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Contenido temático
1. Semblanza……………………………………………………………….…. 2
2. Introducción a la noción de alteridad en Martin Buber……………….…… 3
3. Palabras primordiales……………………………………………….……… 4
a. Yo-Ello…………………………………………………….……….. 5
b. Yo-Tú……………………………………………………….……… 7
4. Esferas de la relación…………………………………………………….… 7
a. Esfera criatural………………………………………………….….. 8
b. Esfera del tú humano......................................................................... 9
c. Esfera de las formas inteligibles…………………………………… 10
5. No hay yo sin relación………………………………………………….….. 12
6. Conclusión…………………………………………………………………. 14
1
EL otro para Martin Buber
Un día, así lo relata el Brahmán de las Cien Rutas, entraron en conflicto dioses y demonios. Entonces dijeron los demonios: “¿A quién podemos ofrecer nuestras ofrendas?” Y depositaron todas las ofrendas en sus propias bocas. Pero los dioses depositaron las ofrendas unos en la boca de los otros. Y entonces Pradschapati, el protoespíritu, se entregó a los dioses.
Martin Buber
1. Semblanza.
Martin Buber nace el 18 de febrero de 1878 en Viena y fallece el 13 de junio de
1965 en Jerusalén. Hizo sus estudios de Filosofía e Historia del Arte en las universidades de
Viena, Berlín, Leipzig y Zurich. Fue compañero, en Berlín, de personajes como Dilthey y
Simmel. Durante esa época recibió fuerte influencia del nihilismo de Nietzsche. En la
época posterior a sus estudios universitarios se dedicó por un corto periodo de tiempo a la
edición del periódico Die Welt. Tras abandonar su puesto en dicho periódico, Buber
comienza su trabajo en uno de los temas que constituía una de sus grandes preocupaciones:
la comunión y el establecimiento del pueblo judío y su renovación espiritual.
En 1920, junto con Rosenzwerg funda un instituto de educación para judíos adultos, y
posteriormente traduce la Biblia hebrea al alemán. Funda el periódico hebreo Der Jude, que
se convirtió en el foro intelectual para la mayoría de los judíos intelectuales germanos. Para
esta época Buber era ya considerado la voz más respetada de la Alemania judía.
Posteriormente, se dedica a la docencia en la Universidad de Frankfurt Main hasta 1933.
Buber contaba con 60 años cuando los Nazis prohíben la actividad educativa en Alemania,
motivo por el cual emigra a Jerusalén a una comunidad palestino-judía. A partir de la
década de los cincuenta se dedica a la educación, ahora en Jerusalén. El nombre de Buber,
además de relacionarse con la filosofía de la religión, sociología, política cultural así como
traductor e intérprete de la Biblia hebrea, también está muy relacionado a la interpretación
2
y elaboración del hasidismo de la Europa oriental. Dicha doctrina es importante en la
formación de Buber, ya que éste consideraba al hasidismo como un modo de modernizar la
cultura judía, reforzando el conocimiento de los clásicos. El humanismo hebreo de Buber es
un tema fundamental para acercarse a su filosofía.
2. Introducción a la noción de alteridad en Martin Buber.
Martin Buber es considerado, incluso por él mismo, como un autor no sistemático.
Él ha expresado que muchas veces la inspiración es su guía a la cual deja las riendas de su
pensamiento. Con todo y esto, hay ciertos temas recurrentes en sus escritos que indican el
rubro preferencial de su filosofía. Uno de tales rubros, mismo que es clave para
aproximarnos a su pensamiento, es el de la alteridad.
Buber no aborda el tema de la alteridad en abstracto, ni partiendo de cualquier
propiedad atribuida al otro, sino que –y esto es un rasgo muy particular- comienza, de una
vez, bautizando al otro como un “tú”, mismo que existe en la relación con un “yo” que lo
pronuncia (se hace presente hacia el tú). Dicha pronunciación del “tú” por el “yo” es la que
da entrada a la relación.
Para Martin Buber, todo lenguaje humano está matizado, o mejor dicho, vivificado
por dos palabras básicas o fundamentales, que son más bien dos pares de palabras: Yo-Tú y
Yo-Ello. Esto quiere decir que el hombre se dirige a lo otro, invariablemente, como un tú o
como un ello. Dichas protopalabras no se refieren a objetos ni cosas, sino a modos de estar
en el mundo (modos de existencia), o dicho de otra manera, a posturas del hombre ante
aquello que le es ajeno, hacia lo otro. Es por eso que la postura del hombre ante el mundo
es doble, ya que el yo de la protopalabra yo-tú es diferente al yo de la protopalabra yo-ello.
No hay un yo aislado, sino que solamente existe el yo en relación con un tú, o bien, el yo en
relación con un ello. De este modo, el hombre, dada su condición humana está siempre
pronunciando una de las dos protopalabras primordiales, y la pronunciación de una u otra
de dichas protopalabras es el modo en que este se relaciona con el mundo, con los otros
seres humanos y con Dios.
3
El tú de la relación yo-tú es sobre todo el tú humano, mismo que se evidencia en la
relación entre dos seres humanos, capaces de pronunciar (hacerse presente el uno hacia el
otro) la protopalabra primordial. Por otro lado, en referencia al mundo de las cosas y
objetos, al de las criaturas o al mundo material, aunque tratemos de relacionarnos
pronunciando la palabra yo-tú, esta relación nunca llegará a plenitud, puesto que el mundo
de las criaturas no puede pronunciar ninguna de las dos protopalabras. Dicha relación se
subordina ante el umbral del lenguaje. Por esa razón, Buber reserva el yo-ello para el plano
material, y aunque también habla de una relación en dicho plano, parece que esa relación es
bien distinta a la relación que se establece mediante los otros niveles, es decir, a la relación
del hombre con el hombre y del hombre con Dios.
Para concluir con esta introducción hay que señalar que para Buber no existe una
jerarquía de alteridad, sino más bien esferas de relación que abarcan tres aspectos: La esfera
de la relación con las formas de la naturaleza (mundo material); la esfera de la relación
entre dos seres humanos; la esfera de la relación con las formas inteligibles, que se refiere
al aspecto mistérico de la alteridad en Buber, y constituye acaso una actitud mística de
“elevación”. Dichas esferas se encuentran interrelacionadas y unidas por un principio
unificador: el tú eterno (concepto relacionado con su concepción sobre la deidad), que
abarca en su seno a las tres líneas de relación y además constituye el destino arquetípico de
la relación: “Las líneas de las relaciones, si se prolongan, se encuentran en el Tú eterno”1.
Y en referencia a la interrelación que existe entre las tres esferas a raíz del tú eterno Buber
nos dice: “todas las esferas están incluidas en Él, pero Él en ninguna”2.
3. Palabras primordiales.
Martin Buber da inicio a su obra llamada “Yo y tú” postulando las palabras
primordiales, y afirma que las mismas no nos remiten a cosas u objetos, sino que indican
relaciones. Las protopalabras, como también las llama, no son vocablos aislados sino pares
de vocablos: el Yo-Tú y el Yo-Ello. El hombre se dirige al otro como un tú o como un ello.
1 Martin Buber, Yo y tú, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1984, p.612 Ídem. p. 7
4
Esa doble postura es precisamente el factor que decidirá la naturaleza de la relación
establecida. “Las categorías del Yo-Tú corresponden al planteamiento dualista del mundo
en conformidad con la doble actitud del hombre. Los vocablos fundamentales son pares de
vocablos y no palabras aisladas. En rigor, el Yo es una formidable abstracción” 3. Es por
esta razón que en contraposición a la relación Yo-Tú existe la relación Yo-Ello. El Yo en
ambas relaciones es muy distinto: en la primera relación se encuentra el hombre frente a
otro hombre, otra persona; en la segunda se encuentra el hombre ante un objeto, un ello.
a. Yo-ello.
Buber afirma que la vida del hombre no puede reducirse a lo que él llama “verbos
transitivos” (percepciones, sensaciones, deseos) en tanto que dichas acciones nos
encadenan al mundo del ello, en donde el contacto sólo se puede dar a partir de la
objetivación de lo otro. En dicha objetivación se tiende a ver la realidad aislada y
fragmentada, es decir, que se contempla al otro como poseedor de características y
cualidades propias que lo diferencian de todo lo que no es él mismo y lo confina a su propio
espacio. Dice Buber: “Cada Ello confina con otros; Ello no existe sino porque está
confinado por otros Ello”4
El contacto del hombre con el mundo del ello se da siempre en virtud de la
utilización del medio. El mundo, en este caso, se ve como algo aislado que se puede
estudiar y clasificar. Se separa y cosifican cada uno de los componentes que el hombre
concibe cuando se encuentra en la postura yo-ello, y de esa forma el mundo de la técnica y
utilización del medio avanza y evoluciona.
El hombre que experimenta el mundo lo hace siempre en virtud de la protopalabra
Yo-Ello, en tanto que se mueve dentro de las formas objetivas; las aísla, las estudia, las
compara. Dichas experiencias no pueden superar las fronteras del mundo del ello. Sin
embargo, también cuando el hombre se relaciona con sus semejantes se establece la
3 Nelson Pilosof, Martin Buber, profeta del diálogo, ASOCIACIÓN HEBRAICA MACABI, Montevideo, 1984, p. 274 Martin Buber, Yo y tú, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1969, p. 10
5
relación Yo-Ello. Esto sucede cuando miramos al otro no como un fin es sí mismo, sino
como un objeto útil a nuestros intereses, cuando lo concebimos como un objeto
comercializable o como un espécimen al cual estudiar. En cambio el Tú no se dice como
objeto.
Hay que aclarar que en la palabra Yo-Ello no hay una relación auténtica, sea cual
sea la naturaleza de nuestra aproximación al reino del ello, ya que para Buber “El hombre
que tiene experiencia de las cosas no participa en absoluto en el mundo. Pues es “en él”
donde la experiencia surge, y no entre él y el mundo.”5 En el mundo del ello sólo podemos
adquirir experiencia. El mundo de la experiencia es establecido únicamente por la palabra
primordial Yo-Ello. Puesto que se trata, como mencioné anteriormente, de pares de
palabras y no de palabras aisladas, no hay, para Buber, un Yo aislado. El tú de la relación
afecta al Yo, y viceversa; el ello de la experiencia afecta al Yo, y viceversa. Dicha
conmoción recíproca que experimenta el Yo al pronunciar cualquiera de las dos
protopalabras, indica que el Yo-Ello nunca podrá ser pronunciado desde el ser entero,
siempre vendrá fragmentado. En cambio, cuando se trata de la relación Yo-tú, dicho Yo sí
que se puede pronunciar con el ser entero, en tanto no deviene limitado por objetos
experienciales, sino más bien vivificado por la auténtica comunión humana, ya que para
Martin Buber “toda vida verdadera es encuentro”6
b. Yo-Tú.
La alteridad humana se presenta de manera muy distinta a la alteridad con el mundo
de las criaturas. En primer lugar por la actitud de experiencia que caracteriza la apertura del
hombre hacia el mundo del ello. Por otro lado, la alteridad humana está caracterizada por la
relación. “Pero el reino del tú tiene otro fundamento. Quien dice tú no tiene algo por objeto.
Donde se dice tú no se habla de alguna cosa. Quien dice tú no tiene algo, ni posee algo, sino
nada. Pero se sitúa en la relación. El tú no pone confines.”7 Estas frases ilustran la relación
que Buber concibe cuando pronunciamos la protopalabra Yo-Tú a un semejante.
5 Ibid, p. 116 Ibid p. 167 Ibid p. 8
6
Todas estas frases, densas de significado, perfilan la perspectiva de una filosofía
personalista, que busca de rescatar al otro de la cosificación y de toda tendencia
posesiva y dominadora, que quiera someter la alteridad a un reduccionismo o que
intente relativizarla. La frase “El tú no pone confines”, puede entenderse solamente
en sentido ontológico, en cuanto una realidad abierta al infinito, a lo ilimitado.8
La relación Yo-Tú se da espontáneamente y sin intermediarios. El tú se manifiesta
ante el ser que se posiciona en la presencia Yo-Tú, el tú le llega como un acto de la gracia,
no puede aproximarse a él con curiosidad, buscándolo. El tú es libre. “Presencia, encuentro
y relación acontecen cuando la palabra esencial es pronunciada desde el fondo del Ser. El
tú está siempre presente; el ello reside en el ámbito irrecuperable del pasado”.9
4. Esferas de la relación.
Como ya se ha visto, para Buber, el mundo entendido desde la perspectiva de la
experiencia se constituye o se expresa a través del ello, del yo-ello. Por otro lado, cuando
no se habla solamente de experiencia sino de relación, el enfoque cambia, y ahora, desde la
perspectiva del yo-tú se da la auténtica relación. Dicha relación –Ahora se puede comenzar
a hablar de diálogo- se manifiesta a través de tres esferas principales. A saber:
a. La esfera criatural.
La relación establecida con la naturaleza. Se trata de un mundo concreto, en donde
compartimos con todo lo que está afuera el hecho principal de ser cocreaturas. Es un mundo
que nos interpela y del cual nos hacemos responsables. El hombre, dice Buber, tiene una
misión y una responsabilidad para con la naturaleza: santificarla. Y llevar a cabo dicha
empresa no se separa de la responsabilidad del hombre para consigo mismo, ya que para
Buber el hombre contribuye a la transformación del mundo en la medida de su propia
transformación. “Este mundo constituye nuestra alteridad criatural. Pero es el mundo de las
8 Cristobal Solares, La antropología de Martin Buber, P. 559 Nelson Pilosof, Martin Buber, Profeta del diálogo, p. 32-33
7
cosas y objetos que usamos, manipulamos y explotamos; es el mundo de los animales que
domesticamos y el mundo de todo lo que experimentamos y sometemos; es el mundo que
contaminamos y destruimos”10 En esta esfera, se intenta pronunciar al tú dialógico a las
formas del mundo tangible, mismo que, aunque sí responde de alguna manera, la relación
establecida no podrá jamás superar las fronteras del lenguaje. “La relación que allí se
establece no es aún nítida y sólo alcanza, sin comprenderlo, el ámbito de la palabra.” 11 En
este punto, aunque no sea una relación completa –en tanto los polos de dicha relación no
están al mismo nivel- Buber no relega esta esfera a la mera experiencia, ya que ve en este
punto más relación de la que pudiese haber, por ejemplo, en un experimento científico, frio
y calculador.
El animal no es, como el ser humano, doble: la duplicidad de las palabras básicas
Yo-Tú y Yo-Ello es para él extraña aunque pueda dirigirse tanto a otro ser como a
objetos. Podemos decir que, en ellos, la duplicidad es latente. Por eso podríamos
denominar a esta esfera, desde la perspectiva de nuestro decir Tú dirigido a las
criaturas, el umbral de la reciprocidad. […] Desearía caracterizar esta extensa
esfera, que abarca desde las piedras hasta las estrellas como la esfera del pre umbral,
es decir, el estadio que está antes del umbral.12
b. La esfera del tú humano.
La relación que se establece entre los hombres. Dicha alteridad es caracterizada por
la relación, en contraposición a la experiencia. Es aquí precisamente que nace la
reciprocidad. Ahora hay una respuesta al yo que pronuncia el tú, y viceversa. Hay una
invocación de uno para con el otro y el otro responde. En la esfera anterior se trataba de
percepciones, sentimientos, afecciones, representaciones, deseos, pensamientos,
posesiones; pero todo ello queda en el mundo del ello. En el mundo del tú no hay objetos a
los cuales dirigirnos ni se habla de particularidades. “Pero el reino del tú tiene otro
fundamento. Quien dice tú no tiene algo por objeto. Donde se dice tú no se habla de alguna
cosa. Quien dice tú no tiene algo, ni posee algo, sino nada. Pero se sitúa en la relación.”13
10 Cristobal Solares: La antropología de Martin Buber, p.5311 Ibid, p.3012 Martin Buber: Sanación y encuentro, p. 102-10313 Martin Buber: Yo y tú.
8
Buber indica, en repetidas ocasiones, que el hombre tiene una tendencia a la cosificación
del otro, esto es, a querer tratar el mundo del tú de la misma manera en que se trata el
mundo del ello. En esto consiste la actitud doble del hombre (al hablar al tú, o al ello) Y en
ciertos pasajes de su obra nos menciona también que la tendencia hacia el ello es más
natural y más espontánea. “¡Cuan poderoso es el continuum del mundo del eso, y cuan
frágiles las manifestaciones del tú!”14 En efecto, la relación no es permanente, y
constantemente volvemos a cosificar y encasillar al otro. A pesar de este drama de volver al
ello, el tú nunca queda clausurado para el hombre, siempre puede volver a él y llamar a las
puertas de la relación.
Pero, ¿A qué se refiere Buber exactamente cuando dice tú? ¿Quién es ese tú con el
que se establece la relación? A través de las líneas anteriores se podría vislumbrar parte de
la respuesta a esta interrogante. Primeramente el otro no puede consistir en un objeto de mi
conocimiento, no si ya le he aceptado como un tú, ya que dicha objetivación es lo mismo
que igualarlo a los objetos, compararlo, ordenarlo, describirlo separando su naturaleza
entera. Ante el tú no nos podemos situar con una actitud de curiosidad, sino más bien como
una actitud de presencia simpática y contemplativa, pues sólo en esa apertura mutua se da
la relación auténtica y se revela parte del tú eterno. El tú es libre y exige libertad en la
relación. Esa libertad se expresa en el silencio de la presencia. Solamente callando y
silenciando las palabras; sólo en la palabra no proferida, no pronunciada, se deja libre al tú.
“Es la de un silencio y respeto reverencial. Es la actitud de quien siente que se encuentra
delante del misterio, y la de quien puede maravillarse ante lo que le es ofrecido, pero a la
vez esa actitud es la que tiene en cuenta que el tú es inexperimentable a los seres
humanos.”15 Para Buber, el hombre tiene la capacidad de pronunciar el tú y de actuar en
correspondencia con la apertura relacional que dicha pronunciación lleva implícita, pero,
para poder abrirse a la relación Yo-Tú se necesita eso que Buber llama “espiritualidad no
dispersa”, floreciente. En este sentido, el espíritu no se encuentra sólo en el yo (Para Buber
no hay un yo aislado, solamente hay un yo en relación) ni sólo en el tú, sino en el entre;
entre el yo y el tú.
14 Martin Buber: Yo y tú, p 74.15 Cristobal Solares: La antropología de Martin Buber, 56
9
En esta esfera se da y se acepta el tú, puesto que la relación se establece con un ser
humano capaz de darse a nosotros de la misma forma en que nos damos a él. Aquí la
relación Yo-tú puede llegar a sus últimas consecuencias.
c. Esfera de las formas inteligibles.
La tercera esfera, aparece como encubierta de misterio. A diferencia de la primera
esfera, donde la relación se veía limitada por el umbral del lenguaje, aquí la relación se
encuentra envuelta en un velo que se disipa poco a poco, como en un acto místico. Esta
relación constituye para Buber un acto de elevación espiritual, en la que concebimos las
formas inteligibles que se nos presentan en un aspecto mistérico. Ante dicha relación el
hombre responde actuando, pensando, creando él sus propias formas, participando del
ambiente. Dicha actitud de respuesta del hombre es su actitud ante el tú eterno, donde
nuestro cuerpo guarda silencio pero nuestro ser íntimo sí puede pronunciar el tú. El tú
eterno es el Verbo, El Absoluto, Dios.
El tú eterno es absoluto, y todas las esferas de la relación están penetradas por el
aliento de lo eterno. Respecto a esto Buber menciona ciertas características que hacen
recordar al apóstol San Pablo cuando dice: “Porque no está lejos de ninguno de nosotros, ya
que en él vivimos, y nos movemos y existimos”16. Por otro lado, el hombre, también ha
intentado hablarle al tú eterno como si se tratase de un ello, se ha intentado definirlo y
conceptualizarlo. Dicha concepción del tú eterno, que se queda en los dominios del mundo
del ello constituye lo que Buber llama el Dios de los filósofos, Aquél de quien se dice algo
sin dirigirse a Él directamente. “Los hombres se han sentido más y más empujados a
reflexionar sobre el tú eterno y a hablarle como a un ello. Pero todos los nombres de Dios
son santificados, porque al pronunciarlos no solamente se habla de Él, sino también se le
habla.”17
Sin embargo, en cualquiera de estos tres tipos de relación (el tú como ser humano,
naturaleza o forma ideal), el yo se siente incitado, convocado, invitado a dar una
16 Hechos, 17:27,28.17 Martin Buber: Yo y tú, p.73
10
respuesta. El tú que efectúa tal pedido, ciertamente se presenta ante el yo ubicado en
el tiempo y el espacio, con una fisonomía o aspecto preciso, pero a través y a pesar
de esta apariencia de objetividad es, sin embargo, un tú. La experiencia, una vez
involucrada como un todo en la relación y a pesar de su permanencia, pierde su
carácter de experiencia.18
Con lo anterior, Buber no está diciendo que todas las relaciones deben subordinarse
a la ulterior relación con el tú eterno, más bien, quiere dar a entender que las demás
relaciones, orientadas a abrirse camino a la relación con Dios, no pueden constituir un
obstáculo, ni algo que hay que dejar a un lado para entregarse a Dios. Buber no desprecia
las esferas inferiores para dirigirse a la esfera superior. En este punto hace su crítica a
Kierkegaard y habla del verdadero encuentro con el otro y con Dios:
“Para llegar a amar”, dice Kierkegaard con ocasión de su renuncia a Regina Olsen,
“tuve que distanciar el objeto”. Pero esto no es entender a Dios de la manera más
sublime. La creación no es un obstáculo en el camino hacia Dios, es ese camino
mismo. Nosotros hemos sido creados juntos y para que vivamos con los demás. Las
criaturas me han sido puestas en el camino a fin de que yo, su cocreatura, encuentre
a Dios por medio de ellas y con ellas.19
Ciertamente, habría que aclarar varios aspectos relativos a la conceptualización de
lo que Buber entiende como tú eterno, y sobre todo considerar las diferencias respecto al
Dios judeo-cristiano, sin embargo, sería tema de otra investigación. Tocaré este punto sólo
en los aspectos referentes a la relación con el otro hombre, la relación dialógica humana.
5. No hay yo sin relación.
Llevando la contraria respecto a todas las corrientes filosóficas que se centran en el yo,
Buber no concibe la existencia de un yo aislado. Solamente existe el yo de la relación con
un tú o con un ello. De esta forma surge la doble actitud humana que mencionaba en líneas
18 Irene Kajon: El pensamiento judío del siglo xx, p.13019 Martin Buber: El camino del ser humano y otros escritos, p. 88
11
anteriores. Dicha actitud puede ser intencional o no intencional, y se podría definir como la
tendencia a cosificar (Cuando se refiere al yo-ello) y, por otro lado, de tendencia a
personalizar (cuando se refiere al yo-tú). En la primer relación el hombre se comporta
como individuo que experimenta el mundo, y en el segundo caso el hombre se encuentra
actuando, comportándose como persona, relacionándose. No obstante la doble actitud, para
la relación no es necesaria (como se vio en la crítica a Kierkegaard) la negación de los
componentes del mundo del ello, sino estar conscientes de dicha diferenciación de ambos
mundos para no ser presas de la separatividad. “Para el encuentro no se necesita prescindir
del mundo de los sentidos, como si fuera un mundo engañoso. No existe ningún mundo
engañoso; el mundo nos parece doble por nuestra doble actitud ante él. Sólo hay que
suprimir el anatema de la separación”.20 Por lo tanto, al referirse al yo, Buber habla acerca
de la persona humana completa, puesto que cuando el hombre dice yo se refiere al yo de
uno de los dos tipos de relación; en ese sentido, para Buber ser yo y decir yo es lo mismo.
Pero ¿cómo es que el yo llega a ser yo? Él afirma que “yo llego a ser yo en el tú; y al
llegar a ser yo, digo tú”. Esto comienza con la vida del niño, con sus primeras
impresiones, en donde antes de descubrirse a sí mismo, descubre el tú de la madre.
La condición del ser humano en esa etapa post-natal y posiblemente también pre-
natal, puede ser la de sentir o percibir que “el tú me sale al encuentro por gracia”; es
decir, el tú de la madre que se me autodona, que me es disponible, que está
pendiente de mí.21
En ese sentido el tú precede, hablando en términos psicológicos y ontológicos, al
yo, sin embargo, Buber considera necesario decir primero plenamente el yo para poder
entrar en relación con el tú. “Buber legitima la necesidad de ser sí mismo, o de llegar a ser
uno mismo, tal como lo proponía Heidegger, pero según él, siempre en vistas a la
autenticidad de la relación yo-tú.”22
20 Carlos Díaz: Martin Buber: en la entraña del personalismo comunitario, p. 1821 Cristobal Solares: La antropología de Martin Buber, p.6422 Ibídem.
12
La imposibilidad del hombre de pronunciar el yo desde su ser mismo, para entrar en
relación, es la causa de la alienación que impide las relaciones auténticas entre los hombres
y constituye la crisis del mundo moderno. Y esto es así porque para Buber el proceso de
conciencia de uno mismo, o autoconciencia, surge después de haber tomado conciencia del
tú, y si no se da ese proceso desde el fondo del ser, la relación, y por ende la sociedad, se
quiebra. Respecto a este proceso de autoconciencia, Buber tiene discrepancias importantes
con respecto a Descartes. Para Buber, la autoconciencia cartesiana “cogito ergo sum” es la
conciencia de un sujeto que se coloca frente a un objeto de su conocimiento: en este caso el
yo equivaldría a un yo subjetivo. Este planteamiento cartesiano corresponde en Buber sólo a
la relación yo-ello. “El yo que experimenta y mi conciencia de experimentar, no es el yo-tú,
el yo-persona que se relaciona como persona y con otras personas”23 En ese sentido
Descartes otorga más importancia a la conciencia como abstracción y no al ego, que para
Buber debiera llevar la función directiva del proceso.
La preocupación de Buber se centra en el problema de la alienación que padece el
hombre del mundo moderno y que se expresa como la crisis del “entre”. Alienación
que se entiende como ruptura de la relación del hombre consigo mismo y con el
mundo, que le hace salir fuera de sí y objetivarse como si fuera una cosa. La
relación yo-otro no puede ser de otra manera más que dialógica y, para que esta
pueda darse, hace falta poder decir yo y respetar la alteridad, es decir, que el otro no
usurpe los límites del yo.24
6. Conclusión
Con toda la seriedad de lo verdadero has de
escuchar esto: el hombre no puede vivir sin el
ello. Pero quien sólo vive con el ello no es un
hombre.
23 Ibid P. 6524 Lourdes Gordillo: Buber: un humanista trascendente. P. 202
13
Martin Buber.
Es importante tener en cuenta la doble postura del hombre cuando se
pretende estudiar la actitud que este toma ante la alteridad. El yo doble, está a la
base de la doble actitud que se da en función de los dos pares de palabras (yo-tú, yo-
ello). En ese sentido Buber entiende al hombre como posicionado en una doble
actitud o tendencia, que viene a ser la sabia que vivifica la relación de este con el
mundo, con el otro y con Dios. La doble actitud es cuestión del hombre, y éste tiene
el poder de subordinar su tendencia a cosificar, él decide si quiere pronunciar una
palabra con todo el ser o, por el otro lado, sólo con una parte del ser. En el primer
caso el hombre se posiciona en la relación; en el segundo, en la experiencia. De esto
se sigue que la duplicidad mencionada está en referencia al mundo de la experiencia
o al mundo de la relación. Buber afirma que aquel que se contenta con vivir sólo en
el mundo de la experiencia tiene una vida y una existencia mediocre, pues la vida no
consta sólo de experiencias sino también –y sobretodo- de relaciones. Esta actitud
relacional implica seriedad y entrega, pues es “entregarme con todo mi ser” y tomar
la totalidad del ser del otro. Y la experiencia, por otro lado, implica sólo tomar una
fracción de mi ser y sólo una fracción del ser del otro.
El hombre puede comenzar con una actitud relacional y decae ésta en una
actitud experiencial; para Buber en eso consiste la melancolía de la existencia
humana, melancolía que puede sublimarse mediante una “actitud religiosa” en la
que también se posicione y tenga espacio el yo-tú, independientemente de la esfera
en la que nos posicionemos. Sin embargo, la actitud dual es parte de la naturaleza
humana. Por tendencia natural el ser humano tiende a cosificar y clasificar los
objetos de la relación, incluso a Dios mismo. Por ejemplo, el Dios de los filósofos
es un Dios que se ha arrastrado al campo de lo decible: se habla de Él, pero no a Él
(por lo menos no directamente). Cuando el ser humano adopta una postura
individualista, dicha postura lo arrastra a convertirse en sujeto, pero cuando se
posiciona en una actitud personal, esta lo conducirá a convertirse en persona.
14
Bibliografía:
Buber, Martin: El camino del ser y otros escritos. Fundación Emanuel
Mounier. Madrid. 2003
Buber, Martin: Sanación y encuentro. Fundación Emanuel Mounier. Madrid.
2005
15
Buber, Martin: Yo y tú. Nueva visión. Buenos Aires. 1969.
Díaz, Carlos: El humanismo hebreo de Martin Buber, Fundación Emmanuel
Mounier, Madrid, 2004.
Díaz, Carlos: introducción al pensamiento de Martin Buber. Clásicos
básicos del personalismo N. 1.Instituto Emanuel Mounier
Díaz, Carlos: Martin Buber, en la entraña del personalismo comunitario.
Revista iberoamericana de personalismo comunitario.
Pilosof, Nelson: Martin Buber: profeta del diálogo. ASOCIACIÓN HEBRAICA
MACABI, Montevideo, 1984
Kajon, Irene: EL pensamiento judío del siglo xx: Cinco biografías
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Sellés, Juan Fernando: Propuestas antropológicas del siglo xx. (comp.).
Lourdes Gordillo: Buber, un humanista trascendente. EUNSA. Madrid,
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Solares, Cristobal: La antropología de Martin Buber. Onlus PUNTOPACE.
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Störing, Hans Joachim: Historia universal de la filosofía, Tecnos, Madrid,
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16