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27 Los Mexicanos Pintados Por Si Mismos

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  • 11 ii

    PINTADOS POR SI MISMOS.

    NACIONALES,

    ot vauo Jdlitotes.

    1

    MKXIOO.Imprenta de M. Murguia y Comp., Portal del guila de Oro.

    1854. /^/voe^^ie.^ /V6

  • SEL aQaaQ)^ ^

    ENCIDO por la tentacin de escribir algo; sen-tado frente mi bufefe, los anteojos calados,la pluma cortada y el papel dispuesto, me pre-paraba escribir mi artculo intitulado el Agua-dor, cuando me acord, msero de m, que sa-bia tanto de los modismos y lenguaje de mi h-roe, como del chino. Por fortuna o el pasolento y grave que me anunciaba la llegada demi Neptuno. Pas junto mi puerta mesura-do y quieto como los versos de un romntico,y lleg la azotehuela, adonde vaci su agua;recibi el importe de su trabajo de ocho dias,sin murmurar en nada, y sin dudar ni un mo-

    mento de la buena f de mi criada, depositarla de los colorines pato-les, que habip dejado en su poder: porque, cosa rara, mientras mediomundo desconfia del otro medio, el aguador, con una delicadeza no

  • y2

    comn, recibe sin discusin esos granos, especie de bonos, mas lega-les mil veces que las libranzas de un comerciante. Esper con impa-ciencia que concluyera su acutil trabajo, y cuando pas, al salir,frente la puerta de mi gabinete, le grit:Ven ac, Trinidad.Mndeme su merc.Sintate en esa silla y cuntame la vida que llevas.Imposible, amo: son las siete de la maana y mis patroncitas se

    me enojan. Hoy es dia de correr y no parar de la fuente la calle yde la calle la fuente. Ademas, amito, que eso de decir mi vida, nos/>a qu le pueda servir su merc.De mucho, Trinidad. Calcula, hijo, que hoy los mexicanos he-

    mos dado en pintarnos nosotros mismos: comprendes?No seor.Pues ni lo comprendas. Lo que te atae saber es que t, como

    mexicano, tienes que dar al pblico tus costumbres, tus hbitos, tusvicios, tus cualidades, todo, en fin, lo que te es peculiar propio, tie-nes que contrselo al mundo entero: hasta una estampa se ha hechoadonde ests pintiparado, tal como eres, para que todos te conozcan.Ahora bien; como t no puedes escribir hacer tu retrato, yo me heapropiado esa obligacin; pero necesito que me des datos, que me in-formes de todo lo que te concierna, para poder escribir tu artculo imprimirle.Pero seor amo, si yo no quiero que me impriman. Y otra cosa

    hay tambin, que yo no tengo nada que contarle su buena persona,porque mi vida es tan ansina que hasta es gana. Mire su merc, seor.Toda la maana trabajo, en la tardecita acabo lo que no pude cum-plir, y en la noche con mi muger y mis hijos nos pasamos bien el rato.Pues bien. Trinidad, t debes tener una curiosa coleccin de anc-

    dotas y epigramas muy picantes y naturales tu oficio, con lo cualpodr contar al pblico tu vida toda.Por ahora no, y con su permiso me retiro, me espone su merc

    perder mis marchantes. Prometo volver al medio dia para decir su merc todo lo que guste. Y sin decir mas, sali Trinidad de migabinete, dejndome con un palmo de narices.

    Este es el aguador: comedido, entregado al'^trabajo, casi siemprebuen padje y no tan peor esposo, pasa la mitad de su vida con el cho-chocol la espalda, como un emblema de las penalidades de la vida,y la otra mitad semi-beodo, pero sin zozobras y sin accidentes. Hacede su misria un escudo sus necesidades, y como estas son tan pocas,lo son tambin sus exigencias. Si accidentalmente crecen sus gastos,como cuando espera que su muger lo obsequie con un nuevo hijo, elaguador halla medios de subvenir todos. Para ello toma su cargootras comisiones, como la de asear la calle en ciertos dias, algunos

  • 3mensages mas menos delicados, y otros agregados su profesin.Se levanta con la aurora, pone sus ropas, cese sus cueros, carga consu chochocol, como carga un marido con su contribucin matrimonial,se cuelga por delante el cantarito, cubierta antes la cabeza con la co-queta gorrita, y encorbado como un elegante con el peso de sus deu-das, se dirige pian, pian, la fuente mas inmediata.

    El modo de trasportar el artculo de su comercio, no es igual entodas partes; ha}'' ciertos provincialismos muy notables. En otros lu-gares de la repblica tercia en sus hombros un timn encorbado condos canaladuras en sus estremos, adonde cuelga con dos cuerdas doscntaros de igual tamao para poder caminar equilibrado con el peso.En Guanajuato tiene el aguador un cofrade, un burro sobre el cual car-ga sus garrafas. En Quertaro lleva cuatro cntaros en una carreta deuna rueda y cuatro pies; pero sea como fuere, marcha rpido hacersus entregas. Ahora, despus de esta pequea digresin, volvamos nuestro personage.Aqu comienzan sus percances. Puesta la fuente casi siempre en

    una casa de vecindad, al entrar recibe el aguador una descarga de in-terpelaciones, cual mas exigente.Maestro, por Dios, ayer dej al 1 sin agua, y tengo mi cocina

    sin asear.^La nia no se ba ayer por vd.: por qu se le olvid llenar

    la tina?No me deje sin agua, maestro, no sea perezoso ni olvidadizo.Y en medio de este fuego graneado, cruza impvido nuestro sa-

    cerdote de Neptuno, agachado y sereno, ensendonos como se debepasar por la vida, arrostrando el qu dirn. Surtidos ya sus cn-taros, sube y baja escaleras, va y vuelve, llevando al diluvio en suslomos, como el gigante Titn los carg all en aquellos tiempos, con-duciendo encerrada, fuer de nube, la indispensable y fecunda aguaque ha de regar salas, gabinetes y cocinas, agua no muy clara algunasveces. Para el aguador se rompe el velo de lo domstico, el sancta-sanctrum de un retrete, todo lo osa pisar con sus zapatos clavetea-dos y lodosos: mudo testigo de las escenas privadas de las familias quelo ocupan, no d mas garanta para que le confien lo que solo sabenlos confesores y las lavanderas, no d mas garanta que su discrecin.Hay un vulgar refrn que dice: "visita de mdico:" viage de aguadordebia decirse, porque nunca permanece tres minutos en una casa.

    Pero si el aguador tiene sus enredos y sus dares y tomares con lascriadas, entonces prolonga mas su permanencia en la cocina, ocupadoen chismes murmuraciones. Si no es esto, deja caer el agua tor-rentes y con notable estrpito, y sin cuidarse de la nia que le recla-ma dos tres viages para su bao, diciendo un s liso y llano la ma-dre que le encarga una criada, sale con mas garbo que Napolen de

  • la isla de Elba. Concluye su trabajo, cuenta los patoles 6 colorinesque ha dejado en cada viage, para saber, pasados ocho dias, si estamarchantado, cuanto se le debe; cobra su mezquino salario, y se des-pide p:tra volver al siguiente dia- Infinitas veces hace siempre lomismo hasta que suenan las doce, hora en que hace su mezquina co-mida, no sin haber descansado y refrescado antes en la pulquera vinatera mas cercana. Casi nunca come en su casa: su activa mu-ger lo espera con la canasta tapada con una servilletita en el pasillodel zagun de la casa donde se surte de agua. Y all reunido con suscompaeros, come con apetito, y sin disgusto de ninguna clase. Sugorra le sirve de almohada, 3' recargado en su chochocol descansa susiesta en un sueo que nunca tendrn los de la alta clase. En la tar-de vuelven emprender su faena siempre contentos, tanto mas, cuan-to que el trabajo es muy corto y solo para las casas de preferencia.Una ocupacin tiene el aguador, peculiar y propia su oficio, re-

    mendar su chochocol. Coser el barro, ponerle un parche como lohace el aguador, solo l lo ha inventado: con una lesna agujera loslados de la rotura, pasa su puntada y la cierra fuertemente sobre unpoco de zulaque.

    Antiguamente, y va de cuento, cuando alguno quera pertenecer la profesin, se cuenta que los aguadores se reunan, tambin por la tar-de, para sujetarlo prueba: esta era de la manera siguiente. Se ha-cia subir al nefito una torre vecina, no teniendo aun del trage deaguador mas que la gorrita y los cueros: suba, pues, por la escaleracoja y mvil, por lo regular, llevando llenos sus cntaros. Cuandoacababa su peligrosa ascensin y apareca en la punta de la torre, losjueces aguadores colocaban en el prtico y al pi de la torre mismaun chochocol vaco. El nefito tenia que llenarlo desde aquella altu-ra, lo que casi siempre lograba, teniendo cuidado de volcar la aguaescedente sobre los futuros compaeros. Concluida la ceremonia,era admitido como aguador, ciendo el vestido propio, colgando el cho-chocol, y despus celebraban con pulque y mole de guajolote su recep-cin. Al dia siguiente comenzaba su trabajo, siempre el mismo^ y talcomo lo hemos descrito.En medio de esta monotona tienen tambin sus dias de holgorio,

    sus dias de diversin y frasca. Llega la fiesta de la Santa Cruz, yese dia adornan su fuente, comen en comunidad, tiran cohetes, y tie-nen msica por la noche. Tambin la festividad del Sbado de Gloriaes para el pobre aguador uno de sus goces. Compaero de la Chiera la hora que suena la Gloria, le ayuda botar al aire las flores, losjarritos de chia, y desbaratar, como los nios lo hacen de un soplocon sus casitas de naipes, esa especie de capullos efmeros en quese encierra la elegante chiera. Esto mientras no llega algn festivocompaero que tercindole un cuero por la espalda, le recuerda que es

  • 6-.dia de repicarse la gloria. Entonces comienza una escena bien repug-nante, pero para ellos agradable, en que ambos se contunden su sa-bor; algunas veces tiene la Gloria un fin trgico, y el pual sustituye

    al cuero; pero en loor de la cofrada de aguadores si podemos asegu-rar nuestros lectores que esto es muy raro, pues el aguador honra-do y pacfico no se deja llevar de sus arrebatos, sino cuando ha bebidomas de lo regular el sabroso colorado d el mordicante refino. Por lodems es el aguador un tipo de honradez digno de alab^inza. Nacidosin educacin, y sin recibir jainas principios de moralidad, llevado so-lo de los rectos impulsos de su corazn, le cobra amor al trabajo, nun-ca falta sus deberes ni al servir sus parroquianos, ni como padrede familia. . . .

    En esto iba cuando golpearon en mi puerta con fuerza, y casi al mo-mento entr, sin mas ceremonia, Trinidad el aguador. De sus cnta-ros solo las asas traia; con los vestidos desgarrados, sumamente plido

    y con los labios algo ensangrentados, se me present delante.

    Qu ha sucedido?Una desgracia. Seor amo.T acabas de reir?No Seor; el viejo fraudero que vive aqu adelante es el que me

    ha puesto en este estado. Su merc que sabe escribir me har el fa-vor de acompaarme al juzgado para dar mi queja,Pero cuntame eso, Trinidad.Voy Seor; pero en Dios y en mi madre y por los mritos de mi

    difunto hijo juro su persona que le voy contar la verdad.Bien Trinidad, bien: vamos adelante.Pues ha de estar su merc en que ese viejo ladren tiene una hi-

    ja mas linda que esa estampa que est ah colgada.

    Hombre!Le rondaba la calle un D. Chuchito, que Dios perdone, mucha-

    cho pobre que vive en un cuarto bajo, junto mi comadre Lola: yono s de donde la haya cojido el enamorado de cobacha para vestirsebien, el caso es que la nia no le pareci tan peorcitas los cuartos delchico. El padre que solo dejar matrimoniar su hija con algn r-cete usurero como l, comenz ver mal al que desinquietaba la hi-ja. Los palomitos no pudiendo hablarse se valieron de ra para queles trajera y llevara. Yo, Seor amo, jamas me he metido en esos cuen-tos; pero tanto me llor la niita, que condescend. En mi primerviaje me estrell! Estaba dndole una carta del nio Jesusito, cuandoel malvado viejo sali de su gabinete. Arrebat la carta, grit y pa-te, y lo peor de todo, me ech por la escalera, la que baj acompaa-do de los pedazos de mis cntaros y en medio de los chorros de agua

  • 6con gran risa de los criados. Llamaron diurnos y hay un escndaloterrible: yo me refuji aqu, para rogar su merc, por los besitos quele dio su mam, que me acompae responder, sino querrn llevarme la crcel y yo nunca he ido esos lugares. No quiere su merc,amito?Si hijo, vamos.Tom misombrero y sal con Trinidad, muy contento de ser apolo-

    gista y el apoderado del Aguador.Mxico, 27 de Setiembre de 1864.(XX)

  • ^Tf^t(3

    ^^^mi^^

    A Chiera, como la golondrina, solo en tiempo deverano aparece en nuestro suelo. Su vida p-blica es ligera y fugaz como la de la mariposa,

    y lo mismo que esta siempre la veremos en-tre aromas y entre flores; siempre inquieta yvivaracha empeada en aprovechar los dias quedura su aparicin efmera. Mas por muy pa-sajera que sea su aparicin; por cdrto que seael tiempo durante el cual 1 ; Chiera se exhi-be, no por eso su retrato deja de ser difcil y pe-liagudo, como el de toda hembra que tiene susdares y tomares con el pblico. Cspita! me en-cuentro, lector mi, con mas ganas de presentar-te el tipo de un cosaco, que no el de la personi-

    lla cuyo nombre encabeza el presente artculo. . . . S; porque esa mu-ger es una cuestin viviente; un pr(>blema cuya incgnita se halla en-vuelta entre la misma chiera y el oficio que ejerce.

    Espliqumonos un poco mas.

  • 8

    La Chiera pretende tener una cualidad que ninguna muger ha am-bicionado, contando por supuesto desde nuestra madre Eva. Es unamuger escepcional; una hembra que no tiene conciencia de lo que di-ce, y si la tiene, sus palabras, sus ofertas deben ser necesariamente unsarcasmo, una amarga irona arrojada las barbas del sexo masculino;sobre todo cuando las susodichas ofertas y palabras son hechas y dichaspor una Chiera de 18 Abriles; risuea como la estacin en que apare-ce; tan linda como sus flores; tan fresca como ellas, y tan sin espinascomo sus amapolas escarlatas. Una chiera de este jaez es una sirena do-mesticada, un juglar hembra, una muger temible que pretende comu-nicarnos lo que menos puede dar!Y no me salgan Vdes. ahora conque soy un visionario, un meticuloso, y que no s lo que me digo.Examinemos primero cual es la misin que desempea ese insectoprecioso oculto entre las flores, y entonces podrn decir Vdos. si ten-go no razn.Veamos:

    El ocio de la chiera es refrescar!Lelos se han quedado Vdes.!Eh? qu tal? Habr hija de Eva que

    haya tenido alguna vez semejante estravagancia? Parceme que no,y de lo contrario Montauriol fuera un mal peluquero, Celine una costu-rera de municin, y Palacios un zapatero de viejo. Esta es por lo me-nos mi opinin, y querer convencerme, de lo contrario seria lo mismoque hacerme creer que las piernas y talones no me sirven para andar.

    Pero prescindamos de si la Chiera puede no cumplir lo que pro-mete; esto es, *si puede refrescar al prjimo, o incendiarle con el auxi-lio de sus flores, sus negros ojos y sus moneras. Dejemos, pues, estacuestin para los hombres-termmetros, (especie que algn dia daremos luz), y examinemos la criatura refrigeradora que nos sirve de tipo.

    El Carnaval con sus disfraces, cascabeles y cliillidos de rata, acabade pasar para no volver sino como los recaudadores de diezmos, des-pus de pasado un ao. En los dias del mes de Marzo, en que serpreciso suponer que nos hallamos, el sol comienza levantarse mastemprano para los que no tienen palco en la pera, ni vecinos mal ca-sados. El cielo aparece limpio y azulado, y las maanas, guisa dechicos de la escuela, se presentan frescas, risueas y juguetonas, se-gn ha dicho cierto poeta en estos tiem;")os de prosa. Pues bien; enuna de tales maanas, si Vdes. se toman la molestia de dar un paseopor las calles de Mxico, se encontrarn, de buenas primeras, enalguna esquina con media docena de huacales, colocados unos sobreotros; algunas ollas, que en caso apurado, podran servir de ba-o, y dos tres cestos enormes que contienen multitud de dores,vasos, jicaras, azcar, limones y cantaritos. Semejantes adminculosno son ciertamente bienes mostrencos, sino que tienen una propietaria;propietaria que debe contar de diez y ocho veinticinco abriles, edadindispensable, si se quiere establecer un comercio activo y lucrativo.

  • Ahora, si alg-uno desea ver un poco mas, suspenda su marcha y exa-mine la duea de aqur:UDs aparatos, seguro de que no le pesar, puesla personita lo merece. Veamos, que yo tambin me cuento en el n-mero de los curiosos.

    Htela all: con una rapidez prodigiosa la pequea mano de la pro-pietaria va cubriendo de esquisitas flores el frente y los costados desu mostrador improvisado. La infatigable criatura es una imagen delmovimiento continuo: se afana, se agita, va y viene; fia vueltas al re-dedor de su obra; se retira un poco y examina el efecto que causa elmatiz de sus flores, colocadas con cierto arte; vuelve y abandona enel canasto un puado de amapolas purpurinas y toma otro de dahalias de chcharos, que en seguida va colocando en su cortina, matizadacon estudiada simetra. En medio de tantos movimientos, la ninfa delas flores ora se inclina un lado y nos deja ver una cintura flexibley delgada, ceida por una coqueta banda escarlata; ora hacia el otroy nos muestra el picaresco perfil de una cara zalamera y pecaminosa:en seguida, dando su cuerpo la longitud posible, procura colgar unasarta de cantaritos en los verdes arcos que adornan su agradable tien-da, y entonces nos permite ver el estremo de una pierna perfectamen-te modelada y un pequeo pi comprimido en un magnfico zapato deraso de color. Luego, por ltimo, en una de sus muchas maniobrasla veremos inclinarse hacia el curioso espectador, alelado con tan pro-vocativo espectculo, y entonces por una mera casualidad observamossu adornada camisa, blanca como el azcar, pero cuya camisa holga-da est construida de modo que no embarace el continuo movimientode su dueo. . . . Oh! en este instante, carsimo lector, despus de loque has visto, puedes dar la vuelta y seguir tu camino: de no hacerlo,te espones perder muy pronto los estribos. .. .!

    Esta es la Chiera; esta la que hace poco hemos comparado con lamariposa, llena de movimiento, de encantos y de vida. Pero esa mis-ma muger, pasada una hora, habr concluido su Laboriosa tarea, y co-locada tras de su florido aparato, mostrndote su carita risuea altravs de sus vasos llenos de esmeraldas, palo y topacios lquidos;esa misma muger, repito, con cierto aire candoroso y con acentoacaramelado te dir: Cha, orchata, limn, pina, tamarindo, qu tomaust, mi alma? Pase ust refrescar!

    Ahora, que se me pudra la lengua si hay un alma de cntaro,, deesas muy inflamables, que se refresque con un vaso de cha, despusde haber estado al sol media hora observando tan incitantes aparatos!Sin embargo, preciso es allegarse al puesto para examinar mas de cer-ca aquella tentacin. La sed que antes acaso no existia en el indi-viduo, si existia era de otro gnero, ahora se va aumentando me-dida que el espectador se aproxima la l7ida fuente donde piensaapagarla. Este es el momento en que la Chiera redobla sus afanes.

    2

  • 10Apenas ve venir su parroquiano, cuando con mas empeo lanza al airela letana de sus refrigerantes, y aun no bien el sediento llega al pues-to cuando ya la Chiera ostenta un vaso en la l na mano, y una jicararoja y plateada en la otra: repite su consabida cancin, terminada conel provocativo: qu toma ust mi alma? y en seguida, veloz como elviento, saca con la jicara de una de las ollas cierta cantidad de aguafuertemente azucarada; la echa en el vaso; la mezcla con la cha or-chata, bien con una infusin de pina, limn, tamarindo, y en unabrir y cerrar de ojos le presenta su marchante un todo tan comple-to, unido y amalgamado, que causarla envidia al matrimonio mas pa-cfico. El bebedor, antes de beber, bebiendo, y despus de haber be-bido, no quita la vista de la Chiera, y conoce que si por la boca le haentrado un refrigerante, por los ojos se le ha filtrado una cosa pareci-da al alquitrn. Exasperado al ver que la Chiera permanece indife-rente las miradas, el comprador, si es infiamahle y hombre que nose da por derrotado, aprovecha la ocasin al poner medio real en ma-nos de la Chiera, y obtiene entonces. .. . una muequilla desdeosaque le deja boquiabierto!

    Por fortuna, no todas las Chieras son flores mariposas, ni todastienen pies pequeos, zapatos de raso, ni camisas de alfeique- Lashay de todas clases y condiciones, menos viejas por supuesto, ])orquestas muy bien conocen el efecto que causara un murcilago planta-do en un florero seductor.La Chiera no es planta que solo vegeta en las esquinas, no; en s-

    tas y en los portales, en las plazas y zaguanes, en cualquier sitio, enfin, puede colocar su trono de amapolas esta diosa de la frescura, des-plegando en l mas menos esplendor; pero siempre sin alterar lasustancia de su fresqusimo aparato. Por eso vern vdes. que lospuestos de las Chieras son como los peridicos; solo cambian en la ca-beza: en cuanto al fondo, todos son lo mismo. En efecto, de los pues-tos unos terminan en un arco de flores colocado al frente; otros lo tie-nen en e] mismo punto, y ademas en las partes laterales; otros, en fin,estn resguardados de los rayos del sol por un ligero sombrajo de lien-zo, ramas prosaico petate, y los mas no tienen otro pabelln que eldel cielo.La estacin de las Chieras comienza con la cuaresma y termina po-

    co despus de la Semana Mayor. En los dias santos se multiplicanlas vendedoras de cha: las nuevas cofrades ostentan mayor lujo, y es-tablecen su comercio mas en grande, improvisando salones en la plazaprincipal, y llenando stos de asientos, no muy cmodos, para los con-sumidores. Sin embargo, seremos justos: en los dias de la SemanaSanta, cuando una lluvia de fuego se desprende del cielo, se experi-menta una verdadera delicia al penetrar en uno de tales puestos y to-marse una jicara de cha con limn, un vaso de espumosa orchata.

  • 11Tiempos atrs, los jvenes calaveras y elegantes pasaban parte de lanoche en aquellos frescos recintos, bebiendo ckia y rom tiendo vasos;mas hoy jams penetra en ellos la gente de alta alcurnia, y solo estnreservados para el pueblo y alguna persona de la clase media. Laaristocracia tiene su Chiera por separado, por mejor decir, la tenia,supuesto que ha terminado su -carrera y pasado al otro mundo en elpresente ao, la clebre Chiera del portal de las Flores; muger afortu-nada y aristcrata, que hacia detener los coches enfrente de su pues-to, y que los elegantes, impacientes y quisquillosos en la fonda y elcaf, esperasen all sumisos que la Chiera despachase diez parroquia-nos para que ellos les llegara su turno refrigerante. Esta Chierafu la escepcion de la regla en todo y por todo. No pregonaba susaguas frescas; no prometa sus marchantes masculinos lo que ella spodia cumplir, con el auxilio de se esquisita orchata; desterr de supuesto los arcos de adorno y los cantaritos para regalar nios y mu-geres; el nmero de las molenderas de pepita de meln, colocadas los pies de la Chiera afortunada, era mayor; y en suma, no se podiallamarla mariposa, por ser su vida pblica de mas larga duracin ....En la mayor parte de las poblaciones de la repblica es conocida

    la Chiera, cuyas aguas, sobre todo en Quertaro, son superiores lasque con tanto afn se pregonan en Mgico. El tipo en aquellos mun-dos de Dios sufre algunas variaciones, y decirse puede que son mun-dos al revs, supuesto que hay lechuzas que habitan entre flores, y queno cantan, conociendo sin duda que sus graznidos causaran una espe-cie de motin, en el cual no se cerraran las puertas, sino los bolsillos.

    Pero en cambio, lo repetimos, las aguas frescas son mas deliciosas;los puestos matizados con mejor gusto; los vasos de adorno mas nu-merosos, y las aiuas que stos contienen, divididas en capas de tresy cuatro colores, son mas brillantes, difanas y cristalinas. Ningunoque haya visto una sola vez el puesto de la Chiera Tulitas, en Quer-taro, podr olvidar esa muger que, semejante una maga, pareceque ha encerrado al iris dentro de sus vasos limpios y puros como eldiamante.

    Hasta aqu hemos intentado presentar el tipo de la Chiera; tipo esen-cialmente megicano, y que solo se parece un poco, segn nuestra humil-de opinin, al vendedor de aguaducho [aqiiaiolo] en aples. Tam-poco la tienda de la Chiera puede compararse del todo con el tipoitaliano, por faltarle nuestra cha los barriles movibles, la nieve, laspinturas estravagantes, las manos colosales y las flamantes bandero-las que adornan la tienda del aguaducho. La semejanza solo consisteen que ste y la cha se espenden pleno viento. Hecha esta peque-a digresin, terminemos nuestro artculo.

    Decamos haber intentado presentar el tipo de la Chiera en el tiem-po en que merece tal nombre, causa de darse en espectculo. Mas,

  • is-la cuaresma pasa; la Chiera desaparece, y entonces el buscarla serialo mismo que buscar un grano de cha en un saco de mostaza, unvagabundo cometa en el espacio; y aun seria mas difcil que lo se-gundo, porque la Chiera no tiene rabo, y si lo tiene, hasta ahora na-die se lo ha visto, aclaracin que hacemos en descargo de nuestra con-ciencia. Pero falta de cola, tiene lengecita mas de la regular, ypor eso la oirn vdes. que dice, cuando algn caluroso tiene mas sedde la necesaria:" Ya le dije lo que hay. Yo soy tan fea como tanclara, y no quiero tener rabo que me pisen^\ , . .Y dice muy bien labellaca, vive Dios!

    Sabes por qu, lector mi?Voy decrtelo:

    La Chiera es como la lotera: todos promete mucho: todos llenade esperanzas; cada cual cree tenerla en el bolsillo, y al fin y al cabouno solo es el que la obtiene.

    R.Agosto 26 de 1864.

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    I un erudito escribiera el presente artculo, co-menzarla desde luego enumerando las sustan-cias que componen al pulque, hacindonos sa-ber sus propiedades diurticas, si es no ali-menticio, la parte alcohlica que contiene; ydespus de todo esto, citando textos y ponien-do notas, empearase en hacernos saber quinfu el primer No que se embriag con el ju-go del maguey pita; si lo tom en vaso, ji-cara baddh, y si esto pas en el reinado deAcamapitzin, en tiempo de Corts y la Ma-lincJii.

    En seguida compararla el hidromel ruso, el sansn chino, y la cer-veza del ingls con nuestro prosaico y anti-romntico pulque: nosdina como extrae el calou del coco el habitante de la India; qu rae-dios emplea el de Persia para formar su alcol eX jugo de los albrchi-gos, y para que tuviramos mas que agradecerle, nos darla la recetaque aplica el trtaro para hacer su koumios de la leche de burra. Yno terminaran aqu sus noticias embriagadoras; no, querido lector;porque el estupendo erudito declamarla horriblemente contra la ebria-

  • 14dad; nos citara Licurgo que mand arrancar las vias; Draconque castigaba de muerte la embriaguez, y acabaria por traer cola-cin las sociedades de Templanza que ss han formado en nuestros dias.Todo esto y algo mas nos diria el soporfico erudito, y acaso nues-

    tros lectores se quedaran oscuras con respecto al tipo que nos he-mos propuesto presentarles; pero en cambio sabran que en las islasTgagrepikgiesthuinks, que aun estn por descubrir, encontrar el via-gero magueyes de 90 pies, uvas del tamao de las toronjas, y lpu-lo de cuyo tronco se podria constiuir el mstil de un navio!, . . .

    Ay!.. . . por desgracia, nosotros nada de esto sabemos. Conoce-

    mos un poco al pulquero en sus diversas especies, esto es, al pulquerotopador, al idem vendedor, y al idem dem jicarero. Y que pase eldem con licencia de vdes., porque nuestro entendimiento, duro y re-belde como alma de usurero, no nos permite construir la frase conelegancia mas armnica. Estas tres especies, de las cuales las dos l-timas regularmente forman una sola, son todas dignas de examinarse.Pero las mas curiosas, las mas esenciales por tener comunicacin di-recta con el pblico, son las dos que por una especie de paradoja al-gebraica pueden convertirse en una sola. Por tanto, hablaremos del-vendedor y jicarero, considerndoles como dos tomos encuadernadosen un solo volumen.Atencin.

    All, detras de aquel mostrador hmedo y de olor no pulqmrrimo,entre l y una batera de cubas de varias dimensiones, se ve un indi-viduo de talante jovial, ojos inteligentes, rpido en sus movimientos,y dispuesto, segn parece, entablar relaciones con el primero quese le plante enfrente de su nariz chata y un si es no es rojiza.Bien:ese hombre de tez morena no tiene trazas de ser un ogro temible, una viuda verde y rica que ha treinta aos llora la muerte de su ni-co marido. Por lo mismo no es un animal devorador, y bien puedenvdes. acercarse un poco mas.

    Adelante! ahora ya se le ve mejor. Surostro es algo encendido, sus ojos son brillantes, y su boca, merced ciertas lneas muy marcadas, manifiesta ser un tanto parlanchna, sn-tomas y signos que estn confirmando aquel adagio: El que anda en-tre la miel algo se le pega Cierto es que el pulque no es miel;pero gurdenos Dios de negarle sus propiedades pegajosas! Ademas,nuestro hombre es un poco obeso y mofletudo; y esto que corroboranuestro adagio, indica tambin que la templanza no es el fuerte delindividuo, cuyo vientre, semejante al asiento de un timbal, revela quenuestro prjimo es vctima de la industria que emplea para vender lasustancia de sus cubas corregida y aumentada, bien que si la vendeas, es sin duda porcjue nunca olvida aquello de:

    ''El pulquero que lo entiende,Mas agua que pulque vende."

  • 15Ahora en qu quedamos? Conocen vdes. un poco mas al persona-

    ge semidibujado hasta aqu? Corrientes! ya dijimos su nombre: esnuestro tipo, el vendedor de pulques, y el que por tal motivo mereceel nombre de pulquero. Sigmosle mirando, pues no es persona ca-paz de incomodarse porque le hemos colocado tras el lente de nuestralinterna mgica. Adelante,

    Su trage es bien sencillo. Modesto en sus vestidos, el pulquerotiene la dicha de no impedir la salvacin de sastres y vendedores deropa, cosa de que no pueden gloriarse las mugeres y los pollos. Y nopiensen vdes. que si tiene tal dicha es porque mira tambin por la sal-vacin de sus bolsillos; no, seores; nada de eso. El pulquero es gas-tador y liberal como el que lo fuere, y no se tienta la alma para tirarun peso..,, pero eso s; cuando llega la ocasin; mas como de estaseora se dice que es calva, quiz por la maldita vergenza muy raravez se le presenta al pulquero. Las que l se le plantan por delan-te, y muchas veces en el dia, son ocasiones, cosa en verdad muy dis-tinta, y tanto como lo es el plural del singular. Entonces el pulquerose aprovecha de ellas, y pronto van vdes. saber de qu manera.

    Son las siete de la maana. Nuestro hombre acaba de abrir su pul-quera, y 3'-a detrs del mostrador se ocupa en colgar de un clavo susombrero de ala ancha y forrado de hule: . en seguida se despoja de lachaqueta de modesto lienzo; se levanta las mangas de la camisa hastael codo, dejando descubierto todo el brazo, y acaba de. prepararse pa-ra vender el pulque, ponindose un mandil de cotanza gerga, escu-do que re^guarda la camisa y al ancho pantaln calzonera, de losataques de la suciedad. Apenas el pulquero ha terminado semejantemaniobra, cuando un eterno bostezo, acompaado de un esperazamien-to, viene revelar la magnitud de la obra que nuestro hombre va em-prender, y la cual consiste en disponer las tinas para recibir el pulquefresco.Mas, oh fortuna! la primera ocasin se le presenta al pulque-ro, y no es hombre que la deja escapar.Amito?Qu hay? Buenos dias.Qu fri hace, seor!Tienes fri, eh? Y eso que )'a habrs hecho dos veces la 7na-

    ana? ....No, seor amo; reviente si lo he probado.

    No fregamos las ti-

    nitas, patroncito?Hombre! si ya las iba yo fregar.No le hace, seor; yo quiero calentarme un poco. ..

    .

    El infeliz acomedido, hombre de la hez del pueblo, miserable y ca-si desnudo, emprende gozoso su tarea con la esperanza de comunicar su cuerpo otra temperatura por medio de un vaso de pulque agrio,suficiente recompensa de sus servicios! En tanto el pulquero se ocupa

  • le-en limpiar el mostrador y en lavar los vasos que han de servirle parael despacho. Una vez terminada esta operacin, y dispuestas ya las ti-nas, el vetideddr le concede algn reposo su cuerpo fatigado, sentn-dose con un aplomo digno del musulmn mas sibarita, y en tal estadopermanece algn tiempo, pensando si en el dia se castigar bastanteal pulque en el vaseo, y cuyo castigo aumentar las ganancias de nues-tro hombre.Mas, derrepente el pulquero levanta la cabeza y escuchacon la mayor atencin. S; no hay duda: ha oido un rumor que ha in-terrumpido sus clculo^, y que cada instante se oye mas cercano:ruido alarmante, inqietador, tremendo; ruido que para el que no loconoce, anuncia grandes cosas, prodigios y maravillas; ruido, en fin,que podemos comparar aquel que las mas veces precede ciertasnotabilidades europeas.

    . . .oh! la comparacin no puede ser mas exac-ta! porque al fin del cuento, y despus de tanto ruido, faramalla y es-trpito, se nos van presentando.

    . . . las muas que conducen el pul-que la casilla! Pero no tengan vdes. cuidado. El chasco no es tanatroz; porque al fin estos animales son del pais, y en verdad mas pa-saderos que algunas midas que nos vienen de ultramar!. . . ,

    El topador, personage encargado de recibir comprar el pulque enla garita, si es que el dueo de la pulquera no tiene rancho, y de con-ducir el mejor lquido las casillas mas privilegiadas; el topador, re-petimos, es el printer personage que en esta escena toma la palabra.Oiga, D Aguado: aqu tiene ya su condenacin!Oh amigo; cuando ust la da es porque le queda todava al dia-

    blo para dar y prestar los cristianos.Djese de eso! ya sabe que yo no robo al prjimo. . , . ndele,

    que yo como de mi trabajo y todava me voy. . . .Mira, animal, atajaaquella mua.Y qu tal viene el pulque, eh?Qu tal viene? Oh! yo lo entiendo como naide. El pulque est

    hoy que ni la leche que maman los angelitos en el cielo.Hombre, de veras?Como lo oye; pero mire, ya le dije. .. .Uf!!! este cubo no ti(ne fondo! esclama el arriero, que ha comen-

    zado medir el pulque.Cierto, dice el topador, hay puede caber un tinacal.Mentira! grita el pulquero. El cubo tiene los 60 cuartillos muy

    cabales.. . . Pero no. . . . esperen vdes. me equivoqu; he tomado uno

    por otro.. . . Este, este es el de los 60.

    El pulquero saca otro cubo que contiene dos cuartillos mas cuandomenos, y todo el mundo queda en paz, porque tales picudeces (palabratcnica) deben disimularse, supuesto que el topador ha desplumado an-tes los arrieros, y estos al dueo del tinacal, mezclndole al pulqueen el camino cierta cantidad de agua, que yendo y viniendo dias hace

  • 17la fortuna de los mdicos. Y no piensen vdes. que esa manera deadicionar al pulque bautizarle sea una preocupacin, una creenciavulgar como la de los antojos de las mugeres interesanles, no seores:vdes. convendrn en que si hoy nos azotan varias plagas, no son porfortuna las que atormentaron Faran; y sin embargo, se cuenta quealgunas veces al entregar el pulque los arrieros al vendedor, observaeste con asombro algunos pescad! tos y zapillos que se encuentran enel lquido, sin que en tal prodigio haya tenido parte la vara de Moiss.El pulquero tiene sus puntas de naturalista, y sabe muy bien que se-mejantes vivientes no se crian en el cajete de un maguey.Aqu es preciso hacer una pequea digresin para que no juzguen

    m.al de la inteligencia del arriero aquellos que no conocen sus cos-tumbres. Efectivamente, cualquiera diria: cmo es tan torpe el ar-riero que no v en el agua los testigos vivientes que mas tarde hande revelar las trampillas del conductor? Y ese cualquiera diria muybien, si ignoraba que los arrieros conducen el pulque la capital du-rante la noche, y que enmedio de las tinieblas lo bautizan. El arrie-ro no es nictlope, y precisamente por no serlo se le ocurri al dueode un tinacal, probar la fidelidad de sus coductores mandando teir derojo el agua de cierto pozo donde se sospechaba que el pulque reci-ba el primer sacramento. Diablo! es una fatalidad no pertenecer algnero lechuza! Dicho j hecho: al entregar el pulque al dia siguien-te, el arriero vio con asombro salir de la bota pellejo un chorro. . .

    .

    no blanco, segn era de esperarse, sino sonrosado, encendido, pudo-roso; ni mas ni menos que si el maldito lquido conociera la vergen-za y se ruborizara por haber renegado de la raza de Israel, dejandode ser judo!

    El infeliz conductor atribuy el prodigio los hechizos de una bru-ja mal queriente: el pulquero semi-ilustrado, vio la parodia de la pri-mera plaga de Egipto; pero el dueo del rancho por desgracia no viobrujas ni prodigios, sino solo la necesidad que habla de mudar de con-ductor. Probablemente alguno de los pozos de Sacualco, fu el quetuvo parte en el eposodio que acabamos de relatar, pues los arrieroscuando estn de broma se quitan el sombrero al pasar frente aquelsitio. Pregunten vdes. la causa de tal veneracin, y al punto respon-dern los conductores que all est situado el santo tautisterio. Se-gn ellos, el agua de dichos pozos aboca el pulque admirablemente, y,cosa rara! en Mxico no se toma con agrado cuando se vende puroen las casillas.

    Una vez terminada la operacin de recibir el pulque por el vende-dor, toma este una cuartilla de papel sucio y arrugado, coge la pluma, por mejor decir, la empua, y sobre el mostrador pone la boleta qued al arriero. Este documento, ya que no podemos presentarlo ori-ginal nuestros lectores, para que admiraran los trazos caligrficos

    3

  • 18del pulquero, lo copiaremos al menos para que sirva de estudio, si no los palegrafos, siquiera los que desearen conocer algo la ortogra-fa de nuestro personage. Dice la boleta:

    "Midi el arierro Balentin del pososiete cu bos de pulqe de Agua,Lulco en esta pulquera de laspesca dorras. Hoy 27 de Otubre delmismo ao.

    Al vino Aguado.

    Nuestro hombre, que ya sabemos se llama Albino Aguado, contem-pla satisfecho su obra, juzgndola digna del mejor pendolista; en se-guida se llega la pared; raspa un poco de caliche que recibe en elpapel, lo estiende guisa de arenilla, y concluye dndole al conduc-tor la boleta para que pueda cobrar su flete. El arriero se aleja consus muas y aun no se pierde el ruido estrepitoso y al parecer burlnproducido por los cencerros de la recua sonora, cuando ya nuestrohombre est refrescando el pulque del dia anterior, cuya operacinconsiste en mezclarle al agrio mas o menos cantidad del licor fresco,de lo cual resulta el pulque conocido por los inteligentes con el nom-bre de abocado. En seguida [asa el vendedor probar ya el pulque ma-cho, ya el hembra, ya la campechana, que resulta de la unin de am-bos; y como vdes. habrn oido decir que de grano en grano llena lagallina el buche, y que varios poquitos forman un mucho, cuando elpulquero acaba de arreglar sus pulques se encuentra con el buche bienrepleto, y con la cabeza, llena de esperanzas ilusiones. . . .

    El pulquero saca su honorario [honrosa es la profesin) segn lo quevende: uu real en cada cubo. As es que para ganar 10 reales en el diatiene que vender la friolera de 600 cuartillos! ni mas ni menos. Elministro de Baco que cuenta semejante dicha bien puede pagar mu ji-carero, individuo que desempea los oficios enunciados hasta aqu, me-nos poner la boleta, emplear \as piciideces para esquilar los arrieros,ni recibir el dinero que produce el espendio. Entonces merece elnombre de vendedor; mas por desgracia no todas las cavidades parcia-les de los estmagos amarchantados en la pulquera, forman la cavi-dad total y necesaria para contener 600 cuartillos de lquido. Enton-ces el vendedor j jicarero son uno mismo, tal como hemos presentadoel hroe de nuestro artculo. Pero entonces tambin el pulquero sesabe aprovechar mejor de aquellas ocasiones de que ya hemos hablado.

    Los marchantes comienzan llegar: el cantareo, nombre que se da la venta de pulque llevado las casas, compite con el vasco, pala-bra que indica el espendio del lquido consumido en la pulquera porlos mismos bebedores. En el primer despacho la medida es justa y ca-bal, y por consiguiente el pulquero sale como l mismo dice: pi con

  • 19-hola; esto es, sin ganar otra cosa que el consabido real en cada cubo.Mas en el vaseo. . , . Oh! aqu nuestro hombre tiene vinculado su ma-yorazgo; all est su fuente de riqueza, su mina inagotable y siempreen bonanza. Figrense vdes. que llega un individuo tomarse mediode pulque: si este individuo llevara un cntaro, fcilmente podria con-ducir en l los tres cuartillos, poco menos, de ordenanza. Pero no se-or, el marchante no lleva otra vasija que su estmago, y seria asesi-narle querer que de buenas primeras se echara pechos aquellacantidad de lquido. Por lo mismo, el vendedor le presenta un vasoque contiene lo sumo cuartillo y medio, y el resto para el completode los tres, va aumentar el tesoro del pulquero. E cambio, el pul-que es mas cristiario, aunque en el bautismo recibi menos cantidadde agua. Otra ventaja trae el vaseo que no tiene el cantareo: en estelos muchachos compradores exigen las paiochitas las figuras de bar-ro, cebo necesario para atraer marchantes la casilla, mientras que enaquel, los consumidores suelen obsequiar al vendedor ya con las sabrosasc/ialupitas enchiladas que la india vende en la puerta de la casilla, ya con el sobrante de la fruta que compr el parioquiano para tomarseun vaso de pulque curado con tuna, guayaba, naranja, pina chirimo-ya. El pulquero no toma fruta; pero su muger Mariquita se muerepor ella; y luego, le instan tanto para que tome alguna cosa, que al finse decide, solo por obsequiar en la noche su mitad querida; y estoes muy cierto, aunque poco despus lo vean vdes. engullir *lo que lehan da ''^. con indecible satisfaccin de sus quijadas.

    As pasa la vida nuestro personage, siempre alegre, siempre debuen humor y siempre buscando los medios para atraer parroquianosy subir las ventas, hasta elevar su casilla al rango y fama de la cele-brada pulquera del Cuernito. Paia conseguirlo, el pulquero pinta confrecuencii su tienda; y no hay herina de novela, ni personage popu-lar, ni animal raro cuyas efigies no adornen las paredes de la pulque-ra. Esmeralda con su cabrita, el clebre Gavio matando un toro,la china poblana y hasta las flores animadas de GrandeviUe, han inva-dido el recinto del pulquero, para llamar la atencin de los marchan-tes: y no es nada difcil que al dia siguiente de aparecido el A7itecris-to, se vea el retrato de este famoso personage instalado en la casilladel pulquero, y con su respectivo verso al pi; porque eso s; nuestropersonage es poeta, y hace sus versos como todo hombre quien devez en cuando le es permitido inspirarse, se le suelen subir los hu-mos la cabeza.Hoy el pulquero tiene un enemigo formidable, y que bien puede

    llamarle su repblica vecina. Este individuo es el cervecero, cuyamaldita cerveza ha desalojado al pulque de las mesas aristocrticas,compite con l en la clase media, y tiene ya algunos adeptos entre elpueblo bajo. Esceptuando al fabricante del brebage intruso, el pul-

  • 20quero vive en paz con todo el mundo, y va pasando sus dias encerra-do en su casilla desde las siete de la maana hasta las oraciones de lanoche. Su nico afn es aumentar su fortuna, cosa que por desgra-cia no consigue, y regularmente muere en la miseria, sin dejar trasde s un recuerdo ni un nombre esclarecido. Ay! jamas habrn vistovdes. grabado en una losa funeraria el nombre del pulquero. Perohoy, en justa recompensa de haberle presentado al pblico, y al dejarleya descansar, le suplico al cajista me ayude conservar la memoriade nuestro hombre, poniendo con las versales mas grandes que se en-cuentre:

    aqu descansa ya

    ALBINO AGUADO,VENDEDOR DE PULQUES.

    Mxico, Octubre de 1854.7.

  • atL Q;\QQa[B()-~V^-l'
  • 22tas? No sabe que Idt. flebotoma es hoy nuestra ciencia-, y que por con-siguiente, somos flebotomianos y no barberos; nombre prosaico, inso-noro, nauseabundo, con el cual quiere vd. presentarnos ante las res-petables barbas del pblico barbudo y despejado?Pero seores, si vdes. cortan barbas mas que ninguna otra cosa...!Ciertamente!Vdes. jamas hacen pelucas.Muy bien dicho!Ni siquiera las peinan, porque no las hay en nuestros dias.Y qu?Ademas, vdes. pegan ventosas, curan custicos, aplican sangui-

    juelas, y de vez en cuando hacen el oficio de los verdugos de santaApolonia.Cabalito! Adelante-Cmo adelante.

    . . .?

    S; prosiga vd.No hay para qu- He dicho ya cuanto tenia.Ah, tunante! Con toda malicia se deja vd. en el tintero lo de

    flebotomianos, . . .!Flebotomianos.

    . . .? diantre! Luego quiere decir que. . . . esoes; claro est! Flebotoma es.

    . . . la ciencia de hacer pelucas!Uf! blasfemia!Sacrilegio!Fuera el escritorzuelo brbaro!S, s; fuera el estpido, el necio, el. . . .!He aqu, compasivo lector, el ruido que probablemente me buscar

    por presentarte al Sr. Flehotomiario bajo el nombre con que all ennuestras mocedades le conocimos, esto es, con el de barbero rapa-cachetes. Hoy quiere le llamen flebotomiano, y fe que no deja de t*^-ner razn, pues flebotoma, como todo el mundo sabe, es el arte delsangrador, y no hay duda que el barbero sangra, aunque pocas vecesen el sentido genuino de la palabra sangrar, y muchas en el figurado metafrico. En efecto, chupar sangre, qwe para m es lo mismo quesacarla, quiere decir en sentido figurado y familiar: Ir sacando la ha-cienda agena, fc. Y quin no conoce que las sangras, sanguijuelas yventosas, no son otra cosa que remedios especiales para aliviar al pr-jimo del peso de los bolsillos? Ademas, todo hijo de vecino sabe iiacemucho tiempo

    "Que todo, aquel que es barberoSe va subiendo las barbas:Al que tiene pAo, sientan,Y qX pelado lo levantan."

    Est visto: puesto que nuestro personage le conviene en parte el

  • 23nombre e flebotomiario, llmenle as los que gusten, que yo seguirllamndole barbero, aunque el tal nombre indique falta de respeto ha-cia la clase barberil. En verdad no puedo tratarle con mas miramien-to, por la misma razn que tenia cierta vieja para no respetar un S.Crspulo por haber conocido antes el rbol del cual el escultor hizola efigie; y lo mismo que la vieja decia al santo, dir yo mi hombre:

    Como ayer te vi naranjoHoy no te puedo adorar!

    Entremos en materia.No hace muchos aos todava, cualquieraente barbudo que trataba de hacer de su edad un descuento aparentede diez Diciembres (los Abriles pertenecen las nias), diriga suspasos hacia una puertecilla cerrada con un par de celosas pintadas deazul verde, y algunas lneas coloradas. El dueo de la casa, apenasmiraba al travs de las celosas las varias secciones del cuerpo del vi-sitante, corria apresurado para introducir al nuevo parroquiano, elcual tomaba asiento instancias del amo de la casa, y despus de quele hablan suplicado esperase un momento. Por supuesto, lector, ya hasadivinado que hablamos de la tienda de un barbero, y que cuando es-te suplica al parroquiano lo espere un momento, es porque se halla enel ejercicio de sus funciones, y que por consiguiente se trata de espe-rar un cuarto de hora. Pues bien; suponcjamos que t eres el que es-pera que lo rapen, y yo el que estn rapando. Veamos entretanto labarbera, tal cual se hallaba hace alounos aos.

    Era una pieza cuadrada de cuatro varas por lado. Multitud de estampas, baratijas y figuras de papel recortado adornaban las paredes.Aquellc pareca ya un campo de batalla segn las inmensas columnasde soldados: ya un remedo de la arca de No si se atenda la muche-dumbre de animales de diversas especies: ya, en fin, una parodia deljuicio final, si se observaba aquel confuso desorden de animales bpedosy cuadrpedos, sobre los que descollaban las imgenes del Salvador yalgunos santos colocados mayor altura enfrente de la puerta; siendodigno de notarse que los leones y corderos, los tigres y las palomasde papel se hallaban colocados la derecha, es decir, en el sitio de losescogidos, mientras que los racionales ocupaban la izquierda, lugardestinado para los reprobos. Al pi de las imgenes se dibujaba en lapared, semejante un murcilago de alas estendidas, el estuche denegro y grasicnto cordobn, que contenia hasta una docena de na-vajas, que sin duda tuvieron la honra de afeitar las huestes deCorts. En la misma lnea, y siempre descendiendo, se vea una mesasobre la cual se hallaban algunas ventosas, dos botes de hojadelata conpomadas de limn y torongil, y algunos instrumentos para divorciar dientes y muelas de las mandbulas de algn paciente^ En fin, la gui.

  • 24tarra, compaera inseparable del barbero, penda de un clavo fijo enla pared: frente la puerta se hallaba la piedra de amolar, y al pi delaparato que la sostena, amarrado un gallo, ntimo amigo del seor ra-pa-cachetes.

    Segn lo dicho hasta aqu, parece que se trata de presentar el tipode una barbera y no el del barbero. Pero se engaa, por mi f, quiental piense! Todo el mundo sabe que por el hilo se saca el ovillo, y lacarta por el sobrescrito. Ahora bien: habiendo presentado la cubiertadel barbero se infiere fcilmente lo que ser un hijo de Adn inclinado gallos y guitarras, muecos y baratijas, la novedad y al desorden.Zumbn, decidor y bullicioso; alegre, parlanchn y semi-ilustrado;

    un hombre telgrafo, segn la velocidad con que reparte noticias entresus vecinos; una gaceta viviente; un noticioso de ambos ?mmdos en car-ne 3' hueso; estuche de chismes, almacn de crnicas, inagotable arse-nal de episodios, ltima edicin refundida de Entre cd y col lechuga:he aqu lo que era el admirable personage que nos ocupa! Y liemosdicho lo que era y no lo que es, porque, lo decimos con dolor, el barberoy la barbera salvas algunas escepcones, no son hoy lo que fueron enotros tiempos no muy lejanos ciertamente. En efecto:

    Las celosas cayeron de la puerta, y se entronizaron las vidrieras.La cortina blanca y trasparente se apareci como un teln detras

    de la vidriera, ocultando el drama interior los espectadores dela calle

    La guitarra fu reemplazada por las novelas de Se, Dumas y D'Arlncourt

    Las pomadas de limn y torongil huyeron ante el aceite de oso, elmacassar y la bandolina.

    Las figuras de papel no quisieron ver su imagen en los espejos demarco dorado.

    Los animales de la arca cedieron su puesto las estatuas de yeso.La piedra de amolar escabullse avergonzada.El gallo levant el vuelo.Y por ltimo, el mism.o barbero se convirti en Jiehotomiano.Ahora, si la barbera y sus adminculos tuvieron su cambio, tam-

    bin lo ha sufrido el barbero tanto en lo moral como en lo fsico. Al-gunos, restos, sin embargo, nos quedan del primer tipo; restos desier-tos y errantes como el pueblo judo, y confinados en la {.dazuela delFactor, en los suburbios de la capital, y en algunas ciudades y pue-blos del interior. Dejmoslos ya por lo tanto en su pacfico retiro:baste lo dicho respecto de ellos, y ocupmonos en presentar albarberojiehotomiano, segn Dios nos d entender.

    Para conseguir mejor nuestro propsito, preciso es no olvidar quesi el barbero ha sufrido su cambio, no ha sido tal que haya perdidoenteramente sus costumbres, caracteres y rasgos primitivos. Ni por

  • 25.qu los habia de perder? Bueno es eso! La moda puede invadir labarbera, sus af^cesorios, los afeites de su dueo, los vestidos de ste,etc. etc., pero modificar la lengua del barbero, obligarla permane-cer en reposo y no hablar del prjimo, esto creemos no lo hubieraconseguido ni el mismo filsofo que tenia sus discpulos cinco aosaprendiendo la ciencia de callar, cosa que un sabio de nuestros diasconseguirla en dos minutos, aplicando la siguiente regla y su respec-tiva escepcion, saber:

    A todo individuo quien se pretendaensear el dijicil arte ciencia de ca-llar, chese 'e abajo la lengua.

    Esceptunse de la regla anteriorlas individuas y los barberos.

    Segn esto, lector, ya conocers que es del todo imposible la tras-.formacion completa de nuestro tipo: para mas convencerte de estaverdad desearla presentarte algunas escenas del barbero; pero mi plu-ma suspende su giro ante tamaa empresa, y conozco que solo con-seguirla aumentar el nmero de necedades hasta aqu estampadas enletras de molde. En cambio te dar algunas noticias del seor ebo-tomiano encargado de conservar la. polica de mi rostro.Mi hombre dijo: Aqu me planto . segar barbas; y de hecho se plan-

    t en la calle H. es decir, en cualquiera, pues para ejercer la profe-sin no se necesita andar como el cazador, buscando el sitio en quemas abundan los conejos y los gansos, no por cierto: el barbero en-cuentra gansos y conejos en todas partes, y casi siempre en abundan-cia. Una vez elegido el local preciso fu dintinguirlo de las demscasas, y avisarle al pblico que all deba enterar su contribucin se-manaria bisemanal, cosa que nuestro personage consigui poniendoen letras muy grandes, arriba de la puerta de la calle, el prosaico nom-bre que le cupo en suerte por haber nacido en el dia de Santa Brba-ra- Helo aqu:

    BRBARO VERDUGO DE LA QUIJADA,FLEBOTOMIANO.

    All, pues, qued instalado la disposicin de vdes., y sobre todode la mia. que soy su antiguo parroquiano, y cada semana precisamen-te me deja los cachetes tan limpios y lustrosos como las posaderas deun nene rollizo y bien acondicionado.Mi barbero,- que bien puede llamarse el barbero de todos, todos

    4

  • 26 los barberos, supuesto que le presento como tipo,-es un trmino medioentre lo antiguo y lo moderno, entre la moda pasada y la reinante.Viste pantaln y chaqueta de lienzo entre semana, y ambas cosas depao en los domingos, sin que por eso deje en los dias clsicos de en-casquillar su persona en una levita, pieza la mas querida del guardaropa del barbero. En tales dias el sombrero de ala ancha y copa ba-ja suele tambin ceder el puesto al sombrero alto; y la bota polvosa el deslustrado zapatn recibir una doble mano de bola para quitar enlo posible las seales que revelan al ingrato becerrillo. Por consi-guiente, el hombre que se da bola, que ama la levita y adorna su ca-beza con sombrero alto^ no debe estar reido con el reloj, as es quelos ltimos hijos de Ings y Eva?is han encontrado asilo en los bolsi-llos del chaleco barberil.Cuando yo visito al maestro Quijada regularmente es en dias comu-

    nes, de suerte que le hallo en trage ordinario, cosa que no debe sen-tirse, supuesto que al paso que se halla menos aprisionado en los ves-tidos, tiene la lengua mas suelta en la boca. Apenas me ve llegar cuan-do abandona las ollas de sanguijuelas quienes mudaba el agua.Al mismo tiempo me saluda de un modo que indica su satisfaccin portener un parroquiano como yo, cuyo flaco es el saber vidas agenas: enseguida me aproxima el silln, me coloca los paos, y despus de lasconsabidas preguntas de si el agua est buena y la navaja no lastima,pasa cariosamente su dedo pequeo por mis quijadas para repartir enellas la espuma del jabn, y comienza cortar barbas con la navaja,y destrozar al prjimo con lalengua.

    El barbero es precisamente el hombre de quien decirse puede, ycon razn, que no se para en pelillos/Creemos haberle llamado ya una gaceta viviente, lo que es igual,

    el hombre peridico. Veamos si tuvimos razn para ello.Comienza el maestro Quijada lamentndose de lo malo que estn

    los tiempos, y lo poco que hoy produce el oficio barberil: reniega delos que se afeitan solos y les ve como un obstculo para engrandeceral pais, y un golpe mortal para la industria. Sabe que se ha cons-truido una mquina para afeitar, y atribuye su invencin un nuevoHerdes que pretende degollar los inocentes que se pongan en elsangriento y diablico aparato; y sigue hablando sobre barbas y bigo-tes; y no encuentra el por qu si estos se rapan no sucede lo mismocon otras cosas capaces de ser rapadas, moda que producira mil bie-nes, y entre otros el de hacer que los maridos celosos viviean tran-quilos con sohi rapar sus envidiadas mitades los cabellos, las pesta-as y las cejas. Con semejante manera de discurrir nuestro persona-je me espeta un artculo sobre barbas y bigotes que bien puede lla-mrsele ARTICULO DE FONDO precisamente por tener la cualidad in-di.spensable de carecer delfondo susodicho.

  • 21 Luego se desata en elogios tributados Guillermo el Conquistador,

    porque protegi el oficio barberil prohibiendo los bretones se deja-sen las barbas. Cree que los barberos debian levantar estatuas Pe-dro el Grande por haber mandado que los rusos se rapasen; y maldice Mahoma, que nunca se rasur, y reniega de Homero, de Virgilio yde Plinio porque se ocuparon en hablar de las barbas de Nstor, de Me-cencio, y de un filsofo de Siria. Y sigue echando bendiciones Scipion el africano y Alejandro, y maldiciendo Carlos V y al fa-moso Enrique IV.Por supuesto que noticias tan eruditas no son fru-to de la instruccin histrica de nuestro hombre, sino que las adquiri,lo mismo qae el articulista, de un peridico que las habia copiado deotro, y este de aquel, etc., etc.; y he aqu las variedades del barbero, quienes no falta ni el mrito de ser copiadas.En seguida me refiere las noticias mas recientes que ha adquirido

    con respecto la guerra de Oriente y los sucesos de Espaa. Sabeque existe un MenSchikoft, cuyo nombre erizado de consonantes re-vela que su dueo no puede menos de ser sino un antropfago temible.Ha oido hablar de Sebastopol y de Cristina, de Espartero y de los ru-sos; y para nuestro hombre todos son unos porque todos son hijos deAdn, no pudiendo en esta materia distinguir lo blanco de lo negro.Pronto conoce el flebotomiano que no est en su terreno, as es quecon la mayor destreza abandona los altos personajes y sucesos de Eu-ropa, viniendo dar en los chismes, enredos y consejas de vecindad, encuyo fuerte es invencible el locuacsimo barbero. En dos por tresme cuenta que la nia Virginia que vive enfrente hace mucho tiem-po que no sale ni para ir la iglesia, y esto precisamente porque es-pera que la saquen misa. A continuacin me informa de como D.Dimas Ladrn de Guevara ha metido su casa las talegas de tres lo-teras que se ha sacado, sin entrar en ellas. Y sigue por el mis-mo estilo contndome la crnica escandalosa de la manzana, y con estoy lo dicho antes el barbero forma su crnica extrangera y unaGACETILLA tan abundante que acreditarla el peridico mas prximo exhalar su ltimo nmero.

    Siguen los avisos, los cuales no terminaran si el maestro Quijada aca-bando de afeitarme y quitndome los paos no interrumpiera su rela-cin con el buena salud, frase de ordenanza y asaz alagadora y cari-osa; pero que bien traducida significa el deseo de que al dia siguien-

    te el parroquiano tenga necesidad de curarse un caustico, sacarse unamuela, aplicarse una ventosa, cuando menos una gruesa de sangui-juelas en el colodrillo.

    Pero htenme Vds. ya afeitado y dndole su propina al maestro,cosa que l corresponde dndome las gracias, yndose en seguida mudar el agua sus sanguijuelas. Al ver esta operacin, y mientrasme arreglo la corbata, tomo mi sombrero y enciendo un cigarro, se

  • 28 me ocurre que las ideas, los chismes y los embrollos deben agruparsey rebullir en el crneo del barbero lo mismo ni mas ni menos que lassanguijuelas en sus ollas respectivas. De all me vino la idea de dar ladefinicin del barbero, esacta en mi concepto, por mas que les pese al-gicos y matemticos, lo cual me importar un pito, su puesto que cadauno es muy dueo de comprender las cosas y esplicarlas, segn loagudo obtuso de las entendederas que Dios le ha dado. Por tanto,no terminar mi artculo sin haber definido mi hombre, sobre todocuando tengo en mi apoyo para no decir un desatino, aquellos consa-bidos versos de Zorrilla, que si mal no me acuerdo dicen as:

    "Hay pensamientos que en la mente vivenEn un rincn de la memoria echados,"

    esto es, como si los tales pensamientss fueran un cjimchorro de cabri-tos!

    Ahora bien, lector: para concluir te dir que una vez que semejantesbichos pueden habitar en el cerebro, lo cual nos esplica el por quhay pensamientos tan animales, desde luego no parecer extravaganteni disparatado el que yo defina mi hombre, diciendo:El barbero es un hijo de Adafi que tiene por cabeza una olla colosal

    de sanguijuelas, en continuo movimierito. V.

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    EL COCHERO.

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  • 30 El cochero de sitio es un ente raro, escepcional, inclasificable, que

    nos hace dudar muchas veces de su identidad con la raza humana.Esta duda viene apoyada en un principio de la historia natural, y esque un parsito es inferior en la escala viviente al ser que lo sostiene.Conocamos al cryptgamo en la planta, al epizoario del hombre, y lareglano habia fallado; pero que el hombre fuese su vez parsito soloen el cochero lo hemos visto, porque en efecto, perdi casi sus cuali-dades de hombre, y se unid su coche como la ua al dedo, y helo ahque vive con l, por l, en l, y sobre de l. Cuntos maridos qui-sieran vivir con sus mitades en la unin y armona con que viven uncoche y su cochero, y no con las relaciones que existen entre el lti-go y las muas! Pero de dnde viene, preguntar el lector ose hom-bre prodigioso? cul es su origen y cul su procedencia?Preguntadifcil en verdad de responder, porque un cochero para serlo no nece-sita haber nacido as de aquel modo; id y preguntadle y ni l mismolo sabr acaso. Venido de Guanajuato Guadalajara, nacido en la ca-pital en un pobre cuarto vecino una cochera, su origen importa poco.El lleg al rango que ocupa sin saber cmo, y all est hoy en su co-che para servir al pblico. Sin embargo, si el lector viere alguna vez un chico semi desnudo, lleno de lodo y estircol, quemado con el soly rodando entre las ruedas del coche en receso, revolcndose entre elestircol y la paja jugando entre las patas de las muas; al ver esevastago negro y redondo del cochero puedes ver en aquel pimpollo unsucesor de su padre, un cochel-o inteligente y husca vidas. Mira si teengaaste: tiene ese chico siete aos y ya sabe poner la mua un bo-cado, enganchar, desencuartar y abrir y cerrar la portezuela- Se hahecho el accesorio necesario del cochero; es el pretendiente del sota,y como tal viene en el pescante junto al padre al padrino que lo ini-cia en la profesin: tiene ya alguna cosa su cargo, humedece las rue-das del carruaje, limpia y alza las guarniciones, da pienso agua losanimales, y cuida en fin del aseo y arreglo de cuadras y cocheras.Pronto asciende por sus servicios sota, y entonces comienza sus via-jes Puebla y la feria, montado en las guias, cuidando que no faltesebo en los ejes, que no se descomponga la carga, que no escasen lasprovisiones en la posada para su caporal, para sus machos y para l.Al fin de tantas fatigas obtiene su premio y asciende cochero. Estees el hombre tal como lo necesitamos, tal como lo vamos pintar.

    Son las seis y media de la maana y ya est nuestro personaje can-tando con voz ronca y desentonada; alza las mangas de su camisa yen la pileta donde beben agua sus bestias se lava la cara y los bra-zos: cie su pierna la alta y gruesa bota de cuero, se pone lachaqueta de lienzo si es verano, y de pao azul viejo si es invierno,se encasqueta el ancho sombrero forrado de hule, pasa por su mue-ca la correa de su cuarta, monta en la mua de mano y se dirige al sitio.

  • 31

    Coloca all su coche junto otros y va presentarse al administrador'concluido esto solo tiene que esperar el bien de Dios, es decir, un viejogotoso para conducirlo su oficina, un reverendo padre que tieneque ir confesar quince monjas en distintos conventos, (y es lomas grato para nuestro tipo) llevar la Villa, Chapultepec cual-quiera otro sitio de recreo, inmediato la capital, una pareja dejvenes enamorados. Porque el amo?', preciso es decirlo, es la cucaadel cochero: y no porque el cochero se enamore, sino porque sabe im-ponerle Cupido cuando lo tiene mano una contribucin forzosa, yque en casos posibles escede de lo racional. El cochero ha encontradoen el amor su lado positivo, y en esto se asemeja mucho las mujeres:lo considera como un tercer animal sin el cual su coche no marcharlani su caudal subirla, cosa en la que tambin se asemeja la mujer.En efecto: cmo no gratificar bien al cochero que ha tenido la con-

    descendencia de conducir esos dos pichoncitos por calles escusadas,para evitar las miradas de los curiosos parientes, conocidos? c-mo no merecer una buena propina cuando con tanta esactitud y pre-caucin ha conducido una chica al lugar donde la espera su adjunto?Y si da el cochero las seas de la casa donde condujo cierta nia;si cuenta un interesado cuanto dur en tal visita aquella otra; si ha-ce mil servicios como estos mas importantes que estos, entonces elinters crece de punto y llueven monedas sobre el cochero como fue-go en otros tiempos sobre los habitantes de Sodoma y de Gomorra.

    Lstima que no solo proteja al amor platnico y espiritual sino quecomercie con el amor. . . . cmo diremos? vaya con el amor material,que es lo mas pulcro. En este ramo el cochero tiene rasgos que de-ban borrarse con fuego; mas por fortuna esa degradacin, ese cinismoy esa inmoralidad no son tan comunes: ademas, como los crmenes ylas maldades no forman al tipo, nosotros las hacemos un lado, y conplacer sin duda.

    Pero llega la una de la tarde y el cochero dirige su coche la car-rocera porque es hora de comer y de remudar; remudar, cosa necesa-ria, indispensable, porque aquellos dos desgraciados animales ya notienen fuerzas ni para arrastrar su vida, mucho menos aquella pesadamole. Comer bien mal nuestro hombre; comern tambin las mu-las mal (que es lo mas seguro): nada de esto nos importa, y solo tene-mos que decir que al dar las tres de la tarde va la desC' munal cnyu-ge despertar al cochero, que boca arriba, con los brazos tendidos yla cabeza sobre la copa del sombrero, guisa de almohada, duerme pieina suelta y roncando con ese ruido semejante al que forma la mis-ma tempestad, que por fortuna del cochero se anuncia en aquella hora.Hijo.

    . . .Iiijo, despierta que Dios te ayuda.Qu cosa?

  • 32 Cmo que cosa? que ya se viene el cielo abajo, y dentro de un

    rato caer un aguacero de esos que te cuadran tanto.Adis sueo y adis pere/a: la mgica voz de aguacero nuestro

    hroe no se levant, sino que salt, y enganchando las muas con ra-pidez, si no tiene pretendiente que lo haga, sube sobre su nueva vc-tima de aquella tarde, y con la lijereza mayor que puede sacarse deaquel inmenso paralogramo ( coche) y de aquellos dos prismas (muas) llega su sitio. La mujer no mentia: el cielo abri sus senos,el rayo rompi las cataratas de la nube y todo qued innundado. Nipara el labrador es tan benfica la lluvia como para el cochero: laslluvias son su elemento, apesar de que es animal terrestre y no delagua; le produce mas un aguacero nuestro buen chico que al hacenda-do que posea quinientas fanegas de tierra. Apenas llega su sitio ten-ga no carga va sacar su boleta de salida en la administracin res-pectiva, y desde aquel momento el coche es suyo y suyas las ganancias.Pronto llega un estudiantino imberbe, tmido y delicado como un alfe-ique: se dirije la portezuela del coche; pero antes de llegar le detie-ne una voz,

    Para dejar V. nio? dice el cochero.S, la calle de.

    . . .

    Entonces no, porque est muy lejos.El estudiante mira para todos lados y no descubre un solo coche: cal-

    cula lo que le importar un nuevo traje, sombrero y botas: se decide ydice:

    Pagar doble.Mgica palabra, mas segura que el Ssamo rabe: no bien la oye el

    cochero cuando se apresura abrir su coche, ayuda subir al escolapio,cierra la portezuela, se envuelve en su capote de hule pao, monta enla mua y se echa trotar por esas calles de Dios ( lagunas del diablo),llevando su amito encerrado en el coche, dndole mas sacudidas quelas quesufri en la malhadada venta el insigne escudero del inmortalmanchego. Antes de un cuarto de hora se para en la casa del chico.Cunto?Un peso, seor amo.Un peso!Nada menos. Fu la condicin.No hay mas que callar y pagar.No paran aqu sus ganancias, estas siguen mientras sigue lloviendo:

    las calles estn convertidas en anchas lagunas, pero guisa de buenpiloto las surca rpida y hbilmente nuestro cochero.Llevas carga? le pregunta un pobre viejo que con su mujer y

    sus ocho hijos se habia refugiado en un zagun.S, seor.Eso no es cierto, demonio! Prate!

  • .^ 39 -.Nadas el cochera ^s sordo y sin cuidarvse de gHtOS J palmadas, como

    un mal cmico, arrta mas sus muas para alejarse de aquel lugar don-de le amenazaba un intasion de chicos que le llenaran el coche comoal arca de No, con animales de toa especie. Pues seor, los dejgritando; lleg una esquina y desapareci.Prate, le dice un cannigo que al volver de coro le sorprendi

    el chubasco.Voy ocupado, seor amo, tengo un comproniiso.Hombre, te pagar bien y te dar buena gratificacin.Es muy lejos, seor?No, las tres cuadras.Vamos, seor: solo por ser su buena persona de vd. . .

    .

    En estas fatigas llega la noche, sin que haya bajado una pulgada elnivel de las aguas que lamen las aceras. El cochero sabe mejor quenadie que hay beneficio en el Teatro Nacional, y el teatro es otra ve-na que sabe sangrar bien nuestro hombre, en provecho suyo y mal delprjimo.Llvanos al teatro.Voy por una familia, seor.Pero, hombre, no podemos perder nuestros boletos.Ni yo mis ganancias,Cunto quieres?Dos pesos.Imbcil, ladrn!El cochero hace sonar su lengua de cierta m'^nera y su ltigo, para

    alejarse.Hombre, dice uno al otro de los dos dandijs, es preciso asistir al

    teatro, pues va Pepita.Tienes razn. Cochero, abre; tendrs los dos ])esos.Voy seor.Los dos pisaverdes se lanzan dentro del coche y gracias l llegan

    al teatro con las botas algo lustrosas aun. El cochero deposita su car-gamento en el prtico del teatro; pero oh fatalidad! la prima dona seha enfermido y no hay funcin.Vulvenos llevar, hombre.No seor, imposible.De paso nos dejas en el Progreso, adonde quiera-Digo su rnerc que no puedo.Te pagaremos mas.Me dan sus mercedes un peso?Pero. . . .El cochero arrea y. . . . no hay mas que conformarse, pagan, suben

    y nuestro hombre que mejor que nadie sabe lijar la calva fortuna, y6

  • tmim 34

    aprovechar las circunstancias, ha ganado en medR hora una regularpropina. As esplota toda la noche en comercios tias menos ilcitosy pecaminosos,

    Proberviales han sido hasta aqu los chismes del barbero; pero elcochero tambin tiene su libro de crnicas, conoce todos los ramosprohibidos, sabe las casas de juego, y tiene en las uas la topografade la ciudad: sus conocimientos en cronologa son muchos, pues re-cuerda todas las festividades, y sabe todas las fiestas, y cules sonlas que mas le producen, Como en las horas de descanso tiene consus compaeros dilogos asaz comunicativos y confidenciales y bastan-te cmicos, (como que han llegado proberviales) en ellos ampla susconocimientos y sus nociones. Esto influye mucho en su carcter: esdesconfiado, spero, cnico, cruel y esplotador de todas las humanasmiserias. Si hay algunos que carecen de tales cualidades, es esto unaverdadera escepcion que no mutila la regla. Slvenos al escribir estonuestra pequenez y el annimo, pues si en revancha de tales verdadesnos declarase la guerra la cofrada de cocheros, tendramos que estarcondenados por siempre marchar pi. S diremos que apesar de es-to el cochero es un ciudadano pacfico, que solo por costumbre suele me-dir con su ltigo las costillas de un prgimo: que es un buen padre defamilias, aunque por hbito ignorancia confunda alguna vez su mu-ger con su mua, y suela aplicarla algunos vapuleos: que es trabajadory no se separa de su coche y su sitio sino cuando una jubilacin unaenfermedad viene bajarlo de su mua, la que abandona con dolorporque ha llegado identificarse con ella. Pero el retrato quedaraincompleto sino oyeran nuestros lectores hablar al cochero.

    Circunstancias muy distintas de lo que tratamos hoy; pero no poreso menos interesantes, nos obligaron una de estas fras maanas deDiciembre marchar Tacubaya.Una sola carretelita haba en la plaza, y con todos sus asientos ya

    tomados: solo uno quedaba en el pescante; magnfica oportunidad paraentrar en amable charla con nuestro cochero.

    El ltigo describi en el aire su terrible curva y roz'> la anca pira-midal de los dos caballos tordillos, flacos y encanijados. Ambos vivien-tes hicieron de tripas corazn y sacando fuerzas de donde no las habapartieron paso regular, y htenos aqu, lector, recorriendo esas ca-lles, hombro hombro y mano mano con nuestro cochero, cuya len-gua desde luego, quisimos poner en movimiento.Desde que est establecida la lnea para Tacubaya, vds. han ga-

    nado mucho?No, seor amo. Aunque todo el da vamos y venimos no se hace

    nada. Cuando tenia mi simn verde sin pescante, ganaba mas; aquels que tenia sus buscas.Entonces fu mal hecho haber dejado el coche por la carretela?

    I

  • 35 Tuve un disgusto con el amo, porque tenia mal genio. Ay de

    aquel tiempo!Por qu no vuelves l?De eso trato. Calcule su merc que entonces todas eran ganan-

    cias. Entre otras recuerdo un dia que llev dos recien casaditos que pagaran sus visitas de boda.Eran ricos los novios?

    S, seor.

    Pues cmo te ocuparon?El novio tenia coche; pero la suegra lo habia necesitado y lo de

    j pi: por eso tuvo que ocurrir m.Y qu sucedi?Que despus de aguardar dos horas en la puerta de la casa vi al

    fin . los dos pichoncit's bajar la escalera. La nia venia de la manode su marido, quien la bajaba tan lentamente que parece temia que sedesquebrajara su muger en un escaln. La nia por su paite esclamaba:Sabes qu es muy incmoda esta escalera? Dices bien, hijita, debe molestarte.No bajes tan aprisa que me du-le la cintura. No hija. Ay! no me veas los pies!Pero chula. . . .!Mira: he dejado caer el pauelo.Tmalo.Y en esta faena y con otros remilgos descendieron al n los angeli-

    tos. Abr la portezuela y con mi sombrero en la mano veia aquellosprodigios y chiqueos de la seorita.Y era bonita la muchacha?.Bonita? no amito; era una seora larga como la lanza de mi coche,

    un poco encanijada, algo calda de agujas y con unos pies que no quie-ra vd. ver mis sopandas!Hombre, t exageras!S( or amo, yo quisiera que vd. la hubiera visto: con decirle su

    merc que cuando se arrim para subir al coche, mi mua cambuja pa-r las orejas, se fu pandeando la maldita, y luego peg un resoplidocomo si hubiera visto una cosa mala. ... Y luego qu cara, seoramo! si pareca una guayaba de amarilla y llena de pao y qu orejas!si mas bien parecan tapaojos. Aquello no era muger. seor. Yo no sporqu vds. los seores tienen unos gustos. ... Y mire vd. el moci-to no era de malos bigotes; pero segn vide yo, en eso de mugeres eramas inteligente mi mua cambuja.Pero, y si esa muger tenia otras cualidades que hacan disimular

    su fealdad y la hacan recomendable?

  • 36 Hum! con esa se salen vds. seor. Pero ha de saber vd. que eso

    de cualidades est as.. . . que no es nada!

    Hombre, eso es muy aventurado.No seor, si de leguas se conocia que -la nia tenia un genio que

    ya! Si cuando las mugeres conocen que uno las quiere. ... y luegotan remilgosa!Mucho te repugn.Y con razn, seor. Hubiera visto su merc. Cuando la nia

    oy bijfai' al animal peg un chillido capaz de reventar las orejas deun artillero: y luego al trepar al estribo, que aspamientos, y qu den-gues, y qu gestos .!Ay! no me aprietes la mano! Es para que te apoyes, Prudencita.Aquel verdugo con enaguas se llamaba Prudencia.Maldito estribo! mam tiene la culpa por haberse llevado mi co-

    che.Est portezuela me va desgarrar el vestido!Tonto! cuida por detrs no se me vean los por abajos

    . .

    .

    Al fin entr aquella mueca en el coche y se sent quejndose de loduro de los asientos. En tanto el marido sudaba la gota gorda, y lim-pindose el sudor de la frente, mal agero! pasando junto al estribo mecomenz dar las seas de la casa adonde bamos, cuando la nia leinterrumpi:Sube al coche dar la orden, que pareces lacayo.Hija, esperaba que te colocaras bien.Jess! Jess! ya no puedo sufrir mas! Ay! csese vd. para todo

    esto!

    El marido la obedeci; hechamos andar. Despus que hablan vi-sitado muchas casas fueron la de unos parientes adonde iban almor-zar. All permanecieron algn tiempo, y no haber tenido el amo el cui-dado de que me bajaran de comer, me tiubiera dado al diablo. Eso s,iba medio comer cuando vi bajar la nia, la cual tenia jaqueca yqueria hacer ejercicio. Tuve que dejar el apetitoso plato y que mon-tar en mi cambuja para seguir andando. Los pichoncitos hicieron al-gunas visitas todava; pero la nia seguia mala, se le habia asqueadoel estgamo y me dio la orden para que la llevara al campo.A la Candelarita, nia?S.Marchamos ala Candelarita; adonde al cabo de media hora llegamos.

    La nia se baj y comenz dar vueltas, en tanto que el marido sedeshaca en ofertas, obsequios y cuidados.Quieres tomar algo, mi vida.Nada; no tengo ganas: apesar de que com tan poco en casa de

    tus parientes. Qi comida tan incapaz! Me dio con ella jaqueca.

  • 37 Por lo mismo, chula; tomas pato. S?Mira hombre, la nia quiere pat>.Y la nia se embaul bonitamente un sendo pjaro! y eso que esta-

    ba mala!Pronto se hizo tarde: yo habla entrado un jacal, mientras ellos pa-

    seaban, para visitar unos compadres: cuando volv mi coche me en-contr un cuadro precioso, lo que no me esperaba clertamenle; se loaseguro vd.Qu era aquello?Nada: la nia estaba medio desnuda y atada una rueda; y su ma-

    rido rodeado de cuatro hombres que lo desplumaban.Al llegar y">, echaron correr los ladrones: me acerqu desatar

    aquella Eva y ; quel Adn que en semejante paraso estaban hacien-do la mas triste figura del mundo. Yo fui la serpiente, confieso mipecado, seor amo; pero habia un celoso que queria vengar eso quevdes. llaman calabazas; y me pagaba muy bien sino impedia yo el chas-co que los novios queria pegar.Ay amo! cunta maldicin, cunta lgrima y cunto desmayo! La

    nia parece que me comi el trigo; pues esclamaba diciendo que yo te-nia parte en aquel robo, por haberme alejado; mas yo protest tantomi inocencia que se suspendi la disputa, volvieron subir y los llev su casa. Fui bien pagado; el nio escondidas de su muger me diouna buena gratificacin y Dios con todos.Y el diablo contigo, dije yo, pidindole Dios me libertase de

    aquellos chascos en que el cochero toma una parte lan activa.Llegamos Tacubaya y ces el dilogo.El cochero termin su charla picante y fecunda en episodios. Nues-

    tro hombre no ha recibido educacin, apenas sabe leer, y esa vivaci-dad es natural, adquirida en su carrera tan llena de lances y aventuras.Colocado en medio de la sociedad, tiene que aislar muchas veces al-gn ciudadano en el centro mismo de la multitud: y como son tantasy tan variadas las veces que hembras y machos buscan esos esconditesambulantes, se multiplican por lo mismo esos casos de conciencia quese fian al cochero. Nada mas cmodo para un trapacero que andaren coche, pues as es mas fcil evadirse de sus acreedores. Nada co-mo un coche para que una nia vaya sus visitas. Y si es un payoque viene visitar los lugares comunes pblicos de la capital, el co-chero se encarga de recibirlo en la casa de diligencias, para llevarlo la casa hotel adonde se ha de hospedar, para iniciarlo despus enlos misterios y rincones de la poblacin.Hay tambin transiciones muy grandes en la vida de nuestro perso-

    nage. Por una recomendacin por un conocimiento cualquiera sedestina en ah^una casa, y entonces es cochero de coche particular.Su crculo se ha reducido pero sus aventuras han aumentado: las in-

  • 38trigas son mayores, ya con la nia de la casa, cuyos amores proteje;ya con la seora, cuyos celos fomenta. Pero no levantemos el velode las individualidades aristocrticas del cochero. Estos lances le ha-cen descender de nuevo la vids pblica.

    El cochero tiene tambin sus dias de gran provecho, en la festivi-dad del Corpus, funciones de toros y fiestas nacionales. Pero una no-che de bautismo es su encanto, su delicia, con tal que los padrinos nosean de memoria flaca. Entonces los bolos que le dan y los que l sa-be recoger con su ancho sombrero en la puerta de la parroquia; los la-tigazos que reparte los muchachos, los gritos y la boruca forman suelemento.Mas por desgracia nada hay estable en esta vida. La lcera que le

    ha traido en una pierna el roze continuo de la lanza, se ha empeorado,y ya no puede trabajar. All/ est tirado en una cama, lleno de miseriay de dolores. . . . pero ya no es cochero y no tenemos que ocuparnosen hablar de un enfermo: en esto no desmentimos que somos de la ra-za humana.

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    EL CMICO DE LA LEGUA,

  • "^^
  • tengo que temer alj^un mal es un mal remoto, y no vale la pena de afll*girse desde ahora para cuando llegue; pero en cambio me abruma lamagnitud de la obra que voy echarme cuestas. Dar un fac-similedel cmico de la legua presenta mas dificultad que averiguar los aosde una matrona, que se ha plantado en treinta, dar el alta y baja delos amantes de una coqueta; y yo le juro vd. seor litgrafo, que no ser por la condenada estampa que vd. ha pintado ya, desde luegoemprenderla con mas gusto el disputar con un tontea, el leer diez to-mos de malos versos, tomar arsnico, casarme en n, que es, cuantodecirse puede, y no escribir el artculo para esa estampa que me haestampado vd. en el alma! Si maana pasado algn cristiano represen-tador me toma entre ojos y quiere representar conmigo una tragedia,entonces canto la palinodia; le presento vd. en escena, y all se lasavenga con los que ahora quiere vd. enemistarme. Entre tanto atien-da vd., pues ya echo pito, y levant la cortina sin mas prembulos.

    Scarron dijo que los cmicos son los pericos de los poetas. Ignoro siScarron aplic su dicho los cmicos de la legua; pero si tal iu suintento declaro desde luego que el buen chico supo muy bien lo quese dijo. Porque spase vd. seor mi (si acaso no lo sabe ya,) quelos cmicos tienen su bocabulario escogido y rimbombante; sus trmi-nos favoritos y campanudos; sus frases ya saladas, ya agudas, ya sen-tenciosas; pero todo sabido de memoria, ni mas ni menos que los peri-cos. Esta advertencia se la hago vd. seor litgrafo, para que noestrae en ciertas ocasiones el lenguaje del prjimo que voy presen-tarle, mediante Dios y su santa ayuda.Ha de saber vd. que el Cmico es un personage salido regularmen-

    te de la clase media. Desde los primeros pasos que da en el caminode la gloria, y cuyo camino comienza en alguna pastorela, coloquio comedia casera, se nota en el nuevo hijo de Tala la falta de modalesdelicados, su ningn conocimiento en el idioma, y un prurito por gri-tar su papel mas bien como quien \e^on2i cabezas de horno que no co-mo quien representa. El novicio siente un deseo irresistible de sercmico; la gloria lo Ihima con ambas manos, mostrndole puados delaureles; el destino lo arrastra las tablas; en fin, ha nacido para el ar-te. As es que el dia menos pensado se encuentra con el autor de unacompaa ambulante, el cual le propone correr con buen e,xi(o la legua,supuesto que cuenta con una primera dama que antes fu costurera,un galn que acepillaba tablas, un famoso barba que debe hacerlo muybien por haber sido en otros tiempos aprendiz de barbero, y un apun-tador que antes de ser artista fu sacristn, y ejercit la lectura decorrido leyendo amonestaciones en la parroquia de su pueblo. Consemejantes plazas y un primer galn, que probablemente lo ser nues-tro principiante, el director va tener, no una pipirijaina, sino uncuadro dramtico de primer orden. Media hora despus el diiector

  • 41

    en el cuarto de ia posada prsenla su nuevo compaero la escrituraque debe firmar, y cuyo documento hara lionor al evangelista masavisado. El primer galn deletrea sus artculos, que le parecen esce-lentes; se contrata como primera plaza; y firma lleno de alborozo alpi de la escritura:

    Telonio Candilejas.Dos dias despus nuestro galnn hace su pequea maleta para el ca-

    mino: esta se compone del caudal de papeles que ha representado ya;de tres cuatro com.edias, entre las cuales va la que ha de dar en su be-neficio; de un par de chinelas de tafilete colorado; un par de medias;un papel con aibayalde; otro con bermelln; un pedazo de pao paraaplicarse el eolorete; y por ltimo, un corcho de botella para pintarsearrugas, patillas y bigotes. Ah! se nos olvidaba el espejo de real ymedio, y una bolsita con hilo, agujas, botones y alfileres.

    Al dia siguiente la compaa est ya en camino para el pueblo di-choso que va atrapar aquella falange de notabilidades. En ella se mi-ra D, Telonio, risueo, alegre, decidor; lleno de esperanzas para elporvenir, y de ilusiones que pronto se vern realizadas. Poco im-porta que ahora vaya montado en un caballo tico, en un pacfico as-no, en un carretn, cuyo movimiento puede desencuadernar al futu-ro Taima. Tampoco le d cuidado el no llegar la posada, ni tenerque pedir albergue y cena indios miserables que habitan en sus ja-cales, ni mucho menos le importa un pito que ambas cosas le sean ne-gadas l y sus compaeros, so pretesto de que los maromeros y co-mediantes (ttulos que oye de los indios) jams pagan lo que comen, nilo que beben, ni mucho menos el albergue que se les d bajo un maltecho de palma, zacate romerillo. Nada de eso, repetimos, aflige alhijo de Tala y de Melpmene, porque muy pronto se ver sentadosobre un trono, circuido de favoritos, cortesanos, guardias y ministri-les: y lo que es mas, aplaudido y festejado por un pblico, justo admi-rador del talento del ^\\n^eI papel de la compaa.

    Dicho y hecho: las ilusiones de D. Telonio se realizan pocos diasdespus, si no en el todo al menos en la ^idiiie faisante. Ya se halla enel pueblo donde va conquistar los primeros laureles: la licencia seha pedido la autoridad; el teatro, si no lo habia, se ha improvisado;el estupendo retrato de D. Telonio se ha visto en el cartel colocadoen la plaza desde las siete de la maana, 3^ el original sali en el cofi-vite las doce del dia; por ltimo, el tambor por las calles, y la msi-ca de viento colocada en la puerta del teatro anuncian de acuerdo queya es hora de ver la comedia que en aquella noche ha de representar-.se, y que no es otra que el dramia intitulado: "Los Aunantes de Teruel."

    .Concha Bambalina, chica de 20 aos, prometida esposa del actor quepor estar aquella nociie de halcn sirve de segundo apunte, es la pri-mera dama, y por consiguiente, la que va desempear el papel de

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  • _ 42 Isabel, Nuestro hombre representa a MarsUla, y est contento y sa-tisfecho, no ya por verse encasquillado en una soberbia armadura delioja de lata, sino porque va entablar sus dilogos amorosos con laherona del drama. El galn en todo ve que aquello es una comedia,una farsa, menos en lo de los amores con Isabel, los cuales quiere con-vertir en positivos. La chicQ, que nunca podr decir de corazn aquelverso de su papel:

    Ay infeliz de la que nace hermosa! , . . .

    ha cautivado, sin embargo D. Telonio, y segn sospechas parece, quela nia se ha dejado cautivar tambin por el amartelado Diego Mar-silla. El segundo apunte ha entrado en alarma: cada piropo que losamantes se dicen en la escena, es una flecha que traspasa el corazndel pobre hombre. Contempla la hija de Segura mas bella que nun-ca con su vestido anacrnico; pero fantstico y lleno de oropeles.Mira tambin con envidia la sonora y brillante armadura de MarsiUa;el color exagerado de sus cachetes, dignos mulos de un par de fres-cos gitomates, y sobre todo, ve y ambiciona aquel par de bigotes ne-gros pintados con tule corcho quemado, y que segn las curvas tan-pronunciadas que describen mas que bigotes parecen un par de mag-nficas etcteras. Todo esto enciende mas los celos del segundo apun-te; y por ver los vestidos anacrnicos y las caras pintadas con alba-yalde y bermelln, se olvida de dar el verso al actor saliente, y el con-Gueta desde la concha bufa de rabia al ver que la comedia est en pe-ligro de rodar. El director hace D. Rodrigo de Azagra, y no puederemediar aquellos descuidos que van sin duda hechar por tierra sumagnfico cuadro de compaa.

    Diego Marsiila acaba de representar ante el pblico una escena de-masiado viva con Isabel; pero es tal su entusiasmo, tiene nnto fuego,y se ha posesionado tanto, que aun entre bastidores sigue persiguiendo la infiel hija de Segura; y cuchichea con ella pesar de la tos signifi-cativa que le acomete al segundo apunte, para avisarle su prometidaque es hombre capaz de cuidar de dos comedias la vez.

    Ahora bien: cualquiera que conozca el fin funesto que tuvieron losAmntesele Teruel, sdJord, que Isabel y Marsilla les cost la vidalafalta de un malhadado beso y de un abrazo. Mire vd. si valdr la pe-na macharse ai otro mundo por semejante fruslera! Conchita, ia re-presentante de Isabel, que ha visto en el ensayo de la comedia que sepuede matar un hombre con solo negarle tan poca cosa, y decirle unte aborrezco, se horripila la sola idea de pasar por asesino. Diego porsu parte emplea todos los esfuerzos de un hombre que trata de salvarla vida. Los dos amantes por un sentimiento uniforme, maldita la ga-na que tienen de morir,