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Los jóvenes en el mundo actual Deconstrucción de las nuevas realidades Adriana Cruz-Manjarrez Ma Guadalupe Chávez Méndez Ana Isabel Zermeño Flores C OORDINADORAS Los jóvenes en el mundo actual Deconstucción de las nuevas realidades A. Cruz-Manjarrez, M. G. Chávez Méndez y A. I. Zermeño Flores | COORDINADORAS Adriana Cruz-Manjarrez Mexicana. Antropóloga social. Doctora en culture and perfomance studies, UCLA. Profesora e investigadora de tiem- po completo del Programa Cultura del Centro Universitario de Investigaciones Sociales (CUIS) de la Universidad de Coli- ma, México. Pertenece al Sistema Nacio- nal de Investigadores (SNI, nivel I). Ma Guadalupe Chávez Méndez Mexicana. Socióloga. Doctora en cien- cias sociales, Universidad de Colima. Profesora e investigadora de tiempo completo del Programa Cultura del Cen- tro Universitario de Investigaciones So- ciales (CUIS) de la Universidad de Colima, México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI, nivel I). Ana I. Zermeño Flores Mexicana. Doctora en comunicación au- diovisual, Universidad Autónoma de Barcelona. Profesora e investigadora de tiempo completo del Programa Cultura del Centro Universitario de Investigacio- nes Sociales (CUIS) y coordinadora de Agorante, grupo de investigación en so- ciedad y tecnología, Universidad de Co- lima. Los trabajos reunidos en este libro presentan una actualización multidis- ciplinar a varios temas vinculados con lo juvenil; lo hacen utilizando me- todologías cuantitativas y cualitativas con el fin de dar cuenta de la com- plejidad que significa la experiencia de las nuevas generaciones, sobre todo de aquellos sectores de los que poco se habla, como los indígenas, los rurales, los migrantes, los dreamers o los que no estudian ni trabajan; pero también hay acercamientos a temáticas recientes vinculadas a las y los jóvenes como los que usan cotidianamente las tecnologías de la in- formación y de la comunicación (TIC), los que aprenden a través de vi- deojuegos y los estudiantes universitarios que se insertan en redes de movilidad académica internacional tan promovida en la actualidad. Las investigaciones develan realidades precarias y mundos contras- tantes; constatan realidades y articulan con los discursos y prácticas las representaciones que van construyendo los diferentes sectores juveni- les; es decir, generan información ad hoc que los tomadores de decisio- nes y quienes diseñan políticas públicas no deberían obviar. JOSÉ ANTONIO PÉREZ ISLAS SIJ-UNAM Desde miradas disciplinares muy parti- culares (antropología, comunicación y sociología), en este libro ofrecemos una serie de estudios que abonan a conocer la situación actual de los/as jóvenes en los ámbitos de migración, educación y salud, y las tecnologías de información y comunicación. Partimos de estos temas con base en las líneas de investigación de los integrantes del Cuerpo Académi- co 50: Estudios de Cultura y Comunica- ción de la Universidad de Colima y de las redes nacionales e internacionales que hemos tejido colegiadamente. En los úl- timos quince años, el CA50 ha desarro- llado diversos estudios relacionados con jóvenes y juventud. En este trabajo inte- gramos un abordaje multifacético sobre las problemáticas actuales que vive este grupo social. El libro propone nuevos acercamientos a las categorías: “ser jo- ven”, “jóven (es)” y “juventud (es)”, fruto de estos años de investigación. Universidad Nacional Autónoma de México Universidad Nacional Autónoma de México

Adriana Cruz-ManjarrezMexicana. Antropóloga social ... · un modelo de inclusión digital (ID) que avance hacia la inclusión social (IS) de este grupo de población tan particular,

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Los jóvenesen el mundo actualDeconstrucción de las nuevas realidades

Adriana Cruz-ManjarrezMa Guadalupe Chávez MéndezAna Isabel Zermeño FloresCOORDINADORAS

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SAdriana Cruz-ManjarrezMexicana. Antropóloga social. Doctora en culture and perfomance studies, UCLA. Profesora e investigadora de tiem-po completo del Programa Cultura del Centro Universitario de Investigaciones Sociales (CUIS) de la Universidad de Coli-ma, México. Pertenece al Sistema Nacio-nal de Investigadores (SNI, nivel I).

Ma Guadalupe Chávez MéndezMexicana. Socióloga. Doctora en cien-cias sociales, Universidad de Colima. Profesora e investigadora de tiempo completo del Programa Cultura del Cen-tro Universitario de Investigaciones So-ciales (CUIS) de la Universidad de Colima, México. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI, nivel I).

Ana I. Zermeño FloresMexicana. Doctora en comunicación au-diovisual, Universidad Autónoma de Barcelona. Profesora e investigadora de tiempo completo del Programa Cultura del Centro Universitario de Investigacio-nes Sociales (CUIS) y coordinadora de Agorante, grupo de investigación en so-ciedad y tecnología, Universidad de Co-lima.

Los trabajos reunidos en este libro presentan una actualización multidis-ciplinar a varios temas vinculados con lo juvenil; lo hacen utilizando me-todologías cuantitativas y cualitativas con el �n de dar cuenta de la com-plejidad que signi�ca la experiencia de las nuevas generaciones, sobre todo de aquellos sectores de los que poco se habla, como los indígenas, los rurales, los migrantes, los dreamers o los que no estudian ni trabajan; pero también hay acercamientos a temáticas recientes vinculadas a las y los jóvenes como los que usan cotidianamente las tecnologías de la in-formación y de la comunicación (TIC), los que aprenden a través de vi-deojuegos y los estudiantes universitarios que se insertan en redes de movilidad académica internacional tan promovida en la actualidad. Las investigaciones develan realidades precarias y mundos contras-tantes; constatan realidades y articulan con los discursos y prácticas las representaciones que van construyendo los diferentes sectores juveni-les; es decir, generan información ad hoc que los tomadores de decisio-nes y quienes diseñan políticas públicas no deberían obviar.

JOSÉ ANTONIO PÉREZ ISLASSIJ-UNAM

Desde miradas disciplinares muy parti-culares (antropología, comunicación y sociología), en este libro ofrecemos una serie de estudios que abonan a conocer la situación actual de los/as jóvenes en los ámbitos de migración, educación y salud, y las tecnologías de información y comunicación. Partimos de estos temas con base en las líneas de investigación de los integrantes del Cuerpo Académi-co 50: Estudios de Cultura y Comunica-ción de la Universidad de Colima y de las redes nacionales e internacionales que hemos tejido colegiadamente. En los úl-timos quince años, el CA50 ha desarro-llado diversos estudios relacionados con jóvenes y juventud. En este trabajo inte-gramos un abordaje multifacético sobre las problemáticas actuales que vive este grupo social. El libro propone nuevos acercamientos a las categorías: “ser jo-ven”, “jóven (es)” y “juventud (es)”, fruto de estos años de investigación.

Universidad NacionalAutónoma de México

Universidad NacionalAutónoma de México

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enfoque académico

Los jóvenesen el mundo actual Deconstrucción de las nuevas realidades

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Universidad de ColimaMtro. José Eduardo Hernández Nava, RectorMtro. Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño, Secretario GeneralMtra. Vianey Amezcua Barajas, Coordinadora General de Comunicación SocialMtra. Gloria Guillermina Araiza Torres, Directora General de Publicaciones

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Los jóvenesen el mundo actual Deconstrucción de las nuevas realidades

Adriana Cruz-Manjarrez Ma Guadalupe Chávez Méndez

Ana Isabel Zermeño Flores Coordinadoras

Universidad Nacional Autónoma de México

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© Universidad de Colima, 2016 Avenida Universidad 333 C.P. 28040, Colima, Colima, México Dirección General de Publicaciones Teléfonos: (312) 316 10 81 y 316 10 00, extensión 35004 Correo electrónico: [email protected] www.ucol.mx

© Universidad naCional aUtónoma de méxiCo, 2016 Avenida Universidad 3000, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, Ciudad Universitaria, Ciudad de México www.unam.mx

ISBN: 978-607-8356-85-0

Derechos reservados conforme a la leyImpreso en México | Printed in Mexico

Proceso editorial certificado con normas iso desde 2005Dictaminación y edición registradas en el Sistema Editorial Electrónico Pred Registro: LI-004-15 Recibido: Febrero de 2015 Publicado: Septiembre de 2016

Libro realizado con recursos PIFI 2012.

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Agradecimientos

A la vida, por permitirnos culminar colegiadamente

este proyecto académico.

A todos los involucrados en la realización de este libro.

A José Antonio Pérez Islas, por su actitud y espíritu de colaboración.

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Índice

Prólogo ..................................................................................................... 9 José Antonio Pérez Islas

Introducción ........................................................................................... 17 Adriana Cruz-Manjarrez, Ma Guadalupe Chávez Méndez, Amaury Fernández Reyes, Ana I. Zermeño Flores, Karla Y. Covarrubias Cuéllar y Ma Alejandra Rocha Silva

Jóvenes y migraCión

CapítUlo I Estudiantes indocumentados del otro lado: Su búsqueda para mejorar el estatus migratorio .............................. 41

Ana Bertha Uribe Alvarado

CapítUlo II Repensar la participación juvenil indígena: Nuevas prácticas y significados culturales en contextos transnacionales de migración ..................................... 67

Adriana Cruz-Manjarrez

CapítUlo III Inserción laboral juvenil: Jornaleros asalariados mayas de origen guatemalteco en México ... 95

Martha García Ortega y Rosa Santos

CapítUlo IV Trabajo remunerado y educación, factores migratorios que transforman el acceso a la tierra entre los jóvenes de San Jerónimo Amanalco ............................................................ 117

Guillermo Torres López

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Jóvenes, edUCaCión y salUd

CapítUlo V Sin luz al final del túnel: los ninis ................................................... 145

Juan Carlos Yáñez Velazco

CapítUlo VI Sexualidad y riesgo de ITS y VIH/SIDA en jóvenes indígenas jornaleros migrantes: Hallazgos de un estudio mixto .................... 169

José Ramiro Caballero Hoyos

CapítUlo VII Elementos para el estudio de los videojuegos como estrategia de comunicación y de educación y salud sexual en jóvenes ............................................................... 215

Lucía Stella Tamayo Acevedo, Ma Guadalupe Chávez Méndez y Mónica Isabel Tamayo Acevedo

CapítUlo VIII Representaciones sociales y nivel de conocimiento que sobre la salud, el autocuidado de la salud y las estrategias de prevención tienen jóvenes de 18 a 29 años de edad, en el medio urbano y rural del estado de Colima .......................... 249

Ma Guadalupe Chávez Méndez

Jóvenes y teCnología

CapítUlo IX Espacio biográfico y cotidianidad tecnológica entre jóvenes ......... 281

María Rebeca Padilla de la Torre

CapítUlo X El papel de las redes sociales en la movilidad académica .............. 309

Ma Alejandra Rocha Silva, Ibis Marlene Álvarez y Genoveva Amador Fierros

CapítUlo XI La inclusión digital para la inclusión social en jóvenes ................. 343

Ana Isabel Zermeño Flores, Rosa María Alonzo González, Alfredo Ameneyro Castro y Mabel Andrea Navarrete Vega

Autores | Autoras ................................................................................. 369

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CapítUlo xi

La inclusión digital para la inclusión social en jóvenes

Ana Isabel Zermeño Flores Rosa María Alonzo González

Alfredo Ameneyro Castro Mabel Andrea Navarrete Vega

Las tecnologías de información y comunicación (TIC) ¿pueden favorecer la inclusión social de jóvenes excluidos de la socie-

dad de la información y el conocimiento (SIyC)? Esta pregunta en-traña al menos cuatro desafíos. El primero tiene que ver con la dis-cusión necesaria sobre ¿por qué las TIC pueden colaborar con la inclusión social?; mientras el segundo implica plantearse ¿de qué manera podría lograrse la inclusión social de jóvenes que viven condiciones de exclusión aprovechando las TIC?, lo que nos lleva a los cuestionamientos ¿quiénes son estos jóvenes? y ¿por qué se-ría significativo incluirlos? Éstas son las preguntas a las que se pre-tende responder en este artículo, integrándolas en la propuesta de un modelo de inclusión digital (ID) que avance hacia la inclusión social (IS) de este grupo de población tan particular, heterogéneo y disperso. El modelo que se presenta es a nivel conceptual y parte de un marco teórico sobre la inclusión digital y los derechos huma-nos (DDHH) con énfasis en los de cuarta generación.

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La propuesta resulta relevante porque aborda la ID de forma integral. Se entiende que ésta no es un fin en sí misma sino un ca-mino para lograr la IS. Se busca la forma de impactar en la produc-tividad económica de jóvenes que viven en condiciones de exclu-sión, pero se trasciende la visión economicista y utilitarista de las TIC para trabajar aspectos de productividad comunitaria. Se asume la productividad desde un enfoque más amplio, que refiere a la ca-pacidad de producir beneficios en diferentes aspectos, entre ellos los que son de provecho para cambiar el entorno social, pero tam-bién el individual.

Las TIC para la inclusión social La principal tesis sobre la que se construye este documento es que la ID sí puede favorecer la IS en la medida que alienta el acceso a la información y al establecimiento de la comunicación, los cuales son bienes socialmente valorados que se asocian a la ciudadanía, el empoderamiento y la prosperidad económica (Parsons y Hick, 2008; UNICEF, 2006; Warschauer, 2003). Esta aseveración se concre-ta en la ecuación de concordancia: ID ≡ IS.1

Primero hay que destacar que la ID es mucho más que el acceso a las TIC. No sólo se trata del acceso efectivo para utilizar los dispositivos físicamente, ni sólo desarrollar las destrezas y ha-bilidades necesarias para participar plenamente en la SIyC (DiMa-ggio et al., 2001), también implica la confianza en las TIC, el acce-so a contenidos significativos y la continuidad de acciones que re-troalimenten dicha confianza (Bradbrook y Fisher, 2004). La ID es la comprensión de las lógicas a través de las cuales funcionan las TIC y las formas en las que a través de éstas se puede producir in-formación, conocimiento y la inclusión activa de la persona en su entorno. Comprender la complejidad del concepto ID ha llevado varios años y diversas discusiones; primero, porque surge preña-do del prejuicio de la naturaleza técnica del objeto. Con ello se tra-

1 La conceptualización de esta ecuación parte de los trabajos desarrollados desde el 2005 en el proyecto Enrédate (Zermeño Flores et al., 2007), luego se retroalimenta por la propuestas planteada por Agorante en el marco de referencia para Clubes Di-gitales (2011a); así como en la discusión desplegada en el capítulo de libro Modelo para la inclusión digital de adultos en telecentro (Zermeño Flores et al., 2014).

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zó su comprensión desde la línea de la disponibilidad y el acceso como primera condición de inclusión; es decir, el objetivo fue iden-tificar si las personas y los países tienen o no acceso a las TIC. Con esta mirada, los organismos internacionales y los gobiernos nacio-nales consideraron factible cerrar la brecha digital (BD) a través de la ampliación de redes telemáticas, la adquisición de equipo y el acceso público a internet (Burch, 2005). Pero el devenir ha demos-trado que el cierre material de la BD no es suficiente; por el con-trario, haber descuidado el entramado de factores vinculados al fe-nómeno (habilidades digitales, contenidos, entornos virtuales, et-cétera), ha implicado cuantificables recursos con muy pocos o nu-los resultados, ha fortalecido brechas sociales existentes y ha abier-to otras (Marrero, 2007; Warschauer, 2003).

Para entender y trabajar a favor de la inclusión digital es necesario considerar que ésta es diferenciada, jerarquizada y me-diada por formas del capital económico, cultural y social, así como por el compromiso del individuo con las TIC y condiciones pragmá-ticas (Selwyn, 2004). Es preciso distinguir el tipo de TIC que utili-zan las personas, así como la calidad del acceso. No es lo mismo lo que se puede lograr con una computadora o un teléfono celu-lar conectados a la red pues cada tecnología está diseñada para un tipo de uso. Como ejemplo, cabe resaltar que, a propósito del auge de la telefonía móvil, se ha generalizado la idea de que contar con smartphones abona a la ID. Hay que tener cuidado con este tipo de visiones que resultan convenientes sobre todo para el mercado de telecomunicaciones y dispositivos móviles, pues si bien es cierto que se avanza en el uso de las TIC, este tipo de uso resulta más in-dividual y recreativo que productivo (por sus propias especificacio-nes de tamaño de pantalla, teclado y capacidad); a diferencia de las computadoras que favorecen más la escritura, el procesamiento de información y la producción audiovisual, entre otras posibilidades (Gvirtz y Larrondo, 2007).

Coincidimos con Selwyn (2004), para quien la ID debe ver-se desde la participación significativa, no sólo como la satisfacción individual de uso, sino desde aquello que constituye la inclusión a lo social. Este autor propone observar cuatro etapas de la BD (fi-gura 1).

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Figura 1 Etapas de la brecha digital

Acceso (teórico y formal) a TIC y a contenidos.

Provisión formal de TIC en el hogar, comunidad (escuelas, parques, entre otros) y en espacios de trabajo, disponible en teoría, para el uso de las personas.

Uso de TIC o acceso efectivo a TIC y contenidos.

Provisión de TIC en el hogar, comunidad y espacios de trabajo, que las personas sientan que pueden usar y acceder.

Interacción o compromiso con las TIC y contenidos.

Uso con sentido de TIC. Cuando la persona ejerce un grado de control y elección sobre la tecnología y contenidos. Supone un uso que pueda considerarse grato, útil, relevante y significativo para la persona.

Resultados (consecuencias) reales o percibidos.

Consecuencias inmediatas o a corto plazo del uso de TIC; así como consecuencias a mediano y largo plazos del uso de TIC en términos de participación en la sociedad (entendida como SIyC). Pueden ser vistas en términos de actividad productiva, actividad política, actividad social, actividad de consumo y actividad de ahorro.

Fuente. Traducción y adecuación a partir de Selwyn (2004:352).

En síntesis, la ID en este trabajo es entendida como un con-cepto multifactorial, como una oportunidad para participar plena-mente de la SIyC (particularmente en actividades productivas y so-ciales como las identifica Selwyn), que requiere observarse de for-ma compleja y desde la óptica de los DDHH.

La inclusión digital como derecho humano Mucho se repite el discurso de que el advenimiento de las TIC ha significado cambios sustanciales en todos los órdenes de la vida so-cial (Castells, 2001), en particular, porque indica la oportunidad de allegarse información y construir conocimiento; por lo que, quien no domine estas nuevas reglas corre el riesgo de quedar social-mente excluido. En el informe de la UNESCO (2005), Hacia las socie-dades del conocimiento, su entonces director, Koichiro Matsuura, su-brayaba la centralidad del conocimiento en las mutaciones y la in-terdependencia económica, política y cultural en la configuración de estas nuevas sociedades. Si bien esta mirada avanza al subrayar

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el protagonismo de la información y las TIC en el cambio social, es una visión limitada y tecnicista, que invisibiliza al actor que gestio-na la información y genera conocimiento: la persona.

Por primera vez en la historia, la mente humana es valora-da como una potencia de cambios directos utilizando precisamen-te estas tecnologías. Por lo que se vuelve relevante pensar a la per-sona de forma integral, proactiva, comunitaria, competente, ética y abierta al cambio. No se trata sólo del sujeto capaz de desarro-llar riqueza económica gracias a la información y al conocimien-to, se trata de la aspiración a un sujeto que participe de forma am-plia y comprometida en la vida social. Se trata de la intersección entre el sujeto competente para la vida laboral y la vida ciudada-na (Marrero, 2007).

Precisamente, en una era en la que se revelan las TIC “como condición esencial de posibilidad y como característica definido-ra de nuestra sociedad” (Bustamante Donas, 2001), se vuelve in-dispensable pensar su adopción desde el marco de los DDHH. Para este texto, se entiende la ID desde el enfoque del desarrollo basado en los DDHH (ONU, 2003) porque “constituye el principio en virtud del cual los aspectos relacionados con los derechos humanos son sistemáticamente integrados a la cooperación [para el] desarrollo” (Del Río, 2009) y porque las TIC son consideradas dinamizadoras del potencial de las personas al mejorar su capacidad para gestio-nar información, romper barreras de comunicación, favorecer la-zos afectivos, fomentar el intercambio y la colaboración.

Desde este enfoque, las visiones utilitarista, tecnologicista y economicista se superan porque las TIC se ponen al servicio del desarrollo humano. Entendiendo a éste último como un reto colec-tivo concreto, no utópico sino eutópico:

El horizonte del desarrollo humano es un reto colectivo que se aleja de la visión utópica, en cuanto se entiende como algo ideal e inalcanzable, para convertirse en una cuestión eu-tópica. La propuesta de hacer mejor la vida cotidiana de las personas, dotada de más posibilidades para vivir y disfrutar, abierta a la creatividad y los sueños personales, con la posibi-lidad de cooperación de cada uno siendo lo que quiere ser, es algo alcanzable, posible y realizable (Marcuello Servós, 2005).

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Por un lado, el enfoque de los DDHH ayuda a entender que la ID puede impulsar el ejercicio de derechos humanos como la participación activa de la ciudadanía, la libertad de expresión y, por consecuencia, la mejora de la calidad de vida al ampliar el al-cance de las posibilidades de comprensión y acción del ser huma-no (Bustamante Donas, 2001).

Es decir, son un vehículo y una herramienta para la inclu-sión activa en la sociedad. Por otro lado, el marco de los DDHH, al tomar en cuenta la emergencia de nuevas formas de organización social, cosmovisiones y valores, generan marcos teóricos y políti-co-pragmáticos que responden a esas nuevas realidades, como los DDHH de cuarta generación.

Lo que denomino “cuarta generación” de los derechos humanos será la expansión del concepto de ciudadanía digi-tal, que presenta tres dimensiones. En primer lugar, como am-pliación de la ciudadanía tradicional, enfatizando los derechos que tienen que ver con el libre acceso y uso de información y conocimiento, así como con la exigencia de una interacción más simple y completa con las administraciones públicas a través de las redes telemáticas. En segundo lugar, ciudadanía entendida como lucha contra la exclusión digital, a través de la inserción de colectivos marginales en el mercado de traba-jo en una sociedad de la información (SI) (políticas de profe-sionalización y capacitación). Por último, como un elemento que exige políticas de educación ciudadana, creando una inte-ligencia colectiva que asegure una inserción autónoma a cada país en un mundo globalizado (Bustamante Donas, 2010).

Esto significa que las TIC deben estar al alcance de todos

para generar inteligencias colectivas (Lévy, 2004) que garanticen para todos las formas de vida socialmente valoradas en el mundo contemporáneo. Se sobreentiende que los DDHH de cuarta genera-ción aplican a cualquier persona, pero la ID de jóvenes, sujetos de interés en este libro, resulta estratégica porque, como se verá en el siguiente apartado, son la generación de nativos digitales que, a diferencia de los adultos anclados a formas tradicionales, podrían apropiarse de las TIC y generar cambios sustanciales.

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El joven ¿actor de desarrollo o sujeto excluido?Cuando se trabaja desde la academia con jóvenes, una de las partes más difíciles es definir el concepto de joven al contener diversas características que pueden variar su significado e interpretación. Aun cuando todos entendemos que se habla de una etapa genera-cional-transicional del ser humano, la complejidad comienza des-de que intentamos delimitar el momento de inicio o término de la misma (edades que la conforman).2 En su conceptualización tam-bién influyen otras condiciones como posición familiar, lugar en la sociedad e incluso el momento histórico en el que se es joven.

En la revisión de varios estudios sobre juventud, Alpizar y Bernal (2003) encuentran que “ser joven” es una categoría cons-truida que se evidencia en la identificación de siete perspectivas desde donde la academia ha trabajado a este grupo (etapa del de-sarrollo psicobiológico humano, momento clave para la integra-ción social, dato sociodemográfico, agente de cambio, problema de desarrollo, generaciones y construcción sociocultural); señalando que todas ellas comparten características de homogeneidad, estig-matización, invisibilidad del género femenino, ser adultocéntricas y obviar la subjetividad del investigador.

Otros autores establecen como riesgoso abordar al joven desde una concepción construida (Alvarado et al., 2009), y otros proponen entenderla como una categoría socio-bio-cultural (Zer-meño Flores et al., 2002), lo que muestra la posibilidad de reali-zar estudios sobre problemáticas y dinámicas de la juventud, pero también evidencia la limitante de acotar una realidad dinámica y compleja como la que significa “ser joven”.

Para Alpizar y Bernal (2003) la juventud y el ser joven es una construcción social que implica condiciones que no son natu-rales e inamovibles, por lo que sugieren que al trabajar con estos conceptos se debe “asumir que la juventud permanentemente se está construyendo y re-construyendo, históricamente. Cada socie-dad define a la ‘juventud’ a partir de sus propios parámetros cultu-

2 En México la Ley del Instituto Mexicano de la Juventud (2013) considera como po-blación joven a la comprendida entre los 12 y 29 años, al igual que lo hace la OTI (2013), pero la Organización Iberoamericana de la Juventud (s/a) señala como ju-ventud a los sujetos comprendidos entre los 15 y 24 años de edad.

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rales, sociales, políticos y económicos, por lo que no hay una de-finición única” (p. 121). También es necesario considerar cualida-des de posicionamiento, configuración y movilización del joven en cierto periodo de tiempo, es decir, ver al joven como un cronoto-po (Alvarado et al., 2009) con relaciones espaciales y temporales muy precisas.

Para definir al tipo de joven al que se hace referencia en este trabajo, se considera la perspectiva de las etapas de desarro-llo psicobiológico, donde “ser joven” implica ubicarse en una etapa de transición entre la niñez y la vida adulta, en la que se prepara para integrarse a la vida social, productiva y reproductiva (Alpízar y Bernal, 2003; Zermeño Flores et al., 2002), pero estos aspectos es-tán relacionados, al igual que el joven, a contextos muy particula-res que implican un espacio y un tiempo definidos.

Frente a la SIyC el sector juvenil representa un terreno fértil con grandes potencialidades vinculadas a las TIC, ya que se le con-sidera la generación de individuos que nacieron cuando el lengua-je computacional, los video juegos y la internet era algo cotidiano, son los llamados nativos digitales (Prensky, 2001). Es una genera-ción a la que le es “natural” desarrollarse con y a través de las TIC, a diferencia de las generaciones previas consideradas como migran-tes digitales. Estos últimos enfrentan la dificultad de ajustar sus ló-gicas de vida a los cambios que implican el uso de las TIC, mante-niendo siempre el recuerdo de un tiempo histórico diferente. En este sentido, la ID parece una apuesta asegurada para construir al joven como un actor para el desarrollo, teniendo menos resisten-cia a las TIC. Sin embargo, cuando consideramos que la ecuación conveniente es ID ≡ IS, la apuesta disminuye sus probabilidades de ocurrencia pues implica observar factores como el entorno y mo-mento histórico del sujeto, visibilizando problemáticas asociadas al joven, así como la desventaja de estar en exclusión social, inclu-yendo la digital.

“Ser joven” implicaría, idealmente, ser estudiante, emplea-do, trabajador, emprendedor o padre de familia, pero la realidad re-fiere que la brecha social está aumentando en este grupo, puesto que son más vulnerables al desempleo y la pobreza. La OIT (2013) calcula que en 2013 había 73 millones de jóvenes desempleados

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y más de 220 millones como trabajadores pobres, señalando que la tasa mundial de desempleo juvenil se estimaba en 12.6%; ade-más de que el empleo informal entre los jóvenes es extendido y las transiciones al trabajo decente son lentas y difíciles. Esta organiza-ción señala como un problema mundial las altas tasas de desem-pleo en este sector de la población, y en las economías en desarro-llo, como las de América Latina (AL), identifica dos problemas par-ticulares: el desafío de la creación de nuevos empleos y la mejora en la calidad de los existentes.

En las últimas décadas, la inserción laboral juvenil ha sido un tema de atención para toda AL, por lo que se han impulsado di-versos programas nacionales e iniciativas de cooperación interna-cional para atacar esta problemática, agregándose las diferencias en ingresos y protección social en materia laboral de los jóvenes con trabajo (Rodríguez, 2011).

De la revisión a diferentes programas que se han aplica-do en AL para impulsar la inserción laboral de los jóvenes, Rodrí-guez (2011) ubica que aun cuando han cambiado en el tiempo, no han ofrecido una solución satisfactoria al problema porque se han centrado en un modelo de formación en oficios, “cuando todo indi-ca que hay que pasar decididamente a la formación en competen-cias (flexibilidad y creatividad, trabajo en equipo, manejo de cier-tas tecnologías e idiomas, etcétera) útiles para distintos tipos de puestos de trabajo, y así fomentar la empleabilidad” (p. 128).

A esto se le debe sumar la correspondencia existente entre la educación y el empleo, particularmente en México, donde exis-te un “efecto dominó laboral” (López Moguel, 2009), que se da por el gran número de jóvenes desempleados con buen nivel de capa-citación (por el aumento de egresados con especialidad y la baja demanda de empleos) que se establecen en puestos menos califi-cados o realizan actividades de subempleo. Este efecto de despla-zamiento se continúa en los niveles inferiores, por lo que el joven que tiene bajo nivel educativo y poca experiencia, queda limitado a trabajos precarios y en condiciones inadecuadas.

Particularmente, la deserción escolar, aun cuando se consi-dera un problema de razones multifactoriales, resulta tener como factor preponderante el económico (Valdez et al., 2008), lo que ge-

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nera mayor desventaja en los jóvenes de escasos recursos, redu-ciendo sus posibilidades de insertarse en trabajos que les permitan mejorar su calidad de vida y la de su posible descendencia.

De acuerdo a lo expuesto, las líneas que deberían conside-rar los países en desarrollo al momento de implementar un mode-lo con miras a la reducción del desempleo juvenil, así como a la mejora de la productividad social y económica de los jóvenes, son:

• Fomentar la vinculación laboral y generación de empleos a través de incentivos a empleadores.

• Mejorar la calidad de los empleos existentes a través de iniciativas de política pública.

• Generar vías de apoyo al emprendimiento y autoempleo juvenil.

• Capacitar en competencias para distintos perfiles de jó-venes y opciones productivas o sociales.

• Considerar a la inclusión digital como un medio de acce-so y difusión de los proyectos que puedan vincular a los jóvenes a acciones productivas sociales y económicas.

Dado el último punto de la lista, se debe considerar que aun cuando los jóvenes parecen más inclinados a la apropiación de las TIC (Prensky, 2001) los datos estadísticos reflejan contradicciones. En México, la encuesta sobre disponibilidad y uso de las TIC en los hogares (ENDUTIH) con datos del 2012 (INEGI, 2013) reportó que cuatro de cada diez habitantes se declararon usuarios de computa-dora e internet, de éstos, aproximadamente 65% corresponde a in-dividuos entre los 12 y 35 años de edad; pero este dato ha venido disminuyendo históricamente. Las estadísticas reportadas por la ENDUTIH con datos del 2007 (INEGI, 2008) marcaban para el mismo sector de la población 70%.

La exclusión digital en el sector joven es alarmante porque redunda en la exclusión social, al ser más sentida en países en de-sarrollo donde además tienen mayor población juvenil en edad productiva (ITU, 2012). Las diferencias económicas, políticas y so-ciales en los países desarrollados generan que las TIC, en lugar de ser un factor de equilibrio, tiendan a aumentar la desigualdad y a exacerbar problemas como el desempleo y subempleo (Finquelie-vich et al., 2004).

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“Ser joven” es una condición no natural para la adopción de las TIC, los datos resaltan la presencia de otras variables vincu-ladas a este fenómeno como la situación económica y la precarie-dad laboral. Por lo anterior, el bono demográfico juvenil, que su-pone para los países una ventaja de oportunidades al confrontar-se con los problemas estructurales que históricamente aquejan a los países en desarrollo (como México), implica un foco de aten-ción. La enorme fuerza productiva que significa el sector joven de un país, ante el desempleo generalizado y la precaria capacitación, queda rezagada para responder a las nuevas demandas laborales y sociales; vinculadas algunas de ellas al uso de las TIC desde una perspectiva de la ID para la transformación de las condiciones de vida de los jóvenes.

Lo antes mencionado coloca como pertinente la generación de modelos de inclusión digital que no sólo logren una apropiación instrumental de la tecnología, sino que favorezcan la productivi-dad económica y/o social de los jóvenes, entendidos éstos como agentes de su propio desarrollo, que con el adecuado soporte pue-den superar su estado de exclusión.

Iniciativas de inclusión digital para jóvenes: productividad y comunidadAl considerar un modelo de ID dirigido a la juventud es convenien-te preguntarnos ¿qué se ha hecho para atender las necesidades de ID en la población juvenil? Ante la revisión de experiencias en tor-no a esta temática, se puede mencionar que han existido inicia-tivas enfocadas en dos ámbitos principales; por una parte, aque-llas de corte formativo donde se prioriza el desarrollo de habilida-des digitales para el uso de servicios y dispositivos en línea y, por otro lado, acciones encaminadas al fortalecimiento de la producti-vidad económica y social del joven (Grupo de Investigaciones en Usos Sociales de las Tecnologías, 2011b). En este estudio se focali-za en este último ámbito, por lo que se procedió a realizar una re-visión en internet de 102 proyectos, principalmente desarrollados en México, aunque también se consideraron algunos de otros paí-ses de AL que por su cercanía cultural y económica pudieran servir como referente a este estudio. Se llevaron a cabo dos fases de revi-

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sión: la primera contempló iniciativas mexicanas previas al 2011, con base en el Informe de experiencias de inclusión digital anteriores a la campaña Vasconcelos 2.0 (Grupo de Investigaciones en Usos So-ciales de las Tecnologías, 2011b); de los 79 casos referidos allí, sólo nueve cumplieron con los criterios de productividad para jóvenes; la segunda búsqueda se enfocó a experiencias del mismo tipo en AL que fueron vigentes entre 2009 y 2013, resultando once coinci-dentes con los criterios de selección. De 102 experiencias revisa-das, sólo veinte cumplieron con los criterios de productividad eco-nómica para los jóvenes (ocho impulsadas por empresas, seis por el gobierno, tres por organizaciones de la sociedad y tres reciben apoyo mixto) y sólo tres de éstas además hacen énfasis en la inclu-sión social por su trabajo con la comunidad. Enseguida se da cuen-ta de algunos patrones discernibles en las diferentes experiencias:

• En los programas impulsados por empresas tecnológicas o mixtos (empresa-gobierno o empresa-organización civil), prevalece la preparación del joven para su inserción como trabajador en empresas patrocinadoras o bien, para que en el futuro use los productos y servicios de los promoto-res del proyecto. Sólo 20% de las iniciativas que se revisa-ron tienen un enfoque hacia la productividad, la mitad de ellas promovidas total o parcialmente por empresas tec-nológicas. Es representativo el enfoque del CTIN (2013) de Telmex que propiamente desarrolla el proyecto a manera de búsqueda de talentos; así también la amplia propuesta Youth Spark (2014) de Microsoft entre cuyos programas existen algunos que colocan a los jóvenes avanzados en su empresa, o bien, en otro consorcio internacional. Un sesgo valioso se puede ver en el modelo Entra 21 (ADEC, s/a) que incluye una fase al final de la preparación de los jóvenes en la que se les introduce a un medio labo-ral real, conocido también como prácticas profesionales; este programa se aplicó en diferentes países, en ocasio-nes ofreciendo becas; el índice de abandono es muy bajo independientemente del otorgamiento de la beca; por lo que es probable que la práctica profesional y el correspon-

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diente incremento de posibilidades de conseguir empleo al terminar sea un aliciente importante para los jóvenes.

• Es poco frecuente el apoyo para la creación de autoempleo y emprendedurismo. Sólo dos de las 20 iniciativas se dirigen claramente al emprendedurismo, aunque algunas más abren la posibilidad a que esto ocurra. Una de las vertien-tes de Youth Spark de Microsoft ayuda al joven a confor-mar una empresa propia que brinde servicios a Microsoft. Otra iniciativa que promueve el emprendedurismo como una vertiente es el Club Digital (Secretaría de Comunica-ciones y Transportes, 2012), entre cuyos contenidos se encuentra la opción de aprender a desarrollar un plan de negocios o bien, de marketing, según el interés del joven.

• Son excepcionales los programas que, además de enfocar-se en la productividad de los jóvenes, los encauzan a con-siderar su entorno y a buscar soluciones específicas o el desarrollo de la comunidad. Se encontraron cuatro casos de este tipo, aunque se trata de opciones dentro de los pro-gramas (no son programas cuyo objetivo sea totalmente coincidente con este tema). Una iniciativa en esta línea es Aprender (Intel Corporation, 2008), que encuentra su fundamento en el Club House del Laboratorio de Medios del MIT (modelo significativo por su reconocimiento inter-nacional) que parte de los intereses del joven para impul-sarlo a tomar en cuenta las necesidades de su comunidad; en México, actualmente este modelo sólo se aplica en el Faro de Oriente (2014). El Club Digital de CSIC, también inspirado en el Club House, presenta una línea de traba-jo que liga al joven con su localidad. Entre los programas de Youth Spark de Microsoft se encuentran dos que re-fieren al trabajo con la comunidad: Innovar para el bien, una agrupación de jóvenes que ayuda a comunidades, e Imagine Cup que premia a proyectos de jóvenes dirigidos a resolver problemas de su población.

No obstante los logros de estas iniciativas que promueven la ID de jóvenes, cabe mencionar que aún son pocas las que traba-jan desde perspectivas integrales, que vinculen con énfasis simi-

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lar tanto la productividad económica como la social. En este sen-tido, es pertinente recomendar un mayor énfasis en los intereses de los jóvenes participantes, en la relación entre ellos y sus entor-nos, así como en la posibilidad que tienen de influir en las proble-máticas de los mismos. Se necesitan acciones de ID vinculadas en la generación de autoempleo y empresas propias que respondan a las necesidades que los jóvenes visualizan y no sólo a los objetivos que ven las grandes empresas, gobiernos y organizaciones que pro-mueven este tipo de programas.

Es pertinente distinguir que los modelos que se basan en la competencia entre jóvenes para elegir a los más capaces, reduce la oportunidad a quienes pueden desarrollarse exitosamente aunque tengan habilidades menos ostentosas o distintas del perfil buscado por el patrocinador en su modelo. Por ello, es de interés para este trabajo recomendar un modelo para que jóvenes que viven condi-ciones de exclusión social mejoren sus posibilidades para integrar-se en la SIyC con apoyo de las TIC.

Modelo de inclusión digital para jóvenesGenerar un modelo significa articular conceptualmente una arqui-tectura consistente que describe y explica los diferentes elemen-tos y sus vínculos.

En este sentido, se propone que las acciones para la inclu-sión digital (ID) deben tener como aspiración la inclusión social (IS); es decir, lograr la concordancia entre ambos factores (ID ≡ IS) para avanzar en la participación significativa de los jóvenes en la sociedad actual (figura 2). El modelo contempla que ambos tipos de inclusión deben responder al enfoque de los DDHH en general al encontrar resonancia en los derechos de cuarta generación (que se concreta en la expresión: IDH) y a la ID en particular.

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Figura 2Modelo de IDH (ID ≡ IS) para jóvenes en condición de exclusión

Fuente: Elaboración propia.

El modelo hace énfasis en la productividad económica y so-cial. Se entiende que ambos son claves para ampliar las posibilida-des de los jóvenes en el acceso, disfrute y promoción de bienes y servicios asociados a la ciudadanía (Bustamante, 2001). Además, se asume que la etapa de vida en la que se encuentra este grupo de población, resulta una gran oportunidad para generar cambios que los beneficien a título personal, pero también a la comunidad en la que están insertos. Por lo que es necesario acompañar las estrate-gias de ID con marcos éticos y participativos, no sólo tecnológicos.

El paradigma ID ≡ IS asume que los contextos en los que se puede implementar son diversos y están cruzados no sólo por con-diciones políticas, sociales, culturales, actitudinales y tecnológicas, sino por el factor tiempo que vuelve inestable el terreno de juego, por lo que debe contemplarse como condición del modelo, la flexi-bilidad para adaptarlo a entornos y necesidades específicas.

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Ejes para la apropiación de las TIC

El modelo se mueve en dos vectores, el de los sujetos (eje de las y) y el de los entornos (eje de las x). El primero indica las capaci-dades y actitudes de los sujetos; donde las capacidades pueden ob-servarse, como lo propone Selwyn (2004) en los capitales de Bour-dieu; mientras que los segundos refieren la riqueza o pobreza de los entornos para hacer posible la IDH. Es decir, en la medida que las ecologías de los jóvenes (familiares, amicales, laborales, educa-tivas, de ocio, etcétera) son más estimulantes, y su interés y aper-tura para apropiarse significativamente de las TIC también son fa-vorables, hay más posibilidades de que éstos exploren y dominen las TIC con sentido productivo y/o social.

Input-outputLa entrada al sistema es de jóvenes que viven condiciones de ex-clusión digital, tal como se explica en el apartado anterior sobre los jóvenes, pero que tienen una actitud favorable para considerar a las TIC como posibles herramientas para mejorar su condición de vida en los ámbitos laboral y social. La expectativa es que al egre-sar del sistema de IDH los jóvenes logren capacidades convenien-tes para alguna de las siguientes acciones productivas: emplearse, desarrollar alguna iniciativa para el emprendimiento, favorecer as-pectos formativos o de asistencia; así como la mejora de comunica-ción con redes sociales, participación con grupos culturales especí-ficos y con la comunidad en general.

Fuerzas impulsoras y restrictivasDe acuerdo con el concepto de fuerzas impulsoras y restrictivas de Winston (2003), el modelo se encuentra inmerso en la confluencia de factores que favorecen o inhiben el desarrollo de la persona be-neficiaria hacia los objetivos de la inclusión digital y social. Estas fuerzas actúan de forma irregular en su intensidad, por lo que el avance no puede ser rectilíneo. En el caso de este modelo, puede considerarse como fuerza impulsora una política pública para la ju-ventud sobre fomento a la productividad con énfasis en la atención a su entorno social; y como restrictiva el lento avance del índice de jóvenes con equipo de cómputo propio conectado a internet en

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los estratos más vulnerables. La restricción o supresión no refiere directamente una prohibición, también indica la falta de apoyo, la invisibilidad, el poco desarrollo, retardo o disipación al atender el problema de la inclusión digital para los jóvenes.

Dialéctica para la IDH

Cuando el joven entra al sistema de IDH participa de una dialécti-ca integral y ascendente de los aspectos que enseguida se mencio-nan y que parten del modelo de las 5C de la inclusión digital de Bradbrook y Fisher (2004), que integra la conectividad, capacida-des, contenido, confianza y continuidad; a estos elementos se en-lazan otros 3C: coordinación, comunidad y colaboración; los cua-les consideramos necesarios para la ID ≡ IS. Además, es necesario puntualizar que para este modelo, los ocho aspectos aludidos en la dialéctica de inclusión digital son mediados por las expectativas, necesidades y los diferentes tipos de recursos que poseen o acce-den los jóvenes:

• Conectividad. El modelo requiere el acceso gratuito de los participantes a equipos conectados con internet, de for-ma tal que permita desarrollar y visualizar los contenidos propios del sistema, como son videos, animaciones y ar-chivos de distintas características. La implementación del modelo puede apoyarse en infraestructura del organiza-dor, en centros de acceso comunitarios, en otorgamiento de equipo o en otra modalidad de acuerdo con las posibi-lidades de la entidad que lo realiza. Es necesario subrayar que por conectividad se entiende no sólo el acceso a in-ternet, sino a la calidad de la red (velocidad y estabilidad).

• Coordinación. Es deseable propiciar acciones de colabo-ración con organismos de gobierno, instituciones edu-cativas, empresas y organizaciones de la sociedad civil para ubicarlos como socios estratégicos. Estas instancias pueden aportar, entre otros aspectos, infraestructura ya instalada como centros comunitarios y culturales, biblio-tecas públicas o salones de cómputo; así como recursos humanos que suelen estar posicionados en la comunidad y mantener vínculos estrechos con las personas de la mis-

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ma. Así también, otros socios pueden desarrollar un rol valioso para el trabajo de acompañamiento a los jóvenes como brindar asesorías o bien, asumir los roles de tutores o facilitadores que de manera directa apoyan y guían la apropiación de TIC y el desarrollo de otras competencias estratégicas para la IS del joven; en este sentido, las uni-versidades y asociaciones civiles pueden jugar un papel importante (Rodríguez Gutiérrez, 2013). Otra área que puede ser apoyada por los socios es el financiamiento de la implementación del modelo y las oportunidades labo-rales para los jóvenes; en este último punto, las empresas locales pueden volverse un combustible importante para que el joven avance en sus procesos de ID e IS.

• Contenidos. Los contenidos son comprendidos, desde el inicio del modelo, como aquellos recursos que brindan una guía al joven para su ID desde una perspectiva huma-nista con sentido productivo económico y/o social. Con-forme el joven avanza en la espiral de la IDH, también se evoluciona en la complejidad de los contenidos que se proveen, así como en la promoción para que el joven pro-duzca contenidos de avanzada y significativos, que sean para la comunidad o con miras a insertarse en el merca-do laboral como empleado o empresario.

• Confianza. Refiere al vínculo progresivo de seguridad en la persona con el uso de las TIC que puede fomentarse a través de tres elementos principales; por una parte, un aspecto más técnico que tiene que ver, entre otras cosas, con la habilitación de espacios web seguros y protegidos, donde se propicie la protección de la privacidad, el uso responsable y seguro de servicios y contenidos (Selwyn, 2004). Por otra parte están fuerzas impulsoras externas al modelo, referidas a la política pública que impulsa la ci-berseguridad, la seguridad jurídica de las relaciones per-sonales y económicas en espacios web, así como la pro-tección del consumidor en internet y que redunda en la confianza de los usuarios. Por último, relacionado direc-tamente con el modelo propuesto, está la confianza que

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promueve el tutor o facilitador en la relación cotidiana con el joven participante al guiar el aprendizaje, acompañarlo en el proceso, así como brindarle atención personaliza-da a sus necesidades. Estas acciones buscan que el joven utilice y acceda a los recursos sin temores, que se sienta cómodo y motivado para la búsqueda de soluciones y la concreción de las metas acordadas.

• Comunidad. El modelo hace un énfasis especial en la com-prensión de la problemática y procuración de respuestas por parte del joven para los ambientes sociales a los que pertenece. Es decir, se busca despertar la responsabilidad por el entorno como una condición necesaria para avan-zar en la inclusión social. La reciprocidad solidaria con la comunidad de pertenencia es imprescindible para forta-lecer el tejido social y dinamizar las opciones que mejo-ran la calidad de vida (PNUD, 2006). Los jóvenes pueden ser grandes aliados en la tarea de construir la comunidad aprovechando el potencial de las TIC por su mejor disposi-ción a la innovación, su generatividad y creatividad frente a los adultos. La comunidad se vería muy beneficiada de abrigar a jóvenes con mayores capacidades que reporten y circulen recursos económicos, así como también actúan en congruencia con un sentimiento de pertenencia y re-ciprocidad para lograr el bien común.

• Colaboración. En el modelo, este aspecto se establece en dos sentidos. Primero, al ser individual la adquisición de conocimiento, pero con gran potencialidad social, es re-comendable propiciar un ambiente de aprendizaje colec-tivo, por ello se debe desarrollar un sentido de coopera-ción entre los jóvenes con miras a fortalecer el tejido so-cial que los lleve a compartir en la cotidianidad lo apren-dido, tanto con sus símiles dentro del modelo como con otros sujetos en su comunidad. Segundo, la colaboración necesaria para la sustentabilidad del modelo en cuanto a la interacción con agentes externos al entorno inmediato (comunidades, instituciones, expertos, entre otros) en lí-

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nea o de forma presencial tendientes a generar redes de intercambio y colaboración.

• Capacidades. Se busca iniciar con acciones enfocadas al desarrollo de habilidades para la inclusión digital (formas de comunicación, trámites en línea, búsqueda de infor-mación, lógica de navegación, seguridad en internet, en-tre otros); se prosigue identificando necesidades a partir de inquietudes de los jóvenes, las necesidades del entor-no y las oportunidades posibles; a continuación, es espe-rable desarrollar capacidades para la participación social (actividades políticas, sociales, de producción, consumo y ahorro). Así mismo, conviene facilitar la creación de contenidos por parte de los jóvenes con el ánimo no sólo de ganar habilidades tecnológicas sino de generar conte-nidos locales que deriven en actividades productivas y/o de cultura local de promoción global (UNESCO y Universi-dad de Guadalajara, 2005).

• Continuidad. La posibilidad de avanzar más allá de los ob-jetivos planteados originalmente. Cuando el participan-te alcanza un nivel básico previsto y se interesa por los nuevos horizontes que descubre, el modelo impulsa la re-novación del ciclo evolutivo, procurando oportunidades apropiadas al sujeto y al momento. Los participantes con el perfil adecuado e interés pueden alcanzar un grado de madurez que les permita optar por un papel distinto en el modelo, ya sea como facilitadores presenciales o en línea. En todo caso no deberían permanecer como beneficiarios del programa de forma indefinida, para dar oportunidad de transitar a nuevos participantes; el modelo debe ser capaz de preparar la salida e incluso de impulsar al jo-ven hacia nuevos retos en otros ambientes de su interés.

Como el modelo propuesto es sólo a nivel conceptual, se recomienda que previo a su implementación se diseñe un modelo operativo que considere el contexto histórico-social de los entornos y las condiciones particulares de los jóvenes que se aspira mejoren su calidad de vida con apoyo del modelo. Esto supone integrar tec-nología moderna, contenidos actualizados, criterios de seguridad y

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de publicación en línea vigentes, programas de apoyo para los jó-venes, entre otros aspectos.

El modelo operativo debiera considerar una evaluación del proceso, la cual implique una visión más amplia e integral de to-dos los elementos del mismo para abonar a la continuidad, susten-tabilidad y comparabilidad con las métricas internacionales que suponen la visión de jóvenes en un mundo global. Esta evaluación continua confirma que el modelo debe adaptarse a las condiciones cambiantes del sujeto, su entorno y el momento.

ConclusionesEl modelo propuesto se dirige hacia dos horizontes epistemológi-cos aparentemente contradictorios desde la mirada habermariana (Habermas, 1989); por un lado, atiende el interés técnico al obser-var predictivamente y de forma controlada la entrada de un suje-to y su salida (inpult-output) del sistema (modelo); y por el otro, se adhiere al interés emancipatorio al formular una energía dialécti-ca que favorece el entendimiento, la comunicación e interacción entre diferentes personas y objetos que integran el modelo. Se tra-ta de una perspectiva ecléctica que busca el diálogo entre la acción estratégica del cambio en los jóvenes, pero en el entendido de que éste sólo puede lograrse cuando se favorece la acción comunicati-va.

Resulta pertinente atender la IDH de jóvenes, como propo-ne el modelo ID ≡ IS, porque aun cuando están en la generación de los nativos digitales, una gran proporción de éstos sigue estando excluida de las TIC y carentes de las competencias necesarias para articular mejores proyectos de vida. Por otra parte, en el escenario mundial y nacional, se están entretejiendo oportunidades que po-drían favorecer la condición de estos jóvenes, como son: amplia-ción de la conectividad, reducción de costos para el acceso a las TIC, reconocimiento de su derecho a una vida digna y acceso a la información, conocimiento y comunicación.

En este sentido, es necesario que los modelos que se desa-rrollen para cubrir estas necesidades deben hacerse desde marcos reflexivos amplios, humanistas y actualizados. La revisión del es-tado del arte sobre experiencias de ID para jóvenes muestran gran-

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des esfuerzos en la materia, pero también la desarticulación y lo efímero de éstas, por lo que se vuelve indispensable que quienes estamos comprometidos con la ID desde el trabajo comunitario, seamos capaces de cuestionar los marcos conceptuales desde los que operamos y la pertinencia de las políticas públicas relaciona-das, para armonizar los esfuerzos y lograr mejores resultados.

El trabajo para la IDH ha significado madurar la visión y en-tender que ésta no debiera dislocarse de la vida social, es decir, el mundo de las TIC y sus posibilidades es amplio y permite extender las oportunidades del ser humano. No obstante la precariedad eco-nómica y la fragilidad del tejido social presente en México (que im-pacta particularmente a los jóvenes), se vuelve necesario observar a la ID como una estrategia para abonar en la IS. Además, debería entenderse que estar incluido no implica sólo la vida económica-mente productiva, con el mismo peso deben considerarse activida-des para generar vida colectiva más sana, solidaria y participativa.

Seguimos creyendo que, de evitarse la tentación de las so-luciones disociadas y cortoplacistas, es posible considerar al joven como un factor detonante del mejoramiento económico, político y social; y que la IDH puede servir como catalizador para reducir su vulnerabilidad, elevar su productividad, y aprovechar su potencial como agente de cambio relevante en su comunidad.

A la fragilidad estructural que viven los jóvenes se le su-man: políticas públicas erráticas para atender ese sector de pobla-ción y experiencias de ID fallidas, a corto plazo o impulsadas por el voluntarismo, la improvisación y la conveniencia política o econó-mica; este escenario genera desaliento y desconfianza en la pobla-ción hacia nuevas iniciativas. El desafío de la ID se agrava cuando además se visualizan sus límites para resolver la IS del joven. Las TIC no pueden revertir tantos años de educación deficiente, inse-guridad en sus potencialidades, falta de oportunidades laborales, entornos empobrecidos, ciudadanía limitada, entre otras precarie-dades. A pesar de este panorama desalentador debe continuarse con la oferta de oportunidades para incluir al joven y aprovechar las inercias favorables. Queda claro que la IDH necesita de la con-comitancia de fuerzas impulsoras, de la generatividad y participa-ción comprometida del joven en su propio proceso de desarrollo,

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y de modelos que articulen dinámicamente todos los elementos para dar sentido humano a la sociedad de la información y el co-nocimiento.

Finalmente, se considera que este tipo de propuestas debe-rían adoptarse como acciones concretas de la política pública para la inclusión amplia de los jóvenes, pues hasta ahora los esfuerzos del Estado en esta materia siguen privilegiando el acceso a las TIC antes que el desarrollo de competencias digitales. En este sentido, se sugiere que los estudiosos deberían avanzar de forma paralela en dos líneas: por un lado, sobre la comprensión de las implicacio-nes sociales de la exclusión digital y, por el otro, en el diseño de es-trategias que promuevan la inclusión y el fomento de ciudadanos empoderados frente a un mundo acelerado y excluyente.

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Los jóvenes en el mundo actual. Deconstrucción de las nue-vas realidades, coordinado por Adriana Cruz-Manjarrez, Ma Guadalupe Chávez Méndez y Ana I. Zermeño Flores, fue editado en la Dirección General de Publicaciones de la Universidad de Colima, avenida Universidad 333, Coli-ma, Colima, México, www.ucol.mx. La impresión se ter-minó en septiembre de 2016 con un tiraje de 500 ejempla-res. Se utilizó papel bond ahuesado de 90 gramos para in-teriores y cartulina sulfatada de 12 puntos para la portada. El tamaño del libro es de 22.5 cm de alto por 16 cm de an-cho. Programa Editorial: Alberto Vega Aguayo. Gestión Ad-ministrativa: María Inés Sandoval Venegas. Diseño: José Luis Ramírez Moreno. Cuidado de la edición: Alberto Vega.