48909228 Antonio Melis Jose Carlos Mariategui Hacia El Siglo XXI

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    CURSO DE PS-GRADUAOEM LITERATURAS ESPANHOLA E HISPANO-AMERICANA

    UNIVERSIDADE DE SO PAULO

    C UADERNOS D E

    R E C I E N V E N I D O

    Antonio Melis

    Jos Carlos Maritegui hacia el siglo XXI

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    CUADERNOS DE RECIENVENIDO/ 1Publicao d o Curso de Ps-Gradu aoem Literaturas Espa nhola e Hispan o-Ame ricana

    Editor: Jorge Schwartz

    Universidad e de So Pau loFacu ldade de Filosofia, Letras e Cincias Hu ma na sDepartam ento de Let ras Modernas

    End ereo para correspondncia:

    CUADERNOS DE RECIENVENIDODepart am ento de Letras Modern as FFLCH USPAv. Prof. Luciano Gualberto, 403

    05508-900 Cidade UniversitriaSo Paulo (SP)Tel.: (011) 210 2325 Fax: (011) 818 5041e-mail: [email protected]

    Ilus t rao da capa: Norah Borges, Ajedrez , 1922 .

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    NOTA EDITORIAL

    stes Cua dern os de Recienvenido, ttulo de n tida ins pirao m aced onian a,respondem crescente necessidade de assinalar a passagem de muitos

    de nossos i lustres visi tantes. Ao longo dos lt imos anos, nosso Curso de Literaturas Espanhola e Hispano-Americana perdeu a possibilidade de ser ode tentor de u m a bels s im a s rie: recienvenidos, recienidos, pouco res tou d e s ua s

    es timulan tes p res enas , lim itada s aos cursos m inis trad os e a os contatos pes soaisde rivad os d as vis itas de praxe. Foi as s im que d eixam os d e regis trar, por exem plo,a pa lavra d e, entre outros, Ursula As zyk , Dan iel Ba lderston, Leopoldo M. Bernu cci,

    Luisa Campuzano, Roberto Echavarren, Cedomil Goic, Claudio Guilln, David Lagmanovich, Jos Francisco Lpez Alfonso (Sevi), Josefina Ludmer, Walter Mignolo, Margarita Mateo Palmer, Sylvia Molloy, Ricardo Piglia, Angel Rama,Pierre Rivas, Emir Rodrguez Monegal, Beatriz Sarlo, Amos Segala e SalSosnowski. Para no falar de Ernesto Sbato, que recebeu da USP o ttulo dedoutorHonoris Cau sa por su gesto de n oss a rea em 1994 . Last bu t n ot least,

    Octavio Paz , que es teve no cam pus da Univers ida de lend o sua poesia em 198 5e o prprio Jorge Luis Borges na memorvel visita a So Paulo promovida pelanossa Faculdad e em 1 984.

    Ess a relao de nomes j indica o carter heterogneo que s er a m arcades ta srie, subordinada se m pre aos d es ejos da queles que convida m e da quelesque decidem fazer da Universidade de So Paulo parada obrigatria de umatrajetria intelectual.

    A presena de Antonio Melis, cuja generosidade nos proporcionou JosCarlos Maritegu i hacia el s iglo XXI, s erviu para concretiza r es te a ntigo projeto.Pelo menos terminaremos nosso milnio com o registro de uma memria local,

    para uso dos colegas, dos alunos da graduao e da ps-graduao.

    Jorge Schw ar t z

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    J os Ca rlos Maritegu i h acia el s iglo XXI *

    ien aos representan un aniversario significativo para trazar el balancede u n a obra y comproba r su vigencia. Pero esta valoracin ad qu iere u n

    carcter especial cuando, como en el caso de Jos Carlos Maritegui, elCentena rio se coloca a u n a enorm e dista n cia temp oral de la desa pa ricin fsicadel au tor. Frente a u n a vida ta n b reve, se presen ta inevitab le la pr egu n ta s obrela a ctua lidad de u n pensa miento, que se h a ido definiend o fu nd am entalmentea lo largo de la dcad a del Vein te. Sobre todo en n u estra poca, ca ra cterizad apor un a su cesin convulsa de acontecimien tos, que pa rece acentu ar de m an eradesm edida u n as pecto ya capta do por el propio Maritegu i, la fu erte tenta cin

    de las liqu ida ciones su m arias. Den tro del sistema de la m oda, es m u y corrientesen tenciar qu e la obra de tal o cu al au tor est su pera da , sobre todo por losque nunca la leyeron y encuentran en esta acti tud un buen pretexto paraseguir ignorndola. Con respecto a Maritegui, a estos elementos hay queagregar, por supuesto, el factor poltico e ideolgico. Para todos los que hanacepta do con en tu siasm o la idea d e u n fin al de la h istoria, los a con tecim ientosque han ar rasado e l l l amado socia l i smo rea l han l l egado como unaconfirm acin preciosa y con sola dora . De all a la ap licacin de es e teorem a a lafigur a d e Ma ritegui, el pa so es corto. Corto, pero tota lm en te ar bitrar io, pu estoqu e resu lta verda dera m en te difcil im plicar el m a rxism o creativo de Mar it eguicon el socialismo real.

    Entonces, es mejor olvidarse de las modas intelectuales y tratar derecon stru ir la pers ona lida d d e Mar itegui fu era d e toda h ipoteca. Nos as iste,en es ta tar ea, la inm ens a b ibliografa s obre el au tor, que en los ltim os a osha ido asumiendo cada vez ms una mejor ca l idad . Despus de tan tos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    * Texto originalmente p u blicado como prlogo a la edicin de las obr as completas de J os Carlos Maritegui,

    Maritegui total. Lima: Ed. Amauta, 1994. (N.E.)

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    homenajes retricos, a menudo acompaados por una deformacin de supen sa m iento, se ha in iciad o un a n u eva lectu ra crtica de su obra. A tra vs deestos aportes, es posible acercarse a los textos mariateguianos en formaren ovad a. Dentr o de esta p erspectiva s e coloca t am bin la recu peracin de laobra juvenil del autor. Durante mucho t iempo, los editores acogieron lain dicacin de Maritegu i, qu ien h ab a a lu dido a esa etapa como a su Eda d depiedra . Se trat , en s u m omen to, de u n a decisin cons ecuen te con el respetodel juicio del autor. Sin embargo, con el pasar del tiempo, a medida que lafigu ra de Maritegui se h a ido im poniendo como la de u n cls ico de la cu ltu rah ispa n oamerican a, h an perdido vigencia las ra zones pa ra m an tener este criterio.En p rimer lu gar porque se trata ba de textos pu blicados en la pren sa, au nqu edispersos. En este sentido, su recopilacin cuidadosa por el doctor Alberto

    Tau ro es u n servicio rend ido a toda la comu n ida d d e los in vestigad ores. Ensegundo lugar, la autovaloracin del autor debe considerarse dentro de sucontexto. Mar itegui la expres en u n m omen to particular de s u trayectoria,cuando adverta la exigencia de tomar distancias de su fase de formacin,su brayan do de esta m an era la importancia d e su estada eu ropea. Pero estono implica la necesidad de tomar al pie de la letra su declaracin. En laspropias obras de la madurez, por ejemplo, sin excluir los 7 Ensay os , la eta pade Colnida le m erece un a ap reciacin por lo men os contra dictoria. Desde es tepu n to de vista , l m ism o nos es t ofreciend o u n a ap roxim acin d ialctica a su

    obra ju ven il.No nos detend remos m u cho en este perodo de forma cin, pu esto que de

    l h ab la a m pliam en te Albert o Tau ro en el prlogo a la s eccin corres pon diente.Sin embargo, vale la pena destacar algunos datos que se desprenden de lalectura de esos escritos. En primer lugar, no deja de impresionar el mismoaspecto cuantitativo de esta actividad. Los tomos de Escritos juveniles (Laedad de piedra) dan cuen ta de u n traba jo de escritu ra p rcticamen te diario.Por las fechas de pu blicacin, ha sta se dedu ce qu e en m u chos cas os Maritegu iescribi var ios a rtcu los en u n mism o da.

    Esta dimensin echa una luz importante sobre la formacin de suescritu ra. Maritegui ha sido, sobre todo, un gran periodista , u n o de los m sgra n des d e la h istoria latinoam erican a. Se h a ido forjan do u n estilo in con fu n -dible, qu e espera a n u n es tu dio sistem tico.1 A tra vs de los escr itos ju ven iles,se percibe claramente que ese estilo es el fruto de un ejercicio intenso yconstante.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    1 Entre los pocos aportes sobre este tema, merece sealarse Pablo Gonzlez Casanova, El esti lo de

    Maritegui (Papel para un retrato). Anuario Mariateguiano III, 3 (Lima 199 1), pp. 29 -31.

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    Al m ism o tiem po, su oficio de periodista se d efin e den tro de u n a a ctitu dm s gen era l ha cia la m odern ida d. La visin p eriodstica (y cin em at ogr fica) leaparece como la ms adecuada para dar cuenta de una poca caracterizadapor la rapidez.2 Ms tarde, esta visin se enriquecer con otros matices,vin cu lad os a u n a r eflexin pr ofu n da sobre el tem a d e la tr ad icin. Sin emb ar go,esta disponibilidad hacia la nueva poca y sus ritmos de vida quedar comou n elemento perma nen te.

    A esta actitud se remonta tambin su experiencia literaria. La lecturain tegral de su produ ccin ju venil perm ite reajus ta r la a preciacin de este as pectode su obra. Sobre todo en el caso d e los cu entos, es eviden te la existen cia detextos que m erecen s er rescata dos. Pero, lo qu e es m s im portan te, a tra vs deeste ejercicio potico, narrativo y teatral, as como con la participacin en la

    llamada bohemia literaria, Maritegui desarrolla una sensibilidad profundapor la creacin artstica qu e ma rcar toda su pa rb ola. Su h eterodoxia estticacon respecto al campo marxista de su tiempo se debe, entre otras razones, aeste tra sfondo.

    Por otra parte, tampoco en el aspecto ideolgico se puede trazar unaba rrera rgida entre las dos pocas de la vida de Maritegu i. Por s u pu esto, ensu s crn icas ab u n da n los tem as frvolos, vin cu lad os con la sociedad oligr qu icalim ea de la poca y su s r itos. Pero progresivam ente s e as oma en es tos ar tcu losel rostro au tntico del pa s. Se m an ifiesta en fecha temp ran a el disgu sto h acia

    la poltica criolla . El au tor a dvierte la sep ar a cin en tre es a pr ctica y el pa sreal, au n qu e en esta fas e predomina en su actitu d el as pecto n egativo. Pero setrata de u n a prem isa indispen sa ble, qu e sirve para d espejar el terreno de todaposible solida ridad con es e m u n do poltico. A pa rtir de es te rech azo, es posiblepa ra el au tor abrirse progresivam ente a la rea lida d profu n da d el Per .

    Ya en esta poca, en efecto, encontra m os las primeras expresion es de sua t enc in hac i a l a r ea l idad ind gena . La insu r recc in campes ina en e lDepartamento de Puno y el papel jugado en ella por el mayor TeodomiroGu tirrez, el m ticoRumi Maqui , despiertan su inters ap asiona do.3 Es el primer

    presa gio de u n p roblema qu e, en s u m ad u rez, cons titu ir el n cleo centra l desu reflexin.

    En la ltim a fas e qu e precede a l via je eu ropeo, Mar it egu i a dvierte cad ada ms la exigencia de disponer de un instrumento de prensa propio. En la. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    2 Estas apreciaciones, como es bien conocido, se encuentran en la nota del autor que antecede a su

    primer libro, La e scena contemp ornea .3 Vase, sobre todo, el artculo Grimas y zozobras, publicado en su columna Voces de El Tiempo

    (Lima, 17/ 1/ 1917), ahora en Escritos juveniles (La edad de piedra), t . 5: Voces II. Compilacin de Alberto

    Tau ro. Lima : Biblioteca Ama uta , 199 2, pp . 170 -2.

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    br eve experien cia de Colnida 4 su pa pel n o es protagn ico y se tra ta, de todosm odos, de un a p u blicacin qu e se m an tiene d entr o del terreno literario. Con

    Nues tra poca ,5 en cam bio, in gresa directam ente a la escena poltica. Por esom ism o, a raz de u n art cu lo sobre los gas tos m ilitares ,6 su fre u na agresin deun grupo de oficiales. Ya ha entrado a la batalla social y poltica y por esonecesita u n rgan o que intervenga con ma yor pu ntu alidad en el debate. Fun dau n diario, La Ra zn ,7 cu ya vida efm era n o le im pide represen tar u n p u n to dereferencia pa ra las lu cha s obreras y estu dian tiles.

    Cuando a fines de 1919 viaja a Europa, en un exilio disfrazado comomisin de p ropagan da, t iene ya a lgu nos pu ntos fu nd am entales a dqu iridos. Eltema in dgena , las lu cha s obreras y estu dian tiles, la bata lla cultura l, representa nuna base slida para edificar su obra sucesiva. El joven que viaja a Europa

    lleva cons igo u n rico cau da l de experiencias , qu e en el Viejo Con tin en te recibir nel aporte fecu nd an te de otra cu ltu ra.Esta relacin entre fondo peru an o y ap orte europeo se percibe desd e los

    primeros testimon ios de su es tad a fu era de su pa tria. En p rim er lu gar, en lascarta s y posta les en viad as a fam iliares y am igos, se m an ifiesta el entu siasm opor el nu evo con texto cultu ral. A pa rtir de los a rtcu los qu e ap ar ecen con elttu lo de Carta s d e Ita lia, emp ieza a da r cu ent a, pa ra los lectores de El Tiem po,de las n ovedades de la pen ns u la m editerrnea. Su mirada a costu mb rada a laescena nacional se aplica con la misma agudeza a la realidad compleja y

    candente del pas europeo. En su primera imagen de Italia 8 ocupa u n lugarn otab le la figur a de Ga briele DAn n u n zio. Ya an tes de s u viaje Mar it egu i ha baasimilado la influencia del poeta italiano, sobre todo a travs de AbrahamValdeloma r. Al lad o del litera to, cuya h u ella s e ad vierte en las pr u eba s p oticasdel joven Maritegui, es evidente la admiracin por el hroe de la primeragu erra m u n dial. El perua no expresar esta a preciacin tam bin en su pocam ad u ra, a u n qu e m atizn dola a la lu z de su n u evo enfoqu e ideolgico. De todos

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    Existe una edicin facsimilar de la revista, con prlogo de Luis Alberto Snchez y una carta de AlfredoGonzlez Prada acerca de Abraham Valdelomar y el movimiento Colnida (Lima: Cop, 1981).5 Existe ta mbin un a edicin facsimilar de los dos n m eros de esta revista (Lima: Biblioteca Ama u ta,

    1981).6 Malas tendencias. El deber del ejrcito y el deber del Estado, Nues tra p oca, 1 (Lima, 22/ 6/ 1918);

    ahora en Escritos juveniles (La edad de piedra), t. 3: Entrevis tas , crnicas y otros tex tos . Prlogo, compilacin

    y notas de Alberto Tauro. Lima: Biblioteca Amauta, 1991, pp. 321-5.7 Sobre esta experiencia el estu dio fu nd am enta l sigue siendo el de J ua n Ga rgurevich, La raz n d el joven

    Maritegui. Crnica del primer diario de izquierda en el Per . Lima: Horizonte, 1978.8 He an alizado el tema en m i ponencia presen tada al Coloquio de Pau, La experiencia i taliana en la obra

    de Maritegui, Encuentro Internacional Jos Carlos Maritegui y Europa. El otro aspecto del descubrimiento .

    Lima: Ed. Ama u ta, 1993 , pp. 87-101.

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    modos, conserva una atencin especial hacia las hazaas imprevisibles delvat e. Tal vez esta actitu d pu eda relaciona rs e con su cu lto por el avent u rero,reafirmado en un artculo a propsito de Cristbal Coln. 9 Pero, al lado deestos aspectos, DAnnunzio, a travs de la empresa de Fiume, alerta alobservad or perua n o sobre el problema u rgen te de las n acion alida des. Dur an tesu estada europea asist ir a este fenmeno impresionante, que tratar dein terpretar a s u regreso en las conferencias de la Un iversidad Popu lar y en suprimer libro, La escena contempornea.

    En Italia s e realiza tam bin el encu ent ro decisivo con u n fu erte m ovimientoobrero organ izad o. Ya en Nu eva York, du ran te su viaje, se h ab a encontr ad ocon u n a h u elga d e los obreros del pu erto. En Italia conoce a u n a clase obreramu y avan zad a en el terreno poltico y social. Es u n a clase obrera qu e se h ace

    car go con gran m ad u rez de todos los pr oblem as del pa s, in clu yen do la p olticaexterior. Por otra parte, el movimiento obrero italiano se presenta atravesadopor profu n da s contra dicciones.

    Frente a la primera gu erra m u n dial, h ab an estallad o las division es entr elas diferentes tendencias del socialismo. A Maritegui, siempre dispuesto acaptar el aspecto original de los fenmenos, no se le escapa la anomala delcaso italiano. En efecto, a pesar de sus divergencias internas, es un partidoqu e se h a a filiad o a la Tercera Intern a ciona l, su rgida a r az de la Revolu cin d eOctubre.

    Al lad o de la s fu erzas s ocialist as , en el pa n oram a italian o sobres ale porsu originalidad la nueva formacin poltica del Partido Popular. Aunque elau tor advierte qu e no se tra ta de u n a fu erza a u tnticamen te socialista , apreciatoda la sa bidu ra d e su fu n da dor, el cu ra Lu igi Stu rzo.

    Sturzo se da cuenta de la imposibilidad de crear un partido catlicoconservador, y por eso inscribe en su programa algunas reivindicacionessociales, sobre todo cam pes in as . El Partido Popu la r, al m ism o tiem po, percibetoda la imp ortan cia d e la es cu ela, como in stitucin dond e se libra u n a b ata llapoltica decisiva .

    Pero es el Par tido Socialista , por obvias ra zon es s im pa ttica s, el cen trodel an lisis de Maritegu i. En los ltim os a os h a ido defin iend o abiertam entesu opcin socialista, aunque ha considerado intempestiva la creacin ensu pat r ia de un par t ido . Por eso mismo se ha separado del Comi t dePropa gan da Social is ta , con u n a a ct itu d qu e perma n ecer firm e en s u poca

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    9 Se trata de la respu esta a u na encu esta p u blicada con el t tu lo En el Da de la Raza, Variedades (Lima,

    13/ 10/ 1928), ahora en La novela y la vida. Siegfried y el profesor Canella. Ensayos sintticos. Reportajes y

    Encuestas .

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    m a d u r a .1 0 El part ido, para Maritegui , no se puede const i tui r por meraau toproclam acin, sino qu e debe con stru irse den tro de la s ociedad .

    En el caso italian o, el peru an o su bra ya toda la complejida d d el pa rtidosoc ia l i s t a . Sus s impa t as s e o r i en t an ab i e r t amen te hac i a l a co r r i en t erevolucionaria. Pero su oficio de periodis ta le impone dar cuenta de lacomplejida d, sin ca er en la tram pa de las s imp lificaciones. No se tra ta de u n aobjetividad asptica, totalmente ajena al hombre con una filiacin y una feque fue Maritegui. Estamos frente a un ejemplo de tica profesional, queperm ite al mismo tiem po u n a m ayor eficacia represen tativa.

    Al lado de estos aspectos ms directamente polticos, en las Cartas deItalia est m u y presen te la p roblem tica cu ltu ral. Como siemp re, el in ters delobser vad or se dirige h acia los fen men os m s n ovedosos. Dedica, por ejem plo,

    u n a de su s carta s a Las m u jeres de letras en Italia,11

    an ticipan do as suslectura s de algu n as poetisa s h ispa n oam erican as , como Magda Portal y Blan caLu z Brum .12 Comen ta n do la a ctitu d de Benedetto Croce ha cia las celebra cionesdel Sexto Centenario de la muerte del Dante, 13 toca, aunque sea de paso, elproblema de la relacin entr e las gran des obras de arte y las m as as p opu lares .El nombre de Croce indica uno de los puntos de referencia escogidos porMar itegu i, au n qu e es n ecesar io ma tizar esta afirm acin corrient e. Es eviden te,en efecto, qu e la a similacin d el m ar xism o por part e del peru an o le debe m u choa l filsofo ita lian o, sobre todo en s u s a sp ectos a n tipositivist as. Al m ism o tiem po

    Jos Carlos se separa del maestro, con una acti tud muy parecida a la deAn ton io Gram sci. El rech azo de la vers in fat alista del ma rxism o, tpica de lacu ltu ra de la Segu nd a In terna ciona l, no s ign ifica n ing n recha zo del ma rxism oin totum . A l con t ra r io , s e t r aduce en una reva lo rac in de l con ten idorevolu ciona rio del m arxism o, opacad o en su s version es m s difu n dida s.

    Pero el ap orte m s importa n te de estas crnicas italian as es s in d u da elcomienzo de un anlisis del fenmeno fascista. Maritegui est escribiendoan tes del triun fo del m ovim ien to enca bezado por Ben ito Mu ss olin i, pero expres aya u n diagnstico mu y l cido sobre su n atu ra leza. Es cierto que en est a fas e. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    10 He tratado de aclarar este asp ecto en m i introdu ccin a Una ca rta de Csar Falcn de 19 23, Anuario

    Mariateguiano, II, 2 (Lima, 1 99 0), pp. 13 -6.11 El art culo, fechad o en Florencia el 28 de jun io de 19 20, a par eci en El Tiempo el 12 de octubre del

    mismo a o; ah ora est r ecopilado en Cartas de Italia .12 El ensayo sobre Magda Portal , aparecido en dos en tregas en Mundial, 27 de a gosto y 3 de septiembre de

    1926 , entr a formar parte de El proceso de la l iteratu ra en los 7 Ensayos . La resea de Levante de Blan ca

    Luz Brum , pub licada en el mismo sem an ario el 1 de enero de 1927 , est ah ora incluida en Temas d e Nuestra

    Amrica .13 Bened etto Croce y el Dan te, fecha do en Gn ova el 14 de a gosto de 192 0, ap ar eci en El Tiem po el 9 de

    diciembre del mismo ao, recopilado en Cartas de Italia .

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    predomina u n a visin optim ista sobre la p osibilida d de contr olar la reaccin.Pero muy pronto crece la alarma por el fascismo, dentro de un proceso deradicalizacin de toda la situacin italiana. Para explicar la ola reaccionaria,Mar itegui se sirve de las m ism as pa lab ras de u n r epresen tan te del fas cism o.Es to le perm ite su bra yar la vin cu la cin en tre el as cen so del fa scism o y el clim ade fru stra cin qu e se cre en Italia d espu s de la p rim era gu erra m u n dial. Lain dicacin d e los errores cometidos por las fu erzas progresistas , por otra pa rte,n o le im pide detecta r el car ct er clas ist a d e la ofen siva fascista .

    Frente a l aspecto extremad o as u mido por el conflicto, considera qu e yano quedan m rgenes para las a ctitu des moderadas . La prens a qu e se presentacomo imparcial ante la contienda, en realidad trata de ocultar su opcinantirrevolucionaria.

    En las Cartas de Italia hay por lo menos otro tema que vale la penamen ciona r, por su proyeccin en la elab oracin s u cesiva del au tor. Maritegu ipercibe m u y agud am ente la pecu liar ida d del cas o italian o. En su visin , Italiaes un pas que tiene estructura, territorio y psicologa de estado federal. Lacapital poltica n o tiene la m ism a imp ortan cia qu e en otros es tad os, debido a lapresencia de todo un tejido de ciu dades que m an tienen u na fu erte persona lidad.El diar io m s importa n te del pa s, Il Corriere della S era , se pu blica en Miln yno en Roma. Ms all de la observacin puntual de una realidad nacional,estos elementos alimentarn su reflexin sobre regionalismo y centralismo,

    qu e con stituir u n o de los 7 Ens ay os .En la corresp onden cia de El Tiem po, Italia s e presen ta ta m bin como u n

    observatorio ideal pa ra los a contecim ientos de Eu ropa y del m u n do. Mar itegu i,an tes de regresa r a s u pa s, viaja a la Eu ropa centr al y sobre todo pa sa a lgu n osmeses en Aleman ia . De es t a manera , t i ene una v i s in d i rec t a de lo sacontecimientos frenticos que sacuden al Viejo Continente.

    Toda esta extra ordin aria experiencia con flu ye, a pa rtir d e ju n io de 19 23,en las conferencias sobre la Historia de la Crisis Mundial dictadas en laUniversida d Popu lar Man u el Gon zlez Prada . Esta s conversaciones r epresen tan

    el reencu entro de Maritegu i con s u pa tria. En ese m omento considera d ecisivotra n sm itir al movim iento popu lar qu e se est organ izan do en el Per la u rgen ciade asu m ir u n a m ira da m u n dial. Por eso, desd e la primera conferencia, in sisteen la dimen sin plan etar ia d e la p oltica. La ten den cia a la inter n acion alizacines u n da to objetivo. Al lad o del in tern aciona lism o proletar io, existe u n pr ocesopa ralelo dentro del m ism o capitalism o. Existe u n a relacin m u y estrecha entrelas Cartas de Italia , las conferen cias de His toria d e la cris is m un dial y el pr im erlibr o de Mar i tegu i,La es cena contem pornea . Las cons ecuen cias de la p rim eraguerra mundial ocupan el centro de estos tres trabajos. El autor se apoya

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    segu ra m en te en el libro d e Adrian o Tilgher La cris i mondiale ,14 pero des ar rollasu s int u iciones en form a origin al. A tra vs d e la obr a d el in telectu al ita lia n o,percibe sobre todo el papel jugado en la guerra por el factor ideolgico. Losaliad os ha n gan ad o su con fronta cin con Alema n ia p orque h an sa bido u tilizarel carisma de Woodrow Wilson. Pero el problema del orden del da es laorgan izacin m u n dial despu s de la guerra .

    Uno de los fenm enos qu e Mar itegui observa con m ayor d etenimientoes el resurgimiento de las reivindicaciones nacionales. La guerra provoca eldes m orona m ien to de los gra n des organ ism os mu ltin acion ales, como el Im perioAustro-Hngaro y el Imperio Otomano. Los antiguos nacionalismos cobrannuevo vigor y aparecen otros, con rasgos originales. Es el caso, por ejemplo,del nuevo estado turco, construido bajo el impulso modernizador de Kemal

    Pach . Otro fenm eno pecu liar es el movim iento sion ista , con su an tagonista ,el antisionismo, que muchas veces se transforma en su degeneracin, elantisemitismo. El Am auta * volver s obre esta tem tica dent ro de un a a tencinconstante hacia la cultura juda, que lo llevar a vincularse con exponentesdel hebra sm o peru an o.

    La explosin del movimiento nacionalista no se limita al continenteeu ropeo. En la reflexin d e Mar it egu i en tra ta m bin el continen te as i tico ensu s distin tas m an ifestacion es. El caso de In dia p ermite al au tor un deslin de apr opsito de la n o-violen cia pred icad a por Ga n dh i. Al mism o tiem po la figur a

    del poeta Rabindr an ath Tagore ofrece la ocas in p ar a con siderar y ju zgar u n aactitud de rech azo ha cia el m u n do occiden tal. En el tras fondo, se perfilan losproblemas de la inm ensa China .

    Dentro de este contexto se sit a la ap reciacin sobre las gran des corrien tespolticas e ideales. El movimiento socialista se mantiene en el centro de suan lisis. Con la Revolu cin de Octubre s e ha crea do u n n u evo motivo de divisin .Maritegui, que ya haba expresado su simpata hacia el proceso ruso antesdel viaje a Eu ropa, rea firm a su ad h esin a la ln ea r evolu ciona ria. Como a claraen las con ferencias de la Universidad Popu lar, la n u eva dialctica den tro del

    m ovim ien to obrero m u n dial es la qu e opone reform ista s y revolu ciona rios. Lacontra posicin en tre an arqu ista s y socialista s, en cam bio, apar ece como algoan acrn ico, cas i u n residuo del siglo pas ad o.

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    14 Adr iano Tilgh er, La crisi mondiale. Saggi critici di marxismo e socialismo. Bologna: Zanichelli, 1920. El

    libro se en contra ba en la b iblioteca pers ona l de Maritegui como resu lta de la investigacin de Harr y E. Van den .

    Maritegu i. Influen cias en su forma cin ideolgica . Lima: Biblioteca Ama u ta, 197 5, p. 140. En tre los a u tores qu e

    mejor ha n estu diado la relacin d e Maritegu i con la obra de Tilgher figu ra en p rimer lugar Diego Messegu er

    Illn. Jos Carlos Maritegui y su pensamiento revolucionario. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1974.* Amauta: maestro o sabio, en quechua. Tambin usado como apodo de Maritegui. (N.E.)

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    En la base de la opcin de Maritegui se encuentra su ya recordadalectura del marxismo. En la prctica de Lenin, identifica la interpretacinrevolucionaria del ncleo autntico de la doctrina, opacado por la SegundaIn tern aciona l. Una vez m s, s u posicin a l resp ecto coin cide a m pliam ente con

    la d e Gra m sci, qu ien sa lu d a la Revolu cin b olch eviqu e como u n a revolu cincontra El Capital,15 o sea contra el dogma. Por eso mismo la adhesin deMa ritegui al len in ism o no sign ifica la su bs titucin de u n d ogm a con otr o. Ennombre de la reivindicacin de la subjetividad, se inclinar ms bien haciapensadores considerados ajenos a una lnea marxista ortodoxa. Desde estepu n to de vista debe con siderars e la a pertu ra h acia el pen sa m iento de GeorgesSorel. Y en general, todos los elementos vitalistas e irracionalistas que losestu diosos detectarn en la obra del peru an o, se explican den tro de esta eleccinfundamental .

    Cuando se publ ica La escena contempornea, Maritegui se est yadedicando a la temtica peruana. Esto no significa ningn abandono de losproblemas internacionales , puesto que el propio autor , en su act ividadperiodstica, se encargar de informar regularmente a los lectores peruanossobre los acon tecim ientos m u ndiales. Lo ates tigua la seccin Figura s y Aspectosde la Vida Mu n dial, pu blicad a en la revista Variedades , as como los a rtculossobre temas internacionales aparecidos en Mundial. Pero es evidente que elempe o mayor del au tor, en estos a os, es el estu dio de los problema s peru an os.

    La manifestacin ms evidente de esta investigacin es la seccinPeruanicemos al Per, de la que se hace cargo en Mundial. Los artculospu blicados b ajo este ttu lo con stituyen u n o de los n cleos m s fecun dos de laobra m ariategu ian a. Represen tan el alim ento bs ico pa ra la obra m ayor, perocons ervan tam bin u n valor a u tnomo, que complementa la ima gen d el au tor.

    La primera p reocu pa cin de Maritegu i es ju sta m ente la a u sen cia de u nconjunto apreciable de investigaciones sobre la realidad nacional. En los 7Ensayos util izar ampliamente los resultados de estudios procedentes deau tores de diferentes ten dencias. Ah ora trata de detectar las cau sa s qu e imp iden

    el desa rrollo de u n con ocim iento m s profu n do del pas. In siste sobre todo enla au sen cia o por lo men os la escas ez de a n lisis dedicad os a la realida decon mica. Con sidera qu e esto se debe a u n a t rad icin idealista , que impidepercibir el carcter decisivo del factor econmico.

    Por otra parte, esto no significa de ninguna manera caer en una formade economismo vulgar. Al lado de los temas econmicos, en estos artculosap arecen todos los as pectos d e la vida del pa s. Es en estas reflexiones qu e se

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    15 El artculo con este ttulo apareci en el peridico turins Il Grido del Popolo del 5 de enero de 1918 .

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    va defin iend o su idea -clave del Per como n acion alida d en forma cin. Al mismotiemp o, en esta elab oracin es posible comproba r la sntesis qu e el au tor estactu an do entre las en sea nzas a similada s en Eu ropa y la realidad concreta desu pas. Es evidente, en efecto, en sus planteamientos, la huella de algunos

    autores conocidos durante los aos europeos. Uno de los ms notables esPiero Gobetti, u n in telectua l con el cua l el perua n o advierte u n a extraordina riasintona. En Amauta pu blic tres tra ba jos del ma lograd o escritor tu rin s.16 DeGobetti a simila s obre todo su visin del Risorgimiento italiano. El movimientode rescate nacional de Italia, en esta perspectiva, aparece como un procesoin aca ba do. Mar it egu i rea liz u n a tra du ccin crea tiva de los plan team ien tosde Gobetti al contexto peruano. Ms tarde, en el ltimo de los 7 Ensayos ,realizar la m ism a operacin con la h istoria literaria italian a de Fra n cesco DeSan ctis. En am bos casos, encontra mos u n ejemplo de relacin libre y au tn omaesta blecida con otros a u tores.

    En efecto, Gobetti le proporciona algu n as im portan tes s u gestiones, peron o pu ede a gotar la p roblem tica peru an a. E l rasgo esp ecfico de la situa cindel pa s a n dino es la p resen cia d e u n a m ayora indgena . El concepto genera lde n aciona lida d en forma cin se concreta en el caso represen tad o por u n p asd iv id ido en t re sus dos componen tes p r inc ipa l es y no in t eg rados . Laperu an izacin del Per , entonces, tien e com o piedra de toque la capa cida d deas u m ir el prob lem a ind gena como eje de la ed ificacin n a ciona l.

    Por eso, en s u activida d p eriodstica d e esos a os, el tema ad qu iere u nrelieve cad a vez m a yor. Pero, al lad o de la r eflexin s obre a sp ectos pu n tu ales,se desarrolla el planteamiento de cuestiones tericas de fondo. En estosar tcu los, como ya lo h emos a delan tad o, encontr am os algun as elab oracionesmuy sugerentes sobre el problema de la tradicin. En este caso tambin, esposible sealar posibles fuentes europeas que estimulan sus formulaciones.En los escritos de Maritegui se advierte el eco de una polmica italiana deesos aos. Strapaese y Stracitt 17 son las denominaciones pintorescas queas u men los dos ba n dos qu e se enfren tan en el debate literario italian o. Los de

    Strapaese celebran las virtudes del pueblo, de la aldea, del campo. Suscontrincan tes exaltan el mu nd o urb an o, como centro au tntico de la culturacontempornea. Pero, por debajo de la confrontacin literaria, se percibeclara m ente u n con tras te poltico, por otra pa rte ba sta n te complejo. El rgim enfascista italiano trata de utilizar esta anttesis para sus fines reaccionarios.

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    16 En el n mero 24 (jun io de 1929), pp. 10-6, 21.17 Vas e el a rtculo Una polmica litera ria, Variedades (Lima , 14/ 1/ 1928 ); luego recopilado en El artista

    y la p oca.

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    Pero Mar it egu i n o cae en la tra m pa de las iden tificacion es s im plist as . Si bienes cierto que las fuerzas reaccionarias tratan de utilizar el conflicto entre laurbe y el campo para sus fines, tampoco se puede caer en una celebracinacr tica d e la m odern izacin.

    Sobre esta pr oblem tica, se realiza u n o de los cam bios m s pr ofu n dosen el itinerar io de Mar itegu i. Su forma cin origin ar ia h a s ido fu n da mentalmen teurbana. Desde la infancia, ha vivido en la capital del pas, part icipandoin tens am ente en su vida social y cu ltu ral. Su disconformidad con el amb iente,como ya lo vimos, se expresa sobre todo a travs de la bohemia literaria. Apesa r d e las an ticipa ciones alud ida s, por ejem plo, a p ropsito de la rebelin d e

    Rum i Maqui , las cu estion es relativas al mu n do in dgena y en genera l la rea lida dprovinciana, quedan en un segundo plano. El joven que viaja a Europa es

    esencialmen te u n in telectu al urb an o.En Eu ropa , fren te al fen men o de la r evita lizacin d e las etn ias , percibela existencia de una realidad ms compleja, que no se identifica totalmentecon el m u n do u rba n o. Esta s reflexiones, a su regreso, se aplican a la realida dperua na , con u n a sens ibilidad profu nd a por su carcter contra dictorio. Sobretodo en los artculos dedicad os a l tema de la tra dicin s e capta todo el alcancedel proceso de reformu lacin del m arxism o en trm in os peru an os. Maritegu iad vierte qu e el destino del Per n o pu ede ser la modern izacin indiscrim in ad a,que resulta al mismo tiempo veleidosa e inadecuada. La palabra tradicin

    ad qu iere en estos es critos u n valor diferen te y opu esto a l qu e le confieren lostra diciona lista s. Se tr an sform a en la r eivin dicacin firm e y positiva d e las ra ces,para u tilizar u na palabra que t iene en el Maritegu i ma du ro un a frecu enciaabru ma dora. En su visin, no se puede cons tru ir para el pas un fu tu ro nu evomiran do ha cia el pa sa do com o un m odelo. Pero, al m ism o tiemp o, n o se pu edeedificar un Per autnticamente renovado prescindiendo de las races. En elcontexto especfico del mundo andino, esto significa, justamente, enfrentarsecon el problema indgena, en su presente y en la herencia del pasado queconlleva. En otras palabras, significa el rechazo de todo eurocentrismo,

    incluyendo lo que de eurocentr ismo s igue exis t iendo dentro del mismomarxismo.

    A tra vs de es tos a rtculos de Mundial, se va gestan do la obra m ayor deMaritegu i. Si con La es cena contempornea el au tor h ab a d efin ido su posicinsobre las cu estiones in terna ciona les, con los 7 Ensay os expresa su valora cinde la r ealida d n acion a l. Es eviden te la com plemen ta ridad de los d os libros , los n icos qu e con sigu i pu blicar en vida . Pero en los a os qu e sepa ra n la edicinde las d os obra s, ha y qu e registra r otros acont ecim ientos fu n da m enta les de sucorta vida .

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    En el ao 1926 se ubica la aparicin de Amauta , ta l vez la revist a m sim port an te de Am rica Lat in a en est e siglo. A la list a d e las obra s de Maritegu i,sera s in du da legtimo agregar esa pu blicacin . A ta l pu n to, en efecto, la em pres aapa rece an ima da en todos su s as pectos por el au tor.

    En Amauta , sobre todo, se d espliega en toda su am plitu d el dise o polticode Mar itegui. Du ra n te su esta da en Italia, h ab a s u scrito con Csar Fa lcn,el cns u l peru an o en Gnova Palmiro Macch iavello y el m dico del Callao Ca rlosRoe un docu men to, donde se as u ma el comp romiso de fu n dar en el Per u npartido comu nista.18 A su regreso a la pa tria, como ya se des tac, se enfren tacon toda la complejidad de la situacin y con la necesidad consiguiente deplantear un trabajo de largo plazo. Amauta es el instrumento fundamentalpa ra es ta con stru ccin. Maritegui cons igu e reu n ir alrededor de la revista todos

    los valores a u tnticos d el Per de su tiemp o, sin n in gu n a forma de sectarism o.El primer n mero de la revista repres enta, cas i emb lem ticam ente, esta eleccin.El tema indgena ocupa un lugar central en esta primera salida. Pero, pararepresen tar su problem tica, el director d e la revista escoge posiciones m u ydiferen tes en tre s y, sobre todo, con la ln ea qu e l m ism o est d esa rrollan do.19

    A Dora Mayer de Zulen le con fa la ta rea d e ilu str ar las posiciones h u m an itar iasde la Pro-In dgena . Pero all mism o apa rece tam bin u n captulo de Tempestaden los Andes , el visionario panfleto de Luis E. Valcrcel, que el ao siguienteMar it egui pu blicar en su prop ia ed itorial, escribien do el prlogo.

    La a m plitu d de criterio del director de la revista es la m ism a qu e su sten tala pu blicacin, siemp re en el n m ero 1, del tra ba jo de Sigm u n d Freu d sobreLas resistencias al psicoanlisis. Si se repara en la desconfianza o en lafran ca h ostilida d del mar xism o dogm tico h acia la elab oracin freu diana , sepu ede ap reciar todo el alcan ce de esta pu blicacin.

    Al mismo tiempo, es importante comprender el sentido profundo de suactitud . No se trat a de u n a genrica propen sin h acia la toleran cia, pu esto qu eel mismo autor expresa su distancia de esa posicin, sino de una visin deldesa rrollo de las ideas com o un cam po de bata lla. Para qu e pu eda d efin irse u n a

    lnea correcta, es n ecesar io que se conozcan previam ente los trm inos del deba te.A esta visin antidogmtica, Maritegui se mantendr fiel constantemente, yesto lo llevar a en fren ta rse con los cu stodios del orden y la ortodoxia.

    La ap ertu ra h acia las diferen tes posiciones del espectr o poltico, ideolgicoy cultural, por otra parte, no significa ninguna renuncia a una elaboracin

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    18 V. la nota 10.19 He an alizado este m otivo en La tem tica ind igenista en la r evista Amauta (1926-1930), en Lindigenisme

    and in. Approches, tend ances et perspectives . Grenoble: AFERPA, 1980, pp. l07-15.

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    propia. De hech o, la es tru ctu ra d e la revista refleja clar am ente u n program ade gran aliento. En ella ocu pa u n lu gar fu n da m enta l la p roblem tica p olticadel pas y especialmente el problema indgena. Hasta se llega a formas deorganizacin como el Boletn de defensa contra el gamonalismo, que setran sforma en u n pu nto de referencia p ara la d enu ncia d e los abu sos. A travsde la correspon den cia d e Maritegu i de los ltim os m eses de s u vida se pu edecom probar la inten cin de crear otro su plem ento dedicad o a los tema s de lascomu n ida des , con el ttu lo El Ayllu .

    Los m otivos de ba talla poltica s e acomp a an con los a rtcu los de ca r cterms terico. En Amauta el director anticipa o reproduce algunas de lasintervenciones m s notables destina das tam bin a otras pu blicaciones. Susar tcu los d e tem a litera rio y artstico, as como los textos de crea cin pu blicados

    en la rev is ta , revelan una cons ideracin muy ampl ia . Una publ icacindeclara dam ente socialista dedica bu ena pa rte de u n o de su s n meros a J osMara Eguren ,20 u n p oeta, por lo menos a pa rentem ente, mu y lejos de cua lqu ierpreocu pa cin social. Abre su s p gin as a u n joven p oeta y n ar ra dor com o Mar tnAd n , qu e s e pr ofesa m on rqu ico y legitimista, y su director escribe el colofnde la novela La casa de cartn. Maritegui comprende lcidamente que losfenmenos artsticos y literarios tienen un ritmo diferente con respecto a losh echos p olticos. No existe n in gun a forma de depen den cia m ecn ica, sino qu e,muchas veces, la creacin artstica presenta un carcter de anticipacin y

    revelacin . La s u bversin del len gua je tra diciona l, qu e ad vierte en la p oesa yla prosa de Martn Adn, le parece mucho ms importante que las boutadespolticas del joven escr itor.

    En el caso de la literatura peruana de su tiempo, y sobre todo de lapoesa,Amauta se propone como un espa cio de acogida y ma du racin d e toda slas experiencias m s vitales. Desde este pu nto de vista, represen ta u n mom entom gico en la h istoria de la cu ltu ra peru an a contemporn ea, que ha sta h oy nose h a vuelto a r epetir con la m ism a r iqu eza.

    El segun do libro de Maritegu i se va gesta n do a tr avs de ap ortes pa rciales

    qu e apa recen en varias r evista s, entr e ellas Amauta . Ya se h a vis to la fu n cinqu e cu m plen los a r t cu los de la seccin Perua n icemos a l Per comopreparacin de la obra mayor. Pero captulos enteros y hasta ensayos de lafu tu ra s n tesis se pu blican con a n ticipa cin, par a s er lu ego en sa m blad os, conalgu n as var ian tes, en el libr o. El prlogo de los 7 Ensay os explica clar am enteel con cepto del tra ba jo in telectua l qu e su sten ta el texto. Ilu stra n do la cita de

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    20 Se trata del n mero 21 (febrero-marzo de 19 29). La Biblioteca Ama u ta p u blica en 1929 las Poesas del

    mismo Eguren .

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    Friedrich Nietzsch e qu e escogi como epgra fe, afirm a am ar los libros qu e n on acen por obligacin , sin o que florecen casi com o u n produ cto espon tn eo.

    Los 7 Ensayos representan uno de los eventos ms singulares de lacultura latinoamericana en este siglo. Ningn texto de esta naturaleza haconocido un a difu sin ta n extraordina ria. Hace ya m u cho tiemp o qu e se ha nsuperado los dos millones de ejemplares, incluyendo las traducciones a losprincipales idiomas europeos y asiticos. Pero el aspecto ms llamativo dellibro es u na su erte de paradoja que podemos registrar, a varias dcadas de suprimera aparicin. Cada uno de los anlisis contenidos en esta obra puedelegtimamente cuestionarse. Maritegui es un hijo de su tiempo y refleja, encada uno de los siete ensayos, las limitaciones de los conocimientos de lapoca. No se trata, por lo tanto, de crear una visin mitificada del autor. Sin

    embargo, lo cierto es que, a pesar de los reparos puntuales que se puedandirigir a cada una de sus afirmaciones, sigue en pie, a distancia de tantosa os, el con ju n to de la obra . Su diseo de defin icin de u n a r ealida d n aciona lsigue vigente como modelo o, mejor, como reto.

    La organizacin del libro y la sucesin de los ensayos revelan unaestrategia mu y coherente, a pesa r de lo declara do en la nota in icial. En a rm onacon s u as im ilacin del m ar xism o, el pu n to de pa rtida es el an lisis del desarr olloeconm ico del pa s. Au n qu e Mar it egu i se a poya en estu dios es pecficos y enda tos esta dsticos, quiere sobre t odo proporciona r, segn el ttu lo, un ens ayo

    de in terp reta cin. El primer a porte del au tor es u n a periodizacin del des ar rolloeconmico, que representa la ba se para u na caracterizacin de cada u na desu s fas es. La defin icin de la s ociedad in caica como sociedad de comu n ism oagrario sirve par a d esta car el cam bio trau m tico produ cido por la conqu ista yla colon izacin . A la lu z de la bibliogra fa m s recien te, es posible h oy pr esen ta ru n cu ad ro mu cho m s ar ticu lad o de la poca pr ecolombina . Pero sigu e vigentela im portan cia qu e el au tor asign a a la estru ctu ra comu n itaria. Todo lo dem s ,son d etalles, au n qu e, por su pu esto, de gran relieve en el plan team iento de u n arepresentacin actualizada del Per prehispnico. El nfasis puesto en la

    dimensin comunitaria de la economa originaria es funcional a la definicindel sistema implantado por la colonizacin. Hoy es posible valorar todo elsign ificad o del atribu to de feu da l con qu e el Am au ta cara cteriza a la econ omade la colonia. Despus del triunfo efmero de las teoras sobre el supuestocar cter ca pitalista an te litteram de la estr u ctu ra colonial, h oy se es t volvien docada vez m s a u na lectu ra m s apegada a los hechos y menos a los vu elosideolgicos.21 La inter pret acin d e Mar it egu i recobra plena au torida d y revela

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    21 Un a porte decisivo par a la a clara cin de es te as u nto h a s ido ofrecido por los traba jos de Ru ggiero Roma no.

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    una funcin precursora. Con estos fundamentos se enlaza la lectura que elau tor proporcion a d e la evolu cin econm ica en tre la colonia y la ind epen den cia.La afirm acin contu n den te de Maritegu i acerca de la cond icin indgena , qu edecae en el Per in depen dien te con respecto a la m ism a colonia, es h oy acepta dauniversalmente. En esa valoracin destaca el lmite histrico del liberalismo,sobre todo en s u s a plicaciones concreta s a la realida d latinoam erican a.

    El segundo y el tercer ensayo presentan entre s una vinculacin muyestrech a. El problem a del in dio, en efecto, en la n u eva ptica con qu e Mar itegu ilo enfoca, es fundamentalmente el problema de la tierra. Esta identificacinsign ifica la toma de distan cia de todas las vision es a n teriores a pesa r de qu e,como ya se vio, el autor haba dado cabida a las principales de ellas en laspginas de Amauta . Al mismo tiempo, es importante considerar la totalidad

    del an lisis ma riateguian o. La m ism a icasticida d de s u afirm acin , ha perm itidolecturas simplistas y reduccionistas. Maritegui subraya la preeminencia del a b a s e e c o n m i c a d e l p r o b l e m a , p e r o n o a g o t a s u a n l i s i s c o n e s t acomprobacin. La desmitificacin de las aproximaciones de tipo idealista ypaternal i s ta no s igni f ica , de n inguna manera , una v i s in uni l ineal . Lodem u estra , en primer lu gar, el m ism o libro con siderado en su totalida d.

    La a u sen cia de todo pu n to de vista m eram ente econ omicista se percibetam bin en la im portan cia otorgada al problema edu cativo. El ens ayo relativoa es te argu m ento est dividido en d os pa rtes. La p rim era a n aliza la ins pira cin

    global de los proyectos educativos que se han sucedido en el pas. Una vezm s, el pu n to de part ida es u n a cu ida dosa periodizacin . La h erencia colonial,fu n da da en la tra dicin espa ola, ap arece como u n elem ento de fran co retras o.Por otra parte, se analizan crticamente tambin las influencias francesa yn orteam erican a qu e se m an ifiesta n su cesivam ente. Se percibe, en esta s p gin asde Maritegui, la aspiracin a un sistema educativo vinculado al desarrollosocial del pas. Pero, contemporneamente, su perspectiva no se identificaacrticam ente con el pra gm atism o de la edu cacin a n glo-sa jona .

    La segunda pa r t e cons i s t e fundamenta lmen te en un ba l ance de l

    movimiento de reforma universitaria. El compromiso con el movimientoestud ian til peru an o, qu e h aba m arcado la etapa an terior a su viaje eur opeo,vu elve a pr esen tars e y se reafirm a en esta fas e ma du ra . Ms all d el con textonacional , se injer ta un panorama ms amplio, de nivel cont inental , quecorresponde a la dinmica efectiva del movimiento. El punto de referencia essobre todo la obra de compilacin de Gab riel del Mazo, un au tor qu e perten eceal pas rioplatense desde donde estall el movimiento reformista en 1918.

    El en sa yo dedicad o al factor r eligioso pres en ta la m ism a d ialctica en trela inform acin lim ita da y la int u icin p rofu n da . El a cierto m ayor del au tor, en

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    efecto, es la contraposicin que establece entre la religin oficial incaica y lareligin popular. La primera es un instrumentum regni, vinculada con laorgan izacin d el estad o an dino. La segun da , en cam bio, viene desde m u y lejos,tiene ra ces profu n da s en la poca pr ein caica, y por eso mism o est destina daa sobrevivir a la conquista y la colonizacin. Maritegui la caracteriza sobretodo a part ir de su an imismo. Con este planteam iento capta certeramen te elpa pel de las h u aca s en la r eligiosida d popu lar , dentro de u n a concepcin de losa grad o com o algo difu n dido en todas las ma n ifesta ciones d e la n atu raleza.

    Otro m otivo fu n da m en ta l del ens ayo sobre la religin, a props ito de lapoca colonial, es el contr as te en tre la colonizacin es pa ola y la colonizacinanglo-sajona. En este caso, se trata de la aplicacin a la esfera religiosa delmismo esquema interpretativo que sustenta toda su visin de la colonia. Se

    percibe la h u ella eviden te de la elab oracin de Max Weber y su escu ela s obre larelacin entr e capitalism o y protesta n tism o. Dentr o de esta ln ea, se in jerta elestm u lo m s inm ediato del entr a ab le am igo norteam erican o Waldo Fran k.

    Pero esta serie de referencias n o agota la red interpr etativa del au tor. Esn ecesa rio recorda r, por lo m enos, la presen cia en estas p gina s del antr oplogoingls James G. Frazer. Su clsica investigacin La rama dorada lo inspiram etodolgicam en te en la d escripcin d e la r eligin a n dina . Pero, com o en otra socas iones , la r elacin qu e esta blece con el texto de Frazer es tota lm en te libr e.Utiliza las su geren cias del ilu st re estu dioso pa ra leer la rea lida d indgen a, per o

    n o coin cide con la visin p ositivist a del m ism o.22

    El ensayo dedicado al tema del regionalismo y el centralismo es otrase al elocu ente d e la actitud de a lerta crtica d el au tor. Au n qu e recon oce lasrazones de los que abogan por la descentralizacin del gobierno, percibeperfectamente los riesgos que esta solucin conlleva. El ms importante esqu e la b an dera d el regiona lism o sirva, en la realida d peru an a concreta , paraafian zar el poder de los gran des terra tenientes, qu e desde s iemp re tiend en acons titu ir u n estado dentro del estad o.

    El ltimo ensayo, El proceso de la literatura, llama la atencin del

    lector a p artir de su s m ism as dimens iones. Ocup a, en efecto, m s o men os latercera parte del libro, dando inmediatamente una imagen de la importanciaas ign ad a p or el au tor a la problem tica cu ltu ral. En este tra ba jo que cierra laobra se p ercibe la influ encia pr ofu n da del historiad or de la literatu ra italian aFran cesco De Sanctis,23 pero u n a vez ms sobresa le la u tilizacin person al de. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    22 Para u na discus in m s a mp lia sobre el tema r emito a mi Presencia de J am es George Frazer en la obra

    de Maritegui, en Maritegui y las ciencias sociales . Lima: Biblioteca Amauta, 1982, pp. 23-34.23 En u na ponencia presentada en agosto de 1993 en las Jorna da s An dinas de Literatura Latinoame ricana

    de La Paz, he intentado p rofun dizar, en esta relacin, p ero el tema merecera u na investigacin m s exhau stiva.

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    su s s u geren cias . Del crtico ita lian o acoge sobre todo el concept o de litera tu ran aciona l como proceso en forma cin. La literatu ra, en este sen tido, apa rececomo parte de un problema ms general: el ya aludido, del Per concebidocom o n acion alida d en forma cin.

    Dentro de este marco, se vuelve a insistir en la exigencia de formularu na periodizacin a decuad a. Al esquema que presu pone u na literatura su cesi-vam ente cls ica, rom n tica y modern a o qu e u tiliza categoras equivalen tes Ma ritegui su stitu ye u n a divisin fu n da da en tr es fas es: colonial, cosm opolitay na ciona l. La primera etapa im plica u n a eviden te discrepan cia con el m odeloitaliano de De Sanctis y, en general, con todos los modelos de procedenciaeuropea. Se trata de una literatura que extiende su influencia ms all de lapoca en la qu e su rgi, com o reflejo de la literatu ra m etropolitan a. Correspon de,

    en el terreno literario, a la prolongacin del espritu colonial en la pocarepublicana que Maritegui denuncia en otros aspectos de la vida nacional.En el ltimo ensayo, el autor escoge como blanco polmico la construccinm s orgn ica ed ificad a p or el pen sa m ien to oligrqu ico. J os de la Riva-Agerorepresenta la interpretacin m s coherente de la literatu ra peru an a a la lu z dela ideologa h isp an ista . Maritegu i se en frent a d irectam ente con s u s p lan tea-mientos, afirmando polmicamente la presencia, en ambos, de un enfoqueideolgico. La diferen cia cons iste en el car cter a bierto de s u propia profesinde fe, mientr as qu e Riva-Ag ero trata de am pa rar y disfrazar la su ya b ajo u n a

    su pu esta objetivida d. La p roclam acin explcita de u n a ideologa, s in em ba rgo,no significa la aplicacin de juicios de valor a partir de puntos de vistaideolgicos. El criterio sigue s iend o, en p alab ra s del au tor, estr ictam en te litera rioy est tico.

    La contraposicin al punto de vista hispanista y colonialista no sema n ifiesta m ecn icam ente, a tra vs de u n a contra posicin de au tores. EI casodel trat am iento reservad o a Ricard o Palma ad qu iere un car cter ejemp lar. Elan lisis de es e escritor se vin cu la con las pr oposiciones de Maritegu i sobr e latradicin. Justamente en las Tradiciones Peruanas de Palma distingue entre

    la lectura instrumental que de ellas hacen los tradicionalistas y el humorsocarrn y escptico que recorre la obra. Es un ejemplo de batalla cultural,pa ra evitar qu e se ap ropien d e u n alto valor de la cu ltu ra n acion al los sectoresm s conservadores, a p art ir de u na interpretacin distorsionada .

    La r ecup eracin de la figu ra d e Palma se a com pa a d e u n a valoracincr t icamente mat izada de la personal idad de Manuel Gonzlez Prada. Adiferencia d e algu n os comenta rista s p osteriores, que esta blecern u n a visinmeramente genealgica del desarrollo del pensamiento revolucionario en elPer , Mar it egu i se ala a l m ism o tiemp o coin ciden cias y divergencias . Reconoce

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    al pensador anarquista su papel de primer instante lcido de la concienciadel Per , pero simu ltn eam ente su bra ya su s lmites, sobre todo desde el pu ntode vista de una accin constructiva. En la actitud articulada hacia estos dosgra n des pers ona jes se recon oce la m an era pecu liar d el au tor para realizar s uajuste de cu entas con el pas ado reciente.

    Es indudable que el panorama de la literatura colonial proporcionadopor este ens ayo es ba sta n te lim itad o. Es u n o de los casos en el qu e con ma yorevidencia se percibe la informacin parcial de la que dispona el autor en sutiem po. Sin em ba rgo, no deja d e capta r el car ct er excepcion a l de la figur a d eGarcilaso de la Vega El Inca. En el perodo de la Independencia subraya laorigin a lida d d e Mar ian o Melgar, como p oeta qu e se p ropon e rea ctivar el fond oin dgena . En la p oca repu blican a, pon e en r elieve las resistencias a la n u eva

    realida d p oltica qu e se d espren den de la obra de a lgu n os escritores festivos.El car cter profu nd am ente rea ccionar io de esa literatu ra ofrece la oportu n idad ,como ya se aludi, para distinguir la actitud ms compleja y artsticamentev lida de Ricar do Palma .

    En la poca con temp orn ea, los elemen tos fu n da m enta les de su a n lisisson la poesa y el indigenismo. En esta eleccin volvemos a encontrar unasntesis que est m u y presente en las pgina s de Amauta y qu e el au tor alien taconscientem ente. El van gu ar dism o peru an o se cara cteriza ju sta m ente, por lomenos en algunas de sus expresiones de los aos Veinte, por la tentativa de

    conyugar la experim enta cin form al con la tem tica indigenista. En trminosm s genera les, esta u n in corresp onde a la exigen cia de Maritegu i de favoreceru n a u n ificacin en tre la van gu ar dia ar tstica y la van gu ar dia poltica.

    Dentro del examen de la experiencia literaria indigenista, se encuentrauna de las formulaciones del autor que ha ofrecido mayores argumentos aldebate sobre las perspectivas de esa corriente. La distincin muy clara entreliteratu ra in digenista y literatu ra produ cida por los propios in dgen as , ha da dolugar a interpretaciones muy diferentes. En realidad se trata de un pasajeproftico de los 7 Ensayos . Por eso mismo no tiene sentido pensar en la

    posibil idad de una lectura unvoca.24 Por otra parte, las proposiciones deMaritegui echan una luz esclarecedora sobre otro asunto muy controvertido.Cua n do el au tor ha bla d e Vallejo como del poeta de u n a r aza, en u n texto qu e n o ha y qu e olvida rlo ent u siasm al propio poeta,25 es importan te no detenerse

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    24 Una lectura su gerente es la qu e propone Miguel Angel Hua m n, Literatu ra y cu ltu ra indgenas en el

    pens am iento d e Maritegu i, Anuario Mariateguiano, II, 4 (Lima, 1 99 2), pp. 69 -82.25 Vase la cart a a Maritegui del poeta, escrita el 10 de diciemb re de 192 6, ah ora en J os Carlos Maritegui,

    Correspondencia (191 5-19 30). T. I. Lima: Biblioteca Amau ta, 1 984 , p. 20 3.

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    en la s u perficie de las pa lab ra s. Una lectu ra in tegral del en sa yo sobr e Vallejopermi te apreciar toda la r iqueza de la valoracin . No se t ra ta de unainterpretacin de su contenido, puesto que el mismo cr t ico la rechazaexplcita m en te. En la visin d e Maritegu i, el elemen to decisivo es la em ergenciade un substrato indgena, que no se identifica con ningn giro vernculo opintoresqu ism o folclrico. En esta s p gin as , en ca m bio, se as oma la p ercepcinde la alteridad,26 o de la h eterogeneidad de la literatu ra a n din a, pa ra em plearel trmino de Antonio Cornejo Polar, uno de los crticos contemporneos quecon m ayor lu cidez ha capta do el alcance de las formu lacion es m ariategu ian as .

    Cuando los 7 Ensay os aparecen, reciben una acogida muy grande entoda Am rica Lat in a. En el Per , en ca m bio, Mar it egu i tien e la clara sen sa cinde u n a con ju ra cin d el silen cio. Por otra p ar te, en el mism o cam po ideolgico

    y poltico ms cercan o al au tor, se registra u n a actitud fra y ha sta disp licente.La idea m ism a d e u n a realida d peru an a, repu gn a a la ortodoxia, in terpretad apor los representan tes su dam ericanos de la In ternacional Comu nista.27

    Pero, fren te a es ta s d ificu lta des e in compr en sion es, Mar it egu i rea ccionaredoblando los esfuerzos. En el mismo 1928 funda el Partido Socialista delPer , con u n n cleo de obreros e intelectua les. La ru ptu ra con el APRA se fu eprecipita n do en form a a celera da . El m vil decisivo ha sido la t ra n sform acinde la qu e fu era fu n da da com o Alian za a m erican a en u n Partido na ciona l. ParaMaritegui, esta decisin significaba una franca traicin con respecto a las

    premisas originarias del movimiento. Su acti tud favorable, en un pasadoreciente, qu e lo ha ba llevad o a a brir las p gin as de Amauta a la organ izacinantiimperialista, se deba a la concepcin del APRA como un frente amplio.Eso corresponda a l dise o de con stru ccin de u n a fu erza p oltica den tro deltejido social, qu e Mar itegu i tra ta d e persegu ir desde su regreso al Per. Despu sde la ruptura, es urgente preservar un patrimonio de cuadros pol t icos ein telectua les const ru idos a lo largo de esos a os. En las r eu n iones r ealizad asen s u casa se h a ido desarr ollan do u n tra ba jo capilar d e in vestigacin s obre larealidad nacional. El Per que no puede recorrer fsicamente debido a su

    in m ovilida d in gresa con todos su s pr oblema s y su s poten cialida des en el cu ar todel au tor. A tra vs d e la s ter tu lias y de la r evista Amauta se h a ido tejiend o un ared im presion an te de colab oradores. La corresponden cia de Maritegu i ofreceu n a im agen elocu ente d e esta s relacion es p olticas e in telectua les.

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    26 He trata do de des taca r esta dimen sin en Hacia la alteridad d e Vallejo,Insula , 501 (Madrid, septiemb re

    de 1988 ), pp. 17-8.27 Ha aclarado este punto Alberto Flores Galindo, La agona de Maritegui. La polmica con la Komintern.

    Lima: DESCO, 1980.

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    El Partido fundado en 1928 refleja todo este trabajo de edificacin. Esu n Par tido que n o correspond e a los cn ones vigentes en su poca, a pa rtir desu misma denominacin. Se reconoce en la l nea general de la TerceraInternacional, pero plantea con fuerza la exigencia de echar sus races en elcontexto pecu liar d el pa s a n dino en el qu e opera. Su fin alida d es la de cons tru irel socialismo peruano a part ir de las tradiciones comunitarias del mundoindgena.

    Al a o siguiente, Maritegu i comp leta s u esfu erzo de organ izacin, ca sien una ca r re ra con t ra e l t i empo . Funda l a Confederac in Genera l deTrabajadores del Per, como culminacin de una tarea empezada inmediata-m ente d espu s de su rein corporacin a la realidad na cional. Al lado d eAmauta,crea el per idicoLabor, como expres in del movim ien to sind ical. Pero, tam bin

    en esta pu blicacin , al lad o de los tem as vin cu lad os con los conflictos lab orales,ap ar ecen p gin as d edicada s a la cultura y la literatu ra. La im portan cia qu e elau tor atribuye a los problema s cultura les s e m an ifiesta tam bin en la produ ccinescri ta de la l t ima poca. Mientras se encuentra comprometido con lacons tru ccin d e su proyecto poltico, sigue d edicn dose a la r eflexin s obre elfen men o artstico y litera rio. A tra vs de su s res ea s, qu e aba rcan la litera tu raperu an a, otras literatu ras h ispa no-am erican as , la literatu ra de Estad os Un idosy de varios pa ses eu ropeos, ap arece u n pa n oram a m u y am plio y variado. Perosobre todo se defin e u n a p osicin esttica mu y origin al en el pa n oram a m arxista

    de esos a os. Maritegu i est mu y lejos de toda a dh esin a frmu las com o ell lamado real ismo social is ta. Reivindica, en cambio, los fueros de laimaginacin. Hasta llega a teorizar, siguiendo a Oscar Wilde, la superioridadde la fantasa sobre la realidad. Asimismo, considera que la obra de JamesJoyce est mejor en la mesa de trabajo del revolucionario que cualquiersubproducto del populismo.

    Sobre estas bases, justamente en su ltimo ao de vida, vuelve ines-pera da m ente a la crea cin literaria.La novela y la v ida , pu blicada por entregasen el sema na rioMundial, escoge com o tras fond o la es cena ita lian a. El estmu lo

    le llega de u n cas o mu y debatido de la crnica d el pa s d onde h ab a vivido a osi n t e n s o s . P e r o M a r i t e g u i c a p t a i n m e d i a t a m e n t e l a s p o t e n c i a l i d a d e sin terpretativas qu e ofrece este episodio. Para l, se tra ta de u n a comproba cinde la superioridad del conocimiento literario. En un texto de ficcin, aunqueapoyado en una realidad especfica, se insinan muchos de los elementosb sicos de la r eflexin d el au tor. Al m ism o tiemp o apa rece un pa n oram a s ab rosode la Italia de la poca , visto en todos s u s m at ices p olticos, sociales, cu ltu ra les.Fenmen os com o el fas cism o, ya a n alizad os an teriormen te desde u n enfoqu epoltico, se m an ifiesta n a qu en la vida diaria de u n p as. Predom in a u n a a ctitu d

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    irnica, d irigida a desta car los a spectos grotescos del rgimen in sta u rad o enItalia. Pero lo que sobre todo triunfa es el dominio estilstico total del autorsobre su materia. A lo largo de los aos, a travs del ejercicio diario delperiodism o, se h a ido forjan do un a escritur a qu e no tiene a n tecedentes en laprosa hispanoamericana. No hay ninguna concesin a la tradicin retrica,ba rroca segn el estereotipo corrien te, qu e domina la p rosa h as ta b ien en tra doel siglo XX, a pes ar de la r en ovacin m odern ist a. Maritegu i h a con st ru ido u nestilo gil, llen o de con ten idos, ca pa z de res titu ir u n a r ealida d h ist rica en suintegralidad.

    Pero en est os ltim os a os tan frenticos ad vierte tam bin la n ecesidadde definir su posicin terica frente al debate abierto en el campo marxista.Los a rtculos reu n idos b ajo el ttuloDefens a del ma rxis m o son la confirm acin

    m s eviden te de s u in sercin origin al en es e contexto. El pun to de pa rtida es lapolm ica revolu ciona ria como reza el su bttu lo de la obr a contr a algu n ostextos revisionistas, especialmente el muy conocido Au-del d u m arxis m e deHenri de Man . Pero Maritegu i ap rovecha la oportu n ida d pa ra u n deslin de deposiciones de alcan ce m u cho m s am plio.

    En primer lugar aclar a qu e las crticas del socialista belga tienen com oblan co la teora y la pra xis de la s ocialdem ocracia r eform ista . Reivin dica, poreso, la elaboracin terica de Georges Sorel y la realidad histrica de laRevolucin de Octubre, como testimonio de que la interpretacin positivista

    del m arxism o no es la n ica posible. Pero rech aza ta m bin, u n a vez m s , todaconcepcin totalizan te del m ar xism o. Su elab oracin n o agota la com plejida ddel m u n do real y n o pu ede su bstituirse a los ap ortes es pecficos d e las distintasciencias s ociales y na tu ra les.

    Por otra pa rte, la m ism a a ctitu d vale contra toda preten sin de cua lqu ierciencia pa rticu lar de erigirse en can on d e in terpreta cin u n iversa l. En el casocon creto de Henri de Man, el psicoan lisis pa rece as pirar a este pa pel de ciencia-gu a. La confu tacin d e Mar itegui adqu iere un a a u torida d m u cho ma yor encu an to procede de un au tor que h a m an ifestad o sin p reju icios, como ya s e vio,

    su apertu ra a la teora freudiana .Pero la clave de la contr ap osicin del pens ad or peru an o a esa s forma s d e

    revis ionismo se encuentra en su lectura del marxismo como mtodo dein terpreta cin h istrica de u n a s ocieda d concreta . Au n qu e es posible reconocersu vin cu lacin filosfica con Kan t y Hegel, este ra sgo tien de a colocarlo en u nplan o distinto. En efecto, los in trpretes a u tnt icos del m ar xism o se encu entr anentre h ombres qu e son, al mismo tiempo, de pensa miento y de accin. Es m u ysignificativo que entre los representantes de esta nueva sntesis, al lado deL e n i n y L u n a t c h a r s k y , a p a r e z c a n t a m b i n B u k h a r i n , T r o t s k y y R o s a

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    Luxemburgo. Es un tes t imonio ms de la ausencia en e l au tor de todosectarism o, en u n a poca en la qu e ya s e ha ba p rodu cido gra n des division esdentro del grupo dirigente bolchevique. La referencia a Rosa Luxemburgo,adem s, s e acompa a con u n a exaltacin de la dimen sin tica presen te en lasocialista alemana. Su acercamiento a la figura mstica de Teresa de vilaan u n cia el deba te sobre la d imen sin tica d el ma rxism o y del socialism o. Elresu m en d e la opcin de Maritegui sobre este tema podra ta l vez encontr ar seen u n a oposicin en tre tica y moralism o. Moralism o, en u n sen tido deterioradoy regresivo, es la iden tificacin del proleta rio con el pa ria. Sigu ien do a Sorel ya Gobetti, el Amauta subraya la importancia de una moral de productoresque cara cteriza a la clase obrera m s avanzada.

    Analizando las teoras de otro revisionista, Max Eastman, vuelve a

    plan tear el problema de la relacin en tre m ar xism o y ps icoan lisis. La u tilizacindel criterio freu diano p or pa rte del terico norteam erican o se tr an sforma enu n boomerang, pu esto qu e en su propia a ctitu d se pu ede detectar el resu ltadode u n a fru stra cin pers ona l. La elab oracin de Ea stm an ofrece la oportu n ida dpara una caracterizacin del socialismo britnico. Maritegui vuelve a unatipologa de los socialism os eu ropeos, como la qu e h ab a esb ozad o en La es cenacontempornea. Pero esta vez, en lugar de un examen fundado en la crnicade la a ctu acin social y parlam enta ria de los respectivos pa rtidos, predom in ala ten ta tiva d e defin ir su n at u ra leza ntima , vin cu lad a con la tra dicin n acion al.

    En el artculo dedicado a la obra de Vandervelde, enfrenta su posicincon la de Henri de Man, puesto que las conclusiones de ste llevan a unaliqu ida cin, in acep ta ble ta mbin por los reformista s, de la dim ensin econmicadel anlisis marxista. Ms adelante, denuncia el carcter mistificador de lautilizacin peyorativa del trmino materialismo. El idealismo, en el sentidon oble de la p alabra , se expresa h oy en proposiciones com o las formu lad as porGobetti, quien identifica en la prctica el punto de referencia de una nuevafilosofa. E l m at erialism o ma rxista n o exclu ye ab solu ta m ent e el im pu lso m oral.Tra ta solam ente d e can alizarlo ha cia u n a fin alida d colectiva, h acia u n proyecto.

    Por eso mismo no puede aceptar mitos simplistas como el de la nuevagenera cin. No ha y qu e confu n dir la ta rea de gan ar pa ra la revolu cin a laju ventu d con s u exaltacin indiscrim in ad a, qu e prescin de de s u colocacin enla luch a qu e se est llevan do en el m u n do.

    La a lu sin a l u so reaccion ar io de este m ito ju ven il in trodu ce al tem a d ela segunda parte de la obra. En el anlisis de las tendencias reaccionariasocupan un lugar fundamental los intelectuales. Maritegui capta algunasse ales de in volu cin qu e se ma n ifiesta n en estos sectores y encu entr a su ra zen la incap acidad de som eterse a la disciplin a qu e reclam a u n p royecto colectivo.

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    Antonio Melis

    pa ra segu ir de a ll su ba ta lla p oltica y cultu ra l. En la decisin d e su viaje, pesatam bin la tenta tiva de con seguir un a m ayor m ovilida d, aplicn dose u n a piernaortopdica. La muerte frustra sus proyectos. El homenaje que le rinden elpueblo y los intelectuales del Per ofrece una imagen de su extraordinariapresen cia. Desd e m u chos pa ses del mu n do llegan los testimonios del prestigiodel qu e goza este peru an o un iversa l, a pesar d e un a vida ta n b reve.

    Sin embargo, al poco tiempo de su desaparicin fsica, se asiste a unata que violento contra su herencia. Su actitu d a bierta se tran sforma en u napeligrosa hereja en el nuevo clima de los aos Treinta. El sectarismo de lallam ad a poltica de clase cont ra clas e distors iona toda p erspectiva de alian zas.La b squ eda de u n terren o de encu entro entre distin tos sectores de la sociedadperuana empeados en la construccin de la nacional idad se interrumpe

    bruscamente. Sobre todo la poltica de atencin hacia los intelectuales, queMaritegui ha ba desa rrollad o con gra n lu cidez y respeto, se convierte en u n aacusacin a cargo del autor. Los trminos despectivos de amautismo ym a riateguism o se u tilizan como sinn im os de des viaciones intelectu alista s.Y cuando, a comienzos de los Cuarenta, empieza una reivindicacin de sufigu ra , en polmica con las a cu sa ciones d e popu lism o que pr oceden de la Un inSovitica, es te res cat e es a fectad o por u n a equ ivocacin d e fond o. La im agenque se propone de Maritegui no se apoya en los aspectos originales de supensamiento. Trata, en cambio, de volverlo aceptable para la escolstica

    marxista-leninista que se est imponiendo. As se llega a afirmar hasta unsupuesto estalinismo de Maritegui, en contradiccin total con su figuraautntica.

    La efectiva revalorizacin de su obra se realiza slo en aos recientes.Sin em ba rgo, existen algu n os precu rsores a islados qu e ma n tienen en vida , entiemp os oscu ros, el recu erdo de Maritegui. Entr e ellos, el m s desta cado esJ os Mara Argueda s, qu ien s e relaciona con la obra ma riateguian a en formacrtica y creadora . Considera qu e la m an era m ejor de resca tar s u h erencia esdes ar rollar la a la lu z de las n u evas in vestigaciones econ micas y sociales. Por

    eso, por ejem plo, se ded ica a estu diar la comp leja figur a d el m estizo, como u nelemento hasta entonces descuidado de la realidad peruana. Pero Arguedaslleva adelante su empresa intelectual sin el soporte de un movimiento. Lasoledad del escritor se refleja en su itinerario dramtico, desde el punto devista cu ltu ral y persona l, en u n a alterna ncia continu a de an gu stia y esperan za.

    A pa rtir s obre todo de la dcada del Ochen ta, em pieza u n n u evo ciclo deestudios mariateguistas. En el nivel internacional, la figura del peruano seimpone en todo el mundo como uno de los momentos ms creativos en laelaboracin de una cultura lat inoamericana. En el propio Per, una nueva

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    gen era cin de in vestigad ores, libre ya de tra ba s ideolgicas , ha em pren dido u nproceso de reapropiacin d el pen sa m iento m ariategu ian o. Maritegu i, a es tasaltu ras , no pu ede reducirse a conceptos estereotipados, a fras es sa cadas de sucontexto y transformada s en frmu las hu ecas.

    Este Maritegui total quiere corresponder al nuevo clima de las investi-gaciones s obre el gran perua n o, mientras se prepa ra u na nu eva organ izacinfilolgica de s u s es critos. La p ropu esta in tegral de su obra , en su s a ciertos y ensus contradicciones, en sus intuiciones y aperturas hacia el futuro, es unaporte a la constr u ccin de u n Per n u evo, con sciente de su s ra ces profu n das .

    Florencia, marzo de 1994.

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    Proje to Visua l e Capa: Isabe l Carba llo

    As s is te n te E dit or ia l: Gn e se An d r ad e d a S ilva

    Diagram ao: Maria Du lce L. C. Baccin i

    Paginao Ele t rn ica : Copybem/ Crea t ive Des igner

    Reviso: Gn ese An drade da Silva

    Scan n erizao: Lu iz Mattos Alves

    Tiragem : 500 exem pla res

    An ton io Melis

    M523Melis, An ton io

    Jos Carlos Maritegui hacia elSiglo XXI/ An ton io Melis. S o Pau lo:Depto. de Letras Modern as / FFLCH/USP. 1996 . (Cua dern os deRecienvenido. 1).

    1. Literatu ra Hispa no-Americana Ens aio. 2. Maritegu i, Jos Car los. 3.Marxismo e Litera tu ra . I. Ttulo II. Srie

    CDD (20.ed.) 869.99304

    Cata logao: SBD/ FFLCH

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    Ant on io Melis (Vign ola , Moden a , 19 42 ) Profess or Ca te-dr t ico de Ln gua s e Literatu ras Hisp an o-Am erican as n aUnivers ida de d e Sien a, on de m in ist ra o cu rs o de Civiliza- e s I n d g e n a s d a A m r i c a . a u t o r d e m o n o g r a f i a s

    dedicad as a Pa blo Neru da e Federico Gar ca Lorca. Pu bli-cou ensaios sobre Arguedas, Maritegui, Vallejo, Mart ,Carp entier, Ru lfo, Arlt, Mar echa l, Sor J u an a, Wam an Pum aetc. Trad u ziu ao i talian o obras de Card ena l, Mar t n Ad n ,Argu eda s, Mart , Mar it egui e ou tros.Faz parte, desde sua fundao, do Comit Edi torial da

    Revista de Crtica Literaria Latinoamericana. ProfessorEm rito da Univers ida de de Sa n Marcos d e Lim a.An ton io Melis foi pr ofess or visita n te d a Fa cu ldad e de Filo-sofia, Letras e Cincias Hu m an as da Univers ida de de S oPaulo du ran te os m eses de agos to e se temb ro de 1996.