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“ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE” PERSONAS REFUGIADAS Y MIGRANTES ATRAPADAS EN LA ESPIRAL DE ABUSOS DE LIBIA *** RESUMEN / CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES ***

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  • “ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE” PERSONAS REFUGIADAS Y MIGRANTES ATRAPADAS EN LA ESPIRAL DE ABUSOS DE LIBIA

    *** RESUMEN / CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES ***

  • Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7

    millones de personas que trabajan en favor del respeto y la

    protección de los derechos humanos.

    Nuestra visión es la de un mundo en el que todas las

    personas disfrutan de todos los derechos humanos

    proclamados en la Declaración Universal de Derechos

    Humanos y en otras normas internacionales.

    Somos independientes de todo gobierno, ideología

    política, interés económico y credo religioso. Nuestro trabajo

    se financia principalmente con las contribuciones de nuestra

    membresía y con donativos.

    © Amnesty International 2020 Salvo cuando se indique lo contrario, el contenido de este documento está protegido por una licencia 4.0 de Creative Commons (atribución, no comercial, sin obra derivada, internacional). https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcode Para más información, visiten la página Permisos de nuestro sitio web: https://www.amnesty.org/es/about-us/permissions/. El material atribuido a titulares de derechos de autor distintos de Amnistía Internacional no está sujeto a la licencia Creative Commons.

    Foto de portada: Cadáveres de cinco personas refugiadas y migrantes recuperados en el mar después de que su embarcación se hundiera frente a la costa de la ciudad libia de Al Jums el 27 de agosto de 2019. Los sobrevivientes fueron devueltos a Libia por la Guardia Costera libia, donde quedaron detenidos indefinidamente y de forma arbitraria. © MAHMUD TURKIA/AFP vía Getty Images

    Publicado por primera vez en 2020 por Amnesty International Ltd. Peter Benenson House, 1 Easton Street London WC1X 0DW, Reino Unido

    Índice: MDE 19/3084/2020 Spanish Idioma original: Inglés

    amnesty.org

    https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcodehttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcodehttps://www.amnesty.org/es/about/permissions/

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    1. RESUMEN

    “Una noche, a las tres de la madrugada, entraron en nuestra casa unos criminales. Golpearon a mi esposa. Yo luché. Me apuñalaron en una pierna y dijeron: ‘Si te mueves, le pegamos un tiro’. Nos secuestraron y nos llevaron a un hangar a las afueras de Trípoli. Pedían 20.000 dólares [estadounidenses] por persona. En el hangar había 16 o 17 personas, de Somalia, Eritrea y Etiopía. Estuvimos allí unos 15 días [...]. Golpean a la gente. Cuando llegas, te desnudan, golpean a los hombres y violan a las mujeres. A las dos semanas, corrí el riesgo y escapé”. “Ahmed”, que soportó una larga sucesión de abusos contra los derechos humanos en Libia, donde vivió entre 2017 y 2019, tras haber salido, siendo todavía un niño, de Somalia, huyendo del grupo armado Al Shabab.

    En Libia, las personas refugiadas y migrantes están atrapadas en una espiral de graves abusos y violaciones de derechos humanos –como reclusión arbitraria por tiempo prolongado y otras formas de privación de libertad, tortura y otros malos tratos, homicidios ilegítimos, violación y violencia sexual, trabajo forzoso y explotación– cometidos por agentes estatales y no estatales en un clima de casi total impunidad.

    Estos hechos no son nuevos. Personas refugiadas y migrantes, activistas y defensores y defensoras libios de los derechos humanos, periodistas, órganos de la ONU y organizaciones humanitarias y de derechos humanos llevan años haciendo sonar la alarma sobre las terribles condiciones que las personas refugiadas y migrantes son obligadas a soportar en Libia. Investigaciones anteriores de Amnistía Internacional han puesto constantemente de manifiesto la terrible variedad de abusos y violaciones de derechos humanos que se han venido cometiendo contra las personas refugiadas y migrantes en Libia en los últimos diez años.

    El catálogo de crueldades perpetradas contra ellas persiste, y a su sufrimiento se han sumado las restricciones a la movilidad impuestas desde mayo de 2020 para contener la propagación de la COVID-19, que dejan a miles de hombres, mujeres, niños y niñas abandonados indefinidamente a su suerte en situaciones de horror inimaginables.

    Para investigar la situación en que se encuentran las personas refugiadas y migrantes en Libia, Amnistía Internacional realizó exhaustivas entrevistas a 43 personas; examinó documentos oficiales, declaraciones y publicaciones de redes sociales gestionadas por instituciones libias, e informes y datos publicados por órganos de la ONU y organizaciones nacionales e internacionales, y analizó y verificó material audiovisual,

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    como vídeos, fotografías e imágenes de satélite. El equipo de investigación de Amnistía Internacional no solicitó visitar Libia para llevar a cabo la investigación en que está basado este informe debido a las restricciones a la movilidad impuestas como consecuencia de la COVID-19, por lo que realizó fundamentalmente entrevistas a distancia entre mayo y septiembre de 2020. De estas entrevistas, 32 fueron con personas refugiadas y migrantes que habían vivido en Libia o que continuaban allí en el momento de redactar el informe, seleccionadas para ello porque estaban dispuestas a contar su experiencia. El equipo entrevistó también a 11 personas más que tenían conocimiento directo de la situación de las personas refugiadas y migrantes en Libia o acceso a centros de detención; entre ellas había personal de organizaciones de derechos humanos y humanitarias, activistas de la sociedad civil local y periodistas. Las conclusiones de la organización están también basadas en su labor de seguimiento y documentación a largo plazo de la situación de las personas refugiadas y migrantes en Libia. Las conclusiones y recomendaciones se enviaron a Fathi Baghasha, ministro del Interior del Gobierno de Acuerdo Nacional, y a la Misión Permanente de Libia en Ginebra. En el momento de la publicación del informe no se había recibido aún ninguna respuesta.

    La terrible situación de las personas refugiadas y migrantes en Libia se da en un contexto de conflicto armado persistente, inseguridad y desgobierno. La lucha por la legitimidad, el gobierno y el control territorial se libra entre el Gobierno de Acuerdo Nacional, respaldado por la ONU y que controla la mayor parte del oeste de Libia, y el autoproclamado Ejército Nacional Libio, que tiene el control de la mayor parte del este del país. Ambos bandos están apoyados por una enorme variedad de milicias o grupos armados, así como potencias extranjeras.

    A pesar de ello, la Unión Europea (UE) y sus Estados miembros continúan aplicando políticas que mantienen atrapadas en Libia a las personas migrantes y refugiadas. En particular, con el fin de reducir el número de llegadas irregulares por mar a Europa, en los últimos años Italia y otros Estados miembros han suministrado lanchas motoras, formación y otras formas de asistencia al Gobierno de Acuerdo Nacional para que la Guardia Costera Libia y la Administración General de Seguridad Costera puedan interceptar a las personas refugiadas y migrantes en el mar y desembarcarlas luego en Libia. Este apoyo no ha estado jamás condicionado a que el Gobierno de Acuerdo Nacional adopte medidas para garantizar el respeto de los derechos de las personas refugiadas y migrantes; de hecho, ha sido causa de la detención arbitraria y por tiempo indefinido de miles de hombres, mujeres, niños y niñas en Libia tras haber sido interceptados en el mar.

    Entre enero y mediados de septiembre de 2020, la Guardia Costera Libia ha desembarcado al menos a 8.435 personas en Libia, según la Organización Internacional para las Migraciones. Muchas han sido entregadas al Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, dependiente del Ministerio del Interior, donde han sido sometidas a detención arbitraria y por tiempo indefinido en condiciones inhumanas. Miles de personas más permanecen sometidas a desaparición forzada, tras haber sido trasladadas a centros de detención no oficiales, entre los que figuran uno de Trípoli conocido como la Fábrica de Tabaco (por el uso que se le daba anteriormente) y controlado por la Agencia de Seguridad Pública, milicia afín al Gobierno de Acuerdo Nacional y que está bajo el mando de Emad al Tarabulsi; varios “centros de recopilación de datos e investigaciones” de Trípoli y Zuara bajo el control nominal del Ministerio del Interior, y otros lugares no revelados. Muchas otras han sido víctimas de desaparición forzada después de que las sacaran de centros detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, donde habían sido recluidas inicialmente tras su desembarco.

    En Libia, las personas refugiadas y migrantes están expuestas constantemente a ser detenidas o secuestradas por agentes de las fuerzas de seguridad, miembros de milicias o grupos armados, traficantes, bandas delictivas u otras entidades con actividades ilegales. Las 32 personas refugiadas y migrantes entrevistadas para la elaboración de este informe habían sido detenidas o secuestradas al menos una vez durante su estancia en Libia, y muchas estuvieron bastante tiempo recluidas en diversos centros de detención. Ninguna de las detenciones documentadas por Amnistía Internacional estaba basada en decisiones judiciales, y las personas detenidas, especialmente tras su desembarco, no tuvieron posibilidad de impugnar la legalidad de su detención. Las 32 personas refugiadas y migrantes entrevistadas para este informe habían sido detenidas al menos una vez para pedir rescate por ellas, y habían sufrido tortura, violación o hambre hasta que sus familias pagaron las sumas pedidas.

    “Dawit”, refugiado que había escapado de reclutamiento forzado y por tiempo indefinido en su país de origen y que había intentado llegar a Europa tras sufrir toda clase de abusos en Libia desde 2017, contó así el terrible sufrimiento de haber sido capturado por una milicia afín al Gobierno de Acuerdo Nacional en julio de 2020:

    Durante 15 días, nos golpearon con barras de hierro, con mangueras, con todo lo que tenían a mano. Nos pidieron que pagásemos 6.000 dinares libios [alrededor de 4.300 dólares estadounidenses al cambio oficial, o 950 al cambio del mercado] por persona, ya fuera adulta o bebé.

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    Las personas entrevistadas por Amnistía Internacional que habían estado recluidas en centros de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular en el oeste de Libia habían pasado entre 15 días y casi tres años privadas de libertad. La duración de su detención dependía por lo general de su capacidad para pagar el rescate o para escapar.

    Amnistía Internacional determinó que los funcionarios, los miembros de las milicias o los grupos armados y los traficantes sometían sistemáticamente a las personas refugiadas y migrantes a condiciones inhumanas de reclusión, tortura y otros malos tratos, trabajo forzoso y otros actos de violencia. Se documentaron este tipo de delitos en centros de detención y prisiones del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, dependientes nominalmente de los ministerios de Justicia o Interior, y en centros no oficiales controlados por milicias o grupos armados o establecidos por traficantes. Entre los métodos de tortura mencionados más frecuentemente figuraban las palizas con tubos, mangueras y barras y la administración de descargas eléctricas. Las mujeres y las niñas corrían además riesgo de sufrir explotación y violencia sexuales. Los perpetradores, incluidos los funcionarios del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, torturaban o sometían a malos tratos a las personas bajo su custodia para castigarlas y humillarlas o para pedir rescate por ellas. Las personas que habían estado detenidas dijeron a Amnistía Internacional que los guardias del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular las golpeaban por quejarse de sus condiciones, por “contestarles” o, a veces, sin ningún motivo aparente en absoluto.

    “Ikenna”, que había huido de la violencia en Nigeria, contó a Amnistía Internacional que los guardias de un centro del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular le rompieron la pierna en marzo de 2020 “sólo por correr”.

    Las personas migrantes y refugiadas explicaron también a Amnistía que padecían una falta crónica de alimentos tanto en los centros de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular como en otros lugares de cautiverio.

    “Zahra”, refugiada que contaba que había escapado del trabajo forzoso y la violencia en su país de origen y había llegado a Libia en 2018, dijo a Amnistía Internacional:

    En Bani Walid, me golpearon, me dejaron sin comer ni beber con tanta frecuencia que no podía caminar y tenía problemas de riñón. Estuve allí cinco meses. Caí enferma.

    Amnistía Internacional recibió informes sobre múltiples muertes bajo custodia en centros de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular, y otros lugares de cautividad, en un contexto de falta de medidas de las autoridades para investigar las circunstancias y las causas de las muertes y poner a los responsables a disposición de la justicia.

    Siete personas refugiadas y migrantes que habían estado recluidas entre 2017 y 2020 en centros de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular contaron a Amnistía Internacional que habían visto morir bajo custodia a varios amigos y amigas, familiares y otras personas detenidas. Ocho de las personas refugiadas y migrantes entrevistadas por Amnistía Internacional dijeron que habían presenciado una o numerosas muertes estando bajo custodia de traficantes entre 2017 y 2020. Citaron la violencia con arma de fuego, la tortura, el hambre, la negación de atención médica y las malas condiciones en general de reclusión como causas de las muertes.

    Un crimen particularmente atroz fue el cometido el 27 de mayo de 2020 en la ciudad de Mazda, situada 180 kilómetros al sur de la capital, Trípoli, donde los traficantes dispararon contra un grupo de alrededor de 200 personas, de las que 30 murieron y otras 11 resultaron heridas. En otro incidente documentado por Amnistía Internacional y ocurrido en julio de 2020, las fuerzas de seguridad de la ciudad de Al Jums, situada 100 kilómetros al este de Trípoli, abrieron fuego contra personas refugiadas y migrantes desarmadas que intentaban huir de su lugar de detención y tres de ellas murieron y otras dos resultaron heridas.

    Las personas refugiadas y migrantes detenidas en el este de Libia corren además riesgo de devolución a países vecinos sin el debido proceso ni la posibilidad de solicitar protección internacional; de hecho, en 2020 han sido expulsadas colectivamente en las fronteras terrestres al menos 5.065 personas. A algunas las han dejado abandonas en las fronteras con Sudán y Chad sin comida ni agua.

    Incluso cuando quedan en libertad, las personas refugiadas y migrantes están también expuestas a sufrir abusos y explotación sistémicos a manos de grupos armados y milicias o de otras entidades con actividades delictivas. No pueden buscar protección contra la explotación a que son sometidas por entidades empleadoras sin escrúpulos, que a menudo se niegan a pagarles sus salarios o les pagan menos de lo prometido. Y si se los pagan, se exponen a que hombres armados les roben en la calle o en sus hogares. Viven bajo la amenaza constante de ser obligadas a trabajar, sobre todo en la limpieza o la construcción, para milicias y grupos armados a cambio de muy poco dinero o sin cobrar nada en absoluto.

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    Las mujeres y las niñas, en particular, están expuestas a sufrir violencia sexual a manos de bandas, grupos armados, y hasta particulares, incluso en sus lugares de trabajo.

    “Zahra” contó a Amnistía Internacional:

    Las mujeres trabajan de empleadas domésticas, pero suelen dejar el trabajo a los pocos días debido al acoso sexual y la violación. Tienen miedo de trabajar en casas libias.

    El impacto económico de la COVID-19 ha asestado un duro golpe a los medios de sustento de las personas refugiadas y migrantes y a su acceso al trabajo. Incluso antes de la pandemia, muchas personas refugiadas y migrantes tenían acceso limitado o nulo a una vivienda o a atención de la salud adecuadas. A pesar de su situación de vulnerabilidad, las autoridades libias y las que controlan de facto territorios han hecho pocos esfuerzos por garantizar su acceso a información y servicios de salud desde la propagación de la COVID-19 en Libia. Al desempeñar el Estado una función limitada en la prestación de servicios esenciales, las personas refugiadas y migrantes se ven obligadas a depender de la ayuda de comunidades de la diáspora o de organizaciones humanitarias.

    También caen atrapadas en hostilidades armadas. Amnistía Internacional ha documentado casos de combatientes de ambas partes del conflicto que obligaban a personas refugiadas y migrantes a prestar apoyo a operaciones militares con labores como portar armas o limpiar bases militares. “Tony”, trabajador migrante de Níger, contó a Amnistía Internacional que había sido obligado a portar armas y material capturados por fuerzas afines al Gobierno de Acuerdo Nacional en Tarhuna cuando tomaron el control de la ciudad el 5 de junio de 2020.

    La organización examinó y verificó también numerosos vídeos que han circulado en Internet en 2020 y que muestran a combatientes de ambas partes en el conflicto haciendo desfilar, humillando, golpeando, insultando y profiriendo improperios racistas contra ciudadanos y ciudadanas extranjeros capturados, a los que acusan de participar en los combates en favor de sus rivales. En un vídeo que circuló en Internet en mayo de 2020, dos combatientes que dicen formar parte de la Brigada 646 del Ejército Nacional Libio golpean e insultan a un hombre negro capturado, al que han atado.

    Los abusos y violaciones de derechos humanos contra personas refugiadas y migrantes se comenten en un contexto de racismo y xenofobia generalizados. Funcionarios, miembros de milicias y grupos armados y particulares utilizan a menudo un lenguaje racista y despectivo para referirse a las personas negras. Se culpa a los ciudadanos y ciudadanas extranjeros, en particular a los del África subsahariana, del aumento de la delincuencia y de la propagación de enfermedades, incluida la COVID-19, sin que las autoridades libias hagan nada para abordar la intolerancia y los abusos. Entre quienes utilizan públicamente expresiones con connotaciones racistas figuran altos cargos. En una declaración de diciembre de 2018, el actual ministro del Interior del Gobierno de Acuerdo Nacional, Fathi Bashagha, describió a tres personas que habían atacado en Trípoli el Ministerio de Asuntos Exteriores como gente de “piel africana”. Cuarenta y cinco ONG libias condenaron el comentario por considerarlo racista y discriminatorio.

    Amnistía Internacional ha determinado que los funcionarios libios, los miembros de los grupos armados y las milicias, los traficantes y las bandas delictivas cometen homicidios ilegítimos, tortura, violaciones y explotación de personas refugiadas y migrantes sin temor a sufrir ninguna consecuencia. Muchos de estos terribles delitos se cometen a la vista pública, a veces a plena luz del día, lo que pone de manifiesto la flagrante falta de respeto por la vida, el bienestar y la dignidad de las personas refugiadas y migrantes en Libia. A pesar de las promesas periódicas de las autoridades libias de abordarlos, la mayoría de estos crímenes no se investigan ni castigan.

    El clima de impunidad imperante en Libia ha quedado claramente patente a raíz de haberse informado de que dos hombres sobre los que pesan órdenes de detención de la fiscalía libia y que figuran en la lista de sanciones de la ONU por su presunta participación en trata de seres humanos mantienen todavía vínculos oficiales con el Gobierno de Acuerdo Nacional. Ahmad al Dabbashi, conocido también como “Al Amou”, fue visto en abril de 2020 cuando combatía junto a las fuerzas del Gobierno de Acuerdo Nacional, mientras que Abdelrahman Milad, conocido también como “Al Bidja”, era comandante de la Guardia Costera Libia en la refinería de petróleo de Al Zauiya en el momento de redactar el presente informe.

    Las personas refugiadas y migrantes no se dirigen a la policía o las fiscalías para presentar denuncias o pedir protección porque temen ser detenidas, recluidas, deportadas o sometidas a represalias por los perpetradores de los abusos que han sufrido.

    “Ahmed” dijo a Amnistía Internacional en julio de 2020 que acudir a la policía era impensable:

    Si voy a la comisaría [de policía], me dicen que les enseñe el pasaporte. Si no tengo pasaporte, me dicen que soy inmigrante ilegal y que me van a llevar a un centro de detención [...] Si vas a denunciar a alguien a la

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    policía, es posible que un primo o un hermano suyo esté en un grupo armado, así que temes por tu vida y no puedes acudir a la justicia.

    Todas las personas refugiadas y migrantes entrevistadas por Amnistía Internacional para la elaboración de este informe habían sufrido tremendos abusos y violaciones de derechos humanos durante su viaje y su estancia en Libia. Los cierres temporales de fronteras y las restricciones a la circulación impuestos tras el brote de COVID-19 han limitado aún más las posibilidades de encontrar una forma segura de salir de Libia, dada la suspensión temporal de los programas de reasentamiento y repatriación de los organismos de la ONU. Pero incluso antes de la imposición de las restricciones a la circulación como consecuencia de la COVID-19, los programas de evacuación y reasentamiento existentes eran completamente insuficientes para proporcional vías legales y seguras de salida de Libia a las decenas de miles de mujeres, niñas, hombres y niños atrapados allí en terribles condiciones. Desde 2017, sólo se han beneficiado de tales programas 5.709 personas en situación de vulnerabilidad. Este estado de cosas supone en la práctica que las personas refugiadas y migrantes en situación desesperada tienen pocas formas realistas de salir de Libia aparte de arriesgarse a cruzar el Mediterráneo central, vía que sigue estando llena de peligros. Una persona refugiada que llevaba cuatro años en Libia dijo Amnistía en agosto de 2020:

    En este preciso momento hay personas refugiadas dispuestas a cruzar el mar [No hay] evacuaciones ni reasentamientos […] Los refugiados en Libia corren peligro. [Estamos] entre la vida y la muerte.

    Debido a la intensificación del control de las fronteras, fomentada y apoyada por los Estados miembros y las instituciones de la UE, el número total de personas que cruzan el mar desde Libia se ha reducido enormemente desde mediados de 2017, lo que ha provocado también un descenso del número absoluto de ahogamientos documentados, habiéndose registrado 562 en 2020, hasta mediados de septiembre. Sin embargo, la retirada de los recursos europeos destinados a salvamento dio lugar a un aumento del índice de muertes en 2018 y 2019, y agravó el riesgo de que se produzcan “naufragios invisibles” sin que se tenga noticia de ellos.

    El 17 de agosto de 2020, al menos 45 personas refugiadas y migrantes, entre ellas 5 menores de edad, murieron en varios naufragios ocurridos frente a la costa de Zuara, localidad situada 100 kilómetros al oeste de Trípoli. Supervivientes de uno de esos incidentes dijeron que unos hombres armados habían disparado contra su embarcación, donde viajaban más de 80 personas refugiadas y migrantes, por lo que el motor se prendió fuego y la embarcación zozobró. Algunas de esas personas se ahogaron, y otras sufrieron quemaduras. Los amigos de un refugiado que murió en un naufragio el 17 de agosto de 2020 explicaron que, antes de emprender el viaje, había escrito en su página de Facebook:

    Escaparemos de la patria. Correremos con energía hacia el exilio, pero el distanciamiento también es cruel e insoportable. Al final absorverá el néctar de nuestra vida.

    Las personas refugiadas y migrantes que vivían todavía en Libia cuando Amnistía Internacional las entrevistó entre mayo y agosto de 2020 dijeron que, a pesar de poner su vida en peligro, habían intentado múltiples veces cruzar el Mediterráneo en frágiles embarcaciones, debido a los terribles abusos y violaciones de derechos humanos que sufrían en el país y a la falta de rutas alternativas más seguras para salir de él. En todas las ocasiones, habían sido interceptadas por la Guardia Costera Libia y devueltas al litoral libio para enfrentarse una vez más a la misma espiral de abusos.

    Para acabar con la espiral de abusos, las autoridades libias deben poner fin a la detención arbitraria y la reclusión por tiempo indefinido de personas refugiadas y migrantes sin más razón que su condición migratoria, cerrar los centros de detención para personas migrantes y hacer rendir cuentas a los responsables de los horribles crímenes cometidos cualesquiera que sean su rango o afiliación. Se debe garantizar a las personas refugiadas y migrantes el acceso sin discriminación a servicios de salud adecuados, especialmente durante la actual pandemia. Las partes en el conflicto deben protegerlas de la tortura y otros malos tratos, la privación ilícita de libertad y otras violaciones del derecho internacional humanitario.

    La UE y sus Estados miembros deben responder a los llamamientos que han hecho Amnistía y otras entidades para se replanteen totalmente su cooperación con Libia en materia de migración y se centren en proteger los derechos humanos en vez de seguir aplicando políticas que dan lugar a la retención de personas en condiciones abusivas. Deben abrir rutas legales y seguras a Europa, con medidas como ofrecer un número significativo de plazas de reasentamiento y vías alternativas para obtener protección internacional. Deben también garantizar que las personas refugiadas y migrantes rescatadas en el mar, incluidas las interceptadas por la Guardia Costera Libia o las que se encuentren en la zona libia de búsqueda y salvamento, son desembarcadas en un lugar seguro, que esté en Libia, y cooperar con las autoridades libias en la determinación con prontitud de lugares seguros adecuados.

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    2. CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

    Personas refugiadas y migrantes con una pancarta durante la visita del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, al centro de detención de inmigrantes Ain Zara en Trípoli el 4 de abril de 2019. © MAHMUD TURKIA/AFP via Getty Images.

    “En este preciso momento hay personas refugiadas dispuestas a cruzar el mar [No hay] evacuaciones ni reasentamientos […] Los refugiados en Libia corren peligro. [Estamos] entre la vida y la muerte”. Persona refugiada que describió a Amnistía Internacional la precaria situación de las personas refugiadas y migrantes en Libia, agosto de 2020.

    Libia sigue siendo un país no seguro para las personas refugiadas y migrantes, donde su vida, libertad y seguridad física corren peligro. Las vulnerabilidades de las personas refugiadas y migrantes se ven agravadas por el actual conflicto, el quebrantamiento del Estado de derecho y la incapacidad y la falta de disposición de las autoridades para abordar los persistentes patrones de abusos contra los ciudadanos y ciudadanas extranjeros. Dados los horrores que sufren las personas migrantes y refugiadas en Libia, las rescatadas o interceptadas en el Mediterráneo central no deben ser devueltas a Libia, sino desembarcadas en un lugar seguro. Esta valoración de la situación coincide con la posición más reciente de ACNUR sobre los retornos a Libia, emitida en septiembre de 2020, a saber:

    Teniendo en cuenta la inestable situación existente en general en materia de seguridad y los riesgos particulares que corren en materia de protección los ciudadanos y ciudadanas extranjeros (que incluyen detención arbitraria y reclusión ilícita en condiciones precarias en centros de detención administrados

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    Amnistía Internacional

    por el Estado y denuncias de graves abusos y violaciones de derechos humanos contra personas solicitantes de asilo, refugiadas y migrantes a manos de, entre otros, milicias, traficantes de personas y pasadores de fronteras), ACNUR no cree que Libia cumpla los criterios necesarios para ser designada un lugar seguro a efectos de desembarco tras el salvamento en el mar.1

    A pesar de que la difícil situación de las personas refugiadas y migrantes en Libia está perfectamente documentada, los Estados miembros y las instituciones de la UE continúan ofreciendo su apoyo al gobierno libio, sin haberlo condicionado nunca a que las autoridades libias adopten las medidas necesarias para garantizar el respeto de los derechos de las personas refugiadas y migrantes desembarcadas en Libia. La cooperación internacional debe centrarse en los abusos y violaciones de derechos humanos que sufren las personas refugiadas y migrantes atrapadas en el país, en vez de en la continuación políticas que dan lugar a la retención de personas en una situación abusiva.

    Amnistía Internacional formula las recomendaciones siguientes a:

    TODAS LAS AUTORIDADES LIBIAS Y LOS GRUPOS CON EL CONTROL DE FACTO DE TERRITORIOS

    Localizar, registrar y dejar en libertad a los ciudadanos y ciudadanas extranjeros recluidos en centros de detención y prisiones ordinarias del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular o mantenidos en cautividad por milicias, grupos armados y bandas delictivas, y garantizarles la debida asistencia y acceso a sus derechos, incluida la capacidad de solicitar protección internacional en otros países.

    Despenalizar la entrada, estancia y salida irregulares y poner fin a la política y la práctica de la detención obligatoria de las personas refugiadas y migrantes que se considere que están en situación irregular. Reformar la Ley núm. 19 de 2010 sobre la Lucha contra la Migración Irregular y la Ley núm. 6 de 1987 para que la entrada, estancia y salida irregulares sean sólo una infracción administrativa. Poner fin a la detención y reclusión arbitrarias de ciudadanos y ciudadanas extranjeros sin más razón que su condición migratoria y cerrar todos los centros de detención para inmigrantes, incluidos los administrados por el Departamento de Lucha contra la Migración Irregular.

    Mientras se pone en libertad a todas las personas detenidas arbitrariamente y se cierran los centros de detención para inmigrantes, garantizar que se proporciona a todas ellas alimentación adecuada y acceso a servicios de salud y que están protegidas contra la tortura y otros malos tratos, la violencia sexual y la explotación y el trabajo forzoso. Las mujeres deben ser recluidas en centros con personal femenino debidamente capacitado, y los niños y las niñas deben estar separados de las personas adultas con las que no tengan ninguna relación.

    Permitir el acceso sin restricciones de las agencias humanitarias a todos los lugares donde se recluya o desembarque a personas refugiadas y migrantes. Revelar la suerte y el parado de las personas refugiadas y migrantes sometidas a desaparición forzada tras su desembarco o su traslado desde centros oficiales de detención del Departamento de Lucha contra la Migración Irregular.

    Garantizar que toda persona rescatada en el mar, incluidas las rescatadas en la zona libia de búsqueda y salvamento o por la Guardia Costera Libia, es desembarcada en un lugar seguro, que no sea Libia.

    Iniciar investigaciones independientes e imparciales sobre todas las denuncias de tortura y otros malos tratos, violación y otras formas de violencia sexual, homicidio ilegítimo, desaparición forzada, trabajo forzoso y explotación y otras violaciones de derechos humanos y crímenes cometidos contra personas refugiadas y migrantes dentro o fuera del contexto de la detención, con independencia de que los presuntos responsables sean agentes estatales, miembros de milicias o grupos armados, traficantes u otros sujetos, con miras a poner los responsables a disposición de la justicia para que sean sometidos a juicios justos.

    1 ACNUR, UNHCR Position on the Designations of Libya as a Safe Third Country and as a Place of Safety for the Purpose of Disembarkation Following Rescue at Sea, septiembre de 2020, www.refworld.org/docid/5f1edee24.html (consultado el 15 de septiembre de 2020; traducción de Amnistía Internacional).

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    Amnistía Internacional

    Permitir que los ciudadanos y ciudadanas extranjeros presenten denuncias en la policía y las fiscalías sin temor a ser detenidos, recluidos o deportados debido a su condición migratoria.

    Garantizar el respeto estricto del principio de no devolución y garantizar que toda persona que vaya a ser deportada tiene acceso al debido proceso, asistencia letrada y derecho a impugnar su expulsión ante las autoridades judiciales.

    Tomar medidas para combatir el racismo y la xenofobia. Realizar campañas de sensibilización. Abordar el uso de expresiones racistas por las autoridades, incluso por medio de medidas disciplinarias y penales. Integrar programas contra el racismo en la capacitación de funcionarios de organismos como el Departamento de Lucha contra la Migración Irregular y la Guardia Costera Libia. Garantizar que las personas que sufren ataques racistas pueden denunciarlos libremente antes las autoridades con independencia de su condición migratoria.

    Ordenar a los grupos armados y milicias afines que no sometan a las personas refugiadas y migrantes a trabajo forzoso, ni siquiera para apoyar operaciones militares, y que pongan fin de inmediato a la privación ilícita de libertad y la tortura y otros malos tratos de migrantes y hagan rendir cuentas a los responsables.

    Poner fin al apoyo a milicias responsables de violaciones de derechos humanos y garantizar que ninguna milicia ni grupo armado se integra en las instituciones del Estado sin verificar los antecedentes de aquellas de las que haya razones para creer que han cometido violaciones de derechos humanos o crímenes de derecho internacional.

    Tomar medidas para garantizar que las personas refugiadas y migrantes pueden acceder en Libia a atención adecuada de la salud, incluidos servicios de urgencia, con independencia de su condición migratoria.

    EL GOBIERNO DE ACUERDO NACIONAL DE LIBIA

    Firmar y ratificar la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de

    1967 y formalizar la presencia de ACNUR. Firmar y ratificar las Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra

    las Desapariciones Forzadas de 2006.

    LA UE Y SUS ESTADOS MIEMBROS:

    Revisar y reformar las políticas de cooperación son Libia en materia de migración y control de fronteras con miras a poner fin a todas las acciones que contribuyan a la retención de personas en un país donde están en grave y constante peligro. En particular, revisar toda la cooperación con Libia en materia de migración y control de fronteras –brindada en forma de apoyo económico, institucional, material, normativo o para el fomento de la capacidad– dando prioridad a la protección de los derechos humanos de las personas refugiadas y migrantes en el país.

    Condicionar toda cooperación con Libia en materia de migración y control de fronteras a la adopción por su parte de medidas concretas y verificables para proteger los derechos de las personas refugiadas y migrantes en el país, entre ellas el cierre de los centros de detención ,la liberación de todas las que están detenidas arbitrariamente debido a su condición migratoria, la revelación de la suerte y el paradero de las sometidas a desaparición forzada y la promulgación de legislación sobre asilo.

    Abrir rutas seguras y legales a Europa, en particular ofreciendo un número significativo de plazas de reasentamiento y vías alternativas para la protección de los miles de personas que están atrapadas en Libia y tienen necesidad de ella, y revisando las políticas migratorias con miras a facilitar vías de entrada regular a migrantes en potencia.

    Adoptar un mecanismo de desembarco previsible abordando la situación específica en la zona libia de búsqueda y salvamento para garantizar que todas las personas refugiadas y migrantes rescatadas en el mar son desembarcadas con prontitud en un lugar seguro, que sea Libia.

  • 11 “ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE” PERSONAS REFUGIADAS Y MIGRANTES ATRAPADAS EN LA ESPIRAL DE ABUSOS DE LIBIA

    Amnistía Internacional

    Exigir que las autoridades libias garanticen que las personas refugiadas y migrantes rescatadas en el mar con su coordinación son desembarcadas en un lugar seguro, que no sea Libia, y cooperar con ellas en la determinación con prontitud de un lugar seguro adecuado.

    Garantiza que se despliegan un número suficiente de barcos con la función de búsqueda y salvamento como objetivo primario en las rutas de las embarcaciones que transportan a personas refugiadas y migrantes, incluidas las proximidades de las aguas territoriales libias, mientras continúen las salidas de personas refugiadas y migrantes desde el litoral libio.

    Abstenerse de obstaculizar e impedir las actividades de las ONG de salvamento en el Mediterráneo central.

    Establecer mecanismos de seguimiento y rendición de cuentas para abordar las violaciones de derechos humanos cometidas en las fronteras exteriores de la UE y derivadas de la cooperación en materia de migración y control de fronteras con terceros países.

  • AMNISTÍA INTERNACIONAL ES UN MOVIMIENTO GLOBAL DE DERECHOS HUMANOS. LAS INJUSTICIAS QUE AFECTAN A UNA SOLA PERSONA NOS AFECTAN A TODAS LAS DEMÁS.

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  • ‘ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE’ PERSONAS REFUGIADAS Y MIGRANTES ATRAPADAS EN LA ESPIRAL DE ABUSOS DE LIBIA

    Las personas refugiadas y migrantes en Libia están atrapados en una

    espiral de graves violaciones y abusos de los derechos humanos, que

    incluyen detenciones arbitrarias prolongadas y otras formas de privación

    ilegal de la libertad, tortura y otros malos tratos, homicidios ilegítimos,

    violaciones y otros actos de violencia sexual, trabajo forzoso y

    explotación a manos de agentes estatales y no estatales en un contexto

    de casi total impunidad.

    A pesar de ello, Estados miembros de la Unión Europea (UE),

    encabezados por Italia, han colaborado con las autoridades libias —

    proporcionando lanchas rápidas, formación y asistencia en la

    coordinación de operaciones en el mar— para garantizar que las

    personas que intentan huir del país en barco son interceptadas en el mar

    y devueltas a Libia.

    Los programas de reasentamiento y evacuación existentes son

    insuficientes para proporcionar vías seguras y legales de salida de Libia

    a las personas necesitadas. Los cierres de fronteras y las restricciones a

    la circulación impuestas debido a la pandemia de COVID-19 han

    agravado aún más la situación, dejando a las personas desesperadas con

    pocas salidas realistas de Libia que no sean tratar de emprender el

    peligroso cruce del Mediterráneo central.

    Para romper la espiral de abusos, la UE y sus Estados miembros deben

    reconsiderar su cooperación con Libia en materia de migración,

    condicionando cualquier apoyo adicional a la adopción de medidas

    inmediatas para poner fin a los horribles abusos contra las personas

    refugiadas y migrantes.

    ÍNDICE: MDE 19/3084/2020 SEPTIEMBRE 2020 IDIOMA: ESPAÑOL

    amnesty.org