Alain Malissard, Los Romanos y El Agua

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  • La cultura del agua en la Roma

  • Vital para toda sociedad humana, el agua es para los romanos el smbolo de su existencia desde que Rmulo, el fundador de Roma, fue salvado por las aguas del Tiber y es la que les otorga su poder sobre las fuerzas naturales y sobre los hombres.Este libro describe cmo los romanos utilizaron el agua para dar respuesta a sus necesidades inmediatas, pero tambin, cmo la emplearon para el placer y la frivolidad.Con una precisin que sorprender a los ingenieros y una simplicidad que maravillar a los profanos, el autor retrata la bsqueda obstinada de las tcnicas subterrneas y areas, que permitieron obtener el agua de las m ontaas, conducirla hasta las ciudades, purificarla, conservarla y evacuarla.Aparecen los romanos en su intimidad, con sus habladuras en torno a las fuentes, o en las letrinas, y sorprende su admiracin por los emperadores que les construyeron termas suntuosas; encontramos tambin los clculos de los ingenieros, sus sondeos, sus fracasos y sus logros y, sobre todo, la fuerza de voluntad de un pueblo que, para dominar la fuente de la vida, construy a travs de las llanuras y de los valles profundos los arcos poderosos y elegantes de sus acueductos.Alain Malissard es profesor de latn en la Universidad de Orleans, Francia.

    ArmauirumqueArmauirumque

  • ALAIN MALISSARD

    LOS ROMANOS Y EL AGUA

    Segunda edicin revisada

    Herder

  • Versin castellana de J o s e p h L p e z d e C a s t r o , de la obra de A l a in M a l is s a r d , Les romains et l'eau,

    Socit d'dition Les Belles Lettres, Paris 1994

    Diseo de la cubierta: Ripoll Arias y Mercedes Galve

    1994, Socit d'dition Les Belles Lettres, Paris 1996, Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona

    Segunda edicin 2001

    L a reproduccin total o parcial de esta obra sin el consentim iento expreso de los titulares del Copyright est prohibida al amparo de la legislacin vigente.

    Imprenta: H u r o pe Depsito legal: B - 7.476 - 2001

    Printed in Spain

    ISBN: 84-254-1938-7 H erder Cdigo catlogo: REN1938Provenza, 388. 08025 Barcelona - Telfono 93 476 26 26 - Fax 93 207 34 48

    E-mail:[email protected] - http://www.herder-sa.com

  • A los oyentes de la U niversidad abierta de Besanon, que presenciaron el nacimiento de este libro, y a los de la Universidad del tiem po libre de Orleans, que han asistido a su conclusion.

  • Aguas pletricas de vida vienen a la urbe por sus viejos acueductos, danzan en los pilones de piedra blanca de sus numerosas plazas, se vierten en vastos y profundos estanques: su rumor diurno se vuelve canto durante la noche, que es aqu majestuosa y estrellada, suave bajo la caricia de los vientos. Hay aqu jardines, inolvidables avenidas, escalinatas concebidas por Miguel Angel, amplias como cascadas, con peldaos que nacen uno de otro a modo de olas.

    Rainer Mara Rilke,Cartas a un joven poeta.

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    Indice

    Prembulo.................................................................................... 13Introduccin............................................................................... 15

    PRIMERA PARTE El agua de los usuarios

    1. El agua til. Casas e industrias................................................. 23El agua en la calle................................................................... 23Lacus y salientes. Lacus e insulae. Del lacus a la insula. Cadus y nfora. Cubos y tinajas.El agua en casa....................................................................... 32Lavado de la ropa. Limpieza de la casa. Aseo. Palanganas, aguamaniles y objetos de plata. Abluciones. El agua en las cocinas. Agua y vino. Aqua mera (agua pura). Aqua calda (agua tibia) .El agua industrial................................................................... 43Los molinos de Barbegal. Los bataneros; El taller de Stephanus.

    2. Elagua til. Higiene y seguridad............................................. 49Seguridad urbana: los bomberos............................................. 49Creacin.Organizacin. Cohortes y centurias. Stationes y excubitoria. (Cuarteles y puestos de guardia); En Ostia; En

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  • Bibliografa

    Roma. El trabajo de los bomberos;Vigilancia: las rondas; Extincin del fuego: sofocndolo, formando cadena, con bombas. Y los tubos?. Contencin del fuego. Un instrumento simblico.Higiene urbana: las letrinas...................................................... 65Letrinas domsticas. Letrinas pblicas. Roma, ciudad sucia.... pero bien drenada.

    3. El agua de los placeres.............................................................. 73Agua ornamental..................................................................... 73O rnam entacin de la casa; Comedores de verano; Fuentes.Jardines. Palacios imperiales; Palatino; Casa Dorada; Villa de Adriano. Los euripos.Agua y espectculos................................................................... 86Naumaquias. Clepsidras. El rgano hidrulico.El agua espectculo................................................................... 94Fuentes decorativas. Lugares dedicados a las ninfas; En las ciudades; En Roma.

    A. Lo til y placentero. Baos y termas......................................... 101Cuartos de bao y balnea........................................................ 101Cuartos de bao sin comodidades. Los primeros baos pblicos. Progresos: Calefaccin de los balnea, Cuartos de bao en las villas; Agua caliente; xito de los balnea.Mtodo griego y prctica romana............................................. 109Nadar en agua fra. Un recorrido ritual. Desnudarse. Hombres y mujeres. Del tepidarium al frigidarium.El milagro de las termas.......................................................... 115Agripa. Nern. Trajano. Un modelo cannico.Otro mundo............................................................................. 120

    SEGUNDA PARTE El agua de los ingenieros

    5. Reservas de agua. Cisternas y otros depsitos.............................. 133Reservas privadas..................................................................... 133Compluvio. Impluvio. Cisternas.Reservas pblicas..................................................................... 136

    10

  • Bibliografa

    Suministro. Decantacin. Dimensiones. Construccin. Inconvenientes. Extraccin del agua.

    6. Conduccin del agua. Los acueductos....................................... 151Hallazgo del agua..................................................................... 151Agua pura. Embalses.Conduccin del agua................................................................ 156Construccin de un specus. Clculo de la pendiente. Continuidad de la pendiente. Muros y arcos.Superacin de obstculos.......................................................... 169Puentes. Sifones. Tneles. Algunos defectos. Cunta agua?......................................................................... 184Consumo. Caudal.

    7. Distribucin del agua. Tuberas y depsitos............................ 191Entrada de los acueductos en Roma......................................... 192Arcas de agua (castella), Pompeya.Nimes.Una idea de Vitruvio.Canalizaciones......................................................................... 198De madera. De tierra.Tuberas de plom o ................................................................... 201Los peligros del plomo. Fabricacin de las tuberas. Reglamentacin de los calibres.El suministro en Pompeya........................................................ 208Pilares. Fuentes. El terremoto. Grifos.

    8. Evacuacin del agua. Las cloacas........................................... 217Saneamiento y drenaje............................................................. 218Cuniculi. Cloacas y cuniculi.Ciudades modernas y antiguas................................................ 221Pompeya, ciudad antigua. Las ciudades modernas.El caso de Roma....................................................................... 225Una historia. Una obra eterna. Una obra imperfecta.

    TERCERA PARTE El agua del poder

    9. Los acueductos y la historia. El ejemplo de Roma...................... 239

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  • Bibliografa

    Cuatro acueductos repupliarnos............................................... 240Acueductos y conquista. Un nuevo espritu. La primera red.Cinco acueductos Julio-Claudios............................................. 243Augusto y Agripa. Una primera revolucin. Claudio o la abundancia. Nern y sus sucesores.Trajano o la segunda revolucin............................................... 25QAqua Traiana. El informe de Frontino. Las reformas.De la conservacin a la decadencia........................................... 257Nuevo ramal. Un ltimo acueducto. Una larga supervivencia. El brazo de Vitiges. Una muerte lenta.

    10. La administracin de las aguas............................................... 263Organizacin administrativa................................................. 264La Repblica. Un cnsul-edil: Agripa. Velut perpetuus curator. El curator aquarum. ...y su personal. Evolucin de la cratela.Gestion de los acueductos.......................................................... 272Construccin; Paso; Proteccin; Autoridades y particulares. Conservacin. El sistema de adjudicaciones; Abusos y fraudes. El ejrcito.Concesin de las aguas............................................................ 280La Repblica. El Imperio; Concesiones gratuitas; ...pero vigiladas; ...y concesiones de pago. Fraudes; Prcticas ordinarias; Catn y Celio Rufo. Represin de los fraudes.El mecenazgo del agua ............................................................ 290Ambigedades republicanas; Apio Claudio Ceco. El mecenazgo; Los notables. Costo de los acueductos. Mecenazgo imperial.

    Eplogo........................................................................................ 299Bibliografa................................................................................. 303

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  • Prembulo

    A la par con los anfiteatros, los acueductos son sin duda los monumentos ms representativos del podero y la permanencia de Roma. Impresionantes por el nmero, la altura y la aparente solidez de sus arcos que an se yerguen bajo todos los cielos, no constituyen, empero, sino la parte ms llamativa y espectacular de un conjunto todava ms gigantesco.

    En efecto, el agua de los acueductos es ante todo la de los usuarios; satisface las necesidades cotidianas, abastece las industrias, sanea las letrinas y las alcantarillas, protege de fuego, sirve de espectculo, fomenta el gusto por el lujo y rene cada atardecer a miles de personas en las fastuosas termas que les ofrecen los emperadores. Es tambin la de los ingenieros y tcnicos, capaces de hacerla discurrir correctamente por trayectos a menudo accidentados, distribuirla por las ciudades y evacuarla. Es, por ltimo, la de un poder e influjo que se afirman, a lo largo de la historia de Roma, mediante la construccin de nuevas instalaciones y su financiamiento por una administracin encargada de regir, mantener y supervisar la trada de aguas para regocijo del pueblo y gloria de sus prncipes.

    Sobre el uso del agua, sus tcnicas y gestin, disponemos de datos diversos y abundantes. De cisternas, acueductos, alcantari-

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  • Prembulo

    lias, fuentes, estanques, termas, etc., la arqueologa nos brinda importantes vestigios y m ultitud de otros objetos, desde la trivial tubera de plomo hasta el aguamanil con incrustaciones de plata, pasando por la pila y el rgano hidrulico. Dos textos principales nos hablan tambin del tema de las tradas de agua: el libro octavo de De Architectura, obra redactada a principios del siglo I de nuestra era por el ingeniero militar Vitruvio, y el tratado De Aquaeductu Urbis Romae, escrito por Frontino, a la sazn prefecto de las aguas de Roma, hacia el ao 98 d. C.; este ltimo libro ofrece especial inters por cuanto contiene, adems de la historia y nom enclatura de los acueductos de Roma, una descripcin, con frecuencia muy crtica, de la administracin de las aguas en aquella poca. Al lado de esos textos eruditos, a los que puede aadirse la Historia natural' que el sabio escritor Plinio el Viejo dedic en el ao 77 al emperador Tito, podemos mencionar la abundantsima informacin procedente de los antiguos historiadores, filsofos y dramaturgos; son los poetas, sin embargo, quienes mejor que nadie saben hablar del agua de cada da, la de las cocinas, los baos y las fuentes.

    Un tema como ste, relacionado con la vida cotidiana, la tcnica y la historia, se basta a s mismo. Por tanto, no trataremos aqu de ros o lagos, ni del mar, ni de manantiales y aguas medicinales o sagradas. Slo hemos pretendido seguir los meandros y el destino de un agua que los romanos, mejor que ningn otro pueblo de la Antigedad, supieron someter a sus placeres y a su gloria, despus de captarla para atender a lo necesario.

    Las aguas libres tienen otra historia.

    1. En lo que sigue, las referencias a V itruvio (De la arquitectura), F ron tino (.Acueductos de la ciudad de Roma) y Plinio el Viejo (Historia natural) se harn sin mencionar el ttulo de la obra. Salvo indicacin contraria, todas las citas de autores antiguos proceden de la Collection des Universits de France (La traduccin castellana es del traductor del presente libro.). Acerca de Frontino, vase infra, p. 252ss.

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  • Introduccin

    El bao de SnecaEl primero de enero de cada ao, hiciera el tiempo que hicie

    ra, Sneca, clebre filsofo y consejero privado del emperador Nern, se daba un bao en las fras aguas del aqua Virgo2, que alimentaban entonces las construcciones y termas del Campo de Marte y corren todava hoy en la fuente de Trevi.

    Si aquella costumbre, a la que con la edad tuvo que renunciar el sabio estoico3, ilustra como ninguna el gusto de todos los romanos por lo espectacular, sugiere tambin entre los hijos de aquel pueblo de tierra adentro, poco dado a la pesca en el mar y a largas navegaciones, una relacin privilegiada con el agua, el agua dulce, la de los ros, lagos y manantiales, la que brota del suelo y lo fertiliza, la que endurece el cuerpo del hombre en invierno y lo tonifica en verano, la que procura, junto con la vida, el bienestar y la salud viril.

    2. Los romanos designaban con la misma palabra, aqua, el agua y el acueducto. As, ellos decan agua de la Doncella para lo que nosotros llamaramos acueducto de la Doncella (aqua Virgo). En las pginas siguientes encontraremos muchos nom bres semejantes: aqua Appia, aqua Marcia, aqua Claudia, etc. Slo dos acueductos llevan el nom bre del ro que los abasteca: el Anio vetus y el Anio novus. Sobre la historia de los acueductos de Roma y el origen de sus nombres, vase infra, p. 240ss.

    3. Sneca, Cartas a Lucilio, 83, 5.

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  • Introduccin

    El chapuzn invernal de Sneca m ostraba que siempre es posible vencer los elementos naturales con el vigor moral y la disciplina de un cuerpo entrenado en la ejecucin de movimientos funcionales; prueba de arrojo y estoicismo, reflejaba tambin el inconsciente afn de un pueblo historiador por empaparse una y otra vez en sus fuentes, en sus orgenes. El austero senador, que sala plido y semidesnudo de aquella corriente lmpida y fra, segua siendo el hroe salvado de las aguas, fundador de Roma.

    Un hroe salvado de las aguasEs bien sabido que Procas, rey de Alba, tuvo dos hijos y que

    Amulio, una vez destronado su hermano Numtor, mand arrojar al Tiber a los dos gemelos que acababa de dar a luz su sobrina Rea Silvia. Tito Livio4 nos dice que, por un azar debido a la voluntad de los dioses, el ro estaba entonces crecido, extendindose mucho ms all de sus orillas y perdindose en un llano de indistintos perfiles. Al no poder acercarse a sus riberas, los esclavos depositaron la cuna de los nios en un agua estancada que se retir sin arrastrarlos consigo, dejndolos jun to a la higuera donde haban sido abandonados. Vino luego una loba, que les dio de mamar hasta la llegada a aquellos parajes desiertos del pastor que haba de criarlos. Ya adultos, Rmulo y Remo mataron a Amulio, devolvieron el trono de Alba a su abuelo N um tor y decidieron levantar una ciudad en el lugar mismo en que el ro los haba mecido, en vez de llevrselos.

    Roma fue as fundada por un hroe no salvado de las aguas, sino salvado por las aguas. M s tarde tendra la loba por emblema y preferira siempre el agua de los lagos y ros, rodeada y guiada por la tierra, a la imprevisible y peligrosa de los ocanos, sin orillas definidas.

    4. Historia romana, 1, 4.

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  • Quedaba en adelante establecido un vnculo milagroso entre Roma y el agua dulce.

    Un lugar pestilenteEl emplazamiento escogido por Rmulo careca de los incon

    venientes de los puertos abiertos a las influencias nocivas que proceden del mar, pero era una zona inundable5; a buen seguro, sufra permanentem ente de las emanaciones que producen las aguas estancadas 7 es posible que el Velabro deba su nombre al velo6 de hum edad que envolva con frecuencia una llanura donde juncos 7 caas crecan casi tan bien como la hierba. La Roma de los primeros re7es no era en realidad ms que una cinaga a lo largo de un ro dominado por siete colinas, 7 ambos hermanos, uno encaramado en el Aventino 7 otro en el Palatino, debieron pensar ms en el inters estratgico de aquellas alturas que en la salubridad de los bajos fondos que desde all se divisaban.

    Cuando Roma se desarroll hasta el pie de sus colinas, fue preciso sanear el llano que ms adelante ocupara el Foro 7 reconducir al ro el agua que la haca inhabitable e insalubre. De ello empez a ocuparse Tarquino el Antiguo. Cierto que, para avenar Suburra o el Velabro, an slo se trataba de abrir canales a cielo descubierto7; mas estos canales, al principio tiles, acabaran por obstaculizar la expansin de la ciudad. Tarquino el Soberbio se propuso, pues, enterrarlos. De su reinado datan los primeros informes polticos 7 arquitectnicos sobre Roma 7 su agua, informes que bien podramos calificar de subterrneos.

    Introduccin

    5. Cicern, De la Repblica, 2 , 6 , 11 : E l lugar que escogi (...) se mantena salubre en medio de una regin malsana.

    6. Velarium . P ro p ercio (Elegas, 4, 9, 6) re lac io n a la p a lab ra Velabro (.Velabra) con los navios que antao circulaban por este lugar y con el verbo velificare (navegar a vela).

    7. T ito Livio, Historia romana, 1, 38, 6.

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  • La leccin del alcantarilladoPara llevar a cabo las grandes obras que estimaba necesarias,

    Tarquino recurri a los brazos y el ardor ms o menos genuino de la plebe, que casi al mismo tiempo se vio obligada a dar los ltimos toques al Capitolio, a instalar las gradas del Gran Circo y a construir la inm ensa cloaca subterrnea: Dos empresas -d ice Tito Livio- que a duras penas ha podido igualar nuestra munificencia moderna8.

    Plinio el Viejo9 aade, no obstante, que la plebe juzg aquellas obras ms agotadoras que magnficas; es cierto que parecan inacabables, dando la impresin de que su principal objeto era mantener a los trabajadores en la esclavitud. La empresa fue tan larga y penosa que muchos se suicidaron, desesperados de poder verla un da terminada. Tarquino mand crucificar sus cadveres para entregarlos as a la voracidad de los animales salvajes y exponerlos a la vista de todos. Los dems obreros aguantaron hasta el final. El resultado fue una gran alcantarilla, la famosa Cloaca maxima, cuyas galeras permitan el paso de una carreta. Slo cinco aos ms tarde, en la poca de Augusto y Agripa, se acometeran nuevas obras para transformarla considerablem ente10.

    Completada as por Plinio, la historia de la Cloaca maxima adquiere, sin duda con razn, los rasgos de una fabulosa epopeya. Efectivamente, fue como el punto de partida de una aventura extraordinaria. Abriendo aquellos conductos, canales y cuniculi11, tan provechosos para el ulterior desarrollo de su agronoma, los rom anos descubrieron el arte de conducir el agua. Ahora bien, lo que se haba hecho en un sentido poda hacerse en el otro: el agua poda ser sometida, al igual que los pueblos vecinos; bastaba con quererlo y consagrar a ello, en caso de necesidad, sus fuerzas y su vida.

    Introduccin

    8. Id., 56, 2.9. Plinio, 36, 107-108.10. Infra, p. 230.11. Infra, p. 218.

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  • Introduccin

    El gueiTero del lagoAl escoger para su ciudad un terreno repleto de manantiales y

    agua, Rmulo perm iti a sus descendientes descubrir que el honor propio en nombre de Roma se defenda tambin en las cloacas, es decir, en el arte de construirlas y reorganizar el m undo del modo que ms conviene a quienes lo poseen. Sobre aquel suelo saneado fue levantndose poco a poco una ciudad, primero de madera, luego de ladrillo y finalmente de mrmol. En tiempos de Augusto, la higuera Rum inai, bajo la cual se haba jugado el destino de Rmulo, desplegaba su ramaje entre m onum entos, piedras y estucos; slo algunos topnim os y el lago Curcio, en el centro del Foro, recordaban an la antigua presencia de las aguas estancadas.

    Contbase12 que, en aquel paraje, un da la tierra se haba entreabierto y nada poda ya volverla a cerrar; los sacerdotes dijeron que, para colmar la brecha, era preciso hallar lo que constitua la fuerza del pueblo romano. Un joven y valeroso guerrero, llamado Curcio, se sacrific para salvar la ciudad, arrojndose armado y a caballo en el foso, que pudo entonces llenarse de presentes y productos de la tierra; as, las armas resultaban ser la fuerza principal del pueblo de Roma y podan tambin servir para transformar milagrosamente el suelo. La aureola de Marco Curcio es indudablemente superior a la de los plebeyos suicidas, pero su papel no es muy distinto; con la entrega de su vida, todos ellos afirman el dominio de Roma sobre el suelo que la rodea.

    Aqua ductaSi los vestigios eran relativamente raros, los recuerdos persis

    tan con tenacidad. En una carta dirigida en junio del 60 a su amigo Atico, Cicern hace una breve alusin a la Roma fangosa

    12. T ito Livio, op. cit., 7, 6.

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  • Introduccin

    de Rmulo13, y el poeta Ovidio evoca en los Fastos la imagen de una m ujer que desciende descalza hacia el foro, como en los tiempos en que crecan juncos y caas; es porque all exista, le h a b a n d ic h o , una c inaga im p ra c tic a b le con los pies calzados14.

    Son stos, claro est, simples modos de expresarse. Cicern slo menciona el fango de Rmulo para oponerse a la ciudad abstracta de Platn; en cuanto a Ovidio, lo que le interesa es mostrar el esplendor de los foros, el desvo del Tiber y los altares erigidos en suelo bien seco all donde antao no haba sino agua. En efecto, desde fines de la Repblica y mucho ms an en la poca imperial, el agua estancada, en Roma, no era tanto la de los cenagales como la de los acueductos en reparacin.

    El agua divina y misteriosa que un buen da salvara a Rmulo discurra an por los lugares dedicados a las ninfas y otros parajes sagrados, mas los manantiales eran ahora hermosas fuentes y los ros alimentaban enormes depsitos. Haca ya mucho que el agua, antes salvaje y libre, acataba las decisiones del poder, segua el trazado de los arquitectos, flua por los canales de los ingenieros y se plegaba por doquier a las necesidades y deseos de un pueblo soberano. En adelante trada a Roma por nueve acueductos a razn de 993 000 metros cbicos al da15, saturaba los estanques pblicos, llenaba las piscinas, alimentaba las cubas de tintoreros y bataneros, brotaba en los jardines, corra con profusin en termas y baos, purificaba las letrinas e iba finalmente a verterse en las cloacas donde todo haba comenzado.

    La conquista del espacio slo fue al principio una victoria sobre aguas hostiles y glaucas. Fruto de una inteligencia organizadora y dinmica, el sometimiento del agua llegara a ser una de las formas de dominio sobre el mundo.

    13. Cicern, Cartas a Atico, 2, 1, 8.14. Ovidio, Fastos, 6, 395-416.15. Sobre los caudales reales, vase infra, p. 184ss.

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  • PRIMERA PARTEEl agua de los usuarios

  • El agua til. Casas e industrias

    1

    Hacia fines del siglo IV a. C., en los primeros tiempos de la gran Repblica rom ana, los gobernantes em prendieron una tarea que veintitrs siglos ms tarde quedara an por realizar en muchos lugares del mundo: decidieron que todos los ciudadanos de una ciudad cuyo destino prometa ser excepcional dispusieran diariamente de agua pura y no tuvieran ya que depender de las lluvias, del Tiber o de los manantiales. Sin imaginar que el agua pudiera llegar a convertirse en un lujo o un placer, slo asignaron a las primeras tradas la misin de ser tiles a la vida de los ciudadanos. En la mente de los romanos, este principio seguira siendo vlido en todo tiempo y, aun en la poca de los jardines, termas y bosques decorativos, los acueductos llevaban con prioridad el agua a las fuentes pblicas cuyo nmero ira aumentando sin cesar.

    El agua en la calle

    Lacus y salientesSiempre ms o menos semejantes entre s, estas fuentes ordi

    narias se reducan a un piln, casi siempre rectangular, provisto23

  • de una columna de alim entacin a la que, en Roma, desde Frontino, llegaban dos caeras diferentes1. La ornamentacin, existentes en todas ellas, era m uy sencilla. Dichas columnas, dispuestas a modo de pilastras cuando la fuente estaba adosada a un m uro, se elevaban sobre el borde mismo de la taza y aparecan adornadas con motivos estereotipados: ritones en forma de hocico, delfines, mscaras y a veces tam bin ros con ninfas o tritones; en algunos casos algo especiales, se vean tam bin Silenos portadores de odres por donde se verta el lquido, o sapos y fauces de pantera a im itacin de las grgolas con que las clases acomodadas adornaban los impluvios de sus casas2. Tales temas, tan evocadores como populares, recordaban incansablem ente el carcter a un tiem po precioso, misterioso y sagrado del agua que la gente iba a buscar all cada da. A travs de los siglos y de fuente en fuente, los mismos motivos ornamentales han llegado hasta nosotros: por ejemplo en Pars, en el vestbulo de la estacin de Lyon y el andn de los TGV, puede verse todava una fuente de bronce adornada con un dios barbudo representando un ro que retiene un delfn entre sus poderosos brazos; la nica concesin al m odernismo es que de las fauces abiertas del animal, en lugar de un chorro continuo de agua, la cabeza m etlica de un simple grifo.

    U tilizando en este caso la parte para designar el todo, los romanos dieron siempre a sus fuentes el nombre de pilones (labra), en vez e surtidores (salientes) o fuentes propiam ente dichas, y Tito Livio, por ejemplo, emplea el trm ino labrum para referirse a cada una de las dos fuentes que Cornelio Escipin hizo instalar en el Capitolio el 190 a. C .3 Las ms de las veces, sin embargo, la taza o piln reciba el nombre de lacus, voz de am plsim o significado que se aplicaba a todo depsito o receptculo para el agua y, por extensin, a todo objeto en forma de receptculo, desde el estanque, la pila o el lagar hasta el sepulcro cristiano, pasando por el artesn de un techo y los ver

    El agua til. Casas e industrias

    1. Infra, p. 254-255.2. Infra, p. 134.3. Tito Livio, 37, 3. 7.

    24

  • El agua til. Casas e industrias

    tederos de basura que Catn el Censor mand solar en el ao 84 a C.4.

    Signo evidente de la frecuencia y trivialidad de aquellos puestos de aprovisionamiento de agua que se encontraban por todas partes al recorrer las animadas calles de las ciudades, esa diversidad de significados tendra de por s escasa im portancia si no hubiera contribuido a hacer que ciertas indicaciones, de apariencia precisa, nos parezcan hoy confusas. As, Plinio declara que Agripa mand construir en Roma 700 lacus y 500 salientes, pero Frontino, que igualmente menciona los salientes de Agripa5, slo habla de 591 lacus a los que aade 39 muriera(\ o sea, con toda probabilidad, 39 fuentes monumentales y decorativas a las que Suetonio, por su parte, da el nombre de fastuosos lacus (ornatissimos lacus7).

    Lacus e insulae

    As pues, si en la poca de Frontino existan en Roma 591 fuentes pblicas, a principios del siglo IV su nmero se elevaba a 13528, es decir, cerca de un centenar por cada uno de los catorce distritos. Este promedio es, con todo, bastante relativo. As, en el Campo de Marte, mucho ms extenso que las dems zonas, haba 120 de aquellas fuentes, mientras que el barrio del puerto, con el Velabro y el Gran Circo, no posea ms que 20.

    La importancia de la cifra total no debe, pues, engaarnos. Indica ciertamente la continua presencia de una administracin vigilante, mas no por ello es sinnimo de lujo o progreso. El

    4. Id., 39, 44. En este pasaje, la palabra lacus podra tam bin significar depsitos o cisternas.

    5. Plinio, 36, 121; Frontino, 9, 9. Sobre Agripa, yerno de Augusto, y su obra, vase infra, p. 243ss.,265 ss.

    6. Frontino, 78, 3.7. Suetonio, Vida del divino Claudio, 20, 2.8. Cifras procedentes de los Regionarios, la Notitia regionum urbis y el Curiosum

    urbis Romae regionum XIV, inventarios sistemticos de los m onum entos de Roma, que datan de la poca de Constantino.

    25

  • El agua til. Casas e industrias

    notable aumento del nmero de fuentes pblicas estaba, en efecto, mucho menos vinculado al desarrollo del bienestar material que al de las insulae, grandes bloques de casas populares sin evacuacin, calefaccin ni agua, en cuyos pisos se hacinaba una poblacin cada vez ms miserable. El barrio cntrico del Foro, donde espacios pblicos y ricas residencias alternaban por todas partes con aquellas srdidas insulae, dispona, pues, para una extensin m uy inferior, de tantos lacus como el Cam po de Marte, y en este sentido se llevaba evidentemente la palma, con sus 180 fuentes, el barrio pobre y populoso del Trastevere. Estim ar el lujo de una ciudad por el nm ero de sus fuentes pblicas, como se hace harto a menudo, equivaldra a evaluar el de una casa de pisos por la cantidad de puestos de agua existentes en cada rellano.

    Aquellas 1352 fuentes de Roma evocan, de hecho, tanto la miseria y la prom iscuidad como el lujo y la belleza: cuanto mayor iba siendo en la urbe la masa de pobres mal alojados, tanto ms se dejaba sentir la necesidad de dispensar el agua en sus calles. En las ciudades modernas, a la inversa, pozos y fuentes han ido desapareciendo a medida que aumentaba el nmero de viviendas en cuyos portales poda hasta hace poco leerse sobre una placa de esmalte azul: Agua en todos los pisos.

    Para la mayora de los habitantes de Roma, no haba por tanto ms agua potable que la de las fuentes pblicas. Modestas y familiares, aquellas fuentes de cada da solan llevar un nombre que las haca an ms vivas y prximas a los hombres. Algunas lo derivaban de su emplazamiento, su ornamentacin, su forma o cualquier otra particularidad. En Roma se conocan as la fuente del Esquilino ( lacus Esquilinus) y la del conejo (lacus cunicl), la fuente larga (lacus longus), la fuente cubierta (lacus tectus) o la fuente restaurada (lacus restitutus), otras, como la fuente de Servilio (lacus Servilii) o la de Pisn (lacus Pisonis), llevaban quiz el patronmico de un generoso donante; otras, por ltimo, como la fuente de la gallina (lacus gallinae) o la de los pastores (lacus pastorum), hacan con su nombre alusin a alguna antigua leyenda ya olvidada y a los tiempos remotos en que la ciudad an no haba devorado los campos vecinos.2 6

  • El agua til. Casas e industrias

    En las ciudades bulliciosas y superpobladas, con calles sin placa y casas sin nmero, se barruntaba de lejos la presencia de los lacus por el rum or de sus aguas y los hmedos regueros que dejaban las ruedas de los carros. Todo el m undo los conoca por su nombre y constituan sin duda alguna puntos de referencia ms precisos, si bien modestos, que los grandes monumentos; los ciudadanos se guiaban por las fuentes, se encontraban all unos con otros, se daban cita junto a ellas. Omnipresentes e indispensables, eran como millares de corazones que latan cada da al comps de la ciudad y le daban vida.

    Alrededor de las fuentes se congregaban a todas horas, especialmente por la maana desde el alba y al atardecer, las mujeres del vecindario; stas acudan en busca del agua que necesitaban diariamente, como tambin los aquari? que comerciaban con ella. All se comentaban los sucesos de la vspera y los incidentes del da, se propalaban chismes y rumores, las gentes rean o se querellaban; tales lugares eran los puntos forzosos de encuentro para humildes y desheredados. En las fuentes se lavaba la ropa y se limpiaba la verdura, evitando as el trabajo de izar los cubos hasta los pisos; los mercaderes se instalaban en torno; en verano chapoteaban los nios y en invierno, con los dedos embotados y las manos enrojecidas, todo el m undo se apresuraba; caballos y mulos beban del cubo, lleno hasta los bordes, que les tendan sus amos; all se detenan con frecuencia extranjeros o paseantes desconocidos en el barrio, y ms de una vez, sin duda, se habl de Cristo.

    Llegada la noche, el agua volva a ser clara y tranquila, no enturbiada sino por el paso de la guardia o el de algn grupo de rufianes; arrastrando consigo todos los desechos del da, corra interminablemente sobre la piedra y m urm uraba en la sombra, animada de una vida que pareca eterna.

    9. Infra, p. 28.

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  • Del lacus a la nsula

    Si en medio del trfago de cada da todos podan concederse un momento de reposo junto a las fuentes, era tambin necesario repartir el agua y transportarla hasta el lugar de su consumo. Desde principios de la Repblica, y especialmente en las casas ricas o en las grandes fincas, se confi esa dura labor a esclavos o a profesionales contratados para ello. Desde el amanecer hasta ahora -d ice Adelfasia en el Poenulus de P lauto- no hemos hecho otra cosa que lavarnos, frotarnos, secarnos...; y adems nos han dado a cada una dos esclavas que se han pasado todo el tiempo lavndonos y relavndonos. Para llevar el agua, hemos empleado a dos hombres fuertes hasta reventarlos10. La tarea era siempre m ontona, ingrata y difcil, y por eso, en o tra com edia de Plauto, el intendente Olim pin amanaza a su rival Calino con convertirlo en aguador: Te darn un nfora, te indicarn el sendero que has de seguir hasta la fuente y habrs de cargar con un caldero y ocho tinajas; si no est todo siempre bien lleno, ser yo quien te llene la espalda de latigazos. Har que, a fuerza de llevar el agua, acabes con la espalda tan encorvada que puedan transformarte en zambarco para los caballos11.

    En las ciudades, la mayora de los aguadores (aquar) trabajaban por su cuenta y vivan con relativa holgura. No obstante, estaban muy mal considerados: volviendo sin cesar a los puntos de cita que constituan las fuentes, circulando constantemente por las calles, hablando con unos y otros, entrando con facilidad en las casas, conocidos por todos y conociendo ellos mismos a todos, no tardaran en granjearse una slida y equvoca reputacin de intermediarios para cualquier asunto.

    D urante el Imperio, su presencia fue hacindose menos necesaria; los lacus se haban multiplicado, los pobres no tenan con qu pagar el trabajo de los aguadores y los ricos que an carecan de agua en sus casas disponan de esclavos y sirvientas que iban a

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    10. Plauto, E l cartagins, 217-224.11. Plauto, Casina, 121-125.

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    buscarla a la fuente. Habiendo pasado en cierto modo al servicio de las colectividades, los aquarii, que en las provincias llegaban incluso a agruparse en corporaciones, com enzaron a formar parte, junto con los porteros y barrenderos, del pequeo personal encargado de la guarda y mantenimiento de las insulae. A menudo jvenes y fuertes, libres de sus movimientos y fcilmente accesibles, conservaron intacta su fama de hombres siempre dispuestos a hacerse tiles. Faltan amantes? H ay esclavos. Faltan esclavos? Se fija un precio con un aguador, que vendr enseguida12.

    La ornamentacin de una concha de plata13, llamada concha de Epona, que serva de pila de abluciones y en la que slo poda verterse agua, nos muestra uno de aquellos aquarii en plena faena. Vestido con una corta tnica y con el cuerpo tenso, lleva horizontalmente sobre el hombro derecho una voluminosa nfora; para equilibrarla bien, la sujeta contra el cuello pasando el brazo derecho por detrs, mientras agarra el recipiente por un asa con la mano izquierda. As se presentaron sin duda ante los convidados los dos esclavos que irrumpieron sbitamente en la sala donde se celebraba el banquete de Trimalcin: De pronto entraron dos esclavos que parecan haberse peleado en la fuente, ya que todava m antenan las nforas apretadas contra el cuello14.

    Cadus y nfora

    En torno del aguador, el orfebre ha grabado tambin dos grupos de tres nforas semejantes a la que aqul carga en su hombro; ventrudas, con un extremo en punta y un ancho cuello, pertenecen a la categora de los cadi. Habitualmente de arcilla y excepcionalmente de bronce, plata y hasta de ofita blanca u oro,

    12. Juvenal, Stiras, 6, 331-332.13. Hallada en Rethel en 1980. Museo de Saint-Germain-en-Laye, inv. 85797.

    Sobre esta clase de conchas, vase infra, p. 36.14. Petronio, Satiricon, 70, 4.

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  • aquellos jarrones tenan mltiples usos, sirviendo sobre todo para transportar agua o vino e incluso para conservar este ltimo: vino es lo que el buen Acestes mand cargar en la nave de Eneas a punto de zarpar15, y tampoco era agua lo que bebieron los falsos amigos de Horacio cuando vaciaron sus cadi-6.

    De m enor anchura y de cuello angosto y largo, las nforas transportadas por las mujeres eran ms finas y ligeras. Con el brazo levantado y plegado en elegante gesto, las sostenan verticalmente, dejando reposar sobre su hombro la panza de la vasija y apoyando la punta en el omoplato; esta postura, tantas veces ilustrada por pintores y escultores, sugiere ms la quietud que el movimiento. En el aguador de la concha de Epona, la flexin de las piernas y la torsin del busto reflejan el esfuerzo y tensin de la marcha; sin doblegarse bajo la carga horizontal, el aquarius slo evita quedar aplastado avanzando sin cesar con el cuerpo echado hacia adelante. Las mujeres, en cambio, estilizadas por el brazo que levantan sin tenderlo y por el nfora que llevan encima, aparecen siempre como inmovilizadas en una belleza de caritides. Llevando sobre la cabeza nforas o cntaros similares, las mujeres africanas ofrecen todava hoy a nuestra vista el espectculo de esa belleza altiva, no pareciendo desplazar sino la inmovilidad de sus esbeltos cuerpos.

    Al igual que el cadus, el nfora poda contener cualquier cosa. Cuando slo serva para llevar agua, los griegos, ms precisos en su vocabulario, la denom inaban hidria. Esta, inutilizable en un pozo, poco prctica en un manantial o un piln, haba nacido con las fuentes pblicas a cuyo chorro se adaptaba perfectamente su estrecha boca; por otra parte, la forma fina y larga de su cuello evitaba que el agua se derramara durante los desplazamientos; levantar el nfora por las asas, colocarla en el hombro y transportarla era en todo caso mucho menos fatigoso que cargar a fuerza de brazos con el peso de cubos rebosantes de agua que iba perdindose por el camino. Adems de elegantes, las nforas eran ergonmicas y funcionales.

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    15. Virgilio, Eneida, 1, 195-197.16. Horacio, Odas, 1, 35, 25-28.

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  • Cubos y tinajas

    Los cubos descubiertos son en su mayora de metal plomo ordinario y tosco en Pompeya, hierro o bronce en otras partes- y provienen casi siempre de los talleres metalrgicos de Campania. En la poca romana eran todos hemisfricos y por ello estaban provistos de un pie. Muchos estn decorados; se trata de cubos de ceremonia o situ li1 que se utilizaban en los sacrificios y otros actos oficiales: el sitularius reciba en ellos la sangre de las vctimas, y algunos ritos, en especial el de Isis, los empleaban para recoger el agua lustral; en estos cubos se echaban tambin los votos para elegir magistrados; en cuanto a los raros ejemplares de plata, como los que figuran en el tesoro de Chaource actualmente expuesto en el Museo Britnico, probablemente slo servan para mezclar el vino en las mesas de lujo.

    Pocos son, en cambio, los cubos de uso corriente que hoy se conservan18 y que solan ser de m adera cercada de hierro . Presentes en todas partes, hasta en el equipaje de los legionarios, se destinaban a tareas menos nobles y ms cotidianas: sacar agua del pozo, transportarla y guardarla en la estancia donde iba a utilizarse.

    El agua, una vez transportada a los distintos pisos de las casas, poda dejarse en el nfora o cadus donde se haba recogido; en tal caso, el recipiente se colocaba sobre trpodes de hierro. No obstante, para hacerla ms accesible, se prefera verterla en cubas o tinajas decapitadas (dolia)19 que servan de reserva y no se sacaban nunca de casa. En efecto, para el enfermo incapaz de salir, para el nio que an no correteaba por las calles o para los pequeos lavados, el aseo, la cocina y la seguridad de los edificios, era necesario tener permanentemente a mano cierta canti

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    17. Situlus (aquarius) da la palabra francesa seau, y situla la palabra italiana secchia, ambas traducidas al castellano por cubo.

    18. El museo histrico de Orleans guarda, sin embargo, un bellsimo ejemplar galorromano.

    19. El dolium es un recipiente de terracota. De forma oblonga y siempre de gran tamao, con una ancha abertura, resulta difcil de transportar. Serva ordinariamente para almacenar lquidos o grano.

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  • dad de agua; por eso el in tendente de la comedia de Plauto ordena a Calino, bajo pena de azotes, mantener constantemente llenos un caldero y ocho tinajas. Si el caso lo requera, se extraa el agua con pequeos cntaros o cacerolas, arrojndola luego, una vez utilizada, a otro depsito o directamente a la calle20. Junto con la cisterna alimentada por el impluvio, esas reservas existan tambin en las villas que no disfrutaban de una concesin21; consistan en grandes cubas mamposteadas e instaladas en las cocinas, ms o menos como las que pueden todava verse en la casa del Menandro, en Pompeya.

    El agua en casa

    Dentro de las casas, el uso del agua variaba, claro est, con las cantidades disponibles y la clase social de sus ocupantes. En la villa de los Vettii se utilizaba una parte de los suministros del acueducto para regar las plantas del jardn22; en otros sitios se alimentaban as lujosas fuentes y hasta riachuelos artificiales23; en las insulae menos srdidas, solan reservarse algunos cntaros de agua para el riego de las flores con que se adornaban los balcones.

    Esencialmente, sin embargo, el agua serva para atender las necesidades bsicas de la higiene y vida de las personas; las jerarquas sociales aparecen aqu ms en los instrumentos que en la naturaleza de los actos ordinarios.

    Lavado de la ropa

    El lavado de la ropa, por ejemplo, se reduca casi en todas partes al mnimo, consistiendo meramente en remojar y aclarar

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    20. Infra, p. 60-72 y 231-232.21. Infra, p. 278ss.22. Infra, p. 21523. Infra, p. 75 y 83.

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    las prendas ligeras, que se llevaban a la fuente si eran muchas. El jabn, tal como lo conocemos hoy, no hizo su aparicin hasta los alrededores del siglo IV, y las manchas de grasa de los tejidos slo podan quitarse con sustancias minerales o vegetales como la saponaria, la ceniza, o la tierra de batn, que exigan mltiples aclarados. Para quienes vivan en pisos sin agua ni evacuacin, estos aclarados resultaban evidentemente imposibles. Para los ms ricos, que disponan de mano de obra y cisternas bien alimentadas, eran operaciones complejas y malolientes; sobre todo si se trataba de limpiar prendas de lana, deban o recurrir a los servicios de bataneros24 o mostrarse menos exigentes que nosotros, como suceda por regla general. Incluso en familia, costaba mucho trabajo lavar la ropa sucia, y la cortesa peda que nadie fuera a cenar a casa de un amigo sin llevar su propia servilleta.

    Limpieza de la casa

    Lo mismo que para los lavados de ropa, el consumo de agua para la limpieza de la casa era tambin reducido. En las insulae, esta limpieza sola limitarse a un barrido en seco; los suelos de madera y ms an las paredes iban as recubrindose de una mugre que favoreca la proliferacin de toda clase de insectos, como los que encontr G itn al esconderse bajo la cama de Encolpo: Gitn se acurrucaba para evitar los golpes y, conteniendo la respiracin por miedo a que lo descubrieran, senta en su boca la caricia de las chinches25.

    Al contrario, en las casas ms ricas, la limpieza se converta cada maana en un zafarrancho de bayetas, escalerillas, escobas, esponjas y cubos. En el suelo, no obstante, sola echarse nicamente serrn: Pierdes la cabeza por miedo a que tu atrio, ensuciado por un perro, ofenda la vista del amigo que llega, o a que tu prtico est lleno de barro, siendo as que cualquier esclavillo puede en seguida dejarlo todo lim pio con m edio m odio de

    24. Infra, p. 44ss.25. Petronio, Satiricon, 98, 1.

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    serrn!26. Escobas ordinarias, trapos, serrn27, todo ello no exiga grandes gastos, salvo si uno deseaba, como Trimalcin, vivir fastuosamente: Los esclavos (...) -cuenta Encolpo- esparcieron por el suelo serrn teido de azafrn y bermelln, y tambin, lo que yo nunca haba visto, polvo de piedra especulara28. El agua, pues, en razn de su coste o escasez, no se empleaba ms para el lavado de mosaicos o mrmoles que para el de suelos de madera.

    AseoM ucho mayor era, en cambio, el consum o que de ella se

    haca para la lim pieza corporal, especialm ente en form a de baos, que solan tomarse a la cada de la tarde y casi siempre fuera de casa; aun en Roma, esta costumbre lleg a extenderse de tal m anera29 que ms podra asimilarse a una cerem onia colectiva que a una verdadera preocupacin por la higiene individual.

    En efecto, el aseo m atutino de los romanos se reduca a muy poca cosa. A excepcin de la casa de Dimedes, las villas pompe- yanas no estn provistas ni de baos ni de cuarto de aseo ad curam corporis, y el nico consejo que Propercio da a Cintia para el momento de levantarse es el de ahuyentar el sueo con agua pura30.

    Tan frugales como expeditivos a este respecto, ricos y pobres no necesitaban por la maana ms que un fondo de palangana para mojarse un poco la cara y un vaso de agua que solan beber al despertarse. Despus de este desayuno tampoco les haca falta lavarse las manos, como lo dice literalmente Sneca: Post quod non sunt lavandae manus31. Tras esos gestos rituales, pod-

    26. Juvenal, Stiras, 14, 64-67.27. H orado, Stiras, 2, 4, 81-82.28. Petronio, Satiricon, 68, 1.29. Infra, p. 108ss.30. Propercio, Elegas, 3, 10, 13.31. Seneca, Cartas a Lucilio, 83, 6: Una comida despus de la cual no hay que

    lavarse las manos.

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    an comenzar el da y terminarlo luego acudiendo a sus baos personales, si los tenan, o, mucho ms a menudo, a las termas pblicas. En casa, la higiene se limitaba al aseo ntim o de las mujeres y al de los nios de pecho. Tratndose de la limpieza del cuerpo, el agua se consuma, por as decirlo, ms al por mayor que al detalle. Vamos, esclavo, muvete! Dame las sandalias y el manto de muselina. Treme el amictus que me has preparado, pues voy a salir. Trae tambin agua corriente para que me lave las manos, la boca y los ojos32.

    Palanganas, aguamaniles y objetos de plataPara tan reducidas necesidades bastaba poca cosa, y de ordi

    nario se utilizaban recipientes y otros objetos de barro; frgiles y sin valor, todos aquellos utensilios banales desaparecieron rpidamente y nuestros museos slo conservan algunos raros ejemplares, apenas evocadores de una vida sin lujo ni aparato.

    A los romanos, con todo, les gust siempre la vajilla elegante y los ms ricos dedicaron sumas fabulosas a la adquisicin de magnficas piezas de plata. Estos bienes les parecan tan necesarios y preciosos que prcticamente nunca se separaban de ellos, hasta el punto de llevrselos durante sus viajes largos gastando para ello lo que fuera menester. Cuando Csar, por ejemplo, a raz de su victoria en Farsalia entr en el campo de Pompeyo, del que acababa de apoderarse, encontr todava expuestos ante la tienda de su adversario numerosos objetos de plata33; por su parte, Plinio el Viejo relata34 que su amigo Pompeyo Paulino, un arlesiano que en el siglo I lleg a ser gobernador de la Germania inferior, jams em prenda un viaje sin incluir en su equipaje toda la plata que posea, con un peso total de 12.000 libras, es decir, cerca de cuatro toneladas! Probablemente en la misma poca, Q uinto Domicio Tuto, desconocido por lo dems, don

    32. Ausonio, Ephemeris, 2.33. Csar, Guerra civil, 3, 96, 1.34. Plinio el Viejo, 33, 143.

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    al santuario de Mercurio Canetonense, en las Galias, un esplndido juego de vajilla preciosa en el que figuraban algunas de las ms hermosas piezas de la escultura antigua en metal35; tambin l se haba ido de Roma llevndose toda la plata en el equipaje.

    Signo evidente y aun ostentoso de riqueza, que por ello mismo agradaba a los ms ricos y poderosos, la vajilla de plata constitua tambin una excelente inversin financiera. Ms segura que la moneda, afectada inevitablemente por las crisis, la plata conservaba siempre su valor; resultaba tambin ms cmoda que los bienes inmuebles, ya que poda revenderse al detalle en caso de dificultades pasajeras, juego por juego o hasta pieza por pieza, segn las necesidades del momento; as Antonio el padre, por ejemplo, dio a escondidas una jofaina de plata a uno de sus amigos que le peda ayuda36.

    Un bien tan valioso, que poda ofrecerse a los muertos, como en Boscoreale, y a los dioses, como en Berthouville, deba tambin protegerse con sumo cuidado. En la casa del M enandro, en Pompeya, los propietarios ocultaron la plata con ocasin de unas obras para las que tuvieron que contratar trabajadores venidos de fuera; en Chaource, los objetos de plata fueron enterrados justo antes de la llegada de los brbaros; en todos estos casos, tales tesoros no se descubriran sino siglos ms tarde, al roturar el terreno para su cultivo, emprender obras o efectuar excavaciones arqueolgicas. H oy se encuentran ya al abrigo en nuestros museos... Esperemos que por mucho tiempo!

    Aquella vajilla de lujo estaba evidentemente destinada a la mesa. Desde un punto de vista a la vez ritual e higinico, existi siempre una estrecha vinculacin entre las comidas y el aseo. Adems de las piezas que servan para beber (copas y pteras) o comer (fuentes y cubiertos), haba, pues, otras cuyo fin prim ordial era contener agua. Tratbase sobre todo de aguamaniles de plata nielada, a veces con adornos de oro, platillos muy decorados y jofainas de diversos tamaos.

    35. Tesoro llamado de Berthouville (Eure), que actualmente puede verse en la seccin de Medallas de la Biblioteca Nacional francesa.

    36. Plutarco, Vida de Atitonio, 1, 2.

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    Algunas de stas eran de forma circular, pero a la mayora, en honor a Venus, se les daba el aspecto de una concha (concha), nom bre que lleg a ser com n para este tipo de recipientes. Solan trabajarse con mucho esmero y tenan una anchura media de 30 a 50 centmetros; a menudo se adornaban tambin con medallones finam ente cincelados. La concha de Epona, por ejemplo, lleva en su interior una representacin de la diosa gala y po r fuera la de un aguador37, m ientras que la jofaina de Chatuzange38, con rebordes en forma de canutillo, nos ofrece la elegante y refinada imagen de las Tres Gracias.

    Abluciones

    La mayor parte de esos objetos, jun to a los cuales suelen encontrarse espejos, servan probablemente para el aseo diario de las mujeres y nios pequeos. Con frecuencia se utilizaban tam bin para las abluciones tradicionales antes de los banquetes o comidas importantes, aun cuando en tales casos las familias ms distinguidas prefirieran el bronce o el vidrio.

    Los esclavos circulaban ante los lechos39 y vertan agua en las manos de los convidados con un aguamani. Esta agua caa en unos platillos bastante anchos (phiala), que se colocaban debajo, o simplemente en una jofaina. Cuando por fin nos pusimos a la mesa -cuenta E ncolpo- unos esclavos alejandrinos nos echaron en las manos agua de nieve40. D e ordinario este servicio slo se ofreca una vez, pero poda reiterarse despus de ciertos platos: al no haber tenedores era preciso emplear los dedos, por lo que esas abluciones suplementarias no siempre resultaban superfluas.

    Mucho ms excepcional deba de ser, en cambio, el lavado de pies. Las jofainas de agua caliente y perfumada que Trimalcin

    37. Supra, nota 13.38. M useo Britnico, 6R, 1893, 5, 1 ,2 .39. Todava en la Edad Media, se reclamaba el agua antes de una comida.40. Petronio, Satiricon, 31, 3.

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  • manda traer a mitad del festn para remojar en ellas los pies de sus invitados, llegan a provocar incluso la ind ignacin de Encolpo: Me da vergenza contar lo que sigue. Conform e a una costumbre inaudita para nosotros, unos jvenes esclavos, con cabellos largos, trajeron en un recipiente de plata aceite perfumado con el que ungieron los pies de los convidados, despus de recubrirles las piernas, desde el muslo hasta el taln, con guirnaldas de flores41. No es fcil saber si lo que choca aqu al narrador es el carcter mismo de estas atenciones o el mom ento en que ocurren, ya que al comienzo del banquete, mientras unos esclavos vertan agua en las manos de los comensales, otros se ocupaban delicadamente de sus pies: ...arrodillndose a nuestros pies, nos quitaron con suma habilidad los padrastros42. En Roma, este rito, menos relacionado con las comidas que el lavado de manos, quiz pareciera todava demasiado oriental. De todos modos, en el Evangelio, tal como nos lo presenta Juan43, est muy ligado a la cena que comienza y es a la vez caracterstico de cierta forma extraordinaria de humildad y cario.

    De hecho, ya vivieran en una domus o en una insula, los romanos de fines de la Repblica y el Imperio mantenan ciertas costumbres que databan de mucho tiempo atrs. El caudal de los acueductos, la profusin de fuentes pblicas y aun la abundancia de conducciones privadas no los haban incitado a ser ms prdigos en su consumo de agua para la limpieza de la casa, el lavado o el aseo personal. Cierto que la necesidad de transportar cadus o nforas por las calles o llevarlos hasta los pisos contribua no poco a esa parquedad entre los ms pobres, pero en su vida diaria casi todos se com portaban de la mism a manera, como si inconscientemente recordaran los tiempos ya lejanos en que Roma era todava frugal. En realidad, el agua slo se gastaba sin tasa en el lujo de los baos, en las fuentes pblicas y en los jardines de gran boato44, es decir, en usos importados y recientes

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    41. Id., 70, 8.42. Id., 31, 3.43. Juan 13.44. Infra, p. 75, 78-79, lOlss.

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    que se haban como injertado en tradiciones ancestrales sin alterarlas. En su vida de cada da, la mayor parte de los romanos seguan com portndose instintivam ente como un pueblo de campesinos mediterrneos: el agua, elemento valioso y vital, era ante todo para beberse.

    El agua en las cocinas

    Indispensable para la vida, el agua se encontraba prim eramente en las cocinas y serva para preparar los alimentos, que las ms de las veces se hacan hervir. Sacada de las reservas o del grifo45, se verta en marmitas, de las cuales la ms corriente era la chytra, vasija de tierra que slo poda mantenerse derecha sobre un trpode metlico, ste se colocaba con precaucin directamente sobre el brasero. La chytra, muy parecida a los caluns pro- venzales donde se cuecen todava hoy las patatas, era siempre de arcilla ordinaria y el fuego la ennegreca enseguida, por lo que no estaba nunca pintada ni decorada; as, pintar una chytra significaba, en el lenguaje popular, efectuar un trabajo tan vano como intil.

    Adems de la chytra, se empleaban en la cocina diversos tipos de cacerolas como el caccabus, el gaulus, en forma de barca, y en especial la olla propiamente dicha (olla), llamada tambin aula, aulula y aulularia. Este recipiente, que sola tener gran capacidad, serva prcticamente para todo, incluso para guardar en l un tesoro, como lo haca el avaro, de Plauto; sus mltiples aplicaciones culinarias le daban un carcter simblico de mesa compartida y hospitalidad generosa: Ubi fervet olla vivit amicitia4

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    pero la vajilla de barro sigui guardndose en un armario del tablinum47, y en la cocina de la casa de los Misterios pueden verse todava las ollas ennegrecidas donde se preparaba la comida de cada da.

    Agua y vinoComo bebida, al agua se le asignaba en primer lugar y con

    bastante frecuencia la ingrata misin de rebajar el vino, que era demasiado espeso para poderse beber sin ms. En los banquetes, ste se traa solemnemente, junto con las copas, en grandes crateras decoradas o en suntuosos cubos de plata. En ocasiones, sobre todo cuando se segua la costumbre griega, el anfitrin mezclaba el vino en la cratera antes de servirlo; otras veces lo haca en la mesa el propio invitado.

    Se echaba entonces el vino en la copa, sacndolo de la cratera con una especie de cucharn llamado cyathus, y cada cual lo mezclaba en la proporcin que le convena. Poda para ello utilizarse agua fresca, pero a menudo se prefera el agua tibia, estimando que el vino tena as mejor gusto y era ms digestivo. Tal es el m todo que emplean los griegos descritos por Curculio (Gorgojo) en la comedia de Plauto: ...sos que uno ve a todas horas bebiendo por las tabernas y que, cuando han logrado robar algo, beben caliente, con la cabeza tapada, y luego se van con aire tristn y medio borrachos48.

    En las casas elegantes, los encargados del servicio del agua tibia o fresca solan ser esclavos especializados que podan tambin hacer la mezcla para el comensal, aunque sin duda con modales algo ms dicretos que el que en el festn de Trimalcin se pone de pronto a imitar el canto del ruiseor49. Y afortunado de aquel que no tena que habrselas con un anfitrin tan insolente y engredo como Virrn, a cuya casa fue un da a cenar

    47. Sala que serva de recibidor, generalmente situada al fondo del atrio.48. Plauto, E l Gorgojo (Curculio), 289-294.49. Petronio, Satiricon, 68, 3.

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    Juvenal; al ricacho de la stira le delectaban tanto los exquisitos manjares que tomaba como el mal trato que infliga a sus invitados, aun privndoles de agua: Ante Virrn est un joven esclavo, la flor de Asia... T, cuando tengas sed, mira hacia aqu y contempla a este Ganimedes gtulo. Un muchacho que vale tantos miles de sestercios no sabe hacer la mezcla para pobres diablos... Encargado de distribuir agua caliente o fra, responde acaso a tus llamadas? Juzga indigno de l rebajarse a obedecer a un viejo cliente que se atreve a pedirle algo estando tumbado, mientras l permanece en pie50.

    Aqua mera (agua pura)Durante las comidas y en la vida cotidiana, sobre todo en el

    mom ento del desayuno, el agua sola evidentemente consumirse pura. Sin embargo, por extrao que hoy nos parezca, los romanos preferan bebera tibia en vez de fresca; el uso del agua fresca se limitaba en general a calmar los excesos gastronmicos o a refrescar las bebidas demasiado calientes.

    El odioso Virrn, cuyo estmago siente ardores por el vino y la comilona, manda que le traigan agua hervida, ms fra que las nieves gticas51. En agua fresca tam bin, ya que ningn degustador la probaba, se disimul el veneno que haba de matar a Britnico: Sirvieron a Britnico un brebaje m uy caliente, todava inofensivo, que haba sido previam ente degustado; luego, como lo rehusaba a causa del calor, vertieron en l, mezclndolo con agua fra, un veneno que se propag con gran rapidez por todos sus miembros, hasta el punto de hacerle perder sbitamente la palabra y el aliento52. Al propio Nern le gustaba beber agua primero hervida y luego enfriada en la nieve, a la cual sola dar el nombre de decocta. No obstante, cuando desposedo y acosado llega a la casa de Fan, slo pide agua tibia:

    50. Juvenal, Stiras, 5, 55-56.51. Id., 49-50.52. Tcito, Anales, 13, 16, 2.

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  • El agua til. Casas e industrias

    All, acuciado por el hambre y la sed, desde el tosco pan que le ofrecan, pero bebi gran cantidad de agua tibia53.

    Aqua calda (agua tibia)A menudo presentada en las comidas con una decoccin de

    hierbas aromticas, el agua tibia era en general muy apreciada en las mesas refinadas y se le daba tanta importancia que hasta existan aparatos, a veces muy complejos, para calentarla o mantenerla a buena tem peratura. Fabricamos com nm ente -d ice Sneca serpentines, calentadores de bao y aparatos de diversas formas con tubos de cobre de pared fina dispuestos en espirales descendientes; el agua circula por ellos varias veces en torno al mismo fuego, recorriendo un espacio cuya longitud basta para que alcance una alta temperatura; habiendo entrado fra, sale caliente54.

    Se instalaban as en las cocinas, y aun en los comedores, unos fogoncillos especiales; los ms sencillos tenan forma elevada y reciban el nombre de miliaria, por su semejanza con las piedras miliares de los caminos. Casi siempre se trataba de una especie de estufa cerrada con una cavidad de hierro en su parte baja, donde se colocaba el carbn; encima haba un pequeo depsito de bronce para el agua, atravesado por la salida de aire caliente que vena del fuego. Todo ello sola estar muy decorado, en particular con pies entorchados y manillas en forma de animales.

    O tro aparato de este tipo se pareca a un campamento militar, con torres cuadradas en sus cuatro ngulos. El agua vertida en las torres corra por la doble pared que rodeaba el conjunto, calentndose gracias a un fuego que se encenda en el rectngulo central; luego se le daba salida por una pequea espita situada obviamente en la parte inferior.

    Para no exponerse a la mala voluntad de esclavos como los del infame Virrn, o simplemente porque se prefera evitar las

    53. Suetonio, Vida de Nern, 48, 6.54. Sneca, Cuestiones naturales, 3, 24, 2.

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  • El agua til. Casas e industrias

    molestias de un incesante servicio, podan tam bin colocarse sobre una mesa calentadores que, como los samovares para el t, m a n te n a n s iem pre el agua tib ia al a lcance de la m ano . Calentada primero en las marmitas, calderos u hornillos de la cocina, el agua se verta luego en aquellos aparatos porttiles y generalmente lujosos, algunos de los cuales pueden todava contemplarse en el museo de Npoles. El ms sencillo, de bronce, tiene forma de jarrn con una pequea chimenea en el centro, por cuya parte alta se introducan las brasas; la ceniza se evacuaba por un cajn mvil que al desplazarse ventilaba el aparato; el agua, introducida por arriba mediante un embudo y recuperada por debajo, se mantena as constantemente tibia a disposicin de los convidados.

    Signo distin tivo de com idas m enos fastuosas que las de Trimalcin, el agua caliente y mezclada con hierbas aromticas se apreciaba prcticamente en todas partes. En los thermopolia, donde nunca se anunciaban bebidas frescas, era en verano uno de los artculos menos caros y por tanto ms vendidos; no cabe duda que ocupaban en aquellos bodegones el lugar de nuestros actuales ts y cafs ms o menos azucarados.

    Cuando en el Rudens de Plauto Labrax sale del mar despus de un naufragio, se queja de que Neptuno slo ofrezca baos sin calefaccin y no haya previsto ninguna taberna donde poder beber caliente: No sirve -d ic e - ms que bebidas fras y saladas55. Puro producto de los frigorficos, nuestro gusto por las bebidas fras es ms bien antinatural; en Egipto, Marruecos o Turqua, cuando aprieta a fondo el calor, un vasito de t bien caliente con menta refresca mejor que una coca-cola fra.

    El agua industrial

    Si las casas de los particulares gastaban al fin y al cabo poca agua, las industrias, en cambio, exigan una cantidad bastante

    55. Plauto, La cuerda, 529-530.

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  • mayor, en especial la de los bataneros, que eran con mucho los ms importantes consumidores.

    Los molinos de BarbegalLa fuerza motriz del agua trada por los acueductos fue, hay

    que reconocerlo, m uy poco utilizada. Slo tardam ente, por ejemplo, se aprovech la evacuacin de las termas de Caracalla56, y todava ms tarde el aqua Traiana57, en las faldas del Janiculo, para hacer funcionar molinos. Constituyen tambin una excepcin las instalaciones de Barbegal, cuyos imponentes restos pueden verse an cerca de Arls.

    En una pendiente de 30, con 20 metros de ancho y 61 de largo, se instalaron dos hileras de ocho molinos cada una, provistos de una batera de ruedas verticales bordeadas por una escalera de servicio. La produccin diaria de esta verdadera fbrica deba de ser considerable, aunque difcil de evaluar, y se destinaba a alimentar los ejrcitos romanos; la frtil llanura de Arls produca probablem ente por s sola la cantidad necesaria de trigo.

    La energa hidrulica vena de un acueducto especial, el acueducto de Baux, que recoga las aguas procedentes de los manantiales de los Alpillos; destinado primero al suministro de Arls, se desvi enteramente su uso, a partir del siglo III, hacia la molinera. En las cercanas de Fontvieille, sus evocadores y rom nticos vestigios contribuyen todava al encanto del vallecito de Ares en cuyo extremo, directamente en la roca, se haba practicado una abertura por la que entraban las aguas para precipitarse por la pendiente donde se encontraban los diecisis molinos.

    El agua til. Casas e industrias

    56. Es posible, con todo, que el molino de las termas de Caracalla comenzara a funcionar desde la apertura del establecimiento. V. Les thermes romains (coleccin cole franaise de Rome, n. 142), Paris 1991, p. 50.

    57. Agua Trajana, es decir, acueducto de Trajano. Cf. p. ..., nota 2.

    4 4

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    Los bataneros

    La parte ms penosa y espectacular de la actividad de estos trabajadores consista en pisotear las telas recin fabricadas, para alisarlas y suavizarlas. Los bataneros desempeaban un papel de primer orden en la vida econmica romana y sus talleres estn an bien presentes en las calles de Pompeya y Ostia.

    Su labor tena sobre todo por objeto desengrasar los tejidos de lana que les llegaban en estado bruto, pero se encargaban tambin de lavar y limpiar las telas y prendas de ropa que la clientela les confiaba. Del lavado de la lana bruta y la tintorera se ocupaban de hecho otros artesanos, que trabajaban en estrecha relacin con ellos. Su tarea, larga y compleja, comprenda una serie de fases sucesivas y siempre iguales que exigan locales bastante amplios y numeroso personal.

    La lana bruta, impregnada todava de la grasa de las ovejas, se limpiaba primero con agua caliente y saponaria; de ah el nom bre de radix lanaria que se daba comnmente a esta planta. Con la lana ya seca, se proceda a las operaciones de golpeo, cardado e hilado; por ltimo se tea y teja.

    La tela as fabricada se entregaba entonces a los bataneros. stos la daban primero a lavar a esclavos especializados que la pisoteaban en pequeas cubas o cavidades practicadas directamente en el suelo. El agua utilizada se mezclaba con sal y orina para obtener un reactivo alcalino cargado de amonaco. Una vez concluida esta operacin esencial, an haba que tratar el tejido con tierra de batn, una arcilla desengrasante que la suavizaba, y luego enjuagarla varias veces, ponerla a secar, colgarla en largas barras, cardarla con todo esmero de arriba abajo, extenderla, si era blanca, sobre una campana de mimbre donde se quemaba azufre, aderezarla frotndola con tierras de color o greda, cepillarla, tundirla y prensarla. Para esto ltimo, un esclavo extenda con cuidado el tejido e iba soplando delicadamente sobre l agua que retena en su boca, rodendolo a veces de un halo de colores irisados. Mira... un batanero en plena labor; mira cmo se llena de agua la boca y humedece ligeramente con ella las prendas extendidas con cordeles, y cmo luego en el aire as rociado sur

    45

  • gen diversos colores semejantes a los que solemos contemplar en el arco iris58.

    Aun cuando no estuviera presente en cada etapa del proceso, el agua era necesaria en todas ellas y tambin para limpiar las cubas y otros receptculos. Los bataneros, pues, la consuman en tales cantidades que solan disponer de tradas y hasta evacuaciones particulares. En Forli, por ejemplo, un rtulo que anunciaba a los viandantes la existencia de uno de estos talleres muestra, entre una mquina de golpear tejidos y una campana de mimbre para azufrarlos, un conducto de agua que desciende de la m ontaa. Y en Canossa, una fullonica estaba tambin provista de un sistema propio de trada de aguas: sobre la tubera de plomo, de 80 centmetros, por la que pasaba el agua sucia, vemos una esfera dentro de la cual un filtro mvil retena los fragmentos de lana y otros tejidos. Desembarazada as de sus principales im purezas, el agua iba a perderse en una especie de sumidero; de la inscripcin que an podemos leer en la esfera de plomo, rei publicae Canusinorum curante Publio Graecidonio>P, se deduce con certeza que la instalacin fue decidida por un m unicipio deseoso de evitar inundaciones malsanas y desechos contam inantes.

    El agua til. Casas e industrias

    El taller de Stephanus

    Pompeya nos ha legado cuatro establecimientos de fullones, y las pinturas que vemos en el vasto taller de L. Veranius Hypsaeus reflejan un ambiente que podra tambin convenir a la fullonica Stephanica, situada a la entrada de la calle de la Abundancia.

    La propaganda electoral que recubre el lado derecho del muro exterior indica ya la presencia y actividades de los bataneros en la ciudad y da el nom bre probable del propietario del

    58. Sneca, Cuestiones naturales, 1, 3, 2.59. Propiedad de la repblica de Canossa, bajo la responsabilidad de Publio

    Gracidonio.

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    taller: fullones universi rog(ant)... Stephanus rog(at) (todos los bataneros piden... Stephanus pide).

    Se entra en la casa por una amplia puerta que da a un atrio cuyo impluvium, con altos bordes y un rebosadero, fue manifiestamente transformado en estanque. Adems lo desplazaron hacia la derecha, para ensanchar el camino de acceso y facilitar las entradas y salidas de la clientela. Al fondo, en el peristilo y detrs de un jardincillo, se observan tres grandes lacus escalonados, rodeados por cinco cubetas fijadas directamente en el suelo.

    Todo ello sugiere que la casa haba sido una simple vivienda hasta que sus propietarios, debido a los efectos del terremoto y los apuros econmicos del momento, se vieron obligados a venderla a un liberto, que se instal con su familia en la parte alta y convirti el resto en un taller. En efecto, los batanes ordinarios suelen presentar un aspecto ms sistemtico y funcional. En O stia, por ejem plo, la pequea fu llonica de la calle de los Augustales muestra, al lado del dolium donde se recogan los orines60, una alberca central bastante rstica con las correspondientes cubetas alrededor. El gran taller de la calle de la Fullonica est todava mejor dispuesto: en el centro de un vasto conjunto rectangular hay tres grandes estanques, a lo largo de los cuales, por un solo borde, se abren cuatro espacios con siete cubetas en cada uno, tres en el fondo y dos a cada lado.

    Tanto en Pompeya como en Ostia, esas cubetas o lacunae fullonicae servan para pisar las telas. Las pinturas del taller de Hypsaeus nos muestran algunas que slo se utilizaban para el enjuague; en las dems los obreros pisoteaban sin descanso una mezcla cida y maloliente. Apoyndose en largueros de madera o en un mrete de separacin, como vemos tambin en los frescos y una estela funeraria del museo de Sens, levantaban alternativamente uno y otro pie. Sneca recomendaba, a guisa de ejercicio fsico, ejecutar ese m ovim iento repetitivo que era como una forma vulgar de la extraa y obsesiva danza de los sacerdotes salios: Hay ejercicios fciles y breves que procuran una sana

    60. Infra, p. 68.

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    fatiga al cuerpo...: la carrera, el levantamiento de pesos, el salto de longitud y el paso de los salios o, en estilo irreverente, el zarandeo de los bataneros61. El saltus fullonicus era sin duda alguna excelente para el corazn...si se practicaba en una atmsfera ms sana que la de los batanes!

    En los grandes estanques con agua corriente y probablemente tambin en el impluvio pompeyano, reservado quiz para los tejidos ms delicados, se proceda a enjuagar las telas y lavar las prendas tradas por clientes que no podan hacerlo bien en su casa. Para ponerlas a secar, Stephanus no necesitaba tenderlas en la calle, como se lo permita la ley, ya que dispona de un atrio y un peristilo donde haba instalado unas cuantas terrazas con pilares. Al aire libre y azotados por el viento, los tejidos de lana no tardaban en secarse y perder en parte el olor que inevitablemente haban dejado en ellos los curiosos ingredientes utilizados para el desengrase.

    Por ltimo, como se sigue haciendo en nuestros das, las telas se planchaban en el gran pressorium que la gente vea funcionar desde la calle y cuyas llantas de hierro el turista puede tambin hoy ver al entrar.

    Comprar prendas de lana tejida y mantenerlas en buen estado exiga un gasto considerable y se llevaba sin duda buena parte del presupuesto familiar. No obstante, resultaban indispensables, y por eso en Pompeya las fullonicae fueron restauradas con prioridad despus del terremoto62. Por eso tambin las corporaciones de bataneros eran en todas partes muy importantes y posean gran fuerza econmica. D ada su estrecha vinculacin con el com ercio de la lana, dedicaron, en Pompeya, a su patrona Eumaquia la hermosa estatua que nos permite hoy conocer los rasgos de esta diosa. Finalmente, los cnones que pagaban por su gran consum o de agua contribuyeron en no poca m edida al mantenimiento de las fuentes y otras conducciones pblicas.

    61. Sneca, Cartas a Lucilio, 15, 4.62. Pompeya fue asolada por un terremoto en el ao 62, o sea diecisiete aos

    antes de la gran erupcin del Vesuvio.

  • El agua til. Higiene y seguridad

    2

    Seguridad urbana: los bomberos

    Como lo haba ya dicho claramente Frontino1, todas aquellas conducciones tenan por objeto, adems de facilitar la vida de los particulares, garantizar la higiene y seguridad urbanas, evacuando las inmundicias y protegiendo la ciudad contra el fuego.

    Utilizado para calentarse, iluminarse y preparar las comidas, el fuego era efectivamente, junto con el agua, uno de los elementos esenciales de la vida cotidiana, y la existencia en Roma de muchos fogoncillos o pequeos hogares bastante mal vigilados explica en gran parte la frecuencia de los incendios. Para provocarlos, no siempre eran necesarios un Craso, que compraba despus los escombros y terrenos a bajo precio, ni un Nern; bastaba sencillamente con que algunas brasas cayeran de un fogn mientras se calentaba la chytra, o que de alguna antorcha agitada con descuido, por la noche, se desprendieran unas cuantas chispas, para que el fuego se declarara, propagndose primero por los pisos y luego rpidamente por una ciudad de calles angostas y casas de madera. Al aproximarnos a la colina del

    1. Infra, n. 47.

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  • El agua til. Higiene y seguridad

    Cispio -cuenta Aulo Geli-, divisamos un bloque de casas que era presa de las llamas; constaba de muchos pisos que alcanzaban cierta altura, y ya todo lo que se encontraba cerca arda en un gigantesco incendio2.

    Juvenal, por su parte, escribe: Ya Ucalegn pide agua, ya traslada sus baratijas; ya est ardiendo el tercer piso y t no te has enterado!3.

    CreacinObviamente los habitantes de los edificios donde ocurran

    esos dramticos accidentes intervenan siempre, pero los incendios haban llegado a ser para todos una verdadera obsesin. La im portancia y permanencia del peligro exigieron, pues, ya en poca temprana, la creacin en Roma de un servicio oficial y pblico de lucha contra el fuego. Organizado desde principios de la Repblica, dependa de los tribunos y ediles y se confi a los tresviri capitales, llamados tambin nocturni por las rondas que deban efectuar de noche. Empero en aquel entonces los bomberos de Roma no constituan sino un puado de esclavos, instalados junto a las puertas y a lo largo de las murallas para poder intervenir lo ms rpidamente posible en todos los puntos de la Urbe.

    Reformando a la vez la estructura monumental y la administracin de una ciudad que no cesaba de crecer, Augusto, en el ao 22 a. C., instituy un cuerpo de seiscientos esclavos pblicos que dependan de los ediles curules, y ulteriormente, en el ao 6 d. C., una militia vigilum a las rdenes de un praefectus vigilum al que Trajano, un siglo ms tarde, dara un subpraefectus vigilum como adjunto. As nacieron los bomberos de Roma, militarizados y subordinados a un prefecto especial.

    2. Aulo Gelio, Noches ticas, ps. 15, 1 ,2 .3. Juvenal, Stiras, 3, p. 198-200.

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  • El agua til. Higiene y seguridad

    Organizacin

    De hecho encargados de la vigilancia en sentido amplio -d e ah su nombre de vigiles-, deban proteger la ciudad contra el fuego y sim ultneam ente contribu ir a la seguridad pblica. Desempeaban, pues, una doble tarea: la de bomberos y policas municipales. En este ltimo papel trabajaban mano a mano con la justicia, habiendo recibido atribuciones mltiples, aunque limitadas: podan, por ejemplo, castigar a los incendiarios y reprim ir las negligencias en m ateria de proteccin contra el fuego; intervenan en los conflictos relativos al uso y propiedad del agua; vigilaban los baos pblicos y termas; les competa tambin el arresto de esclavos fugitivos y el castigo de ladrones, depredadores y otros malhechores, siempre numerosos en Roma, especialmente a raz de un incendio; sin embargo, no les estaba permitido pronunciar la pena capital, por lo que, tratndose de delitos graves, tenan que llevar el caso ante el prefecto de la ciudad.

    Para realizar todas esas tareas, tan numerosas como complejas, el cuerpo de guardias o vigiles se apoyaba en una importante estructura administrativa. Su prefecto, que ocupaba en Roma el tercer puesto tras el prefecto del pretorio y el de la anona, tena su propia sede y su tribunal en el Campo de Marte, concretamente en el prtico de Minucio, que comparta con el curador de las aguas4; a sus rdenes estaban, adems de la clase de tropa, el subprefecto, encargado ms bien de las cuestiones jurdicas e instalado en otro lugar, y los tribunos, centuriones y suboficiales. Cada tribuno, que como los centuriones dispona de un suplente en caso de enfermedad o de ausencia, agrupaba a su alrededor de l un gran nm ero de adjuntos administrativos designados por el nombre de beneficiarii, es decir, titulares de un cargo: intendentes, secretarios, escribanos, mensajeros y hasta verdugos. El salario de todas estas personas dependa del aerarium, alimentado a tal efecto por un impuesto- especial del

    4. Infra, p. 267 ss.5. Infra, p. 269-270.

    51

  • cuatro por ciento con el que el Senado gravaba la venta de esclavos.

    Dadas las muchas y diversas misiones encomendadas a los vigiles, esa estructura administrativa no era superflua; en efecto, haba que mantener en buen estado un material considerable, garantizar la permanencia absoluta del servicio y ocuparse de todo lo referente a los siete mil hombres con que cont la mili- ta vigilum desde su creacin.

    Prueba de que la seguridad pblica empez a partir de entonces a tomarse absolutamente en serio es que los guardias no se reclutaban ya entre los esclavos, sino entre los libertos. Debido a su fidelidad, su disciplina -n u n c a hubo entre ellos el m enor amago de rebelin- y sin duda tambin a la simpata de que gozaban entre la poblacin, com o la polica m un icipal en muchas de nuestras actuales ciudades, su condicin social fue poco a poco mejorando: desde el 24 d. C. tuvieron acceso a la ciudadana romana tras seis aos de servicio, plazo que se redujo ms tarde a tres aos, y a fines del siglo II comenzaron a ser reclutados directamente entre los ciudadanos.

    Cohortes y centuriasEnrolados para un perodo de diecisis aos, los vigiles de

    Roma se repartan en siete cohortes de mil hombres distribuidos a su vez en siete centurias. Aparte de los empleados administrativos, cada centuria inclua un abanderado, varios trompetas y un victimario encargado de los sacrificios que los bomberos ofrecan a Vulcano y sobre todo a Vesta, llamada en este caso Stata Mater6.

    Lo esencial del cuerpo estaba constituido por hombres con distintas especialidades. As, los carcerarii, horrearii y balnearii, con misin directa de velar por el orden pblico, vigilaban res

    El agua til. Higiene y seguridad

    6. Diosa de la llama y de la perennidad de los edificios, a la que estaban dedicados varios santuarios en Roma, vase., por ejemplo, Cicern, Las leyes, 2, 28.

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  • El agua til. Higiene y seguridad

    pectivamente las crceles, los depsitos de vveres y los baos; otros, ms numerosos, se ocupaban de la lucha contra el fuego, habiendo recibido un entrenamiento especfico ya para apagar los incendios, ya para limitar su extensin.

    Los vigiles disponan asimismo de un servicio mdico permanente, con ambulancias y cuatro mdicos por cohorte; al igual que nuestros bomberos y socorristas, deban ser capaces de prestar ayuda a las vctimas de todo tipo de accidentes y agresiones, as como a los heridos de resultas de un incendio.

    Especial mencin merece aqu tambin el sebaciarius, cuyo nombre, que evoca la pez, se relaciona probablemente con las antorchas y la iluminacin. Su servicio, que slo duraba un mes? al cabo del cual ceda el puesto a uno de sus colegas, consista quiz en iluminar a los guardias durante sus rondas nocturnas o en vigilar la iluminacin de las calles, instituida de 210 a 215 por Caracalla cuando decidi abrir las termas durante la'noche7; efectivamente, la palabra figura con toda claridad en una inscripcin que data del ao 2 15 , poca a la que se remonta tambin un soporte de antorcha, de bronce, encon trado en el Trastevere8.

    Stationes y excubitoria (cuarteles y puestos de guardia)

    As organizados, los bomberos de Roma se repartan en la ciudad a razn de una cohorte por cada dos regiones1. El punto central, donde se hallaban la adm inistracin y el grueso del material, era un cuartel al que correspondan dos puestos de guardia, uno por distrito o regio; para dos regiones, pues, los bomberos-policas disponan de tres puntos fijos.

    7. Infra, p. 126-127.8. Infra, p. 55.9. Desde Augusto, Roma estuvo dividida en 14 regiones semejantes a los barrios

    o distritos administrativos de nuestras capitales.

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  • En OstiaUno de aquellos cuarteles, llamados stationes, ha sido encon

    trado en Ostia, ciudad donde la presencia de insulae, depsitos, almacenes y una heterognea poblacin de marinos hizo rpidamente necesaria la instalacin de un puesto permanente de vigiles, Esto se llev a cabo por orden de Claudio, y el cuartel, sin duda edificado bajo Domiciano, fue reconstruido en tiempos de Adriano, restaurado luego por Septimio Severo y Caracalla y finalmente abandonado durante el siglo III.

    A este cuartel, paralelo al antiguo curso del Tiber, se entraba por un vestbulo, a uno de cuyos lados, por fuera, pueden hoy verse los vestigios de una taberna, con su hermoso suelo de mosaico, y al otro, en el interior, los de una letrina adornada con un pequeo larario.

    En el centro del edificio hay un anchuroso patio bordeado de pilastras, con dos grandes fuentes a la entrada. Al fondo, nos llama enseguida la atencin una especie de altar dedicado a los emperadores, con un mosaico que representa el sacrificio de un toro. Vemos tambin un podio para las estatuas de los prncipes a quienes se deba la construccin y restauracin del cuartel. Este altar, signo evidente de respeto, lo era igualmente de fidelidad y entrega sincera a una causa nacional.

    Ac y all, se observan todava restos de frescos en el piso que ocupaban las oficinas de la administracin y las habitaciones de los guardias; todos estos locales daban al patio. Vivan all setecientos hombres, que de hecho pertenecan a las centurias de Roma; destinados a Ostia slo por cuatro meses, regresaban a sus cohortes de origen en abril, agosto y diciembre. Estos mismos hombres mantenan un puesto de guardia junto al puerto, donde se encontraban los ms importantes depsitos de mercancas.

    Ese vasto patio nos hace pensar en toques de diana, formaciones apresuradas, actos solemnes en honor a dioses y prncipes, etc. No obstante, a pesar de las fuentes -h o y sin agua-, de las tiendas y de las letrinas, es difcil imaginar la actividad de los vigiles y apenas se percibe su presencia. Dominada por el altar de

    El agua til. Higiene y seguridad

    54

  • El agua til. H igiene y seguridad

    los emperadores, la statio de O stia slo parece hecha para dar una imagen oficial y colectiva.

    En RomaPara sentirse ms cerca de aquellos hombres y de su queha

    cer diario, tal vez sea mejor visitar el puesto de guardia (excubitor ium) de la sptim a cohorte, instalado en una casa particular que la adm inistracin compr o alquil y que an puede verse en el Trastevere, en el nmero 7 de la calle a la que ha dado su nombre.

    Slo queda del mismo un pequeo patio central con un estanque en el centro y un mosaico en blanco y negro10; a este patio dan, adems de un larario donde moraba el genio protector de la cohorte, varias puertas de acceso a corredores que conducen a los almacenes, los baos, m uy modestos, y las habitaciones, en las que pueden todava contemplarse algunos frescos.

    El conjunto, por desgracia muy deteriorado desde su descubrim iento en 1866, perm ite con todo imaginarse bien el am biente de estos puestos donde los hombres charlaban, rean y jugaban m atando as el tiem po hasta que les tocara ir de ronda. El visitante evoca sin dificultad el bullicio de salidas, regresos, alertas, relevos, toda una vida a la vez arriesgada y montona, que cobra todava mayor relieve gracias a un centenar de inscripciones grabadas en los muros entre 2 1 0 y 2 1 5 d . C.; aunque los muros mismos no estn ya en pie, el texto y forma de las p in tadas ha llegado hasta nosotros tras una m inuciosa labor realizada por los arquelogos en el m om ento de las excavaciones. Nos enteramos as del nombre de la cohorte y el de los emperadores, pero sobre todo dichas pintadas nos acercan a los hombres que all vivan e inscriban en las paredes de sus habitaciones que haban vuelto sanos y salvos, que todo les haba ido bien, que el sebaciarius haba hecho su ronda sin novedad o, ms sencilla

    10. Infra, p. 60.

    5 5

  • mente, que estaban cansados y pedan el relevo: Lassus sum successorem date11.

    El agua til. Higiene y seguridad

    El trabajo de los bomberos Vigilancia: las rondas

    Los vigiles no se lim itaban a intervenir cuando se haba ya declarado un incendio, sino que, a partir de los puntos fijos que constituan los cuarteles y puestos de guardia, efectuaban rondas continuas tanto de da como de noche. Durante aquellas rondas de vigilancia, en las que tomaba parte el prefecto en persona, los bomberos slo llevaban consigo lo indispensable para atender a lo ms urgente. Tericamente, en efecto, deban encontrar el agua en el lugar mismo del siniestro y lo nico que necesitaban llevar consigo eran hachas y cubos, para actuar inmediatamente en espera de que los cuarteles, alertados por las trompas de los bucinatores, les enviaran refuerzos. Todo tum ulto y toda alerta podan provocar su intervencin, y as es cmo vinieron de repente a perturbar el banquete de Trimalcin, ya bastante ridculo sin necesidad de este nuevo incidente: Los msicos entonaron una m archa fnebre y para distinguirse, el siervo del encargado de las pompas fnebres... sopl con tal fuerza que despert a todo el vecindario. Entonces los guardias que vigilaban el barrio, convencidos de que arda la casa de Trimalcin, echaron sbitamente abajo la puerta y, con sus cubos y hachas, armaron gran alboroto en virtud de sus funciones12.

    Si el fuego, a pesar de todo, segua propagndose, llegaban refuerzos del cuartel o de los excubitoria ms prximos. En caso de un incendio de gran envergadura, poda desplazarse el personal de varios cuarteles, y los custodes castellorum13 hacan llegar

    11. Estoy