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El reproche de ?idealismo? que me ha ce, no dejara de sorprender a todos aque llos que, por el contrario, critican mi pos tura por su excesivo ?sociologismo?, especialmente en los casos en que esta ultima tiende a incluir (se considera que de forma demasiado directa) las produc ciones discursivas en las constriccio nes objetivas que las limitan y, al mismo tiempo, las hacen posibles. En contra de las formulaciones del linguistic turn que consideran las realidades sociales co mo puros juegos linguisticos, he afirma do la diferencia irreductible entre las practicas que construyen las relaciones sociales y las que gobiernan la produc tion de los discursos. En contra de la pro puesta de un ?regreso a la politica? que separa la parte refleja de la action de to da determination social, he recordado que los individuos estan constantemen te ligados por relaciones reciprocas que, percibidas o no, delimitan (con mayor o menor fuerza segun la position) lo que es posible pensar, decir y hacer.1 Estas posiciones son discutibles (y discutidas), pero no me parece en absoluto
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Historia, antropologia y fuentes orales
Representación de la práctica, práctica de la representación (Representation of practice,practice of representation)Author(s): Roger Chartier and Celia FilipettoSource: Historia, Antropología y Fuentes Orales, No. 38, ATRAVESAR EL ESPEJO (2007), pp.29-34Published by: Historia, antropologia y fuentes oralesStable URL: http://www.jstor.org/stable/25703110 .
Accessed: 08/09/2014 22:37
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Representacion de la practica, practica de la representacion Roger Chartier
En su articulo ?Recorridos de la practi ca?, Angelo Torre me dirige criticas in
fundadas y artificiosas.
El reproche de ?idealismo? que me ha
ce, no dejara de sorprender a todos aque llos que, por el contrario, critican mi pos tura por su excesivo ?sociologismo?, especialmente en los casos en que esta
ultima tiende a incluir (se considera que de forma demasiado directa) las produc ciones discursivas en las constriccio nes objetivas que las limitan y, al mismo
tiempo, las hacen posibles. En contra de las formulaciones del linguistic turn que consideran las realidades sociales co mo puros juegos linguisticos, he afirma do la diferencia irreductible entre las
practicas que construyen las relaciones sociales y las que gobiernan la produc tion de los discursos. En contra de la pro
puesta de un ?regreso a la politica? que separa la parte refleja de la action de to da determination social, he recordado
que los individuos estan constantemen te ligados por relaciones reciprocas que,
percibidas o no, delimitan (con mayor o menor fuerza segun la position) lo que es posible pensar, decir y hacer.1 Estas
posiciones son discutibles (y discutidas), pero no me parece en absoluto razona
ble calificarlas de ?idealistas?.
Segun Angelo Torre, el enfasis que mi
trabajo pone en el estudio de las repre sentaciones habria hecho que conside rase ?superfluo el estudio del mundo re
al?. Las representaciones en las que se
basan las percepciones y los juicios que
gobiernan las formas de hablar y de actuar no serian tan ?reales? como los
procesos, los comportamientos, los con
flictos ?concretos? que Torre pretende observar ?eoncretamente?. La insisten
cia sobre lo ?concreto? (opuesto a la pre tendida abstraction de la representation) resulta preocupante. Al recordar a Fou
cault, se induce al lector a preguntarse si Angelo Torre no tendra, como le ocu rre a demasiados historiadores, una ?idea bastante reductiva de lo real?, que se
identificaria unicamente con las situa tions locales y ?concretas?. Foucault es
cribia: ?Lo "real" que podria alcanzar se con la condition de hablar de todas o de determinadas cosas mas "reales" que otras, y que se perderia de vista si nos li mitaramos a hacer aparecer otros ele
(ft D O
u
L. a >* (ft 0> e o
u O +* C
(ft 01 t.
a 01
1. He expuesto esta doble critica en ?L'histoire entre recit et connaissance*, en MLN, 109 (1994), ps. 583-600, y en mi coleccion de articulos On the Edge of the Cliff. History, Language, Practices, de proxima publication en The Johns Hopkins University Press. El presente articulo fue publicado originalmente en italiano en la revista Quaderni Storici, num. 92, agos to 1996, ps. 487-493. Desde aqui agradecemos al autor y a los editores de Quaderni Storici la autoriza cion para publicarlo en espanol.
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Rocer Chartier
mentos y otras relaciones (...), no existe. Un tipo de racionalidad, una forma de
pensar, un programa, una tecnica, un
conjunto de esfuerzos racionales y coor
dinados, de objetivos definidos y per
seguidos, de instrumentos para conse
guirlos, etc., todo eso forma parte de lo
real, incluso aunque no pretenda agotar "la realidad" misma ni toda la sociedad?.2 Esta advertencia deberia bastar para li
berar la discusion intelectual de falsas
oposiciones (como la planteada por An
gelo Torre) que siguen pesando sobre ella.
La culpa que mancharia mi enfoque es
la de ?una historia que subsume las prac ticas dentro de las representaciones y que renuncia a entrecruzar fuentes documen tales?. Es evidente que para mi critico se
trata de un pecado mortal. ?Pero lo he cometido realmente? De hecho, todas las
investigaciones que realice sobre las
practicas culturales parten de la consta
tacion en base a la cual las practicas identificadas, de las formas mas diver
sas, por las representaciones son siem
pre irreductibles a los discursos que las
describen, las regulan, las prescriben y las proscriben. Dichas practicas no son,
pues, ni ?subsumidas? ni absorbidas por las representaciones que las designan.
El punto que sigue sin resolver es es
te: icomo puede el historiador poner de relieve practicas mudas, que se manifies tan con una logica distinta de la de los
discursos, sea cual fuere su genero, que las hacen legibles? En su comentario a
Vigilary castigar, Michel de Certeau se
nalaba la tension (y el riesgo) presente en todo intento de dotar de sentido a la realization de las practicas: ?Los proble
mas surgen cuando, en lugar de ser un
discurso sobre los discursos que la pre cedieron, la teoria se aventura por am
bitos no verbales o preverbales, en los
que las practicas van acompanadas de discursos. El cambio es brusco y el fun damento que ofrece el lenguaje, normal mente tan seguro, se tambalea. La ope ration teorica no tarda en situarse en
el extremo de su terreno normal, como un coche que llega al borde de un acan
tilado. Mas alia solo hay mar. Foucault
trabaja al borde del acantilado y trata de inventar un discurso con el que hacer frente a las practicas no discursivas?.3
Toda historia de las practicas trabaja, necesariamente, al borde de ese acanti lado. Al comportarse como si fuese posi ble evitar esta position incomoda, Ange lo Torre nos llena de curiosidad. <> Acaso cree que, entre todas las fuentes que el historiador debe entrecruzar, algunas es
capan al registro de la representacion y
permiten una observation ?concreta? de
comportamientos ?concretos?? Si es asi,
?que fuentes gozan de una inmediatez documental tal que permiten ?el estu
dio del mundo real? sin la mediation del ?estudio de las representaciones??
Las ultimas paginas de su articulo, en
las que, citando a Alain Cottereau, se pre ocupa de distinguir entre las ?situaciones?
y sus ?transcripciones?, parecen desechar
semejante posibilidad. Esas paginas su
brayan la distancia y las desviaciones
2. M. Foucault, ?La poussiere et le nuage?, en L'impossible prison. Recherches sur le systeme penitentiaire au XIXe s/'ec/e reunies par Michelle Perrot. Debat avec Michel Foucault, Pan's, 1980, ps. 34-35. 3. M. de Certeau, ((Microtechniques et discours panoptique: un quiproquo*, en De Certeau, Histoire et
psychanalyse entre science et fiction, edicion de L. Giard, Paris, 1987, p. 44.
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Representaci6n de la practica, practica de la representacion
siempre presentes entre el documento, sea
cual fuere, y la ?realidad? que constru
ye registrandola. No cabe mas que suscri bir esta afirmacion. Pero entonces, <?por
que lanzar los mas tremendos ataques
epistemologicos sobre mi trabajo que tra
ta, de forma analoga, sobre las relaciones entre representaciones y practicas?
Tomemos el ejemplo de las practicas de
lectura. Para mi, su historia es posible unicamente si se trata de articular la re
presentacion de la practica y la practi ca de la representacion. Es decir, nin
guna de las series documentales que es
preciso utilizar para esta historia puede tener relaciones inmediatas y transpa rentes con las practicas que designa. En cada una, la representacion de las
practicas posee justificaciones, codigos, finalidades, destinatarios especificos. Identificarlos es condicion obligada pa ra aproximarse a las formas de hacer que
constituyen el objeto de su discurso. No me parece que podamos sustraernos a es
te camino obligado y todas las dicoto
mias apreciadas por Angelo Torre (entre
?representaciones? y ?mundo real?, entre
el estudio de los textos y las ?observacio nes concretas?) no aplazan el problema.
Intentare explicarme. A mi modo de
ver, esta postura metodologica no supo ne en modo alguno la reduction, y mu
cho menos, la anulacion de la ?forma
lidad de las practicas? (por expresarlo con palabras de Michel de Certeau) en
los discursos y en las representaciones que las indican y las eluden al mismo
tiempo. Dicha postura no implica siquie ra una renuncia a inscribir en lo social
los esquemas de perception y valoracion
que constituyen las matrices de las for mas de decir y hacer, o de eso que, en dis tintos trabajos he designado con el ter
mino de ?apropiacion?.4
Para mostrar que en mi trabajo ?la ma
triz de las apropiaciones diferenciadas no se explora en absoluto?, Angelo To rre toma como ejemplo el estudio que de
dique al relato de un milagro del siglo XVI publicado en dos libritos distintos
(pertenecientes al genero de los occasion
nels) que, con numerosas variantes, na
rran la ?misma historia*. El reproche mas
grave que me hace, en un comentario que me parece una contradiction respecto de mi ensayo, es que no he prestado ningu na atencion a ?la situacion que permitio la elaboration especifica de un esquema ya conocido*. Se supone que para mi ?la situacion en la que se produce un men
saje no se halla entre los elementos que determinan su significado o sus signi ficados?. Como se ve, ?situacion? es otro
de los terminos preferidos por Angelo Torre. Pero, <?de que ?situacion? se habia
aqui? <?Cree de veras mi censor que, in
cluso empleando todos los recursos del
?realismo documentab por el que aboga con tanto ardor, es posible identificar a los autores, a quienes los encargaron o las circunstancias de la escritura y la
publication de dos libritos, uno de los
cuales, el de 1588, contiene indicaciones
tipograficas mas que dudosas? Por mi
parte, creo haberme acercado al mode
lo de comprension que se propugna; he
intentado reconstruir los significados
particulares, politicos y religiosos, con
los que entre 1588 y 1589 podia iden
(ft D U
o
ft. a >* tf> o> c o
u 0
c o 0) 01 ft.
a 01
4. R. Chartier, ?Le monde comme representation*, en Annates ESC, 1989, ps. 1505-1520.
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Rocer Chartier
tificarse una historia que retomaba y de
formaba motivos antiguos. No cabe du
da de que se puede hacer mas y mejor. Pero me parece profundamente errado
decir que en mi analisis ?el hecho de que en el ocasional analizado se hable de un
milagro en la ultima etapa de las guerras de religion no constituye un elemento
capaz de orientar el analisis, es mas, ni
siquiera constituye el objeto de un ana
lisis del tipo que fuere?. Jamas he pensado que el genero al mis
mo tiempo discursivo y editorial en el que se expresaba la historia de la ahorcada
milagrosamente salvada definiera antici
padamente su significado. Al contrario.
Mi analisis, con la prudencia requerida por la falta de todo indicio de las lecturas
hechas de los dos ocasionales, se esfuer za en hallar las distintas tradiciones tex
tuales o culturales (la hagiografia, el re
lato, el sermon, etc.) a partir de las que
podian comprenderse. Dicho esto, es evi
dente que una de mis intenciones era re
cordar a los historiadores de lo ?local?, lo ?concreto? y las ?situaciones? que los tex
tos que manipulan se encuentran inscri tos en sistemas de convenciones de larga data que gobiernan tanto su produccion como su apropiacion. La desenvoltura con
la que Angelo Torre considera las aporta ciones del estudio bibliografico y ?litera rio? (el termino es suyo) de los dos oca
sionales demuestra que no se trataba de una advertencia inutil...
Quisiera calmar (si soy capaz) la in
quietud que lo asalto ante lo que con
sidera un peligroso arredramiento de mi
perspectiva critica. Torre recuerda que desde hace mucho tiempo hago adver tencias respecto de la ingenuidad de al
gunas interpretaciones historicas que ol
vidan que todo documento, incluso el mas ?objetivo?, lleva siempre las marcas
de sus condiciones de production y de
las representaciones de sus productores. Y luego anade: ?En los anos ochenta, el
material-documento queda completa mente nivelado en la dimension del "tex
to"?. ?Completamente? y ?nivelado? me
parecen un exceso. Nada me resulta mas
extrano que la idea en base a la cual las
determinaciones que presiden la produc tion de los textos tendrian ?una matriz
puramente retorica?. Las criticas que he
planteado respecto de la postura de Hay den White, asi como, por lo demas, mi
trabajo sobre Moliere, y mas en gene ral respecto de las constricciones que
subyacen en la escritura y la edicion en
la epoca del mecenazgo monarquico,5de berian haberle indicado a Angelo Torre
que incluso en este punto me estaba ha ciendo una critica infundada.
Es evidente que la historia que practi ca Angelo Torre no es la mia. No nos ocu
pamos de los mismos objetos, no utili zamos las mismas categorias, no tenemos
las mismas preocupaciones. Sin embargo, no es esta razon suficiente para estigma tizar como una ?involucion? un itinerario
de investigation que juzga conforme al
patron de sus propios intereses (que no po demos considerar universales).
El ambito hacia el que he dirigido mis
investigaciones en estos ultimos anos tra
5. R. Chartier, ?Quatre questions a Hayden White* en Storia della Storiografia, 24, (1993), ps. 133-142; ((Ge
orges Dandin ou le social en representation*, en Annates ESC, 2, (1994), ps. 277-309; Forms and Mea
nings. Texts, Performances, and Audiences form Codex to Computer, Filadelfia, 1995.
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Representacion de la practica, practica de la representaci6n
ta de articular la historia de los textos, con el de los soportes de su circulation y el de su reception e interpretation. Esta convergencia de enfoques general mente separados se propone un objeti vo fundamental: comprender que las
apropiaciones creativas de los lectores (o de los oyentes) estan siempre inscritas en un conjunto de constricciones que las en
camina y las guia. Estas constricciones son multiples y de orden diferente. Son el resultado de los efectos de significa do que se proponen los textos a traves de los dispositivos mismos de su escritura, de los Kmites impuestos a las apropiacio nes posibles por las formas de su trans
mision, o por las competencias y conven
ciones que caracterizan toda ?comunidad de interpretation)) (por decirlo con la ex
presion empleada por Stanley Fish). Por lo tanto, no se trata en modo alguno de abandonar una historia de las practicas (de escritura, de publication, de lectu
ra, etc.) en detrimento de otra, que no ten
dria otro objeto que las representaciones. Al contrario, se trata de analizar las re
presentaciones (objetivadas o interiori
zadas, ?literarias? o corrientes) en cuan
to matrices y rastros de estas practicas. La tarea no es facil y quien acepta ese de safio corre el riesgo de caer al fondo del acantilado... Pero me parece que en ello
no hay una renuncia ni una ?involucion?, mas bien el esfuerzo por hacer operativa -en un ambito de investigation espeti fico- la hipotesis que he planteado so
bre la articulation teorica y metodologi ca entre practicas, representaciones y
apropiaciones.
Segun Angelo Torre mi definition del
concepto de representacion estaria des conectada de los ?comportamientos con
cretos, observados concretamente?. <?Es
preciso recordar aqui, ante una lectura tan
precipitada, los tres registros de experien cia y realidad que esta notion (de repre sentation) permite relacionar? Por una
parte, designa las representaciones colec tivas que organizan los esquemas de per
ception y valoracion a partir de los que los individuos clasifican, juzgan y ac tuan. Por otra, indica las formas de exhi bition de la identidad social a traves de
signos y practicas simbolicas. Por ultimo, indica la delegation en un ?representan te? (individuo, organo colectivo, instan cia abstracta) de la continuidad y la esta bilidad de las identidades colectivas. Pensada con estas categorias, la historia de la construction de las relaciones y las identidades sociales pasa a ser una histo ria de las relaciones de fuerza simboli ca. Dicha historia define la construction del mundo social como resultado de la efi cacia (o ineficacia) del trabajo simboli co que los grupos llevan a cabo sobre si mismos (y sobre los demas) para transfor mar las propiedades sociales comunes a
los propios miembros en una relacion de
pertenencia percibida, exhibida y reco
nocida (o negada). Dicha historia en
tiende la domination simbolica como un
proceso a traves del que los dominados
aceptan o rechazan las identidades im
puestas que tratan de asegurar y perpe tuar su sometimiento. Dicha historia ins cribe en el proceso de larga duration de limitation de la violencia y las pulsiones, tal como lo describe Elias, la importancia creciente alcanzada, entre los siglos XVI
y XVIII, por conflictos que tienen como
puesta en juego y como instrumento las formas simbolicas y su utilization. Me sorprende que Angelo Torre pueda
identificar en esta perspectiva teorica,
(ft o o
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Rocer Charter
retomada aqui a grandes rasgos, un os
curecimiento de los ?comportamientos concretos?. Al eontrario, estos estan pre
sentes en todas partes, en las acciones
derivadas de los esquemas de perception y juicio, en las practicas simbolicas que manifiestan las identidades, en los pro cesos de delegation que nombran a los
representantes. Sin duda, es posible que se prefieran otras formas de entender la construction del mundo social. La que el sugiere al final de su articulo puede
compartirse totalmente y considerarse
util, aunque si se pone el acento en la ((interaction concreta?, en las ((situacio
nes en las que se producen y manifies
tan los fenomenos sociales?, en el ?valor
intrinseco de la accion?, se corre el ries
go, tambien ?idealista?, de ignorar las in
terdependencias, las determinaciones
y los modelos que delimitan el espacio de los pensamientos y los comportamien tos posibles para cada comunidad y ca
da individuo.
IAcaso esta perspectiva investigadora carece hasta tal punto de seguridad que debe presentarse y legitimarse a traves
de una critica tan infundada como bru tal de otras posturas metodologicas? La
decision corresponde a los lectores.
Traduccion de Celia Filipetto
34 HAFO. 2. 38, 2007
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