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Nº 7 MARCADORES DE INFECCIÓN / INFLAMACIÓN CURSO 2005 - 2006 Comité de Formación Continuada Asociación Española de Biopatología Médica

7- TALLER DE RESIDENTES

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Nº 7

MARCADORES DEINFECCIÓN / INFLAMACIÓN

CURSO 2005 - 2006

Comité de Formación ContinuadaAsociación Española de Biopatología Médica

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Copyright 2001

La A.E.B.M. se reserva todos los derechos . Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida,

transmitida en ninguna forma o medio alguno, electrónico o mecánico, incluyendo las fotocopias,

grabaciones o cualquier sistema de recuperación de almacenaje de información sin la autorización

por escrito de la A.E.B.M.

I.S.B.N. 84 - 689 - 0024 - 9

Depósito Legal: M-44.071 / 2002

Título: Taller de Residentes

Editor: Asociación Española de Biopatología Médica

Fecha de Distribución: Junio 2006

Distribuye: AEBM

Imprime: GAYCE, S.A. (C/ Comandante Zorita, 49 - 28020 MADRID)

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MARCADORES DE INFECCIÓN/INFLAMACIÓN Mª Jesús Ruiz Alvarez, Sonsoles García Valdecasas-Gayo, Carmen Coca Martín.-

Servicio de Análisis Clínicos. Hospital Universitario Príncipe de Astúrias. Alcalá de Henares. Madrid.

INTRODUCCIÓN

Los microorganismos alcanzan el torrente sanguíneo a través de un foco intravascular

(endocarditis, infección de fístula arteriovenosa o catéter intravenoso) o extravascular

(absceso, neumonía), cuando sobrepasan la capacidad limitadora de los ganglios

linfáticos. Una vez en la corriente sanguínea, o en un sitio del cuerpo habitualmente

estéril, el microorganismo se enfrenta a los sistemas inmunitarios celular y humoral que

están sólidamente integrados en el huésped.

La inmunidad celular, formada por linfocitos T, macrófagos y células citolíticas (NK)

identifica y combate principalmente a los microorganismos que proliferan

intracelularmente. Los mecanismos de la inmunidad celular son importantes para toda

clase de agentes infecciosos, incluidos la mayoría de los virus, muchas bacterias (p. ej.,

Mycoplasma, Chlamydia, Listeria, Salmonella, Mycobacyterium) y parásitos (p. ej.,

Histoplasma, Cryptococcus y Coccidiodes). Habitualmente, los linfocitos T son

activados por los macrófagos y los linfocitos B, que les presentan los antígenos extraños

junto al propio antígeno de histocompatibilidad principal del huésped. Las células T

activadas pueden entonces actuar de diversas formas para luchar contra la infección.

Pueden atacar directamente y lisar a las células del huésped que expresan los antígenos

extraños. Algunas actúan como células T auxiliares estimulando la proliferación de las

células B y la formación de inmunoglobulinas. Pueden elaborar citocinas (interferón,

por ejemplo) que inhiben directamente el crecimiento de los patógenos o ayudan a

matarlos junto con los macrófagos y las células citotóxicas del huésped. Las citocinas

también aumentan la inmunidad del huésped estimulando la reacción inflamatoria

(fiebre, producción de reactantes de fase aguda y proliferación de leucocitos).

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La estimulación de citocinas no siempre va seguida de una respuesta favorable para el

huésped; el shock séptico y el síndrome del shock séptico son dos procesos que están

mediados por estas sustancias inflamatorias. A la vez que el sistema inmune, se activa la

cascada de la coagulación (que en un principio tiene una función fisiológica de localizar

la agresión y evitar la hemorragia mediante la trombosis). Como resultado surgen

mediadores inflamatorios (TNF- alfa, IL-1 beta, IL-2, IL-8), otros antiinflamatorios (IL-

4, IL-10), y activadores de la coagulación y la fibrinolisis (complejos trombina-

antitrombina, dímeros-D) de cuya interrelación dependerá el control de la sepsis o su

evolución a shock séptico, o la aparición de coagulopatía de consumo. La producción de

mediadores secundarios (prostaglandinas, endorfinas, factor depresor del miocardio)

también intervienen en las manifestaciones del shock séptico, en el que hay una fase

temprana (hipotensión, taquicardia, aumento del gasto cardíaco, vasodilatación), y una

tardía (fallo de bomba, alteraciones metabólicas, acidosis, fracaso multiorgánico). Las

alteraciones finales afectan a la microcirculación, de forma similar a una vasculitis,

produciéndose lesiones tisulares múltiples.

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Tabla 1. Factores de riesgo para bacteriemia y sepsis - Tratamiento con antibióticos de amplio espectro

- Tratamiento con fármacos inmunosupresores (corticoides, citostáticos, etc)

- Procedimientos invasivos (cirugía, catéteres intravenosos, sondas vesicales, ventilación mecánica,

prótesis, etc)

- Heridas y quemaduras penetrantes

- Edades extremas

- Obstrucción anatómica (urinaria, biliar, etc)

- Enfermedades consuntivas (cáncer, SIDA, etc)

DATOS DE LABORATORIO

HEMOGRAMA

Es característico encontrar leucocitosis con neutrofilia y linfopenia. También nos

podemos encontrar con leucopenia, que se asocia a un peor pronóstico. La trombopenia

es un hallazgo frecuente.

ANÁLISIS BIOQUÍMICA

En gran parte de los casos (más del 80 %) hay elevación de las transaminasas, así como

hiperbilirrubinemia, que se normalizarán al corregirse el proceso. La

hiperbilirrubinemia ocurre especialmente en pacientes diabéticos, en los que además

puede precipitarse la cetoacidosis diabética. También pueden aumentar los lípidos, así

como el valor de la creatinina, secundariamente al fracaso renal. La albúmina tiende a

disminuir a medida que progresa el cuadro.

ESTUDIO DE COAGULACIÓN

Será normal o bien demostrará un déficit de factores vitamina K dependientes o datos de

coagulación intravascular diseminada.

GASOMETRÍA ARTERIAL BASAL

Inicialmente se produce alcalosis respiratoria, apareciendo posteriormente acidosis

metabólica e incluso respiratoria al asociarse la fatiga de la musculatura respiratoria. En

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caso de hipoxemia severa que no se corrija con la administración de oxígeno de la

forma esperada, sospecharemos un síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA).

SISTEMÁTICO DE ORINA

Además de ayudar a localizar el foco ante la sospecha de sepsis urinaria puede mostrar

proteinuria así como cilindros urinarios inespecíficos, datos que aparecen en la sepsis de

cualquier origen.

ESTUDIOS MICROBIOLÓGICOS

Es necesario intentar aislar el microorganismo responsable, por lo que se sacarán al

menos dos hemocultivos antes de comenzar con el tratamiento antibiótico. En más del

50% de las ocasiones el resultado va a ser negativo, lo que se puede deber a:

1. Tratamiento antibiótico previo

2. Microorganismo de crecimiento lento o difícil

3. Ausencia de invasión microbiana en el torrente sanguíneo.

De un 5 a un 30% de los resultados positivos representarán contaminación por lo que

será el clínico quien valore su significado apoyándose fundamentalmente en la clínica

compatible y el microorganismo aislado. Los contaminantes más frecuentes son los

estafilococos coagulasa negativos, los difteriodes o Corynebacterium, mientras que

raramente lo son E. coli, S. pneumoniae, N. Meningitidis, S. aureus o H. Influenzae,

teniendo éstos relevancia clínica en la gran mayoría de los casos.

Hay que considerar el número de cultivos positivos, ya que aquellos cultivos

sucesivamente positivos para el mismo microorganismo tendrán mucho más valor que si

aparece un cultivo aislado, algo habitual en los contaminantes. También tiene valor el

número de botellas (aerobia y anaerobia) de un mismo hemocultivo en el que crece el

microorganismo (más valorable cuantas más botellas positivas).

También se realizará urocultivo así como tinción de Gram y cultivo de aquellos fluidos

y secreciones que se consideren sospechosos de estar infectados. Si existen lesiones

cutáneas se realizará aspirado de las mismas. El estudio del líquido cefalorraquídeo

estará indicado cuando se sospeche infección del sistema nervioso central, así como en

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casos de sepsis de origen desconocido y con afectación neurológica inespecífica,

especialmente en individuos ancianos o pacientes VIH positivos.

ESTUDIOS DE IMAGEN

La radiografía de tórax se incluye dentro de la evaluación inicial, solicitándose otras

pruebas según la sospecha clínica (radiografía simple de abdomen, de senos

paranasales, etc). La ecografía o la tomografía axial computarizada (TC) abdominal

puede ser de gran utilidad ante la sospecha de abscesos intraabdominales, obstrucción

biliar o urinaria, etc. La ecocardiografía se solicitará ante la sospecha de endocarditis.

MARCADORES BIOLÓGICOS

La fiebre es uno de los motivos de consulta más frecuente en los servicios de urgencias

pediátricas y requiere especial atención en el niño de entre 3 y 36 meses de edad por el

riesgo elevado de bacteriemia en estas edades. En este grupo de niños es frecuente no

objetivar el foco de la fiebre y no siempre es posible distinguir entre infección vírica y

bacteriana o asegurar la gravedad de la infección tras la anamnesis y la exploración

física. Los virus y las bacterias pueden ser el origen de síndromes clínicos y, aunque la

mayoría de los niños febriles de entre 3 meses y 3 años tienen una infección vírica, el

riesgo de padecer bacteriemia oculta es del 1 al 4%. Por otro lado, entre el 3 y el 15% de

los niños que consultan por fiebre alta (39ºC o más) pueden tener una infección

bacteriana grave asociada a mortalidad elevada.

Para orientarnos utilizamos algunos marcadores de infección bacteriana como la cifra de

leucocitos, el recuento de neutrófilos inmaduros, la elevación de la proteína C reactiva

(PCR) o el incremento de la velocidad de sedimentación globular (VSG), que pueden

ayudar en casos muy graves, pero que no ofrecen la suficiente sensibilidad y

especificidad, con la posibilidad de hacer una interpretación equivocada e imprecisa.

Algunos estudios resaltan el inapropiado y excesivo uso de antibióticos, sobre todo en

las infecciones respiratorias agudas de presumible origen vírico. La confirmación

temprana de la ausencia de infección bacteriana llevará a una disminución del número

de pacientes a los que se les prescribe antibióticos y reducirá además las estancias

hospitalarias y las resistencias bacterianas a los antimicrobianos.

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La presencia de bacterias o endotoxinas bacterianas en el torrente sanguíneo, ya hemos

dicho, que induce la secreción de citocinas y proteínas de fase aguda inflamatoria por

varios tipos de células, en especial mononucleares. Los cambios en las concentraciones

séricas de estas sustancias se emplean como marcadores de infección bacteriana y

sepsis.

Marcadores de inflamación/Infección

Cifra de leucocitos Interferón gamma (IFN-γ)

Neutrófilos totales o inmaduros Interferón alfa (IFN-α)

Velocidad de sedimentación globular (VSG) Endotoxina

Proteína C reactiva (PCR) Endotelina I (ET-I)

Procalcitonina (PCT) Nitratos/nitritos

Neopterina HLA-DR

Interleucinas 1,2,6,8 y10 Dímeros D

Receptor de IL-2, antagonista del receptor de IL-1 Antitrombina III (AT-III)

Factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) Fosfolipasa A2

Selectina E y C PMN-elastasa

Alfa-1-antitripsina VCAM-1

Complejo Trombina-Antitrombina

Hasta el momento actual se ha utilizado la determinación de la proteína C reactiva

(PCR), reconocida como principal proteína de fase aguda inflamatoria, para

correlacionar el tipo de infección y su gravedad.

La determinación de la concentración sanguínea de un reactante de fase aguda positivo,

la PCR, ha servido desde hace tiempo como indicador diagnóstico de infección,

observándose valores muy elevados que obedecen a la respuesta de fase aguda inducida

por estímulos biológicos, principalmente infecciones bacterianas, fúngicas o

parasitarias. La respuesta de fase aguda forma parte de un repertorio de respuestas de

estrés desarrolladas por las células eucarióticas. La PCR y otras proteínas de fase aguda

son sintetizadas en el hígado y reguladas por citocinas y hormonas. La síntesis de la

PCR es inducida principalmente por la interleucina-6 (IL-6), aunque también por la IL-1

y el factor de necrosis tumoral-alfa. Por ello la síntesis y secreción de PCR refleja la

producción de citocinas proinflamatorias y puede considerarse su indicador.

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La PCR es una proteína de síntesis hepática que en la electroforesis puede migrar desde

la región beta a la gamma. Consta de 5 unidades polipeptídicas no glicosiladas e

idénticas entre ellas, unidas por enlaces no covalentes, formando un polímero cíclico

con un PM de 115000 a 140000, aproximadamente. El contenido en carbohidratos de la

molécula es prácticamente nulo.

La PCR, además de fijarse a polisacáridos de bacterias, de hongos y de protozoos,

también puede fijarse, en presencia de iones calcio, a la fosforilcolina, a la

fosfatdilcolina -la lecitina, por ejemplo- y a polianiones –los ácidos nucleicos, por

ejemplo-. Tras formarse este complejo, la PCR activa el sistema del complemento por la

vía clásica, actuando sobre el C1q. Al igual que los anticuerpos, la PCR puede iniciar la

opsonización, la fagocitosis y la lisis de células extrañas como respuesta a una reacción

inflamatoria. Tal vez la función principal de la PCR consista en reconocer sustancias

autógenas potencialmente tóxicas liberadas por los tejidos lesionados, fijarlas y luego

liberarlas de la circulación.

La PCR es uno de los reactantes de fase aguda más sensibles; sus niveles en plasma

aumentan enormemente en infarto agudo de miocardio, en traumatismos, en

intervenciones quirúrgicas, en infecciones, en inflamaciones y en procesos neoplásicos.

El aumento de la PCR –hasta 2000 veces superior al normal- ocurre en las primeras 24-

48 horas. No obstante, dicho aumento no es específico, por eso su determinación no es

útil, a no ser que se conozca la historia clínica del enfermo y la evolución de la PCR en

el tiempo.

La determinación de la PCR es útil, sobre todo en las 5 situaciones siguientes:

1. Para detectar procesos orgánicos

2. Para establecer la actividad de un proceso inflamatorio como la artritis reumatoide

(AR)

3. Para detectar infecciones recurrentes en el lupus eritematoso sistémico (LES), en

leucemias o en estados postoperatorios

4. Para detectar la existencia o no de rechazo en trasplantes renales

5. Para el estudio de septicemias y meningitis neonatales

Sin embargo, este parámetro presenta algunos inconvenientes por la falta de

especificidad al elevarse en ciertas infecciones víricas y por ser su ascenso más tardío

que las manifestaciones clínicas, por ejemplo, en infecciones tan graves como la

enfermedad meningocócica. La PCR ha demostrado ser útil en adultos para evaluar la

respuesta terapéutica en diversas enfermedades como la artritis séptica o como factor de

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riesgo coronario, pero en niños no es el marcador óptimo para establecer un diagnóstico

temprano de las infecciones bacterianas graves.

Los resultados del análisis de la PCR han servido para diagnosticar sepsis (en niños y en

adultos) y complicaciones infecciosas de diversas enfermedades y procesos. Ya que

otros procesos inflamatorios intensos desencadenan también una respuesta de fase

aguda, se ha considerado que la especificidad diagnóstica de la PCR puede verse

limitada, aunque en muchos casos la producción de PCR es mayor cuando obedece a

una causa infecciosa no vírica. Otro inconveniente planteado a la PCR ha sido su lenta

cinética, ya que tarda unas 48 horas en alcanzar su mayor concentración circulante. No

obstante, sus niveles plasmáticos dependen sólo de su ritmo de producción, por lo cual

podría estimarse con prontitud la intensidad del estímulo inflamatorio por la rapidez con

que se eleva su concentración en los momentos iniciales de sospecha de infección, y

sobre todo puede servir como un indicador rápido de persistencia o resolución de la

respuesta inflamatoria. Aunque es muy probable que cuanto más PCR produce el cuerpo

más enfermo está, algunos investigadores han rechazado que los valores de PCR se

asocien al nivel de gravedad o a la presencia de disfunciones orgánicas. Sin embargo,

otros autores sí han demostrado una correlación positiva entre los niveles de PCR y la

mortalidad y disfunciones orgánicas.

En esta última década se han realizado experiencias en el campo de clínico con la

procalcitonina (PCT), que ha demostrado ser útil como marcador de infección

bacteriana y sepsis. Es el precursor de la calcitonina, hormona hipocalcemiante que se

utiliza como marcador del cáncer medular de tiroides. Está constituida por 116

aminoácidos, conociéndose su secuencia completa desde el año 1984, y desde 1989, el

gen (CALC-I) localizado en el cromosoma 11 que lo codifica. La PCT es producida

normalmente por las células C parafoliculares del tiroides. Una proteasa, la katacalcina,

transforma la PCT en calcitonina. El origen corporal de la síntesis y secreción de la PCT

durante las infecciones no se conoce aún y parece ser extratiroideo, al igual que se

desconoce qué función juega la hiperprocalcitonemia en la sepsis. Parece comportarse

como proteína de fase aguda, de forma parecida a otros reactantes positivos, como la

PCR, cuya producción se ve también muy incrementada ante los estímulos

inflamatorios en general y en concreto por las infecciones. En condiciones normales, los

niveles de PCT en la sangre circulante son muy bajos (inferiores a 0.1 ng/ml), con una

vida media sérica de 22-35 horas.

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Fue medida por primera vez en 1989 por Ghillani et al. Estos autores demostraron que

la calcitonina y su precursor, la procalcitonina estaban presentes en el curso del

carcinoma medular de tiroides, mientras que sus precursores solamente se elevaban en

enfermedades extratiroideas benignas o malignas donde las tasas de calcitonina eran

normales o estaban ligeramente aumentadas.

Assicot et al. encontraron un aumento de la inmunorreatividad parecida a la calcitonina,

identificada como procalcitonina, en el curso de infecciones, y también se describió en

sepsis, shock séptico, melioidosis y paludismo.

La PCT aumenta en infecciones bacterianas y se mantiene baja ante infecciones víricas

y procesos inflamatorios no infecciosos. Sus cambios de concentracion sérica son

tempranos y rápidos, se mantiene estable y es fácil de determinar, con utilidad para

diferenciar las enfermedades bacterianas de las víricas. La PCT se ha utilizado para

diferenciar meningitis bacterianas de las víricas en niños, y los investigadores han

concluido que tiene mayor rentabilidad diagnóstica que la PCR o la celularidad y las

proteínas del líquido cefalorraquídeo.

Whang et al. han demostrado que la PCT es un mediador de la inflamación sistémica

que contribuye a la patogenia de la sepsis, similar a las citocinas proinflamatorias, y

señalan que cumple una función secundaria más que primaria en la cascada

inflamatoria. Sus concentraciones altas, al igual que las de la Interleucina 6 (IL-6) son

indicativas de la gravedad de la enfermedad y ayudan a diferenciar la etiología

bacteriana de otras.

Se ha propugnado su uso clínico como prueba diagnóstica complementaria de la sepsis

(síndrome de respuesta inflamatoria sistémica [SIRS] originado por una infección), que

ayude a un pronto reconocimiento, y consiguiente tratamiento precoz, de este grave y

costoso síndrome infeccioso. No obstante la PCT al igual que otras pruebas diagnósticas

complementarias que pueden considerarse como indicadores de sepsis, no reeemplaza a

una buena anamnesis ni a una rigurosa exploración física, pero sí sirve de apoyo al

diagnóstico, incorporando sus resultados al juicio clínico de este complejo síndrome,

junto con los signos clínicos y otras pruebas complementarias.

Aunque no está establecido el rendimiento diagnóstico de la PCT ni se conocen con

exactitud los valores umbrales diagnósticos y pronósticos, se considera que los valores

superiores a 2 ng/ml apuntan a la presencia de sepsis bacteriana y valores inferiores a

0.5 ng/ml la descartan. Asimismo, cuanto más elevados sean los valores de PCT mayor

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probabilidad hay de que la sepsis sea grave o haya afectación funcional de varios

órganos, lo que se asocia a una mayor frecuencia de desenlaces fatales.

La detección de endotoxinas parece ser un test específico para la sepsis pero la

naturaleza transitoria de la endotoxemia y la diferencia en el resultado de la sensibilidad

de los distintos estudios hacen que aún permanezca en fase de investigación.

En esta tabla se muestran algunos de los parámetros de rendimiento diagnóstico de los

principales marcadores de inflamación/infección:

Marcador Edad Cut-off Sensibilidad % Especificidad %

TNF α Adultos

Neonatos

11.5 ng/L

12-20 ng/L

55

79

66

71

IL-6 Adultos

Neonatos

50-200 ng/L

10-160 ng/L

67

84

65

71

IL-1 Niños

Neonatos

--

10.9 µg/L

33

93

89

92

IL-8 Adultos

Neonatos

30-340 ng/L

50 ng/L

63

92

76

70

PCR Adultos

Neonatos

4-150 mg/L

1-23 mg/L

69

65

61

90

PCT Adultos

Neonatos

0.4-8.1 µg/L

1.0-6.1 µg/L

81

85

73

83

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TRATAMIENTO

Dada la alta mortalidad de los síndromes sépticos, el tratamiento debe ser precoz y

agresivo. Hay tres pilares fundamentales: medidas generales (soporte hemodinámico y

respiratorio), el control de la infección (antibióticos, drenaje del foco séptico) y la

inmunoterapia (bloqueo de los mecanismos inflamatorios y/o coagulantes de la sepsis).

Los dos primeros apenas han hecho variar el pronóstico de los pacientes en los últimos

años (aunque constituyen la base del tratamiento hasta ahora conocido), siendo el último

el más prometedor en cuanto a la supervivencia.

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A. MEDIDAS GENERALES

1. OXIGENOTERAPIA

Se debe garantizar la permeabilidad de la vía aérea y aportar oxigenoterapia si es

preciso (con la concentración de O2 suficiente para mantener una saturación ≥ 95%). Si

existe distrés respiratorio y/o coma, está indicada la intubación orotraqueal (IOT) para

ventilación mecánica y tratamiento en UCI.

2. SOPORTE HEMODINÁMICO

Siempre se debe iniciar la corrección de la hipotensión secundaria a la sepsis con

fluidos, dada la vasodilatación existente, siendo además los requerimientos altos; sin

embargo no hay que olvidar que pueden coexistir a menudo diferentes tipos de shock

(hipovolémico, cardiogénico), por lo que siempre que sea posible debe monitorizarse la

presión venosa central (PVC) mediante la canalización de una vía central. Los objetivos

son mantener la TA sistólica por encima de 80 mmHg y la PVC en 8-10 mmHg. Tanto

los coloides como los cristaloides son adecuados parar la estabilización hemodinámica.

Si con estas medidas no hay respuesta se deben utilizar drogas vasoactivas como

dopamina, noradrenalina y/o dobutamina.

3. CONTROL DEL EQUILIBRIO HIDROELECTROLÍTICO Y ÁCIDO-BASE

La acidosis metabólica severa (pH < 7.20) debe tratarse con bicarbonato sódico

intravenoso. Los grados menores de acidosis se corrigen al mejorar la situación

hemodinámica sin necesidad de aporte de bicarbonato.

4. SOPORTE METABÓLICO Y NUTRICIONAL

Es muy importante porque contribuye a mejorar la respuesta inmunológica.

B. CONTROL DE LA INFECCIÓN

Debe utilizarse antibioterapia empírica inicialmente, ya que los resultados de los

hemocultivos no están antes de 24 horas y la máxima mortalidad se produce en las

primeras 48 horas. El tratamiento depende de los siguientes factores: 1) la situación

basal del enfermo (inmunosupresión previa, etc.); 2) el ámbito de adquisición

(nosocomial o en la comunidad), y 3) el foco de la bacteriemia (pulmonar, urinario,

etc.). En general se deben usar combinaciones antibióticas bactericidas y de acción

sinérgica, y la administración debe ser intravenosa. Tras aislar el patógeno se debe

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modificar el tratamiento en función de la sensibilidad obtenida en el antibiograma. La

duración de la antibioterapia y el paso a la vía oral depende del patógeno aislado (si lo

hubiera), la localización y la evolución y situación del enfermo.

C. INMUNOTERAPIA

Constituye el tratamiento futuro de la sepsis, y es el campo donde en los últimos años se

ha investigado en un intento de modificar la historia natural de este cuadro. Consiste en

alterar los mecanismos patogénicos de la sepsis, con el fin de limitar la cascada de

acontecimientos inflamatorios y procoagulantes que, si bien en un principio intentan

controlar la infección, acaban por ser la causa última de muerte del paciente. Las líneas

de trabajo que se están desarrollando actualmente convergen en las siguientes.

1. Bloqueo de los mediadores inflamatorios. De todos los antiinflamatorios

utilizados, los anticuerpos monoclonales dirigidos frente a mediadores específicos

son los más esperanzadores: algunos como el anti-TNF afelimomab ya han

demostrado reducir la mortalidad en ensayos clínicos. Los corticoides a dosis bajas

y en perfusión intravenosa continua también han demostrado resultados

prometedores.

2. Bloqueo de la sinergia inflamación-coagulación. Se basa en entender la

coagulación como una consecuencia íntimamente ligada a la inflamación, por lo que

fármacos que modulen la primera deberían tener efectos favorables sobre la

supervivencia en la sepsis. En la sepsis se produce un estado de hipercoagulabilidad

derivado del descenso de niveles de proteínas anticoagulantes (antitrombina III,

proteína C) y del aumento de otras antifibrinolíticas (PAI-1). De todas ellas, las

primeras tienen además de acciones antiinflamatorias, por lo que su aporte en la

sepsis está teoricamente justificado. Las más utilizadas en ensayos clínicos hasta

ahora son la proteína C activada (PCa), la antitrombina III (AT-III) y el inhibidor de

la vía del factor tisular (TFPI); de ellas, sólo la PCa recombinante ha demostrado

hasta la fecha reducir la mortalidad a corto plazo (a los 28 días) en pacientes con

sepsis grave (N Engl J Med 2001; 344: 699-709). Los principales inconvenientes de

estas moléculas son el mayor riesgo de sangrado y su alto coste. Se está

investigando también la utilización conjunta (AT-III con PCa) con el fin del efecto

sinérgico

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NOTAS

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NOTAS

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NOTAS

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CON LA COLABORACIÓN DE: