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e 1012~1111~~~, A PROPÓSITO DEL 98: MODERNIDAD, ESTADO Y EDUCACIÓN (España 1898-1923) JUAN MANUEL FERNÁNDEZ SORIA (*) INTRODUCCIÓN: LA INTERPELACIÓN A LA EDUCACIÓN Y AL ESTADO, UNA SIGNIFICACIÓN DEL 98 Este primer centenario de aquel 98 está siendo justamente aprovechado para repensar su origen y sus llamamientos, para reflexionar, mediando la distancia de un siglo, sobre su significado y evaluar sus consecuencias. El que la prensa haya veni- do dedicándole sus páginas de opinión es muestra de que el «Desastre» todavía inte- resa hasta el punto de haber levantado al- guna que otra polvareda política —¿acaso no la originó el V Centenario del primer viaje de Colón?— que, sin embargo, puede enturbiar la visión del 98 y su circunstan- cia'. Para bien o para mal, este 98 todavía sigue mirándose en aquel 98. Pero, ¿qué significó el «Desastre» de fines de siglo? ¿Qué trajo consigo aquel 98 al que Cossío se refiere como «este año terrible»2 y Orte- ga califica en 1910 de «abismo de dolor»3 y todavía años más tarde de «fecha terrible y fatal»?' El lector ya sabe que el 98 sólo es el inicio de una andadura sin colonias y del nacionalismo de doble signo: periféri- co y nacional'. El 98 es, sobre todo, la fe- (*) Universidad de Valencia. (1) Asistimos al calor del 98 a una corriente revisionista de la Restauración —no siempre apolítica— y de la tradicional interpretación historiográfica regeneracionista que nos legó una imagen negativa de España; véanse, por ejemplo, algunos de los trabajos recopilados en M. SUÁREZ CORTINA (ed.): La Restauración, entre el liberalist uzo y la democracia. Madrid, Alianza, 1997, pp. 109-155, y en J. P. Fust y A. NIÑo (eds.): Vísperas del 98. Orígenes y antecedentes de la crisis del 98. Madrid, Biblioteca Nueva, 1997; asimismo J. P. Fust y j. PALAFOX España: 1808- 1996. El desafio de la modernidad. Madrid, Espasa Calpe, 1997. (2) M. B. Cossto: «Idilio Pedagógico», en De su Jornada (Fragmentas). Madrid, Aguilar, 1966, p. 179. (3) «Pedagogía social como programa político», conferencia pronunciada el 12 de marzo de 1910 en la Sociedad «El Sitio» de Bilbao O. ORTEGA y GASSEF Obras Completas, Madrid, «Revista de Occidente», 1944-1969, T. I, p. 521). (4) «Vieja y nueva política», Conferencia pronunciada el 3 de marzo de 1914 en el Teatro de la Comedia (J. ORTEGA Y GASSEE: Obras Completas..., T. I, p. 283). (5) En el 98, y aún antes, se plantearon cuestiones decisivas que afectan al llamado «problema de Espa- ña», entre las que no es la menor el concepto de «nación» española, (debido en gran medida a la generación del 98 —y también a la del 14— como ha puesto de manifiesto Inman Fox en La invención de España. Naciona- lismo liberal e identidad nacional. Madrid, Cátedra, 1997. Para Andrés de Blas, a raíz del «desastre», el nacio- nalismo catalán, sobre todo, y también el vasco abandonan sus planteamientos románticos para convenirse en movimientos políticos; pero este «peligro catalán» y la «amenaza separatista» son a su vez, un «acicate de- cisivo en la formulación de unos planteamientos nacionales españoles que tendrán que optar, a partir del 98, por la igualmente difícil liquidación o integración de los nacionalismos periféricos» (A. de BLAs GUERRERO: Revista de Educación, núm. 317 (1998), pp. 203-227 203

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e1012~1111~~~,

A PROPÓSITO DEL 98: MODERNIDAD, ESTADO Y EDUCACIÓN(España 1898-1923)

JUAN MANUEL FERNÁNDEZ SORIA (*)

INTRODUCCIÓN: LA INTERPELACIÓNA LA EDUCACIÓN Y AL ESTADO, UNASIGNIFICACIÓN DEL 98

Este primer centenario de aquel 98está siendo justamente aprovechado pararepensar su origen y sus llamamientos,para reflexionar, mediando la distancia deun siglo, sobre su significado y evaluar susconsecuencias. El que la prensa haya veni-do dedicándole sus páginas de opinión esmuestra de que el «Desastre» todavía inte-resa hasta el punto de haber levantado al-guna que otra polvareda política —¿acaso

no la originó el V Centenario del primerviaje de Colón?— que, sin embargo, puedeenturbiar la visión del 98 y su circunstan-cia'. Para bien o para mal, este 98 todavíasigue mirándose en aquel 98. Pero, ¿quésignificó el «Desastre» de fines de siglo?¿Qué trajo consigo aquel 98 al que Cossíose refiere como «este año terrible»2 y Orte-ga califica en 1910 de «abismo de dolor»3y todavía años más tarde de «fecha terribley fatal»?' El lector ya sabe que el 98 sólo esel inicio de una andadura sin colonias ydel nacionalismo de doble signo: periféri-co y nacional'. El 98 es, sobre todo, la fe-

(*) Universidad de Valencia.

(1) Asistimos al calor del 98 a una corriente revisionista de la Restauración —no siempre apolítica— y de la

tradicional interpretación historiográfica regeneracionista que nos legó una imagen negativa de España; véanse,

por ejemplo, algunos de los trabajos recopilados en M. SUÁREZ CORTINA (ed.): La Restauración, entre el liberalistuzo y la democracia. Madrid, Alianza, 1997, pp. 109-155, y en J. P. Fust y A. NIÑo (eds.): Vísperas del 98. Orígenesy antecedentes de la crisis del 98. Madrid, Biblioteca Nueva, 1997; asimismo J. P. Fust y j. PALAFOX España: 1808-1996. El desafio de la modernidad. Madrid, Espasa Calpe, 1997.

(2) M. B. Cossto: «Idilio Pedagógico», en De su Jornada (Fragmentas). Madrid, Aguilar, 1966, p. 179.

(3) «Pedagogía social como programa político», conferencia pronunciada el 12 de marzo de 1910 en la Sociedad

«El Sitio» de Bilbao O. ORTEGA y GASSEF Obras Completas, Madrid, «Revista de Occidente», 1944-1969, T. I, p. 521).

(4) «Vieja y nueva política», Conferencia pronunciada el 3 de marzo de 1914 en el Teatro de la Comedia

(J. ORTEGA Y GASSEE: Obras Completas..., T. I, p. 283).

(5) En el 98, y aún antes, se plantearon cuestiones decisivas que afectan al llamado «problema de Espa-

ña», entre las que no es la menor el concepto de «nación» española, (debido en gran medida a la generación

del 98 —y también a la del 14— como ha puesto de manifiesto Inman Fox en La invención de España. Naciona-lismo liberal e identidad nacional. Madrid, Cátedra, 1997. Para Andrés de Blas, a raíz del «desastre», el nacio-

nalismo catalán, sobre todo, y también el vasco abandonan sus planteamientos románticos para convenirse en

movimientos políticos; pero este «peligro catalán» y la «amenaza separatista» son a su vez, un «acicate de-

cisivo en la formulación de unos planteamientos nacionales españoles que tendrán que optar, a partir del

98, por la igualmente difícil liquidación o integración de los nacionalismos periféricos» (A. de BLAs GUERRERO:

Revista de Educación, núm. 317 (1998), pp. 203-227 203

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cha que marca un punto de inflexión, laculminación de una situación crítica queya venía arrastrando España desde añosatrás como se refleja, por ejemplo, en lanovelística precedente (Pereda, Valera,Pardo Bazán, Palacio Valdés...) y en lasobras de algunos escritores del 98 (Gani-vet, Unamuno, Mallada...) que ya habíandado muestras de poseer una concienciadoliente del ser de España y de su situa-ción en el mundo. Es por esto que JuliánMarías cree que si el 98 no fue el origen deuna situación nueva sí fue, sin embargo, su«revelador», el elemento «socializador»que logra expandir la conciencia de crisis ycle preocupación por el destino de España,la convicción de que es necesario renovar-se y emprender una nueva época6.

Sin duda, el 98 es visto como el piná-culo de un siglo, que Macías Picavea adje-tiva en 1899 de «horrible y desolado»7.Pero junto a este pesimismo tan tópico yrecurrente entre escritores y regeneracio-nistas que han transmitido una imagen denegrura cultural y de ignorancia, nos en-contramos también con una realidad: laconcentración en torno a esa fecha de unapléyade de relevantes figuras cíe diferentesgeneraciones, vivas unas, recién fallecidasotras, que han dado lugar a que se hablede una segunda edad de oro o, más acer-tadamente quizás, a una edad de plata dela cultura española. Esta situación de reco-nocido esplendor cultural puede, sin em-

bargo, desenfocar el objetivo esencial de lacrítica —auténtico proceso a la Restaura-ción— que tiene en el 98 su nota más álgi-da. Porque, si todo se sabía en España enlos últimos años del siglo, como argumentaJulián Marías", no todos podían acceder aese saber. La dicotomía que esto implicano hace sino reflejar esa doble realidadque se nos ofrece en el 98, la existencia dedos Españas a las que Ortega daría nombreen 1914v , de las cuales «la España vital»,obstaculizada por la «España oficial», notenía entonces sitio en la historia ni posibi-lidad de acceder a ese saber que sólo algu-nos conocían.

, Pero no es esta más que una —aunquesin duda fundamental— significación del98, porque, además, en ese ario surgenmuchas preguntas sobre España, sobre sulugar en la Historia, acerca cle su ser o noser en el concierto europeo, se indaga enlas razones que ayuden a explicar por quéEspaña dejó de ser lo que fue, o lo que talvez era más dramático: si el pasado de Es-paña pudo haber sido de otra manera me-jor... Todo este rebullir interior de unanación, propiciado por la pérdida cle susúltimas colonias —puertas al exterior—, todaesa tarea de introspección sobre sí mismaen la que se sume al menos la España ofi-cial, supone una revisión de valores, quepara Manuel Tuñón son caducos, emanan-tes <de la ideología dominante de la Res-tauración, que arrastraba, a su vez, toda la

«Refundación del nacionalismo español», en Memoria del 98. De la Guerra de Cuba a la Semana Trágica, Ma-drid, El País, 1997-1998, pp. 231-233). Por su parte, González Antón entiende que la < q-egeneración» se plantea«como una necesidad que sólo puede cubrirse con un esfuerzo conjunto de toda la Nación, con el reforzamien-to del espíritu nacional, superando las tendencias particularistas (...). El 98 provoca una reacción patriótica na-cionalista «española» (...) frente a los nuevos nacionalismos (...)» (L. GoNzALEz ANTÓN: España y las Españas.Madrid, Alianza Editorial, 1997, p. 541).

(6) J. MARÍAS: España ante la historia y ante sí misma (1898-1936). Madrid, Espasa Calpe, 1996, pp. 14-15.

(7) R. MAcIns PicAvi:A: El problema nacional. Madrid, Biblioteca Nueva, 1990, p. 230.

(8) J. MARÍAS: España ante la historia..., p. 19.

(9) J. ORTEGA Y GASSET: «Vieja y nueva política», Obras Completas..., T. I., pp. 271-275.

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del "viejo régimen"»'". Repensar Españaimplicaba convertirla en objeto de conoci-miento y de reflexión —«España como pro-blema»—, razón por la que literatos,pensadores, políticos y pedagogos, partie-ron, como dice Tuñón, en busca de Espa-ña". Pero en esa tarea no todos siguieronlos mismos procedimientos ni tenían losmismos fines, pues mientras unos buscansin dejar de mirar al exterior lo que les dis-tingue de Europa en un afán de aproximar-se a ella, otros vuelven la mirada hacia elpasado pretendiendo encontrar en él la so-lución a los males de España; y hay quiendice que unos y otros se limitaron a crearel problema sin darle solución. En uri finde siglo tan propicio corno todos pero es-pecialmente por sus peculiaridades, el del xrxespañol, para el autoexamen y la enmien-da de errores, modernización e involución,tradición e innovación, retrospectiva y pros-pectiva, seguían indisociables en el solarhispano, algo que, a la postre, iba a condi-cionar en los años venideros la política ge-neral del país y la sectorial de la educación.Y así vemos cómo junto al cientifismo delos seguidores de Giner, aparece el exa-brupto unamuniano «que inventen ellos!».Esta dualidad se verá favorecida con el«Desastre» que pone al descubierto la pre-caria vertebración social existente; másaún: se tiene la convicción de que el Esta-do ha fracasado no sólo al no haber podi-do mantener la cohesión de las distintasfuerzas sociales que, como dice Carlos Se-rrano, se habían agrupado en torno a intere-ses entre los que figuraban los relacionados

con las colonias perdidas, sino también alno ser capaz de volver a unificar las aspi-raciones sociales en torno a un proyectocomún auspiciado por el mismo Estado'2.Esta situación invertebrada propicia la bús-queda de nuevos elementos de cohesiónque unos creerán encontrar en los nacio-nalismos periféricos, otros en la inerte tra-dición y otros en un nuevo Estado, fuertee independiente de servidumbres de cual-quiera índole; naturalmente estas solucio-nes de vertebración van a estar enpermanente oposición. Los latentes nacionalis-mos periféricos emergen ante la contrasta-da debilidad e incompetencia del Estadocentral que, como dice Pierre Vilar, no ha-bía ofrecido ningún logro de considera-ción desde los tiempos de Carlos III ni,como otros países europeos, había sido ca-paz de hacer un esfuerzo educativo de en-vergadura ni ningún otro susceptible dedifundir «el mito de la comunidad»''; porsu parte, los partidarios de volver a la tra-dición y el catolicismo integrista encuen-tran en su alianza su mejor apoyo mutuo:el catolicismo radical porque necesitabamantener la influencia cada vez más cre-ciente de la Iglesia en la sociedad españolaen unos momentos en que teme verse aco-sada como sucedía en otros países europeosen fase de modernización económica, políti-ca y social (Francia, Italia, Bélgica y Portu-gal), y aquéllos, los seguidores de la máspura tradición, porque ven en el poder dela Iglesia el bastión que pueda protegersus intereses del ascenso de las masas po-pulares y del arraigo de una nueva moral

(10) M. TUÑÓN DE LARA: Medio siglo de cultura española (1885-1936). Madrid, Tecnos, 1973 (3' ed.), p. 403.Amo J. MAYER, en un conocido libro, defiende la tesis de que no eran precisamente los elementos «premoder-nos» un resto decadente, residual y frágil de un pasado casi desaparecido, sino «la esencia misma de las socie-dades civiles y políticas presentes en Europa» (La persistencia del Antiguo Régimen. Europa hasta la granGuerra. Madrid, Alianza Editorial, 1984, p. 16).

(11) M. TUÑON DE LARA: Medio siglo de cultura española..., pp. 109 y 104.(12) C. SERRANO: «Crisis e ideología de la Restauración», en J. L. GARCIA DELGADO (ed.): España entre dos

siglos (1875-1931). Continuidad y cambio. Madrid, Siglo XX], 1991, pp. 182-183.

(13) P. VILAR: Historia de España. Paris, Librairie Espagnole, 1974, p. 101.

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social desacorde con sus posiones de pri-vilegio. Por otra parte, la conformación deun Estado fuerte se hace necesaria por mu-chos motivos, pero quizás ninguno tanfundamental como la convicción cle quesin el concurso del Estado no sería posiblela regeneración nacional que considera lamodernización como exigencia inexcusa-ble. Probablemente sea la idea de modern-ización, entendida sobre todo como unacercamiento a Europa y consiguiente ami-noración del atraso español respecto a lospaíses de su entorno, el principal efectopositivo del regeneracionismo finisecular".El regeneracionismo tiene presente queotros países han pasado por trances inclu-so peores que el 98 español, como Prusiaen 1807 o Francia en 1870, y superaron sucrisis cle identidad gracias a la reforma dela escuela. Mas, en esta tarea de modern-ización en la que ha de mediar la educa-ción, en este acercamiento a Europa, va aser reclamada la intervención del Estado;pero eso tendrá lugar no sin la oposiciónde la Iglesia católica y de los sectores quese aglutinan en torno a ella.

La introspección y autoexamen queprovoca el 98 afecta también a la educa-ción, cosa nada sorprendente a finales deun siglo que hizo de ella una cuestión po-lítica. La situación educativa es examinada

para explicar el desastre, y por ello no faltaquien, como Cossío, no dude de que lacausa primera y más importante de la ca-tástrofe ha sido la ignorancia'', o como Pi-cavea, que ve en el pésimo estado de laenseñanza una de las causas de la «lébá-cle» española del fin de siglo' 6; la derrotade la Armada y del ejército se fraguó másen los laboratorios norteamericanos queen los campos de batalla, poniendo de re-lieve no sólo la superior técnica de la na-ciente potencia político-militar sino sobretodo las insuficiencias de preparación, deformación y de educación en la España del 98.Educardo Vincenti, en su discurso de 23 dejunio de 1899 en el Congreso de los Dipu-tados sostuvo que Estado Unidos «nos havencido no sólo por ser el más fuerte,sino también por ser más instruido, máseclucado»17.

Naturalmente, el desastre no es expli-cado sólo como una carencia en el ámbitode la educación y, en definitiva, como au-sencia de una enseñanza racional, sino, enlógica con la pugna argumental clericalis-mo-anticlericalismo, como un castigo divi-no al extravío en el que el liberalismo y laimpiedad ha sumido a la nación' s; ¿quéotra explicación puede tener que Dioshaya consentido la humillación de la cató-lica España a manos de la liberal Nortea-

(14) A. de &As GtintRERo, «Refunclación del nacionalismo español» ..., p. 232. El autor afirma que se

ha llegado a hablar Incluso del «nacionalismo de la modernización» (p. 231). Muchas son las interpretaciones

que se ofrecen del concepto «modernización»; a nosotros nos es útil la acepción historiográfica del concepto

«moderno» que, en palabras de Agustín Escolano, «se opone al tradicional y alude, en el marco también de

determinadas concepciones evolutivas, a un cierto estadio superior en el proceso de cambio histórico respecto

a la situación precedente de las sociedades» (A. ESCOLANO. «Tres jalones en la modernización educativa de Es-

paña», en A. Escol.Arvo y R. RERNANDES (eds.): Los caminos hacia la modernidad educativa en España y Portugal(1800-1975). Zamora, Fundación Rei Afonso I lenriques, 1997, p. 14). Modernización es oposición al pasado, a

la tradición involutiva, una reacción a todo lo que obstaculiza el paso hacia una nueva forma de entender la

vida y la cultura y de establecer las relaciones con el mundo y la sociedad circundante.

(15) M. B. Cossto: «Idilio Pedagógico», en De su Jornada..., p. 176.

(16) R. MAcins RICAVEA: El probletna nacional..., p. 119.

(17) E. VINCEN11 Y REGUERA: Política pedagógica. Dritzta años de vida parlamentaria. Discursos. Congreso

de los Diputados, Madrid, Hijos de NI. G. Hernández, 1916, p. 200.

(18) F. GARCIA DE CORTÁZAR: «La Iglesia española de la Restauración: definición de objetivos y prácticas re-

ligiosas», en Letras de Deusto (julio-diciembre, 1978), p. 10.

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mérica si no es como respuesta divina alpecado cometido por un «pueblo que leeprensa liberal» y por «escritores heterodo-xos», al pecado que suponen las «iglesiascasi desiertas, el culto abandonado y lasprocesiones desdeñadas»? 19 El discursocon el que la Iglesia explica el desastre del98 forma parte de su estrategia beligerantecontra los nuevos vientos liberales queanunciaban cambios en las estructuras so-ciales y políticas, pero al mismo tiempoalentó las actitudes anticlericales20.

Pero el 98 no sólo deriva en una mira-da pesimista sobre la enseñanza sino quetambién propicia una llamada esperanzadaa la educación21 en la creencia que de ellaprovendrían los remedios a las causas quecristalizaron en «el problema español». Dehecho, la crisis del 98 significó el planteamien-to de problemas en muchos ámbitos de lavida española pero, sobre todo, señaló urgen-cias y necesidades de política educativa quese van a discutir, es cierto que sin apenas éxitoy quizás con excesivo coste social, en el pri-mer tercio del siglo xx. la educación, en efec-to, va a ser llamada para realizar la tareapendiente de la modernización del país, y elEstado convocado para dirigir ese proceso.

MODERNIZACIÓN, ESTADO YEDUCACIÓN

A finales del xtx y principios del xxapenas si hay escritos que no clamen porla modernización de España. Y para mu-chos modernización equivalía a europeiza-ción, a «sincronizar» España con Europauen el deseo orteguiano de lograr una «Es-paña mundial» —reconocida y consideradadesde el extranjero— en contraposición a la«España villorrio»; se tiene la seguridad deque el alejamiento de Europa impidió lamodernización de España y la realizaciónde esos importantes signos de modernidadque fueron la revolución burguesa y la in-clustrial23 ; esto, tal vez, puede explicar queen esos dos siglos a España no le fueranlas cosas tan bien como a otros países desu entorno que dieron respuestas más ade-cuadas a los retos que presidieron el desa-rrollo histórico europeo: el desarrolloeconómico, el cambio social y la relaciónentre Estado y sociedad24 , factor de moder-nidad éste último al que nos referiremosluego y que a nuestro parecer dejaba a Es-paña lastrada para situarse al nivel europeo.

(19) A. Born: «Iglesia, clericalismo y anticlericalismo», en Memoria del 98..., pp. 311-312.(20) Sostiene BOTTI (Ibídem, p. 312) que «la conducta eclesiástica frente al Desastre tuvo un papel deci-

sivo en el posterior anticlericalismo, mucho más que por su anterior patriotismo por su posterior interpretaciónde la derrota y por su anacrónica y provocativa propuesta de regeneración».

(21) Además del citado artículo de Y. TURIN, véase también el de A. DEL Pozo PARDO: «Año 1898: Lla-mada de esperanza a una regeneración pedagógica de España», en Revista Española de Pedagogía, 140 (1978),pp. 103-116.

(22) «Sincronización» es el concepto que utiliza Juan MARICIIAL en su libro El secreto de España. Ensayosde historia intelectual y política. Madrid, Taurus, 1996, pp. 115-129.

(23) Fusi y Palafox, defienden la tesis de que España era un país «normal», que no hubo esa «excepcio-nalidad» que ha informado parte del llamado «problema de España», que España no era «diferente» comonos había dicho el tópico victimista y pesimista español O. P. Fust y J. Pru.nrox: España: 1808-1996. El desafíode la modernidad...).

(24) Vid. A. SIMBERT: Historia social de España (1800-1990). Madrid, Nerea, 1991, p. 12.

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Así, Joaquín Costa —europeizante, que noeuropeísta, como matiza Eloy FernándezClemente— «truena» contra la «africaniza-ción interior» que «reside en nuestras ins-tituciones, en nuestro ambiente y modo deser y de vivir», y a la que hay que expul-sar en una «segunda Reconquista», envian-do <<al extranjero a legiones de jóvenessobresalientes y honrados a estudiar» paraque a su vuelta esparzan, aunque sin año-rantes imitaciones y sin olvidar la tradiciónnacional", las soluciones de regeneraciónque han experimentado otros países 27; y enesa tarea de europeización, Costa señalacomo primordial la renovación de las insti-tuciones docentes y la mejora de sus pro-fesores". En similares términos se expresaUnamuno cuando afirma que «sólo abrien-

do las ventanas a vientos europeos, empa-pándonos en el ambiente continental, te-niendo fe en que no perderemos nuestrapersonalidad al hacerlo, europeizándonospara hacer España y chapuzándonos enpueblo, regeneraremos esta estepa mo-ral»29 . También Cossío, partiendo de laconvicción de que el remedio para no caeren la barbarie y el retraso reside en la for-mación de los docentes, insta —como tam-bién hicieron Picavea, Giner y tantosotros— a «enviar masas de gentes al extran-jero» a recibir esa formación; pero no lebasta con esto, sino que cree preciso imitara otros pueblos, hacer lo que ellos hacen(«es inútil y ridículo meternos a inventar eltermómetro», dice) y así integrarnos < .en elmovimiento general del mundo» donde

(25) J. COSTA: Reconstitución y europeización de España. Huesca, V. Campo, 1914, p. 215.(26) J. Com: Ibídem, pp. 231-232. Eloy Fernández Clemente, en su conferencia «Europeizar España» (Za-

ragoza, 1987) se pregunta qué es para Costa la «europeización necesaria» por la que clama: «No, desde luego,la simple y pura imitación de lo europeo, sino que europeísmo quiere decir, en realidad, valores casi metafísi-cos, más que asuntos concretos a Imitar ser europeo es ser auténtico, ser riguroso, ser eficaz, ser fiel a la propiaideosincrasia, no imitar lo de otros países» (En E. FERNÁNDEZ CLEMENTE.: Estudios sobre Joaquín Casta. Zaragoza,Universidad de Zaragoza, 1989, p. 150). Félix Santolaria ha sintetizado lo que para muchos regeneracionistastanto del 98 como del 14 (especialmente Ortega) significaba el tema de la europeización con estas palabras:«europeísmo en los medios y españolización en los fines» (F. SArsrroi.nizin SIERRA: «Regeneracionismo y tutela pe-dagógica. En torno a Ortega y su Pedagogía social como programa político (1910)», en Revista de Educación,

extraordinario (1997) dedicado a La educación y la Generación del 98, p. 73).(27) Costa señala entre los países a imitar Francia y Japón; sin embargo, los, modelos que se siguen no

procederán del ámbito anglosajón sino, sobre todo, de Alemania. Aunque casos como el de Unamuno, porejemplo, (cuyo liberalismo es de Influencia anglo-suiza), pueden matizar esta afirmación, sin embargo no la re-baten. Sin duda la influencia krausoinstitucionista fue decisiva en la apreciación de lo germano, del mismomodo que lo fue la ejercida por pensadores de formación alemana como Ortega, del que dice Marichal: «El muyjoven Ortega había sentido que su vocación era el pensamiento y esto quería decir que tenía que estudiar enAlemania. Porque el pensamiento filosófico, sobre todo, era Alemania» (J. NIARICIIAL El secreto de España..., pp.

126-127). Conrad Vilanou defiende esta tesis germanófila en Ortega y en Eugenio D'Ors (C. VILANOU: «De la cri-sis finisectilar al regeneracionismo pedagógico: Ortega y Gasset y Eugenio D'Ors, dos modelos culturalistas(1898-1914)», en Revista de Educación, número monográfico (1997) pp. 47-64, dedicado a La educación y laGeneración del 98).

(28) Tanto los escritos que en 1899 presenta Costa sobre la reforma de la enseñanza como diversos artí-culos sobre temas educativos fueron recogidos en el libro J. CosTA: Maestro, Escuela y Patria (Notas pedagógi-cas). Madrid, «Biblioteca Costa», 1916 («Biblioteca Económica», vol. X).

(29) M. de UNAMUNO: En torno al Casticismo. Madrid, Espasa Calpe, 1972 (8 , ed.), p. 145. (Unamuno pu-blica esta serie de ensayos en 1895 para La España Moderna, que son recogidos y publicados en 1902 en suconocido libro En torno al Casticismo. Unamuno sin embargo, evoluciona posteriormente hacia posturas másnacionalistas y menos europeístas).

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está «nuestra única salvación» y la manerade dejar de ser también en la enseñanzauna excepción30 . Como se sabe, los pro-gramas de becas y ayudas instituidas porInstrucción Pública siendo su ministro Ro-manones y la posterior creación de la _Juntapara Ampliación de Estudios (1907) sonmedidas que responden a los deseos desincronizar España con Europa. Esta con-vicción, todavía arios después, sigue pre-sente en la llamada generación de 1914, enfiguras tan señaladas como Ortega y Aza-ña. En 1910, en la famosa conferencia quepronunciara en la Sociedad «El Sitio» deBilbao, dice el filósofo madrileño que «re-generación es inseparable de europeiza-ción», que apenas se pensó en reconstruirse pensó en europeizar, que si <.zregenera-ción es el deseo, Europa es el medio de sa-tisfacerlo», que si España era el problema,Europa se presentaba como la solución'', yes que para Ortega, dice Marichal, Europaes «sinónimo de modernidad racionalis-ta»32 . Una idea que está presente tambiénen el político alcalaíno, en Manuel Azaña,quien, un ario después, en 1911, en su yaaludida Conferencia en la Casa del Pueblode Alcalá de Henares, parte de la tesis deque España está sumida en una crisis pro-ducida por «la ineducación e incultura na-cionales» que, a su vez, es «fruto delestancamiento secular de España y de sudivorcio de la corriente general de pensa-miento europeo»; mientras tanto —dice—,

Europa ha «inventado una civilización, dela cual no participamos, cuyo rechazo su-frimos y a la que hemos de incorporarnoso dejar de existir»".

Pero el contenido de la modernizaciónno se agota en el acercamiento a Europaaunque sea el significado que prime en lageneración del 98. Avanzando algo más enel tiempo, modernizar significará, predo-minantemente, hacer «política» en el senti-do que le otorga el propio Ortega cuandodice que política es el instrumento queproduce la transformación de la realidadsocial circundante; de este modo, hacerpolítica sería tanto como intentar la solu-ción del problema de España, algo a loque, lo hemos anotado más arriba, los re-generacionistas no se atrevieron o no su-pieron acometer, por lo que todavía hoyson objeto del reproche de haber justifica-do con su negativismo y desconsuelo elsistema que decían criticar 35 , algo a lo que,sin embargo, sí se dedicarían los integran-tes de la generación del 14 más volcticlosen la acción que sus mayores.

La transformación de la sociedad, laacción que se ejerce sobre ella —la política—,como movimiento que conlleva todo acto,requiere una dirección, dotarle de unaorientación de la que la política española,«incierta, blanducha, de tanteo, de conce-siones cobardes, de transigencias absur-das» —dice Azaña en 1910—, carecía. Nosorprende que el mismo Azaña, ya en 1923,

(30) M. B. Cossfo: «Sobre reforma y educación nacional», en la Asamblea Nacional de Productores, enZaragoza, 1899. Recogido en De su jornada..., pp. 181-183.

(31) J. ORTEGA Y GASSET: «La Pedagogía social.. », Obras Completas.. T. 1, p. 521.

(32) J. MARICIIAL El secreto de España..., p. 125.

(33) NI. AZAÑA: «El Problema Español», conferencia pronunciada en la inauguración de la Casa del Pueblode Alcalá de Henares y reproducida en edición facsimilar en el libro V. A. SERRANO y J. M. SAN LUCIANO (eds.),Azaña. Madrid, Adascal, 1980 p. 16.

(34) J. ORTEGA Y GASSET: «La Pedagogía social ...», Obras Completas... T. I, p. 507.

(35) Cfr. M. TUNCSN DE LARA: «La Modernidad de Manuel Azaña», en V. A. SERRANO y J. M. SAN LUCIANO(eds.), Azaña..., p. 401.

(36) Naturalmente, el lector se habrá percatado de que transformar la sociedad implicaba también la re-ferencia a Europa.

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cuando analiza la actitud regeneracionistadel 98, afirme que aunque «en el museode las ruinas no falta ni una pieza», sin em-bargo, «en el orden político lo equivalentea la obra de la generación literaria del 98,está por empezar» porque «no demolieronnada, porque dejaron de pensar en la mi-tad de las cosas necesarias»' 7 , porque noles guiaba una verdadera cuestión política.Costa, por el que Azaña mostraba una sim-patía sincera a pesar de sus diferentes po-siciones, creía ser revolucionario sinresolver el problema del Estado, aceptán-dolo como estaba, y no comprendía, enconsecuencia, «por qué el pueblo puedesublevarse para cambiar la Constitución yno para que le construyan pantanos». ParaAzaña la auténtica cuestión política no re-side en pedir para los españoles despensa,pantanos o escuelas, sino en «quién ha decostear el pan y las obras, quién regentarála escuela, y de quién será la tierra, estéseca o regada»; no responder a estas cues-tiones era ofrecer «remedios políticamenteneutros», cuya nulidad favorecía el mante-nimiento de la situación que aborrecían.La acción política, pues, pasaba por dosexigencias: la primera, dar una orientación

colectiva a la política, señalar un rumbogeneral a la vida nacional, algo que sólopueden hacer los «ciudadanos electores»,es decir, un pueblo organizado del que Es-paña carecía. Esto, para Azaña, implicabahablar de democracia: «¿Democracia he-mos dicho? Pues democracia. No caeremosen la ridícula aprensión de tenerla miedo:restaurémosla, o mejor, implantémosla,arrancando de sus esenciales formas todaslas escrecencias que la desfiguran»39 . Tam-bién Ortega denuncia esa falta de orienta-ción y la necesidad de que España se erijaen comunidad: «la España del futuro (...)ha de ser esto: comunidad, o no será» deacuerdo con «la tradición que nos propo-ne Europa»40 . Para uno y otro, la orienta-ción de la vida nacional tenía que dejar deser algo individual, tanto en su gestacióncorno en sus objetivos, porque el indivi-dualismo no sólo es un obstáculo para elprogreso sino algo socialmente injusto eincompatible con la democracia y, a lapostre, con la libertad 41 ; la nueva orienta-ción política debía ser cosa de la colectivi-dad, de la comunidad, del puebloorganizado, de la democracia 42 . Mas —y esla segunda exigencia a que aludía antes—,

(37) M. MAÑA: ¡Todavía el 98!. Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pp. 42-43.(38) Ibídem, p. 44.

(39) M. AZAÑA: «El Problema Español»..., p. 29.

(40) J. ORTEGA Y GAssrr: «La Pedagogía social...», Obras Completas... T. I, p. 521.

(41) En 1910, en la ya citada conferencia pronunciada en la Sociedad «El Sitio» de Bilbao, es quizás don-de Ortega se muestra más contario al individualismo, al hombre aislado y más partidario de la comunidad: «ElIndividuo aislado no puede ser hombre (...) Sólo existe real y concretamente la comunidad, la muchedumbrede Individuos influyéndose mutuamente» (J. Oirnx_ix Y GASSET: «La Pedagogía social...», Obras Completas..., T. I,p. 513). Y dos años antes, en febrero de 1908, el Ortega ¡oven rechaza también el individualismo que reclamanlos conservadores en nombre del liberalismo; entonces para Ortega el único liberalismo posible era el liberalis-mo socialista (J. ORTEGA Y GASSI;T: «La reforma liberal», en Vieja y nueva política. Escritos políticas, 1 (1908-1918).Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1973, pp. 24, 26 y 28). Véase también al respecto el estudio deF. SAr•rroLutix SERRA: «Regeneracionismo y tutela pedagógica....», pp. 69-71.

(42) Es sabido el giro que sufre Ortega en su pensamiento político. Defensor de la «España vital» frente a la«España oficial», de la «nacionalización» de las instituciones (el Estado es servidor de la nación), del liberalismosocialista, cuando media el segundo decenio del xx Ortega ya no confía en la España vital: el cambio social seráobra de una minoría, de una élite que se encargue de la educación política de las masas (Véase el «Prospecto de laLiga de Educación Política Española», en J. ORTEGA Y GASSET Obras Completas.... T. I, pp. 301-302).

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esta dirección nueva, este nuevo giro de lapolítica requiere transformar el régimeneconómico y, sobre todo, las instituciones.Para Azaña el problema, como hemos di-cho, no estriba en hacer pantanos o escue-las sino en «ganar las instituciones», entransformar y ganar el Estado para que el Po-der se pueda regenerar y con él regenerar,europeizar, modernizar la nación"; lo que, ala postre, se convierte para Azaña en untema que afecta de lleno a la libertad. Poreso pide a la ciudadanía que no abandone lapolítica, es decir, la acción, el interés por lascosas de la «polis», de sus cosas: «No odiéisni os apartéis de la política —dice en 1911—,porque sin ella no nos salvamos. Si políticaes el arte de gobernar a un pueblo, hagamostodos política y cuanta más mejor, porquesólo así podremos gobernarnos a nosotrosmismos e impedir que nos desgobiernenotros». Para lograrlo, para hacer posible latransformación social es preciso sentir apegopor la sociedad política más inmediata a noso-tros («localismo»), y transformar el Estado.

Ganar las instituciones, transformar elEstado, se hacía, si cabe, más perentorio

por la desigualdad social que producía elsistema y que se manifestaba no tanto enlos principios constitucionales cuanto enlas instituciones políticas y en el funciona-miento del régimen: restricciones y discri-minaciones en el derecho al sufragio, ladesigualdad en la representación política,la discriminación legislativa a favor de lasclases dominantes, etc., no son sino mues-tras del mal funcionamiento de las institu-ciones que afectaba a la legitimidad delrégimen e impedía su modernización".Porque ésta se mide, entre otros indicadores,por un Estado eficaz que —como quería AZa-

ña— propugnando, definiendo y posibilitandolos derechos políticos a todos los ciudada-nos46, hiciera sentir su presencia y su justiciaen todos los rincones del país restaurando, así,el alma del pueblo, cosa que no hizo el Esta-do liberal, mediatizado en su labor de progre-so y modernización por una compleja red deintermediarios (caciques) que, estrechamenteligados a la oligarquía, sólo beneficiaban losintereses del sistema que ésta defiende y queno son los intereses de la nación sino los pro-pios de ella misma47.

(43) M. AzANA: ¡Todavía el 98!..., pp. 44 y 49-50.

(44) M. AZAÑA: El problema nacional..., p. 29.

(45) Véase al respecto el clásico estudio de M. MAR1INEZ CUADRADO: La burguesía conservadora (1874-1931). Madrid, Alianza Editorial-Alfaguara, 1979 (5' edición), en especial las pp. 217-222. La elección de los go-

bernantes (senadores, diputados, ministros) apenas si la decidía el 6% de la población total, y en la elección del

segundo escalón del poder (diputados provinciales, concejales) participaba entre el 16% y el 18%; «el restante

80-82% de habitantes, están legalmente apartados de la representación política y de la esencial relación gober-

nantes-gobernados»; después de reaparecer el sufragio universal en 1891, la elección de los gobernantes sigue

las pautas del período censitario gracias a las manipulaciones electorales, argucias jurídicas, el consiguiente abs-

tencionismo, etc. (Las restricciones en el derecho al sufragio en las pp. 218-222). Sobre este tema pueden verse

diversos estudios recogidos en el libro coordinado por S. FORMS: Democracia, elecciones y modernización enEuropa. Madrid, Cátedra-Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1997.

(46) M. Az_AÑA: El problema español..., p. 32.

(47) Vid. M. TUNON DE LARA: Medio siglo de cultura española..., p. 132-133. En nuestros días parece ha-

berse iniciado una nueva lectura del caciquismo en la que parecen descubrirse algunos aspectos positivos. Así,

Francisco Ayala afirma que el caciquismo «constituía el modo de engarce que insertaba una sociedad arcaica

en el cuadro de unas instituciones políticas nacionales de corte liberal moderno, sobrepuestas a ella para servir

de molde y de continente a una democracia infiel. Me parece errónea —dice—, aunque sea muy frecuente, la

creencia de que desde la altura de esas instituciones gubernamentales se impedía y suplantaba entonces la libre

expresión de la voluntad popular; pues, más bien al contrario, lo que se hacía era suplir su inexistencia»(F. AVALA: «Galdós en el Parlamento de la Restauración», en El País (4-X1-1997)p. 11.

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Un Estado, para ser eficaz, necesita serfuerte e independiente. Y aquí se agudizael problema de las difíciles relaciones queembargan la definición del Estado y cle suscompetencias en la España anterior a la se-gunda República. Devolver a su estado ci-vil la vida pública, aunque sólo fueraconstruyendo un Estado laico —no ya secu-larizando completamente la sociedadcomo deseaban algunos sectores sociales ypolíticos—, conllevaba primero, frenar la in-fluencia de la Iglesia en los asuntos públi-cos y, segundo, como decía Unamunosegún nos recuerda Marichal, desamortizarel espíritu, porque de nada sirve la desa-mortización de sus bienes si no se producela de la doctrina evangélica, lo que JuanMarichal interpreta como «la más absolutalibertad de conciencia y de cultos»48 . ParaUnamuno <descatolizar es españolizar»porque el Estado, separado de la Iglesia,podría hacer que los españoles fueranellos mismos una vez liberadas sus con-ciencias cle las ligaduras que les sujetabana la Iglesia°.

Siendo la liberación individual de ca-pital importancia para el desarrollo perso-nal y para el progreso social, lo es más, sicabe, la asunción por parte del Estado dela absoluta responsabilidad de la vida pú-blica. Y ello es así porque se tiene la con-vicción de que la entrada de España en lamodernidad pasaba ineludiblemente porun proceso de secularización del Estado yde «lesacralización» de la vida pública, loque no iba a ser factible sin enfrentamientos

con el clericalismo dominante"). En efecto,en los inicios del siglo ?oc, liberales y repu-blicanos, y, en general, todo el obrerismoespañol, no dudaban que la Iglesia era unobstáculo para el progreso y la moderni-zación de España, sobre todo consideran-do la debilidad del Estado. En paralelo aesta toma de conciencia, la exigencia demodernización guía los discursos anticleri-cales. El diputado Vincenti, en su discursodel 2 y 3 de julio de 1903 5 ', justificaba lanegativa a que el Estado privilegiase laeducación de la Iglesia y a que ésta suplie-ra la educación del Estado, con el argu-mento de que la educación de la Iglesia,mediatizada por sus dogmas, no podía dara la sociedad ciudadanos útiles que coad-yuven a su desarrollo. Pablo Iglesias coin-cide en este argumento cuando decideapoyar la causa del anticlericalismo, a pesarde ser una causa burguesa, porque cree que«la campaña anticlerical es una corriente deprogreso que hay que apoyar con todassus consecuencias» y que está llamada adisminuir el poder <del enemigo general:la Iglesia»52 . En fin, en 1911, Azaña piensaque el milagro que restaure el cuerpo y elespíritu de la nación sólo puede provenircíe un solo Dios, el Estado, el único quepuede propagar la cultura, dignificar a loshombres y nivelar la sociedad, todo lo cualno será posible sin recuperar el Estado, sin«arrancar sus resortes de las manos concu-piscentes que lo vienen guiando»; si esto nose consigue —dice Azaña— España estaráperdida y acabada". Así las cosas, era pre-

(48) J. MARIO El secreto de España... p. 144.

(49) Ibídem, pp. 144-145.

(SO) Véase E. LA PARRA LÓPEZ «Secularización y opciones moclernizadoras», en Memoria del 98...,

p. 315.

(51) E. VINCENTI Y REGUERA: Política pedagógica..., su discurso en las pp. 291-310.

(52) Declaraciones al periódico El Imparcial en 1898 recogidas en P. IGLESIAS: Del excesivo desarrollo de

las órdenes religiosas en España. Madrid, Imprenta de la Revista Archivos, 1910, p. 56. Pablo Iglesias reconoce

que con su actitud apoya a la burguesía, pero también sabe que no haciéndolo contribuye a la causa del capi-

talismo que tiene en la Iglesia uno de sus más eficaces y poderosos valedores.

(53) M. AZAÑA: El problema español..., pp. 34-35.

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visible que frente al clericalismo se erigierasu contrario —el anticlericalismo— como nuevoelemento aglutinador de la izquierda españo-la, hasta el punto de que la Iglesia, de seruna señal de identidad nacional, pasa a serconsiderada, para una parte nada desprecia-ble cle la sociedad, un obstáculo para la «po-lítica» española, para la transformación ymodernización de la nación; en esta actitudposiblemente tenga mucho que ver el temorde la Iglesia a toda innovación que pudieraponer en peligro sus posiciones y doctrinase introducir enemigos en un sistema políticotan confesional y beneficioso para ella comoel de la Restauración".

El anticlericalismo se consolida aúnmás cuando aduce en defensa de sus posi-ciones otros contenidos de la modernidadque afectan a las relaciones entre el Estadoy la Iglesia. Aunque dedicaremos el si-guiente apartado a este aspecto, referidoexclusivamente a la educación, convieneque establezcamos una relación más entremodernización, Estado y educación. Merefiero a la «civilidad» del Estado, a la«moral laica» como factor de moderniza-ción. En 1895 ya planteó Salmerón el argu-mento capital que exige la laicización delEstado: la enseñanza moral y laica, distintaa la religiosa, como elemento cohesionan-te de la ciudadanía que alude a los deberessociales (imperativo legal de la enseñanzamoral) a que todos están llamados, razónpor la que el Estado no puede inhibirse deesta enseñanza". La defensa de una moralcivil se agudiza en los arios siguientes y,sobre todo, ya entrado el nuevo siglo. Jun-

to a la creencia en el atraso económico sepiensa en el social y político, máximecuando se acaba de pasar por el primercentenario de la Revolución Francesa quehabía levantado, siquiera momentánemen-te, la bandera de la ciudadanía, para cuyodevenir era preciso estar preparados. Enlos últimos años del xix y en los primerosdel xx, España, como también sucedieraen Europa, sabía de la importancia de laeducación política para la formación delciudadano y para la moralización de la po-lítica". Moralizar la política y civilizar el Es-tado era una aspiración de las izquierdasespañolas que, tal vez por la postura in-transigente de la Iglesia y las clases privile-giadas y reaccionarias, pasó a formar partedel tímido programa anticlerical de los li-berales. Se confundió, a menudo interesa-damente, secularización del Estado y delas funciones sociales con un ataque a losintereses de la Iglesia. Esta tergiversación esla que denuncia Moret en 1909 cuando unavez más distingue lo que otros mezclan: queuna cosa es «la educación cle la religión quelos padres quieren dar a sus hijos», en la quepodrá intervenir la Iglesia, y otra muy distinta«la educación para los efectos civiles, la edu-cación para formar ciudadanos», en la quedebe intervenir el Estado57 . La misma expli-cación se verá obligado a dar el ministro deInstrucción Pública en el Gabinete Moret,Barroso y Castillo, cuando reclame en 1910para el poder público el derecho a inspec-cionar en los centros privados con arreglo ala moral del Estado. Y es que la democraciaprecisaba, también entonces, de su base, del

(54) Véase F. LANfNON: Privilegio, persecución y profecía. La Iglesia católica en España 1875-1975. Madrid,Alianza Editorial, 1990, pp. 145-146.

(55) N. SAUNERÓN: Diario del Congreso, 22, mayo, 1895, p. 3847.(56) Aunque hay que considerar otros motivos, sin duda es todo un síntoma que en 1900 se cree el Ministerio

de Instrucción Pública desvinculado ya, en buena medida, de la consideración econotnicista que tenía en su adscripcióna Fomento; del mismo modo que fue significativo que antes de su dependencia de Fomento, Instrucción Pública seseparase del Ministerio de Gracia y Justicia, tan vinculado a lo que en otros países se rotulaba como Sección de Cultos.

(57) Discurso pronunciado en el Círculo Liberal de Zaragoza, el 18 de noviembre de 1908, recogido enS. MORET Y PRENDERGAST: Propaganda liberal. Discursos. Madrid, Biblioteca ..Ateneo», 1909, pp. 27-28.

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pueblo, que, para evitar —como señalaYvonne Turin— que sea otorgada <c.i poste-riori» por la élite, necesita ser enseñada aconsiderarse como tal, a interesarse por lascosas de la ciudadanía, a vencer su apatíae inercia, a crearse una opinión que hastaentonces no había emitido". No se podíahablar de una nación moderna sin un Esta-do civil, es decir, sometido sólo a las exi-gencias de los ciudadanos. Además, enEspaña estuvo vigente, hasta la Dictaduraprimorriverista, la Constitución de 1876, y seconsideraba, a pesar del funcionamientoperverso de las instituciones, un régimendemocrático, lo que de alguna manera jus-tificaba una preocupación por la educa-ción en aquellos políticos que no habíanolvidado, por un lado, que el logro de laenseñanza para todos formaba parte de lapolítica de igualdad democrática; y que,por otro, no despreciaron lo que desde ha-cía un siglo se venía repitiendo por todaEuropa, que un régimen democrático, parasostenerse, necesita instruir —socializar— ensus valores políticos a los ciudadanos, si-quiera sea para dotarse de cierta estabili-dad. Quizás por esto, a principios del xx,la educación comienza a preocupar seria-mente a los políticos y a los partidos en cuyosprogramas se contemplan planteamientos yexigencias sobre la enseñanza". YvonneTurín, además de algunas de las razonesapuntadas, encuentra una explicación aesta mayor dedicación a la educación en lanecesidad de los políticos de comunicarsecon la gente, lo que cualifica a la educa-

ción como un mecanismo configurador deopiniones amigas. Quizás esta necesidadilumine la información que proporciona Y.Turín quien se apercibe de que los textosque hablan sobre la perentoriedad de for-mar la opinión, si bien son escasos en 1868,en 1898 son ya abundantes. Bien es verdadque con ellos se pretende en unos casosalejar al pueblo de las «malas» influencias(sobre todo de las anarquistas) pero, enotros, aparece el deseo de situar al indivi-duo en su condición de ciudadano y no desúbdito(). Vemos cómo la educación sirvea la política de transformación social. Perocomo ésta requiere para su modernizaciónno sólo una enseñanza pragmática y utili-tarista, sino también una instrucción parala civilidad y para la democracia, la educa-ción se verá ante un problema que, plan-teado a finales del xix, cobra toda sudimensión en el xx, afectando, como esobvio, a la enseñanza secundaria sobretodo. Yvonne Turín describe así la cues-tión la evolución política llevaba a unmayor deseo de educar al individuo parahacerle dueño de su destino, la evolucióneconómica imponía restricciones que yaminaban esa independencia naciente»6 '. Elproblema no es nimio, porque en estosaños se habla sobre todo de formar hom-bres nuevos, de educar al hombre, de «ha-cer» más que de <gehacer» al español;unos pedirán, en consecuencia, enseñanzasde carácter práctico, otros de tipo liberal;aquéllos piden técnicos, éstos advierten quela democracia necesita de hombres com-

(58) Y. TURIN: La educación y la escuela en España de 1874 a 1902. Liberalismo y tradición. Madrid, Agui-lar, 1967, p. 39. La historiadora francesa matiza respecto al papel de la educación en España que «mientras enFrancia y en Bélgica se busca el medio de educar al ciudadano, de hacerle consciente de sus deberes, en Espa-ña se trata más bien de adaptarlo a su nueva dignidad, de enseñarle a considerarse como tal» (ídem).

(59) Así, por ejemplo, el «Manifiesto-Programa del Partido Liberal» de 25 de enero de 1903, el «Programade Unión Republicana» de febrero de 1911, la «Carta Programática del Partido Reformista» de 1 de diciembrede 1918, etc. (Véase M. AnotA: Partidos y Programas políticos 1808-1936. Tomo II. Manifiestos y Programaspolíticos. Madrid, Aguilar, 1975, pp. 155, 210 y 169-171, respectivamente).

(60) Y. Ttlaftv: La educación y la escuela..., pp. 35-36.

(61) Ibídem, p. 75.

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pletos; unos clamarán por científicos y sa-bios, otros por hombres preparados para«ganar las instituciónes» 62 , aquéllos, escue-las de artes y oficios, éstos Universidades,pero muchos querían, como Platón, que laescuela fuera «la ciudadela del Estado»,«el centro de la energía ciudaclana»63 ... Yesto nos devuelve al principal problema deestas páginas, al tema del Estado y sus re-laciones con la educación.

LA CUESTIÓN DEL «ESTADO DOCENTE»

Desde las Cortes de Cádiz la educa-ción era tenida como un asunto del Estadoa pesar de que, como apunta Manuel dePuelles, no se puede hablar de «seculariza-ción plena»64 pues junto a la titularidad delEstado en esta política sectorial la Iglesiamantenía importantes competencias. Peroesta cesión de conveniencia no afectaba ala soberanía. En efecto, la educación comofunción del Estado encuentra uno de susprimeros y fundamentales argumentos enla residencia de la soberanía en el Estadoliberal y lo que ello comporta: por una par-te, el abandono de lo que Yvonne Turín

llama «espíritu de Cristiandad»" y la consi-guiente adscripción de la soberanía al Esta-do y, por otra, la «apropiación» del Estadode la educación, la única función que pre-cisa para su propia configuración y comofactor de cohesión e integración social.Como es sabido, es una exigencia de lamodernización del Estado la nacionali-zación del sistema educativo, algo que lasmiradas españolas vueltas hacia Europavieron ya logrado en los más avanzadospaíses°. Que la soberanía había abando-nado ya el solar eclesiástico para tomar re-sidencia en el del Estado es algo que yadejó escrito en 1855 Antonio Gil y Záratejustificando así que la enseñanza debía serrestituida al Estado como parte integrantede su soberanía. La Revolución de 1868exige de algún modo que el Estado asumay ejerza esa soberanía, que desarrolle fun-ciones hasta entonces no acometidas. Enesta dirección se caminaba cuando nace laRestauración que, en opinión de MiguelMartínez Cuadrado, «frena el proceso in-tervencionista y expansivo del Estado» ydetiene «férreamente el deslizamiento ha-cia un Estado más social y menos liberal»;con ella acaba por imponerse el Estado li-beral de derecho en el que, hasta 1923, se

(62) Juan Marichal señala que si la formación de minorías que preconiza Giner se orienta a «fomentarnuevas zonas de autoridad nuevos poderes fuera del ámbito estatal», la que pretende Azaña, «persigue capaci-tar a esas minorías para "ganar las instituciones", los organismos del poder gubernamental»(J. MARICIIAL: La vo-cación de Manuel Azaña. illadrid, Alianza Editorial, 1982, p. 67).

(63) J. ORTEGA Y GASSET: «La Pedagogía social...», Obras Completas, T. I, p. 518.(64) M. de PUELLES BENtrEz «Secularización y enseñanza en España (I874-1917)», en J. L. GARCIA DELGADO

(ed.), España entre dos siglos (1875-1931)..., p. 197.(65) Y. TURÍN: La educación y la escuela..., pp. 29-30.

(66) Una visión histórica del tema puede verse en M. de PUEI1ES BENtrez, «Estado y educación en 9 de-sarrollo histórico de las sociedades europeas», en Revista Iberoamericana de Educación, 1 (1993)1pp. 35-52.

(67) Entiende Aida Terrón que la referencia europea en búsqueda de modernización durante 1900-1939tuvo, entre otras implicaciones, la de «abordar un proceso de nacionalización del sistema educativo» (A. TERRÓNBAÑUELOS: ozia modernización de la educación en España (1900-1939)», en A. ESCOLANO y R. FERNANDES (eds.):El camino hacia la modernidad educativa..., p. 102).

(68) A. GIL DE ZÁRATE: De la instrucción Pública en España. Madrid, Imprenta del Colegio de Sordomudos,1855 (Edición facsímil por Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1995), T. I, pp. 138-139 (Sobre esta cuestión véase el ca-pítulo VII «Bases fundamentales de la reforma: secularización de la enseñanza», pp. 113-149).

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ubica cómodamente la burguesía conser-vadora española'''. Naturalmente, esto pro-vocará que el Estado se halle durante todala Restauración acosado por la llamada«cuestión social» —en la que la educaciónjuega un papel trascendental— que no re-suelve por las contradicciones entre la evo-lución social y las limitaciones del régimencle 18767" entre las que destacan las im-puestas a la educación y que son el origende la polémica en las relaciones Estado-Iglesia. En este contexto se ubican las de-claraciones de Alfonso XII en el CongresoNacional Pedagógico de 1882 cuando diceque el Estado no puede hacerlo todo y quesólo puede <cluxiliar, alentar, dirigir, regla-mentar los progresos de la enseñanza»,pero que la iniciativa particular es tan po-derosa que nada puede sustituirla". Pala-bras éstas que chocaban con la de algunosrenombrados congresistas que pedían ma-yor control del Estado en materia educati-va 72; son elocuentes las palabras deSegismundo Moret que vuelven a recordardónde reside la soberanía y lo que implicapara la educación; Moret se pregunta que

si en la sociedad moderna todo ha pasadode la Iglesia al Estado (pintores, músicos,milicia...), <por qué la enseñanza no se-guirá la misma universal regla?»73.

A partir del Desastre se agudizan losplanteamientos liberales en torno a la ideade que la creación de un Estado fuerte nosólo pasa por la cuestión de la soberaníadel Estado en la educación sino por su fi-nalidad, es decir, al servicio de quién o dequé se pone esa soberanía. En la respuestaa este problema reside el núcleo de la se-cularización de la enseñanza que, natural-mente, tiene en su base el tema de lasoberanía, como pusieron de manifiesto al-gunos políticos del momento"; dicho enotros términos: si la soberanía del Estadose concibe como instrumento para con-vertir la educación en un servicio públicoello implica cambios en la gestión del sis-tema educativo, tales como rescatar el con-trol de la enseñanza y a los mismosdocentes de tutelas caciquiles o clericales yponer la educación al servicio de la socie-dad, de toda la sociedad. Por el contrario,la soberanía del Estado puede contemplar-

(69) M. MARTINEZ CUADRADO: La buryuesía conservadora..., pp. 510-511.(70) J. P. Fust Am.rtiRtIA: «En los comienzos de un nuevo reinado», en Memoria del 98..., p. 328.(71) CONGRESO NACIONAL PEDAGÓGICO Actas de las sesiones celebradas, discursos pronunciadas y memorias

leídas y presentadas a la mesa, notas, conclusiones y demás documentos referentes a esta Asamblea. Madrid, Li-

brería de D. Gregorio Hernando, 1882, pp. 27-28.(72) Los Congresos Pedagógicos ofrecen un muestrario de interpelaciones al Estado y su papel en el con-

trol de la enseñanza. Sobre estos acontecimientos pedagógicos puede verse el libro de L. BATANAZ PALOMARES:La educación española en la crisis de fin de siglo (Los Congresos pedagógicos del siglo XIX). Córdoba, Publica-

ciones de la Diputación Provincial de Córdoba, 1982.

(73) CONGRESO NACIONAL PEDAGÓGICO: Actos de las sesiones..., p. 279 (El discurso íntegro de Segismundo

Moret y Prendergast en las pp. 276-282).

(74) Cree García Regidor que <<el proceso de secularización de la enseñanza es un continuo forcejeo en-

tre las fuerzas secularizadoras de España (...) que quieren poner de relieve un "hecho evidente": la soberanía

social "ha pasado de la Iglesia al poder civil" -(son palabras del diputado Eduardo Vicenti dichas en 19031-, y

el pensamiento católico (...) que o no acepta en absoluto esta exigencia de la modernidad o no admite los pasos

ni el ritmo del proceso secularizador» Cf. GARCÍA REGIDOR: «El proceso de secularización de la enseñanza a co-

mienzos del siglo XX», en J. VERGARA CloRotA (Coord.): Estudios sobre la secularización..., p. 134). En su libro

—La polémica sobre la secularización de la enseñanza en España (1902-1914). Madrid, Fundación Santa María

- Instituto Domingo Lázaro, 1985, p. 33— sostiene García Regidor que en los primeros años del siglo XX la se-

cularización de la enseñanza tiene una significación esencialmente de recuperación de la soberanía civil encar-

nada en el Estado).

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se corno medio para preservar y mantenerposiciones de privilegio ya adquiridas. Enel primer caso estaríamos más cerca de po-líticas educativas liberales que conciben laeducación como una obligación del Esta-do, mientras que en el segundo caso ha-blaríamos de políticas conservadoras que,sin abandonar la idea de la educacióncomo un derecho, abogarían, sin embargo,por limitarlo apelando a principios comoel de subsicliarieclad del Estado. Por eso,en el ámbito de la educación, como enotras parcelas de la política general delpaís, se asiste en el período entre repúbli-cas a una pugna por la transformación delEstado liberal-burgués de Derecho en unEstado social de Derecho que se haráespecialmente visible después de 1917—cuando ya no se puede ignorar, ni porlos acontecimientos internos ni externos,el protagonismo colectivo— y que culmi-nará con mayores enfrentamientos —ymás resultados— en la II República%.

Como ya hemos señalado, a fines delxix y, con mayor intensidad en el xx, lospolíticos sitúan la educación en el centrode sus debates. Una discusión que, más li-mitada a la secularización de la enseñanza,simultaneaba las tribunas del Parlamento ydel Senado con las de la prensa y los estra-dos de las sociedades culturales y recreati-

vas, con los escenarios teatrales% y los ar-gumentos de la novelística. Todos los po-líticos vieron la necesidad de hacer unapolítica educativa estatal; ¿por qué enton-ces unos se aferran a la defensa de las postu-ras clericales y otros a la bandera anticlericalque los republicanos ya venían enarbolan-do? Nos llevaría muy lejos profundizar enesta cuestión que afecta al análisis de los par-tidos dinásticos y a su política. Sin embargo,si no perdemos de vista el «nihilismo» edu-cativo de la Restauración donde ni la educa-ción ni la enseñanza tienen respuestasadecuadas —a pesar del avance que, sinduda, conocieron—, cabe preguntarse si lainanidad del Estado en educación no sedebe al temor a educar a una sociedad conmás deberes que derechos o, como hemosapuntado más arriba, al miedo a consentir eldeslizamiento hacia un Estado social no de-seado por la burguesía conservadora, razónpor la que entregaría la educación en manosde la Iglesia, única instancia que podía frenaresa evolución y actuar como instrumento cleintegración social". Esta sospecha puedeverse alimentada cuando se detecta que mo-ralizar con arreglo al orden establecido pare-cía ser el fin de la educación 79 para Maura alreconocer en 1901 que, como todos, deseala difusión de la enseñanza pero con lacondición de que se medite el uso que harán

(75) 51. NIARTINEZ CUADRADO: La burguesía conservadora..., pp. 511-512.(76) Recuérdese la Electro de Galdás, drama en cinco actos, estrenada el 30 de enero de 1901 en el Teatro Espa-

ñol de Madrid, cuyo estreno supuso «una conmoción política y de ideas, un casus belli ideológico en toda España» entrepartidarios y detractores del anticlericalismo (P. ORTIZ AttmENoot: «El estreno de "Electm"», en Memoria del 98..., p. 322).

(77) De la que tal vez el más famoso exponente sea la novela A.N1.D.G. de Ramón Pérez de Ayala, escrita en1910 y dedicada a Galdós, en cuya primera edición aparece con el subtítulo <4.a vida en los colegios de jesuitas», yluego retocado de esta manera: «La vida en un colegio de iesuitas». Recuerda Andrés Amorós que en las ObrasCompletas de Pérez de Ayala, no se recoge ya que, publicadas durante el franquismo, la condición impuesta fue laexclusión de esta novela que en su tiempo levantó una considerable polvareda (Véase la edición de Andrés Amottósa la novela A.M.D.G., de Ramón PÉREZ DE AYALA, Madrid, Cátedra, 1983, pp. 11 y 19).

(78) En todo caso ésta sería una hipótesis a demostrar, por lo que aquí tenemos que conformarnos conenunciarla.

(79) La «defensa social» ante el «potencial peligro revolucionario representado por el incipiente movimientoobrero» es un argumento que subyace en las intenciones del reformismo social y educativo (A. TIANA FERR•R,: «Extensiónuniversitaria y Universidades Populares en la España de entresig,los: Una estrategia educativa de reforma social», en Re-vista de Educación, nQ exaraordinario (1997) p. 95, dedicado a La Educación y la Generación del 98).

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de ella las clases más humildes porque loque llega a ellas <.son publicaciones anar-quistas, las cuales encienden todos los odiosy pasiones>; una advertencia similar haceCésar Silió en 1914 quien observa tambiéneste peligro aunque en su caso apercibe dela necesidad de instruir para evitar que lasgentes sean manejadas por <desquiciados»que puedan poner en peligro la nación81.Los liberales, que también pretenderán mo-delar su propio orden social como veremos,tampoco tienen en su haber logros reales eneducación; quizás se vieron obstaculizadospor la situación política, pero también cabepensar si es que no se atrevieron a arrostrarel coste social y político que esto conllevaba.Ramiro de Maeztu, antes de abandonar susposiciones progresistas, señala en el Heraldode Madrid del 8 de febrero de 1910 las accio-nes necesarias para lograr escuelas para elpueblo sin tener que pagarlas el mismo pue-blo: «Está claro que no hay manera de tenerescuelas sin pasar previamente por un perío-do de agitación política (...) sin que previa-mente se haga entrar a la muchedumbre enla vida política.... Pero aunque los libera-les no modificaron las estructuras socialesnecesarias para mostrar un activo de realiza-ciones en educación, sin embargo sí presen-taron un programa político que sería llevadoa la Gaceta a partir de 1931.

Para el liberalismo, el anticlericalismoera condición previa a la consecución deun Estado soberano y de una nación mo-derna, liberada de intereses creados, sobretodo con la Iglesia, que lastraban su inde-pendencia. Puesto que para ellos sólo elEstado tenía el poder suficiente con el quecontrarrestar el poder eclesiástico, liberalis-mo y estatismo son sinónimos, e indisociablesson el anticlericalismo y el intervencionismodel Estado en la enseñanza. La «cuestiónescolar» se plantea, pues, en términos an-titéticos: a lo largo del xix la soberanía delEstado se había ido plasmando en la recu-peración de zonas de influencia, ¿era admi-sible dejarle también la educación máximecuando se sabía, como recordó en el Sena-do el 8 de noviembre de 1901 el obispo deSevilla, que «cuando alguien ha queridoapoderarse de un pueblo, la que ha hechoen primer lugar ha sido apoderarse de laenseñanza»?"; la Iglesia, la burguesía con-servadora y, en general, las clases privile-giadas se opondrán a que el Estado sehaga con los resortes de esta importanteparcela de poder creando una corriente deopinión pública contraria a estas pretensio-nes. Por otra parte, el clero había ido cre-ciendo en efectivos 84 e influencia en laenseñanza8 y en la sociedad, lo que preo-cupaba a los liberales especialmente por

(80) Intervención de N'aura en las Cortes el 17 de diciembre de 1901, cit. en P. CUESTA ESCUDERO: La escue-la en la reestructuración de la sociedad española (1900-1923). Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 477. Pedro Cuestapiensa que los conservadores, para mantener su orden social, entregan la enseñanza a la Iglesia en la creenciade que así su orden queda asegurado (p. 478) y la evolución social frenada (p. 479).

(81) C. Sitió y Cowits: La educación nacional. Madrid, Francisco Beltran, 1914, p. 20. -(82) R. de NIAmti . «Primero política. I. Para tener escuelas», en Liberalismo y socialismo (Temas Fabianos

de 1909-1911), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984, p. 25.

(83) Cit. en NI. StiÁltu. CORTINA: «La batalla de la educación nacional», en Memoria del 98..., p. 332.(84) Es conocida la afluencia de religiosos procedentes de Francia —a causa de la política laica seguida por la

III República— y de las últimas colonias españolas de ultramar, lo que acrecienta el recelo de la izquierda política.(85) Así lo expresaba Romanones (Diario del Congreso del 29 de octubre de 1902, p. 1033) cuando des-

cribe una «enseñanza privada que había alcanzado un grandísimo desarrollo, sin que correspondiera estricta-mente este desarrollo al progreso científico que se le debía exigir; una enseñanza privada compuesta de dosfactores: uno (...), el de las órdenes religiosas, que alcanza, según los datos estadísticos que yo tengo, a más del80% de la enseñanza privada, y después una exigua minoría del 20%, que se da por personas que ejercen estaIndustria como pudieran ejercer cualquier otra».

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los valores culturales e ideológicos queinspiraban a las órdenes religiosas en sustareas de enseñanzas'. Así, pues, en el pri-mer tercio del siglo xx, la enseñanza seconvierte en escenario de lucha por confi-gurar el «Estado docente», necesario parael logro de una nación democrática y paraconvertir al hombre y sus potencias —y noa la Verdad absoluta que no admite. la bús-queda de otras verdades— en el único ha-cedor de la modernización del Estado.

LOS TEMAS-ARGUMENTO DE LOSLIBERALES

No cabe reproducir en estas páginaslos términos del debate político sobre lasecularización de la enseñanza 87 . Sí reco-geremos, sin embargo, los argumentos quejustifican el protagonismo del Estado en laenseñanza. Cuando Canalejas, en su dis-curso de 14 de diciembre de 1900 en elCongreso de los Diputados afirmó que nopretendía socavar el poder cle la Iglesiasino proteger el del Estado, y que, en con-secuencia, invocaba el respeto y la in-dependencia entre el poder civil y el poderespiritual de la Iglesia, estaba planteandoel temor a la reproducción de los antago-nismos que habían presidido las relacionesentre los dos poderes. Pero era ésta una ta-rea de éxito más que improbable porquelos liberales, al tiempo que expresan esedeseo, recelan de las intenciones de la

Iglesia, como el propio Canalejas puso demanifiesto en el mismo escenario del Con-greso en su intervención de 23 de julio de1901 temeroso de que la enseñanza reli-giosa atentara contra los principios de laConstitución. Esta prevención, como es sa-bido, llegó incluso a traicionar su propia fi-losofía política al oponerse a la libertad cleenseñanza y al defender la centralizaciónadministrativa escolar.

La importancia de la educación paraconsolidar el poder político fue compren-dida por el conservador García Alix que,aunque confeso defensor de los principiosdel conservadurismo, prefiere a la libertadde enseñanza la acción del Estado, con-vencido de que la enseñanza es un resortedemasiado valioso *como «para borrarlo delos factores de gobierno y entregarlo, porbuenas que sean sus intenciones, a otra so-ciedad, a otras entídades que no sean elpropio Estado»'. Pero ni la visión políticade Alix ni su talante moderado evitarán elvacío de su propio patticlo y de la jerarquíaeclesiástica a su política así como las críti-cas del Marqués de Pidal. Su sucesor en elMinisterio, el Conde de Romanones, inten-ta continuar con el talante conciliador deAlix hasta que colisiónan los dogmas libe-rales y los conservadores, lo que sucedecuando elimina la obligatoriedad de la en-señanza religiosa en los centros públicos.Con esta medida –que se continúa más tar-de, después de la caída del gobierno con-servador de Maura tras los sucesos de la

(86) Aún en 1931 se acusaba a los colegios de religiosos de ser políticamente antidemocráticos, de trans-

mitir «de modo radical la dogmática hacia el pluralismo», de enseñar, de acuerdo con el Catecismo de Ripalda,

que el liberalismo era pecado, y que se pecaba mortalmente al votar a los liberales en las elecciones, de enseñar

«que la política progresista (...) era una verdadera enfermedad del espíritu», «de que el ambiente y el espíritu

ideológicos de las congregaciones eran antisocialistas, antiliberales y se nutrían de los valores de la derecha po-

lítica», etc. (F. LANNON: Privilegio, persecución y profecía..., p. 105).(87) Además de la literatura que venimos citando, el lector encontrará una apreciada síntesis de este

problema así como numerosos textos que lo ilustran, en el libro de A. MAYORDOMO PÉREZ: Iglesia, Estado yEducación (El debate sobre la Secularización escolar en España 1900-1913). Valencia, Ediciones Rubio Es-teban, 1982.

(88) Diario del Congreso, 14, diciembre, 1900, p. 517.

(89) Diario del Congreso, 16, diciembre, 1901, p. 2515.

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Semana Trágica, con otras referidas a laexención del catecismo a niños no católi-cos (1913), y con la política de neutralidadreligiosa en la enseñanza del Estado pro-puesta por Canalejas en 1910— Romanonesno hace más que ir llenando de contenidoel concepto de liberalismo que tiene en subase la libertad de conciencia y la seculari-zación del pensamiento. Con Romanonesse inicia, sin duda, como dice Manuel deFuelles, <<una política vigorosa de afirma-ción de la competencia del Estado» y conella una política cle modernización del mis-mo Estado como además ponen cle mani-fiesto sus medidas de funcionarización clelos maestros. Cuando Romanones, con laoposición del conservadurismo, que ve asímermada su influencia sobre el Magisterio,decide que sea el Estado quien pague sussalarios'', una de las razones más impor-tantes que esgrime el ministro de Instruc-ción Pública es la necesidad de contar conun <d'actor esencial para la educación na-cional», el Magisterio, y no se dispondráde maestros, dice Romanones, hasta queno se les pague92. La situación previa delos maestros, cuyo salario y ellos mismosdependían de la voluntad de los Munici-pios y caciques, contribuía a mantener elcarácter fragmentario del Estado, lo que,como ha reconocido la teoría política, hasido un obstáculo para la construcción deuna nación moderna. Ésta es posible sipreviamente tiene lugar la modernización

del Estado, es decir, si se «burocratiza», sise dota de servidores —funcionarios, burócra-tas— que lo atiendan independientemente dequien ocupe el gobierno93 . Es ésta una for-ma de dar cohesión al espíritu nacional. LaEspaña de la Restauración disponía de unelemento aglutinador —la Iglesia católica—que no satisfacía a los liberales porque ac-tuaba de freno al progreso, de impedimen-to a la modernización del Estado; necesitaban,pues, otro elemento de cohesión, la educa-ción nacional; hacer de los maestros servido-res del Estado era una medida ineludiblepara conseguirlo; lo mismo se perseguíacuando en 1902 se publica un decretoanunciando sanciones contra los maestrosque expliquen la instrucción religiosa enotra lengua que no fuera el castellano94.Los liberales españoles, tal vez viendo eléxito de la vecina Francia, quisieron hacerde la educación —como ya defendiera en1895 Salmerón— un elemento de unifica-ción administrativa y lingüística al serviciode los intereses nacionales, aunque sinconseguirlo; naturalmente, ni disponían dela red escolar pública ni del consenso y vo-luntad política suficientes para hacerlo.

La negativa de los liberales a recono-cer la libertad de enseñanza —que no impli-ca sino un control del Estado sobre toda laenseñanza, incluida la privada, derivadocíe una concepción de la educación comoun derecho y deber del Estado"— caminaen esta misma dirección. Cuando Canalejas

(90) NI. de Pulintis BENITEz: *Secularización y enseñanza en España (1874-1917)»..., p. 205.

(91) Decreto de 16 de octubre de 1901 que se convierte en Ley el 17 de diciembre del mismo año.

(92) Diario del Senado, 23, diciembre, 1901, p. 1886.

(93) La tragicómica figura del cesante, que tan bien plasmara Galdós en su producción literaria, que es

sustituido de su puesto de trabajo al compás de los cambios de gobierno, es la manifestación de un Estado don-

de aún perviven los modos del Antiguo Régimen.

(94) Es sugerente la explicación que del fracaso de este intento en España hace A. SIRIBIST (Historia so-cial de España..., pp. 267-20), siguiendo el modelo de análisis, que utilizó para Francia Eugen Weber (Peasantsluto &cm-Innen, Stanfor, 1976, p. 89).

(95) Manuel de Fuelles explica la intervención del Estado en la educación no sólo como un modo de con-

trarrestar la educación contraria al liberalismo que se impartía en los colegios religiosos, sino en base a la con-

cepción de la educación como un derecho y como un deber del Estado (NI. de Puntas BENTITZ: Educación eideología en la España contemporánea, 1767-1973. Nlaclrid, Labor, 1980, p. 260).

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y Romanones defienden, aunque sea <cir-cunstancialmente», «la absorción por elEstado de las funciones de la enseñan-za», aseguran hacerlo por dos razonesesenciales: porque la educación no ha es-tado suficientemente atendida por la iniciati-va privada en orden a la modernización delpaís y a la consiguiente creación de un sis-tema público de educación como sucedie-ra en otras naciones, y para evitar quenadie influya en el «alma nacional» de ma-nera tan irreversible que se ponga en peli-gro incluso la misma libertad. Aunque secorre el riesgo de que sea el Estado el quemodele el alma nacional —«éste es tiempode "legitimación" para los liberales y de"modelación" de su orden social», diceAlejandro Mayordomo"— los liberales pre-fieren saber, mediando la vigilancia del Es-tado, cómo se forma el espíritu nacional entodas las escuelas del Reino. A este respec-to son ilustrativas, entre otras posibles, laspalabras que el catedrático y político repu-blicano Melquíacles Álvarez pronunció enValencia en 1902:

Yo soy partidario de la libertad de en-señanza, pero al llevarla hoy a la prácticaen nuestra España, lo soy con la fórmulade Thiers, es decir, libertad bajo la vigilan-cia, bajo la inspección directa del Estado.No se puede permitir que a niños sin dis-cernimiento les puedan inculcar cautelosa-mente ideas contrarias a la justicia, a lamoral universal, a los sentimientos patrió-

ticos, a lo que es fuente del progreso, a loque constituye las excelencias de la demo-cracia (...).

Los liberales, partidarios ideológicosde las libertades, no admiten la de ense-ñanza por la situación real de ésta en Espa-ña; antes de llegar a ella la nación y susgentes deberían saber interpretar esta li-bertad y ser capaces de asumirla, para loque se hacía preciso, en primer lugar, queel Estado protegiera esa libertad no reco-nociéndola de manera absoluta y, en se-gundo lugar y de manera complementaria,robusteciendo la enseñanza estatal queprocurara aquella comprensión, haciendo,así, de la enseñanza una función social.Fortalecer el Estado docente ofrecía tam-bién la posibilidad de contrarrestar la divi-sión de la sociedad, fruto de una dobleformación que denuncia Canalejas en suconocido discurso de 14 de diciembre de1900: por una parte, la «inspirada en la in-transigencia y en el fanatismo (...) con laespalda vuelta al progreso», y, por otra, la«liberal, progresiva, educada en la Univer-sidad, con el espíritu del siglo, con el sen-timiento del derecho, con el amor a lalibertad, con vislumbres democráticos(...)», una dualidad no sólo contraprodu-cente para la vertebración nacional sinopara la paz social: .¿No está ahí —se pre-gunta temeroso Canalejas— el germen deuna guerra civil, de una guerra religiosa(...)?»'"0

(96) El republicanismo español de primeros de siglo, no obstante acusa a los liberales de traicionar su

propia doctrina se suma también a este «circunstancialismo»; aunque no entiende la educación como una fun-

ción del Estado sino de la sociedad, piensa que ésta no está aún preparada para asumir su función educadora,

por lo que es preciso que mientras tanto sea el Estado quien proteja y tutele con su intervención la funcióneducativa de la sociedad (véase al respecto Y. TuRN: La educación y la escuela..., pp. 158-159).

(97) Intervención de Romanones en Diario del Congreso del 16 de diciembre, 1901, p. 2522.(98) A. 15.1AyoRpoNio hijzi:z: Iglesia, Estado y educación..., p. 23.

(99) «Discurso pronunciado por el Dr. D. Melquiades Álvarez en la solemne sesión inaugural de la Asam-blea de Enseñanza Universitaria», publicado en El Mercantil Valenciano y recogido en 1.. ESTEBAN MATEO: LaInstitución Libre de Enseñanza en Valencia. Valencia, Bonaire, 1974, p. 160.

(100) Diario del Congreso, 14 de diciembre de 1900, p. 515.

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Las acusaciones de intervencionismo,cesarismo, jacobinismo, monopolio esta-tal", etc., no se dejaron esperar"; más aún:a raíz de las,intervenciones de Romanonesen el Parlamento, el conservadurismo y elcatolicismo opositor hacen algo novedosoen opinión de Yvonne Turín: organizan unafuerte campaña de prensa para atraerse laopinión popular al tiempo que se desarro-llan numerosas procesiones jubilares yCongresos pedagógicos católicos". No escometido de este trabajo analizar los argu-mentos que fundamentan esta oposición,por otra parte de sobra conocidos; no obs-tante, por afectar a la consideración cle la so-beranía, una cuestión importante en nuestrotrabajo, y porque resumen parte de aquellasrazones que son reiteradas a lo largo deltodo el siglo xx, recogeremos una breve alu-sión a las tesis cle Vázquez de Mella —congre-sista desde las Cortes de 1893 hasta las de1916— en base a las cuales reitera el abuso depoder del . Estado al exigir su autorizacióny tolerancia para que exista cualquier otra

asociación distinta al Estado, siendo, porcontra, el Estado la única que existe porderecho propio sin más límites que los queél mismo se traza". El poder político delEstado —cletentador cle la «soberanía políti-ca»— debe tener sus límites, argumentaVázquez de Mella, en otras <dos grandessoberanías»: la '<<espiritual» que reside enel «poder superior espiritual de la Iglesia»,y la «soberanía social» que va desde el in-dividuo, a la familia, las comarcas y las re-giones»'"'. El Estado, en vez de ampararestas dos soberanías" ha usurpado partede sus funciones convirtiéndose en «Esta-do docente, Estado casamentero, Estadoadministrativo, Estado que en todas partespenetra»". De esta doctrina se derivanconsecuencias lógicas para los intereseseducativos del conservadurismo, de lasque la subsicliariedad es la más destacable:«al Estado no le queda otra misión que fo-mentar (la escuela y la Universidad) cuan-do la sociedad no puede, por sus propios

(101) Estas acusaciones son, para Y. Turín, pretenciosas a tenor del estado de la enseñanza en España,

de la miseria del presupuesto dedicado a Instrucción Pública, de la no aplicación de la Ley Moyano, de las in-

suficiencias de la Administración que no inspeccionaba ni controlaba realmente a los municipios, haciendo «ilu-

sorio en aquella época todo riesgo de monopolio escolar en España (...) ¿Cómo temer el despotismo de un

Estado tan poco eficaz?» (Y. TURIN: La educación y la escuela..., p. 155).

(102) Joan CONNELLY Ul.I.MAN en su libro La Semana Trágica. Estudio sobre las causas socioeconómicas delanliclericalisnzo en España (189.9-1912). Barcelona, Ariel, 1972, p. 60, cree que el conservadurismo más inte-

grista estaba incluso preparado ante cualquier iniciativa, contraria a sus posiciones, que pudieran tomar los li-

berales, lo que a su parecer se evidenció con la serie de protestas y manifestaciones que se llevaron a cabo sin

contar con la aprobación del Vaticano.

(103) Y. TURÍN (La educación y la escuela..., pp. 349-350) señala cómo la revista Razón y Fe fundada en

1901 por los jesuitas multiplica hasta 1903 sus artículos (debidos la mayoría al P. Ramón Ruiz Amado encargado

de <dirigir la campaña de oposición escolar») contrarios a la política educativa de Romanones». En la campaña

destacaría también el P. Manjón. Esta movilización, que tiene entre sus precursores al I'. Ossó, es antecesora de

la que durante la II República se organizará en torno a Ángel Herrera, El Debate y ACCiÓn Española (véase sobre

esta campaña de oposición J. M. FERNÁNDEZ SORIA: «Educación y socialización política en la Segunda Repúbli-

ca», Temps dEducació, (1998. En prensa).

(104) J. VÁZQUEZ DE NIELLA Y FAN,n4.: Obras Completas. Barcelona, Imprenta Subirana, 1931-1935, vol. XXII,

p. 117.

(105) Ibídem, vol. XI, p. 18.

(106) Ibídem, vol. XXVII, p. 107.

(107) Ibídem, vol. IX, p. 150.

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medios desenvolverla»", puesto que «laenseñanza es función social» y la escuela, elInstituto y la Universidad, en tanto que pro-longaciones de la familia, <wn órganos de la-«soberanía social» y no dependencias de la[soberanía] «política», pues el poder públicono es pedagogo ni puede enseñar más queen la ley, y cuando ésta se acomoda a la mo-ral y a la necesidad pública legítima, que sonreglas supremas de la norma escrita»"...

La política centralizadora y homoge-neizadora que emprenden los liberales —enfrontal oposición, por ejemplo, a la «des-centralización» administrativa que propo-nían los conservadores""— está también enla línea de proteger las incipientes liberta-

des, de contribuir a la armonización e inte-gración nacional y de dotar de mayor efi-cacia, confianza y prestigio a la acción delEstado, cuyas iniciativas a menudo se ha-bían encontrado con la indiferencia popu-lar. Así, cuando los liberales defienden laautonomía para la Universidad y la centra-lización para la enseñanza primaria", re-suelven esta aparente contradicciónargumentando que con la primera, al reco-nocer la autonomía pedagógica pero no laadministrativa, se protege la libertad de

-pensamiento, ligada a la libertad de cáte-dra, que es necesaria para el progreso, y sepreserva la unidad nacional m ; y con la se-gunda se rescata la educación primaria de

(108) Ibídem, vol. III, p. 48.(109) Ibídem, vol. II, p. 343.(110) Pocas medidas tomadas por los conservadores suscitaron tanta animadversión entre los liberales como

el Proyecto de Ley de Administración 1.c.ml ideado durante el Gobierno Niatira. En opinión de Pedro Cuesta el Pro-yecto pretendía encargar a los municipios y provincias de los asuntos relativos a la enseñanza, lo que se interpretócomo un deseo de desmontar el sistema estatal dejando sin oposición a la Iglesia (P. CUESTA ESCUDERO: La escuelaen la reestructuración..., p. 86). Sin embargo, la creación por R. D. de 28 de junio de 1920 de la Oficina Técnica deConstrucciones Escolares, debida a un gobierno conservador, supondría para Manuel de PUELLES BENÍTEZ (Educa-ción e ideología..., p. 278) comienzo del intervencionismo del Estado en las construcciones escolares».

(111) Varias medidas empujaron a los conservadores a criticar las aspiraciones centralistas del Estado, entreellas, la creación, el 1 de enero de 1911, de la Dirección General de Primera Enseñanza que, según la disposiciónque la crea: nace como un organismo técnico-pedagógico, con la pretensión de proporcionar orientaciones gene-rales a este nivel de la enseñanza rescatándolo deis vaivenes a los qué lotenían sometido los constantes cambiospolíticos; algo similar sucede con la reorientación que, en septiembre de 1911, sufre la recién creada Escuela deEstudios Superiores del Magisterio (que lo fue durante el Gobierno «largo» de Maura por R. D. de 3 de junio de1909, en el sentido de que tuviera un mayor protagonismo en lo concerniente a la enseñanza primaria. Sin duda,las críticas de estas dos medidas no son ajenas al nombramiento al frente de ambas instituciones de dos miem-bros de la Institución Libre de.Enseñanza, Rafael Altamira y Alvarez Buylla, respectivamente.

(112) Sin duda porque piensan en la reivindicación catalana de lograr la suficiente descentralización que hi-ciera posible el desarrollo de la cultura catalana desde la propia Universidad. No debe, en consecuencia, sorprenderel rechazo catalán al proyecto de autonomía del ministro Burell, del Gobierno Rornanones, en 1.916. En las Cortesel debate es vivo, como cabía esperar, criticándose una vez más la incongruencia apuntada ¿por qué el Estado -ar-gumenta Amós Salvador en 1916- que no delega en manos ajenas la función de la enseñanza -porque dice que esfunción suya, la deja, sin embargo, en manos de los Claustros universitarios- (Día no del Senado, 24 depon° de 1916,pp. 502-503). Y cuando en el R. D. de 21 de mayo de 1919, César Silió, ministro en el Gobierno Maura, argumenta laautonomía de la Universidad con el fin de liberada del .molde unifonnista én que el Estado la encuadró» y de la «cons-tante intervención del Poder» en la vida universitaria, encuentra la actitud comprensiva de las Universidades 'catalanasy la aclaración, por boca de August Pi i Sunyer que lo que produce el separatismo es la opresión y la inadaptación dela Universidad con el país en el que radique, lo que se obvia concediendo autonomía a las Universidades; la actitudcontraria procede esta vez, en consecuencia con sus posiciones, del liberalismo (A. Pi y SUNYER: •idn autonomía 'universi-taria», El So( 7 de julio de 1919, citado en E. GONZÁLE2 RODRÍGUEZ: Sociedad y educación en la España de Alfonso XIII.Madrid, Fundación Universitaria Española, 1988, pp. 293-294).

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la incuria de los municipios —a pesar de loordenado por la Ley Moyano— poniéndolaal servicio de la nación.

En líneas generales, estos tenias y pro-blemas, con los argumentos de unos y lasrazones de otros, se van a reproducir hastala llegada de la Dictadura primorriverista.Moret, presidente del Gobierno liberal en-tre 1905 y 1906, sentirá la necesidad de in-sistir en el laicismo de la enseñanzaderogando el artículo 11 de la Constituciónencontrándose con la oposición de losconservadores; Amalio Gimen°, antes cleque acceda Maura al gobierno en enero de 1907,detiene la presentación parlamentaria decierre de todas las escuelas no católicas;Antonio Barroso y Castillo, en el Gobiernoliberal de Moret, suspende la clausura pro-visional de las escuelas laicas establecidatras la Semana Trágica y vuelve a recordarque la educación es una función del Esta-do a quien corresponde velar por ella; conel Gobierno Romanones de 1912 las posi-ciones liberales parecen flaquear si nos fija-mos en disposiciones como la obligatoriedadde cursar la enseñanza y la Doctrina cristia-na en las escuelas públicas n ^... En 1918, yadesacreditado y casi descompuesto el sis-tema canovista, las posturas sobre las com-petencias del Estado en educación siguencasi igual que siempre. Santiago Alba, mi-nistro liberal de Instrucción Pública en elGobierno cle <&11vación Nacional» deMaura, al dimitir tras serle negada en elConsejo de Ministros la cantidad necesariapara mejorar el pésimo sueldo de losmaestros, se lamenta de que haya «hom-bres de gobierno» «para los cuales no es

grata esta obra de engrandecimiento de laEducación Nacional. No ven con buenosojos que suba y robustezca la misión edu-cadora del Estado». Las poderosas influen-cias religiosas y regionales (fue Cambóquien se opuso en el Consejo de Ministrosa dotar esta partida de mejora para el Ma-gisterio) estaban en el fondo de las alusio-nes de Santiago Alba. Y es que ya paraentonces la política educativa era práctica-mente inexistente en consonancia con ladificultad de llevar a cabo una políticaorientada a la transformación social. Así,las Instituciones —incluidas las escolares—seguían cerradas al protagonismo colecti-vo, y los intentos para su democratizaciónhabrían de esperar la ocasión más propiciaque se ofrece en 1931.

VALORACIÓN Y CONCLUSIONES

Los planteamientos, decididos y since-ros, por hacer al Estado protagonista de laeducación y de la enseñanza no se reflejanen concreciones prácticas si nos atenemosal estado de la ésta. No pretendemos aquíexponer la situación escolar de la Restaura-ción, cosa que ya han hecho otros sobra-damente en trabajos que nos vienenacompañando en estas páginas. Anotemossólo que la precariedad de los presupues-tos frenaba la expansión deseada de la en-señanza como se denuncia en discursos ycolaboraciones escritas, que el analfabetismodesde 1900 a 1920 sólo descendió en algomás de 11 puntos quedando a las puertasde la Dictadura de Primo en el 52%115;

(113) J. CONNELIN ULIMAN: La Semana Trágica..., p. 63.

(114) Aunque eximiendo de ella a quienes profesando otra religión diferente a la católica así lo desearan

(R. D. de 25 de mayo de 1913).

(115) Según los datos que proporciona Antonio GUZMÁN REINA en su estudio «Valoración del analfabetis-

mo en España. Estudios sobre sus causas y remedios», recogido en A. GUZMÁN REINA y otros: Causas y remediosdel analfabetismo en Espada. Madrid, Publicaciones de la Junta Nacional contra el analfabetismo. Ministerio de

Educación Nacional, 1955, p. 15. Un reciente trabajo de Narciso de Gabriel, que estudia la relación entre esco-

larización y alfabetización, destaca que la población escolar analfabeta «incrementa sus efectivos entre 1887

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que la escolarización en 1908 para niñosde 6 a 12 años apenas era del 50%" 6, en1916 del 54% (y una asistencia escolar del35%) 117 y del 49% en 1920 para edadescomprendidas entre los 6 y los 11 años se-gún el Anuario Estadístico de España de1922-1923" 8; que el número de escuelaspúblicas era, a pesar de su débil incremen-to (5.563 escuelas creadas desde 1900 a1923" 9), claramente insuficiente' 20, comotambién lo era el de maestros que las aten-dían (13,17 docentes por cada 10.000 habi-tantes en 1922-23). Algunas de estasdeficiencias las cubría la iniciativa privada,sobre todo en la enseñanza secundaria; undetalle al respecto lo proporciona el datosiguiente: en 1875 existían 58 Institutosprovinciales, y, casi medio siglo después,en 1922... los rnismos' 2 '. A pesar cíe algu-nos momentos especialmente significativospara la educación estatal en general y parala primaria en particular (sobre todo con elGobierno Canalejas) —a los que no es ajenala influencia institucionista— se puede ha-

blar, con independencia de quien gobierneel Estado liberal español, de despreocupa-ción, cuando no de abandono, hacia la ins-trucción pública; es posible afirmartambién, que a pesar de los discursos favo-rables a la educación entendida como unacuestión del Estado, éste actúa más deacuerdo con las tesis conservadoras de lasubsidiariedad que con las liberales queconcebían la educación como un derechoy un deber del Estado; cabe sostener, noobstante, que estos esfuerzos son más fir-mes en la primaria, donde se consolidanalgunas de las posiciones liberales, entreellas la educación como competencia delEstado; pero, como hemos anotado, no su-cede lo mismo en la enseñanza secundaria—feudo entonces inexpugnable de las con-gregaciones religiosas— nivel que experi-menta un «retroceso del intervencionismodel poder público»122.

Las causas que puede explicar esta si-tuación de práctica inanidad en educaciónson múltiples 123 , pero una de las funda-

y 1910 y en 1930-40. El pequeño descenso registrado en los años diez se explica por el débil crecimiento de lapoblación. Es en los años veinte cuando se producen los avances más importantes (...). Ahora bien, a pesar deestos adelantos, España contaba en 1930 prácticamente con la misma cantidad de analfabetos que en 1887»(N. de GAI3RIEL: «Analfabetismo y escolarización en España», en Revista de Educación, 314 (1997) p. 219.

(116) Cossío atribuye el 43% de la matrícula a las escuelas públicas y el 7% a las privadas (M. B. Cosslo:La enseñanza primaria en España, Madrid, Rojas, 1915 (2 ed.), pp. 73 y ss.).

(117) Anuario de la enseñanza elemental y técnica superior, Madrid, L. Victoriano Suárez, 1920, pp. 12-13. Roinanones sube, para 1917, la asistencia escolar al 37,5% (CONDE DE ROMANONES, Responsabilidades políticasde/Antiguo Régimen. 1875-1930. Madrid, Renacimiento, p. 229).

(118) Para éstos y otros datos sobre la situación de la enseñanza véase el libro de E. GONZÁLEZ RODR(GUEZ:Sociedad y educación ..., passim. Narciso de GABRIEL («Analfabetismo y escolarización...», p. 229), encuentra queen valores absolutos la población matriculada en las escuelas públicas aumenta, aunque débilmente, entre 1885y 1923, si bien no sucede lo mismo en términos relativos ya que el número de escolarizados por cada diez milhabitantes decrece, también débilmente, desde 1887 hasta 1930.

(119) Cit. en M. de PUELLES BENITEZ: Educación e ideología..., p. 272.(120) El Conde de Romanones da estas cifras: 1880: 23.132 escuelas; 1908: 24.861; 1917: 25.469; 1923:

29.487 (CONDE DE ROMANONES, Responsabilidades políticas de/Antiguo Régimen.... p. 228).(121) E. DÍA?. tu LA GUARDIA BUENO. Ezolución y desarrollo de la enseñanza media en España de 1875 a

1930. Un conflicto político-pedagógico. Madrid, Centro de Publicaciones. CIDE, 1988, p. 512.(122) M. de PUELLES BENITEZ: Educación e ideología..., p. 265.(123) José Castillejo cree que la política educativa del Ministerio fue prácticamente inexistente desde su fundación

porque se encontró con obstáculos procedentes del conservadurismo, de la Iglesia, de las asociaciones profesionales demaestros, de los políticos, de la burocracia, de los propios padres, etc. (1. CAsnuno: Guerra de ideas en España. Filoso-fía, Política y Educación. Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1976 (1' ed. 1937), p. 115.

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mentales es la inestabilidad política queafecta sobre todo al Ministerio de Instruc-ción Pública por el que pasan 26 ministrosdesde 1900 a 1915 y 27 más desde 1915 a1931, a una inedia de 1,7 ministros por añoen las tres primeras décadas del siglo. Otrarazón, no menos importante, viene dadapor el predominio, si exceptuamos algu-nos momentos ya señalados, del «conser-vadurismo tradicional», al menos desde1902 a 1923, como reconoce Manuel dePuches a partir del análisis formal de la po-lítica y sus textos normativos' 21 . MiguelMartínez Cuadrado amplía este juicio atodo el sistema educativo de la Restaura-ción, el cual —dice—, si exceptuamos la li-bertad de cátedra restaurada en 1881,sigue las directrices de los moderados y suPlan de enseñanza de 1857. Este historia-dor lleva más lejos el alcance de la <cipos-Lisia educativa» del régimen al señalar quecuando el Estado abandona las funcionesde la enseñanza en manos ajenas (de laIglesia sobre todo, pero también de los ins-titucionistas y, en menor medida, del obre-rismo), a diferencia de lo que hacía cualquierotro Estado contemporáneo, estaba contri-buyendo a que «los sectores poseedoresde una educación cualificada procediesende las instituciones en las que la crítica alEstado liberal era el denominador común»,aunque siguiendo motivaciones diferentes;en los momentos de quiebra del sistema, elrégimen no tendrá en estos sectores preci-samente un apoyo, sino un ariete que con-tribuye a su caída. Los intentos que entre1918 y 1923 se encaminan a corregir «estadeplorable política educativa» ponen de

manifiesto, a juicio del Martínez Cuadrado,«la pérdida de convicciones en un sistemaque carecía de propuestas serias en tematan fundamental»'25.

Este «nihilismo» educativo tuvo, a pe-sar de todo, una consecuencia que no noscorresponde valorar aquí pero que formaparte indisociable de la historia de la edu-cación española del primer tercio del siglo:el haber favorecido la presencia, en la con-quista de una escuela moderna y de laeducación como responsabilidad del Esta-do, de significados intelectuales' 26 y desectores del obrerismo decididos a ocuparde manera organizada espacios políticoscon la intención de acceder al poder. Estossectores, que hasta entonces se habían li-mitado a impartir una educación de clase,sabedores de que han caducado ya los va-lores del Antiguo Régimen y los del Estadoliberal, aspiran ahora a implantar su mode-lo de sociedad y a plasmar sus ideales so-cializadores de la enseñanza en la escuelapública. El Congreso del Partido Socialistade 1918 con la conocida ponencia presen-tada por la Escuela Nueva y redactada porLorenzo Luzuriaga, y la Asociación Gene-ral de Maestros, fundada en 1910 por Ro-dolfo Llopis, convertida en 1931 en laFederación Española de Trabajadores de laEnseñanza, obedecen a estos objetivosque, sin embargo, habrán de esperar suplasmación real hasta que sean retomados,tras el paréntesis primorriverista, por inte-lectuales y líderes socialistas en 1931.

En una valoración del 98 que no dejade ser positiva, dice Julián Marías que trasel «Desastre» no pareció que nada cambia-

(124) NI. de PuEttEs BENtrEz: Educación e ideología..., p. 265.

(125) Esta cita y las anteriores en M. Nlmolmtz Citnoknix): La burguesía conservadora..., pp. 522-523.

(126) Algunos de ellos (Cossío, Buylla, Pittaluga, Posada, Américo Castro, Ortega, Azaña...) se agrupan en

1912 en el Partido Republicano Reformista. En la Asamblea que se celebra en Oviedo en 1918 se presenta la

Ponencia de Instrucción Pública que se encarga a Juan de Uña y que, tras ser debatida, se aprueba en 1921; en

esta ponencia destacamos el compromiso de atender la educación y perfeccionar la obra educadora del Estado

en el respeto a la libertad de enseñanza (Véase esta ponencia en el número 737 (1921) del Boletín de la Insti-

tución Libre de Enseñanza).

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ra en la sociedad española; no hubo quie-bras legales ni políticas; la Monarquía nosufrió quebranto alguno, el Congreso y elSenado siguieron funcionando; no huborevolución ni golpe de Estado, «el aparente-mente frágil Estado liberal resistió la tremen-da crisis con una solidez inesperada»127...Este fue, sin embargo, el problema del 98como denunciara un año después Cossío;esta inanidad se prolongó a grandes rasgos

hasta 1931 contribuyendo a la deslegitima-ción de un régimen a cuya permanencia nisiquiera ayudó la coerción de la Dictaduraprimorriverista y el protagonismo militar.Pero el 98 trajo consigo la remoción de lasactitudes y de la conciencias a las quepuso frente al debate de España y su mo-dernidad, un debate del que la educaciónformaba parte esencial y en el que al Esta-do correspondió un papel protagonista.

(127) 3. MARÍAS: España ante la historia... p. 21.

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