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38 San Miguel, el Paraíso a la vuelta de la esquina Azores en SUP Hemos buscado paraísos en las antípodas, y los hemos encontrado, pero tras innume- rables horas de vuelo con escalas interminables y precios desorbitados. Sin embargo, no se nos había ocurrido explorar más cerca. Hay tesoros escondidos en todas partes. Playas de ensueño y buenas olas se encuentran a montones por toda la costa española, por no ir más lejos. Pero lo que no esperábamos, era encontrar semejante belleza y una tierra tan viva a tan poca distancia de casa. Y decimos viva, porque así está la tierra en estas islas, absolu- tamente llena de vida, exuberante y latente. El descubrimiento En varias ocasiones hemos tenido la oportunidad de visitar de pasada Las Azores, pero nunca de explorarlas. Cada una de estas veces, los locales nos han insistido: “tenéis que pasar más tiempo, es alucinante, hay cráteres, lagunas azules y verdes dentro de los cráteres en las montañas, donde se puede pasear en SUP o incluso hacer windsurf. Hay ríos, calderas y calitas donde te puedes bañar en cualquier época del año y el agua está caliente, para después de surfear todo el día en olas perfectas, poder relajarte a la luz de las estrellas en pleno invierno con tus amigos, en medio de una selva de helechos gigantes…” Obviamente, todo esto era muy cautivador… pero como que parecía que estaban exagerando. ¡O eso pensábamos nosotros! Pues bien, este pasado invierno, debatiendo dónde hacer un SUP trip, salió entre los destinos candidatos una de las islas de Azores, San Miguel. Según nuestros amigos azorianos, era la que reunía casi todos los atractivos del archipiélago en una sola isla, por lo que, para nuestra expedición de 10 días sería la ideal. Otros de los destinos que teníamos en mente eran bien conocidos y con condiciones seguras para surf… pero tras tanta insistencia y tantos relatos sobre sus mil y una maravillas, pensamos, ¿y si realmente tenemos un paraíso aquí al lado? Emilio Galindo y María Andrés Miguel Rezendes y Miqueas Muñoz

Azores en SUP · verticales al cielo cargados de verde, flores silvestres colorean los prados y colina tras colina los carriles dibujan líneas entre los pueblos de casas multicolores,

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San Miguel, el Paraíso a la vuelta de la esquinaAzores en SUP

Hemos buscado paraísos en las antípodas, y los hemos encontrado, pero tras innume-rables horas de vuelo con escalas interminables y precios desorbitados. Sin embargo, no se nos había ocurrido explorar más cerca. Hay tesoros escondidos en todas partes. Playas de ensueño y buenas olas se encuentran a montones por toda la costa española, por no ir más lejos.

Pero lo que no esperábamos, era encontrar semejante belleza y una tierra tan viva a tan poca distancia de casa. Y decimos viva, porque así está la tierra en estas islas, absolu-tamente llena de vida, exuberante y latente.

El descubrimiento

En varias ocasiones hemos tenido la oportunidad de visitar de pasada Las Azores, pero nunca de explorarlas.

Cada una de estas veces, los locales nos han insistido: “tenéis que pasar más tiempo, es alucinante, hay cráteres, lagunas azules y verdes dentro de los cráteres en las montañas, donde se puede pasear en SUP o incluso hacer windsurf. Hay ríos, calderas y calitas donde te puedes bañar en cualquier época del año y el agua está caliente, para después de surfear todo el día en olas perfectas, poder relajarte a la luz de las estrellas en pleno invierno con tus amigos, en medio de una selva de helechos gigantes…”

Obviamente, todo esto era muy cautivador… pero como que parecía que estaban exagerando. ¡O eso pensábamos nosotros!

Pues bien, este pasado invierno, debatiendo dónde hacer un SUP trip, salió entre los destinos candidatos una de las islas de Azores, San Miguel.

Según nuestros amigos azorianos, era la que reunía casi todos los atractivos del archipiélago en una sola isla, por lo que, para nuestra expedición de 10 días sería la ideal. Otros de los destinos que teníamos en mente eran bien conocidos y con condiciones seguras para surf… pero tras tanta insistencia y tantos relatos sobre sus mil y una maravillas, pensamos, ¿y si realmente tenemos un paraíso aquí al lado?

Emilio Galindo y María Andrés Miguel Rezendes y Miqueas Muñoz

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“Los colores de las lagunas son casi fluorescentes, como si la lluvia de tantos años hubiese arrastrado ladera abajo

el verde de la vegetación y el agua fuese una pócima iridiscente de luz esmeralda”

Tras un vuelo sin escalas desde Lisboa, estábamos en Ponta Delgada. Completamente improvisando. No teníamos plan y no sabíamos muy bien dónde buscar condiciones.

Teníamos varios contactos en la isla, pero no teníamos claro si los íbamos a ver. Para nuestro asombro, no solo les íbamos a ver, ¡sino que serían nuestros amigos, guías y compañeros en esta aventura!

Aventureros del Atlántico

Sabone, quien tanto nos había hablado de su isla, nos descubrió todos sus rincones favoritos, y poco a poco, nos dimos cuenta de que estábamos ante un Aventurero del Océano.

Viviendo en una isla en medio del Atlántico y siendo amantes del deporte, cabe esperar que los habitantes vivan muy orientados al mar. Es tierra de pescadores, antiguamente de balleneros, forma

parte de circuitos internacionales de surf, bodyboard o triatlón, lugar de paso de viajeros y aventureros, y es por ello un lugar mágico de encuentro entre culturas. Pero es que , ¡fuimos a dar con el navegante más loco, brillante e intrépido de la zona! De Azores a Lisboa, de Azores a Madeira… en un Hobie Cat, ¡y con 19 años! 5 días y 5 noches mojado, sin comer, sin parar, sin seguridad, sin contárselo a su familia… Y como esa, mil historias. Con un guía así, ¡la aventura no podía tener mejores perspectivas!

Una isla viva

Cuando decimos viva, es porque así es como se siente uno ahí encima. Respira a su ritmo, y se nota.

Los bosques no pueden ser más frondosos y exuberantes, los acantilados salen del mar y escalan verticales al cielo cargados de verde, flores silvestres colorean los prados y colina tras colina los carriles dibujan líneas entre los pueblos de casas multicolores, al estilo colonial.

Cada pueblo con su iglesia sobresaliendo, pequeñas y bien bonitas, construidas con piedra negra volcáni-ca, también de estilo colonial. Las nubes pasan alre-dedor cargadas y con fuerza, algunas se atascan en los puntos más altos, dándole dramatismo al paisaje.

Visitamos muchas de las “lagoas”. Cada cráter en esta isla, y hay muchos, tiene una laguna. Los colores de las lagunas son casi fluorescentes, como si la lluvia de tantos años hubiese arrastrado ladera abajo el verde de la vegetación y el agua fuese una pócima iridiscente de luz esmeralda. Con la luz del sol, parecía que hubiesen encendido un foco en el fondo del cráter, era tan impresionante como increíblemente irreal.

Conduciendo por algunos carriles, veíamos finas columnas de humo blanco saliendo del bosque o de entre las casas. Son puntos calientes o calderas. Es la tierra, que está activa y humeante. En algunas zonas, calienta ríos, lagunas o incluso el mar abierto, y aprovechan para hacer baños naturales.

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En Furnas, nos quedamos boquiabiertos. Entre las calles del pueblo hay calderas activas con agua burbujeante, y saliendo de algunas paredes, grifos de agua natural caliente. De alguno, ¡salía agua con gas! Siempre con fuerte sabor a hierro, y según dicen, con propiedades beneficiosas para la salud.

Estos lugares son puntos de encuentro y reunión, donde la gente llena botellas de agua con gas o lleva su taza para tomarse un café o un té recién hecho con agua calentada por la tierra.

Explorando la costa

La primera vez que hinchamos el SUP y nos metimos en el agua fue en Caloura. La cala es tan bonita que estábamos sobrecogidos.

Bajamos por una escalera que bordeaba un acantilado y llegamos a una playa de arena negra, abrigada por verticales acantilados de piedra oscura y rojiza, que junto con las aguas verde oscuro y transparente, hacían un contraste digno de la mejor

postal de Hawaii. Y con cuevas. Enormes cuevas en el mar con techos como bóvedas.

Caloura sin lugar dudas, quizás por haber sido el primer baño o quizás porque sencillamente es un lugar único, pasó a ser nuestro lugar de paseo favorito, tanto, que incluso con mucho por explorar, ¡volvimos varias veces!

También en el sur, el pueblo de San Roque tiene un encanto especial. Con casas humildes, pero todas mirando al mar. Pintadas de colores pastel y con imágenes de santos coronando cada puerta, nos hacían viajar en el tiempo. Su iglesia colonial en lo alto del acantilado es una visión muy pintoresca que quisimos disfrutar desde nuestro SUP en la puesta de sol.

En la playa de San Roque también entran muy buenas olas. Tuberas y de izquierdas, con swell del sur, más predominante en verano. Es un spot bien conocido y donde en verano, los días buenos, encontraréis mucha acción.

En Vila Franca do Campo, de nuevo al sur, vimos desde la costa una pequeña isla, a una distancia que parecía muy fácil para ir remando.

Sabíamos que había una isla que es un cráter emergido del que solo asoma su anillo, abierto en la cara que da a la costa de San Miguel.

Habíamos visto fotos aéreas y el lugar era de ensueño, pero no imaginábamos que estaba tan a mano, o al menos ese día sí estaba a mano.

El oleaje en esta costa no siempre es tan manso, así que ese día de calma, tuvimos la suerte de poder remar tranquilamente hacia el Ilhéu da Vila y sentirnos afortunados dentro de este capricho de la naturaleza.

Fuimos un grupo de amigos y pasamos varias horas allí. Después remamos de vuelta sintiendo que habíamos vivido algo único. Todos sonrientes, fuimos a celebrarlo comiendo pescado fresco y queso azoriano en el bar en lo alto del puerto.

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Al Noroeste nos quedamos encantados con Mostei-ros. Es el lugar donde disfrutar de la puesta de Sol. Acantilados, islotes con formas geométricas imposi-bles, cuevas marinas y canales que te hacen soñar. Remar un día calmo en Mosteiros es una maravilla.

La siguiente parada, justo al sur de Mosteiros, y lugar que no puedes dejar de visitar, es Ferrarías, debajo de una ladera de lava. Su costa es salvaje, rocosa, pinchuda y negra, y sin embargo, remando apaciblemente desde el SUP, toda la agresividad de la geografía se convierte en algo armonioso, con sus acantilados negros cayendo al mar transparente, con entrantes, salientes y cuevas. Todo a mano desde el parking del Balneario.

Para terminar el día, siempre que haya marea baja, Ferrarías te ofrecerá un baño caliente en el mar abierto, entre las rocas calientes bajo el acantilado, y si cuadras la marea, puedes disfrutarlo bajo las estrellas. Al subir la marea, el calor de la roca no es suficiente para elevar la temperatura de tanto volumen de agua.

¿Y las olas?

Pero San Miguel no es sólo una isla para pasear. Hay spots de olas, y muy buenos, dónde se celebran im-portantes eventos y de dónde salen grandes surfistas.

Aunque bien es cierto que hay que atinar con el pronóstico y el spot. Nosotros tuvimos la suerte de cuadrar varios días de surf con swell del N, en la costa norte, en la playa de Santa Bárbara, al lado de Ribera Grande.

Pillamos días muy diferentes, nunca muy grande, pero sí divertido. Y desde luego, no lo vimos en ningún momento tan abarrotado como solemos ver en nuestras costas.

No había nadie más en SUP, siempre estábamos solo nosotros. No sé si estaban muy contentos de vernos, jaja, pero desde luego fueron muy respetuosos. Nosotros, por supuesto, también lo fuimos. Nos apartamos y esperamos nuestro turno cuando había gente cerca.

La playa es larga y de arena, con una ensenada bajo un acantilado arenoso. El sol se pone en el mar y la costa se vuelve naranja y brumosa, el agua se convierte en aceite con brillos rojizos, y el surfing al atardecer es un regalo.

Cerca del parking y pegado a la roca, salen derechas potentes, más a la izquierda frente a la ensenada, tienes varios picos que abren a ambos lados, y buenas izquierdas, pero más babosas.

Siempre pensábamos que pasaríamos frío, y salía-mos con el shorty, pero al final, ¡acababa sobrando! No hacía nada de frío, ni siquiera a última hora.

Utilizamos las ProWave 7’11”. Cuando por las tardes no estaba tan glassy nos costaba coger muchas olas, además de que no venían con mucha fuerza, pero las mañanas y atardeceres en Santa Bárbara, cuando se quedaba glass y perfecto… ¡no parábamos! Derechas, izquierdas, compartiendo olas entre nosotros, con amigos…

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Acabábamos destrozaditos y muertos de hambre, y ahí mismo frente al spot dábamos cuenta de ello en el bar surfero, Tuká Tulá, que queda bien resguardado, con una vista perfecta del spot y un menú bastante completo.

Fueron momentos rodeados de un ambiente mágico. Terminaron por ser los mejores días. Un buen surf siempre te dibuja una sonrisa en la cara y te deja ese cansancio tan agradable que te hace dormir alegre y feliz.

Remando el Interior: las lagoas

Y ahora pasamos a lo bueno, jaja. La costa ya estamos acostumbrados a disfrutarla en SUP. Puede ser más bonita o menos, con mejores o peores olas, que en el caso de Azores es maravillosa. Pero lo que San Miguel esconde en su interior es sencillamente extraordinario, y es donde marca una diferencia con otros paraísos. Conduciendo por carriles en nuestra Ford Transit

“Orillas con troncos blancos, árboles derramados en el agua y paredes que subían al cielo sobre nosotros

con su tupida vegetación apuntando a las nubes nos rodeaban mientras flotábamos atónitos en esa sopa

verde y encendida”

de alquiler junto con nuestros amigos locales, llegamos a lugares de lo más insólitos, pero no es que estén escondidos ni mucho menos, están en el mapa, ¡y muy bien señalizados! Así que llegar a ellos es bien sencillo.

Visitamos la Lagoa de Furnas paseando con nuestros SUP, les pusimos velas porque soplaba, y navegamos en las ProWave de un lado para otro, frente a una solitaria iglesia barroca de piedra oscura abandonada a pie de laguna.

Furnas es el pueblo de los grifos de agua caliente o con gas, así que después fuimos a curiosear y a comprar pan de Furnas, que es típico. Al ser elaborado con su agua ferrosa, dicen que sabe a vino, y efectivamente, ¡así es!

La siguiente lagoa que visitamos fue la de Sete Cidades. Es el cráter más grande de la isla, ¡con un pueblo dentro! Nos contaron que se dice que algunos habitantes no habían visto nunca el mar, no sabemos

si sería cierto. Desde luego, lo que sí lo es, es que dentro de ese cráter de paredes de 300m, tienen su propio mar.

La laguna está dividida en dos, una de aguas azules y otra verde. Cuenta la leyenda que se formaron de las lágrimas de dos amantes, una princesa y un pastor, con los ojos de esos colores… Dentro del cráter hay un microclima. Las nubes suelen estacionarse ahí y hay bastantes grados menos. Entonces, lo mejor es mirar bien el cielo antes de subir, porque si consigues visitarlo sin nubes es una pasada.

Nosotros hemos conocido estas lagunas en días que parecían de tormenta invernal, con gente haciendo windsurf con el 5mm, y días de sol brillante, con aguas como un espejo. Los chicos de WakeProject Azores nos invitaron a hacer wakeboard con un cable liado a un motor de una moto acuática, jaja, pasamos una tarde muy divertida. La hospitalidad de los locales no dejaba de sorprendernos.

Después, fuimos a explorar con los SUP inflables, bordeando la orilla, frente a amplios prados de hierba verde, con vacas pastando justo a nuestro lado. El anillo del cráter en esta zona era alto y con una pared vertical cubierta de árboles. Nos contaron que justo debajo de donde remábamos había un géiser no hace mucho, pero que hacía unos años que había parado.

Por último visitamos la que sería nuestra lagoa preferida, la Lagoa do Congro. Perdida en el corazón de San Miguel, entre bosques. Condujimos hasta lo alto de una montaña, cogimos los SUP inflables y empezamos a bajar ladera abajo.

Parecíamos bajar de la montaña, pero en realidad, lo que hacíamos, era adentrarnos en un profundo cráter oculto por una vegetación jurásica.

Después de descender durante un buen rato con las tablas, empezamos a ver entre los arboles un líquido fluorescente. ¡Era la lagoa! Verde brillante, ¡como si

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saliese luz de dentro! No podíamos esperar más para estar dentro del agua.

El cráter es tan pequeño, redondo, profundo y vertical, que hay que ir con el sol completamente arriba, para que no quede a la sombra. Entre nube y nube, cuando llegaban los rayos del sol, los brillos flúo llenaban toda la superficie y el cono invertido del hondo agujero.

Remamos de un lado para otro, como locos, sin destino, solo siguiendo las partículas brillantes que había en el agua, en suspensión. ¿Serían pequeñísimos trocitos vegetales arrastrados ladera abajo por las lluvias que se han acumulado a lo largo de los años? ¿Será algo por el azufre?

Mientras nos hacíamos estas preguntas, no podíamos creer que existiese algo así, ¡y que estuviésemos flotando encima! ¡Qué grande es el SUP! Y cuántos momentos irrepetibles nos regala… Orillas con troncos blancos, árboles derramados

en el agua y paredes que subían al cielo sobre nosotros con su tupida vegetación apuntando a las nubes nos rodeaban mientras flotábamos atónitos en esa sopa verde y encendida. Remamos juntos, separados, en la misma tabla… hasta que el frío y la sombra llegaron. Perfecto para partir a nuestro próximo destino: ¡un baño caliente!

Un baño en las calderas es lo mejor que te puede pasar después de un largo día de surf o de travesía. Cansado y con el frío en el cuerpo, llegas a Caldeira Velha a través de un sendero muy cuidado en un jardín botánico silvestre, y solo la visión humeante de sus aguas entre helechos, ¡ya te empieza a hacer efecto!

Un canal de agua tiene la suerte de toparse con un punto caliente, el agua se calienta, burbujeante, y es canalizada a través de un pequeño caminito de piedras hasta una alberca que renueva su agua con más agua caliente, dejando que el agua sobrante vuelva al cauce natural. Y tú, ahí metido, calentito,

en medio de un bosque tropical precioso, viendo el cielo y todo tipo de plantas. Desde dentro, en silencio, y a ras de su superficie humeante, todo el cansancio del día se disipa…

Sales de ahí con los pies que no tocan el suelo, volando, con la misma sensación que hemos dejado esta Isla, como bajo un hechizo…

Tristes de irnos, alegres de haber estado, y comple-tamente agradecidos. Nos sentimos afortunados de haber vivido esta experiencia.

Y sí, San Miguel, justo aquí en frente de Lisboa, es un Paraíso.

Gracias amigos

Fue muy bonito ver como nuestros amigos disfrutaban enseñándonos su isla. Nos sentimos con suerte de habernos topado con gente tan especial y que se ha volcado tanto en hacernos disfrutar tanto

como lo hemos hecho. Gracias por vuestro interés y sobre todo por los ratos que hemos pasado juntos. Esperamos poder enseñaros nuestra zona algún día, tan bien como lo habéis hecho vosotros :)Gracias a Luís, Sabone y Miguel por vuestros consejos, ayuda y compañía.

Vuelos: Desde Lisboa salen varios vuelos al día a Ponta Delgada con aerolíneas de (muy) bajo coste. Por muy poco, te plantas en el paraíso. Atención con el peso de los boardbags, con Ryanair, máximo son 23 Kg, y con Easyjet 32 Kg.

Alquiler de coches: No es muy barato, pero con lo que pagaste por el vuelo… Tendrás algo para gastar ;). Un coche es imprescindible para poder disfrutar de la isla y conocer todos sus rincones, así como disfrutar de estar siempre en el lugar adecuado.

Época: En invierno hay swell del norte, en verano swell del sur. Pero es algo impredecible. Lo mejor es ir con el parte a tu favor.

Dónde hospedarse: Hay casas de alquiler, pensiones y hoteles para todos los gustos y precios. Nuestra zona favorita para relax es al sur, cerca de Caloura.

Para estar en la ciudad, con la autovía a mano y conducir rápidamente a donde quieras (¡o a dónde haya olas!), lo mejor es Ponta Delgada.

Ribera Grande es muy buena opción también, junto al spot de surf del norte y bien conectada, es la segunda ciudad más grande de la isla, antigua capital, con bonitas fachadas y callejuelas.

Qué no perderse: ¡Las calderas! Ferrarías y Caldeira Velha, ¡nuestras favoritas!

Temperaturas: A partir de primavera hace buen clima, aunque aún para shorty. Sobre todo es fresco en los cráteres y lagunas. Sin embargo, la ventaja de no ir en verano siempre es muy interesante, ¡disfrutarás de paseos en lugares alucinantes sin ningún turista alrededor!

Atención: Si planeas remar en las lagunas de los cráteres, llévate algo más de abrigo por si acaso se nubla.

Comida buena y barata: La Quinta de Açores es algo así como un Mcdonald’s local, solo que con ingredientes orgánicos y de calidad, ¡y mil veces más bueno! O el Tuká Tulá para comer justo frente al spot de surf de Santa Bárbara. Así como cualquier bar local. El pescado, la carne y el queso, siempre serán buena elección.

DATOS PRÁCTICOS