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EL Heraldo de Concordia 05-07-2013 | 13:34 por Pedro Garayalde Aquella institución llamada Café Tokio No caeremos en la desmesura si señalamos que el Café Tokio, el más antiguo, grande y r epresentativo de su género que poseyera Concordia, constituía una parte muy importan te de la vida ciudadana. Su privilegiada ubicación en la intersección de Entre Ríos y Bernardo de Irigoyen, a e scasa distancia de los cines Odeón, Rex,Splendid Park y San Martín,más su condición de h ogar preferido por la bohemia del intelecto y el arte, le conferían una personalid ad única e inigualable. El enorme local con grandes vidrieras, pintado exteriormente de marrón, tenía su única  entrada por el N° 594 de la calle Entre Ríos. Una robusta balaustrada de cedro lustrado dividía el salón en dos sectores. En el de lantero, contiguo a la entrada, se ubicaban las habituales mesas de café. Allí los p arroquianos, en tanto jugaban a la generala, solían saborear un café, un vermouth o un chopp. Este último acompañado de la especialidad de la casa: el exquisito sándwich de pasta de anchoa. Por su parte el sector trasero se destinaba exclusivamente al juego de billar. P oseía cinco mesas,todas ellas dotadas de su correspondiente iluminación cenital, así c omo taxímetros para la medición del tiempo de juego. Una de ellas, la reputada como «d e campeonato», poseía una ubicación privilegiada y era muy exclusiva, ya que se la res ervaba para ocasiones y jugadores especiales. Antes de continuar, resulta oportuno recordar dos costumbres propias de aquellas  épocas, hasta finales de la década de 1950. La primera, que no se concebía un café sin sus mesas de billar. Y la segunda, probablemente derivada de la primera, que los  cafés eran frecuentados exclusivamente por hombres. Para las parejas o las mujeres solas estaban reservadas las confiterías de aquella  época: Del Gas, en calle Entre Ríos N° 780,Las Delicias, en calle Mitre N° 26 y Colón (ac tual Cristóbal). Demás está señalar que ese resabio de machismo no era una característica distintiva de l a localidad. Se trataba de una tradición compartida con el Café Tortoni y muchos otr os de Buenos Aires, así como con los aristocráticos clubes británicos, también exclusivo s para hombres. Obviamente a ella se asimiló también el primitivo Café Ideal, de Orlando y Héctor Bruno.  Ese antiguo edificio era de menores dimensiones que el actual.Ocupaba parte del  mismo predio, lindando al Este con la Confitería del Molino de la familia Fuser ( hoy restaurante Malayka), y al Oeste con la Gomería Amiano, que ocupaba el predio de la ochava. Aunque poseía solamente una mesa de billar y completaba su oferta con juegos de aj edrez, dominó y dados, el Ideal se atuvo a ambas costumbres, desde sus inicios a f ines de la década de 1930 hasta 1956, fecha de la inauguración de su actual edificio , que fuera construido a nuevo en el mismo lugar, pero anexando el predio de la ochava. Y si bien su moderna edificación le confirió una renovada fisonomía, la novedad más tras cendente fue la desaparición del billar y los juegos de mesa. Con ello, pronto se hizo habitual la clientela mixta, tal como sucede hoy en día. COMPONENTE HUMANO Entre los rasgos más singulares del Café Tokio cabe mencionar que tuvo tres propieta rios sucesivos y que todos ellos eran inmigrantes japoneses. Sus orígenes se remontan al mes de noviembre de 1913, cuando fuera inaugurado por los señores Morchichi y Yamagata con el nombre de Café Japonés, en el local de calle E ntre Ríos 582 que posteriormente pasara a ser Casa Gregorio Furrer,mucho después un restaurante de comidas chinas y en la actualidad Maribella.

Aquella Institución Llamada Café Tokio

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EL Heraldode Concordia05-07-2013 | 13:34por Pedro GarayaldeAquella institución llamada Café TokioNo caeremos en la desmesura si señalamos que el Café Tokio, el más antiguo, grande y representativo de su género que poseyera Concordia, constituía una parte muy importante de la vida ciudadana.

Su privilegiada ubicación en la intersección de Entre Ríos y Bernardo de Irigoyen, a escasa distancia de los cines Odeón, Rex,Splendid Park y San Martín,más su condición de hogar preferido por la bohemia del intelecto y el arte, le conferían una personalidad única e inigualable.El enorme local con grandes vidrieras, pintado exteriormente de marrón, tenía su única entrada por el N° 594 de la calle Entre Ríos.Una robusta balaustrada de cedro lustrado dividía el salón en dos sectores. En el delantero, contiguo a la entrada, se ubicaban las habituales mesas de café. Allí los parroquianos, en tanto jugaban a la generala, solían saborear un café, un vermouth oun chopp. Este último acompañado de la especialidad de la casa: el exquisito sándwichde pasta de anchoa.Por su parte el sector trasero se destinaba exclusivamente al juego de billar. Poseía cinco mesas,todas ellas dotadas de su correspondiente iluminación cenital, así como taxímetros para la medición del tiempo de juego. Una de ellas, la reputada como «de campeonato», poseía una ubicación privilegiada y era muy exclusiva, ya que se la reservaba para ocasiones y jugadores especiales.Antes de continuar, resulta oportuno recordar dos costumbres propias de aquellas épocas, hasta finales de la década de 1950. La primera, que no se concebía un café sinsus mesas de billar. Y la segunda, probablemente derivada de la primera, que los cafés eran frecuentados exclusivamente por hombres.Para las parejas o las mujeres solas estaban reservadas las confiterías de aquella época: Del Gas, en calle Entre Ríos N° 780,Las Delicias, en calle Mitre N° 26 y Colón (actual Cristóbal).Demás está señalar que ese resabio de machismo no era una característica distintiva de la localidad. Se trataba de una tradición compartida con el Café Tortoni y muchos otros de Buenos Aires, así como con los aristocráticos clubes británicos, también exclusivos para hombres.Obviamente a ella se asimiló también el primitivo Café Ideal, de Orlando y Héctor Bruno. Ese antiguo edificio era de menores dimensiones que el actual.Ocupaba parte del mismo predio, lindando al Este con la Confitería del Molino de la familia Fuser (hoy restaurante Malayka), y al Oeste con la Gomería Amiano, que ocupaba el prediode la ochava.Aunque poseía solamente una mesa de billar y completaba su oferta con juegos de ajedrez, dominó y dados, el Ideal se atuvo a ambas costumbres, desde sus inicios a fines de la década de 1930 hasta 1956, fecha de la inauguración de su actual edificio, que fuera construido a nuevo en el mismo lugar, pero anexando el predio de laochava.Y si bien su moderna edificación le confirió una renovada fisonomía, la novedad más trascendente fue la desaparición del billar y los juegos de mesa. Con ello, pronto sehizo habitual la clientela mixta, tal como sucede hoy en día.

COMPONENTE HUMANOEntre los rasgos más singulares del Café Tokio cabe mencionar que tuvo tres propietarios sucesivos y que todos ellos eran inmigrantes japoneses.Sus orígenes se remontan al mes de noviembre de 1913, cuando fuera inaugurado porlos señores Morchichi y Yamagata con el nombre de Café Japonés, en el local de calle Entre Ríos 582 que posteriormente pasara a ser Casa Gregorio Furrer,mucho después unrestaurante de comidas chinas y en la actualidad Maribella.

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En 1920 cambió tanto de firma como de nombre: sus nuevos dueños, los señores Kaihara Hnos., lo rebautizaron como Café Tokio.Pero transcurrido apenas un año, o sea en 1921, dicha firma lo transfirió a la sociedad integrada por los hermanos Masarú, Shuso y Kazuo Horita y el señor Keiko Inohuye, quienes en 1923 lo trasladaron a su última ubicación, en la intersección de Entre Ríos y Bernardo de Irigoyen esquina suroeste (o sea el mismo predio hoy ocupado porla Galería Concordia).Seguramente el apellido Inohuye será particularmente recordado por Toshiro, hijo de Keiko. De profesión ingeniero agrónomo y propietario de la florería Santa Amelia, fue el creador, organizador y primer director del Vivero Municipal, lo que se tradujo en la exquisita ornamentación de plazas, parques y calles, preferentemente con especies nativas.Fue también el fundador de la primera academia local de artes marciales con especialidad en yudo, además de un destacado tirador con armas cortas, en la época del apogeo del Tiro Federal, al que representó en numerosas competencias nacionales.

Dos hijos de Masarú Horita tenían a su cargo la atención al público. Éstos eran Missoru Horita y Kichi Horita (apodado «Pepe»).Además trabajaban otros dos mozos, también japoneses y uno (el único) no japonés.Los mozos japoneses eran Yosimi Higashima(apodado Roberto) y Sadaichi Ohya. Ambos se afincaron y formaron familia en Concordia. El primero con Sara Delfín y el segundo con Susana Morilla. Sus descendientes continúan radicados en nuestra ciudad.Cabe recordar que la presencia de Sadaichi Ohyaen Concordia obedeció a una circunstancia fortuita que le cambió la vida.Siendo Segundo Oficial de un transporte de 10.000 toneladas de la marina mercante japonesa, debió descenderen el puerto de Buenos Aires para internarse, aquejado de una grave enfermedad. Felizmente pudo restablecerse.Pero enamorado del país y su gente, resolvió no esperar el regreso de subarco y radicarse primero en Buenos Aires y luego en Concordia, donde tenía trabajo seguro con sus compatriotas.Pero quienes jugábamos al billar en el Tokio no lo recordamos por esa anécdota, quedesconocíamos,sino por su carácter alegre y bonachón. A nosotros los adolescentes, solía destinarnos su broma favorita cuando, una vez concluida la partida de billar, nos disponíamos a abandonar el local. En ese momento él se acercaba con rapidez y leespetaba al más cercano: «¡Eh, pagá!». Entonces, cuando el interpelado le respondía sorpreido: «¡Pero Ohya, si ya te pagué!»,él le contestaba risueñamente en su dificultoso castello: «¡No, pagá la luz!»(por «apagá la luz», refiriéndose a la iluminación de la mesa).El único mozo no japonés era Juan Rodríguez, a quien todos conocíamos como «Juancito». Sebía hecho muy popular por las razones que expondremos a continuación.

REMINISCENCIASEntre las diversas características sui generis que ostentaba nuestro Café Tokio, sedestacaba un espectáculo singular y gratuito que brindaba a los parroquianos casitodos los viernes. Sus protagonistas eran el mozo Juancito y el administrador de la antigua Cooperativa Arrocera, con oficinas frente al Parque Ferré, cuyo nombre desconozco.Ellos a partir de las 20 se trenzaban en una partida de carambola libre en la mesa de campeonato, seguidos con atención por la siempre numerosa clientela, entusiasmada por el excelente juego de ambos.Pero lo más insólito de estos encuentros era que siempre se realizaban dentro del horario de trabajo de Juancito, bajo la tolerante mirada de los propietarios. Aunque en verdad él siempre trataba de minimizar ese privilegio,aprovechando en todo lo posible el respiro que le daba cada turno de juego, para retornar prontamentea la atención de las mesas del sector a su cargo.Otra presencia periódica que también concitaba la atención de los aficionados al billar era la de Miguel Rebot(apodado «Raco», por su semejanza física con Raco el Extra, un personaje creado por el caricaturista Ramón Columba). Para dar una idea de la habilidad innata de este jugador concordiense hoy fallecido, baste mencionar que llegó a disputar la final del Campeonato Argentino de Carambola Libre. Lo que despertaba mayor admiración entre nosotros era su sorprendente dominio de la afamada «tacada americana», un exquisito recurso técnico que permitía avanzar con las tres bolas si

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empre juntas y pegadas a una banda, mientras se ejecutaban series interminablesde carambolas en escasos minutos.

VISITANTES ILUSTRESEs incontable la nómina de las personalidades que en su paso por Concordia, frecuentaron este popular café. Quizá una de las más recordadas sea la de Carlos Gardel en 1923, oportunidad en que, según se recuerda, jugara al billar con Keiko Inohuye.Otro ilustre y asiduo concurrente fue el colombiano Alberto Lleras Camargo, dosveces presidente de su país, además de miembro fundador y primer presidente de la Organización de Estados Americanos (OEA), a quien durante su paso por Argentina, tanto EL LITORAL de Concordia como LA NACIÓN de Buenos Aires, tuvieron el raro privilegio de contar entre sus redactores.Sus inseparables compañeros de mesa en el Café Tokio eran Gregorio Suárez Bidondo, «el Coco» Loinas y «el Negro» Candia,sus colegas de ELLITORAL.

En cuanto a la gente de teatro, baste mencionar a los famosos hermanos Podestá. Yrespecto a la música, imposible ignorar a eximios concertistas de piano, tales como Amparo y José Iturbi, Claudio Arrau,Antonio de Raco, Wilhelm Backhaus y Witold Malkuzinsky, venidos a nuestra ciudad para ofrecer sus memorables recitales en el Odeón. Las páginas del desaparecido diario EL LITORAL dejaron testimonio de la presencia de Malkuzinsky en el Tokio, compartiendo una mesa con Marcelo Failde-crítico musical de ese medio- y otro colega. Fue el 22 de agosto de 1950,poco antes del primero de los dos recitales que ofreciera en Concordia.Y si retornamos al ámbito billarístico,no cabe omitir a varias celebridades que lo visitaron en diversas oportunidades,para realizar exhibiciones de billar fantasía.Fueron los argentinos Pedro Leopoldo Carrera, Ezequiel Navarra y Enrique Navarra, quienes alternativamente llegaron a ser campeones mundiales, tanto de carambola libre como a tres bandas.

EL CIERREEl cierre del Café Tokio sobrevino cuando la familia Ruda Vega, propietaria del local, optó por no renovar el contrato de alquiler, pues había resuelto construir en esa esquina un edificio con salones comerciales y departamentos (la actual GaleríaConcordia). Debido a ello varios de los dueños del café debieron emigrar en busca de nuevos horizontes.

De ellos, sólo quedó en Concordia Kichi «Pepe» Horita (cuyos descendientes aún residen aqu, quien pasó a prestar servicios en el Café Ideal como mozo, conjuntamente con Sadaichi Ohya.Lamentablemente Yosimi Higashimano pudo ver el cierre, pues había fallecido en 1954. Por su parte «Juancito» Rodríguez, por su edad, pudo jubilarse de inmediato.

LA DESPEDIDAObviamente el día del cierre definitivo, que venía siendo anunciado con antelación, constituyó todo un acontecimiento para Concordia. Fue masiva la concurrencia de gente deseosa de despedirlo con el último café, como el tango. Incluso muchos nostalgiosos pudimos jugar la última partida de carambola y hasta tomarnos fotografías junto a las mesas de billar. Fue el 31 de octubre de 1957, en medio de una lluvia torrencial. Ese día cerró sus puertas a la medianoche,como siempre. Y para siempre.