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HISTORIA
MEXICANA
EL COLEGIO DE MEXICO
DANIEL COS?O VILLEGAS
Historia
Editorial HERMES
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II EL PORFIRIATO
Volumen IV: La Vida Pol?tica de i8yy a 1911 Volumen V: La Vida Econ?mica de i8yy a ipio Volumen VI: La Vida Social de 18jj a icio
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59-60-61. M?XICO Y SUS REVOLUCIONES.?Por Jos? Mar?a Luis Mora. 3 vols.?M?xico. 1950?XXV. 479 + 372 + 466 p?ginas.
4. VIDA DE FRAY TORIBIO DE MOTOLINIA.?Por Jos? Fernando Ram?rez.?M?xico, 1944. 205 p?ginas.
33-34.?MEMORIAS DE UN IMPOSTOR. Don Guillen de Lampart, Rey de M?xico.?Por Vi cente Riva Palacio. 2 tomos.?M?xico, 1946. 312-j-346 p?ginas.
46-47-48.?RECUERDOS DE LA INVASI?N NORTEAMERICANA (1846-1848).?Por Jos? Ma r?a Roa Barcena. 3 tomos.?M?xico, 1947. 3574-378+358 p?ginas.
30-31-32? DIARIO DE SUCESOS NOTABLES (1665-1703).?Por Antonio de Robles. 3 tomos. M?xico, 1946. 3084-315-4-310 p?ginas.
2. OBRAS HIST?RICAS DE CARLOS DE SIG?ENZA Y G?NGORA.?M?xico, 1944. 299 p? ginas.
37-38. MEMORIAS DE FRAY SERVANDO TERESA DE MIER. 2 tomos.?M?xico, 1946. 2804-318 p?ginas.
64-65. DIARIO. Gregorio M. de Guijo. 1648-1664. 2 tomos. M?xico, 1953. 286 y 293 p?gi nas.
CRITICA LITERARIA
52-53-54. LA LITERATURA NACIONAL?Revistas, Ensayos, Biograf?as y Pr?logos.?Por Ignacio M. Altamirano. 3 vol?menes.?M?xico, 1949. 280+254+305 p?ginas.
27. LA VIDA LITERARIA DE M?XICO Y LA LITERATURA MEXICANA DURANTE LA INDEPENDENCIA.?Por Luis G. Urbina ? M?xico, 1946. 403 p?ginas.
CUENTOS Y NOVELAS
3. CLEMENCIA, de Ignacio M. Altamirano. 2% edici?n.?M?xico, 1949. 236 p?ginas. 62. CARMEN. Memorias de un Coraz?n.?Por Pedro Castera.?M?xico, 1950. 309 p?ginas. 3?. ENSALADA DE POLLOS Y BAILE Y COCHINO. . .?Por Jos? Tom?s de Cu?llar.?M?xi
.] co, 1946; 376 p?ginas. 45. HISTORIA DE CHUCHO EL NINFO Y LA NOCHE BUENA.?Por Jos? Tom?s de Cu?llar.
?M?xico, 1947. 345 p?ginas. 49. ANGELINA.?Por Rafael Delgado.?M?xico, 1947. 327 p?ginas. 6. LOS PARIENTES RICOS.?Por Rafael Delgado.? M?xico, 1944. 442 p?ginas. 69. CUENTOS Y NOTAS.?Por Rafael Delgado. 1953. 56-57-58. EL PERIQUILLO SARNIENTO.?Por Jos? Joaqu?n Fern?ndez de Lizardi. 3 vol?
menes.?M?xico, 1949. 4204-349+293 p?ginas, 24. LA CHIQUILLA.?Por Carlos Gonz?lez Pe?a.?M?xico, 1946. 349 p?ginas. 11. LA PARCELA.?Por Jos? L?pez Portillo y Rojas.?M?xico, 1945. 397 p?ginas. 63. FUEGOS FATUOS Y PIMIENTOS DULCES.?Por Amado ?ervo.?M?xico, 1951. 400 p? ginas.
l?-14-15-16-17. LOS BANDIDOS DE RIO FRI?.?Por Manuel Payno. 5 tomos.?M?xico, ! 1945. 420+429+387+396 + 406 p?ginas. 50-51. LA BOLA. LA GRAN CIENCIA. ?L CUARTO PODER. MONEDA FALSA. Novelas. 2 vol?menes.?M?xico, 1948. 360+401 p?ginas. Cada tomo. 25-26. LOS PIRATAS DEL GOLFO.?Por Vicente Riva Palacio. 2 tomos.?M?xico, 1946.
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20-21. MART?N GARATUZA.?Por Vicente Riva Palacio. 2 tomos.?M?xico, 1945. 3354-339 p?ginas.
18-19. MONJA, CASADA, VIRGEN Y M?RTIR.?Por Vicente Riva Palacio. 2 tomos.?M? xico, 1945. 3334-365 p?ginas.
71. CUENTOS Y NARRACIONES.?Por Victoriano Salado Alvarez.?M?xico, 1953. xxx-324 p?ginas.
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de profesores.
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aparece enriquecida por un vocabulario completo de los t?rmi nos y problemas de la filosof?a, a m?s de abundante bibliogra f?a en cada
cap?tulo.
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aquellas materias que son b?sicas para la subsisten
cia de sus habitantes, y segundo, la de excedentes de art?culos de consumo o de otros art?culos que sirven para fortalecer sus ingresos de divisas extranjeras, mediante su
exportaci?n.
M?xico, a trav?s de su gloriosa historia y su esfuerzo constante de industrializaci?n y mejor extracci?n de sus suelos, est? logrando, bajo la ?gida del actual Gobierno,
dar un paso trascendental en su vida econ?mica e in
discutiblemente se est? colocando a alturas insospecha das y todav?a desconocidas de la mayor?a de los mexi canos, como un Pa?s fuerte y capaz de subsistir por s?
mismo, cubriendo ampliamente sus necesidades.
La Industria Azucarera de M?xico, sin escatimar
ning?n esfuerzo, ha colaborado por que este ideal pa tri?tico se realice en el menor tiempo posible. La pro
ducci?n de az?car en M?xico es bastante ya para cubrir
las necesidades interiores sin recurrir a importaciones del
extranjero, sino que, por el contrario, se ha colocado entre los pa?ses exportadores de az?car, y de acuerdo
con los planes que est? desarrollando y la ampliaci?n de sus campos ca?eros y f?bricas, se est? preparando para
poder consolidar esa producci?n y asegurar para el fu
turo exportaciones de importancia que indudablemente ser?n un alivio eficaz en nuestra balanza econ?mica.
Cualquier industria en M?xico que lleve tan altas miras es merecedora del encomio y confianza del pueblo mexicano.
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Balseras 36 1er. Piso M?xico, D. F.
EL FALLO DE LA CRITICA Sobre
PORFIRIO DIAZ EN LA REVUELTA DE LA NORIA
de Daniel Cos?o Villegas
".. .es magn?fico".?Manuel Gonz?lez Ram?rez, Novedades, 26 de
octubre de 1953.
".. .modelo de investigaci?n, de cr?tica documental, de ajustada ex posici?n del material..." ?Jos? Bravo Ugarte, Exc?lsior, 30 de oc tubre.
"He le?do de un solo tir?n las 295 p?ginas del libro."?F?garo, El
Universal, 11 de noviembre.
".. .encierra, en macizos argumentos, todo un caudal de conocimien
tos."?Jos? R. Salda?a, El Norte, 17 de noviembre.
"Interpretaci?n moderna y ejemplarmente documentada."?Jorge Fernando Iturribarr?a, El Universal, 7 de noviembre.
".. .el libro se lee con la avidez de una buena novela... En esta dif? cil ciencia de la reconstrucci?n del pasado, Cos?o Villegas act?a con tanta facilidad como los mejores."?Catalina Sierra, El Universal, 19 de noviembre.
".. .no podr? prescindirse ya de esta obra."?Pedro Gringoire,
Exc?lsior, 7 de diciembre.
"Hay que felicitarlo por su honradez, por su laboriosidad, por su intento de encontrar un nuevo camino en la historiograf?a.. ."?
Genaro Fern?ndez MacGregor, El Universal, 7 de diciembre.
.".. .gran honestidad y cuidado en la investigaci?n, abundancia de fuentes primarias, gusto para captar el sabor hist?rico, estilo sobrio
y correcto.. ."?Silvio Zavala, Exc?lsior, 10 de diciembre.
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PORFIRIO DIAZ
contra
JUAREZ
Intr?pido, resuelto, Porfirio D?az se alza contra Ju?rez
para arrebatarle el poder; para ello, organiza una rebe
li?n militar y pol?tica imponente.
en
Porfirio D?az en la Revuelta
de la Noria
de DANIEL COSI? VILLEGAS
leer? usted el relato de esta lucha tit?nica.
Es un libro de
Editorial HERMES
CUESTA VEINTE PESOS
HISTORIA MEXICANA Revista trimestral publicada por El Colegio de M?xico Historia Mexicana respeta de modo absoluto la responsabilidad de sus
colaboradores. Redacci?n: Administraci?n:
Apartado Postal 2123 El Colegio de M?xico M?xico 1, D. F. Durango 93. M?xico 7, D. F.
Consejo de Redacci?n: Arturo Arn?iz y Freg, Alfonso Caso, Daniel Cos?o Villegas, Wigberto Jim?nez Moreno, Agust?n Y??ez y Silvio Zavala.
VOL. IV JULIO-SEPTIEMBRE, 1954 N?M.
SUMARIO
Art?culos
Juan Hern?ndez Luri2L,Hidalgo pintado por los rea listas . 1
Alfonso Garc?a Ruiz, La moneda y otros medios de
cambio en la Zacatecas colonial. 20
Luis Nicolau d'Olwer, Santa-Anna y la invasi?n vistos
por Berm?dez de Castro. 47
Jorge Flores D., El primer proyecto de Colegio Mili tar en M?xico. 66
Testimonios
Rub?n Villase?or Bordes, Un obispo y un presidente de A udiencia. 99
Manuel Romero de Terreros, El condado de Regla en 1810. 107
Rafael Heliodoro Valle, Qu?micos mexicanos. 115
[sigue]
Historia Mexicana aparece el i? de julio, el i? de octubre, el i? de enero y el i^ de abril de cada a?o. El n?mero suelto vale en el interior del pa?s $6.00 y en el extranjero Dis. 1.00; la suscripci?n anual, respectiva mente, $ 20.00 y Dis. 4.00.
Cr?tica
Luis Gonz?lez y Gonz?lez y Catalina Sierra Casas?s, Nuevos puntos de vista sobre la Independencia... 124
Germ?n Arciniegas y Antonio G?mez Robledo, Un autor y un libro. 133
EL GRAN REPORTAJE HIST?RICO
Mario Gill, Heraclio Bemal, caudillo frustrado_* 138
Printed and made in Mexico
Impreso y hecho en M?xico
por Gr?fica Panamericana, S. de R. L.
Parroquia 911, Esq. Nicol?s San Juan. M?xico 12, D. F.
HIDALGO PINTADO POR LOS REALISTAS
Juan Hernandez Luna
i. El Demonio de Dolores
La primera representaci?n hist?rica de Hidalgo aparece en la literatura de los realistas, esa vasta y heterog?nea produc ci?n de manifiestos, edictos, exhortaciones, bandos, procla
mas, misivas, di?logos, alegor?as, sermones, discursos, peri?di cos y dem?s papeles que por excitativa del virrey Venegas es cribieron eclesi?sticos y literatos enemigos del movimiento de
Independencia. En esta literatura vemos figurar como autores, entre otros,
al Arzobispo de M?xico, al Obispo de Michoac?n, al primer can?nigo de la Iglesia Metropolitana, al de?n de la Metropo litana de M?xico, al capell?n de honor y predicador del Rey, al inquisidor fiscal del Santo Oficio, al ministro de la Audien cia de M?xico, al rector de la Real y Pontificia Universidad de M?xico y a un n?mero considerable de doctores en teolog?a y filosof?a que hacen aparecer sus escritos en forma an?nima.
Se trata, como se ve, de hombres que ocupan puestos promi nentes en la sociedad de la Nueva Espa?a y que poseen forma ci?n universitaria y t?tulos acad?micos. Todos, por supuesto, son partidarios de la escol?stica, sistema que uno de ellos defi
ne como "filosof?a sabia, sana y santa".1
Dos im?genes de Hidalgo es posible distinguir en esta litera tura realista. Una de ellas la ofrecen las exhortaciones, edictos
y sermones de arzobispos, obispos y oradores sagrados, docu
mentos compuestos en "lenguaje burdo y popular" y destina dos a penetrar en la conciencia de las masas. La otra la pre sentan producciones literarias de mejor calidad, redactadas en "estilo peinado y acad?mico" y dirigidas a la gente culta,2 como el Anti-Hidalgo, el Aristarco o los Di?logos entre Fil?
patro y Aceraio.
2 JUAN HERN?NDEZ LUNA
Empecemos por destacar la imagen de Hidalgo de los ser
mones, edictos y exhortaciones. Esta imagen es, como lo ha hecho notar don Luis Gonz?lez Obreg?n, la de un "monstruo fabuloso".3 Fray Miguel Bringas, misionero apost?lico del
Colegio de la Santa Cruz de Quer?taro y capell?n de honor y predicador del Rey, en el serm?n que predic? por orden de
Calleja el 7 de diciembre de 1810 en la iglesia parroquial de Guanajuato, llama a Hidalgo "cura mercenario", "abomi nable sacerdote", "monstruo de extra?a ferocidad", "miembro
esp?reo del Clero", "miembro podrido de la Iglesia", "fren? tico delirante, desnaturalizado hombre, imp?o enemigo de
Dios y de los hombres", que concibi? el "abominable feto" de la Independencia, que lo foment? con el "pest?fero alien to de sus errores", que lo "abort? en el desgraciado pueblo de
Dolores" el 16 de septiembre, "d?a digno de se?alarse con la
piedra m?s negra", y que, por los males que ha causado a
la Nueva Espa?a, debe ser "juzgado como reo de alta traici?n o infidelidad a la Am?rica, a la Espa?a y a la Iglesia".4
Hidalgo era un monstruo tan peligroso, que la Gaceta ex
traordinaria del 28 de septiembre de 1810 public? un edicto de don Manuel Abad y Queipo que dec?a:
. ? .usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y goberna
dor de esta mitra, declaro que el referido D. Miguel Hidalgo y sus
secuaces, los tres citados capitanes, son perturbadores del orden p? blico y perjuros y han incurrido en la excomuni?n del canon si quis s?adente diabolo, por haber atentado contra la persona y libertad del sacrist?n de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religio sos del Carmen de Celaya, aprision?ndolos y manteni?ndolos arres tados. Los declaro excomulgados vitandos, prohibiendo, como pro
hibo, el que ninguno les d? socorro, auxilio y favor, bajo pena de excomuni?n mayor ipso facto incurrenda.. .5
El arzobispo de M?xico, don Francisco Javier de Lizana y Beaumont, se encarga de ponerle alma y esp?ritu a este "mons
truo fabuloso". En la Exhortaci?n que dirige a los habitantes de su di?cesis para que no ayuden a la revoluci?n que se ha iniciado en Dolores, San Miguel el Grande y Quer?taro, pre senta a Hidalgo como ministro de Jesucristo que luc?a antes "como un astro tan brillante" por su ciencia, pero que fu?
"enga?ado por el esp?ritu maligno" y cay? "como otro Luzbel"
por su soberbia.
HIDALGO Y LOS REALISTAS 3
El Arzobispo de M?xico acusa a Hidalgo de haber cometi do el pecado de la soberbia. Esta acusaci?n es la misma que la
teolog?a cat?lica hace al ?ngel rebelde. Luzbel es la inteligen cia luminosa que maquina entre los querubines y serafines la rebeld?a celestial contra Dios. Hidalgo es el hombre perverso que encabeza la rebeld?a de los ap?statas en la Nueva Espa?a. La soberbia contra Dios fu? el pecado que convirti? a Luzbel en demonio. La soberbia contra la autoridad eclesi?stica, con
tra el Monarca y el Virrey, convierte a Hidalgo en el demo nio de Dolores.
De aqu? que clame el arzobispo Lizana en su Exhortaci?n:
"?Miserable! No esperes que mis ?ngeles (as? llama la Escri tura a los sacerdotes) vayan tras de ti, como aquella multitud
que arrastr? el ?ngel cabeza de los ap?statas en el cielo; todos
pelear?n con el prop?sito de la Milicia Eclesi?stica, y no se volver? a o?r tu nombre en este reino de Dios sino para eternos anatemas."
Un "ministro de Satan?s" que se hab?a dejado enga?ar por el esp?ritu maligno no pod?a sino engendrar una obra diab?lica. Por eso el arzobispo Lizana llama a la revoluci?n de Independencia "furia infernal", "proyecto diab?lico", in surrecci?n de los
"hijos de Satan?s", y el obispo Abad y Quei po la nombra rebeld?a de "sediciones diab?licas". A los ojos de estos eclesi?sticos realistas, la Independencia que acaudilla Hi
dalgo aparece como un vendaval del infierno que ha destruido el hermoso reino de la Nueva Espa?a, que ha roto el freno de las leyes, que ha perturbado el orden p?blico, que ha sem brado la discordia y la anarqu?a, el robo y el pillaje, el asesi nato y las venganzas, que ha incendiado haciendas, villas y ciudades y que "os llevar? infaliblemente al infierno. ?Mirad qu? precursor del Anticristo se ha aparecido en nuestra Am? rica para perderos!"
6
El demonio se hab?a metido tan hondo en el ser de Hidal
go, que todo lo que tocaba era convertido en algo diab?lico. Ni siquiera aquella imagen de la Virgen de Guadalupe, pin tada en su estandarte como s?mbolo de la nacionalidad, pudo escapar a la mancha del demonio. De aqu? que Abad y Quei po diga en su edicto de excomuni?n: "Es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedici?n la ima
+ JUAN HERN?NDEZ LUNA
gen de nuestra Se?ora y poniendo en ?l la referida inscripci?n, cometi? dos sacrilegios grand?simos, insultando a la religi?n y a Nuestra Se?ora." 7
De aqu? tambi?n que un a?o despu?s de haberse iniciado la Independencia, en el mes de mayo de 1811, se celebrara en la Catedral de Morelia un octavario para desagraviar a la
Virgen de Guadalupe de los ultrajes que hab?an cometido los insurgentes. En el ?ltimo d?a de este octavario (i? de mayo), el cura del Valle de Santiago, don Antonio Camacho, dijo en su serm?n:
No, no fu? la religi?n, ni el amor a Mar?a Sant?sima lo que oblig? a los americanos a aclamarla de esta manera. En los prime ros, a lo menos, que dieron este grito, obraron otras causas: su in tento era sublevar a los pueblos, y esa invocaci?n el medio que cre
yeron m?s a prop?sito para conseguirlo... ?Qu? est?mulo pod?a haber m?s poderoso para ponerlos en acci?n que invocar al intento el dulce nombre de aquella Virgen de quien hab?an sido en todos
tiempos ciegos adoradores? Ni fu? menester m?s: a esta sola voz:
"?Viva Mar?a Sant?sima de Guadalupe", los pueblos se levantan, y repiti?ndola otros como tantos ecos, la sedici?n, a la manera que un voraz incendio, cunde r?pidamente por varias partes. ?Infelices indios, miserables labradores, desgraciados pueblos! ?Oh, y c?mo se abusa de vuestra credulidad! 8
Pero ?de d?nde le hab?a venido a Hidalgo y a su movi miento de Independencia ese sentido infernal, que tanto es candalizaba a obispos y arzobispos? Las ideas que hab?an en
gendrado ese esp?ritu proven?an de la doctrina protestante de Alemania y de la filosof?a antirreligiosa francesa. En el Edicto del Tribunal de la Inquisici?n se sostiene que las "ideas revo
lucionarias", las "erradas creencias" y los procedimientos de
Hidalgo son "muy iguales, as? como la doctrina, a los del p?r fido Lutero en Alemania".9 En su Exhortaci?n^ el arzobispo
Lizana dice que Hidalgo es un emisario de Napole?n, un ene
migo de la religi?n y de la patria. "?Qu? placer tendr?a el perseguidor de la Iglesia [Napole?n] si supiese que en la Nue va Espa?a un sacerdote [Hidalgo] hab?a hecho tanto en su favor cuanto no han podido alcanzar sus emisarios!" Y en su Edicto, el obispo Abad y Queipo afirma que el movimiento de Independencia es un "efecto de la Revoluci?n francesa".
HIDALGO Y LOS REALISTAS S
Para estos pensadores realistas Hidalgo es, pues, concebido como un demonio que se ha dejado tocar por las creencias del p?rfido Lutero, y la Independencia como un proyecto diab? lico, inspirado en el esp?ritu antirreligioso de la Revoluci?n francesa.
2. EL TE?LOGO SOBERBIO
Veamos ahora la otra imagen realista de Hidalgo, o sea la
que nos presentan fray Ram?n Casa?s en las diecis?is car tas que componen su Anti-Hidalgo,10 el can?nigo Mariano
Berist?in en sus quince Di?logos entre Fil?patro y Aceraio n
y don Ferm?n de Reygadas en los veinte n?meros de su peri? dico El Aristarco.12
El perfil luciferino, sat?nico y afrancesado de esta imagen de Hidalgo coincide con la de las exhortaciones, edictos y sermones, pero a mi juicio est? mejor lograda y es m?s intelec tual, m?s culta y m?s ilustrada la que nos ofrecen estos tres
pensadores antihidalguistas. A primera vista esta imagen es tambi?n monstruosa, fabu
losa. Porque apenas empezamos a leer el Anti-Hidalgo, nos
encontramos con un subt?tulo que dice: "Cartas de un Dr. me
xicano al Br. D. Miguel Hidalgo Costilla, ex-Cura de Dolores, ex-Sacerdote de Cristo, ex-Cristiano, ex-Americano, ex-Hom
bre, y General?simo Capataz de Salteadores y Asesinos." Este mismo escritor realista sostiene en la carta primera de
su escrito que Hidalgo se ha ido desespa?olizando, descristia nizando, descatolizando, deshumaniz?ndose y degrad?ndose hasta caer en un estado de espantosa ignorancia, de estupidez y de barbarie parecido al de los cafres o caribes, y que seme
jante estado de degradaci?n es el que lo ha impulsado a em prender la locura de la revoluci?n de Independencia.
El abuso del ministerio de la divina palabra ha puesto el sello a tu espantosa ignorancia, y por grados te ha ido reduciendo al estado
de estupidez y barbarie en que puede hallarse el cafre o caribe m?s id?latra y sanguinario, que s?lo ve dentro de s? la imagen del robo
y asesinato, que s?lo siente impulsos para cometerlos, y que con
sangre humana se saborea y deleita solamente como tigre avezado a beber?a (p. 624).
6 WAN HERN?NDEZ LUNA
Hidalgo, seg?n este pensador realista, se ha colocado, con su revoluci?n, fuera del mundo de la hispanidad, ha dejado de ser
espa?ol, hombre civilizado, cristiano, cat?lico y se ha con
vertido en un cafre, en un b?rbaro. De aqu? que en su carta
nona lo llame Br. All?philo o extranjero, y b?rbaro..., ente que no es de
nuestro linaje en sus procederes..., ente que parece ser enxerto monstruoso de los animales m?s da?inos..., All?philo universal..., universal?simo All?philo, respecto de todo g?nero humano, indigno de toda sociedad, vitando en toda poblaci?n, execrable en las cua tro partes del mundo... Eres y ser?s verdadero All?philo en el mis
mo sentido con que la Santa Escritura en el griego usa esta voz para significar a los extranjeros b?rbaros y a los philisteos, enemigos de
Dios y de los hombres (pp. 653-654).
No cabe duda que esta imagen de Hidalgo da sensaci?n de monstruosa, de fabulosa, y en esto se asemeja tambi?n a la de los edictos, sermones y exhortaciones. Pero ?no ser? ella
tan s?lo la corteza, el aspecto externo del Hidalgo que pre sentan estos pensadores realistas? Con semejante manera de ver a Hidalgo, ?no suceder? lo mismo que dec?a Alcib?ades de S?crates, que era como esos S Henos que los art?fices "repre sentan sentados, con siringas o flautas, y que, al abrirlos por la mitad, dejan ver dentro estatuas de dioses"? Alcib?ades co
noc?a muy bien a S?crates, por eso pudo decir, con conoci
miento de causa, que su vida era por fuera la de "un s?tiro
desvergonzado" y por dentro la de un santuario esculpido con estatuas "divinas y doradas", "bellas y adorables".13
Estos realistas conoc?an tambi?n a Hidalgo, ya que tuvie ron trato personal con ?l. Por eso conviene examinar por den
tro a este "All?philo universal", a este monstruo desespa?oliza
do y descristianizado, a ver si encontramos en su intimidad un santuario intelectual, esculpido con estatuas divinas y ado
rables.
Quien lea con atenci?n y sin prejuicio partidista a los pen sadores antihidalguistas tendr? que convenir en que no todo lo que escribieron en contra del iniciador de la independencia fu? negativo, sino que, muy a su pesar, dejaron escapar algunos juicios positivos.
El primero de estos juicios, sobre el que quiero llamar la atenci?n, est? contenido en los Di?logos entre Fil?patro y
HIDALGO Y LOS REALISTAS 7
Acerato. En el di?logo sexto de este documento se sostiene la siguiente conversaci?n (p. 709):
Hasme dicho varias veces que no es lo mismo ser doctor que ser
docto. Ya es cosa averiguada que el Cura Hidalgo no es doctor, como ?l se ha llamado, o como otros han querido titularle. Pero de contado dicen los que le conocen que es hombre sabio... Mas advertid que Luzbel fu? el m?s sabio de los ?ngeles, y no dex? de ser por eso el primer diablo, y que Adam, el m?s sabio de los hom
bres, envolvi? a su posteridad en un mar de miserias. As? pues, Hi
dalgo podr? ser hombre doct?simo, y querer precipitarnos ahora en un abismo de males. Los m?s grandes heresiarcas han sido por lo com?n de muchas letras y de gran ingenio; a Mahoma y Napole?n nadie les ha tenido por idiotas: tambi?n el Anti-Cristo ser? un sabio...
Hidalgo, pues, no es el doctor, pero s? el docto y hasta el doct?simo; es el hombre sabio, el hombre de muchas letras y de
gran ingenio, semejante en esto a Luzbel, a Ad?n, a Mahoma, a Napole?n; es el hombre sabio, sin el t?tulo correspondiente de la Real y Pontificia Universidad de M?xico y sin el consen timiento oficial de aquel ilustre claustro; es el hombre sabio,
porque la gente que lo conoc?a bien y entend?a de sabidur?a, estimaba que lo era; es el docto a secas, o sea, como explica el
Diccionario de la Academia Espa?ola, el que "a fuerza de es tudios ha
adquirido m?s conocimientos que los comunes u ordi
narios".
El segundo juicio positivo se lo debemos a don Ferm?n de Reygadas. En el n?mero 5 de El Aristarco, nos dice (pp. 766 767) : Hidalgo es un "libertino de ciencia pagana" y los liber tinos suelen burlarse de los discursos que se fundan en la reli
gi?n, en el evangelio, en las verdades reveladas y en el temor a Dios:
pero a esta clase de sabios de ciencia pagana es necesario prevenirles: que la humana sabidur?a que no debe su origen a las verdades re
veladas, no es otra cosa que necedad; que el hombre naufraga en
el laberinto de sus propias luces si no las sujeta a la luz eterna de la religi?n, que es la ?nica antorcha que ense?a el camino del acierto
y el medio de no precipitarse en el abismo del error... El mismo or?culo divino tiene dicho tambi?n que la sabidur?a se funda en el temor de Dios; y de aqu? se infiere una verdad que no admite con
tradicci?n, y es la de que no puede ser verdadero sabio el que no teme a Dios.
s JUAN HERN?NDEZ LUNA
Seg?n este juicio, Hidalgo es tambi?n el sabio, s?lo que la sabidur?a que posee no est? fundada en el evangelio, en el te
mor de Dios. Su sabidur?a es la de un libertino, una sabidur?a
prohibida que se identifica con la necedad y la herej?a. Hidal go no es un verdadero sabio, porque no profesa la sabidur?a de los sabios realistas, pero es un sabio, y esto es lo verdaderamen
te importante. De los dos juicios anteriores se desprende que Hidalgo es,
por una parte, el docto, el sabio; y, por la otra, el docto o sabio
que posee una "ciencia pagana" y una sabidur?a prohibida. De aqu? que sea menester indagar en qu? era docto Hidalgo y por qu? la sabidur?a que sus enemigos le atribu?an ten?a el car?cter de prohibida.
Del trato dado a Hidalgo en estos escritos pol?micos, se
desprende que se le juzgaba docto en teolog?a. Cuando se re fieren a ?l, para censurarlo, lo llaman "catedr?tico de teolo
g?a", "te?logo y canonista", "te?logo de nuevo cu?o", "fino
te?logo", aunque tambi?n "te?logo de la herradura de Mr. de la Bri?", "bachiller te?logo", "p?simo te?logo".
El m?s enconado de estos tres detractores, el autor del
Anti-Hidalgo, va m?s all? del simple trato de te?logo y reco noce que efectivamente es un docto en teolog?a. En su carta
s?ptima (p. 644) recuerda que Hidalgo fu? catedr?tico de teo log?a en el Colegio de San Nicol?s, y declara que ense?? con
aplauso la Suma teol?gica de Santo Tom?s.
?No eres t?, se?or bachiller, el que ense?aba la Suma teol?gica de Santo Tom?s en el Colegio de San Nicol?s con alg?n aplauso, aunque no tan merecido como los menos h?biles de tu provincia
ponderaban, dando con sus elogios desmedidos p?bulo a esa soberbia
que enteramente te ha precipitado en el abismo de las maldades m?s atroces... ?
En la misma carta s?ptima el autor dice que Hidalgo logr? con sus lecciones de teolog?a seducir a sus oyentes, consiguien do arrastrar a la revoluci?n una
"gran porci?n de larraguistas y bachilleres de todas clases y condiciones". Esto indica que la
teolog?a que ense?aba Hidalgo ten?a un car?cter militante y activo. No es aventurado afirmar que la revoluci?n de Dolores
comenz? a germinar en aquellas lecciones de teolog?a. Desde
HIDALGO Y LOS REALISTAS 9
su c?tedra, Hidalgo preparaba una "masa inmensa" de pro s?litos.
La teolog?a tomista fu? la que Hidalgo utiliz? como instru mento ideol?gico para transformar el r?gimen colonial de entonces. En esto reside sin duda uno de los aspectos m?s ori
ginales de Hidalgo, porque en la Nueva Espa?a hab?a enton ces muchos te?logos y muchos catedr?ticos de teolog?a que profesaban la teolog?a tomista y ense?aban a
sus alumnos con
forme a la Suma teol?gica, pero utilizaban esta doctrina para justificar y conservar el orden de la Colonia; en cambio, Hi dalgo emple? esa misma ideolog?a para transformarlo. De aqu? que su detractor se pregunte sorprendido (p. 644):
?Es ?sta de ahora la teolog?a que antes aprendiste, y ense?as hoy la que en aquel tiempo ense?aste? ?O se podr? decir de ti lo que de Volter [sic], que aprend?a en Santo Tom?s los argumentos hasta las soluciones exclusive para impugnar el dogma y la moral, sin fati
garse en buscar nuevos sofismas, sacando de la misma triaca el vene no de su irreligi?n e inmoralidad? ?Imitas este m?todo para seducir
mejor?
Tal parece ser el parad?jico papel que jug? la filosof?a de Santo Tom?s en el movimiento de Independencia, pues Hidal go, docto en teolog?a tomista, da a esta doctrina un sentido
hist?rico distinto. Por eso con justa raz?n su detractor vuelve a preguntarse: "?Ser? posible que un bachiller te?logo haya venido a intentar deshacer los primeros cimientos de la so
ciedad humana, autorizando unos delitos que los mismos pa
ganos miraban con horror y sus leyes castigaban con rigor extremo?" Un docto en teolog?a tomista que ha iniciado una revoluci?n para deshacer los cimientos cat?licos en que des cansaba la sociedad colonial, y que ha sabido sacar de esa
teolog?a los principios para justificar esa revoluci?n, eso es Hidalgo. De ah? el rasgo prohibido, pagano, que ven en la sabidur?a que profesa.
Este car?cter proviene, seg?n los realistas, del pecado de la soberbia. Hidalgo es un te?logo que habiendo aprendido y ense?ado la teolog?a tomista, se dej? dominar por la soberbia, incurriendo en el mismo pecado de Luzbel.
En su carta primera, fray Ram?n Casa?s presenta a Hi
I o JUAN HERN?NDEZ LUNA
dalgo como un escol?stico pose?do de la soberbia luciferi na (p. 624) :
Te conoc? antes como un escol?stico sombr?o, taymado y sofista;
orgulloso siempre quando pisabas la arena literaria; y siempre mor
daz y de mala fe cuando manejabas las armas de la escuela. Algu nos desde entonces auguraban de ti que ser?as perverso f si hallabas circunstancias que ofrecieran impunidad al desfogue de tu soberbia
luciferina.
El mismo autor, en su carta s?ptima (p. 644), habla de Hidalgo como de un escol?stico luciferino que ha exaltado la
l?gica por encima de todas las ciencias y artes sabidas y por saber y que ha tenido la habilidad de aplicarla sutilmente en la preparaci?n de la revoluci?n de Independencia:
Al fin s? de positivo tus planes, m?ximas, razones y miras para lo porvenir. Una feliz casualidad me ha proporcionado por varios
papeles tuyos originales, y saber de boca de algunos presos, tus m?s ?ntimos confidentes, tu modo de pensar y de discurrir, quando los animabas a esta conspiraci?n. Resulta de todo, que los argumen tos para apoyarla y promoverla en ?ltimo an?lisis se reducen a los
siguientes, sacados de las S?mulas que aprendiste y ense?aste en el
colegio. Siendo desde entonces sutil l? (gi)co, ahora has hecho la m?s sutil aplicaci?n de aquella arte l? (gi)ca, que para ti vale por todas las ciencias y artes sabidas y por saber, especialmente por el arte de la guerra... [Y, as?], crey?ndote t? el m?s sabio y bene
m?rito de cuantos habitan la Nueva Espa?a, [has querido renovar con tu grito de guerra la] locura del soberbio Luzbel, escalar el fir
mamento e ir a arrojar de su trono al Alt?simo.
Pero ?qu? fu? lo que indujo a Hidalgo a cometer el pecado de soberbia? Fu? el contagio de las doctrinas antirreligiosas de los enciclopedistas franceses y de las ideas de la Revoluci?n francesa. En los escritos pol?micos de estos detractores de Hi
dalgo, constantemente se le acusa de leer a Voltaire, Rousseau,
Diderot y Raynal, as? como de imitar sus doctrinas y de querer aplicarlas en la Nueva Espa?a. En cuanto al contagio con las ideas de la Revoluci?n francesa, no s?lo se dice que Hidalgo es un
"hijo espiritual de Francia y de Napole?n", sino que en el di?logo s?ptimo entre Fil?patro y Aceraio se asegura que un emisario de Napole?n visit? a Hidalgo y en esa visita se pla ne? la revoluci?n de Independencia. Como pruebas de seme
jante afirmaci?n se muestran varios documentos, entre ellos
HIDALGO Y LOS REALISTAS il
unas estampas en las que se ve "una ?guila pintada que quiere despedazar a un Le?n", diciendo que esa estampa significa "el
?guila Mexicana queriendo despedazar al generoso Le?n de
Espa?a"; unas "monedas de oro" de los Bonaparte que se ase
gura fueron repartidas en Quer?taro, San Miguel y otros pue blos; y unos apuntes para proclamas y "planes para repartir las haciendas de labor entre los que sigan las Vanderas de la
Rebeli?n". Se a?ade en el mismo di?logo s?ptimo que tales
objetos son las "prendas que ese emisario dej? a Hidalgo en se?al de la alianza que vino a establecer con ?l, de parte de
Napole?n" (pp. 712-713). Hidalgo es, pues, para los pensadores realistas un hombre
soberbio. Y me parece que estos pensadores vieron, mejor que nadie, la esencia intelectual de Hidalgo. Digo "esencia inte lectual", porque ellos reconocen en Hidalgo un sabio, un te?
logo, un dial?ctico, un hombre de letras. La esencia de la cul tura que pose?a, lo que ella encerraba, el sentido que ten?a, era
para los realistas soberbia lud ferina, esto es, rebeld?a, discor
dia, atentado contra Dios. Hidalgo es un intelectual "conde
nado" y "endemoniado". Esta definici?n del iniciador de nuestra Independencia resulta hoy un acierto a la luz de las
concepciones que la filosof?a ha hecho del hombre que se de dica a las faenas del pensamiento.
As?, por ejemplo, el maestro Jos? Gaos ha se?alado una "armon?a preestablecida entre la filosof?a y la soberbia".
En ambas se dan las mismas notas capitales. Intelectualidad: la
filosof?a es cosa de Saber; la soberbia, conciencia de superioridad in telectual. Sustancialidad salvadora: la filosof?a busca lo sustancial salvador y piensa encontrarlo en la soberbia sustancialidad y salva ci?n en s?. Abstracci?n: la filosof?a es abstracci?n intelectual y vital; la soberbia, distanciadora, aisladora. Principalidad superior y domi
nante, que es, en suma, la definici?n, id?ntica, de una y otra. En
fin, extremosidad trascendente de lo humano, y metaf?sica, que se
patentiza en el car?cter definitivo y absoluto del saber de los princi pios y de estos mismos, en los elementos divinos y demoniacos del fen?meno de la soberbia en su modalidad apical.14
Y en su Invitaci?n a filosofar el maestro Garc?a Bacca sostiene
que "ser fil?sofo es ser y estar condenado", "es nacer condena
do a perpetuidad al trabajo forzado de pensar". El fil?sofo
12 IUAN HERN?NDEZ LUNA
"se condena por endemoniado; o m?s delicadamente,.. .el fil?
so?q nace condenado a vivir endemoniado". Por ello el fil?sofo est? amenazado de una
"tragedia externa": la de "correr el
peligro de ser condenado a muerte".15 Ha habido tiempos en
que ser fil?sofo equival?a a ser condenado a muerte: as? los
tiempos de S?crates y los llamados "sant?simos tiempos de la
Inquisici?n". Los de Hidalgo fueron tambi?n tiempos en que ser fil?sofo equival?a a correr el peligro de ser condenado a
muerte. Hidalgo en la literatura de los realistas aparece como el retrato t?pico del fil?sofo que ha hecho de su vida una "condenaci?n vital", como un ser que ha nacido para vivir endemoniado. Por eso Hidalgo, cuando se le mira a la luz de estas ideas que armonizan filosof?a y soberbia, es el fil?sofo
mexicano por excelencia de nuestro siglo xvm, el hombre que hizo del filosofar una tarea vital, una forma de vida, un estilo de existencia. Tal me parece la primera estatua bella y adora
ble que se oculta tras de esa m?scara de "monstruo fabuloso"
con que Hidalgo aparece disfrazado en los libelos de los rea listas.
3. El caudillo de la "clase indiana"
La m?scara de difamaci?n y de desprestigio con que los
pensadores realistas desfiguraron la verdadera personalidad de
Hidalgo no s?lo ha impedido ver su esencia intelectual, sino tambi?n su recio perfil de reformador agrario.
En casi todos los documentos de la literatura realista se alude a este rasgo de su personalidad, pero sobre todo en el
Anti-Hidalgo, en los Di?logos entre Fil?patro y Acerato y en el Aristarco.
Una lectura maliciosa permite descubrir que este aspecto de la personalidad de Hidalgo se ve a trav?s de una tesis racis ta, que podr?a llamarse de acendrado espa?olismo. Para los autores de esos documentos la Nueva Espa?a es s?lo la pro longaci?n de Espa?a. Las denominaciones de gachupines y criollos les parecen "distinciones odiosas", "nombres ignomi niosos" que no deben seguirse pronunciando, pues s?lo existen
espa?oles. En el di?logo s?ptimo entre Fil?patro y Aceraio se lee (p. 714):
HIDALGO Y LOS REALISTAS 13
Espa?oles se llaman todos los vasallos del Rey de Espa?a, con la ?nica distinci?n de ser unos castellanos, otros navarros, otros arago neses: pues ll?mense espa?oles tambi?n los vasallos que el Rey tiene en las provincias de la Am?rica. A m?s que ?sta es la Nueva Espa ?a; y con raz?n y con justicia y con derecho debemos todos los que nacimos aqu? llamarnos espa?oles.
Y en el di?logo segundo (p. 698) se insiste en que no hay que usar los nombres de gachupines y criollos, porque son feos.
Di "espa?ol de ac?", "espa?ol de all?", o di "espa?ol europeo",
"espa?ol americano". O si quieres puedes decir tambi?n "espa?ol nuevo" y "espa?ol antiguo", porque tambi?n se llama en propio y decoroso estilo "castellano viejo" al que naci? en Castilla la Vieja, y "castellano nuevo" al que es natural de Castilla la Nueva; pero "gachup?n" y "criollo" desti?rrese ya de nuestras bocas.
Consecuencia de tal tesis es la exaltaci?n que hacen estos
pensadores del r?gimen colonial creado y consolidado por la dominaci?n espa?ola durante tres siglos. Hablan de este r?gi men como de una Edad de Oro, de una Jauja. Bajo esta edad dorada de trescientos a?os, la Nueva Espa?a "descansaba feliz
mente en los brazos de la paz", sus hijos viv?an como arrulla dos en las "dulces esperanzas de la Patria Madre", saboreando
las "delicias de la justicia, de la felicidad y de la religi?n" (p.695). Hay al comienzo del di?logo primero entre Fil?patro
y Aceraio un momento en que uno de los interlocutores pre gunta al que acaba de presentarse llorando a las puertas de su casa:
"?Qu? ha sucedido?" "?Qu? ha de ser? Que el cielo se ha cansado de que seamos los americanos los hombres m?s felices de todo el orbe." Es que en "Tierra adentro.. ., en S. Miguel, el pueblo de Dolores", ha hecho estallar la "chispa infernal de la revoluci?n" contra la Madre Espa?a que en "trescientos a?os s?lo ha derramado en esta Nueva Espa?a las dulzuras y las delicias del sosiego p?blico, de la obediencia m?s sencilla, de la fidelidad m?s generosa" (p. 695).
El que haya visitado los pueblos de la Nueva Espa?a con
"ojos fil?sofos"?se dice en el di?logo decimocuarto?, tiene que convenir en que viv?an antes de estallar la revoluci?n
como una "familia del Siglo de Oro": dedicados felizmente a las "labores del campo, al corte de maderas y le?a, a hacer el
carb?n, a cultivar las huertas y hortalizas y a surtir a las villas
14 JUAN HERN?NDEZ LUNA
y ciudades de v?veres y bastimentos", s?lo pensando en "obede cer a sus curas y gobernadores, respetando con el m?s profun do acatamiento los nombres de la Religi?n y del Rey", "con tentos con su suerte, alegres en su trabaxo", "sin ambici?n, sin
soberbia, sin embidia, y baxo de sus xacales, con sus consortes
e hijos, cultivando por s? mismos en los ratos desocupados sus pegujalitos de ma?z, frijol, chile, haba, alberj?n; criando sus cerdos, pabos y gallinas, y muchos sus bacas, sus obejas, sus
burros, mu?as y aun caballos; mientras que las mugeres hila
ban el algod?n y la lana y teg?an sus mantas, pa?os y ce?ido res" (p. 735)
Don Ferm?n de Reygadas escribe en el n?mero 3 del Aris tarco (p. 760) que el esplendor de esta Edad de Oro colonial se hab?a extendido hasta el mundo de las artes y las letras:
La Nueva Espa?a en estos ?ltimos a?os hab?a logrado entre las naciones cultas de Europa una consideraci?n respetable por los si
guientes talentos que produc?a: un Gama, un Bartolache, un ?lzate, un Vel?zquez de Le?n, un Portillo y otros muchos hijos de la es clarecida Minerva del Reyno, fueron unos genios americanos a cuyo
respeto tributaron veneraci?n los m?s egregios sabios de Europa.
La tesis de que s?lo existen espa?oles "de all?" y "de ac?",
porque lo que distingue a un espa?ol es su condici?n de ser vasallo de el Rey de Espa?a, as? como la declaraci?n de que durante la Colonia los habitantes de estas tierras formaban una familia de la Edad de Oro, permite a estos pensadores realistas situar a Hidalgo fuera del mundo de la hispanidad, que a su juicio representa el mundo m?s civilizado de la tie rra. Hidalgo, al no querer ser vasallo del Rey de Espa?a, al
negarse a obedecer su autoridad, no ha hecho otra cosa que rebelarse contra la civilizaci?n hispana y emprender una revoluci?n en contra de los intereses de los blancos, o sea de los grupos de espa?oles y criollos que representan est? civi
lizaci?n en la Nueva Espa?a. Pero si Hidalgo se ha pronunciado contra los espa?oles
de all? y de ac?, ?cu?l es el grupo racial o clase social cuyos intereses ?l defiende y representa? En el n?mero nueve del
Aristarco, don Ferm?n de Reygadas presenta a Hidalgo como el caudillo de la clase indiana, clase que forma la masa de los
ej?rcitos insurgentes y que ha sido arrastrada a la revoluci?n
HIDALGO Y LOS REALISTAS IS
con la promesa de que se le restituir?n las tierras que le per tenecen y que los espa?oles y criollos le han usurpado. He
aqu? la estupenda caracterolog?a que este pensador realista hace de la clase indiana y de los m?viles que Hidalgo utiliz?
para lanzarla a la Revoluci?n (p. 777): Muy pocos son los indios civilizados que abriga esta Am?rica
septentrional: la otra parte mayor de estos naturales est? abismada en una espantosa ignorancia de las obligaciones del hombre social
y religioso: aislados en sus pueblos y baxo el gobierno ped?neo de otros indios viejos del mismo lugar, rudos y viciosos, no piensan en otra cosa que en vegetar, sin que la ambici?n de los honores mode rados ni la eternidad les merezca un regular cuidado. Ellos siembran
y preparan el pan de ma?z que comen: las mugeres hilan y texen el tosco vestido que las cubre: surten las poblaciones inmediatas de
gente de raz?n con le?a, carb?n y alguna otra corta industria a
que se dedican en su terreno, trabajo que no les embaraza tener una vida ociosa: mas el sujetarse a ilustrar su alma con ideas de civilidad y catolicismo, es un negocio repugnant?simo a su vo luntad viciada con las libres costumbres de sus hogares. Su incli naci?n a apoderarse de las tierras de sus vecinos es tan vehemente
quanto est?n imbuidos en que todo el suelo americano les perte nece y las dem?s clases de individuos se lo han usurpado: su hi
pocres?a quando ruega es tan temible como su insolencia quando se atumulta en sus pueblos: jam?s agradece un beneficio ni per dona un agravio: jam?s obsequia sin objeto injusto o interesado que le anime: por qualquiera ventaja que se ofrezca a sus pasiones dominantes est? pronto a exponerse al mayor peligro: el tiempo futuro para ?l est? siempre oculto tras el bastidor del tiempo presente: su desconfianza y volubilidad lo constituyen un hom bre in?til para amigo: el que le enga?a y protege para sus usur
paciones, ?se lo disfruta y lo reduce a casi su esclavo.
"Como Hidalgo conoc?a este car?cter de ellos muy bien, no es extra?o que contara con su fuerza para verificar la usur
paci?n del reyno" (p. 778). En efecto, los indios
fueron se?alados para formar la masa de sus ex?rcitos y el apa rato port?til que deb?a cubrir a los sediciosos. Ellos fueron enga ?ados con la esperanza de darles la posesi?n o se?or?o del pa?s; esperanza que, lisongeando su ambici?n favorita de tierras, los lleva a la muerte sin que su falta de reflexi?n los desenga?e de
que obran contra s? y en favor de sus perversos seductores (p. 777).
Fray Ram?n Casa?s ve tambi?n con claridad los m?viles
agrarios que persiguen Hidalgo y la clase indiana. En sus
i6 JUAN HERN?NDEZ LUNA cartas contra Hidalgo lo describe (p. 632) hablando a sus compa?eros de conspiraci?n de la necesidad de precipitar la revoluci?n, haci?ndoles ver que, una vez declarada, los "in
dios" y "rancheros" lo seguir?an "excitados" con el cebo de
apropiarse los "caudales, haciendas, casas, muebles y vestidos
de los europeos", y que para quitar a los indios y rancheros "el miedo a la otra vida", pensaba llevar en el estandarte de la
Independencia la imagen de la Virgen de Guadalupe, "pues aunque ?l no cre?a en esas vulgaridades del culto",
ten?a por indispensable ganar por este medio al populacho, calmar sus remordimientos, decirles que la Virgen le pidi? la tilma a
Juan Diego para darles a los indios en pago toda la tierra que pisen y quisieran arrebatar; y que la imagen de Guadalupe es hoy
m?s poderosa y valiente para la reconquista que ?l emprend?a, que lo fu? la imagen de los Remedios para la conquista hecha por los europeos.
El mismo fraile atribuye a Hidalgo un plan revoluciona rio dirigido a "apropiarse los bienes de ochenta mil espa?oles europeos que hay en la Nueva Espa?a" y a "enredar y enfu
recer los millones de indios", "ofreci?ndoles tierras" (pp. 658 660). Agrega que, en favor de este plan, Hidalgo predica un "derecho nuevo natural y de gentes" que ense?a que el "ran
chero y pe?n" podr?n "arrojar de su propiedad... al se?or que los mantiene", porque estas haciendas las usurparon los
extranjeros a los indios, y que si los espa?oles quieren "pose siones anchas", que las "busquen
en la mar, si lo consienten
los peces, o en la regi?n dicha de fuego, o en los planetas, si no hay all? otros habitantes m?s antiguos" (p. 665) ; y que para conquistar pros?litos, Hidalgo hizo a los indios en el Monte de las Cruces la promesa "de que los militantes baxo
sus estandartes guadalupanos, si mor?an peleando, resucita
r?an triunfantes a los tres d?as, e ir?an a encontrarse (en 12 de diciembre, d?a de Nuestra Se?ora de Guadalupe) sentado baxo solio, repartiendo tierras y trojes, magueyales, muladas y boyadas" (p. 673) .
El autor de los Di?logos entre Fil?patro y Aceraio tam bi?n abunda en alusiones a estos m?viles agrarios que han lanzado a Hidalgo y a la clase indiana a la revoluci?n. Pinta a Hidalgo como un "cl?rigo espadach?n",
como un "sacerdote
HIDALGO Y LOS REALISTAS 17
cargado de armas", como un "cura capitaneando indios" y
"saqueando casas y haciendas" (p. 697), y presenta el movi miento como una revoluci?n agraria dirigida contra los ha cendados espa?oles: "Dicen que esta revoluci?n de Tierra dentro es contra los espa?oles, porque somos nosotros los due
?os de la tierra" (p. 706). Igual que Casa?s, este pensador afirma que Hidalgo uti
liz? a la Virgen de Guadalupe para sublevar a los indios y lanzarlos a esta revoluci?n agraria, argument?ndoles que los "hacendados y propietarios europeos" quer?an entregar este reino a unos herejes y que la imagen de Guadalupe ser?a quemada. Entonces, escribe este realista, los indios pregun taron:
"? Qui?nes son esos traidores? ?Los mismos espa?oles (respondi? el astuto Cura), esos blancos, esos que tienen las tierras y las haciendas, esos que os han usurpado vuestras tie
rras, vuestros montes y vuestras aguas. ?Mueran, pues!..."
(P- 735) Sostiene este mismo autor que la revoluci?n agraria de
Hidalgo y de la clase indiana se debe a la influencia de la Re voluci?n francesa. En el di?logo s?ptimo se habla de una entrevista entre el general franc?s Dalmivar, emisario de Na
pole?n, y el cura Hidalgo, y se asegura que dicho general le
entreg? "planes para repartir las haciendas de labor entre los
que sigan las vanderas de la rebeli?n", y apuntes para procla mas en las que se "pintara a los indios con quanto horror se
pueda la injusticia y crueldades con que los espa?oles con quistaron.
.. Se les dir? que tienen usurpada su tierra... Se
les ofrecer? quitarla del poder de los usurpadores y repartirla, y librarlos del yugo que los oprime..." (pp. 713-714).
Un caudillo de la clase indiana, de los peones y rancheros, dirigiendo una revoluci?n agraria para recobrar las tierras ro badas a sus antepasados y disfrutadas durante trescientos a?os
por una minor?a de terratenientes espa?oles, cuyos privilegios hab?an sido sostenidos y protegidos por los gobiernos virreina les: tal es la imagen de Hidalgo y de la revoluci?n de Inde
pendencia que se puede sacar de estos documentos anti-hi
dalguistas, cuando se les estudia con cierta malicia. Sin ser
marxistas, estos pensadores vieron con claridad el car?cter de
lucha de clases (o de razas) que en el fondo mov?a a la revo
i8 IUAN HERN?NDEZ LUNA
luci?n iniciada en Dolores. Hidalgo no es m?s que el instru mento mediante el cual la clase indiana trata de recuperar sus derechos de posesi?n de tierras arrebatadas por los espa ?oles a partir de la Conquista. Esta imagen de reformador
agrario o de revolucionario agrarista que denuncian entre insultos estos pensadores realistas en sus escritos, es la otra
estatua "bella y admirable" de Hidalgo que se esconde en el interior de ese "monstruo fabuloso" de los edictos, sermones,
exhortaciones y dem?s papeles que propalaron por todos los ?mbitos de la Nueva Espa?a los enemigos de Hidalgo y del
movimiento de Independencia.
NOTAS
1 Josef Mariano Berist?in, Censura al "Discurso contra el fanatismo
y la impostura de los rebeldes de Nueva Espa?a, por D. Ferm?n Rey gadas", apud J. E. Hern?ndez y D?valos, Colecci?n de documentos para la historia de la guerra de Independencia, t. 2, M?xico, 1878 (abreviar? en adelante: HD), doc. n?m. 258, p. 740.
2 Luis G. Urbina, La vida literaria de Mexico y la literatura mexi cana durante la guerra de la Independencia, ed. y pr?l. de Antonio
Castro Leal, M?xico, 1946, p. 73. 3 Luis Gonz?lez Obreg?n, Pr?logo al Hidalgo intimo del Dr. D. Jos?
M. de la Fuente, pp. 15-16. 4
Diego Miguel Brincas, "Serm?n predicado el 7 de diciembre de 1810 en la Iglesia parroquial de Guanajuato, por orden de D. F?lix
Mar?a Calleja", en la Antolog?a del Centenario, Primera parte, M?xico, 1910, pp. 129-147.
5 Jes?s Garc?a Guti?rrez, Jos? Bravo Ugarte, Juan B. Igu?niz, Dic tamen sobre las excomuniones del Cura Hidalgo, Toluca, 1953, p. 7.
6 Exhortaci?n del limo. Arzobispo de M?xico, doctor don Francisco
Javier de Litar?a y Beaumont, a los habitantes de su di?cesis, para que no ayuden a Hidalgo en la revoluci?n (24 de septiembre de 1810).
7 Edicto del limo. Obispo de Michoac?n, don Manuel Abad y Quei po, en el que se excomulg? a los jefes de la insurrecci?n y a los que le siguieron (24 de septiembre de 1810).
8 Apud Jes?s Garc?a Guti?rrez, "Hidalgo y la Virgen de Guadalupe", en ?bside, febrero de 1940.
9 Edicto del Tribunal de la Inquisici?n, en el cual cit? al se?or Hidal
go para que compareciera a responder a los cargos que se le ha/dan y excomulg? a todos los insurgentes.
10 El Anti-Hidalgo, Cartas de un doctor mexicano al Sr. Hidalgo, en
HD, t. 2, doc. 256, pp. 624-695.
HIDALGO Y LOS REALISTAS 19 il Di?logos entre Fil?patro y Acercio, en HD, t. 2, doc. 257, pp. 695-740. 12 El Aristarco, Publicaci?n semanaria refutando el manifiesto del
Sr Hidalgo, en HD, t. 2, doc. 259, pp. 752-815. 13 Juan David Garc?a Bacca? "Introducci?n filos?fica" al Banquete
de Plat?n, Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, M?xico, 1944.
14 Jos? Gaos, Dos ideas de la filosof?a, M?xico, 1940, pp. 40-41, 15 Juan David Garc?a Bacca, Invitaci?n a filosofar, M?xico, 1940,
pp. 1-29.
LA MONEDA Y OTROS MEDIOS DE CAMBIO EN LA ZACATECAS
COLONIAL
Alfonso Garcia Ruiz
LAS ETAPAS GENERALES
La historia de la moneda en Zacatecas, como la de todo
M?xico, puede considerarse dividida por lo menos en nueve
per?odos: i) la ?poca prehisp?nica; 2) la ?poca colonial; 5) el per?odo de la guerra de Independencia; 4) el Imperio de Iturbide; 5) la Rep?blica hasta 1867; 6) el Imperio de Maxi
miliano; 7) La Rep?blica hasta la ca?da del general D?az; 8) la Revoluci?n de 1910; y p) la ?ltima etapa de la Rep? blica, hasta nuestros d?as.
Durante la segunda de estas etapas generales, el actual
Estado de Zacatecas se convierte en un centro econ?mico de
inter?s primordial. La causa natural de este fen?meno es que su suelo, de vieja formaci?n continental, albergaba enormes cantidades de metales preciosos. Y la causa social y propia
mente hist?rica: su incorporaci?n al sistema europeo de eco nom?a entonces vigente, a trav?s de la dominaci?n colonial, que realiz? Espa?a mediante la explotaci?n de sus riqu?simas vetas.
La l?nea hist?rica que este proceso sigue ?desde el punto de vista general de la historia de Am?rica y de M?xico? es
producto del choque entre dos sistemas sociales y dos culturas diferentes que, a lo largo del tiempo, influy?ndose y deter
min?ndose mutuamente, fueron dando el resultado de una
econom?a, una sociedad y una cultura nuevas que, adem?s
de cambiar la faz de la Am?rica precortesiana, produjeron trastornos profundos en la econom?a y en la vida de la socie
dad del Viejo Mundo. Es natural que la econom?a moneta ria no
escape a los resultados de este proceso.
LA MONEDA EN LA COLONIA 21
LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS MONETARIAS
Las primeras experiencias monetarias de los espa?oles en
M?xico, en la ?poca del establecimiento de su gobierno en la ciudad de Tenochtitl?n, nos informan sobre varias de las di ficultades con que a menudo habr?a de tropezar la vida eco
n?mica de la Nueva Espa?a. Se sabe por Bernai D?az del Castillo que, no alcanzando la cantidad de oro de que se
dispon?a para hacer las pagas de los capitanes y soldados con
quistadores, con el que a su vez ellos habr?an de cubrir sus
deudas por armas, vestidos y bastimentos que hab?an obte
nido al fiado, los oficiales de Su Majestad "determinaron aumentar en tres quilates los que tenia su ley, por que en ello
ayudasen, y no nos ayud? en cosa alguna ?agrega?, antes fu? en nuestro perjuicio, porque los mercaderes, por que aquellos tres quilates saliesen a la cabal de sus ganan
cias, cargaban en las mercader?as y cosas que vend?an, cinco
quilates" (Historia verdadera, cap. 67) . Sin embargo, este oro de tepuzque se convirti? en la pri
mera denominaci?n monetaria de la Nueva Espa?a, y circul? corrientemente, algunas veces a?n m?s alterada por los par ticulares. No estando sellada, se entregaba y corr?a por peso,
y de ah?, se dice, el origen del nombre de nuestra moneda.
Adapt?ndose a las variaciones del cambio, circulaba en mul
titud de piezas de distintos tama?os, formas y pesos. Por eso el Ayuntamiento de la ciudad dispuso, el 6 de abril de 1526, que todas las personas que tuviesen oro de aquella clase y quisiesen llevarlo a la fundici?n, en presencia de los oficiales reales, lo volver?an a recibir reducido a pedazos o tejuelos "de un tom?n, e dos tomines, e cuatro tomines, e un peso, e dos
pesos e cuatro pesos, poniendo en cada pedacito los mismos
quilates, para que ande por la tierra e se pueda por menudo
comprar e vender", dando cargo a ciertas personas para que lo
hiciesen, llevando una cantidad por su trabajo (Alam?n, No vena disertaci?n).
Estas providencias no dieron seguramente el resultado ape
tecido, pues todav?a en 1531 el licenciado Salmer?n, en una carta que dirigi? al Consejo de Indias, expresaba la necesi
dad de que se fundase una Casa de Moneda, se emitiese mo
22 ALFONSO GARC?A RUIZ neda menuda, y la grande se igualase a la de Espa?a, y que "lo de tepuzque se reduxese a ley perfecta de medio oro, que de cincuenta mil.pesos que anda por la tierra de tepuzque, reduzidos en medio oro, quedar?an poco m?s o menos en
treynta mili, que ser?an quinze, y a ?stos se les a?adiese un
quilate para la contrataci?n d?lia", y dice que eso es "muy ymportante para la moderaci?n de los precios de las cosas e para contrataci?n de la tierra".1
M?s tarde, al darse en 1535 las primeras providencias para fundar la Casa de Moneda de M?xico, se dispuso que no se labrase moneda de oro, y en 1565 se renov? el mandato por la Ley 3, t?t. 23, lib. 40 de la Recopilaci?n de Indias. Con cierta raz?n deduce Orozco y Berra2 que
los pesos de oro nacidos de la necesidad de entregar el valor de las cosas, no eran moneda de oro, eran el peso de la moneda efectiva que faltaba: pedazos de plata dados en lugar de los duca
dos, castellanos, etc_ Como verdadera moneda no existieron
nunca; fueron imaginarios; valores inventados y consentidos para entenderse, a semejanza de lo que hoy llamamos "granos", que jam?s hemos visto, y con todo nos sirven para expresar fracciones peque?as en nuestros c?lculos. El peso de oro de tepuzque fu? el ?nico que de imaginario se convirti? en real, y ha llegado hasta nuestros d?as.
Lo que dice Orozco y Berra ser?a absolutamente cierto si no> supi?ramos que muchas veces se trajo dinero de Espa?a, y que durante el ?ltimo tercio del siglo xvn se restableci? en la Nueva Espa?a la acu?aci?n de oro, lo cual dio lugar a las distintas denominaciones del peso de oro, de oro de mina, de oro ensayado antiguo, de oro ensayado a partir de 1592, de oro com?n y de oro de tepuzque. Sin embargo, aun esta
misma circunstancia de que existiesen tan variadas denomi
naciones, cada una con distinta traducci?n en la imaginaria de maraved?es, y, sobre todo, efectivamente, la de tepuzque,
que conserv? su nombre ind?gena, nos indica la originalidad del r?gimen monetario de la Nueva Espa?a, heredado por
M?xico, y comenzado a construir, en la ?poca espa?ola, sobre
la base de una econom?a y una vida social distintas de las del
Viejo Mundo. En muchos casos, esta nueva econom?a mone taria que se injertaba en el sistema espa?ol correspond?a
LA MONEDA EN LA COLONIA 23
m?s a la naturaleza del cambio directo que a la de una instituci?n monetaria propiamente dicha. Y ello mucho m?s desde el punto de vista de los ind?genas, quienes conservan hasta nuestros d?as usos de cambio muy peculiares.
LA MONEDA IND?GENA
En efecto, tanto por raz?n de no poderse sustituir de una
plumada el r?gimen ind?gena de cambios, donde lo hab?a, cuanto por la relativa escasez a que con mucha frecuencia
estuvo expuesta la moneda acu?ada en M?xico, a su lado
prevalecieron varias de las formas monetarias de procedencia
aborigen. Todos sabemos que las mantas de algod?n, las
planchetas de esta?o, las cuentas y abalorios, el oro en polvo en canutillos de pluma, y sobre todo el cacao, se usaron
durante los siglos xvi y xvn, y algunos de ellos hasta los siglos xv?n y xix, como materia monetaria, medios de cambio y de
pago. Esto particularmente en las zonas de cultura ind?gena sedentaria o entre los grupos de pescadores de las costas y los lagos.
Este fen?meno no tuvo efectos importantes en Zacatecas,
por la sencilla raz?n de que sus primeros habitantes ind?ge nas no conocieron las necesidades del cambio intermediado, y los que luego vinieron, procedentes de distintas regiones de
M?xico, o formaron pueblos, generalmente dirigidos por re
ligiosos bajo un r?gimen de econom?a independiente, o fueron los trabajadores de las minas, sometidos al pago y comercio con la moneda acu?ada de los espa?oles. De esta manera,
quedaron a expensas del resultado que produjese la implan taci?n del trabajo, la econom?a y la moneda de los asientos
de minas espa?oles.
EL SISTEMA DE LA CASA DE MONEDA
A partir de 1535 toma forma en M?xico el sistema que regir?a en adelante la instituci?n de la moneda: se proyectan las disposiciones legales relativas de los reinos de Castilla y se funda la Casa de Moneda. Hasta 1810, dicha Casa fu? la ?nica; a ella deb?a llevarse la plata y el oro extra?dos en las
24 ALFONSO GARC?A RUIZ
minas de la tierra, para convertirlos en reales, previa deduc
ci?n de los derechos del Rey, y mediante el pago de una can tidad por marco acu?ado, en concepto de gastos de labor
(braceaje), salario de los diversos funcionarios de ella, y un real de se?oreaje para Su Majestad.3
Las minas de M?xico, que para pagar sus gastos de pro ducci?n o para disfrutar sus rentas en bienes de consumo, necesitaban cambiar sus metales por dinero, quedaban for
zosamente sujetas al sistema de la Casa de Moneda de la ciudad de M?xico. ?sta es la caracter?stica general, en cuanto a la producci?n de la moneda, de toda la ?poca colonial.4
Aunque la Casa se administraba como una empresa pri vada (sin que interviniesen las autoridades m?s que para hacer cumplir las ?rdenes de los reyes relativas al tipo de la
moneda, los derechos de la Corona y su administraci?n y las obligaciones esenciales de sus empleados para con los in
troductores particulares), formaba parte, sin duda, de las modalidades que hab?a adquirido la pol?tica regalista de la Corona. Y si es cierto que los derechos que por concepto de se?oreaje deb?a ?sta percibir no los hizo efectivos sino hasta por el a?o de 1620,) tambi?n lo es que serv?a, al prin cipio en forma general, y despu?s regionalmente, para ejercer el
apartado, ensaye o reensaye y marca de los metales intro
ducidos y, en consecuencia, como medio de centralizar y con
trolar los derechos reales del quinto, uno y medio por ciento
y diezmo. La implantaci?n del "real ensaye" en los asientos de minas de Zacatecas se?ala uno de los momentos en que se hacen manifiestas las peculiaridades del r?gimen de econom?a monetaria que en ellos se hab?a producido por efecto de las
circunstancias especiales a que este sistema, su situaci?n geo
gr?fica y su econom?a general, daban lugar. Adem?s de estos medios de control unificado que llevaba
la Casa de Moneda, funcion? con parecidos efectos la autori
dad de la Real Hacienda, compuesta, en la corte de M?xico,
por sus ministros, y en los lugares de provincia que poco a
poco lo fueron necesitando, por un n?mero conveniente de oficiales reales. En esos lugares, los oficiales quedaron encar
gados de testificar el ensaye de los metales, de descontar los derechos reales y marcar los bloques, en se?al de quedar ellos
LA MONEDA EN LA COLONIA 25
cubiertos. Cuando, por la poca importancia de los reales de minas, era el propio ensayador el encargado de fundir, ensa
yar y marcar los lingotes, tambi?n le correspond?a remitirlos al justicia del partido para que los registrara, devolvi?ndolos despu?s a sus due?os, quienes se compromet?an a llevarlos a
quintar en la Real Caja que correspondiese, antes de los trein ta d?as de registrados.5 Despu?s eran remitidos a la Casa de
Moneda de M?xico, donde volv?an a ser ensayados y acu
?ados.
El env?o se hac?a seg?n varios sistemas, que se sucedieron en el tiempo. Durante los siglos xvi y xvn, la mayor parte de la producci?n minera se entregaba a los mercaderes que en cada real de minas compraban el metal en pasta a un precio inferior al legal, que variaba seg?n la regi?n, asegur?ndose,
mediante la diferencia, los costos de transporte; y esto sin
perjuicio de la ganancia que obten?an por su introducci?n en la Casa de Moneda, la cual pagaba los marcos en un real
m?s de su valor legal. Durante el siglo xv?n, en cambio (por lo menos en las m?s importantes cajas reales), se cre? un fondo
monetario, que se llam? de rescate, destinado a comprar por cuenta de la Corona la producci?n minera; mediante este fondo se entregaban de inmediato los reales de su valor a los
particulares que deseaban convertirlos. Sin embargo, no ter
min? con ello la introducci?n por parte de los mercaderes, pues, siendo negocio l?cito, los m?s prefirieron rebajar sus ganancias a perderlo todo. As? vemos que, todav?a en 1808,
grandes cantidades de plata de Zacatecas figuraban como in troducidas por mercaderes de M?xico en la Casa de Moneda.
Otros medios hab?a que, si no de manera expresa, por lo menos indirecta y complementariamente serv?an para sujetar
la producci?n de metales amonedables a la revisi?n de los oficiales reales. Me refiero, por una parte, a la administra
ci?n de azogues, la cual, declarada de inter?s p?blico en 1559 y manejada mediante diferentes sistemas, mantuvo a los mi neros siempre dependientes del suministro oficial. En igua les circunstancias se hall? por mucho tiempo la provisi?n de
p?lvora, otro de los art?culos vitales para la miner?a. ?ste era, poco m?s o menos, el cuadro general que, de
acuerdo con los intereses de la regal?a minera y dem?s pro
26 ALFONSO GARC?A RUIZ
p?sitos de la pol?tica econ?mica de la metr?poli espa?ola, pretend?a unificar y controlar, en el aspecto de su produc ci?n, la moneda de la Nueva Espa?a.
Regionalismo de la econom?a y la moneda
Aunque en parte fuese ello la realidad determinante, muy lejos estaba de agotar las diferencias de costumbre, usos y va lores que en cuestiones de moneda y medios de cambio ofre c?a en aquella ?poca el vasto territorio de M?xico. La unifi caci?n no se logr? ni siquiera en el centro, donde la cercan?a de los controles fiscales y la Casa de Moneda pod?an hacer
que la moneda acu?ada se impusiese como una instituci?n de la realidad, sin forzar, con perjuicio de la econom?a gene ral, la conveniencia, suficiencia y rapidez de los cambios.
Apenas se hab?an hecho las primeras acu?aciones de cobre, los indios se negaron a aceptarlas y usarlas. Fu? preciso dejar
de labrar la plata de tres reales porque la confund?an, d?ndola como de a dos y recibi?ndola como de a cuatro. La moneda
grande, de plata u oro, sal?a del pa?s rumbo a la Pen?nsula, la mayor parte, o al extranjero, a cambio de los g?neros de consumo, agr?colas, industriales, mineros o humanos que se
importaban; o quedaba dentro del reino para pagar los sala rios y productos que consum?an los espa?oles y extranjeros.
Resultaba muy escasa y costosa para los indios, a quienes naturalmente no
siempre se pagaba con ella, sino, muy fre
cuentemente, con frutos en especie, cacao, ma?z, algod?n,
lana, etc.
Adem?s ?y esto es quiz?s lo m?s importante?, los l?mites
regionales de la econom?a, determinados por las distancias y barreras geogr?ficas y de poblaci?n que actuaban desde antes de la venida de los
espa?oles, no fueron, ni con mucho, su
peradas por ?stos. En su mayor parte, y durante largo tiem
po, los indios sedentarios permanecieron sujetos a su localidad por las encomiendas, que ten?an una funci?n b?sica en la
producci?n. M?s que por el salario, la mano de obra se ha llaba asegurada por la obligaci?n del tributo, por la presta ci?n de servicios personales, mientras los hubo, y luego por las deudas. La moneda no pod?a tener sino una funci?n com
LA MONEDA EN LA COLONIA 27
plementaria en relaci?n con la venta en almoneda de los
tributos y, en los pueblos, en relaci?n con el comercio y los obrajes. Aun durante el per?odo de los repartimientos, el jornal de los indios sirvi? para sustentarlos en el lugar de sus obligaciones, pero segu?a siendo complementario respecto de sus costumbres cambiar?as anteriores a la Conquista. S?lo en
esa proporci?n les daba acceso a los art?culos del comercio
extra-regional, de manera que fundamentalmente se conser
varon consumidores de sus propios productos. Un matiz di
ferente, por consecuencia del movimiento comercial y la atracci?n de mayor cantidad de moneda, ten?an los centros
situados en los caminos regionales, o en los de salida de los
productos al exterior.
En fuerte contraste con la de las zonas agr?colas estaba
la econom?a de las mineras. ?sta ten?a como objetivo, casi
exclusivamente, la explotaci?n de metales amonedables, es
decir, el oro y la plata. En principio, la moneda deb?a ser en ellas m?s abundante, no s?lo por tener la posesi?n de la
materia monetaria, sino por obra de las necesidades econ?
micas y sociales que as? lo exig?an. Sin embargo, fu? un
hecho, en el conjunto de las diferencias regionales, la dis tinci?n de una zona (o, como la llamaba Elhuyar, una "faja
media") hacia la regi?n m?s pr?xima al Norte y Este de M? xico, que habiendo tenido una numerosa poblaci?n sedenta
ria, en tierras de gran fertilidad, se relacionaba desde cerca
con n?cleos agr?colas. Tales fueron, por ejemplo, Guerrero,
Morelos, M?xico, Hidalgo, Michoac?n y Jalisco. En esta l?nea, los reales mineros, relativamente pr?ximos o bien co
municados por caminos pac?ficos con la ciudad de M?xico, pod?an recibir sin tardanzas y a precio legal sus monedas, y cambiarlas en lo necesario por los productos agr?colas que, abundantes, no alcanzaban alto valor. Sirvi?ronse en mucho
de la mano de obra ind?gena por medio de los repartimientos o pagando negros, y despu?s ind?genas, por contrata, con salarios acomodados a la relativa facilidad de la vida. En cuanto a la cantidad y valor de la moneda, sufr?an en parte los mismos fen?menos que las regiones exclusivamente agr? colas.
Muy otras fueron las necesidades de las haciendas de be
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neficio de las zonas del Norte, en que quedar?an comprendi das todas las de esta regi?n: Nayarit, Sinaloa, Durango, Chi
huahua, Zacatecas y San Luis Potos?. Deb?ase ello a varias
razones. En primer lugar, eran parte de la regi?n donde ha bitaban los indios chichimecas, ind?ciles y permanentes ene
migos, que asaltaban las poblaciones y las conductas. No hab?an permitido el establecimiento de grandes poblaciones. Las regiones inhospitalarias y deshabitadas se extend?an en tre uno y otro punto, sin ofrecer seguridad para los arrieros
y viandantes. A ello se agregaba que las tierras no eran, con
gran frecuencia, aptas para la agricultura. La provisi?n de
productos agr?colas deb?a hacerse desde los puntos en que los espa?oles, junto con algunos ind?genas llevados a coloni zar
aquellas tierras, hab?an logrado establecer con alguna se
guridad haciendas de labranza o estancias de ganado. A los indios no era f?cil reducirlos a congregaciones o pueblos.
Nadie pod?a atenerse a su trabajo, pues de repente hu?an para renovar su vida trashumante. La moneda que se les
daba por salario significaba para ellos mucho menos que para los sedentarios de la altiplanicie central. Los productos caros alzaban el precio de los indios y negros que trabajaban en las
minas. La madera, el hierro, el ganado, los azogues, todo era
mucho m?s caro; y la moneda era angustiosamente escasa
durante mucho tiempo. Lo que salvaba la situaci?n era que los minerales eran los m?s abundantes, no s?lo de M?xico, sino de la Am?rica entera, sobre todo los de Zacatecas. Para
pagar el sostenimiento de su poblaci?n hubo de emplearse el metal en pasta. Tanto ?ste como la moneda acu?ada que
adquir?an los mineros segu?an, circulando, las corrientes del comercio hacia M?xico, de M?xico a Veracruz, Campeche y
Acapulco, y despu?s hacia los puertos de Nueva Galicia, Sina
loa, Sonora y California. Cubr?a tambi?n el cambio con las
regiones adyacentes. Creci? mucho el n?mero de los comer
ciantes, algunos de los cuales, al igual que ciertos mineros, crearon los m?s fuertes capitales de la Nueva Espa?a y de la Nueva Galicia, aunque la poblaci?n media prosper? poco y los indios menos. Todos estaban sujetos a las altas y bajas
de una econom?a asentada sobre bases fatales de orden geo
gr?fico y de origen social. La huida del dinero hacia Espa?a,
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Portugal, Holanda, Alemania, Dinamarca, Francia e Inglate rra ser?a una de las causas de agotamiento, y las cat?strofes de la carest?a y el hambre se cernir?an constantemente sobre sus habitantes.
?stas eran las l?neas econ?micas regionales de Zacatecas; ellas nos explican las curiosas circunstancias de la situaci?n
monetaria que vamos a describir.
La moneda en Zacatecas durante el siglo xvi
La primera Caja Real6 que se estableci? en los l?mites del Nuevo Reino de Galicia fu? la de Santiago de Compostela, creada probablemente entre 1532 y 1535, durante el gobierno de ?u?o de Guzm?n. Hacia 1554, el auge de las minas de Zacatecas, Sombrerete, Chalchihuites y San Mart?n debi? sus citar la idea de trasladarla a la primera de las mencionadas.
Juan de Ojeda, su contador, se opuso.7 Tello dice que de Compostela se traslad? a Guadalajara.
?sta era, sin duda, la ?nica que hasta entonces exist?a en todo el reino de Nueva Galicia. Pero en 1561 ya se habla de
otra, que exist?a en Zacatecas desde 1557. Su tesorero, Pedro
G?mez de Contreras, se opon?a a que fuese trasladada a Gua
dalajara. En el documento de este personaje se tocan varias cuestiones que nos interesan en forma directa. La iniciativa
parti? quiz? de los otros oficiales. G?mez de Contreras supo n?a que las razones de ?stos deb?an ser el agrado y comodidad de Guadalajara, por "ser m?s barata y f?rtil en las cosas necesarias de los bastimentos corporales; y lo m?s que los
mueve es la estrema necesidad que aqu? donde al presente estamos se padesce y pasa, por ser la tierra est?ril y de tanta carest?a en los bastimentos y dem?s cosas, a causa de estar los
criados de Vuestra Majestad tan necesitados y con deudas por el poco salario que Vuestra Majestad nos hace merced". Luego enumeraba las desventajas que ?l ve?a. Dice en resumen que, si habiendo la vigilancia de la Real Caja era f?cil la falsifi caci?n del cu?o real con que se marcaban las platas quinta das o diezmadas, mucho m?s lo ser?a no habi?ndola. A ello se prestaba la crecida poblaci?n del lugar. Otro grave incon veniente eran las dif?ciles comunicaciones con Guadalajara.
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El costo del transporte resultaba excesivo. Pero m?s que todo, deb?an tomarse en consideraci?n los fraudes que se comet?an a la Real Hacienda. Los mineros pobres adquir?an sus platas
por rescate, es decir, compr?ndoselas a los trabajadores in dios o esclavos negros, a quienes los patrones se las conced?an
como complemento del salario. Esas platas deb?an pagar por
derecho el quinto y no el diezmo que, por algunos a?os, se
hab?a concedido a los mineros de Zacatecas. Sin embargo,
generalmente no pagaban sino la d?cima, como las platas de beneficio. El perjuicio era tanto m?s grave cuanto que la plata de rescate, seg?n ?l, se registraba en mayor cantidad
que la de fundici?n o azogue. Su producci?n anual ascend?a
aproximadamente a la cantidad de cien mil pesos. Resul
taba, pues, un fraude a Su Majestad, que G?mez de Contreras calculaba en veinte mil pesos anuales.8
Lo m?s interesante para nosotros ahora es hacer notar
el uso de las platas de rescate como medio de pago. En la
?poca colonial, fu? ?ste el fen?meno m?s importante de sus tituci?n de la moneda que encontramos en Zacatecas, origi
nado por la escasez y consiguiente carest?a de la moneda acu
?ada. M?s adelante tendremos elementos con qu? precisar su relaci?n de valor y las variaciones que tuvo, sus efectos en
el cambio y algunas de sus consecuencias sociales.
Las minas de Zacatecas atrajeron r?pidamente una pobla ci?n numerosa y activa. En 1554 eran probablemente "m?s de trescientos [espa?oles] y mil de otros tratantes"* seg?n el licenciado Lebr?n.9 Pronto ser?an cerca de dos mil.10 Aunque algunos eran negociantes extranjeros, de paso, la mayor?a se
empleaba en los trabajos mineros de las varias haciendas de beneficio y de fundici?n que ya exist?an. La producci?n as cend?a en n?meros redondos, por a?o com?n, a medio mill?n
de pesos. Algunos lugares pr?ximos iban adquiriendo pros peridad a base de la demanda de art?culos que Zacatecas no
pod?a producir: ma?z, trigo, frijol, garbanzo, sal, ganado ma
yor y menor, vinos, etc. ?base constituyendo un centro de
econom?a regional. Su inusitada prosperidad, por caminos m?s cortos y menos dif?ciles que los que la pod?an conducir
a M?xico, llegaba ya entonces hasta Guadalajara. Sin embar
go, la provisi?n de moneda no sosten?a ese ritmo de creci
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miento. Hab?a que ir a adquirirla a M?xico. La vuelta de los reales ?como se llamaba entonces a la moneda? tardaba
mucho. Esto significab