9786071652638-Polanyi-La gran transformación€¦ · La gran transformación U no de los grandes pilares del pensamiento económico mo- derno es la presuposición de un sistema de

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Uno de los grandes pilares del pensamiento económico mo-derno es la presuposición de un sistema de mercado pleno, en el cual todos los factores involucrados —incluidos el tra-

bajo, la tierra y la moneda— se relacionan siguiendo los criterios pro-pios de éste. Limitada en un principio por la lenta pero continua difu-sión de la Revolución industrial, a partir del siglo xix dicha estrategia analítica tomó una fuerza creciente, al grado de que se convirtió en el principal anclaje de una de las ideologías más infl uyentes desde en-tonces: el liberalismo.

Karl Polanyi, pensador erudito de vastos conocimientos antro po-lógicos, históricos, sociológicos y económicos, dedicó gran parte de sus investigaciones a la observación tanto del liberalismo económico como de su correlato político. La gran transformación, obra cumbre del autor, constituye una crítica sistemática heterodoxa del credo libe-ral, además de una explicación sobre su auge y fracaso. Tras más de 70 años de ser concebida y ante la hegemonía neoliberal imperante desde fi nales del siglo pasado, la obra de Polanyi ha adquirido una importancia reno vada, sobre todo como reivindicación de que el sis-tema económico es un medio de la sociedad y no un mecanismo impersonal carente de rumbo.

Otros títulos de la colección

Desigualdad. ¿Qué podemos hacer? Anthony B. Atkinson

Más allá de la crisis. El reclamo del desarrolloRolando Cordera (coord. gral.)

El Gran Escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdadAngus Deaton

El Estado de bienestar social en la edad de la razón. La reinvención del Estado social en el mundo contemporáneoCelia Lessa Kerstenetzky

El capital. Crítica de la economía política (3 tomos)Karl Marx

El capital en el siglo XXI

Th omas Piketty

Los orígenes del neoliberalismo en México. La Escuela AustriacaMaría Eugenia Romero Sotelo

KARL POLANYI (1886-1964), de origen húngaro nacido en Viena, fundó el movimiento estudiantil húngaro y estu-dió derecho en la Universidad de Budapest. En 1919 emi-gró a Viena, donde se desempeñó como editor en jefe de la revista Der Österreichische Volkswirt hasta 1933. El fas-cismo en Europa central lo obligó a emigrar a Inglaterra, donde dio clases para la Workers Educational Associa-tion, vinculada con las universidades de Oxford y de Lon-dres. Entre 1940 y 1943, como catedrático invitado del Bennington College (Vermont, Estados Unidos), escribió La gran transformación. En 1947 ingresó como profesor visitante a la Universidad de Columbia (Nueva York), donde impartió la cátedra de historia económica general y dirigió investigaciones enfocadas en el comercio y el mercado en los primeros imperios, hasta su retiro en 1957, año en que se estableció en Canadá.

KARL POLANYI

La grantransformaciónLos orígenes políticos y económicos de nuestro tiempoPrólogo de Joseph E. StiglitzIntroducción de Fred Block

ISBN 978-607-16-5263-8

Refi ne: 16.50 X 23.00Páginas FCE Defi nitivo: 388, 1.9 cm Encuadernacion: RUSTICO

Tiro: 3600 Guardas: Pantone 433Lomo:

Editora: Rocío MartínezDiseño: Laura Esponda AguilarFotografía: iStock de Getty Images / baydavn0211

Proyecto Num.: 28105 10 Enero 2017

La gran transformación Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo

Karl Polanyi (Autor del texto ) Coleccion: ECONOMÍA Tipo: Nueva Edición

Número de edición: 3Fecha estimada de publicación: 31 MAY 2017

NUEVA EDICIÓN

GUARDAS PANTONE 4339786071652638-Polanyi-La gran transformación.indd 19786071652638-Polanyi-La gran transformación.indd 1 22/08/17 19:4922/08/17 19:49

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SECCIÓN DE OBRAS DE ECONOMÍA

LA GRAN TRANSFORMACIÓN


TraducciónGRACIELA CHAILLOUX LAFFITA

Revisión de la traducciónFAUSTO JOSÉ TREJO


KARL POLANYI

La gran transformaciónLOS ORÍGENES POLÍTICOS Y ECONÓMICOS

DE NUESTRO TIEMPO

Prólogo JOSEPH E. STIGLITZ

PreámbuloKARI POLANYI-LEVITT

IntroducciónFRED BLOCK

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


Primera edición en inglés, 1957Segunda edición, 2001Primera edición en español, 1992Segunda edición, 2003Tercera edición, 2017

Polanyi, KarlLa gran transformación: los orígenes políticos y económicos de nuestro

tiempo / Karl Polanyi ; pról. de Joseph E. Stiglitz ; introd. de Kari Polanyi-Levitt, Fred Block ; trad. de Graciela Chailloux Laffita ; rev. de la trad. de Fausto José Trejo. — 3ª ed. — México : FCE, 2017

385 p. ; 23 × 16 cm — (Sección de Obras de Economía)Título original: The Great Transformation: The Political and Economic Ori-

gins of Our TimeISBN 978-607-16-5263-8

1. Historia económica — 1750-1918 2. Historia social 3. Economía — Histo-ria I. Stiglitz, Joseph, pról. II. Polanyi-Levitt, Kari, introd. III. Block, Fred, in-trod. IV. Chailloux Laffita, Graciela, tr. V. Trejo, Fausto José, rev. VI. Ser. VII. t.

LC HC53.P6 Dewey 330.9034 P646g

Distribución mundial

Título original: The Great Transformation. The Political and Economic Origins of Our Time © 1944, 1957, 2001, Karl Polanyi© 2001, Beacon Press, Boston, Massachusetts (segunda edición en rústica)

Diseño de portada: Laura Esponda AguilarImagen de portada: iStock de Getty Images / baydavn0211

D. R. © 2017, Fondo de Cultura EconómicaCarretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de MéxicoComentarios: editorial@fondodeculturaeconomica.comwww.fondodeculturaeconomica.comTel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuereel medio, sin la anuencia por escrito del titular de los derechos

ISBN 978-607-16-5263-8

Impreso en México • Printed in Mexico


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SUMARIO

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Preámbulo. Los conceptos más importantes en el trabajo de Karl

Polanyi y su relevancia contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . 21Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37Nota a la edición de 2001 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59Reconocimientos del autor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

Primera parteEL SISTEMA INTERNACIONAL

I. La Paz de los Cien Años . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 II. Los años veinte conservadores, los años treinta revolucionarios 82

Segunda parteSURGIMIENTO Y CAÍDA DE LA ECONOMÍA DE MERCADO

A. El molino satánico

III. “Asentamiento versus progreso” . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 IV. Sociedades y sistemas económicos . . . . . . . . . . . . . . . 104 V. La evolución del patrón de mercado . . . . . . . . . . . . . . 117 VI. El mercado autorregulado y las mercancías fi cticias: el trabajo,

la tierra y el dinero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 VII. Speenhamland, 1795 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 VIII. Antecedentes y consecuencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 IX. Pauperismo y utopía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164 X. La economía política y el descubrimiento de la sociedad . . . 172

B. La autoprotección de la sociedad

XI. Hombre, naturaleza y organización productiva . . . . . . . . 191 XII. Nacimiento del credo liberal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195 XIII. Nacimiento del credo liberal (continuación): interés de clase

y cambio social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211


8 SUMARIO

XIV. El mercado y el hombre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224 XV. El mercado y la naturaleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 XVI. El mercado y la organización productiva . . . . . . . . . . . . 252 XVII. El debilitamiento de la autorregulación . . . . . . . . . . . . . 260 XVIII. Las presiones destructivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268

Tercera parteEL AVANCE DE LA TRANSFORMACIÓN

XIX. El gobierno popular y la economía de mercado . . . . . . . . 281 XX. La historia en el mecanismo del cambio social . . . . . . . . . 294 XXI. La libertad en una sociedad compleja . . . . . . . . . . . . . . 305

Notas sobre las fuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 317Índice analítico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 361Índice general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383


A mi amada esposaILONA DUCZYNSKA

dedico este libro, que le debe todo a su ayuda y a su crítica



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PRÓLOGO

JOSEPH E. STIGLITZ

Es un gran placer escribir este prólogo al libro clásico de Karl Polanyi en el que describe la gran transformación de la civilización europea desde el mundo preindustrial hasta la era de la industrialización, así como los cambios en las ideas, las ideologías y las políticas sociales y económicas que la acompaña-ron. Debido a que la transformación de la civilización europea es análoga a la transfor mación que afrontan los países en desarrollo del mundo contemporá-neo, con frecuencia parece que Polanyi se está refi riendo a los problemas del presente. Sus argumentos —y sus preocupaciones— se corresponden con los que enarbolan los participantes en los disturbios y los marchistas que toma-ron las calles en Seattle y Praga en 1999 y 2000 para oponerse a las institu-ciones fi nancieras internacionales. En su introducción a la primera edición de 1944, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y las Naciones Unidas existían solamente en el papel, R. M. MacIver exhibió dotes proféticas similares al declarar que “la actualidad es de primera importancia por la lección que de ella se desprende para los que desarrollan la organización internacional”. ¡Cuán mejores habrían sido las políticas por las que aboga-ron si hubieran leído —y tomado en serio— las lecciones de este libro!

Resulta difícil, y probablemente equivocado, intentar siquiera resumir un libro de semejante complejidad y sutileza en unas pocas líneas. A pesar de que hay aspectos del lenguaje y de la economía en un libro escrito hace medio siglo que pueden hacerlo menos accesible hoy, los temas y perspectivas que Polanyi plantea no han perdido su vigencia. Entre sus tesis centrales están las ideas de que la autorregulación de los mercados nunca ha funcionado; de que sus defi ciencias, no sólo en su desempeño interno sino también en sus con-secuencias (por ejemplo, la pobreza), son tan grandes que la intervención del gobierno resulta necesaria, y de que el ritmo del cambio es de importancia capital en la determinación de esas consecuencias. El análisis de Polanyi es-clarece que las doctrinas populares de la economía del goteo —según la cual todos, incluso los pobres, se benefi cian del crecimiento— tienen poco funda-mento histórico. Polanyi, además, explica la interrelación entre las ideolo-gías y los intereses particulares al revelar cómo la ideología del libre mer-cado fue concebida para servir los nuevos intereses industriales, así como que esos intereses la utilizaron selectivamente al convocar la intervención del go-bierno cuando necesitaban alcanzar los suyos propios.

Polanyi escribió La gran transformación antes de que los economistas


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modernos establecieran las limitaciones de los mercados autorregulados. Ac-tualmente no existe un fundamento intelectual respetable para el enunciado de que los mercados, por sí solos, conducen a resultados de efi ciencia, y me-nos aún a resultados equitativos. Cada vez que la información es imperfecta o los mercados son incompletos —lo que ocurre prácticamente siempre—, se dan intervenciones que en principio pueden impulsar la efi ciencia en la asig-nación de los recursos. Nos hemos desplazado, en la mayoría de los casos, hacia una posición más balanceada que reconoce la importancia tanto del po-der y las limitaciones de los mercados como de la necesidad de que el gobierno desempeñe un papel mayor en la economía, aunque las restricciones a ese papel estén aún en disputa. Existe un consenso general sobre la importancia, por ejemplo, de la regulación gubernamental de los mercados fi nancieros, pero no acerca de la mejor manera en que ello debe realizarse.

En la era moderna también hay abundante evidencia sustentada en la ex-periencia histórica de que el crecimiento puede conducir a un incremento de la pobreza. Pero también sabemos que el crecimiento puede traer enormes be-nefi cios para muchos segmentos de la sociedad, como ha ocurrido en algunos de los países indus trializados más avanzados.

Polanyi enfatiza las interrelaciones de las doctrinas de los mercados de mano de obra libre, las del libre comercio y las del mecanismo de autorregu-lación monetaria del patrón oro. Su trabajo fue, pues, precursor del enfoque sistémico predominante hoy en día (y a su vez fue presagiado por la obra de los economistas del equilibrio general en el cambio de siglo). Aún hay algunos economistas, apegados a las doctrinas del patrón oro, que consideran que los problemas de la economía moderna son el resultado de haber abandonado di-cho sistema; pero esta postura les plantea a los defensores del mecanismo de la autorregulación del mercado un desafío aún mayor. Las tasas de cambio fl exibles están a la orden del día, y uno puede argumentar que eso fortalecería la posición de los que confían en la autorregulación. Después de todo, ¿por qué los mercados de cambio extranjeros debieran estar gobernados por prin-cipios que difi eren de los que determinan a cualquier otro mercado? ¡Pero es aquí también donde se manifi esta la debilidad de las doctrinas de los merca-dos autorregulados (al menos para aquellos de sus defensores que no prestan atención a las consecuencias sociales de las doctrinas)! Pues existe abundante evidencia de que tales mercados —como muchos otros mercados de activos— exhiben una volatilidad excesiva, o sea, mayor volatilidad que la que puede ser explicada por los cambios en sus fundamentos subyacentes. Igualmente, hay copiosa evidencia de que los cambios en apariencia excesivos en los pre-cios y las expectativas más amplias del inversor pueden hacer estragos en una economía. La más reciente crisis fi nanciera global recuerda a la actual gene-ración las lecciones que sus abuelos aprendieron durante la Gran Depresión: la autorregulación de la economía no siempre funciona tan bien como sus proponentes desearían hacernos creer. Ni siquiera el Tesoro de los Estados


PRÓLOGO 13

Unidos (bajo una administración tanto demócrata como republicana) o el FMI, aquellos bastiones institucionales de la fe en el sistema de mercado libre, consideran que los gobiernos no deberían intervenir en la tasa de cambio, aunque nunca han ofrecido una explicación coherente y persuasiva de por qué ese mercado debe ser tratado de manera diferente que los otros mercados.

Las inconsistencias del FMI —a saber, que si bien profesa la fe en el siste-ma de mercado libre, es una organización pública que interviene con regula-ridad en los mercados de tasa de cambio, proveyendo fondos para rescatar a acreedores extranjeros mientras presiona con tasas de intereses usureras que conducen a la quiebra a las empresas domésticas— fueron previstas en los debates ideológicos del siglo XIX. Verdaderamente, los mercados de traba-jo o bienes libres nunca han existido. Lo irónico es que en la actualidad algu-nos todavía claman por el libre fl ujo de trabajo, y mientras los países indus-trialmente avanzados alertan a los menos desarrollados sobre los vicios del proteccionismo y de los subsidios gubernamentales, se han mostrado más fi rmes en la apertura de los mercados en los países en desarrollo que en abrir sus propios mercados a los bienes y servicios que representan las ventajas comparativas del mundo en desarrollo.

Sin embargo, actualmente las líneas del campo de batalla están trazadas en un lugar bastante más distante del habido cuando escribió Polanyi. Como observé con anterioridad, sólo los intransigentes serían capaces de defender la economía autorregulada, en un extremo, o un gobierno que la operara, en el otro. Todos están conscientes del poder de los mercados; todos sienten re-verencia por sus limitaciones. Pero, a pesar de lo dicho, existen importantes diferencias entre los puntos de vista de los economistas. De algunos de esos puntos de vista se puede prescindir, como es el caso del enmascaramiento de la ideología y los intereses especiales como ciencia económica y buenas prác-ticas políticas. El reciente empuje a la liberalización del mercado fi nanciero y de capital en los países en desarrollo —promovido por el FMI y el Tesoro de los Estados Unidos— es un buen ejemplo. Una vez más, prácticamente no hubo desacuerdo en que muchos países que tenían regulaciones que no forta-lecían sus sistemas fi nancieros ni promovían el crecimiento económico debían eliminarlas. Pero los “libremercaderes” fueron aún más lejos, y ello acarreó desastrosas consecuencias para los países que siguieron sus consejos, tal como se evidenció en la reciente crisis fi nanciera global. Pero, incluso antes de ese reciente episodio, hubo abundante evidencia de que semejante liberalización podía acarrear enormes riesgos sobre un país, y de que esos riesgos recaerían desproporcionadamente sobre los pobres; mientras que la certidumbre de que tal liberalización promovería el crecimiento fue, cuando menos, brevísi-ma. Pero hay otros temas en los que las conclusiones están muy lejos de ser claras. El libre comercio internacional permite a un país disfrutar de los bene-fi cios de sus ventajas comparativas, al incrementar la media de sus ingresos, aunque pueda costarles el empleo a algunos individuos. Pero, en los países en


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desarrollo, en donde la regla son altos niveles de desempleo, la destrucción laboral que se deriva de la liberalización del comercio puede ser más evidente que la creación de empleos, y éste es el especialísimo caso de los “paquetes” de reforma del FMI que combinan la liberalización del comercio con altas ta-sas de interés, lo cual hace de la creación de empleos y de empresas algo vir-tualmente imposible. Nadie debería haber afi rmado que al hacer virar a los trabajadores de empleos de baja productividad al desempleo podría reducirse la pobreza o podrían incrementarse los ingresos nacionales. Los devotos de los mercados autorregulados implícitamente creyeron en una suerte de Ley de Say, o sea, en que la oferta de trabajo crearía su propia demanda. Para los capitalistas, cuya prosperidad descansa en los bajos salarios, el elevado des-empleo puede aun resultarles un benefi cio, pues les permite disminuir la pre-sión de las demandas salariales de los trabajadores. Pero, para los economis-tas, el desempleo de los trabajadores expresa la disfunción de la economía, y en casi todos los países observamos abrumadoras manifestaciones de esas y otras disfunciones. Algunos convencidos de la capacidad autorregulatoria de la economía culpan de parte de esas disfunciones a los gobiernos; pero, sea eso verdad o mentira, el asunto es que el mito de la economía autorregulada está virtualmente muerto.

Sin embargo, Polanyi enfatizó un defecto particular de la economía au-torregulada que sólo recientemente ha sido traído de nuevo al debate. Se trata de la relación entre la economía y la sociedad; de cómo los sistemas eco-nómicos o las reformas pueden afectar la manera en que se relacionan los in-dividuos unos con otros. Una vez más, a medida que la importancia de las relaciones sociales ha sido reconocida de forma creciente, el vocabulario ha cambiado. Por ejemplo, ahora hablamos sobre el capital social. Reconoce-mos que los periodos extensos de desempleo, la persistencia de altos niveles de inequidad y la pobreza y sordidez predominantes en gran parte de Amé-rica Latina han tenido efectos desastrosos sobre la cohesión social, y han contribuido allí al fortalecimiento de elevados y crecientes niveles de violen-cia. Reconocemos que la manera y la rapidez con la que las reformas fueron puestas en marcha en Rusia erosionaron las relaciones sociales, destruyendo el capital social y conduciendo a la creación y quizás al dominio de una ma-fi a rusa. Reconocemos que la eliminación de los subsidios del FMI a los ali-mentos en Indonesia, justamente cuando caían en picada los salarios y las tasas de desempleo se elevaban estratosféricamente, condujeron al predeci-ble (y predicho) desorden político y social; una posibilidad que hubiera sido evidente dada la historia del país. En cada uno de los ejemplos mencionados no sólo las políticas económicas contribuyeron a la ruptura de las antiguas relaciones sociales, aunque en algunos casos hubieran sido frágiles: la quie-bra de las relaciones sociales en sí misma tuvo efectos económicos muy ad-versos. Los inversores estaban cautelosos acerca de poner su dinero en países en los que las tensiones sociales parecían tan intensas, y muchos de los que


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residían en esos países se llevaron su dinero, lo cual dio lugar a una dinámi-ca negativa.

La mayoría de las sociedades han desarrollado vías para atender a sus pobres, a sus desfavorecidos. La era industrial hizo cada vez más difícil que los individuos pudieran ser completamente responsables de sí mismos. Sin duda un campesino puede perder su cosecha, y para uno dedicado a la produc-ción de subsistencias es difícil ahorrar dinero para un día lluvioso (o, con más exactitud, para la estación seca). Pero él nunca carece de un empleo retribui-do. En la era industrial moderna los individuos son sacudidos por fuerzas que están más allá de su control. Si el desempleo es elevado, como ocurrió duran-te la Gran Depresión, y como lo es en la actualidad en muchos países en des-arrollo, es muy poco lo que los individuos pueden hacer. Ellos pueden o no dejarse convencer por las conferencias de los libremercaderes sobre la impor-tancia de la fl exibilidad de los salarios (palabras en código secreto para acep-tar el despido sin compensaciones, o admitir sin reproches la disminución de sus salarios); sin embargo, casi nada pueden hacer para promover tales refor-mas, aun si éstas tuvieran los deseados efectos del pleno empleo. Y no es sim-plemente el caso de que los individuos puedan, ofreciendo trabajar por un sa-lario más bajo, conseguir empleo de inmediato. Las teorías de la efi ciencia salarial, la teoría insider-outsider, al igual que otras teorías, han proporciona-do explicaciones categóricas sobre por qué los mercados de trabajo no fun-cionan de la manera que sugieren los partidarios del mercado autorregulado. Pero, cualquiera que sea la explicación, el hecho es que el desempleo no es un fantasma, las sociedades modernas necesitan procedimientos para tratarlo y la economía de mercado autorregulado no ha logrado hacerlo; al menos en las maneras que son aceptables para la sociedad. (Incluso existen explicacio-nes para esto, pero eso me alejaría de mis temas principales.) La rapidez con la que ocurre la transformación destruye la posibilidad de imitar los viejos me-canismos dirigidos a lidiar con el problema, de recurrir a antiguas redes de seguridad, pues antes de que puedan ser desarrollados nuevos mecanismos de so-lución surge un conjunto de demandas diferentes. Esta lección del siglo XIX, desafortunadamente, ha sido olvidada muy a menudo por los defensores del consenso de Washington, la versión actualizada de la ortodoxia liberal.

El fracaso de la imitación de esos mecanismos sociales de solución con-tribuye a su vez a la erosión de lo que antes he denominado capital social. La última década ha sido testigo de dos ejemplos dramáticos. Ya me he referido al desastre en Indonesia que es una parte de la crisis en el sureste de Asia. Du-rante aquella crisis, el FMI, el Tesoro de los Estados Unidos y los defensores de las doctrinas neoliberales se opusieron a lo que pudo haber sido una parte importante de la solución: la moratoria. En su mayor parte eran préstamos del sector privado a prestatarios privados. Existe una forma estándar de tratar con situaciones en las cuales los prestatarios no pueden pagar lo que deben: la bancarrota, la cual es un componente sustancial del capitalismo moderno.


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Pero el FMI dijo que no, que la bancarrota sería una violación de la santidad de los contratos. Mas sus miembros no tienen reparos en violar el más impor-tante de los contratos: el contrato social. Prefi rieron proporcionar fondos a los gobiernos para rescatar a los acreedores extranjeros, quienes habían fra-casado al asignar los préstamos con la debida atención. Al mismo tiempo, el FMI presionó a favor de políticas con elevadísimos costos para los especta-dores inocentes, los trabajadores y los pequeños empresarios, quienes no ha-bían desempeñado papel alguno en el advenimiento de la crisis.

Todavía más dramáticos fueron los fracasos en Rusia. El país ya había sido víctima de un experimento —el comunismo— y fue objeto de otro nue-vo al poner en práctica la noción de la economía de mercado autorregulado, antes de que el gobierno hubiera tenido la oportunidad de instrumentar la necesaria infraestructura legal e institucional. Al igual que 70 años antes los bolcheviques habían forzado una rápida transformación de la sociedad, los neoliberales ahora producían a la fuerza otra rápida transformación, con resultados desastrosos. Se le había prometido a la gente que una vez que las fuerzas del mercado fueran desatadas, la economía prosperaría velozmente cuando el inefi ciente sistema de la planifi cación centralizada, que distorsio-naba la asignación de los recursos con su ausencia de incentivos para la pro-piedad social, fuera remplazado por la descentralización, la liberalización y la privatización.

No hubo prosperidad. La economía se contrajo casi a la mitad, y la por-ción de los que estaban en la pobreza —en el nivel de cuatro dólares diarios— aumentó, de cerca del dos por ciento, a casi cincuenta por ciento. Mientras que la privatización condujo a unos pocos oligarcas a convertirse en millona-rios, el gobierno no tenía siquiera dinero para pagar las pensiones que debía a los pobres. Y todo esto ocurría en un país rico en recursos naturales. La libe-ralización del mercado de capital, se suponía, sería la señal al mundo de que Rusia era un lugar atractivo para invertir, pero no fue más que una ruta de una sola vía. El capital salió a raudales, lo cual no constituyó una sorpresa. De-bido a la ilegitimidad de los procesos de privatización, éstos no estuvieron respaldados por el consenso social. Quienes dejaron su dinero en Rusia te-nían todo el derecho a temer que lo podían perder una vez que fuera instala-do un nuevo gobierno. Aun al margen de esos problemas políticos, es obvia la razón de que un inversor racional ponga su dinero en el próspero mercado de activos estadunidenses, en lugar de en un país con una verdadera depre-sión. Las doctrinas de la liberalización del mercado de capital fungieron como una invitación abierta a que los oligarcas sacaran del país sus riquezas mal habidas. Ahora, aunque tarde, las consecuencias de esas políticas erradas es-tán siendo sopesadas; pero resultará virtualmente imposible atraer de vuelta el capital que salió, a menos que se ofrezcan garantías de que, sin tener en cuenta cómo fue adquirida la riqueza, ésta pueda ser retenida, y hacerlo im-plicaría, incluso determinaría, la preservación de esa oligarquía.


PRÓLOGO 17

La ciencia y la historia económicas han llegado a reconocer la validez de las aserciones clave de Polanyi. Pero la política pública —particularmente como se refl eja en las doctrinas del consenso de Washington sobre cómo el mundo en desarrollo y las economías en transición deberían llevar a cabo sus grandes transformaciones— parece no hacerlo. Como ya he expresado, Polanyi pone al descubierto el mito del mercado libre: nunca ha habido un sistema de mercado autorregulado verdaderamente libre. En sus transfor-maciones, los gobernantes de los países industrializados de hoy en día des-empeñaron un papel activo, no sólo al proteger sus industrias a través de ta-rifas sino también al promover nuevas tecnologías. En los Estados Unidos, la primera línea de telégrafo fue fi nanciada por el gobierno federal en 1842, y el notable incremento de la productividad en la agricultura que ha proporcionado las bases de la industrialización descansa en las investigaciones, los progra-mas de enseñanza y los servicios de extensión del gobierno. Europa Occiden-tal mantuvo restricciones de capital hasta hace poco tiempo. Todavía hoy, el proteccionismo y la intervención gubernamental se mantienen en estado óptimo: el gobierno de los Estados Unidos amenaza a Europa con sanciones comerciales, a menos que abra sus mercados a las bananas —propiedad de corporaciones estadunidenses en el Caribe—. Si bien algunas de esas inter-venciones están justifi cadas como una necesidad para enfrentar las interven-ciones de otros gobiernos, existen numerosos ejemplos de proteccionismos y subsidios en verdad descarados, como es el caso de la agricultura. Durante mi ejercicio como presidente del Consejo Económico Consultivo fui testigo de múltiples casos, desde los tomates y los aguacates de México hasta los rollos de películas japoneses, los abrigos de mujer ucranianos y el uranio ruso. Hong Kong fue considerado durante mucho tiempo el bastión del libre mercado, pero cuando Hong Kong vio a los especuladores de Nueva York tratando de devastar su economía por medio de la especulación simultánea de los mer-cados de reservas y de divisas, los intervinieron masivamente. El gobierno estadunidense protestó de forma airada, diciendo que ésa fue una anulación de los principios del libre mercado. Sin embargo, la intervención del gobierno de Hong Kong valió la pena, pues logró estabilizar ambos mercados, prote-giendo de futuros peligros a su moneda y con esas providencias ganaron gran-des cantidades de dinero.

Los seguidores del consenso neoliberal de Washington enfatizaron que son las intervenciones del gobierno la fuente de los problemas; que la clave para la transformación es “fi jar correctamente los precios” y mantener al go-bierno fuera de la economía mediante la privatización y la liberalización. Des-de este punto de vista, el desarrollo es poco menos que la acumulación de capital, y la promoción de la efi ciencia con la que son asignados los recursos, un asunto puramente técnico. Esa ideología desconoce la naturaleza misma de la transformación: una transformación de la sociedad, no sólo de la eco-nomía, y una transformación de la economía que es mucho más profunda de


18 PRÓLOGO

lo que sus simples prescripciones sugieren. Su perspectiva representa una lec-tura equivocada de la historia, tal como afi rma con efi cacia Polanyi.

Si Polanyi estuviera escribiendo en la actualidad, sus conclusiones hubie-ran estado apoyadas por evidencias adicionales. Por ejemplo, en el sudeste de Asia, la parte del mundo que ha experimentado el desarrollo más exitoso, los gobiernos adoptaron sin tapujos un papel central, y tanto implícita como ex-plícitamente reconocieron el valor de preservar la cohesión social, y no sólo protegieron el capital social y humano, sino que lo acrecentaron. A través de la región no sólo hubo un rápido crecimiento económico, sino también una marcada reducción de la pobreza. Si el fracaso del comunismo proporcionó la dramática evidencia de la superioridad del sistema de mercado sobre el socialismo, el éxito del sudeste asiático proporcionó también la dramática evidencia de la superioridad de una economía en la que el gobierno asume un desempeño activo en la autorregulación del mercado. Fue precisamente por esta razón que los ideólogos de mercado se mostraron casi eufóricos durante la crisis del sudeste de Asia, la que, según ellos, mostraba a las claras las debi-lidades fundamentales del modelo del gobierno activo. Mientras, de seguro, en sus conferencias incluían referencias a la necesidad de un sistema fi nan-ciero mejor regulado, aprovecharon esa oportunidad para presionar a favor de una mayor fl exibilización del mercado: un mensaje cifrado a favor de la eliminación de toda clase de contrato social que proporcionara la seguridad económica que había realzado la estabilidad política y social —una estabili-dad que fue un principio sine qua non del milagro del sudeste asiático—. En verdad, por supuesto, esta crisis fue la ilustración más dramática del fracaso del mercado autorregulado: fue la liberalización de los fl ujos de capital en el corto plazo, los miles de millones de dólares agitándose alrededor del mundo en busca de elevadas ganancias, sujetos a los rápidos cambios racionales e irra-cionales en el sentir generalizado, lo que confi guró la raíz de la crisis.

Permítaseme concluir este prólogo volviendo a dos de los temas centra-les de Polanyi. El primero de ellos se refi ere al complejo entrelazamiento de la política y la economía. El fascismo y el comunismo no fueron sólo sistemas económicos alternativos; representaban importantes distanciamientos de las tradiciones políticas liberales. Pero, tal como Polanyi destaca, tanto “el fascis-mo como el socialismo estaban enraizados en una sociedad de mercado que se negaba a funcionar”. El apogeo de las doctrinas neoliberales ocurrió pro-bablemente entre 1990 y 1997, después de la caída del Muro de Berlín y antes de la crisis fi nanciera global. Alguien puede asegurar que el fi n del comunismo marcó el triunfo de la economía de mercado y la confi anza en el mercado auto-rregulado. Pero esa interpretación, me parece, está equivocada. Después de todo, en los propios países desarrollados este periodo estuvo marcado en casi todas partes por el rechazo de esas doctrinas: las doctrinas del mercado libre de Reagan-Thatcher, en favor de las políticas “demócratas nuevas” o “la-boristas nuevas”. Una interpretación más convincente radica en que durante


PRÓLOGO 19

la Guerra Fría, los países industrializados avanzados simplemente no podían arriesgarse a imponer esas políticas, las cuales hubieran perjudicado mucho a los pobres. Ellos tenían una opción: estaban siendo seducidos por el Este y el Oeste, y los evidentes fracasos de las prescripciones occidentales los hacían vacilar entre el uno y el otro. Con la caída del Muro de Berlín ya no tenían a dónde ir. Las doctrinas de riesgo les podían ser impuestas con impunidad. Pero esa perspectiva no es sólo descuidada; es, además, desinformada. Pues existe una infi nidad de formas indeseables que puede adoptar el rechazo de una economía de mercado que no funciona al menos para la mayoría, o la gran mayoría. La llamada economía de mercado autorregulado puede evolu-cionar hacia un capitalismo mafi oso —y hacia un sistema policial mafi oso—, una preocupación que, desafortunadamente, deviene una realidad desco-munal en algunas partes del mundo.

Polanyi vio el mercado como parte del fenómeno más amplio de la eco-nomía, y a ese fenómeno más amplio de la economía como parte de la socie-dad en toda su amplitud. Consideró la economía de mercado no como un fi n en sí mismo, sino como un medio para fi nes más trascendentes. Casi siempre la privatización, la liberalización e, incluso, la macroestabilización habían sido tratadas como objetivos de reformas. En las tarjetas de registro se anota-ba cuán raudamente los diferentes países se estaban privatizando; no importa que la privatización resulte realmente fácil: todo lo que ha de hacerse es re-galar los activos a los amigos y esperar favores a cambio. Pero muy a menu-do no se registraba el número de individuos que son empujados a la pobreza, o el número de empleos que son destruidos en relación con los que se crean, o el incremento de la violencia, o el aumento del sentimiento de inseguridad o la sensación de impotencia. Polanyi habló acerca de los valores más básicos. La disyunción entre esos valores más básicos y la ideología del mercado au-torregulado es tan clara en la actualidad como en los tiempos en que él escri-bió sobre eso. Hablamos a los países en desarrollo sobre la importancia de la democracia, pero luego, cuando se trata de los asuntos con que ellos están más preocupados, de lo que afecta su manera de ganar el sustento, de la eco-nomía, les decimos: las leyes de hierro de la economía les permiten a ustedes poca o ninguna elección; y dado que probablemente ustedes (a través de sus procesos políticos democráticos) desordenarán las cosas, deben ceder las claves de las decisiones políticas —es decir, lo concerniente a la política ma-croeconómica— a un banco central independiente, casi siempre dominado por representantes de la comunidad fi nanciera; y para asegurar que actúen en interés de la comunidad internacional, se les advierte que deben enfocarse exclusivamente en la infl ación: olvídense de los empleos o el crecimiento; y que para estar seguros de que hagan exactamente lo que deben hacer, se les dirá que deben imponer reglas al banco central, como la de expandir el sumi-nistro de dinero a una tasa constante, y la de que cuando una regla no funcio-ne como se esperaba otra deberá ser introducida, como la de concentrarse en


20 PRÓLOGO

la infl ación. En suma, mientras por un lado, aparentemente, capacitamos en la democracia a los individuos en las antiguas colonias, por el otro se la arrebatamos.

Polanyi termina su libro, de manera bastante adecuada, con una discu-sión sobre la libertad en una sociedad compleja. Franklin Delano Roosevelt declaró, en medio de la Gran Depresión: “No tenemos nada que temer sino al temor mismo”. No sólo habló de las libertades clásicas —libertad de expre-sión, libertad de prensa, libertad de asociación, libertad religiosa— sino que, además, se refi rió a liberarse del miedo y del hambre. Las regulaciones pue-den desterrar las libertades de alguien, pero al hacerlo se pueden garantizar las de otros. La libertad de mover el capital dentro y fuera del país según la voluntad personal es una libertad que alguien puede ejercer a un costo enor-me para otros. (En la jerga de los economistas, hay grandes externalidades.) Desafortunadamente, en el mito de la economía de mercado regulado no está presente un balance de esas libertades ni en el viejo estilo del laissez-faire ni en el nuevo ropaje del consenso de Washington, pues es el pobre más que nadie el que mayormente enfrenta un gran sentimiento de inseguridad, y en algunos lugares, como en Rusia, el número absoluto de los que están en la pobreza ha crecido sensiblemente y los niveles de vida han caído. Para ellos hay menos libertad, menos libertad ante el hambre, menos libertad ante el miedo. Si Polanyi escribiera hoy, estoy seguro de que sugeriría que el desafío que enfrenta la comunidad global es la posibilidad de remediar esos desbalan-ces… antes de que sea demasiado tarde.


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PreámbuloLOS CONCEPTOS MÁS IMPORTANTES EN EL TRABAJO DE KARL POLANYI

Y SU RELEVANCIA CONTEMPORÁNEA1

KARI POLANYI-LEVITT

Cuando mi padre enseñaba un curso sobre historia económica general en la Universidad de Columbia en la década de 1950, se dedicaba a la investiga-ción sobre la vida económica en las sociedades arcaicas y primitivas. En ese tiempo yo no podía comprender su preocupación por el comercio de los ha-bitantes de las Islas Trobriand o por las interpretaciones de la caligrafía babi-lónica. Me parecía que todo eso estaba demasiado lejos de los problemas de nuestros tiempos. Sólo durante los últimos años pude apreciar que sus in-vestigaciones sobre la antropología económica estuvieron motivadas por la determinación de demostrar que la economía de mercado del siglo XIX era algo de valor bastante delimitado. Es preciso recordar su repetida afi rmación de que “nunca antes en la historia de la humanidad ha sido elevado el principio de la ganancia a principio de organización de la vida económica”.2 Su pro-funda investigación sobre el intercambio no mercantil en las sociedades ar-caicas y primitivas desafi ó las presunciones de los antropólogos e historiado-res que impusieron al análisis de las sociedades precapitalistas los conceptos de escasez y precios de mercado, derivados de las pretensiones de la validez universal de la teoría económica.

Para despojar el estudio de la economía de lo que una vez él nombró “nuestra obsoleta mentalidad de mercado”, estableció tres modelos de integra-ción de la actividad económica: reciprocidad, redistribución e intercambio. Esos modelos eran universales en el sentido de que podían ser identifi cados en todos los sistemas de la organización de la vida económica, incluida la economía de mercado contemporánea. La aproximación de Polanyi fue com-parativa. No hay en su trabajo sugerencia de progreso o alguna implicación

1 Esta ponencia fue presentada en una conferencia sobre la contribución antropológica de Karl Polanyi, celebrada en Nanterre, París, del 10 al 12 de junio de 2004. Una versión anterior fue publicada en francés bajo el título “Les principaux concepts dans le travail de Karl Polanyi et leur pertinence actuelle”, en Autour de Polanyi: Vocabulaires, théories et modalités des échanges, Ph. Clancier, A. Bresson, F. Joannès, P. Rouillard, A. Tenu (eds.), Colloques de la Maison René- Ginouvès, De Boccard, París, 2005.

2 K. Polanyi, “Our Obsolete Market Mentality”, en George Dalton (ed.), Primitive, Archaic, and Modern Economics: Essays of Karl Polanyi, Anchor Books, Nueva York, 1947 [1968], p. 43.


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Uno de los grandes pilares del pensamiento económico mo-derno es la presuposición de un sistema de mercado pleno, en el cual todos los factores involucrados —incluidos el tra-

bajo, la tierra y la moneda— se relacionan siguiendo los criterios pro-pios de éste. Limitada en un principio por la lenta pero continua difu-sión de la Revolución industrial, a partir del siglo xix dicha estrategia analítica tomó una fuerza creciente, al grado de que se convirtió en el principal anclaje de una de las ideologías más infl uyentes desde en-tonces: el liberalismo.

Karl Polanyi, pensador erudito de vastos conocimientos antro po-lógicos, históricos, sociológicos y económicos, dedicó gran parte de sus investigaciones a la observación tanto del liberalismo económico como de su correlato político. La gran transformación, obra cumbre del autor, constituye una crítica sistemática heterodoxa del credo libe-ral, además de una explicación sobre su auge y fracaso. Tras más de 70 años de ser concebida y ante la hegemonía neoliberal imperante desde fi nales del siglo pasado, la obra de Polanyi ha adquirido una importancia reno vada, sobre todo como reivindicación de que el sis-tema económico es un medio de la sociedad y no un mecanismo impersonal carente de rumbo.

Otros títulos de la colección

Desigualdad. ¿Qué podemos hacer? Anthony B. Atkinson

Más allá de la crisis. El reclamo del desarrolloRolando Cordera (coord. gral.)

El Gran Escape. Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdadAngus Deaton

El Estado de bienestar social en la edad de la razón. La reinvención del Estado social en el mundo contemporáneoCelia Lessa Kerstenetzky

El capital. Crítica de la economía política (3 tomos)Karl Marx

El capital en el siglo XXI

Th omas Piketty

Los orígenes del neoliberalismo en México. La Escuela AustriacaMaría Eugenia Romero Sotelo

KARL POLANYI (1886-1964), de origen húngaro nacido en Viena, fundó el movimiento estudiantil húngaro y estu-dió derecho en la Universidad de Budapest. En 1919 emi-gró a Viena, donde se desempeñó como editor en jefe de la revista Der Österreichische Volkswirt hasta 1933. El fas-cismo en Europa central lo obligó a emigrar a Inglaterra, donde dio clases para la Workers Educational Associa-tion, vinculada con las universidades de Oxford y de Lon-dres. Entre 1940 y 1943, como catedrático invitado del Bennington College (Vermont, Estados Unidos), escribió La gran transformación. En 1947 ingresó como profesor visitante a la Universidad de Columbia (Nueva York), donde impartió la cátedra de historia económica general y dirigió investigaciones enfocadas en el comercio y el mercado en los primeros imperios, hasta su retiro en 1957, año en que se estableció en Canadá.

KARL POLANYI

La grantransformaciónLos orígenes políticos y económicos de nuestro tiempoPrólogo de Joseph E. StiglitzIntroducción de Fred Block

ISBN 978-607-16-5263-8

Refi ne: 16.50 X 23.00Páginas FCE Defi nitivo: 388, 1.9 cm Encuadernacion: RUSTICO

Tiro: 3600 Guardas: Pantone 433Lomo:

Editora: Rocío MartínezDiseño: Laura Esponda AguilarFotografía: iStock de Getty Images / baydavn0211

Proyecto Num.: 28105 10 Enero 2017

La gran transformación Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo

Karl Polanyi (Autor del texto ) Coleccion: ECONOMÍA Tipo: Nueva Edición

Número de edición: 3Fecha estimada de publicación: 31 MAY 2017

NUEVA EDICIÓN

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