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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix ítaca-8

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Asat en el jardínde las mujeres

Silvana Pérez Meix

ítaca-8

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Estrenada el 6.VI.2018

Estrenada en La Habana por la compañía en el Festival Internacional La/s Escritura/s de la/s

Diferencia/s por la Teatro de la Utopía, compañía residente en la localidad cubana de Pinar del

Río, dirigida y protagonizada por Yuliet Montes y con interpretación de Luzdailyn Medina,

Reinaldo León, Yosvel Alvarado, Nataly Mariño Hernández, Adriana Fernández Sánchez y José

Miguel Castillo, quien firma además las coreografías del montaje i el trabajo de expresión

corporal del equipo.

Premio Nacional e Internacional de la VIII Edición del Festival Internacional de Teatro

Femenino «La Escritura de las/s diferencia/s»

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 1

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

A las Pérezi a les Meix

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 2

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Es la historia de un homosexual en los Cuerpos de Marines norteamericanos que finge ser

heterosexual. Es la historia de una familia de judíos en la Alemania Nazi que pasaban como

protestantes. Es la historia de una persona negra en la Sudáfrica del apartheid que intenta

hacer que su piel sea más clara. Vestirse como un miembro de un grupo reconocido y aprobado

es un acto subversivo de infiltración y una concesión a un sistema imposible de segregación,

racismo y sexismo.

El tipo de resistencia discretamente llevado a cabo por estas chicas y mujeres y sus

padres en los lugares en los que la segregación de género existe, a menudo en el aislamiento, a

veces en grupos, no es sólo global, puede retrocederse hasta la formación del sistema

patriarcal mismo. Cuando la sumisión de las mujeres era codificada a través de la ley y la

religión, cuando la única manera de elevar la existencia de una mujer era a través del

casamiento, y cuando la necesidad de hijos se convirtió en algo absoluto en cada familia, el

primer bacha posh probablemente pronto empezó a infiltrarse en el territorio masculino.

Tal como le dijeron a la abuela de Zahra cuando era una niña: los bacha posh existen

en Afganistán “desde que había sólo arcos y flechas”1

JENNY NORDBERG

The underground girls of Kabul.IN SEARCH OF A HIDDEN RESISTANCE IN AFGHANISTAN (2014)2

1 It is the story of gay U.S. Marine who had to pretend he was straight. It is the story of a Jewish family in the Nazi Germany posing as Protestants. It is the story of a black South African who tried to make his skin lighter under apartheid. Disguising oneself as a member of the recognized and approved groups is at the same time subversive act of infiltration and a concession to an impossible racist, sexist, or otherwise segregating system.

The type of resistance, discreetly executed by girls and women and parents where gender segregation exists, often in isolation and sometimes in groups, is not only global; it may reach back to the formation of the patriarchal system itself. When the submission of women was codified through law and religion, when the only way to elevate a woman’s existence came through marriage, and when the need for sons became absolute in every family, the first bacha posh likely soon began to infiltrate male territory.

Just as Zahra’s grandmother was told when she was a child: Bacha posh existed in Afghanistan “when there were only bows and arrows.”

2 Traducción realizada por la autora.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 3

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Nunca volveré (Fragmento)

Soy la mujer que ha despertado

He surgido y me he convertido en tempestad a través de las cenizas de mis hijos

He surgido de los arroyos de la sangre de mi hermano

La ira de mi nación me fortalece

Mis aldeas arruinadas y quemadas me cargan de odio contra el enemigo

Ay, compatriota, ya no me veas como débil e incapaz,

Mi voz se ha mezclado con miles de mujeres que han despertado

Aprieto mis puños junto a miles de compatriotas

Para acabar con el sufrimiento y las cadenas de la esclavitud

Soy la mujer que ha despertado,

Encontré mi camino y nunca volveré.

MEENA KESHWAR KAMAL3

3 Fragmento extraído de http://mujericolas.blogspot.com.es/2014/05/nunca-volveremeena-keshwar-kamal.html (26/08/2017)

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 4

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Dramatis personae

ASAT y BIBI la leona que despierta

LEMA ella, acompaña

LAILA la madre

EL CLÉRIGO él, impone

MASUT él, aparece sólo en las horas más tristes

HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 5

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Una aldea entre las montañas y el desierto

Ellas y ellos se mueven por una aldea árida del color del adobe.

Fuera de las casas hace frío. En el interior, hay más calor, pero

se enfría cuando las personas dicen las verdades. Todos los

que por allí transitan podrían abrigarse más, pero viven con lo

que alcanzan con sus manos. La casa de LAILA y de ASAT consta

de una estancia en la que se distingue, por un lado, un lugar

para cocinar que sirve de espacio de reunión, y por otro, un

rincón para dormir.

El lugar donde vive LEMA es otro, pero es muy similar al de LAILA y

ASAT, con la diferencia de que sólo consta de la cocina, pero se

intuye otra estancia al fondo en la que se duerme. LAILA y LEMA

son vecinas y sus puertas principales dan a un espacio abierto

que no es ni plaza, ni calle, ni camino. El conjunto de casas está

ahí y todas las cosas son de una sencillez lastimosa. El desierto

crece alrededor de la aldea hasta convertirse en altas montañas

en las que se protegen los leones y se esconden las águilas.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 6

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

La deuda prometida

ASAT y LAILA están al fondo, presentes, sus sentidos y sus palabras están ausentes. Entre las dos desdoblan una gran tela y LAILA la prueba sobre ASAT. Mientras, MASUT, el león, camina por su valle. Todo es árido, todo es piedra, todo es sol y frío. MASUT sangra por el estómago y sonríe. Hay felicidad y tranquilidad, hay energía y hay recuerdos que inquietan el sueño del CLÉRIGO.

MASUT.— Las rocas al fondo del barranco se convierten en un laberinto y allí fui a esconderme siguiendo unas huellas. Me confundieron. Eran recientes. Parecían de un león, pero después descubrí que la bestia que las había dejado me esperaba dentro de la cueva. Las seguí para esconderme: «Los leones conocemos todas las grietas de las montañas.»

EL CLÉRIGO.— También te habías olvidado de que yo soy un león.

MASUT.— La batalla fue tenaz. Yo estaba vivo. Habiendo perdido a casi todos mis hombres, pensé que te había perdido a ti, primo. Escalé. ¿Recuerdas? Seguí tus huellas que eran una traición.

EL CLÉRIGO.— Entraste sin un rasguño y me viste.

MASUT.— Te dije: «Primo, ¿llegaste bien? ¿Te hirieron?»

EL CLÉRIGO. — «Llegué.», dije.

MASUT. — «¡Compañero! ¡Mi amigo! Juntos siempre en la batalla. Te sumaba a los perdidos.» Sentí extrañeza, las montañas me hablaron y entendí que eras tú el que se había ido con los muertos. Pero ahí estabas, sereno. Esperándome con la espada limpia. ¿Ni siquiera luchaste con mis hombres? Abandonaste la batalla sin luchar.

EL CLÉRIGO.— No te dejaste guiar por el libro perfecto.

MASUT.— Creo en lo que intuyo y creo en el libro perfecto, pero no en la manera que tú y tu gente lo leéis.

EL CLÉRIGO.— Hay un Dios que nos observa, un Dios que nos acompaña, y ese mismo Dios, que

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 7

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

es uno, nos protege. Te dejaste guiar por los cambios y faltaste a las tradiciones queriendo cambiar nuestras costumbres.

MASUT.— Te fuiste con esos que dicen conocer a Dios mejor que nosotros. Te fuiste con los estudiantes de nuestro Dios. ¿Acaso aquí, en nuestra tierra, no conocemos a Dios? ¿Necesitamos estudiantes del libro para entenderlo?

EL CLÉRIGO.— Tomas las palabras del libro sin aplicar sus leyes. Eres débil… hubo comportamientos prohibidos… hubo errores.

MASUT.— Esas leyes se desgastaron porque fueron escritas para otras costumbres. Se pensaronantes de que a este valle llegaran los cinco leones.

EL CLÉRIGO.— Consentiste acciones prohibidas. Dejaste que las mujeres lucharan junto a los hombres. No fuimos dignos ni del enemigo.

MASUT.— Encontraste un lugar más cómodo del lado de las rapaces, lo entiendo. No pudiste luchar por el bien de la aldea. Te vendiste bajo ese engaño. ¿Qué te han ofrecido? Autoridad, veo. ¿Qué ganas hundiendo en mí ese cuchillo?

EL CLÉRIGO.— Hay un orden que seguir, unas tradiciones, un origen que tú niegas. El valle necesitaba un remplazo para el león porque el león tenía el empeño de cambiarlo todo. ¿Qué necesidad tenías de cambiar lo que ya estaba bien?

MASUT.— Los leones somos luz, abrimos caminos y desentrañamos laberintos. El Valle de los cinco leones es el nuestro. Los leones protegen. Los leones no dejan huellas que traicionan a sus hermanos. Ser un león, es noble, es ser honesto con tu enemigo. Yo no cambié nada, dejé que las vidas tomaran sus rumbos. Abatir al enemigo mediante engaños y atraerle a tu ratonera es la primera prueba de tu deslealtad. Tú sólo ansías el control de tu aldea, no eres un león. No eres luz.

EL CLÉRIGO.— Fui noble con mis enemigos: a cambio de tu vida te otorgué una última voluntad.

MASUT.— No fue una permuta porque mi vida ya estaba tomada. Te rogué, cuando ya tenía el puñal en mi entraña, que cuidaras de mis hijas. Que las respetaras y sobre todo, supliqué que permitieras a Asat ser una mujer de las cuevas.

EL CLÉRIGO.— Trato de hacer lo correcto para no avergonzar al pueblo. Tus hijas están aprendiendo.

MASUT.— Atemorizas, eso haces.

EL CLÉRIGO.— Expongo las consecuencias que acarrean nuestros actos.

MASUT.— Tu poder se sustenta en mi sangre. Eres el hombre que mató al león, pero jamás tomarás mi lugar. «Tengo ansia de saber qué haces en mi cueva. ¿Cómo llegaste?», te dije. Urdías la traición casi desde el inicio de las batallas en el valle. El enemigo conocía nuestros pasos. ¿Serviste de confidente?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 8

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

EL CLÉRIGO.— Me levanté en tu contra para restaurar el honor del pueblo. Las armas empleadas para ganar carecían de importancia. Detener tu lucha era mi prioridad.

MASUT.— Ahora es una estación de retorno y de pérdida.

Silencio. MASUT aprieta su herida con la palma de la mano.

MASUT. — La herida no se he cerrado. Mis hijas no son libres y Asat no está en las cuevas.

EL CLÉRIGO.— Suficiente es que pueda soñar con serlo. Tus mujeres están a salvo bajo la tradición que gobierna esta tierra desde que todo eran arcos y flechas.

MASUT.— ¿Crees que no había tradiciones antes de nuestro Dios? Nuestras creencias una vez fueron nuevas y rechazadas. En este valle, al principio ni siquiera había leones.

EL CLÉRIGO.— Voy a despertar.

MASUT.— No se roban vidas sin recibir castigos.

EL CLÉRIGO.— Soy clérigo, soy guía, descifro leyes y mando aplicarlas. Puedo hacer las cosas de los mortales y comunicarme con Dios.

MASUT.— Levantaste el cuchillo y lo clavaste en mi estómago. Caí y la sangre empezó a abandonar mi cuerpo. Te rogué cuando mi sangre ya llegaba al suelo. La deuda no está cancelada.

EL CLÉRIGO.— «Protegeré a tu hija aunque tenga que tomarla por segunda esposa» te dije.

MASUT.— «Convertiré todos tus sueños en pesadillas» respondí.

LAILA lanza la tela al aire y queda suspendida como una

cometa. EL CLÉRIGO y MASUT desaparecen.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 9

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

El vestido, la madre y la hija

En el centro de la estancia LAILA prepara la tela de algodón queya casi parece un vestido. Examina el tejido y usa el cuerpo de ASAT para terminar de coser.

LAILA.— No muevas el cuerpo.

ASAT.— ¿Has cocinado? ¿Hay comida?

LAILA.— Hay carne en la cazuela y pan. No te muevas, Bibi.

ASAT.— Tengo hambre.

LAILA.— No es hora para comer.

ASAT.— Siempre he comido cuando he querido.

LAILA.— Estira un poco el brazo.

ASAT.— Tengo que volver al pueblo.

LAILA.— ¿No se ha vendido todo?

ASAT.— Queda algo de leche. Quiero venderla después de la comida.

LAILA.— Deja la leche para tus hermanas. Ellas deben comer.

ASAT.— Madre, queda leche para vender. Hay pan, que coman pan, madre. He vendido en esa plaza durante mucho tiempo. ¿No has hecho comida?

LAILA.— Naciste con un hueco en la tripa, tienes el apetito de tu padre.

ASAT.— Devoraba como un león.

LAILA.— Te sienta perfecto, déjatelo puesto hasta que lleguen tus hermanas.

ASAT.— No vas a volver a verme así.

LAILA.— Vamos, Bibi, deja que te vean tus hermanas con él. (Pausa, LAILA mira a ASAT) Mira qué

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 10

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

bella mujer, más bella serás junto a un hombre.

ASAT.— Sería una mujer testaruda y brusca.

LAILA.— Pronto tendrás que usarlo.

ASAT.— Estas telas son tan suaves que me arañan el cuello.

LAILA.— No está terminado.

ASAT.— Mañana mataré un pollo para que lo cocines.

LAILA.— No hagas fuerza, no tires con los brazos. No podré terminarlo.

ASAT.— (Coge a LAILA en volandas) Quiero acompañarlas a jugar por el almendral. Cuando regresen iremos allí, y llevaré a Lema también.

LAILA.— Vosotras no podéis ver el sol solas. Bájame, te voy a pinchar.

ASAT.— Madre, iré con ellas y treparemos en los árboles. Yo sí puedo salir.

LAILA.— Trepar los árboles... ¡Bájame!

ASAT.— Os llevaré a todas en brazos.

LAILA.— Podéis invitar a la familia de tu primo. ¡Vamos! ¡Quieta! Tenemos que terminar de coser el vestido.

ASAT.— (Deja a LAILA en el suelo) Mis brazos son demasiado grandes para este vestido.

LAILA.— Valiente mujer eres.

ASAT.— Yo puedo pelear como los leones.

LAILA.— Y comer como los leones.

ASAT.— Como mi padre.

LAILA.— Leonota. (Ríe)

ASAT.— No uses esa palabra conmigo.

Silencio.

ASAT.— Sírveme comida. Después de vender la leche iré a buscar a mis hermanas.

LAILA.— Están aprendiendo a ser buenas mujeres.

ASAT.— Ya son buenas mujeres.

LAILA.— Las mujeres no necesitan saber tanto.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 11

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

ASAT.— Conmigo pueden aprender a leer y a ver los números.

LAILA.— Nosotras sólo necesitamos un hombre.

ASAT.— ¿No te gustaría salir sola? (Pausa) No me gusta que estén solas.

LAILA.— Van con tu primo.

ASAT.— Cuando voy a recogerlas, al verme me rodean. Camino hasta casa seguido por ellas. Nome tocan, pero siento su peso de plomo a cada paso. Cada visita que rinden a mi primo las hace más pesadas.

LAILA.— En casa de tu primo las cuidan. Las conocen otros vecinos.

ASAT.— Yo también podría buscarles un buen marido en nuestra aldea.

LAILA.— Podrías ir un día con ellas. Te podrían elegir a ti.

ASAT.— Cose. (Pausa) Esta mañana me habló un hombre que luchó con mi padre en la guerra.

LAILA.— La guerra todavía no ha terminado.

ASAT.— Me contó muchas cosas, estuvimos hablando de nuestra aldea. Padre le habló de mí, lecontó cómo nací y cómo volví a nacer.

LAILA.— El brazo un poco más arriba. ¿Qué más te contó?

ASAT.— Termina de coserlo sobre el cuerpo de mi hermana. Puedo oler la carne.

LAILA.— Este vestido quizás hará sonreír a alguna de tus hermanas.

ASAT.— No entiendo ser otra cosa que un hombre.

LAILA.— Necesitamos un hombre de verdad.

ASAT.— Yo protejo a las mujeres de esta casa.

LAILA.— Baja el brazo. (LAILA cose sobre el hombro de ASAT) Las mujeres solas no saben ser. Se encierran. Te han gritado sucias palabras por la calle. Has disfrutado de las cosas de los hombres hasta ahora. No podemos esconderte más. (Pausa) Las buenas mujeres tienen que estar donde los hombres digan. (Pausa) Te podrías quedar este vestido para ti. Te sienta bien.

ASAT.— Termina.

LAILA.— Guárdalo. Te puede servir para cuando tengas que usarlo, Bibi.

ASAT.— Termina de coser el vestido de mi hermana.

LAILA.— Te he visto llorar y pedir a dios que te cambie. A veces las cosas toman más tiempo, a veces menos, pero todo va a seguir su curso, Bibi.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 12

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

ASAT.— Tengo que comer algo antes de volver a salir.

LAILA.— Ten paciencia. (Sigue con la labor) Eres tan parecida a tus hermanas.

ASAT.— Puedes usar el tronco de un almendro.

LAILA.— Los almendros están fuera.

ASAT.— Yo te llevo, iremos cuando lleguen mis hermanas.

LAILA.— Son las últimas puntadas.

ASAT.— (Riendo) Yo te protejo con mis brazos. Rugiré contra todos los hombres de la aldea.

LAILA.— (Riendo) Los almendros que quedan son más pequeños que tú.

ASAT.— Porque tengo el cuerpo grande como el de un hombre.

LAILA.— Eso es, eso es...

Silencio. LAILA reanuda su trabajo.

ASAT.— Él sabía que yo iba a tener estos brazos y este cuerpo para cuidar de ti, de mis hermanas y de todas las mujeres en la aldea que necesiten mi ayuda. Sabía que tenía que ser libre. Fui hombre porque él lo vio.

LAILA.— Acepta tu naturaleza. (Pausa) Han venido preguntando. (Pausa) Tu primo quiere que busquemos a alguien con quien casarte.

ASAT.— Madre, no os puedo dejar solas.

LAILA.— Tu primo ya lo sabe, el marido que te tome deberá proteger a las que nos quedamos aquí.

ASAT.— No puedo aguantar más, tengo hambre.

ASAT se despoja del vestido que LAILA está cosiendo. LAILA sigue a ASAT.

ASAT.— Sírveme.

LAILA.— (Sirve en un cuenco la carne) No hay pan. Tendrás que traer más pan del pueblo.

ASAT.— (Comiendo) Manda a mi querido primo a por pan. Vivimos bien con lo que tenemos.

LAILA.— La gente sabe lo que sucede. Te vas a volver extraña de la cabeza.

ASAT.— Nunca he sido una mujer.

LAILA.— Algunas madres han preguntado, quieren elegirte. Algunos de sus hijos te han mirado mientras trabajabas. Les diste miedo. No sé qué haremos cuando venga a esta casa un hombre

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 13

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

tan valiente como tú.

ASAT.— Hablaremos frente a frente. (Pausa) La carne es sabrosa, puedes guardar el resto para mis hermanas.

LAILA.— (Recoge el cuenco de ASAT) Dios ve lo que haces.

ASAT.— Rezo todos los días.

LAILA.— Rezas como los hombres, Bibi.

ASAT.— Porque es como me enseñó mi padre.

LAILA.— Has crecido como un hombre y eso te hace más inteligente que cualquier mujer. Aprenderás a hacer lo que hacen las mujeres.

ASAT.— No quiero. (Pausa) Todo lo que hace un hombre lo puede hacer una mujer.

LAILA.— Bibi.

ASAT.— Lo sé porque yo lo hago. Las tareas de las mujeres, los hombres no podemos hacerlas. (Se acercan pasos)

Una violenta ráfaga de aire azota el exterior. Cuando se

calma, se oyen unos pasos acercándose.)

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 14

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

El clérigo devuelve sus rehenes

Unos pasos se arrastran por el exterior. Sin ritmo. Son unos pies que barren el suelo. Son las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS. La puerta cruje y se abre con dificultad. El viento se calmapara permitir su entrada. Las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS entran y al cerrarse la puerta, se descubren la cabeza. Casi no se ven, están enfermas o cansadas, o quizás tienen todos los males a la vez. Después de la última hermana, entra EL CLÉRIGO,silencioso. Se sienta sin pedir permiso en el centro de la estancia. Una vez la puerta se ha cerrado, el fuerte viento sopla de nuevo en el exterior.

ASAT.— (A todas las mujeres) Preparad té. (Al CLÉRIGO) Pensaba recoger a mis hermanas al atardecer.

EL CLÉRIGO.— Cumplo la promesa que hice.

ASAT.— Es una deuda.

EL CLÉRIGO.— Os protejo, tal como prometí.

ASAT.— Esa no es la deuda que dejaste al león.

EL CLÉRIGO.— Creer en los sueños no es propio de fieles.

ASAT.— Te agradezco que quieras acercar a mis hermanas a las enseñanzas de Dios.

EL CLÉRIGO.— Mi mujer desea invitarte a compartir la comida con nuestra familia.

LAILA sirve té al CLÉRIGO y a ASAT. Cuando termina vuelve hacia las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS. Ellas se esconden detrás desu madre. Todas miran al suelo.

ASAT.— No sabía que vendrías.

EL CLÉRIGO.— Vuestra casa tiene una humildad reconfortante.

ASAT.— No necesitamos nada de lo que no tenemos.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 15

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

EL CLÉRIGO.— Imagino que las mentes tranquilas y sin preocupaciones necesitan las mismas cosas que las cabezas atormentadas.

ASAT.— Las tormentas de esta casa las traen los de fuera.

EL CLÉRIGO.— Con la protección de un hombre viviríais sin preocupaciones.

ASAT.— Yo tomé el relevo de mi padre hace cinco años. Lucho si es necesario.

EL CLÉRIGO.— Una familia de mujeres es un peligro para sus miembros. Las virtuosas son devotasa sus hombres. ¿A qué hombre obedecéis aquí?

ASAT.— Crecí libre para ocuparme de esta casa.

EL CLÉRIGO.— Tu honor pertenece a los hombres de tu familia.

LAILA.— (Desde el fondo) Vive como una mujer, primo, cuando no está atendiendo a los animales o en las calles. Sabes que le volvimos hombre al nacer.

EL CLÉRIGO.— Porque el peor insulto es tener sólo hijas.

ASAT.— La labor que mi padre me encomendó terminará el día que mis hermanas estén casadas y mi madre ya no esté con nosotros.

EL CLÉRIGO.— (Sin mirar a las mujeres) Más té. (LAILA se acerca y sirve té a ambos) Puedes venir a mi casa y aprender a ser mujer.

ASAT.— Aprendí de mi padre y de esta aldea.

EL CLÉRIGO.— La enseñanza de Dios da libertad a las mujeres junto a los hombres. ¿Tienes miedo?

Silencio.

EL CLÉRIGO.— Fue una vergüenza para tu padre tener una casa llena de mujeres. Alabé la decisión de insuflarte una vida nueva. Pero en el libro perfecto Dios nos insta a respetar nuestra naturaleza. Tienes la forma de las mujeres y tienes que cubrirte. (Pausa) Mi esposa te enseñará a rezar, puesto que nadie se ha ocupado aquí de eso. (LAILA regresa con sus hijas)

ASAT.— Dios me escucha y me ha hecho un hombre para ayudar. Soy la hija del león. Ayudé a los hombres cuando la guerra estaba en nuestras puertas. Escondía mensajes para los que luchaban, les llevaba comida... Puedo ser como la mujer de las cuevas y apartarme de todo cuando mis hermanas tengan que entrar en casa de un hombre.

EL CLÉRIGO.— Pronto tomarán a tus hermanas y tu labor terminará.

ASAT.— Permaneceré en casa para atender a mi madre.

EL CLÉRIGO.— ¿Y cuando no esté tu madre?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 16

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

ASAT.— Me iré a las cuevas.

EL CLÉRIGO.— Las niñas no cometen pecados, las mujeres sí. No siempre Dios concede lo que se espera de él.

ASAT.— Puedo salir cuando quiera, pasear por donde quiera. Hablar con otros hombres. Ayudara otras mujeres. Mi cuerpo no desea otros cuerpos. Mi mente no piensa cosas indebidas.

EL CLÉRIGO.— Sales sola y andas sola, ves cosas que las mujeres no deben ver.

ASAT.— He sido un hombre desde que nací.

EL CLÉRIGO.— Mi casa, como la de tu padre, está llena de mujeres. Mi esposa no es buena mujer,piensa en mujeres y por eso sólo dio vida a mujeres.

ASAT.— Las mujeres nacen muertas.

EL CLÉRIGO.— He pensado en... hacer un hijo de una de ellas, como tú.

ASAT.— Porque el peor insulto es tener sólo mujeres.

EL CLÉRIGO.— Tus padres te hicieron hombre porque eres una mujer inteligente. En mi casa estarás cómoda y podrías darme varones.

ASAT.— Tu pueblo está lejos. Mi obligación es cuidar de esta familia.

EL CLÉRIGO.— Mucha gente siente vergüenza al verte. ¿Crees que las mujeres no son libres? Ellaspueden salir con sus maridos a cualquier sitio. Son libres. Estás perdiendo el respeto. Eres un insulto para los demás. Los rumores sobrevuelan la aldea. Los hombres hicimos una promesa al león.

ASAT.— (Se levanta) Primo, gracias. Mis hermanas tienen que limpiar la casa.

EL CLÉRIGO.— (Inicia la salida) Los caminos son más largos de regreso.

ASAT.— La próxima vez las regresaré yo.

EL CLÉRIGO sale, no mira, no se despide. Las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS miran a ASAT. Todos en la casa empiezan su labor. ASAT aguarda un momento y sale.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 17

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

Lema lo entiende todo

LEMA cocina. Tararea una melodía indistinguible. El viento se cuela por las rendijas de la puerta y las ventanas. ASAT entra arremolinado.

LEMA.— Estoy terminando la comida. ¿Traes hambre contigo?

ASAT.— Me han robado el hambre.

LEMA.— Con el frío que tenemos fuera debes comer. Este frío… este viento… hace que los cuerpos se enfríen muy rápido cuando pasan hambre. Siéntate, por lo menos toma un poco de pan. Recién hecho está delicioso (Le alcanza un pan). Cuando te vayas le puedes llevar algunos a tu madre.

ASAT.— El frío se ha ido. No logro decir las palabras.

LEMA.— (Sirve un vaso de té) Bebe. Necesito más harina, ¿vas al pueblo hoy?

ASAT.— No sé si puedo llorar.

LEMA.— Siéntate y bebe.

ASAT.— Mi primo ha venido a mi casa a devolver a mis hermanas.

LEMA.— Alguien tenía que devolverlas. No pueden andar solas por el valle.

ASAT.— Quería hablar conmigo y ha venido.

LEMA.— ¿Cómo están ellas?

ASAT.— Hacen esfuerzos para no andar de rodillas.

LEMA.— Hace días que no puedo hablar con ellas.

ASAT.— Aprenden a ser mujeres en casa de mi primo. He visto cómo las mira.

LEMA.— (Sirve un plato de comida) Come un poco cordero.

ASAT.— No tengo hambre.

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Asat en el jardín de las mujeres Silvana Pérez Meix

LEMA.— Lo he desmenuzado. (Pausa) Tu madre está abriendo la puerta de tu sufrimiento, pero piensa en lo mejor para ti.

ASAT.— Me ha invitado a su casa.

LEMA.— ¿Irás a verle?

ASAT.— Me mira como a una mujer.

LEMA.— El futuro es muy estrecho para nosotras.

ASAT.— Mis hermanas son débiles.

LEMA.— No las menosprecies. Las mujeres son fuertes como los hombres, mírate, tú lo sabes. Obsérvalas cada día pensando que tú podrías ser una de ellas y que cualquiera de ellas podrías haber sido tú.

ASAT.— Ellas no saben lo que es andar solas por el campo.

LEMA.— No pueden saberlo.

ASAT.— Se sienten bien en casa de mi primo.

LEMA.— Pueden aprender también a defenderse solas como tú.

ASAT.— Eso, eso no puede ser… ahora ya no pueden ser hombres.

LEMA.— ¿Oyes el viento?

ASAT.— Ha tardado en llegar y ahora está alborotado.

LEMA.— Soy la esposa de un hombre que no sabe nada. En algún momento conocí la libertad y en otro, me rendí. Pertenecemos a los hombres. Las que nos rendimos nunca lo superamos.

ASAT.— Tú eres tan fuerte como yo.

LEMA.— Yo supe lo que era la libertad y me lo arrebataron.

Silencio.

LEMA.— ¿Irás a ver a tu primo?

ASAT.— Cuando las olas del mar lleguen a la puerta de mi casa.

LEMA.— ¿No hay más hombres en tu familia?

ASAT.— Un hombre no me salvará de otro hombre.

LEMA.— Negocia con tu primo por una hermana tuya, busca un hombre para ella que tenga tus ideas y que os proteja a ti y a tu hermana.

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ASAT.— Mi destino está ya escrito. Soy la hija del león e hice un pacto con mi padre. Cuido de sus mujeres y cuidaré de mi madre hasta que se vaya. Mi padre me lo repite en mis sueños: yo puedo ser una mujer de las cuevas.

LEMA.— No puedes salvarte usando sus mismas armas.

ASAT.— Lucharé con él.

LEMA.— Sé discreta y no alces la voz o nadie querrá tomar a tus hermanas. Bebe un poco más de té. (Le sirve té) Come. (Pausa) Hay leyes que vienen a nosotros desde que en este lugar había sólo arcos y flechas. En la aldea todos recuerdan cómo ayudaste a los hombres en la lucha. Muchos estarán de tu lado, pero debes vencer a tu primo con palabras.

ASAT.— Iré a vivir a otro lugar.

LEMA.— Mata ahora a tus hermanas si piensas hacer eso. (Pausa) Aún pueden tomar buenos maridos. Habla con tu madre, tráelas aquí, a mi casa, a aprender. Puedo mostrarles secretos para ganar terreno a sus esposos.

ASAT.— Yo también puedo hacer eso.

LEMA.— Tú no sabes ser una mujer. Tu primo las lleva a su casa y aprenden del libro perfecto. Aquí pueden aprender todo eso y les puedo confiar otras cosas que les ayude a soportar el peso de ser mujeres.

ASAT.— Madre quiere la vigilancia de nuestro primo.

LEMA.— Tu madre no conoce otra cosa que las tradiciones.

Un golpe seco suena detrás de la puerta. LEMA abre y encuentra una piedra a sus pies.

LEMA.— Los vientos se están enfureciendo.

ASAT.— Los hombres del pueblo preparan sus armas.

LEMA.— Lucha cuando tengas que defenderte. Espera a que el tiempo tranquilice a los hombres.

ASAT.— Esperaré con piedras más grandes en mis manos.

LEMA.— Sigues andando sola por la tierra. Estás lista para tomar un marido y estás ofendiendo a Dios. Pronto van a volver las malas palabras. (Pausa) He vestido las mismas ropas que tú y yo tampoco decidí cambiar. La tradición sentenció. No me gusta vestirme así, pero me siento mejor. Nadie me juzga. Las mujeres nos acostumbramos a todo.

ASAT.— Mi padre me hablaba de la mujer que vivió sola en las cuevas hasta que se fue.

LEMA.— ¿Y esa mujer qué nos trajo a nosotras? Las demás seguimos aquí, viviendo sin ganas,

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arrastrándonos mudas, para servir a todos los hombres de la tierra. Esa mujer se puso del lado de los hombres. Piensa si de verdad quieres ser como ella.

ASAT.— Me gustaría tener sus secretos. Quiero vivir en las cuevas.

LEMA.— Los leones estamos de tu parte.

ASAT.— Tienes un poco de cabeza de hombre.

LEMA.— Podrías ser mujer como yo.

ASAT.— Madre se siente avergonzada de mí.

LEMA.— ¿Quieres ser como la mujer de las cuevas? ¿Sin familia?

ASAT.— Ha pedido a mi primo que me ofrezca a un hombre. Dice que me han mirado muchos desde lo lejos.

LEMA.— (Ríe) Tienes suerte entonces de ser un hombre hermoso.

ASAT.— (Ríe) Para ser una mujer tendría que volver a nacer.

LEMA.— Las mujeres nacemos sin aire, tuviste la suerte de tener un padre valiente como el tuyo… si no lo hubiéramos perdido en la batalla… (Pausa) Termina el cordero.

ASAT.— (Iniciando la salida) He perdido el hambre para siempre.

Los vientos regresan suavemente. Las águilas chillan en el cielomientras los rayos del sol se esconden.

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El león ruge en la república del silencio

LAILA y las Hermanas duermen en el rincón del fondo.

Una ventana entreabierta acompaña a ASAT durante la noche. ASAT piensa o espera a que pase la noche sentado dentro de su casa. Casi se oyen los gritos dentro de su cabeza.

En el exterior de la estancia hay silencio. Desde las montañas llegan palabras que ASAT no entiende. Las voces se acercan conducidas por el viento suave del norte y los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO toman tierra en el exterior de la casa. Ahora callan. Ahora se acercan a la ventana entreabierta.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Huele a vergüenza. A comida podrida. A tierra sin hombres. A mujeres raras. A cabezas que luchan con nosotros. Queremos que vengan.

ASAT.— ¿Quién?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Todas. Queremos una cada uno, para cubrirla de oro y refugiarla bajo nuestra oscuridad.

ASAT.— Ya están todas tomadas. Podéis marchar.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Venimos a llevarnos a la que no quiere irse. Queremos que vuelva el honor a nuestra aldea. ¡Es una ofensa! Queremos que se cumpla la promesa al león. ¡Un ultraje!

ASAT.— Las mujeres de mi casa están a salvo.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El honor de la aldea está a punto de desaparecer. Ven, acompáñanos.

ASAT.— ¿Con quién de vosotros tengo que ir?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Serás para el que pueda tolerar tu carne. Para el que aguante lo que eres y lo que has sido. El que pueda mirarte sin asco. El que no tiene varones. ¡Ese! El que nos manda a convencerte quiere pedirte. Él te llevará porque te desea. Él te protegerá en su casa. Podrás ser su segunda esposa.

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ASAT.— ¡Lejos!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Una mujer como tú podrá traer muchos varones.

ASAT.— Puedo devolveros todas las piedras y dejar la aldea llena de viudas.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Tienes que venir con alguno de nosotros. (Entre ellos) El viento se calma, sopla sin fuerza. (A ASAT) Que no coma. Que no hable. Que no beba. Que se aleje del pueblo, ella y sus mujeres. Mujer impura. Mujer que no quiere llevar hijos. Que no coma, que no hable, que no beba. Que se encierre en su casa. Que nadie en la aldea se acerque a ella. ¡No habrá otra mujer de las cuevas! No serás una nueva ofensa para el pueblo.

ASAT.— Que ningún hombre se acerque a mí. Mis brazos ahuyentarán a todo el que quiera tomarme. No soy una mujer, no soy buena mujer. Soy un hombre que puede con todos. Soy el hijo del león. (ASAT sale por la ventana, enfrentándose a los hombres que le rodean) ¡Adelante! Luchemos. (ASAT coge una piedra) ¿Quién quiere llevarme? ¿Quién quiere probar estos brazos tan fuertes como los de mi padre? (Los Hombres se mantienen inmóviles a su alrededor) Sois más débiles que vuestras mujeres. (ASAT lanza varias piedras a los hombres que ellos esquivan con facilidad)

Un rugido de piedra quebrándose paraliza a los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO. MASUT observa la escena sin ser visto.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Hemos respetado al hijo del león, pero debemos proteger a sus hijas. (Cercando a ASAT) El león ya no tiene ningún hijo. Cuando se haya mudado en hija, nosotros la protegeremos.

Los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO depositan piedras a los pies de ASAT, construyendo un pequeño montículo.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Empezaremos por tus hermanas. Cada día someteremos a una. Cumpliremos la promesa que le hicimos al león. Cuidar de las mujeres de la aldea.

Los pasos pesados de MASUT van detrás de su respiración profunda. Unos pasos que de tan cargados atraviesan la tierra y llegan a los pies de todas las personas.

Los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO se recogen con el fin de aumentar su tamaño.

ASAT.— Me esconderé en las cuevas, me ocultaré en ellas. Escuchadme. Miradme. Lucharé junto a vosotros en las batallas que vengan.

Silencio. MASUT se acerca a los hombres y ocupa su lugar sin disputa. Los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO vuelven al lugar delque vinieron.

MASUT.— Asat, respira como te enseñé. Respira hasta los pies. Ahógate un instante y suelta el aire otra vez. Respira hasta los pies. Respira con la tierra. Toma aire, llénate. Leonota. (Pausa) Bibi, eres fuerte. Lo he visto.

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ASAT.— ¡Padre! (Mira pero no puede verle) ¿Dónde estás?

MASUT.— A tu lado. Mirándote. (Pausa) Respira. Descansa.

ASAT.— Siento que traes calor. Cada día te necesitamos más. Se ha parado el viento. Los hombres vienen con piedras, padre.

MASUT.— Luchas bien con ellos.

ASAT.— ¿Viste a los hombres?

MASUT.— Vienen a cumplir la promesa que me hizo tu primo.

ASAT.— No vienen a hablar, quieren traer la oscuridad. Son unos cobardes.

MASUT.— Los hombres no luchan con mujeres, Bibi.

ASAT.— Padre, dime, ¿la promesa?

MASUT.— En la batalla, todos los hombres prometimos cuidar de las mujeres de los que no volverían.

ASAT.— Me encomendaste a mí ese trabajo incluso antes de la guerra. Soy un hombre desde que nací.

MASUT.— ¿Te acuerdas del día del vestido? (ASAT ríe) No te querías poner el vestido de tu hermana mayor. ¿Te acuerdas cómo te pegué? Te pegué muy fuerte, también en la cabeza.

ASAT.— Me duele el cuerpo todavía.

MASUT.— Ese día te volví a hacer hombre. Te he visto nacer dos veces.

ASAT.— En la aldea todos me respetan.

MASUT.— Cuidado con el poder de las promesas. Convierte en polvo sus piedras. Piensa en la mujer que vivía en las cuevas. Trata de ser como ella.

ASAT.— Se escondía durante meses para ayudar a los guerreros. (Pausa) Tengo miedo. Habla con los hombres, rompe la promesa.

MASUT.— No. Protegerte a ti es dejarte libre. Ésa es la deuda que tienen conmigo. Yo soy mudopara el que no quiere oír. Eres valiente Bibi. Por eso te elegí.

ASAT.— ¿Qué hago?

MASUT.— Pon tu poder al servicio de los demás.

MASUT sale. Unos pasos profundos se alejan del lugar. ASAT sigue con la mirada los pasos del león.

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El consejo

EL CLÉRIGO preside la reunión de hombres frente a las casa. Las mujeres asoman por el vacío de las ventanas. Son sombras quetiritan al oír las voces de sus protectores.

EL CLÉRIGO.— ¿Has corregido a tus hijas? ¿Siguen hablando con ella?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Las cerré en la cocina.

EL CLÉRIGO.— ¿Recibieron golpes?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Y siguieron todas mis órdenes después.

EL CLÉRIGO.— Eso no es un castigo. Tú, ¿cerraste la boca de tu mujer?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Le cerré los ojos con mis puños.

EL CLÉRIGO.— ¿Volverá hablar con la impura?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— De hacerlo reuniría piedras en la entrada de mi propia casa.

EL CLÉRIGO.— Que entiendan con las manos lo que no entienden con palabras. ¡Que nadie se quiebre! ¡Que nadie ayude a la hija del león!

Unos pasos firmes bajan por la ladera la montaña.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¡Se acerca!

EL CLÉRIGO.— Son las rocas resquebrajándose.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Es el león.

EL CLÉRIGO.— ¡Supersticiones!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El león está entrando en los sueños.

EL CLÉRIGO.— Soltad las creencias profanas.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— En las mujeres también entra para darles esperanzas.

EL CLÉRIGO.— ¿De qué mujeres?

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HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— De las nuestras.

EL CLÉRIGO.— Entonces, ¡más fuerte con el puño!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Que son iguales que los hombres, les dice. Que luchen. Que vayan solas por la aldea.

EL CLÉRIGO.— ¡Fuerte con el puño en la cabeza!

Un trueno, un rugido.

EL CLÉRIGO.— ¿Tenéis miedo de uno que sólo tiene mujeres?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¿De quién? ¿De ti?

EL CLÉRIGO.— ¡No! ¡No! ¡No! ¡Tomaré otra mujer para que me haga varones! El león no aceptó la voluntad de Dios y cortó las trenzas de su hija para convertirla en un hombre. Yo seré más paciente.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¡Lleva la vergüenza en sus pasos!

EL CLÉRIGO.— Y la esparce por nuestras calles y nuestras casas.

MASUT observa al CLÉRIGO desde lo lejos.

EL CLÉRIGO.— No temo a nada. Impusimos la ley correcta a través de la guerra. Podremos doblegar a un puñado de mujeres. Los puños y las piedras guardan nuestro honor. (Hacia MASUT, sin verle) Que entre en sus sueños, que las envenene con mentiras, que las haga creerse fuertes… nosotros corregiremos con nuestras manos. Desde hoy nadie ayuda a las hijasdel león. Desde hoy hay honor en esta aldea.

Los Hombres y EL CLÉRIGO salen y miran a las sombras que tiritan tras las ventanas.

MASUT.— (Hacia las sombras en las ventanas) Tengo el pecho y los brazos de león, tengo la cara de sol, el corazón de héroe y la mano dispuesta para el sable.4 Así soy y prometí protegeros. Veo silencio y siento penumbra. No abandonaré a mi pueblo por lejos que esté el mundo que habite.

4 Paráfrasis de El libro de los reyes. Historias de Zal, Rostam y Sohrab de Firdusi. El héroe de la mitología Persa Sam, abandona a su hijo Zal al no gustarle el pelo blanco con el que nace. Simurg, un ave Dios, lo recoge y lo cría. Pasados los años Sam se rencuentra con su hijo que se ha convertido en un hombre como el que se describe. (Firdusi 2015, 29)

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La inundación de arena

ASAT está sentado junto a la ventana cerrada. Ha dormido con los ojos abiertos toda la noche. El viento silba al entrar por las rendijas de la puerta y ventanas. La luz del sol, poco a poco, se decide a invadir la casa.

ASAT se acerca a su madre y hermanas que todavía duermen. Se sienta junto al grupo de mujeres que se despiertan al notar su presencia.

ASAT.— Todavía podéis dormir.

LAILA.— (Desvelándose) Preparad comida para vuestra hermana.

ASAT.— Madre, yo preparo la comida, descansad. Ha sido una noche tranquila, con el día se despierta el viento de nuevo.

LAILA.— ¿Qué has soñado?

Silencio.ASAT.— Los hombres han venido a nuestra ventana a cumplir una promesa.

LAILA.— Hija, tus pensamientos se guían por los sueños. Tus miedos aparecen en los momentosmás oscuros. Pequeña leonota, te haría bien quedarte en casa. El viento que sopla por la mañana se fortalece con las horas.

ASAT.— Madre, no he soñado, los he visto. Y he visto a padre. ¿Qué sabes tú de la promesa?

LAILA.— Muriendo tu padre, pasamos a manos de su primo. Nos has protegido con tus ropas, hasta ahora que tu primo está tomando el relevo. (Pausa) Eres bonita y cariñosa, sé dócil y toma a un marido. La promesa se hizo para proteger las casas sin hombres.

ASAT.— ¡Levantaos todas! ¡Arriba! Decidme, quién quiera vivir con un hombre que salga ahora de esta casa. Fuera. Salid a la arena solas. Esperad en el frío a que vengan los hombres a tomaros. No haré nada. No buscaré hombres de buenos pensamientos para vosotras. Tomaréis los que decida mi primo. (Pausa) Madre, cada una de estas mujeres es una vergüenza para esta casa. La promesa ofende mis acciones. Sois tan ingratas que me olvidaréis cuando vengan a buscaros. He luchado por vosotras todos los días.

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LAILA.— Bibi, tus hermanas no tienen tus conocimientos. Nadie va a salir. Ellas no saben estar en la arena.

ASAT.— Viviré en las cuevas. Ganaré de nuevo mi libertad.

LAILA.— ¿Nos dejas solas?

ASAT.— Padre me dijo que luchara para ser una mujer libre.

El chillido de unas águilas recorre el cielo. ASAT se levanta y recoge sus cosas.

LAILA.— El viento se está enloquecido. No salgas hoy. Tu padre te quería, pero nunca supo lo que era ser una mujer. Ni las consecuencias de la desobediencia.

Se oyen unos pasos ligeros que se acercan rápidamente. Llaman a la puerta. Antes de que LAILA pueda abrir, entra LEMA en la casa, acompañada de la arena que arrastra el viento. LEMA deja su rostro oculto tras el velo.

ASAT.— Preparad té. (Las Hermanas se juntan alrededor de la cocina)

LEMA.— ¿Habéis oído los chillidos?

ASAT.— Siempre se oyen cuando hay viento, están sufriendo.

LEMA.— Esta vez el viento trae arena y piedras que cubren nuestras plantas, asustan a los animales. La arena… la tierra… se está metiendo en nuestras casas.

LAILA.— ¿Cómo has llegado sola hasta aquí?

LEMA.— El viento y la arena me han protegido de los ojos de los hombres.

LAILA.— Suerte tienes de no haber sido llevada al cielo con las águilas. Tú sola... (Pausa) Acomódate, Lema.

LEMA se descubre y deja ver su cara amoratada.

LEMA.— Los hombres han hablado, han decidido. Tengo el cuerpo roto.

Las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS dejan su tarea y se sientan junto LEMA.

LEMA.— Asat, los hombres han mandado que nadie se acerque a tu casa, que no comáis ni que nadie os trate. ¿Os ha llegado la orden?

LAILA.— Las mujeres en un lado y los hombres por el otro, pero ellos siempre estarán por encima de nosotras.

LEMA.— No te oigo, Asat.

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ASAT.— No he dicho ninguna palabra.

LEMA.— ¿Eres valiente para ver rostros como el mío todos los días?

ASAT.— ...

LEMA.— ¿tienes coraje para verte así en el espejo?

ASAT.— ...

LEMA.— Mi marido ha marcado mi cara para que aprenda a cuidar de mi casa.

LAILA.— Vuelve a tu casa antes de que vuelva él.

LEMA.— Quiero hablar con tu hijo. Asat, he pasado la noche luchando con los gritos. Mi esposo apoya a tu primo. He intercedido por ti y por tus mujeres delante de mi marido. Me respondió con estas marcas. ¿Me ves bien?

ASAT.— ...

LEMA.— Asat, piensa lo que estás haciendo. Si es obstinación, la sufrirán también tus hermanas.Piensa en tu madre. Más piedras están por llegar. Si te manda el corazón, adelante, estoy de tulado.

ASAT.— Seguiré luchando por todas las mujeres.

LAILA.— Bibi, las casas son para las mujeres. Hay que casar a tus hermanas.

ASAT.— Hablaré con nuestro primo y con los hombres.

LEMA.— Nadie es atacado sin dar respuesta. No habrá rezos que te ayuden. El pacto que quieres hacer perjudicará a tus hermanas.

ASAT.— Me iré sola a las montañas después de la boda de mis hermanas si es necesario.

LAILA.— En este desierto cultivamos rencores eternos.

ASAT.— Ningún hombre es más fuerte que una mujer que ha crecido como hombre.

El vendaval hace esfuerzos para entrar en la casa, empujando puerta y ventanas. LEMA se cubre.

LEMA.— Estaré muy cerca, Asat, aunque no pueda volver. (Sale)

LAILA.— El viento no te dejará llegar al pueblo. Descansa por hoy, que piensen todos que vas a obedecer.

ASAT.— Las mujeres que se rinden, nunca lo superan.

ASAT toma sus enseres y, al abrir la puerta, entra una ráfaga deaire que tumba a las mujeres de la casa.

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El fortalecimiento de las águilas

Delante de las casas se encuentran ASAT, EL CLÉRIGO y los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO. Todos están inmóviles, parece que nunca se han movido de ese lugar. Se miran mientras dejan pasar el viento que sacude sus ropas.

Oscurece.

Dentro de las casas parpadea la luz de la lumbre. Las sombras delatan a las mujeres.

EL CLÉRIGO.— Durante muchos días hemos hablado entre los hombres sobre la vergüenza que ha caído en esta aldea. Todos los que luchamos junto al león, sabéis de la promesa que una vezse hizo en el campo de batalla. Has tenido mucho poder sobre las mujeres de tu casa demasiado tiempo. Las has protegido como el león que fue tu padre. Te miramos y vemos que la decencia ha terminado. Tenemos buenos hombres que ya las han elegido.

ASAT.— Quiero conocer a esos hombres.

EL CLÉRIGO.— Tu casa quedará vacía, quedará para tu madre.

ASAT.— En la casa quedaré yo con ella. No me tomará ningún hombre, aunque tenga que poner piedras en los pies de otras mujeres.

EL CLÉRIGO.— Tomas el camino más difícil.

Un rugido, una roca resquebrajándose.

ASAT.— Soy la hija del león. Nací dos veces para ser más fuerte. (Pausa) Iré a vivir a las cuevas ylo permitirás porque así te lo pidió el león verdadero.

El viento mueve a los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.

EL CLÉRIGO.— El león pidió protección para las mujeres. Nunca pidió su deshonra.

ASAT.— El león me habla en mis sueños y sé que a ti también. Y a todos. Sé los deseos del león y lucharé por ellos.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¿En sus sueños también entra?

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EL CLÉRIGO.— ¡Silencio! Quieres vivir en las cuevas para no servir a ningún hombre. Cumplo la promesa, era al pueblo. No más ultrajes de mujeres en cuevas. Me hago cargo de tu casa. Nadie habló de hombres ese día. Nadie habló de cuevas. Has servido a la aldea hasta que tu naturaleza te lo ha permitido. ¡Mírate! Sólo veo una mujer. No puedes luchar porque ningún hombre se enfrentaría a alguien más débil.

MASUT aparece en lo alto del valle.

ASAT.— Vigilaré las aldeas desde las cuevas. Me esconderé allí para que nadie me vea.

MASUT.— Respira como te enseñé.

EL CLÉRIGO.— Eres tenaz sin comparación. No distingo que haces tú que no podamos encomendar a otro hombre.

ASAT.— He cuidado del rebaño desde que mi padre se fue.

MASUT.— Respira hasta los pies.

EL CLÉRIGO.— Encontraremos a alguien que se haga cargo.

ASAT.— Vendo la leche en el mercado del pueblo todos los días.

MASUT.— Ahógate un instante y suelta el aire otra vez.

EL CLÉRIGO.— Mandaremos a un vecino.

ASAT.— Me encargo de las compras de otras mujeres que están solas.

MASUT.— Respira hasta los pies.

EL CLÉRIGO.— De esas mujeres nos cuidamos nosotros.

ASAT.— Entro en todas las casas, hablo y enseño a otras mujeres a leer.

EL CLÉRIGO.— Una mujer con un hombre no necesita leer.

MASUT.— Respira con la tierra.

ASAT.— Escondedme. Ocultad a todas las mujeres. Dadles trabajos que no queráis hacer. Despreciadlas cada día. Que duerman junto a los rebaños porque sólo sirven para traer varones.

MASUT.— Toma aire, llénate.

EL CLÉRIGO.— No pacto tu futuro contigo. (Pausa) Quieres quedarte en casa después de que tus hermanas sean tomadas. Quieres cuidar a tu rebaño mientras otros cuidan de tus hermanas. ¿Qué sentido tiene tu rebaño si no puedes comerciar con nadie?

ASAT.— Ayudaré a las mujeres.

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MASUT.— Bibi, eres fuerte.

EL CLÉRIGO.— Ayudar a las mujeres... No te importa que tus hermanas sean tomadas, pero tú no aceptas esa suerte. (Pausa.) ¿Cómo las puedes ayudar si te quedas del lado de los hombres?

ASAT.— Crecieron de otra manera. ¡No saben trepar!

EL CLÉRIGO.— He venido a decirte que ahora tú tienes que aprender de ellas.

ASAT.— ¡Mírame! Mi cuerpo no estará nunca listo para lo que tú deseas.

MASUT.— Eres fuerte. Lo he visto.

EL CLÉRIGO.— ¡Silencio! Eres más valiosa para mí siendo mujer. Tu temperamento traerá muchosvarones. Buenos varones.

Los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO se acercan lentamente al CLÉRIGO. Se colocan todos detrás de él.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— No queremos esperar. La promesa. La promesa.

EL CLÉRIGO.— El primero, que entre y elija.

Uno de los hombres entra en la casa. MASUT ruge.

EL CLÉRIGO.— Mañana tomaremos más.

ASAT.— ¿Nadie tiene un corazón noble? Soy tan hombre como todos vosotros. ¡Cobardes! ¡Luchad!

Una de las hermanas sale acompañada del hombre que acaba de entrar. La pareja se aleja. Ella sigue al hombre despacio.

Los Hombres inician la salida. EL CLÉRIGO deja una piedra a los pies de ASAT que, permanece inmóvil viendo cómo se alejan los hombres y EL CLÉRIGO.

Un rugido, una roca resquebrajándose.

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La última visita

La noche esconde a ASAT. La ventana de LEMA está abierta y ASAT se acerca.

ASAT.— ¡Lema! ¡Lema! (Golpea la madera.) ¡Asómate!

LEMA.— (Desde dentro) ¡Vuelve a tu casa!

ASAT.— Los hombres no están, se reúnen cada noche.

LEMA.— No puedo hablarte, Asat.

ASAT.— Pues sólo escúchame. Creo que… creo que tengo miedo. Se han llevado a mi hermana. Mi madre no lo entiende. Quiere que me ponga el vestido. El león me habla en sueños y sé quelos hombres no cumplen su promesa. A ti también te habla, ¿verdad?

LEMA.— …

ASAT.— Mis hermanas, mi madre… tienen hambre. Sus ojos me dicen que creen que yo soy la que les quito la comida, con mis actos. ¡No puedo salir! Fui al mercado a vender y tuve que huir, los hombres me seguían con palos. (Pausa.) Echo de menos a mi hermana. El hombre quela tomó es de otra aldea. No la vamos a ver más. ¿Conoces a ese hombre?

LEMA.— …

ASAT.— ¿Sabes de su familia? ¿De su casa?

LEMA.— (Silencio largo) Ahora tu hermana es propiedad de otro hombre. Un hombre que está enojado contigo.

ASAT.— Yo no he hecho nada.

LEMA.— Lo sé… lo sé… pero así es como nos hacen sufrir, dejándonos solas dentro de las casas.

ASAT.— Me estoy volviendo loco sin ver el cielo.

LEMA.— ¿Qué te dijeron los hombres?

ASAT.— Que nos tomarían a todas.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 33

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LEMA.— ¿Cuándo fue eso?

ASAT.— El último día que sopló el viento.

LEMA.— Entonces pronto volverán.

ASAT.— ¿Qué tengo que hacer? ¿Lucho?

LEMA.— ¿Podrás vencerlos?

ASAT.— Moriría en el intento. Pero quedarían solas mis hermanas y mi madre.

LEMA.— Tienes que elegir lo que quieres.

ASAT.— Esperaré a que vuelvan a mi puerta.

LEMA.— ¡Ya! ¡Les oigo! ¡Les siento! ¡A casa! Vuelve a casa.

ASAT.— Amiga…

La ventana se cierra.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 34

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Los sueños de las rapaces se tornan pesadillas

Algo más arriba del valle, los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO atienden a un consejo de urgencia. EL CLÉRIGO preside y la noche protege, pero la luz del alba y del león, apremian.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El león ha hablado. Ha recordado su promesa, ¡la ha reclamado! ¿Cómo no se ha cumplido? El león pidió protección, ¿por qué atacamos a su camada? El león protegió el valle, ¿no merece nada a cambio? El león trajo comida y luchó contra el enemigo, su familia no ha transgredido. El león dijo, en los sueños, que no se ha respondido a sus ruegos.

EL CLÉRIGO.— ¿Qué sabéis de la promesa? ¡No sabéis nada!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El león convierte nuestros sueños en pesadillas. Han pasado muchas noches sin descanso. El león vive. Todavía está en la aldea y se pasea entre los vivos y los muertos. ¡Todos soñamos lo mismo! Desde el último consejo, ¡todos soñamos lo mismo! ¡El consejo pide que se permita a la hija del león vivir en las cuevas! El consejo piensa en favor del pueblo. ¡Es sólo una mujer escondida, sólo una! Que se vaya, que se aleje, que nos deje y que nos devuelvan los sueños. Que regrese el descanso a la aldea.

EL CLÉRIGO.— El león pidió el deshonor para la aldea. Permití que viviera como un hombre mientras estaban solas. Ahora yo soy el león de este valle. Yo cuido con mis garras este pueblo.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El nuevo león sólo puede ser nombrado por el león que se haido.

EL CLÉRIGO.— Yo fui nombrado.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Trajiste a nuestros pies el cuerpo del león sin aire. Ninguno presenció ese nombramiento.

EL CLÉRIGO.— ¿Dudáis? ¿Pensáis que puedo manchar mi honor con una mentira? ¿Qué aventuráis?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¿Quién vio morir al león?

MASUT.— ¡Nadie!

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HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¿Quién oyó las palabras del traspaso?

MASUT.— ¡Nunca se pronunciaron!

EL CLÉRIGO.— ¡Tenéis veneno en la cabeza!

MASUT.— Están más cerca de la luz.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Quizás estamos más cerca de la luz.

EL CLÉRIGO.— La promesa se está cumpliendo.

MASUT.— No la que pedí.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— No la que pidió el león. Asat vive con la honradez de cualquier hombre.

EL CLÉRIGO.— ¡En el cuerpo de una mujer!

MASUT.— ¡Con el coraje de mil hombres!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— En las cuevas ningún forastero le verá, nadie la sentirá. Cumpliremos la promesa y el honor del pueblo no se manchará.

EL CLÉRIGO.— Nuestro honor no está en lo que rumian los demás. Nuestro honor crece con cada una de nuestras acciones, con cada uno de nuestros pensamientos. ¡Pusimos piedras a sus pies!

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— ¡Las quitaremos!

EL CLÉRIGO.— Seremos un pueblo cobarde que se guía por los sueños.

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— El león nos ha amenazado. ¿Por qué soñamos todos lo mismo cada noche? El león recuerda la promesa, la reclama. ¿Cómo no ha llegado?

MASUT.— ¿Cómo no ha llegado?

HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Pregunta. El león pidió protección y atacamos a su camada. El león protegió el valle, ¿no merece esta atención? El león trajo comida y luchó contra el enemigo.

EL CLÉRIGO.— Un enemigo erróneo. El león luchaba contra los verdaderos veladores de nuestra fe. El león se equivocó y por eso Dios os ofreció un nuevo cabeza. La voluntad de Dios fue echar al león.

MASUT.— ¡El león no se ha ido!

EL CLÉRIGO.— Tendréis que elegir. ¿Librar una nueva guerra contra mí? ¿Apoyar a los que están en contra de las palabras sagradas?

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HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO.— Hemos pasado muchos días sin descanso. ¡Todos soñamos lomismo! El tiempo está turbio, los soplos del viento nos auxilian. Ahora todo está en calma. Ahora todo está en calma: el león amenaza. Sin aire, sin soplos, estamos acorralados. Escuchemos al león.

MASUT.— ¡Yo soy el león!

EL CLÉRIGO.— El viento que nos alza es asiduo de estas tierras y volverá.

EL CLÉRIGO se da la vuelta y se aleja. Los hombres murmuran.

EL CLÉRIGO.— ¡A las casas!

Los hombres salen, murmuran y se alejan. MASUT se queda en la parte alta del valle.

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La calma invade los refugios

LAILA cocina y las hermanas toman té al fondo. MASUT vigila su casa, escucha a su familia desde la ventana. ASAT entra.

ASAT.— Siento que el tiempo se ha vuelto cálido. He vendido la leche.

LAILA.— Bien, Bibi.

ASAT.— ¿Habéis hecho té?

Una de las hermanas sirve té a ASAT que ahora se sienta en el centro de la estancia, en el mismo lugar que se sentó EL CLÉRIGO en su visita.

ASAT.— He podido ir al almendral y nadie me dijo nada, madre.

LAILA.— Estoy feliz de que hayas podido ver una última vez la calle.

ASAT.— No es la última. Lo siento como si fuera la primera. Nací dos veces y ahora siento como si lo hubiera hecho una tercera vez. ¡Toqué los árboles! ¡Corrí y jugué sin escuchar malas palabras! La voluntad del león se ha impuesto.

MASUT respira desde la ventana.

LAILA.— Quizás callan por otros mandatos. He terminado el vestido.

ASAT.— Será preciso. Me he acordado de un amigo de padre. Puede ser un buen marido para alguna de mis hermanas.

LAILA.— El vestido está cosido según tu cuerpo.

ASAT.— Hablé con mi padre y seré una mujer de las cuevas.

LAILA.— Tu padre también entra en mis sueños.

ASAT.— ¡Han desaparecido las piedras de la puerta! He vencido a los hombres.

LAILA.— El león hizo dudar a los hombres, pero es el miedo lo que provoca las acciones.

MASUT.— Yo también hablo a mi esposa.

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ASAT.— No hay piedras ni hay gritos. Soy libre. El consejo me apoyó. Lo dicen en la aldea. ¡Se escucha en el mercado!

LAILA.— Tu primo ha roto tus apoyos. Precaución…

ASAT.— ¡Mi primo no puede callar las órdenes del león!

MASUT.— Puede y esa es la razón por la que nadie dice nada.

LAILA.— Ha cumplido su amenaza.

MASUT.— Va a cumplir su amenaza.

MASUT se aleja de la casa, el viento sopla.

ASAT.— Madre, ¿qué es eso? ¿Qué amenaza?

MASUT.— Hubo una promesa como hubo una amenaza.

LAILA.— No te preocupes, Bibi, estaré a tu lado. Tendrás que… tendremos que ver cómo vivimos ahora. El dolor… no te preocupes, el dolor se instala en el corazón y nos habituamos a él.

ASAT.— Madre, dime la amenaza. ¿Madre? ¡Madre!

Laila agarra el vestido y lo desdobla. ASAT lo mira con temor.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 39

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El interminable llanto del león

MASUT aparece en las montañas. Ruge.

MASUT.— «Protegeré a tu hija aunque tenga que tomarla de segunda esposa», me dijo. No pude quitar las piedras que esperaban en la puerta de nuestra casa. Doy un paso atrás cada vez que una de vosotras sale del hogar. Me alejo y os veo a la sombra de un hombre que no os conoce. El viento ha vuelto y os ha llevado.

Las HERMANAS QUE NO MIRAN A LOS OJOS abandonan la casa en fila, lentas y agotadas. Ruge.

MASUT.— Confié en las palabras y en las promesas sin tener en cuenta el miedo que llega de otros lugares. Quería una vida mejor para todas, quería libertad.

ASAT se asoma por la ventana de su casa.

MASUT.— ¡Asat! Respira como te enseñé. Respira hasta los pies. Ahógate un instante y suelta elaire otra vez. Respira hasta los pies. Respira con la tierra. Toma aire, llénate. Así siempre encontrarás el camino para verme.

MASUT se aleja. EL CLÉRIGO y los HOMBRES QUE MIRAN DESDE EL CIELO rodean la casa de ASAT. La luz se apaga con los pasos de MASUT.Antes de desaparecer, el león se vuelve y habla a los hombres.

MASUT.— No he podido liberar a las hijas de este pueblo. Recordad que ellas viven y sus

experiencias arderán en sus hijas. Y éstas, quizás, un día, devuelvan el dolor

causado a todas las mujeres.

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El vestido de Bibi

Bibi está sentada al fondo y lleva puesto el vestido. Una cazuela hierve al fuego.

LAILA.— El agua tiene que hervir, pero las hojas de té las tienes que poner cuando las burbujas ya se han ido. Siempre debes coger el asa con un trapo doblado. Sirve el té escanciado, el té tiene que chocar en el fondo del vaso. Tiene que entrar aire. (Pausa) Cuando llegues a la casa, haz lo que te diga la otra mujer. Mira como hace las cosas para tu marido, para tu primo. Tomalas tareas más arduas. Eso no te va a costar a ti. Eres fuerte, Bibi. (Besa en la mejilla a Bibi) Ya no pienses en la mujer de las cuevas. Hubo una y ya está. Sé buena con tu marido para que te deje volver aquí, a verme y te ayude a ver a tus hermanas. (Pausa) Es un hombre bueno. Tiene muchas tierras y muchas cabras. Quiere poner una tienda en el pueblo. Sabes juntar números. Si eres buena con él, con el tiempo puede dejarte trabajar con los números. Bibi, acuérdate de rezar como las mujeres. (LAILA saca un trozo de tela bordado que tenía debajo del vestido.) Mira, Lema ha mandado esta tela. Mira los bordados, tienen oro. Dibujan algunas flores. Debesusarlo el día de tu boda. (Pausa) Yo no he podido coserte nada. No tengo nada para que te lo lleves. Hemos vivido de lo que sobraba mientras han ido tomando a tus hermanas. (Pone el trozo de tela en el regazo de Bibi) Tócalo, es suave. (Bibi no se mueve. LAILA coge la tela y la pasa por el rostro de su hija) No habías tocado nada tan suave nunca. Esta tela te la pones ese día y la guardas. Es tuya. Es lo único que te quedará de aquí. (LAILA toma la tela y cubre la cabeza de Bibi) Tienes que cubrir tu cabello y dejar una parte para cubrir la cara. La cara te la cubres cuando salgas y cuando lleguen hombres a tu casa. (Pausa) Voy a ponerte un poco de color para tapar esas marcas en tu cara. Si no tienes colores te cubres con el velo. Los golpes son tu intimidad. Merecemos todos los golpes desde que nacemos. (LAILA coge la cazuela en la que hierve el agua. Sirve otro té tal y como ha explicado a Bibi) Bebe. (Bibi toma un sorbo de té) Esperaremos a tu primo. Hija, tu primo es un buen hombre.

BIBI.— No sé si podré hacerlo tan bien como tú, mamá.

LAILA.— Pasarán días muy tristes. Lo peor de todo es no reconocer tu casa la primera mañana. Después, todo es lo mismo.

LAILA se sienta, Bibi apoya su cabeza sobre su madre. Beben té.

La estancia y el alma de los personajes oscurece.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 41