Alonso Gomez, Manuel Luis - Juego de Adultos

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Alonso Gmez, Manuel Luis - Juego de adultos [R1]

Juego de adultosManuel L. Alonso

Direccin editorial: M.a Jess Gil IglesiasColeccin dirigida por Marinella TerziIlustracin de cubierta: Fuencisla del Ano Manuel L. Alonso, 1999 Ediciones SM, 1999Joaqun Turina, 39 - 28044 MadridComercializa: CESMA, SA - Aguacate, 43 - 28044 MadridISBN: 84-348-6434-7Depsito legal: M-4918-1999.Preimpresin: Grafilia, SLImpreso en Espaa / Printed in SpainImprenta SM - Joaqun Turina, 39 - 28044 MadridADVERTENCIAEste archivo es una copia de seguridad, para compartirlo con un grupo reducido de amigos, por medios privados. Si llega a tus manos debes saber que no debers colgarlo en webs o redes pblicas, ni hacer uso comercial del mismo. Que una vez ledo se considera caducado el prstamo y deber ser destruido. En caso de incumplimiento de dicha advertencia, derivamos cualquier responsabilidad o accin legal a quienes la incumplieran.Queremos dejar bien claro que nuestra intencin es favorecer a aquellas personas, de entre nuestros compaeros, que por diversos motivos: econmicos, de situacin geogrfica o discapacidades fsicas, no tienen acceso a la literatura, o a bibliotecas pblicas. Pagamos religiosamente todos los cnones impuestos por derechos de autor de diferentes soportes. Por ello, no consideramos que nuestro acto sea de piratera, ni la apoyamos en ningn caso. Adems, realizamos la siguienteRECOMENDACINSi te ha gustado esta lectura, recuerda que un libro es siempre el mejor de los regalos. Recomindalo para su compra y recurdalo cuando tengas que adquirir un obsequio.

y la siguientePETICINLibros digitales a precios razonables.

A la memoria de Ramn J. Sender.A mi hijo Daniel.A Rosario Blanes y sus hijos Helena y Alfonso.A Javier y a Ana de Miguel.Y a Inma.1El comienzoRAMN eligi una mesa cerca de la puerta por si era necesario salir corriendo.No pensaba pagar la comida. En ningn caso. Sin embargo, como no estaba tan seguro de s mismo como pretenda, era un alivio saber que llevaba ms de dos mil pesetas encima.Segn la pizarra de fuera, el men del da costaba novecientas pesetas. El restaurante no era muy grande, aunque no poda comparar porque muy pocas veces haba estado antes en un restaurante. Y, por supuesto, nunca solo.Se sent de forma que pudiera ver la puerta de la cocina. Haba llegado a la conclusin de que lo ms importante era tener siempre a la vista a los camareros, para aprovechar cualquier descuido. Confiaba en que fueran viejos y lentos.No hubo suerte. El camarero que se acerc a su mesa no pareca tener ni veinte aos.Esperas a alguien?Respondi con un no apenas audible. Senta la garganta bloqueada, como si alguien le estuviese estrangulando sin piedad. Tal vez, al ver que iba solo, el camarero no quisiera servirle, y entonces todo habra acabado antes de empezar. Ramn pens que quiz sera mejor as.Vengo yo solo explic, con voz un poco ms fuerte.El camarero asinti y le pregunt qu iba a tomar. Ramn se vea reflejado en los cristales de la puerta. Una figura pequea con la cabeza baja, vaqueros descoloridos y una cazadora que le estaba grande. Pens que as, encogido, tena un aspecto culpable, y procur erguirse. Qu edad aparentaba? Doce? Trece?Encarg un men sin un solo extra, por si acaso despus de todo se vea obligado a pagar. O le haran fregar platos?No saba si lo de obligar a fregar platos al cliente que no ha pagado su comida ocurra slo en los chistes y las pelculas o de veras lo hacan as en la vida real.Mientras esperaba, observ con disimulo a los dems clientes del restaurante. Cuntos de ellos eran habituales, incluso tenan confianza con los camareros? Bastara con uno solo para que el plan saliese mal. Se imaginaba a cualquiera de aquellos ciudadanos honorables llamando al camarero a gritos: Ese chico se va sin pagar!.Pusieron ante l un cubierto y un cestito con pan, y una botella de agua mineral. Se sirvi, advirtiendo que a pesar de sus esfuerzos su mano temblaba un poco. Le dola mucho el vientre. Muy a gusto habra ido al bao, pero no se lo permiti porque no deseaba hacer nada que llamase la atencin. Lo mejor sera permanecer inmvil, con aquella cara de atencin que haba aprendido a poner durante las clases ms aburridas.De pronto se le ocurri pensar en lo que pasara si en aquel momento entrase en el restaurante alguno de sus profesores. O, an peor, alguien de su familia. Sus tos Luis y Marta, por ejemplo. Slo de imaginarlo, los dolores de vientre se le hicieron insoportables.El camarero volvi con el primer plato, que humeaba. Esper a que se fuese, y lo prob sin ganas. Eran lentejas. Estaban demasiado caldosas. Haba un enorme trozo de patata cocida que tena un par de puntos oscuros, como si no la hubiesen limpiado bien al pelarla. Suspir pensando que un rato ms tarde tendra que volver a comer en su casa. Con tal de que su madre no hubiera hecho tambin lentejas...Una mujer entr en el restaurante y se sent exactamente enfrente de l. La mir un poco inquieto. De toda la gente que haba all, ella sera la que con toda seguridad se dara cuenta de que intentaba irse sin pagar. En gran parte, de ella dependera todo. Por un momento sinti hacia la mujer una rfaga de odio. Por qu tena que sentarse precisamente all, habiendo otras mesas libres? Por qu tena que mirarle?Sostuvo su mirada con una especie de desafo, pero la mujer se limit a sonrerle.Apart la vista y comi poco a poco, suponiendo que era la mejor forma de no llamar la atencin. Despus, a hurtadillas, volvi a mirar a la mujer. Pareca muy segura de s misma, como si comiera en aquel lugar a menudo. Iba muy bien vestida. Seguro que nunca se haba largado de un restaurante sin pagar. Bueno, l tampoco, pero para todo haba una primera vez.Mientras se terminaba las lentejas la patata la dej a un lado se pregunt qu estaran haciendo sus amigos. Por lo menos, esperaba que no les diera por asomarse al restaurante. Se imagin sus caras, cuando l saliese perseguido por el camarero.Por dnde escapara? Lo mejor sera atravesar la plaza que haba casi frente al restaurante, y luego ir hacia el paseo principal de la ciudad, al que sus amigos y l llamaban el tontdromo. Le seguira hasta all el camarero?Le sirvieron el segundo plato. Haba pedido merluza porque los otros segundos que se podan elegir o no le gustaban o ni siquiera saba lo que eran. Al parecer, en los restaurantes tenan la costumbre de poner a los platos nombres extraos. No poda decirse que l fuera precisamente un experto, pero no haca falta serlo para comprender que aquella merluza la haban cocinado sin esperar a que se descongelase del todo. Bajo la capa de harina y huevo, el sabor del pescado recordaba a un pedazo de plstico. Era como masticar una botella de leja.Al levantar la mirada, se puso furioso porque su vecina de la mesa de enfrente le estaba mirando. Seguramente, no aprobaba sus modales en la mesa. Record las muchas veces que su padre le ordenaba: Come bien!. Pero nunca o casi nunca le haban explicado en qu consista exactamente eso de comer bien. Sus padres le preguntaban qu era lo que le enseaban en el colegio, y alguno de sus profesores le haba preguntado qu le enseaban sus padres. Ni unos ni otros le haban explicado cmo tomar pescado.Lo dej a medias y enseguida le sirvieron el flan, que era la primera cosa que realmente le apeteca. Sin embargo, no le saba a nada, porque se acercaba el momento de la verdad y de nuevo la garganta se le haba agarrotado. El estmago se le contraa rechazando la comida. Era peor que un examen.Una vez ms se cruz su mirada con la de la mujer sentada enfrente. Qu le pasaba a aquella idiota? Por qu le miraba tanto? Decididamente, era imposible levantarse y salir sin que ella se diera cuenta. Le preocupaba ms que todos los otros clientes, incluso ms que los camareros.Tena el flan a medias, el momento decisivo era aquel porque en cuanto terminase el postre el camarero volvera a acercarse.Vio que la mujer se distraa buscando algo en su bolso, y se puso en pie. Ninguno de los camareros estaba en ese momento a la vista, pero nunca tardaban muchos segundos en reaparecer.No fue capaz de comprobar si los otros comensales le miraban. Senta las piernas rgidas, como dormidas, de pura tensin, y se pregunt cmo iba a dar los pocos pasos que le separaban de la puerta. Se volvi hacia la calle y camin igual que un sonmbulo, completamente seguro de que una voz le llamara. Abri la puerta y sali al aire fresco y a la lluvia. Le pareca que sus movimientos eran anormalmente lentos, que en cualquier momento iba a quedarse clavado en el sitio en espera de lo inevitable.Pero pudo andar entre la gente y alejarse del restaurante sin or tras l una voz o unos pasos precipitados. Pens que si llegaba a la esquina ms prxima antes de que le alcanzasen estara a salvo. Una vez doblada la esquina, se sentira capaz de cualquier cosa, de correr o de esfumarse en el aire. Media docena de pasos ms y lo conseguira.Entonces oy la voz de Gonzalo:Corre!Estaban en la acera de enfrente los dos, Gonzalo y Juanma. Le contemplaban con ojos alucinados, como si fuese el capitn de su equipo favorito en carne y hueso. Lo cual no impidi a Gonzalo repetir:Corre, idiota!Cruzaron la calle y Juanma le dio un puetazo amistoso en el hombro, para hacerle reaccionar. Sin saber por qu, Ramn sinti la necesidad de volverse. El camarero que le haba atendido se asomaba en ese momento a la puerta del restaurante.Deprisa, Ramn!Ramn inspir con fuerza llenando de aire sus pulmones, como si llevase un buen rato olvidndose de respirar; sinti que la sangre volva a circular por todo su cuerpo. Juanma tiraba de l. De pronto, se encontr corriendo junto a sus amigos.Corrieron un buen trecho, sin estar seguros de si el camarero los segua o no. Por dos veces cambiaron de direccin y cruzaron la calle temerariamente. Por fin, cuando haban recorrido al menos tres manzanas, se detuvieron jadeando.Genial! exclam Gonzalo entre toses y risas.Lo has conseguido, to! se admir Juanma. Has ganado!He ganado! dijo Ramn procurando asumir una expresin modesta de hroe que no se da importancia.Se detuvieron bajo la lluvia, resoplando por el esfuerzo. Gonzalo no dejaba de mirar hacia la esquina, como si un ejrcito de camareros furiosos pudiera aparecer en cualquier momento. No era precisamente un deportista, y lo ms probable era que no se sintiese con fuerzas para seguir corriendo. En cuanto a Juanma, con su habitual cara de susto y sus pelos de punta, pareca ms que nunca recin salido de un tnel del terror o algo similar.Me debis la paga de dos semanas record Ramn.Nunca cre que lo consiguieras confes Gonzalo. Yo, en tu lugar, me habra cagado por las patas abajo.Pues yo no estaba preocupado en absoluto minti alegremente Ramn.Toma, a cuenta dijo Gonzalo tendiendo a Ramn un puado de monedas.Cuando queris hacer otra apuesta no tenis ms que decirlo. Me encanta ganar dinero as de fcil.

Por la noche, Gonzalo llam a Ramn.He estado pensando. Tengo una idea, un buen desafo para ti. Pero creo que es demasiado fuerte.Te escucho.Bueno, si no te atreves lo comprender. No es tan fcil como irse de un sitio sin pagar. Puede ser peligroso.Y qu es?Bah, nada, olvdalo. Nos veremos maana en clase.Te conozco dijo Ramn sonriendo, s que haces todo esto para intrigarme. Sultalo de una vez.No, en serio, primero quiero pensarlo despacio, y despus ser mejor que lo hablemos entre los tres. No quiero pasarme y que te ocurra algo por mi culpa.Escucha se impacient Ramn, estoy en pijama, descalzo, y se me estn quedando los pies helados. Me has sacado de la cama y ahora no me vas a dejar intrigado sin saber qu es lo que se te ha ocurrido. As que dilo de una vez. Ahora!En serio, no sera un juego. Podra acabar mal. Es... bueno, te lo digo y luego lo olvidas, de acuerdo? Es como una prueba de supervivencia. Un plazo no muy largo, pongamos tres das. Tienes que sobrevivir tres das por tus propios medios. No vale pedir ayuda a tus padres ni a nadie que conozcas. T solo, tres das y tres noches.Quieres que me vaya a la selva a pasar tres das como Tarzn? ironiz Ramn. No s qu habrs cenado, pero te ha sentado mal.A la selva no. A una gran ciudad.Con el telfono en la mano, Ramn se paseaba por el pasillo para combatir el fro. Se detuvo ante el espejo del recibidor, que le devolvi la imagen de un chico despeinado con un aspecto corriente, ni demasiado alto ni muy bajo, ni guapo ni feo. No era un atleta ni un hroe, y lo del restaurante haba sido la primera cosa excepcional que haca en su vida.Comprendi que su amigo hablaba en serio. Sinti como un escalofro anticipado. Por supuesto que sera peligroso. Sera una locura.Tengo que colgar dijo Gonzalo sin darle tiempo a responder.Y as fue como empez todo.2El desafoSI haces eso es que ests loco, to opin Juanma.Ramn no respondi. Estaban los tres en la terraza de su casa, sentados en el muro y con los pies colgando en el vaco. En invierno, nadie ms que ellos suba a la azotea. Por esa razn, haca aos que la utilizaban como refugio secret.Si lo haces insisti Juanma, es que ests como para que te encierren. Se puede saber cmo se te ha ocurrido semejante idea?Gonzalo y Ramn se miraron sin hablar. Ramn dej vagar su vista por el horizonte. La ciudad no era muy grande, y desde all alcanzaba a verse el campo, los montes bajos que en verano parecan azules y en invierno se vean grisceos, la carretera. Ramn no haba salido muchas veces por aquella carretera. Todava no haba estado en una verdadera gran ciudad.Tres das dijo. Me comprometo a aguantar tres das en una gran ciudad.Juanma mene la cabeza de un lado para otro.Ests loco, to le oyeron murmurar de nuevo.Gonzalo carraspe antes de hablar; siempre carraspeaba cuando estaba nervioso o se dispona a decir algo importante.La cuestin es cunto dinero se necesita. Ya lo visteis: se puede ir a un restaurante y pedir una comida, y te atienden igual que a un adulto. Y no digamos en un McDonald's. Y supongo que para dormir es lo mismo. La pasta: la pasta es lo que importa, no la edad que tengas.Un to de nuestra edad, aunque tenga pasta, no puede ir por ah solo sin buscarse problemas rebati Juanma, y vosotros lo sabis. Para qu te sirve la pasta si te sale un chorizo y te atraca con una pistola?Para lo mismo que a un adulto: para drsela al chorizo replic Gonzalo.Lo har con la cantidad que vosotros digis anunci Ramn.Necesitaras diez mil pesetas propuso Juanma.Ests loco? se escandaliz Gonzalo. De dnde vamos a sacar diez mil pesetas? Cinco mil.Qu opinas t, Ramn?Ramn apart la mirada de la carretera que se perda en el horizonte y la volvi hacia sus amigos. Gonzalo, con una expresin seria en su cara redonda y sus grandes ojos castaos, pareca arrepentido de haber suscitado aquella conversacin. En cuanto a Juanma, le miraba con aquel afecto incondicional que siempre le haba profesado desde que eran poco ms que unos bebs.Lo har con tres mil.Se arrepinti nada ms hablar, pero ya era tarde para volverse atrs.Juanma solt una exclamacin. Siempre las copiaba de los dibujos animados, por lo cual los otros no lo tomaban muy en serio.Idea! Sabis lo que se me ha ocurrido?No, si no nos lo dices.Yo me voy a Madrid dentro de dos semanas, ya sabis que todos los aos paso parte de las vacaciones de Navidad con mi familia de all. Podramos decir a los padres de Ramn que se viene conmigo, y una vez que estemos en Madrid...Que se busque la vida complet Gonzalo. Ests de acuerdo, Ramn?De acuerdo.Gonzalo carraspe y se frot con el ndice el entrecejo. Sus amigos le haban visto hacer aquello en clase, antes de responder a las preguntas de algn profesor con toda exactitud.Tenemos que proponer unas normas. Primera: Ramn tendr derecho a hacer lo que quiera, legal o ilegal, siempre que no pida ayuda a nadie conocido.Podrs atracar un banco, si quieres se ri Juanma.No conozco a nadie en Madrid, as que por ese lado podis estar tranquilos.Segunda: nunca podr decir a nadie que lo que est haciendo es intentar ganar una apuesta.Muy bien.Cuando se considere vencido prosigui Gonzalo, bastar con que te llame a ti, Juanma. Lo vas a buscar con tus abuelos o quien sea, y eso pondr punto final a la partida.La partida?Bueno, al fin y al cabo es como una especie de juego, no?En cualquier caso dijo gravemente Juanma, no es un juego de nios sino de adultos.Qu quieres decir?Pues que eso es lo que hacen los adultos: salen a buscarse la vida como pueden. Pero se supone que ellos se han preparado durante muchos aos.

Ramn y Gonzalo acompaaron a Juanma a su casa como otras veces, pero por el camino Ramn advirti una mirada especial de Juanma, que dijo:Hoy te acompaamos a ti, Gonzalo.Gonzalo acept encantado, cambiaron de rumbo y fueron con l hasta la puerta de su casa. All se despidieron, y Juanma y Ramn continuaron en direccin a la casa del primero.Quera quedarme a solas contigo empez Juanma, para poder hablar sin que Gonzalo est delante.Ya me he dado cuenta. Vas a proponerme que hagamos trampas?Juanma se mordi los labios pensativamente, inspir con fuerza y finalmente dijo:S.Ests loco?No, to: t ests loco. De verdad vas a intentar una cosa as por una simple apuesta? Te dir lo que haremos: te vienes a Madrid conmigo, y al cabo de tres das llamamos a Gonzalo y le decimos que te has pasado ese tiempo t solo por ah. No se enterar, no tiene forma de enterarse.Ramn, que caminaba con la vista baja dando patadas a las piedras que encontraba en su camino, se detuvo pensando que, supuestamente, de los dos l era el ms atrevido y el ms inteligente. Juanma le admiraba, no saba si por alguna de esas razones o porque admirarle era una manera de expresar su amistad.Pero es que quiero hacerlo.Vivir tres das en la calle? Por una apuesta? repiti Juanma. Por nuestra paga de un mes?No es por una apuesta. Es por m.No lo entiendo. Qu vas a demostrar con eso?Demostrar que no soy un cro, que no soy un intil.Y eso a qu viene?Ramn no respondi. Ni siquiera a Juanma le hablaba casi nunca de las palabras despectivas que a veces escuchaba en su casa. Qu habra pensado el ingenuo de Juanma si supiera que l, el admirado Ramn, era poco ms que un cero a la izquierda para su padre?Aunque tal vez eso no era justo. No se trataba de que su padre le despreciase. Era otra cosa, algo ms difcil de definir. Ramn slo poda expresarlo en su pensamiento de una manera: Est decepcionado conmigo. No saba por qu, pero as era. Su padre le quera, s, pero al mismo tiempo estaba decepcionado, o disgustado, porque Ramn no era como l hubiese querido. Por eso tena que ganar aquella apuesta. Incluso aunque su padre no llegase a enterarse nunca, lo sabra l.Lo sabr yo. Sabr que he ganado dijo en voz alta.Pero ganado qu? A quin?Respeto, estuvo a punto de responder Ramn. Si no soy capaz de ganar el respeto de mi padre, me ganar el mo propio. Pero no dijo nada. No se hablaba de cosas como aquella, ni con Juanma ni con nadie.Lo que pasa intent sonrer Ramn es que tengo ganas de conocer Madrid.3El viajeEL da sealado para el viaje, se despert tan nervioso que pens que se pondra enfermo antes de llegar a Madrid.Era un da muy fro. En las calles quedaban restos de nieve. Muy a gusto se habra quedado en la cama, como haca siempre en las vacaciones de Navidad.Durante la comida, sus padres parecan ms cariosos que de costumbre, como si estuvieran un poco preocupados. Ramn no pudo comer mucho. Tena el estmago lleno de nudos.Quieres que te lleve a casa de tu amigo? se ofreci el padre.Ramn lo mir sorprendido. Aquello era una novedad. A su padre no le gustaba sacar el coche por la ciudad, aunque le encantaba pisar a fondo el acelerador en carretera.No hace falta, ya sabes que Juanma vive muy cerca.Pero vas cargado.Eso era cierto. Haba tenido que preparar una mochila para que sus padres no desconfiasen, aun sabiendo que probablemente sera ms un estorbo que otra cosa.Come un poco ms, hijo intervino la madre; no has probado bocado.Finalmente fue ella quien le acompa a casa de Juanma. Insisti en quedarse hasta que salieron, ya de noche. Primero, el padre de Juanma los llevaba en coche hasta otra ciudad donde se reuniran con unos tos de Juanma que salan de madrugada en tren hacia Madrid. Ramn se despidi de su madre de esa forma un poco impaciente en que lo haca cuando alguno de sus amigos estaba delante.Al salir a la carretera, el padre de Juanma puso la calefaccin del coche y les pregunt qu tipo de msica preferan. Era un hombre de buen carcter a quien le encantaba bromear, y no dej de hacerlo durante el trayecto.En la noche oscura, se atisbaba de vez en cuando una cumbre nevada. Los campos y praderas, con alguna casa aislada en la que an se vea alguna luz encendida, tenan un aspecto triste. A Ramn le costaba responder a las palabras del padre de su amigo. Tampoco Juanma hablaba mucho.En el bar de una gasolinera se encontraron con los tos de Juanma, a los que Ramn conoca ya, y se despidieron del padre. De all fueron a la estacin de tren, donde el to dej su coche porque pensaba volver al cabo de slo dos das. La ta se quedara, con Juanma y los abuelos, toda una semana.Esperaron en la cafetera hasta casi la hora, y despus salieron al andn, donde haca mucho fro y acabaron los cuatro pateando para entrar en calor. Lleg el tren y ocuparon sus plazas en un departamento de camas.Ramn y Juanma slo se atrevieron a cruzar unas pocas palabras en voz baja, para no despertar a los que ya dorman. Al apagarse la luz, Ramn qued a solas con sus pensamientos. No se haba desnudado, y su mano, en el bolsillo del pantaln, palpaba una y otra vez los tres nicos billetes de mil pesetas.

El interventor los avis bastante antes de llegar a Madrid, tan temprano que apenas haba amanecido.Ramn pudo hablar a solas con su amigo unos minutos, en el pasillo. Juanma insista en que lo mejor sera olvidarse de todo, pero Ramn estaba decidido. O al menos eso dijo.Crcholis! exclam Juanma. Todava no me puedo creer que esta historia vaya en serio.Llegaban a Madrid, atravesando raquticos bosquecillos y zonas de chabolas. Los tos de Juanma, muy perfumados y repeinados los dos, salieron al pasillo y se les unieron.Ahora te acompaaremos a la casa de esos amigos de tus padres, Ramn. A no ser que vayan a recogerte a la estacin.Les haban contado que Ramn pasara tres das con unos supuestos amigos de sus padres. Era improbable que los tos de Juanma hablasen de ello con los padres de Ramn, y en todo caso ese era otro riesgo que estaba dispuesto a correr.Dnde dijiste que vivan?En la Gran Va improvis Ramn.Muy bien. Iremos en metro. Sera una locura ir en taxi a la Gran Va.El primer contacto con la ciudad, al bajar del tren, fue la estacin, ms grande y ms concurrida de lo que Ramn haba imaginado. Luego, el metro. Se dio cuenta de que en todos los pasillos y andenes haba cmaras que observaban a los viajeros. Le pareca que todo estaba sucio, pero nadie ms que l pareca fijarse en los techos que goteaban o en las paredes llenas de mugre y desconchones.Al llegar a la estacin de Gran Va, intent convencer a los tos de Juanma de que no era preciso que le acompaasen, pero ellos insistieron:A nosotros no nos importa perder unos minutos. No te vamos a dejar solo ahora.Tuvo que resignarse y salir con ellos a la calle. Echaron a anclar por la Gran Va. Ramn, desesperado, buscaba a toda prisa alguna idea para no tener que confesar la verdad.De pronto vio un portal abierto, y un portero de uniforme que se asomaba para contemplar el color del cielo.Ah es! exclam.Hizo un gesto de saludo al portero, que lo mir durante un par de segundos y luego respondi del mismo modo. Era un golpe de suerte, y Ramn decidi aprovecharlo.Mejor que no subis. Se levantan tarde. Seguro que los despierto.Bueno, como prefieras. Tienes nuestro nmero. Si quieres quedar con Juanma uno de estos das, slo tienes que llamar.Se despidi tambin de Juanma chocando las manos. Ambos se miraron intercambiando mensajes mudos, algo as como: Ten cuidado, amigo, y Lo tendr.Hasta dentro de tres das.Se volvi hacia el portal y se encamin despacio, con su mochila a la espalda, en direccin a aquella casa que vea por primera vez en su vida.An se detuvo, antes de llegar, a fingir que se abrochaba el calzado, dando tiempo a que sus amigos volvieran al metro.Cuando levant la vista, haban desaparecido.Se incorpor lentamente, y por un momento sinti una rfaga de pnico semejante a un viento fro que le llegase hasta los huesos.Estaba solo.4La primera maanaPOCO a poco, los detalles de su entorno fueron hacindose precisos como los de una imagen que hasta ese momento hubiera estado desenfocada.Contempl los altos edificios, rematados por cpulas y templetes, y los adornos navideos y las miles de bombillas de colores; un ambiente que hasta entonces slo haba visto en el cine. Lo ms asombroso de todo era la cantidad de gente: ros de personas que pasaban a su lado sin mirarle, todos caminando muy deprisa.Parado en la acera, sin saber qu direccin tomar, le era difcil esquivar los empujones y golpes. Los transentes le empujaban y proseguan su camino como si no viesen ni se enterasen de nada, sin molestarse en volver la cabeza o pedir disculpas.Observ fascinado la mezcla de razas: de la piel muy blanca a la muy negra, haba una gama casi infinita de tonos. Todas las razas parecan estar representadas, todos los idiomas, todos los acentos. Se pregunt por qu todas aquellas personas habran elegido Espaa para vivir, y de qu viviran exactamente.Otra cosa que le llamaba poderosamente la atencin era el olor. Era muy distinto del olor de su ciudad, a pesar de que tambin en ella abundaban los coches. En Madrid, los tubos de escape eran tantos que el aire estaba envenenado. Notaba un picor en la nariz y en los ojos, y se pregunt si llegara a acostumbrarse como al parecer lo haban hecho los dems.La curiosidad y la inquietud se entremezclaban. Era consciente de que alrededor de l haba peligros reales: conductores imprudentes, gentes que hablaban solas y le miraban con ojos de loco, hombres que buscaban cosas inconfesables. Y el fro, y el hambre. Qu hara cuando se le acabase el dinero? Qu comera? Dnde dormira si se quedaba sin lo suficiente para una pensin?Se intern por calles cada vez ms estrechas y sucias, buscando alejarse de aquella Gran Va que le intimidaba. Miraba con disimulo a quienes se cruzaban con l, preguntndose en qu eran distintos los habitantes de una gran ciudad. Tal vez haca falta ser ms listo para vivir en un sitio tan complicado?De vez en cuando, alguien le miraba con insistencia. Entonces l procuraba acelerar el paso y no volverse. En algunos momentos reviva una vieja sensacin, y tard en darse cuenta de que era un eco de la angustia de cierta vez en que, siendo an muy pequeo, se separ de su madre y se perdi. La historia haba quedado como una ancdota de familia que todava se recordaba por causa del desenlace gracioso: a Ramn no se le ocurri nada mejor que buscar a un guardia y advertirle que se haba perdido una mam.Por el momento, no se planteaba adnde ir. Slo quera caminar sin rumbo dejando que la suerte le guiase. La mochila no pesaba demasiado.An no eran las nueve, y ya las calles estaban llenas de humos y ruidos. Los coches aparcaban en doble o triple fila estorbndose mutuamente e impidiendo el paso de los peatones. Algunas calles parecan dar vueltas y revueltas. Sin proponrselo, al cabo de unos minutos estaba otra vez en la Gran Va.Vio a lo lejos una gran plaza y se pregunt si sera la Puerta del Sol, que conoca de nombre. Camin en aquella direccin sin prisas. Le fascinaba el olor caliente y hmedo que surga de las bocas de metro, cuyos nombres Callao, Santo Domingo tambin le resultaban familiares.De pronto vio algo que le llam la atencin: era una nia que no caminaba apresuradamente como los dems sino que permaneca sentada en la puerta de un cine. Tena al lado un carrito de la compra. Tal vez la haban enviado a comprar y estaba tomndose un descanso. Pero haba algo en ella que a Ramn le hizo pensar que estaba en apuros. Se habra perdido? Aparentaba la misma edad que l, as que no deba de ser ese el problema: a los doce aos, si uno se pierde sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Pero entonces?Ella levant la vista. Permaneca encogida para protegerse del fro, con la barbilla sobre las rodillas y los brazos rodendose las piernas. No cambi de postura, pero lo mir con sus ojos oscuros y habl en voz baja:He perdido el dinero que me haban dado para la compra.Ramn no era ms tmido que la mayora, pero a veces, sobre todo ante una chica guapa, se quedaba sin palabras. Eso fue lo que le ocurri en aquel momento. Poco le falt para ponerse colorado. Mir a un lado y a otro, como para asegurarse de que la chica le hablaba realmente a l. Desde luego, sobre eso no caban dudas. Intent una sonrisa solidaria.Era mucho?Dos mil pesetas respondi ella con los ojos hmedos. Mi padrastro me va a matar.Ramn titube, indeciso acerca de si deba seguir su camino o sentarse un rato junto a ella para mostrarle su simpata.Tu padrastro?S. Es un cerdo. Se emborracha y nos pega a mi madre y a m.Ramn haba odo hablar de casos semejantes. En la televisin, de vez en cuando... Pero nunca se haba figurado que llegara a conocer a alguien que estuviera en aquella situacin. La pobre chica le inspiraba una compasin que le dola en el pecho.Lo siento murmur.Ella hizo un gesto como encogindose de hombros. Estoy acostumbrada, tradujo Ramn. Cmo era posible que sucedieran cosas as? Qu culpa tena ella de que su madre se hubiera casado con un cerdo?Lo cierto es que le pareca muy guapa. No, la palabra no era guapa. Bonita, era una palabra ms adecuada para ella. All sentada, en la gran escalinata, pareca pequea y frgil. Llevaba el pelo cortado en media melena, en forma de campana, un pelo negro y brillante como sus ojos. Su voz era un poco ronca, como si estuviese resfriada o afnica. Ramn se pregunt cunto tiempo llevara all sentada. Era muy temprano, las tiendas ni siquiera estaban abiertas. Habra pasado la noche all?Y todo por dos mil pesetas dijo ella.Entonces Ramn hizo lo nico que poda hacer. Meti la mano en el bolsillo, cont sin sacarlos los tres billetes de mil que eran toda su fortuna para el tiempo de la apuesta y sac dos de ellos.Se los puso a la chica en la mano.Ella no los rechaz ni los guard enseguida. Lo mir un poco sorprendida, como si no pudiera creer en aquella inesperada buena suerte.Gracias.Ramn hizo un gesto quitando importancia a lo que acababa de hacer. Ella no se levantaba, no se iba enseguida a comprar. Haba algo extrao en todo aquello. A Ramn le pareci que lo mejor que poda hacer era irse y dejarla a solas. Seguramente ella estaba avergonzada.Bueno, adis.Adis dijo ella.Ramn sigui andando Gran Va abajo sin volverse una sola vez.Lleg a la plaza, que no era la Puerta del Sol sino la plaza de Espaa, y se puso a contar los pisos del edificio ms alto. Haba treinta y tres, tal vez treinta y cuatro. Por la plaza corra un viento helado.Me quedan mil pesetas, pens. Con mil pesetas no podr comer y dormir tres das; seguramente, ni uno solo.5La tarde y la nocheA MEDIODA, decidi saltarse la comida. Si tena que empezar a hacer economas, cuanto antes mejor. Intent convencerse de que no tena demasiada hambre y evit mirar los escaparates donde haba bocadillos o pasteles.Por la noche, cuando haga ms fro, me tomar algo caliente, se dijo, y procur no volver a pensar ms en la comida.Pasadas las tres de la tarde, empez a sentirse cansado. Haba bancos en algunas plazas, pero con el fro y la humedad no era buena idea quedarse sentado demasiado rato. El cielo, que haba permanecido gris durante todo el da, iba adquiriendo un tono de cobre. Se adivinaba un sol tibio luchando por asomar entre las nubes, pero en ningn momento se le vea.Ramn pens que lo mejor sera volver al metro. Haba descubierto que no era demasiado caro, y al parecer se poda viajar en l durante horas por el precio de un billete. Pero se obstin en no preguntar, y eso hizo que tardara bastante antes de encontrar una estacin de metro.Se senta algo aturdido, despus de tantas horas andando casi sin parar. Ya no se volva para mirar a los viejos que rebuscaban en las papeleras, a la gente que corra para alcanzar un autobs, a los que repartan propaganda o a las ambulancias y coches de la polica que hacan sonar sus sirenas. Se iba acostumbrando al continuo ruido de fondo, y cuando baj las escaleras del metro apenas le llam la atencin el olor.Tom el primer metro en una direccin cualquiera, y permaneci en l hasta casi el final de la lnea. All retrocedi en un tren casi vaco en el que logr sentarse. Despus pas a otro metro y a otro ms, buscando simplemente un asiento vaco en cualquier vagn. No le importaba la direccin que seguan los trenes ni necesitaba saber por qu lnea estaba viajando u observar el nombre de las estaciones. Se haba empeado en mantenerse en el metro tanto tiempo como le fuera posible.Transcurrieron dos horas, tres. Los metros semivacos se llenaban ms y ms conforme avanzaba la tarde. Los viajeros eran cada vez ms heterogneos (esa palabra le record a Gonzalo, que a veces utilizaba expresiones as): obreros que salan de su trabajo, mujeres que iban a los centros comerciales, muchos chicos y chicas, ancianos que intentaban conseguir un asiento se preguntaba si alguno de ellos no estara haciendo exactamente lo mismo que l, pedigeos que recorran los vagones contando mil veces la misma historia.Descubri que haba lneas elegantes donde los coches del metro eran nuevos, espaciosos, con asientos tapizados, y las estaciones se mantenan limpias, y tambin lneas antiguas con trenes sucios y pintarrajeados. Que haba trayectos en los que los viajeros olan a colonia y otros donde predominaba el olor a sudor. Empez a aprender cosas sobre la ciudad sin verla, sin ver la superficie, sin salir del subsuelo.Finalmente decidi que no tena sentido seguir dando vueltas al azar, y en una estacin cualquiera se sent, con la mochila a sus pies, y se qued contemplando a los viajeros que entraban y salan de los metros.El andn se llenaba pronto. Hombres y mujeres que consultaban sus relojes y hojeaban sus peridicos. En aquella estacin iban bien vestidos, pero Ramn se fijaba, sin saber por qu, en sus defectos o en los aspectos menos agradables: las ojeras, los granos, una chica cojeando porque se le haba roto el tacn del zapato, un hombre que se meta el dedo en la nariz sin preocuparse de que pudieran verle. Al cabo de tres o cuatro minutos llegaba el metro y desaparecan todos tragados por las puertas. Otros se cruzaban con ellos y salan a paso rpido. Y enseguida el andn empezaba a llenarse de nuevo. Una y otra vez. Era un espectculo siempre igual y siempre diferente.Por fin, Ramn tuvo que admitir que haba llegado el momento de hacer caso de su estmago, que reclamaba algo caliente con ruidos cada vez ms sonoros. Eran ms de las ocho. Llevaba doce horas sin tomar nada.Se puso la mochila y emprendi el camino de la calle, con cierto disgusto porque comprenda que la tregua haba terminado. A partir de aquel momento, empezaban las dificultades.

Decidi que antes de comprarse algo para cenar sera mejor investigar el precio de las pensiones, aunque tena muchas dudas de que en alguna le alquilasen una habitacin por mil pesetas.Vio el cartel de un hostal casi frente a la boca del metro, y subi al piso que indicaba. Una mujer muy maquillada y con el pelo de un color imposible le mir de arriba abajo con cara de extraeza.Una habitacin? Viajas solo o qu? Tienes documento de identidad?No haba contado con aquello. Naturalmente: para dormir en cualquier alojamiento haba que mostrar un carn. Cmo era posible que no se le hubiera ocurrido pensar en ello?No, seora. An no tengo diecisis aos.La mujer se encogi de hombros.Entonces, lo siento. No quiero problemas. Vuelve con una persona mayor y te dar habitacin.Baj las escaleras a toda prisa, furioso consigo mismo.Unos minutos ms tarde pregunt en una pensin, donde le mostraron un cuarto no mucho mayor que un ascensor, totalmente interior, por el que le pidieron dos mil pesetas.No llevo tanto.Entonces no me hagas perder el tiempo, chico gru la vieja propietaria de la pensin.En el tercer sitio le dijeron que no poda quedarse si iba solo, y en el cuarto y el quinto prcticamente lo mismo. Pero a pesar de ello sigui insistiendo. Haba descubierto una nueva forma de pasar el tiempo, sin duda ms fatigosa que el metro pero que al menos le permita estar ocupado, no pensar.Pas la hora de la cena y segua sin probar bocado. Demasiado tarde comprendi que, si no un bocadillo costaban casi un tercio del dinero que tena, debera haberse comprado al menos una barra de pan. Pero eran ms de las diez y naturalmente no quedaba ninguna panadera o supermercado abiertos.A las diez y media, la ensima vieja (el negocio de las pensiones pareca estar siempre regentado por viejas) le explic que no poda darle habitacin si no tena un documento de identidad, y finalmente se dio por vencido.Estaba muy cansado. Las rodillas y los pies le ardan de tanto caminar y subir escaleras. Le dola la espalda por causa de la mochila. El hambre, con ser mucha, no era lo peor. Lo peor era la sed y el fro. Tambin se haca sentir la humedad, una niebla que era casi llovizna y que lo impregnaba todo haciendo imposible el sentarse en un banco. Por suerte llevaba una chaqueta con forro de los llamados polares, que le protega bastante bien. Los vaqueros, sin embargo, los tena hmedos, lo que multiplicaba la sensacin de fro.Encontr una fuente y bebi hasta saciarse del chorro potente y muy fro. Lo malo fue que, casi enseguida, le entraron unas ganas de orinar irresistibles.Empez a dar vueltas buscando un lugar donde pudiera entrar a usar el servicio, pero ninguno le pareca adecuado, y menos llevando la mochila. Al final lo hizo a toda prisa en unos jardincillos mal iluminados.Se pregunt si podra pasar la noche en el metro. No se le ocurra nada mejor. A no ser que se diera por vencido. Tena el telfono de Juanma en Madrid. Bastara con llamar y seguro que iran a recogerle. En media hora poda estar a salvo, caliente y con una buena cena a su disposicin.Pero slo lo pens un minuto. No. No se dara por vencido tan pronto. Intentara, al menos, pasar esa noche sin ayuda. As que una vez ms volvi al metro para estar a cubierto y librarse del fro.Los andenes estaban mucho ms desiertos que por la tarde, y parecan todava ms sucios. Los trenes tardaban ms, y las miradas insistentes abundaban ms que durante el da. Un hombre se acerc a l y le ofreci algo con palabras confusas. Sin entender apenas lo que le propona el desconocido, Ramn abandon el andn y aguard en un pasillo hasta estar seguro de que el hombre no le segua.Los carteles de la compaa del metro, que ley de cabo a rabo por pasar el tiempo, le hicieron perder la esperanza de pasar la noche all; las estaciones se cerraban de madrugada. As pues, era necesario buscar otra idea.Le dio rabia haber gastado dinero intilmente en volver al metro. Teniendo en cuenta los dos billetes que haba comprado, el de la tarde y aquel ltimo, le quedaban poco ms de setecientas pesetas. Adnde ir con ese dinero?De pronto, se le ocurri que lo mejor sera volver a la estacin. Cmo no lo haba pensado antes? En la estacin habra bancos o sillas donde dormir al menos unas pocas horas.Inexplicablemente, despus de haber pasado tantas horas en el metro, se confundi de lnea y eso le hizo perder mucho tiempo. Era casi medianoche cuando, agotado, llegaba al vestbulo de la estacin.Enseguida comprendi que tampoco all podra pasar la noche.El problema no era la posibilidad de ser atracado o molestado, como haba temido, sino la propia polica. Haba agentes patrullando que lo observaban todo y que con frecuencia se acercaban a alguien para pedirle la documentacin. Si lo vean solo mucho rato, le preguntaran si viajaba con alguien y tendra que acabar confesando la verdad.Renunciando a la caldeada atmsfera, a la relativa comodidad y seguridad de la estacin, dio media vuelta y sali a la calle.Empez a caminar hacia el centro, pero luego lo pens mejor y cambi de direccin. El centro, de noche, sera ms peligroso que cualquier barrio.De hecho, todo pareca tener un aspecto distinto slo por ser de noche. Las personas con las que se cruzaba tenan un aire inquietante y un poco fantasmal.Se pregunt qu dira su madre si pudiera verle errar en la noche como un vagabundo. Y su padre? Evoc el gesto habitual del padre cuando meneaba la cabeza de un lado a otro con disgusto o desaprobacin.A cada minuto, la temperatura pareca bajar un poco ms. Comprendi que lo ms sensato que poda hacer era buscar un refugio, y empez a mirar con atencin los huecos y portales ms discretos.Haba llegado a una zona solitaria. Era demasiado tarde para la mayora de los ciudadanos, y an temprano para los noctmbulos. En una calle poco iluminada, vio un lugar propicio a la entrada de una tienda. Se sent all. No era un mal sitio, pero tuvo que levantarse muchas veces para buscar cartones y peridicos como haba visto hacer a los parias que dorman en la calle. Improvis una especie de cama, aunque sigui sentado; no se atreva a tumbarse, y mucho menos a intentar dormir, por miedo a que le robaran la mochila.Acurrucado, abrazndose las piernas eso le record a la chica a la que haba ayudado por la maana, permaneci mucho tiempo en la misma postura. Ya no senta hambre. No saba qu hora era, prefera no mirar el reloj. Lo nico que deseaba era que la noche se acabase cuanto antes y saliera el sol.Un perro flaco se le acerc movindose con precaucin, el rabo entre las piernas, y se qued a su lado temblando. Poco a poco se peg a l, puesto que Ramn no lo rechazaba. Gema suavemente. Ramn, que perciba su calor, le habl en voz baja:No tengas miedo, puedes quedarte si quieres.Y as, con aquella inesperada compaa, sin darse cuenta se qued dormido.6El segundo daAL despertar, tan temprano que las calles estaban an oscuras, supo que no lo conseguira.Ya no era cuestin de hambre, o de fro o de cansancio, sino de que la prueba haba perdido su sentido, su significado. Tres das y tres noches, para qu? Pareca una buena idea mientras no se pensaba demasiado en ello; como cuando, de pequeo, desafiaba a algn amigo: A que no subes ah?, A que te gano a correr?. Pero esta vez era distinto; estaba compitiendo contra toda una ciudad de cuatro millones de personas, y adems sin las cartas necesarias para el juego: dinero suficiente.Dinero era lo que buscaban aquellos cuatro millones de personas. Era dinero justamente lo que se necesitaba para vivir bien, incluso para vivir. Un chico sin dinero no era en el fondo muy distinto de un adulto sin dinero: si tena poco, vala poco. As de sencillo. Gonzalo tena razn. Record sus palabras: La cuestin es cunto dinero se necesita. La pasta es lo que importa, no la edad que tengas.Pens en Gonzalo, que a esa hora estara en su cama durmiendo sin ninguna preocupacin. En Juanma, que seguramente esperara su llamada de un momento a otro. Qu dira Juanma cuando l le llamase? Seguro que soltara una de sus exclamaciones, algo as como Caracoles!. S, dira: Caracoles, to! Por qu no has llamado antes?. Juanma era un verdadero amigo. Los verdaderos amigos, pens Ramn, son aquellos que no esperan que les demuestres nada.Al incorporarse, descubri que le dolan todos los huesos. El perro que durante unas horas le haba hecho compaa haba desaparecido. Seguramente se haba marchado en busca de una rejilla que desprendiese calor, para tumbarse encima, como hacan algunos vagabundos. Por la noche, Ramn haba visto a un par de parias durmiendo as. Los mendigos y los perros, buenos amigos, acababan por parecerse.Se puso en marcha, una vez ms sin rumbo, porque andar era la mejor manera de combatir el fro. La luz gris de la maana iba aclarndose poco a poco. Ojal saliese el sol. Los ciudadanos ms madrugadores ponan en marcha sus coches o se apresuraban hacia el metro o el autobs. Algunos corran, ya a esa hora.Vio unas escaleras por las que bajaban muchas personas, y tambin l hizo lo mismo pensando que sera una boca de metro. Sin embargo, slo era un paso subterrneo que los peatones utilizaban para evitar prdidas de tiempo en los semforos. Al parecer no les molestaba pasar bajo tierra parte de su vida. Como haba hecho l el da anterior en el metro, muchos ciudadanos se movan por el subsuelo o trabajaban en l. La ciudad era como una enorme mina con numerosas galeras los aparcamientos, los pasos subterrneos, los stanos comerciales, el metro en las que a pesar del aire malsano permanecan miles de personas que, por lo visto, ya no necesitaban la luz ni el oxgeno.Los repartidores se impacientaban cuando alguien les bloqueaba el paso. En algunas calles, los coches desfilaban tan lentos como el paso de una persona. Muchos conductores hacan uso de sus telfonos mviles. Ya se oan sirenas, probablemente de ambulancia. El aire, que no haba llegado a renovarse desde el da anterior, era sucio y pesado. Las veinticuatro horas que llevaba sin probar bocado empezaban a afectar no slo a su estmago. Se senta dbil.Se decidi a entrar en un bar y pedir un vaso de leche con cacao. Despus de tomrsela, y tras mucho pensarlo, pidi tambin unos churros porque le dio envidia ver que todo el mundo los tomaba.Poco despus encontr un parque y se intern en l en busca de un poco de silencio. Anduvo por senderos hmedos bajo los castaos, hasta llegar a una glorieta desde la que se vea un estanque que reconoci gracias a los reportajes de la televisin. De modo que estaba en El Retiro. Siempre haba querido conocer aquel parque.Por primera vez desde que haba llegado a Madrid, se dio cuenta de que era libre para ir a los lugares que siempre haba querido visitar: el Parque de Atracciones, el Zoo, la Casa de Campo, la Cibeles, algn estudio de televisin...Pero para todo eso haca falta dinero, y con quinientas pesetas poco poda hacer. Cont sus monedas. Una, dos, tres, cuatro, cinco de cien. Y quedaban an casi dos das. No, definitivamente no lo conseguira.Se sent en un banco y rebusc en su mochila. No poda cambiarse de ropa interior, a menos que buscara unos servicios, pero por el momento le bastaba con ponerse unos calcetines limpios. Estuvo dudando acerca de si sera buena idea cambiarse tambin de camisa, pero finalmente desisti porque no se atreva a hacerlo all, a la vista de los paseantes que empezaban a llegar al parque.A las diez busc una cabina, calculando que Juanma ya estara despierto. Lstima no tener cinco duros sueltos para llamar, pero confiaba en que el telfono le devolviese el resto si meta una moneda de veinte duros. La introdujo, marc el nmero de Juanma y esper mientras sonaba la seal de llamada. La oy una vez, dos, tres. A la cuarta salt un mensaje grabado: que poda dejar su telfono y ya le llamaran. Colg, furioso. Para colmo, el telfono se haba tragado los veinte duros.Recorri el parque de un extremo a otro, y despus sali por una puerta distinta a la que haba utilizado para entrar. Reconoci la Puerta de Alcal y, ms abajo, la Cibeles, inconfundible con sus leones y rodeada de coches por todas partes.Tom por la calle de Alcal hasta llegar a la Puerta del Sol. Se detuvo a contemplar el reloj que, pocos das ms tarde, marcara para millones de espaoles el comienzo de un nuevo ao. Por Preciados, una multitud entraba y sala de los centros comerciales, se apresuraba hacia sus obligaciones o se demoraba ante los escaparates adornados con motivos navideos. Siempre el ruido, siempre el exceso de gente. Ramn, aturdido, tuvo una impresin de desdoblamiento, como si una parte de l se separase, ajena a todo aquello.Entr en una de aquellas grandes tiendas. Miles de personas lo curioseaban todo, titubeaban ante un artculo sin decidirse a comprarlo. Los vendedores tenan sonrisas cansadas. Haba quien vigilaba a los compradores para impedir que se llevasen algo sin pagar. Ramn vio a una chica de unos veinte aos, camuflada entre los clientes, que hablaba a travs de algo escondido en su manga. Unos pasos ms all, un guarda de seguridad reciba el mensaje en su walkie-talkie: Afirmativo. Recibido. Saba cmo funcionaban esos chismes. Gonzalo tena uno y a menudo haban jugado con l.Por todos lados haba gente que sacaba dinero o tarjetas para pagar sus compras. Sali a la calle. Haba vendedores callejeros de ropa y otras cosas, atentos a salir corriendo si la polica haca acto de presencia. Muchos eran negros u orientales. Vio cajeros automticos, telfonos pblicos, gente pidiendo limosna. Y siempre alguien que sacaba dinero, que lo contaba cuidadosamente, con respeto, y volva a guardarlo tomando toda clase de precauciones. Dinero, por todas partes dinero que cambiaba de manos.Se fij en una mujer que llevaba varias bolsas, y por unos segundos los latidos de su corazn se aceleraron porque absurdamente crey que era su madre. Al aproximarse, descubri que en realidad no se pareca mucho: tan slo el pelo y la manera de andar eran semejantes.Lleg a Callao. Aquella zona ya la conoca del da anterior. De nuevo los empujones y los golpes. Era como volver al punto de partida, como si la ciudad, mucho antes de lo previsto, hubiera agotado ya sus posibilidades. Qu voy a hacer hoy, durante todo el da?, se pregunt. No poda volver a pasarse el da en el metro, no poda quedarse nuevamente sin comer. Slo quedaba llamar a Juanma y declararse vencido.A medioda, pens. A la hora de comer seguro que estarn; llamar entonces y, si estoy muy mal, les pedir que vengan a recogerme.Como el da anterior, baj por la Gran Va hacia la plaza de Espaa. Dos horas. Si aguardaba dos horas ms, habra llegado a la mitad del tiempo previsto para la apuesta. Ese pensamiento no le entristeci. Estaba demasiado cansado para sentir nada que no fuera el deseo de acabar con aquello cuanto antes.De pronto, vio algo que le hizo detenerse en mitad de la acera. Apenas poda creerlo. A dos pasos, exactamente en el mismo lugar del da anterior, estaba la nia del pelo en forma de campana. Segua sentada a la puerta del cine como si en todo aquel tiempo no se hubiera movido. Slo que llevaba una ropa distinta.Ella no le haba visto. Ramn esper, fingiendo que contemplaba un escaparate, sin dejar de mirar a la nia de reojo. Pas un hombre caminando despacio, con el aspecto de un forastero un poco aburrido, y entonces ella le habl en voz baja:He perdido el dinero que me haban dado para la compra.El hombre la mir de arriba abajo, sonri; para ganar tiempo mientras llegaba a una decisin, pregunt:Cmo dices?Dos mil pesetas dijo ella, que pareca a punto de llorar; me haban dado dos mil pesetas. No me atrevo a volver a mi casa sin ellas. Mi padrastro...Ramn dio media vuelta y se alej calle arriba, asqueado. De modo que esa era la verdad. Aquella nia con su aspecto inocente se dedicaba a pedir repitiendo a todo el mundo la misma historia. Seguramente, lo de su padrastro era falso. Todo falso. Le daban ganas de vomitar.Se sent en un banco, mirando ceudamente a los transentes que parecan figurantes de una pelcula a cmara rpida. Aquella nia con su mirada inocente le haba estafado la mayor parte de su dinero. Por culpa de ella llevaba un da entero contando una y otra vez sus ltimas monedas. Las sac y las mir sintiendo cmo crecan dentro de l la rabia y la tentacin de hacer algo dramtico. Las cont sin necesidad: una, dos, tres, cuatro. Las apret en el puo. Cuatro monedas para llamar a Juanma, para tomar el metro, para comprar un bocadillo hasta que fueran a rescatarle.Delante de l, en el suelo, junto a la pared de una casa, haba una rejilla, sin duda la ventilacin de algn stano.Se puso en pie sabiendo de antemano que iba a cometer una accin estpida, que se arrepentira. Ya no se entenda a s mismo ni saba por qu haca las cosas. Se situ sobre la rejilla y abri la mano dejando caer las monedas.Ya est dijo a media voz, sin darse cuenta, como si acabara de resolver un problema.De haber encontrado un contenedor, habra tirado tambin la mochila. Para no poseer nada. Para ser completamente libre. Ningn sitio donde ir, nada que custodiar.Varias personas le estaban mirando. Se haban dado cuenta de su accin al tirar las monedas. Les dio la espalda y cruz casi a ciegas, sin hacer caso de los coches. Tena los ojos llenos de lgrimas.7Un mal encuentroA MEDIODA, luca el sol y la temperatura haba subido unos cuantos grados. Tal vez por eso, en las calles del centro haba ms gente que nunca. Ramn pens que haba elegido la peor poca posible: en vsperas de Navidad, todo el mundo pareca ms agresivo. Tal vez era cierto que muchos tenan mejores sentimientos que en el resto del ao, pero a la hora de ir de compras se volvan bestias violentas.Harto de apreturas y empujones, decidi volver al Retiro. Al menos all se poda respirar y no haba tanto ruido.La mochila, por suerte no muy llena, era una carga molesta pero le vino bien cuando quiso quitarse la prenda de ms abrigo. Al guardarla, descubri algo que haba estado acarreando todo el tiempo sin recordarlo: unas bolsas de frutos secos que su madre haba insistido en aadir a su equipaje.Pero, mam, si no me lo voy a comer, haba dicho l.T llvatelo, que a lo mejor te viene bien.Bien? Le vena de maravilla! Haba cacahuetes, avellanas y almendras. Lstima no tener tambin algo de chocolate para que el festn fuese ms completo.Se sent en un banco a la entrada del parque y empez a comer alternando las bolsas. Pens en su madre, con un sentimiento de culpa, e inevitablemente tambin en su padre. Su padre tena una pequea empresa de embalajes de la que estaba orgulloso. A menudo contaba que haba empezado trabajando en uno de los ltimos puestos de una fbrica y que poco a poco se haba abierto camino sin ayuda.No te fes de nadie, le aconsejaba siempre. Nadie te regala nada. Si te dan algo, ser porque esperan algo a cambio.Ramn no estaba de acuerdo. Pensaba que, de entrada, era preferible confiar en los dems. Si no lo merecan, ya habra tiempo para cambiar de actitud.Otro problema eran las notas. Cuando eran buenas, su padre jams le felicitaba. Cuando no eran tan buenas, sin embargo, meneaba la cabeza con aquella mirada suya de disgusto y haca comentarios que a veces le heran. Ms de una vez, sus padres haban discutido por aquella cuestin.No es bueno presionarle tanto, indicaba la madre.Quieres que sea un intil toda su vida? Tendra a quin parecerse.Pues el to de Ramn, el hermano menor de su madre, no haba trabajado nunca y a los treinta y tantos aos dependa todava de sus padres.Pensando en todo ello, Ramn se daba cuenta de que haba cometido un error. Cmo iba a decirle a su padre, cuando volviera, He estado viviendo tres das en Madrid sin ayuda de nadie? De veras se ganara su respeto con eso, o ms bien el padre le acusara de ser un inconsciente?Los frutos secos le haban dado sed. Fue en busca de una fuente y bebi hasta que no pudo ms. A esa hora, los visitantes del parque eran muchos. Se pregunt si toda aquella gente no comera. Luego record su aventura al irse sin pagar del restaurante. As haba empezado todo. Por qu, ahora que lo necesitaba de veras, no se atreva a repetirlo?Borde el estanque y se sent en una escalinata que llegaba hasta el agua. Decidi que se quedara por all mientras hiciera sol. Lo malo iba a ser la noche. No se senta con fuerzas para pasar otra noche en la calle.Registr el contenido de su mochila, buscando algo que pudiera vender para conseguir un poco de dinero, pero slo haba ropa, una pequea bolsa de aseo, un libro y un par de cmics. Los sac y se puso a leerlos aunque ya los haba ledo varias veces cada uno.Al cabo de unos minutos se dio cuenta de que alguien se sentaba a su lado. Vio que eran dos chicos mayores que l. Le extra que se sentaran tan cerca, habiendo mucho sitio libre.Pasa uno oy que le decan.Sin apenas mirarlos, les tendi un cmic. Uno de los chicos se puso a hojearlo pero el otro no dejaba de mirar a Ramn.Tienes tabaco?No.Y pasta?Ramn neg en silencio. El que le interrogaba le ofreci una sonrisa falsa. Era bajo pero ancho y fuerte; tena una cabeza enorme y unos dientes muy extraos y como afilados. A Ramn le record a un cerdo.El otro levant la vista del cmic y mir a Ramn de arriba abajo con unos ojillos diminutos y malvados.Qu llevas en la mochila? pregunt.Ramn sinti que palideca. Aquellos dos iban en serio. Se dijo que lo mejor sera desaparecer, si an estaba a tiempo, y empez a ponerse en pie.Dnde vas? pregunt el de la cara de cerdo sujetndole por un brazo. Vuelve a sentarte.Tengo que irme.El de los ojillos tir el cmic al agua, se levant y fue a sentarse al otro lado de Ramn. Ahora tena uno a su derecha y otro a su izquierda, como si quisieran impedirle cualquier movimiento.Todo estaba sucediendo tan de repente que Ramn no saba cmo reaccionar. Nunca haba estado en una situacin parecida. Por una mala pasada de su memoria, le volvieron a la mente las palabras de su padre: No te fes de nadie.Vamos a ver lo que llevas en la mochila orden el que se acababa de sentar a su lado. T, returcele el brazo para que se vaya enterando. Si hace falta, le rompes el hueso.El otro le tir del brazo por detrs y hacia arriba, de tal forma que si lo forzaba un poco ms poda dislocarlo. A Ramn le pareca imposible que aquello le estuviera sucediendo de verdad, a pleno sol y en un parque lleno de gente. Pero vio que no haba nadie cerca para ayudarle aunque pidiera auxilio, y comprendi que estaba verdaderamente en peligro.Podis quedaros la mochila ofreci en voz baja.Qu has dicho?Que os doy la mochila.Nos regala la mochila explic el de ojos diminutos.Eso ha dicho respondi el otro.Parecan dos payasos repitiendo las mismas frases. El que le sujetaba el brazo cogi la mochila con la otra mano y se la pas a su compaero.Toma, una mochila de regalo.El otro se la puso y empez a subir las escaleras despacio mirando a un lado y a otro para asegurarse de que no haba testigos. El de la cara porcina dio un ltimo tirn al brazo de Ramn y le orden:Te quedas aqu sin moverte hasta dentro de un rato. Ni se te ocurra buscar a los munipas para denunciarnos. La mochila nos la has dado t porque has querido.Por un instante, Ramn estuvo a punto de lanzarse sobre l sin hacer caso de que fuera mayor y ms fuerte, o que fuesen dos contra uno. Pero le detuvo el pensamiento de que tal vez llevaran navajas.En cuanto se perdieron de vista se alej en la direccin contraria, furioso consigo mismo y con su mala suerte.

El resto de la tarde lo pas andando sin rumbo. Procuraba no pensar en nada, pero admita que haba llegado el momento de rendirse. Sin una prenda de abrigo, que haba quedado en la mochila, no poda plantease el pasar otra noche a la intemperie.Al anochecer entr en un centro comercial. Tena la impresin de que todo lo haba hecho ya anteriormente, que haba pasado al menos dos veces por los mismos lugares. Pero all dentro, aunque le aturdiese la aglomeracin, no tena fro y se senta a salvo.Recorri algunas plantas fijndose en la gente de su edad con una cierta envidia. Todos aquellos chicos y chicas parecan disponer de dinero para gastar y, desde luego, tenan una casa a la que volver. Pues en algunos momentos se senta como si ya hubiese perdido definitivamente todo. Pero luego el sentido comn prevaleci, y se dijo que tambin l tena una casa, y que si peda unas monedas podra llamar para que su padre fuese a recogerle. Le gustaba correr con el coche, as que no tardara muchas horas en llegar a Madrid.De pronto, en un bolsillo donde no crea llevar nada, se encontr con unas cuantas monedas pequeas, de duro. Al principio, no comprendi de dnde haban salido, hasta que record que eran el cambio que le haban devuelto en el metro el da anterior, y que haba guardado en un bolsillo que apenas usaba.Sali a la calle y busc un telfono pblico. Aquellas monedas bastaran para llamar a Juanma, si tena suerte, pero no eran suficientes para hablar con sus padres. Tal vez eso fuera una especie de seal. De acuerdo, llamara a Juanma y despus ya se vera.Marc el nmero y aguard conteniendo la respiracin. El corazn le lata muy deprisa. Y si el telfono estaba averiado? Y si de nuevo sala una grabacin? Y entonces oy la voz tan conocida de su amigo.Juanma? Eres t, Juanma?Crcholis, Ramn! Por fin! Dnde ests?Juanma...No saba cmo empezar. El nerviosismo le dejaba sin palabras. Comprendi que no poda correr el riesgo de que la comunicacin se cortase antes de decir dnde se encontraba, y respondi:En la Puerta del Sol.Ests bien? la voz de Juanma sonaba preocupada.Ramn inspir con fuerza, trag saliva y dijo aquellas palabras que habra preferido no pronunciar:Necesito ayuda.Ramn, escucha: han llamado tus padres. Yo creo que sospechan algo.Cundo han llamado?Llamaron anoche y les dije que estabas en la ducha. Luego tuve que mentir a mi familia cuando me preguntaron quin haba llamado. Tu madre dijo que volvera a llamar hoy. No s qu hacer cuando llame. La not rara, como si se imaginase que pasaba algo.Hubo una pausa y luego la voz de Juanma se convirti en un susurro.Creo que mi abuela viene hacia aqu. Dime qu hacemos. Te doy la direccin y vienes?Ramn pens a toda prisa. Presentarse en la casa y que le trataran como a un nio que ha cometido una travesura? No, de ningn modo.Ven t. Antes de nada necesito que hablemos para ver lo que voy a hacer. Ven cuanto antes, y ven solo.Sin dar opcin a su amigo a responder, colg el telfono.8Kilmetro 0JUSTO debajo del gran reloj, en la acera, descubri una seal que indicaba Kilmetro 0. Estaba, por lo tanto, en el centro de la ciudad y del pas, por lo menos en el centro simblico. Desde all, todas las direcciones eran posibles. Se pregunt por cul de ellas aparecera Juanma.Y de pronto repar en que no le haba indicado el punto exacto en el que tenan que encontrarse. Por qu iba a suponer Juanma que tena que ir precisamente all, bajo el famoso reloj? Haba, en la gran plaza, otros lugares igualmente lgicos para quedar. Enfrente estaba la estatua del oso y el madroo; a un lado las paradas de autobs, bajo un gran luminoso (era una botella de To Pepe; se fij en ello porque unos extranjeros la sealaron al pasar junto a l: Taio Pipi!); al otro lado estaban las vendedoras de lotera y la pastelera y la hamburguesera.Lo peor era la enorme cantidad de gente que bulla de un lado para otro. Con aquella multitud, era imposible encontrar a alguien si no se haba acordado un sitio exacto. Y si empezaba a dar vueltas a la gran plaza en cualquiera de los sentidos, era probable que se cruzase con Juanma sin llegar a verlo. As pues, lo mismo daba permanecer en el sitio que andar dando vueltas.Esa conclusin habra sido absurda en cualquier otro lugar pero no all, donde la excesiva cantidad de gente trastocaba la lgica de las cosas.Pens que el da anterior, al ver por primera vez a los ciudadanos tan seguros de s mismos, se haba preguntado en qu eran superiores para vivir as. Ahora, despus de haberlos visto correr descomponiendo la figura, apretujarse en los transportes pblicos o desesperarse por no alcanzar a tiempo un metro o un autobs, y tambin eternizarse en los atascos, y sobre todo rivalizar todo el tiempo para cualquier cosa, ya no le parecan ms listos que las personas que l conoca.All, en la Puerta del Sol, en esos mismos momentos, entre los miles de personas que se empujaban impacientes, haba ladrones acechando para aprovechar cualquier descuido, y tal vez tocones viscosos que se acercaban a las chicas, y otros seres que merodeaban con ocultas intenciones. Y todo eso lo haca posible la multitud, la gran ciudad. Cmo poda gustarle a alguien vivir as?Esper, sin moverse del sitio, hasta que el reloj marc las ocho y media, y luego las nueve menos cuarto. Cunto tiempo necesitara Juanma para llegar? Imposible saberlo. Las complicaciones para desplazarse eran otra de las servidumbres de la ciudad, y ms en das como aquel, en que todo el mundo se lanzaba a su pasatiempo favorito: ir de compras.A las nueve menos diez, incapaz de esperar ms, comenz a dar la vuelta a la plaza. Un semforo, una avalancha de gente que le arrastraba a la entrada del metro, otro semforo, las aglomeraciones a la salida del centro comercial. El oso y el madroo, smbolo de Madrid, y muchas personas esperando porque al parecer era un lugar tpico para quedar citado, pero ninguna de ellas era Juanma. Sigui andando por entre los rabes que vendan tabaco o formaban corrillos, y los compradores con bolsas, y quienes haban terminado por fin su jornada de trabajo y se precipitaban hacia el metro. Un nuevo semforo. Cuntos ms faltaban para volver al punto de partida, al Kilmetro 0?Y de pronto, supo que no llegara a encontrar a su amigo. Imposible. Imposible que nada saliera bien en aquella ciudad.Se daba cuenta de que la rabia que haba empezado a sentir por tantas cosas desde el da anterior, despus de dirigirla contra s mismo, haba acabado por volverla contra la ciudad. Como si la ciudad estuviese dotada de una voluntad autnoma, como si fuera un monstruo de muchas cabezas, decididamente hostil.Qu ms quera de l la ciudad? Le haban estafado y le haban robado, haba pasado hambre y sed y se haba agotado durante horas interminables y haba dormido en la calle como un perro, abrazado casi a un perro. Qu faltaba an? Tena que mendigar para conseguir cinco malditos duros con los que llamar otra vez a su amigo? Pero Juanma no estara. Estaba all, en esa misma plaza, quiz a pocos pasos aunque no pudieran verse!Y fue entonces cuando sinti un impulso irresistible de hacer algo por su propia voluntad, no porque las circunstancias le obligasen. Para volver con la cabeza baja como un nio que ha cometido una travesura siempre habra tiempo. Antes, necesitaba an darse una ltima oportunidad. A pesar de la suerte en contra y de todo lo que le haba ocurrido. O precisamente por eso.An tengo algo que decir murmur como si se dirigiese a un interlocutor invisible. Se senta como el luchador que, a punto de abandonar el combate, piensa por ltima vez que an es posible un golpe de suerte.Cambi la direccin de sus pasos y se meti por una calle cualquiera, y en la primera esquina gir y se apresur como si fuera a alguna parte.Esta noche, slo esta noche. Maana volver y har lo que quieran ellos, pensaba confusamente.Y as fue alejndose de la muchedumbre, de lo conocido y lo seguro, para adentrarse en calles cada vez menos transitadas. Saba que lo que estaba haciendo no era razonable, pero le daba igual. Esta noche, yo decido, pens.

Mucho ms tarde lleg a un barrio de buen aspecto, con casas slidas que tenan flores en las terrazas, y decidi buscar un lugar tranquilo para dormir, como haba hecho la noche anterior. Le daba lo mismo un sitio que otro, con tal de estar resguardado del fro que atravesaba sus escasas ropas.El cansancio acumulado era tanto que ya apenas lo senta, pero en ningn momento se permiti un breve descanso, porque adivinaba que despus sera incapaz de volver a ponerse en marcha. Tena la impresin de que nunca lograra librarse del todo de la suciedad que senta impregnada a su piel y sus ropas: era consciente de que ola mal, como si fuese ya un vagabundo veterano. Cuando pensaba en ello, le pareca imposible llevar tan poco tiempo, relativamente, en la calle. Se senta como si llevase semanas, o meses, viviendo as.Lleg a una gran manzana de casas que tenan una especie de porches, y le pareci que aquel sera el sitio ms discreto para echarse y que nadie se fijara en l.Se tumb junto a un portal y, encogido en la postura del feto, esper la llegada del sueo.Sin embargo, a pesar de su cansancio, o precisamente porque era excesivo, no consegua dormirse. Escuchaba cada sonido, unos pasos, un coche que aparcaba o arrancaba, una msica al abrirse las puertas metlicas de un bar; vea a travs de los ojos entrecerrados cada sombra que se aproximaba; se encoga ms y ms, temblando. Se senta solo y desgraciado, pero no dejaba de darse cuenta de que haca aquello porque quera y que poda poner fin a la prueba en cualquier momento. Mil veces decidi hacerlo en cuanto se hiciese de da. De acuerdo, la ciudad haba vencido. Le daba igual. Lo nico que quera era volver a su casa.Una y otra vez cambiaba de postura, se desesperaba viendo que no consegua dormir, se sobresaltaba con cualquier sonido. Empez a contar mentalmente para conciliar el sueo; se propuso llegar hasta mil si era necesario. Antes o despus perda la cuenta y volva a comenzar de nuevo, como si fuera muy importante no saltarse un solo nmero. Pensaba en su madre. Le habra vuelto a llamar? Sin darse cuenta, dejaba escapar un suspiro. Se estremeca, se dorma unos segundos y enseguida se despertaba sin estar seguro de haber llegado a dormir.Hasta que por fin el cansancio le rindi y se qued profundamente dormido.9SaraHABA alguien inclinado sobre l. Lo presinti en sueos y abri los ojos sobresaltado.Una cara de luna llena con ojos enormes le examinaba fijamente. Parpade hasta conseguir enfocar la mirada, y pudo ver que era una mujer. Se incorpor despacio, con recelo.Ests bien? Te has metido algo?Ramn se encogi de hombros sin entender la pregunta. La mujer empuj con el pie una jeringuilla ensangrentada, y l se pregunt con un estremecimiento si habra estado durmiendo encima de aquello.Yo no he hecho nada balbuci, slo quera dormir.Aqu no puedes dormir.Perdone, ya me voy murmur Ramn buscando en torno suyo la mochila, hasta que record que ya no la tena.No me has entendido, no digo que no tengas derecho a estar aqu. Digo que es peligroso. Por qu no entras?La mujer indic el portal, y Ramn se fij en que tena unas llaves en la mano.La luz era escasa y no permita a Ramn ver en detalle la cara de la mujer, slo sus ojos muy grandes (claro que poda ser que dieran esa impresin porque ella llevaba unas gafas con gruesos cristales que aumentaban el tamao). Aunque iba vestida de un modo raro, pareca digna de confianza.Pasa le invit ella.Fue su voz lo que decidi a Ramn. Era una voz firme pero no spera, amable. Desde muy nio se haba guiado por las voces para formarse una opinin sobre las personas, y el sistema rara vez le fallaba.Bueno acept, dormir en el portal.Por qu en el portal? Yo tengo camas de sobra.Ella encendi la luz de la entrada y ambos se miraron con curiosidad.Eres an ms cro de lo que me haba parecido observ la mujer. Cuntos aos tienes? Doce?Ramn no respondi.Te has fugado de casa? Quieres que llame a tus padres?Lo sorprendente era que aquella desconocida pareca preocupada por l. Acostumbrado ya a la indiferencia de los habitantes de la ciudad, Ramn recelaba.Contempl con desconfianza la cara morena y redonda de ella, el pelo muy corto, negro con mechones grises, adornado con una pequea pluma de ave, el jersey con bordados de todos los colores sobre el fondo negro, los colgantes, las pulseras de cuero, los enormes pendientes de plata. Su mirada se detuvo en las uas, pintadas de un azul oscuro en el que destacaban diminutas estrellitas y lunas.Tal vez fuera una loca, pero en todo caso era una loca amable, la primera persona amable con la que se encontraba en muchas horas.No me he fugado respondi al fin, slo estoy...Se detuvo a tiempo, pensando que no tena derecho a revelar la verdad. No podrs decir a nadie que ests intentando ganar una apuesta.Slo estoy enfadado con mi padre, pero pienso llamar a casa por la maana.Entiendo. Vas a dejarles sufrir durante esta noche. Una especie de castigo, pero el que castiga eres t. No crees que es excesivo, sea lo que sea lo que te han hecho?Ramn dio un paso hacia la puerta, como si pensase salir huyendo.Espera! De acuerdo, sin sermones. No dir una palabra ms. Lo que ocurre es que tengo tres hijos, y si alguno de ellos me hubiese hecho esto... Bueno, vamos.Ramn entr en el ascensor con ella, tranquilizado por el dato de que tena hijos. Seguramente seran mayores, a juzgar por la edad que aparentaba la mujer.Me llamo Sara se present ella mientras suban. Y t?Ramn.Vives en Madrid?No.Y cmo has llegado hasta aqu?Ramn se acord de una frase que haba odo a veces en las pelculas, y respondi seriamente:Es una larga historia.Sara se ech a rer. Haban llegado al tico. Abri la puerta de un piso e invit a Ramn a pasar.El vestbulo estaba desordenado: haba libros, prendas de ropa y objetos diversos por todas partes; no era la habitacin ms limpia que Ramn hubiese visto. Se fij en un letrero escrito a mano:

Ms polvo en los muebles, menos en el cerebro.

Sara le condujo a la cocina y se puso a calentar leche.Te tomas esto y te vas a la cama enseguida.Aunque tena una sonrisa clida, su tono no admita apelacin; era verdaderamente el de una madre veterana. En el fondo, a Ramn le encant que alguien se ocupara de l por fin.Mientras se tomaba la leche muy caliente a pequeos sorbos acompaada con un par de magdalenas, Sara fue a prepararle una cama.Te ha correspondido el dormitorio de mi hijo Antonio explic. l ya no vive aqu.Dijo que tena tres hijos.S. Mara se cas hace poco, y Ana est de viaje.Su marido tampoco est?Es una larga historia replic Sara con irona y sin perder la sonrisa. Por qu no te vas a la cama? Maana ser otro da.

Cuando despert, le sorprendi recibir la caricia del sol en la cara. Se estir como un gato para desentumecer los msculos. Haba dormido muy bien, y se senta descansado y hambriento. Mir el reloj y dio un respingo que le hizo casi quedar sentado en la cama.La una! exclam en voz alta.De repente record dnde estaba. Tena que decirle a Sara que no poda quedarse ms; tena que hacer muchsimas cosas, la primera de ellas telefonear. Se levant de un salto y se visti a toda prisa mientras curioseaba los extraos objetos colgados en las paredes de la habitacin, casi todos relacionados con barcos y lugares lejanos. Sara le haba dejado toallas limpias. Encontr el bao y se duch sin perder tiempo. Tal vez Sara le permitira telefonear desde all.Sali al pasillo con el pelo chorreando. Una puerta daba paso al saln, en el que haba un piano y muchos libros. La luz del sol entraba tambin en el saln procedente de la terraza, donde estaba Sara ocupndose de las plantas.Buenos das, Ramn. Si quieres llamar cuanto antes, el telfono est en la entrada. Pero mi consejo es que primero desayunes y pienses despacio qu es lo que quieres decirles.Ramn mir de reojo el suculento desayuno dispuesto sobre una mesa y se sent de buena gana.Anoche no le di las gracias...Sara le dirigi una de sus clidas sonrisas.Tienes mucho mejor aspecto. Has decidido volver a tu casa?Mientras extenda mermelada de moras sobre una tostada, Ramn asinti en silencio.Es una buena decisin aprob Sara. Por qu no me cuentas todo?La naturalidad de ella, su amable predisposicin, su tono amistoso, decidieron a Ramn. No le fue difcil empezar por el principio la aventura del restaurante y narrar paso a paso, sin olvidar detalle, lo que le haba sucedido hasta la noche anterior.Cuando termin de hablar, Sara, que se haba sentado frente a l, guard silencio durante unos segundos. Ya no llevaba los adornos de la noche, sino un vestido suelto, blanco. A la luz del sol de medioda se vean claramente las arrugas en torno a sus ojos, las tpicas patas de gallo de las personas que tienen la costumbre de rer a menudo.Opino que tienes que llamar a Juanma ahora mismo para averiguar si tus padres ya lo han descubierto todo, y tanto si es as como si no, debes llamarlos a ellos tambin.Me tema que diras eso dijo Ramn tutendola sin darse cuenta. Pero, si no se han enterado, para qu decrselo?T sabes la respuesta, Ramn: porque no hacerlo sera mentir. Pero primero habla con tu amigo. Si tus padres no se han enterado de nada, no vale la pena que les des un susto dicindoles que llevas dos das y medio en la calle. Simplemente llmalos, cuenta lo imprescindible, y cuando vuelvas ya les dirs el resto.De acuerdo.Ramn arrastr los pies hasta el telfono, con pocas ganas de enfrentarse con lo que le esperaba. Marc, rogando que fuese su amigo el que cogiera el aparato.Ramn! Juanma gritaba tanto que tuvo que separar el telfono unos centmetros de su oreja. Qu pas ayer, to? No pude encontrarte.Es una larga... bueno, ya te lo contar. Han llamado mis padres?Claro. Te dije que volveran a llamar. Lo saben todo.Quee?No tuve ms remedio que decrselo. Tu madre se mosque cuando le dije que no podas ponerte, insisti en hablar con mi familia y, ya te puedes figurar, le dijeron que no saban nada de ti desde que llegamos a Madrid. Total, que me hicieron contarlo todo. Tus padres van a llegar de un momento a otro.A Madrid?Los estamos esperando. Han llamado hace una hora diciendo que estaban a menos de cincuenta kilmetros. Supongo que habr un atasco en la M-40, pero ya no pueden tardar. Dijeron que si llamabas tenamos que decirte que no te muevas de donde ests, para ir a buscarte. Espera, me han odo. Ramn hubo un cambio en el tono de voz de Juanma, Ramn, mi familia est aqu, quieren hablar contigo.Por un segundo, Ramn estuvo a punto de colgar, pero comprendi que con eso slo lograra empeorar las cosas.Fue preciso hablar con aquellas personas preocupadas, dar explicaciones (Claro que he comido todos los das, S, estoy bien, estoy perfectamente); insistan en que no se moviese de donde estaba.Nosotros vamos a buscarte. Dinos el nombre de la calle.Fue a la terraza y le pregunt a Sara. De vuelta en el telfono, empez:Hilarin Eslava, nmero... No: yo ir ah. Llegar antes de una hora.Colg con un suspiro y regres para sentarse de nuevo frente a Sara.Mis padres estn llegando a Madrid. Tengo que irme.Todo se arreglar dijo Sara.Ramn se encogi de hombros.S, supongo. Me echarn una bronca, me castigarn, y despus estarn un tiempo vigilndome. Pero no es eso lo malo. Lo malo es que he perdido.Cmo que has perdido?S. Hasta cierto punto, he perdido el dinero, he perdido la mochila y, sobre todo, he perdido la apuesta.Olvdate del dinero, Ramn. Ya me he dado cuenta de que no haces ms que mencionarlo. El dinero no es lo ms importante. Si piensas que lo es, acabars como esa gente que has visto estos das corriendo de un lado para otro. Los que estn obsesionados por el dinero son los que hacen las ciudades inhabitables. Son demasiados; por eso no puedes ganarle a la ciudad. Nadie puede. Mira, todos los das veo a un hombre, un viejo vagabundo que no est bien de la cabeza; se ha construido una especie de coche con cajas de cartn, y ah est siempre sentado haciendo como que conduce. Habla solo, sosteniendo una cajetilla de tabaco como si fuera un mvil. Hay quien se re al verle, pero yo empiezo a pensar que no hay mucha diferencia entre l y aquellos a los que imita. Si vives en una ciudad donde todava puedes jugar en la calle, no tengas prisa por perder lo que tienes ahora. Disfrtalo. Y basta ya de sermones. Sabrs ir a la casa donde est tu amigo?S, ya me conozco bien el metro.Tienes dinero? Te dar para el metro. Ve derecho all y habla con ellos. Habla con tu padre. Todo esto no habra sido necesario si t hablases claramente con tu padre.Hablar con l es muy difcil. Parece como si le molestara todo lo que digo y lo que hago.Habla con l insisti Sara. Dile esto mismo que me ests diciendo a m. Pregntale en qu le has fallado.Sara le acompa a la puerta del piso, le puso unas monedas en la mano y le dedic una de sus clidas sonrisas. Era la despedida, y a Ramn le apen igual que si fuesen viejos amigos.Me das dos besos?La abraz preguntndose si de veras nunca volveran a verse. Sara, como si fuera capaz de adivinar sus pensamientos, dijo:Si algn da te apetece escribirme, no dudes en hacerlo. Me dars una alegra.Lo har prometi Ramn.10El regresoCAMINABAN por un sendero flanqueado por zarzas en las que, en verano, Ramn sola coger moras. En esa maana de Nochebuena, las zarzas estaban peladas y cubiertas de roco o escarcha. Los campos tenan un aspecto solitario, aunque no triste porque de algn modo se notaba en la atmsfera que aquel da no era como los dems.Lo que no entiendo dijo el padre es por qu no me dijiste que estabas enfadado conmigo.El da anterior haban regresado a casa. No haban hablado mucho por el camino entre ellos, aunque el padre no haba dejado de escuchar con la mayor atencin cada una de las peripecias que Ramn contaba a su madre. Por la maana, el padre le propuso dar un paseo por el campo despus del desayuno. Los dos se haban abrigado bien, mientras la madre y el padre cruzaban miradas que Ramn pudo descifrar sin dificultad: No seas brusco con el chico, ten en cuenta que lo ha pasado mal, Descuida, yo s lo que hago.Es que no estaba enfadado respondi Ramn sin mirar a su padre. Pensaba...Se interrumpi con la voz estrangulada como si no tuviera aire suficiente en los pulmones. A veces, cuando era ms pequeo, le haba ocurrido aquello si le obligaban a hablar a pesar suyo.El padre le miraba aguardando el resto de sus palabras. Era un hombre no muy alto, de gesto serio, que a menudo pareca abstrado, con el pensamiento fijo en algo que Ramn y su madre saban lo que era: el trabajo. Se levantaba muy temprano, se acostaba muy tarde, y nunca pareca tener tiempo para nada.Pensaba que eras t quien estaba enfadado conmigo.Por qu?Por tu forma de mirarme y de tratarme respondi Ramn con la mirada obstinadamente puesta en las zarzas. Parece que todo lo que hago te sienta mal.De dnde sacas esa idea?El padre pareca sinceramente sorprendido.Si voy a casa con un suspenso, siempre me echas la bronca, pero si saco buenas notas jams me felicitas.El padre guard silencio. Se detuvo mordindose los labios y comenz a buscar algo por sus bolsillos. Ramn saba lo que significaba aquello: cuando su padre estaba nervioso, pareca olvidar que haba dejado de fumar y se pona a buscar el tabaco instintivamente.Me parece que tienes razn reconoci el padre. Eso es tan importante para ti?No es slo eso. Son muchas cosas. La manera en que te lo tomas todo, como si cada vez que me sale algo mal fuese una gran desgracia.Entiendo. Es mi forma de ser, Ramn. Yo no soy como el padre de tu amigo Juanma, que siempre est de broma. Mi carcter... Hijo, mrame a la cara mientras te hablo.Ramn obedeci. Se senta incmodo.Qu vas a hacer? pregunt.Con qu?Conmigo. An no me has dicho cul es el castigo. Un mes sin salir y sin paga?Deja de desafiarme, Ramn, que no es el momento. Te dir la verdad: no s qu hacer.Estaban los dos parados en el sendero, frente a frente con las manos en los bolsillos y soltando nubecitas de vapor con cada exhalacin. El silencio de la maana slo se rompa por algn ladrido lejano. El cielo, sin nubes ni sol, pareca muy bajo sobre sus cabezas.Cuando me enter de todo sigui el padre, me sent traicionado.No te entiendo.S, creo que me entiendes. T sabes que yo siempre he confiado en ti, Ramn. No has necesitado mentirme, como otros chicos a sus padres. Cada vez que me has pedido permiso para algo razonable, te lo he dado. Pero lo que hiciste en Madrid fue engaarnos a tu madre y a m. Eso no estuvo bien.Ramn guard silencio. No era agradable descubrir que haba otros puntos de vista adems del suyo, y que no carecan de razn.Me enfad. Es cierto que pens que te merecas un buen escarmiento. Si t crees que un mes sin salir y sin paga es un castigo justo, lo dejaremos as. Y gracias por fijar el castigo t mismo sonri el padre, y no se te ocurra decir que te da igual porque entonces sern dos meses.Ramn, que efectivamente estaba a punto de decir lo que su padre supona, se mantuvo en un prudente silencio.Hay algo ms. Vas a prometerme ahora mismo que nunca, nunca, pase lo que pase, volvers a hacer algo parecido.Ramn se encogi de hombros.Vale.Vale, no. Vale no me vale. Di: Lo prometo.De acuerdo, lo prometo.El padre puso su mano en el hombro de Ramn y presion como si quisiera transmitirle algo importante. Lo mir fijamente y habl en un tono distinto, confidencial.Supongo que empiezas a pensar que cada vez nos necesitas menos, a tu madre y a m. No tengas prisa, hijo.Eran las mismas palabras que haba usado Sara. A Ramn le habra gustado que su padre aadiese: Nosotros s te necesitamos a ti, y te queremos. Pero su padre no sola hablar de aquella manera.Y ahora te dir algo que no s si debera decirte.Ramn sinti que la presin en su hombro se haca ms fuerte. De pronto se fij en que su padre se haba afeitado aquella maana, cosa que no haca casi nunca en da festivo, y se pregunt si lo haba hecho por l, para que aquel da empezase de un modo distinto.Has demostrado tener valor, eso s.Ramn no dijo nada, pero sinti que el pecho se le ensanchaba. Era una sensacin muy grata.No le digas a tu madre que te he dicho esto, eh?Ramn sonri sin saber qu responder.Por qu no dices nada? Se puede saber qu ests pensando?Que podramos negociar mi castigo. Un mes me parece excesivo. Por qu no lo dejas en un mes sin paga, pero pudiendo salir?Y adnde iras sin dinero?El dinero no es importante respondi Ramn seriamente.Eso has aprendido en Madrid? Me dejas sorprendido.Reemprendieron el paseo. El padre haba dejado su mano sobre el hombro de Ramn. Ya eran casi igual de altos; Ramn pens que al ao siguiente aventajara a su padre. Se acord de la forma en que lo haba admirado, al padre, durante aos. Entonces le pareca imposible que pudiera llegar un da en que le igualase en algo.Aunque no me des paga, me comprars unos sellos? Quiero escribir a Sara, la amiga de la que os habl.Est bien. Ahora quiero preguntarte algo, y me gustara que me dijeras la pura verdad. No tuviste miedo en algn momento?Yo?Ramn se qued pensativo. Diversas imgenes pasaron por su mente en unos instantes: el metro, las interminables caminatas, los fros bancos, la nia que peda, los dos chicos que le haban quitado la mochila, la multitud de rostros annimos.Miedo? Claro que s.El padre le estrech ms fuerte.Ya pas todo, hijo. Ahora ests en casa.Haba otra imagen, distinta de las dems: una cara redonda con gruesas gafas y una clida sonrisa.La mirada de Ramn se elev hacia el cielo. Estaba oscureciendo muy deprisa.Ser mejor volver dijo el padre. Mam nos est esperando.Ramn pens que iba a ser un da muy fro, especialmente para quienes vivan en la calle. Era bueno tener una casa, una familia, un lugar en el que sentirse a salvo. Por primera vez pens que l, que tena todo aquello, era afortunado. Inspir con fuerza llenando sus pulmones de aire limpio, y emprendi el camino de casa.ndice

Manuel LuisAlonso Gmez Juego de adultos

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