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    NDICE

    PRLOGO

    ABREVIATURAS

    I. EL ESPACIO CELEBRATIVO QUE NOS ORIENTA

    Clave 1. Nos acercamos al templo

    Clave 2. Bautizados para adorar en Espritu y verdad

    Clave 3. Templos vivos reunidos en la casa de la Iglesia

    Clave 4. El templo cristiano, recreacin del parasoClave 5. El interior del templo y su funcionalidad

    Clave 6. Del altar del templo al del corazn

    Clave 7. Un ambiente comunitario, bello y significativo

    II. LOs SMBOLOS Y SIGNOS QUE NOS INTRODUCEN

    Clave 8. La comensalidad, sacramento creacional-eucarstico

    Clave 9. El pan y el vino, smbolos humano-eucarsticosClave 10. El pan y el vino, smbolos de la eucarista

    Clave 11. Entonar un cntico nuevo

    Clave 12. Glorificar a Dios con nuestro cuerpo

    Clave 13. La fiesta y el domingo en clave humano-cristiana

    Clave 14. Una participacin activa y significativa

    III. LA MEMORIA BBLICA QUE NOS SUMERGEClave 15. La pascua juda, memorial del xodo

    Clave 16. Las comidas de Jess, anticipacin del Reino

    Clave 17. La ltima Cena: haced esto en memoria ma

    Clave 18. Las comidas pascuales: le reconocieron al partir el pan

    Clave 19. Partan el pan con alegra y de todo corazn

    Clave 20. Cena del Seor, Iglesia y fraternidad

    Clave 21. EI pan de Vida que lleva a la diacona

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    IV. LA EUCARISTA CELEBRADA

    Clave 22. La eucarista, corazn de la celebracin litrgica

    Clave 23. La asamblea eclesial reunida en un lugar

    Clave 24. El ministerio/servicio de la presidencia

    Clave 25. Los ritos de entrada: somos una asamblea celebrante

    Clave 26. La mesa de la palabra: Dios se hace dilogo

    Clave 27. La mesa eucarstica: comulgamos agradecidos a Cristo

    Clave 28. La pastoral eucarstica al servicio de la celebracin

    V. LA EUCARISTA REFLEXIONADA

    Clave 29. El memorial de la Pascua

    Clave 30. La comunin en el misterio de la Trinidad

    Clave 31. El banquete fraterno-eclesial

    Clave 32. E1 sacramento de la oblacin/sacrificio

    Clave 33. La presencia del Glorificado

    Clave 34. La comunin que nos hace cuerpo histrico

    Clave 35. El que est viniendo: la parusa

    VI. LA EUCARISTA VIVIDA EN EL ESPRITU

    Clave 36. El Espritu, artesano santificador de la eucarista

    Clave 37. El Espritu que transforma los dones y a los creyentes

    Clave 38. Pascua/Pentecosts desarrollado en el tiempo

    Clave 39. Una vida de raigambre eucarstica

    Clave 40. Una oracin con sabor eucarstico

    Clave 41. La adoracin eucarstica: agradecer su Presencia

    Clave 42. La piedad eucarstica: popularizacin de la eucarista

    VII. TESTIGOS DE UNA IGLESIA QUE ES EUCARISTA

    Clave 43. La Iglesia es eucarista

    Clave 44. La eucarista, fuente y cumbre de la evangelizacin

    Clave 45. De la misa a la misin

    Clave 46. La eucarista, meta del catecumenado

    Clave 47. Una comunin eucarstica-sinodal

    Clave 48. El anhelo ecumnico de sentarnos en la nica mesa del Seor

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    Clave 49. Celebrar sobre el altar del pobre

    Clave 50. Celebrar en el mundo a la espera de la eternidad

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    PRLOGO:UNA FIESTA PASCUALCON SABOR A GLORIA

    Recuerdo que me encontraba preparando esta publicacin... Pero unafiesta popular en el pueblo burgals de ViIlafranca Montes de Oca mevolvi a la realidad parroquial. Fue un 17 de enero, fiesta de san Antn(San Antonio Abad, en el calendario litrgico). All, fruto del procesoevanglico-inculturador se celebra un da importante. Dado que es unaparada necesaria en el Camino de Santiago y que antao se cre unhospital de peregrinos dedicado a este santo, tambin surgi la cofradapertinente. An hoy se sigue haciendo fiesta. Se celebra una eucaristade accin de gracias, se reparte el pan bendecido entre los participantes,se besa la reliquia del santo, se come en fraternidad acogiendo a quienesnos acompaan venidos de fuera. Y se hace fiesta; fiesta grande.

    Este ao, pocos das antes, nos habamos quedado conmovidos por laterrible tragedia del huracn en Hait. Cmo dar gracias y festejar antetanto sufrimiento? Y he aqu el milagro que brota del corazn sencillo ysolidario: por qu no hacemos una colecta en la eucarista paracompartir con ellos?, me sugirieron algunas mujeres. Y dicho y hecho. Noera necesario forzar las cosas. Desde lo que la eucarista es, estbamosemplazados a unirnos a los haitianos; la palabra de Dios nos hablaba deun joven (como despus lo hara san Antonio Abad) que quera seguir aJess y vendi todos sus bienes; el pan y el vino junto a la ofrendacultual-econmica de todos los all presentes se transformaban encuerpo entregado y sangre derramada del Seor por todos, en particularpor los ms pobres y desheredados de la sociedad; comulgar a Cristo,nuestra Pascua, nos llevaba sinceramente a ser cuerpo eclesial solidarioy comprometido...

    El pan partido, repartido y compartido de la eucarista y del Santo nosllevaron a un deseo del Espritu: que a nadie le falte el pan de cada da;

    que todos puedan beber el vino de la salvacin. Aquel da fue unaautntica eucarista celebrada sobre el altar del mundo; un altar de ruinay desolacin; pero altar de esperanza para seguir pidiendo con gestos ysignos que la eternidad se vaya haciendo presente en ese pueblo y entretodos los pueblos y culturas del mundo. Alguien me dijo y creo que conmucho sentido comn y una profunda espiritualidad eucarstica que lacomida fraterna de aquel da les supo a Gloria...

    La celebracin de la eucarista es fuente y cumbre de la vida de laIglesia. Es la gran herencia de nuestro Seor; l nos la leg en la vsperade su pasin, muerte y resurreccin. La eucarista es nuestro mejortesoro, el regalo ms valioso que poseemos en cuanto Iglesia: es su

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    autntico corazn. A ella se orienta todo lo dems; de ella mana la fuerzapara los restantes mbitos de la vida eclesial y, evidentemente, para lavida personal de todos y cada uno de los bautizados. Por eso, nuncapodremos esforzarnos lo suficiente para una comprensin ms profunday una adecuada vivencia global de este "misterio de nuestra fe".

    Con esa intencin surgen las siguientes claves para ayudar a vivir laalegra de la Pascua que es actualizada en cada eucarista. Adoptamosun planteamiento que ayude a los cristianos, comunidades e iglesias avivir en accin de gracias permanente desde el corazn celebrativo delmemorial eucarstico. Se ha procurado un esfuerzo por hacer mscomprensibles las dimensiones que consideramos ms importantes deeste sacramento de amor y unidad; pero, a la vez, queremos aportar lanovedad radical de este precioso tesoro que siempre nos desborda.

    Para perfilar la lgica interna de la obra, hemos recurrido a un smboloque los Santos Padres manejaban a menudo para explicar cmo Pascuay Pentecosts no son sino un solo da que actualiza, desde la esperanzaen el mundo y por la Iglesia, el cielo, la eternidad. Como el domingocompleta la semana, Pentecosts, cerrando las siete semanas pascualespor eso se hablar de la cincuentena como "semana desemanas" (respondiendo a la ecuacin 7x7+1 = 50), es el Domingo dedomingos. Hilario de Poitiers le daba este sentido:

    "Se trata de la semana de semanas, como indica el nmeroseptenario obtenido por la multiplicacin del nmero siete por smismo. Sin embargo, es el nmero ocho el que lo completa, ya queel mismo da es a la vez el primero y el octavo, aadido a la ltimasemana segn la plenitud evanglica. Esta semana de semanas secelebra de acuerdo con una prctica que proviene del tiempo de losapstoles: durante los das de Pentecosts nadie se postra en tierrapara adorar, ni el ayuno dificulta la celebracin de esta solemnidadtransida de gozo espiritual. Esto mismo es, por otra parte, lo que seha establecido para los domingos" (Tratado sobre los Salmos.Instruccin, 12).

    Aquel da de Pentecosts recibi las caractersticas de otro da: el "dadel Seor", el "Octavo da". As, se convirti en un periodo festivoarrancado al siglo futuro, imagen y signo sacramental de la presencia delResucitado, el Esposo, en la Iglesia. Considerar cada eucarista como unnuevo Pentecosts, que es el Octavo da prolongado, es darle elsignificado de la llegada de la plenitud del Reino, de la prolongacincompleta de la fiesta escatolgica, de lo perfecto y acabado. Es lasemana de semanas y representa la plenitud total del Reino. Enconsecuencia, el nico misterio de la exaltacin de Cristo ha de ser

    celebrado con gran alegra e ininterrumpidamente.Siguiendo los comentarios patrsticos podemos decir que en este tiempopascual (actualizado en cada eucarista) no se ora de rodillas ni se

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    ayuna. El motivo de la supresin del ayuno es la alegra de laresurreccin, la experiencia de la propia liberacin, el perdn de lospecados y la presencia del Esposo. Es el tiempo de orar con alegra, desuspender toda actividad para hacer fiesta, de prepararse para la plenaalegra y la alabanza a Cristo en la casa de la Iglesia. Es el tiempo deayudar a los pobres, de mantener una voluntad pacfica, de amar a Dios

    y a los dems. Es el tiempo de amnista y de perdn de las deudas, derenovacin y purificacin. Es el tiempo muy apto para el bautismo.

    A partir de aqu, esta aportacin para Vivir la eucarista en 50 claves sedesarrolla en siete captulos, cada uno de ellos con siete claves, paraconcluir con una ms como eplogo (como el simbolismo pascual: 7x7+1= 50). En el corazn y centro de la vida cristiana-eclesial siempre ha

    situarse la eucarista celebrada (captulo IV)). Pero para llegar al coraznde la fe es necesario buscar una orientacin adecuada, as lo

    exponemos, intentando degustar el espacio celebrativo que nos orienta(1) e implicarnos mediante los smbolos y signos que nos introducen enla celebracin (Ir), porque se vertebra ritualmente en torno a ellos. Sinembargo, estos signos necesitan una explicitacin que procedeprincipalmente del manantial de la memoria bblica que nos sumerge enun sentido fresco y permanente desde la voluntad de Cristo y lacelebracin de los primeros cristianos.

    Todo ello nos lleva a la celebracin. Hemos sido invitados al banquetefraterno del Reino; pero tras haberlo celebrado activamente como

    asamblea que se rene en un lugar para dar gracias a Dios, somosenviados a los caminos de la vida a fin de prolongar la Pascua entretodos. Hemos de dar razn de nuestra esperanza eucarstica, o lo que eslo mismo, hemos de conocer la eucarista reflexionada (V), porque elmundo espera de nosotros una razonable y cordial explicacin de lo quecelebramos. Al igual que hemos de comunicaruna eucarista vivida en elEspritu (VI), porque si sta no se hace vida y el Espritu no alientanuestra vida cristiana

    poco eco habr tenido la celebracin. Todo ello nos sita ante la

    sociedad como Testigos de una Iglesia que es eucarista (V11): laprofunda raigambre entre Iglesia y eucarista hace que todo el quehacereclesial tenga un profundo sabor eucarstico y que toda eucarista noslleve a una permanente edificacin de la Iglesia como servicio agradecidoal Reino, en la espera de la eternidad.

    No hace mucho, al habla con un amigo con inquietudes misioneras, lecoment que me hallaba en este proyecto. l me vino a decir que quizhabra que escribir un libro para hacer que nuestras celebraciones fueranparticipadas por muchos ms. Desde luego, es importante que tengamos

    presente esa realidad, evitando encerrarnos en una religiosidad intimista.Pero quiz no sea necesario que todo el mundo vaya a or misa. Desdeluego, lo fundamental es que la eucarista que celebramos el gozo de

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    celebrar la Vidallegue a todo el mundo. Qu perciben todos aquelloscon quienes nos encontramos despus de atravesar las puertas denuestras parroquias al salir?

    La vivencia autntica de la eucarista har que, con naturalidad yentusiasmo, comuniquemos la alegra de nuestra fe que hemos

    actualizado en la fiesta pascual que nos sabe a Gloria. De la misa iremosespontneamente a la misin. Porque vivir la eucarista adecuadamentenos har ser eucarista con la normalidad de los que van extendiendo elbuen olor de Cristo y se sienten responsables y solidarios ante tantosdramas e injusticias, ante tantos marginados y crucificados por la historia.Y ello nos retornar a entonar un cntico nuevo de accin de gracias alPadre, por el Hijo, en el Espritu, como los redimidos que anhelan lareconciliacin entre todos los pueblos, razas y culturas.

    Burgos, Pascua/Pentecosts de 2010.

    ABREVIATURAS

    AA VATICANO II, DecretoApostolicam actuositatem (1965).

    DV VATICANO II, Constitucin Dei Verbum (1965).

    GS VATICANO II, Constitucin Gaudium et spes (1965).

    LG VATICANO II, Constitucin Lumen gentium (1964).

    OGMR Ordenacin General del Misal Romano (3 edicin, 2000)

    PO VATICANO II, Decreto Presbyterorum ordinis (1965).

    RMi JUAN PABLO II, Carta encclica Redemptoris missio (1990).

    SC VATICANO II, Constitucin Sacrosanctum concilium (1963).

    UR VATICANO II, Decreto Unitatis redintegratio (1964).

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    CLAVE 1

    Nos acercamos al templo

    Las proximidades al templo cristiano constituyen un elementoarquitectnico al servicio de una preparacin psicolgica de los que van aacceder a l. En ese acercamiento se marca una ruptura espacial-humana entre dos realidades: fuera y dentro. Los elementosarquitectnicos que propician un acercamiento son: el atrio, los rboles yel prtico. Nos acercamos a las bodas sacramentales de Cristo con laIglesia.

    El atrio, antesala del lugar sagrado

    El atrio cuenta con una funcin peculiara nivel antropolgico, pues es ellugar donde se va reuniendo la comunidad diseminada en las tareas yafanes de la vida. Es un mbito de encuentro y de dilogo antes ydespus de la celebracin, para volver al mundo animados a contagiar labuena nueva de la Pascua.

    Junto a ello, adquiere una simbologa religiosa como antesala del lugarsagrado. Su funcin es mltiple: distinguir, separar, acoger, proteger, darunidad. A nivel cristiano asume la imagen de la casa paterna donde elbautizado es esperado; imagen escatolgica que representa la multitudde los hombres que ser reunida en la perfecta unidad por Cristo.

    Expresa la idea religiosa de espacio de transicin entre lo profano y losagrado. Sin embargo, la fe cristiana nos habla de otra realidad desde laconcepcin especfica de la historia en la que Dios ha venido actuando, yde manera especial en la encarnacin del Hijo. Lo profano en principio noes lo contrario a lo sagrado; ms bien tendramos que hablar de losagrado como contrario a lo pagano. Es y sigue siendo en la profanidadde la historia y del cosmos donde Dios establece la alianza y su alianzadefinitiva por Cristo en el Espritu.

    El atrio, en ocasiones, est separado por un pretily conlleva la necesidad

    de ascender unas escaleras para introducirse en l. Estos lugaresconstituyeron una va de salida a la prohibicin de enterrar los cadveresen el interior del templo parroquial; se convirtieron en campo santo. EnEspaa ser con Carlos III en 1787 y, sobre todo, con Carlos IV a finalesde siglo, cuando se obligue a trasladar los cementerios fuera del cascourbano. En torno al prtico se desvelan algunos simbolismos que caberecordar. Atravesar la puerta del templo es para el cristiano un gestocargado de significado y de compromiso. Por s misma, la puerta es unarealidad que cerrada separa de los lugares que se consideran distintos, yabierta pone en comunicacin. Cruzar el umbral conlleva la voluntad de

    pasar de un ambiente a otro, de una situacin a otra.

    Los rboles y el rbol de la vida

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    Hay otro dato que, sin querer extrapolarlo, adquiere resonanciassimblicas. Lo que hoy en da constituye un elemento decorativo conalgn tipo de rbol, antao responda a unas constantes religiosas atravs de ciertos rboles en el entorno de un lugar sagrado; e inclusostos desvelaban una presencia numinosa. Es relativamente comnencontrar centenarias encinas en muchos atrios de iglesias castellanas;

    tambin valga recordar cmo el tejo era un rbol sagrado para losromanos.

    Para los cristianos puede evocarnos la antesala del Edn. El autor utilizaun smbolo corriente en la mitologa mesopotmica describiendo que"Dios hizo brotar toda clase de rboles hermosos de ver y buenos decomer; adems el rbol de la vida en mitad del jardn y el rbol deconocer el bien y el mal", cuyo fruto comunicaba la inmortalidad (Gn 2,9;3,22). Pero el hombre, seducido por su apariencia engaosa, comi desu fruto y fue expulsado (Gn 3,12ss.). Sin embargo, los profetasanuncian para los ltimos tiempos un paraso nuevamente devuelto,cuyos rboles maravillosos proporcionarn a las personas alimento ymedicina, ya que los riegan aguas que manan del santuario (Ez 47,12).As, la sabidura es un rbol de la vida que a quien la vive le proporcionafelicidad (Prov 3,18). Al que se mantenga fiel hasta el final de los tiemposDios le conceder "comer del rbol de la vida, que est en el jardn deDios" (Ap 2,7). Todas estas resonancias simblicas fcilmente se puedencomprender desde el acceso al templo y del alimento celestial del que laIglesia nos habla en la eucarista.

    La puerta, ascenso y pasaje a la eternidad

    En el periodo barroco, a la puerta del templo parroquial se accede pormedio de una escalinata. Cuando uno se dirige al templo asciende lasescaleras; cuando sale de l, desciende. Es un recurso arquitectnicoque conlleva una exigencia psicolgica en orden a prepararse ante lanueva situacin que adquirir quien atraviese la puerta, accediendo a unespacio sagrado.

    Aunque la puerta de la iglesia recoge las dimensiones apuntadas, iradquiriendo unas connotaciones simblicas de orden sobrenatural.Particularmente se centra sobre el pasaje de esta vida a la eterna, de lacondicin de viandantes a la contemplacin de Dios. La puerta constituyeel trmino de una etapa que toma su sentido del camino que se recorredesde casa hasta la iglesia, camino penitencial, de conversin. Por ello,la puerta es imagen de Cristo, como afirma el evangelista: "Yo soy lapuerta" (Jn 10,9); y a travs de l se entra en un situacin de salvacin.Atravesar este umbral es pasar de la vida de pecado a la de salvacin,de la vida terrena a la celeste.

    En el vestbulo de las nupcias sacramentales

    Los profetas bblicos presentaron la alianza de Dios con Israel en el

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    desierto del xodo como una unin nupcial. Pero ello slo era figura delnuevo xodo, en los tiempos definitivos: "la conducir al desierto y lehablar al corazn" (Os 2,16). Para algunos biblistas sera precisamenteel Cantar de los Cantares la profeca de esas nupcias nuevas. Lasnupcias de Cristo con su Iglesia se prolongan en la vida sacramental.Aparte de otras muchas interpretaciones, los Padres de la Iglesia

    intentan explicar los versculos del Cantar con los diversos aspectos de lainiciacin cristiana.

    Cirilo de Jerusaln comienza con claras alusiones a este libro bblico ensus Catequesis, como antesala de la entrada sacramental en la Iglesia:"el perfume de la bienaventuranza llega ya hasta vosotros, ohcatecmenos. Recogis ya las flores espirituales para entretejer lascoronas celestes. Ya se ha derramado el buen olor del Espritu Santo. Oshallis en el vestbulo de la morada real. Quiera el rey introduciros enella. Las flores, en efecto, han aparecido ya en los rboles. Slo faltaahora que el fruto madure" (33). San Ambrosio exclama: "atrenos paraque respiremos el olor de la resurreccin" (De Myst., 29). El mismo Ciriloinsiste en que los comienzos de la preparacin catecumenal son comoflores primaverales cuyos frutos se cosecharn en el bautismo. Laresurreccin de Cristo en primavera acenta su carcter de nuevacreacin; y nueva creacin es, a su vez, el bautismo recibido (entonces)en la vigilia pascual.

    Como dice san Ambrosio, "slo te falta llegar al altar. Acabas de ponerteen camino" (De Sacr., 5,5).Al comentar este texto, "ya vengo a mi jardn,hermana y amada ma, a recoger el blsamo y la mirra, a comer de mimiel y mi panal, a beber de mi leche y mi vino. Compaeros, comed ybebed, y embriagaos, mis amigos" (Cant 5,1), ve una descripcin claradel banquete eucarstico; y aade: "ves cmo en este pan no hay la msleve amargura, sino dulzura tan slo. Ves de qu naturaleza es estaalegra incontaminada" (De Sacr., 5,17). Qu alegra cuando nos dijeron:vamos a la casa del Seor!

    CLAVE 2

    Bautizados para adorar en Espritu y verdad

    Nos hemos acercado al templo. Se nos invita a cruzar el umbral conalegra, participando en las bodas de Dios con su pueblo. Pero laverdadera entrada en la Iglesia-comunin se da por el bautismo. ste,segn el Catecismo de la Iglesia es "el fundamento de toda la vidacristiana, el prtico de la vida en el espritu ... y la puerta que abre el

    acceso a los otros sacramentos" (1213). El primitivo rito bautismalestableca que, tras el bautismo, marcharan desde el baptisterio enprocesin hasta el templo. Pero cada bautizado tendr conciencia deadorar a Dios all donde se encuentre.

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    El bautismo, puerta de la Iglesia

    Durante los primeros siglos el bautismo cristiano fue administrado encualquier lugar que contara con agua (ros, lagos, estanques, mares yfuentes). Tras la conversin de Constantino (s. IV), empezaron a serconstruidos los primeros baptisterios. Siguiendo la costumbre pagana, se

    recurri a manantiales de propiedades curativas, que fueron santificadasy donde establecieron sus primeros baptisterios. Su planta era muydiversa, pero sobresalieron dos tipos: el circular (como smbolo de laplenitud y eternidad, conferidas en el bautismo) y el octogonal (no slopor influencia civil, sino sobre todo porque asuma mltiples resonancias:Cristo resucita el octavo da, es referente de la vida eterna, el domingo esconmemoracin litrgica de ese da...; as el ocho se convierte en la cifradel bautismo como comienzo de una nueva vida).

    Eran construcciones exentas del templo que permitan procesionar hastala iglesia. As, lo mostraban como puerta e itinerario eclesial. Despus seedificaban unidos al templo. Y posteriormente se cre una capilla dentrode la propia iglesia. sta, idealmente, debera ser en un pequeo nichodel llamado muro del Evangelio o en el sotocoro. Todo ello tiene que vercon el simbolismo del oriente y la profesin de fe bautismal, segnveremos ms adelante; ahora baste recordar lo que afirmaba sanAmbrosio: "te has vuelto a oriente. Quien renuncia al demonio, se vuelvea Cristo y le mira cara a cara".

    El agua que lava y regala una nueva vida

    La simbologa del agua bautismal, reflejada de mltiples maneras en elarte, est influenciada por las remotas significaciones acuticas. Elcristianismo no slo las recoge sino que las incrementa. Tertuliano haceuna larga defensa de las propiedades excepcionales del agua,santificada desde el principio por la presencia divina. De forma dialcticava mostrando los significantes antropolgicos del momento, para resaltarla novedad cristiana: el agua fue la primera "sede del Espritu divino, quela prefiri a todos los dems elementos... El agua fue la primera querecibi la orden de producir criaturas vivas... El agua fue la primera queprodujo lo que tiene vida, para que no nos extraramos cuando, un da,engendrara la vida en el bautismo. Incluso al formar al hombre, Diosemple agua para consumar su obra. Es verdad que el material se lo dala tierra, pero la tierra no hubiese servido si no hubiera estado hmeda...Por qu el agua, que produce la vida de la tierra, no iba a dar la vida delcielo?... Toda agua natural adquiere, pues, por la antigua prerrogativaque le fue otorgada en su origen, la virtud de la santificacin en elsacramento, siempre que Dios sea invocado a este efecto. En cuantohan sido pronunciadas las palabras, el Espritu Santo, descendiendo del

    cielo se detiene sobre las aguas, santificndolas por su fecundidad; lasaguas as santificadas se impregnan a su vez de la virtud santificante...Lo que en otro tiempo curaba el cuerpo, cura hoy el alma; lo queprocuraba la salud en el tiempo, procura la salud en la eternidad" (De

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    bap., 3,5).

    En la primitiva liturgia de la celebracin bautismal, el sacerdote invocabasobre las aguas de la pila el poder manifestado por Dios sobre el ocanoprimordial de la creacin (cf. Gn 1). En el simbolismo bautismal toda pilaes una imagen de ese ocano que aparece en el libro del Gnesis sobre

    cuyas aguas aleteaba el Espritu de Dios. As, en el bautismo, somospurificados del pecado original y hechos criaturas nuevas para vivir comohijos de Dios en la Iglesia y en el mundo.

    Nuevas criaturas engendradas maternalmente

    El agua de la pila bautismal ofrece una recreacin, y la concha es unclaro smbolo de la fecundidad acutica, configurando a la pila como frtilvientre espiritual. Entre nosotros han de resonar con fuerza las palabrasque aluden a la regeneracin bautismal, contrastadas con el nacimiento

    humano: "en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puedeentrar en el reino de los cielos. Dijo Nicodemo: cmo puede un hombrenacer siendo viejo? Puede acaso volver al seno de su madre y nacer denuevo? Jess respondi: en verdad te digo que quien no nace del agua ydel Espritu no puede entrar en el reino de los cielos" (Jn 1,12s y 3,5-7).

    A raz de ste y otros pasajes los Santos Padres elaboraron ampliascatequesis bautismales. Destaquemos un texto significativo de Zenn deVerona (s. IV) que muestra con claridad cmo la pila bautismal esentendida en cuanto agua-fuente-vientre espiritual de la madre Iglesia,donde son engendrados los hijos de Dios: "regocijaos en Cristo,hermanos, y animados de un ardiente deseo, apresuraos todos a recibirlos dones celestes. La fuente donde se nace para la vida eterna os invitaya con su calor saludable. Nuestra madre (la Iglesia) est deseosa dedaros a luz; pero ella en el alumbramiento no est sometida a la mismaley que vuestras madres. Vuestras madres gimieron en los dolores departo. Esta madre celeste, en cambio, gozosa, os da a luz llenos de gozoy, libre, os trae al mundo libres de las ataduras del pecado" (Catequesis,Trac., 30).

    Adorar en Espritu y verdad

    Los cristianos, tras el bautismo, reciben una tnica blanca. Ello significala realidad de que es una nueva criatura. Alude a Adn en su estadoparadisaco anterior al pecado; est en relacin con Cristo, que es elnuevo Adn que nos regala la vida nueva; es prefiguracin de la gloriafutura (cf. Ap 3,5). Por ello, el bautizado ha de caminar con un estilo devida nuevo, segn afirma Cirilo de Jerusaln en sus Catequesis: "ahoraque has abandonado las viejas vestiduras y has recibido las blancas, espreciso que, espiritualmente, permanezcas siempre vestido de blanco.No quiero decir con esto que debas llevar siempre vestidos blancos, sinoque has de cubrirte con las vestiduras que son realmente blancas yluminosas, para que puedas decir con el profeta Isaas: l me ha

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    revestido con la vestidura de salvacin y me ha cubierto con la tnica dealegra" (33).

    Los cristianos pronto descubrieron que su culto no deba ceirse a losedificios religiosos. Sus vestiduras blancas les hacan comprender queestaban llamados a adorar a Dios en Espritu y verdad. El encuentro de

    Jess con la Samaritana expresa el simbolismo del agua y la catequesisbautismal. El ncleo del dilogo se centra en la "verdadera adoracin".Ya en el c.2 se mostr a Jess como el verdadero templo (cf. 2,21 a laluz de la resurreccin). Ahora la adoracin en el templo es sustituida porla adoracin en Espritu y verdad. Ese nuevo culto es expresado en laimagen del agua viva: el agua del pozo de Jacob sera la ley, la "otraagua", es el bautismo que hace posible a quienes lo reciben ofrecer unverdadero culto all donde se encuentran.

    CLAVE 3

    Templos vivos reunidos en la casa de la Iglesia

    Tras el bautismo cruzamos el umbral para incorporarnos a la comunidadeclesial. Ello nos lleva tambin al lugar donde la comunidad se rene,sobre todo para celebrar la eucarista. Ese edificio se llama como lamisma comunidad: iglesia. Puede ser diverso en su espacio y arte; peroes la casa de la Iglesia, que debe ser para nosotros algo ms que el

    lugar fsico donde nos reunimos, porque tiene un sentido simblico quenos ayuda a entender quines somos y qu celebramos. Pero, sobretodo, porque para los cristianos el verdadero templo es Cristo y, con l,cada uno de los bautizados.

    Una Iglesia de piedras vivas

    Es muy ilustrativo observar el uso de la metfora de la edificacin paradesignar a la Iglesia. San Pablo y la tradicin paulina afirman de mododirecto: "vosotros sois el templo de Dios" (1 Cor 3,16-17; 2Cor 6,16; Ef

    2,21). Se trata de un templo que est construido por piedras vivas (1 Pe2,5) que son cada uno de los bautizados. Cada bautizado, en su propiavida y en lo cotidiano de su existencia, es edificacin eclesial. Es lamisma conviccin que se esconde en la designacin de la Iglesia comocuerpo de Cristo, que tambin tiene que ser "edificado" (Ef 4,12) por cadauno de sus miembros. El bautismo, y sobre esta base los carismas y losministerios, son los que alimentan el dinamismo de ese organismo quees el cuerpo de Cristo.

    La alegra es la experiencia bsica de esta nueva familia: los creyentes

    han sido convocados por el jbilo del anuncio pascual, con el gozo deencontrarse en el hogar del Padre comn, felices por hallarse reunidosen torno al Hermano mayor, animados por el aliento y los dones del

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    Espritu. As, la convocacin tiene aires de fiesta y de celebracin. Laalegra nunca se encierra o se oculta, sino que irradia y resplandece, ypor ello es siempre invitacin a compartir, acogida de quienes seacercan.

    La Iglesia que se rene en comunidad

    Una gran novedad de la primera comunidad cristiana fue que no diomucha importancia al lugar donde se reuna, sino a la misma comunidadreunida en torno a Cristo resucitado. Si los judos subrayaban el sentidodel Templo de Jerusaln y los paganos el de sus propios templos (comolugar de la presencia divina), los cristianos comprendieron que "elAltsimo no habita en casas hechas por mano de hombres" (Hch 7,48), yque el verdadero Templo donde habita Dios es el Seor resucitado (Jn2,19; Col 2,9) y con l, los cristianos, la comunidad que se congrega conl y que se edifica como piedras vivas. Est donde est, esa comunidadunida a Cristo por el Espritu, puede orar y celebrar "en Espritu yverdad" (Jn 4,23s.) sin quedar condicionada por templos o lugaressagrados.

    Segn se nos narra en Hch 2, el templo judo ha dejado de ser el lugarpreferente de la presencia de Dios en medio de Israel. Ahora ese mbitoes una comunidad de personas que rompe las barreas del nacionalismojudo y que est compuesta por una diversidad de pueblos. Launiversalidad de Pentecosts se conexiona con una comunidad depersonas. Dios mora no tanto en un lugar geogrfico cuanto en laasamblea de los que se adhieren a su nueva alianza. Se desacraliza eltemplo para santificar a las personas; de ah los ttulos que reciben: lossantos, los elegidos, el pueblo de Dios, el templo y la casa de Dios... Diosse hace presente all donde se rene la comunidad en nombre de Jess(Mt 18,20); Cristo est en su cuerpo eclesial y el Espritu mora en suIglesia (1Cor 12,13).

    Celebrar la comunin en diversas partes

    Desde el principio, los cristianos tenan conciencia de celebrar un cultoen Espritu y verdad desde una comunin de iglesias donde existe laIglesia una y nica de Jesucristo.

    No era un nico templo cultual sino una iglesia de templos vivosdiseminada por el mundo que se identifica en lo mismo: cada asambleaeucarstica reconoce su identidad con las otras porque todas, con lamisma fe, celebran el mismo memorial, comiendo el mismo cuerpo yparticipando en el mismo cliz. As, devienen el mismo y nico cuerpo deCristo en el que estn insertas por el mismo bautismo. No hay ms queun solo y nico misterio que se celebra y en el que se participa. Lamultiplicidad de celebraciones eucarsticas no divide a la Iglesia, sino quemanifiesta y realiza de modo sacramental su unidad.

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    Las "cartas de comunin", que servan en los primeros tiempos paraexpresar la comunin y beneficiarse de ella entre los cristianos, sobretodo cuando se estaba de viaje, guardaban una estrecha relacin con laeucarista: garantizaban que su portador poda ser admitido en laeucarista local, y por eso era considerado miembro a todos los efectosde la Iglesia que le acoga y le daba hospedaje. Su pensamiento era -

    diramos hoy- muy globalizado: "ningn cristiano debe sentirse extranjerocelebrando la eucarista en cualquier parte del mundo", le gustaba decir asan Juan Crisstomo. La misma excomunin, entendida como rechazode la comunin con la consiguiente ruptura de relaciones, era concebidaen estrecha relacin con la eucarista.

    El lugar de reunin de la comunidad

    Pero estas comunidades cristianas de la nica Iglesia pronto buscaron unespacio adecuado para su reunin y sus celebraciones. Aun sin darle elnfasis de los judos o de los paganos, la comunidad cristiana tuvo unespacio para su celebracin litrgica y su oracin. Como veremos msadelante, al principio fueron las casas particulares, por ejemplo, "laestancia superior, con abundantes lmparas" de Trade (Hch 20,7s.);despus edificios ms amplios, preparados para la celebracin; y,finalmente, a partir del siglo IV, con la libertad de la Iglesia, las baslicasconstruidas para el culto. Ahora bien, siempre tenan claro que el lugarera

    menos importante que la asamblea reunida all. Por eso deca sanJernimo: "las paredes no hacen a los cristianos". Y el actual Catecismode la Iglesia remarca: "estas iglesias visibles no son simples lugares dereunin, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en eselugar, morada de Dios con los hombres reconciliados en Cristo" (1180).

    Recuperar la casa de la Iglesia

    La sensibilidad actual de la Iglesia ha vuelto a la concepcin primaria deledificio-Iglesia. Es verdad que en los tiempos pasados tambin lostemplos cristianos se han construido con una intencin de solemnidad,como un monumento o trono de Dios, fruto de la fe de generacionesque ponan en sus edificaciones todo su respeto y admiracin. Peroahora, cuando estamos recuperando en nuestras celebraciones sucarcter de "celebraciones de la comunidad", segn nos invit elVaticano II, y sin restar nada al sentimiento de admiracin y homenaje aDios, se prefiere ver en el templo la domus ecclesiae, la casa de laIglesia. Por ello, adems de vivirlo as, se ha de buscar en la medidade lo posible que el propio espacio facilite la participacin activa de laasamblea celebrante; y se ha de generar un espacio en el que la

    comunidad pueda sentirse y actuar en un ambiente luminoso, mscercano y orientado a la doble mesa del presbiterio: el ambn y el altar.

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    CLAVE 4

    El templo cristiano, recreacin del paraso

    Lo cierto es que, como ya hemos sealado, por el bautismo y laconfirmacin nos convertimos en templos vivos. ste es uno de losprincipios radicales de nuestra fe cristiana que nunca ha de perder lamaravilla agradecida del asombro. Sin embargo, normalmente nosreunimos en asamblea para celebrar las maravillas de Dios en un templomaterial, en la casa de la Iglesia. ste no es un aspecto accidental sinoque hemos de descubrirlo como signo de la presencia de Dios en elmundo que recrea y anticipa, de modo simblico, el paraso.

    Un espacio sagrado que abre a la trascendencia

    All donde lo sagrado se manifiesta en el espacio y el tiempo, lo real sedesvela como el mundo que viene a la existencia. La irrupcin de losagrado no se limita tan slo a proyectar un centro en el caos;tambin efecta una ruptura de nivel, abre una comunicacin entre losniveles csmicos (tierra y cielo) y hace posible el trnsito de un modo deser a otro. As, la manifestacin de lo sagrado en el espacio equivale auna cosmogona, a una manifestacin de lo sagrado aqu. Las grandescivilizaciones orientales desde Mesopotamia y Egipto, a China y a laIndia, han concedido al templo una nueva valoracin: no slo esimagen del mundo sino reproduccin terrestre de un modelo

    trascendente.El judasmo ha heredado esta concepcin como copia de un arquetipoceleste. Para el pueblo de Israel, los modelos del tabernculo, de todoslos utensilios sagrados y del templo fueron creados por Yahv desde laeternidad, y fue Dios quien los revel a sus elegidos para que fueranreproducidos en la tierra (cf. Ex 25,8s. y 40). La Jerusaln celestial hasido creada por Dios al propio tiempo que el paraso, desde la eternidad.Podr ser mancillada por los seres humanos, pero su modelo esincorruptible.

    Mirar hacia oriente en la plegaria

    Las exhortaciones a orar con el rostro hacia oriente son constantes en laliturgia cristiana antigua. Sin embargo, no somos los primeros ni losltimos en volvernos hacia oriente para elevar a Dios la oracin ni enorientar hacia all las iglesias materiales. Los musulmanes dirigen elmihrab de sus mezquitas -y las mezquitas mismas- hacia la Meca; y losjudos, sus sinagogas hacia el Templo de Jerusaln. Tambin esto sehaca en el antiguo Egipto, sobre todo en los templos dedicados al dios

    Sol bajo cualquiera de sus advocaciones. Pero no es una orientacinaproximada, sino que tiende a buscar el punto exacto del levante; estoes, la parte del cielo por la cual aparece, "se levanta", el sol precisamenteel da de la fiesta principal del patronazgo del templo. As, su imagen

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    queda iluminada perfectamente por los primeros rayos solares (comoocurre, por ejemplo, en el monasterio burgals de peregrinos de SanJuan de Ortega, sobre un capitel dedicado a Mara el da de laAnunciacin).

    Su simbolismo vive de una tensin antittica: oriente-occidente, salida-ocaso del sol, luz-tinieblas testimoniada en las religiones de signoceleste, en la biblia y en la patrstica. El oriente es la aurora, la luz queahuyenta las tinieblas, el comienzo del da con todas sus claridades, elpunto de referencia para "orientarse"; el renacimiento del sol. Por

    contraste, el occidente significa la puesta del sol, la muerte, el ocaso, elcomienzo de las tinieblas y de las noches con los presagios, sueos ylibertad de los seres malficos del mundo subterrneo (los muertos).

    Resultan interesantes desde esta clave algunos testimonios de losPadres. El escritor oriental Basilio de Cesarea afirma: "he aqu por qutodos miramos hacia oriente durante la plegaria, pero pocos conocen quenosotros buscamos la patria originaria, el paraso que Dios ha plantado

    en Edn, al oriente" (Sobre el Espritu Santo, 66). San Cirilo deJerusaln, all por el siglo IV, en sus Catequesis mistaggicas nos diceque el que es bautizado mira a occidente cuando hace las renuncias aSatans; en cambio, cuando hace la profesin de fe y recibe el bautismo,inmerso en el agua, lo realiza mirando a oriente, unindose a Cristo, "Luzde luz". Y lo explica as: de oriente es de donde nos viene la luz, por

    donde nace el da; es, por tanto, de donde nos llega la salvacin por lavida nueva bautismal. La renuncia, en cambio, se hace de cara a laoscuridad, a la noche, al sinsentido. El propio Ignacio de Antioquia, alverse prximo al martirio, comenta que viene de oriente a occidente paraocultarse al mundo y poder nacer, por Cristo, gracias a la entregamartirial por amor.

    Varios son los motivos basados en realidades teolgicas y rituales delcristianismo: el paraso se describe en oriente; Palestina es el escenariodel nacimiento, vida, muerte, resurreccin y ascensin del Seor, ascomo de la vendida del Espritu Santo; y el nacimiento de la Iglesia se

    encuadra en el extremo oriente del mundo grecorromano y medieval; lavenida escatolgica definitiva (juicio final) de Jesucristo se coloca aloriente (cf. Mt 24,27; Ap 7,2). Un autor cristiano del siglo XI, Honorio de

    Autun, aduce tres razones: porque en el oriente est nuestra patria, elparaso, y vueltos hacia ella significamos el deseo de retornar al lugar dedonde fuimos expulsados por el pecado; porque en oriente surge la luzdel da y Cristo es oriente y luz verdadera; y porque "en oriente sale elsol, smbolo de Cristo, sol de justicia" (Gemma animae, 95).

    El paraso en la tierra

    La baslica cristiana y ms tarde la catedral recogen y continan todosestos simbolismos religiosos y cristianos. El templo cristiano esconcebido como la Jerusaln celestial, a la vez que reproduce el paraso

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    o mundo celestial. Pero la estructura cosmolgica del edificio sagradoperdura todava en la conciencia de la cristiandad. Esto resulta evidente,por ejemplo, en la Iglesia bizantina. Para ellos las cuatro partes delinterior del templo simbolizan las cuatro direcciones cardinales: el interiorde la iglesia es el universo; el altar es el paraso, que se encuentra aloriente; la puerta imperial del santuario propiamente dicha tambin se

    llama "Puerta del Paraso". En la semana pascual esta puerta permaneceabierta durante toda la celebracin; su sentido es claro siguiendo elcanon pascual: Cristo ha resucitado de la tumba y nos ha abierto laspuertas del paraso. El poniente, al contrario, es la regin de las tinieblas,de la afliccin, de la muerte, de las moradas eternas de los difuntos queesperan la resurreccin de los muertos y el juicio final. La parte de en

    medio del edificio es la tierra; en cuanto que es imagen del cosmos consus cuatro puntos cardinales cada templo cristiano encarna y santificaal mundo.

    El entero edificio, comprendido como casa de la Iglesia, es un misterioespacial. Su tradicional orientacin nos muestra un profundo smbolo:ello no quiere expresar que nos volvemos hacia un lugar fsico comopodra ser Jerusaln o la Meca sino que oramos (como dice todo finalde la oracin litrgica) "por Cristo, en el Espritu, al Padre"; es decir,oramos en el Espritu hacia nuestro centro excntrico, que es Cristo queest viniendo para conducirnos, por el Espritu, al Padre. La celebracineucarstica "realizada hacia oriente" se funda en la creacin y en laespera escatolgica: la orientacin de la alabanza es la expresincorprea de la primordial nostalgia del paraso, del jardn que Dios plant

    en oriente como espacio vital en el que la persona se dejaba encontrardirectamente por Dios, en armona. Escatolgicamente, es la orientacinde la accin de gracias hacia Cristo glorioso que vendr de nuevo aoriente para juzgar a vivos y muertos, y que ya est viniendosacramentalmente como Glorificado en cada actualizacin memorial de laPascua.

    CLAVE 5

    El interior del templo y su funcionalidad

    El interior del templo a lo largo de la historia de la Iglesia ha respondido aunos cnones de tipo doctrinal con el fin de favorecer plsticamente la feentre el pueblo. Particularmente iba muy unido a la funcionalidad dentrode las celebraciones litrgicas que all se realizaban. La organizacin delespacio interno del templo siempre ha estado determinada segn laspocas por concepciones diversas, como expresin de una determinada

    espiritualidad y de unos intentos doctrinales y pastorales precisos. Perono siempre ha respondido a lo fundamental: ser el lugar al servicio deuna asamblea que se rene para celebrar la fe; ser la casa de la Iglesiadonde Dios se hace presente.

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    Nuevas criaturas, pero frgiles

    Cuando entramos en el templo solemos hacer el gesto de tomar aguabendita de la pila que se halla en la entrada. Gesto que se extendi apartir del siglo X y que ha permanecido hasta nuestros das. No quieretanto expresar el perdn de los pecados, sino sobre todo recordar a

    quienes cruzan el umbral que entran como bautizados, que sonmiembros de la familia de los hijos de Dios. Por ello el gesto simblico delagua bautismal se conmemora en la vigilia de Pascua; tambin serecuerda con la aspersin en algunos domingos (particularmente decuaresma, Pascua), as como aquellos das en que se celebra laconfirmacin. Hay otro momento muy significativo que se realiza en el ritode la dedicacin de una iglesia; se roca con el agua al pueblocongregado y tambin las paredes del templo, y se proclama: "rociadasobre nosotros y sobre los muros de esta iglesia, sea seal del bautismo,por el cual, lavados en Cristo, lleguemos a ser templos del Espritu".

    En muchos edificios se coloca el confesionario a la entrada de la iglesiapara significar todo esto: estamos bautizados, somos nuevas criaturas encuanto hijos de Dios; pero dbiles, y muchas veces fallamos al amor deDios. La renovacin de la vida bautismal exige reconocer nuestrafragilidad. Por ello, el templo suele dedicar un lugar (lo ideal sera unacapilla) para que se pueda expresar el arrepentimiento y recibir el perdnde Dios por medio de la Iglesia en sus ministros, tanto si celebramos este

    sacramento individual como comunitariamente.

    La sala o nave

    A raz de la libertad que Roma concede a los cristianos comienzan aedificarse templos como lugar para la reunin litrgica. Se dar una

    herencia helenstico-romana que tiene su mximo exponente en labaslica, que era un edificio civil apto para la convivencia, los tratosmercantiles y el paseo. La baslica ser asumida por la herenciabizantina, a la que se aaden grandes cpulas para significar el universoceleste, reproduciendo el boato de la corte imperial. La liturgia de la tierrase vea as transportada a la del cielo y la riqueza en la decoracin y enlos utensilios evocaba las descripciones del culto delante del trono deDios y del Cordero (cf. Ap 4,1-5; 14).

    La majestad y la serenidad del arte romnico, expresin de lamisericordia divina derramada sobre le hombre, dieron paso al gtico: eltemplo gana en luz y en estilismo; pero aqu la asamblea est perdida ydispersa en multitud de capillas; y, como contrapartida, surge lareligiosidad popular ya que la liturgia va resultando cada vez ms

    incomprensible para el pueblo. La influencia humanista del renacimiento

    convierte el templo en una gran sala. El hombre es puesto como elparadigma de todas las artes; y as la arquitectura de la iglesia esmanifestacin de racionalidad, equilibrio, armona. Viene destacado elespacio en su dimensin horizontal y, desde esta perspectiva, est

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    indicada la presencia de lo divino en lo humano, por ello lo finito adquiereplenamente sentido. Sin embargo, la solemnidad del templo se centraprimordialmente en el lugar y en la persona celebrante: altar y sacerdote;por ello aparecern con toda claridad destaca dos en el conjunto deledificio. Aspectos que se resaltarn ms en el barroco.

    El retablo y el sagrario

    A medida que se va abandonando la costumbre de presidir la eucaristade cara al pueblo (hacia el siglo IX) se van introduciendo los retablos. Esen la segunda mitad del siglo XV cuando stos llegan a su mayoresplendor. Porque el retablo, con su riqueza de imaginera, se erigi ensustituto de la portada del templo. Dentro esperaba a los fieles el retablo,

    que actuaba como fuerza ilustrativa y emocional al propio tiempo,convirtindose en elemento canalizador de la atencin hacia la parte delaltar. La celebracin se provee de un teln de fondo, en el que

    resplandecen los grandes misterios y episodios del cristianismo. Elretablo viene a ser la decoracin de ese gran escenario religioso que es

    el presbiterio. Sern las diversas cofradas las que irn creando losretablos laterales y as surgir una gran proliferacin de los mismos. Elretablo, que se haba iniciado como un accesorio del altar, a medida quese desarrolla, ir restando importancia y oscureciendo la primaca delaltar, reducindolo a un segundo plano: pasa a ser accesorio y peana delretablo.

    Ser a partir del concilio de Trento, en la polmica con los reformadores,cuando el retablo mayor vaya destacando la importancia de la reserva dela Santsima Eucarista. Ello ir oscureciendo la importancia de la propiacelebracin. Dado que la presencia de Cristo en el sagrario es para llevara los enfermos y para la devocin personal, es mejor que se site en unacapilla lateral (y si no es posible, en un lateral del presbiterio). Sin quitarimportancia al culto eucarstico, s debe quedar clara la preponderancia

    de la celebracin eclesial en acto cada da vez que se celebra laeucarista.

    El ambn, mesa de la palabra

    La arquitectura del templo debe ser tal que todo ello ayude a converger

    personal y comunitariamente hacia el presbiterio. Mejor an, a destacarla expresividad de los elementos que en l se sitan: el altar (del quehablaremos en la siguiente clave) y el ambn. La vida cristiana de losbautizados se alimenta en una doble mesa dentro de la nica celebracineucarstica: la mesa de la Palabra y la mesa de la eucarista. Cada unade estas dos mesas tiene un espacio propio en el templo. La dignidad

    de la presencia de Cristo en la Palabra de Dios exige un sitio reservado y

    digno para su proclamacin, pues es signo sacramental de Cristo Jess.As, en cada eucarista se nos ofrece como alimento de vida para que loacojamos y vayamos transformndonos ms desde los criteriosevanglicos y, de esta manera, se nos dar como Pan y Vino de

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    altares" (Sermo, 51). Respecto a su forma, el arte cristiano de losprimeros siglos lo suele representar en forma preferentemente cuadrada,hallndose de nuevo otro simbolismo que pretende unir la totalidadterrena con la celeste, segn interpreta Simen de Tesalnica: "la mesaes cuadrada, porque de ella se nutren y siempre se han nutrido las cuatropartes del mundo; alta y mirando hacia el cielo, porque su misterio es alto

    y celeste, trascendiendo del todo la tierra" (De sacro templo, 133).

    La multiplicacin de los altares en el templo

    Muy pronto, junto al altar de la eucarista, se uni la resonancia de losmrtires cristianos que haban dado su vida, entregados por amor paracompartir la fe. Decan: "Cristo est en el mrtir". Y se fueronconstruyendo los monumentos sobre las tumbas de los mrtires(martyria) y a celebrar la eucarista en el aniversario del dies natalis,o sea, el da de su nacimiento definitivo para el cielo. Si el altarrepresenta a Cristo, Cristo no puede estar completo sin sus miembros,los ms gloriosos de los cuales son los mrtires. Su muerte martirial, encierto modo, completa la entrega hasta la muerte en cruz de Cristo, noporque necesite de ellos, sino porque ellos lo prolongan y actualizan dehecho en el tiempo.

    Posteriormente, fueron surgiendo otros altares en los templos,promovidos por ciertas fraternidades cristianas o prrocos del lugar quededicaban dichos altares al santo protector. En las iglesias monsticassurgieron dos hechos que marcarn la multiplicacin de los altares: cadavez menos se concelebrar; y la ordenacin de los frailes monsticos,que irn dejando su condicin de legos para consagrarse sacerdotes. Afin de destacar el altar mayor de los otros altares en las iglesias, el mayorser visto como el lugar ms digno para acoger en su mesa eltabernculo eucarstico, transformndose en trono, debido a la majestaddivina presente. Pero ser a raz del concilio de Trento, en su fuerte yacalorada defensa de la presencia real de Jesucristo en la eucarista,frente a los reformadores protestantes, cuando se multipliquen sin cesarlos altares, a la vez que se dignifica cada vez ms el sagrario -en el altar

    mayor-. Junto a ello, fruto de la piedad barroca, se impondr unaconciencia entre los fieles de encargar y aplicar mltiples misas por susdifuntos. Gracias a Dios, hoy tenemos claro que lo lgico es que exista yse celebre sobre un nico altar.

    El altar del templo, signo de Cristo

    Sobre el altar reverbera toda la obra redentora, ya que en l se realiza elmemorial de la nueva alianza de Cristo con la humanidad; alianza selladacon su sangre. Una alianza actualizada sobre el altar, que prefigura el

    altar escatolgico de la gloria, que es el Kyrios, celebrada festivamenteen la Jerusaln celeste. Eucarista y altar son como dos planos interioresel uno al otro; uno remite al otro, y viceversa. Eucarista y altar conformanuna nica realidad: la presencia gloriosa del sacramento pascual de

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    Cristo. La centralidad del altar radica en la centralidad del mismo Cristo,de quien el altar es signo. Cristo es el centro del cosmos y de la historia;y la eucarista, como centro de la vida de la Iglesia, es el sacramento delaltar.

    "El altar es Cristo" y, por ello, aparece por su misma naturaleza como lamesa peculiar de la ofrenda sacrificial y del convite pascual. El sacrificiode la cruz se perpeta sacramentalmente para siempre hasta la venidadefinitiva de Cristo y es la mesa junto a la cual se renen los hijos de laIglesia para dar gracias a Dios y recibir el cuerpo y la sangre de Cristo. Elaltar -junto con el ambn y la sede- es el mbito de esta fascinanteirrupcin divina, que nos llama a la admiracin, a la adoracin y a laparticipacin en el banquete eucarstico. De este modo, la asamblea estransferida de la individualidad a la comunin; y, a travs de signos,experimenta la victoria pascual de su Seor y su manifestacin a loshombres.

    El altar de nuestro corazn

    Ahora bien, cada bautizado es altar de Dios. Curiosamente la liturgia nosmuestra un gran paralelismo entre el bautismo y la dedicacin de unaltar: somos altares porque bautismalmente formamos parte de nicoaltar que es Cristo. En l, como muchos miembros formamos un solocuerpo, una multitud de piedras vivas edificamos un nico altar. PedroCrislogo (s. V) posee una sugestiva teologa del cristiano como altar deDios: "inaudito misterio del sacerdocio cristiano: el hombre es a la vezvctima y sacerdote; el hombre no ha de buscar fuera de s qu ofrecer aDios, sino que aporta consigo, en su misma persona, lo que ha desacrificar a Dios... S, pues, oh hombre, sacrificio y sacerdote paraDios...; haz que arda continuamente el incienso aromtico de tuoracin...; haz de tu corazn un altar" (Sermo, 108).

    Ya a principios del siglo III, Orgenes haba descrito cmo a travs de lailuminacin del bautismo y del carcter que imprime, los cristianosparticipamos activamente de la misin de la Iglesia como mediadoresentre Dios y los hombres. Esta participacin en la evangelizacin es unaparticipacin sacerdotal que ejercitamos en la medida en que hacemosde nuestras vidas un culto al Seor en el altar del corazn por medio delcual contribuimos a llevar a los hombres, al mundo y a la historia haciaDios (cf. Homila sobre el Levtico, 9,9). Cmo no seguir haciendonuestras las palabras de san Juan Crisstomo?: "cada vez que ves anteti a un hermano, piensa que tienes ante ti un altar... venralo ydefindelo" (Ep. II Cor, hom., 20).

    CLAVE 7

    Un ambiente comunitario, bello y significativo

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    Cuando hablamos del lugar que nos orienta para celebrar la eucarista,hablamos del arte, la arquitectura y dems objetos y elementos que sehallan en los alrededores, fuera y dentro del edificio. En otras palabras,hablamos del ambiente. ste, en cuanto imagen de la asambleareunida, no es primordialmente un monumento artstico, ni un templo enel que Dios habita, ni un lugar en donde se veneran imgenes o se

    custodian con respeto diversos objetos sagrados, ni un espacio dedicadoa la oracin personal y al trato ntimo con Dios. Es innegable que puedeservir tambin para todo ello; pero se trata slo de aspectos secundarios.Lo trascendental, como manifiesta el Catecismo de la Iglesia, es que lostemplos "no son simples lugares de reunin, sino que significan ymanifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar" (1180). Es la Iglesia entrelas casas de los hombres; y por ello, en cada ambiente humano, culturaly social necesita enraizarse dando lugar a la hospitalidad.

    Ambientes al servicio de la comunidad celebrante

    Los templos, en la medida de lo posible, ante todo han de servir a lareunin de la comunidad cristiana. Deben ofrecer un espacio habitable,amable, que favorezca su sentido de pertenencia y de propia identidad.Aspectos tan elementales como la iluminacin, acstica, cercana,visibilidad de la accin desarrollada... se convierten en cuestionesimportantes. Se trata de favorecer un ambiente (ms que un espacio)acogedor, hospitalario, de casa familiar, ms que de monumento omuseo. Por ello, hay que prever todas las circunstancias que ayuden a lacomodidad de los fieles.

    La funcionalidad consiste tambin en que el lugar ayude, ya desde sumisma disposicin de espacios, a una celebracin humanizada y activapor parte de la asamblea; que se puedan realizar bien la proclamacin dela Palabra, la eucarista, los ritos bautismales, los dems sacramentos ysacramentales, y que adems tenga previstos sus espacios para otrosfines (oracin personal, reserva del Santsimo, celebracin de lareconciliacin...). Adems, la funcionalidad ha de favorecer que se d unambiente que propicie, hasta de modo inconsciente, la relacin entre las

    dos mesas eucarsticas: la de la proclamacin de la Palabra y el altar,para que la comunidad pueda alimentarse del pan de la palabra de Diosy del cuerpo de Cristo glorioso. El cirio pascual, la cruz delante del altar yla sede son signos que han de facilitar el acontecimiento celebrado comomemorial de la Pascua a favor de todo el mundo.

    Signo para los de dentro... y para los de fuera

    El lenguaje simblico de un templo es particularmente expresivo para loscreyentes que se renen en l. Es un elemento convocador, no slo en

    grandes ocasiones sino en el ritmo cotidiano de nuestra existencia. Laiglesia es el lugar de referencia de la fe y pertenencia a la comunidadeclesial, un lugar de serenidad, de memoria de valores y acontecimientosfundamentales, de crecimiento y maduracin, de paz y compromiso, de

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    accin de gracias y peticin, de solidaridad y cercana fraterna. Nuestrostemplos nos hablan de generaciones pasadas que han recorrido en tornoa ella su vida humana y cristiana, desde el bautismo hasta las exequias.Por eso, el Ritual de la dedicacin de las iglesias dice: "este lugar... seacasa de salvacin y de gracia, donde el pueblo cristiano, reunido en launidad, te adore en Espritu y verdad y se construya en el amor".

    Pero no slo ha de ser signo para los creyentes que la frecuentamos.Hemos de procurar que tambin sea portadora de un mensaje simblicode fe y de esperanza para todos. Quiere ser un anuncio y una invitacin,callada pero continua, de los valores que Dios ofrece a la humanidad. Encierto modo est ah para evangelizar con sus formas y piedras a unmundo que camina entre alegras y desalientos. Cmo significar el donliberador y salvador de la fe en un barrio y en unas ciudades nuevas?Ahora se buscan presencias menos destacadas y ms silenciosas; perola Iglesia siempre estar llamada a ser una Iglesia de puertas abiertas -incluso en sus templos- para todos aquellos peregrinos que vienen enbusca de un poco de paz. El edificio cristiano, aun con formas sencillas,ha de ser un signo que comunica esperanza, comparte hospitalidad y seconvierte en una evocacin silenciosa de realidades ms profundas quea todos nos estn esperando...

    Un ambiente bello, sencillo y participativo

    El ambiente celebrativo no ha de buscar el lujo ni la suntuosidad, sinouna mayor sencillez. Ahora bien, sta puede y debe ir unida a la dignidadde la belleza, a la armona; y lo ms importante, debe ser signo de lapropia asamblea. Hoy se habla mucho de la belleza de la liturgia o de laliturgia como acceso a la belleza. Todo ello es cierto y necesario. Paramuchos de nuestros contemporneos celebrar la eucarista no esimportante; sin embargo, a veces se sienten elevados hacia lo eternocontemplando una celebracin. Para los que nos reunimos a participar enla eucarista la belleza en su desarrollo no nos lleva simplemente a loeterno; antes bien, nos invita al encuentro con los hermanos creyentespara el encuentro con la belleza del Dios Trinidad. La belleza que

    buscamos ha de estar ms en "habitar, escuchar y ver". Desde aqu, laliturgia aparece como belleza en armona donde el espacio, los ritos y,sobre todo, la participacin activa de la asamblea celebrante, dejan lugary conceden el protagonismo principal a Dios. Escuchamos su palabra enla visin de las acciones sacramentales y en la contemplacin de sugloria.

    La celebracin est al servicio de una experiencia litrgica que conciernea la persona en su globalidad: en todas sus capacidades corporales ysensoriales, afectivas y emocionales, artsticas e intelectuales,

    biogrficas e histricas... Es preciso desarrollar en ella msantropolgicamente la armona de los cinco sentidos. Cuando todos ellosse ponen en juego de modo armnico se corrige el actuar unilateraldonde slo se emplea el or y el ver. El incienso, el olor de la cera, las

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    flores, el orar con los brazos extendidos y las manos abiertas, lacomunin bajo las dos especies... potencian el gusto, el olfato, el tacto...;es decir, la dimensin olfativa, tctil y degustativa de la liturgiaeucarstica. As, la liturgia eucarstica educa y santifica la sensorialidad,incorpora a la persona en su ser integral, le transfigura introducindole enese otro mundo paradisaco de la nueva creacin, de la belleza de la

    Pascua.

    Casa de envo hacia la misin

    El edificio cristiano no ha de entenderse slo como casa de oracin o decelebracin, sino centro de vida comunitaria entendida ms en clavemisionera. Por ello, los actuales edificios se construyen condependencias tambin para la catequesis, las reuniones de grupos, laatencin a los necesitados. Ello hace que todava sea ms la casa de laIglesia entre las casas de los hombres. All no slo rezamos, ni siquieraslo celebramos. Igualmente es casa de acogida, de fraternidad y decompromiso. Desde ella, los cristianos somos enviados a ser msservidores de los hermanos y a ser ms misioneros. El smbolo deltemplo nos orienta a salir para comunicar amable y apasionadamente losvalores que Cristo ha venido a traer para la salvacin del mundo.

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    II

    LOS SMBOLOS Y SIGNOS QUE NOS

    INTRODUCEN

    CLAVE 8

    La comensalidad, sacramento creacional-eucarstico

    Dios ha querido comunicarse con las personas de forma humana. Es lalgica de la encarnacin, segn la cual la vida divina participada encomunin se organiza al modo humano e histrico. La eucarista vive deesta misma lgica sacando de ella lo mejor de s misma, desbordndola.En todas las culturas, la comensalidad, ms all del hecho fsico decomer y beber, se convierte en un smbolo cargado de sentido.

    Un sacramento de la creacin

    En ciertas ocasiones acontecen lo que podemos llamarsacramentos de

    la creacin que brotan en momentos relevantes de la vida humana y seconvierten en "hendiduras de lo cotidiano". A travs de ellos se puedeobservar el misterio de la persona humana en su apertura a los otros y alAbsoluto. Entre estos momentos existencialmente decisivos estn: el

    nacimiento, la muerte y la comida. En estas experiencias rudimentarias,pero de una gran densidad existencial, la persona bordea sus propioslmites, barrunta lo distante e inmenso (nacimiento y muerte) y, por otraparte, se percibe en constante renovacin e interaccin como serbiolgico y propiamente humano (comida).

    La existencia humana se apoya en la compaa de las cosas, se nutre enun mismo torrente de vida, se funda en esa comunin con el cosmos.

    Ese acto biolgico fundamental del comer humano sustenta y condicionaotras actitudes ms elevadas del espritu humano. Se trata de una"poetizacin de lo biolgico por la que el alimento del cuerpo seconvierte en alimento del espritu y del universo en evolucin. Lo hadescrito Teilhard de Chardin en una pgina admirable de su obra Elmedio divino:

    "Si el ms humilde y el ms material de los alimentos es capaz de influir

    en nuestras facultades espirituales, qu decir de las energasinfinitamente ms penetrantes que trasmite la msica de los matices, delos sonidos, de las palabras, de las ideas. No hay en nosotros un cuerpo

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    que se alimente independientemente del alma... El trabajo del alga, queconcentra en sus tejidos las sustancias esparcidas, en dosisinfinitesimales, por las capas inmensas del ocano la industria de laabeja, que forma su miel con los jugos libados de tantas flores, no essino una plida imagen de la elaboracin continua que experimentan ennosotros todas las fuerzas del universo para convertirse en espritu".

    Una comunicacin interpersonal

    A partir de la poetizacin de lo biolgico, el alimento y la comidasimbolizan la vida ntima y escondida que lucha contra la accincorrosiva del tiempo y del desgaste fsico. Comer y beber significan,tambin, un proceso de interiorizacin, de incorporacin, de intimacin: el

    alimento lo digiero, lo asimilo, lo incorporo, pasando del orden de mitener al orden de mi ser.

    Esta misma categora de comida puede ser aplicada a la comunicacininterpersonal en el amor y en la amistad. El abrazo que mantiene al otrodentro de nuestro espacio corporal y el beso que es una "manducacinmimtica", pertenecen ambos al registro simblico de la intimacin. Perouna interiorizacin del otro meramente instintiva no ser humana; tendr

    que existir un aprendizaje que en realidad no termina nunca: reconocer alotro como un t que desde su rostro y su mirada nos habla de libertady originalidad, abrindonos tcita o explcitamente al t Absoluto.

    La comensalidad nos conduce al comer social. Comer con otros esesencialmente diferente del comer a solas. All se invita, se comparte, sevive... transformando los alimentos en dones significativos de acogida,amistad y hospitalidad desde claves de fraternidad. Entre la palabra, lamano y el rostro se efecta una rica circulacin de sentido. La mesa se

    transforma en mbito de encuentro interpersonal: la accin de comerjuntos constituye un momento absolutamente privilegiado decomunicacin interhumana, donde los otros aparecen realmente comomis semejantes. Ello supone tiempo compartido, conversacinprolongada, confidencias entre amigos, recuerdos memorables de vidasentrelazadas. Es convite, compaa y fiesta.

    Esta comunicacin interpersonal nos remite a la comunin con lo divino,

    como puede apreciarse en los banquetes sagrados de los griegos, o enla comida y bendicin pascual de los judos. El rito de la mesa ha llegadoa alcanzar un sentido mstico: a travs de l las personas hanexperimentado la comunin con la divinidad y se han regocijado con l;han tenido acceso a la intimidad de los seres superiores, llegando a sersus comensales; han establecido con ellos una relacin estrecha y

    profunda, una comunidad de vida nutrida de la esperanza de la

    inmortalidad.

    La eucarista, smbolo de comensalidad

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    De todo lo dicho, se puede comprender porqu Cristo asume el smbolodel banquete y la comida fraterna. Ciertamente, la eucarista cristianasurgi en un claro mbito de comensalidad. Sin embargo, parece quesufri una primera evolucin ya cuando segn 1Cor 11 se ven juntosal final de la cena los dos gestos del pan y del vino, aunquemantenindose todava el marco general de la comida, con su sentido

    antropolgico y religioso, que los cristianos en Corinto no parecen habercomprendido adecuadamente. Pero no tardar mucho en cambiar lasituacin, orientndose hacia la eliminacin de la comida.

    El banquete eucarstico es una incorporacin mutua entre Cristo y elcreyente en asambleapor medio del "pan de vida". As, la comensalidadhumana puede clarificar la eucarista cristiana. Pero, tambin laeucarista puede iluminar con un sentido nuevo, con una nueva luz,tantas y tantas comidas realizadas tanto en la rutina de nuestra vidadiaria como en el esplendor del encuentro festivo.

    El smbolo de la comensalidad, subyacente a la eucarista, es una

    realidad humana que la prepara y preludia. En ella se produce la armonaentre la creacin y la salvacin. Se acerca a nosotros la situacin delEdn, el paraso (o su ausencia ante el hambre y las catstrofes), quesimboliza el rbol de la vida. Ahora bien, no es el paraso del pasado,sino el reino actual y la anticipacin del futuro lo que se nos da en elbanquete eucarstico. No volvemos en l hacia el pasado sino que

    avanzamos con toda la creacin y la historia hacia el porvenir eterno. Eltelogo oriental de procedencia francesa, Oliver Clment, nos lo exponecon su lenguaje potico cuando nos invita a vivir desde "la va de lapobreza desnuda que permite a la belleza del mundo revestirnos de lasdelicias de la primera creacin. Por esta va no retornamos al Paraso,pero s nos encaminamos ciertamente al Reino, que es su mejor plenitud.El jardn de las delicias, el rbol de la vida, transformado ahora en manjary bebida eucarsticos, nos abren de nuevo la puerta. Ya no estamosllorando a su entrada como Adn y Eva, segn un bello icono oriental ...Segn dice un himno de la liturgia navidea interpretando a Jn 1,51: Elngel de la espada flamgera / se aleja del rbol de la vida / la

    eucarista. La eucarista, en la que el pan y el vino, y tras ellos el sol, elagua, la tierra, el aire, el trabajo humano, se transustancian en el cuerpode Cristo; es decir, donde el cuerpo luminoso del Dios humanado,penetrndolo, hinchindolo, impregnndolo todo hasta la mdulasustancial vuelve a trasparecer y hacerse traslcido: he aqu el verdaderoreencantamiento. Lo que en la eucarista sucede como verdadero xtasisy punto lgido de transfiguracin, se prepara y se gesta en las demsrealidades o experiencias".

    CLAVE 9

    El pan y el vino, smbolos humano-eucarsticos

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    En el corazn de la plegaria eucarstica se nos recuerda y actualiza:"Tomad y comed... tomad y bebed". Estas palabras nos traen a lamemoria a su vez el ofertorio: "Bendito seas, Seor, Dios del universo,por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre" y "por este vino,fruto de la vid y del trabajo del hombre"; ambos "recibidos de tugenerosidad y que ahora te presentamos". El suelo simblico sobre el

    que se arraiga no nos resulta difcil de entender: somos invitados acomer y a beber juntos y gratis para festejar y elevar nuestros corazonesa la accin de gracias en este banquete celestial.

    El binomio pan-vino integra una sacramentalidad natural llena desentido y fuerza expresiva: su procedencia csmica nos relaciona connuestras races naturales. El que estos dos elementos sean los bsicosde nuestra eucarista nos recuerda simblicamente la cercana de lamisma a nuestro mundo, a nuestra historia de lucha por la subsistencia yde bsqueda de fraternidad. No son algo extrao y esotrico, sinoentraable y muy nuestro. Parece como si Cristo, al escogerlos, hubieraquerido dar un s a la naturaleza humana, a la alegra y a lasolidaridad. En ese marco de banquete hay dos elementos primordiales:el pan y el vino.

    El pan

    El pan es un alimento que, adems de ser el ms expresivo de la comidahumana, tiene en s mismo una variedad de significados que nos ayudana entender mejor la riqueza de la eucarista. Es el alimento bsico queresume todos los dems: tener pan es poder vivir, ganar el pan "con elsudor de la frente" retrata toda experiencia humana. El pan es la comidaordinaria del ser humano, pues satisface su hambre. En este sentido essmbolo de la vida misma. Es fruto de la tierra y don de Dios (cf. Sal104,13-15; Job 28,5; Mc 4,27), a la vez que producto del trabajo humano,apareciendo as como smbolo de la civilizacin, de la cultura y de la

    imaginacin humana. Actualmente, cuando se presentan los doneseucarsticos se unen ambos aspectos: "fruto de la tierra y del trabajo delhombre".

    El pan es motivo y smbolo de alegra, convivencia y fraternidad:llamamos compaero al que come el pan con nosotros. Comer conotros simblicamente comer el pan con otros dice ms deencuentro y de solidaridad humana que de mera alimentacin. Por ello, elpan se convierte en la imagen de la alegra y la prosperidad, como donde Dios, que concede a los suyos el sustento: "anda, come con alegra tupan y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras; llevasiempre vestidos blancos y no falte perfume en tu cabeza" (Ecl 9,7s.).

    Adems, es smbolo de todo otro alimento cultural o espiritual: "no slode pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios" (Mt4,4; cf. Dt 8,3). Porque "no son las diversas especies de frutos los quealimentaruaLhombre, sino que es tu Palabra quien mantiene a los que

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    creen en ti" (Sab 16,26). Por eso la Sabidura podr personificarse:"venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado" (Prv 9,5).

    La poblacin pobre, tan extensa en la historia, ha sobrevivido gracias al

    mendrugo de pan que reciba de limosna y a la sopa boba (planreblandecido en agua) que se reparta en los conventos. El pan ha sido

    siempre algo santo que nunca se tira y si se cae, al recogerlo hay quedarle un beso de desagravio. Bartolom de las Casas, tras su conversinsincera en Cuba, lee el texto de Eclo 38,18-22 y queda paralizado; ya nose siente digno de celebrar la eucarista y libera a los indios injustamente

    apresados, porque el pan ha de sersigno de la vida del pobre.

    El vino

    Igualmente, el vino tiene un rico simbolismo natural, adems de su valorcomo bebida para saciar la sed. Es la bebida festiva, no tan primordial

    como el agua, pero s ms significativa de la vitalidad humana (cf. Sal104; 13-15; Prov 31,6s.), de la alegra, de la inspiracin, de la amistad,de la alianza. "A quin da vida el vino? Al que lo bebe con moderacin.Qu vida es cuando falta el vino que fue creado al principio paraalegrar? Alegra, gozo y euforia es el vino bebido a su tiempo y con

    tiento" (Eclo 31,27s.).

    El vino nos habla de amistad y comunin con los dems, porque creauna atmsfera de solidaridad y comunicacin. Tomar un vino juntos,brindar por la alegra de los otros, servir un buen vino en honor del otro,sern siempre signos de sintona y participacin en el destino de la otrapersona. Por eso las comparaciones se suceden: un buen amigo escomo un vino aejo ("no deseches al amigo viejo, porque al nuevo no loconoces; amigo nuevo es vino nuevo, deja que envejezca y lo bebers":

    Eclo 9,10); el amor queda simbolizado en un buen vino ("son mejoresque el vino tus amores": Ct 1,3), as como la inspiracin de la sabidura.Por ello, en la cena pascual juda adquiere gran importancia simblica: setoman cuatro copas de vino en un ambiente de alegra y de bendicin deDios.

    Aunque tambin se presta a abusos (cf. Prv 23,31s.) y a pesar de toda suambigedad, fue elegido por Cristo como smbolo sacramental de su

    comunin. El mismo Cristo anuncia los bienes del Reino bajo la figura del'

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    El vino tambin nos recuerda la sangre, que para los judos constitua loms ntimo y sagrado de un viviente, y se identificaba con la vida (Dt32,14; Mt 20,22; Lc 22,42). El mismo Cristo relaciona este vino con susangre derramada en la cruz.

    El pan y el vino

    Aparte del simbolismo de cada elemento, el pan y el vino juntos formanun smbolo particularmente feliz para expresar la donacin por amor y enalegra de Cristo a todos los comensales eucarsticos. La yuxtaposicinde sus conceptos nos ayuda a comprenderlo. De todo ello se puede decircon verdad, juntando su sentido humano y eucarstico que "la tierra hadado su fruto" (Sal 66).

    CLAVE 10

    El pan y el vino, smbolos de la eucarista

    La sacramentalidad creacional que hemos comprobado en el pan y elvino nos est invitando a utilizarlos expresivamente. Ello ser una clavems que nos ayude a celebrar y vivir mejor la eucarista, con toda lafuerza y eficacia que hemos visto que tienen. Ahora vamos a

    introducirnos an ms en su sentido eucarstico.El pan a bendecir

    El pan El vino

    Calma el hambre apaga la sed

    Apunta al trabajo da alegra

    Recuerdala corporeidad humana

    concedela vitalidad anmica

    Asegura la subsistencia llena de inspiracin

    Compartido,expresa fraternidad

    compartidosabe a amistad y alianza

    Puede significar la entrega puede significar el sacrificio

    Subraya la cotidianeidad resalta lo festivo

    Cristo lo identificacon su Cuerpo

    Cristo lo identificacon su sangre

    Comindolo,nos unimos a Cristo

    bebindolonos unimos a Cristo

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    Las primeras comunidades cristianas vieron en el pan y en sucomposicin un smbolo de la unidad de la Iglesia. El pan es el resultadode la unin de muchos granos, como el vino de mltiples uvas. As, laIglesia, desde la multitud de personas congregadas por todo el mundo,se convierte en comunidad/comunin: "Como este pan partido / queestaba disperso sobre los montes, / como una vez recogido se hizo uno, /

    as sea reunida tu Iglesia / desde los confines de la tierra en tureino" (Didach, 9).

    Pero el simbolismo ms trascendente se lo dio el mismo Cristo cuandodijo: "Yo soy el Pan de la vida" (Jn 6), el que da la verdadera fortaleza ysubsistencia. l se nos presenta como alimento de todo lo quesinceramente puede apetecer y anhelar el ser humano: la sabidura, lafuerza, la salvacin, la felicidad, la alegra, el amor, la esperanza, laverdad... Es el mejor Pan que Dios regala a la humanidad, y la eucaristala mejor tierra "de pan llevar".

    Los evangelios no parecen dar importancia al hecho de que el pan queus Cristo (en el caso de que fuera cena pascual su cena de despedida)fuera zimo, sin levadura que lo fermentara. Durante los primeros siglosla comunidad cristiana tampoco utiliz el pan zimo, a pesar de susignificado cercano a la pascua juda. Pensadores judos como Filn lointerpretan as: pan no acabado de hacer, precipitado -aludiendo a lasalida de Egipto-, pan de afliccin (Dt 16,3), pan ms natural, sin artificio,pan de pobreza. Quiz los primeros cristianos celebraban con pannormal para subrayar precisamente la novedad cristiana y la superacinde la promesa y la figura del antiguo testamento.

    Fue durante el siglo IX, en territorio franco-germano, cuando empez aemplearse el pan zimo, no fermentado, para la eucarista. No se sabebien cul era su motivo: por deseo de imitar la pascua juda?; unintento de mostrar una mayor diferencia entre eucarista y comidanatural?; nfasis en la "pureza del pan, sin fermento? Roma se resistia la novedad; pero no tard en asumirla para terminar imponindola.Los orientales no lo aceptaron y fue un motivo de fuerte controversia. En

    el concilio de Florencia se afirmar su doble uso en el decreto para losgriegos: pan zimo o fermentado (DS 1303). De hecho, hoy da losorientales siguen celebrando la eucarista con pan fermentado, paraexpresar mejor su categora de comida.

    El vino a santificar

    Veamos anteriormente cmo el vino apuntaba a los tiempos mesinicosinaugurados por Cristo. Pero hemos de dar un paso ms. Todo lo dichosobre el vino en su simbologa puede verse concentrado y ampliamente

    superado cuando Cristo mismo se llama Vid verdadera (Jn 15); y,sobre todo, cuando en la ltima Cena pronuncia las entraables palabrasque en cada eucarista actualizamos: "tomad y bebed todos de l; esto esmi sangre derramada por muchos". Adems de la bebida y de la alegra

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    mesinica y de la comunicacin de su propia vida, aqu el vino de laeucarista tiene ciertamente una expresividad profunda de la entregasacrificial de Cristo en la cruz. l es vino-sangre que sella la nuevaalianza y para siempre entre Dios y la humanidad toda, como la sangrede los animales lo haba rubricado en la antigua alianza del puebloisraelita en el monte Sina (Ex 24).

    Es evidente que Jess realiz el rito del pan y del vino y que no cambilo que hacan los judos en su comidas festivas y pascuales. Lo quecambia es el contenido y el sentido del mismo rito, expresndolo con laspalabras que lo esclarecen ("esto es mi cuerpo... sta es mi sangre") eincluso cambia la forma de participar. Segn la costumbre juda el padrecome y bebe primero, y luego lo da a los comensales. Parece que Jessni comi ni bebi, sino que slo dio a comer y beber a sus discpulos supropio cuerpo y sangre; esto es, l mismo se da como vida entregada poramor para la salvacin.

    Durante los primeros siglos algunas corrientes ascticas intentaronprescindir del vino en la eucarista. Lo hacan por austeridad, ascesis,peligros de abusos, ideologa gnstica, economa... Pero la comunidadcristiana defendi el vino como elemento lleno de significado en lacelebracin eucarstica. El vino a usar y del que comulgar ha de ser,como recuerda la propia Iglesia, "fruto de la vid"; es decir, natural y puro,sin mezcla de sustancias extraas, que no ste corrompido. A la hora deelegirlo a lo largo de la historia, no se han hecho demasiados problemasde otra ndole. Algunas veces se ha preferido el vino tinto, como enoriente; y otras veces el vino blanco, sobre todo en occidente a partir deque se introdujeran los purificadores en el siglo X\/1. Ahora,normalmente, se suelen utilizar los denominados "vinos de misa".

    La mezcla de un poco de agua con el vino

    En el momento del ofertorio o preparacin de los dones, varios son losgestos simblicos que quieren introducirnos en la comprensin delsentido de lo que all se celebra. Entre ellos est un gesto, muchas vecesapenas notado, que tiene su sentido: mezclar un poco de agua con elvino al preparar el cliz eucarstico. Es un gesto sencillo que con eltiempo adquiri mltiples interpretaciones simblicas y la actual reformalitrgica posconciliar lo ha mantenido. Conocerlo puede ayudarnos a vivirmejor nuestra existencia eucarstica.

    En tiempos de Cristo (y no slo en Palestina, sino tambin en Grecia yRoma) normalmente no se tomaba el vino sin mezclarlo con agua, puesera demasiado fuerte. Por eso parece que Jess, en la ltima Cena, ascomo en sus dems comidas, tom el vino mezclado con agua, aunque

    los relatos no lo mencionen, precisamente por su evidencia. La mismacostumbre se sigui desde el principio, y en todos los ritos de la Iglesiaoriental y occidental (excepto entre los monofisitas armenios). Ya sanJustino (en el siglo II) da testimonio de ello. Y san Cipriano, frente a los

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    rigoristas y ascetas (los acuarios) que pretendan cambiar el vino poragua, habla de esta mezcla, dndole un significado que ser muyacogido. Entre las diversas interpretaciones dadas, podemos destacarestos sentidos:

    l Es un smbolo de la unin del pueblo cristiano con Cristo (san

    Cipriano): la humanidad es el agua, el vino simboliza la sangre deCristo; ambos, unidos e inseparables, forman el contenido simblicodel cliz.

    l De la mano de san Ambrosio se interpreta a la luz de Jn 19,34, quenarra cmo brot del costado de Cristo agua y sangre: as laeucarista es una "representacin" de toda la pasin de Cristo.

    l Frente a las desviaciones teolgicas en torno a Cristo, se quiso veren esta mezcla un smbolo de las dos naturalezas de Cristo

    (humana y divina), y por ello los armenios monofisitas no lorecogern en sus ritos.

    CLAVE 11

    Entonar un cntico nuevo

    Todava hoy se oye decir que nuestras celebraciones eucarsticasresultan fras y aburridas. La participacin es generalmente pasiva y dejaque desear respecto al nivel de encuentro con Dios, con los otrosmiembros de la asamblea y a la incidencia en las preocupaciones vitalesde la humanidad. La audacia del Vaticano II al sustituir el latn por laslenguas modernas fue slo el primer paso en esta direccin. El hecho deentrar en dilogo con Dios como el pueblo de los liberados que entona uncntico nuevo, aunque procede de Cristo y es accin del Espritu,necesita apoyarse en la mediacin humana de los signos, de la palabraen armona, como ya hemos visto, con los elementos simblicos del

    cosmos, de la sociedad y de la IglesiaLa comunicacin verbal hablada

    sta es la forma ms noble de la comunicacin humana y, a la vez, lams eficiente. Por eso, la Iglesia, como "Iglesia de la Palabra", la haintroducido abundantemente en sus ritos. Celebrar es: decir, proclamar,confesar, alabar, antes que hacer. As pues, la comunicacin por mediode la palabra hablada ocupa un puesto importante en la eucarista. Laliturgia exige la proclamacin pblica y en voz alta de los textos bblicos y

    de la mayora de los textos prescritos (oraciones, prefacio, etc.).De este modo, la palabra en la celebracin est llamada a crear lassituaciones siguientes: establece el contacto entre Dios y su pueblo en su

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    nivel ms profundo mediante los dilogos y saludos; informa del motivode la celebracin o del acontecimiento central que se celebra, evocandolos hechos y las palabras de la salvacin, avivando la memoria,provocando unas emociones... en las lecturas y homila; invita a expresarla alabanza, la splica, el agradecimiento... en las invitaciones yaclamaciones; embellece la accin en algunos momentos con piezas

    lricas, como el prefacio y las bendiciones; explica el significado de losgestos y de los ritos en las moniciones y otras frmulas; introduce en elmisterio eucarstico por las frmulas sacramentales.

    Gracias a la comunicacin verbal la asamblea se constituye, alimenta sufe, responde a Dios y celebra su Palabra, ora, acta y vive elacontecimiento pascual. Por ello es necesario cuidar los diversos cdigoslingsticos que hacen que sea posible este dilogo de salvacin en elaqu y ahora de cada eucarista. Adems hay que tener en cuenta queexisten otros cdigos que van ms all y que contribuyen a reforzar,matizar o insinuar el dilogo: entonacin, pronunciacin, ritmo, enfasis...;a travs de ellos se comunica un estilo y una espiritualidad.

    La comunicacin por el canto y la msica

    El canto da relieve, ritmo, meloda y profundidad a las palabras. A la vez,expresa sentimientos, cohesiona el grupo, crea comunidad, introduce unelemento de esttica y contribuye al carcter festivo-pascual de lacelebracin (cf. Sant 5,13). Va ms all de s mismo pues abre a losparticipantes a un campo mucho ms all de las ideas y conceptos.Mientras que en la palabra el sentimiento va envuelto en la idea, en elcanto los sentimientos se manifiestan en un estado ms puro y no sedifuminan tan rpidamente. En este sentido el canto es una forma de ritoy en determinados momentos de la celebracin tiene una funcinsacramental al servicio de la participacin en la misma.

    En la eucarista el canto adopta varias situaciones. A veces se trata deun himno ejecutado a una por toda la asamblea; en l palabra y msicatienen la misma importancia; el ejemplo ms claro es el canto eucarsticodel Gloria. La aclamacin es otra situacin como expresin concisa,intensa, cargada de emocin; el canto del amn y del aleluya son losejemplos ms notables. La meditacin, en cuanto interiorizacin yapropiacin personal de unas palabras -la palabra de Dios que se haproclamado- o de unos sentimientos o actitudes litrgicas, expresa unasituacin diferente a la del himno; la salmodia en gener