AG - La anomalía argentina

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    La anomala argentina (Estado,

    corporaciones y trabajadores) 1

    Adolfo Giy

    1.

    Por su magnitud, su selectividad y su tecnificacin, l nivel dela represin ejercida por la dictadura de las Fuerzas Armadasargentinas entre 19% W983 supera cualitativamente todos losantecedentes conocidos enelpas y en Amrica Latinad Estalocura homicida

    del Estado no puedeexplicarse, dadosu carcter institucional, duradero,planifcadoymet- djco, por los "excesos" de algunos jefesmilitares, por los rasgos psicolgicos o por las cualidadesintrnsecas de la funcin militar. Ella est indicando un ipoespecifico de crisis en el Estado que la engendra, qeloconduce aviolarsuspropiasyseversimasleyes represivas y avolverse institucionalmente patrocinador, organizador y,finalmente, monopolizador de la "violencia ilegtima",clandestina, ilimitada, hasta tocar las fronteras dondecomienzan los sntomas de descomposicin y deautodestruccin de los organismos y los individuos que sonsus portadores. 2

    En lo que sigue tratarde indagar en los orgenes, eldesenvolvimiento y las derivacins d esta crisis, para poderacercarme a una caracterizacin de su especificidad, aunadeterminacin de su grado de permanencia y a una

    1 Una versin ms extensa de este trabajo fue presentada por el autor en el"Sem inario sobre ]a teora dei Estado en Amrica Latina", realizado por et

    Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autnoma deMxico en febrero de 1984.. * Entre la literatura sobre el tema posterior at restablecimiento del rgimenconstitucional en Argentina,destacanM(nccM

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    explicacin de la racionalidad de com- . portamientos enapariencia irracionales y aberrantes por parte de individuos yorganismos que concentran el poder del Estado y surepresentacin ante la sociedad.

    2.Constituida la nacin tempranamente sobre la base delpredominio indiscu tido de las relaciones de produccincapitalistas; con una alta tasa potencial de acumulacindebida a su insercin especfica como poderosoagroexportador en el mercado mundial dominado por elimperialismo britnico y a la relativa homogeneidad.Inicial desu clase dominante, la burguesa agraria o burguesapampeana; con una fuerza de trabajo urbana (y aun rural)provista fundamentalmente por inmigrantes y por trabajoasalariado; sin importantes resabios precapitalistas en sueconoma y en sus relaciones sociales, la sociedad argentinaconoci rpidamente, desde la formacin del Estado modernoy su consolidacin en los aos 80 del siglo XLX, una ntidadefinicin de clases y una centralidad manifiesta y visible parala propia sociedad del enfrentamiento entre capital y trabajo.

    Esta centralidad se presenta no slo en las huelgas obreras

    de las dos ltimas dcadas delsiglopasado, en la tempranaaparicin deun partido obrero de c!ase,'el Partido Socialista,fundado en 1896, y en lamultiplicacin de las organizaciones ylos peridicos anarquistas^ sino tambin en la igualmentetemprana apaiicin de la huelga general comocuestionamiento objetivo y global de la clase obrera al Estadoen cuanto "relacin social y aparato institucional"^ Los tra-

    3 "Dentro de este proceso de construccin social, la formacin de] Estadonacional supone a la vez la conformacin de la instancia poltica que articula ladominacin en la sociedad y la materializacin de esa instancia en un conjuntointerdependiente de instituciones quepermiten su ejercicio. La existenciadelEstado se verificara entonces a partir del desarrollo de un conjunto deatributos que definen la 'estadidad' la con- , dicin de 'ser Estado' es decir,el surgimiento de una instancia de organizacin del poder y del ejercicio dladominacinpolitica. ElEstadoes, deestemodo, rlacinso- cialy aparatoinstitucional". Oscar Oszlak, LyorfnccMnfMEsadoafgenMno, EditorialdeBelgrano, BuenosAires, 1982, p. 15. Enetprlogoaestaobra, elautorrecuer- daqueeneste periodo formativodel Estado argentino "seestaban conformando,influ- .. yndosemutuamnteensudesplieguehstrico, unsistemadeproduccin,unmeroa- do, una estructura de clases y un estado nacional".

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    Por otra parte, el Estado argentino se constituye tempran mente como unarelacin social especfica, una relacin del capital. Convienerecordar aqu estaobservacin de

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    bajadores argentinos realizan su primera huelga general en19024 y desde entonces este mtodo de lucha y esta f orm ade organizacin de su conciencia colectiva no desaparece msdla sociedad argentina y del conjunto de relaciones socialesen que se funda y que son normadas por el Estado en cuantoespecfico marco de la relacin de dominacin/subordinacinen dicha sociedad s

    En la organizacin dla nacin y del Estado y la constitucinde su clase dominante la burguesa pampeana, los dueosde la tierra, el ejrcito argentino tuvo un papeldeterminante: con la "conquista del desierto", nombre quetom la guerra de exterminio contra las poblaciones indgenasde la pampa y el apoderamiento de esas tierras, fuente de uadlas ms fabulosas rentas agrarias concebibles, por losmiembros dla clase dominante en consolidacin, ese

    John Holloway y Sol Picciotto en CapaZ, crisis y Esao, en "Estudios Polticos",Mxico, vol. 3, abril-junio 1984, nm. 2;"ElproblemanoessmplementecolocaralEsta- do en el contexto de ta reiacinentre las ciases dominantesy dominadas, sino colocarlo en e! contexto de ia

    forma histrica tomada por aquella relacin en lasociedad capitalista, la relacindel capital. Por consiguiente, los puntos de partida para una teora del Estado nodeben radicaren )a especificidad dlo poltico ni en el predominio de lo eco-nmico,' sino en la categora materialista histrica de la relacin del capital".

    ^ josFancttieri, ios ra^a^odo rus, Centro Editor de Amrica Lat na, 1982(primera edicin, 1966), p. 147. En el mismo volumen, p. 138,aparecelasiguienteresolucin adoptadapor el cuarto congreso dla UninGeneral de Trabajadores, deorientacin sindicalista, reunido en Buenos Aires endiciembre de 1906:

    "Considerando: que 1 a huelga general as un arma genuinamente obrera y lams eficaz para la defensa y ataque en favor de sus propios intereses y endetrimento de la burguesa, por cuanto va a henria en la base fundamentaldess dominios, osea su preeminencia en el campo de la produccin.

    "Que ella tiene la virtud, como ninguna otra arma, de colocar frente a lasclases en pugna provocando una situacin de hecho que revela en la forma msevidente a los trabajadores el profundo antagonismo de intereses que dividen alas mismas.

    "Que la huelga general robustece el espritu de lucha acrecentando laconciencia y fortaleciendo la organizacin obrera.

    "Por todas estas consideraciones, el IV Congreso declara quela huelga generales un arma superiormente eficaz, y aconseja al proletariado capacitarse yejercerla, no debiendo ponrselelmitede ninguna el ase, pues ella debesurgirespontneamente en ios momentos y circunstancias que sea requerida".

    s "La huelga general es un pasajeobligado y decisivo en la formacin de laconciencia de clase, porque es el paso de los movimientos por el precio de lafuerza-de trabajo dentro de la organizacin social capitalista hacia la

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    contraposicincomo c/asee; eon- /uno a dicha organizacin y a su Estado".Adolfo Gilly, Por o;7os /os caminos/7, Editorial Nueva Imagen, Mxico, 1983, p.272. Sobre la relacin de dominacin/ subordinacin y sus normas me refiero enmi ensayo "La historia como crtica o como discurso del poder", en CarlosPereyra y otros, Rtsorta para qu?, Siglo Veintiuno Editores, Mxico, 1980, p.195.

    ejrcito contribuy a engendrar a sta a partir de iareconversin de la burguesa comercial-portuaria deBuenosAires y a echar las bases de su renovada hegemona sobre lasfracciones de terratenientes y burgueses en formacin delinterior del pas. Con el desarrollo de la industria enBuenosAiresylaextensin dlas relaciones salarialesen la produccinagropecuaria y en particular en las grandes extensionesganaderas, ese ejrcito recicl naturalmente su funcin y pas,de la guerra de exterminio contratos indgenas, a la represindirecta de los movimientos y huelgas de los asalariados. s Unode sus momentos culminantes fue la masacre de lamanifestacin obrera del 1 de mayo de 1909, con ochoobreros niuertos y cuarenta heridos, respondida con unahuelga general que se extendi durante una semanaentera.? '' . -

    ^ Al referirse a las guerras civiles en las cuales se constituy la inicialconfiguracin de clases dominantes en el Estado argentino, Oscar Oszlak, op.cit.,p. 256, cierra su libro con el prrafo siguiente; "Hay un sino trgico en esteproceso formativo. 'La guerra hizo al Estado y el Estado hizo la guerra'. La 'uninnacional' se construy sobre ta desunin y el enfrentamiento de pueblos ybanderas polticas. La unidad nacional fuesiempre el precio de la derrota deunosy 1a consagracin de privilegios de otros. Y el Estado nacional, smboloinstitucional de esa unidad, represent el medio derutinizar la dominacinimpuesta por las armas".

    Sobre la guerra de exterminio contra los indios, en Dayid Vias y CesarFernandez Moreno, "Une chronologieetquatorze notes propos del'Argentine",es Temps Medentes, Faris, julio-agosto 1981, nm. 420-421, (Nmero especial:"Argentine entre populisme et militarisme"), escribe David Vi'as que ella puedeinscribirse:

    "... en una sincrona latinoamericana que va de la eliminacin de los indiosyaquis de Sonora, en Mxico, bajo Porfirio Daz, a la persecucin de los m ayas

    entre la dictadura guatemalteca de Justo Rufino Barrios (1871-1885) y la tiranadeEstrada Cabrera (1898-1920), pasa por la sujecin implacable de los indiosdla Amazonia colombiana enla poca dla "guerra dlos mil das" (1899-1902),conoceia aniquilacin de laregin brasilea deCanudosqueserealizdurantelarepM&McaueZ7ta delosmarisc- les brasileos Da Fonsecay Peixoto, y llega hasta la derrota del cacique Wilka ante el ejrcito boliviano yla'pacificacin'de los araucanos en el sur de Chilequesedebe al coronel ComelioSaavedra y a sus lugartenientes". Vias anota tambin que "no en- contramos enninguno de los textos que organizan el conjunto de la 'conquista del Desierto'

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    ninguna vacilacin en considerar a los indios como los enemigos por excelencia,culpables e ineluctablemente condenados". Ver tambin Carlos Alberto Brocat,"Golpismo y militarismo en Argentina", Cuadernos Jai Sur, Editorial Tierra delFuego, BuenosAires, nmerol, enero-marzo 1985. Sobreejrcitoypoltica, verAlainRouqui, Poder mMar y sociedad poZfMca en ArgenMnc, Emec, Buenos Aires,1981- 1982 (2 vols.) y Osvaldo Bayer," Arme argentine", en el nmero citadod'Les Temps Moderna?.

    7 JosPanettieri,cM.,ps. 154/157. ElcoronelRamnFalcn, jefedepolica queje-Cut esta represin, fue muerto el 14 de noviembre de ese mismo ao por labomba deCUADERNOSDELSUR4 9

    Sera esquemtico y unilateral reducir el papel del ejrcito

    argentino a esa funcin decisiva en los orgenes dlaacumulacin originaria y en la preservacin de las relacionesde dominacin y acumulacin capitalistas (del proceso devalorizacin de), capital), sin considerar lacomplejidad dessotras determinaciones enlasrelacionesy conflictos entre ladiversas fracciones de la clase dominante y sus relacionesconlosdominados. Pero tambinloserapasarpor alto lari-gurosa continuidad entre esos orgenes y la formacin de suconciencia, tradicin y pensamiento de casta y de corporacindeterminante en cada perodo del Estado y de la sociedadargentina.

    Una similar continuidad en sus tradiciones y sus doctrinasmanifiesta, por ejemplo, el ejrcito chileno desde, digamos, lamatanza obrera de Santa Mara de Iquique aprincipios de

    siglohasta el derrocamiento de Salvador Allende. Pero aquentra esa importante de- terminaciitpara el Estado y para elejrcito que Ren Zavaleta denomina su momsnc Y esteejrcito, si bien tuvo tambin su equivalente de la "conquistadel desierto" argentina en la guerra contra los araucanos(mucho ms dura y exigente para los militares chilenos que laque les toc a los argentinos), registra como sus momentosconstitutivos dos guerras victoriosas; la primera en 1839contra la Confederacin Peruano-Bolivian a del mariscal Andrsde Santa Cruz; pero sobre todo la segunda, la Guerra delPacfico o "guerra del salitre" en 1879 contra Per y Bolivia,mediante la cual el Estado chileno termin de constituir suespacio geoeconmico capitalista definitivo.9 Si se excluye con razn la ingloriosa agre-

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    un joven obrero anarquista, Simn Radowitsky, quien aos despus particip enla primera poca delarevotucin rusay enlarevolucin espaoladel936.ElcoronetRa- mnFaton tiene unmonumentoenlos "hermosos barrios" deBuenosAires, frenteala Recoleta. El anarquista Radowltski todava no tiene el suyo en losbarrios obreros.

    s VerRenZavaletaMercado,"ElEstadoenAmricaLatma",contribucinalpre-sente volumen colectivo.

    9 "Sita Guerra delPacficoeslaprimeraenquetoscapitalistaseuropeos (yenesteca- so en menor grado norteamericanos) toman abiertamentepartido enfavor de Chite y contra la alianza peruboliviana ta alegacin de que el gobiernode Santiago es slo el agentedesusinteresespareceporlo menos exagerada:laconquistadelnortesaHtrero significa una ventaj a muy Importante tambin paratos sectores dominan tes de 1 a vida chilena" (Tutio Halperin Donghl, HsoricCongmporttea e Amrica Lane, AtianzaEditorial,Madrid, 7a. ed., 1979, p.217).

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    sin contra el Paraguay en la guerra de la Triple Alianza

    (1865),' ninguna victoria similar registra el ejrcito argentinoentre sus m- mentosconstitutivos, marcadospordosgenocidios: la guerradel desierto y la guerra del Paraguay.

    Espreciso aqu al menos mencionar, en la conformacindelEsta- do argentino, la presencia de la otra institucincorporativa que asegura, junt con el ejrcito, la continuidad y

    la estabilidad de la relacin de dominacin/subordinacin en lasociedad argentina, la Iglesia catlica. Dadala peculiardebilidad social de liberalismo argentino (cuyas raceshistricas no se examinarn aqu)) sus repre- . sentantesconcilian tempranamente sus convicciones con la aceptacindel catolicismo como religin oficial del Estado y como religinconstitucionalmente obligatoria del presidentede la Repblica(salvo el derecho constitucional a la libertad de cultos para losciudadanos) y la aceptacin de la preeminencia de los preladosde la Iglesia catlica en dicho Estado. Esa preminencia seobserva hasta el da de hoy en el lugar destacado que ocupanla liturgia catlica y sus obispos y cardenales en los actosoficiales del Estado argentino, o en < el hecho singularmenteanacrnico de que Argentina sea una de los poqusimos pases

    "occidentales" que no reconoce el divorcio en sus leyes civiles.Esta abdicacin del liberalismo argentino hi?o que, tambintempranamente, los portadores del anticlericalismo no fueranlos burgueses liberales sino los artesanos, intelectuales yobreros anarquistas y socialistas.

    "Frente a] Paraguay se levantaba ta T ripie Alianza de) Imperio, ta Argentinay l Uruguay (...). La conquista iba a ser menos fcit que la distribucin de tosdespojos; el herosmo paraguayo asombr al m undo: a travs de cinco aos deguerra et pas perdi a casi toda su pobtacin adulta masculina. (...) la Argentinamantena una apariencia de unidad interna slo gracias al arte poltico de Mitre,pero si ste haba logrado neutralizar a Urquiza no haba podido impedirlarebelin de los reclutas entrerrianos ni, luego de las primeras dificultades en lalucha, un atzamiento federal queconmovi a todo el interior (1866-1867)". Esta

    guerra fue as resistida con alzamientosy subleva- cionespor unapartedelosargentinosy con susescritospor algunosdesus intelectuales. "De esaguerra que le oblig a organizar un ejrcito de varias decenas de miles dehombres, reiteradamente diezmado por la guerra y las epidemias laArgentinasali deshecha y rehecha" (Tulio Halperin Donghi, op.d., ps. 247-248).

    Osvatdo Bayer, art, cit., escribe: "La guerra contra el Paraguay fue conducidacomo una expedicin imperialista y no como una empresa de reivindicacin o detibera- cin. Lasmotivacones, tos intereses ingleses defendidos,lasconquistasobtenidasyel trato infligido al puebto paraguayo presentan las

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    mismas caractersticas que las guerras coloniales libradas por ios pases europeoso por Estados Unidos". Numerosos escritores y polticos dla izquierdasocialista y

    nacionalista argentina comparten hoy esta opinin.

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    La corporacin eclesistica, estrechamente unida a laoligarqua terrateniente, estableci una perdurable alianza,casi simbitica, con la corporacin militar, provey suscapellanes a las fuerzas armadas y ampar ideolgicamentesus empresas. La degradacin final de esta funcin se cumplidurante la dictadura militar de 1976- 1983, en la cobertura yla complicidad de la jerarqua de la Iglesia con losdesaparecimientos y la tortura y hasta en la participacin di-recta en esta ltima de algunos sacerdotes catlicos (junto

    con el asesinato de otros por las fuerzas de la dictadura: perostos fueron los marginales, mientras la alta jerarquaeclesistica se aline sin vacilar con las fuerzas represoras).

    . 3 .

    Desde la conformacin del Estado nacional, una claseconquista y mantiene una duraderacentralidad entre losdominadores en la formacin econmico-social argentina: lagran burguesa agraria, o burguesa pampeana, u oligarquaterrateniente, cuyo ascenso y consolidacin coinciden con suimbricacin con la hegemona del imperialismo britnico en elmercado mundial. Este sector social, pese a todos los avatarespolticos e institucionales posteriores y al ocaso de lahegemona de sus grandes socios extranjeros iniciales (los

    britnicos, aquellos con los cuales se senta por intereses,porforma- cin, por educacin y por gustos casi una mismaclase), ha logrado preservar esa centralidad hasta nuestrosdas. ^ Ellase afirma tanto en el predominio de las relacionessalariales es decir, capitalistas a travs de las cualesextrae el plusproducto de sus trabajadores, como en el controlde la fantstica renta diferencial de la pampahmeda. Lasinversiones extranjeras, tambinpredominan-

    n Guillermo O'Donnell, EZ Eso^o burocrMco OMoWoWo, EditorialdeBelgrano, Buenos Aires, 1982,ps. 224-225, subraya la perduracin deesacentralidadal sealar dos diferencias del Estado argentino en la poca delgobierno de Ongana (1966-1970) con respecto a otros gobiernos militarescomparables: "Una es el grado relativamente alto de autonoma frente alEstadoy las clases dominantes del sector popular (incluso, muy especialmente, dlaclase obrera), ligado a un alto grado de activacin poltica y capacidadorganizacional, pero junto con orientaciones que, a travs de sus principalescanales los sindicatos y el peronismose mantuvieron ideolgicamenteadentro delimites capitalistas". (...)"Lasegunda diferencia, tambin emergentedela especificidad de la estructura de clases argentina, es la extraordinariacentralidad de una burguesa agraria a la que en definitiva la gran burguesa, apesar dehaber parecido a punto delograrlo,

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    nopudosubordinarsuspropiospatronesdeacumulacin". Volver sobre esto en loque sigue.

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    teniente britnicas, en ferrocarriles, electricidad, telfonos,puertos^ frigorficos, complementan esa centralidad, mientrasya en la segunda dcada del siglo y sobre todo durante laprimera guerra mundial una todava dbil burguesa industrial(en industrias de trasformacin para el mercado interno) y unapequeoburguesa urbana emergente, junto con la actividadde la clase obrera, ponen en cuestin la hegemonagubernamental de los representantes polticos de aquella

    clase, los conservadores. Apoyado en esas fuerzas y a favor deesos cambios accede a la presidencia de la repblica en 1916por primera vez el Partido Radical, con su caudillo histricoHiplito Yrigoyen. '' Pero llegar al gobierno, si bien permite introducir cambios enlas polticas (aranceles, fomento industrial, salarios, formas degestin de la fuerza de trabajo), no significa alterar ladominacin central Estado, asentada tanto en la /MW^cicM yen la co-

    los lazos entre el alto personal burocrtico del Estado ylos la tierra (la es slo un caso de laperdurabili-

    esos lazos) y en la funcin invriada de las fuerzasarmadas. La intervencin directa de ejrcito y marina sigue

    siendo inmediatamente funcional pese a la red demediaciones polticas del populismo temprano yrigoyenistaal control de 1 )s asalariados, aun a costa de tener mayorautonoma con respecto a las polticas del gobierno que a lasnecesidades de las clases poseedoras en sus intervenciones enprimera persona en los conflictos entre capital y trabajo*. Lasrepresiones sangrientas de las huelgas de la Semana deEnerode 1919 en Buenos Aires y de las huelgas de la Patagonia en1921^ son, eptre muchos otros, episodios que ratifican estaconstante durante ls gobiernos radicales de 1916 a 1930, pordebajoy a travs de todas las mediaciones que presupona elapoyo popular con que contaba Yrigoyen.

    La crisis de 1929 crea las condiciones para que nuevamente laburguesa agraria, pese a ser minoritaria electoralmente,intente restablecer al nivel del gobierno y del Estado lacentralidad que no ha perdido en la economa ni en ladominacin de clase. Por primera

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    12 Osvaldo Bayer, a Pangonia rebeMe, Editorial Nueva Imagen, Mxico, 1980,presenta un vivido relato de esta represin, cuya esencia ha podido sertrasladada con notable fidelidad a la pelcula del mismo nombre.

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    vez desde la organizacin nacional el ejrcito intervienedirecta- mentepara resolver a favor de los dueos de la tierra,con un golpe de Estado militar, no ya un enfrentamiento conlos trabajadores sino un conflicto entre diferentes fraccionesde las clases poseedoras. Con el golpe del general JosEvaristo Uriburu, el 6 de septiembre de 1930, el ejrcitoagrega a su funcin de garante ltimo de la relacin dedominacin, la relacin uey%caZ entre dominadores ydominados en la sociedad capitalista, la funcin de arbitro en

    la relacin ToW- zona/, los conflictos polticos en el seno delos dominadores o clase dominante. Ya nunca ms se retirarde esa funcin, en primer plano o entre bambalinas.

    Esto tiene que ver con la de&Maa! econmica relativa de laburguesa industrial dentro del bloque de las clasesposeedoras, la deMi'dad poK%ca y la /uerza ecoMdw:ca i/cu^MfaZ relativas de la burguesa agraria en el mismo bloque,ms ia^t/erza .s'oca/ relativa de los trabajadores con respectoa los poseedores, combinada con su escasa representacinpoltica propia y con su consiguiente carencia depoder deatraccin sbrela conducta cambiante de una numerosapequeoburguesa urbana (trabajadores independientes yempleados asalariados mentalmente asimilados a ellos)afectada, tanto como los trabaj adores de la industria y del

    agro, por la severidad de la crisis mundial.Como se sigue de lo anterior, debilidad y fuerza de cada uno

    en cada terreno no son variables independientes sinofunciones de las condiciones respectivas de los otros sectoressociales, todo lo cual da mayor vuelo a la autonoma relativade las fuerzas armadas como corporatoa en el Estado y lasociedad. Esta situacin, a travs de diversas combinacionespolticas y de poder, continuar siendo una constante de lavida poltica argentina, en l cual las mediaciones y losequilibrios en el "mercado poltico"^ estn alterados por elpeso desproporcionado de los dueos Je a rea agraWa conrespecto a los dueos de/ cap^aZ en la clase dominante, y delos o&fe- ros M&MWaZes con respecto al conjunto dlosasa/anados t/ ra&a^a- dcres ndepend^enes entre las clasesdominadas.

    En las elecciones de 1932, gracias al veto a los radicalesimpuesto por las fuerzas armadas (veto que anticipa el que apartir de 1955 y

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    Tomolaexpresin deJuanC.Portantiero, "TransicinydemocraciaenArgentina:un trabajodeSisifo?", CuadernosdeMarcTta (segundapoca), aoIV, nm. 22,Mxico, julio 1983.

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    hasta 1973 impondrn a ios peronistas), vuelven al poder losconservadores en lapersona de un general, Agustn P. Justo.Este poder se renovar en 1938, esta vez mediante el "fraudepatritico", y lo perdern definitivamente ante un nuevo golpemilitar el 4 de junio de 1943.

    En realidad, bajo el gobierno de los conservadores y laalianza de los agroexportadores con el imperialismo ingls, vamadurando en la sociedad argentina un proceso de

    industrializacin, ^ como la salida de la crisis, proceso que secontina y acenta con el estallido de la segunda guerramundial y el aislamiento del mercado interno argentino conrespecto a las importaciones. Esteproceso, adems deengrosar las filas del proletariado industrial, dene su reflejo enlas cabezas de sectores de la oficialidad del ejrcitopreocupados por contar con una industria nacional que dcierta autonoma de abastecimientos a las fuerzas armadas, yen particular por aquellas ramas que pueden sostener unaindustria de armamentos.

    Estos cambios, previos al golpe de 1943, se anuncian ya enla poltica neutralista y con ribetes nacionalistas del ltimogobierno conservador de Ramn Castillo. Pero por la mismadificultad de la clase dominante para estabilizar su propia

    politicidad, debido a la combinacin de factores antessealada, una vez ms es el ejrcito, y no la poltica de lospartidos, quien interviene para llevar esos cambios a la polticadel Estado.

    s." - _ El golpe militar y con mayor fuerza el gobierno de Jun D.Pern (llevado al gobierno en elecciones precedidas por unagran movilizacin de la clase obrera, uno de cuyos momentosclaves es la huelga general del 17 de octubre de 1945),^marcan el desplazamiento del poder de los dueos de la tierray sus representantes polticos y mili-

    ^ Mnica Peralta Ramos, AcM?nM?acin r/eZ copino? / crisis po?Mco enArgn:na, Siglo Veintiuno Editores, Mxico, 1978, p. 85, seala, como otrosautores, que "pn ta poca del 30 se Inicia un proceso de industrializacin queaitera ta antigua estructura de poder basadaprincipalmente en ta produccinagropecuaria". Podemos encontraretequivalentedeestevirajehacialaindustrializacinenelMxicooclBrasildelosaos30: es entonces cuando en estos pases se echan tas bases de )o que seraliamado )a poltica de "sustitucin de importaciones", en ta cual et Estadodesempea un papet - determinante.

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    ^ La movtizaciny huetga genera) det 17 de octubre de 1945, momentoconstituti- yoy mito fundador det moviniiento peronista, hasido objeto deinnumerabtes escritos y anlisis posteriores. Fue tambin un parteaguashistrico para la izquierda argenti- tares y llevan a la prctica polticasy reformas favorables a la burguesa industrial basada en elmercado interno, a la ampliacin de este mercado interno ydel consumo de masas y a la proteccin de la industrianacional. Esto incluye una poltica de aumentos salariales ybeneficios sociales que se combinar con el estmulo a la or-ganizacin sindical de ios trabaj adores y con lasmovilizaciones convergentes de stos en la coyunturafavorable del inicio de la expansin mundial capitalista depostguerra, para conformar y consolidar tin movimiento demasas peronistas que ser el apoyo de los siguientes diez aosde gobierno de Juan D. Pern (1946-1955) y que levantar laresistencia, no slo de la burguesa agraria (enemigairreductible de Pern), sino tambin de sectores de laburguesa industrial que crecern en su oposicin al peronismoa medida que, hacia mediados de los aos 50, se agoten lascondiciones econmicas para continuar con la "polticaredistribucionista" de los inicios.

    En realidad, con Pern llega al poder del Estado por primeravez una fraccin dla burguesa industrial, deM en laconstelacin de las clases dominantes (lo cual se expresa, porejemplo, en el 46 por ciento de los votos obtenidospor lacoalicin de la Unin Democrtica en 1946 o por el invariable

    control dla gran prensa por la oposicin, que lleva entre 1950y 1951 a la intervencin directa del Estado, inclusoexpropiatoria par a acallarla), pero^Me^e enlacoyunturaespecfica de la postguerra debido a la alianza con unafraccin, del ejrcito la que apoya aPern y lairrupcinmasiva y organizada de los trabajadores asalariados urbanos yrurales canalizada por el peronismo. Aumentos salariales,obras sociales, generalizacin decnquistas como jubilacin,vacaciones, indemnizacin por despidos, contratos colectivos,etc., marcan, junto con el papel jurdicamente reconocido a laorganizacin sindical, un HMeoo modo de ges^dw deajfMerz de fa^ayc establecido a partir del Estado y la

    na: se definieron entonces contra ella comunistas, socialistasyunadelascorrientes del trbtsldsmo (Nahuel Moreno); a su favor se definieron otras doscorrientes del trotskis- mo de esos aos (J. Posadas, por un lado, y JorgeAbelardoRamos, posteriormente nacionalista, con su revista OcuAre, por elotro). Estas definiciones fueron determinantes para todo el curso ulterior de cadauno de esos partidos y corrientes. Entre la literatura posterior es til consultar,entre otros, Hugo del Campo, S&M^coKsTno ypgroa!- mo, CLACSO, BuenosAires, 1983; Flix Luna, E 45, Jorge Alvarez Editor, Buenos Aires, 1969; yjuanCarlos Torre, "La CGT y el 17 deoctubrede 1945", en 7Wo esRts- oWo, Buenos

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    Aires, febrero 1976,, nm. 105. Una visinparticularmente negativa del 17 deoctubrela da un historiador dla escueladeN. Moreno: MilcadesPea, Afaws,caudiHosy Hes, Ediciones Fichas, Buenos Aires, 1971, en cuya concepcin elquietismo y el conservadorismo son los rasgos.dominantes en la clase obreraargentina.

    legislacin laboral. Es una concepcin de las relaciones entreel capital, el trabajo y el Estado uno de cuyos antecedentespodra buscarse, diez aos antes, con los14puntosenunciadosporelpresidente Lzaro Crdenas en elconflicto con la burguesa de Monterrey, en particular en elpunto clave, el tercero, segn el cual "el gobierno es l rbitroy el regulador de la vida social". - - - .:

    Esto significa que el ejrcito deber replegarse de sufuncin directamente represora en los conflictos entre capitaly trabajo (aunque Pern no se privar de usarlo en huelgasque cuestionan su gobierno,comoladelosobrerosgrficosenl949oladelosferroviarios en1951) y quedar en segundo plano frente a un nuevo sistemaestatal de mediacin y de gestin. Este sistema exige ?apresewc:a, Fa cor^^- / Jo a&yorc

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    antigua y consolidada burocracia militar,lanuevayemergenteburocraciasindical. Toca ahora considerarel origen, las caractersticas, las funciones y el poder (real yaparente) de esta ltima burocracia.

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    La movilizacin de masas y las reformas a la legislacin socialper-

    rama de industria, cuya base de afiliados eshomogneamentepero- nista. El reconocimiento legal de estasorganizaciones y de una Confederacin General del Trabajo(CCT) nica, la concesin de la administracin dlas obrassociales alos sindicatos deindustria, laper- cepcin de lascuotas sindicales directamentepor descuento del salario, laadministracin dlos contratos colectivos de trabajo, pone enm anos de sus dirigentes pod er y recursos financieros enormes. La integracin de los sindicatos al partido de gobierno,que se apoya en la conviccin poltica peronista de la mayoraabrumadora de sus afiliados, y el reconocimiento oficial de surepresentatividad por el Estado la "personera gremial", quees atribucin del Estado conceder o retirar a cadaorganizacin, equivalente al "registro" en el cas mexicano,

    convierten a los dirigentes sindicales a nivel nacional yconfederal en miembros del aparato de mediacin del Estado.La legislacin, que a los ojos de los trabajadores aparece comouna proteccin del Estado a sus organizaciones en contrastecon la poltica persecutoria de los gobiernos anteriores, enrealidad coopta a los sindicatos y los hace depender delEstado. Como toda dependencia es a la vez interdependencia,es decir, tiene inevitablemente dos sentidos, es evidente quetambin el funcionamiento del Estado se altera al incorporaresta funcin mediadora de los dirigentes sindicales asu modode relacin (su modo de dominacin) con los trabajadores ycon la poblacin.

    En lo sucesivo, en la estructura del Estado argentino encuanto "relacin social" y en cuanto "aparato institucional",esta presencia de los sindicatos ser una constanteinmodificable, pese a los peridicos esfuerzos incluso extremospor borrarla de la escena, tan permanente e inseparable deesa estructura como su estrella antagnica y gemela,,elejrcito.

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    Pero lo primero es lo primero. Si los nuevos sindicatos fueronatrados a cumplir esa funcin, fue antes que nada porqueellos fueron creados y organizados como sindicatosindustriales de masas en una de las grandes irrupcionessociales de los trabajadores argentinos, en medio de huelgas ymovilizaciones, al terminar la segunda guerra mundial. Fue esamovilizacin multitudinaria, a veces violenta, heredera de lasantiguas experiencias de organizacin combinadas con el

    impulso de la nueva generacin obrera engendrada por laindustrializacin ms reciente, la que origin y dio la tnica aesas organizaciones. Sus primeros dirigentes (que a partir de1948-49 el Estado y Pern comenzaron a sustituir sistemtica-

    ' mente por hombres ms dciles) ^ fueron en sus orgenessocialistas, anarcosindicalistas o sindicalistas revolucionarios o de

    clase que dieron los cuadros experimentados iniciales alsindicalismo peronis- ' ta, as copio tambin los dieron, en mucho

    mayor medida, trabajadores y sindicalistas de base de esosmismos orgenes y formacin.

    De ellos y de todo su pasado anterior la clase obrera argentinarecibi su formacin extraordinariamente combativa, reacia a lapoltica de partidos (incluso del Partido Justicialista), propensa encambio a intervenir en poltica con la "accin directa", rasgos

    que marcan a la vez sus pun tos fuertes y sus lados dbiles.Antes de que se estableciera y se afirmara esa nueva relacincon el Estado, la clase obrera tuvo la extraordinaria experienciade haber sido ella, con su movilizacin y su huelga general del17 de octubre de 1945, uno de los elementos fundamentales no el nico, ciertamente para decidir el destino poltico del paspara toda la poca sucesiva. Esa su primera irrupcindeterminante como clase en las grandes decisiones polticasnacionales la hizo como peronista: nada tiene de extrao lapersistencia tenaz de esa identidad poltica, la primera con lacual pudo pesar como clase en la vida poltica nacional, y no sloen sus intereses econmicos, as como en otrospases los trabaja- dores lo hicieron en tanto socialistas, comunistas, laboristas ocarde- nistas.

    A partir de all es imposible explicar el Estado argentino comorelacin social, garante de las condiciones polticas queaseguran la reproduccin de las relaciones de produccincapitalista y de las clases sociales fundamentales y su respectivarelacin de dominacin/subordinacin, sin comprender esaorganizacin especfica de la clase productora los vendedores

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    de la fuerza de ^trabajo y su articulacin con el sistema dedominacin.

    Por la combinacin entre ese impulso de abajo y la legislacine iniciativa del Estado (y no por un supuesto designio"maquiavlico" - de Pern, admirador por cierto de Maquiavelo,Napolen y De Gaulle tanto como de s mismo, simpatas que loubican en una %g- o

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    queimpregnatodarela- cin social entre intereses opuestosaparece entonces a flor de piel, porque todo el sistema demediaciones, fusibles o trincheras erigido entre esosantagonismos en el sistema de la democracia representativa hasido debilitado y adelgazado. Incluso la Iglesia catlica, laburocracia eclesistica, la supuesta mediadora ideal entre los inte-reses sociales antagnicos en un pas catlico porque se erigecomo la depositara dla ideologa general, el catolicismo,

    tomapartidopor la fuerza del ejrcito, refuerza su simbiosis con laburocracia militar y desvanece al extremo su funcin tradicionalde mediadora interesada.

    Visto desde este ngulo, este Estado fuerte y autoritario,negador de las mediaciones y desvalorizador de la democracia, elparlamento y lospartidos, aparece aquej ado de una forma ocultade debilidad que saldr a luz y pondr a sus polos corporativos encortocircuito cuando las crisis y las cadas de la economaagudicen la competencia en ei seno de las clases dominantes y lascontradicciones entre stas y las ciases dominadas.

    Sin embargo, as como el ejrcito no es la materializacin dela fuerza abstracta de las arma sino del poder organizado y

    concreto de la clase dominante, la burocracia sindical noextrae su fuerza de las leyes laborales y del reconocimientodel Estado sino d la existenciay l fuerza de la organizacinde los trabaj adores cuya representacinostenta. * ... .......

    Aqu es donde surge, en Argentina, una ubicada en elncleo de la JofK^acn ceMa?^ cuya sede es el mbito de laproduccin, el l^Srdonde se p'ronce y se extrae elplusproducto, el punto de contacto y friccin permanenteentre capital y trabajo asalariado en la sociedad capitalista, elproceso de trabajo que es el soporte material de laautovalorizacin del capital.

    Esa anomala consiste en que la forma especfica deorganizacin sindical politizada de los trabajadores al nivel de

    la produccin no slo obra en defensa de sus intereseseconmicos dentro del sistema y^Minacin ..es decir,dentro de la relacin salarial donde se engendra ebplusvalor, sino que tiende permanentemente a cuestionar (potencialy tambin efectivamente) esa misma dominacin celular, laextraccin delplusproducto y su distribucin y, en conse-

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    cuencia, por lo bajo el modo de acumulacin ypor lo alto elmodo de dominacin especficos cuyo garante es el Estado.

    . ' ^ El concepto de dominacin celular lo utizan Cuiilermo O'Donnell, op. ci.;Oscar Oszlak, op. c%.; y Perry Anderson, E Esiao Siglo VeintiunoEditores, Mxico, 1981. O'Donnell (op. , ps. S1-S2) define unacrisis de dominacincelular como "la aparicin decomportamientosyabstencionesdeclasessubordinadas que . ya no se ajustan,regular y habitualmente, la reproduccin de las relaciones sociales centrales en

    una sociedad qwa capitalista". Seala como la caracterstica ms 'y^speefiea deesta crisis la "impugnacin del mando en el lugar de trabajo. Esto implica h'drya por irrefutable la pretensin de la burguesa de decidir la organizacin delproceso de trabajo, apropiarse del excedente econmico generado y resolver eldestino .de sello excedente". Esta situacin (...) "indica un Estado que estfaliando enla efec- , tlyizacin desu garanta para la vigencia y reproduccin defundamentales relaciones sociales. En sum ayor intensidad, cuando se pone encuestin el papel social del capita- lism.y del empresario, esta crisis amenaza laliquidacin del orden capitalista .. existente. Por eso sta es tambin la crisispoltica suprema: crisis del Estado, pero no . slo,rit^nto,delEstadocqmoapara.tosinoensuaspectofundantedelsistemasocialde ginineinde que es parte. Esta crisis es la crisis de! Estado en la sociedad, quepor su- .puesto repercute al nivel de sus instituciones. Pero es slo como crisis dlagaranta - M^WtM* de la dominacin social que puede ser entendida en suhondura".

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    Este conjunto de instancias organizativas que funcionan en el

    lugar de trabajo no slo se ocupan de normas salariales y normasde. trabajo establecidas en los contratos colectivos, sino queasumen funciones, ms o menos desarrolladas segn el nivel

    determinado de lalucha declases, decontrol delprocesodetrabajo.Perosumodode existencia y de decisin lasconstituye en el eje orgnico de un fenmeno que va ms all delconflicto inmediato entre capital y trabajo: el proceso de discusincolectiva y formacin de la opinin y el consenso de la clasetrabajadora sobre la poltica general del pas y del Estado. Eseproceso habitual en la formacin de la opinin obrera toma organicidad n eseperiodo a travs dla realizacin regular de

    asambleas y reuniones en el lugar de trbajo y de la adquisicindel hbito de las asambleas y del control democrticoen ellugar mismo de la aplicacin de sus decisiones por susrepresentantes. Esta red, ese tejido especfico de instanciasorganizativas cuyo fun- crnamiento escapa a la reglamentacin --y an ai hor&woe

    , no slo con-fon^laOpinin de la clase obrera y se nutre de ella all donde esaclase tienesuidentidadprofunday diferenciadadelosotrossegmen-tos de la sociedad, sino que se constituye en su expresin polticay su formulacin orgnica.^

    darles nuestro consejo; nosotros se lo trasmitiremos por su comando natural. Lediremos a la Confederacin: hay quehacer tal cosa por tal gremio, y ellos seencargarn de hacerlo. Les garantizo queson dlsclplinadosytenen buenavoluntadparahacerlas cosas". (Citado por Milcades Pea, op. c., ps. .73-74).

    ^ Enunensayodenoviembredel976, "Lalargamarchadelaclaseobreraargent- na",recopilado ahora en Adolfo Gilly, Por iodos ?os cominos/1, Editorial Nueva Imagen,Mxico, 1983, p. 89, digodeestetejidosocial: "Desdel944-194SsurgieronenAr-gentlnalas comisiones internas, elegidas en asambleas generales, los delegados deseccin, el funcionamiento de los cuerpos de delegados como verdaderosparlamentos de fbrica. Aun con las inevitables deformaciones burocrticas, esefuncionamiento fue la base de la organizacin de las grandes huelgas generales yparciales, de las ocupaciones defbrica, de la vidasindical del proletariadoqueeraalmismotiempolaforma elemental de su vida poltica dentro del movimientonacional es decir, no de clase del peronismo. En su memoria histrica, a esaviday esas luchas -y no simplemente a

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    Entonces sucede que en el ncleo de la dominacin celular,all donde se asegura la extraccin del producto excedente y la

    reproduce cin del sistema, all donde se contraponen eldesppis?no mdiMriaZ y la cooperacin en. un enfrentamientode todos los instantes como p^s^^ompn^entajias yantagnicas de la sociedad capitalista/se introduce la po/Ac^la consideracin y discusin de las cuestiones generales de lasociedad y de su Estado. El prodacor y el ciudadano, figurascuidadosamente separadas en el orden jurdico fundante de lasociedad capitalista, se funden en una sola. Una awowa^a seha introducido en ese orden.

    Esta.politicidad obrera, basada en la cooperacin en el lugarde trabajo, resulta impenetrable para la poiiticidM^el

    intercambq] mercantil, base d e* i a s o c iat i ct a dl5r c u esa v de su Estado! PFeso es incluso retractara (noimpenetrable) a la transposicin directa de sus lealtadespartidarias: un obrero socialista, radical, comunista o trotslostapuede y sueleser elegido delegado de fbrica por una baseobreramayoritariamenteperonista. Seforma as un

    poJAtcoque escapa a la absorcin o la incorporacin en elmetabolismo gene- fal*de*la poltica institucionalizada enel&tad^oinu"fmTdamehte {delas relaciones globales-deJa.soceddl;apitalista. Perointerfiere permanentemente enese metabolismo y no puede ser eliminado ni en definitiva,no en cada coyuntura controlado.

    La inmediata poMzactdw cerrada de esta instanciaorganizativa es decir, su politizacin sin mediacionesamenaza desde entonces a los portadores de las mediacionesy de las expresiones poltico- partidarias de la dominacin.Foco de resistencia ltimo de la clase obrera y al mismotiempo foco de su protesta originaria contra la

    las leyes del gobierno peronista- estn ligadas las grandes conquistas socialesy nacionales, ddelas vacaciones, lossalarios, las jubilaciones, laseguridadsocial,hastala poltica de nacionalizaciones del gobierno.

    "Pero sobre todo a ese funcionamiento delegados, comisiones internas,cuerpos dedelegados, asambleasgenerales, elecciones sindicales, derechosdemocrticos enlas fbricas y lugares de trabajo est ligada en la concienciade los obreros argentinos .una conquista inseparable de todas aquellas pero que,en cierto modo, lassintetizay las supera: la conquista de la dignidad personal, delrespeto en el lugar de trabajo, de esa forma de la democracia (infinitamente msverdadera para los trabajadores que las elecciones polticas peridicas) queconsiste en el derecho a organizarse sindicalmente, a tener una opinin yexpresarla en el trabajo, a discutir colectivamente, a pesar en las decisionessociales no como individuo aislado sino como fuerza y pensamiento colectivos,no individuales, con que pesa en las bases materiales de la sociedad, en laproduccin".

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    W explotacin, sed de su deliberacin poltica como clase,lugar de la formacin de su pensamiento a?'e?!o a la mediacin

    con el Estado y la institucionalizacin que caracterizan alsindicato e inmerso en el enfrentamiento permanente con elcapital, rgano del sindicato y a la vez instrumento de controlsobre ste y de fiscalizacin desde aba^ jodesu direccin, los

    JeegodosylascomMonesinerna^, por el particular modo de

    englobamiento poltico de los trabajadores propio deL peronismo,politizan el espacio cerrado de la produccin., la- fbrica,mientras*3eja^espaci dla sociedad a la poltica bur--guesaTclgl peronismo. Es decir, se recargan de poltica y, encierto, modo, deflagran la necesidad de un partido de la claseobrera que debera provenir del alto involucramiento poltico quela actividad , de esta clase testimonia.

    Si bien esto pone en severo lmite a la generalizacin

    programtica de laprcticapoltica de los obreros en Argentina,traba tambin su deriyacinpramente reformista al impedir quelpoliticidad de clase abandone el espacio de la fbrica y seinstale dfinitivarnente ' en el terreno de las mediacionesestatales. Este encierro, cuya expresin negativa es que laconciencia poltica dlos obreros argentinos ha sidopor largotiempo mayoritariamente peronista, es decir, nacionalista yburguesa, determina por otra parte que la maner careca y co?ec%va d hacer poltica de esos obreros, s prctica polticainmediata, nunca est distante del espacio en qu se enfrentancotidianamente al mando despico del capital si

    ^ Juan Carlos Torre, Los sindcalos en e/ go!erno, J973-976, Centro Editor deAmrica Latina, Buenos Aires, 1983, ps. 89-91, describe esta funcin excepcional detas comisiones internas en ta vida det tugar de trabajo y ta conciencia patronal detpeligro que esto entraaba para su dominacin. Vale la pena citar por extenso:"Entre 1946 y 1955, y paratelamente ata redistribucin del ingreso y alreforzamiento dlos rganos contractuales en et mercado de trabajo, tos obrerosobtuvieron bajo et peronismo una gravitacin indita en tavida dlas empresas, atravsdelatmptantacndelas comisiones internas ato largo deta industriay lareglamentacin dlas condiciones de trabajopor convenio. Se dioasla experiencia,histricamente infrecuente, deunacta- se trabajadora joven todava en formacin,como era aquella queaflua alas fbricasy talleres en tos aos cuarenta, que llegabaa ocupar posiciones de controt sobre el lugar de trabajo realmente excepcionales.De hecho, ta vitalidad det movimiento laboral durante aquellos aos reposcentralmente sobre las instituciones de control obrero existentes a nivel de lasempresas. Los sindicatos y la CGT no siempre lograronsustraerseatasimposicionesdelapotticagubernamental.perolascohiisionesinternasgarantizaron a las bases obreras una presencia permanente en et mbito det

    trabajo y condicionaron severamente et ejercicio de tas funciones de la gerencia.Precisamente fuecontra esapresencia, contra esos condicionamientos, queselevantet clamordetos

    Esto contribuye a dar cuenta del lugar verdaderamente excep-cional, en relacin con otros pases, que Ocupan en esa prcticala TmeZga genero/ y la ocnpacidn de^abrco, junto con otrosmtodos conexos que tienen en comn no la sola disputa por elprecio de la fuerza de trabajo, sino el cuestionamiento directo delmando desp- ticodelcapital.

    Durante la dcada d gobierno peronista (1945-1955) y lasucesiva resistencia a los gobiernos militares o civiles que sesuceden hasta 1973 amparados en la fuerza de las armas o en la

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    proscripcin electoral del peronismo, esta prctica polticaaparece, en razn de la ideologa peronista compartida por la

    gran mayora de los trabajadores, enmascarada por el propiofenmeno poltico peronista ante los ojos de todos losparticipantes, no slo los ntiperonistas o no peronistas sinotambin Pern, la direccinperonista y los obreros mismos. Todoscreern que eso es peronismo; y cuando esa prctica de clasetermine de poner en crisis al ltimo gobierno militar de la serieabierta en 1966 con el golpe del general Ongana el gobiernodel

    empresarios, poco antes de producirse el derrocamiento del rgimen peronista en1955.

    (...) "En mayo de 1955, el gobierno reuni en el Congreso de la Productividad alos representantes' sindicales y los empresarios para discutir la adopcin de nuevosregmenes de trabajo. Apoco deiniciadaslassesiones qued claro queel objetivo dlosempresarios era limitar el poder de las comisiones internas y recuperar para s el de-recho a definir las condiciones de utilizacin de la fuerza de trabajo.

    (,..)"Producidalacadadelperonismo en sptiembredel955, los derechos dlas co-misiones internas, las elaboradas clusulas contractuales que comprometan la efi-ciencia dlas empresas, cayeron bajo la mira delapoltica laboral del nuevo gobierno.(...) Comenz as un vasto proceso de reorganizacin de lossistemas de trabajo, conla introduccin dela;'o& eua?uaon, la cronometrizacin dlos tiempos deproduccin, la difusin del salario por rendimiento. Paralelamente a estos-cambios,implementa- dos en forma unilateral por los empresarios, los rganos del controlobrero en la empresa, las comisiones internas, entraron en unafasedelentaeiTreversibledecadencia. Recortadas en form a drstica sus atribuciones, reducidos ala tutela casi siempre nominal de los convenios de trabajo nacionales, dichos

    rganosperdieron la capacidad de trasmitir las demandas colectivasy terminaroncon frecuenciacooptadospor la gerencia".Como registra ms adelante el mismo autor (ps.92-93), estas condiciones

    deenfren- tamiento se reprodujeron en la primera mitad de los aos 70, cuando "lasdemandas explcitas avanzadas por los trabajadores eran generalmente el vehculode un descontento que iba m s all de las razones circunstanciales invocadas en uncaso y otro, para recibir su fuerza del malestar, al mismo tiempo indefinido yprofundo, que haba ido acumulndose en los lugares de trabajo. De all la facilidadcon que los trabajadores pasaban de reivindicar en el plano de las condiciones detrabajo a cuestionar las relaciones de autoridad en las empresas. Noyorzarfomos fareaMa a/irmromo gue ?asy&Wcas oneron Jurante esos aos en esado de re?eM:a" (subrayado mo, A. G.).

    general Lanusse, aceptarn tambin que Pern en persona esquienpuede conjurar esa amenaza ai orden y a las bases mismasdla dominacin. Entre 1973 y 1976, aos dlos sucesivosgobiernos del peronismo tardo, saldr a plena luz la

    contradiccin abierta entre aquella prctica de clase y laideologa estatal burguesa delapoltica peronista.

    8. ' . - :

    Quien prepar las condiciones para ese estallido general de lascontradicciones contenidas en el peronismo fue el ltimo intentode la corporacin militar (antes de la dictadura 1976-1983) dereformar radicalmente el Estado argentino implantando por lafuerza una forma hbrida y moderna de corporativismo. En juniode 1966, el general Juan Carlos Ongana encabez el golpe quederrib al gobierno del presidente radical Arturo Illi. Pese a que

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    el golpe triunf apoyado en un acuerdo secreto con la burocraciasindical con la anuencia del propio Pern, el general Ongna

    tena su propio proyecto corporativo: suprimir la poltica(disuelve todos los partidos) y desarrollar el pas segn lasnecesidadesy perspectivas modernizantes de la gran burgues aylas multinacionales (con la burguesa agraria en el trasfondo). El

    portador y portavoz de este plan de modernizacin corporativadel Estado y de la economa era el ministro Adal- bert KriegerVasena, quien promovi una transferencia de ingresos desde losasalariados y los dueos de la tierra hacia los empresariosurbanos, en especial las grandes empresas nacionales yextranjeras: . cort el papel "benefactor" del Estado y sus gastos

    sociales; y aceler la concentracin ylainternacionalizacin delcapital.

    El xito inicial del plan fue facilitado por la sorpresa de la bu-rocracia sindical y la direccin poltica peronista, por la derrotadel movimiento obrero y por la unanimidad militar que promoviy logr Ongana en torno a su poltica. Suproyecto dereorganizacin del Estado argentino aspiraba a disolverdefinitivamente', por la va del gobierno dla corporacin militar,por unladola amenaza obrera, encarnada a sus ojos en lacorporacin de la burocracia sindical, y por el otro eldesordenpoltico, que atribua ala existenciayla actividad de lospartidos: con clsico pensamiento de comandante militar, en sucampo de visin no entraba la sociedad, sino solamente lasinstituciones. El resultado fue que el Estado gobernado porOngana se priv de los rganos de mediacin que le hubieranpermitido medir y controlar las tensiones. La crisis del proyectosobrevino sorpresivamente para sus conductores, cuando esastensiones estallaronen mayo de 1969 con el cordobazo, la granhuelga general con puntas insurreccionales de la ciudad deCrdoba, centro industrial rpidamente desarrollado en los aosprecedentes, que se repercuti con movimientos similares enotras localidades. La modernizacin autoritaria del Estadoimaginada por Ongana, como respuesta a cambios y a ocurridoso en curso en la economay en la sociedad desde fines de iosaos 50, haba preparado el cordobazo de una manera similar pero no idntica, por supuesto a como la modernizacingaullista prepar el mayo francs de 1968 y su propio ocaso. Con

    el cordobazo y el fracaso de la llamada "Revolucin Argn tina"de Ongana se abre un nuevo perodo de las relaciones entre lasclases (y en consecuencia del Estado) en la Argentina.

    El cordobazo, que estalla como rayo en cielo sereno, sera tam-bin inexplicable sin la existencia del tej ido social de laorganizacin de fbrica de los trabajadores, ya que el podermilitar corporativo pareca por entonces controlar firmementetodas las otras formas de organizacin institucionalizadas por elEstado (sindicatos y partidos) .

    La anomala argentina provoca al mismo tiempo una crisis deacumulacin (o de valorizacin del capital) y una crisis dedominacin. A esta altura, resulta claro que la crisis central del

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    Estado se ubica, con el cordobazo, en la relacin vertical deexplotacin y no ya en la relacin horizontal de competencia

    entre las distintas fracciones del capital, quepasa ahora a ser unacrisis subordinada a la solucin de la anterior.La burocracia sindical,amenazada de desbordamiento pero tambin estimulada por lamovilizacin obrera (no olvidemos que su existencia misma comoburocracia, as como su poder en la sociedad, son existencia ypoder reflejos de los dla clase obrera, como en el otro extremotambin sucede ala corporacin militar con relacin a las clasesdominantes), tambin entra a encabe-

    Mnica Peralta Ramos, op. di., p.186, escribe; "Lo que caracteriza el perodocomprendido entre el derrocamiento del peronismo en 1955 y el acceso de la'Revolucin Argentina' en 1966 es el desarrollo yprofundizacin deuna crisisdehegemona en elsenodelas elasesdominantes. En lugardeexistirunaclaraeindiscutida direccin del conjunto por parte de una clase ofraccin, lo que predomina son ios enfrentamientos internos. Se produce entoncesun equilibrio inestable de fuerzas que progresivamente debilita al conjunto frente alpotencial avance del enemigo principAl; la clase obrera.

    "Dos son los ejes del enfrentamiento interno: la lucha entre las distintasfracciones por imponer su especfico inters inmediato con carcter hegemnico y lalucha por imponer una determinada forma de dominacin en relacin a la claseobrera".

    zar movilizaciones.^El cordobazo termina abruptamente con los proyectos de

    Ongnaycon'suSuprministro KriegerVasena. Enl970,el generalLevingston, con un vago proyecto nacionalista, sustituye a

    Ongana, para ser reemplazado en 1971 por el general JLanusse.Este, finalmente, se encamina hacia la nica solucin quepraentonces parece posible al ejrcito y a todas las fracciones de laburguesa, asediadas por la movilizacin social de la clase obreraapoyada.por la pequeoburguesa urbana y en una situacinexacerbada por un nuevo elemento irritante, la aparicin de laguerrilla urbana: aceptar el regreso de Pern al pas y delperonismo al poder, para tratar de controlar y absorber la crisisde dominacin del Estado. ^

    Desde 1955 hasta 1973, regreso de Pern, el capitalismo y elEstado argentino oscilaron as permanentemente entre unacnssdeacM- mn!acin o de ua?onzac?'dn y una crisis de quedesembocaron en la combinacin de ambas, aporte de la "Revolucin

    Argentina" de Ongana al cabo de tres aos, cuando con suproyecto de reorganizacin estatal crea haber resuelto parasiempre ambas crisis.

    9. . ;

    Pern esboza una respuesta diferente, una versin modernizadade su viej a poltica de concertacinentre las clases: elPactoSocial entre , la CGT (obreros) y la CGE (empresarios nacionales),bajo la gida del Estado como rbitro. Pero en ese ao 1973 lacrisis mundial de largo plazo apunta ya en el horizonte a travsdla crisis del petrleo y no hay tela para nuevos proyectosredistribucionistas. Durate todo ese aoy principios del

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    siguiente las movilizaciones obreras continan, acentuandoconstantemente su patrn decuestionamientd

    GuillermoO'Donnetl, op. cii.,p.286, dice: "Elpesoburocrticodetsindicalismoargentino ata su suerte a la continuidad del capitalismo. Pero, por otra parte, esepeso sedimentacin de sucesivas concesiones 'pacificantes' det gobierno y de tas

    ciases dominantes es consecuencia de su basamento en una clase que aparececon capacidad para (cuestionar) tos parmetros capitalistas de tos que su aparatosindica! no quiere ni puede satir. Por eso, como se mostrara en 1955-1966 y a partirdet Cordobazo aun con mayor claridad, si bien ese capitatismo 'digiere' tosimpulsos hacia el socialis- mo, tiene que hacerlo, porquesi no sera rebasado,medante un agresivo eeonomicis- mo. Y esto, at tiempo quesatva a esecapitatismo, es su matdicin: to hace funcionar a tos saltos en una recurrente crisisde acumulacin".

    Lanussetiene, adems, unaestrategiasecundriaodereserva;sielperonismoen elpoder fracasa, se desprestigiar y se hundir definitivamente en et caos; entoncesser tambin la hora del regreso definitivo de tos militares para que, finalmente, "elorden reine en Varsovia".

    de la dominacin en elproceso de trabajo. El enfrentamientosepto- duce sistemticamente entre los activistas de fbrica delegados, comisiones internas y la patronal, dejando de lado lamediacin de la burocracia sindical externa a la fbrica. El fcOde la conflic- tualidad se ubica, sin mediaciones ni fusibles, en elncleo de la dominacin celular. La divergencia entre el poderobrero en la fbrica y l poder de la burocracia sindical en elEstado se va haciendo ms y ms aguda. Entre junio yseptiembre de 1973, el 43 por ciento de las huelgas tienelugarcon ccMpacdn dey&Wca, cifra verdaderamente impresionante

    como ndice de la radicalidad del estado de movilizacin y de sucestio'namiento a la dominacin.Para defenderla, las medidas iniciales del gobierno peronista no

    recurren abiertamente a la corporacin militar, sino que intentanfortalecer a su aliada inmediata, la burocracia sindical, frente alas bases de sta. En noviembre de 1973 una nueva Ley deAsociaciones Profesionales acenta los rasgos verticales y,corporativos de la estructura sindical: prolonga la duracin de loscargos sindicales de dos a cuatro aos; faculta a los sindicatoscentrales para intervenir a los locales y destituir a sus dirigentes;permite una similar destitucin desde arriba de los delegados defbrica; otorga a las direcciones nacionales el derecho de revisarlas decisiones de las comisiones internas de fbrica sin instanciade apelacin, Pero la ofensiva legal contra los organismos fabriles

    se prolonga cada vez ms en una ofensiva materia! y militar, condespidos de activistas (sistemticamente respondidos con parosdesde la base por parte dlos obreros), represalias dentro de lasfbricas y a continuacin, en manera creciente a partir delgobierno de Isabel Pern y su ministro de Bienestar Social, JosLpez Rega (ex hombre de confianza de Pern), secuestros deactivistas y delegados ejecutados por las bandas de las Tres AAA,siniestra materializacin de la alianza entre los militares y losburcratas sindicales que unen s poder de fuego contra los tra-bajadores. El principal promotor de esas bandas ser el citado mi-nistro de Bienestar Social, involuntario homenaje a Orwell de unrgimen en descomposicin.

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    - A esta altura, entre 1973 y 1976, el conflicto encubierto entre laprctica de clase de los trabaj adores peronistas y la ideologa

    estatal y corporativa del peronismo adquiere ya carcter polticogeneral y se presenta a plena luz, llevando al paroxismo la crisisdel Estado que militares y clase dominante haban queridosuperar con la vuelta de Pern. La clase obrera termina entoncespor utilizar esos rganos de fbrica (no los sindicatos en cuantoinstituciones reconocidas por el Estado), es decir, la anomala enel sistema de dominacin, para enfrentar yocMmsne al gobiernoperonista, dentro de cuyo horizonte nacional esa clase continamovindose pericamente. Es la gran huelga general de julio de1975, dirigida por las Comisiones Coordinadoras, (finalmenteasumida, despus de una semana de conflicto, por la direccin

    oficial de la CGT), contra la poltica de austeridad de Isabel Perny su ministro Celestino Rodrigo: el* "rodrigazo". . .. : ' - " * :

    Algunos anlisis presentan a ese conflicto como unacontraposicin y una escisin entre peronismo burgus yperonismo obrero. Es una imagen falsa: el peronismo,comoideologaycomoprctica, se ubica ntegra y slidamente enel terreno de las ideas, los programasylasprcticaspolticasncional-burguesas. Elconflictoconstituye, encambio, la irrupcin del enfrentamiento elemental y crecienteentre esa poltica estatal peronista y los organismos de base,politizados, de la clase obrera en la produccin; entre polticanacional bur- * guesa peronista y poltica fabril obrera sinprograma propio.

    Es el choque frontal entre dos espacios polticos ya n conci-liables, en que el espacio fabril proletario se niega a subordinarseal espacio mercantil burgus pero, a diferencia de ste, no esten capacidad de crear un metabolizador general de su polticapara el conj unto de la sociedad. Pone en crisis al sistema dedominacin y al Estado, pero no puede resolver esa crisis asufavor. Entoncespierde, pero no desaparece. Ser la dictaduramilitar del llamado "Proceso de Reorganizacin Nacional" (1976-1983) la que tratar de resolver ese problema.

    La burocracia sindical, cuando este conflicto irrumpe, queda aun lado, desbordada y paralizada por el choque de aquellos entrequienes media. Queda literalmente atrapada en la colisin. Perny sus sucesores, al asociar necesariamente a esa burocracia a la

    politi- cidad de su Estado y su partido, por fuerza la separan de lasede de la politicidad y la prctica poltica obreras,, la fbrica.Pero entonces, al sobrevenir la crisis, sta produce un dobleefecto en esa prctica poltica: 1) ladejalibreyparaexpresarseporsmisma; 2) la empuja a enfrentarse con la burocracia (y aintroducir fracturas en su seno) en la medida en que esa prcticase enfrenta con el Estado al cual esa burocracia se haasimilado.35

    Liliana de Riz, Reiomot/derruye, Folios Ediciones, Mxico, 1981, p.78, anota:"...en 1973, la lgica corporativa deba coexistir minuciosamente con la lgicaplitlca (la representacinpartidaria), incluso alprecodesubordinarsealosdesignio^

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    " Hasta entonces, la anomala argentina es un planeta oscuroque no aparece en los radares del anlisis poltico pero altera

    con su presencia el funcionamiento "normal" de la poltica y lademocracia basadas en las leyes del intercambio mercantil. Susiluetan es registrada por el universo categorial en que semueve la poltica estatal delasociedadcapitalista, a diferencia deotros fenmenos violentos como la guerrilla urbana,

    perfectamentdiscerniblesy clasificables en dicho universo (ymucho ms efeco o consecuencia deun crisis de dominacinsinsalida jurdico-iegalqecaMadeesa orisis). Por eso, y no slopor tura malafey voluntad confusionista, personajes de esemundo poltico como Julio Alsogaray y Ricardo Balbin acuarontrminos como el de "guerrilla industrial", cuya sola connotacin

    implicaba ya unainvitacin a utilizarlas armas delEstado contraesa autonoma de los trabajadores.io. - . . . " '*'. .

    Es preciso medir en su real magnitud la profundidad y l agravedad especfica de esta crisis del Estado argentino (es decir,de todo el modo de dominacin y de los fundamentos de lasrelaciones de dominacin/subordinacin entre las clases; polaresde la socidad), para comprender la racionalidad ltima de unarepresin quepare- ce sobrepasar los lmites de la raznhumaa! Gino reaccin de una clase dominante que veamenazado el ncleo central de su poder, es comparable con elnazismo, respuesta del capital alemn ante una amenaza semejante. Tambin en este caso, como en el de Alemania, es en los

    dominios dla teora del Estado, y no en lapsicolog a individualo colectiva de las fuerzas armadas o del pueblo argentino, don-

    27 Planteoestacuestinen"Lalargamarchadelaciasobreraargentina",op.cf., . p.53: "En Argentina el ejrcito desorganizada y reducida a la impotencia su alanacionalista en la cual se apoyaba Pern est intentando una especie de'solucin fina! contra unmisterionicoyhMtaahorairresolublparablaorganizacindemasas delproletariado argentino, lossindicatosyelperonismo.Estllevandoatrmino el plan que otras veces dej a medias, sobrepasado por sus propiascontradicciones interiores: romper, destruir, aniquilar en su raz misma laorganizacin de la clase obrera mediante la represin, el terror, la desocupacin, laliquidacin de sus conquistas sociales, el aislamiento poltico".

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    de hay que busoar la expiicaoin yaciopal de lo que aparececomo una perversin cplectiva.

    Cuando las ftierzas armadas argentinas decidieron reatigayuna int ervencin definitiva y tomar el poder 124 de marzo de1976, no lo hicieron gom cuerpo ajeiio a la sociedad' Fueronllamadas entonces por la totalidad de las fraecipnes de laburguesa argentina (gran burguesa aspeada al imperialisine,multinacionales, burguesa agraria y burguesa nacional-industrial) /con el apoyo de gran parte de la pequenoburgues a,frente al caos sangriento del go-' bierpp de Isabel Pern y LpezRega y alarmadas hasta el ltimo gXtremo por esa amenazasuprema a la dominacin (sin salida poltica alternativa) que fuela gran huelga general de las Coordinadoras en j ulio de 1975,

    Los places econmicos del superministro d la dictadura, JosMartnez de Hoz, fueron un intento coherente, desde elpunto deviSi ta de los intereses de la alianza entre la burguesa agraria,la gran burguesa, las multinacionales y el capital financiero(encarnados incluso fsicamente en la persona y log negociosdel prppio Martnez de Hoz), de dar una respuesta duradera a lacrisis de acumulacin y a la necesidad de una nueva insercindel capitalismo argentino en el mercado mundial, No es estarespuesta econmica ' inseparable de lgs medios polticos conque fue implemeotada el tema de este escrito. ^ Interesa aquanalizar la empresa central de las fuerzas ar* madas al ocuparel aparato del Estado i la "solucin final" a laende- mi(% crisisde dominacin, a la permanente amenaza a la dominacincelular, a lo que hemos llamado la aHQmala argentina,

    Tda la potencia represiva del Estado ^ejrcito, marina,aviacin, polica, servicios de inteligencia, cuerpos armados dela . burocracia sindical, polieas privados de las mpresas- secon- pentrinrlosamente sbalas fbricas, log trabajadores y susaIiados con todos tos medios a sp alcance: secuestros,desapariciones de acti- . vistas o de sus familiares, asesinatos,cadveres e la va pblica, campos de concentracin y demuerte, torturas, golpizas, despidos,

    ^ Sobre iosptangs econmicos dei& dictadura, ver Adolfo QHy "Las Malvinas,una guerra del capital", en Cu ajemos Ediciones Era, Mxico, enero-marzo1983, n&m. 32, reproducido en Alberto Fia y otros, a dca

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    destruccin de sus viviendas con bombas, robo de suspertenencias, todos ios medios se vaien. Es cierto queesta

    actividad se combina con la represin con los mismos mtodosperversos a los guerrilleros (Montoneros y ERP), ya para entoncesmuy golpeados y desorganizados. Pero bajo.los gobiernos del"Proceso" iniciado en 1976, Ja wtiad de los desaparecidos son

    trabaj adores industriales, en un pas donde los obrerosconstituyen el 22 por ciento d la poblacin econmicamenteactiva y donde las filas de la guerrilla se nutren casi totalmentede la pequeoburguesa urbana. . . -

    Esta locura homicida, centrada en los trabajadores industriales,busca la "solucin final" a la anomala. Cuando la crisis

    econmica desencadena nuevamente la disputa interburguesa yabre una nueva crisis del Estado represor, esa locura busca unaltima salida en otra aventura criminal a costa de la sangre de lostrabajadores argentinos, esta vez utilizados como carne decan; la guerra de las Malvinas, cuyo curso y cuyo triste finalson de sobra conocidos. Significativamente, esta vez losguerrilleros, los dirigentes de ese ambiguo conglomeradoautodenominado "campo popular" y la izquierda marxista en sucasi totalidad, adems de todos los jefes polticos burgueses,apoyan con entusiasmo este nuevo crimen de los militares contralos trabajadores argentinos y contra el pas, encandilados todosellos por el mito chauvinista compartido de la "Argentina Po-tencia" . En abril de 1982 el Estado argentino dirigido por losmilitares parece haber logrado milagrosamente la siempre

    buscada y nun- ca encontrada "unidad nacional", antesdeprecipitarseen el giro de pocas semanas a los despeaderos dela humillante derrota militar frente ai imperio britnico. Es el finde la aventura iniciada por los militares en marzo de 1976, lacrisis ms profunda de su Estado, la hora ms oscura del pasquees, al mismo tiempo, lahora dla verdad.

    Nuevamente aqu, la anomala: nadie ha podido presentar unsolo indicador que muestre el apoyo de los trabajadores, comoclase, a esta aventura de sus verdugos sostenida por susdirigentes sindicales y sus supuestos tericos polticos. Elcomportamiento de la clase sigue otros caminos y se determinasegn otros mtodos y parmetros que el de quienes h ablan ensu nom bre. ^

    La guerra de las Malvinas, el complejo proces dereorganizacin obrera posterior, las tres huelgas generales dediciembre 1982, mar-

    Sobre esta cuestin escribo en e ensayo "Las Maivinas, ua guerra det capitat"(ver nota precedente). Ver tambin Aiejandro Dabat y Luis Lorenzano, ConviciomoMnense y crisis nccicna?, Teora y Pottica, Mxico, 1982.

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    zo 1983 y octubre 1985 y el proceso poltico democrtico abiertocon posterioridad a las elecciones del 30 de octubre de 1983,

    dicen que siete aos de terror antiobrero llevado a sus ltimasconsecuencias legales, extralegales, materiales y moralespudieron hacer sufrir a los trabajadores argentinos una derrotasangrienta y de consecuencias tanto ms duraderas cuanto quela crisis no es la coyuntura ms favorable para su reorganizacin;pero no pudieron resolver ni disolver el enigma que continaasediandola dominacin burguesa en el Estado argentino (sinpoder sin embargo sustituirla, y hoy menos que nunca) .

    Esta es la dificultad insoluble con que tropieza elrestablecimiento del mercado de la poltica que se proponeAlfonsn en su poltica de enfrentamiento-negociacin-

    reconciliacin con las corporaciones militar y sindical (y con labendicin, tambin ahora, de la corporacin eclesistica cuyosfueros estn intactos), y en sus objetivos de modernizacin delEstado y del modo de dominacin en Argentina.

    11.He utilizado la expresin "locura homicida". Pero esa locura, esairracionalidad, tiene una estricta racionalidad a nivel de susactores individuales (del mismo modo como la irracionalidadgeneral en el mercado capitalista corresponde a la suma y alantagonismo de las racionalidades particulares de cada uno delos actores, y a la irracionalidad global de la guerra nuclearcorresponde la suma antagnica de la perfecta racionalidadparticular del rearme perseguido por cada una de las potencias

    nucleares y de los Estados nacionales en general).Aquella racionalidad est determinada en Argentina por lanecesidad del poder del Estado, concentrado en sus fuerzasarmadas, de suprimir esa amenaza vital a la dominacin celular,es decir, a su existencia misma. Para lograr ese fin supremo de"salvacin nacional" son vlidos y admisibles todos los medios. Laguerra, por definicin, no puede reparar en medios para lograr sufin, la aniquilacin del enemigo. Todas las limitacionesquesepongan a esos medios son convencionesquesaltan encuanto, dentrodesusmarcos, resulta imposible alcanzar el finbuscado. Entonces se pasa a un nivel superior; si Vietnam no haenseado esto, no ha enseado nada. El nico lmite es la fuerzacontraria y equivalente del enemigo. La clase obrera argentina,frente al desencadenamiento de la ofensiva total de la alianza

    siniestra contra ella, no dispona de esa fuerza equivalente.La locura homicida es perfectamente racional. Significa, en lti-mo anlisis, puesa en tbe^adsin mediadores dMespoismo iw-diAs^a, Frente aldesafio a la dominacin que signifca laactividad -no mediada polticamente, es decir, no integrada enel Estado cuyabase e&t en la c

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    permanente, que existe enel nciecelular deladomi- nacin, segeneraliza al nivel dla saciedad;''' '

    Las fuerzas armadas se convietten^n l encarnacin materialdel despotismo del capital y la coerH ebre todo el espacio delcomportamiento del Estado. Cmo PeSphesta a la anomala, de laautonoma obrera, termin por dSgnC'denarse otra anomala

    en el Estado argentino: la aMiottoTnid peweMa de los militares.La racionalidad de su conducta exteminadora debe medirse

    por la magnitud del desafo y por ei Carcter especfico delinstrumento del Estado que aborda la tarea de resolver la crisis dedominacin. Lo que cada jefe hace en su esfera particular deactividad es racional dentro de los fines de esa reducida esfera:

    secuestro, tortura, asesinato, desaparecimientos, robos dpropiedades. El conjunto termina siendo completamenteirracional (por eso desemboca en ias Malvinas) , irracionalidadque aparece ante los ojos dla clase dominante cuando entra encrisis el proyecto econmico, se precipita la crisis interburguesa ylos militares se involucran en esta crisis no slo con los mediosdel mercado sino tambin con los que les dael poder de las armasy el terrorismo de Estado.

    Dentro d esa racionalidad $on funcionales losdesaparecimientos y los cadveres annimos, que en 1984comenzaron a aflorar de debajo dla tierra por centenares ymillares. Al anonimato delaexplo- tacin capitalista, al anonimatode la fuerza de trabajo como mercanca, a la abstraccin deldespotismo industrial, corresponde el anonimato d los muertos

    intercambiables e irreconocibles. Es la conclusin ltima de laracionalidad capitalista frente la fuerza de trabajo y a surebelda, tan diferente de l racionalidad medieval oprecapitalista donde tanto los dominados y trabajadores cmo losmuertos tienen sus nombres, imprescindibles en los lazos dedependencia personal que rigen la dominacin e esassociedades!

    M Kart Marx, ECapRQ?, Sigto XXI, Editores Mjico, 197, (.1., vo!. 1, cRptto II,"La cooperador)".

    Para los militares cuanto hicieron no slo es racional. Estambin es el cumplimiento estricto de la moral militar

    determinada poi* sus flties. Por eso los jefes militares, aquienesla claseburguesa en conjunto encarg la tarea de la"guerrasucia" contralos trabajadores argentinos mientras ella, laburguesa, miraba para otro lado, ahora se sienten traicionadospor esa burguesa que, despus de haberlos usado dejndoosque se cubrieran de crmenesy se ganaran el odidelapoblacin,ahoraloscntmplaconhorroryfingenoreco- ncerlos oomo susleales servidores, Ellos sienten, con razn, que hail cumplido, Y lodicen. Dnde pues est el delito?

    El delito est, precisamente, en que creyeron cumplir pero fra-casaron. La anomala perversa del comportamiento militar, suautOtloma asesina, logr imponer una derrota global a la clase

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    obrera pefo il pudo disolver los fundamentos de su autonoma

    en la sociedad argentina^ Sus sntomas y smbolos, sus mtodosy conductas velven a reaparecer cundo la clase obreraargentinase reorganiza, pes la recomposicin y latrasformcin profundas que dicha clase ha sufrido en la ltimadcada.

    Uha reflexin final a este respect: el carcterextremadamente peligroso (paraapropia clase) dla rupturaobrera qUeseinicicon el crdobazo y culmin a nivel social (perono poltico) en 1974-75, consist a en queplanteaba el nivelmximo de amenaza ala dominacin n l sociedad y el Estadoargentinos, sin poder presentar una alternativa propia a esadominacin. Sin la resolucin de este problema; tareaexquisitamente poltica si las hay, el peligro continuar siemprepresente:

    12.

    No 8stii de moda en Argentina la discusin y el anlisissociolgico en ttmnos de clases, sino en trminos de"participacin", "democracia", "unidad nacional" o "liberacinnacional". Este es el legaje comn alos dos grandes partidos dela poltica nacional, el radical y el justicialista, y a varios de losmenores. Ese lenguaje olvida U oculta voluntariamente que elmayor enemigo dlos tr abaj adores li est afuera sino adentro,en las clases dominantes nacionales, que cuentn con aliados ysocios externos muy fuertes pero cuyo poder y rghoscoercitivos son nacionales y son los que siempre han reprimido a

    los trabajadores. En unjis con una definicin de clases tan ntiday tan arraigada histricamente en las conciencias como lo esArgentina; resulta errneo plantear, por ejemplo, el problema dela deda externa como el gran unificador dla nacin: capital ytrabajo tienen intereses tan antagnicos y soluciones tandiferentes frente a la deuda como lo tuvieron frente a la guerrade las Malvinas; y ya sabemos lo que cost a la izquierda en estaguerra oscurecer ese anta- gonismo corriendo tras la ilusin de la"unidad nacional" sin distinciones de clases.

    En la discusin sobre la salida de la crisis esto debe ser puestoen primer plano, porque slo la confrontacin y la lucha entrelasclases internas y sus respectivos, aliados decidir en definitivacul de los polos opuestos, los dueos de la tierra y dla rentaagraria y sussocios internacionales o los trabajadoresasalariados, deber ver castigados sus intereses.y sus ingresospor los costos de la crisis.

    E enemigo es&i adentro;, esta constatacin es un punto departida ineludible para la reorganizacin sindical y poltica de lostrabajadores. Sin esta reorganizacin no puede haber siquierarecuperacin de los equilibrios en el Estado como relacin socialen la sociedad capitalista argentina contempornea. En ella laconfrontacin dominante es entre el capital y el trabajo, a la cualest subordinada la antinomia "liberacin o dependencia" queaquellos partidos quieren poner en primer plano.

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    En esa reorganizacin, sin ?a caa? no habr reorganizacin de-mocrtica duradera de ?a oda nacional, la capacidad de decisin

    de ios trabajadores en el lugar de produccin encarnada en suorganizacin de empresa sigue siendo una cuestin crucial en laconfiguracin de las relaciones de fuerzas histricamente dadaen esa sociedad.

    Los peronistas quieren mantener esa capacidad de deliberar yde hacer potica encerrada en el mbito estrecho de la fbricapara usufructuarla en provecho propio como punto de apoyo ymoneda de cambio en el mercado de,la poltica nacional al cualaccede slo la burocracia sindical como corporacin, no iostrabajadores. Pero mantener esta forma de representacin

    corporativa implica necesariamente, ai mismo tiempo y a larecproca, consolidar la presencia corporativa del ejrcito y de laIglesia y afirmar a las tres corporaciones como pilares del Estado.Los radicales, por el contrario, quieren quitar ese punto de apoyoal justicialismo pero tambin a los trabajadores, disolviendo esavida poltica existente en el lugar de produccin y trasladndolaal mbito general de la sociedad, donde los trabajadoresdeberan hacer poltica no como tales, como productores, con elpeso social especfico que ello comporta, sino como simplesciudadanos, como unidades indiferenciadas en el con-UADERNOSDELSUR4 39

    junto dlos votantes. No es difcil observar que esto significa dospio- yectos diferentes en cuanto a la estructura del Estado.

    En la nueva reorganizacin democrtica de los trabajadores ar-gentinos, que como siempre ha ocurrido slo puede provenir deuna movilizacin en progreso, extendida durante cierto tiempo,desde los lugares de produccin y por sus demandas, ellospodrn pesar en primera persona en las salidas polticasnacionales y en las configuraciones estatales si logran romperese dilema en que los coloca la disputa entre los dos grandespartidos de la poltica argentina y si logran generar la fuerza, laorganizacin y la comprensinparapre- sentar un proyectopoltico nacional propioparaelpas. Sera stala nica manera parageneralizar y comunicar con la sociedad entera lo que todavahoy es la politicidad cerrada de la fbrica. Dicho proyecto, quetradicionalmente ha sido el del ,so

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    Asumir eseproyecto socialista lo cual no consiste en un acto

    sino en un proceso es la condicin para que la politicidadespecfica e intensa dlos trabaj adores en los lugaresdeproduccin no quede encerrada o incomunicada con lasociedad, o no se diluya y se disgregue indiferenciada en sta,sino que se fortalezca, enriquezca y generalice invadiendodemocrticamente la vida social para transformarse, de unaanomala, en la norma ms general de la convivencia social y desu politicidad social. Esto preparara, demandara e implicara uncambio radical de la relacin social que llamamos Estadoargentino, trasformndola desde sus races de lo que hoy es, unarelacin del capital, en lo que maana puede ser, una relacin detrabajadores.

    Mxico, D.F., febrero 1985.

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