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    REVISTA CIDOB dAFERS INTERNACIONALS 45-46. Agua y desarrollo. Aguas subterrneas.Ramn Llamas y Emilio Custodio

  • Aguas subterrneas*Ramn Llamas y **Emilio Custodio

    EL AGUA SUBTERRNEA COMO FACTOR

    DE DESARROLLO SOSTENIBLE

    La descarga de las aguas subterrneas a travs de manantiales constituy un elementobsico para la supervivencia de los primeros seres humanos y tambin para su progresi-vo desarrollo. El hombre fue aprendiendo a aprovechar mejor esas aguas mediante laexcavacin de zanjas, pozos y galeras subterrneas. Sin embargo, este tipo de aprove-chamientos hdricos no exigi la cooperacin o el acuerdo de colectivos humanos rela-tivamente grandes.

    En contraste, la construccin, operacin y mantenimiento de las obras necesariaspara aprovechar las aguas superficiales exigi la cooperacin de grupos humanos decierta magnitud. Suele admitirse que esta cooperacin fue un poderoso factor para elnacimiento de la sociedad urbana o cvica. Son las frecuentemente denominadas civi-lizaciones hidrulicas que se desarrollan en las proximidades de grandes ros en zonasridas o semiridas, como en los valles de los ros Nilo, Tigris y Efrates, Amarillo yAzul, Indus, etc. Un estudio clsico es el de Biswas (1970). Los nmadas de aquellaszonas se fueron asentando en aquellos valles ms o menos peridicamente fertilizadospor las inundaciones naturales de los ros. El ingenio humano consigui producir inun-daciones artificiales mediante la construccin de pequeos pozos y canales. Con todaprobabilidad este uso del agua conducira a disputas y conflictos, como ocurre tambinhoy, pero finalmente el sentido comn se suele imponer para llegar a acuerdos a fin dehacer un mejor uso de este recurso, de forma que todos salgan ganando. No es ocioso

    Afers Internacionals, nm. 45-46, pp. 35-57

    * Catedrtico de Hidrogeologa. Departamento de Geodinmica. Universidad Complutense de Madrid.

    Acadmico Numerario de la Real Academia de Ciencias.

    **Catedrtico de Hidrologa Subterrnea. Departamento de Ingeniera del Terreno. Universitat

    Politcnica de Catalunya. Acadmico Correspondiente de la Real Academia de Ciencias.

  • recordar que uno de los textos legales ms antiguos el Cdigo Hammurabi- que estu-vo en vigor unos 1700 aos antes de Cristo, era un cdigo de aguas para regular laexplotacin de los canales de regado y la navegacin en Mesopotamia.

    Esta diferencia entre los aprovechamientos cuasi individuales (de las aguas subterr-neas) y colectivos (de las aguas superficiales) ha sido la norma general hasta nuestros das.Puede decirse que todos los grandes sistemas hidrulicos, desde los regados de Mesopotamiay los grandiosos acueductos romanos, hasta las grandes obras de Amrica del Norte reali-zadas por el Bureau of Reclamation, se han basado en el uso de aguas superficiales o de lascaptadas directamente de grandes manantiales. Quiz la nica excepcin significativa fue-ron los grandes sistemas de galeras filtrantes (khanats) de Persia. Esta situacin ha cam-biado notablemente desde mediados de este siglo, debido a un espectacular aumento en eluso de las aguas subterrneas.

    Este aumento se ha debido especialmente a tres factores que, con cierto orden deprioridad, son: la invencin de la bomba de turbina, que permite extraer con facilidadagua de pozos tubulares desde profundidades elevadas, siendo posible caudales de variosa algunos centenares de l/s; la gran mejora y abaratamiento de las tcnicas de perfora-cin de pozos, y el progreso de la ciencia hidrogeolgica, que est contribuyendo deci-didamente a suprimir la idea de que el origen, movimiento y localizacin de las aguassubterrneas es algo inasequible, misterioso y propio de zahores (cf. Custodio y Llamas,1975, cap. 5.1). De hecho, estas aguas son susceptibles de evaluacin cuantitativa conincertidumbres similares o menores que el agua en las otras fases del ciclo hidrolgico.

    En general, este gran desarrollo de las aguas subterrneas ha sido muy positivo,pues ha contribuido por una parte a reducir de modo muy significativo la escasez dealimentos y, por otra parte, ha facilitado el suministro de agua potable a centenares demillones de seres humanos, tanto en las zonas rurales y econmicamente deprimidas,como en pases altamente industrializados.

    Sin embargo, este espectacular aumento en el uso de las aguas subterrneas se ha efec-tuado con frecuencia al margen de las instituciones pblicas nacionales responsables delas grandes estructuras hidrulicas, que bien por falta de conocimientos hidrogeolgicos,bien por inercias institucionales o por otros motivos, han tenido una participacin redu-cida en la planificacin y control de esos aprovechamientos de aguas subterrneas, cuan-do no opuesta.

    Esta tan generalizada situacin a nivel mundial explica que en algunas zonas la extrac-cin de aguas subterrneas haya dado lugar a diversos tipos de problemas (Custodio, 1996,1997a), entre los que cabe mencionar: la degradacin de la calidad de las aguas bombea-das, principalmente en las zonas costeras, pero tambin en el interior del continente; el des-censo excesivo de los niveles de agua en los pozos y en el acufero, incluso con situacionesde agotamiento, y todo ello acompaado de un incremento de costes; la afeccin a cursosde aguas superficiales o lagos; la subsidencia o colapso del terreno, y los impactos ecolgi-

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    Aguas subterrneas

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  • cos en ecosistemas acuticos, principalmente en los humedales. Estos potenciales efectosnegativos del desarrollo del uso de las aguas subterrneas, si somos realistas, han sido fre-cuentemente exagerados hasta convertirlos en autnticos hidromitos. Es como atribuir ala humanidad la condicin de enfermiza, cuando slo algunas personas tienen fiebre.

    Los motivos de estas exageraciones van desde las inercias institucionales, hasta lasluchas por mantener una poltica de subvenciones, cuyo efecto es el de tergiversar la eco-noma, a veces enriquecer a unos pocos a expensas de la comunidad y, por otro lado, crearun sector social poco productivo cuyo mayor esfuerzo es el de la pugna por mantener esosingresos atpicos. Ahora bien, cerrar los ojos a la existencia de los efectos negativos asocia-dos a la explotacin del agua subterrnea constituira otra actitud igualmente perniciosa einadmisible, incompatible con el objetivo de conseguir un desarrollo sostenible no slo delos recursos hdricos subterrneos, sino tambin de los superficiales, pues la interaccinentre unos y otros es hoy indiscutible. A lo largo de las pginas que siguen se intenta pre-sentar los aspectos ms relevantes de esta problemtica, as como sus posibles soluciones.No se va a tratar aqu de la sostenibilidad o tica del aprovechamiento o explotacin deaguas subterrneas no renovables (a un plazo de siglos). Este tema tiene especial inters enalgunos pases, especialmente del norte de Africa y del Oriente Prximo, y presenta muchospuntos en comn con la minera (vase Llamas, 1998b).

    DIFERENCIAS SIGNIFICATIVAS ENTRE LOS

    APROVECHAMIENTOS DE AGUAS SUBTERRNEAS

    Y SUPERFICIALES: ASPECTOS FISICOQUMICOS

    La unidad de ciclo hidrolgico fue ya cientficamente establecida hace unos tres-cientos aos y ha sido ampliamente demostrada; aunque esto no impide que, en ampliossectores de la sociedad, las aguas subterrneas estn todava rodeadas de un halo de mis-terio, el cual es atribuible al desconocimiento derivado de una formacin insuficiente yfalta de informacin. Probablemente en casi todos los pases todava hay ms zahores (obrujos del agua) que hidrogelogos. El mbito social y legal va cambiando pero, en gene-ral, muy lentamente. Fetter (1994, pp. 523-524) informa de una decisin judicial del ao1861 en el Estado Norteamericano de Ohio en la que la Audiencia, en relacin con elagua subterrnea en el caso de Frazier versus Brown, sentenci lo siguiente: Debido aque la existencia, origen, movimiento y curso de tales aguas, as como de las causas quegobiernan y dirigen su movimiento son tan secretos, ocultos y escondidos, un intento de

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  • establecer cualquier tipo de normas legales con respecto a estas aguas, sera prcticamen-te imposible. Hubo sentencias parecidas en otros estados. Sin embargo, las cosas pare-cen ir cambiando. Segn el mismo autor, en otro pleito tambin en la Audiencia del Estadode Ohio, en 1984 es decir, ms de un siglo despus- en el caso de Cline versus AmericanAgregates sentenci: El conocimiento cientfico en el campo de la Hidrologa en la dca-da pasada ha avanzado hasta el punto que las superficies freticas y los manantiales sonms fcilmente descubribles. Este conocimiento puede establecer la relacin entre la causay el efecto de la extraccin de agua subterrnea y el nivel del agua. De este modo, la res-ponsabilidad puede ser objetivamente asignada gracias a estos avances que faltaban lamen-tablemente cuando esta Audiencia sentenci sobre el caso Frazier hace ms de un siglo.Si esto ha ocurrido en uno de los pases tecnolgicamente ms avanzados, no es de extra-ar la situacin en otros muchos pases.

    Puede darse tambin otra postura extrema: la de considerar que las aguas subte-rrneas, al ser parte del ciclo hidrolgico, puedan gestionarse de forma similar a lasaguas superficiales, ignorando que tienen comportamientos muy diferentes, y de ahlas ventajas e inconvenientes de cada una de ellas y la posibilidad de su tratamientocomplementario. Esa asimilacin en el tratamiento puede conducir a actuaciones desa-fortunadas, que es lo que bsicamente ha ocurrido en Espaa con la nueva Ley de Aguasde 1985. Esta Ley fue hecha desde una ptica dominante de gestin y uso de aguassuperficiales. Su aplicacin a las aguas subterrneas a las que declar de dominio pbli-co- est teniendo mltiples problemas (cf. Custodio y Llamas, 1997). Parece, pues,conveniente destacar algunas diferencias entre el comportamiento de las aguas super-ficiales y subterrneas que tienen especial incidencia para conseguir una gestin ade-cuada de este recurso. Estas diferencias no slo se refieren al comportamiento hidrolgico,sino tambin a los aspectos socioeconmicos. A continuacin se tratan los primerosaspectos, dejando para el apartado siguiente los segundos.

    En la mayor parte de los acuferos, las aguas subterrneas se mueven con gran len-titud. Su velocidad casi siempre es inferior a 1 m/da. En cambio, las aguas superficialesfluyen en los ros con velocidades del orden de 100 km/da, es decir, son unas 100.000veces ms rpidas que las aguas subterrneas. Ahora bien, el flujo de aguas superficialeso subterrneas que fluye a travs del terreno puede no ser tan distinto ya que el aguasuperficial circula por unos cauces de seccin muy pequea, en comparacin a la seccindel acufero a travs de la cual fluyen las aguas subterrneas.

    En cambio, el volumen de agua almacenada en superficie (lagos, embalses artifi-ciales y ros) es muy pequeo en comparacin con el volumen de agua dulce almace-nada en los primeros dos o tres kilometros de la corteza terrestre. Con frecuencia, enmuchos pases el agua dulce subterrnea almacenada y extraible en los acuferos sueleser del orden de diez a cien veces superior al agua almacenada en los lagos naturales y/oen los embalses hechos por el hombre; tal es, por ejemplo, el caso de California, donde

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  • hoy es generalmente admitido que el agua dulce extraible almacenada en sus acuferoses del orden de veinte veces superior al agua mxima que puede ser almacenada en losembalses superficiales con una capacidad del orden de 50 km3 (WEF, 1998). En Espaa,el Libro Blanco del Agua (Ministerio de Medio Ambiente, en publicacin) da una cifrade 47 km3 de capacidad de embalse superficial til y las reservas subterrneas, en losprimeros 100 a 200 metros, se estiman en 125 hm3 (Navarro et al., 1989). Teniendoen cuenta que en muchas reas ya son habituales pozos de algunos centenares de metrosde profundidad, llevar esa cifra a 300 o ms km3 parece razonable, o sea, unas 6 vecesel volumen de embalse, por lo menos, y eso teniendo en cuenta la existencia de hipe-rembalses que gran parte del tiempo permanecen casi vacos.

    Esto hace que el tiempo medio de permanencia de una partcula de agua en unembalse o lago superficial y en un acufero sea muy distinto; desde semanas o meses enun lago, a decenios y hasta milenios en la mayor parte de los acuferos. Este almacena-miento sensiblemente mayor del agua subterrnea en los acuferos concede a este recur-so una gran inercia, de modo que los acuferos o embalses subterrneos sufren menos lavariabilidad del clima. Esta caracterstica de las aguas subterrneas es muy importantedesde el punto de vista prctico, especialmente al programar acciones para mitigar losefectos de la sequa (cf. Brumbaugh et al., 1994; Dzieglewsi et al., 1993; Llamas, 1997).En muchas regiones como California y Espaa, a pesar del gran sistema existente deembalses de aguas superficiales, se suelen plantear serios problemas de escasez de agua sise producen tres o cuatro aos seguidos de sequa; sin embargo, para ese mismo plazo detiempo los cambios en la mayor parte de los acuferos o embalses subterrneos suelen serpoco relevantes. Cada da hay una mayor conciencia de que hablar de caudales o apor-taciones medias (superficiales) en una cuenca hidrogrfica tiene poco sentido desde elpunto de vista de mitigar las secuencias secas que, en los climas mediterrneos, puedenbien durar 4 o ms aos seguidos. Por ejemplo, ya en la actualizacin del Plan Hidrolgicode California de 1993, y tambin en la de 1998, se distinguen dos situaciones: una nor-mal y otra en tiempo de sequa (CDWR, 1998). En una planificacin hdrica racional,las disponibilidades de agua para los distintos usos, incluidos los ecolgicos y estticos,y con consideracin de la calidad, deben ir acompaadas de la garanta deducida del estu-dio de la variabilidad real, incluidas las interferencias.

    Pretender controlar la irregularidad de las aportaciones fluviales mediante la cons-truccin de nuevos embalses puede no ser viable, tanto desde el punto de vista econmi-co y ecolgico como del hidrolgico, ya que, aparte de los problemas de ocupacin territorialy efectos en la flora y fauna, incluida la pesca, en los grandes embalses las prdidas hipe-ranuales por evaporacin pueden ser muy significativas. Se estaran construyendo embal-ses en los que una parte relevante del agua almacenada sera evaporada sin producir un usoeconmico (parece ser el caso del mayor embalse espaol, cf. Arrojo et al., 1997) y, almismo tiempo, se podran provocar trastornos muy serios en las aguas localizadas ms

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  • abajo. Shiklomanov (1998) estima que estas prdidas por evaporacin en los embalses sonmayores que los usos mundiales para abastecimiento e industria.

    Otra diferenciacin muy relevante entre las aguas superficiales y subterrneas essu vulnerabilidad a la contaminacin y su posible recuperacin una vez contaminadas.Como es bien sabido, las aguas superficiales son muy sensibles a los vertidos de sus-tancias txicas. Considerando que una partcula de agua (contaminada o no) viaja enun ro con una velocidad tpica del orden de 100 km/da, esto supone, por ejemplo,que un vertido txico en la cabecera del ro Rin en Suiza estara en la desembocaduradel ro en Holanda en un par de semanas, aproximadamente. En cambio, las aguas sub-terrneas contaminadas se mueven con extraordinaria lentitud y antes de que un ver-tido contaminante en un acufero, por ejemplo, por fugas de un tanque de gasolina,aparezca en un manantial, pozo o ro, pueden fcilmente transcurrir algunos aos. Enocasiones, cuando se ha detectado una contaminacin de aguas subterrneas, el agen-te causante de la contaminacin por ejemplo, una filtracin de un tanque enterradode sustancias txicas- puede no existir fsica o legalmente.

    La descontaminacin de un acufero suele ser un proceso muy largo y muy costoso,y a veces prcticamente inviable. En una declaracin de la Unin Europea (DOCE,25.XI.96) se indicaba que la contaminacin de las aguas subterrneas era el principal pro-blema de la poltica del agua en Europa. Esa contaminacin suele deberse esencialmentea los usos del terreno, entre los que la fertilizacin agrcola y la ganadera suelen ser impor-tantes agentes. Tal es el caso de la severa contaminacin por nitratos que padecen nume-rosos acuferos en el Reino Unido, Holanda, Dinamarca y Alemania. En estos pases elregado (con aguas superficiales o subterrneas) es muy reducido, pero el uso agropecua-rio del territorio es muy intensivo. En Espaa la situacin es similar, aunque con un pesoimportante de la contaminacin derivada del regado en el medio rural, en reas urbanasy periurbanas (Custodio, 1992 b), a veces con problemas serios de vertidos y fugas o derecuperacin de niveles cuando se abandonan campos de pozos (Custodio, 1997).

    Otro hidromito frecuente entre los ingenieros hidrulicos clsicos es el de supo-ner que todo bombeo de aguas subterrneas afecta de modo prcticamente instantneo aun curso de agua o a un lago o embalse. Se olvida que el factor de afectacin de un pozoa un ro o lago es aproximadamente proporcional al inverso al cuadrado de la distanciadel pozo al ro y al coeficiente de almacenamiento del acufero y proporcional a la trans-misividad del acufero (cf. Custodio, 1992a y 1993). Esto puede suponer en muchos casosque un bombeo situado a unos kilmetros de distancia de un ro, en un acufero libre yno muy permeable, puede tardar bastante aos antes de que el caudal extrado afecte sen-siblemente al ro. En cambio, si se trata de un pozo muy prximo a un curso de agua yde un acufero muy permeable, la afeccin al ro ser sensible al cabo de pocas horas. Enresumen, cada caso hay que estudiarlo de modo individual, sin caer en peligrosas simpli-ficaciones o generalizaciones, adems de tener en cuenta que las extracciones estacionales

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  • no son simplemente aditivas al existir las reservas subterrneas y el factor de afectacin.As, es posible disear una estrategia para extraer agua para riego de un acufero sin afec-tar riegos con aguas superficiales aguas abajo, ya que la interferencia puede coincidir fuerade la poca de riego, cuando ya no hay demanda.

    DIFERENCIAS SIGNIFICATIVAS ENTRE LOS

    APROVECHAMIENTOS CON AGUAS SUPERFICIALES

    Y SUBTERRNEAS:

    ASPECTOS SOCIALES Y ECONMICOS

    Normalmente, los grandes proyectos hidrulicos con aguas superficiales han sidopromovidos, proyectados, construidos y financiados por agencias pblicas y con dine-ro pblico. Eso ha acostumbrado a exigir largas negociaciones previas. Los usuarios deesas aguas, si son muchos (como suele suceder en los proyectos de regado) han tenidoque asociarse previamente de algn modo. As, el tiempo transcurrido para que uno deesos grandes proyectos est en pleno funcionamiento puede ser fcilmente de treintaaos o ms.

    Como contraste, la explotacin de las aguas subterrneas ha sido, por lo general,fruto de la iniciativa privada, de los pequeos municipios o de las industrias. El nme-ro de captaciones en un acufero con cierto grado de aprovechamiento puede fcilmenteser entre 1 y 5 pozos por km2. Esto quiere decir que en un acufero de 1.000 km2 deextensin superficial (un tamao no muy grande) existen unos varios miles de usua-rios o beneficiarios que, por lo general, explotan ese recurso sin ninguna coordinacinentre ellos, entre otras razones porque son ellos mismos los que han financiado todoslos gastos para la construccin, la operacin y el mantenimiento de sus pozos.

    Es bien conocido que los regados con aguas superficiales suelen ser poco efi-caces. La FAO considera (cf. Klohn et al., 1998) que en los cultivos de regado lasplantas slo utilizan el 40% del agua destinada. Esto es debido a una serie de cau-sas, entre las que destaca el hecho de que el precio muy bajo del agua superficial deregado no induce a su buen uso. Es cierto que no toda el agua excedente se pierdeintilmente, pues una parte significativa vuelve a los cursos de agua, bien sea casidirectamente por los drenajes, bien a travs de los acuferos; de este modo, ese aguapuede ser aprovechada por otros usuarios de aguas localizadas ms abajo. Sin embar-

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  • go, no hay duda de que este no es un buen procedimiento, ya que a lo largo de esereciclaje del agua aumenta notablemente su contenido en sales y sustancias con-taminantes. La cuenca del ro Segura en Espaa y la del ro Colorado en los EstadosUnidos son dos casos clsicos de empeoramiento de la calidad de sus aguas por losflujos de retorno de los regados.

    En general, parece que en los pases meridionales de la Unin Europea el inven-tario del aprovechamiento de las aguas subterrneas es bastante deficiente. Por ejem-plo, la actual Ley de Aguas de Espaa de 1985 quiso organizar el Catlogo (de aguasprivadas, anterior a la Ley) y el Registro (de aguas pblicas), pero despus de treceaos la situacin de ambos inventarios de aprovechamientos de aguas subterrneastiene un retraso considerable (Llamas, 1997; MIMAM, 1998). En otros muchospases semiridos menos desarrollados es lgico suponer que la situacin puede sertodava peor.

    En los pases en vas de desarrollo, los regados con aguas superficiales a veces hancontribuido a la propagacin de enfermedades como la malaria, la filariasis y la esquis-tosomiasis (Klohn et al., 1998). Este problema no se da prcticamente nunca en losregados con aguas subterrneas, y es una de las razones por la que los abastecimientosurbanos e industriales suelen preferir el agua subterrnea, que est exenta de grmenespatgenos si las captaciones estn bien construidas y mantenidas.

    En los ltimos aos, y quiz de modo ms intenso desde la ltima gran sequa deCalifornia (sucedida entre 1987 y 1992), se viene hablando con mucha frecuencia dela oportunidad de introducir un mercado del agua como forma de resolver o miti-gar los conflictos organizados por la escasez de este recurso, especialmente en perodosde sequa. El tema en s es complejo, y afecta especialmente a las aguas de dominiopblico, es decir, a las superficiales. Cuando las aguas subterrneas son de propiedadprivada, ese mercado del agua ya existe. Tal era en Espaa la situacin de la mayor partede los aprovechamientos de aguas subterrneas realizados antes de la entrada en vigorde la Ley de Aguas de 1985. Un buen anlisis del funcionamiento de estos mercadosdel agua en Espaa, y especialmente en el archipilago canario, podra tener un nota-ble inters, aun tratndose de mercados imperfectos y con un funcionamiento gris. En1997 el Ministerio de Medio Ambiente espaol present una propuesta de modifica-cin de la Ley de Aguas de 1985 para, entre otras cosas, permitir, bajo cierto control,la existencia de mercados del agua (cf. Llamas, 1997), que estn encontrando bastan-te resistencia en no pocos sectores sociales. Sin entrar en detalles, segn Howitt (1998),uno de los autores que ms ha tratado este tema, los mercados del agua tienen un fuer-te y creciente papel que jugar en la resolucin de los conflictos hdricos, pero consti-tuyen slo una parte del proceso de resolucin y no su sustituto. De hecho, los mercadosdel agua rara vez surgen de modo espontneo sino que, por lo general, emergen comoparte de una negociacin para resolver un problema poltico o hidrolgico.

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  • QU SE SABE SOBRE LA UTILIZACIN DE LAS

    AGUAS SUBTERRNEAS?

    La documentacin sobre los usos del agua suele ser incoherente, confusa e irre-gular, y los datos socioeconmicos en relacin con la poltica del agua son escasos (UN,1997, p. 127). Esto tambin ocurre en los pases de la Unin Europea, como se hapuesto nuevamente de manifiesto en las mltiples reuniones tcnicas organizadas porla propia UE con objeto de llegar a una poltica comn de aguas. Existe un esfuerzopor parte de la Agencia Europea de Medio Ambiente y de la Conferencia Europea deEstadstica para resolver este problema, que en cierto modo ya fue solucionado hacems de un par de dcadas por los Estados Unidos, donde cada cinco aos el U.S.Geological Survey publica una detallada estimacin de los usos del agua en ese pas. EnSolley et al. (1993) puede verse la ltima estadstica completa publicada referente a1990, y en Solley (1997) la estimacin preliminar del uso del agua en 1995.

    Al ser tan deficiente la informacin sobre los usos del agua en general, y de la sub-terrnea, en particular, no se ha considerado oportuno tratar de resumir en una tablalos usos del agua subterrnea de acuerdo con lo que dicen algunas enciclopedias clsi-cas, como las de van der Leeden (1990) o Gleick (1993). Sera contribuir a difundir lailusoria precisin que tienen esos datos, de acuerdo con Gleick (1993).

    Es frecuente que en muchos de los ltimos trabajos de carcter internacional sobrela crisis del agua o sobre el desarrollo hidrolgico sostenible que ha publicado NacionesUnidas no se distinga entre el uso de las aguas superficiales y las subterrneas. Por ejem-plo, en el Comprehensive Assessment of the Fresh Water Resources of the World:Report of the Secretary General (UN, 1997) no se diferencian convenientemente losusos de las aguas subterrneas de los de las aguas superficiales.

    Se plantea, pues, un difcil dilema: cmo hacer una previsin de los usos del aguafuturos cuando se conocen tan mal los usos del agua actuales? La solucin a corto plazono parece fcil. Hay que huir tanto de optimismos infundados como de profecas maxi-malistas. Por ejemplo, en el ya mencionado informe de las Naciones Unidas (N.U., 1997,p. 84) se dice: aunque hay una gran incertidumbre acerca de las necesidades futuras deagua, es claro que todos los sectores tendrn una demanda creciente y que ya hay stress enmuchas regiones del mundo. Shiklomanov (1998) estima que la demanda de agua del1995 al 2025 aumentar un 38% en el mundo, y un 20% en Amrica del Norte.

    Sin embargo, casi al mismo tiempo, Solley (1997), refirindose a los usos del aguaen los Estados Unidos, dice lo siguiente: Los usos totales en 1995 fueron un 2% meno-res que en 1990 y un 10% menores que en 1980, que fue el ao de uso ms alto en losEstados Unidos. Estas estimaciones indican que el uso del agua decreci de 1980 a 1995,aunque la poblacin continu aumentando en el mismo perodo. Evidentemente, la

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  • situacin de los Estados Unidos no es extrapolable a la del resto de los pases, pero s esuna llamada de atencin a la hiptesis de que los usos van a continuar aumentando comohasta ahora, especialmente si comienza a imponerse la idea de que los usuarios debenpagar, al menos, una parte significativa de las obras hidrulicas necesarias para llevarlesel agua. Cuando el precio es casi nulo la demanda es casi infinita. Esto no ocurre en losregados con aguas subterrneas. Por ello es tan importante tener datos fidedignos (hidro-lgicos, econmicos y sociolgicos) sobre estos regados. Ese anlisis debera realizarseen todos los pases, pero de modo especial en aquellos de pocos recursos econmicos yde escasos recursos hdricos. En estos estados, segn Naciones Unidas (UN, 1997, p. 84)es claro que la escasez de recursos hdricos ser un factor limitante, pues en ellos serdifcil y caro aumentar los recursos disponibles mediante la construccin de nuevos embal-ses superficiales. Ni siquiera se hace una alusin al posible papel de las aguas subterr-neas para resolver esos problemas. Estas informaciones no facilitan un correcto enfoquedel problema, y alientan posturas alarmistas, en buena parte innecesarias.

    Gleick (1993) present un interesante anlisis histrico de algunas de las previsio-nes de futuras demandas (que no necesidades) de agua realizadas por algunos de los auto-res ms citados y que correspondan, en general, a trabajos patrocinados por organismosinternacionales. Es interesante hacer notar que las demandas previstas hace apenas vein-te aos han quedado reducidas a casi la mitad en la ltima previsin de Shiklomanov(1998), y esta proyeccin todava es, probablemente, muy exagerada.

    ASPECTOS POSITIVOS Y NEGATIVOS DE

    LA UTILIZACIN DE LAS AGUAS SUBTERRNEAS

    Como ya se ha dicho, el aprovechamiento de las aguas subterrneas ha experi-mentado un notabilsimo aumento en la segunda mitad de este siglo en todos los pa-ses, pero en particular en los pases de clima rido o semirido, tanto si sonindustrializados (Espaa, Italia, los estados de California y Tejas, etc.) como si estnen proceso de desarrollo (India, China, Irn o Mxico).

    Este desarrollo ha producido unos beneficios socioeconmicos indudables, puesha facilitado el aprovechamiento de agua potable a aproximadamente la mitad de lapoblacin mundial, y tambin la produccin de alimentos en zonas econmicamen-te deprimidas como la India o China, donde el problema de las hambrunas no sloprcticamente ha desaparecido, sino que incluso alguno de estos pases se ha conver-tido en exportador de alimentos bsicos. Es significativo que hace ya ms de diez aos

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  • Dains and Pawar (1987) estimaban que el 70% u 80% de la produccin agrcola dela India dependa del agua subterrnea.

    Por lo general, hay pocos datos especficos y cuantitativos sobre los aprovechamientosde aguas subterrneas, pero a veces se encuentran interesantes excepciones. Por ejemplo,Klohn et al. (1998), expertos de la FAO, dicen lo siguiente: Aunque los sistemas msgrandes de regado se hacen con aguas superficiales, el agua subterrnea tiene un papelestratgico. Como su garanta de suministro es mayor que la de las aguas superficiales,los regados basados en agua subterrneas suelen tener un mayor rendimiento. El aguasubterrnea constituye tambin un recurso de reserva cuando la sequa reduce la dispo-nibilidad de agua superficial. Los agricultores acceden al agua y la extraen de modo indi-vidual, y por ello tienen su gestin directa con la correspondiente atencin a sumantenimiento y a los costes. El agua subterrnea normalmente es sana, y no implicapeligro de enfermedades hdricas. El acceso al agua subterrnea es con frecuencia un fac-tor crtico, que permite a las poblaciones rurales salir de la pobreza, pues este recursopuede ser conseguido cerca de donde va a ser utilizado.

    La situacin en Espaa parece confirmar esta afirmacin (cf. Llamas, 1998a). Elregado total en Espaa es de 3,5 millones de hectreas. De stas, 2,5 millones se rie-gan con aguas superficiales y utilizan unos 20 km3/ao de agua, es decir, una dotacinde 8.000 m3/ha. El milln de hectreas restante se irriga con aguas subterrneas, conun bombeo de 4 a 5 km3/ao, es decir, con una dotacin de unos 4.500 m3/ha. Perocon esos 4 o 5 km3 de agua se produce ms en valor monetario y en puestos de traba-jo, que con los 20 km3 de aguas superficiales. As pues, en Espaa el rendimiento socio-econmico de los regados con aguas subterrneas viene a ser unas cuatro o cinco vecessuperior al de los regados con aguas superficiales. La planta no distingue entre aguasuperficial y agua subterrnea; la diferencia est en la forma de gestin y en el intersen el uso eficiente. Mientras en unos lugares hay quejas y conflictos por el pago de lasexiguas tasas de las aguas superficiales, en reas vecinas se paga al coste total de la extrac-cin de aguas subterrneas de pozos profundos, a veces incluso con un tratamiento dereduccin de salinidad, y el resultado es econmicamente competitivo.

    Ahora bien, el aprovechamiento de las aguas subterrneas no es una panacea que puederesolver todos los problemas hdricos. Basta citar, por ejemplo, su escasa incidencia en la miti-gacin de inundaciones. Existe una relativamente abundante literatura sobre los efectos o im-pactos negativos que puede tener la utilizacin de las aguas subterrneas (cf. Custodio, 1992a,1993, 1996, 1997a; Bachman et al., 1997; McClurg, 1996; Sudman, 1997, por ejemplo).

    De acuerdo con Llamas (1998 b), estos impactos o efectos negativos pueden cla-sificarse en estos cinco grupos:

    descenso de los niveles del agua en los pozos de bombeo, que puede conducir ala prdida de caudal e incluso a su desecacin, o a una exigencia de energa de eleva-cin que haga que el aprovechamiento sea econmicamente inviable;

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  • degradacin de la calidad qumica, al inducir la entrada de aguas superficiales osubterrneas de inferior calidad. Este proceso es especialmente frecuente en los acufe-ros costeros;

    subsidencia o colapso del terreno, debido al cambio en la situacin de tensionesen el terreno generada por las alteraciones en la presin de agua producidas por losbombeos;

    afeccin a los caudales de los cursos de agua conectados con el acufero; impacto ecolgico en los ecosistemas acuticos (especialmente en humedales y

    bosques en galera), debido al descenso del nivel fretico.Con objeto de tomar las decisiones adecuadas, estos indudables posibles efectos

    negativos deben compararse con los beneficios antes mencionados, al igual que se haceen cualquier proyecto de desarrollo o de ingeniera. Buena parte de los impactos nega-tivos aludidos son consecuencia de la naturaleza de los acuferos y totalmente previsi-bles, as como cuantificables y, por lo tanto, se pueden y deben asumir. Si no se haceas, se comete un error, con frecuencia por ignorancia, y el hecho de culpar de las des-viaciones a las aguas subterrneas es actuar irresponsablemente. En este contexto, condemasiada frecuencia se alude a la fragilidad de las aguas subterrneas, y se ha difun-dido as el hidromito (cf. Custodio y Llamas, 1997) de que el agua subterrnea es unrecurso especialmente delicado. El hecho que los gestores del agua suelan considerarque normalmente es preferible cuando sea posible acudir a soluciones basadas en elempleo de aguas superficiales, se deriva de una visin sesgada, de una falta de anlisisde alternativas, de ideas preconcebidas, de un conocimiento inadecuado o de otros inte-reses menos confesables. No deja de ser llamativo el nfasis que se pone en resaltar losaspectos negativos de la explotacin de las aguas subterrneas, y la vehemencia que seda a los ejemplos, frente al disimulo con que se tratan los a veces notables aspectosnegativos del uso de las aguas superficiales.

    Los autores de este trabajo no conocen todava ningn caso en el que la explota-cin intensiva de un acufero de tamao medio o grande haya terminado en un desas-tre econmico o social. La excepcin puede ser la salinizacin de algunas zonas costeras,pero este proceso casi siempre est causado por una mala ubicacin de los pozos, y nopor una extraccin excesiva. Y esto es as tanto en los pases industrializados como enlos en vas de desarrollo, como se puso de manifiesto en las jornadas que sobre estetema organizaron las Naciones Unidas en Canarias (cf. Custodio y Dijon, 1991), y quese comentan en Custodio (1994) y Custodio y Bruggeman (1987).

    En contraste, aunque es poco frecuente encontrar literatura cientfica sobre los pro-blemas originados en aprovechamientos con aguas superficiales, los casos de proyectosde regados con estas aguas que han resultado un fracaso econmico o ecolgico parecenser numerosos. Quiz la excepcin sea la desecacin del Mar Aral, sobre la que se ha pro-ducido abundante literatura. Ello se debe quiz no slo a la espectacularidad y gravedad

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  • del impacto ecolgico, sino a que la nueva situacin poltica de la zona no facilita man-tener el problema en silencio. Pero existen otros muchos casos anlogos. Por ejemplo, elcostoso regado de Chira-Piura en Per qued seriamente perjudicado debido a la reduc-cin del volumen de su principal embalse, el de Poechos. La capacidad inicial de estapresa (unos 1.000 millones de m3) qued sensiblemente reducida, poco despus de suconstruccin al comienzo de la dcada de los ochenta, debido a los sedimentos aporta-dos tras las primeras inundaciones relacionadas con el fenmeno de El Nio. Algunasreferencias de inters de otros casos similares pueden encontrarse en Turner y Rabelais(1991) y Vrsmarty et al. (1997a y b).

    Klohn et al. (1998) y otros autores suelen indicar que el principal fracaso de lossistemas de regado suele ser el encharcamiento y/o la salinizacin de los suelos. ElWorld Resources Institute (citado en Klohn et al., 1998) considera que hay en el mundoentre 80 millones y 110 millones de hectreas de terreno cultivable, o sea, esta organi-zacin supone que entre el 25% y el 35% de toda la superficie agrcola mundial rega-da est afectada por problemas de encharcamiento y/o salinizacin de suelos, y ello esdebido a un mal drenaje junto con una aplicacin excesiva de agua de regado. En sureciente informe oficial sobre el agua, las Naciones Unidas (N.U., 1997) aluden repe-tidas veces al serio problema de la salinizacin y el encharcamiento de suelos en losregados mal diseados, pero consideran que los terrenos afectados son slo el 20% delos 250 millones de hectreas que se irrigan en todo el mundo. Este hecho, por otraparte, es bien conocido desde hace muchos aos (cf. Custodio y Llamas, 1975) y, enocasiones, como en los regados del Punjab (Pakistn), el problema se ha resuelto hacien-do descender el nivel fretico mediante la extraccin de agua subterrnea que, a su vez,se emplea para regar.

    El proceso de la salinizacin y encharcamiento de los suelos (a consecuencia deregados con aguas superficiales mal diseadas) no es un fenmeno exclusivo de pasesen vas de desarrollo. As, por ejemplo, los problemas de salinizacin de suelos y deimpacto ecolgico en los regados de la vertiente occidental del Valle de San Joaqun,en California, han dado lugar a una abundante literatura cientfica y sociolgica (cf.Sudman, 1998; Tanji, 1991; CWRD, 1998), pero sigue sin encontrarse todava unasolucin clara. En algunas ocasiones, la raz del problema est en que para demostrarque los proyectos son econmicamente atractivos se suele olvidar el sistema de dre-naje; los problemas suelen aparecer unos aos despus de la inauguracin. Segn Klohn(1998), el drenaje agrcola requiere una organizacin social eficaz. Por eso, segn esteautor, funciona en el norte de Europa, se aplica con dificultad en los Estados Unidosy ha dejado de funcionar en los pases excomunistas, donde las grandes explotacionescolectivas han sido entregadas a los agricultores, pero sin haber resuelto el problemadel drenaje. En Espaa an falta un estudio que aborde esta problemtica y extraigaenseanzas de las actuaciones fallidas o con problemas.

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  • EL AGUA SUBTERRNEA EN LOS SISTEMAS

    HDRICOS. USO CONJUNTO DE AGUAS

    SUPERFICIALES Y SUBTERRNEAS

    Como corolario del conocimiento cientfico de la unidad del ciclo hidrolgico y de losnexos que existen entre las aguas metericas, las aguas superficiales y subterrneas continen-tales y las ocenicas, desde hace al menos tres o cuatro dcadas se viene escribiendo con fre-cuencia del gran inters del uso combinado (o conjunto, o alternado) de las aguas superficialesy subterrneas. De hecho, el uso combinado o, ms frecuentemente, alternado de ambasaguas funciona en muchos sitios y desde hace muchos aos (cf. Llamas, 1969; Sahuquillo,1991). El rea de Barcelona es un buen ejemplo de esto desde la dcada de los cuarenta (cf.Custodio, 1986). Sin embargo, en muy pocas regiones del mundo, a escala mediana o gran-de, ese uso conjunto se lleva a la prctica de un modo generalizado, planeado, dirigido y con-trolado por alguna agencia responsable de la gestin de recursos hdricos.

    Hoy en da existen numerosos programas informticos preparados para facilitar alos gestores mtodos racionales para poner en prctica una utilizacin conjunta deaguas superficiales y subterrneas (por ejemplo, Andreu y Sahuquillo, 1987; Hantush yMario, 1989; Basagaoglu y Mario, 1998). Sin embargo, en muy pocos lugares esossistemas se aplican de un modo planificado. Lo que existe en muchos sitios es un usoalternado, es decir, slo cuando fallan las aguas superficiales (que suelen resultar casi gra-tis para los usuarios, pues pagan todos los contribuyentes) se acude a las subterrneas, loque supone para los agricultores un coste mayor. Esto suele suceder en las sequas.

    Como dice McClurg (1996), el uso conjunto de las aguas superficiales y subterrne-as es aparentemente un concepto fcil de entender. En tiempos de abundancia, se usa elagua superficial sobrante para recargar artificialmente los acuferos. En los tiempos desequa, se bombean esas aguas almacenadas en los acuferos. La idea es simple, pero supuesta en prctica es difcil y compleja, y a menudo es fuente de conflictos. Esto no quie-re decir que no haya sido puesto en prctica, y desde hace tiempo, en algunas regiones,como en el sudeste de Estados Unidos por el Metropolitan Water District of SouthernCalifornia y el Arizona Water Banking Authority, y a nivel espaol en el Baix Llobregat,Barcelona (Custodio, 1986). Las cuestiones tcnicas sobre la capacidad del acufero pararecibir y almacenar el agua recargada deben ser adecuadamente estudiadas, pero es un aspec-to tcnico que admite diversas soluciones, en unos casos simples y en otros ms o menossofisticadas (Custodio, 1986). Los problemas de fondo suelen ser de tipo econmico, legaly poltico. Quin debe autorizar los volmenes de agua superficial que se destinan a larecarga?, quin se hace cargo del coste y de la operacin de las obras para realizar la recar-ga?, quin tiene derecho a utilizar el agua recargada?, qu tipo de organizacin controla

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  • y dirige la gestin? Este tipo de cuestiones, en relacin con la gestin, han retrasado duran-te muchos aos la puesta en prctica de la recarga artificial en todo el mundo, a pesar dereconocer que ese es un mtodo eficaz para mejorar la garanta del suministro de agua, conun coste razonable y, en general, aceptable desde el punto de vista ambiental. Por el con-trario, en boca de los medios de comunicacin ha nacido el hidromito de que la recar-ga artificial es la panacea que lo soluciona todo, desprestigiando su valor tcnico y degestin, y transformando un medio en un fin. Lamentablemente, no son frecuentes losplanteamientos en los que ni se apunta la fuente de agua, ni su calidad, ni la posibilidaddel subsuelo de actuar como almacn, ni quin y cmo se ha de gestionar.

    La recarga artificial es un instrumento, y no un fin, y no siempre es necesario. Dehecho, el uso conjunto de aguas superficiales y subterrneas funciona en muchos luga-res del mundo en los que las aguas subterrneas naturales slo se bombean en losaos secos y, en cambio, en los aos hmedos se utilizan las aguas superficiales, dejan-do que el acufero se recupere de modo natural. Esta es, por ejemplo, la situacin pro-puesta para el abastecimiento de la regin de Madrid, en lugar de acudir a la construccinde nuevos embalses en regiones alejadas (cf. Llamas et al., 1996). Esta solucin ya seaplica en el denominado Salt River Project, en Arizona (cf. Lluria and Fisk, 1994).

    Desde el punto de vista institucional y legal, las modalidades para gestionar un acufe-ro pueden ser muy variadas. Por ejemplo, en California, que es la regin del mundo en laque antes y en mayor proporcin se practica el uso conjunto, se distinguen actualmente(Bachman et al., 1997; WEF, 1998) hasta seis mtodos diferentes de gestionar un acufero.

    La escasa utilizacin conjunta o alternada de las aguas superficiales y subterrneas anivel general no es sino un lgico corolario de la escasa atencin que tradicionalmentehan dedicado a las aguas subterrneas las administraciones del agua de casi todos los pa-ses. Es una actitud (o enfermedad) generalizada, que ya en 1972 un hidrlogo ameri-cano defini como hidroesquizofrenia (cf. Nace, 1973), y que ha sido analizada conrelativo detalle en el caso de Espaa (cf. Llamas, 1985).

    PRINCIPALES OBSTCULOS PARA

    LA INTEGRACIN DE LAS AGUAS SUBTERRNEAS

    EN UNA ADECUADA POLTICA DEL AGUA

    En diversas ocasiones, y por diversos autores, se han tratado las causas de la falta gene-ralizada de integracin entre las aguas superficiales y las subterrneas. Estos motivos sonvariados, pero pueden clasificarse en los cuatro grupos siguientes: a) falta de educacin

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  • hidrogeolgica; b) desafortunados incentivos econmicos o subvenciones para las aguassuperficiales; c) el sistema legal y administrativo de la gestin del agua; d) la invisibilidaddel agua subterrnea. Todos ellos han sido desarrollados con detalle en otros trabajos (cf.Custodio, 1995; Llamas, 1998 d). Ahora se va a insistir principalmente en el tema eco-nmico, que es el que parece ms relevante. Se parte del hecho de que los aprovechamientosde aguas subterrneas suelen tener una proteccin econmica o subvencin mucho menor,a veces nula, en comparacin con las importantes ayudas econmicas procedentes de fon-dos pblicos que han tenido y tienen la casi totalidad de las grandes obras hidrulicas.

    Desde hace aos, se ha venido insistiendo en que los aprovechamientos que utilizanaguas subterrneas suelen ser econmicamente ms ventajosos que los que emplean aguassuperficiales. Sin embargo, para el usuario directo del agua esto muchas veces no es as, yaque los gastos de construccin (y en ocasiones tambin los de mantenimiento y operacindel sistema) no son por cuenta del beneficiario de esa agua y, en caso que as sea, lo son enuna pequea proporcin. Esos costes son transferidos al erario pblico por procedimientosms o menos directos. Esta situacin no es especfica de Espaa, sino que ocurre en casitodos los pases (cf. Dains and Powar, 1987; Myers and Kent, 1998; Llamas, 1998a y c).

    La Comisin de la Unin Europea est preparando una Nueva Directiva-Marcosobre el Agua, que incluye un artculo exigiendo que el beneficiario debe pagar todoslos costes que han hecho falta para proporcionarle esa agua, incluidas tambin las exter-nalidades. Este artculo est encontrando una fuerte oposicin en muchos estados miem-bros de la Unin Europea, y es difcil predecir cmo quedar su redactado final. Estadiscrepancia est protagonizada principalmente por los agricultores de los estados miem-bros mediterrneos, que sostienen que sus regados no pueden ser competitivos si tie-nen que pagar el coste real del agua. Esto no es as, al menos con carcter general, yaque los regantes con aguas subterrneas de esa misma rea pagan normalmente el costetotal del agua que utilizan y, por otra parte, esa agricultura con aguas subterrneas sueleser la ms valiosa econmicamente, como ya se ha dicho anteriormente. Adems, comoexponen Myers and Kent (1998), las subvenciones a las grandes obras hidrulicas noslo son perjudiciales para la economa, sino tambin para el medio ambiente. Sinembargo, la influencia de los grupos interesados en que se mantenga ese sistema tradi-cional de agua de regado quasi-gratuito son muchos y fuertes, como se ha escrito recien-temente con referencia a Espaa (cf. Llamas, 1997 y 1998a).

    Finalmente, dada la relativa frecuencia con la que los medios de comunica-cin dan noticia de polticos y gestores que han recibido dinero ilegal por la adjudi-cacin de grandes obras hidrulicas, no puede desecharse que en algunos casos laobtencin de ese dinero sea un motivo para que esas personas prefieran las grandesobras hidrulicas a su equivalente solucin en aguas subterrneas, que suponen inver-siones mucho menores y adems poco vistosas, y en las que buena parte del coste setraslada a la explotacin.

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  • Sin embargo, los factores econmicos no siempre constituyen el ncleo de los pro-blemas hdricos. Es bien sabido que con frecuencia los problemas del agua tienen unfuerte comportamiento emocional. Recientemente un conocido profesor de hidroge-ologa de Israel public un sugerente artculo titulado Una fbula sobre el agua (Issar,1998). En l sostiene que las discusiones sobre el agua subterrnea de la zona de losmontes de Judea, que es objeto de diversas disputas entre israeles y palestinos, tienemuy poca relevancia econmica. En su fbula dice Issar que los 200 millones demetros cbicos objeto de la polmica podran ser sustituidos por agua del mar desali-nizada, con un coste de unos 200 millones de dlares al ao, lo que equivale al 0,4%del Producto Nacional Bruto, y que adems estos 200 millones de dlares podran serrecuperados con creces como consecuencia del acuerdo con los palestinos, si en virtudde ste se reduce sensiblemente el robo anual de unos 40.000 coches propiedad de isra-eles, que suele atribuirse a los palestinos. No es probable que la tesis de Issar sea admi-tida por los responsables de Israel. Tampoco se puede ignorar que esta emocionalidaddel agua puede ser manipulada con finalidades polticas o econmicas.

    La invisibilidad del agua es una de las principales causas de la mala gestin delas aguas subterrneas, por varios motivos. En primer lugar, hace que las aguas subte-rrneas en los acuferos no tengan uno de los principales atributos que tienen las super-ficiales: su esttica o notable belleza plstica, que ha hecho que el agua sea objeto depoesa, y profusamente utilizada en los rituales y liturgias de casi todas las religiones.Por ello, el conocimiento del gran pblico sobre el agua subterrnea suele ser reduido,y no suele identificar que muchas de las espectaculares manifestaciones del agua sonmanantiales, o sea, la descarga de acuferos.

    La gran belleza plstica que pueden exhibir algunas grandes obras hidrulicas(excepto en los tiempos de sequa) hace que su inauguracin sea algo que goce de granpredicamento entre los polticos. Qu duda cabe de que la imagen en televisin de unpoltico abriendo la compuerta de un gran canal o el desage de fondo de una presa esmucho ms vistosa que la pequea caseta (puede haber cientos iguales) que protege laparte superior de un pozo!

    Esto suele conducir a que, en estos tiempos en que los media, especialmente la televi-sin, juegan un papel tan importante, los polticos suelan preferir las grandes obras hidru-licas superficiales a las soluciones equivalentes basadas en las aguas subterrneas.

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  • POSIBLES ACCIONES PARA CONSEGUIR UNA GESTIN

    SOSTENIBLE DE LAS AGUAS SUBTERRANES

    De lo anteriormente expuesto se deduce que las principales dificultades para quelas Administraciones del agua (federales, estatales, locales) integren de modo prcticoel uso conjunto (o alternado) de aguas superficiales y subterrneas son: la frecuenteexistencia de ideas equivocadas sobre el valor y la confiabilidad de las aguas subterr-neas en amplios sectores de la sociedad, que van desde el personal tcnico de lasAdministraciones hasta el gran pblico (si bien esta ignorancia vara mucho de un pasa otro); y la presin de poderosos grupos econmicos (agricultores, constructores, ofi-cinas de ingeniera, etc.) que desean a toda costa que no desaparezca o diminuya lacultura de la subvencin.

    En las ltimas dcadas se ha alcanzado una mayor concienciacin sobre el papelque estn jugando las aguas subterrneas en la poltica del agua de muchos pases. Sinembargo, esa concienciacin todava no parece haber llegado con la necesaria eviden-cia o fuerza a los ncleos ms importantes de toma de decisiones a nivel internacionaly nacional. La coyuntura socioeconmica mundial, tal como la describen Myers andKent (1998) (tendencia a la privatizacin de muchos servicios hdricos, desarrollo sos-tenible, preocupacin ecolgica, reduccin del dficit pblico, etc.) es la adecuada paraque en los prximos aos se puedan dar pasos importantes para conseguir un mejordesarrollo y control de las aguas subterrneas.

    Para lograr esos objetivos se sugieren, con cierto carcter de prioridad, las accio-nes siguientes:

    Primera accin: intervencin ms activa de los grupos profesionales de hidroge-logos a nivel internacional (Asociacin Internacional de Hidrogelogos, AsociacinInternacional de Recursos Hdricos, etc.) y nacional (National Groundwater Association,Asociacin Brasilea de Aguas Subterrneas, Grupo Espaol de la AsociacinInternacional de Hidrogelogos, etc.), con el objetivo de hacer llegar su voz a los mediosde comunicacin y tambin a los respectivos gobiernos (federales, estatales y locales).Tambin habra que hacerse eco de estas actuaciones en ciertos organismos interna-cionales recientemente constituidos, como la Water Global Partnership (ligada al BancoMundial), el Consejo Mundial del Agua y la Comisin Mundial de Grandes Presas.

    Segunda accin: promocionar o fomentar los programas de educacin sobre el aguapara las escuelas primaria y secundaria, y procurar que en ellos se d el debido peso alagua subterrnea. Quiz, ms que inventar programas nuevos, se tratara de adaptar a lasnecesidades locales algunos de los elaborados recientemente, como los ya mencionadosdel U.S. Geological Survey, de la Water Education Foundation o del Stockholm EnviromentInstitute, o los que ha ido realizando el Instituto Tecnolgico Geominero de Espaa.

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  • Tercera accin: exigir una mayor transparencia y facilidad de acceso a los datoshidrolgicos, tanto superficiales como subterrneos, y de modo especial sobre los infor-mes econmicos y de impacto ambiental. Esta nitidez facilitara la toma de concienciasocial sobre la necesaria solidaridad en el uso de las aguas subterrneas.

    Cuarta accin: exigir en la mayor medida posible que todo proyecto de aguas decierta importancia tenga los correspondientes anlisis de viabilidad econmica, de alter-nativas y de impacto ecolgico. Estos estudios deben hacerse no slo a priori en losnuevos proyectos de obras, sino tambin a posteriori y principalmente, es decir, sobreaquellas grandes obras hidrulicas de cada pas. Es de prever que la inercia burocrticano har fcil conseguir este objetivo.

    Quinta accin: impulsar la mayor participacin de los agentes sociales afectados porlos proyectos hidrulicos en los procesos para la toma de decisiones. Estos procesos, en gene-ral, deben ser de abajo arriba, y no de arriba abajo. Para la gestin de acuferos parece impres-cindible la constitucin de Comunidades o Asociaciones de Usuarios de las aguas subterrneas.stas deben tener una gran autonoma, pero siempre bajo un cierto control de la oportunaadministracin del agua. Hay que aplicar prudentemente el principio de la subsidiaridad;lo que puede hacer un grupo social menor no debe hacerlo uno mayor. En cierto modo esvlida aqu tambin la idea small is beautiful del conocido libro de Schumacher (1972).

    Sexta accin: en las regiones ridas y semiridas en las que el regado es el princi-pal usuario del agua y generalmente el principal contaminador de los acuferos pare-ce conveniente trabajar conjuntamente con los representantes de los agricultores, tantoen un nivel asociativo como cientfico y tecnolgico.

    Sptima accin: los cambios en la organizacin legal y administrativa de las aguas(superficiales y/o subterrneas) pueden contribuir a mejorar (o empeorar) la situacin.Suelen ser los ms fciles de realizar, pero su eficacia ser probablemente muy peque-a si no va precedida y/o acompaada por la mayora de las acciones antes descritas.Las legislaciones rgidas, es decir, difciles de variar, pueden resultar poco eficaces. Esconveniente encontrar medios que permitan introducir enmiendas y modificaciones amedida que la experiencia lo aconseje, y para esta labor el apoyo de los usuarios es esen-cial, as como una buena formacin e informacin del gran pblico.

    CONCLUSIONES

    En las ltimas dcadas, el desarrollo del agua subterrnea ha experimentado unnotable aumento, especialmente en los pases ridos y semiridos. Este mayor uso delagua subterrnea ha contribuido de modo muy significativo a reducir los problemas defalta de agua potable y de escasez de alimentos en muchos pases en vas de desarrollo.

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  • Por lo general, este progreso en el uso de las aguas subterrneas ha sido llevado a cabopor agricultores privados o por pequeos municipios, y financiado con fondos privados omunicipales. Como contraste, las grandes obras hidrulicas con aguas superficiales se hansufragado con fondos pblicos o mediante deuda exterior. Aunque pueden variar muchode un pas a otro, parece probable que la produccin econmica y el empleo procedente delregado con aguas subterrneas, con frecuencia, son iguales o superiores a los del regadocon aguas superficiales, aunque el uso de agua sea notablemente menor. Parece urgente eimportante que se obtengan pronto los oportunos datos socioeconmicos, para comprobarsi estas hiptesis son vlidas en la mayor parte de los pases ridos o semiridos.

    Por lo general, la gestin planificada y el control de las aguas subterrneas han sidoy continan siendo inexistentes o rudimentarios. Esto puede haber dado lugar a deter-minados problemas sociales o ecolgicos (por ejemplo, impactos en ecosistemas valiososo intrusin de agua salina) que, en general, todava no son relevantes si se comparan, porejemplo, con los problemas de salinizacin y encharcamiento de suelos originados en losregados con aguas superficiales.

    Los principales obstculos para un mejor conocimiento y gestin de las aguas sub-terrneas provienen de ciertos grupos de inters econmico y de la inercia institucionalde algunas Administraciones del agua.

    La actuacin de asociaciones profesionales nacionales o internacionales ha con-tribuido a poner de manifiesto y a resolver estos problemas. Parece necesaria una actua-cin ms enrgica y extensa en los prximos aos, si se desea contribuir a un desarrollosostenible de los recursos del agua en todo el planeta.

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