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Ajedrez: Perfecta Escuela de Estrategia Por Santiago Sevilla El Juego Ciencia podría también llamarse Juego Político porque, en verdad, trata de la estrategia y la táctica que llevan al poder absoluto. Estrategia es el arte de la guerra. El Ajedrez es una guerra en el tablero, cuyas reglas lo norman. Aquí la estrategia consiste en el concepto que guía el combate de las fichas blancas contra

Ajedrez y Estrategia

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Chess is the school of strategy. Ajedrez es estrategia pura, juego magistral. Este artículo lo explica.

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Ajedrez: Perfecta Escuela de Estrategia

Por Santiago Sevilla

El Juego Ciencia podría también llamarse Juego Político porque, en verdad, trata de la estrategia y la táctica que llevan al poder absoluto.

Estrategia es el arte de la guerra.

El Ajedrez es una guerra en el tablero, cuyas reglas lo norman.

Aquí la estrategia consiste en el concepto que guía el combate de las fichas blancas contra las negras y al revés. Ese concepto guía al jugador al triunfo o la derrota.

En las academias militares el ajedrez debería ser una verdadera ciencia obligatoria, para que los jóvenes que aspiran a llegar a capitanes generales de sus ejércitos aprendan los secretos de la estrategia de guerra.

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Estos son ante todo en primer lugar el concepto del sacrificio para llegar al cumplimiento del plan para el triunfo: No se puede vencer sin correr el riesgo de perder parte de las propias fuerzas en hombres y equipo; o en el Ajedrez, el riesgo de perder peones y fichas claves, sobre todo caballos, alfiles y torres. En segundo lugar debe saberse que si el contendor tiene los mismos recursos, solo un plan superior en astucia y cálculo, puede llevar al triunfo.

En ajedrez, como en la guerra también, la oportunidad es clave para el triunfo. Estudiemos ciertos ejemplos históricos, recientes y antiguos.

En el caso infausto de Siria, tanto Israel, como Estados Unidos han descuidado de acosar oportunamente al régimen de Assad, a su secuaz Hisbolah y a su cómplice, Hamas, en Palestina. ¡Oportunamente quiere aquí decir temprano! La guerra de Siria tomó cuerpo, se complicó con nuevos participantes de Al Qaeda y la intervención se hizo tarde y poco menos que imposible.

El Presidente Obama, como ajedrecista del alta política es demasiado cauto e Israel es lerdo y lento en sus cavilaciones, dilatando así, sin fin, esta desgraciada situación.

Peor aún, Estados Unidos ha perdido su condición de potencia suprema al haber sucumbido ante Rusia y China en esto de defender la humanidad en Siria.

También Estados Unidos ha perdido la iniciativa en el conflicto de Ucrania. El gran estratega Putin ha puesto un jaque magistral a Occidente logrando el ingreso de Crimea a la Federación Rusa, y ha planteado que se establezca una Ucrania neutral y federativa, para lograr que las ciudades rusas de Ucrania obtengan independencia y mantengan sus vínculos culturales con Rusia. Los rusos han sido muy buenos jugadores de ajedrez y también en sus guerras contra Napoleón o Hitler dieron pruebas de ser muy buenos estrategas.

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Hay otros muchos casos históricos que ilustran la estrategia del ajedrez:

Este es por ejemplo el caso de Charles d’Anjou Rey de Nápoles y Sicilia en la gran batalla de Tagliacozzo, cuando, con inferioridad de fuerzas contra Duque Conradino de Suabia, legítimo heredero del reino de Sicilia, ocultó detrás de una colina una reserva estratégica de mil caballeros cruzados, y sacrificó buena parte de su ejército, inclusive su mariscal de campo, Henry de Courances, para después, oportunamente, sacar a relucir sus caballeros veteranos y exterminar a sus contrarios, cuando habían desmontado para saquear el campo batalla del que se creían triunfadores. Este mariscal es simbólico como caballero del ajedrez, sacrificado en batalla.

En esta época de 1268, los príncipes practicaban el ajedrez como escuela de estrategia. Se leía entonces mucho al gran estratega romano Vegetius y se estudiaban los tratados sobre el ajedrez para aplicar su ciencia al campo de batalla. Astucia en estrategia y en ajedrez, quiere decir capacidad para engañar al enemigo, en cuanto a la meta inmediata en el proceso de buscar ventaja en ubicación.

El cálculo de tiempo y lugar es asimismo crucial para el éxito: Cuál es el orden de los movimientos y su impacto es de vital importancia. ¿Qué hacer primero, y qué después? Esto es tanto en la guerra, como en el ajedrez, de extrema importancia.

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El Rey Charles de Anjou, Triunfador en las Batallas de Benevento y Tagliacozzo

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En estrategia militar es crucial saber si se ataca o defiende, de día o de noche, o sea si se juega con fichas negras y nocturnas o blancas y diurnas.

Grandes estrategas militares como Hernán Cortés o Gonzalo Fernández de Córdoba supieron ganar batallas en base a estrategias superiores.

Cortés atacó, ante todo como en el ajedrez, siempre al adalid opuesto en primer lugar, o sea al rey, véase Montezuma, o Coauhtémoc.

En la Noche Triste Cortés supo también apropiarse de la noche, como factor estratégico, al igual que antes, cuando derrotó a Don Pánfilo de Narváez en Veracruz.

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El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba supo combinar magistralmente sus piezas de ajedrez: la flota de navíos, y su muy invencible infantería con héroes como Diego García Paredes, para conquistar Nápoles, Sicilia y Calabria.

Para dar un ejemplo de estrategia de guerra, hoy en día, baste señalar que el terrible conflicto que se libra entre los rebeldes de Siria y su tirano, que causa muertes de inocentes por miles, y millares de refugiados, se podría haber solucionado con un jaque de ajedrez:

Para eso habría bastado a quienes desean defender los derechos de ese pueblo, al empeorarse del conflicto, que la OTAN enviase un ultimátum de vida o muerte al déspota, de una vez, con lo cual la matanza se habría acabado en un día. China, Rusia y ciertos países amigos del déspota de Siria habrían tenido que ceder si la superpotencia de Estados Unidos y la OTAN hubiesen mostrado valor resuelto para cumplir ese ultimátum. Porqué la OTAN o NATO? Porque habría sido vital imponer respeto a Rusia y China, para evitar

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la actual burla magnífica de la entrada de Criméa en la Federación Rusa.

Esto lo digo como ejemplo, porque en la estrategia del ajedrez hay que acabar con el rey contrario y nada más. Estrategia, sí, porque demanda una filosofía que establece la prioridad y norma de la acción a llevarse a cabo. Planteamientos como estos:

¿Desequilibro a mi enemigo evitando que se fortalezca y aísle con el “Enroque”?

¿Renuncio, yo mismo, al enroque para abreviar la lucha y lograr el mate del rey contrario?

¿Desoriento a mi contrario, distrayéndole con movimientos aparentemente absurdos, que le desvíen de sus bien estudiados y preparados ataques?

¿Libro una guerra defensiva y muy prudente, o más bien, me lanzo a un ataque que entraña inmensos sacrificios, con miras a un triunfo improbable, pero sorprendente?

¿Empleo una táctica, de salvar del sacrificio a aquellas piezas que manejo con mayor destreza, o una táctica de postergar la partida con dilatorias, hasta coronar una reina que antes fuera peón de brega?

Estas consideraciones fundamentales son las mismas que enfrenta un gran capitán general en toda guerra. Pero el Ajedrez va más allá del arte de la guerra, pues caracteriza sus personajes tal que en el gran teatro del mundo.

El Rey es poderoso en su importancia de ser el motor y la causa de la guerra, pero es lento aunque sabio, letal, pero siempre asistido por su guardia. Ante todo, el Ajedrez propaga una verdad monumental al poner a la reina como la guerrera implacable y exterminadora.

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Teodora Esposa del Emperador Justiniano

Más aun, el Ajedrez posibilita el ascenso de la pieza de menor importancia, el peón, hasta convertirse en reina, y permite la poligamia real sin tropiezos, con dos o más reinas. La Historia de los grandes imperios ha demostrado el acierto de estos conceptos, pues hay ejemplos maravillosos y espectaculares. Baste recordar a Teodora, la esposa de Justiniano, como la reina y emperadora que surgió de la marginación social y la pobreza, para convertirse en la rectora de los destinos de Bizancio y la salvadora de Justiniano en su peor hora. Fue hija de un domador de osos en el hipódromo de Constantinopla, engendró un hijo antes que Justiniano la conociera y se enamorara de ella, y en la revuelta de Nika, cuando todos los cortesanos pedían a Justiniano que huyera para salvar su vida, ella le

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insistió en que se quedara a defender su corona, y bajo su mando de ella, el gran Belisario exterminó a los revoltosos en el mero hipódromo famoso.

Isabel la Católica

Otras reinas del más noble y encumbrado origen han dado prueba también del acierto político del ajedrez, ante todo, Isabel la Católica que cerró España con la conquista del reino moro de Granada, junto a su esposo Don Fernando II. Ella galopó del uno al otro extremo del tablero ibérico, desde Toro, hasta Granada, aunque estuviera en cinta y próxima a parir.

Pero el ajedrez también personifica a los alfiles u obispos, con sus movimientos en sesgo, taimados y difíciles de descifrar.

En esto hay también mucha sabiduría. Véase cómo los Papas de Roma, con su astucia inconmensurable, esgrimiendo la excomunión,

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precipitaron a los emperadores, como el insigne Barbarossa, en guerras y cruzadas, o generaron conflictos guerreros como en la invitación a Charles d’Anjou para que se apoderara del reino de Sicilia, en contra de los derechos hereditarios de Conradino de Suabia, quien terminó degollado a los 17 años. Así son los alfiles, sumamente ladinos, pues de lado comen.

En cambio los caballeros en sus caballos son combatientes bravos y feroces, que galopan en circulares piruetas por el campo de batalla, amenazando a muchos al mismo tiempo y muriendo heroicamente en la refriega.

Y hacia el final de la guerra de reconquista, cuán importante lugar tienen los castillos y sus torres. Rememoremos la Historia de España y encontraremos muchos caballeros que murieron a caballo combatiendo, como Don Alonso de Aguilar en la sierra de Alpujarra:

-“Solo queda Don Alonso;

su compaña es acabada.

Pelea como un león,

mas su esfuerzo vale nada,

porque los moros son muchos

y ningún vagar le daban.

En mil partes ya herido,

no puede mover la espada;

por la sangre que ha perdido

don Alonso se desmaya;

al fin cayó muerto en tierra,

a Dios rindiendo su alma.

No se tiene por buen moro

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el que no le da lanzada....”

Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros

Y para alfiles u obispos astutos y combativos, baste recordar al Cardenal Jiménez de Cisneros como el regente que salvó al gran emperador Don Carlos I de la rebelión de los Comuneros, cuando éste heredó las coronas de Castilla y Aragón.

Y para torres señeras que validan los triunfos militares, baste mencionar el gran Castillo de Almodóvar en la rivera del Guadalquivir, cerca de Córdoba, donde primero estuvo hospedado Pedro I, el rey cruel, y más tarde también su hermano de padre y quien le dio muerte, Don Enrique II de Trastámara.

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Valga ahora poner en soneto esta divisa del juego ciencia:

El Ajedrez y la Guerra

Juguemos la partida de Ajedrez

y aprendamos el arte de la guerra,

que, en sus hondas entrañas, se encierra

desde antaño, por siglos, a través.

No gana, quien de sus huestes se aferra,

pretendiendo, preservarlas cada vez.

Triunfa, sin querer, la intrepidez,

de fingir, que por matar, se yerra.

Una parca ventaja hay que lograr

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y sin fin, ni temor, sacrificar

los caballos, alfiles y peones,

hasta la reina y todas las legiones,

para, al fin, al otro rey arrinconar,

y a mansalva, su muerte propinar.

El ajedrez es un juego milenario, inventado por un sabio en estrategia. Representa un campo de batalla, con personajes de los tiempos de la monarquía. Hay tanta sabiduría en el ajedrez, que aún hoy día es la mejor escuela de estrategia. En la Edad Media, se lo consideraba esencial en el aprendizaje del arte de la guerra. La reina de Inglaterra Leonor de Castilla y Ponthieu, esposa de Eduardo I Plantagenet, escribió un tratado sobre el Ajedrez en la segunda mitad del siglo XIII, al tiempo que leía el tratado sobre la guerra de Vegetius.

Reitero que hay batallas de aquel tiempo, que semejan unas partidas de ajedrez bien jugadas, como las Batallas de Evesham (Henry III), Lewes (Simon de Montfort), Benevento (Manfredo/ Charles d’Anjou), y Tagliacozzo (Charles d’Anjou/Conradino). Siempre se trató en ellas, de ultimar al rey o a su gran contendor.

La destreza estratégica del ajedrez puede aplicarse a toda situación de enfrentamiento, competencia y combate, incluyendo la lucha por el dinero en los negocios empresariales. Desde luego, en el ajedrez hay que respetar sus reglas claves, que consisten en que trampear es peor que perder, y que hay que esperar la movida del contrario para juzgar bien la propia. En la lucha empresarial hay que respetar las leyes del país y el derecho internacional.

Lo primero que inspira la guerra es el exterminio del contrario, en defensa de la propia vida. Por eso nunca debe haber misericordia, ni

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compasión, a no ser que el opositor se rinda o se suicide. Por lo tanto, no hay perdón, ni olvido. El perdón es siempre contrario a derecho, que demanda que todos debemos responder por nuestros actos, para bien, o para mal. Para bien, cuando nuestros actos nos deparan el triunfo; para mal, cuando nuestros actos nos llevan a la derrota y a la muerte. Cuando se está en guerra, no importa perderlo casi todo, si con ello se obtiene el triunfo. Así es también en el ajedrez. En el campo de batalla, al igual que en el tablero de ajedrez, sólo están los combatientes. Por eso es abominable y criminal el matar a los no combatientes: mujeres, niños, ancianos, ciegos, heridos, cojos y tullidos. El honor lo impide, y sería mejor morir, que hacerlo mal. El ajedrez demanda, así mismo, rectitud.

Es esencial en la estrategia, tener desde el inicio de la guerra, un plan: Jugar a la defensiva, o más bien atacar. Ser el primero en agredir, o sea jugar con fichas blancas. O ser quien para el ataque, igual que en la esgrima también, o sea, jugar con negras.

Es vital no desperdiciar, ni precipitar un movimiento, porque el camino del triunfo es austero y no permite dilapidar, ni tiempo, ni fuerzas y menos que todo, la oportunidad. Esto implica que jamás se debe dar paso atrás, una vez que se ha embarcado en el cumplimiento de un plan bien preconcebido. Es rarísimo ganar, si se ha reculado.

En esto cabe una aclaración: Es malo creerse bueno y triunfador, si el contendor no es coteja de respeto. Hay que vencer al más poderoso enemigo, para merecer la prez de la victoria, la corona de laureles.

Mas como los humanos somos imperfectos y defectuosos, el mejor contendor en ajedrez es la inteligencia artificial de una computadora u ordenador, que no comete error alguno, nunca falla, no da paso atrás y jamás desperdicia una movida. El ordenador, al más alto nivel, es inmisericorde: respeta las reglas, no trampea, es frío y totalmente calculador, hasta siete o nueve movidas en profundidad. Así ha de ser también nuestro peor enemigo, al que tenemos que vencer.

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No sirve sólo el valor, ni la temeridad: Hay que catar siempre el peligro inminente, antes de avanzar en un movimiento.

Se debe, eso sí, poner al rey a buen recaudo, enrocando oportunamente. No hacerlo es también, excepcionalmente, un recurso estratégico. La oportunidad es algo especial, que debe supeditarse a otro principio estratégico fundamental: Se debe ser imprevisible, hasta el punto de ser impredecible. Pero el contrario será igualmente incalculable a primera vista. Por eso nunca se puede, ni debe guerrear de manera convencional y clásicamente formal, si se quiere ganar. Peor aún, contra el ordenador, que tiene en su memoria todas las partidas de los grandes maestros del ajedrez, y las usa en contra de uno, con sistemática precisión: Esto exige sacrificio.

Sacrificio en la guerra o los negocios empresariales demanda esfuerzo mental, pérdida de fichas claves, o en su paralelo empresarial, inversión de dinero, acaso a fondo perdido en gastos y costos.

Pero el ajedrez también nos enseña a catar los personajes contra quienes batallamos. Esto es fundamental. Nuestros opositores son, los más importantes, ciertas parejas peligrosas. Comencemos por los viles y perversos alfiles, u obispos. Ellos atacan en sesgo y socapadamente, se hacen invisibles, y emparejados, cubren el campo de batalla sin dejar escape. Así en la vida real, los personajes sacerdotales se caracterizan por su velada forma de atentar, su duplicidad e hipocresía, y su peligrosa manera ocultista de ejercer el poder.

En el mundo empresarial hay también alfiles recónditos que tienden sutiles trampas dialécticas en que pueden hacernos caer de bruces. Son quienes predican prudencia, cautela, virtud, para desacreditar la pujanza de los verdaderos emprendedores, aunque ellos secretamente cometan viles atropellos. Sí, devoran de medio lado y siempre quedan bien, del lado de la virtud inviolada: Peligrosísimos enemigos que se deben apreciar en su nefasta importancia. ¡Cuánta sabiduría esconde el ajedrez!

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Otra pareja enemiga sorprendente son los caballeros, aunque se diga y nombre la cabalgadura, por su jinete: el caballo. Los caballos se mueven en piruetas, amenazando en círculo a cuatro extremos a la vez. Esto es maravilloso. Son pasmosos atacantes al comienzo, e incansables defensores al final. Mueren heroicamente siempre. Son tales como el Amadís de Gaula. Rara vez que al final de la partida estén todavía cabalgando. Por eso es penoso perderlos, cuando propios, y son tan temibles, cuando ajenos. En el mundo empresarial hay también este tipo de ejecutivos, que si son nuestros contendores han de ser capaces de pasarnos con sus lanzas, o mejor dicho llevarnos a la quiebra, si no precavemos. Por eso, hay que identificarlos.

Las rocas o torres en cambio, son refugios, protección y baluarte, que al final nos amparan de la derrota y, si hacemos buenas salidas de la torre del homenaje o bastión, y disparamos acertadamente desde sus matacanes nuestras flechas y dardos, podremos ganar la batalla.

Así mismo, como enemigas, las torres son harto inexpugnables.

En la lucha empresarial torres son sus inmuebles y sedes, sus activos ilíquidos que les dan solidez, prestancia y magna apariencia, sus acopios de materia prima, sus máquinas y demás grandes signos de poder. Los bancos típicamente basan su credibilidad en la apariencia inconquistable de sus sedes.

Por último, cabe rememorar a los peones de brega del ajedrez, el personal en las empresas, mal pagados, ignorados, exigidos y apurados a rendir. En el ajedrez, cuando el peón llega a la cumbre, que es el lado opuesto del tablero, cambia de sexo, y se convierte en reina.

En el mundo empresarial a veces vemos un peón que habiendo llegado a la cumbre, ha cambiado de sexo, o al revés, ha cambiado de sexo, para llegar a la cumbre.

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Esto tiene su revelación, pues indica que aún el más nimio peón puede llegar a lo más alto, siempre y cuando cruce el campo de batalla y llegue incólume al lado opuesto, y con ello asegure el triunfo de su bando.

El ajedrez simboliza la lucha por la vida ante la inmutable Parca con su guadaña filuda. La estrategia del ajedrez debería ser la norma para la estrategia militar. Los generales de la Alianza en Irak y Afganistán no han sabido ganar estas guerras, porque las han batido a medias, comiendo fichas, sin ton ni son. Tan a medias, que hasta hoy no aciertan a encontrar los escondites donde se guardan acopios ingentes de explosivos y de armas en el Irak; y recién ahora, por fin, han logrado hallar y ultimar al enrocado rey de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Más vale tarde, que nunca.

Pero en general puede decirse que las grandes potencias occidentales llevan adelante una guerra a medio fuego en aquellos dos países, sacrificando soldados valientes, desperdiciando oportunidades, dando paso atrás en muchas circunstancias, sin un plan para un triunfo definitivo.

En el caso de Siria, es necesario que los Estados Unidos, Israel y Europa aprovechen la oportunidad estratégica para apoyar a los rebeldes de ese país con todos los medios. Esto no se ha hecho a cabalidad, demostrando la inexistencia de una estrategia.

Las reticencias de Alemania, indican que la Canciller Angela Merkel, no tiene las grandes dimensiones de otros estadistas estrategas, para dar su apoyo incondicional a la Alianza Atlántica a que ayude a los movimientos libertarios en el mundo islámico y logre así su incondicional amistad.

Los militares de la alianza atlántica están minados por las consideraciones políticas y remilgos inexplicables de sus autoridades civiles. Ciertos socios europeos timoratos debilitan la alianza,

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Alemania en particular, debido, sin duda, a las rémoras que le ha dejado su espantosa derrota en la segunda guerra mundial.

Estos errores estratégicos son imperdonables. No se puede ganar una partida de ajedrez o una guerra si se dejan sanos a los alfiles y al rey, contrarios, mientras sólo se cuida que nadie patee el tablero, con un atentado terrorista.

¡Hay que volver al tablero de ajedrez del alta política, pero con una buena estrategia, y pensando dos veces, para poder triunfar!

Los Imperativos del Ajedrez:

1. Exterminar al Enemigo sin Misericordia; dar jaque mate al Rey!

2. No hay Perdón, ni Olvido;

3. Nunca dar un paso atrás;

4. Nunca desperdiciar un movimiento:

5. No importa perderlo casi todo, si se va a ganar;

6. Vital es tener un Plan desde el Comienzo:

7. Nunca mover convencionalmente;

8. Hay que tratar de ser Impredecible;

9. Siempre catar el Peligro inminente;

10. Primero es poner al Rey a buen recaudo;

11. El Peón cambia de sexo, para ser Reina;

12. Nunca se expone la Reina al comienzo;

13. El Caballero es amenaza cuádruple;

14. Los Alfiles son pérfidos y matan en dúo, a mansalva;

15. Las torres juntas pueden ser derrotadas por la Reina;

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16. Hay combinaciones de Caballero, Rey, Torres y peones, que se tornan invencibles.

17. Hay que desbaratar parejas peligrosas: Alfiles, Caballos y Torres.

18. El mejor contendor es siempre la computadora;

19. Nunca jugar sino a nivel 10.

20. El Ajedrez es la lucha por la vida y toda guerra es una partida de ajedrez.