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ANTZARRAK El invento del kalimotxo y anécdotas de las fiestas El invento del kalimotxo y anécdotas de las fiestas ANTZARRAK Antzarrak Antzarrak

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ANTZARRAK

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ANTZARRAK

El invento del Kalimotxoy

anécdotas de las fiestas

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ANTZARRAK

El invento del kalimotxoy

anécdotas de las fiestas

Algorta2001

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© AntzarrakFotografías: Kepa Urquiza

Fotomecánica y Fotocomposición: Ikur, S.A.Impresión: A.G. Rontegui, S.A.L.Depósito legal: BI-3025-01

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PRÓLOGO

El origen de este libro se debe a una discusión en una largacena con una periodista de Madrid oriunda de Logroño, con unreto final de confirmar por escrito el origen de la palabra kali-motxo. En el curso de la velada se tocaron muchos temas serios,como el desarrollo urbanístico de Bilbao, y por casualidad sefinalizó hablando de la palabra kalimotxo, que la periodistacreía que había surgido en el año 1980, año en el que ella estu-vo de visita en las fiestas de Bilbao. Su recuerdo había comen-zado con el análisis de la evolución de la ciudad, y finalizadocon una valoración de los servicios y los contenidos lúdicos de lamisma. Como resultado de la conversación, se produjo un reto,que era la próxima edición de la historia del kalimotxo.

La longitud pretendida para el libro hace imposible tener lacapacidad dialéctica suficiente para poder extender y relatar úni-camente esta historia del origen de la palabra kalimotxo, surgidaen el primer día de nuestras fiestas en el Puerto Viejo de Algorta.Por ello, intentamos hacer una exposición de cómo eran las fies-tas en aquellos tiempos, contando algunas de las anécdotas de losaños en los que participamos en la organización de las fiestas.

Aunque el contenido pretendido es completamente lúdico, nohemos podido abstraernos de la situación socio política entoncesvigente, que probablemente tuvo una influencia fundamental en

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el carácter, desarrollo, y en el alto grado de participación en lasfiestas del Puerto Viejo. Estas fiestas concitaron el apoyo, la adhe-sión y hasta la complicidad de muchas personas, que la hicieronposible. Muchos años después del periodo relatado, fuimos reci-biendo comentarios y supimos que, para muchos adultos quesufrían la intolerancia y otros excesos del sistema político y que sesentían desesperanzados, estas fiestas organizadas por gentejoven, imaginativas, independientes, tremendamente participati-vas, basadas en la autogestión, y sin recursos financieros, leshabían llenado de alegría y abierto un horizonte de optimismo.

Además hubo personas que tuvieron una actuación ruin.Sus acciones han sido relatadas, pero sus nombres han sidodeliberada y piadosamente omitidos.

El origen de la palabra kalimotxo ha sido debatido infini-dad de veces en programas radiofónicos, y diversas personas ogrupos se han arrogado su paternidad. Este documento preten-de zanjar definitivamente la cuestión. El sábado 12 de agostode 1972, a las cinco de la tarde fue concebido el nombre.Sabemos que años más tarde fue registrado por una conocidamarca de refrescos para su uso mundial, por lo que la propie-dad jurídica del mismo les pertenece, por una usurpación,totalmente legal, aunque no autorizada por nosotros.

Las historias que relatamos a continuación ocurrieron en elPuerto Viejo de Algorta, en el entorno de sus fiestas. El PuertoViejo es una zona urbana singular y antigua, uno de los prime-ros núcleos urbanos de Getxo, construido hace varios siglossobre el acantilado. Antaño residencia de pilotos expertos en elmanejo de los barcos que entraban en la Ría de Bilbao, y depescadores de bajura.

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Cartel de fiestas, 1977.

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ÍNDICE

II. Nuestras primeras fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13El traspaso de la organización . . . . . . . . . . . . . . . . 13Viaje a San Fermín, para aprender . . . . . . . . . . . . 13Organización, cuadrillas y programa . . . . . . . . . . . 14Visita al Alcalde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15El día anterior, compra de cabezas y acopio del bar de la comisión de fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18Primer día de fiesta, sábado . . . . . . . . . . . . . . . . . 20Segundo día de fiesta, domingo . . . . . . . . . . . . . . . 28Tercer y último día de fiesta, lunes . . . . . . . . . . . . 38Nuestro fin de fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

II. Los principales festejos y contenidos . . . . . . . . 45El cartel de fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45El txo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45La bajada de las cuadrillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45Los acuáticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50Los musicales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55La noche sin nada, los telediarios . . . . . . . . . . . . . 57El deporte rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58La sokamuturra con cucaña vertical . . . . . . . . . . . 61Los cabezudos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63Los festejos infantiles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70El marmitako . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75

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III. Los disfraces de las cuadrillas . . . . . . . . . . . . . . . 77El concurso de fotografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78El sistema de castigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78El ancla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82La peregrinación a Begoña . . . . . . . . . . . . . . . . . 85

III. Algunos nombres propios . . . . . . . . . . . . . . . . . 89La bondadosa señora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89Bixente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94Nuestras madres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95Juantxin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97Juani . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98La cuadrilla Antzarrak . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99Jon Lázaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

IV. Nuestras últimas fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101El presupuesto de fiestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101La visita de los extrañados . . . . . . . . . . . . . . . . . 102La regata de traineras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104La Orquesta Mondragón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110El traspaso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

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I.

NUESTRAS PRIMERAS FIESTAS

El traspaso de la organización

Durante la primavera, los miembros de la anterior comisiónse acercaron a algunos de nosotros intentando convencernospara que participáramos en la organización de las próximasfiestas. Ellos ya estaban trabajando y no tenían tiempo sufi-ciente para dedicarse a todos los aspectos de la organización y,si nadie se encargaba, desaparecerían. Nos reunimos y acepta-mos la propuesta. Algunos de los miembros de la organizaciónanterior se mantuvieron en los puestos de representación de laComisión (Jerón, Armada, ..), durante algunos años.

Nuestra cuadrilla era de alrededor de unas 25 personas, deentre 16 y 19 años, la mayoría de 18, sin mucho conocimientode organización de fiestas, ni de la marcha de la noche en elPuerto Viejo.

Viaje a San Fermín, para aprender

Una vez aceptamos esta propuesta, decidimos ir a SanFermín para aprender de las fiestas accesibles más conocidas yuniversales. Pedimos permiso en nuestras casas, y tras superarlas reticencias iniciales, nos desplazamos en autobús, con poco

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dinero y sin otros medios que la mochila y una pequeña e insu-ficiente tienda de campaña. Sobrevivimos 8 días, a base debocadillos de chorizo de Pamplona, que odiamos despuésdurante bastantes años, durmiendo cuando y donde podíamos,y manteniendo un nivel mínimo de higiene con baños diariosmatinales en el río Arga.

Descubrimos los encierros, aunque para asistir a las corri-das no teníamos dinero ni lo tendríamos para organizarlas ennuestras fiestas, y las peñas, que nos defraudaron por su esca-sa participación en la calle, ya que salvo a la salida de los torosy en algunos actos aislados, todos sus festejos los realizabandentro de sus sedes.

Callejeábamos incansablemente, conocimos a gente detodas las latitudes y culturas, incluyendo los más insólitos espe-címenes. Participamos, como animadores, en las partidas debrisca de unas jubiladas en el Caballo Blanco. Una mañanarealizamos una pequeña aportación, pintamos con tizas unainmensa pista para jugar a iturris en toda la plaza del Castillo,y cuando nosotros acabamos nuestro juego, dejamos a muchosextranjeros haciendo sus recorridos individuales a gatas por laplaza, mientras los mas cultos de entre ellos debatían en quépasaje de sus relatos, el escritor Hemingway habría descrito tanextraño juego. Con ello descubrimos que cualquier chorradaresulta atractiva, cuando no hay ni dinero ni nada que hacer.

Organización, cuadrillas y programa

A la vuelta con nuestra pequeña experiencia acumulada y conel desparpajo propio de la edad, participamos en las últimas reu-niones de las cuadrillas. Se acabó de definir el programa de fies-

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tas, nos repartimos los festejos y nosotros asumimos la gestióndel bar, parte esencial para la financiación de las fiestas.

Uno, aprendiz en una imprenta, se encargó de la impresióndel programa de festejos, y para ello se procedió rápidamente acobrar por adelantado la publicidad a los anunciantes, queescasamente cubría su coste. De momento, decidimos no pagara la imprenta para disponer de fondos y poder atender a losgastos iniciales así como a las deudas del año anterior. El pro-grama fue distribuido con gran agilidad para publicitar lasfiestas por todo el municipio.

Visita al Alcalde

En las reuniones preparatorias, empezamos a ser conscien-tes de que las fiestas podían atraer a mucha gente, y dado loreducido del espacio, nos preocupaba que éste quedara satura-do en algunos festejos.

De las conversaciones sobre experiencias recientes y dado elmomento reivindicativo, algo nos preocupaba más, la posibili-dad de que apareciera la policía y realizara cargas indiscrimi-nadas durante la noche en momentos de alta asistencia, lo quepodría resultar trágico, dada la estrechez de las calles y cami-nos, las escaleras muy deterioradas, y la ausencia de posibili-dades de evacuación.

La comisión saliente nos había indicado que solían visitar alalcalde, con una lista de la gente del pueblo que estaba hacien-do el servicio militar para que el Ayuntamiento gestionara supermiso y así pudieran participar en las fiestas. Pensamos quesería oportuno ampliar la lista de peticiones. Nos veíamos muy

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críos para un tema tan serio y delicado por lo que pedimosayuda para que nos acompañaran a algunos de la comisiónanterior.

Mientras avanzamos por la Avenida de Basagoiti deliberá-bamos sobre cómo plantearlo sin que viéramos la manera dehacerlo. Al atravesar la Iglesia de San Ignacio alguien, en planjocoso, comentó que en la Sacristía estaban expuestas las fotosde Hitler, Franco y Mussolini, y aunque ninguno de nosotros lashabía visto, pensábamos que existían pocas dudas de que fueracierto. Otros, políticamente más formados comentaron sobrelos métodos de la elección de los alcaldes y la probable ideolo-gía de estos, lo que aumentó nuestra preocupación, nerviosis-mo e incertidumbre sobre los resultados de nuestra próximagestión.

Inicio de la caída, 1975.

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Llegamos al Ayuntamiento y entramos en el despacho delalcalde. Percibimos su sorpresa, aunque no comentara nada,dado lo numeroso de la representación de éste año para el moti-vo anunciado para nuestra entrevista, los permisos de los jóve-nes del pueblo que estaban realizando el servicio militar. Leentregamos la lista y nos quedamos callados y expectantes. Elalcalde, al permanecer sentados y tensos se dio cuenta de quequeríamos transmitir algo importante. Para romper el silencio,nos preguntó por las fiestas, y comenzamos a explicarle algu-nos de los contenidos del programa de fiestas. Repentinamente,alguien le planteó abruptamente el tema del riesgo policial. Nosmiró, recapacitó en unos eternos segundos y, sin decir nada,extendió la mano, cogió el teléfono, marcó un número y, antenuestra gran sorpresa, pidió hablar con el gobernador civil.

Actuó como nosotros, planteándole de una manera brusca algobernador que durante las fiestas no debían aparecer por elpuerto viejo ni la guardia civil, ni la policía armada, ni losincontrolados, utilizando nuestros mismos argumentos sobrelos efectos que pudiera producir una carga indiscriminada. Elalcalde se había puesto de nuestra parte, por lo que mirándo-nos y sin articular palabra, coincidimos que era una gran per-sona. La conversación entre ambos fue larga y tensa, el gober-nador parecía resistirse a no utilizar su ilegítimo, arbitrario ysiniestro poder. La conversación finalizó con una posición muyclara y firme del alcalde. Salimos de su despacho confiados yaliviados.

Con seguridad, la postura honesta del alcalde tuvo una tras-cendencia enorme en el devenir tranquilo de las fiestas, deaquel año y de los siguientes. Los diferentes cuerpos policiales

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y los temidos incontrolados nunca aparecieron como tales en elrecinto festivo, permitiendo la continuidad pacífica de las mis-mas. Sirva este pequeño testimonio para mostrar nuestro reco-nocimiento y gratitud al Alcalde Sr. Zubiría.

El día anterior, compra de cabezas y acopio para el barde la comisión de fiestas

Las fiestas del año anterior habían sido pasadas por agua,La poca asistencia no había permitido financiar todos los fes-tejos por lo que había quedado una cierta deuda con variasmarcas comerciales de refrescos. Nos habían comunicado estecontratiempo, pero pensando que se habrían olvidado.

Los vendedores se acordaban perfectamente. Cuando lesllamamos para hacer los primeros pedidos, nos manifestaronque para volver a servirnos había que pagar al contado tanto ladeuda anterior como el primer suministro. Les pudimos pagarcon el dinero recaudado por los anuncios del programa y porlos primeros ingresos de la venta de pañuelos de fiestas.

Inocentemente, liquidamos las deudas viejas y pagamos elprimer acopio, con todo el dinero que teníamos y que mostrá-bamos ostentosamente.

Finalmente, comprobamos que nos sobraba algún dinero, ycon dicho excedente nos dirigimos al Perrochico en el CascoViejo de Bilbao, para comprar cabezas de cabezudos. Todo eldinero que teníamos nos permitió comprar cinco cabezas. Enel camino de vuelta a la estación del tren de San Nicolás deci-dimos ponernos las cabezas y se nos fue incorporando unenjambre de chavales que creían que íbamos a actuar. Al entrar

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al tren, nos pusieron algunas pegas por el bulto que llevábamosqueriendo cobrarnos las cabezas, pero, finalmente, nos dejaronsubir sin pagar ningún sobreprecio.

Katilu y Peio en riberamune, 1975.

Banda de cartón de los jóvenes veteranos de Oberentxu, 1975.

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Primer día de fiesta, sábado

Nuestro primer pensamiento estaba enfocado al funciona-miento del bar, nuestra principal fuente de ingresos. Mientrasdesfilaban los cabezudos y la banda de txistularis inauguramoslas fiestas abriendo el bar en los bajos del “Etxetxu”.

El vino está picado

A primera hora de la mañana habíamos recibido el vino quehabíamos contratado con un vinatero local. Llegaron 2.000litros de vino cosechero, directamente de La Rioja, al precio de16,50 pesetas. Al haberlo contratado a través del vinatero,afortunadamente, no teníamos que pagarlo al contado. En rea-lidad la caja estaba exhausta, no teníamos ni un duro.

En el almacén, clasificando los cascos, 1975.

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El bar había sido instalado por el servicio municipal deobras en el Etxetxu, y básicamente consistía en una barra demadera que atravesaba longitudinalmente la parte baja deunos 40 metros cuadrados partiendo la lonja por la mitad.

Alguien nos había dejado unas cajas metálicas donde podí-amos poner las bebidas a refrescar. No había instalación deagua, pero en el extremo opuesto de la plazuela había unafuente. Incluimos en el mobiliario del bar una gran cuba deplástico para limpiar los vasos que, periódicamente, debería serrenovada con agua limpia en la fuente.

Nos tendríamos que manejar en un espacio muy reducido,dado que habíamos decidido pasar juntos las fiestas toda lacuadrilla dentro de la barra, divirtiéndonos como pudiéramosmientras servíamos. Nos habían cedido un garaje a la entradadel puerto, a unos 100 metros, donde podíamos almacenar lasbotellas, por lo que deberíamos realizar muchos traslados delgenero y devoluciones de los envases vacíos cada día entre esegaraje y el Etxetxu.

Aparecieron dos niñas de alrededor de unos 11 años, Olatze Idoia “la morocha” tocando el txistu. La primera era hija delvinatero. Les invitamos a que estuvieran en el bar para ameni-zar el local y, en una esquina, montamos unas cajas para quepudieran sentarse y así no les pisáramos. Nos fueron fieles ypasaron gran parte del periodo diurno de las fiestas allí, tocan-do sin parar. Ya teníamos música.

A mediodía aparecieron los primeros txikiteros. Nos pidie-ron unos vinos, les servimos, y sorprendidos veíamos que casi

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no lo bebían, pagaban y se iban. Como nosotros no éramosmuy bebedores, no descubrimos el problema, hasta que uno deellos, más extrovertido, nos espetó que a ver si le queríamosenvenenar, manifestándonos que el vino estaba picado.

Intentando justificarnos, explicamos el proceso de compra.Olatz, la hija del vinatero, creyendo que su padre nos habíaestafado, y su amiga, por solidaridad, rompieron a llorar des-consoladamente.

En este tiempo, se fueron arremolinando mas txikiteros, yentre todos pudimos tranquilizar a las niñas, asegurándolesque el padre de Olatz no tenía ninguna culpa, por lo que las dosniñas volvieron a tocar tímidamente el txistu.

Idoia, una de las musas del kalimotxo ya crecidita, 1975.

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Tras la confusión inicial se extendió la comprensión del pro-blema, ya que una parte fundamental del programa de festejostenía que financiarse con la venta de ese vino, por lo que todosacabamos tomando consciencia del desastre financiero que senos avecinaba.

Los txikiteros, apiadados de la niña y de nosotros, decidie-ron ayudarnos. Para ello, rompieron su costumbre circulatoriade ronda de poteo, quedándose arremolinados en el Etxetxu.Alguno fue al bar Arrantzale a comprar varias botellas de vinopara que pudieran beber mientras se producía el debate, otrosnos acompañaron al almacén volviendo desolados, del mues-treo efectuado, habían concluido que todo el vino estaba pica-do. Uno, médico, confirmó que no era malo para la salud, sinosimplemente imbebible. Otros, más positivos, sugirieron quecon alguna mezcla quizá no se notara el mal sabor.

Nace el kalimotxo

Rápidamente, preparamos mezclas con varios refrescos, yfueron realizándose catas, hasta que nuestros cómplices, lostxikiteros nos confirmaron que con cocacola no se notaba. Lamayoría, por razones estrictamente culturales, aborrecían lacocacola. Alguno, con gran autoridad, comentó que esta mez-cla no era ninguna novedad y que se llamaba Rioja libre, acla-rando que era una bebida muy minoritaria, sólo de señoritos deBilbao y particularmente “de agentes de cambio y bolsa”.

Cuando se enteraron del volumen que deberíamos producirpara sacar las existencias de vino - unos 4.000 litros, ya quetras las pruebas realizadas se había comprobado que, a partirde la mitad de la mezcla entre vino y cocalola, ésta perdía el

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desagradable sabor del vino picado -, todos coincidieron, conmucho pesimismo, que tanta cantidad no se bebía en todaBizkaia ni en todo un año.

Habían pasado más de dos horas desde el conocimiento deldesastre, nos seguían apoyando unos 30 txikiteros y, en esemomento, alguien finalmente se mostró optimista, manifestan-do que, si creábamos un nombre de fantasía y conseguíamosque no se conociera la composición, quizá pudiéramos vendertodas las existencias de vino picado y así salvar las fiestas.

Aliviados, consideramos que sólo nos quedaban tres proble-mas, conseguir las cocacolas, crear un nombre singular, y resol-ver el problema logístico de cómo envasar el brebaje. Fuimos acomer a nuestras casas con las funciones distribuidas, dos seencargarían de obtener las cocacolas, seis de la solución logís-tica y el resto, a partir de una hora más tarde, a parir el nom-bre de fantasía.

Los encargados de conseguir la cocacola decidieron visitarinmediatamente al director general de Norbega, Sr. Lliró, en sucasa, para convencerle, pero fueron sensatamente retenidos porsus padres de ir inmediatamente dada la hora, al no ser debuena educación aparecer en una casa de visita un sábado deagosto a la hora de una comida tardía o de la probable siesta.

Los encargados de la logística actuaron más rápido y consi-guieron en una casa que les regalasen una pesada, vieja y enor-me bañera, que bajaron a duras penas desde Algorta y, conayuda de todos los del debate, lograron pasarla por encima dela barra y ponerla en la parte interior del Etxetxu, reduciendo

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significativamente el espacio en el que podríamos movernos yatender a la concurrencia.

Los que buscaban el nombre llevaban más de dos horas aje-nos a los festejos acuáticos, diciendo bobadas sin encontrarninguna palabra impactante.

En ese momento, apareció un chico de Erandio, al que algu-nos conocíamos, y alguien le llamó por su apodo, Kalimero.Mecánicamente y bastante aburridos por el esfuerzo ya realiza-do, empezaron a conjugar su nombre. Uno indicó que la per-sona en cuestión era bastante fea y otro dijo que en euskara feose decía motxo. Un tercero, más docto, empezó a pontificar queello no era cierto en todo el País Vasco y que en algunas zonassignificaba lo contrario. Mientras, la mayoría, sin hacerle caso,

Homenaje a los buenos de Isidro y Bizente, 1976.

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conjugaba febrilmente el apodo y, tras muchos intentos, surgióuna palabra sin significado, Kalimotxo que, reiteradamenterepetida, gustaba. Aparentemente, ya estaban resueltos dosproblemas, pero no había noticias de la cocacola.

Alguien, previsor, calculó que para obtener la mezcla idóneahabía que llenar dos botellas por cada botella de vino, y noteníamos botellas vacías. Se produjo un gran despliegue degente en busca de botellas vacías por los bares de todo el pue-blo, que fueron rápidamente acopiadas y limpiadas.

A media tarde - ya se consideraba una hora prudencial - losencargados de obtener la cocacola procedieron a visitar aldirector de la planta de Norbega, Sr. Lliró. Muy bien recibidosy existiendo una gran voluntad de colaborar por su parte, peroera sábado de Agosto, la planta estaba cerrada y no había con-ductores. Atrapados, pensaron rápido y decidieron introducirmás dramatismo para forzar una solución, mintiendo descara-damente: Don Martín, el cura, nos había pedido encarecida-mente que redujéramos el riesgo de borracheras, dado que eranlas primeras fiestas que podían tener una asistencia importan-te, la existencia de borrachos dañaría la imagen de las fiestas,por lo que se nos había ocurrido mezclar el vino con cocacola.

El director asintió, y tras tomar una libreta, procedió a lla-mar a varios conductores, hasta que el último contactado seapiadó de nosotros, confirmando que cargaría y vendría alPuerto con un camión entero, aquella misma tarde.

Según llegó la noticia al resto, se produjo un momento deeuforia y varios se pusieron, inocentemente, a esperar el

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camión. Este buen hombre, a quién le estaremos eternamenteagradecidos, llegó al Puerto unas tres horas mas tarde, pasadaslas nueve de la noche, con un camión repleto.

La descarga del camión, que había llegado a la parte bajadel Puerto Viejo, nos obligaba a subir las cajas hasta la partemás alta, donde está el Etxetxu y, todavía más lejos, al garajeque nos habían dejado para guardar las existencias. A pesar detodas las dificultades se realizó rápidamente.

En aquellos momentos y muy tardíamente, aquel primer añono anduvieron nada finos, aparecieron los del servicio de obrasdel Ayuntamiento, con unas maderas para instalar un escenarioen la pequeña playa del puerto para la actuación de una coral,que estaba prevista en el programa para menos de dos horas des-pués, a las 11 de la noche. Debido a que el camión venía sin per-sonal y los organizadores del festejo, desanimados, se habían idoa cenar, debimos repartirnos para montar también el escenario,quedándonos sin cenar.

Mientras, algunos, febrilmente, se dedicaban al envasadodel kalimotxo, unos vaciando botellas de vino y de cocacolasobre la bañera reconvertida, y otros envasando la mezcla quese formaba dentro de la bañera en botellas, por una especie degrifo existente en la parte inferior de la bañera, y poniendo lasbotellas en las cajas con hielo a refrescar. Alguien había consi-derado que, además de más agradable cuando hace calor y haysed, probablemente cuanto más fresco estuviera el brebajesería más difícil detectar la composición.

Poco tiempo después, la asistencia era tremenda, y los alre-dedores del bar se abarrotaron de gente, principalmente tras la

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actuación de la coral. El agua de la cuba de plástico había per-dido completamente su carácter y se había convertido en unlíquido infecto y maloliente, en el que continuábamos limpian-do los vasos. La asistencia impedía proceder a su limpiezaperiódica, al resultar imposible traspasar los escasos metroshasta la fuente por dos personas con la cuba. Dos, estudiantesde medicina, miraban absortos el líquido y sólo eran capaces demascullar que “vamos a envenenar a todo el pueblo”.

Afortunadamente, el kalimotxo estaba siendo un éxito y lagente, impresionada por la novedad, empezó a adquirirlo porbotellas, lo que reducía drásticamente la necesidad de limpiarvasos. Alguien, práctico, informó que en Sopelana había unafábrica de vasos de plástico, pero hasta el lunes no podríamosresolver el problema.

Muchos preguntaban por la composición del brebaje, y fui-mos dando respuestas arbitrarias para confundir, de acuerdo conla estrategia aconsejada por los txikiteros. Increíblemente, nadieparecía percatarse del proceso de envasado, que continúo duran-te toda la noche detrás de la barra, a escasos decímetros de losmás osados, aquellos más fuertes de entre la muchedumbre queeran capaces de alcanzar la barra para solicitar suministros,generalmente al por mayor, para justificar el esfuerzo.

El aprendiz de la imprenta estaba ya muy nervioso con elpago de la factura de la propaganda, por lo que le extendimosun talón, quedándose muy tranquilo.

Segundo día de fiesta, domingo

En años anteriores, por las mismas fechas, el Ayuntamientoorganizaba una corrida de toros, que se llevaba a efecto en la

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pequeña playa o en una plaza montada en el relleno del Puerto.La corrida constituía un importante acontecimiento social,acudiendo las señoras elegantemente vestidas y con mantillaespañola. Los toreros eran de primera línea.

Utilizando el mismo escenario, desde algún año anterior sevenía realizando un encierro de vaquillas, y en este nuestro pri-mer año iba a constituir uno de los festejos más importantes.

Las incidencias del encierro

El segundo día, a la mañana, para aprovechar la mareabaja, estaba previsto el encierro, con salida de la parte derechade Ereaga y finalización en la pequeña playa del Puerto Viejo.Las maderas, que habían sido utilizadas la noche anterior parahacer la pequeña tribuna de la coral, efectivamente parecíanser multiuso, y rápidamente se reconvirtieron en una barreraque cerraba la pequeña bocana.

Como no teníamos vino, a través de su hija Olatz, habíamoscomunicado en la tarde del sábado al vinatero que teníamosque comprar más vino el domingo por la mañana.

El buen hombre nos esperaba, muy nervioso. Debimos tran-quilizarle y asegurarle que habíamos resuelto el problema.Antes de hacer la compra, insistía en que debíamos probar elvino de las barricas que nos iba a vender. Como no bebíamosmucho, no sabíamos apreciarlo pero, aparentemente, no teníaproblemas.

Compramos varias barricas, le dimos un talón por el valordel vino picado para zanjar definitivamente el problema, e ini-

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ciamos la bajada al Puerto, totalmente cargados con el acopioadquirido.

El suelo se movía, nuestros pasos no eran firmes y nosretumbaban en la cabeza, parecía que bajamos escaleras, sinque pareciera deberse a la importante carga que llevábamoscada uno. Alguno, más experto, que ya había experimentadoestas sensaciones, explicó el fenómeno, con la cata realizadanos habíamos emborrachado, involuntariamente y a la hora deldesayuno.

Cuando llegamos al Puerto, nos enteramos que se habíaproducido una incidencia, una de las vaquillas había entradopor la ventana al bar de la carretera y, entre el animal y losesfuerzos de algunos para sacarla, se había producido un grandestrozo en el mobiliario y en las instalaciones del bar.

Nos dirigimos al bar, y con la lengua estropajosa y la bocamuy pequeña, le dijimos al dueño que asumiríamos los daños.El propietario, buena persona, nos tranquilizó, indicándonosque el estropicio era más aparatoso que grave, que tenía pen-sado hacer una reforma y ahora no le iba a quedar más reme-dio que hacerla. La reforma acabaría incluyendo un enrejadoen la ventana por la que penetró la vaca, que aún hoy existe.

Cuando salimos del bar, nos encontramos con el dueño delas vaquillas, quién, muy nervioso, se quejó de la organizacióny nos indicó el valor de cada animal, superior al presupuesto delas fiestas. La barrera estaba mal montada y al subirse la gentehabía cedido. Una de las vaquillas, aprovechando la mareabaja, se había ido a la playa de Ereaga, mientras que otra había

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decidido nadar y flotaba plácidamente a unos 200 metros delpuerto viejo.

Mientras la mayoría de la gente se trasladó a la playa adominar la primera vaquilla, cosa que conseguirían casi unahora más tarde, en los bloques de Arriluce, y tras atropellar agran parte de la concurrencia que tomaba plácidamente el sol,sin pensar que podrían ser protagonistas de un encierro singu-lar, el socorrista de la playa de Arrigúnaga, hombre de granfortaleza y buen nadador, arrastraba pacientemente a la segun-da vaquilla bañista, nadando de espalda y teniéndola cogidapor los cuernos.

Cuando llegó a tierra firme, la vaquilla fue izada y trasla-dada a la cueva que existe debajo de la rampa de acceso a la

Burladero bien montado, para evitar la fuga de la vaca, 1975.

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playa. Una persona mayor, con apariencia de saber, nos indicóque la mejor manera de que la vaca se recuperara es que bebie-ra coñac, asegurando que debían de ser varios litros, para pro-ducirle un vómito, y así expulsar el agua tragada.

Para comprar el coñac, volvimos al bar destruido y eldueño, muy paternal, a la vista de nuestra edad, hora, y esta-do, aún seguíamos bajo los efectos de la cata, nos recriminómuy seriamente sobre nuestros presuntos propósitos.

Le explicamos la situación y nos dio varias botellas decoñac, que no quería cobrar, aunque al final aceptó que laspagáramos. Cruzamos la calle, bajamos a la cueva de la peque-ña playa donde se encontraba la vaquilla. Entre dos abrieron laboca del animal y un tercero arrojaba rápidamente el líquidoen su boca, esperando expectantes el vómito salvador.

La vaquilla se estiró, sus ojos se entornaron mirando condulzura, y su cabeza cayó, falleciendo inmediatamente.Buscamos al experto que nos había dado el consejo para hacer-le responsable de las consecuencias de su consejo, pero habíadesaparecido.

El dueño de las vacas apareció con su camión, donde yahabía conseguido introducir junto a las demás a la vaca esca-pada a la playa, en busca de la que le faltaba. Le dimos la malanoticia y, sorprendentemente, se mostró tranquilo, no plante-ándonos ninguna reclamación. En los años siguientes continuóviniendo con sus vacas, para la sokamuturra.

Mientras esto ocurría, en la plazuela Bizente estaba asandolas sardinas con las que sufragábamos parte de los festejos.

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La fiesta de los gansos

A la tarde, con la marea alta, se produjo el festejo de losgansos, que ya se había realizado en los dos últimos años ante-riores. El festejo se describe en un capitulo posterior.

Un artículo publicado en la prensa local el 15 de Agosto de1972, bajo el título “triunfó Kalinka con 22 alzadas” suscritopor el famoso periodista Munitibar, además de probar la rele-vancia de las fiestas para justificar la asistencia de tan conoci-do periodista local, nos ha parecido oportuno reproducirlo, porel cariño puesto en su redacción.

“….. Dentro del programa de festejos en honor de SanNicolás, patrón del Puerro Viejo de Algorta, se han venidosucediendo las fiestas. La fiesta grande fue el domingo, con sutercera fiesta de los gansos. Recordarán que en Lekeitio existe

Tiradores descansando, 1976.

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una vieja tradición de apresar unos gansos, desde una embar-cación. Los del Puerto Viejo de Algorta la han copiado, conalgún cambio, y el domingo por la tarde nada menos que 23embarcaciones participaron en la caza del ganso. Los captoresno podían pesar más de 65 kilos y las embarcaciones debían serde seis remeros, convenientemente disfrazados. Costó muchoencontrar en días anteriores los gansos, pues son difíciles dehallar pero, al fin, y después de recorrer media España, losencontraron en Lezama a 500 pesetas por cabeza.

Los gansos fueron apresados rápidamente y los captores quelograban separar la cabeza del cuerpo se quedaban con el ejem-plar. Pero lo espectacular eran las alzadas. Después de los gansosse colocó un agarre, y los que pasaban debían aguantar el mayornúmero de subidas. Una cuerda de 55 metros cruzaba el puerto yde un golpe desde la superficie subía al que estaba agarrado a seismetros de altura. Había “pique” pues los que acababan de remarsubían a tirar de la cuerda y lo hacían con toda su alma, para evi-tar que los demás taparan su marca. Allá se veía volar a los jóve-nes. Triunfó el de la embarcación Kalinka con 22 alzadas, unrécord en Algorta. Segundo Ama Begoñakoa con 17 alzadas, ter-cero Zubizarreta con 14 alzadas y empatando Txindos con 14también. Para estos había un cordero de premio para cada uno.

En cuanto a las embarcaciones engalanadas con su tripula-ción disfrazada, hubo empate para el primer puesto entre elAma Begoñakoa del puerto que iban disfrazados de piratas, yel Gogorak de Itxas Gane de Algorta, disfrazados de negros.Segundos, los novios que iban disfrazados con un traje de boday tercero Kantarepe, disfrazados de capuchinos nos dijeronpero luego resultó que eran del Ku-klux-klan

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Por la mañana se había obsequiado a los grupos con unafenomenal sardinada y al terminar la fiesta siguió una romeríaen el Puerto Viejo, tan lleno de tipismo con sus casas viejas,habitadas por pescadores. Humeaban las sardinas, bailabanjóvenes y viejos al son de los txistus, todos vestidos de azul de“arrantzale”, era un espectáculo inenarrable. Con decir quedurante estos días las puertas de las casas no se cierran.Nosotros tuvimos una sardinada con Galín el alcalde de barrio.Allá estaban viejos lobos de mar como Faneca, Pitorro, Frailón,Mojarra, Tles, Santarrán, Antón Polomo, Enrique Franco“Patén”, y la Vigilera que daban ambiente fabuloso.

Desde luego, el Puerto Viejo de Algorta, el domingo, parecíauna estampa arrancada de un libro de Baroja ……..”

Gansero tenso, presto a la captura, 1976.

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A Munitibar nuestra cuadrilla no le llamó la atención.Nuestro primer gansero, Goyito, también conocido como “ceri-lla” por ser pelirrojo, había conseguido uno de los gansos,mientras que el segundo, Mikel, quedó tercero en las alzadas,como se indica en el artículo.

Lo peor para hombre tan sagaz es que no se enteró de queen el bar de la comisión, junto a la casa de Galin – a menos de10 metros - donde seguro que se puso morado a sardinas, se ser-vía desde la noche anterior un extraño brebaje que llamabankalimotxo, perdiendo la oportunidad de ser su primer publicis-ta, de publicar la primicia mundial de lo que, con el tiempo, sehizo tan popular, lo que probablemente habría eliminado eldebate sobre el origen de la palabreja durante muchos años, yla principal justificación de la elaboración de este pequeño libro.

Caída fatal para los riñones, 1976.

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El ataque integrista a las fiestas

Tras los gansos, la tarde transcurría plácidamente pero, aúltima hora, llegó la noticia. Uno de los sacerdotes de la parro-quia, en la homilía de un funeral, había pronunciado un alega-to contra las fiestas, indicando que eran una aberración y queconstituían un insoportable libertinaje, informando que seestaban produciendo acontecimientos de proxenetismo, drogas,aberraciones sexuales y corrupción de menores.

Una vez la noticia se confirmó, y cuando conseguimos aclararalgunos de los conceptos, hasta entonces desconocidos para algu-nos de nosotros, se adoptó la decisión de ir una representación ahablar con el cura, al día siguiente, para conseguir que modifi-cara su postura, evidentemente totalmente alejada de la realidad.

La venta del kalimotxo continuaba, sin que la concurrencia,excepto algunos expertos, hubieran identificado la composi-ción, que para la mayoría continuaba siendo un misterio quemotivaba a su consumo. Milagrosamente, nadie parecía haber-se aún percatado del trabajoso proceso de producción que seefectuaba periódicamente, y que se seguía realizando detrás dela barra, con bastante rapidez para reducir las pérdidas de“burbujas”, dos personas abriendo las botellas y arrojando ellíquido a la bañera y otras dos, en cuclillas, recogiendo el líqui-do mezclado en botellas, que eran inmediatamente cerradascon corchos y puestas a refrescar entre hielos.

De hecho, las existencias de vino picado, para el final de lanoche del domingo, estaban casi consumidas, algo por lo quenadie habría apostado 36 horas antes, por lo que habría quecomprar más vino y cocacolas.

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Tercer y último día de fiesta, lunes

El primer ingreso de dinero

La recaudación del sábado y del domingo había sido conta-da y ordenada, siendo llevada para su ingreso al banco, ya queprobablemente los que habían recibido talones pretenderíancobrarlos, y no existían fondos en la cuenta corriente.

Los billetes, manipulados con las manos mojadas, se habíanimpregnado del líquido maloliente de la cuba de limpieza de losvasos, siendo absolutamente insoportable el olor que expedían.

Varios acompañaron al tesorero a la Caja de Ahorros, puesestaba temeroso de ser despedido con cajas destempladas porlas arcadas que iba a producir su recuento a los empleados de

Jugando en lugar de trasladar las cajas del bar de la comisión, 1975.

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aquella, y quizá también por haber vulnerado alguna ley des-conocida de utilización indebida de un bien público.

Los cajeros no manifestaron ninguna posición de desagrado,ni lo harían en ninguno de los ingresos de los días y añossiguientes, por lo que nunca se produjo ningún problema en losingresos de dinero, lo que hacemos constar con agradecimiento.

Infructuosa visita al cura

Los festejos del tercer día transcurrían plácidamente, y seprodujo la visita al cura de la parroquia, que el día anteriorhabía atacado a las fiestas, y quién reconoció haber exagerado,pero indicando que no podía rectificar, porque personas quedaban mucho dinero a la parroquia querían que las fiestas seprohibieran y, además, él estaba de acuerdo con que debíadesaparecer tal muestra de libertinaje.

Así, conocimos de la existencia de un enemigo anónimo, decarácter integrista, que volvería a darnos sustos en años poste-riores. El problema continuaba abierto y entendíamos que eramuy grave, dada la firme postura y aparente fortaleza del igno-to enemigo de las fiestas.

La tarta

Una señora apareció y nos regalo una tarta, en recompensapor todo el duro trabajo que estábamos realizando en el bar. Nosabíamos que hacer con ella porque no era una hora adecuadapara comerla, era media mañana, así que al tesorero no se leocurrió otra cosa que organizar una rifa. Se prepararon losboletos, vendiéndose todos los números rápidamente. La suer-

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te se encontraba de parte de la organización ya que no apare-ció el ganador, por lo que realizamos una segunda rifa, quetambién fue rápidamente vendida, ayudando a la financiaciónde las fiestas. La recaudación fue de más de cinco mil pesetas,que en aquellos tiempos constituía un apreciable capital.

El contrabandista

En las primeras horas de la tarde, se nos acercó una perso-na al bar de la comisión, con cierto aire de misterio, indicán-donos que tenía un importante cargamento de cava, que nos lopondría a buen precio.

Varios le acompañamos hasta un garaje en la parte baja deAlgorta a la salida hacia Plencia y, tras comprobar el género yanimados por el éxito del kalimotxo y con la codicia de produ-cir cierto superávit, decidimos adquirirlo, comprándole todo elalijo, que fue rápidamente trasladado al Puerto.

El Pelotari

La compra del cava había sido un mal negocio. Pese a lapublicidad que empezamos a hacer, inclusive con silbatos ycanciones específicas rápidamente creadas al efecto, el perso-nal, al ver la marca, cuyo nombre silenciamos porque milagro-samente sigue viva, renunciaba sistemáticamente a la comprapara su consumo.

Después de media noche aparecieron en la barra dos personas,una se enfadó con la otra y se marchó. El que se quedó pidióchampan y dos vasos largos, sin hacer ningún rechazo de la marcaal ver el envase, por fin pudimos vender la primera botella.

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Con gran alboroto abrió la botella, mojando a todos los dealrededor, sirviendo su contenido en los dos vasos y desparra-mando el excedente. Como no quería beber sólo, solicitó acom-pañamiento a uno de la barra, procediendo a su bebida de untrago y con los brazos entrelazados.

El primer voluntario de la barra aguantó tres botellas, unsegundo otras tres, y tras su petición de que le acompañase elmás fuerte de la cuadrilla, se liquidó otras seis botellas, dejan-do a tres personas fuera de combate.

Su algarabía y la manera de abrir las botellas, mojando atodos los que le rodeaban, produjo el milagro. La concurrenciaencontró de repente un uso alternativo a tan poco apetecible bre-baje, sentirse vencedor de una carrera de Fórmula 1. En las treshoras siguientes, nos desembarazamos de todo el alijo de cava,mediante su uso alternativo, satisfaciendo nuestra codicia.

La historia de este personaje sólo pudo ser completadacuando volvió a las siguientes fiestas, dándonos sus explicacio-nes. Era pelotari aficionado, aquel día había ganado un parti-do importante y había decidido celebrarlo. Hombre de grantimidez, el brebaje que había bebido había multiplicado susatisfacción por el resultado del partido produciéndole talsituación de euforia que, al salir del Etxetxu, había tenido elvalor de abordar a una chica, se habían hecho amigos, pocosmeses después novios, se habían casado, y acababan de volverde la luna de miel.

Ante un cambio tan inesperado y drástico de su vida, habíadecidido volver a la fiesta con el exclusivo propósito de conocer

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a sus colegas de libación, decirnos que éramos muy majos,haciendo una donación de 5.000 pesetas para las fiestas, por-que no estaba seguro de haber pagado las consumiciones delaño anterior. Dada su insistencia, fue una de las pocas dona-ciones que aceptamos.

La reconciliación con la Iglesia

La noticia de la fracasada reunión con el cura había tras-cendido entre todas las cuadrillas y, de una manera más omenos espontánea, al término de la última noche de fiestas, seconcentró un nutrido grupo de personas de la mayoría de lascuadrillas a la puerta de la Iglesia de San Nicolás, poco antesdel inicio de la primera misa del día de la Virgen, bien apoya-dos por música de bombos y de otros instrumentos de viento, ycon las cabezas de cabezudos.

La asistencia a la misa iba a estar principalmente formadapor amamas, que más tarde tendrían una mañana ajetreadapreparando las comidas familiares de un día grande, y que cru-zaban con timidez, preocupación y muchas con gran susto, elnutrido grupo de jóvenes que copaba la entrada principal, conaire desafiante y produciendo mucho ruido.

La misa, que iba a ser oficiada por Don Martín, no empie-za. Alertado por las feligresas, decide salir a la puerta y, traspreguntar el origen de la reunión, que le es aclarada, y sinentrar en debate, invita a todos a pasar a la Iglesia.

Desde la masa, alguien le pone una condición, que losmonaguillos, el lector de la epístola y quienes pasen las bande-jas porten las cabezas de cabezudos, condición que es inmedia-

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tamente aceptada, indicando que la Casa del Señor es grande yen ella caben todas las expresiones que no sean indecentes.

Tras la sorpresa inicial de las feligresas, que ven abarrotar-se la Iglesia de jóvenes tranquilos y sonrientes, que muchastemían estaban dispuestos a realizar cualquier barbaridad, lamisa se desarrolló perfectamente, y la actuación de los cabezu-dos en el acto fue acogida con gran simpatía, desapareciendolos recelos y temores iniciales.

Las amamas se habían puesto de nuestra parte y en el cursode la misma mañana tan peculiar Misa sería conocida por todoel pueblo, con particular énfasis en la perfecta dicción del cabe-zudo encargado de la lectura de la epístola. El ataque a lasfiestas quedó completamente desairado, desarbolado, y derro-tado.

Nuestro fin de fiestas

El superávit, una vez pagado todo, era importante, por loque alguien decidió recordar que la tarta era para nosotros, yque la recaudación había sido de más de 5.000 pesetas.Tomamos una parte de ese importe y encargamos una comidaen un restaurante de Santa María de Getxo, invitando a lasniñas txistularis y a Jonathan, un niño vivaracho y deslengua-do de 4 años, que habíamos adoptado como mascota.

Jonathan comió rápido y empezó a hacer de las suyas. Conuna increíble puntería, acertó a introducir un chusco de panen el plato de txipirones de Juani, justo cuando este lo mirabacon gran gula, y estaba decidiendo por dónde debía empezar

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a atacarlo. La comida finalizó unas horas después, cuandoJuani terminó con sus txipirones, después de haber ido a sucasa a cambiarse de ropa, y una vez tranquilizado de tangrave ultraje.

Aurresku, 1976.

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II.

LOS PRINCIPALES FESTEJOS Y CONTENIDOS

El cartel de las fiestas

Antes de la celebración de las fiestas, se convocaba un con-curso de carteles anunciadores. Todos los años, se produjo unaamplia participación en este concurso, y algunos eran de eleva-da calidad. Un jurado seleccionaba el que consideraba mejor ymás representativo, que era impreso y distribuido por lugarespúblicos, como cartel anunciador de las fiestas.

El txo

A la entrada del Puerto se colgaba un sencillo muñeco detamaño natural, vestido de arrantzale con relleno de paja, quepermanecía durante todos los días de fiesta, y era quemado laúltima noche.

La bajada de las cuadrillas

La bajada de las cuadrillas, disfrazadas, se iniciaba entre elparque de María Cristina y el antiguo Caza bar, hoy plaza deSatistegi, recorría la avenida Basagoiti, y descendía hasta elPuerto.

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Comienzo de las fiestas. Cuadrilla pasando por el Etxetxu, 1977.

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El espíritu inicial se ha mantenido hasta hoy. Los disfracesde cada cuadrilla debían ser imaginativos pero de bajo o nulocoste, lo que a veces hacía caer en la chabacanería, era conve-niente llevar música o canciones y bailes propios, y al términose otorgaba un premio a la cuadrilla mejor preparada. Frecuen-temente los motivos incluyeron críticas alegóricas a la situaciónpolítica.

Nuestra cuadrilla ganó un año el primer premio. Nos dis-frazamos de chinos maoístas. El disfraz consistía en un buzo deobrero y boina con estrella roja, la cara pintada de amarillo,con bicicleta y libro rojo de Mao atado a la silla. La mayoríallevamos el libro de la historia de Getxo, recientemente publi-cado por el trinitario padre Zabala, libro de tapas rabiosa-mente rojas.

Para darle un mayor morbo, nos disfrazamos y pintamosenfrente del cuartel de la policía que entonces estaba en la calleChisquiena, bajo la atenta mirada de los guardias que custo-diaban el edificio.

Al término de la bajada y eufóricos por la victoria, eradomingo a mediodía, decidimos ir a Los Tamarises a tomar elaperitivo para ver, y quizá provocar, la reacción de los parro-quianos, que suponíamos mayoritariamente adictos al régimeny, en todo caso, poco proclives a teorías izquierdistas.

Había aún poca concurrencia y los camareros, inteligente-mente alertados por el responsable del hotel, actuaron muyrápido. Entonces debía pagarse el estacionamiento a un minus-válido que entregaba un papel municipal justificativo del dere-

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cho de aparcamiento y, ante el alboroto inicial que armamos aldiscutir, - y además vacilando con lo que representaba nuestrodisfraz -, el derecho a cobrar por el estacionamiento de bicicle-tas, salió un camarero pagando el aparcamiento.

Dentro, nos sirvieron e invitaron a los refrescos que pedi-mos, procurando que terminásemos rápido y nos fuéramosantes de que llegara la hora punta del aperitivo y alguna per-sona importante decidiera protestar airadamente. Como nohabía muchos parroquianos para escandalizar, pronto nos abu-rrimos y decidimos volver rápidamente al Puerto.

Al día siguiente la prensa publicó una reseña con todos losdisfraces, excepto el nuestro, que había sido el ganador. Cosasde la censura de la época.

Cuadrilla disfrazada de incontrolados rememorando los asesinatos deMontejurra, 1976.

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En un artículo de prensa probablemente escrito por elmismo periodista que el año anterior había sido censurado, loque, a la vista del contenido elogioso del artículo pero sin dardetalles de los disfraces, parecía que le había afectado singu-larmente, y bajo el titulo de “concurso de cuadrillas”, el artí-culo publicado el 13 de agosto de 1975 rezaba lo siguiente:

“ ….. Este es el segundo (¿?) año en el que dentro de lasfiestas del Puerto Viejo de Algorta se celebra este original con-curso de cuadrillas. Desde primeras horas de la mañanaAlgorta parecía un Río de Janeiro en pleno carnaval, algo másmodesto pero no por ello menos animado. Dejando desbordarsu imaginación, las distintas cuadrillas de jóvenes se disfraza-ron de tal y tan diversa forma que hicieron las delicias de lainfinidad de espectadores que llenaban tanto la plazuela de

Cuadrilla disfrazada de Tiroleses, 1977.

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María Cristina como la Avenida de Basagoiti y la bajada alPuerto. Si una nos producía hilaridad, otra nos dejaba admira-dos por su originalidad y fantasía. Hemos visto, entre otros, aun simpático Pipi Calzaslargas, hasta completar de esta formacasi el doble del número de cuadrillas que participaron el añopasado. En el Puerto Viejo se respiraba aire de fiesta grande yla música y la danza llenaban nuestro entrañable Portu Zarra.La labor que espera al jurado calificador no es fácil y, desdeluego, un noventa por ciento de las cuadrillas merecen llevarseel primer premio ………”.

Los acuáticos

La presencia del pequeño Puerto y el mar permitía unasenormes posibilidades para los festejos. Carreras de natación,

Antzarrak de aldeanitos, cuidando niños, 1976.

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desde la peña Galdaretxe para los pequeños y desde Ereagapara los mayores, regatas de botes o de otros artilugios - enalgún año regata de barricas -, suelta de patos, etc.

Sin duda, la fiesta acuática principal era, y sigue siendo, lade los gansos. Copiada de la tradicional fiesta de Lekeitio,siempre fue un problema la obtención de gansos en cuantíasuficiente para las 20 a 30 cuadrillas que se presentaban. Dehecho, ningún año se consiguieron más de cinco.

Desde el primer año, se decidió que, una vez acabados losgansos, se atara un saco con un balón dentro a la cuerda, trans-formándose el festejo tradicional en uno aún bastante másbruto, basado en la resistencia del “gansero” a los golpes con-tra el agua.

Tribuna principal para el festejo de los gansos, 1975.

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Este festejo dependía absolutamente de la marea, debíacomenzarse una hora antes de la pleamar y finalizarse alcomienzo de la bajamar, para que los ganseros, en la caída,tuvieran suficiente volumen de agua para amortiguar la caídadesde varios metros de altura y así evitar que chocaran contrael suelo.

Por ello, fue probablemente el único festejo en el que se res-petaba escrupulosamente el horario previsto, y se efectuaba enhoras diferentes. Algunos años inclusive por la noche.

La instalación básica nunca ha variado. Un madero fuertebien sujeto al pretil de la carretera al que se sujetaba el final dela cuerda en la que se ataba el ganso o saco, cuerda que pen-día unos 6 metros por encima de la superficie del agua, y quese extendía por la bocana del puerto hasta otra madera, estacon polea, atada al petril del murallón exterior donde se reci-bía la cuerda, y donde había espacio suficiente para que dosgrupos, de 30 o 40 personas, por medio exclusivamentemanual, procedieran al alzado del gansero.

El peso de los ganseros, clave para evitar ventajas a los máspesados, fue siempre escrupulosamente controlado. Los ganse-ros llevaban mucha ropa para mitigar el choque con el agua, loque incrementaba notablemente su peso al mojarse la ropa.Varias personas asistían al pesaje, para asegurarse que, en elmomento del acto, no se cambiara a la persona pesada.

Estos cambios de persona se produjeron algunas veces, ycuando fueron detectados, supusieron la descalificación delgansero, después de su actuación.

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Los ganadores de las alzadas con saco normalmente supe-raban las 20 alzadas. Era clave soportar las 6 u 8 primeras,más fuertes, y conseguir que los tiradores empezaran a cansar-se. Las siguientes eran más suaves, iniciándose las protestas delpúblico, lo que atacaba al amor propio de los tiradores, querecuperaban fuerzas y volvían a tirar con mucha fuerza cuan-do se aproximaban las 20 alzadas.

Los ganseros iban a popa de las embarcaciones, en cuclillasy agarrados a una cuerda sujeta a la bancada. Cuando alcanza-ban la cuerda, si era ganso lo cogían del cuello con una mano ycon un rápido movimiento lo pasaban por el sobaco del otrobrazo, si era saco, lo agarraban de la mejor manera posiblesegún el criterio de cada uno para aguantar más y que no esca-

Día de gansos, 1977.

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para. Una vez agarrado el ganso o el saco, se obligaba al reme-ro a realizar una rápida maniobra de alejamiento, y todos losacompañantes, a los que se exigía ir disfrazados, debían arro-jarse al agua, y estar preparados para recuperar al gansero, quenormalmente acababa aturdido y perdiendo la noción de dondese encontraba, o con dolores de espalda o con un fuerte golpe enla cara si la entrada en el agua se había producido de una mane-ra inadecuada - muy extendido de espalda o de cara - y, cuan-do conseguía romper al cuello del ganso o se escapaba el gansoo el saco, tendía a irse al fondo de unas aguas poco cristalinas,por lo que había que buscarle y subirle rápido a la superficie.

En las alzadas de sacos, si el gansero había alcanzado unabuena marca, sus compañeros de cuadrilla salían rápidamentedel agua y pasaban nutrir el equipo de tiradores, para dificul-tar que los siguientes superaran el récord.

Privilegiados en el festejo de los gansos, 1975.

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Un año, algunos de nuestra cuadrilla, con un coche presta-do, fuimos en busca de gansos, recorriendo el norte de Burgos.A la vuelta, una vez adquiridos los ejemplares tras una largalabor de rastreo, caserío a caserío, descubrimos con horrorcuán sucios eran estos animales, al comprobar el desoladorespectáculo del maletero del coche una vez desalojados los ani-males. Pese a la profunda limpieza que hicimos, ya que no nospareció prudente devolver el coche en su estado, el olor persis-tió en el coche durante bastante tiempo, sin que nunca nosatreviéramos a explicar al cedente del coche el fin para el quehabía sido efectivamente utilizado.

Los musicales

Los musicales llenaban tres de las, generalmente, cuatronoches de las fiestas. Esta era la parte de los festejos que debíaorganizarse con mayor prontitud, para poder contratar a losgrupos actuantes y resolver los problemas administrativos.

Los musicales incluían corales, grupos de danzas, cantauto-res, y la actuación de grupos musicales.

El sistema vigente obligaba a presentar con antelación, a laPolicía, la letra de todas las canciones. Varios días después,debían recogerse las mismas, mediante firma de determinadasdocumentos por los promotores del festejo, que se responsabi-lizaban de su estricto cumplimiento, y que invariablementeincluían el tachado de determinados versos, probablementerealizados de la manera más arbitraria posible por un funcio-nario estatal desconocedor de la lengua vasca, simplemente conel objeto de fastidiar.

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El cantautor era informado de las partes prohibidas, quedebía respetar, con riesgo para su libertad y la de los promoto-res, en caso de incumplimiento.

A partir de este momento, se iniciaba un proceso morbosoque implicaba la extensión del conocimiento de las estrofasarbitrariamente censuradas y prohibidas, y su aprendizaje dememoria.

Así, en el momento de la actuación, y cuando el cantante seveía obligado a callar, aunque manteniendo el sonido musicalpara no perder el ritmo, una mayor parte de la concurrencia,que esperaba ansiosa dichos momentos, procedía a cantar apleno pulmón la estrofa prohibida, lo que generaba un estadode amplia satisfacción a la mayoría de los asistentes.

Asistentes al concierto, 1976.

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Esta ridícula práctica del ilegítimo sistema político vigentesólo acababa consiguiendo hacer también participativa la partede los festejos que, inicialmente, estaba previsto que fueransólo espectáculo.

La noche sin nada, los telediarios

Normalmente, las fiestas duraban cuatro días y sus respec-tivas noches. Las limitaciones presupuestarias hicieron que, enlos primeros años, una de las noches no hubiera verbena ni nin-gún otro espectáculo. Estas noches fueron convirtiéndose en laauténtica noche de las cuadrillas.

Al no existir en el programa de fiestas acto alguno, ni anun-ciarse en la prensa, la asistencia pasiva a esa noche era muyinferior. La misma fue llenándose con actuaciones espontáne-as, principalmente contar chistes. Barrabás y el resto de loshermanos Herranz, entre otros, fueron los culpables de su man-tenimiento deliberado.

Lo más recordado son los telediarios de Josetxu y Rafa.Eran una mera parodia de los telediarios de la televisión, perocon una duración muy superior, de varias horas, en las que seincluían noticias de actualidad, entrevistas a personajes públi-cos, e inclusive los deportes y el tiempo.

Muchas de las noticias eran contadas tal y como habían sidopresentadas por la propia televisión, eran tan surrealistas o incre-íbles que inmediatamente provocaban la risa. Otras se basabanen hechos reales pero eran ligeramente modificados para conver-tirlas en algo disparatado. Una de las mas celebradas fue elsecuestro por patrulleras marroquíes de pesqueros españoles en

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las lagunas de Ruidera. De todas, el mayor éxito recurrente erala entrevista a Fraga Iribarne, con traducción simultánea.

El contenido de la entrevista variaba anualmente, y refleja-ba fielmente las entrevistas que le habían sido realizadas alministro durante el último año sobre los temas de actualidad.En las respuestas se exageraba ligeramente la tendencia natu-ral del político a comerse partes de cada una de las palabras, loque obligaba, de manera inmediata a cada una de las respues-tas, a su traducción simultánea, en la que se repetía, con todaslas sílabas y de manera muy solemne, lo que presumiblemen-te había respondido, en primera instancia, de una manera atro-pellada e ininteligible.

El paroxismo se alcanzó varios años, después de que efecti-vamente fuera dicho por el personaje en cuestión, con la res-puestas nopermitiña y kalmia, que eran lenta y solemnementetraducidas por “no permitiré la ikurriña” y “la calle es mía”.

Estos telediarios, tras la desaparición del régimen, se pre-sentaron en programas radiofónicos, e inclusive se editaron cin-tas y discos de los mismos.

El deporte rural

Dado el carácter participativo, salvo algún año excepcional-mente, estos festejos no incluían la actuación de deportistasprofesionales, sino que eran pruebas donde participaban lascuadrillas.

En los primeros años se realizaron divertidas carreras deburros. El desarrollo urbanístico y la motorización en los case-

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ríos de Santa María de Getxo, Leioa y otros alrededores fuehaciendo desaparecer los burros, por lo que la espectacularcarrera, en la que todo era permitido, tuvo que interrumpirse,por falta de los actores principales.

Uno de los festejos que era más seguido y que atacaba alprestigio de las cuadrillas era la sokatira, que acababa duran-do varias horas, porque todas las pruebas, eran por el sistemade eliminación hasta que se llegaba a la final. Estas eran muyduras, y generalmente se ganaban en el tiempo límite por laposición del pañuelo, hacia uno de los lados, y en las menosveces por arrastre.

Otras pruebas de fuerza individual, como las txingas, ellevantamiento de piedra, competiciones de pulso, o de habili-

Sokatira, 1975.

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dad, como el tiro con tira - gomas, completaban esta parte delprograma de fiestas.

Uno de los años se hizo un concurso de coger y meter en unsaco un cerdo ensebado. Al finalizar el concurso, se comprobó,en el momento de matar al animal, que había sufrido mucho,con un gran destrozo de sus órganos interiores, por lo que sedecidió eliminar este festejo, aunque fue recuperado años mástarde.

El festejo de aquel año se realizó con mucho retraso, debidoal intenso proceso negociador para la compra del cerdo. El pro-pietario, de un caserío de Larrabetzu, propuso un precio, quefue inmediatamente aceptado. Sorprendentemente, se enfadómucho, diciendo que ésa no era manera comprar y que “debí-

Tintxu con las txingas, 1975.

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amos negosiar”. La negosiasión se hizo en un bar próximo,mientras bebía (mos) benjamines. Al final de la discusión, con-seguimos una pequeña rebaja, a costa de una elevada facturade cava, varias veces superior a la rebaja obtenida.

La sokamuturra con cucaña vertical

La experiencia del primer año con el encierro, y el mal esta-do de la carretera de acceso al Puerto Viejo, nos llevó a su eli-minación, sustituyéndolo por la sokamuturra con cucaña ver-tical, que ha sobrevivido hasta nuestros días.

Igualmente, y dada la experiencia del primer año, la com-probación exhaustiva de la solidez del burladero fue siemprerealizada con la máxima rigurosidad, para evitar nuevos sustos

Cerdo ensebado, introduciéndole en el saco, 1977.

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a los pacíficos visitantes de la playa de Ereaga, que nunca vol-vieron a ser molestados por los astados.

El festejo consiste en una o dos vaquillas sueltas, que debenser distraídas por algunos miembros de la cuadrilla participan-te, mientras que el resto del equipo ayuda al más ágil a alcan-zar la posición más alta de la cucaña vertical, convenientemen-te ensebada para dificultar el proceso de ascenso, y principal-mente la fase final, que debe ser realizada en solitario.

La falta de habilidad de los toreros acababa atrayendo a lavaca al grupo de gente que rodeaba al poste y, con su embesti-da, se desarmaba el castillo de personas que se había ido for-mando para ayudar al más ágil en su ascenso, produciéndose,al mismo tiempo, divertidas cogidas.

Sokamuturra, empezando la ascensión sin vaca, 1975.

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La limitación de tiempo y de personas a cada uno de losequipos, además del adecuado tratamiento del palo puesto ver-ticalmente para que fuera muy resbaladizo, y la viveza de lasvaquillas, extendía el concurso varias horas, hasta que alguienera capaz de alcanzar la parte superior del palo. Obviamente,las cogidas y las caídas eran recibidas con la máxima algarabía.

Al igual que los gansos, esta parte del festejo se hacía conmucha puntualidad, en este caso con marea baja, para que enla pequeña playa interior del puerto no hubiera agua.

Los cabezudos

Los cabezudos constituían una parte diferenciada de los fes-tejos infantiles. La organización de este festejo era compleja, ya

Despistando a la vaca, 1975.

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que varios días antes de las fiestas había que conseguir en elmatadero un acopio suficiente de tripas y ponerlas a secar con-venientemente, para que estuvieran disponibles, con buenaresistencia, e hicieran mucho ruido con los golpes, el día delfestejo.

El principal problema a resolver era encontrar a cinco per-sonas dispuestas a renunciar a su merecido descanso tras unalarga noche de fiesta, para en su lugar pasar toda la mañanaincómoda y calurosamente metidos en las cabezas, corriendosin parar.

Para relatar este festejo, hemos rememorado el año en el quealgunos de nosotros nos encargamos del mismo. La hora desalida estaba prevista a las 9,30 de la mañana en la actualplaza de Satistegi. El recorrido era Amesti, Telleche y la baja-da al Puerto desde Cuatro Caminos, por la cuesta de SanNicolás. El atuendo acordado para ir frescos eran vestidos vie-jos de nuestras madres, además de las cabezas.

Una hora antes, habíamos quedado en la casa de Andoni encuyo desván guardábamos las cabezas. Tres personas y cincocabezas iniciamos el recorrido para completar el equipo.Llegamos a Telletxe, donde Katilu, muy formal pero bastanteincómodo porque no acabábamos de llegar y la gente le mira-ba con curiosidad su atuendo de mujer, - todavía en aquel añopara mucha gente mayor las fiestas no eran aún muy conoci-das -, nos esperaba.

Ya éramos cuatro y nos dirigimos a casa de Tintxu, en elcamino a Berango, porque en su huerta estaban secándose las

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vejigas. Su madre nos estaba esperando, y nos indicó que nohiciéramos ruido, porque Tintxu acababa de llegar y, segúnpensaba ella, estaba dormido, y completamente agotado, indi-cándonos que debíamos buscar a otra persona.

Obedecimos, pensando, mientras atamos las primeras veji-gas a los palos y el resto a unas cuerdas que llevábamos a lacintura, quién podría ser el otro, dado que Tintxu era precisa-mente el quinto del equipo, y nos sobraba una cabeza.

En ese momento, apareció Tintxu en la escalera externa desu casa, completamente dormido, y descendió majestuosamen-te, cortado contra el horizonte azul, contestándole a su madreque no podía dejarnos solos y que estaba perfectamente.

Disfraz de dragón chino, 1977.

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Aún quedaban algunos años para la constitución del club derugby y, por tanto, del inicio de la leyenda de Tintxu como for-nido delantero. Algunos, los que allí estábamos, nos quedamoscon la imagen de su descenso majestuoso por la escalera de sucasa frente a otras imágenes legendarias, resumidas en el car-tel anunciador de los partidos de rugby a finales de los años 70.En este cartel, aparecía consiguiendo ensayos mientras llevabacolgados de su cuerpo a varias personas del equipo contrario, ycon el resto de su equipo escondido detrás de él.

Subimos por la cuesta de Salsidu al pueblo y, más o menosa la hora establecida en el programa, iniciamos nuestro reco-rrido. No había enemigos pequeños a la vista, por lo que, paradesentumecer los músculos, entramos a la plaza del mercado,atizando, cariñosamente, a las consumidoras que, en aquelmomento, hacían las compras.

Nuestra incursión generó división de opiniones, particular-mente de los comerciantes, algunos de los cuales se enfadaroncon nosotros, por el riesgo de que espantáramos a la clientela yquizá por el temor de que alguna, aprovechando el desconcier-to, se escapara sin pagar sus compras, por lo que abreviamos lavisita, aunque procurando no dejar parroquiana sin su peque-ña y suave ración.

De nuevo en Telleche, seguía sin aparecer el enemigo, peronos llamaron de varios balcones, nos estaban esperando. Habíaalgunos niños enfermos. Nos repartimos y subimos a todas lascasas donde se nos requería, consiguiendo arrancar sonrisas detodos los niños enfermos, tras la primera reacción de sorpresao miedo.

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Un rato mas tarde nos reagrupamos de nuevo, y seguimosnuestro recorrido, no había trabajo, y llegamos rápidamente aTrinitarios coincidiendo con la salida de la Misa, finalizandonuestro precalentamiento. En esta segunda actuación no seprodujo división de opiniones, los feligreses consideraron agra-dable la sorpresa.

Al final de la calle San Martin, en Cuatro Caminos, a lapuerta de la tienda de Olga, nos esperaba expectante un nutri-do grupo de chavales, la batalla iba a comenzar.

La cuesta de San Nicolás desde Cuatro Caminos hasta elPuerto Viejo tiene unos 300 metros de pendiente muy pronun-ciada. Pronto, tras cuatro o cinco largas carreras detrás de losmocosos, decidimos achicar el espacio, entre Abasota y ObispoEcheandía, para evitar los riesgos del último tramo de la calle,que no estaba asfaltada y estaba formada, como hoy en día, depeligrosos cantos rodados.

En el primer descenso, observamos con pavor la cantidad denuevas viviendas que se estaban construyendo y los montonesde trozos de ladrillo y de tejas que, abandonados junto a lasconstrucciones, constituían potencialmente un formidablearsenal para la chavalería.

Confiábamos que no se percatarían pero, enseguida, se die-ron cuenta. Afortunadamente, sólo los más pequeños, conmenor capacidad de discernir los riesgos, pero también conmenor fuerza y puntería, hicieron uso de las mismas. En elcurso de la mañana, se irían produciendo ciertos desperfectosen las cabezas, y algunos dolores en nuestras costillas.

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Cuando llevábamos más de una hora, y ya habíamos reven-tado parte de las vejigas, por una esquina de la calle hoy deno-minada Artibay, apareció sonriente Inmaculada con sus ojos azu-les, y con su hermana pequeña en brazos, llorando, porque temíaa los cabezudos. Para quitarle el miedo, nos fue llamando de unoen uno, y la hermana, según nos iba reconociendo, iba perdien-do el miedo poco a poco. Cuando le tocó el turno a Andoni, ines-peradamente, actuó Cupido y éste, Andoni, se quedó. Sufrimosla primera baja, en aquella dura refriega y para siempre.

Llevábamos recorriendo la cuesta, arriba y abajo, casi treshoras, en una situación de empate técnico. Las fuerzas flaque-aban por ambas partes, y nos habíamos quedado sin vejigas.Estas habían tenido un excelente comportamiento, pero sehabían ido reventando en el cumplimiento de su misión.Prudentemente nos retiramos al Puerto Viejo y nos dimos cuen-ta de lo cansados que estábamos y de la sed que teníamos.

A alguno se le ocurrió que la mejor manera de recuperarnosera beber cerveza con gaseosa. Sentados en el pretil de la puer-ta del bar Arrantzale, sin fuerzas para entrar, pedimos unasjarras. Las primeras cayeron de un trago.

Seguimos el tratamiento, con el bueno de Joserra diciéndo-nos paternalmente que las bebiéramos más tranquilos, que conlo que estábamos sudando nos podían hacer daño. Tras variasjarras por barba, sustituimos los líquidos perdidos y recupera-mos nuestro vigor.

Con el paso del tiempo, el acopio de vejigas fue haciéndosemás complicado al cerrarse el matadero de Algorta. Una noti-

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cia publicada en la prensa local el 11 de Agosto de 1976, bajoel título de “el matadero de Guecho se cerró al día siguiente desu reapertura” rezaba así:

“ ……. Guecho es diferente. El matadero de Guecho trasunas costosas y largas obras de restauración fue inaugurado elpasado mes. Pero el matadero de Guecho batió el récord. Comoen un abrir y cerrar de ojos, se abrió un día y se cerró alsiguiente. Al día siguiente de la inauguración se sacrificó unavaca y al querer llevarla por el carril que estaba a media altu-ra, se dieron cuenta de que la cabeza de la vaca pegaba al suelocon la aguja, y naturalmente no podía circular. Así que se cerrósigilosamente el matadero y hasta ahora. Los carniceros deGuecho han tenido que recurrir al matadero de Bérriz. A lavuelta de la esquina. Y están contentos. Es un mataderomoderno, rápido. Como que quizá se queden sin clientela enGuecho, cuando se abra. De todas formas no hay mucho peli-gro que se abra pronto pues las obras de reforma del carril ins-talado a baja altura, van muy lentas. A veces durante días ente-ros no aparece nadie por allí. Los que piensan en la socializa-ción de todos los sectores de la economía, en el matadero deGuecho tienen un flamante ejemplo de la iniciativa munici-pal……..”

Aunque el artículo anterior no tiene efecto en las fiestas,salvo por la necesidad de ir hasta Bérriz a conseguir las veji-gas para los cabezudos, no nos hemos podido sustraer deincluir este delicioso artículo, que es muestra del profundocambio que se produjo en la sociedad y en la prensa en el año1976, y que también tuvo su influencia en nuestras fiestas, apartir de ese año.

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Los festejos infantiles

Los festejos infantiles siempre constituyeron una parteimportante de las fiestas. Cada año, una cuadrilla se encarga-ba de su organización.

Por la mañana, se realizaba un concurso infantil de pintu-ra, incluyendo una posterior exposición de las obras realizadasy una entrega de premios. A primera hora de la mañana, pro-cedíamos a realizar un atraco en la tienda de Eugenio, lleván-donos todos los estuches de pinturas y cartulinas que hubieraen el almacén, los excedentes no utilizados tras los festejos sedevolvían al mediodía, y se liquidaba la deuda.

El concurso de pintura siempre fue muy concurrido, peronunca faltaron pinturas. En el año 1976 ocurrió una cosa muycuriosa. Tras el reparto de pinturas y cartulinas, los concur-

Ana Larrea y su sobrino Unai el día del niño, 1976.

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santes se desparramaron por todo el Puerto Viejo para realizarsus trabajos, volviendo unas dos horas más tarde con susobras. Estas eran de lo mas variopinto; casas, barcos, paisajes,árboles, y hasta dibujos abstractos, pero tenían algo en común,en casi todas aparecía pintada la ikurriña, recientemente lega-lizada.

Por la tarde, se realizaba la bajada infantil, y los festejos. Enel año en que nos tocó organizarla, la bajada se inició a las cua-tro de la tarde, y todos nos presentamos elegantemente disfra-zados, cada uno de lo que se le había ocurrido, por lo que elconjunto era completamente rocambolesco. El más confuso erael de Karmele, que aún hoy no es capaz de explicarlo. Muchosde los niños, algunos agrupados por sus padres en cuadrillas,también venían disfrazados.

Excelente gancho, 1976.

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Al llegar al Puerto Viejo se iniciaron los festejos, aquel añose hicieron en el aparcamiento de la piscina. El día anteriorhabíamos encargado en una pastelería local mucho merengue yalgunas tartas. El dueño, sorprendido por el encargo, nos pre-guntó por su finalidad y se sintió muy molesto por el uso quepretendíamos darle a sus productos. Sin embargo, fue muyhonesto, buen profesional y no los adulteró.

Evidentemente, la mayoría de los receptores de los artefac-tos, acabaron limpiándose y chupándose los dedos, por lo quelos pasteles acabaron, tras la diversión producida, cumpliendocon su dulce función natural.

Mucha gente, y miembros de las cuadrillas con bombos, sefueron apostando en el anfiteatro natural formado por el taluddel parque. El ruido y la animación que producían excitaba alos niños, que buscaban participar en todos los festejos.

Los festejos incluyeron todos los temas típicos, además dellanzamiento de merengues a dianas humanas, carreras desacos, carreras de dos con pies atados, carreras con cuchara yhuevo, búsqueda de premios con la boca en un montón de hari-na, pesca con la boca en barriles de agua y, como novedad,boxeo infantil.

En el boxeo de niños apareció un talento natural, el peque-ño de los Miró, que tenía una habilidad increíble en acertar conla nariz de sus oponentes, quedando campeón por eliminación.

Visto el éxito, decidimos asumir más riesgos, y convocamoscombates de boxeo de niñas, resultando un fenómeno tremen-

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damente curioso. Detrás de cada niña se apostó una personapara cogerla y retirarla en el momento en que se iniciara el con-tacto físico de los guantes con la contrincante. Los primerospuñetazos se lanzaban al aire, mientras se miraban con una fie-reza tremenda y se ponían a llorar con rabia.

A la vista de la tremenda reacción, tras tres o cuatro com-bates, decidimos detener el juego, por el estado de nerviosismoque creaba entre las niñas, pese a que no habían sufrido nin-gún golpe.

Hacía mucho calor, por lo que trajimos del bar de la comi-sión refrescos a discreción, y decidimos seguir, más tranquilos,con un concurso musical. Varios niños y niñas subieron a can-tar.

Niñas al ataque, 1976.

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Una niña, de unos 8 años, se puso a cantar la canción delChe. Su madre, preocupada por la trascendencia que pudieratener, nos pedía que le quitáramos el micrófono, justificando suinocencia diciendo que lo había aprendido a través del patio desu casa, porque un vecino ponía continuamente esta canción.

Los más precavidos, otearon la concurrencia, manifestandoaliviados que no se veía a ninguno de los confidentes conocidos.Dejamos a la niña cantar su canción y, al final, fue la ganado-ra del concurso porque cantó francamente bien.

Eran casi las 9 de la noche y comenzaba a anochecer, creí-amos que era momento de finalizar y alguien, a la vista de losexcedentes, consideró oportuno un final apoteósico.

Se anunció que cada niño que trajera a algún adulto conoci-do suyo manchado de huevo o de merengue tendría un premiode 25 pesetas. Mientras los niños recogían los huevos y meren-gues sobrantes, y los adultos iniciaban su escapada, desde elescenario empezó a lanzarse al aire todo el material sobrante.

Dos tomaron la mesa con la harina e iniciaron su vuelo, per-catándose de que un niño, de poco más de dos años, se acerca-ba alborozado al escenario. Intentaron lo imposible, detener elproceso, pero fue inútil, el niño quedó complemente blanco. Sureacción fue totalmente inesperada. Dándose la vuelta, levantólos brazos a la concurrencia y lanzó un bramido de alegría, sin-tiéndose, por un momento, el centro de la fiesta.

Alguno corrió al bar de la comisión para hacer acopio demonedas, mientras se estaba produciendo un confuso proceso

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de carreras, niños siguiendo a adultos. Poco a poco, empezarona aparecer adultos manchados, con niño de la mano completa-mente orgulloso, reclamando se premio. El tesorero, elegante-mente vestido con traje traído del Alarde de San Marcial y som-brero de copa de su abuelo, empezó la distribución de lasmonedas, recibiendo sobre el sombrero de copa, que quedóinservible, la última tarta que quedaba en el escenario.

Las monedas se acabaron, por lo que hubo que elaborar unalista de los últimos niños, unos 30, con la promesa de quecobrarían al día siguiente. A la hora convenida del día siguien-te no faltó ninguno de la lista.

Mientras los niños recibían su premio, los padres, absolu-tamente encantados por la jornada, nos preguntaban por laorganización de las fiestas sorprendiéndose de nuestra res-puesta, al explicarles que todo se hacía sin apoyo de nadie, yestaba basado en la autogestión de las cuadrillas y la indepen-dencia. Algunos querían pagar los refrescos o las pinturas, yotros abrían su cartera queriéndonos dar dinero para ayudar ala financiación de las fiestas, lo que no fue aceptado por nues-tra parte.

El marmitako

Como en cualquier fiesta que se precie, no podía faltar unconcurso gastronómico. Tenía que ser algo relacionado con elmar y, aunque poco relacionado con la tradición local, final-mente se eligió el marmitako.

El festejo cobró más importancia cuando pudo disponersede un lugar adecuado, tras la urbanización de la ladera de

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Preparando la marmita, 1976.

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Usategi y la creación del parque de Jenaratxu, donde continúarealizándose.

Las limitaciones de espacio físico han supuesto que nuncahaya sido masivo, lo que, unido a la generosidad del comerciolocal en la disposición de trofeos, hace que sea probablementeel concurso gastronómico en el que resulta más fácil ganar unpremio.

Los disfraces de las cuadrillas

Ganar el concurso de cuadrillas era el objetivo principal detodos los grupos. Para ello, además de la participación en losdiferentes concursos y festejos, algunas cuadrillas montabansus propios espectáculos, de una manera espontánea e inespe-rada, generalmente disfrazados. Algunos, como Carmelo, sepasaban prácticamente todas las fiestas disfrazados.

Disfraces de esclavos, de piratas, de naúfragos, de árabes,desfiles de modelos, eran los más frecuentes.

Particularmente memorable fue la bajada por las escalerasde Txema, disfrazado de rey caníbal, llevado a hombros senta-do en una silla atada a unas maderas, y haciendo ímprobosesfuerzos para no caerse de tan inestable estructura.

Nosotros, en uno de los años en que estuvimos en el bar, auna hora muy tardía cuando ya había espacio, salimos rápida-mente de la barra vestidos con camisones de señora, y con unabarra de pan cada uno debajo del brazo, y un orinal lleno dechocolate. Tras un presunto ejercicio, por uno, de realización desus necesidades, todos se afanaban en untar en el orinal. Tras

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superar el asco inicial, una parte de la concurrencia disfrutó delchocolate que, a aquella hora, entraba francamente bien.

Tres de los miembros de la cuadrilla ya estaban trabajandoy vivían en un piso. Al día siguiente, al volver de trabajar, seencontraron con una dura nota de la señora de la limpieza,quién había encontrado los camisones en un sofá, anunciándo-les que se despedía porque no estaba dispuesta a trabajar enuna casa tan indecente.

El concurso de fotografía

Con posterioridad a las fiestas, se realizaba una exposiciónde fotografía, en la que las personas que habían tomado fotosde las fiestas, concursaban. En aquellos años, la exposición serealizaba en el bar del Getxo, en la calle Amesti. Algunas dedichas fotografías ilustran estos sucedidos.

El sistema de castigo

Surgió de una manera aparentemente espontánea. Su apli-cación era inmediata, sin posibilidad de defensa, - no eran épo-cas en las que los derechos humanos pasaran por buenosmomentos -, pero siempre aplicado con justicia a quienes eranpillados en flagrante delito.

Los castigos más frecuentes procedieron de la ruptura deli-berada de botellas porque producían cortes, por iniciar peleaso por molestar a las chicas.

El infractor, pillado en caliente, era rodeado por las personasmás próximas, la mayoría pertenecientes a las cuadrillas, eraapuntado por los dedos índices, y se le cantaba una canción:

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Se va a mojar, se va a mojar, es seguro que se moja, …

lo que constituía todo el proceso, incluyendo la sentencia con-denatoria.

Tras repetir la canción las veces que fuera preciso para acu-mular suficiente mayoría de adeptos al castigo, se tomaba alinfractor por las manos y las piernas y era llevado al murallónpequeño, desde donde era arrojado al mar, con la finalidadprincipal de que se mojase y refrescase, para que se relajase ytranquilizase.

Probablemente, el castigo más espectacular lo hicieron losde Gu Gara, en el primer año de su incorporación a las fiestas,cuando eran unos adolescentes.

Habían cosido varias decenas de metros de tela de variadoscolores, con forma de gusano, se habían metido dentro y esta-ban recorriendo la carretera junto al mar. Como era pronto a latarde y en aquel momento no había ningún festejo, sus evolu-ciones eran seguidas con agrado por la escasa concurrencia,muchos pertenecientes a la comisión de fiestas.

En una de sus evoluciones, aparecieron dos chicos elegante-mente trajeados acompañados de dos chicas, y decidieron, paraimpresionar, hacer un acto de machismo. Con mecheros, fue-ron prendiendo las telas según iba el gusano pasando por sulado, y varios de los intentos tuvieron éxito.

Los chavales, con una gran solemnidad, una vez sofocado elfuego y plegadas adecuadamente las telas, les rodearon, y les

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cantaron la mencionada canción, tras la cual, con una increíbleparsimonia, cogieron a los dos maniquíes y les arrojaron al mar.

Ajenos y enfrascados en el proceso, los chavales de Gu Garano se percataron del rápido proceso de deliberación de losmiembros de la comisión, que ubicados en diversos lugares ymediante gestos de manos y asentimientos de cabeza fueronmanifestando su general aprobación al castigo, proporcionadoy razonable dado el ultraje sufrido, y quedándose expectantespara actuar en el caso de que, por su inexperiencia, se excedie-ran en el castigo.

Una vez arrojados al mar, fueron retenidos en el mismodurante un buen rato, bajo la amenaza del uso de los remos delos botes de pesca, hasta que empezaron a mostrar síntomas defrío. Al salir del agua, nos percatamos que los elegantes trajeshabían encogido y su presencia era grotesca, lo que provocó lahilaridad general. Obviamente, sus acompañantes, que nohabían sido molestadas, se habían esfumado, por lo que el cas-tigo quedó redondo.

Uno de los acontecimientos que pudo ser más grave, y quese resolvió de manera fulminante ocurrió de madrugada, peroaún con una alta concurrencia. Enfrente del bar de la comisiónapareció un ciudadano con una enorme piedra, un adoquín delos que flanquean las aceras, sobre su cabeza. Sin tiempo parapreguntar, y con una coordinación no estudiada - estaban acos-tumbrados a jugar juntos de defensas pero en la posición con-traria - , mientras el que estaba a la izquierda le lanzó un dere-chazo a la boca, el zurdo, colocado a la derecha, cazó el pedrus-co al vuelo.

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El presunto agresor agredido empezó a sangrar abundante-mente por la boca y la nariz, mientras que varios amigos suyos,que le estaban buscando, aparecieron. La alarma y la pruden-cia prevalecieron. Rápidamente se cortó la hemorragia porestudiantes de medicina, y con unas cervezas sacadas del bar,comenzó a aclararse la historia.

La persona en cuestión había reconocido a un policía que lehabía torturado. Se había separado de sus amigos y había cogi-do, no sabemos dónde, el adoquin. Alguno de sus amigos le viocon la piedra en la mano y había alertado al resto. Con la pie-dra en la mano, había seguido al policía en un estado de com-pleta enajenación mental. En el momento en que le abordamosel presunto policía torturador estaba iniciando la bajada de lasescaleras, a menos de dos metros, por lo que nuestra interven-ción había sido, sin saberlo, in extremis.

Inauguración de la carrera en calzoncillos, 1977.

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Quién soltó el guantazo era, en aquellos tiempos, unacelebridad local. Jugador del juvenil del Getxo, por una faltade deportividad del Real Madrid, que se había negado acambiar la fecha de un partido de copa, cuando coincidíacon otro más importante para el Getxo, había jugado con elresto del equipo juvenil en la ciudad deportiva del RealMadrid contra el segundo equipo de éste, entonces denomi-nado de aficionados. Pese a tan desigual confrontación, gra-cias a un gol tempranero y a una defensa numantina, habí-an ganado el partido.

Una de sus jugadas, que por pocos vista fue más amplia-mente comentada y reiteradamente explicada y repetida, fue ladetención de un balón en globo con la punta de la bota sobrela misma raya de gol, rodeado de compañeros y contrarios,rápida y suavemente sacada por un lateral. Lo que pocos cono-cen es que, al ejecutar, con mucha sangre fría, tal virguería téc-nica, se había mordido la lengua, y estuvo varios meses sinpoder comer caliente, por lo que era, - después del guantazoque él había propinado -, quién mejor entendía el estado deanimo del agresor agredido.

Ya curado, calmado y reconfortado por sus amigos, nosagradeció que le hubiéramos parado, aún de una manera tanbrusca, marchándose tranquilamente.

El ancla

En Punta Galea, en la parte baja del acantilado era conoci-da la existencia de un ancla. La leyenda decía que procedía deun ballenero, que hacía muchos años, quizá más de un siglo,durante un temporal, se había estrellado contra la costa. La

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Comisión, un año, decidió recuperar el ancla y llevarla alPuerto Viejo, antes del inicio de las fiestas.

Un grupo muy numeroso, mas de cuarenta personas, nosdesplazamos una mañana, con largas maderas y cuerdas, ydescendimos a la pequeña playa de Tunelboca.

El ancla estaba allí, incrustada entre las rocas y a bastantealtura del nivel del mar, por lo que dedujimos que el temporalque la había llevado allí debía haber sido tremendo.

Rápidamente, atamos el ancla con cuerdas, y con las made-ras improvisamos unas vías para facilitar su traslado por tra-mos, primero bajándolo al primer nivel de la playa, luego tras-ladándolo por la playa y, por fin, salvando el escalón de casidos metros de altura que aparecía en marea baja, - que sehabía ido creando por la solidificación de las arenas debido ala acción de las escorias de Altos Hornos arrojadas a alta mardurante muchos años, y algunos de cuyos componentes, el ara-gonito, arrastrado por la marea a la costa, iban produciendoese fenómeno de solidificación -, hasta la orilla. Todo el ejerci-cio nos llevó unas dos horas.

A partir de ahí, el plan consistía en su traslado por mar.Para realizarlo, se hizo una especie de almadia, atando cuatrograndes bidones vacíos al ancla, para que hicieran de flotadore impidieran al ancla realizar su tendencia natural, de irse alfondo del mar.

Los cálculos habían sido realizados por Gotzon. Fanekahabía decidido ayudarrnos por mar con su gasolino. Se ató

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con una cuerda la almadía al gasolino y tuvimos que esperara la subida de la marea, para que flotara y se pudiera sacarde allí.

Tras un breve debate, y de acuerdo con el dueño del gasoli-no, decidimos que la persona más apropiada para hacer todaslas maniobras y decisiones que fueran necesarias en el trayectoera Gotzon. Además de por su formación, nadie dudaba de suvalentía y capacidad de decisión.

Recientemente, como agregado en prácticas, había vividodurante varios meses uno de los primeros embargos internacio-nales de buques petroleros, y había sido comisionado por losoficiales del barco para las negociaciones con el emirato local.Amotinada la tripulación por la incertidumbre, por el calor alno funcionar el aire acondicionado y por haber tenido que arro-jar por la borda el ron y la ginebra descongelados, disimuladosen el congelador para burlar las rigurosas leyes islámicas, habíaaceptado el encargo para alejarse cada día del mal ambientedel barco. Muchas veces había sido trasladado en helicóptero ala residencia del emir, para negociar con el embajador de asun-tos exteriores, un japonés, y el ministro de la guerra, un ingléspermanentemente borracho, y había acabado haciéndoseamigo del emir y participado en su mayor afición, ver películasde dibujos animados bebiendo té en tazas de oro.

Se inició la travesía, y nosotros la vuelta apresurada alPuerto Viejo por la cornisa, procurando no perderles de vista.Al llegar al fuerte de Punta Galea, vimos como el amarre deuno de los bidones no pudo aguantar la presión y, por lamisma, el bidón salió despedido hacia el cielo.

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Al mismo tiempo, vimos como Gotzon cambiaba su posi-ción, puesto en posición de ataque en la popa del gasolino, apo-yado con la mano izquierda en la misma y armado con unhacha en la mano derecha, como si fuera un indio del oesteblandiendo su tomahawk, dispuesto a cortar la cuerda si laalmadía cedía, para que el gasolino no fuera arrastrado alfondo del mar.

Nerviosos y preocupados, echamos a correr, para alcanzarcuanto antes el Puerto Viejo, distante unos escasos tres kilóme-tros. Al llegar al Puerto, vimos como Gotzon, aún en la mismaposición, había decidido continuar con el plan inicial y llevar elancla a Arriluce, donde la manipulación de su traslado enten-díamos más fácil, en lugar de atajar y dejarla en el Puerto, porlo que volvimos a echar otra carrera, para llegar al mismotiempo.

Llevada el ancla a tierra, una parte de la misma se rompióen el proceso de traslado. La parte fundamental aún hoy estaacostada en la entrada del parque de Jenaratxu, en el PuertoViejo. En los primeros años siguientes, fue frecuente ver a vie-jos lobos de mar mirar detenidamente al ancla, probablementerezando alguna oración, o recordando a sus amigos marinosmuertos.

La peregrinación a Begoña

Aunque no constituía una parte del programa de fiestas, enaquellos tiempos, la peregrinación a Begoña, distante unos 16kilómetros del puerto, fue el final de las fiestas para muchaspersonas. Una vez acabados los festejos oficiales y la últimaverbena informal, de madrugada, era frecuente salir hacia

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Bilbao andando en grupos, para llegar a la Basílica hacia las 7u 8 de la mañana. Tras la misa y el desayuno, se volvía en trena casa para dormir, en la cama o en la playa. Inclusive, fueronfrecuentes las apuestas de volver andando de nuevo hastaAlgorta.

El redactor de esta parte ha repetido este año la peregrina-ción, picado por Iñigo, su hijo adolescente, y para recordaranécdotas de aquellos tiempos. Ahora, el número de peregrinoses escaso, pero el ambiente en la Basílica y alrededores en lasprimeras horas de la mañana sigue siendo similar.

Aparte de que el recorrido se ha hecho más largo de lo espe-rado, en el curso del mismo, se ha producido el recuerdo dealgunas de las anécdotas ocurridas en aquellas peregrinaciones.

En una de ellas, dos miembros de la cuadrilla, Edu y Katilu,cansados de andar al llegar a Erandio, decidieron volver aAlgorta a remo, tomando prestado un bote que estaba atado enlas escaleras del gasolino que cruzaba a Baracaldo, como aúnpuede verse hoy en día.

Probablemente el esfuerzo que tuvieron que hacer pararemar desde Erandio hasta el Puerto Viejo de Algorta fue muysuperior al que hubieran hecho de ir andando hasta Begoña,pero pese a realizarlo por sentirse muy cansados, presumieronde su hazaña durante muchos años.

El dueño del bote tardó varios días en encontrarlo, trasrecorrer pacientemente ambas márgenes de la Ría y en ambossentidos. Los que presenciaron el hallazgo recuerdan sus jura-

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mentos, pensando que tenía que llevar de nuevo el bote Ríaarriba, remando, varios kilómetros.

Otra, implicó la ampliación de zonas verdes de Getxo, laparte derecha de la Iglesia de las Mercedes, donde había un bar.Dos hermanos, poseedores de dos flamantes coches de enésimamano, derraparon en el mismo lugar en un intervalo de quinceminutos y entraron con su coche en el bar. El primero fue aten-dido por peregrinos y su coche sacado del bar. Cuando habíanacabado el trabajo de sacar el coche se produjo el segundo acci-dente, sin consecuencias personales. La sorpresa fue enormecuando se comprobó que los dos accidentados eran hermanos.Allí donde había un bar, cuyo destrozo por estos accidentesaconsejó su demolición, hoy se ubica una marquesina de para-da de autobús y unos árboles en el jardín que hay detrás de lamarquesina.

Soka-tira, 1975.

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Cuadrilla de chicas, 1976.

Futuros maridos, 1976.

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III.

ALGUNOS NOMBRES PROPIOS

La bondadosa señora

El Etxetxu, la vieja lonja donde instalamos el bar de laComisión durante los primeros años, tenía una planta superior.En ella vivía, y aún vive, nuestra bondadosa señora. Por la his-toria que vamos a contar, y para evitarle cualquier contrarie-dad, - aún seguimos sensibilizados e indignados con lo quepudo haber ocurrido -, hemos decidido preservar su identidad,con nuestro inmenso agradecimiento.

Sin ninguna duda era la persona a la que más podían moles-tar las fiestas, al tener éstas su núcleo principal justo debajo desu casa.

Sin embargo, no sólo nunca manifestó la menor queja sinoque, por el contrario, realizó un acto de tremenda humanidad.Puso un sencillo papel en la puerta de acceso a las escaleras quellevaban a su casa, redactado a mano, donde ponía “enferme-ría” con una flecha indicando hacia arriba. Fue su generosamanera de colaborar y participar en las fiestas.

La actividad el bar producía frecuentemente pequeños cor-tes, principalmente en las manos, para cuya cura subíamos,

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fuera la hora que fuese, a su casa. Junto a la puerta de entradahabía un pequeño aparador, sobre el que la buena mujer teníalos materiales precisos para una cura rápida. Pese a nuestrainsistencia, nunca permitió que le pagáramos por dicho mate-rial. Su actividad no sólo se limitó a curar heridas, ya que tam-bién tuvo que atender a borrachos, que eran completamentedesconocidos para ella.

Unos años después del ataque integrista, a media mañana,bajo una señora conocida y de nuestra total confianza, muyalarmada y preocupada, informándonos que en determinadosambientes se estaba creando una corriente de opinión paradenunciar a tan amable y bondadosa señora.

En el curso de la mañana discutimos el tema con varios abo-gados, que fueron acrecentando nuestra preocupación, ya quelas leyes vigentes en aquel momento penalizaban particular-mente la infamia de la que pretendían denunciarle.

En este proceso de información, llegó a nuestro conocimientoun confuso hecho reciente, la dueña de uno de los principalespalacios de Neguri había sido acusada de algún tema similar, ypese a la intervención y apoyo de ministros y embajadores delrégimen vinculados a Neguri, sólo un largo destierro voluntariode dicha señora a otro país había paralizado el proceso judicial.

Obviamente, nuestra bondadosa señora no iba a disponerdel apoyo de tan poderosos señores, ni disponía de recursoseconómicos para disponer de un buen abogado - probablemen-te ineficaz si la sentencia, como podía presumirse sin alto ries-go de error, estaba dictada de antemano -, ni para costearse

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unas largas vacaciones en, por ejemplo, la Riviera francesa,por lo que, de prosperar tan ruin acción, podría pasarse unalarga temporada en una mazmorra, pese a su inocencia.Evidentemente, contaba con todo nuestro apoyo.

Se convocó la comisión con carácter de urgencia a primerahora de la tarde, informándose de la gravedad de la amenaza.Nos hervía la sangre por la ruindad e inhumanidad de las per-sonas, ahora sin cabeza visible, que podían estar detrás de talvileza que, pretendiendo cargarse las fiestas, estaban dispues-tas a arruinar la vida de tan amable e indefensa señora, ytomamos rápidas decisiones.

Por una parte, pusimos inmediatamente a trabajar a nues-tras hermanas, madres y amamas, para que en todos los sitiospúblicos denunciaran la barbaridad que pretendía perpetrarseen una persona totalmente inocente y sin capacidad de defen-sa. Se incluía un mensaje bíblico de advertencia dados los posi-bles inductores: “por mucho menos, Jesucristo había expulsa-do a los mercaderes del templo”.

La misma tarde, encargamos en la tienda de deportes deGaztañaga una placa de agradecimiento de la comisión de fies-tas a nuestra bondadosa señora, y en una imprenta, la publici-dad de una sardinada popular en el Puerto Viejo para agrade-cerle su humanitaria y desinteresada labor durante muchosaños. Los carteles se colocaron durante el día siguiente en losprincipales lugares públicos de Algorta, para reforzar la presión.

Estas acciones pararon el proceso de raíz, y nunca se pro-dujo la denuncia. El núcleo integrista volvió a replegarse, y yano tuvimos más noticias del mismo.

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El acto de homenaje se celebró el primer fin de semanasiguiente, fue emotivo por su sencillez. Ella sólo acertaba asonreir a todo el mundo. Las abundantes sardinas saciaron atodos los que se acercaron al homenaje. Sabemos que la placaentonces recibida se encuentra en el aparador a la entrada desu casa.

Por notas de la prensa, nos hemos sorprendido al conocerahora el cambio de trayectoria del ataque, que en su momento,nos pasó completamente inadvertido. Bajo el título de bandasde gamberros en Guecho el 13 de Agosto de 1976 apareció esteartículo en la prensa local:

“Varias bandas de gamberros vienen actuando incontrolada-mente en las fiestas de Guecho, cometiendo extorsiones y buennúmero de atropellos contra las personas y las propiedades, loque ha motivado la gran preocupación de muchos vecinos de lalocalidad, principalmente dueños de establecimientos públicos,que van a celebrar una reunión para tratar el problema.

Esos jóvenes están utilizando en alguna ocasión procedi-mientos tales como ir a los bares exigiendo, en vez de pedir,contribuciones para las fiestas. Han fijado cuotas que varíanentre las 6.000 y 10.000 pesetas, bajo la amenaza de que si latarifa no se hace efectiva tomarán represalias. Recientementeen un bar de la playa de Ereaga un grupo de estos gamberrosrompió 14 sombrillas y las arrojó al agua.

Otros, finalizadas las fiestas, en la primera hora de lamadrugada, continúan sus algaradas callejeras aporreandotambores, hasta las cuatro y las cinco de la madrugada.

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Diversos vecinos han sugerido que las asociaciones de fami-lia, que promueven tantas inquietudes, tomen cartas en elasunto, solicitando además una mayor vigilancia poli-cial………”.

La clave del artículo parece estar en el último párrafo cuan-do habla de “diversos vecinos”, probablemente el mismonúcleo integrista, ya que ocurrió al mismo tiempo.

Los importes que menciona pueden estar relacionados conel programa de fiestas. Antes de su confección, se recorríanbares y otros establecimientos comerciales para ver el interés enla publicación de anuncios en el programa, su tamaño y conte-nido, llegándose a un acuerdo con quienes querían aparecervoluntariamente en el programa. Siempre se consiguió una altacolaboración del comercio, sin tener que amenazar a nadie.Además debe indicarse que pese a las contribuciones por publi-cidad, las mismas no llegaban a alcanzar la financiación delcoste del programa, las paginas propias del programa de fies-tas no se cobraban a nadie, por lo que las cuotas pedidas eranrazonables según el tamaño de cada reseña publicitaria, ysegún el presupuesto de la imprenta.

Una vez preparado el programa, se distribuía por los mis-mos establecimientos para que lo pusieran en sus mostradoresde manera que pudieran llegar a los clientes de cada uno y, pre-via confirmación de que el anuncio publicado era el acordado,se procedía a su cobro.

En algún caso aislado pudo ocurrir que el dueño del esta-blecimiento, una vez impresa la publicidad, se negara a su

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pago, y la persona que le llevaba los programas tuviera pocotacto (aquel año se encargó del tema una cuadrilla de gentemuy joven y de menor experiencia). En todo caso, y si real-mente ocurrió algún altercado, tuvo que ser tan aislado quenunca llegó a oídos de la comisión, ni por los dueños de losestablecimientos ni por ninguna asociación de familia.

Igualmente en el artículo se confunde la hora del final del pro-grama festivo oficial de cada día con el final real de las fiestas encada día, estas siempre se prolongaron hasta la madrugada.

Realmente, este artículo tuvo tan poca transcendencia quenos hemos enterado 25 años después, siendo los presuntosmáximos responsables de los desmanes indicados, en aquel añode 1976.

Bizente

Bixente era un hombre de mediana edad, que se nos acercóal comienzo de las primeras fiestas, indicándonos que estabadispuesto a asar las sardinas que consiguiéramos, en la parrillaque había en el Puerto, como había hecho en años anteriores.

Fue un hombre fiel, y durante todos los años, siempre estu-vo al pie del cañón, asando las sardinas, y con buen humor,pese al calor y al olor que se sufrían en las proximidades de laparrilla.

Las sardinas las comprábamos en Santurce, desde donde lastraíamos en gasolino. Si algún día no había sardinas, se mos-traba sinceramente enojado, quejándose que sin sardinada nopodía haber unas fiestas completas.

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Nuestras madres

En este apartado, no podemos olvidarnos de nuestrasmadres, ya que sin su apoyo y colaboración, las fiestas nuncahubieran sido lo que fueron. Las madres, son esos extrañosseres, que se pasan toda la vida criticándonos y considerándo-nos niños, pero son las únicas que nos comprenden y en quie-nes podemos confiar ciegamente.

En aquellos tiempos, la práctica totalidad de nuestrasmadres se dedicaba a sus labores. Esto quiere decir que, deuna manera rutinaria, sistemática, y diaria, hacían la casa,lavaban la ropa, hacían los recados y preparaban las comidas,cada una de acuerdo con su manera de hacer, y todas con unalto grado de eficiencia.

Las fiestas les producían una completa alteración de suscostumbres y la generación de ciertas incertidumbres que afec-taban directamente a las rutinas, por lo que el riesgo de con-flicto era muy elevado. Dormir durante el día, utilizar los bañoscuando ya estaban limpios y dejarlos impresentables, llevar aamigos a comer o a cenar a horas intempestivas, tener en casaparientes o amigos durante todos los días de fiesta, eran lasalteraciones más normales.

Además, el habitual uso de disfraces para los diferentes fes-tejos les suponía trabajar para que se pudieran llevar a la prác-tica las ideas geniales de algunos de sus hijos pero totalmenteirrealizables por ellos, dada la falta de habilidad de corte y cos-tura que teníamos los chicos de la época.

Quizá, el único elemento que les ayudaba era el uniformede las fiestas: la camisa de arrantzale. Prácticamente utiliza-

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da por todo el mundo, esta prenda, barata, dura, resistente,efectivamente utilizada por los profesionales de mar en su tra-bajo, evitaba muchos conflictos domésticos por suciedad oroturas. La prenda en cuestión, muy sufrida, era capaz de irabsorbiéndolo todo, sudor, agua de mar, salpicaduras de bebi-das, etc. y, si no se lavaba periódicamente, tendía a endure-cerse y pudiendo llegar a convertirse en una auténtica arma-dura medieval.

La anécdota que relatamos a continuación nos ha sidorecordada por una de nuestras madres, y la hemos completadocon recuerdos de otras sobre el mismo acontecimiento.

En uno de los años, estábamos en la playa de Arrigunaga,tumbados en corro, el día anterior al inicio de las fiestas.Habíamos decidido salir disfrazados de músicos, como unabanda de cartón. Alguien, la tarde anterior, había hecho losinstrumentos, con tubos de plástico recortados y unidos concinta aislante, trompetillas, coladores y otros artilugios domés-ticos, para simular diferentes instrumentos de viento, pero nosfaltaba el traje.

A alguno se le ocurrió ir con smoking, pero nos faltabanideas al respecto. En un corro próximo, estaban algunas denuestras madres. Una comisión, formada por los hijos y aque-llos de los amigos que sabíamos eran bien vistos por las madrespresentes (éstas siempre consideran a algunos de los amigos delos hijos como poco recomendables, por lo que había que evi-tar su presencia para una negociación tan sensible), se acercó yplanteó la cuestión. Algunas, viendo lo que se les venía encima,decidieron desaparecer y darse un baño.

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Sólo se quedaron dos, y una de ellas dijo que se comprome-tía a cortar los smokings con sábanas viejas, y preparar laspajaritas, pero que cada uno hablara con su madre para ver sicosería los botones, plancharía la prenda y remataría la faena.

A las pocas horas, empezamos a desfilar por la casa de lamadre de Juani con una sábana debajo del brazo. En el salónde la casa se había reconvertido la mesa del comedor en untaller de alta costura. Cada uno era personalmente medido y sehacían a continuación sobre la tela de la sábana vieja rápidasmedidas y certeros cortes, incluyendo las formas de las solapas,cuello, etc. Según se acababa el corte de cada uno, éste salíacorriendo para su casa, para que su madre rematara la faena.

Al día siguiente todos salimos perfectamente uniformadoscon el smoking y la pajarita perfectamente planchados, sobrela ropa habitual (camisa de arrantzale y pantalón mahón).Bastantes, inclusive, y gracias a los esfuerzos de la tía Consuelo,llevaban su prenda perfectamente almidonada, labor a la quetuvo que dedicar gran parte de la noche. A partir de una sába-na vieja y una enorme imaginación, habilidad y dedicación detiempo de nuestras madres, el disfraz era de gran calidad.

Juantxin

Juantxin había sido marino. Nosotros le conocimos en lossanfermines, el mismo día de San Fermín, acompañado de suinseparable Lauri, con un fajo de diarios de Navarra bajo elbrazo que acaba de comprar a un repartidor ambulante, conel pretexto de que era un día de fiesta y no se debía trabajar.Dada su generosidad iba regalando los periódicos a los vian-dantes.

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Ese día nos contó, y le creímos, que dejó de ser marino undía que salía del Puerto de Bilbao, y al llegar a Punta Galea, sepreguntó que hacía alejándose de lo que más quería, y arro-jándose al mar, volvió a nado, para no embarcarse nuncajamás.

Era hombre de extraordinaria memoria y gran fortaleza enlas piernas, - invariablemente ganaba las apuestas de saltarescaleras hacía arriba en el Puerto, aún contra deportistas deelite -, y tenía por costumbre no utilizar las escaleras durantelas fiestas, sino que bajaba por el petril, balanceándose,poniéndonos a todos el alma en un puño. Pese al evidente ries-go, nunca tuvo un accidente, en sus curiosos descensos.

Juani

Probablemente, fue Juani quién más y mejor disfrutó de lasfiestas. Asistente a todas las reuniones preparatorias de lacomisión de fiestas de cada uno de los años, pronto descubri-mos que tenía una memoria fotográfica para recordar los prin-cipales pasajes y acuerdos de cada una de las reuniones. Ellonos evitó tener que utilizar un libro de actas, ya que bastabacon preguntarle cualquier tema para que repitiera, casi exacta-mente, todo lo que se había dicho sobre el mismo.

Excelente ojeador de la inagotable cantera de bellezas get-xotarras, se le considera inductor y responsable directo de unaparte importante de las bodas de los miembros de la cuadrillaantzarrak, no particularmente hábiles en las relaciones inicia-les con el sexo opuesto. Su habilidad no ha decrecido con elpaso del tiempo, pero parece ser poco conocida por los actua-les jóvenes de la localidad, que no se aprovechan suficiente-

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mente de sus altas y contrastadas capacidades de detección deguapas chicas casaderas.

Juani continúa prestando importantes servicios a la comu-nidad de Algorta. En esta esquina del climatológicamente ines-table Golfo de Bizkaia, constituye el mejor servicio meteoroló-gico ambulante. Si sale a pasear con paraguas, aunque el díaesté radiante, los mas precavidos, en cuanto le ven, corren pre-surosos a su casa a por ropa de abrigo. Invariablemente, alpoco tiempo, está lloviendo. Igualmente, no hay boda o fune-ral que se precie, si el primero en besar a la novia o dar el pésa-me a los deudos no es Juani.

La cuadrilla Antzarrak

Gran parte de la cuadrilla antzarrak ha sobrevivido al pasode los años. Aquella cuadrilla de jóvenes deportistas, alegres ybastante despreocupados, maduraron, acabaron sus estudios yse dedicaron a diversas profesiones.

Frecuentemente se reúnen en el txoko Lagun Zarrak delPuerto Viejo, donde rememoran sus viejas andanzas, y de cuyosrecuerdos se ha nutrido este pequeño libro.

Jon Lázaro

Perteneciente a la cuadrilla de Kantarepe, jugaba alrugby en el equipo de la Universidad de Sarriko, y en lasfiestas del año 1975 lió a un grupo de personas de las cua-drillas para jugar al rugby en la playa de Ereaga, juego des-conocido para la mayoría, unos días después de terminadaslas fiestas.

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Nos juntamos unas 30 personas y tras una breve explicaciónde las reglas del juego, las posiciones y los movimientos, juga-mos un partido completo. Dos meses después, gran parte de laspersonas que jugaron aquel primer partido, constituyeron elprimer equipo de rugby de Getxo.

Primer equipo del Getxo, 1975.

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IV.

NUESTRAS ÚLTIMAS FIESTAS

El presupuesto de fiestas

Eramos conscientes de que era el último año en el que todosíbamos a participar en las fiestas. Hacía algunos años quehabíamos dejado de gestionar los bares de la comisión de fies-tas, y ya sólo nos encargábamos de la dirección de las fiestas yde algún festejo fácil de organizar.

En el curso de los años, el presupuesto había ido creciendoconsiderablemente, pero siempre se había finalizado con supe-rávit, por lo que había cierto excedente, en patrimonio y en lacuenta corriente.

La gente cada vez tenía más coches y se desplazaba a otrasfiestas, que también habían crecido, y particularmente existíauna fuerte competencia de las más próximas, las de San Ignacioen Algorta.

Percibíamos el riesgo de que las fiestas del Puerto Viejodejaran de ser las fiestas, para ser unas fiestas más, lo que lle-varía a reducir el interés con un nivel de menor participación,lo que era el aspecto más singular de estas fiestas, en aquellosaños.

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En particular, la competencia de las nuevas fiestas deBilbao, que también se anunciaban participativas y basadas encomparsas, y dado que una parte de las cuadrillas estaban for-madas por veraneantes residentes en Bilbao, podía suponer eldeclive de las nuestras.

El Ayuntamiento, ese año, triplicó la subvención a las fies-tas, alcanzando un importe de 75.000 pesetas. El presupuestose había incrementado notablemente desde las primeras, unas20 veces, y su liquidación final superó los 13 millones de pese-tas.

Por todo ello, decidimos asumir riesgos, e incrementar losespectáculos. Una regata de traineras y la actuación de laorquesta Mondragón, fueron las principales incorporaciones alos festejos tradicionales.

La visita de los extrañados

Por una pequeña licencia, introducimos aquí esta historiaque realmente ocurrió el mismo día del año anterior. Eran las15,30 de la tarde, el Puerto Viejo estaba prácticamente vacío,y estábamos esperando a los jueces de la Federación de Remopara organizar la regata de trainerillas. Una persona se nosacercó muy decidida, a quién confundimos con un federativo.

De una manera muy directa, y sin digerir la confusión ini-cial, nos planteó que era un delegado de los extrañados aSuecia, que acababan de volver, y que deseaban hacer una desus presentaciones sorpresivas en el puerto viejo, dada laimportancia y prestigio del lugar y la alta asistencia a estasfiestas.

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Le manifestamos nuestras reticencias, y le contamos la his-toria de las fiestas, desde la visita al alcalde y la paz que habí-amos disfrutado. Teníamos pocas dudas que la aparición deestas personas vendría seguida de una inmediata carga policial.Además, el presidente y el vicepresidente estaban habiendo elservicio militar por lo que, por sus cabezas pasó, inmediata-mente, la ingrata visión de un largo periodo de tiempo en unamazmorra en Ceuta llena de cucarachas, y fregando las cubier-tas de los vetustos y oxidados barcos de la armada, respectiva-mente.

Empezamos intentándole convencer de que no era oportunala visita. Aquella noche era precisamente la noche sin nada, ylos medios electrónicos de sonido que el Ayuntamiento habíapuesto ese año a nuestra disposición, aquella noche estarían enlos frontones de Fadura, para otro acto.

Pacientemente, le fuimos describiendo las escasas posibili-dades de desalojo del puerto, por las rocas hacia Kantarepe,los pequeños caminos del monte hacia Usategi, la mas segura -arrojarse al mar -, el estado de la escalera, y la facilidad con loque un par de dotaciones policiales podría cerrar las salidasnormales, provocando el pánico y la caída masiva de personascon probables resultados trágicos.

En ese momento, el representante aportó el nombre de algu-nos confidentes de la policía que vivían en las inmediaciones.Nos sorprendió su escaso conocimiento y procedimos a com-pletarle la lista con los que nosotros conocíamos, indicándolelos domicilios de cada uno. Entre todos, sin bajarse de su casa,controlaban perfectamente todo el recinto, y sus alrededores.

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Nuestro interlocutor se iba preocupando progresivamente, yreaccionó diciendo que el acto sería breve y por sorpresa. Pornuestra parte, le indicamos que evidentemente no podíamosasumir la responsabilidad de una tragedia, por lo que, antes delacto, procederíamos a informar, boca a boca, a las personasmás débiles, y recomendaríamos que no entraran en el recintoancianos, mujeres y niños, por lo que nuestra actuación, aun-que fuera muy discreta, podría llegar a oídos de los confiden-tes, quienes informarían inmediatamente al Gobierno Civil.Además, y aunque nunca habían actuado, en todos los años defiesta había habido pequeñas dotaciones de la Guardia Civil enlas carreteras de acceso al puerto, por lo que llegarían, reforza-das con más elementos, en muy poco tiempo, impidiendo lasalida.

Finalmente, prevaleció el buen sentido, indicándonos queno vendrían aquella noche al Puerto Viejo.

La regata de traineras

Los antecedentes

En años anteriores, en uno de los días de fiesta, había habi-do una regata de trainerillas y bateles. Esta regata, parte de laliguilla provincial, era organizada por otros, la FederaciónVizcaina de Remo, totalmente ajenos a nuestra organización defestejos, aunque contribuíamos a los modestos premios.

En los últimos años, al atender a los premios, se habíanintegrado en el programa de fiestas, por lo que estas regatas detrainerillas eran percibidas como parte de las fiestas.

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Hemos encontrado reseñas de prensa de las mismas desde elaño 1973. Así en el año anterior, 1977, el 12 de Agosto, la pren-sa local, y firmado por Estrobo, publicó la siguiente reseña:

“El programa de fiestas de Algorta, dentro del incompara-ble marco de su “Portu Zarra”, comprende la regata de traine-rillas que anunciamos a los aficionados días pasados. Hastaúltima hora no se sabrá la definitiva lista de participantes. Laorganización nos comunica que todos los clubs de nuestra pro-vincia han sido invitados y salvo Kaiku y Santurce, con plenadedicación a la trainera, esperamos que estén presentes enAlgorta, si es que de verdad les afecta esta nueva llamadahecha por quién con muchos sacrificios pretende prestar unbuen servicio al remo vizcaíno.

Regata de bateles, 1975.

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Haciéndonos portavoces de los deseos de nuestros clubs ypor la propia promoción del remo en Vizcaya, hemos venidohaciendo hincapié en la necesidad de que los pueblos de nues-tra costa dispusieran de su regata particular. El propósito seestá logrando y para que cobre solidez ningún club debe haceroídos sordos a estas citas. Que no puedan mas en nuestrajuventud las verbenas y la “dolce vita” veraniega que la dedi-cación a un deporte tan nuestro.

En justa reciprocidad a la invitación hecha por Guetaria ycumplimentada por Algorta en aquel puerto guipuzcoano elpasado sábado, la trainerilla color cuero de la villa de JuanSebastian Elcano se unirá a los participantes vizcaínos en ladisputa del elemento que le es propicio, el mar abierto, de lospremios que los algorteños han dispuesto y que son los siguien-tes: primero 12.000 pesetas, segundo 10.000 pesetas, … ydécimo 3.000 pesetas.

Para pasar una buena tarde, los aficionados a nuestrodeporte tienen concertada una cita en uno de los rincones masjatorras de nuestra geográfía: El “Portu Zarra” de Algorta….”.

El día 14 de 1977, se publicaban sus resultados:

“Dentro de las fiestas del puerto viejo de Algorta ayer por latarde se celebró una regata de trainerillas con la participaciónde ocho embarcaciones vizcaínas y una guipuzcoana, que hanregateado en tres tandas la distancia de 3.500 metros en cua-tro largos y tres ciabogas. Mucho público en los muelles y marllana. Algorta B, Ondárroa y Mundaca han vencido en las res-pectivas tandas …….”.

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La apuesta por un plato fuerte del programa de fiestas

Para aquel año, parte de los miembros de la comisión, yparticularmente su presidente, habían decidido realizar unaregata de traineras. Fue imposible encontrar ningún patrocinio,por lo que el coste íntegro de las mismas iba a correr por cuen-ta de nuestros fondos. La regata iba a ser a primera hora de latarde, del último día de fiestas, el 14 de Agosto.

El presupuesto de la regata, teóricamente bien estimado,ascendía a más de dos millones de pesetas. De ellos, la bande-ra, premio en especie para el ganador, superaba el mediomillón de pesetas. El resto del presupuesto estaba formado porel coste de los federativos, los autobuses de los remeros y lospremios en metálico.

Los gastos reales

A mediodía empezaron a llegar las tripulaciones de las trai-neras de los clubs más alejados, de Guipúzcoa y Santander, y eldesastre financiero comenzó a ser evidente. No estaba previsto elcoste de las comidas de los remeros y de las directivas –obvia-mente les invitamos a comer en un restaurante, siendo bienconocido el gran “saque” de los remeros - , ni el coste de loscamiones que trasladaban las traineras, ni parte del coste de losautobuses, así como otras menudencias. Para las tres de la tarde,la desviación presupuestaria era una certeza. El agujero era deunos dos millones de pesetas, y los talones firmados probable-mente no serían pagados a sus titulares el día 16 por los bancos.

Se convocó inmediatamente a la comisión, para intentarcerrar el recinto y cobrar entrada. Varios grupos se desparra-

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maron por todo el perímetro desde el que podría verse la rega-ta sólo una hora más tarde, ocupando los diferentes puntosprincipales, el esfuerzo iba a ser titánico y los resultadosinciertos.

Los intentos de cobrar entrada

Los diferentes grupos ocuparon zonas desde la punta de SanIgnacio hasta Usategi, los parques de los Chopos y MariaCristina, la entrada al muelle de Arriluce, las diferentes baja-das al puerto y a la playa de Ereaga.

Como no había sido previsto, no había tickets de entradapara justificar el desembolso del público ni tampoco había ele-mentos de cierre que alertaran de la existencia de una barreracuyo traspaso pudiera requerir de un pago. La reacción de lamayoría de la gente fue contra nuestro intento.

La tradición de gratuidad de los festejos, el entendimien-to de que siempre había habido regatas en las fiestas, elindudable derecho a la libertad de tránsito de las personaspor las calles, el hecho de que muchas personas que pasabanpor los lugares estratégicos no estaban allí o decían no estar-lo por la existencia de una regata, y la apariencia de timopor la ausencia de entradas y barreras hizo que lo recauda-do fuera muy exiguo y generalmente por aportación volun-taria.

Mediada la regata, todos los grupos se habían retirado alpuerto, con sus pequeñas recaudaciones y un ambiente generalde desánimo, pues eran conscientes que un importante agujerofinanciero afectaría gravemente a las fiestas futuras.

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La petición de soborno

Al terminar la regata, uno de los periodistas que cubría enevento, sentado en el pretil, había solicitado que avisaran a losprincipales miembros de la organización. Avisados y desplaza-dos donde se encontraba el periodista, recibieron una propues-ta asombrosa, por una cierta cantidad de dinero, la prensa eldía siguiente diría que las regatas de Getxo podrían competir,en pocos años, con las de la Concha de San Sebastián.

Dada la situación financiera, los desplazados, respetuosa-mente, dejaron actuar al tesorero. Este, tranquilo, dialogante yvacilón, y bastante inocente, normalmente hubiera entrado altrapo, intentando convencer al periodista de cómo podría sos-tener tal barbaridad, siendo las regatas de la Concha uno de losespectáculos deportivos incomparablemente más bellos delmundo.

Sin embargo, sin mediar palabra y rojo de ira, estiró susbrazos, intentando ahogar y arrojar al periodista al mar, sien-do agarrado por varias personas, incluyendo a Tintxu quiénprobablemente hizo el mejor y más largo placaje de su vida.

Durante cierto tiempo la escena era inenarrable. Por unaparte, el periodista, inicialmente inconsciente del peligro quecorría, sonreía beatíficamente esperando una respuesta positi-va. Por otra, el tesorero, intentaba alcanzar su cuello, a su vezagarrado por tres o cuatro personas por donde podían

Una vez el periodista se dio cuenta del riesgo, giro en el pre-til sobre su trasero y desapareció prudentemente. Pese a ello, eltesorero seguía pujando con sus placadores. Estos, creciente-

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mente cansados, aguantaban por solidaridad, ya que, si afloja-ban, su amigo saldría despedido por inercia y pasaría por enci-ma del petril estrellándose contra las rocas. Con el esfuerzo, eltesorero se iba liberando de la tensión, y comenzaba a pensarsoluciones. Tras algunos minutos, en los cuales comenzó a arre-molinarse gente por lo insólito de la situación, el tesorero dejóde porfiar, tranquilo y sonriente dijo a sus placadores, alivia-dos, que aún había soluciones.

El periodista, desairado, hizo uso de su poder. Así, al díasiguiente, publico lo siguiente:

“A primera hora de la tarde de ayer tuvo lugar en aguas delpuerto viejo una regata de traineras en la que la nota más des-tacada ha sido el mal balizaje del campo de regateo. Por lasdiferencias tan ostensibles de una cala a otra, no se faclitarontiempos de la confrontación. El resultado fue Kaiku, Algorta,Pasajes de San Juan, Arraun Lagunak, Laredo. Previamente secelebró una regata de trainerillas, en la que sólo tomaron partedos embarcaciones. La victoria fue para Algorta, quedandoLequeitio en segundo y último lugar……”.

La enorme ilusión y la asunción de todo el coste de la rega-ta, sin patrocinio alguno, había sido un fiasco, poniendo engrave riesgo el futuro de las fiestas.

La orquesta Mondragón

Para esa noche estaba prevista la actuación de la OrquestaMondragón, que recientemente creada, había alcanzado un altogrado de notoriedad. El coste de su contratación fue muy ele-vado, pero había creado mucha expectación, ya que poca genteles había visto actuar en directo.

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La prensa había anunciado esta actuación bajo la siguientereseña: Presentando el show “Chorizo de Johnny Zineel” a lasdiez y media de la noche en el aparcamiento del puerto viejo.Precio de la entrada 50 pesetas.

Pese al anuncio de que se iba a cobrar, la cuadrilla organi-zadora no había tomado ninguna prevención sobre cómo iba acobrar la entrada. El tesorero no era consciente de ese anun-cio, y la idea que le había tranquilizado era la posibilidad decobrar la entrada al concierto, para lo que se había organiza-do toda la cuadrilla. Cerrar el puerto viejo era más fácil quetodo el perímetro de las regatas y si la gente quería ver elespectáculo, tendría que aproximarse mucho y cruzar lospiquetes, previo pago.

Media hora antes del inicio del festejo empezó a bajar lagente. Los primeros que fueron llegando eran adolescentes ycuando les indicábamos que tenían que pagar, echaban sumano al bolsillo y ponían sobre la palma todo el dinero quetenían dispuestos a entregarlo. El dinero que llevaban era parauno o dos refrescos por lo que no teníamos el valor de quitar-les las monedas y decidíamos no cobrarles, con el compromisode que lo gastarían en los bares de la comisión.

La siguiente tanda de gente estaba mayoritariamente for-mada por gente que nunca había venido a las fiestas, pero quehabía sido atraída por el prestigio de la Orquesta y las cuñas enprensa y radio. Algunos pagaban y otros discutían nuestroderecho a cobrar, sin justificante de entrada. La afluencia eracreciente y se formaban largas colas iniciándose la impaciencia,por lo que hubo que levantar los piquetes, consiguiendo, otra

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Morotxo proclamándose “Miss Kalimotxo”, 1975.

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vez, una exigua recaudación. La actuación de la Orquesta fueun gran éxito.

La suerte estaba echada. Durante la noche, se produjeronagrias discusiones entre los principales miembros de la comi-sión sobre el cambio operado de fiestas participativas a fiestasespectáculo, y la necesidad de cobrar a la asistencia cuandosiempre habíamos podido sufragar los costes. Como conse-cuencia, muchos decidieron que no volverían a participar en suorganización.

Sin embargo, a la mañana siguiente descubrimos el mila-gro. La recaudación de los bares de la comisión había sidoextraordinaria, más del doble de lo alcanzado nunca en unanoche, y con ella conseguimos cubrir todos los costes y man-tener el superávit acumulado en años anteriores. Dado queprobablemente los encargados de los bares no habían sidotan previsores como para tener un elevado nivel de existen-cias para la última noche, no es improbable que muchagente, consciente de la situación, hubiera dejado generosas yanónimas propinas en los bares de la comisión, para apoyara las fiestas.

El traspaso

El año siguiente, y durante muchos años, la organización delas fiestas obligó a otras personas, y particularmente a Morotxoy a Ardanza. Fueron años complicados, por el cambio deAlgorta a ciudad dormitorio, con una estructura social en laque durante muchos años faltó gente entre los 17 y los 25 años,y en los que tuvieron que competir, con creciente desigualdad,con otras fiestas.

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Pese a la muy superior generosidad municipal en el apoyopresupuestario a las fiestas, la catalogación de las fiestas delpuerto viejo como “de barrio” nunca permitió una adecuadafinanciación de las mismas. El creciente concepto de fiestas –espectáculo y la menor participación activa de la gente en lasfiestas aparentemente le han hecho perder peso específico fren-te a otras.

Sin embargo, y pese a la pérdida de algunos de los elemen-tos que nosotros considerábamos como aspectos más distintivosde nuestras fiestas, las fiestas del Puerto Viejo continúanteniendo suficiente magia y singular atractivo. Pese a su actualmodestia, para muchos jóvenes de Algorta y de otras zonas pró-ximas continúan siendo las mejores fiestas.

En todo caso, esta ya no es nuestra historia, por lo quecorresponde a otros contarla, si es que lo quisieran hacer.

Carrera de burros, 1975.

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EPÍLOGO

Al hacer este documento nos hemos divertido mucho, yhemos pensado que también puede servir para que nuestroshijos, que pronto alcanzarán la edad que nosotros teníamoscuando empezamos a participar en estas fiestas, sepan cómo sedivertían sus padres, en unas circunstancias muy diferentes delas actuales, y quizá les sirva para algo.

Juego de la trompa, 1975.