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1467 aA las 17:00 horas, bajo la Presidencia del se- æor Jaime Yoshiyama e integrando la Mesa Di- rectiva el seæor Vctor Joy Way y el accesitario seæor AndrØs Reggiardo SayÆn, el Relator pasa lista, a la que contestan los seæores Miguel Grau Seminario (1) , Amurœz Gallegos, Barba Caballe- ro, Barreto Estrada, Barrn Cebreros, Bedoya de Vivanco, Blanco Oropeza, CÆceres VelÆsquez (Pe- dro), CÆceres VelÆsquez (Rger), Carpio Muæoz, Carrin Ruiz, Castro Gmez, Colchado Arellano, Cruz ArrunÆtegui, Cruzado Mantilla, Cuaresma SÆnchez, ChÆvez Cosso, ChÆvez Romero, Chirinos Soto, Chœ Meriz, Daz Palacios, Donayre Lozano, FernÆndez Arce, Ferrero Costa, Figueroa Vizcarra, Flores-Araoz Esparza, Flores Nano, Freundt-Thurne Oyanguren, Gamarra Olivares, Gamonal Cruz, Garca Mundaca, Garca Saave- dra, Guerra Ayala, Helfer Palacios, Hermoza Ros, Huamanchumo Romero, Kouri Bumachar, La Torre Bardales, Larrabure GÆlvez, Len Tre- lles, Lozada de Gamboa, Marcenaro Frers, Matsuda Nishimura, MelØndez Campos, Moreyra Loredo, Nakamura Hinostroza, Ocharan Zegarra, Olivera Vega, Ortiz de Zevallos RoØdel, Pajares Ruz, Paredes Cueva, Patsas Mella, Pease Garca, ReÆtegui Trigoso, Rey Rey, Roberts Billig, Sal- gado Rubianes de Paredes, Sambuceti Pedraglio, Sandoval Aguirre, Serrato Puse, Siura CØspedes, Sotomarino ChÆvez, Tello Tello, Tord Romero, Torres y Torres Lara, Torres Vallejo, Tudela van Breugel-Douglas, Vega Ascencio, VelÆsquez Ureta, Velit Nœæez, Vicuæa VÆsquez, Vilchez Malpica, Villar de Posadas, Vitor Alfaro, Ysisola FarfÆn, Zamata Aguirre y Zevallos Ros. Con licencia, el seæor VelÆsquez GonzÆles. El seæor PRESIDENTE.a Con el qurum re- glamentario, se reabre la sesin. Se aprueba el artculo 159”, sobre la pena de muerte, del Captulo VIII, Poder Judicial, Ttulo IV, De la Estructura del Estado, con- tenido en el dictamen en mayora de la Co- misin de Constitucin y de Reglamento El seæor PRESIDENTE.a Continœa el deba- te sobre el artculo 159”, de la propuesta en ma- yora, relativo a la pena de muerte. Tiene la palabra el doctor Castro Gmez. El seæor CASTRO GMEZ (MDI).a Seæor Presidente, colegas: Sobre el tema, quiero ini- ciar mi exposicin haciendo dos apreciaciones que me parecen importantes. La primera, es para reafirmar que nosotros, des- (1) Por R.L. N23680 (13/10/83), se dispone permanentemente una curul, en el Hemiciclo del Congreso, con el nombre del Diputado Miguel Grau Seminario. La lista de asistencia comenzarÆ con el nombre del HØroe de la Patria, MIGUEL GRAU SEMINARIO, tras cuyo enunciado la Representacin Nacional dirÆ ¡PRESENTE! 29“ Z SESIN (Vespertina) MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE LOS SEORES JAIME YOSHIYAMA Y V˝CTOR JOY WAY ROJAS SUMARIO Se pasa lista.a Se reabre la sesin.a Se aprueba el artculo 159”, relativo a la pena de muerte, del Captulo VIII, Poder Ju- dicial, Ttulo IV, De la Estructura del Estado, contenido en el dictamen en mayora de la Comisin de Constitucin y de Re- glamento.a Se suspende la sesin.

29“ Z SESIÓN (Vespertina) MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 … · 2018-09-30 · (Vespertina) MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993 PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA Y V˝CTOR JOY WAY

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�A las 17:00 horas, bajo la Presidencia del se-ñor Jaime Yoshiyama e integrando la Mesa Di-rectiva el señor Víctor Joy Way y el accesitarioseñor Andrés Reggiardo Sayán, el Relator pasalista, a la que contestan los señores Miguel GrauSeminario(1), Amurúz Gallegos, Barba Caballe-ro, Barreto Estrada, Barrón Cebreros, Bedoya deVivanco, Blanco Oropeza, Cáceres Velásquez (Pe-dro), Cáceres Velásquez (Róger), Carpio Muñoz,Carrión Ruiz, Castro Gómez, Colchado Arellano,Cruz Arrunátegui, Cruzado Mantilla, CuaresmaSánchez, Chávez Cossío, Chávez Romero,Chirinos Soto, Chú Meriz, Díaz Palacios, DonayreLozano, Fernández Arce, Ferrero Costa, FigueroaVizcarra, Flores-Araoz Esparza, Flores Nano,Freundt-Thurne Oyanguren, Gamarra Olivares,Gamonal Cruz, García Mundaca, García Saave-dra, Guerra Ayala, Helfer Palacios, HermozaRíos, Huamanchumo Romero, Kouri Bumachar,La Torre Bardales, Larrabure Gálvez, León Tre-lles, Lozada de Gamboa, Marcenaro Frers,Matsuda Nishimura, Meléndez Campos, MoreyraLoredo, Nakamura Hinostroza, Ocharan Zegarra,Olivera Vega, Ortiz de Zevallos Roédel, PajaresRuíz, Paredes Cueva, Patsías Mella, Pease García,Reátegui Trigoso, Rey Rey, Roberts Billig, Sal-gado Rubianes de Paredes, Sambuceti Pedraglio,Sandoval Aguirre, Serrato Puse, Siura Céspedes,Sotomarino Chávez, Tello Tello, Tord Romero,

Torres y Torres Lara, Torres Vallejo, Tudela vanBreugel-Douglas, Vega Ascencio, VelásquezUreta, Velit Núñez, Vicuña Vásquez, VilchezMalpica, Villar de Posadas, Vitor Alfaro, YsisolaFarfán, Zamata Aguirre y Zevallos Ríos.

Con licencia, el señor Velásquez Gonzáles.

El señor PRESIDENTE.� Con el quórum re-glamentario, se reabre la sesión.

Se aprueba el artículo 159º, sobre la penade muerte, del Capítulo VIII, Poder Judicial,Título IV, De la Estructura del Estado, con-tenido en el dictamen en mayoría de la Co- misión de Constitución y de Reglamento

El señor PRESIDENTE.� Continúa el deba-te sobre el artículo 159º, de la propuesta en ma-yoría, relativo a la pena de muerte.

Tiene la palabra el doctor Castro Gómez.

El señor CASTRO GÓMEZ (MDI).� SeñorPresidente, colegas: Sobre el tema, quiero ini-ciar mi exposición haciendo dos apreciaciones queme parecen importantes.

La primera, es para reafirmar que nosotros, des-

(1) Por R.L. Nº 23680 (13/10/83), se dispone permanentemente una curul, en el Hemiciclo del Congreso, con el nombre del Diputado Miguel

Grau Seminario. La lista de asistencia comenzará con el nombre del Héroe de la Patria, MIGUEL GRAU SEMINARIO, tras cuyo enunciado

la Representación Nacional dirá ¡PRESENTE!

29ª Z SESIÓN(Vespertina)

MARTES, 3 DE AGOSTO DE 1993

PRESIDENCIA DE LOS SEÑORES JAIME YOSHIYAMA

Y

VÍCTOR JOY WAY ROJAS

SUMARIO

Se pasa lista.� Se reabre la sesión.� Se aprueba el artículo159º, relativo a la pena de muerte, del Capítulo VIII, Poder Ju-dicial, Título IV, De la Estructura del Estado, contenido en eldictamen en mayoría de la Comisión de Constitución y de Re-glamento.� Se suspende la sesión.

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de el Movimiento Democrático de Izquierda, ha-cemos política en base a principios. No nos orien-tamos, ni realizamos nuestro quehacer cotidia-no, sobre la base de las encuestas. Eso nos pare-ce muy mal, nos parece la negación del quererhacer una política moderna, y, además, porquees totalmente inconsecuente el señalar que sehace política y, en este caso, que se está a favorde la pena de muerte "porque el pueblo lo exige".

Es absolutamente inconsecuente, si así fuera,porque no vemos aquí una acción sistemática ysostenida en relación, por ejemplo, con lo que pideel pueblo: aumento de sueldos y salarios, traba-jo, bienestar. Entonces, creemos que eso es real-mente renunciar a la política en su ámbito depedagogía, de educación cívica, de compromisocon el país. Nosotros, pues, reafirmamos nues-tra vocación de política en base a principios.

En segundo lugar, en cuanto a la reforma de laConstitución de 1979, creemos que lo que nosreclama el pueblo es que la mejoremos y perfec-cionemos, y, en este caso, no se está atendiendo aesa demanda de perfeccionamiento y mejora dedicha Constitución porque, una vez más, en eltema en discusión se está retrocediendo; no seestá avanzando en el marco normativo constitu-cional, sino, por el contrario, con la ampliaciónde los casos para la aplicación de la pena de muer-te, se está retrocediendo a lo que ya se avanzó enla Constitución de 1979 y se está renunciando aseguir el camino que nos señala, en el que estántransitando las otras sociedades modernas a lasque justamente nosotros queremos acompañaren la ruta del progreso.

Nosotros, sobre la base de querer perfeccionar laConstitución de 1979 �y esto para corregir tam-bién al congresista Carlos Ferrero�, estamos pre-sentando un artículo constitucional que señalamuy claramente lo siguiente:

"Artículo 179º.� No hay pena de muerte".

O sea, no sólo estamos señalando que se man-tenga lo prescrito en la Constitución vigente, sinoque aquí lo decimos con absoluta claridad: esta-mos por una opción abolicionista. Y creemos quehay sectores muy importantes de peruanos quese hallan en esta orientación

Quiero referirles, colegas, una experiencia quehe tenido hace muy pocos días. El 15 de julio úl-timo he estado en la ciudad de Sicuani, capitalde Canchis, una de las provincias altas del de-partamento del Cuzco, donde he participado enuna movilización integrada, en primer lugar, porjóvenes estudiantes de los institutos superioresde las provincias de Chumbivilcas, de Espinar,

de Canas y de Canchis; en segundo lugar, pormujeres campesinas de las organizaciones socia-les de base; en tercer lugar, por maestros de lascomunidades de las zonas rurales, y, en cuartolugar, por promotores de las comunidades cris-tianas de base.

Y este grupo de peruanos de esas zonas abando-nadas, postergadas por la miseria y la violencia,el 15 de julio se ha movilizado por la ciudad deSicuani y ¿saben qué quiero decirles, señor Pre-sidente y colegas? Que no ha estado en laspancartas, en las banderolas y en el grito el pe-dir tierras, el pedir créditos, el pedir atención parael sector agropecuario. No, eso no ha estado. Lamovilización y la consigna, se los comunico a us-tedes, ha sido: "No a la pena de muerte, sí a lavida". Este grupo tan importante de peruanos deesas zonas de violencia, de guerra, de hambre,de miseria, de las zonas más abandonadas, juntopor ese móvil.

El señor PRESIDENTE.� Le ruego concluirsu exposición porque, como tenemos 23 perso-nas anotadas en la lista de oradores, tenemos queser estrictos en el uso del tiempo.

El señor CASTRO GÓMEZ (MDI).� SeñorPresidente, creo que ha habido una toleranciaque se ha dado a otros congresistas y que yo re-clamo para poder desarrollar algunos de nues-tros planteamientos.

El señor PRESIDENTE.� Vamos a darle al-gunos minutos adicionales. Le ruego que conclu-ya.

El señor CASTRO GÓMEZ (MDI).� De otrolado, señor Presidente, justamente respaldandoesas exigencias y esas demandas de esos perua-nos es que nosotros hemos planteado la aboli-ción de la pena de muerte, lo cual sustentamosen razones de orden principista, ético y jurídicoy en razones de orden político. Por supuesto quetodos �la inmensa mayoría de los peruanos�tenemos un sentimiento de indignación contralos responsables del baño de sangre y de muerteque desde hace trece años asuela el Perú; y hetenido oportunidad no sólo de ver sino de com-partir y sentir esa indignación, llegar a un mo-mento de exaltación, y en esos instantes, en efec-to, entender que hay que acabar lo más pronto, ycuanto antes mejor, a través de todos los medios,con quienes han causado este gravísimo daño alpaís.

Y la he sentido, en oportunidad del asesinato deMaría Elena Moyano. El sábado 15 de febrero de1992, apenas había escuchado, por Radio Progra-mas, que se había producido el asesinato, en Vi-

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lla El Salvador, de María Elena Moyano, acudí yestuve allí entre los primeros; y recogí el temor yla indignación de quienes estaban allí, asistien-do incrédulamente a la vesania que se había aca-bado de cometer contra esta enorme dirigentepopular.

Recogí el relato de cómo habían sucedido las co-sas. Que se había acercado el grupo de aniquila-miento, que le habían dado un tiro en la cabeza,que luego le habían puesto al cuerpo dinamita yque lo habían despedazado. En esos momentossólo quedaban manchas de sangre en las pare-des. El relato decía que se habían recogido par-tes de su cuerpo y que habían sido llevados a lamorgue. En un momento surgió la posibilidadde que se tratara de otra persona, de otra perua-na, de que no fuera María Elena, porque éstaseran las condiciones en que se había producidoel atentado, y sólo habían quedado restos de esteacto criminal.

Ante esa duda, en mi condición de médico, inme-diatamente me dirigí a la Morgue Central deLima, para constatar si se trataba o no de ella. Alo mejor no era María Elena. He llegado, a horasde la noche, y he ingresado a la Morgue Central�conocen muchos este local, con sus caracterís-ticas deprimentes y lóbregas�, y el espectáculono pudo ser más horrendo, al encontrar, en unamesa, la cabeza separada del cuerpo, una pierna,un brazo y un poco de carne quemada. Cómo nosentir indignación, cómo no querer en esos mo-mentos que se acabe esto de una vez por todas.Por supuesto, señor Presidente, que sí, y com-partimos y sentimos esa indignación seguramen-te gran parte de peruanos.

Pero, señor Presidente, no se ha sentido la mis-ma indignación cuando a Jesús Oropeza Chonta,que no tenía absolutamente nada que ver con elterror, un grupo de malos policías, llevándolo dePuquio a Nazca e Ica, lo sacó de la carretera�iniciados apenas los años de la guerra internaen el país� y le pusieron un rosario de granadasy lo despedazaron. ¿No ha ocurrido también lomismo con el estudiante Malpartida, llevado alas arenas de San Bartolo y destrozado y desapa-recido, de quien sólo se encontró su cráneo? ¿Noha ocurrido casi lo mismo con el estudiante Je-sús Castillo Páez? ¿O con el doctor Augusto Zú-ñiga, cuando una bomba con la cual se intentóasesinarlo le destrozó el brazo? ¿Queremos lega-lizar esta situación de violencia en el país? ¿O,por el contrario, queremos reafirmarnos en quela democracia es superior al terror y que esa su-perioridad es moral, es ética y que justamente esen ese marco que tenemos que derrotar a la sub-versión?

Creo, señor Presidente, con convicción, que se-

ría un grave error político no hacerlo de esa ma-nera. No quiero discutir los problemas de ordendoctrinario y de orden jurídico que mis colegashan fundamentado ampliamente acá, pero eltema de orden político sería un gravísimo errorno tratarlo.

La derrota más importante que ha sufrido Sen-dero Luminoso es la forma cómo ha sido, prime-ro, detenido Abimael Guzmán; segundo, proce-sado, y tercero, sentenciado y hoy purgando con-dena. Ésa es la derrota más importante, más gra-ve, la que ha empezado a cambiar el sentido dela lucha contra la subversión en el país, la que leha hecho perder la iniciativa estratégica, la quelo ha puesto a la defensiva, la que ha devueltoconfianza a la ciudadanía. Porque ahí se ha de-mostrado cómo la democracia y sus métodos deinteligencia, de respeto, de no violencia, de debi-dos procesos y de sentencias firmes, seguras yenérgicas, son los que van a contribuir a la de-rrota de la subversión en el país.

Creo que es totalmente falso y demagógico quese pretenda decir que se va a contribuir a la de-rrota de la subversión con la pena de muerte,porque �como lo han recordado los colegas� lapena de muerte no se va a aplicar de inmediato,pues existe un procedimiento para denunciar elTratado de Costa Rica. Posiblemente, en 1995 sepodrá empezar a aplicar la pena de muerte; ¿aquiénes?, ¿a los cabecillas?

El señor PRESIDENTE.� Le ruego, doctor,concluir, por favor.

El señor CASTRO GÓMEZ (MDI).� Creo,pues, que es un grave error de orden político elpretender ampliar la pena de muerte en el país,ya que eso va a tener consecuencias para la vidademocrática de nuestra patria.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tenemos 20 per-sonas inscritas en la lista de oradores. A los se-ñores congresistas que van a hacer uso de la pa-labra les ruego, por favor, se sirvan utilizar eltiempo de cinco minutos, tal como ha sido acor-dado, para evitar que el debate se prolongue hastamañana.

Tiene la palabra el doctor Humberto Sambuceti.

El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�Gracias por lo de doctor, señor Presidente, señornomás.

El señor PRESIDENTE.� Perdón, tiene us-ted razón, usted es un señor.

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El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�

Muchas gracias, señor Presidente.

El tema de la pena de muerte y la decisión sobreella es un tema de conciencia y de mucha impor-tancia. En el caso personal de quien les habla,estuve, en un principio, en favor de la pena demuerte. Pero, conforme se venían acercando losdías de esta gran decisión, he ido reflexionandosobre las posibilidades de que el voto que yo emi-ta sea en contra de ella.

Quiero narrar una experiencia personal, señorPresidente. En setiembre del año pasado, unasemana antes de la captura del criminal Guzmán,el lugar donde yo trabajaba sufrió un atentadopor un coche-bomba. Cuando fui en la mañana ala radio, pude ver cómo había quedado mi centrode trabajo, el trabajo de mis hermanos y de mipadre. Mi oficina, por ejemplo, no existía; éstahabía volado completamente. Lo primero quesentí fue impotencia, una impotencia realmentegrande, porque ya el hecho estaba consumado yno había forma de recuperar lo que en ese mo-mento teníamos por perdido.

Los días pasaron, y de la impotencia pasé a ladecepción; a la decepción, porque lo que yo espe-raba en esos momentos de la sociedad, de las per-sonas, era ayuda para nuestro caso, para nues-tra familia. Pensé que la sociedad iba, de algunamanera, a tendernos la mano; por ejemplo, a tra-vés de Defensa Civil, a través de la Municipali-dad, a través del Gobierno, por todo lo que pade-cimos en aquel momento. Pero esa sociedad nonos tendía la mano, y nosotros tuvimos, por nues-tros propios medios y esfuerzos, que tratar desalir de aquella desgracia, que, gracias a Dios, notuvo repercusiones de vida, sino solamente dedaños materiales.

Pienso que en el Perú todavía no logramos losmecanismos para poder ayudar a esas personasafectadas por la violencia y revertir de algunamanera el dolor que han sufrido. Ello no implicaque, pese a haber pasado por ese trance, yo bus-que, igual que cualquier criminal terrorista, através de la pasión �o de las pasiones que tieneel ser humano�, la venganza de ese hecho. Creoque es más humano, es mucho mejor, tratar debuscar la concordia y la paz entre los peruanos,que eliminar a los malos peruanos para conse-guir la paz a través de eso.

Creo que la violencia en el Perú tiene raíces muyprofundas. La violencia en el Perú se da por unaserie de desigualdades, por falta de oportunida-des, por un sistema social sumamente injusto.Con esto, no quiero justificar de ninguna mane-ra el acto terrorista; pero creo que el hombre no

tiene el derecho de eliminar al hombre, porqueel hombre no le dio la vida al hombre. Es la divi-nidad la que da la vida al hombre, y no creo quesea justo que el hombre, por sus propias manos,se tome el derecho de eliminar a otro ser huma-no.

Yo siempre me hago esta pregunta: ¿no será lacadena perpetua mayor castigo que la pena demuerte? ¿No será terrible el vivir...

El señor PRESIDENTE.� Le ruego, señorSambuceti, que termine.

El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�

Si fuera tan amable, señor Presidente, le pidoconcederme sólo cinco minutos, yo nunca meexcedo en el tiempo.

El señor PRESIDENTE.� Si alguna personade su bancada desea...

El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�

En todo caso, si usted pudiera consultar se meden cinco minutos más; yo nunca me excedo enel tiempo durante mis exposiciones, señor Presi-dente, pero creo que es necesario que hable unosminutos más.

El señor PRESIDENTE.� Vamos a consultarpara ver si le concedemos los cinco minutos adi-cionales. Como le digo, son veintitantas perso-nas.

Los señores congresistas que estén de acuerdoen concederle cinco minutos adicionales al señorSambuceti Pedraglio, se servirán manifestarlo le-vantando la mano. (Votación). Los que estén encontra. (Votación). Acordado.

Continúe, señor Sambuceti.

El señor SAMBUCETI PEDRAGLIO (FIM).�

Muchas gracias, colegas congresistas.

Creo, señor Presidente, que yo no puedo dejar-me llevar por la misma pasión por la que se de-jan llevar los terroristas cuando cometen sus ac-tos: pasiones de odio, de venganza. Porque, si yoactuara con la misma pasión con que ellos ac-túan, también tendría el mismo derecho al odioy a la venganza.

Quien les habla no cree tener capacidad de odio.Creo que la sociedad es injusta, pero creo en lavida. Por ello, señor Presidente, voy a votar encontra de la pena de muerte.

Por otro lado quisiera, lo deseo fervientemente,de todo corazón, que si este Congreso aprueba la

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ampliación �como dijo el señor Ferrero� de lapena de muerte, ésta sea solamente momentá-nea, porque la corriente en el mundo va en con-tra de ella. Según he leído, en la última décadaun país por año está aboliendo la pena de muer-te. Es decir, el mundo está buscando ser máshumanista, está buscando el desarrollo a travésde la paz; y no creo que encontremos ese desa-rrollo a través de la paz anteponiendo la pena demuerte a la reflexión y a la madurez con la quedeberíamos actuar.

Señor Presidente, voy a votar en contra de la penade muerte.

Muchas gracias.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor García Mundaca.

El señor GARCÍA MUNDACA (MIA).� Se-ñor Presidente: Si había necesidad de un ejem-plo para demostrar lo injusto de los cinco minu-tos para expresar posiciones, es éste, precisamen-te: que se limite la expresión de las razones porlas cuales los congresistas que van a decidir si enadelante se ha de matar legalmente a los perua-nos, cualquiera que sea su acto, a sólo cinco mi-nutos, para hablar o para escuchar.

Ésta es una decisión sumamente grave como paraque se pueda pasar por alto una vez más esta hor-ca que significan los cinco minutos para los queno tienen ninguna posibilidad de ampliarlos, sal-vo la generosidad de la Presidencia, como ha ocu-rrido esta mañana, o el favor del Pleno, cuandousted pone esa ampliación a consideración.

Esto revela que aquí hay dos clases de represen-tantes: los que no tienen posibilidad de acceder aminutos adicionales y los que sí la tienen. Y pa-reciera que esta mayoría se favorece a sí misma,porque la norma de los cinco minutos sólo per-mite que la expresión cuantitativamente ampliase refiera a la mayoría, y mientras más repre-sentantes, mucho más tiempo para hablar.

En la mañana hemos asistido a un debate inte-resante en el que se ha esgrimido una serie derazones a favor y en contra de la pena de muer-te. No es éste el ambiente que vive el Perú, cuan-do empezó la sangrienta carrera de la subver-sión; no es, sin lugar a dudas, el año 1980. Tam-poco es el ambiente que hubo durante los añosen que el terrorismo empieza a coger un dina-mismo sangriento, que puso a todo el país, comolo hemos vivido nosotros, personal y colectiva-mente, al borde de la desesperación. Pero tam-poco hoy estamos viviendo ese mismo ambiente,esa misma situación psicológica, como para no

evaluar con mucho más serenidad la pertinenciao no de la pena de muerte.

Por lo mismo, este solo recuerdo debiera llevar-nos con calma a enjuiciar si es conveniente o no,si es útil o no la pena de muerte. Los argumentosque se han utilizado a favor son de lo más varia-dos. Recuerdo, por ejemplo, que el señor Ferrero,con una gran indignación, que en él adquiere unostonos de dramatismo excepcionales, habló de lasoberanía del país para no ceder a ese chantajeque viene de fuera, que trata de colocar al país enuna necesidad de no aprobar la pena de muertepara seguir recibiendo la ayuda externa.

Me parece que ése es un juicio a medias, porquemientras somos soberanos en rechazar las indi-caciones para que el país no adhiera a la pena demuerte si queremos seguir siendo merecedoresde la ayuda externa, por otro lado sí somos abso-lutamente pasivos y admitimos, sin ninguna ca-pacidad de respuesta, todas las indicaciones cuan-do se trata de política económica.

Luego, pues, los argumentos a favor, contunden-tes por un lado, tienen siempre su respuesta, loque revela que la decisión es personal. Como seha dicho, es de conciencia; pero tiene que ver conlo que le conviene al país, al margen de la situa-ción que se vive.

Se ha dicho en la mañana, con mucha razón, quelos logros evidentes, y que todos saludamos, enla lucha contra la subversión indicarían que sehan alcanzado sin necesidad de la pena de muer-te. En consecuencia, no es ésta la medida desti-nada a conseguir la erradicación de la subver-sión o la derrota del terrorismo.

Por otro lado, tampoco puede recogerse la penade muerte en nuestra legislación, y más aúninstitucionalizarla, porque ése es el camino en laConstitución.

Debemos examinar el conjunto de personas y lainstitución que la va a aplicar. ¿Tenemos confian-za en nuestro Poder Judicial? ¿Es un Poder Ju-dicial idóneo? ¿Son hombres valerosos? ¿Sonhombres prudentes? ¿Son hombres, en general,con juicio como para aplicar la pena de muerteen aquellas situaciones que así lo exijan? ¿Noactuarán, como han actuado durante mucho tiem-po, por presiones, por miedo, de modo que seequivoquen y que después de la equivocación novenga sino el lamento?

No tenemos, lamentablemente, ni vamos a te-ner, creo, un Poder Judicial lo suficientementefuerte, idóneo, responsable, que garantice el efi-ciente uso de la pena de muerte.

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Por lo mismo, porque la utilidad no está demos-trada; porque quienes la van a aplicar tampocodemuestran que pueden hacer buen uso de ella;y porque se ha podido avanzar mucho, gracias aDios y gracias al pueblo peruano, en esta erradi-cación de la lacra del terrorismo, creo que la penade muerte no es necesaria, señor Presidente.

Y si vamos a cometer un error, es preferible errara favor de la vida y no errar predicando la muer-te.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Nakamura Hinostroza.

El señor NAKAMURA HINOSTROZA (NM-

C90).� Señor Presidente: Desde hace trece años,nosotros vivimos esta situación de terrorismo,de subversión, de violencia, por una causa y unefecto fundamental. Muchos dicen que es por lamiseria, otros dicen que es por el caos y la desor-ganización de nuestro país. Pero lo práctico yfundamental es pensar que Sendero Luminoso yel MRTA encontraron en su organización vacíosde poder para avanzar en su desarrollo estraté-gico y táctico.

La sociedad peruana fue sorprendida a partir delo acontecido en el distrito de Chuschi, enAyacucho, donde se dio inicio a esta lucha arma-da, a esta violencia de masas, como decía AbimaelGuzmán. Esta experiencia la estamos viviendoya durante tres gobiernos, y un cuarto, que eséste, nuestro gobierno, a partir del golpe de Es-tado del 5 de abril.

Fundamentalmente, los orígenes de ello se hanenmarcado tanto en Ayacucho, hoy Región LosLibertadores-Wari, como en Huancavelica, Apu-rímac e Ica. Y luego pasa a otra posición, con elMRTA en la región autónoma de San Martín.

Esto me trae a colación una anécdota. Cuando seprodujo ese atentado en Chuschi, la gente, aquíen Lima, decía: "Bueno, unos cuantos cholos de-lincuentes se han levantado en Chuschi, eso esmuy lejos". Y no se conocía en qué parte del mapade Ayacucho estaba esa localidad.

Luego de Chuschi, avanza el año 1981; y ya en elaño 1982, el departamento de Ayacucho y partede los de Apurímac y Huancavelica habían entra-do al entorno de Sendero, y todavía seguíamos pen-sando que se trataba de un grupo de delincuen-tes. Y así pasaba el año y el gobierno de Belaunde.

Pasan los años. Ya estamos en 1985, en 1987, yaparecen los focos subversivos en San Martín,Ucayali y Cerro de Pasco; ya para el 1987 tene-mos también la presencia del MRTA en San José

de Sisa y en Bellavista, con la toma de estos dis-tritos.

Y mala suerte para Lima. En el año 1990 comien-zan poco a poco �en ese entonces nos parecíanmuy lejanas� las acciones terroristas. El añopasado, después del golpe del 5 de abril, las fuer-zas fundamentalmente reivindicativas de nues-tra izquierda, y quizás los partidos que ahora lla-mamos "tradicionales", emitían opiniones tantopersonales y de grupo con respecto a este fenó-meno subversivo.

Y nosotros los serranos dijimos: "vino Tarata ytaj la laj, ¡chacallau!", que quiere decir "qué mie-do". Y el miedo se acentuó en Lima. Fue prácti-camente una noticia nacional e internacional, untrauma para mí, que aunque no soy de Miraflores,tengo muchos familiares que viven allí, ayacu-chanos también, y sanmartinenses. Toda estasituación había creado, pues, un vacío de podery, por lo tanto, un vacío en nuestras leyes, y elresultado era que había un vacío de justicia.

En los años 1987, 1988, 1989 y 1990, en San Mar-tín, en Ayacucho y aquí en Lima, notábamos unfenómeno bien claro: se capturaba a los subver-sivos, y salían después en libertad, ya sea por or-den de la policía o de los jueces, de las propiascárceles del país; y así se seguía alimentando estasituación.

Pasó el año 1990 y el año 1991, y a partir del 5 deabril de 1992 las cosas se toman con más serie-dad. Se comienzan a reorganizar los centroscarcelarios del país, fundamentalmente aquí, enLima. Nuestros camaradas de izquierda decían:"Las fuerzas políticas, económicas y sociales sevan a polarizar". Y lo decían, porque en nuestraizquierda existe un estereotipo de unos dogmasy una doctrina, que parecía que nunca iban a fa-llar; pero todos estos dogmas no previeron untrauma internacional, como fue la llegada de laperestroika, y, fundamentalmente, muy de modaen las universidades durante estos últimos años,las contradicciones de clase y la lucha ideológica.

Si me permite, señor Presidente, mi compañero ypaisano Guerra me va a ceder cinco minutos; por-que yo, la verdad, quisiera hablar dos horas sobreeste tema, pero lo haré muy escuetamente.

El resultado de toda esta situación, a partir deeste Congreso Constituyente Democrático y dela reunión con personajes de elite del BancoMundial y del Fondo Monetario, sobre este temacentral de la pena de muerte, tiene un funda-mento legal en aproximadamente 700 mil des-plazados a la ciudad de Lima, 50 mil en el restodel país y 100 mil a nivel mundial.

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Estas cantidades pueden ser mucho mayores des-pués del censo que se ha realizado, tanto en losdepartamentos del Perú profundo como en lazona de la selva nororiental, pues la migraciónfue fuerte hacia Lima, Trujillo, Arequipa.

Y ese vacío de poder, ese vacío legal, tiene queser llenado desde un punto de vista legal, por-que, dentro de la estrategia de nuestro Gobier-no, y pienso también que en nuestro Poder Le-gislativo, existe la intención de combatir esta si-tuación subversiva teniendo una base conceptualy una orientación estratégica, y contando con laprevención, la represión y el desarrollo alterna-tivo, las acciones internacionales y, al final, elmarco legal.

Algunos congresistas que me han antecedido enel uso de la palabra han expresado cuál es el sen-tir de sus grupos políticos frente a las situacio-nes producidas. Pero, en relación con el tema, lasituación crucial es que el país adolece de unmarco legal para que la pena de muerte sea uncomplemento de la estrategia frente a la subver-sión, tanto a nivel nacional como internacional.Porque consideramos que la pena de muerte essimple y llanamente un complemento de todo esteplan.

Quiero entender así las expresiones del doctorChirinos Soto, en el sentido de que se trata deuna ampliación de la pena de muerte con respec-to al delito de traición a la patria, para que seaaplicada también al delito de terrorismo.

El doctor Carlos Ferrero Costa también mencio-nó algo fundamental, en el sentido de que estotiene que legalizarse, de que esta situación, des-de un punto de vista constitucional, tiene queaceptarse, y luego dictarse una ley orgánica paraque, conforme al Código Penal, tenga aplicación.

Desearía explayarme respecto a este puntocrucial para el país, pero solamente quiero men-cionar tres aspectos fundamentales para termi-nar.

Las familias serranas y selváticas viven integra-damente; los medios masivos de comunicaciónen nuestras sociedades todavía están atrasados,a diferencia de los países desarrollados; funda-mentalmente, consideramos que en las zonasdonde se está pacificando el país hay todavía unmiedo constante, corriente, pero ya no ese mie-do total que anteriormente había; en las carrete-ras de San Martín tampoco se ven asaltos ni seimponen cupos, lo que nosotros llamamos "unamuerte lenta".

Consideramos, al conversar en forma directa con

los habitantes de las zonas donde nació la sub-versión, que no hay un habitante, ni un choferde taxi, ni un motociclista, ni un comerciante, almenos en San Martín, que no esté de acuerdocon la pena de muerte; salvo, con todo el respetoque se merecen, algunos abogados, algunos pro-fesionales y algunos curas de parroquia. Pero,fundamentalmente, quienes hemos vivido esteproceso y hemos estado inmersos en el problema�como algún camarada de izquierda en ciertaoportunidad me dijera, "ése es tu trauma perso-nal"�, consideramos que es un trauma que afec-ta no solamente a una persona, sino a miles yhasta a millones de peruanos que hemos vividodurante estos doce años, prácticamente, unamuerte lenta.

En forma directa o indirecta, se han perdido bie-nes materiales, se han perdido a parientes, aamigos, a compañeros dirigentes muy conocidosunos y totalmente desconocidos otros por losmedios masivos de comunicación; porque, des-graciadamente, hasta estos momentos, Lima si-gue siendo el corazón del Perú, los pulmones delPerú, y esto poco a poco tenemos que cambiarlo.

Y este artículo con respecto a la pena de muerte,simple y llanamente, es un complemento de laestrategia contrasubversiva.

Muchas gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Tord Romero.

El señor TORD ROMERO (CD).� Señor Pre-sidente: He escuchado con atención, como todosustedes, desde muy temprano en la mañana, losserios y algunas veces contundentes argumen-tos a favor y en contra de un tema tan contro-versial como lo es el de la pena de muerte.

Yo asistí, en mi calidad de accesitario, a la Comi-sión de Constitución, porque tuve el máximo in-terés en decir ahí mi opinión, y mi opinión no havariado desde esa época hasta hoy. Estoy en con-tra de la pena de muerte.

No es la primera vez que este debate constitu-cional toca un tema de esta trascendental impor-tancia. Generalmente, en nuestras constitucio-nes pasadas fue uno de los temas sustantivos quetrataron nuestros antecesores constituyentes.Quien quiera revisar la de 1856 y la de 1860, po-drá encontrar en Basadre una síntesis importantesobre el tema; y una vez más, lo que se debateaquí son ideas similares a las que uno lee en elsiglo pasado para los delitos políticos.

En aquella ocasión, la discusión se dividió entre

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los que se llamaban los liberales y los conserva-dores, éstos últimos identificados también comoautoritarios en la terminología de la época. Losautoritarios o conservadores a favor de la aplica-ción de la pena de muerte al delito político, y losliberales en contra, sustentando y argumentan-do conceptos similares a los que hoy día he escu-chado.

Mi opinión, señor Presidente, es que el Estadono debe rebajarse, como ya se ha subrayado, alnivel del terrorista político. El Estado es una for-taleza de civilización y de orden, que es lo últimoque, finalmente, queda dentro de la vida huma-na en sociedad para poder proyectar dignidad deesa sociedad hacia la comunidad. No creo, porello, que el Estado deba asumir las impregnacio-nes de esas pasiones rechazables, como son lavenganza y el odio, que están de todas maneras,al fondo, en el centro, palpitando en la pena demuerte.

Ya el país ha vivido ensangrentado durante treceaños por la demencia de los terroristas, y no esposible que el Estado también asuma este tipode actitudes. No le hace un bien internacional alPerú sino más bien todo lo contrario.

Quiero subrayar, también, algo que creo no seha dicho. Para mí, que tengo hijos menores, se-ría muy desagradable que la niñez y la juventudvean que la violencia es también asumida por elEstado; que vean que los medios de comunica-ción �porque ése es el objetivo y destino de losmedios, buscar lo interesante, la noticia� escar-ben, durante los días anteriores a la ejecución dealgún terrorista, en la vida y milagros de esa per-sona, y creen ese tipo de novelería alrededor dela biografía de estos personajes, como acostum-bra hacer el periodismo. Vamos a vernos, enton-ces, encerrados en el problema de estar leyendodurante días de días, antes de una ejecución, lafecha que falta, lo que ocurre, cómo está ence-rrado, quién fue, quién fue su amante, quién fuesu esposa, cuántos hijos tiene. Es decir, que unavez más las páginas de los periódicos y los me-dios de comunicación estén, desgraciadamente,proyectando hacia la comunidad una atmósferaenrarecida.

Finalmente, quiero subrayar que ya desde el si-glo XVIII, quien revise a los tratadistas, podráver que en muchos de ellos se asevera que no esdisuasiva la pena de muerte para personajes fa-náticos, para personas apasionadas, para quie-nes creen en convicciones que los enceguecen.Más aún, hay que decir que lo contrario, que esla cadena perpetua, sí es disuasiva para lostratadistas que uno puede revisar desde hace doso tres siglos hasta la fecha.

Por otro lado, tengo que advertir, como ya se hadicho, que es sólo a partir de 1995 que podríaaplicarse en realidad esta pena. Y ya habrá otrogobierno, habrá otro concepto, habrá otros seño-res sentados en este Congreso, habrá otras auto-ridades políticas, que es a ellas a quienes les va atocar una decisión de esta naturaleza que van atener que heredar, porque este Congreso así loha decidido.

Termino diciendo, señor Presidente, que, apartede las ideas tan respetables que he escuchado,yo no puedo votar a favor de la pena de muerte,porque mi educación no me lo permite; y es quea pesar de que no soy un cristiano riguroso comoRafael Rey, a quien admiro en ese sentido, porcumplir con todos los preceptos de la Iglesia, sinembargo mi cultura, al menos, es cristiana.

Y, por lo tanto, mi educación liberal del Colegiode la Recoleta, con los sacerdotes franceses quedesde niño me educaron en la liberalidad y en elrespeto al prójimo, hacen de mí un hombre yamaduro al que le es imposible cambiar de opi-nión a estas alturas. Este colegio, que en estosmeses cumple cien años de existencia, una vezmás hace repercutir en mí las enseñanzas de losviejos maestros, a quienes agradezco una vez máshoy día, porque me empujan a una convicciónque es el respeto a la vida; y por ello anuncio mivoto abolicionista, mi voto en contra de la penade muerte.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Olivera y después el señor Moreyra.

Doctor Moreyra, parece que el señor Olivera lequiere conceder el turno, en un acto de generosi-dad nunca antes visto.

El señor MOREYRA LOREDO (SODE).�

Señor Presidente: El tema general es si es buenopara la sociedad en su defensa quitar la vida aquien al delinquir la ofende.

Ante todo, ¿puede el hombre quitar la vida a otro?De acuerdo a todos los principales sistemas reli-giosos, bases sellos de la ley natural en todas lassociedades, en principio sí.

Con excepción del Jainismo, en sus demás ver-siones los sistemas monistas orientales �con unDios impersonal que está en todas partes y portanto también en cada hombre, el cual debe as-pirar a perder su yo e integrarse al uno� se dis-tinguen porque diferencian entre el cuerpo quepuede morir y el principio de la vida que, pararealizarse, debe abandonar la ilusión de la vidaen la tierra, es decir, debe morir.

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Más aún, el Baghavad-Gita, la canción del señordel Mahabharata, el máximo texto religioso hin-dú, señala, por la boca de Krisna, que si el Prín-cipe Arjuna no mata conforme a su obligación decasta en tanto que guerrero, si no cumple suDharma, peca, pues cada quien debe aceptar eldeber para el que ha nacido, sin pretender modi-ficar las leyes inmutables del universo.

Sólo el Jainismo niega la bondad de matar a todootro ser vivo, hombre o animal. Pero esta excep-ción no se debe a principios morales, sino a lacreencia de que no se debe interferir, acelerán-dolos, los ciclos de la transmigración.

En cuanto a las religiones monoteístas, con unDios único y excluyente, las tres principales per-miten al hombre, en ciertas circunstancias, qui-tar la vida a otro.

La Biblia, base del Judaísmo y del Cristianismo,y el Corán, base del Islamismo, no dejan lugar aduda, con múltiples y reiterados textos, que se-ría cansado citar; más aún, en la doctrina cris-tiano-católica y protestante por igual, y en el Is-lamismo, que distingue también claramente en-tre el alma inmortal que no puede morir y la vidaen la tierra que sí puede suprimirse.

En términos absolutos, pues, sí puede ser buenopara la sociedad que en ciertas circunstancias,en su defensa, quite la vida a quien al delinquirla ofende. Queda el argumento que eso era váli-do para otros tiempos, que el progreso modernoconvierte en anacrónica esa creencia. Tal asertono resiste análisis. Aparte de negar todas las re-ligiones, supone que el avance del hombre es li-neal, que se civiliza conforme pasa el tiempo.Nada más falso. La verdad puede estar más en elpasado que en el presente, lo cual es válido nosólo para el que cree en la revelación, sino, mo-destamente, en la intuición. La tesis del progre-so constante es una falacia.

Si bien, pues, no hay una objeción absoluta, ¿lahabrá relativa? En principio, parece que sí. Sien-do el hombre cuerpo y alma, la culminación de lavida, su forma más perfecta, el único ser en eluniverso conocido que puede reflexionar trans-cendiendo lo inmediato, siendo cada vida huma-na preciosa, ¿qué puede ser tan importante, tanexcepcional, como para justificar una muerte?Pareciera que no hay valor social que pueda so-breponerse al derecho de cada persona a vivir.

Y, sin embargo, hay un caso claro en donde sícabe sin duda la excepción: es la defensa propia.Es decir, si mi vida está en peligro por la acciónde otro hombre, puedo yo, en defensa propia, y sino hay otro remedio, matar. Creo que esta ex-cepción se acepta universalmente.

Sin embargo, para que la defensa propia, ade-más de buena, sea justa, he tenido que calificarsi no hay más remedio. Es decir, la defensa pro-pia exige, primero, un peligro real inmediato con-tra mi vida, de modo que haya proporcionalidaden la respuesta; y segundo, que yo no dispongade otro medio eficaz para anular el peligro. Másallá de este caso, el único evidente, puede irsemás lejos.

Muchos dicen que sí es bueno, relativamente, qui-tar la vida a otros en caso de traición a la patriadurante una guerra externa. En tal supuesto, lasociedad está frente a un peligro mortal venidode fuera; un peligro que no sólo compete o por lomenos amenaza gravemente la libertad y demásderechos fundamentales de sus ciudadanos, sinoque incluso garantizándolos, pone en peligro susvidas, cientos de vidas, de continuar la guerra.En tal caso cabe pensar que como respuesta in-mediata al peligro contra la propia vida de mu-chos y de cualquiera, la sociedad, en defensa detodos, puede ordenar matar a quien es el enemi-go o, más grave aún, a quien no siéndolo traicio-na a su patria y se confabula con el enemigo. Esun caso extensivo de la defensa propia, y lo creorazonable y justo.

Se trata de salvaguardar la supervivencia de lamisma sociedad puesta en peligro, lo que confi-gura una proporcionalidad adecuada. Si no hayotro medio eficiente para lograr esa defensa, sejustifica que la sociedad mate al traidor. Ahorabien, ¿cabe, además, que la sociedad ordene ma-tar en situación de paz a quien delinque grave-mente contra ella? A mi juicio, no. En ningúncaso.

En primer lugar, porque el criminal, por graveque haya sido su crimen, es producto de la socie-dad en que vive, por lo menos en una altísimaproporción, y la sociedad, por tanto, siendo juezy parte, difícilmente puede juzgarlo con objetivi-dad. Más aún, le debe siempre una nueva opor-tunidad, previa corrección y, si es posible, reha-bilitación del delincuente.Segundo, porque pre-so ya, no hay un peligro inmediato.Tercero, por-que existe, en el supuesto de creerse que no esposible la corrección y la rehabilitación del de-lincuente, otro medio igual de eficaz, al menosen teoría, para anular el peligro potencial: la pri-vación perpetua de su libertad.Creo, además, quela pena de muerte no es disuasiva respecto a otrocriminal empedernido, ni tampoco, probablemen-te, respecto a los demás criminales posibles. Enel primer caso, justamente porque es empeder-nido. En el segundo, porque es conocido que esmuy escaso lo que se aprende en cabeza ajena.Pero, aun si lo fuera, sigue siendo un hombre y,como tal, tiene derecho a su vida salvo el caso de

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defensa propia individual y social. No se le pue-de matar sólo para que su muerte sirva de ejem-plo a otros. Ello no fue nunca civilizado, ni loserá ahora.Queda el caso de los terroristas, queno sólo son criminales en sí, sino que producenuna situación similar a la guerra externa, sóloque �y ello puede incluso ser un agravante�matan y ordenan matar en una situación sólonominalmente de paz a sus propios compatrio-tas. ¿Lo que es valido para la guerra externa noes válido acaso para la guerra civil formalmentedeclarada o no? En conciencia, debo responderque sí. Donde hay la misma razón, hay el mismoderecho.

Luego, sí cabe, en principio, decir que la pena demuerte es justa en el caso de un terrorista asesi-no que produce o puede seguir produciendo unasituación similar a la de la guerra externa y que,por tanto, pone en peligro la supervivencia de lasociedad y la vida de cualquiera de sus ciudada-nos. Obviamente, para que se aplique la pena demuerte se requiere aquí también las condicionesya establecidas para el caso de la guerra externa,es decir, que haya un peligro real o inmediato yque no se disponga de otro medio razonablemen-te eficiente para anular ese peligro.Debo decir,en este punto, que no acepto �y me parece clau-dicante para la soberanía nacional que reside ensus poderes electos por el pueblo� que tercerosno nacionales, personas o instituciones extran-jeras o internacionales, interfieran en la decisiónque adoptemos al fin, invocando o no pactospreexistentes, como el Tratado de San José, o De-rechos Humanos como ellos lo interpretan. In-cluso, me parece ofensiva su interferencia que,además, ejercen de modo imperativo e imperti-nente. Este tema, como todos los demás, lo debe-mos resolver nosotros solos sin aceptar tutelamoral de nadie.

Resumiendo, entonces, lo bueno en absoluto eslo que se integra al uno, como dijeran los Upa-nishad; como lo repitió a su modo Platón, y tam-bién Plotino: bueno es lo que se integra, es loque integra la verdad, la justicia y la belleza; ocomo lo consagraron al fin San Buenaventura ySanta Teresa de Avila: bueno es lo que se fundaen Dios. ¿Cumple este criterio la pena de muer-te? Sí, porque lo que se mata al fin es el cuerpo yno el principio de la vida.Moralmente, en térmi-nos relativos, bueno es lo que cumple su fin, comodijo Aristóteles y adoptó Santo Tomás a la doc-trina católica. Bueno es, entonces, un cuchillo, sicorta bien. Pero con un buen cuchillo puedo ma-tar sin derecho. ¿El acto será bueno? No lo es,pero el cuchillo sigue siendo bueno.

Matar en defensa propia, interpretado de mane-ra estricta o extensiva, cumple el fin de la defen-

sa de la vida y de la libertad del hombre, cumpleel fin primero de la razón de ser de toda personaviva, defender su vida, seguir viviendo y, por tan-to, es bueno también en este sentido limitado yrelativo. Pero lo anterior no basta, no basta cum-plir el requisito de la eficacia, de lograr el finbuscado. Debe, además, ser eficiente. Bueno eslo que termina bien, dijo Cervantes, en magis-tral síntesis.

Es cierto que la eficiencia aislada no se sostienesola, porque el fin no justifica los medios si losmedios son inmorales. Aunque hemos visto que,con las debidas precauciones, esa restricción nose aplica ahora. El fin de toda norma, el fin detodo gobierno, es el bien común. ¿Y no sirve parael bien común el defender a la sociedad contra elpeligro de su propia destrucción? Luego, señor,sin ser perfecta, la regla de la pena de muertecontra el terrorista que no sólo ha matado sinoque puede seguir matando, que amenaza y quepone en peligro inmediato la libertad de los ciu-dadanos y la seguridad de la sociedad, es razona-blemente justa dentro de lo humano.

Y, sin embargo, no por razones de principio, deética, ni menos cediendo ante la presión interna-cional, me inclino a votar en contra de extenderla pena de muerte, aquí y ahora, para los terro-ristas. Me mueve a ello una razón práctica. Loque buscamos es terminar con el terrorismo�ése es el fin� de la manera más económica yeficiente. Es decir, al menor costo, no en dinerosino en valores y vidas humanas."La economíade la religión �decía San Gregorio Nacianceno�es la forma más directa y simple de llegar a Dios".La economía de la lucha contra el terror es laforma más directa y simple de terminar con él.¿Ayudará, acá y ahora, a esa eficiencia la pena demuerte para el terrorista contumaz? Me pareceque no. No cumple este último criterio para adop-tarla.

Una pena así de grave requiere de garantías pro-cesales extremas para evitar errores. El juiciopara un crimen con esa pena tiene que ser públi-co y las instancias y tiempos tienen que ser dila-tados, para dar margen a la conmiseración pú-blica, siempre sensible respecto del acusado porgraves que sean sus crímenes.

Tampoco cabría limitar ese daño colateral, comono cabe distinguir previamente quién mereceríaesa pena. Muchos juicios, los principales juicioscontra los terroristas, tendrían que seguir esecamino.

El actual sistema de condenas, rápido, con juecessin rostro, tendría que ser suprimido o significa-tivamente modificado. La eficiente penalización

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de los delincuentes terroristas se vería así com-prometida, mucho de lo ganado se perdería.

Por esa sola razón, y mientras no se me demues-tre lo contrario, es decir, que la eficacia de la lu-cha contra el terror, en las circunstancias actua-les, sería bien servida con la pena de muerte, esque creo que no debe ampliarse lo dispuesto porla Constitución vigente de 1979.Votaré, pues, encontra, no por razones abstractas o de principio�yo no tengo esa duda�, sino por las circuns-tancias concretas. Bueno es lo que cumple su fin,resuelto que sea el problema previo del uso delos medios legítimos. Si el fin es, como es, termi-nar con el terrorismo de la forma más rápida ycon el menor sufrimiento humano total, no meparece que la pena de muerte para los terroris-tas sea ahora lo más aconsejable

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Olivera.

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� SeñorPresidente: Casi a manera de cuestión previaquiero subrayar lo afirmado por el Presidente dela Comisión de Constitución y de Reglamento enel debate que se realiza sobre la pena de muerte.El señor Torres y Torres Lara ha afirmado cate-góricamente que no se aplicará la norma consti-tucional con retroactividad. Y esto, aunque es unaverdad evidente, vale subrayarlo en la medidaen que el mismo principio debe regir para todamodificación constitucional que se incorpore altexto de la nueva Carta Magna.

No vale, entonces, hablar de no retroactividadpara el caso de la pena de muerte y decir retroac-tividad para el caso de la reelección. El principioes el mismo y, por lo tanto, saludo que lo hayareconocido ahora el Presidente de la Comisiónde Constitución y de Reglamento.

Creo, también, que hay un vacío en la fundamen-tación realizada por los ponentes de la Comisiónde Constitución y de Reglamento respecto a lasrepercusiones que podría tener para el país ladenuncia del Tratado de San José de Costa Rica.¿Qué repercusiones jurídicas, económicas, polí-ticas podría traer para el Perú? Más allá del pro-cedimiento ya conocido, de que, para que entreen vigencia la modificación constitucional, ten-drá que denunciarse y que sólo después de unaño de producida la denuncia podrá entoncesentrar en plena vigencia esa modificación cons-titucional.

Yo no he escuchado explicación al país, ni muchomenos explicación al Pleno del Congreso, de las

consecuencias económicas, jurídicas y políticasde tan grave decisión, y creo que deberíamos es-tar debidamente informados.

Por eso es que nosotros...Señor Presidente, creoque es el espíritu del doctor Torres y Torres Laraque nos quiere decir algo. El sistema se ha malo-grado, señor; no sé si usted dispone que conti-núe a pesar de esto.

Señor Presidente, he hecho estas puntualizacio-nes, que creo necesarias, porque el planteamien-to formulado por el doctor Ortiz de Zevallos, queno necesariamente comparto en su integridad,tiene la virtud de abordar el tema de la pena demuerte sin tener que violentar el ordenamientojurídico internacional y el Pacto de San José deCosta Rica, y, además, la ventaja de poder darleun sentido de interpretación a la Constituciónde 1979 vigente a la fecha, y vigente al momentode la captura de los principales líderes y cabeci-llas del terrorismo criminal.

Con la modificación constitucional queda meri-dianamente claro, ante el país, que no podrá seraplicada a ninguno de los cabecillas del terroris-mo que actualmente se encuentran detenidos; ysi nos atenemos a las declaraciones oficiales delgobierno, el 90 por ciento de la cúpula del MRTAy el 80 por ciento de la cúpula terrorista de Sen-dero Luminoso estarían detenidas y, por lo tan-to, sin poder recibir la sanción ejemplar que me-recen por los crímenes cometidos.

Hecha esta introducción, porque creo que el temadebe analizarse exhaustivamente, quiero afirmarque no vale plantear el debate en términos deamor y de odio, en términos de quienes defien-den la vida y quienes apuestan por la muerte. Yorechazo, señor, ese tipo de argumentos.Yo noacepto que aquí se pretenda plantear la defensade la sociedad peruana, a cargo de un Estado de-mocrático, como que fuera cuestión de odios per-sonales que podría tener un gobernante o unaautoridad democrática.

Aquí, yo dificulto que exista persona con capaci-dad de odio, aunque, sin embargo, tenga que afir-mar, con coraje, con valentía, la posibilidad dedefensa a que tiene derecho la sociedad y la na-ción peruana. Por lo tanto, insisto en rechazarlos términos del debate a que se ha querido in-ducir por quienes, desde su respetable punto devista, pretenden presentar a quienes creen queel Estado democrático peruano sí tiene derechoa defender a 22 millones de peruanos, como losapóstoles del odio o los apologistas de la muerte,colocándonos en el mismo nivel que los asesinosque son rechazados por el Perú entero. Eso no loacepto, lo rechazo categóricamente y paso a fun-

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damentar además por qué hay que darle al Esta-do democrático todas las armas posibles, dentrode la democracia, para defender la esencia delPerú, que es su población, los 22 millones de pe-ruanos.

El Estado democrático, como he dicho, tiene eldeber fundamental de defender a la nación. Poreso es que aquí nadie ha discutido la pena demuerte para los traidores a la patria. Yo no heescuchado, ni conozco proyecto alguno presenta-do hasta ahora, para derogar el artículo consti-tucional que establecía la pena de muerte paralos traidores a la patria.

¿Acaso igual argumento no podría haber sidoexpresado en defensa de la vida y del amor, paradefender la vida de aquél que filtrando informa-ciones de seguridad nacional, colaborara con elenemigo de la patria? ¿Acaso alguien ha presen-tado un proyecto para modificar y eliminar lapena de muerte para los traidores a la patria?¿Dónde están las voces que se alzan hoy día endefensa de la vida y del amor?

Nosotros, sí señor, también defendemos la vida ytambién amamos a nuestra población. Pero te-nemos que cumplir deberes a veces ingratos, ypara eso uno asume la responsabilidad de gober-nar, para eso uno asume la responsabilidad delegislar, para eso uno asume el riesgo inclusivede poder equivocarse, porque humanos somos, yhay que establecer prioridades, de acuerdo a larealidad concreta de cada país.Yo dificulto queun fenómeno de las características demenciales,como Sendero Luminoso o el MRTA, se haya re-producido en otras partes del mundo. Y digo esto,porque estamos hablando, en primer orden, deampliar la pena de muerte para los terroristas,para los cabecillas terroristas, y esto hay que re-cordarlo todas y cada una de las veces en quehablamos del terrorismo.

Terroristas, señor, que matan inocentes cobar-demente; terroristas que destruyen bienes ma-teriales; destrucción que, finalmente, es pagadacon el hambre de un pueblo a quien se le imponeel enorme costo económico de la violencia, uncosto económico superior o igual al monto denuestra deuda externa y que lo pagan, sobre todo,los más humildes.Un costo económico que signi-fica la destrucción, y que significa el inmensogasto que hay que realizar para reprimir esosmovimientos asesinos, criminales, que intimidana la población, que pretenden someter, porqueno pueden convencer con ideas que no tienen;terroristas que, con su accionar, pretenden crearel caos permanente y dejar en la más remota le-janía las posibilidades de convivencia pacífica;terroristas que, en sus macabros planes, no re-

paran en expulsar toda posibilidad de inversiónque genere trabajo y bienestar para los más po-bres que dicen redimir; terroristas que son losprimeros violadores de los derechos humanos yque, por tanto, no tienen autoridad moral algu-na para pretender dictar cátedra sobre derechoshumanos y que, por el contrario, sorprenden labuena fe de los verdaderos defensores de los de-rechos humanos cuando, siendo detenidos o cap-turados, recurren a las normas de ese viejo y po-drido Estado que ellos dicen tener la intenciónde destruir. Ahí sí se acuerdan de la Constitu-ción, ahí sí se acuerdan de las leyes y de los dere-chos ciudadanos; leyes y derechos ciudadanos yConstitución que violan permanentemente.

El pueblo peruano tiene el derecho de defender-se y sus autoridades tienen el deber de sancio-nar a los enemigos del pueblo. No es cierto queal aplicar la pena de muerte se tome una deci-sión fría, poniendo al mismo nivel de los asesi-nos a quienes cumplen un deber. Si bien es cier-to que los daños causados por el terrorismo sonirreparables y las vidas sacrificadas no volverán,también es cierto que todo el daño ocasionadoestá siempre presente en el inmenso dolor quemantienen las heridas en carne viva y que mere-cen algún resarcimiento.

El señor PRESIDENTE.� Señor Olivera, leruego, por favor, terminar, que han acabado losdos turnos.

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� SeñorPresidente, pido se consulte una ampliación decinco minutos.

El señor PRESIDENTE.� De acuerdo. Se vaa consultar el pedido. Los señores congresistasque estén de acuerdo en concederle cinco minu-tos adicionales al señor Olivera Vega, se serviránmanifestarlo levantando la mano. (Votación). Losque estén en contra. (Votación). Acordado.

Continúe, señor Olivera Vega.

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� Muchasgracias, señor Presidente y colegas.

Sostenía que el terrorismo, y el terrorista en par-ticular, es como un cáncer de la sociedad que sedebe extirpar de raíz. Antes se ha aplicado la penade muerte a insanos delincuentes, violadores deniños, asesinos. ¿Por qué no aplicarla a genocidasterroristas? ¿Qué diferencia puede haber entreun Pichuzo o un Monstruo de Armendáriz y elgenocida Guzmán? ¿Qué privilegio tiene el señorGuzmán o un Polay o cualquiera de esos cabeci-llas asesinos? Se argumenta que la pena de muer-te no tendría efectos disuasivos. Yo discrepo, ycreo que la realidad demuestra todo lo contrario.

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Creo que nadie puede discutir que el terroristaes un cobarde comprobado. Cobarde comproba-do es quien ataca al indefenso, hombre, mujer oniño; ataca indiscriminadamente, esté armado ono, igual lo asesina. Ése es un cobarde. Cobardees quien no enfrenta al enemigo cara a cara comosí sucede en las guerras, aun en las denomina-das guerras llevadas por los ejércitos de libera-ción popular.

Cobarde es quien, luego de cometer sus crimina-les atentados, se refugia en el anonimato, escon-diéndose en poblaciones y caseríos que más deuna vez han terminado siendo víctimas de injus-tas y repudiables políticas de represión indiscri-minada. Es cobarde el que, al momento de sudetención, se escondía y escudaba en las faldasde una mujer, que pretendía intimidar al policíavaliente que había concretado su detención. Co-bardía es participar en borracheras y francachelasante el cadáver de su esposa, asesinada por finessubalternos.

Esos cobardes son los que en gran medida, pen-sando en sí y en cómo salvar su vida, están reac-cionando acogiéndose a la colaboración y a lasnormas de arrepentimiento. Son esos mismoscobardes que sí sentencian con frialdad inhuma-na a miles de peruanos, pero que, cuando sondetenidos, inmediatamente, muertos de miedo,recurren a los organismos internacionales dederechos humanos para que velen por su dere-cho a la vida. Y, dicho sea de paso, las organiza-ciones terroristas solamente son capaces demotivar la actuación de los organismos de dere-chos humanos cuando se trata de los cabecillas,de los jefes criminales. Cuando se trata de lospobres campesinos que muchas veces actúan porcoacción, esos jefes criminales no se preocupanpor sus vidas ni por sus derechos humanos.

¿Se puede creer que ante estos cobardes queaman tanto su vida no va a tener un efecto disua-sivo la pena de muerte? Yo creo que sí. Con segu-ridad, no se trata de valerosos combatientes as-pirantes a héroes del pueblo. Nosotros sí tene-mos la autoridad para defender la vida y los de-rechos humanos. Y con esa autoridad declaramosque los procesos judiciales deben estar dotadosde todas las garantías necesarias para el derechoa la defensa y a un juicio imparcial.

Somos conscientes de que en la actualidad se es-tán cometiendo injusticias en algunas detencio-nes y condenas por terrorismo. Creemos, por eso,que si no se rectifican procedimientos viciadosen su origen y si no se reparan injusticias come-tidas, se ocasionaría un grave perjuicio no sólo alos directamente afectados, sino a la sociedad ensu conjunto, que, con razón, cuestiona y descon-

fía de la administración de justicia. Es necesarioestablecer en la legislación correspondiente con-diciones especiales para la aplicación de la penade muerte y la posibilidad de revisión de la con-dena de forma extraordinaria, a fin de que sereduzca el riesgo del error. También, siempre,debe permanecer el derecho de gracia o perdónpresidencial.

La propia actuación del Gobierno actual y el pro-pio discurso del presidente Fujimori, quizá enexceso triunfalista, evidenciaría que para derro-tar al terrorismo no es indispensable la pena demuerte. Sin embargo, creo que siempre es nece-saria una sanción ejemplar. En una democraciase gobierna con el ejemplo, aunque, lamentable-mente, también hay que afirmar que los princi-pales merecedores de la sanción ejemplar estánya sentenciados y, por tanto, no se podría aplicartal sanción, a no ser que se interpreten de mane-ra distinta los principios generales del derecho.

Pero tan o más terrorista y asesino es aquel quecon sus actos decreta la muerte lenta de millo-nes de peruanos, hombres, mujeres y niños.Muerte lenta expresada en la desnutrición, en elhambre, en la miseria, en la enfermedad. Muer-te lenta que hace de la vida un calvario y unatortura permanente, producto del delito de lesahumanidad que cometen aquellos que, recibien-do la confianza del pueblo para gobernar, traicio-nando esa confianza, gobiernan en nombre de lacorrupción y se enriquecen ilícitamente a costadel hambre del pueblo.

Todavía, a pesar de sus evidentes signos exterio-res de riqueza, se escudan en inmunidades,antejuicios, y exigen la probanza absoluta de loscargos imputados. Y siempre, sin excepción, sedeclaran víctimas de la venganza política, perse-guidos políticos que huyen del país y se van alextranjero a gozar de lo robado, esperando quesus delitos prescriban para luego, con el mismodinero corruptor, retornar con bien elaboradascampañas de imagen y ser declarados honorablespersonajes.

Voy a concluir, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Muchas gracias, se-ñor Olivera.

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� Ese ejem-plo se puede seguir inculcando en nuestra pobla-ción, que observa que la sanción es sólo para elpobre y el débil; o hay que cambiar la inercia dela inacción y la impunidad, por la sanción ejem-plar y justa, en defensa de los valores heredadosdesde el Imperio Incaico, en defensa de laperuanidad, en defensa del ama sua, ama llulla

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y ama quella. En defensa de esas sentenciasmorales, se debe sancionar ejemplarmente algobernante corrupto.

Hay que recordar que, no en vano, desde los orí-genes de la República en 1824, el año cuarto dela República, cuando el libertador Simón Bolí-var, nombrado Presidente, firmó lo que vendríaa ser la primera disposición relativa al control ya la moralidad, en un decreto refrendado por suministro secretario general, José FaustinoSánchez Carrión, y dado el 2 de enero de ese año,se disponía que todo funcionario público a quiense le probara en juicio sumario haber malversa-do o tomado para sí de los fondos públicos, dediez pesos para arriba, quedaba sujeto a la penacapital.

La razón de tan drástica medida, según el decre-to, radicaba en la escandalosa dilapidación defondos de la República, y se fundamentaba en lanecesidad de extirpar radicalmente este desor-den dictando medidas fuertes y extraordinarias.La sanción recaía también en los jueces que noprocedieran conforme este decreto; para ellos sefijaba también la pena capital.

Y culmino, señor, diciendo que el otro brazo dela mafia al que debe aplicársele también la mis-ma sanción ejemplar es al narcotráfico, en de-fensa de la vida de nuestro pueblo.

Pena de muerte para los zares del narcotráfico,que destruyen a nuestra juventud y a las juven-tudes del mundo; zares del narcotráfico que co-rrompen a las instituciones del Estado democrá-tico.

Pena de muerte a los zares del narcotráfico, quedistorsionan toda nuestra economía haciéndolanarcodependiente y aliada del delito. Pena demuerte para los verdaderos zares, aquellos po-derosos de cuello y corbata que transitan por losinfluyentes círculos del poder, gozan de buenasmaneras y son los grandes financistas de la dro-ga.

Pena de muerte a los zares del narcotráfico, quecon su vil negocio financian el terrorismo homi-cida. En todos estos casos, y sobre todo en el casode la mafia de los gobernantes corruptos y de loszares del narcotráfico, no basta dar la norma. Hayque trabajar seriamente con capacidad y con co-raje para poder ubicar, detener y sancionar a losresponsables de delitos de lesa humanidad.

Respetamos las posiciones discrepantes, perocreemos que debemos cumplir con el Perú y sufuturo democrático, donde nuestros hijos y loshijos de nuestros hijos puedan vivir en paz, con

justicia, con valores cívicos y con ejemplos a se-guir como garantías de esperanza y de fe, porquetiene que haber un mañana.

Muchas gracias, señor Presidente.

�Asume la Presidencia el señor Víctor JoyWay Rojas.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra ladoctora Helfer Palacios.

La señora HELFER PALACIOS (MDI).�Señor Presidente: Considero que éste ha sido,hasta el momento, un debate sumamente origi-nal; estamos dando un debate distinto.

Y me congratulo de ello, porque a lo largo de cadauna de las intervenciones que hemos escuchadoy en las conversaciones sostenidas con algunoscongresistas, hemos visto cómo las diferentesbancadas hemos ido hilvanando ideas, a fin deencontrar argumentos para deponer criteriospersonales y consignas �las que considero queen este caso no deben darse� y actuar, primero,con conciencia.

Hemos escuchado argumentos y, sobre todo, he-mos escuchado los argumentos sobre la eficaciay sobre si realmente es disuasiva o no es disuasivala pena de muerte; hemos escuchado los argu-mentos acerca del castigo que debe darse a aquelque ha delinquido, a aquel que es culpable de lamuerte de otro, y hemos escuchado también, encada caso, los argumentos en contra.

Hemos escuchado argumentos sobre lo que sig-nifica el gasto del Estado en mantener a los pre-sos por terrorismo; y también hemos escuchadoargumentos que los contradicen, que muestranla inhumanidad que supone decir que porquecuesta al Estado mantenerlos no es posible ar-gumentar en ese sentido.

También hemos escuchado que el pueblo lo pide,y hemos entendido que hay argumentación con-traria, porque también tendríamos que consul-tar muchas cosas que el pueblo quiere, y si hicié-ramos consultas sobre algunos temas, sería ab-solutamente masivo. El pueblo quiere muchascosas, y no por eso los gobernantes se las dan.

¿A qué quiero llegar? A esto, a que hay argumen-tos que en muchos casos tienen algo de verdad.Yo tengo mi posición y muchos de ustedes la co-nocen. Estoy en contra de la pena de muerte. Losargumentos sobre su eficacia no me convencen,ni me convence aquel del castigo, que tiene mu-cho de venganza. Sin embargo los respeto, por-que pienso que mucha gente que sostiene estos

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argumentos está convencida de ellos y es since-ra; y espero que piensen lo mismo de aquellosque sostenemos tesis diferentes.

Hay un acuerdo en cuanto a las cuestiones inter-nacionales, porque el nuestro es un país que nopuede vivir fuera del concierto internacional. Hevisto que esta discusión ha llegado también a laIglesia, y se ha argumentado en base a textos delAntiguo y del Nuevo Testamento. Pero creo quepara este voto de conciencia hay un argumentoque me parece fundamental y que no lo he senti-do lo suficientemente presente en el debate. Nosolamente tenemos que pensar en lo que hemosvivido sino en lo que estamos tratando de cons-truir, en lo que hemos vivido en función de loque queremos. Y yo creo que el objetivo funda-mental que nos puede unir a todos es decir quequeremos un país donde reine la paz, y para cons-truir ese país donde reine la paz tenemos querevertir algo que no estamos haciendo, y es rom-per la cultura de la violencia.

Quisiera detenerme en algunos testimonios, sies que cuento con la generosidad en el tiempoque ha dado a otros parlamentarios el Presiden-te, porque es algo que he vivido muy de cerca, yla relación con los jóvenes, con los niños, con lospadres de familia es muy importante. Yo he vivi-do en la zona de Ayacucho, y he conocido el testi-monio de gente que explicaba cómo se enseñabaa los senderistas. Se llevaba a los jóvenes de lasescuelas y se los entrenaba para matar; estabansiendo educados en esta cultura de la violencia.Iban en excursiones por la noche para asaltar unpueblo, y el examen consistía en ser capaces dematar a un ser humano. Esto hiere nuestra sen-sibilidad. Ellos fueron enseñados para matar; losestaban deshumanizando.

También he tenido el testimonio acerca de cómose enseñaba a los niños a defenderse y también amatar, a pintarse las caras con sangre de perro ya caminar por las calles gritando "su sangre nosbeberemos, sus tripas nos comeremos". Así se en-señaba a los niños para cuando tenían que hacerestos cursos de defensa en las zonas de emergen-cia. Hemos visto, en muchos casos, lo que son lassituaciones deshumanizantes, donde el ser hu-mano tiene que perder su calidad de tal para po-der hacer con otro ser humano semejantes bar-baridades. Entonces, en la bancada del MDI es-tamos convencidos, pero es una convicción de tipopersonal muy profunda, que solamente rompien-do esta cultura de la violencia de una generaciónpodemos revertir lo que ha pasado. Estamos ha-blando de una generación que nació en los años80 y que ahora tiene doce años; de niños que cre-cieron y vivieron en medio de la violencia; de ni-ños que empezaban a tener uso de razón en ese

momento y que hoy día tienen 18 años. Podemoshablar, para desgracia nuestra, en el Perú, de unageneración de la violencia.

Entonces, ¿cómo hacemos para revertir esta si-tuación? ¿Lo podemos hacer con la pena de muer-te? Estamos utilizando lo que es un refuerzo ne-gativo, dicen los psicólogos, o sea la sanción, lapunición, y no estamos pensando en algo que esfundamental y vital para los jóvenes: cómo plan-teamos algo que cautive sus conciencias, quemueva sus voluntades.

Estamos, en este momento, controlando la vio-lencia de Sendero Luminoso, del MRTA. Perotenemos el desafío de cautivar, de conmover, demover las voluntades de los niños y de los jóve-nes del Perú, porque eso será lo único que nospermitirá revertir esta situación de violencia. Esése el argumento que a mí me parece que en estemomento debería primar. ¿Es la pena de muerteuna acción nacional y colectiva que nosotros va-mos a llevar adelante y que va a contribuir a crearesta cultura de paz? ¿O va a ser a la inversa?

Es por eso que, escuchando los argumentos, in-clusive aquellos que dicen que este artículo estátan bien hecho, que dice sí a la pena de muerte,pero que en realidad no se va a poder aplicar; anteeso yo pregunto, ¿es solamente un juego legal? ¿Enqué medida un juego legal semejante, que dice sía la pena de muerte, sin que ésta pueda aplicarse,va a contribuir a crear esta cultura de paz, a dareste testimonio que necesitamos, para revertir unasituación de violencia? Y si hay el convencimientode que se va a aplicar la pena de muerte, quisierasaber qué va a pasar si hay un error humano. Creoque el tiempo que le dediquemos a esto no es envano, porque debemos tener conciencia de que loque estamos decidiendo hoy día es que los juecessancionen con la pena de muerte a uno u otro jo-ven, que sabemos no será Abimael, que sabemosno serán lo grandes líderes, que serán otras per-sonas que en este momento no tienen nombre,pero que, cuando tengan nombre, también van acausar conmoción social.

Es por eso que, cuando tengamos que decidir hoydía, estaremos decidiendo la vida de muchas per-sonas. Y aquí sí caben los argumentos esgrimi-dos por algunos colegas congresistas, en el senti-do de que hay que tomar en cuenta lo que es elerror humano, y yo creo que hay un error de tiposocial. Lo que estamos haciendo va a tener unimpacto social muy grande, pues en el procesoen que se juzgue a una persona, puede ser ella,sin ser responsable, sancionada con la pena demuerte, cometiéndose un error que quedará enlas conciencias de aquellos que hoy día están to-mando esta decisión.

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Termino, señor Presidente, expresando que re-chazo con toda convicción la pena de muerte, portodos los argumentos que he expuesto. Creo queserá muy difícil presentarnos frente a la socie-dad, frente a esta juventud que comienza, dicien-do que defendemos la vida cuando aprobamos lamuerte.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Rafael Rey. Señor Larrabure, usted estáen la lista de oradores, para la dos de la mañanamás o menos.

El señor REY REY (R).� Señor Presidente:El tema que debatimos hoy día es un tema que,evidentemente, hace referencia a la concienciamás íntima de cada uno de los que tenemos quetomar una decisión.No significa, por tanto, queaquellos que se opongan estén favoreciendo alterrorismo en nuestro país; pero tampoco signi-fica que aquellos que están de acuerdo con la penade muerte estén fomentando una cultura de lamuerte.

No es justo acudir, en este tema, por la intimi-dad que la decisión implica, a un argumento dereferencia a valores y, en muchos casos �hanhecho la atingencia�, a valores cristianos. Noes aceptable en este tema un juicio de valor confundamento moral. Caben ambas interpretacio-nes, igualmente sostenidas y sustentadas, sobrevalores morales. Es injusto, por tanto, argumen-tar que el que se opone a la pena de muerte estáfavoreciendo la vida; porque significa, tácita oexpresamente, que quienes están de acuerdo,están en contra de la vida. Señor, el debate noestá en si ejecutamos o no ejecutamos a determi-nada persona. Ése no es el debate. Estamos esta-bleciendo legalmente la posibilidad de aplicardeterminada sanción para un determinado deli-to.

Yo sí creo en el efecto disuasivo. No he visto te-rroristas, hasta ahora, actuar como kamikazes.

Sí he visto, en cambio, a los terroristas abusivosutilizar niños para sus fines. Eso, desgraciada-mente, lo hemos visto todos los peruanos. Yo noestoy a favor de establecer la pena de muerte poruna venganza, sino que quiero evitar que otrossigan cometiendo genocidios.

Se ha argumentado de distintas maneras, y lodicen ya algunas instituciones, conocidas para losperuanos, dicho sea de paso, como Amnistía In-ternacional, WOLA, la Coordinadora de DerechosHumanos, que esto es, de alguna manera, unatentado contra los derechos humanos.

Señor, no es justo poner en el mismo nivel losatentados genocidas, asesinos, terroristas, y laposible sanción penal que la autoridad de un paísy la sociedad peruana imponen para advertir aquienes desearían �ojalá no� continuar con esosasesinatos. No es el mismo nivel, no pueden com-pararse ambas situaciones. No lo es ni por teoríafilosófica, ni por teoría teológica, ni por cuestiónpráctica.

En los Estados Unidos, hace unos días, se ha apro-bado el delito de terrorismo como un delito fede-ral, aplicable a todos los estados �ya se ha re-cordado aquí�, incluso en aquellos en los queno se aceptaba la pena de muerte. ¿Como conse-cuencia de qué? De seis vidas, señor �dicho seade paso, una de ellas peruana�, de seis víctimas.

En el Perú, desgraciadamente, ha habido ya 23mil víctimas, ¿y alguien en la comunidad interna-cional nos puede decir todavía, como argumentomoral a los peruanos, que no tenemos derecho aestablecer una advertencia? No a matar, señor, sinoa una advertencia, para que no siga habiendo esacantidad de muertos, ni uno solo más.

Es un medio absolutamente lícito, que la socie-dad peruana, como muchas otras, tiene el dere-cho de poner en práctica para evitar que siganexistiendo actos terroristas y sigan violándose losderechos humanos en mayor cantidad, funda-mentalmente, por parte de los terroristas. Lo quese quiere, señor, es evitar que eso continúe.

Preocupaba ahora, a un grupo de periodistas, laimagen internacional del Perú. ¿Qué somos losperuanos?, ¿acomplejados?, ¿que no podemosdecidir por nuestra cuenta lo que parece más con-veniente para defender a nuestra sociedad? Soyconsciente de lo duro que debe ser para un juez,en caso necesario, dictar sentencia y condenar amuerte a un acusado. Cuánto más debe serlo con-denarse a sí mismo. Por eso mismo creo yo quees natural ese miedo a perder la vida en todapersona, y por eso creo que sí intimida y sirve deejemplo.

Pido unos minutos más, señor. Me interesa en-trar a la segunda parte, que creo es muy perti-nente.

Se han escandalizado algunos, o se escandalizan,y gente fuera del Congreso también, porque po-damos, en el Perú, ampliar la aplicación de lapena de muerte; pero no se escandalizaban ni seescandalizan con lo que ya está en el texto cons-titucional. Es decir, aceptan, o han aceptado ya,la pena de muerte para el caso de traición a lapatria. Señor, ¿puede haber mayor traición a lapatria que seguir asesinando a gran cantidad de

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personas inocentes con el ensañamiento con quevienen haciéndolo los terroristas? Yo no conciboun genocidio terrorista de mayor traición a lapatria que éste.

Pero aquí, señor, se han mencionado a obispos,se ha mencionado la doctrina de la Iglesia, se hanmencionado principios cristianos.

El doctor Enrique Chirinos Soto dijo en la ma-ñana, y éste es el punto fundamental, que SanAgustín decía que "en materia de fe, en lo que esde fe, unidad �para quienes nos reconocemoscatólicos�, y en lo que no es de fe, libertad ycaridad". En uso de esa libertad, un católico tie-ne la posibilidad de estar a favor de la pena demuerte, sin incurrir en ningún asunto que tengauna naturaleza negativa de orden moral.

No es un asunto de fe, ni de principios cristia-nos. No sólo no estamos matando al establecerla pena de muerte para el caso de terrorismo, nosolamente no estamos matando a un inocente,ni siquiera estamos matando a un culpable; re-pito, estamos estableciendo la posibilidad de quese haga merecedor a esa pena.

Segundo, Santo Tomás de Aquino hablaba �hasido recordado ligeramente por el doctor Mo-reyra� de la legítima defensa; legítima defensaque es de la propia vida, y en el caso de las auto-ridades, de la sociedad a la que están obligadas adefender. La autoridad tiene el deber de defen-der a la sociedad a la que dirige, y una acción dedefensa tiene doble efecto: lo querido, que es laconservación de la vida propia o de la sociedad ala que uno defiende; y lo permitido, que es lamuerte del agresor.

Lo que queremos, al establecer la posibilidad deuna sanción con la pena de muerte, es no matardirectamente al terrorista, sino advertir que exis-te esa pena para defender a la sociedad.

Pero yo quiero que no se use más el argumentode que la fe cristiana o la fe católica no admite lapena de muerte. Y voy a leer sólo dos artículosdel Catecismo de la Iglesia, firmado hace pocotiempo por Juan Pablo II. Respeto a quienes pien-sen lo contrario. No uso el argumento contrariotampoco. No es menos cristiano el que está encontra de la pena de muerte, ni hablar. Pero loque quiero es dejar claro que esto no es opuestoa la doctrina católica.

"La legítima defensa �dice el punto 2265� pue-de ser no solamente un derecho, sino un debergrave, para el que es responsable de la vida deotro, del bien común de la familia o de la socie-dad".

Y el 2266: "La preservación del bien común de lasociedad, exige colocar al agresor en estado deno poder causar perjuicio. Por este motivo, la en-señanza tradicional de la Iglesia ha reconocido eljusto fundamento de derecho y deber de la legíti-ma autoridad pública para aplicar penas propor-cionadas a la gravedad del delito, sin excluir, encaso de extrema gravedad, el recurso a la penade muerte.

Por motivos análogos, quienes poseen la autori-dad tienen el derecho de rechazar por medio delas armas a los agresores de la sociedad que tie-nen a su cargo".

Señor, yo me pregunto si la advertencia de quese puede sancionar con la pena capital no es unapena proporcional a un delito de la categoría delgenocidio terrorista, asesino de nuestro país.

Y el último punto, señor, como reflexión final.

Existe en el Perú una Ley de Arrepentimiento,existe esa ley por una concesión de la sociedadperuana y del gobierno peruano a quienes hanvenido matando y asesinando. Me parece abso-lutamente indispensable que exista ese recursoprevio, porque eso es caridad, eso es prudencia,eso es darle la oportunidad a todos a que se arre-pientan. Pero, si encima de que existe la posibili-dad de arrepentirse, no desean hacerlo y quie-ren seguir matando y de hecho matan, ¿no ten-drá la sociedad el derecho de advertirles en laConstitución que pueden hacerse merecedores dela pena capital?

Señor, yo no quisiera que la pena de muerte setuviera que aplicar efectivamente en nuestropaís. No lo quisiera ni en un solo caso. La deci-sión es de ellos, no de nosotros, no del juez. Ladecisión es de los terroristas. Que se arrepien-tan, y evitaremos todos que la ley tenga que apli-carse. Ellos tienen la palabra, y nosotros tene-mos el deber de cuidar a la sociedad.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra laseñorita Lourdes Flores.

La señorita FLORES NANO (PPC).� SeñorPresidente: Porque creo firmemente en la vida yporque, además, en lo personal estoy esencialmen-te agradecida a ella, me he preguntado, a lo largode estos meses, tanto en el debate en la Comisiónde Constitución y de Reglamento, como por su-puesto al reiterar posiciones en este Pleno, si eraéticamente admisible, desde mi punto de vista y,además, adecuado a las actuales circunstancias,legislar o no permitiendo la pena de muerte.

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Y, entonces, en el debate de la Comisión de Cons-titución y de Reglamento, como hoy lo reafirmo,he llegado al firme y personal convencimientode que sí es posible y es, además, necesario. Poreso, señor Presidente, en la Comisión de Consti-tución y de Reglamento voté a favor de la modi-ficación constitucional para legislar sobre la penade muerte en el caso de terrorismo, y hoy meratifico en esa posición y votaré a favor de aque-lla fórmula.

He procurado, señor Presidente �y éste es elsentido de estas palabras�, sostener mi posicióncon toda claridad. Aquellos que, en efecto, soncontrarios a la aplicación de esta pena, han en-contrado argumentos teológicos y filosóficos y deconvicción personales para sustentar su posición.

Yo quisiera, también, esgrimir algunos argumen-tos desde la óptica de las sagradas escrituras, delmensaje papal y de puntos de vista teológicos,todos ellos de inspiración católica, para encon-trar seguramente, porque mi propio raciociniome ha parecido insuficiente, sustento adicionala esta posición que defiendo.

En mi concepto, la tesis moral, esencial para jus-tificar la aplicación de la pena de muerte, es lasiguiente: por derecho natural, y siempre que lorequiera el bien común, puede la autoridad pú-blica imponer la pena de muerte a los reos degravísimos crímenes. O sea, se trata de una deci-sión que nace del derecho natural frente a cir-cunstancias que el bien común reclame, únicacausa proporcionada para inferir pena tan gra-ve. Se trata de una decisión que debe emanar dela autoridad pública y jamás de iniciativa priva-da. Debe imponerse la pena a los malhechores yen ningún caso a los inocentes. Y debe tratarsede reos de gravísimos crímenes, pues ellos �seentiende� son igualmente graves frente al biencomún.

Esta tesis central, señor Presidente, tiene aside-ro en algunos pasajes bíblicos. Quisiera citarlos,entre otros, por supuesto.

El Éxodo: "El que hiera mortalmente a otro, serácastigado con la muerte". O en el Nuevo Testa-mento, San Pablo, en la Epístola a los romanos:"Pero si haces el mal, teme a la autoridad que noen vano lleva la espada. Es ministro de Dios ven-gador para el castigo del que obra el mal".

Y entre los papas, señor Presidente, creo que eldiscurso pronunciado por Pío XII, el 14 de se-tiembre de 1952, refleja con claridad una posi-ción que, por tanto, estimo válida y legítima paralos católicos. Dijo Su Santidad Pío XII: "Aun enel caso que se trate de la ejecución de un conde-

nado a muerte, el Estado no dispone del derechodel individuo a la vida. Entonces, está reservadoal poder público privar al condenado del bien dela vida, en expiación de su falta, después de quepor su crimen él se ha desposeído de su derechoa la vida". Discurso pronunciado por Pío XII el14 de setiembre de 1952.

En síntesis, la doctrina que aquí se expresa esque el Estado no tiene competencia para quitarel derecho que el individuo tiene a la vida. Es elmismo homicida el que, por el hecho de quitar lavida, se despoja a sí mismo de ese derecho suyo,y una vez despojado de él, tiene entonces el Es-tado capacidad para privarlo del bien de la vida,de cuyo derecho él mismo se ha desprendido. Éstaes, también, tesis que han expuesto algunos pen-sadores.

San Agustín dice: "Quien matase a un malhechorsin mandato oficial, será condenado como homi-cida, tanto o más que se arrogó un derecho queDios no le había concedido".

Y también, y quizás con más claridad, Santo To-más de Aquino dice: "Si conviene a la salud detodo el cuerpo humano cortar alguno de susmiembros podrido y corruptivo, laudable ysaludablemente debe ser cercenado. Es así quela persona singular se ordena dentro de toda lacomunidad como la parte al todo. Por lo tanto, sialgún hombre es peligroso para la comunidad ycorruptivo de la misma por algún delito cometi-do, laudable y saludablemente debe morir enatención al bien común".

Pensadores más modernos, como J. Touneau, di-cen que: "La pena de muerte no es simplementeun instrumento de legítima defensa, procura tam-bién vengar el desprecio a la autoridad y al or-den público. Tiene valor de medicina preventivay goza de eficacia ejemplar".

O Mausbach: "La pena de muerte no es contrariaa la dignidad y finalidad propia de la persona,porque el delincuente ya ha renunciado por símismo a la propia dignidad personal, y habiendodesacatado los fundamentos mismos de la mora-lidad y del ordenamiento jurídico, ha destruidotambién la razón de su existencia terrena".

Pero, por supuesto, la propia Iglesia Católica ylos pensadores que acogen esta tesis son clarosen señalar advertencias.

"La pena de muerte no puede establecerse sinoen razón del bien común y con estricta aplica-ción a los principios del debido proceso, de la ga-rantía del derecho de defensa y de seguridadesmáximas".

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Expuesto pues así, señor Presidente, el funda-mento filosófico y teológico de quienes expresan-do una corriente o un punto de vista sostienenque es posible aplicar la pena de muerte, yo mepregunto, y mi respuesta es afirmativa, si no esacaso útil o necesario, frente al fenómeno del te-rrorismo que vivimos, dotar al Estado, y al Esta-do democrático, de toda la autoridad necesariapara aplicar con rigor el máximo de pena posi-ble.

Yo estimo que es tan grave el flagelo que hemosvivido, que bien puede el estado de derecho, pre-viéndose de todas las garantías, dotar a su Esta-do de una autoridad tal que lo lleve a este extre-mo máximo.

Es cierto que quienes sostienen posición contra-ria esgrimen argumentos valederos. Quisiera, sinembargo, referirme a tres de ellos, para intentarprecisar por qué veo que los riesgos genéricos quese expresan como temores ante la pena de muer-te pueden minimizarse; esto, en el caso concretodel terrorismo y de la idea que estamos defen-diendo quienes propiciamos esta modificaciónconstitucional, que es, por supuesto, una aplica-ción muy restringida a las modalidades del te-rrorismo.

En primer lugar se alude al error judicial, a laposibilidad, natural y humana, de que el juez fa-lle en la aplicación de esta pena. Fallará la auto-ridad si en efecto terminara condenando a uninocente. Estimo que la posibilidad de limitar eseriesgo pasa �como indicaba, y eso lo diseñará laley� por una aplicación muy restringida de laposibilidad de pena de muerte a los casos de ca-becillas y frente a hechos de gravísimas conse-cuencias que la ley tendrá que precisar.

Hay entonces un menor riesgo de error, porqueel cabecilla senderista o el cabecilla terrorista,en cualquiera de sus modalidades, normalmenteha sido claramente identificado, incluso por unaautoinculpación. Hay normalmente en estos ca-sos una declaración personal de culpabilidad, unaafirmación de pertenencia al movimiento subver-sivo y, normalmente, una reivindicación de losactos terroristas.

En consecuencia, quien juzga �si bien llega,como en todo proceso judicial, a la verdad� nor-malmente parte del reconocimiento de los hechosdelictivos y de la condición delincuencial de quienasí se ha autoinculpado.

Pero, aun en este caso, estimo que los legislado-res tendremos que ser particularmente cuidado-sos para garantizar un debido proceso; y por esocelebro, para comenzar, que hayamos incorpora-

do la casación y la revisión de estos procesos porla Corte Suprema.

Creo, señor Presidente, que debería haber ma-yores garantías. Estimo que los tribunales mili-tares no deben en el Perú aplicar la pena de muer-te; que en los casos en que esta sanción deba seraplicada, debe resultar imperativa y obligatoriay sólo aplicada por la Corte Suprema de Justiciade la República del país.

Es más, estimo que la ley debe garantizar la una-nimidad como única circunstancia en que la penapuede ser aplicada.

Creo, entonces, señor Presidente, siendo por su-puesto toda obra humana, que el riesgo del errorjudicial puede ser disminuido.

En relación al efecto disuasivo que pueda o notener esta sanción, ha habido una serie de inter-venciones, y yo me inclino, señor Presidente,quizás sólo esperanzadamente, a considerar queen el esfuerzo final que tenemos que hacer paraganar la guerra subversiva, en el esfuerzo finalpara que esta guerra concluya definitivamenteen el país, encontrándose como se encuentranencarcelados los líderes terroristas, hemos decrear un mecanismo que tienda, hasta donde seaposible, y creo que en eso puede radicar el efectodisuasivo, a evitar la recomposición de las cúpu-las de los movimientos terroristas.

Estimo que allí podría radicar un efecto disuasivo,tangible y claro, y por eso me inclino a dotar alEstado peruano de este instrumento con el queeventualmente pueda disuadir la recomposiciónde los mandos militares de los movimientos te-rroristas.

Nada puede ser una verdad absoluta, pero meinclino a pensar que este elemento, usado pru-dentemente �y podría disminuirse a través delos elementos señalados cualquier riesgo deerror� podría para este concreto propósito te-ner un efecto disuasivo.

El último tema al cual me quiero referir es elrelativo al impacto internacional y a las preocu-paciones que sobre esta materia, en efecto, res-ponsablemente, debemos tener.

Es cierto que la modificación constitucional nosupone la reimplantación de la pena de muerte,porque la Constitución de 1979 no la abolió defi-nitivamente; pero sí supone la ampliación acausales distintas de las contempladas en esaConstitución, y eso va a tener sin duda un efectointernacional.

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Por tanto, hace falta frente a esta decisión unaagresiva ofensiva diplomática, y espero que losmejores esfuerzos y las mejores mentes se desti-nen al propósito de explicar por qué soberana-mente y con posiciones divergentes este Congre-so opta �si es que así ocurre� por la amplia-ción de la pena de muerte a otras causales.

En particular, señor Presidente, nos preocupanlos efectos respecto del Convenio de San José deCosta Rica. En algún momento se pensó que lasolución fácil podía ser la denuncia del Tratado yver luego cómo capear el temporal. No es que yome ate a los compromisos internacionales denuestra patria, pero estimo que todos los esfuer-zos que hagamos por preservar el orden interna-cional y los derechos humanos resultan funda-mentales.

Pues bien, el Pacto de San José de Costa Rica ensu artículo 4º, punto segundo, que es el aplicableal caso que nos ocupa, indica que:

"En los países que no han abolido la pena demuerte, ésta sólo podrá imponerse por los deli-tos más graves, en cumplimiento de sentenciaejecutoriada de tribunal competente y de confor-midad con una ley que establezca tal pena, dicta-da con anterioridad a la comisión del delito".

Finalmente, este mismo párrafo indica:

"Tampoco se extenderá su aplicación a delitos alos cuales no se la aplique actualmente".

Quiero, entonces, comenzar afirmando que laConvención de San José no es absolutamenteabolicionista. La Convención de San José reco-noce que en aquellos países que no han abolidola pena de muerte ésta puede imponerse por de-litos graves. Lo que prohíbe, y en esto el Perúestaría, en efecto, incumpliendo el pacto, es quese extienda a delitos a los cuales no se apliqueactualmente.

Cuando se suscribió el Convenio de San José deCosta Rica estaba vigente la Constitución de1933, y en mérito de esta Constitución no sólo seaplicaba la pena de muerte para el delito de trai-ción a la patria, sino que también se hacía exten-siva al homicidio calificado y, como se recordabaesta mañana, incluso tenía una fórmula genéri-ca que remitía a la ley. Es decir, incluso la propiaConstitución no cerraba el número de casos paralos que la pena de muerte era aplicable, sino quellegaba a hacerla extensiva a los casos que la leyseñalaba; pero, en todo caso, el homicidio califi-cado estaba expresamente contemplado. Ciertoes que la Constitución de 1979 restringió los al-cances y que hoy día estamos volviendo a laaplicación extensiva.

Hemos seguido en la Comisión de Constitucióny de Reglamento distintos puntos de vista. Yo meinclino, en primer lugar, porque el Perú esgrimael argumento de la preexistencia a la firma de laConvención de San José de Costa Rica, o la co-existencia al momento de la firma de la Conven-ción de Costa Rica, de la circunstancia del homi-cidio calificado como hecho punible con pena demuerte, de acuerdo a la Constitución de 1933,para señalar, aunque no se trate exactamente delmismo tipo penal, que el Perú está ampliando lapena de muerte a una circunstancia que, en unade sus modalidades, la del homicidio, ya era apli-cable cuando se firmó el Convenio.

Pero, en todo caso, estimo que el Perú debe ha-cer una ofensiva diplomática invocando la Con-vención de Viena �el tratado de los tratados�,que admite la posibilidad de la suspensión tem-poral de algunas obligaciones contractuales con-tenidas en un convenio cuando las circunstan-cias así lo aconsejan. Porque, entonces, podrá,ante la comunidad internacional, esgrimirse cuá-les han sido las circunstancias que han justifica-do, por la gravedad de los hechos, esta amplia-ción de la pena.

Si ninguna de estas vías finalmente resultaraaplicable, habrá que denunciar el tratado, perohabrá que volverlo a suscribir con reserva de estepunto. Yo lo que quiero es que el Estado perua-no, con mucha nitidez, fije que es su voluntad,en líneas generales, el respeto a este convenio;que hay razones que, soberanamente, nos pue-den conducir a la ampliación de la pena de muer-te; que esa ampliación corresponde a una circuns-tancia más grave, aunque parcialmente contem-plada por la Constitución de 1933, vigente al mo-mento de la suscripción del convenio, y que, entodo caso, se esgrima, con valentía y con fran-queza, esta situación especial para conseguir untrato excepcional.

No en vano, señor Presidente, el Consejo Per-manente de la Organización de los Estados Ame-ricanos, mediante una declaración, condenó enér-gicamente las acciones criminales de los gruposterroristas Sendero Luminoso y MovimientoRevolucionario Túpac Amaru, expresó su solida-ridad con el pueblo peruano y el Estado peruanoy calificó de genocida a este movimiento. Es de-cir, la propia Organización de los Estados Ameri-canos, como a su turno lo hizo las Naciones Uni-das, ha reconocido públicamente la gravedad deestos hechos y creo que, por tanto, podrían en-tender argumentos de razón y de lógica.

Señor, yo sueño en un país con paz, por supuestoque en ello creo, no me mueve un afán de vindictay sí la convicción de que hay que dotar al Estado

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democrático de todos los resortes y recursos parapreservar el orden y para restablecer el equili-brio roto por la violencia y por el ejercicio irra-cional de ésta.

Como todos los temas de conciencia, es éste untema opinable. Siento que cumplo con mi con-ciencia, dotando al Estado de este instrumento,y por eso, como lo hice en la Comisión de Consti-tución y de Reglamento, votaré a favor de la ex-tensión de la pena de muerte para el delito deterrorismo.

Muchas gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Torres Vallejo.

Antes de que inicie su intervención, quería men-cionar que todavía hay una lista bastante largade oradores. Quiero que ustedes comprendan quela Mesa está siendo flexible en cuanto al uso deltiempo de cada uno de los oradores.

Quisiera pedir, en reciprocidad, que se ciñan altiempo de que disponen. Esta sesión se va a pro-longar mucho más allá de las nueve y media,hasta agotar la presentación de todos los orado-res y votar esta noche. Les pido eso, y podemostener esa flexibilidad.

Adelante, ingeniero.

El señor TORRES VALLEJO (CD).� SeñorPresidente: No le daré la oportunidad de que meponga luz roja.

Éste es un problema de conciencia, y quiero agra-decer a los miembros de mi bancada por permi-tirme discrepar. He escuchado argumentos a fa-vor y en contra muy respetables.

Yo tengo una posición definida desde el año 1979,cuando fui miembro de la Asamblea Constitu-yente, y, posteriormente, como senador, presen-té proyectos a fin de modificar el artículo 235º.Pero, lamentablemente, sin éxito.

Yo me preguntaba, cuando discutíamos la Cons-titución de 1979, ¿por qué la pena de muerte sólose puede aplicar al traidor en época de guerra?¿Por qué no al traidor en época de paz?

La pena de muerte es para defender la vida, y lavida hay que defenderla, aunque sea con la muer-te. La sociedad tiene derecho a defenderse.

En julio del año 1989, cuando se votó el proyectode pena de muerte, fui acompañado por un dig-no representante del Partido Popular Cristiano,

Oscar Olivares Montano, y fuimos las dos únicaspersonas que votamos a favor de la pena de muer-te. Se nos trató mal, porque en aquella épocaparecía que sólo la gente anormal pensaba así,pero hoy veo con suerte que quizás no me quedesolo, que tendré varios acompañantes o muchos.

Yo sostuve y sostengo que el homicida calificadodebe ser muerto, sea asaltante, secuestrador, vio-lador; sostuve y sostengo que el narcotraficantees un genocida y debe ser también muerto; sos-tuve y sostengo que el traidor a la patria, en épo-ca de guerra o de paz, debe ser muerto. En aque-lla época no había el delito del terrorismo, noexistía el asesino terrorista. Esta vez apoyaré quetambién el terrorista sea muerto.

He escuchado argumentos en contra de la penade muerte que quisiera muy sucintamente ana-lizar.

Se ha dicho que las nuevas constituciones elimi-nan la pena de muerte, que la historia camina enese sentido y que no podemos ir en sentido con-trario. Eso es cierto. Pero yo quiero recordarlesque, en otros campos, por ejemplo en el econó-mico, la historia, desde hace 80 años, caminabaen un sentido, con ideas socialistas, ideas comu-nistas, que yo en mi juventud abrazaba. Poste-riormente, todo esto se ha derrumbado y hoycaminamos en sentido contrario. Se ha dicho quela pena de muerte no es persuasiva, que en Esta-dos Unidos hay pena de muerte y, sin embargo,las cárceles están llenas.

Yo me pregunto, ¿si no hubiera pena de muerte,las cárceles estarían vacías? Creo que no es unargumento firme.

Se dice que más disuasiva es la pena de interna-miento. Yo creo que la pena de internamiento esuna pena de mayor maldad y que no es conve-niente, porque nosotros somos un pueblo tanpobre que no satisfacemos las necesidades bási-cas y mucho menos podemos dedicar lo poco quetenemos a mantener a delincuentes calificadosen eternidad.

Finalmente, se ha dicho que sólo Dios tiene de-recho a quitar la vida; la pena de muerte no escontra Dios, la pena de muerte es contra quienquita la vida.

Por estas razones, señor Presidente, votaré a fa-vor de la pena de muerte.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Francisco Tudela.

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El señor TUDELA VAN BREUGEL-DOU-

GLAS (R).� Señor Presidente: Casi todos losargumentos han sido dados en este tema doloro-so y desagradable, pero frente al cual es imposi-ble sustraerse, a pesar de que se discute desde lanoche de los tiempos.

Se han dado distintos argumentos, argumentosfilosóficos y argumentos religiosos, sobre la po-testad del Estado de dictar la pena de muerte yde condenar a los asesinos o a los homicidas conesta pena. Existen citaciones interminables enlos evangelios. Si quisiera recordar alguna, re-cordaría la de San Pablo, que dice claramenteque el poder temporal puede utilizar la espadapara aplicar la venganza divina, el castigo del cie-lo. Más aún, San Pablo dice que quien mata porla espada, perecerá por la espada.

San Bernardo de Claraval en su discurso Laudede Nueva Milicia, que es el discurso de alabanzaa la recién fundada Orden de los Templarios, es-tablece que el combate a muerte con los infieleses lícito cuando se quiere liberar a un pueblo dela opresión religiosa. Ésta es la hipótesis de SanBernardo de Claraval: que si un pueblo cristianoera conquistado por la vía de las armas por unpueblo musulmán, había derecho de pelear paraliberarlo en su identidad cultural y en su identi-dad religiosa.

Hoy día, nosotros hemos secularizado este con-cepto alrededor del concepto de Estado nacional;pero, básicamente, la idea de la identidad cultu-ral, de la preservación de la integridad nacional,se mantiene intacta hasta el día de hoy.

Es cierto, como ha indicado el doctor Moreyra,que el Jainismo es, tal vez, la única religión, o laúnica variante de la religión védica, que está con-tra el acto de matar, no contra la pena de muer-te. Quiero aclarar aquí este punto, específica-mente. La idea del Jainismo, que es tal vez unade las religiones más extremas dentro de las re-ligiones de la India, es que el hombre no debetener ningún tipo de contacto con el mundo deldevenir, con el Samsara y que, a través de la dis-ciplina ascética, debe independizarse del mun-do.

El hombre que mata establece un contacto quele impide la trascendencia espiritual, perturbasus emociones e impide la contemplación. Se tratade un caso individual.

Los budistas van a recoger este mismo concepto,tanto en los cuatro hainas de la meditación, comoen los preceptos básicos que debe cumplir el hom-bre para poder salvarse.

También se han esgrimido argumentos que na-cen de la conciencia del azar; esto es, existe loincierto en el mundo, existe la ley de las probabi-lidades y, en ese sentido, el azar podría hacer quese condene a un inocente. Pero el azar tambiénpodría hacer que se libere a un monstruo y, mien-tras se demoran en recapturarlo, ese monstruomate a 5 ó 10 personas. El azar no juega en unsolo sentido, el error judicial no juega en un solosentido, la muerte no juega en un solo sentido.

Sin embargo, a pesar de todos estos argumentosque se han expresado, quiero llamar la atenciónsobre uno, del cual se ha hablado poco, pero quees la premisa básica de todos los sistemas de jus-ticia, por lo menos en las civilizaciones tradicio-nales.

Y es que las personas son individuos diferencia-dos e individuos absolutos, que deciden cuálesson sus actos y responden por sus actos; las per-sonas escogen el curso de acción, no son empuja-dos al curso de acción; los actos nacen de la vo-luntad de las personas. A esta doctrina se la co-noce como la doctrina del libre arbitrio, que tie-ne un lugar especial dentro de la escolástica ca-tólica, pero que se encuentra, por lo demás, en latotalidad de las religiones tradicionales del mun-do.

El libre arbitrio tiene como contrapartida la res-ponsabilidad, y cuando uno asesina a alguien, lacontrapartida es lo que jurídicamente se conocecomo la responsabilidad penal por un acto ema-nado del libre arbitrio de la persona, decididovoluntariamente; es decir, optó por matar.

Si esta responsabilidad penal es identificada comoun acto cometido a sangre fría, en plena concien-cia, de una manera cruel, entonces esa persona,dentro de la hipótesis de que se apruebe el artí-culo que estamos discutiendo, y sólo en esa hipó-tesis, esa persona podría ser condenada a muer-te.

No todo el que asesina, por los grados de la con-ciencia, va a ser condenado a muerte. Una perso-na de 18 años, que si bien es mayor de edad, esuna persona que recién sale de la adolescencia,tiene muchos atenuantes que, por lo menos, den-tro de las hipótesis jurídicas, van a evitarle estapena.

Sin embargo, el núcleo de la doctrina del librearbitrio es que las personas tienen que asumirsu responsabilidad y que los jefes, los cabecillasde los movimientos terroristas, los que inspiranintelectual y materialmente a los movimientosterroristas, tienen que responder por sus propiosactos, tienen que asumir sus responsabilidades;

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y un artículo constitucional como éste no es unartículo que los agreda, es un artículo que lo únicoque dice es: usted mata; muy bien, asuma ustedsu responsabilidad.

Ahora bien, es extraño que, desde hace ya algúntiempo, se invoca mucho al pueblo; se dice que elpueblo hace la historia y, sin embargo, al pueblose le niega el tener un criterio justo en estas co-sas. Y esto obedece a una distorsión intelectualproducida tanto por el liberalismo como por elmarxismo; esto es, la concepción de que el pue-blo es un colectivo, que delega en una elite, en lavanguardia del proletariado la conducción de lasociedad y, por lo tanto, esa elite o esa vanguar-dia es responsable, y el pueblo es irresponsable,porque el pueblo no está compuesto de indivi-duos diferenciados y absolutos. Esta teoría esabsolutamente falsa y no resiste el menor análi-sis lógico. Las personas son responsables por susactos individuales.

¿Dónde se origina esta doctrina? En el natura-lismo del siglo XVIII, establecido, sobre todo, enel Contrato Social de Rousseau. Esto es, el buensalvaje, que vive en el estado presocial, que pac-ta consigo mismo, y al pactar consigo mismo, loque hace es crear la sociedad, y luego esa socie-dad lo corrompe.

Sin embargo, el individuo tiene un sentido deequivalencia y de justicia que, incluso, en la ab-surda hipótesis de Rousseau, es persistente eneste acto de contratar consigo mismo. ¿Cómo sabeél que el contrato es bueno o malo? Él escogecontratar, en esa absurda hipótesis, porque tie-ne libre arbitrio y considera que lo que se le ofre-ce es adecuado para él y, en ese sentido, nueva-mente se reafirma, incluso en las tesis que tra-tan de crear un buen salvaje, la tesis de que elindividuo, absoluto y diferenciado, responde porsus actos, porque posee el libre arbitrio.

¿Qué trato debe dar la sociedad a quien ejercien-do su libre arbitrio comete un homicidio califica-do, para usar el término correcto? Depende estode las circunstancias del crimen. El derecho pe-nal tiene una figura que se llama el crimen atroz,que es el crimen cometido de manera inhumanay que tiene todos los agravantes.

Cuando nosotros vemos en los diarios, en la tele-visión, cómo columnas de terroristas entran enlos pueblos andinos y matan a niños y mujeres ylos queman y los mutilan y los cortan en trozos,¿estamos o no frente a un crimen atroz? De talmanera que, dentro de lo que es la concepcióndel crimen atroz �y casi todos los sistemas pe-nales del mundo abren la puerta a la pena másgrave que tiene cada uno en sus sistemas pena-

les�, ese tipo de crimen atroz se cumple en elcaso que nos ocupa.

La pena de muerte no es fruto del odio ni de lavenganza. No tiene nada que ver con la idea delodio ni de la venganza. Tiene que ver con algoque el doctor Ferrero mencionó en la mañana,que es la proporcionalidad, que es el fundamen-to no sólo del derecho penal sino de la justicia, elsentido de las equivalencias, la idea de que a uncrimen atroz corresponde un castigo severo.

Yo no creo que la pena de muerte sea disuasiva.Más aún, estoy convencido de que no lo es. Creoque el fanático sigue siendo un fanático y persis-tirá en sus acciones. Creo también que todosaquellos que están pensando en arrepentirse,confrontados con este artículo constitucional,acelerarán su arrepentimiento.

Creo que no es disuasiva, pero también tengo queobservar algo: así como la pena de muerte no re-duce al delito, constato, al menos en mi país, quela abolición, aunque sea parcial, tampoco reducela criminalidad y, entonces, estamos frente a unhecho de la naturaleza humana, que ocurre entodas partes del mundo y que no está producidopor mecanismos de ingeniería social.

En el Perú, un conjunto de ideas ha alterado lalucidez de un grupo de personas y lo ha conduci-do a cometer crímenes atroces. Lo que busca lasociedad con la pena de muerte es proporción alcrimen y, en segundo lugar, la salvaguardia de lasociedad; esto es, preservar a la sociedad de esapersona que puede ser liberada o que puede lo-grar evadir a la justicia y puede seguir matandoa personas.

Se habla de que no hay tribunales adecuados paraaplicar esta pena. Yo creo que no es cierto. Si unove la aplicación de la pena de muerte a lo largode la historia del Perú, va a descubrir que lostribunales han aplicado esta pena siempre conmucha moderación; más aún �lo que ha men-cionado la doctora Lourdes Flores�, tiene quehaber una tipificación exigente del delito de ho-micidio calificado o del delito de terrorismo, encaso de que el artículo constitucional quede comoha sido formulado.

Hay otras preguntas, ¿es la vida del asesino mássagrada que la vida de la víctima? ¿Quién es lavíctima? ¿El individuo que ha sido asesinado, elindividuo que ha muerto o es la víctima la totali-dad de la sociedad? Acá hay una confusión entrelo individual y lo colectivo. Esto es, cuando Cris-to nos recomienda perdonar a quienes nos ofen-den, por lo menos en el texto de la Vulgata, quedurante más de mil años ha sido el texto oficial

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de la Iglesia, utiliza la palabra inimicus; y, cuan-do utiliza términos para referirse como los queusa San Pablo respecto a la defensa de la socie-dad, usa el término hostis. Hay una diferenciasustancial, una cosa es el hombre que nos ofen-de personalmente y otra cosa es el enemigo de lasociedad.

Y el terrorista, y no sólo el terrorista, el secues-trador, todo aquel que comete un homicidio cali-ficado, a sangre fría, tiene como víctima no sóloal que va a morir, no sólo a los deudos que van asufrir la ausencia, sino a toda la sociedad que vea su justicia retada en la persona de la víctima.

Por eso es que se habla de acciones de oficio. Lasacciones de oficio, o de orden público, son aque-llas que emanan de un agravio a la sociedad. Y,por eso, los procuradores cuando proceden deoficio lo hacen en nombre de la sociedad, no ennombre de la víctima individual.

En ese sentido, no estamos hablando de vengan-za, nada más lejos. Estamos hablando de la mo-ral pública. ¿Y cuál es esta moral pública? Estamoral pública es que el todo, la preservación deltodo de la sociedad, de sus sistemas de justicia,de sus sistemas políticos, está sobre la vida deuna parte, sobre todo cuando estamos hablandode una parte que premeditadamente comete unhomicidio calificado. Y la sociedad tiene que pre-servar a sus instituciones.

En ese sentido, cuando hablamos de la sociedadcomo culpable, estamos hablando de un absur-do. Si es culpable, entonces escojamos cada añoa diez justos, a los diez más justos y virtuosos delPerú, y ejecutémoslos. Ellos son los responsablesdel mal de la sociedad. Obviamente, este argu-mento es absurdo.

Es absurdo, porque la sociedad es afectada por elcrimen; y la sociedad funciona en base al librearbitrio de las personas, y el libre arbitrio de laspersonas se funda en la justicia, y la justicia sefunda en un sentido de equivalencia, en un sen-tido de proporcionalidad entre la ley y los actosque uno comete, proporcionalidad inclusive enel intercambio comercial. Si uno le dice a unapersona: yo te cambio una onza de oro por unaonza de plata, así se meta uno en la máquina deltiempo y vaya cuatro mil años atrás, esa personava decir que no, porque este principio de propor-cionalidad, este sentido innato de la justicia esafectado.

En ese sentido no podemos, y creo que no se debe,afectar el orden público. Un artículo como el pro-puesto tiene como finalidad preservar el orden

público, así como preservar la imagen de la auto-ridad en el Perú, que ha sido deteriorada. Y esaautoridad es indispensable para que haya ordenpúblico y para que haya sociedad. No hay socie-dad sin autoridad, excepto para los anarquistas.Y, además, esa responsabilidad individual está enla base del libre arbitrio, y quien asesina es res-ponsable de sus actos, y la justicia lo castiga, por-que la justicia está fundada en esa apreciaciónde libre arbitrio.

Para terminar, señor Presidente, creo que la si-tuación política del Perú justifica la aprobaciónde este artículo. Y, en vez de utilizar el términoterrorismo, pondría a secas el término homici-dio calificado. El homicidio calificado es lo quepodríamos llamar la jerarquía más alta dentrodel homicidio y requiere de una evaluación pru-dente hecha por los tribunales.

En segundo lugar, creo que el terrorismo es uncrimen atroz, tanto contra el individuo como con-tra la totalidad de la sociedad a la que busca co-rroer el terrorismo. Los terroristas, con un artí-culo como éste, van a conocer cuáles son las re-glas, y mediante un acto de libre arbitrio van asaber si se ponen bajo la espada de la justicia ono se ponen bajo esa espada.

Los romanos tenían un dicho: "Salus publica su-prema lex"; es decir, "La salud pública es la leysuprema". Esto también es un principio cristia-no; la comunidad tiene que ser preservada, lajusticia dentro de la sociedad tiene que ser pre-servada y las legítimas autoridades también tie-nen que ser preservadas. Y la persona encuentrasentido dentro de su comunidad y dentro de susociedad.

En ese sentido, creo que es conveniente aprobarel artículo propuesto, sustituyendo el término "te-rrorismo" por el término "homicidio calificado".

Una última cosa, señor Presidente. Se utiliza elargumento de los tratados internacionales comouna espada de Damocles que impediría la adop-ción de esta norma. Esto es muy relativo. En pri-mer lugar, la definición de la soberanía es com-petencia plenaria. Un Estado tiene competenciaplenaria sobre sus asuntos. En segundo lugar, esacompetencia plenaria le permite denunciar lostratados internacionales de acuerdo a las cláu-sulas que los tratados contienen y las cuales seha comprometido cumplir.

El Pacto de San José de Costa Rica tiene rangoconstitucional de acuerdo a la Constitución de1979. Eso significa que la cláusula de denuncia,contenida en el Pacto de San José de Costa Rica,

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también tiene nivel constitucional. Esto es, elartículo que establece la denuncia del Pacto den-tro del Pacto de San José, que permite a los esta-dos que lo han suscrito retirarse de él, es unanorma constitucional peruana. Inclusive, en esecaso, no se estaría violentando el orden interna-cional.

Por último, yo estuve, en marzo de 1992, enAméricas Watch, en Nueva York, y le pregunté asu director, mucho antes que hubiese CongresoConstituyente, mucho antes que hubiese 5 deabril, que si el Congreso del Perú modificaba laley y establecía la pena de muerte, esto podía serobjetado en derecho, en sustancia, por esta orga-nización. Y tuvo que confesar que no. Una cosaes la retórica política y otra cosa son los hechosde acuerdo al derecho internacional.

Y, en ese sentido, tal vez, habría que decir unacosa muy sencilla, y es que sólo los peruanos vana salvar al Perú.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Eusebio Vicuña.

El señor VICUÑA VÁSQUEZ.� Señor Presi-dente: Este tema de la pena de muerte es un temade conciencia, y al momento de dar nuestro vototambién lo haremos con conciencia. Quiero re-sumir los motivos por los que el terrorismo hanacido en nuestro país.

El terrorismo, como sinónimo de un acto de re-presalia y de temor en la sociedad, como una sín-tesis de la izquierda tradicional y radical de an-tes, que busca crear la zozobra en la sociedad pararomper la estructura del Estado, ha tomado cuer-po por la negligencia y la pasividad de los gobier-nos anteriores al actual. Ha tomado presencia yha sido nefasto, por la sencilla razón de que losgobiernos tradicionales han ocasionado la situa-ción crítica en que se encuentra nuestro país.

La crisis de los pueblos andinos y de los valles dela costa, donde no hay mayor comunicación nicentros de trabajo, la desesperación y el hambre,han permitido que fanáticos y psicópatas terro-ristas se valgan de esta situación para hacer apo-logía del terrorismo y así ganar adeptos, logran-do tomar cuerpo y presencia dentro de la socie-dad.

Ello no implica que todas las personas que pier-dan o se inhiban de sus valores morales y virtu-des personales incurran en delito, como si se tra-tase de una enfermedad, como es el caso de losterroristas extremistas, que han llegado a una

psicopatía social, y en esa conducta, prácticamen-te, no todos podemos concordar.

Quienes asumimos una responsabilidad con con-ciencia, como es el caso de quien habla, que du-rante la campaña electoral, en la que fui cabezade lista, y también en este Hemiciclo, denunciéla interrupción de la Constitución, hemos sidoclaros. El único tema con el que no pude coinci-dir con la mayoría es el de la pena de muerte,porque la ideología de nuestro partido es no ma-tar; no solamente porque tenemos conciencia,sino porque el juzgador se puede equivocar y sen-tenciar al acusado sin tener éste responsabilidad;teniendo en cuenta, además, que todo aquel queincurre en delito es prácticamente un enfermomental, y al enfermo mental hay que curarlo yno destruirlo. A pesar de haber perdido a misparientes más cercanos, como un primo herma-no y tíos, en manos de estas hordas asesinas, apesar de repudiar los actos innobles de estos ele-mentos que han caído en desgracia, no puedopermitir que se mantenga el odio, el resentimien-to y el rencor.

Comprendo la actitud de quienes defienden latesis de la pena de muerte, porque son como aque-llos guerreros que buscan al enemigo hasta des-trozarlo. Es, también, una respuesta del gobier-no, cuando no puede justificar el hambre y lamiseria en nuestro país. Pero, como quiera queeste Gobierno viene introduciendo cambios en laestructura económica, cultural y social, especial-mente con la valiente participación de nuestrasFuerzas Armadas, se está demostrando, con laformación de las rondas campesinas, que se estáperdiendo el temor. Y es que el terrorismo bus-caba infundir miedo y terror en las personas, afin de que vinieran a las ciudades y rompiesen laestructura del país. Pero esto ya no sucede, por-que a las rondas campesinas se las ha dotado dearmamento, y los desplazados están perdiendoel miedo y regresando a sus lugares de origen.

Si se hubiese aplicado con anterioridad la penade muerte, tal vez sería oportuna, pero ahora queel pueblo está tomando conciencia y ha empeza-do a utilizar mecanismos de defensa, no tengosino que oponerme a la aplicación de esta pena,que ha sido contemplada por anteriores legisla-ciones, sin que sirviese para que la criminalidaddisminuya.

Quiero concluir, señor Presidente, diciendo quelos terroristas están catalogados como psicópa-tas, y todo psicópata busca una muerte heroica.Condenarlos a la pena de muerte sería para ellosun triunfo, pues pasarían a la historia como sihubieran realizado un acto de heroísmo.

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Por mi fe cristiana y por convicción personal, hesuperado el odio, el resentimiento, el rencor, ypor ello no estoy a favor de la pena de muerte.

Gracias, señor Presidente.

�Reasume la Presidencia el señor JaimeYoshiyama, durante la anterior interven-ción.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Bedoya de Vivanco.

El señor BEDOYA DE VIVANCO (PPC).�Señor Presidente: He tratado de sintetizar mipensamiento en dos hojas que he escrito para sermás concreto, a las que, contrariamente a lo quees mi costumbre, voy a dar lectura. Por eso rue-go que, si me excediera de los cinco minutos, tu-viera benevolencia.

Señor Presidente, soy socialcristiano. A esa for-mación responden mis creencias. Sin embargo,el tema de la pena de muerte no es problema dedoctrina �como explicaré más adelante� sinode conciencia.

Se ha dicho acá que la Iglesia es favorable a lapena de muerte, y eso no es cierto. Convengo enque la Iglesia no prohíbe la pena de muerte, perono la promueve. La Iglesia nos enseña a buscarla conversión y no la venganza, a elevar el espíri-tu con los sentimientos más nobles y no a fomen-tar las bajas pasiones, el odio, la falta de miseri-cordia.

En la Biblia no solamente está el episodio de Caín,a quien Dios marca para que no lo maten a pesarde haber matado él a Abel, también está el de lamujer adúltera, quien debía ser muerta a pedra-das en cumplimiento de la ley y a quien Cristoperdona.

Si bien el catecismo no condena la aplicación dela pena de muerte, precisa sin embargo que "silos medios incruentos bastan para defender lasvidas humanas contra el agresor y para protegerde él el orden público y la seguridad de las perso-nas, en tal caso la autoridad se limitará a em-plear sólo esos medios, porque ellos correspon-den mejor a las condiciones concretas del biencomún y son más conformes con la dignidad dela persona humana". Catecismo número 2267, alque no dio lectura Rafael Rey.

Ya desde 1969, el Vaticano, como Estado inde-pendiente, abolió la pena de muerte. Mucho an-tes, en el Derecho Canónico, se dispuso que nopodría ordenarse de sacerdote el juez que haya

pronunciado una sentencia de muerte o quieneshayan ayudado voluntariamente a aplicar la penacapital.

La Iglesia, en síntesis, aborrece el derramamientode sangre. Repitiendo las palabras de la homilíade este 28 de julio, debemos clamar porque no searrastre al país a una cultura de muerte.

Obviamente, Presidente, yo no hablo en nombrede la Iglesia, pero a los obispos y los ciudadanosque me han escrito, les digo que aquí hablo ennombre de ellos y en nombre de mi conciencia.Hablo en nombre de los cristianos que repugnanla violencia y buscan la reconciliación.

Reconozco que frente a tantos crímenes que he-mos contemplado, no es extraño que surja el gri-to de pena de muerte como respuesta instintivade quien ha experimentado el temor, o peor aún,quien ha experimentado el dolor ante la pérdidade un ser querido.

Pero la pena de muerte responde a un sentimien-to de venganza y de exterminio, más que de jus-ticia, que quiere combatir el terror con el terror,la violencia con la violencia. La pena de muerteno intimida ni repara los efectos del delito. Noexiste Estado en el mundo en el que pueda de-mostrarse que la abolición de la pena de muertehaya producido aumento de los delitos graves nique la implantación de la misma haya originadodisminución del delito.

¿Acaso la cadena perpetua no es una forma decondenar a morir en la cárcel? Es cierto que si alos criminales se les diera a escoger entre la penade muerte o la cadena perpetua, escogerían laúltima. Y ello es lógico, porque siempre cabe lareconciliación con uno mismo, con su propia con-ciencia y hasta con la sociedad.

¿Acaso no hemos visto hace apenas tres días des-filar a terroristas arrepentidos convertidos aho-ra en guardianes del orden? La tradición perua-na es contraria a la pena de muerte. A pesar deque la Constitución de 1933 autorizó la pena demuerte por traición a la patria, homicidio califi-cado y los demás casos que señalaba la ley, lapoblación todavía recuerda consternada los cua-tro casos en que se aplicó la pena de muerte.

La tendencia en el mundo es abolicionista. 52países la han abolido definitivamente. Otros 16la reservan para crímenes excepcionales. 20 paí-ses más no la han aplicado en los últimos 15 años.En total, 98 Estados no contemplan la pena demuerte. Antes de 1976, los países abolicionistaseran sólo 29.

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He escuchado con atención a quienes se han pro-nunciado a favor de la pena de muerte. En mu-chos de ellos no encuentro más argumentos quelos deseos de revancha, de venganza contra elterrorismo.

Recuerdo también declaraciones televisadas delingeniero Fujimori, quien argumentó a favor dela pena de muerte para tener en sus manos elderecho de otorgar el perdón, de decidir él sobrela vida o la muerte de los condenados. ¿Es acasola vanidad y el deseo del poder omnímodo lo queestá conduciendo al país a una decisión de tantatrascendencia?

Se ha dicho aquí que la pena de muerte es la le-gítima defensa de la sociedad frente al terroris-mo. No cabe la legítima defensa desligada delestado de necesidad que se produce cuando hayque repeler una agresión. Claro que cuando al-guien es atacado puede defenderse, incluso ma-tando. Ése es el estado de necesidad, repeler laagresión. Pero quitarle la vida a alguien en for-ma premeditada, a sangre fría, sin misericordia,aunque sea en aplicación de una sentencia, esono es legítima defensa.

Se ha dicho también que son entendibles los ca-sos de linchamiento que se producen a veces enlos pueblos jóvenes contra los delincuentes, por-que estos hechos extrajudiciales, según se ha afir-mado, responden a la mala experiencia en la ad-ministración de justicia. Yo me pregunto, si nose tiene confianza en la justicia, ¿a ella se puedeentregar la vida de quienes pueden ser condena-dos, incluso por error?

Por último, se ha afirmado que hay que ser con-secuentes con el mandato popular y que unamayoría de peruanos desea la pena de muertecontra los terroristas. Frente a tal argumento,hay que recordar a Pilatos, quien, convencido dela inocencia de Cristo, lo condenó a la muerte,porque así se lo reclamaba el pueblo.

Ante tal argumento, debo responder que en cues-tiones de conciencia, nuestra obligación no esseguir la opinión pública, sino conducirla.

Intuyo que quienes somos contrarios a la penade muerte, somos aquí y ahora minoría. Es pre-visible que ella se apruebe. En tal eventualidad,es necesario garantizar que la sentencia conde-natoria no sea producto de la pasión o de la pre-sión y que disminuya cualquier posibilidad deerror. Y, por ello propongo, sumándome a la ini-ciativa de Lourdes Flores, que la sentencia con-denatoria solamente pueda ser decretada porunanimidad por la Corte Suprema; y propongoadicionalmente que, en caso de aprobarse la pena

de muerte, se deje transcurrir un año desde esasentencia, para que sea ratificada un año des-pués. Sólo así podremos asegurarnos que la pa-sión ha dejado lugar a la razón y que se ha dismi-nuido cualquier posibilidad de error en esa con-dena de pena de muerte.

Muchas gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Serrato Puse.

El señor SERRATO PUSE (FIM).� SeñorPresidente: Se han escuchado aquí diversas opi-niones. Rafael Rey dijo algo muy importante:muchas veces los mismos subversivos solos seconducen a la pena de muerte.

Aquí, en este mismo escenario, y no hace pocosdías, el Presidente de la República manifestó, conmucha razón, que había 22 mil muertos. ¿Quiénresponde por ellos?

Quien les habla �y creo para suerte�, y otrointegrante del FIM, hemos sido policías, a mu-cha honra, y subalternos. Hemos visto muy decerca combatir palmo a palmo a la delincuenciasubversiva. Hay policías inválidos, hay niñoshuérfanos, hay viudas que hoy no tienen cómosubsistir. Ellos seguramente estarán a la expec-tativa de lo que pueda pasar hoy, en esta fechahistórica, aquí en el Congreso de la República.Pero creo que esos campesinos de las punas yesos agricultores de los lugares más profundosdel país reclaman justicia, y muchas veces nadiehabla por ellos.

A esos policías, cual jardinero que cultiva las flo-recillas, muchas veces en el cabal cumplimientode su deber, ni las balas podrán detenerlos, por-que, vivos o muertos, su espíritu estará, y mu-chas veces se apoderará de las conciencias de losque menos tienen.

Por eso aquí, en forma personal, me aúno a losque están en favor de esta pena capital, con to-das las consecuencias que ello pueda acarrear.

Yo no soy el presidente Fujimori, pero si yo pu-diera matar a aquellos elementos corruptos, aaquellos presidentes como Alan García, lo haría,señor, porque creo que eso también es terror, esoes también jugar con el hambre del pueblo, esotambién es jugar con la miseria de los que menostienen.

No quiero ser muy extenso porque, usted lo hadicho, señor Presidente, hay muchos oradores yaquí todos tienen derecho a dar su opinión. Rei-tero, en esta noche se sembrarán precedentes y

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se dirán muchas cosas; pero, personalmente, yen nombre de esos miles de policías, en nombrede esos niños huérfanos y de esos campesinos quehoy tratan de sobrevivir, estoy a favor de la penade muerte.

El señor PRESIDENTE.� Tiene el uso de lapalabra el señor Guillermo Ysisola.

El señor YSISOLA FARFÁN (NM-C90).� Se-ñor Presidente: Este día, justamente, estamostratando un tema trascendental, más que nadaporque no es cuestión de criterios, sino una cues-tión moral y de principios.

He escuchado a muchas personas, y creo que esun tema muy controversial, sobre el que cada unotiene su opinión; en ese sentido, a la pena demuerte se la relaciona con la violencia.

Si nosotros vemos nuestra historia y retrocede-mos al momento en que se anuló la pena de muer-te, en el año 1979, hace doce años, pues notare-mos que ha recrudecido la violencia en el país.

En el año 1980 aparece el terrorismo en Aya-cucho, y desde aquel entonces hemos escuchado�a través de los medios de información� de ase-sinatos, asaltos, destrucción de edificios y torresde alta tensión, que sirven de fundamento de laconvivencia humana y del desarrollo de los pue-blos. Consecuencia de ello, 22 mil muertes.

Algunos afirmaban que en la aplicación de la penade muerte hay errores. Inclusive se afirmó que,durante más o menos un siglo, en los EstadosUnidos se cometieron 74 errores. Si nosotros com-paramos, acá en el Perú, en doce años, se hancometido más de 22 mil errores por no legalizarla pena de muerte.

Es decir, asesinar a la gente humilde, hombres,mujeres, niños indefensos y a los servidores dela sociedad como son las Fuerzas Armadas y laPolicía Nacional, para los que están de acuerdocon la tesis de abolir la pena de muerte, significaque no pasa nada; según ellos, sólo se debe darun tratamiento especial a sus homicidas. Faltaque digan que a esos criminales comunes se lestenga, pues, que otorgar premios.

Señor Presidente, la pena de muerte es una san-ción extrema para casos extremos. En muchospaíses se aplica la pena de muerte, y muchas ve-ces aquellos que nos piden a nosotros abolir lapena de muerte son los primeros en aplicarla.En ese sentido, muchas veces se dice que la vio-lencia �si nosotros analizamos la violencia ensus múltiples manifestaciones y aspectos� es unhecho de nuestra vida diaria, del que todos, en

diverso grado, somos cómplices, críticos o acto-res.

El hecho de la violencia está presente en la vidadiaria, a lo largo y a lo ancho de nuestro conti-nente latinoamericano: masacres, desaparicionesde ciudadanos, delincuencia común, ejecucionesextrajudiciales por parte de la misma población,que se hace justicia por sus propias manos.

Tenemos organismos internacionales, como Am-nistía Internacional, y también las universida-des, que condenan las diversas formas de violen-cia, y, más o menos veladamente, siempre se cul-pa de ello al gobierno de turno. Los comités ycomisiones de derechos humanos claman contrala violación sistemática, según ellos, de derechos,pidiendo libertad para los presos políticos o deconciencia, la supresión de torturas y condenan-do o culpando mayormente, siempre en estos ca-sos, al gobierno de turno.

De igual forma, los jerarcas eclesiásticos conde-nan una y otra vez la violencia, venga de dondevenga y vuelven a repetir, ingenuamente, lasmismas ideas sobre la reforma pacífica de las es-tructuras opresoras. Sin embargo, ¿es legítimodecir "condenamos la violencia venga de dondevenga"? ¿Se condenaría, entonces, al padre quegolpea y mata al degenerado que quiere violar asu hijo menor? ¿Se condenaría a quien, con lasarmas en la mano, defiende su casa y sus hijosde los criminales que intentan asesinarlos? ¿Yno sería esto lo que el Estado haría con los asesi-nos que arrebatan sin ningún derecho la vida delos ciudadanos día a día?

Señor Presidente, los cristianos tenemos que re-flexionar con conciencia crítica para hacernosconscientes de que, con frecuencia, las jerarquíaseclesiásticas o los propios religiosos, con sus de-claraciones, muchas veces están condenando todala violencia venga de donde venga, sin discrimi-nar y sin distinguir las causas verdaderas.

Con razón, Guillermo Cabanellas habla de la reac-ción psicológica, de esa hostilidad hacia la penade muerte. Él nos dice que la hostilidad a la penade muerte es la culminación del pietismo, queerige en defensores espontáneos de los malhe-chores mas refinados y pérfidos a las personasde sentimientos tan nobles como incapaces demedir las consecuencias que tal inmunidad im-plica.

Sin analizar los fundamentos jurídicos ni la ra-zón política de los opositores, desconcierta almáximo la vehemente protesta ante ejecucionesdispuestas por los tribunales y la indiferenciafrente a las matanzas diarias por los terroristas

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y por los que los exterminan con ficción de resis-tencia o combate, o frente a las ejecucionesextrajudiciales llevadas a cabo por los poblado-res que se toman la justicia por sus propias ma-nos.

En nuestra sociedad somos testigos de cuantasejecuciones extrajudiciales se han producido enel área de Lima Metropolitana. Ni la opinión pú-blica, ni la misma prensa �a Dios gracias�, niorganismo internacional alguno levantó su vozde protesta cuando en San Juan de Lurigancholincharon a una señora sólo por el hecho de en-contrarla robando ropa. Hay muchos casos en SanJuan de Miraflores de personas enterradas vivaspor los pobladores del lugar.

En Comas hay casos, también, de personas quehan sido linchadas. En La Victoria tenemos elcaso de una persona morena, a la que los pobla-dores mataron introduciéndole clavos en la ca-beza, y con su sangre escribieron en una pared:"así mueren los rateros". Creo yo que toda la opi-nión nacional conoce ese caso, porque la prensalo divulgó.

Las últimas ejecuciones extrajudiciales se pro-dujeron en Santa Anita, donde un grupo de enar-decidos comerciantes agarraron a tres supuestosladrones, les quebraron las columnas, los rocia-ron con gasolina y les prendieron fuego.

Señor Presidente, muchas veces, como se dice,ésta es la demagogia en lo punitivo, la apologíasilenciosa del crimen y la complicidad y el alien-to a través de la compasión, siempre que el deli-to no afecte de cerca.

Algunos congresistas afirmaban que aquellos quequieren la pena de muerte deberían ser los ver-dugos, deberían ser quienes disparen el fusil yquienes jalen la palanca de la silla eléctrica. Yocreo que cualquier persona que se vea afectadade cerca por cualquier delito, o cualquier perso-na que sea testigo, va a estar dispuesta a jalar lapalanca de esa silla eléctrica o disparar ese fusil.

Comentando con un congresista, él me decía queen Ayacucho un grupo de terroristas incursionóen un poblado, donde agarraron a uno de los cam-pesinos y le hicieron un juicio popular. Entoncesla esposa, con su hijo de meses, se aferró al espo-so y los terroristas mataron a los dos de un tiro.¿Qué hicieron con la criatura? Uno de los terro-ristas la asió por los pies y la estrelló contra lasrocas destrozándole la cabeza; los sesos queda-ron repartidos.

Señor Presidente, creo que cualquier ciudadanoque presencie ese tipo de acto delincuencial, va a

estar propenso a agarrar un fusil y a jalar quizásla palanca de una silla eléctrica.

En el Perú, la pena de muerte ya existe. La cues-tión no es si es lícita o no. Muchas veces, algunoscuestionan acá la pena de muerte, pero no seponen a pensar que es una cuestión de principio.La pena de muerte ya se da, es un hecho en elPerú. Lo que tenemos que ver es a quién vamosa aplicársela.

La legitimidad de la pena de muerte proviene desi es necesaria o no para erradicar la delincuen-cia asesina e implantar la justicia. El valor su-premo es el bien social. Si para ello se hace nece-saria la eliminación violenta de sus miembros queson asesinos, entonces, y en la medida que seanecesario, es justo usarla.

Tenemos, señor Presidente, un ejemplo en San-to Tomás de Aquino, que dice: "Así como es lícitoeliminar aquel cuerpo putrefacto para que no sigacorrompiendo a todo el organismo, también eslícito eliminar a aquel delincuente desalmado ycorrompido".

Cuando la violencia asesina y social adquiere pro-porciones tan tremendas como las que ha adqui-rido en nuestro país, el ser tolerantes con ella escontribuir al incremento y fortalecimiento delterror y la muerte de los más indefensos. La pa-sividad, en estas circunstancias, es complicidad.

Pienso que lo adecuado es establecer sancionesseveras, pero dentro de los marcos legales einstitucionales; porque, como dice José LeónPagano, un tratadista argentino, lo real es quelas penas graves, cuando hay certeza y justiciaen su aplicación, contienen las manifestacionesdelictivas.

En nuestro país, mientras ha estado en vigenciala pena de muerte, ésta sí ha tenido un efectopositivo porque ha frenado el crimen. Si analiza-mos veremos que desde que ha estado en vigen-cia la Constitución del año 1933, es decir, hastael año 1979, la pena de muerte, legalmente, seha aplicado nueve veces. Pero en los últimos doceaños, la pena de muerte se ha aplicado más de 22mil veces. Entonces, ¿cómo podemos afirmar quela pena de muerte no surte ningún efecto?

Debemos también diferenciar entre la pena demuerte para el asesino, para el homicidio califi-cado y la pena para el simple homicida. Yo noestoy de acuerdo con la pena de muerte para esteúltimo, pues nadie está libre de ser un homicidacircunstancial, ocasional, llevado por una emo-ción violenta. Es por ello que la pena de muerte

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se debe dar para el homicidio calificado. Y ahíestaría inmerso también el terrorismo, porquenuestra ley define el homicidio calificado por ex-plosión, por fuego, por veneno, con alevosía.

Creo que cualquiera que pone un artefacto ex-plosivo en una fiesta y mata a varias personas,ya es un asesino. O cualquiera que pone venenoen el refresco que se va a tomar en una fiesta,también es un asesino. O cualquiera que prendefuego a un edificio, sabiendo que ahí viven fami-lias humildes, también es un asesino.

En ese sentido, yo sería partidario de que la penade muerte deba alcanzar al homicidio calificado;pero lo más importante es, en principio, que hayaderramamiento de sangre; porque pienso que asíun terrorista haya derribado diez, treinta, cua-renta torres, si no ha privado de la vida a unasola persona, nosotros no tenemos potestad dequitarle la vida.

La autoridad va a tener la potestad de quitarle lavida al asesino, desde el momento que él le quitala vida a otro sin ningún derecho.

Creo yo, señor Presidente, que el anhelo de to-dos es la abolición total de la pena de muerte; yestoy de acuerdo con la abolición total, pero paraaquellos delitos que no lo merecen, sea por moti-vos políticos, por motivos de raza, por motivosde religión, que en muchos países ya se aplica.Creo que, a veces, los organismos internaciona-les enfocan mal esta cuestión de la abolición.

Creo que cualquier persona normal no va a estarde acuerdo en que se aplique la pena de muerteen forma injusta, por el color de la piel, por laposición social. Debemos de legalizar la pena demuerte en el Perú para los asesinos, y evitar asílas ejecuciones extrajudiciales o la pena de muer-te de hecho, como comúnmente se llama, ejecu-tada en muchos casos por los mismos ciudada-nos.

Podría afirmar que, en ese sentido, la diferenciaentre el Perú y los países desarrollados que apli-can la pena de muerte no es que ellos sean bár-baros y nosotros civilizados, sino que ellos sonfrancos y nosotros hipócritas. Nosotros, a veces,preferimos las ejecuciones extrajudiciales a le-galizar la pena de muerte.

Hay un argumento según el cual la pena de muer-te no disuade a los fanáticos y no cumple ningúnefecto. En este caso, el tratadista argentinoZaffaroni afirma que, durante 80 años, la penade muerte en su país sólo se ha aplicado una vez,y es por ello que él llega a la conclusión de queno tiene una eficacia disuasiva.

Yo le daría la razón a ese tratadista si él dijeseque la pena de muerte se ha aplicado mil, dosmil veces; en ese caso podría decir que sí tienerazón, que no detiene el delito. Pero si en 80 añosse ha aplicado una sola vez es porque sí ha cum-plido un efecto disuasivo. Es por ello que yo afir-maba que en nuestro país la pena de muerte síha cumplido un efecto disuasivo cuando en eltiempo de 46 años que ha estado en vigencia sóloha sido aplicada nueve veces.

En el año 1956 se le aplicó al conocido Monstruode Armendáriz, Jorge Villanueva. En1973, a dospersonas más, por matar a un guardia civil y a unempleado. En ese año se le aplicó al famoso Patitade Cuy, que mató a un PIP. En 1974, a Juan Ma-charé, que mató a un cabo de la Guardia Civil. En1976, de igual forma al famoso Pishtaco, que matóa un guardia civil; y en 1979, la última ejecución,a un suboficial de la FAP, por traición a la patria.

Señor Presidente, creo que éste es un tema muyamplio, y más que nada quisiera entrar a la par-te que podríamos decir afín a una corriente espi-ritualista. Mayormente, nosotros vamos por unacorriente humanista.

El hombre tiende siempre, como se dice, a esa teo-ría humanista. Revisando el pasado, todos los ju-ristas reconocemos a Beccaría como el primer abo-licionista en la historia. Pero si nosotros, comocristianos, acudimos a nuestra fuente, que es laBiblia, vamos a encontrar que el primero que es-tuvo de acuerdo con la pena de muerte fue Dios,cuando dijo a Adán y a Eva que "del Árbol del Bienno comerán, porque el día que de él comieren cier-tamente morirán".

Y el primer abolicionista quizás no fue Beccaría,sino la serpiente, cuando le dijo a Eva: "ConqueDios os ha dicho que moriréis, pero yo os digoque no moriréis". Fue la serpiente, más conocidacomo Satanás, la que inició esa corriente aboli-cionista, esa corriente abolicionista del "no" a lapena de muerte.

Señor Presidente, quisiera terminar, porque séque me he extendido un poco. En todos aquellosque se reconocen cristianos �y he preguntado amuchos tratadistas y abogados por qué no esta-ban de acuerdo con la pena de muerte�, su pri-mera inquietud era: ¿qué potestad o qué dere-cho tiene el hombre de quitarle la vida a otrohombre?

Si nosotros vamos a la Biblia, encontraremos queesa potestad es la que Dios delegó a la autoridad.Cuando Noé sale del arca, Dios dijo: "El quederramare sangre del hombre por el hombre, susangre será derramada, porque a imagen de Dios

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es hecho el hombre". Por ello dije que la condi-ción principal para aplicar la pena de muerte esque haya derramamiento de sangre.

Quizás muchos dirán que ese testimonio se dioantiguamente en el pueblo de Israel. Pero en elNuevo Testamento, cuando Cristo está en la tie-rra, él también nos dio fundamento y un ejem-plo, por el que queda claro que tenemos la potes-tad de quitar la vida al asesino. En ese pasaje,Cristo está ante Pilatos, y éste le dice: "Conque amí no me respondes. ¿No sabes que tengo auto-ridad para crucificarte y que tengo autoridad paradejarte en libertad?". Ahí se cuestionaron dosextremos, la autoridad de crucificar y la autori-dad de dejar en libertad. Ése era el momento in-dicado para que Cristo hubiese negado esa po-testad que tiene la autoridad, ése era el momen-to para que Cristo le hubiese dicho a Pilatos: "Nin-guna autoridad tienes para privar de la vida aotro hombre. Sólo Dios tiene esa potestad". Sinembargo, ¿cuál fue la respuesta de nuestro Se-ñor Jesús? Él dijo: "Ninguna autoridad tendríassi no te fuese dada de arriba". Entonces pregun-to, ¿quiénes somos nosotros para negar algo queni el mismo Dios negó?

El problema es que nosotros los hombres pensa-mos que somos dueños de nuestras propias vi-das, pensamos que somos dueños de las vidas delos demás, cuando no es así; porque hay un pá-rrafo bíblico que dice que ni un cabello de nues-tra cabeza se cae si no es por voluntad de Dios, yyo creo que menos nuestra cabeza se va a caer.

En ese sentido, se cumplen aquellas palabras quedicen que el que va tras el mal va a la muerte. Espor eso que la autoridad no es la que priva de lavida al asesino; el asesino se priva de la vida cuan-do él priva a otro de la vida sin ningún derecho.

Uno de mis profesores siempre decía: "Yo no jaloal alumno, el alumno se jala solo, porque no es-tudia". Y, de igual forma, culmino diciendo quela autoridad no priva de la vida al asesino; el ase-sino se priva solo de la vida, cuando priva de lavida sin ningún derecho a otra persona.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Cuaresma Sánchez.

El señor CUARESMA SÁNCHEZ (FIM).�Muchas gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Todos los miembrosdel grupo político FIM han pedido el uso de lapalabra, y el señor Larrabure, que hace rato me

está haciendo señas, también va a hacer el usode la palabra, pero posteriormente.

Continúe, señor Cuaresma Sánchez.

El señor CUARESMA SÁNCHEZ (FIM).�Señor Presidente: Parece que algunas personasquieren rectificar a Cristo y a Dios. Sin embar-go, partiendo de esos hechos, quiero también sen-tar mi posición personal señalando que en el gru-po del Frente Independiente Moralizador susintegrantes tienen una visión en algunos casosconcordante con la pena de muerte y en otroscontraria a ella. Creo que ése es el sentido demo-crático en el cual estamos inmersos los del FIM.

A partir de ello quiero señalar que, con la lógicade la pena de muerte, en estos instantes, si Jesu-cristo viviera, ya se le hubiera vuelto a matar�y quizás a fusilar al palestino Jesús de Naza-ret�, porque tuvo el atrevimiento de hacerse lla-mar Rey de los Judíos y liderar una resistenciacontra el Imperio Romano.

En efecto, tal como lo precisa la ConferenciaEpiscopal Peruana, entre los inocentes que cae-rían bajo esta propuesta de la pena de muerteestarían todos los Jesucristo, así como los SanPedro y los San Sebastián, que siguieron al Maes-tro de la Cristiandad y fundaron un reino que noes de este mundo y que no transige con la cultu-ra de la muerte sino con la propuesta de la vida.

Y, hablando precisamente de la religión, quierorecordar que el libro más leído de la humanidades la Biblia. Allí encontramos algunos textos quenos ilustran diariamente. El primer asesinato,de Abel a manos de Caín, su hermano, fue con-denado por el mismo Yavé. Muchos siglos des-pués, un patriarca del pueblo judío, Moisés, reci-bió de manos de Dios, en el Monte Sinaí, las dostablas de piedra grabadas con los diez manda-mientos, denominada Ley Mosaica, cuyo quintomandamiento nos demanda no matar.

La Conferencia Episcopal Peruana en sus dosúltimos documentos nos habla también de la de-nominada pena de muerte. En el mensaje, conocasión de la Navidad, bajo el subtítulo de Losllamados a forjar una historia verdaderamentehumana, en su punto decimocuarto nos convocaa reflexionar seriamente, sobre todo si se pre-tende restablecer la pena de muerte, pues loserrores podrían ser difícilmente corregibles du-rante el proceso, y además irreversibles una vezejecutada la sentencia.

Partiendo de lo que manifiesta la ConferenciaEpiscopal, si en estos instantes se hubiera ya es-tablecido la pena de muerte, estoy seguro �como

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me recordaba hace algunos instantes el Decanodel Colegio de Periodistas vía telefónica� quemuchos periodistas hubieran sido muertos y fu-silados.

No quiero imaginarme lo que ocurriría a los ami-gos Quijano, Gutarra y otros, como a aquellosque, por ejemplo, ayer nomás, en el norte y en elCusco, fueron detenidos bajo supuestas acusa-ciones de ser colaboradores de elementos sub-versivos.

Señor, en marzo de este año, nuevamente la Con-ferencia Episcopal Peruana, hablando en el do-cumento, precisamente de la cuaresma, que essinónimo de tiempo de gracia, se refiere a la ne-cesidad de que, para poder quebrar la espiral deviolencia, la respuesta del Estado debe ser cui-dadosa e inteligente. Se debe evitar cuidadosa-mente �dice la Conferencia Episcopal� afectara inocentes e incurrir en excesos.

Por otra parte �agrega�, no debemos ceder ala provocación ni caer en el pecado de la vengan-za. Y nos recuerda textualmente, a través de untexto bíblico que manda: "Cuiden que nadie de-vuelva otro mal por mal".

La Conferencia Episcopal Peruana repudia el te-rrorismo, cualquiera sea su ideología, métodos yacciones, porque considera la acción de los gru-pos subversivos como violatoria de los derechoshumanos. Porque, además, es atentatoria, sobretodo, del derecho fundamental de la vida. Por elloes que el máximo organismo de la Iglesia Católi-ca Peruana, la Conferencia Episcopal, en el do-cumento referido sobre la cuaresma o tiempo degracia, enfatiza en que si algo debe caracterizarel accionar del Estado es el respeto irrestricto delos derechos de las personas, para reafirmar lue-go que la defensa de la vida es un valor que debeprevalecer siempre y debe ser considerado unaresponsabilidad colectiva y expresarse en leyes einstituciones.

Por supuesto que muchos, desde la óptica de ladefensa de la llamada pena de muerte, postulanpues la necesidad de reimplantarla en el Perúpor el clima de violencia, terrorismo y destruc-ción, que arroja un saldo de cerca de 25 mil per-sonas muertas y más de 25 millones de dólaresde daños materiales en infraestructura.

Quiero, señor Presidente, decirle a usted, y porsu intermedio a todo el Pleno del Congreso de laRepública, que el Perú tiene casi una similitudcon el hermano y vecino país de Colombia. Ellos,al igual que nosotros, soportan guerrillas y gru-pos terroristas por más de treinta años, sopor-tan también la acción criminal del narcotráfico,

que ha asolado con coches-bombas y con la cul-tura de la muerte ciudades enteras.

Pero en Colombia han logrado, en medio de es-tas calamidades, promulgar una Constitución el5 de julio de 1991, que declara tajantemente, ensu artículo 11º, que el derecho a la vida es invio-lable, que no habrá pena de muerte. Eso dice tex-tualmente.

Señor Presidente, antes de que me corte, yo lesuplico, y por intermedio suyo al Pleno, que medé unos minutos adicionales para concluir miparticipación.

Bien, señor, muchas gracias.

Hay que recordar que el Perú, además, ha sus-crito el 28 de julio de 1978 la Convención Ameri-cana de Derechos Humanos, así como que el 15de diciembre de 1989, también con su voto, apo-yó la adopción de un protocolo para la aboliciónde la pena de muerte por la Asamblea Generalde las Naciones Unidas. Existe, por ello, una tra-dición abolicionista, pues la pena de muerte�mal llamada pena�, si fuera una pena, rege-neraría, recuperaría al delincuente. Pero eso nopuede ocurrir con los pasibles de esta sanción, esdecir, no se les puede escarmentar; a los muertosno se recupera, ni menos ellos se arrepientenporque ya están al otro lado de la vida.

Alguien recordó que en el desfile militar del 26de julio uno de los batallones más aplaudidos fueel de los arrepentidos del MRTA y Sendero Lu-minoso. De aplicarse la pena de muerte, esta san-ción, precisamente, no permitiría arrepentidos;tampoco podría repetirse otro desfile como el del26 de julio, donde podamos ver arrepentidos, nimenos integrantes de batallones aplaudidos.

Señor Presidente, tal como se discutió el artícu-lo 235º de la actual Constitución, que señala queno existe pena de muerte en el Perú, en la Comi-sión Principal de la Asamblea Constituyente deaquel entonces, en su sesión número 54 del 25de mayo de 1979, se sostuvo textualmente "Quela muerte no es una institución del derechovalorativo, sino del derecho primitivo". Suscriboesa opinión, y pienso que el derecho no ha hechootra cosa que realizar valores, y la muerte, defi-nitivamente, no es un valor. Además, en estamisma sesión se señaló textualmente que "Todala ciencia del derecho universal establece que elderecho hace valores", y nadie puede aceptar quese hace valores matando al ser humano.

Señor Presidente, para concluir quiero hacer al-gunas reflexiones, reflexiones que ojalá se tomenen cuenta y que ojalá desde lo más profundo de

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nuestro ser podamos compartir. Cuando, por ejem-plo, señalo lo siguiente: los senderistas conside-ran que su organización es una máquina de muer-te. Ellos, los subversivos, sostienen además quela vida la llevan en la yema de los dedos, y estánprestos a ofrendarla. Asimismo, creen que lamuerte es una realización, pues ellos mismos seautocalifican de novios de la muerte. Castigar-los con la pena de muerte es volverlos a su diná-mica diaria y casi consustancial a ellos. No espor lo tanto disuasiva y es contraproducente pa-ra un proceso de pacificación, porque podría glo-rificar o crear mártires y convertir en héroesmartirizados a los terroristas, y ello no es obje-tivo de nuestra sociedad.

Por estas razones no estoy de acuerdo con la lla-mada sanción de la pena de muerte, pues la vidaes un don precioso que se nos ha dado y no tene-mos autoridad para quitársela a otro, aunque éstehaya cometido el hecho más nefando.

Estoy por una cultura de la vida, aunque esto esalgo irónico en un país donde miles de niños semueren de hambre o por enfermedades y pestes.Pero, aun así, no envilezcamos más esta existen-cia creando héroes y mártires donde no existen yrespondiendo como el hijo de Adán y Eva, quecon una quijada de burro en la mano mató a susemejante, es decir, a su hermano Abel. No vol-vamos, señor Presidente y señores congresistas,a la ley de la selva, a la ley del talión. Devolva-mos vida a los cultores de la muerte.

Muchas gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra eldoctor Jaime Freundt-Thurne.

El señor FREUNDT-THURNE OYANGU-

REN (NM-C90).� Señor Presidente:

Estamos discutiendo hoy día el problema de lapena de muerte. En cuanto la bancada de mi iz-quierda baje el volumen, voy a seguir hablando.Muchas gracias.

Creo que el problema de la pena de muerte es,indudablemente, un problema de conciencia. Poreso comienzo con la palabra "yo".

Yo soy médico, señor Presidente, y he sido médi-co durante muchos años, y, como médico, mi fun-ción en la vida ha sido salvar vidas, quitar sufri-miento, mejorar la condición de vida de muchagente. En mi especialidad, esto fue hecho a nivelde niños.

Por eso es que yo creo que la vida es algo quetiene que respetarse, por eso es que yo creo quetenemos la obligación, no sólo los médicos sino

todos, de pensar mucho en algo como la pena demuerte.

Por eso, porque estoy a favor de la vida, es quetambién estoy a favor de la pena de muerte.

Yo creo que hay muchas maneras de defender lavida; una de ellas es, justamente, aplicar en aque-llos casos mínimos en número, pero importantesen lo que ellos significaron, aplicar, repito, la penade muerte.

¿Es lícito matar a otra persona? Definitivamen-te, sí. Nadie puede dudarlo hoy en día. Es lícitomatar en la guerra, es lícito matar en defensapropia, es lícito matar en defensa de los que unoquiere y ama. Yo estoy dispuesto a matar a al-guien si quiere matar a un hijo mío, y estoy se-guro que todos los aquí presentes también lo es-tarían. Incluso hay gente que cree que es lícitomatar cuando uno defiende bienes importantes,y eso lo vemos cuando roban bancos, cuando asal-tan camiones, transportan dinero, etcétera.

Yo creo que la segunda pregunta sería, ¿es con-veniente la pena de muerte? Se ha argumentadouna serie de cuestiones hoy día, sobre diferentespuntos que tocaré muy tangencialmente.

Yo creo que sí es conveniente, hoy día, aplicar lapena de muerte. Se habla de que en vista de queel Gobierno ha logrado disminuir �como es unhecho� el terrorismo, que el 80 por ciento delos líderes del MRTA o de Sendero están ya pre-sos, entonces, ¿para qué preocuparnos ahora yempezar a discutir la conveniencia o no de apli-car la pena de muerte?

Señor Presidente, no caigamos en el triunfalis-mo. Sendero Luminoso, quizás como institución,esté al borde de ser destruida y pegando los últi-mos coletazos, pero hay varios, demasiados indi-viduos pertenecientes a esa secta, que todavíaestán en condiciones de producir grave daño aeste país.

No seamos, repito, triunfalistas. Sendero toda-vía existe y tenemos que estar preparados y lis-tos para poder aplicar la pena de muerte, por locual yo creo que todavía es conveniente.

He dicho, y lo repito, que la pena de muerte esun problema de conciencia. No voy a tratar deconvencer a nadie, como que no creo que nadieme va a convencer a mí. Esto se ha venido pen-sando desde hace muchos años y creo que cadauno debe tener su opinión muy bien formada.

Creo, también, que si se decide por aplicar la penade muerte o, más aún, si se extiende, como dijo

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el doctor Ferrero esta mañana, lo que la Consti-tución ya dice y se extiende la cobertura de lapena de muerte para otros delitos, creo que en-tonces tenemos que estar seguros de que se va aaplicar, no sé si mañana o dentro de un año, peroque, cuando haya necesidaad de hacerlo, se apli-que. No seamos nosotros unos fariseos, que aho-ra estamos hablando en favor o en contra de lapena de muerte, pensando que no habrá necesi-dad de aplicarla.

La pena de muerte no es disuasiva. No voy a en-trar en detalles, ya se ha hablado hasta la sacie-dad, absolutamente. No creo que sea disuasiva,pero sí es una forma de prevención de la maldad,de prevención de la muerte. Creo que estamoslogrando, mediante la pena de muerte, preser-var a la humanidad de muchos asesinos que po-drían terminar con ella.

Cuando hablamos de pena de muerte, todos nospreocupamos del victimario. Que puede ser quesea injusto, que los jueces puede que se equivo-quen, que la cadena perpetua es más importantey más dañina que la pena de muerte; pero muypocos son los que han mencionado a la víctima,muy pocos son los que han pensado que la vícti-ma también tiene muchos derechos y que el vic-timario es segundo, y lejos, comparado con la víc-tima.

Hay pacifismos que generan violencia. Tenemosel caso de Bosnia-Herzegovina, donde si hubie-sen actuado las fuerzas del orden mundial al ini-cio de esa contienda, nos habríamos evitado esamasacre increíble que estamos presenciando des-de hace ya más de un año. Hay pacifismos, comoel malentendido de hace algunos períodos presi-denciales, cuando se habló de que el costo de des-truir a Sendero Luminoso podría ser quinientaspersonas, dicho por un general de esa época. Vinode arriba la orden, "quinientos es muchos muer-tos", y el costo fue veinticinco mil muertos. Fa-bricamos huérfanos en masa, destruimos más quela deuda externa, porque no tuvimos el valor, enese momento, de probablemente destruir qui-nientas vidas, algunas de las cuales, quizás, hu-bieran sido de inocentes.

Hay también violencias que generan paz. Algu-nas de ellas son, probablemente, la violencia deTarata, el crimen de María Elena Moyano en Ciu-dad de Dios. Esos hechos fueron violencias queyo creo, sinceramente, fueron los que comenza-ron a generar la paz, con la destrucción de Sen-dero Luminoso.

¿Por qué, entonces, aplicamos la pena de muer-te? La aplicamos siempre y cuando, previa edu-cación y previa comunicación al pueblo, podamos

decirle que éstos son crímenes contra la socie-dad, e impedir la muerte de otras personas queno tienen por qué estar pagando con su vida elhecho de que nosotros hoy día, acá, no nos atre-vamos a aplicar o a imponer la pena de muerte.Tenemos que ayudar a salvar vidas de inocentes,tenemos que impedir que aquellos que están enduda cometan crímenes. Hay grupos de sende-ristas y de emerretistas, en general, que son fa-náticos, y con ellos nada va a poderse hacer; perohay otros que están en duda de si quedarse o no.

La Ley de Arrepentimiento va a ayudar, induda-blemente; pero más va a ayudar si existe la posi-bilidad de una pena de muerte. Y hay tambiénjóvenes que están en la duda de si entrar o no alsenderismo, a los cuales les han dicho: "No tepreocupes, en seis meses sales libre", como erahace unos meses. A esta gente podemos ayudar-la nosotros.

Creo que éste es un problema de conciencia. Hayquienes creen que tenemos que ayudar a estasgentes y lograr que sean readaptadas a la socie-dad. Pero hay algunas personas que no puedenser readaptadas.

Voy a leer brevemente:

"Combatiremos con la ley del talión, la tortura yel terror para acabar con el adversario, nuestralucha justifica esta ley, tenemos que olvidar porun momento la palabra civilización, hay que for-mar hombres para matar".

Eso lo dijo un comando terrorista de derecha.General Leroy, en París, el año 1962.

"El odio es nuestra arma de lucha, el odio intran-sigente al enemigo hasta llevarlo más allá de loslímites naturales. Este odio cambiará al hombreen una eficaz, selectiva, violenta y fría máquinade matar".

Eso lo dijo el "Che" Guevara a los pueblos delmundo por Radio Tricontinental.

No creo que esa gente pueda ser readaptada, se-ñor Presidente.

Se habla de que la cadena perpetua es suficien-te. Probablemente lo sea, pero la cadena perpe-tua tiene un gravísimo peligro. Nadie acá, ni enninguna parte, puede asegurarnos que un sujetosometido a cadena perpetua va a permanecer encadena perpetua por el resto de su vida. Puedeescaparse, puede ser sacado por alguien, puedeser amnistiado, puede construirse otro túnel porahí. Ya tenemos experiencia.

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Señor Presidente, mucho se ha dicho hoy día so-bre los problemas de la pena de muerte. El tiem-po es breve, y solamente quiero terminar dicien-do que no podemos llamar deshumanizante elaplicar legalmente la pena de muerte. No se pue-de llamar cultura de la violencia a la pena demuerte. No se puede comparar el entrenamien-to de los niños senderistas con la decisión pensa-da y difícil de jueces probos.

Hay que enseñar contra quiénes y por qué seaplica la pena de muerte; así nuestra sociedadpodrá establecer las diferencias y entenderá loque es una real cultura de paz.

El ideal sería hacer un mundo para nuestros hi-jos; pero como esto es muy difícil, quizás imposi-ble, debemos formar a nuestros hijos para elmundo en que les tocará vivir. Es un mundo difí-cil, duro, complicado, donde no se pueden seguiraceptando los asesinatos genocidas sin un casti-go muy severo, el más severo. Y nuestra juven-tud deberá saberlo y nosotros deberemos decír-selo. Nuestra juventud, nuestros hijos, deberánsaber que fue difícil para sus padres tomar estadecisión hoy día, pero que se hizo en defensa denuestro país y en defensa de ellos mismos.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Doctora ChávezCossío, puede hacer uso de la palabra.

La señorita CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).�Señor Presidente: Voy a referirme exclusivamen-te al caso de pena de muerte por terrorismo, por-que creo que esa causal es la que ha determina-do tanta controversia.

Debo decir, en primer lugar, que éste es un temaen que cada persona, en razón de la libertad deconciencia, tiene la posibilidad de optar por apo-yar la pena de muerte o por no hacerlo. Eso no lahace menos o más persona. En este tema, a loscatólicos y cristianos se nos ha dejado absolutalibertad. Y debemos ser muy precisos en aclarara aquellos que pretenden intimidar o chantajearcon la excusa de los dogmas de fe, católicos o cris-tianos, para no optar por la pena de muerte.

Soy católica, creyente, practicante y opto por lapena de muerte porque, precisamente, defiendoel derecho no solamente a mi vida, sino el dere-cho a la vida de todas las personas que están ami lado; y porque creo que la sociedad debe to-mar medidas extremas de autoprotección, de le-gítima defensa, frente a aquellos que no solamen-te no creen en su propio derecho a la vida, sinoque no lo respetan en los demás; y no solamenteno respetan la vida de los otros, sino que no res-

petan tampoco la existencia misma de la socie-dad organizada, y se han puesto en contra de ellacon todos sus argumentos y con todos sus mate-riales y con todas sus fuerzas.

Señor Presidente, Dios nos da la vida, está bien;pero Dios también da normas para que podamosvivir de acuerdo a nuestra dignidad, y una de esasnormas exige que podamos vivir en paz, que senos respete nuestra integridad personal. Por esoconsidero necesario, cuando existen condicionescomo en las que estamos viviendo, que no olvi-demos el contexto en que nos encontramos. Cuan-do alguien nos diga que el mundo avanza haciala eliminación de la pena de muerte, debemosdecirle: "Avanzará, porque están avanzando enalgunas sociedades a situaciones en que no nosencontramos nosotros". Nosotros hemos regre-sado a una situación de casi barbarie, en la quealgunos han considerado que podían imponer susideas por la fuerza, y ésa es nuestra situaciónreal. Y para esa situación real debemos encon-trar soluciones reales y propias.

Que no nos vengan de otros países, en los que síse consideran con derecho a imponer la pena demuerte, con el argumento de que nosotros nopodemos aplicarla; cuando sólo basta un caso deterrorismo, como ha sucedido en los EstadosUnidos, en que �por un solo caso de terrorismoque ha costado la vida de seis personas� ya hayuna ley aprobada en el Senado por la cual se aplicala pena de muerte.

Los Estados Unidos no son firmantes del Conve-nio de San José. Sin embargo, nadie se ha atrevi-do, menos aún las organizaciones que dicen de-fender los derechos humanos, a decir que en losEstados Unidos, como creo que no sucede, existauna política de Estado en contra de los derechoshumanos.

Por eso es que no aceptamos tampoco la presiónindebida de que nos digan que si nos apartamosdel Convenio de San José, vamos a quedar malante los ojos del mundo, vamos a ser considera-dos un país de barbarie. No es así. Países queson considerados cuna y ejemplo de democracia,no han suscrito el Convenio de San José.

Yo me pregunto, ¿es que acaso valen más los re-cursos económicos? ¿Vale más la presión econó-mica que la cuestión de fondo, que es el real res-peto a los derechos humanos? Creo que esto últi-mo vale más, y no las presiones que se puedanhacer.

No aceptamos, por eso, que a nosotros nos ven-gan a imponer soluciones que no solamente nose ajustan a nuestra realidad, sino que no son

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admitidas en otros países, cuando en otros paí-ses se da una milésima parte de la situación gra-ve que nosotros vivimos en estos momentos.

Señor Presidente, no es la pena de muerte unamedida de odio, de venganza. Repito lo que hedicho antes, muchas veces: para vengarse dequien ha sido responsable de 25 mil muertes,habría que matarlo 25 mil veces. Ésa sería unareal venganza. No es eso lo que buscamos. Loque se busca es dotar al Estado de un mecanis-mo que le permita autoprotegerse, hacer lo quese ha llamado una profilaxia social, eliminandoaquellos individuos que se han puesto en contrade esa sociedad.

Y, evidentemente, porque creemos en el derechoa la vida, creemos que esta medida debe ser apli-cada de una manera muy restrictiva. Es unamedida excepcional que tiene que ser aplicada,en forma restrictiva, a aquellos que son cabeci-llas de organizaciones terroristas, a aquellos queson miembros de pelotones de aniquilamiento, aaquellos que son capaces de planear y ejecutarcatástrofes, como las que se han vivido el añopasado, no solamente en Miraflores, sino enmuchos pueblos olvidados del interior del país yque, desafortunadamente, en esos momentos enque se produjeron, no nos abrieron los ojos, comosí nos los abrieron cuando sucedió lo de Mira-flores.

La pena de muerte es por eso no una sanción,como las sanciones comunes penales que buscan,en esencia, recuperar al individuo. No es así; lapena de muerte es la pena extrema que significasimplemente eliminar aquello que está mal yaquello que amenaza la existencia de la socie-dad.

Hoy vemos que muchos intelectuales, sobre todode izquierda, se pronuncian en contra de la penade muerte. Yo quisiera preguntar ¿qué hizo esaintelectualidad de izquierda cuando en Cuba sedecretaban ejecuciones y cuando era necesariopronunciarse en contra de esas ejecuciones?Guardó silencio.

Sin embargo, son esos mismos los que ahora pre-tenden, en nombre de un derecho a la vida, im-pedir que podamos optar por la pena de muerte.

No se trata tampoco de actuar con sentimenta-lismo. Si queremos actuar con sentimiento, po-demos llorar ante las desgracias y podemos real-mente conmovernos ante los testimonios de per-sonas que, con toda nobleza, superando su dolor,piden que no haya pena de muerte, a pesar dehaber tenido entre sus familiares más próximosvíctimas de esa insania terrorista. Sin embargo,

creo que, fuera del sentimentalismo y de losaltruismos personales, tenemos una responsabi-lidad con todo el país, una responsabilidad paraactuar ahora.

Y cuando se dice que "la pena de muerte no lavamos a aplicar", sí señor, se va a aplicar la penade muerte, porque para eso la estamos previen-do. Distinto es aclarar que el hecho que la incor-poremos en la Constitución no significa queautomáticamente pueda ser aplicada. Se necesi-ta primero dar una ley, y en esa ley evidentementeestamos comprometidos, aquí en el Congreso,para establecer los mecanismos que hagan muyremota la posibilidad de un error.

Por otro lado, sin embargo, no solamente es po-sible el error en contra de algún individuo quepuede ser condenado a la pena de muerte. Tam-bién hay errores, como se ha señalado anterior-mente, en contra de la sociedad. ¿Qué ha pasadocon esos errores, muchas veces reales o muchasveces provocados, por los cuales se suelta a unmonstruo y se permite que ese terrorista puedaseguir matando? Hay errores en ambos lados.Prefiero, yo siempre digo, equivocarme en favorde la sociedad y no en contra de ella.

Se habla también de que es mejor aplicar la ca-dena perpetua, porque es más grave, más dolo-rosa. Grave incoherencia, porque aquellos quedicen que están en contra de la pena de muerte,actúan en aras de una, a mi juicio, mal entendi-da solidaridad con el ser humano. Sin embargoyo diría: si la cadena perpetua es más grave quela pena de muerte, no la apliquemos; aplique-mos de una vez la pena de muerte, porque asíestaremos aplicando no solamente una medidaque es menos dolorosa �según algunas perso-nas� que la cadena perpetua, sino que ademásestaremos protegiendo a la sociedad de lo que seha señalado, de los peligros de que, cambiandola orientación de un gobierno, puedan liberarseoficialmente, o con fugas preparadas, aquellosque han sido encontrados responsables por lajusticia y condenados a cadena perpetua.

Señor Presidente, no queremos para nuestro paísun futuro que signifique un cementerio de vein-ticinco millones de peruanos a los cuales se lespueda poner una etiqueta que diga: aquí se res-petaron los convenios internacionales.

Queremos respetar los convenios internaciona-les, pero además queremos hacer saber que másque los convenios internacionales nos interesala existencia misma de nuestra sociedad. Nosinteresa, como Estado, darle a nuestros poblado-res, a cada uno de ellos, la posibilidad de que vi-van en paz, de que no venga un cobarde que se

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agazapa a escondidas esperando a la presa. Ésano es una victoria.

Los ataques de los terroristas son ataques cobar-des, no implican una victoria. Los veinticinco milmuertos no son victoria para ningún grupo te-rrorista, son más bien un símbolo de la cobardía,porque aquel que se agazapa, aquel que persiguea escondidas, evidentemente, en algún momen-to va a obtener a su presa.

No podemos convivir con esa posibilidad. Quere-mos dotar al Estado de los mecanismos que seannecesarios para que asegure a sus habitantespoder vivir en paz.

Señor Presidente, quiero acabar señalando queel hecho de estar a favor de la pena de muerte nosignifica de ningún modo estar en contra de lavida. Y porque no estamos en contra de la vidaes que el hecho de aprobar la pena de muerte nosignifica que aprobemos el aborto. Con el mismoderecho y con la misma fuerza con que defende-mos la posibilidad de la pena de muerte, conde-namos el aborto como el crimen más infame quepueda suceder; porque en el caso de los terroris-tas, se está sancionando a quien es responsablede un delito, y de un delito muy grave; pero, enel caso del aborto, se está afectando al ser másinocente, al ser que no es culpable de nada y queprecisamente recibe el mal de quien debería re-cibir el mayor de los bienes, que es su madre.

Éste es un deslinde que es necesario hacer, por-que por ahí se dice que aquellos que aprueban lapena de muerte deberían estar en favor del abor-to. No es así, señor Presidente, y quiero hacerconstar esa aclaración.

Por último, creo que la paz debe imponerse y,por ese motivo, estoy a favor de la pena de muer-te; pero, eso sí, aplicada a aquellos que son cabe-cillas, a aquellos que son miembros de pelotonesde aniquilamiento, a aquellos que son capacesde causar daños a la población civil desprotegida.Contra ellos no tengo ningún temor de decir queno me importa su derecho a la vida, porque nomerecen ese derecho a la vida en la medida queno están dispuestos a respetar el derecho a lavida de los demás ni el derecho de las personas aactuar civilizadamente en sociedad.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene el uso de lapalabra el señor Flores-Araoz Esparza.

El señor FLORES-ARAOZ ESPARZA (PPC).�

Señor Presidente: Hemos dicho, en diversas opor-tunidades, que en la bancada del PPC solamente

los temas políticos o los temas doctrinarios tie-nen uniformidad de criterio. Este asunto de lapena de muerte, para nosotros, no es ni doctri-nario ni político; es un tema de conciencia. Enconsecuencia, podrán advertir que en nuestrabancada hay posiciones disímiles. Y eso es com-prensible tratándose de un tema eminentemen-te de conciencia.

Sobre el tema de la pena de muerte se ha habla-do por centurias, por milenios; se han escrito to-neladas de papel sobre el tema. Al hacer citas,vamos a encontrar posiciones a favor y en con-tra, de todo nivel, de todo cariz; unas más pro-fundas que otras, otras más antiguas, otras másrecientes; pero vamos a encontrar de todo, a quie-nes están a favor y a quienes están en contra.

Aquí, en este debate de un tema de conciencia,creo que no estamos para convencernos los unosy los otros; todos tenemos, creo yo, una posicióntomada, y no de ahora, de tiempo. En mi caso, nopretendo convencer. Lo único que pretendo esdecir mi posición, mi posición tomada tiempoatrás. La tuve hace muchísimo tiempo en contrade la pena de muerte. Pero la situación que viveel país y que vivió con más intensidad lo que esterrorismo y subversión, tiempo atrás, me hizovariar. Lo pensé mucho, y cambié la posición an-terior por la posición que tengo ahora, a favor deque se amplíe la pena de muerte para quienesdelinquen en el caso del terrorismo.

Señor, creo que ésta sí debería ser una medidatemporal. Todos, seguramente, estaríamos feli-ces de tener un país en que no fuera necesarioaplicar la pena de muerte. Todos seguramenteestaríamos muy contentos de vivir en un país oen un tiempo donde no fueran necesarias medi-das extremas. Pero, por cosas del destino, nos hatocado vivir en una situación y en un tiempo difí-ciles para el país, en que hay que tomar también,a veces, soluciones sumamente difíciles y tras-cendentes, pero que hay que tomarlas, y hay quetomarlas en bien de todos.

Antes de pensar en los menos, tenemos que pen-sar en los más que son todos los peruanos. Y aesos peruanos, a los que nos debemos, tenemosque protegerlos. Y creo yo, pese a todo lo que sepueda decir en contra de la pena de muerte, queexiste un deber de quien es hombre o mujer deEstado, de preservar la sociedad y preservar esebien común. Y una de las formas de hacerlo enesta situación extraordinaria y temporal en quenos encontramos, creo que es tomando la deci-sión, no de reimplantar la pena de muerte, por-que la pena de muerte existe en el país, sino deampliarla al caso del terrorismo.

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Se ha hecho mucho alboroto respecto a la penade muerte, pero la pena de muerte existe en elPerú, y existe desde mucho tiempo. La Constitu-ción de 1860 la tenía.

La Constitución de 1933 la repitió. La Constitu-ción de 1979, aunque más restringida, también latiene. Y después, en el interregno, ha habido can-tidad de normas específicas que señalaron paradeterminados delitos esa pena máxima. La tuvi-mos en el Código Penal de 1924, lo tuvimos en elDecreto Ley Nº 19049, la tuvimos en el DecretoLey Nº 19910, la tuvimos en el Decreto Ley Nº20583, la tuvimos también en el Decreto Ley º Nº20828. O sea que la pena de muerte no es ajena alpaís.

Entonces, se hace mucho alboroto diciendo quevamos a tomar una decisión trascendental. Se-ñor, la pena de muerte ya existe en el país. Loúnico que tenemos que hacer es ampliarla por lacomisión de un delito cuyos transgresores delordenamiento legal generan caos, destrucción ymuerte en el país.

He escuchado en el debate de hoy día argumen-tos que yo clasificaría en cinco grandes rubros.Por un lado, argumentos religiosos, respecto dequienes profesamos la fe católica. Por otro lado,argumentos de tipo moral. También, argumen-tos relacionados con la actividad judicial. Igual-mente, he escuchado argumentos respecto de lanaturaleza humana del perdón. Y por último, heescuchado también argumentos en relación conpactos internacionales.

En lo que a la fe católica se refiere, no hay nin-gún inconveniente para la aplicación de la penade muerte. Semanas atrás, por ejemplo, el con-gresista Tudela citaba, con razón, el Catecismode la Iglesia Católica en relación con otros te-mas; y dijo que era un documento oficial y uncanon de la Iglesia, y que, por lo tanto, la Iglesiano solamente lo señalaba con criterio de consejo,de prudente orientación cristiana, sino como do-cumento jurídico de la propia Iglesia.

Y esa Iglesia, en este Catecismo, que no es undocumento antiguo, que acaba de ser publicado,y cuyo depósito legal fue el número 40240 de1992, en su canon 2266 nos dice textualmente:

"La preservación del bien común de la sociedadexige colocar al agresor en estado de no podercausar perjuicio. Por este motivo, la enseñanzatradicional de la Iglesia ha reconocido el justofundamento del derecho y deber de la legítimaautoridad pública para aplicar penas proporcio-nadas a la gravedad del delito, sin excluir, en ca-sos de extrema gravedad, el recurso de la penade muerte".

Eso dice la Iglesia Católica.

Entonces, a qué tanto rasgarse las vestidurasrespecto a las disposiciones y a las orientacionesde la Iglesia Católica, cuando el novísimo Cate-cismo lo señala y lo permite.

Señor, el doctor Jesús Lazo Acosta, un estudiosode estos temas, ha hecho una relación pormeno-rizada de una serie de párrafos bíblicos respectoa la pena de muerte. Yo, simplemente, voy a re-coger muy pocos para no cansar a nuestro Con-greso.

Por ejemplo, en el Éxodo 21:12 se señala: "El quehiere mortalmente a otro será castigado con lamuerte". En Levítico 24:17, "Quien hiere a otromortalmente morirá". San Mateo �y con esto yapasamos al Nuevo Testamento� dice: "Uno delos que estaban con Jesús extendió la mano, ysacando la espada hirió a un siervo del pontíficecortándole una oreja. Jesús, entonces, le dijo:Vuelve tu espada a su lugar, pues quien toma laespada, a espada morirá". San Mateo 26, versícu-los 51 y 52.

Señor, podríamos seguir con estas citas bíblicas.Las hay. Mi amigo, el doctor Barrón, me dice quees una barbaridad, pero está en la Biblia.

Luego, más recientemente, por supuesto, qué nosdice Pío XII, el 14 de setiembre de 1952, enEcclesiae XII, el 27 de setiembre, página 345:"Aun en el caso de que se trate de la ejecución deun condenado a muerte, el Estado no dispone delderecho del individuo a la vida. Entonces, estáreservado al poder público privar al condenadodel bien de la vida en expiación de su falta, des-pués de que por su crimen él se ha desposeído desu derecho a la vida".

Señor, el criterio es sencillo. Se despoja a quiencomete actos de leso delito de su propio derechoa la vida. Entonces la sociedad, simplemente, leseñala la sanción. Es lógico. Y podríamos seguir.Se ha hablado también acá de los errores judicia-les, pero esos errores judiciales sí pueden existir,y de hecho han existido. Lo que debemos tratares que no existan o sean lo más reducidos posi-bles.

Entonces, sí podemos aplicar la pena de muerte.Pero podríamos señalar adicionalmente el crite-rio de la decisión jurisdiccional por unanimidad;la revisión de los casos de pena de muerte, siem-pre por la Corte Suprema; y entre la sentenciafirme que condene a muerte y la ejecución de lasanción, que haya un lapso sumamente pruden-te, no menor de seis meses o quizás un año, paraque en caso de que existan nuevas pruebas o sur-

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jan nuevos elementos se pueda, en el proceso derevisión, revisar el fallo.

Se ha dicho, también como argumento, que eshumano perdonar. Yo sí creo que es humano per-donar, y también es divino; pero me pregunto, sihumano es perdonar, ¿se puede perdonar a cual-quiera? ¿O se puede perdonar a quien se arre-piente?

Quienes intervienen en este terrorismo, en es-tos actos subversivos, que no creen en la vida denadie y que quieren simplemente la destrucción,¿podrán arrepentirse? ¿Podemos pensar que pue-de haber arrepentimiento de las cúpulas más al-tas, a las que debe estar señalada esta pena capi-tal? Yo creo que no, porque para ellos es motivode orgullo, son fundamentalistas; ellos se ufanan�y lo sabemos, lo hemos visto� de los delitoscometidos. Entonces, ¿podemos caer en la inge-nuidad y creer en el arrepentimiento de las gran-des cúpulas? Yo creo que no, señor.

Y, adicionalmente, existen otros peligros. Freundt-Thurne hablaba de la fuga, y yo le diría, tam-bién, del peligro que representa una aplicaciónindebida de una Ley de Arrepentimiento, quepodría ser ingenua en relación con los altos man-dos terroristas, o que, de repente, un Parlamen-to irresponsable decrete una amnistía dentro depocos años, o, de repente también, un Presiden-te irresponsable determine un indulto.

Creo, francamente, ante el argumento de que eshumano perdonar, que sí se puede perdonar; perose puede perdonar cuando hay un arrepentimien-to real, y no cuando los hechos o las circunstan-cias o las proyecciones de los hechos nos demues-tran otra cosa.

Por último, otro de los temas que se señaló comoimpedimento para la aplicación de la pena demuerte era el de la Convención Americana sobreDerechos Humanos, de San José de Costa Rica,y se dijo que esa Convención impedía la aplica-ción de la pena de muerte y era abolicionista.

La Convención de San José de Costa Rica, con-forme lo señaló Lourdes Flores, no es abolicio-nista. Los que son abolicionistas, ya la abolie-ron, y no podrán incorporarla nuevamente. Losque ya la tienen, no podrán ampliarla. Es el casodel Perú, y para este precepto, tendríamos quedenunciar el Convenio de San José de Costa Rica.

Este Convenio de San José de Costa Rica sí pue-de ser denunciado y, además, este Convenio seremite al Tratado de los Tratados. Lourdes Flo-res, en la tarde, señaló uno de los casos en quepodría, con una justificada razón, pedirse la sus-

pensión del Convenio de San José de Costa Rica.Es una de las fórmulas perfectamente válidas,pero hay otras también.

Si la Convención de San José de Costa Rica nosremite al Tratado de los Tratados, que es el Tra-tado de Viena, no podemos olvidarnos del artícu-lo 19º de ese Tratado, en relación con las reser-vas, en que señala que "Un Estado podrá formu-lar una reserva, en el momento de firmar, ratifi-car, aceptar o aprobar un Tratado o de adherirseal mismo".

Quiere decir que si el Perú denuncia, y la denun-cia sólo sería de aplicación dentro de un año, deconformidad con este artículo nadie le impide alPerú, un año y un minuto después, un año y unahora después, un año o un día después, adherir-se nuevamente a este Tratado de San José deCosta Rica, del cual solamente hubiera salidoescasas horas o quizá solo un día; y lógicamente�con esa adhesión�, con la reserva correspon-diente a la pena de muerte.

Señor, los argumentos que he expuesto, que notratan de convencer, porque creo que cada unotiene tomada su posición, simplemente son �enlo que se refiere a mí� para señalar por qué es-toy de acuerdo con la extensión de la pena demuerte para el terrorismo, e iría mas lejos tam-bién, para determinado homicidio calificado deextrema crueldad.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene el uso de lapalabra el señor Gamarra Olivares.

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).� Se-ñor Presidente: Mucho se ha repetido esta no-che que éste es un debate de conciencia. Y es cier-to, cada uno de nosotros ha tenido mucho tiem-po para reflexionar sobre la opinión que teníaque dar en esta oportunidad y el voto que teníaque emitir.

Y como decía el congresista Flores-Araoz, es difí-cil que esta noche se pueda convencer a los queopinan por la pena de muerte de lo contrario y alos que opinan por que no se aplique la pena demuerte, también de lo contrario.

Lo que lamento es que la congresista MarthaChávez haya vuelto a un tema que yo ya habíacreído superado en el debate, que era esa polari-zación. Como bien dijo Rafael Rey, acá los queestán en contra de la pena de muerte no puedendecir "yo defiendo la vida y ustedes están con lamuerte".

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Tampoco puede decir Martha Chávez, como hadicho, que ahora resulta extraño que los que es-tán en contra de la pena de muerte no hayan di-cho nada contra los fusilamientos en Cuba deFidel Castro. Yo preguntaría, ¿creen ustedes queel señor Marcenaro, por ejemplo, o el señor LuisBedoya de Vivanco, el señor Moreyra, el doctorFernández Arce, Humberto Sambuceti, son gen-te que apoya la revolución cubana y los fusila-mientos? ¿O tantos otros que se han pronuncian-do en contra de la pena de muerte? Creo que lle-var por ese camino la discusión es un gran error,y es un gran error porque ésta es una votaciónde conciencia.

En la mañana, el congresista Kouri pedía unavotación nominal para este asunto. Creo que elloes conveniente, pero no por las razones que éldecía. Él trataba de llevar el tema a que cadauno debe asumir su responsabilidad y el pueblodebe saber quién votó a favor y quién votó encontra. Y mencionó el término coyuntura dicien-do "Porque la coyuntura actual del país". Cosaque repitió el congresista Ferrero, cuando decíaque quizás más adelante ya no se estaría de acuer-do con la pena de muerte, pero ahora sí.

Y digo que éste no es un tema de coyuntura. Eldebate de la pena de muerte no es un debate enque hoy día es conveniente aplicar la pena demuerte y mañana o pasado mañana, en dos añoso tres meses, ya no. Creo que es un problemavalorativo, es un problema no solamente de con-ciencia sino de lo que uno quiere que sea su so-ciedad, que sea su país, que sea su Constitución.En consecuencia, no debemos pensar en lo queestá sucediendo hoy día sino en lo que queremosque suceda en el futuro.

Creo que es injusta esta discusión teológica que,en algún momento, se ha querido dar acá conargumentos de Santo Tomás, de San Agustín, conargumentos y textos de ellos sacados de contex-to. Por ejemplo, tan equivocada ha podido estarla discusión desde el punto de vista teológico, queel congresista Tudela citó el Evangelio de SanPablo, y, que yo sepa, San Pablo no tuvo ningunaparticipación en el Evangelio. En todo caso, sonlas cartas que escribió San Pablo.

Veo que se retracta el congresista.

Para que vean hasta qué punto puede haber con-fusiones en esta discusión.

Me imagino que esta discusión se debe de haberpresentado hace quinientos años, cuando, tam-bién aplicando e interpretando los textos de SantoTomás, la Santa Inquisición torturaba y quema-ba a los que llamaba herejes; porque, de acuerdo

con la teoría que en ese momento interpretaba,todo lo que hacía daño a la sociedad, todo cuerpoextraño que perjudicaba a la sociedad, deberíaser extirpado. Entonces, aplicar o interpretar demanera parcial y antojadiza los textos religiosos,me parece una equivocación en este debate.

Se ha mencionado, señor Presidente, que la penade muerte no es disuasiva, y se ha dicho bien quehay argumentos a favor y argumentos en contra.Yo pienso que hay casos en que es disuasiva yotros casos en que no es disuasiva. En el caso delterrorismo, está demostrado históricamente queno lo es. Y no lo es porque la concepción mismadel terrorismo, no solamente del caso de Sende-ro Luminoso, en el Perú...

El señor PRESIDENTE.� Le ruego, señorGamarra, en vista del clamor popular, terminarsu intervención lo más rápido posible.

El señor GAMARRA OLIVARES (FIM).�

Muy bien, señor Presidente; en todo caso solici-taría una ampliación muy breve de unos diez oveinte minutos. Creo que los que han opinadoen contra de la pena de muerte han sido muchomenos que los que han opinado a favor, y, en todocaso, no quiero que les dé el mismo tiempo, perosí, por lo menos, alguna compensación.

Otro argumento es el de la disuasión, que en estecaso nada significa, y es porque no se conoce elfenómeno terrorista o se le conoce muy poco. Elterrorista, no solamente el de Sendero Lumino-so, tiene la concepción de que tiene que destruirla sociedad; incluso está dispuesto a inmolarseen lo que él cree una causa justa �y que es unacausa criminal� para construir un nuevo esta-do y una nueva sociedad.

En consecuencia, a esta persona poco le importacualquier tipo de condena, sea la cadena perpe-tua, la pena de muerte; cualquier tipo de conde-na le es inverosímil, como diría alguien, señorPresidente. Y poco le importa, porque no tienerespeto por la muerte ajena, y no lo tiene porqueno respeta su propia vida, porque es capaz deinmolarse; es capaz de quemarse y sacrificarsecomo cualquier bonzo en aras de lo que él creeuna causa justa.

Hay una anécdota, señor Presidente, sucedidahace algunos años. Se refiere a un conflicto en-tre militantes del IRA y narcotraficantes. Se pro-duce un ajuste de cuentas; los narcotraficantesse sienten engañados por militantes del IRA ymatan a dos de estos militantes. El jefe de estabanda de narcotraficantes, en unas declaracio-nes que fueron publicadas, dijo a sus lugarte-nientes: "Hemos cometido el más grave error,

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porque nosotros matamos por dinero y éstosmatan por fanatismo". Y, efectivamente, tresmeses después el IRA ejecutó �según ellos� asesenta y seis narcotraficantes.

En consecuencia, para el narcotraficante, que tra-baja por dinero, por lucro, se puede justificar estadisuasión. Pero, para quien es un fanático, comoes el caso de quienes componen Sendero Lumino-so, esta disuasión no tiene ningún resultado.

El congresista Ferrero nos hablaba de una en-cuesta según la cual el 70 por ciento estaba a fa-vor de la pena de muerte y el 20 por ciento encontra de ella, y nos decía que, en consecuencia,había que respaldar la decisión del 70 por ciento.No estoy muy seguro de esta encuesta a que serefería el señor Ferrero, pero, en todo caso, estonos llevaría a que en cada artículo que se discutaen el Congreso, tendríamos que preguntar, an-tes de votar, cuál es la encuesta, para saber cómovotamos. Si la encuesta le da 70 por ciento, tene-mos que aprobar ese artículo y si le da 20 porciento, desaprobarlo. Por ejemplo, preguntar enpolítica económica, en el capítulo económico.

Pero, en todo caso, la encuesta final la va a dar elreferéndum que se haga de la Constitución, y ahísabremos si el pueblo peruano está o no en con-tra de la pena de muerte.

Yo creo que el Perú ya bastante sangre y muerteha tenido. No hagamos que nuestra juventud ynuestra niñez, que se han familiarizado lamen-tablemente con la muerte y con la sangre, siganen este camino, y la gente en la que muchos handepositado su confianza, siga también por el ca-mino de la sangre y de la muerte.

Creo que esto es un error. Si se aprueba este ar-tículo, cuando se condene y se fusile a alguien, laautoridad judicial que ordene el fusilamiento oquien apriete el gatillo para matar a esa perso-na, no será el culpable. Los culpables seremosnosotros, que hoy día habremos aprobado esteartículo de la pena de muerte.

Muchas gracias, señor Presidente.

�Reasume la Presidencia el señor VíctorJoy Way Rojas.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Larrabure Gálvez.

El señor LARRABURE GÁLVEZ (FIM).� Se-ñor Presidente: Tema polémico éste el de la penade muerte desde la creación del mundo, y temade mucha responsabilidad y que no voy tampocoa rehuir. He venido a afrontarlo, porque es una

responsabilidad histórica ante la República y elpueblo que, creo en su mayoría, nos pide quevotemos a favor de la pena de muerte.

¿Por qué digo esto, señor Presidente? Porque elPerú es un país convulsionado, es un país que havivido en los últimos años una situación anor-mal con respecto a otros países del mundo.

Yo estoy de acuerdo con la pena de muerte, peroen los casos de terrorismo; ese terrorismo insa-no que con alevosía, premeditación y ventajaquita la vida al prójimo, que tira la piedra y es-conde la mano. Ésos son los verdaderos asesinosque deben ser castigados implacablemente.

Y como bien ha dicho un congresista, como mu-chos que me han antecedido en el uso de la pala-bra, los líderes de estos grupos insanos utilizana niños y a mujeres, en muchos casos niñas, paracometer estos crímenes insanos.

Yo pienso que sí es disuasiva la pena de muerte,y es disuasiva, por ejemplo, no directamente parael que va a poner el arma en la mano del niño, opara el que va a atacar activamente una pobla-ción o una casa o va a hacer un ataque selectivocontra una persona, una personalidad, un minis-tro, un congresista, sino para los padres de esteterrorista, para los hermanos de éste o para sushijos. Porque, muchas veces, los padres y los hi-jos saben que algún pariente de ellos estáinvolucrado en el terror o presienten que lo está,así como presienten que está involucrado en ladrogadicción o cualquier otra lacra.

Entonces, esos padres tienen la posibilidad detratar de arrancar a su hijo del terror. Si bien escierto que él ha tenido un lavado cerebral y estáactuando fanáticamente, está en las manos to-davía del padre o del hermano, que al ver que sele puede imponer la pena de muerte, da sus últi-mas oraciones y dones de convencimiento paratratar de cambiarlo de rumbo.

Por eso creo que en este país es necesaria la penacapital. ¿Qué otro país del mundo ha tenido unterrorismo como el nuestro? Sólo Líbano. El te-rrorismo tiene acá raíces profundas y lo compo-nen cobardes. Y llamo cobardes a los terroristasporque la forma de atentar no es la de un delin-cuente común. Por eso estoy de acuerdo con lapena de muerte en caso de guerra y en caso deterrorismo, pero no en caso de delincuencia co-mún u otros crímenes, como pueden ser críme-nes pasionales o robos u otros delitos que no es-tén dirigidos al terrorismo.

Se ha hablado acá mucho del Islam, de la Biblia,del Corán y hasta de la época de los patíbulos, de

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los egipcios, épocas en que ya se hablaba de lapena de muerte y se decía: El hombre que ofen-de la vida de un prójimo o de un ser humano,tiene derecho a quitarle la vida; quien a hierromata, a hierro muere; diente por diente, ojo porojo. Señor Presidente, la pena de muerte no sig-nifica volver a la época de las cavernas; yo creoque va a ser disuasiva.

Esta mañana le hice una pregunta a mi colegacongresista, el brillante doctor Fernández Arce.Le pregunté si esa pena no sería disuasiva paralos padres de los terroristas, o para los arrepen-tidos. Creo que suman muchos los que ya estándejando de lado Sendero, que, repito, usa niños yniñas para sus fines.

Por eso, señor Presidente, creo que este país haentrado por la senda de una reconstrucción. Lapacificación, para mí, ya es un hecho. Estamosen camino hacia esa pacificación, y la coronaciónde esto es la pena de muerte, que va a responderal deseo de millones de peruanos que muchasveces no tienen la plataforma para poder expre-sarse, pero acá estamos nosotros para hacerlo porellos. Creo que, al final, es el pueblo el que tienela palabra, el pueblo es el soberano y es el que vaa decidir en referéndum si está de acuerdo con lapena de muerte o no.

Pero quiero adelantarme a ese pueblo, quemayoritariamente creo yo se va a pronunciar afavor de la pena de muerte, y decir en este díahistórico y de mucha responsabilidad, en queunos congresistas se han manifestado a favor yotros en contra, que estoy a favor de la pena dela muerte; pero que se aplique con mucha pru-dencia, que se aplique en el caso de terrorismocomprobado y en la forma que señala el artículo,es decir, en los casos de guerra y de terrorismo; yque una vez dada la ley, se aplique con prudenciay no se cometan excesos.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Figueroa Vizcarra.

El señor FIGUEROA VIZCARRA (NM-C90).�

Señor Presidente: Convendrán mis colegas par-lamentarios en que no hay nada absoluto en estemundo, ni siquiera entre las más loables fuerzasde la naturaleza. El derecho a la vida, por mássupremo o inatacable que pueda parecer, tampo-co es inalienable. Ya ha hablado la colega LourdesFlores y otros más y han mencionado a SantoTomás de Aquino. Yo no lo voy a hacer en estemomento.

Pero creo que tenemos que recoger el plantea-

miento de que si algún hombre es peligroso parala comunidad y corruptivo por algún delito co-metido, laudable y saludablemente debe morir,en atención al bien común.

El Estado, de acuerdo a la doctrina del derechointernacional, posee la facultad de adoptar me-didas excepcionales en el tiempo y en el espacio,encaminadas a proteger eficazmente a la ciuda-danía. La vida es susceptible de confrontarse conla muerte a la luz de otros valores.

La pena de muerte ha figurado en diversos tex-tos constitucionales de nuestro país. Unas vecescastigando al traidor de la patria en caso de gue-rra exterior y otras sancionando a violadores deniños o feroces homicidas. Nada tiene esta medi-da de bárbara o salvaje y nada tiene intrínseca-mente de extrema en un estado de derecho.

Hoy, la pena de muerte está vigente en más del75 por ciento de los países del mundo, y apenasunos días atrás, en los Estados Unidos, sabemosque la han implementado en su legislación.

En realidad, no me conmueve el argumento se-gún el cual la pena de muerte para los casos deterrorismo daña nuestra imagen internacional.Éste es un argumento cuyo valor cede frente a lanecesidad de acabar con la imagen negativa quetiene nuestro país, cuando aquí se denota quehay inseguridad y violencia.

Tampoco me conmueve el argumento de que, porerrores judiciales, esto no es justo y, por lo tanto,no se debe aplicar. Creo que aquí hay que darleyes adecuadas para que se pueda controlar esteaspecto. Menos me conmueve el argumento dela inutilidad de la pena de muerte, de que éstano resuelve el problema del terrorismo, de queno disuade al delincuente subversivo. Nunca aquíse ha dicho o se ha creído que este problema tantremendo, como es el de la subversión, puedaresolverse con la sola incorporación de una san-ción tan drástica en el texto constitucional. Perosí creo que es necesaria, porque es complemen-taria fundamentalmente.

Sé que la pena de muerte es una medida muyextrema y de excepción. Así la debemos consa-grar. Es la máxima sanción aplicable en un Esta-do democrático al delincuente subversivo que nohaya optado por el arrepentimiento. Yo pregun-to, ¿es el terrorista menos peligroso que un trai-dor a la patria? ¿Es acaso el terrorista un delin-cuente menor? ¿Cuántos muertos más, cuántosinocentes más tendrán que caer para que el te-rrorismo cese en el umbral de los delitos másabominables? Yo he tomado una decisión, señorPresidente, que la he meditado, y he decidido no

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defender la vida de aquellos que cesan la vida delos inocentes, de aquellos que no han optado porel arrepentimiento. He decidido que no voy adesoír el sentimiento popular y que no voy a serajeno al momento social que vive el país.

Mi fuerza moral son los niños y las mujeres, víc-timas de esta violencia, así como autoridadespolíticas, alcaldes, gobernadores, miembros de mipartido y tantos otros, que han fallecido por serluchadores. Yo voy a votar a favor de la pena demuerte.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Díaz Palacios. Le voy a agradecer que estédentro del turno previsto.

El señor DÍAZ PALACIOS (MDI).� SeñorPresidente: Los colegas que están llamando alvoto están perdiendo la ecuanimidad y no respe-tan nuestro derecho a dar a conocer cuál va a sernuestro voto de conciencia. De manera que lespido un poco de calma, por favor.

Quienes sostienen la necesidad de ampliar la penade muerte a los terroristas lo hacen sobre la basede tres argumentos principales:

Primero, que la guerra interna desatada por elMovimiento Revolucionario Túpac Amaru y Sen-dero Luminoso es una de las más despiadadasque se vive a nivel mundial.

Segundo, que esta situación, muy grave en nues-tro país, obliga a que el Estado y la sociedad to-men medidas extremas.

Y tercero, como parte de esas medidas extremasla pena de muerte sería una alternativa eficaz y,además, permitiría una sanción proporcional oequivalente a la magnitud del daño ocasionadopor los actos de terrorismo.

En la primera cuestión fundamental estamos deacuerdo. Creemos que, efectivamente, estamosfrente a una situación gravísima.

En la segunda cuestión, que hay que aplicar me-didas extremas, también coincidimos. Nos pare-ce, en ese sentido, coincidiendo con algunos delos colegas, que la instauración en el país de lacadena perpetua para los terroristas es ya unamanifestación extrema en cuanto a la sanción aaplicarse, y sostenemos que es sumamente dis-cutible que la pena de muerte constituya una al-ternativa eficaz para atenuar significativamenteel problema del terrorismo en el país y mucho

más discutible que permita efectivamente guar-dar una proporcionalidad o equivalencia entre laresponsabilidad del terrorista y la sanción quese va a aplicar.

Somos partidarios, señor Presidente y colegas,de eliminar la pena de muerte de nuestro marcoconstitucional. Nos oponemos a la pena de muer-te por razones de principio y también por razo-nes prácticas. En cuanto a las primeras, y a ries-go de ser reiterativo, vamos a demostrar que lapenalidad debe responder al sentido represivociertamente, pero también preventivo y correc-tor. La pena debe orientarse a rehabilitar al de-lincuente y no a exterminarlo físicamente. Lasociedad debe utilizar métodos superiores a losgrupos terroristas y, por lo tanto, no es correcto,a nuestro criterio, responder a la violencia conviolencia, al odio con odio, al asesinato con elhomicidio legalizado.

La calidad y superior ética de nuestra sociedadno debe medirse en función de la fuerza que apli-quemos con la pena de muerte, sino con nuestracapacidad para regenerar a las personas que op-taron por un camino lamentablemente equivo-cado en cuanto a cómo hacer justicia en el país.

Si bien la pena de muerte no es ilícita por sí mis-ma, creemos que hay que superar, como lo reco-miendan muchos autores, los sentimientos devenganza y de revancha. Jamás la indignación yel repudio que provocan los actos terroristas de-ben o pueden convertirse en el sustento funda-mental para establecer la pena de muerte ennuestro país.

Creemos que el pragmatismo, que hoy está enboga, no tiene derecho a pasar por encima decuestiones de principios y de cuestiones mora-les, que tienen que ver con la valoración de lavida.

El homicidio legalizado, y ése es el verdaderonombre de la pena de muerte, no puede, bajo nin-gún criterio, ser el instrumento fundamental parahacer la llamada limpieza social, como algunoscolegas han sostenido.

Creo, señor Presidente, que un Estado que enmucho es responsable de este caldo de cultivodonde ha germinado el terrorismo en el país, muydifícilmente va a sentirse con la autoridad moralpara aplicar la pena de muerte.

En cuanto a las observaciones prácticas, creemosque hay que recordar que la justicia humana noes infalible. Hay muchos inocentes acusados deterrorismo, que más tarde seguramente corre-

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rán el riesgo de morir con la pena de muerte. Noestá demostrado el efecto disuasivo. La muertede un criminal jamás logrará reparar los dañosocasionados ni mucho menos devolverá la vidade quien fue muerto en un acto de terrorismo.La pasión humana está presente, y acusacionesinjustas se van a dar.

Y, finalmente, creo que es importante recoger elargumento de que si es cierto que se ha avanza-do en la lucha contra el terrorismo, si es ciertoque el MRTA está prácticamente descabezado,que prácticamente el 95 por ciento de los altosdirigentes de Sendero Luminoso están detenidos,habría que preguntarse qué necesidad hay deampliar la pena de muerte al terrorismo.

Gracias, colega Presidente.

�Reasume la Presidencia el señor JaimeYoshiyama.

El señor PRESIDENTE.� Tiene la palabra elseñor Siura Céspedes.

El señor SIURA CÉSPEDES (NM-C90).� Se-ñor Presidente: En memoria de los miles de pe-ruanos víctimas del terrorismo homicida, y porrespeto a la vida de todos los peruanos, yo votarépor la pena de muerte. Por lo tanto, pido a ustedque pase a solicitar el voto de la pacificación delPerú.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Cumpliendo con laformalidad, quisiéramos en primer lugar consul-tar al Pleno si considera que el tema de la penade muerte ha sido suficientemente debatido.

Para información de los señores congresistas, seha discutido el tema ampliamente por todos losgrupos políticos. Hemos estado acá ocho horas ymedia reunidos, y han hecho uso de la palabra40 señores congresistas. En promedio, cada unode los señores congresistas ha hecho uso de lapalabra trece minutos, lo cual constituye unagran muestra de flexibilidad y apertura, por loque yo quisiera consultar de todas maneras alPleno si considera que el tema ha sido suficien-temente debatido.

Los señores congresistas que estén de acuerdoen dar el tema de la pena de muerte por suficien-temente debatido, se servirán manifestarlo levan-tando la mano. (Votación). Los que estén en con-tra. (Votación). Acordado.

Ingeniero Sotomarino, usted quería hacer uso dela palabra. ¿Sobre el tema de la votación?

Tiene el uso de la palabra el ingeniero Sotoma-rino, sobre el tema de la votación.

El señor SOTOMARINO CHÁVEZ (PPC).�Señor Presidente: Creo que aquí nos hemos es-cuchado bastante. En mi experiencia figuró ha-ber estado en la anterior Constituyente y haber-me negado a aprobar la pena de muerte en esaocasión, en tiempo de relativa paz.

Ahora, en tiempo de guerra, mi punto de vistaha cambiado. Pero el hecho de que yo declare mivoto, no significa que esté de acuerdo ni con vo-taciones nominales ni con que esto se haga a ni-vel de exhibición pública del voto, porque ellopuede traer consecuencias para gentes que pue-de ser victimadas o que pueden sufrir en el senode sus propias familias daños posteriores.

El hecho de que un congresista piense que tieneel coraje y las agallas para cantar su voto, no sig-nifica que tenga derecho o que por fuerza se sien-ta autorizado a poner en riesgo a sus menoreshijos o a cualquier miembro de su familia.

Por eso, señor Presidente, contrario a mi colegaAlex Kouri, que pidió votación nominal, pido queesta votación sea anónima.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Vamos a consultaral Pleno si la votación debe ser o no anónima.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Lapalabra, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Sobre la votación,señor Barba Caballero.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Se-ñor Presidente: Los argumentos del señor CelsoSotomarino a favor de una votación secreta nosólo me parecen deplorables sino también unaprueba irrecusable de la pobre convicción moralde aquellos que plantean el tema de la pena demuerte.

Presidente, Presidente. No pues, tampoco, no.Es decir...

Es que, Presidente, sí, sí, es que no me parece, amí no me parece...

El señor PRESIDENTE.� Señor Barba, se-ñor Barba, le ruego, por favor, que retire ustedlas palabras mencionadas, porque muchos seño-res congresistas las han considerado agraviantes.

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El señor BARBA CABALLERO (CD).� Voya ser muy honesto, Presidente. A mí me pareceun acto de cobardía que este Congreso Constitu-yente cree una herramienta de muerte al verdu-go y luego esconda la mano. ¿Qué ejemplo es éste?

El señor PRESIDENTE.� Señor Barba, se-ñor Barba, le ruego por favor, en nombre de laMesa Directiva, que retire las palabras que haemitido.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Lasretiro, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Muchas gracias, se-ñor Barba.

Continúe.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� EsteCongreso, señor Presidente, tiene que dar la cara,tiene que dar ejemplo al país y tiene que poner elpecho. No se puede esconder la mano en un tematan delicado, en un tema tan grave para el país.Siempre se ha dicho que es muy fácil ser parla-mentario. Muy bien, señor, ahora tiene un pre-cio, estemos dispuestos a pagar ese precio; perono actuemos de una manera tan deleznable.

La señorita CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).�¿Me permite una interrupción?

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Ladoctora Martha Chávez me pide una interrup-ción. Con su venia, Presidente, con todo gusto sela concedo.

El señor PRESIDENTE.� En honor al orden,el ingeniero Sotomarino Chávez fue el primeroen pedir la interrupción; después se le va a con-ceder a la señorita Chávez y a continuación alseñor Ferrero, y con eso vamos a pasar a consul-tar al Pleno.

Puede hacer uso de la interrupción, señor Soto-marino Chávez.

El señor SOTOMARINO CHÁVEZ (PPC).�Presidente: Acá estamos lidiando con un enemi-go que tiene apologistas, pero que para matar auna mujer indefensa, necesita ocho personas conmetralletas. Con esta clase de enemigo, cobardey alevoso, no se puede tener contemplaciones, ytampoco se puede ser tan torpe como para quese permita correr riesgos inútiles.

No tiene mayor valentía el hecho de correr ries-gos inútiles. Valor tiene quien corre riesgos porrazones justas. Pero hacer correr riesgos a otros,

por razones inútiles y, especialmente, usando unlenguaje agraviante, como en este caso usa elseñor Barba Caballero, yo, francamente, me nie-go absolutamente a aceptarlo y, además, me sor-prende viniendo de quien viene.

Gracias.

El señor PRESIDENTE.� Señorita ChávezCossío, puede interrumpir.

La señorita CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).�Sí, señor Presidente...

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Se-ñor Presidente...

El señor PRESIDENTE.� Señor Barba Ca-ballero, usted le había concedido la interrupcióna la señorita Chávez Cossío.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Se-ñor Presidente: Decir que Sendero puede tomaralgunas acciones por un voto así, me parece unargumento poco serio. Sendero jamás ha actua-do de esta manera.

Recuerden ustedes la orden de intervención delos penales que originó la masacre de los pena-les. Allí están los ministros del APRA, caminan-do por las calles, acompañados por su sombra.

Cuando Sendero ataca, señor, lo hace por razo-nes de propaganda. Sendero no va a atacar a nin-gún parlamentario porque aprobó el tema de lapena de muerte. Al contrario, Sendero va a ha-cer fiesta, por la sencilla razón de que le estamosregalando defensores en todo el mundo y, ade-más, le estamos dando la magnífica oportunidadde avivar el fuego de su alicaída causa. Esto nome parece serio.

Le concedo la interrupción a la doctora MarthaChávez.

El señor PRESIDENTE.� Doctora ChávezCossío, puede hacer uso de la interrupción.

La señorita CHÁVEZ COSSÍO (NM-C90).�Gracias, señor Barba.

Yo solamente quería interrumpirlo para recor-darle lo que otras personas están dispuestas aatestiguar y a recordarle a usted, que usted se-ñaló que creía en la pena de muerte, pero queotros lo dijeran, que el pueblo se comprara esepleito. Usted lo dijo y se lo recuerdo, por las ex-presiones que ha tenido, injustas, contra el inge-niero Sotomarino. Creo que hay que ser muy leal,

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muy honesto, y si estamos en estos momentostratando de proponer algo, es quizás en razón deun natural deseo de protección ante el daño quese puede ejercer no solamente contra nosotros,sino contra las familias u otras personas inocen-tes. Solamente le recuerdo eso, señor Barba.

El señor PRESIDENTE.� Continúe, señorBarba Caballero.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Ladoctora Martha Chávez está completamentedesinformada. Yo jamás he dicho una cosa seme-jante. Lo que he dicho con toda claridad, y lo hedicho por televisión, es que no creo en la pena demuerte; pero no por razones de principio, sinopor razones pragmáticas, porque, simplemente,pienso que le hacemos un favor a Sendero Lumi-noso.

Si creyese que con la pena de muerte vamos asolucionar el problema del terrorismo, yo seríael primero en plantearlo; pero creyendo, comocreo, lo contrario, me parece absurdo sosteneruna tesis como ésa.

El señor PRESIDENTE.� Perdón, señorChirinos Soto, lamento decirle que el que estádirigiendo este debate soy yo.

Y en segundo lugar, estamos tramitando unacuestión de orden. Hay una intervención del se-ñor Barba Caballero y tres interrupciones, y elPresidente tiene el perfecto derecho de concedercualquier interrupción.

Puede hacer uso de la interrupción el señorFerrero Costa.

El señor FERRERO COSTA (NM-C90).� Se-ñor Presidente: Muy brevemente.

En cuanto al señor Barba Caballero, hay que decirque el riesgo es para los que van a votar a favorde la pena de muerte, no para los que como élvan a votar en contra. Eso, en primer lugar.

Al margen de eso, yo me atendré a lo que el Con-greso resuelva, pero cumplo en decir que prefie-ro una votación pública.

El señor PRESIDENTE.� Señor Barba Ca-ballero, termine, por favor, la cuestión de orden.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Ter-mino, señor Presidente, diciendo que lo fácil esestar a favor de la pena de muerte, lo fácil eshalagar al pueblo, lo fácil es que a los que nosoponemos al tema de la pena de muerte se nosreclame en la calle y por la opinión pública. No-

sotros hemos dicho que vamos a mantener nues-tras convicciones, porque nosotros no vivimos niexistimos para halagar multitudes. Nosotros he-mos nacido y existimos para realizarnos comoindividuos éticos, como individuos morales, y asítodo el pueblo opine lo contrario, tengo el dere-cho de mantener mis propias convicciones y, porsupuesto, lo voy a hacer.

Concluyo, porque el señor Presidente ya no meda más tiempo...

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� ¿Me per-mite una interrupción, señor Barba Caballero?

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Si laPresidencia lo permite.

El señor PRESIDENTE.� Vamos a concederla última interrupción al señor Olivera Vega.

Señor Olivera Vega, le ruego, por favor, que seabreve, porque estamos por proceder a la vota-ción.

El señor OLIVERA VEGA (FIM).� SeñorPresidente: Debo decir, en primer término, queno acepto ni permito que el señor Barba Caballe-ro ni nadie me venga a dictar cátedra sobre loque es moral y ético.

Nosotros, con consecuencia, estamos defendien-do lo que creemos que es mejor para el Perú, perorespetamos las posiciones discrepantes, como ladel señor Barba Caballero. Yo, en ningún caso, lohe acusado a él ni a nadie que se opone a la penade muerte de cobardía, ni de ser cómplice de Sen-dero, ni de ningún asesino. Yo no he hecho esaacusación. Por lo tanto, exijo que no se haga in-sinuación alguna sobre quienes, por principio,también creemos que lo mejor para el Perú, paralos veinte millones de peruanos, es dotar de to-das las armas a la democracia para que defiendaa las grandes mayorías nacionales.

En segundo lugar, ni el señor Barba Caballero,ni nadie tampoco, va a venir a dictarnos cátedrasobre cómo vamos a defender con coraje nues-tros principios y nuestras posiciones. El país estestigo de cómo aquí hemos fundamentado contotal transparencia nuestro voto y nuestra posi-ción. Somos responsables y asumimos las conse-cuencias de ello, y vamos a tener el coraje de darla cara al asesino cobarde, que siempre buscaráno combatir ideas con ideas sino ideas con san-gre y asesinatos cobardes.

Creo, señor Presidente, que hay que respetar lavoluntad de cada quien. Yo no quiero decir, comodice él, que cada quien es dueño de su propiomiedo. Yo respeto a quienes están considerando

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la seguridad familiar, y también hay que recor-dar que es muy fácil poder decretar el asesinato,el genocidio de trescientos presos, como sucedióen Canto Grande, cuando a la vez se es cuidadopor cincuenta o por cien personas, aun dejandoel cargo de Presidente de la República.

Es muy fácil poder hablar de lucha contra elsenderismo cuando se tenía un grupo paramilitarasesino, como era el Grupo Rodrigo Franco, res-pecto del cual muchos callaron la boca cuandodebieron abrirla y condenarlo en su debida opor-tunidad.

Creo, finalmente �agradeciendo la interrupcióna mi amigo y colega Barba Caballero�, que, porencima de esta discrepancia, estoy seguro quetenemos muchas coincidencias, como lo vamos ademostrar próximamente, y que habrá que dejaren libertad a cada quien para que vote pública-mente o para que vote secretamente.

Creo que hay que demostrar una decisión res-ponsable, y que sea cada quien, como en concien-cia se están adoptando posiciones, el que decida,una vez que sea llamado a depositar su voto demanera secreta o pública.

Eso es todo, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Puede continuar,señor Barba Caballero.

El señor BARBA CABALLERO (CD).� Con-cluyo, señor Presidente, manifestando que Fer-nando Olivera, por supuesto, tiene todo el dere-cho de sentirse orgulloso de su ética y de su mo-ral; pero yo también tengo el mismo orgullo. Amí nadie puede levantarme un dedo ni a nivelético ni a nivel moral ni a nivel profesional, y deeso me siento muy orgulloso.

Yo quería llamar la atención del Congreso, sim-plemente, respecto a que nosotros no podemoscrear �en nuestro concepto�instrumentos demuerte, y luego dar la impresión de que estamosescondiendo la cara ante el pueblo. Tengo la ab-soluta convicción de que este Congreso Consti-tuyente debe dar el pecho, debe dar la cara, y sialguno o muchos mueren, será por la patria.

Gracias, señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� Se va a votar. Losseñores congresistas que estén de acuerdo en quela votación sea secreta, se servirán manifestarlolevantando la mano. (Votación). Los que esténen contra. (Votación). Habiendo alcanzado másdel tercio del número legal requerido por el Re-glamento, se acuerda votar en forma secreta, por33 votos a favor.

El señor CHIRINOS SOTO (R).� La palabra,señor Presidente.

El señor PRESIDENTE.� No hay nada en de-bate, señor Chirinos Soto.

El señor CHIRINOS SOTO (R).� Señor Pre-sidente: Tengo la impresión �me puedo equivo-car� de que la votación secreta es para votarpor gracias, pensiones, ratificaciones, ascensos olo que fuera. Yo nunca he asistido a una votaciónsecreta de proyectos de ley.

Nosotros �yo creo la gran mayoría de los seño-res congresistas� hemos dicho claramente porqué vamos a votar y cuáles son las razones denuestro voto. Y no le tenemos miedo a nadie, se-ñor Presidente. Yo he dicho esta mañana queestoy dispuesto a dar mi voto, con la mayoría,por un texto; y ese texto está siendo alterado,porque se le está añadiendo el calificativo "exte-rior".

El señor PRESIDENTE.� Señor ChirinosSoto, con todo respeto a su experiencia parlamen-taria, si usted me permite, qué le parece si lee-mos la parte pertinente del Reglamento, para quelas dudas sobre su cuestión de orden sean total-mente aclaradas.

El señor CHIRINOS SOTO (R).� Como decostumbre, yo obedezco al señor Presidente.Planteo la cuestión de orden, porque no me cons-ta, y porque quiero decirle al país que voy a vo-tar por la pena de muerte en los términos en queel artículo correspondiente fue presentado estamañana, no esta tarde.

El señor PRESIDENTE.� Se va a dar lecturaal Reglamento.

El RELATOR da lectura:

"Reglamento del Congreso ConstituyenteDemocrático

Artículo 50º.� (...)

Las votaciones secretas se efectúan cuando asílo dispone el Reglamento o lo solicite un númerosuperior al tercio del número legal (...)."

El señor PRESIDENTE.� La votación ha sidopor encima del tercio legal.

Se va a dar lectura al artículo, y después el señorRelator empezará a llamar, por lista, a los seño-res congresistas. Se va a repartir a cada uno deellos una cédula.

1514

El RELATOR da lectura:

"Pena de muerte

Artículo 159º.� La pena de muerte sólo puedeaplicarse por los delitos de traición a la patria encaso de guerra exterior y de terrorismo, confor-me a las leyes internas y a los tratados de los queel Perú es parte."

El señor PRESIDENTE.� Quisiera invitar alos señores congresistas Serrato y Tudela paraque puedan ayudarnos en la Mesa para escrutar.Señor Chú Meriz, ¿sería tan amable de venir?

Se suspende la sesión, por breves minutos, paraempezar la votación.

�Se suspende la sesión a las 22:00 horas.

�Los señores Tudela van Breugel-Douglasy Chú Meriz se acercan a la Mesa para ac-tuar como escrutadores.

�Se reabre la sesión a las 22 horas y 02 mi-nutos.

El señor PRESIDENTE.� Se reabre la sesión.

Se va a empezar a llamar a los señores congre-sistas.

Los señores congresistas que estén a favor delartículo marcarán el "Sí" en la cédula y los seño-res que estén en contra marcarán el "No". Empe-zamos la votación.

El RELATOR pasa lista para la votaciónpor cédulas.

El señor PRESIDENTE.� Hay una pequeñaaclaración que quiere hacer el señor Torres yTorres Lara.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Señor Presidente: Solicito que se sus-penda por cinco minutos la sesión. Hay unadescoordinación sobre el texto que se está votan-do. Es un tema demasiado delicado. Solicito cin-co minutos de suspensión.

El señor PRESIDENTE.� Accedemos, enton-ces, al pedido del señor Presidente de la Comi-sión de Constitución y de Reglamento.

Se suspende la sesión por cinco minutos.

�Se suspende la sesión a las 22 horas y 03minutos.

�Se reabre la sesión a las 22 horas y 08 mi-nutos.

El señor PRESIDENTE.� Se reabre la sesión.

Vamos a conceder la palabra al señor Torres yTorres Lara.

Los señores que no son congresistas sírvansedespejar la Sala mientras estemos en votación.Ruego, por favor, a todas las personas extrañasal Hemiciclo que se sirvan despejar la Sala, paraproceder ordenadamente a la votación.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� Señor Presidente, va a proyectarse eneste momento el artículo propuesto con las mo-dificaciones correspondientes. Ruego que los se-ñores congresistas tengan en cuenta la proyec-ción, que es diferente del documento que se pasóinicialmente.

Va a leerse después.

El señor PRESIDENTE.� Señor Torres y To-rres Lara, ¿sería usted tan amable de leerlo? Porfavor.

El señor TORRES Y TORRES LARA (NM-C90).� El texto dice lo siguiente:

"La pena de muerte sólo puede aplicarse por losdelitos de traición a la patria en caso de guerra yde terrorismo, conforme a las leyes internas y alos tratados de los que el Perú es parte."

El señor PRESIDENTE.� Se va a votar.

El RELATOR pasa lista para la votación porcédulas.

El señor PRESIDENTE.� Si algún señor con-gresista no hubiese depositado su voto, éste es elmomento de hacerlo.

Cerrada la votación.

Vamos a proceder al escrutinio.

�Se efectúa el escrutinio.

El señor PRESIDENTE.� El resultado es elsiguiente:

Por el SÍ : 55 votos

Por el NO : 21 votos

En blanco : 1 voto

1515

En consecuencia, ha sido aprobado el artículo159º.

�El texto aprobado es el siguiente:

"Artículo 159º.� La pena de muerte sólo puedeaplicarse por delitos de traición a la patria en casode guerra y de terrorismo, conforme a las leyes in-ternas y a los tratados de los que el Perú es parte."

El señor PRESIDENTE.� Se suspende la se-

sión hasta el día de mañana a las 09 horas y 29minutos, para tratar el tema del Poder Ejecuti-vo.

Muchas gracias.

�A las 22 horas y 24 minutos se suspendela sesión.

Por la Redacción:Américo Miranda Sanguinetti.