Atlas Ciudad Es

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  • 8/10/2019 Atlas Ciudad Es

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    PASOS

    INSPIRADORES

    Espritus inquietos o lcidos nos anuncian que estar superpoblada,contaminada, que ser tentacular, proliferante y sometida avigilancia. A menos que se muestre inteligente, participativa,vertical, sensual, biodiversa y conectada... Aqu, en el presente,hablamos de la ciudad que se ha convertido en museo y se ha

    vuelto bohemia y aburguesada. Pero all, en el futuro, la vemos y la vivimos ya deotra manera: revisitada, reinventada y globalizada. Entonces, a qu separecer la ciudad del futuro? Pregunta decisiva, pues todo lleva a creer que lourbano es el futuro del ser humano, porque en poco ms de una generacinsolamente un tercio de la poblacin mundial seguir viviendo en el medio rural.La vibracin, la pulsacin y la energa del mundo ya son esencialmente urbanas.Y maana?

    Para comprender el presente e intentar anticipar el futuro a fin de quepodamos ser sus actores, no hay nada como un viaje al pasado. Este es el mtodoque ha proporcionado el xito, siempre reconocido, de nuestros Atlas, en loscuales se unen la historia a la geografa y la cultura a la geopoltica. As pues,remontemos el paso del tiempo. Ciudades antiguas habitan nuestro imaginario:Babilonia, Atenas, Roma Otras pueblan nuestros sueos o nos invitan a nuevos

    viajes en un pasado que no deja de ser actual: Kioto, Venecia, Tombuct,Estambul A travs de tales recorridos llegaremos a Shanghai, Nueva York y SanPablo, as como a Dubai, Hong Kong y Lagos. Por tanto, nuestro nuevo Atlascuenta a su manera toda la historia de la humanidad, desde los primeros ncleosurbanos hasta las megalpolis contemporneas.

    Puede parecer que las ciudades francesas forman parte de un museo y queestn paralizadas ante las exigencias conservacionistas. Sin embargo, no escapana este gran movimiento planetario, con sus desafos medioambientales,culturales y sociales. En torno a los desplazamientos multimodales, la

    intermunicipalidad, la heterogeneidad social y la crisis de identidad de las zonasperiurbanas, surgen cuestiones complejas, se debilitan viejas divisiones polticasy se perfilan opciones ticas. Nos hemos esforzado en hacer comprensibles estosdebates de apariencia tcnica, pero que en realidad se refieren a nuestra vidacotidiana. Tal es el objetivo de estos atlas, reuniendo a los mejores expertos,docentes universitarios y periodistas, y cotejando los puntos de vista al igual quese intercambian palabras y miradas a lo largo de un inspirador paseo. Esta obra,por su ambicin y por su dimensin excepcional, se presenta como unamegalpolis. Hay que aceptar perderse en ella para conocer cada esquina de lascalles, a menudo gracias a encuentros inesperados: grandes arquitectos,novelistas de xito, cineastas, artistas, urbanistas e incluso un monje. Tenganustedes un buen paseo por las ciudades. n

    Jean-Pierre Denis,La Vie, y Didier Pourquery,Le Monde

    NOTA DE LOS EDITORES

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    2/152| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

    32 | ParsPatrimonio gentico de una capitalGuy Burgel

    34 | VeneciaSerensima y triunfantelisabeth Crouzet-Pavan

    36 | Agra y ShahjahanabadJoyas del Imperio MogolHarit Joshi

    38 | China imperialy sus capitales ric Trombert40 |

    Kioto

    Mil aos de reinado imperialPhilippe Pons42 | TombuctLa perla espiritual del desierto

    Mamadou Diouf44 | TenochtitlnEl centro del universo azteca

    Frdric Saliba46 | Salvador de BahaCuna del mestizaje brasileo

    Nicolas Bourcier48 | AmsterdamCiudad global adelantada a su

    tiempo Sako Musterd50 | Londres De la bipolaridad a la multipolaridad

    Rmy Bethmont

    52 | San PetersburgoEl sueo de grandeza deun zar Andr Filler54 | BarcelonaCiudad turstica del Mediterrneo

    Carlos J. Pardo Abad56 | MadridAglomeracin supra-metropolitana y

    ciudad verde M. Antonio Zrate Martn58 | Una ciudad, un arquitecto

    Un propsito imposible Simon Texier

    64 | IntroduccinCiudades bajo presinOlivier Mongin

    66 | ParsUn ligero perfume de ciudad-museoJean-Jacques Larrochelle

    68 | LondresMundial y comunitariaMark Bailoni y Delphine Papin

    70 | BerlnUn destino fuera de lo comnBoris Grsillon

    72 | Mosc Metamorfoseada y sobrecongestionadaSylvie Kauffmann74 | El Cairo Efervescencia popular ric Denis76 | JerusalnDividida en su seno David Amsellem78 | Ciudades del Golfo Fachadas de cristal y

    corazn de piedra Roman Stadnicki80 | Tokio La megalpolis de los barrios-pueblo

    Philippe Pons

    NDICE

    6 | IntroduccinLa ciudad da sentido al mundoAugustin Berque

    8 | PanormicaLa urbanizacin del mundoJean Sellier

    10 | La definicin del arquitectoJean Nouvel

    13 | de la sociloga Saskia Sassen14 | del guionista de cmicsBenot Peeters15 | de la chef con estrellasHlne Darroze16 | del monjeHermano Stphane17 | del street artistC215

    20 | IntroduccinLa ciudad, emblema de lacivilizacin Marcel Roncayolo

    22 | BabiloniaEn el tiempo de Nabucodonosor IIBatrice Andr-Salvini

    24 | AtenasLa vida urbana en los tiempos de PericlesAurlie Damet

    26 | RomaLas transformaciones de una antiguamegalpolis Graldine Djament-Tran

    28 | BagdadLa ciudad-encrucijada del universoVanessa Van Renterghem30 | Constantinopla Bizantina y otomana

    Georges Sidris

    1

    2

    1 | Nota de los editoresJean-Pierre Denis y Didier Pourquery

    4 |Habitar el mundo

    18 |Historia de ciudades

    62 |Y el planetadevino ciudad3

    TaoImages/hemis.fr

    AnnaSerrano/hemis.fr

    JrmieSouteyrat

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    3/15LE MONDE DIPLOMATIQUE EDICIN CONO SUR / FUNDACIN MONDIPLO | 3

    82 | El moderno Sel, un crecimiento sin controlHyojung Bae

    84 | El nuevo gran salto chino Del arrozal86 | Pekn Jordan Pouille87 | Shanghai Jordan Pouille88 | SingapurUn modelo a prueba del tiempo

    Rodolphe De Koninck

    90 | BombayUn enjambre amenazado de asfixiaFrdric Bobin92 | fricaUn continente en vas de urbanizacin94 | Lagos Myrtille Delamarche95 | Johanesburgo Myrtille Delamarche96 | So PauloEfervescencia de cultura

    cosmopolita Paulo A. Paranagua98 | ArgentinaUn pas casi totalmente urbanizado

    Alejandro Sehtman100 | Buenos AiresLas murallas invisibles

    Alejandro Sehtman104 | Estados Unidos De la ciudad al territorio

    metropolitano Cynthia Ghorra-Gobin106 | Nueva York Henrik Lindell108 | PanormicaJuegos Olmpicos110 | El efecto subprimesUna crisis de confianza

    mundial Hugo Lefebvre112 | SuburbiosUna reserva de energa por

    transformar Laurent Grzybowski114 | PanormicaLos centros urbanos se

    aburguesan116 | Copiar y pegarun modelo urbano mundial

    Corine Chabaud118 |

    La ciudad participativa

    facilita la vidacotidiana Claire Legros120 | Parques urbanosApuesta poltica Amanda Flty122 | PanormicaEl papel central de las plazas124 | Geografa de ciudades en guerra

    Bndicte Tratnjek128 | PanormicaUna ciudad, un cineasta130 | El hip-hopUna cultura urbana arraigada

    C. Recoquillon e Y. Le Moigne

    136 | PeriurbanosLa eleccin de vivir slo conlos suyos Jacques Lvy

    138 | Modificar los transportes,convencer alos usuarios Patricia Sajous

    140 | El problema de los barrios perifricosJrmy Robine

    142 | La intermunicipalidadUna cuestin de poderSimon Ronai

    146 | La metrpoli de Pars Simon Ronai148 | PanormicaEl control de las contaminaciones150 | Expansin comercial La plaga de las ciudades

    modernas Marc Endeweld152 | De derecha o izquierdaUna gestin no tan

    diferente Olivia Elkaim154 | Ciudades universitariasUn atractivo creciente

    Benot Floch

    158 | IntroduccinDevolver el sentido a la ciudadThierry Paquot

    160 | Las ciudades inteligentesLa felicidad bajocaptadores Daniel Hoffman

    162 | La ciudad conectada Claire Legros164 | La agriculturase propaga al asfalto

    Herv Kempf166 | La biodiversidadse instala en las ciudades

    Olivier Nouaillas168 | La buena suerte de los guetos de ricos

    Renaud Le Goix172 | Cuando la circulacinreduce la velocidadDominique Buffier

    174 | La era de los rascamares y de los rascatierrasMaryse Quinton

    178 | DensificacinClave para la supervivenciade la ciudad? Alain Cluzet

    180 | Ciudades en el espaciodonde se podrvivir bien Charles Frankel

    182 | Entrevista La ciudad debe fomentar lasolidaridad Jean-Christophe Rufin

    por Chantal Cab186 | Nota del editorUn mundo de ciudadesBlanca Azcrate y Ferran Montesa

    188 | Bibliografa134 | IntroduccinDar el poder a las comunidades

    urbanas Jacques Donzelot

    4

    5

    132 |Los desafos

    de la ciudad

    156 |Cmo ser la

    ciudad del maana?

    CchristopheBoisvieux/

    Hemis.fr

    AKGImages/PictureContact

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    4/154| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

    TaoImages/hemis.fr

    Vista area del emplazamientoarqueolgico de Rutog Dzong,prefectura de Ngari, Tibet, China.

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    La ciudad, centro urbano y depoder, alberga a la civilizacinentre sus muros.

    1Habitar el mundo

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    6/156| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

    CIUDAD,s. f.(Arquit. civil.), con-

    junto de varias casas dispues-tas en calles y cerradas por uncerco comn, que normalmen-te consiste en muros y fosos.

    Pero la manera ms exacta para definir una ciudades la de un recinto cerrado por murallas que contie-ne diversos barrios, calles, plazas pblicas y otrosedificios, tal es la definicin del trmino ciudad

    que figura en el Tomo XVII deLEncyclopdie

    deDiderot y dAlembert (1751). El hecho es que antesde la Revolucin Industrial, y salvo raras excepcio-nes, el fenmeno urbano se manifest primero me-diante las murallas. De modo que en una lenguacomo el chino, el carcter cheng, (muralla), esel mismo que hallamos en Changcheng, (laGran Muralla), y en chengshi, (ciudad, li-teralmente muralla-mercado).

    Smbolo csmico

    Por qu esta asociacin entre ciudad y muralla?

    Porque la ciudad deba poder defenderse, eviden-temente; pero no menos porque la muralla era elsigno de su carcter urbano. En lengua francesa, la

    palabra urbanidad nos ofrece dos significados,

    tal y como recuerda el diccionario cultural Robert:Carcter urbano, de ciudad (opuesto a ruralis-mo) y cortesa, maneras en las que se incluye unalto grado de afabilidad natural y de conocimiento

    del mundo. Viene directamente del trmino lati-no urbanitas, cuyo primer significado era la vidaen Roma.

    Entonces, por qu en Roma antes que en lasotras ciudades? He ah un smbolo propiamentecsmico. En el mundo romano, la ciudad por ex-celencia es Roma: la Urbs, que es a la vez ciudad ymundo. De hecho, la ciudad es el mundo: este sor-prendente smbolo sobrevive en la frmula de ben-

    dicin papalurbi et orbi

    (a la ciudad y al mundo);y rechazar el mundo, tal y como hacen los anacore-tas, quienes vuelven (ana) al campo (chra), es antetodo abandonar la ciudad, lugar de la frivolidadmundana por antonomasia. Por el contrario, en laBiblia, este lugar es explcitamente nefasto: la ciu-dad es la obra de Can, asesino de su hermano y porello persona maldita y expulsada de la tierra frtil.Hay tambin una condena terminante en la obrade Confucio, donde la ciudad, con sus fosos, es sig-no de una separacin y de una decadencia irreme-diables. Esta visin negativa de la ciudad proviene

    de la tradicin pastoral, en el primer caso, y de larstica, en el segundo.En cambio, en el mundo grecorromano, la ciu-dad est cargada no slo de connotaciones po-sitivas, sino verdaderamente cosmogenticas:formadoras de un mundo y formadoras del serhumano por excelencia, el ciudadano (en la-tn civis, de ah ciudad y civilizacin, y en grie-gopolitsdepolis, el equivalente de civitas, lacomunidad poltica de los ciudadanos). El tr-mino griego astu, que corresponde a urbs(la

    ciudad fortificada), tiene la misma raz el indoeu-

    ropeowes, residir que el alemn Wesen(sustan-tivo ser) ygewesen(participio pasado de sein) yque el inglswas (pretrito de to be). La idea subya-cente es que astuse refiere a la morada del ser.

    La ciudad da sentidoal mundoDesde la Antigua Roma, centro del universo, elfenmeno urbano no ha dejado de extenderse.Rodeada de murallas hasta el siglo XVII, la ciudadalberga intramuros a la civilizacin. En la actualidad, laurbanizacin se expande ms all de sus muros.

    INTRODUCCIN

    1Augustin Berque

    En el mundo romano, la ciudad por excelenciaes Roma: la Urbs, que es a la vez ciudad ymundo. Este sorprendente smbolo sobreviveen la frmula de bendicin papal urbi et orbi.

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    Segn la tradicin, los romanos haban here-dado de los etruscos los ritos de fundacin de lasciudades; uno de los dos actos principales al res-pecto era establecer un eje csmico entre el cieloy la tierra. Ello consista, por un lado, en recortarsimblicamente un cuadrado de cielo (el templum,de la raz tem, que significa cortar) y bajarlo a latierra a un espacio sagrado y, por otro, en cavar unagujero que comunicara el mundo de los vivos y elde los muertos, el infernum(debajo). Este aguje-ro sagrado se denominaba mundus(mundo), elequivalente latino del griego kosmos, el orden delmundo. Gracias a este orden espacio-temporal, laciudad que naca se converta a la vez en el ombli-go del mundo (por eso todos los caminos condu-cen a Roma) y en el inicio de la historia, a la que sedataba ab urbe condita, desde la fundacin de laciudad.

    Lmite sagrado

    El otro acto principal de fundacin de una ciudadse basaba en delimitarla del resto de la super-ficie por medio de una demarcacin simb-lica. En la tradicin romana, esto consistaen trazar un surco con un arado simple, cuyomanillar se denominaba urvumourbum(deah viene urbs). Podemos leer la operacinde urvareo urbareen laEneida(5,755): Inte-rea Aeneas urbem designat aratro (Duranteeste tiempo, Eneas dibujaba con el arado la mura-lla de la ciudad). Es este acto de urbanizacin el

    que Remo violar al saltar burlonamente por enci-ma del surco, lo que le valdr que su hermano R-mulo lo mate, pues dicho lmite era sagrado. Estaoperacin instituye el ser de la ciudad. Ms tarde,quedar resaltado por una zona no edificable, el

    pomoerium(por delante de los muros), y sobretodo encarnada por las murallas.

    Desde entonces, la civilizacin se halla intra-muros, y fuera de los muros, lo que es la cara opues-ta de la civilizacin: la incultura, el salvajismo y lagleba inmunda no-mundo, porque no es urbana.Esto resulta curioso si tenemos en cuenta que el

    campo, que rodea la ciudad, se cultiva desde hacemiles de aos Pero nos erigimos en lo opuesto, ylos contrarios se alimentan de su misma oposicin.En el Neoltico, el campo se haba distinguido delbosque primitivo (silva, de ah salvaje) como des-pliegue de espacio (ruscampo, en latn tienela misma raz que la voz inglesa roomo la alemanaraum, espacio libre), como apertura, como claroy como cosmognesis de un mundo opuesto al sal-vajismo; pero la aparicin de las ciudades despla-zara al campo hacia el salvajismo, contrario a la ci-vilizacin y al carcter urbano. A esto se debe que

    en castellano, segn el contexto, agreste quieradecir campestre, es decir, salvaje. El mismo fe-nmeno sucede en lengua china:ye, , quiere de-cir tanto el campo como la naturaleza salvaje, de-

    pendiendo de los casos; yyeren, , hombre delye, puede que sea un campesino, pero asimismoel yeti

    Por qu esta expulsin de lo agreste fuera delmundo civilizado? Porque el ombligo del mundoes la ciudad y, por tanto, el mundo cobra sentidoa partir de una mirada urbana. He aqu la orienta-cin fundamental que, desde hace miles de aos,ha llevado a que los campesinos miserables, explo-tados y sometidos huyeran de la tierra ingrata ha-cia la ciudad; porque Stadtluft macht frei, el aire dela ciudad te hace libre, libre para que uno mismohaga su vida. Durante mucho tiempo, sin duda, lasespantosas condiciones de higiene que reinaban enlas ciudades hicieron de ellas la tumba de los pue-blos. Slo una inmigracin permanente les permi-ti subsistir, e incluso desarrollarse.

    Sin embargo, antes de la Revolucin Industrial,las limitaciones tcnicas (las del transporte en par-ticular) no les permitan superar un cierto tamao.La modernidad cambi todo. Gracias a la tcnica

    y a la higiene, saltaron los cerrojos demogrficosde las ciudades, primero en Europa y despus en

    el mundo entero. Las ciudades crecieron de formacada vez ms masiva, sin duda para tender a esta-bilizarse en los pases ricos y, en cambio, proseguircon ms fuerza en los pases pobres. En la actuali-dad, es claramente el mundo urbano el que reina, ylo hace en todo el planeta. n

    En el Neoltico, el campo se haba distinguidodel bosque primitivo; pero la aparicin de lasciudades lo desplazara hacia el salvajismo,contrario a la civilizacin y al carcter urbano.

    Augustin Berque

    Gegrafo, orientalista yfilsofo, Augustin Berquees director emrito deestudios de la cole desHautes tudes en SciencesSociales (EHESS). Fue elprimer occidental enrecibir, en 2009, el GranPremio Fukuoka de lasCulturas de Asia. Es

    miembro de la Academia Europea, desde 1991, y miembro

    honorfico de la Asociacin Europea de Estudios Japoneses(EAJS, por su sigla en ingls), desde 2012. Su ltima obrapublicada es Histoire de lhabitat idal. De lOrient verslOccident(Le Flin, Pars, 2010).

    Presse

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    L

    as ciudades, definidas como lu-gares artificiales donde una con-

    centracin de habitantes des-pliega gran actividad, intercambiabienes e ideas y produce cosas dis-tintas de los productos alimenticios,aparecieron hacia finales del IV mile-nio a. C. en Mesopotamia y en Egip-to. A la vez naci la escritura, lo cualno es fortuito. Lo mismo sucedi en elnorte de China a principios del II mi-lenio a. C. La poblacin de las princi-pales ciudades del mundo se contabaentonces por decenas de miles de ha-

    bitantes.El lmite de los cien mil habitantesse super hacia mediados del I mi-lenio a. C. Desde entonces, la pobla-

    LA URBANIZACINLA URBANIZACIN

    8| EL ATLAS DE LAS CIUDADES8| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

    cin de las principales ciudades secontar por cientos de miles. Roma,

    en su apogeo, alcanzaba claramen-te el milln. Fue asimismo el caso deChangan (capital de la China de la di-nasta Tang) en el siglo VIII y de Bag-dad (capital del califato abas) en elsiglo siguiente. Pars figuraba dentrodel palmars en el siglo XIII, pero supoblacin apenas superaba las dos-cientas mil personas. Lo mismo ocu-rri, por ejemplo, en Tenochtitln, ca-pital de los aztecas, en el siglo XV. Hayque esperar hasta principios del si-

    glo XIX para que Pekn y Londres, demanera simultnea, franquearan ne-tamente la barrera del milln de ha-bitantes. Pars se les sum poco des-

    pus y, posteriormente, Nueva Yorka mediados de siglo. Ms tarde, el de-

    sarrollo industrial impuls un acele-rado crecimiento urbano en Europa,en Norteamrica y en Japn: a media-dos del siglo XX, adems de Pars yLondres, las grandes metrpolis eranNueva York (a la cabeza con doce mi-llones de habitantes), Tokio y Chica-go. El giro hacia el desarrollo excesivodata de la segunda mitad del siglo XX:las megalpolis (aglomeraciones dems de diez millones de habitantes)se han multiplicado desde entonces

    en Asia, en Latinoamrica y en fri-ca. Se contabilizan actualmente vein-tisiete, siendo Pars y Londres las mspequeas n

    PANORMICA

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    DEL MUNDODEL MUNDO

    Fuente: Haywood (j.), The New Atlas of World History, Thames & Hudson, Londres, 2011

    Concepcin y realizacin:Jean Sellier, gegrafo e historiador.

    LE MONDE DIPLOMATIQUE EDICIN CONO SUR / FUNDACIN MONDIPLO | 9

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    JermieSouteyrat

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    En el siglo XX, la urbanizacinse acelera, empujada por lamodernidad y la globalizacin.

    Y el planeta

    devino ciudad

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    El nuevo distrito de Pudongen Shanghai (China), bajo labruma en mayo de 2013.

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    12/1564| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

    El devenir de las ciudades, una vezpuestas en evidencia la fuerza de lademografa y la velocidad de la urba-nizacin en el ltimo siglo, no es nadasencillo de prever. O bien se insiste so-

    bre la homogeneizacin urbana en curso vinculadaa la globalizacin, alegando que por todas partes enel planeta se est imponiendo un mismo tipo de ur-banizacin y de construcciones; o bien se centra laatencin sobre la dimensin catica de un univer-so urbano en el que predomina lo informal. Sin em-bargo, es mejor comprender bien tres tendenciasimportantes: la preponderancia de los flujos y de lamovilidad en los territorios, el retroceso de la inte-gracin multicultural urbana en beneficio de lasestrategias de demarcacin y la privatizacin delos espacios pblicos. Con la revolucin digital yano es necesaria la eleccin entre lo global o lo local,

    encontramos por todas partes elementos de lo localde un modo ms o menos globalizado y que conlle-van la presencia de figuras urbanas contrastadas.Este es el motivo por el que la globalizacin urbanaopone hoy en da dos concepciones diferentes so-bre la ciudad de los flujos: la de la ciudad globaliza-da, que separa lo global y lo local, y la de la metr-poli contempornea, que intenta, por el contrario,asociarlos.

    El escenario que ms se ajusta a la urbanizacincontempornea, interconectada y que trabaja enred es el de la ciudad globalizada: esta puede llevarpor nombre Dubi, Shanghai, Astan, ciudadesen las que la conexin (puertos, aeropuertos, esta-ciones de tren, servicios) es el motor, pues apues-tan por la velocidad y la potencia de lo virtual, algoque las desmarca del funcionalismo de la ciudadindustrial. La ciudad globalizada se adecua, antetodo, a la red de las otras ciudades globalizadascon las que est tanto ms conectada cuanto msse mantiene a distancia de su entorno ms prxi-mo y se asla de su emplazamiento original. En re-sumen, la globalizacin urbana va acompaada deuna descontextualizacin. Las variantes de este fe-nmeno son numerosas: las ciudades emergentes einsulares de la primera generacin asitica (gene-ralmente los puertos, a imagen de Singapur y HongKong, que inauguraron la mundializacin urbanadesde finales de los aos 70); las ciudades globales(una expresin de Saskia Sassen), que son ciuda-des-mundo histricas como Londres o Tokio; lasmicrociudades globales insertadas dentro de me-gaciudades (la ciudad portuaria de Montreal, lasdrsenas de Puerto Madero en Buenos Aires); lasciudades de excepcin; las ciberciudades; las ciu-dades escaparate o las ciudades de los emiratos delGolfo (Abu Dabi, Dubi), que se las ingenian paradisociar lo local de lo global.

    Ciudades bajo presinFrente a las ciudades tentaculares y a las nmadas, alurbanismo frentico y a las ciudades interconectadas, lasmetrpolis intentan controlar su desarrollo sin disociarlo global de lo local.

    INTRODUCCIN

    3Olivier Mongin

    Olivier Mongin

    Filsofo de formacin,escritor y ensayista,Olivier Mongin esdirector de publicacinde la revista Espritycodirector de la revistaTous urbains. Adems,tambin es miembrodel consejo deadministracin de lacadena de televisinPublic Snat. ltima

    obra publicada: La Ville des flux. Lenvers et lendroit dela mondialisation urbaine (Fayard, 2013).

    Baltel/SIPA

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    Tentacular, voraz y canbal

    Dado que la globalizacin descontextualiza, el de-sarrollo urbano, por otra parte contrastado, evo-luciona, ya sea en el sentido de una extensin sinlmites o en el de la creacin de lmites separado-

    res, ajenos al espritu integrador propio de la ciu-dad europea a lo largo de la historia. La ciudad sinfronteras, la no-ciudad segn algunos, adopta di-ferentes formas, entre ellas la de la ciudad nmadaen extensin (Los ngeles, Houston, Casablanca,Buenos Aires, Mxico) y la de la ciudad tentacular(Bombay, So Paulo, Kinshasa). La ciudad-pulpoes tentacular, voraz y canbal, corresponde a me-galpolis como las de Estambul o Shenzhen, en lasque el proceso de expansin urbano la mayor partede las veces es debido al asentamiento de poblacinprocedente de zonas rurales en barrios perifricos,

    arrabales, suburbios que constituyen potencial-mente una especie de trampoln para ellos. En elcaso de Johannesburgo, hablamos de una ciudadelusiva, una ciudad en constante movimiento, ina-prensible e inestable: es una ciudad en com-pleto desorden que atrae a todo el mundopero que, sin embargo, ya no es habitable. Esla ciudad del xodo rural en frica (Kinsha-sa, Duala, Jartum) o en Asia (Bombay, Daca);es la ciudad-mundo de la que, de naturalezacentrfuga y centrpeta, tampoco nos faltanejemplos: So Paulo, Lagos.

    Combinaciones heterclitas

    Mientras que la ciudad-pulpo aspira y expulsa, laciudad nmada, que corresponde al urban sprawldel que Los ngeles es smbolo en los Estados Uni-dos, traslada sus lmites hacia el exterior (lo su-burbano, lo perifrico). Esta voluntad de deportarla ciudad fuera de centros urbanos inseguros valetambin para una ciudad como El Cairo, donde seestn construyendo nuevas ciudades en la peri-feria. Si bien la ciudad nmada es, generalmente,una respuesta frente a la megaciudad ya conver-

    tida en insostenible e insoportable, esta movili-dad tambin alberga una intencin de mayor se-guridad. Se manifiestan as las tendencias haciael cierre y el repliegue, que se caracterizan prin-cipalmente por la imposicin de lmites entre losterritorios intramuros y extramuros: la ciudad in-tramuros, propia y controlada, remite a todas lasformas de entorno urbano seguro; los lmites ex-tramuros representan la ciudad impropia, la delos enclaves relegados al exterior de la ciudad: laschabolas, los suburbios del extrarradio, las zonasabandonadas, los descampados.

    Lejos de estos territorios marcados por la aspi-racin a lo global y por la oscilacin entre la presen-cia o ausencia de lmites, la tendencia contempor-nea a la metropolizacin atestigua una voluntad de

    asociar lo global y lo local, de no desvincular la ciu-dad de los flujos de un contexto.

    El emplazamiento de la ciudad precede al pro-grama urbano; esta frmula subraya la preocupa-cin por distanciarse tanto del repliegue sobre lo

    local como de las redes de conexin de lo global. Lametrpoli intenta as conservar su unidad, aglome-rar lo que ya est disociado o en vas de separacin.Con respecto a este fenmeno, encontramos unagran diversidad de escenarios posibles: hay metr-polis en formacin repartidas por todo el mundo;el trmino est pactado, pero son ms bien escasoslos proyectos metropolitanos susceptibles de dina-mizar la democracia urbana y de preocuparse porlos habitantes. Entre otros, estas ciudades respon-den a los nombres de Vancouver, Seattle, mster-dam, Amberes, Nantes o Burdeos, y tienen la doble

    particularidad, por un lado, de no disociar lo localde lo global y, por el otro, de saber hacer frente almismo tiempo a los desafos sociales y ecolgicosas como a las restricciones econmicas.

    Esta diversidad de escenarios no nos debe in-ducir a pensar que las entidades urbanas son ho-mogneas. Las combinaciones heterclitas sonnumerosas, a imagen de esos condominiums(con-dominios privados) que insertan favelas en plenocentro de So Paulo. Si la ciudad conectada (eninterconexin con la red global) est descentrada,atrada por los flujos globalizados, privatizada y esselectiva, y si el enclave al margen de estos flujosest condenado a inventar unas reglas en las que laviolencia es uno de los factores determinantes, estan solo la ciudad metropolitana la que se esfuer-za en aplacar dichos flujos, en desacelerar y en re-crear las condiciones de una democratizacin ur-bana que tome en consideracin las prcticas desus habitantes. Esto es a lo que Alberto Magnaghise refiere como la globalizacin desde abajo, untipo de globalizacin en la que el devenir urbanodesempea un papel fundamental. Se plantea deeste modo la creacin de un urbanismo responsa-ble para el maana: si es necesario reinventar unmundo comn en una Tierra finita, ganarle de nue-vo el terreno a la urbanizacin generalizada en fa-vor del campo sometido a la industrializacin desus tierras, del bosque en vas de deforestacin odel desierto, ya no es posible recurrir para ello alurbanismo industrial y funcionalista del ayer. n

    El desarrollo urbano se lleva a cabo ya sea en elsentido de la extensin sin lmites o en el de lacreacin de lmites separadores.

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    Un patrimonio protegido

    Sector salvaguardado

    Inmueble clasificado o inscritocomo monumento histrico

    Permetro de proteccinde 500 metros alrededorde un monumento

    Sitio clasificado o inscrito

    Una verticalidadperifrica

    Inmueblede granaltura(ms de90 metros)

    Pars, una extensinmuy limitada

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    TorreMontparnasse

    TorreEiffel

    PARSUn ligero perfume dePLANETA CIUDAD

    3

    Fuente: Atlas des patrimoines,Ministerio de Cultura, Pars

    La ciudad de la luz atrae a millones de visitantes cada ao. Sin embargo,

    la capital est perdiendo una de sus mayores riquezas: su diversidad social.

    Unos 130 museos instalados en su conjunto urba-no, es decir, la mayor concentracin por metrocuadrado de todo el planeta, ms de 1.800 mo-numentos histricos, 27 millones de visitantesal ao 12 veces su poblacin!, de los cuales 18 millonesson extranjeros, y edificios (la torre Eiffel o el Louvre) que,como si se tratara de atletas sobrevitaminados, baten suspropios rcords de visitas. Son suficientes estos indicado-res para hacer de Pars una ciudad-museo? Pongamos porcorolario esta doble cuestin: qu es una ciudad-museo?

    Y cules seran los escollos de dicha estampa? Una ciudad-museo est anclada en su pasado, en su herencia, y es inca-

    paz de adaptarse a las exigencias de la vida contempornea.Habra perdido as, pues, su capacidad de inventar, de inno-var. Este es uno de los reproches que se le hace a la ciudadde Roma, que se reconstruye una y otra vez sobre s misma,al contrario que Miln, en continua transformacin y don-de el skyline, la silueta urbana, se enriquece con audacescreaciones arquitectnicas. En lo que respecta a Pars, laciudad estara perdiendo, en cambio, el elemento ms re-presentativo de su historia y de su xito: su gran diversidadsocial. La escasez de los bienes inmuebles, con unos precios

    que alcanzan cifras desorbitantes, no es ajena a esta situa-cin: algunos barrios estn perdiendo de manera progresi-

    66| EL ATLAS DE LAS CIUDADES

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    ciudad-museo

    va su poblacin de origen y, con ella, los servicios y activi-dades colindantes.

    Para Philippe Meyer, periodista y autor de varios librossobre Pars, candidato en las municipales de 2008 bajo labandera del MoDem, la ciudad se ha convertido en unareserva de neoburgueses y se ha embarcado en lo que de-nomina un proceso de veneciacin. En resumen, laciudad se vuelve un decorado. Un decorado dibujado, deinspiracin esencialmente haussmanniana, y trazado entorno a las impecables perspectivas de unas fachadas mi-

    nuciosamente ornamentadas, en las que la palidez de lapiedra tallada contrasta con el intenso negro del hierro for-jado. Pero la oficina de turismo nos informa, no obstante,que Pars es la ciudad ms deseada del mundo, de acuer-do con estudios realizados en el extranjero.

    Merece la pena detenerse un momento sobre la si-guiente cifra del Insee: habra en Pars unas 193.000 segun-das residencias o pisos vacos, lo que representa un 14% delvolumen total del parque de viviendas de la ciudad. En los

    arrondissements(distritos) del corazn de Pars, los lla-mados histricos, esta proporcin alcanza el 20%.

    Solo Venecia precisamente cuenta con unastasas superiores a estas. Salvo en caso de que-rer aceptar una fosilizacin tal, una ciudad contan alto flujo turstico debe encontrar impera-

    tivamente su equilibrio entre estos dos poloshumanos: el de los que la visitan y el de losque la habitan.

    Poblacin de pasoNo obstante, el atractivo turstico de una ciu-

    dad en la que se vive, se trabaja y se disfru-ta no es necesariamente perjudicial parasu desarrollo. Una sencilla observacin:en Pars, el 20% de los empleos estn li-

    gados directa o indirectamente al turis-mo. La existencia de una cultura y deun patrimonio urbanos que gozan de re-

    putacin mundial no tiene demasia-da relacin con el dinamismo de laciudad afirmaba refirindose a lacapital el historiador del arte y ar-quitecto Franois Loyer en la revis-

    ta Urbanisme. Si se sabe gestionar, elpatrimonio no es un obstculo para la vi-

    talidad urbana, sino uno de sus compo-nentes esenciales.Una ciudad-museo se caracteriza-

    ra as pues por la desaparicin desu dimensin humana activa, en elsentido en el que esta irriga, nutre y

    anima la ciudad, en beneficio de una

    ocupacin desencarnada y alejada dela realidad: la ciudad se convierte, de

    este modo, en el lugar de refugio de unapoblacin de paso. Pars, ciudad a tiempo

    parcial, contina Philippe Meyer.Si Pars no fuese ya lo que era, los paisajes de la pel-culaAmlieno habran sido ms que un decorado de mar-keting publicitario; algo que privara de ese escalofro nos-tlgico-romntico a todos sus candidatos y no solamentea los japoneses, vctimas del famoso sndrome de Pars, elPari shokogun. Los peatones y ciclistas curiosos que reco-rran sus calles podrn darse cuenta de lo siguiente: fuerade las zonas tursticas ms concurridas (el Sacr Cur, elLouvre o la torre Eiffel), la ciudad de la luz guarda an mu-chos otros recursos humanos que merecen ser destacados,y no todos los barrios cierran a la hora de los museos.

    Tirana de lo perifricoHasta para el simple observador, Pars es una ciudad den-sa, muy densa, como atestigua la intensidad de sus flujosde circulacin. Incluso si en menos de un siglo la ciudad haperdido una cuarta parte de su poblacin, pasando de 2,9millones de habitantes en 1921 (momento de su apogeo de-mogrfico) a 2,2 millones en 2010, su tasa de densidad (de21.000 habitantes por km2, si bien, para que nos hagamosuna idea, en este clculo estn tambin incluidos el bosquede Boulogne y el de Vincennes) supera la de Tokio, Gaza oSel y se sita por detrs de las de Manila y Calcuta.

    Al contrario que Venecia, prisionera del legado de supropia historia y de los lmites casi inmutables que le impo-

    ne su insularidad, Pars dispone de un potencial de apertu-ra y desarrollo que tan solo necesita ser activado. Sometidaa la tirana de lo perifrico, la ciudad est constituida, gros-so modo, por un centenar de hectreas. Ahora es su mo-mento de aliarse con las comunidades de la periferia msprxima, que no hace tanto tiempo constituan el departa-mento del Sena, para hacer posible as la creacin de esaespecie de antesala al Gran Pars que tanto est costandomaterializar.

    Pars podra continuar siendo una ciudad-museo, pero acondicin de ofrecer nuevas alternativas a sus futuros visi-tantes, esto es, la posibilidad de descubrir algo ms que el ya

    manido recorrido por los principales monumentos clsicosy sus tiendas de souvenirs frente a los que se agolpan auto-buses repletos de turistas. Existen ingeniosas soluciones enlas mrgenes de la ciudad: la red de tranvas, por ejemplo,rene treinta y un espacios de la le-de-France, incluyendola capital, en torno al inters compartido de la produccin ydifusin de arte contemporneo. Sin duda, algo con lo querefrescar un poco las ideas y evitar el sndrome de Stendhal:un malestar psicosomtico provocado por la excesiva expo-sicin a obras de arte, como el que vivi este escritor francsen 1817 durante su visita a Florencia, otra de las ciudades-museo por excelencia. n

    Jean-Jacques LarrochellePeriodista deLe Monde

    [Ver tambin Pars, pg. 32]