoch Vzquez 1998). La evaluacinde los rangos de visin desde ciertos puntos del paisaje y de laintervisibilidad entre puntos destacados del paisaje, algunos de ellosconstruidos, son herramientas tiles. El marco terico estructuralistapropugnado en algunos de estos trabajos (Criado Boado 1993, 2000) tie-ne, por otra parte, un conjunto de problemas que consideramos serios,

    ya que constituye una visin clasificatoria de las configuraciones socia-les cuya base se puede rastrear fcilmente al pensamiento histrico cul-tural europeo. Criado Boado (2000) sugiere la existencia de cuatro for-mas de pensamiento que denomina cazador, salvaje, domesticado y je-rarquizado, y que corresponden respectivamente a los perodos Paleol-tico Superior-Epipaleoltico, Mesoltico-Neoltico inicial, Neoltico final-Calcoltico-Edad del Bronce y Edad del Hierro. La divisin entre menta-lidades salvajes y domesticadas impone un lmite falso, dado que todaslas sociedades domestican el paisaje que habitan, aunque las seales

    materiales producidas nos resulten invisibles en la actualidad. A pesarde estas crticas, es interesante enfatizar la utilidad de algunos de losplanteos realizados, como la bsqueda de condicionamientos objetivosa la percepcin y la circulacin, que constituyen temas de trabajo queconsideramos de inters.

    El anlisis fenomenolgico del paisaje presenta dificultadesmetodolgicas an mayores, ya que enfatiza la escala de las sensacionesy sentimientos del individuo (Ingold 1993, Thomas 1996, Cummings y

    Whittle 2003). Las crticas realizadas por A. Fleming (2005) resaltan lasprincipales debilidades del esquema fenomenolgico en su versin msreciente. Fleming resalta las falencias existentes en dos nivelesmetodolgicos: primero, la absoluta carencia de un mtodo adecuadopara verificar las relaciones postuladas entre las construcciones arqui-tectnicas -megalticas en ese caso- y los rasgos del paisaje. Segundo,dada la ambivalencia y contradiccin de las mltiples inferencias pro-puestas, cualquier manifestacin arquitectnica en casi cualquier locali-zacin geogrfica resulta adecuada para satisfacer los planteos tericos

    fenomenolgicos. Por ejemplo, en el caso de la ubicacin de las tumbas

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    megalticas con respecto a las costas marinas en Gales: ... las tumbas sonvistas diversamente como (a) construidas para dominar amplias vistas al mar opara referenciar el mar, construidas ignorando el mar o (c) cuidadosamenteposicionadas para tener slo una visin restringida del mismo Esto no soloimplica la existencia de una desconcertante diversidad de acercamientos al cos-

    mos en una regin pequea, sino que este acercamiento tambin permite a losfenomenologistas decir algo aparentemente significativo sobre casi cualquier si-tio costero (Fleming 2005: 924). Debe sealarse que estos comentarios noimplican negar las connotaciones simblicas del paisaje, sino reclamaruna forma sistemtica de anlisis del mismo, como la desarrollada porBradley (2000).

    Nuestra perspectiva

    Este trabajo se orienta desde una perspectiva materialista para unanlisis geogrfico del paisaje. Esto no implica que no se aspire a accedera determinados niveles de significado del espacio, sino que las priorida-des de discusin son otras. Enfatizamos dos dimensiones de trabajo. Laprimera de ellas, que podemos definir como paisaje en sentido estricto,se relaciona con la reconstruccin del contexto geogrfico que habitaronlas poblaciones humanas a lo largo del Holoceno. Determinados

    parmetros climticos y ecolgicos pueden tener una especial relevanciapara comprender la organizacin espacial y las pautas de subsistenciahumana (captulo 4). Al respecto, cabe preguntarnos: el concepto depaisaje en sentido estricto es meramente una forma diferente de deno-minar al ambiente? Hay una diferencia sutil entre ambos conceptos, peroque merece ser considerada. El concepto de ambiente ha sido concebidotradicionalmente como el espacio que habita un determinado organis-mo o conjunto de organismos, y que a su vez condiciona ciertos aspectos

    de su conducta y evolucin. Esta definicin no contempla la actividadde estos organismos como modeladores del ambiente, a partir de lasinteracciones establecidas con el mismo. El concepto de paisaje, por elcontrario, no est referido a una entidad ambiental externa a los organis-mos, sino que define al contexto como el producto de la interaccin entrelos organismos y su espacio (Anschuetz et al. 2001). Esta definicin pre-senta aspectos en comn con el concepto de nicho, construido por losindividuos como producto de la interaccin con el ambiente y con otrosorganismos (Odling-Smee et al. 2003).

    El segundo nivel de trabajo relacionado con el concepto de paisaje

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    debe ser explicado en el contexto de las unidades de anlisis empleadasen la investigacin arqueolgica, y puede ser operativamente denomi-nado como paisaje en sentido amplio. Tradicionalmente, el sitio ar-queolgico ha sido la unidad de anlisis en funcin de la cual se articula-ron las observaciones arqueolgicas (Dunnell 1992). Desde la dcada de1970 comenzaron a desarrollarse nuevos enfoques que enfatizaron elcarcter espacialmente continuo del registro arqueolgico. El desarrollode los estudios distribucionales dio lugar a una rama de los estudios delpaisaje que considera como unidad de anlisis a los artefactos en rela-cin con los elementos geolgicos, geomorfolgicos y/o ecolgicos delespacio donde se ubican (Stafford 1995, Belardi y Borrero 1999). Esta vin-culacin permite caracterizar puntos especficos del espacio en trminosdel tipo de seal arqueolgica existente. Al disponer de informacin pro-

    cedente de localidades que difieren en ciertas variables relevantes -dis-tancia a costas marinas, productividad ecolgica-, comenzamos a com-prender la jerarqua de estos espacios en relacin con los patrones decirculacin e instalacin humana. El esquema de arqueologa del paisajeha contribuido a extender la perspectiva distribucional al anlisis delregistro estratificado (Stafford 1995, Potts et al. 1999, Barberena y Borrero2008), facilitando la integracin con evidencias de superficie.

    Uno de los objetivos de la biogeografa es evaluar loscondicionamientos establecidos por el paisaje en la distribucin espacial

    de poblaciones. Dado que el paisaje no es estable en el tiempo, el estudiode los cambios ocurridos en diferentes variables ambientales es un pri-mer paso necesario. Esto seala la necesidad de integrar informacinpaleoambiental y paleoecolgica que nos informe sobre variaciones enlos parmetros ambientales relevantes para comprender las decisioneshumanas de circulacin e instalacin en el espacio. En el largo plazo, lasconsecuencias materiales de estas decisiones se promedian y constitu-yen el registro de los cambios en la distribucin geogrfica de dichas

    poblaciones. La existencia de alteraciones abruptas en el paisaje ha sidocontemplada como un factor de especial relevancia para explicar cam-bios en la localizacin de las poblaciones humanas (Ambrose 1998,Hiscock y Wallis 2005). Estos procesos pueden tener implicaciones de-mogrficas y evolutivas, ya que influyen en la viabilidad de diferentesmodos de vida y pueden llevar a la extirpacin de poblaciones (Borrero1994-95). El estudio de la arqueologa del paisaje en sentido amplio aportados tipos de datos para cada lugar muestreado. El primero de ellos seasocia a las propiedades geomorfolgicas o ecolgicas del espacio y el

    segundo al tipo de evidencias arqueolgicas que ste contiene, siendo la

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    ausencia de las mismas un indicador de gran importancia. En trminosgenerales, estos son los dos tipos de datos sobre los que se construye unadiscusin biogeogrfica. El estudio del paisaje en sentido estricto es ne-cesario para desarrollar una arqueologa del paisaje en sentido amplio.El objetivo consiste en interpretar la distribucin del registro arqueol-gico en trminos de las caractersticas del ambiente en el tiempo de sudepositacin. Esto nos llevar a ver que ciertos elementos del paisaje nohan sufrido modificaciones histricas importantes, y pueden ser consi-derados como constantes, mientras que otros s las han experimentado(Stafford 1995, Potts et al. 1999).

    Escalas de anlisis

    Las escalas son la dimensin -en tamao o duracin- de las unida-des de anlisis en relacin con las cuales se articulan las hiptesis, larecoleccin de los datos, su anlisis e interpretacin. Por lo tanto, inci-den en la organizacin de todas las instancias de una investigacin (Stein1993, Bailey 2007) y constituyen el puente entre los conceptos tericos ylas herramientas metodolgicas. El xito en el desarrollo de un marcobiogeogrfico en arqueologa reside en la capacidad de integrar eviden-cias regionales y supra regionales procedentes de distintos contextos de

    superficie y estratigrafa, y los problemas de escalas se encuentran en labase de esta integracin. Dado que un enfoque de este tipo implica avan-zar desde casos especficos, que corresponden a escalas espaciales pe-queas, hacia patrones de mayor amplitud, empleamos un esquema deescalas jerrquicas e inclusivas. El mismo tambin permite realizar elcamino contrario, o sea, generar expectativas para puntos especficos delespacio a partir de hiptesis generadas para espacios amplios.

    Espacio

    El paisaje puede actuar como condicionante de las decisiones hu-manas de movilidad e instalacin en diferentes niveles espaciales, y lasevidencias arqueolgicas empleadas para evaluarlo deben organizarseen escalas concordantes. Podemos postular que el paisaje presenta unaestructura jerrquica conformada por niveles sucesivos con unainclusividad creciente (Delcourt y Delcourt 1987, Dincauze 2000), y que

    en cada uno de ellos se detectan patrones significativos para el anlisis

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    de la organizacin espacial de poblaciones humanas. La naturaleza je-rrquica de la relacin entre los diferentes niveles escalares es un aspectofundamental, ya que permite discutir el significado de las evidenciasrecuperadas en un nivel determinado en trminos de los patrones visi-bles en la escala inmediatamente superior. Los procesos de formacindel registro arqueolgico tambin pueden concebirse en un esquema je-rrquico de este tipo (Dincauze 1987, Holliday et al. 1993). En trminosde Delcourt y Delcourt (1987: 27, nuestra traduccin), Los niveles de micro-escala, meso-escala, macro-escala y mega-escala son una serie de configura-ciones espacio temporales jerrquicas, cada una limitada por el nivel mayor su-cesivo e integrando todos los patrones y procesos que ocurren en los niveles mspequeos dentro de la jerarqua. El cambio pautado en las escalas espacia-les en las cuales observamos un fenmeno es una herramienta de gran

    utilidad. Esto puede llevar, por ejemplo, a aislar factores de localizacinde la instalacin humana (Borrero 1982) que acten en un determinadonivel, pero que sean poco relevantes para comprender la organizacinde la movilidad en otras escalas. Nuestras discusiones se desarrollan encuatro escalas, cuyo uso complementario permite resaltar patrones demovimiento humano asociados a rasgos del paisaje de diferente ampli-tud. Para la definicin de estas escalas seguimos propuestas previas de-sarrolladas paralelamente en los campos de la ecologa del paisaje y laarqueologa (Delcourt y Delcourt 1987, Dincauze 1987, 2000: 198-201).

    El nivel de Micro escala corresponde a la entidad tradicional de si-tio arqueolgico. Esta escala presenta una amplitud espacial mxima de 1km2 (Dincauze 2000: 199) y operativamente coincide con aquella del sitioarqueolgico1. Esta es una definicin arbitraria, ya que se ha sealadocorrectamente que la delimitacin de un sitio no es tanto una observa-cin como una decisin metodolgica (Dunnell y Dancey 1983: 271). Estoimplica que se trata de una entidad de naturaleza artificial, aunque estono le resta validez. Por el contrario, permite ajustar la escala local a las

    necesidades impuestas por diferentes objetivos de trabajo y/o configu-raciones del registro arqueolgico (Binford 1992). Nuestros objetivos enesta escala espacial acotada consisten en caracterizar el tipo de uso quepresentan diferentes rasgos del paisaje, que constituyen unidades deanlisis.

    1 Un sitio estratificado con una amplitud mayor a 1 km2 escapara a esta definicin;no obstante, dado que nuestros mtodos de muestreo no nos permitiran detectarlo,

    podemos hacer este problema a un lado.

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    El nivel de Meso escala corresponde a la localidad arqueolgica y seubica entre 1 y 10 km2 (Dincauze 2000: 199). Los ejemplos de rasgos delpaisaje mencionados para este nivel incluyen segmentos de planicies deros y terrazas, cuencas fluviales pequeas, campos de dunas y, de parti-cular importancia para nuestro trabajo, volcanes y flujos de lava. En tr-minos operativos, una localidad puede incluir un conjunto determinadode sitios o distribuciones arqueolgicas, aunque a diferencia de lo pro-puesto por Willey y Phillips (1958), en nuestro esquema no se requierenmuchos sitios para constituir una localidad. Se trata exclusivamente deuna escala espacial apropiada para visualizar ciertos problemas. Su prin-cipal utilidad se asocia a discusiones sobre la importancia de determina-dos rasgos del paisaje en la estructuracin de la movilidad y el asenta-miento de las sociedades humanas. En el caso del CVPA es interesante

    trabajar de modo jerrquico en la escala de localidad, ya que el paisajepresenta agrupamientos de rasgos volcnicos cada vez ms inclusivos(captulo 4). Esta escala espacial es importante en trminos de circula-cin humana, pues tiene el potencial para afectarla, ya sea en forma po-sitiva o negativa. Esto permitir jerarquizar los rasgos geogrficos deacuerdo a su importancia para la circulacin o instalacin humana.

    La Meso escala corresponde a la regin, delimitada entre 10 km2 y 10km4 (Dincauze 2000: 199); lgicamente, la misma puede agrupar diferen-tes localidades arqueolgicas. Un ejemplo de divisin del espacio en esta

    escala estara dado por los dos grandes sectores en los cuales dividimosal CVPA -septentrional y meridional- (captulo 4). Priorizamos un crite-rio geogrfico y no geomorfolgico o geolgico para la delimitacin delas unidades en esta escala. Dado que uno de nuestros objetivos princi-pales es la evaluacin de las pautas de circulacin entre segmentos am-plios del paisaje, como las costas marinas y el interior, el uso de unidadescon contenido geogrfico explcito es adecuado. En esta escala se trabajacon unidades espaciales que pueden tener un importante grado de hete-

    rogeneidad interna a nivel geolgico y/o ecolgico, ya que integran es-pacios amplios. Esto implica que cada unidad contiene diferentes rasgosgeomorfolgicos y/o geolgicos, como ilustra el caso de los dos sectoresdel CVPA2. Alternativamente, tambin pueden emplearse unidades que

    2 Esto marca una diferencia con el esquema de Dincauze (2000: 199), dado que suclasificacin se relaciona con la dimensin espacial de rasgos geomorfolgicos; eneste sentido, se trata de unidades naturales. Aqu empleamos los parmetrossugeridos por la autora para definir unidades artificiales para el anlisis de las

    evidencias arqueolgicas, que pueden no coincidir con estas unidades naturales.

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    coinciden con rasgos geolgicos especficos, como las unidades geolgicasdefinidas para los pulsos volcnicos que formaron el CVPA, lo cual sirvepara evaluar su importancia como condicionantes de las decisiones hu-manas de movilidad.

    Finalmente, el nivel de Macro escala corresponde a la supra regin, ala cual Dincauze (2000: 199) asigna una dimensin que va de 10 km4 a 10km7 y denomina escala de provincia fisiogrfica, correspondiendo a ca-denas montaosas, glaciares continentales o grandes cuencas fluviales.La discusin de procesos en esta escala es producto de la comparacinde evidencias procedentes de diferentes regiones como las ejemplificadaspreviamente. En el contexto de poblaciones de cazadores recolectorescaracterizadas por una movilidad elevada, sta sera la escala adecuadapara evaluar la dimensin de los rangos de accin. Dincauze (2000: 199)

    define una mega escala en el nivel ms amplio, que es alternativamentecontinental o global. Nuestras discusiones no contribuyen en forma di-recta a ninguna de estas escalas, por lo cual no sern tratadas. Aunquelos datos aportados pueden, en ltima instancia, ser incluidos en el mar-co de discusiones comparativas que funcionen en dicho nivel (Binford2001, Erlandson 2001, Borrero y Barberena 2006).

    Tiempo

    Los aspectos temporales de las propuestas que empleamos a nivelespacial son de menor utilidad para nuestras discusiones. En dichas pro-puestas el rango caracterstico de una micro escala -ya sea de sitio o loca-lidad- va de 1 a 500 aos y el de una meso escala va de 500 a 10.000 aos.La primera escala puede resultar demasiado ambiciosa en trminos deresolucin temporal -aunque puede encontrarse dentro de la resolucindel 14C- y la segunda es de un grano demasiado grueso, ya que abarca

    prcticamente la totalidad del rango de ocupaciones humanas enPatagonia.Inicialmente, dado el nfasis espacial de este trabajo, consideramos

    las evidencias arqueolgicas en una escala temporal amplia. En esta ins-tancia el objetivo consiste en tratar en forma conjunta toda la informa-cin arqueolgica disponible para el Holoceno tardo, a fin de caracteri-zar los patrones a nivel espacial en un marco ms robusto de datos.Enfatizamos en particular la informacin correspondiente a los ltimosca. 4.000 aos 14C. En segundo lugar, introducimos al tiempo como una

    variable de anlisis, que es aplicable a cada una de las escalas espaciales

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    previamente mencionadas. En las escalas de sitio o localidad esto permi-te considerar la existencia de variaciones diacrnicas en la intensidad dela presencia humana o en el carcter de las ocupaciones. En las escalas deregin o supra regin se evalan cambios en la distribucin geogrficade poblaciones, continuidad en el uso de una regin, cambios en la orga-nizacin de la subsistencia o vinculaciones entre la intensidad de la se-al arqueolgica y las variaciones paleoclimticas.

    Dado que la posicin de diferentes elementos arqueolgicos conrespecto a las costas marinas es un indicador de importancia aqu, y con-siderando que las variaciones en el nivel del mar posteriores a la trans-gresin del Holoceno medio son de baja magnitud (captulo 4), la escalatemporal del Holoceno tardo provee un marco adecuado para integrarlos datos en un mismo esquema geogrfico. Se cuenta con evidencias

    arqueolgicas producidas por otros equipos que son relevantes para estelapso. Estos aspectos robustecen la calidad de las muestras disponiblespara el desarrollo de discusiones en una escala espacial amplia. Resu-miendo, a nivel temporal nuestro anlisis se centra en una escala relati-vamente restringida que corresponde al Holoceno tardo, aunque deter-minadas discusiones son desarrolladas en el marco de las evidencias dis-ponibles en una escala temporal ms amplia, como la que corresponde ala cuenta larga de una regin (sensu Borrero et al. 1992). Las discusionesrealizadas en ambos niveles temporales se retroalimentan entre s. En el

    captulo siguiente presentamos una perspectiva en escala temporaletnogrfica sobre los temas geogrficos de nuestro inters en este traba-jo. Esta visin constituye una base adecuada para comenzar a observarla complejidad inherente a los fenmenos que estudiamos.

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    Geografa de cazadores recolectores:

    lecciones desde el tiempo etnogrfico

    Returning history to prehistory can only beaccomplished if it is realized that the latter

    has a different reality to the formerClive S. Gamble (1993: 248)

    La comprensin en una escala temporal de corto plazo de los fen-menos geogrficos que estudiamos ilustra ciertos niveles de la compleji-dad conductual existente, contribuyendo notablemente a su evaluacinarqueolgica. La etnografa y la etnoarqueologa aportan un fascinantepanorama de la variabilidad que caracteriza a fenmenos sociales comola organizacin de la territorialidad, la movilidad y la interaccin entrepoblaciones (David y Kramer 2001). Por otra parte, un conjunto de estu-dios etnogrficos comparativos en escala global sugieren patrones gene-rales en la expresin de estos fenmenos (Murdock 1969, Shott 1986, Kelly1983, 1995, Binford 2001, Marlowe 2005). El anlisis de los casos especfi-cos puede favorecerse a partir del contexto que ofrecen estas propuestas,que contribuyen a su vez a explicarlos (Johnson et al. 2007). Por otra par-te, esto implica tener presentes las diferencias que existen entre los pro-

    cesos implicados en cada caso, algo inherente a su diferente amplitudtemporal. En pocas palabras, puede haber no slo una diferencia de gra-do entre ambos, sino que los procesos pueden ser cualitativamente dife-rentes segn la escala en la que los observamos (Borrero 1993, Stern 1994).

    El desafo que se nos presenta al tratar con estos datos es traducirsus implicaciones al lenguaje que impone el registro arqueolgico, algoque est contenido en el epgrafe de Clive Gamble con que comienzaeste captulo. Dicho lenguaje se refiere al largo plazo e implica un cam-bio intrnseco en la naturaleza de los fenmenos bajo estudio, tal como

    fue tempranamente advertido a los arquelogos por Marvin Harris (1968).

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    Esta situacin metodolgica tambin fue sealada por Martin Wobst(1978: 303), quien llam la atencin sobre las limitaciones de desarrollaruna arqueo-etnologa: Quiero alertar a mis lectores sobre algunos aspectosde la arqueologa de cazadores recolectores donde una arqueo-etnologa, o sea,investigacin arqueolgica con expectativas, implicaciones y medidas derivadas

    de la etnografa, ha sido particularmente rampante. La interpretacin de lasevidencias arqueolgicas basada en categoras conductuales etnogrficaspuede acarrear problemas profundos ya que el paso de una escala tem-poral etnogrfica a una arqueolgica introduce una transformacin cua-litativa en la naturaleza de los procesos estudiados. Discusiones tericasy metodolgicas comparables han sido desarrolladas en el marco de lapaleobiologa, vinculadas a la interaccin entre el tiempo ecolgico y elevolutivo (Behrensmeyer et al. 1992, 2000).

    En este captulo presentamos una discusin de los datos etnogrficosrelevantes para algunos de los temas arqueolgicos que estudiamos, queincluyen: las formas de organizacin territorial en cazadores recolectores,el rol de los recursos marinos como condicionante de las mismas y la es-tructura interna de los rangos de accin -en trminos de nodos de asenta-miento y reas marginales-. A su vez, el registro arqueolgico de reparosrocosos en el CVPA es central para nuestro trabajo, por lo cual realizamosuna revisin de la informacin etnogrfica del uso de reparos por parte degrupos cazadores recolectores actuales y subactuales. En ese nivel espec-

    fico, el objetivo consiste en proveer un marco conductual para analizar larepresentatividad de este tipo de muestras arqueolgicas.

    Organizacin espacial en cazadores recolectores etnogrficos

    La revisin presentada en este apartado no pretende ser exhausti-va, sino que nos interesa explorar tendencias generales con respecto a

    temas geogrficos que tratamos en captulos siguientes a nivel arqueol-gico. Este anlisis tiene la utilidad de sensibilizarnos sobre ciertos aspec-tos de la organizacin espacial en cazadores recolectores estudiados enescala etnogrfica y, a partir de esto, inspirar preguntas relevantes parael registro arqueolgico. Incluimos las siguientes preguntas: Cuales sonlas diferentes dimensiones de organizacin espacial en sociedades decazadores recolectores? Derivado de esto, y con respecto a una dimen-sin en particular: rangos de accin y territorios, Cul es la categorams adecuada para un anlisis arqueolgico? Cules son algunos de los

    factores condicionantes de la organizacin espacial? Por ltimo, y en re-

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    lacin con el tema anterior: Cul es la estructura de los rangos de accinen trminos de nodos demogrficos y reas marginales?

    Dimensiones de la organizacin espacial y unidades poblacionales de anlisis

    En numerosos trabajos se ha documentado la existencia de diferen-tes dimensiones de movimiento que se vinculan con distintos aspectosde la organizacin de estas sociedades. El esquema propuesto porMacDonald y Hewlett (1999) ilustra esta complejidad sobre la base dedistintos casos etnogrficos. Estos autores postulan la existencia de tresniveles de movilidad, respectivamente asociados a la realizacin de dis-tintas actividades. El nivel ms acotado corresponde a los micro movi-

    mientos y se relaciona principalmente con la obtencin de los recursosnecesarios para la subsistencia (MacDonald y Hewlett 1999: 511-512). Elsegundo nivel, denominado de meso movimientos, se refiere a viajes endistancias intermedias para visitar parientes y amigos. Esta suele ser ladistancia usual para la realizacin de viajes con fines matrimoniales. Fi-nalmente, los macro movimientos designan espacios circulados en for-ma excepcional con el objetivo de satisfacer fines especficos, como laobtencin de bienes exticos. Esta dimensin de movilidad no puedeconsiderarse como un segmento de los rangos de accin de estos grupos.

    La propuesta de MacDonald y Hewlett (1999) presenta claros paraleloscon la caracterizacin realizada por Binford (1980, 1983a) para los circui-tos de movilidad de grupos Nunamiut en Alaska. En su esquema se di-ferencian tres dimensiones que son concordantes con las que hemosmencionado: radio de predacin (foraging radius), rango anual y rangoextendido o lifetime range. Otros casos ilustran la existencia de una orga-nizacin semejante de la movilidad (Sutton 1990, Politis 1996). En trmi-nos de expectativas para el registro arqueolgico, podemos plantear que

    cada uno de los niveles de organizacin mencionados puede constituiruna esfera para la distribucin de determinados tems materiales (Gamble1986, Borrero 2002).

    La informacin etnogrfica tambin ha sido til para comprenderla unidad poblacional en la que puede funcionar la territorialidad. Tra-dicionalmente se ha asociado la presencia de territorios con entidadessocial y espacialmente amplias, tales como grupos tnicos, lo cual llev aconcebir la existencia de enormes territorios cuya defensa -si fuera nece-saria- sera inviable desde un punto de vista econmico (Dyson-Hudson

    y Smith 1978). La informacin etnogrfica disponible para diferentes

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    sociedades de cazadores recolectores marca la organizacin en espaciosy entidades sociales de menor amplitud (Lee 1979, Gusinde 1982, Clastres2000 [1972]). Para el caso de Patagonia, el anlisis detallado de la infor-macin etnohistrica tambin ha marcado la necesidad de emplear uni-dades menos abarcativas en trminos espaciales y tnicos para la com-prensin de la territorialidad (Nacuzzi 1998). En este caso, las socieda-des europeas aglutinaron bajo determinados rtulos (como Tehuelches,Casamiquela 1991) a numerosas entidades tnicas diferenciadas e inde-pendientes tanto en trminos territoriales como polticos, generando unafalsa imagen con respecto a la organizacin espacial. Para casos de fri-ca meridional se ha sugerido que el contacto con poblaciones europeasincentiv la formacin de unidades sociales mayores coordinadas porlderes con un poder ms concentrado, que facilitaban la interaccin con

    los europeos (Lee 1979: 348-350). Estos casos marcan la necesidad de to-mar cada situacin en su contexto histrico, evitando la extrapolacinde las observaciones a situaciones radicalmente diferentes, como aque-llas previas al contacto. Este es uno de los temas que llev a Borrero (1997)a marcar la necesidad de estudiar la profundidad temporal de los patro-nes etnogrficos de subsistencia y organizacin social.

    Rangos de accin y territorios: Qu categora es ms adecuada para un

    anlisis arqueolgico?

    Aqu nos centramos en el anlisis de una de las dimensiones espa-ciales de organizacin ya mencionadas, que corresponde a los espaciosusualmente circulados por un grupo humano. Esta dimensin es alter-nativamente asociada a los conceptos de rango de accin o territorio,que hemos empleado sin una definicin precisa hasta aqu. Dado queeste tema ha recibido abundantes discusiones (Foley 1981, Layton 1986,

    Peterson 1986, Hitchcock y Batram 1998), nuestro tratamiento es muybreve y se dirige especficamente a remarcar una diferencia establecidahace cuarenta aos por W. Stanner para los aborgenes de Australia, queno ha perdido su relevancia para la arqueologa en la actualidad:

    cada grupo territorial se asociaba con un rango y un territorio -estate-.La distincin es crucial. Tradicionalmente, el territorio fue el mbito re-conocido (country, home, ground, dreaming place) de un tipo degrupo patrilineal de descendencia, que forma el ncleo de dicho grupo

    territorial. El rango era el espacio en el cual el grupo, incluyendo al ncleo

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    y sus adherentes, ordinariamente cazaba y recolectaba para mantener suvida. Normalmente, el rango incluye al territorio: no es usual que la gentepertenezca a un lugar y viva en otro, aunque bajo determinadas circunstan-cias, los dos mbitos pueden estar prcticamente disociados (Stanner 1965: 2,traduccin nuestra, resaltado agregado).

    Destacamos la existencia de dos dimensiones independientes dereferencia para cada individuo: una de ellas, que corresponde a su terri-torio de pertenencia, tiene una connotacin social o simblica y se vincu-la al espacio que ste identifica como su lugar de procedencia. El rango,por el contrario, corresponde a los espacios usualmente habitados porun individuo o grupo. El punto a resaltar es que estas dos dimensionespueden covariar ampliamente, llevando a que en ciertos casos haya una

    superposicin plena del territorio y el rango, mientras que en otras losmismos se encuentran completamente disociados espacialmente. El trabajoetnogrfico de Binford con los Nunamiut tambin ilustra esto, marcandoque a priori los grupos locales podan ser considerados como compuestospor personas que compartan una identidad de procedencia. Sin embar-go, al profundizar las preguntas se vio que esta suposicin era incorrecta.Los patrones de asociacin de individuos en un espacio determinado te-nan poca relacin con el lugar de procedencia -o territorio- de cada unade las personas entrevistadas (Binford 1983a: 30-31).

    Estudios etnogrficos y etnoarqueolgicos desarrollados en fricay Australia muestran un panorama semejante. En el caso de los !Kung (oJu hoansi), el sistema de organizacin del rgimen de visitas a los N!ore-territorios- de distintos grupos ilustra la flexibilidad existente en la re-lacin entre el lugar de procedencia de un individuo y su lugar de resi-dencia en determinado momento (Lee 1979: 335-339, Yellen y Harpending1972: 246-247). Estas observaciones resaltan la fluidez que existe en lacomposicin de los grupos locales en el desierto de Kalahari, algo que ha

    llevado a Yellen y Harpending a relativizar el significado tradicional delconcepto de banda, entendido como un conjunto estable de individuosvinculados a un determinado territorio. Los datos procedentes de regio-nes de Australia comparables con el Kalahari a nivel ecolgico marcanun panorama semejante (Hiatt 1968). Informacin etnogrfica sobre losPintupi del desierto Occidental de Australia seala un nivel an mayorde flexibilidad en la forma en que se definen los territorios a los que unindividuo pertenece y con los cuales se vincula mediante los mitos aso-ciados a los tiempos del Dreaming. Los motivos mencionados como

    base para la identidad con un territorio son diversos y se basan en que

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    los lugares tienen la marca de las personas que se vinculan con ellos deun modo u otro. Esto implica que cada individuo puede tener reclamosde propiedad con ms de un territorio (Myers 1988: 65). Myers enume-ra diferentes situaciones alternativas o complementarias sobre las quepuede basarse el reclamo de identidad con un espacio determinado, queincluyen: nacimiento en dicho espacio, nacimiento en otro lugar vincu-lado por los ancestros con el mismo, iniciacin en el lugar, nacimiento depadre o madre en el lugar y residencia en o cerca del lugar (Myers 1988: 65-66). Tal como sugiri Stanner tempranamente, slo en la ltima situa-cin mencionada, que es la residencia en el lugar en cuestin, hay unacoincidencia entre el mbito usualmente habitado, que constituye elrango de accin, y el territorio socialmente definido a partir del cualun individuo establece su identidad.

    Por lo tanto, resulta claro que el territorio socialmente definido cons-tituye un aspecto de la organizacin espacial de los cazadores recolectores,mientras que el rango de accin es otro, y que ambos pueden ser alta-mente variables en una escala temporal etnogrfica. Tambin resulta cla-ro que la relacin entre los mismos vara de acuerdo a mltiplescondicionantes, entre los cuales est la organizacin del parentesco. Vol-viendo a la pregunta del encabezado, Alguno de estos dos niveles esms adecuado para un tratamiento arqueolgico? Evidentemente no hayuna respuesta unvoca, ya que esto se vincula a la perspectiva de cada

    investigador. Lo que debe resaltarse desde un punto de vistametodolgico es que el anlisis de los territorios de pertenencia social-mente construidos (o estates) no puede hacerse mecnicamente a partirde las evidencias vinculadas a los espacios cotidianos donde un grupo oindividuo desarrolla su vida. De otro modo, es altamente probable queslo nos limitemos a analizar los rangos de accin bajo otro nombre. A suvez, la marcada fluidez existente en los espacios usualmente habitadospor los individuos a lo largo de su vida es un tema que debe ser tenido

    en cuenta al evaluar la amplitud de los rangos de accin. La informacinarqueolgica que presentamos para Patagonia nos permitir poner endiscusin ciertos aspectos de este interesante tema.

    Factores condicionantes de los rangos de accin: consumo de recursos marinos

    Se han sealado diversos factores condicionantes del tamao y lamorfologa de los rangos de accin de grupos cazadores recolectores.

    Aqu exploramos el rol del consumo de recursos marinos, que es rele-

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    vante para nuestro trabajo arqueolgico en Patagonia. La informacinque presentamos se basa en discusiones desarrolladas recientemente(Borrero y Barberena 2006).

    Uno de los primeros tratamientos exhaustivos de este tema fue pro-puesto por George Murdock (1969), quien explor las relaciones existen-tes entre las principales actividades de subsistencia de un grupo, la or-ganizacin espacial y la densidad demogrfica. Este autor emplea cua-tro categoras para clasificar las sociedades humanas en trminos demovilidad: nmades, semi nmades, semi sedentarias y sedentarias.Murdock postula que los grupos que basan su subsistencia en la pesca(en sentido amplio) ocupan una posicin intermedia, dado que se mue-ven menos que otros cazadores recolectores pero ms que la mayora delos grupos agrcolas: La pesca es el nico modo relativamente simple de sub-

    sistencia que parece conducente a un modo sedentario de vida, y es altamenteprobable que antes de la aparicin de la agricultura unos 10,000 aos atrs, lasnicas poblaciones sedentarias durante muchos milenios fueran grupos de pes-cadores. Luego sugiere que No slo las sociedades pescadoras son usual-mente sedentarias, sino que suelen generar instituciones sociales de una mayorcomplejidad que aquella observada entre grupos de cazadores o recolectores nopescadores (Murdock 1969: 145, nuestra traduccin).

    Desarrollos posteriores se basaron en medidas ms especficas parala medicin de la movilidad. Sobre la base de los conceptos de movili-

    dad logstica y residencial desarrollados por Binford (1980), Robert Kelly(1983, 1995) plantea un conjunto de variables que constituyen una buenamedida de la movilidad en sociedades etnogrficas. Las mismas son: n-mero de movimientos residenciales al ao, distancia promedio implica-da en estos movimientos, distancia total recorrida en un ao, rea totalanual y longitud promedio de los movimientos logsticos. En relacincon la evaluacin de los rangos de accin, el nmero de movimientosresidenciales anuales y las distancias cubiertas anualmente seran

    indicadores indirectos, mientras que el rea anualmente ocupada serauna medida directa. En trminos generales, Kelly (1995: 125) sugiere quela dependencia de los recursos acuticos se asocia casi siempre a bajamovilidad residencial. Esto es consistente con generalizaciones realiza-das por David Yesner (1980), quien plantea que las sociedades con unaorientacin econmica martima se caracterizan por un patrn depredacin de lugar central. Plantea tambin que el registro etnogrfico decazadores recolectores marinos indica que suelen ser sociedades densas,semi sedentarias, y que exhiben un mayor grado de territorialidad que

    otros tipos de sociedades de cazadores recolectores (Yesner 1980: 731).

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    Recientemente, Lewis R. Binford (2001) ha publicado el anlisis msamplio y exhaustivo disponible sobre ste y otros temas etnogrficos.Binford presenta informacin sobre el nmero de movimientos residen-ciales anuales, las distancias totales anuales recorridas, la amplitud delas reas ocupadas y la intensidad en el consumo de diferentes clases derecursos (emplea la categora de recursos acuticos sin diferenciar con-textos marinos o fluviales). Su anlisis se basa en el concepto de intensi-ficacin, definido como un cambio en la comunidad bitica explotadapara la subsistencia. La intensificacin se produce como respuesta a unadisminucin en los espacios disponibles para ser ocupados. Binford (2001:209-210, 276) postula que aquellos grupos basados principalmente en elconsumo de animales terrestres presentan el menor grado de intensifica-cin y ocupan, por lo tanto, las reas de mayor amplitud. Por otra parte,

    la explotacin de recursos acuticos y vegetales se asocia a una reduccinen la movilidad y a una situacin de compresin demogrfica relativa opacking (Binford 2001: 226).

    Sintetizando, la imagen etnogrfica predominante muestra que hayuna correlacin negativa entre la importancia de los recursos marinospara la subsistencia y el tamao de los rangos de accin o territorios.Lgicamente, existe una gran variabilidad detrs de esta generalizacin.

    Estructura de los rangos de accin: nodos de asentamiento y reas marginales

    El desarrollo de este tema puede comenzar con una simple obser-vacin: la ocupacin humana de una regin no es espaci