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L A CAZA L A CAZA L A CAZA Tony HillermanTony HillermanTony Hillerman
Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura Boletín del Club de Lectura EL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITOEL GRITO Temporada 6 / nov. 2008. Número 89 http://clubelgrito.blogspot.com http://www.clubelgrito.com
TONY HILLERMAN (1925-2008)
http://gangsterera.free.fr/fichHillerman.htm
Tony Hillerman nació en Sacred Heart, Oklahoma,
el 27 de Mayo de 1925, hijo de granjeros (sus padres se
llamaban August A. y Lucy Grove Hillerman) . Era el
más joven de tres hermanos.
Aunque de ascendencia alemana e inglesa, parece ser
que se crió entre indios de origen seminola en su Okla-
homa natal (los seminolas son indios originarios de La
Florida, aunque fueron dispersados por distintos esta-
dos), estudió la primera enseñanza durante los años
1930-38 en la St. Mary's Academy, un internado del
pueblo para "Native American Girls". La enseñanza
secundaria la realizó en la Konawa High School, gra-
duándose en 1942. Tras una breve estancia en la univer-
sidad, vuelve a la granja familiar debido a la muerte de
su padre.
En 1943 se alista en el ejército, combatiendo en la Se-
gunda Guerra Mundial. Fue condecorado con la Estrella
de Plata, la Estrella de Bronce con Racimo de Hojas de
Roble y el Corazón Púrpura después de ser herido en
1945 (las lesiones incluyeron rotura de pierna, pie y
tobillo, quemaduras faciales y ceguera temporal), tras
lo cual es licenciado.
Después de la guerra, regresa a la universidad de Okla-
homa, diplomándose en 1948.
Ese mismo año se casa con Marie Unzner, con la que
tiene seis hijos, viviendo en Alburquerque (New Mexi-
co).
Entre 1948 y 1962 trabaja en agencias de prensa y pe-
riódicos locales, desempeñando distintas funciones,
reportero en Borger News Herald, en Borger, TX
(1948), redactor de noticias locales en Morning Press
Constitution de Lawton, OK (1948-50), reportero políti-
co para UPI en Oklahoma City (1950-52), encargado de
la oficina UPI en Santa Fe, NM (1952-54) y reportero
político y editor del New Mexican de Santa Fe (1954-
63).
En 1963 vuelve a la Universidad de Nuevo México,
logrando en 1966 su máster. Se dedica a la docencia en
esta universidad hasta 1987.
Aunque en 1996 afirma que está como un chaval a los
71 años, su salud lo va minando poco a poco (artritis
reumática, cáncer, un débil ataque al corazón, un ojo
mediocre, un tobillo difícil y dos rodillas no fiables),
publica sus memorias en octubre de 2001.
Ha sido presidente de la Asociación de Escritores de
Misterio de Estados Unidos (Mistery Writers of Ameri-
ca).
Entre los premios que ha conseguido están varios Pre-
mios Edgard Allan Poe (en distintas categorías), Pre-
mio Grand Master, Gran Prix de la Littérature Poli-
cière de Francia, Premio al Amigo Especial de la Tri-
bu Navajo (Navajo Tribe's Special Friend) y Premio
del Center for the American Indian's Ambassador.
Dentro de lo que denominamos novela negra, la obra de
Tony Hillerman es sorprendente porque abandona el
ambiente eminentemente urbano de la novela policial y
nos hace recorrer los desiertos de Nuevo México y Ari-
zona con sus personajes, el teniente Joe Leaphorn y el
agente Jim Chee, (¡es un auténtico western!). Pero
manteniendo siempre la tradición policíaca.
Se cometen unos crímenes y tenemos una investigación
a cargo de unos policías, pero éstos son unos policías
especiales, ya que forman parte de la policía exclusiva
Página 2 de una comunidad india, la Policía Tribal Navajo. Es-
tán integrados completamente en la comunidad, cono-
cen sus costumbres (esas costumbres pueden indicar-
nos quién ha realizado ciertos hechos), cultura, reli-
gión, magia (Jim Chee es una especie de estudiante o
aspirante a chamán), el terreno en el que se mueven y
donde las distancias entre lugares habitados es muy
grande, tienen paciencia, saben escuchar, observan,...
Hillerman es una prueba de la universalización de la
novela negra. Su pasión por las culturas indias le lleva a
ser considerado como el instaurador de una nueva co-
rriente, denominada novela policíaca de las minorías
indígenas de los USA. Este autor, buen conocedor de la
historia y costumbres de los pueblos indígenas de Nor-
teamérica ha dedicado su obra literaria a relatar el pasa-
do, presente y ¿futuro? del pueblo navajo y, tangencial-
mente, el hopi y zuni. Es solidario con estas culturas
agonizantes que se encuentran en lucha con la globali-
zación que padecemos, y nos habla, con simpatía, de las
tradiciones indias. Tradiciones que engarza con la no-
vela policíaca, aprovechando en un ambiente rural la
magia, las lecturas de huellas, el acecho, la paciencia y
la simbiosis con la naturaleza.
En la novelística de Hillerman cuenta mucho el paisa-
je, casi más que el misterio. El paisaje hace al hombre,
lo modela a su antojo, le habla, y el hombre se integra
en él. Muchas veces se describen las variaciones de los
paisajes según el curso de las estaciones, con el prota-
gonista contemplando la modificación de los mismos y
asumiendo y comprendiendo la historia que se nos na-
rra. Todo ello de una rara belleza literaria, atrayendo al
lector, que oye el silencio descrito, ¡que no estamos en
una ciudad!
La negrura de la novela policial realista se transforma
en tonalidades ocres del sol y del desierto, del verde
pálido de pequeñas llanuras, del azul oscuro del cielo
ribeteado del blanco de las altas nubes, que a veces se
transforman en masas oscuras que amenazan con una
lluvia que raramente se produce.
Los dos protagonistas, tanto Jim Chee como Joe Leap-
horn, pertenecen a dos culturas y se encuentran inte-
riormente divididos. Por un lado son de la tribu navajo,
de distintos clanes, con una base tradicional, religiosa,
fuertemente engarzada en ellos, más en Chee que en
Leaphorn, que puede ser un descreído, pero que com-
prende a sus hermanos de raza. Por otro lado, son per-
sonas que han estudiado en la civilización blanca, la
cual les atrae y les repele, y ven en ésta el final de su
propia raza (entendiéndose por raza una cultura distin-
ta en todos sus aspectos).
Nos encontramos en estas novelas, un buen plantea-
miento del misterio policíaco, investigamos junto a los
personajes y descubrimos un análisis antropológico de
la cultura y la religión del mundo navajo.
Ficha confeccionada por Jokin Ibáñez Errasti.
Bilbao, enero 2003.
Tony Hillerman, rostro pálido de la literatura estadounidense FRAN CASILLAS
http://www.elmundo.es/elmundo/2008/10/27/
obituarios/1225133895.html
Papel en blanco y pluma de escribir. Ésas
eran las herramientas que precisaba To-
ny Hillerman para recrear historias que
enviaban al lector al universo indio, a ese
suroeste americano donde las tribus nati-
vas extendían sus dominios. En los paisa-
jes desde la frontera nororiental de Arizo-
na, bordeando por Nuevo México, Utah o
Colorado, Hillerman dibujaba enigmas y
misterios, casos de novela negra cuya so-
lución pasaba por contrastar tradición y
modernidad en la cultura india. El talen-
to literario de Hillerman, de 83 años,
se apagaba este domingo en Albu-
querque, a causa de una insuficiencia
pulmonar.
Para la posteridad, el autor de obras co-
Página 3
mo 'The Blessing Way' o 'Skinwalkers' ha
regalado a dos personajes icónicos: los
policías navajos Joe Leaphorn y Jim
Chee. El primero, aunque entendía y res-
petaba las creencias de su pueblo, no de-
jaba de mostrarse escép-
tico ante lo que considera-
ba supersticiones. Chee,
sin embargo, interpretaba
la magia y la brujería en
un sentido metafórico,
tratando de aplicar las en-
señanzas de la tradición
en la investigación de los
crímenes que debía resol-
ver.
Protagonistas insóli-
tos en la novela negra
A través de estos impro-
bables héroes, las novelas
de Hillerman describían la
pugna intemporal entre
las tradiciones antiguas y
el mundo moderno. El contraste entre sus
particulares visiones y maneras de enten-
der el mundo era la clave para desentra-
ñar incógnitas y resolver casos. ¿El propó-
sito? Transmitir al lector el respeto
por la civilización india: "Siempre me
ha afligido que la gente de EEUU ignore
por completo la rica cultura india", co-
mentaba Hillerman en una entrevista en
'Publishers Weekly', "creo que es impor-
tante mostrar que ciertos aspectos de las
viejas costumbres indias mantienen su
vigencia actualmente y están íntimamente
ligadas con nuestras propias tradiciones".
Hillerman no fue el primer autor en escri-
bir una novela cuyo protagonista fuese un
nativo americano, sino que tal registro
corresponde a Manly Wade Wellman. No
obstante, los libros que Hillerman ambien-
tó en las reservas indias otorgaron mayor
repercusión a sus personajes y una nueva
dimensión al género. Además, allende la
complejidad de sus personajes, la narrati-
va de Hillerman
ofrece auténticas
filigranas literarias,
como su entrañable
y profunda descrip-
ción de tribus como
los navajos, hopis y
zunis.
Educación en una
escuela para in-
dios
Anthony Grove
Hillerman nació en
1925 en la pequeña
aldea (50 habitan-
tes) de Sacred
Heart, Oklahoma,
en el seno de una
familia que vivía en la miseria. Las cir-
cunstancias eran tan complicadas que el
propio Hillerman bromeaba diciendo que
"los Joad eran los que tenían suficiente
dinero para mudarse a California", en alu-
sión a 'Las Uvas de la Ira', novela en la
que John Steinbeck relata las penurias de
una familia de 'okies' en su tortuoso viaje
a la tierra prometida.
"En Sacred Heart, contador de historias
era una buena ocupación a la que dedicar-
se", solía recordar el escritor al evocar
aquella localidad donde no había televi-
sión y que distaba varios kilómetros
de la biblioteca más cercana.
Hillerman creció en un territorio pertene-
ciente a la tribu Potawatomie, y asistió a
4
la Academia Saint Mary, una escuela para
niñas indias. Sus padres decidieron enviarlo
allí porque se rumoreaba que el profesor del
único colegio de Sacred Heart era miembro
del Ku Klux Klan.
Su etapa en Saint Mary, y más tarde en el
instituto con jóvenes Potawatomie, dejaron
en Hillerman una profunda huella de res-
peto hacia la cultura india. Quizá porque
pudo intuir qué se siente al ser extranjero en
tu propia tierra.
Gravemente herido en la Segunda
Guerra Mundial
Finalizada la secundaria, Hillerman se enroló
en el ejército en plena Segunda Guerra Mun-
dial. Durante dos años combatió en Europa,
integrado en un comando de 212 personas.
Sólo ocho sobrevivieron en su avance a tra-
vés de territorio francés. Alsacia fue el esce-
nario de su auténtica pesadilla: durante una
emboscada entre líneas ene-
migas pisó una mina. Su pier-
na izquierda quedó destro-
zada y sufrió quemaduras
severas. Además, nunca re-
cuperó la visión en su ojo iz-
quierdo.
A su retorno de la batalla, el
condecorado soldado Hiller-
man retomó su carrera acadé-
mica. Asistió a la Universidad
de Oklahoma, donde conocería
a su futura esposa, Marie Unz-
ner. Con ella tendría seis
hijos, cinco de los cuales
eran adoptados.
Hillerman se dedicaría entonces al periodis-
mo, una profesión que ejerció durante casi
una veintena de años. Sin embargo, aún no
había cumplido los 40 y ya se sentía exte-
nuado. Decidió por lo tanto abandonar el re-
porterismo y enfocó su carrera a la enseñan-
za, logrando una plaza en la Universidad de
Albuquerque.
Admirado por crítica y público
Compaginando la escritura con su profesión
docente, Hillerman fue el orgulloso autor de
varios 'best-seller', que le granjearon la ado-
ración de sus lectores, el respeto de la crítica
y las alabanzas unánimes por su modestia y
generosidad. La admiración que despertaba
su figura también se tradujo en numerosos
galardones, como el Premio Edgar Allan
Poe a la Mejor Novela de Misterio, conce-
dido por la Asociación de Escritores de Nove-
la Negra de EEUU. Esta institución también
le obsequió en 1991 con su más prestigioso
premio: el Grandmaster Award.
A pesar de estos y otros homenajes de gran
calado popular, el reconocimiento que más
satisfacción reportó a Hillerman fue su desig-
nación como Amigo Es-
pecial de los Dineh, un
honor que en 1987 le
concedió el pueblo nava-
jo por su retrato honesto
y sincero de los indios.
La muerte de Hillerman
deja un profundo vacío
en la comunidad india y
en el planeta literario. Su
salud se había deteriora-
do de manera acusada
en los últimos dos años.
Además de las secuelas
de la guerra, el escritor
había sufrido dos infartos
y había sido operado de cáncer en dos oca-
siones. Pero aunque su visión se nublara,
aunque disminuyera su capacidad auditiva o
su artritis convirtiera sus manos en inútiles
zarpas, Hillerman seguía tecleando: "Me
hago viejo, pero aún me gusta escribir".