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CIENCIA Y RELIGIÓN Apuntes y lecturas Dr. Rubén Darío Sánchez Pardiño EDITOR

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CIENCIA Y RELIGIÓN

Apuntes y lecturas

Dr. Rubén Darío Sánchez Pardiño EDITOR

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CBCS PRESS Printed in United States of America

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CONTENIDO

1 Ciencia y religión: ¿Persiguiendo un mismo objetivo? Pág. 5 Dr. Mart de Groot

2 Buscando a los antepasados de Adán, Pág. 14 Dr. Elaine Kennedy

3 Evolución y salvación Pág. 31 Dr. Richard Rimmer

4 ¿Catastrofismo? ¡Sí!, Pág. 36 Dr. Ariel A. Roth

5 Dios, el gorrión y la boa esmeralda, Pág. 53 Dr. John T. Baldwin

6 ¿Casualidad o diseño?, Pág. 68 Dr. Ariel A. Roth

7 Buscando a los antepasados de Adán, Pág. 83 Dr. Elaine Kennedy

8 Evolución y salvación, Pág. 95 Dr. Richard Rimmer

9 El enigma de las aves migratorias: Otra evidencia de diseño inteligente, Pág. 100 Dr. Kyu Bong Lee

10 ¿Hay diseño en la naturaleza?, Pág. 113 Dr. L. James Gibson

11 La Entropía confirma la creación, Pág. 128 Dr. Ricardo Bentancur

12 Dios y la ciencia, Pág. 134 Dr. Gean Fiori

13 La ética de los investigadores: Un llamado a la responsabilidad, Pág. 138 Dr. Katrina A. Bramstedt

14 La Evolución, ¿Teoría o Realidad?, Pág. 146 Dr. W. L. Emerson

15 La naturaleza: ¿Un rompecabezas?, Pág. 154 Dr. J. Mailen Kootsey

16 Los datos y su interpretación: Cómo diferenciarlos, Pág. 167 Dr. Elaine Kennedy

17 La Corteza Terrestre, ¿está adaptada para la vida por casualidad?, Pág. 181 Prof. Ricardo M. Ritland

18 La Evolución y la Realidad Científica, Pág. 186 Dr. Ernesto S. Booth

19 La fe y la ciencia: ¿Pueden coexistir?, Pág. 192 Dr. Leonard Brand

20 El Cálculo Radiactivo de la edad, Pág. 204 R.A. 21 El modelo del Big Bang: Una evaluación

Dr. Mart de Groot 22 ¿Es confiable el método de fechado por Carbono 14?, Pág. 222 R.A. 23 ¿Son convenientes las mutaciones?, Pág. 227

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24 Rastros del Diluvio que pueden comprobarse, Pág. 231 Prof. Enrique Mardones

25 Isaac Newton: hombre de ciencia y teólogo, Pág. 237 Dr. Ruy Carlos de Camargo Vieira

26 En busca del arca de Noé, Pág. 246 Dr. David Merling

27 ¿Cabían todos los animales en el arca?, Pág. 258 R.A. 28 Posición de la Iglesia Adventista sobre creacionismo.

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1 Ciencia y religión: ¿Persiguiendo un mismo objetivo?

Dr. Mart de Groot El debate entre la ciencia y la religión es tan antiguo como lo son la ciencia y la

religión mismas. Pretendiendo poseer una revelación especial de Dios, la religión a menudo se ha remontado hacia alturas vertiginosas y en ocasiones, en su búsqueda de la verdad y un entendimiento de los misterios de la vida, se ha opuesto a la ciencia. La ciencia, pretendiendo ser humilde al tratar solamente con lo que se puede percibir por medio de los sentidos, también ha llegado a ser arrogante en algunas ocasiones, al negar todo papel o aún valor a la fe religiosa en la vida humana.

Y continúa la furiosa batalla. Sin embargo, al acercarnos al albor de un nuevo milenio, ¿existe alguna posibilidad de que la materia de la fe y la fe en la materia puedan llegar a tener algún punto de contacto? ¿Cuáles son las metas del cristianismo y las de la ciencia? ¿Podemos concebir objetivos en común para ambos? ¿Dónde yace la respuesta definitiva a las preguntas humanas?

Pero antes, permítanme presentarme. Soy un cristiano adventista practicante, apoyo la revelación bíblica de la verdad y me interesan en especial las profecías. Además soy un astrónomo profesional, con un gran interés por la cosmología, su orden y belleza. Mi fe y mi profesión no me han presentado problemas insuperables. Con esta convicción abordo las preguntas mencionadas anteriormente.

De qué trata el cristianismo La fe cristiana está fundamentada en Dios como se revela en la Biblia. Esta afirma

que Dios creó a los seres humanos (Génesis 1:26, 27; 2:18, 21-23); que los instruyó acerca de la manera en que debían vivir (Éxodo 20:1-17; Miqueas 6:8; Mateo 22:36-40); que los salva de su situación pecaminosa (Ezequiel 36:26, 27; Romanos 7:24, 25; Efesios 5:25-27); y promete darles un futuro de satisfacción y felicidad eterna (Juan 14:1-3; Apocalipsis 21, 22).

A pesar de que la Biblia fue escrita por seres humanos, ella misma afirma que Dios es su autor verdadero (2 Timoteo 3:16, 17). Este Dios nos invita a conocerlo (Juan 17:3). El propósito principal de la Palabra de Dios es permitirnos entablar esa relación especial que promueve el desarrollo pleno de nuestro potencial. Juan trata este tema, ligándolo a otros dos aspectos de nuestra relación con él (1 Juan 2:13, 14). En primer lugar, conocer a Dios como aquel “que es desde el principio”—el Creador*. En segundo lugar, relacionarse con Dios como aquellos que “han vencido al maligno”—una victoria basada en la revelación de Dios por medio de su Hijo Jesucristo (1 Juan 5:4, 5) —.La Biblia nos invita a tener fe en Dios como Creador y Redentor, la clase de fe sin la cual no es posible agradarle (Hebreos 11:6).

De qué trata la ciencia En primer lugar la ciencia intenta satisfacer la curiosidad humana. Dios nos creó

con un deseo innato de investigar y saber. Consideremos la astronomía, por ejemplo, que busca responder a preguntas que tanto los hombres como las mujeres han formulado desde que comenzaron a mirar hacia el cielo. ¿Qué son las estrellas? ¿Cómo surgieron? ¿Afectan

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nuestra existencia aquí en la tierra? Pero, aparte de satisfacer nuestra curiosidad natural, la ciencia también desea investigar y subyugar la naturaleza para beneficio de la humanidad, lo cual es un fuerte argumento a favor de la investigación científica.

Cuando Dios declaró que Adán y Eva debían “señorear” sobre su creación (Génesis 1:26), fue con la idea clara de que debían asumir responsabilidad por el bienestar del medio ambiente atmosférico, mineral, vegetal y animal. De hecho, Dios puso al ser humano en el huerto del Edén “para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15). Por lo tanto, desde el principio debía existir una interacción responsable y provechosa entre los seres humanos y la naturaleza.

La naturaleza y la fe Si el cristianismo pone énfasis en la necesidad de creer, y la ciencia asegura la

necesidad de entender el mundo que nos rodea, ¿existe algún nexo entre la fe y la naturaleza? Yo creo que sí, y para descubrirlo deberíamos buscar en los dos libros de Dios, la revelación divina por medio de la Palabra de Dios y la naturaleza. Cuando David declaró: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1), no estaba meramente expresando la poesía que brotaba de su corazón musical. También estaba expresando un concepto fundamental de la concepción bíblica: uno no puede ver las maravillas de la naturaleza sin dar testimonio de su fe en Dios. Ya que la gloria de Dios es su carácter1, podemos entender que este pasaje dice, “La naturaleza declara el carácter de Dios”.

Sin embargo, podría existir un problema. Para Adán y Eva pudo haber sido relativamente fácil entender a Dios mientras caminaban por el Jardín del Edén perfecto, pero para sus hijos debe haber sido mucho más difícil tener el mismo entendimiento claro, ya que crecieron en medio de “cardos y espinas”, dolor y lágrimas. La obra divina en la naturaleza está tan dañada debido a la aparición del pecado que la reflexión de su carácter en la naturaleza no se puede discernir de manera tan clara como antes de la entrada del mal. Inmediatamente esto hace que surja una pregunta: El pecado ¿afectó solamente a la Tierra, el hogar humano, o también a nuestro medio ambiente espacial?

Antes de que el espacio llegara a ser el objeto de preguntas e investigaciones científicas, los cristianos generalmente creían que los seres humanos nunca llegarían a viajar al espacio y de ese modo contaminar el medio ambiente más allá con el pecado. Se tomaba Salmo 115:16 (“Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres”) de manera bastante literal atribuyéndole precisamente ese significado. Hoy en día conocemos más: hemos dejado nuestras huellas en la luna y la inmensidad del espacio ha llegado a estar bajo el continuo estudio de la ciencia. De este modo, uno puede preguntarse legítimamente, ¿existe algún lugar creado por Dios donde el pecado no ha entrado o en el cual no se ha sentido su influencia?

Aunque no necesitamos especular acerca de aquello que no es conocido o que no ha sido revelado, tenemos esta seguridad: “La tierra, arruinada y contaminada por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria del Creador. Es cierto que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada página del gran volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura de su mano. La naturaleza aún habla de su Creador. Sin embargo, estas revelaciones son parciales e imperfectas”.2 “Los cielos podrán ser para ellos (los jóvenes) un libro de estudio, del cual pueden aprender lecciones de sumo interés. La luna y las

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estrellas pueden ser sus compañeros, hablándoles del amor de Dios en el lenguaje más elocuente”.3 De este modo, la naturaleza continúa hablando de Dios. Y, por supuesto, tenemos la Palabra escrita que proclama la naturaleza y la gloria de Dios.

Muchos consideran que los dos libros de Dios se refieren a distintos asuntos. Un libro nos cuenta acerca de la naturaleza mientras que el otro nos cuenta acerca de su Hacedor. Sin embargo, aunque los dos libros son diferentes, ambos son ejemplos de cómo Dios se comunica con nosotros. Por medio de uno nos habla acerca de sus obras —lo cual se denomina revelación general de la naturaleza—. En el otro, nos habla acerca de sí mismo —lo cual se conoce como revelación especial—.

La revelación general contesta inquietudes acerca del universo físico: ¿Cómo funciona la naturaleza? ¿Cómo se relaciona una cosa con la otra? ¿Cómo se entienden el orden y el ritmo, el caos y la descomposición, el espacio y el tiempo? Se puede responder a estas preguntas por medio de la observación del mundo natural y el uso de métodos científicos.

La revelación especial contesta inquietudes que van más allá del mundo físico: ¿Por qué se encuentra la naturaleza en el estado en que está? ¿Cuál es el significado y el propósito de la vida? ¿Debemos rendir cuentas ante un ser superior? ¿Cómo nos relacionamos con Dios? ¿Cómo se puede resolver el problema del pecado y su poder destructor? ¿Hay vida más allá de la muerte? Las respuestas a estas preguntas presuponen la existencia de un poder o un ser superior, y caen fuera del alcance de las ciencias naturales. Ese poder superior —a quien llamamos Dios— se ha revelado por medio de la Biblia. Allí podemos encontrar las respuestas para algunas de las grandes inquietudes de la vida.

Ya que tanto la naturaleza como la Biblia poseen el mismo Autor que no miente ni puede hacerlo (Números 23:19; Tito 1:2), las respuestas que se obtienen de la Biblia no pueden estar en contradicción con las que se obtienen de la naturaleza sobre los temas que tratan ambos libros. Esto no significa que los estudiantes de la naturaleza y los estudiantes de la Biblia siempre concuerdan acerca de la interpretación de la información. La Biblia deja claro que puede ser entendida por aquellos que tienen discernimiento espiritual, esto es, aquellos que al estudiarla toman en cuenta el Espíritu de Dios (1 Corintios 2:6-16). Esta verdad ya se había proclamado en los tiempos del Antiguo Testamento y parece extender la condición de espiritualidad más allá del estudio de la Biblia hacia la investigación de la naturaleza. Por lo tanto, el conocimiento de Dios y el reconocimiento de su existencia y sabiduría son necesarios para obtener un entendimiento más profundo de los problemas planteados por la naturaleza.

Al esforzarnos por conocer a Dios mediante el estudio de sus dos libros, debemos recordar que no podemos obtener respuestas satisfactorias a través del estudio de uno y el descuido del otro. Alberto Einstein entendió este principio complementario cuando dijo: “La ciencia sin la religión es coja; y la religión sin la ciencia es ciega”.4

Objetivos en común de la ciencia y el cristianismo Sin embargo, no necesitamos ser cojos o ciegos. ¿Existen objetivos en común

acerca de los cuales pueden concordar la fe cristiana y la ciencia y proyectos en común en los cuales se pueden embarcar? Si la naturaleza y la Biblia son dos maneras que Dios ha escogido para comunicarnos información importante, y si estos dos libros nos pueden

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ayudar en nuestra búsqueda de empresas en lo físico y espiritual, entonces ¿no es lógico que tanto la ciencia como la Biblia, la razón y la fe, deben jugar algún papel en nuestra vida espiritual e intelectual? En otras palabras, ¿no deberían nuestro origen, propósito y futuro ser informados y guiados por lo que nos revelan la fe y la razón?

Considera la apelación de Isaías: “Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio” (Isaías 40:26). Aquí se nos presenta una invitación de Dios a estudiar sus obras manifestadas en los planetas, estrellas y galaxias. ¿Por qué debemos realizar tal estudio? En primer lugar, para obtener un conocimiento personal de Dios. En segundo lugar, para descubrir que nuestro Creador es grande en poder y que es eterno. En tercer lugar, para descubrir por qué Dios creó este gran universo. Dios no desea que todos seamos astrónomos, pero sí quiere que estudiemos y meditemos en su maravillosa creación. Tanto el estudio de esta tierra como el estudio de lo extraterrestre nos permiten conocer no sólo la grandeza de Dios sino también la responsabilidad de ser sus mayordomos.

Esto presenta preguntas importantes. ¿Es la mayordomía la única razón para la investigación científica o tenemos razones adicionales? Tanto el estudio científico del universo físico como un estudio con un enfoque más espiritual con el propósito de conocer a su Hacedor deben estar íntimamente ligados. Por lo tanto, lamento que exista cualquier separación entre estas dos disciplinas.

Notemos la tendencia reciente en la cosmología. Hace unos setenta años, la cosmología se embarcó en una dirección que ha llevado a una explicación física aparentemente satisfactoria acerca del origen del universo. Aunque hay muchos detalles que aún se deben entender, el modelo del Big Bang acerca del origen del universo ha sido aceptado por la gran mayoría de los científicos como un marco dentro del cual se espera que se pueda realizar mayor progreso.5 La colaboración entre la astrofísica, la física de partículas y la física teórica ha conducido a formarse una idea acerca de los primeros momentos de la existencia del universo. Sin embargo, también ha conducido al reconocimiento de que hay una barrera en el tiempo más allá de la cual hasta nuestras mejores teorías no pueden penetrar. Los primeros microsegundos del universo permanecen velados por el misterio. Es más, los cosmólogos han llegado a reconocer que muchos aspectos del universo requieren una afinación muy precisa de las condiciones iniciales y de los valores de las constantes físicas. Esta barrera del tiempo y la afinación precisa han conducido hacia un interés renovado en las antiguas preguntas acerca del diseño del universo, el posible diseñador, y lo que ocurrió en esa primera fracción de segundo o aún antes. Mientras que las investigaciones científicas han provisto muchas respuestas acerca del funcionamiento de la naturaleza, también han hecho surgir preguntas más profundas. Muchas de ellas están relacionadas con nuestras preocupaciones más profundas acerca de la vida, su origen, su propósito y su futuro. Entonces, es razonable que algunos científicos sugieran que sólo Dios puede dar respuestas a estas preguntas.6 Otros, sin embargo, han rehusado admitir que Dios juega algún papel en ello, esperando que el continuo progreso de la ciencia algún día responderá a sus preguntas inquietantes. Todavía otros sostienen que las preguntas más profundas caen fuera del alcance de las ciencias naturales y que es mejor dejarlas a los filósofos y teólogos. Veamos estas tres actitudes.

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Tres actitudes acerca de las preguntas sin respuesta En primer lugar, Dios es la respuesta a todas nuestras preguntas, comunicándonos

la verdad ya sea por medio de la Biblia o por medio de la iglesia. Mientras que para muchos cristianos esto puede parecer una opción atrayente, debemos percibir los peligros que yacen en ella. Imaginemos a una persona del S XVI que no puede entender por qué los planetas giran alrededor del sol. La mayoría de los científicos y teólogos de ese tiempo enseñaban, supuestamente basados en la revelación divina en las Escrituras, que la Tierra es el centro de nuestro sistema planetario. Sin embargo, un siglo más tarde, Isaac Newton explicó este misterio por medio de la ley de la gravedad. El avance de la ciencia ha ofrecido numerosas ocasiones en las cuales hubo que abandonar afirmaciones anteriores de la participación directa y milagrosa de Dios. Este enfoque del “Dios de las brechas”, que busca asignarle todos los fenómenos inexplicables del universo, está equivocado y corre el riesgo de hacer que este “Dios” eventualmente llegue a ser innecesario. Los que creen que Dios juega un papel activo en nuestro universo lo hacen porque encuentran muchas evidencias de un diseño inteligente y han establecido una relación personal con él.

En segundo lugar, la ciencia ofrece la respuesta a todas nuestras preguntas. Debido a progresos científicos recientes, algunos creen que, si se le diera suficiente tiempo, la ciencia podría contestar a todas nuestras preguntas. Ellos ignoran las limitaciones obvias de la ciencia y su naturaleza tentativa. Es más, la ciencia puede responder mejor a las preguntas del “cómo” antes que las del “por qué”. Dios, que nos creó como individuos inquisitivos, ha escogido revelarnos o poner a nuestra disposición algunas cosas y otras no. (Ver Deuteronomio 29:29.) Las que han sido reveladas son vitales para nuestra relación con él. Cuando entremos ante su presencia eterna, podremos hacer todas aquellas otras preguntas cuyas respuestas están hoy veladas por el misterio, lo cual no nos da permiso a ser perezosos o a desanimarnos en nuestras actividades científicas. Más bien, debería llevarnos a reconocer que existen muchos aspectos de Dios y su creación que todavía permanecen ocultos para nosotros.

En tercer lugar, la filosofía y la teología pueden dar respuestas a nuestras preguntas. Dependiendo de la constitución mental de cada uno de nosotros, podemos llegar a elegir entre la filosofía (metafísica) y la teología o tratar de combinarlas de alguna manera para encontrar respuestas a preguntas que van más allá de lo científico. Los cristianos se dan cuenta de que, en tanto que estas disciplinas están basadas en la lógica y el razonamiento humano, nunca llegarán al blanco mientras no tomen en cuenta la existencia y el poder del Creador de todas las cosas. Esta es precisamente la debilidad de toda la filosofía y teología no cristianas.

No obstante, hasta la teología cristiana no puede responder a todas las preguntas. Así como nuestra interpretación de los fenómenos naturales se ve estorbada por las barreras del espacio, el tiempo y el entendimiento, también nuestra interpretación de la Palabra es imperfecta. Además, somos criaturas finitas cuya capacidad mental no puede comprender plenamente la mente del Creador. (Ver Isaías 55:8, 9; Romanos 11:33.)

Conclusión La curiosidad humana no está limitada solamente a los aspectos físicos de la

naturaleza. También ha motivado a que se formulen preguntas más profundas sobre el origen, propósito y destino de los seres humanos. La intención divina al crear el universo y

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poblarlo con criaturas inteligentes no era solamente proveernos muchos campos interesantes de estudio, sino también conducirnos a él como el Creador y, por medio de eso, llevarnos a un entendimiento más profundo de que nuestra existencia depende totalmente de él.

Una de las perversiones más exitosas de Satanás es que ha logrado separar la ciencia de la religión, y por medio de ese proceso ha corrompido nuestro entendimiento de nuestro Creador y su relación salvífica para con nosotros. De esta manera, la filosofía despojada del cristianismo no puede responder a las preguntas difíciles porque ignora a Aquel que es la respuesta. Tampoco puede la teología por sí misma responder a todas estas preguntas si se autolimita al mero estudio de la revelación especial. Y tampoco la ciencia sola puede proveer las respuestas necesarias, especialmente si ignora el papel legítimo de Dios como Creador. Solamente cuando la ciencia, la teología y la filosofía cristiana colaboren —dándole prioridad a la Palabra revelada de Dios, la Biblia— llegaremos a obtener respuestas satisfactorias. Cuando reconozcamos la omnisciencia de Dios y nuestras limitaciones, y expresemos nuestro respeto y amor por él, cumpliremos con su propósito original al invitarnos a contemplar su poder creador y salvífico.

Notas y referencias * Todos los pasajes bíblicos han sido citados de la Versión Reina Valera, 1960. 1. White, Elena: Obreros evangélicos (Buenos Aires, Argentina, Asociación Casa

Editora Sudamericana, 1986), p. 431. 2. White, Elena: La educación (Buenos Aires, Argentina, Asociación Casa Editora

Sudamericana, 1964), pp. 14, 15. 3. White, Elena: The Youth´s Instructor, 25 de octubre, 1900. 4. Frank, P.: Einstein: His Life and Times (New York, Alfred A. Knopf, 1947). 5. Ver mi artículo: “El modelo del Big Bang: Una evaluación”, Diálogo 10:1

(1998), pp. 9 - 12. 6. Jastrow, Robert: God and the Astronomers (New York, W.W. Norton y Co.,

1978), p. 116.

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2 Buscando a los antepasados de Adán

Dr. Elaine Kennedy Los biólogos evolucionistas están convencidos de que los seres humanos

descienden de criaturas semejantes a los simios. A pesar de las diversas discusiones acerca de las teorías de los linajes simiohumanos, los paleoantropólogos están de acuerdo con ellos. La respuesta cristiana a estas afirmaciones ha sido variada. Algunos cristianos concuerdan con los hombres de ciencia en cuanto al origen de los seres humanos pero sostienen que en algún momento en el pasado los seres humanos adquirieron un alma inmortal, sentido moral y/o la habilidad de razonar. Otros, incluyendo a los adventistas, aceptan el relato del Génesis como el registro de un evento histórico.

¿De dónde vino Adán? ¿Fue creado del polvo de la tierra por un Creador inteligente o desciende de una criatura semejante al simio? Sabemos lo que dice la Biblia, pero, ¿concuerda con ella el “libro de la naturaleza”?

Qué es un ser humano Aunque algunos dueños de animales domésticos podrían discutirlo, el sentido

estético y el moral, el libre albedrío y un lenguaje complejo separan a los seres humanos de los animales.1 Los esqueletos extinguidos de apariencia humana no pueden proveernos este tipo de información. Considerando que a los científicos no les es posible hablar con los organismos que supuestamente sean nuestros antepasados como para determinar cuán humanos eran, los investigadores se basan en los rasgos estructurales de los huesos fósiles y en la información genética de simios y de seres humanos actuales.

Los seres humanos modernos se distinguen por varios rasgos del cráneo. Se pueden reconocer fácilmente tres características notables: (1) En los seres humanos modernos una parte del hueso de la mandíbula inferior sobresale hacia adelante para formar el mentón. (2) Los seres humanos modernos tienen el ángulo de la cara muy chato porque carecen de un hocico y tienen la frente inclinada hacia atrás. (3) Tienen la porción superior del cráneo más ancha que la base del mismo. Por lo tanto, no parece ser demasiado difícil poder determinar si un esqueleto fósil pertenece a un ser

Los homínidos Homínido es el nombre que se les da a los primates bípedos, incluyendo todas las

especies de los géneros Australopithecus y Homo. Los australopitecinos incluyen el género Australopithecus y, para algunos investigadores, el Paranthropus. Los hominoideos se refieren a los miembros del género Homo. Tomando como base el tipo de cuerpo, los australopitecinos se dividen en dos grupos: (1) Las formas gráciles, semejantes al simio, de huesos pequeños y más frágiles incluyen el A. ramidus (el hallazgo australopitecino más reciente, que en la actualidad ha sido propuesto como el fósil más cercano al “eslabón perdido” o antepasado común de los simios y los seres humanos); el A. afarensis (se ha encontrado una “comunidad” de fósiles; un esqueleto completo en un 40 por ciento,

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conocido popularmente como “Lucy”); y el A. africanus (el “Niño de Taung”, nombrado así por la localidad cercana al lugar donde se lo encontró). (2) Las formas robustas con semejanza de simio incluyen el A. aethiopicus (un esqueleto con algunos rasgos diferentes de los del A. afarensis, conocido como “cráneo negro”), el A. robustus y el A. boisei. Algunos investigadores colocan todas las formas robustas en el género Paranthropus.2

Al género Homo —al cual pertenecen los seres humanos—, se le asignó un número de especies: el H. habilis (material fragmentario de una especie pequeña, encontrado cerca de unas herramientas de piedra, conocido como el “Hombre habilidoso”); el H. rudolfensis (de cráneo grácil y material óseo notablemente más grande que el del H. habilis, aunque había sido asignado anteriormente a aquella especie); el H. erectus (más de 200 fósiles individuales popularmente designados como erguidos, incluyendo el Hombre de Java y el Hombre de Peking); el H. ergaster (de cráneo y material óseo anteriormente asignado a los erguidos y ahora distinguido por la mandíbula inferior y la estructura dental como una especie separada, conocida como “el muchacho de Turkana”); el H. heidelbergensis (“hombre de Rodesia”, un H. sapiens arcaico previamente identificado como un erguido, a veces catalogado como H. sapiens heidelbergensis, una subespecie del H. sapiens —la especie tiene una capacidad craneana mayor que la de los erguidos—); el H. neanderthalensis (una especie robusta comúnmente descrita como un “hombre de las cavernas”, cuyos restos de esqueleto frecuentemente muestran evidencias de un trauma, a veces catalogado como H. sapiens neanderthalensis); y finalmente, el homo sapiens u homo sapiens sapiens (seres humanos modernos).3

Diferentes perspectivas de la investigación En la búsqueda del origen de los seres humanos, hay tres grupos principales de

científicos —los paleoantropólogos, los filogenetistas evolucionistas y los antropólogos moleculares—, los cuales se aproximan al problema desde tres perspectivas muy diferentes. Los paleoantropólogos se concentran en los rasgos físicos de los esqueletos de homínidos y en el uso de herramientas. Los filogenetistas evolucionistas describen las similitudes o parentescos de los organismos. Los antropólogos moleculares enfatizan las semejanzas de proteína y del ADN entre los homínidos. Algunos rasgos físicos de los homínidos. Los paleoantropólogos son científicos que estudian exclusivamente los orígenes del ser humano. Al comparar la estructura de los esqueletos o los rasgos morfológicos en los homínidos, creen que han encontrado varios rasgos de hominoideos y de semejanza de simio en estos fósiles. Estos rasgos aparecen en una de las especies más importantes de los australopitecinos, los Australopithecus afarensis.

El Australopithecus afarensis, un homínido popularmente conocido como “Lucy”, tiene una articulación de cadera que no es ni muy semejante a la del simio ni a la humana. Mientras parece claro que los australopitecinos no caminaban sobre los nudillos como los simios modernos, las articulaciones de la cadera estaban suficientemente rotadas hacia adelante como para no ser confundidas con las articulaciones de las caderas de los seres humanos modernos. (Uno de los criterios que ha sido utilizado para identificar al género Homo es la posición de paso completamente erguida.) Otra estructura señalada por los paleoantropólogos como evidencia de un eslabón australopitecino entre simios y seres humanos es la curvatura de los huesos de los dedos de las manos y de los pies. Los dedos de las manos y de los pies del australopitecino, no son tan rectos como los dedos de las

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manos y de los pies de los seres humanos, pero el nudillo no es tan simple como el de un chimpancé.4 Se han identificado una cantidad de estos rasgos semisimios, semihumanos en las extremidades de los australopitecinos. Además, la disminución del tamaño de los dientes desde adelante hacia atrás en la boca es un rasgo similar al arreglo de los dientes en los hominoideos.5

Los rasgos de apariencia simiohumana también se encuentran en el género Homo. Se incluye al Homo habilis u “Hombre habilidoso” en el género Homo básicamente porque se encontró ese material fósil en relación con “herramientas”. Además, el H. habilis tiene una mandíbula muy semejante a la humana; sin embargo, el esqueleto de su cuerpo se asemeja a un australopitecino. Se incluyen los especímenes asignados al Homo rudolfensis en el género Homo porque su estructura esquelética se parece en mucho a la humana; pero el rostro y los dientes se parecen a los del robusto australopitecino.6

Basados en las mandíbulas y los dientes, ubicación africana y menor capacidad cerebral del H. ergaster en relación con los erguidos de Asia,7 los paleoantropólogos dividen a los erguidos en dos especies.

Para demostrar los propuestos linajes ancestrales opuestos de los homínidos, se han trazado varios diagramas. Estos diagramas difieren porque los paleoantropólogos no concuerdan acerca de cuáles son los rasgos físicos específicos que debieran usarse para identificar las relaciones ancestrales, el tiempo de divergencia y la ubicación de los nuevos hallazgos de esqueletos.8

Relación de los homínidos. Los filogeneticistas usan métodos cladísticos (cladogramas) para describir las relaciones entre los organismos. Los cladogramas son diagramas que ubican los organismos en grupos que comparten caracteres y describe a los organismos en términos de relaciones fraternales más bien que de ancestros, en una forma jerárquica. Al desarrollar los cladogramas, los filogenetistas se apoyan en tres suposiciones básicas: (1) Los rasgos o caracteres que componen la información pueden ser colocados en una estructura jerárquica; (2) la información o caracteres seleccionados representan con exactitud los organismos; y (3) ha habido poca o ninguna pérdida de caracteres definitorios.9 Algunos de los caracteres utilizados para desarrollar el cladograma aparecen en las especies en un orden diferente que la mayoría de los caracteres definitorios del cladograma.

Los filogeneticistas seleccionan el cladograma con el menor número de caracteres fuera-de-lugar para desarrollar diagramas “mejor ajustados”; consecuentemente, hay cierto desacuerdo sobre qué caracteres describen mejor los organismos y dónde debieran acomodarse en la jerarquía.

Después de usar el cladismo para identificar las relaciones jerárquicas, numerosos investigadores incorporan esta información en las hipótesis y desarrollan esquemas filogenéticos que describen relaciones ancestrales para los homínidos. Hasta 1993, se habían propuesto por lo menos seis esquemas filogenéticos principales para los homínidos, pero después del descubrimiento del A. ramidus, se ha añadido un séptimo esquema. La mayoría de los movimientos de especies en estos diagramas representan disputas sobre la validez de atribuir a la evolución humana los variados rasgos encontrados en los cráneos y dientes de los especímenes.

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Las relaciones moleculares de los homínidos. Para desarrollar sus hipótesis acerca de los linajes de los homínidos, algunos antropólogos han estudiado las similitudes moleculares entre los simios y los seres humanos modernos. Entre ellos hay quienes suponen que las mutaciones y cambios ocurren a un ritmo constante en el ADN. Basados en la presuposición de una relativamente constante tasa de cambio en el ADN, —que constituye un verdadero “reloj molecular”,11 numerosos estudios, que abarcan más de 30 años, han tratado de determinar el momento en que las variadas especies vivientes difirieron de las especies relacionadas.

Las interpretaciones basadas en el “reloj molecular” implican que el origen humano ocurrió hace millones de años y dan por sentado que existe un eslabón entre los simios y los seres humanos. El lapso de tiempo postulado para la divergencia simio-humana fluctúa de 5 a 7 millones de años atrás. Sin embargo, las supuestas tasas de mutación usadas para calcular estas edades, fueron desafiadas por Morris Goodman hace más de 30 años y más recientemente por Wen-Hsiung Li.12 Los problemas que ellos han planteado nos permiten cuestionar la validez del método.

Otros han restringido su campo de investigación y comparado el ADN mitocondrial entre las razas humanas, sugiriendo la hipótesis de que la línea humana puede rastrearse a una única población africana.

El “linaje” homínido Australopitecinos. En el grupo australopitecino, tanto el A. ramidus (el hallazgo

más reciente) como el A. afarensis (Lucy), son considerados ancestrales (Figura 2), mientras que el A. africanus (Niño de Taung), categorizado tan recientemente como en 1993 como ancestral, continúa siendo discutido como parte de la línea directa.13

Hominoideos. En el género Homo, el H. habilis (Hombre habilidoso) permanece como problemático; sin embargo, Wood lo coloca fuera del linaje humano y McHenry lo coloca dentro de la línea humana.14

La forma grácil del H. rudolfensis, reemplazó en un momento al H. habilis en el linaje humano pero ahora también es excluido por algunos investigadores. De acuerdo con Tattersall15 el H. erectus (Hombre de Pekín, Hombre de Java) debiera ser categorizado en la actualidad como “fuera de línea” debido al hecho de que una porción de la estructura de su cráneo es demasiado robusta.16

Algunos investigadores registran al H. ergaster como uno de los “eslabones” predilectos, aunque otros lo consideran aún como una especie separada y continúan incluyendo estos organismos con los erguidos y en la línea ancestral.

Por último, el H. heidelbergensis es considerado como ancestral tanto para los seres humanos modernos como para los neandertales.17

Hipótesis evolucionistas falseadas Hay algunas conclusiones paleoantropológicas actuales con respecto a la relación

ancestro-descendientes en el caso de los homínidos. El antepasado común de los homínidos y los simios todavía falta. Se categoriza claramente al A. ramidus, al A. afarensis, los erguidos y al H. heidelbergensis como “eslabones” en el linaje.

Utilizando métodos científicos comunes, los investigadores ponen a prueba sus hipótesis, rechazando las ideas que aparecen como falsas. En los estudios de la evolución humana, algunos investigadores pueden no ceñirse a los métodos científicos comunes. Por

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ejemplo, el A. afarensis tiene rasgos únicos, lo cual impide que sea incluido entre nuestros antepasados. Un estudio cladístico identificó 69 rasgos que se expresan en forma diferente entre las especies dentro del “linaje humano”. De éstos, sólo 45 apoyan la hipótesis evolucionista preferida.18

Los 24 caracteres restantes contradicen esta hipótesis. La hipótesis preferida fue escogida por los investigadores como la representación probable de la escala de la “evolución humana” porque es la que ha sido falseada el menor número de veces. Como resultado, y para crédito de ellos, otros investigadores han cuestionado la validez del A. afarensis como un antepasado humano.19 La inversión en robustez que ocurre con la inclusión de H. erectus en el “linaje” es otro factor que es inconsistente con la actual hipótesis evolucionista de los homínidos.

Conclusión ¿Qué nos dice el “libro de la naturaleza”? Todas las hipótesis evolucionistas de los

homínidos han sido falseadas. Para ser justos, debemos mencionar que esto no echa abajo la teoría evolucionista (pues podrían descubrirse nuevos especímenes para resolver los conflictos). Por lo tanto, no es apropiado anunciar al mundo que “la evolución ha sido refutada”, basados en la incongruencia de las hipótesis actuales. Si todas las hipótesis evolucionistas de los homínidos han sido falseadas, ¿cómo interpretamos el material fósil? Algunos comentarios de Wood ilustran lo que se puede percibir como una mezcla de caracteres: “Aunque el H. habilis sensu stricto [en el sentido estricto] es un homínido con respecto a su complejo masticatorio [boca o mandíbulas], retiene un esqueleto esencialmente australopitecino post craneal [cuerpo]. Por otro lado, el H. rudolfensis aparentemente combina un esqueleto post craneal [cuerpo] semejante al del Homo más reciente, con un rostro y una dentición [dientes] que son análogos en cuanto a su adaptación a los de los australopitecinos ‘robustos’, especialmente al P. boisei”. Muchos caracteres que se encuentran juntos en los australopitecinos y en los hominoideos representan un mosaico de rasgos. Algunos cristianos interpretarían estos organismos como el resultado de la degeneración de la forma humana debido a la entrada del pecado. Otra interpretación restringe el término humano a humanos anatómicamente modernos y asigna el resto de los fósiles a formas no humanas creadas. Una interpretación más amplia del término humano aceptaría por lo menos a algunos de los fósiles como otras sub especies creadas de seres humanos. Independientemente de lo que hayan sido estas criaturas, es obvio que existen problemas con casi cualquier interpretación de estos fósiles. Considerando la información que tenemos actualmente, lo más aconsejable es ser cautos. Realmente, sería prematuro extraer cualquier conclusión definitiva con respecto a los orígenes de estos organismos y su relación con el registro del Génesis.20

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3 Evolución y salvación

Dr. Richard Rimmer

¿Quién fue la primera persona a quien Dios le prometió la salvación? Para la mayoría de los cristianos creyentes en la Biblia la respuesta es muy simple.

Pero si tú eres un cristiano que cree en la evolución, entonces estás en una situación difícil. Los evolucionistas dicen que las especies se desarrollaron a través de las edades,

que ocurrieron cambios progresivos que finalmente produjeron los seres humanos modernos. Si ocurrió realmente la evolución y los seres humanos evolucionaron a partir de formas de vida inferiores, ¿se produjo un corte en el tiempo entre los homínidos y los seres humanos modernos cuando Dios comenzó a considerarlos responsables de sus acciones? ¿Salvó Dios a los primeros seres humanos hace medio millón de años, pero no a las criaturas semejantes a los simios hace un millón de años? ¿Cuándo fue el momento preciso en que llegaron a ser gente y cesaron de ser animales?

Recuerda, Dios salva a individuos y no a grupos. Si tú fueras Dios, hubieras tenido que decidir cuándo comenzar a salvar a los individuos, y no a sus padres y madres.

Si tú eres un evolucionista teísta, has colocado a Dios en la posición de hacer una decisión arbitraria acerca de los individuos. Cristo nos ha dicho que todo aquel que cree en él será salvo (Juan 3:16). Esto implica una elección personal. Además, nuestro Dios es un Dios razonable (Isaías 1:18). El no puede ser arbitrario en definir cuándo un ser, en el largo proceso de la evolución, es salvable. Entonces, surge la pregunta de cómo, cuándo y por qué se introdujo el plan de salvación a estas criaturas en desarrollo. ¿Es la historia de Adán y Eva, como aparece en Génesis, una gran mentira? ¿Cómo puede esta perspectiva bíblica ser compatible con la evolución?

No fue una cuestión de desarrollo lo que determinó el momento en que la gente estuvo calificada para ser salva. Existió una pareja de seres humanos creados que no necesitaban salvación, pero que pecaron desobedeciendo a Dios. Desde entonces la salvación ha dependido, y depende, de nuestra decisión de aceptar a Cristo como nuestro Salvador.

Si tú eres cristiano, ¿por qué no aceptas el punto de vista razonable de que Dios creó a los seres humanos y los dotó con la habilidad de hacer decisiones morales? ¿No tiene esto más sentido que forzar a Dios a decidir cuándo un homínido en evolución llega a ser moralmente responsable y está suficientemente desarrollado como para ser salvo?

También está la cuestión del pecado. ¿Qué importancia tiene el pecado para la gente si ésta desciende de animales inferiores y hereda deficiencias morales? ¿No haría esto responsable a Dios por nuestros pecados? ¿No sería entonces irrazonable que él nos pida que los superemos? Si Dios creó formas de vida básicas (como pretenden los teístas evolucionistas), pero luego dejó que se desarrollaran a través de millones de años como animales inferiores con deficiencias, ¿no podríamos acusar a Dios de habernos creado pecadores?

Notas y referencias

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1. Acerca de una discusión anterior sobre este tema en Dialogo, ver David Ekkens, “Los animales y los seres humanos: ¿Son iguales?” (Diálogo, 6:3, pp. 5-8).

2. F. E. Grine, “Australopithecine Taxonomy and Phylogeny: Historical Background and Recent Interpretation”, en The Human Evolution Source Book, R. L. Ciochon y J. G. Fleagle, eds. (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 1993), pp. 198-210. También, I. Tattersall, The Human Odyssey (New York: Prentice-Hall, 1993), p. 191.

3. La información sobre los australopitecinos y los hominoideos fue obtenida de las siguientes fuentes: Tattersall, p. 191; M.H. Nitecki y D.V. Nitecki, Origins of Anatomically Modern Humans (New York: Plenum Press, 1994), p. 341; M. L. Lubenow, Bones of Contention (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 1987), p. 295.

4. R. L. Susman, J. T. Stern, Jr., y W. L. Jungers, “Arboreality and Bipedality in the Hadar Hominids”, Folia Primatologica, 43 (1984), pp. 113-156.

5. J. T. Robinson, “The Origin and Adaptive Radiation of the Australopithecines”, in Evolution and Hominization, G. Kurth, ed. (Stuttgart: Verlag, 1962), pp. 150-175.

6. B. Wood, “Origin and Evolution of the Genus Homo”, Nature, 355 (1992), pp. 783-790.

7. Ibíd. 8. Grine, pp. 198-210. 9. R. H. Brady, “Parsimony, Hierarchy, and Biological Implications”, en Advances

in Cladistics, vol. 2, Platnick y Funk, eds. (New York: Columbia University Press, 1983), pp. 49-60.

10. R. R. Skelton, H. M. McHenry, y G. M. Drawhorn, “Phylogenetic Analysis of Early Hominids”, Current Anthropology, 27 (1986), pp. 21-35.

11. M. Hasegawa, H. Kishino, y T. Yano, “Dating of the Human-Ape Splitting by a Molecular Clock of Mitochondrial DNA”, Journal of Molecular Evolution, 22 (1985), pp. 160-174.

12. Ver A. Gibbons, “When It Comes to Evolution, Humans Are in the Slow Class”, Science, 267 (1995), pp. 1907, 1908.

13. Wood, B. 1992. Reimpreso en The Human Evolution Source Book, R. L. Ciochon y J. G. Fleagle, eds. (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 1993), pp. 319-331.

14. H. M. McHenry. Tempo and Mode in human evolution: Proceedings of the National Academy of Sciences, 91 (1994), pp. 6780- 6786.

15. Ver I. Tattersall, The Human Odyssey. 16. La inclusión de H. erectus en el “linaje” homínido representa una inversión en

la robustez de los cráneos; desde la forma grácil del A. afarensis a la estructura robusta del cráneo del H. erectus y de vuelta a la grácil estructura del cráneo de los humanos.

17. T. White, G. Suwa, y B. Asfaw, “Australopithecus ramidus, a New Species of Early Hominid from Aramis, Ethiopia”, Nature, 371 (1994), pp. 306-312. B. Wood, “Origin and Evolution of the Genus Homo”, Nature, 355 (1992), pp. 783-790. F. E. Grine, “Australopithecine Taxonomy and Phylogeny: Historical Background and Recent Interpretation”, en The Human Evolution Source Book, pp. 319-331, 198-210. Ver también Tattersall, p. 151.

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18. Skelton, McHenry y Drawhorn, pp. 21-35. 19. Ibíd. 20. Deseo expresar mi agradecimiento al Dr. Lee Spencer y al personal del

Geoscience Research Institute por sus consejos durante las últimas etapas de este trabajo

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4 ¿Catastrofismo? ¡Sí!

Dr. Ariel A. Roth

Temprano en la mañana del 14 de noviembre de 1963, la tripulación del barco pesquero Isleifur II notó un extraño olor en el aire, parecido al del azufre, pero lo consideró de poca importancia. Alrededor de una hora después, el barco, navegando cerca de la costa de Islandia, comenzó a balancearse en forma extraña. A la débil luz del amanecer, la tripulación observó hacia el sur que se elevaba humo oscuro. Pensando que se podría haber incendiado un barco, verificaron si había algún mensaje de S.O.S en la radio, pero no se oía ninguno. Por medio de sus binoculares, el capitán observó que surgían del mar unas negras columnas a aproximadamente un kilómetro de distancia. La tripulación inmediatamente sospechó que era un volcán; después de todo, debían saberlo porque provenían de Islandia, donde la actividad volcánica es casi una forma de vida. Los pescadores estaban justamente sobre la cadena volcánicamente activa del centro del Atlántico. Allí el fondo del océano está a aproximadamente 100 metros bajo el nivel del mar, de manera que la actividad de un volcán submarino se puede notar fácilmente desde la superficie.

La perturbación continuó todo el día, con piedras, destellos de luz y una columna de vapor, ceniza, y humo, que se elevaban a tres kilómetros de altura en el aire. En cinco días, donde antes sólo había mar abierto, se había formado una isla de 600 metros de largo. La isla, luego llamada “Surtsey” en honor al mitológico gigante “Surtur”, con el tiempo llegó a tener un diámetro de casi dos kilómetros.

Sorprendentemente, cuando los científicos la recorrieron, tenía el aspecto de haber estado allí por mucho tiempo. En un período de unos cinco meses se habían formado una playa y un acantilado de aspecto maduros. Uno de los investigadores comentó: “Lo que en otros lugares requiere miles de años puede llevar unas pocas semanas o aún pocos días aquí. En Surtsey alcanzaron sólo unos pocos meses para crear un paisaje tan variado y maduro que era casi increíble”.1

Por lo general, en nuestra tierra relativamente plácida, los cambios no ocurren muy rápidamente, pero a veces eventos como la formación de la isla Surtsey nos recuerdan que pueden ocurrir cambios catastróficos rápidos.

Catastrofismo y uniformismo Tanto el catastrofismo como el uniformismo han jugado un papel importante en la

interpretación de la historia de la tierra. El primero supone eventos geológicos mayores rápidos e inusuales, mientras que el segundo afirma el concepto contrario, de cambios lentos, pequeños y prolongados. Las largas edades requeridas para cambios lentos uniformistas demandan que se descarte el registro bíblico de una creación reciente cuando se explica la formación de inmensos estratos geológicos y de fósiles que aparecen en la superficie de la tierra. El uniformismo está más de acuerdo con una historia evolucionista prolongada y largas edades geológicas, mientras que el catastrofismo está más de acuerdo con el concepto bíblico de una creación reciente y un diluvio mundial posterior. El diluvio

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bíblico, que pudo haber depositado los estratos geológicos rápidamente, representa el mejor ejemplo de catastrofismo.

A través de casi toda la historia humana, el catastrofismo fue una opinión bien aceptada,2 figurando en la mitología antigua y en la antigüedad grecorromana. El interés disminuyó durante los tiempos medievales, aunque los árabes seguían de cerca a Aristóteles, quien creía en las catástrofes. El renacimiento vio un interés renovado en el asunto. Frecuentemente se explicaban los abundantes fósiles marinos encontrados en los Alpes como resultado del diluvio. Los siglos XVII y XVIII presenciaron intentos de armonizar la ciencia con los registros bíblicos de la creación y del diluvio. No obstante, hubo algunos detractores notables, tales como René Descartes (1596-1650), que sugirieron que la tierra se formó por un proceso de enfriamiento. Las ideas ortodoxas comenzaron a modificarse, tales como las sugerencias de que el diluvio pudo haber sido el resultado de causas naturales y que tal vez no formó todos los estratos de rocas sedimentarias. Georges Cuvier (1769-1832) propuso la idea de las catástrofes múltiples en Francia, y durante este período algunos otros intelectuales defendieron el uniformismo.

Al mismo tiempo, en Inglaterra, hubo un fuerte apoyo para el diluvio bíblico de parte de autoridades influyentes como William Buckland, Adam Sedgwick, William Conybeare y Roderick Murchison. En este ambiente apareció un libro que tendría más influencia en el pensamiento geológico que cualquier otro.

El libro “Principles of Geology”3 apareció por primera vez en 1830. Escrito por Charles Lyell, cambió profundamente el clima prevaleciente del pensamiento geológico del catastrofismo a los cambios estrictamente lentos del uniformismo. Hacia la mitad del siglo XIX, el uniformismo había llegado a ser un concepto dominante y el catastrofismo una opinión menguante. Varios esquemas trataron de reconciliar el registro bíblico de una creación reciente con las largas eras geológicas propuestas por el uniformismo.

El evento Bretz En 1923 el geólogo Harlen Bretz, de opinión independiente, describió uno de los

paisajes más inusuales que se encuentran en la superficie de nuestro planeta. Se trata de unos 40.000 kilómetros cuadrados en la región sudeste del estado de Washington (E.U.A.), que se caracteriza por una amplia red de enormes canales secos. A veces éstos tienen muchos kilómetros de ancho, formando un laberinto de montes aislados y cañones cortados en la dura roca volcánica. A diferencia de los valles comunes de los ríos, que generalmente tienen una amplia forma en V en corte transversal, estos canales frecuentemente muestran costados empinados y fondos planos, en forma de U. Además, se han encontrado a diferentes alturas enormes montículos de grava fluvial. La evidencia de centenares de antiguas cataratas, algunas de hasta 100 metros de altura, con grandes pozos de caída erosionados en sus bases, testifican que existió algo muy inusual.

¿Cómo se formó este terreno tan extraño? Bretz tenía una idea, pero era lo suficientemente extravagante como para que provocara una controversia geológica que duró 40 años. En su primera publicación sobre este tema, Bretz no expresó su sospecha acerca de una gran inundación catastrófica, sino sólo indicó que se habrían requerido prodigiosas cantidades de agua.4 Sin embargo, más adelante el mismo año, publicó un segundo ensayo expresando su opinión de que este paisaje había sido formado por una

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inundación catastrófica realmente enorme, pero breve. Esta inundación había derruido el área, erosionado los canales y depositado los inmensos bancos de grava.5

En ese tiempo, los geólogos se oponían a cualquier tipo de explicación asociada con catástrofes y Bretz sabía esto. El uniformismo era el enfoque aceptado y no se les daba importancia a los volcanes y terremotos, aunque se reconocía que tenían un efecto. El catastrofismo era anatema; estaba en la misma categoría en la que se encuentra hoy el creacionismo en muchos círculos científicos—totalmente inaceptable. La comunidad geológica tenía que tratar con este joven advenedizo Bretz, que estaba completamente fuera de línea. Sus ideas heréticas se hallaban incómodamente cerca de la idea del diluvio bíblico que los científicos rechazaban.6 Estos pensaban que adoptar las teorías de Bretz significaría un retroceso hacia la “Alta Edad Media”.7

Mientras Bretz, que era profesor de geología en la Universidad de Chicago, continuaba con sus investigaciones y publicaciones, algunos geólogos decidieron tratar de persuadir a su colega rebelde. En 1927, fue invitado a presentar sus puntos de vista ante la Geolgical Society of Washington, DC. Había un propósito especial detrás de esta invitación: “una verdadera falange de escépticos se habían congregado para debatir la hipótesis de la inundación”.8 Después de la presentación de Bretz, cinco miembros de la prestigiosa U. S. Geological Survey presentaron sus objeciones y explicaciones alternativas tales como la glaciación y otros cambios lentos.9 ¡Dos de esos geólogos ni siquiera habían visitado la zona! Al contestarles,

Bretz, un tanto cansado, comentó: “Sin embargo, tal vez mi actitud de finalidad dogmática resultó ser contagiosa”.10 Uno de los mayores problemas de la idea de Bretz quedaba sin contestar: ¿De dónde salió tanta agua de repente? Aparentemente ninguna opinión cambió en la reunión; la idea de una inundación catastrófica todavía les parecía absurda a la mayoría de los científicos.

Durante los años siguientes, la comunidad geológica se concentró en desarrollar alternativas para el modelo de Bretz. En las palabras de Bretz, la “herejía debe ser sofocada en forma suave pero firme”.11 No obstante, los estudios de campo continuaron produciendo datos favorables a la interpretación catastrófica, y el conflicto comenzó a moderarse. Bretz y otros encontraron una fuente para las aguas de la inundación. El antiguo Lago Missoula una vez había albergado hacia el este 2.100 kilómetros cúbicos de agua. Cierta evidencia indicaba que el hielo había represado el lago. Una ruptura repentina del hielo habría liberado el agua necesaria para producir la evidencia de la rápida erosión observada hacia el oeste. El mejor apoyo para esta explicación apareció posteriormente cuando los científicos encontraron ondas gigantes tanto en el Lago Missoula como en la región de los canales hacia el oeste. Probablemente algunos de ustedes estén familiarizados con las líneas de ondas paralelas que se observan frecuentemente en los lechos arenosos de los arroyos y ríos. Estas generalmente tienen unos pocos centímetros de cresta a cresta. Pero las ondas en el lecho del Lago Missoula y hacia el oeste eran gigantescas, medían hasta 15 metros de alto, con una distancia de 150 metros de cresta a cresta.12 Sólo inmensas cantidades de agua moviéndose rápidamente podrían producir tal efecto. Algunos estudios más recientes se han concentrado en los detalles. Hay quienes sugieren que pudo haber habido tantos como ocho o más episodios diluviales.13 Uno de los estudios propuso

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que el agua fluía a 108 kilómetros por hora, erosionando los profundos canales en la dura roca volcánica en pocas horas o días.14

Finalmente las interpretaciones maestras de Bretz basadas en el estudio cuidadoso de las rocas fueron aceptadas por la mayoría de los geólogos. En 1965 la Asociación Internacional para la Investigación del Cuaternario organizó un viaje de estudio a la región. Al cierre de la conferencia, Bretz, quien no pudo asistir, recibió un telegrama de los participantes con sus saludos. El telegrama terminaba con la siguiente oración: “Ahora todos somos catastrofistas”.15 En 1979 Bretz fue premiado con la Medalla Penrose, el premio geológico más prestigioso de Estados Unidos. Bretz había ganado; y el catastrofismo también. Este “Noé” de los tiempos modernos y su igualmente indeseada inundación habían sido vindicados.

Corrientes de turbidez A mediados del siglo XX, algunos geólogos habían notado que el uniformismo

estricto contradecía la información proporcionada por las rocas mismas. Bretz había hallado evidencias de acción muy rápida. Otros científicos encontraban estratos sedimentarios con ambos componentes, de aguas playas y profundas.16 ¿Cómo se podrían haber mezclado entre sí bajo condiciones tranquilas? La conclusión: catastróficas corrientes submarinas de barro, que comienzan desde aguas someras y fluyen hacia aguas profundas. Estas rápidas corrientes de barro, llamadas corrientes de turbidez, producen depósitos especiales llamados turbiditas. Las turbiditas han llegado a ser sorprendentemente comunes en todo el mundo. Unos pocos pensadores audaces han sugerido otras actividades catastróficas tales como extinciones masivas causadas por flujos de radiación cósmica17 de alta energía y el repentino derramamiento de agua fría del ártico sobre los océanos del mundo.18 Todas estas teorías indican una creciente separación del estricto uniformismo.

El golpe de gracia para el dominio de las explicaciones uniformistas no provino, sin embargo, del estudio de las rocas mismas, sino de los fósiles que contenían. ¿Por qué desaparecieron los dinosaurios cerca del fin del cretácico, y por qué son evidentes otras extinciones masivas en otros niveles del registro fósil? Debe encontrarse alguna causa razonable. Se han propuesto varias explicaciones para la extinción de los dinosaurios, desde la inanición y la ingestión de hongos venenosos hasta la fiebre del heno. No obstante, su desaparición ha sido considerada en general como un misterio. Entonces en 1980 Luis Alvarez, laureado con el premio Nóbel, de la Universidad de California en Berkeley, y otros19 sugirieron que la inusual abundancia del elemento iridio encontrado en una cantidad de lugares alrededor del mundo al final de los estratos cretácicos pudo haber provenido de un asteroide que chocó contra la tierra y mató a los dinosaurios. La idea generó una reacción mixta. Algunos la cuestionaron porque los dinosaurios y otros organismos no parecen haber desaparecido tan rápidamente según los estratos fósiles. Otros propusieron una extensa actividad volcánica e incendios mundiales, o el impacto de un cometa en vez de un asteroide.

El debate acerca de los detalles continúa, pero la puerta hacia las interpretaciones catastrofistas está abierta de par en par. La literatura científica informa hoy una amplia gama de repentinos cambios mayores.

Ideas catastróficas más recientes

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Algunas de las ideas catastróficas más recientes proponen que los cometas o los asteroides podrían elevar olas marinas de hasta una altura de ocho kilómetros20 y mandar penachos volátiles de agua a cientos de kilómetros por sobre la superficie de la tierra.21 Otros efectos propuestos incluyen ráfagas de aire a 500° C viajando a 2.500 kilómetros por hora que matarían la mitad de la vida sobre la tierra, y terremotos globales acompañados de olas terrestres que llegarían a la altura de 10 metros. También se propuso la apertura de grietas que van desde 10 a 100 kilómetros y la rápida formación de montañas.22 Hasta hay una sugerencia de que estos impactos podrían haber iniciado la ruptura del súper continente antiguo de la tierra llamado Gondwana.23

El catastrofismo ha retornado en forma rápida, pero no es exactamente el catastrofismo clásico de hace dos siglos que incorporó el diluvio bíblico como un evento geológico mayor.24 Es interesante que algunos geólogos recientemente sugirieron que un impacto extraterrestre podría estar relacionado con el registro del diluvio por parte del Génesis. En el presente, se acepta fácilmente la idea de rápidas catástrofes mayores, pero en contraste con el diluvio bíblico, que duró sólo un año, se introduce mucho tiempo entre muchas catástrofes mayores. El término neocatastrofismo parece estar ganando aceptación, mientras que se hacen intentos por distinguir el concepto nuevo del catastrofismo antiguo. El retorno a las interpretaciones catastrofistas ha sido identificado como “un gran adelanto filosófico”,25 y se acepta que “se está reconociendo en forma creciente el profundo papel de grandes tormentas a través de la historia geológica”.26 Esta última opinión encaja bien con el modelo bíblico del diluvio como extensas series de tormentas durante el año del diluvio.

El neocatastrofismo ha estimulado la reinterpretación de muchos aspectos geológicos. Por ejemplo, muchos depósitos sedimentarios que se pensaba que se habían acumulado lentamente ahora son interpretados como el resultado de rápidas corrientes de turbidez, y un número de arrecifes de coral fósiles, de los que previamente se pensaba que se habían formado lentamente, ahora son reinterpretados como rápidas corrientes de deyecciones.

Ejemplos de acción rápida Bajo condiciones normales y tranquilas, los cambios en la superficie terrestre son

muy lentos. No obstante, hay muchos ejemplos de actividad catastrófica que sugieren cambios mayores en poco tiempo.

La erosión puede ocurrir muy rápidamente. En 1976 la recientemente construida represa “Teton” en Idaho, Estados Unidos, comenzó a perder agua de manera incontrolable y el torrente cortó a través del sedimento hasta una profundidad de 100 metros en menos de una hora. La represa estaba hecha de sedimento blando, que es erosionado fácilmente. No obstante, se ha propuesto que los canales de Bretz, mencionados anteriormente, que están en dura roca basáltica, fueron cortados hasta una profundidad equivalente en unos pocos días. Se ha determinado que la capacidad de acarreo del agua en movimiento aumenta como la tercera a cuarta potencia de la velocidad.27 Esto significa que si la velocidad de la corriente aumenta diez veces, el agua puede transportar de 1.000 a 10.000 veces más de sedimentos.

Los no creacionistas a veces señalan que la columna geológica es demasiado gruesa como para haber sido depositada en el único año del diluvio.28 Esto no es un argumento

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significativo. Mientras que la mayoría de los creacionistas excluirán la porción más baja (precámbrico), y las más altas de la columna geológica del diluvio, algunas tasas de deposición actuales son tan veloces que no habría problema para depositar la columna entera en unas pocas semanas. Las corrientes de turbidez pueden depositar su sedimento en una sola localidad en unos pocos minutos o menos, y sobre miles de kilómetros cuadrados en unas pocas horas. Turbiditas inmensas, llamadas megaturbiditas, encontradas en España tienen espesores de hasta 200 metros, junto con un inmenso volumen de 200 kilómetros cúbicos.29 También hay varios métodos, además de las corrientes de turbidez, que causan la rápida deposición de los sedimentos. Un intenso diluvio durante un año podría depositar una gran cantidad de sedimentos.

Frecuentemente se supone que la acumulación de gruesos estratos de minúsculos microorganismos tales como los acantilados blancos de Dover en Inglaterra requieren largos períodos de tiempo. Pero tal acumulación puede ocurrir rápidamente. A lo largo de la costa de Oregon, Estados Unidos, una tormenta de tres días con fuertes vientos y lluvia depositó de 10 a 15 centímetros de diatomeas microscópicas a lo largo de 32 kilómetros. He visto un ave fósil preservada y muchos peces en gruesos depósitos de diatomeas microscópicas cerca de Lompoc, California. También se encontró una ballena en este depósito. Tal preservación requeriría un sepultamiento rápido antes de que ocurra la desarticulación del organismo.30 Se descubrió que la desarticulación de las aves normalmente sucede en unos pocos días. Es evidente que algunos estratos de organismos microscópicos han sido depositados rápidamente.

Algunas deducciones Podemos aprender lecciones de la historia de las interpretaciones del catastrofismo

y del uniformismo. Durante milenios, fueron aceptadas las catástrofes; luego, por más de un siglo, fueron virtualmente erradicadas de todo pensamiento científico. Y ahora son aceptadas nuevamente. Esto ilustra cómo la ciencia cambia a menudo sus puntos de vista, y a veces aun acepta conceptos que había rechazado anteriormente. La Biblia, por otro lado, no cambia. Es de interés que la renovada aceptación de las catástrofes provino mayormente del estudio de las rocas mismas. Deberíamos ser cautelosos en cuanto a aceptar posturas generales, como el uniformismo, que están basadas en la opinión o en una cantidad restringida de información. Por otra parte, las interpretaciones catastrofistas más recientes, ahora vueltas a ser aceptadas por la ciencia, muestran que eventos aun mayores pueden ocurrir rápidamente. Lo cual torna al registro bíblico de los orígenes, incluyendo a la creación y el diluvio, mucho más plausibles.

Notas y referencias 1. S. Thorarinsson, Surtsey: The New Island in the North Atlantic, S. Eysteinsson,

tr. (New York: The Viking Press, 1964), p. 39. 2. Para análisis generales, ver: D. Ager: The New Catastrophism: the Importance of

the Rare Event in Geological History (Cambridge and New York: Cambridge University Press, 1993); A. Hallam: Great Geological Controversies, 2d. ed. (Oxford and New York: Oxford University Press, 1989), pp.30-64, 184-215; R. Huggett, Cataclysms and Earth History: the Development of Diluvialism (Oxford: Clarendon Press, 1989).

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3. C. Lyell: Principles of Geology; or The Modern Changes of the Earth and Its Inhabitants Considered as Illustrative of Geology, ed. rev. (New York: D. Appleton & Co., 1857).

4. J. H. Bretz: “Glacial Drainage on the Columbia Plateau”, Geological Society of America Bulletin 34 (1923): 573-608.

5. Bretz: “The Channeled Scablands of the Columbia Plateau”, Journal of Geology 31 (1923): 617-649.

6. J. E. Allen, M. Burns, y S. C. Sargent: Cataclysms on the Columbia: Scenic Trips to the Northwest’s Geologic Past, No. 2 (Portland, Ore.: Timber Press, 1986), p. 44.

7. J. H. Bretz: “The Channeled Scabland: Introduction”, in V. R. Baker, ed., Catastrophic Flooding: the Origin of the Channeled

Scabland: Benchmark Papers in Geology 55 (Stroudsburg, Penna.: Dowden, Hutchinson & Ross, 1981), pp. 18, 19.

8. Baker, p. 60 (nota 7). 9. Para un informe de las presentaciones y discusiones, ver: J. H. Bretz: “Channeled

Scabland and the Spokane Flood” in Baker, pp. 65-76. 10. Id., p. 74. 11. J. H. Bretz, H. T. U. Smith, y G. E. Neff: “Channeled Scabland of Washington:

New Data and Interpretations”, Geological Society of America Bulletin 67 (1956): 957-1049.

12. Id., J. T. Pardee: “Unusual Currents in Glacial Lake Missoula, Montana”, Geological Society of America Bulletin 53 (1942): 1569-1600.

13. J. H. Bretz: “The Lake Missoula Floods and the Channeled Scabland”, Journal of Geology 77 (1969): 505-543; M. Parfit: “The Floods That Carved the West”, Smithsonian 26 (1995) 1:48-59.

14. V. R. Baker: “Paleohydraulics and Hydrodynamics of Scabland Floods” in: Baker, pp. 255-275 (nota 7).

15. Bretz 1969 (nota 13). 16. M. L. Natland, P. H. Kuenen: “Sedimentary History of the Ventura Basin,

California, and the Action of Turbidity Currents”, Society of Economic Paleontologists and Mineralogists Special Publication 2 (1951): 76-107; F. B. Phleger: “Displaced Foraminifera Faunas”, Society of Economic Paleontologists and Mineralogists Special Publication 2 (1951): 66-75.

17. O. H. Schindewolf: “Neocatastrophism?” V.A. Firsoff, tr. Catastrophist Geology 2 (1977): 19-21.

18. S. Gartner y J. P. McGuirk: “Terminal Cretaceous Extinction Scenario for a Catastrophe”, Science 206 (1979): 1272-1276.

19. L. W. Alvarez, W. Alvarez, F. Asaro, H. V. Michel: “Extraterrestrial Cause for the Cretaceous-Tertiary Extinction”, Science 208 (1980): 1095-1108.

20. W. M. Napier, S. V. M. Clube: “A Theory of Terrestrial Catastrophism”, Nature 282 (1979): 455-459.

21. H. J. Melosh: “The Mechanics of Large Meteoroid Impacts in the Earth’s Oceans”, Geological Society of America Special Paper 190 (1982): 121-127.

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22. V. Clube, B. Napier: “Close Encounters with a Million Comets”, New Scientist 95 (1982): 148-151.

23. V. R. Oberbeck, J. R. Marshall, y H. Aggarwal: “Impacts, Tillites, and the Breakup of Gondwanaland”, Journal of Geology 101 (1993): 1-19.

24. E. Kristan-Tollmann, y A. Tollmann: “The Youngest Big Impact on Earth Deduced From Geological and Historical Evidence”, Terra Nova 6 (1994):209-217.

25. E. Kauffman, quoted in R. Lewin: “Extinctions and the History of Life”, Science 221 (1983): 935-937.

26. D. Nummedal: “Clastics”, Geotimes 27 (1982)2: 22-23. 27. A. Holmes: Principles of Physical Geology, rev. ed. (New York: The Ronald

Press Co., 1965), p. 512. 28. E.g., R. L. Ecker: Dictionary of Science and Creationism (Buffalo, N.Y.:

Prometheus Books, 1990), p. 102. 29. M. Séguret, P. Labaume, and R. Madariaga: “Eocene Seismicity in the

Pyrenees From Megaturbidites of the South Pyrenean Basin (Spain)”, Marine Geology 55 (1984): 117-131.

30. P. G. Davis, D. E. G. Briggs: “The impact of decay and disarticulation on the preservation of fossil birds”, Palaios 13 (1998): 3-13.

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5 Dios, el gorrión y la boa esmeralda

Dr. John T. Baldwin “Si Dios existe, ¡es el diablo!”, afirmó el historiador de arte y poeta francés del

siglo XIX, Charles Baudelaire.1 El creía que Dios creó la naturaleza y al ser humano buenos y malos al mismo tiempo, resultando lo que parece ser una mezcla sin esperanza de los dos.

Algunos estarían de acuerdo con Baudelaire. Pero ¿cuál debería ser la respuesta cristiana? ¿Cómo consideramos el hecho de la existencia de un Dios que dice preocuparse aun por la caída de un gorrión (Mateo 10:29), y la existencia de las enfermedades, el sufrimiento y la muerte? ¿Y qué podemos decir acerca de algunas realidades enigmáticas como la depradación? ¿Fue originalmente la intención de Dios que una jauría de hienas cacen a los jóvenes impalas y se los coman vivos? ¿Cómo debemos entender la acción de la boa esmeralda, la cual sorprende a los loros amazónicos y los constriñe “causándoles una muerte rápida mediante un shock, [y] se cuelga de una rama mientras se dispone al largo proceso de ingerir” sus víctimas?2 Este artículo considera siete temas bíblicos que ayudan a contestar las preguntas presentadas anteriormente.

1. Para entender correctamente la naturaleza, necesitamos la iluminación divina. El filósofo David Hume afirmó en una ocasión que uno no puede probar la

existencia de un Dios de amor partiendo “solamente de este fenómeno presente, confuso y variado”. Sin embargo, Hebreos 11:3 nos dice que “por fe entendemos que el mundo fue creado por la palabra de Dios”.* Y Pablo afirma: “Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20). Este es un importante principio hermenéutico aplicable a la interpretación de la naturaleza. La rosa habla de un Dios que ama la belleza, ¿pero qué nos sugieren las espinas? ¿Habla la naturaleza en una lengua bifurcada? Las maravillas y los misterios del cielo y de la tierra pueden ser entendidos solamente “en la medida en que Dios santifica la observación por medio de su Espíritu Santo”.4

2. La creación original de Dios fue un hábitat libre de depredadores, donde las criaturas se servían unas a otras.

Génesis 1:30 especifica cuál debía ser la dieta divina para los animales en el Edén: “Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así”. De acuerdo con Elena White, estas palabras indican que “no era su propósito que un animal destruyera a otro para obtener alimento”.5 Esto significa que originalmente, desde la más simple criatura hasta Adán y Eva, no había carnívoros en el Edén. Dios había creado un hábitat libre de depredadores —un concepto explosivo para la biología convencional, ya que actualmente necesitamos de depredadores para mantener el equilibrio en la naturaleza. Por fe creemos que Dios tenía un método, no revelado en las Escrituras, para mantener este balance, que no necesitaba la muerte de sus criaturas en el Edén.

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Este hábitat libre de depredadores, lleno de criaturas que se servían unas a otras, constituye la base de la visión de Isaías acerca de la nueva tierra donde “el león como el buey comerá paja” (Isaías 11:7).

3. El pecado y la maldición afectaron la vida sobre la tierra. La caída, como se la registra en Génesis 3, responde a la pregunta sobre la

presencia del mal, el sufrimiento, la depredación y su relación con el carácter de Dios. Dios les advirtió a Adán y a Eva acerca de la conexión causal entre el pecado y la muerte (Génesis 2:17), lo que fue inmediatamente negado por Satanás (Génesis 3:4, 5). La relación entre el primer pecado humano y la muerte en la tierra es profunda, como lo expresa Pablo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Romanos 5:12). Esta conexión de causa no se aplica solamente a la mortalidad humana sino también a la muerte de toda criatura viviente, como lo afirma Pablo: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, (“corrupción”, que implica la muerte), no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza” (Romanos 8:20). Así, el primer efecto del pecado humano fue el cambio inmediato del orden original —de un hábitat libre de muerte a uno regido por el ciclo de vida y muerte, como fue ilustrado casi inmediatamente por el asesinato de Abel, cometido por Caín (ver Génesis 4:8).

Los efectos del pecado también causaron cambios en la temperatura atmosférica: “La atmósfera, de temperatura tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios” de “calor y frío”6; los efectos también se ven en “la caída de las flores y las hojas”7 llevando a nuestros primeros padres a apenarse “más profundamente de lo que hoy se apenan los hombres que lloran a sus muertos”8 y alteró la naturaleza de los animales (“el espíritu de rebelión, al cual él [Adán] mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal”.)9

Con este significativo enfoque psico-biológico echemos ahora una mirada a las tres maldiciones que el pecado trajo a este mundo. Primero, Dios maldijo a la serpiente: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias... sobre tu pecho andarás” (Génesis 3:14). Segundo, Dios maldijo el mundo vegetal por la desobediencia de Adán: “Maldita será la tierra por tu causa... espinos y cardos te producirá” (Génesis 3:17, 18). Tercero: Dios maldijo luego toda la tierra o reino mineral por medio del diluvio universal, el cual destrozó la corteza terrestre. (Génesis 6-9).

Sean las maldiciones causativas o descriptivas, sugieren algunos efectos importantes del pecado sobre la naturaleza. ¿Podemos observar un patrón en el cual los tres reinos hayan sido afectados por los efectos del pecado? En otras palabras, ¿podría la maldición de la serpiente significar un cambio general en el reino animal, las espinas representar cambios universales a desarrollarse en el reino vegetal y el diluvio representar un desajuste universal en el reino mineral? ¿Podrían las palabras “sobre todos los animales del campo” de la primera maldición, sugerir que el reino animal sufrió inmediatamente una maldición que comprendía la totalidad del reino? En otras palabras, así como Dios habló para crear el mundo, vuelve a hablar creativamente, pero con una intención diferente y temporal. Si es así, ¿podría la maldición sobre la serpiente significar que un Dios amante activa milagrosamente un plan B ya previsto? ¿Está él reprogramando porciones de los códigos genéticos dentro de su buen reino animal, permitiendo que el hábitat natural sea balanceado temporalmente por el ciclo de vida y muerte, depredación y decaimiento?10 En

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el lado positivo, esto implica que Dios es responsable de programar en forma creativa los sistemas maravillosos de restauración en la naturaleza como el de inmunidad, la coagulación de la sangre, la peristalsis reversible (el mecanismo del vómito), etcétera, y quizá el balance en la naturaleza logrado en parte por ingeniosos mecanismos de escape tales como la coloración protectora, el mimetismo11 y otros, en un mundo temporalmente dominado por el ciclo de la vida y la muerte.

El equilibrio en la naturaleza es un logro admirable de las relaciones entre las plantas y los animales que requieren por lo menos dos relacionas profundas, inteligentemente afines biológica y psíquicamente. Primero, la mente y el cuerpo de un animal específico deben concordar. Los colmillos no serían apropiados en el conejo y un temperamento de defensa escapista en un león sería ridículo (¿te imaginas al rey de los animales huyendo aterrorizado por la presencia de un conejo?). Segundo, tanto el depredador como la presa deben ser igualmente astutos para la captura y el escape; de lo contrario, no resultaría un balance natural. Estos requisitos de depredación son tan complejos y están tan finamente sincronizados, que parece biológicamente imposible que se desarrolle un hábitat libre de depredación en forma lenta y accidental. Pareciera ser necesaria alguna forma milagrosa de permiso y/o intervención. Por ejemplo, Dios puede haber equipado sabiamente a las criaturas después de la caída con una habilidad asombrosa para adaptarse, como lo evidencian estudios biológicos recientes indicados por James L. Hayward.12

En relación con el reino vegetal, Elena White afirma: “El [Dios] nunca hizo una espina, un cardo o una cizaña. Esto es trabajo de Satanás, es el resultado de la degeneración introducida por él entre las cosas preciosas”.13 El significado de este hermoso pensamiento es que la maldición de Dios sobre la tierra no volvió a programar milagrosamente el reino vegetal para producir espinas. La aparición de las espinas es obra de Satanás, permitida por Dios para que podamos entender el verdadero carácter de Satanás.

4. Satanás tiene una responsabilidad en la desfiguración de la naturaleza. Para empezar, recordemos que los poderes de Satanás son limitados. El salmista

dice acerca de Dios: “Porque contigo está el manantial de la vida” (Salmo 36:9). Esto implica que ningún otro, incluyendo a Satanás, tiene el poder de dar vida. Pero, aunque limitado, el poder de acción de Satanás es verdaderamente extraordinario, como lo sugiere Pablo: obra de “Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:9, 10, KJV). Apocalipsis sugiere que este poder se extiende hasta los niveles que van más allá de lo empírico o milagroso (ver Apocalipsis 13:14); por lo tanto Satanás tiene un poder milagroso aunque no posee la capacidad de dar vida o de crear nuevas entidades biológicas vivientes. Sin embargo, Satanás “tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza”.14 Este conocimiento, combinado con sus facultades que van más allá de lo empírico, lo convierte en un químico, un biólogo y un botánico sobrenatural. Equipado con un poder tal, Satanás “ha introducido confusión y deformidad en la creación de Dios”.15 Por ejemplo, ninguna planta nociva había sido puesta en el gran jardín del Señor, pero después de que Adán y Eva pecaron, brotaron hierbas venenosas. Elena White afirma que toda hierba nociva es de su siembra (de Satanás), y por sus ingeniosos métodos de amalgamación (hibridación: ¿manipulación

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genética?) ha corrompido la tierra con cizaña.16 Tal vez si se le permitiera a Satanás a seguir sus caminos, la tierra estaría cubierta de espinas y plantas nocivas, pero Dios, en su misericordia, permite que el enemigo tenga la posibilidad de actuar, solamente de una manera limitada, apenas suficiente como para que se muestre su verdadera naturaleza. En vista del importante hecho de que ninguna planta venenosa fue creada por Dios, uno se pregunta acerca del origen del veneno y del aparato venenoso en algunos insectos y reptiles. ¿Podrían estos aspectos particulares de formas biológicas “nocivas” ser también expresión de la cruel obra milagrosa del enemigo? Quizá Dios ejerce el papel positivo, ajustando el mundo caído al problema del pecado, mientras Satanás ejercita un papel destructivo como enemigo, por ejemplo, plagando y deformando el balance de la naturaleza más allá de sus límites designados. ¿Podría ser que el inicuo uso del poder de Satanás en la manipulación genética e hibridación tenga algo importante que ver con la formación de lo que podría llamarse “especies confusas”, las cuales Dios no creó y las cuales no consideró aptas para conservar después del diluvio?17 Quizá algunos de los raros y espantosos fósiles extintos que aparecen en la columna geológica representan esas especies confusas, constituyendo una categoría de transformaciones biológicas en las cuales un Dios bueno no tiene parte. De hecho, la compasión de Dios es evidente en la permanente destrucción de esos animales: “Había una clase de animales muy grandes la cual pereció en el diluvio. Dios sabía que la fuerza del hombre iba a disminuir y que esos animales monumentales no podrían ser controlados por un hombre debilitado”.18

5. El principio de causa y efecto produce su propia dinámica relacionada con el pecado y el sufrimiento.

El poderoso principio de causa y efecto es como una espada de doble filo que actúa para el bien o para el mal, dependiendo de las decisiones individuales. Por ejemplo, se nos ha dicho que “la trasgresión continua del hombre por más de seis mil años ha traído enfermedad, dolor y muerte como fruto”,19 con el resultado de que “la raza había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física y hundiéndose más en la escala de la dignidad moral”.20

Estos resultados son consecuencias naturales auto impuestas. “El mundo hoy está lleno de pena, sufrimiento y agonía. ¿Pero es la voluntad de Dios de que exista esta condición? No... Todo abuso de alguna parte del organismo es una violación a las leyes que Dios designó para gobernarnos..., y por la violación de estas leyes los seres se corrompieron a sí mismos; enfermedades y males de toda clase, constitución física debilitada, acabamiento prematuro, muertes anticipadas, son los resultados de la violación de las leyes naturales”.21 Por otra parte, mientras que la ley causal puede acarrear el sufrimiento humano debido a decisiones pecaminosas, la misma ley lleva bendiciones y felicidad al ser humano, cuando éste realiza decisiones correctas.

6. La misericordia de Dios todavía se puede discernir en la naturaleza. La bondad de Dios se revela no sólo en los aspectos transparentes y hermosos de la

vida, sino también en los momentos de devastación, dolor y pérdida. Yo observaba desesperadamente cómo mi madre moría lentamente de mesotelioma,

un cáncer doloroso que envuelve los tejidos de los pulmones. Durante sus últimos meses de vida, trataba calmar su insoportable dolor con un fuerte medicamento, y, finalmente, con una continua dosis de morfina, la cual no podía prevenir los ataques de intensos

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dolores ni la pérdida de la habilidad para comunicarse. Finalmente, ella entró en la paz de un estado de coma del cual nunca se recuperó. Tres días más tarde, murió. Yo percibí la misericordia divina en la forma del estado de coma. Las dolorosas consecuencias del pecado, aunque a veces no provocadas por actos que uno mismo ha cometido, pueden estar entretejidas con la gracia.

Los efectos fisiológicos y psicosomáticos del shock resultan ser una gran bendición para las víctimas de accidentes serios con grandes daños físicos. David Livingstone recuerda una experiencia personal: “Vi al león justo en el acto de saltar sobre mí... Al saltar, clavó su garra en mi hombro y los dos rodamos juntos por el suelo. Rugiendo terriblemente cerca de mi oído, me sacudió como un perro terrier sacude a una rata. El shock me produjo estupor...Me causó un estado soñoliento, en el cual no hubo sentimiento ni de dolor ni de terror...Probablemente este estado peculiar se produce en todos los animales que son atacados por los carnívoros; y si es así, es una provisión misericordiosa de parte de nuestro bondadoso Creador para disminuir el dolor de la muerte”.22

Hasta en los infaustos fenómenos de la naturaleza, podemos percibir la gracia de Dios.

7. El sábado provee una oportunidad para discernir sobre el poder creativo de Dios en la naturaleza.

“Dios dio a los hombres el recordativo de su poder creador, a fin de que lo vieran en las obras de sus manos. El sábado nos invita a contemplar la gloria del Creador en sus obras creadas”.23 El sábado es un día especial, en el cual podemos salir en medio de la naturaleza y observar de cerca los bosques, las corrientes de agua, los lagos o los mares y descubrir en ellos evidencias del talento de creatividad de Dios. Entonces podremos experimentar el milagro de la iluminación divina, a medida que le permitamos a Dios interpretar el lenguaje de la naturaleza, a veces contradictorio, para poder diferenciar la mano de Dios de la mano del enemigo en la naturaleza; y nos levantaremos agradecidos por el poder creativo de Dios y el cuidado continuo que tiene de todas sus criaturas.

El sábado también señala hacia la futura restauración de todo el universo a su prístina condición, como parte del plan de Dios (ver Hebreos, capítulo 4): “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron... Y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1, 4).

Conclusión Los siete principios bíblicos presentados aquí referentes a los efectos del pecado en

la naturaleza nos muestran cómo los cristianos pueden discernir el carácter amoroso de Dios en la naturaleza y también las señales de la obra de Satanás. En resumen, “bueno es Jehová para con todos” (Salmo 145:9), no sólo con todos los seres racionales, sino también con el gorrión y con la boa esmeralda. Por lo tanto, le replicamos a Baudelaire que hay un Dios y que él es bueno, el cual creó originalmente sólo lo que se asemeja a él.

Notas y referencias * A menos que se indique lo contrario, todos los pasajes de las Escrituras en este

artículo son tomados de la RVR, 1960. 1. En A. E. Wilder-Smith, Is This A God of Love? (Costa Mesa, California: TWFT

Publ., 1991), p. 67.

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2. Kurt Schwenk, “The Serpent’s Tongue”, Natural history, 104 (Abril, 1995) 4:54. 3. David Hume, Dialogues Concerning Natural Religion (Indianapolis: Bobbs-

Merrill, 1970), p. 92. 4. Ellen White, “The Treasures of God’s Word”, Review and Herald, 3 de julio,

1900, p. 417. 5. White, Consejos sobre el régimen alimenticio (Buenos Aires, Casa Editora

Sudamericana, 1975), p. 474. 6. White, Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn.,

1978), p. 46. 7. Ibíd. 8. Ibíd. 9. White, Educación (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, s/f), p. 23. 10. Ellen White dice que “el sacrificio propio es la nota clave de las enseñanzas de

Cristo”, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1948.) t. 9, p. 49. La depredación probablemente ilustra esta gran ley, la ley del sacrificio propio y del servicio, de una manera diferente de la intención original, en una forma alterada, como en los casos en que ciertos animales continúan sirviendo convirtiéndose en el alimento de otros. (Esta idea se la debo a Richard Choi.)

11. Ver Harold G. Coffin, Origin by Design (Washington, D.C.: Review and Herald Publ. Assn., 1983), p. 418 ff., para un excelente estudio sobre la depredación vista únicamente como la obra de Satanás.

12. J. Hayward, profesor de biología en Andrews University, sugiere que “el récord geológico habla de un Dios que creó aun la más simple de las criaturas con una gran capacidad de adaptarse en forma creativa” (Bruce Johanson, ed., “A Glimpse of Some IBCC [Institute of Bible, Church and Culture, Walla Walla, Washington] Presentations”, Newsletter, March 1995, p. 2).

13. White, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif,: Pacific Press Publ. Assn., 1948), t. 6, p. 186.

14. White, El conflicto de los siglos (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1977), p. 646.

15. White, The Upward Look (Washington D.C.: Review and Herald Publ. Assn.,1983), p. 316.

16. Ellen White comments in Commentario bíblico adventista (Idaho: Washington, D.C.: Pacific Press Publ. Assn.), t. 1, p. 1100.

17. “Las especies confusas que Dios no creó, que fueron el resultado de la amalgamación, fueron destruidas por el diluvio” (Ellen White, Spiritual Gifts [Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1945], t. 3 p. 75).

18. Ibid, t. 4a, p. 121. 19. White, Christian Temperance and Bible Hygiene (Battle Creek, Mich.: Good

Health Publ. Co., 1980), p. 154. 20. White, Selected Messages, (Washington D.C.: Review and Herald Publ. Assn.,

1958), book 1, p. 268.

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21. Spalding and Magan’s Unpublished Manuscript Testimonies of Ellen G. White (Payson, Ariz.: Leaves-of-Autumn Books, 1985), p. 40. Cf. Ellen G. White, Healthful Living (Battle Creek, Mich.: Medical Missionary Board, 1987), p. 24.

22. David Livingston, Missionary Travels and Researches in South Africa (London: John Murry, 1857), p.12.

23. White, Palabras de vida (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1971), p. 14.

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6 ¿Casualidad o diseño?

Dr. Ariel A. Roth

Después de trabajar hasta tarde en la noche, mi amigo estaba exhausto. Subió a su automóvil y comenzó el largo viaje de regreso a la universidad donde estudiaba. Estaba conduciendo por un camino de campo poco transitado cuando el cansancio lo venció... y su vehículo se hundió en las aguas de un arroyo junto al camino. Sobrevivió la experiencia con severas lesiones. Con los nervios de la parte inferior de su médula espinal cortados, ya no tenía control de las piernas. Estaba destinado a una silla de ruedas por el resto de su vida.

Le llevó mucho tiempo sanarse. Afortunadamente, mi amigo no era una persona ordinaria. El no iba a permitir que sus severos problemas lo convirtieran en una carga para la sociedad. Decidió ayudar a otros y, a pesar de todos los obstáculos que enfrentaba, finalmente terminó sus estudios universitarios de grado. Su atractiva personalidad, perseverancia y dedicación a Dios le ayudaron mientras servía con éxito como docente, redactor, capellán y pastor. Muchos fueron bendecidos por su simpatía y comprensión. Desafortunadamente, sus piernas continuaron deteriorándose hasta el punto de tener que ser amputadas.

Partes interdependientes1 El problema de mi amigo ilustra cómo las diferentes partes de los organismos vivos

dependen unas de otras. Podemos ilustrar esto a un nivel simple. Si tenemos un músculo que mueve un hueso en una pierna, ese músculo no funcionará a menos que haya un nervio para activarlo. Pero ni el músculo ni el nervio funcionarán a menos que haya un sistema en el cerebro para controlar la actividad del músculo. El mecanismo controlador en el cerebro envía un impulso por medio del nervio para que el músculo se contraiga y mueva al hueso. Las tres partes —el músculo, el nervio y el mecanismo controlador— son ejemplos de partes interdependientes. Se necesitan mutuamente para funcionar. Estos son sistemas donde no funciona nada a menos que funcione todo. Algunos científicos consideran a tales sistemas como de “complejidad irreducible”.2 La palabra complejidad se refiere a los sistemas cuyas diversas partes están relacionadas entre sí. Los sistemas con partes interdependientes abundan en todos los seres vivos y son generalmente mucho más complejos que el ejemplo simple mencionado anteriormente. En nuestro cuerpo tenemos por lo menos de 50.000 a 100.000 diferentes clases de enzimas. La mayoría de estas enzimas actúan gobernando los cambios químicos relacionados con otros cambios químicos provocados por otras enzimas. Como tales, representan una vasta serie de partes interdependientes.

La aleatoriedad de los cambios evolutivos Si se abandonan 20 niños en una juguetería, por cierto que sucederá algo.

Seguramente el surtido ordenado de juguetes llegará a estar menos organizado. Cuanto más tiempo estén los niños en la juguetería, más se mezclará el surtido. Las cosas activas tienden a mezclarse naturalmente. La tendencia de las cosas a mezclarse en la naturaleza va en contra de la evolución, que postula cambios de moléculas distribuidas al azar a

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formas “simples” de vida que, aunque pequeñas, son altamente organizadas. Luego se supone que la evolución formó organismos mucho más complicados con tejidos y órganos especializados, que incluye flores, ojos y cerebros.

Algunos evolucionistas sugieren que la ocasional autoorganización de materia simple como la observada en la formación del cristal de sal, o la rara forma de onda que a veces se forma cuando las sustancias químicas migran a través del material sólido, quizá sea un modelo para la autoorganización de la materia para convertirse en seres vivos. Pero hay un vasto abismo entre los simples cristales y la complejidad de los sistemas vivos. El desarrollo de la complejidad funcional interdependiente está en contra de la tendencia general hacia la mezcla caótica en la naturaleza. Este es uno de los problemas mayores de la teoría de la evolución.

La evolución generalmente pone énfasis en el ocasional cambio aleatorio en el mecanismo hereditario del organismo (ADN). Tales cambios, llamados mutaciones, combinados con la selección natural, son considerados la base del avance evolutivo. Pero tales eventos aleatorios generalmente tenderían a mezclar las cosas, y no a organizarlas. Ni las mutaciones aleatorias ni la selección natural tienen la previsión de planear por adelantado como para guiar el proceso evolutivo en el desarrollo gradual de sistemas con partes interdependientes. Además, las mutaciones son casi siempre perjudiciales para los organismos vivos. Estimar que hay una mutación favorable entre mil es ser generoso con la evolución. Cuando se trata con sistemas complejos que poseen partes interdependientes, sólo un pequeño cambio (mutación) puede provocar el cese del funcionamiento de todo el sistema. Sería como cortar los nervios de las piernas de mi amigo: arruinaría la totalidad de sus piernas. Igualmente es mucho más fácil arruinar un reloj que fabricarlo. Pocos negarían que hay una tendencia a lo aleatorio en la naturaleza. La evolución naturalística necesita explicar lo opuesto.

La selección natural: un problema para la evolución Carlos Darwin desarrolló el concepto de la selección natural. Observó que hay

variación en los organismos vivos. También existe la sobreproducción de la progenie que da como resultado la falta de alimento y espacio; por lo tanto, hay competición por la supervivencia. Darwin propuso que sólo los más aptos de las nuevas variedades de organismos sobrevivirían, y ellos a su vez producirían una progenie similarmente apta. De manera que los más aptos sobreviven a través del proceso llamado selección natural. Con frecuencia se usa este mecanismo para explicar el avance evolutivo, a pesar de la tendencia en la naturaleza hacia lo aleatorio. Mientras que pareciera que la selección natural funciona en la naturaleza como medio de eliminar organismos débiles o aberrantes, se enfrenta con un problema mayor cuando se trata de la evolución de sistemas interdependientes, que representan la mayoría de todo lo que vive.

El hecho de que las piernas de mi amigo fueron amputadas ilustra un problema básico que enfrenta el modelo de selección natural de Darwin. Las estructuras inútiles pueden ser impedimentos entorpecedores. Generalmente nos arreglamos mejor sin ellas. El problema de la evolución es que muchas partes de los órganos o sistemas que estuvieran evolucionando gradualmente serían impedimentos inútiles, como las piernas de mi amigo, hasta que todas las partes interdependientes hubieran evolucionado. Hasta ese momento, los organismos se las arreglarían mejor sin esas partes adicionales, y la selección natural

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tendería a eliminarlos. Solamente después de que todas las partes interdependientes necesarias estén presentes pueden funcionar y proveer alguna razón para sobrevivir a través del proceso de la selección natural.

Si la evolución es real, deberíamos esperar ver muchos ejemplos de nuevos órganos o sistemas en desarrollo, como piernas, ojos, hígados o nuevas clases de órganos tratando de evolucionar en aquellos organismos que no los han desarrollado. Sin embargo, al observar más de un millón de especies que han sido identificadas sobre la superficie de la tierra, parece que no vemos ninguno. Esta es una acusación mayor contra el concepto de la evolución. En un contexto más amplio la pregunta es: ¿Cómo pueden las mutaciones aleatorias —en su mayoría perjudiciales—, que no tienen previsión, producir gradualmente sistemas biológicos complejos que no tienen valor de supervivencia hasta que todas las partes interdependientes están presentes? Si la evolución tiene una manera de eludir el problema, deberíamos encontrar muchos órganos y sistemas nuevos en el proceso de evolución, pero no existen.

La larga búsqueda de un mecanismo evolutivo Ha habido una larga y ardua búsqueda de un mecanismo evolutivo plausible que

produjera vida compleja organizada. Echemos un vistazo a esta búsqueda en los dos últimos siglos. Se provee un resumen en la Tabla 1.

Lamarckismo. El científico francés Chevalier de Lamarck (1744-1829) concibió un mecanismo evolutivo basado en su ley de uso y desuso. Propuso que el uso de un órgano acentuaba su desarrollo, y esta mejora era pasada a la siguiente generación. Por ejemplo, animales semejantes a los ciervos que necesitaban alcanzar hojas en las ramas más altas de los árboles adquirirían, luego de estirar sus cuellos por muchas generaciones, cuellos más largos y eventualmente surgirían como jirafas. Similarmente, declaró que si se quitaba el ojo izquierdo de los niños por una cantidad de generaciones, eventualmente habría individuos con sólo el ojo derecho. Años más tarde, el evolucionista alemán August Weismann comprobó que Lamarck estaba equivocado. Cortó las colas de cientos de ratones por muchas generaciones. Los ratones, no obstante, continuaron produciendo progenie con colas de tamaño normal. Concluyó que estas series de experimentos probaban que no hay herencia de las características adquiridas durante la vida de un individuo.

Darwinismo. Darwin propuso la selección natural (ya tratada) como un mecanismo evolutivo. Darwin también enfatizó la teoría general de la evolución de todos los organismos desde los más simples hasta los más complejos. En este proceso, puso especial énfasis en la importancia de cambios pequeños, un concepto que pronto fue desafiado.

Poco después de la publicación (1859) del libro de Darwin, El origen de las especies, muchos científicos aceptaron la idea general de la evolución. Sin embargo, muchas de las ideas de Darwin fueron cuestionadas entonces y todavía son desafiadas. El historiador de la biología Charles Singer declara francamente que “los argumentos de Darwin son con frecuencia falaces”.3 Entre las críticas más serias es la carencia de valor de supervivencia de cambios pequeños que no son útiles a menos que puedan funcionar en un todo complejo que no ha evolucionado todavía. Darwin estaba bastante preocupado por la evolución del ojo, que tiene una cantidad de sistemas con partes interdependientes. Sugirió que la selección natural era la respuesta al problema, pero no trató la cuestión de las partes interdependientes. El concepto de la “supervivencia del más apto” en sí también ha sido

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muy criticado, posiblemente en forma injusta a veces. No obstante, la supervivencia del más apto no demuestra la evolución, como se supone a veces. El concepto no puede ser probado con facilidad; lo que, sin embargo, no es lo mismo que decir que sea falso. Pero obviamente el más apto sobreviviría tanto si hubiera evolucionado por sí solo como si hubiera sido creado por Dios. A pesar de estos defectos, la idea básica de Darwin recibe el apoyo de muchos evolucionistas.

Mutaciones. El biólogo holandés, Hugo de Vries (1848-1935), desafió vigorosamente la idea de que los cambios diminutos proveyeron el mecanismo evolutivo básico. Argumentaba que estos pequeños cambios no significaban nada, y que serían necesarios cambios mayores, llamados mutaciones, para responder al medio. De Vries encontró apoyo para sus opiniones cerca de Amsterdam, Holanda, donde la planta conocida como prímula (o primavera) importada de las Américas había comenzado a crecer en forma silvestre y algunos especímenes eran enanos. El consideraba este cambio como una mutación.

De Vries experimentó cultivando miles de plantas y notó cambios mayores que él atribuyó a mutaciones. El creía que estas “nuevas formas” eran pasos en un proceso evolutivo prolongado. Desafortunadamente para la teoría de de Vries, los cambios que él notó eran sólo el resultado de combinaciones de características ya presentes en la composición genética de las plantas, y no nuevas mutaciones.

No obstante, mayormente por el trabajo del norteamericano, T. H. Morgan, se comenzó a aceptar el concepto de mutaciones, que representan información hereditaria nueva. En experimentos con moscas de la fruta, Morgan observó cambios permanentes nuevos que son pasados de una generación a la siguiente. Sin embargo, los cambios observados eran en su mayoría degenerativos en vez de progresivos, incluyendo pérdida de alas, cerdas y ojos.

Se necesitarían muchas mutaciones no degenerativas para producir una sola estructura útil. El problema es cómo lograr que estos eventos tan raros ocurran simultáneamente en un organismo para producir una estructura funcional que pueda tener algún valor de supervivencia. El notable zoólogo francés, Pierre P. Grassé, quien sugiere otro mecanismo evolutivo, afirma algunas de las mismas preocupaciones y declara: “No importa cuán numerosas sean, las mutaciones no producen ningún tipo de evolución”.4

La síntesis moderna. A medida que el pensamiento evolutivo se desarrolló en la primera parte del siglo XX, varios eruditos de influencia ayudaron a mover de vuelta el enfoque de las mutaciones a la selección natural. Los proponentes más importantes fueron S. S. Chetverikov en Rusia, R. A. Fisher y J. B. S. Haldane en Inglaterra, y Sewall Wri-ght en los Estados Unidos. Esta vez, se ponía el énfasis en el proceso de la evolución dentro de las poblaciones de organismos, en vez de en organismos individuales.

La síntesis moderna combinó los esfuerzos de una cantidad de evolucionistas brillantes, incluyendo Theodosius Dobzhansky de la Universidad de Columbia, el biólogo Sir Julian Huxley de Inglaterra, y Ernst Mayr y George Gaylord Simpson de la Universidad de Harvard. El concepto fue dominante desde la década de los 30 hasta la de los 60. La desinencia “síntesis moderna” fue originada con Huxley,5 nieto de Thomas Huxley, el campeón de Dar-win, mientras alababa el “triunfo final” del darwinismo.6

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Básicamente sintetiza la variación por mutaciones con el concepto de selección natural de Darwin por la supervivencia del más apto aplicada a las poblaciones.

Muchos de los líderes de la síntesis moderna hicieron hincapié en que, por la acumulación de cambios relativamente pequeños, uno podría producir los cambios mayores requeridos para pasos evolutivos grandes como el cambio de un animal semejante a un lagarto a una tortuga. Sin embargo, el mecanismo básico para los avances evolutivos complejos sigue sin resolver. La síntesis moderna puede haber sido más una actitud de triunfo que una precisa síntesis.

Mientras tanto, las inquietantes voces del paleontólogo Otto Schindewolf en Alemania y del geneticista Richard Goldschmidt en los Estados Unidos eran sistemáticamente ignoradas. En contraste con los diminutos cambios de Darwin y las mutaciones relativamente pequeñas sugeridas por los arquitectos de la síntesis moderna, ambos estaban proponiendo cambios grandes y rápidos y diferentes mecanismos. Schindewolf, quien estaba familiarizado con los fósiles, sugirió saltos repentinos de desarrollo para salvar las grandes brechas entre las clases mayores de fósiles. Goldschmidt, que era profesor de genética en la Universidad de California en Berkeley, estaba completamente en desacuerdo con la idea de que los cambios pequeños dentro de una especie podían acumularse lentamente y producir cambios evolutivos mayores. El consideraba que los pasos intermedios eran inútiles para la supervivencia y creía que no serían favorecidos por la selección natural. Entre los ejemplos que citaba estaban la formación de una pluma, la segmentación de la estructura del cuerpo de los insectos, el desarrollo de músculos, el ojo compuesto de los cangrejos, etc. Goldschmidt y Schindewolf plantearon preguntas importantes y pronto para una cantidad de evolucionistas la síntesis moderna ya no parecía sostenible. El embriólogo sueco Soren Lovtrup, quien apoya la evolución, señala: “Y hoy la síntesis moderna —el neodar-winismo— no es una teoría, sino una gama de opiniones donde cada uno trata, a su manera, de superar las dificultades presentadas por el mundo de los hechos”.7

Período de Diversidad. Pronto aparecieron nuevas ideas acerca de la evolución, algunas de ellas bastante especulativas. Los descubrimientos recientes, especialmente en los campos de la biología molecular y de la genética, indicaron que los conceptos genéticos más antiguos, más simples, ya no eran válidos. Todo esto contribuyó a una variedad de pensamientos que prevalecen hasta el presente. Esta etapa —que puede ser designada colectivamente como el período de diversidad— representa una gama de ideas nuevas que a menudo están en conflicto. Giran alrededor de una cantidad de preguntas básicas, tales como: (1) ¿Se pueden identificar las relaciones evolutivas de los organismos? Algunos han argumentado que la única manera de saber si dos organismos están realmente relacionados por la evolución es si tienen características similares pero únicas (sinapomorfias). Tales características son difíciles de encontrar. (2) Los cambios evolutivos, ¿son graduales o repentinos? Algunos sugieren cambios repentinos, pero muy pequeños, como los reflejados en algunas partes del registro fósil (modelo del equilibrio puntuado). Estos cambios pequeños y repentinos no dan respuesta al problema de las brechas mayores en el registro fósil tales como las encontradas entre los phylum animales y las divisiones de las plantas. (3) La selección natural, ¿es importante para el proceso evolutivo? Una cantidad de evolucionistas sugieren que hay mutaciones neutrales que ellos consideran muy

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importantes en el proceso evolutivo. Ya que estas mutaciones son neutrales, no están sujetas a la influencia de la selección natural. (4) ¿Cómo evoluciona la complejidad? Algunos estudios realizados con computadoras han tratado el problema, pero los biólogos han criticado estos intentos como demasiado simplistas. Los sistemas biológicos son muy complejos y de muchos de ellos sabemos poco.

En las últimas décadas un número significativo de científicos, que no creen en el registro bíblico de la creación, han escrito libros criticando la evolución, o mayores temas de la misma. La Tabla 2 enumera algunos de ellos. Estos científicos en general creen en algún tipo de evolución, pero admiten que hay problemas grandes. El modelo de Darwin ha sido especialmente criticado. Mientras tanto continúa la búsqueda de un mecanismo evolutivo.

Conclusión A menudo los científicos apoyan firmemente la evolución. Mientras que en general

están de acuerdo en que la evolución es un hecho, hay mucho menos acuerdo en cuanto a los detalles. Algunas de las batallas más acaloradas de la biología evolutiva siguieron a la síntesis moderna. El conocido autor Tom Bethel enfatiza que “especialmente en los años recientes los científicos han estado discutiendo entre ellos acerca de Darwin y sus ideas”.8

El público en general raras veces oye estas discusiones internas y menos aún las entiende. Existe un gran contraste entre las discusiones intelectuales internas de la comunidad académica, como se encuentra en la literatura de investigación, y el estilo simple y autoritativo de los libros de texto y artículos periodísticos.

Cierta simplificación en los libros de texto puede ayudar en el aprendizaje, pero los estudiantes deberían estar más enterados de la variedad de puntos de vista en el debate evolucionista.

Uno no puede mirar los persistentes esfuerzos de los evolucionistas para encontrar un mecanismo evolutivo plausible para su teoría sino con cierto grado de respeto. Su perseverancia es loable.

Una teoría tras otra ha sido propuesta por un período de dos siglos. El fracaso general plantea una pregunta sensata: El pensamiento evolutivo, ¿es más una cuestión de opinión que de precisos datos científicos? Luego de una búsqueda tan larga y prácticamente vana de un mecanismo evolutivo, parecería que los científicos evolucionistas deberían considerar seriamente la creación por Dios como la describe la Biblia. Allí Dios, como el diseñador de todo, crea las diversas formas de vida, incluyendo sus sistemas complejos de partes interdependientes.

Notas y referencias 1. Para un estudio sobre varios asuntos considerados en este artículo, temas

relacionados y más referencia bibliográfica, ver Ariel A. Roth: Origins: Linking Science and Scripture (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Assn., 1998), pp. 80-115, 130-144. Esta obra estará disponible muy pronto en español, francés, portugués y ruso. Para información acerca de las diversas editoriales, contacta al autor.

2. M. J. Behe: Darwin’s Black Box (New York: Free Press, 1996). 3. C. Singer: A History of Biology to About the Year 1900, 3a. ed. rev. (New York:

Abelard-Schuman, 1959), p. 303.

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4. P. P. Grassé: Evolution of Living Organisms: Evidence for a New Theory of Transformation. B. M. Carlson y R. Castro, trad. (New York: Academic Press, 1977), p. 88. Traducción de L’Évolution du Vivant.

5. J. Huxley, Evolution: The Modern Synthesis (London: Harper & Brothers, 1943).

6. S. J. Gould: “Darwinism and the Expansion of Evolutionary Theory”, Science 216 (1982), pp. 380-387.

7. S. Løvtrup: Darwinism: The Refutation of a Myth (London: Croom Helm, 1987), p. 352.

8. T. Bethell: “Agnostic Evolutionists: the Taxonomic Case Against Darwin”, Harper’s 270 (February 1985) pp. 49-52, 56-58, 60, 61.

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7 Buscando a los antepasados de Adán

Dr. Elaine Kennedy Los biólogos evolucionistas están convencidos de que los seres humanos

descienden de criaturas semejantes a los simios. A pesar de las diversas discusiones acerca de las teorías de los linajes simiohumanos, los paleoantropólogos están de acuerdo con ellos. La respuesta cristiana a estas afirmaciones ha sido variada. Algunos cristianos concuerdan con los hombres de ciencia en cuanto al origen de los seres humanos pero sostienen que en algún momento en el pasado los seres humanos adquirieron un alma inmortal, sentido moral y/o la habilidad de razonar. Otros, incluyendo a los adventistas, aceptan el relato del Génesis como el registro de un evento histórico.

¿De dónde vino Adán? ¿Fue creado del polvo de la tierra por un Creador inteligente o desciende de una criatura semejante al simio? Sabemos lo que dice la Biblia, pero, ¿concuerda con ella el “libro de la naturaleza”?

Qué es un ser humano Aunque algunos dueños de animales domésticos podrían discutirlo, el sentido

estético y el moral, el libre albedrío y un lenguaje complejo separan a los seres humanos de los animales.1 Los esqueletos extinguidos de apariencia humana no pueden proveernos este tipo de información. Considerando que a los científicos no les es posible hablar con los organismos que supuestamente sean nuestros antepasados como para determinar cuán humanos eran, los investigadores se basan en los rasgos estructurales de los huesos fósiles y en la información genética de simios y de seres humanos actuales.

Los seres humanos modernos se distinguen por varios rasgos del cráneo. Se pueden reconocer fácilmente tres características notables: (1) En los seres humanos modernos una parte del hueso de la mandíbula inferior sobresale hacia adelante para formar el mentón. (2) Los seres humanos modernos tienen el ángulo de la cara muy chato porque carecen de un hocico y tienen la frente inclinada hacia atrás. (3) Tienen la porción superior del cráneo más ancha que la base del mismo. Por lo tanto, no parece ser demasiado difícil poder determinar si un esqueleto fósil pertenece a un ser

Los homínidos Homínido es el nombre que se les da a los primates bípedos, incluyendo todas las

especies de los géneros Australopithecus y Homo. Los australopitecinos incluyen el género Australopithecus y, para algunos investigadores, el Paranthropus. Los hominoideos se refieren a los miembros del género Homo. Tomando como base el tipo de cuerpo, los australopitecinos se dividen en dos grupos: (1) Las formas gráciles, semejantes al simio, de huesos pequeños y más frágiles incluyen el A. ramidus (el hallazgo australopitecino más reciente, que en la actualidad ha sido propuesto como el fósil más cercano al “eslabón perdido” o antepasado común de los simios y los seres humanos); el A. afarensis (se ha encontrado una “comunidad” de fósiles; un esqueleto completo en un 40 por ciento, conocido popularmente como “Lucy”); y el A. africanus (el “Niño de Taung”, nombrado así por la localidad cercana al lugar donde se lo encontró). (2) Las formas robustas con semejanza de simio incluyen el A. aethiopicus (un esqueleto con algunos rasgos diferentes

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de los del A. afarensis, conocido como “cráneo negro”), el A. robustus y el A. boisei. Algunos investigadores colocan todas las formas robustas en el género Paranthropus.2

Al género Homo —al cual pertenecen los seres humanos—, se le asignó un número de especies: el H. habilis (material fragmentario de una especie pequeña, encontrado cerca de unas herramientas de piedra, conocido como el “Hombre habilidoso”); el H. rudolfensis (de cráneo grácil y material óseo notablemente más grande que el del H. habilis, aunque había sido asignado anteriormente a aquella especie); el H. erectus (más de 200 fósiles individuales popularmente designados como erguidos, incluyendo el Hombre de Java y el Hombre de Peking); el H. ergaster (de cráneo y material óseo anteriormente asignado a los erguidos y ahora distinguido por la mandíbula inferior y la estructura dental como una especie separada, conocida como “el muchacho de Turkana”); el H. heidelbergensis (“hombre de Rodesia”, un H. sapiens arcaico previamente identificado como un erguido, a veces catalogado como H. sapiens heidelbergensis, una subespecie del H. sapiens —la especie tiene una capacidad craneana mayor que la de los erguidos—); el H. neanderthalensis (una especie robusta comúnmente descrita como un “hombre de las cavernas”, cuyos restos de esqueleto frecuentemente muestran evidencias de un trauma, a veces catalogado como H. sapiens neanderthalensis); y finalmente, el homo sapiens u homo sapiens sapiens (seres humanos modernos).3

Diferentes perspectivas de la investigación En la búsqueda del origen de los seres humanos, hay tres grupos principales de

científicos —los paleoantropólogos, los filogenetistas evolucionistas y los antropólogos moleculares—, los cuales se aproximan al problema desde tres perspectivas muy diferentes. Los paleoantropólogos se concentran en los rasgos físicos de los esqueletos de homínidos y en el uso de herramientas. Los filogenetistas evolucionistas describen las similitudes o parentescos de los organismos. Los antropólogos moleculares enfatizan las semejanzas de proteína y del ADN entre los homínidos.

Algunos rasgos físicos de los homínidos. Los paleoantropólogos son científicos que estudian exclusivamente los orígenes del ser humano. Al comparar la estructura de los esqueletos o los rasgos morfológicos en los homínidos, creen que han encontrado varios rasgos de hominoideos y de semejanza de simio en estos fósiles. Estos rasgos aparecen en una de las especies más importantes de los australopitecinos, los Australopithecus afarensis.

El Australopithecus afarensis, un homínido popularmente conocido como “Lucy”, tiene una articulación de cadera que no es ni muy semejante a la del simio ni a la humana. Mientras parece claro que los australopitecinos no caminaban sobre los nudillos como los simios modernos, las articulaciones de la cadera estaban suficientemente rotadas hacia adelante como para no ser confundidas con las articulaciones de las caderas de los seres humanos modernos. (Uno de los criterios que ha sido utilizado para identificar al género Homo es la posición de paso completamente erguida.) Otra estructura señalada por los paleoantropólogos como evidencia de un eslabón australopitecino entre simios y seres humanos es la curvatura de los huesos de los dedos de las manos y de los pies. Los dedos de las manos y de los pies del australopitecino, no son tan rectos como los dedos de las manos y de los pies de los seres humanos, pero el nudillo no es tan simple como el de un chimpancé.4 Se han identificado una cantidad de estos rasgos semisimios, semihumanos en

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las extremidades de los australopitecinos. Además, la disminución del tamaño de los dientes desde adelante hacia atrás en la boca es un rasgo similar al arreglo de los dientes en los hominoideos.5

Los rasgos de apariencia simiohumana también se encuentran en el género Homo. Se incluye al Homo habilis u “Hombre habilidoso” en el género Homo básicamente porque se encontró ese material fósil en relación con “herramientas”. Además, el H. habilis tiene una mandíbula muy semejante a la humana; sin embargo, el esqueleto de su cuerpo se asemeja a un australopitecino. Se incluyen los especímenes asignados al Homo rudolfensis en el género Homo porque su estructura esquelética se parece en mucho a la humana; pero el rostro y los dientes se parecen a los del robusto australopitecino.6

Basados en las mandíbulas y los dientes, ubicación africana y menor capacidad cerebral del H. ergaster en relación con los erguidos de Asia,7 los paleoantropólogos dividen a los erguidos en dos especies.

Para demostrar los propuestos linajes ancestrales opuestos de los homínidos, se han trazado varios diagramas. Estos diagramas difieren porque los paleoantropólogos no concuerdan acerca de cuáles son los rasgos físicos específicos que debieran usarse para identificar las relaciones ancestrales, el tiempo de divergencia y la ubicación de los nuevos hallazgos de esqueletos.8

Relación de los homínidos. Los filogeneticistas usan métodos cladísticos (cladogramas) para describir las relaciones entre los organismos. Los cladogramas son diagramas que ubican los organismos en grupos que comparten caracteres y describe a los organismos en términos de relaciones fraternales más bien que de ancestros, en una forma jerárquica. Al desarrollar los cladogramas, los filogenetistas se apoyan en tres suposiciones básicas: (1) Los rasgos o caracteres que componen la información pueden ser colocados en una estructura jerárquica; (2) la información o caracteres seleccionados representan con exactitud los organismos; y (3) ha habido poca o ninguna pérdida de caracteres definitorios.9 Algunos de los caracteres utilizados para desarrollar el cladograma aparecen en las especies en un orden diferente que la mayoría de los caracteres definitorios del cladograma.

Los filogeneticistas seleccionan el cladograma con el menor número de caracteres fuera-de-lugar para desarrollar diagramas “mejor ajustados”; consecuentemente, hay cierto desacuerdo sobre qué caracteres describen mejor los organismos y dónde debieran acomodarse en la jerarquía.

Después de usar el cladismo para identificar las relaciones jerárquicas, numerosos investigadores incorporan esta información en las hipótesis y desarrollan esquemas filogenéticos que describen relaciones ancestrales para los homínidos. Hasta 1993, se habían propuesto por lo menos seis esquemas filogenéticos principales para los homínidos, pero después del descubrimiento del A. ramidus, se ha añadido un séptimo esquema. La mayoría de los movimientos de especies en estos diagramas representan disputas sobre la validez de atribuir a la evolución humana los variados rasgos encontrados en los cráneos y dientes de los especímenes.

Las relaciones moleculares de los homínidos. Para desarrollar sus hipótesis acerca de los linajes de los homínidos, algunos antropólogos han estudiado las similitudes moleculares entre los simios y los seres humanos modernos. Entre ellos hay quienes

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suponen que las mutaciones y cambios ocurren a un ritmo constante en el ADN. Basados en la presuposición de una relativamente constante tasa de cambio en el ADN, —que constituye un verdadero “reloj molecular”,11 numerosos estudios, que abarcan más de 30 años, han tratado de determinar el momento en que las variadas especies vivientes difirieron de las especies relacionadas.

Las interpretaciones basadas en el “reloj molecular” implican que el origen humano ocurrió hace millones de años y dan por sentado que existe un eslabón entre los simios y los seres humanos. El lapso de tiempo postulado para la divergencia simio-humana fluctúa de 5 a 7 millones de años atrás. Sin embargo, las supuestas tasas de mutación usadas para calcular estas edades, fueron desafiadas por Morris Goodman hace más de 30 años y más recientemente por Wen-Hsiung Li.12 Los problemas que ellos han planteado nos permiten cuestionar la validez del método.

Otros han restringido su campo de investigación y comparado el ADN mitocondrial entre las razas humanas, sugiriendo la hipótesis de que la línea humana puede rastrearse a una única población africana.

El “linaje” homínido Australopitecinos. En el grupo australopitecino, tanto el A. ramidus (el hallazgo

más reciente) como el A. afarensis (Lucy), son considerados ancestrales (Figura 2), mientras que el A. africanus (Niño de Taung), categorizado tan recientemente como en 1993 como ancestral, continúa siendo discutido como parte de la línea directa.13

Hominoideos (Figura 2). En el género Homo, el H. habilis (Hombre habilidoso) permanece como problemático; sin embargo, Wood lo coloca fuera del linaje humano y McHenry lo coloca dentro de la línea humana.14 La forma grácil del H. rudolfensis, reemplazó en un momento al H. habilis en el linaje humano pero ahora también es excluido por algunos investigadores. De acuerdo con Tattersall15 el H. erectus (Hombre de Pekín, Hombre de Java) debiera ser categorizado en la actualidad como “fuera de línea” debido al hecho de que una porción de la estructura de su cráneo es demasiado robusta.16 Algunos investigadores registran al H. ergaster como uno de los “eslabones” predilectos, aunque otros lo consideran aún como una especie separada y continúan incluyendo estos organismos con los erguidos y en la línea ancestral.

Por último, el H. heidelbergensis es considerado como ancestral tanto para los seres humanos modernos como para los neandertales.17

Hipótesis evolucionistas falseadas Hay algunas conclusiones paleoantropológicas actuales con respecto a la relación

ancestro-descendientes en el caso de los homínidos. El antepasado común de los homínidos y los simios todavía falta. Se categoriza claramente al A. ramidus, al A. afarensis, los erguidos y al H. heidelbergensis como “eslabones” en el linaje.

Utilizando métodos científicos comunes, los investigadores ponen a prueba sus hipótesis, rechazando las ideas que aparecen como falsas. En los estudios de la evolución humana, algunos investigadores pueden no ceñirse a los métodos científicos comunes. Por ejemplo, el A. afarensis tiene rasgos únicos, lo cual impide que sea incluido entre nuestros antepasados. Un estudio cladístico identificó 69 rasgos que se expresan en forma diferente entre las especies dentro del “linaje humano”. De éstos, sólo 45 apoyan la hipótesis evolucionista preferida.18

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Los 24 caracteres restantes contradicen esta hipótesis. La hipótesis preferida fue escogida por los investigadores como la representación probable de la escala de la “evolución humana” porque es la que ha sido falseada el menor número de veces. Como resultado, y para crédito de ellos, otros investigadores han cuestionado la validez del A. afarensis como un antepasado humano.19 La inversión en robustez que ocurre con la inclusión de H. erectus en el “linaje” es otro factor que es inconsistente con la actual hipótesis evolucionista de los homínidos.

Conclusión ¿Qué nos dice el “libro de la naturaleza”? Todas las hipótesis evolucionistas de los

homínidos han sido falseadas. Para ser justos, debemos mencionar que esto no echa abajo la teoría evolucionista (pues podrían descubrirse nuevos especímenes para resolver los conflictos). Por lo tanto, no es apropiado anunciar al mundo que “la evolución ha sido refutada”, basados en la incongruencia de las hipótesis actuales.

Si todas las hipótesis evolucionistas de los homínidos han sido falseadas, ¿cómo interpretamos el material fósil? Algunos comentarios de Wood ilustran lo que se puede percibir como una mezcla de caracteres: “Aunque el H. habilis sensu stricto [en el sentido estricto] es un homínido con respecto a su complejo masticatorio [boca o mandíbulas], retiene un esqueleto esencialmente australopitecino post craneal [cuerpo]. Por otro lado, el H. rudolfensis aparentemente combina un esqueleto post craneal [cuerpo] semejante al del Homo más reciente, con un rostro y una dentición [dientes] que son análogos en cuanto a su adaptación a los de los australopitecinos ‘robustos’, especialmente al P. boisei”. Muchos caracteres que se encuentran juntos en los australopitecinos y en los hominoideos representan un mosaico de rasgos. Algunos cristianos interpretarían estos organismos como el resultado de la degeneración de la forma humana debido a la entrada del pecado. Otra interpretación restringe el término humano a humanos anatómicamente modernos y asigna el resto de los fósiles a formas no humanas creadas. Una interpretación más amplia del término humano aceptaría por lo menos a algunos de los fósiles como otras sub especies creadas de seres humanos. Independientemente de lo que hayan sido estas criaturas, es obvio que existen problemas con casi cualquier interpretación de estos fósiles. Considerando la información que tenemos actualmente, lo más aconsejable es ser cautos. Realmente, sería prematuro extraer cualquier conclusión definitiva con respecto a los orígenes de estos organismos y su relación con el registro del Génesis.20

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8 Evolución y salvación

Dr. Richard Rimmer

¿Quién fue la primera persona a quien Dios le prometió la salvación? Para la mayoría de los cristianos creyentes en la Biblia la respuesta es muy simple.

Pero si tú eres un cristiano que cree en la evolución, entonces estás en una situación difícil. Los evolucionistas dicen que las especies se desarrollaron a través de las edades,

que ocurrieron cambios progresivos que finalmente produjeron los seres humanos modernos. Si ocurrió realmente la evolución y los seres humanos evolucionaron a partir de formas de vida inferiores, ¿se produjo un corte en el tiempo entre los homínidos y los seres humanos modernos cuando Dios comenzó a considerarlos responsables de sus acciones? ¿Salvó Dios a los primeros seres humanos hace medio millón de años, pero no a las criaturas semejantes a los simios hace un millón de años? ¿Cuándo fue el momento preciso en que llegaron a ser gente y cesaron de ser animales?

Recuerda, Dios salva a individuos y no a grupos. Si tú fueras Dios, hubieras tenido que decidir cuándo comenzar a salvar a los individuos, y no a sus padres y madres.

Si tú eres un evolucionista teísta, has colocado a Dios en la posición de hacer una decisión arbitraria acerca de los individuos. Cristo nos ha dicho que todo aquel que cree en él será salvo (Juan 3:16). Esto implica una elección personal. Además, nuestro Dios es un Dios razonable (Isaías 1:18). El no puede ser arbitrario en definir cuándo un ser, en el largo proceso de la evolución, es salvable.

Entonces, surge la pregunta de cómo, cuándo y por qué se introdujo el plan de salvación a estas criaturas en desarrollo. ¿Es la historia de Adán y Eva, como aparece en Génesis, una gran mentira? ¿Cómo puede esta perspectiva bíblica ser compatible con la evolución?

No fue una cuestión de desarrollo lo que determinó el momento en que la gente estuvo calificada para ser salva. Existió una pareja de seres humanos creados que no necesitaban salvación, pero que pecaron desobedeciendo a Dios. Desde entonces la salvación ha dependido, y depende, de nuestra decisión de aceptar a Cristo como nuestro Salvador.

Si tú eres cristiano, ¿por qué no aceptas el punto de vista razonable de que Dios creó a los seres humanos y los dotó con la habilidad de hacer decisiones morales? ¿No tiene esto más sentido que forzar a Dios a decidir cuándo un homínido en evolución llega a ser moralmente responsable y está suficientemente desarrollado como para ser salvo?

También está la cuestión del pecado. ¿Qué importancia tiene el pecado para la gente si ésta desciende de animales inferiores y hereda deficiencias morales? ¿No haría esto responsable a Dios por nuestros pecados? ¿No sería entonces irrazonable que él nos pida que los superemos? Si Dios creó formas de vida básicas (como pretenden los teístas evolucionistas), pero luego dejó que se desarrollaran a través de millones de años como animales inferiores con deficiencias, ¿no podríamos acusar a Dios de habernos creado pecadores?

Notas y referencias

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1. Acerca de una discusión anterior sobre este tema en esta revista, ver David Ekkens, “Los animales y los seres humanos: ¿Son iguales?” (Diálogo, 6:3, pp. 5-8).

2. F. E. Grine, “Australopithecine Taxonomy and Phylogeny: Historical Background and Recent Interpretation”, en The Human Evolution Source Book, R. L. Ciochon y J. G. Fleagle, eds. (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 1993), pp. 198-210. También, I. Tattersall, The Human Odyssey (New York: Prentice-Hall, 1993), p. 191.

3. La información sobre los australopitecinos y los hominoideos fue obtenida de las siguientes fuentes: Tattersall, p. 191; M.H. Nitecki y D.V. Nitecki, Origins of Anatomically Modern Humans (New York: Plenum Press, 1994), p. 341; M. L. Lubenow, Bones of Contention (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 1987), p. 295.

4. R. L. Susman, J. T. Stern, Jr., y W. L. Jungers, “Arboreality and Bipedality in the Hadar Hominids”, Folia Primatologica, 43 (1984), pp. 113-156.

5. J. T. Robinson, “The Origin and Adaptive Radiation of the Australopithecines”, in Evolution and Hominization, G. Kurth, ed. (Stuttgart: Verlag, 1962), pp. 150-175.

6. B. Wood, “Origin and Evolution of the Genus Homo”, Nature, 355 (1992), pp. 783-790.

7. Ibíd. 8. Grine, pp. 198-210. 9. R. H. Brady, “Parsimony, Hierarchy, and Biological Implications”, en Advances

in Cladistics, vol. 2, Platnick y Funk, eds. (New York: Columbia University Press, 1983), pp. 49-60.

10. R. R. Skelton, H. M. McHenry, y G. M. Drawhorn, “Phylogenetic Analysis of Early Hominids”, Current Anthropology, 27 (1986), pp. 21-35.

11. M. Hasegawa, H. Kishino, y T. Yano, “Dating of the Human-Ape Splitting by a Molecular Clock of Mitochondrial DNA”, Journal of Molecular Evolution, 22 (1985), pp. 160-174.

12. Ver A. Gibbons, “When It Comes to Evolution, Humans Are in the Slow Class”, Science, 267 (1995), pp. 1907, 1908.

13. Wood, B. 1992. Reimpreso en The Human Evolution Source Book, R. L. Ciochon y J. G. Fleagle, eds. (Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 1993), pp. 319-331.

14. H. M. McHenry. Tempo and Mode in human evolution: Proceedings of the National Academy of Sciences, 91 (1994), pp. 6780- 6786.

15. Ver I. Tattersall, The Human Odyssey. 16. La inclusión de H. erectus en el “linaje” homínido representa una inversión en

la robustez de los cráneos; desde la forma grácil del A. afarensis a la estructura robusta del cráneo del H. erectus y de vuelta a la grácil estructura del cráneo de los humanos.

17. T. White, G. Suwa, y B. Asfaw, “Australopithecus ramidus, a New Species of Early Hominid from Aramis, Ethiopia”, Nature, 371 (1994), pp. 306-312. B. Wood, “Origin and Evolution of the Genus Homo”, Nature, 355 (1992), pp. 783-790. F. E. Grine, “Australopithecine Taxonomy and Phylogeny: Historical Background and Recent Interpretation”, en The Human Evolution Source Book, pp. 319-331, 198-210. Ver también Tattersall, p. 151.

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18. Skelton, McHenry y Drawhorn, pp. 21-35. 19. Ibíd. 20. Deseo expresar mi agradecimiento al Dr. Lee Spencer y al personal del

Geoscience Research Institute por sus consejos durante las últimas etapas de este trabajo

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9 El enigma de las aves migratorias: Otra evidencia de diseño inteligente

Dr. Kyu Bong Lee

“Aun la cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida”. —Jeremías 8:7.

El otoño casi se está acercando a su fin. Los vientos del ártico soplan suavemente hacia el sur, anunciando que el invierno no está muy lejos. Pronto se helarán las tierras del norte, cubiertas de nieve. Repentinamente tú oyes un ruido en el cielo. Miras hacia arriba y ves una bandada de aves volando hacia el sur, escapando de las temperaturas congelantes y buscando tierras más cálidas. Bandadas y corrientes de aves continúan su viaje por centenares de kilómetros. Cuando viene la primavera, sucede lo contrario: las aves vuelan hacia el norte para empollar y criar a sus polluelos. La migración es inequívoca, anual y rítmica, revelando una de las grandes maravillas del mundo natural. ¿Cómo puede uno explicar tales migraciones? ¿Por qué migran las aves? ¿Cómo saben cuándo es el tiempo de comenzar el largo viaje? ¿Qué guía su ruta y dirección de vuelo? ¿Cómo saben su destino y cómo se preparan para su viaje?1 Estas y otras preguntas han ocupado la investigación de los científicos por años. Algunas de las preguntas han producido respuestas claras; otras aún están siendo investigadas. Para un científico responsable, con una cosmovisión cristiana, la migración de las aves es otro ejemplo que revela que hay un diseño divino detrás de todas estas maravillas de la naturaleza.

La dispersión de las aves migratorias Con las aves, la migración generalmente significa un viaje en dos direcciones, un

viaje anual de ida y de vuelta. Principalmente esto ocurre con las aves en los grandes territorios del hemisferio norte que son cubiertos estacionalmente con la nieve y el hielo del invierno. Bandadas de aves de Eurasia y Norteamérica cruzan la línea del ecuador para pasar la estación invernal en Africa o Sudamérica. Por ejemplo, un gaviotín o charrán ártico marcado, fue atrapado 90 días después en la costa sureste de Africa, a 14.481 km (9.000 millas) de distancia de su hogar norteño. Otro voló más de 16.090 km (10.000 millas) de Groenlandia para llegar al sureste de Africa. Aún otro, anillado en la costa ártica de Rusia, fue vuelto a tomar en Australia, a una distancia impresionante de por lo menos 22.526 km (14.000 millas). El playerito, correlimos o chorlito de rabadilla blanca hace el mismo trayecto otoñal sobre el mar desde la costa de Canadá a la punta de la Antártida. Entre las aves terrestres, los charlatanes o tordos arroceros navegan por el aire 11.263 km (7.000 millas) o más entre los campos de trébol de Canadá y las praderas de la Argentina. La más famosa ave migratoria en Europa es la muy querida cigüeña blanca, la que a veces remonta en un cuerpo de aire caliente ascendente hasta una gran altura antes de planear por unos 16 km sobre el Mediterráneo hasta el Africa. Algunos playeritos han sido cronometrados a más de 161 km (100 millas) por hora. Algunas aves migran grandes distancias sobre el agua y vuelan tan alto como 4.267 m (14.000 pies). La altura máxima registrada hasta ahora es la de los gansos de cerca del noroeste de la India, que alcanzan 8.992 m (29.500 pies).

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Cómo navegan las aves durante la migración La mayoría de los biólogos ofrecen cuatro teorías, y sugieren que las aves usan una

o una combinación de ellas en su navegación sobre largas distancias. El uso de hitos terrestres. Esta siempre ha sido una teoría popular. Muchas aves

parecen seguir pistas visuales tales como ríos, costas y cordilleras para arribar al destino correcto. Sin embargo, esta idea no explica cómo las aves evitan perderse durante su primera migración.

El uso del sol. De acuerdo con esta teoría, las aves, como los seres humanos, poseen un reloj circádico interno que les permite rastrear el diario ciclo luz-oscuridad. Junto con este reloj interno, las aves parecen usar las sombras del sol para lograr un sentido de posición. Por medio de estos dos mecanismos las aves serían capaces de usar el sol como una brújula.

Las aves que viajan durante el día se podrían orientar por la posición del sol. Pero en días nublados, cuando no pueden ver el sol en absoluto, ¿cómo son capaces de alinearse apropiadamente? Es que tienen un reloj interno por el cual son gobernadas.

Tal vez esto puede ser explicado como un resultado de la creación de Dios. El uso de las estrellas. Debido a que muchas aves migran de noche, parece que han

aprendido a usar las estrellas para la navegación. Las aves se pueden orientar en relación a la estrella polar, y, a diferencia de la brújula solar, esta “brújula estelar” no depende del tiempo. Parece que las aves jóvenes usan este patrón de rotación para distinguir el norte del sur. Esta teoría se confirma por medio de un experimento que fue realizado con azulejos o colorines azules.2 Algunas aves parecen ser capaces de usar patrones de estrellas, pequeños grupos de estrellas, o la luna, para determinar en qué dirección deben volar. Una desventaja de usar las estrellas para navegar es que la estrella polar no puede ser vista en el hemisferio sur. Otro problema surge en noches nubladas, cuando no pueden ser vistas las estrellas.

El uso del campo magnético de la tierra. Los biólogos tienen dos diferentes teorías acerca de cómo las aves pueden usar el campo magnético de la tierra para navegar. Una es que las aves tienen ciertos pigmentos en sus ojos que se vuelven débilmente magnéticos cuando absorben luz y de este modo alteran ciertas señales nerviosas que los ojos envían al cerebro.3

La segunda teoría, más popular, se basa en el hecho de que los científicos han detectado minúsculos cristales de magnetita a lo largo de la vía olfativa en el cerebro de algunas aves. Los biólogos aún no saben cómo las aves pueden percibir la posición de los cristales de magnetita en su cabeza y hay pocos datos experimentales al respecto. (Algo interesante es que algunos investigadores dicen que los seres humanos también tienen la habilidad de sentir el campo magnético.) Vale la pena notar dos observaciones. Primera, con referencia a las palomas mensajeras: “Algunas pruebas cuidadosas con palomas mensajeras y otras aves que ponen de manifiesto la habilidad de juzgar la dirección, demuestran que las aves son afectadas por un campo magnético cambiante....Si las aves son puestas en libertad donde el campo magnético de la tierra es extrañamente fuerte, su habilidad de orientación es totalmente trastornada.

“Cerca de, o esencialmente en el cráneo de cada paloma [los investigadores] han localizado una minúscula pieza de tejido de 1 mm por 2 mm (alrededor de 1/16 pulgada

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por 1/8 pulgada) que era algo magnética. Algunas investigaciones realizadas dentro de este tejido con un microscopio electrónico revelaron la presencia de más de 10 millones de minúsculos cristales, cada uno cuatro veces más largo que ancho. Otros exámenes demostraron que estos cristales eran de magnetita, el compuesto de hierro y oxígeno que se usa para hacet las agujas de las brújulas”.4

Segundo, una observación de investigación acerca de la migración de las aves del norte de Wisconsin al Amazonas: “La ciencia no comprende completamente aún cómo las aves encuentran su camino desde un pino del norte de Wisconsin hacia el sur, al Amazonas, y de regreso. Pero medio siglo de investigación está echando alguna luz sobre esta asombrosa proeza.

“Las aves pueden rastrear el sol, la luna y las estrellas, usando su movimiento aparente como brújula. También usan otros sentidos: pueden detectar débiles campos magnéticos con minúsculos cristales en sus cabezas. Ellas siguen tenues olores como lo hace el salmón retornando a su río de nacimiento desde el océano. Pueden ver luz polarizada y usar la presión barométrica. Junto con la memoria e impulsos genéticos para dirigirse en cierta dirección, las aves usan una combinación de estos sentidos para cruzar continentes y océanos”.5

Recientemente se descubrió que las mariposas monarcas tienen una brújula magnética interna que las capacita para hacer su jornada invernal sin la guía de la luz solar.6 Como se menciona en los párrafos anteriores, se demostró que algunos peces y mariposas también usan sus sentidos detectores de magnetismo.

La migración del salmón: ¿Utiliza el sentido magnético? Uno de los misterios de la naturaleza es cómo se las arreglan los salmo nes para

navegar en los océanos y regresar para desovar en exactamente las mismas corrientes de las cuales provinieron. Se sabe que el olor o gusto de una corriente en particular desempeña un papel. Los salmones pueden volver a casa por el olor de “su” corriente si están tan cerca a su desembocadura que el agua no ha sido diluida al punto de que ya no es identificable. ¿Pero cómo puede el olor desempeñar un papel si el pez migra por miles de kilómetros en el océano abierto y cruza corrientes marinas que destruyen toda posible “pista” que podría guiarlo de vuelta? De todas maneras, se sabe que los salmones no siguen sendas tortuosas de regreso al “hogar” para responder al instinto de desove sino que viajan directamente a sus territorios de desove por la ruta más directa cuando aparece la madurez sexual...

¿Qué es lo que les señala la dirección correcta? Probablemente hay más de un mecanismo que los peces usan para encontrar su camino de regreso.

En los salmones pequeños, cuando dejan su corriente natal, se imprime una “marca” olfatoria, lo que los capacita para identificar esa corriente por el olfato cuando se acercan a ella más tarde desde el océano. Pero, para acercarse a la desembocadura de la corriente desde el mar abierto, primero tiene que ser hecha por lo menos otra marca para que puedan llegar al área general. Se ha demostrado que algunos peces perciben notablemente el azimut y la altura del sol, y que son sensibles a la hora del día. Bajo condiciones ideales, esto permitiría una manera de determinar el norte geográfico. Pero en una región donde predominan condiciones de cielo cubierto (como sucede en el Pacífico norte y el mar de Bering), y como los peces nadan de noche y se trasladan a aguas más

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profundas durante el día, las guías del cielo no siempre se hallan disponibles. Por eso es probable que se use otro medio para corregir la navegación. Hay una fuerte sospecha de que la habilidad de percibir el campo magnético de la tierra podría proveer este método adicional...

Extrapolando estos hallazgos al proceso de migración, se conjetura que, después que el alevino creció hasta ser un pez pequeño y entrar en el agua salada, ocurren cambios químicos y hormonales que imprimen en el sistema nervioso del pez una “memoria” de su latitud y longitud magnética en el tiempo en que entra en el océano. Parece que existen dos posibles medios por los cuales el campo magnético puede influenciar el sistema nervioso de un pez. El primero es que la magnetita ferromagnética mineral en el cerebro de la criatura funcione como una brújula biológica que es “ajustada” al tiempo de la entrada en el océano (la magnetita se encuentra a través del espectro biológico desde la bacteria a los delfines). La información retenida son los componentes verticales y horizontales del campo magnético de la tierra en ese punto, y la declinación del componente horizontal, que es la diferencia entre el norte verdadero y el magnético, presumiblemente determinado por el sol. Estos factores puestos juntos proveen una combinación que es única para cualquier localidad geográfica.7

Pese a todas las teorías y experimentos acerca de la migración de las aves, aún no se sabe con certeza cómo ellas determinan su posición en relación a una meta fija. El hecho es que continúan migrando de acuerdo con un patrón cíclico y previsible durante siglos.

¿Qué impulsa a las aves a migrar? ¿Qué impulsa a las aves a migrar? ¿Cuándo comenzó la práctica de la migración?

Ciertos investigadores sugirieron alguna vez que originalmente las capas de hielo durante la edad de hielo pueden haber sido responsables. Esta idea parece ser razonable; pero no explica la migración en muchas parte del mundo que nunca han sido tocadas por las glaciaciones. Por eso la mayoría de los ornitólogos rechazan ahora esta teoría como causa básica de la migración. No hay duda que las aves que se originaron en climas cálidos se esparcieron en su búsqueda de alimento. La mayoría de los científicos creacionistas han sostenido que la edad de hielo existió centenares de años en algunas áreas después del diluvio de Noé debido al cambio del clima. Después del diluvio, muchas aves encontraron abundancia de comida en latitudes más altas pero fueron forzadas a retirarse al arribo del invierno. ¿Qué estimula a las aves a comenzar su migración aproximadamente el mismo tiempo cada año? ¿Qué reloj interno o estímulo externo siguen? Desde un punto de vista fisiológico sabemos que las glándulas endocrinas —los controles que hacen cantar a los machos y poner huevos a las hembras— experimentan grandes cambios antes de la temporada de nidificación. Otros cambios suceden después que esa temporada pasó. La mayoría de las aves migran durante este período. Aun cuando los científicos evolucionistas pueden tener su opinión, nosotros como científicos cristianos podemos atribuir todos estos misterios magnéticos al diseño divino, lo cual hacemos con muchos otros tipos de migración animal. Dios hizo a las aves para adaptarse al cambio en sus entornos. Como las aves necesitan una resistencia extraordinaria para viajar largas distancias, tienen la habilidad de almacenar una gran cantidad de combustible en forma de grasa, a veces doblando su peso. Además, la mayor maravilla de la migración es la manera en que las

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aves encuentran su camino, su destreza de navegación. Sin lugar a dudas uno puede ver un diseño sobrenatural en todo esto.

Conclusión La navegación es la parte de la migración que más ha desconcertado a los

científicos. Cómo pueden encontrar las aves su camino con aparente facilidad en grandes distancias, permanece como el enigma no resuelto de la migración. Ellas pueden seguir sus senderos invisibles tan precisamente que los científicos han sospechado a veces que las aves poseen un sentido especial desconocido para nosotros. En un tiempo se creía que tenían un sentido kinestésico por el cual podían formar patrones de su ruta por medio de presiones sobre su oído interno. Otra idea era que las aves navegan por medio de respuestas al campo magnético de la tierra, tal vez aun a sus efectos rotatorios, aunque ninguna de estas hipótesis ha resistido el test del experimento.

Sin embargo, la Biblia nos invita a estudiar las maravillas de la naturaleza y a ver en ellas las evidencias de la obra de un Creador sabio: “Pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas te lo mostrarán”. “Mirad las aves del cielo...vuestro Padre celestial las alimenta” (Job 12:7; Mateo 6:26).

¿Qué podemos aprender al observar o estudiar la migración de las aves? Primero, no todas las aves migran. Por lo tanto la migración no es la ley de todas las aves que vuelan. Segundo, las aves siguen más o menos las mismas rutas migratorias.

Esta selección no puede darse por casualidad. Tercero, antes del pecado no habría habido migración, porque en el mundo anterior al pecado no habría habido un clima severo que requiriese la migración de las aves. Considera la migración en sí misma y su relación con el campo magnético de la tierra y la gravedad.

El campo magnético cambia de acuerdo con la latitud y la altura de la tierra. Aunque decimos habitualmente que “la gravedad es constante”, la fuerza de la gravedad también cambia de acuerdo con las latitudes. Dios creó la tierra, la pobló con toda clase de criaturas y diseñó a cada una de ellas para adaptarse a sus circunstancias.

Además el sol irradia la luz y las energías electromagnéticas a todas las criaturas, las que pueden ser afectadas por la energía cuántica aunque no la sientan. Dios diseñó las aves de tal manera que hicieran buen uso de su minúscula variación en energía y también les dio las habilidades para detectar aún las mínimas cantidades de gravedad y variaciones en el campo magnético por medios que nos son desconocidos, y de orientarse en esa dirección.

Cada vez que sucede esto, la migración revela el diseño inteligente y la providencia benevolente de Dios.

Lecciones de providencia y confianza «La golondrina y la cigüeña obedecen los cambios de las estaciones.Migran de un

país a otro para hallar un clima adecuado a suconveniencia y felicidad, según el Señor quiso que lo hicieran ».8

«Los pájaros son maestros de la dulce lección de la confianza. Nuestro Padre celestial hace provisión para ellos, pero ellos deben buscar alimento, construir sus nidos, y criar a sus hijos. Constantemente están expuestos a los enemigos que tratan de destruirlos y, sin embargo, ¡con qué ánimo hacen el trabajo! ¡cuán gozosos son sus cantos! »9

Notas y referencias

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1. Ver Peter Berthold: Bird Migration: A General Survey (Oxford University Press, 1993); Peter Berthold, Control of Bird Migration (London: Chapman and Hall, 1996).

2. Ver www.channelone.com/ns/news/96/12 /96/1205/story1.html: How Birds Migrate, About Hummingbirds-users.vnet.net/joecool/ hummer.fact.html.

3. Stephen Day: “Migration,” New Scientist 135 (12 de septiembre de 1992). 4. T. Neil Davis: “Magnetic Navigation by Birds”, Alaska Science Forum, Article

#345 (28 de septiembre de 1979). 5. Steve Tomasko: “Mystery of Bird Migration: How They Get Here from There”,

en Science Café, Columns (4 de abril, 2000). 6. Orley Taylor, Jr.: Monarchs’ Migration. E-mail:[email protected] 7. Larry Gedney: “Do Salmon Navigate by the Earth’s Magnetic Field?” Alaska

Science Forum, Article #691 (23 de noviembre de 1984). 8. Elena White: Consejos para los maestros, padres y alumnos (Mountain View;

Pacific Press Publ. Association, 1971), p. 181. 9. Elena White: La educación (Florida; Asociación Casa Editora Sudamericana,

1964), p. 113.

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10 ¿Hay diseño en la naturaleza?

Dr. L. James Gibson

Tú sales a caminar y ves un palo apoyado contra un árbol. Observas el palo y luego el árbol. A partir de tu observación, ¿puedes llegar a la conclusión de que estás ante una evidencia de alguna actividad inteligente? Tal vez no. A menudo las ramas se quiebran y a veces caen apoyándose contra el árbol. Tal evento no requiere ninguna explicación especial. Por supuesto, una persona pudo haber colocado el palo contra el árbol con un propósito, pero no es necesario usar esa explicación si hay otra más “natural”.

Pero suponte que encuentras tres varas apoyadas entre sí de tal manera que si sacaras cualquiera de ellas las otras dos se caerían al suelo. Tal “trípode” no podría ser el resultado de una acumulación gradual de varas: las tres deben haber sido colocadas simultáneamente. ¿Es razonable suponer que esto ocurrió al azar? La probabilidad de que tal acontecimiento suceda por sí mismo es ridículamente baja. Una persona inteligente debe haber arreglado las varas con algún propósito que puede ser evidente o no.

La clave para comprender un diseño ¿Qué distingue el diseño inteligente del “trípode” del de la vara apoyada contra el

árbol? Tal vez dos características: la complejidad y la interdependencia funcional. La complejidad del “trípode” está representada por sus tres partes. Su interdependencia funcional se advierte en el hecho de que no se puede quitar ninguna de ellas sin destruir el trípode. La mejor interpretación de una estructura que está compuesta de tres o más elementos que deben ponerse en relación simultánea es que es el resultado de un plan inteligente. Aunque siempre puede argumentarse que esa estructura pudo haberse originado por casualidad, tal interpretación exigiría forzar la credulidad de la mayoría de las personas.

¿Puede un argumento tal extenderse en forma razonable a la naturaleza? Si es así, ¿vemos en ella evidencias de un diseño inteligente?

El argumento del diseño Durante muchos siglos la idea de que la naturaleza es el resultado de un diseño

inteligente se aceptó sin vacilación o controversia. Las Escrituras afirman que se puede ver a Dios en la naturaleza. Como ejemplo, escucha al salmista: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!... Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos... digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria?” (Sal. 8:1, 3, 4). Pablo lo presenta con mucha fuerza en Romanos 1:19, 20, donde argumenta que la evidencia de Dios en la naturaleza es tan clara que ninguno tiene excusas para negar su existencia, poder y soberanía. Para muchos autores, las evidencias de un diseño en la naturaleza apuntan al Dios creador de la Biblia. William Paley es un ejemplo de esto.

Paley y el argumento de la invención. Paley sostenía1 que la naturaleza está repleta de rasgos que muestran evidencias de diseño. El las llamaba “invenciones”, y las comparaba con los dispositivos o máquinas de manufactura humana. El argumento de Paley puede exponerse así: La existencia en los organismos vivientes de rasgos que

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funcionan como los dispositivos mecánicos para alcanzar algún propósito, son evidencias de que fueron creados por un Diseñador.

La ilustración más famosa de Paley es la de un reloj. Suponte que nunca antes has visto un reloj, y que encuentras uno. ¿No sería obvio pensar que el reloj fue diseñado y construido con un propósito, aun cuando no supieras cuál es? De la misma manera muchas características de los organismos vivientes funcionan como máquinas. Si reconocemos las actividades de un diseñador cuando observamos dispositivos mecánicos, también podemos admitir que existe un diseñador cuando observamos rasgos similares en los organismos vivientes. De acuerdo con Paley, la naturaleza exhibe las propiedades de un diseño, lo que nos lleva a reconocer al Dios de la naturaleza.

Charles Darwin y el argumento contra el diseño. Carlos Darwin se opuso a Paley desde el principio. Darwin admitía que aun cuando le “encantaban” los argumentos de Paley, él no podía echarle la culpa a Dios por diseñar todo el mal que hay en la naturaleza.2 Darwin sugería que Dios estaba tan alejado de la naturaleza que no intervenía ni era responsable por el estado de ella. En efecto, Darwin sostenía que la naturaleza no fue diseñada y por lo tanto no podía señalar a un diseñador. El sugería que los procesos naturales por sí solos eran suficientes para explicar todas las características de adaptación de los organismos vivientes, mediante el proceso de la selección natural. Aparentemente, Darwin prefería tener a un Dios bueno a la distancia, que cerca de nosotros y malo. Probablemente, la mayoría de nosotros estaríamos de acuerdo. Pero, ¿era válido el argumento de la selección natural de Darwin?

Darwin mismo identificó un método por el cual se podría refutar su teoría. En el capítulo 6 de su libro Del origen de las especies,3 afirmó: “Si se pudiera demostrar la existencia de cualquier órgano complejo, que no pudiera haberse formado por numerosas modificaciones sucesivas y pequeñas, mi teoría se desmoronaría totalmente”.

Darwin afirmó que él no pudo encontrar ningún caso de ese tipo, aunque otros afirmaron lo contrario.

Argumentos en favor del diseño Claramente, el argumento a partir del diseño no es válido si la naturaleza no fue

diseñada. Darwin modificó el enfoque del debate al discutir si la naturaleza realmente fue diseñada. De este modo, nuestro interés se concentra en el argumento en favor del diseño.

El argumento de la “complejidad irreducible”. El profesor Michael Behe, de la Universidad Leigh, en Pennsylvania, Estados Unidos, es uno de los líderes actuales a favor del diseño.4 El basa su argumento en lo que llama “complejidad irreducible”. Como ilustración, usa una trampa común para ratones, compuesta por una plataforma, un gancho para el cebo, una palanca, una “guillotina”, un resorte y algunas grapas. Las partes de la trampa operan juntas para realizar una función: cazar ratones. Digamos que la trampa representa un órgano que ha evolucionado de una estructura antepasada más sencilla. ¿Qué aspecto tendría esa estructura ancestral y qué función tendría? ¿Cómo podría simplificarse una trampa para ratones y, sin embargo, retener su función? Imaginemos que quitamos cualquiera de los componentes de la trampa; la estructura resultante no tendría ninguna función. La trampa para cazar ratones es de una complejidad irreducible. Si se pudiera encontrar algún ejemplo semejante entre los organismos vivientes, la teoría de Darwin se “desmoronaría completamente”. De acuerdo con Behe, los cilios son un ejemplo tal.

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Un cilio es una estructura parecida a un cabello que se mece en un medio fluido y provee un método para impulsar hacia adentro ciertos organismos unicelulares. Los cilios también están presentes en nuestro aparato respiratorio y sus movimientos ayudan a eliminar partículas de los pulmones. Se requieren por lo menos tres partes para un movimiento activo: una parte que se mueve, un enlace con una fuente de energía y un “ancla” para controlar la parte móvil. En el caso de un cilio, la parte movible está compuesta de moléculas de tubulina; la energía es suministrada mediante las actividades de las moléculas de dineína; y las partes del cilio están unidas entre sí por moléculas de nexina. Si faltara cualquiera de ellas, el cilio no tendría ninguna función. De ese modo, el cilio parece ser un complejo irreducible.

Como se puede esperar, los que están filosóficamente comprometidos con el evolucionismo rehúsan aceptar el argumento de la complejidad irreductible. Sin embargo, este rechazo tiene una base filosófica, no empírica, como lo demuestra la total ausencia de demostraciones en las afirmaciones evolucionistas.

El argumento de la improbabilidad. Algunas circunstancias parecen tan inesperadas que uno sospecha que debe haber intervenido algo más que el azar. La mayoría de los hombres de ciencia están dispuestos a atribuir al azar un resultado si se puede esperar que ocurra cinco veces en cien pruebas. Algunos hombres de ciencia disminuyen todavía esta probabilidad a una en mil, dependiendo de la naturaleza del evento. Pero hay límites a lo que uno podría aceptar razonablemente como resultado del azar. Si la probabilidad de un evento es excesivamente baja, es razonable suponer que no ocurrió como resultado del azar. Si el acontecimiento también parece tener un propósito, es razonable suponer que el evento fue guiado por una mente inteligente.

Darwin admitió que “se estremecía” cuando pensaba en el problema de la evolución del ojo humano. Trató de explicar la evolución del ojo señalando una variedad de ojos menos complejos en otros animales, y sugiriendo que ellos podrían representar etapas a través de las cuales pudo desarrollarse un ojo más complejo. Sin embargo, no es claro si logró convencerse a sí mismo. La evolución del ojo demandaría una complicada serie de eventos improbables, de modo que la mayoría de la gente consideraría muy poco probable que pudiera ocurrir sin un diseñador.5

El argumento del misterio Muchos argumentos en favor del diseño se basaron en la falta de comprensión de

algún proceso particular. Antes de que se entendiera el mecanismo de la circulación de la sangre, uno podría haberse sentido tentado a sostener que la circulación de la sangre era un misterio incomprensible, y esto en sí mismo era evidencia de la operación de un intelecto superior. Cuando se descubrió el mecanismo de la circulación surgieron problemas, ya que al parecer, no hacía falta Dios. Ejemplos similares condujeron a considerar con sospecha cualquier tipo de argumento en favor del diseño.

Tales “argumentos del misterio” contienen dos rasgos: la ignorancia del mecanismo de un fenómeno específico y la aseveración de que el fenómeno es un misterio que rebasa nuestra comprensión. De aquí surge el argumento del “dios de las brechas”.

El argumento de la complejidad irreductible debiera ponerse en contraste con el argumento del misterio. El primero está basado en dos características fundamentales: el sistema debe tener una función identificada, y los componentes del sistema deben ser

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conocidos e identificados, lo cual lo clasifica como un argumento que parte del conocimiento y que es completamente diferente del argumento del misterio.

Ejemplos de diseño en la naturaleza Se pueden describir muchos ejemplos de diseño en la naturaleza, pero notaremos

aquí sólo unos pocos. La existencia del universo.6 La existencia del universo depende de una

combinación precisa de constantes físicas delicadamente equilibradas. Si cualquiera de ellas fuera diferente, el universo no podría existir. Por ejemplo, si la fuerza electromagnética fuera ligeramente superior, los núcleos atómicos no existirían. Otras constantes físicas incluyen el valor de la constante gravitacional y las fuerzas nucleares fuertes y débiles.

La adecuación de las condiciones para sostener la vida sobre la tierra.7 La tierra difiere de otros planetas por las condiciones que permiten que la vida exista en ella. Si faltara cualquiera de ellas, la vida, como la conocemos, no existiría sobre la tierra. Por ejemplo, la composición atmosférica es única entre los planetas de nuestro sistema solar.

La existencia de la vida. La vida requiere proteínas y ácidos nucleicos. Ninguno de estos materiales se encuentra donde no hay vida. Ambos deben estar presentes a fin de que pueda existir la vida. Por ejemplo, la producción de proteína requiere la presencia tanto de enzimas proteicas como de ácidos nucleicos.

Ciertos grupos de organismos poseen genes peculiares. Los diversos grupos de organismos tienen genes diferentes, que no se encuentran en otros grupos. Los genes nuevos requieren informaciones nuevas, pero parece muy poco probable que se puedan generar por sí solas informaciones nuevas mediante procesos aleatorios, aun si se comenzara con una copia extra de un gene. Se necesitan estudios adicionales para ayudar a clarificar este punto.

La mente humana. La mente humana aparece como sumamente compleja, muy por encima de lo que se necesitaría para la selección natural. El mecanismo para ciertos tipos de actividades mentales parece estar más allá de nuestra comprensión. Por ejemplo, la ciencia no tiene ninguna buena explicación para la conciencia de sí mismo, o para la capacidad para el lenguaje y el pensamiento abstracto. Otros ejemplos de diseño incluyen la existencia del código genético, el proceso de la producción de proteínas en las células vivientes, el proceso de la producción de ácido nucleico en las células, los sentidos, la regulación de los genes, los complejos procesos químicos de la fotosíntesis y el sexo, entre otros. Aunque se han hecho algunas conjeturas acerca de cómo pudieron surgir estas características sin un diseño inteligente, los procesos propuestos parecen tan improbables que el diseño inteligente pareciera ser el más plausible para muchos eruditos.

Argumentos contrarios al diseño Se han levantado varias objeciones contra el argumento del diseño. Consideremos

brevemente cuatro tipos: Pseudo diseño.8 Se pueden establecer pautas como resultado de procesos naturales,

sin necesidad de invocar a un diseñador inteligente. Por ejemplo, un copo de nieve tiene una estructura muy intrincada, pero nadie sugiere que Dios intervino especialmente para crear esos diseños. Más bien, la pauta puede ser explicada en términos de procesos físicos y propiedades moleculares. Los sistemas complejos, no lineales, exhiben con frecuencia

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propiedades inesperadas que “emergen” naturalmente sin ningún elemento de inteligencia. Sin embargo, la complejidad de las condiciones iniciales requeridas, tales como la existencia necesaria de una computadora, parecen dependientes de un diseñador.

La selección natural puede considerarse como un tipo de argumento de pseudo diseño. Si los organismos pueden ser modificados por procesos naturales para adecuarse a su ambiente, no hay necesidad de sugerir que Dios intervino especialmente para diseñarlos. Una debilidad seria de este argumento es que presupone la existencia de la estructura que debe ser modificada. Los avances recientes en la biología molecular han revelado la existencia de niveles de complejidad interdependientes muy por encima de las expectativas de quienes desarrollaron la teoría de la evolución. El problema de los orígenes de las estructuras biológicas parece proveer un poderoso argumento en favor del diseño.

Diseño defectuoso.9 Muchos rasgos de la naturaleza parecen tener fallas. Hay quienes sostienen que un creador inteligente habría hecho un trabajo mejor al diseñar la naturaleza. Algunos ejemplos de supuestos diseños defectuosos incluyen el “pulgar” del panda gigante y la disposición estructural de la retina de los ojos de los vertebrados. Sin embargo, nadie ha demostrado que estas estructuras no funcionan bien, eliminando así la base del argumento. Además, las imperfecciones pueden esperarse en un mundo que, si bien fue diseñado por Dios, ha sido arruinado por Satanás.

Diseño superimpuesto.10 A los humanos les gusta organizar las observaciones en esquemas, los cuales pueden ser artificiales. Un ejemplo sería ver formas familiares en las nubes: no hay nada real que requiera una explicación, excepto de, tal vez, preguntarse por qué la gente lo hace. La mayoría de los hombres de ciencia rechazan este argumento, ya que la práctica de la ciencia depende de la existencia de esquemas reales que deben ser explicados. Todos los observadores están de acuerdo en que la naturaleza, por lo menos, parece haber sido diseñada.

Diseño malo.11 Muchos rasgos de los organismos parecen “diseñados” para matar o para producir dolor o enfermedades. El parásito de la malaria es un ejemplo. No parece correcto echarle la culpa a Dios por el diseño de las causas de la enfermedad y la muerte. Por otro lado, si Dios no diseñó las cosas “malas” de la naturaleza, ¿por qué alegar que diseñó las cosas “buenas” de la misma? La presencia del mal en la naturaleza no refuta el argumento en favor del diseño, aunque puede originar preguntas acerca de la naturaleza o el carácter del diseñador. La explicación bíblica es que este mundo es el campo de batalla entre dos diseñadores: un Creador y un corruptor. El resultado es que la naturaleza envía señales confusas; están presentes en ella tanto el bien como el mal.12

Conclusión El “argumento del diseño” fue generalmente ignorado en el siglo que siguió a

Darwin, en parte porque el conocimiento de los sistemas vivientes era tan incompleto que las brechas sólo podían llenarse con la imaginación. A medida que aumentaba el conocimiento biológico, ha resurgido el argumento del diseño y se expresa en formas más sofisticadas, tales como el argumento de la “complejidad irreductible”. La existencia de ciertas características que no podrían sobrevivir en etapas intermedias es evidencia de un Diseñador. También lo es el de un Dios Diseñador que creó, por medio de su intervención especial, la creación, y no mediante un proceso continuo como lo señala la evolución. El

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argumento de la complejidad irreductible es un argumento que apoya una creación intervencionista y discontinua.

De acuerdo con Pablo en su carta a los Romanos, la naturaleza ha sido claramente diseñada, pero no todos están listos para reconocer al Diseñador. La naturaleza puede ser adecuadamente comprendida sólo a la luz de la revelación especial de Dios en las Escrituras. Guiados por la Biblia, podemos unirnos con el salmista en alabanza al Creador: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos... Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Sal. 19:1, 4).

Notas y referencias 1. W. Paley, Natural Theology (Houston: St. Thomas Books, 1972. Reimpresión de

la ed. de 1802.) El argumento de Paley ha sido analizado recientemente por J. T. Baldwin: “God and the World: William Paley’s Argument From Perfection Tradition: A Continuing Influence”, Harvard Theological Review, 1985, pp. 109-120.

2. Ver N. C. Gillespie, Charles Darwin and the Problem of Creation (University of Chicago Press, 1979), capítulo 7. Por ejemplo, Darwin afirmó que él no podía creer en un Dios que hizo gatos para jugar con los ratones, o que diseñó pequeñas avispas parásitas para que devoraran las entrañas de las orugas.

3. Charles Darwin, The Origins of Species, 6ta. ed. (Nueva York: Penguin Books, 1958).

4. M. J. Behe, Darwin’s Black Box (Nueva York: The Free Press, 1996). 5. Para un análisis reciente de la evolución del ojo y el diseño, ver D. E. Nilsson y

S. Pelger: “A Pessimistic Estimate of the Time Required for and Eye to Evolve”, Proceedings, Royal Society of London, 1994, B 256:53-58. Una respuesta a esta presentación es la de J. T. Baldwin: “The Argument From Sufficient Initial System Organization as a Continuing Challenge to the Darwinian Rate and Method of Transitional Evolution”, Christian Scholar’s Review 24 (1995), pp. 423-443.

6. Para un análisis adicional de este punto, ver J. D. Barrow y F. J. Tiples, The Anthropic Cosmological Principle (Nueva York: Oxford University Press, 1986).

7. Para un comentario a nivel popular del tema, desde un punto de vista no cristiano y algo místico, ver J. E. Lovelock, Gaia: A New Look at Life on Earth (Nueva York: Oxford University Press, 1987); para una discusión más convencional, ver R. E. D. Clark: The Universe: Plan or Accident? (Filadelfia: Muhlenberg Press, 1961).

8. Para un argumento extremo de este tipo, ver R. Deaconess: The Blind Watchmaker (Nueva York: Norton and Co., 1986). Otros ejemplos incluyen el argumento de la complejidad emergente, tal como S. Kauffman: The Origin of Order (Nueva York: Oxford University Press, 1993). Una evaluación del libro de Kauffman, aparece en J. Horgan: “From Complexity to Perplexity”, Scientific American 272:6 (1995), pp. 104-109.

9. Un ejemplo de este argumento aparece en S. J. Gould: The Panda’s Thumb (NuevaYork: Norton and Co., 1980).

10. Una presentación clásica de este argumento es D. Hume: Dialogues Concerning Natural Religion (1799), (Nueva York: Penguin Books, 1990).

11. Por ejemplo, ver D. L. Hull: “The God of the Galapagos”, Nature 352 (1991), pp. 485-486. Ver también el capítulo 8 en P. J. Bowler: Evolution: The History of an Idea (Berkeley: University of California Press, 1984).

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12. Para un enfoque bíblico de este problema, ver John T. Baldwin: “Dios, el gorrión y la boa esmeralda”, College and University Dialogue 8:3 (1996), pp. 5-8.—La redacción.

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11 La Entropía confirma la creación

Dr. Ricardo Bentancur

La termodinámica es la parte de la física que trata de la acción mecánica del calor. Dos concepto: calor y acción mecánica, dan lugar al nombre, termodinámica.

Podemos decir que el desarrollo de la termodinámica ha determinado el desarrollo tecnológico de la civilización. El hombre a través de los siglos ha ido aprendiendo a conocer y utilizar las fuerzas de la naturaleza. Las leyes de la termodinámica son muy generales y se aplican a amplísimos y variados campos, que van desde la dieta adecuada para aumentar o bajar de peso hasta la teoría de la evolución del universo. En la termodinámica se manejan dos conceptos básicos: energía y entropía. La energía determina el primer principio, la entropía el segundo.

Primer principio de la termodinámica. Leibniz (1646-1716) al interesarse por las "fuerzas vivas" (energía) que causan el

movimiento, o sea la vis-viva y vis-morta, que actualmente se llaman energía actual y potencial, descubrió que eran convertibles entre sí, y que la suma de las dos era constante.

Con su intuición se adelantó varios siglos a lo que luego se llamara el "primer principio de la termodinámica", formulado por Sadi Camot en 1824. El principio se expresa así: "La energía del universo permanece constante. El calor no es otra cosa que la potencia motriz que ha cambiado de forma. Donde hay destrucción de potencia motriz hay al mismo tiempo producción de calor en cantidad precisamente proporcional a la cantidad de potencia motriz destruida. Recíprocamente, donde hay destrucción de calor hay producción de potencia motriz". En otros términos, el calor genera potencia motriz, acción mecánica o movimiento, y éste, a su vez, genera calor. Ambos son constantes en el universo.

La naturaleza constituye una inmensa fuente de energía donde se realizan procesos y trabajos sin la intervención del hombre, es decir, procesos espontáneos. La espontaneidad tienen un sentido, una dirección. Si se quema carbono en nuestra atmósfera terrestre oxigenada se formará dióxido de carbono, perdiendo el sistema gran cantidad de calorías que ganará el entorno. Esto sucede cuando se quema un bosque. El proceso inverso, que el dióxido de carbono vuelva a formar el bosque no es natural, no es espontáneo en las condiciones terrestres.

Segundo principio de la termodinámica. El primer principio sólo nos habla de la conservación y transformación de energía,

sin precisarnos el sentido de la transformación. Vimos que no es espontáneo que el bosque se reconstruya a partir de sus componentes. Este concepto de irreversibilidad no viola el concepto expresado en el primer principio, sino que introduce la idea de jerarquía de las distintas energías.

La energía mecánica es superior a la calórica, pues podemos transformarla toda en calor, pero el calor producido no podemos transformarlo todo en energía mecánica. Esto nos indica que transformar energía mecánica en calórica es un proceso irreversible basado en la jerarquía de energías. En 1850, Joule, queriendo precisar las equivalencias de las

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energías, construyó un aparato consistente en una batea aislada que poseía un eje con paletas que se podían mover por un sistema de poleas al caer un peso de determinada altura. Conociendo el peso, la distancia recorrida, la temperatura inicial del agua, su volumen y la temperatura final, se obtuvo la equivalencia entre el trabajo mecánico efectuado y el calor desarrollado, y la equivalencia dio que por cada 427 kilográmetros se obtiene una kilocaloría (o sea 1.000 calorías). Pero invirtiendo el proceso, con una kilocaloría no podemos realizar el trabajo de 427 kilográmetros. El proceso es irreversible. Esa irreversibilidad nos indica que hay una porción de energía calórica que no podemos utilizar, que se nos escapa en la transformación. A esa energía no utilizable, Clasius le dio el nombre de entropía.

Clasius definió el segundo principio de la siguiente manera: "El calor no puede pasar por sí mismo de un cuerpo de temperatura más baja a otro de temperatura más alta". Para precisar aun más el concepto de entropía podemos decir que mientras la energía sirve para efectuar trabajos y transformaciones, la entropía no. ¿La entropía es energía? Es una energía no aprovechable, no utilizable, una energía que no sirve, una energía degradada. ¿Y una energía que no sirve es energía? En esta ambigüedad, algunos dicen que es "la sombra de la energía" pues siempre la acompaña. A pesar de su ambigüedad, todos sabemos que si no vamos a la mesa a tiempo la comida se nos enfría, y que por sí sola nunca podrá calentarse. Por eso este proceso es irreversible.

Del principio de la irreversibilidad de los fenómenos de la naturaleza y de esta llamada degradación de la energía, se deriva un problema de gran trascendencia para la cosmología. Si todas las experiencias nos inclinan a admitir la entropía, la ley es general. Es decir, si en todo el universo sucede que la energía de un modo u otro se manifiesta en forma de calor, y este proceso es irreversible, resultaría probada, por la ciencia natural, la siguiente tesis: "El mundo universo, a menos que intervenga una causa extrínseca al mismo (como sería poner la comida en el fuego nuevamente) naturalmente, ha de tener fin, en cuanto todo en él se ha de reducir por el natural curso de las cosas a un estado de muerte y de inacción".

En efecto; el principio admitido es que la entropía o cantidad de energía no utilizable va siempre en aumento (no utilizable para producir una acción). Por otra parte, para la ciencia actual está probado que según el primer principio de la termodinámica, la suma total de energía existente en el universo es constante. Luego, llegará un momento en que nada quedará de ella disponible, como energía utilizable; lo que equivale a decir que no habrá acción posible.

De esta consecuencia, la de la relación entre el primer y segundo principio de la termodinámica y de la ley de aumento de la entropía, se deduce otra más trascendental para la metafísica, y es la siguiente: "No sólo no es necesario que el mundo sea eterno, sino que la sola razón prueba que empezó en el tiempo". Si ha de llegar el mundo algún día en el tiempo al estado de esta inacción o muerte de la que hicimos mención, en el caso que hubiese existido desde toda la eternidad ya habría llegado este momento, que ahora se calcula, de necesaria extinción para la vida del mundo. Por lo tanto, el hecho evidente de que no ha llegado es testimonio de que el mundo no es eterno. Sería esto una comprobación del hecho revelado de que el universo fue creado finito, contingente, y por lo tanto no eterno. Con un comienzo y con un fin.

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Epílogo. La energía del universo es un "quántum" constante, o sea nunca podrá encontrarse

pérdida o aumento de la misma. Vimos que la energía mecánica es superior a la calórica, pues mientras podemos transformarla toda en calor, no podemos transformar todo el calor en energía mecánica. A este resto de energía inutilizable, que hace irreversible todo proceso de la naturaleza, se llama entropía.

El universo -como todo sistema termodinámico- va aumentando su entropía. La energía inutilizable es cada vez mayor, lo que lleva al enfriamiento del universo, al equilibrio total, a la muerte del movimiento. Repito, la energía del universo es constante (primer principio), lo que aumenta es la energía degradada incapaz de producir acción mecánica (entropía, segundo principio).

Las consecuencias están no solamente en el orden metafísico, sino también teológico. La ciencia nos habla de un universo finito, temporal, contingente. Desde la antigüedad la Escritura nos dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Génesis 1: 1). "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmos 19: 1).

Sir Arthur Eddington, eximio astrónomo, que fue profesor de Filosofía Natural en la Universidad de Glasgow, Escocia, dice en su libro titulado Filosofía de la ciencia: "Al final de nuestra jornada, nos encontramos con que, después de tanta alaraca, hemos dado un paso de lo sublime a lo ridículo, pues en vez de bregar por subir a un picacho aislado, hemos llegado a un campamento de creyentes que nos dicen: 'Ven, esto es lo que hemos estado afirmando durante muchos años'. Es presumible que acogerán con señales de bienvenida a los viajeros, rendidos por la fatiga, que al final han hallado un lugar de reposo en la fe verdadera".

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12 Dios y la ciencia ¿Están en conflicto?

Dr. Gean Fiori Aunque hay personas que hacen esta pregunta, entre los hombres de ciencia auténticos no

hay muchos que la formulan. Ellos saben muy bien que es pueril y simplista intentar oponer la ciencia a Dios.

Dicha oposición resulta imposible porque Dios se encuentra fuera del dominio de la ciencia. Ya hace mucho tiempo que los filósofos demostraron que era imposible probar tanto la existencia como la inexistencia de Dios.

Entonces ¿cuál es el dominio de la ciencia? Es el mundo concreto, el mundo de los fenómenos. Su finalidad consiste en traducir la realidad a un lenguaje universal, especialmente al de las matemáticas.

La ciencia busca conocer el mundo. ¿Pero el mundo creado por quién? La ciencia no puede ni desea responder. No es su dominio. ¿Podría ser que el universo con su inmensa complejidad haya surgido de la nada? Pensar en ello atenta contra la lógica.

El propósito de la ciencia consiste en descubrir las leyes que rigen los fenómenos. Las leyes de la física, de la astronomía, de la química y de otras disciplinas. ¿Pero quién ha establecido dichas leyes? Expresan un orden que existe y que resulta imposible atribuir a la casualidad o a la necesidad. Se sabe que el desorden puede producirse como resultado del deterioro del orden, pero la ciencia ha demostrado que esto no puede ocurrir a la inversa.

¿Cómo podría concebirse, por ejemplo, que el azar o la casualidad hayan podido crear las condiciones necesarias para el mantenimiento de la vida, que son el resultado de un equilibrio tan delicado? El hombre contemporáneo sabe perfectamente que a pesar de todos sus conocimientos científicos se ve en grandes dificultades para mantener el equilibrio del medio que sustenta la vida. Entonces, cuán absurdo resulta pensar que ese medio tan complejo y delicado haya aparecido sin que nadie lo creara.

¿No hace pensar esto en que un Dios creador resulta indispensable? Esta necesidad se refuerza aún más al examinar la inmensa complejidad del mundo viviente, aun en sus manifestaciones más simples. Se ha podido calcular, por ejemplo, que la probabilidad de que la forma de vida más rudimentaria haya aparecido espontáneamente es de 1 en 10 seguido de 585 ceros, es decir, es algo imposible. Para ilustrar lo que esto significa, diremos que equivale a la probabilidad de que una persona pudiera reproducir la obra literaria de Cervantes o de Rubén Darío golpeando al azar las teclas de una máquina de escribir.

Los que invocan la intervención de una evolución lenta originada hace muchos millones de años para explicar la aparición del ser humano y de otros seres sobre la superficie de la tierra, lo único que hacen es retroceder el problema, sin resolverlo.

¿Podríamos admitir que con el tiempo las grandes computadoras aparecieran en forma espontánea' por supuesto que no. El cerebro humano es infinitamente más complejo que las más modernas computadoras. La computadora pudo ser concebida únicamente por un órgano más perfeccionado que ella: el cerebro humano. Según esto, podemos formular esta pregunta: ¿Qué ser más perfecto que el hombre pudo concebir el cerebro humano? La respuesta es: únicamente Dios.

Volvamos a la ciencia y a su finalidad. Ella explica el funcionamiento de las cosas. Pero no dice por qué funcionan. Tampoco explica el uso que debemos dar al conocimiento que nos proporciona. Juan Daniélou dijo: "La ciencia da juguetes maravillosos a los hombres, pero se olvida de explicarles cómo deben emplearlos".

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"La ciencia sin conciencia es la ruina de la humanidad", declaran los sabios contemporáneos. Y notemos bien que no lo dicen los moralistas anticientíficos de otras épocas. ¡Cuán lejos nos encontramos del optimismo expresado en el siglo pasado! Entonces la ciencia joven tenía el candor y la pretensión de su juventud. Creía poder comprenderlo todo, explicarlo todo, resolverlo todo. ¿Dios? ¡No había necesidad de él! El hombre se bastaba a sí mismo. ¡Ya verían lo que podrían alcanzar! En la actualidad lo hemos visto. La sociedad materialista y atea que se formó alrededor de esa ciencia ha comenzado a morir ante nuestros propios ojos. Solamente algunos inconscientes, cada vez más raros, siguen creyendo en el hombre como ser autosuficiente. Los hombres de ciencia muestran más reserva. Han comprendido muchas cosas al final del siglo XX. Han comprendido cuáles son los límites de la ciencia, aun dentro del dominio que le corresponde. Cuanto más aumenta el conocimiento, tanto más retroceden las fronteras de lo desconocido en lo que es infinitamente grande como en lo que es infinitamente pequeño. Por cada secreto que descubre la ciencia, formula dos o tres nuevos enigmas.

También han comprendido su impotencia ante el empleo monstruoso que el ser humano puede hacer de la ciencia. El hombre en la actualidad es capaz de destruir varias veces el planeta y de crear verdaderos monstruos humanos alterando el funcionamiento genético. Hace muchos años que los científicos denuncian los peligros de las pruebas nucleares, e invitan a los responsables a usar el buen juicio y la conciencia humana. Aunque la conciencia no entra en el dominio de la ciencia, constituye el centro mismo del problema. Nuestro siglo, engañado y angustiado, busca a tientas algo diferente. Pide socorro. Sin saberlo, busca a Dios. Algunas personas se dan cuenta de ello y lo anuncian a los demás. Tal es el caso del escritor francés Maurice Clavel, quien lo ha expresado en sus últimas obras que han tenido tanta resonancia. En cambio otros se contentan con olvidar a Dios. Esto plantea una tremenda paradoja: los hombres tienen sed de Dios. Lo buscan confusamente, a riesgo de caer en las supersticiones más insensatas y en las místicas orientales más extrañas.

Mientras tanto, los cristianos con frecuencia se callan, porque no se atreven a anunciar a Dios, a ese Dios que crea, que ama y que salva, a ese Dios que vive. O bien lo humanizan, lo reducen a una idea o a una ideología.

Así es como los hombres han tratado de "matar a Dios". Pero como ha dicho el escritor R. Froissard, "el cadáver de Dios todavía se mueve". No es Dios el que muere, sino que es nuestra civilización la que se está suicidando al volverle la espalda. Todavía es tiempo de volver atrás. Algunos ya lo están haciendo: hombres de ciencia, pensadores, escritores y profesionales de todas clases.

No, la ciencia no aleja de Dios. Al Descubrir la extraordinaria complejidad del mundo y de la vida, más bien nos conduce al borde mismo de la fe. Ahí se detiene, honradamente, porque ésta no pertenece a su dominio.

Es a nosotros, como seres humanos, que nos corresponde dar el próximo paso.

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13 La ética de los investigadores: Un llamado a la responsabilidad

Dr. Katrina A. Bramstedt

La biotecnología es un campo de la medicina en rápida expansión. Las concepciones que aparecieron en la película Star Trek tales como diagnóstico por medio de imágenes y terapia de tumores con rayos dirigidos ahora son prácticas clínicas corrientes. Los implantes están disponibles para tratar una gama de condiciones cardíacas, neurológicas y ortopédicas. Y se perfilan en el horizonte reemplazos de órganos sintéticos1 y de especies cruzadas2. Aunque el propósito del investigador científico puede ser la tecnología clínica beneficiosa, los pasos entre la investigación, la mesa de desarrollo y la cabecera del paciente son numerosos y complejos. Las tecnologías que pueden parecer éticamente apropiadas, conceptualmente requieren un discurso ético a través de cada etapa del desarrollo. Aún después que la tecnología alcanza el mercado, no termina la responsabilidad ética. Desde una perspectiva cristiana, la mayordomía ética de nuestros talentos dados por Dios y las tecnologías que surgen de ellas son esenciales para el desarrollo de la ciencia, fomentar la confianza en la misma y maximizar los beneficios entre sus aplicaciones clínicas.

Un concepto clave en toda tarea de investigación es la verdad. La sociedad en general no está especializada en cuestiones de investigación y ciencia, y a causa de esto, ella pone su confianza en los investigadores para manejar la materia y los considera como expertos con capacitación y habilidades sin par, que ella misma no tiene y al carecer de esta capacitación y habilidad está en una posición vulnerable. La sociedad mira a los científicos para hacer frente a las preguntas clínicas difíciles con la esperanza de que ellos las resuelvan. Por eso los científicos tienen una gran responsabilidad hacia la gente que pone su confianza en ellos, especialmente porque mucha de la gente que confía en la ciencia es la más vulnerable, la enferma.

Honestidad intelectual ¿Cómo toma forma esta responsabilidad? Claramente, la honestidad intelectual es

crítica para la investigación científica válida. Las equivocaciones involuntarias son asuntos diferentes de aquellas de conducta deshonesta como la falsificación y el plagio. No solamente es la falsificación de datos (inventando datos o experimentos, cambiando datos) una violación de la confianza de la sociedad en la ciencia, sino que también resulta en el mal uso de los escasos fondos, e invalidan futuros estudios que surgen del proyecto en cuestión. Adicionalmente la investigación de esta naturaleza tiene el efecto de demorar el progreso de la ciencia que podría ser beneficiosa para los pacientes porque puede reducir o eliminar oportunidades para la financiación y las relaciones con otros científicos. La ciencia fraudulenta también puede perjudicar a los pacientes obstruyendo datos potencialmente negativos.

El plagio puede aparecer en muchas formas, pero su más prominente manifestación es tomar el trabajo de otro como propio. Esto no solamente es deshonesto, también es irrespetuoso de la diligencia y habilidad que un colega ha invertido en el concepto o producto. Aunque los dos equipos pueden estar separados por miles de kilómetros y ser

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unos perfectos desconocidos, aún así son colegas debido a la naturaleza de la ciencia como profesión. Incluso la presencia de una diferencia de autoridad en una relación tal como profesor-estudiante, y empleador-empleado, no debe usurpar la responsabilidad ética de dar crédito cuando se lo debe dar. Además, una actitud responsable tal fomenta las relaciones entre colegas y el florecimiento de la ciencia. Cuando los científicos confían lo suficiente entre sí, pueden compartir ideas y aprender el uno del otro.

Con frecuencia en el transcurso de un proyecto de investigación se establecen relaciones que potencialmente podrían perjudicar la credibilidad de los científicos o de su proyecto. Estas relaciones comúnmente toman la forma de ganancia financiera, tal como la propiedad del capital relacionado con el proyecto, o el pago directo del patrocinador del estudio corporativo. Estos pueden ser calificados como un conflicto de intereses porque ellos podrían perjudicar la objetividad del investigador durante el transcurso del proyecto. Como la financiación de la investigación por parte del gobierno se reduce y la relación académica-industrial va en constante aumento, las cuestiones de esta naturaleza deben ser exploradas por su complejidad para la ciencia como una profesión y para el paciente a quien intentan servir las tecnologías. Aun cuando no puedan evitarse los conflictos de interés como los vínculos financieros, éstos debieran ser revelados como mínimo a los colegas científicos asociados (por ejemplo, durante la publicación de un artículo), en un esfuerzo de promover la franqueza y la objetividad acerca de los datos generados. Aunque pueden existir dualismos de intereses, nuestras prioridades deben estar en alineación ética.

El uso de animales Aunque este no es el foro para debatir la licitud ética del uso de animales en la

investigación científica, es claro que pocas tecnologías, si es que las hay, alcanzan uso humano sin requerir primero el ensayo en animales. Sabiendo esto, debe tenerse en cuenta el bienestar de los animales de laboratorio. Nuestro deber cristiano del dominio sobre los animales (Génesis 9:2; Daniel 2:38) bien puede incluir asuntos de nutrición, hidratación, alojamiento y cuidado veterinario durante el transcurso de la experimentación de laboratorio. Los estudios deberían diseñarse de tal manera que comprenda el menor número de animales para proveer la validez científica y estadística. Los estudios deberían considerar el uso de modelos que prescindan de animales cuando sea apropiado (por ejemplo, simulación por computadora), y deberían planearse de una manera que minimice el dolor y el sufrimiento de los animales. Todos los estudios deberían ser aprobados por la comisión de una institución de protección de animales, bajo la supervisión de un veterinario matriculado. Como con cualquier estudio que resulta inútil, debería ser detenido o suspendido en un esfuerzo de mayordomía ética de los recursos (financieros u otros).3

Aplicación humana La última meta de gran parte de la investigación científica es la aplicación humana

directa; por eso son práctica estándar los ensayos clínicos humanos. Un concepto erróneo sostenido por muchos voluntarios de ensayos clínicos es que ellos creen que la participación en el estudio los beneficiará personalmente.4 Esta creencia es especialmente un riesgo para los sujetos que carecen de seguro médico y para quienes la participación en el ensayo clínico es su único recurso de “asistencia médica”. También es un riesgo para los pacientes que han “probado de todo” y consideran el ensayo clínico como su “única

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esperanza”. Cuando inscriben a los pacientes en el ensayo clínico, los investigadores tienen el deber moral de informarles claramente que el ensayo clínico se lleva a cabo para obtener datos para el beneficio de futuros pacientes, y que cualquier beneficio obtenido inmediatamente por el participante en el ensayo es una gratificación altruista. Es impropio que un investigador presente su estudio de una manera que genere falsas esperanzas en los participantes. La selección de personas para la participación en el ensayo debería ser llevada a cabo bajo las estrictas normas de una comisión de revisión institucional, usando protocolos aprobados que respeten la seguridad y el bienestar del participante. A los potenciales participantes debería dárseles amplia información acerca del propósito del estudio y sus riesgos de una manera que ellos puedan comprender, y debiera permitírseles ofrecerse libremente y sin coerción para el estudio. Los perjuicios físicos y psicológicos deberían ser minimizados y debiera permitírseles a los participantes retirarse del estudio de la investigación en cualquier momento. Debería mantenerse el carácter privado y de reserva, y los estudios genéticos deberían incorporar resguardos adicionales apropiados, incluyendo el asesoramiento genético. Los sujetos de la investigación, ya sea humanos o animales, no deberían ser usados como un medio para el fin. Como creación de Dios, ellos son fines en sí mismos; deberían proveérseles la protección disponible y tratárselos con respeto.

El mentor Una herramienta crucial para facilitar la responsabilidad ética que hemos

mencionado es el papel del mentor. Ambos, los científicos jóvenes y los “maduros”, pueden beneficiarse con la hábil tutoría de colegas experimentados. Esta tutoría debería tomar la forma de consejo técnico y orientación moral. Además de proveer dirección por medio de instrucciones verbales o escritas directas, los buenos mentores también enseñan con el ejemplo. Al ser capaces de “vivir lo que se dice” equivale a volúmenes para los estudiantes de dicho mentor y a los colegas científicos, y los entrena para llegar a ser ellos mismos buenos mentores para otros. Además es un testimonio para la sociedad de que los investigadores están sinceramente interesados acerca de la integridad de su profesión.

Mientras practicamos cualquier profesión, nuestro mejor espejo ético es el que nos da Cristo.

La ciencia es imperfecta y falible debido a que los científicos son imperfectos y falibles. Mientras busquemos el conocimiento, no somos sabelotodos, y demoraremos en áreas que algunos argumentarán que son éticamente impropias (por ejemplo, ciertos métodos de reproducción asistida, manipulación genética, investigación de extensión de la vida, etc.). Debido a que la Biblia no es normativa en estas áreas de “alta tecnología”, el científico cristiano debería buscar el consejo de Dios por medio de la oración. Nuestro Creador nos ha dado, como sus mayordomos, talentos y herramientas para facilitar el desarrollo de la ciencia y la salud de los pacientes; sin embargo estos talentos y herramientas no están exentos de la responsabilidad del uso ético. Ambos, el proceso y los productos del uso de nuestros talentos, conllevan la responsabilidad ética de respetar a aquellos que nos rodean, protegiéndolos del perjuicio y maximizando los beneficios que nuestros esfuerzos de investigación puedan proveer.

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1. R. D. Dowling, S. W. Etoch, K. Stevens, et al.: “Initial Experience with the AbioCor Implantable Replacement Heart at the University of Louisville”, ASAIO Journal 46 (2000):579-581.

2. K. A. Bramstedt: “Ethics and the Clinical Utility of Animal Organs”, Trends in Biotechnology 17 (1999):428-429.

3. Animal Welfare Act: United States Code Title 7, Sections 2131-2156. 4. H. K. Beecher: “Ethics and Clinical Research”, New England Journal of

Medicine 274 (1996):1354-1360.

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14 La Evolución, ¿Teoría o Realidad?

Dr. W. L. Emerson

Dos factores influyeron en forma notable para determinar el fantástico desarrollo de la doctrina de la evolución orgánica en los siglos 19 y 20.

En primer lugar, se había investigado muy poco respecto a las bases filosóficas de la ciencia en general y de la evolución en particular; en consecuencia, tanto los teólogos como los científicos no pudieron reconocer las falacias sobre las cuales se levantó la doctrina evolucionista.

En segundo término, debido a que los teólogos tendían a sentirse intimidados por los logros reales de la ciencia, difícilmente se atrevían a poner en tela de juicio los así llamados hechos sobre los orígenes que los científicos presentaban con un dogmatismo tan confiado.

Como resultado, los teólogos hicieron una de las dos siguientes cosas. Trataron de transigir con los hombres de ciencia al formular una doctrina de evolución teísta y al reinterpretar el registro bíblico para adaptarlo a dicha doctrina. O, por otro lado, se refugiaron en un "fundamentalismo" igualmente dogmático, que hizo más daño que bien y que atrajo sobre ellos la acusación de que eran unos oscurantistas inalterables, y que no valía la pena continuar el diálogo. Hoy, sin embargo, la situación está cambiando rápidamente. Con la ayuda de hombres de ciencia de mente amplia, un nuevo estudio de la filosofía de la ciencia está revelando el carácter inadecuado de las tesis populares para desarrollar una concepción del mundo. Y un examen nuevo y crítico de los "hechos" de la evolución ha conducido a reconocer que muchos de ellos son cuestionables, y algunos carecen absolutamente de fundamento.

Es así como en la actualidad, la fuerza de los argumentos evolucionistas está menguando firmemente, y el vigor del creacionismo enseñado por la Biblia está creciendo de año en año.

¿Hecho o Teoría? Una de las observaciones más comunes de los evolucionistas en el pasado ha sido

la de que la evolución es un "hecho". Sir Julian Huxley, por ejemplo, en su obra Evolution After Darwin (La evolución después de Darwin), dice: "El primer punto que debemos señalar respecto a la teoría de Darwin es el de que no es más una teoría sino un hecho" (tomo 3, pág. 41). Algunos años antes, en un artículo sobre "Evolución" en la Enciclopedia Biránica, Huxley afirmó: "No tenemos la menor duda en cuanto al hecho de la evolución" (tomo 8, pág. 916, decimocuarta edición).

"Sobre el hecho de la evolución [dijo S. A. McDowell en Biology and Mankind (la biología y la humanidad)], no hay ninguna sombra posible de duda" (pág. 5).

"La evolución -declaró J. M. Coulter en Where Evolution and Religion Meet (Donde se encuentran la evolución y la religión-, ya no es considerada más como una mera teoría, sino como un hecho establecido" (pág. 14). Y así podríamos seguir.

Muchos hombres de ciencia, sin embargo, están comenzando a ver que esas aseveraciones son completamente injustificadas y enteramente engañosas. Un

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evolucionista puede sostener que la doctrina está respaldada o comprobada por una evidencia "fáctica" (relativa a hechos), pero eso no la convierte en un hecho. La evolución es una interpretación de los hechos, esto es, una teoría o hipótesis, y nunca podrá ser otra cosa.

Para apreciar la diferencia fundamental entre el hecho y la teoría necesitamos lanzar una mirada al pregonado "método científico" que propone tan confiadamente sus "resultados seguros". Fue Francisco Bacon, en el siglo XVII, quien le asestó un golpe demoledor al pensamiento especulativo de la Edad Media y colocó el fundamento de los descubrimientos científicos modernos. El concibió la idea de que si se realizaba una gran cantidad de observaciones y experimentos respecto a todo objeto y fenómeno natural, y si los hombres de ciencia eliminaban de sus mentes todo prejuicio y parcialidad (él los llamó "ídolos"), los "hechos" hablarían por sí mismos; de ese modo se desarrollaría un conocimiento científico nuevo y seguro. En su modo gráfico de expresarse, Bacon dijo que la recolección de los "incontables racimos, maduros en la estación, permitiría que fluyese el vino de la ciencia".

Pero desde que Bacon puso en marcha su método "inductivo" de observación y experimentación, los hombres de ciencia han comprendido que el conocimiento absoluto no se adquiere tan fácilmente como él suponía. Ahora se admite que la mente no es precisamente un receptor, sino un intérprete de las impresiones sensoriales, y que la sistematización e interpretación que la mente hace de los hechos no debe confundirse con los hechos mismos. Ciertamente no hay hechos "simples". La observación no puede ser separada de la interpretación. Las percepciones son organizadas por la mente en conceptos, los conceptos son relacionados entre sí hasta llegar a la formulación de leyes, y las leyes dan lugar a teorías generales. En otras palabras, el observador usa su capacidad de pensar, que incluye no sólo la inducción y la deducción, sino también la imaginación creadora y hasta la disposición personal, para armonizar los hechos con lo que él considera que son conceptos, leyes y teorías válidos. No es de sorprenderse, por lo tanto, que W. R. Hanson, en su obra Patterns of Discovery (Modelos de descubrimiento), asegure que todos los "datos" están "cargados de teoría". Y N. Campbell declara en What Is Science? (¿Qué es la ciencia?) que las leyes científicas dependen menos de las "reglas establecidas" de investigación, que de "la imaginación de individuos altamente dotados", y que este "elemento imaginativo y personal" es "mucho más prominente en la elaboración de teorías" (págs. 97 y 102).

En última instancia, asegura A. Eddington en The Nature of the Physical World (la naturaleza del mundo físico), "la mente... por su poder selectivo" hace concordar "los procesos de la naturaleza con una estructura legal cuyo modelo él mismo está escogiendo" (pág. 244). Consecuentemente, caracterizar cualquier teoría científica -que es el resultado del complicado proceso mental de inducción, deducción, imaginación e intuición-, como un "hecho", es científicamente absurdo. Como todo concepto científico, la evolución es una teoría o hipótesis preferida por ciertos individuos como una explicación de cierto número de hechos observados. Pero puede haber ocurrido que otros hechos significativos hayan sido descuidados, o que emerjan de tanto en tanto nuevos hechos muy reveladores. La teoría, por lo tanto, nunca puede ser considerada más que como algo provisorio, y

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deberá ser abandonada y sustituida por una nueva teoría, si ésta armoniza más satisfactoriamente con un conjunto mayor de hechos.

De modo que la primera de las falacias básicas que los hombres de ciencia en general y los evolucionistas en particular están inclinados a aceptar es la de colocar la ciencia sobre un pedestal, como algo "objetivo" y "real", mientras caracterizan la metafísica y la religión como algo "subjetivo" o productos de la mente. En verdad, la ciencia no es "una evolución fríamente calculada de datos..., sin emoción o prejuicio", sino que es tan subjetiva como cualquier otra forma de conocimiento, porque sus conceptos están condicionados, al igual que los conceptos metafísicos y religiosos, por un modelo de pensamiento o una filosofía de la vida.

Principios filosóficos de la Evolución Ahora que reconocemos que el hombre de ciencia evolucionista no es un ser

superior que ha sido capaz de eliminar de su mente todos los prejuicios subjetivos, o "ídolos", sino una persona que da su interpretación subjetiva de los hechos en oposición a las creencias subjetivas de los creacionistas basados en la concepción bíblica de la vida, podemos dar un paso más e investigar en cuanto a la naturaleza y a la validez de las pautas de pensamiento escogidas por los evolucionistas. La primera cosa que encontramos -lo que confirma notablemente la subjetividad de su enfoque- es que todos ellos comienzan afirmando axiomáticamente que ¡no pueden aceptar la idea de un Creador trascendente!

T. H. Huxley admitió que antes de la aparición de El origen de las especies había estado buscando por años "algún postulado... que reemplazase la teoría insostenible de la creación". Creyó que lo había encontrado en la teoría de Darwin, y así se convirtió en un ardiente defensor de este pensador. El Prof. D. M. S. Watson le expresó a un conjunto de hombres de ciencia en la Ciudad del Cabo que ésa fue también la razón filosófica básica de la aceptación de la doctrina evolucionista por parte de muchos científicos actuales. "La evolución -dijo- es aceptada por los zoólogos no porque se ha observado que haya ocurrido, o porque pueda probarse su veracidad mediante una evidencia lógica coherente, sino porque la única alternativa, la creación especial, es claramente increíble". Al subrayar este punto, agregó: "Considero la hipótesis de una creación especial como algo demasiado insensato como para darle una consideración seria; en verdad, no la considero en absoluto como una hipótesis" (1).

Ahora bien, un evolucionista tiene perfecto derecho de comenzar con una concepción antiteísta y ver hasta qué punto puede lograr que armonicen los hechos observados con su estructura mental, pero no debe objetar el que se haga un cuidadoso escrutinio de la validez de su filosofía básica, al igual que de los hechos que él aduce para respaldar su hipótesis. Y tan pronto como hacemos esto, descubrimos otra falacia básica.

El hombre de ciencia naturalista sostiene que el cerebro humano sólo es capaz de recibir impresiones sensoriales (percepciones) y organizarlas en estructuras de pensamiento (concepciones). Por su propia definición, por lo tanto, no corresponde en absoluto que asegure categóricamente que el universo es un sistema cerrado, que se basta a sí mismo y se regula por sí mismo fuera del cual no hay nada. Si este hombre de cuencia declara, por un lado, que su mente es capaz de tratar sólo con datos que le llegan mediante los sentidos, ¿cómo puede saber que no hay nada que trascienda la capacidad de su equipo mental? Basado en su premisa, puede declarar legítimamente que es agnóstico respecto a

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toda doctrina de los orígenes que incluya a algún Poder fuera de la naturaleza, pero no puede declarar categóricamente que tal idea es "demasiado insensata como para darle una consideración seria". ¡Esta sí que es una posición anticientífica, no filosófica e ilógica!

Algunos hombres de ciencia están comenzando a reconocer esta falacia de extender exageradamente las prerrogativas de la ciencia, y se están volviendo más modestos en sus pretensiones referentes a una visión científica del mundo. El hecho es que la ciencia no puede, mientras permanezca fiel a sí misma, formular una visión científica absoluta del mundo. Si un hombre de ciencia adopta una concepción tal, debe reconocer que es tan "subjetiva" como cualquier otra concepción metafísica o religiosa del mundo, y que por lo tanto necesita ser sometida a todo tipo de prueba y examen.

(1) Nature (Naturaleza), 10 de agosto de 1929.

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15 La naturaleza: ¿Un rompecabezas?

Dr. J. Mailen Kootsey Mientras tratamos de colocar las piezas en el rompecabezas de la naturaleza,

debemos tener presente que estamos trabajando solamente en una pequeña esquina, y que la esperanza de poner la última pieza está más allá de nuestro conocimiento.

Los hombres de ciencia tratan de encontrar modelos o sistemas en las cosas que todos nosotros, los seres humanos, vemos y experimentamos. Los modelos más deseables son los que resumen muchas observaciones en un principio compacto. Por ejemplo, las leyes de movimiento de Newton, suficientemente compactas como para escribirlas en una tarjeta postal, proveen un cuadro simple y elegante de las órbitas planetarias alrededor del sol y al mismo tiempo describen el movimiento de una pelota de béisbol durante la trayectoria, o de un auto en la autopista, como también cualquier otra clase de movimientos que vemos en nuestra vida diaria.

El extraordinario éxito de las leyes de movimiento de Newton ha llevado a los investigadores a esperar otras poderosas leyes para explicar y simplificar otros fenómenos. Cada vez que alguien descubre uno de estos principios organizadores, se produce un gran regocijo entre los científicos, algo así como la satisfacción de encajar piezas en un rompecabezas. A medida que se descubre una nueva ley, el universo parece más comprensible. A la vez, cada nuevo éxito es una invitación a la especulación acerca del tamaño general del rompecabezas. ¿Estamos a punto de cerrar los límites y completar el modelo? ¿Estamos a punto de encontrar el último conjunto de leyes necesarias para describir el universo, que nos darían una capacidad ilimitada para entender y predecir fenómenos naturales?

En las últimas décadas, hemos descubierto algunos modelos que no parecen ayudarnos a completar el rompecabezas; por el contrario, parecieran extenderlo. Estas difíciles ideas se aceptan ahora como descripciones exactas de los fenómenos naturales. A continuación haremos una breve introducción e ilustración de tres de estos conceptos: los sistemas dinámicos, la complejidad, y el caos.

Los sistemas dinámicos Los primeros investigadores en todos los campos de la ciencia han concebido las

cosas naturales en una forma estática e inmutable. Por ejemplo, se consideraba que las estrellas eran puntos de luz fijos en un cielo raso hemisférico rotatorio. Hoy creemos que son como grandes y complejos cuerpos dinámicos, moviéndose a velocidades enormes en direcciones diferentes, calentándose o enfriándose, explotando o contrayéndose, apartándose unas de otras o en colisión entre sí. Parecieran estar estáticas porque sus cambios son lentos comparados con la escala del tiempo de la experiencia humana.

El hueso es otro ejemplo de una apariencia estática engañosa. Se suele comparar los huesos a las vigas de acero empotradas en las paredes de un edificio. Su función es la de proveer la rigidez necesaria para mantener el cuerpo erecto, pero por otro lado se asume que deben permanecer fuera de la vista y no romperse. Generalmente se comportan así, pero su similaridad con las vigas de acero termina allí.

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El hueso es un material compuesto, en el cual se han inspirado muchos materiales de alto nivel tecnológico creados por el hombre. Fuertes cristales de sales de calcio se empotran en una matriz de colágena elástica para crear una sustancia que es liviana y al mismo tiempo resistente. La fibra de vidrio —que combina la resistencia del vidrio con la flexibilidad del plástico— es un compuesto bien conocido hecho por el hombre. Y continúan apareciendo otros materiales, como los compuestos de grafito empleados para hacer raquetas de tenis. Algo más importante que su forma estructural es que el hueso es una estructura viviente hecha de una comunidad de células intercaladas con pequeños vasos sanguíneos. Un tipo de célula ósea segrega la colágena elástica y ayuda a la formación de cristales de calcio y fosfato en la solución circundante. Otro tipo de célula ósea ayuda al desdoblamiento de la colágena y disuelve los cristales pasándolos de nuevo a la solución. Estos dos tipos de células operan en regiones diferentes, a veces a la manera de una renovación urbana. Las partes viejas del hueso son desmanteladas en algunas áreas, mientras que la formación de nuevo tejido óseo tiene lugar en otras áreas. Los dos procesos están perfectamente balanceados, de tal forma que tenemos siempre la cantidad correcta de hueso necesario para la función de sostén. Las hormonas, procedentes de otras partes del cuerpo, ayudan en la regulación de este proceso dinámico, e inclusive las fuerzas externas ejercidas sobre el hueso influencian los procesos de desdoblamiento y renovación.

Las vigas de acero son estáticas y por lo tanto son incapaces de adaptarse a las diferentes necesidades o de repararse ellas mismas al dañarse. Por el contrario, la característica del hueso puede cambiar por medio de una alteración de los procesos de crecimiento y destrucción. La rapidez del crecimiento en general se halla en un exacto balance con la rapidez de destrucción, pero si la rapidez del crecimiento aumenta, la balanza se inclinará a favor del crecimiento, y el tamaño del hueso aumentará. Por supuesto, la balanza puede también inclinarse hacia el lado de la destrucción, como se ha observado en los viajes espaciales prolongados. Debido a que la construcción ósea es guiada por las instrucciones internas de la célula, los huesos pueden repararse a sí mismos al desplazar el equilibrio en dirección del crecimiento en áreas selectas. Se deposita nuevo hueso para reparar traumas, los huesos torcidos pueden gradualmente llegar a enderezarse y los huesos sujetos a mayor tensión pueden crecer más resistentes para poder soportar más carga. Siendo un sistema dinámico, los huesos son más versátiles y adaptables que las vigas estáticas. Los métodos usados para estudiar sistemas dinámicos son también diferentes de los usados para estudiar objetos estáticos. Para los últimos, la tarea principal es nombrar, clasificar y medir las características físicas como el tamaño, forma, color, etc.

Los sistemas dinámicos requieren un mayor número de medidas y observaciones. Es necesario conocer cómo se comportan estos sistemas bajo diferentes condiciones y cómo responden a diferentes estímulos. Es más, es difícil (si no imposible) resumir en pocas palabras o por medio de ecuaciones matemáticas todas las variaciones en el comportamiento de un sistema dinámico. Lo que en general se hace es escribir ecuaciones describiendo la manera en que cada componente del sistema se relaciona con los demás, pero puede llegar a ser muy difícil resolver las ecuaciones para predecir cómo se comportará el sistema como un todo. Los sistemas dinámicos son, por lo tanto, combinaciones de componentes que interactúan, y sus características interesantes provienen de las relaciones cambiantes entre los componentes. Una fuerza es balanceada

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por otras, y un cambio en el equilibrio significa un cambio en la conducta. Una vez que reconocemos la naturaleza de los sistemas dinámicos, nos damos cuenta que estamos rodeados por tales sistemas.

Desde las células microscópicas hasta el ambiente global, vemos fuerzas complejas y procesos agrupados interactuando entre ellos. En lugar de un universo fijo, nos encontramos con uno caracterizado por la interacción, el cambio, la variación y la respuesta.

La complejidad Alguien ha dicho que las ciencias “difíciles”, las matemáticas, han tenido éxito

porque buscan y encuentran cosas sencillas para estudiar —suficientemente sencillas para ser descritas por las herramientas matemáticas disponibles, tales como las leyes del movimiento de Newton—. Por ejemplo, los libros de texto de física están saturados de ejercicios que asumen movimientos “sin resistencia”. Los autores de libros de textos saben que tenemos que vivir en la vida real con fuerzas de fricción, pero que los recursos matemáticos para hacer predicciones son limitados. Por lo tanto, no se le ha dado un tratamiento extensivo a la situación real. En las últimas décadas, la tecnología de las computadoras ha aumentado ampliamente los métodos matemáticos disponibles, permitiendo a los científicos trabajar y pensar en sistemas de una complejidad mucho mayor. Los investigadores de todos los campos están incluyendo más realismo en sus estudios, en vez de limitarse a idealizaciones que son simplificaciones de la realidad. Tanto es así, que una nueva rama de las ciencias se enfoca en, precisamente, la complejidad1.

Considera, por ejemplo, las células musculares que forman el corazón y que permiten al mismo bombear la sangre. Funcionalmente, estas células son pequeños “motores” que usan la energía derivada del alimento, para hacer que el corazón se contraiga, permitiendo que la sangre fluya por las arterias, los vasos capilares y las venas. Aunque la tecnología de los motores mecánicos está bien desarrollada, resulta de poca ayuda para entender las células cardíacas, ya que los principios sobre los cuales trabajan son diferentes.

En la célula cardíaca, la fuerza de contracción es generada por macromoléculas que poseen atracciones eléctricas. El saber cómo generan estas moléculas la fuerza y el movimiento es lo suficientemente interesante y complejo de por sí, pero eso apenas representa el comienzo de la descripción de cómo funciona el músculo. Las moléculas contráctiles se mantienen en su lugar por medio de una matriz elástica y por las delgadas paredes membranosas de las células. La pared membranosa separa el fluido del interior de la célula del fluido exterior y desempeña varias funciones, entre ellas la regulación del ambiente fluido alrededor de las moléculas contráctiles, y coordina la contracción de la gran cantidad de células que forman el corazón. El número de moléculas de toda clase dentro de la célula tiene que permanecer constante para que la presión osmótica no encoja la células o las hinche y las destruya. La energía necesaria para iniciar la contracción tiene que ser obtenida de la glucosa que circula en el fluido exterior y tiene que ser convertida en una forma útil por las moléculas contráctiles. Debe haber la cantidad de oxígeno necesario para liberar la energía y eliminarse el dióxido de carbono y otros productos de desecho de la célula. Los iones de calcio, que inician la contracción, deben moverse en el interior de la célula y su cantidad debe ser regulada cuidadosamente. Finalmente, cada célula debe

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comunicarse con sus vecinas para saber cuándo contraerse, de tal forma que el músculo cardíaco trabaje en su totalidad como una bomba eficiente.

Las moléculas de gran tamaño se extienden a lo largo de la pared membranosa de la célula del músculo para mover las otras moléculas hacia adentro y hacia afuera, permitiendo que funcione todo este proceso. Se sabe que existen por lo menos una docena de estas moléculas de transporte en las membranas de las células del corazón, y quedan por descubrirse muchas más. Cada una de ellas es como una fábrica en miniatura con numerosos pasos en el proceso que mueve las moléculas hacia adentro y hacia afuera de la membrana. Las moléculas transportadoras no funcionan en forma independiente, sino que son afectadas por los resultados de todas las demás moléculas de transporte y por otros factores en su ambiente. Como resultado de ello, están efectivamente ligadas dentro de un gran sistema complejo.

Es así que la microscópica célula cardíaca —demasiado pequeña para ser vista a simple vista— es un sistema de una complejidad increíble con numerosas partes que interactúan, cada una de ellas altamente compleja en sí misma. No podemos predecir el comportamiento de las células cardíacas sumando simplemente lo que sabemos acerca de sus componentes individuales (moléculas complejas). Es necesario conocer el comportamiento de sus componentes y cómo interaccionan entre sí como una “comunidad”. Por medio de poderosas computadoras se ha hecho posible empezar a entender cómo funciona un sistema tal2, pero aun los más poderosos computadores disponibles hoy no tienen ni de lejos la capacidad necesaria para procesar todo lo que sabemos acerca de las células del corazón.

El corazón es, por supuesto, solamente una parte del sistema circulatorio; y el sistema circulatorio es sólo uno de los sistemas orgánicos del cuerpo, y una persona es sólo una pequeña parte de la sociedad. La tarea de entender un sistema individual complejo es suficientemente difícil, pero la naturaleza parece estar formada por una infinita jerarquía de sistemas que se ligan e interactúan entre sí.

El caos Los hombres de ciencia han dedicado su vida al estudio del comportamiento

regular. Sin embargo, no todo lo que vemos tiene una conducta regular y repetible. Como se consideraba que el objetivo de la ciencia era hallar comportamientos regulares, no parecía tener sentido el estudio del comportamiento de lo irregular. Esta forma de entender la ciencia hizo imposible el descubrimiento del “caos” como un principio de la ciencia hasta hace aproximadamente 25 años, cuando Robert May comenzó a pensar en sistemas que producen resultados impredecibles.

May se encontraba estudiando las leyes de la población, y de cómo su tamaño cambia de una generación a otra. Si cada individuo de una generación produce dos hijos en la siguiente (una relación representada por medio de una ecuación matemática muy simple), el resultado es una explosión de crecimiento demográfico que recibe el nombre de maltusiana, en honor a Malthus, quien estudió por primera vez la matemática de este crecimiento. Una leve modificación en la ecuación básica del crecimiento conduce a la ecuación logística de crecimiento limitado. May programó la ecuación logística en su computadora y estudió su comportamiento a medida que cambiaba la relación de crecimiento (el promedio de hijos por padres). Para algunos valores pequeños de esta

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proporción, la ecuación predijo una población de tamaño constante. Para un valor un poco más grande de la proporción, la población comenzó a oscilar en forma regular entre dos valores, uno alto y otro bajo. Para un valor de la razón un poco más alto la oscilación fue doblemente rápida. Con una proporción un poco más alta todavía...se produjo el caos: la población comenzó a cambiar valores en forma irregular, sin ningún patrón obvio.

Los matemáticos han observado el comportamiento caótico de las ecuaciones matemáticas desde antes de la década de 1970, pero May fue el primero en relacionar el caos matemático con el mundo real. El resultado fue asombroso porque debilitó uno de los dogmas fundamentales de la ciencia, a saber, que las ecuaciones matemáticas eran consideradas las formas más elevadas de expresar principios de la naturaleza, y que las soluciones a las ecuaciones matemáticas que describen sistemas naturales eran reproducibles, sin tener en cuenta quién hiciera los cálculos o cuántas veces se repitieran. Ese es, después de todo, el uso básico de las matemáticas en las ciencias: hacer predicciones precisas y reproducibles. Sin embargo, May demostró que las ecuaciones escritas para describir los procesos naturales pueden producir resultados impredecibles bajo ciertas circunstancias. Desde el descubrimiento de May, se han encontrado conductas caóticas en numerosas áreas tales como en las epidemias, en los patrones de los pulsos cardíacos, en los ciclos de los negocios y en el movimiento de los fluidos3.

El descubrimiento de May tuvo dos resultados importantes. En primer lugar, los hombres de ciencia se dieron cuenta que no podían ignorar por más tiempo los fenómenos que mostraban patrones o modelos irregulares y no reproducibles. En segundo lugar, que aun cuando se escriban ecuaciones matemáticamente correctas para describir un sistema natural y haya una manera de resolver las ecuaciones, es posible que no podamos hacer uso de esas soluciones con fines prácticos de predicción, ya que el resultado puede ser caótico o de una conducta fortuita. Un ejemplo es el frustrante problema de tratar de hacer predicciones de largo alcance acerca del tiempo.

Conclusiones La comprensión de los tres conceptos descritos hasta aquí —la ubicuidad de los

sistemas dinámicos y complejos y el caos— han ayudado a los matemáticos a reconocer las limitaciones de los procesos científicos y el alcance de las matemáticas. Los hombres de ciencia ya no se precipitan a afirmar que tienen la capacidad de describir todos los fenómenos al aplicar unas cuantas leyes expresadas en fórmulas matemáticas. Aun cuando se llegara a alcanzar una formulación unificada de las fuerzas naturales y de las sustancias, algunas consideraciones prácticas, tales como los limitados recursos matemáticos, el poder de las computadores y las posibilidades del caos, limitan las predicciones que se podrían hacer.

Mientras que continuamos tratando de colocar piezas en el rompecabezas de la naturaleza, reconocemos que trabajamos sólo en una pequeña esquina y que la esperanza de encajar la última pieza está más allá de nuestro alcance.

Los tres conceptos que acabamos de describir también ofrecen nuevas oportunidades para que el creyente tenga una mejor comprensión del Dios creador en el cual cree. Si los principios se aplican a la naturaleza, entonces, en cierto modo, son características de Dios mismo que podríamos esperar encontrar en su relación con el ser humano.

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Aprendiendo de la experiencia con los sistemas dinámicos, por ejemplo, podemos esperar encontrar un Dios que puede adaptar y ajustar sus respuestas para interactuar con el ser humano por medio de una gran variedad de condiciones.

Bien podría ser descrito como inmutable con respecto a los principios involucrados en las relaciones; sin embargo, adaptable a los tiempos cambiantes, en la medida en que las necesidades humanas cambian.

Notas y referencias 1. W. Mitchell Waldrop, Complexity: The Emerging Science at the Edge of Order

and Chaos (New York: Touchstone, 1992). 2. H. R. Pagels, Dreams of Reason: The Computer and the Rise of the Sciences of

Complexity (New York: Simon and Schuster, 1988). 3. J. Gleick, Chaos: Making a New Science (New York: Penguin Book, 1987). Para

estudios anteriores acerca de la teoría del caos en esta revista, ver el artículo de Kevin C. de Berg, “¿Un universo al azar? Orden y azar en la naturaleza y en la Biblia, Diálogo 2:3 (1990), pp. 10-12; y David A Thomas con Paul F. Barcenas, “El caos: Crisol de la creación”, Diálogo 4:3 (1992), pp. 12-15

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16 Los datos y su interpretación: Cómo diferenciarlos

Dr. Elaine Kennedy Considera las siguientes declaraciones. Declaración 1: A es un ser humano. B es un gorila. Entre A y B hay muchas

semejanzas, pero A tiene muchos atributos superiores en comparación con B. Declaración 2: Las semejanzas demuestran que ambos, A y B, tienen un origen

común. Las superioridades sugieren que A evolucionó de B durante millones de años. Declaración 3: Las semejanzas demuestran que ambos, A y B, tienen un origen

común: el Dios creador. Los atributos superiores de A demuestran que Dios eligió crear a los seres humanos a su propia imagen, lo que no sucedió con la creación de los animales.

La declaración 1 consiste en suministrar datos que son observables, se pueden saber y están abiertos a la experiencia. Las declaraciones 2 y 3 son interpretaciones de los hechos, una por un evolucionista y la otra por un creacionista.

Esta simple ilustración revela que el conocimiento o la información pueden dividirse en dos conceptos: datos e interpretación. Como los datos están sujetos a interpretaciones alternativas, los estudiantes e investigadores deben distinguir cuidadosamente entre la información que constituyen los datos reunidos, y la “información” derivada de los datos que se presenta como evidencia para apoyar una hipótesis. Los científicos se esfuerzan por ser lo más objetivos posible a este respecto, pero varios factores (prejuicios) influencian la selección e interpretación de los datos.

La distinción entre datos e interpretación no es menos importante en el aula de ciencia de lo que es en el laboratorio de ciencia. La mayor dificultad con respecto al proceso de separar los datos de la interpretación está en el contexto de las tareas asignadas en los libros de texto. Los libros de texto son las principales fuentes de información en toda aula; sin embargo, en el aula de clase de ciencia la información que se provee con frecuencia es más interpretación que datos. Los estudiantes necesitan tener un entrenamiento temprano con respecto a la identificación de los datos en los ejercicios cuando usan libros de texto. El desarrollo de tales ejercicios requerirá un esfuerzo adicional de parte del docente, pero dará como resultado una acción más analítica de parte de los estudiantes y menos explicación de parte del docente a medida que la clase progresa.

Reconociendo la diferencia ¿Qué son los datos? ¿Cuál es la diferencia entre datos e interpretación? Por

definición, un dato es “el antecedente necesario para llegar al conocimiento exacto de una cosa o para deducir las consecuencias legítimas de un hecho”.1 Usualmente se considera que los datos observables son hechos inalterables, pero que pueden ser o no ser verdaderos. A medida que la tecnología y la ciencia progresan, los “hechos” serán descartados, modificados, o remplazados con nuevos datos. Por ejemplo, las medidas pueden constituir una base para la identificación, como ser una interpretación de un objeto o fenómeno. Frecuentemente se identifica a los fósiles de organismos extintos sobre la base de medidas de varias estructuras de las partes del cuerpo que han sido preservadas. La exactitud y precisión de las medidas tornan difícil la identificación correcta porque, como en el caso de

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muchas de las faunas conchíferas extintas, los científicos no saben si los organismos grandes, que tienen una estructura similar a la de los organismos pequeños, representan o no diferentes especies, géneros o etapas de desarrollo. Las identificaciones o cálculos reales no son datos sino interpretaciones. Gran parte de la controversia que existe en la literatura científica tiene su origen más bien en un problema significativo: interpretaciones hechas en base a datos limitados. Este punto necesita ser enfatizado en cada unidad o tema que se estudia en las aulas de ciencia.

La complejidad de los datos y las interpretaciones Como una ilustración de la compleja interacción entre los datos y las

interpretaciones, consideremos dos de los que se dan en el proceso de identificar simplemente rocas y minerales.

Paso 1. Interpretaciones de las propiedades luminosas de los minerales. Las propiedades luminosas de los minerales se describen mediante el examen microscópico de una sección muy delgada de la roca (comúnmente designada como una “sección delgada”). Se usa la luz polarizada (ondas de luz que vibran solamente en un plano en particular) para conducir series de pruebas de las propiedades luminosas de cada mineral en la sección delgada. Estas pruebas proveen una base visual de datos de los patrones de transmisión de la luz. Los mineralogistas usan dichos patrones para determinar la composición mineral de la muestra. La identificación de los minerales es una interpretación basada en los datos de las propiedades luminosas.

Paso 2. Determinación del tipo de roca. Se puede determinar el tipo de roca mediante el examen del contacto de un mineral con otro y midiendo la cantidad de cada mineral presente en cada uno de ellos. El geólogo que identifica la roca considera las identificaciones del mineral como “datos”, aún cuando la identificación de la roca en realidad es una interpretación de una interpretación. (El “dato” mineralógico fue determinado originalmente del dato de la propiedad luminosa.) El hecho es que el alcance de lo que constituye un dato es realmente bastante estrecho.

¿Precisamente cuán válida es la identificación? La identificación puede ser hecha usando comparaciones con patrones. Por ejemplo, tres secciones delgadas pueden tener la misma composición mineral pero los contactos entre los minerales pueden ser muy diferentes. Si los granos minerales están entrelazados, la roca es una roca ígnea. Si los granos minerales están alterados, deformados, alargados y alineados, es una roca metamórfica y los mismos minerales cementados juntos forman la roca sedimentaria. Cuando se definen bien los términos y procedimientos, la identificación es bastante fácil y relativamente confiable.

Ya que los datos están limitados a lo que podemos medir u observar directamente, los docentes deben promover la habilidad de sus alumnos de interpretar los datos de manera que estos puedan elaborar conclusiones confiables. Una interpretación es una explicación, una manera de presentar la información en términos comprensibles. Las interpretaciones están limitadas por la disponibilidad de datos y por la tendencia del observador.

Múltiples niveles de interpretación

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Existen varios niveles de interpretación. Por ejemplo, el nombre oolito no solamente identifica a un tipo de roca en particular, sino que también implica toda una historia de requisitos ambientales y condiciones de depósito para su formación.

1. Una sección delgada compuesta por partículas redondas, como gotas, cementadas todas juntas, primero deben ser identificadas con respecto a su mineralización. Por lo tanto, el primer nivel de interpretación es identificar la composición mineral de las pequeñas esferas. Para el propósito de esta ilustración, las identificaremos como partículas de carbonato de calcio. 2. La identificación de la estructura de la roca redonda, llena de esferitas, se basa en el reconocimiento de un objeto central que puede ser una pieza de algún otro tipo de roca o tal vez un fragmento de material conchífero alrededor del cual se precipitó el carbonato de calcio. Esta información estructural unida a la redondez de las partículas identifica las esferitas como oolitos. En este punto uno podría pensar que el ejercicio ha concluido y que la identificación es tan simple y sencilla como la identificación mineral. Sin embargo, se ha introducido un tercer nivel de interpretación para explicar cómo se formaron los oolitos.

3. El tercer nivel se apoya en las observaciones de ambientes modernos. Los geólogos saben que los oolitos se forman típicamente cerca de una costa por agitación de aguas salinas calientes poco profundas.

4. Los investigadores aplican este conocimiento a las rocas oolíticas encontradas en la ladera de la montaña. En otras palabras, los geólogos toman lo que saben acerca del escenario moderno, y de acuerdo con él interpretan el escenario antiguo. Ellos suponen que los oolitos en la montaña se formaron en ese sitio en algún tiempo del pasado de la misma manera que se forman los oolitos en el océano o el Gran Lago Salado de Utah. Esta interpretación implica que los oolitos no se forman de ninguna otra manera. El razonamiento parece totalmente lógico y la conclusión parece obvia; sin embargo, esta asociación puede no ser cierta. El ejercicio no ha terminado. Se agrega ahora este conjunto de interpretaciones a datos con múltiples interpretaciones para llevarnos a la descripción final de la exposición de una roca en particular. Este proceso es duplicado en otras exposiciones o afloramientos de roca en una región mayor para desarrollar un modelo.

5. Los geólogos usan otros tipos de roca y datos adicionales con el fin de desarrollar modelos para describir eventos geológicos de la historia de la tierra. Por ejemplo, se designa a los granos de cuarzo cementados como areniscas. Los patrones de arenisca pueden deberse a procesos conocidos como estratificación cruzada. Típicamente, los estratos cruzados se forman cuando las corrientes (de viento y/o agua) depositan arena y arcilla al abrigo de las laderas de las dunas. Mediante la integración de una amplia gama de datos e interpretaciones ( minerales, rocas, oolitas y estratificación cruzada) los geólogos ahora pueden desarrollar el quinto nivel de interpretación: la modelación. Los modelos proveen a los científicos de un marco generalizado para predicciones en desarrollo y calcular eventos que pueden haber ocurrido en el pasado.2

Por lo tanto, cuando se evalúa una investigación, debe tenerse en cuenta la marcada diferencia entre los datos y la interpretación. Los datos son medidas y observaciones reales. Las interpretaciones tratan de identificar o explicar lo que es medido y observado. La validez de una interpretación depende de cuán buena sea la correspondencia de la interpretación con los datos disponibles. Las interpretaciones cambiarán según cambie la

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base de datos. Esta interacción entre los datos y las interpretaciones es lo que causa el éxito y florecimiento de la ciencia.

Parcialidad en la adquisición de datos Los científicos son conscientes que están sujetos al error y malentendido. Por lo

tanto tratan de mantener una actitud de objetividad en la investigación.3 Esta lealtad a la objetividad ha creado una especie de aura alrededor de los científicos y, desafortunadamente, la ciencia ha desarrollado una imagen popular de “infalibilidad”. La gente prefiere creer que los científicos son objetivos y que tratan con absolutos. Algunos incluso piensan que cuando un científico saca una conclusión, todas las teorías que compiten son refutadas y las preguntas se resuelven. Debido a eso se desarrolló una falsa sensación de seguridad en la ciencia. Algunos científicos hacen poco para disipar esa imagen y para complicar las cosas, la comunidad científica ha adoptado la posición de que cualquier investigador que tiene una predisposición religiosa no es científico; por lo tanto, por definición, la ciencia creacionista no puede ser verdadera ciencia. Una actitud tal falla en reconocer sus propias predisposiciones.4

Pasamos a enumerar ciertas predisposiciones que influencian sobre la ciencia, algunas de las cuales son técnicas y otras son factores sutiles e inconscientes.

1. Restricciones en el muestreo. El primer problema en la recolección de datos es la predisposición en el muestreo. Todo científico tiene algunas ideas preconcebidas acerca de la investigación que influencian la selección de los datos. El muestreo al azar ayuda a minimizar el problema,5 pero aún entonces las selecciones favorecen una hipótesis en particular.

2. Errores sistemáticos. Un científico puede tener un “punto ciego”: una falla en reconocer datos. Por ejemplo, es común que un paleontólogo que se especializa en caracoles fósiles coleccione una mayor variedad de gasterópodos que cualquier otro en la ladera de la montaña. Sin embargo, ese mismo individuo tendrá menos almejas y corales que otros colectores de fósiles. Estos otros fósiles pueden tener un impacto significativo en la interpretación de ese sitio, pero la predisposición del investigador elimina esa fuente de datos. Además de los problemas relativos a la obtención de datos, el procesamiento de los datos puede introducir tendencias técnicas sistemáticas.6 Un inadvertido procedimiento defectuoso, o una fórmula matemática o un análisis estadístico incorrectamente aplicado en el procesamiento de datos introducen un error sistemático o tendencia en los resultados.

3. Restricciones tecnológicas. Los científicos tienen ahora la habilidad de incorporar grandes cantidades de datos e interpretaciones en modelos generados por computadora por medio de análisis que involucran el reconocimiento de patrones. Sin embargo, las gigantescas bases de datos no necesariamente significan que los modelos reflejan adecuadamente sistemas y procesos complejos. El desarrollo de modelos simplificados con sistemas generados por computadora produce restricciones técnicas porque los parámetros simplificados establecen límites a la aplicación del modelo a sistemas verdaderos7.

4. Calidad de los datos. El análisis de los datos introduce tendencias debido a las interpretaciones cualitativas o subjetivas que están incluidas. Por ejemplo, en el análisis de los datos de potasio-argón, la cantidad de potasio y de argón puede ser medida muy exacta y precisamente. Sin embargo, es difícil saber con certeza lo que ese dato significa, y las

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conclusiones relativas a la edad dependen mucho de las numerosas suposiciones y problemas que surgen en el contexto de la metodología.8 La tecnología corriente no mide la edad de la roca en forma directa, por lo que las conclusiones son tendenciosas. Y los datos descriptivos son aún más problemáticos.

5. Restricciones financieras. El método científico requiere pruebas rigurosas antes que cualquier teoría pueda ser aceptada. Sin embargo, las restricciones monetarias y de tiempo limitan el crucial proceso de prueba. Se incorporan nuevos datos en la teoría corriente porque es más fácil que el material sea publicado si es generalmente aceptado por el mundo científico. El proceso del financiamiento tiene una increíble influencia en la investigación hoy en día.9 Si no hay publicación, no hay dinero para la investigación. Es así de simple. El riguroso proceso de prueba propuesto por el método científico no es rentable, de tal manera que las ideas y los conceptos son enviados apresuradamente a la prensa y citados en publicaciones subsecuentes. Las presiones económicas crean un aumento de las tendencias técnicas al limitar el proceso experimental. Los estudiantes debieran ser conscientes que la financiación de la investigación tiene un control significativo sobre la investigación publicada.

Consecuencias para la ciencia y la religión Cuando se llega a la junción de la ciencia y la religión, deben notarse varios puntos.

Primero, no todos los datos se miden con exactitud y a veces es difícil diferenciar entre los datos y la interpretación. Desde luego, las interpretaciones múltiples y alternativas de cualquier base de datos no solamente son posibles sino que son también probables. La interpretación de datos puede ser muy compleja; sin embargo, en el desarrollo de las teorías, se prefiere usualmente el escenario más simple al más complejo. Segundo, en toda interpretación se hallan presentes predisposiciones, porque toda interpretación científica es subjetiva, por lo menos en parte. Tercero, necesitamos comprender la naturaleza de la ciencia y cómo trabaja el científico. La gente a veces se desanima porque las interpretaciones científicas cambian constantemente, de manera que no saben qué creer. Sin embargo, esa es la naturaleza de la ciencia; así es como avanza. Una vez que uno realmente comprende este aspecto de la ciencia, uno es renuente a basar creencias teológicas en datos específicos o en conceptos científicos. Cuarto, aunque la ciencia sea útil y provea información relevante, no debiera dictar la teología de nadie. Si se le permite a la ciencia dictar teología, entonces cada vez que la interpretación científica cambia, la teología debería ser alterada, sea que esa alteración es consistente con el sistema de creencias y experiencias de uno o no lo sea. Al mismo tiempo, la teología no debiera dictar la ciencia de nadie. Conceptos tales como “la fijeza de las especies,” basada en una teología personal sostenida por muchos en los siglos XVII y XVIII ,10 y la teoría de la “tierra plana,” son algunas de las ideas que contribuyeron al conflicto entre la ciencia y la teología. La Biblia puede suplir legítimas hipótesis de trabajo y limitaciones para la ciencia. De hecho, la Escritura como fuente de información sugiere vías de investigación que no serían consideradas por la mayoría de las personas no cristianas. Tal investigación debería reconocer toda parcialidad escrituraria que pueda estar presente y todos los datos deben ser evaluados equitativamente.

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Conclusiones Los científicos están completamente seguros que saben lo que están haciendo. Sin

embargo, especialmente en el área de los orígenes, la ciencia sola no puede enjuiciar la completa base de datos porque la propuesta científica no considera la posibilidad de la participación sobrenatural en la naturaleza y en la historia de nuestro planeta. La mayoría de los científicos creen que hay conflictos irreconciliables entre la ciencia y la Escritura.11 Por ejemplo, Ayala afirma: “Pretender que las declaraciones de Génesis son verdad científica es negar toda la evidencia”.12 La evidencia no prueba ni una larga ni una corta historia de la vida. La evidencia disponible provee información muy limitada. Los datos no son el problema principal en reconciliar la ciencia y la Escritura. Es la interpretación de los datos la que presenta conflictos. También se ha dicho: “No solamente es el presente la llave del pasado, sino que el presente es la llave del futuro”.13 Ambos, el relato histórico de un diluvio universal y el relato profético de la segunda venida de Cristo proclaman la falsedad de ese concepto.14 Para los cristianos, la Biblia provee una fuente de información que sugiere que hay un camino mejor para abordar la ciencia. Desde esta perspectiva, se reconocerá cierta armonía entre la ciencia y la Escritura. De hecho, los cristianos esperan armonía porque ellos reconocen a Dios como el creador de la naturaleza y sus “leyes” científicas.

Notas y referencias: 1. Real Academia: Diccionario de la lengua española, XXI edición, tomo 1. 2. Andrew D. Miall: Principles of Sedimentary Basin Analysis (New York:

Springer-Verlag, 1984), p. 3. 3. Francisco Ayala: Robert McCormick Adams, Mary-Dell Chilton, Gerald Holton,

Kumar Patel, Frank Press, Michael Ruse y Philip Sharp: On Being a Scientist (Washington, D.C.: National Academy of Sciences Press, 1989), p. 1.

4. Del Ratzsch: The Battle of Beginnings: Why Neither Side Is Winning the Creation–Evolution Debate (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1996), pp. 158-179. Ver también: Philip E. Johnson, Darwin on Trial (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1991), pp. 6-12.

5. Ayala et al, p. 5. 6. Ibíd., pp. 5, 6. 7. Ibíd., p. 6. 8. C. M. R. Fowler: The Solid Earth: An Introduction to Global Geophysics

(Cambridge University Press, 1998), p. 192. 9. Francisco J. Ayala y Bert Black: “Science and the Courts”, American Scientist

81 (1998): 230-239. 10. J. Browne: The Secular Ark (New Haven, Conn.: Yale University Press, 1983),

pp. 21-23. 11. Colin Norman: “Nobelists Unite Against ‘Creation Science’”, Science 233

(1986): 935. 12. Ibíd., p. 935. 13. Alan Baharlou, 1978. Comunicación personal que expresa el sentimiento de

James Hutton in 1788: “Por lo tanto los resultados de nuestra indagación presente son que

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no encontramos vestigios del comienzo, ni posibilidades de un fin” (de Transactions of the Royal Society of Edinburgh).

14. 2 Pedro 3:3 -10.

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17 La Corteza Terrestre, ¿ está adaptada para la vida por casualidad?

Prof. Ricardo M. Ritland

En la Tierra parece que la vida existe en todas partes. Si penetramos en las profundidades del océano, más allá del alcance de la luz, en la zona de perpetuas tinieblas, encontramos una variedad muy numerosa de seres vivientes. Si vamos a las tierras de las nieves y de los hielos eternos, o a los inhóspitos desiertos, o si nos adentramos en las cavernas subterráneas, encontramos resistentes especies que han logrado soportar los rigores de estos desapacibles ambientes. En contraste, en la selva, en regiones húmedas y lluviosas o en una zona coralífera, nuestros ojos contemplarán una asombrosa profusión de seres vivientes. Plantas y animales de muchísimas especies viven allí. En esas regiones, la vida se desenvuelve en toda su pujanza.

Por estas razones, uno puede pensar que la vida no sabe de limitaciones, que los desarrollos vitales y sus procesos químicos pueden adaptarse a cualquier circunstancia. Pero eso no es verdad. Dondequiera exista la vida, un gran número de factores específicos deben darse cita. Aunque unos pocos organismos toleran bastante bien un amplio margen de condiciones ambientales, la mayor parte de ellos está restringida a una estrecha variación de temperatura, humedad, salinidad, etc. En verdad, para que se produzca la abundante variedad de vida que conocemos, forman legión los factores necesarios para su desarrollo.

La temperatura Nuestra Tierra es un planeta de tamaño y ubicación intermedios, lo que en muchos

aspectos la hace idealmente apta para la vida de los seres que la habitan. La temperatura en el universo tiene una fluctuación que va desde los bajo 0 (273°C

bajo 0 ó 0 absoluto en la escala Kelvin) hasta guarismos que se miden en millones de grados sobre cero. La temperatura en el centro de nuestro Sol -una estrella de tamaño mediano- se estima que tiene unos 16 millones de grados centígrados. La vida, tal como la conocemos, puede existir y continuar su proceso reproductor sólo dentro de un escaso límite de fluctuaciones en esta enorme escala. Esta sería, aproximadamente 15°C bajo cero, hasta 82°C sobre cero. Es el margen en el que pueden sucederse favorablemente la mayoría de las funciones vitales y de los procesos químicos de la vida: un minúsculo límite de 97°C. Aun pequeñas variaciones térmicas dentro de esta limitada escala, podrían dar como resultado la extinción de todas las formas de vida en nuestro planeta.

La posición intermedia de la Tierra en la "zona templada" del sistema solar -aproximadamente a 150 millones de kilómetros del Sol-, es justamente lo que se necesita para que se mantengan las temperaturas dentro de los límites extremos en los que la vida puede existir y florecer. Los promedios de temperatura sobre la mayor parte de su superficie, rara vez sobrepasan los 43°C, que es la más favorable porción, dentro del angosto límite de tolerancia.

La temperatura de la superficie del planeta Júpiter, más lejos del Sol, se piensa que alcanza cerca de 86°C bajo cero.

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Simultáneamente con los océanos, la humedad de la atmósfera de la Tierra estabiliza la temperatura de la superficie terrestre dentro de los límites que salvaguardan la vida.

Si la Tierra fuera tan pequeña como la Luna (cerca de un cuarto del diámetro terrestre), la fuerza de gravedad sería menor de la necesaria para evitar que ambas -la atmósfera y el agua- se perdieran en el espacio exterior.

En el caso de Mercurio, cuya rotación es tan lenta que durante largos períodos uno de sus lados mira al Sol, la temperatura de ese lado se estima que es altamente mortal y, la del otro, insufriblemente baja.

La atmósfera La atmósfera de la Tierra forma una capa protectora mucho más complicada de lo

que los científicos creían hasta hace poco. Los gases que mantienen la vida, con los que estamos tan familiarizados, en su mayor parte están confinados a una delgada capa de sólo un kilómetro y medio a tres kilómetros de espesor, que llamamos troposfera. Pero más allá de ésta, hay otras capas importantes, como una en la estratosfera con una elevada concentración de ozono. Esta capa de ozono (junto con los efectos del campo magnético de la Tierra), es especialmente efectiva para proteger a la Tierra de las elevadas radiaciones que dañan la vida.

Casi todos los millones de meteorito que diariamente se aproximan a la Tierra se consumen más allá de la estratosfera. Así la Tierra se libra de su mortal impacto. Importantes partículas atmosféricas se extienden a alturas de 200 kilómetros o más. Y los científicos estiman que hay rastros de ellas hasta a trece mil kilómetros.

Al comentar el tamaño de nuestro planeta se dijo que una Tierra mucho más chica perdería su atmósfera a causa de la pérdida de gravedad. Por otro lado, si la densidad de nuestra Tierra fuera mucho mayor, la atmósfera llegaría a ser peligrosamente alta en peso, a la vez que comprimida, por el incremento de la gravedad. Esto podría hacer que su presión fuera insoportable y también podría reducir la evaporación del agua.

El clima es un producto de la atmósfera. Inmensas cantidades de agua -sangre de vida del planeta- son transportadas lejos, tierra adentro, y descienden en forma de agua fresca, nieve, hielo, lluvia, vapor, neblina y rocío. De no ser así, continentes e islas serían desiertos sin vida.

Entre otras cosas la atmósfera terrestre también permite el despliegue de los colores y tonos que vemos en los crepúsculos y en las alboradas, así como en otros fenómenos atmosféricos, que si bien no son vitales para la existencia humana, nutren el sentido estético del hombre.

Por todo lo enunciado y lo que queda por decir al respecto, nos preguntamos: ¿Ha sido solamente cuestión de casualidad el que la situación, la temperatura y la atmósfera de la Tierra se ajustaran a las necesidades vitales del hombre? ¿O es que el Hacedor la planificó para que la vida fuera posible en ella?

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18 La Evolución y la Realidad Científica

Dr. Ernesto S. Booth

Los que estudian los fósiles (paleontólogos), dicen que tienen la única evidencia real a favor de la evolución. Y muchos otros científicos están de acuerdo con ellos. Todos los otros argumentos tienen alguna debilidad, como lo reconocen los mismos evolucionistas. Veamos, pues, qué nos ofrecen los paleontólogos.

Éstos creen que la Tierra se formó a través de largos períodos, que suman unos cuatro mil quinientos millones de años. Y que las capas que contienen fósiles se formaron lentamente, a través de las edades, por procesos como los que podemos ver actualmente. En lugar de un gran diluvio que formó sedimentos en grandes cantidades, como sostienen los creacionistas, los evolucionistas enseñan que la lluvia, la helada, el calor, el viento y el hielo formaron masas de rocas que contienen los fósiles. Naturalmente, se necesitarían millones de años para producir las decenas de miles de metros de estratos fosilíferos si en lo pasado se hubieran formado con la velocidad actual. Se considera que cada estrato fosilífero es de una edad separada, tal vez millones de años posteriores al que está inmediatamente debajo del primero.

Si se supone que cada capa tiene una edad diferente, el paso siguiente es mostrar que los animales se desarrollaron gradualmente de una edad a la siguiente. Por lo tanto, los yacimientos inferiores debieran tener animales más sencillos, los siguientes, animales un poco más avanzados y así sucesivamente, hasta las capas superiores, donde aparecerían los animales más desarrollados: los mamíferos. En realidad, los fósiles aparecen, hasta cierto punto, justamente en ese orden.

Pero también se puede explicar esto de la siguiente manera: Los animales que vivieron en los fondos marinos prediluvianos, eran los animales más sencillos. Ningún mamífero vivió en el fondo de los mares, ya que viven en la superficie o sobre la tierra. Así, cuando llegó el diluvio, el fenómeno sepultó los animales en el lugar en que estaban viviendo.

Los evolucionistas tratan de demostrar que los estratos rocosos contienen fósiles que van de los simples a los complejos y que, por lo tanto, la evolución está demostrada. Cuando estudiamos en detalle los fósiles en cada estrato, no encontramos tales pasos que prueben la evolución. Es cierto que los animales de las capas inferiores son de grupos tales como los gusanos, moluscos y equinodermos, por cuanto éstos son animales comunes en el mar. Pero los trilobites están también entre los más abundantes de estas capas inferiores y, aunque son crustáceos, distan mucho de ser sencillos. Los crustáceos realmente se encuentran entre los más complejos de los invertebrados.

Si uno consulta el diagrama de las edades geológicas, notará que las capas fosilíferas están separadas primero en tres grandes eras: paleozoica (animales antiguos), mesozoica (animales de edad media) y cenozoica (animales más recientes). Cada una de estas grandes eras se divide en varias subdivisiones. Las capas del período paleozoico contienen peces y unos pocos anfibios. En esta sección se encuentra la mayor parte de la hulla. En las capas mesozoicas aparecen los dinosaurios, junto con unos pocos mamíferos

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y aves. La mayoría de las aves y de los mamíferos, aparecen en los estratos del período cenozoico.

Este cuadro da la apariencia de que no hay problemas acerca de la disposición de los fósiles, puesto que si los animales aparecen de este modo, es porque fueron sepultados de esta manera. Sin embargo, en la mayoría de los casos encontramos que sólo uno o dos estratos aparecen en cada lugar, aunque aquí y allá se encuentren series de estratos superpuestos. Cuando se encuentra una capa fosilífera, de edad desconocida, se la ubica por los fósiles que contiene. Si hay mamíferos en el depósito, su edad será ubicada en los estratos cenozoicos, automáticamente. Si no hay mamíferos, sino sólo trilobites y braquiópodos, el depósito será clasificado como del período paleozoico. Los paleontólogos han elegido lo que ellos llaman "fósiles índices", para determinar la edad del estrato fosilífero.

Se puede ver que es un esquema artificial, ya que no importa dónde aparezca el estrato -si abajo o arriba-, será clasificado por los fósiles que contenga. Cuando se encuentran varios estratos, uno sobre otro, siempre encontramos fósiles marinos en las capas inferiores y restos de animales y plantas terrestres en las capas superiores. Esta sería la manera lógica en la que los restos habrían sido sepultados por un diluvio, ya que las cuencas oceánicas serían las primeras en llenarse con sedimentos. Esto de ninguna manera implica evolución. Sin embargo, cuando se encuentra un estrato solitario en alguna parte de la Tierra, no hay manera de saber cuándo se formó, si durante el diluvio o si después del diluvio. Pero si no contiene otra cosa que animales marinos, podemos sospechar que se formó durante el diluvio; tal vez durante la primera parte de éste. Si el estrato fosilífero contiene principalmente mamíferos terrestres, podemos llegar a la conclusión de que se formó después del diluvio. Esto tampoco está a favor de la evolución.

Uno de los grandes argumentos empleados a favor de la evolución es la disposición de los caballos fósiles en una secuencia que se supone indica la evolución del caballo. Cada museo grande tiene esta serie en exhibición. Los evolucionistas, de ese modo, pretenden mostrar cómo evolucionaron los caballos hasta llegar a los ejemplares modernos, a partir de antepasados pequeños, con tres o cinco dedos, en lugar de un único casco. Se encontraron esqueletos completos de caballos con tres dedos en una cantidad de estratos. Algunas clases son más pequeñas que otras. Pero, como regla general, los animales más pequeños, que se parecían a los caballos, muestran una adaptación a terrenos pantanosos. Los de tamaño mediano, estaban adaptados a la vida de los bosques. Mientras que los de tamaño más grande, vivían en las llanuras. Nunca encontramos una serie de estos caballos fósiles unos sobre otros en los estratos, como deberíamos esperar si hubieran evolucionado. Lo que ocurre es que una clase de caballos se encuentra en John Day, Oregon; otra, en Wind River, Wyoming; y otra, en Nebraska. Todos éstos están exhibidos arbitrariamente, unos sobre otros, en orden creciente de tamaño. Y por eso se supone que evolucionaron de esa manera. Estos caballos, así dispuestos, se observan en los museos, desde el "caballito de la aurora" (de 30 cm de alto), pasando por los caballos comunes, de tres dedos, hasta el caballo de hoy. Pero en realidad, no se los encuentra así en los estratos. Más aún, no hay ninguna evidencia de que realmente sean caballos. Los más pequeños, muestran algún parecido con los caballos, aunque no mucho. Podríamos concordar en que, tal vez, sean de la misma familia. Pero, con el mismo derecho, podemos disponer cualquier

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grupo de animales parecidos a los ciervos -desde el ciervo enano hasta los alces gigantes- e insistir en que estos animales constituyen una serie evolucionada. Por supuesto, nadie aceptaría esta idea, puesto que todos estos animales viven hoy. Pero, siendo que los estratos fosilíferos que contienen los caballos fósiles no se encuentran superpuestos, no hay ninguna evidencia de que realmente se trate de una serie evolucionada. Es, apenas, un intento de presentar una "prueba" a favor de una teoría que no tiene pruebas. En realidad, la única conclusión que podemos sacar del estudio de los caballos fósiles es que antes del diluvio, o algún tiempo después, e en ambas épocas, esos animales vivían en diversos hábitat o zonas ecológicas, y que murieron y se fosilizaron. No hay siquiera un indicio de evolución en estos hechos.

Al concluir estas consideraciones sobre los fósiles, vemos que éstos no demuestran que la vida evolucionó a partir de animales sencillos que encontramos en las capas fosilíferas inferiores, hasta llegar a los animales complejos que hallamos en los estratos superiores. Se pueden hallar en las capas inferiores animales marinos tan complejos como los que viven hoy. Los anfibios, los reptiles y las aves, aunque diferentes de los actuales, no indican que los animales más sencillos se estaban transformando en animales más complejos. Por lo tanto, debe ser descartado el argumento más fuerte a favor de la evolución. El estudio de los fósiles es un campo vasto e importante, que merece nuestra atención. Un examen cuidadoso de los fósiles mostrará a todos que se pretende extraer de ellos mucho más de lo que justifican las evidencias.

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19 La fe y la ciencia: ¿Pueden coexistir?

Dr. Leonard Brand

Pueden coexistir la fe y la ciencia? Muchos dirían que los científicos deben dejar toda influencia religiosa fuera de su investigación, porque hacerla de otra manera comprometería la búsqueda de la verdad. Sin embargo, creo que el Dios de la Biblia entiende los mayores niveles de erudición, y no solamente conforta con temas inspiradores. Aún en las que pueden parecer las disciplinas más improbables —paleontología y geología— podemos beneficiarnos con la información que nos proporciona el Creador del universo, algo que otros descartan.1

Desafíos a ser superados Todo intento de integrar la fe y la investigación científica inmediatamente

introduce una tensión. ¿Puede la religión crear prejuicios en nuestra investigación? Sí, puede. Por ejemplo, algunos cristianos conservadores creen, basados en lo que ellos consideran una enseñanza bíblica, que los dinosaurios nunca existieron. Sin embargo, se han hallado numerosos esqueletos de dinosaurios. Una solución que se sugiere es dejar la Biblia fuera de nuestras investigaciones, para que nuestros prejuicios religiosos no nos afecten y podamos ser más objetivos. Pero esa solución sería superficial, como lo ilustra un episodio en la historia de la geología. Hace más de cien años, la obra precursora del geólogo Lyell era considerada la autoridad por excelencia en el terreno de la geología.2 Lyell rechazó todas las interpretaciones de la geología catastrofista común en sus días, y las remplazó con la teoría de que todos los procesos geológicos ocurrieron muy lenta y gradualmente durante eones de tiempo (gradualismo). Sin embargo, décadas más tarde analistas de la historia de la obra de Lyell concluyeron que los catastrofistas eran los científicos más desprejuiciados y que Lyell impuso una teoría influida por su cultura, sobre los datos.3 Gould y otros no concuerdan con los puntos de vista bíblicos de algunos de los primeros geólogos; pero ellos concluyeron que los colegas de Lyell eran observadores más cuidadosos que Lyell y que sus enfoques catastrofistas eran interpretaciones realistas de los datos. La teoría estrictamente gradualista de Lyell fue perjudicial para la geología porque cerró las mentes de los geólogos a toda interpretación que sugería procesos geológicos rápidos, catastróficos4, como lo afirman Gould y Valentine. Aunque estos autores todavía prefieren explicar la geología en un escenario de millones de años, reconocen la evidencia de que muchos depósitos sedimentarios son de naturaleza catastrófica.

Ahora que ha sido reconocido el serio prejuicio de Lyell, y al menos parcialmente abandonado, los geólogos han comenzado a reconocer evidencias de procesos catastróficos. Esas evidencias existían en las rocas antes, pero no se las reconocía debido a los prejuicios de Lyell. Este caso revela que el prejuicio no se limita a la religión. Es un problema que todos tenemos que enfrentar, sin importar qué cosmovisión adoptemos. La idea de que la religión introduce prejuicios, pero que la investigación que deja de lado a la religión es objetiva, es ingenua. Los cristianos corremos el riesgo de introducir entre líneas nuestras ideas favoritas en la lectura de la Biblia y entender mal la relación de las Escrituras con la naturaleza. Pero los que no toman las Escrituras seriamente también

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tienen sus propios problemas con otros prejuicios.El estudio de la geología y la paleontología depende usualmente de la suposición que la vida ha evolucionado por millones de años, y que no hubo ninguna intervención divina en la historia de nuestro planeta. Esta cosmovisión naturalista puede introducir prejuicios sumamente dominantes en la investigación. No obstante, el nerviosismo de muchos dirigentes del pensamiento cristiano acerca de la búsqueda de una integración entre la ciencia y la religión no puede dejarse de lado livianamente. Existen respuestas para sus inquietudes,5 y este artículo enfocará parte de esas respuestas.

Enfoques de la relación entre fe y ciencia Un enfoque común es mantener separadas la ciencia y la fe.6 Este método funciona

bien en muchas disciplinas que se ocupan de asuntos que las Escrituras no tratan. Sin embargo, en el estudio de la historia de la Tierra, la Biblia y la ciencia convencional afirman cosas diferentes y necesitamos un método que resuelva ese conflicto. Mi solución es conocer a Dios como un amigo personal, aprender a confiar en su Palabra, y usarla para ayudarnos en nuestras investigaciones. Mientras tanto, nuestra interacción con investigadores que tienen variados enfoques puede ayudarnos a evitar tentativas simplistas de relacionar las Escrituras con el mundo natural. Abundan los creacionistas que escriben libros o panfletos acerca de la evolución o la geología que son una verdadera vergüenza, incluso para los cristianos conservadores informados acerca de estos temas. Quizás el problema no consista en el uso de conceptos bíblicos, sino en la carencia de conocimiento científico combinada con la falta de análisis de sus ideas por sus colegas. Esto nos lleva a un enfoque que ha sido ensayado y probado, usando los siguientes pasos:

• Trata de buscar y utilizar una comprensión de las Escrituras pertinente a tu disciplina.

• Conoce el trabajo y el pensamiento de aquellos que tienen una cosmovisión diferente.

• Siempre que sea factible, somete el trabajo que deseas publicar a la revisión de tus colegas.

• Sé amable con aquellos que tienen una cosmovisión diferente y trata de trabajar en colaboración con ellos.

Ejemplos de investigación basada en el enfoque antedicho 1. Geología del Gran Cañón. Los geólogos han interpretado la arenisca Tapeats del

Cámbrico, cerca del fondo del Gran Cañón del Colorado, como una acumulación de arena en agua somera a lo largo de la playa de un antiguo océano, en el que el nivel del agua y del depósito de arena se elevaban gradualmente a lo largo del frente de un acantilado existente, durante eones de tiempo. El Dr. Arturo Chadwick y sus colaboradores encontraron un depósito geológico que desafiaba claramente esa interpretación de la arenisca Tapeats.7 La evidencia indicaba una acumulación de arena en agua profunda por procesos muy diferentes de aquellos que hubieran ocurrido en agua somera (estos procesos en aguas profundas es posible que también fueran mucho más rápidos, pero ese es otro problema). Ellos presentaron sus datos y conclusiones en una reunión profesional de geólogos, incluyendo a algunos que habían llevado a cabo gran parte de esa investigación en dicha formación, los que decidieron que las conclusiones de los Dres. Chadwick y Kennedy eran correctas. Un geólogo le preguntó después a Chadwick qué los había

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inducido a ver esas cosas que otros geólogos habían pasado por alto. La respuesta fue que su cosmovisión los indujo a hacerse preguntas que otros no se hacen, a poner en duda las conclusiones que otros dieron por supuestas, lo cual les permitió ver cosas que probablemente son pasadas por alto por un geólogo que trabaja conforme a una teoría científica naturalista convencional. Las preguntas que un investigador hace ejercen una fuerte influencia controladora sobre qué características de las rocas o fósiles llamarán su atención y qué datos recopilará.

Un científico cuidadoso que permite que la historia bíblica informe a la ciencia a la que está dedicado no usará un método científico diferente del método usado por otros científicos. Cuando los científicos están ante un afloramiento rocoso, todos ellos usan el mismo método científico. Potencialmente disponen de los mismos tipos de datos y usan los mismos instrumentos científicos y procesos lógicos para analizar los datos. Las diferencias están en (1) las preguntas que los cristianos tienden a formular, (2) la variedad de las hipótesis que estamos dispuestos a considerar y (3) qué tipos de datos probablemente captarán nuestra atención.

El hecho de que comencemos de lo que creemos que es un punto de partida más correcto (como la comprensión de las Escrituras), no nos garantizará que las hipótesis que desarrollemos serán correctas (las Escrituras no nos proporcionan tantos detalles). Eso simplemente inicia una búsqueda en una dirección más productiva, y si tenemos razón de confiar en el conocimiento divino, eso nos ayudará a mejorar nuestro progreso en ciertas áreas de la ciencia abriendo nuestros ojos a cosas que de otra manera probablemente no veríamos.

2. Ballenas fósiles de la Formación Pisco del Mioceno/Plioceno de Perú. La Formación Pisco en Perú contiene numerosas ballenas fósiles en un depósito de

diatomita. Las diatomeas son organismos microscópicos que flotan cerca de la superficie de lagos y océanos. Después de muertas, sus esqueletos silíceos se hunden y, en los océanos modernos, forman acumulaciones de diatomita de pocos centímetros de grosor en mil años. La mayoría de los científicos suponen que los antiguos depósitos (fósiles) de diatomita se formaron al mismo ritmo lento de unos pocos centímetros cada mil años.

Los geólogos y paleontólogos que han escrito acerca de la geología y los fósiles de la Formación Pisco aparentemente no se preguntaron cómo puede ser que el sedimento, acumulándose al lento ritmo de unos pocos centímetros cada mil años, puede contener esqueletos de ballenas completos, bien conservados, los que parecerían requerir un enterramiento rápido para su preservación. Este fue otro caso en el cual nuestra cosmovisión cristiana nos permitió ver cosas que otros no habían notado: la incongruencia del caso de las ballenas bien conservadas en oposición al supuesto ritmo lento de acumulación de diatomeas.

La investigación que realizamos allí durante los últimos tres veranos con mi alumno de posgrado Raúl Esperante y otros científicos dedicados al estudio de la Tierra, ha acumulado evidencias de un enterramiento rápido de los cuerpos de las ballenas, probablemente en un período de unas pocas semanas o meses (unos pocos años como máximo), y sugiere cómo las antiguas diatomitas pueden haberse formado mucho más rápidamente.

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Los resultados y las conclusiones de nuestra investigación fueron presentados en la reunión anual de la sociedad geológica norteamericana conocida como Geological Society of America8 y publicados en una primera ponencia.9 Se presentarán más trabajos en el futuro con los que los mejores científicos en este campo tendrán la oportunidad de evaluar nuestro trabajo y seguramente estarán ansiosos de señalar nuestros errores, lo cual es un poderoso incentivo para prevenirnos de ser negligentes.

Este proyecto (y otra investigación paleontológica no descrita aquí),10 me ha llevado a pasar bastante tiempo en el campo con geólogos y paleontólogos que no son cristianos y que tienen una cosmovisión completamente diferente a la mía. Descubrí que es muy útil trabajar con personas que tienen un punto de vista diferente e incluso cosas que ellos probablemente nunca considerarían, y ellos notaron cosas que yo posiblemente hubiera pasado por alto. Esto nos ayuda a evitar respuestas simplistas mientras tratamos de entender la historia geológica.

Integrando la fe y la ciencia Los científicos obtienen sus ideas de diferentes maneras11 y sin importar de dónde

provengan (aún de la Biblia), esas ideas e hipótesis son válidas si pueden ser probadas por medio de los datos. Desde luego, la ciencia no tiene nada para contribuir en la evaluación de gran parte del contenido de las Escrituras. Si Jesús realmente transformó agua en vino, o físicamente levantó a Lázaro de los muertos, eso está más allá del escrutinio científico.

¿Qué experimento podrías hacer tú para probar esos milagros bíblicos? Por otro lado, cuando una cosmovisión bíblica puede sugerir hipótesis comprobables, éstas son contribuciones válidas para la ciencia.

El procurar integrar la fe y la ciencia nos puede ayudar a encontrar un equilibrio entre intereses opuestos. Por ejemplo, nuestra comprensión bíblica nos ayuda a formular las preguntas correctas y hallar que por lo menos algunos depósitos geológicos se formaron muy rápidamente. Al mismo tiempo, nuestra investigación científica pareciera indicar que la suposición común no bíblica de que no hubo actividad geológica en la Tierra entre la semana de la creación y el diluvio parecería no ser correcta. La columna geológica puede no haberse formado completamente en el diluvio del Génesis, pero puede haberse acumulado durante un período de tiempo antes, durante y después del diluvio.

La religión puede introducir prejuicios en la ciencia, pero lo mismo es posible con cualquier otro enfoque. Si hacemos un esfuerzo consciente para integrar la fe y la ciencia, o la fe y otras disciplinas, ese esfuerzo puede abrir nuestra mente a nuevos enfoques. Lo opuesto también es cierto: Si no tratamos de integrar la ciencia y la fe, es poco probable que entendamos adecuadamente las áreas donde la ciencia y la religión parecen estar en conflicto. Si no nos esforzamos seriamente para desafiar el pensamiento convencional y no desarrollamos una síntesis positiva de ciencia y fe, estaremos propensos a aceptar el pensamiento convencional sin saber si está o no basado en un fundamento sólido.

Notas y referencias: 1. Ver L. R. Brand, Fe y razón en la historia de la Tierra: Un paradigma de los

orígenes de la Tierra y de la vida mediante un diseño inteligente (Lima, Perú. Ediciones Theologika. 1998).

2. C. Lyell, Principles of Geology, Being an Attempt to Explain the Former Changes of the Earth’s Surface, by Reference to Causes Now in Operation, 3 vols.

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(London: John Murray, 183033); Principles of Geology, or the Modern Changes of the Earth and Its Inhabitants Considered as Illustrative of Geology, 11a(New York: D. Appleton and Co., 1892), 2 vols. La 11a edición es la más comúnmente usada.

3. S. J. Gould, “Lyell’s Vision and Rhetoric”, en W. A. Berggren y J. A.Van Couvering, eds. Catastrophes and Earth History: The New Uniformitarianism (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1984).

4. S. J. Gould, “Is Uniformitarianism Necessary?” American Journal of Science 263 (1965): 223228; y J. W. Valentine, “The Present Is the Key to the Present”, Journal of Geological Education 14 (1966) 2: 59, 60.

5. L. R. Brand, “The Bible and Science”, en Humberto M. Rasi, ed., Symposium on the Bible and Adventist Scholarship: Christ in the Classroom (Silver Spring, Md.: Institute for Christian Teaching, General Conference of Seventhday Adventists), vol. 26B: 139-162.

6. S. J. Gould, Rock of Ages (New York: The Library of Contemporary Thought; The Ballantine Publishing Group, 1999).

7. E. G. Kennedy, R. Kablanow, y A. V. Chadwick, “Evidence for Deep Water Deposition of the Tapeats Sandstone, Grand Canyon, Arizona”. Actas de la 3aBiannual Conference of Research on the Colorado Plateau, C. VanRiper, III, y E. T. Deshler, eds., Depto. Interior de los EE. UU., Transactions and Proceedings Series NPS/ NRNAM/NRTP, 97/12, 1997, pp. 215-228.

8. R. Esperante-Caamano, L. R. Brand, A. V. Chadwick y O. Poma, “Taphonomy of Whales in the Miocene/Pliocene Pisco Formation, Western Peru”, reunión anual de la Geological Society of America, octubre 1999. Abstracts With Programs, 31(7): A-466, R. Esperante Caamano, L. R. Brand, A. V. Chadwick y F. DeLucchi, “Fossil Whales of the Miocene/Pliocene Pisco Formation, Peru: Stratigraphy, Distribution, and Taphonomy”, Geological Society of America, reunión anual, noviembre 2000. Abstracts With Programs, 32 (7): A-499.

9. R. , L. R. Brand, A. V. Chadwick y O. Poma, “Taphonomy of Fossil Whales in the Diatomaceous Sediments of the Miocene/Pliocene Pisco Formation, Peru”, en M. De Renzi, M. Alonso, M. Belinchon, E. Penalver, P. Montoya y A. MarquezAliaga, eds., Current Topics on Taphonomy and Fossilization (Valencia, España: International Conference Taphos 2002; 3rd Meeting on Taphonomy and Fossilization), pp. 337-343.

10. Por ejemplo, L. R. Brand y T. Tang, “Fossil Vertebrate Footprints in the Coconino Sandstone [Permian] of Northern Arizona: Evidence for Underwater Origin”, Geology 19 (1991): 1201-1204. Se publicaron comentarios sobre este estudio en Science News 141 (1992) 4:5; Geology Today 8 (1992) 3:78, 79 y en Nature 355 (9 de enero de 1992): 110.

11. Ver A. Cromer, Uncommon Sense: The Heretical Nature of Science (New York: Oxford University Press, 1993), p. 148; K. R. Popper, The Logic of Scientific Discovery (New York: Harper and Row, 1999) pp. 31, 32.

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20 El Cálculo Radiactivo de la edad

Son confiables los métodos radiactivos para fechar? La creencia de que la tierra es

antigua está profundamente entretejida en la cultura moderna, al punto que, a quienes sostienen que la tierra es joven se les considera anticuados, como si afirmaran que la tierra es plana. En verdad, parece audaz cuestionar la validez del cálculo radiactivo de la edad. Después de todo, ¿no han probado los científicos con este método que la tierra tiene miles de millones de años? no, la verdad es que no lo han probado. Las fechas determinadas mediante estas técnicas (cálculo radiactivo) son sólo circunstanciales y necesariamente se basan en numerosas presuposiciones, las cuales pueden ser verdaderas o falsas. Por esta razón es imposible probar que la tierra tiene millones de años. Las técnicas del cálculo radiactivo de la edad pueden clasificarse en dos categorías:(1) Aquellas cuya información se limita a los últimos miles de años, como el carbono 14 (y que fecha principalmente materia orgánica); y(2)Las que utilizan elementos radiactivos como uranio-plomo y potasio-argón para determinar fechas que supuestamente se remontan a millones, y a miles de millones de años. Al fechar la tierra, los científicos confían primariamente en los métodos del uranio-plomo y potasio-argón. De estos dos métodos, el primero es el más importante, porque en él se basaron para regular los otros. En consecuencia es el método que ofrece mayor apoyo a la creencia de que la tierra es antigua y que tiene entre 4,500 a 5,000 millones de años. Pero independientemente del método empleado, las fechas que se obtienen mediante estas técnicas son circunstanciales y se basan en varias presuposiciones, de las cuales examinaremos sólo las más importantes ahora:

1. En el principio la roca no contenía átomos que eran producto de desintegración, sino sólo átomos matrices.

2. Desde entonces, ningún átomo matriz ni producto de desintegración se ha añadido a la roca o se ha quitado de ella.

3. La proporción de desintegración radiactiva ha permanecido constante. Otros métodos tal vez involucren otras suposiciones, pero estas tres están siempre presentes y son sumamente importantes. Al reconocer este hecho, se ve con claridad la naturaleza dudosa del cálculo radiactivo, puesto que ninguna de estas suposiciones es válida. En primer lugar, no podemos afirmar con certeza que al principio no hubo átomos producto de desintegración en la roca, porque están diseminados extensamente en la corteza terrestre. En segundo lugar, el calor y la deformación de las rocas puede causar migración de átomos producto de desintegración y de átomos matrices. La filtración de agua a través de las rocas también puede ocasionar que los átomos sean transportados y depositados en otro lugar. Y tercero, una investigación reciente sugiere que ciertas condiciones (exposición al neutrino, al neutrón, o a la radiación cósmica) podrían alterar las proporciones de desintegración radiactivas ha verificado por medio de experimentos que estas técnicas para fechar pueden dar resultados erróneos, y que a menudo lo hacen. Por ejemplo, el método del potasio-argón determinó que corrientes de lava en Hawaii tenían 3,000 millones de años, cuando en realidad se sabe que tienen menos de 200 años (ver H. Morris, Scientific Creationism, CLP, 1974, pp. 146-147). En realidad, existe una variedad de métodos mucho más confiables que los métodos radiactivos para determinar la edad.

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21 El modelo del Big Bang: Una evaluación

Dr. Mart de Groot

La cosmología trata acerca de la estructura y el origen del universo. La cosmología moderna comenzó en la década de 1920, cuando se utilizaban los telescopios más grandes para estudiar los objetos más remotos del espacio y para encontrar respuestas a las preguntas acerca de la estructura del universo. A su vez, las respuestas obtenidas dieron lugar a preguntas acerca del origen del universo. Las observaciones del astrónomo norteamericano Edwin Hubble (1935) señalaron que casi todas las galaxias muestran un fenómeno que fue designado con la expresión «corrimiento hacia el rojo». Esto significa que el color de la luz que recibimos de ellas es más rojizo que cuando salió de su fuente. Una posible manera de producir este cambio de color es por medio del efecto Doppler, es decir, el movimiento de las galaxias al alejarse de la tierra.

Para interpretar sus observaciones, Hubble necesitaba un modelo cosmológico del universo. Existían varios modelos en ese tiempo. Los de Milne y Lemaître, por ejemplo, permitían concebir un universo en expansión de acuerdo con la teoría de la relatividad general de Einstein. Un modelo de Zwicky era más estático pero requería menos ajustes de la física conocida y ninguna introducción de conceptos nuevos. Era, por lo tanto, el marco en el cual podían encajar mejor las observaciones de Hubble. El mismo Hubble no estaba muy seguro de cómo interpretar sus observaciones y, poco dispuesto al principio a arribar a la conclusión de un universo en expansión, llamó al fenómeno del «corrimiento hacia el rojo» «aparentes desplazamientos de velocidad».

Poco después, Hubble abandonó parcialmente sus reservas anteriores e interpretó el «corrimiento hacia el rojo» por medio del efecto Doppler; es decir, concluyó que la mayoría de las galaxias se estaban alejando de nosotros. Es así que se acuñó la expresión «el universo en expansión».

El universo en expansión El siguiente paso fue simple. Si hoy el universo está en expansión, entonces, en el

pasado, el universo debe haber sido más pequeño. Retrocediendo lo suficiente en el pasado, el universo tiene que haber tenido un tamaño mínimo del que se expandió. Parecía una conclusión lógica decir que el universo tuvo un principio en el tiempo. No es sorprendente que esta idea fuera aceptada favorablemente por los cristianos que vieron ese momento del pasado en que todo comenzó a expandirse como el equivalente a «En el principio» de Génesis 1:1.

Pero la respuesta a la pregunta acerca de cuánto tiempo hace que ocurrió este principio no se dio tan fácilmente. No sólo era necesario medir la velocidad de expansión actual sino también su variación por la distancia. La relación observada entre la distancia y el «corrimiento hacia el rojo» se conoce como la ley de Hubble, y el parámetro que describe la expansión del universo es el parámetro de Hubble, H0. El primer cálculo de Hubble dio H0 = 500 km/seg/kpc con una edad consecuente del universo de 2 mil millones de años.

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El Big Bang Esto causó un problema inmediato, porque los geólogos ya habían postulado la

edad de la tierra como de unos 4 mil millones de años, y era inconcebible que la tierra, como parte del universo, pudiera ser más antigua que el mismo. La razón para este cálculo tan bajo de la edad del universo era la distancia limitada en que se podían observar las galaxias en esa época. Pero a medida que se utilizaron telescopios más potentes, se determinó con una mayor precisión el valor de H0, resultando en una mejor equiparación entre las escalas de tiempo geológicas y cosmológicas. En la década de 1960, la situación había mejorado tanto, que se llegó a aceptar ampliamente la edad del universo en alrededor de 10 mil millones de años.

Aun cuando surgieron con los años otras teorías acerca de la historia temprana del universo, el mundo científico en general adoptó la teoría del Big Bang, después del descubrimiento de cierta evidencia importante en 1965. Se piensa que en sus fases tempranas, el Big Bang consistía en un gas muy caliente y muy denso de partículas elementales primero, e hidrógeno y helio después. En dicho gas la luz emitida por una partícula no podía viajar lejos sin que se encontrara con otra partícula, la que la afectaría de tal manera que cambiaran su frecuencia y dirección. De manera que si hubiera sido posible mirar el universo primitivo desde afuera, uno habría podido ver solamente sus capas exteriores; el universo no era transparente.

Como resultado de la continua expansión del universo, eventualmente su densidad disminuyó lo suficiente como para permitir que la radiación emitida por una partícula viajara a través de casi todo el universo antes de encontrarse con otra partícula. En ese momento, el universo llegó a ser transparente. El universo tenía entonces 300.000 años, que es una edad muy joven; 300.000 años en un total de unos 15 billones es equivalente a 2 horas en la vida de una persona de 50 años. Ya en la década de 1940, Gamow, Alpher y otros habían previsto esta situación y habían calculado que la radiación emitida en esa época debería ser capaz de llegar a nosotros hoy sin modificaciones y de esa manera informarnos acerca de la condición del universo en ese tiempo.

Entonces, en 1965, dos ingenieros en electrónica que trabajaban para la compañía telefónica Bell descubrieron algo inesperado. Percibieron cierto ruido extraño que llegaba a la antena de su radio y, después de analizarlo, concluyeron que provenía de una fuente de radiación que era uniforme en todo el cielo y que tenía una temperatura de sólo 3K. Pronto se supuso que esta era la radiación emitida en la época cuando el universo se tornó transparente. Este descubrimiento le dio un fundamento fuerte a la teoría del Big Bang y convenció a la mayoría de los cosmólogos acerca de su validez. Esta radiación de 3K, o CMB (en inglés, Cosmic Microwave Radiation, o sea radiación de microonda cósmica de fondo) parecía tener la misma intensidad en todas las direcciones. Esto significaba que se originó de distintos lugares a la misma temperatura y densidad, lo cual era un problema. ¿Cómo se pudieron formar las actuales estructuras del universo —estrellas, galaxias, super grupos de galaxias— en semejante medio uniforme? Esta estructura representa heterogeneidades que deberían haber estado presentes desde una fecha temprana porque una vez que un medio es completamente homogéneo es imposible introducir heterogeneidades en él sin recurrir a una influencia exterior.

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Como se llegó a todas estas conclusiones tempranas en base a observaciones terrestres, con todas sus incertidumbres introducidas por el pasaje de la radiación a través de la atmósfera terrestre, se hicieron planes para lanzar un satélite que pudiera observar desde el espacio y llegar a una exactitud mayor. En 1990 se lanzó el COBE (COsmic Background Explorer satellite, o satélite explorador de fondo cósmico). En 1992 se analizaron los resultados y se detectaron pequeñas diferencias de temperatura mirando en distintas direcciones. Estas pequeñas fluctuaciones de temperatura, y por lo tanto de densidad, parecieron ser suficientes para explicar la formación de galaxias y otras estructuras. Como resultado, la gran mayoría de los cosmólogos aceptó la teoría del Big Bang en sus lineamientos generales y, con la ayuda de los medios de comunicación, mucha otra gente también. Es dudoso que el modelo del Big Bang hubiera sido el objeto de semejante interés general si hubiera sido solamente un modelo del origen del universo físico, inanimado.

Al intentar explicar el origen de la materia encontrada en los seres vivos, se relacionó la teoría del Big Bang con la teoría naturalista de la evolución biológica. Así es que se llegó a creer que durante los primeros tres minutos, cuando el universo estaba muy caliente y denso, se formaron sólo los elementos químicos más simples —mayormente hidrógeno y helio—. Cuando se logró esto, la temperatura había descendido tanto que ya no era posible la formación de más núcleos de elementos químicos —nucleosíntesis—. Por esta razón, la pregunta acerca del origen de los elementos químicos importantes para la vida —como el oxígeno, nitrógeno, carbono, calcio, y muchos otros que también se encuentran en la tierra—, llegó a ser una de las más interesantes de la cosmología moderna.

El proceso de la nucleosíntesis Después de los primeros 300.000 años, —según la teoría del Big Bang— cuando el

universo se volvió transparente, las fuerzas gravitacionales aún dejaban sentir su influencia bajo la cual comenzaron a crecer pequeñas heterogeneidades, atrayendo la materia circundante. Eventualmente esto llevó a la formación de grandes nubes compuestas mayormente por hidrógeno y helio. Estas se contrajeron más, y como consecuencia se elevó la temperatura en sus centros. Cuando la temperatura central en estos objetos llegó a alrededor de 10.000.000 K, se encendieron procesos nucleares. El hidrógeno comenzó a transformarse en helio, con la producción de mucha energía que llegó a ser visible como radiación, y «nacieron» las estrellas. Por lo tanto las estrellas brillan a causa de los procesos nucleares en sus centros. Aunque las estrellas son inmensas, la cantidad de combustible nuclear que contiene —hidrógeno— no es ilimitada.

Cuando la mayor parte del hidrógeno ha sido consumido, la parte central de la estrella se colapsa y la temperatura aumenta a alrededor de 25.000.000 K. A esta temperatura, el helio, que hasta ese momento ha estado inerte, puede ser utilizado como combustible para una siguiente etapa de nucleosíntesis, que convierte al helio en carbón.

Este proceso se repite varias veces, tomando cada ciclo menos tiempo que el anterior, hasta que se forman los elementos químicos, incluyendo el hierro. Entonces depende de la masa de la estrella lo que sucede después.

Si una estrella tiene suficiente masa, explotará como supernova, produciendo muchos elementos más pesados que el hierro en muy poco tiempo. En la explosión se

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libera al espacio la mayor parte de la materia de la estrella, donde puede formar grandes nubes de las que podría formarse otra generación de estrellas.

Eventualmente, y es probable que en más de un lugar, se formaron planetas compuestos de materia sólida, incluyendo la tierra. En ese momento, se supone que tuvieron lugar los procesos de la evolución naturalista hasta generar la vida y desarrollarla formando seres vivos inteligentes. Y suficiente en lo que concierne al Big Bang.

El modelo del Big Bang tiene muchos elementos con los que los cristianos se pueden identificar. El universo temprano estaba dominado por la radiación y la luz, recordándonos lo ocurrido en el primer día de la semana de la creación. Adán fue formado con material disponible en la tierra, con el polvo de la tierra. El sol, la luna y las estrellas fueron creados cuando ya estaban allí muchas otras cosas del universo: el cuarto día viene después de «el principio». Desafortunadamente la teoría del Big Bang también tiene muchas discrepancias con Génesis 1 pues los primeros 300.000 años, cuando el universo estaba completamente lleno de luz, realmente no pueden ser comparados con el primer día del Génesis; según la teoría la vida no fue creada sino que evolucionó a partir de la materia inanimada; que se requieren mucho más que seis días para que se complete el proceso, etc.

Problemas científicos y filosóficos Aparte de las diferencias entre la cosmología y el Génesis, encuentro algunos

problemas científicos y filosóficos en el modelo del Big Bang, como los siguientes: Problemas científicos: Primero, la causa del «corrimiento hacia el rojo» no es

necesariamente la recesión de las galaxias. Existen otros fenómenos que pueden producir el «corrimiento hacia el rojo». Entre estos, el así llamado «corrimiento hacia el rojo gravitacional» que implica masas increíblemente grandes para las galaxias más lejanas; y el así llamado «efecto Doppler transversal» requeriría una revolución muy rápida alrededor de un centro. Recordando que Elena White escribió acerca de «soles y estrellas y sistemas planetarios, que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad»,1 uno debería tener en cuenta esta posibilidad, especialmente desde que la revolución alrededor de un centro es una difundida característica de los objetos cósmicos. Finalmente también está la idea de que por medio de la interacción con la materia, la luz perdería algo de su energía durante su largo viaje desde una galaxia lejana hasta la tierra. En mi opinión, esta idea de «luz cansada» nunca recibió la atención que merece.

Segundo, en la teoría del Big Bang, las partículas elementales como electrones, protones, neutrinos, neutrones y otras fueron producidas en los primerísimos momentos del universo. De acuerdo con nuestro mayor conocimiento, apoyado adecuadamente por experimentos de laboratorio, dichas partículas elementales se forman en pares: con cada partícula aparece su antipartícula hecha de antimateria: positrones con electrones, antiprotones con protones, etc. Cuando una partícula se encuentra con su antipartícula, las dos desaparecerán en un resplandor de energía. En el universo tan denso, después que se formaron las partículas y las antipartículas, hubiera sido inevitable que cada partícula se hubiera encontrado con su antipartícula. Como resultado, el universo hubiera estado lleno de radiación y sin materia, a excepción de partículas como los neutrones, que no tienen antipartículas. Sin embargo, hay mucha materia normal en el universo. O tiene que haber habido alguna asimetría en la producción de partículas elementales —con formación de más partículas normales que antipartículas—, o aproximadamente la mitad del universo

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consiste de antimateria, aislada cuidadosamente de la materia normal, de lo cual, hasta ahora, no hay indicio alguno.

Problemas filosóficos: Primero, aunque la condición del universo durante los primeros 300.000 años de su existencia no está abierta a la observación directa, podemos notar su condición a esa edad a partir de la CMB y, suponiendo que la expansión también ocurrió antes de ese momento, podemos extrapolar hacia atrás hasta llegar a épocas más tempranas.

Yendo hacia atrás en el tiempo, encontramos un universo cada vez más denso y caliente, donde tenemos que aplicar cada vez más principios físicos menos entendidos para comprender lo que está sucediendo. Inevitablemente, llegamos a un punto en el tiempo antes del cual el universo estaba tan denso y caliente que aún nuestro más avanzado conocimiento de física teórica no puede arreglárselas con las condiciones extremas. Llegamos a este punto cuando estamos apenas a 10-43 segundos del punto cero, el principio del tiempo y del espacio. La condición incomprensible del universo durante esta primera fracción de segundo se conoce como singularidad. Uno podría considerar que una fracción de segundo tan pequeña puede ser pasada por alto y que ahora podemos anunciar triunfalmente que hemos llegado al comienzo del tiempo. Pero el problema es que a una edad de 10-43 segundos, se supone que el universo ya habría contenido mucha materia y que, como resultado, realmente no hemos llegado mucho más cerca de la comprensión de dónde vino toda esa materia. Algunos dicen que esta materia «primordial» es el resultado de una fase anterior del universo cuando se colapsó después de haberse expandido inicialmente. Así, uno puede invocar un universo que pasa por ciclos repetidos de expansión y contracción, siendo nuestro universo la versión presente. Este así llamado «universo oscilante» realmente no contesta la pregunta sobre su origen. El sostener que siempre hubo un universo o le quita todo propósito, o lo hace igual al eterno Dios de la Biblia. El cristiano no puede aceptar ninguna de estas dos alternativas. Otros, siendo más honestos, han señalado que es posible crear materia a partir de energía. Pero, por supuesto, queda la pregunta obvia: ¿De dónde salió esa energía? En mi opinión, un Dios todopoderoso es la única respuesta verdadera.

Segundo, el desarrollo de la teoría del Big Bang a través de los últimos 70 años ha estado lleno de suposiciones filosóficas que, de acuerdo con las reglas del razonamiento puramente científico, no deberían ser parte del proceso científico. Entre éstas deberían mencionarse las siguientes: (1) La expansión del universo está basada en una filosofía tendenciosa. En su interpretación del «corrimiento hacia el rojo», Hubble adoptó la validez de la teoría general de la relatividad (lo que no fue una elección tan mala) y el principio cosmológico —el universo se ve igual desde cualquier punto de observación—. Mientras ésta parece ser una suposición razonable —de hecho, la única que puede ser hecha útilmente— su validez en cualquier escala conocida no es, y tal vez nunca lo será, confirmada. (2) La teoría del Big Bang está basada en la suposición de que la ciencia es capaz de explicarlo todo, de responder a todas nuestras preguntas. Esta es una suposición indemostrable, y aquellos que creen en Dios saben que no puede ser correcta: la ciencia no tiene respuestas adecuadas para las preguntas acerca del origen del amor y el odio, el gozo y la tristeza, la verdad, la belleza, la conciencia y una cantidad de otras características exclusivamente humanas. (3) Frecuentemente se han rechazado varias teorías alternativas

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sin una investigación apropiada de sus afirmaciones. La cosmología ha rechazado de plano las así llamadas teorías «no científicas», esto es, teorías que contienen elementos de la filosofía o de la religión. Y al adoptar esa actitud la cosmología se ha auto condenado porque ella a su vez ha incorporado ciertas suposiciones filosóficas, no científicas. Y, para empeorar la situación, la cosmología ha cerrado los ojos a lo que bien podría ser una parte esencial de la realidad y del universo.

Esto se percibe mejor en lo que considero el dogma tácito pero muy claramente entendido de la cosmología que el Dios de la Biblia y del Calvario no existe, y que cualquier dios en el que creamos es el resultado de nuestra propia hechura. Nuevamente, los cristianos no pueden aceptar esto.

Conclusión En base a lo anterior, debemos concluir que la cosmología moderna, representada

por la teoría del Big Bang, puede tener sus virtudes al explicar numerosos aspectos del universo físico, inanimado, pero resulta ser una teoría pobre cuando trata de explicarlo todo, y deja demasiadas de nuestras preguntas sin responder. Como concluye Roberto Jastrow en su libro God and the Astronomers: «En este momento pareciera como que la ciencia nunca será capaz de levantar el velo del misterio de la creación. Para el científico que ha vivido teniendo fe en el poder de la razón, la historia termina como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia; está por conquistar la cumbre más alta y mientras se levanta por sobre la última roca, es recibido por un grupo de teólogos que han estado sentados allí desde hace siglos».2

Entonces, ¿es posible armonizar la cosmología moderna con la Biblia? ¿Debería uno seguir tratando de hacerlo? Y, si la repuesta es positiva, ¿cómo puede lograrse esto? A pesar de mi observación crítica anterior, permíteme afirmar que admiro el método y la iniciativa de los científicos. Debido a ellos hemos aprendido mucho acerca de la naturaleza que nos puede ayudar a vivir vidas más cómodas. Más aún, la ciencia es uno de los métodos de Dios para darse a conocer a sí mismo y de su plan para nosotros. «Los cielos” todavía “cuentan la gloria de Dios» (Salmos 19:1). Pero hay por lo menos dos problemas con este medio de comunicación. El pecado ha arruinado la obra de Dios y si bien refleja el carácter de Dios, lo hace débilmente. Y nuestra comprensión de la naturaleza, y de Aquel que quiere revelarse a través de ella, es incompleta mientras aún hay falencias en nuestro conocimiento acerca de las leyes de la naturaleza que deberían ayudarnos a interpretar el mensaje de Dios correctamente. Al mismo tiempo, no olvidemos que no podemos encerrarnos en la torre de marfil de la teología y explicar todo lo que nos rodea, y acerca de nosotros solamente con la Biblia.

De hecho, es precisamente debido a nuestra comprensión incompleta de las leyes, tanto de Dios como de la naturaleza, que muchas veces las percibimos como si estuvieran en conflicto. Pero Dios es el autor de ambas, y no puede haber conflicto si se comprenden las cosas correctamente. Necesitamos ambas disciplinas para darle sentido al universo en el que vivimos. Cierta vez, Albert Einstein dijo: «La religión sin ciencia es ciega; y la ciencia sin religión es coja».3

En nuestro esfuerzo por obtener respuestas adecuadas a nuestras preguntas acerca de los orígenes, es difícil saber exactamente cómo combinaremos los hallazgos de la ciencia con nuestra comprensión de la Biblia. Creo que Dios creó el universo. «En el

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principio» bien puede significar que comenzó su obra creadora hace mucho tiempo. La cosmología, correctamente entendida, nos cuenta cómo realizó Dios la tarea de preparar un planeta con suficiente polvo de la composición química adecuada para formar seres humanos y mantenerlos con vida. Entonces Dios completó su obra de creación. En seis días preparó la tierra para que fuera habitada y luego creó muchas criaturas vivientes, entre las cuales la humanidad iba a tener un lugar muy especial.

El resto de la Biblia nos dice lo que pasó después y cómo, a pesar de nuestra rebelión, el magnífico plan de Dios finalmente se cumplirá en aquellos que aceptan la redención ofrecida por medio de Jesucristo. El cumplimiento de este plan incluye la oportunidad de aprender la auténtica verdad acerca del universo. Y con gusto cambiaré de opinión cuando el Creador me diga que lo hizo de otra manera.

Notas y referencias 1. Elena G. White, El conflicto de los siglos (Mountain View, Calif.: Publicaciones

Interamericanas, 1954), p. 736. 2. Robert Jastrow, God and the Astronomers (New York, W. W. Norton & Co.,

1978) 3. P. Frank, Einstein: His Life and Times (New York: Alfred A. Knopf, 1947).

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22 ¿Es confiable el método de fechado por Carbono 14?

El método de Carbono 14 es usado comúnmente para fechar material orgánico o

material que en algún tiempo fue parte de un organismo vivo. Este método está basado en la medida del elemento radiactivo carbono 14, que se

encuentra en todos los tejidos vivos. Como resultado de la radiación que pasa a través de la atmósfera superior de la tierra, los átomos ordinarios de nitrógeno se transforman en carbono 14 radiactivo. Algunos de estos átomos radiactivos son entonces incorporados en las moléculas de dióxido de carbono las cuales son a su vez absorbidas por las plantas en el proceso de fotosíntesis. Los animales consumen material vegetal o carne cuyo origen también está vinculado en alguna forma con las plantas. Cada organismo en sí, ya sea planta o animal, contiene una cierta cantidad de carbono 14 radiactivo.

Cuando un organismo muere, la absorción de carbono 14 cesa y el elemento radiactivo comienza el proceso de decadencia de regreso a nitrógeno. Al medir la cantidad de carbono radiactivo en una muestra se puede determinar la fecha de su muerte. Cuanto más carbono 14 esté presente, menor será la edad y cuanto menos tenga, más antiguo será el espécimen.

Al igual que los otros métodos de fechado radiométrico, el método Carbono 14 depende de varias hipótesis. Primero, para que este método de fechado funcione, la cantidad de carbono radiactivo en la atmósfera de la tierra debe haber sido constante. Esto significaría que la tasa de formación de carbono radiactivo habría tenido que ser igual a la tasa de decadencia en la época en que vivió el espécimen. Segundo, hay que suponer que la medida de decadencia era en el pasado la misma de hoy. Tercero, ninguna contaminación de carbono radiactivo podía ocurrir desde la muerte del espécimen.

A fin de evaluar completamente la exactitud del método de fechado carbono 14, procedamos a examinar la evidencia observable. Hay un número de factores en el medio que podemos considerar, los cuales indicarían que la tasa de formación de carbono radiactivo no ha sido constante en el pasado.

1. La disminución de la fuerza del campo magnético de la tierra, lo que provoca que la radiación cósmica penetre más fácilmente en la atmósfera de la tierra.

2. La actividad volcánica, que libera dióxido de carbono. Los períodos de violentas erupciones volcánicas trastornarían el balance del C-14 requerido para que este método fuera válido.

3. Las pruebas nucleares llevadas a cabo hace varias décadas han sido responsables de un aumento en la tasa de formación de carbono radiactivo.

4. Las llamaradas solares también son responsables de un aumento en la tasa de formación de carbono radiactivo.

5. Las colisiones de asteroides o meteoritos que tienen lugar en la tierra. Por ejemplo, en 1908 cayó un meteorito en Tunguska, Siberia. Los anillos concéntricos de todos los árboles alrededor del mundo indicaron que la cantidad de radiactividad fue mayor que la normal el año que siguió a la explosión de Siberia.

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Por lo tanto, es inexacto suponer que la tasa de formación de carbono 14 y la de decadencia han sido constantes en el pasado. No hay forma posible de hace ajustes para compensar todas las variaciones que han ocurrido en el pasado. Una evaluación justa de la evidencia observable indica claramente que el fechado por el método de carbono 14 es altamente dudoso.

Confiabilidad de fechado por el método carbono 14 ¿Es confiable el método de fechado por el carbono 14 radiactivo? Cuando se

publican fechas en varios artículos científicos, ¿debemos aceptarlas como exactas e indiscutibles? Muchos científicos han asegurado que el fechado de material orgánico es tan digno de confianza y preciso como un reloj suizo. Procedamos a examinar unos pocos ejemplos señalando una buena razón para cuestionar la confiabilidad de este método.

1. Moluscos vivos han sido fechados por el proceso de carbono 14 y se les ha asignado una edad de 2300 años. Estos resultados fueron publicados en la revista SCIENCE, volumen 130, del 11 de diciembre de 1959.

2. La publicación Nature, volumen 225, del 7 de marzo de 1970, informó que se había llevado a cabo una prueba de carbono 14 en material orgánico contenido en el mortero de un castillo inglés. Aunque se sabía que el castillo tenía 787 años, el carbono 14 dio una edad de 7.370 años.

3. Focas recién muertas fueron fechadas por el método carbono 14 asignándoles 1.300 años de edad; focas momificadas que habían estado muertas por 30 años se les fijó 4.600 años. Estos resultados fueron publicados en el volumen 6, de 1971, del American Journal of the United States.

Y así, la lista continúa... El siguiente gráfico ilustra una muestra de fechas tomadas del diario científico

Radiocarbon and Science. Presenta una comparación de las fechas de carbono 14 con fechados de especimenes por la estructura geológica de tiempo. Las fechas geológicas o eras fueron determinadas por los evolucionistas hace más de 100 años y son todavía reconocidas por la mayoría de los científicos de hoy como exactas y razonables

MUESTRA: Tigre diente de sable FECHA CARBONO-14: 28.000 FECHA GEOLOGICA: 100.000 - 1.000.000 MUESTRA: Mamut FECHA CARBONO-14: 11.000 FECHA GEOLOGICA: 20.000 - 35.000 MUESTRA: Gas natural FECHA CARBONO-14: 14.000 FECHA GEOLOGICA: 50.000.000 MUESTRA: Carbón FECHA CARBONO-14: 1.680 FECHA GEOLOGICA: 100.000.000

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Es obvio que existe una gran discrepancia entre las fechas del carbono 14 y las

propuestas por la columna geológica. Sin embargo, ambos métodos de fechado son aceptados como exactos y confiables por quienes apoyan la teoría de la evolución, a pesar de que una obviamente contradice la otra.

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23 ¿Son convenientes las mutaciones?

El cuarto supuesto de la evolución según Darwin, es que la variabilidad en cada

especie es esencialmente ilimitada y que estas variaciones producen rasgos físicos benéficos. Si este postulado -o cualquiera de los otros postulados de Darwin- no es verdadero, entonces la evolución no pudo existir. Una mutación es un cambio en la estructura de la molécula de ADN. Como es un cambio químico, está sujeto a las leyes de la física y la química como cualquier otro cambio químico. Harold F. Blum hace la siguiente observación:

"Cualquiera que sea la naturaleza de la mutación, tendrá que seguir ciertas líneas determinadas por la pauta molecular y las relaciones energéticas. La mutación, entonces, no es fortuita, sino que puede ocurrir sólo dentro de ciertos límites de restricción y de acuerdo con ciertos senderos determinados por las propiedades termodinámicas del sistema. Así para poner el caso de un modo más bien animista, el organismo no se puede adaptar al ambiente variando sin restricción en cualquier dirección".

Por tanto, la mutación no puede causar variaciones en cualquier dirección. Esto significa que si un animal "necesita" cierto rasgo para sobrevivir, los genes tal vez no puedan producir ese gene necesario, pues las leyes de la física no lo permitirían. El enfoque que hace Blum del gene restringe severamente la dirección en que evoluciona una criatura. Aunque las leyes de la química permitan la producción de un nuevo gene, lo más probable es que una vez producido, el nuevo gene irá en realidad en detrimento del organismo. A. M. Winchester declaró:

"La mutación se presta para un campo de selección virtualmente ilimitado. El hecho de que más del 99% de las mutaciones que se han estudiado en varias formas de vida son dañinas hasta cierto punto, parece descartar la importancia de la mutación como factor en la evolución de adaptación. Pero es esa fracción del uno por ciento que por casualidad es benéfica lo que les da fundamento a la mayoría de los desarrollos evolutivos. Debido a las mutaciones, la vida ha logrado alcanzar la complicadísima organización que tienen ahora muchas formas. En medio de la caótica masa de mutaciones casuales que han ocurrido a través de los tiempos, el fenómeno de la selección ejerce su influencia y saca orden del caos".

Aunque Winchester escribió 15 años después de haber aparecido por primera vez el libro de Blum, ignorando las implicaciones de las leyes de la física al limitar la variabilidad, todavía afirma que la variabilidad es casual; pero no lo es. Winchester perpetúa un mito que los evolucionistas aceptaron como realidad: un pequeño porcentaje de mutaciones son benéficas para el organismo. Dobshansky dice que esto no es cierto:

"Los mutantes típicos obtenidos en la drosófila con frecuencia muestran deterioro, destrucción o desaparición de algunos órganos. Se conocen mutantes en los que disminuye o desaparece la cantidad de pigmento de los ojos, cerdas o patas. En realidad, muchos mutantes son mortales poseedores. Los mutantes que igualan en vigor a la mosca normal son una minoría; y los mutantes que hayan hecho una mejora importante de la organización normal en ambientes normales son desconocidos."

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No sólo son limitadas las mutaciones y la variabilidad, sino que no se conocen mutaciones benéficas en ambientes normales. ¿Qué decir entonces de los insectos resistentes al DDT y los gérmenes que resisten los antibióticos, de los que se han tenido noticias en los últimos años' ¿No son ejemplos de mejoramiento de las especies? La respuesta, para la mala fortuna de los evolucionistas, es negativa. Dobzhansky, evolucionista consagrado, nos da la respuesta otra vez. El señala que las moscas que resisten el DDT se demoran más para desarrollarse, que las moscas normales, reduciendo así la "fuerza" o aptitud de la nueva raza. Además hace notar que la bacteria resistente al antibiótico es también menos apta. Esta es su observación:

"¿Por qué entonces la mayoría de las bacterias del colon que se encuentran fuera de los laboratorios todavía son susceptibles a los ataques bacteriófagos y sensibles a la estreptomicina? ¿Por qué los mutantes resistentes no han abundado más que los genotipos sensibles? Esta teoría nos lleva a la conclusión de que los mutantes resistentes deben ser una desventaja cuando se les compara con las bacterias sensibles en ausencia de fagos y antibióticos."Esta deducción teórica ha sido verificada en algunos experimentos. Casi el 60% de los mutantes resistentes a la estreptomicina en las bacterias del colon también dependen de la estreptomicina; estos mutantes no pueden crecer en un cultivo sin estreptomicina; la sustancia que es venenosa para las bacterias sensibles normales es esencial para la vida de los mutantes resistentes. E. H. Anderson ha demostrado que ciertas clases de bacterias del colon resistentes a los bactericidas requieren para su crecimiento ciertos alimentos y sustancias que no se necesitan para el crecimiento de las bacterias sensibles. Los mutantes resistentes desaparecen en ambientes que no tengan los alimentos requeridos."

Así, pues, los ejemplos de evolución que se nos presentan hoy en día, son en realidad criaturas inferiores a las variedades normales. Siendo este el caso, la "evolución" es en realidad regresiva: destrucción y debilitamiento en vez de perfección progresiva. Como lo anterior ha demostrado que el cuarto postulado de Darwin no es válido, la evolución misma no lo es tampoco.

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24 Rastros del Diluvio que pueden comprobarse

Prof. Enrique Mardones

Antes de entrar en el tema, diremos que con frecuencia, en el campo de las ciencias naturales, algunas teorías sostenidas por una generación de investigadores se convierten en la generación siguiente de enseñanzas que se presentan dogmáticamente como si fueran realidades. Sin embargo, fueron simplemente "teorías".

En algunas ciencias naturales (química, física, algún capítulo de la biología, bacteriología por ejemplo) esas teorías han sido de corta duración, a menos que hubieran sido bien comprobadas.

Por desgracia, en la geología durante muchísimo tiempo (décadas y más décadas), sin tener una base que las compruebe de una manera fidedigna, muchas teorías han subsistido como si fueran realidades.

Como ejemplo, mencionaremos la enseñanza de que el interior de la tierra está en estado de fusión, la de la uniformidad de la acción de los agentes telúricos (por ejemplo, la erosión) y la que sostiene que las formas de vida se han ido desarrollando mediante un lento proceso de evolución por todo el mundo. Sin una comprobación adecuada, estas suposiciones y las derivaciones que de ellas se desprenden dominaron en el panorama de las publicaciones científicas. Si hay algún fenómeno histórico que pueda compararse con éste, es el de la Edad Media, cuando los maestros de la época se guiaban por las enseñanzas de los escolásticos, sin someterlas a prueba. Es cierto que, desde hace medio siglo, han caído en descrédito las teorías de que el interior de la tierra está en estado de fusión y la uniformiza.

Desde hace unos 50 años, las teorías geológicas se han inclinado más bien hacia un cierto tipo de "catastrofismo cíclico". Se ha venido aceptando que se alternaron períodos de una acción pareja de los agentes telúricos con otros de una acción muy pronunciada de esos mismos agentes (erosión provocada por glaciares, ríos, viento). La evolución de las especies animales y vegetales, aunque sólo es una suposición, sigue siendo aceptada por muchos.

La cuestión de los fósiles Cuando se examinan las capas de rocas, es frecuente encontrar dos series de ellas

que concuerdan perfectamente pero son muy diferentes en los fósiles que contienen. Según la teoría popular, una o más "edades geológicas" debieron pasar desde que fue depositada la primera serie de capas hasta que se asentó sobre ella la segunda. Sin embargo, en muchos casos, la creta de unas capas puede ir seguida de creta exactamente similar en la otra, o un esquisto puede ser sucedido por otro igual, siendo las dos series de capas exactamente las mismas en lo que atañe a sus estructuras y formaciones de rocas. Este ejemplo demuestra que las edades atribuidas a los fósiles presentan problemas capaces de echar por tierra todas las suposiciones que se han hecho en cuanto al transcurso de muchos miles de años a partir de esos animales que ahora están fosilizados.

Un evidente cambio de clima

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Las rocas proporcionan pruebas irrefutables de que hubo una vez un cambio repentino y de carácter permanente en el clima de una buena parte de la tierra.

Sir Henry Howerth afirmó hace ya varias décadas que la flora y la fauna son virtualmente el único termómetro con que podemos comprobar el clima de los períodos pasados. "Las otras pruebas -afirma ese geólogo- siempre corren el riesgo de desvirtuarse por el hecho de que se podría atribuir al clima lo que en realidad se debe a otras causas. Los cantos rodados pueden ser arrollados por el mar tanto como por corrientes subglaciales y los conglomerados pueden ser formados por otros agentes que no sea el hielo. Pero las pruebas biológicas son indudables. Los reptiles de sangre fría no pueden vivir en agua helada; las plantas semitropicales, o las de las zonas templadas, no pueden producir semillas y no pueden sembrarlas en condiciones de un frío ártico" (The Glacial Nightmare [La pesadilla glacial], pág. 427).

Sin embargo, cuando se examina toda la serie geológica, desde el llamado período cámbrico hasta el pleistoceno, se encuentra que todos los fósiles demuestran con su aspecto que el mundo de antaño de los fósiles conoció un solo clima tal como lo indican las plantas y los animales sepultados en las rocas. Ese clima era a manera de un manto de suavidad primaveral y parecía abarcar en forma pareja todo el globo terráqueo. No podemos saber hoy exactamente cómo se mantenía ese clima uniforme, pero el hecho es que existía.

Desaparecieron misteriosamente los animales Desde hace ya más de medio siglo se ha comprobado que los animales, por lo

menos muchos de ellos, "fueron raídos de la existencia". Esta desaparición abarcó géneros, familias y hasta órdenes que incluyeron "algunos de los animales más notables que hayan adornado la tierra, elefantes, mastodontes, tapires, muchas especies de bisontes, caballos, felinos enormes y lobos gigantescos" (Oliverio P. Hay en su Monografía sobre los Pleistocenos de Norteamérica, edición de 1923). Esta referencia comprueba lo que ya hemos dicho. Desde hace ya algo más de medio siglo, algunos geólogos y biólogos pudieron comprobar la extinción completa o la migración a latitudes más cálidas de animales como los grandes megaterios o perezosos terrestres, los gliptodontes, tres o cuatro géneros de camellos, tres o cuatro de tapires, una variedad de rinocerontes y varios animales más pequeños. Todos ellos se extinguieron, o por lo menos desaparecieron localmente, de una manera repentina y misteriosa. Sus restos son encontrados sepultados en capas de arcilla, arena o pedregullo que fueron depositados por agua en movimiento con pruebas inequívocas de que fue agua marina.

¿Cómo se realizó ese fenómeno? El Dr. Howerth escribió en cuanto a este problema: "Hace ya mucho tiempo,

cuando era muchacho, mantuve correspondencia con Darwin acerca de un tema que siempre me había interesado: cómo explicar la existencia de los cuerpos de mamutes y otros animales conservados íntegros en el terreno helado de Siberia, la de enormes hecatombes demostradas por los esqueletos y los huesos de sus contemporáneos [de los mamutes] en diferentes partes del mundo, y el evidente gran salto que hay entre los restos de estos animales, incluso el hombre primitivo, y los restos de seres humanos posteriores con sus animales domesticados.

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"Darwin, al igual que muchos otros que han hecho frente al problema, me confesó que eso era todavía para él un inmenso misterio de la geología y no le había hallado ninguna explicación racional".

¿Cuál fue la causa de los cambios? Hay regiones ahora gélidas que evidentemente una vez tuvieron un clima templado.

Tal es el caso de Siberia. Los cadáveres de mamutes allí encontrados lo demuestran y son una evidencia de un súbito y violento cambio de clima. Este hecho y otras comprobaciones (rocas coralinas sepultadas junto con abundante vegetación en regiones árticas, etc.) nos dicen que en nuestro planeta una vez existió una temperatura idea y pareja en todas las latitudes. ¿Qué cataclismo interrumpió bruscamente ese estado de cosas? Los depósitos geológicos actuales indican una acción anormal de las mareas. Esa acción anormal se explica fácilmente cuando se toma en cuenta un cataclismo de orden mundial provocado por el agua. Recuérdese que las mareas significan cada 24h cuatro movimientos de agua: dos de flujo y otros dos de reflujo. La invasión repentina de grandes masas de agua que ocuparon vastas zonas de la tierra durante varios meses explica los efectos de mareas anormales que ocurrieron en regiones de la tierra donde hoy no tienen ningún efecto. Con todo esto vamos llegando a una explicación racional de todos los principales fenómenos geológicos. Es muy clara la evidencia de que una vez se produjo un gran cataclismo de agua que destruyó el clima ideal que antes imperaba y al mismo tiempo sepultó en sus depósitos los animales que hoy, fosilizados, dejan a veces perplejos a los científicos. Recuérdese también que se encuentran restos humanos juntamente con los de mamutes e hipopótamos y otros animales gigantescos encontrados en el hemisferio norte. De eso se deduce que ese gran cambio mundial ocurrió después de que el hombre apareció en la tierra. Es inevitable que relacionemos ese cataclismo, tan bien testificado por numerosos hechos perfectamente comprobados, con el diluvio que se describe en los capítulos séptimo y octavo del libro del Génesis. Existe una analogía sorprendente entre el relato que nos ha llegado del primer libro de la Biblia, y el que ha quedado registrado en las rocas. Los descubrimientos modernos y las conclusiones a que llegan algunos geólogos que no están atados por prejuicios confirman el relato bíblico que describe un diluvio universal.

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25 Isaac Newton: hombre de ciencia y teólogo

Dr. Ruy Carlos de Camargo Vieira

Era una persona insólita: distraído y generoso, sensible a la crítica y modesto. Afrontó varias crisis psicológicas y tenía dificultad en mantener buenas relaciones sociales. Sin embargo, fue uno de los extraordinarios gigantes de la historia: un físico brillante, un astrónomo y matemático eminente, y un filósofo natural.

Cuando Isaac Newton, este genio y caballero inglés murió en 1727 a la edad de 85 años, dejó una marca indeleble en cada actividad en la que participó. Conocemos sus leyes del movimiento y la teoría de la gravitación universal. Y lo conocemos a él por su contribución a la comprensión del universo. Pero raramente oímos hablar acerca de sus contribuciones a la teología cristiana. Después de un estudio minucioso de sus escritos, he llegado a la conclusión de que Newton no sólo fue un gran hombre de ciencia, sino también un gran teólogo, un verdadero creacionista y adventista.1

Mi recorrido hacia la comprensión de Newton como teólogo comenzó hace unos 45 años cuando yo mismo llegué a ser adventista, después de asistir a una serie evangelizadora sobre las fascinantes profecías bíblicas de Daniel y el Apocalipsis. En ese entonces yo estudiaba la carrera de Ingeniería en la Escuela Politécnica de la Universidad de San Pablo, Brasil.

El ambiente universitario de ningún modo favorecía al desarrollo de mi fe. Me sentía bombardeado de todas direcciones. El materialismo, las preocupaciones humanistas y una concepción científica del mundo convergían para cuestionar mi fe recién descubierta. Yo necesitaba algo para defender lo que creía que era verdadero y quería que mi defensa fuera sólida y lógica.

En mi búsqueda de publicaciones apropiadas, encontré una versión portuguesa del libro Observations Upon the Prophecies of Daniel and the Apocalypse, no en la biblioteca de la Universidad ni en una librería, sino en una venta callejera de libros. Me llevé una agradable sorpresa al encontrar que el mismo Isaac Newton a quien, como estudiante de ingeniería había encontrado en los estudios sobre óptica, mecánica, cálculo diferencial e integral y gravedad, ¡había dedicado bastante tiempo y esfuerzo a la cronología bíblica y a la interpretación de las profecías!

En realidad, la Enciclopaedia Britannica incluye su Enmienda de la cronología de los reyes antiguos y Observaciones sobre las profecías de Daniel y el Apocalipsis de S. Juan entre las cinco obras más importantes de Newton; las otras son Philosophia Naturalis Principia Matematica, Opticks, y Arithmetica Universalis.

Mi descubrimiento y estudio de un Newton erudito y cristiano me condujo a entenderlo como creacionista, adventista e intérprete de las profecías.

Newton, el creacionista Robert Boyle, un pionero en los experimentos con gases y sólido promotor del

cristianismo, que había abogado por el estudio científico de la naturaleza como un deber religioso, había muerto en 1691. Su testamento disponía que se realizara una serie anual de conferencias con la intención de defender el cristianismo contra la incredulidad. Richard

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Bentley, clérigo y distinguido erudito de los clásicos, pronunció la primera serie de conferencias en 1692.

En preparación para sus conferencias, Bentley pidió la ayuda de Newton, quien ya era famoso por sus Principia (1687). Bentley esperaba demostrar que, de acuerdo con las leyes físicas que gobiernan el mundo natural, debiera haber sido imposible que los cuerpos celestes aparecieran sin la intervención de un agente divino.

De allí en adelante, Bentley y Newton intercambiaron una correspondencia “casi teológica”. En su primera carta a Bentley, Newton declaró: “Cuando escribí mi tratado sobre nuestro sistema, tuve mis ojos fijos en los principios que pudieron actuar considerando la creencia de la humanidad en una divinidad, y nada me resulta más gratificador que ver que resultó ser útil para este objetivo”.2

Más tarde Newton escribió: “Los momentos que los planetas tienen hoy no pudieron originarse de causas naturales aisladas, sino que les fueron impuestos por un agente inteligente”.3 Otros escritos afirman la firme creencia de Newton en un Creador, a quien él se refiere a menudo como el “Pantokrator”, el Todopoderoso “que tiene autoridad sobre todas las cosas existentes, sobre la forma del mundo natural y el curso de la historia humana”.

Newton fue muy claro en afirmar sus convicciones: “Debemos creer que hay sólo un Dios o monarca supremo a quien debemos temer, guardar sus leyes y darle honor y gloria. Debemos creer que él es el padre de quien provienen todas las cosas, y que ama a su pueblo como su padre. Debemos creer que él es el ‘Pantokrator’, Señor de todo, con poder y dominio irresistibles e ilimitados, del cual no tenemos esperanza de escapar si nos rebelamos y seguimos a otros dioses, o si transgredimos las leyes de su soberanía, y de quien podemos esperar grandes recompensas si hacemos su voluntad. Debemos creer que él es el Dios de los judíos, quien creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellos existe, como lo expresan los Diez Mandamientos, de modo que podamos agradecerle por nuestra existencia y por todas las bendiciones de esta vida, y evitar el uso de su nombre en vano o adorar imágenes u otros dioses”.4

Newton, el adventista A Newton también le preocupaba la restauración de la Iglesia Cristiana a su pureza

apostólica. Su estudio de las profecías lo llevó a concluir que, en última instancia, la iglesia triunfará a pesar de sus fallas actuales. William Whiston, quien sucedió a Newton como profesor de Matemáticas en Cambridge y escribió The Accomplishment of Scripture Prophecies, declaró después de la muerte de Newton que “él y Samuel Clarke habían dejado de luchar por la restauración de la iglesia hacia las normas de los tiempos apostólicos primitivos porque la interpretación de Newton de las profecías los había llevado a esperar una larga era de corrupción antes de que pudiera ser efectiva”.5

Newton creía en un remanente fiel que sería testigo del fin de los tiempos. Uno de sus biógrafos escribió: “En la iglesia verdadera, a la cual señalan las profecías, Newton no quería incluir a todos los que se llaman cristianos, sino a un remanente, unas pocas personas dispersas, elegidas por Dios, personas que no son movidas por ningún interés, instrucción o poder de autoridades humanas, que son capaces de dedicarse sincera y diligentemente a la búsqueda de la verdad”. “Newton estaba lejos de identificar lo que lo

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rodeaba como el cristianismo apostólico verdadero. Su cronología interna había puesto el día de la trompeta final dos siglos más adelante”.6

En Daniel 2 Newton veía el desarrollo de la historia de la humanidad hasta el fin del tiempo, cuando Cristo establecería su reino. Escribió: “Y una piedra cortada no con mano, que cayó sobre los pies de la imagen, y rompió los cuatro metales en pedazos, y llegó a ser un gran monte, y llenó toda la tierra; representa que se levantará un nuevo reino, después de los cuatro, y conquistará a todas aquellas naciones, y crecerá hasta ser muy grande, y durará hasta el fin de todos los tiempos”.7

Al considerar las demás visiones de Daniel, Newton aclara que después del cuarto reino sobre la tierra vendría la segunda venida de Cristo y el establecimiento de su reino eterno: “La profecía del Hijo del hombre que viene en las nubes de los cielos se relaciona con la segunda venida de Cristo”.8

Newton, el intérprete de las profecías Newton no estaba satisfecho con la interpretación de las profecías de su época.

Sostenía que los intérpretes no “tenían métodos previos... Distorsionaban parte de las profecías, sacándolas de su orden natural según sus propias conveniencias”.9

En armonía con su enfoque de los problemas científicos, Newton estableció normas para la interpretación profética, con una codificación del lenguaje profético que tenía como intención eliminar la posibilidad de distorsiones “a la conveniencia de uno”, y adoptó el criterio de permitir que la Escritura revele y explique la Escritura.

De este modo, la interpretación de Newton difería de la interpretación de la mayoría de sus contemporáneos. El no estaba interesado en el uso de la profecía para explicar la historia política de Inglaterra, como lo hacían otros, sino más bien se centraba en el estudio del comienzo de la gran apostasía que ocurrió en la iglesia y en la restauración final de la iglesia a su pureza original.

Este interés en la restauración de la iglesia a su pureza apostólica llevó a Newton a estudiar la segunda venida de Cristo. Su preocupación por el futuro lo condujo a las 70 semanas de Daniel 9. El, como muchos dispensacionalistas de hoy, asignaba la última semana a un futuro indeterminado cuando comenzaría el regreso de los judíos y la reconstrucción de Jerusalén, y que culminaría con la gloriosa segunda venida de Cristo.

Esta interpretación, por supuesto, es contraria a las creencias de los adventistas. Sin embargo, algunos de los principios de interpretación de Newton están en armonía con los nuestros. Por ejemplo, considera la interpretación que daba Newton a los símbolos:

“Los vientos tempestuosos, o el movimiento de las nubes [representa] guerras;... La lluvia, si no es inmoderada, y el rocío, y el agua corriente [representan] las gracias y las doctrinas del Espíritu; y la falta de lluvia, la esterilidad espiritual. En la tierra, la tierra seca y las aguas congregadas, como un mar, un río, una inundación, están en lugar de la gente de diversas regiones, naciones, y dominios... Y varios animales como un león, un oso, un leopardo, y un macho cabrío, de acuerdo con sus características, están en lugar de varios reinos y cuerpos políticos... Un gobernante está representado por alguien que cabalga en una bestia; un guerrero o un conquistador, por una espada y un arco; un hombre poderoso, por su estatura gigantesca; un juez, por una balanza y pesas;... honor y gloria, por una vestimenta espléndida; dignidad real, por ropaje de púrpura o escarlata, o por una corona; la justicia, por vestimentas blancas y limpias; la maldad, por ropa manchada y sucia”.10

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En la interpretación de las profecías relacionadas con el tiempo, Newton sostenía que “los días de Daniel son años”.11 El aplicó este principio a las 70 semanas12 y a los “tres tiempos y medio” de apostasía. Newton aclara que el “día profético” es “un año solar”, y que un “tiempo” en la profecía también es equivalente a un año solar. “Y los tiempos y las leyes fueron desde entonces dados en su mano por un tiempo, tiempos y el medio de un tiempo, o tres tiempos y medio; es decir, por 1260 años solares, considerando un tiempo como un año calendario de 360 días, y un día por un año solar”.13

Conclusión Newton fue extremadamente cauto en sus creencias religiosas. Esto puede explicar,

en parte, por qué no publicó sus obras teológicas durante su vida. Tal vez, consciente del ambiente religioso inglés, no quería ser acusado de herejía, sino que buscó con afán la verdad como la encontraba en la Biblia. Afortunadamente, sus obras teológicas fueron publicadas después de su muerte.

Como adventistas, podremos no estar de acuerdo con Newton en todas sus interpretaciones de la profecía bíblica, pero podemos beneficiarnos con sus obras teológicas y su metodología cuidadosa a fin de mantenernos firmes en la fe, aun cuando sigamos estudios científicos. El fue un verdadero gigante de la ciencia que no se avergonzaba de su fe, sino que, por el contrario, dedicó tiempo para entender la Palabra de Dios, tanto cuando predice los movimientos de la historia, como cuando proporciona orientación para ordenar la vida personal de cada uno.

Notas y referencias 1. Sir Isaac Newton: ¿Adventista?, un librito publicado por la Sociedade

Criacionista Brasileira. 2. Richard S. Westfall, The Life of Isaac Newton (Cambridge: University Press,

1993), p. 204. 3. Bernard Cohen, Isaac Newton: Papers & Letters on Natural Philosophy

(Cambridge: Harvard University Press, 1958), p. 284. 4. Westfall, p. 301. 5. Id., p. 300. 6. Id., p. 128. 7. Isaac Newton, Observations Upon the Prophecies of Daniel and the Apocalypse

of St. John, pp. 25, 26. 8. Id., p. 128. 9. Westfall, pp. 128, 129. 10. Newton, Observations, p. 18-22. 11. Id., p. 122. 12. Id., p. 130. 13. Id., pp. 113, 114.

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26 En busca del arca de Noé

Dr. David Merling El arca de Noé ha fascinado a todos, desde los tiempos de Noé hasta nuestros días.

Desde los evangélicos a los directores de cine, desde los evangelistas hasta los jóvenes que dirigen cruzadas en los campus universitarios, el arca cautiva la atención de todos.

Pero, ¿dónde está el arca? En años recientes, algunos han declarado osadamente que el arca ya ha sido encontrada y se preguntan por qué los eruditos no han publicado las buenas noticias. Como arqueólogo, yo no presté atención a esta pregunta por años, por una variedad de razones. La primera es que el sentido común sugiere que una estructura de madera como la del arca, expuesta a miles de años de lluvia, nieve y hielo, más el proceso anual de congelación y deshielo, se habría descompuesto hace mucho tiempo. Algunos piensan que la madera de “gofer” antediluviana habría sido notablemente dura. Pero, realmente no sabemos nada acerca de esa madera de “gofer” con que estaba hecha el arca. Suponemos que es un tipo de ciprés. Pero, ¿habrá sido indestructible como algunos sugieren? Tal vez sí, tal vez no. Si lo fue, ¿por qué razón los paleobotánicos no encuentran muestras de madera de “gofer” antediluviana esparcidas por la superficie de la tierra? Por cierto, no toda la madera de “gofer” se habrá petrificado; algo de ella debió haber flotado y quedado en la superficie de la tierra, así como quedó el arca. ¿Qué ocurrió con toda esa madera? Mi suposición es que, al igual que la del arca de Noé, esa madera se descompuso hace mucho tiempo.

La segunda razón es que ni la Biblia ni los escritos de Elena White, autora muy respetada entre los adventistas, apoyan la idea de que Dios conservó el arca como un testigo para quienes viven en estos últimos días. Si el arca de Noé fuera tan importante para Dios y los eventos finales, él habría revelado ese mensaje a través de sus profetas (Amós 3:7). Después de Génesis 8, la Biblia queda en silencio acerca de la existencia del arca de Noé. Además, el argumento de que el arca de Noé tiene un lugar especial en los planes divinos del fin del mundo, erosiona el uso bíblico del arco iris como la evidencia visible del pacto que Dios hizo después del diluvio con los seres humanos (Génesis 9:11-17). En realidad, el arco iris, como una señal de que podemos depender de Dios, llega hasta Apocalipsis (4:3 y 10:1).

Por el registro bíblico resulta claro que Noé y su familia dejaron atrás el arca y contemplaron el arco iris como la señal de que podían confiar en Dios. El arca era algo del pasado. El arco iris era la señal del futuro.

Por estas y otras razones, he creído que buscar el arca de Noé sería más bien una pérdida de tiempo... hasta 1992. Ese año, acepté escribir dos artículos acerca del presunto descubrimiento del arca de Noé.1 Esos artículos eran una respuesta a las pretensiones de un adventista de que Dios lo había guiado al descubrimiento del arca de Noé y de muchos otros objetos antiguos. Desde entonces, el tema del arca de Noé me ha tomado mucho más tiempo del que esperaba.

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En busca del arca Lo que he descubierto es que existen algunos cristianos muy sinceros y

comprometidos que están buscando científicamente y con gran entusiasmo el arca de Noé. También hay algunos cuya tarea es difícil de clasificar. La mayoría de los que componen el primer grupo se llaman a sí mismos “investigadores” y toman en cuenta todas las evidencias: las que apoyan sus creencias y las que no lo hacen. En otras palabras, mencionan tanto las evidencias positivas como las negativas mientras procuran hallar el arca, dondequiera que se encuentre.2 Ellos reconocen que no se la ha encontrado, aunque creen que existe todavía, y están participando activamente en su búsqueda.

Hay otro grupo de personas que alegan haber encontrado el arca. Muchos de ellos adoptan títulos que suenan a profesionales y procuran confundir a los que están mal informados con pretensiones falsas. Pasan por alto las evidencias negativas con respecto a sus alegatos y usan objetos falsos para apoyar sus conclusiones. A veces este grupo está representado por periodistas quienes, cuando no hay muchas noticias, escriben acerca del hallazgo del arca de Noé, aunque no presentan evidencias concluyentes que lo apoyen.3 Este artículo ignorará a este segundo grupo y se concentrará sólo en los investigadores serios. La búsqueda del arca de Noé se ha limitado mayormente a una región en Turquía oriental por causa de la aseveración bíblica de que el arca se detuvo en “Ararat” (Génesis 8:4). Lo que a menudo se pasa por alto en estos versículos es que dice que el arca se detuvo “sobre los montes de Ararat”. No se menciona ningún monte definido en la Biblia como el lugar donde descansó el arca.

El nombre de Ararat es el equivalente de “Urartu”, un pueblo y un lugar de los tiempos del Antiguo Testamento, ubicado en lo que es hoy Turquía oriental. Los habitantes de Urartu fueron adversarios serios de los asirios. Cuando Génesis 8:4 habla de los “montes de Urartu” implica que el arca podría haber estado en cualquier lugar dentro del territorio de Urartu, ya que toda esta región era montañosa. El tamaño de esta área, que en tiempos posteriores llegó a ser conocida como Armenia y es ahora la parte kurda de Turquía oriental, es bastante grande (ver el mapa).

La montaña más alta en la región es el Büyükagšri Dagši, que comúnmente se conoce como el Monte Ararat. Este monte está ubicado al norte del Lago Van (que era el corazón de la tierra de los Urartu), precisamente al norte del pueblo de Dogšübayasit. En realidad, hay dos montes Ararat, uno “mayor” y otro “menor”. Ambos son restos de volcanes y se elevan por sobre la región circundante. Esta cadena montañosa tiene las cumbres cubiertas de nieve todo el año, con glaciares permanentes. Evidentemente, los buscadores del arca de Noé han sido atraídos a esta montaña alta, y no a los montes más bajos en la región o a los valles.

Específicamente, hay personas que pretenden haber encontrado madera tallada a mano en las faldas elevadas de la montaña4 o haber visto el arca misma. Los testimonios de su existencia son tan numerosos que este artículo no tiene espacio para evaluarlos a todos.5 He escogido tres de las afirmaciones más recientes como ejemplos de las evidencias anecdóticas que llevan a los buscadores a esperar que el arca esté sobre el monte Ararat.

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Los informes de Navarra En su libro Noah’s Ark: I touched It,6 Fernando Navarra, un industrial francés,

informa acerca de sus cuatro expediciones al monte Ararat (1952, 1953, 1955 y 1969). La ascensión de 1952 lo condujo a lo que él sospechó que era el arca de Noé. En 1955, acompañado por su hijo de once años, Navarra descubrió en una profunda grieta en el hielo trozos de madera “labrada a mano”. Cortó trozos de un metro cincuenta de la madera y más tarde los redujo a varios pedazos más pequeños para transportarlos con más facilidad. Cuando dio información acerca de su hallazgo en Europa, muchos consideraron esto como evidencia cierta de que el arca de Noé, o por lo menos restos de ella, todavía existían.

Después de muchas negociaciones y postergaciones, Navarra regresó a Turquía oriental en 1969 en una expedición patrocinada por la Search Foundation. Otra vez, con mucho esfuerzo, cerca del mismo lugar de su descubrimiento en 1955, el grupo encontró varios trozos pequeños de madera.

Muchos creyeron, incluyendo los que participaron en la expedición, que habían encontrado los restos del arca de Noé. Desafortunadamente, la evidencia (es decir, la madera misma), dio un testimonio diferente. Cuando se sometieron esos trozos de madera a las pruebas con el radiocarbono (C14), se encontró que la madera tenía sólo unos pocos centenares de años de edad. Anteriormente, cuando Navarra hizo evaluar su madera cuidadosamente atesorada en varios institutos, cada uno de ellos había dado edades muy antiguas, pero estaban basadas sólo en estimaciones hechas al azar en base al examen visual subjetivo como base para sus análisis y conclusiones.7 Cuando la Search Foundation regresó con sus hallazgos en 1969, enviaron muestras de los trozos de madera a varias organizaciones para que las analizaran por el método del radiocarbono. De acuerdo con los informes, todos los trozos de madera, incluyendo el trozo original de Navarra, databan de la era cristiana,8 y no del tiempo de Noé.

Otros montañeros han encontrado en el monte Ararat otros trozos de madera, pero sólo se ha datado científicamente el trozo original de Navarra. Se puede llegar a la conclusión de que encontrar madera en el monte, por sí mismo, no es una prueba segura del descubrimiento del arca de Noé.

Las fotografías de Greene Algunos alegan que han tomado fotografías del arca. Desafortunadamente, tales

fotos siempre son tomas a gran distancia y son poco claras, que quedan abiertas a diversas interpretaciones. Una de las historias más interesantes es la de George J. Greene. En 1952, éste estaba trabajando como ingeniero de minas en Turquía oriental. Un día, mientras volaba cerca del monte Ararat, vio algo que le pareció un enorme barco cerca de la cumbre de la montaña. Desde el punto de vista ventajoso que le daba su helicóptero, pasó varios minutos tomando fotos del objeto, hasta de una distancia de unos 30 metros. Al regresar a los Estados Unidos, con las fotos en la mano, trató sin éxito de organizar un equipo de exploración y regresar al monte Ararat. Ninguno de sus amigos pareció interesarse. También sorprende que ningún diario publicara el relato. Después de varios años, Greene salió de los Estados Unidos rumbo a nuevas aventuras. Desafortunadamente, fue asesinado por bandidos en la entonces Guayana Británica (hoy Guyana), y las fotos que había tomado del arca se perdieron, aunque alrededor de 30 personas dicen haberlas visto.9 A pesar de lo

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impresionante del informe, algunos que aseveran haber visto las fotografías, no están seguros si lo que vieron era realmente un barco.10

La afirmación de Davis La evidencia anecdótica de los últimos tiempos que suena como más creíble es el

informe de Ed Davis, quien asegura haber visto el arca de una distancia de menos de un kilómetro y medio.11 Davis era un sargento del ejército norteamericano estacionado en Hamadan, Irán, durante la Segunda Guerra mundial. Estando allí, se hizo amigo de un joven llamado Badi, que era un chofer civil agregado al ejército. Desde Hamadan, es posible ver el monte Ararat en días claros. Badi le contó a Davis que su familia vivió en una aldea en la base del monte Ararat y que había visitado el arca de Noé muchas veces. En realidad, la familia de Badi se consideraba protectora de esa santa reliquia. Eventualmente, Davis fue con la familia de Badi a ver el arca.12 El padre de Badi, Abas-Abas, condujo la expedición, pero antes de salir de la aldea se le permitió a Davis observar jaulas y otros objetos que la familia dijo que habían sido traídos del arca a la aldea.

Abas-Abas dirigió al grupo en una caminata de tres días. Cada noche se alojaron en cuevas. Después de tres noches, estaban a menos de un kilómetro y medio del arca. Davis pudo verla desde ese punto. Desafortunadamente, durante los tres días de caminatas habían estado rodeados de neblina, con abundantes lluvias de día y de noche. Debido a las condiciones climáticas desfavorables, no pudieron bajar desde una cornisa hasta el arca o mirar el arca por dentro. De acuerdo con Davis, el arca estaba partida en dos, pero ambas partes estaban (en 1943) bien conservadas. Durante esta caminata, no se tomaron fotografías, pero posteriormente, le dieron a Davis una foto de la aldea de Abas-Abas. Después que regresó a su base militar, escribió estas palabras en su Biblia: “Fui a Ararat con Abas. Vimos un barco grande sobre una saliente, en dos pedazos. Quedé con él en la casa grande. Llovió y nevó por diez días. Me detuve en Tarharan y conseguí algunas vituallas y me calenté, y descansé. También obtuve algo de ropa. El Tte. Bert se alegró de que hubiera regresado. Tenía miedo por mí. Pienso que temía que me hubieran matado. Estoy contento de haber ido. Creo que es el arca. Abas tiene muchas cosas de allá. Tengo las piernas casi sanas de la cabalgata”.

Muchos investigadores serios del arca consideran que la historia de Ed Davis es una evidencia de primera clase, no sólo de la existencia del arca, sino de su ubicación. Si tan sólo el gobierno permitiera el libre acceso a la montaña, ellos piensan que podrían encontrar el arca basados en la información que proveyó Davis.13 Davis hasta pasó un examen de polígrafo por causa de sus afirmaciones.

Conclusión Sin embargo, continúo siendo cauto. No existe ninguna evidencia sólida que se

pueda ver, tocar o considerar. La evidencia tiene que ser ponderada por su credibilidad. Una evidencia anecdótica es evidencia mínima, porque a menudo es muy poco confiable. ¿No hemos visto en los tribunales que los testigos oculares con frecuencia no concuerdan? En realidad, los muchos vuelos del astro-nauta Jim Irwin y sus fotografías del Ararat y sus alrededores, incluyendo las áreas sugeridas por el informe de Davis, no han obtenido ninguna foto del arca de Noé. La inclinación natural de los pueblos orientales es la de agradar a sus huéspedes. Esta bondad innata puede ser una de las razones por las que algunos han informado haber visto el arca. Después de una caminata de tres días, con

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neblina y lluvia de noche y de día, y decir que vieron algo a un kilómetro y medio no es evidencia concluyente. Mostrarle a un extranjero dos afloramientos naturales desde la distancia de un kilómetro y medio y decirle que son las dos mitades del arca de Noé, no sería algo inusual, especialmente si una familia estuviera tratando de agradar a un amigo. Tampoco sería extraño que se creyera que esos afloramientos constituyen el arca de Noé hecha piedra, según una tradición local. Esto no quiere decir que sugiero que éste sea el caso de la historia de Ed Davis. Lo que quiero decir es que, sin evidencias objetivas, no es posible saber lo que alguno ha visto, tocado o experimentado.

Con respecto a los otros informes, mi propia sugerencia es que algunas de las personas mayores que han afirmado haber visto el arca de Noé cuando eran pequeños, pueden haber visitado una formación geológica con la forma de un barco, a unos 25 km al sur del monte Ararat.

No tenemos evidencia de que el arca de Noé exista actualmente. ¿Existió alguna vez? Para esto tenemos la certeza que nos da la Palabra de Dios y la presencia del arco iris.

Notas y referencias 1. Fueron publicadas en la Adventist Review, 20 y 27 de mayo de 1993. 2. Ver Don Shockey: Agri-Dagh (Mount Ararat): The Painful Mountain; Artifacts

From Noah’s Ark Found on Mount Ararat (Fresno, Calif.: Pioneer Publishing Company, 1986), p. 38.

3. Por ejemplo, la historia del agricultor kurdo Resit, publicada en los diarios de 1948. Supuestamente, toda una tribu kurda vio el arca. Un equipo dirigido por el presidente de un colegio norte-americano salió para buscar a Resit y ver el arca. Desafortunadamente, después del largo viaje, no pudieron encontrar a nadie con el nombre de Resit, ni su aldea, ni a nadie en 160 km del monte Ararat que hubiera oído la historia. Ver Lloyd R. Bailey, Noah: The Person and the Story in History and Tradition (Columbia, South Carolina: University of South Carolina Press, 1989), p. 88.

4. Debido a que no hay árboles sobre el monte o cerca de él, la pregunta natural es: “¿De qué otra manera pudo esa madera estar tan alta en esa montaña, a menos que originalmente fuera parte del arca de Noé?”

5. Shockey sugiere que fue avistado unas 200 veces. Ver su libro: Agri-Dagh, p. 41. 6. Editado por Dave Balsiger (Plainfield, N. Jersey: Logos International, 1974). 7. René Noorbergen: The Ark File (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ.

Assn., 1974), p. 134. 8. Id., pp. 142-144. 9. Ver Violet Cummings: Noahs’ Ark: Fact or Fable? (San Diego, Calif.: Creation-

Science Research Center, 1972), pp. 213-223. 10. Ver Bailey, p. 89. 11. Ver Shockey, p. 7. 12. Id., p. 37. 13. Shockey, p. 42.

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27 ¿Cabían todos los animales en el arca?

Una de las objeciones al relato bíblico del diluvio tiene que ver con la posibilidad

de que Noé pusiera todos los animales en el arca. Un examen de las dimensiones del arca dadas por la Biblia arroja bastante luz sobre este asunto.

John Whitcomb y Henry Morris, en su libro The Genesis Flood, el diluvio del Génesis, hicieron un trabajo muy completo de análisis en cuanto a la información relacionada con las dimensiones físicas y la capacidad de transporte del arca. Observan que el Arca debe de haber tenido 133,35 m de largo; 22,23 m de ancho y 13,33 m de alto (calculando a razón de 44,45 cm por codo).

El arca tenía tres pisos (Génesis 6:16), así que la superficie total de los pisos era aproximadamente 8.893,11 m2, y el volumen total de 118.545 m3. El peso bruto del arca sería de unas 13.960 toneladas, que se puede comparar al peso de algunos barcos grandes de la actualidad.

La capacidad de transporte sería, por tanto, igual a la de 522 vagones de ferrocarril de tamaño normal, que pueden llevar cada uno unas 240 ovejas. El arca podría haber acomodado por lo menos 125.000 ovejas. Génesis 6:14 nos dice también que, además de tener tres pisos, se construyeron cuartos y nidos para alojar a los animales.

Whitcomb y Morris además determinaron, al examinar "los mejores cálculos de taxonomía moderna, que son menos de 17.600 las especies ahora conocidas de mamíferos, aves, reptiles y anfibios que habrían necesitado el abrigo del arca.

Calculando dos de cada especie en el arca, se necesitaría lugar para 35.200 animales, más cinco de cada uno de los animales puros (una cantidad muy pequeña, pero por el argumento, concedamos la mitad de las especies, o sea 8.800 por 5, que son 44.000). Un total máximo de 79.000 animales habrían estado en el arca.

Debe de haber habido originalmente un pequeño número de especies (o tipos), puesto que la cría de animales es la razón de la gran variedad del reino animal hoy en día. También, la mayoría de los animales de tierra firme son más pequeños que las ovejas, y se puede suponer que se llevaron animales jóvenes y por lo tanto más pequeños. Por eso, no es del todo inconcebible que el arca haya tenido capacidad para suficiente número de animales, con cuartos para almacenamiento de alimentos.

No se debe pasar por alto la idea de que haya habido en el arca animales que tuvieran los genes que permitieran en desarrollo de las muchas clases de animales que tenemos hoy. Los animales del arca pudieron haber sido los "bancos genéticos" que durante los años de proliferación desarrollaron las variedades de animales que vemos hoy en día, como Henry M. Morris declara en su libro El diluvio del Génesis:

"... Cien años de estudio en la ciencia de la zoología han sacado a luz algunos factores interesantes en lo concerniente a la maravillosa capacidad de diversificación que el Creador ha puesto dentro de las especies de Génesis. Estos 'tipos' nunca han evolucionado ni se han mezclado cruzando las líneas de demarcación establecidas por Dios; pero se han diversificado en tantas variedades y subvariedades (como las razas y familias de la

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humanidad), que aun los mejores taxonomistas han quedado asombrados ante la tarea de enumerarlas y clasificarlas".

"Frank Lewis Marsh... ilustra su concepto de la manera cómo algunas de las baraminas (de bara -"creada", y mina -"especie") típicas pueden haberse diversificado antes y después del diluvio. Indica que más de 500 variedades de guisantes han sido desarrolladas a partir de un solo tipo desde el año 1700; y que de unos pocos perros salvajes se han desarrollado más de 200 variedades distintas de perros, tan diferentes entre sí como el perro salchicha o "dachshund" y el pastor belga. Al continuar hablando del asunto, el doctor Marsh escribe:

"En el campo de la zoología, la paloma doméstica presenta una buena ilustración de descendencia con variación. La diversidad en la forma y el temperamento que se encuentra entre las palomas afectaría nuestra creencia en su origen común, si no supiéramos que todas se han desarrollado a partir de la paloma silvestre de las rocas de las costas europeas, Columbia livia. Es interesantísimo ver las variaciones logradas a partir de la forma ancestral que se exhiben en tipos de palomas tan diferentes como la colipavo, la capuchina, la zorita, la mensajera, la real, la buchona, la de toca, la duenda, la tripolitana y la paloma de las nieves. Habría quien les asignaría nombres de "especies" e incluso 'géneros' diferentes, si no se supiera que todas son derivaciones logradas a partir de un tronco común"

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28 Posición de la Iglesia Adventista sobre el creacionismo

VOTADO, Registrar la presentación de Una afirmación de la creación de Informe

de la comisión organizadora, que dice lo siguiente: Una afirmación de la Creación Informe de las Conferencias internacionales sobre Fe y Ciencia 2002-2004 a la

Comisión organizadora de la Junta Ejecutiva de la Asociación General mediante la oficina del Presidente de la Asociación General, 10 de septiembre de 2004.

Introducción Las primeras palabras de la Biblia proporcionan el fundamento de todo lo que

sigue. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). En todas las Escrituras se celebra la Creación como procedente de la mano de Dios, a quien se alaba y adora como el Hacedor y Sustentador de todo lo que existe. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).

Desde esta cosmovisión surgen una serie de doctrinas entrelazadas que se encuentran en el núcleo central del mensaje Adventista del Séptimo Día para el mundo: la creación de un mundo perfecto sin pecado ni muerte hace no mucho tiempo; el sábado; la caída de nuestros primeros padres; la difusión del pecado, la degeneración y la muerte a toda la creación; la venida de Jesucristo, Dios en la carne, para vivir entre nosotros y rescatarnos del pecado por medio de su muerte y resurrección; la segunda venida de Jesús, nuestro Creador y Redentor; y la restauración final de todo lo que se había perdido con la Caída.

Como cristianos que tomamos con seriedad la Biblia y procuramos vivir en base a sus preceptos, los Adventistas del Séptimo Día tenemos una elevada consideración por la naturaleza. Creemos que aun en su condición caída actual, la naturaleza revela el poder eterno de Dios (Rom. 1:20), y que “Dios es amor está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba” (Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 8).

Para nosotros, toda la Escritura es inspirada y es el criterio y prueba de todos los demás medios por los que Dios se revela a sí mismo, incluyendo la naturaleza. Tenemos un gran respeto por la ciencia, y aplaudimos la importancia de los departamentos de ciencia de nuestras instituciones de educación superior y de atención de la salud. También valoramos la obra de los hombres de ciencia e investigadores adventistas del séptimo día no empleados por la Iglesia. Enseñamos a los estudiantes en nuestros colegios y universidades a emplear el método científico en forma rigurosa. Al mismo tiempo, rehusamos limitar nuestra búsqueda de la verdad dentro de las restricciones impuestas por el método científico exclusivamente. El tema de los orígenes

Durante siglos, por lo menos en el mundo cristiano, la historia bíblica de la creación fue la explicación corriente para el tema de los orígenes. Durante los siglos XVIII y XIX la metodología científica resultó en una comprensión creciente de cómo operaban las cosas. Hoy nadie puede negar que la ciencia ha tenido un impacto notable en nuestras vidas mediante los avances en la agricultura, las comunicaciones, la ecología, la ingeniería, la genética, la salud y la exploración espacial.

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En muchas áreas de la vida, el conocimiento derivado de la naturaleza y el conocimiento de la revelación divina en las Escrituras parecen estar en armonía. Los avances en el conocimiento científico a menudo confirman y dan validez a los puntos de vista de la fe. Sin embargo, con respecto al origen del universo, de la tierra, y de la vida y su historia, encontramos cosmovisiones contradictorias. Las afirmaciones basadas en un estudio de las Escrituras a menudo se encuentran en contraste total con las que surgen de las premisas y metodologías usadas en el estudio de la naturaleza. Esta tensión tiene un impacto directo sobre la vida de la Iglesia, su mensaje y su testimonio.

Celebramos la vida de fe. Abogamos por una vida de aprendizaje. En el estudio de las Escrituras y en el de los procesos ordenados de la naturaleza vemos indicadores de la mente maravillosa del Creador. Desde sus primeros días, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha estimulado el desarrollo de la mente y de la comprensión, mediante las disciplinas de la adoración, la educación y la observación.

En décadas anteriores, la discusión de las teorías sobre los orígenes ocurría principalmente en los ambientes académicos. Sin embargo, el naturalismo filosófico (procesos completamente naturales, aleatorios y no dirigidos en el correr del tiempo) ha logrado una aceptación amplia en la educación, y forma la premisa básica de mucho de lo que se enseña en las ciencias naturales y sociales. Los feligreses y los estudiantes adventistas del séptimo día encuentran este concepto y sus implicaciones en muchas áreas de la vida diaria.

En su declaración de las creencias fundamentales, la Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma una creación divina como se la describe en la narración bíblica de Génesis 1. “ADios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado en la Escritura la descripción auténtica de su actividad creadora.

En seis días hizo el Señor: los cielos y la tierra ¿así como todo lo que tiene vida sobre la tierra, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. Estableció así el sábado como un recordativo perpetuo de su obra creadora completa. El primer hombre y mujer fueron hechos a imagen de Dios, como la obra cumbre de la creación; se les concedió dominio sobre el mundo, y se les encargó que cuidasen de él.

Cuando el mundo estuvo terminado, fue declarado: muy bueno¡, y revelaba la gloria de Dios” (Gén. 1; 2; Exo. 20:8-11; Sal. 19:1-6; 33:6, 9; 104; Heb. 11:3).

Razones para las Conferencias sobre Fe y Ciencia. Por causa de la influencia penetrante y creciente de la teoría de la evolución, la

Junta Ejecutiva de la Asociación General (Concilio anual 2001) autorizó una serie de conferencias sobre Fe y Ciencia de tres años de duración. Estas conferencias no fueron convocadas para modificar la posición sustentada por largo tiempo acerca de la creación, sino para repasar las contribuciones y las limitaciones que tanto la fe como la ciencia presentan a nuestra comprensión de los orígenes.

Las razones principales que condujeron a la convocación de estas conferencias incluyen:

1. Cuestiones filosóficas: Existe un desafío siempre presente en la definición de la relación entre la teología y la ciencia, entre la fe y la razón. Estas dos corrientes del conocimiento, ¿están asociadas o en conflicto? ¿Debería considerárselas como interactivas o como esferas independientes del conocimiento, que no se superponen? La cosmovisión

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dominante en la mayoría de las sociedades modernas interpreta la vida, la realidad física, y la conducta en formas marcadamente diferentes de la cosmovisión cristiana. ¿De qué modo deben los cristianos relacionarse con estas cosas?

2. Cuestiones teológicas: ¿Cómo debe interpretarse la Biblia? ¿Qué requiere del creyente una lectura directa del texto? ¿Hasta qué punto el conocimiento de la ciencia debe informar o dar forma a nuestra comprensión de las Escrituras, o viceversa?

3. Cuestiones científicas: Los mismos datos de la naturaleza están a disposición de todos los observadores. ¿Qué dicen o qué significan los datos? ¿De qué modo podemos llegar a interpretaciones y conclusiones correctas? ¿Es la ciencia una herramienta o una filosofía? ¿De qué manera podemos diferenciar entre la ciencia buena y la errónea?

4. El problema de educar y nutrir en eso a los miembros de la Iglesia. ¿De qué manera debe el miembro de Iglesia considerar la variedad de interpretaciones del registro del Génesis? ¿Qué puede decir la Iglesia a quienes encuentran en el currículo educativo ideas que están en conflicto con su fe? Mantener silencio con respecto a tales problemas envía señales confusas; crea incertidumbre y proporciona un terreno fértil para conceptos dogmáticos e injustificados.

5. El desarrollo de una fe viva: Una clarificación y reafirmación de una teología de los orígenes con base en la Biblia equipará a los miembros con un marco de referencia para tratar los desafíos que presenta este tema. Las Conferencias sobre Fe y Ciencia no fueron convocadas sencillamente para la estimulación intelectual de quienes asistieran a ellas, sino como una oportunidad para proporcionar orientación y una guía práctica para los miembros de la Iglesia. La Iglesia no puede pretender mantener sus creencias en un lugar seguro, a prueba de desafíos. Si lo hiciera así, pronto éstas serían reliquias. Las enseñanzas de la Iglesia deben confrontar los problemas del momento y relacionarse con ellos de modo que permanezcan siendo una fe viva; de otro modo, no serán más que dogmas muertos.

Las Conferencias sobre Fe y Ciencia Hubo dos Conferencias internacionales sobre Fe y Ciencia: una en Ogden, Utah, en

2002, y la otra en Denver, Colorado, en 2004, con amplia representación de teólogos, científicos y administradores de la Iglesia. Además, siete1 de las trece divisiones de la Iglesia realizaron conferencias regionales o de toda la división que trataron la interacción de la fe y la ciencia en las explicaciones acerca de los orígenes. La Comisión organizadora expresa su aprecio a los que participaron en esas conferencias por sus contribuciones a este informe.

La agenda de la conferencia realizada en Ogden estaba destinada a poner en conocimiento de los asistentes la variedad de maneras en las cuales la teología y la ciencia ofrecen explicaciones del origen de la tierra y de la vida. Las agendas de las conferencias en las divisiones fueron decididas por sus organizadores, aunque la mayoría incluyeron varios de los temas considerados en Ogden. La reciente conferencia en Denver fue la conclusión de la serie de tres años. Su agenda comenzó con resúmenes de los problemas en teología y en ciencia, y luego pasaron a diversos temas con respecto a los problemas de fe-ciencia en la vida de la Iglesia. Estos temas incluyeron: El lugar permanente de la erudición en la Iglesia. ¿De qué manera la Iglesia mantiene la naturaleza confesional de sus enseñanzas mientras permanece abierta para futuros desarrollos de su comprensión de la verdad?

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Modelos educacionales para los profesores y los líderes de la Iglesia, para tratar con temas controvertidos y los problemas éticos involucrados en ellos. ¿De qué modo enseñaremos cursos de ciencias en nuestras escuelas de manera que enriquezcan la fe, y no la erosionen? ¿Qué consideraciones éticas aparecen en el foco cuando las convicciones privadas difieren de las enseñanzas denominacionales? ¿De qué manera la libertad personal de creencias se relaciona con su rol público como líder en la Iglesia? En otras palabras, )cuáles son los principios que rigen la responsabilidad personal y la ética del disenso? ¿Cuáles son las responsabilidades y procesos administrativos al tratar con variaciones en los conceptos doctrinales, o en las nuevas expresiones de ellas? En todas las conferencias se presentaron y analizaron escritos eruditos preparados por teólogos, científicos y educadores. (El Instituto de Investigación en Geociencias mantiene un archivo de todos los escritos presentados en las conferencias.) Las conferencias de Ogden y de Denver incluyeron, por lo menos, algunos representantes de cada una de las divisiones mundiales. Más de 200 personas participaron en las conferencias durante el período de tres años.

Más de 130 personas asistieron a la reunión de Denver, la mayoría de los cuales había asistido por lo menos a una de las otras conferencias sobre fe y ciencia. Observaciones generales

1. Aplaudimos la seriedad y excelencia que caracterizó las conferencias. 2. Notamos el sólido sentido de dedicación y lealtad a la Iglesia que prevaleció en

ellas. 3. Experimentamos que, aun cuando algunas veces aparecieron tensiones, se

mantuvieron relaciones cordiales entre los asistentes, y el compañerismo trascendió las diferencias de opiniones.

4. Fuimos testigos en estas conferencias de un alto nivel de acuerdo en la comprensión de temas básicos, especialmente en cuanto al papel normativo de las Escrituras, apoyado por los escritos de Elena G. de White, y la creencia, de parte de todos, en Dios como el Creador benéfico.

5. No encontramos apoyo ni defensa del naturalismo filosófico: la idea de que el universo llegó a existir sin la acción de un Creador.

6. Reconocemos que el conflicto entre las cosmovisiones bíblica y contemporánea impacta tanto a los científicos como a los teólogos.

7. Reconocemos que la tensión entre la fe y la comprensión es un elemento de la vida con la que el creyente tiene que aprender a vivir.

8. Observamos que rechazar las interpretaciones científicas contemporáneas de los orígenes en conflicto con el informe bíblico no implica despreciar ni a la ciencia ni a los científicos.

9. Aunque encontramos una amplia afirmación de la forma en que la Iglesia comprende la vida sobre la tierra, reconocemos que entre nosotros algunos interpretan el registro bíblico de maneras que conducen a conclusiones definidamente diferentes.

10. Aceptamos que tanto la teología como la ciencia, contribuyen a nuestra comprensión de la realidad.

Hallazgos 1. El grado de tensión que existe con respecto a nuestra comprensión de los

orígenes varía alrededor del mundo. En aquellas áreas donde la ciencia ha hecho los

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mayores progresos en la sociedad, las preguntas entre los miembros de la Iglesia están más difundidas. Con el avance de la ciencia en todos los sistemas educativos y en las sociedades, habrá un aumento significativo de miembros que se preguntarán cómo reconciliar la enseñanza de la Iglesia con las teorías naturalistas de los orígenes. Grandes números de estudiantes adventistas asisten a las instituciones públicas donde se enseña y promueve el evolucionismo en las aulas sin que ellos tengan los materiales y los argumentos correspondientes en favor del registro bíblico de los orígenes.

2. La reafirmación de la Creencia fundamental de la Iglesia con respecto a la creación fue sólidamente apoyada. La creencia Adventista del Séptimo Día en una creación literal e histórica en seis días es teológicamente sólida y consistente con la enseñanza de la Biblia entera.

3. La creación es un pilar fundamental de todo el sistema de doctrinas adventistas del séptimo día y tiene una relación directa con muchas de las demás creencias fundamentales si no con todas. Cualquier interpretación alternativa de la historia de la creación necesita ser examinada a la luz de su impacto sobre todas las otras creencias. Varias de las Conferencias sobre Fe y Ciencia repasaron interpretaciones alternativas de Génesis 1, incluyendo la idea de la evolución teísta. Estas otras interpretaciones no tienen coherencia teológica con todas las Escrituras y revelan áreas de inconsistencia con el resto de las doctrinas Adventistas del Séptimo Día. Por ello son sustitutos inaceptables para la doctrina bíblica de la creación sostenida por la iglesia.

4. Se expresó preocupación con respecto a lo que algunos ven como ambigüedad en la frase “En seis días” que se encuentra en la declaración de la Iglesia acerca de la creación. Se sintió que no se menciona el significado intencional (que la creación en seis días descrita en el Génesis fue realizada en una semana literal e histórica). Esta situación permite algo de incertidumbre con respecto a lo que la Iglesia realmente cree. Además, proporciona espacio para que otras explicaciones de la creación sean acomodadas en el texto. Está el deseo de escuchar la voz de la Iglesia trayendo mayor claridad a lo que realmente se quiere decir en la Creencia fundamental N1 6, La creación.

5. Aunque algunos datos de la ciencia pueden ser interpretados de manera consistente con el concepto bíblico de la creación, también repasamos datos que han sido interpretados de formas que desafían la creencia de la Iglesia en una creación reciente.

La fuerza de esas interpretaciones no debe ser descartada en forma ligera. Respetamos las pretensiones de la ciencia, las estudiamos, y esperamos una solución. Esto no excluye un nuevo examen de las Escrituras para estar seguros de que se las comprende adecuadamente. Sin embargo, cuando no es posible una interpretación que armonice con los hallazgos de la ciencia, no permitimos que la ciencia asuma una posición privilegiada que automáticamente decida el resultado. Más bien, reconocemos que no es justificable mantener las claras enseñanzas de la Biblia como rehenes de las interpretaciones científicas actuales de los datos.

6. Reconocemos que hay diferentes interpretaciones teológicas entre nosotros con respecto a Génesis 1 al 11. En vista de las diversas interpretaciones, sentimos un alto grado de preocupación de que los que participan en el ministerio de la enseñanza Adventista del Séptimo Día conduzcan su trabajo con ética y con integridad: de acuerdo con las normas de su profesión, las enseñanzas de las Escrituras, y la comprensión básica sostenida por el

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cuerpo de creyentes. Siendo que los Adventistas del Séptimo Día reconocen que su comprensión de la verdad es una experiencia siempre creciente, hay una necesidad siempre presente de seguir el estudio de las Escrituras, la teología y la ciencia con el fin de que las verdades que sostenemos constituyan una fe viva capaz de ocuparse de las teorías y las filosofías del momento.

7. Apreciamos y endosamos el importante valor del diálogo internacional e interdisciplinario continuo entre los teólogos, científicos, educadores y administradores Adventistas del Séptimo Día.

Afirmaciones Como resultado de las dos conferencias internacionales y de las siete conferencias

de las divisiones, la Comisión organizadora da un informe de las siguientes afirmaciones: 1. Afirmamos la primacía de las Escrituras en la comprensión de los orígenes que

tenemos como Adventistas del Séptimo Día. 2. Afirmamos la comprensión histórica de los Adventistas del Séptimo Día de

Génesis 1: que la vida sobre la tierra fue creada en seis días literales, y que es de origen reciente.

3. Afirmamos el registro bíblico de la Caída que dio como resultado la muerte y el mal.

4. Afirmamos el registro bíblico de un Diluvio catastrófico, un acto de juicio divino que afectó al planeta entero, como una clave importante para comprender la historia de la tierra.

5. Afirmamos que nuestra comprensión limitada de los orígenes demanda humildad y que una exploración adicional de estos temas nos llevará más cerca de misterios profundos y maravillosos.

6. Afirmamos la naturaleza entrelazada de la doctrina de la creación con otras doctrinas Adventistas del Séptimo Día.

7. Afirmamos que a pesar de la Caída, la naturaleza es un testigo del Creador. 8. Afirmamos a los científicos Adventistas del Séptimo Día en sus esfuerzos por

entender la obra del Creador mediante las metodologías de sus disciplinas. 9. Afirmamos a los teólogos Adventistas del Séptimo Día en sus esfuerzos por

explorar y articular el contenido de la revelación. 10. Afirmamos a los educadores Adventistas del Séptimo Día en su ministerio clave en favor de los niños y jóvenes de la Iglesia. 11. Afirmamos que la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, identificada en Apocalipsis 14:6 y 7, incluye un llamado a la adoración de Dios como Creador de todo.

Recomendaciones La Comisión organizadora de las Conferencias internacionales de Fe y Ciencia

recomienda que: 1. Con el fin de atender lo que algunos interpretan como falta de claridad en la

Creencia fundamental N1 6, La creación, que la comprensión histórica de la narración del Génesis de los Adventistas del Séptimo Día sea afirmada en forma más explícita.

2. Animar a los líderes de la Iglesia en todos los niveles a evaluar y observar atentamente la efectividad y el éxito de los sistemas y programas denominacionales en preparar los jóvenes, incluyendo a los que asisten a instituciones no adventistas, para que

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puedan tener una comprensión bíblica de los orígenes y una percepción de los desafíos que ellos pueden afrontar con respecto a esa comprensión.

3. Proporcionar más oportunidades para el diálogo y la investigación interdisciplinaria, en un ambiente seguro, entre eruditos Adventistas del Séptimo Día del mundo entero.

Conclusión La Biblia comienza con la historia de la creación, y la Biblia concluye con la

historia la nueva creación. Todo lo que se perdió con la Caída de nuestros primeros padres quedará restaurado. Aquel que hizo al principio todas las cosas por la Palabra de su boca, hará que la larga lucha con el pecado, el mal y la muerte lleguen a una conclusión triunfante y gloriosa. Él es Aquél que vivió entre nosotros y murió en nuestro lugar en el Calvario. Mientras los seres celestiales cantaban de gozo en la primera creación, así los redimidos de la tierra proclamarán: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. “El Cordero que fue inmolado es digno” (Apoc. 4:11; 5:12).

RESPUESTA A UNA AFIRMACIÓN DE LA CREACIÓN VOTADO, Aprobar la siguiente declaración como respuesta al informe de la

Comisión organizadora de la Conferencia internacional sobre Fe y Ciencia, Una afirmación de la Creación, sujeta a los cambios que fueron votados en el acuerdo anterior, que dice:

Considerando que la creencia en una creación literal en seis días está indisolublemente ligada con la autoridad de las Escrituras, y

Considerando que tal creencia se entrelaza con otras doctrinas de las Escrituras, incluyendo el sábado y la expiación, y

Considerando que los Adventistas del Séptimo Día comprendemos nuestra misión, como está indicada en Apocalipsis 14:6 y 7, que incluye un llamado al mundo para que adore a Dios como el Creador,

Nosotros, como miembros de la Junta Ejecutiva de la Asociación General en el Concilio Anual de 2004, declaramos lo siguiente como nuestra respuesta al documento, Una afirmación de la Creación, sometido por las Conferencias internacionales de Fe y Ciencia:

1. Endosamos sólidamente la afirmación que presenta este documento sobre la posición histórica y bíblica de nuestra creencia en una Creación literal, reciente, hecha en seis días.

2. Instamos a que este documento, acompañado con esta respuesta, sea diseminado ampliamente en la Iglesia Adventista del Séptimo Día de todo el mundo, usando todos los canales disponibles de comunicación y en los principales idiomas de la feligresía mundial.

3. Reafirmamos la comprensión Adventista del Séptimo Día de la historicidad de Génesis 1 al 11: de que los siete días del registro de la Creación fueron días literales de 24 horas que formaron una semana idéntica en duración a la que ahora experimentamos como una semana; y que el Diluvio fue de naturaleza global.

4. Invitamos a todas las juntas directivas y a los educadores de las instituciones Adventistas del Séptimo Día en todos los niveles que sigan sosteniendo y defendiendo la posición de la Iglesia en cuanto a los orígenes. Nosotros, junto con los padres adventistas del séptimo día, esperamos que los estudiantes reciban una exposición científicamente

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rigurosa, completa y equilibrada y una afirmación de nuestra creencia histórica en una creación literal, reciente, en seis días, y a la vez que sean educados para comprender y evaluar filosofías rivales de los orígenes que dominan la discusión científica en el mundo contemporáneo.

5. Instamos a los dirigentes de la iglesia en todo el mundo a que busquen medios para educar a los miembros, especialmente a los jóvenes que asisten a instituciones educativas no adventistas, en los problemas involucrados en la doctrina de la creación. 6. Invitamos a todos los miembros de la familia mundial de los Adventistas del Séptimo Día a proclamar y enseñar la comprensión que tiene la Iglesia de la doctrina bíblica de la Creación, viviendo a la luz de ella, regocijándonos en nuestra condición de hijos e hijas de Dios, y alabando a nuestro Señor Jesucristo, nuestro Creador y Redentor.