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  • Debates de la tica contempornea

  • Miguel Giusti / Fidel TubinoE D I T O R E S

    COLECCIN INTERTEXTOS N. 1

    ESTUDIOSGENERALESLETRAS

    DEBATES DE LATICA CONTEMPORNEA

  • Debates de la tica contemporneaColeccin Intertextos N. 1Miguel Giusti y Fidel Tubino editores

    Copyright 2007 Estudios Generales Letras - Pontificia Universidad Catlica del PerAv. Universitaria 1801, San MiguelTelfono: 626-2000Correo electrnico: [email protected]://www.pucp.edu.pe

    Derechos reservados, prohibida la reproduccin de este libro por cualquiermedio total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.

    Primera edicin: febrero de 20071000 ejemplaresImpreso en Per - Printed in Peru

    Hecho el Depsito Legal en la Biblioteca Nacional del Per N. 2007-01328Registro del Proyecto Editorial en la Biblioteca Nacional del Per N. 11501360700110ISBN 978-9972-2968-0-2

    Diseo y diagramacin: Gisella ScheuchImpresin: Ediciones Atenea E.I.R.L.

  • ndice

    PresentacinFidel Tubino 9

    Introduccin: El sentido de la ticaMiguel Giusti 13

    Captulo 1: tica y polticaIntroduccin y seleccin de textos por Gonzalo Gamio 43

    Textos seleccionados:1. tica Nicomquea (fragmentos) por Aristteles 562. Dos tratados sobre el gobierno civil (fragmentos) por John Locke 67

    Captulo 2: tica y culturaIntroduccin y seleccin de textos por Fidel Tubino 77

    Textos seleccionados:1. Ciudadana multicultural: una teora liberal de los derechos de las

    minoras (fragmentos) por Will Kymlicka 962. Moralidad en el mbito local e internacional por Michael Walzer 105

    Captulo 3: tica y derecho internacionalIntroduccin y seleccin de textos por Ciro Alegra V. 121

  • Miguel Giusti

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    Textos seleccionados:1. La paz perpetua (fragmentos) por Immanuel Kant 1402. El derecho de gentes y una revisin de la idea de razn pblica

    (fragmentos) por John Rawls 155

    Captulo 4: tica y derechos humanosIntroduccin y seleccin de textos por Salomn Lerner F. 175

    Textos seleccionados:1. Facticidad y validez (fragmentos) por Jrgen Habermas 1842. La alternativa del disenso (en torno a la fundamentacin tica

    de los derechos humanos) por Javier Muguerza 195

    Captulo 5: tica, economa y empresaIntroduccin y seleccin de textos por Levy del guila 213

    Textos seleccionados:1. Sobre tica y economa (fragmentos) por Amartya Sen 2292. tica de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial

    (fragmentos) por Adela Cortina 244

    Captulo 6: tica y gneroIntroduccin y seleccin de textos por Pepi Patrn 257

    Textos seleccionados:1. Crticas feministas a la dicotoma pblico/privado por Carole Pateman 2712. El otro generalizado y el otro concreto: la controversia Kohlberg-Gilligan

    y la teora feminista por Seyla Benhabib 286

    Captulo 7: Biotica, ciencia y tecnologaIntroduccin y seleccin de textos por Rosemary Rizo-Patrn 303

    Textos seleccionados:1. La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologa trascendental.

    Una introduccin a la filosofa fenomenolgica (fragmentos)por Edmund Husserl 314

    2. Arte mdico y responsabilidad humana por Hans Jonas 325

    Hojas de vida 337

  • Introduccin: El sentido de la tica

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    Presentacin

    INTERTEXTOS es una coleccin de libros que surgi, en sus inicios, con laintencin de proporcionar a los estudiantes universitarios textos que sean, a lavez, motivadores, estimulantes, de fcil acceso y acadmicamente serios. Poste-riormente, nos dimos cuenta de que era fundamental, adems, que nuestrosprofesores y estudiantes en general tengan a su disposicin una bibliografa bienseleccionada, que aborde con profundidad, pluralismo y amplitud de criterio losgrandes temas que interpelan a la sociedad actual. Es vital que desarrollen el gustopor la lectura y el ejercicio del pensamiento crtico, que se familiaricen con elpluralismo y la interdisciplinariedad desde un comienzo.

    Esta coleccin ha sido por ello concebida con mucho cuidado y esmero conla finalidad de promover el hbito de la lectura y el estudio crtico de los grandestemas que nos plantea la sociedad contempornea. Est dirigida no slo a losprofesores y estudiantes universitarios, sino a toda persona que se interesa enconocerlos con honestidad y hondura.

    La composicin interdisciplinaria de la coleccin que estamos iniciandotiene la caracterstica de vincularnos con una multiplicidad de registros discursi-vos la mayor parte de las veces desconectados entre s. El contacto con unavariedad de disciplinas y una pluralidad de enfoques puede ser a primera vistadesconcertante. Pero tiene la virtud de permitirnos el cuestionamiento denuestros puntos de vista y de reconocer el carcter siempre parcial de nuestrasvisiones del mundo. De esta manera, ampla nuestra comprensin de la realidad,nos torna reflexivos, dialgicos y nos permite descubrir la verdadera complejidadde los problemas.

  • Fidel Tubino

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    Hemos decidido empezar esta coleccin con un libro sobre los principalesproblemas ticos del mundo contemporneo por varias razones. En primer lugar,porque ms all de las ideologas se ha vuelto crucial entender la envergadurade los problemas ticos con los que habitualmente nos confrontamos para poderabordarlos desde sus races. Cada vez resulta ms claro que el desarrollo denuestras sociedades depende en gran medida de la manera como sepamos, comocomunidad, abordar y resolver esta importante problemtica. En segundo lugar,porque creemos que, ms all de nuestras diferencias culturales y de nuestrasfiliaciones filosficas, polticas o religiosas, los retos ticos nos conciernen a todosen tanto personas. Y, en tercer lugar, porque el mundo contemporneo nosplantea a diario paradojas y dilemas ticos que nos hacen ver con certidumbrenuestra precariedad humana y nuestra necesidad de superarla.

    El texto se compone de una introduccin y siete captulos. La introduccinnos ofrece una visin general sobre el sentido de la tica y sobre los paradigmasque han caracterizado su comprensin a lo largo de la historia. Los captulos quesiguen estn dedicados a los temas y a los debates ms importantes de la ticacontempornea: la tica y la poltica; la tica y los derechos humanos; la tica yel gnero; la biotica, la ciencia y la tecnologa; la tica y la cultura; la tica, laeconoma y la empresa; la tica y el derecho internacional. Hemos elegido estostemas porque en ellos se puede reencontrar la riqueza y la complejidad de lascuestiones morales que preocupan a los seres humanos en la actualidad. En todosellos veremos aparecer, en dilogo, a autores importantes que nos ofrecen visionesticas discrepantes en torno a los problemas que tratan.

    Era nuestra intencin poner en manos de los lectores un texto que fuese,simultneamente, una obra sistemtica y una seleccin de lecturas, es decir, untexto que no solo explicase cules son los temas y las principales posicionesdefendidas en los debates de la tica contempornea, sino que ofreciese tambinlecturas selectas de los autores que son los principales protagonistas de dichosdebates. Es as que todos los captulos del libro estn divididos en dos partes: enla primera, se ofrece una introduccin al tema y al debate respectivo y, en lasegunda, se consignan dos lecturas importantes correspondientes a dos filsofosque representan voces autorizadas y significativas en la materia. De esa manera,no solo se podr consultar directamente a los autores, sino que se podrigualmente contar con una visin general introductoria al problema. El libropuede servir, pues, ya sea como material de lectura sobre los debates ticoscontemporneos o ya sea como una introduccin sistemtica a dichos debates. Ocomo ambas cosas a la vez.

  • Presentacin

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    Todos los captulos del libro han sido escritos por profesores de filosofa delDepartamento de Humanidades de la Universidad Catlica, especialistas en ticay con una larga experiencia de docencia universitaria. Teniendo en cuenta suscompetencias especficas, se les pidi que se hicieran cargo de la seleccin de lostextos y que redactaran la introduccin correspondiente. Gracias a ello, loscaptulos del libro poseen solidez y consistencia interior, y tienen todos ademsuna estructura uniforme, lo cual facilitar no solo el manejo del texto, sinotambin su lectura.

    Deseamos agradecer especialmente a Alejandro Len por el esfuerzo realiza-do en la coordinacin general del proyecto, as como en su edicin general, y aCristina Alayza, Laura Arias, Gianfranco Casuso y Rodrigo Ferradas por sucontribucin a la correccin de estilo de los textos.

    Fidel TubinoDecano de Estudios Generales Letras

    Pontificia Universidad Catlica del Per

  • Miguel Giusti

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  • Introduccin: El sentido de la tica

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    AL EMPEZAR UN LIBRO que nos anuncia una incursin en los debates principales delos que se ocupa actualmente la tica, debiramos quizs preguntarnos en primerlugar por lo que ella es y representa. A qu experiencia humana nos estamosrefiriendo cuando hablamos de tica y por qu se ha convenido en darle estenombre? Una introduccin as no es inusual en los textos que nos explican elorigen de la tica. Es ms bien frecuente que se busque responder a esas preguntasmencionando un episodio de la Ilada, al que se le atribuye una fuerza simblicaejemplar1. El episodio se halla en los ltimos cantos del poema. Aquiles, dolidoy enfurecido por la muerte de su amigo Patroclo, desafa a Hctor ante las puertasde la muralla de Troya, y pelea en duelo personal con l hasta hacerlo morir.Sediento an de venganza, ata su cadver a un carro y lo arrastra repetidas vecesalrededor de la ciudad amurallada en presencia de sus conciudadanos y sus

    IntroduccinEl sentido de la tica

    por Miguel Giusti

    1 Hay muchos textos introductorios que tratan de explicar el sentido y los alcances de la tica comoexperiencia y como disciplina. Menciono a continuacin solo algunos que pueden ser particularmentetiles y representativos: Albert, Hans, tica y metatica, Valencia: Teorema, 1978; Camps, Victoria(ed.), Historia de la tica, Barcelona: Crtica, 1989, 3 volmenes; Camps, Victoria, Osvaldo Guarigliay Fernando Salmern (eds.), Concepciones de la tica, Madrid: Trotta, 1992 (contiene amplia bibliogra-fa); Cortina, Adela, tica sin moral, Madrid: Tecnos, 1990; Hare, R.M. El lenguaje de la moral, Mxico:FCE, 1975; von Kutschera, F., Fundamentos de tica, Madrid: Ctedra, 1989; MacIntyre, Alasdair,Historia de la tica, Barcelona: Paids, 1982; Singer, Peter, tica prctica, Cambridge: CambridgeUniversity Press, 1995; Taylor, Charles, La tica de la autenticidad, Barcelona: Paids, 1994;Tugendhat, Ernst, Problemas de tica, Barcelona: Crtica, 1984; Williams, Bernard, Ethics and theLimits of Philosophy, Cambridge Mass.: Harvard University Press, 1985; Williams, Bernard, Introduc-cin a la tica, Madrid: Ctedra, 1982. Es muy til tambin en castellano el Diccionario de tica, editadopor Otfried Hffe, Barcelona: Crtica, 1994.

  • Miguel Giusti

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    2 El Informe Final de la Comisin de la Verdad y Reconciliacin del Per se halla disponible en lasiguiente direccin web: http://www.cverdad.org.pe/ifinal. En esa misma pgina pueden verse lasimgenes de la exposicin que preparara la Comisin con el ttulo Yuyanapaq: Para recordar.

    familiares, y se lleva consigo luego el cadver con la intencin de entregarlo a losperros. Es precisamente en el momento en que Aquiles desata su furia paraensaarse con el cadver de su enemigo muerto, que comienzan a orse y amultiplicarse las voces que reclaman un Basta ya!, basta de semejante desme-sura. Inicialmente es Pramo, el padre de Hctor, quien expresa su protestarecordndole a Aquiles que l tambin ha tenido una familia y un padre, apelandoas a su experiencia vivida para que se apiade de ellos y les devuelva el cadver, alque quieren darle una debida sepultura. El reclamo de Pramo no se refiere a lamuerte de su hijo en el duelo, sino al ensaamiento y a la crueldad de Aquiles.Luego siguen los dioses, quienes, pese a haber estado siempre tomando partidopor uno o por otro en los combates, reconocen tambin que se est produciendouna desmesura, y deciden intervenir para detenerla. Leemos as que los diosesprotegen el cuerpo de Hctor para que no se deteriore con los maltratos ni eltiempo, y alientan a Pramo a ir en busca de su hijo por entre las tropas enemigas,hasta que Zeus, finalmente, persuade al propio Aquiles a aplacar su ira y a accederal encuentro con Pramo para devolverle el cuerpo.

    La tica se refiere a esta experiencia de la mesura en la convivencia humana,y a la conciencia de los lmites que no debieran sobrepasarse para poder hacerlaposible. Naturalmente, no siempre se ha trazado el lmite en el mismo lugar ni laconciencia se ha mantenido invariante en la historia. Veremos, ms bien, en losdiferentes trabajos que componen este libro, que se ha ido produciendo unaevolucin de nuestra conciencia moral a lo largo del tiempo, y que la caracteri-zacin de esta conciencia no est exenta de controversias. Pero lo que s parececonstante, y constitutivo de la tica, es la conviccin de que la convivenciahumana requiere de una conciencia y una internalizacin de ciertos lmites, quehabrn de expresarse en un cdigo regulador de la conducta. Hemos ilustrado estaexperiencia recordando el ejemplo del episodio de la Ilada, pero podramos, ydeberamos, rememorarla tambin pensando en otro caso que nos es ms cercanoy ms vital: el de la dolorosa experiencia del conflicto armado que vivi el Per,en el que se produjo una flagrante transgresin de los lmites de la convivenciasocial y del respeto a la vida humana. Las imgenes desgarradoras que nos hatransmitido el Informe Final de la Comisin de la Verdad y Reconciliacin2

  • Introduccin: El sentido de la tica

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    3 Cf. Thiebaut, Carlos, De la tolerancia, Madrid: Visor, 1999.

    pueden asociarse a las que hemos mencionado hace un momento sobre elensaamiento de Aquiles y su desmesura, y puede igualmente decirse que ellas nossealan los lmites de la convivencia que nunca debiramos haber permitidosobrepasar. Ellas nos muestran, pues, cul es el origen de la experiencia humanaa la que nos referimos con la palabra tica. A esta situacin se refiere el filsofoespaol Carlos Thiebaut, en su ensayo sobre la tolerancia3, cuando define lacuestin central de la tica como el rechazo del dao, es decir, como la reaccinde indignacin y de protesta ante el maltrato del otro producido por obrahumana. Asocia por eso dicha cuestin con el trabajo de las comisiones de laverdad de las ltimas dcadas, y ve sintetizada su hiptesis en el famoso ttulo dela comisin argentina: Nunca ms. Nunca ms debiramos aceptar semejantenivel de inhumanidad y de violencia, nunca ms debiramos permitir el dao alotro, nunca ms deberamos eludir la responsabilidad que nos corresponde paralograr vivir en paz. Es de eso que nos habla la tica.

    No obstante, lo que se ha expresado hasta aqu es solo una intuicin general,que requiere de muchas precisiones. Con el nimo de aproximarnos ms a unaexplicacin del sentido y los alcances de la tica, vamos a dividir la siguienteexposicin en cinco partes, que habrn de servirnos como una secuencia argumen-tativa de creciente complejidad. En la primera parte, nos referiremos a laambivalencia que posee el trmino tica en el lenguaje cotidiano, y a lasimplicaciones que ello trae consigo. En la segunda parte, nos ocuparemos de larelacin existente entre los trminos tica y moral, pero principalmente conla finalidad de caracterizar la experiencia humana bsica a la que remite el trminogriego. Ello nos conducir, en la tercera parte, a precisar mejor la peculiaridad dela tica o del lenguaje moral, especialmente si los distinguimos del lenguaje de laciencia o del arte. En la cuarta parte propondremos una definicin simple yoperativa de la tica, que recoja los rasgos que hemos ido aclarando en laexposicin anterior. Y en la quinta parte veremos cmo el desarrollo de dichadefinicin ha conducido a los autores a diferenciar dos grandes paradigmas decomprensin de la tica en la historia. Terminaremos la exposicin con unareflexin final.

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    1. Ambivalencia del trmino tica

    Cuando empleamos en el lenguaje cotidiano la palabra tica, solemos referirnosa dos cosas distintas, sin diferenciarlas entre s. De un lado, llamamos tica a lamanera que una persona o una sociedad tienen de concebir su sistema de creenciasvalorativas, es decir, a la reflexin consciente o terica que ellas poseen en relacincon el tema. Pero, de otro lado, llamamos tambin tica a la manera en que unapersona o una sociedad se comportan efectivamente en la vida, es decir, a laconducta que demuestran en la prctica. Decimos, as, por ejemplo, que unapersona tiene una tica utilitarista o altruista, dando a entender que la tica serefiere a la concepcin que posee, pero decimos tambin que determinadasconductas de una persona son o no son ticas, queriendo dar a entender que loque merece dicho calificativo no es su concepcin de las cosas sino su vida prctica.En el primer caso, la palabra tica se refiere a la manera de hablar o de concebirlas cosas, en el segundo a la manera de vivir.

    Esta peculiar ambivalencia que venimos constatando la comparte la palabratica con algunas otras palabras del castellano, por ejemplo con la palabrahistoria. Usamos, en efecto, este trmino tanto para referirnos a las acciones oa los hechos ocurridos en el pasado como para referirnos a su recuento o sunarracin. Historia es ambas cosas, y ello se ve reflejado en el uso cotidiano quehacemos de la palabra. Para el caso especfico de la tica, la ambivalencia deltrmino es algo que, en lugar de rechazar, deberamos tomar con la mximaatencin y seriedad, porque de all se deriva una serie de consecuencias importan-tes para su caracterizacin. Retengamos, pues, por el momento, la constatacindel uso ambivalente del trmino, y preguntmonos qu implicancias trae consigosemejante peculiaridad.

    La primera de las consecuencias es, sin duda, la que nos es tambinlamentablemente ms familiar, a saber: que puede producirse, u observarse, en laspersonas y en las sociedades, una contradiccin entre los dos sentidos de la palabratica: puede hablarse de ella de una manera y vivirse de otra. Desde muytemprano advirtieron los filsofos griegos sobre la particularidad de esta contra-diccin, y sostuvieron por eso que la tica no poda ensearse como se enseanlas ciencias, ya que muchas de estas son puramente tericas, mientras que la ticaest directamente vinculada con la manera de vivir. Si la tica se ensea solo comoun curso terico, entonces puede agravarse esa contradiccin entre lo que sepiensa y lo que se hace; su enseanza debera comprometer ms bien los hbitosde conducta. Una segunda consecuencia, menos evidente que la anterior, es que

  • Introduccin: El sentido de la tica

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    4 Kant expone su concepcin de las mximas tanto en la Crtica de la razn prctica como en laFundamentacin de la metafsica de las costumbres. Cf. especialmente esta ltima obra, Barcelona: Ariel,1996, p. 131.

    todas las personas, si bien pueden no disponer de una concepcin tica, poseen,s, una conducta o una forma de vivir que puede merecer el calificativo de tica.En tal sentido, todas las personas o todas las sociedades participan de la dimensinprctica o vital de la tica. Una tercera consecuencia de la mencionada ambivalen-cia, estrechamente ligada a la anterior, es que para tener competencia o calificacinen la tica, no se requiere poseer una concepcin terica o una reflexin explcitasobre ella. Precisamente porque no solo es una manera de hablar sino sobre todouna manera de vivir, puede ocurrir que haya personas o sociedades que merezcanun gran aprecio por su conducta, sin que posean una formacin terica capaz dearticular conceptualmente su estilo de vida. No es difcil constatar, en efecto, quepersonas sin instruccin ni estudios especiales sean consideradas buenas, ni, alrevs, que personas muy instruidas muestren una conducta ticamente reproba-ble. En la tica, pues, a diferencia de lo que ocurre en la ciencia, todos somoscompetentes. Ahora bien, siguiendo la misma lgica de esta argumentacin,tendramos que extraer una cuarta consecuencia, a saber, que precisamenteporque lo fundamental de la tica es la forma de vivir, esta misma nos bastara parainferir que todas las personas o sociedades poseen una concepcin tica al menosimplcita. Esto pensaba Kant, por ejemplo, cuando deca que todas las personasse guan en la prctica por pautas de conducta, por mximas, que son laexpresin conceptual implcita de las reglas que orientan su proceder en la vida4.

    Como vemos, la simple constatacin de la ambivalencia del trmino ticanos ha dejado varias lecciones sobre nuestra comprensin implcita del problema.Resumiendo, hemos aprendido all: 1) que puede haber una contradiccin entrela teora y la conducta ticas; 2) que todos poseemos una forma de vivirmerecedora del calificativo de tica; 3) que todos somos competentes en tica; y4) que todos tenemos una concepcin tica implcita en nuestra forma de vivir.No obstante, se podr haber advertido que, a travs de estos comentarios, se haido produciendo un ligero desplazamiento del sentido inicial del trmino. Enefecto, al comienzo decamos que, en su uso cotidiano, la palabra tica se sueleemplear en referencia tanto a las concepciones como a las conductas; pero si enel caso de las concepciones est claro que decimos que son ticas aun cuandopuedan diferir entre ellas, en el caso de las conductas pareciera que lo que

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    queremos decir es que son buenas conductas. Sin pretender corregir este usocotidiano, lo que ahora hemos visto es que la tica, en lugar de restringirse acalificar una categora de conductas, lo que ella comprende es ms bien todo elconjunto de las acciones humanas, tanto las buenas como las reprobables, o, msexactamente, que ella se refiere a la pauta que empleamos para diferenciar entreunas y otras. En este sentido ms tcnico de la palabra, la tica es el criterio delque nos valemos para establecer una jerarqua de valor entre nuestras acciones.

    Ahora bien, hasta el momento hemos venido comentando el uso del trminotica sin diferenciarlo de otro trmino que, tambin en su uso cotidiano, parececonfundirse con l, que es el de moral. En muchas circunstancias de la vida socialno solemos hacer distingos entre expresiones tales como poco tico o inmo-ral, o entre tica profesional o moral profesional, o entre falta tica o faltamoral. Tratemos, por lo pronto, de buscar algo de claridad en esta terminologa.

    2. tica y moral

    Entre estos dos trminos hay, como veremos, relaciones complejas. Pero loprimero que debe afirmarse es que los une un lazo etimolgico muy fuerte, quees seguramente el causante de su permanente y tambin actual confusin. ticay moral son trminos etimolgicamente equivalentes. Moral es la traduccincastellana del trmino latino mos, moris, mores, el cual, a su vez, proviene delgriego ethos, ethik; la palabra castellana moral no es, pues, otra cosa que laversin latina del griego ethos. Existe, sin embargo, en castellano tambin lapalabra tica. Ello se debe a que, ocasionalmente, algunas palabras griegas hanobtenido, en castellano, una versin adicional a la que provena del latn, pero estavez por medio de la castellanizacin directa del griego. Es as que tica y moralresultan ser dos trminos castellanos que se emplean para traducir una misma razgriega: el ethos. Hay varias palabras en castellano con las que esto ocurre.Pensemos, por ejemplo, en la traduccin del trmino griego techne: de un lado,tenemos la versin procedente del latn ars, artis, pero disponemos, de otrolado, tambin de la castellanizacin directa del griego en la palabra tcnica. Artey tcnica son, pues, por ms curioso que parezca, dos versiones castellanasdistintas de una misma palabra griega. Que esto sea as en el caso de la techne, esalgo sumamente aleccionador, que debera merecer nuestra atencin.

    tica y moral son, entonces, expresiones castellanas equivalentes quenos remiten, ambas, al trmino griego ethos. Pero, qu significa, en griego,

  • Introduccin: El sentido de la tica

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    ethos? Hay, en castellano, dos traducciones frecuentes de dicho trmino:costumbres y carcter. Que hagan falta precisamente esas dos palabras paratraducirlo, es algo significativo y revelador de la concepcin griega de la tica.Ethos quiere decir, ms exactamente, sistema de costumbres, o sistema decreencias acerca de la valoracin de la vida y de las pautas que es preciso seguir paraponerlas en prctica. Si el trmino se refiere, adems, al carcter, es porque, paralos griegos, el sistema de creencias morales poda ser visto tambin desde laperspectiva de las actitudes y de los hbitos que los individuos iban haciendo suyoshasta convertirlos en rasgos de la personalidad. De la personalidad tica. Ethoses, entonces, sistema de costumbres, pero no en el sentido en que pudieraentenderse a partir de una ciencia social como la antropologa o la sociologa. Lasciencias se proponen siempre estudiar una materia desde la perspectiva delobservador, no desde la perspectiva del participante, y por ello pueden estudiarlas costumbres de una cultura bajo el supuesto explcito de no hacer interveniren sus apreciaciones ningn juicio de valor. Y eso es justamente lo que la tica, ola moral, no han querido nunca hacer.

    En efecto, la disciplina llamada tica surgi en Grecia con el propsito, node describir los sistemas de creencias valorativas existentes en una u otra cultura,sino con el de examinar si dicho sistema era el mejor, o el ms deseable posible. Siretomamos los trminos con los que venamos comentando la ambivalencia enel uso de la palabra, podramos decir que la tica apareci como una reflexin (unaconcepcin) acerca de la mejor manera de vivir o del ms adecuado sistema decostumbres (la forma de vida). Recordemos las escenas con las que iniciamos estaIntroduccin: en ambos casos, tanto en el de Aquiles como en el del conflictoarmado en el Per, lo que la tica promueve no es simplemente un registro de losucedido, ni siquiera solo una comprensin distanciada de los hechos, sino unjuicio acerca de la transgresin del orden de la convivencia, una reflexin, comodecamos, sobre la necesidad de hallar una mejor manera de vivir. Nos vamosacercando as paulatinamente a determinar la especificidad de los juicios ticos, ojuicios morales, cosa que veremos en el punto siguiente.

    Pero, antes de ello, conviene que culminemos el comentario sobre la relacinentre los trminos tica y moral. Hemos dicho que se trata de trminosetimolgicamente equivalentes, referidos ambos a la raz griega ethos, y que esoexplica la dificultad o hasta la artificialidad de su diferenciacin, incluso en elpresente. No obstante, muchos manuales de tica, y tambin el Diccionario de laReal Academia, establecen una distincin conceptual entre ambos. Moral, sedice all, significa el sistema de valores inmanente a una determinada comunidad,

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    5 Adela Cortina define, por eso, a la tica como filosofa moral. Cf. su ya citado libro, tica sin moral,pp. 9ss.6 Cf. Hegel, G.F.W., Principios de la filosofa del derecho, traduccin de Juan Luis Vermal, Buenos Aires:Sudamericana, 1975, 33.

    mientras que tica sera ms bien la reflexin filosfica sobre el sentido dedichas normas morales5. De acuerdo a ello, morales seran las normas especficasque rigen la conducta de los miembros de un grupo; tica, en cambio, sera laperspectiva analtica que se adopta para examinar los alcances o para estudiar lanaturaleza del fenmeno moral. Esta misma Introduccin sera, pues, un ejemplode una reflexin de carcter tico, no moral. Ahora bien, por ms acadmicamenterespetable que sea, esta distincin est lejos de aclarar las cosas. De un lado, es muydifcil trazar una frontera clara entre los rasgos morales inmanentes a unacomunidad y aquellos otros rasgos, ticos, que la trascienden; en efecto, ladistincin trae consigo una relativizacin filosfica de la moral, y es natural quelas comunidades morales as relativizadas no compartan semejante punto de vista.Pero, adems, de otro lado, no puede en modo alguno decirse que la historia dela filosofa (o de la disciplina moral) nos confirme la claridad de dicha distincin.En las diferentes tradiciones filosficas, y en sus lenguas respectivas, hallamos msbien una historia muy compleja de reflexin sobre estas cuestiones, que nopermite establecer una demarcacin suficientemente clara entre los trminostica y moral. Baste citar aqu un ejemplo, de gran relevancia para la discusinde la tica actual. A comienzos del siglo XIX, Hegel propuso, en su libro Filosofadel derecho, una diferenciacin entre dichos trminos6. Su propuesta es especial-mente interesante porque se apoya sobre la conviccin, expresada con todaclaridad, de que los dos conceptos son etimolgicamente equivalentes y de quecualquier distincin entre ellos sera puramente convencional. Pero l proponehacerla porque considera que sera una convencin razonable diferenciar entredos modelos globales de comprensin de la tica: aquel que se asocia con la manerade pensar de Kant y de la filosofa moderna, para el que sugiere reservar el nombrede moral (moralidad), y aquel que se asocia con la manera de pensar deAristteles y de la filosofa antigua, para el que propone emplear el nombre detica (eticidad). Esta diferenciacin conceptual de Hegel ha tenido grandesrepercusiones en la historia de la tica hasta nuestros das, y ha servido incluso paradar nombre a uno de los debates filosficos ms importante llevados a cabo en lasegunda mitad del siglo XX7. Pero, como vemos, la propuesta de Hegel no tiene

  • Introduccin: El sentido de la tica

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    nada que ver con la que hemos mencionado hace un momento en relacin con losmanuales de introduccin a la tica. Peor aun, lo que Hegel llama tica oeticidad no se refiere a la reflexin filosfica sino, en todo caso, al sistema devalores inmanente a una comunidad, es decir, a lo que en la mencionada distincinse entiende por moral. Si a alguna conclusin debiramos llegar en relacin conesta materia, es, por as decir, que el hbito no hace al monje: el empleo decualquiera de estos dos trminos no nos exime de la necesidad de dar explicacionessobre las razones que nos conducen a ello. Teniendo ambos una raz comn, y unahistoria compleja, no ganamos mucho queriendo forzar una distincin concep-tual que peca de imprecisa. Ms ganaremos si, emplendolos indistintamente, nosocupamos luego de diferenciar, en su interior, los problemas y los aspectos queconvenga, entre los cuales se hallar, por cierto, la distincin entre los asuntosrelativos a la inmanencia de los valores comunitarios y aquellos relativos a lareflexin filosfica sobre su sentido ms general.

    3. La peculiaridad del lenguaje moral

    Volvamos entonces al hilo de nuestra argumentacin, que nos estaba conducien-do a precisar paulatinamente cul es la peculiaridad de los juicios ticos o morales.Al respecto, Kant nos ha dejado varios ejemplos didcticos, uno de los cualespuede sernos aqu de mucha utilidad. Quien vaya a visitar los vestigios de culturasantiguas, nos dice, por ejemplo las pirmides de Egipto (o, podramos agregarnosotros, la ciudadela de Machu Picchu), puede adoptar diferentes perspectivasen su viaje. Puede acudir interesado en indagar qu recursos tecnolgicosutilizaron los egipcios para realizar aquellas construcciones, qu clculos hicierony qu conocimientos posean para ello; en la medida en que dirige su atencin aexaminar los avances en el campo de la explicacin tecnolgica de la realidad,diremos, con Kant, que el viajero est adoptando una perspectiva cientfica. Pero

    7 Durante las ltimas dcadas del siglo XX tuvo lugar, en efecto, un amplio debate en la tica que recibipor ttulo Moralidad versus eticidad, recogiendo la intuicin y la propuesta sistemticas de Hegel.Muchos autores participaron en dicha discusin. Cf. al respecto: Kuhlmann, Wolfgang (ed.), Moralittund Sittlichkeit. Das Problem Hegels und die Diskursethik, Frankfurt: Suhrkamp, 1986; Habermas,Jrgen, Escritos sobre moralidad y eticidad, Barcelona: Paids, 1991; Giusti, Miguel, Moralidad oeticidad. Una vieja disputa filosfica, en: Alas y races. Ensayos sobre tica y modernidad, Lima: PUCP,1999, pp. 175-200.

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    8 Cf. Popper, Karl, La lgica de la investigacin cientfica, Madrid: Tecnos, 1977, p. 34.

    puede tambin, naturalmente, prescindir de estas preocupaciones y emprender elviaje interesado exclusivamente en contemplar la belleza del paisaje y en gozar delespectculo que ofrecen las pirmides en aquel entorno; en la medida en que dirigesu atencin, esta vez, al goce desinteresado en la contemplacin de la belleza,diremos que est adoptando una perspectiva esttica. En fin, tambin sera posibleque el viajero se interesara ms bien por el sufrimiento causado a los esclavos parahacer posibles esas construcciones, o por la injusticia de las relaciones de poderque permitieron semejante dominacin; en la medida en que dirige as su atencina la valoracin del sentido de las relaciones humanas, diremos ahora que estadoptando una perspectiva moral.

    El ejemplo de Kant es claro, aunque, como veremos, deja abiertas analgunas interrogantes importantes. La diferencia entre las perspectivas adoptadaspor el viajero nos ofrece una pauta para caracterizar mejor la peculiaridad de losjuicios morales. Y lo primero que aprendemos es que no debemos confundirloscon los juicios cientficos ni con los juicios estticos. La ciencia se ocupa de laverdad o la falsedad de los conocimientos, y se vale para ello de una metodologadescriptiva o explicativa, que se refiere en ltima instancia a lo que es, a la realidadexistente. El arte se ocupa de la belleza o la fealdad de la naturaleza o las creacioneshumanas, y se vale para ello de una metodologa estticamente apreciativa, que serefiere en ltima instancia al gusto o a la necesidad humana de representarse elmundo. La tica, en fin, se ocupa de la bondad o la maldad de las acciones humanas,y se vale para ello de una metodologa estrictamente valorativa o prescriptiva, quese refiere en ltima instancia a lo que debera ser, a la mejor manera de vivir. Conesta diferenciacin un tanto esquemtica, pero didctica, Kant ha querido hacerfrente, como lo comentara Karl Popper8, al problema de la demarcacin entre loscampos de investigacin y entre los usos del lenguaje que les son correspondien-tes; de esa manera no solo se establece la necesidad de respetar las diferenciascualitativas entre ellos, sino se sostiene adems que cada uno de ellos poseecriterios inmanentes para determinar la correccin o la incorreccin de los juicios.

    Verdad, bondad y belleza son conceptos que nos han sido transmitidos desdela Antigedad clsica como los puntos de referencia ltimos de los tres camposprincipales en que se dividi la investigacin filosfica: la ciencia, la moral y elarte. Se trata, en tal sentido, de conceptos sintticos y ricos en significacin, sobretodo por su vinculacin a la tradicin de la que provienen. A lo mejor ya no nos

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    son hoy en da tan familiares, pues hemos encontrado nuevas expresiones para darcuenta de los problemas que nos preocupan o hemos desarrollado una nuevasensibilidad; nos es, por ejemplo, ms familiar hablar de justicia o de libertad enmoral, o de experiencia esttica en relacin con el arte. Esta circunstancia nodebera distraernos, porque tambin en estos ltimos casos seguimos defendiendola necesidad de establecer una demarcacin entre los campos y seguimos pensandoen la existencia de criterios intrnsecos de evaluacin en cada uno de ellos. Siusamos, pues, los trminos clsicos en nuestra presentacin, es porque ellosresumen de modo privilegiado lo que queremos expresar. Pero debe quedarnosclaro que pueden reemplazarse por otros que les sean equivalentes.

    Sobre la base de estas consideraciones, nos es posible determinar, pues, enprimera instancia, la peculiaridad de los diferentes juicios mencionados. Lohemos visto ya en el ejemplo de la contemplacin de las pirmides, y podemosextender esta misma cautela evaluativa a otros campos de la accin o la vidahumanas. La determinacin de la verdad de un conocimiento es un asunto quedebe juzgarse en el interior del campo cientfico y con los criterios que le soninmanentes, sin que deba tolerarse la interferencia de criterios procedentes de losotros dos campos. Otro tanto vale, por supuesto, con respecto a la determinacinde la bondad de una conducta o de la belleza de una obra de arte. La interferenciade criterios evaluativos, o la invasin de un campo por medio de pautas que le sonajenas, es un peligro constante que atenta contra la autonoma de la racionalidadpropia de cada una de las esferas mencionadas. Y, no obstante, las cosas distan deser tan simples como aqu aparecen en primera instancia.

    Tomemos como ejemplos las discusiones actuales sobre las investigacionesgenticas o sobre los alcances de la tecnologa, a los que se dedican captulos de estelibro. Ocurre, en efecto, que en las sociedades modernas se han tomado decisionespolticas o jurdicas que restringen la aplicacin de ciertas tecnologas, o prohbenel empleo de algunos recursos genticos en seres humanos o que simplementereorientan su desarrollo. Estas decisiones proceden del mbito que hemosllamado tico y tienen claras repercusiones en el campo cientfico o eventualmenteen el esttico. No se trata, en sentido estricto, de una interferencia epistemolgica,porque no se pone en cuestin ni la verdad de los conocimientos ni los criteriosque se emplean para establecerla. Pero se trata, s, de una priorizacin de ladimensin tica por sobre las dems. Ello no debera sorprendernos, porque,como hemos visto, la tica tiene que ver con la valoracin de la vida, con lareflexin que lleva a cabo la propia comunidad humana sobre lo que considera la

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    mejor manera de vivir, y lo que all se establezca puede tener consecuencias sobreel rumbo que tomen las investigaciones o las producciones de la ciencia y el arte.

    Lo que venimos comentando equivale a plantear el problema de la unidadque puede o debe existir entre los tres campos mencionados de la ciencia, la moraly el arte, problema que no desaparece aun reconociendo su autonoma relativa.En tiempos antiguos, Platn y Aristteles, por ejemplo, estaban convencidos deque exista un orden natural, cosmolgico o metafsico, que permita vincularentre s de manera orgnica las cuestiones relativas a la verdad, la bondad y labelleza. Esta misma conviccin se ha mantenido en las sociedades o en las culturasque poseen una cosmovisin compacta y un sistema de creencias de inspiracinreligiosa. En la sociedad occidental moderna, en cambio, el proceso de seculari-zacin ha trado consigo una prdida de confianza en las imgenes religiosas delmundo, ha instaurado una racionalidad consensual fragmentaria como la quehemos estado exponiendo y ha convertido la cuestin de la unidad de la realidaden un desafo para la razn humana. Y es en el intento de respuesta a ese desafoque la tica adquiere una importancia especial, como aquella dimensin de laexperiencia que parece ms adecuada para replantear el sentido y la jerarqua delos valores de la vida.

    4. Definicin de la tica

    Sobre la base de lo visto hasta aqu, ensayemos una definicin de la tica que recojalos rasgos principales que hemos venido exponiendo. Digamos entonces que latica es una concepcin valorativa de la vida. Su peculiaridad reside en el hecho detratarse de una concepcin valorativa, que pretende decirnos cul debera ser elorden de prioridades en la organizacin de la convivencia humana, es decir, quese propone establecer cul es la mejor manera de vivir. No es, pues, unaconcepcin que se restrinja a describir el modo en el que los seres humanosordenan el mundo; su punto de vista es el del participante en la interaccin, noel de un observador. Tampoco es, en sentido estricto, una concepcin esttica dela vida, que ponga la mirada en el goce contemplativo o en la representacinoriginal de la experiencia, aunque ms de uno podra pensar que esta sera acasola mejor manera de vivir. Podra serlo, por supuesto, pero sera entonces unaconcepcin simultneamente esttica y valorativa en sentido moral.

    Recordemos lo dicho sobre la ambivalencia del trmino tica. De acuerdoa uno de los sentidos del trmino, seguramente el principal, la tica es una manera

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    de vivir. Ello se recoge en la definicin, al decir precisamente que nos las habemoscon una concepcin de la vida. No importa aqu si dicha concepcin es explcita,en el sentido de que hemos logrado articularla tericamente, o si es solamenteimplcita, en el sentido de que ella puede descifrarse si se presta atencin a lajerarqua manifiesta en el obrar cotidiano. Lo decisivo es que la tica se refiere almodo en que una persona o una sociedad ordenan su sistema de creencias moralesen la vida prctica. De acuerdo a la segunda acepcin del trmino, la tica es unamanera de hablar o de concebir las cosas. Tambin este aspecto es recogido en ladefinicin, pues ella nos informa que la tica es, efectivamente, una concepcin dela vida. No es indispensable que quien la profesa, o quien la pone en prctica, seaconsciente de su naturaleza o su estructura tericas; la praxis misma es suficientepara dar a conocer el sistema de referencias ideales con el que una persona o unasociedad se identifican.

    De ningn ser humano ni de ninguna sociedad podr decirse que no poseanuna concepcin valorativa de la vida, lo cual equivale a decir que tampoco podrdecirse de ellos que no posean una tica. Es, en ese sentido, muy difcil entenderqu pueda ser una persona amoral; con dicha expresin probablementequeremos decir que aquella persona no comparte los criterios fundamentales dela concepcin tica que nosotros defendemos, pero eso no puede querer decir queella carezca de un criterio ordenador de su conducta. En principio, es de suponerque toda persona posee una tica en el sentido indicado.

    Que la tica sea una concepcin valorativa de la vida quiere decir tambin queella ocupa un lugar primordial en nuestra reflexin y en nuestra conductacotidianas, pues es evidente que lo que nos sirve de pauta de orientacin de todasnuestras acciones va a estar permanentemente presente en nuestras vidas. Fcil-mente podremos constatar esta aseveracin no solo si nos ponemos a pensar enla relevancia que puedan tener, por ejemplo, nuestros criterios ticos para evaluarla justeza de las leyes, sino tambin cuando reflexionamos sobre la importanciarelativa que tiene en nuestra vida cotidiana el uso del lenguaje moral. Si tratramosde medir cuantitativamente el espacio que los juicios morales ocupan en nuestrolenguaje por comparacin con el lenguaje cientfico o el lenguaje esttico, esprobable que nos sorprenda la notoria preponderancia de los primeros.

    En el caso del episodio de la Ilada se nos transmite precisamente que, deacuerdo a la tica defendida por los griegos, es decir, de acuerdo a su concepcinvalorativa de la vida, la actitud de Aquiles es juzgada como una desmesura o comouna transgresin de los lmites que dicha tica considera infranqueables. Es laconducta de Aquiles, su accin concreta, la que es sometida a cuestionamiento,

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    y lo es a partir del sistema de valoraciones que sirve de referente normativo a losamigos y enemigos involucrados en la situacin, incluso a los dioses. Otro tantoocurre en el caso de los episodios relatados por las comisiones de la verdad. La ticade nuestras sociedades, nuestra concepcin valorativa de la vida, se ha vistoestremecida por la violencia que ha sembrado muerte e irrespeto entre laspersonas. Y el clamor expresado en la invocacin al Nunca ms se muestracomo una solicitacin a reinstaurar el orden de las valoraciones.

    No obstante, con una definicin como esta nos queda an pendiente deresolver una cuestin, acaso la ms importante. Si bien sabemos ya, en efecto,que la tica est ligada a la valoracin de la vida, lo que no hemos aclaradotodava es el criterio o la pauta que subyace a dicha valoracin, es decir, nos faltaexplicar cul es o cul debera ser, como se dice cotidianamente, la jerarqua devalores o de normas que oriente nuestra concepcin tica. Siguiendo el hiloconductor de nuestra exposicin, lo que an no hemos dado es una respuestaa la pregunta: cul es la mejor manera de vivir? A ello vamos a abocarnos en elprximo punto.

    5. Paradigmas de la tica

    En la historia de la tica, al igual que en la historia de la cultura, ha habido, comoes fcil de imaginar, muchas concepciones ticas. Un muestrario de esa diversidadlo hallamos en la presentacin de los diferentes debates ticos a los que se hacealusin en los captulos siguientes de este libro. La diversidad se expresa de muchasmaneras y puede estudiarse desde diferentes perspectivas: puede analizarse desdeun punto de vista histrico o desde un punto de vista sistemtico; puede abordarseen vinculacin con las concepciones religiosas o con las cosmovisiones culturales;puede asociarse a las obras de los filsofos, a las formas de vida o a los proyectosrevolucionarios en la sociedad. Y, no obstante, pese a esta gran diversidad, esposible constatar en la historia, a grandes rasgos, una curiosa y persistentetendencia a responder de dos formas principales a la pregunta por la mejor manerade vivir. En algunos casos, estas dos respuestas son consideradas como paradigmasde la tica, entendiendo por ello visiones valorativas globales, internamentecoherentes pero recprocamente excluyentes. En otros casos, las respuestas sontratadas simplemente como temas de la tica, dando a entender as que cada unade ellas se refiere a un mbito de los problemas morales y que, por consiguiente,

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    no tendran por qu ser excluyentes entre s. Esto es lo que debemos analizar acontinuacin, empezando por preguntarnos cules son esas respuestas.

    La primera respuesta nos dice que la mejor manera de vivir es respetar ycultivar el sistema de valores (el ethos) de la propia comunidad. De acuerdo a estaconcepcin tica, el criterio valorativo central que ha de orientar la conducta delas personas y la marcha de la sociedad debe buscarse en el seno de la propiatradicin; es all donde se hallar el ideal moral que d sentido a la vida y queaglutine a los miembros de la comunidad. Como precisaremos ms adelante, estees el contexto adecuado para hablar, en la tica, de valores. Entre los especialistasen moral se ha convenido en denominar a este primer modelo de respuesta elParadigma de la tica del bien comn o el Paradigma de la felicidad, aunque haytambin otras variantes de esos mismos nombres. Veremos enseguida por qu. Lasegunda respuesta global a la pregunta decisiva de la tica nos dice que la mejormanera de vivir es construir una sociedad justa para todos los seres humanos. Deacuerdo a esta concepcin, el criterio normativo orientador de la conducta de laspersonas y la marcha de la sociedad debe buscarse en un ideal imaginario deconvivencia que promueva el respeto de la libertad de cada individuo, sindistincin de culturas ni de religiones, y la prctica sistemtica de la democraciay la tolerancia; un ideal as, que es crtico de las tradiciones, solo podr encontrarseen la representacin de una utopa racional. Ms que de valores, convendr hablaren este caso de normas o de principios de accin. A este segundo modelo tico sele conoce como el Paradigma de la tica de la autonoma o el Paradigma de lajusticia, aunque tambin de l hay otras denominaciones que prefieren destacarrasgos como la imparcialidad o la consensualidad. Es preciso, sin embargo, queexpliquemos mejor en qu consiste cada uno de estos paradigmas, y en qu sentidoellos pueden ser excluyentes o complementarios.

    5.1. El Paradigma de la tica del bien comn

    La idea central que congrega a los defensores de un modelo tico como este es,decamos, que, para ellos, el patrn de referencias normativas de la conductapersonal y social debera ser el respeto y el cultivo del sistema de valores de la propiacomunidad. Se le llama un bien comn, en alusin a la denominacin tradicionalentre los griegos, porque con ella se designa un modelo de forma de vida que esconsiderado ejemplar por la entera comunidad, y con el cual sus miembros se

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    identifican de manera explcita o implcita. Se trata de un conjunto de creenciasmorales compartidas, mantenidas por la tradicin, transmitidas por la educacin,subyacentes a la vida social y al orden legal, y permanentemente vivificadas porrituales de reconocimiento y celebracin. Se le llama tambin el Paradigma de lafelicidad porque se quiere as rendir tributo a Aristteles, autor que constituyeuna de las fuentes filosficas principales de esta concepcin tica, quien sostuvieraen sus libros que el fin ltimo de la vida, al que todos siempre aspiramos, esprecisamente la felicidad (la eudaimona).

    La naturalidad con la que Aristteles sostiene en su tica a Nicmaco quetodas las personas concordamos en considerar a la felicidad como la finalidadltima de la vida, podra sorprendernos si no fuese porque, a pesar de los siglostranscurridos, tambin nosotros suscribiramos seguramente esa tesis9. El proble-ma, claro est, reside en que, tanto en tiempos de Aristteles como en los nuestros,no le atribuimos el mismo sentido a la palabra felicidad ni asociamos con ellauna misma manera de vivir. Pero el que estemos ya todos de acuerdo en identificarverbalmente la meta final de nuestros empeos, no es una cosa de importanciamenor. La discrepancia sobre su definicin hace precisamente de la felicidad eltema principal de la tica. Para zanjar esa discrepancia, y para precisar el sentidode la felicidad, lo que propone Aristteles es analizar las aspiraciones que los sereshumanos asociamos a nuestras acciones cotidianas y descifrar el ideal de vida quese expresa por medio de ellas. Buscamos todos, al parecer, la forma de vida msplena posible, en donde plena quiere decir: aquella que realiza el bien ms preciado(el sumo bien) o la ltima razn de ser (el fin supremo) de nuestra existencia. Y elfin supremo, o el sumo bien, consiste en realizar permanentemente los ideales deexcelencia que la propia comunidad ha establecido para el desempeo de todasnuestras actividades, incluyendo la actividad comunitaria por excelencia, que esla actividad poltica. La famosa sentencia de Aristteles, segn la cual el hombrees un animal poltico, quiere decir, en efecto, que el hombre solo se realizarplenamente (solo alcanzar la felicidad), si vive solidariamente con los otros losvalores que los congregan y si contribuye activamente a instaurar y mantener unorden institucional que los preserve.

    9 Sobre el nombre del bien supremo escribe Aristteles casi todo el mundo est de acuerdo, puestanto el vulgo como los cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y obrar bien es lo mismoque ser feliz (Cf. tica nicomquea, 1095a16-20, Madrid: Gredos, 1985, p. 132).

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    La tica de Aristteles es un ejemplo particularmente ilustrativo de esteparadigma porque nos ofrece una elaboracin terica muy acabada, pero ella essolo uno entre muchos casos de autores, o de sociedades, que conciben explcitao implcitamente la vida moral en torno al ideal del respeto y el cultivo del sistemade valores de la comunidad. Por vincularse la tica, en todos estos casos, a la formaconcreta en que la comunidad organiza sus relaciones o modela sus costumbres,suele decirse que uno de los rasgos distintivos del Paradigma es el sustancialismo.Tambin de origen griego, el trmino alude a la consistencia, la materialidad y launiformidad del ethos que sirve de punto de referencia para la articulacin de laconcepcin tica. Este rasgo se comprender mejor cuando lo contrastemosenseguida con el que caracteriza al Paradigma de la autonoma, a saber, con elformalismo. Se dice, en todo caso, que una tica es sustancialista cuando define lamejor manera de vivir en relacin con el tramado especfico de costumbres einstituciones propio de la comunidad en cuestin. Ello explica que las ticassustancialistas comprendan, por lo general, un conjunto vasto de preceptos y deritos, ligados precisamente a los diferentes modos y prcticas en los que se realizael ideal de vida comunitario: la vida familiar, el ejercicio profesional, la economa,la actividad poltica, la relacin con los dems, y as sucesivamente, pues para cadauno de estos modos existe un perfil especfico de cumplimiento de la excelenciamoral.

    Ha llegado el momento de explicar por qu es este el contexto al quepertenece, en sentido estricto, el lenguaje sobre los valores. Aunque el uso deeste trmino es hoy muy impreciso y puede referirse a una variedad de aspectosde la valoracin moral, lo que originariamente designa es precisamente elconjunto de conductas ejemplares concretas, aquellos perfiles de excelencia moralrelativos al ideal de vida de una comunidad, pero estilizados en forma de uncatlogo de conceptos normativos. La valenta, la honestidad, la generosidad sonvalores, en el sentido en que expresan ideales de conducta reconocidos pornuestra comunidad, a los que asociamos situaciones y modos especficos decomportamiento. El lenguaje sobre los valores solo cobra sentido, en realidad,cuando lo remitimos al sistema normativo de una comunidad. Quien se refierea una crisis de valores, est dando a entender justamente que se han puesto encuestin los parmetros normativos tradicionales, aquellos que sostenan lajerarqua de las conductas en la sociedad. Y quien aboga a favor de una educacinen valores, se est imaginando que los nios deben aprender a hacer suyos losideales de conducta que la comunidad considera como sus pautas tradicionales deorientacin.

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    10 Ibid., 1139b3ss, p. 270.

    A todo sistema de valores, como el que caracteriza al Paradigma de la ticadel bien comn, le corresponde un sistema de virtudes. Las virtudes representan ellado subjetivo de la existencia de los valores. Con esto se quiere decir que, dadala naturaleza de los valores, es decir, dado que son conductas ideales especficas,de parte de los individuos no puede haber neutralidad ni, tampoco, liberalidadfrente a ellos, sino, muy por el contrario, el mayor compromiso posible. De losindividuos se espera una actitud de adhesin, de respaldo con conviccin, deasimilacin comprometida de esos valores hasta convertirlos en rasgos delcarcter o de la personalidad. Y eso es precisamente lo que son las virtudes: hbitosde comportamiento amoldados al perfil establecido por el sistema de valores. Enla actualidad, a diferencia de lo que ocurre con el uso del trmino valores, parecehaber mucha menos familiaridad con el uso del trmino virtudes, pero es solouna cuestin de palabras. Lo que se suele exigir a travs de las numerosas campaasa favor de los valores es que las personas los hagan suyos y los incorporen a sumodo habitual de conducirse en la vida, es decir, que adopten ante ellos la mismaactitud personal y comprometida que se ha asociado tradicionalmente al concep-to de virtud.

    Otro rasgo constitutivo de esta forma de concebir la tica es que en ella seinvolucran plenamente los sentimientos y las emociones. Ya en el ejemploinicialmente citado de la Ilada, podemos apreciar que los juicios morales queexpresan la conciencia de la desmesura son todos juicios emocionales quemanifiestan un sentimiento de indignacin: la impiedad de Aquiles, el pedido decompasin de Pramo, la solidaridad de los dioses, el arrepentimiento tardo delpropio hroe. La mejor manera de vivir no es excluir las emociones de nuestraconducta, sino expresarlas claramente, pero en su justa medida. Dice por esoAristteles que las virtudes son un modo inteligente, mesurado, de procesar lasemociones10. Quien acta moralmente, lo hace comprometiendo sus afectos yadhirindose a los valores con el empeo de su entera personalidad. Si al observaruna imagen de un campesino maltratado por la violencia, o al ver una filmacinde un acto de corrupcin, reaccionamos casi instintivamente con sentimientos decompasin o de indignacin, es precisamente porque nuestra sensibilidad moralha sido educada durante aos en el respeto de los valores.

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    Por las razones expuestas, puede decirse igualmente, en trminos metafri-cos, que la tica del bien comn es concebida y formulada desde la perspectiva dela primera persona11, de la primera persona en plural. Que el bien, el ideal moralde vida, sea comn, significa justamente que es considerado por sus adherentescomo el ideal de un nosotros. Nosotros los cristianos, nosotros los atenienses,nosotros los peruanos. Es la perspectiva del participante en la interaccin, queemite sus juicios de valor sobre la base de las creencias compartidas en sucomunidad. Michael Walzer se refiere a esta idea, con su habitual ingenio retrico,cuestionando la intencin de la alegora de la caverna propuesta por Platn: enlugar de seguir al prisionero que se libera de las cadenas para acceder a una visindel sol (a una comprensin de la verdad de la vida), la tica debera construirse,en su opinin, en el interior de la caverna, y en solidaridad con las creenciascompartidas por todos los prisioneros, pues ellas constituyen el nico nosotros enel que podamos hallar las pautas de la accin y el sentido de la cosas12. Laperspectiva de la primera persona representa, naturalmente, una ventaja y unpeligro a la vez, como veremos a continuacin: ella permite cohesionar a losinvolucrados en torno a un ideal comn, comprometiendo sus sentimientos deadhesin, pero ella puede traer consigo igualmente el aislamiento de la comunidado la tentacin del fundamentalismo.

    Dado que el nosotros es, por naturaleza, relativo siempre a la comunidad quelo enuncia, y dado que existen muchas comunidades enunciantes, es precisoconcluir que en este Paradigma se expresa una tica de tipo contextualista. Recibeeste nombre la concepcin moral que se origina en un determinado ethos, y quereclama validez en su interior, en funcin de los valores compartidos. Pero comoel ethos, la cosmovisin valorativa, puede ser de muy diversa naturaleza puedetratarse de una nacin, de una etnia, de una religin; puede estar territorialmentedelimitada o expandirse sin fronteras, parece ms adecuado denominarlacontextual o contextualista. Ello significa que el Paradigma plantea la cuestinmoral, tanto en lo que respecta a su origen como a su rea de influencia, siempreen vinculacin con el contexto en el que se inscribe. Por cierto, la contextualidadde la tica no tiene por qu implicar una relativizacin de sus expectativas de

    11 Jrgen Habermas suele referirse a este rasgo para contraponer la caracterizacin de ambos modelosticos. Cf., por ejemplo, Afectan las objeciones de Hegel a Kant tambin a la tica del discurso?, en:Escritos sobre moralidad y eticidad, pp. 97-130.12 Cf. Walzer, Michael, Las esferas de la justicia, Mxico: FCE, 1993, p. 12.

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    universalizacin; al respecto, algunas concepciones son efectivamente expansi-vas, mientras que otras son hermticas o excluyentes. Del contextualismo haymuchas variantes, como es fcil de suponer, pero en todos los casos se trata deconcepciones que cuestionan la posibilidad de desligarse de los contextos paraplantear las cuestiones morales.

    Si nos preguntramos, en fin, cul es la fuente ltima de legitimacin de esteParadigma, es decir, por qu debiera considerarse vinculante el sistema de valoresque proclama, habra que decir que ella reside en el propio ethos de la comunidad.Esta cuestin es conocida en la tica como el problema de la fundamentacin delas normas o de su justificacin epistemolgica. Es una cuestin de primeraimportancia, pues tiene consecuencias directas sobre el modo de concebir lavalidez del bien comn, as como sobre el modo de entender la libertad delindividuo, pero es tambin una cuestin de difcil solucin. La forma en que esteParadigma la aborda muestra cierta circularidad, ya que la validez del ideal morales hecha reposar sobre el ideal moral mismo, pero lo hace con la certeza de queno hay otra posibilidad ms convincente de resolver dicha cuestin. Para ilustraresta manera de proceder, Michael Walzer se vale de dos metforas, y de dos figuras,que son interesantes e ilustrativas13. La primera es la metfora del descubrimien-to, a la que le corresponde la figura de Moiss. El ideal moral se descubre (esdescubierto) en el sentido en que, precedindonos y poseyendo una autoridadindiscutible, nosotros simplemente lo hallamos o lo acogemos; un ejemplo de elloes precisamente Moiss, quien acude al Monte del Sina a recibir de manos de Dioslas Tablas de la Ley, y las transmite luego al pueblo. La segunda metfora es la dela interpretacin, a la que le corresponde la figura del profeta. El ideal moral,en este caso, se interpreta en el sentido en que, siempre precedindonos, es materiade continua revisin y crtica; el profeta es, en efecto, un lder religiosoperteneciente a la comunidad de valores, pero es tambin un crtico social queapela a la conciencia de sus miembros para actualizar valores tradicionales queestn siendo descuidados por la comunidad. Con ayuda de estas metforas deWalzer podremos seguramente entender mejor el sentido de la circularidad en lafundamentacin del Paradigma.

    13 Cf. Walzer, Michael, Tres senderos de la filosofa moral, en: Interpretacin y crtica social, BuenosAires: Nueva Visin, 1993, pp. 7-36. Como indica el ttulo mismo de su trabajo, Walzer quierediferenciar entre tres, no dos, maneras de concebir la moral. Pero, como vemos, hay buenas razonespara considerar que tanto el sendero del descubrimiento como el de la interpretacin correspon-deran, con matices distintos, al Paradigma de la tica del bien comn.

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    Todos los rasgos que hemos venido enunciando hasta aqu, aun someramen-te, nos permiten hacernos una idea de la naturaleza y los alcances del Paradigmade la tica del bien comn. Hemos visto, en primer lugar, por qu al ideal delrespeto y el cultivo del sistema de valores de la comunidad se le da el nombre debien comn o de felicidad, y hemos comentado brevemente el modo en queAristteles concibe la aspiracin a una vida buena. Enumeramos luego algunosrasgos que son constitutivos del Paradigma: el sustancialismo, la existencia en lde un sistema de valores, la correspondiente exigencia de un sistema de virtudes,el involucramiento de las emociones, la perspectiva de la primera persona, elcontextualismo y la referencia al ethos como criterio ltimo de fundamentacin.El resultado es un cuadro coherente en el que vemos diseado un ideal de consensomoral centrado en la vivificacin de la tradicin valorativa de la comunidad.Quizs podra por ello caracterizarse globalmente a esta visin como un consensonostlgico14.

    Nos toca ahora pasar a exponer el siguiente paradigma, aquel que hemosvinculado a la segunda respuesta a la pregunta por la mejor manera de vivir. Parafacilitar la comprensin de este nuevo modelo, y para percibir ms claramente susrelaciones con el primero, vamos a utilizar correlativamente la misma secuenciade rasgos que hemos empleado en la caracterizacin del caso anterior.

    5.2. El Paradigma de la tica de la autonoma

    La idea central que congrega a los defensores de este modelo es, como se recuerda,que la mejor manera de vivir consiste en construir una sociedad justa para todos losseres humanos; este es, para el modelo, el patrn de referencias normativas de laconducta personal y social. Se le ha denominado el Paradigma de la autonoma,evocando el modo en que Kant caracterizara el principio central de esta interpre-tacin de la tica, que es el principio de la libertad del individuo, pero de unalibertad que se afirma solo mediante el respeto de la libertad de todos. Laautonoma es la capacidad que posee idealmente el individuo de pensar y decidirpor s mismo (de darse a s mismo su propia ley, como indica la etimologa de

    14 Me he permitido emplear la contraposicin entre consenso nostlgico y consenso utpico paracaracterizar el debate central de la tica contempornea en una reciente publicacin: Giusti, Miguel,Tras el consenso. Entre la utopa y la nostalgia, Madrid: Dykinson, 2006.

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    la palabra), pero de hacerlo eligiendo al mismo tiempo un marco de referencias(una ley) que haga posible el ejercicio simultneo de la autonoma de todos,incluyendo naturalmente la suya15. De aqu se deriva el sentido ms general de lapalabra justicia, que da igualmente nombre al Paradigma: una sociedad justa paratodos los seres humanos sera, en efecto, aquella que estuviera regida en todas susinstancias por el principio de la autonoma y que permitiera, por tanto, que todoslos individuos, sea cual fuere su ethos, ejercieran su libertad sin perjudicar la de losdems. En lugar, pues, de fijar su atencin en los contenidos o los valores quepudieran defender los individuos, el modelo se concentra en la regla general de laimparcialidad, cuya funcin es la de hacer posible la coexistencia de concepcionesvalorativas rivales entre s.

    El Paradigma de la tica de la autonoma surgi en la historia en los inicios dela Edad Moderna con el propsito de ofrecer una alternativa de solucin a lo quese consideraba una limitacin estructural del Paradigma de la tica del bien comn.El acontecimiento emblemtico de semejante cambio de paradigma fue la llamadaGuerra de las Religiones, que cubri de sangre y violencia las tierras europeasdurante casi treinta aos del siglo XVII. Para muchos filsofos de la poca, aquellaguerra fue interpretada como el sntoma ms claro de la crisis a la que habraconducido el conflicto entre las concepciones tico-religiosas, cada una de lascuales reclamaba para s la verdad de su propio ideal moral16. Siendo evidente queninguna de ellas tena ms derechos de veracidad que las otras, y siendo igualmenteobvio que la guerra solo perpetuaba sangrientamente la ausencia de una solucin,imaginaron una concepcin que redefiniera los objetivos de la moral y quereplanteara las cosas en una dimensin diferente. La solucin deba ser buscadano solo para poner fin al enfrentamiento entre las naciones, sino tambin alenfrentamiento entre los individuos, pues la rivalidad entre las concepcionesvalorativas de la vida, la guerra de todos contra todos, pareca extenderse acualquier forma de asociacin humana. Fue, sin duda, Kant el filsofo que logr

    15 La autonoma de la voluntad escribe Kant es el nico principio de todas las leyes morales y delos deberes que les corresponden: cf. Teorema IV (8) del libro primero de la Analtica de la Crtica dela razn prctica, edicin de Dulce Mara Granja, Mxico: FCE/UAM/UNAM, 2005, p. 38.16 En la introduccin a su libro Sobre el ciudadano (De cive), explica Hobbes que se ha visto obligadoa adelantar la publicacin de esta parte de su sistema filosfico en razn de la guerra imperante enese momento, y con el propsito de contribuir de algn modo a hallarle solucin. Cf. De cive,Praefatio ad lectores, en: Hobbes, Thomas, Opera philosophica quae latine scripsit, edicin de W.Molesworth, Londres: Joannes Bohn, 1839ss, vol. II.

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    17 Adems del imperativo categrico, mencionaremos ms adelante el principio del observadorimparcial desarrollado por Adam Smith. Las distintas teoras del contrato social reproducenigualmente la idea de un principio formal regulador de la moral. Jrgen Habermas, por su parte,propone reemplazar dichas versiones por el llamado Principio U o Principio D (cf., entre otrostextos, su ya citado ensayo Afectan las objeciones de Hegel a Kant tambin a la tica del discurso?).18 Cf. Kant, Immanuel, La metafsica de las costumbres, edicin de Adela Cortina y Jess Conill, Madrid:Tecnos, 1989.

    conceptualizar, con la mayor genialidad y riqueza, esta intencin moderna.Construy por eso primero una tica sobre la base del principio de la autonoma,por medio de la cual fuese posible fundamentar la conciliacin entre la libertadindividual y la constitucin de un consenso universal. La pieza central de esaconstruccin es la idea de un principio general, regulador de todas nuestrasrelaciones valorativas, que nos obligue a actuar siempre cuidando que el ejerciciode nuestra libertad no entre en conflicto con el orden imparcial que permite elejercicio de la libertad de todos. Kant llam a ese principio el imperativocategrico, pero de l hay muchos otros nombres en la filosofa moderna y en lacontempornea17. Y elabor luego una Filosofa del derecho (la Doctrina delderecho, en la Metafsica de las costumbres)18 con la finalidad de hacer tambinoperativo dicho principio en la regulacin de la amplia red de relaciones que seestablecen dentro de la sociedad. La tica pareca as proponerse una meta msmodesta, o desplazar acaso la atencin hacia una dimensin distinta del problemamoral, es decir, se propona dejar en suspenso la cuestin de la veracidad de lasconcepciones ticas y buscar un acuerdo que consistiese en tolerar deliberada yconsensualmente la coexistencia de opiniones plurales.

    A diferencia del anterior, al que caracterizamos como un paradigma sustan-cialista, este es ms bien un paradigma formalista o procedimental. Lo es, porqueconsidera que la tica, ms que darnos contenidos valorativos concretos sobre lamejor manera de vivir, lo que debe ofrecernos es una forma o un procedimientoque nos permita discriminar entre los contenidos, de acuerdo a si son conciliablescon el libre ejercicio de la libertad de todos. Un buen ejemplo de este formalismoes el principio que rige al sistema democrtico: de acuerdo a l, cualquier decisinque se adopte deber ser respaldada por la mayora de los involucrados; no se nosdice, pues, qu decisin (con qu contenido) debemos adoptar, sino tan solo que,cualquiera que esta sea, deber respetar el principio de verse respaldada por elconsenso mayoritario. Otro ejemplo muy ilustrativo es el del principio quesostiene al ejercicio de las libertades fundamentales: la libertad de opinin,

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    pongamos por caso, indica que todos los individuos tienen derecho a expresar suparecer a condicin de permitir el que otros hagan lo propio; no se nos dice,tampoco en este caso, qu opinin debemos defender, sino solo que ella debe sercompatible con el ejercicio de la libertad de todos a opinar. Como se ve, el criterioo la pauta que aqu se proponen tienen la forma de un examen, de un test. Asconcibi tambin Kant al imperativo categrico, pues este nos impele a examinarsiempre si las acciones que queremos realizar, sean estas las que fueren, podranser compatibles con un sistema imparcial de reglas de convivencia en el que todostienen derecho a actuar sin perjudicar a los dems. Si nuestras decisiones o nuestrasacciones aprueban este examen, entonces ellas sern buenas (en sentido moral) ojustas (en sentido jurdico), ya que en ambos casos habrn respetado el principio(formal) ordenador del Paradigma, que es el de hacer respetar la autonoma en elmarco de un orden regido por la justicia.

    Por lo dicho hasta aqu, se entender seguramente por qu el concepto devalores es, al menos en primera instancia, un cuerpo extrao en el Paradigmade la tica de la autonoma. Los valores estn asociados a una manera homogneade interpretar el sentido de la vida y expresan, como hemos visto, el aprecio porconductas reconocidas como ejemplares en un ethos determinado. Aqu, encambio, dichas conductas pasan a ser relativizadas e igualadas a muchas otras enel marco de un pluralismo de opiniones que es considerado como un hechorotundo y bsico, sobre cuyo reconocimiento debe recin iniciarse cualquierdiscusin moral. Son precisamente los valores los que son ahora sometidos aexamen: si pasan la prueba del principio formal, entonces sern juzgados comobuenos o justos lo cual equivale a sostener que se est introduciendo unparmetro ms abarcador, ms abstracto, que llamaremos el concepto de prin-cipios o de normas. Estos ltimos trminos expresan con mayor precisin eltipo de exigencia moral que se hace valer en la concepcin moderna: la aceptacinvoluntaria y consensuada de una regla de conducta general que exhibe neutralidadvalorativa. Por lo mismo, no encontramos aqu, como en el caso anterior, unagran variedad de preceptos concretos ligados a las esferas distintas de la vida, sinouna sola norma, un solo principio, que hace las veces de pauta continua dereferencia para el enjuiciamiento de las situaciones concretas. Ahora bien,decamos que el concepto de valores es solo en principio un cuerpo extrao,porque desde el Paradigma de la tica del bien comn suele hacerse la observacinque la norma general que ahora comentamos es, en realidad, igualmente un valor,solo que no debidamente reconocido como tal.

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    Un sistema de principios no exige tampoco que nos adhiramos a l con laconviccin o el compromiso emocional que requeran los valores. Lo que aqu seexige es por sobre todo el acatamiento racional del gran pacto de imparcialidad,y, como existen fundadas reservas de que todos lo vayan a cumplir espontnea-mente, el propio pacto dispone medidas especficas de fiscalizacin recproca. Setrata, pues, de acatar la norma y de hacerlo racionalmente, es decir, de convencersede su evidencia, su necesidad y su conveniencia, aunque no fuese sino por unclculo de costo-beneficio. Es interesante, y reveladora, esta doble cara de laracionalidad poltica moderna: ella puede significar el respeto deliberado de laigualdad de los seres humanos, pero ella puede ser tambin una estrategia desupervivencia con propsitos egostas; para cada versin hay autores importantesque sirven de respaldo19. Esto no quiere decir, sin embargo, que no pueda existiruna fe, una creencia firme, en la democracia o en sus principios, sino solo que esafe no es necesaria, en sentido estricto, para la legitimacin ni para el mantenimien-to de la vigencia del principio general. El propio Kant nos ofrece las dos versionescomentadas de la racionalidad: el deber moral de todo ser humano es, nos dice,elegir deliberadamente un orden igualitario y tolerante, respetando la dignidad delas personas, pero, si esto no llegara a serle convincente, al menos debieracomprender que el respeto de la ley es lo que ms le conviene para vivir en pazy prosperidad. Hasta un pueblo de demonios, dice Kant en un pasaje famoso20,se dejara persuadir por la idea de que el contrato social es la forma ms razonablede vivir, aun cuando lo que los demonios buscaran fuese satisfacer sus interesesegostas.

    Ante los sentimientos y las emociones, el Paradigma de la tica de laautonoma expresa una cautelosa, pero firme, desconfianza. Una presenciaexcesiva de las emociones en la defensa de los valores puede conducir alfundamentalismo, al dogmatismo y hasta al fanatismo, como fue el caso en lamencionada Guerra de las Religiones. Para sortear este peligro de intolerancia quelas emociones suelen llevar consigo, el modelo solicita precisamente que se tomeuna decisin racional, entendiendo por ello una decisin que sea fruto de unrazonamiento sobre las causas y las consecuencias del libre accionar de todos los

    19 La versin altruista la encontramos principalmente en la obra de Kant, la versin calculadora en laobra de Hobbes. De ambas versiones hay muchas variantes desde entonces.20 Cf. Kant, Immanuel, Hacia la paz perpetua, edicin de Jacobo Muoz, Madrid: Biblioteca Nueva,1999, p. 105.

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    involucrados. Como es natural, no se puede pretender que desaparezcan lasemociones; lo que se demanda es ms bien que ellas sean encauzadas o reorientadasen funcin de un bien mayor. Puede adoptarse tambin una posicin msdiferenciada al respecto, como lo hacen algunos autores, y sugerir que lasemociones tienen un espacio propio, por ejemplo el mbito privado o el mbitoestrictamente moral, y que ellas deberan ser relativizadas solo en el mbitopblico o en el estrictamente jurdico o poltico21. En cualquier caso, por msimportancia que se conceda al compromiso de nuestras emociones en la vidacotidiana, est claro que ellas pierden legitimidad y capacidad de validacin en elcontexto de este Paradigma.

    Por contraste con el modelo anterior, al que habamos vinculado con laperspectiva de la primera persona, debe decirse ahora que la tica de la autonomaes concebida y formulada desde la perspectiva de la tercera persona. La metfora dela tercera persona se suele emplear para designar un punto de vista neutral,equidistante de la primera y la segunda persona; a l se refieren, por ejemplo, JeanPiaget o Lawrence Kohlberg22 para caracterizar el estadio ms avanzado de laevolucin intelectual o, respectivamente, el de la evolucin moral del nio. YThomas Nagel, un importante defensor de este modelo, da a uno de sus libros elrevelador ttulo Una visin de ningn lugar (The View from Nowhere)23. Esla perspectiva del observador, no la del participante, la que se quiere aqu resaltar,pues se considera que el participante contempla las cosas siempre desde unnosotros centrado en el propio ethos que le impide ser imparcial; lo que se demandaes, en sentido estricto, que el participante haga suya la posicin del observador.Quien mejor formula esta exigencia tica es Adam Smith, profesor de tica en laUniversidad de Edimburgo: quien quiera cerciorarse, nos dice, de que la accinque se propone realizar es ticamente correcta, debe ponerse en la posicin del

    21 Una de las concepciones ticas ms difundidas en el marco de la cultura libertal es precisamente elemotivismo; de acuerdo a esta concepcin, nuestros juicios de valor dependen de nuestraspreferencias subjetivas (de nuestras emociones), por lo que estn restringidos al mbito privado. Unaforma ms sofisticada de diferenciar entre el mbito moral privado y el mbito poltico pblico, laofrece John Rawls a partir de su ensayo Justice as Fairness: Political, non Metaphysical, en:Philosophy and Public Affairs, 14 (1984), pp. 223-251. La misma diferenciacin es sostenida en su libroLiberalismo poltico, Mxico: FCE/UNAM, 1995.22 Cf. de Jean Piaget, El nacimiento de la inteligencia en el nio, Madrid: Aguilar, 1972; y de LawrenceKohlberg, The Philosophy of Moral Development: Moral Stages and the Idea of Justice, Cambridge:Harper & Row, 1981.23 Cf. Nagel, Thomas, Una vision de ningn lugar, Mxico: FCE, 1996.

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    espectador imparcial, es decir, debe hacer el examen que es caracterstico de esteParadigma, el cual obliga a adoptar precisamente la perspectiva de la tercerapersona respetuosa de la regla general de neutralidad24.

    Una tica como esta no ser tampoco contextualista, como decamos del casoanterior, sino ser ms bien universalista. Recordemos que la respuesta a lapregunta por la mejor manera de vivir es aqu construir una sociedad justa paratodos los seres humanos. No para los pertenecientes a un ethos comn, ni paraquienes se identifican con una determinada idiosincrasia cultural, sino para losseres humanos en general, en la medida en que son considerados simplementecomo seres humanos. El modelo de la tica de la imparcialidad aspira a tener unavalidez universal. Apela por eso a diferentes recursos que permitan pensar en lacondicin humana en trminos igualitarios: la naturaleza comn, la disposicinracional, la capacidad de dilogo, o hasta la constatacin de que todos somosegostas, para sobre esa base construir un razonamiento que conduzca a laevidencia o a la necesidad de adoptar el principio general del Paradigma. No seconsidera, por supuesto, que la diversidad de culturas o de credos sea irrelevanteante el problema moral; al contrario, se toma tan en serio su diferencia que no sepretende universalizar las creencias, pues se respeta su autonoma, sino tan soloel modo en que ellas puedan llegar a coexistir pacficamente con las dems. Poreso precisamente el acuerdo al que se aspira es una norma, no un valor.

    Si nos preguntamos, en fin, como en el caso anterior, cul es la fuente ltimade legitimacin de este Paradigma, es decir, por qu deberamos aceptar que elprincipio de la imparcialidad es vlido o vinculante, habra que responder que elloes as en razn de un contrato o de un dilogo imaginario en el que todos noshallamos necesariamente involucrados. Debemos respetar el principio de laimparcialidad porque nosotros mismos nos hemos comprometido a hacerlo valerpor medio de nuestra decisin de celebrar un pacto social. O debemos hacerloporque estamos convencidos de que es la condicin sine qua non de nuestraposibilidad de dialogar respetuosamente entre todos sobre nuestras maneras devivir. La fuente ltima de validez del modelo es la propia decisin libre de losinvolucrados; por eso, la mejor respuesta a la pregunta por qu debo aceptar esteorden moral?, es: porque t mismo lo has legitimado con tu propia decisin.Ya hemos comentado que esta decisin puede oscilar entre el altruismo y el

    24 Cf. Smith, Adam, La teora de los sentimientos morales, edicin de Carlos Rodrguez Braun, Madrid:Alianza Editorial, 1997, pp. 180-184, 206-209 y en muchos pasajes ms.

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    egosmo, entre la bsqueda deliberada de la imparcialidad y el clculo de costo-beneficio. Pero en ambos casos se trata de una decisin libre, que compromete alos concernidos a respetar un sistema de normas igualitarias de convivencia. Parailustrar esta manera de concebir la moral, Michael Walzer emplea la metfora dela invencin. En este modelo, la moral se inventa; son los seres humanos los que,reunidos imaginariamente en una convencin, deciden construir o acordar juntoscules sern las reglas que les permitirn coexistir ejerciendo cada cual sulibertad25.

    Nos toca hacer tambin en este caso una sntesis de los rasgos que caracterizanal Paradigma de la tica de la autonoma, con la idea de resumir lo que hemosaprendido sobre su naturaleza y sus alcances. Vimos, en primer lugar, en qusentido se afirma que el ideal moral consiste en construir una sociedad justa paratodos los seres humanos: lo que se quiere poner en el primer plano es la posibilidadde que la convivencia pacfica se funde en el respeto de la autonoma mediante laconstitucin de un orden social de imparcialidad. Hemos ilustrado esta concep-cin explicando el modo en que Kant concibe el principio del imperativocategrico, o Adam Smith el criterio del observador imparcial. Y enumeramosigualmente los rasgos constitutivos del Paradigma: el formalismo, la existencia deun sistema de normas, la desconfianza frente a las emociones, la perspectiva de latercera persona, el universalismo y la referencia al contrato y el dilogo comocriterios ltimos de fundamentacin. El resultado es, tambin aqu, un cuadrocoherente en el que vemos diseado un ideal de consenso moral centrado en lacapacidad de los seres humanos de imaginar una forma racional de regular susconflictos. Podramos entonces caracterizar, correlativamente, a esta visincomo la aspiracin a obtener un consenso utpico.

    6. Reflexin final

    La existencia de dos grandes paradigmas en la historia de la tica es un hechoimportante y aleccionador. Alguna razn profunda debe existir para que los sereshumanos vuelvan una y otra vez a formular sus aspiraciones morales recurriendoa semejantes modelos. Cada uno de ellos expresa, como hemos visto, una formacoherente y convincente de explicar cul debera ser la mejor manera de vivir. En

    25 Cf. Walzer, Michael, Tres senderos de la filosofa moral, pp. 14ss.

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    la presentacin de sus posiciones, o de sus argumentos, hemos acentuadodeliberadamente la lgica interna que los anima o articula, con plena concienciade que podramos as estar extremando la oposicin al modelo alternativo. Poreso, precisamente, dijimos que los trataramos como paradigmas, y no simple-mente como temas de la tica. Pero es obvio que podran buscarse, y encontrarse,muchas formas de conciliar las pretensiones de ambos modelos. Esto ha ocurridocon frecuencia en la historia de la disciplina, y ocurrir seguramente tambin entrelos lectores del presente libro, que hallarn ms de una forma de vincular los rasgosticos que aqu aparecen contrapuestos. Hasta podra decirse que en la ticacontempornea predominan las propuestas de conciliacin entre los paradigmas,pues se admite explcitamente que hace falta reconocer la legitimidad de algunasde las reivindicaciones esgrimidas en ambos casos, a fin de buscar una nuevasntesis en el planteamiento de las cuestiones morales. No obstante, aun en laspropuestas de reconciliacin, suele reiterarse la tendencia a privilegiar una de lasperspectivas en disputa.

    Volvamos a los casos ejemplares con los que dimos inicio a esta reflexin. Laimpiedad de Aquiles frente a los reclamos de sus parientes y amigos puedeinterpretarse, naturalmente, como un modo de transgredir el sistema de valoresde su comunidad; su desmesura es una falta de respeto del bien comn y unalejamiento de la actitud virtuosa que se espera de un combatiente. Pero suconducta podra entenderse asimismo como un modo de quebrar el ordenequitativo e imparcial que aun en casos de guerra debera reinar entre losindividuos; Aquiles se est dejando llevar por sus emociones y est sobrepasandolos lmites del ejercicio de su libertad personal. Otro tanto cabra decir sobre loscasos que nos transmite el Informe de la Comisin de la Verdad y Reconciliacin.Las imgenes del sufrimiento de esos compatriotas nuestros sacuden nuestrasensibilidad moral y nos revelan el grado extremo de deterioro de los valores quesostienen nuestra vida en comn; ellas despiertan en nosotros la urgencia delcompromiso con la solidaridad, la justicia y la vida ciudadana. Pero es claroigualmente que en esas imgenes se pone de manifiesto una flagrante ruptura delpacto que funda nuestra vida social; no se ha respetado la vida, ni la libertad, nila autonoma de las personas, y se ha pretendido echar por tierra el entero tejidoinstitucional que reposaba sobre la democracia y el estado de derecho. Las dosformas de juzgar moralmente los hechos nos remiten a los criterios que empleacada uno de los paradigmas analizados para valorar la mejor manera de vivir. Atravs de ellos se logra articular conceptualmente la experiencia lmite quehabamos comentado al inicio con las expresiones Basta ya y Nunca ms.

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    Las reflexiones presentadas en esta Introduccin, as como las que seguirnen los captulos del libro dedicados a los debates ticos, son, todas, de carcterfilosfico. Es decir, forman parte de lo que hemos convenido en llamar ladimensin terica o conceptual de la tica. Pero su finalidad ltima quiere ser,naturalmente, ayudarnos a todos a vivir mejor, como era, segn Aristteles, larazn de ser de la tica. Pensaba el filsofo griego que la mejor manera de vivirestaba siempre ligada a la filosofa, a la teora, en la medida en que ella nos permitedeliberar sobre el sentido de las cosas y sobre los cambios que va experimentandoesta decisiva experiencia humana valorativa de la vida. Interpretando su concep-cin tica a la luz de los problemas y los retos que nos plantea la sociedadcontempornea, podramos decir por eso que, para la filosofa, la mejor manerade vivir consiste en buscar permanentemente la mejor manera de vivir26. El libro quepresentamos quisiera ser una contribucin a esta tarea.

    26 Remito aqu al libro de Alasdair MacIntyre, Tras la virtud, Barcelona: Crtica, 1987, en el que el autorpropone una interpretacin de Aristteles en este sentido, aunque la lleve luego por otra direccin.Cf. pp. 271ss.

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    Captulo 1tica y poltica

    Introduccin y seleccin de textospor Gonzalo Gamio*

    Textos seleccionados:

    1. tica Nicomquea (fragmentos) por Aristteles

    2. Dos tratados sobre el gobierno civil (fragmentos) por John Locke

    * Las conversaciones con Juan Antonio Guerrero, S.J., sobre los temas abordados en la Introduccinen la Universidad Pontificia de Comillas han sido decisivas para la composicin de este ensayo. Dehecho, de nuestros debates e intercambios de ideas he tomado su expresin sabidura del mal, queresulta tan til para describir la filosofa prctica liberal. Mi gratitud con Luis Bacigalupo por nuestrasesclarecedoras discusiones sobre Oakeshott, el cristianismo y el liberalismo. Las sugerencias deRosemary Rizo-Patrn sobre la verdad y sus nexos con la tolerancia han sido sumamente tiles paraesclarecer algunos pasajes de la primera versin de este artculo.Este ensayo tiene su origen en una conferencia dictada ante el Instituto de Estudios Democrticos deLima el 3 de febrero de 2005, en la sede de la Asociacin Civil Transparencia.

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  • Captulo 1: tica y poltica

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    ES UN HECHO CONOCIDO que la tolerancia es junto a la justicia la primera delas virtudes de la cultura poltica moderna. La controversia acerca de la necesidadde cultivar la tolerancia como un principio normativo que configure un sistemade instituciones respetuoso de las diferencias religiosas, ticas y culturales es tanantigua como los conflictos generados por los movimientos reformistas y la crisisdel proyecto teolgico-poltico de la cristiandad, tan caracterstico de la bajaEdad Media1. La historia de la tolerancia es inseparable del reconocimiento liberaldel factum de la diversidad como horizonte de la reflexin poltica2. Voy a centrarmi reflexin en el anlisis del concepto de tolerancia y,