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Alberto Ruy Sánchez y sus preferencias poéticas Leonard Bernstein a cien años de su nacimiento Metalibros a través de la pluma de Edgar Krauss AÑO 9 • NÚMERO 112• SEPTIEMBRE 2018

AÑO 9 • NÚMERO 112• SEPTIEMBRE 2018 · Por su-puesto, hay libros que nunca ... a la ciudad, lo primero que hizo fue regalar-me el libro. ... Sí. El autor del que más libros

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Alberto Ruy Sánchezy sus preferenciaspoéticas

Leonard Bernsteina cien añosde su nacimiento

Metalibros a través de la plumade Edgar Krauss

AÑO 9 • NÚMERO 112• SEPTIEMBRE 2018

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EL LIBRO MÁS IMPORTANTE QUE DEBES LEER EN SEPTIEMBREDe herencias y Herederos, un libro de Luis C. López Morton, en conversaciones con Luis Ignacio Sáinz y arte de Paco Calderón. Un manual de recomendaciones prácticas para decidir, repartir y dividir una herencia, no a la familia.

¿Cómo ha crecido tu biblioteca?Empecé a comprar libros compul-sivamente cuando tenía catorce años. En las diferentes etapas y mudanzas de la vida muchos de los libros que he tenido se van. Una de las donaciones más grandes que he hecho fue a la Casa del Poeta: tomé seis cajas de libros que estuvieron embo-degados más de tres años y las llevé. Pero siempre vuelven más. Mi biblioteca crece y decrece de-pendiendo de las mudanzas. Casi todo lo que tengo aquí viene de dos años y medio a la fecha, pues me mudé casi sin libros. Por su-puesto, hay libros que nunca he sacado, que tienen conmigo des-de los catorce años.

¿Tu librero tiene algún orden?Intento que tengan cierto orden. Por ejemplo, en un lugar guardo los de Amarillo Editores, la edito-rial que tengo desde hace quince años. Me los traje todos y los puse juntos. Son algunas de mis joyas de la familia. Intento también que las colecciones estén juntas. Hay una parte en la que venía todo con mucho orden, pero en medio hay un caos. Ya no tuve tiempo de acomodarlos y los dejé así. Luego quise acomodarlos pero me gustó cómo se ve el caos. Me gusta en-trar y que no se vea todo tan per-fecto. Hay otra sección en la que tengo libros que representan algo especial para mí. Esos están en un lugar distinto.

¿Cuál es el libro más antiguo?El más viejo se llama El viaje de los niños del libro en la mano (Una vuelta alrededor del mundo). Es de Adela Palacios, del 64. Mi abuela me lo prestó cuando era niña. A mí me gustaba leer y siempre que iba a su casa me metía a su biblioteca para ver qué agarra-ba. Entonces me dijo, ‘ven, te voy a prestar un libro que te va a encantar’. Y me prestó este, yo debía tener entonces ocho o nueve años. Es un libro padrísimo sobre un grupo de niños de sexto año de primaria que viajan alrededor del mundo y tienen mil aventuras. Cuando murió mi abuelo y mi abuela se mudó a la ciudad, lo primero que hizo fue regalar-me el libro. El otro día pasó algo maravilloso: lo saqué, me puse a hojearlo y me encontré algunas cartas y poemas que mi abuelo le es-cribió a mi abuela.

¿Se repite algún autor en tu librero?Sí. El autor del que más libros he leído en toda mi vida es Gabriel García Márquez. Todos mis ejemplares de García Márquez tienen algunos años ya, pues son de los 90, cuando empecé a comprar mis propios libros. Tengo casi todos los libros que están en la colección de Diana. Mi favorito es El amor en los tiempos del cóle-ra (Diana) y lo he prestado mucho. Por fortu-na, siempre vuelve.

¿Cuál es tu joya más preciada?Mi joya más preciada es un libro que se llama Prisma. Antología poética de la vanguardia hispanoamericana (Alfaguara). Este libro lo compré un día, mientras esperaba a un escri-tor que nos haría un prólogo para los libros de Amarillo. Como llegué muy temprano a la cita me metí a la librería y me lo encontré. No lo conocía, no lo esperaba. Lo compré y se convirtió en mi libro de poesía de cabecera desde hace quince años. Es el culpable de que mi poesía favorita sea la de vanguardia ibe-roamericana. En él descubrí un mundo nuevo,

diferente a lo que lees cuando tie-nes 23 años. Me encanta tomarlo y ver qué subrayé en él. No lo vol-vieron a editar.

¿Cuál es el género que prefierestener en físico?El género que prefiero tener en libros es la poesía. Esto es porque los subrayo mucho y les hago ano-taciones. No en el poema, sino en las últimas páginas. Entonces, este el género del que más libros ten-go. Sin embargo, lo que más leo son novelas. También me gusta mucho el ensayo y hay una bue-na cantidad de ellos en mi librero. Muchos de Lipovetsky; me gusta su visión del mundo. También ten-go ensayos y manuales de libros sobre libros. Me encantan. Como estudio el tema del erotis-mo, del amor y de las relaciones in-terpersonales para escribir, tengo muchos libros que giran en torno a esos temas: investigaciones sobre la sexualidad humana, la infidelidad y el sexo de las mujeres. En realidad es una biblioteca muy variada. Creo que hay que leer de todo. Todos los libros que tú lees van configurando tu visión de la actualidad.

¿Prestas tus libros?Sí los presto. Soy súper prestadora de libros porque me encanta com-partir. Normalmente me los regre-

san, es raro que no los recupere. Por supues-to, no se los presto a cualquiera, se los presto a gente que es muy cercana: a mis hermanas, a mis amigas. Y si no regresan, tampoco me preocupa mucho. Soy medio desapegada de las cosas. Si no regresa pienso que seguro terminará en algún lugar conveniente para el libro y para la persona que lo lea.

¿Cuáles son esos libros especiales que no prestarías?No presto Ensayo sobre la lucidez (Alfagua-ra), de Saramago, no hay manera. No presto El mundo de Sofía (Patria Cultural) ni Prisma, ni de broma. Los de García Márquez sí los he prestado y todos han regresado. Otro que no presto es mi Poesía Completa (Lumen), de Borges, ni Viento del este, viento del oes-te (Open Road), de Pearl S. Buck. Mis libros más consentidos, a los que sí estoy apegada, no están aquí, están en cajas en casa de mis papás. Casi todos esos libros están dedicados. Yo sí me puedo formar para que un autor que admiro me dedique un libro. +

Nació en la Ciudad de México en 1979. Estudió Ciencias de la Comunicación y una Maestría en Periodismo. A los 24 años fundó Amarillo Ediciones, editorial independiente que alberga a más de 200 autores, incluida la propia Mónica. Su publicación más reciente es la antología de cuentos eróticos Grab my pussy! (Amarillo).

El librero de...Mónica Soto

Ve la entrevista en mascultura.mx

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4 al 28 septiembre, 2018

• Sergio Aguayo• Cristina Barros Valero• Leonardo Boff• Judit Bokser• John Carlos• Rolando Cordera• Estela de Carlotto• Kate Doyle• Paul Gillingham• Gilberto Guevara Niebla

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• Félix Hernández Gamundi• Marta Lamas• Salvador Martínez della Roca• Olivier Mongin• Aldon Morris• Thomas Rochon• Rosaura Ruiz• Gilda Waldman• Michael Žantovský

Participan más de 150 ponentes, entre ellos:

En portada: Jay Gatsby, creado por Scott Fitzgerald, en la interpretación de Robert Redford en El Gran Gatsby, de 1974. Fotoarte: Alets Klamroth

Dentro de la amplísima gama de mentiras que el lenguaje nos ha permitido crear, la impostura es, quizá, la más repudiada y, al tiempo, la más refinada de todas. Cuando alguien miente sobre un hecho particular y tal mentira se desvela, tratamos de en-tender el sentido de la falsedad, su objetivo último. Pero cuando alguien miente sobre sí mismo y su verdadera personalidad se muestra, la confianza queda mancillada a tal punto que la comprensión y el perdón son prácticamente imposibles.

La impostura tiene un alto grado de re-finamiento. Y es que construir una persona-lidad entera y mantenerla verosímil es todo un arte. Ahí tenemos el emblemático caso de Jay Gatsby, el más famoso impostor de la literatura, encarnado en la gran pantalla en más de una ocasión. Como él, hay quienes se convierten en impostores por timidez y a través de su doble hacen y dicen cosas que no harían por sí mismos; otros impostan para obtener beneficios de toda clase; los más viles, para engañarse a sí mismos. Sea cual sea el móvil de la impostura, cuando la verdad aflora, quedamos atrapados entre dos sentimientos: el odio y la admiración.

Por eso la literatura está poblada de re-latos al respecto en todas sus aristas: ficción, ensayo, periodismo… en todos lados vemos impostores… incluso entre los autores. Bien-venido seas, querido lector, a este número de Lee+ en el que nos asomaremos a algunos de los pasajes más interesantes que la im-postura, mentira entre mentiras, es el motor principal de las más singulares plumas.

Yara Sánchez De La Barquera

EDITORIAL / IMPOSTORES

*Librería Mauricio AcharMiguel Ángel de Quevedo 121,Guadalupe Chimalistac.

Bellas ArtesAv. Juárez 4,Centro.

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Centro de atención telefónica:Área metropolitana: 26 25 06 06.Interior de la República: 0155 2625 0606 (Sin costo adicional).

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Entrevista aAlberto Ruy Sánchez 08 Personajes

Martín Solares30

Libros imaginarios... Edgar Krauss

Homenaje a Saturnino Herrán / Carlos Blas Galindo

No hay mejor mentira que la verdad / Karen Chacek

Cualquiera puede ser un impostor / Raquel Castro

Engaños / Christian Volkmar

Impostores de sí mismos / Infografía

La verdad es un baile de máscaras / Adán Medellín

Entrevista a Carlos Dodero /Tatiana Nogueira

Entrevista a F. G. Haghenbeck /Tatiana Nogueira

Leonard Bernstein: Cien años / Osiris Domínguez

La verdad y el silencio de los impostores / Arturo Ríos

Los terribles falsarios / Fabián Aranda

ÍNDICE10

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LOS+VENDIDOSFICCIÓN NO FICCIÓN

JÓVENES

ELECTRÓNICOS ARTE

NIÑOS

LOS CUATRO ACUERDOSMiguel RuizEDICIONES URANOHace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de Mé-xico como “mujeres y hombres de conocimiento”. Los antropólogos los han definido como una nación o una etnia, y eran también una sociedad de científicos y artistas. Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, comparte con nosotros las profundas ense-ñanzas de los toltecas.

MANIFIESTO MEXICANODenisse DresserAGUILARCon el implacable rigor que la distingue, Denise Dresser hace un corte de caja de los últimos tiempos, los años del desencanto, el pacto de impu-nidad y de cómo transitamos de la dictadura perfecta al pillaje perfecto. Frontal y reveladora, la autora narra cómo nos convertimos en un país de fosas, de desaparecidos, de ausentes. Refuta las "verdades históricas" de Ayotzinapa, Tanhuato y Apatzingán, y contabiliza los costos de pelear la misma guerra contra el narcotráfico, pero con peores resultados.

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDOViktor FranklHERDEREstremecedor relato en el que Viktor Frankl narra su experiencia en los campos de concentración. Él, que todo lo había perdido, que pa-deció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser ejecutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son in-destructibles. Tras su edición de 1961, se ha convertido en un clá-sico contemporáneo y un duro recordatorio de lo que podemos ser capaces.

PEDRO PÁRAMOJuan RulfoEDITORIAL RMPedro Páramo recoge lo más profundo de México y las formas y técnicas literarias más avanzadas de su siglo. Pocas obras tocan al lector mexicano como ésta, considerada también un clásico de la literatura universal. Pedro Páramo tuvo una larga gestación: Rulfo la menciona por primera vez en una carta de 1947. En 1954 publica adelantos de la misma en tres revistas y en 1955 aparece como libro.

LA DESAPARICIÓN DE STEPHANIE MAILERJoël DickerALFAGUARACon más de cuatro millones de lectores a la espera de su nuevo título, Joël Dicker se ha superado a sí mismo. Un crimen resuelto veinte años atrás por dos brillantes agentes de Nueva York vuel-ve a la luz pública cuando uno de ellos está por retirarse. La pe-riodista Stephanie Mailer desaparece días después de acusar al agente en cuestión de haber encerrado al asesino equivocado. Así comienza un colosal thriller que avanza en el pasado y el presente a ritmo vertiginoso.

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SERMilan KunderaTUSQUETSUna historia de amor que explora todas sus aristas: celos, sexo, trai-ciones, muerte y las paradojas de la vida cotidiana de dos parejas. Guiado por la asombrosa capacidad de Milan Kundera para narrar con cristalina claridad, el lector penetra fascinado en la trama de ac-tos y pensamientos que el autor va tejiendo con diabólica sabiduría en torno a sus personajes… y no puede sino terminar siendo él mis-mo un personaje, cuando no todos a la vez.

CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES 2

Elena Favilli/ Francesca CavalloPLANETA

CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES

Elena Favilli/ Francesca CavalloPLANETA

MENTES PODEROSASAlexandra Bracken

RBA MOLINO

MANUAL PRACTICO PARA EL ESTUDIODE LAS CLAVES DE SOL, FA Y DOGeorges DandelotMUSICAL IBEROAMERICANAManual práctico para el estudio de las claves de Sol, Fa y Do. En una forma muy simple Georges Dandelot nos explica las tres diferentes claves en que se escribe la música (Sol, Do y Fa). Con este libro, com-plementado con ejercicios, podremos comprender el pentagrama en cada una de las claves, dónde se encuentran las notas y el porqué de cada clave, así como qué instrumentos las utilizan.

JUGUEMOS A LEERRosario Ahumada

TRILLAS

MI LIBRO MÁGICOCarmen Espinosa Elenes De Álvarez

NORI

LAS BATALLAS EN EL DESIERTOJosé Emilio PachecoERAHistoria de un amor imposible, esta magistral novela involucra aspectos como la corrupción social y política, el inicio del México moderno y la des-aparición del país tradicional. Rescate de las memorias individuales y co-lectivas de una ciudad a la que José Emilio Pacheco amó profundamente, recrea sin nostalgia y denuncia de manera implacable los cambios y sus sinrazones. Desde su aparición asombró por su aparente sencillez, esa que esconde una estructura compleja y llena de complicidades con el lector.

EL 68. LOS ESTUDIANTES, EL PRESIDENTE Y LA CIASergio AguayoEDICIONES PROCESOA partir de 1995, el politólogo y académico Sergio Aguayo comenzó a investigar todo lo concerniente al Movimiento Estudiantil del 68. Esta obra es su tercera entrega al respecto y, hasta ahora, la más completa. Su nueva investigación cubre un hueco que nadie había abordado: el papel de los extranjeros en aquel movimiento. En especial el de la CIA, pues su jefe en México, Winston Scott, tuvo una gran influencia en las decisiones de Gustavo Díaz Ordaz.

EL 68. LOS ESTUDIANTES, EL PRESIDENTE Y LA CIASergio AguayoEDICIONES PROCESOA partir de 1995, el politólogo y académico Sergio Aguayo comenzó a investigar todo lo concerniente al Movimiento Estudiantil del 68. Esta obra es su tercera entrega al respecto y, hasta ahora, la más completa. Su nueva investigación cubre un hueco que nadie había abordado: el papel de los extranjeros en aquel movimiento. En especial el de la CIA, pues su jefe en México, Winston Scott, tuvo una gran influencia en las decisiones de Gustavo Díaz Ordaz.

EL FIN DEL ALZHEIMERDale E. BredesenGRIJALBOExperto en enfermedades neurodegenerativas, el doctor Dale E. Bredes-en reúne en esta obra los resultados de más de treinta años de investiga-ción médica en torno al Alzheimer. Además, nos presenta un sofisticado e innovador programa con un objetivo sin precedentes: prevenir y revertir los devastadores efectos del Alzheimer y otras formas de inflamación cerebral. En este libro aprenderemos que el Alzheimer no es una sola en-fermedad, como se considera desde el punto de vista terapéutico, sino la suma de varios trastornos.

TEMPORADA DE HURACANESFernanda MelchorLITERATURA RANDOM HOUSETras el éxito de Falsa Liebre, Fernanda Melchor sigue asombrando con su estilo radical. En esta segunda novela, la autora retrata realidades marca-das por la fatalidad y un constante abandono. El pretexto: una nota roja de la ranchería La Matosa. Según Yuri Herrera: Fernanda Melchor no sólo escribe con la potencia rabiosa que le reclaman los temas que ha decidido investigar, sino que en cada página muestra un oído y una agudeza pocas veces vista en nuestra literatura.

LAS ALMAS DE BRANDONCésar Brandon NdjocuESPASAUna recopilación de historias cortas, cuentos y poemas donde conver-gen el amor, la soledad, el olvido, el dolor, la alegría, la felicidad, la vida y la muerte vistos a través de la exquisita pero agridulce mirada de César Brandon Ndjocu. Sus páginas llevan al lector a través de una riqueza que le permite navegar entre la narrativa y la poesía, atrapando los sentidos que sobrecogen las emociones y convirtiendo la lectura en una verdadera experiencia que obliga a reflexionar.

DE ANIMALES A DIOSES: BREVE HISTORIA DE LA HUMANIDADYuval Noah HarariDEBATEHace cien mil años al menos seis especies de humanos habitaban la Tie-rra. Hoy sólo queda una, la nuestra. ¿Cómo logró imponerse en la lucha por la existencia? En De animales a dioses, Yuval Noah Harari traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que camina-ron sobre la Tierra hasta los radicales y a veces devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado: la cognitiva, la agrícola y la científica.

LOS PERROS DUROS NO BAILAN Arturo Pérez-ReverteALFAGUARAEn esta asombrosa novela negra, divertida, tierna y sobrecogedora de principio a fin, Arturo Pérez-Reverte narra con increíble maestría la aven-tura de un perro en un mundo diferente al de los humanos, donde rigen las mejores reglas -lealtad, inteligencia y compañerismo- y están desterra-das toda corrección política o convención social. Un mundo en el que a ve-ces hay clemencia para los inocentes. Y justicia para los culpables. «Arturo Pérez-Reverte sabe cómo retener al lector a cada vuelta de página.» The New York Times Book Review

MOMOMichael EndeALFAGUARA

FUNDERELELE Y MÁS HALLAZGOS DE LA LENGUA

Laura GarcíaDESTINO

UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA (POR OTRO AMOR O POR OTRA VIDA)

Amalia Andrade ArangoPLANETA

LAS AVENTURAS DE AMIAmi Rogríguez

ALTEA

GRAVITY FALLS: DIARIO 3Disney

PLANETA JUNIOR

TEORÍA DE LA MÚSICAFrancisco Moncada GarcíaFRAMONGUna obra realmente fácil para el que se inicia en la música. Sus de-finiciones son sencillas y claras sin entrar en pormenores ni expli-caciones rebuscadas. Escrita a partir de la experiencia de Moncada como profesor, resulta sumamente útil como primer acercamiento a la teoría musical. Para ayudar a su memorización, este libro es un sistema de preguntas y respuestas, ilustrado con los ejemplos más indispensables. Una excelente opción para aquellos músicos y meló-manos que buscan comprender mejor este arte.

AMIGOS DE PELÍCULAEquipo Editorial LarousseHACHETTE LIVRETanto en Inglaterra como en Francia y Holanda, la novedad se ha convertido en tendencia: los libros para colorear han dejado de ser un producto de mediana calidad dirigido a los más pequeños para con-vertirse en una práctica anti estrés muy popular. En este volumen, sin importar la edad, se pondrá en práctica la relajación por vía del arte, acompañado por los entrañables personajes del universo Disney.

PRINCESAS ENCANTADORASEquipo Editorial LarousseHACHETTE LIVRETanto en Inglaterra como en Francia y Holanda, la novedad se ha convertido en tendencia: los libros para colorear han dejado de ser un producto de mediana calidad dirigido a los más pequeños para con-vertirse en una práctica anti estrés muy popular. En este volumen, sin importar la edad, se pondrá en práctica la relajación por vía del arte, acompañado por todas las princesas del universo Disney.

MANDALAS, LIBRO DE ARTE PARA COLOREARLarousse EditorialNUEVA IMAGENEste volumen ofrece más de 60 mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos, perfectos para la relajación y combatir el estrés diario. Elige la mejor técnica y deja de volar tu imaginación: acuarelas, crayones, gises, pastel, plumones. Lo encantador de este libro: al final, ¡será único!

LA DESAPARICIÓN DE STEPHANIE MAILERJoël DickerALFAGUARACon más de cuatro millones de lectores a la espera de su nuevo título, Joël Dicker se ha superado a sí mismo. Un crimen resuelto veinte años atrás por dos brillantes agentes de Nueva York vuel-ve a la luz pública cuando uno de ellos está por retirarse. La pe-riodista Stephanie Mailer desaparece días después de acusar al agente en cuestión de haber encerrado al asesino equivocado. Así comienza un colosal thriller que avanza en el pasado y el presente a ritmo vertiginoso.

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Por Jonathan Hayashi

n sus textos, Ruy Sánchez aborda temas como la memoria, la historia, el amor y el erotismo. Suele tomarse su tiempo

para pensar y reflexionar. Ha vivido en París, Francia, donde estudió Literatura y Filosofía Política. Ahí se convirtió en editor y escritor. Ha publicado 28 libros entre los que desta-can Los jardines secretos de Mogador (Alfa-guara), Nueve veces el asombro (Alfaguara) y Elogio del insomnio (Alfaguara). Sus obras han sido traducidas a 12 idiomas. En 2017 fue merecedor del Premio Nacional de Ar-tes y Literatura y recibió el Premio Mazat-lán de Literatura por su novela Los sueños de la serpiente (Alfaguara) en 2018. Codi-rige la revista cultural Artes de México.

SOBRE LEER Y ESCRIBIRNo es sorpresa que para muchos de quie-nes gozamos de la lectura, la chispa de la escritura se manifieste en un corto circuito por nuestra mente. Aunque para diversos autores el arte de escribir es imposible de enseñar y es más bien una herencia que va de generación en generación, siempre constituye un motivo de curiosidad saber en qué se inspiran nuestros escritores fa-voritos al momento de crear aquello que tanto disfrutamos leer: “Tengo un primer momento que es muy largo y que es toda la recolección del tiradero que voy a poner sobre mi escritorio. Esa recolección resulta importantísima porque ya es una manera de escribir. Uno escribe hasta cuando no escribe”, comenta Ruy Sánchez.

Parece fácil el hecho de colocar sobre tinta y papel tanta imaginación y creativi-dad. Pero no se trata tan solo de calcar lo que uno crea para sí mismo, sino de plas-mar y compartir en la narrativa toda una gama de historias y contextos que invaden nuestra memoria y nuestra propia vida. Al respecto, el autor comenta: “Lo que selec-cionas no son solamente hechos o datos; recopilas lenguaje también, recopilas una experiencia. Muchas veces la forma que va a tener la novela es un reflejo de la viven-cia de haber recopilado toda esa infor-mación durante varios años. Entonces el tiradero es ya la escritura.”

Y es que para Alberto Ruy Sánchez no existen límites al momento de leer. No se acopla tan sólo a las letras que forman palabras y relatos: “Me eduqué en una época en la que se tra-taba de pensar que todo es len-guaje. No sólo se puede leer la naturaleza sino también los ges-tos culturales, la moda, la lluvia... se puede leer la lluvia.” Y continúa: “Cuando dicen que la novela es la que se apodera de ti están hablando de premisas y deducciones, pero tú puedes siempre aña-dir otras premisas o quitar algunas. Hay que

respetar, más que la lógica, la vida que hay dentro del libro. Es necesario volver a intro-ducir premisas que te hagan ser más fiel a las dimensiones humanas profundas.”

Para el autor, escribir representa una segunda naturaleza, pues no sería de nin-guna manera el mismo si no fuese por-que escribe todo el tiempo, literalmente. Llega un momento en que asegura que hasta cuando no escribe está escribiendo: “Siempre estoy pensando en frases y vien-do cómo lo que vivo y lo que experimento se va convirtiendo en lenguaje”, asegura.

Pero, ¿cómo leen los buenos escrito-res? Antes de escribir tuvieron que leer: viajar a lugares oníricos, mágicos; toparse con hadas, ogros, personajes realmente salvajes, primitivos y malvados. Cada per-sona tiene su método de lectura: mientras unos se sumergen en los mundos más aje-nos con melodías de fondo, otros se encie-rran dentro de una biblioteca en compa-ñía del silencio para disfrutar de un buen ensayo, una crónica, una novela histórica. Alberto Ruy Sánchez cuenta con una habi-lidad lectora que bien muchos pueden de-sear: “Yo soy fácil. Puedo leer donde sea. Con gente, sin gente, en el teléfono, en el periódico, en un libro, con o sin música. Creo que soy un poco psicópata porque me olvido de todo y me vuelvo un irresponsa-ble perfecto. Me olvido de los correos que tengo que responder y me concentro en lo que estoy leyendo, en la situación que sea. Claro que hay cosas que son muy molestas; cuando vas a un restaurante y hay música, o un partido de fútbol. Así que es mejor evitarlas. Pero en situaciones no tan extre-mas puedo leer sin problema”, comparte.

El autor confiesa que para escribir sí le es necesario un poco más de recogimiento y de esa soledad habitada por los fantasmas que le permiten trabajar, encontrar el ritmo de las palabras, sin la perturbación de la música.

En cuanto a los géneros literarios, un tema bastante polarizado, el poeta mexica-no afirma que es el tipo de escritor que no piensa en divisiones, sino en aquello que ne-cesita transmitir. Para él, los géneros no son nada más que una convención ceñida por su contexto: “Yo no veo por qué tenemos que restringirnos. No es natural, no es algo que está en el lenguaje. Tengo un libro que se llama Nueve veces el asombro; en Francia en el libro se lee ‘Novela’. En España se publicó como poema y en Estados Unidos lo publi-caron como Non Fiction, como ensayo. Tú escribes lo que necesitas y después la gente lo clasifica como quiere.”

PREFERENCIAS POÉTICASHubo un momento, en los años 80, cuando intelectuales y críticos culturales opinaban que tanto los poemas del uruguayo Mario Benedetti como los del chiapaneco Jaime Sabines, eran ‘poemitas para las secreta-rias y amas de casa’. El mismo Paco Ignacio

Taibo II ha contado en diversas ferias litera-rias estas anécdotas. Para los Taibo y para muchos más, a los textos, cartas y escritos de Sabines debieron haberles concedido más reconocimiento del que merecieron en vida. Al respecto, Ruy Sánchez comen-ta: “A mí me encanta Sabines, es una gran poeta que está vinculado a una forma de poesía que toda ella debería ser canción. Debería haber algún Agustín Lara, un José Alfredo Jiménez o un gran Juan Gabriel que lo cantara todo. Tendría que haber un in-térprete de esas dimensiones que se apro-piara de todo Sabines.”

Sobre el uruguayo opina: “Benede-tti tiene altas y bajas. Hay cosas que son muy bellas e ingeniosas y otras que son realmente pura demagogia. Si él hubiera tenido la mala suerte de que yo fuera su editor le hubiera pedido muchos recortes en sus textos.”

Otra de las preferencias poéticas de Ruy Sánchez es Alejandra Pizarnik, de quien apunta: “Es de las poetas mayores en nues-tra lengua. Es una poeta que explora las di-mensiones oscuras de la vida pero al mismo tiempo las más profundas. Es una de mis poetas favoritas sin ningún lugar a dudas.”

EL PRESENTE Y LAS ILUSIONESEs un año complicado para nuestro país en muchos rubros: violencia, narcotráfico, corrupción, intolerancia y falta de oportu-nidades. Apenas el pasado 1º de julio ele-gimos a nuestro próximo Presidente. Ante la pregunta de si nuestro país es un fabri-cante de ilusiones, Alberto Ruy Sánchez expresa: “En México tenemos enormes desilusiones. Y con frecuencia son mucho más grandes que las ilusiones. El problema es saberse ilusionado incorrecta o equívo-camente. Creer que un político, de la ten-dencia ideológica que sea, va a solucionar los problemas del país es una enorme ilu-sión que obviamente está llamando a una enorme desilusión.”

PREMIO MAZATLÁN DE LITERATURARespecto al hecho de haber ganado el Pre-mio Mazatlán de Literatura a principios de este año, Ruy Sánchez nos comparte que se enteró mediante una llamada hecha por uno de los miembros del jurado. Aun-que pensó que se trataba de una broma, finalmente viajó a la ciudad sinaloense a recibir tan merecido reconocimiento: “Me preguntaron si podía viajar a Mazatlán el jueves de esa semana, les dije que sí y se alegraron pues el objetivo de la visita sería recibir el premio”, comparte. Y cierra con una deliciosa confesión: “Siempre recibo los premios pensando que es más de lo que merezco, pero que al mismo tiempo son signos de afecto. El afecto no tienes que merecerlo, la gente te quiere o no te quiere.” +

@BosqueHayashi

Los géneros literariosEntrevista a Alberto Ruy Sánchez

Escritor y poeta, el mexicano Alberto Ruy Sánchez se

caracteriza por su amabilidad y originalidad. Se considera

a sí mismo como un artesano de las letras; se manifiesta

en contra de censurar las emociones y es capaz de leer

todo lo que le rodea: los árboles, las flores, la comida, los

rostros de las personas, la luz y la tierra.

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Por Edgar Krauss

ace unos días, en una conocida librería de la colonia Roma, descubrí una caja de madera con forma de libro, que no

es para conservar letras sino chucherías. Pen-sé en esas películas donde al interior de un li-bro hueco se esconde una botella o una pisto-la. Esta referencia a los libros ilusorios me recuerda que mi abuela me contaba con tris-teza sobre esos ingratos despachos de aboga-do que están llenos de libros, pero de utilería; es decir, sus muros parecen rebosantes de hermosos volúmenes, aunque no son más que papel tapiz con ilustraciones de bibliotecas ficticias, con títulos verdaderos.

Los libros imaginarios han abundado en la historia universal y en la cultura popular. Por ejemplo, durante la reciente campaña elec-toral mexicana, dos de los candidatos presi-denciales se jactaron de haber escrito sendos

libros, pero uno de ellos nunca escribe nada más que tuits y el otro ni del título se acordaba. Siempre nos quedará la duda de si él escribió el libro realmente. En las obras de Conan Do-yle se citan libros que habrían escrito Sherlock Holmes o el maléfico doctor Moriarty. Es de-cir, un personaje ficticio escribiendo un libro igualmente ficticio. Algo semejante sucede en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (Ficciones, Debol-sillo), de Borges, donde él y Bioy, ya converti-dos en personajes de ficción, indagan en una fantástica enciclopedia que existe únicamente en el cuento. La historia sin fin (Alfaguara), de Michael Ende, gira en torno a un libro que existe sólo imaginariamente. En la portentosa novela de John Irving El mundo según Garp (Tusquets), la madre del protagonista escribe un mamotreto de mil páginas con el hermoso título de Sexualmente sospechosa. El libro se convierte inmediatamente en un éxito mun-dial y ella pasa de ser una modesta enferme-ra a convertirse en una lideresa feminista de proporciones épicas. El potencial de los libros imaginarios, o metalibros, es tan grande como la literatura misma. Desde luego, esto es más divertido que colocar tapices con imágenes de libreros, tan al gusto de los políticos.

Pero, por otro lado, ¿qué hay de los libros reales cuyos autores son ficticios, o cuando menos improbables? El primero que me viene a la mente es el libro más famoso de todos los tiempos y también el más leído: La Biblia. Los biblistas (especialistas en La Biblia) numeran unos 40 autores, 30 en el Antiguo Testamento y 10 en el Nuevo. Sin intenciones de enzarzar-me en ninguna controversia teológica, no po-demos obviar que esta obra es una antología de autores y relatos de distintas procedencias y épocas, y que no todo lo escrito ahí es tan original como suponemos. Por ejemplo, el relato bíblico de la creación es tremendamen-te similar al que se refiere en el Enuma Elish (Book Tree), poema de la mitología babilóni-ca, redactado hacia el siglo XIII a.C., cuando hay algunos especialistas que afirman que el Génesis se habría escrito –probablemente– tres siglos después.

Por su parte, el cuento del diluvio “univer-sal” ya se narraba en la Epopeya de Gilgamesh (Grupo Editorial Tomo), la obra literaria más antigua del mundo, escrita por los sumerios unos 2,700 años antes de nuestra era, es decir, diecisiete siglos antes de que el relato bíblico se comenzara siquiera a escribir. En-tonces, ¿quién escribió qué? Por su lado, los Evangelios habrían sido escritos entre el año 65 y el 100 después de Cristo. Si admitimos que Juan, Lucas, Marcos y Mateo existieron y que eran aproximadamente de la edad de Je-sús, esto quiere decir que tendrían una vejez sumamente avanzada para ese tiempo. Por otro lado, es sumamente improbable que ha-yan escrito lo que se les adjudica, ya que, de acuerdo con el propio relato bíblico, los após-toles eran “hombres sin letras y del vulgo” (RVR. Hechos 4:13). No olvidemos tampoco los Evangelios apócrifos (Porrúa), que fueron

compuestos por autores anónimos y se atri-buyeron a Felipe, María Magdalena, Pedro, Santiago y Tomás. Lo trascendente de los re-latos bíblicos es su contenido, aunque no con todos tengamos la certeza plena de quién los escribió: son textos reales que se les atribuye-ron a autores improbables.

Pero si la reescritura de los mitos y cuen-tos populares se ha sucedido desde épocas antiguas, también hay escritores que gozan hurtando lo ajeno, sin reponer el debido cré-dito. Por ejemplo, Alfredo Bryce Echenique, quien no solamente plagió decenas de textos publicados por otros autores, sino que además hay quienes afirman que robaba cuadernos de apuntes cuando visitaba a sus amigos escrito-res. El saqueador intentó defenderse alegan-do que sus plagios eran una forma de halagar a sus víctimas. Arturo Pérez-Reverte ha sido acusado de incontables plagios, que incluso ha llegado a admitir, lo que no impide que siga siendo integrante de la vetusta Real Academia Española. Ahí está el caso de su amigo Seal-tiel Alatriste, reconocido plagiario también, a quien el español incluso le dedicó un perso-naje: el Capitán Alatriste, en una historia de piratas. Por algo será. Cuando esta clase de “préstamos” forzados se llevan a cabo, esta-ríamos hablando también de autores falsos de libros verdaderos.

Aunque quizá la manera más ingrata de despojar a un autor de su mérito no es robán-dole la idea, sino quitarle la paternidad sobre ella, o su existencia misma. Como sucede con Homero, a quien algunos investigadores “le conceden” la autoría de La Ilíada (Biblok), pero le regatean La Odisea (Cátedra). O los bizarros que aseveran que William Shakespea-re no existió o que, en todo caso, algunas de sus obras fueron escritas por su glorioso con-temporáneo Christopher Marlowe, quien por cierto murió de una cuchillada en una taberna, a los 29 años. Pensemos también en el caso de Mary Shelley, hija de la feminista Mary Wolls-tonecraft y casada con Percy Bysshe Shelley. A la autora del ya inmortal Frankenstein o el moderno Prometeo (Cátedra) no faltó quien le dijera que una mujer no debía publicar libros desafiantes, o que lo hiciera con sobrenom-bre. Por su parte, Aurora Dupin publicó sus novelas con seudónimo masculino: George Sand. Fue una mujer de admirado talento e inmenso amor por la vida. Entre sus parejas se encuentran Prosper Merimée, Alfred de Mus-set y Frédéric Chopin.

Eso sí, mi dilecto inventor de escritores siempre será Fernando Pessoa, con sus nume-rosos heterónimos, entre los cuales destacan Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Ricardo Reis, Alberto Caeiro o Antonio Mora. Cada uno de ellos tenía su propia identidad y bio-grafía, además de obras rotundamente sin-gulares. Quizá el caso de Pessoa sea el más radical de un escritor auténtico que inventó autores imaginarios para que escribieran obras verdaderas y geniales. +

@edgarkrauss

LA VENGANZA DE BORGESAdemás de la referencia incluida en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Borges creó a ciertos autores con obra ficticia, como Bustos Domecq. La verosimilitud fue tal que muchos lectores incautos corrieron a buscarlo. Algo que al propio Borges le ocurrió a los dieciséis años de edad: asombrado por Lovecraft fue en busca de su propio ejemplar del Necronomicón.

(y viceversa)Uno de los devaneos más

interesantes de la literatura es la creación de metalibros, es

decir, de obras supuestamente reales que figuran y son referenciadas dentro de

la ficción. Libros que sólo podemos imaginarnos. Pero hay quien también, con o sin

malicia, inventa autores falsos a libros que de hecho existen.

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Grupo MIRA

Una contrahistoria de

los setenta en México

01.09.2018–06.01.2019

ste 27 de septiembre se inaugurará, en el Museo Nacional de Arte (Munal), la ex-posición Saturnino Herrán y otros mo-

dernistas, organizada como homenaje nacio-nal para Herrán (1887-1918) con motivo de su centenario luctuoso. Las obras reunidas para esta ocasión no sólo facilitarán una apro-ximación a la muy relevante producción del artista aguascalentense −tan colmada de aportes al desarrollo de la cultura artística mexicana−, sino además a la obra de quienes, como él, contribuyeron a desmarcar el arte del férreo control academicista que privaba en la época (finales del siglo XIX y principios del XX) en la que obtuvieron su formación profesional y eligieron las constantes estilísti-cas que caracterizarían su quehacer. Dentro de estas, destaca la actitud con la que crearon las condiciones necesarias para el ulterior sur-gimiento de las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX: nuestro estriden-tismo y nuestros nacionalismos, por ejemplo, a los que se afiliaron varios de quienes, con Herrán, esta vez serán expositores.

Además de piezas del homenajeado, se exhibirán obras de contemporáneos suyos como David Alfaro Siqueiros, Antonio Fabrés, Alberto Garduño, Germán Gedovius (quien fuera profesor de Herrán), Roberto Montene-gro, Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Alfredo Ramos Martínez, Diego Rivera, Julio Ruelas, Francisco de la Torre y Ángel Zárraga. Entre los meses de abril y julio de este mismo año, Saturnino Herrán y otros modernistas fue presentada en el Museo de Aguascalientes, institución en la que gracias a la visionaria iniciativa del promo-tor cultural y literato Víctor Sandoval, desde la década de los 80 del siglo pasado se resguarda y promueve la obra de Herrán.

De las aportaciones que hiciera Saturnino Herrán al desarrollo cultural cabe mencionar

por ahora unas cuantas, mismas que resultan enfatizadas en la exposición que se presenta-rá en el Munal. La primera, la que le permitió cimentar su estilo individual, tiene que ver con que, ante los léxicos de avanzada con los que entró en contacto (vertientes simbolis-tas y modernistas originarias de Europa), él mantuvo una postura no sumisa y optó por adaptar tales lenguajes tanto a su práctica individual como al contexto nacional. Fue así como, más que trabajar en pro de un moder-nismo a la mexicana, consiguió un léxico pro-pio, relacionado con los modernismos que, en su momento, fueron opciones emergentes y del todo renovadoras en el contexto artístico occidental. Con esta postura libertaria coinci-dieron la mayoría de los autores exhibidos en esta ocasión.

Otro aporte mayúsculo del autor para el desarrollo de la cultura artística (y no sólo para la mexicana) fue el haber participado con intensidad en la construcción de un na-cionalismo no separatista, previo a los nacio-nalismos de las vanguardias (los cuales ofi-cialmente comenzaron en 1920), en los que sí se advierten intenciones no integradoras frente a las realidades de los demás países de nuestra América y de los del resto del mundo.Nacionalismos que tuvieron un papel hege-mónico, al menos en este continente, durante un lapso nada breve. Con esta actitud pionera coinciden asimismo muchos de los exposi-tores seleccionados para exhibir en el Munal con Saturnino Herrán.

Una aportación más consiste en su con-vicción respecto a que, como todas las per-sonas que se consideren profesionales en sus áreas, los artistas deben contar con informa-ción especializada y actualizada acerca de su quehacer, así como han de estar familiariza-dos con las ideas de avanzada de su tiempo.

Herrán formó parte del Ateneo de la Juventud (1909-1914), organismo independiente que estuvo integrado por intelectuales y artistas de diversas áreas (plástica, música, literatu-ra), quienes consiguieron proscribir las ideas positivistas (de Auguste Comte, John Stuart Mill y Herbert Spencer, básicamente) que en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Uni-versidad Nacional de México eran hegemó-nicas. Y es que, quienes fueron ateneístas, comprendieron muy a tiempo que las ideas artísticas están relacionadas con el resto del ideario de cada época y lugar.

Además, Saturnino Herrán fue asiduo lector de publicaciones periódicas relativas a las artes y al pensamiento (como Savia Mo-derna y The International Studio), lo cual lo llevó a ser un artista poseedor de una amplia cultura. Otro aporte indiscutible de Herrán fue su relación con los concursos artísticos. Una de las funciones primordiales de esta índole de certámenes es la de facilitar el in-greso de artistas noveles al sistema cultural (local, nacional, de una región o global) de su momento. Otra más es la de legitimar los lenguajes incipientes que cultivan, pre-cisamente, quienes son artistas noveles. Al respecto cabe resaltar que Herrán mantuvo una saludable e inédita postura del todo pro-positiva ante los concursos.

Saturnino Herrán y otros modernistas impulsará el necesario acercamiento a una época del arte mexicano que, pese a haber sido muy prolífica, sólo recientemente ha sido atendida en nuestras instituciones mu-seísticas: la de finales del siglo XIX y principios del XX (la del arte fin-de-siglo, como prefiero denominarla), amén de recalcar la relevancia de las cuantiosas aportaciones de Herrán al desarrollo de nuestra cultura artística. +

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Saturnino Herrán

C O N T A C T O V I S U A L C a r l o s - B l a s G a l i n d o

«Una lectura encantadora que transmite un mensaje crucial: “lo que importa no es la

estatura, la forma en que nos comportamos es la que dice al mundo quiénes somos”.»

Kirkus Reviews

Holly Goldberg Sloan

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a llamada sabiduría popular dicta con su voz ruidosa, como mil tías testarudas en una, que toda figura siniestra, de capa negra y nariz puntiaguda, sólo pue-de ser terrible. Que cuando un ser de esas características sube con respiración

cavernosa las escaleras de la casa, para ir en busca de un ser querido enfermo y en-viarlo a otro mundo, debes mostrarte valiente e impedírselo a toda costa.

Me pregunto qué opinarán esas mil voces anónimas de una Muerte que al llegar a su cita deja la hoz a un costado de la puerta para no espantar a los más pequeños, se sienta a la mesa y responde paciente las preguntas que los niños de la casa le hacen. No se quita nunca la capa negra, ni renuncia a la misión que la ha llevado hasta ahí, sin embargo bebe a sorbos su café cuando parece que alguno de los chicos llora, como si albergara en su interior un corazón que palpita. ¿Le llamarían Muerte impostora? ¿Dirían que los niños no amaban lo suficiente a su abuela, pues ninguno de ellos le impidió a la figura de capa negra subir las escaleras? Si tan sólo la llamada sabiduría popular escuchara las respuestas que la Muerte le obsequió a los niños esa noche… En los estantes más selectos de las librerías del mundo, abundan los libros necesarios y los libros generosos. Cada tanto, nuestra mano topa con un libro afortunado que reúne ambas características. Llora, corazón, pero no te rompas (Loqueleo) es uno de esos.

El misterio de los pasteles (Castillo) es una hilarante aventura ilustrada que pone a prueba nuestro talento para leer sin palabras y, en el camino, deja ver qué tan grueso es el velo con el que los prejuicios nos enmarañan la mirada. Ideas aprendidas cuya vigencia conviene cuestionar y, en caso de haber expirado, sacar del armario mental y reciclar. En el relato hay cerca de veinte personajes singulares que no son exactamente lo que parecen y dos pasteles suculentos esperando ser rebanados y repartidos. Un festín de tal envergadura, más vale saborearlo en la colina con mejor vista de todo el valle. No importa si para ello se requiera atravesar un río y subir, subir, subir hasta llegar a la cima… ¡Sólo para descubrir que el par de pasteles sucu-lentos han desaparecido de sus platos con tapa! ¿Quién podría haberlos hurtado en el camino? Les daré una pista: fue el impostor. Apuesto cinco donas de chocolate a que nadie que lea el libro por primera vez adivina de inmediato quién fue. El autor, cuyo nombre también se antoja impronunciable la primera vez, se esmeró de lo lin-do al confeccionar esta colorida aventura para que no se imprimiera una sola palabra en sus páginas, y así dejar que germinaran cientos de ellas en la cabeza del lector.

Y ahora, es momento de la trivia: ¿Qué podría salir mal si reunieras, en la sala de espera de un aeropuerto nevado, a un tigre que es una celebridad en el mundo de los comerciales televisivos, una gansa que carga una bolsa llena de objetos para toda ocasión y cada tanto los enumera en voz alta, un oso panda que por ser una especie en peligro de extinción demanda todo tipo de privilegios, un mono hipo-condriaco que ha pasado su vida en un laboratorio de pruebas y se ha hecho aficio-nado a los medicamentos, un par de ovejas clonadas que hablan a la vez y dicen lo mismo, un perro guardián que ha extraviado el más aplaudido de sus talentos pero insiste en efectuar su trabajo y un zorro que, simplemente, es un zorro? El título del libro pregona que Los zorros no mienten (Castillo). ¿Le creeremos?

Como cereza del pastel, mencionemos al más audaz, versátil, cosmopolita y encan-tador impostor de todos los tiempos: ¡el libro! Porque un libro nunca es sólo un libro, y tampoco por ello deja nunca de ser un libro. Un libro puede hacerse pasar por una variedad increíble de apariencias y, según lo exija la ocasión, hacerlo con estilo y pru-dencia o con desparpajo y obstinación. Un libro se puede transformar en sombrero, en casa de mascotas, en túnel o en ladrillo, puede ser un matamoscas infalible o una trampa efectiva contra depredadores inoportunos, hacer las veces de una canción de cuna o servir de escondite… Puede ser cuanto se te ocurra y nunca dejar de ser un libro, aun si en la portada lees: No sólo un libro (Oceano Travesía). +

@malkatika

que la verdad...

N I Ñ O S A L E E R K a r e n C h a c e k

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oy persona de muchos miedos raros. No lo digo con orgullo aunque, la ver-dad, algunos me han servido para

romper el hielo en reuniones donde no co-nozco a nadie (porque soy, además, persona de muchas timideces y torpezas sociales). Un ejemplo: cuando voy manejando camino a mi trabajo, al pasar a través del bosque de Chapultepec, y veo un automóvil estaciona-do al borde del camino y el conductor está dentro, con cara de nomás estar perdiendo el tiempo, me da una punzada de ¿y si este fulano es un loco a punto de ser descubier-to, listo para matar a todo el que se le atra-viese? Por suerte, este miedito es raro pero no irracional: sé perfectamente desde cuán-do lo tengo y por qué. La culpa, toda, es de un libro. Uno que les voy a recomendar aho-ra mismo, por supuesto.

El adversario (Anagrama), de Em-manuel Carrère, no es un libro etiquetado como “juvenil” ni como “horror”, pero desde que lo leímos en casa (ah, porque lo leímos juntos Alberto y yo, turnándonos para leer en voz alta y escuchar con nervio y aten-ción) supe que era ese tipo de libros que yo habría amado a los 15 años. Así que, juvenil o no, si ustedes disfrutan las tramas detec-tivescas, las narraciones de antihéroes, las sagas de misterio, los estudios de personaje o las historias “basadas en hechos reales”, El adversario les va a fascinar, porque es todo eso y mucho más.

La anécdota principal es, como ya les adelanté, la de un caso real. El 9 de enero de 1993, un fulano de nombre Jean-Claude Romand mató a su esposa. Y a sus hijos. Y a sus papás. Y a su perro (¡en serio!). También trató de suicidarse pero ahí es donde le fa-

lló la determinación o la puntería. ¿Por qué le dio semejante ataque de asesinitis? Pues resulta que Romand llevaba años y años de impostura y sabía que el teatrito estaba a punto de caérsele. Le daba tanta vergüenza que su familia se enterara de que les mentía desde que tenía 18 años, que… claro, mejor matar que decir “lo siento”, ¿verdad?

En este punto se deben estar preguntan-do ustedes con respecto a qué mentía Ro-mand, como para que prefiriera matar a todo mundo que decir la verdad. La respuesta es: prácticamente en todo. Quienes lo rodeaban creían que era un médico exito-so, que trabajaba en la Organi-zación Mundial de la Salud, que podía mover ciertas influencias para conseguir un tratamiento súper exclusivo (y carísimo) contra el cáncer, que viajaba por todo el mundo dictando confe-rencias. La verdad era que, cuan-do estaba en segundo grado de la carrera de medicina, Romand faltó a un examen importante y, desde entonces, todo fue un en-gaño: ni siguió cursando sus es-tudios, ni se graduó, ni consiguió trabajo alguno (y menos uno tan prestigioso como el que presumía).

Para mantener el tren de vida que co-rrespondía a su papel, estafaba a su familia y amistades (con lo de los medicamentos para el cáncer y con supuestos fondos de inversión a los que decía tener acceso por su trabajo en la OMS). Todo parece indicar que mató a su suegro cuando éste estuvo a punto de descubrirlo y, tiempo después, estuvo a punto de matar a su amante (ah,

porque encima de todo tenía una amante, a la que también estafó, por cierto) pero, al no poder hacerlo, fue que mató a su esposa, hijos y padres.

Pensarán ustedes ahora: ¿y para qué nos recomienda el libro si ya nos lo contó completo? Pues no, queridos: esto que les conté es apenas el principio de la historia. Emmanuel Carrère, quien por cierto es un gran escritor, nos regala un texto que está a medio camino entre la novela y el reportaje, en el que trata de explicar cómo puede al-guien aparentemente normal construir una

vida de mentiras como ésta y luego ser capaz de matar justo a las personas que se supone que más le importan, antes de admitir que la regó. Por cierto: si se preguntan qué hacía Ro-mand todo ese tiempo que se suponía que estaba trabajando y viajando, la respuesta es pre-cisamente que se iba a estacio-nar al borde de la carretera, en un bosquecito, a dejar pasar el tiempo (o a leer sobre medici-na y sobre los lugares que se suponía que visitaba, porque

era un mentiroso bien informado). A eso se debe mi inquietud cuando veo coches esta-cionados en Chapu. Porque otra cosa que nos deja El adversario es esa sensación de que cualquiera de nosotros podría caer en un pozo de mentiras sin apenas darse cuenta: ¿quién no ha dicho una, aunque sea chiquita, alguna vez? ¿Cómo saber si no será el princi-pio de una vida completa de impostura? Eso, queridos míos, es terrorífico. +

@raxxie_

J Ó V E N E S R a q u e l C a s t r o

(y qué miedo)

Caifanes (Vol. 1)

El primer disco homónimo de la banda originaria de la Ciudad de México, ge-neró en el público una reacción nunca antes vista. Con un sonido que lo mis-mo te lleva a sacudir la cabeza que a mover los pies al ritmo de una cumbia, su rock tropicalizado envuelve los oídos con una marca única y fue un partea-guas en la escena musical del país.

Con una tendencia muy marcada hacia el misticismo prehispánico, este

álbum incluye varios clásicos como “Cuéntame tu vida”, “Viento” y la popular “La negra Tomasa”, cover de una antigua canción cubana. En su estilo oscuro, tanto en las melodías como en sus estrafalarios peinados y su vestimenta gótica, Caifanes encontró la fórmula ideal para mezclar la cultura anglosajona de bandas como The Cure y Peter Gabriel con el sentimiento latino de Agustín Lara y la música del barrio.

A mediados de los 80, cuando resonaban los últimos ecos punk y enmarcados en una ciudad que latía, húmeda y peligrosa pero al mismo tiempo llena de vida, Caifanes mimetizó todos los sentimientos en cada canción, creando el rock mexicano más puro. Este disco de Caifanes es un trocito de la historia musical que marcó una época, con arreglos de muy alta calidad y un virtuosismo en la ejecución vocal e instrumental. Una de las joyas musicales de Latinoamérica. +

PARA VER Y OÍR

De manufactura italiana y dirigida por el grandio-so Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso), esta película nos muestra, a través de la mirilla de una chapa, el sutil rompecabezas del amor, donde ge-neralmente no todo es como parece y las cosas resultan nunca resultan tal y como las imagina-mos.

El excéntrico y poco ético valuador de arte Virgil Oldman (Geoffrey Rush) acepta inventariar la colección de arte de una acaudalada familia. En el proceso conoce a una extraña joven, abrumada

por problemas sicológicos (Sylvia Hoeks), lo que les llevaría a una relación codependiente.

Con una propuesta estética ágil y elegante, La mejor oferta está llena de referencias artísticas que hacen de la experiencia visual un collage de obras maestras, donde podemos apreciar desde creaciones de Tiziano y Rafael hasta algunos inventos de Jacques de Vaucanson. Además de sus elementos artísticos, este filme es una mezcla bien estructurada de mis-terio y drama, donde el engaño y la intriga son la piedra angular.

La mejor oferta es, sin duda, una apuesta original y muy atractiva di-ferente del cine comercial de súper héroes y comedias románticas que repiten la misma fórmula acartonada. Aunque fue una de las grandes au-sentes durante el circuito de premiaciones al cine este filme es uno de los mejores del año 2013.

The Best Offer (La mejor oferta)Giuseppe Tornatore

Por Adrián García

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e encontraba en una etapa extra-ña, estresado, agotado, ansioso, recayendo en vicios, falto de inspi-

ración. Las condiciones políticas y económi-cas de la realidad no ayudaban a dejarse llevar por sueños o historias. Había dejado de leer: no sé si todas estas condiciones eran pretex-tos, pero casi me daba pereza el tener que abrir un libro y leer un par de líneas para luego quedarme dormido. Estaba saturado. Hasta que, un día, sin tener nada que hacer, recordé que tenía pendiente El paciente inglés (De-bolsillo) de Michael Ondaatje. Lo había co-menzado, pero me resultó lento, pesado… supongo que era mi estado anímico. Decidí darle otra oportunidad; esta vez no dejaría que mi pereza me detuviera en el primer capí-tulo. Continué y, para mi sorpresa, descubrí una historia grandiosa en los restos de la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial. Una enfermera canadiense llamada Hana, por cul-pa, por cansancio o hartazgo, decide quedar-se en un monasterio abandonado, intentando devolverle la vida o más bien, la identidad y el nombre, a un hombre que había llegado gra-vemente quemado.

Con cierta devoción y suma obsesión, de-dica sus días a cuidarlo, lavarlo, leerle y a ahu-yentar su soledad. Aquel hombre parece no recordar nada sobre sí mismo; asegura que es inglés, cree que es inglés, y conforme vamos pasando las páginas entre sus delirios y flas-hbacks, descubrimos con paciencia, ritmo y cadencia, la verdadera historia y personalidad de nuestro paciente. Sus viajes, sus mentiras, sus culpas, su mayor engaño y traición, el mal que desató a su alrededor y todas aquellas consecuencias que lo han llevado a encon-trarse postrado con el cuerpo calcinado. Sus descubrimientos y ruinas nos develan la ver-dad al final. Esta historia me devolvió el ritmo de lectura que me hacía falta.

Las personas que nos rodean creen co-nocernos, creen poder develar nuestras per-sonalidades a través de nuestras palabras o acciones. Actualmente es extraño nuestro comportamiento; a través de nuestros apara-tejos intentamos mostrarnos al mundo, apa-rentando vidas exitosas, felices, completas, o por otra parte, develamos parte de nuestros pensamientos a la nada: emociones, amores fallidos, traumas de la infancia, anécdotas fa-miliares, opiniones que nadie nos ha pedido.

Creemos que todos aquellos personajes en las redes sociales son reales. ¿Quién te co-noce en realidad? ¿Quién realmente termina

conociéndote? Se dice que ni siquiera los más cercanos a ti terminarán por develar realmen-te quién o qué eres. ¿Eres lo que consumes, lo que piensas, lo que muestras, lo que compar-tes? ¿Te escudas en ti, en otros o en opinio-nes y publicaciones inverosímiles? ¿Quiénes somos en realidad? A veces tenemos diferen-tes personalidades: una con los amigos, otra con la familia, otra en la oficina. Sabemos con quién callar y con quién hablar. Con quién dis-cutir y a quién amar. Quizás a diario menti-mos, a diario engañamos. Y de alguna manera tiene que ser así porque nadie quiere o espera que la realidad sea de una manera que mu-chas veces no se pueda enfrentar. Es lo justo, para evitar conflictos innecesarios. Quizás.

Lo importante es que el engaño nunca sea algo que nos afecte, lo importante es ser fiel y directo con uno mismo. Si sabes que algo te molesta, que daña tu integridad, que hace que pierdas tu balance y ritmo, es mejor hacerlo a un lado o dejarlo atrás. Enfrentar a quien tengas que enfrentar y retomar tu dig-nidad y espíritu para no engañarte, no men-tirte, y de esta manera no afectar y dañar a los demás. Como aquel hombre que le es in-fiel a su mujer, que lleva doble vida y que no se atreve a decir: lo siento, ya no te amo. O aquella mujer que no teme decir: lo siento, ya no te soporto. Existen también aquellas per-sonas que viven atrapadas en los estándares que su familia espera que cumplan, sin libe-rarse de la mentira y decir: soy esto, quiero esto, amo esto, prefiero esto. A veces, ir en contra significa navegar bajo tu propia marea y fluir con ella.

Como los escritores que nos inventamos cientos de personajes y nombramos a nues-tras personas por otros nombres para que formen parte de nuestras historias, nos in-ventamos seudónimos y personalidades para desenmascarar nuestras dolencias y emocio-nes; que todo salga, que nada se quede, ya sea bajo nuestro propio nombre o con nues-tros actores. Que nadie vea, que nadie sepa. Al final, nuestra verdad nos pertenece. Y es válido decidir quién puede o quién no puede formar parte de ella.

Como dato curioso, Michael Ondaatje ha conseguido el premio Golden Man Booker Prize gracias a El paciente inglés, novela que, acabo de descubrir, fue adaptada al cine en 1996, ganando nueve estatuillas. Lo admito, el libro llegó muy tarde a mi vida, pero en el momento perfecto. +

@Att_Volk

S E C U E N C I A S C h r i s t i a n L . V o l k m a r

20 21

GEORGE ORWELLEric Arthur Blair(1903-1950)Desde el comienzo de su carrera como cronista, en el diario literario New Adelphi, Eric firmó sus trabajos como George Orwell, pues consideró que sus opiniones políticas, contrarias al imperialis-mo británico, podrían incomodar a sus padres. Su seudónimo está dedicado a San Jorge, patrón de Inglaterra, y al río Orwell, de Suffolk, uno de los más icónicos de su país. Obras cumbre: Rebelión en la granja (Debolsillo) y 1984 (Debolsillo)

GABRIELA MISTRALLucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga(1889-1957)Aunque la profesión de Lucila era la pedagogía y, más tarde, la diplomacia, comenzó a desarrollarse como poeta desde su juventud. Fue en 1914 cuando concursó con sus Sonetos de la Muerte en los Juegos Florales de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. El seudónimo que eligió para registrar su trabajo es un homenaje a dos de sus poetas predilectos: Gabrie-le D’Annunzio y Frédéric Mistral.Obras cumbre: Desolación (Porrúa) y Lecturas para mujeres (Porrúa)

PABLO NERUDARicardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto(1904-1973)El más grande de los poetas chilenos comenzó a escribir cuando contaba apenas trece años de edad. Fue en 1921, a los diecisiete, cuan-do eligió usar el seudónimo de Pablo Neruda, pues a su padre no le gustaba la idea de tener un hijo poeta. Aunque el origen del seudónimo sigue siendo un misterio, algunos apuntan que Ricardo Reyes lo tomó en homenaje al escritor ruso Jan Neruda, o bien al personaje de Conan Doyle, Wilma Norman-Neruda. Obras cumbre: Veinte poemas de amor y una canción desesperada (Booket) y Canto general (Booket)

MARK TWAINSamuel Langhorne Clemens(1835-1910)Considerado por William Faulkner como el padre de la literatura estadou-nidense, Samuel fue un joven bastante inquieto. Comenzó sus andanzas en las letras como tipógrafo y más tarde fue piloto de barco en el Mississippi. En aquella época, en 1863 para ser exactos, firmó un texto por primera vez como ‘mark twain’, voz que en el argot de los na-vegantes sirve para señalar que el río tiene al menos dos brazas de profundo y es navegable. Obras cumbre: Diario de Adán y Eva (Axial) y Las aventuras de Tom Sawyer (Sexto Piso)

GEORGE SANDAmantine Aurore Lucile Dupin(1804-1876)Una de las más prolíficas plumas francesas del siglo XIX no sólo ocultó su identidad detrás de un seu-dónimo, sino también su género. Tras separarse de su esposo, el barón Casimir Dudevant, Aurore comen-zó a vestirse con prendas masculinas para ingresar a lugares donde las mujeres no podían hacerlo. En esa época publicó su primera novela, escrita en conjunto con Jules Sandeau, de quien tomaría el apellido para firmar sus obras. Obras cumbre: Lavinia y Mauprat

Seudónimos y heterónimosLa literatura, dicho sea en el mejor de los sentidos, está llena de mentirosos. Escribir ficción es el único oficio en el que a su

practicante se le paga, legítimamente, por construir engaños lo más verosímiles posible. Pero hay algunos autores que han llevado sus mentiras más allá de las páginas, creando personalidades alternas a la propia para explorar nuevos caminos expresivos. A dichas personalidades las conocemos como heterónimos y seudónimos. Por supuesto, no son la misma cosa. Permítenos

explicártelo con algunos ejemplos…

FERNANDO PESSOA(1888-1935)El poeta portugués es un caso emblemático. No solo porque firmó con poco más de 70 nombres distintos, sino porque algunos de ellos escribie-ron en formas muy diferentes: • Alberto Caeiro. Al igual que Pessoa, poeta. De hecho, el único que solamente escribió poesía. Pagano y sencillo, Caeiro desestima todo tipo de convenciones a través de su poesía filosófica. Pue-des leerlo en Poemas de Alberto Caeiro (Visor).• Álvaro de Campos. Aunque este heterónimo publicó prosa, su mejor versión es como poeta. La diferencia con Pessoa y Caeiro es que de Cam-pos exalta las sensaciones y sentimientos hasta límites que ningún otro heterónimo se atrevió. Es, en suma, un poeta del ‘sentir’. Puedes leerlo en Antología de Álvaro de Campos (Alianza). • Ricardo Reis. Heredero de la tradición poética occidental, Reis es uno de los heterónimos más intricados de Pessoa, pues sus versos están ani-mados por la búsqueda de la armonía. Con aires bucólicos y latinistas, Reis fue tan importante que incluso José Saramago le dedicó una novela: El año de la muerte de Ricardo Reis (Alfaguara). Puedes leerlo en Odas de Ricardo Reis (Visor).

SEUDÓNIMOSEl prefijo pseudo, de origen griego, quie-re decir falso. Así pues, un seudónimo es aquel nombre que enmascara la persona-lidad de una persona. Ya sea por motivos políticos, comerciales, estéticos o por simple timidez, muchos autores han de-cidido usar un nombre falso para firmar sus obras. En algunos casos, su obra fue tan relevante que el seudónimo desdibujó para siempre a la persona real.

HETERÓNIMOSMientras que la voz griega pseudo se tra-duce como ‘falso’, el prefijo hetero, quiere decir ‘otro’, ‘diferente’. En ocasiones, seu-dónimo y heterónimo suelen confundirse, pero son construcciones muy distintas, pues el heterónimo, más que ocultar la identidad de un autor, busca crear una muy diferente a la propia, llegando incluso a tener una biografía e intereses contra-rios a los de su creador. Aunque el uso de heterónimos está menos extendido que el de los seudónimos, algunos casos son muy interesantes.

JOSÉ EMILIO PACHECO(1939-2014)Otro poeta al que le gustaba construirse perso-nalidades alternas fue el mexicano José Emilio Pacheco. Según una investigación realizada por Darío Jaramillo Agudelo, Pacheco llegó a utilizar unos once o doce nombres distintos. De ellos, cinco tienen un denominador común: pertene-cer a la obra Historia de los heterodoxos españo-les (Porrúa), de Marcelino Menéndez y Pelayo. Dos de ellos son de particular importancia y sus versos figuran en el “Cancionero apócrifo” de No me preguntes cómo pasa el tiempo (Era):• Julián Hernández. Oriundo de Coahuila y com-batiente en la Revolución Mexicana al lado de Carranza y Obregón, fue abogado de oficio y poeta marginado de la vida literaria. Su voz poé-tica está llena de ironía y un toque de amargura. • Fernando Tejada (o Tejeda). Originario de Tu-lancingo, estudió medicina y vivió en la Ciudad de México a partir de 1939. Tiempo después pasó una temporada en Francia y murió en Flo-rencia en condiciones “todavía no aclaradas”. Pacheco lo considera un continuador de la obra de Julián Hernández, aunque es claro que nunca lo leyó.

BORIS VIAN(1920-1959)Este autor de origen francés tenía un espíri-tu tan inquieto que no sólo dedicó su corto tiempo de vida a la literatura, sino también al periodismo y la música. Quizá por eso llegó a firmar sus trabajos con poco más de 40 nom-bres, muchos de los cuales son anagramas del suyo verdadero: Baron Visi, Brisavion o Navis Orbi. Sin embargo, hay tres personalidades de Boris Vian que no podrán ser olvidadas:• Vernon Sullivan. El más conocido de sus he-terónimos era novelista y poseía un tono es-candalizador que oscilaba entre la crudeza y el humor negro. Bajo este nombre publicó tres de sus novelas: Escupiré sobre vuestra tumba (Ed-hasa), Todos los muertos tienen la misma piel (Edhasa) y Que se mueran los feos (Tusquets). • Xavier Clarke. Bajo este nombre, Vian publi-có trabajos de crítica musical para la revista francesa Jazz News.• Vernon Sinclair. Este es uno de los muchos nombres que Vian usó en su papel como mú-sico. Compuso piezas de rock junto con el guitarrista Henri Salvador y el pianista Michel Legrand. +

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Por Adán Medellín

“Mirad, yo he crecido dividido (como un pez en el agua de dos manantiales comunicantes) en-

tre la verdad y la mentira. Hasta el punto de no distinguir ya la pared del cristal del aire, la cábala de la vida”, dice el poeta Saglimbeni en las horas previas a ser guillotinado por formar parte de una conjura contra su rey: “Me gus-tan, por otra parte, los cómicos que pasean el maquillaje como una cara; y están tan con-vencidos de los disfraces con que se adornan como para llegar a ser por completo falsarios e impostores de sí mismos.”

Saglimbeni es uno de los protagonistas de Las mentiras de la noche (Anagrama), la novela del escritor siciliano Gesualdo Bufalino que se propone como un juego de equívocos: cuatro involucrados en un intento de asesi-nato del monarca de un reino decimonónico intentan contarse “su historia más memora-ble”, una historia que dé sentido a su destino o que les haga más llevadera la ejecución que sufrirán la mañana siguiente.

En una especie de Decamerón nocturno, los cuatro conjurados (el poeta Saglimbeni, el viejo barón Ingafú, el soldado Agesilao y el joven estudiante Narciso) procederán a una confesión sobre sus vidas en su última noche en la Tierra, ante la petición de un quinto y misterioso personaje que los invita a descu-brirse: Fray Cirillo, un criminal que los acom-paña en sus prisiones y también aguarda la guillotina.

Sin embargo, existe una variable relevan-te en la ecuación de la muerte. El Goberna-dor les ha dado la posibilidad de confesar en un papel quién encarna la figura del llamado Padreterno, líder secreto y jefe máximo de la conjura, que se sospecha como un conspira-dor en el seno mismo de la monarquía. Sin el deber de revelar su identidad, si uno de los implicados confiesa todos serán absueltos.

Pero las confesiones de los personajes de Bufalino se transforman en confusiones ante los ojos del lector, pues cada uno de sus rela-tos enmascara la identidad real de sus narra-dores, expertos en el arte del ocultamiento y de la fuga. Por ejemplo, el descubrimiento del amor en el joven e impresionable Narciso parece una ágil coartada para la perversión y el incesto. O bien, la historia del barón Inga-fú –que narra el duelo que desembocó en la muerte de su hermano gemelo, Secondino, y le permitió salir de su carácter melancólico para resurgir con la personalidad jovial, revo-lucionaria y vitalista de su hermano recién

asesinado– quizá entrama una realidad de espejos donde se descubre el juego del doble, del usurpador, del engañador que escapa de la justicia.

Mientras avanzan la noche y sus fábulas, crecen los gestos, la retórica hábil, la tea-tralidad. Los personajes juegan, actúan para decirse y desdecirse, rodeando de dudas a sus escuchas, que también cuestionan la au-

tenticidad de sus relatos, desconfiando de la verdad a causa de las divagaciones, las inven-ciones y las imágenes narradas. Aquí la his-toria personal es un engaño, o al menos, una representación de variantes tragicómicas en tiempo real que nutre y modifica la existencia que pretende contar.

Con la cercanía de la madrugada y las se-ñas inexorables de su destino funesto –que van desde la construcción del patíbulo hasta la grotesca toma de medidas y el examen de

los pescuezos que caerán bajo el filo justicie-ro-, Bufalino acomete el motivo barroco que anima su extraordinaria farsa: la confusión entre el ser y el parecer, la vida como un sue-ño, la extranjería de la memoria que usamos para contarnos ante los demás y que sólo fun-ciona para ocultarnos de nosotros mismos, de los otros, de la responsabilidad de nuestros actos y omisiones más oscuros e indignos.

Detrás de la historia del parricida Age-silao o del seductor Saglimbeni, subyace la noción de la vida –o del relato que hacemos de la vida- como un escenario operístico con máscaras, disfraces, gestos, frases retóri-cas, coros, cantos y claroscuros. Un relato de tomadas de pelo y ficciones que no cesa ni siquiera ante la proximidad de la muerte, porque su razón de ocultar el fondo y el ver-dadero pensamiento de sus protagonistas se apoya en la necesidad de crear algo frente a la nada, frente al vacío de motivos vitales, frente al horror que provoca la sospecha del no-ser.

En este baile de máscaras, la mentira en labios de estos charlatanes revoluciona-rios niega la verdad de los hechos mientras afirma, a su modo, la vida. En su juego de suplantaciones, escondites y engaños, los cuatro conjurados lograrán burlar al burlador que aspiraba a develar su conjura libertaria y sembrarán una última duda profunda que res-quebraja la certeza del poder para fisurar sus leyes de apariencia inquebrantable.

“Mi vida (no menos que la vuestra, oh mis enemigos y hermanos) sólo ha sido un fluido transcurrir de conciencias postizas dentro de un innumerable mí”, dirá el impostor Fray Ci-rillo. Pero la impostura de los rebeldes trabaja desde la ironía, la duda, la persuasión verbal y la teatralidad para desestabilizar a la auto-ridad, socavar sus estatutos y convertir la co-bardía grupal en una alianza de valentías. El juego del engaño brinda un asomo de libertad a las prisiones de los conjurados, un cambio de aire que incluye a los lectores encerrados en esta brillantísima historia de suplantado-res.

En su sorpresivo desenlace, la voz de Bufalino nos arroja esa pregunta de iden-tidad y existencia que nos taladra cada día por encima de los relatos consoladores que nos acompañan a nuestros lechos: “¿Quién soy yo? Nosotros, los hombres, ¿qué somos? ¿Somos verdaderos, somos pinturas? ¿Tropos de papel, simulacros increados, inexistencias llegadas al escenario de una pantomima de cenizas, burbujas sopladas por el canuto de un prestidigitador enemigo?”. +

La verdad es un

¿QUIÉN FUE GESUALDO BUFALINO?Aunque fue contemporáneo de Italo Calvino, el mundo de las letras no gozó de su presencia sino hasta 1981, cuando publicó su primera novela, Perorata del apestado (Anagrama), a instancias de su amigo, el también narrador Leonardo Sciascia. Tenía entonces 61 años de edad.

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rarme de que cada cosa quedara a mi ma-nera, con un objetivo primordial: hacer las cosas bien y cumplir con mis deberes. Creí siempre que eso era lo correcto, poniendo constantemente en alto valores como la responsabilidad. Creía que al solucionar el problema que me ocupaba en ese momen-to, se solucionaría mi vida para siempre. Vivir regularmente con sentimientos de an-gustia o preocupación, esperar escenarios negativos y sentir el miedo en sus diferentes versiones era parte de mi vida diaria. Eso era lo correcto, estaba vivo y eso era la vida: mi destino colgaba de hilos y alfileres, que eran las cosas que yo había podido hacer y cons-truir, nada más”, señala el autor.

Aquel estado no se había gestado solo, sino que era producto, en parte, de la edu-cación. Reflexiona: “Fui educado para ser in-dependiente y arreglármelas en la vida por mí mismo. Entendía que cada quien debe de labrar su propio triunfo a base de esfuerzo,

lucha y dedicación, en un mundo de com-petencia y desafíos. Ahora he llegado a la conclusión de que estos conceptos no son ni malos ni falsos, tal vez sólo incompletos.”

Pero de pronto llegó el momento de ha-cer sumas y restas, de poner en la balanza lo aprendido. Comenta Carlos: “Vino en-tonces el punto de inflexión, tuve cambios fuertes y repentinos en el ámbito laboral, de esos que siempre supe que era normal que sucedieran a los demás, no a mí. El destino me quitó la pata que sentía más fuerte, la que más certidumbre me daba, la relativa a lo medible, a lo evidente. ¿Qué hacer en esos casos, cuando el esfuerzo y la dedica-ción no eran efectivos? La receta tenía que cambiar.” Y continúa: “Entonces, de mane-ra no planeada, pues la vida siempre regala oportunidades, me dediqué un poco más a pensar, a observar, reflexionar y tratar de entender: ¿Qué hago aquí? ¿Qué soy? Las respuestas empezaron a llegar en cascada: la vida se puede vivir de manera diferente.”

De aquellas reflexiones y preguntas na-ció Palabras de un hombre común. Pero su construcción como libro no sería el fin de un camino para su autor, sino todo lo contrario. Al respecto, Dodero nos relata: “Después de dar forma a cada uno de los capítulos,

elegir la portada y trabajar con el equipo de edición antes de entregar los ejemplares de muestra en librerías, durante una de las reu-niones donde planeábamos cómo haríamos que este libro llegara a los lectores, una de las integrantes del equipo de la editorial me hizo una pregunta sencilla, bastante común y lógica: ¿Me puedes describir en algunos párrafos de qué trata este libro? O si te es más fácil ¿Qué experiencias personales o de vida te llevaron a escribir estas ideas? La pregunta me dejó mudo, pensativo, no atiné a contestar de manera inmediata.”

“La realidad es que, al momento de la entrevista, el libro, cada uno de sus capítu-los, formaba ya parte de mí, de mi manera de actuar y de mi forma de ver la vida, por lo que no me era sencillo reconocerlo, pero no siempre fue así. Requerí entonces de un ejercicio de reflexión y de vuelta al pasado para entender cómo, cuándo y por qué… o más bien, para qué escribí este libro”, con-

fiesa Carlos. Tras mucho pensarlo y luego de otra cascada de reflexiones, la respuesta llegó: “Palabras de un hombre común ayu-da a reencontrarse con algunos conceptos que seguramente ya conocemos, pues de alguna manera están en nosotros… tan sólo se hacen evidentes y útiles. Es un libro que ayuda a conciliarnos con nosotros mismos que y ofrece algunos conceptos frescos y sencillos para entender la vida de manera diferente. Es posible que se convierta en un libro de consulta, al menos por un tiempo, al que se puede acudir para releer los con-ceptos con los que más nos identificamos y con la situación particular que estamos en-frentando.”

¿Ha cambiado Carlos Dodero desde que escribió este libro? Muchos esperarían una respuesta afirmativa o, lo que es más, que se viera a sí mismo como un guía cuya nueva responsabilidad es orientar a los de-más. Sin embargo, Carlos asegura: “No soy mejor que los demás ni he subido de nivel, no soy una persona avanzada ni iluminada. Soy el mismo, sólo me he dado tiempo para observarme y la oportunidad de cambiar. Y sí, sí soy mejor de lo que era: vivo más tran-quilo que antes, más cercano a mí y mucho más feliz.” +

Por Tatiana Nogueira

l ritmo de vida en nuestra sociedad ha he-cho que, de vez en cuando, perdamos de vista algunas aristas de la existencia.

Abrumados por los moldes sociales y tratando siempre de ajustarnos a ellos, hacemos a un

lado la búsqueda de aquellas respuestas que son esenciales para vivir mejor. Sin

importar su origen o profesión, mu-chas personas han caído en la cuenta de esta situación y se han permitido hacer un alto, reflexionar y compartir

sus hallazgos. Este es el caso de Carlos Dodero, quien hoy nos comparte una

pequeña probada de su libro Palabras de un hombre común (Tara Ediciones).

A todos nos ha llegado a pasar: de pronto, nuestras circunstancias cambian abruptamente y nos dejan frente a una especie de vacío en el que nacen pen-samientos y dudas sobre la vida. Ese es el origen de este libro de Carlos Dodero, quien nos comparte: “Desde hace algún tiempo había comenzado a escribir en mi teléfono ideas que posteriormen-te, y con un poco de reflexión, daban respuesta a muchas de las preguntas que incluso ni siquiera había logrado formular de la manera adecuada. Las palabras se empezaron a acumular hasta convertirse en textos que tenían más forma de libro que de ocurrencias

aisladas.”Por supuesto, no fue una situación

que se diera de la noche a la mañana, sino un largo proceso de cambio, de re-nuncia y negociación consigo mismo. “Hace unos años, desde el amanecer hasta la hora de dormir, yo buscaba

–deseaba- controlar mi vida por com-pleto; quería hacerme cargo de todo y cercio-

Palabrascambio

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Entrevista a Carlos Dodero

Eso era lo correcto, estaba vivo y eso era la vida: mi destino colgaba de hilos y

alfileres, que eran las cosas que yo había podido hacer y

construir, nada más.Carlos Dodero

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Por Tatiana Nogueira

arece que su rostro nos mira desde siempre, como una ma-dre orgullosa de todos sus hijos.

A donde vayamos, el sólo hecho de decir que somos mexicanos evoca en la mente de cualquier extranjero el rostro de Frida Kahlo. Su vida despier-ta nuestra curiosidad… tal vez a eso se debe la frecuencia con que cada día se revelan nuevos secretos, ence-rrados hasta entonces en las habita-ciones de la emblemática casa azul de Coyoacán.

Esta es la historia de la segunda vida de Frida, la que comenzó en el tranvía donde se encontró por prime-ra vez con la muerte. Fue tal vez un pacto con la huesuda lo que la libró de iniciar el viaje sin retorno, mismo que la atormentaría el resto de su vida. Frida siempre mantuvo a raya a la muerte, recreando el dolor con ma-ravillosos colores y trazos; y es desde esos cuadros, tal vez, desde donde susurró al escritor Francisco G. Ha-ghenbeck esta fábula de su vida que hoy comparte con nosotros.

Son tantas biografías, tantos li-bros, tantas Fridas… ¿cómo es la Frida de tu novela? “Más que otra biografía, El libro secreto de Frida Kahlo (Ocea-no) es una fábula; un cuento de hadas con todos los elementos de la mexi-canidad, el folclor, las tradiciones, la magia que hay alrededor de la cultura

mexicana, como el día de muertos, la catrina, los fantasmas; son todas es-tas leyendas en la vida de Frida. Como si la vida de Frida fuera una historia de realismo mágico donde incluso la co-cina es un elemento muy importante. Más que una biografía, me gusta de-cir que es una fábula biográfica” nos dice Haghenbeck.

En esa casa, que se convirtió en el centro de la vida cultural del país, había una mesa llena de platillos que

Entrevista con Francisco G. Haghenbeck

El secreto que permitió a Frida

eran espejos de México y Frida y que servían para halagar a sus visitantes. Esas recetas también son parte de la historia. Nos relata Haghenbeck: “Frida era una gran conocedora y una gran estudiosa de la cocina mexicana, le encantaba nuestra gastronomía. Aprendió a cocinar, ya grande, con Lupe, la esposa de Die-go, y se convirtió en una pasión para ella, era otra manera de expresarse: podía expresar amor, odio y cariño, a través de la cocina.” Y nos revela con cierta complicidad: “Para mí las recetas eran muy importantes. Mu-chas son de mi abuela. Mi abuela era muy cercana al círculo de Frida y de todos los intelectuales de los años cuarenta, pues estaba casada con mi abuelo, Eduardo Correa. Las re-cetas las saqué de una libretita que intercambiaban entre ellos. Quiero pensar que varias de esas recetas eran de Frida y que tienen el sabor-cito de la época.”

“Creé una Frida que a todos nos hubiera gustado porque el persona-je real era un poco más difícil, un poquito más dramática, más com-plicada. Intenté crear una Frida más humana, más inocente en muchos sentidos, para que sean los ojos del lector los que descubran a través de ella todos estos elementos de la mexicanidad”, continúa Haghen-beck mientras nos explica un poco más sobre la razón de escribir sobre esta pintora idealizada, esta Frida que nos identifica como mexicanos. “Yo quería adentrarme más que en la vida de Frida en la mexicanidad. ¿Qué es ser mexicano? Creo que, hoy día, Frida es casi una marca del ser mexicano. Conoces a Frida y la relacionas con México, eso te da el pretexto perfecto para hablar de la mexicanidad a través de su vida. Y, en cierto modo, la novela también es un pretexto para hablar de nues-tra relación con la muerte -que en México es muy importante-, hablar de nuestra relación con la comida, con la familia, con el mundo, con la política y la cultura, todo a través de los ojos de Frida.”

Esta no es una biografía, es la fábula de una mujer que se acerca más a la imagen que tenemos de ella; es, según palabras de su au-tor, “una historia para platicar. Más allá de la biografía, es la historia de un personaje tan importante y tan nuestro que tal vez después de leer el libro te animes a hacer dos o tres de las recetas que vienen ahí.” Así, querido lector, podrás disfrutar en la mesa un feliz encuentro con esta mujer leyenda. +

De todos los espacios de la casa, la cocina era el corazón que la hacía palpitar, convir-tiendo una inerte edificación en un ser viviente. Más que una simple morada, la Casa Azul era el santuario, refugio y altar de su señora. La Casa Azul era Frida.”

F.G. HaghenbeckFragmento de El libro secreto de Frida(Oceano)

B I A N C A B O S K E R

EL VINOUN VIA jE IRREVERENtE pOR

LA SUBCULtURA dE SOmmELIERS, ENóLOgOS y BEBEdORES

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l 25 de agosto de 2018 marcó el aniver-sario número 100 del nacimiento de un compositor y director de orquesta cuyo

nombre es familiar a todos los que disfruta-mos la música de concierto: Leonard Berns-tein (1918-1990). La ocasión no es menor: los grandes sellos discográficos reeditan sus grabaciones completas; las editoriales publi-can libros antiguos y nuevos, y algo nunca antes visto: Hollywood llevará a la gran pan-talla la vida del músico, quien presentó al público americano la obra de Beethoven y Mahler, en dos filmes paralelos: uno con Bradley Cooper y otro con Jake Gyllenhaal, el primero de los cuales cuenta con la apro-bación de la familia de Bernstein, además de una producción millonaria encabezada por Spielberg y Scorsese.

EL PRIMER GRAN DIRECTOR NACIDO EN ESTADOS UNIDOSCompositor, director de orquesta, pianista, pedagogo, escritor y hasta modelo, el gran músico oriundo de Massachusetts sigue siendo hasta hoy una figura imprescindible en la música de su país. El impecable currí-culum de Bernstein incluye haber sido el primer director americano que se presentó en el Teatro Alla Scala de Milán, con ocasión de una Medea interpretada por Maria Callas. Representa el polo opuesto al director aus-triaco de linaje aristocrático Herbert von Ka-rajan: hijo de migrantes judíos, el joven Ber-nstein se abrió camino en un mundo musical dominado por los maestros europeos.

Se cuenta que su primer contacto con la música fue un piano que encontró en casa de su tío materno, un singular paralelismo con el pequeño Gustav Mahler. Su padre rechazó la idea de pagarle lecciones de este instrumen-to, por lo que Bernstein pagó sus clases con el dinero que obtenía de pequeños trabajos. Después de graduarse en la Boston Latin School, en 1935, Bernstein acudió a la Uni-versidad Harvard, donde estudió música con

Walter Pinson. Al terminar sus estudios ahí, ingresó al Curtis Institute de Filadelfia, donde recibió la única nota de “A” (sobresaliente) que Fritz Reiner concedió nunca en sus clases de dirección. Poseedor de un oído extraor-dinario y un talento natural para la música, Bernstein no dejó nada a la suerte: fueron años de arduo trabajo y práctica los que lo llevaron al podio de la orquesta junto a la cual imprimiría una profunda huella en la música de concierto. La larga y fructífera relación de Bernstein con la Filarmónica de Nueva York terminó sólo por la muerte de Bernstein. Di-rigió su último concierto con este conjunto solo cinco días antes de su muerte, en aquel fatídico 14 de octubre de 1990.

Genial y contradictorio, Bernstein abra-zaba lo popular y lo clásico, sin circunscri-birse a nada previamente categorizado. Lo mismo podía hacer referencias al rock de los Beatles que al jazz de Charles Mingus, en medio de la explicación de una sinfonía de Haydn. Fue esta habilidad como comuni-cador, y su enorme carisma, lo que lo llevó a conducir la serie de programas titulados Conciertos para Jóvenes en la cadena CBS, mismos que se mantienen hasta hoy como los más longevos de música clásica: se emi-tieron desde 1958 hasta 1972, con niveles de rating históricos. Este hecho es muy sig-nificativo porque refleja dos aspectos impor-tantes de Bernstein: el primero, su marcado interés en democratizar la música que pare-cía estar reservada a las personas que podían pagar un concierto en el Carnegie Hall, y el otro, no menos importante, que era capaz de hacer un producto comercialmente exi-toso a partir de la música clásica. Las clases y conferencias de Bernstein han sido reedi-tadas y traducidas a varios idiomas, y siguen siendo una referencia para los melómanos de todas las edades hoy en día.

COMPOSITOR Y SHOWMAN Como compositor, Bernstein abordó nume-

rosos estilos y formas. Compuso tres sinfo-nías (la última dedicada a John F. Kennedy), dos óperas, una misa, cinco musicales y numerosas obras para orquesta y solistas. Al momento de su muerte, se encontraba trabajando en su tercera ópera, que aborda-ba una temática más oscura: el holocausto judío. Su obra más emblemática es el musical West Side Story, basada en Romeo y Julieta pero adaptada a los tiempos modernos: la lu-cha de dos bandos rivales de origen puerto-rriqueño y europeo, influencia del innegable carácter cosmopolita de la Gran Manzana.

De su amplia obra cabe destacar las gra-baciones del Opus de Beethoven, Brahms, Schumann y Mahler. Gran apasionado de la música del último, dedicó su tiempo y energía a difundir el repertorio sinfónico de este com-positor que había caído en el olvido después de su muerte. De hecho, fue el primer direc-tor en grabar todas las sinfonías de Mahler en un sólo ciclo, que es hasta hoy un referente, y conquistó a la ciudad que expulsara al com-positor, gracias a una larga lista de colabora-ciones con la Filarmónica de Viena. Además, comprometido con el repertorio contempo-ráneo, tuvo ocasión de estrenar la Sinfonía Turungalila de Oliver Messiaen (1949), la Segunda Sinfonía de Charles Ives y la Quinta Sinfonía de Hans Werner Henze (1963). No podemos dejar de mencionar aquel histórico concierto de 1989, con motivo de la caída del Muro de Berlín, en el que al frente de una orquesta conformada por músicos de varias nacionalidades y orígenes, se tomó la licencia de cambiar la palabra ‘alegría’ por ‘libertad’, en la Novena Sinfonía “Coral” de Beethoven.

Ecléctico es quizá la palabra que mejor define a Leonard Berstein. Artista de carác-ter universal, el tiempo ha juzgado su obra y hoy cada vez más personas conocen su lega-do, gracias a las plataformas que albergan su música y nos permiten revivir a este ícono americano. +

@sonate_bleu

cien años del nacimientode un ícono

Leonard Bernstein:

S E Q U E N Z A O s i r i s D o m í n g u e z

Gabriel Rosales Vega escribe el primer libroen español que revisa a detalle los hechos,

analiza las especulaciones y la eventualvinculación entre los actores rusos y los miembros de la campaña de Trump quelograron erigirlo como el 45º presidente

de la nación más poderosa del mundo.de la nación más poderosa del mundo.

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@cervantino

“Como habrán podido apreciar, los escritores somos pésimos para disfrazarnos. Lo que tratamos de hacer, de vez en cuando, es disfrazar-nos a través de esos seres imaginarios que llamamos personajes. Yo me encontré con un disfraz muy preciso de Magritte, el pintor surrea-lista de Bélgica. Lo elegí porque es uno de los personajes de mi nueva novela, Catorce colmillos (Random House). En esta novela cumplí un sueño que había aplazado durante más de veinte años: encontrar un pretexto para infiltrar a uno de mis personajes en las reuniones del movimiento surrealista. Creo que deberíamos hacer una antología que incluya sólo anécdotas sobre cómo estos artistas enfrentaban el arte para darnos una idea de cómo vivían.”

Martín Solares

René MagritteSu nombre completo era René François Ghislain Magritte. Nació en Bélgica en 1889 y fue una de las figuras más relevantes del movimiento surrealista. El suicidio de su madre, ocurrido cuando él tenía 14 años, es un tema recurrente de su obra, simbolizado por el uso de telas sobre los rostros, a manera de máscaras, pues así fue encontrada tras ahogarse en un río: con su camisón cubriéndole el rostro.

En 1927, un horrible crimen es perpetrado. El caso es asignado a la Brigada Nocturna, división de la policía francesa en la que trabaja el joven agente Pierre Le Noir. Bien pronto descubre que, para aclarar el caso, deberá infiltrarse en un grupo de artistas: el surrealista.

Catorce ColmillosMartín SolaresLiteratura Random House

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15,689

Fuerza expresiva:

Sabiduría:

Inteligencia:

Destreza estilística:

Constitución física:

Habilidad para remover las entrañas del espectador:

Ve la entrevista en mascultura.mx

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Por Arturo Ríos Alejo

ace pocos años Javier Cercas pu-blicó El Impostor (Random Hou-se), “relato real” acerca de una

persona o personaje excepcional: el ca-talán Enric Marco, presidente de la Ami-cale de Mauthausen, institución de -y para- las víctimas de los campos alema-nes de concentración. Los españoles estaban habituados a verlo por televi-sión mientras rememoraba cinemato-gráficas experiencias del campo de Flossenburg. Para horror general, en 2005 el historiador Benito Bermejo de-mostró que Marco era uno de los gran-des impostores del holocausto. Nunca había estado preso en Flossenburg. El collar de anécdotas que había contado una y otra vez estaba tejido con testi-monios ajenos y películas de nazis. Lo realmente vergonzoso era que todos habían creído aquellas tristes y dulces historias.

Cercas hurgó archivos, visitó testi-gos y conversó durante muchas horas con Marco antes de escribir El impostor. Procuró discernir las verdades de aquel pajal de mentiras pero, sobre todo, son-dear los motivos por los cuales el mun-do creyó en el impostor. En definitiva, para Cercas todo el mundo miente por motivos muy similares a los que existe la literatura y se engarzan las palabras: la realidad suele ser tan ingrata que necesitamos inventar una historia que se ajuste más a nuestros sueños (in-

Una máscara engendra otra: estratos superpuestos que borran definitivamente los rasgos originales, hasta sembrar la duda sobre si alguna vez existieron.

bres borrascosas (Alianza Edi-torial), que desde 1939 ha sido

llevada al cine en 13 ocasiones; Charlotte Brontë que, inspirada en

su enamoramiento del padre de la familia con la que vivía como insti-

tutriz en Bruselas, escribió Jane Eyre (Alianza Editorial), y Anne Brontë,

quién influenciada por sus hermanas se atrevió a publicar Agnes Grey (Alian-

za Editorial). También está el caso de El sabor de las penas (Alianza Editorial), de

Jude Morgan, que retrata los sinsabores y amores de las tres autoras.

La siguiente escritora vivió una anécdo-ta que aún hoy envidiaría cualquier autor: su

novela Sentido y sensibilidad fue comprada dos días antes de ser lanzada por el Rey Jor-

ge IV de Inglaterra, cuando aún era príncipe. El libro desapareció de los archivos de Windsor

pero Alianza trae a sus lectores una joya aún más rara, el volumen de Jane Austen titulado Lady

Susan y otras novelas (Alianza Editorial), que in-cluye sus obras más desinhibidas y divertidas.

La irremediable destrucción de la belleza des-pués de la segunda guerra mundial retrata un Japón

vencido en la novela de Yukio Mishima, El pabellón de Oro (Alianza Editorial). En cuanto al cuidado de las

traducciones, los Cuatro cuartetos (Alianza Editorial), de T. S. Elliot, cumple cualquier expectativa con la tra-

ducción de José Emilio Pacheco.

AlianzaEditorialUn legado de pasiónpor la literatura

El sueño de cualquier editor es reunir en su catálogo autores y obras que logren consagrarse como clási-cos, obras esenciales de la literatura universal. No

es tarea fácil, pues la selección de clásicos contemporá-neos y nuevos autores requiere de un trabajo editorial impecable. Este trabajo de filigrana sólo se logra cuan-do la edición se convierte en una vocación y en una manera de mirar el mundo.

Fundada en 1966, Alianza Editorial es una de esas editoriales que no ha descuidado esta pasión por la literatura. Hagamos un recuento de sus más recientes ediciones, todas ellas disponibles a par-tir de este verano en librerías.

Es innegable que el amor por la literatura se contagia, como sucedió con estas tres herma-nas, hijas de dos párrocos rurales y autoras de tres de las novelas más románticas y liberales del siglo XIX: Emily Brontë, autora de Cum-

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cumplidos por definición). Muchos espa-ñoles de aquella época hubieran querido ser valientes hasta el martirio, justo lo que vendía Marco en el mercado de la memo-ria. ¡Quién no hubiera querido ser como Marco! Por eso todos creyeron sus patra-ñas; por eso mismo sería el chivo expiato-rio perfecto una vez que fue descubierto. El falso heroísmo de Marco encuentra su reverso en la facilidad que han tenido los pueblos y que tenemos las personas para obedecer.

Y es que bien podría hacerse una histo-ria de la humanidad a través de los impos-tores. Detrás del persistente o fugaz éxito social de cada impostor, se halla el corazón oscuro que late bajo los senderos del mun-do. Hace tres siglos George Psalmanazar redactó para el público europeo una des-cripción histórica y geográfica de la miste-riosa isla de Formosa, hoy Taiwán. El mun-do todavía era ancho y ajeno; Psalmanazar lo sabía y lo aprovechó con sensacional ironía: aseguraba en su libro que la lengua de los formosianos guardaba fuertes re-sonancias del griego, que los trabajadores eran morenos porque laboraban de cara al sol pero la elite era blanca pues vivía bajo tierra; que los sacerdotes sacrificaban cien-tos de niños, sobre todo niñas. Lo cierto es que el autor de la descripción de Formosa era francés y jamás había pisado aquella isla. Sin embargo, todo el mundo londi-nense y europeo quiso creer en ese cuen-to salvaje pero reconocible, odioso pero necesario y cautivador. Psalmanazar pasó los años como un formosiano. ¿Qué había del otro lado del espejo? El caso de Guillén de Lampart es más conocido en México. Este personaje de origen irlandés llegó a Nueva España hacia 1640. Vivía en una ca-sita de alquiler que pagaba con clases de gramática latina. Astuto, rubio y culto, se las ingenió para asistir a las fiestas y ban-quetes de los ricos, donde todos parecían mendigar sus mentiras: sería descendiente de nobles, habría tenido trato con reyes y condes, las aventuras amorosas con las da-mas de las cortes europeas habrían sido su pan de cada día. Tanto creyó en su propio personaje que pensó convertirse en rey de México, razón por la cual fue perseguido, encarcelado y finalmente ejecutado por la Santa Inquisición. Vicente Riva Palacio es-cribió Memorias de un impostor (Porrúa), novela sobre este caso de tan triste final.

Antes que Cercas, Emmanuel Carrère escribió El adversario (Anagrama), un ma-gistral relato acerca de un impostor esca-lofriante. El libro también es escalofriante. Jean Claude Romand ocultó por dieciocho años su vida verdadera a familia y vecinos de un acomodado suburbio suizo. Todos creían que compartían la vida con un mé-dico exitoso, sencillo y reservado. Nada era cierto, era un hombre sin oficio ni bene-

ficio, como no se considere oficio tramar una telaraña de mentiras a fin de conse-guir los réditos económicos apropiados al médico Romand. Los impostores conviven con la angustia de saber que no hay crimen perfecto y que un día cualquiera, a la vuel-ta de la esquina, pueden quedar expuestos frente a los seres queridos. Serán entonces observados con la ira, lástima, miedo y morbo con que se mira lo monstruoso. Ro-mand supo que aquel día estaba próximo y prefirió asesinar a su familia. El negativo de aquel mundo de ensueño suizo y burgués teñía de oscuridad la vida de Jean Claude.

Si Cercas anhela una explicación para comprender a Marco es porque considera que sólo la verdad puede salvarnos. Cer-cas sueña que él es Cervantes; que Marco como el Quijote podrá vivir sólo si logra volver desde la mentira. Y así también la sociedad española.

Lo de Carrère es otra cosa. En las pá-ginas del breve libro dedicado a Romand es posible advertir la consciencia del autor acerca de los límites que un crimen asaz atroz supone para la razón. ¡Cómo encade-nar una serie de acontecimientos que sean capaces de explicar el momento en que un padre amoroso mata a sus propios hijos! Si en Cercas encontramos a un historiador capaz de evidenciar los resortes de la men-tira y la credulidad, en Carrère se distingue un buzo del mar abisal, un psicoanalista delante del caso que terminó con su prác-tica profesional. Cuando un impostor es descubierto, debe pagar ante el mundo un precio que suele ser costoso. La naturaleza misma de las relaciones humanas hace difí-cil escapar de este destino. Y, sin embargo, cuando Carrère entrevista a Romand, tipo amable e inteligente, se pregunta si será posible que este impostor no hubiera ob-tenido sino un premio, si no se halla delan-te de un camaleón capaz de sobreponerse a todas las verdades para transformarlas siempre en otro disfraz. Es un pensamien-to oscuro. A diferencia de Cercas, Carrère asedia una zona de locura y silencio febril cuya explicación debe quedar condenada al secreto.

El libro de Carrère es así muy distinto al de Cercas, no sólo por lo que distingue a sus impostores sino también, y sobre todo, por lo singular de sus respectivas miradas. Mientras Cercas procura la explicación de una época a partir de esa grieta que cree reconocer en Marco, Carrère plantea un texto más psicológico y ambiguo. Lejos de la seguridad que propician los acertijos bien resueltos, el lector llega al final de El adversario con más aprehensiones de las que inició el libro, sin importar que desde la primera página se dé cuenta del crimen cometido por Jean Claude Romand. Dos modos de ver el mundo a la mano del lec-tor, la pastilla azul y la pastilla roja. +

Uno de los datos más singulares sobre la impostura de Psalmanazar es que fue él mismo el primero en desmentir su descripción de Formosa. Lo hizo en 1747, a través del libro Sistema com-pleto de geografía, con estas líneas: “Psalmanazar nos ha dado permiso para que aseguremos al mundo que la mayor parte de su relato es mera fá-bula, como de hecho reconocerá cual-quier lector juicioso del mismo, pues los muchos absurdos allí amontonados tienden a destruir antes que a incre-mentar su verosimilitud.”

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Por Fabián Aranda

in importar cuántas vueltas le demos al asunto o qué clase de justificacio-nes construyamos para ellos, los im-

postores serán siempre tipos de los que hay que cuidarse. Y es que si bien podemos comprender los motivos que llevan a men-tir a cualquier ser humano, poco hay tan

oscuro como construirse una personalidad alterna para ser lo que no se es, para desa-tar todo aquello que nos avergonzaría ha-cer bajo nuestra ‘real’ personalidad. Cierto es que muchos ejercen control sobre su al-ter ego, pero también lo es que cuando ta-les constructos crecen desmesuradamente arrojan a sus creadores a las fauces de las pesadillas.

ESO QUE LLAMAMOS DOPPELGÄNGERMuchos autores, quizá en un acto de necesa-rio exorcismo, han hecho que sus personajes entablen conflictos existenciales con sus ‘la-dos b’, ya sean estos una extensión volunta-ria o un desdoblamiento inconsciente de su persona. Los ejemplos sobran cuando habla-mos de estos terribles casos de doble perso-nalidad. Y aunque no todos son exactamen-

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te iguales ni tienen razones similares para proyectarse en un otro ficticio, sí existe una constante: esas alteridades afloran y exacer-ban todo aquello que sus creadores repri-men. Ahí está, verbi gracia, la pareja forma-da por Jack y Tyler Durden, los protagonistas de El club de la lucha (Random House) de Chuck Palahniuk. En aquella novela de culto, obra tan violenta que el propio Palahniuk no esperaba que fuera publicada, esa otredad lleva a tal extremo las ideas de su fuente que acaba por desbancarla completamente.

Pero no es el único caso de un doppel-gänger cuya fuerza y voluntad lo llevó a en-frentarse a su ‘persona de origen’. Muchos años antes de que Palahniuk creara a Tyler Durden, Robert Louis Stevenson dio vida al icónico dúo de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Alba). Sobre este relato circula una historia peculiar: se-gún voces de la época, Stevenson lo es-cribió en apenas tres días y en medio de terribles fiebres. Apenas terminó de es-cribirlo lo leyó a su esposa quien, como siempre lo hacía, anotó sus comentarios en los márgenes del manuscrito. Tras leerlos, Stevenson quemó el manuscri-to pues coincidía con su mujer en que la carga sexual era demasiado explícita. Cierta o no, la anécdota fortalece esa imagen atroz del otro que podríamos ser si la formulita del doctor Henry lle-gara a nuestras manos. Lo interesante del caso es que el verdadero impostor es uno mismo.

En una época cercana a la de Ste-venson, Alexandre Dumas, padre, creó a otro impostor emblemático: El conde de Montecristo (Akal). A diferencia de la obra de Stevenson, su protagonista no está del todo sumergido en un agrio conflicto: su impostura es deliberada y tiene un solo fin, la venganza. Edmond Dantès es una especie de antihéroe ro-mántico cuyos escrúpulos acaban final-mente por imponerse ante su doble. Caso si-milar es el de Sidney Carton, el abogado que suplanta a Charles Darnay, quien a su vez era el falso nombre de Charles St. Evrémonde, en Historia de dos ciudades (Clásicos B), de Charles Dickens. Sin embargo, hay en esta obra un doble abordaje de la impostura y el doppelgänger: el relato del antihéroe, Car-ton, y el de la víctima de las circunstancias, Darnay.

De confección mucho más reciente son dos impostores que se han ganado al públi-co por sus malas artes y su violencia: George Stark y el temido Heisenberg. El primero fi-gura en la novela de Stephen King, La mitad oscura (Debolsillo). Su historia es curiosa, pues en la novela George Stark es el exitoso heterónimo de Thad Beaumont, cuya carre-ra es mucho menos brillante y rayana en la mediocridad. Harto de tal situación, Beau-mont decide ‘matar’ a Stark públicamente

con un entierro en toda formalidad, desa-tando una serie de acontecimientos muy propios del universo de King. Lo singular es que el propio King hizo exactamente lo mismo con Richard Bachman, cuando el res-petable se enteró de quién era en realidad.

Lo de Heisenberg es brutal: en pantalla pudimos apreciar el conflicto y la paulati-na transformación de Walter White en ese otro, siniestro y monstruosamente verosí-mil para nuestros tiempos. ‘Say my name / Heisenberg / You’re goddamn right’. Y eso fue todo: Heisenberg se apoderó de aquel tímido profesor que lo había creado con el fin de asegurar el futuro familiar, cuando el cáncer acabase con él. Por supuesto, esta-mos hablando de Breaking Bad, la exitosa serie televisiva en la que Bryan Cranston en-

carnó a Walter White. Un trazo similar, con una historia familiar oscura y paseos por la psicología profunda de sus personajes, tiene el más reciente thriller de Alice Blanchard, El aliento de los ahogados (Oceano). Sin em-bargo, en sus páginas no nos encontramos con un impostor lleno de conflictos, sino con el desmoronamiento de todo lo que su pro-tagonista creía saber sobre su familia.

En otro orden de ideas, recientemente se publicó País de mentiras (Oceano), cuya autora, la prestigios periodista Sara Sefcho-vich, nos revela, una a una, las mentiras que sostuvieron al gobierno mexicano durante la llamada ‘transición democrática’. Un libro necesario para comprender, por una parte, el estado actual de nuestra nación y, por otra, para identificar a esa terrible colección de fal-sarios, de impostores, que se empeñan en se-ñalarnos cuán maravillosas son sus gestiones aunque sigamos sumergidos en la miseria.

Y UNO MÁS…Al margen de los impostores, los dobles oscuros y los heterónimos, hay en la litera-tura ciertos personajes falsarios de los que hay cuidarse mucho más aún. No siempre son perversos; lo que es más: en repetidas ocasiones apelan a nuestra solidaridad o lás-tima, amparados en su locura, su inocencia o sus ilusiones. En este singular grupo hay un individuo que llama poderosamente mi atención.

Ermes Marana es uno de los personajes más desagradables que haya creado Italo Calvino: plagiario, mentiroso y lleno de ma-ñas. Sin embargo, sus engaños son lo que da sentido a una de las últimas novelas fir-madas por el autor italiano, Si una noche de invierno un viajero (Siruela). ¿Cómo odiar

a Marana si fue capaz de engarzar al lector con el arranque de diez novelas distintas?, ¿qué más da si era o no su autor cuando sa-bemos que esos textos se habrían perdido sin su intervención? Lo repudiable de Mara-na, además de su cinismo, es que probable-mente tenga razón cuando asegura:

“¿Qué importa el nombre del autor en la portada? Trasladémonos con el pensamiento a tres mil años de aquí. Quién sabe cuáles libros se habrán salvado de nuestra época, y de quién sabe qué autores se recordará aún el nombre. Habrá libros que seguirán siendo famosos, pero que serán considerados obras anónimas como para nosotros la epopeya de Gilgamesh; habrá autores cuyo nombre será siempre famoso, pero de los que no quedará ninguna obra, como sucedió con Sócrates; o quizá todos los libros supervivientes se atri-buirán a un único autor misterioso, como Homero.” +

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ROBERTO SERVITJE SENDRA

Primera novela de Roberto Servitje Sendra. Una visión de vida, del mundo de los negocios y de las realidades agrícolas dignas de tomar en cuenta.

LA HACIENDA DE LAS ILUSIONES