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El día a día de un resinero en Camporredondo (Tierra de Pinares, Valladolid)
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Cuando comenzamos nuestro caminar tras las huellas del resinero
apoyados en nuestros lejanos, pero siempre presentes recuerdos,
pensamos en lo difícil que nos sería transmitir para las nuevas
generaciones aquellas imágenes que se grabaron en nuestra retina
hace ya algunos decenios.
Conscientes de esta dificultad, pensamos en recopilar material
gráfico de la época, aun sabiendo que poco fruto sacaríamos de
aquel árbol, seco entonces, pues las cámaras fotográficas estaban
en manos de profesionales, o de unos pocos privilegiados que,
desde luego entre sus objetivos no estaba el fotografiar al
trabajador, ni en el monte, ni fuera de él.
Pero desde el primer momento supimos que encontraríamos
apoyo suficiente para poder hacer un reportaje de fotos que, si
bien no pueden transmitirnos los momentos difíciles que tuvieron
que sufrir nuestros protagonistas de El Resinero, sí nos podían
acercar un poco a las tareas que desarrollaban, los lugares en los
que se movían para realizar su trabajo, y las herramientas que
usaban, dejando el resto para la imaginación de nuestros posibles
interesados en conocer, lo más fielmente posible, como se
ganaban la vida unos seres humanos en años tremendamente
difíciles.
Dedicado a Maribel, porque su
amor, constancia y apoyo
incondicional ha hecho posible
que este trabajo de años vea
finalmente la luz.
Y a mis nietos, para que
conozcan un poco más de la
historia de sus abuelos. De su
historia.
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Y recurrimos a la cuarta generación de resineros que, sin más que anunciarles lo que
pensábamos hacer, no dudaron ni un momento. “Lo que haga falta y donde haga falta”
nos dijeron Alfonso y su hijo Carlos CUÉLLAR, nieto y bisnieto de Justo Cuéllar Zamarro
que, junto con su hermano Agapito, allá por el ocaso del siglo XIX o el nacimiento del XX,
comenzaron a ganarse el sustento para ellos y sus familias con el noble oficio de
resinero en Camporredondo.
Fruto de su inestimable colaboración son una parte de las fotos que os ofrecemos.
Alguna también es de Antonino Esteban Cuéllar, rama del mismo tronco que los
anteriores y resinero en sus años mozos.
A medida que avanzábamos en nuestra labor se nos sumaban resineros veteranos que
ilusionados con la idea no dudaban en poner a nuestra disposición toda su experiencia y
buen hacer. Este es el caso de nuestro amigo Luciano de Pedro, de San Miguel del
Arroyo que aportó una parte de las fotos que ofrecemos.
Pero las fotos –instantáneas- que os ofrecemos, de cuando aún se remondaba por el
método Hugues se las debemos a nuestro amigo Alfonso y al archivo de Nuestra Señora
de El Henar gracias a la amabilidad de los PP. Carmelitas que pusieron a nuestra
disposición todo lo que encontraron.
Tenemos otra parte de fotos que fueron tomadas en el mes de Agosto del año 2002 en
la zona llamada “Los Torbisqueros”, en la margen derecha de la carretera que une
Montemayor con Santibáñez, y que todo lo que conocemos del protagonista es que era
resinero. El límite que puso, este joven resinero, a mi hija Olga, fue hasta que ella creyó
haber reunido material fotográfico suficiente. Sentimos mucho no poder dar su nombre,
pero sí tiene mi público agradecimiento.
Gracias a todos en nombre y memoria de los resineros, por mi parte de toda España,
pero sobre todo de nuestra querida tierra de pinares.
Camporredondo, Septiembre de 2008
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Desroñando con el hacha
Carlos, nuestro resinero, con el
hacha doble boca, abre cara
nueva sobre el, ya viejo, pino. Es
la primera entalladura de la
campaña.
Desroñando con el hacha
Aquí Luciano (veterano resinero)
se dispone a poner en
explotación el pino negro.
Primera entalladura de la
primera cara.
Desroñando con el barrasco
Pero los años pasan, las entalladuras van
sumándose, la cara va ganando altura y el hacha
ya no le sirve.
El resinero buscó solución al problema que le
creaba la altura y la encontró:
Ahora desroña con el barrasco
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Desroñando con la garrancha
Del cuarto al séptimo año el resinero
desroñará con la garrancha.
Por los trozos de roña desprendidos podemos
apreciar lo nada saludable que debe ser
encontrarse debajo.
Haciendo la ranura
Con la medialuna y el mazo, el resinero hace la
ranura para colocar la hojalata.
La dificultad y el riesgo que entrañaba el
trabajar el pino los últimos años de campaña
quedan evidentes en estas fotos.
A veces (muchas veces), al pino había que
remondarlo en la ladera del cotarro de arena.
La inclinación de la medialuna con el tronco del
pino debe de estar por debajo de los 90 grados
para darle una ligera caída a la hojalata y así
facilitar el discurrir de la miera hacia el pote.
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Colocando la hojalata
Con unos leves golpes de mazo, o también con la
cabeza de la medialuna, la hojalata queda
dispuesta para recoger, y dirigir hacia el pote las
primeras lágrimas del pino; la primera resina de la
temporada.
Aquí están nuestros dos resineros amigos: en la
primera foto Carlos incrusta la hojalata con
pequeños golpes de mazo y, a la izquierda,
Luciano prefiere golpearla ligeramente con la
cabeza de la medialuna. En cualquiera de los dos
casos el éxito está asegurado.
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Tomando medida…
El resinero toma la distancia para colocar la punta
que soportará al pote.
… y clavando
Después de colocar la hojalata el resinero hace
tope sobre ella con el pote, sitúa la punta por
debajo y sin soltar el cacharro golpea sobre ella;
la medida no puede fallar.
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Todo correcto
Por fin el resinero contempla que el pote está
correctamente instalado
El niño (David) parece comprobar que la
instalación es sólida. Carlos agradece, con una
sonrisa, el detalle del niño.
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Nuestros artistas remondan
En esta fotografía contemplamos el buen hacer
de Alfonso Cuéllar, con su azuela, remondando
por el método Hugues. Esta forma de remondar
se denominaba “a rastrilla”.
La generación de Alfonso fue la primera en
trabajar los pinos por ambos métodos: el
tradicional “Hugues” y el nuevo de “pica de
corteza estimulada”.
La seroja o viruta
Observamos la necesidad de varios golpes de
azuela (varios cortes) para sacar una hermosa
seroja.
Esta fotografía y las dos de la página siguiente,
fueron cedidas por los PP. Carmelitas de El Henar
y en ellas podemos contemplar la maestría con
que sus protagonistas sacan la seroja (viruta) del
pino para provocar el lloro, cuyas lágrimas
llenarán el pote… y la despensa.
No hay duda de que nuestro protagonista es un
artista: En el suelo contemplamos el resultado de
anterior pica, por ello podemos asegurar que no
hay pose para la foto, sino que la seroja es, como
es, porque el resinero tiene arte. ¡Vaya seroja!
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Contemplamos a nuestro resinero en una posición
bastante incómoda para remondar. En las anteriores
entalladuras remondaba rodilla en tierra.
Amor a su Patrona
La fe y el cariño que
sentía hacia su patrona,
quedan patentes en
sencillos poemas como
este que el resinero le
dedica.
Era frecuente encontrar
escritos que el resinero le
dedicaba a su patrona la
virgen de EL HENAR
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Remondando a tirón
Como no disponemos de foto de la época, Carlos Cuéllar nos ilustra en la forma de coger la azuela para remondar, cuando ya la altura le obligaría a usar el banqueto.
Por esta otra forma de remondar, a cada golpe de azuela el resinero sacaba una seroja y, como es fácil de deducir, su nombre era “a tirón”.
El nieto del que esto os cuenta (Javier) tiene la posición aproximada que su abuelo tenía cuando a Jacinto se le melló la azuela, allá por los años 1950 (ya ha llovido)
Recogida o remasa
Éste es el día de la verdad para el resinero: provisto de lata y cuchillo se dispone a recoger, en cubas, las lágrimas del pino: la miera. Lágrimas del pino fruto de muchas gotas de sudor con las que el resinero fue regando las arenas cálidas en las que crece el pino (pinus pinaster) que produce la resina.
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Vaciando el pote
Quisiera que en vez de foto fuera película, lo que
tenemos ante nuestros ojos, para que pudiéramos
observar los pocos segundos que transcurren desde
que el resinero descuelga el pote lleno de miera y
vuelve a colgarlo ya vacío
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Volviendo de la cuba
Con su lata ya vacía, vuelve desde la
cuba. Otros 18 kg de resina ya están
a salvo
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El resinero busca
explicaciones
En su ir y venir por el monte
el resinero se encuentra con
el pino, otrora fresco y
productivo (aún tiene la
hojalata puesta, como
esperando un milagro) y
parece pensar... ¿por qué se
secan los pinos?
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Llegan las facilidades
En tiempos pretéritos (foto inferior) la lata viajaba sobre
el hombro del resinero. El esfuerzo, la incomodidad y el
menor rendimiento eran evidentes.
En la foto de la izquierda, cedida por los PP. Carmelitas,
observamos un cambio en la recogida de la miera: el
resinero ha añadido el carretillo. Esto fue una gran ayuda,
aunque no en todos los terrenos se podía hacer uso de
este “semiautomático” medio de transporte.
En la misma foto podemos observar que la cara de la que
el resinero coge la miera está abierta sobre un repulgo.
Esto demuestra que el pino goza de buena salud, por lo
que aún le quedan algunos años más como donante de
sangre (miera). Si bien es cierto que el resinero tuvo la
inteligencia de dejar las entrecaras, o repulgos, con la
anchura suficiente para poder abrir cara sobre ellas,
prolongando con ello la vida activa del pino. El resinero
sabía que mañana también amanece.
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Rayendo
Luciano nos demuestra (izquierda)
que también se raía sin paraguas.
Llegado el otoño, con la bajada de
las temperaturas y el menor
número de horas de sol, el
movimiento de la savia se
interrumpe. A la hojalata ya no llega
ni una sola gota de trementina.
Pero no son tiempos en los que se
pueda prescindir siquiera de una
gota de miera. Por eso, la resina
que quedó adherida a la entalladura
hay que desprenderla para llevarla
a la fábrica de transformación.
El resinero recuperó una especie de
barrasco reducido que tenía en el
cuarto de las herramientas: la
raedera. Con ella y, si era a partir
del segundo año, el paraguas como
soporte, se propuso no dejar ni una
sola gota de resina sin recuperar.
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A por otro pino
De pino en pino fue rascando la
entalladura hasta dejarla limpia.
Eran tiempos en los que faltaba
mucho para tener poco.
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Así deben quedar los potes
Después de la última remasa
(cogida) el resinero se preocupa de
dejar todos los potes boca abajo. De
otra manera se llenarían de agua y
las bajas temperaturas invernales
podrían arparlos. Carlos nos indica
cómo deben quedar los potes.
Recogida del sarro
Cuando se daba por finalizada la
campaña, necesariamente había
que recoger el sarro. Existía la
posibilidad, si el precio o las
circunstancias lo aconsejaban, de
mediada la campaña hacer una
recogida, pero lo que sí era fijo es
que, al terminar esta, el sarro había
que recogerlo para transformarlo
en pez.
El resinero cogió la gubia, y con ella
y la banasta pasó de pino en pino
arrancando el último residuo de su
trabajo sobre la cara. Con esta
operación terminaba la campaña
que comenzó hace siete años.
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ÉSTOS ERAN SUS CAMINOS
Sobre estos suelos se desplazaba el
resinero cuando el sol implacable caía
sobre ellos. Duro siempre, pero
contemplémoslo desde la perspectiva
del estío castellano.
Estas pequeñas montañas de arena,
estos cotarros, con la arena que abrasa y
el sol sobre las espaldas... un pino y otro,
y una hora y otra, y así desde el día 1 de
Marzo hasta el quince de Noviembre.
¡Sobran las palabras!
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NUEVOS MÉTODOS
Como la vida evoluciona (aunque no siempre para bien, así lo pensamos) el viejo
método de resinación Hugues fue desplazado por los más modernos llamados de
“pica de corteza estimulada”. ¿Qué ventajas aportan los nuevos métodos sobre el ya
obsoleto Hugues? Pues aparentemente todas: menor esfuerzo físico, nos dicen que
mayor producción, al pino no se la castiga tanto, (aunque le sangra igual) la madera
es más aprovechable... en fin, que parece que el acierto es pleno.
¿Qué hemos perdido? Pues que si fuera necesario encender el fuego por las mañanas
no tendríamos a mano la gran ayuda que suponía la seroja. Pero como ya no existen
las cocinas de leña, porque usamos gas o electricidad, no hay problema. La azuela,
la raedera y la gubia han pasado a ser herramientas de museo. La primera porque ya
no es necesario sacar la seroja; la segunda porque ¡viva la abundancia! ya no
necesitamos raer, y la tercera porque a estas alturas no vamos a recoger el sarro. Se
me olvidaba (quizás por su humildad) el paraguas que, como la resina que queda
adherida en la entalladura no es rentable, nos permitimos el lujo de no recogerla y,
como la misión del paraguas era que no se perdiera ni una raedura, al museo con él.
O sea que sí, parece que esta vez no hay que pagar precio extra por progresar.
REMONDANDO. El joven resinero nos muestra claramente la diferencia entre el método de remondar “Hugues” y este de “pica de corteza estimulada”. No es necesario quitarle madera al pino, porque por donde fluye la savia elaborada es por el líber.
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OBSERVANDO. El viejo resinero observa el pino antes de atacar.
APLICANDO EL ÁCIDO. Sirva como muestra de cómo se aplicaba el ácido (líquido) al principio de adoptarse este método..
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LA PASTA HOY. Como si intentara sellar el borde superior de la herida, el resinero aplica la pasta que contiene el ácido.
LA PASTA HOY (cont). Sin embargo, lo que el ácido provoca es que la herida sangre con más facilidad
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DOS TIPOS DE BANQUETO. Una gran diferencia podemos observar entre ambos banquetos, y es que a pesar de la rusticidad de ambos, los banquetos antiguos (abajo) parecen salidos de mejor taller de carpintería…
... son naturales
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PRODUCTIVIDAD
La generosidad de unos pinos frente a otros queda patente en estas dos fotografías: uno con el pote a medio llenar. El otro con uno lleno y dos en espera.
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SUDANDO
Sin trampa ni cartón: una gota solitaria cuelga de una de las hojalatas, mientras que de la otra contamos varias (en nuestra sociedad también se dan estos casos: unos sudan más que otros).
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VIVA LA ABUNDANCIA. Patente queda el resultado de no raer: La resina se seca en la entalladura.
VIVA LA ABUNDANCIA. En la foto vemos que la raedura (arriba a la derecha) se desprende y caerá al suelo. ¡Pero ésa es la que nos sobra!
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LONGEVIDAD. Sirvan estas fotos como demostración de que un pino cuando se le ha rodeado de caras se le seguía remondando por los repulgos o entre caras. O sea que la vida del pino resinero está (o estaba ayer) muy por encima de los años que le asignan diccionarios poco rigurosos.Hoy, como pisamos el acelerador a fondo, el pino resinero sólo nos dura 20 ó 25 años produciendo resina.
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ABATIDO. El viento le encontró débil y no tuvo piedad. El pote sobre el suelo parece clamar por el pino
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¿QUIÉN VIENE DETRÁS? Humildemente digo que esto es un reflejo de lo que estamos haciendo. (Coge lo que puedas y el que venga detrás que arree).
Pinos a muerte siempre los ha habido, pero se resinaba uno a muerte cuando entorpecía el crecimiento de los demás (no es éste el caso). Detrás del viejo… el desierto.
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Hice lo que debía: Luché, y gané la batalla por la vida.
Los vendavales, con su fuerza arrolladora, socavaban la tierra bajo mis pies, pero yo
tenía la constancia de la gota y hoy, si vosotros me respetáis, las fuerzas de la naturaleza
me han hecho tan fuerte, que nada me da miedo.
Podéis disfrutar, aprendiendo, en el triángulo que forman los pueblos: Camporredondo,
Montemayor y San Miguel, allí os espero (Término municipal de San Miguel del Arroyo).
En la página siguiente os invito a que contempléis una representación de mis amigos;
aquellos que en adelante serán mis potenciales defensores.
GRACIAS POR RESPETARME
CON GANAS DE VIVIR
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AQUÍ LOS TENÉIS. A éstos que ahora me contemplan les digo: Cuando seáis abuelos, venid con vuestros nietos yo seguiré esperando pues, con vuestra visita, habéis renovado mis ganas de vivir.
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Cuando yo era joven, algún pastor despistado, o una inoportuna pisada de oveja merina,
cambiaron mi dirección de crecimiento normal y me dejó mal herido, pero logré
reponerme y, aunque mal formado, aquí me tenéis. Por aquel accidente hoy soy noticia.
Encontradle siempre la parte positiva que la vida tiene. Es difícil sacar de mí un lujoso
mueble pero… ¿me cambiaríais por un mueble?
Subiendo por la Cañada Leonesa Este (La cañada merinera) en el término municipal de
Camporredondo os espero, pero eso sí ¡la motosierra dejadla en casa! Si me cortáis no
podré cobijaros bajo mi copa, ni produciré más piñas para vosotros.
EL PINO DE LA CAÑADA
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Se empeñaron en derribarme pero yo, erre que erre, también me empeñé en llevarles la contraria y aquí, en el camino de La Carabina os espero. Os espero… si es que venís en plan de amigos, si no, os ruego que caminéis en otra dirección. Si yo pudiera, me desplazaría hasta un parque infantil para que, como con un abuelo más, los niños jugaran conmigo.
EN LUCHA CONSTANTE
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MIRADME. Como yo los había a miles. Hoy soy noticia porque a mis hermanos ya hace rato que los transformaron... ¿en qué? ¿Verdad que soy hermoso?
No quiero decir donde estoy para no despertar algún instinto dormido capaz de echar mano de la calculadora, para saber los metros cúbicos de madera que tengo.
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Este pino, igual que sus miles de hermanos, estuvo resinado más de
60 años. A sus hermanos se los llevó el tronzador. Él cerró sus heridas y
aquí sigue como testigo de los años que puede durar un pino
produciendo resina ¿Alguien se atreve a decir que 20 o 25? Hace
aproximadamente 100 años le abrieron por primera vez y hoy año 2010 sigue con el mismo vigor que
entonces
Un viejo resinero nos informó de su existencia y otro cogió la cinta y nos
muestra lo excepcional –hoy- de estas joyas a las que no atropelló la
motosierra. Una vez más el resinero certifica lo que decimos: más de 60 años produciendo resina, cicatrizó sus heridas y sigue, ¿cuántos años
tendrá?
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EL PINO CANTINERO.Sólo quise ser distinto y a fe que lo conseguí, pero yo creo que ese fue mi pecado. Al parecer, la motosierra los quería todos uniformados, por eso se enfadó conmigo y no permitió que siguierais haciéndome fotos. Pero como del rebaño se escribe poco, aquí quedó mi imagen espero que para muchos años. A mí ya no me busquéis. Yo estaba en el borde derecho de la cañada merinera, un poco más adelante de la Nava de Arriba en dirección a la carretera de Fuente Mínguez
AQUÍ VUELVO. Como podéis ver, muy normal yo no era, pero por eso me hacíais fotos. Además de dar lo que los otros pinos dan, yo quería entreteneros y haceros más agradable un día de campo, pero ¡que mala suerte tuve!, se fijó en mí la motosierra y nada pude hacer.
Yo era como aquello que vosotros llamáis cantinero, porque se colgaba a la puerta de la casa para anunciar que allí se vendía vino. Sólo que yo fui más aparatoso y quizás pensaron que al cortarme brotaría el caldo… pero ya veis las consecuencias.
ADIÓS PARA SIEMPRE
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CARGADERO. Las cubas esperan en el cargadero para ser distribuidas por el, Carrero antes, y ahora tractorista, para que el resinero las llene de trementina. De la misma capacidad que éstas, las cubas antiguas eran de madera. 240 Kg y sin más ayuda que dos palancas, el Carrero las cargaba sobre el carro de llanta de hierro.
LA NOCHE. Bajo este cielo estrellado viaja nuestro amigo el Carrero. Nosotros no podemos verle, quizás porque se nos adelantó y allá, al fondo del camino, él ya dobló el recodo que le lleva a su destino. Allí, cuando le encontremos, continuaremos este reportaje.
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PINOS NEGROS. Nosotros somos los pinos negros, no sabemos si entraremos en explotación. Los treinta centímetros de diámetro exigidos para ello ya los rebasamos con creces. Grupo de pinos jóvenes, fuertes y sanos, cuya explotación no parece necesaria. Están a la vera de la cañada merinera, a la altura de El Coletillo (al final de La Nava de Abajo).
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REPONIENDO ENERGÍAS. Emulando al pino descalzo, el cansado resinero descalzó sus albarcas, saco la fiambrera y el pan, dejó por un momento sus herramientas, y a la vera de su viejo compañero se dispone a reponer las fuerzas perdidas durante la mañana. El botijo le mantiene fresca su bebida.
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FRENTE AL PINO NEGRO. El resinero piensa en los kilos de miera que el pino, todavía sin abrir, podría producir.
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MARCANDO LA CARA. Después de desroñar, y antes de dar la primera pica, el resinero pasa el rayador que delimitará la anchura de la cara. Esta operación le facilitará la tarea posterior: no tendrá que calcular a ojo el límite de 12 cm de anchura de cara, que no deberá rebasar al remondar (todo está pensado).
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EN OTRO TIEMPO. En otro tiempo, llenos de vida, aportábamos nuestro granito de arena a vuestra economía para que pudierais ser un poco más felices. Hoy, cuando os habéis vuelto ¿ricos? ya no nos necesitáis. ¡VIVA LA ABUNDANCIA! ¡ALLÁ LLEGARÉIS!
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AYER... …las herramientas brillaban como espejos. Hoy se oxidan, y sólo el recuerdo y el cariño del viejo resinero evitan su desaparición. Orgulloso de su pasado nos las muestra sobre el tronco de su amigo más fiel: el pino, en cuya compañía pasó una gran parte de su vida. ¡Fuertes y grandes luchadores los dos! ¿Qué pasará con estas herramientas mañana?
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EL GANCHO. Con orgullo nos muestra el resinero una de sus herramientas más humildes, pero que tan grandes servicios le prestó: el gancho para colgar y descolgar los potes...
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EL PERRO. Sobre el pino descalzo el resinero dejó sus herramientas, y el perro, su fiel amigo, las protege como su mejor tesoro. ¡Es el pan de mi amigo! Quizás piensa el can.
50
Ni puedo, ni quiero, dar por concluido este
mini álbum sobre el resinero, sin
tener un recuerdo para dos
hombres que, en el siglo XIX,
llegaron a Camporredondo con
la ilusión puesta en que, en este
pueblo, encontrarían futuro
para ellos y sus familias.
Justo y Agapito Cuéllar: no tengo mucho
más que deciros, pero sí quiero
que sepáis que aquella
deslumbrante gota que brotó
con la primera pica sobre la
primera entalladura de la
primera cara del pino de
Camporredondo hoy, 19 de
marzo de 2013, después de más
de un siglo, sigue más
resplandeciente que nunca.
El Pastor.